UNIVERSIDAD PRIVADA SAN JUAN BAUTISTA ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO FILIAL ICA “Año de la consolidación del Mar de Grau” EL PENSAMIENTO JUSFILOSOFICO EN LA EDAD MODERNA Y CONTEMPORANEA FILOSOFIA DEL DERECHO DOCENTE: JULIO DONAYRE VEGA INTEGRANTES: RODRIGUEZ MUÑOZ IRVIN GUTIERREZ ROMAN DIANA MENDOZA ALVAREZ WILLIAM JAYO GARAY HATSEL ESCATE LEGUA CARLOS REYES CHUMBES ARTURO SOTOMAYOR VASQUEZ CLAUDIA Somos una organización con alma y pasión por la docencia Solo la razón hará libre a los hombres Y solo el derecho garantiza Una sociedad más justa 2|Página INDICE INTRODUCCION ............................................................................................... 4 FILOSOFIA DEL DERECHO MODERNA Y CONTEMPORANEA .................... 5 I. Etapa Moderna ........................................................................................... 5 1. Panorama general ............................................................................................ 5 2. Principales filósofos ...................................................................................... 11 2.1 Hugo Grocio ............................................................................................... 11 2.2 Thomas Hobbes ........................................................................................ 17 2.3 Jhon Locke ................................................................................................. 25 2.4 Inmanuel Kant ............................................................................................ 30 2.5 Friedrich Hegel ........................................................................................... 42 II. Etapa Contemporánea ............................................................................. 50 1. Panorama actual ............................................................................................... 50 2. Principales representantes .............................................................................. 54 2.1 Hans Kelsen ............................................................................................... 54 2.2 Rudolf Stammler ........................................................................................ 68 2.3 Gustav Radbruch ....................................................................................... 71 III. CONCLUSIONES ...................................................................................... 72 BIBLIOGRAFIA ............................................................................................... 76 3|Página INTRODUCCION Debido a la importancia de la filosofía en el devenir histórico de una teoría general del Derecho, y de modo más directo en el desarrollo de una filosofía del Derecho, resulta importante realizar un análisis histórico de las etapas que se desarrollaron a lo largo de la historia, así como la importancia que tuvieron cada una de ellas como contribución al conocimiento jurídico, es por ello que la filosofía en general se relaciona directamente al derecho en función a la forma como conciben el mundo los filósofos y en un grado mucho más intenso cuando analizan al ser. En el presente trabajo abordaremos dos etapas de la historia de la filosofía del derecho, la cual la constituyen la etapa moderna y la contemporánea, si bien es cierto en la primera fue donde se desarrolló las grandes bases del derecho moderno, también es necesario indicar que dentro de la edad contemporánea dichos lineamientos han sufrido transformaciones y han dado paso a una nueva estructura filosófica de interpretación del derecho, prueba de ello es la existencia de un neo constitucionalismo, influenciado por autores como Robert Alexy y otros. Debido a la extensión en los temas investigados, la estructura del presente trabajo estará sintetizada de forma simple y general, es por ello que dentro de cada etapa se abordaran a los principales exponentes de la filosofía, incluyendo su visión filosófica y su entendimiento del Derecho, en conclusión nuestra monografía implica un resumen de las ideas principales y desarrollo de los postulados filosóficos de los principales exponentes de la filosofía del derecho de la edad moderna y contemporánea. 4|Página FILOSOFIA DEL DERECHO MODERNA Y CONTEMPORANEA I. Etapa Moderna 1. Panorama general Para reconocer ciertos momentos críticos de los procesos de cambios vitales que marcan el comienzo y el fin de la Edad Moderna, cabe decir que ésta comprende el lapso transcurrido entre la caída del Imperio Romano de Oriente, cuya capital era Constantinopla, suceso ocurrido en 1453, y la Revolución Francesa, que se inicia en 1789 y abarca, quizás, hasta 1795. En este período se destaca, con caracteres nítidos, el "puente" entre la medievalidad y la modernidad constituido por el Renacimiento, iniciado quizás en el siglo XIV y concluido posiblemente en 1600, tal vez a más tardar en 1650. Luego de este tiempo inicial o auroral se desarrolla un período normalizado, propiamente moderno, que-como dijimos concluye en la Revolución Francesa. En general la Edad Moderna se caracteriza por un estallido de la santidad, que se manifiesta en las guerras religiosas y al fin pierde su protagonismo y por avances que, en detrimento del lugar preponderante de ese valor, van haciendo la utilidad, la belleza, la verdad, la justicia y, sobre todo el valor humanidad. La referencia a Dios fue dejando de ser la principal clave de la historia en un tiempo de eclosión y efervescencia de valores, cuyas consecuencias -de cierto modo discutidas hoy, cuando se llega a hablar de la "postmodernidad"-, aún perduran. Pese a que el Renacimiento y el Humanismo que lo acompañó estuvieron principalmente signados por el desarrollo específico de los valores belleza y humanidad, quizás la Edad Moderna en su conjunto sea sobre todo caracterizable por su búsqueda de la verdad, al punto que es en mucho la edad de la razón y de la experiencia y el tiempo del gran "despegue" del des arrollo científico. Werner Goldschmidt destacaba que la razón de la fe fue reemplazada por la fe en la razón o, de otro modo, que la fe como razón fue sustituida por la fe en la razón. 5|Página En la zona continental europea, por influencias entre otros de René Descartes (1596-1650) y Godofredo Leibniz (1646-1716), la cultura francesa y sobre todo la cultura alemana se inclinarían más por la razón; en Gran Bretaña predominaría, según la tradición de Occam y la influencia de John Locke (16321704), un mayor apego a la experiencia. En otros términos, cabe decir que la razón francesa, predominante en el siglo XVII, es puesta por Dios o por la naturaleza, en tanto la razón inglesa, más desarrollada a fines del siglo XVII y en el siglo XVIII, es un medio de búsqueda. En la Edad Moderna, que fue en mucho la "edad de la ciencia", queda planteada en toda su tensión la difícil relación entre física y metafísica, entre ciencias de la naturaleza y filosofía. Si bien Descartes sostuvo la idea relativamente /adicional de que las ciencias de la naturaleza no podían sostenerse sin apelar a la metafísica, Newton (1642-1727) afirmó la posición opuesta de que las ciencias naturales son el único punto de partida verdaderamente sólido desde donde se puede alcanzar una concepción racional de Dios y del universo y Emmanuel Kant (1724-1804) entendió que ni las ciencias de la naturaleza necesitan de la metafísica (en sentido tradicional) ni la metafísica debe apoyarse de manera alguna en las ciencias de la naturaleza. El tiempo demostraría que, como les agradaría a otros modernos, culminando tal vez en Godofredo Leibniz (16461716), las ciencias naturales y la filosofía se aclaran recíprocamente. La disciplina filosófica más significativa en la Edad Moderna es la Gnoseología, o Teoría del Conocimiento, en la que el problema colocado entre el sujeto y el objeto evidencia el relativo distanciamiento del hombre respecto del mundo que desea dominar. El desarrollo de la Gnoseología muestra hasta qué punto entró en crisis la unión religiosa con el mundo, característica de la concepción medieval. Además, si puede afirmarse que la cuestión central del período medieval fue el "fundamento", en nuestro caso del Derecho, la cuestión nuclear del tiempo moderno es en alguna medida el "método". Pese a que -como señalamos- este período histórico fue de cierto modo la "edad de la ciencia", no debe olvidarse, sobre todo desde el punto de vista jurídico, que en él se produjo un grave retroceso en cuanto a la noción de hechicería, comenzado precisamente en el siglo XV. 6|Página Cabe recordar que el Derecho medieval carolingio había condenado como un crimen el matar a nadie por brujería, pero ahora, en dos siglos, los acusados por hechicería que perecieron en toda Europa fueron alrededor de tres cuartos de millón. Los acusados tenían muy difícil escapatoria: si se declaraban culpables, se los quemaba y, si no, se los torturaba hasta que confesaran. El desarrollo utilitario de la Edad Moderna se produjo con el despliegue del capitalismo, primero mercantil y luego, sobre todo en los últimos tiempos, industrial. Ese desarrollo capitalista fue desigual, centrándose en las regiones más marítimas, comerciales y financieras de proyección atlántica y mediterránea, con marginación de las zonas más feudales y continentales del centro de Europa. Por impulsos en gran medida debidos al capitalismo, la cultura europea encaró el descubrimiento y la conquista de los espacios que no controlaba. A través de la Edad Moderna se completó el desarrollo de la clase burguesa, que acabaría produciendo las grandes revoluciones inglesa, norteamericana y francesa de los siglos XVII y XVIII. La conciencia económica moderna se inició con el mercantilismo, que comenzó en el siglo XV y se prolongó hasta el siglo XVIII, sosteniendo que la riqueza de los Estados se basa en la posesión de metales preciosos, para lo cual hay que promover un resultado comercial favorable y desarrollar la producción. También se manifestó en la fisiocracia, que tuvo su apogeo en el siglo XVIII y sostuvo que el origen exclusivo de Ia riqueza está en la naturaleza, básicamente en la agricultura, y culminó en el liberalismo, que comenzó en el siglo XVIII, con sus requerimientos de propiedad privada y libre contratación. Desde el apego a la riqueza "natural", menos o más dinámica, se pasó a la comprensión de la dinámica económica más "humana" multiplicadora de la riqueza. Pese a la desconfianza "anti naturalista" que imperó por ejemplo en el siglo XVII, en esta época el hombre que había desplegado su vida espiritual en el Medievo tiende a relacionarse con la naturaleza y a adueñarse de ella. La naturaleza ya no será vista como fuente de atracciones diabólicas (que en cambio se buscaron caprichosamente en las pobres víctimas de las acusaciones de hechicería). Además, la investigación de la naturaleza se irá refiriendo más a problemas particulares y concretos, porque se requerirán medios de producción más eficaces. En este período, signado por grandes individualidades, el ser humano llegó a 7|Página convertirse en protagonista de la historia por título propio, no sólo como súbdito del Estado o como fiel de la Iglesia, y no es por casualidad que tal vez el suceso más importante de la revolución francesa sea la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano del 26 de agosto de 1789. Sin embargo, la atención a los derechos subjetivos y la declaración solemne de los derechos del hombre eran consecuencias del individualismo al que abrió ca uce el nominalismo medieval. En la Edad Media el valor justicia había estado frecuentemente sometido a la arrogancia del valor santidad y luego de la edad moderna seria atacado por los avances del valor utilidad. Posiblemente en la edad moderna sea uno de los tiempos en el que el valor justicia pudo desarrollarse con más autonomía y con más base en el interés en los valores en que debe apoyarse. Así, además de que la preocupación por la justicia en el campo de los valores jurídicos modernos ganan significación primero el valor poder y luego el valor cooperación y también avanzan en gran medida los valores orden y coherencia. En este periodo la tensión entre ser y debe ser se hace muy grande, con opciones realistas y utópicas en uno u otro sentido. En general en la edad moderna ganan espacio las clases de justicia consensual dialogal, conmutativa, gubernamental, integral, de aislamiento y particular y también se pasa de una vía de justicia con acepción (consideración) de personas al triunfo de la idea de justicia sin acepción de personas. El pensamiento moderno tiende a descubrir la justicia valiéndose con más intensidad de los criterios generales orientadores, con la búsqueda de un Derecho Natural de fuerte vocación universal, diversa del mayor recurso a las valoraciones completas que había practicado la teoría del Derecho Natural medieval. Puede afirmarse que el iusnaturalismo moderno es más abstracto que el medieval. En correspondencia con el progreso de la justicia sin acepción de personas, la Edad Moderna es marco del paso de la legitimación aristocrática a la legitimación democrática La Edad Moderna es el tiempo de la primera comprensión de la importancia de los derechos fundamentales, entre los que se destacan la libertad religiosa y la 8|Página propiedad. El pensamiento medieval había tenido más en cuenta los deberes, pero la mentalidad moderna se centra crecientemente en los derechos. En la Edad Moderna el humanismo llega a reconocer que el hombre debe ser estimado como un fin en sí y en ella se consagran las preocupaciones del liberalismo político con miras al respeto a la unicidad y el interés por la democracia, que sirve a la igualdad. La modernidad es el tiempo en que se llega a la cabal comprensión de la exigencia de justicia de proteger al individuo contra los demás individuos (Tomás Hobbes, 1588-1679) y también se toma conciencia del requerimiento de justicia de ampararlo respecto del régimen (John Locke; Charles Secondat, barón de Montesquieu, 1689-1755). En cambio, la Edad Media había exagerado la protección del individuo contra sí mismo y la Edad Contemporánea llegaría a agregar el amparo contra "lo demás" (enfermedad, miseria, ignorancia, etc.). En la vida jurídica moderna el predominio de los derechos particulares (regionales) sobre el derecho común (principalmente Derecho Romano y Canónico) pasa de ser una situación de hecho a una situación reconocida formalmente, consolidándose al fin los derechos nacionales. En este tiempo se formaron los primeros Estados, en gran medida como resultados de alianzas de la burguesía con las monarquías, que lucharon en los frentes internos contra los señores feudales inferiores y a menudo en los frentes externos contra el Imperio y el Papado. Primero se produjo la consolidación del orden estatal, con los valores poder y orden y luego se promovió su liberalización y democratización, culminando en las revoluciones que cierran el ciclo moderno. La Edad Moderna realizó aportes especialmente significativos en el Derecho Público, quizás porque se pensó en "hipotecarlo" con miras a los derechos de los particulares. De aquí que al explicar el origen o por lo menos la fundamentación de la sociedad y el gobierno el pensamiento moderno recurriera a menudo a la figura contractual, de claro sentido privatista (quizás no sea por azar que la edad del avance del pensamiento burgués utilizó tanto un paradigma que le es afín, aunque tal vez fuera-por otra parte- el único instrumento con que se contaba para "romper" el Derecho Público tradicional). A fines de la Edad Moderna en el marco del Derecho Público estatal se dictaría la primera constitución formal del mundo (para los Estados Unidos de América, 9|Página en 1787) y en ese tiempo (1763) apareció el célebre "Tratado de los delitos y las penas" de César Beccaria (1728-1794), que tanta influencia tendría en la transformación del Derecho Penal. La Edad Moderna es, asimismo, el tiempo de la formación del Derecho Internacional Público, caracterizado ya en el siglo XVI. En la Edad Moderna se preparó, principalmente en el marco del Antiguo Régimen borbónico, el camino para la primera verdadera codificación del Derecho Privado, producida en 1804 como parte del epílogo napoleónico de la Revolución Francesa. El apego continental a la razón, también en el Derecho, está muy estrechamente vinculado a estos aportes públicos y privados. En el panorama general de la Edad Moderna se rompe la unidad, quizás no muy sólida, que tenía el mundo medieval. No sólo se fracturan la unidad jurídica y la unidad política, con el triunfo de los 80 derechos nacionales y la formación de los Estados que se escinden del Sacro Imperio. Se rompe la unidad religiosa con la Reforma y lo propio ocurre con la unidad lingüística, ya que pese al gran interés que hubo en ciertos momentos por las lenguas clásicas se consolidaron entonces las lenguas nacionales. Incluso se separaron los sistemas económicos, con la nítida división en zonas más capitalistas o feudales, y se rompió al fin la uniformidad de concepción política, con la aparición de repúblicas importantes. Sin embargo, en lo profundo de la vida moderna subsistían y se desarrollaban la caracterización común y la fuerza expansiva de la cultura Occidental. En esta edad se decidió de manera notoria la superioridad de Occidente sobre los otros espacios culturales, en mucho porque las simientes antiguas así lo promovían, también se desenvolvieron, en profunda interrelación, el dominio del mundo material y la riqueza y el dominio espacial del hombre occidental, todo en un proceso de "mundialización" cabal, que culminaría en la Edad Contemporánea. La presencia humana en el Planeta comenzó un proceso de expansión cuantitativa y cualitativa antes insospechable, con aumento de la población y mejora de la calidad de vida. La propia concepción contractualista de la sociedad y el gobierno ya referida es una muestra de cómo la cultura se aparta más de la naturaleza, aunque sea con el ánimo de someterla a la voluntad humana. La mundialización se mostró a 10 | P á g i n a través de las grandes potencias hegemónicas, en los primeros tiempos se conocieron la formación descollante del imperio español, vinculado significativamente con el viejo Sacro Imperio Romano Germánico a través de la dinastía de los Habsburgo. Carlos I de España y V de Alemania (1500 – 1558) pudo decir que en su imperio nunca se ocultaba el sol, pero luego el centro de gravedad histórico se fue desplazando a Francia, donde se destaca el fuerte protagonismo de Luis XIV (el “rey sol”, 1630 – 1715) y a Inglaterra, en mucho por la decadencia económica de la península. Los últimos tiempos de la modernidad ya mostraban el empuje ingles que luego del derrumbe final de las aspiraciones francesas bonapartistas darían origen al nuevo imperio de proyección mundial. Luego de haber realizado un recuento histórico de la edad moderna, desde un punto de vista general, pasaremos a desarrollar los postulados jusfilosofico de los principales exponentes de dicha etapa histórica. 2. Principales filósofos 2.1 Hugo Grocio Generalidades El holandés Grotius (Hugo Groot) puede ser considerado como uno de los más notables representantes de la escuela filosófico-política de esta época. En sus diferentes obras, pero con particularidad en la que lleva por título De jure belli et pacis, este eminente tratadista expuso y desarrolló con notable lucidez y profundidad la ciencia del derecho, especialmente en la parte concerniente al natural y al de gentes. El pensamiento dominante de su vida y de parte de sus escritos fue la conciliación entre protestantes y católicos, pensamiento que atrajo sobre él la ira y las persecuciones de los primeros hasta después de su muerte. Aunque humanista y amigo de los humanistas del Renacimiento, Grocio no participó de su habitual desprecio hacia los escolásticos, en los cuales hay algo que disimular, pero mucho que alabar (inter multa landancia, aliqua et condonanda sunt), en opinión del jurista holandés. Así, no es extraño que su 11 | P á g i n a noción de la ley o derecho natural se halle en perfecto acuerdo con la de Santo Tomás. Como el Doctor Angélico, el jurista holandés afirma la inmutabilidad absoluta de la ley natural (est autem jus naturale adeo immutabile, ut nec a Deo quidem mutari queat), admitiendo sólo la mutabilidad impropia e indirecta en el mismo sentido, y hasta empleando los mismos ejemplos de que echa mano Santo Tomás al hablar de esto. Lo mismo acontece respecto de la mayor parte de las cuestiones tratadas por Grocio en su obra De jure belli et pacis, a la que debe su nombre; pues casi todas ellas fueron discutidas de una manera más o menos explícita por los escolásticos anteriores a Grocio. Y, lo que es más, algunas de ellas recibieron de aquéllos solución más verdadera y más conforme con la naturaleza de la moral y del derecho, según se echa de ver fácilmente al comparar las soluciones del escritor holandés con las de los escolásticos, los cuales no enseñaron la licitud de la mentira en ciertos casos, entre los cuales enumera, no sólo el de salvar la vida del inocente (quoties vita innocentis aliter salvari non potest), sino también cuando se trata de niños, y, lo que es más, supone que los superiores tienen derecho de mentir cuando ordena esto a su bien privado o público: Quoties qui habet jus supereminens in omnia jura alterius, eo jure bono ipsius sive proprio sive publico utitur. Grocio es mirado generalmente como el fundador de la ciencia del derecho, y principalmente del internacional. En nuestro concepto, merece este dictado, si se quiere significar que formó un cuerpo de doctrina sistemático y completo, que comunicó organismo científico y propio al derecho natural y de gentes; pero si se quiere significar otra cosa, la denominación de fundador no pertenece en manera alguna a Grocio, y de ello podrá convencerse fácilmente quien lea las obras de Santo Tomás y de los principales escolásticos. En la Suma del primero, en los tratados de Justitia et Jure de Domingo Soto y Luís Molina, en las Relectiones de Francisco Victoria, y en el tratado De legibus de Suárez, encuéntrense discutidas casi todas las cuestiones que se discuten en el tratado De jure belli et pacis. Por cierto que la solución dada por los primeros a alguna de esas cuestiones es, no solamente más racional y fundada, sino más filosófica, más humanitaria, más en armonía con los progresos de la civilización y con las ideas actuales acerca 12 | P á g i n a de la moral y del derecho, que la solución y las ideas del escritor holandés. Así, por ejemplo, mientras éste admite como derecho en la guerra la muerte, no solamente de los niños y mujeres (infantium quoque et foeminarum caedes impune habetur et isto belli jure comprehenditur), sino también de los prisioneros (nec tempore ullo excluditur potestas occidendi.... bello captos), Victoria escribía —y escribía un siglo antes que Grocio— que no creía lícito dar muerte ni siquiera a uno solo de estos prisioneros: sed ne unas quidem ex illis. Por lo demás, la doctrina y las ideas de Grocio, salvo pocas excepciones, no sólo pertenecen a los escolásticos, sino que coinciden con éstos también en orden a la preferencia que concede a Aristóteles sobre los demás filósofos: Inter Philosophos, merito principem obtinet locum Aristóteles, sive tractandi ordinem, sive distinguendi acumen, sive rationum pondera consideres. Filosofía del Derecho Hugo Grocio es el gran defensor del Estado absoluto. Inaugura una nueva corriente sobre el Derecho natural, el iusnaturalismo inmanentista. Para él el hombre es social por naturaleza, por lo que las normas de convivencia que hay en la sociedad son naturales e inherentes al ser humano, y constituyen objeto de derecho positivo. Estas normas, por el hecho de ser naturales, ni se pueden cambiar, ni se pueden discutir. Propone el pasaje de un derecho metafísico, a uno racional en "de iuris belli ac pacis". Como el hombre es social, Grocio sostiene que deben existir valores mínimos e indiscutibles, no por mera convención. La sociedad debe buscar esos principios inmutables para mantener el orden. Dichos principios basados en la naturaleza racional y social del hombre son instaurados por Dios, y ni éste podría cambiarlos. De estos primeros principios se pueden ir deduciendo los demás matemáticamente. Las leyes serán justas si se deducen de estos principios abstractos. La sociedad es para él la asociación perfecta de hombres libres para proteger sus derechos y por común utilidad. El Derecho natural y las normas legales del Estado necesitan de un soberano fuerte que garantice la expansión comercial, el orden y la paz. Se le considera 13 | P á g i n a como uno de los fundadores del Derecho internacional, junto con Francisco de Vitoria. En la monarquía absoluta el rey está sujeto a sus propias leyes. Ya que es monarca por derecho divino, sus leyes son justas, y todos, incluso él, deben obedecerlas. Pero también hay un Derecho natural que no se puede saltar. La autoridad del rey, en muchos casos, está limitada por las Cortes que tienen que votar los impuestos, con lo que el rey depende de ellas para conseguir recursos. Un caso particular es el de Inglaterra, que a pesar del absolutismo de los Tudor y de ser el rey quien dicta las leyes, estas solo entran en vigor cuando las vota el Parlamento. En el siglo XVI política y religión están íntimamente ligadas, no solo porque esté en disputa la soberanía del papa y la del rey o el emperador, sino porque el rey decide cuál es la religión de sus súbditos. Las distintas formas de concebir la religión implican diferentes concepciones del poder. En su obra "Sobre la guerra y la paz" deja de lado el concepto de guerra justa e introduce uno nuevo, el no discriminatorio de guerras "con independencia de justicia de la causa". Sostiene que en el derecho internacional no existen buenos y malos, son todos iguales. De ahí el "iustus hostis" que considera que el rival es tan justo como yo, ya que tiene los mismos derechos. Desarrolla el "Ius in bello", o derecho en la guerra, que establece ciertas reglas que parten del concepto de humanidad. Sentó una de las bases más importantes del derecho de gentes, en su obra "el mar libre". Desarrolló su teoría distinguiendo entre mar próximo (le da ciertos derechos al Estado) y mar oceánico, que es totalmente libre. Sostiene que debe haber libre comunicación y navegación, puesto que el mar no es propiedad de nadie. La corriente jusfilosofico dominante durante los siglos XVII y XVIII fue la llamada Escuela de Derecho Natural Moderno o, más brevemente, iusnaturalismo moderno. Sus doctrinas son una alternativa radical a la mentalidad prudencial 14 | P á g i n a plasmada en el ius commune y la teología moral tomista. Esa ruptura no se produjo de la noche a la mañana. Tal y como muestran los escolásticos tardíos en las primeras décadas del siglo XVII era la concepción del derecho dominante, y el iusnaturalismo moderno es ininteligible en esa evolución. Por otra parte, Vázquez de Menchaca con su afirmación de la libertad natural como base para la construcción de la sociedad también influyó poderosamente en la Escuela. Vamos a ver en esta ocasión la figura de Hugo Grocio. Humanismo jurídico Muchas historias del pensamiento jurídico comienzan el estudio del iusnaturalismo moderno con el holandés Huig de Grocio, latinizado Hugo Grotius y españolizado como Hugo Grocio. Durante mucho tiempo se le ha considerado el iniciador de esta Escuela, pero en realidad fue un autor perteneciente al Humanismo jurídico y muy influido por autores españoles escolásticos y juristas. Entre sus muchas ocupaciones destacó la redacción de tratados jurídicos. Al más importante llamó Sobre el derecho de la guerra y de la paz (1625): un compendio en la línea de las ordenaciones humanistas en el que trató de presentar un derecho común a toda europea que recogiera también el derecho propio de los tiempos de guerra. En una Europea dividida por las disputas religiosas el éxito de Grocio no residió en su originalidad sino en su protestantismo: los iusnaturalista modernos, que eran protestantes, no podían aceptar predecesores católicos -como Vázquez de Menchaca o los Escolásticos- y tomaron como modelo a Grocio, el teórico protestante con más prestigio que encontraron, e ignoraron a todos los autores anteriores de los que Grocio había obtenido sus ideas. Tendencia escolástica El holandés sigue de cerca la tendencia escolástica al tratar el concepto de derecho. Cita las acepciones de lo justo, facultad y ley. A la primera no le presta apenas atención, porque inmediatamente se dedica a explicar el ius como poder 15 | P á g i n a o facultad para actuar: lo denomina "cualidad moral" y la considera la definición más propia de derecho. Se manifiesta en diversos ámbitos: sobre la propia persona (libertad), sobre los bienes exteriores (propiedad) y sobre las cosas debidas. Al lado de estos poderes el derecho también se identifica con la ley, es decir con las reglas correctas para actuar. Como podemos ver nada nuevo que no hubieran enseñado ya los escolásticos españoles. Pionero del iusnaturalismo La verdad es que Grocio, al escribir los Tres libros sobre el derecho de la guerra y de la paz, no redactó un tratado de derecho natural. Pero se le ha considerado pionero del iusnaturalismo porque en los Prolegómenos de dicha obra explica que el derecho natural está formado por una serie de principios evidentes y ciertos como los de las matemáticas, cuya objetividad no depende de la voluntad divina. Esto parece dar a entender que esos principios son el fundamento de todo el orden jurídico, aunque ese deductismo no acabe de estar presente en el resto de la obra grociana. Y tampoco hay en este asunto aportaciones novedosas respecto de los teólogos escolásticos. Al contrario, la exposición de Grocio es más simple y menos sutil que la escolástica. Ambigüedad en su filosofía En realidad Grocio es un autor un tanto ambiguo. Por una parte, mantiene que la ley natural se desprende de la naturaleza de la cosa con total certidumbre, de manera que el Derecho natural goza de la misma precisión que las Matemáticas. En consecuencia, forma un conjunto de preceptos inmutables y eternos de justicia indudable; tanto que el derecho natural sería justo aunque Dios no existiera, cosa que no puede pensarse sin incurrir en absurdo, como se apresura a matizar Grocio (nuevamente hay que decir que estas ideas son típicamente escolásticas). Sin embargo, en la misma obra, el holandés también se muestra partidario de fundamentar el derecho en promesas y pactos al modo iniciado por Vázquez de Menchaca; así explica el origen de la propiedad que, a su vez, conduce al nacimiento de las demás instituciones jurídicas. 16 | P á g i n a Estas serán las dos vías que seguirá el iusnaturalismo durante la Modernidad. La primera estará basada en la idea de un derecho natural eterno y modélico para el derecho positivo. Esta concepción no era propia de la mentalidad medieval, sino que, como ya hemos visto, la elaboran los teólogos de la Segunda Escolástica; Grocio, influido por ellos, la adopta (de manera simplificada) y la transmite a los iusnaturalistas protestantes de los siglos XVII y XVIII que rechazan el individualismo imperante. En efecto, durante esos años se desarrolló una corriente de juristas que creían en la existencia de una justicia objetiva, que no obedeciera sólo al arbitrio mudable de los individuos creadores del derecho mediante pactos. Esos autores no podían citar las opiniones de Tomás de Aquino sobre la prudencia porque estaban olvidadas. Tampoco la de los teólogos españoles sobre la naturaleza de la cosa rígida, porque era un desprestigio para un intelectual de la época ilustrada citar a un fraile católico. Por tanto, citaban a Grocio que, como protestante, sí era presentable, aunque no fuera ni mucho menos el creador de esa doctrina. 2.2 Thomas Hobbes Pese al hecho de que Hobbes fue uno de los filósofos relevantes del siglo XVII, habiéndose relacionado con Bacon, Gassendi, Descartes (a quien realiza serias objeciones a sus Meditaciones) y habiendo conocido personalmente a Galileo, es decir, a los más significativos filósofos que procuran el paso del pensamiento a la modernidad, no goza entre nosotros de gran consideración su filosofía, lo que no es de extrañar, si tenemos en cuenta que nos hallamos ante un pensador materialista hasta la médula, muy lejos de las concesiones metafísicas de Descartes, y resuelto a aplicar al análisis del ser humano y de la sociedad los mismos presupuestos que al estudio de la Naturaleza. No ha ocurrido así con su pensamiento político, más conocido entre nosotros, del que ofrecemos un resumen a continuación. La filosofía política En el análisis de la vida social y política Hobbes partirá de la consideración de que la sociedad está compuesta por una multiplicidad de seres individuales conducidos por sus pasiones, intentando explicar cómo se produce la transición 17 | P á g i n a de este individualismo atomista a la construcción de un cuerpo social artificial, o estado, de carácter absolutista. Tradicionalmente se ha considerado la obra política de Hobbes como la fundamentación teórica del absolutismo. El estado natural de guerra En lo que Hobbes llama el estado natural, es decir, el estado en el que se encontraba el ser humano antes de la organización de la vida social, los seres humanos son iguales por naturaleza en facultades mentales y corporales, produciéndose, también de una forma natural, la compensación entre las deficiencias y las cualidades con las que la naturaleza ha dotado a cada cual. Cada ser humano busca su propia conservación, en primer lugar, lo que da origen a la competición y a la desconfianza entre los seres humanos. En este estado natural no existen distinciones morales objetivas, por lo que dicha competición da lugar a un estado permanente de guerra de todos contra todos, en el que cada cual se guía exclusivamente por la obtención de su propio beneficio y, no existiendo moralidad alguna, no hay más límite para la obtención de nuestros deseos, que la oposición que podamos encontrar en los demás. No existiendo distinciones morales objetivas Hobbes considera, pues, que las acciones humanas se desarrollan al margen de toda consideración moral, como resultado de la fuerza de las pasiones, únicos elementos por los que se pueden guiar, en dicho estado, los seres humanos. Dado que no hay lugar para las distinciones morales no se puede juzgar dichas pasiones como buenas o malas. Podría parecer que Hobbes, al hacer depender de las pasiones la acción de los seres humanos en el estado de naturaleza, y al aparecer caracterizado tal estado como una "guerra permanente de todos contra todos", un estado en el que el ""el hombre es un lobo para el hombre", sugiere que las pasiones son un elemento negativo de la conducta humana, que el ser humano es malo por naturaleza, pero él mismo se encarga de rechazar esta interpretación: “Pero ninguno de nosotros acusa por ello a la naturaleza del hombre. Los deseos, y otras pasiones del hombre, no son en sí mismos pecado. No lo son tampoco las acciones que proceden de estas pasiones, hasta que conocen una ley que las prohíbe. Lo que no pueden saber hasta que haya leyes. Ni puede hacerse ley alguna hasta que hayan acordado la persona que lo hará”. (Leviatán, XIII) En el estado natural, pues, que es un estado de guerra permanente, el individuo depende para su 18 | P á g i n a seguridad de su propia fuerza e ingenio, no habiendo más límite para su acción que los que éstas le impongan, ni pudiendo esperar la colaboración de otros para conseguir sus propios objetivos. Tal concepción del estado natural es una consecuencia de la consideración previa negativa sobre la naturaleza del ser humano y de sus pasiones; es probable que Hobbes hubiera llegado a su formulación analizando la sociedad de su tiempo pero prescindiendo de aquellas características "sociales" que parecen imponer límites a nuestras acciones (las leyes morales y sociales). Este modelo carece de toda validez objetiva como sabemos en la actualidad, dado nuestro conocimiento de la evolución del ser humano; pero Hobbes está formulando su hipótesis casi tres siglos antes del desarrollo y aceptación de las teorías evolucionistas y del desarrollo de la sociología. Ni su modelo tiene validez objetiva ni se corresponde a un hecho histórico, pero es una hipótesis que le permite justificar y fundamentar teóricamente la existencia de un poder absoluto, del estado absolutista, sin necesidad de recurrir al origen divino del poder (divinidad en la que, por lo demás, no creía). La ley natural ¿Tiene algún interés el ser humano por salir de ese estado de naturaleza? Pero más importante aún ¿Puede salir de él? ¿O es su naturaleza tal que eso no sea posible? Es necesario, pues, investigar cuál sea la naturaleza del ser humano a fin de poder determinar si el estado de naturaleza es susceptible de ser abandonado o no. Hobbes distingue dos aspectos de la naturaleza humana: las pasiones, que le inclinan hacia la guerra y la paz; y la razón. Las pasiones que inclinan a los hombres hacia la paz son el temor a la muerte; el deseo de aquellas cosas que son necesarias para una vida confortable; y la esperanza de obtenerlas por su industria. (Leviatán, XIII) El hecho de que haya pasiones que inclinan, de forma natural, al ser humano hacia la paz permite pensar que hay algunos aspectos en la naturaleza humana que posibilitan el acuerdo entre los hombres para la consecución de dicha paz; Hobbes cree que esas pasiones están reguladas por leyes de la naturaleza que pueden ser descubiertas por la razón, y proveen al ser humano de un conjunto de normas de egoísta prudencia (no morales, ni metafísicas), que hacen posible la propia conservación y seguridad. “Una ley de naturaleza (lex naturalis) es un precepto o regla general 19 | P á g i n a encontrada por la razón, por la cual se le prohíbe al hombre hacer aquello que sea destructivo para su vida, o que le arrebate los medios de preservar la misma, y omitir aquello con lo que cree puede mejor preservarla, pues aunque los que hablan de este tema confunden a menudo ius y lex, derecho y ley, éstos debieran, sin embargo, distinguirse, porque el derecho consiste en la libertad de hacer o no hacer, mientras que la ley determina y ata a uno de los dos, con lo que la ley y el derecho difieren tanto como la obligación y la libertad, que en una y la misma materia son incompatibles. (Leviatán, XIV) Tales leyes, por lo demás, son eternas:" “Las leyes de naturaleza son inmutables y eternas, pues la injusticia, la ingratitud, la arrogancia, el orgullo, la iniquidad, el favoritismo de personas y demás no pueden nunca hacerse legítimos, porque no puede ser que la guerra preserve la vida y la paz la destruya" (Leviatán,XV). Estas leyes de naturaleza a las que se refiera Hobbes son similares a las de la física, y establecen las formas en que, de hecho, actúan los egoístas, la forma en que su psicología les hace actuar. La lista de leyes naturales varía en la obra de Hobbes, llegando a enumerar hasta diecinueve de dichas leyes en el Leviatán; no obstante, considera que las fundamentales son las siguientes: a) Primera ley de naturaleza. La búsqueda y el seguimiento de la paz mientras pueda obtenerse. Es por consiguiente un precepto, por regla general de la razón, que todo hombre debiera esforzarse por la paz, en la medida en que espere obtenerla, y que cuando no pueda obtenerla, pueda entonces buscar y usar toda la ayuda y las ventajas de la guerra, de cuya regla la primera rama contiene la primera y fundamental ley de naturaleza, que es buscar la paz, y seguirla, la segunda, la suma del derecho natural, que es defendernos por todos los medios que podamos. (Leviatán, XIV) b) Segunda ley de naturaleza. La capacidad de renunciar a sus propios derechos (lo que abre la posibilidad de establecer un contrato con otros seres humanos). De esta ley fundamental de naturaleza, por la que se ordena a los hombres que se esfuerce por la paz, se deriva esta segunda ley: que un hombre esté dispuesto, cuando otros también lo están tanto como él, a renunciar a su derecho a toda cosa en pro de la paz y defensa propia que considere necesaria, y se contente con tanta libertad contra 20 | P á g i n a otros hombres como consentiría a otros hombres contra el mismo.(Leviatán, XV) c) Tercera ley de naturaleza. Cumplimiento de los pactos y acepten las consecuencias que de ellos se siguen (lo que se hace efectivo sólo una vez constituida la sociedad civil). De aquella ley de naturaleza por la que estamos obligados a transferir a otro aquellos derechos que si son retenidos obstaculizan la paz de la humanidad, se sigue una tercera, que es ésta: que los hombres cumplan los pactos que han celebrado, sin lo cual, los pactos son en vano, y nada sino palabras huecas. Y subsistiendo entonces el derecho de todo hombre a toda cosa, estamos todavía en la condición de guerra. (Leviatán, XV) La razón muestra que es favorable para la conservación de los seres humanos que estas leyes se cumplan: es racional que el ser humano las observe. Este es el sentido de su obligación (en el fuero interno). Pero de hecho tales leyes en estado natural no se cumplen, por lo que se necesita un poder coercitivo para obligar su cumplimiento. La formación del cuerpo social y la teoría del contrato. Las causas que mueven a los seres humanos a unirse constituyendo así un cuerpo social son de dos tipos, según Hobbes: causas remotas y causas próximas (el contrato). Entre las causas remotas señala la inseguridad a la que se ven sometidos los seres humanos en estado de naturaleza, y la razón, que comprende la existencia de leyes pero, al mismo tiempo, observa que dichas leyes no se cumplirán sin un poder coercitivo, público, respaldado por la fuerza y capaz de castigar a los infractores. Por tanto, antes de que los nombres de lo justo o injusto puedan aceptarse, deberá haber algún poder coercitivo que obligue igualitariamente a los hombres al cumplimiento de sus pactos, por el terror a algún castigo mayor que el beneficio que esperan de la ruptura de su pacto y que haga buena aquella propiedad que los hombres adquieren por contrato mutuo, en compensación del derecho universal que abandonan, y no existe tal poder antes de que se erija una República. (Leviatán, XV) 21 | P á g i n a Las leyes de la naturaleza son, por sí mismas, contrarias a nuestros deseos y pasiones naturales, que conducen a la parcialidad y al orgullo. Podemos, no obstante cumplirlas en estado natural cuando queremos y cuando ello no suponga un riesgo para nosotros. En el caso de que tales leyes se cumpliesen por parte de la gran mayoría de seres humanos, no sería necesaria ninguna forma de gobierno civil ni necesidad alguna de él. Pero, de hecho, las leyes de la naturaleza no se cumplen, dada su oposición a nuestras pasiones, a menos que haya un poder coercitivo con capacidad suficiente para imponernos su cumplimiento. Pues si pudiésemos suponer que una gran multitud de hombres se plegaría a la observancia de la justicia y otras leyes de la naturaleza sin un poder común capaz de mantener a todos sus miembros en el temor, podríamos del mismo modo suponer que toda la humanidad hiciera lo mismo, y entonces ni habría gobierno civil ni necesidad de él, ni de República en absoluto, porque habría paz sin sometimiento. (Leviatán, XVII) El motivo final por el que organizarse en sociedad es la preservación de la propia vida y la garantía de una existencia más dichosa. A diferencia de algunos animales, como las abejas y las hormigas, que viven de forma natural sociablemente, los seres humanos sólo pueden alcanzar esta convivencia social por medio de un pacto por el que se genera, simultáneamente, la sociedad civil y un poder común capaz de obligar a todos al cumplimiento del pacto suscrito. El pacto tiene lugar, pues, de cada hombre con cada hombre, "como si todo hombre debiera decir a todo hombre: autorizo y abandono el derecho a gobernarme a mí mismo, a este hombre, o a esta asamblea de hombres, con la condición de que tú abandones tu derecho a ello y autorices todas sus acciones de manera semejante". Este poder común no puede hallarse dividido (contra la división de poderes) sino que ha de ser ejercido por "un hombre o una asamblea de hombres, que pueda reducir todas sus voluntades, por pluralidad de voces, a una sola voluntad"." El resultado del pacto es la creación de la sociedad civil, de la República: "la multitud así unida en una persona se llama República, en latín, civitas”. República que quedará definida como: “... una persona cuyos actos ha asumido 22 | P á g i n a como autora una gran multitud, por pactos mutuos de unos con otros, a los fines de que pueda usar la fuerza y los medios de todos ellos, y según considere oportuno, para su paz y defensa común. Y el que carga con esta persona se denomina soberano y se dice que posee poder soberano; cualquier otro es su súbdito”. (Leviatán, XVII). Pero para que exista tal poder los seres humanos han de aceptar, como hemos visto, una transformación de sus derechos, que consiste en la renuncia a los mismos, con el fin de aunar todas las voluntades en una sola, es decir, elegir un representante que será el detentor de todos los derechos a los que ellos han renunciado, lo que supone la creación de una persona artificial o ficticia, que, al poseer todos los derechos, no podrá estar sometida a ninguna restricción. Esta transformación de derechos se realiza mediante un acuerdo de cada hombre con cada hombre (pacto, contrato) por el que cada cual renuncia a sus derechos en favor de un tercero (individuo particular o asamblea). Ese tercero recibirá el nombre de soberano y los demás sólo los súbditos. La causa inmediata de la formación de la sociedad civil es, por lo tanto, el contrato que establecen entre sí las personas individuales. Pero hay que hacer notar que el soberano no es parte del contrato, es decir, el contrato no se establece entre los súbditos y el soberano, sino exclusivamente entre los súbditos. De este modo Hobbes entiende que no hay obligación ninguna que limite la acción del soberano respecto a los súbditos, ya que este no ha pactado nada con los súbditos. Por lo demás, el contrato, la creación de la sociedad civil y del soberano son simultáneos, pues no podría surgir el contrato sin que surja simultáneamente un poder capaz de ponerlo en vigor. Esta explicación de Hobbes está claramente dirigida contra la teoría del derecho divino de los reyes. Es una teoría "realista", en cuanto defiende la monarquía, entre otras razones porque dicho régimen conduciría a una mayor unidad; pero podría establecerse la democracia o la aristocracia, (ya que dicho poder absoluto puede ser ejercicio por "un hombre o una asamblea de hombres, que pueda reducir todas sus voluntades, por pluralidad de voces, a una sola voluntad"), siempre y cuando se garantice que se pueda mantener la unidad e indivisibilidad del poder, de un poder en el que Hobbes insiste que debe ser absoluto. 23 | P á g i n a La teoría política de Hobbes pretende fundamentar filosóficamente, no históricamente, el origen de la sociedad civil y la legitimación del poder, su racionalidad (como forma de control del individualismo, al que considera inútil y nocivo). La sociedad, en definitiva, para Hobbes, está fundada sobre el miedo, ya se trate de una sociedad por institución (mediante un pacto) y o de una sociedad por adquisición (violencia del poder). El poder: derechos del soberano y libertad de los súbditos a. Derechos del Soberano 1. La soberanía emanada del contrato es inalienable por lo que, una vez concedida, no se puede cambiar la forma de gobierno ni repudiar la autoridad. 2. El soberano, por lo demás, no puede ser castigado por sus súbditos, ya que no hay ninguna relación contractual entre los súbditos y el soberano. El soberano queda "fuera" del contrato. 3. El poder absoluto así establecido determina qué se ha de enseñar y todas las facetas de la vida pública. 4. La iglesia queda totalmente subordinada al estado: no hay posibilidad alguna de establecer un poder distinto al del soberano: el soberano asume todos los poderes en general. b. Libertad de los súbditos 1. Respecto a la libertad de los súbditos, se trata de compaginar la libertad natural y el determinismo. Los seres humanos son libres en estado natural y, por el contrato, renuncian a sus derechos, pero con ciertas limitaciones, que fijan los límites de su libertad en la sociedad civil. 2. La libertad es entendida por Hobbes como la ausencia de estorbos: "Por libertad se entiende, de acuerdo con la significación apropiada de la palabra, la ausencia de impedimentos externos, impedimentos que a menudo pueden arrebatar a un hombre parte de su poder para hacer lo que le plazca, pero no pueden impedirle usar del poder que le queda, de acuerdo con lo que le dicte su juicio y razón." (Leviatán, XIV). 24 | P á g i n a 3. Pero una vez abandonado el estado de naturaleza la primacía de la ley representa la libertad de la comunidad, por lo que la "libertad" individual se limitaría a lo no regulado (la elección del domicilio, del medio de vida, la compraventa de bienes, etc.), y también el derecho a resistirse al soberano: en caso de muerte o prisión y cuando el soberano renuncia a su soberanía. 2.3 Jhon Locke Es el otro gran teórico iusnaturalista inglés del XVII. En Oxford estudió Teología y Filosofía, aunque sus gustos lo inclinaron hacia la medicina. Fue profesor en esa universidad pero también ejerció como preceptor y secretario de un importante político de la época, Lord Ashley Cooper. El apoyo a este personaje y a sus planteamientos liberales le llevo al exilio. De él volvió tras la Revolución de 1688. Esta relación con tales acontecimientos no es casual, porque Locke es el pensador representativo de la "Gloriosa Revolución" de 1688, del nacimiento del Liberalismo inglés, y en buena medida del europeo. Esa Revolución marca la expulsión del último Estuardo y el inicio del recorrido que concluirá en el Estado liberal británico. La teoría de John Locke difícilmente puede ser considerada original en todos y cada uno de sus elementos, ya que recoge algunos de otros autores presentes en el debate sobre los derechos que se desarrolla en Inglaterra durante el siglo XVII. Si se puede afirmar que de la filosofía de Hugo Grotius se abren dos tradiciones de pensamiento -no. conservadoras y radicales-, en la filosofía de John Locke esas dos corrientes encuentran una síntesis. En dicha tarea Locke incorpora planteamientos del propio Grotius o muy similares a los de otros filósofos que siguieron su camino -e.g. Samuel Puffendorf, Matthew Hale o Richard Cumberland-. De esta manera, en cuanto filósofo de la restauración no-conformista, transita el camino marcado por Grotius y tiene cierto éxito en conjugar ambas tradiciones. Para ello, no sólo defiende los derechos del cuerpo político, sino también la inalienabilidad de ciertos derechos de los individuos. 25 | P á g i n a En este inestable equilibrio entre estos dos extremos puede encontrarse un marco de pensamiento con cierta originalidad que busca preservar la paz social de los ataques de los individuos aislados, se encuentren encumbrados en las estructuras gubernamentales o no. Por ello, Locke sostiene que «[…] el fin que se proponen al elegir y autorizar a los miembros de la legislatura es que se hagan leyes y normas que sean como salvaguardas y barreras […] para así limitar el poder y moderar el dominio que cada miembro o parte de esa sociedad pueda tener sobre los demás. Sin embargo, la defensa que presenta Locke de los derechos del cuerpo político y del individuo abre ciertas ambigüedades que es preciso resolver. Esta resolución no pretende rellenar las lagunas teóricas lockeanas con miras de proponer una nueva interpretación de sus textos. Por el contrario, en este artículo se intenta identificar los elementos centrales de su teoría del derecho para así analizarlos a la luz del corpus lockeano, y poder precisar qué es aquello que Locke está diciendo cuando contrapone los derechos inalienables de los hombres con ciertas prerrogativas comunitarias tendientes a la defensa del bien común. Los supuestos desde los que se parte en esta indagación son: en primer lugar, que aún siendo Dios el fundamento último del contenido de la ley de naturaleza, el conocimiento claro y distinto de esta debe proceder siempre del uso de las facultades naturales del hombre de las cuales todos se encuentran dotados por igual; en segundo lugar, que los primeros principios sobre los que se edifica la sociedad humana son muy pocos, dejando un amplio margen de libertad individual; en tercer lugar, que la relación entre ley divina positiva y ley de naturaleza que propone Locke deja al individuo un amplio ámbito de libertad en el cual debe decidir por sí mismo la aplicación de los preceptos morales; en cuarto lugar, que a pesar de las diferentes precauciones, la relación del individuo con la sociedad, tal como la propone Locke, se enfrenta siempre al peligro que implica que cada uno sea juez de su propia causa. Entonces, enunciados estos supuestos, se propone analizar dos aspectos centrales a fi n de esclarecer el modo en que Locke relaciona al individuo con la sociedad a través de la defensa 26 | P á g i n a de sus derechos: cuáles son los deberes y derechos que se asigna a los hombres; si en esa relación se puede afirmar que existen derechos que sean inalienables; y cuáles serían esos derechos. Locke (que no era jurista) se ocupó de diversas materias filosóficas. Escribió un muy difundido Tratado sobre el entendimiento humano en el que exponía una teoría empirista del conocimiento influida por el modelo de la Física tal y como se entendía desde el siglo XVI. Su idea básica es que todo lo que conocemos proviene de la experiencia sensorial y de la reelaboración de tales datos por parte de la inteligencia. Ya Hobbes había sentado las bases de este empirismo, y Locke siguió su camino, aunque limara algunas radicalidades hobbesianas. Muestra de ello es que a la hora de explicar el derecho sus explicaciones son algo más tradicionales, al menos aparentemente. Al igual que Hobbes y que Vázquez de Menchaca, también parte del estado de naturaleza. Y a diferencia de Hobbes sí lo considera un estado jurídico. En él no hay leyes ni gobernantes, sólo individuos libres, pero esa libertad sí es un derecho. Sostiene que el derecho es una cualidad personal y esa idea está ya tan difundida que no considera necesario explicarlo. El derecho es un poder que emana directamente del mismo individuo y se manifiesta en forma de derechos individuales naturales. Los principales son la libertad y la propiedad. Se ha venido considerando esa consideración "natural" de la propiedad privada una originalidad de Locke. Es cierto que durante siglos el ius commune y los teólogos escolásticos entendieron que esa institución no existía en el estado de naturaleza y que no era de derecho natural, sino de derecho de gentes. Sin embargo, en el siglo XVI algunos juristas integrados en el Humanismo jurídico sostienen con claridad que el derecho de gentes es parte del derecho natural, porque las necesidades sociales comunes a todos los hombres, captadas por su racionalidad, forman parte de lo natural del humano, aunque no tengan carácter inmutable. Igualmente, en el siglo XVII algunos teólogos españoles como Juan de Lugo (1583-1660), discípulo de Francisco Suárez, también mantenían que la propiedad privada era de derecho natural. El curso posterior de la historia del pensamiento occidental dejó olvidados a esos juristas y teólogos y Locke 27 | P á g i n a apareció como el primer pensador que había lanzado la idea. Y aunque no sea tan novedosa, desde luego la fundamentación que da a su postura es coherente con su liberalismo: la propiedad es una emanación de la libertad, que él identifica con el derecho natural. De manera más precisa, entiende la libertad como un poder de disposición que se manifiesta en diferentes ámbitos. El primero es la propia persona: ser libre consiste en ser dueño del propio cuerpo y de sus acciones. Todo lo que hacemos voluntariamente es una manifestación de libertad. El trabajo, al ser una acción voluntaria, también es una emanación de la libertad. Y el producto de dicho trabajo también es resultado de ejercer la libertad individual. En consecuencia, todo lo producido mediante el trabajo es, de forma natural, propiedad del trabajador, ya que se deriva de una de las características básicas de su individualidad. Por ese motivo, todo individuo en el estado de naturaleza hace suyas las cosas adquiridas mediante su esfuerzo: sería contraria a la libertad el que no pudiésemos disponer de tales adquisiciones. La propiedad privada existe, por tanto, en el estado de naturaleza. Es preciso aclarar aquí que el derecho romano consideraba una forma natural de adquirir la propiedad la producida en ciertos supuestos en los que alguien aplicaba su trabajo a alguna cosa, aunque no relacionaba esa adquisición con el derecho natural. Los romanistas medievales, sin embargo, sí plantearon que la ocupación de un terreno o la recolección de un fruto realizado en el estado de naturaleza servían de base para un reparto que luego conformaba de manera jurídica el derecho de gentes. En consecuencia, las explicaciones de Locke parecen ser derivaciones de doctrinas anteriores. Pero en Locke y los posteriores Ilustrados el desprecio por las épocas anteriores les lleva a ocultar los precedentes en sus teorías y a presentarse como filósofos que piensan ex novo. Volviendo al curso del pensamiento de Locke, queda claro para él que el estado de naturaleza es una situación jurídica: existen los derechos naturales de libertad y propiedad. No obstante, estos derechos peligran, porque en el estado de 28 | P á g i n a naturaleza no hay gobernantes ni leyes positivas que puedan ser impuestas eficazmente. Para evitar conflictos los individuos pactan y ceden parte de sus derechos -sobre todo los que se refieren a la autodefensa- a una entidad política creada para hacerse cargo de esa protección. Tengamos en cuenta que la única finalidad del poder político constituido mediante el pacto es proteger de manera eficaz los derechos naturales. El Estado se convierte en una especie de sociedad aseguradora que sólo tiene como función la defensa de los derechos individuales. Cualquier otro comportamiento que vaya más allá, en aras de la consecución de algún bien de tipo comunitario por ejemplo, resulta ilegítimo. En realidad, Locke adopta una actitud parecida a la de Hobbes, aunque algo más moderado. En efecto, Locke no niega que en el estado de naturaleza exista derecho, pero admite que no es un derecho completamente eficaz; para que lo sea es necesario constituir el Estado; es decir, que no es derecho propiamente hablando. Una vez que éste aparece, el derecho estará constituido por sus leyes, destinadas a proteger la libertad individual. También para Locke el derecho natural no es sino el fundamento teórico para establecer el Estado. Finalmente cabe cuestionar un aspecto de la teoría de Locke: la compatibilidad entre su empirismo y la existencia de la ley natural. El pensamiento pre moderno no reducía la capacidad cognoscitiva del hombre a la percepción sensorial; por eso, podía afirmar que las leyes naturales, aunque no pudieran ser captadas por los sentidos, eran verdades evidentes conocidas mediante intuición. El problema surge cuando se niega seriedad a todo conocimiento que no sea empírico. Locke soluciona esto señalando que la inteligencia humana capta, a partir de la observación empírica de la realidad, la existencia de un orden general y la presencia de una inteligencia creadora: Dios. Dentro de ese orden tienen que existir determinados principios morales básicos que estructuren la vida social; no es posible la existencia de una sociedad si no hay una ley natural, establecida por Dios, que ordena cumplir las promesas y pactos. La verdad es que la explicación no es demasiado convincente, porque la conciencia de esa ley natural presupone una serie de valoraciones que no son proporcionadas por la 29 | P á g i n a mera empiria. En efecto, los datos de la experiencia nos muestran tanto la existencia de promesas como sus incumplimientos. La necesidad de una ley natural es una valoración moral que va más allá de lo sensorial y presupone la presencia de principios para ordenar lo meramente empírico y distinguir lo que está bien de lo que está mal. Si observamos la cotidianidad y aceptamos la necesidad de cumplir las promesas lo hacemos porque partimos de un principio básico: es bueno vivir ordenadamente cumpliendo con nuestra palabra. Pero esta forma de pensar presupone que enjuiciamos la realidad empírica desde un sustrato de valoraciones, de las que forma parte ese principio tan fundamental, y que es previo a lo empírico. No es posible, como él pretende, llegar a esos principios simplemente ascendiendo desde lo meramente sensorial. Este aspecto de la filosofía moderna es importante: el empirismo se convertirá en el modelo epistemológico hasta el siglo XX, y como veremos ese empirismo adoptado de manera coherente lleva a la negación de la moral. En cualquier caso, Locke alcanzó gran éxito, a diferencia de Hobbes cuya obra fue aparentemente rechazada por su radicalidad (aunque de hecho marque la senda de la Modernidad política). Locke sentó las bases del pensamiento liberal y su epistemología empirista será el modelo de la Ilustración francesa. Sin embargo, en las Islas Británicas no prosperará el iusnaturalismo propiamente dicho. Éste se desarrollará sobre todo en la Centroeuropa protestante de la mano de Samuel Pufendorf. 2.4 Inmanuel Kant Concepto de Derecho Kant se propuso desarrollar un concepto de Derecho cuyos criterios de validez se encontraran implícitos en la razón. De esta forma, la cuestión relativa a que es lo que debe hacer jurídicamente el hombre no se puede derivar de hechos empíricos sino del concepto de razón pura. El concepto de Derecho relaciona 30 | P á g i n a así la conducta externa de los hombres con la razón. El Derecho es para Kant el concepto de las condiciones bajo las cuales pueden ser unidos el arbitrio de uno con el arbitrio de otro según una ley general de libertad. En el concepto del Derecho de Kant podemos reconocer tres elementos; el arbitrio, la ley general de la libertad y las condiciones de la unión entre el arbitrio y la ley general de la libertad. El arbitrio tiene por base la capacidad de hacer u omitir a placer. Engendrar el objeto del fin querido por la conducta es el arbitrio. El arbitrio de uno no es independiente del arbitrio del otro. Esto debido a que para Kant el Derecho no es una relación unilateral sino un compromiso con respuesta recíproca; no es el poder de un sujeto, sino la reunión de al menos dos albedríos libres. Las máximas proceden del arbitrio. La Ley General de Libertad es lo general que se pone bajo lo especial de las aspiraciones humanas que al hombre se le dan por la razón. Para la relación jurídica los motivos y los fines de las partes son indiferentes. Se trata de acoplar dos libertades, de manera que el mismo acoplamiento sea expresión de la libertad. Filosofía del Derecho Las condiciones de unión entre el arbitrio y la Ley General de Libertad consisten en la capacidad de forzar. El arbitrio se determina en el Derecho con base en el principio de la posibilidad de una fuerza exterior que puede coexistir con la libertad de cada individuo según una ley general. De esta forma, el arbitrio determina la materia anhelada que el Derecho ha unido en una ley de la libertad. La fuerza es la que mantiene el libre arbitrio dentro de los límites que establece la Ley general de Libertad. La fuerza es la motivación exterior de las conductas jurídicas. Por eso concluye Kant que: “El Derecho está unido con la potestad de obligar”. Así pues, el Derecho y la facultad de obligar son una y la misma cosa. El Derecho se ordena a la libertad, mientras que la coacción se ordena a impedir cualquier estorbo a la libertad. Esto debido a que si bien es cierto, todo lo que es antijurídico es una limitación a la libertad según una ley general, también lo es que, la fuerza es una reacción para asegurar la libertad. Es por esto por lo que Kant pensaba, que el concepto del Derecho radica en la posibilidad de relacionar 31 | P á g i n a la fuerza mutua con la libertad de cada uno de manera inmediata. La ley de la fuerza correlativa que de manera necesaria coincide con la libertad general de cada uno, es la construcción del concepto. La representación del mismo en una visión a priori. Una conducta puede ser considerada como jurídica si la máxima de la libertad del arbitrio de uno con la libertad de otro puede existir según una ley general. En cambio, actúa en contra del Derecho quien me impide comportarme según una ley general que hace compatible mi libertad con la de los otros. Según Kant la ética exige hacer la conducta jurídica una máxima de acción. De aquí se deriva el imperativo categórico que establece: “actúa exteriormente de tal forma que, el libre uso de tu arbitrio pueda coexistir con la libertad de los otros según una ley general, esto es, de una ley que me imponga vinculatoriedad u obligación. Reciprocidad de fines humanos es el lado material del concepto del Derecho, en la medida en que este une la naturaleza del hombre con su libertad, la que se impulsa o mueve por el arbitrio. El Derecho estricto —ius strictum—, el que no se mezcla con la ética, no exige más fundamento de determinación del arbitrio que lo exterior. Se fundamenta en la conciencia de la obligación de cada uno según la ley y en el principio de la posibilidad de una fuerza exterior conciliable con la libertad de todos según leyes generales. De esta forma, la noción de Derecho se puede hacer consistir en la posibilidad de conformar la obligación general recíproca con las leyes de todos con base en el uso de la fuerza de acuerdo a una ley general de libertad. No es precisamente la noción de Derecho, sino la de una obligación igual, mutua, universal, conforme con la noción del Derecho, y sometida a una ley general bajo el principio de libertad general, la que hace posible la exposición de dicha noción. Así, la construcción de la noción de Derecho es la ley de una obligación recíproca que se conforma necesariamente con la ley de todos, es decir, su exposición en una intuición pura a priori. Es la razón y no la experiencia la que provee al entendimiento, en lo posible, de intuiciones a priori para facilitar la construcción de la noción de Derecho. El Derecho en el sentido amplio —ius latum— puede ser o equidad, o Derecho de necesidad. La equidad cuyo lema es: “el Derecho muy estricto es una injusticia 32 | P á g i n a muy grande” —summum jus summa injuria— admite un Derecho que no puede obligar y la necesidad de una exigencia sin Derecho. El único Derecho originario del hombre que le corresponde debido a su naturaleza humana es la libertad. Todas las demás facultades del hombre — igualdad, etc. — existen en efecto en el principio de la libertad y en efecto no son fuera de la misma nada, no se pueden diferenciar de ella. Kant fija los límites del Derecho en la relación jurídica del hombre a las esencias que tienen tanto Derechos como obligaciones, esto es en una relación de hombre a hombre. Sólo en este tipo de relación existe un verdadero vínculo entre Derecho y obligación. Además de este tipo de relación, existen también relaciones de hombres a esencias que tienen obligaciones pero no Derechos —esclavitud— o, relaciones de hombres con esencias que tienen Derechos pero no obligaciones (Dios). Estas relaciones no son para Kant jurídicas pues no hay un objeto de la experiencia posible. Este tipo de relaciones sólo se puede plantear en términos teóricos e ideales debido a que las desiguales condiciones entre las partes no permiten entablar un contacto en términos de igualdad y de reciprocidad. Las leyes proceden de la voluntad. La voluntad conforme a la ley no es ni libre ni no libre, pues sólo se relaciona a la legislación de las máximas para las acciones, por lo que sólo sería necesaria. La necesidad en este caso es una necesidad moral, pues “la Moral exige de mí que adopte por máxima el conformar mis acciones al Derecho”. Este es el fundamento racional de la relación necesaria entre Moral y Derecho en la Filosofía de Kant. Para Kant resulta también importante la calificación de la conducta en su relación con su adecuación o contravención al Derecho. De esta forma, el llama conducta lícita a aquella que no es contraria a la obligación e ilícita a la que se lleva a cabo en contravención a lo que esta exige. Las máximas jurídicas de Ulpiano a las que Kant reconoce un valor racional a priori en el Derecho son: “Sé hombre honrado” —honeste vive—. “La honradez en el Derecho consiste en mantener en las relaciones con los demás hombres la dignidad humana” — “No te entregues a los demás como instrumento puramente pasivo; procura ser para ellos al mismo tiempo un fin”—. “No hagas daño a 33 | P á g i n a tercero” —nemienem loede—. “Entra con los hombres en una sociedad en que cada uno pueda conservar lo que le pertenece” —suum cuique tribue—. Para Kant la clasificación del Derecho puede ser planteada tanto a nivel macro — científica—, como a nivel micro —empírica—, como sigue: Derecho natural - principios a priori Derecho como ciencia Derecho positivo- principios a posteriori Derecho natural-corresponde naturalmente (interno) Derecho como facultad Derecho adquirido-presupone un acto de Derecho (externo) Dentro de las facultades naturales Kant distingue: a) proceder con los otros de un modo que no les perjudique; b) comunicar el pensamiento y c) transferirles alguna cosa. Kant establece que, es “justa toda acción que por sí, o por su máxima, no es un obstáculo a la conformidad de la libertad del arbitrio de todos con la libertad de cada uno según leyes universales”. Así, para Kant, la cuestión de saber si lo que prescriben las leyes es justo, nunca podrá resolverla un jurista a menos de dejar a parte los principios empíricos y de buscar el origen de estos juicios en la sola razón, para de esta forma, establecer los fundamentos de una legislación positiva posible El Derecho y la Moral 34 | P á g i n a Para Kant la diferencia entre la Moral y el Derecho se establece con base en la motivación que finalmente en el libre ejercicio de la libertad determina la realización o no de una conducta. El concepto del deber, fuente de las obligaciones morales y jurídicas que prescribe la ley, es para Kant la determinación más importante de la razón práctica. El deber es la forma a priori de todo juicio moral y del Derecho y de toda valoración ética y jurídica. La obligatoriedad que deriva del deber radica en el fuero interno del individuo y ella es la fuente misma de la Moral, más que un solo medio para la realización de principios morales prescritos en una legislación exterior al sujeto. Por eso Kant aseguró que, nosotros no sostenemos a ninguna conducta por obligatoria debido a que se trate de mandamientos divinos, sino más bien la vemos como divina debido a que nosotros nos encontramos internamente obligados a la misma. Por otra parte, la obligatoriedad es vista como un principio de carácter estrictamente formal que no se relaciona de manera necesaria con el contenido de las conductas, de tal forma que, cuando una existencia racional debe pensar sus máximas como leyes generales prácticas, entonces puede pensar las mismas sólo como principios que no contienen la materia, sino que únicamente contienen de acuerdo a la forma el fundamento de determinación de la voluntad. Sin embargo, la obligatoriedad de una conducta no implica una realización necesaria y causal de la misma que elimine de antemano la posibilidad de contradicción a lo exigido. Esto eliminaría la posibilidad de hablar de una Moral. Es de esta forma, como la libertad para la auto legislación —autonomía— representa el punto fundamental de la Moralen Kant. Por eso es por lo que Kant sostuvo que la autonomía de la voluntad es el único principio de todas las leyes morales.80 Así, es la ley fundamental de la razón práctica —entendiendo bajo dicho concepto la autodeterminación y la autolegislación—, la que remite a la libertad de contradicción formal de la razón y se mantiene libre de criterios externos. Cuando el imperativo categórico habla de actuar, se fundamenta la autonomía y la ley formal como concepto de lo que se entiende filosóficamente como razón. Sobre el por qué causa ciertas conductas aparecen como obligatorias, lo explica 35 | P á g i n a Kant con base en su teoría del imperativo categórico. Por este se entienden leyes que prescriben acciones permitidas o prohibidas, esto es, mandatos de hacer o no hacer o, reglas prácticas en virtud de la cual una acción en si misma contingente se convierte necesaria, o, una regla cuya representación hace necesaria una acción subjetivamente contingente, y representa al sujeto en el deber de ponerse necesariamente en armonía con dicha regla imperativo. “Para que el juicio moral pueda ser necesario, es justo que exista algo que sea el bien en sí, no sometido a limitaciones de ningún tipo, cuya validez sea incondicional y que la voluntad en consecuencia no pueda negarse a querer”. En contraste, todos lo bienes empíricamente dados son bienes condicionales y relativos. Las máximas de la conducta que se encuentran formuladas en las leyes, en cambio, son incondicionadas y tienen validez a priori, puesto que no se relacionan con ninguna determinación del arbitrio, más que con la libertad del mismo arbitrio categórico. Kant diferencia a la Moral del Derecho no a través de la diferencia de la naturaleza o del contenido de sus obligaciones, sino a través de las peculiaridades de la legislación de cada una de ellas. Esto lo hace con base en el diferente tipo de relación que se establece entre la motivación —que conecta subjetivamente el fundamento de la determinación de la arbitrariedad de la conducta, esto es la obligación, con la razón del sujeto con la ley que representa objetivamente y de manera necesaria la conducta que debe suceder Ley Legislación Motivación Kant establece que quien lleva a cabo una conducta por tratarse de una obligación y esto en razón de que su motivación es el cumplimiento de la obligación en sí misma, esto es sin considerar ninguna otra causa, razón o motivo, actúa moralmente. En cambio, el señala que, quien no hace a la obligación por si misma su motivación, sino que actúa guiado por otra causa, 36 | P á g i n a razón o motivo, actúa jurídicamente. De esta forma, la fuente de donde se inspira la motivación es lo que se llama legislación y el diferente tipo de legislación es lo que marca la diferencia entre Derecho y Moral. Las obligaciones de la legislación Moral hacen a las conductas internas en sí mismas en obligaciones y aunque no las excluyan de sus resultados externos, si en cambio, califican el cumplimiento de la obligación por sí misma. De esta forma, lo propio de la legislación moral, es la conducta que se lleva a cabo debido exclusivamente a que es obligatoria y el fundamento de la obligación misma de donde procede se hace la motivación del libre albedrío. Debido a que la legislación moral encierra la motivación de la conducta en la ley, idea de la obligación cuya determinación no trasciende a la legislación externa, la legislación moral no puede ser algo exterior, como si fueran las obligaciones que uno tiene frente a otro, esto es las que prescriben las legislaciones externas, sino más bien, toma a las obligaciones en su legislación como motivación de la conducta. El cumplimiento o violación de las conductas moralmente necesarias se manifiesta como un placer o pena moral, esto es, un efecto subjetivo del cumplimiento o violación del deber —sentimiento moral—. La legislación moral se interesa por todo lo que es deber, por las actuaciones externas e internas, “tiene en común con el Derecho unos deberes, más no el modo de la obligación. La actuación moral se contrapone de dos modos a la ley externa: examina el contenido de la ley y conoce el estímulo que ha de impulsar a la observancia o a la desobediencia”. A la legislación interior de la Moral que se fundamenta en la razón, le opone Kant la legislación exterior del Derecho válido que tiene el poder de obligar forzadamente. En el Derecho la ley y la obligación aparecen como dadas pues han sido creadas e impuestas por autoridades exteriores y diferentes del individuo. El legislador es el autor dela vinculatoriedad de la ley, aunque no siempre sea el autor de la ley, esto en virtud de que, muchas de ellas son originalmente leyes morales. Las obligaciones que se derivan de la legislación jurídica son externas, pues el Derecho no exige que la idea de la obligación determine la razón interna del libre albedrío del sujeto que lleva a cabo la conducta. Con esta potestad de obligar se trata de hacer compatibles asimismo la libertad de uno con la libertad de otro 37 | P á g i n a bajo la consideración del Derecho positivo. Lo que a los particulares aparece como obligación forzada, representa asimismo el aseguramiento de la autonomía. Kant no apoya la coacción contra el bien; pero si la coacción para conseguir la seguridad del orden necesario y, por tanto, de la autonomía y de la libertad de los sujetos en las relaciones interpersonales. Se debe insistir en que para Kant el contenido de la obligación es irrelevante como factor para determinar la diferencia entre Moral y Derecho. Si bien es cierto que, es una obligación jurídica y externa cumplir las obligaciones contractuales; sin embargo, también lo es que la máxima de hacer esto sólo debido a que se trata de una obligación sin considerar otro tipo de motivación, la hace una obligación moral. Por otro lado, no obstante que, el Derecho califica la intención de la conducta, ello no significa que, la motivación de la conducta sea cumplir con la obligación que prescribe la ley. El punto de contacto entre el Derecho y la Moral lo precisa Kant cuando establece que, si en la Filosofía práctica se suele denominar a la Moral como la teoría de las obligaciones Cicerón y no como Teoría del Derecho, esto es debido a que ésta encuentra su fundamento en aquella. Nosotros conocemos nuestra propia libertad sólo a través del imperativo moral, que es un juicio que prescribe obligaciones, con base en el cuál puede ser desarrollado el concepto del Derecho, esto es, nos obligamos frente a la libertad de otro. Vivir en un estado de libertad cívica es asimismo un deber moral de los hombres, así como el darse un ordenamiento jurídico externo y cumplirlo. Sólo que, aun desapareciendo esa situación, el hombre continúa siendo un ser moral y por lo mismo no debe ser utilizado como un medio. La Ética enseña que la motivación —móvil— que une a la legislación jurídica con la obligación, debe excluir a la presión externa, para quedar sólo con la idea de la obligación como motivación de la conducta. De esta forma, existen muchas obligaciones éticas de manera directa. Todas las obligaciones restantes en general son indirectamente éticas. Esto nos lleva a que, la legislación moral es la que no puede ser externa y la jurídica es la que también puede ser externa. Con esto Kant entiende al Derecho como el elemento complementario de la Moral. Visto desde el punto de vista del Derecho esto significa que, lo que Kant quiso no fue construir un sistema jurídico 38 | P á g i n a autónomo y despojar de moralidad al Derecho, pero si despojar al Derecho del cometido de tener que servir directamente a la Moralidad. Derecho natural y derecho positivo Kant parte de la idea de que una teoría puramente positivista del Derecho es incapaz para exponer en su real magnitud la esencia del Derecho. El sostuvo que “una teoría del Derecho empírica es una cabeza que puede ser bella pero que desgraciadamente no tiene cerebro“. Él pensó que se puede pensar en un legislación externa que contenga leyes positivas. Sin embargo, el contenido de la legislación positiva debe ir precedida de una ley natural, la que debe servir de fundamento a la autoridad del legislador, esto es, la facultad de hacer su arbitrio obligatorio para otros. Sobre la pregunta relativa a ¿cuál es la ley natural que sirve de fundamento a la autoridad del legislador?, el pensó que es el Derecho único, primitivo propio de cada hombre, esto es, la libertad, en la medida y bajo las condiciones en que pueda subsistir con la libertad de todos, según una ley universal. Si bien es cierto que, es la legislación exterior producto de la actividad del legislador la que da lugar a leyes exteriores y que quien manda por medio de una ley es el legislador, existen ciertas obligaciones que en la ley se prescriben y que tienen la característica de que pueden ser conocidas a priori por la simple razón y sin que se requiera legislación exterior. A las leyes de donde estas obligaciones se derivan Kant las identifica como leyes naturales. En este caso, el legislador es el autor de la obligación por la ley, pero no autor de la ley. En las leyes naturales es donde el legislador encuentra la facultad moral de obligar a los demás por su simple voluntad. Cuando, en cambio, la obligación no obligaría sin una ley exterior real estamos ante las leyes positivas. En este caso el legislador es autor de la ley y de la obligación, por lo que ésta es arbitraria y contingente. Derecho y fuerza Kant justifica al uso de la fuerza para hacer respetar al Derecho señalando que, cuando el ejercicio de la libertad de uno significa un límite a la libertad de otro según una ley general —esto es antijurídico—, entonces la fuerza que el Derecho opone a dicha conducta tiene por objeto hacer posible el ejercicio de la libertad 39 | P á g i n a según una ley general. En este caso, la resistencia que se le opone a una conducta que se determina por el arbitrio, pero que no es conforme con una ley general de libertad, debido a que se dirige a hacer ceder el obstáculo a la libertad, se encuentra conforme a la libertad según leyes generales y por lo mismo es justa. Esto debido a que, el hombre es una esencia libre y en consideración a su persona su arbitrariedad no debe ser limitada por la conducta de otro ser humano, sino que debe ser dejada en libertad. De esta forma, el ejercicio de la fuerza en el Derecho concuerda necesariamente con el principio de la libertad universal. Por otra parte, la facultad de constreñir a quien contraríe la norma jurídica se rige según el juicio de contradicción, de tal forma que la medida de la sanción debe ser la precisa para eliminar el límite que la conducta que viola la norma le pone al ejercicio de la libertad por parte de otro. De tal forma, que la capacidad para forzar puede ser definida como el concepto de las condiciones bajo las que se puede constreñir a la arbitrariedad de uno para unirse con la de otro con base en una ley general de libertad. Así el Derecho y precisamente gracias a la posibilidad del uso de la fuerza es un instrumento de garantía de la libertad. La fuerza del Derecho adquiere adicionalmente en Kant el carácter de medio alrededor del cual se cohesiona una sociedad. Cuando Kant señaló que, el Derecho se une en leyes de fuerza, tal afirmación se pretendió fundamentar en el hecho de que, en virtud a que en el estado de naturaleza, en el estado de anarquía, cada cual tiene tanto su libertad de acción como la capacidad de ejercer la fuerza, cuando la misma se utiliza cada persona se vuelve juez de su propia causa, lo que significaría entrar al máximo estado de injusticia, la que no permitiría la unión social. Esta es la causa que da origen al nacimiento del Estado. Este surge por el paso del estado natural al estado de predominio del Derecho público, en el que el Derecho se determina mediante una justicia pública distributiva y se asegura por el uso de la fuerza. La unión que el Derecho posibilita a los hombres en el Estado es el mantenimiento de su libertad de acción exterior mediante el reconocimiento general de una fuerza recíproca aplicable para impedir a aquellas conductas que transgredan los límites generales legales de la libertad de acción. Finalmente, la fuerza es la motivación exterior de las conductas jurídicas. Esto se debe a que, el Derecho tiene por objeto limitar las conductas externas y, por lo mismo, sólo se piensa como instrumento de la fuerza. 40 | P á g i n a Ser y deber ser En la Filosofía de Kant no se puede encontrar un dualismo radical entre “ser” y “deber ser” pues para el la norma moral, el deber ser moral, la ley moral es válida para nosotros los hombres “porque ha surgido de nuestra voluntad como inteligencia”. Kant reconoce que las normas sólo puede ser impuestas por un acto nacido del querer: “De la voluntad surgen las leyes”. Esto debido a que, la “razón como patrimonio práctico es la razón como capacidad que debe ejercer una influencia como voluntad”, “la razón se ocupa de las causas determinantes de la voluntad”. De esta forma, el deber ser moral “es, pues, un querer necesario propio del hombre como miembro de un mundo inteligible, y sólo como es concebido por el como un deber ser en tanto el se considera asimismo al mismo tiempo como un miembro del mundo de los sentidos”. Kant asegura que la razón práctica es voluntad. Por eso puede representarse a esta razón como legisladora. La razón práctica “ordena manda como debe actuarse”. Solamente la razón práctica prescribe al ser sensato el deber ser. Por otra parte, Kant declara que la razón práctica, que es el legislador moral, y la razón teórica son básicamente lo mismo. La esencia de la razón teórica es un conocimiento puro del ser, en tanto que esta última es un querer, cuyo sentido es el deber ser del comportamiento humano. Legalidad y legitimidad En la Filosofía del Derecho de Kant se puede identificar claramente la relación de la legalidad con la legitimidad. Para nuestro filósofo, la coincidencia de una conducta con la obligación legal es la legalidad. En este caso, el legislador jurídico penetra en el campo de los estímulos y contribuye a la definición del estímulo mediante la amenaza de coacción. Para la legitimidad habría que recurrir al concepto de la Moralidad, esto es, a la consideración de las conductas que resulten conformes con las normas de la Moral. De esta forma, la legalidad tendría que ver con las consecuencias de las conductas según lo prescrito en la ley producto de la voluntad y la legitimidad con las máximas de las conductas que derivan del libre arbitrio. Con base en esta diferencia, se puede afirmar que, la legitimidad tiene la pretensión de la validez de los valores y la dimensión jurídica de la legalidad la pretensión de la validez de las leyes. La legalidad es 41 | P á g i n a la instancia que se encuentra subordinada a la legitimidad, que ordena el juicio moral a través de la valoración de la conducta. En Kant se hace necesaria la unión de la legislación exterior de la legalidad del Derecho válido con la legislación interior de la legitimidad de las máximas de la Moral, para limitar ambos ámbitos de validez y asimismo establecer sus relaciones mutuas. Lo anterior significa que, la legitimidad se relaciona con una instancia moral de la razón para la protección de la libertad según máximas racionales y adquiere valor como legislación interior. La legalidad por el contrario representa la instancia jurídica externa para la protección de la libertad de las personas frente a las consecuencias de las conductas de otro. Sin embargo, el Derecho es una forma complementaria de la Moral que llega a ser una instancia imprescindible y que siempre choca con la rebelión Moral cuando se intenta articular el Derecho a la rebelión que pretende poner sobre la legalidad la legitimidad. Por otra parte, el Derecho no se dirige según una Moral que se pudiera extraviar en el Océano, sino por el contrario, las diferencias de las perspectivas morales y con estas las diferencias de opiniones están protegidas y aseguradas por el Derecho. 2.5 Friedrich Hegel Filosofía del Derecho en Hegel La última gran obra publicada por Hegel fue la Filosofía del Derecho (1821), aunque algunas notas de sus conferencias y clases, junto con apuntes de sus alumnos, fueron publicados también después de su muerte. El término dialéctica es utilizado por Hegel para comprender y expresar la situación real del mundo, en la Dialéctica de Hegel queda patente una voluntad de actuación sobre una realidad escindida, contradictoria y alienada que lucha por superar esta situación. Introducción a la Filosofía del Derecho de Hegel El esbozo de una teoría del Derecho más ampliada y depurada es hecha con el objetivo de dejar claras las bases del Derecho como ciencia y lleva implícita también la investigación y desarrollo completo de esta ciencia. Pero, al hacerlo, no pretende de ninguna manera dejar creada una estructura teórica que a manera fidedigna reproduzca la verdad, pues la filosofía es según Hegel una 42 | P á g i n a construcción efímera como la tela de Penélope que cada día era comenzada de nuevo. La tarea del escritor y, más importante, del filósofo es descubrir la verdad, decir esta verdad y difundirla, con argumentos exactos (nótese el surgimiento del ideal griego del sabio, como amigo del saber, amante de la sabiduría), y es ante todo al filósofo al que corresponde esta asignación. En materia de Derecho, Hegel afirma que éste junto con la ética y el Estado profesan una verdad de antaño, reconocidas en el anterior desarrollo de las leyes, la moral pública y los sistemas religiosos, desde aquí, el Derecho y las leyes, se encaminaron al progreso que han alcanzado. Pero también, Hegel reconoce y “concibe” como contrario a la libertad del individuo el hecho de atenerse y dejarse persuadir a lo públicamente aceptado y las leyes creadas para la regulación de cada individuo del Estado, este último pues no debe ser al final la determinación última y apodíctica del modo de actuar de los individuos. Reconoce que el hombre busca y crea en el pensamiento su libertad y el fundamento de la ética. Sin embargo, esta libertad que el hombre posee y le determina a actuar cae en un contenido sin razón, si únicamente posee valor efectivo para el pensamiento. El hombre es libre sólo en la medida que discrepe de lo que es reconocido y aceptado por voto universal y sepa crearse una realidad singular que le auto determine a dirigirse. Esta idea de la libertad constituye un papel fundamental en el desarrollo del derecho individual y el hombre, como sustancia ética de la sociedad civil, sólo desarrolla todo su devenir en base a la libertad. Libertad no es un concepto límite en Hegel, sino es la misma autoconciencia que se determina a obrar y moldear el contenido de su voluntad. El mundo ético (el estado, la razón), como resultado del elemento de la autoconciencia, no goza de la fortuna de tener a su base la razón que le afiance como fuerza y potencia. El universo espiritual corresponde al mundo del acaso y del capricho de la voluntad divina, abandonado por Dios. Bases establecidas Hegel considera al Estado como la rica estructura de lo ético, la arquitectura de su racionalidad que con la determinada distinción de las esferas de la vida pública y de sus derechos le construye bases sólidas que son, a la vez, las bases verdaderas de todo Estado, con bases armónicas y establecidas según un criterio de verdad. Y cuando toda esta estructura es de buena ley, parte de lo 43 | P á g i n a íntimo hacia la revelada luz del desenvolvimiento de la idea, llevando consigo su interna necesidad de la veneración, de la verdad y una ley que es elevada por sí y en sí, por encima de toda forma subjetiva de sentimiento. La ley no puede estar consentida por el sentimiento, puesto que es en sí o debería ser en sí, una forma universal del desarrollo de los individuos. El Derecho, la ética, el mundo real del Derecho, son formas que se aprehenden con el pensar; los conceptos determinan la forma de la racionalidad (es decir la ley). La ley es en cierta medida el Scibboleth (signo de reconocimiento entre los hebreos) en el cual se identifican las habitantes de la nación y los amigos de esta. Hegel también toma la idea determinante, de que la filosofía debería ser como el principio motor de la aplicación del derecho y las leyes, pues la falta de este principio, conduciría a los estados a una superficialidad respecto a lo ético, al Derecho, y sobre todo al deber. Esto es la fatuidad. El Estado caería por esto como en un estado de disolución de toda ética interior, de la conciencia justa, del amor y del Derecho entre los particulares, así como la destrucción del orden público y las leyes del estado (pues estas últimas estarían basadas en propósitos y opiniones subjetivas, en el sentimiento subjetivo y en una convicción individual). El contenido de la filosofía, el saber conceptual de Dios y de la naturaleza física y espiritual se verían seriamente afectados. La primera fase del espíritu objetivo es la esfera del Derecho (das recha) de la persona, el sujeto individual consciente de su libertad ha de dar expresión exterior de su naturaleza como espíritu libre. Ha de darse a sí mismo una esfera externa de la libertad. Así pues, la libertad es el principio primero y unitario de cada individuo como parte del Estado y la ciencia del Derecho parte de la libertad en su despliegue dialéctico. Hegel introduce también el concepto de propiedad, vinculado directamente con un acto de la voluntad, por naturaleza una persona se convierte en el dueño de una cosa, no por un mero acto interno de la voluntad, sino por la apropiación efectiva que el sujeto hace sobre ella, ejerce naturalmente toda su voluntad en esta cosa. La idea del Derecho 44 | P á g i n a La ciencia filosófica del Derecho tiene por objeto la idea del Derecho, o sea, el concepto del Derecho y su realización. La realización, es la configuración que toma el concepto para sí en un hecho efectuado, constituye el momento esencial del, y pasa, de mera constitución teorética a la realización por la cual se concibe. La ciencia del Derecho es parte de la filosofía, se concibe como una ciencia y tiene el punto de partida, que es el resultado y la verdad de lo que antecede y lo que constituye la llamada demostración. Es, por lo tanto, una ciencia teorética, que necesita ser demostrada en la práctica. Pero Hegel diferencia entre concepto de Derecho y ciencia del Derecho, este último es la constitución teórica del primero y, conforme a su devenir, cae fuera de ella, puesto que debe ser admitido como dado. Sin embargo, a la ciencia positiva del Derecho no le importaría esto, puesto que ella principalmente tiende a señalar lo que es jurídico, es decir, son las particulares prescripciones legales; pues la ciencia del Derecho, constituye esencialmente la zona de las cosas legales y jurídicas en sí, bajo la universalidad y en razón del estado particular. Estas prescripciones jurídicas, que corresponden a la ciencia del Derecho, resultan evidentes y son determinaciones universales, es decir, la contraparte de lo que es prescrito por ella como no jurídico. De esta manera se discierne lo que científicamente es esencial. En cuanto al contenido de la prescripción jurídica, la necesidad de la cosa, pero en sí y por sí misma, es decir el Derecho como tal y en la naturaleza del concepto. Hegel es claro, no puede haber correcta aplicación del Derecho, si no existe un principio de razón suficiente (dictado por la filosofía, claro) que determine las acciones de los individuos de un Estado y determine a obrar a los que elaboran y aplican las leyes. Los conceptos acerca de lo verdadero y las leyes de lo ético no son más que opiniones y convicciones subjetivas, y éstas son puestas al lado de aquellas que constituyen la universalidad y el interés de todos los hombres y todos los vínculos del mundo ético. Como la filosofía es el sondeo de lo racional, justamente es la aprehensión de lo presente y de lo real (lo que es racional es real; y lo que es real es racional) ahora bien, el Derecho es real, por lo tanto, es algo racional que se constituye como una parte de la filosofía. El objetivo de Hegel, en su Tratado sobre Filosofía del Derecho, es presentar una auténtica ciencia del Estado y presentar a éste como algo racional en sí, sin embargo, no es un modelo o forma “de gobierno ideal” la que pretende dejar explicada, sino más bien de qué manera debe concebirse el Estado como 45 | P á g i n a el universo ético, concebirse a cada individuo como hijo de su tiempo, y la filosofía y la filosofía en su transparencia quedaría también como el propio tiempo aprehendido con el pensamiento. La forma en su más concreta significación es la razón como conocimiento que concibe y el contenido es la razón como esencia sustancial de la realidad ética y también de la natural y la identidad consiente de forma y contenido constituye la idea filosófica. Así como una verdadera filosofía conduce a Dios, también un verdadero Estado lo hace. Al hablar aun de la teoría de cómo debe ser el mundo, la filosofía, por lo demás, llega siempre demasiado tarde. Pues cuando ella surge, el mundo ya fue concebido y realizado. A continuación, Hegel pasará a desarrollar su teoría del Derecho, en la cual el individuo es el centro y el centro de la realización moral sólo se da en el plano de la libertad, hasta llegar, al plano de la voluntad, en el que la conciencia, alcanza una verdadera autoconciencia. Positividad en general La medida, sin embargo y criterio del concepto necesario, no es la representación sino que, más bien, le sirve de autorregulación al concepto necesario. Éste debe tomar su verdad de esta representación y reconocerse así. El derecho es positivo en general; y Hegel lo explica así: a. Es positivo, primero, por la forma de tener vigencia en un Estado; ésta es como una autoridad legal que es el comienzo para el conocimiento del Derecho, que es la ciencia positiva del Derecho. Este Derecho positivo, en cuanto a su contenido, recibe este elemento positivo de dos fuentes primarias, a saber: a) del particular carácter nacional de un pueblo, del grado de su desarrollo histórico y de la conexión de todas las relaciones que pertenecen a la necesidad natural de este pueblo como nación. b. Por la necesidad con que un sistema de Derecho legal debe encerrar la aplicación del concepto universal a la naturaleza particular de los objetos y de los casos que la realidad exterior muestra. Es decir, en Hegel, el Derecho tiene fuentes originarias endógenas y exógenas; la primera porque el Derecho parte de una necesidad interior de cada uno de los habitantes que componen el Estado civil; y la segunda por el hecho de que las necesidades de la nación son demostradas en la vida práctica. 46 | P á g i n a Cuando el derecho positivo y las leyes, se ven contrariados por el sentimiento del corazón, el impulso y lo arbitrario, no es la filosofía la que reconoce su autoridad. La opresión y la tiranía pueden ser elementos del Derecho positivo contingente a él y no afecta a su naturaleza esencial. Una prescripción jurídica puede manifestarse por las circunstancias y desde las instituciones motoras de la parte jurídica, como plenamente fundada y consecuente, y, no obstante, ser en sí y para sí, injusta e irracional. Las leyes (aclara Hegel) son sólo positivas, en cuanto que tienen, en general, su significación y oportunidad en circunstancias dadas y definidas; por lo tanto, sólo poseen un valor histórico, por lo cual son de naturaleza transitoria. Hegel alude mucho al Derecho romano y ratifica particularmente la importancia que éste tuvo en el desarrollo de los sistemas jurídicos posteriores. A cada momento histórico corresponde necesariamente una serie de leyes necesarias para ese momento y delimitadas por las circunstancias del Estado. La sabiduría de los legisladores y de los gobiernos, en cuanto que han hecho para las condiciones dadas y establecido acerca de la situación temporal, constituye algo en sí y pertenece a la valoración de la historia, pero esta legislación tendrá mucho más valor y gozará de profundidad mayor cuanto que fue asistida por un punto de vista filosófico. El campo del Derecho es, en general, el campo de la espiritualidad y su próximo lugar y punto de partida es la voluntad, que es libre. Puesto que, para Hegel, el sistema del Derecho es el reino de la libertad realizada en el mundo del espíritu, voluntad y libertad, serán los dos conceptos fundamentales del desarrollo de la ciencia del Derecho, como ciencia del desarrollo de los ideales del Estado y de cada uno de sus habitantes en particular. En el mundo del espíritu, uno se auto dirige a actuar, como por una manifestación de libertad absoluta. La libertad, reconoce Hegel, es como un hecho de la conciencia y se debe creer en ella y esta deducción de que la voluntad es libre sólo puede tener lugar en la 47 | P á g i n a conexión con el todo. Por eso Hegel empleará claramente un concepto de voluntad, como concepto universal. Cada uno posee la capacidad de abstraer todo lo que es y, por lo tanto, determinar el contenido de su voluntad y tener en la propia conciencia de sí mismo un ejemplo para todas las determinaciones. Voluntad y libertad La voluntad encierra el elemento de la pura indeterminación o de la pura reflexión del yo sobre sí; posee y contiene la ilimitada infinitud de la absoluta abstracción o universalidad, el puro pensamiento de sí mismo. La voluntad se determina a sí misma y, cuando reflexiona su contenido, reflexiona sobre sí misma. La libertad negativa es, en cierto sentido, parecida a la ilusión trascendental de Kant, en la que la razón busca respuestas sobre lo incondicionado, topa y se limita cuando se da cuenta que es imposible, la libertad no tiene límites en Hegel, o pretende no tenerlos. En el espíritu, tal como éste es en sí y por sí, en el que la determinación es simplemente la suya y verdadera la relación de la conciencia constituye sólo el lado fenoménico de la voluntad, la cual aquí no es ya una cosa por sí. Las determinaciones volitivas (querer, desear, amar) son propias de la voluntad reflejada su individuación y son contenidos que se determinan por la conciencia. La voluntad libre sólo en sí es la voluntad inmediata o natural, las determinaciones son los contenidos de la voluntad que aparece en la voluntad, como existentes son los estímulos, los deseos, las inclinaciones con las que la voluntad se determina por la naturaleza. Este contenido es para mí y me pertenece en lo absoluto. Con la decisión, la voluntad se pone como voluntad de un individuo determinado distinto frente a otro. La voluntad es por esto individualmente volitiva, está en pertenencia con el yo personal de cada uno. Es el pensamiento una actividad universal y en él, el objeto y el contenido, permanecen como algo universal. Como ya se dijo, la libertad de la voluntad, 48 | P á g i n a según la determinación de infinitud, es arbitrio en el cual están contenidas la reflexión, que es toda libertad que abstrae de todo, y la dependencia del contenido y de la materia, considerados interna o externamente. Luego, Hegel promulga la determinación de la voluntad, como una cosa-en-sí, pues es en sí y por sí, y verdaderamente infinita, porque es ella misma su objeto que auto determina. El objeto no es para ella, otra cosa, ni un límite, sino que es la voluntad vuelta a sí. El derecho es algo sagrado, es la existencia del concepto absoluto, el área de la libertad incondicional, el área de la libertad autoconsciente. Existe también una esfera del derecho más formal (en su sentido abstracto “pediculosis arbitrios”) en la cual éste ha llevado en sí a determinación y realidad a los otros momentos contenidos en su idea, tiene por ello la determinación de un derecho más elevado. La sustancia ética, teoría del Estado Hegel, insiste en el concepto de individualidad de la voluntad y como instrumento social posee los siguientes aspectos: La voluntad es inmediata, su concepto es abstracto (la personalidad) y su existencia es una cosa inmediata y externa; la esfera del derecho abstracto o formal. La voluntad es capaz de reflejar en sí, desde la existencia exterior o interior, el mundo existente; el Derecho de la voluntad subjetiva en relación con el Derecho del mundo y el Derecho de la idea, que es la esfera de la moralidad. Para Hegel, la voluntad introduce en su esencia todos los aspectos de la realidad y es autoconsciente; la idea pensada del bien se realiza en la voluntad y se refleja también en ella. La idea en su existencia universal en sí y para sí, constituye la ética. Para Hegel, la sustancia ética es: a) espíritu natural, la familia; b) en su desunión y apariencia, la sociedad civil; c) el Estado, precisamente, en cuanto libertad universal y objetiva, en la libre autonomía de la voluntad individual. El 49 | P á g i n a Estado como espíritu real y orgánico de un pueblo, a través de las relaciones de los específicos espíritus racionales, se realiza y manifiesta en la historia universal como espíritu universal del mundo. El Derecho que corresponde al Estado es el ser supremo. Y este ser supremo sólo es realizable en la libertad individual. II. Etapa Contemporánea 1. Panorama actual Podríamos decir que el comienzo de la etapa contemporánea iniciaría hacia la segunda mitad de los años sesenta del siglo XX, justo después del apogeo del pensamiento de Hart. El pensamiento jurídico contemporáneo se caracteriza por la crisis del positivismo jurídico. Con ello no se debe entender que dicha corriente haya caído en desuso por haber sido totalmente superada. Muy al contrario, todavía goza de buena salud en muchos ambientes. Pero la Filosofía del Derecho se ha ido abriendo a nuevas perspectivas. En concreto, la profesora Faralli destaca dos líneas principales de distanciamiento respecto del positivismo: por un lado, la apertura de ciertos pensadores hacia los valores ético-políticos o sociopolíticos; por otro lado, la apertura a los hechos. Respecto de la apertura a los valores ético-políticos, se distinguen dos tendencias: por un lado la teoría constitucionalista, también llamada neoconstitucionalista o principialista; por otro, la llamada nueva teoría del Derecho Natural o neoiusnaturalismo. La corriente neoconstitucionalista estaría caracterizada por la corrección moral que se añade al Derecho y que busca suavizar su rigurosidad. Moral que, en cuanto positivizada en las diversas Constituciones, se encuentra a su vez estrechamente vinculada a los sistemas democráticos. A fin de poner en relación Derecho, Política y Moral, los neoconstitucionalistas, siguiendo al profesor Ronald M. Dworkin, gran admirador de John Rawls, señalan la existencia de dos elementos diversos en todo ordenamiento jurídico: las reglas (“rules”) y los principios (“principles”). Mientras que en el caso de las reglas rige el criterio de subsunción del hecho en el contenido de la norma, respecto de los principios, que tienen que ver más bien con fines, valores, exigencias morales y de justicia, se impone el método de la ponderación. 50 | P á g i n a La interpretación, que adquiere una importancia capital en el pensamiento dworkiniano y neoconsitucionalista en general, ya no es una actividad aleatoria de azarosa toma de decisiones, sino que, muy al contrario, se encuentra firmemente sustentada sobre los principios propios de cada sociedad en un momento histórico concreto, máxime cuando han sido positivizados en la norma constitucional. Por su parte, el profesor Robert Alexy, otra gran figura del neoconstitucionalismo, hizo hincapié en la pretensión de corrección como exigencia de todo discurso jurídico, que él consideraba una modalidad del discurso práctico, a fin de mantener la unión entre Derecho y Moral. Según Alexy, los principios que integran todo ordenamiento jurídico, constituyen “mandatos de optimización” que reenvían a valores, terreno moral por excelencia, y que deben ser desarrollados en la medida en que las circunstancias lo permitan. Sólo a través de la concordancia con los principios el discurso jurídico puede aspirar a la corrección, concepto central en el pensamiento de Alexy. Para el profesor Carlos Santiago Nino, Derecho y Moral se hallan íntimamente conectados, dado que el Derecho no tiene la virtud de motivar a la acción si no está conectado con la Moral. Y la fundamentación moral del Derecho no es otra que la legitimidad procedimental y discursiva que otorga el procedimiento democrático de producción normativa. El neoiusnaturalismo también presenta una preocupación esencial por la Moral, pero no desde la perspectiva del procedimiento para obtener instrumentos jurídicos formalmente morales, sino buscando más bien contenidos morales esenciales irreductibles, a partir de los cuales construir todo el ordenamiento. El punto de partida del iusnaturalismo contemporáneo es la réplica de Lord Patrick Devlin a la reflexión sobre Derecho y Moral realizada por Hart. Devlin defiende la existencia de una Moral mínima que garantiza la cohesión social. Ausente tal núcleo moral, tiene lugar inevitablemente la desintegración de la comunidad. Es por ello que se puede hablar de la existencia de una moralidad pública, que debe ser reforzada con los instrumentos jurídicos. El ordenamiento no sólo protege a los individuos, sino que también salvaguarda las instituciones. 51 | P á g i n a El movimiento del moralismo jurídico que se desarrolló rápidamente tras los citados autores se dividió pronto en tendencias. La más relevante es la de quienes, como John Mitchell Finnis, defienden la existencia de una verdad ética objetiva, integrada para este autor por un conjunto de principios autoevidentes, concebidos como absolutos morales fundamentadores del Derecho positivo, que deben ser protegidos por el poder político. La apertura a los hechos, por su parte, vendrá de la mano de diversas corrientes de pensamiento. La primera que señala la profesora Faralli es el neoinstitucionalismo, cuyos máximos exponentes son Ota Weinberger y Neil MacCormick. En opinión de ambos autores, las normas no son realidades ontológicas distintas de los hechos empíricos. Sin embargo, se integrarían dentro de la subcategoría de hechos institucionales, los cuales son obra de la intervención humana. Esta intervención nunca se concibe como resultado de una acción individualista, sino más bien como acción de miembros de una comunidad concreta, en los que se halla presupuesta la cultura de la sociedad en la que viven. Y así, las normas jurídicas estarían constituidas por el conjunto de hechos institucionales que satisfacen fines particularmente relevantes para la sociedad. También relacionados con la corriente realista encontramos una serie de movimientos que abundarían en la idea de apertura del Derecho a los hechos. La primera de estas escuelas de pensamiento tan heterogéneas, que a su vez engloba un conjunto de tendencias diversas, se ha dado en llamar los “Critical Legal Studies”. Los Estudios Críticos de Derecho conocieron una primera etapa de sesgo estructuralista, crítico con ciertos aspectos del liberalismo. Sin embargo, a partir del profesor R. M. Unger, la actitud crítica hacia el liberalismo y su característica pretensión de neutralidad del Derecho, se va a incrementar a raíz del intento por parte de los Estudios Críticos de Derecho de conciliar marxismo y realismo. La segunda de las grandes corrientes sería la escuela de Análisis Económico del Derecho, contraria a las tesis de los Estudios Críticos de Derecho, por cuanto sostiene una ética normativa liberal, una filosofía pragmática instrumentalista y un método de investigación económico. Para esta tendencia, los jueces son en 52 | P á g i n a realidad distribuidores de riqueza, debiendo cumplir con su tarea de forma eficiente a través de la búsqueda de la maximización del bienestar general. Finalmente, la última gran corriente que destaca la profesora Faralli es la reflexión feminista. Dicha tendencia habría recorrido un camino de radicalización desde una postura liberal crítica con el Derecho en cuanto sexista, pasando por una etapa intermedia de feminismo cultural, caracterizada por la crítica hacia el Derecho en cuanto Derecho masculino, hasta una fase final de feminismo radical, promotora de la diferencia, esto es, de la necesidad de negar la supuesta neutralidad del Derecho respecto del género, buscando la elaboración de un Derecho sexuado que privilegie a la mujer en cuanto tal. Relacionadas con la reflexión feminista también encontramos las teorías de la diferencia racial. A partir de los años sesenta y setenta del pasado siglo se advierte una tendencia contraria al modelo lógico-deductivo de razonamiento jurídico, tan característico del positivismo jurídico. La preocupación de los autores que se incluyen en este movimiento de renovación es la necesidad de establecer unas reglas del discurso jurídico que, tal y como se desprende del pensamiento de Alexy, limiten la libertad argumentativa, para lograr un encadenamiento conceptual racionalmente justificado, no en virtud de su contenido concreto, ni tampoco a través de una determinación apriorística del discurso, sino racional como resultado del respeto a tales reglas argumentativas. Así, el profesor finlandés Aulis Arvi Aarnio, si bien señala la certeza de los enunciados interpretativos del Derecho como requisito indispensable para su corrección, reconoce que no es posible identificar una única respuesta correcta. En realidad, la corrección surgiría de la sujeción a unos criterios o cánones predeterminados. Para este autor la racionalidad lógico-formal no agota el discurso jurídico, sino que éste también está sometido a la racionalidad dialéctica, la cual apela más bien a la congruencia y a la razonabilidad. Sin embargo, a pesar de las nuevas tendencias que se advierten en los últimos cincuenta años, el positivismo mantiene su vigor, especialmente en lo que se refiere a la aproximación analítica al Derecho. 53 | P á g i n a 2. Principales representantes 2.1 Hans Kelsen La teoría pura del Derecho de Hans Kelsen constituye una de las piezas capitales de la teoría jurídica contemporánea. Como ha señalado Mario Losano, todas las teorías del Derecho del siglo XX terminan siendo analizadas en función de su mayor o menor proximidad respecto a la teoría pura, enunciada por Kelsen en los primeros decenios del siglo y desarrollada luego hasta los últimos años de su vida. Por esta razón, la referencia a la doctrina kelseniana en un Taller destinado a analizar las principales concepciones contemporáneas en el ámbito de la Teoría del Derecho resulta más que obligada. A la hora de abordar el estudio de la teoría de Kelsen resulta esencial tener presente su carácter complejo e interdependiente. La complejidad de esta teoría se debe, entre otras razones, a la existencia de una duplicidad de fondo que atraviesa el conjunto de la doctrina kelseniana y que es fruto de su pretensión de ser, al mismo tiempo, una teoría del Derecho y una teoría de la ciencia del Derecho, e, incluso, una teoría de la ciencia normativa. Por su parte, el carácter marcadamente interdependiente de dicha doctrina supone que la comprensión de muchos de sus conceptos exija tener en cuenta el contexto en el que se insertan en la obra kelseniana. Pues bien, estos rasgos implican que un trabajo de estas características no pueda aspirar a dar cuenta de todos los elementos de la teoría pura del Derecho y tampoco a exponer de manera rigurosa sus aspectos esenciales. En este sentido, nos limitaremos a señalar los presupuestos que condicionan la aproximación de Kelsen al fenómeno jurídico, cuya compresión resulta crucial para entender el conjunto de su esquema conceptual, y a exponer de manera sintética el elemento de su construcción que en mayor medida ha influido en la teoría jurídica post-kelseniana, esto es, su concepción del Derecho como sistema. 54 | P á g i n a I. Algunos presupuestos: la pureza metódica y el positivismo jurídico de la teoría pura. Toda la construcción teórica kelseniana está condicionada por la elección de la epistemología neokantiana como instrumento para construir una teoría jurídica positivista. La opción por la epistemología neokantiana impone la asunción del principio de pureza metódica. Este principio pretende “excluir” del conocimiento del Derecho “todos los elementos que le son extraños”, exigiendo la construcción de una teoría exclusivamente normativa depurada de cualquier influencia tanto del mundo real como del mundo de la moral y de la política: la doctrina pura del derecho. En este sentido, “la primera purificación de la teoría pura” impone como postulado central el dualismo entre ser (Sein) y deber ser (Sollen); distinción esencial para la elaboración de una teoría científica de carácter normativo en tanto permite fundar su autonomía frente a las ciencias naturales. La principal consecuencia derivada del dualismo neokantiano consiste en la afirmación de que el fundamento de la validez de las normas jurídicas no puede radicar nunca en un hecho empírico, sino solamente en otra norma. Ello implica el enfrentamiento de la doctrina kelseniana con las concepciones del Derecho de impronta realista. En todo caso, para que el conocimiento en el ámbito de la esfera normativa adquiera el estatus de auténtica ciencia al que la teoría kelseniana aspira se precisa otra purificación que permite fundamentar su carácter neutral, objetivo y a-ideológico. Según Kelsen la ciencia jurídica debe limitar su objeto de estudio al Derecho positivo y ha de excluir los juicios de valor de carácter moral. Desde el voluntarismo y el relativismo profesados por el profesor austriaco, las normas son el producto de la voluntad y nunca de la mera razón y los juicios morales se presentan siempre como juicios de valor subjetivos en relación con los cuales no es posible alcanzar un conocimiento científico. Esta segunda purificación implica el rechazo radical a las concepciones del Derecho de corte iusnaturalista. Pues bien, desde estos referentes, la construcción teórica de Kelsen se caracteriza por manejar una serie de tesis típicamente positivistas. Aludiremos en este apartado a aquéllas que aparecen más directamente relacionadas con el principio de pureza metódica y que sirven para aclarar su significado. 1. La tesis de la separación conceptual entre el Derecho y la moral: 55 | P á g i n a En relación con esta tesis conviene subrayar que si bien en muchas ocasiones se presenta a la teoría pura kelseniana como expresión de una concepción de la relación entre el Derecho y la moral que afirma la existencia de una separación tajante entre ambos órdenes normativos, a mi juicio, la versión de la tesis de la separación conceptual que Kelsen asume afirma la independencia del Derecho respecto de la moral correcta y no respecto de cualquier moral. En este sentido, Kelsen afirma que “la exigencia de distinguir el derecho de la moral, el derecho de la justicia, significa que la validez de un orden jurídico positivo es independiente de la validez de esa única moral absoluta exclusivamente válida, de esa moral de las morales, de la moral por excelencia”. Y admite sin vacilaciones que “todo orden jurídico positivo puede estar conforme con alguna de las muchas normas de justicia sin que tal conformidad pueda ser considerada como el fundamento de su validez. Una doctrina positivista, es decir, realista no niega que la formación de un orden jurídico positivo puede estar, y como regla de hecho lo está, determinada por la representación de alguna de las muchas posibles normas de justicia”. Aunque en la construcción kelseniana, como antes se señaló, el relativismo es un argumento central a la hora de negar la existencia de una relación conceptual entre el Derecho y la moral correcta, esta vinculación es “repudiada” también “por otras razones”, entre ellas, porque “en sus aplicaciones de hecho, a través de la ciencia jurídica dominante en una determinada comunidad jurídica” puede conducir “a una legitimación acrítica del orden coactivo estatal constitutivo de esa comunidad”. Desde esta óptica la teoría kelseniana —a pesar de su, en ocasiones malentendida, “pureza”— resulta plenamente compatible con la afirmación de que el Derecho expresa siempre un punto de vista sobre la justicia y puede considerarse, al igual que la teoría de Hart, exponente del modelo de relación entre Derecho y moral que sostiene la existencia de una vinculación contingente o aleatoria entre ambos órdenes normativos. Lo que es puro no es el Derecho, que aparece condicionado por dimensiones morales, sino su conocimiento. 2. La tesis de la exclusividad del Derecho positivo: Kelsen define la teoría pura del Derecho como “una teoría monista del derecho: según ella no hay más que un derecho el derecho positivo”, frente al carácter 56 | P á g i n a dualista de la doctrina iusnaturalista que afirma la “existencia de un derecho natural junto al derecho positivo”. El Derecho es, para Kelsen, “siempre positivo y su positividad consiste en el hecho de que es creado y nulificado por actos de seres humanos con lo cual es independiente de la moral y de otros sistemas normativos semejantes”. Lo anterior, supone, por tanto, que las normas jurídicas tienen su origen en hechos empíricamente verificables, en actos de voluntad humana, esto es, son normas positivas. Como veremos después como un poco más de detalle, también la norma fundamental – única norma que no puede ser relacionada con los hechos en el sentido anteriormente indicado al no ser una norma puesta, sino una norma presupuesta – se reconduce a la realidad empírica en tanto su formulación está condicionada a la eficacia general del orden jurídico. En este sentido, a pesar de la necesidad de separar ambas esferas, impuesta por el principio de pureza metódica, Kelsen considera la presencia de una cierta correlación entre las normas y la realidad como una exigencia fundamental para cumplir con la objetividad y la neutralidad entendidas como requisitos ineludibles del conocimiento científico. Esta tesis viene a coincidir con la tesis hartiana de las fuentes sociales del Derecho. 3. La concepción del Derecho como sistema: Para comprender cabalmente el concepto de sistema jurídico que maneja Kelsen, resulta necesario tener en cuenta que la articulación sistemática de las normas responde en la doctrina pura no sólo a razones teóricas o metodológicas, sino también a razones epistemológicas. Además, conviene tener presente que esta tesis sitúa a la teoría kelseniana en un concepto más estricto de positivismo que las dos tesis anteriores, que integraría entre sus rasgos definitorios la idea de sistema. Recurriendo a la distinción entre un concepto sistemático y un concepto decisionista de Derecho, cabría sostener que el positivismo se identifica con el primero, mientras que el realismo lo hace con el segundo. En estas coordenadas 57 | P á g i n a se afirma que el planteamiento de Kelsen supone una crítica a las teorías realistas del Derecho. La asunción de una concepción sistemática de lo jurídico implica sostener que la validez objetiva de una norma jurídica no requiere tan sólo que haya sido puesta a través de un comportamiento fáctico cuyo sentido subjetivo sea una norma, sino que se exige, además, que ese comportamiento sea identificable como “creador” de normas jurídicas sobre la base de lo establecido en una norma superior. Este es, como es sabido, el criterio que sirve a Kelsen para distinguir una norma jurídica, del mandato de un ladrón de caminos. Pues bien, me detendré a continuación en el estudio de la concepción sistemática del Derecho manejada por Kelsen. II. La idea de sistema jurídico en la teoría pura del Derecho. Afirma Bobbio que es con Kelsen cuando por primera vez, y definitivamente, la Teoría del Derecho se orienta “hacia el estudio del ordenamiento jurídico en su conjunto, al considerar como concepto fundamental para la construcción teórica del campo del Derecho no ya el concepto de norma, sino el de ordenamiento, entendido como un sistema de normas”. Aunque en su primera gran obra Kelsen se ocupa en exclusiva del estudio del Derecho desde una perspectiva estática que “tiene como objeto el derecho como sistema de normas con validez, el derecho en su estado de equilibrio” —lo que le conduce a elaborar una teoría de la norma jurídica— en sus obras posteriores añade a su aproximación una perspectiva dinámica que se fija en “el proceso jurídico en el que el derecho se produce y se aplica, el derecho en su movimiento” — a partir de la cual desarrolla una teoría del Ordenamiento jurídico que resuelve la cuestión de la validez de las normas jurídicas. El modelo de sistema jurídico de Kelsen se perfila como un esquema formal que pretende aprehender la estructura interna y dar cuenta del funcionamiento de los órdenes jurídicos vigentes. Para Kelsen el Derecho positivo consiste en un 58 | P á g i n a conjunto de normas, en una pluralidad de decisiones procedentes de autoridades diversas, susceptibles de ser reconducidas a una unidad, a un sistema. Pues bien, a la hora de abordar el problema de la unidad del Ordenamiento resulta útil diferenciar dos perspectivas o puntos de vista: un punto de vista interno, que tiene su límite en la norma constitucional, y que se relaciona con el problema de la validez de las normas individualmente consideradas y un punto de vista externo, que va más allá de la Constitución y que se relaciona con el problema de la validez del Ordenamiento jurídico en su conjunto En este contexto la teoría del sistema jurídico formulada por Kelsen está integrada por dos referentes básicos: 1) la construcción jerárquica, gradual o piramidal que opera en el punto de vista interno 2) la norma fundamental que opera en el punto de vista externo. La solución al problema de la unidad del Ordenamiento jurídico suministrada por la teoría kelseniana en la perspectiva interna, no sólo ha trascendido el ámbito de los representantes de la Teoría pura, sino que ha desbordado, además, el campo específico de la Teoría del Derecho. Como es sabido, en opinión de Kelsen, el orden jurídico “no es un sistema de normas coordinadas entre sí, que se hallasen por así decirlo una al lado de la otra, en el mismo nivel, sino que se trata de una verdadera jerarquía de diferentes niveles”. Desde esta visión, cabría representar gráficamente el Derecho recurriendo a la exitosa imagen piramidal25. Según esta imagen, el Ordenamiento jurídico se configura internamente como “una construcción escalonada” – o gradual – “de normas recíprocamente supra y subordinadas”. De acuerdo con este esquema, la pluralidad de normas existente en los niveles inferiores va descendiendo a medida que ascendemos en el orden jerárquico hasta llegar a una norma última que, limitando la reflexión al punto de vista interno, será la norma constitucional. En las coordenadas de la construcción gradual, la validez de una norma reposa en una norma superior, una norma es válida si es conforme con las normas de superior grado. El sistema jurídico se presenta, por tanto, desde la óptica kelseniana, como un esquema de identificación y de justificación de normas en el que toda validación requiere la apelación a una norma superior. 59 | P á g i n a En la explicación de la unidad en el punto de vista externo, esto es, en la fundamentación de la validez del Ordenamiento jurídico en su conjunto, Kelsen, como consecuencia del principio de pureza metódica - que, como es sabido, impide que la validez de una norma pueda radicar en un elemento de carácter fáctico o ideológico introduce el expediente de la norma fundamental. Esta norma se plantea como el elemento constitutivo “de la unidad” y “fundamento de la validez” de todas las demás normas del sistema. Nos detendremos en lo que sigue en la exposición de este elemento. Por lo que respecta a su función, la norma fundamental sirve para detener la cadena de fundamentación de la validez que va de las normas inferiores a las normas superiores. Como señala Kelsen, la pregunta por el fundamento de la validez de una norma nos conduce a la Constitución como norma superior del orden jurídico. La validez de la norma constitucional podría todavía ser referida a una Constitución anterior, pero, en todo caso, se llegaría siempre a una norma constitucional que o bien ha surgido revolucionariamente o bien es la primera constitución histórica del Estado en cuestión. Pues bien, la validez de esa norma constitucional radica, en opinión de Kelsen, en la norma fundamental. Por lo que se refiere a su naturaleza, la norma fundamental “como norma suprema tiene que ser presupuesta, dado que no puede ser impuesta por una autoridad cuya competencia tendría que basarse en una norma aún superior”. Se trata de un presupuesto necesario, desde las coordenadas epistemológicas en las que se enmarca la teoría kelseniana, “de toda interpretación positivista del material jurídico”. En este sentido, afirma Kelsen que con su formulación la teoría pura tan sólo hace explícito “lo que todos los juristas, inconscientemente en la mayoría de los casos, dan por supuesto cuando consideran el derecho positivo como un conjunto de normas válidas y no únicamente como un conjunto de hechos; al mismo tiempo que repudian todo derecho natural del que el orden jurídico positivo pudiera recibir su validez”. La norma fundamental, es, además, como antes se adelantó, una norma condicionada por la eficacia. Como apunta Kelsen, “la norma básica de un orden jurídico nacional no es un producto arbitrario de la imaginación del jurista. Su contenido se encuentra determinado por los hechos” en la medida en que tan sólo puede presuponerse en relación con un orden jurídico que en su totalidad es eficaz, es decir, que es generalmente obedecido y aplicado. De cualquier forma, como se ocupa de aclarar Kelsen, la eficacia constituye una condición de 60 | P á g i n a validez del orden jurídico, pero no el fundamento mismo de la validez que se encuentra en la norma fundamental. La validez no proviene de la eficacia, aunque no puede darse sin la eficacia. Pues bien, la norma fundamental no aglutina, sino más bien todo lo contrario, el consenso que genera la construcción gradual, siendo objeto de importantes objeciones que vienen a subrayar que se trata de un expediente superfluo que trata de enmascarar la realidad del poder. Ciertamente, la norma fundamental es un elemento del que puede prescindirse, si no se asumen los presupuestos neokantianos que condicionan la teoría kelseniana. Este sentido, comparto las críticas que indican que sería más correcto hablar de un “hecho fundante básico”, esto es, del hecho del poder que apoya la eficacia del Ordenamiento identificada en este plano de análisis con su validez. El propio Kelsen, de una u otra forma, asume que la norma fundamental sólo debe presuponerse si existe un poder efectivo tras ella, capaz de hacer valer el Derecho. La teoría pura termina resolviendo la validez de un orden jurídico en su efectividad, por lo que la norma fundamental se convierte en una solución ficticia que transforma el poder en Derecho, que “disfraza” en términos normativos, lo que no es más que una “situación de hecho”. En todo caso, considero es necesario realizar en este punto algunas observaciones importantes. En primer lugar, procede aclarar que el abandono de la teoría de la norma fundamental no impide que “la teoría gradual y el concepto de validez kelseniano” sigan siendo “un esquema plausible para explicar el funcionamiento de los sistemas jurídicos”. En segundo lugar, importa señalar que si bien suele señalarse que al final de su vida Kelsen reconoció su error, admitiendo el carácter ficticio de la norma fundamental, en realidad el profesor austriaco siempre fue plenamente consciente del papel del poder en la determinación de la validez del Derecho. Así, ya en su escrito de 1917 señalaba el profesor austriaco, “El problema del Derecho natural es el eterno problema de lo que está tras el Derecho positivo. Y quien busca una respuesta no encuentra -me temo- ni la verdad absoluta de una metafísica ni la justicia absoluta de un Derecho natural: quien alza el velo y no cierra los ojos es deslumbrado por la Gorgona del poder”. En tercer lugar, considero posible interpretar la norma fundamental como la opción por 61 | P á g i n a contemplar el Derecho no en términos de poder desnudo, o de relaciones de fuerza, sino como un conjunto de normas objetivamente válidas. Se trataría de una opción por jugar al juego del Derecho. Avanzando en la exposición, la visión sistemática del Derecho manejada por Kelsen se completa con la definición del orden jurídico como un sistema de tipo dinámico frente a los sistemas morales que poseerían un carácter estático40. Pues bien, de la lectura de los textos en los que Kelsen hace referencia a esta distinción se deduce que parecen ser dos los criterios que sirven para diferenciar los sistemas estáticos y dinámicos: 1) la diferente estructura o naturaleza de la norma fundamental 2) la diferente relación entre las normas dentro del sistema, esto es, la diferente configuración de las relaciones internormativas). La diferencia estructural o de “naturaleza” entre las normas fundamentales de los sistemas estáticos y dinámicos radica en que en los sistemas estáticos, la norma fundamental se configura como un precepto que integra ciertos contenidos morales generales, esto es, en un sistema estático la norma fundamental presenta una naturaleza material; mientras que en los sistemas dinámicos la norma fundamental se define como una norma meramente formal, que se limita a otorgar competencia al máximo órgano creador de normas, al constituyente primero, sin imponerle condicionamientos relativos al contenido de las normas por él creadas. Pues bien, en este punto la caracterización formal de la norma fundamental del orden jurídico, como un sistema normativo dinámico, es la otra cara moneda de su conexión con la eficacia y expresa el carácter positivista de la teoría pura en tanto supone la traducción a los términos específicos del discurso kelseniano de la tesis de la separación conceptual entre el Derecho y la moral. El carácter exclusivamente formal de la norma fundamental impide que pueda condicionar “en modo alguno el contenido de la constitución, esto es, de las normas establecidas por el acto constituyente y el contenido de las normas que de acuerdo con la constitución han de ser creadas”. La inexistencia de contenidos en la norma básica implica que el poder socialmente eficaz, quien efectivamente 62 | P á g i n a consigue obediencia, tiene la competencia para dictar las normas superiores con absoluta discrecionalidad, lo que impide negar validez a un orden jurídico eficaz sean cuales sean sus contenidos, posibilita afirmar la validez de órdenes jurídicos fundados en diferentes opciones morales y permite considerar Derecho válido el resultante de una revolución que logra imponerse. Pasando al análisis de las relaciones internormativas, en los sistemas estáticos las normas se deducen unas de otras: una norma es válida si su contenido puede deducirse del contenido de una norma superior y, en última instancia, del contenido de la norma fundamental. En cambio, en un sistema dinámico las normas se producen unas por medio de las otras: una norma es válida si ha sido producida de la manera determinada en una norma superior y, en última instancia, de la manera determinada en la norma fundamental. En el Derecho, como orden normativo dinámico, la relación jerárquica de dependencia entre las normas es una relación de regulación de la producción. Las normas superiores regulan la creación de las normas inferiores. Pues bien, la tesis de que el Derecho regula su propia producción ocupa un lugar central en el análisis estructural de lo jurídico ensayado por la doctrina kelseniana. En efecto, Kelsen considera este principio como una “peculiaridad del Derecho especialmente significativa” que ostenta “una extraordinaria relevancia teórica” La importancia radical de esta nota en el plano teórico estriba en que, como se viene señalando, la reconstrucción sistemática del Derecho se basa, precisamente, en esta relación de regulación de la producción. Según la interpretación más difundida de la teoría kelseniana, esta relación regulativa-productiva, que conecta a las normas jurídicas en un sistema de tipo dinámico, es una relación meramente formal. De este modo, se afirma que para Kelsen las normas superiores se limitarían a establecer el órgano competente para la producción de las normas inferiores y el procedimiento para su creación o, al menos, que estos aspectos formales del nexo de producción serían las únicas dimensiones relevantes para la cuestión de la validez jurídica. Así, los criterios de validez serían para la teoría pura exclusivamente formales. En este sentido, es común sostener que la evolución de los Ordenamientos 63 | P á g i n a constitucionales contemporáneos que incorporan todo un elenco de normas materiales que se afirma condicionan de un modo esencial el ejercicio válido del poder normativo, supone la necesidad de abandonar, o al menos, de revisar la concepción kelseniana del sistema jurídico. Sin embargo, una lectura más detenida de la visión sistemática del Derecho manejada por Kelsen permite afirmar que las normas superiores no sólo determinan formalmente, sino también materialmente la creación de las normas inferiores y que ambos tipos de determinación adquieren importancia a la hora de analizar la validez jurídica. Así, en la construcción kelseniana, la validez de las normas jurídicas depende de que hayan sido creada por el órgano competente, según el procedimiento adecuado y que no entren en contradicción con los contenidos de las normas superiores. Desde esta óptica, la actuación del poder normativo aparece, desde las coordenadas kelsenianas, condicionada tanto formal como materialmente. En todo caso, Kelsen reiteradamente insiste en que la determinación de la norma inferior por la norma superior, “nunca es completa” permaneciendo siempre un “mayor o menor espacio de juego para la libre discrecionalidad”. La comprensión de esta afirmación exige aludir brevemente a la concepción de la interpretación manejada por la teoría kelseniana. Kelsen concibe la interpretación como un “procedimiento espiritual que acompaña al proceso de aplicación del derecho, en su tránsito de una grada superior a una grada inferior” En su opinión, este procedimiento no conduce a descubrir el único sentido correcto de la norma sobre la base del cual proceder a efectuar la única aplicación posible. En la construcción kelseniana la interpretación jurídica entendida como “conocimiento del sentido del objeto interpretado” arroja como resultado la determinación del “marco que expone el derecho por interpretar, y, por lo tanto, el conocimiento de varias posibilidades dadas dentro de ese marco”48. Por ello, cuando la interpretación se realiza con la vista puesta en la aplicación la autoridad competente tiene que escoger una 64 | P á g i n a de las significaciones de la disposición jurídica en cuestión en aras de poder alcanzar una decisión que no es la única correcta pero sí una entre las posibles. Desde estos parámetros, Kelsen afirma que en la interpretación auténtica – esto es, en la interpretación efectuada por un órgano jurídico en el proceso de aplicación de Derecho – “la interpretación cognoscitiva del derecho aplicable se enlaza con un acto de voluntad en el cual el órgano de aplicación del derecho efectúa una elección entre las posibilidades que la interpretación cognoscitiva muestra”. Lo relevante de la imagen del marco es que supone que determinadas interpretaciones quedan fuera. De esta forma, es posible hablar de interpretaciones posibles e imposibles, válidas e inválidas. En palabras de Kelsen, “todo acto de aplicación es conforme a derecho” – esto es, válido – “si se mantiene dentro de ese marco colmándolo en algún sentido posible”. Ahora bien, a su juicio, la cuestión “de cuál sea la posibilidad “correcta”, en el marco del derecho aplicable” no es “ninguna pregunta dirigida al conocimiento del derecho positivo, no es una pregunta teórico-jurídica sino un problema político”. La elección dentro del marco de las interpretaciones posibles es, por tanto, desde la óptica kelseniana, influida de nuevo en este punto por el relativismo moral, un acto puramente volitivo y subjetivo. De este modo, Kelsen se despreocupa por la cuestión de la justificación de las decisiones y por la argumentación jurídica y rechaza la posibilidad de analizar racionalmente la elección discrecional del intérprete. De nuevo, suele considerarse que se trata de una insuficiencia de la teoría kelseniana especialmente relevante en el contexto del Derecho del constitucionalismo. Finalmente, para cerrar la exposición de la concepción sistemática del Derecho manejada por Kelsen procede hacer referencia al problema de las normas irregulares. En palabras de Kelsen, “puesto que el orden jurídico representa una construcción escalonada de normas entre sí en relación de supra y subordinación y dado que una norma sólo pertenece a determinado orden jurídico porque y en tanto su producción corresponde a una norma superior determinante, surge el problema de un posible conflicto entre una norma de nivel 65 | P á g i n a superior y una norma inferior, es decir, la pregunta: qué vale como derecho cuando una norma no corresponde a la norma que determina su producción”. Kelsen, contemplando la posibilidad de que las autoridades creadoras de normas no cumplan las prescripciones que disciplinan su actuación normativa, considera de crucial importancia para mantener la funcionalidad y la consistencia del Derecho como sistema normativo, el establecimiento de mecanismos que garanticen la regularidad de los actos de producción jurídica, subsanando las posibles violaciones de la jerarquía del Ordenamiento. En el contexto de un orden normativo dinámico, estos mecanismos consisten, precisamente, en “conferir” un poder, esto es, en autorizar a un órgano para examinar la regularidad de la actuación de otro órgano y para proceder, en su caso, a la anulación de la decisión irregular. Podría establecerse todavía otro órgano encargado de examinar, a su vez, la regularidad del juicio de regularidad emitido por este órgano de control; pero, como advierte Kelsen, la discusión acerca de la regularidad de la decisión “no puede continuar indefinidamente”, sino que “debe tener un término” que viene dado por la existencia de un último órgano competente “para dar una decisión final a la contienda, una autoridad cuya resolución no pueda ser ya revocada o modificada”. En estas coordenadas, como el propio Kelsen reconoce, “no puede existir una garantía absoluta de que la norma inferior corresponda a la superior. La posibilidad de que la primera no corresponda a la segunda, que determina la creación y el contenido de aquélla no quedan jamás excluidas”. Pues bien, la respuesta que la teoría kelseniana plantea frente al problema de la existencia y posible consolidación de las decisiones irregulares consiste, como es sabido, en la formulación de la doctrina de la cláusula alternativa tácita o de las habilitaciones supuestas. Con la tesis de la alternatividad Kelsen pretende dar cuenta de la validez definitiva que poseen las decisiones de los órganos de última o de única instancia, y de la validez provisional de las decisiones del resto de las autoridades jurídicas, incluso cuando vulneran las determinaciones de las normas superiores. En virtud de esta doctrina se entiende que la norma fundamental ha previsto dos normas generales de habilitación alternativas una expresa, que autoriza al poder a crear normas con un cierto contenido y a través de un determinado 66 | P á g i n a procedimiento, y otra tácita, que le habilita a crear normas con el contenido y por el procedimiento que el propio poder decida. De este modo, el expediente de la cláusula alternativa tácita erradica la posibilidad de que el poder vulnere las prescripciones de las normas superiores desde el momento en que las decisiones que se enfrentan a la alternativa expresa se ajustan por definición al contenido de la alternativa tácita cuya determinación depende en exclusiva de la voluntad del propio poder. Sobre la doctrina de la cláusula alternativa tácita se han proyectado toda una serie de críticas que subrayan los efectos devastadores que de ella se derivan para una visión sistemática de lo jurídico. Quizá la más objeción más contundente es aquélla que señala que la tesis de la alternatividad afecta no sólo a la determinación del contenido, sino también a la determinación procedimiento, e incluso a la determinación del órgano competente lo que conduce a la afirmación “evidentemente absurda de que el Derecho positivo autoriza a cualquiera a dictar normas con cualquier contenido y mediante cualquier procedimiento”. Esta consideración se enfrenta radicalmente con la idea de sistema. Así, en virtud de esta doctrina, cualquier poder efectivo deviene poder jurídico y cualquier mandato positivo, con tal de que sea eficaz, se convierte en una norma jurídica válida. Expresamente, admite Kelsen cuando aborda el tratamiento de las decisiones irregulares la presencia de una nueva limitación del principio de legitimidad - que exige que las normas sean creadas siguiendo las determinaciones formales y materiales contempladas en el propio orden jurídico - por el principio de efectividad. Esta limitación supone, en efecto, que el principio de efectividad predomina sobre el principio de legitimidad. Pero, más aún, la doctrina de la cláusula alternativa tácita implica que el principio de efectividad determina el principio de legitimidad en la medida en las normas efectivas se consideran normas válidas en virtud de su legitimidad, esto es, en virtud de su conformidad con las normas superiores. 67 | P á g i n a Con la doctrina de la cláusula alternativa tácita Kelsen trata de hacer coincidir las normas jurídicas válidas, según los parámetros de su construcción, con las normas eficaces que se aplican y se obedecen en una sociedad determinada. Así, la doctrina de la cláusula alternativa tacita, al igual que la teoría de la norma fundamental, constituye un expediente al que se recurre para “traducir a términos normativos las determinaciones fácticas operantes en el sistema jurídico, determinaciones fácticas que Kelsen detecta perfectamente pero que no puede incorporar a su teoría sin sentir que destruyen su presupuesto teórico esencial, el de la radical separación y autonomía de Sein y Sollen”. La respuesta que Kelsen propone frente al problema de las normas irregulares resulta manifiestamente insatisfactoria. En todo caso, de los errores de Kelsen y de las razones que los motivan cabe extraer algunas enseñanzas que pueden ayudar a resolver un difícil dilema que se plantea a cualquier concepción sistemática del Derecho. 2.2 Rudolf Stammler Karl Eduard Julius Theodor Rudolf Stammler, más conocido como Rudolf Stammler (y en países hispanos también conocido como Rodolfo Stammler), (Alsfeld, Gran ducado de febrero de1856 - Wernigerode, Tercer Hessen Reich, 25 y del de Rin, 19 abril de 1938) de fue un jurista y profesor; uno de los principales filósofos del derecho alemanes, de la escuela neokantiana Stammler estudió Derecho en Giessen y en Leipzig. En 1877, escribió su tesis doctoral sobre la doctrina del estado de emergencia en el derecho penal. En 1880 obtuvo el título de profesor de Derecho romano. Entre 1882 y 1884 fue profesor asociado en Marburg y entre 1884 y 1885 en Giessen. De 1885 a 1916 fue profesor en Halle an der Saale. En 1913 fundó Zeitschrift für Rechtsphilosophie (Revista de Filosofía del Derecho) y, de 1916 a 1923, ejerció de profesor en Berlín. Durante el nacionalsocialismo, fue miembro del Anillo de la libertad alemán del Partido Nazi en Wernigerode y del Comité de Filosofía Jurídica, fundado por 68 | P á g i n a el Ministerio de Justicia del Reich en la Academia de Derecho alemana. Rudolf Stammler fue el padre del germanista e historiador del arte Wolfgang Stammler y del filósofo Gerhard Stammler. Fue el fundador de la Filosofía del Derecho neokantiana en Alemania. Aplica al Derecho el dualismo materia/forma: la materia sería el contenido del Derecho, variable y cambiante según la época histórica y el lugar; la forma sería el Derecho Natural, principios inmutables y eternos. Esta doctrina es conocida como «Derecho natural de contenido variable». También distingue entre concepto de Derecho e idea de Derecho. En palabras del profesor Fernando de los Ríos: ≪el concepto expresa, según Stammler, la unidad incondicionada, incambiable, en que no aparece determinado contenido alguno, es, nada limitado, una forma para el orden del querer humano, resultado de un orden de realidad, atendiendo al cual es definible aquel como el "querer que une de una manera soberana, imperiosa e inviolable". La idea, en cambio, es ya una dirección y significa, "lo que antes se designaba, escribe Stammler, como fin último"; indica la dirección de una conformidad con la ley de la voluntad, es decir, está saturada de espíritu moral.≫ Durante su periodo creativo en Halle, fue uno de los principales impulsores del movimiento de reforma de la enseñanza del derecho en la Universidad. Las ideas de Stammler sobre cuestiones de educación jurídica se referían principalmente a la mejora de la educación jurídica desde el interior, es decir, la educación jurídica se debe basar en los principios de la Ciencia de la Educación generalmente aceptados, para mejorar la educación jurídica. Los esfuerzos de Stammler fueron asumidos y profundizados por Paul Krückmann. Tratado de filosofía del derecho La obra, una «filosofía del derecho fundada críticamente», quiere ofrecer también al lector un «resumen y una exposición ordenada» de la doctrina filosófica del derecho en conjunto. Como «doctrina de lo que puede establecerse con incondicional validez universal en exposiciones jurídicas», la filosofía del derecho ha de investigar «el sistema de las formas puras en las que pensamos jurídicamente». El concepto de derecho es una de las formas por las que se 69 | P á g i n a ordena y determina la «materia condicionada de una aspiración mudable». Este concepto es definido como una «especie de querer vinculante», a saber, como el «querer inviolable, autónomo y vinculante». A la definición sigue la descripción de cómo el concepto de derecho actúa «en el orden de las aspiraciones humanas». Junto con el esbozo de una psicología del derecho y el tratado sobre el nacimiento y la validez del concepto de derecho, alcanza especial importancia la afirmación de Stammler en el sentido de que el derecho ha de considerarse «condición lógica de la economía social». La filosofía del derecho halla finalmente su consumación en la consideración de la idea del derecho. El centro de gravedad de la última investigación es la doctrina de la justicia, que se articula en las dos preguntas por el «ideal social» y por el «derecho justo». Como «pensamiento de la protección constante de una armonía absoluta del querer social pensable», para Stammler, el ideal social de una «comunidad de hombres que quieren libremente» constituye el principio regulativo «por el que puede regirse un derecho especial para ser justo por sí mismo». Los cuatro «principios de un derecho justo» (dos principios del «acatamiento» y dos principios de la «participación») contienen las líneas directrices formales para el «método de la recta elección». Sigue una teoría jurídica del método, que después de la deducción de las «categorías del derecho» a partir del concepto de derecho, investiga la formación y construcción jurídica de conceptos. Sobre esa base, Stammler esboza los principios jurídicos y las líneas fundamentales de la técnica y sistemática jurídicas. La obra termina con una teoría de la praxis jurídica, donde, entre otras cosas, se trata la posibilidad de una política dirigida científicamente de acuerdo con el idealismo social. Los puntos más importantes de una discusión crítica con la obra comentada son la falta de una mediación persuasiva entre un principio puramente formal del derecho y la norma concreta del mismo, así como la sospecha de una 70 | P á g i n a apriorización ilegítima de contenidos empíricos en la teoría de las formas puras del pensamiento jurídico. 2.3 Gustav Radbruch Gustav Radbruch (Lübeck, 1878-Heidelberg, 1950), jurista alemán. Ministro de justicia y profesor universitario. Especializado en Filosofía del Derecho. Estudió Derecho en Münich. Leipzig, y Berlín. Fue Profesor en Heidelberg,Koenigsberg y Kiel, impartiendo clases de Derecho Penal, Procesal, y de Filosofía del Derecho. Políticamente militó en el Partido Socialdemócrata (SPD); de 1920 a1924 fue miembro del Reichstag y ministro de Justicia en la República de Weimar con Joseph Wirth y con Gustav Stresemann. Desde 1925, profesor de derecho penal en Heidelberg. Fue despojado de su cátedra durante el nazismo y apartado de cualquier actividad docente. Obras En su obra "Introducción a la Filosofía del Derecho" destaca el tema "El Derecho Supralegal", de cuyo contenido se desprende su famosa aportación al derecho "Fórmula de Radbruch" que postula que el derecho extremadamente injusto no es derecho. Esta fórmula sirvió de fundamento al Tribunal Supremo Federal de Alemania al resolver las sentencias contra los guardias fronterizos de la República Democrática Alemana (RDA). Aporte jusfilosofico La filosofía del derecho de Radbruch deriva del neokantismo, que postulaba que hay una ruptura entre ser (Sein) y deber ser (Sollen), o entre hechos y valores. Asimismo, existe una divisoria tajante entre las ciencias explicativas, causales, como las ciencias de la naturaleza, y las ciencias interpretativas o comprehensivas ("ciencias del espíritu"). La ciencia del Derecho se situaría, para Radbruch, entre las ciencias del espíritu, pues no se limita a describir una realidad, sino que aspira a comprender un fenómeno cargado de valor (el Derecho). La ciencia jurídica se distingue así, tanto de la Sociología del Derecho, como de la Filosofía del Derecho. El núcleo de la filosofía del derecho de Radbruch consiste en la separación entre derecho positivo y la idea del derecho. 71 | P á g i n a La idea del derecho se define mediante la tríada constituida por: justicia, utilidad y seguridad. La fórmula de Radbruch se fundamenta en esta tríada. Radbruch asumió durante la mayor parte de su vida una postura racionalista y relativista, definiendo el relativismo como "el supuesto ideológico de la democracia". Ninguna ideología es demostrable ni refutable, y todas merecen similar respeto. Sin embargo, después de 1945 Radbruch experimenta una evolución en sus posiciones teóricas, como consecuencia de la caída del régimen nazi, el desvelamiento de sus crímenes, y la necesidad de juzgar a los responsables de éstos. Admite entonces la posibilidad de un "Derecho supralegal" o "naturaleza de las cosas" que se impone sobre las leyes abiertamente injustas y arbitrarias. Algunos autores, como Lon Fuller, interpretan esto como un cambio de postura desde el positivismo al iusnaturalismo; otros, como Erik Wolf, han defendido la esencial continuidad del pensamiento de Radbruch. Trascendencia El problema entre el espíritu y la letra de la ley, en Alemania, despertó el interés del público a causa del comportamiento homicida de los soldados de frontera de la República Democrática Alemana. Estos, cumpliendo órdenes jerárquicas superiores, disparaban a matar, a las personas que intentaban saltar el muro de Berlín para huir a la Alemania occidental. Se discute la denominada obediencia debida a órdenes injustas dadas por superiores jerárquicos. La teoría de Radbruch postula que, cuando la ley escrita sea incompatible con los principios de justicia sustancial, a un nivel intolerable, o cuando la ley estatuaria se encuentre explícitamente en abierta contradicción con el principio de igualdad que constituye el fundamento de toda justicia, el juez debe de abstenerse de aplicar esa ley, por razones de justicia sustancial. III. CONCLUSIONES Luego de haber desarrollado el marco teórico de nuestro trabajo pasaremos a señalar las siguientes conclusiones: 72 | P á g i n a Para Grocio existe un derecho de naturaleza conocido por la razón humana. Conocimiento ¨a priori¨, lógico, por deducción lógica. El derecho natural para Grocio es regla de recta razón que nos enseña cuándo un acto es justo o injusto por su conformidad con la recta razón. Para Hobbes El Estado representa ese mal necesario que debe existir para salir del estado de guerra que es el que dispone el estado natural del hombre, el Estado no es ninguna institución que surja del propio fin del hombre para ayudarle a alcanzar su perfección sino un simple medio para dominar las pasiones que perturban la paz social Kant es el filósofo que mayor influencia ha ejercido en la Filosofía, la Ciencia Natural y la Ciencia del Derecho en los siglos XIX y XX. Para Kant, la ley es un juicio que contiene un imperativo categórico que tiene tres características fundamentales: universalidad, mandato y esencia formal. El Derecho es para Kant el concepto de las condiciones bajo las cuales pueden ser unidos el arbitrio de uno con el arbitrio de otro según una ley general de libertad. En el concepto del Derecho de Kant podemos reconocer tres elementos; el arbitrio, la ley general de la libertad y las condiciones de la unión entre el arbitrio y la ley general de la libertad. Kant diferencia a la Moral del Derecho a través de las peculiaridades de la legislación de cada una de ellas. Esto lo hace con base en el diferente tipo de relación que se establece entre la motivación que conecta subjetivamente el fundamento de la determinación de la arbitrariedad de la conducta, esto es la obligación, con la razón del sujeto — con la ley— que representa objetivamente y de manera necesaria la conducta que debe suceder. Quien lleva a cabo una conducta por tratarse de una obligación y esto en razón de que su motivación es el cumplimiento de la 73 | P á g i n a obligación en si misma, esto es, sin considerar ninguna otra causa, razón o motivo, actúa moralmente. En cambio, quien no hace a la obligación por si misma su motivación, sino que actúa guiado por otra causa, razón o motivo, actúa jurídicamente. De esta forma, la fuente de donde se inspira la motivación es lo que se llama legislación y el diferente tipo de legislación es lo que marca la diferencia entre Derecho y Moral. Hegel pensaba que "la verdad es subjetiva"; que la verdad es obtenida por la razón humana. Hegel sabía la función que habían tenido anteriores filósofos. Todos ellos -Descartes, Spinoza, Hume, Kant, etc- habían buscado y creído encontrar o pronunciarse sobre las "condiciones eternas del conocimiento", que el hombre mutua las bases de su conocimiento de acuerdo a la época, etc. "Hegel opinó que eso era imposible. Pensaba que la base del conocimiento humano varía de generación en generación. No existe ninguna "verdad eterna". No existe ninguna "razón eterna". El único punto fijo al que puede agarrarse el filósofo es la propia historia", expresaba. Hegel considera al Derecho dentro del marco de la moral, y su filosofía del Derecho es contraria a la de Kant. "El derecho es, pues, para Hegel, el medio por el cual la libertad resulta posible, ya que proporciona a la ley el orden dentro del cual puede actuar, y es esto lo que le da significado". El eje sería el Estado y ya no la libertad. “Tomando una posición contraria a Kant, Hegel coloca el eje del derecho no ya en la libertad humana sino en el Estado. Negándose a diferenciar lo racional y lo real,” Por esta concepción el Estado tendría una función y fuerza civilizadora. Esta sería su misión principal. El estado se apoya en la voluntad de poder. Hans Kelsen es el representante más importante del positivismo jurídico del siglo XX. Toda su obra se presenta como un intento teórico jurídico de expurgar del Derecho toda contaminación de derecho natural, toda ideología o elemento sociológico que lo separara de su manifiesta 74 | P á g i n a intención de purificar el derecho. Sin duda fue una de las mentes con más músculo jurídico que haya surgido en Europa. No obstante, la teoría kelseniana no está exenta de fallas y, además, sirve su teoría a otros fines que contradicen sus postulados: Kelsen estuvo convencido de que el único medio para alcanzar soluciones a los problemas sociales era a través de la mayoría parlamentaria. Para ello el jurista austríaco no dudó en afirmar, erróneamente, que lo esencial era mantener las libertades políticas (de expresión, de reunión, de pensamiento, derecho de sufragio...) y no tanto las libertades económicas (según él, meras ideologías burguesas). Así pues su positivismo jurídico se presenta, a la postre, como una ideología socialista. Kelsen, que quería apartar el Derecho de toda ideología o moral, resultó ser un ideólogo activo de la moral socialista. La estela kelseniana es inmensa; el jurista austríaco tuvo seguidores importantes en casi todas las Universidades occidentales. Destacaron especialmente en Italia (Norberto Bobbio), en Alemania (Kauffman), en Dinamarca (Alf Ross) y en Inglaterra (Herbert L. Hart y Joseph Raz). En nuestro país Luis Recaséns Siches (1903-1977) fue el introductor de Kelsen en España (Recaséns estuvo en Viena en 1927 y tradujo a Kelsen ya en 1928). Incluso juristas no positivistas de la talla de Luis Legaz Lacambra(1906-1980) reconocían que dada la profunda significación que tiene el kelsenismo en la historia del pensamiento filosófico-jurídico, la Filosofía del Derecho actual debe consistir necesariamente en un "diálogo con Kelsen". La filosofía moderna se vio influenciada principalmente en el ámbito del Derecho, por los aportes de Hobbes, Kant y Hegel. La filosofía contemporánea toma como base a Hans Kelsen en el desarrollo de una teoría pura del derecho como aporte al pensamiento jusfilosofico de nuestros tiempos y con ello consolidar el positivismo jurídico. 75 | P á g i n a Las nuevas tendencias jusfilosoficas aún se encuentran en desarrollo pero parten desde las perspectivas de un derecho natural o un derecho positivo, por lo que se confirma la importancia de ambas posturas filosóficas. El desarrollo del pensamiento jusfilosofico en nuestra época, conlleva a la necesidad de replantear las teorías sobre el derecho, y con ello aplicar una nueva doctrina que englobe el respeto a los derechos fundamentales y los límites al poder punitivo del estado, tal como se aplica actualmente al concepto del Estado de Derecho. BIBLIOGRAFIA Honderich, T. (2008). Enciclopedia OXFORD de Filosofía. Madrid: Tecnos. Honderich, T. (2015). Los Filósofos. Madrid: Tecnos. Naucke, W & Harzer, R. (2008). Filosofía del Derecho. Lima: Astrea Pérez, A. (2008). Lecciones de Filosofía del Derecho. Lima: Jurista Editores. Silva, A. (2016). Filosofía del Derecho. Lima: Ediciones Legales. 76 | P á g i n a 77 | P á g i n a