EXPUESTO EXPUESTO Miércoles, 3 mayo 2006 Culturas La Vanguardia 01 18 02 Gimeno Su predilección por retratar el mundo proletario, con su pobreza, hizo que su obra fuera injustamente tratada; ‘Cultura/s’ analiza sus pinturas y las pone en diálogo con las de otros artistas del naturalismo Pintor naturalista Francesc Gimeno, un artista maleït MUSEU NACIONAL D'ART DE CATALUNYA BARCELONA Comisarios: Jordi A. Carbonell y Cristina Mendoza Palau Nacional Parc de Montjuïc Tel. 93-622-03-76 www.mnac.es Hasta el 21 de mayo Jordi Sarrà 01 Gimeno: ‘Autoretrat amb gorra’, c. 1919 02 Raffaelli: ‘Le peintre réaliste’, 1884 03 Gimeno: ‘Lliçó’, 1895 ‘Nunca estuve aquí’ es el título con el que el fotógrafo Jordi Sarrà expone sus trabajos en la galeria Àmbit de Barcelona (Consell de Cent, 282). Sus obras, que juegan con los lenguajes audiovisuales, crean espacios de incertidumbre muy radicales en sus propuestas. Hasta el 16 de mayo GimenoRaffaelli Los pintores naturalistas quieren representar a las clases más desfavorecidas con la misma dignidad con la que Tiziano y Velázquez habían representado a los aristócratas y los poderosos. Bastien-Lepage y Millet llenarán sus cuadros de pobres campesinos. Raffaelli fue el pintor de los pobres de París y entre ellos encontró al pintor realista 04 Sorolla: ‘Trata de blancas’, 1895 05 Freud: ‘Frances Glory’, 1988 06 Gimeno: ‘Cap de nen dormint’, c.1899 JOSEP SEGÚ La vida de Gimeno no se explica sin conocer la carretera interminable y tortuosa que separó las comarcas del Ebro del resto de Cataluña hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Gimeno venía de un mundo aislado, endogámico, un microcosmos que le moldeó un carácter peculiar. La mayoría de pintores catalanes del siglo XIX aspiraban a desarrollar su carrera profesional en París, meca de la modernidad artística. Gimeno escogió Madrid para comenzar la suya como muchos pintores valencianos de la misma época. El Prado tiene la mejor colección de realistas de todos los tiempos y allí acudían Sorolla y Pinazo o escultores como Benlliure para copiar sus obras y aprender de ellos. Eran pintores que querían triunfar en las exposiciones nacionales de Bellas Artes, obtener alguna cátedra en la Escuela de San Fernando y encargos de los múltiples organismos oficiales madrileños. Copiar a Velázquez, a Ribera marcó la trayectoria de Gimeno de manera definitiva, pero en 1887, incomprensiblemente, dejó Madrid para instalarse en Barcelona. Algunos de los pintores que empezaron admirando a los clásicos españoles entraron pronto en sintonía con un movimiento, iniciado en París, que se extendió en poco tiempo hasta los países de la periferia europea, El naturalismo. El naturalismo, hijo tardío del realismo, fue un arte con aspiraciones científicas, de análisis de la realidad inmediata, con el fin ético de mejorar las condiciones de vida del género humano. Conocemos muy bien el naturalismo literario de Zola y Maupassant, pero el naturalismo pictórico ha quedado sepultado en el olvido y oculto por los movimientos posteriores, decadentismo, simbolismo, impresionismo, etc. Sorolla tiene excelentes cuadros naturalistas, Trata de blancas, Triste herencia, cito sólo dos ejemplos, sin embargo, Gabriel P. Weisberg prestigioso especialista del tema, no incluye ningún pintor español en su libro Beyond Impressionism, the Naturalist impulse, una obra extraordinaria consagrada al estudio del naturalismo pictórico en la mayoría de países europeos. Evidentemente si Sorolla que tuvo y tiene una tremenda proyección internacional, no está incluido en dicho volumen, ¿cómo podría Weisberg mencionar a Gimeno? El tema central de los naturalistas fue, desde sus inicios, el ambiente de suma pobreza en el que vivía la mayoría de la población del siglo XIX. Este movimiento artístico pronto se convirtió en correa de transmisión de las teorías socialistas y anarquistas. Retrataron a los pobres y a su mundo: sus viejos, sus enfermos, sus casas, sus objetos, sus hijos, sus mujeres, a los desheredados en general. Gimeno no pintará otra cosa durante toda su vida. El ambiente de miseria que respira su familia emociona y pro- 03 04 duce una sensación de tristeza indescriptible. Incluso sus paisajes transpiran penuria y él nunca tratará de embellecerlos con azules, amarillos, naranjas o violetas hermosos al estilo de Mir. ¿Cómo podría pues alguien extrañarse del fracaso comercial de Gimeno o de qué el movimiento naturalista entero fuera silenciado? Los pobres no gustan a nadie: a los ricos no les gustan, los políticos de izquierdas ni hablan de ellos, a las clases medias les asustan los miserables porqué les recuerdan que, al menor despiste, podrían acabar a su lado. Los pobres no gustan ni a los mismos pobres, cualquier sin techo de cualquier ciudad anda arrastrando carros y ristras de bolsas de basura para tener alguna propiedad privada, alguna posesión. El tema, en la pintura realista, contrariamente a Gimeno-Sorolla Los temas y técnica de ambos fueron similares en sus comienzos. Sorolla inicia su carrera como pintor social, acorde con el naturalismo en boga, en obras como ‘¡Aún dicen que el pescado es caro!’, con ambientaciones parecidas a las de Gimeno. Pero Sorolla descubre la parte positiva de la vida, ve a los niños disfrutar en las playas valencianas pese a su pobreza; su técnica evoluciona con el tema y aparecen sus colores complementarios intensos. Gimeno fue fiel al ambiente proletario y la técnica tradicional 05 Gimeno- Freud Freud es un pintor naturalista que se niega a embellecer la realidad. Sus aristócratas están tan deteriorados como los proletarios de Gimeno y la piel de sus niños tiene la misma vida que la piel de los niños de Gimeno. Alecciona cómo el mercado ha tratado a pintores tan parecidos 06 Reflexión Actualidad de Gimeno Tomàs Llorens es historiador del arte y ha sido director del Museo Reina Sofía de Madrid y del IVAM de Valencia y conservador jefe del museo ThyssenBornemisza TOMÀS LLORENS Una exposición retrospectiva en el MNAC vuelve a poner de actualidad el incómodo caso de Francesc Gimeno. Incómodo y caso, conviene aclararlo, para nosotros, los historiadores de arte. Basta con repasar someramente la bibliografía del arte catalán de finales del s. XIX y comienzos del XX para constatarlo. Si es posible, se le ignora. Si no es posible, se le trata como una figura marginal del modernismo. Es un eufemismo. Nacido en una familia de trabajadores manuales de Tortosa, Gimeno trabajó y se ganó la vida como pintor de paredes asalariado la mayor parte de su vida. Sin embargo, y aquí comienzan las dificultades del historiador, esto no quiere decir que fuera un pintor dominguero. Se suele decir que fue autodidacta; pero la verdad es que en su educación artística, comparada con la de muchas estrellas del modernismo, no se echa mucho a faltar. No estuvo en París, ni en un taller como el de Carolus-Duran, pero estuvo en el madrileño de Carlos de Haes. En el mismo taller se formaron otros pintores de su generación como Morera o Beruete. ¿Era mala la elección del retrógrado Madrid frente al progresista Paris? Depende de lo que se buscara. Para el joven Gimeno, como para el joven Picasso en la década siguiente, la principal escuela de pintura que encontró en Madrid fue el Museo del Prado. El Greco (más visible en su caso que en el de Rusiñol) y Velázquez dejaron una marca permanente en su pintura. Más profunda y singular fue la que dejó Ribera. Sin embargo es verdad que Gimeno expuso y vendió poco en su juventud, durante los últimos años del siglo XIX, y nada (como lo resalta Cristina Mendoza en el catálogo de la exposición) en su madurez. Nadie, literalmente, veía lo que pintaba. Conviene recordar que eso ocurría durante aquel período crucial para el arte catalán que fueron los primeros quince años del siglo XX. En los doce años que le quedaban de vida (murió en 1927), Gimeno tuvo un pequeño grupo de amigos que le compraban cuadros y le organizaban alguna exposición. Apenas en la medida suficiente para que, pasados los 50 años, pudiera dejar el trabajo asalariado y dedicarse exclusivamente a la pintura de cuadros. Pese a todo, no pasó desapercibido. Por citar un ejemplo, Eugenio d'Ors recordaba en 1915 que, cuando Nonell entraba en una exposición donde hubiera obra suya, pasaba de largo frente a los demás y se detenía sólo a contemplar sus óleos. Tras su muerte, Gimeno gozó de un mercado y de una fortuna crítica nada desdeñables; aunque ciertamente anómalos. De la incomodidad de su recepción puede dar fe el hecho de que ésta sea su primera exposición retrospectiva propiamente dicha. Afortunadamente es un prodigio de inteligencia y de sensibilidad. Su articulación es clara y natural: tres apartados, que se corresponden con los tres grandes períodos de la vida del artista, seguidos de un apartado dedicado a los últimos autorretratos. La selección de obras es afinadísima. La presentación eficaz y de buen gusto. Lo mejor es el ritmo, la secuencia de experiencias pictóricas que el vistante recibe a lo largo del recorrido. La mezcla de pintura y dibujo es una fórmula típica de historiadores académicos que suele echar a pique las exposiciones en las que se opta por ella. En este caso funciona maravillosamente y permite que apreciemos la belleza de los dibujos de Gimeno, una de las cumbres del arte moderno catalán. De los dibujos, por cierto, se ha hecho con motivo de la exposición y se publica en el catálogo un estudio técnico utilísimo. He dicho más arriba que considerar a Gimeno una figura marginal del modernismo es un juicio eufemístico. Calificarlo de antimodernista hubiera sido recibido, hace unos años, como una distorsión histórica y como un insulto excesivo. Sin embargo la afirmación refleja una verdad profunda. El modernismo catalán (todos los modernismos) traía consigo una especie de fiebre de la Historia como progreso, una fiebre optimista. Gimeno era tan impermeable a la Historia como al optimismo. Su fiebre era otra. Quizás sea ahí donde radique su inmensa actualidad. | CARLOS GARCÍA-OSUNA Una de las ‘rayografías’ de Man Ray EXPUESTO 17 de mayo Christie's, Londres Se celebra una subasta de obras de los más afamados fotógrafos del s. XX, en la que están representados Man Ray, Mapplethorpe, Alvin Langdon Coburn, Richard Avedon, Hiroshi Sugimoto, Irvin Penn, Helmut Newton y Peter Beard, además de un conjunto de fotorreportajes de la agencia Mágnum. El precio más elevado de la licitación está destinado a ‘Rayografía (Electricidad)’, una instantánea realizada por Man Ray en 1930 y que podría adjudicarse entre 130.000 y 180.000 euros. Esta fotografía ha captado la silueta de una bombilla suspendida en una atmósfera mágica. Esta imagen formaba parte de una carpeta encargada por la Cámara de Electricidad de Francia, de la que se conservan sólo 7 trabajos. Aunque el record de Man Ray, establecido en 1998 en 607.500 dólares con ‘Noire et Blanche, París’, una foto de 1962, no corre peligro, la importancia de este especial bodegón fotográfico seguro que convocará a un notable grupo de coleccionistas de las obras de este genio del surrealismo. El potente desnudo del inclasificable Peter Beard acogido al equívoco título de ‘Colmillo de elefante’ cambiará de manos por 12.000 euros. El escultor norteamericano Donald Judd es uno de los creadores minimalistas más reconocidos en el ámbito del mercado internacional. Ahora, y provenientes de la Fundación Judd, Christie's ofrece el 9 y 10 de mayo en Nueva York un conjunto de obras de este artista, datadas entre 1969 y 1993, con unas valoraciones crematísticas que van desde 350.000 a tres millones de euros Miércoles, 3 mayo 2006 Fotografías del siglo XX Culturas La Vanguardia Subastas Francesc Gimeno: ‘Dona dormint’ (Caterina), Barcelona, c. 1899 19 lo que dice el tópico, sí que es importante. Este tema, el pintor proletario y su familia, condenó a Gimeno a una vida llena de privaciones. En cuanto a la técnica, Gimeno es muy diferente a la mayoría de naturalistas europeos como Bastien-Lepage, Leon Lhermitte, Raffaelli, Meunier... Estos pintores con una clara voluntad cientificista acabaron encontrando la manera de captar la realidad que les rodeaba mediante fotografías en blanco y negro que luego cuadriculaban para transferir al lienzo. Así, a partir de un dibujo perfecto, copiaban luego el color, lentamente, del natural. En las fotografías que se conservan de los lugares que solía pintar Gimeno, las líneas maestras nunca coinciden con las de sus cuadros. Seguramente encajaba la composición delante del modelo y después seguía pintando, encadenado a la realidad tal y como creía que lo habían hecho sus admirados Ribera y Velázquez. En su técnica no hay ni un atisbo de innovación: los colores de las zonas iluminadas son siempre terrosos, posiblemente eran los más baratos, las zonas de sombra están trabajadas con verdes y marrones como en los cuadros de Velázquez y Ribera y no con los azules y violetas de los pintores modernos posteriores al impresionismo, Sorolla o Mir . Los efectos de luz y realidad los logra a base de gruesos empastes siguiendo a Ribera o a Rembrand con una técnica muy similar a la que utilizará Lucian Freud un siglo después. A pesar del desfase económico con el que el demencial mercado del arte valora a cada uno de estos dos artistas, algunos cuadros de Freud y de Gimeno parecen ejecutados por la misma mano. Si Gimeno aporta escasas innovaciones técnicas a la historia de la pintura y ni tan siquiera introduce en Cataluña nuevas tendencias, tal y como hicieron Rusiñol y Casas ¿por qué seguimos teniendo la percepción que esta antológica en el MNAC está sobradamente justificada? Porque en cualquier arte hay algo más importante que la innovación, que la técnica, que los medios empleados y es el talento para captar la vida y transmitirla. Un siglo después, la familia de Gimeno y sus paisajes siguen vivos, conmocionan al espectador y este talento es lo que le convierte en un artista inmortal. |