2 Pérez Pérez Rodrigo Díez Gargari http://portal.te.gob.mx/publicaciones Díez Gargari La Suprema Corte canadiense conoció el asunto y examinó la razonabilidad de la sanción, la cual debía justificarse en forma estricta al tratarse de una restricción de derechos fundamentales de carácter político, considerada una forma idónea de alcanzar los objetivos aducidos por el gobierno. La resolución de la Corte abordó los principios del sistema democrático, además del valor y el significado de los derechos políticos de los ciudadanos, por lo cual se trata de una sentencia que puede resultar de especial interés para los estudiosos del derecho. Sauvé v. Canada (Chief Electoral Officer)... Para la Corte Suprema, este caso constituye un conflicto entre principios del sistema democrático, como el de la equidad y transparencia en el uso de recursos en la contienda, por medio de restricciones tendientes a evitar la preferencia de intereses particulares de los representantes populares y la corrupción o apariencia de ésta, frente al derecho de los ciudadanos a participar activamente en las contiendas electorales y de la sociedad en general de recibir la mayor cantidad de información y opiniones posibles, que permitan una decisión con pluralidad de opciones. Richard Sauvé denunció la inconstitucionalidad de una disposición emitida por el Parlamento canadiense que ordenaba suspender el derecho político de votar a las personas que se encontraran privadas de su libertad, cumpliendo una condena superior a dos años de prisión. El gobierno adujo que el artículo era constitucional, alegando que aumentaba la responsabilidad cívica y el respeto al Estado de Derecho, e imponía una sanción adicional, resaltando los objetivos generales de la sanción penal. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras En la sentencia Citizens United, Apellant v. Federal Election Commission, la Corte Suprema de Estados Unidos de América examina la constitucionalidad de la normativa electoral federal que regula la participación de asociaciones de personas y sociedades mercantiles en los procesos comiciales, expresando su apoyo o rechazo a los contendientes y el grado de aportación que pueden generar en las campañas. Abogado por la Escuela Libre de Derecho y maestro por la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard. En el ámbito académico se especializa en derecho constitucional, principalmente en el análisis de resoluciones judiciales. En la práctica profesional se especializa en litigio constitucional. Además, es autor de un libro de cuentos titulado Boxeo de sombra. 2 Sauvé v. Canada (Chief Electoral Officer), [2002] 3 S.C.R. 519, 2002 SCC 68 Rodrigo Díez Gargari Gabriel Pérez Pérez Comentaristas Gabriel Pérez Pérez Profesor investigador del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Cuajimalpa. Es doctor en Filosofía Política por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Sus líneas de investigación giran en torno a los temas de los derechos ciudadanos, los procesos de consolidación democrática y la teoría política contemporánea. www.te.gob.mx Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras 2 Sauvé v. Canada (Chief Electoral Officer), [2002] 3 S.C.R. 519, 2002 SCC 68 Comentarios de Rodrigo Díez Gargari Gabriel Pérez Pérez 342.49 C3 S733c Sauvé v. Canada (Chief Electoral Officer), [2002] 3 S.C.R. 519, 2002 SCC 68 / Comentarios de Rodrigo Díez Gargari y Gabriel Pérez Pérez. -- México : Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, 2013. 166 p. -- (Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras; 2) Traducción a cargo de la Coordinación de Jurisprudencia, Seguimiento y Consulta con ayuda de la Coordinación de Información, Documentación y Transparencia, a través de Julien Gabriel Charlopin. ISBN 978-607-708-194-4 1. Derecho al voto. 2. Ley Electoral – Canadá. 3. Control de constitucionalidad. 4. Ciudadanía. 5. Democracia. 6. Corte Suprema de Canadá – Sentencias. I. Díez Gargari, Rodrigo. II. Pérez Pérez, Gabriel. III. Charlopin, Julien Gabriel. V. Título. VI. Serie. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Primera edición 2013. D.R. © Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Carlota Armero núm. 5000, colonia CTM Culhuacán, CP 04480, delegación Coyoacán, México, DF, teléfonos 5728-2300 y 5728-2400. Coordinación y edición: Coordinación de Jurisprudencia, Seguimiento y Consulta. Diseño y formación: Coordinación de Comunicación Social. Las opiniones expresadas en el presente número son responsabilidad exclusiva de los autores. ISBN 978-607-708-194-4 Impreso en México. Directorio Sala Superior Magistrado José Alejandro Luna Ramos Presidente Magistrada María del Carmen Alanis Figueroa Magistrado Constancio Carrasco Daza Magistrado Flavio Galván Rivera Magistrado Manuel González Oropeza Magistrado Salvador Olimpo Nava Gomar Magistrado Pedro Esteban Penagos López Comité Académico y Editorial Magistrado José Alejandro Luna Ramos Presidente Magistrado Flavio Galván Rivera Magistrado Manuel González Oropeza Magistrado Salvador Olimpo Nava Gomar Dr. Álvaro Arreola Ayala Dr. Eduardo Ferrer Mac-Gregor Poisot Dr. Alejandro Martín García Dr. Hugo Saúl Ramírez García Dra. Elisa Spekcman Guerra Secretarios Técnicos Dr. Carlos Báez Silva Lic. Ricardo Barraza Gómez 5 Índice Presentación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Traducción de la sentencia Opinión mayoritaria de la ministra presidenta McLachlin Sauvé v. Canada (Chief Electoral Officer), [2002] 3 S.C.R. 519, 2002 SCC 68 . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Análisis El caso Sauvé. La fascinante tensión entre jueces y legislador Rodrigo Díez Gargari . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 Ciudadanía y democracia. La defensa del sufragio universal Gabriel Pérez Pérez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121 7 Presentación […] es precisamente cuando las decisiones legislativas amenazan con minar los fundamentos de la democracia participativa garantizada por la Carta, que los tribunales deben vigilar el cumplimiento de su obligación constitucional de proteger la integridad de ese sistema. Sauvé II Abstract E n el presente número de la colección Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras, presentamos el caso Sauvé v. Canadá, resuelto por la Suprema Corte de Canadá en 2002. El asunto deriva de la impugnación de la constitucionalidad de la reforma al artículo 51, inciso e, de la Ley Electoral de Canadá, en la que el Parlamento dispuso la suspensión del derecho al voto a los reclusos que cumplieran una sanción de dos o más años de prisión. El sistema judicial canadiense inició su etapa moderna con la Ley Constitucional de 1867. En ella se dispuso la facultad del Parlamento para crear una Corte General de Apelaciones. El Parlamento optó por instaurar en 1875 la Suprema Corte de Canadá, que surgió como el primer Tribunal de apelaciones de las decisiones de los tribunales provinciales. En un principio, sus determinaciones podían ser recurridas ante el Comité Judicial del Consejo Privado en el Reino Unido, hasta que en 1949 se abolieron todas las apelaciones (Supreme Court of Canada 2012). El caso seleccionado constituye la segunda parte o continuación de un litigio promovido por Richard Sauvé en 1993, en el cual denunció 9 Presentación la inconstitucionalidad de la norma que suspendía el derecho al voto de todos los que purgaran una condena penal. En aquella ocasión, la Suprema Corte confirmó la declaración de inconstitucionalidad del precepto, imponiendo para el caso de privación del derecho al voto un estándar riguroso en materia de justificación, al determinar, entre otros principios, que en la sociedad democrática canadiense, en su avance hacia el sufragio universal, es difícil que pueda negarse el sufragio a una persona en razón de su indecencia o irresponsabilidad, en favor de un electorado plural. En el caso Sauve II, la mayoría de los ministros de la Corte revocaron la determinación de la Corte de Apelaciones y confirmaron la inconstitucionalidad de la disposición impugnada. La ministra presidenta McLachlin propuso la opinión mayoritaria, que es la sentencia traducida en este volumen, la cual resulta de gran riqueza argumentativa, pues aplica el test de proporcionalidad a partir de objetivos difusos y poco claros expresados por el Parlamento para defender la constitucionalidad de la disposición; de este modo se desentrañaron los objetivos con los que el gobierno justificaba la restricción del derecho político, a saber, aumentar la responsabilidad cívica y el respeto al Estado de Derecho, e imponer una sanción adicional o resaltar los objetivos generales de la sanción penal. Frente a dichos objetivos, la Corte consideró que debía existir una razón constitucionalmente válida para vulnerar un derecho. La teoría política del gobierno que permitiría a los representantes electos suprimir el derecho al voto a una parte de la población no tiene lugar en una democracia construida sobre los principios de inclusión, igualdad y participación ciudadana. Negar el derecho al sufragio por una supuesta ausencia de valor moral es incompatible con el respeto a la dignidad humana, valor fundamental de la democracia canadiense. 10 En este punto, el comentario de Gabriel Pérez enriquece enormemente el estudio y análisis de la sentencia, pues identifica la evolución histórica del sufragio universal y de la democracia representativa actual, los valores que alimentan el sistema, sus elementos conceptuales y de validez desde el punto de vista de la ciencia política, materia en la que es experto. El autor concluye que la restricción del derecho fundamental al voto, en una sociedad que atiende los valores del sistema democrático, vulnera las propias bases y valores de dicha forma de gobierno. Rodrigo Diez se ocupa de analizar el método de control de constitucionalidad que utiliza la Corte: explica el origen del test de proporcionalidad y realiza una verdadera calificación de los argumentos que sustentan la sentencia, contrastándolos con los propios objetivos del test y criticando académicamente las conclusiones a las que arribó el Órgano Jurisdiccional, ejercicio que resulta utilísimo para la labor de administración de justicia que desempeña todo organismo que deba resolver sobre el conflicto entre derechos fundamentales y principios del sistema democrático. Consideramos que la resolución tiene un valor intrínseco y que los interesados en el derecho constitucional y electoral celebrarán la traducción de la sentencia, la cual se enriquece con los valiosos ensayos que, desde los orígenes del Estado, identifican los principales elementos del sistema democrático y además analizan el método judicial utilizado en la determinación de la sentencia. Por lo anterior, esperamos contribuir a la formación del criterio jurídico de los interesados. Coordinación de Jurisprudencia, Seguimiento y Consulta Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Presentación 11 Presentación Fuente consultada Supreme Court of Canada. 2012. Creation and Beginnings of the Court. Disponible en http://www.scc-csc.gc.ca/court-cour/ creation-eng.aspx (consultada el 25 de julio de 2013). 12 Traducción de la sentencia Sauvé v. Canada (Chief Electoral Officer), [2002] 3 S.C.R. 519, 2002 SCC 681 Richard Sauvé: APELANTE Contra El fiscal general de Canadá, el director general de Elecciones de Canadá y el solicitor general2 de Canadá: DEMANDADOS Y entre 1 Traducción y selección de contenido por parte de la Dirección de Seguimiento y Análisis de la Coordinación de Jurisprudencia, Seguimiento y Consulta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (tepjf), con el apoyo de la Coordinación de Información, Documentación y Transparencia, a través de Julien Gabriel Charlopin. Primer semestre 2012. Se tradujo la opinión de la mayoría, a cargo de la presidenta de la Corte, la ministra McLachlin, pero se omitieron algunas partes de la sentencia. 2 El solicitor general de Canadá era una posición designada originalmente como oficial para asistir al ministro de Justicia, en el ministerio canadiense de 1892 a 2005. [Nota del traductor.] 13 Traducción de la sentencia Sheldon McCorrister, presidente; Lloyd Knezacek, vicepresidente, en su representación y la del Comité Encargado del Bienestar de los Detenidos del Penal de Stony Mountain; Clair Woodhouse, presidente; Aaron Spence, vicepresidente, en su representación y la de la Fraternidad de los Autóctonos del Penal de Stony Mountain; Serge Bélanger, Emile A. Bear y Randy Opoonechaw: APELANTES Contra El fiscal general de Canadá: DEMANDADO Y El fiscal general de Alberta, el fiscal general de Manitoba, la Asociación Canadiense de las Sociedades Elizabeth Fry, la Sociedad John Howard de Canadá, la Asociación de Libertades Civiles de Columbia Británica, los Servicios Legales Aborigenes de Toronto, Inc. y la Asociación de la Barra de Abogados Canadiense: COADYUVANTES Registrado como: Sauvé v. Canada (Chief Electoral Officer) Referencia neutra: 2002 SCC 68 14 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá Expediente Núm. 27677 2001: 10 de diciembre; 2002: 31 de octubre. Presentes: La ministra presidenta McLachlin y los ministros L’HeureuxDubé, Gonthier, Iacobucci, Major, Bastarache, Binnie, Arbour y LeBel. Recurso de apelación contra la Corte Federal de Apelaciones Derecho Constitucional — Carta de Derechos — Derecho a la Igualdad —Presos — Precepto de la Ley Electoral de Canadá que inhabilita a los presos detenidos en un penal correccional, condenados a una pena superior a dos años a votar en procesos electorales federales — ¿El precepto vulnera el derecho a la Igualdad? — Carta Canadiense de Derechos y Libertades, art. 15(1) — Ley Electoral de Canadá, R.S.C. 1985, ch. E-2, art. 51(e). 3 Los Crown Attorneys representan a la Corona y desempeñan la función de fiscales, de acuerdo con la Carta de Derechos y Libertades de Canadá. [Nota del traductor.] Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Derecho Constitucional — Carta de Derechos — Derecho de Voto — Presos — Precepto de la Ley Electoral de Canadá que inhabilita a los presos detenidos en un penal correccional, condenados a una pena superior a dos años, a votar en procesos electorales federales en Canadá — La concesión de esta medida vulnera el derecho al voto, por parte del Crown3 — ¿La vulneración se justifica? — Carta Canadiense de Derechos y Libertades, arts. 1, 3 — Ley Electoral de Canadá, R.S.C. 1985, cap. E-2, art. 51(e). 15 Traducción de la sentencia Elecciones — Personas inhabilitadas a votar — Presos — Precepto de la Ley Electoral de Canadá que inhabilita a los presos detenidos en un penal correccional, condenados a una pena superior a dos años, a votar en procesos electorales federales — ¿Es constitucional este precepto? — Carta Canadiense de Derechos y Libertades arts. 1, 3, 15(1) — Ley Electoral de Canadá, R.S.C. 1985, cap. E-2, art. 51(e). El artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá prohíbe votar “a cualquier persona, recluida en un centro penitenciario que se encuentre cumpliendo una pena de dos o más años”. Se cuestiona la constitucionalidad del artículo 51(e), por considerarlo violatorio de los artículos 3 y 15(1) de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades e injustificable bajo su artículo 1. Ante la Corte Federal, juez de primera instancia, el Crown4 reconoció que el artículo 51(e) vulneraba el derecho al voto garantizado en el artículo 3 de la Carta y el juez de primera instancia resolvió que esta vulneración no se justificaba bajo el artículo 1 de la Carta. La Corte Federal de Apelaciones, por mayoría, revocó la resolución y confirmó la constitucionalidad del artículo 51(e). La Corte sostuvo que la violación al artículo 3 era justificable en una sociedad libre y democrática y que el artículo 51(e) no vulneraba los derechos de igualdad garantizados por el artículo 15(1) de la Carta. Resolución (los ministros L’Heureux-Dubé, Gonthier, Major y Bastarache disienten): la apelación es procedente. Según la ministra presidenta McLachlin y los ministros Iacobucci, Binnie, Arbour y LeBel, para justificar la vulneración de un derecho garantizado por la Carta según lo dispuesto por su artículo 1, el gobier- 4 16 Véase nota anterior. [N. del T.] SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá no debe demostrar que ésta persigue un fin u objetivo válido desde un punto de vista constitucional y que las medidas tomadas son razonables y su justificación puede acreditarse. El argumento del gobierno según el cual el asunto requiere deferencia (deference),5 por cuestión de filosofía social y política, la privación del derecho al voto a los presos, es rechazado. Si bien la deferencia puede parecer apropiada respecto de una decisión que implica principios contendientes en materia política y social, no lo es en cuanto a una decisión que tiene por efecto limitar derechos fundamentales. El derecho al voto es fundamental para nuestra democracia y para el Estado de Derecho, y no puede dejarse a un lado con ligereza. Las restricciones al derecho al voto no exigen deferencia, sino un examen cuidadoso. Los redactores de la Carta destacaron la especial importancia de este derecho no sólo al usar términos generales y sin condiciones, sino también al sustraerlo de la derogación legislativa prevista en el artículo 33. El argumento por el cual se explica que la naturaleza filosófica o simbólica de los objetivos no puede apoyarse en objetivos nobles para blindar una legislación de la revisión judicial fundamentada en la Carta. En el presente caso, el artículo 51(e) no se justifica por el artículo 1 de la Carta. El gobierno no logró identificar problemas específicos que justifiquen la privación del derecho al voto, lo que hace difícil concluir que dicha privación busca alcanzar un fin urgente y sustantivo. Ante la ausencia de un problema específico, el gobierno invoca dos objetivos más extensos para justificar el artículo 51(e): (1) aumentar la respon- 5 Judicial deference es la doctrina por la cual los jueces tratan de evitar frustrar la voluntad del legislador al momento de decidir los casos. Se encuentra con mayor frecuencia en países que carecen de una Constitución arraigada. [N. del T.] Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras del gobierno exige deferencia es también rechazado. El Parlamento 17 Traducción de la sentencia sabilidad cívica y el respeto al Estado de Derecho, e (2) imponer una sanción adicional o “resaltar los objetivos generales de la sanción penal”. Sin embargo, los objetivos vagos y simbólicos dificultan aún más el análisis de la justificación. El primer objetivo podría ser evocado respecto de casi todas las leyes penales y muchas medidas no penales. Acerca del segundo objetivo, el expediente no indica precisamente por qué el Parlamento consideró que era necesario imponer una sanción suplementaria a esta clase de presos en particular, o qué objetivos adicionales a los alcanzados por las penas ya previstas se esperaban alcanzar. No obstante, la prudencia nos aconseja proceder a un análisis de proporcionalidad, en lugar de rechazar categóricamente estos objetivos del gobierno. El artículo 51(e) no aprueba el test de proporcionalidad. En específico, el gobierno no logró establecer un vínculo racional entre la privación del derecho al voto, previsto en el artículo 51(e), y los objetivos indicados. Respecto del primer objetivo, de aumentar la responsabilidad cívica y el respeto al Estado de Derecho, la privación a los presos del derecho al voto envía, por el contrario, mensajes que minan el respeto al derecho y a la democracia, y no mensajes que defienden estos valores. La legitimidad de la ley y la obligación de respetarla provienen directamente del derecho al voto de cada ciudadano. Negar este derecho a los presos equivale a abandonar un medio importante para inculcarles valores democráticos y de responsabilidad social. La nueva teoría política del gobierno, que permitiría a los representantes electos privar de su derecho al voto a un sector de la población, no tiene lugar en una democracia construida sobre principios de inclusión, igualdad y participación ciudadana. Que no todas las democracias autoproclamadas suscriban esta conclusión nos dice poco sobre lo que la visión canadiense de la democracia, consagrada en la Carta, permite. 18 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá Es más, el argumento según el cual sólo quienes respetan la ley deben participar en los procesos electorales es inaceptable. Negar el derecho al voto por una supuesta ausencia de valor moral es incompatible con el respeto a la dignidad humana, que se encuentra en el corazón de la democracia canadiense y de la Carta. También es contrario al propio artículo 3 de la Carta, a la anulación legislativa del artículo 33 y a la idea de que las leyes deben ser respetadas porque han sido creadas por quienes sí controlan su conducta. Respecto al segundo objetivo, de infligir una sanción adecuada, el gobierno no presentó una teoría convincente a fin de explicar por qué se debería permitir negar este derecho democrático fundamental, como pena infligida por el Estado. Privar del derecho al voto no es congruente con las exigencias de una pena adecuada; esto es, una pena no debe ser arbitraria y debe buscar un objetivo válido de derecho penal. Para no ser arbitraria, la pena debe ajustarse exactamente a las acciones y al caso particular del crimen cometido por el infractor. La particular cometido por el infractor. En cuanto al objetivo penal legítimo, ni el expediente ni el sentido común sostienen la pretensión de que negar el derecho al voto disuade la comisión de delitos o rehabilita a los delincuentes. Al imponer una sanción que se aplica sin distinción a todos los detenidos, independientemente del crimen cometido, del daño causado o del carácter normativo de su conducta, el artículo 51(e) no satisface las exigencias de una sanción denunciatoria y retributiva, y no tiene un vínculo racional con el objetivo invocado por el gobierno. La vulneración del precepto impugnado del derecho al voto no es mínima. El artículo 51(e) tiene un alcance demasiado amplio y afecta a muchas personas que, según el propio gobierno, no deberían ser incluidas. El artículo 51(e) no puede salvarse por el simple hecho de Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras pena prevista en el artículo 51(e) tiene poca relación con el crimen 19 Traducción de la sentencia ser menos restrictivo que una exclusión general del derecho al voto de todas las personas privadas de su libertad. Finalmente, los efectos negativos de la privación del derecho al voto sobrepasarían fácilmente los pocos efectos benéficos que provendrían de ésta. Negar el derecho al voto a los presos tiene efectos negativos sobre ellos mismos y sobre el sistema penal. Elimina un camino hacia el desarrollo social y mina las leyes y políticas correccionales enfocadas en la readaptación y la reinserción social. Al tomar en cuenta el número desproporcionado de personas indígenas en los penales, los efectos negativos del párrafo 51(e) sobre los presos son desproporcionados en la ya desaventajada población indígena de Canadá. Toda vez que el párrafo 51( e) vulnera de manera no justificada el artículo 3 de la Carta, no es necesario examinar el argumento subsidiario según el cual viola el derecho a la igualdad garantizado por el artículo 15(1) de la Carta. Según los ministros L’Heureux-Dubé, Gonthier, Major y Bastarache (disidentes): El presente caso se fundamenta en consideraciones filosóficas, políticas y sociales que no pueden ser “probadas científicamente”. Involucra justificaciones a favor y en contra de la restricción del derecho al voto, con base en argumentos axiomáticos constituidos por afirmaciones de principio o valor. Frente a justificaciones de esta naturaleza, la Corte debe acudir al texto del artículo 1 de la Carta, así como a los principios fundamentales que lo motivan y su vínculo con los derechos y libertades garantizadas por la Carta. Específicamente, el artículo 1 de la Carta exige que esta Corte tome en cuenta que pueden existir diferentes filosofías sociales o políticas, con base en las cuales sostener justificaciones a favor o en contra de la restricción de un derecho. 20 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá En un contexto similar, en el que la Corte enfrenta filosofías sociales o políticas opuestas relacionadas con el derecho al voto, al aprobar o preferir una de ellas no se está necesariamente desaprobando la otra o probándose que no pasará el escrutinio judicial basado en la Carta. Si la filosofía social o política presentada por el Parlamento justifica razonablemente la restricción del derecho en el marco de una sociedad libre y democrática, se debe considerar constitucional. Frente a filosofías sociales o políticas que compiten, la razonabilidad es el factor principal que se debe tomar en cuenta, en términos de la justificación del artículo 1. El artículo 1 de la Carta no obliga al Parlamento ni autoriza a la Corte a dar preeminencia a una filosofía social o política razonable por sobre otras; sólo permite a la Corte invalidar aquellas restricciones que no sean razonables y que no puedan justificarse en el marco de una sociedad libre y democrática. La decisión que esta Corte debe tomar no consiste, por tanto, en determinar si el Parlamento tomó o no una buena decisión de política pública, sino si la las permitidas por la Carta. Dado que en el presente caso se trata de evaluar diferentes opciones en relación con diversas filosofías sociales o políticas y de determinar y dar una aplicación práctica a valores, especialmente aquellos que pueden ser externos a la Carta, pero que tienen una importancia fundamental para los canadienses, el “diálogo” entre los tribunales y el Parlamento es de particular importancia. La metáfora del diálogo no implica debilitar el estándar de justificación del artículo 1. Significa, únicamente, que cuando el Parlamento, después de un análisis completo y riguroso basado en el artículo 1, ha convencido al Tribunal de que ha establecido una restricción razonable a un derecho, cuya justificación se puede demostrar en el marco de una sociedad libre y Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras política elegida por el Parlamento es una opción aceptable de entre democrática, se acaba el diálogo. En este caso, el “diálogo” ha existido, 21 Traducción de la sentencia en la medida en que el Parlamento ha estudiado el derecho al voto y, específicamente, el tema de la privación de este derecho a los presos mucho antes de la decisión de la Corte Federal de Apelaciones. Este estudio se llevó a cabo claramente tomando en cuenta los múltiples casos de privación del voto que habían ocurrido hasta ese momento. Al adoptar el artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá y al proveer una justificación de ello ante los tribunales, el Parlamento indica que ha trazado una línea. En este caso, a pesar de que fue reconocido que el artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá vulnera el artículo 3 de la Carta, esta vulneración constituye una restricción razonable, cuya justificación se puede demostrar en una sociedad libre y democrática. Los objetivos del artículo 51(e) son urgentes y reales. Los dos objetivos se fundamentan en una filosofía social o política razonable y racional. El primer objetivo, relacionado con aumentar la responsabilidad pública y el respeto al Estado de Derecho, se vincula con la promoción del sentido cívico. El reproche social de los actos criminales graves refleja un punto de vista moral que garantiza el respeto al contrato social y al Estado de Derecho, y reafirma la importancia del vínculo entre el individuo y la colectividad. La “promoción de la responsabilidad cívica” puede tener un carácter abstracto o simbólico, pero objetivos simbólicos o abstractos pueden ser válidos en sí y no deben minimizarse por el simple hecho de ser simbólicos. El segundo objetivo consiste en aumentar el cumplimiento de los objetivos generales de la sanción penal. El artículo 51(e) tiene un carácter claramente sancionador con una función retributiva. El desarrollo de sanciones y castigos apropiados por la comisión de un delito grave es un objetivo válido del Parlamento. La inhabilitación para votar es una incapacidad civil resultante de una condena penal. 22 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) El artículo 51(e) satisface el test de proporcionalidad. En primer lugar, existe un vínculo racional entre el precepto controvertido y los objetivos. Aunque no se pueda demostrar empíricamente la existencia de un vínculo causal entre la privación del derecho al voto de los presos y los objetivos, la razón, la lógica y el sentido común, así como la abundante evidencia pericial, permiten concluir que existe un vínculo racional entre la inhabilitación para votar de las personas encarceladas por delitos graves y los objetivos que buscan promover la responsabilidad cívica y el respeto al Estado de Derecho, y favorecer el cumplimiento de los objetivos generales de la sanción penal. Respecto del primer objetivo, la privación del derecho al voto a las personas encarceladas por la realización de delitos graves no vulnera su dignidad, sino que la reconoce. Es más, dicha privación difunde el mensaje a la comunidad y a los delincuentes mismos de que los actos criminales graves no serán tolerados por la comunidad. La sociedad puede elegir suspender temporalmente el derecho al voto de quienes cometen actos criminales graves con el fin de insistir en que la responsabilidad cívica y el respeto al Estado de Derecho, como objetivos legítimos, son prerrequisitos de la participación democrática. En cuanto al segundo objetivo, la privación del derecho al voto fue cuidadosamente diseñada para afectar solamente a las personas que cometieron un delito grave, además de que existe evidencia en el expediente de que la privación del derecho al voto es percibida como significativa por los presos mismos, por lo que puede contribuir a su readaptación. Finalmente, muchas otras democracias, al escoger alguna forma de inhabilitación del voto de las personas privadas de su libertad, también han identificado un vínculo entre objetivos similares a los presentados en este caso y el medio de negar a los detenidos el derecho al voto. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 23 Traducción de la sentencia En segundo lugar, la vulneración al derecho garantizado por la Carta es mínima. Cuando la vulneración es mínima, se debe analizar el límite que ha sido trazado. Este análisis no requiere que el Estado haya adoptado el medio menos invasivo para promover su objetivo, aunque sí requiere que prefiera el menos lesivo si es igualmente eficaz. En el presente caso, ninguna medida menos invasiva tendría la misma eficacia. Sólo “quienes cometen delitos graves”, en los términos definidos por el Parlamento, son inhabilitados para votar. Debido a que el Parlamento estableció un límite de dos años para determinar qué infractores encarcelados cometieron delitos suficientemente graves para justificar la pérdida del derecho al voto, ninguna otra limitación podría tener la misma eficacia. La igualdad en cuanto a la eficacia es una dimensión del análisis que no se debe subestimar, ya que está directamente vinculada al poder del Parlamento de perseguir eficazmente sus objetivos legítimos. Cualquier otro criterio equivale a adivinar lo que según el Parlamento constituye un acto criminal “grave”. El precepto está razonablemente diseñado, toda vez que la inhabilitación para votar refleja la duración de la pena y del encarcelamiento real, que a su vez refleja la gravedad del crimen cometido y el progreso previsible hacia el cumplimiento de los objetivos últimos de readaptación y reinserción social. El artículo 51(e) no es arbitrario: se vincula directamente con categorías específicas de conducta. El límite de dos años de pena refleja igualmente diversas consideraciones prácticas. Además, puesto que la Corte dio la impresión de que era papel del Parlamento trazar precisamente este límite después del primer caso Sauvé en 1993,6 es necesario respetar el límite que trazó. El análisis de las filosofías sociales o políticas y la conciliación de valores en el ámbito de aplicación de la Carta deben tomar en cuenta 6 24 Cita de Sauvé I. SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) que son muchas las ponderaciones razonables y racionales posibles. El establecimiento de límites, entre otras alternativas, es facultad del Parlamento, especialmente en el presente caso, en el que ningún otro límite sería tan eficiente, toda vez que el elegido corresponde a lo que, según el Parlamento, constituye una actividad criminal grave. En tercer lugar, al considerar conjuntamente y en contexto los objetivos y los efectos benéficos, estos últimos sobrepasan la afectación causada por la inhabilitación temporal para votar de quien comete un acto criminal grave. La adopción de esta medida es benéfica en sí. La ley intrínsecamente manifiesta valores sociales respecto del comportamiento criminal grave y del derecho al voto en nuestra sociedad. Un valor surge del mensaje de que quienes cometan actos criminales graves perderán temporalmente una faceta de la igualdad política de los ciudadanos. Además, la inhabilitación temporal para votar es percibida por los contraventores mismos como significativa y podría tener un efecto positivo continuo en cuanto a su readaptación. El efecto perjudicial más evidente del artículo 51(e) es la pérdida potencial temporal del derecho al voto. Este perjuicio debe, sin embargo, ser evaluado a partir de los objetivos del Parlamento en el contexto general. Según los datos estadísticos mencionados por la Corte Federal de Apelaciones, este precepto abarca a los autores de infracciones graves y a los reincidentes, y la mayoría de los detenidos perderán este derecho sólo durante un proceso electoral. Puesto que la duración de la inhabilitación está directamente relacionada con la encarcelación, es posible que un detenido que perpetró un acto criminal grave nunca pierda el derecho al voto si no hubiera elecciones durante ese periodo. Dado el contexto particular del presente caso —en el cual la justificación presentada por el Parlamento se fundamenta en una filosofía social o política que no puede ser probada en el sentido tradicional— es apropiado actuar con deferencia, ya que el precepto impugnado plantea cuestiones de filosofía y política penales. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 25 Traducción de la sentencia El artículo 51(e) no vulnera el diverso 15(1) de la Carta. Aunque se presumiera que la ley establece una distinción a partir de características personales, los presos no constituyen un grupo protegido por un motivo similar o un motivo dictado en el artículo 15(1). El hecho de estar encarcelado no resulta de la aplicación estereotípica de una presunta característica de grupo. El estatus de las personas privadas de su libertad es consecuencia de la perpetración de un acto criminal grave, acto cometido por el culpable mismo. La característica común a los miembros de este grupo es la comisión previa de un delito grave. El argumento que pretende que la encarcelación sea reconocida como un motivo similar, en razón de su efecto perjudicial o de la discriminación indirecta que resulta del hecho que las personas indígenas constituyen un porcentaje “desproporcionado” de los presos, debe ser desestimado. No es plausible afirmar que la norma que prevé la inhabilitación temporal para votar está dirigida de alguna manera a las personas indígenas. El hecho de encontrarse preso no es necesariamente el resultado de una característica personal, como la raza o el origen étnico, y tampoco se vincula necesariamente con una condición social. Es estrictamente el resultado de la perpetración de un acto criminal grave. Resoluciones citadas Por la ministra presidenta McLachlin Se hizo referencia a los siguientes casos: Sauvé v. Canada (Attorney General), [1993] 2 S.C.R. 438, aff’g (1992), 7 O.R. (3d) 481; R. v. Oakes, [1986] 1 S.C.R. 103; Hunter v. Southam Inc., [1984] 2 S.C.R. 145; R. v. Big M Drug Mart Ltd., [1985] 1 S.C.R. 295; Eldridge v. British Columbia (Attorney General), [1997] 3 S.C.R. 624; M. v. H., [1999] 2 S.C.R. 3; Belczowski v. Canada, [1992] 2 F.C. 440; U.F.C.W., Local 1518 v. KMart Canada Ltd., [1999] 2 S.C.R. 1083; Thomson 26 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá Newspapers Co. v. Canada (Attorney General), [1998] 1 S.C.R. 877; RJR-MacDonald Inc. v. Canada (Attorney General), [1995] 3 S.C.R. 199; R. v. Butler, [1992] 1 S.C.R. 452; R. v. Sharpe, [2001] 1 S.C.R. 45, 2001 SCC 2; Canadian Disability Rights Council v. Canada, [1988] 3 F.C. 622; Muldoon v. Canada, [1988] 3 F.C. 628; August v. Electoral Commission, 1999 (3) SALR 1; R. v. Smith, [1987] 1 S.C.R. 1045; R. v. M. (C.A.), [1996] 1 S.C.R. 500; R. v. Gladue, [1999] 1 S.C.R. 688. Sauvé v. Canada (Attorney General) (1988), 66 O.R. (2d) 234, rev’d (1992), 7 O.R. (3d) 481, aff’d [1993] 2 S.C.R. 438; R. v. Keegstra, [1990] 3 S.C.R. 697; R.v. Sharpe, [2001] 1 S.C.R. 45, 2001 SCC 2; R. v. Oakes, [1986] 1 S.C.R. 103; Reference re Provincial Electoral Boundaries (Sask.), [1991] 2 S.C.R. 158; United States of America v. Cotroni, [1989] 1 S.C.R. 1469; Thomson Newspapers Co. v. Canada (Attorney General), [1998] 1 S.C.R. 877; Slaight Communications Inc. v. Davidson, [1989] 1 S.C.R. 1038; Harvey v. New Brunswick (Attorney General), [1996] 2 S.C.R. 876; R. v. Mills, [1999] 3 S.C.R. 668; Libman v. Quebec (Attorney General), [1997] 3 S.C.R. 569; RJR-MacDonald Inc. v. Canada (Attorney General), [1995] 3 S.C.R. 199; R. v. Butler, [1992] 1 S.C.R. 452; Irwin Toy Ltd. v. Quebec (Attorney General), [1989] 1 S.C.R. 927; Reference Re Public Service Employee Relations Act (Alta.), [1987] 1 S.C.R. 313; Canada v. Schmidt, [1987] 1 S.C.R. 500; Canada (Auditor General) v. Canada (Minister of Energy, Mines and Resources), [1989] 2 S.C.R. 49; Vriend v. Alberta, [1998] 1 S.C.R. 493; Re Jolivet and The Queen (1983), 1 D.L.R. (4th) 604; Gould v. Canada (Attorney General), [1984] 2 S.C.R. 124, aff’g [1984] 1 F.C. 1133, rev’g [1984] 1 F.C. 1119; Lévesque v. Canada (Attorney General), [1986] 2 F.C. 287; Badger v. Attorney-General of Manitoba (1986), 30 D.L.R. (4th) 108, aff’d (1986), 32 D.L.R. (4th) 310; Badger v. Cana- Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Por el ministro Gonthier (disidente) 27 Traducción de la sentencia da (Attorney General) (1988), 55 Man. R. (2d) 211, rev’d (1988), 55 D.L.R. (4th) 177, leave to appeal refused, [1989] 1 S.C.R. v; Belczowski v. Canada, [1991] 3 F.C. 151, aff’d [1992] 2 F.C. 440, aff’d [1993] 2 S.C.R. 438; Little Sisters Book and Art Emporium v. Canada (Minister of Justice), [2000] 2 S.C.R. 1120, 2000 SCC 69; Pearson v. Secretary of State for the Home Department, [2001] E.W.J. No. 1566 (QL); Reference re Manitoba Language Rights, [1985] 1 S.C.R. 721; Reference re Secession of Quebec, [1998] 2 S.C.R. 217; Operation Dismantle Inc. v. The Queen, [1985] 1 S.C.R. 441; Haig v. Canada, [1993] 2 S.C.R. 995; Driskell v. Manitoba (Attorney General), [1999] 11 W.W.R. 615; Byatt v. Dykema (1998), 158 D.L.R. (4th) 644; Richardson v. Ramirez, 418 U.S. 24 (1974); X. v. Netherlands, Application No. 6573/74, December 19, 1974, D.R. 1, p. 87; H. v. Netherlands, Application No. 9914/82, July 4, 1983, D.R. 33, p. 242; Holland v. Ireland, Application No. 24827/94, April 14, 1998, D.R. 93-A, p. 15; Eur. Court. H. R., Mathieu-Mohin and Clerfayt case, judgment of 2 March 1987, Series A No. 113; Lavigne v. Ontario Public Service Employees Union, [1991] 2 S.C.R. 211; Ross v. New Brunswick School District No. 15, [1996] 1 S.C.R. 825; R. v. Edwards Books and Art Ltd., [1986] 2 S.C.R. 713; McKinney v. University of Guelph, [1990] 3 S.C.R. 229; Dagenais v. Canadian Broadcasting Corp., [1994] 3 S.C.R. 835; R. v. Goltz, [1991] 3 S.C.R. 485; R. v. Guiller (1985), 48 C.R. (3d) 226; R. v. Luxton, [1990] 2 S.C.R. 711; R. v. Smith, [1987] 1 S.C.R. 1045; Law v. Canada (Minister of Employment and Immigration), [1999] 1 S.C.R. 497; M. v. H., [1999] 2 S.C.R. 3; Jackson v. Joyceville Penitentiary, [1990] 3 F.C. 55; McKinnon v. M.N.R., 91 D.T.C. 1002; Armstrong v. R., [1996] 1 C.T.C. 2745; Mulligan v. R., [1997] 2 C.T.C. 2062; Wells v. R., [1998] 1 C.T.C. 2118; Olson v. Canada, [1996] 2 F.C. 168, leave to appeal refused, [1997] 3 S.C.R. xii; Alcorn v. Canada (Commissioner of Corrections) (1999), 163 F.T.R. 1, aff’d (2002), 95 C.R.R. (2d) 326, 2002 FCA 154; Chiarelli v. Canada (Minister of 28 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá Employment and Immigration), [1992] 1 S.C.R. 711, rev’g [1990] 2 F.C. 299; Eldridge v. British Columbia (Attorney General), [1997] 3 S.C.R. 624; R. v. Gladue, [1999] 1 S.C.R. 688. Leyes citadas Canada Elections Act, R.S.C. 1985, c. E-2, ss. 51(e) [rep. & sub. 1993, c. 19, s. 23(2)], 51.1 [ad. idem, s. 24]. Canada Elections Act, S.C. 2000, c. 9, s. 4(c). Canadian Charter of Rights and Freedoms, preamble, ss. 1, 3, 6(1), 11, 12, 15(1), 33. Constitution Act, 1982, s. 52. Convention for the Protection of Human Rights and Fundamental Freedoms, 213 U.N.T.S. 221. Criminal Code, R.S.C. 1985, c. C-46, ss. 718.2(e), 742.1, 743.1, 743.6. Election Act, R.S.B.C. 1996, c. 106, s. 30(b). Election Act, R.S.Q., c. E-3.3, s. 273. Election Act, S.P.E.I. 1996, c. 12. Election Act, 1996, S.S. 1996, c. E-6.01, s. 17. Election Statute Law Amendment Act, 1998, S.O. 1998, c. 9, s. 13. Elections Act, R.S.M. 1987, c. E30, s. 31 [rep. & sub. 1998, c. 4, s. 21]. Elections Act, R.S.N.B. 1973, c. E-3, s. 43(2)(e). Elections Act, R.S.N.S. 1989, c. 140, s. 29(d) [am. 2001, c. 43, s. 13]. Elections Act, R.S.N.W.T. 1988, c. E-2, s. 27(3) [am. 1995, c. 14, s. 6]. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Election Act, R.S.A. 2000, c. E-1, s. 45(c). Elections Act, R.S.Y. 1986, c. 48, s. 5(d). 29 Traducción de la sentencia Elections Act, 1991, S.N. 1992, c. E-3.1. European Assembly Elections Act 1978 (U.K.), 1978, c. 10, Sch. 1, s. 2(1). Human Rights Act 1998 (U.K.), 1998, c. 42. International Covenant on Civil and Political Rights, 999 U.N.T.S. 171, Art. 25. Protocol to the Convention for the Protection of Human Rights and Fundamental Freedoms, Eur. T.S. No. 9, Art. 3. Representation of the People Act 1983 (U.K.), 1983, c. 2, s. 3(1) [am. 1985, c. 50, Sch. 4, s. 1; am. 2000, c. 2, s. 2]. United States Constitution, Article 1, Fourteenth Amendment, Fifteenth Amendment, Seventeenth Amendment, Nineteenth Amendment, Twenty-Fourth Amendment, Twenty-Sixth Amendment. Autores citados Canada. House of Commons. House of Commons Debates, vol. XIV, 3rd Sess., 34th Parl., April 2, 1993, pp. 18015-021. Canada. Royal Commission on Electoral Reform and Party Financing. Final Report of the Royal Commission on Electoral Reform and Party Financing — Reforming Electoral Democracy, vol. 1. Ottawa: The Commission, 1991. Canada. Senate and House of Commons. Special Joint Committee on the Constitution of Canada. Minutes of Proceedings and Evidence, Issue No. 43, 1st Sess., 32nd Parl., January 22, 1981, pp. 43:79-43:90. 30 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá Concise Oxford Dictionary of Current English, 9th ed. Oxford: Clarendon Press, 1995, “moral”. Dworkin, Ronald. Taking Rights Seriously. Cambridge: Harvard University Press, 1977. George, Robert P. Making Men Moral. Oxford: Clarendon Press, 1993. Grimm, Dieter. “Human Rights and Judicial Review in Germany”, in David M. Beatty, ed., Human Rights and Judicial Review: A Comparative Perspective. Dordrecht: Martinus Nijhoff Publishers, 1994, 267. Hampton, Jean. “Punishment, Feminism, and Political Identity: A Case Study in the Expressive Meaning of the Law” (1998), 11 Can. J. L. & Jur. 23. Hogg, Peter W. Constitutional Law of Canada, vol. 2, loose-leaf ed. Scarborough, Ont.: Carswell, 1992 (updated 2001, release 1). Macklem, P., et al. Canadian Constitutional Law, 2nd ed. Toronto: Emond Montgomery Publications, 1997. Mill, John Stuart. “Thoughts on Parliamentary Reform”, in J. M. Robson, ed., Essays on Politics and Society, vol. XIX. Toronto: University of Toronto Press, 1977, 311. Penal Reform International. Making Standards Work—An International Handbook on Good Prison Practice. The Hague: Penal Reform International, 1995. Raz, Joseph. The Morality of Freedom. Oxford: Clarendon Press, 1986. Tribe, Laurence H. American Constitutional Law, 2nd ed. Mineola, New York: Foundation Press, 1988. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Hogg, Peter W., and Allison A. Bushell. “The Charter Dialogue Between Courts and Legislatures” (1997), 35 Osgoode Hall L.J. 75. 31 Traducción de la sentencia Tribe, Laurence H. “The Disenfranchisement of Ex-Felons: Citizenship, Criminality, and ‘The Purity of the Ballot Box’” (1989), 102 Harv. L. Rev. 1300. United Nations. Human Rights Committee. “General Comment Adopted by the Human Rights Committee under Article 40, Paragraph 4, of the International Covenant on Civil and Political Rights”, General Comment No. 25 (57), Annex V, CCPR/C/21, Rev. 1, Add. 7, August 27, 1996. 1 LA MINISTRA PRESIDENTA — El derecho de todo ciudadano al voto, garantizado por el artículo 3 de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades, se encuentra en el corazón de la democracia canadiense. La ley cuestionada en la presente apelación niega el derecho a votar a una clase de personas: las que cumplen una pena de dos o más años en un penal correccional. La cuestión a determinar es si el gobierno ha demostrado que esta privación del derecho al voto está autorizada bajo el artículo 1 de la Carta, como un “límite […] razonable […] cuya justificación [se puede] demostrar en el marco de una sociedad libre y democrática”. Concluyo que no es así. El derecho al voto, que yace en el corazón de la democracia canadiense, sólo puede ser obstaculizado por una buena razón. En este caso, las razones ofrecidas no son suficientes. I. Los preceptos legislativos 2 La versión anterior del párrafo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá, R.S.C. 1985, cap. E-2, prohibía a todos los detenidos votar en las elecciones federales, sin importar la duración de la pena. Este precepto fue declarado inconstitucional, ya que constituía una vulneración injustificada del derecho al voto garantizado por el artículo 32 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 3 de la Carta: Sauvé v. Canada (Attorney General), [1993] 2 S.C.R. 438. El Parlamento reaccionó a esta resolución reemplazando este precepto por un nuevo texto del artículo 51(e) (S.C. 1993, cap. 19, art. 23), que priva del derecho al voto a todos los detenidos que cumplen una pena de dos o más años. El artículo 51(e), que es retomado esencialmente en los mismos términos en el diverso 4(c) de la Ley (S.C. 2000, cap. 9) y los preceptos pertinentes de la Carta son reproducidos a continuación. Ley Electoral de Canadá, R.S.C. 1985, cap. E-2 51. Las personas que se enumeran a continuación no están calificadas para votar en una elección y no deberán hacerlo: (e) Toda persona detenida en un centro penitenciario, que se encuentre cumpliendo una pena de dos o más años; 1. La Carta Canadiense de Derechos y Libertades garantiza los derechos y las libertades enunciados en ella, mismos que sólo pueden ser restringidos por ley, dentro de límites razonables cuya justificación se pueda demostrar en el marco de una sociedad libre y democrática. […] 3. Todo ciudadano canadiense tiene derecho a votar en las elecciones de la Casa de los Comunes o de cualquier asamblea legislativa, y ser calificado para ser miembro de la misma. […] 15. (1) Toda persona es igual ante y bajo la ley y tiene derecho a igual protección y beneficio de ésta sin discriminación, especial- Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Carta Canadiense de Derechos y Libertades 33 Traducción de la sentencia mente, basada en la raza, el origen nacional o étnico, el color, la religión, el sexo, la edad o las discapacidades mentales o físicas. II. Las resoluciones A. Corte Federal, Sección de Primera Instancia [1996] 1 .F.C. 857 3 El juez Wetston, de la primera sección de primera instancia, resolvió que el artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá vulneraba el derecho al voto garantizado por la Carta, sin que la justificación de esta vulneración pudiera demostrarse, y por lo tanto era inválido. A pesar de que estimó que los objetivos del gobierno eran urgentes y reales, concluyó que la privación del derecho al voto de todos los detenidos que cumplen una pena de dos o más años tiene un alcance demasiado general y no satisfacía el test del daño mínimo. Además, concluyó que quitar el derecho al voto “perjudicaba la readaptación de los contraventores y una exitosa reinserción social” (p. 913). Las consecuencias negativas del precepto cuestionado, por tanto, eran desproporcionadas respecto a los efectos benéficos que pudiera producir. B. Corte Federal de Apelaciones, [2000] 2 F.C. 117 4 La mayoría de la Corte Federal de Apelaciones, en una opinión redactada por el magistrado Linden, revocó la decisión de primera instancia y confirmó la privación del derecho al voto, sosteniendo que el papel del Parlamento de proteger y mejorar la integridad del proceso electoral, así como el de ejercer sus atribuciones en materia de derecho penal requerían deferencia. La privación del derecho al voto impugnada pertenece a una gama de medidas razonables que el Parlamento puede utilizar para alcanzar sus objetivos, y no era desmedida o desproporcionada. El magistrado Desjardins, al aplicar 34 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá la “formulación estricta del test enunciado en la resolución Oakes”, enfatizó la ausencia de evidencia respecto de los efectos benéficos resultantes de la privación y consideró que el recurso debió ser desechado. III. Problemática 5 1. ¿El artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá vulnera el derecho al voto que el artículo 3 garantiza a todos los ciudadanos? En caso de que la respuesta sea positiva, ¿se encuentra justificada esta vulneración con base en lo dispuesto por el artículo 1 de la Carta? 2. ¿El artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá vulnera el derecho a la igualdad garantizado por el artículo 15(1) de la Carta? Y si es así, ¿se encuentra justificada esta vulneración según lo dispuesto por el artículo 1 de la Carta? 6 Los demandados reconocen que la restricción del derecho al voto en cuestión contraviene el artículo 3 de la Carta. La restricción es entonces inválida, a menos que su justificación pueda ser demostrada mediante el artículo 1. Por lo tanto, procederé directamente a realizar el análisis del artículo 1. A. La aproximación a la justificación del artículo 1 7 Para justificar la vulneración de un derecho garantizado por la Carta, el gobierno debe demostrar que con ello busca alcanzar una meta u objetivo válido desde un punto de vista constitucional, y que las Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras IV. Análisis 35 Traducción de la sentencia medidas elegidas son razonables y su justificación puede demostrarse: R. v. Oakes, [1986] 1 S.C.R. 103. Esta indagación en dos partes —la legitimidad del objetivo y la proporcionalidad de las medidas— permite a la Corte revisora examinar rigurosamente todos los aspectos de la justificación. A lo largo del proceso de justificación, el gobierno tiene la responsabilidad de probar que el objetivo es válido y la vulneración de derechos es legítima; es decir, que está racionalmente conectada, causa una vulneración mínima y es proporcional a los beneficios que genera. 8 Mi colega, el ministro Gonthier, propone una aproximación deferente a la cuestión de la vulneración y la justificación. Sostiene que no hay razón para dar una importancia especial al derecho al voto y que debemos respetar la elección del Parlamento de entre una gama de soluciones razonables. Afirma también que en cuanto a la justificación de las restricciones al derecho al voto, con base en lo dispuesto en el artículo 1 de la Carta, debemos actuar con deferencia hacia el Parlamento, ya que se trata de “consideraciones filosóficas, políticas y sociales”, los objetivos perseguidos por el gobierno son de naturaleza abstracta y simbólica, y la ley en cuestión representa un paso en el diálogo entre el Parlamento y los tribunales. 9 Debo, respetuosamente, manifestar que me opongo a lo anterior. El derecho al voto es un derecho fundamental para nuestra democracia y para el Estado de Derecho y no puede hacerse a un lado con ligereza. Las restricciones del derecho al voto no exigen deferencia, sino un examen cuidadoso. No se trata de sustituir la preferencia filosófica del Parlamento por la de la Corte, sino de asegurarse que la justificación proporcionada por éste se fundamenta en la lógica y el sentido común. 36 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 11 Durante la primera etapa, en la cual se define el derecho, debemos seguir la opinión consistente de la Corte de que los derechos deben definirse amplia y liberalmente: Hunter v. Southam Inc., [1984] 2 S.C.R. 145, p. 156; R. v. Big M Drug Mart Ltd., [1985] 1 S.C.R. 295, p. 344; Eldridge v. British Colombia (Attorney General), [1997] 3 S.C.R. 624, párr. 53. Una interpretación amplia y teleológica del derecho es especialmente importante en el caso del derecho al voto. Los redactores de la Carta destacaron la especial importancia que tiene este derecho no solamente al usar términos genéricos e incondicionados, sino también al sustraerla de la aplicación de la anulación legislativa bajo la cláusula del artículo 33 (clausula de derogación). Concluyo que el artículo 3 se debe interpretar literalmente y que su ámbito de aplicación no debería ser limitado por intereses colectivos opuestos, como el gobierno parece sostener. Es responsabilidad del gobierno plantear estas preguntas, según lo establecido por el artículo 1, al justificar los límites que impuso al derecho. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras 10 La Carta distingue dos cuestiones separadas: la vulneración de un derecho y la justificación de la restricción. El actor tiene la carga de probar que se vulneró un derecho (primera etapa), pero después es responsabilidad del gobierno probar que la restricción constituye un límite razonable, con base en el artículo 1 (segunda etapa). Se trata de dos procesos distintos que implican cargas de la prueba diferentes. Apartar del escrutinio judicial una restricción calificándola como una cuestión de filosofía social, como el gobierno trata de hacerlo, equivale a revertir la carga de la prueba de justificación impuesta por la Constitución. Lo anterior hace desaparecer la violación de la pantalla del radar de esta Corte, en lugar de permitir que nos enfoquemos en ella con el propósito de decidir si su justificación se puede demostrar como lo exige la Carta. 37 Traducción de la sentencia 12 En la etapa del artículo 1, el gobierno afirma que quitar el derecho al voto a los presos es una cuestión de filosofía social y política que requiere deferencia. De nuevo, no coincido. La Corte ha concluido en diversas ocasiones que la “afirmación general según la cual la vulneración de un derecho está justificada bajo el artículo 1” no es una garantía para mostrar deferencia al Parlamento: M. v. H., [1999] 2 S.C.R. 3, párr. 78, por el ministro Iacobucci. El artículo 1 no establece una presunción de constitucionalidad de los límites impuestos a los derechos; exige, por el contrario, que el Estado justifique esos límites. 13 Los derechos democráticos fundamentales de los canadienses no caen dentro de “una gama de alternativas aceptables”, de entre las cuales el Parlamento puede elegir a discreción. La deferencia puede ser apropiada en una decisión que involucra principios rivales en materia política y social. Sin embargo, no lo es a propósito de una decisión de limitar derechos fundamentales. El presente caso no trata de una competencia entre filosofías sociales rivales. Representa un conflicto entre el derecho a votar de los ciudadanos —uno de los derechos más fundamentales garantizados por la Carta— y la supresión de ese derecho por el Parlamento. El debate público sobre un tema no lo transforma en una cuestión de “filosofía social”, blindándola de esta manera del escrutinio judicial completo. Es competencia de los tribunales proteger el derecho al voto garantizado en el artículo 3 de la Carta, sin que los cambios de la opinión pública y los intereses electorales tengan algún tipo de influencia. 14 Los derechos garantizados por la Carta no son una cuestión de privilegio o mérito, sino de pertenencia a la sociedad canadiense que no puede dejarse a un lado con ligereza. Ello es 38 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 15 La Carta impone a los tribunales el deber de defender y mantener un marco democrático incluyente y participativo dentro del cual los ciudadanos pueden explorar y adoptar diferentes concepciones del bien. Si bien una postura de deferencia judicial respecto de las decisiones del Poder Legislativo sobre política social puede ser adecuada, la legislación analizada en este caso no cae dentro de esa categoría. Por el contrario, es precisamente cuando las decisiones legislativas amenazan con minar los fundamentos de la democracia participativa garantizada por la Carta, que los tribunales deben vigilar el cumplimento de su obligación constitucional de proteger la integridad de ese sistema. 16 No puedo suscribir tampoco el argumento según el cual la naturaleza filosófica o simbólica de los objetivos del gobierno manda en sí deferencia. Al contrario, esta Corte ha sostenido que los objetivos amplios y simbólicos son problemáticos, como lo explicaré más abajo: ver U.F.C.W., Local 1518 v. KMart Canada Ltd., [1999] 2 S.C.R. 1083, párr. 59, por el ministro Cory; Thomson Newspapers Co. v. Canada (Attorney General), [1998] 1 S.C.R. 877, párr. 87, por el ministro Bastarache; RJR-MacDonald Inc. v. Canada (Attorney General), [1995] 3 S.C.R. 199, párr. 143-144, por la ministra McLachlin (ahora ministra presidenta). El Parlamento no puede apoyarse en objetivos nobles para Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras especialmente cierto respecto del derecho al voto, piedra angular de nuestra democracia, exento, a diferencia de otros derechos, de intervención alguna derivada del artículo 33. Consecuentemente, los tribunales, al resolver casos sobre la privación del derecho al voto, han aplicado un estándar riguroso en materia de justificación: Sauvé v. Canada (Attorney General) (1992), 7 O.R. (3ro) 481 (C.A.) (“Sauvé No. 1”) y Belczowski v. Canada, [1992] 2 F.C. 440 (C.A.). 39 Traducción de la sentencia blindar la legislación de un escrutinio judicial basado en la Carta. El artículo 1 exige objetivos válidos y proporcionalidad. 17 Finalmente, el hecho de que la privación del derecho al voto aquí impugnada tenga lugar después de que los tribunales rechazaron una privación aún más general, no implica que la Corte deba actuar con deferencia respecto del Parlamento en el marco de un “diálogo”. El Parlamento debe asegurarse de que toda ley emitida por éste, en cualquier etapa del proceso, sea conforme a la Constitución. La sana e importante promoción de un diálogo entre el Legislativo y los tribunales no debería reducirse a la regla que dice “si no tiene éxito la primera vez, trate y trate otra vez”. 18 Mientras la deferencia al legislador no es apropiada en este caso, la justificación de una ley no requiere una prueba empírica en sentido científico. Si bien algunos casos se pueden demostrar con precisión empírica o matemática, otras, que involucran consideraciones filosóficas, políticas y sociales, no se pueden. En este caso, basta con que la justificación sea convincente, en el sentido de convencer a una persona razonable, tomando en cuenta todos los elementos de prueba y todas las consideraciones relevantes, que se encuentra justificado que el Estado vulnere el derecho cuestionado al grado en que lo ha hecho: ver RJR-MacDonald, supra, párr. 154, la ministra McLachlin; R. v. Butler, [1992] 1 S.C.R. 452, p. 502-503, por el ministro Sopinka. Lo requerido es una “defensa racional y razonable”: RJR-MacDonald, párr. 127. El sentido común y el razonamiento deductivo pueden complementar a la evidencia: R. v. Sharpe, [2001] 1 S.C.R 45, 2001 SCC 2, párr. 78, la ministra presidenta McLachlin. Sin embargo, se debe ser cauteloso con los estereotipos encubiertos de sentido común, y con sustituir la demostración razonada, requerida en el artículo 1, por la deferencia. 40 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 19 Teniendo en cuenta estos principios básicos de la revisión basada en la Carta, abordo ahora las etapas ya conocidas del test de la resolución Oakes. Concluyo que los objetivos que manifiesta el gobierno, de aumentar la responsabilidad cívica y el respeto al Estado de Derecho e infligir una pena adecuada, aunque problemáticamente vagos, pueden, en principio, justificar restricciones a derechos garantizados por la Carta. Sin embargo, el gobierno no logró establecer proporcionalidad, principalmente en cuanto al vínculo racional entre la privación del derecho al voto de los detenidos y los objetivos que manifestó. 20 El análisis de los objetivos conlleva dos etapas. En primer lugar, debemos preguntarnos cuáles son los objetivos perseguidos con la supresión del derecho al voto de los detenidos. Ello implica un ejercicio de interpretación y construcción, y llama a una aproximación contextual: Thomson Newspapers, supra, párr. 87. En segundo lugar, debemos evaluar si los objetivos definidos pueden justificar restricciones a derechos garantizados por la Carta. Los objetivos no deben ser “triviales” o “contrarios a los principios que constituyen una sociedad libre y democrática”: Oakes, supra, p.138. Por citar un principio de derecho constitucional alemán, debe existir una razón constitucionalmente válida para vulnerar un derecho: consultar D. Grimm, “Human Rights and Judicial Review in Germany”, en D. M. Beatty, dir., Human Rights and Judicial Review: A Comparative Perspective (1994), 267, p. 275. Toda vez que el artículo 1 sirve, en primer lugar y principalmente, para proteger derechos, la gama de objetivos constitucionalmente válidos no es ilimitada. Por ejemplo, la protección de derechos en colisión puede ser un objetivo válido. No obstante, la mera preferencia política mayoritaria de abolir abso- Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras B. Los objetivos del gobierno 41 Traducción de la sentencia lutamente un derecho no constituiría un objetivo válido en términos constitucionales. 21 La privación del derecho al voto de los detenidos, prevista por el artículo 51(e), no busca arreglar un problema o preocupación específicos. Los presos han votado durante mucho tiempo, aquí y en el extranjero, en diversas situaciones, sin efectos perjudiciales evidentes en los procesos políticos, en la población carcelaria o en la sociedad en su totalidad. Dada la ausencia de un problema específico, el gobierno invoca dos objetivos amplios a fin de justificar esta privación del derecho al voto: (1) aumentar la responsabilidad cívica y el respeto al Estado de Derecho, e (2) infligir una sanción adicional o “destacar los objetivos generales de la sanción penal”. El expediente no indica claramente en qué proporción estas metas motivaron realmente al Parlamento; los debates parlamentarios proponen más altercaciones que explicaciones. Sin embargo, con base en “algunos elementos de respuesta”, el juez de primera instancia concluyó que se podían invocar con el motivo de justificar la privación. Me limitaré a proceder a partir de ello. 22 Resta determinar si el objetivo de aumentar el respeto al Estado de Derecho y el de infligir una sanción adecuada son válidos desde el punto de vista constitucional y suficientemente importantes para justificar una vulneración de derechos. Los objetivos vagos y simbólicos como éstos garantizan casi una respuesta positiva a tal pregunta. ¿Quién puede sostener que el respeto al Estado de Derecho no tiene un carácter urgente? ¿Quién puede pretender que no es importante infligir una pena adecuada? ¿Quién puede afirmar que ambos objetivos, en su superficie, son contrarios a principios democráticos? Sin embargo, justamente porque dejan tan poco espacio para la discusión, los objetivos vagos y simbólicos dificultan más el análisis de la justificación. 42 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 23 Al final, la gente no debería tener que preguntarse por qué sus derechos garantizados por la Carta fueron violados. Para que una justificación sea demostrable, el objetivo debe revelar, sin duda alguna, el perjuicio que el gobierno quiere reparar, y debe ser el mismo a lo largo del proceso de justificación. Como esta Corte lo ha afirmado, el objetivo “se debe definir con exactitud y precisión, de tal manera que provea un marco que permita evaluar su importancia, así como la precisión con la que los medios han sido diseñados para su realización”: por el ministro Cory en U.F.C.W., Local 1518, supra, párr. 59; ver también Thomson Newspapers, supra, párr. 96; RJR-MacDonald, supra, párr. 144. Un Tribunal llamado a pronunciarse sobre objetivos vagos puede muy bien concluir, como lo hizo la ministra Arbour (ahora ministra de nuestra Corte) en el caso Sauvé núm. 1, supra, p. 487, que “el carácter altamente simbólico y abstracto de[l] objetivo […] le resta importancia como justificación de la violación de un derecho protegido por la Constitución”. Si el Parlamento puede vulnerar un derecho tan importante como el derecho al voto únicamente al invocar motivos simbólicos y abstractos, entonces el control judicial deviene vacuamente constreñido o se reduce a un concurso de “nuestros símbolos son mejores que sus símbolos”. Ninguno de estos resultados es compatible con el análisis riguroso de la justificación exigido por la Carta. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Los términos que los expresan contienen diversos significados, pero nos dicen poco sobre las razones que hacen necesaria la restricción del derecho y lo que se pretende alcanzar concretamente. Entre más amplio y abstracto sea un objetivo, más susceptible es de tener significados diferentes según el contexto y, como consecuencia, de que se deforme o manipule. Una formulación del objetivo puede exagerar su importancia; otra puede contribuir a que la medida legislativa parezca diseñada con precisión. La Corte debe descifrar la cuestión. 43 Traducción de la sentencia 24 El carácter retórico de los objetivos presentados por el go- bierno en este caso los hace sospechosos. El primer objetivo, es decir, aumentar la responsabilidad cívica y el respeto al Estado de Derecho, se podría invocar respecto de casi todas las leyes penales y muchas medidas no penales. El respeto a la ley es sin duda importante. Pero la simple enunciación de este valor no proporciona el contexto necesario para permitirnos determinar si la justificación de la vulneración cuestionada se puede demostrar en el marco de una sociedad libre y democrática. Para demostrar una justificación, se debe saber qué problema quiere resolver el gobierno y por qué es tan urgente e importante, de tal manera que justifica la restricción de un derecho garantizado por la Carta. Sin lo anterior, es difícil o casi imposible determinar si la vulneración del derecho se puede justificar o es proporcionada. 25 El segundo objetivo —infligir una sanción adicional a las personas encarceladas— es menos vago que el primero. Sin embargo, también presenta problemas de imprecisión. El expediente no indica con precisión por qué el Parlamento estimó que se debía infligir una sanción adicional a esta categoría de presos específicamente o qué objetivos adicionales a los cumplidos por las penas ya previstas deseaba alcanzar el Parlamento. Lo anterior dificulta determinar si el objetivo es suficientemente importante para justificar una vulneración adicional a los derechos. 26 Simplemente, el gobierno no logró identificar los problemas específicos que requieren de la privación del derecho al voto, dificultando así afirmar que dicha privación persigue un objetivo urgente y real. No obstante, a pesar de la naturaleza abstracta de los objetivos del gobierno y de la base frágil sobre la cual se sostienen, la prudencia nos aconseja proceder al análisis de proporcionalidad, en lugar de rechazar 44 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá categóricamente estos objetivos. El análisis de proporcionalidad nos permite determinar si los objetivos invocados por el gobierno pueden, de hecho, justificar la privación del derecho al voto. En esta etapa, como lo veremos, la debilidad inherente a estos objetivos se vuelve patente. 27 En esta etapa, el gobierno debe demostrar que la privación del derecho al voto favorecerá el cumplimiento de los objetivos invocados (requisito del vínculo racional), que no está más allá de lo razonablemente necesario para el cumplimiento de sus objetivos (requisito del perjuicio mínimo) y que la totalidad de los efectos benéficos de la medida sobrepasa sus efectos negativos (requisito del efecto proporcional). Como se verá, la falta de precisión en las metas invocadas por el gobierno en materia de justificación, junto con el papel trascendental del derecho al voto para la democracia canadiense, el Estado de Derecho y la búsqueda de una pena adecuada, efectivamente dificultan la tarea del gobierno. 1. El vínculo racional 28 ¿Privar del derecho al voto a los detenidos aumentará el respeto por el derecho e impondrá una pena adecuada? El gobierno debe demostrar que esto es probable, con base en la prueba o la razón y la lógica: RJR-MacDonald, supra, párr. 153. 29 El gobierno propone tres teorías para demostrar un vínculo entre la restricción impuesta y el objetivo de aumentar el respeto por el derecho. En primer lugar, sostiene que quitar el derecho al voto a los detenidos envía un “mensaje educativo” sobre Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras C. Proporcionalidad 45 Traducción de la sentencia la importancia del respeto al derecho, tanto a los detenidos como a la totalidad de la ciudadanía. En segundo lugar, afirma que permitir a los detenidos votar “disminuye el valor” del sistema político. Por último, alega que la privación del derecho al voto es una forma legítima de sanción, sin importar la naturaleza específica de la infracción o de las circunstancias del contraventor. En mi opinión, ninguna de estas teorías cumple con el requisito de racionalidad. 30 El primer elemento invocado para establecer el vínculo con el objetivo de aumentar el respeto por el derecho es la teoría del “mensaje educativo” o “mensaje moralizador”. En este caso, el problema es simplemente que negar el derecho al voto a los detenidos constituye una mala pedagogía. Esta medida distorsiona la naturaleza de nuestros derechos y obligaciones ante la ley y difunde un mensaje que muy probablemente dañe, en vez de contribuir al respeto por el derecho. 31 Privar del derecho al voto a los detenidos distorsiona la naturaleza de nuestros derechos y obligaciones ante la ley y, consecuentemente, los debilita. En una democracia como la nuestra, el poder de los legisladores resulta de los ciudadanos que votan y los legisladores actúan como los apoderados de los ciudadanos. Correlativamente, la obligación de obedecer la ley proviene del hecho de que está hecha por y en representación de los ciudadanos. Esta delegación de poder por parte de los votantes a los legisladores confiere a la ley su legitimidad y fuerza. En síntesis, la legitimidad de la ley y la obligación de respetarla provienen directamente del derecho de cada ciudadano a votar. En el ámbito práctico, requerimos que toda persona que se encuentra dentro de las fronteras de nuestro país respete sus leyes, vote o no. Pero esto no niega el vínculo vital simbólico, teórico y práctico que existe entre 46 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá tener una voz en la elaboración de la ley y la obligación de respetarla. Este vínculo, que tiene su origen en la teoría del contrato social y se encuentra consagrado en la Carta, está en el corazón de nuestro sistema de democracia constitucional. 33 Como reflejo de esta verdad, la historia de la democracia es la historia de la concesión progresiva del derecho al voto. El sufragio universal constituye hoy en día un elemento esencial de la democracia. De la noción de que únicamente algunas personas meritorias podían votar (expresado en términos como el de la clase social, la propiedad y el sexo), se desarrolló poco a poco el principio moderno relativo a que todos los ciudadanos tienen el derecho al voto como miembros de una ciudadanía autónoma. La marcha constante de Canadá hacia el sufragio universal culminó en 1982 con la adopción de una garantía constitucional del derecho de todos los ciudadanos a votar, en el artículo 3 de la Carta. Como lo subrayó la ministra Arbour en Sauvé núm.1, supra, p. 487: Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras 32 El gobierno invierte completamente este vínculo cuando intenta argumentar que privar a las personas de una voz en el gobierno les enseña a respetar la ley. El “mensaje educativo” que el gobierno pretende enviar al quitar el derecho al voto a los detenidos es, a la vez, antidemocrático e intrínsecamente contradictorio. Negar el derecho al voto a un ciudadano implica negar las bases de la legitimidad democrática. Equivale a decir que los mandatarios electos por los ciudadanos pueden después excluir a esos ciudadanos, o a parte de ellos, de participar en futuras elecciones. Pero si se admite que el poder gubernamental en una democracia emana del ciudadano, es difícil ver cómo ese poder se puede utilizar legítimamente con el fin de privar del derecho al voto a los ciudadanos de los cuales emana. 47 Traducción de la sentencia […] el lento desplazamiento de las democracias modernas hacia el sufragio universal tomó un paso irreversible hacia adelante en Canadá en 1982, con la promulgación del artículo 3 de la Carta. Dudo que hoy en día pueda privarse del derecho al voto a una persona en razón, no sólo simbólica pero de hecho demostrada, de que él o ella no es decente o responsable. Al momento de la promulgación de la Carta, las exclusiones del derecho a votar vigentes eran tan pocas en nuestro país, que puede asumirse justamente que habíamos abandonado la idea de que el electorado se debía limitar a los “ciudadanos honestos y responsables”, definidos previamente por criterios como el ser propietario de bienes raíces o el sexo, en pro de un electorado plural, lo cual podía bien incluir a enemigos domésticos del Estado. El artículo 3 de la Carta hizo desaparecer los últimos vestigios del voto selectivo, incluyendo la exclusión de las personas con “enfermedades mentales” y los jueces designados por el gobierno federal: ver Canadian Disability Rights Council v. Canada, [1988] 3 F.C. 622 (R.D.) y Muldoon v. Canada, [1988] 3 F.C. 628 (T.D). Esta privación del derecho al voto a los detenidos es una regresión para nosotros y tiene como efecto la restricción de nuestros derechos democráticos. 34 El derecho al voto de todo ciudadano, sin consideración de la virtud, de la aptitud mental u otra característica distintiva, apuntala a la democracia canadiense y a los poderes de los cuales se prevale el legislador. Un gobierno que otorga el derecho al voto sólo a un grupo selecto de ciudadanos es un gobierno que disminuye su capacidad para actuar con carácter de representante legítimo de los ciudadanos excluidos de este grupo, contradice su pretensión de ser una democracia representativa y erosiona su poder de condenar y castigar a los contraventores. 48 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 36 Como reconocimiento de la importancia fundamental del derecho al voto en el conjunto de los derechos, los redactores de la Carta le otorgaron protecciones especiales. A diferencia de otros derechos, el derecho de todo ciudadano a votar no se puede suspender al aplicar la “clausula de derogación”. Como lo dijo la ministra Arbour en Sauvé núm. 1, supra, p. 486: Es en efecto significativo que el artículo 3 de la Carta sea inmune a la cláusula de derogación contenida en el artículo 33, que permite al Parlamento o a las legislaturas promulgar una ley contraria a la Carta. Ello confirma que el derecho al voto se debe proteger contra quienes tienen el poder y, a menudo, el interés de limitar su ejercicio. Las minorías impopulares pueden solicitar reparación ante los tribunales en contra de la violación a sus derechos. No obstante, y como todas las personas, sólo pueden buscar la reparación en contra de la desestimación de su punto de vista político en los procesos electorales. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras 35 De manera más general, quitar el derecho al voto a ciertos ciudadanos va en contra de nuestro compromiso constitucional a favor del valor y de la dignidad inherentes de cada persona. Como la Corte Constitucional de Sudáfrica afirmó en August v. Electoral Commission, 1999 (3) SALR 1, párr. 17: “[e]l voto de cada ciudadano es una insignia de dignidad y de personalidad jurídica. Literalmente, indica que todas las personas cuentan”. El hecho de que el precepto sobre la privación del voto se aplique a un grupo particular de personas nos debería hacer más cuidadosos, y no menos, de su potencial violatorio de los principios de igualdad relacionados con la titularidad de derechos y de membrecía, consagrados y protegidos por la Carta. 49 Traducción de la sentencia 37 La vaga apelación del gobierno a “la responsabilidad cívica” no tiene utilidad, igual que su intento de agrupar la supresión del derecho al voto de los detenidos y la normativa legítima en materia de voto, con el fin de sustentar su posición. La analogía entre las restricciones del derecho al voto de los jóvenes y la supresión del derecho al voto de los detenidos no es válida, ya que el tipo de juicio que realiza el Parlamento en uno y otro caso es muy diferente. En el primer caso, el Parlamento está tomando una decisión con base en la situación de madurez en la cual se encuentran todos los ciudadanos cuando son jóvenes. Esta decisión no significa que la categoría excluida no es lo suficientemente valiosa para votar, sino que establece una modalidad del sufragio universal. En el segundo caso, el gobierno está decidiendo que algunas personas, sin importar sus capacidades, no son valiosas moralmente para votar; que no “merecen” ser consideradas como integrantes de la comunidad y que, por lo tanto, pueden ser privadas del más básico de sus derechos constitucionales. Pero ésta no es una decisión que debe tomar el legislador. La Carta toma esta decisión por nosotros al garantizar el derecho de “todo ciudadano” a votar y al poner a las personas detenidas explícitamente bajo la protección de la Carta, por medio de las restricciones constitucionales de las sanciones penales. La Carta afirma categóricamente que los presos son ciudadanos protegidos, y mientras no haya una reforma constitucional, el legislador no puede cambiar lo anterior. 38 Los vínculos teóricos y constitucionales entre el derecho al voto y el respeto por el Estado de Derecho se reflejan en la realidad cotidiana de la población carcelaria y en la necesidad de fomentar, y no de minar, el sentimiento de conexión entre los presos y la sociedad en su conjunto. El gobierno argumenta que la privación del derecho al voto “educará” y rehabilitará a las personas privadas de su libertad. Sin embargo, esta privación puede funcionar más como una 50 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá profecía ineludible que como un incentivo a la reintegración. Privar a las personas riesgosas de su identidad colectiva y de su pertenencia a la comunidad tiene poca probabilidad de infundir un sentido de responsabilidad y de identidad colectiva, mientras que el derecho al voto permite inculcar valores democráticos y el sentido de responsabilidad social (testimonio del profesor Jackson, expediente de los apelantes, pp. 2001-2002). Como J. S. Mill escribió: (J. S. Mill, “Thoughts on Parliamentary Reform” (1859), en J. M. Robson, ed., Essays on Politics and Society, vol. XIX, 1977, 311, pp. 322-323.) Negar el derecho al voto a los presos implica perder un medio importante para enseñarles valores democráticos y el sentido de responsabilidad social. 39 Incluso si estas dificultades se pudieran superar, no es evidente que quitar el derecho al voto a los detenidos transmita el mensaje que se quiere enviar a éstos o al resto de la sociedad. Una persona puede ser condenada a una pena de cárcel de dos o más años por una amplia variedad de delitos, desde las infracciones a las normas Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Interesarse activamente en la política constituye, hoy en día, la mejor manera de elevar la mente hacia grandes intereses y reflexiones; el primer paso para salir del marco estrecho del egoísmo individual y familiar, la primera apertura en el episodio del contrato de las ocupaciones diarias, la primera etapa en el cumplimiento de las obligaciones sociales cotidianas. […] La posesión y el ejercicio de los derechos políticos, en particular el derecho al voto, forman parte de las herramientas principales del entrenamiento tanto moral como intelectual de la mente popular […]. 51 Traducción de la sentencia de tránsito hasta los casos más graves de homicidio. La diversidad de infracciones y de contraventores que esta prohibición abarca sugiere que el mensaje educativo es, a lo mucho, confuso y ambiguo. 40 Además, se trata de un mensaje alterado por mensajes negativos e inaceptables que llevan el riesgo de minar la responsabilidad cívica y el respeto por la norma de derecho. Quitar el derecho al voto a los ciudadanos contraventores envía el mensaje de que quienes cometen infracciones graves no se consideran más como miembros de la comunidad, sino como personas temporalmente exiliadas de nuestro sistema de derechos y democracia. De manera más profunda, difunde el mensaje inaceptable de que los valores democráticos son menos importantes que las medidas punitivas diseñadas aparentemente para promover el orden. Si la democracia moderna tiene una lección que enseñarnos es la siguiente: no conviene hacer respetar la ley a costa de nuestros valores democráticos fundamentales. 41 Concluyo que quitar el derecho al voto a los detenidos envía, con mayor probabilidad, mensajes que minan el respeto a la ley y a la democracia, que mensajes que promueven esos valores. La novedosa teoría política del gobierno que permitiría a los representantes electos quitar el derecho al voto a una parte de la población no tiene lugar en una democracia construida sobre principios de inclusión, de igualdad y de participación ciudadana. Que no todas las democracias autoproclamadas se adhieran a esta conclusión nos dice poco sobre lo que la visión canadiense de la democracia, consagrada en la Carta, permite. Sancionar a las personas detenidas negándoles su derecho a votar no difunde el “mensaje educativo” que el gobierno argumenta; al contrario, reduce su eficacia y es incompatible con los preceptos fundamentales de la democracia participativa, contenidos y garantizados por la Carta. 52 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 43 La idea según la cual ciertas personas no son aptas o valiosas moralmente para votar y participar en el proceso de elaboración de las leyes es antigua y obsoleta. Eduardo III declaró que los ciudadanos que cometieran crímenes graves sufrirían la “muerte civil”, por la cual un criminal condenado perdía sus derechos civiles. Hasta hace poco, clases enteras de personas, entre ellas los presos, no eran titulares del derecho al voto. La presunción de que no eran aptos o “valiosos” para votar —por su clase social, su raza, su sexo o su comportamiento— jugó un papel importante en esta exclusión. Deberíamos rechazar la idea retrógrada según la cual calificar a los electores de “valiosos” se puede considerar lógicamente como una manera para mejorar el proceso político y el respeto por el Estado de Derecho. Como lo declaró la ministra Arbour en Sauvé núm. 1, supra, p. 487, desde la adopción del artículo 3 de la Carta, es poco probable que “se le quite el derecho al voto a cualquier persona en razón de […] que esta persona no sea honesta o responsable”. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras 42 El gobierno alega también que quitar el derecho al voto a los detenidos aumenta el respeto por la ley, ya que permitir votar a la gente que desafía a la ley disminuye el valor del sistema político. Las mismas premisas indefendibles que hemos examinado reaparecen aquí; es decir, el derecho al voto es un privilegio que el gobierno puede suspender y la comisión de un delito grave indica que el contraventor escogió “retirarse” de la comunidad. Pero más allá de esto, el argumento según el cual sólo los que respetan la ley deberían participar en el proceso político es solamente una variante de la racionalidad antigua que, basándose en la falta de mérito, negaba el derecho al voto. 53 Traducción de la sentencia 44 Quitar el derecho al voto con base en una supuesta ausencia de valor moral es incompatible con el respeto a la dignidad humana que está en el corazón de la democracia canadiense y de la Carta: comparar con August, supra. Igualmente, va en contra del texto mismo del artículo 3, su exclusión de la anulación prevista en el artículo 33 y de la idea según la cual la ley debe ser obedecida ya que emana de aquellos que controlan su conducta. Por todas estas razones, se debe rechazar en esta etapa de nuestra historia. 45 Ello nos lleva al último argumento que invoca el gobierno a fin de establecer un vínculo racional; es decir, que la privación del derecho al voto es un arma legítima en el arsenal punitivo que el Estado puede utilizar contra un contraventor. De nuevo, este argumento tampoco puede ser aceptado. La primera razón es que utilizar la privación de derechos como castigo es sospechoso. La segunda razón es que la privación del derecho al voto no cumple con los requisitos de una sanción legítima, establecidos en nuestra jurisprudencia. 46 Este argumento, fuera de toda su retórica, sugiere que el Parlamento puede añadir una nueva arma —la privación de derechos constitucionales— a su arsenal para castigar. Esta idea me parece problemática. No dudo que el Parlamento puede limitar derechos constitucionales con el fin de castigar, siempre y cuando pueda justificar dicha limitación. Pero es diferente decir que una clase de personas perderá por completo la titularidad de un derecho constitucional por un periodo determinado. Ello equivale a decir que la categoría de personas afectada se encuentra fuera de la protección completa de la Carta. Es muy dudoso que tal privación, tan mal articulada, particularmente de un derecho tan básico como el derecho al voto, sea justificable frente al artículo 1. ¿Podría el Parlamento aprobar una ley 54 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 47 El contrato social requiere que el ciudadano obedezca las leyes creadas por el proceso democrático. No obstante, de ello no se sigue que faltar a lo anterior se traduce en la anulación de la pertenencia permanente del ciudadano a la ciudad autónoma. De hecho, la opción de encarcelar a una persona por un periodo determinado en lugar de exiliarla es signo de nuestra aceptación de la pertenencia permanente al orden social. Algunos derechos son restringidos justificadamente por razones penales, incluyendo algunos aspectos del derecho a la libertad, a la seguridad personal, a la movilidad y a la seguridad en contra del registro y la incautación (search and seizure). Pero no puede determinarse que un derecho ha sido justificadamente limitado a simplemente observar que un infractor, a través de sus acciones, se ha retirado del contrato social. De hecho, el poder del Estado para sancionar y la obligación del criminal de aceptar la sanción están atados al reconocimiento del criminal como una persona con derechos y responsabilidades. Otros preceptos de la Carta clarifican este punto. Así, el artículo11 protege a todo inculpado de juicios inequitativos y el artículo 12 en contra de “todo trato o pena cruel e inusitado”. 48 El segundo defecto en el argumento de que el artículo 51(e) permite infligir una pena adecuada proviene del hecho de que no satisface la doble exigencia relativa a que la pena no debe ser Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras que quitara el derecho de todos los presos a no ser objeto de sanciones crueles e inusitadas? No lo creo. ¿O de la libertad de expresión o de religión? Uno se pregunta, ¿por qué el derecho al voto es diferente? El gobierno no presenta una teoría convincente para explicar por qué se le debería permitir negar este derecho democrático fundamental como una pena infligida por el Estado. 55 Traducción de la sentencia arbitraria y debe buscar alcanzar un objetivo penal válido. Para no ser arbitraria, la pena debe estar diseñada específicamente según las acciones y circunstancias particulares del contraventor: R. v. Smith, [1987] 1 S.C.R. 1045, p. 1073. En las palabras inmortales de Gilbert y Sullivan, la pena debe ajustarse al crimen. Por el contrario, la sanción del artículo 51(e) no guarda ninguna relación con el crimen particular del contraventor. No intenta establecer una distinción entre los detenidos cumpliendo una pena de dos años y los que cumplen sentencias de veinte años. Es cierto que quienes cumplen penas más cortas serán privados del derecho al voto por un periodo más corto. Sin embargo, el vínculo entre la privación y el crimen es débil. No es sólo al criminal violento a quien se le dice que es un paria sin valor, una persona encarcelada por un acto sin violencia o por negligencia o una persona indígena que sufre desplazamiento social recibe el mismo mensaje. La ley no está dirigida a ellos, pero están igualmente atrapados por ella. Para ellos, el mensaje es doblemente odioso: no es que se les excluya por su rechazo aparentemente voluntario a las normas de la sociedad, sino que se les excluye arbitrariamente, de manera que no guarda relación con su situación real o su actitud ante la autoridad del Estado. 49 La sanción penal también debe buscar alcanzar un objetivo penal legítimo: ver Smith, supra, p. 1068. Estos objetivos incluyen la disuasión, la readaptación, la retribución y la reprobación: R. v. M. (C.A.), [1996] 1 S.C.R. 500, párr. 82. Ni el expediente ni el sentido común apoyan la pretensión de que la privación del derecho al voto disuade o rehabilita a los criminales. Al contrario, como Mill lo reconoció hace mucho tiempo, la participación en el proceso político constituye un medio valioso para enseñar valores democráticos y responsabilidad cívica. 56 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 50 Quedan entonces la retribución y la reprobación. El Parlamento puede reprobar el comportamiento ilegal, pero debe hacerlo de manera que refleje fidedignamente la culpabilidad moral del contraventor y su situación particular. Como lo indicó el ministro presidente Lamer en M. (C.A.), supra, párr. 80: La retribución dentro del ámbito penal, en contraste [con la venganza], representa la determinación objetiva, razonada y mesurada de una pena apropiada que refleja fidedignamente la culpabilidad moral del contraventor, considerando los riesgos tomados intencionalmente por éste, el perjuicio que causó y el carácter normativo La reprobación como una expresión simbólica de los valores de la comunidad debe ser acorde a cada caso particular, a fin de alcanzar el objetivo penal legítimo de condenar el comportamiento particular de un contraventor (ver M. (C.A.), supra, párr. 81) y de difundir un “mensaje educativo” claro, en cuanto a la importancia del comportamiento respetuoso de la ley. 51 La sanción prevista en el artículo 51(e) se aplica sin distinción a todos los detenidos, independientemente del crimen cometido, del perjuicio causado o del carácter normativo de su comportamiento. No está diseñada individualmente según el acto particular cometido por el contraventor. En resumen, no satisface las exigencias de una sanción reprobatoria y retributiva. Consecuentemente, no se encuentra racionalmente conectada con el objetivo de imponer una pena legítima. 52 Sin su retórica patente, la pretensión del gobierno respecto de la pena se reduce más o menos a afirmar que los criminales son Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras de su conducta [Subrayado en el original]. 57 Traducción de la sentencia personas que se alejaron de las normas establecidas por la sociedad y que, por lo tanto, puede reprobarlas y sancionarlas como considere adecuado, incluso a través de la privación de sus derechos constitucionales fundamentales. No obstante, la facultad de infligir una pena y de reprobar, aunque es importante, está restringida por la Constitución. No puede ser utilizada con el fin de borrar completamente derechos de la Constitución, no se puede ejercer de manera arbitraria y debe buscar alcanzar los objetivos constitucionalmente reconocidos de la determinación de la pena. El argumento según el cual el artículo 51(e) favorece la realización de los objetivos de una sanción legítima falla totalmente. 53 Concluyo que el gobierno no logró establecer un vínculo racional entre la privación del derecho prevista en el artículo 51(e) y los objetivos de aumentar el respeto por la ley y de garantizar penas apropiadas. 2. La vulneración mínima 54 Si la privación de un derecho no se encuentra racionalmente conectado con los objetivos del gobierno, no tiene mucho sentido investigar si la ley va más allá de lo necesario para alcanzar el objetivo. Solamente diré que, suponiendo sin conceder que la privación del derecho al voto mandara un mensaje educativo de que la sociedad no tolerará los crímenes graves, la clase a la que se le priva de este derecho —es decir, quienes cumplen penas de dos años o más— es demasiado amplia y abarca a muchas personas cuyos crímenes son relativamente menores y de las cuales no se puede decir que han roto sus vínculos con la sociedad. De la misma manera, si se hubiera determinado que esta privación favorece, de alguna forma, la reali58 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 55 La pregunta en esta etapa del análisis no es cuántos ciudadanos son afectados, sino si la vulneración del derecho es mínima. Incluso si una sola persona sufre una vulneración injustificada de sus derechos tiene derecho a buscar la correspondiente reparación según lo dispuesto por la Carta. En consecuencia, esta legislación no se puede justificar sólo por ser menos amplia que una exclusión general del derecho al voto de todos los detenidos. En primer lugar, es difícil sostener la propuesta según la cual el plazo de dos años es un medio razonable para diferenciar a quienes han cometido infracciones “graves” de quienes cometieron infracciones “leves”. Si las infracciones graves y las infracciones leves se definen a partir de la duración de la pena, entonces se trata de una tautología. Si el plazo de dos años tiene como fin indicar algo más, entonces el gobierno debe dar contenido a la noción de infracciones “graves” vs. “leves” y debe demostrar la correlación entre esta distinción y el derecho al voto. La crítica respecto de la amplitud de la sanción no se contesta al decir que la medida se justifica porque está orientada a una clase restringida de personas; la pregunta es ¿por qué los individuos de esta clase son elegidos para restringirles sus derechos y cómo son limitados esos derechos? La percibida “gravedad” del acto criminal es solamente uno de entre muchos factores que se toman en cuenta en la determinación de la duración de la pena de una persona condenada y el tiempo efectivamente cumplido. La única respuesta real del gobierno a la pregunta “¿por qué dos años?” es que este límite afecta a menos gente que una privación general. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras zación de los objetivos legítimos de la pena, es claro que el límite de una condena de dos años o más afecta a mucha gente que, según el propio gobierno, no debería serlo. 59 Traducción de la sentencia 56 No basta tampoco con decir que la vulneración se acabará cuando se termine la pena privativa de la libertad. La privación del derecho al voto durante el periodo de encarcelación afecta a los detenidos constantemente, en un grado absoluto y de una manera arbitraria que no guarda una relación de necesidad con su situación real o su actitud respecto de la autoridad del Estado. El artículo 51(e) vulnera los derechos de los presos de la misma manera que su versión inconstitucional anterior. 3. El efecto proporcional 57 Si un vínculo pudiera ser establecido entre la privación del derecho al voto y los objetivos del gobierno, los efectos negativos de dicha privación sobrepasarían fácilmente los pequeños efectos benéficos que provendrían de la misma. 58 Quitar el derecho al voto a los detenidos mina la legitimidad del gobierno, su eficacia y el Estado de Derecho. Esta medida restringe los derechos personales del ciudadano a la expresión política y a la participación en la vida política de su país. Va en contra del mensaje de que todos son iguales y que todos tienen derecho al respeto ante la ley; que todos importan: ver August, supra. Es más probable que erosione el respeto por el Estado de Derecho a que lo fortalezca, y es más probable que afecte el cumplimiento de los objetivos de disuasión y rehabilitación de la pena, a que los favorezca. 59 El argumento del gobierno según el cual no se demostró el perjuicio causado a los detenidos suena vacío, cuando lo que está en juego es el derecho fundamental de todo ciudadano a votar. Cuando se vulneran derechos políticos fundamentales, la prueba de un perjuicio adicional no es necesaria. Pero si tal prueba fuera necesaria, 60 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá 60 Los efectos negativos del artículo 51(e) sobre los presos son desproporcionales para la ya desaventajada población indígena canadiense, cuya sobrerrepresentación en los penales refleja una “crisis en el sistema canadiense de justicia penal”: R. v. Gladue, [1999] 1 S.C.R. 688, párr. 64, los ministros Cory e Iacobucci. Dado que el número desproporcionado de personas indígenas en los penales revela, entre otras cosas, una tasa más elevada de pobreza y alienación institucionalizada dentro de la sociedad en general, el encarcelamiento tal vez no es un indicador justo y adecuado del grado de culpabilidad individual. A esto debe añadirse el costo de silenciar las voces de las personas indígenas privadas de su libertad; con el debido respeto, el hecho de que 1,837 indígenas sean privados de su derecho al voto por esta ley, mientras que cerca de 600,000 no son afectados directamente, no justifica la restricción a los derechos de esos 1,837 individuos por razones cuya justificación no se puede demostrar según la Carta: ver la resolución de la Corte de Apelaciones en el párr. 169. Las personas indígenas que se encuentran en prisión tienen puntos de vista y necesidades únicos. Sin embargo, el artículo 51(e) les impide subir la voz en las elecciones y, por consecuencia, en el Parlamento. El hecho de que estos efectos negativos se limiten a la duración del encarcelamiento no cambia su realidad. Los mensajes silenciados no se pueden recuperar Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras podría proporcionarse. Quitar el derecho al voto a los presos tiene efectos negativos sobre los mismos y sobre el sistema penal. Elimina un camino hacia el desarrollo social y a la readaptación reconocido desde la época de Mill, y mina las leyes y políticas correccionales que buscan alcanzar la readaptación y la reinserción social (testimonio del profesor Jackson, expediente de los apelantes, pp. 2001-2002). Como el juez de primera instancia lo percibió claramente (en la p. 913), el artículo 51(e) “sirve para aislar más a los presos de la sociedad a la que regresarán, y en la que sus familias viven”. 61 Traducción de la sentencia y la posibilidad de participar algún día en el sistema político es una consolación muy pequeña para quienes actualmente están privados de sus derechos. 61 Como análisis final, aunque hubiera algo de razón en la opinión de la Corte de Apelaciones, según la cual el juez de primera instancia dio demasiada importancia a la ausencia de evidencia tangible de los efectos benéficos, es difícil no tomar en cuenta la conclusión de ese juez (en la p. 916), respecto de que “los efectos benéficos que los demandados invocan son pocos en relación con la privación del derecho democrático al voto y no son suficientes para cumplir el estándar de prueba en materia civil.” 62 Concluyo que la privación del derecho al voto a los presos que cumplen una pena de dos años o más, prevista en el artículo 51(e), no se puede justificar frente al artículo 1 de la Carta. Dejo para otra ocasión el estudio sobre si se puede justificar, al considerar el artículo 1 de la Carta, la prohibición a los presos de participar en ciertas actividades políticas, como, por ejemplo, ser candidato en una elección. Puede ser que problemas prácticos puedan servir para justificar ciertas restricciones al ejercicio de derechos democráticos derivados. La participación democrática es tanto una cuestión práctica como teórica, y las legislaturas tienen el poder de limitar las condiciones de su ejercicio, siempre y cuando puedan justificarlo. Basta con decir que la justificación de la privación general del derecho al voto a todos los detenidos, aun con el requisito de estar purgando una pena mínima de dos años, no se puede demostrar en el marco de nuestra sociedad libre y democrática. 62 SAUVÉ V. CANADA (CHIEF ELECTORAL OFFICER) Sentencia de la Suprema Corte de Canadá D. El derecho a la igualdad, garantizado en el artículo 15(1) de la Carta 63 Al haber concluido que el artículo 51(e) vulnera de manera injustificada el artículo 3 de la Carta, no es necesario examinar el argumento subsidiario según el cual viola el derecho a la igualdad, garantizado en el artículo 15(1) de la Carta. V. Conclusión 1. ¿El artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá, R.S.C. 1985, cap. E-2, vulnera el derecho de votar en las elecciones legislativas federales, garantizado por el artículo 3 de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades? Sí. 2. Si la respuesta a la pregunta 1 es positiva, ¿esta vulneración es un límite razonable, prescrito por una ley, cuya justificación se puede demostrar en el marco de una sociedad libre y democrática, según lo establecido en el artículo primero de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades? No. Es innecesario contestar a las preguntas constitucionales respecto del articulo 15(1) de la Carta. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras 64 Permitiré el recurso de apelación, condenando al pago de costos a los apelantes. El artículo 51(e) vulnera el artículo 3 de la Carta, y esta vulneración no se justifica frente al artículo primero. Consecuentemente, el párrafo 51(e) es inconsistente con la Carta y, por tanto, no tiene fuerza o efectos legales al aplicar el artículo 52 de la Ley Constitucional de 1982. Contestaría a las preguntas constitucionales de la siguiente manera: 63 Análisis El caso Sauvé. La fascinante tensión entre jueces y legislador Rodrigo Díez Gargari1 La gente se ha convencido de que hay un elemento de dudosa reputación en un sistema en el que una legislatura dominada por partidos políticos y que toma decisiones con base en la regla de la mayoría, tiene la última palabra en asuntos de derechos y principios. E I. Introducción n el presente ensayo analizaré una sentencia de la Suprema Corte de Canadá, de gran relevancia desde el punto de vista constitucional y electoral. El asunto es Sauvé v. Canada (Chief Electoral Officer), resuelto el 31 de octubre de 2002. La parte medular del debate en este caso era la constitucionalidad del artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá, según el cual las personas condenadas a pena de prisión de dos años o más no tenían derecho a votar. El problema al que se enfrentó 1 Agradezco los comentarios y críticas de Rosa Linda Amezcua, Florencia Franco, Rolando García Mirón, Rodrigo Jiménez y Fernando Villaseñor. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Jeremy Waldron 65 Análisis la Corte fue determinar si dicho artículo era compatible con el artículo 1º de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades. Este artículo dispone que los derechos y libertades previstos en la Carta sólo se pueden restringir “[…] dentro de los límites razonables cuya justificación se pueda demostrar en el marco de una sociedad libre y democrática”. A reserva de profundizar en esto, vale la pena decir que la Corte se decidió por la inconstitucionalidad del artículo 51(e) de la ley electoral. La discusión, sin embargo, no fue fácil y se decidió apenas por un voto. El estudio del caso Sauvé consistirá principalmente en analizar no sólo el sentido del fallo, sino los argumentos con los que se justifica. Seguiré el mismo método para el voto de la minoría. A partir de dicho análisis pretendo mostrar los aciertos o fallas argumentativas de uno y otro grupo de ministros, así como las tensiones que se generan entre los tribunales y la legislatura cuando interpretan una Constitución. Por último, estudiaré el método que la Corte usó para resolver este caso (el examen Oakes con sus dos etapas, es decir, la compatibilidad de los objetivos del gobierno con un sistema democrático y el test de proporcionalidad) y señalaré algunas de las virtudes y defectos de dicho método. II. Un nuevo constitucionalismo en Canadá. La Carta La aparición de la Carta es nada menos que una revolución comparable al sistema métrico decimal, a los grandes descubrimientos médicos de Louis Pasteur y a la invención de la penicilina y el láser. Antonio Lamer (ex ministro de la Suprema Corte de Canadá) Debido a su historia común, es fácil trazar similitudes inexistentes entre los Estados Unidos y Canadá, especialmente en el ámbito jurídico. Esto, sin duda, obedece a que ambos países tienen un sistema de 66 Díez Gargari common law. Sin embargo, en realidad su derecho (particularmente el constitucional) es muy distinto, o al menos lo era hasta hace poco. La primera Constitución de Canadá, después de la separación definitiva del Reino Unido, es el Acta Constitucional de 1982.2 Este documento es relevante no sólo por esto, sino porque incluyó una “lista” de derechos parecida a la Bill of Rights de los estadounidenses o a la parte dogmática de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (cpeum). Antes de la Carta, muy pocos derechos tenían un estatus constitucional. La Constitution Act de 1867, por ejemplo, sólo mencionaba unos cuantos, relativos al idioma y a las escuelas religiosas en los artículos 93 y 133. Es cierto que en 1960 apareció la Canadian Bill of Rights, pero ésta tenía jerarquía de ley, no de Constitución. Esta Bill of Rights otorgaba a la Corte la facultad de interpretar las leyes de conformidad con los derechos previstos en dicha norma; sin embargo, no le daba atribución alguna para anular leyes. Como se puede ver, la tradición del judicial review, vieja conocida de nuestros vecinos estadounidenses, no existió en Canadá sino hasta hace relativamente poco. En realidad, no es que no existiera sino que funcionaba de manera muy distinta. Como lo dice Ran Hirschl: […] el Acta Constitucional marca la separación de un mecanismo de judicial review generalmente deferencial de corte británico que 2 Anteriormente, el documento constitucional de Canadá era la British North American Act de 1867 (posteriormente conocida como la Constitution Act de 1867). Sin embargo, el 25 de marzo de 1982 el Parlamento británico aprobó las reformas al British North American Act de 1867, y el 17 de abril la reina Isabel II declaró la independencia de Canadá y reconoció al Acta Constitucional de 1982 (Departamento de Justicia de Canadá 2013). Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras 1982 ¿La primera Constitución canadiense? 67 Análisis prevaleció hasta antes del Acta Constitucional. Antes de 1982, el judicial review se basaba principalmente en el principio ultra vires en cuestiones de federalismo (Hirschl 2007, 19).3 Para dar una idea del cambio que implicó este nuevo rights based judicial review, basta con los siguientes datos: entre 1962 y 1971 los casos constitucionales que resolvió la Corte representaron 2.4% de todos sus asuntos; entre 1972 y 1981, 5.5%; entre 1982 y 1991, en cambio, alcanzaron 21.3% de todos los asuntos (Hirschl 2007, 19). El judicial review se practica en los Estados Unidos al menos desde 1803 como consecuencia de la famosa sentencia de Marbury v. Madison. En Canadá, el primer caso constitucional que surgió a partir de un conflicto con la Carta es de 1984: Law Society of Upper Canada v. Skapinker.4 Desde entonces, la Corte ha asumido un rol cada vez más protagónico en la vida política de ese país. Una nueva Corte para una nueva época La Carta transformó radicalmente la vida constitucional de Canadá y generó un activismo judicial sin precedente, pues ahora cualquier límite o restricción a un derecho fundamental está sujeto a revisión judicial. En primer lugar, cualquier ley contraria al Acta Constitucional 68 3 El original en inglés es como sigue: “[…] the Constitution Act marked a departure from a generally deferential, British-style mode of restrained judicial review by Canadian courts in the pre-Charter era. Prior to 1982, judicial review was based primarily in the principle of ultra vires on federalism grounds”. La traducción es mía. 4 De hecho, en este asunto la Corte hace referencia expresa a la experiencia estadounidense: “The courts in the United States have had almost two hundred years experience at this task [interpreting the Constitution] and it is of more than passing interest to those concerned with these new developments in Canada to study the experience of the United States” (véase Suprema Corte de Canadá 1984). Díez Gargari carecerá de efecto legal (artículo 52). En segundo lugar, el artículo 1º de la Carta dispone que la Carta Canadiense de Derechos y Libertades garantiza los derechos y las libertades enunciados en ella, mismos que sólo pueden ser restringidos por ley, dentro de límites razonables cuya justificación se pueda demostrar en el marco de una sociedad libre y democrática (Canadian Charter of Rights and Freedoms 1982).§ Esto convierte a la Corte no sólo en el Tribunal superior del país, sino en un actor político de peso encargado de analizar todas las acciones del gobierno con el prisma de los derechos fundamentales.5 Lo anterior implica un aumento de poder considerable para la Corte, pues ahora podrá conocer casi cualquier conflicto. Una de las manifestaciones principales de esta tendencia [la transfeha sido la judicialización de la política –el cada vez más frecuente apoyo en los tribunales y en los medios judiciales para afrontar dilemas morales importantes, cuestiones de public policy y controversias políticas– (Hirschl 2007, 721).6 § Énfasis añadido. A pesar de que en el caso Sauvé se impugnó una ley del Parlamento, el gobierno fue el encargado de defender su constitucionalidad debido a que Canadá tiene un régimen parlamentario. 6 El original en inglés es como sigue: “One of the main manifestations of this trend [transfer of power from representative institutions to judiciaries] has been the judicialization of politics—the ever-accelerating reliance on courts and judicial means for addressing core moral predicaments, public policy questions, and political controversies”. La traducción es mía. Traducir el término policy es muy complicado, pero lo entiendo en el mismo sentido que lo hace Dworkin: “llamo ‘directriz’ a la clase de norma que establece una 5 Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras rencia de poder de las instituciones representativas a los tribunales] 69 Análisis El juicio que Tocqueville (2000, 106) hizo de los Estados Unidos hace casi 200 años se aplica con toda precisión a Canadá en la actualidad: “[…] el juez es uno de los primeros poderes políticos”. El principio de proporcionalidad Uno de los aspectos más característicos de una Corte como la canadiense (una típica Corte como la que Susana Pozzolo identifica con el “neoconstitucionalismo”)7 es el uso del principio de proporcionalidad para resolver conflictos de derechos, ya sea cuando éstos chocan entre sí o cuando el gobierno pretende restringirlos.8 En un voto concurrente del amparo en revisión 307/2007, el ministro Cossío sostuvo que:9 [...] el principio de razonabilidad10 no es un marco de análisis que sirva solamente para resolver “conflictos entre principios” sino más ampliamente para ayudar a determinar la legitimidad de conflictos entre bienes y derechos constitucionalmente protegidos (como el que se planteaba en este caso). meta que ha de alcanzarse, generalmente en orden al perfeccionamiento de algún aspecto económico, político o social de la colectividad…” (Dworkin 1980, 85). Aunque la traducción de este artículo de Dworkin usa el término de “directrices” para referirse a policies, en este artículo preferí usar el término en inglés. 70 7 La opinión generalizada es que Susana Pozzolo es quien acuñó el término “neoconstitucionalismo”. Sobre el tema vale la pena ver a Carbonell (2003; 2007; 2010) y Pozzolo (1998). 8 La bibliografía sobre el principio de proporcionalidad y la colisión de principios es muy amplia. Se recomiendan especialmente a Alexy (2008), Bernal (2007) y Dworkin (1980). 9 En este caso, algunos miembros de las fuerzas armadas mexicanas fueron retirados del servicio con base en el artículo 226, segunda categoría, fracción 45, de la Ley de Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas Mexicanas, pues su infección de vih los hacía “inútiles” para el servicio. Los quejosos alegaron la violación del derecho a la no discriminación por razones de salud. La Suprema Corte de Justicia de la Nación (scjn) concedió el amparo. 10 El ministro Cossío, al referirse al principio de proporcionalidad en sentido estricto, lo identifica como la última etapa en la aplicación del test de proporcionalidad o razonabilidad. El principio de proporcionalidad es un método analítico para resolver conflictos jurídicos, y aunque su origen se puede remontar a la Alemania del siglo xviii en el área del derecho administrativo, el Tribunal constitucional alemán (pionero en el uso de la proporcionalidad) lo empezó a utilizar para resolver colisiones de derechos11 hasta mediados del siglo xx. A partir de las resoluciones del Tribunal constitucional alemán, Robert Alexy desarrolló la teoría de este método de resolución de conflictos y distinguió tres subprincipios: idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto (ponderación). Con base en el subprincipio de idoneidad se pretende determinar si un acto está racionalmente vinculado con el objetivo que se busca alcanzar. En palabras del propio Alexy, la idoneidad “[…] no es otra cosa sino la expresión de la eficiencia de Pareto: una posición puede ser mejorada sin perjudicar otra” (Alexy 2003).12 Por su parte, el subprincipio de necesidad se refiere a “[…] que de dos medios igualmente idóneos, sea escogido el más benigno con el derecho fundamental afectado” (Alexy 2008, 525). Por último, el subprincipio de proporcionalidad se identifica con la ley de la ponderación: “cuanto mayor sea el grado de la no satisfacción o de afectación de uno de los principios, tanto mayor debe ser la importancia de la satisfacción del otro” (Alexy 2008, 529). Al parecer, la primera vez que el Tribunal Constitucional Federal Alemán distinguió con claridad los tres subprincipios fue en la sentencia BVerfGE 7, 377, conocida como el caso Apothekenurteil:13 11 Robert Alexy identifica a los derechos fundamentales con los principios: “En el centro de este libro se encuentra la tesis de que, más allá de su formulación más o menos precisa, los derechos fundamentales tienen el carácter de principios y de que los principios son mandatos de optimización” (Alexy 2008, 511). 12 El original es como sigue: “[…] is nothing else than an expression of the idea of Pareto optimality: One position can be improved without detriment to another”. La traducción es mía. 13 En este asunto se planteó la inconstitucionalidad de una ley bávara que establecía, entre otras cosas, los requisitos para otorgar un permiso de funcionamiento para una farmacia. Uno de estos era “[…] el interés general de suministrar a la población medicamentos[…]” Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Díez Gargari 71 Análisis La libertad de ejercer una profesión se puede restringir por vía de “reglamentación”, en la medida que consideraciones razonables sobre el bien común,§ lo hagan parecer adecuado. La libertad de elegir profesión, por el contrario, sólo puede ser restringida en la medida que la protección de un bien común especialmente importante (“prevalente”) lo exija obligatoriamente, esto es, en la medida que la protección de los bienes en cuestión, a los cuales, luego de una ponderación cuidadosa, se les deba conceder prevalencia frente al derecho a la libertad del particular y en la medida que esa protección no se pueda asegurar de otra manera, principalmente con los medios, que no restringen la elección de profesión o lo hacen en menor grado. Si la intervención en la libertad de elegir profesión se manifiesta como indispensable, entonces el legislador tendrá que elegir siempre la forma de la intervención que limite lo menos posible el derecho fundamental (Schwabe 2009, 322). En Alemania, el principio de proporcionalidad ha adquirido tal relevancia que el Tribunal constitucional le reconoce jerarquía al nivel de la Carta Magna: El principio de proporcionalidad tiene rango constitucional en la República Federal de Alemania. Resulta del principio del Estado de Derecho y también en razón de la esencia misma de los derechos fundamentales que son expresión de una pretensión general de libertad de los ciudadanos frente al Estado, cuya restricción por el poder § 72 (Ley sobre Farmacias, artículo 3, párrafo 1). En el caso concreto, el gobierno bávaro rechazó una solicitud de permiso de funcionamiento por considerar que en la población (Traunreut) ya había una farmacia con la capacidad suficiente para proporcionar medicamentos a todos los habitantes. El Tribunal constitucional resolvió que la ley era inconstitucional pues sujetaba el otorgamiento de permisos para establecer farmacias a criterios violatorios de la libertad de profesión prevista en el artículo 12 de la Constitución alemana. Para consultar este caso en español se recomienda Schwabe (2009). Éste y los siguientes énfasis fueron añadidos por el autor. Díez Gargari público sólo se permite en tanto sea imprescindible para la protección del interés público (Sánchez 2007, 35). Aunque el principio de proporcionalidad (o test de proporcionalidad, como también se le conoce) nació en Alemania, muchos otros países lo han adoptado como mecanismo para resolver problemas jurídicos similares.14 Este principio o test es relevante porque el caso Sauvé se sometió a dicho examen. La configuración paradigmática del principio de proporcionalidad canadiense se estableció en el caso R. v. Oakes. Este asunto llegó a los tribunales a raíz de que las autoridades detuvieron al señor David Edwin Oakes por posesión de hashish. En ese entonces, la Narcotic Control Act establecía una presunción consistente en que la posesión de narcóticos suponía la intención de traficar, salvo prueba de lo contrario. El señor Oakes impugnó esta ley, pues consideró que violaba el principio de presunción de inocencia previsto en el artículo 11(d) de la Carta: […] (d) a que se presuma su inocencia hasta que se demuestre su culpabilidad de conformidad con la ley en un juicio justo y público ante un tribunal independiente e imparcial; […] (Canadian Charter of Rights and Freedoms 1982). La Corte resolvió que la presunción de tráfico sí afectaba lo dispuesto por la Carta. El examen que utilizó en Oakes tiene dos etapas. 14 Para una buena exposición sobre el funcionamiento del principio de proporcionalidad en México, se recomiendan los trabajos de Sánchez Gil (2007) y Conesa (2008). Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras 11. Cualquier persona acusada de un delito tiene el derecho 73 Análisis En la primera, la Corte determina si los objetivos de una norma que afecta un derecho fundamental son compatibles con una sociedad libre y democrática (Carta Canadiense de Derechos y Libertades, artículo 1). Si la afectación del derecho fundamental no pasa esta primera etapa, la disposición se considerará inconstitucional y no será necesario avanzar más. Sólo en caso de que sí la apruebe, entra en juego la segunda etapa del examen Oakes: el principio de proporcionalidad. Como se podrá ver, las ideas de Alexy estuvieron presentes en los argumentos de la Corte: Hay […] tres componentes importantes en un test de proporcionalidad. Primero, las medidas adoptadas deben estar cuidadosamente diseñadas para alcanzar el objetivo que se pretende lograr. No pueden ser arbitrarias, injustas o basarse en consideraciones irracionales. En pocas palabras, deben estar relacionadas racionalmente con el objetivo.15 Segundo, estos medios deben afectar en la menor medida posible el derecho o libertad en cuestión.16 Tercero, debe haber una proporcionalidad entre los efectos de la medida responsable de la limitación de los derechos o libertades de la Carta, y el objetivo identificado debe ser de “suficiente importancia” (Suprema Corte de Canadá 1986).17 74 15 Idoneidad, en términos de Alexy. 16 Necesidad, según Alexy. 17 Proporcionalidad en sentido estricto, de conformidad con Alexy. Díez Gargari III. Los casos Sauvé. Un diálogo ríspido entre la Corte y el Parlamento Antes de analizar el caso Sauvé v. Canada (Chief Electoral Officer) (Sauvé II), es importante señalar que hay dos casos Sauvé. El primero, Sauvé v. Canada (Attorney General of Canada), se resolvió el 27 de mayo de 1993 (Sauvé I) y llegó a la Corte porque el señor Richard Sauvé, sentenciado a cadena perpetua en la penitenciaría Collins Bay, impugnó la ley electoral que en ese entonces negaba el derecho a votar a todos los condenados a prisión.18 El señor Sauvé era miembro de un club de motociclistas llamado Satan’s Club Choice y estuvo involucrado en el homicidio de un miembro de otro club, por lo que fue condenado por homicidio en primer grado. Desde el punto de vista del señor Sauvé, la Ley Electoral de Canadá violaba lo dispuesto por el párrafo 3 de la Carta: “Todo ciudadano canadiense tiene derecho a votar en las elecciones de la Casa de los Comunes o de cualquier asamblea legislativa, y ser calificado para ser miembro de la misma”. En una sentencia por demás breve, la Corte resolvió la inconstitucionalidad de la ley electoral. Su principal argumento fue el siguiente: 18 Este asunto se originó en dos apelaciones: la primera corresponde a una sentencia de la Corte de Apelaciones de Ontario; la segunda, a una de la Corte de Apelaciones Federal. Ambos tribunales se inclinaron por la inconstitucionalidad de la ley en términos incluso más estrictos que los de la propia Suprema Corte. Por ejemplo, la Corte de Ontario sostuvo que la disposición de la ley electoral ni siquiera pasaba la primera parte del examen Oakes, es decir, la validez de los objetivos del gobierno. La Suprema Corte, en cambio, declaró la inconstitucionalidad pero por no aprobar la segunda etapa del examen Oakes, la proporcionalidad. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Sauvé I 75 Análisis Desde nuestro punto de vista, el artículo 51(e) está redactado de manera muy amplia y no cumple con el examen de proporcionalidad, especialmente con el componente de la menor afectación posible, tal como se señala en la […] jurisprudencia de la Corte (Suprema Corte de Canadá 1993).19 Lo anterior significa que la ley en cuestión fracasó en la “vulneración mínima” (subprincipio de necesidad). Un hecho curioso es que antes de que la Corte resolviera el asunto, el Parlamento reconoció las deficiencias de la legislación y reformó la ley electoral para establecer una restricción del derecho al voto más acotada. A partir de abril de 1993, el nuevo artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá dispuso lo siguiente: 51. Las personas que se enumeran a continuación no están calificadas para votar en una elección y no deberán hacerlo: […] (e) Toda persona detenida en un penal correccional, que se encuentre cumpliendo una pena de dos o más años; […] Esto no satisfizo al señor Sauvé y volvió a impugnar el artículo 51(e), sólo que en esta ocasión también se sumó un grupo de aborígenes condenados en la Stony Mountain Institution, en Manitoba. De hecho, estos asuntos participaron como companion cases, casos que se resuelven en una misma sentencia por tratar el mismo punto jurídico. 19 76 El original en inglés es como sigue: “In our view, s. 51 (e) is drawn too broadly and fails to meet the proportionality test, particularly the minimal impairment component of the test as expressed in the s.1 jurisprudence of the Court” (Suprema Corte de Canadá 1993). La traducción es mía. Díez Gargari El camino que recorrió este asunto fue un tanto distinto al de Sauvé I, porque en éste los dos tribunales inferiores se pronunciaron por la inconstitucionalidad de la ley electoral. En Sauvé II, en cambio, uno de los tribunales resolvió la inconstitucionalidad; el otro, la constitucionalidad. El Tribunal de Primera Instancia declaró que la disposición era inconstitucional porque el artículo 51(e) no cumplía con el principio de proporcionalidad. Desde su punto de vista, la disposición era demasiado amplia y vaga. Además, los efectos negativos superaban a los positivos. El gobierno apeló esta decisión y el 21 de octubre de 1999 la Corte de Apelaciones Federal revocó la decisión del Tribunal de Primera Instancia y consideró que el artículo 51(e) sí era constitucional. Uno de los argumentos a partir del cual la Corte de Apelaciones resolvió de esta manera es el de la “metáfora del diálogo”, término acuñado por Peter W. Hogg y Allison A. Bushell para combatir la falta de legitimidad democrática del judicial review. En el régimen constitucional canadiense, la Corte puede analizar cualquier disposición para determinar si cumple con la Carta. Sin embargo, el Parlamento tiene una facultad única, conocida como la notwithstanding clause o “cláusula a-pesar-de-que”, prevista en el artículo 33 de la Carta: [...] el Parlamento o la legislatura de una provincia podrá declarar en un acto parlamentario o legislativo, según sea el caso, que la ley o una disposición de la misma se mantendrá en vigor a pesar de lo dispuesto en la sección 2 o en las secciones 7 a 15 de esta Carta.20 20 Esta declaración dejará de surtir efecto a los cinco años o antes, si así se establece (Canadian Charter of Rights and Freedoms, artículo 33). Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Sauvé II 77 Análisis Esta atribución permite al Parlamento evitar de antemano que la Corte declare la inconstitucionalidad de una disposición, a pesar de que afecte los derechos previstos en las secciones señaladas. Con este diseño constitucional de trasfondo, Hogg y Bushell señalan que el control constitucional no es una tarea exclusiva de la Corte, sino un diálogo entre los jueces y la legislatura. Cuando una decisión judicial se puede revocar, modificar o impedir por la legislatura, entonces es significativo considerar la relación entre la Corte y el cuerpo legislativo competente como un diálogo. En ese caso, la decisión judicial genera un debate público en el que los valores de la Carta desempeñan un papel más relevante al que desempeñarían si no hubiera habido decisión judicial (Hogg y Bushell 1997). La Corte de Apelaciones Federal (que resolvió la constitucionalidad de la ley electoral) tomó como base esta “metáfora del diálogo”, tal como se puede ver a continuación: En 1992 y 1993, dos cortes de apelación y la Suprema Corte de Canadá resolvieron que la privación absoluta del derecho al voto de los condenados establecida en legislaciones anteriores violaba la sección 3 de la Carta y que dichas limitaciones no estaban justificadas con base en la sección 1. El parlamento respondió a esta decisión judicial mediante la emisión de una nueva ley que cumpliera con sus objetivos pero también con la Carta (Corte de Apelaciones Federal de Canadá 2002). Debido a que esta Corte consideró que el Parlamento había cumplido con su parte del diálogo, se decidió por la constitucionalidad del nuevo artículo 51(e). El señor Sauvé apeló esta decisión y el caso finalmente llegó a la Suprema Corte, que resolvió el asunto el 31 de octubre de 2002, en el sentido de declarar la inconstitucionalidad de la ley electoral en una apretada votación de cinco contra cuatro. 78 Díez Gargari IV. Las razones de Sauvé. ¿Aplicación del derecho o preferencia de filosofías políticas? Invocar la justicia es como dar un golpe sobre la mesa: una expresión emocional que hace de la propia exigencia un postulado absoluto… Por más relevante que sea el sentido del fallo en el caso Sauvé II, debido a su relación con uno de los derechos más importantes de la democracia, lo más interesante está en las razones que se dan para apoyar el sentido del fallo. Si se hace caso a la opinión de Karl Llewellyn (y creo que se haría bien en hacerlo), cuando dice que “en cualquier caso lo suficientemente dudoso como para hacer respetable un litigio, las premisas disponibles —premisas legítimas e impecables desde el punto de vista de las técnicas jurídicas tradicionales— son al menos dos, y las dos son contradictorias en su aplicación al caso concreto” (Llewellyn 1931),21 difícilmente puede asegurarse que una de las soluciones es la correcta (o “constitucional”) mientras la otra u otras son las incorrectas (o “inconstitucionales”). Estoy convencido de que la mejor opción es renunciar a la idea de una respuesta correcta en sentido objetivo. Me parece mucho más viable la postura que asume Ricardo Guibourg: “Es imposible encontrar una solución correcta en un sentido objetivo y susceptible de prueba; pero es posible (aunque difícil) construir soluciones consensuadas que puedan ser calificadas intersubjetivamente como aceptables” (Guibourg 2011). 21 El original en inglés es como sigue: “[…] in any case doubtful enough to make litigation respectable the available authoritative premises —i.e. premises legitimate and impeccable under the traditional legal techniques— are at least two, and that the two are mutually contradictory as applied to the case in hand”(Llewellyn 1931). La traducción es mía. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Alf Ross 79 Análisis V. La opinión de la mayoría o ¿cómo disfrazar la filosofía política de lógica? El análisis de proporcionalidad no camufla la creación judicial del derecho. Empleado debidamente, requiere que los tribunales reconozcan y defiendan abiertamente las elecciones políticas que llevan a cabo cuando toman decisiones constitucionales. Alec Stone Sweet y Jud Mathews Primer paso del examen Oakes: los objetivos del gobierno y el sentido común Tomando como punto de partida el examen Oakes, la Corte comienza el análisis del caso Sauvé II determinando los objetivos que persigue el gobierno y evaluando si éstos pueden justificar restricciones a los derechos de la Carta. Uno de los aspectos más llamativos del hilo argumental de la Corte es su insistencia en que el asunto no trata sobre preferencias respecto de alguna filosofía política en particular, sino de algo mucho menos vago: la lógica y el sentido común. “No se trata de sustituir la preferencia filosófica del Parlamento con la de la Corte, sino de asegurarse que la justificación proporcionada por éste se fundamenta sobre la lógica y el sentido común” (Suprema Corte de Canadá 2002).22 Un poco más adelante no pierde la oportunidad de repetir casi lo mismo: 22 80 Se debe destacar que en los juicios de los tribunales inferiores relativos al caso Sauvé II tanto el gobierno como el señor Sauvé usaron a expertos en filosofía política como expert witnesses. El gobierno presentó al profesor Pangle de la Universidad de Toronto; al profesor Manfredi, de la de McGill; y a la profesora Jean Hampton, de la de Arizona. Por su parte, el señor Sauvé presentó al profesor G. Grant Amyot, de la Universidad de Queens en Kingston, Ontario. Díez Gargari el presente caso no trata de una competencia entre filosofías sociales rivales. Representa un conflicto entre el derecho a votar de los ciudadanos –uno de los derechos más fundamentales garantizados por la Carta– y la supresión de ese derecho por el Parlamento (Suprema Corte de Canadá 2002). La Corte identifica dos objetivos de la ley electoral a partir de las justificaciones del gobierno. El primero consiste en “aumentar la responsabilidad cívica y el respeto al estado de derecho”; el segundo, en “infligir una sanción adicional, o destacar los objetivos generales de la sanción penal” (Suprema Corte de Canadá 2002). Sin mayores argumentos, salvo una preferencia de filosofía política disfrazada de tecnicismos judiciales, la Corte califica a ambos objetivos como “vagos y simbólicos”. Para muestra, un botón: Queda determinar si el objetivo de aumentar el respeto al estado de derecho y el de infligir una sanción adecuada son válidos desde justificar una vulneración de derechos. Los objetivos vagos y simbólicos como éstos garantizan casi una respuesta positiva a tal pregunta. ¿Quién puede sostener que el respeto al estado de derecho no tiene un carácter urgente? ¿Quién puede afirmar que ambos objetivos, en su superficie, son contrarios a principios democráticos? (Suprema Corte de Canadá 2002). Para justificar su rechazo a este tipo de objetivos vagos y simbólicos, la Corte cita un precedente importante, el de United Food and Commercial Worker, Local 1518 (U.F.C.W.) v. Kmart Canada Ltd: Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras el punto de vista constitucional y suficientemente importantes para 81 Análisis Como esta Corte lo ha afirmado, el objetivo se debe definir con exactitud y precisión, de manera tal que provea un marco que permita evaluar su importancia, así como la precisión con la que los medios han sido diseñados para su realización (Suprema Corte de Canadá 2002). Casi resulta ocioso, por no decir innecesario, que la Corte rechace la compatibilidad de los objetivos del gobierno con una sociedad libre y democrática. En estricto sentido, ahí debió terminar su análisis, pues para declarar la inconstitucionalidad de la ley electoral bastaba con ese rechazo. ¿Por qué emprendió el análisis de la proporcionalidad de la norma (segunda etapa del examen Oakes)? Acaso porque no proceder de esa manera hubiera podido dar una impresión de que el asunto se limitaba a una mera preferencia de una filosofía política particular sobre otra, y ciertamente la segunda etapa parece ser mucho más “instrumental”23 o “procedimental” que la primera. La Corte no hace mucho por disipar esta sospecha, pues se limita a decir lo siguiente: 23 82 Por mecanismo “instrumental” o “procedimental” entiendo un método neutral que no involucre una toma de postura moral o una elección de valores (lo que la doctrina estadounidense llama substantive value choices) para decidir. Sobre este tema resulta de consulta obligatoria Martin Shapiro, que advierte lo fácil que se puede convertir un mecanismo supuestamente neutral en uno sustantivo. Al analizar el mecanismo de “dar razones” (giving reasons requirement), en el judicial review estadounidense dice lo siguiente: “Giving reasons had been converted form a very mild, essentially procedural requirement into a very draconian, substantive one. In a certain sense, such a conversion was both inevitable and peculiarly easy. Once giving reasons reaches far enough to require the agency to give a fairly full account of the factual basis of its decisions, judges are in a position to second-guess administrators.” [“Dar razones se convirtió, a partir de un leve requisito esencialmente procedimental, en un requisito draconiano y sustantivo. En cierto sentido, dicha transformación era inevitable y peculiarmente sencilla. Una vez que dar razones llega al extremo de pedirle a los entes que proporcionen un recuento exhaustivo de las bases fácticas de sus decisiones, los jueces se colocan en una posición que les permite cuestionar a los administradores”] (Shapiro y Stone 2002, 235). Díez Gargari No obstante, a pesar de la naturaleza abstracta de los objetivos del gobierno y de la base frágil sobre la cual se sostienen, la prudencia nos aconseja proceder al análisis de proporcionalidad, en lugar de rechazar categóricamente estos objetivos (Suprema Corte de Canadá 2002). Una de las deficiencias que afecta a toda la resolución de Sauvé II es la falta de franqueza en relación con el tipo de argumentos (preferencia de una filosofía política sobre otra) y con las implicaciones del principio de proporcionalidad. Como ya se mencionó, éste es un método analítico que sirve para resolver problemas jurídicos particulares: la colisión de principios o la afectación de derechos fundamentales por parte de actos de la autoridad. Ante el fracaso del método de la subsunción para resolver este tipo de problemas,24 el uso del principio de proporcionalidad se vuelve una necesidad. Independientemente de las críticas que pueda hacer al principio de proporcionalidad, me parece un método que resultaría muy útil, especialmente porque, bien utilizado, obliga a los órganos jurisdiccionales a hacer explícitas las razones por las cuales tomaron una u otra decisión. En esa medida comparto las razones de Vicki Jackson cuando habla de sus virtudes: En primer lugar, una atención explícita a la proporcionalidad aumenta la transparencia de la decisión judicial, pues proporciona una estructu- 24 Como las reglas se aplican en un modelo de “todo o nada”, es fácil usar el método de la subsunción, es decir, el silogismo clásico; sin embargo, esto no sucede en el caso de los principios, pues éstos no se aplican dentro de un modelo de todo o nada, sino que requieren de ponderación. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Segundo paso del examen Oakes: cuando despertó, la proporcionalidad ya estaba ahí 83 Análisis ra para explorar preocupaciones que pueden ser relevantes para jueces y abogados […]. En segundo lugar, el análisis de proporcionalidad, tal como se practica en países como Canadá, resuelve algunas de las críticas que se hacen a la ponderación debido a sus esfuerzos para llamar la atención no sólo sobre los intereses individuales sino también a justificaciones específicas y no formularias del gobierno […]. En tercer lugar, la atención que la proporcionalidad pone sobre los hechos ayuda a convertirla en una herramienta flexible para proteger derechos y, al mismo tiempo, mantener al derecho constitucional como un límite jurídico efectivo sobre el gobierno a lo largo del tiempo (Jackson 2004).25 Desafortunadamente, el principio de proporcionalidad tiene un lado oscuro, tal como lo reconoce la misma autora: Debido a que corresponde y a que sirve para estructurar nociones intuitivas de justicia y reacciones pragmáticas frente a situaciones de hecho, es una aproximación que establece límites menos rígidos a los órganos de poder justamente en momentos en los que puede haber mayor tentación para alejarse de los mecanismos tradicionales de protección de las libertades (Jackson 2004). 25 84 El original en inglés es como sigue: “First, explicit attention to proportionality increases the transparency of judicial decision, framing a structure for exploring concerns likely to be relevant to judges and lawyers […]. Second, proportionality analysis, as it is practiced in countries like Canada, meets some of the critiques of judicial balancing by its efforts to elicit attention not only to individual interests at stake, but also to specific, nonformulaic justifications from the government […]. Third, proportionality’s attention to particular facts helps make it a flexible tool both for protecting rights and maintaining constitutional law as an effective legal constraint on government over time”. La traducción es mía. La única manera de obtener las ventajas que señala Vicki Jackson es que los jueces estén abiertos a las implicaciones del principio de proporcionalidad. Por más intentos por disfrazarlo como un mecanismo meramente procedimental o instrumental, capaz de garantizar la neutralidad y objetividad de las resoluciones, es claro que éste implica una toma de postura nada mecánica ni procedimental y una elección de valores.26 Mientras no se reconozca esto, será imposible encontrar esas “soluciones consensuadas” de las que habla Guibourg. Este afán por demostrar la neutralidad del principio de proporcionalidad es un fenómeno generalizado en varios países. Al mismo tiempo, también es normal observar una intención tanto de jueces como de académicos por demostrar que este principio es un mecanismo, como dice Vicki Jackson, “universal” o “inmemorial”. Tal como el dinosaurio de Monterroso, parecería que el principio de proporcionalidad no sólo sigue ahí, sino que siempre lo estuvo. Es el caso, por ejemplo, del libro The Ultimate Rule of Law del profesor de la Universidad de Toronto, David Beatty, quien asegura que el principio de proporcionalidad no sólo se puede definir y derivar neutralmente (lo cual impide la aparición de la discrecionalidad judicial) sino que, además, es capaz de resolver algunos de los problemas más importantes relativos a la división de poderes: [...] hacer de la proporcionalidad el examen crítico para determinar si una ley o cualquier otro acto del gobierno es constitucional o no, separa el poder de los jueces del de los servidores públicos del gobierno que son electos de una manera tal que se proporciona una solución a 26 Sobre el tema de la pretensión de neutralidad en las decisiones jurisdiccionales, Fernando Villaseñor dice que “[…] la adjudicación no puede ser neutral por a) la intervención del juez, b) su fuente de derecho (la cual requiere interpretación debido a la carencia de una regla o estatuto específico) o c) ambas” (Villaseñor 2012). Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Díez Gargari 85 Análisis la paradoja que ha desconcertado a las democracias por tanto tiempo (Beatty 2004, 160).27 Esta misma actitud frente al principio de proporcionalidad también se da en México, como se puede ver en el trabajo de Rubén Sánchez Gil. Si bien este autor advierte que el principio de proporcionalidad ha sido una creación de los tribunales, aun así dedica todo un capítulo de su libro a hablar de su fundamento en la cpeum. Según Sánchez Gil (2007, 33): [...] es realmente difícil hallar alguna disposición constitucional que establezca clara y expresamente –como gustarían los positivistas clásicos– el principio de proporcionalidad y sus subprincipios; generalmente dicho principio es una creación pretoriana resultante de un esfuerzo interpretativo y argumentativo de los tribunales. A pesar de la falta de una norma expresa, él encuentra el fundamento de la proporcionalidad (siguiendo a Alexy)28 en lo siguiente: [...] este mandato de optimización de los derechos fundamentales en México deriva de la interpretación a contrario sensu del primer párrafo 86 27 El original en inglés es como sigue: “Making proportionality the critical test of whether a law or some other act of state is constitutional or not separates the power of the judiciary and the elected branches of government in a way that provides a solution to the paradox that has confounded constitutional democracies for so long”. La traducción es mía. 28 “El punto decisivo para la distinción entre reglas y principios es que los principios son normas que ordenan que algo sea realizado en la mayor medida posible, dentro de las posibilidades jurídicas y reales existentes. Por lo tanto, los principios son mandatos de optimización, que se caracterizan porque pueden cumplirse en diferente grado y que la medida debida de su cumplimiento no sólo depende de las posibilidades reales sino también de las jurídicas” (Alexy 2008, 67). Díez Gargari del artículo 1º de la Constitución, que sólo permite la restricción de esos derechos “en los casos y con las garantías que ella misma establece” ¿Cuál es mi objeción a lo anterior? Sólo la manera de decirlo por parte del autor, pues a pesar de que acepta que la proporcionalidad es resultado de una actividad interpretativa, un poco más adelante nos dice que ésta consiste en derivar del artículo 1º el mandato de optimización. Pero de ese apartado no es posible derivar nada parecido. Es posible acomodar la idea de “mandatos de optimización” en dicho artículo, pero derivarlo jamás, por la simple y sencilla razón de que el término “mandato de optimización” lo desarrolló Robert Alexy varios años después del nacimiento del artículo 1º de la cpeum. En pocas palabras, me parece criticable el argumento que pretende demostrar o sugerir que la proporcionalidad es algo natural e intrínseco a todo orden jurídico. La opinión de los tribunales no es muy distinta a la de Sánchez Gil, como se puede ver en la sentencia SUP-RAP 50/2001 del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (tepjf), el primer caso en que un Órgano Jurisdiccional mexicano usó el principio de proporcionalidad con sus tres subprincipios bien identificados (Sánchez 2009). Este asunto participó en la integración de la jurisprudencia 62/2002, según la cual los artículos 14 y 16 “[…] ponen de relieve el principio de prohibición de excesos o abusos en el ejercicio de facultades discrecionales […]”. Además, también se afirma que [...] este principio [el de prohibición de excesos o abusos] genera ciertos criterios básicos que deben ser observados por la autoridad administrativa en las diligencias encaminadas a la obtención de elementos de prueba, que atañen a su idoneidad, necesidad y proporcionalidad Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras (Sánchez 2007, 62). (jurisprudencia 62/2002). 87 Análisis En lo anterior se puede observar el esfuerzo por hallar un fundamento constitucional al principio de proporcionalidad, como si siempre hubiera estado ahí y sólo hiciera falta “encontrarlo”, como se encuentran los principios dworkinianos. El problema es que para decir eso es necesario demostrar, entre otras cosas, la validez de la teoría cognitiva de la interpretación. Llama la atención la elección de palabras en la jurisprudencia 62/2002: “este principio genera ciertos criterios básicos […]”. Esto parece sugerir que los criterios son emanaciones naturales del principio señalado, en lugar de categorías conceptuales inventadas por una persona para resolver de manera satisfactoria determinado tipo de problemas jurídicos. Ese afán mencionado anteriormente también se distingue en el amparo en revisión 307/2007, en el que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (scjn) sostuvo que “en el sistema jurídico mexicano, el principio de proporcionalidad puede deducirse del texto supremo, básicamente como exigencia del principio de legalidad; de la prohibición constitucional que exige al legislador no actuar en exceso de poder o de manera arbitraria”.29 Como apoyo de lo anterior, la scjn refiere distintas tesis de la Quinta Época, esto es, varios años antes de que el Tribunal constitucional alemán lo usara por primera vez en la sentencia BVerfGE 7, 377, del 11 de junio de 1958. Retomando el tema del caso canadiense, la Suprema Corte sostuvo opiniones muy similares a las anteriores en el caso Sauvé II: “No se trata de sustituir la preferencia filosófica del Parlamento con la de la Corte, sino de asegurarse que la justificación proporcionada por éste se fundamenta sobre la lógica y el sentido común” (Suprema Corte 29 88 En la tesis P./J. 130/2007, la scjn fundamenta el principio de proporcionalidad en el de legalidad: “Lo anterior conforme al principio de legalidad, de acuerdo con el cual el legislador no puede actuar en exceso de poder arbitrariamente en perjuicio de los gobernados”. Díez Gargari de Canadá 2002). Más adelante trataré de demostrar que justamente lo que hace la Corte es inclinarse por una postura filosófica en lugar de otra y disfrazar esa preferencia con argumentos lógicos. VI. El principio de proporcionalidad paso a paso Para la mayoría de la Corte, la ley electoral reprueba el examen de constitucionalidad porque no hay un vínculo racional entre los objetivos que se pretenden lograr y las medidas adoptadas. La Corte llegó a esta conclusión luego de analizar los tres argumentos que el gobierno presentó para demostrar dicho vínculo. El primero de los argumentos del gobierno es que la restricción del derecho al voto constituye un “mensaje educativo sobre la importancia del respeto por el derecho tanto a los detenidos como a la totalidad de la ciudadanía” (Suprema Corte de Canadá 2002). La Corte, sin más, empieza diciendo que “[…] negar el derecho al voto a los detenidos constituye una mala pedagogía” (Suprema Corte de Canadá 2002). Además, señala que […] esto no niega el vínculo vital simbólico, teórico y práctico que existe entre tener una voz en la elaboración de la ley y la obligación de respetarla. Este vínculo, que tiene su origen en la teoría del contrato social y se encuentra consagrado en la Carta, está en el corazón de nuestro sistema de democracia constitucional (Suprema Corte de Canadá 2002). A pesar de que la Corte insiste en demostrar que no se trata de preferir una filosofía política a otra, resulta un dicho difícil de creer Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Falta de vínculo racional. La restricción del voto como “mala pedagogía” 89 Análisis cuando su argumentación toma como punto de partida una postura de filosofía política particular: el contractualismo. Justamente este tipo de argumentos muestran la debilidad de la afirmación de la Corte cuando asegura que no se trata de una preferencia de filosofías políticas. Para no ir más lejos, dentro de la propia corriente contractualista hay autores que no comparten esta opinión. Rousseau, por ejemplo, estaba a favor de restringir el derecho de voto a los criminales: “Por otra parte, todo malhechor, atacando el derecho social, conviértese por sus delitos en rebelde y traidor a la patria; cesa de ser miembro de ella al violar sus leyes y le hace la guerra” (Rousseau 2004, 24). Resulta interesante que la opinión de la mayoría no tome en cuenta ninguna otra democracia salvo la canadiense.30 De hecho, la Corte advierte con toda claridad que en este punto ni siquiera echará una mirada a otro lugar, lo cual no suena a un argumento instrumental o carente de preferencias filosófico-políticas: Que no todas las democracias autoproclamadas se adhieran a esta conclusión [la incompatibilidad de las restricción del derecho a votar 30 90 Estas referencias a la experiencia de otros países son un fenómeno normal en Canadá, como lo hizo la Corte en Law Society of Upper Canada v. Skapinker (primer caso en el que se aplicó la Carta) cuando recurrió a citas textuales de Marbury v. Madison. En el mismo Sauvé II se refiere el caso August v. Electoral Commision of South Africa (Corte Constitucional de Sudáfrica 1999). En este caso, un grupo de reos solicitó a la comisión electoral tomar las acciones necesarias para permitirles votar desde los centros penitenciarios. De acuerdo con el magistrado Manuel González Oropeza, “ante la falta de este tipo de legislación [ley que tipifique con precisión los casos en los que sí se podría privar del derecho al voto a los reos], la Corte consideró que la Constitución protege el derecho al voto de los presos y que ni la Comisión Electoral ni la Corte misma tienen el poder para limitar el sufragio universal […] La Corte concluyó pidiendo a la Comisión Electoral que hiciera los ajustes necesarios para permitir a todos los presos votar para cargos de elección popular desde su sitio de reclusión. Hasta la fecha, a todos los presos sudafricanos, sin importar la causa de su encarcelamiento, se les respeta su derecho a votar” (González, Báez y Cienfuegos 2011). Díez Gargari con los principios de inclusión, igualdad y participación ciudadana] nos dice poco sobre lo que la visión canadiense de la democracia, consagrada en la Carta, permite (Suprema Corte de Canadá 2002).31 31 Probablemente se trata de una referencia velada (o no tanto) al leading case, en Estados Unidos, Richardson v. Ramirez. En este asunto, un grupo de personas que habían cumplido una condena reclamaron la inconstitucionalidad de la Constitución de California debido a que ésta disponía que los condenados por “crímenes infames” perderían de manera permanente su derecho a votar. La Suprema Corte de los Estados Unidos resolvió que los estados pueden restringir, limitar o eliminar el derecho a sufragar siempre y cuando esto “[…] sea por participar en una rebelión u otro delito” (Constitution of the United States of America, enmienda XIV, cláusula 2). En esa medida, la Suprema Corte de los Estados Unidos rechazó el argumento según el cual todas las leyes estatales que impusieran como pena la suspensión de derechos políticos son inconstitucionales. Por otro lado, el Black’s Law Dictionary define los “crímenes infames” así: “en el common law, un delito en el que parte del castigo es la infamia, de manera que quien lo cometía era inelegible para desempeñarse como jurado, para el servicio público o para actuar como testigo” (Garner 2005). El original en inglés es como sigue: “at common law, a crime for which part of the punishment was infamy, so that one who committed it would be declared ineligible to serve as a jury, hold public office, or testify”. La traducción es mía. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Para la Corte, “negar el derecho al voto a un ciudadano implica negar las bases de la legitimidad democrática” (Suprema Corte de Canadá 2002). Sin embargo, habría que aclarar que en el presente caso no se trata de una “negación”, sino de una restricción temporal por la comisión de ciertos delitos en particular. Es muy revelador que la Corte use argumentos del caso Sauvé I, cuando en realidad no hay buenas razones para hacerlo, pues en dicho asunto se presentaba una restricción por la comisión de cualquier tipo de delitos, no así en Sauvé II. La Corte refuerza su opinión anterior con el argumento de que el derecho al voto tiene una importancia especial debido a que está fuera del alcance de la “cláusula a-pesar-de-que” prevista en el artículo 33 de la Carta. Sin embargo, no queda claro qué se debe concluir de esto. ¿No es posible restringir de ninguna manera el derecho al voto? 91 Análisis Eso parecería contradictorio, pues de ser así la Corte no tendría que analizar la proporcionalidad de la medida. ¿La restricción de este derecho debe estar sujeta a un escrutinio más estricto? Tal vez, pero la Corte no dice nada al respecto. Tal parece que la supuesta superioridad del derecho a votar funciona más bien como una herramienta retórica para justificar una postura filosófica y no como un parámetro instrumental u objetivo. De hecho, la Corte no duda en asegurar que “el derecho al voto de todo ciudadano, sin consideración de la virtud, de la aptitud mental u otra característica distintiva, apuntala la democracia canadiense y los poderes de los cuales se prevale el legislador” (Suprema Corte de Canadá 2002). La Corte vuelve a exagerar, pues en el presente caso la restricción no obedece a la virtud, aptitud mental o a una característica como la raza (o tener muchas pecas, por ejemplo), sino al hecho de haber cometido un delito. Como dice la minoría, [...] el hecho de estar encarcelado no resulta de la aplicación estereotípica de una presunta característica de grupo. El estatus de las personas privadas de su libertad es consecuencia de la perpetración de un acto criminal grave, acto cometido por el culpable mismo (Suprema Corte de Canadá 2002). Tal vez la sanción sea un tanto exagerada para el caso de ciertos delitos, pero eso es otra cosa. Con lo dicho, la Corte parece estar diciendo que no es posible limitar el derecho al voto en ninguna circunstancia.32 El segundo argumento del gobierno para tratar de demostrar el vínculo racional entre las medidas elegidas y el objetivo buscado es que permitir el voto de los que violan la ley disminuye el valor del 32 92 Lo cual resulta incompatible con el Estado constitucional de derecho, pues en éste no hay cabida para derechos absolutos. sistema político. Como ocurrió con el argumento anterior, la Corte lo rechaza de principio a fin. La argumentación de la Corte no es convincente, pues trata de equiparar la restricción del derecho a votar de los condenados con una especie de incapacidad o inaptitud moral: “La idea según la cual ciertas personas no son aptas o valiosas moralmente para votar y participar en el proceso de elaboración de las leyes es antigua y obsoleta. Eduardo III declaró que los ciudadanos que cometieran crímenes graves sufrirían la ‘muerte civil’” (Suprema Corte de Canadá 2002).33 Esto no es sino una falacia ignorantia elenchi (conclusión inatinente), consistente en que las premisas “equivocan el punto” (Copi y Cohen 1998, 141), pues éstas no demuestran la falta de vinculación entre las medidas y el objetivo. Es cierto que “la pena de suspensión de derechos políticos se ha denominado como ‘muerte civil’, pues priva a los ciudadanos de sus derechos políticos […]” (González, Báez y Cienfuegos 2011, 302). Sin embargo, parece un tanto exagerado trazar esta similitud porque la muerte civil en la época de Eduardo III (1312-1377) implicaba la pérdida de todos los derechos, no nada más el derecho al voto.34 La ley electoral en ningún momento hace referencia a la aptitud moral de los condenados, sino al hecho empíricamente verificable de haber cometido un delito. Insisto, la medida podrá parecer exagerada, pero el vínculo entre restricción 33 El Black’s Law Dictionary define a la muerte civil de la siguiente manera: “en el common law, la pérdida de derechos –tales como el derecho a votar, a celebrar contratos, a heredar y a demandar– que sufre una persona que ha sido declarada fuera de la ley, que ha sido condenada por un crimen grave, o que se considera que ha abandonado el mundo temporal por el espiritual por haber ingresado a un monasterio”. El original en inglés es como sigue: “at common law, the loss of rights –such as the rights to vote, make contracts, inherit and sue– by a person who has been outlawed or convicted of a serious crime, or who is considered to have left the temporal world for the spiritual by entering a monastery”. La traducción es mía. 34 Sobre el tema de la muerte civil vale la pena consultar a Chin (2012), David (1970) y Note (1937). Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Díez Gargari 93 Análisis de derecho al voto y la aptitud o valor moral del que habla la Corte no existe. Si lo que molestaba a la Corte era que la ley electoral se aplicara a más casos de los que debería, debió desechar el caso por incumplir el subprincipio de necesidad (segundo subprincipio), pero no por falta de vínculo racional (primer subprincipio). La Corte también rechaza el tercer argumento del gobierno para demostrar la existencia del vínculo racional. El argumento consiste en sostener que la privación del derecho a votar “[…] es un arma legítima en el arsenal punitivo que el Estado puede utilizar contra un contraventor”. Desde la perspectiva de la mayoría, “[…] utilizar la privación de derechos como castigo es sospechoso”. Por si no fuera suficiente, “[…] la privación del derecho al voto no cumple con los requisitos de una sanción legítima, establecidos en nuestra jurisprudencia”, pues la pena “[...] no debe ser arbitraria y debe buscar alcanzar un objetivo penal válido” (Suprema Corte de Canadá 2002). En un sentido similar se expresa el magistrado González Oropeza en un artículo: Es evidente que la suspensión de derechos políticos es una privación de éstos, que, a diferencia de otras medidas cautelares que implican privación (el secuestro judicial, por ejemplo), carece de justificación como tal, puesto que su implementación no auxilia a conservar la materia del litigio; es decir, si el litigio se centra en decidir si un individuo es responsable o no de la comisión de tal o cual delito, ¿en qué medida la suspensión de derechos políticos tiende a conservar esa materia del litigio? (González, Báez y Cienfuegos 2011).35 35 94 No hay una regulación homogénea sobre el tema del derecho a votar de los condenados. Algunos países suspenden este derecho a todos los condenados, otros lo suspenden sólo en el caso de delitos específicos (normalmente los más graves), incluso hay los que sí les permiten votar sin ninguna restricción. Para una buena exposición comparada sobre los distintos regímenes vale la pena consultar a Rottinghaus (2003). Díez Gargari Al rebatir este argumento del gobierno se vuelve a observar la facilidad con que la Corte cae en exageraciones. Para demostrar el carácter sospechoso de usar la privación de derechos como castigo se limita a las siguientes preguntas retóricas: ¿Podría el Parlamento aprobar una ley que quitara el derecho de todos los presos a no ser objeto de sanciones crueles e inusitadas? No lo creo. ¿O de la libertad de expresión o de religión? Uno se pregunta, ¿por Para continuar con el mismo tono de la Corte, ¿de verdad es necesario dedicar tinta a demostrar que la restricción temporal del derecho a votar es distinto a los castigos crueles e inusitados? Se trata de la falacia conocida como “pregunta compleja”, en la que se formula “[…] una pregunta de tal forma que se presupone la verdad de alguna conclusión implícita en esa pregunta; es probable que la pregunta misma sea retórica y no busque genuinamente una respuesta” (Copi y Cohen 1998, 131). La Corte afirma que para evitar la arbitrariedad de la pena, ésta debe estar diseñada justamente para los actos del contraventor y las circunstancias en que los haya cometido. En el caso de la privación del derecho al voto, la mayoría no ve ninguna relación con el delito en cuestión y la sanción del artículo 51(e).36 Por si fuera poco, la Corte asegura que el objetivo de la sanción no es legítimo porque: [...] ni el expediente, ni el sentido común apoyan la pretensión de que la privación del derecho al voto disuade o rehabilita a los criminales. 36 ¿Cuál sería un delito relacionado con la posible privación del derecho a votar? ¿Robarse una urna? ¿Sólo delitos electorales? La Corte ni siquiera esboza una sugerencia. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras qué el derecho al voto es diferente? (Suprema Corte de Canadá 2002). 95 Análisis Al contrario, como Mill lo reconoció hace mucho tiempo, la participación en el proceso político constituye un medio valioso para enseñar valores democráticos (Suprema Corte de Canadá 2002). Los dos enunciados son sospechosos. El primero es un claro ejemplo del argumento ad ignorantiam (el argumento por la ignorancia) al pretender demostrar la falsedad de una proposición “[…] porque no se ha probado su verdad” (Copi y Cohen 1998, 127). El segundo es muy fácilmente rebatible, es suficiente con decir que muchos otros autores han reconocido lo contrario. Después de leer lo descrito anteriormente, no tengo más opción que compartir la conclusión de Grant Amyot: “la mayoría no rechazó el intento del gobierno por usar una conexión filosófica sin ningún respaldo empírico sino que combatió la postura del gobierno con argumentos filosóficos en sentido contrario” (Amyot 2011). El problema es que si bien no se comprueba (“ni el expediente, ni el sentido común”) que la restricción del derecho a votar disuade o rehabilita a los criminales, tampoco se comprueba lo contrario. Además, si lo que se pretende es no mostrar la preferencia de una filosofía política sobre otra, la referencia a Mill sale sobrando. En relación con esto se debe tomar en cuenta que el propio Mill sostuvo opiniones distintas sobre las restricciones al derecho al voto: [...] como una manera de reforzar que el ejercicio del sufragio adquiera un carácter moral, podría ser conveniente que en el caso de los criminales que muestran un alto grado de insensibilidad a las obligaciones sociales, la privación de éste y otros derechos debería formar parte de la sentencia (Amyot 2011).37 37 96 El original en inglés es como sigue: “As an aid to the great object of giving a moral character to the exercise of the suffrage, it might be expedient that in the case of crimes Díez Gargari El innecesario segundo paso del examen de proporcionalidad Sorprende que la Corte emprenda un análisis para determinar si la ley electoral cumple con el subprincipio de necesidad después de considerar que no cumplía con el primero, el de idoneidad. Normalmente esto hubiera sido suficiente para declarar la inconstitucionalidad. La contradicción del planteamiento de la Corte es lo suficientemente clara como para no citarla: [...] si la privación de un derecho no se encuentra racionalmente conectada con los objetivos del gobierno, no tiene mucho sentido investigar si la ley va más allá de lo necesario para alcanzar el objetivo.§ Solamente diré que, suponiendo sin conceder que la privación del derecho al voto mandara un mensaje educativo de que la sociedad no tolerará los crímenes graves, la clase a la que se le priva de este derecho –es decir, quienes cumplen penas de dos años o más– es demasiado ammenores y de las cuales no se puede decir que han roto sus vínculos con la sociedad (Suprema Corte de Canadá 2002). Como bien se dice, no era necesario. Parecería que la Corte no sólo trata de convencer a los lectores sino a sí misma. Esta manera de estructurar la sentencia imposibilita cualquier tipo de diálogo con el Parlamento, pues en ningún momento queda claro a qué obedece el rechazo de la Corte. ¿La ley electoral cumple con el requisito de evincing a high degree of insensibility to social obligation, the deprivation of this and other civic rights should form part of the sentence”. La traducción es mía. § Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras plia, abarcando a muchas personas cuyos crímenes son relativamente Énfasis añadido. 97 Análisis tener un vínculo racional? No, al menos desde su punto de vista. Entonces parecería no haber razones para continuar. ¿Se trata de una medida necesaria? Tampoco, según la Corte. ¿Por qué no declarar la inconstitucionalidad desde el paso anterior? Si el Parlamento quisiera corregir los defectos de la ley electoral no sabría dónde empezar, con lo cual se cierra por completo la posibilidad del diálogo (como sí ocurrió en Sauvé I). Del planteamiento de la Corte, el Parlamento no puede saber a ciencia cierta qué es lo inconstitucional, si el objetivo de restringir temporalmente el derecho a votar de los condenados (en cuyo caso no serviría de nada una nueva ley, por acotada que estuviera) o no cumplir con el requisito de “vulneración mínima” (en cuyo caso se podría emitir una nueva ley dentro de otros parámetros). Por último, y nada más por no dejar: análisis de proporcionalidad En el caso de la proporcionalidad sucede algo similar que con la necesidad y con el vínculo racional, pues a pesar de que la Corte reconoce que no es necesario analizar la proporcionalidad de la ley electoral, aun así lo hace. Si un vínculo pudiera ser establecido entre la privación del derecho al voto y los objetivos del gobierno, los efectos negativos de dicha privación sobrepasarían fácilmente los pequeños efectos benéficos que provendrían de la misma (Suprema Corte de Canadá 2002). Desafortunadamente, estos efectos positivos y negativos sólo se pueden identificar desde una filosofía política particular contrapuesta a otra. Por eso es que el análisis de la proporcionalidad se efectúa a partir de la concepción de John Stuart Mill: 98 Díez Gargari quitar el derecho al voto a los presos tiene efectos negativos sobre los mismos y sobre el sistema penal. Eliminan un camino hacia el desarrollo social y la readaptación reconocidos desde la época de Mill, y minan las leyes y políticas correccionales que buscan alcanzar la readaptación y la reinserción social […] (Suprema Corte de Canadá 2002). Desde luego, la Corte no dice que ese “reconocimiento” se aplica sólo a quienes aceptan esa idea particular de ese autor en especial. VII. La postura de la minoría y la deferencia judicial […] una parte de la creación judicial del derecho cuando se resuelven casos se puede describir como una elección ideológica mediada por un discurso que niega dicha elección […] En sentido opuesto a la mayoría, los cuatro ministros de la minoría reconocieron la constitucionalidad del artículo 51(e) de la ley electoral. El principal argumento que utilizaron para sostener lo anterior fue que el caso se fundamentaba “[…] en consideraciones filosóficas, políticas y sociales que no pueden ser probadas científicamente” (Suprema Corte de Canadá 2002). La minoría de la Corte opinó que el asunto Sauvé sí involucraba, en el fondo, la preferencia de una filosofía política sobre otra: “[el presente caso] involucra justificaciones a favor y en contra de la restricción al derecho al voto, con base en argumentos axiomáticos constituidos por afirmaciones de principio o valor” (Suprema Corte de Canadá 2002). Y no es que dichos argumentos no sean importantes, tan sólo significa que esas decisiones le corresponden a alguien más, no a los tribunales. Como el artículo 1º habla de “límites razonables”, la Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Duncan Kennedy 99 Análisis Corte debió reconocer que en este tipo de asuntos pueden apreciarse distintas posturas filosóficas o sociales. La principal denuncia de la minoría es que la Corte no sólo rechazó los argumentos presentados por el gobierno, sino que, en realidad, impuso sus propias preferencias filosóficas por encima de las del gobierno. Sin embargo, en estos casos parece imposible pronunciarse sobre una única posibilidad, basta con que la filosofía política presentada por el gobierno sea razonable: Si la filosofía social o política presentada por el Parlamento justifica razonablemente la restricción del derecho en el marco de una sociedad libre y democrática, se debe considerar constitucional. Frente a filosofías políticas que compiten, la razonabilidad es el factor principal que se debe tomar en cuenta, en término de la justificación del artículo 1. El artículo 1 de la Carta no obliga al Parlamento ni autoriza a la Corte a dar preeminencia a una filosofía social o política razonable por sobre otras; sólo permite a la Corte invalidar aquellas restricciones que no sean razonables y que no puedan justificarse en el marco de una sociedad libre y democrática. La decisión que esta Corte debe tomar no consiste, por tanto, en determinar si el Parlamento tomó o no una buena decisión política pública, sino si la política elegida por el Parlamento es una opción aceptable de entre las permitidas por la Carta (Suprema Corte de Canadá 2002). En la segunda etapa del examen Oakes, la minoría consideró que la ley electoral sí cumple con los tres subprincipios del principio de proporcionalidad. Sobre el vínculo racional entre los objetivos y las medidas, la minoría asegura que sí existe. Aunque no se pueda demostrar empíricamente la existencia de un vínculo causal entre la privación del derecho al voto de los presos y los 100 Díez Gargari objetivos, la razón, la lógica y el sentido común, así como la abundante evidencia pericial, permiten concluir que existe un vínculo racional entre la inhabilitación de las personas encarceladas por delitos graves para votar y los objetivos que buscan promover la responsabilidad cívica y el respeto al estado de derecho, y favorecer el cumplimiento de los objetivos generales de la sanción penal (Suprema Corte de Canadá 2002). Aun cuando el argumento no es mucho mejor en términos argumentativos, resulta eficaz en la medida que plantea la posibilidad (el único requisito ante la exigencia de razonabilidad) de una postura distinta en los mismos términos, lo cual deja ver que no hay manera de comprobar objetivamente la superioridad de una posición sobre la otra. En segundo lugar, estos ministros sostuvieron que la ley electoral cumple con la vulneración mínima (subprincipio de necesidad en la terminología alexyana) por las siguientes razones: invasivo para promover su objetivo, aunque sí requiere que prefiera el menos lesivo si es igualmente eficaz.§ En el presente caso, ninguna medida menos invasiva tendría la misma eficacia (Suprema Corte de Canadá 2002). Adicionalmente, la minoría consideró que el precepto está razonablemente diseñado, toda vez que la inhabilitación para votar refleja la duración de la pena y del encarcelamiento § Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Este análisis no requiere que el Estado haya adoptado el medio menos Énfasis añadido. 101 Análisis real, que a su vez refleja la gravedad del crimen cometido y el progreso previsible hacia el cumplimiento de los objetivos últimos de readaptación y reinserción social (Suprema Corte de Canadá 2002). Justamente por eso se cumple con la vulneración mínima. Por último, sostuvo que la ley electoral cumple con el subprincipio de proporcionalidad, pues los beneficios son mayores que los perjuicios. Ahora bien, como los beneficios y los perjuicios se identifican a partir de posturas filosóficas, es imposible resolver el asunto con pretensiones de objetividad. Por eso, a los ministros de la minoría les basta con sugerir una duda sobre lo dicho por la mayoría: El efecto perjudicial más evidente del artículo 51(e) es la pérdida potencial temporal del derecho al voto. Este perjuicio debe, sin embargo, ser evaluado a partir de los objetivos del Parlamento, en el contexto general […] Dado el contexto particular del presente caso –en el cual la justificación presentada por el Parlamento se fundamenta en una filosofía social o política que no puede ser probada en el sentido tradicional– es apropiado actuar con deferencia, ya que el precepto impugnado plantea cuestiones de filosofía y política penales (Suprema Corte de Canadá 2002). Para concluir, la minoría menciona que su desacuerdo obedece a que no existe ninguna razón para preferir el punto de vista de la mayoría, según el cual restringir de manera temporal el derecho a votar de los condenados viola el Estado de Derecho y la democracia, en lugar del punto de vista que sostiene que dicha restricción en realidad los fortalece. En lo personal, me parece que la postura de la mayoría es mucho más compatible con un régimen democrático o con la idea del Estado constitucional de derecho. En términos muy llanos, en esto prefiero 102 Díez Gargari a Mill sobre Kant. Sin embargo, reconozco que esa preferencia tiene poco que ver con un aspecto estrictamente técnico. Muy pocos delitos (si acaso alguno) deberían producir como consecuencia la suspensión de los derechos políticos. Por grave que sea, ¿cuál es la relación entre un homicidio y la restricción del derecho a votar? ¿Me incapacita políticamente haber cometido un delito, así sea grave? No estoy seguro. Sin embargo, sí estoy convencido de que se trata de una preferencia política, nada más. ¿Entonces, por qué critiqué tanto la postura de la mayoría? Aunque comparto sus inclinaciones políticas, creo que esa elección (especialmente después de la reforma a la ley electoral que acotó la restricción del derecho a votar) no le toca a los jueces sino al pueblo o a sus representantes, en este caso. Lo criticable de los argumentos de la Corte no es la preferencia de una postura política sobre otra, sino usar dicha preferencia como si fuera una mera aplicación lógica y argumentar deficientemente para apoyar su postura; es usar el principio de proporcionalidad para hacer pasar valores y preferencias se muestra esa tensión de la que habla Mark Tushnet al referirse a Roe v. Wade: “la tensión entre celebrar una decisión de la Corte que declara constitucional el aborto y elogiar el poder político popular […]” (Tushnet 2000).38 38 El original en inglés es como sigue: “The tension between celebrating a Supreme Court decision finding abortion laws unconstitutional and extolling popular political power…”. La traducción es mía. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras políticas como problemas estrictamente técnicos. En casos como éste 103 Análisis VIII. Reflexiones en torno al derecho mexicano a partir del caso Sauvé Estudiar sentencias extranjeras, como la de Sauvé II, es sumamente útil, principalmente por dos razones. Primero, porque permite comparar la regulación de instituciones mexicanas con la de otros países y a partir de dicho análisis distinguir los aciertos y los errores de la nuestra, así como detectar los aspectos relevantes que podrían tomarse de fuera para mejorar nuestro propio ordenamiento jurídico. En segundo lugar, porque al analizar este tipo de asuntos, particularmente sentencias de países con una democracia más consolidada, se puede conjeturar sobre los posibles problemas a enfrentar en el futuro inmediato en relación con derechos tan importantes como el derecho al voto. Este ensayo no pretende hacer una exposición detallada sobre el régimen jurídico del derecho al voto en México; sin embargo, sí me gustaría hacer algunos comentarios puntuales. La principal diferencia entre el caso mexicano y el canadiense es que en México la restricción del derecho al voto no está prevista en una ley secundaria (como la ley electoral), sino en la propia cpeum. Parecería que esta situación evita algunas dificultades, pero eso no es del todo cierto, especialmente a partir de la reforma constitucional del 10 de junio de 2011 en materia de derechos humanos. Desde una óptica más tradicional, en términos de la protección de derechos humanos, podría decirse que si la restricción a un derecho fundamental se realiza en la Constitución, el problema está resuelto. Pero la cuestión no es tan sencilla, pues el nuevo artículo 1º de la cpeum no sólo establece que todas las personas gozarán de los derechos humanos regulados en la Carta Magna y en los tratados internacionales celebrados por el Estado mexicano, sino que: 104 Díez Gargari [...] las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia (cpeum, artículo 1).39 Obviamente, el artículo 38, fracción II, que dispone que los derechos o prerrogativas de los ciudadanos se suspenden “por estar sujeto a un proceso criminal por delito que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal prisión”,§ está en conflicto con lo dispuesto por el artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (1969): 1. Todos los ciudadanos deben gozar de los siguientes derechos y oportunidades: […] a) de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente […] 2. La ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que se refiere el inciso anterior, exclusivamente por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente, en proceso penal. También parece estar en conflicto con lo dispuesto en el artículo 46 del Código Penal Federal (2012): 39 Sobre el principio pro persona vale la pena ver a Caballero (2011, 103). § Este y los siguientes énfasis fueron añadidos. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras o por medio de representantes libremente elegidos; 105 Análisis [...] la pena de prisión produce la suspensión de los derechos políticos y los de tutela, curatela, ser apoderado, defensor, albacea, perito, depositario o interventor judicial, síndico o interventor en quiebras, árbitro, arbitrador o representante de ausentes. La suspensión comenzará desde que cause ejecutoria la sentencia respectiva y durará todo el tiempo de la condena. ¿Cuál disposición debe prevalecer? Si decimos que la cpeum, se podría responder diciendo que es necesario llevar a cabo la interpretación más favorable, y ésa no es la que dice que los derechos se suspenderán en el momento en que se dicte el auto de formal prisión, sino cuando cause ejecutoria la sentencia. Si decimos que el tratado internacional o el Código Penal Federal, por representar una interpretación más favorable y porque ahora tratados y Constitución están al mismo nivel, se podría responder diciendo que el artículo 1º de la cpeum dispone que todos gozarán de los derechos previstos en la Carta Magna y en los tratados “cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece”. ¿Quién tiene la razón? La respuesta es difícil. Depende de la postura que se asuma (teórica, interpretativa, moral, etc.), lo cual no allana mucho el camino. Muy seguramente, éste será el tema que ocupará la mayor atención de los juzgadores en el futuro cercano. En materia de restricción o suspensión de derechos políticos, la scjn ha sostenido lo siguiente: • 40 106 A pesar de lo que puedan disponer en contrario los códigos penales (como el artículo 46 del Código Penal Federal), la suspensión de los derechos políticos ocurre desde que se dicta el auto de formal prisión (Tesis 1a./J. 171/2007).40 Es importante aclarar que esta jurisprudencia es anterior a la reforma constitucional del 10 de junio de 2011, así como a la resolución de la scjn en el asunto Rosendo Radilla Díez Gargari • El hecho de que haya disposiciones como el artículo 46 del Código Penal Federal, en las que la suspensión de derechos se da hasta el momento de la sentencia ejecutoriada, “[…] no significa que la suspensión de los derechos políticos establecida en la Carta Magna haya sido objeto de una ampliación de garantías por parte del legislador ordinario en el código sustantivo de la materia, ni que exista contradicción o conflicto de normas […]” (Tesis 1a./J. 171/2007).41 La suspensión prevista en el artículo 38, fracción II, de la cpeum es distinta a la del artículo 46 del Código Penal Federal: “[…] la primera tiene efectos temporales, es decir, sólo durante el proceso penal, los de la segunda son definitivos y se verifican durante todo el tiempo de extinción de la pena corporal impuesta” (Tesis 1a./J. 171/2007). Desde mi punto de vista, lo anterior difícilmente es compatible ya no se diga con una sociedad libre y democrática, sino con los tratados internacionales de los que el Estado mexicano es parte, con el principio de la interpretación más favorable previsto en el artículo 1º de la cpeum o con la presunción de inocencia reconocida en el artículo 20, letra B, fracción I, de misma norma fundamental. Y para ello no es necesaria ninguna toma de postura o basarse en un razonamiento sustancial, basta con comparar las disposiciones y nada más. Sin embargo, recientemente la tesis 1a./J. 171/2007 fue objeto de la denuncia relativa a la contradicción de tesis 6/2008, de la que derivó la tesis P./J. 33/2011. En esta tesis se estableció lo siguiente: (asunto Varios 912/2010). Además, esta tesis fue objeto de la denuncia relativa a la contradicción de tesis 6/2008, de la que derivó la tesis P./J. 33/2011. 41 Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras • Algo similar dice la scjn en la acción de inconstitucionalidad 33/2009. 107 Análisis Ahora bien, la interpretación armónica de tal restricción [la restricción del derecho a votar] con el indicado principio conduce a concluir que el derecho al voto del ciudadano se suspende por el dictado del auto de formal prisión o de vinculación a proceso, sólo cuando el procesado esté efectivamente privado de su libertad, supuesto que implica su imposibilidad física para ejercer ese derecho, lo que no se presente cuando está materialmente en libertad, supuesto en el cual, en tanto no se dicte una sentencia condenatoria, no existe impedimento para el ejercicio del derecho al sufragio efectivo. En este tema, el tepjf se pronunció de manera progresista antes que la propia scjn. Destaca particularmente la tesis XV/2007, según la cual los derechos político-electorales sólo se podrán suspender cuando haya una privación de la libertad, justamente lo que termina diciendo la scjn en la tesis P./J. 33/2011. Esta tesis se derivó de la sentencia SUP-JDC-85/2007. En este asunto, el señor Pedraza Longi promovió un juicio para la protección de los derechos político-electorales del ciudadano en contra de una resolución administrativa que declaró improcedente la expedición de su credencial para votar con fotografía, pues se había dictado un auto de formal prisión en su contra, razón por la cual le suspendieron sus derechos políticos. Sin embargo, el señor Pedraza Longi estaba sujeto a libertad bajo fianza porque el delito en cuestión tenía el carácter de culposo no grave. Aunque a primera vista el criterio parece rebatir lo resuelto por la scjn, en realidad no hay tal contradicción porque el tepjf acotó el tema única y exclusivamente a los casos de libertad condicional. Como sea, me parece un criterio mucho más favorable para la persona. Otro asunto relevante es la sentencia ST-JDC-33/2011 de la Sala Regional Toluca. Este caso es similar al anterior y el problema se presentó también a partir de la negativa a expedir una credencial para votar con fotografía por reposición debido a que el solicitante, el señor Juvenal Ortiz Zavala, fue condenado por delito de portación de arma de 108 fuego; sin embargo, esta persona se acogió al beneficio de condena condicional y en ese momento fue cuando solicitó la credencial. La Sala Regional resolvió revocar la resolución de la instancia administrativa y ordenó incorporar al señor Ortiz Zavala en el padrón electoral, expedir la credencial de elector, entregarla e incluirlo en la lista nominal de electores. La Sala Regional fundamentó su decisión mediante el uso del control de convencionalidad y el principio pro homine. Si no se piensa mucho, no es posible detectar ningún aspecto negativo en resoluciones como éstas. Bien vistas, sin embargo, ponen de relieve la enorme tensión que se puede generar entre los jueces y el legislador. Esto es así porque, al igual que la proporcionalidad, el principio pro homine puede tener un lado oscuro. Supongamos que hubiera una reforma constitucional para dejar en claro que la suspensión del derecho a votar sólo procede por ciertos delitos en particular (los más graves, digamos) y sólo a partir de la sentencia. Sin duda alguna, eso sería compatible con lo dispuesto en el artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, así como con la presunción de inocencia. Pero de inmediato aparece una pregunta: ¿podrían los tribunales analizar una decisión del Constituyente permanente al señalar ciertos delitos como los únicos capaces de provocar la suspensión de derechos políticos? ¿Algo impediría a los tribunales rechazar esa lista y proponer una nueva, “más favorable”? ¿Podrían los tribunales decidir que la suspensión de derechos políticos careciera de justificación en cualquier caso, como ocurrió en Canadá? Creo que algo así sugiere el magistrado González Oropeza cuando afirma lo siguiente: No es viable en una democracia concebir la suspensión de derechos políticos, que es un acto que viola la dignidad de la persona y, que en ciertos casos, el daño causado puede llegar a ser irreparable, como una sanción que se impone de inicio por tiempo indefinido (González, Báez y Silva 2011). Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Díez Gargari 109 Análisis Me parece una opinión razonable que incluso comparto. Pero no estoy seguro de que la mejor opción en términos de diseño institucional sea que los jueces decidan estos asuntos. Y no hay que engañarse, el principio de la “interpretación más favorable” (o incluso el de proporcionalidad) da para eso y para mucho más, tal como lo dice Shapiro cuando analiza el giving reasons requirement: [...] la revisión a partir del mecanismo de “dar razones” es una fachada ideal. Primero, está moldeada bajo una forma procedimental antes que bajo una forma sustancial […] Segundo, y más importante, la revisión a partir del mecanismo de “dar razones” le otorga a los jueces una atribución suspensiva aunque muy poderosa en materia de veto en materia de policy (Shapiro y Stone 2002, 236).42 Otra vez la tensión entre Judicial y Legislativo, tensión que acaso sea irresoluble y que quizá sea la razón por la cual el derecho ejerce esa fascinación tan particular. IX. Para concluir Estoy seguro de que no exagero cuando digo que la Carta Canadiense de Derechos y Libertades transformó por completo a la Suprema Corte de Canadá, pues pasó de ser un Tribunal de última instancia que ocasionalmente se encargaba de asuntos constitucionales, a convertirse en un Tribunal constitucional volcado por completo en la resolución de asuntos derivados de su norma fundamental. Esto, casi está de más 42 110 El original en inglés es como sigue: “Giving-reasons review is an ideal cover. First, it is cast in the form of procedural, rather tan substantive, review […] Second, and more importantly, giving-reasons review provides judges with a suspensive, although very powerful, policy veto”. La traducción es mía. decirlo, convirtió a la Corte en un actor político fundamental en la sociedad canadiense. El caso Sauvé es relevante no sólo porque es un ejemplo claro del tipo de asuntos que resuelve hoy en día la Corte (revisar si las restricciones de derechos son compatibles con una sociedad libre y democrática), sino por el tipo de derecho en juego: el de votar, un ingrediente esencial de cualquier democracia. La opinión de la mayoría de los ministros de la Corte fue en el sentido de considerar inconstitucional la suspensión de este derecho de los prisioneros condenados a pena de prisión por dos años o más. Por sí mismo, el sentido del fallo merece nuestra atención; sin embargo, posiblemente los argumentos sean lo más relevante del caso Sauvé. En mi opinión, las razones de la mayoría de los ministros de la Corte son deficientes desde el punto de vista de la argumentación jurídica. Esto es así por dos razones: en primer lugar, aun cuando la Corte llevó a cabo un gran esfuerzo para demostrar que la decisión no se hizo a partir de preferencias por ciertas filosofías políticas, justamente eso es lo que hizo; en segundo, se valió del principio de proporcionalidad para disfrazar decisiones valorativas y políticas de tecnicismos que poco tenía que ver con el fondo del asunto. Lo anterior es un ejemplo de la manera en que muchos tribunales constitucionales se conducen actualmente. Ciertamente, no pretendo que los jueces apliquen mecánicamente el derecho. No creo siquiera en la posibilidad de eso. Lo que sí me parece realizable es una mayor transparencia en las decisiones de los tribunales. Muchos se preguntarán si esta transparencia realmente podría generar un cambio en la práctica jurisdiccional. Se me ocurren muchos argumentos para tratar de convencer a los escépticos, pero creo que basta con el más elemental: a falta de una razón más elaborada, esta transparencia serviría al menos para saber de qué estamos hablando. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Díez Gargari 111 Análisis X. Fuentes consultadas Alexy, Robert. 2003. “Constitutional Rights, Balancing and Rationality”. Ratio Iuris 2 (volumen 16): 131-40. ———. 2008. Teoría de los derechos fundamentales. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Amparo en revisión 307/2007. Actor: no aparece. Autoridades responsables: Congreso de la Unión y otras. Disponible en http:// www2.scjn.gob.mx/ConsultaTematica/PaginasPub/DetallePub. aspx?AsuntoID=90737 (consultada el 12 de julio de 2012). Amyot, Grant. 2011. “A Matter of Philosophical Preference? Political Philosophy and Judicial Reasoning in the Sauvé Case”. National Journal of Constitutional Law 29: 1-31. 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En este número se publicará la sentencia que en el año 2002 quedó registrada como Sauvé v. Canada (Chief Electoral Officer), que se originó con la denuncia de Richard Sauvé en contra de la limitación a sus derechos electorales por la aplicación del artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá, la cual prohíbe votar a cualquier persona recluida en una institución correccional que cumpla una pena de dos o más años. Me he enfocado en este análisis en no caer en repeticiones innecesarias del contenido de la sentencia, sino en estudiarla desde la perspectiva de la ciencia política, porque me parece que el artículo 51(e) de la ley electoral es violatorio de los derechos políticos fundamentales, particularmente del derecho a ejercer el voto. Para ello se hará un recorrido histórico y por los principales postulados teórico-políticos, para destacar cómo la evolución de la ciudadanía y la democracia van de la mano con la consagración de los derechos electorales como derechos políticos fundamentales. Asimismo, se hará un comentario y un análisis Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras E I. Introducción 121 Análisis puntual sobre la sentencia Sauvé v. Canada, destacando el hecho de que, tal y como está postulado, el artículo 51(e) afecta a la democracia y a los principios de participación política de los ciudadanos. II. Ciudadanía y representación política. Génesis de los derechos políticos y del sufragio universal A partir de la creación de los estados nacionales, la nación se vuelve la unidad política territorializada, a la vez que el espacio concreto en donde se definen los límites de la aplicación de las leyes y se ejercen las prácticas de representación ciudadana. En la construcción de la ciudadanía moderna y la conformación de los estados nacionales se distinguen tres grandes movimientos revolucionarios que fueron sumamente influyentes para el mundo occidental, tanto por sus ideas como por el tipo de instituciones políticas que emanaron de ellas. Está el caso de Gran Bretaña y la instauración de la democracia parlamentaria; la Independencia de los Estados Unidos y la puesta en marcha de la democracia representativa, y la Revolución francesa y la consagración de los derechos del hombre y del ciudadano. Por el momento, me enfocaré en tratar el tema de la consolidación de la ciudadanía moderna con respecto a la ampliación del derecho al sufragio universal y a la participación política. El Estado moderno es originario del Renacimiento. Se trata de una forma de poder público separada tanto del gobernante como del gobernado y es la suprema autoridad política dentro de los límites de un territorio determinado. Se puede definir como el sistema político representativo que se constituye en un territorio de dimensión nacional, en el curso de un proceso histórico que ve el nacimiento de la nación como un pueblo de sujetos iguales unidos por un fuerte nexo económico-lingüístico-cultural. 122 Pérez Pérez 1. 2. 3. 4. Debe haber unidad política con un territorio definido y una dimensión temporal. Una de las precondiciones de la construcción del Estado es la presencia sostenida de gente que viva y trabaje en la misma área durante generaciones. Debe haber instituciones de larga duración asistidas por una permanente burocracia eficiente, impersonal y especializada. La unidad política debe ser capaz de generar sentimientos de lealtad absoluta, o por lo menos de la mayor consideración en todos sus súbditos, asegurándose de que otras lealtades (familia, religión, provincia) se subordinen a la lealtad debida al Estado. La aparición de la idea de soberanía está relacionada con la idea de que el gobernante era la autoridad legal última y el garante de la justicia. El Estado moderno que se constituye después de la Revolución francesa es representativo; en éste: Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras La aparición del Estado moderno trajo consigo la idea de soberanía: una autoridad única tanto para producir las leyes como para hacerlas cumplir, junto con un territorio rigurosamente definido y consolidado. La primera parte de la historia en el surgimiento del Estado nación es la aparición de la soberanía. Esto significó la eliminación de los derechos y poderes sólidamente arraigados de las autoridades políticas —como los nobles y barones, las autonomías locales o regionales y los privilegios consuetudinarios—, así como la supresión de la jurisdicción política de la Iglesia católica romana. La soberanía del Estado unificado fue, en general, obra de una institución particular; en la era del absolutismo ese papel le correspondió a la monarquía (Tivey 1987, 12-3). Como destaca Joseph R. Llobera (1994, 150-1), en el Estado nacional moderno: 123 Análisis [...] el individuo es primero que el Estado; el individuo no es para el Estado sino el Estado para el individuo. El presupuesto ético de la representación, es el reconocimiento de la igualdad natural de los hombres; todo hombre cuenta por sí mismo y no en cuanto miembro de éste o de aquel grupo particular (Bobbio 1999a, 161-4). Por otra parte, el desarrollo de la noción de ciudadanía puede encontrarse desde el pensamiento clásico griego. Su constitución, como marca de pertenencia igualitaria a una comunidad política, es un resultado de la modernidad. Los ciudadanos antiguos eran sólo los participantes de la polis, lo cual implicaba, de hecho, una concepción muy restringida del alcance de esta condición de la ciudadanía griega. Más que resaltar la igualdad, subrayaba la diferencia y las jerarquías, ya que excluía de su ejercicio a la mayoría (mujeres, esclavos, etc.). Mientras que en la sociedad medieval en lugar de individuos o ciudadanos se encontraban grupos cuya relación con la autoridad y participación en los asuntos comunes quedaba definida por el estatus, a partir de la adscripción hereditaria y la tradición. Es hasta la llegada de la modernidad y la consolidación del Estado nacional cuando se construye una nueva idea de ciudadanía. El Estado nación moderno ofrecerá protección legal a todos los ciudadanos por igual, su relación será directa con cada uno de los individuos y se producirá mediante un conjunto de derechos codificados legalmente, los cuales definirán el grado de inclusividad de la ciudadanía. En estas condiciones, los individuos comienzan a definirse a sí mismos como entes autónomos. La noción de ciudadanía surge como el vínculo que une a los individuos particulares en su relación con el Estado y proporciona un nuevo criterio de homogeneidad que permite obviar las desigualdades (económicas, culturales, etc.) que persisten entre ellos. 124 La constitución del Estado moderno es la fuente originaria de los derechos de ciudadanía, y éstos son un signo de igualdad nacional. En el Estado nacional cada ciudadano guarda una relación directa con la autoridad soberana del país, en contraste con el sistema político medieval, en el que únicamente los grandes del reino mantenían esa relación directa. Por ende, un elemento fundamental de la formación nacional es la codificación de los derechos y las obligaciones de todos los adultos clasificados como ciudadanos. La cuestión reside en el grado de inclusividad con que se define la ciudadanía. Los pensadores del siglo xviii establecieron la idea de delegación o, en términos actuales, de representación, lo que permitió pensar en la República como régimen de un gran país. Los demócratas modernos acentuaron la necesidad y el valor de la representación. Inventaron concretamente las instituciones políticas con las cuales se aseguraba esta representación, en un intento por garantizar, a la vez, la eficacia del gobierno y el sentimiento de los ciudadanos de no ser extraños a la política de sus dirigentes. De este modo sentaron el principio de funcionamiento de la sociedad política en unidades de gran tamaño, mediante la creciente abstracción del ámbito público y de la ciudadanía. Al mismo tiempo formularon los principios propiamente democráticos de la ciudadanía moderna: su carácter universal y el derecho de cada quien a ejercer concretamente sus derechos (Schnapper 2001, 75-6). Los pensadores modernos han concedido e inscrito progresivamente en las instituciones el carácter potencialmente universal de la ciudadanía, extendida por etapas a todos los individuos, sean cuales sean sus características en términos de clase social, origen regional, nacional o género. La idea de ciudadanía constituye una construcción histórica que se basa en una definición peculiar de la relación entre el individuo y el Estado. Por ello, la discusión de este tema se encuentra estrechamente vinculada con la reflexión en torno a la naturaleza y los límites de la participación política, los derechos, las obligaciones y la legitimidad del orden político. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 125 Análisis La construcción de una nación implica que sus miembros admitan un sistema de leyes y normas comunes que den coherencia política o integración. Los ciudadanos han interiorizado efectivamente la idea de que existe un ámbito público y la necesidad de respetar las reglas de su funcionamiento. El Estado desarrolla el proyecto político nacional y lleva a cabo un régimen de asimilación, que consiste en renovar el proceso de integración de las poblaciones mediante la práctica de la ciudadanía y la participación en la vida en común. La igualdad fundamental de todos los ciudadanos es el principio fundador de la práctica democrática (Schnapper 2001, 98-111). Son principalmente tres acontecimientos históricos los que más van a influir en la consolidación de la representación política, en el derecho al voto y en la ciudadanía moderna: la Revolución inglesa de 1688, la Independencia de los Estados Unidos de 1776 y la Revolución francesa de 1789. Estos tres movimientos representan una gran influencia para el mundo occidental, tanto por sus aportes en la consolidación de las instituciones de representación y de participación política, como en lo referente a los derechos fundamentales de los ciudadanos. Dichos eventos serán analizados brevemente a continuación. III. Reino Unido y la democracia parlamentaria Se puede decir que en Inglaterra nacieron las ideas de nación y de parlamentarismo, y que este país ha sido la encarnación de la libertad política en una nación moderna. En el centro del proyecto político ingles se halla el haber inventado, en la práctica, las instituciones parlamentarias garantes de estas libertades. Desde comienzos del siglo xv, en Inglaterra estaba vigente el principio del ciudadano propietario. En concreto, el estatuto de 1430 sólo permitía el voto a los propietarios libres, con una renta anual superior a 40 shillings, y a los miembros de las corporaciones de comercio. Esta fórmula se mantuvo sin grandes modificaciones hasta el siglo xix (Pérez 2000, 132). 126 En Inglaterra se formuló la idea de que el hombre advertía lo que era propiamente humano en él mediante la participación política en libertad: primer esbozo de la idea moderna de nación como comunidad de individuos libres e iguales, como organización política basada en la razón humana. El patriotismo se convirtió entonces no sólo en una virtud, sino en un derecho necesariamente vinculado a la dignidad esencial de cada individuo. Pero fue después de la Revolución Gloriosa de 1688 cuando los ingleses pudieron jactarse de constituir la única nación nacida de un proceso endógeno; la que inventó la libertad política moderna y el parlamentarismo; la que no tuvo modelo alguno y surgió antes de que se difundieran por Europa y el mundo la idea de democracia y el principio del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos. La Revolución Gloriosa confirmó el fin del absolutismo real y, simultáneamente, consagró la preponderancia del Parlamento, pero también la necesidad de la presencia del rey en la cima del edificio político y social. Lejos de marcar una ruptura violenta, la revolución se asentaba en la continuidad. La especificidad de Inglaterra se fundamenta en ser un pueblo que se inventó a sí mismo al desarrollar la idea y las instituciones de la libertad y la nación moderna.1 En el transcurso de los siglos xvii y xviii, en Inglaterra se llevaron a cabo reformas que permitieron mantener el tejido social, las prácticas parlamentarias y, posteriormente, la democracia política, por medio de reformas sucesivas del derecho al voto y del reparto de poderes entre el rey, los lores y los comunes. Se estableció progresivamente el parlamentarismo, con un gabinete responsable y solidario dirigido por un primer ministro que dependía del voto de la mayoría de la Cá- 1 El periodo de la guerra civil inglesa se distingue por su vitalidad y originalidad en la presentación de ideas republicanas, por su defensa del sufragio y la libertad. Al inicio de la guerra al menos 200 mil personas participaron en las elecciones parlamentarias (Riesenberg 1992, 242-4). Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 127 Análisis mara de los Comunes, a la que también pertenecían los ministros. El régimen parlamentario y liberal se democratizó después, extendiendo el derecho al voto y haciendo así que las diversas capas sociales participaran, escalonadamente, en la vida política. Estas medidas, que limitaron los poderes de la Cámara de los Lores, garantizaron al final una representación igualitaria y efectiva del pueblo en los comunes. El Parlamento británico, que había sido al principio el instrumento de control y limitación del poder real por parte de la aristocracia, y el lugar en el que se cimentaron y se manifestaron las libertades, se convirtió así en el sitio de la elaboración política y la práctica democrática. El parlamentarismo es el resultado de una combinación de experiencias históricas y de imperativos de cambio. Este tipo de régimen sirvió de modelo para muchas naciones en Europa, como Alemania, que en su reforma de 1848 manifestó la necesidad de formar una institución representativa con las mismas características del modelo inglés. Además, algunas colonias como Canadá, Nueva Zelanda y Australia, a finales de ese siglo, decidieron retomar dicho modelo.2 Aunque, en general, el desarrollo de los partidos parece ligado a la extensión del sufragio popular y de las prerrogativas parlamentarias, durante la segunda mitad del siglo xix, debido a la influencia de las reformas electorales que implementaron paulatinamente la extensión del sufragio universal en Inglaterra, de modo progresivo las asociaciones locales se fueron convirtiendo en verdaderos partidos políticos organizados, capaces de canalizar el voto de un número cada vez mayor de ciudadanos. Hasta antes de que las leyes electorales establecieran el sufragio universal, el carácter de la representación parlamentaria estuvo determinado por el sufragio censitario basado en el grado de posesión 2 128 Véanse las obras de Escamilla (1993) y Macaulay (1984). económica. Durante los siglos xvii y xviii, y gran parte del xix, se consideró que la posesión económica era la única premisa que legitimaba la participación en los asuntos del gobierno. Incluso para algunos pensadores como John Locke (1989, 84) “sólo los poseedores podían tener interés por la marcha del Estado, sólo ellos tenían el derecho de elegir y ser elegidos”. Esta premisa permitió que el Parlamento estuviera integrado por grupos de notables procedentes de una oligarquía homogénea, por lo que eran capaces de orientar con relativa facilidad su actividad por el “bienestar común”, es decir, por el interés de las clases dominantes. La mayor influencia teórica durante este periodo en Inglaterra proviene del modelo liberal individualista, en el que la ciudadanía es un “estatuto” de pertenencia incondicional para todos sus poseedores y que confiere derechos en virtud de los hechos. Estos derechos no se pierden si sus poseedores no los usan. La única obligación que los ciudadanos tienen unos con otros es la de respetar los derechos de los demás (Marquand 1994, 244). Durante varios siglos, el sufragio restringido permitió un vínculo orgánico entre una reducida oligarquía dirigente y las capas sociales dominantes, constituidas por la aristocracia, la pequeña nobleza y la burguesía comercial y financiera que había alcanzado éxito. Durante el siglo xix, el Reino Unido se convirtió en el destacado ejemplo de un país que avanzaba hacia la plena ciudadanía política. Los cambios que se dieron fueron progresivos, sin enfrentamientos ni rupturas políticas de importancia. A pesar de esto, su influencia se hizo sentir en otros estados. En las primeras décadas del siglo xix, era el ejemplo más destacado de sufragio censitario. Es hasta el año de 1832, fecha en la que el Parlamento, en respuesta a las protestas contra las desigualdades y corruptelas electorales, aprobó la primera de las tres grandes reformas decimonónicas. La ampliación a los propietarios urbanos y a los arrendatarios rurales del derecho Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 129 Análisis al voto no impidió de todas maneras que la inmensa mayoría de los varones adultos (cinco de cada seis) siguieran al margen de la vida política. Más importante resultó la reforma de 1867, no sólo porque redujo las exigencias económicas sino, sobre todo, porque sustituyó, como criterio restrictivo, el principio de propiedad por el de residencia. A la visión tradicional del ciudadano propietario se le sumó la nueva imagen del “ciudadano respetable”. De forma que no sólo los propietarios, sino también los arrendatarios de viviendas urbanas y los inquilinos cabeza de familia que ocupaban parte de una casa (siempre que la renta fuera superior a 10 libras), así como los propietarios o arrendatarios de fincas rústicas (en este caso, se mantenía la exigencia de una renta anual mínima, aunque se redujo la cantidad a 12 libras) vieron reconocidos sus derechos como votantes. Todavía quedaban fuera los mineros; pero el cuerpo electoral pasó de repente de un millón 400 mil a dos millones y medio, entre los que se encontraba el sector más asentado y “respetable” (algo menos de 30%) de los trabajadores urbanos. El establecimiento del voto secreto en 1872 completó esta sustancial ampliación (Pérez 2000, 132-3). Durante el siglo xix, los obreros ingleses estaban en condiciones de exigir que se les concediera el lugar que les correspondía en la comunidad política de la primera nación del mundo. Dichas exigencias no alcanzaron nunca un clima revolucionario, aunque de vez en cuando hubo estallidos de violencia. La sociedad inglesa demostró ser capaz de darle un lugar a la clase trabajadora en la comunidad política nacional, como un participante igual a los demás elementos; pero incluso en Inglaterra esta evolución entrañó una lucha prolongada, y la igualdad, con todas sus repercusiones, no se logró sino en forma paulatina. En 1918, en el Reino Unido, se otorgó el derecho al voto a los varones mayores de 21 años y a las mujeres propietarias o viudas de propietarios mayores de 30, al tiempo que se recortaba el voto plural (sólo a partir de 1928 pudieron sufragar todas las mujeres mayores de 130 21 años). Que estas reformas se llevaran a cabo sin grandes conflictos ni alteraciones sustanciales del régimen político tiene que ver con la existencia previa de un sistema parlamentario dispuesto a integrar progresivamente a los sectores excluidos de la vida política. Cuando se veía que importantes sectores se encontraban fuera del sistema, se cambiaban las leyes electorales para introducirlos en él. Pero este afán integrador no impidió que se mantuvieran ciertas diferencias a la hora de emitir el voto. La desigualdad acabó por reflejarse en la creación de distritos especiales para las universidades y en el reconocimiento del voto múltiple para quienes contaran con títulos universitarios (un privilegio que sólo desapareció hasta 1948). El Reino Unido fue el único que supo crear, mediante una práctica de siglos, la forma política que en el siglo xx se convirtió en la democracia parlamentaria; la única que ha sabido permanecer asentada en la common law y la jurisprudencia, a la vez que ha sabido hacer del precedente el equivalente de la Constitución y se ha adaptado con suavidad, pero de forma eficaz, a las necesidades cambiantes de cada época. Inglaterra garantizó las auténticas libertades, arrancadas progresivamente al poder real por medio de la instauración de contrapoderes, en concreto, el Parlamento. IV. Estados Unidos y la democracia representativa Los estadounidenses inventaron la democracia representativa. Al democratizar la teoría inglesa de la representación, republicanizaron su Constitución. La idea de un pueblo soberano como fuente de la legitimidad había sido formulada por Rousseau. Pero la delegación, es decir la idea de la representación, se pensó y se puso en práctica durante la guerra de Independencia de 1776. Madison afirmaba que la República estadounidense no tenía precedentes: había inventado la idea de representación, esto es, delegar el gobierno a un pequeño núme- Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 131 Análisis ro de ciudadanos elegidos por los demás. El nacimiento histórico de la democracia estadounidense, entre 1776 y 1787, vino acompañado de un amplio debate de ideas en el que se contrastaban y fundían tradiciones intelectuales diversas: la filosofía política de la antigüedad, la teología cristiana, el empirismo liberal inglés y el racionalismo de la Ilustración. Cuando el Congreso Continental de las Trece Colonias Inglesas de Norteamérica promulgó la Declaración de Independencia, rompió los lazos políticos con la metrópoli y estableció “estados libres e independientes” y, por lo tanto, nuevas comunidades políticas en las que participaron mayoritariamente los varones propietarios de origen europeo. Las colonias, que desde el 4 de julio de 1776 se constituyeron en estados, una vez rotos sus lazos con la metrópoli, redactaron y promulgaron constituciones para salvaguardar mejor los derechos de los ahora ciudadanos. Todas, siguiendo el modelo del estado de Virginia, tenían una declaración de derechos, así como un sistema de separación de poderes y un mecanismo de controles para evitar tiranías. Los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial recaían en cuerpos distintos. Las nuevas constituciones no sólo dibujaron una nueva y revolucionaria organización institucional, sino que también establecieron las condiciones que debían reunir los electores y los elegibles. Aunque el requisito de propiedad fue rebajado, sólo lo suprimieron en cuatro estados. En Pensilvania, Delaware, Carolina del Norte y Georgia, siendo contribuyentes, se podía ejercer el derecho al sufragio. Las condiciones fueron todavía más restrictivas para ser elegido. Además de la condición de propietario, se exigían requisitos de orden religioso o formular determinados juramentos que alejaban a los católicos y a los monárquicos de los puestos políticos. En total, de los cuatro millones de habitantes que existían en las 13 colonias en la era revolucionaria, sólo tuvieron derecho al voto unos 120,000. Se excluyó a los indios, afroamericanos, mujeres, no propietarios, católicos y realistas (Guardia 2000, 77-82). 132 En 1776, a pesar de la violencia y de la guerra, a pesar también de las divergencias reales y profundas, se lograron establecer los principios políticos que darían forma a la naciente República. Nada muestra mejor la prudencia (y, por ende, la audacia) de los estadounidenses que la Declaración de Independencia. Jefferson afirma allí la universalidad de los derechos a “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”, pero también recuerda que la resistencia a la opresión sólo está justificada en casos extremos y que los gobiernos establecidos gozan, por lo tanto, de una presunción de legitimidad (Raynaud 1997, 85-6). La Declaración de Independencia, las constituciones estatales y, sobre todo, el primer texto que diseñaba una organización común a los 13 estados independientes, los artículos de la Confederación, defendían una articulación de las instituciones políticas encaminadas a una mejor defensa de los derechos y libertades individuales. Los federalistas fueron mayoría en la Asamblea Constituyente de Filadelfia, de la cual surgió la Constitución de 1787. Ésta se caracterizaba por dos rasgos importantes para el futuro político de los Estados Unidos: era republicana y, además, federal.3 La democracia a la que se referían los federalistas no era la “democracia pura”. La diferencia se basa en que la forma pura pertenece necesariamente a una sociedad integrada por un reducido número de ciudadanos que se reúnen y administran personalmente el gobierno; en 3 En Estados Unidos, la teoría de Locke fue una de las que más influyó en el pensamiento de Jefferson y en El Federalista para adaptar la idea de representación política. El Federalista formó parte de una estrategia para exponer las virtudes de la Constitución después de la convención federal de 1787. Se trataba de una serie de ensayos publicados en la prensa de Nueva York a cargo de Alexander Hamilton, John Jay y James Madison. La obra estaba dividida en seis ramas, de las que sobresalen sus argumentos sobre la utilidad de la unión, la insuficiencia de la entonces Confederación, la necesidad de un gobierno enérgico y el republicanismo de la Constitución, que se expresó en la adopción de la democracia como mejor forma de gobierno (Pitkin 1985, 212). Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 133 Análisis contraste, la “democracia estadounidense” se trata de un gobierno en el que se da el esquema de representación, que califica a la República creada por la Constitución como “democracia representativa”. En oposición a ésta, las democracias puras han constituido para los autores de El Federalista, [...] espectáculos de desorden y luchas y han sido siempre incompatibles con la seguridad personal y con los derechos de propiedad. No puede ser una sorpresa el que en general hayan sido tan cortas en su vida como violentas en su muerte (Hamilton, Madison y Jay 1957). Frente a esto, la ventaja que ofrece la democracia representativa es “un dispositivo que se adopta en lugar de la democracia directa debido a la imposibilidad de reunir a grandes cantidades de gentes en un solo lugar, es un sustitutivo del encuentro en persona de los ciudadanos” (Pitkin 1985, 212-4). La representación se configura así como una vía deseable para conceder y permitir la participación. Significa “la delegación del gobierno a un pequeño número de ciudadanos elegidos por el resto, en vez de que todos los ciudadanos en persona dirigiesen los asuntos públicos” (Hamilton, Madison y Jay 1957, 45). Este sistema es importante, ya que las opiniones públicas pueden ser pulidas y extendidas si pasan por la mediación de un cuerpo elegido de ciudadanos. El gobierno representativo salva los excesos de la democracia pura porque las elecciones mismas fuerzan la claridad de las cuestiones públicas y los pocos elegidos capaces de resistir el proceso político “suelen ser competentes y capaces de discernir los verdaderos intereses de su país, esto es, los intereses de los ciudadanos” (Hamilton, Madison y Jay 1957, 45). Para los autores de El Federalista, el gobierno representativo por sí mismo no es condición suficiente para la protección de los ciudadanos; es necesario impedir que los elegidos degeneren en una poderosa 134 facción explotadora. La mejor forma de evitarlo es por medio de una República “grande”, donde el número de representantes no sea tan grande que confunda a la ciudadanía. Las ventajas que ofrece una República grande, frente a una pequeña diseñada para una democracia directa al estilo Rousseau, es que la proporción de sujetos capaces de representar políticamente a los ciudadanos es constante y el electorado tendría muchas más posibilidades para escoger. En un Estado grande los representantes son elegidos por un electorado extenso que tiene más probabilidades de reconocer a los candidatos “indignos”. Además, en un Estado grande, con una economía basada en el logro de las necesidades privadas, existe inevitablemente una gran diversidad social y, por lo tanto, según los autores, menos posibilidades de que se forme una mayoría tiránica, tanto entre el electorado como entre los elegidos. De esta forma, la diversidad social contribuye a crear una fragmentación política que impide la excesiva acumulación de poder. Pese a que una de las desventajas de un gran Estado es que los representantes pueden hacerse progresivamente más lejanos e impersonales, para los autores de El Federalista es más importante detener la excesiva acumulación de poder en unos cuantos. La solución propuesta ante el posible alejamiento es una Constitución federal en la que los intereses más importantes y los agregados serán remitidos a la legislatura nacional; los locales y particulares, a los órganos legislativos de los estados. De esta forma se da paso a lo que de alguna manera es la médula de la democracia representativa propuesta: la división de poderes. Así, los poderes legales del Ejecutivo, Legislativo y Judicial están divididos tanto en el ámbito nacional como en el local, y de esta forma se garantiza mejor la protección de la libertad a la que tanto aludía Montesquieu. La Guerra Civil supuso un nuevo avance en la conquista de la ciudadanía. Esa vez, aparentemente, fueron los afroamericanos los que obtuvieron no sólo la ciudadanía civil, sino también su participación Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 135 Análisis en el sistema político. Ya durante el conflicto armado un problema constitucional se había planteado al nuevo Partido Republicano que detentaba el poder en los estados fieles a la Federación. ¿Cómo debían reincorporarse los estados protagonistas de la secesión que estaban siendo conquistados militarmente por el norte? La solución de Lincoln se estableció en su Proclama de Amnistía y Reconstrucción, de diciembre de 1863, en la que se ofrecía el perdón a los sureños (salvo a los altos dirigentes de la Confederación) que jurasen fidelidad a la Constitución de 1787 y que prometiesen respetar la abolición de la esclavitud que se había promulgado ese mismo año para los estados fieles o dominados por la Unión. El plan de reconstrucción de Lincoln no gustó al ala más radical de su partido, que consideraba que no bastaba con otorgar la libertad a los antiguos esclavos. Los republicanos radicales lograron imponer medidas constitucionales drásticas. Aprobaron en el Congreso federal la enmienda decimocuarta, que concede los derechos de ciudadanía política a los antiguos esclavos. Previniendo problemas con los estados del sur, los radicales elaboraron una nueva enmienda constitucional. La decimoquinta, aprobada en el Congreso federal en 1870, establecía garantías para que el derecho al sufragio de los ahora libertos no fuese nunca violado (Guardia 2000, 91-3). De todas formas, las enmiendas constitucionales, aprobadas por los republicanos radicales y ratificadas por los estados, que otorgaban derechos a los afroamericanos fueron insuficientes. Los gobiernos de los distintos estados sureños pronto empezaron a utilizar artimañas legales para alejar a los afroamericanos de la ciudadanía política. Así, idearon un nuevo procedimiento. La “norma del abuelo” establecía que todo individuo cuyos padres pudieran votar en 1867 tenía el derecho al sufragio. De este modo quedaba zanjado el problema. Los antepasados de los blancos votaron en los estados del sur, los de los afroamericanos, desde luego, no. Además, las élites blancas sureñas lograron imponer la segregación; primero, prohibieron que los niños 136 negros acudiesen a las mismas escuelas que los blancos, después, que compartiesen el espacio en los locales y en los medios de transporte públicos. Fue durante la presidencia de Dwight D. Eisenhower (1953-1961), y tras las movilizaciones en pro de los derechos civiles, robustecidas durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las instituciones federales se decidieron a intervenir directamente para lograr el acceso de los excluidos a la ciudadanía. En 1954, el Tribunal Supremo falló a favor de la inconstitucionalidad de la segregación en los centros educativos. El 13 de noviembre de 1956, el Tribunal reconoció que la segregación en los autobuses era inconstitucional. En 1957, tras un duro debate, el Congreso aprobó la primera ley de derechos civiles desde la Reconstrucción. En ella se permitía tanto a los individuos como al fiscal general del Estado denunciar judicialmente a cualquiera que obstaculizara el derecho de otra persona a votar. Los progresos más importantes en el camino hacia la igualdad política se lograron en la presidencia de Lyndon B. Johnson (1963-1969). Por un lado, las movilizaciones sociales se multiplicaron y además confluyeron. Luchadores a favor de los derechos civiles, feministas, el movimiento en contra de la guerra de Vietnam, el combate a la pobreza, además de que los indios norteamericanos y los latinos protagonizaron multitudinarios actos de protesta y aceleraron las reformas federales necesarias para la consecución de la ciudadanía civil y política. En 1964 se promulgó la Ley de Derechos Civiles, con la que se protegía el derecho al voto de todos los norteamericanos. En 1965 se promulgó la Ley de Derechos Electorales, que eliminaba todos los tecnicismos legales que habían alejado al afroamericano del ejercicio de su derecho al sufragio. En 1966, el Tribunal Supremo consideró inconstitucional el pago de impuestos como condición previa al ejercicio del derecho al voto. El resultado de estas medidas no fue inmediato, pero puede afirmarse que desde principios de la Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 137 Análisis década de 1970 todos los ciudadanos estadounidenses podían ejercer sus derechos políticos (Guardia 2000, 97-9). V. Francia y los derechos fundamentales Francia es, probablemente, el modelo más representativo de creación de la nación moderna. Según el mito nacional, fue su Revolución la que sostuvo como modelo universal, ante la faz del mundo, el nuevo principio de legitimidad y la que proclamó, por primera vez, en nombre del universo entero, la Declaración de los Derechos del Hombre. Después de la Revolución, los franceses se vanagloriaron de haber ofrecido al mundo la primera experiencia y la primera ideología de la nación moderna. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano se decretó en las sesiones de la Asamblea Nacional de los días 20 a 26 de agosto y del 1 de octubre de 1789; en ella se establecía que [...] comprendiendo que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del hombre son la sola causa de la infelicidad pública y de la corrupción del gobierno, han resuelto exponer en una declaración solemne los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, les recuerde sus derechos y sus deberes; a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo, sean mayormente respetados, y a fin de que las reclamaciones de los ciudadanos, tiendan siempre al mantenimiento de la Constitución y a la felicidad de todos (Fauré 1999).4 4 138 “Se reconocen y declaran los siguientes derechos: Art. 1º. Los hombres nacen libres e iguales en derechos; Art. 2º. El objeto de toda sociedad política es la conservación de Pérez Pérez los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión; Art. 3º. El principio de toda soberanía reside esencialmente en la nación; Art. 4º. La Libertad consiste en poder hacer todo aquello que no daña a otro; Art. 5º. La ley no tiene el derecho de prohibir sino las acciones nocivas a la sociedad; Art. 6º. La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen el derecho a concurrir a su formación personalmente o por representantes; Art. 7º. Ningún hombre puede ser acusado, arrestado ni detenido sino en los casos determinados en la ley y con las formalidades prescritas por ella; Art. 8º. La ley no debe establecer más penas que las estrictas y evidentemente necesarias; Art. 9º. Debiendo todo hombre presumirse inocente mientras no sea declarado culpable; Art.10. Nadie debe ser molestado por sus opiniones, aunque sean religiosas, mientras no turbe el orden público establecido por la ley; Art. 11. La libre comunicación de las opiniones y de los pareceres es un derecho de los más preciados del hombre: todo ciudadano puede, por tanto, hablar, escribir y estampar libremente, salvo por el abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley; Art. 12. La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita una fuerza pública; Art. 13. Para el mantenimiento de la fuerza y para los gastos de la administración es indispensable una contribución común; Art. 14. Todos los ciudadanos tienen el derecho de comprobar, la necesidad de la contribución pública, de consentirla libremente; Art. 15. La sociedad tiene derecho para pedir cuenta de su administración a todos los empleados públicos; Art. 16. Toda sociedad en la cual la garantía de los derechos no está asegurada, ni determinada la separación de los poderes, carece de Constitución; Art. 17. Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado de ella sino cuando la necesidad pública, legalmente justificada, lo exija a condición de una justa indemnización” (Fauré 1999, 11-2). Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras La declaración se refiere a la totalidad de los miembros de la sociedad. La abolición de los privilegios había sido el primer acto de la reorganización nacional. El rechazo de los privilegios, no obstante, adopta en casi todos los proyectos la forma positiva y abstracta de una “ley uniforme para todos”, de un “derecho igual a la garantía social” que se aplica tanto a la propiedad como a la libertad. La idea de una universalidad abstracta en los textos no llega, empero, a producir una concepción política que englobe a la totalidad de los ciudadanos. Las mujeres, los niños, los extranjeros y hasta quienes no contribuyan en nada al sostén del orden público no deben influir activamente en la cosa pública. La idea de una totalidad de hombres y de ciudadanos se concibió en respuesta a una realidad social y política que había perdido el sentido de su cohesión. Esta representación restringida 139 Análisis de la sociedad política se expresó mediante el sufragio censitario. La declaración de derechos debía enunciar los principios fundamentales que servirían de base a todos los gobiernos y harían del pueblo francés el primero y el modelo para otros pueblos. La necesidad de una fuerza represiva para defender la propiedad era la traducción política del pesimismo ético que, generalizado como respuesta a la serie de violencias ejercidas en contra de la persona y la propiedad de los nobles, elevó el tono para exigir que el ciudadano respetara, mediante la coacción si era necesario, los derechos de los demás. Desde la Revolución francesa se proclamó que “la sociedad está obligada a procurar la subsistencia de todos sus miembros, ya sea proporcionándoles un trabajo o garantizando los medios necesarios a quienes no están capacitados para trabajar” (Fauré 1999, 26-7). El derecho del ciudadano al trabajo o a la asistencia sustituye desde entonces la idea de la caridad individual y privada, de inspiración religiosa. Ciertamente, cuando cada individuo es un ciudadano, tiene derecho a disponer de medios para alimentarse, a tener un techo y a educar a sus hijos decentemente, para estar en condiciones de ejercer sus derechos políticos de manera concreta. La Revolución de 1789 estuvo precedida por los acontecimientos de los siglos xvi y xvii, de los cuales surge la monarquía francesa como un modelo de absolutismo opresor de toda fuerza emergente de la sociedad civil. La sociedad francesa se dividía en tres órdenes: el clero, que no sólo era el primero de los órdenes, sino el cuerpo más sólidamente unido por su jerarquía propia y su disciplina; la nobleza, determinada por el nacimiento; y, finalmente, el tercer Estado, formado por las masas populares en general, encabezadas por la burguesía que, sin duda, sobresalía gracias al trabajo y al ahorro, pero, sobre todo, gracias a la especulación comercial. El antiguo régimen, basado en privilegios, devino un obstáculo para el desarrollo y nacimiento de la sociedad moderna que se había gestado en su seno. 140 Pérez Pérez En 1788, Luis XVI lanzó una convocatoria a los franceses para presentar sus ideas sobre la reforma del Estado. De todos los escritos presentados para llevar a cabo la reforma, el de Sieyés fue sin duda uno de los más sobresalientes e influyentes en el proceso de revolución. Miembro del Partido Nacional, o Patriota, compuesto por algunos personajes de la nobleza y, por supuesto, de la burguesía, Sieyés redactó su famoso ensayo ¿Qué es el tercer Estado?, cuya temática general trata de los derechos de la nación, que el autor identifica con los del tercer Estado y que opone a las prerrogativas de los privilegiados. Para Sieyés (1989, 13), el tercer Estado compondría por sí solo una asamblea nacional, porque según él: [...] ¿quién se atrevería a decir que el tercer estado no tiene en sí todo lo que es preciso para formar la nación completa? Es el hombre fuerte y robusto cuyo brazo está todavía encadenado. Si se le despoja del orden privilegiado, la nación no vendría a menos, sino que iría a más. El tercer estado abraza pues, todo lo que pertenece a la nación, Tras una desenfrenada lucha de unos por conservar los privilegios, y la búsqueda de la igualdad por parte de otros, en 1789, la Asamblea Nacional nombró una comisión encargada de redactar lo que sería la Constitución para la emergente nación. La redacción definitiva del documento se promulgó el 3 de septiembre de 1791. En el espíritu de la Carta Magna quedaron consagradas las expectativas de El contrato social de Rousseau, respecto de la soberanía popular, y las ideas sobre la soberanía nacional de Sieyés. En su proclamación del nuevo reino del ciudadano, los revolucionarios franceses se inspiraron, ante todo, en el pensamiento de Rousseau. Para el autor, al ser la dependencia entre los hombres la fuente de la desigualdad, los cuerpos intermedios entre el individuo Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras porque el tercer estado es todo. 141 Análisis y el Estado impedían la libertad humana y debían ser destruidos. Al contrario de lo sucedido en Inglaterra, el ciudadano, expresión directa de la voluntad general, debía ser independiente de todos los vínculos intermedios y estar en íntima relación con el Estado. Si bien, desde 1789, los revolucionarios se plantearon el problema de la representación, mantuvieron en lo esencial la concepción roussoniana de una democracia unitaria, hostil al pluralismo. El interés y la voluntad de cada ciudadano se identificaban con el interés y la voluntad colectivas. El interés general no se deduce de la suma o de la composición de los intereses particulares. Al igual que la nación, la ciudadanía es un todo indivisible y debe ser organizada y garantizada por un Estado centralizado, que es la expresión de la voluntad general, creadora de la sociedad. Uno de los puntos sobresalientes del pensamiento de Sieyés, al igual que el de Kant, respecto a la representación, es la distinción que establece entre ciudadanos “activos” y “pasivos”; distinción que junto con la separación que hace entre elector y electo lo llevan a defender la causa burguesa, evitando de esa forma que las clases populares, a su vez, conquisten la igualdad electoral y, con ello, la fuerza del Estado a su favor. Entre los ciudadanos pasivos se encontraban las mujeres, los niños, los extranjeros y aquellos que no contribuían a sostener el establecimiento público. Esta idea fue adoptada en la Constitución de 1791, en la que se privaba del derecho de sufragio a todos aquellos ciudadanos que no cumplieran con el requisito de “pagar una contribución directa igual al menos a tres jornadas de trabajo y presentar el comprobante de pago y no estar en estado de domesticidad, es decir, de servidor o jornal” (Sieyés 1989, 25); pensamiento sumamente alejado de la igualdad pretendida por Rousseau. Aun siendo numerosas, estas exigencias no privaron del derecho al voto más que a sólo un tercio de los varones adultos; fundamentalmente, a mendigos y vagabundos, aunque también a los sirvientes domés142 ticos. En cambio, el pago de una pequeña contribución no excluyó más que a un porcentaje ínfimo de los franceses mayores de edad. Lo cual ha permitido hablar de un primer triunfo del individuo-elector; aunque la vieja concepción del ciudadano-propietario, vinculada al temor a la acción incontrolada de las muchedumbres, no desapareció por completo. El poder final de decisión lo detentaba una minoría que se suponía ilustrada. Sieyés (1989, 25-6) proporcionó la argumentación jurídica que justifica que “los representantes nombrados en los departamentos no serán representantes de un departamento en particular, sino de la nación entera”. De esta manera, los ciudadanos no son representados directamente, sino por medio de la nación. El hecho de que la nación, en su totalidad, tenga una representación implica que los ciudadanos también están representados, en tanto pertenecen al cuerpo nacional. Así se justificó la supresión del voto en perjuicio de los desposeídos, pues aun los ciudadanos pasivos, no electores, eran representados en el Parlamento. De acuerdo con Sieyés, todos los habitantes de un país debían gozar de los derechos, aun los ciudadanos pasivos; todos tenían derecho a la protección de su persona, de su propiedad, de su libertad, etcétera. Sin embargo, no todos tenían derecho a tomar parte activa en la formación de los poderes públicos, es decir, no todos eran considerados ciudadanos activos. En Sieyés (1989, 44-8), la representación es la base misma de la organización estatal y, por tanto, el mejor sistema de gobierno. Para él, la utilidad común es por lo que los ciudadanos nombran representantes, a quienes dan su confianza, pues son mucho más capaces que los ciudadanos mismos para conocer el interés general e interpretar, desde su punto de vista, la voluntad común. Sieyés (1989) no dudó en afirmar que el régimen que le convenía a Francia era el representativo, entre otras razones, porque “la enorme pluralidad de nuestros conciudadanos no tiene ni suficiente instrucción, ni suficiente ocio para querer Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 143 Análisis ocuparse directamente de las leyes que deben gobernar Francia”. Su opinión era, entonces, que debían nombrarse representantes. Así, el nacimiento de la democracia representativa se da en un tono que, más que democrático, es un tanto preventivo y de restricción ante el pueblo que quiere llegar al poder, por un lado, y, por el otro, ante la posibilidad de continuar con un régimen absolutista, conservador de los privilegios de la nobleza decadente de la época. El legado de estos pensadores al finalizar el siglo xviii permitió establecer lo que conocemos como gobierno representativo. De ahí, el surgimiento de dos conceptos más de representación política. Uno es el electoral, como hacedor independiente de la política nacional; y el otro es el concepto de representación parlamentaria, como una autoridad pública cuyo poder deriva de su legitimidad debida a que sus miembros pasan por un proceso de selección, es decir, actúan en interés de los ciudadanos, aun cuando no están obligados a tomar instrucciones de sus electores. Tanto los autores de El Federalista como los constituyentes franceses estaban convencidos de que el único gobierno democrático apropiado para un pueblo era la democracia representativa, que es la forma de gobierno en la que el pueblo elige a sus representantes, que deben decidir por él. Las formas de sufragio restringido no resistieron en Francia a la nueva ofensiva revolucionaria de 1848. Durante la Monarquía de Julio, la lucha por la igualdad política ocupó un papel equivalente al que había desempeñado en 1789 la reivindicación de la igualdad civil. El establecimiento del sufragio universal directo para los varones mayores de 21 años, sin restricción alguna por razones de capacidad o de censo (de acuerdo con el decreto del 5 de marzo de 1848), se presentó como la gran novedad introducida por la revolución. Gracias a las leyes electorales de 1874 (para las elecciones municipales) y de 1875 (para las generales), aprobadas por la Tercera República, el sufragio universal y, con él, la generalización de la ciudadanía política para los varones 144 Pérez Pérez mayores de edad se convirtieron por fin en un rasgo permanente de la vida política francesa. Más aún, esta conquista significó también el final de las tensiones revolucionarias y el triunfo de la estabilidad política en el país (Pérez 2000, 126-7). Los movimientos revolucionarios a favor de una mayor democratización y participación ciudadana no se reducen a los casos que se han visto. Sin embargo, la guerra civil en Inglaterra, la Independencia de los Estados Unidos y la Revolución francesa son los más significativos y emblemáticos, y los que más han influido en la consolidación de la ciudadanía moderna y los derechos políticos en occidente. El siglo xviii representa un hito en la historia de la política occidental. Antes de él, las poblaciones estaban totalmente impedidas de ejercer sus derechos públicos; a partir de él, progresivamente se han convertido en ciudadanos y, en ese sentido, en participantes de la comunidad política. El problema de los grupos excluidos de la representación y participación ciudadanas, en un Estado nacional moderno, reside en el proceso político por el cual se amplían y redefinen gradualmente, en el ámbito de la comunidad nacional, los derechos y deberes recíprocos. Los grupos recién politizados protestan contra su ciudadanía de segunda categoría y exigen participar en términos de igualdad en la comunidad política del Estado nacional. El triunfo del sufragio universal, tras la Revolución de 1848, no se produjo sólo en Francia. La Asamblea Nacional alemana, reunida en Fráncfort en la primavera de ese año, aprobó igualmente ese principio, aunque su aplicación sólo tendría lugar en 1867, durante el periodo bismarckiano, y se mantuvo en las elecciones del Reichstag, o Cámara baja, tras la creación en 1871 del Imperio alemán. En Suiza, la nueva Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras VI. La consolidación del sufragio universal y la ciudadanía moderna 145 Análisis Constitución de 1848, resultado de la victoria liberal frente a los cantones católicos, lo incluyó igualmente en las elecciones al Consejo Nacional. Un año después, Dinamarca —enfrentada en una guerra con los estados alemanes— lo incorporó también a su Constitución. Y, aunque no se llegó a la universalización del sufragio, en 1852, el conflicto entre radicales y moderados en Portugal acabó con una ampliación sustancial del derecho al voto, al que a partir de entonces tendría acceso cerca de 40% de la población masculina adulta. En el caso español, la Revolución de 1868 logró eliminar las restricciones electorales y establecer las reivindicaciones de las juntas revolucionarias a favor del sufragio universal. Pero el reconocimiento de estos principios y de los derechos políticos complementarios —de reunión, asociación y manifestación o “petición colectiva”—, en la Constitución de 1869, sólo se mantuvo lo que duró el periodo revolucionario. De forma que con la restauración de la monarquía se volvió, una vez más, a un sistema de sufragio censitario altamente restringido (Pérez 2000, 127-30). En aquellos estados occidentales que no atravesaron situaciones revolucionarias tan intensas, y en los que las estructuras políticas no se vieron alteradas con tanta radicalidad, el viejo sistema de representación estamental pervivió durante buena parte del siglo xix, bien en su forma más pura o bien en diversas combinaciones con el sufragio censitario. En otros casos, ese sistema era sustituido por diversas fórmulas de voto restringido, sin pasar por la experiencia del sufragio universal o casi universal. Hubo estados en Europa que desde los momentos iniciales de su historia constitucional, o por la presión de las oleadas revolucionarias, aprobaron fórmulas de sufragio censitario. Así ocurrió en Bélgica, desde su independencia en 1831 (en 1848, una nueva ley duplicó el cuerpo electoral, con lo que Bélgica se libró de la revolución); en Holanda, tras la revisión constitucional de 1848, fue resultado de la fuerte 146 presión de los sectores liberales del país; o en el reino de Cerdeña y Piamonte, cuyo estatuto, aprobado en ese mismo año y que fue base de la Constitución del Reino de Italia (1861), exigía un censo de entre 20 y 40 liras para poder votar, aunque también reconocía el voto de las capacidades. En los países escandinavos, en cambio, las formas de representación estamental, con algún añadido censitario, alcanzaron una mayor duración. En Suecia, la presión liberal obligó a sustituir, en la Constitución de 1864, el viejo sistema de representación estamental por el voto personal y directo de los propietarios en la elección de la Cámara baja del nuevo Parlamento bicameral. En las décadas finales del siglo xix y en los primeros años del siglo xx hubo un cambio sustancial de actitud, del que son un buen reflejo las modalidades en el derecho electoral introducidas por la mayoría de los estados occidentales. En la década de 1870, algunos estados contaban ya con sistemas electorales próximos al sufragio universal masculino. En la Tercera República francesa podían ejercer el derecho al voto más de 90% de los varones mayores de 21 años. En Suiza, y también en las elecciones para el Reichstag alemán, el cuerpo electoral estaba formado por más de 80%, y en Dinamarca por 75% del total de los varones adultos. Pero el resto de los estados europeos se encontraba en niveles considerablemente más bajos. En Portugal, los votantes ascendían a 40% de los varones adultos; en el Reino Unido, tras las reformas de 1867 y 1872, se contaba con 30% de votantes; en España no llegaban a 20%; y en niveles similares al español se encontraban Austria, Noruega y Suecia. Por último, Italia, Bélgica y Holanda se situaban en el grado más bajo de participación electoral, con menos de 10% de los varones mayores de edad (Pérez 2000, 136). Pero a lo largo de las dos décadas finales del siglo xix este panorama cambió de forma espectacular. No sólo en Italia, donde la reforma de 1882 permitió pasar de 600 mil a dos millones de votantes, también en el Reino Unido, que con la nueva reforma de 1884 otorgó el dere- Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 147 Análisis cho de voto a casi dos tercios de los varones mayores de edad (se pasó de tres a cinco millones de votantes). El derecho de voto se amplió igualmente, aunque de forma más modesta, en Noruega, en 1885, al tiempo que se introducía el voto secreto. Por su parte, en Holanda, en 1887, el número de votantes aumentó dos veces y media. La vuelta al sufragio universal masculino en España (en 1890) multiplicó por seis el censo electoral (de 800,000 a 4,800,000 electores). El cuerpo electoral se multiplicó por 10 en Bélgica. Y desde 1900, en Noruega, el voto era prácticamente universal (Pérez 2000, 137). Para todos estos avances democráticos realizados en Europa a finales del siglo xix puede utilizarse el calificativo que utiliza Huntington (1994, 99-104) de “bola de nieve”, el cual indica un proceso de contagio o difusión, del que dan prueba las frecuentes referencias de muchos reformadores a finales del xix. La democratización había acelerado su velocidad con relación a las décadas precedentes, y para los dirigentes de otros países estos hechos demostraron que la democracia podía hacerse, y también les hicieron ver los peligros que debían evitar y las dificultades que tenían que superar. Nuevos avances en la primera década del siglo xx confirmaron esa aceleración. Si en 1901 el voto pasó a ser secreto en Dinamarca, en 1907 acababa el sistema de voto desigual en Austria, al tiempo que se establecía el sufragio universal masculino y el voto secreto. Tras la reforma de 1905, en Finlandia se reconoció el sufragio universal, igual y secreto no sólo para los varones, sino también para las mujeres de 24 años; el porcentaje de electores se multiplicó por 10, y por primera vez en Europa casi 90% de la población mayor de edad (no sólo de varones, como hasta entonces) pudo intervenir en los procesos electorales. En 1907, en Suecia, se reconoció el voto a las tres cuartas partes de los varones mayores de edad; al tiempo que en Noruega, las mujeres que disfrutaban de una renta familiar superior al mínimo establecido se incorporaban al cuerpo electoral. En Portugal, tras el 148 retroceso de 1895, la revolución republicana de 1910 trajo consigo de nuevo el reconocimiento del derecho al voto de los cabezas de familia (aunque en 1913 se excluyó a los analfabetos de su disfrute). Italia, por su parte, estableció en 1912 el sufragio casi universal para los varones mayores de 30 años, con una fórmula adicional que permitía el voto de los mayores de 21 años. Más de 90% de los varones que superaban la barrera de la edad establecida por las leyes habían alcanzado, antes de la Primera Guerra Mundial, el derecho al voto en la mayoría de los estados europeos (las excepciones corresponden al Reino Unido, Holanda y Suecia, donde el porcentaje se situaba entre 60 y 80%) (Pérez 2000, 137-8). Los cambios en la legislación electoral fueron el resultado de una alteración sustancial en la valoración de los requisitos necesarios para el reconocimiento de los derechos de ciudadanía. En este terreno, lo que ocurrió en las décadas finales del xix y a comienzos del xx fue que perdieron legitimidad y validez legal las limitaciones relacionadas con la propiedad y el estatus social, en vigor durante la mayor parte del siglo; en cambio, las que se referían de forma más directa a las cualidades individuales no se vieron afectadas por la misma erosión. Con respecto al principio censitario, la concepción restrictiva de las capacidades y los criterios estamentales o corporativos fueron objeto de las reformas de mayor envergadura, mientras que las restricciones vinculadas a la educación —en la formulación inicial más abierta (saber leer y escribir)— o a los principios de utilidad y autonomía personal no se vieron cuestionados con la misma intensidad hasta que terminó la Primera Guerra Mundial. El pleno reconocimiento del sufragio universal, como principio legislativo, y la reducción de la edad requerida para acceder al voto sólo se produjeron tras el final de la Primera Guerra Mundial. En Dinamarca, gracias a la Constitución de 1915, pudieron votar en 1918 los varones y las mujeres mayores de 29 años. Un año después, en Bélgica, acabó Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 149 Análisis el sistema de voto plural y la edad requerida se redujo de 25 a 21 años. En Austria y Alemania se reconoció el derecho al voto a los hombres y a las mujeres mayores de 20 años, y en Italia a los varones mayores de 21 y a todos los que participaron en la guerra como combatientes, fuera cual fuera su edad. En 1921, en Noruega y Suecia votaron los hombres y las mujeres mayores de 23 años, y en 1922, en Holanda, lo hicieron los mayores de 25 años (en 1917 se había establecido el sufragio universal masculino y dos años más tarde el femenino). Se daban los últimos pasos para la extensión de la ciudadanía política prácticamente en todos los países occidentales. En España, el voto femenino se estableció en 1933. En Francia, Bélgica e Italia se otorgó inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, y en Suiza tuvo que esperar hasta 1971 (Pérez 2000, 141). Algunos hechos tuvieron, sin duda, especial relevancia para este proceso de democratización, como la extensión de la educación y la reducción del analfabetismo entre las clases medias y los sectores populares de la población —vinculadas con el crecimiento económico y urbano, pero también con la nueva intervención estatal en el terreno educativo—, que hicieron perder credibilidad al viejo argumento de que sólo los principales contribuyentes o las personas con estudios estaban preparados para hacer un uso conveniente de los derechos políticos. Las masas encontraron en la nación el medio de participar en la vida pública, cuando se decretó el sufragio universal (Schnapper 2001, 144-5). Puede concluirse que la consolidación de la ciudadanía moderna fue un avance particular en tres ámbitos: 1. 2. 150 Legal. Igualdad ante la ley, en contraste con los antiguos privilegios locales o estamentales. Político. El ciudadano es miembro del cuerpo político y participa en los asuntos públicos. Pérez Pérez 3. Nacional. El ciudadano se integra al Estado, frente a su vinculación anterior a los cuerpos intermedios, y al mismo tiempo está separado radicalmente del extranjero. La consolidación del sufragio universal se estableció a lo largo del siglo xx en el mundo occidental, y consiste en el derecho a votar y ser votado. Es el derecho que tiene cada ciudadano de escoger a sus representantes y, asimismo, de poder participar como candidato para ser elegido mediante el voto. Para que los derechos a votar y ser votado se vuelvan efectivos, es indispensable que las personas cuenten con condiciones similares para informarse, deliberar, organizarse y exigir cuentas. Además, los procedimientos electorales deben asegurar la libertad, la información, la secrecía y la individualidad e intransferencia de los votos (Raphael 2007).5 Revisaré qué dicen las investigaciones sobre la democracia para tener, como mínimo, un piso común de partida. Por democracia entiendo la definición de Norberto Bobbio, que ofrece elementos significativos en su concepción mínima; a saber: [...] se caracteriza por un conjunto de reglas (primarias o fundamentales) que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos. Asimismo, reconoce que no basta la distribución del derecho para participar directa o indirectamente en la 5 Para una revisión de la naturaleza y la historia de los derechos políticos, véanse las obras de los siguientes autores: Romero (1991), Miguel Concha (1994) y Héctor Fix-Fierro (2005). Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras VII. Comentarios a la sentencia Sauvé v. Canada 151 Análisis toma de decisiones colectivas para un número muy alto de ciudadanos§ ni la existencia de reglas procesales (Bobbio 1986, 14-5). Igualmente, considera que debe tomarse el término “democracia” en su sentido jurídico-institucional y no con su significado ético, o sea, en un sentido más procesal que sustancial. En este sentido, el ideal en el cual un gobierno democrático debe inspirarse, es el de la igualdad (Bobbio 2000, 39). Las reglas de Bobbio en relación con la democracia, o bien, con un sistema democrático, son las siguientes: 1) Todos los ciudadanos que hayan alcanzado la mayoría de edad, sin distinción de raza, de religión, de condición económica o de sexo, deben disfrutar de los derechos políticos, es decir, que cada uno debe disfrutar del derecho de elegir a quien le exprese por él; 2) el voto de todos los ciudadanos debe tener igual peso […]; 6) ninguna decisión tomada por mayoría debe limitar los derechos de la minoría […] (Bobbio 1999b, 381). Las primeras dos reglas establecen las condiciones de la igualdad democrática —la inclusión y la equivalencia—, es decir, las condiciones de votar, ser votado y de que todos los sufragios tengan un peso igual. La sexta representa una condición de salvaguarda o de supervivencia de la democracia, y consiste en limitar el poder de la mayoría, la cual gravita, entre otras cosas, en que la mayoría no puede limitar los derechos de las minorías; otros límites son aquellos que se refieren a los derechos fundamentales (Bovero 2008, 33-7). Y en una democracia, el derecho al voto actualmente es considerado fundamental. § 152 Énfasis añadido. Pérez Pérez La mayor parte (acaso todas) de las democracias que se establecieron en el mundo occidental contienen los elementos básicos del modelo teórico propuesto por Robert Dahl. Las cuatro garantías institucionales que este autor propone, y que son básicas para toda democracia, incluyen el sufragio inclusivo (Dahl 1992, 266-7). Bobbio, en la misma línea argumentativa que Dahl, especifica lo que a su juicio son los procedimientos universales que caracterizan a esta forma de gobierno: todos los ciudadanos mayores de edad, sin distinción de raza, religión, condición económica o género, deben gozar de derechos políticos; el voto de los ciudadanos debe tener un peso igual y ninguna decisión de la mayoría debe limitar los derechos de la minoría (Salazar 2008, 136-7). La virtud de la definición y connotación de la democracia, así planteada y caracterizada, reside en limitarse, únicamente, a describir los elementos esenciales sin los cuales una democracia sería inexistente. En esta tesitura mínima, Jürgen Habermas menciona que las democracias cumplen con el mínimo procedimental necesario, en la medida ciudadanos interesados. Y agrega que la ventaja de esta descripción minimalista consiste, precisamente, en su carácter descriptivo, que comprende el contenido normativo de los sistemas políticos (Habermas 2008, 380). Morlino, por su parte, sostiene que en la base del sistema democrático existe un acuerdo-compromiso que reconoce las reglas, y agrega una definición mínima de la democracia, es decir, indica cuáles son los pocos aspectos, más inmediatamente controlables y esenciales en lo empírico, que permiten establecer un umbral por debajo del cual un régimen no puede considerarse democrático. En esta perspectiva menciona que se consideran democráticos todos los regímenes que presentan al menos el sufragio universal, masculino y femenino. Un Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras que garanticen la participación política del mayor número posible de 153 Análisis régimen político que supera este umbral mínimo, se puede considerar una democracia (Morlino 2009, 7-8). En la obra más reciente de Ferrajoli relacionada con la democracia, y en la misma tesitura que Habermas y Bobbio, el autor menciona que las condiciones de la democracia están evidentemente preestablecidas por reglas, en el sentido de que concurren si y sólo si están estipuladas por normas de derecho positivo y si son lo suficientemente idóneas para garantizar —so pena de invalidez— el respeto de los derechos de las minorías y los intereses de todos. En esto hay un nexo racional —teórico, metateórico y práctico— entre democracia y derecho. Obviamente, continúa Ferrajoli, el derecho positivo no implica en absoluto la democracia, pero no vale en sentido inverso. La democracia incluye necesariamente al derecho. Bien puede haber derecho sin democracia, pero no puede haber una sin el otro, puesto que la democracia es un conjunto de reglas. Estas reglas valen en la medida en que se establezcan la igualdad en los derechos fundamentales como normas constitucionales jerárquicamente superiores (Ferrajoli 2011, 16-7). Como puede notarse, en todos los autores revisados hasta el momento se aprecian elementos compartidos, tanto conceptuales como institucionales, de la democracia, cuyo común denominador es que ésta se basa en un conjunto de instituciones y de reglas. Lo anterior supone que una sociedad democrática, que se precie de llamarse así, necesariamente tiene la obligación de observar escrupulosamente un cuerpo normativo que establece las reglas en esa sociedad; esto es lo que se conoce como Estado de Derecho. En todo sistema democrático, la correcta interpretación de las leyes y de las constituciones es uno de los grandes temas al cual se enfrentan las democracias actualmente. Vale recordar que el contenido y la aplicación de la ley son gran parte de la dinámica de las relaciones de poder en la sociedad, y ambas hacen que, especialmente en un Estado democrático y de derecho, haya un horizonte en movimiento. 154 Tener leyes claras y precisas, un Poder Judicial y tribunales libres de la influencia política, tanto del Ejecutivo como del Legislativo, y jueces altamente capacitados, son necesarios para el buen funcionamiento de una democracia de calidad y de su Estado de Derecho. Este último está enlazado con la libertad y la igualdad, porque se refiere al respeto de todas aquellas leyes que directa o indirectamente sancionan los derechos y su concreta realización. Ninguna libertad, igualdad o responsabilidad son posibles en la práctica si el respeto a la ley no se traduce en eficiencia y eficacia de las decisiones de las instituciones de gobierno y de la administración (incluidas, desde luego, las decisiones de los jueces).6 En esta tesitura, el Estado de Derecho ha sido abordado desde varias acepciones y posturas teóricas, como el constitucionalismo democrático, la democracia constitucional (como la llama Ferrajoli), el Estado democrático de derecho, entre otros. Hay que observar cómo la teoría política (la politología) ha hecho de este aspecto una dimensión de análisis de la calidad de la democracia. En este tenor, entre más se respeten los derechos fundamentales del ciudadano, se avanza en una democracia de calidad, lo cual tiene que ver con las decisiones e interpretaciones de la ley y la democracia de quienes imparten justicia. La teoría de la democracia actual debate sobre la calidad de ésta y acerca de cuánto camino se debe recorrer para alcanzar la plena realización de los dos objetivos centrales de una democracia ideal: la libertad y la igualdad. Morlino (2005) afirma que una democracia de calidad es aquella que presenta “una estructura institucional estable que hace posible la 6 Respecto de la idea de entrelazar calidad de la democracia y el Estado de Derecho, puede verse José Maria Maravall (2002), Leonardo Morlino (2009), Luigi Ferrajoli (2011) y Guillermo O´Donnell (2004, 32-46). Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 155 Análisis libertad e igualdad de los ciudadanos mediante el funcionamiento legítimo y correcto de sus instituciones y mecanismos”. Asimismo, añade que la democracia de calidad cuenta con una estructura institucional estable, en la que sus mecanismos funcionan correctamente y su legitimidad radica, por un lado, en el reconocimiento de los ciudadanos de sus instituciones y, por el otro, en su carácter de promotora y garante de la libertad, la igualdad y los derechos de todos. Con base en esta distinción, el autor sugiere el concepto de “buena democracia”, o bien, una democracia de calidad, la cual consiste en: [...] aquel ordenamiento institucional estable que mediante instituciones y mecanismos que funcionan correctamente consigue la libertad y la igualdad de los ciudadanos. Una buena democracia es, antes que nada, un régimen legitimado y estable, que satisface completamente a los ciudadanos (Morlino 2005, 38-9). Ahora bien, hay otras concepciones sobre la calidad. Por ejemplo, para Jáuregui (1994, 33), los criterios para obtener la calidad de una democracia giran en torno a la congruencia entre legitimidad y eficacia. Si la aplicación de las reglas y las decisiones son coherentes con la legitimidad y la eficacia para la cual se han adoptado, entonces habrá una mejor democracia, o bien, una con mejor calidad. Hasta este momento he descrito algunos elementos de la democracia y de su calidad, como base mínima para analizar la argumentación y las posturas de aquellos encargados de aplicar las reglas electorales en una democracia y los alcances de su interpretación. Así las cosas. Todos los elementos teóricos anteriores se relacionan con los puntos específicos que serán sujetos a análisis para reflexionar sobre el caso canadiense que nos ocupa. Los puntos son los siguientes. El artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá (1985) prohíbe votar “a cualquier persona recluida en una institución correccional que cumple una pena de dos o más años”. 156 Pérez Pérez Se cuestiona la constitucionalidad de dicho artículo por considerar que viola los artículos 3 y 15(1) de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades, y, a la vez, es injustificable de acuerdo con las condiciones que el propio artículo 1 de la Carta señala. El documento establece lo siguiente: Garantía de derechos y libertades 1. La Carta Canadiense de Derechos y Libertades garantiza los derechos y libertades establecidos en la misma, sujetos solamente a las restricciones razonables prescritas por la ley y cuya justificación pueda demostrarse en una sociedad libre y democrática. Derechos democráticos 3. Todo ciudadano de Canadá tiene derecho a votar en las elecciones legislativas federales y provinciales. 15. (1) Todos son iguales ante la ley y ésta se aplica igualmente a todos, y todos tienen derecho a la misma protección y al mismo beneficio de la ley, independiente de toda discriminación […] (Carta Canadiense de Derechos y Libertades 1982). Un juez de primera instancia, de acuerdo con su exégesis del asunto, al aplicar e interpretar dicha legislación, adujo que era inconstitucional el artículo que suspende los derechos de sufragar a los que purgan una condena de privación de la libertad por dos años o más. Otra instancia jerárquicamente superior revocó la resolución y sostuvo que sí era constitucional y legal dicha restricción, y que la justificación solicitada por el artículo primero era la adecuada. Es preciso destacar que aplicar la suspensión de los derechos electorales, específicamente Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Igualdad de derechos 157 Análisis el derecho al voto de los ciudadanos, está supeditado a una adecuada argumentación, de acuerdo con los principios de la sociedad democrática, los cuales consisten en la libertad e igualdad. Quienes imparten justicia deben, en primer lugar, privilegiar los principios y garantías que estipula la Carta Magna y, después, la legislación secundaria, como es el caso del artículo 51(e) de la ley electoral, puesto que depende de una argumentación apropiada según la eficacia y el alcance que pretende la imposición de sanciones. Como se ha visto, una democracia se sostiene en la medida que se garantiza la adecuada y racional aplicación de la ley, de los derechos fundamentales y una mayor participación de los miembros de la sociedad en la elección de sus representantes, puesto que entre mayor sea la cantidad de ciudadanos que tomen parte en los comicios, tendrá mayor legitimidad esa sociedad. Entonces, restringir tales derechos erosiona el sistema democrático. La adecuada y racional aplicación de la ley tiene que ver con la interpretación, justificación y argumentación esgrimidas acerca de su propia sociedad y tipo de democracia. Por lo que, si la argumentación es deficiente, los derechos de sufragar del ciudadano deben seguir vigentes y no ser suspendidos, porque la suspensión depende de esto último. Es responsabilidad de la autoridad justificar la postura de negarle el derecho al voto al ciudadano en caso de haber cometido un delito; de lo contrario, sus derechos deben respetarse porque tienen garantía constitucional. Es deber, como dice Jáuregui, que los criterios y justificaciones que emplea la autoridad, como establece la Carta Magna canadiense, giren en torno a la legitimidad y la eficacia de las reglas de la sociedad democrática. Esto último se relaciona con un principio que versa que la autoridad sólo puede hacer lo que la ley le permite, le faculta y le autoriza expresamente. Por lo anterior, no basta con observar la ley, sino, además, se debe argumentar de acuerdo con principios claramente establecidos. 158 Suspender los derechos de voto a los ciudadanos que purgan una pena de dos años o más, como medida para hacer valer el Estado de Derecho y los principios democráticos, como se sostiene en la sentencia, no coadyuva a la educación ni a la responsabilidad cívica que persigue toda democracia, puesto que aísla a estos ciudadanos y no los hace partícipes de ella, ya que una forma de realizarlo es mediante el voto. Asimismo, es un exceso que afecta la proporcionalidad de la pena y la eficacia que se persigue con esto. Independientemente de ello, un ciudadano completo, para considerarlo como tal, debe gozar mínimamente de su derecho al sufragio para sentirse parte de esa sociedad democrática; de no hacerlo, se sentirá excluido, sin interés por participar en los asuntos públicos de su sociedad. Como se menciona en la sentencia, “negar el derecho al voto a los presos implica perder un medio importante para enseñarles valores democráticos y el sentido de la responsabilidad social” (Suprema Corte de Canadá 2002). Privar del derecho al voto es hacer diferencias entre ciudadanos en relación con los derechos político-electorales, independientemente de su situación penal, lo cual afecta el principio de igualdad política. Desde luego, lo anterior tiene que ver con una cuestión cultural y con la concepción que se tenga de la propia sociedad en que se enmarcan los preceptos analizados, y de la tolerancia y la postura frente al crimen que haya socialmente. Si para unas sociedades puede parecer una exageración o desproporción la limitación del sufragio, para otras está justificada, independientemente del grado o la calidad de la democracia desarrollada, o de la concepción de ciudadanía y de los valores democráticos que tengan por principios rectores. Si de acuerdo con los conceptos y principios democráticos enunciados la suspensión del sufragio está en contra de ellos, si la ponderación está en la postura e interpretación que tanto filosófica como políticamente se tiene de la sociedad, entonces podría justificarse su negación. En ambos casos habría que identificar cuáles de esos principios son los que se ponen de manifiesto y se les da un peso mayor. Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras Pérez Pérez 159 Análisis Ronald Dworkin ha mostrado cómo los jueces, al interpretar las normas constitucionales, tienen que recurrir a principios de justicia, tradiciones y razonamientos que no pertenecen precisamente al derecho, sino que se encuentran en el espacio de la política (Dworkin 1989). Los principios de la democracia que están en el ámbito de la teoría política también se encuentran en el terreno del derecho. Hacer una separación tajante entre ambos espacios no es sencillo, puesto que se interrelacionan estrechamente. Lo que permite plasmar y llevar a cabo los principios de la democracia es el derecho; mediante éste, es posible la realización de aquéllos. Hay dos posturas frente a la interpretación de normas jerárquicamente superiores: una legalista y otra garantista. La primera privilegia la aplicación sistemática de la ley sin observar con mucho detalle otros aspectos filosóficos y sociopolíticos; la segunda sí toma en cuenta aspectos más amplios o abarcadores, como los que deja de lado el enfoque legalista. La visión garantista observa aspectos que van más allá del contenido de la ley. Ferrajoli tiene esta óptica y se pronuncia frente a normas del mismo nivel jerárquico que presentan conflictos, y privilegia los principios de libertad e igualdad que persigue el sistema democrático, por encima del contenido restrictivo de la ley. Ambas interpretaciones pueden verse en la sentencia, en la que la postura garantista presenta argumentos abundantes, en comparación con la restrictiva de los derechos. De cualquier forma, el Estado de Derecho, en su aplicación e interpretación de las normas en un sistema democrático, tiende a la realización de la libertad, la igualdad, marca los límites del Estado y de la clase política en turno, y garantiza los derechos fundamentales y los principios democráticos del ciudadano, de los cuales el sufragio es uno de ellos. En la medida en que esto suceda, no sólo se habla de una democracia consolidada y desarrollada, sino que, además, se hace referencia a una de calidad. 160 Pérez Pérez La democracia ha creado reglas e instituciones para garantizar la libertad, la igualdad y los derechos fundamentales. En la dinámica cambiante en que las sociedades democráticas se encuentran, las reglas se hallan bajo presión, lo que significa que observarlas está, hasta cierto punto, históricamente condicionado por esa dinámica (Sejersted 2001, 172-3). Por ello, las instituciones y las leyes en cualquier régimen que se denomine democrático son indispensables para salvaguardar, en todo momento, los principios del sistema y sus condiciones. Ningún principio tiene mayor importancia en la democracia que los de la limitación del Estado, el respeto y la garantía de los derechos fundamentales (Touraine 1995, 15). Como se ha visto, la consolidación del derecho al sufragio universal ha sido un proceso largo y complejo, que tiene relación con las instituciones políticas, la ciudadanía y el Estado. El derecho al voto ha constituido a lo largo de la historia política un derecho fundamental y, como tal, su anulación representa una vulneración a los principios de participación ciudadana y al funcionamiento de la democracia, si es que no queda bien fundamentado en qué condiciones puede revocarse. Desde mi punto de vista, el artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá es violatorio de los artículos 3 y 15(1) de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades, en la que se garantizan el derecho al voto y a la igualdad. Lo que establece el artículo 51(e) no es un argumento sólido como para retirar el derecho a votar a una persona que se encuentra recluida en una institución correccional cumpliendo una pena de dos años o más. ¿Podría considerarse que esa condena es el tiempo adecuado para anular los derechos políticos de un ciudadano? ¿O más bien tendría que ser la gravedad de la condena lo que determine si se pueden revocar los derechos electorales de una persona? Es decir, Sentencias Relevantes de Cortes Extranjeras VIII. Conclusión 161 Análisis sólo en aquellos casos en los que la severidad y la naturaleza del delito vayan aparejados con una sentencia “realmente larga” —como puede ser en el secuestro o el asesinato—, se entendería con mayor claridad la anulación del derecho al voto para un criminal condenado a pasar el resto de su vida, o prácticamente toda su existencia, en la cárcel. Con lo que se ha expuesto, queda claro que lo que algunos ministros argumentaron a favor del artículo 51(e) y de la anulación del derecho al voto, por considerar que su defensa no era otra cosa que un “conjunto de consideraciones filosóficas, políticas y sociales que no pueden ser probadas científicamente” es falsa (Suprema Corte de Canadá 2002, 3-8). La prueba está en que si uno estudia y analiza la evolución de la sociedades democráticas y de la ampliación de los derechos de la ciudadanía, encontrará que el derecho al voto es uno de los pilares de la democracia contemporánea, en el cual se basa la credibilidad y legitimidad de las instituciones políticas y de sus representantes. El artículo 51(e) de la Ley Electoral de Canadá, al vulnerar el artículo 3 de la Carta Canadiense de Derechos y Libertades, no posee ninguna justificación razonable para ser establecido en una sociedad libre y democrática. Negarle el derecho a votar a una persona, en especial a alguien que se encuentra en prisión pero que espera cumplir su condena e integrarse nuevamente a la sociedad, no aumenta su responsabilidad pública ni abona a respetar el Estado de Derecho; se vulnera, más bien, el sentido cívico y de participación política de los individuos. Como se ha establecido en este trabajo, el derecho al sufragio llegó a convertirse en fundamental y se garantizó a nivel constitucional. Por lo tanto, si se retira porque forma parte de un castigo o porque es una sanción apropiada por el hecho de haber cometido un delito, no queda claro en qué beneficia o favorece al individuo inhabilitarlo para votar; más bien, constituye una incapacidad cívica para participar en el cuerpo político de la sociedad, con lo que se convierte en un ciudadano incompleto en el terreno de los derechos políticos fundamentales. 162 Pérez Pérez Privar del derecho al sufragio a las personas encarceladas vulnera su naturaleza política y sus posibilidades de participación, además de que no manda ningún mensaje claro a la sociedad de que los actos criminales no serán tolerados, como argumentaron algunos ministros que defendían el artículo 51(e). Asimismo, la inhabilitación del voto no puede contribuir a la readaptación y reinserción de las personas, pues al dejarlas fuera del vinculo social y político, más bien termina aislándolas y volviéndolas indiferentes al acontecer democrático de la sociedad en su conjunto. IX. Fuentes consultadas Alexy, Robert. 2008. Teoría de los derechos fundamentales. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Bobbio, Norberto. 1986. El futuro de la democracia. México: fce. ———. 1999a. Estado, gobierno y sociedad. México: fce. ———. 2000. Liberalismo y democracia. México: fce. Bovero, Michelangelo. 2008. Prefacio. Nuevas reflexiones sobre democracia y constitución. En Salazar 2008, 13-43. Carta Canadiense de Derechos y Libertades [Canadian Charter of Rights and Freedoms]. 1982. Londres: Senate and House of Commons of Canada. Disponible en http://publications. gc.ca/collections/Collection/CH37-4-3-2002E.pdf (consultada el 8 de septiembre de 2013). Concha Malo, Miguel, coord. 1994. 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(iepsa), Calzada San Lorenzo 244, Paraje San Juan, CP 09830, México, DF. Su tiraje fue de 2,500 ejemplares.