Universitat per a Majors Universitat Jaume I. LLUCENA: de rural a industrial Escrito por: Ángela Nebot Sangüesa. Dirigido por el profesor de Geografía Humana: Javier Soriano Martí Castellón, Mayo de 2004 Llucena: de rural a industrial 2 Llucena: de rural a industrial Indice 1. Características................................................................................................................3 2. Orígenes.........................................................................................................................9 3. Forma de vida ..............................................................................................................15 1. Características Situada entre las sierras de Espadán y del alto Maestrazgo, al pie del monte Peñagolosa, el pico más alto de la Comunidad Valenciana con sus 1814 m , se encuentra el pueblo de Lucena, a una altitud de 560 m. Sus 1.700 habitantes viven en una zona abrupta con grandes desniveles, sobre la cima de un monte, a su vez rodeado de montañas. Desde el pueblo se ve una privilegiada vista del Río Lucena, descendiendo entre las montañas hacia el pueblo de Figueroles, rodeado por el verde de los huertos que va regando hasta su llegada al pantano de Alcora. La carretera comarcal Castellón-Teruel es el único medio de transporte de Lucena, que está a una distancia de 33 kilometros de Castellón. Viniendo desde Castellón, después de atravesar las tierras llanas de la Plana, nos encontramos con el embalse de María Cristina, que recibe sus aguas de la Rambla de la Viuda y el río Lucena. La carretera sigue avanzando hacia Alcora; a ambos lados, las fábricas, atomizadores y talleres dan constancia de la importancia de su industria azulejera. Figura 1. Situación de Lucena del Cid. 3 Llucena: de rural a industrial Dejando atrás Alcora, desde la carretera se divisa el castillo y ermita de L’Alcalatén, que da nombre a esta comarca. Por tierras cada vez más montañosas se llega a Figueroles. Tras atravesar el puente que cruza el río Lucena, el paisaje es cada vez más abrupto, con pronunciados declives y cerradas curvas en continuo ascenso. Llegando al pueblo, encontramos la ermita de San Vicente Ferrer, el parque infantil, que está instalado en la pinada frente a la ermita, la fuente de San Vicente, y la piscina del pueblo. Figura 2. Dos aspectos de la ermita de San Vicente. A la entrada del pueblo está la Medialuna, que es un edificio residencial construido sobre un saliente de roca en forma de media luna, con vistas al valle del río Lucena. Enfrente se está construyendo durante este año 2004 una residencia de ancianos, la primera que habrá en Lucena. Más adelante, siguiendo la entrada al pueblo, encontramos a la izquierda la Casa Cuartel de la Guardia Civil, y un poco más arriba, a la derecha, la Casa de los Jubilados y a la izquierda, el desvío de la carretera CastellónTeruel. Siguiendo recto, llegamos a la plaza del pueblo. Posee Lucena una gran plaza rectangular que se encuentra en el centro del pueblo. En su lado oeste están “Els Perxes”, que son unos soportales con arcos de estilo gótico. No sabemos cuando se construyeron pero se cree que son del siglo XIII, cuando se produjo la conquista cristiana. Al principio de la plaza, en el lado este, se encuentra el Ayuntamiento. A continuación, se abre una puerta que da a un callejón que conduce a los lavaderos públicos, que están detrás del Ayuntamiento. Sobre la puerta de este callejón hay una imagen pintada en azulejos de San Vicente Ferrer. Un escrito en su base nos recuerda parte del sermón que San Vicente pronunció, en su visita a Lucena. 4 Llucena: de rural a industrial Para ver esta película, debe disponer de QuickTime™ y de un descompresor TIFF (sin comprimir). Figura 3. Vistas de los porches y de la fuente de la plaza. En la misma plaza, a continuación de los porches, se alza la torre del campanario y la Iglesia, de estilo barroco. La construcción duró quince años, de 1724 a 1739, y el maestro de obras fue Pedro Gonell. Bajo la iglesia hay una cripta, a la que se accede por una escalera situada en el pasillo central de la Iglesia. En la plaza está también la fuente de piedra, a la que se sube por unas escaleras. La fuente tiene seis caños y está coronada por una estructura de hierro forjado compuesta de varios faroles. Desde la plaza salen siete calles, tres por su parte norte y cuatro por su parte sur. Estas calles están a distinto nivel unas de otras, y en muchas hay escaleras para comunicarse entre ellas. En la plaza se celebra el mercado los miércoles y domingos de cada semana, al igual que toda clase de fiestas: bailes, toros, y conciertos. Los porches de la plaza, que son amplios, son de gran utilidad para guarecerse la gente, de las inclemencias del tiempo lo mismo del sol que si llueve o hace frío. Desde la plaza, subiendo por la calle San Roque, que se encuentra al lado de la Iglesia (al lado norte), podemos subir al Castell, el que antaño era el Castillo de los Duques de Híjar que se encuentra en la parte más alta del pueblo. Desde allí se ven todos los montes que rodean Lucena, el río, la Badina (la palabra valenciana que describe una balsa de agua en el cauce del río) y el pueblo de Figueroles. 5 Llucena: de rural a industrial Poco queda del antiguo castillo, por las reformas que se tuvieron que hacer, al estar en ruinas. Algunos años estuvo destinado a cárcel, y hoy es un museo. Atravesando de nuevo la plaza en dirección sur, avanzamos por la calle del Duque de Tetuán y Conde de Lucena (antiguamente llamada Calle de San Antonio), hasta llegar a la ermita que está construida sobre un saliente de roca, junto al barranco de la Pedreñera, y que por su estratégica posición sirvió como baluarte de defensa en las Guerras Carlistas. La ermita está dedicada a San Antonio Abad, es de estilo barroco y tiene una cúpula azul. Todos los años en el mes de enero se celebraban fiestas en honor de San Antonio Abad, al que las gentes del pueblo y de las masías tenían una gran devoción. La noche antes del día de San Antonio tiene lugar la procesión de los animales, que se llama “la matxa”, en la que participan toda clase de animales, caballos, mulos, asnos, perros, cabras, pájaros. Antiguamente al ser un pueblo que vivía de la agricultura, en casi todas las casas había algún mulo para las faenas del campo. Algunas casas más ricas tenían dos y los que tenían menos recursos adquirían un asno. Toda la gente de Lucena y de las masías era muy devota de San Antonio Abad, que es el patrón de los animales, y como los caballos, mulos y asnos eran los animales más necesarios y caros que poseían, los llevaban al pueblo desde las distintas masías para que el señor cura los bendijera, en la procesión que se celebraba esa noche. Con ellos venían también las gentes de las masías, con sus mejores galas. Los caballos, mulos y asnos, que llegaban desde las masías, venían enjaezados con los mejores Figura 4. Campanario e iglesia arreos de que disponían. Los arreos de Lucena estaban adornados de flores hechas con papel de colores vivos, que la gente joven de la masía había estado preparando para la ocasión, algunos sobre las cabezas lucían penachos de colores y sobre los lomos para sentarse encima llevaban una pieza de tela acolchada compuesta de telas de diferentes colores que, unidas por bordados, formaban pintorescos dibujos. A las nueve de la noche tenía lugar la procesión, el cura con el sacristán y los monaguillos, se encontraban de pie en el cancel de la puerta de la iglesia. Ante el cura y enfrente de la iglesia se colocaban las tres 6 Llucena: de rural a industrial caballerías a las que a sus jinetes les correspondía llevar el guión del santo, que eran los clavarios de la fiesta y también los caballos cuyos dueños llevaban hachas encendidas, para acompañar al santo, detrás de ellos seguían los demás jinetes. Figura 5. Ermita de Sant Antoni El señor cura rezaba unas oraciones a San Antonio, bendecía a los animales y después gritaba un “Viva Sant Antoni” al que la gente contestaba “Viva”; en ese momento, se encendían las hogueras y empezaba a desfilar la procesión. En primer lugar iban los clavarios con el guión del santo, seguidos por los jinetes con las hachas encendidas, detrás la banda de música, los alguaciles encargados de guardar el orden y, acto seguido, todos los demás animales. La procesión recorría tres veces el itinerario y al final de la tercera vuelta los clavarios, con sus monturas y el guión del santo, se detenían enfrente del Ayuntamiento, donde se repartían los “prims bendecidos”, esperando hasta que pasaran todas las caballerías y que todos hubieran recogido el prim. Después de la procesión, en las brasas de las hogueras, se asaban longanizas y morcillas. La asistencia de animales era numerosa ya que, entre los años 1950 y 1960, había mucha gente aún viviendo en las masías. Los prims son unas tortitas redondas y delgadas, cuya composición está formada por algo menos de dos medidas de aceite de oliva, una medida de aguardiente, un poco de sal, y harina la que admita para formar una masa no muy dura. Con esta masa se hacen unas bolitas, que se aplastan para formar las tortitas, se colocan en un recipiente para horno, se le dan unos pellizcos por encima, se pintan con un pincel con huevo batido, se espolvorean con azúcar y se cuecen a horno no demasiado fuerte. Al día siguiente de la “Matxa” se celebra una misa y procesión en que se traslada al santo desde la ermita al pueblo. Por la tarde se hacen carreras de caballos, carreras de sacos, y “trencá de olles” . 7 Llucena: de rural a industrial Castell y ermita de les Torrocelles El castell de les Torrocelles es un recinto amurallado que se encuentra en el término de Lucena, y cerca del término de Adzeneta. Es de época musulmana, está emplazado en un estrecho valle, por el que pasa el camino que une Lucena con Adzeneta, en frente de él a dos km se encuentra el castillo de Adzeneta. Ambas fortificaciones defendían los territorios de los castillos de Alcalatén, y de Culla. Estos castillos, tanto el de les Torrocelles como el de Adzeneta, ya existían en época musulmana. El castillo de les Torrocelles es de estructura medieval, sencilla y, según parece, corresponde a los primeros tiempos de la reconquista, y en una de las piedras que lo componen se lee una fecha que parece ser la de 1238. Figura 6. Castillo y ermita de les Torrocelles. Se compone de un rectángulo amurallado, que ocupa una superficie 2 de 500 m . En una de las murallas se alza un torreón de piedra sillar y planta cuadrada, con un portal con dos arcadas: la del exterior, que da acceso a la torre, tiene hermosas y robustas dovelas y arco de medio punto; la puerta interior, que da al patio de armas, es algo más grande y con un arco gótico. La parte superior de la torre posee mirillas o saeteras que dan al exterior. Por el interior del recinto amurallado se asciende a la torre, por medio de una escalera de piedra adosada a la misma. En el interior del patio de armas, casi en el centro, se encuentra una cisterna que recoge el agua de la lluvia. Todo el conjunto, que posee una pequeña vivienda, es de lo más sencillo que existe en construcciones castrenses, más sencillo que los castillos árabes de Veo, Benyialí, o Azuebar. En la parte SE de la fortificación está la ermita de les Torrocelles, que es el elemento artístico más importante del conjunto. La ermita está construida en la parte exterior del recinto amurallado, apoyada en la parte 8 Llucena: de rural a industrial de la muralla de levante, sin comunicación con el patio de armas. Es de planta rectangular y tiene una puerta románica de piedra sillar, que da al exterior mirando a poniente. El segundo domingo de mayo se celebra la fiesta de Sant Miquel de les Torrocelles, que es de origen muy antiguo. Hay unos clavarios que se encargan de la fiesta, que consiste en decir una misa en la ermita de les Torrocelles, bendecir el término, llevar a Sant Miquel en procesión alrededor de todo el conjunto, y bendecir las hogacitas de pan que se reparten después de la misa entre la gente que acude a la fiesta. Por la tarde se rifa una mona de panquemao que lleva de adorno por encima trozos de calabazate, doce huevos hervidos, teñidos de rojo, y anises. Se rifa por medio de bolletas, que son unos papelitos enrollados que cada uno de ellos lleva el nombre, y dirección del que lo ha comprado. Dichos papelitos se ponen en un recipiente y, cuando hay que hacer la rifa, se saca uno y se lee el nombre del agraciado. También se subastan dos rollos de panquemao con anises. Después de comer, actúa la rondalla de Lucena y se bailan jotas, fandangos y seguidillas. Se reúne mucha gente de Lucena, Adzeneta y otros pueblos cercanos. Los “Pelegrins de les Useres” todos los años, cuando van de romería a San Juan de Peñagolosa, en cumplimiento de una promesa que hizo el pueblo de les Useres hace un montón de años, pasan por les Torrocelles a visitar a Sant Miquel en su ermita. 2. Orígenes Aunque en los alrededores de Lucena se encuentran algunos yacimientos de origen ibero, como la Torre de Foyos. que data del S V a.C.,y podríamos pensar que Lucena es anterior al periodo musulmán, no hay nada que lo pruebe. De época musulmana son los más antiguos restos que existen en Lucena; pertenecen al Castell, la muralla, y la torre del Oró. Tras la conquista a los moros en el año 1233 el Rey D. Jaime I el Conquistador, concedió Lucena a D. Juan Ximén de Urrea, al entregarle el Señorío de L’Alcalatén. Con esta donación Ximén de Urrea se convirtió en el primer señor feudal de la Tinença de l’Alcalatén, uno de los señoríos más extensos del 2 Reino de Valencia con casi 400 Km de superficie. 9 Llucena: de rural a industrial Figura 7. Torre ibérica de Foios. Los Urrea ocuparon un alto lugar entre la nobleza, y el Señorío de L’Alcalatén pasó de padres a hijos durante 565 años.En el año 1798 murió el último señor de Urrea sin dejar descendencia. Lo heredó su sobrino D. Pedro de Alcántara Fadrique Fernández de Híjar y, en 1818, le sucedió su hijo D. José Rafael Javiera Fadrique Fernández de Híjar. Este será el último señor del Alcalatén por la abolición del feudalismo, en 1833, tras la muerte de Fernando VII. Las tierras una vez conquistadas se repartían entre la nobleza, el clero, y el rey. Estos propietarios se dedicaban a explotar las tierras por medio de la agricultura y la ganadería. Hemos de destacar que las gentes que trabajaban las tierras iban incluidas en ellas, y pasaban a ser vasallos del señor feudal al que pertenecían dichas tierras. Las tierras de Lucena estaban casi despobladas porque durante siglos fue zona de frontera entre musulmanes y cristianos. Esto unido a que, en 1248, el Rey D. Jaime I dictó una orden de expulsión de los musulmanes, tuvo como resultado que la presencia árabe fuera insignificante, de modo que nuestra comarca se repobló de gente cristiana. Los señores feudales eran los dueños de la tierra y la repartieron entre la gente que fue a poblarla. No la dieron en propiedad, sólo cedieron el uso de ésta a cambio de unas condiciones. Podían disponer de ellas casi como si fueran suyas, así podían venderlas, dejarlas en herencia, alquilarlas, cultivar lo que quisieran, lo mismo que si fueran el propio dueño. La única limitación era la de vender estas posesiones a los infanzones, o personas religiosas, que por estar exentos de pagar impuestos, significaba una pérdida de rentas para el señor. A cambio de las tierras, los campesinos pagaban unas rentas al señor, que solían establecerse en la carta puebla. Éstos impuestos se pagaban en forma de dinero, o productos agrícolas y ganaderos e incluso con trabajo 10 Llucena: de rural a industrial gratuito para el señor. Si el labrador cumplía con todas las obligaciones, el uso de la tierra era a perpetuidad, para él y sus descendientes. Este sistema que acabamos de exponer fue el típico del mundo agrario feudal valenciano, y se llama “enfiteusis”. Existen unos documentos llamados “Capbreus” en los que se anotaban todos los bienes del señor feudal, así como las obligaciones de los vasallos con su señor, que tenían la categoría de escrituras públicas. En Lucena existe un capbreu, que data de 1631, que nos permite conocer los principales aspectos del régimen feudal de nuestro pueblo. El señor tenía propiedades que se reservaba para él sólo. En el caso de Lucena, según el capbreu 1613, las propiedades plenas del señor eran el Castillo de Alcalatén y La Foya de Alcalatén, que están cerca de Alcora, una nevera o casa de nieve, situada en término de Lucena cerca de Peñagolosa. Durante el invierno, la nieve se conservaba en esta casa de la nieve y, en verano, se transportaba en caballerías hasta Castellón, por un camino llamado dels nevaters que, siguiendo el curso del río Lucena, era el camino más recto desde Penyagolosa a Castellón. La nieve se transportaba a la Casa de la Neu de Castelló o a los puertos pesqueros. Otra de las propiedades plenas del señor era el castell de Lucena conocido como Castillo de los Duques de Híjar, y en él llegó a residir durante algunos años el señor feudal. En 1612, Doña Toda Pérez de Urrea, y su hijo D. Joan Ximén de Urrea, según la carta puebla de Lucena, eran vecinos y residentes de dicha villa. Así, durante unos años, Lucena se convirtió en la capital del Alcalatén. También eran propiedad plena del señor los graneros donde se guardaba el grano del impuesto feudal, el horno de cocer el pan, tres molinos harineros, uno de ellos en Figueroles, que entonces dependía de Lucena, un molino batán, el trapero, y una huerta situada junto al río, cerca de la Badina. Lucena está atravesada por varios pasos de ganado, el más importante se llama “Camí Reial d’Aragó”, y en él, a su entrada en el término de Lucena hay un sitio llamado el Comptador, formado por un paso estrecho, que servía para contar el ganado. El señor cobraba impuestos a todos los ganados que atravesaban sus tierras en transhumancia. Bestiar grueso o menudo, dos dineros. Las colmenas que los extranjeros traían de fuera, dos dineros por pastoreo de insectos. Había que pagar diezmos de todas las cosechas, es decir, de cada diez, uno para el señor. Las aceitunas, de 16 partes, una para el señor. El primer lunes pasado el quince de mayo había que llevar todo el ganado a diezmar. Cada siete años, además del diezmo, habían de pagar todos los vecinos de la villa siete sueldos de maravedí. 11 Llucena: de rural a industrial Los señores cobraban por el uso de los hornos, las herrerías, los molinos, las tabernas, etc. prohibiendo que persona alguna abriera algún negocio de esta clase. En el caso de Lucena, el señor se quedaba sólo con los hornos y los molinos. Los vecinos tenían la obligación de cocer todo el pan en el horno del señor y, cada treinta panes que se cocían, uno era para el señor; estos panes se recogían en el castell. Las gentes de las masías que, por estar lejos, no podían cocer el pan en el horno señorial, tenían que pagar por derecho de fornatge, una cantidad de grano. Lo mismo pasaba con los molinos de trigo; los vasallos tenían la obligación de moler en ellos todo el grano, y pagar tres almudes por cada cahiz, incluso se prohibía la venta de todo tipo de harina que no estuviera molida en los molinos de la Tinença. Al molí batá, que también era del señor y servía para golpear y batir los tejidos de paño y lana en las pilas del batán, para “desengrasarlos y enfutirlos”, tenían que llevar los vasallos sus telas y, por cada pilada, se pagaban dos sueldos y medio al señor feudal. La almazara se encontraba en Alcora, donde tenían que ir a moler los vecinos de Lucena, y pagaban por cada siete barcillas de aceitunas molidas una barcilla para el señor, al molinero cuatro dineros, a su señoría un dinero para ayuda de pagar las talegas, y el orujo o sea el residuo que queda después de moler las aceitunas, también pertenecía al señor. Durante el mes de julio, no podía vender vino en la villa ningún vecino ni extranjero. Así se aseguraba el señor el poder vender su vino cuando su precio era más caro. Había tres rangos de categoría en la jurisdicción señorial. El señor feudal de Alcalatén poseía la más alta categoría en el derecho foral valenciano, lo que en la Corona de Aragón se llama, “Mer i Mixte Imperi” es decir la plena jurisdicción, y podía aplicar penas tan severas como el destierro, la mutilación y la muerte. En Lucena, un paraje llamado Les Forques que está cerca del cementerio, por donde pasaba el antiguo camino real de Castelló, antes de construir la carretera Castellón-Lucena, recuerda el lugar donde se ahorcaba a los reos. En 1833, con la muerte del Rey Fernando VII, desapareció el feudalismo. La Guerra Carlista Lucena estuvo sitiada en las Guerras Carlistas, ofreció gran resistencia y, en reconocimiento a su valor, fue nombrada Heroica Villa de Lucena, leyenda que desde entonces consta en su escudo. El personaje más importante de Lucena durante la Guerra Carlista fue, sin duda, Victorino Fabra Gil. 12 Llucena: de rural a industrial Nació en Lucena en 1818 y trabajó desde joven de tejedor, en la artesanía textil. En 1833, con dieciséis años se incorporó voluntario en la compañía de solteros de la milicia de Lucena; en 1837 ya era sargento y destacó por su valentía en un asalto contra los carlistas, que se habían refugiado en el mas “dels Cobarxos”, a los que obligó a huir. En 1838, defendió frente a Cabrera el fuerte Cristina de l’Oró, con un puñado de hombres, que resistieron bajo el fuego de los cañones carlistas, que casi destrozaron la fortaleza, hasta que el contraataque desde el pueblo hizo huir al enemigo. Por lo que fue condecorado por la reina regente María Cristina, con la Cruz de San Fernando. En 1839, durante el asedio de Cabrera, Victorino Fabra sirvió de enlace entre las tropas del General O’Donnell y los sitiados de Lucena y también hizo de guía de las topas al mando de dicho general por los montes del término de Lucena. Cuando más tarde D. Leopoldo O’Donnell es nombrado Duque de Tetuán y Conde de Lucena, Victorino Fabra será su hombre de confianza en las comarcas de Castelló. En 1859, siendo presidente del gobierno D. Leopoldo O’Donnell, es nombrado alcalde de Lucena, cargo que ejercerá hasta 1862; en esta fecha tenía 42 años y tenía una hija de Figura 8. Torre de L’Oró catorce años, su única descendencia. En octubre de 1868, a los 51 años, entra a formar parte de la Diputación Provincial. Desde la Diputación crecerá su fortuna y su influencia política, por toda la provincia como cabeza del “Cossí”, como llamaban en Castellón al partido Unión Liberal de Leopoldo O’Donnell. Murió en Castellón en su despacho de presidente de la Diputación, en 1893, a los 76 años. Fue una de las primeras personas enterradas, en el actual cementerio del pueblo, donde todavía se encuentra su sepultura, y en Lucena hay una calle que lleva el nombre de D. Victorino Fabra. La Guerra Carlista finalizó en febrero de 1876, cuando el pretendiente D. Carlos abandonó España. 13 Llucena: de rural a industrial Lucena Partido Judicial En el año 1789, el ministro Floridablanca comenzó con la división provincial, y con ella se dividía por primera vez España en provincias. El antiguo reino de Valencia se convirtió en una única provincia, la de Valencia. A la muerte de Fernando VII, se aprobó una nueva división provincial, quedando el antiguo reino de Valencia dividido en las tres provincias actuales, Castellón, Valencia, y Alicante. En 1833 se crearon los partidos judiciales, y Lucena fue designada cabeza de su partido en 1834. Cada provincia se dividió en partidos judiciales. La provincia de Castellón fue dividida en nueve, Morella, San Mateo, Vinaroz, Albocacer, Lucena, Castellón, Villareal, Nules, Viver y Segorbe. Los pueblos elegidos se convertían en pequeñas capitales, con las mismas funciones administrativas que las capitales de provincia. También a estos pueblos se les dotó de importantes mejoras. En Lucena se instaló una estafeta de correos en 1851, un año después de la aparición del primer sello español. En ella se recibía el correo directamente desde Castellón, y se repartía a los restantes pueblos del partido judicial En 1840 se fundó la institución de la Guardia Civil y, en 1844, se instaló en Lucena la primera casa cuartel de la Guardia Civil. La carretera que une Lucena con Castellón se aprobó en 1860. Todas estas mejoras convirtieron a nuestro pueblo en centro comercial entre Castellón y los pueblos del interior. En 1833 se instalaron las primeras farolas para el alumbrado público, que funcionaban con petróleo y en 1905 se sustituyeron por las eléctricas. La luz venía de Vallat de un salto de agua del río Mijares El primer pueblo de la provincia de Castellón en instalarse la luz eléctrica fue Segorbe donde se instaló en el año 1892. El servicio de luz era nocturno, desde la puesta del sol al amanecer. Las familias que hacían uso de la electricidad pagaban una cuota al mes (no habían contadores); las bombillas generaban poca luz, y solo se podía enceder una bombilla en la casa. Como norma general se instalaba una bombilla en el comedor y otra en la habitación principal y por medio de una especie de manivela se encendia la luz del comedor o la de la habitación. Según me han contado algunas personas muy mayores, en su época los niños y niñas salían a jugar por la plaza y calles del pueblo y tenían orden de sus padres de regresar a casa a cenar cuando llegara la luz y se encendiera el alumbrado público. En 1892, se instaló en Lucena la estación telefónica en una casa del Carrer dels Cavallers. 14 Llucena: de rural a industrial 3. Forma de vida El término de Lucena es extenso, formado por tierras situadas a distintas altitudes, creando una sucesión de montañas y barrancos. En los montes abundan los pinos, carrascas, romero, espliego, poleo , manzanilla y té, en los terrenos húmedos crecen chopos, mimbres y adelfas. Las masías se encuentran diseminadas por todo su término, algunas en la parte alta de las montañas como la del mas de Bartoll, y la del mas de Batxero, desde donde se divisa en días claros sin niebla el mar, y varios pueblos, entre ellos Benicàssim, el Grau y la capital Castellón. Cerca del mas de Batxero se encuentra el “Salt del Caball”, que está formado por dos altas montañas cercanas entre sí, y separadas por un barranco al fondo, y se llama así porque según cuenta la leyenda, San Jaime iba montado en su caballo, y era perseguido por los moros, cuando llegó a la cima de la montaña y se encontró con el precipicio que separaba las dos montañas, azuzó al caballo y éste dando un gran saltó, cruzó por encima del barranco hasta la cima de la otra montaña; los moros que le seguían intentaron saltar detrás de él, y cayeron con sus caballos en el barranco y murieron todos. Figura 9. Salt del Cavall. También desde el mas de La Costa se contempla una hermosa vista panorámica del pueblo y sus alrededores. Otras como el mas de Galapo, el de Llorens, el de Mollón, el de Hilario, y el de la Azud que están cerca del río Lucena, y al estar tan cerca del nacimiento del río sus aguas están limpias y sin contaminar. Cada masía tiene su propia fuente, y el agua es muy buena, por eso son pocas las masías que tienen cisterna. 15 Llucena: de rural a industrial Esparcidas por toda la comarca estas fuentes riegan los huertos donde se cosecha toda clase de hortalizas y frutas. En las tierras de secano se cultivan almendros, olivos, avellanos, viña, algarrobos, maíz, trigo, y cebada. Hay algo de caza, perdices, conejos, liebres, tordos y algún jabalí. Los aficionados a la apicultura poseen colmenas de abejas, que producen miel de almendro y romero. A grandes rasgos, esto es lo que cosechaba el agricultor para vivir. El pueblo Lucena a lo largo de su historia alcanzó cierta importancia como centro de comercio y servicios de todo tipo. Dos hechos contribuyeron a darle más importancia, en1834 es nombrada cabeza de partido judicial de 23 pueblos Sueras, Ayodar, Fanzara, Ribesalbes, Fuentes de Ayódar, Espadilla, Vallat, Torrechiva, Toga, Argelita, Ludiente, Zucaina, El Castillo de Villamalefa, Lucena, Alcora, Figueroles, Costur, Les Useres, Atzeneta, Chodos, Cortes, Villahermosa, y Vistabella. Esto obligaba a los vecinos de estas localidades a venir a Lucena a gestionar sus asuntos políticos, judiciales o administrativos. En 1880 finalizaron las obras de la carretera que comunicaba Lucena con Castellón, esto aumentó la relación con los pueblos de los alrededores y del interior de la provincia, ya que la carretera durante mucho tiempo no pasó de Lucena. Estas dos circunstancias hicieron que Lucena se convirtiera en punto de encuentro entre Castellón y los pueblos del interior, que acudían a nuestro pueblo a aprovisionarse de lo que necesitaban o a vender sus excedentes. Los domingos y miércoles de cada semana había mercado en Lucena. Había dos grandes ferias al año, el día del Rotllo y el día de San Miguel. En estas dos fechas se realizaba la parte más importante del comercio, siendo normal que la gente de las distintas localidades de su Partido Judicial, se diera cita para tratar asuntos, hacer préstamos, vender, cobrar alguna deuda, o simplemente, como encuentro entre amigos y parientes. Las gentes aguardaban a los días de feria para hacer las compras más importantes porque había más donde elegir y los precios eran mejores. La fiesta del Rotllo era también muy importante para los niños, los padrinos y tíos nos daban unas monedas con las que podíamos comprar chucherías y golosinas que sólo ese día se podían encontrar. En los años 1940 a 1950, la mayoría o casi todos los feriantes todavía usaban carros tirados por mulas para transportar los productos. La mercancía era muy diferente de la que hoy vemos en los mercados ya que muchos de aquellos productos hoy ya no existen. 16 Llucena: de rural a industrial Apoyados en las paredes de las casas trillos, areles, arados, (forques) albardas y en el suelo sogas, correas, ramales y toda clase de pertrechos para las caballerías. Los animales, pollos, gallinas, conejos, y pavos se vendían vivos. Los huevos ordenados entre paja en cestas eran traídos desde las masías, y se vendían directamente del masovero al consumidor. La loza venía desde Alcora donde se fabricaba, se transportaba en un carro tirado por mulas. Sobre una manta extendida en el suelo de la plaza, en apretada mezcolanza, platos, vasos, tazones, jarras, ensaladeras, botijos y cántaros esperaban a que la gente los comprara. También se podían canjear por cartón, papel, trapos viejos, pieles de conejo, zapatos, alpargatas, y botellas vacías de cristal que la gente guardaba en casa para venderlo en esos días. Una vez pasada la feria el comerciante que había vendido su mercancía de loza y barro, cargaba el carro con los trapos, cartones, botellas, etc. Y lo llevaba a vender a un trapero. En la feria del Rotllo se puede contemplar al fotógrafo, que con una enorme cámara fotográfica asentada sobre tres altas patas, se dedica a inmortalizar en una foto a un grupo de amigas, que vistiendo sus mejores galas, posan de pie delante de un telón de fondo, en el que hay pintado un idílico paisaje de árboles y rosas con un surtidor en el centro, y aguardan con infinita paciencia y sin moverse a que el complicado artefacto funcione En un lado de la plaza ante un grupo de gente, el faisero, el típico charlatán, que con voz potente ofrece lotes de mantas a los que pone un precio y sigue añadiendo y añadiendo alguna manta más, y toquilla de lana para señora, y faja para caballero, bufanda para el niño etc., hasta que desde el círculo de observadores alguien se decide a comprarlo. No faltaba el tenderete de turrones de jijona, Alicante, mazapán, yema, almendras garrapiñadas, guirlache y chocolates, que fiel a su cita acudía todos los años desde Castellón en estas fechas. La gente de las masías venía al pueblo caminando, o a lomos de mulas, matxos, y asnos que era el único medio de que disponían. Llegaban temprano para oír misa, recoger el rotllo bendecido, y hacer las compras. Para comer se reunían en las tabernas donde comían sardinas de bota, bacalao y pocas cosas más. Los que querían comer carne acudían a las carnicerías, donde compraban lo que deseaban comer; los dueños de las carnicerías siempre tenían la chimenea encendida y allí sobre las brasas, asaban lo que habían comprado sin cobrarles por asarlo, y por un precio moderado les servían ajoaceite y vino, ahora eso sí, el pan debían llevarlo ellos desde sus casas o comprarlo en las panaderías. Después de comer se bailaban jotas, fandangos, y seguidillas, por la tarde la gente de las masías unos más pronto que otros, según lo lejos que tenían la masía, se reunían en grupos para regresar a sus casas, mientras 17 Llucena: de rural a industrial comentaban las distintas noticias que habían recibido de amigos y familiares. La feria del Rotllo duraba tres días, y el dicho común del pueblo decía (La fira del Rotllo es, el primer día per als masovers, el segon per als forasters, y el tercer per al poble). Esto se explica porque siendo el primer día domingo la gente de la masía oía misa y recogía el rotllo. El segundo día lunes, los pueblos de los alrededores utilizaban el coche de línea para venir a Lucena a comprar, y el tercer día que había menos gente aprovechaban para hacer las compras los del pueblo. Esto y mucho más era el Rotllo de 1940 a 1960 . Hoy en día se celebra diciendo una misa, y repartiendo rotllos bendecidos, la plaza todavía se llena de tenderetes, donde se expone para la venta toda clase de productos, pero a la una de la tarde, empiezan a recoger todas sus mercancías y desaparecen, y desde luego nadie viene ya con carro tirado por mulas. Aun permanecen los bailes de jota, fandango, y seguidillas que por la tarde tienen lugar en el Ayuntamiento. Los masos No podemos hablar de Lucena sin referirnos a sus masos, ya que en ellos residía la mayor parte de sus habitantes. Antiguamente el término de Lucena se dividía en grandes posesiones, cada una de las cuales pertenecía a una familia. La ganadería era muy importante en la economía de Lucena, desde el siglo XIII hasta casi finales del siglo XlV, la lana se exportaba a los centros textiles europeos, siendo Italia y especialmente Venecia donde más se exportaba; la demanda comercial de lana hizo que la ganadería en nuestra comarca alcanzara su mayor volumen en el siglo XlV. Las casas de estas grandes posesiones eran grandes y sólidas, con arcos de medio punto y trabajadas dovelas en su puerta principal, un tipo de puerta como el de la ermita de San Salvador de L’Alcalatén, lo que evidenciaba el poder adquisitivo de sus dueños; por lo tanto en aquella época la gente de los masos era gente acomodada. También disponían estas casas de grandes corralizas para guarecerse el ganado. 18 Llucena: de rural a industrial Figura 10. Masía La Costa. El mas de Fabra D’Alt es la construcción más antigua con indicación de fecha que conocemos; en las dovelas figura el año 1636, y en el más de Batxero, donde tambien hay puertas con arco de medio punto, hay un sillar con fecha de 1767. Las sucesivas herencias, al repartir el territorio entre los hermanos, hizo que cada vez las posesiones fueran más pequeñas; el crecimiento demográfico, al haber más bocas que alimentar, obligó a los masoveros a habilitar más terrenos para la alimentación humana, y restringir la cabaña ganadera. La casa principal también en algunas ocasiones solía dividirse entre dos o tres hermanos. Cuando no cabían más divisiones, los hermanos restantes debían construirse su propia casa, que siempre era más pequeña y modesta que la anterior, de este modo se crearon los actuales masos, unas veces con construcciones alrededor de la primera casa, o en las tierras que cada uno había heredado, creando así nuevos masos con menor posesión de tierras. Así fue creciendo el número de masos llegando en el año 1910 a su mayor cantidad 193 masos. De igual manera aumentó la población de Lucena, que en dicho año 1910 alcanzó la máxima cifra de habitantes que se conoce, siendo de 4.446 en total. De ellos la mayoría, 2.870 habitantes vivían en los 193 masos y los restantes 1.576 vivían en el pueblo; esto nos da una idea de la importancia que tenían los masos en Lucena. A partir del año(1910) empieza a decrecer el número de habitantes. Población Municipal Concentrada y Diseminada (1960-1996) 19 Llucena: de rural a industrial Año 1960 1965 1970 1.975 1.991 1996 Municipio 2.877 2.506 2.218 2.005 1.576 1.620 Pueblo 1.360 1.430 1.486 1.648 1.672 1.538 Masos 1.517 1.076 732 357 104 82 Fuente: Datos extraídos del libro: LLUCENA: UNA HISTORIA DE L´ALCALATÉN. Autor: Escrig Fortanete, Joaquim El antiguo ganadero que exportaba la lana a Europa, al paso de los años se ha convertido en agricultor, para poder alimentar a su familia. Las tierras que alimentaban al ganado, poco a poco han tenido que ser desbrozadas para crear más tierras cultivables y, en una comarca tan montañosa, al no haber suficiente suelo llano para los cultivos, se crearon los bancales, con paredes de piedra seca en las laderas de las montañas, para que la lluvia no arrastrara la tierra y conseguir de esta manera aumentar el volumen de tierras de cultivo para hacer frente a sus necesidades. Las tierras de cultivo fueron creciendo al paso de los años. Superficie cultivada total, y desglosada, cada año, según sea de secano o de regadío. (1946 a 1994) Año 1946 1952 1961 1976 1989 1994 Total 4.019 4.088 3.715 1.768 996 704 Secano 3.881 3 894 3.522 1.574 830 600 Regadío 138 194 194 194 166 104 Fuente: Datos extraídos del libro: LLUCENA: UNA HISTORIA DE LÄLCALATÉN. Autor: Escrig Fortanete Joaquim. Como vemos, el año 1952 ostenta el máximo crecimiento de tierras cultivadas de nuestro pueblo. El trabajo en el campo, además de ser muy duro siempre depende de que acompañe el tiempo, si no llueve y hay sequía, los campos se agostan y las plantas se mueren. Si cuando las plantas están llenas de fruto, llueve y cae granizo, en un momento destroza todos los frutos y se pierde la cosecha. Cuando bajan las temperaturas y se producen heladas, si los árboles están en flor, se hiela la flor y el árbol no da fruto. Los fuertes 20 Llucena: de rural a industrial vientos y las lluvias torrenciales, en época de cosecha suelen hacer caer los frutos de los árboles echándolos a perder. En concecuencia, el labrador siempre está mirando al cielo observando el tiempo, que le puede estropear una buena cosecha. De hecho, la gente de las masías son buenos para predecir el tiempo, según cómo ven las nubes te pueden decir casi sin equivocarse, si va a llover o no. También está el problema que representan los distintos animales que poseen, que necesitan de la atención diaria de su dueño, esto hace que sólo se pueda abandonar la masía durante unas horas o dejar a alguien que se ocupe de cuidar todo el bestiaje. Con todos estos problemas, no es extraño que el labrador, cuando llega el desarrollo industrial, se decida a buscar trabajo en las distintas empresas azulejeras, que se van instalando en Alcora y sus alrededores. Los masoveros que poseen menos tierras son los primeros en abandonar sus posesiones y buscar trabajo en las fábricas, porque ganan más dinero trabajando en la fábrica que trabajando sus tierras, cobran todos los meses, les dan dos pagas extraordinarias, si están enfermos cobran de la Seguridad Social, y además tienen un mes de vacaciones pagado. En el año 1950, los habitantes de los masos y la mayoría de la gente del pueblo viven de la agricultura. En el pueblo existe una fábrica textil que se instaló en 1920 y que durante muchos años perteneció a los Godó una familia catalana. En 1957 en la fábrica textil trabajan en total 137 obreros, de ellos 125 eran mujeres y 12 hombres, en la serrería mecánica trabajan 13 operarios, en la fábrica de yeso y horno de cal, 8 trabajadores. En dicho año 1957 se construyó la fábrica Alucid, empezando a trabajar en ella 20 obreros. En 1960 se vendió Alucid pasando a llamarse Fabresa. Los veranos en Lucena Lucena, en 1957, posee una colonia veraniega que desde Castellón, Valencia, Burriana, Nules y otras localidades, se desplaza a pasar los tres meses del verano a nuestro pueblo, año tras año, para escapar de los rigores del estío. Algunas familias alquilan la vivienda y otras poseen casas o pisos de su propiedad. La familia al completo pasa todo el verano en Lucena, el padre es el que se desplaza algún día a vigilar los huertos de naranjos que son el origen de la economía familiar. Hay padres de familia que trabajan en Castellón y van al trabajo en el coche de línea que hace el servicio Castellón–Lucena. De hecho son muy pocos los que poseen coche particular y la mayoría de los veraneantes llegan a Lucena en el coche de línea o alquilando un taxi. 21 Llucena: de rural a industrial El Hotel Balneario El Prat, inaugurado el día 28 de junio de 1936, es en el año 1957 importante centro veraniego, la mayoría de sus clientes son de Valencia, y suelen pasar en el Prat todo el verano. El edificio está rodeado de zona ajardinada con grandes pinos, tiene frontón, piscina, pista de baile, bolera. Desde la pinada del hotel y subiendo una amplia escalera accedemos a la fuente del Prat; el agua es muy buena y las chicas jóvenes del pueblo acostumbran a subir con botijos y cántaros para llevar agua a sus casas para beber, ya que es muy apreciada. El hotel abre sus puertas al público en los meses de verano, y da trabajo a gente del pueblo que se coloca como mozos, para subir los productos necesarios desde el pueblo al hotel, camareras, lavanderas, planchadoras, vigilante, etc. Hay que recordar que en 1957 no existen los electrodomésticos que tenemos ahora, y en un pueblo donde apenas hay industria estos jornales, aunque sólo sea por un plazo de tres meses al año son una ayuda a la economía familiar. Los jóvenes que están pasando el verano en Lucena junto con los del pueblo forman grupos de amigos que se distraen visitando las numerosas fuentes que existen en los alrededores del pueblo. Se llevan una merienda preparada en casa y beben agua de la fuente en que se encuentran, cuando anochece regresan a sus casas caminando ya que estas excursiones se realizan todas a pie. Figura 11. El toll del Molí El Ross. Algunos días festivos (San Juan, San Pedro, y algún domingo) la familia entera suele bajar al río a pasar el día, con un matxo llevan todo lo necesario para hacer una rica paella, la cuecen con leña, y mientras las mujeres se dedican a cocinarla, niños y mayores chapotean por el río, toman el baño o nadan en la Badina, que es con el nombre que se conoce esta parte del río que forma un pequeño embalsamiento de agua con la 22 Llucena: de rural a industrial suficiente profundidad para poder nadar. Al final de la tarde regresan caminando al pueblo cansados, pero felices por lo bien que lo han pasado. En el verano tienen lugar las fiestas del pueblo, en agosto son en honor de la Virgen de la Asunción que es el día quince y en septiembre en honor de los patronos del pueblo San Miguel y San Hermolao. Se dan conciertos, por la banda de música, y la rondalla compuesta por guitarras, bandurrias, lauds y otros instrumentos. Se cantan y bailan las jotas seguidillas y fandangos, que se bailaban antiguamente y todavía se conservan. Hay competiciones deportivas, concurso de “guiñot”, que es un juego de cartas. Lo que más atrae a la gente son los toros ya que hay mucha afición. Ya que hablamos de toros, tenemos que hablar de los “ cocs” que son unos pasteles típicos de los días de toros. Es una costumbre que viene de muy antiguo el amasar “cocs” cuando llegan las fiestas de toros. Están hechos de una masa compuesta de aceite, agua y harina, son delgados, tienen forma de media luna, por encima llevan almendras, o nueces y azúcar y es costumbre comerlos para merendar a media tarde, durante el descanso de los toros y acompañados de un racimo de uvas. También tenemos unos cocs que se llaman de miel que son como los anteriores, pero por encima llevan una capa hecha con una mezcla de miel, aceite, un poco de agua, almendra o nuez molida y huevos; son muy buenos. Las fiestas y la gastronomía están muy unidas en nuestro pueblo, de manera que en muchas familias se sigue comiendo el día de Navidad y Año Nuevo la paella con pollo, conejo y con las típicas pelotas hechas de magro de cerdo picado, pan, piñones, huevo, ajo y perejil. En Carnavales se hacían unas tortitas con agua, harina, huevo, y manteca de cerdo que se llaman “fulloldres”. Durante el régimen de Franco se prohibieron los Carnavales y la gente dejó de hacer “fulloldres”, si no había fiestas de Carnaval las mujeres no hacían “fulloldres”, de modo que esta costumbre se ha perdido, y los jovenes de hoy no conocen las “fulloldres”. Después de la Cuaresma en que se practicaba el ayuno y la abstinencia de comer carne en determinados días, llegaba Pascua de Resurrección, y las mujeres hacían monas con huevos y calabazate, pero hay una “ mona salada” que es especial, es una empanada rellena de huevo duro, lomo de cerdo, y longaniza fritos y cortados a trocitos, todo esto mezclado con abundante perejil frito. En algunas casas las mujeres siguiendo la tradición aún las preparan para comerlas el día de Pascua y aseguran los que las han provado que son muy buenas. Otra costumbre que se ha perdido es la de hacer “mostillo”, que está preparado con una mezcla de mosto de uva, nueces y harina, cocido en una cazuela, y puesto a enfriar en platos. Los que tenían viña, en tiempo de vendimia hacían vino para el consumo en casa, y según el tratamiento que le daban al mosto el vino era más fuerte o más ligero. El mosto destinado 23 Llucena: de rural a industrial para hacer el mostillo no se dejaba fermentar, por lo que conservaba el sabor dulce de las uvas, el “mostillo” después de frio se cortaba en trozos para comerlo, su sabor era agridulce, el sabor de las uvas frescas mezclado con el de la nuez. En las casas que se cosecha trigo lo llevan a moler a los diferentes molinos que existen al lado del río, y las mujeres todas las semanas amasan y van al horno a cocer el pan, hacen hogazas y de la misma masa del pan, suelen hacer tortas con tocino, cocas con aceite pimentón, y sal, cocas con tiras de pimiento y sardinas saladas a las que les llaman “sardines de bota”, o cocas de migas, que se hacen con un poco de masa de pan que se extiende dándole forma de torta y por encima se pone aceite en suficiente cantidad, harina, y azúcar en sucesivas capas, después se cuece en el horno y al cocerse todo junto se forman sobre la trota las migas, formadas por la mezcla del aceite, la harina y el azúcar. Las mujeres del pueblo cocían el pan en los hornos de las panaderías que durante el día estaban abiertos al público, preparaban la masa en su casa, la llevaban en una canasta al horno y allí preparaban los panes. Cuando llegaban las fiestas de toros por todas las calles podías ver a las mujeres y a las niñas llevando las latas ( lata: pieza cuadrada de hojalata que sirve para hornear) de “cocs” desde su casa a cocer a los hornos de las diferentes panaderías. Otra costumbre que se ha perdido es la de sentarse a la calle en verano las mujeres en los ratos libres a hacer labores, de ganchillo, bolillos, media, y bordados. Las chicas jóvenes que tienen que preparar su ajuar, en cada momento que tienen libre, cogen su bastidor, y en casa si hace frio o en la calle si el tiempo lo permite, se dedican al bordado de sábanas y mantelerías en compañía de otras jóvenes, mientras comentan lo que pasa o es noticia en el pueblo. De esta manera transcurre la vida en Lucena en el año 1957, como vemos la economía se basa en la agricultura, la industria textil, el sector servicios y algunos comercios. Los masos están todos dedicados a la agricultura, es verdaderamente su única forma de existir. Las tierras se cultivan con matxos y asnos. Cuando más tarde llega el tractor, cosechadora, y trilladora mecánica, sólo pueden servirse de ellos las masías que están al borde de la carretera. La mayoría de los masoveros no pueden acceder a estos servicios porque no hay pistas, sólo caminos de herradura y son muchas las tierras que por las pronunciadas pendientes y la estrechez de sus bancales no permiten su uso. Todas las tareas del campo se tienen que seguir haciendo como siempre con mulos, asnos y manualmente. Poco a poco van construyéndose pistas que cruzando pinares, caminos, huerta y secano, llegan hasta algunos masos y hacen posible la entrada de algun tractor. 24 Llucena: de rural a industrial A pesar de los grandes cambios que se suceden en maqinaria e industria, la mayoría de las familias campesinas siguen viviendo pegadas a su terruño, donde día a día sobreviven con su trabajo e inteligencia para adaptarse a los pocos recursos de que disponen, para hacer frente a sus necesidades. Se necesita la cooperación de toda la familia especialmente en época de sementera y recolección de los frutos, siendo la siega y trilla del trigo trabajo muy pesado que podía verse afectado por los cambios atmosfericos, ya que los vientos y lluvias algunas veces acamaban el trigo (Acamar. Hacer la lluvia o el viento que se tiendan las mieses) haciendo más pesada la siega, y para trillar el día tenía que ser seco y con algo de viento, para poder separar la paja del grano. El cabeza de familia acompañado de algún hijo mayor es quien hace el trabajo que requiere más esfuerzo; los abuelos, niños, y niñas colaboran en todo según sus posibilidades; la madre es quien se preocupa de cuidar de la casa, la familia y los distintos animales que poseen. Las Escuelas La primera noticia que tenemos de las escuelas de los masos procede de 1916, en que el Ayuntamiento alquiló un edificio en el mas del barranc d’ Alba ( La Mina) para abrir la primera escuela masovera, y de igual manera en el año 1920 se hallan funcionando dos escuelas más, una en el mas de Bartoll y otra en el mas de Mosquerí. Dos años después (1931) comenzó la Segunda República, que mostró gran interés por la enseñanza pública y potenció la construcción de las escuelas de los masos. En mayo de 1935 comenzaron las obras de cinco escuelas destinadas a los niños de los masos, cada escuela se componía de clase, para cincuenta alumnos, vestíbulo, y un pequeño despacho para el maestro. Adosada a la escuela se encontraba la vivienda del maestro que contaba con acceso independiente, porche de entrada, comedor con chimenea, cocina, tres dormitorios, retrete, una pequeña cisterna y como el resto de los masos no disponía de agua corriente ni luz eléctrica Los nombres de las masías donde se construyeron las escuelas son los siguientes; la Parra, Costa, Mina, Foios,y Pedroses. Se entregaron al ayuntamiento en Septiembre de 1937 en plena Guerra Civil española. Unos años más tarde durante el régimen de Franco se construyó una escuela al lado del rio entre el mas de Mollon e Hilario. Cada escuela impartía clase a los niños de las masías de su alrededor y permanecieron en funcionamiento hasta el año 1968 en que se creó la escuela-hogar comarcal de Lucena ubicada en el grupo escolar del pueblo. 25 Llucena: de rural a industrial Debido a la colaboración necesaria en las tareas del campo de toda la familia los niños y niñas desde jovencitos ayudan, pastoreando las ovejas, acarreando agua, segando hierba para los conejos, llevando el mulo o el asno al abrevadero, y distintos trabajos a lo largo del día. Esto influye en que los niños asistan durante pocos años a la escuela, lo indispensable para aprender las cuatro reglas (sumar, restar, multiplicar, dividir), y escribir una carta para cuando vayan a la ‘mili’ (Servicio Militar) puedan escribir a su familia. Las niñas van muy poco o nada a la escuela, porque cuando se casan, ya tienen a su marido, que sabe leer, escribir y echar cuentas por lo tanto muchos padres piensan que ellas no lo necesitan, y se las dedica a los quehaceres de la casa o a apacentar ganado. A muchas jóvenes cuando llegan a los catorce o quince años se las manda de niñeras o criadas al pueblo o a Castellón para poder ganar algún dinero con que ayudar en casa, o para poder comprar sábanas, almohadas, colchas, toallas, y los distintos artículos que componen el ajuar de una recién casada. Las sábanas, mantelerías, toallas y demás suelen bordárselas ellas mismas con cadeneta, festón, punto de cruz y puntillas según el tiempo y dinero de que disponen. Los hombres, los días que podían dejar las tareas del campo, también realizaban trabajos con que ganar algún dinero extra, algunos que tenían buenas caballerías se dedicaban al arrastre de madera, que desde los pinares de Peñagolosa llevaban hasta la serrería que existía en el pueblo. Con unas cadenas especiales se ataban los troncos de los árboles detrás de los mulos que los arrastraban a través de los pinares y los caminos hasta la serrería, ya que no existía otra forma de transportarlos. Otra manera de conseguir algún dinero consistía en ir el padre y algún hijo a Aragón a trabajar en la siega durante la cosecha del trigo, y en los años en que las fábricas de azulejo funcionaban a leña se dedicaban a cortar ‘malesa’ para los hornos de cocción del azulejo. La “malesa” se componía de romero, aliaga, murta y otros matojos que crecían entre los pinos; los hombres los cortaban y con ellos formaban grandes gavillas a las que llamaban, “malles” ; estas gavillas eran transportadas del pinar a la carretera a lomos de mulos y asnos; en algunos pinares habían instalados unos cables tensados desde la parte alta del pinar a la carretera, por ellos colgadas de un gancho se deslizaban las gavillas de “malesa” hasta la carretera para ser transportadas en camiones a las fábricas de azulejos. Los hornos de las panaderías y los de las masías todos funcionaban con leña y “malesa”; los pinares se mantenían limpios de matorrales, y si se producía algún incendio era más fácil de apagar. 26 Llucena: de rural a industrial Figura 12. Matxo cargado de forraje. No todos los dueños de masías eran pobres, los que poseían grandes fincas con buenas tierras y agua suficiente, podían tener un aparcero o “mitger”, que se dedicaba a cuidar tierras ajenas, y entregaba al dueño la mitad de la producción, con lo cual el dueño de las tierras podía vivir sin trabajar y sólo tenía que pasar cuentas con el “ mitger” en tiempos de cosecha. La gente que sin tener gran cantidad de tierra tenía en el pueblo un establecimiento, o un trabajo remunerado que no le permitía trabajar el mismo sus tierras optaba por contratar un “mitger” al igual que los matrimonios ya mayores que por la edad ya no podían trabajar. De esta manera algunos “mitgers” se dedicaban a trabajar propiedades de diferentes dueños. Lo mismo pasaba con el ganado, había gente que cuidaba de su ganado y que por un precio estipulado se hacía cargo de sacar a pastar ovejas o cabras pertenecientes a otras personas. En los años 1940, los años de la post-guerra, la leche al igual que muchos alimentos escaseaba, y algunas de las familias en las que habían niños pequeños, optaban por comprar una cabra para que les proporcionase leche. Buscaban una pastora que la cuidaba junto con las suyas, y por la tarde cuando regresaba el ganado la pastora ordeñaba las cabras, y la leche que producían las cabras de estas familias la guardaba en diferentes jarras que después pasaba a recoger su dueño, en una lechera. Esta leche había que hervirla dejándola subir tres veces para que no quedaran microbios y poder tomarla sin peligro para la salud, era de sabor más fuerte y cuando se enfriaba en la superficie se formaba una lámina de nata. En algunas casas que poseían ganado si había excedentes de leche se fabricaban quesos caseros, yo recuerdo que mi madre solía comprar queso 27 Llucena: de rural a industrial a una mujer que venía de Costur a pagar la contribución a Lucena y se lo traía envuelto en un trozo de tela blanca, el queso era parecido al de Tronchón. Hay que pensar que en aquellos años en las tiendas del pueblo se vendía poco queso y no había la variedad de quesos que hoy conocemos. En aquellos años, la gastronomía estaba sujeta a las opciones que ofrecían las cosechas, las golosinas se preparaban con lo que tenían en casa, y de la combinación de estos ingredientes han salido las diferentes recetas tanto de cocina como de pastelería típicas de cada comarca o pueblo. Una de las principales preocupaciones del hombre del campo era la conservación de los productos perecederos, ya que tenían que subsistir todo el año de las cosechas. La manera de conservar los alimentos es una cultura que casi se ha perdido. En época de recolección la parte que no podían consumir si el producto lo permitía se hacía en conserva, pero había otras formas de conservar los alimentos que se han perdido. Cuando había abundancia de setas (“robellones” ), se secaban y se guardaban secos, más adelante cuando querían comerlos los dejaban un rato cubiertos de agua, después los secaban con un trapo limpio y los cocinaban. Lo mismo se hacía con las judías que tienen vetas rojas y blancas (“en el pueblo se llaman baxoques sense fil”); con aguja e hilo “palomá” se ensartaban las vainas formando ristras que se colgaban del techo del granero, o sala donde se guardan las cosechas para que se secaran, y durante el resto del año, el día que les apetecía las cortaban en trozos, las enjuagaban, las dejaban en remojo durante toda la noche, al día siguiente habían recobrado la textura y color que tenían, se guisaban acompañadas de algo de carne de cerdo y eran muy sabrosas. Puedo hablaros por ejemplo de los tomates de colgar; son unos especiales que se cosechan a finales de agosto, son pequeños, están en racimos y se cosechan completamente verdes. Los racimos se atan con esparto o cordel, se cuelgan de unos clavos del techo de la sala de cosechas para que vayan madurando; con el tiempo se vuelven completamente rojos y se consumen en los meses de diciembre, enero, febrero y a veces hasta marzo, se comen en ensalada o guisados; los que los han comido aseguran que son muy buenos. Los higos se secaban en cañizos al sol en sitios donde no se mojaran si llovía y les diera el aire; se apretaban para hacerlos más delgados y que se secaran bien, cuando estaban secos se guardaban en cajas de madera, se conservaban mucho tiempo; eran muy dulces, con ellos se hacen “les figues albardaes” que en la feria de la Madalena de Castellón aún se venden en los quioscos; otra manera muy buena de tomarlos es abriéndolos y rellenándolos de almendras, o nueces. En este caso se llaman “pánfigos”. La miel formaba parte de la dieta de las gentes de las masías, ya que el azúcar lo tenían que comprar y era caro, por eso eran muchos los que 28 Llucena: de rural a industrial poseían colmenas de abejas para el consumo propio y si era posible vender alguna cantidad, para sacar algún dinero. El masovero era un poco de todo, albañil, carpintero, se fabricaba muchas de sus herramientas de trabajo, el arado, las mazas, hacía alpargatas para toda la familia: la suela era de esparto, y la parte delantera y el tobillo de cáñamo; la lana de las ovejas las mujeres la hilaban con un huso y una rueca, con la lana que obtenían tejían con agujas de hacer media las distintas prendas de lana que necesitaban: calcetines, medias, toquillas, jerséis, bufandas; según el uso a que la destinaban el hilado era más fino o más grueso; también teñían la lana de diferentes colores. Se hacían los sombreros, capazos, sembradoras, “ventalls”, que servían para avivar el fuego, abanicos, etc. Todo esto lo hacían de palma trenzada. En el campo se crían unas palmas que las mujeres iban a recolectar, las dejaban secar en casa y al secarse se hacían blancas; estas hojas de palma las trenzaban y quedaba una cinta de palma trenzada que iban enrollando; a esto lo llamaban hacer “llata”, cuando ya calculaban que tenían suficiente para la pieza que querían fabricar, cosían la cinta hecha de palma trenzada dándole forma de sombrero, capazo, abanico etc. Si la pieza a fabricar era una pieza de adorno, como por ejemplo un abanico, la “ llata” se tejía más fina y solía decorarse con dibujos de colores. A estos trabajos dedicaban los días de lluvia y nieve que no podían hacer nada en el campo, y se quedaban en casa cerca de la chimenea para combatir el frío. Como no existían todavía las granjas y la carne era un alimento caro, al igual que los huevos, los agricultores de las masías y la gente del pueblo criaban animales de corral en sus casas, para proveerse de ella. Lo más habitual en cada casa era comprar un par de lechones que se engordaban durante meses y se mataban en Navidad. Las familias se ayudaban unos a otros en esta tarea, que al ser tan laboriosa requería la colaboración de todos. Con una semana de anticipación se cocía el pan que debía estar seco, para hacer las sabrosas morcillas, la cebolla que las acompañaba, se tenía que hervir dos días antes y ponerla a escurrir con un peso encima para que soltara el exceso de agua, y si llevaban arroz había que cocerlo el día antes, tenía que estar cocido pero seco. El día de la matanza del cerdo apenas había despuntado el día todos, mayores y niños se preparaban para el duro trabajo que les esperaba. Este cometido les ocupaba todo el día, pero ellos lo vivían como una fiesta en que reunían a amigos y parientes. Del cerdo se comía más pronto lo que no se puede conservar, lo demás se preparaba en forma de longanizas, morcillas, sobrasada, y chorizos, los huesos se troceaban, y al igual que los jamones, las patas la cabeza y el tocino se cubrían de sal para su conservación, todos conocemos el jamón y el tocino. 29 Llucena: de rural a industrial El “ frito” se hacía del lomo del cerdo cortado en lonchas, se salaba, se freía en abundante aceite y se guardaba en un recipiente cubierto de aceite, de la misma manera se conservaban las longanizas, se dejaban secar un poco, después se freían y se cubrían de aceite. Las morcillas, como se cuecen después de hacerlas, no se fríen, se dejan secar y se cubren de aceite. Los animales de corral eran una de las fuentes de ingresos para el labrador; los pollos, gallinas, huevos y conejos se vendían, los pollos se pagaban más caros y sólo los comían en contadas ocasiones. Cuando iban al pueblo para hacer alguna gestión, o para comprar, solían llevar cestas con huevos para vender a sus clientes habituales. Otra clase de comerciantes eran los llamados “ovaters”, que con una caballería se dedicaban a recorrer las masías comprando huevos y toda clase de animales de corral, que se destinaban al mercado de Castellón. Estos ovaters, cuando iban a los masos llevaban en las alforjas de sus caballerías, productos para vender a las gentes de las masías, jabón, telas, bacalao, sardinas saladas, azúcar y otros productos que ellos necesitaban comprar y de este modo se creaba un intercambio que beneficiaba a ambos. Casi todos los masoveros eran cazadores y poseían escopetas de caza, tenían varias maneras de cazar, el parany, que consiste en un olivo preparado de manera que al posarse los tordos en él, caían al suelo y eran atrapados por el cazador que les esperaba escondido. La manera más antigua que conozco y que demuestra su ingenio es la de “plantar lloses”. A mí me enseñaron una vez cómo se hacía, con una piedra llana, tres piedras más y unos bastoncitos, se preparaba una trampa para pájaros o tordos; los bastoncitos están dispuestos de tal manera que sostienen la llosa o piedra llana en alto, de manera que si se toca uno de los palitos la piedra cae y atrapa al pájaro; los niños eran los que se ocupaban de revisar todos los días estas trampas y recoger los pájaros. Aunque visto desde la comodidad de que disfrutamos hoy para proveernos de carne podamos pensar que la caza es una crueldad, no olvidemos que ellos conseguían algún dinero de la venta de los huevos, pollos, y conejos y que la carne que podían adquirir por medio de la caza era una valiosa ayuda para su dieta. Las casas de las masías Las viviendas tenían que adaptarse a las necesidades de las diferentes tareas que había que desarrollar en ellas, unas eran más grandes que otras, podían tener dos, tres, o cuatro, habitaciones pero casi todas estaban construidas de forma parecida, la puerta principal de la casa miraba al Sur, esta forma de orientación se conoce en Lucena como “orientá al Sol de mitgdia” de esta manera conseguían que además de recibir durante todo el 30 Llucena: de rural a industrial día la luz del sol, la casa fuera menos fría en invierno, y menos calurosa en verano. La distribución de las casas era también parecida, una vez atravesar la puerta principal de la casa nos encontrabamos con una sala llamada entrada, que era la más grande de la planta baja, y tenía como único mobiliario unas pocas sillas, una percha donde colgar los sombreros de paja que se usaban para protegerse del sol, y alguna que otra prenda. En esta entrada se realizaban las reuniones de la familia y los distintos trabajos, ya que la ancha puerta dejaba entrar la luz del sol, tan necesaria “porque no olvidemos que no tenían luz electrica”. Desde la entrada se accedía a los distintos aposentos que componían la vivienda; a un lado de la entrada se abría el acceso a un comedor con una chimenea ubicada en el centro de una de las paredes; esta chimemea en algunas casas tenía la parte frontal chapada de azulejos con dibujos de flores y pájaros, y a ambos lados armarios con estantes en la parte alta, para guardar en uno los alimentos y en el otro la necesaria vajilla de que disponían, en el centro de cada armario un “canteré” donde guardar los cántaros y botijos para el agua. Las casas más modestas no tenían armarios ni azulejos, sólo unos estantes donde depositar las cosas, y el “canteré” para los cántaros y botijos. En el comedor sólo una mesa en el centro y algunas sillas arrimadas a las paredes constituían todo el mobiliario. En muchas casas había un dormitorio en la planta baja al que se accedía a través del comedor, en éste dormían los dueños; los muebles eran pocos una cama, una mesita y alguna silla; los más acomodados solían tener una cómoda, especie de tocador con seis cajones, un espejo enmarcado en madera, que se colgaba encima del mueble en la pared, y una percha donde colgar la ropa pues no tenían armarios. El corral del mulo o “matxo” formaba parte de la casa para poder vigilarlo más de cerca, por si algo le sucedía, ya que era el animal más caro que poseían, y también porque así no tenían que salir de casa de noche para darle de comer. Dentro de la casa se encontraba el horno de cocer el pan; en algunas casas con más recursos había un cuarto adosado al lado de la casa con un horno y un hogar o chimenea más pequeña, donde solían guisar las mujeres y así no ensuciaban el comedor de la casa. Por una escalera que arrancaba desde la entrada se accedía al segundo piso; en él, además de algún dormitorio, estaba la sala de guardar las cosechas, que era amplia y con ventanas para que se aireara, y un cuarto pequeño, llamado salador, donde se colgaban los embutidos para secar y se salaban los jamones, tocino, y otras piezas del cerdo, y se guardaba el “frito”. El salador tenía ventana con tela mosquitera para que hubiera corriente de aire, pero no entrasen las moscas. Los jamones, que eran las piezas más caras, algunos masoveros los vendían para conseguir dinero con que pagar las contribuciones. PLANTA ALTA 31 ALADOR CORRAL DEL MITORIO DORMITORIO PESEBRE PLANTA BAJA Llucena: de rural a industrial Figura 13. Plano de casa típica de masía. En la misma casa o cerca de ella tenían el “cub.”, o lagar con una especie de balsa donde se pisaba la uva, una prensa hecha de madera y todos los demás utensilios necesarios para fabricar el vino, así como los diferentes cántaros de metal con asas que servían para medir el vino, si había que venderlo. Además la masía contaba con un pajar, un estercolero y los distintos corrales donde vivían los distintos animales, corderos, cerdos, gallinas y conejos. Todo esto se encontraba cerca de la casa. En las masías había eras para trillar, unas eran particulares y otras compartidas entre más vecinos. En las compartidas tenían establecida una dieta, y se acoplaban a ella para el uso de la era. Muchas masías no disponían de cisterna debido a las numerosas fuentes que existen en todo el término. La ropa la lavaban en el río, en las acequias o en las balsas que almacenaban el agua para regar los huertos. En un lado de la balsa o de la acequia habían colocadas unas losas planas de superficie lisa donde las mujeres lavavan la ropa; cada pieza que lavavan la tendian sobre el romero para que se secara, mientras ellas continuaban lavando el resto; cuando tenían toda la ropa limpia la que habían tendido ya estaba casi seca, la recogían, la doblaban y la llevaban a casa. 32 Llucena: de rural a industrial La ropa la planchaban con planchas de carbón o de hierro; las de carbón estaban huecas, se colocaban brasas en su interior y se manejaban con sumo cuidado para no quemar la tela. Las de hierro eran compactas, se colocaban directamente sobre las brasas, cuando estaban calientes se limpiaban con un trapo limpio para que no tiznaran la tela y tantear la tenperatura. Estas planchas se compraban por parejas, mientras con una se planchaba la otra se mantenía sobre las brasas calentandose. La gente de las masías tenía por costumbre reunirse para celebrar los carnavales, y otras fiestas en alguna de las masías, donde se daban cita para pasar la tarde juntos, bailar, y oir música. Los masoveros que tenían afición a la música acudían acompañados de guitarras, bandurrias, lauds, castañuelas y panderetas. Gracias a la afición que existía en las masías por la música y el baile se han conservado los bailes típicos de nuestro pueblo; jota, fandango y seguidillas. La Lucena de hoy Muchas cosas han cambiado con el paso de los años en Lucena, las masías como consecuencia del desarrollo industrial han ido perdiendo población continuamente. Primero son los hombres jóvenes los que tienen que abandonar la casa paterna para buscar trabajo, mientras los padres continúan en la masía. Cuando los padres son mayores y necesitan cuidados también abandonan la masía y se reúnen con sus hijos, y así de esta forma se fueron vaciando los masos. En principio su destino es Barcelona, Castellón, Valencia, etc. Entre los años 1950 y 1960 aún son muchos los que permanecen en las masías, especialmente los que poseen más tierras. Uno de los factores que influyó de forma decisiva en el abandono de las masías fue la creación de la Escuela Hogar de Lucena en el año 1968, que al trasladar a los niños de las escuelas de las masías a la del pueblo, dio como resultado que los padres buscasen un trabajo en la industria azulejera, y abandonaran la masía trasladándose a vivir a Lucena y a otros pueblos cercanos desde donde podían estar con sus hijos, y además en los fines de semana y días que tenían libres vigilar sus tierras. Tanto el desarrollo de la industria azulejera, en la zona de Alcora y alrededores, como el que los trabajadores hayan podido adquirir un vehículo propio con el que desplazarse hasta su trabajo, ha contribuido a que muchas familias que han abandonado las masías se quedasen a vivir en el pueblo de Lucena. El pueblo ha dejado de ser agrícola, las gentes trabajan casi todas en las fábricas, y sólo muy pocos trabajan el campo que en su mayoría está abandonado. Ya no hay mulos ni asnos para trabajar las tierras, han sido sustituidos por tractores con remolque, y distinta maquinaria agrícola y coches, lo que sí que hay son preciosos caballos de pelo reluciente y bien 33 Llucena: de rural a industrial cuidados a los que sus dueños miman y sacan de paseo, y que en la noche antes del día de San Antonio Abad acuden con ellos a la procesión de la “Matxa” a sacar el prim, donde resaltan por su hermosa presencia. Los niños están todos escolarizados, las escuelas son mixtas y las niñas pueden acceder a estudiar una carrera lo mismo que los niños. Las mujeres también han cambiado, son más las que han accedido al mundo laboral, han cursado estudios, y ejercen una carrera y como casi todo el mundo tienen licencia de conducir y coche propio. Las parejas en general se casan más mayores, ya que esperan a terminar los estudios, encontrar un trabajo, y comprar un piso. La natalidad ha descendido y hay menos niños. A estos niños los padres los suelen llevar de pequeñitos al parvulario, y en muchos casos se encargan de ir a recogerlos los abuelos si la madre trabaja fuera del hogar. Los electrodomésticos de toda clase que han inundado el mercado (lavadora, nevera, cocina de gas, microondas, etc.) representan una gran ayuda para el ama de casa facilitándole las tareas del hogar, y los diversos productos congelados de que disponemos, y precocinados permiten a la mujer que trabaja fuera del hogar poder atender también a su familia. No podemos dejar de destacar el gran impacto que tuvo la televisión en nuestros hogares, en la década de los cincuenta, en blanco y negro al principio, y que suponía un lujo que sólo poseían las familias más ricas y los bares, y que más adelante y, además en colores, hemos podido disfrutar todos los españoles en nuestras casas. Como consecuencia del progreso industrial empezaron a proliferar los coches en nuesto pueblo: los seat 600, Ondini, etc. Recuerdo que en el año 1962, los coches seat 600 estaban tan solicitados que había que esperar unos meses hasta que te llegara el turno. Ahora hay gran variedad de autómoviles de todas las marcas y tamaños. Los coches disponen de una elevada tecnología, calefacción, aire acondicionado, mando automático para abrir y cerrar las puertas, signos luminosos que se encienden para alertarnos de cualquier anomalía etc. Yo recuerdo aquellos coches de los años sesenta que se paraban cuando les parecía y había que revisarles las bujías que siempre tenían algún problema; la bujía estaba engrasada, los platinos no estaban a la distancia adecuada y no saltaba la chispa, y después de varios intentos sin resultado, había que ponerle una bujía nueva y a veces ni siquiera así funcionaba el coche. Los conductores de entonces tenían que saber nesesariamente algo de mecánica. Antes mucha gente carecía de permiso de conducir, y ahora cuando los jóvenes cumplen los dieciocho años, se sacan el permiso y a muchos de ellos los padres les compran un coche. En el mundo laboral las empresas para admitir a un trabajador, prefieren que éste posea permiso de conducir y vehículo propio y algunas de las empresas así lo hacen constar en su oferta de trabajo. 34 Llucena: de rural a industrial Actualmente el término de Lucena está cruzado de numerosas pistas rurales por las que se puede acceder a la mayoría de los masías, y los fines de semana si transitamos por ellas podemos ver los coches aparcados a la puerta de las casas de las masías, y es que muchos de los masoveros que las habitaban, suelen desplazarse allí en vacaciones, y fines de semana, con lo que se han convertido en una segunda residencia. Muchos masos están dotados de luz eléctrica y en el más de “Llorens”, que todavía está habitado, hay hasta teléfono. La industria azulejera también está presente en Lucena ya que además de Fabresa (la primera fabrica que se construyó en 1957) se han construido tres más (Gres Cid, Lucer y Mosavit), que han creado más oferta de trabajo a la gente de los alrededores, particularmente Lucena y Figueroles, ya que estas tres últimas fábricas se encuentran emplazadas en los alrededores de la carretera que une Lucena con Figueroles. Estas fábricas junto a las de Figueroles y las de Alcora hace que todos encuentren trabajo y apenas exista el paro. Como en el resto de nuestra comunidad también en nuestro pueblo podemos encontrar familias de emigrantes rumanos y marroquíes, que han encontrado trabajo y residen en Lucena, con su familia. Los niños de estos emigrantes están escolarizados y asisten a la escuela. También hay un curso de enseñanza para los adultos al que pueden asistir junto con la gente del pueblo los emigrantes que quieran aprender nuestro idioma. A pesar de que las playas han alcanzado en la actualidad destacada importancia como punto de destino de los que buscan un lugar donde pasar el verano, Lucena sigue conservando un importante número de veraneantes. El Hotel del Prat, que está cerca del pueblo y rodeado de pinos, está abierto durante los meses de verano, en Navidades y Semana Santa. En su restaurante se preparan banquetes de bodas, comuniones y otras celebraciones. También tenemos un hotel moderno que se llama Hotel Lucena, tiene cafetería y restaurante, está edificado en el mismo pueblo, las habitaciones tienen aire acondicionado, teléfono, televisor etc. y está abierto durante todo el año. La temporada veraniega dura tres meses julio, agosto, y septiembre, pero es en el mes de agosto cuando hay más gente en el pueblo, porque son fiestas en Alcora y Lucena y muchas empresas azulejeras cierran y les dan las vacaciones a sus trabajadores durante el mes de agosto. También en el mes julio y septiembre hay veraneantes, ya que existen empresas que no pueden cerrar como son los medios de comunicación, hospitales, supermercados, y que les dan vacaciones a sus trabajadores en turnos y al no poder elegir todos el mes de agosto, eligen julio o septiembre. Los jubilados son los que más tiempo pasan en verano en el pueblo, ya que no tienen un trabajo que cumplir, y pueden seguir en Lucena 35 Llucena: de rural a industrial disfrutando de su clima fresco mientras que en otras partes aprieta más el calor. Los mayores se reúnen en la Casa de los Pensionistas y Jubilados donde hay cafetería, en la que se distraen leyendo el periódico, comentando las noticias, tomando café, y jugando a las cartas. En los salones del primer piso hay una biblioteca, tiene salón de actos con un escenario y en el segundo piso está la Asociación de las Amas de Casa. A un lado de la cafetería una puerta comunica con un gran salón donde se organizan, bailes, reuniones, y conciertos. El día 1 de octubre se celebra la fiesta de San Hermolao que es uno de los patronos del pueblo, hay misa y procesión, y hay un homenaje a los mayores que cumplen los 80 años a lo largo del año. Los octogenarios reciben una invitación al acto que se celebra en un restaurante, y a todos los que cumplen los años durante el año, los llaman por su nombre, les imponen una insignia como recuerdo del acto, a las señoras el alcalde y a los señores la reina de las fiestas. Después tiene lugar la comida a la que están invitados. Y esta invitación a la comida del día de San Hermolao es para toda la vida. Ángela Nebot Sangüesa. 36 Llucena: de rural a industrial BIBLIOGRAFÍA LLUCENA: UNA HISTORIA DE L’ALCALATÉN. Joaquim Escrig Fortanete. Fotos: portada y figuras 1-2-3-4-5- y 8, proceden de internet. Fotos: figuras 6-7-9-10 y 11. proceden del folleto publicado por la, Associació cultural Llucena. 10 Excursions a peu pel terme de Llucena. Figura 13 elaboración propia. AGRADECIMIENTOS Deseo expresar mi agradecimiento al Profesor de Geografía Humana: Don Javier Soriano Martí, por su ayuda en la dirección de este trabajo. También agradecer a Pili Escuder su paciencia y amabilidad. Asimismo dar las gracias a mi hija Ana, y mis sobrinos Manuel y Marc, que me han iniciado en el manejo del ordenador. 37