Historia de España 1 Historia de España 2 LA RIOJA CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTORA: Marta Monje Molina Opción A Resumen El texto es un fragmento del Manifiesto de Manzanares, hecho público el 7 de julio de 1854 en la localidad del mismo nombre, situada en la provincia de Ciudad Real. Se trata de una fuente primaria de carácter histórico-político. Firma el manifiesto el general Leopoldo O’Donnell, líder de un pronunciamiento que había tenido lugar unos días antes para derribar por la fuerza al Gobierno de Isabel II, aunque se cree que su redactor fue el político moderado Antonio Cánovas del Castillo. En el texto se hace referencia a los campos de Vicálvaro (Madrid), lugar donde los sublevados se enfrentaron a las fuerzas gubernamentales con un resultado poco claro. Con el manifiesto los organizadores de la asonada pretendían avivar un movimiento insurreccional y recabar el apoyo de los progresistas. El texto se inicia con un llamamiento al pueblo español para que se sume a un «patriótico alzamiento» cuyo objetivo es restaurar la libertad y el imperio de la ley frente al «yugo de los tiranos». A continuación, se detalla el programa político de los pronunciados, que supondrá la instauración de un régimen genuinamente representativo en defensa del cual se había derramado hasta aquel momento «tanta sangre inútil». En primer lugar, se exponen las medidas propuestas por la facción moderada desafecta al Gobierno y, posteriormente, aquellas con las que se pretende atraer a los progresistas. Entre las primeras figuran el mantenimiento de la monarquía («…queremos la conservación del Trono…»), aunque librándola de influencias nocivas («…sin camarilla que lo deshonre…»), y el respeto de las leyes. Para ganar el apoyo de los progresistas los impulsores del golpe proponen la modificación de las leyes de imprenta y electoral, la rebaja de impuestos, una mayor autonomía para los municipios (la centralización política y administrativa había sido uno de los rasgos fundamentales del programa político moderado en la década anterior) y el fortalecimiento de la Milicia Nacional. Por último, la propuesta relativa al respeto a los méritos y la antigüedad en los empleos militares y civiles refleja dos problemas importantes en la época. Por una parte, la falta de desarrollo de una burocracia estable en el nuevo Estado liberal provocó cambios constantes y arbitrarios en el personal de la Administración. Es característica, en este sentido, la figura del cesante, ampliamente tratada en la literatura de la época. Por otra, este último punto remite a los conflictos internos en el Ejército que, a lo largo del siglo XIX y como consecuencia de la Guerra de la Independencia y las tres guerras carlistas, adoleció de un exceso de oficialidad con respecto a la tropa a la que dar órdenes. Las disputas relativas al estatus y al régimen de ascensos fueron constantes y © Oxford University Press España, S. A. constituyeron un factor importante en los numerosos pronunciamientos que se produjeron en la época. Circunstancias históricas y marco cronológico El pronunciamiento de junio de 1854, conocido como la Vicalvarada, fue el detonante de la sublevación que puso fin a la Década Moderada, con la que comenzó el reinado efectivo de Isabel II —tras ser declarada mayor de edad a los trece años—, y dio paso al Bienio Progresista. Se establecía así una etapa de Gobierno de signo contrario a la anterior, aunque ambas tenían un rasgo en común: se iniciaron como consecuencia de una insurrección militar. En 1843 la regencia del general progresista Espartero concluyó abruptamente tras la victoria del general Narváez sobre las fuerzas gubernamentales en Torrejón de Ardoz. Tras los gobiernos de López y Olózaga, se constituyó un gabinete presidido por Luis González Bravo, antiguo progresista puro asociado a los moderados, quien frenó las desamortizaciones eclesiásticas, desmanteló las instituciones progresistas (Milicia Nacional, municipios) y promulgó el decreto por el que se constituyó la Guardia Civil. En 1844, le sucedió al frente del ejecutivo el general Ramón María Narváez, hombre fuerte de la nueva fase política, conocida como la Década Moderada (1844-1854). En esta época se establecieron los cimientos del régimen liberal según los principios del liberalismo doctrinario. Consecuente con estos principios fue la Constitución promulgada en 1845 (soberanía compartida entre las Cortes y el rey, Estado confesional, limitación del sufragio). Asimismo, Narváez impulsó la centralización política y administrativa. El presidente del Gobierno marginó a los progresistas y mostró poco respeto por las Cortes, que a menudo fueron clausuradas. Asimismo, a través de su mano derecha, José Pidal, estableció una red clientelar que favoreció la corrupción y el falseamiento electoral característicos de la época. A su salida del Gobierno, en 1846, se abrió una etapa de inestabilidad en la que se sucedieron cuatro gabinetes en dieciocho meses. Ese mismo año la reina contrajo matrimonio con Francisco de Asís y Borbón, marginando al pretendiente de los carlistas (Carlos VI), lo que sirvió a estos como pretexto para dar inicio a la Segunda Guerra Carlista (1846-1849). En 1847 Narváez regresó al Gobierno y se mantuvo al frente del mismo hasta 1851. Fiel a su línea autoritaria, reprimió con dureza los ecos del proceso revolucionario de 1848 en España. En este tiempo, se creó la figura del gobernador provincial, fortaleciendo el control sobre los municipios, y se llevaron a cabo las negociaciones con el papado que desembocaron en la firma del Concordato de 1851. Historia de España 3 LA RIOJA El Concordato se ultimó durante el mandato del sucesor de Narváez, Juan Bravo Murillo, quien simultaneó el cargo con el de ministro de Hacienda. El nuevo presidente del Gobierno llevó a cabo una profunda reforma hacendística, equilibró el presupuesto y consolidó la deuda pública. Asimismo, comenzó a regular el funcionamiento de la Administración. Entre las medidas impulsadas por él figuró un decreto promulgado en 1852 que fijaba una serie de normas para el ingreso en el funcionariado, intentando atacar precisamente una de las lacras que se denunciaban en el Manifiesto del Manzanares. El miedo a la revolución de un sector de los moderados, y la influencia del golpe de Estado protagonizado por Luis Napoleón en Francia (1851), tuvo su reflejo en la línea política emprendida por Bravo Murillo, quien pretendió imponer una «dictadura tecnocrática» mediante una reforma de la Constitución que, en buena medida, suponía la desaparición del régimen liberal. Su proyecto se enfrentó a una oposición general y provocó la división entre los moderados («monpidalistas», puritanos). Tras la destitución de Bravo Murillo (1852) y, hasta el inicio de la Revolución de julio de 1854, se sucedieron tres gobiernos, cuyo principal apoyo fue Isabel II. La actitud de la reina ahondó la crisis política en esos años. Dominada por una camarilla palaciega, mostró un comportamiento arbitrario y condicionó la elección y la acción de los gobiernos. Surgieron además numerosos casos de corrupción como consecuencia del desorden imperante en los proyectos impulsados para el desarrollo económico del país (inicio de la construcción de la red ferroviaria, planes de urbanización). Asimismo, el aumento del precio del grano provocó malestar social. El Gobierno de Luis José Sartorius (1853-1854) inició una campaña de persecución contra la prensa, que se había aventurado a airear episodios de la vida íntima de la reina, y ordenó el confinamiento de varios generales, entre ellos Ros de Olano, Dulce y O’Donnell. Estas medidas no acallaron las críticas, sino todo lo contrario, las intensificaron y empujaron a las facciones disidentes de los moderados a sumarse a la ya amplia oposición al Gobierno, junto a progresistas y demócratas, que se habían escindido de aquellos en 1849. A finales de junio de 1854 se inició un pronunciamiento impulsado por los militares represaliados y dirigido por el general O’Donnell —la «trama civil» estaba formada por los puritanos—. Su propósito era derribar al Gobierno de la facción moderada que se sostenía por el apoyo de la reina. La asonada se inició en Vicálvaro (Madrid), por lo que, como se ha dicho, esta sublevación militar se conoce también como la Vicalvarada. Tras una escaramuza con las tropas gubernamentales, los insurrectos tuvieron que huir hacia el sur peninsular. Al comprobar que no tenían fuerza suficiente para imponer sus tesis, trataron de ampliar su base de apoyo ganando para su causa a los progresistas y a la población civil. Los sublevados tenían poco en común con los progresistas, pero eran conscientes de que sin su apoyo el triunfo no era posible. Por esa razón, el 7 de julio hicieron público el Manifiesto de Manzanares en la población del mismo nombre (Ciudad Real). La proclama surtió efecto y la rebelión comenzó a extenderse por las grandes ciudades © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 (Valladolid, Barcelona, Valencia), donde se formaron juntas revolucionarias. El episodio decisivo lo protagonizaron las clases populares, que levantaron barricadas en Madrid (1719 de julio de 1854) en demanda de reformas sociales que superaban el liberalismo estricto. La reina, alarmada, destituyó a Sartorius y nombró presidente del Gobierno al general Fernández de Córdoba (17 de julio) quien, en su intento por acabar expeditivamente con el brote insurreccional, agravó la situación. Al día siguiente se formaron nuevas barricadas en las calles de la capital e Isabel II puso fin a la breve experiencia gubernamental de Fernández de Córdoba sustituyéndolo por el duque de Rivas. Mientras tanto, se formó una Junta de Salvación, Armamento y Defensa. Al frente de la misma se encontraba Evaristo San Miguel, antiguo presidente del Gobierno y liberal exaltado durante el Trienio Liberal. San Miguel pactó con Isabel II la aceptación del programa progresista y la formación de un Gobierno presidido por el general Baldomero Espartero. De esta forma, el pronunciamiento de junio se convirtió en la Revolución de julio de 1854. Tras estos sucesos, Isabel II cumplió el pacto y encargó al general Espartero la formación de un nuevo Gobierno; el general O’Donnell, por su parte, se mantuvo como líder del ala izquierda de los moderados o vicalvaristas. En esta nueva etapa, conocida como Bienio Progresista, colaboraron ambos militares. Durante los dos años en que se mantuvo vigente esta fórmula política, no se alteraron los principios ni el funcionamiento del Estado liberal y Espartero logró detener las reivindicaciones democráticas y populares de la revolución de julio. Isabel II. Reina española (1830-1904). Hija de Fernando VII y María Cristina de Nápoles, con su nacimiento «arrebató» el trono al hermano del rey, Carlos María Isidro de Borbón, origen —tras la promulgación en 1830 de la Pragmática Sanción que permitía reinar a las mujeres— del pleito dinástico que desembocó en la Primera Guerra Carlista (1833-1840). Proclamada heredera a los tres años, a la muerte Fernando VII (1833) accedió al trono. Durante su minoría de edad ejercieron la regencia su madre (1833-1840), y el general progresista Baldomero Espartero (1840-1843). En este período se impusieron los gobiernos de signo liberal en España y se desmantelaron las instituciones del Antiguo Régimen. Además, se contuvo momentáneamente a los carlistas con el abrazo de Vergara (1839). Tras la declaración de su mayoría de edad en octubre de 1843, tres años después contrajo matrimonio con Francisco de Asís y Borbón. Durante el reinado efectivo de Isabel II (1843-1868), marcado por la inestabilidad política, tuvo lugar la construcción del Estado liberal (legislación para el establecimiento de una economía capitalista; implantación del Estado centralizado a nivel político, administrativo, educativo y de orden público; inicio de la construcción de la red ferroviaria; normalización de las relaciones con la Iglesia a través del Concordato de 1851). Fue destronada por la Revolución de 1868. En 1870 renunció a sus derechos a favor de su hijo Alfonso. Historia de España 4 LA RIOJA Moderantismo. Corriente autoritaria del liberalismo político, que se instauró en España durante la llamada Década Moderada (1844-1854) y se mantuvo vigente en la década de 1860 hasta la Revolución de 1868. Posteriormente, se implantó de nuevo en una versión más atenuada durante la Restauración. El moderantismo contó con el apoyo de la burguesía conservadora, los grandes propietarios, sectores procedentes del Antiguo Régimen, la Iglesia y un sector de los servidores del Estado. Sus fundamentos ideológicos se caracterizaron por la defensa del orden social, el miedo a la revolución, el autoritarismo y el catolicismo. Entre sus principales teóricos en España figuran Jaime Balmes, Juan Donoso Cortés y Antonio Cánovas del Castillo. Sobre los principios del moderantismo se redactó la Constitución de 1845: confesionalidad del Estado, predominio del rey sobre unas Cortes con escaso poder y sufragio censitario muy restrictivo. En este marco se estableció un régimen político oligárquico que impulsó la construcción de un Estado centralizado y la implantación de una economía de mercado. Carlismo. Movimiento político español surgido como consecuencia de la decisión del rey Fernando VII de promulgar la Pragmática Sanción (1830), que permitía el acceso al trono de las mujeres. La decisión favoreció a su hija, Isabel II, en detrimento de su hermano, Carlos María Isidro de Borbón. En torno a él se formó un movimiento (el carlismo) que defendía la legitimidad dinástica del desde entonces pretendiente al trono (Carlos V, 18331845) y era enemigo acérrimo del liberalismo. Sus miembros eran partidarios del tradicionalismo, el Antiguo Régimen y la monarquía de origen divino. También se mostraban favorables al mantenimiento de los fueros y privilegios tradicionales frente a la política centralizadora del régimen liberal. El carlismo recibió un amplio apoyo social procedente del mundo rural, la baja nobleza del norte de España y los sectores conservadores del clero y del Ejército. Fue especialmente fuerte en el País Vasco, el norte de Cataluña y en determinadas áreas del este peninsular (Maestrazgo) y Castilla. Estas zonas se convirtieron en sus bastiones territoriales durante las tres guerras carlistas que tuvieron lugar en el siglo XIX (18331840; 1846-1849 y 1872-1876). Durante la Restauración, el partido carlista optó por participar en la vida parlamentaria. En 1888 tuvo lugar la escisión integrista, dirigida por Ramón Nocedal, quien consideraba demasiado liberal al pretendiente (Carlos VII). En 1919 se produjo una nueva escisión, encabezada por Juan Vázquez de Mella, que se prolongó hasta los inicios de la década de 1930, cuando el movimiento adoptó el nombre de Comunión Tradicionalista. El carlismo mantuvo su fuerza en el País Vasco y Navarra, y fue clave en la sublevación militar del 18 de julio de 1936. La división interna en el movimiento carlista facilitó su fusión con Falange Española y la formación del partido único franquista, Falange Española Tradicionalista y de las JONS por el Decreto de Unificación (abril de 1937). El partido © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 sufrió varias escisiones y vaivenes ideológicos durante la dictadura del general Francisco Franco. Tras la instauración de la democracia, el pretendiente Carlos Hugo formó el Partido Carlista que participó sin éxito en las elecciones generales de 1979. Constitución de 1869. Ley fundamental aprobada tras el triunfo de la Revolución de 1868. Fue la primera Constitución de carácter democrático que se promulgó en la historia de la nación española, aunque sujeta a la soberanía nacional. En ella se configuraba una nítida división de poderes: el poder ejecutivo lo ostentaba el monarca (aunque lo ejercía el Gobierno, porque el rey reinaba pero no gobernaba). El Ejecutivo, para llevar a cabo sus propuestas, debía contar con el apoyo de las Cortes, es decir, se establecía un sistema parlamentario. El poder legislativo residía en unas Cortes bicamerales. Los miembros del Congreso eran elegidos por sufragio general masculino directo y los del Senado, mediante sufragio indirecto. El poder judicial correspondía a los tribunales de justicia, a los que se incorporó el jurado, un tribunal no profesional que democratizaba en parte el poder judicial. La Constitución de 1869 reconocía además una serie de derechos y libertades individuales, naturales e inalienables: derecho de reunión y asociación, inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia, libertad de expresión y pensamiento. Respecto a la cuestión religiosa, se establecía que la nación estaba obligada a mantener el culto y a los ministros (sacerdotes, obispos…) de la religión católica, pero se reconocía la libertad del ejercicio público y privado de cualquier otro culto. Amadeo I de Saboya. Rey de España (1845-1890). Hijo de Victor Manuel II, participó en la guerra contra Austria, fue gravemente herido en la batalla de Custozza, y contrajo matrimonio con Victoria dal Pozzo Della Cisterna. Tras el destronamiento de la reina Isabel II como consecuencia de la Revolución de 1868 y la búsqueda infructuosa de un monarca que ocupara el trono, aceptó la propuesta del Gobierno presidido por Prim de convertirse en rey de España. La elección fue ratificada por las Cortes en noviembre de 1870. Su llegada al país coincidió con la muerte tras un atentado de su principal valedor, el general Prim. Durante su reinado (1871-1873), Amadeo I trató de ejercer como monarca constitucional en un período marcado por la división de los progresistas —que controlaban el Gobierno— entre las facciones capitaneadas por Práxedes Mateo Sagasta y Manuel Ruiz Zorrilla. A la inestabilidad política se sumaron el inicio de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) y las maniobras para restaurar la dinastía de los Borbones. Ante la falta de apoyos, el rey decidió abdicar. El detonante fue un conflicto entre el Gobierno de Ruiz Zorrilla y el cuerpo de artilleros. El ejecutivo, que presentó al rey un decreto de disolución del cuerpo, le puso ante una difícil posición: si lo firmaba se indisponía con el Ejército; si no lo hacía se enfrentaba a quienes le sostenían en el trono. Finalmente, el 11 de febrero de 1873, Amadeo I decidió Historia de España 5 LA RIOJA firmar el decreto y abdicar. El mismo día se constituyó la Primera República. Federalismo. Ideología y movimiento político de carácter republicano y anticentralista que propugnaba la constitución de municipios, regiones y federaciones políticas basadas en acuerdos de asociación libres. El principal ideólogo de la doctrina federal en España fue Francisco Pi i Margall, que estableció los principios de su ideario en La revolución y la reacción. Tras el triunfo de la Revolución de 1868 se constituyó el Partido Republicano Federal, formación que aglutinó las aspiraciones revolucionarias de amplios sectores sociales. El partido se dividió entre el llamado sector de los benévolos, dirigido por Estanislao Figueras y Francisco Pi i Margall, y el de los intransigentes. Los primeros eran partidarios de implantar la federación desde el Gobierno. Los intransigentes propugnaban iniciar el pacto federal de inmediato a partir de la independencia de las regiones. Esta facción alcanzó una gran implantación en Cataluña, Andalucía y el Levante. A los pocos meses de la instauración de la Primera República, los federales se hicieron con el poder. Sin embargo, los gobiernos de Figueras y Pi i Margall se vieron superados por la acción de los intransigentes, quienes dieron inicio a la sublevación cantonal en el verano de 1873. Tras la dimisión de Pi i Margall, su sucesor en la presidencia de la República, Nicolás Salmerón, sofocó el movimiento e inició un viraje hacia el centralismo. En los primeros años de la Restauración el federalismo se mantuvo en la clandestinidad y no se reorganizó hasta principios de la década de 1880. En esa época, Pi i Margall escribió Las nacionalidades, su principal obra teórica. En los años siguientes, el movimiento federal fue perdiendo fuerza progresivamente e inició un proceso de disolución tras la muerte de Pi i Margall. El ideario federal influyó notablemente en el nacionalismo catalán y, en menor medida, en el gallego. La construcción del Estado liberal Durante el reinado de Isabel II (1833-1868) se construyó y consolidó el Estado liberal en España. Este período se divide en dos etapas. En la primera (1833-1843), que coincidió con la minoría de edad de la reina, ejercieron la regencia su madre, María Cristina de Nápoles (1833-1840), y el general Espartero (1840-1843). En estos años se desmanteló la legislación del Antiguo Régimen. La segunda etapa (1843-1868) se correspondió con el reinado efectivo de Isabel II. En estos años, durante los cuales se procedió a la construcción del Estado liberal, pueden distinguirse tres fases: la Década Moderada (1844-1854), el Bienio Progresista (1854-1856) y un período de alternancia entre moderados y liberales de centro (1856-1868). En mayo de 1844, a los pocos meses de la declaración de la mayoría de edad de la reina, formó Gobierno el general Ramón María Narváez, líder de los moderados y protagonista de la Década Moderada. Entre los logros de esta etapa destacan los siguientes: © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 쐌 Estabilidad política. Se construyó un sistema político estable pero oligárquico, en el que primaba el orden sobre la libertad (liberalismo doctrinario). La clave del sistema fue la Constitución de 1845, que reforzó los elementos conservadores que ya tenía la de 1837: soberanía compartida entre las Cortes y el rey —quien tenía el poder de vetar las leyes, nombrar ministros y disolver las Cortes—, establecimiento del catolicismo como religión oficial del Estado, limitación de la libertad de imprenta. Las Cortes estaban compuestas por dos cámaras: el Congreso de los diputados y el Senado. El Congreso de los diputados era elegido por un sufragio censitario muy restringido —propietarios, profesionales con estudios universitarios, intelectuales—. En su conjunto, apenas constituían el uno por ciento de la población. El Senado estaba formado por un número ilimitado de miembros vitalicios de designación real, en su mayoría aristócratas. 쐌 Centralización. El Gobierno aumentó el control sobre la Administración provincial y local. En las provincia se creó el cargo de gobernador civil, que normalmente era el líder de los moderados de la zona. El ejecutivo nombraba a los alcaldes de las ciudades más importantes, y el gobernador civil a los del resto de los municipios. La Milicia Nacional fue suprimida y en su lugar se creó la Guardia Civil (1844). Otras reformas para crear un Estado nacional centralizado fueron la adopción de un sistema único de pesos y medidas (el métrico decimal), la regulación para todo el país de la educación pública (Plan Pidal, 1845) y la aprobación de un nuevo Código Penal (1848). El Código Civil (1851) se quedó en proyecto y no se aprobó hasta finales de siglo. 쐌 Reforma de la Hacienda. El ministro de Hacienda, Alejandro Mon, y su colaborador, Ramón Santillán, llevaron a cabo la reforma tributaria más importante realizada en España hasta finales del siglo XX mediante la conocida como Ley Mon-Santillán (1845). Con esta reforma, la Hacienda se modernizó, simplificando y racionalizando los impuestos existentes y adaptándolos al nuevo Estado liberal: se realizó un presupuesto del Estado anual y se potenciaron los impuestos indirectos, especialmente los llamados consumos, que se aplicaban a los artículos básicos y perjudicaban, sobre todo, a las clases populares. La abolición de los consumos fue reivindicada por los progresistas y, más tarde, por los republicanos. 쐌 Acercamiento a la Iglesia católica. Los moderados suspendieron la venta de bienes nacionales, es decir, las propiedades del clero que habían sido desamortizadas, y se firmó un Concordato (1851), por el cual el Estado debía reservar una parte de su presupuesto (la llamada dotación del culto y clero) para hacer frente a los gastos eclesiásticos. Con esta medida se pretendía compensar a la Iglesia por la pérdida de los bienes desamortizados y subastados y normalizar las relaciones con la Santa Sede tras el deterioro sufrido durante la etapa de Gobierno de los progresistas. Durante el Bienio Progresista se restauraron las leyes e instituciones de la década de 1830 (Ley de Imprenta, Ley ElectoHistoria de España 6 LA RIOJA ral, instituciones de Gobierno local, Milicia Nacional) y se llevó a cabo la desamortización general (1855), promovida por el ministro de Hacienda, Pascual Madoz. Esta desamortización afectó no solo a los bienes de la Iglesia, sino también a las tierras y bienes de los municipios y del Estado. También en el ámbito económico, se intentó consolidar un mercado de ámbito nacional e impulsar el crecimiento económico con la aprobación de la Ley de Concesiones Ferroviarias (1855) y de las leyes bancarias de 1856, que dieron lugar a la creación del actual Banco de España. También en 1856 se elaboró una nueva Constitución, similar a la de 1837, que, sin embargo, no llegó a promulgarse (fue llamada nonata, «no nacida»). Mantenía el bicameralismo, aunque electivo para ambas cámaras, y la potestad legislativa compartida entre las Cortes y el rey. Asimismo, afirmaba la soberanía nacional y ampliaba la lista de derechos individuales. Durante el Bienio Progresista estallaron huelgas en diversas industrias (huelga general en julio de 1855) y se extendió el malestar social (motines de subsistencia en Castilla, 1856). Al reprimir violentamente las protestas, O’Donnell acabó con la vigencia del Bienio Progresista. La principal preocupación de los gobiernos durante el período de alternancia entre los moderados y los liberales de centro (1856-1868) fue restaurar el orden. Narváez se mantuvo al frente de los moderados, y O’Donnell creó y asumió la dirección de la Unión Liberal con la intención de ocupar una posición equidistante entre moderados y progresistas. Esta fase presentó los siguientes rasgos: 쐌 Insistencia en el progreso económico como objetivo supremo de la política. Se incrementaron las inversiones públicas (vinculadas en numerosas ocasiones a los negocios particulares de muchos dirigentes políticos) y se CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 concluyeron dos obras públicas de enorme relevancia: el tendido ferroviario (1856-1866) y el Canal de Isabel II (1858), que abastecería de agua a Madrid. 쐌 Una política exterior de prestigio, dirigida a restaurar el peso internacional de España y a fomentar el nacionalismo en la opinión pública. La intervención militar más importante se produjo en Marruecos (1859-1860). Gracias a ella España obtuvo el territorio del Ifni, una región del suroeste de Marruecos rica en bancos pesqueros. 쐌 Una política interior basada en los principios de la Constitución de 1845 con la que no se logró la alternancia pacífica. Los Gobiernos, que dependían del favor de la reina, clausuraban las Cortes y reforzaban la represión para acallar a la oposición. Por otra parte, prosiguieron las insurrecciones de los grupos marginados del poder, como los progresistas, que comenzaron a colaborar con los demócratas. Las conspiraciones alentadas por progresistas y demócratas no iban dirigidas solo contra el Gobierno, sino contra la reina misma. Entre estos disturbios destacó la protesta estudiantil universitaria conocida como la Noche de San Daniel (1865) o la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil (en Madrid, 1866). Finalmente, las distintas fuerzas de la oposición promovieron, desde el exilio, un acuerdo de actuación, el Pacto de Ostende (Bélgica, 1866). Tras la muerte de O’Donnell (1867) y Narváez (1868), principales apoyos de la reina, se adhirieron al pacto incluso los unionistas. Por último, la recesión económica de 1866-1868 aumentó el descontento general, especialmente en el ámbito empresarial y de los negocios. Estos factores provocaron la Revolución de septiembre de 1868, que acabó con el reinado de Isabel II y dio paso al Sexenio Democrático (1868-1874). Opción B Resumen Circunstancias históricas y marco cronológico El texto, una fuente secundaria de carácter historiográfico, describe los efectos de la batalla de las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212), en la que un ejército compuesto por una coalición de reinos cristianos aplastó a los almohades. La magnitud de la derrota se ilustra a nivel económico y demográfico. A nivel económico se dice que el botín fue de tales dimensiones que hundió el precio del oro en la feria de Champaña y que Sancho VII el Fuerte, rey de Navarra y miembro de la coalición cristiana, se convirtió en el banquero más próspero del mundo occidental. Desde un punto de vista demográfico, se indica que las diferentes crónicas sugieren que murieron entre cien mil y ciento cincuenta mil soldados musulmanes, es decir, la práctica totalidad del ejército almohade. Ante el vacío dejado por el enemigo, no se produjo un inmediato avance cristiano debido a la pestilencia que provocó en la región esa masa humana insepulta y a la sequía y escasez del año 1213. La batalla de Las Navas de Tolosa puso fin a un complejo período histórico marcado por la invasión almohade a mediados del siglo XII y la división de los reinos cristianos, que iniciaron una fluida política de alianzas y enfrentamientos entre ellos y los nuevos invasores norteafricanos tras la muerte del rey de Castilla y León Alfonso VII (1126-1157). Durante su reinado, este monarca castellano-leonés estableció su hegemonía y se proclamó emperador en 1135. Aprovechó además la debilidad almorávide para extender sus dominios al sur del Tajo y tomar Almería en 1147. Ese mismo año, Alfonso I de Portugal, a quien Alfonso VII había reconocido como rey de Portugal a cambio de su vasallaje, tomó Lisboa. El avance cristiano suponía un peligro directo para la dominación almohade del norte de África, y provocó su reacción inmediata. © Oxford University Press España, S. A. En su origen, los almohades eran un conjunto de tribus procedentes del Atlas marroquí, que se unificaron en un movi- Historia de España 7 LA RIOJA miento político-religioso —almohade procede de al-Muhawidun, «defensores de la unidad»— bajo el liderazgo espiritual de Ibn Tumart en el primer cuarto del siglo XII. El sucesor de Ibn Tumart, Abd al-Mumin (1130-1163), fue proclamado califa y desplazó a los almorávides en el norte de África. Ante el avance cristiano en la Península Ibérica, los almohades cruzaron el estrecho en 1146 y un año después conquistaron Sevilla, donde establecieron su capital. En los años siguientes, los seguidores de Abd al-Mumin sometieron las taifas andalusíes y obligaron a los castellanos a retirarse de Almería. Mientras tanto, se produjo un debilitamiento de los reinos cristianos. A la muerte de Alfonso VII, sus hijos firmaron el tratado de Sahagún, que establecía la separación de Castilla y León, el reparto de las tierras en disputa y la fijación de las zonas de influencia en al-Ándalus. El primogénito, Sancho III (1157-1158), ocupó el trono de Castilla, mientras que Fernando II (1157-1188) se convirtió en rey de León. A la muerte del primero, le sucedió su hijo, Alfonso VIII, de tres años de edad. La debilidad castellana, acentuada por las luchas entre los Castro y los Lara, fue aprovechada por León —que resolvió unilateralmente sus disputas fronterizas con Castilla— y por Navarra, cuyo rey, Sancho VI el Sabio (1150-1194), avanzó a través de La Rioja (Logroño, Cerezo). Al mismo tiempo se producía la progresión almohade desde el sur. Proclamado mayor de edad en 1169, a los catorce años, Alfonso VIII se apoyó en el rey Lobo de Murcia para obstaculizar el avance almohade y lo protegió frente a Navarra y Aragón frenando la expansión de estos reinos a través de Valencia. Al mismo tiempo, el califa almohade, Abu Yusuf Yaqub (1163-1199), aprovechó la división de los reinos cristianos en beneficio propio. Primero se alió con León (1169) en contra de Portugal y Castilla; Alfonso VIII concertó la paz con el califa para concentrarse en la recuperación de los territorios arrebatados por Navarra. En 1174, Abu Yusuf Yaqub se volvió contra León y lo expulsó de sus posiciones en Extremadura, que ponían en peligro la ciudad de Badajoz. El avance almohade provocó un acercamiento de castellanos y leoneses, gracias al cual los primeros tomaron Cuenca (1177) y los segundos realizaron una serie de incursiones y saqueos en territorio musulmán. Sin embargo, no tardaron en llegar los desacuerdos entre ambos reinos, en esta ocasión por el control de la Tierra de Campos. La muerte de Fernando II dejó al reino de León en una situación de gran debilidad. Su sucesor, Alfonso IX (11881230), hubo de hacer frente al principio de su reinado a una serie de revueltas nobiliarias que recibieron el apoyo de Castilla. Para combatirlas, el monarca leonés estableció una alianza con Navarra y Portugal en contra del reino castellano. El aislamiento de Alfonso VIII se vio agravado por la derrota en la batalla de Alarcos (1195) frente a los almohades, que supuso la pérdida de las conquistas realizadas en los años anteriores y el avance almohade hasta más allá de la línea del Tajo. El rey castellano neutralizó la amenaza leonesa mediante el matrimonio de su hija Berenguela con Alfonso IX (unión que sería disuelta por el papa en 1203). Al © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 mismo tiempo, arrebató Álava y Vizcaya a Navarra, cuyo rey, Sancho VII el Fuerte, inició un acercamiento a los almohades. El monarca navarro cambió su actitud cuando Inocencio III le reconoció su condición real, ya que el papado consideraba ilegítimo el acceso al trono de García Ramírez el Restaurador (1134). Finalmente, el papa proclamó la cruzada contra los almohades. A ella acudieron los reyes cristianos de Navarra (Sancho VII), Aragón (Pedro II) y Portugal (Alfonso II), así como caballeros de diversas órdenes militares y tropas y aventureros del otro lado de los Pirineos. Alfonso IX de León no compareció, debido a los problemas surgidos tras la anulación papal de su matrimonio con Berenguela de Castilla y por las disputas territoriales con el reino castellano. En ese momento, los almohades eran dirigidos por el califa Muhammad al-Nassir (1199-1213), quien en 1203 había concluido la conquista de las Islas Baleares. Para enfrentarse a las tropas cristianas, que se estaban concentrando en Toledo, el califa reunió un gran ejército en Tarifa y avanzó hacia el norte. El encuentro entre ambos ejércitos se produjo el 16 de julio de 1212 en las Navas de Tolosa (Jaén). Los cien mil soldados que componían el ejército almohade fueron aniquilados por los aproximadamente sesenta mil efectivos de la coalición cristiana. El poder almohade prácticamente desapareció de la Península y surgieron las terceras taifas. La victoria abrió a los cristianos el valle del Guadalquivir, aunque el avance quedó frenado al extenderse la peste en el campamento cristiano y debido a la sucesión de malas cosechas y luchas internas que atravesó Castilla. Durante los reinados de Fernando III, que unificó definitivamente las coronas de Castilla y León, Jaime I el Conquistador y Alfonso III de Portugal se produjo un espectacular avance de los reinos cristianos hacia el sur, y la Reconquista quedó prácticamente concluida. Solo sobrevivió el reino de Granada, que ocupaba una porción de territorio en el suroeste del litoral mediterráneo, entre el estrecho de Gibraltar y Murcia. Definición de términos Feudalización. Proceso de transformación social que tuvo lugar en la mayor parte de Europa desde la caída del Imperio romano y que culminó entre los siglos XI y XIII. Una sociedad feudal es aquella en la que existen relaciones generalizadas de dependencia entre los campesinos y un grupo social privilegiado formado por nobles o señores, tanto laicos como eclesiásticos. La dependencia era material y se conocía como señorío territorial, pues los campesinos trabajaban en las posesiones de los privilegiados. Respecto de los nobles, la dependencia era también personal (señorío jurisdiccional), ya que los señores podían administrar justicia y ejercer su autoridad sobre los campesinos. En casos extremos, el campesino era un siervo, porque, además de trabajar las tierras del señor, no era libre de abandonarlas. Ambas dependencias eran muy difíciles de separar: los señores cobraban rentas e impuestos por ambos conceptos, que, con el tiempo, se convirtieron en hereditarios. Historia de España 8 LA RIOJA Reino de Nájera. Denominación que adoptó el reino de Pamplona durante el reinado de García Sánchez I hasta la fragmentación del reino y su absorción por Aragón en el último cuarto del siglo XI. El origen del reino se produjo a principios del siglo X, cuando el rey de Pamplona, Sancho Garcés I (905-925), aliado a Ordoño II de León y aprovechando la debilidad del emirato de Córdoba, ocupó Nájera y la Rioja Media y Alta. Las nuevas conquistas, que recibieron la denominación de reino de Nájera o de Naiara, quedaron en manos de su hijo García Sánchez, quien en 925 accedió al trono tras la muerte de su padre. Un año antes se había producido el saqueo de Pamplona, y García Sánchez I ordenó el traslado de la capital del reino a Nájera. Desde entonces, los monarcas se titularon reyes de Nájera y Pamplona. Con Sancho Garcés III el Mayor (1004-1035), el reino alcanzó su momento de mayor poder. Este monarca incorporó al reino Sobrarbe y Ribagorza, y extendió sus posesiones por el valle del Ebro y el este de Soria. Intervino en el reino de León y se hizo con el control del condado de Castilla. Favoreció la introducción de las corrientes de pensamiento europeas a través de la orden de Cluni, e impulsó el Camino de Santiago. A su muerte dividió sus dominios entre sus hijos Fernando (Castilla), Ramiro (Aragón), Gonzalo (Sobrarbe y Ribagorza) y García de Nájera (1035-1054), quien conservó el dominio sobre Nájera y Pamplona. Muerto García ante Fernando I de Castilla en la batalla de Atapuerca, el reino perdió Álava, Vizcaya y Santander. A la muerte de Sancho IV de Peñalén (1054-1076), se produjo la división del reino. Nájera, Calahorra y otras zonas fronterizas fueron incorporadas a Castilla, mientras que Aragón absorbió los territorios correspondientes al antiguo reino de Pamplona. Corona de Aragón. Organización política que durante la Edad Media reunió a una serie de reinos del este de la Península Ibérica e Italia, así como diferentes territorios situados en el Mediterráneo. La Corona de Aragón se constituyó por el matrimonio en 1137 de doña Petronila, hija de Ramiro II el Monje de Aragón, y Ramón Berenguer IV, conde de Gerona y Barcelona. Desde entonces, los monarcas de la casa de Barcelona reinaron sobre ambos reinos respetando su autonomía administrativa y financiera. La fórmula se extendió a otros territorios durante la Reconquista, hacia el sur de la Península Ibérica, y en el Mediterráneo entre los siglos XIII y XV: Valencia, Córcega y Cerdeña, Mallorca, Sicilia, Atenas y Neopatria y Nápoles. Para llevar a cabo su política de expansión, los monarcas de la Corona de Aragón se vieron obligados a realizar concesiones a los grandes señores y a las Cortes a cambio de préstamos y ayudas. Esta forma de gobierno se denominó pactismo. Existieron Cortes en Aragón, Cataluña y Valencia, además de unas generales. Además, las instituciones de cada reino velaban por el cumplimiento de sus leyes propias. Un ejemplo de la tradición pactista de la Corona de Aragón fue el Compromiso de Caspe (1412), por el cual se © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 eligió a Fernando de Antequera como nuevo monarca tras la muerte de Martín I el Humano sin descendencia. La decisión supuso la instauración en el trono de una rama de la dinastía Trastámara. En el siglo XV, en los reinos peninsulares de la Corona de Aragón se produjo un estancamiento económico, en contraste con la expansión castellana, y la agudización de las tensiones sociales. Tras el acceso al trono de Fernando II, marido de Isabel la Católica, la Corona de Aragón quedó asociada a la de Castilla por una unión dinástica. Sus reinos mantuvieron sus leyes e instituciones hasta los Decretos de Nueva Planta, promulgados a principios del siglo XVIII. Repoblación. Proceso de ocupación y organización administrativa de las tierras conquistadas al islam por los reinos cristianos durante la Edad Media. Entre los siglos VIII y XI se produjo la repoblación o colonización del norte de la Meseta y del interior de Cataluña. Inicialmente, esta fue de carácter espontáneo; después, estuvo controlada por el rey, los nobles y la Iglesia. A partir del siglo XI, Castilla-León y la Corona de Aragón iniciaron un proceso de expansión territorial que les llevó a triplicar su extensión. En la repoblación de estas tierras intervinieron activamente los monarcas. Los instrumentos empleados para la colonización de las nuevas conquistas fueron los siguientes: 쐌 Capitulaciones. Eran acuerdos o pactos locales con las poblaciones sometidas en los que se respetaban sus leyes, costumbres y casi todas sus propiedades; a cambio, se les imponían contribuciones especiales. Este sistema se aplicó en los valles del Tajo y del Ebro y en Levante. 쐌 Repartimientos. Consistían en la distribución de lotes de bienes y tierras que efectuaba el monarca entre los conquistadores. Se aplicaron durante el siglo XIII en Baleares, el campo levantino, el valle del Guadalquivir y Murcia. 쐌 Privilegios y fueros. Su objetivo era atraer a nuevos colonos. Se otorgaron sobre todo en el área situada entre el Duero y Sierra Morena. Entre los privilegios y fueros se encontraban las cartas puebla o de población (establecían las condiciones para el cultivo de las tierras), los fueros locales (determinaban los derechos de una ciudad) y las cartas de franquicia (concedían privilegios a los colonos). Órdenes militares. Instituciones militares de carácter religioso que se crearon durante las Cruzadas para proteger a los peregrinos cristianos que acudían a los Santos Lugares y defender estos territorios de los ataques del islam. Sus miembros eran monjes y soldados a la vez, hacían votos religiosos, vivían en comunidad y dependían directamente del Papa. Las más importantes fueron las del Temple y los Caballeros Hospitalarios (además de la Teutónica, cuyo ámbito de actuación fue el norte de Europa). Los reyes cristianos de la Península Ibérica comenzaron a valerse de ellas en el siglo XI, como respuesta al avance almohade. En 1158 se constituyó la Orden de Calatrava con el compromiso de defender la villa del Historia de España 9 LA RIOJA mismo nombre (provincia de Ciudad Real). En 1170 Fernando II de León creó la Congregación de los Fratres de Cáceres, sancionada por el Papa en 1175 con el nombre de Orden de Santiago. Dos años después se constituyó la Orden de San Juan Pereiro, que pasó a denominarse de Alcántara en 1213. Tras la disolución de la Orden del Temple a principios del siglo XIV, se establecieron las de Montesa, en Aragón, y la de Cristo en Portugal. Todas ellas compartieron un ideal místico-religioso de influencia musulmana. Desplazaron a las milicias concejiles en la Reconquista y desempeñaron un papel fundamental en el avance y ocupación de los territorios de Castilla-La Mancha y Extremadura. Dirigidas por los maestres, ocuparon grandes dominios territoriales (maestrazgos) y controlaron importantes recursos económicos, como fue el caso de la Mesta. A finales del siglo XV, Fernando el Católico se apropió del maestrazgo de las órdenes de Calatrava, Santiago y Alcántara y estableció el Consejo de las Órdenes Militares (1498) para su administración. Sus propiedades fueron desamortizadas en el siglo XIX. En la actualidad, son instituciones honoríficas. Camino de Santiago. Ruta de peregrinación religiosa a Santiago de Compostela, adonde, durante la Edad Media, acudieron numerosos creyentes a rendir culto al apóstol Santiago que, según la tradición, había evangelizado Hispania y recibido sepultura en dicha ciudad gallega. La veneración del sepulcro del apóstol se inició en el siglo IX. En el siglo XI se había convertido en uno de los puntos de peregrinación más importantes del Occidente europeo. Los reyes castellanos, leoneses y navarros favorecieron el paso de los peregrinos mejorando los caminos y construyendo hospederías y hospitales. Las principales rutas fueron la de Roncesvalles, la de Somport y, ya en la Baja Edad Media, la de Irún-Tolosa. El Camino de Santiago se convirtió una vía de intercambio comercial y cultural con Europa. Por esta ruta penetraron la arquitectura románica y las reformas eclesiásticas, propagadas por las órdenes religiosas procedentes de Francia: la Orden Benedictina reformada o Cluniacense, con centro en la abadía de Cluni (los llamados, por su hábito, «monjes negros»), y la Orden Cisterciense (los denominados «monjes blancos»), fundada en la abadía de Citeaux. También favoreció el desarrollo de las ciudades y el surgimiento de una clase burguesa dedicada a las actividades mercantiles. El Camino de Santiago fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1993. La Península Ibérica en la Edad Media: los reinos cristianos Tras su conquista en el siglo VIII, el dominio del islam sobre el territorio del reino visigodo de Toledo no fue completo. En el norte peninsular surgieron núcleos cristianos independientes que, con el tiempo, constituyeron grandes reinos. La zona estaba poco romanizada y cristianizada. Sus habitantes se agrupaban en tribus y habían luchado contra © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 los romanos (astures y cántabros) y contra los visigodos (vascones). El islam no se preocupó por la zona noroeste de la Península, a la que consideraba poco próspera. El primer reino que surgió en la Cordillera Cantábrica fue el de Asturias: entre 718 y 722, Pelayo, un jefe local, promovió una revuelta en la que derrotó a los musulmanes cerca de la gruta de Covadonga. El reino astur estableció su corte en Cangas de Onís y pronto amplió su territorio por el este (Cantabria, Vizcaya, Álava) y el oeste (costa norte gallega). Durante el reinado de Alfonso II (791-842), la corte se trasladó a Oviedo. Este monarca consolidó el nuevo reino, restableció las leyes visigodas y organizó la Iglesia católica local con independencia del arzobispado de Toledo. En la frontera entre al-Ándalus y el reino de los francos, desafiando a ambos, surgieron diversos estados. En el Pirineo occidental apareció el reino de Pamplona, que alcanzó su independencia hacia 905 con Sancho Garcés I. En los altos valles del Pirineo central se formaron desde el siglo IX los condados de Aragón (llamado así por el río que lo atravesaba), Sobrarbe y Ribagorza y, en el Pirineo oriental, los de Barcelona, Gerona, Pallars, Rosellón, Cerdaña y Urgell, entre otros. El conde de Barcelona, Wifredo I, logró imponer, desde el año 878, su hegemonía al resto de los condados, que fueron independizándose del reino franco. Los núcleos cristianos fueron ganando terreno a al-Ándalus durante un largo proceso que se aceleró tras la desaparición del califato de Córdoba (1031) y el fin de los imperios almorávide (mediados del siglo XII) y almohade (primera mitad del siglo XIII). Este proceso histórico se desarrolló en las siguientes fases: 쐌 Inferioridad de los reinos cristianos. Entre los siglos VIII y mediados del XI, todos los reinos cristianos fueron obligados a declararse vasallos del poder islámico de Córdoba. En Asturias, los sucesores del rey Alfonso II extendieron el reino hasta el valle del Duero y la capital del reino se trasladó a León. Navarra se expandió hasta el Ebro, se anexionó los condados del Pirineo central y durante el reinado de Sancho Garcés III el Mayor (1004-1035), se apoderó del condado de Castilla. A su muerte, Sancho el Mayor repartió el gobierno de sus dominios entre sus hijos y emergieron dos nuevos reinos: Castilla y Aragón. 쐌 Avances sobre el valle del Tajo. En una segunda etapa (mediados del siglo XI-mediados del XII) varias circunstancias permitieron la expansión cristiana: los reinos de taifas pagaron parias (tributos) a los reinos cristianos que, además, tuvieron un notable crecimiento demográfico y económico. Los mayores avances los protagonizó un nuevo reino surgido de la unión de Castilla y León. Su rey, Alfonso VI, conquistó Toledo (1085) y controló el valle del Tajo, y sus sucesores resistieron las invasiones almorávide y almohade. En esta época se consolidó también el dominio castellano sobre La Rioja y los territorios vascos. El condado de Portugal se independizó y se constituyó en reino, con Alfonso I como monarca (a partir de 1139). Este nuevo reino controló la costa atlántica desde el río Miño hasta el Tajo, y conquistó Lisboa en 1147. Historia de España 10 LA RIOJA 쐌 Avances sobre el valle del Ebro. Aragón (que había absorbido el reino de Pamplona en 1076), con Alfonso I el Batallador, conquistó Zaragoza (1118) y controló el valle del Ebro. Más tarde, el reino de Pamplona se separó y quedó limitado a un pequeño territorio. Entretanto, Aragón encontró un nuevo aliado en el condado de Barcelona, hegemónico en Cataluña, a través del compromiso matrimonial (1137) entre el conde Ramón Berenguer IV y Petronila, la hija de los reyes aragoneses. El reino surgido de esta unión pasó a llamarse Corona de Aragón. 쐌 La hegemonía de los reinos cristianos. A partir de la derrota almohade en Navas de Tolosa (Jaén) en 1212, la superioridad cristiana fue nítida. Los reinos de Castilla y León se unieron definitivamente con Fernando III, rey de Castilla (1217) y de León (1230). Este monarca ocupó los valles del Guadiana y del Guadalquivir, conquistando Jaén (1246) y Sevilla (1248). Alfonso, hijo de Fernando III, tomó el reino de Murcia (1243) y, ya coronado como Alfonso X, ocupó Cádiz (1261), Huelva y Jerez. Portugal conquistó El Alentejo y El Algarve. La expansión de la Corona de Aragón se debió a Jaime I el Conquistador (1213-1276), que se adueñó de las Islas Baleares (12291235) y Valencia (1238). Los reinos de Mallorca y de Valencia recibieron leyes e instituciones propias. Estos avances convirtieron a la Corona de Aragón en una potencia marítima. Durante la Alta Edad Media (siglos VIII-XI), la sociedad de los reinos cristianos estaba constituida por pueblos montañeses dedicados al pastoreo y aislados del resto de Europa. En esta sociedad actuaron como factores dinamizadores la inmigración de los mozárabes (que contribuyeron al desarrollo económico y al crecimiento demográfico) y la colonización de los territorios de las llanuras (norte de la Meseta, interior de Cataluña). La sociedad de los nuevos reinos se vio inmersa en un proceso de feudalización que culminaría entre los siglos XI y XIII. La cúspide de la sociedad en esta época la ocupaba el rey y su Corte. Los nobles, por su parte, eran guerreros que poseían ejércitos privados, fortalezas, tierras y aldeas que constituían su patrimonio familiar. Los monasterios, centros económicos y culturales, aseguraban la presencia de la Iglesia en el campo; en las ciudades, los eclesiásticos estaban encabezados por el obispo. El campesinado tenía algún tipo de dependencia material o personal de los grandes señores laicos y eclesiásticos. La economía era de subsistencia y el escaso comercio se basaba en el trueque, y los pagos se realizaban en especie (sobre todo trigo). Las ciudades (Oviedo, León, Burgos…) eran de tamaño muy reducido y desempeñaban funciones políticas y militares. Entre los siglos XI y XIII, Castilla-León y la Corona de Aragón triplicaron su extensión y ocuparon nuevos territorios mediante diferentes modelos de repoblación: capitulaciones, repartimientos o privilegios y fueros. Este proceso estuvo acompañado por una serie de importantes transformaciones económicas y sociales. Se produjo un crecimiento demográfico que facilitó la expansión territorial, la repoblación y la extensión de los cultivos. Como consecuencia , el © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 terreno dedicado a pastos se redujo y, a partir del siglo XII, los grandes rebaños se hicieron trashumantes. El comercio ganó en dinamismo gracias al Camino de Santiago, al crecimiento de las ciudades y al cobro, por parte de los reyes cristianos, de las parias; estas proporcionaron oro y plata a las deprimidas economías del norte peninsular y extendieron la moneda como medio de pago. Fueron frecuentes, a partir del siglo XII, las ferias anuales. Tras la fase de crecimiento de los siglos XI-XIII, se produjo durante la Baja Edad Media una crisis general y un cambio económico, social, político y cultural que se manifestó en los siguientes aspectos: 쐌 Crisis demográfica. Desde mediados del siglo XIV (en algunos casos incluso desde el último tercio del XIII) se produjo en Europa un notable descenso demográfico. Esto se debió a las hambrunas reiteradas, provocadas por malas cosechas, las epidemias (como la peste negra), las guerras y la violencia feudal. En la Península, los reinos más afectados por la crisis demográfica fueron Navarra y la Corona de Aragón y, dentro de esta, Cataluña. En Castilla, el descenso de la población fue menor y se produjo una importante recuperación en el siglo XV. 쐌 Crisis y transformaciones económicas. La tendencia a la despoblación en las áreas rurales, sobre todo del norte del Sistema Central y del Ebro, ocasionó un descenso de la producción agraria que originó problemas de abastecimiento en las ciudades. Durante los siglos XIV y XV se adoptaron una serie de soluciones que transformaron la economía: se abandonaron las tierras marginales, con lo que aumentó la productividad; crecieron los pastos para la ganadería trashumante, especialmente en el interior de Castilla (dirigida por el Honrado Concejo de la Mesta) y en Aragón, y comenzó la exportación de lana; la agricultura se reorientó hacia cultivos de interés industrial y comercial, destinados a la exportación (sobre todo en Cataluña y Valencia); se promovió la actividad pesquera, y la navegación en el Atlántico y el Mediterráneo; y con el incremento del comercio a larga distancia, progresó el artesanado urbano. En ese contexto se enmarca la expansión de Portugal y Castilla en el Atlántico y la proyección de Aragón en el Mediterráneo. 쐌 Crisis social. Las transformaciones económicas provocaron un aumento del poder de los señoríos (mayores cargas sobre los campesinos, nuevos privilegios como el mayorazgo, mayor presión sobre los monarcas) y de los concejos (gobiernos municipales). A ambos se opuso una fuerte resistencia campesina (movimiento de las hermandades). También se produjo una aguda inquietud espiritual (Cisma de Occidente, nuevas órdenes religiosas, herejías). Por último, se marginó y persiguió a las minorías religiosas (judíos, mudéjares) y a los conversos o cristianos nuevos. 쐌 Cambios políticos e institucionales. Aparecieron las Cortes, asambleas en las que estaban representados los tres estamentos medievales. Su celebración empezó a ser habitual en los siglos XIII (en Castilla y Aragón) y XIV (en Historia de España 11 LA RIOJA Navarra). Se convocaban de forma irregular, cuando los monarcas querían solicitar una contribución (impuesto) especial. También impulsaron los monarcas una legislación inspirada en el derecho romano que les otorgase más prerrogativas (Ordenamiento de Alcalá en Castilla, Fueros de Aragón, Furs fueros de Valencia, Fuero General de Navarra). La evolución política varió en los diferentes reinos. Entre los siglos XIII y XIV, los monarcas castellanos afrontaron sublevaciones nobiliarias y guerras civiles, como las que se produjeron durante el reinado de Pedro I el Cruel. Enrique, su hermanastro, lo asesinó («drama de Montiel», 1369) e instauró la dinastía de los Trastámara. Lentamente, se produjo un fortalecimiento del poder monárquico, merced a instituciones como el Consejo Real, que auxiliaba al monarca, la Audiencia o Chancillería Real, que impartía justicia en todo el reino, los alcaldes mayores y corregidores, representantes del rey en los ayuntamientos, y los impuestos permanentes (como la alcabala) que aseguraban los ingresos del soberano. Las Cortes, únicas para todo el reino, no pasaron de ser meramente consultivas y fueron decayendo a lo largo del siglo XV. En Navarra, el poder de los señores fue muy elevado y los enfrentamientos civiles entre clanes rivales casi permanentes; muchos de sus reyes, de origen francés, ni siquiera residían allí, por lo que en general colaboraron con las Cortes. (que eran únicas para todo el reino, como en Castilla). En la Corona de Aragón, los monarcas se lanzaron a una política exterior muy aventurada, necesitada de muchos recursos, y se vieron obligados a ceder patrimonio, privilegios y derechos a los grandes señores y a hacer concesiones © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 a las Cortes a cambio de préstamos y ayudas. Había unas Cortes diferentes para cada reino (Aragón, Cataluña y Valencia), además de unas generales. Junto a ellas surgieron otras instituciones que velaban porque el monarca no vulnerase las leyes de cada reino, como el Justicia Mayor de Aragón, cargo judicial que interpretaba los fueros y controlaba la nobleza, o la Generalitat en Cataluña o en Valencia, una diputación permanente de las Cortes respectivas que supervisaba la acción del monarca y la gestión de los subsidios concedidos al rey. A esta forma de gobierno se le llamó pactismo. Entre los siglos XI y XIII, los reinos cristianos peninsulares experimentaron un despertar cultural impulsado por la apertura al resto de Europa occidental y el contacto con alÁndalus. El máximo ejemplo de la fusión de las culturas cristiana, judía e islámica fue la Escuela de Traductores de Toledo que, impulsada por el rey Alfonso X el Sabio (1252-1284), tomaría la forma de auténtica escuela. Por otra parte, el Camino de Santiago fue una vía de intercambio cultural con Europa. A través de esta ruta penetraron la arquitectura románica y las reformas eclesiásticas, propagadas por la Orden Benedictina reformada o Cluniacense, con centro en la abadía de Cluni y la Orden Cisterciense, fundada en la abadía de Citeaux. El románico, estilo artístico procedente de Francia, estuvo ligado a las reformas de la Iglesia medieval y vinculó el arte peninsular con Europa occidental. En la Baja Edad Media, la cultura adoptó un carácter urbano y humanista. En los reinos cristianos peninsulares se produjo, además, el desarrollo de las primeras universidades, como las de Palencia o Salamanca en el siglo XIII, la aparición de una literatura cortesana en lengua vernácula (castellana, catalana, gallega) y la difusión del arte gótico y mudéjar. Historia de España 12