José Manuel Sánchez Ron, autor del libro Ciencia, política y poder

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DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN
NOTA DE PRENSA
La Fundación BBVA presenta el libro Ciencia, política y poder coincidiendo
con el Día mundial de la ciencia al servicio de la paz y el desarrollo
José Manuel Sánchez Ron afirma que
“en la relación entre ciencia y poder,
históricamente ha ganado la sociedad”
 Sánchez Ron, catedrático de Historia de la Ciencia de la UAM y
miembro de la RAE, analiza en su obra los casos de Napoleón, Hitler,
Stalin y Eisenhower

“La ciencia se convierte en poder cuando se transforma en empresa y
adopta el ropaje del poder económico”, afirma Sánchez Ron
 Dentro de la comunidad científica las ciencias biomédicas han
heredado el poder que antes tuvo la física
Madrid, 10 de noviembre de 2010.- Según José Manuel Sánchez Ron,
catedrático de Historia de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid,
la relación entre ciencia y poder ha estado marcada históricamente por una
confusión de partida: “Frente a la idea más extendida en los círculos
científicos, en esta confrontación ha tenido más peso el poder político, porque
las ideas ganan el futuro, pero el presente lo controla el poder político, y ésa
es una de las lecciones que se puede extraer de la historia y de cómo el poder
-ya sea político, militar o económico-interviene en la ciencia”.
Sánchez Ron, miembro de la Real Academia Española, es autor del libro
Ciencia, política y poder. Napoleón, Hitler, Stalin y Eisenhower, editado por la
Fundación BBVA. En la obra, se refleja cómo mientras que Napoleón tuvo un
interés genuino por la ciencia, Hitler la infravaloraba y no supo aprovechar el
potencial de los investigadores alemanes de su época. Todo lo contrario de lo
que, según este relato histórico, hizo el presidente norteamericano Eisenhower,
que se rodeó de buenos asesores e impulsó así el desarrollo científico de su
país. También Stalin vio en la ciencia un instrumento para reconstruir y hacer
emerger como potencia mundial a la Unión Soviética.
Con motivo del Día mundial de la ciencia al servicio de la paz y el desarrollo,
Sánchez Ron ha dialogado con Ana Romero de Pablos, científica titular en el
Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, sobre la relación entre
ciencia, política y poder en un encuentro celebrado en la sede madrileña de
la Fundación BBVA, en el Palacio del Marqués de Salamanca.
Haciendo un balance histórico, Sánchez Ron no duda quién se ha beneficiado
en el pulso entre ciencia y poder: “Han salido ganando la sociedad y el
desarrollo, y basta ver cómo hemos prosperado en los últimos 200 años”.
En la segunda mitad del siglo XIX, Alemania se convirtió en una potencia
científica y fue así, según el historiador, porque “los investigadores tomaron la
iniciativa y fueron sensibles a los intereses de los otros poderes. En respuesta, el
poder político favoreció la expansión de institutos y mejoró las condiciones de
los científicos. La sociedad alemana fue receptora de ese desarrollo que
impulsó la industria química y farmacéutica”.
La coincidencia de intereses entre ciencia y poder fue evidente en la época
de la Segunda Guerra Mundial. “Pongamos el caso de Estados Unidos, donde
la financiación de la investigación ha estado durante décadas
mayoritariamente en manos del Departamento de Defensa. La física nuclear y
de altas energías se beneficiaron durante décadas del empuje que se inició
con la Segunda Guerra Mundial, pero en la década de los 90 del siglo XX, el
Congreso de Estados Unidos decidió no financiar el gran acelerador de
partículas porque entendieron que la sociedad demandaba otras áreas. Por
eso se destinaron fondos a los institutos nacionales de la salud y a la revolución
biomédica de los últimos años basada en la biología molecular”.
¿Se puede entender entonces que la ciencia es un poder en sí misma?
Sánchez Ron no lo cree e incluso habla de su subordinación frente al poder.
“La mayoría de los científicos han sido y son dóciles respecto al poder político.
Buscan estar cerca del poder por la financiación y el reconocimiento que
otorga el Estado. Pero esto es así en general en todos los colectivos, y los
científicos necesitan más que otros de los recursos públicos”. Sin embargo, la
denominada economía del conocimiento ha abierto una nueva perspectiva:
“La ciencia no es un poder en sí misma, pero puede serlo cuando se constituye
en empresa y toma el ropaje del poder económico. La frontera entre ciencia y
empresa es cada vez más difusa y el poder político lo apoya porque le ahorra
dedicar sus recursos a esa investigación. Al menos eso es lo que ocurre en los
países donde la ciencia funciona mejor, que no es por ahora nuestro caso. El
viejo modelo donde los científicos investigan en la Universidad y generan un
conocimiento que ponen al servicio de la sociedad para que lo usen
libremente, está desapareciendo”.
El análisis histórico lleva a Sánchez Ron a concluir que el poder ha marcado el
camino de la ciencia siempre y en cualquier tipo de régimen político, pero
añade que “la diferencia está en que en una democracia hay más voces y
agentes que pueden intervenir, por eso es tan importante que la sociedad, si
quiere intervenir y decidir en temas de ciencia, esté informada y tenga cierto
nivel de educación”.
Sánchez Ron deja un margen al optimismo: “El caso del giro norteamericano
hacia la salud es un buen ejemplo de un efecto positivo de la relación entre
ciencia y poder político. Otros ejemplos son las actuales políticas frente a los
problemas medioambientales y al cambio climático por la presión político
social. Y esta intervención social beneficia al conjunto del conocimiento
científico y a la sociedad”.
¿Dedicará el poder político esfuerzos a estos retos del siglo XXI? “Un factor a
favor de que así ocurra es que las potencias ahora no necesitan grandes
programas de investigación militar porque ya disponen de recursos muy
potentes y precisos, y en el mundo de las telecomunicaciones operan las
empresas privadas”.
Si desea más información, puede ponerse en contacto con el Departamento de
Comunicación de la Fundación BBVA (91 374 52 10 o comunicacion@fbbva.es) o
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