Guía 14

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GUÍA No. 14
CONTEMPLACIÓN DEL NACIMIENTO
REFLEXIONES PREVIAS
Ante el misterio del nacimiento de Jesús, San Ignacio indica que me sitúe «como si
presente me hallase» (EE 114). Hay una verdadera intuición de fe encerrada en esta
indicación. Se trata de que leamos este pasaje del evangelio en una perspectiva de presente,
siguiendo aquello de que: «todo lo que antes se dijo en las Escrituras, se escribió para
nuestra instrucción, para que con constancia y con el consuelo que de ellas recibimos,
tengamos esperanza» (Ro 15, 4; 1 Co 10, 11).
El misterio que ahora nos disponemos a contemplar es la feliz incidencia de la
eternidad de Dios en nuestro tiempo, y aunque es un acontecimiento humano e histórico,
asume una dimensión salvífica. En todo acontecer humano hay un suceso que deja una
vivencia personal. Como es natural, pasa el acontecimiento pero permanece la experiencia.
Por eso podemos decir que aquí nos encontramos ante un memorial sacramental:
«renovamos su memoria, nuestro espíritu se llena de gracia y se nos da una prenda de
nuestra futura gloria». Como anota el P. Karl Rahner: «las reflexiones sobre los diversos
acontecimientos de la vida de Jesús no se pueden tomar como simples ejemplos de orden
moral. Las máximas morales bien pueden ponerse en un código de enseñanza moral;
debemos verlos en la línea del memorial salvífico eficaz»1. Leer el Evangelio con fe es
creer que lo que allí está narrado no solo ha acontecido, sino que sigue aconteciendo hoy.
No hacemos simple memoria de un hecho ya pasado: actualizamos este misterio de la vida
de Jesús que permanece con nosotros, «ansí nuevamente encarnado» (EE 109).
Resulta, pues, una realidad visible, algo que nos habla y que está siempre presente a
nosotros. La liturgia de esta solemnidad lo explica cuando ora: «Oh Dios que has iluminado
esta noche santa con el nacimiento de Cristo…»; «concédenos compartir la vida divina de
aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana».
En resumen, contemplar algún misterio de la vida de Jesús, y en particular el de su
nacimiento, no se limita a una simple vivencia: conlleva una gracia que se nos comunica.
Una gracia con miras al seguimiento de Jesús pobre y humilde. Lo conocemos para «más
amarlo y seguirlo». Los misterios de la vida de Jesús adquieren así en nuestra oración un
carácter sacramental.
1
RAHNER, KARL, S.J., Meditaciones sobre los Ejercicios de san Ignacio, Herder, 1971, p.157.
2
FIN QUE SE PRETENDE
La contemplación del Señor «ansí nuevamente encarnado» nos ha de disponer
a asumir las actitudes de pobreza, sencillez y humildad que observamos en él:
«haciéndome yo un pobrecito y esclavito indigno».
Recomienda el texto que nos hagamos presentes al misterio con todo acatamiento y
reverencia posible. Se nos pide penetrar en las personas: “mirarlas”,”contemplarlas” y
“servirles en sus necesidades”. El amor se ha de traducir en servicio, en obras. Aquí el
«reflectir para sacar algún provecho» nos induce a que nos preguntemos cómo podremos
«en todo amar y servir» hoy al Señor nuevamente encarnado por nosotros.
GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR
La triple gracia que queremos obtener durante todos los ejercicios de la
segunda Semana: un conocimiento cada vez más íntimo de Jesús que se ha hecho uno
de nosotros; una vivencia más grande de su amor por mí y acrecentamiento de mi
amor de respuesta; un seguimiento más cercano de su vida y de su misión salvadora.
El conocimiento interno es una experiencia de comunión: penetramos los
misterios de la vida de Jesús hasta la intimidad de su corazón: sus criterios, sus
valores, sus sentimientos, sus actitudes; y la vida de Jesús penetra entrañablemente
hasta lo más íntimo de nuestro corazón.
TEXTO IGNACIANO
En esta contemplación se nos da un paradigma para las siguientes contemplaciones
de los misterios de la vida de Jesús. Después de la sólita oración preparatoria, la
contemplación procede presentando “la historia”, para lo cual se vale San Ignacio del texto
de Lc 2, 1-14 (el Nacimiento, EE 264) y 2, 15-21 (los pastores, la circuncisión, EE 265266). Hecha la composición viendo el lugar, comenzamos a contemplar «viendo las
personas», «mirando, advirtiendo y contemplando lo que hablan», «mirando y
considerando lo que hacen».
Circunstancias del nacimiento: considerar las condiciones materiales, sociales,
legales, políticas de la época. La ocasión del viaje de María y José desde Nazaret, para
«pagar el tributo que César echó en todas aquellas tierras» (EE 111); «Ascendió Joseph de
Galilea a Bethlem, para conocer subyección a César, con María su esposa y mujer ya
preñada» (EE 264). De un hecho ordinario de la historia del Imperio romano, Dios toma
ocasión para que Jesús nazca en Belén y «se cumplan las Escrituras». Nuestros
pensamientos y caminos no son los pensamientos y caminos de Dios. El nacimiento de
Jesús revela más claramente la historia profana como historia de salvación.
3
Papel de María y José: Solemos tener muy claro el papel de María y lo
reflexionamos con fruto. No tanto el de José. En la exhortación apostólica «Redemptoris
Custos», el Papa Juan Pablo II hace notar que el aspecto que más resaltan los evangelios
acerca de José es el servicio que prestó cumpliendo su oficio de padre. Porque sin ser el
padre del niño, va a desempeñar el papel de padre por designio divino con todo el amor y
las responsabilidades y tareas propias del verdadero padre legal: testigo privilegiado de la
venida del Hijo de Dios al mundo, impone al niño el nombre de Jesús, lo inscribe
oficialmente en el registro del Imperio, cumple con el rito del «rescate del primogénito», y,
en fin, protege su vida tomándolo con su madre para huir a Egipto. Detrás del silencio de
los Evangelios sobre la persona de José, se adivina una vida de servicio sencillo y delicado
y de total fidelidad a la voluntad de Dios, a su esposa y a Jesús. En el Evangelio de Mateo
José tiene un protagonismo especial. Su personalidad queda descrita en aquella sobria
expresión evangélica: «era justo» (Mt 1, 19).
El anuncio a los pastores: La primera manifestación de Dios en medio de nosotros
se hace a los pobres: a unos pastores humildes y despreciados, cuya profesión era
considerada impura. Pablo VI resaltó con gran vigor este sentido del nacimiento de Jesús:
«Más apremiante que nuca oís levantarse el “clamor de los pobres” desde su indigencia
personal y su miseria colectiva.¿No fue acaso para responder al reclamo de estas creaturas
privilegiadas de Dios, que ha venido Cristo, llegando incluso a identificarse con ellos?»2.
San Ignacio escribió a su vez: «Son tan grandes los pobres en la presencia divina, que
principalmente para ellos fue enviado Jesucristo a la tierra: “por la opresión del mísero y
del pobre ahora – dice el Señor – habré de levantarme” (Sal 12, 5); y en otro lugar: “para
evangelizar a los pobres me ha enviado” (Lc 4, 18)»3. Un día Jesús dirá de sí mismo: «Yo
soy el buen Pastor». Y desde entonces el compromiso evangélico de la Iglesia, que ha de
ser como el de Cristo, tiene en los pobres «los primeros destinatarios de la misión»4.
¿Cómo presenta Dios a su Mesías? No como un liberador triunfalista y prepotente,
sino como el Salvador “infans”. El que no puede hablar habla; “envuelto en los pañales” de
la naturaleza humana, primero ha de experimentar una realidad de encarnación para más
tarde poder anunciar la bienaventuranza a los pobres. De nuevo San Ignacio: «la Sabiduría,
que no puede engañarse, quiso mostrar al mundo, según San Bernardo, cuán preciosa fuese
aquella joya de la pobreza, cuyo valor ignoraba el mundo, eligiéndola él, a fin de que
aquella su doctrina de “bienaventurados los que tienen hambre y sed, bienaventurados los
pobres, etc.,” no pareciese disonante con su vida»5.
También hace considerar Ignacio, en un tercer punto de la contemplación, que la
redención se realiza a través de toda la vida de Jesús, desde su nacimiento pobre y
humilde, a lo largo de una existencia conflictiva, hasta la muerte: «mirar y considerar lo
que hacen, así como es el caminar y trabajar, para que el Señor sea nacido en suma pobreza,
2
Exhortación Apostólica Evangelica Testificatio, 17.
Carta a los PP. y HH. de Padua, 7 de agosto de 1547, Obras de San Ignacio, BAC 5ª edición, pp. 817-821.
4
Puebla, 1142.
5
Carta a los PP. YHH. de Padua, 7 de agosto de 1547, Obras de San Ignacio, BAC 5ª edición, pp. 817-821.
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4
y a cabo de tantos trabajos de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para
morir en cruz; y todo esto por mí» (EE 116).
Y todo por mí: el eco de la expresión paulina: «la vida que ahora vivo en el cuerpo,
la vivo por mi fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó a la muerte por mí» (Gl 2,
20), resuena fuertemente a lo largo de todos los Ejercicios. La petición de la segunda
Semana, de conocer internamente al Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más
le ame y le siga, va ya preparando la contemplación para alcanzar amor, cuando, al final de
los Ejercicios, el “reconocimiento” de tanto bien recibido de Dios y de que él mismo quiere
dárseme en cuanto puede, despierta en el ejercitante el propósito de amar y servir en todo a
su divina Majestad.
«Acabar con un coloquio, así como en la precedente contemplación» (EE 117), pero
aquí ya no se traza ningún esquema de coloquio sino que se invita a una gran libertad,
«pensando lo que debo hablar a las tres personas divinas, o al Verbo encarnado, o a la
Madre y Señora nuestra, pidiendo según que en sí sintiere, para más seguir e imitar al Señor
nuestro, ansí nuevamente encarnado» (EE. 109). Para San Ignacio una persona que se ha
purificado sinceramente en su corazón y ahora contempla a Jesús, puede moverse con
libertad, guiada por el Espíritu, que le enseña cómo orar y qué pedir.
Con las anteriores consideraciones no será preciso entrar en más detalles, ya que «la
persona que contempla, tomando el fundamento verdadero de la historia,, discurriendo y
raciocinando por sí mismo, y hallando alguna cosa que haga un poco más declarar o sentir
la historia, quier por raciocinación propia, quier sea en cuanto el entendimiento es ilucidado
por la virtud divinaa, es de más fruto y gusto espiritual…porque no el mucho saber harta y
satisface el ánima, más el sentir y gustar de las cosas internamente» (EE 2).
FUENTES DE ORACIÓN PARA LA SEMANA
Textos bíblicos
Lc 2, 1-20: nacimiento de Jesús; los pastores y los ángeles
Mt 1, 18-25: nacimiento de Jesús
Tt 3, 4-7: se hizo visible la bondad de Dios y su amor por los hombres (su filantropía)
Gl 4, 4-5: envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, sometido a la ley
Is 7, 10-16: el signo de Emmanuel; 9, 1-6: un niño nos ha nacido, nos han traído un hijo
Is 11, 1-9: nacimiento y reinado del Príncipe de la paz
Miq 5, 1-4: Belén, anunciada como lugar de nacimiento del Mesías.
Textos eclesiales
Exhortación Apostólica Redemptoris custos, de Juan Pablo II sobre San José
Constitución Apostólica Lumen Gentium, 57: la Virgen María y el Niño Jesús
5
Textos de la Compañía
Carta de San Ignacio a los PP y HH de Padua sobre la pobreza6
CG 32, d. 4, 47-50: nuestra solidaridad con los pobres
d. 12, 2: pobreza voluntaria por imitar a Cristo en su despojo, carisma de la S.J.
d. 12, 4: Seguir a Cristo pobre, generoso en el servicio a los pobres
CG 33, d. 1, 23-27: nuestra vida de pobreza
CG 34, d. 9: la vivencia de la pobreza en la Compañía
Carta del P. Kolvenbach sobre la pobreza, en Información S.J., n. 97, Mayo-junio, 2003,
pp. 95-101.
SUGERENCIAS PARA DISTRIBUIR LA SEMANA
1)
2)
3)
4)
5)
Contemplar el Nacimiento (EE 110-117).
Repetición de la Encarnación, la Anunciación y el Nacimiento (EE 118-119).
Contemplar el anuncio a los pastores (EE 264-265)
Repetición de las dos contemplaciones anteriores.
Contemplar a Jesús pobre y humilde, servidor de los pobres
Ver Anexo No. 5: Contemplación ignaciana, de John English, S.J.
6
Carta a los PP. y HH. de Padua, 7 de agosto de 1547, Obras de San Ignacio, BAC 5ª edición, pp.817-821.
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