1 Territorio Étnico y Paisaje Sagrado de los Maya Q`eqchi` en Petén

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Territorio Étnico y Paisaje Sagrado de los Maya Q’eqchi’ en Petén, Guatemala:
Experiencias de Etnomapeo y Legalización de Tierras de sus Comunidades
Georg Grünberg
CARE Guatemala / Cooperación Austríaca
“Prepared for delivery at the 2000 meeting of the Latin American Studies Association,
Miami, March 16-18, 2000”
Resumen:
Este ensayo concierne: migración, etnias, medio ambiente, frontera agrícola, reforma
agraria de hecho, Guatemala, Q’eqchi’.
La expansión del territorio étnico de los Maya Q'eqchi' hacia las tierras bajas del norte de
Guatemala convirtieron el departamento del Petén en los últimos treinta años en un
nuevo espacio multiétnico de colonización espontánea en el cual los Q'eqchi' participan
con más del 40% de sus habitantes, transformándose en los actores más dinámicos de
la frontera agrícola de la región. Por un lado existen las "agarradas de tierra" comunales,
siguiendo la lógica de la recreación de un paisaje sagrado que enmarca geográficamente
y define las normas de tenencia y del "buen uso" de la tierra, del agua y del bosque,
formando microregiones étnicamente homogéneas y de menor grado de deforestación.
Por otro lado hay grupos de familias o de personas desplazadas por el conflicto armado
que se incorporan a la dinámica de una colonización depredadora liderada por "ladinos"
del oriente y sur del país, avanzando por las nuevas carreteras que se transforman en
corredores de penetración a las Áreas Protegidas, que en su totalidad abarcan el 68%
de la superficie del Petén. En este contexto quisiera discutir la relación entre cosmovisión
q'eqchi' , políticas del Estado de Guatemala e intentos de una consolidación
socioambiental a partir de las experiencias de un proyecto de legalización de tierras e
investigación participativa de CARE Guatemala en Petén, de 1994 a 1999.
La base empírica de las hipótesis y conclusiones presentadas son un etnomapeo y
levantamiento general de datos en los 196 asentamientos de la Reserva de la Biosfera
Maya en 1997/98 (Grünberg/Ramos 1998), la participación en un estudio realizado para
el Banco Mundial, evaluando la tenencia de tierra en relación a factores socioculturales
en Petén (Schwartz 1998), diagnósticos comunitarios participativos más detallados en 42
comunidades y entrevistas semiestructuradas con informantes seleccionados durante mi
trabajo como asesor del proyecto TIERRAS de CARE, de 1997 a1999, resumido en un
Manual de Comunidades de Petén (Macz/Grünberg 1999) publicado en español y
q’eqchi’.
1.- El Petén imaginario y real:
Un breve análisis del departamento más extenso de Guatemala nos muestra un
Petén imaginario y otro real: el primero se refiere al hecho que el 68 % de la superficie se
ha declarada área protegida por decretos emitidos en 1989 y 1990, incluyendo a la
Reserva de la Biosfera Maya, la más extensa de América Central. El Petén real, sin
embargo, refleja en su dinámica migratoria y estructura agraria actuales el hecho que
durante dos décadas se ha convertido en refugio y destino principal para campesinos
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pobres de todo el país, como una válvula de escape para evadir el tradicional bloqueo a
la tenencia legal de tierras para campesinos. Aunque sean los Ladinos del Oriente y los
Q’eqchi’ de las Verapaces y de Izabal los que representan hoy la gran mayoría de la
población, se observa que especialmente en el norte del Petén, en la frontera agrícola
más dinámica del país, se afincaron comunidades enteras de pueblos tan diferentes
como Q’anjob’al de Huehuetenango, Ladinos de la Costa Sur y Poqomam de Jutiapa,
generando una producción diferenciada de conocimientos en relación con su nuevo
medio ambiente.
La población (neo)petenera representa demográficamente un misterio, ya que las
estadísticas oficiales son notoriamente insuficientes y hasta erróneas en los datos más
básicos (Grandia 1999). Mientras que el último censo del INE reportó para 1994 apenas
224.884 habitantes, un cuadro comparativo de estimativas por municipios del año 1998
nos da un mínimo de 513.000, de los cuales más de la mitad son Ladinos (55,5 %), unos
40 % Maya Q’eqchi’ y un 5 % de otros pueblos mayas.
Cuadro: Resumen demográfico y étnico del Petén 1998
Municipio
Flores
San Benito
San José
San Andrés
San Francisco
La Libertad
Santa Ana
Dolores
Melchor de
Mencos
Poptún
San Luis
Sayaxché
total
Población
1990(a)
24.940
15.116
2.515
11.434
3.335
34.483
8.486
41.195
22.134
Población
1994(b)
17.878
17.000
2.567
9.965
5.064
42.539
6.569
23.336
16.505
Población
1998(c)
50.000
25.000
3.100
22.000
10.000
75.000
15.000
62.700
40.000
Mayas
(d)
10.000
2.500
1.830
7.700
2.000
22.500
3.000
12.540
4.000
%
%
20 %
10 %
59 %
35 %
20 %
30 %
20 %
20 %
10 %
Ladinos
(e)
40.000
22.500
1.270
14.300
8.000
52.500
12.000
50.160
36.000
29.513
73.111
45.053
311.300
21.641
34.225
28.394
225.000
60.510
90.000
60.000
513.310
36.300
72.000
54.000
228.370
60 %
80 %
90 %
44,5%
24.210
18.000
6.000
284.940
40 %
20 %
10 %
55,5%
80 %
90 %
41 %
65 %
80 %
70 %
80 %
80 %
90 %
Fuentes:
(a) Análisis Demográfico y Sociológico AHT/APESA, Plan de Desarrollo Integrado del Petén,
vol.1 p.67; 1992
(b) Censo Nacional del INE 1994, recopilado por PMS (Proyecto Manejo sostenible de Recursos
Naturales MAGA/GTZ), 1997
(c) Estimativas de CARE-Petén, según datos del SIG (CARE/CEMEC), de SEGEPLAN , del
SNEM, de censos municipales (Dolores, Poptún, San Luis) y de censos parroquiales
(Sayaxché, Poptún, La Libertad)
(d) Corresponde en un 90% al pueblo Maya - Q’eqchi’, los restantes 10 % a los pueblos Achi’,
Mopán, Itza’, Chorti’, Poqomchi’, K’iché, Mam etc.
(e) Corresponde tanto a los Ladinos peteneros como a los “Sureños” del Oriente y de la Costa
Sur, incluyendo a salvadoreños.
En el centro del interés de los campesinos que ocuparon en los últimos 30 años grandes
extensiones de las tierras bajas del norte no se encuentra el deseo de transformarse en
“rico”, sinónimo para el finquero de tradición ganadera, sino una consolidación dentro de
sus categorías étnicas o sociales. Lo que buscaron, y en buena medida también
3
encontraron, fue un espacio de vida permanente, que les permitiera a la vez más libertad
y un mayor bienestar material con una proyección hacia un futuro para sus hijos y nietos.
(Schwartz 1990 y Valenzuela 1996). Este proceso de adaptación a un nuevo medio
ambiente que busca reinterpretar la nueva realidad a partir de un conjunto de categorías
culturales, étnicas y sociales bien definidas, se podría llamarse como una consolidación
socioambiental.
Pero los campesinos e indígenas de la frontera agrícola no representan una masa
homogénea: según sus culturas específicas, muy diferenciadas entre si, su estrategia de
colonización es más comunitaria o unifamiliar, lo que se refleja en sus diferentes
patrones de asentamiento, en sus formas de usar los recursos naturales, de manejar las
relaciones de poder local, de inserción en el mercado etc. Es la articulación de la
diversidad étnica que define un nuevo espacio social y material que surge en la selva y la
transforma en una región agraria compleja, combinando elementos de agroforestería,
agricultura de subsistencia con excedentes para su comercialización, una
microganadería familiar y también la ganadería extensiva inducida desde afuera,
principal obstáculo para alcanzar una economía campesina ecológicamente sustentable.
Según los datos recientemente disponibles para los asentamientos en la mitad norte de
Petén (Grünberg/Ramos 1998) se puede distinguir una notable variedad de culturas
campesinas articuladas en algunas microregiones agrarias (“clusters étnicos”):
•
Ladinos del oriente, con una cultura campesina de tradición ganadera, combinada
con horticultura ( al cuidado de las mujeres) y agricultura de subsistencia ( al cuidado
de los hombres), además de gran versatilidad en el comercio, transporte y en
servicios que generan ingresos ;
•
Ladinos peteneros, con una cultura bien adaptada al ambiente petenero, sea a la
ganadería en los pastajes naturales de las sabanas, sea en agricultura de tierras de
relativa fertilidad de la “montaña” o en el ecosistema del bosque como chicleros
(recolectores de látex para chicle), xateros (recolectores de palmas ornamentales)
etc.; ellos comparten muchos conocimientos con los “maestros de la montaña”, con
los
•
Maya – Itzá, los únicos pobladores nativos del norte de Petén y conocedores
excepcionales del manejo sustentable de los recursos forestales y agrícolas (véase
Atran 1993), además de mucha habilidad en oficios relacionados con el medio
ambiente (carpinteros, pescadores, chicleros, guías, curanderos, etc.); y los
•
Q’eqchi’, pueblo maya de mayor extensión de su territorio étnico, con algunos
conocimientos del manejo de los recursos del trópico húmedo (notablemente los del
municipio de Santa María Cahabón), con una rica agricultura del tipo mesoamericano
(Carter 1969, Wilk 1981, Secaira 1992), y con una cultura comunitaria sólida y
ritualizada que les facilita aplicar estrategias de alcanzar el bien común aún en
situaciones desfavorables o de discriminación étnica; junto a los Q’eqchi’, etnia maya
más numerosa del Petén con un porcentaje estimativo del 40 al 42% de la población
total, se encuentran otras comunidades de pueblos mayas como los Achi’ de la Baja
Verapaz, Ch’orti’ de Chiquimula, Mam y Q’anjob’al de Huehuetenango, Poqomam de
Jutiapa etc.
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2.- Las “agarradas” de tierra: territorio étnico y espacio sagrado de los Tzuul Taq’a
Como único pueblo maya de Los Altos de Guatemala, los Q’eqchi’ han tenido durante los
últimos siglos una cercanía al trópico húmedo hacia el norte de su hábitat tradicional y
fueron ampliando su frontera agrícola desde la época colonial y, posteriormente, bajo la
presión de los finqueros de café que se apoderaron de una gran parte de las tierras
comunales durante las “reformas liberales” de los años 70 del siglo XIX. ( Adams 1965,
Schwartz 1990). Esta emigración alcanzó un nuevo auge con el conflicto armado a
comienzos de los años ochenta, durante los cuales cerca de 100 comunidades fueron
aniquiladas y un mínimo de 20.000 personas se refugiaron en la “montaña”, expresión
local que incluye tanto a la selva tropical como a los bosques de las serranías de clima
templado (Wilson 1995). De los más de 600.000 q’eqchi’, unos 15.000 emigraron a
Belice (Distrito de Toledo) y unos 200.000 a las tierras bajas de Petén . El fortalecimiento
de la economía de subsistencia en amplias “agarradas” de tierras en áreas selváticas
surgió como contraestrategia eficiente contra el terror del ejército con su política de
“tierra arrasada”, contra la represión religiosa de las diversas corrientes de “renovación”,
tanto evangélicas como católicas, y ante una política de bloqueo al acceso legal de
tierras posesionadas.
Las “agarradas” se convirtieron en el modelo de organización q’eqchi’ de más
importancia en el Petén y se entienden como una extensión organizada de una
determinada comunidad q’eqchi’ mediante una toma de tierras supuestamente sin dueño
y con la finalidad de ampliar la base de subsistencia y del bienestar comunal en tierras
nuevas. Una vez identificada un área de selva alta, con suelos fértiles, acceso a agua y
sin vestigios de uso agrícola previo, un grupo de hombres experimentados y por
encargo de los ancianos de su comunidad de origen comienzan con la preparación de la
futura milpa, desde el ritual de apropiación pidiendo permiso a Tzuul Taq’a (Señor CerroValle) y dando ofrendas a la tierra para “alimentarla” - wa’tesiink , hasta el rozado y la
siembra de maíz, frijoles, calabazas, chile etc., el cuidado de las fuentes de agua potable
y la construcción de los caminos de acceso (Cabarrús 1979, Macz/Grünberg 1999). Una
“agarrada” se transforma dentro de dos a tres años en una comunidad de entre 150 y
hasta 500 personas, con un perímetro de dos por tres kms.como “zona urbana” incluyendo iglesias, tiendas, una escuela, un puesto de salud, aguadas o cenotes
(“pozos mayas”) - y con un territorio comunal delimitado de entre 2 a 5 mil has,
subdividido en parcelas familiares de entre 40 y 60 hectáreas.
A pesar del éxito manifiesto en la expansión territorial y agrícola de los Q’eqchi’ en las
tierras bajas del norte de Guatemala (y del sur de Belice), se mantiene una contradicción
cultural profunda y permanente: es la contradicción entre la noción de la tierra como un
ser viviente y espacio sagrado cuyo dueño es su respectivo Tzuul Taq’a, al cual se tiene
que pedir permiso para su usufructo, y la noción “ladina” de la tierra como un bien
material que pertenece al estado de Guatemala y que, en un ritual penoso y caro
llamado “trámite del INTA (Instituto para la Transformación Agraria)”, es convertido en
una mercancía con un dueño “que tiene nombre y apellido” (escritura y título de
propiedad). Es un camino que los ancianos consideran “de pecado”, porque rompe con
uno de los conceptos más importantes para la cosmovisión q’eqchi’, el del “paisaje
sagrado” de los “Señores y Señoras Cerro – Valle”.
Los Tzuul Taq’a son “…espíritus que viven en las cuevas de las montañas, que es donde
ellos guardan a los animales del bosque. Son varones y mujeres a la vez, son madre y
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padre, son buenos y malos y también controlan el clima. El cerro es el cuerpo físico de
los Tzuul Taq’a. Cada montaña tiene su rostro, su cabeza, su cuerpo, y una cueva, que
es su boca o su matriz.
En cada montaña vive un sólo Tzuul Taq’a, por eso es el dueño de esa montaña. Ellos
son los dueños de la tierra y de todo lo que hay en la superficie. Son centinelas, son los
guardianes de las plantas, las personas, los animales salvajes, a los que guardan en un
corral al interior de la montaña. También son los dueños originales del maíz, y bendicen
los cultivos de los hombres, cuando ellos les dan respeto, como se hacía antes: “Todo lo
que sembraban nuestros antepasados era muy bonito cuando nacía; era muy verde todo
lo que sembraban. ¿Por qué? Porque de verdad regalaban delante de Dios y regalaban
al Corazón del Cielo y de la Tierra, en los cuatro puntos cardinales regalan, y entonces
son ellos los primeros en tomar y comer. Tal vez no lo toman, tal vez no se comen, pero
ponen su mano encima y le dan la bendición, pero no los vemos porque son espíritus”
(Manuel Caal, Semococh, San Francisco). Las aldeas son propiedad del Tzuul Taq’a de
una montaña cercana y se les da el nombre de esa montaña. Los habitantes de cada
aldea respetan y reciben la bendición del Tzuul Taq’a, que habita en las cuevas de esa
montaña sagrada. Los ancianos, ya sea varones o mujeres, conocen a los Tzuul Taq’a a
través de los sueños. Los ancianos sueñan con los Tzuul Taq’a antes de sembrar el
maíz, para que reciban consejos acerca de las fechas en las que se tenía que hacer .
También en los sueños de los ancianos, el Tzuul Taq’a reclama sus alimentos, como
pom (=copal), candelas, boj(=una bebida fermentada de maíz), sangre de animales como
el pavo y pepitas de cacao crudo. Esto es así porque la gente y los Tzuul Taq’a no
pueden consumir sin devolver algo. El Tzuul Taq’a unifica la tierra y el cielo. Controla
todo lo que sucede en el mundo. Su carácter es autoritario y abierto a lo que los demás
digan. Ella/él es justamente bueno o buena y malo o mala, pero nunca se sabe que va a
pasar con él/ella y con lo que va a hacer” (Macz/Grünberg1999:30-31).
Por un lado los Q’eqchi’ de la frontera agrícola aceptan generalmente que las tierras del
Petén, que antes eran de los “Mayas”, de los antepasados “salvajes” identificados con
los “ch’ol wiinq” míticos o con los Lacandones (“Caribes”) históricos, ahora ya están “sin
dueños”. Pero es la misma identidad ambigua del Tzuul taq’a que se presta a
interpretaciones contradictorias: será que existen realmente fuera de los 13 cerros del
canon territorial q’eqchi’, en las tierras bajas ? Y como encontrarlos, si no se ve a los
cerros y si no se ha descubierto su nombre específico ? Es diferente en el área al norte
del lago Petén, donde se reconoce a los Maya Itza’ como señores y dueños de la tierra,
pero no a los Ladinos “sureños”, con los cuales existen frecuentemente fricciones entre
“agarradas” colindantes.
3 – Cosmovisión y el “buen uso” de la tierra
Una vez que un grupo q’eqchi’ tenga el dominio sobre una “agarrada” surge de nuevo el
conflicto entre las reglas contradictorias del uso de “ch’och’” (= tierra como ser viviente y
sagrado) y de la “tierra/parcela”. Los Q’eqchi’ dicen: “lao aj ral ch’och’” (= nosotros
somos hijos de la tierra), y con mucha insistencia se justifican: “ No podemos
menospreciar la tierra porque ella nos da de comer... “; “ ...lo hacemos porque la tierra es
como nuestra madre, da ahí mamamos, nos da de comida para nuestros hijos...Es
importante que lo que trabajamos en la tierra no lo podemos terminar rápidamente, y es
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porque la tierra misma no la podemos desgastar o acabar, porque nuestros hijos también
necesitan de ella. Porque no es justo que nuestros hijos no disfruten lo que tenemos...”
(entrevistas con campesinos, proyecto Tierra de CARE). Es evidente la homología entre
el cuidado a la tierra y al cuidado de la capacidad reproductiva de la mujer. En las
palabras de una señora acosada por una promotora de salud: “Nosotras somos como la
tierra: sabemos cuándo se puede sembrar y cuándo no: tenemos nuestro ritmo de vida y
no necesitamos que vengan a decirnos cuándo debemos tener hijos y cuándo no”
(Centro Ak’kutan 1994:88). Esta imposición de normas ajenas al ámbito sagrado de la
vida es considerada intolerable y suscita un malestar general.
El decreto 1551 (INTA 1962) establece que todo bosque que no está siendo utilizado
para la explotación comercial es susceptible de expropiación. “Mejoras” (introducción de
cambios supuestamente productivos en una posesión), que se pueden vender, son
siempre y primero talas del bosque ( de la ‘montaña’). Para afirmar su derecho al uso de
la tierra, el campesino es obligado a destruir el bosque. En las palabras de un agricultor
q’eqchí’: "Para nosotros cuidar el bosque es muy importante. Pero en realidad nos
preguntamos, qué es lo que tenemos que hacer para que nos den la tierra? Botar el
bosque, para que nos ceda la tierra, por parte del INTA, o conservar el bosque y correr el
riesgo de que nos la quitan y nos quedamos nuevamente sin nada" . Otro testimonio: "A
mí me gusta cuidar el bosque, es lo que me enseñaron mis padres y los padres de mis
padres y eso quiero enseñar a mis hijos. Sé que así también tendremos agua, pues los
árboles llaman el agua. Pero viene el INTA y me marca las mejoras y me preguntan:
¿cuánta tierra vas a sembrar? Y si no marco toda la tierra para sembrar, entonces me la
quitan. Mi costumbre me dice que debo respetar los bosques, que debo cuidarlos, no
botarlos, pero eso no es "trabajo" para el INTA, entonces están las leyes de los otros,
entonces que hago?” (proyecto Tierra de CARE Petén).
Los ancianos, que no faltan en ninguna comunidad, enseñan a los más jóvenes ”...a vivir
tranquilos y en paz con todos, a respetar las siembras, el maíz, los árboles, los animalitos
del bosque y los pájaros. Todo viene de Dios. No hay que maltratar nada: la tierra, la
lluvia, el sol... todo es sagrado, todo es regalo de Dios, todo sirve para nuestras siembras
y para nuestra comida de cada día” (Parra 1994:31). Pero la realidad es diferente,
especialmente en las “agarradas” de grupos unifamiliares o de personas desplazadas
por el conflicto armado.
El norte del Petén, transformándose en la mayor región de colonización espontánea en
Guatemala, es receptor de un flujo constante de campesinos sin tierra provenientes
principalmente de la región oriental, de las Verapaces y de las tierras bajas de la Ruta
Transversal del Norte. Es una “corrida” en la cual el pueblo Q’eqchi’ representa
actualmente el contingente mas numeroso en búsqueda de un espacio de vida
permanente para
- superar el tradicional bloqueo a la tenencia de tierra en la zona finquera
- expandir la frontera agrícola
- ampliar el territorio étnico q’eqchí’
En este proceso se nota una diferencia marcada entre las “agarradas” comunales,
dirigidas por un grupo de “ancianos” y siguiendo la lógica de la cosmovisión q’eqchi’,
identificando a los Tzuul Taq’a locales y recreando un “paisaje sagrado” que enmarca
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geográficamente y define las normas de tenencia y “buen uso” de la tierra, aunque
aceptando pro forma la “ley de los kaxlan (Ladinos)” que exige un parcelamiento y una
escritura nominal. Son comunidades que después de varios años de permanencia, con el
parcelamiento legalizado y con una población de mas de 150 personas todavía
mantienen mas del 70% de la superficie total de sus parcelas con cobertura boscosa,
defendiéndola contra intentos de tala e invocando las necesidades de sus hijos y nietos
para mantener su “reserva forestal”. Y del otro lado las “agarradas” familiares
descontextualizadas del ámbito sagrado y sin liderazgo tradicional, frecuentemente
víctimas de la migración forzada en consecuencia de la guerra civil, que se establecen
cerca de los caminos de penetración y frecuentemente en conflicto con vecinos ladinos.
Estos grupos están insertadas en la política regional de presiones mutuas entre “líderes
campesinos” y autoridades del gobierno y actúan con una desconsideración total de las
“reglas del buen uso de la tierra”, lo que se nota en la extensión de las áreas
“escombradas” (deforestadas) y en su poco interés en aceptar consejos de “manejo
forestal” etc. del paquete ecológico de las ONGs presentes en la región.
4.- La intermediación cultural como estrategia de generación de nuevos conocimientos
para la consolidación de la frontera agrícola
Las teorías sobre el desarrollo rural en la frontera agrícola enfatizan, por lo general, la
importancia de la disponibilidad de incentivos económicos, p.ej. un mercado favorable
para ciertos productos, créditos etc., o presiones externas, sean demográficas o
sociopolíticas, para generar un aumento en la productividad agrícola y, en consecuencia,
una intensificación del uso de los recursos naturales disponibles.
La experiencia en la frontera agrícola de Petén sugiere, sin embargo, un papel muy
importante y tal vez decisivo de la adquisición y difusión de conocimientos específicos
sobre la relación entre medio ambiente, economía campesina y organización social
adecuada para garantizar la subsistencia, aumentar los beneficios más allá de la
seguridad alimenticia y para establecer patrones de uso permanente de los recursos en
las nuevas condiciones de Petén. Pareciera que los factores étnicos y socioculturales
sean predominantes para las estrategias de uso de los recursos y no los incentivos y la
“ayuda” exógenas. Comparando las comunidades q’eqchi’ y ladinas de migración
espontánea (las “agarradas” de tierras selváticas de los años 70 a 90) con los ejemplos
de una colonización planificada y apoyada por instancias de gobierno o de organismos
internacionales de campesinos ladinos del sur – como p.ej. en el caso de las
cooperativas ribereñas del Río de la Pasión, Machaquilá y Usumacinta, y de los
asentamientos de retornados y desplazados - , el resultado favorece claramente los
asentamientos espontáneos, tanto en la selección de los lugares como en su posterior
viabilización económica.
Un mapa de la calidad de los suelos muestra una preferencia de las tierras profundas y
bien drenadas en la selección de las “agarradas”, creando microregiones de relativa
prosperidad, como p. ej. en las comunidades de la ruta a Bethel (de Palestina a
Bethania), de la ruta a El Naranjo (de La Gloria a La Casaca) y de la ruta a Melchor de
Mencos (de El Zapote a La Pólvora).
Como factores principales que favorecen una consolidación socioambiental de los
nuevos asentamientos se pudo observar:
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1. La cohesión social y étnica en grupos homogéneos que forman la nueva comunidad,
lo que se expresa en una organización social firme y reconocida por sus integrantes,
en términos tanto culturales como políticos.
2. La ausencia de una instancia externa reguladora, casi siempre considerada de
intervención autoritaria y ajena a los intereses del grupo y, en el mejor de los casos,
de intervención paternalista permanente, causando una demotivación y dependencia
externa progresiva.
3. Un conocimiento de la agricultura diversificada del trópico húmedo y del manejo del
recurso más precario en Petén, que es la disponibilidad de agua en la superficie y en
forma permanente, incluyendo los meses de “verano” de enero a abril.
4. El interés en una comunicación intercultural e intercomunitaria, a partir de una visión
de autoestima como “ganadores” que quieren compartir sus “conquistas” y prácticas
exitosas con los “vecinos”.
5. La seguridad y legalidad en la tenencia de tierra, una vez que la comunidad ya haya
alcanzada una cierta estabilidad y un ordenamiento del espacio económico
considerado propio, con su perímetro externo delimitado.
Sorprendentemente, factores como “educación ambiental” en el sentido tradicional del
conservacionismo norteamericano, el apoyo material masivo en el proceso de
colonización y la proliferación de “Talleres de capacitación”, impartidos por personal
externo a la realidad petenera y sin conocimiento de la lengua de referencia
respectivamente del lenguaje popular local, no han tenido mayor importancia para el
cambio de la actitud y de las prácticas de la población inmigrante y son frecuentemente
mencionados en términos críticos como “mucha paja” (i.e. retórica vacía), “pérdida de
tiempo” o experiencias de frustración colectiva (“ vinieron unos señores y nos contaron
mucha cosa y luego se fueron y nunca más se los vio por aqui…”). También se puede
notar una saturación y hasta un cierto cansancio en relación a los cursos sobre
“Derechos Humanos” y los “Acuerdos de Paz”, un fenómeno relacionado al proceso de
paz a partir de 1996, ya que la distancia entre lo postulado y la experiencia cotidiana
parece ser tan grande, que no se percibe cómo acercar el “hecho” al “dicho”. Sin
embargo son los métodos participativos de intermediación cultural de prácticas locales
exitosas, como p.ej. la siembra del frijol abono (“velvet bean”), los huertos mixtos, los
cercos vivos, los policultivos peteneros, la prevención de incendios forestales etc., que
han contribuido a una consolidación socioambiental efectiva en la región, basándose en
nociones propias de su respectiva cultura agraria.
Bibliografía:
Adams, Richard N.
1965 Migraciones internas en Guatemala. Expansión Agraria de los Indígenas Kekchíes
hacia El Petén. Estudios Centroamericanos No.1, Sem.de Integración Social
Guatemalteca; Guatemala
Atran, Scott
1993 Itza Maya Tropical Agro-Forestry. En: Current Anthropology 34(5):633-700
Cabarrús, Carlos Rafael
1979 La cosmovisión k'ekchí' en proceso de cambio. UCA edit.; San Salvador
Carter, William E.
1969 New Lands and Old Traditions: Kekchi Cultivators in the Guatemalan Lowlands;
Univ. of Florida Press
Grünberg, Georg y Víctor Hugo Ramos
9
1998 Base de Datos sobre Población, Tierras y Medio Ambiente en la Reserva de la
Biosfera Maya – Petén – Guatemala. CARE /CONAP; Guatemala
Macz, Nery y Jorge Grünberg
1999 Manual de Comunidades de Petén, CARE, Guatemala (edición en q’eqchi’:
Xch’uuthuhil re li Komonil Peten, CARE, Guatemala)
Parra Novo, José C.
1994 Persona y Comunidad Q’eqchi’. Aproximación cultural a la comunidad q’eqchi’ de
Santa María Cahabón. Textos Ak’kutan No.3; Cobán
Schwartz, Norman
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1998 Socio-ethnographic evaluation of Land tenure and Land legalization problems of
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1992 Conservation among the Q'eqchí'-Maya: a comparison of highland and lowland
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Wilson, Richard
1995 Maya Resurgence in Guatemala: Q'eqchí' Experiences; Univ.of Oklahoma
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Georg Grünberg, Guatemala, 08/02/2000
e-mail: grunberg@guate.net
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