El análisis de la legislación vigente –en el plano internacional y en

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DERECHOS SEXUALES Y REPRODUCTIVOS Y POLÍTICAS PÚBLICAS DE JUVENTUD
El análisis de la legislación vigente –en el plano internacional y en los diferentes países de
la región, revisando leyes de infancia y adolescencia, leyes de juventud y convenciones
internacionales correspondientes- permite mostrar claramente el “estado de situación”.
Desde la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (CIPD) en 1994, muchos
países de América Latina emprendieron procesos de reforma del sector de la salud,
respecto a los derechos sexuales y reproductivos. En cambio en gran parte del Caribe de
habla inglesa los procesos antecedieron a la CIPD. Luego de esta conferencia, un gran
número de países han revisado sus marcos legales y políticas y han adoptado medidas
tendientes a asegurar el ejercicio de los derechos reproductivos y el acceso sin
discriminación a los servicios de salud reproductiva y sexual. Así, Argentina, Belice, Bolivia,
Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Santa
Lucía y Venezuela, adoptaron políticas y programas nacionales de salud sexual y
reproductiva, incluyendo normas específicas para la población joven.
Incluso varias Constituciones reconocen el derecho a decidir sobre el número de hijos y su
espaciamiento, como las Constituciones de Brasil, Colombia, Ecuador, Guatemala, México
Paraguay y Perú. En Cuba esos programas ya existían con anterioridad a El Cairo y fueron
reforzados con posterioridad a esta Conferencia Internacional. Por su parte en México, al
igual que en Nicaragua y Perú, los principios que fundamentan las acciones para la
promoción del ejercicio pleno de los derechos reproductivos y la garantía del acceso a los
servicios de planificación familiar y de salud reproductiva están reconocidos en su política
de población. En México, tanto la Ley General de Salud como el Reglamento de la Ley
General de Población destacan la obligación de proporcionar información y educación sobre
planificación familiar a jóvenes y adolescentes.
En lo que respecta a los derechos sexuales y reproductivos, algunos países han efectuado
reformas al marco legal y han promulgado nuevas leyes que han contribuido a la
adecuación del marco normativo apropiadas para asignarle prioridad a la atención de las
necesidades reproductivas de la mujer, el hombre, el adolescente y el joven incorporando
el enfoque de los derechos reproductivos y de la salud sexual y reproductiva. Por ejemplo,
la aprobación de la Ley de Desarrollo Social del 2001 en Guatemala o la Ley Nacional de
Salud Sexual y Procreación Responsable del 2002 en Argentina. En Granada, se estableció
una red de atención, organizada por distritos e integrada por enfermeras que prestan
servicios de planificación familiar y cuidado prenatal y postnatal. En Haití, la promoción de
la salud reproductiva es responsabilidad de los servicios primarios de salud. En Belice se
aprobó la Política nacional de salud, en la que se destacan los derechos reproductivos;
también
se
aprobó
la
política
de
salud
reproductiva.
Otra diferencia importante a remarcar entre las diversas subregiones, es que todos los
países de América Latina –sin excepción- prohíben el aborto (existen diferencias respecto a
la aceptación de excepciones por peligro de salud para la madre y casos de violación). En
cambio, en el área del Caribe, en los casos de Cuba, Guyana y Barbados, el aborto es legal.
En los casos de Antigua y Barbuda, Bahamas, Belize, Dominica, Republica Dominicana,
Grenada y St. Kitts And Nevis, el aborto es ilegal. Por último, en los casos de Trinidad y
Tobago, Saint Vicent, Suriname y Saint Lucia, si bien el aborto es ilegal existe tratamiento
en caso de complicaciones derivadas del mismo.
En lo que atañe a las leyes de juventud, los derechos sexuales y reproductivos han sido
recogidos por la legislación aprobada en Ecuador, Republica Dominicana y Nicaragua,
previendo el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva en términos de
confidencialidad e intimidad. En los casos de Ecuador y Nicaragua esta disposición no
presentaría conflictos de normas en los casos de las y los adolescentes, en la medida en
que la Ley de Juventud se aplica a partir de los 18 años. En cambio, el ámbito de aplicación
de la Ley de Juventud de República Dominicana es a partir de los 15 años y por lo tanto
habría que determinar el acceso real de los adolescentes a los servicios de salud en forma
confidencial.
De todos modos, importa recordar las diferencias existentes entre adolescentes y jóvenes,
ya que a diferencia de los menores de 18 años que gozan de un conjunto de derechos
especiales consagrados en la Convención de los Derechos del Niño (CDN) por su condición
de personas en desarrollo y por la histórica consideración de personas incapaces para
ejercer sus derechos por si mismos, los y las jóvenes son plenamente adultos y por tanto
tienen los mismos derechos y obligaciones que ellos.
Todo parece indicar que la Carta Iberoamericana de Derechos de la Juventud aprobada el
año pasado por la Conferencia Iberoamericana de Ministros de Juventud (y ahora a estudio
de los respectivos Parlamentos Nacionales) puede colaborar en el sentido de sistematizar y
especificar estos derechos en particular, pero corre el riesgo de no aportar nada realmente
relevante y novedoso en la dinámica de las políticas públicas de juventud, si no logra
articularse efectivamente con otras dimensiones claves en estos dominios (planes
integrales viables, recursos presupuestales efectivos, instituciones eficientes para asegurar
su vigencia, etc.). El problema fundamental no radica solo en lograr que a los y las jóvenes
se les reconozca como sujetos de derechos, sino en construir normas, políticas e
instituciones, que garanticen el pleno goce y ejercicio de sus derechos.
Quizás sea más exitosa la estrategia de abogar porque se incluyan normas específicas
sobre adolescentes y jóvenes en las leyes de salud sexual y reproductiva, educación, VIH,
violencia sexual, empleo y demás temas específicos, que luchar por adoptar leyes
generales de juventud, independientes y desvinculadas de la legislación general en salud,
educación, trabajo, etc. Adicionalmente, es imperativo que las leyes existentes formulen
mecanismos concretos y viables de exigibilidad de los derechos que establecen.
No es suficiente que los derechos estén declarados, es necesario construir los mecanismos
que hagan efectivo su ejercicio y exigibilidad. La realidad nos demuestra que cada vez son
más los y las jóvenes que no pueden realizar sus proyectos de vida, excluidos de
oportunidades en el ámbito de la salud, la educación o el trabajo, que están por fuera de
los espacios de decisión o –lisa y llanamente- totalmente excluidos de ser ciudadanos y por
lo tanto, sujetos de pleno derecho.
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