Parisina Tragedia lírica en cuatro actos, de Pietro Mascagni con libreto de Gabriele D’Annunzio. Estreno mundial: 15 de diciembre de 1913, Teatro Alla Scala de Milán. Programa realizado por Fernando Funes. Antecedentes Para el año 1913, el compositor livornés Pietro Mascagni (1863-1945) había ya compuesto gran parte de su magnífica producción operística. Fuertemente motivado por el arrollador éxito de su CAVALLERIA RUSTICANA en 1890, Mascagni nos había ya también brindado otras dos óperas importantes, L’AMICO FRITZ en 1891, y la bellísima tragedia de ambientación japonesa, IRIS, en 1898. El cambio de siglo trajo sin embargo consecuencias no muy felices para el compositor italiano. Su comedia lírica LE MASCHERE, a pesar de ser una verdadera obra maestra, y de haberse estrenado simultáneamente en 7 diferentes ciudades de Italia en 1901, fue un rotundo fracaso. Esto afectó y ofendió profundamente a Mascagni, ya que la consideraba una de sus mejores obras. Intentando una vez más reproducir el cabal éxito de su CAVALLERIA, Mascagni se volcó a la obra literaria del poeta Gabriele D’Annunzio (1863-1938), particularmente a la trilogía de la familia Malatesta, compuesta por FRANCESCA DA RIMINI, que Riccardo Zandonai habría de musicalizar en ese mismo tiempo, PARISINA, y SIGISMONDO, que nunca fuera escrito. Guidado por el editor musical Sonzogno, el compositor eligió su PARISINA, seducido por la atmósfera trágica y potente del tema, que expone una pasión amorosa, que podría considerarse en términos clínicos, rayana en lo patológico, y por la habilidad de D’Annunzio de crear personajes de tales dimensiones dramáticas. Con esta nueva obra Mascagni intentó dar realización a sus ideales espirituales, creando así una obra en que música y poesía se fusionaran conjuntamente, fluyendo permaentemente en un constante recitativo, sólo interrumpido por momentos. De este modo, luego de la experiencia casi mística de ISABEAU, estrenada en Buenos Aires en 1911, los personajes de la obra de D’Annunzio le parecieron no solamente psicológicamente más complejos, sino también más reales y no tan abstractos, lejos del ambiente soñador y legendario de la ópera recién mencionada. El propio poeta realizó la reducción de su tragedia original de 1902, para convertirla en un libreto operístico, y el compositor realizó su tarea en tiempo récord, musicalizando con gran entusiasmo los versos d’annunzianos, que poseían una intrínseca cantabilidad melódica y una sencillez transparente. Cabe acotar que el libreto fue originalmente ofrecido a Giacomo Puccini, quien lo rechazó por considerarlo inmoral. Pero el romance de Mascagni con Anna Lolli quedó al descubierto durante la composición de la ópera, y debido a las acciones de la esposa del compositor, el avance en la creación de la obra se vió interrumpido hasta febrero de 1913, en que la partitura quedara completa. La única preocupación de los creadores era la duración de la ópera, que puede considerarse como la más extensa dentro del repertorio de la giovane scuola, del verismo italiano. Tanto críticos como el propio público reprocharon al compositor por haber creado una ópera de tales dimensiones. Debido a estas razones, el compositor sancionó la omisión del cuarto acto en algunas representaciones, como la del Festival de Montpéllier de 1999. Nuestra versión de PARISINA, a pesar de contener cortes en pasajes musicales, presenta la estructura en cuatro actos, fiel al original.La partitura ostenta dramáticas frases lapidarias acompañadas de una música orquestal con un lenguaje armónico mucho más avanzado, no lejano a Claude Debussy y a Richard Strauss, el cual subraya el aspecto lúgubre y melodramático de la historia. Las líneas vocales se desarrollan dentro de un estilo declamado, transformándose en brillantes ariosos por momentos, que resaltan el sufrimiento y el aspecto trágico de la ópera. Asimismo, la orquestación es refinada y de gran vigor dramático, como vemos en la escena del descubrimiento de los amantes en el acto tercero.Al igual que su antecesora IRIS, PARISINA presenta momentos de gran inspiración en la escritura coral, en los actos primero y segundos. Los actos centrales resaltan la presencia de la protagonista, que rara vez deja la escena, y a quien se le exigen dificultosos pasajes y ariosos. La figura de Ugo D’Este constituye junto con los roles protagónicos en las óperas GUGLIELMO RATCLIFF (que escucháramos el pasado mes de marzo), IL PICCOLO MARAT, y NERONE, el cuarteto de roles mascagnianos que conforman una auténtica pesadilla para cualquier tenor que se atreva a enfrentarlos. El rol fue escrito especialmente para el tenor favorito de Mascagni, Hipólito Lázaro, de entonces sólo 26 años, y pocas veces ha sido representado nuevamente, debido obviamente a las terribles exigencias y a la longitud de la obra. La trágica historia de Parisina D’Este, cuyo verdadero nombre fuera Laura Malatesta, atrajo anteriormente la atención de Gaetano Donizetti, quien en 1833 estrenara una ópera del mismo nombre en Florencia, inspirada en la poema de Lord Byron de 1816, que a su vez derivara de la obra literaria de Matteo Bandallo de 1554. Georges Bizet proyectó una ópera sobre el tema en 1855, que nunca llegó a concretarse. Del mismo modo, como es sabido, el compositor uruguayo Tomás Giribaldi (18471930) , estrenó en 1878 en el Teatro Solís de nuestra capital, su ópera LA PARISINA, sobre el mismo libreto que Felice Romani proporcionara a Donizetti. La auténtica Parisina histórica fue decapitada junto a su amante en 1425, a los 21 años de edad. Argumento La acción transcurre en el siglo XV. Acto primero La villa de la familia D’Este, en una isla del río Pó. En los varios recintos del palacio vemos a muchachos y muchachas en diferentes actividades: Cosiendo, jugando juegos, y haciendo música. Cada grupo juvenil tiene su propia voz coral y sus propias tareas, mientras que en el parque de la isla, con sus reservas ícteas, Ugo D’Este, hijo bastardo de Niccolo III D’Este, Marqués de Ferrara, que viviera desde 1383 hasta 1431, y de Stella de Tolomei, (apodada “Stella del Asesino”), practica tiro con su ballesta junto a otros nobles compañeros, frecuentemente errando el blanco, lo cual le hace perder el control de su temperamento. La Verde, una de las muchachas, dirige a sus compañeras en el canto de un lamento coral, a lo que cada compañía responde con creciente energía, creando un ambiente de fuerte vehemencia casi salvaje. Ugo conversa con su amigo Aldobrandino Di Rangone, quien le pregunta la razón por la cual se halla tan malhumorado y con un terrible ánimo. Ugo responde que necesita la calma y la paz de la primavera, pues cree hallarse en un estado psicológico alterado, y airado sin razón alguna. El joven D’Este revela a su compañero como su sangre arde y fluye como las montañas del parque de la villa. Un fuego que quema, pero que no lo consume, y una herida que no vierte sangre lo afectan. En ese momento, una doncella anuncia la presencia de su madre, Stella Del Asesino. Al ver a su hijo pálido y enjuto, la Tolomei le pregunta si algún mal lo aqueja, ya que llora fácilmente y parece estar fuera de sí mismo. Ugo no logra expresar con palabras la tempestad que ruge dentro de él. Stella le recuerda que aunque esté separado de ella, sigue siendo su propia carne y lo que más quiere en el mundo. Lo insta entonces, a odiar a su madrastra, Parisina Malatesta con todas sus fuerzas, acabando por entregarle una ampolla con veneno para que le dé muerte en el momento apropiado. El coro de doncellas anuncia la llegada de Parisina. Ugo se halla profundamente perturbado. Al partir, Stella lanza una maldición a su rival, diciéndole que su sangre proviene de ladrones, traidores y prostitutas, y acabando por decirle que ha conquistado el amor de Niccolo solo por sus malas artes. Un animado coro de cazadores interrumpe la escena. Se presenta Niccolo D’Este, diciendo a su esposa que ha cazado una magnífica presa, y preguntando donde está Ugo. Parisina le cuenta inmediatamente sobre los insultos de Stella, a quien considera una auténtica loba sanguinaria. Niccolo maldice su situación, entre el amor por su esposa y el rencor por su ex amante. Ugo, que considera a su vida sin valor alguno, decide partir a caballo y dejar así a su padre al cuidado de Parisina, quien irrumpe en llanto ante la noticia. Un lejano coro entona una canción que alude directamente a la situación de los personajes. Acto segundo En el Santuario de Loreto. Entre las lámparas y las antorchas, una estatua de la Virgen tallada en cedro negro. Detrás del bosque de olivos se observa el Mar Adriático. Los peregrinos vienen a ofrecer sus obsequios a la Virgen. Al igual que en el acto anterior, asistimos nuevamente a un soberbio despliegue de virtuosismo coral: Las voces de tres damas solistas se mezclan con las cantilenas de los marineros y las letanías a la Virgen María. La música coral se halla envuelta en un aura gregoriana, no lejana a las obras de Giovanni Gabrielli. Parisina y La Verde conversan. La protagonista le revela que el mismo mal que aqueja a Ugo la ha hecho su presa a ella también. Su cara, bañada en sudor arde por las noches y su corazón palpita violentamente. La Verde la ayuda a adornarse con ropajes y con joyas. Parisina entra en el pabellón, ofreciendo sus rezos y sus pertenencias a la Virgen. Desde la costa se escuchan sonidos de trompetas. Los piratas de Schiavoni amenazan la ciudad y el Santuario. Ugo, a quien sus huestes llaman: “Diamante”, lidera las tropas contra los mercenarios, cuyo objeto es robar la estatua de la Virgen Negra. La batalla es descripta por el coro, hasta que finalmente Ugo entra victorioso, consagrando a la torre de marfil su espada ensangrentada, mientras los monjes entonan una antífona. Parisina se alegra al ver que Ugo no ha sido herido. Poco a poco, los jóvenes comprenden, que por acción del funesto destino están enamorados. Ugo describe como el nombre de Parisina fue el que lo sostuvo en la batalla, y le otorgó finalmente la victoria. Cuando el joven D’Este se dispone a abrazarla, Parisina se libera de su gesto amoroso y le dice que es un sacrilegio, ya que ella es la esposa actual de su padre, el Marqués de Ferrara. Pide entonces un momento para orar a la Virgen, para que los libre de cometer un horrible pecado. Pero Afrodita finalmente triunfa, y ambos amantes condenados caen en brazos uno del otro, perdidamente encendidos en su pasión ilícita, y concretando el acto amoroso en las sombras. Acto tercero La sala “A Ursi”, en el Palacio de Belfiore. La protagonista, junto con su doncella La Verde se halla reclinada sobre su lecho, leyendo el romance medieval de Tristán e Isolda. Atormentada por el remordimiento de su oscura pasión por su hijastro, Parisina expresa su pánico y terror ante la traición a su esposo, que de enterarse, buscará una sangrienta venganza. Hace saber entonces a La Verde todo el proceso que llevara a su matrimonio por conveniencia con el Marqués D’Este, a quien no ama. Citando más pasajes del romance de Tristán, se deja llevar por su impulso erótico, pero a la vez se siente perseguida por el fantasma de Francesca da Rimini, quien también fuera una adúltera, y asesinada por su esposo. Ugo irrumpe violentamente en la habitación, y ambos jóvenes se abrazan inseparablemente. El muchacho le hace saber que ha tenido una nueva batalla, esta vez no con sangre sino con las lágrimas de su madre, Stella del Asesino, que bañan su ropa. Aludiendo de nuevo al romance de Sir Tristan, Parisina lo consuela, diciéndole que ambos encontrarán la paz en la tierra del olvido, en la eterna noche que los protegerá. En ese preciso instante, entra La Verde agitada diciendo, que Niccolo D’Este se aproxima a la habitación. Parisina esconde a Ugo tras un cortinado. Entra el Marqués D’Este acompañado por sus hombres, alegando estar a la búsqueda de un leopardo que el Emperador de Grecia le obsequiara, y que se le ha perdido. Enfurecido, registra todo el recinto, alegando que su presa se halla cerca, aludiendo naturalmente a la sospecha de un amante. Al acercarse al cortinado, Parisina le corta el paso y le hace saber que es su propio hijo Ugo, quien se halla oculto. Fulminado, el Marqués expresa la tempestad de emociones que lo dominan en un poderoso soliloquio: “Cristo Signore, perché tu mi fulmini?” Parsina se declara culpable absoluta, para absolver a Ugo del castigo, alegando que su baja sangre y su manchado linaje la han llevado a vengarse de su esposo, y a hechizar a Ugo con un filtro mágico, para que se enamorase de ella. Con enorme pasión, Ugo responde en su arioso: “ Ah com’ è bella!”, que su pasión por ella es natural, y que nunca ha sido víctima de ningún sortilegio ni de poción mágica alguna. La escena toma un carácter casi místico, comparable a otra gran tragedia de D’Annunzio, LA NAVE, de 1908. Considerando el hecho a la vez monstruoso e inexplicable, Niccolo condena a los amantes a ser ejecutados por el hacha, en un mismo lugar. Que la sangre de ambos fluya conjuntamente. Un aura de misterio rodea a los amantes, que luego de un pasional abrazo son conducidos a prisión. Acto cuarto En el calabozo de la Torre del León. La escena, iluminada por antorchas, revela la presencia de Ugo y Parisina, fuertemente abrazados. Los condenados han perdido ya el sentido del tiempo y del espacio. Sus espíritus comunan, y sus seres fluyen uno dentro del otro. Parisina pide a Ugo que la coloque junto al bloque de ejecución donde deberá arrodillarse cuatro veces: La primera por el pecado, la segunda por vergüenza, la tercera en la muerte, y la cuarta en la eternidad. En esos momentos llega desesperada Stella del Asesino, la madre de Ugo. Con durísimas palabras reprocha a Parisina el haberle robado el amor natural de su hijo. Al ver que éste no responde, su furia se hace aún más grande. Pero Parisina le contesta con dulzura. La considera a ella sagrada, pues es la madre de su ser más querido, y pide a Ugo que vaya a su encuentro. El joven se desplaza letárgicamente hacia la reja donde se halla su madre, pero no logra escucharla ya. Ante el fuego de la sacrílega pasión y del espíritu del sacrificio, Parisina y Ugo enfrentan al verdugo. Por orden de Niccolo D’Este, Marqués de Ferrara, el hacha cae sobre ambas cabezas, solo pudiendo matar los cuerpos, pero no su amor. Reparto PARISINA ………………………………………….………………...ATARAH HAZZAN, Soprano. NICOLO D’ESTE ………………………………………………………..ALDO PROTTI, Barítono. UGO D’ESTE ………………………………………………….…GIUSEPPE VENDITELLI, Tenor. STELLA DEL ASESINO……………………………..…. KATIA ANGELONI, Mezzosoprano. ALDOBRANDINO DI RANGONE……………………. FERRUCCIO FURLANETTO, Bajo. LA VERDE ………………………………………………………..STELLA SILVA, Mezzosoprano. Coro y Orquesta de la Ópera de Roma, bajo la dirección del maestro GIANANDREA GAVAZZENI.