Michel Foucault: apuntes para una arqueología de la psicología Hugo Vezzetti1 Conferencia. XXVIII Congreso Interamericano de Psicología, Santiago de Chile, 29 de julio al 3 de agosto 2001. I Quiero comenzar por situar mi propio interés en un autor como Michel Foucault, tan destacado en el horizonte intelectual contemporáneo y que, al mismo tiempo, ha sido objeto de lecturas tan diversas. Me interesa, sobre todo, por lo que produce y suscita como historiador y por la renovación que produce en la disciplina historiográfica. Es decir, no tanto por la exposición de sus herramientas conceptuales, lo que podría llamarse, un poco en general, sus proposiciones "metodológicas" (la arqueología, la genealogía, la ética) sino por sus investigaciones históricas. En todo caso, no creo que puedan separarse sus ideas y sus procedimientos de su notable práctica historiográfica. Por lo tanto, la exploración que propongo se separa de cualquier enseñanza canónica que, en principo, iría en contra del espíritu de una obra justamente caracterizada por su propósito crítico y cuestionador de las "verdades" establecidas. Quiero destacar este punto de vista: la importancia de esa obra depende menos de un "sistema" de pensamiento que de la trabajosa empresa de construcción de nuevos objetos de análisis, en una dimensión histórica o, como dice Foucault, en "canteras históricas". Esos nuevos "objetos", que han quedado íntimamente asociados a la obra de Foucault son bien conocidos: la locura, la clínica, la criminalidad, la sexualidad, la gubernamentalidad. Y todos giran, explícita o implícitamente, alrededor de una interrogación sobre las ciencias humanas modernas. Lo más destacable de esta serie de nuevos "objetos" de conocimiento histórico es el impacto que producen sobre las historias propiamente disciplinares. La historia de la psiquiatría y de la medicina, de las disciplinas psicológicas, pedagógicas, criminológicas, de la sociología y de las disciplinas sociales y políticas, del psicoanálisis, no pueden dejar de tomar en cuenta ese impacto, sea para incorporar algo de esa inspiración crítica, sea para intentar alguna refutación de los análisis foucaultianos. Desde luego que hubo y hay tradiciones más cerradas a ese impacto, en espacios disciplinares, como el de la psicología académica, que se mantienen replegados sobre sus propias certezas y sus propios círculos de practicantes. Pero aun en el caso de la historia de la psicología, puede verse la referencia a Foucault en la "Introducción" de la obra reciente de Roger Smith, que es básicamente una historia de la psicología pero que, significativamente, se llama historia de las ciencias humanas.2 Ahora bien, quiero avanzar otra proposición sobre la lectura de Foucault y su interés para una historia renovada de las disciplinas psicológicas. Ese impacto, que todos reconocen, no se reduce a un efecto general o a una inspiración única. Las transformaciones que su obra produce en los temas y problemas de la historia de las ciencias humanas, para retomar la denominación de Roger Smith, no puede ser reducida, por ejemplo, a la relevancia de la cuestión de la discontinuidad. Ese es el enfoque del autor citado que le permite reunir a Foucault con Marx y con Kuhn en una suerte de 1 2 Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires. Investigador del CONICET Roger Smith, The Human Sciences, London, Norton, 1997. Véase R.Smith, "La historia de las ciencias humanas", traducción de Ana María Talak. Dpto. Publicaciones, Fac. Psicología, UBA. agregado de autores que han resaltado, diferentemente, el papel de las rupturas en la historia de las ciencias. Contrariando esa idea de una influencia o de una inspiración única, de carácter metodológico, quiero destacar que las consecuencias más innovadoras de la obra de Foucault son diversas y se producen en sus grandes trabajos de investigación, es decir, en las historias de la locura, la clínica, las disciplinas penales, la sexualidad. Y en cada una de ellas hay que destacar la correlación que se establece entre esos nuevos objetos con los conceptos y con ciertos procedimientos de descripción y de análisis. Por ejemplo, el problema del individuo, presente en el trabajo sobre la locura y en el de la clínica, no reciben un tratamiento homogéneo en esas obras y, desde luego, es diferente de la cuestión tal como es abordada en Vigilar y castigar. En el mismo sentido puede decirse que la arqueología de la mirada médica no es la de las ciencias humanas y que la genealogía de la prisión no es la misma que se aplica a la sexualidad.3 De modo que el interés de esa obra no se separa de las interminables lecturas que es capaz de recibir y suscitar, siempre que sean lecturas guiadas por preguntas, que es lo que permite cierto "diálogo", y a la vez cierta distancia. Lo que me interesa proponer es esto: una lectura que abre la perspectiva de iluminar nuevas investigaciones y una suerte de diálogo y confrontación abiertos en función de problemas que sean los nuestros; y que reconozcan e incluso acentúen el carácter particular de los textos, los caminos diferentes, los obstáculos, incluso las ambigüedades, las rectificaciones y los saltos en esa obra. Además, los temas y dominios a los que esa obra se refiere, transformados o directamente "fundados" por esa obra, tocan algunos de los problemas mayores del saber y las instituciones modernas: locura y razón, "dispositivos" de la salud, el trabajo, el delito, la sexualidad y la familia, la educación y la ética, las prácticas de gobierno. De modo que, ante todo, permite a la psicología (y a la ciencias humanas en general) una indagación crítica sobre saberes, instituciones y prácticas modernas de las disciplinas y, en definitiva, sobre sus propios fundamentos. Es claro que los objetos y los problemas abiertos por la investigación foucaultiana van más allá de la psicología; en verdad, esa obra puede leerse como una discusión que se incluye en una tradición muy característica de interrogación crítica de la modernidad, y que sin dudas incluye a Marx, a Weber y a la Escuela de Frankfurt.4 II Hacia el final de su vida, Foucault., traza retroactivamente un mapa de su obra y se refiere centralmente a tres ámbitos de una genealogía del sujeto: 1) en relación a la verdad se habría planteado cómo nos constituímos como sujetos de conocimiento; 2) en relación al campo del poder, se trataría de indagar a los sujetos que actúan sobre los otros; 3) en relación a la ética, el problema sería la formación de los sujetos como agentes morales. 3 Historia de la locura en la época clásica (1961; 2ªedic. modificada: 1972), México, FCE, 1976: reproduce la 2ª edición. El nacimiento de la clínica (1963), México, Siglo XXI, 1966. Las palabras y las cosas (1966), México, Siglo XXI, 1968. La arqueología del saber (1969), México, Siglo XXI, 1970.Vigilar y castigar (1975), México, Siglo XXI, 1976. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber (1976), México, Siglo XXI, 1977. 4 Véase Derek Sayer, Capitalismo y modernidad. Una lectura de Marx y Weber, Bs.As., Losada, 1995. Y para estas tres problemáticas (saber, poder, ética) habría construído los correspondientes artefactos metodológicos: la arqueología, la genealogía y la ética.5 Lo más destacable para las lecturas que propongo es que si bien su trayectoria intelectual ofrece ese sesgo que se refiere, finalmente, al nacimiento del sujeto moderno, lo característico es que la cuestión de los saberes no se separa de una interrogación precisa sobre las instituciones y las normas. Foucault no elude la dimensión empírica, aplicada e incluso tecnológica de las disciplinas de las que se ocupa, y esto es algo que está presente ya en su Historia de la locura y, aun cuando varía de una obra a otra, con distintos énfasis, está presente en casi toda su obra. Es lo que va a quedar plasmado como una nueva historia en la que los nuevos objetos (locura, clínica, sexualidad, penalidad) y las "disciplinas humanas" quedan situadas en un campo de prácticas, de operaciones e intervenciones. En esa dirección, se destacan ciertos núcleos de esa obra, que son a la vez problemas de lectura y del contexto de producción y de recepción. El dominio en cuestión es, entonces, el de las disciplinas humanas modernas, un dominio de "formaciones" complejas, en el que la dimensión de la ciencia y los saberes queda tramada con factores que responden a la lógica de las prácticas institucionales y los usos. Frente al criterio establecido que define y ubica a Foucault en las huellas del estructuralismo me interesa explorar esta problemática que preexiste y trasciende el "momento" estructuralista y que es un núcleo recurrente en su obra: una historia crítica de las ciencias humanas que no es encarada por la vía de la tradición filosófica sino de disciplinas empíricas como la medicina, la psicología, la psiquiatría, la criminología, la sexología y el psicoanálisis. Me interesa, entonces, esa línea de trabajo que ofrece una investigación original del nacimiento "moderno" de las ciencias humanas y sociales y que tiene como telón de fondo una historia del sujeto moderno, es decir, que se propone a la vez un análisis crítico del sujeto moderno y de los saberes e instituciones que le están destinados. Al mismo tiempo, Foucault mantiene esa referencia a disciplinas que son, dice, epistemológicamente "débiles", en la medida en que no podrían dar cuenta, en su propio corpus teórico y metodológico, de sus principios de explicación y justificación. Si tomamos el caso de la psicología, por ejemplo, basta ver la insistencia con que se plantea la pregunta acerca de si se trata de una ciencia; es una pregunta que prácticamente nace la propia discipina. Lo importante es el giro que produce la obra de Foucault en esa discusión a partir de una innovación que está en la base de la historia arqueológica. Puede haber, sin duda, diversas formas de cernir lo que sería característico de la "arqueología" foucaultiana; yo querría insistir en definirla por lo que no es: no es una historia epistemológica en la medida en que suspende el criterio mismo de la demarcación entre ciencia y no-ciencia. Pero al dejar de lado la discusión sobre el carácter científico de esas disciplinas no implica negar que en ellas existe un cierto orden, sistemas de reglas, conceptos, problemáticas, modos de enunciación. Distintas categorías a lo largo de la obra de Foucault se van a referir a la postulación de un principio de organización de conjuntos heterogéneos, que tratan de poner en relación la dimensión del discurso y la de componentes no-discursivos, en ese dominio al que nos hemos referido y que se refiere a saberes e instituciones que rodean al sujeto moderno. Por ahora, sólo enuncio los diversos conceptos que a lo largo de la obra foucaultiana se refieren a esa idea de organización y que debe ser objeto de un examen más preciso. Cuando quiere indicar sobre todo la autonomía relativa de los saberes y las prácticas discursivas, va a hablar de episteme y de formación discursiva; cuando quiera destacar la trama de reune el discurso y la institución va a emplear otros conceptos, sobre todo disciplina y dispositivo. 5 "Sobre la genealogía de la ética" (entrevista por H.Dreyfus y P.Rabinow)(1983), ("A propos de la généalogie de l‘éthique", Dits et écrits, t.IV, p.609. en Discurso, poder y subjetividad, presentación y compilación por O.Terán, Bs.As., El cielo por asalto, 1995. Y es claro que una historia de la psicología que esté dispuesta a preguntarse sobre las relaciones de ese campo disciplinar con el horizonte de discursos, de prácticas y de instituciones del mundo moderno no puede ignorar este conjunto de problemas, en particular las diferentes lógicas operantes en su desenvolvimiento histórico. En el terreno propiamente historiográfico, me interesa destacar el modo cómo pone en cuestión la separación misma entre historia del pensamiento e historia social de las prácticas. Ya en la Historia de la locura, la primera de sus grandes investigaciones históricas, produce, en ese sentido, un trastocamiento de los géneros historiográficos usuales. Lo hace, en su exploración de la "experiencia histórica de la locura", cuando pone en relación dos hechos simultáneos que corresponde a "series" que la historia corriente trataría siempre por separado: por un lado, en 1657, la creación del Hospital General de París y la práctica del internamiento de reune a locos, pobres y otros "desviados", que se generaliza a lo largo del siglo XVII; por otro, el conocido fragmento de Descartes, en la primera de las Meditaciones, publicadas en 1641, en el cual la locura quedaría exiliada, excluída de la razón pensante.6 A partir de ese libro (aunque no fue el primero fue el que el propio autor estableció como el comienzo de su obra) y de la siguiente exploración sobre la clínica y la mirada médica, Foucault mostraba qué tipo de problemas y, consiguientemente, qué corpus de disciplinas le interesaban. Y la psicología, en la que se había formado en sus primeros estudios universitarios, formaba parte centralmente de ese horizonte de problemas. En verdad, esa referencia a la psicología y al psicoanálisis va a reaparecer, con enfoques y objetivos diferentes, en todas sus grandes obras de investigación. Obviamente, desplegar una exploración de todas esas referencias está más allá de las posibilidades de esta conferencia, de modo que voy a trabajar sobre todo el primer período en torno de la locura y de la clínica. III La relación de Foucault con la psicología y con el psicoanálisis esta presente tempranamente en su formación académica y en sus primeros trabajos. Egresado de la ENS a comienzo de los '50 obtiene un diploma en psicología y en psicología patológica y muestra un interés, ciertamente crítico, por esas disciplinas que se expone en sus primeros trabajos: "La psicología de 1850 a 1950", que es de 1953 aunque fue publicado en 1957, y el pequeño libro Enfermedad mental y personalidad que es también de 1953; en esos mismos años escribe también "La investigación científica y la psicología".7 Estos textos son anteriores a la obra que lo va a hacer célebre, que es su tesis, sobre la historia de la locura. Veamos brevemente su visión de los cien años de la psicología, transcurridos hasta 1950, que se corresponde con un momento de su formación en el que dominan la inclinación hacia la tradición fenomenológica y el interés por la obra de Binswanger. Por un lado, parte de una tesis, que no es en sí misma original, que señala una contradicción en el origen mismo del proyecto de una psicología científica, entre la voluntad de conocimiento y la reducción de ese proyecto de saber positivo a los postulados del naturalismo, que pretendería agotar al sujeto humano en su ser natural, por una parte, y la cuantificación, es decir la adopción de los procedimientos de medición y experimentación propios de la ciencias naturales, por otra. Lo que viene a decir, y que ya otros habían dicho, es que en verdad el sujeto humano se separa de la naturaleza y que, por lo tanto, requiere de otros métodos. Se refiere a lo que va a exponer como "el descubrimiento del sentido" en una dirección que pone en 6 7 M.Foucault, Historia de la locura en la época clásica, op.cit., t.I, pp.75-78. Véase Didier Eribon, Michel Foucault, Barcelona, Anagrama, 1992. Michel Foucault, Dits et écrits, París, Gallimard, 1994, tomo I. Michel Foucault, Enfermedad mental y personalidad (1954), Bs. As., Paidós, 1961. relación a Husserl con Freud como aquellos autores que permitirían explorar esa dimensión humana que escapa a las determinaciones de la naturaleza. Agotado el proyecto del naturalismo se hace necesario un nuevo proyecto, todavía incumplido en la visión de Foucault, que debe ser capaz de combinar novedosamente los temas y los métodos de la psicología. Y es claro que la inspiración que lo guía es la de Merleau-Ponty, ya que se trataría de admitir los nuevos objetos propuestos por quienes se orientan al análisis de la conducta pero reunirlos con la renovación del método proveniente de las psicologías descriptivas o fenomenológicas. Es decir que en la confrontación entre la tradición naturalista que deriva en el conductismo y la tradición fenomenológica se trata de poner en relación lo que cada una trae, a su modo, de novedoso; ya que una innova en el objeto (la conducta) mientras permanece aferrada a los viejos procedimientos de las ciencias naturales y la otra renueva el método (la descripción fenomenológica) pero sigue apegada a los viejos temas de la conciencia. Pero lo que me interesa destacar, en una lectura necesariamente sesgada desde los problemas que salen a la luz en su obra posterior, es que no se limita a esa crítica filosófica de los conceptos y los métodos (eso es lo que había hecho Merlau-Ponty) sino que presenta un enfoque histórico de la psicología moderna que se refiere explícitamente a la dimensión de las prácticas: "educación, medicina mental, organización de los grupos". Es por el lado de esas prácticas y de los problemas que ellas enfrentan que la psicología podría aproximarse a las ciencias de la naturaleza: se refiere a una dimensión aplicada o tecnológica del saber. Pero se trata de prácticas diferentes: mientras que las de las ciencias naturales responden a dificultades o límites que son temporarios y provisionales, la psicología, dice Foucault, "nace en ese punto en el que la práctica del hombre encuentra su propia contradicción. La psicología del desarrollo nació como una reflexión sobre la detención del desarrollo; la psicología de la adaptación como un análisis de los fenómenos de inadaptación; las de la memoria, de la conciencia, del sentimiento aparecieron como psicologías del olvido, del inconsciente y de las perturbaciones afectivas. Sin forzar los términos se puede decir que la psicología contemporánea es, en su origen, un análisis de lo anormal, de lo patológico, de lo conflictivo, una reflexión sobre las contradicciones del hombre consigo mismo. Y si se transformó en una psicología de lo normal, de lo adaptativo, de lo ordenado, es de una manera secundaria, como un esfuerzo por dominar esas contradicciones." No me propongo un análisis más exhaustivo de ese texto. Sólo me alcanza para señalar que ya en ese período dominado por la filiación fenomenológica Foucault destaca algo que ilumina sus pasos posteriores: la "verdad" de la psicología no deriva de un estatuto de objetividad, propio de las ciencias naturales, sino que reside, propiamente, en una dimensión negativa: la locura, el retardo, el conflicto. De modo que la orientación hacia lo que puede llamarse las disciplinas clínicas no es accidental ni puede relacionarse simplemente con su biografía sino que revela un núcleo problemático consistente. Es lo que se pone en evidencia en su libro sobre la enfermedad mental. En él parte de dos preguntas: 1) ¿Hay propiamente "enfermedad" psíquica?; y 2) ¿Qué relación puede haber entre la patología orgánica y la patología mental? Lo que quiero destacar es que explora críticamente el discurso de la psicopatología por una doble vía. Por una parte, a través de un análisis fenomenológico-existencial de los desórdenes psíquicos, que son abordados como una experiencia subjetiva, una "condición de la existencia". Pero además, y es lo que quiero destacar, por la vía de un análisis de las condiciones históricas y sociales de los trastornos psicopatológicos. Y este análisis, dicho brevemente, es una historia y un análisis marxista de la "alienación mental". IV La Historia de la locura en la época clásica es una obra compleja, que combina diversos enfoques y recorre fuentes igualmente diversas en el estudio de lo que llama una experiencia de la locura: el saber médico y las prácticas institucionales, el discurso filosófico, literario y jurídico, la historia social, económica y política. Me interesa destacar el modo en que interroga esa experiencia para buscar en ella cierto núcleo iluminador del nacimiento de las ciencias humanas. Indudablemente, no puede decirse que toda la historia de la psicología pueda ser abarcada a partir de ese núcleo; pero tampoco pueden desconocerse los problemas nuevos que abre para una consideracion histórica que no quiera limitarse a una crónica de autores, teorías y escuelas, replegada sobre sí misma e incapaz de preguntarse por las condiciones que hicieron posible el surgimiento de ese tipo particular de disciplinas en el ciclo moderno. En efecto, una tesis central de esta obra en cuanto al problema que nos ocupa es el lazo estrecho que establece entre psicología y modernidad. En el "Prefacio" de 1961 (excluído de la versión defintiva de 1972 y en la edición castellana) se incluye una afirmación que puede servirnos de guía en la lectura que intentamos: Por haber dominado su locura; por haberla captado, liberándola, en las prisiones de su mirada y su moral, por haberla desarmado rechazándola hacia un costado de sí, se autorizó el hombre a establecer, en fin, de sí mismo a sí mismo esta suerte de relación que se llama "psicología" [...] En la reconstitución de esta experiencia de la locura, se ha escrito, como por sí misma, una historia de las condiciones de posibilidad de la psicología.8 Esa "arqueología de la psicología"9 comienza por separar y distinguir una experiencia clásica de la sinrazón, que es ética y que comprometía una voluntad libre, de la experiencia moderna, que es antropológica: ya no es reveladora de un error y una desviación que se opone a una Razón genérica sino que está en el hombre, determinada por causas naturales: es positiva y objetivable. Allí radicaría la condición de una psicología empírica que encuentra un modelo ejemplar en la "locura moral", un cuadro en el que la observación externa de la perturbación mental debe necesariamente continuarse hacia el espacio subjetivo. En la medida, entonces, en que el proyecto de conocimiento y de gestión de la moderna "enfermedad mental" debe prolongarse hacia una "verdad" interiorizada en el delirio, los deseos primarios, la infancia, el sueño, el campo mismo de una psicología se enfrenta a un juego interminable de contradicciones entre exterioridad e interioridad, entre objetivación e indagación de la subjetividad. En la experiencia moderna, la locura puede constituirse en objeto de una definición positiva, que constituye en verdad una reducción de las diversos núcleos de la experiencia clásica a la forma de una alienación psicológica primordial. La “alienación” ya no coincide con la expulsión y el encierro sino que la separación respecto del mundo familiar y social, que es el fundamento del manicomio como aparato de tratamiento, se duplica en el interior del loco, como una distancia respecto de sí mismo, una falta frente a la cual no alcanza con el control externo. La lógica del tratamiento moral de Pinel, por ejemplo, incluye diversos ejercicios y recursos que operan en dirección a una suerte de “interiorización” de la vigilancia, que ahora busca implantarse como “autocontrol”. Pero ese giro en el tratamiento de la locura, que queda así desplazada a cierta idea de subjetividad, nace en una estrecha relación con instituciones y prácticas sociales. En esa dirección, quiero destacar un tema que Foucault analiza inmediatamente antes de ocuparse del nacimiento del asilo y que, puede pensarse, es planteado como la condición y el correlato de la clínica psicológica 8 "Préface" (1961), Dits et écrits, París, Gallimard, 1994, t.I; prefacio a la primera edición de la Historia de la locura, suprimido en las ediciones posteriores. 9 Véase Frédéric Gros, Foucault y la locura, Buenos Aires, Nueva Visión, 2000, p.64. y psicopatológica. Me refiero al papel que atribuye al ámbito de la justicia y el nacimiento de una “psicología del crimen”, en el capítulo “Del buen uso de la libertad”. Allí dice que está naciendo una psicología que es, ante todo, “la imagen invertida de la justicia clásica”: lo que antes, en el proceso judicial clásico, estaba oculto, se convierte ahora en una verdad de otro orden que se manifiesta abiertamente: “la psicología y el conocimiento de lo que hay de más interior en el hombre nacen justamente de que la conciencia pública ha sido convocada como instancia universal, como forma inmediatamente válida de la razón y la moral, para juzgar a los hombres”. Encuentra allí, entonces, un terreno fundamental del surgimiento del conocimiento psicológico.10 Es sabido que Foucault va a retomar un análisis de la penalidad como un fundamento de las ciencias humanas en una obra posterior, Vigilar y castigar. Lo que quiero destacar aquí, en su análisis histórico de la locura, es el descubrimiento paradójico de la subjetividad psíquica en el marco de las prácticas penales. Lo paradójico es que mientras que la justicia debe encarnar una conciencia pública, incluso estatal frente al crimen, al mismo tiempo puede decirse que éste “se interioriza y su significación no deja de volverse cada vez más privada”. La criminalidad se divide: por un lado hay una medida que “ajusta la falta y el castigo” según las normas de la conciencia pública, es decir, las reglas jurídicas; por otra, hay otra medida que “define la relación de la falta con sus orígenes, medida que es del orden del conocimiento, de la asignación individual y secreta”. De allí, propone Foucault, que el conocimiento psicológico como saber del individuo mantiene en sus orígenes “un vínculo fundamental con las formas del juicio que profiere la conciencia pública”: la psicología individual nace de “la reorganización de la conciencia social”.11 En esa dirección, Foucault se ocupa de lo que presenta como el primer crimen pasional en Francia, a fines del siglo XVIII: el caso de un obrero acusado del asesinato de su amante. En casos similares, bajo la lógica de la penalidad clásica, el estado de locura no era considerado en el proceso mismo de la administración de justicia, es decir, no era tomado en cuenta en el análisis del acto criminal. En el nuevo estatuto de la penalidad que se revela en el crimen pasional algo ha cambiado y se abre “el gran debate del crimen y de la alienación”, se hace necesario establecer el límite entre alienación psicológica y responsabilidad criminal”.12 Nace una “verdad psicológica”, un conocimiento de la desviación de las pasiones que reside en el interior del hombre y que la nueva disciplina tratará de fijar y objetivar. Es a partir de estos problemas que el análisis histórico del asilo y el nacimiento de la psiquiatría cobra un relieve ejemplar. En la nueva experiencia de la locura que encuentra su sede en el manicomio moderno Foucault destaca y a la vez relaciona las características de esa institución nueva con el lugar central del alienista: es lo que llama la "apoteosis del personaje médico". Sus tesis históricas han sido discutidas y no pueden ser simplemente tomadas al pie de la letra.13 No obstante hay una proposición que merece ser considerada y debatida en sus consecuencias sobre una iluminación crítica de la psicología y los psicólogos. La lógica del tratamiento moral condensa en el alienista, a la vez una figura de saber y de autoridad. O, lo que es lo mismo, el manicomio es la vez 10 11 12 13 M. Foucault, Hist de la locura, op.cit., t.II, p.169. Id., pp.170-171. Id., pp.174-175. Véase Gauchet, Marcel y Swain, Gladys, La pratique de l’esprit humain. L’institution asilaire et la révolution démocratique, París, Gallimard, 1980. un dispositivo de observación y conocimiento y un aparato moral. De modo que si se quiere tomar la inspiración foucaultiana que quiere ver en esa experiencia un núcleo revelador de las nuevas disciplinas clínicas hay que tomar en consideración que en ella coexisten dos "ideales": por un lado, un ideal científico-natural orientada a la objetivación y un ideal político y moral fundado en la autoridad y el juicio inmediato del profesional. El nacimiento de la clínica es una investigación sobre las condiciones históricas de la clínica médica, en particular sobre la formación de una mirada y de un lenguaje que están en la base de los procedimentos por los cuales la medicina moderna se reconoce como científica. Pero al mismo tiempo es una crítica profunda a la historia tradicional de la medicina que ha construído un pequeño mito de los orígenes en ese acceso a la observación que habría fundado una nueva objetividad. Frente a la concepción positivista, apegada a los "hechos", que concibe el nacimiento de la clínica como un simple "descubrimiento" de datos sensibles que estaban allí desde siempre, Foucault viene a decir que no es que los modernos fueran mejores observadores sino que, propiamente, ya no veían lo mismo. Esto es así en la medida en que hay un orden de lo visible, que no es el dato natural sino que depende de "códigos perceptivos" que se articulan con lo enunciable; de modo que ese nuevo régimen de una mirada sobre el cuerpo, los órganos y los tejidos, se sostiene en una estructura que reune percepción y lenguaje. En principio, es fácil advertir que esa intervención crítica sobre el estatuto mismo de lo observable puede ser fácilmente extensible al modo tradicional de presentar el nacimiento histórico de la psicología científica, por la relación con los procedimientos de observación, medición y experimentación. Es evidente, entonces, que la crítica a la visión histórica de la medicina positivista tiene consecuencias para una historia de la psicología edificada sobre premisas enteramente similares. Pero querría destacar en este trabajo de Foucault algo que excede la crítica de las historias establecidas, en la medida en que propone, positivamente, un punto de vista novedoso sobre la figura del individuo, a la vez un concepto y el término de referencia necesario de esa observación que va a dar nacimiento a las "disciplinas clínicas". Y es claro que esos problemas, que son centrales para una historia de las ciencias humanas, exceden los temas de la historia de la medicina. En verdad, las representaciones del "individuo" en el pensamiento moderno, en la filosofía y las ciencias, quedan situadas en un cruce disciplinar, entre las ciencias biológicas y las políticas y sociales, entre la psicología y el derecho.14 De ninguna manera puede decirse que el planteo de Foucault agote esa problemática. Lo destacable, en todo caso, es que enlaza el surgimiento de la cuestión del individuo a ese cambio en el régimen de verdad que emerge con el nuevo paradigma de una "clínica de la mirada". Es decir que la historia del individuo se anuda con la historia del estatuto de la mirada y la observación allí donde, precisamente, se fundaría el acceso a un saber que ya no se refiere a lo general, a la idea purificada de toda referencia a lo sensible, sino a un saber de lo particular, dominado por la densidad sensible y visible de su objeto. Estos son algunos de los problemas, brevemente expuestos, que se suscitan para la historia de la psicología en una lectura de estos primeros trabajos de Michel Foucault. Es claro que en esa obra hay más de un giro en el itinerario posterior, en el que éstos y otros problemas quedarán reformulados. Esto es particularmente notable en una obra como Vigilar y castigar, en la que vuelve sobre la genealogía del individuo y el poder sobre los cuerpos. Lo menos que puede decirse es que a partir de ella se ha producido cierta vulgarización de un vocabulario, que se refiere a la "disciplina", la "norma" y el poder, que sin duda ha impactado profundamente el cuestionamiento contemporáneo de las disciplinas psicológicas. Para evitar los riesgos de la simplificación me 14 Véase Georges Canguilhem, Lo normal y lo patológico (1966), México, Siglo XXI, 1971. Alain Renaut, "Individuo, dependencia y autonomía", en Alain Ehrenberg, Individuos bajo influencia, Buenos Aires, Nueva Visión, 1994. parece necesario, ante todo, trazar un recorrido más amplio de esa problemática en la obra de Foucault y en particular en ese primer tramo dedicado a la locura y la clínica que no ha quedado cancelado ni superado por los trabajos posteriores. En todo caso, a partir de esos primeros trabajos, se hace posible una lectura más precisa de las innovaciones que se producen en las investigaciones posteriores.