La India bajo el dominio inglés

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La India bajo el dominio inglés
Una vez los ingleses se hubieron adueñado de Bengala, consideraron oportuno
conservar la semblanza de las formas antiguas en un país donde gozan éstas
del mayor respeto y, tal vez, del único poder que sea seguro y duradero. Era
amparándose tras la figura de un Soubab que gobernaban ese reino y que
sacaban de éste pingües beneficios. De ese Soubab, nombrado por ellos y a su
entera devoción, parecían proceder todas las órdenes. Es de él que parecían
emanar las órdenes públicas, los decretos que, en realidad, habrán sido
deliberados en el Consejo de Calcuta, de tal suerte que tras haber cambiado de
amos, esos pueblos pudieron creer durante largo tiempo que se hallaban aún
bajo la misma férula (...)
La conquista del territorio bengalí, cuyos límites han sido desde entonces aún
más ampliados hasta alcanzar las montañas que separan el Tibet y Tartana del
Indostán, sin aportar por ello ningún cambio sensible a la forma exterior de la
Compañía inglesa, ha cambiado radicalmente su objetivo. Ya no es puramente
una sociedad con fines comerciales; se ha convertido en una potencia territorial
que explota las riquezas del país a través de un comercio que constituía antaño
su única razón de ser y que, a pesar del desarrollo que ha ido experimentando,
ya no es más que un factor accesorio en los tejemanejes de su actual
grandeza.
Las disposiciones adoptadas para dar estabilidad a una situación tan favorable
son, quizás, las más razonables que tomar se pudiese en aquellos entonces.
Hoy en día, Inglaterra dispone en la India de un núcleo de 9.800 soldados
europeos y de 54.000 cipayos, bien pagados, bien armados y bien
disciplinados. Tres mil de esos europeos y 25.000 de esos cipayos se hallan
diseminados a orillas del Ganges.
El contingente más importante de esas tropas ha sido destacado en Benarés,
otrora cuna de las ciencias indias y aún hoy en día la más afamada Academia
de esas ricas regiones donde la avaricia europea no respeta nada. Se ha
escogido dicho emplazamiento para esas tropas porque ha parecido el más
idóneo para detener a los belicosos pueblos que podrían bajar de las montañas
del Norte y porque, caso de producirse algún ataque, siempre resultaría menos
costoso sostener la guerra en un territorio extranjero que en aquél del que se
percibe los beneficios. En el sur y dentro de lo posible, han sido ocupados
todos los desfiladeros a través de los cuales un enemigo activo y emprendedor
podría tratar de penetrar en la provincia. Dacca, que se halla ene! centro de
esa región, ve acampada bajo sus muros una fuerza militar considerable
siempre dispuesta a trasladarse rápidamente a cualquier punto donde su
presencia se hiciese necesaria. Todos los nababs, todos los rajás que
dependen de la Soubabie de Bengala están desarmados, rodeados de espías
para descubrir a los posibles conspiradores y de tropas para dispersarlos (...)
Los ingleses, dueños de Bengala, no contentos con percibir las rentas sobre el
mismo pie que los antiguos Soubabs, quisieron, al propio tiempo, incrementar
el rendimiento de los arriendos y apropiarse los beneficios. Para cumplir ese
doble objetivo, la Compañía inglesa, esa colonia soberana, se convirtió en
arrendataria de su propio Soubab, es decir, de un esclavo al que conferiría ese
título puramente honorífico para infundir mayor respeto a las poblaciones. La
segunda parte de ese nuevo plan consistió en despojar a los arrendatarios para
sustituirlos por agentes de la Compañía. Se fue apoderando también ésta,
siempre en nombre y aparentemente por cuenta del Soubab, de la exclusiva de
venta de la sal, del tabaco, del betel, todos estos productos de primera
necesidad en aquellas latitudes. Pero, aún hay más. La Compañía hizo crear
en favor suyo, por el propio Soubab, un privilegio exclusivo para la venta del
algodón procedente del extranjero, con el fin de hacerle alcanzar precios
prohibitivos. Hizo subir los aranceles aduaneros y acabó por hacer promulgar
un decreto que prohibía el comercio en el interior de Bengala a todo particular
europeo, permitiéndolo únicamente a los propios ingleses(...)
Dominadores sin oposición en un imperio en el que no ocupaban más que un
puesto de negociantes, resultaba muy difícil que los ingleses no abusasen de
su poder. Al estar uno alejado de su patria ya no se ve frenado por el temor de
tener que avergonzarse ante las miradas de sus compatriotas. En un clima
cálido en el que el cuerpo pierde parte de su vigor, el alma, forzosamente, debe
perder parte de su firmeza. En una tierra en la que la naturaleza y las
costumbres inducen a la molicie, acaba uno dejándose arrastrar por ésta. En
países adonde ha ido uno a enriquecerse, se olvida con suma facilidad el
sentido de la justicia.
GUILLAUME T.F. RAYNA: “Histoire philosophique et politique des établissements et du
commerce des européens dans les Deux Indes”, en GIRALT E. y otros (1979): Textos, mapas y
cronología de historia moderna y contemporánea. Barcelona. Teide.
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