La Fragua de los tiempos, nov. 26 del 2006, No. 712 El dolor de muelas de Porfirio Díaz y otras anécdotas Si algún estudioso de la política mexicana se propusiera hacer una investigación con el objetivo de caracterizar la figura presidencial a través de la historia de México se enfrentaría con el problema de que solo podría escribir sobre la personalidad oficial, sobre la figura pública, de lo que se dice “la vida privada” no encontraría casi nada entre las fuentes documentales. De los planes, de las acciones de gobierno de cada presidente, de las obras materiales, de sus “ideas” de sus meritos militares, en el caso de quienes llegaron al poder por esta vía, se encontrarán toneladas de papeles oficiales, de documentos “muy importantes” pero de los hábitos cotidianos, de las costumbres personales, de las enfermedades, de las dolencias, de los gustos, de las fobias, de la vida familiar, de los problemas personales, es decir la simple humanidad de los presidentes no contaría el historiador con ningún documento. Esto por la simple razón de que cuando el ungido cruza la puerta del palacio, en ese preciso momento se le desprende de su humanidad y en su lugar se le “arropa” con eso que se conoce como “investidura presidencial”. Adentro del Palacio el nuevo dios tiene a su servicio a un ejercito de lacayos, entre quienes se encuentran unos sujetos muy bien adiestrados para borrar huellas, para eliminar todo aquello que pudiera demostrar ante los ojos del vulgo que el presidente es un simple individuo de carne y hueso como cualquier ser humano y no un dios. Esta fantástica mutación no la inventaron los políticos o los presidentes del siglo pasado, ni los del antepasado, viene de muy atrás, probablemente desde antes de la colonización europea pues según lo afirman algunos cronistas españoles y lo reafirman muchos historiadores: entre los emperadores aztecas la relación con los súbditos era muy similar a la de los presidentes con el pueblo. De manera que ese estudioso, al que nos hemos referido, solo tendría como vía de acceso para hacer su trabajo la voz del pueblo, las imágenes de los caricaturistas, los rumores y las “habladillas” de la calle, los chismes políticos y de vez en cuando los testimonios y datos que aparecen perdido en las memorias que algunos políticos llegan a publicar. Todo esto viene al caso por un anécdota que no aparece en ninguna de las numerosas biografías dedicadas al general Porfirio Díaz, ni tampoco en ninguno de los libros dedicados a la historiografía de la revolución mexicana, no obstante que no contó de manera determinante en el desenlace de la revolución, dicho anécdota que dio a conocer Enrique Creel, (nieto del empresario y banquero chihuahuense, don Enrique Clay Cuilty) lo tomamos de las páginas del libro “El color del cristal” de donde también tomaremos anécdotas interesantes relacionados con la biografía de Enrique Clay Creel Cuilty. Refiriéndose a la relación amistosa entre Porfirio Díaz y su abuelo, recuerda el autor que al morir el licenciado Ignacio Mariscal, don Enrique Creel fue nombrado secretario de Relaciones, correspondiéndole a él organizar las famosas fiestas del Centenario de la Independencia que a la vez resultaron sintomáticas del derrumbe del régimen y principio de su desintegración. Anécdota 1.Era tanta la confianza que el dictador tenía en su ministro Enrique Creel que, a pesar de ya no formaba parte del gabinete, pues en los últimos momentos había sido sustituido por el licenciado Francisco León de la Barra, don Porfirio le pidió que le redactara su renuncia a la presidencia de la República (25 de mayo de 1911). ¿Por qué Díaz recurrió a Creel y no escribió él mismo su renuncia? Porque desde hacia meses se encontraba en su residencia postrado a causa de una infección en la dentadura que no lo dejaba en paz a ninguna hora del día. Don Enrique Creel dejó anotado algo respecto a esta situación y muchos años después platicando su nieto Enrique con el dentista de la familia Eduardo Ortega Pastor este le contó que tenía acceso a los papeles del doctor Francisco Pastor, odontólogo de Díaz, Enrique le pidió que buscara alguna información del dolor de muelas del dictador y así fue como se enteró que en los días mas álgidos de la revolución el dictador sufría por la infección de una de las muelas del juicio pero estaba tan arraigada que con el deficiente instrumental de la época (un garfio que hacía presión sobre la muela), se produjo una fractura de la tabla externa de la mandíbula lo cual generó la osteomielitis que duró varios meses y a punto estuvo de causarle la muerte, bien fuera por septicemia o con un flemón séptico que le produjera asfixia. Según el doctor Ortega, durante la crisis infecciosa Díaz pasó más de una semana sin poder abrir la boca, hablar o tragar y, desde luego, con intensísimos dolores que se combinaban con las preocupaciones políticas de su gobierno, agravadas coincidentemente. Venturosamente, cuando el distinguido emigrante llegó a Europa le recomendaron a un dentista norteamericano que se encontraba establecido en Suiza, fue a consultarlo y fue este quien logró curarlo de su dolor de muelas y salvarlo de una muerte segura. Algunos autores se han referido a “una enfermedad” que sufría Díaz en el mes de noviembre pero hasta donde sabemos nadie había manejado la información que proporciona el autor del “Color del cristal”. Para nosotros esto es importante porque así se explica algo que hemos escrito desde hace tiempo en el sentido de que fue el Ministro de Relaciones Exteriores, Enrique Creel quien asumió la defensa del gobierno porfirista al estallar la revolución en 1910 y durante los primeros del año 1911. Anécdota 2.En el libro “El color del cristal “, el autor nos informa que en sus últimos años el abuelo tuvo la intención de escribir su autobiografía pero solo dejó unas notas iniciales, a través de estas notas podemos conocer la versión que el propio Creel dejó para la historia en torno a uno de los asuntos mas enigmáticos en la biografía de Creel y que se refiere a el papel que desempeñó en 1909 como traductor entre el presidente Taft de los Estados Unidos y Porfirio Díaz cuando estos se reunieron en El Paso Texas y en ciudad Juárez. Al respecto escribió el nieto de Creel: “Mi abuelo comenzó a redactar, en sus últimos años, unos apuntes biográficos de los cuales sólo existe un primer borrador, mal pergeñado, que no alcanzó a concluir. Ahí declara enfáticamente que en el protocolo no se mencionó la discusión de ningún problema que afectara a los dos países, como fijamiento de límites internacionales; el uso de agua o territorio de alguno de ellos; ni la modificación o denuncia de algunos tratados vigentes o la creación de otros nuevos… Nada de eso. La conferencia debería tener un carácter social y algo así como la cristalización de los sentimientos de amistad de los gobiernos y los pueblos de las dos repúblicas”. Así durante la histórica entrevista Díaz-Taft, el presidente de Estados Unidos al encontrarse con mi abuelo –quien para entonces era gobernador de Chihuahua lo saludó con un cordial abrazo “y se dirigió al general Díaz manifestándole su deseo de que (Creel) fuera el único intérprete oficial, porque siendo un amigo personal de los dos presidentes y teniendo su absoluta confianza no se necesitaban otros intérpretes “. El mandatario mexicano recibió con agrado el gesto de su homólogo considerándolo como un acto inusitado de buena voluntad que auguraba una reunión amistosa. No pasó lo mismo con Pablo Escandón, quien difícilmente intentaba ocultar su disgusto al ser desplazado de una importante comisión que le hubiera permitido exhibir las lindezas de su impecable acento británico. De este modo y por razones imprevistas, mi abuelo participó como el único testigo de ese encuentro. Mucho se ha especulado sobre la famosa entrevista, pero la verdad es que todo queda siempre en conjeturas sin fundamento. Los dos presidentes no dejaron testimonio directo de la reunión ni existen en los archivos oficiales (o confidenciales) de ambos países evidenciales que permitan presumir acuerdos o discrepancias entre los dos gobiernos, más allá de los protocolos oficiales publicados en los diarios. Algunos historiadores pretenden conjeturar que ciertas actitudes renuentes a los proyectos expansionistas yanquis pudieron haber provocado la tolerancia –o el franco apoyo norteamericano- hacia el grupo maderista en su lucha contra el porfiriato. Pero todo queda en plan teórico, sin evidencias testimoniales que respalden la tesis. Siento que, contra toda fantasía, debemos aceptar su versión, sobre todo si se toma en cuenta que Creel nunca negó que el gobierno yanqui hubiese metido sus manos en la política interna de México y, por tanto, le hubiera sido fácil atribuir el carácter de causa eficiente de esa actitud de algún incidente surgido durante la entrevista. Ahora bien, al desmitificar la trascendencia de la junta en relación con nuestros problemas internos, ésta queda reducida a un ámbito más verosímil: como un acto formal (ya programado antes por los presidentes MacKinley y Roosevelt) en el cual Taft quiso medir en vivo la estatura política de Díaz bajo el signo de una simple reunión amistosa. Anécdota 3.Por último. En el libro citado también se incluye un anécdota que escribió Victoriano Salado Álvarez en su memorias y se refiere a la ocasión en que siendo Enrique Creel embajador en Washington asistió a una comida diplomática donde la esposa de William Taft (entonces secretario de Guerra) sufrió un desmayo “del cual se desentendió su acompañante temeroso de alterar el sagrado protocolo y de faltar a la etiqueta revelando algo que tal vez se mantuviera secreto en el seno de la familia oficial”. Pero en ese momento la esposa del embajador Creel, Ángela Terrazas–, sin ocuparse de formalismos se acercó a auxiliar a la accidentada, dándole a oler el frasquito de sales que todas las señoras de la época traían en sus bolsas para prevenirse de desfallecimientos, y así logró reanimarla. De este sencillo modo se estableció una amistad personal entre los matrimonios Creel y Taft que, como buena parte de la pequeña historia, logró reflejarse en asuntos políticos. Para concluir con estos datos que hemos tomado del libro “El Color del Cristal” vamos a incluir algunas apreciaciones que el autor hace de su abuelo. Se refiere en primer término a la capacidad de Enrique Creel para proyectarse hacia delante y construir un México moderno y destaca como simples ejemplos de ello: su clara visión para planear y fundar el Banco Central Mexicano, así como su participación en el proyecto para la fundación del Banco de México. Señala también que a su abuelo se le debe la incorporación de la figura del trust americano en el derecho mexicano, por lo cual se le ha dado el nombre de padre del fideicomiso en México, así como la inclusión de los bancos de ahorro y préstamo en nuestra legislación. La construcción del Ferrocarril Chihuahua-Pacífico, concebido por Creel como un “río de acero” para sustituir la carencia de una vía fluvial que comunicara a ese estado con el mar, dando salida a sus productos y concluye para que se recuerde como una curiosidad en la vida de don Enrique Creel: “Menos conocida es su labor de protección y estímulos a los programas ecológicos que incluye la creación de los Viveros de Coyoacán, en el Distrito Federal, según reconocimiento expreso del ingeniero Miguel A. García de Quevedo en su monografía dedicada a Creel, y la amplia legislación de protección forestal que promovió en defensa de los bosques de Chihuahua.” Los fierros en la lumbre La historia Patria, la historia nacional tiene sus principales capítulos en aquellos momentos en que el pueblo mexicano se ha unido masivamente en torno a sus lideres, lanzándose atrás de ellos a la lucha para lograr los objetivos de emancipación y libertad. Así sucedió durante la lucha por la independencia, en la lucha contra los invasores norteamericanos y franceses, en la lucha contra las dictaduras de Porfirio Díaz y Victoriano Huerta. El calendario cívico mexicano refleja perfectamente cada una de estas etapas a través de tres fechas claves que son las que se celebran con mayor emotividad y sentimiento patriótico: el 15 de septiembre, el 5 de mayo y el 20 de noviembre. Sin embargo, la mayoría de los mexicanos que vivieron estos procesos no fueron concientes de la significación histórica de lo que estaba sucediendo y en cada uno de estos momentos, los lideres y las masas que los siguieron fueron calificados como “los malos”, como la “chusma” analfabeta y solo mucho tiempo después fue reconocida la grandeza de Hidalgo, de Morelos, de Juárez, de Zaragoza, de Villa, de Zapata etc. Probablemente esta situación se está repitiendo ante nuestros ojos y no nos damos cuenta de ello. El pasado 2 de julio concurrieron a votar en las urnas millones de mexicanos. Recurriendo a las más perversas maniobras y con todos los recursos del gobierno y de sus aliados norteamericanos se ejecutó el fraude mas sofisticado de la historia. En respuesta a este fraude el candidato López Obrador emprendió una resistencia pacífica con plantones que duraron dos meses y medio, desde el día siete de julio, hasta el quince de septiembre. En varias asambleas multitudinarias que reunieron a cientos de miles de ciudadanos, el candidato despojado se comprometió a luchar hasta donde fuera necesario y el 20 de noviembre ante una gran concentración fue declarado presidente genuino de México, comprometiéndose nuevamente ante toda la nación de luchar contra el gobierno del usurpador que ya se está preparando para darle continuidad a la política de saqueo y entreguismo que caracterizaron a los tres sexenios anteriores. Los dirigentes del PAN, los grandes empresarios, los jerarcas de la iglesia, los dueños de los medios de comunicación y el presidente Fox, todos en coro, se han burlado de esta acción y nuevamente han tildado de loco al líder y de “chusma” a sus seguidores, sin embargo, desde nuestra mirada a través del cristal de la historia sugerimos que nos encontramos ante un momento excepcional, un momento de rareza extraordinaria en el cual coinciden las voluntades de cientos de miles de ciudadanos que con su presencia acuden a manifestarle a su líder “aquí estamos dispuestos y decididos a ir contigo hasta donde tú estés dispuesto a sostenerte” mientras que, por otra parte y al mismo tiempo, millones de ausentes diseminados en todo el territorio nacional y convencidos de que no se respetó su voto, unen sus voluntades y se disponen a actuar para “lo que venga”. Podemos afirmar que en ningún otro momento de la historia las condiciones fueron tan propicias para construir un movimiento democrático y libertador tan profundo y a la vez tan extendido como el que se está gestando en todo el país. Nunca antes se habían unido tantas voluntades y tantas conciencias alrededor de un líder. Desde hace cien años no había surgido un liderazgo con el potencial que tiene el de Andrés Manuel López Obrador en estos momentos y será a final de cuentas el tiempo, pero no el tiempo largo, el inmediato el de los próximos años o tal vez meses, el que nos indique hasta donde se va a llegar en esta nueva etapa, porque definitivamente, sin lugar a ninguna duda, nos encontramos, estamos siendo los sujetos de un momento crucial de nuestra historia.