el teatro posterior a la guerra civil

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El teatro español posterior a 1936: Tendencias, rasgos principales y
autores significativos.
1. INTRODUCCIÓN: PANORAMA GENERAL DEL TEATRO POSTERIOR AL 36.
Comparado con la riqueza del teatro extranjero, el teatro español posterior a la guerra presenta evidentes
limitaciones, debidas a los especiales condicionamientos políticos o culturales de la época (intereses empresariales,
preferencias del público burgués, limitaciones ideológicas ejercidas por una censura férrea). Pese a todo, y frente a un
teatro de consumo, no han faltado dramaturgos que pugnaban por recoger las inquietudes de cada momento o que
buscaban nuevas formas de expresión teatral.
En el teatro posterior a la guerra pueden reconocerse unas etapas y tendencias paralelas a las que se dieron
en la novela y en la poesía:
ƒ Durante los años 40 y parte de los 50 prevalece la continuación de las tendencias más tradicionales, pero se
advierte la búsqueda de otros caminos, entre los que destaca el teatro existencial.
ƒ Mediada la década de los 50, apunta un teatro realista y social, con propósitos de testimonio y denuncia
hasta donde tolera la censura.
ƒ A medida que avanzan los años 60 y entramos en los 70 se notará el cansancio del realismo social y se
producirán intentos de experimentación, manteniendo la carga crítica.
ƒ Finalmente, la implantación de la democracia, desde el 75, elimina buena parte de los obstáculos
mencionados, pero, paradójicamente, la literatura dramática no ha florecido tanto como se esperaba.
2. EL TEATRO DE POSGUERRA: Años 40.
El teatro de la primera posguerra cumplió básicamente dos funciones: entretener, pues el público prefería el
esparcimiento a la evocación de la tragedia reciente, y transmitir ideología. Así se negaron las aportaciones más
relevantes de la preguerra, como el teatro de Valle, Lorca o Alberti; se estrenaron obras que exaltaban los valores de
los vencedores y se programaron autores clásicos (Peribáñez, Don Juan Tenorio...), como referentes de épocas
gloriosas. Se estableció un férreo control sobre las obras nuevas y los repertorios, ocasionando la consiguiente
autocensura de los dramaturgos. Pese a ello, la actividad teatral fue muy abundante, aunque en general mediocre. En
toda esta producción cabe señalar las siguientes tendencias:
ƒ La comedia burguesa, en la línea del teatro benaventino. Cumplió la función de entretener y educar mediante
el elogio de la virtud. Se caracteriza por la perfecta construcción y por su intrascendencia, con dosis de humor y
ternura. Sobresalen los temas del amor y la exaltación de la familia, el matrimonio y el hogar, con personajes
mayoritariamente burgueses, como su público. Autores y obras son, además del propio Benavente: José María Pemán
(Los tres etcéteras de don Simón, Callados como muertos); Joaquín Calvo Sotelo (Una muchachita de Valladolid, La
visita que no tocó el timbre); Juan Ignacio Luca de Tena (Don José, Pepe y Pepito, ¿Dónde vas, Alfonso XII?); Víctor
Ruiz Iriarte (El puente de los suicidas);
ƒ Este tipo de comedia experimenta un éxito notable durante la década de los sesenta, donde alcanza un alto
grado de evasión. Los autores más representativos de esta época son: Alfonso Paso, Jaime Salón, Jaime de Armiñán,
Álvaro de Laiglesia, Juan José Alonso Millán, autores, sobre todo, de comedias de gran éxito en las que, además del
natural tono humorístico, se destila, a veces, una suave crítica social que la apertura de la censura fue permitiendo con
el paso de los años.
ƒ El teatro humorístico, en el que destacan dos autores: Enrique Jardiel Poncela, con sus comedias de
humor inverosímil, llenas de personajes en constante movimiento, lo que induce a la risa. Representan una sociedad
feliz cuyos objetivos son el amor y el dinero. Entremezcla en ellas el humor verbal (chistes, retruécanos...) y el de
situación (hechos ilógicos, disparatados). Ya tuvo éxito en la preguerra con títulos como Angelina o el honor de un
brigadier. Obras suyas de este período son: Eloísa está debajo de un almendro, Los ladrones somos gente honrada,
Los habitantes de la casa deshabitada... Y Miguel Mihura, cuyas comedias denuncian lo absurdo de la vida cotidiana,
la vaciedad de los tópicos y las convenciones sociales que impiden al hombre ser feliz. Distorsiona la realidad por
medio de la imaginación y la fantasía poética, y gusta de los asuntos policíacos. Al igual que Poncela, se convierte en
un precedente del teatro del absurdo. Su obra más conocida es Tres sombreros de copa (estrenada en 1952, veinte
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autores significativos.
años después de ser escrita). A ella se suman El caso de la señora estupenda, Melocotón en almíbar, Maribel y la
extraña familia o Ninette y un señor de Murcia.
ƒ Un teatro grave, preocupado, inconformista, que se inserta, al principio, en una corriente
existencial. Dos fechas resultan claves: 1949, con el insólito estreno de Historia de una escalera, de
Buero Vallejo (a quien dedicaremos atención especial), y 1953, en que un teatro universitario presenta
Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. Con ellas nació una corriente realista que es lo más
destacable de la década siguiente, y que se extiende más allá de los años 70. Veamos sus rasgos:
3. EL TEATRO REALISTA DE PROTESTA Y DENUNCIA.
ƒ El estreno, en 1949, de Historia de una escalera marca el comienzo de la producción teatral de Antonio Buero
Vallejo e introduce en el teatro español del momento una nueva tendencia basada en el compromiso con la realidad
inmediata y la consiguiente renuncia al teatro de evasión que se venía representando. Pocos años después, en 1953,
sale a escena la obra Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. Las angustias existenciales, primero, y las
preocupaciones sociales, más tarde, presentes también en la poesía y la novela, constituyen lo más destacado del
teatro de estos años.
ƒ Hay que aclarar que entre los dramaturgos cuyas obras muestran su disconformidad con la realidad sociopolítica española se abre un debate que enfrenta a los que están dispuestos a atenuar su crítica o a mostrarla
mediante alusiones, símbolos, alegorías, guiños cómplices al espectador, etc... Con tal de conseguir que sus obras se
representen y puedan ser conocidas por el público. Y aquéllos otros que pretenden expresarse con toda libertad aun a
riesgo de toparse con la censura y no ver sus dramas puestos en escena. En la época se identifican ambas posturas
con los nombres de posibilismo (Antonio Buero Vallejo) e imposibilismo (Alfonso Sastre)
ƒ (Buero Vallejo: Tema aparte)
¾ Alfonso Sastre formó el Teatro de Agitación Social. Su obra más destacada, Escuadra hacia la muerte,
muestra la rebelión contra la autoridad que induce a una guerra que nadie entiende. Otras obras suyas son La sangre y
la ceniza (de 1965, pero estrenada ya en 1976), que trata de Miguel Servet (murió en la hoguera por no renegar de su
descubrimiento de la doble circulación de la sangre) o La taberna fantástica (1966, estrenada en 1985).
Continuadores del Realismo. (Década de los 60)
ƒ Un grupo de autores jóvenes, siguiendo los planteamientos realistas iniciados por Buero y Sastre, ofrecen a lo
largo de la década siguiente, una propuesta teatral caracterizada por estos rasgos:
ƒ Tiene una clara actitud testimonial de denuncia de las injusticias sociales y de la alienación del individuo en
muchas profesiones.
ƒ Se vale de un realismo directo y crítico que tiene al pueblo como protagonista;
ƒ Se inspira en la visión esperpéntica y desgarrada de la vida propia del teatro de Valle-Inclán.
ƒ Adopta un lenguaje violento, sin eufemismos que se aleja drásticamente del refinado lenguaje de la alta
comedia. Se trata de una lengua directa, en la que aparecen formas populares y coloquiales, voces malsonantes,
exclamaciones, anacolutos.
ƒ A continuación una muestra de temas y las obras que los tratan:
ƒ la intolerancia de las sociedades provincianas (Las salvajes del Puente San Gil), de Martín Recuerda,
ƒ el fracaso personal y la falta de solidaridad (Los inocentes de la Moncloa), de Rodríguez Méndez,
ƒ la alienación de los hombres con un trabajo burocrático (El tintero, de Carlos Muñiz),
ƒ los problemas de desarraigo producidos por la emigración (La camisa, de Lauro Olmo).
Otras obras interesantes son La madriguera (1960), de Rodríguez Buded, que presenta la degradación y la angustia
de unos seres obligados a compartir la misma habitación, o Las arrecogías del beaterío de Santa María Egipciaca, de
Martín Recuerda, sobre los últimos momentos de Mariana Pineda, aunque esta obra se estrenó ya en 1977.
¾ Un autor de difícil clasificación que inicia su trayectoria dramática en esta época es Antonio Gala
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El teatro español posterior a 1936: Tendencias, rasgos principales y
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El cordobés Antonio Gala (2/10/1936) comenzó su dramaturgia con” Los verdes campos del edén” en esta década
(1963), quien, aún muy joven, conoce su primer triunfo. Durante los años setenta, Gala goza reiteradamente del favor
del público con obras como “Los buenos días perdidos” (1972),” Anillos para una dama” (1973… Posteriormente,
representa nuevas obras con éxito comercial, pero no siempre de crítica”: Petra Regalada” (1980)... Las obras de Gala
se caracterizan por su tono poético, fácil simbología, presentación escénica convencional y una cierta propensión por lo
didáctico o moralizante. El lenguaje cuidado y un tanto preciosista es característico de unos personajes que parecen
haber heredado uno de los dones de su creador.
Sus obras abarcan desde el realismo poético al drama simbólico.
4. LA BÚSQUEDA DE NUEVAS FORMAS DRAMÁTICAS.
El deseo de experimentación formal v de encontrar cauces dramáticos diferentes es de especial intensidad en un grupo
de escritores que, de modo paralelo a como ocurre en la narrativa y en la poesía, consideran agotado el realismo social
y se reclaman autores de un nuevo teatro.
Este nuevo teatro o teatro experimental se definirá, sobre todo, por su oposición estética a los realistas, aunque en
bastantes ocasiones las obras tampoco están exentas de crítica social ni encontraron facilidades para ser
representadas, tanto porque a menudo chocaron también con la censura, como porque sus audacias formales no
encontraron fácil eco en un público amplio.
Este teatro experimental conecta con la tradición vanguardista teatral que ya desde Antonin Artaud consideraba el
teatro, primordialmente, como un espectáculo en donde el texto literario es sólo un ingrediente más y no
necesariamente el elemento central de la representación. De ahí la importancia que adquieren los efectos especiales, la escenografía, la luz, el sonido, los objetos que invaden la escena, el vestuario, el maquillaje expresionista de
los actores, la mímica, las máscaras, la expresión corporal, la música, etc.
Asimismo, se pretende romper con la tradicional división entre el escenario y los espectadores, convirtiendo la escena
en un espacio dinámico que puede invadir el lugar correspondiente a la sala e invitar al público a participar en la
función e integrarse en ella.
Temáticamente, sigue siendo habitual la denuncia social y política del régimen franquista y también, de modo más
genérico, la falta de libertad y opresión, la injusticia, la alienación, la nueva sociedad de consumo... Para salvar las
dificultades que estos asuntos pudieran tener con la censura v, en algunos autores, por propia preferencia estética se
tiende a utilizar un lenguaje parabólico y multitud de símbolos que los espectadores han de interpretar
. Otras veces se prefiere la farsa y el tono grotesco, con una influencia creciente de Valle-Inclán, cuyos textos y su gran
potencial renovador eran por entonces redescubiertos en los escenarios.
Entre los autores de esta corriente, podemos señalar a:
4.1Los vanguardistas:
ƒ Fernando Arrabal, cuyas obras están a medio camino entre el esperpento, el surrealismo y el teatro del
absurdo: El cementerio de automóviles, El arquitecto y el emperador de Asiria, Pic-Nic, Oye, Patria, mi aflicción... Creó
el “teatro pánico”, presidido por la confusión, el humor, la búsqueda formal y la incorporación de elementos surrealistas
en el lenguaje. Los temas más frecuentes en sus obras son la sexualidad, la religión, la política, el amor y la muerte.
ƒ Francisco Nieva, que escribió, según él mismo, tres tipos de teatro: teatro furioso (Pelo de tormenta); teatro
de farsa y calamidad (Malditas sean Coronada y sus hijas), y teatro de crónica y estampa (Sombra y quimera de Larra).
Otras obras suyas son La carroza de plomo candente o Los españoles bajo tierra. Nieva comparte con Artaud la idea e
un teatro catártico y liberador, cuya finalidad es mostrar la esencia del hombre.
ƒ 4.2 Los simbolistas: Se caracterizan por un marcado pesimismo y el frecuente uso de la simbología animal.
Es recurrente en sus obras el tema del poder opresor y emplean elementos provocadores como la presencia de la
sexualidad, un lenguaje escatológico y agresivo, y la violencia física y verbal. Son, entre otros, José Ruibal (La
máquina de pedir, donde un enorme pulpo se convierte en símbolo de la tecnocracia), Miguel Romero Esteo
(Pontifical, El vodevil de la pálida pálida pálida rosa), Luis Riaza (Retrato de dama con perrito), Manuel Martínez
Mediero (El último gallinero, que constituye una parábola política, o Las hermanas de Búfalo Bill).
ƒ 4.2Hablar de “nuevas formas” de expresión dramática no puede reducirse a mencionar autores y textos. Hay
que destacar el papel de los grupos de teatro independiente:
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El teatro español posterior a 1936: Tendencias, rasgos principales y
autores significativos.
ƒ Se considera teatro independiente al de compañías estables que potencian el elemento coreográfico,
plástico, mímico o musical, tanto como el literario, lo que disminuye la presencia del autor tradicional. Abarca el
teatro de calle, alejado de escenarios convencionales. La importancia de este fenómeno teatral independiente, la
demuestra el hecho de que a la muerte del dictador existieran en España bastante más de cien grupos teatrales,
que, al margen del teatro comercial establecido, procuraban romper con la rigidez de éste y llevar el teatro a los
más diversos rincones del país. Bajo este rótulo se engloban grupos por completo de aficionados junto a otros que
poseen ya diversos grados de profesionalización. Si algunas de estas agrupaciones tuvieron una actividad escasa o
muy localizada, otras, por el contrario, alcanzaron una notable repercusión:Los Goliardos o Tábano (Madrid), el
Teatro Lebrijano o La Cuadra (Andalucía), Quart 23 (Valencia), Akelarre (Bilbao), TEU de Murcia... Especialmente
importante es la aportación de los grupos catalanes, desde Els Joglars a Els Comediants o el Teatre Lliure. Algunos
de estos grupos siguen activos y han alcanzado una estabilidad y una protección de las autoridades impensable hace
años. En general, con obras de autor o con creaciones colectivas, han llevado a cabo una síntesis entre la tendencia
experimental y los elementos populares, y junto a enfoques críticos, se preocupan por los aspectos lúdicos del
espectáculo.
5. EL TEATRO DE 1975 A NUESTROS DÍAS.
Finalizada la dictadura v eliminada la censura, parecían abrirse para el teatro caminos prometedores, esperanza que
era además apoyada por instancias oficiales con la progresiva creación de diversas instituciones y publicaciones
teatrales y una política de subvenciones económicas a grupos, autores y obras.
Por otra parte, desde 1976 fueron accediendo a las carteleras algunas obras de autores del exilio (El adefesio y Noche
de guerra en el Museo del Prado de Alberti, piezas de Arrabal, de Max Aub...) y otras prohibidas años atrás. También
llegaron asiduamente a los escenarios obras de Valle-Inclán y García Lorca… Hay que añadir esto la proliferación de
festivales de teatro, la rehabilitación de viejos edificios teatrales y las representaciones ajustadas a los programas
académicos, con las que se pretende atraer a un público joven.
Pero todo esto no debe dar la falsa impresión de un fecundo renacimiento de la vida dramática española. Por el
contrario, ha sido quizá en estos años cuando la crisis del teatro español se ha hecho más evidente .La explicación de
esta decadencia, quizá, sea que éste ha dejado de ser el espectáculo por excelencia, como lo fue en los siglos
pasados, y sufre la despiadada competencia de la televisión, el cine, el video, los espectáculos deportivos y otras
numerosas ofertas de entretenimiento.
. Veamos algunas de las tendencias más significativas:
ƒ Un teatro experimental y vanguardista: a los ya mencionados Fernando Arrabal y Francisco Nieva, con
audacias innovadoras que no despiertan el interés del público mayoritario, se unen otros como Alfonso Vallejo
(Orquídeas y panteras). Continúa la labor teatral de los grupos de teatro independiente: a los ya citados podríamos
añadir La fura dels Baus, La Cubana o Dagoll-Dagom.
ƒ En una modalidad tradicional, se sitúan las últimas obras de autores consagrados (Buero, Sartre, Antonio
Gala). Claro exponente de un retorno a la línea tradicional es Fernando Fernán Gómez, con Las bicicletas son para el
verano (1982), drama realista ambientado en la Guerra Civil. También predomina la estética realista, unida a una
moderada renovación formal, en dramaturgos como José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela), Ignacio Amestoy,
Domingo Miras (La monja alférez), etc... Más cerca del realismo convencional, lindante con el teatro comercial se
encuentran las obras de Santiago Moncada (Salvar a los delfines). Y de lleno en la comedia burguesa, heredera del
teatro que triunfaba en épocas pasadas, se inscriben las obras de Juan José Alonso Millán, Jaime Salom o Ana
Diosdado.
ƒ Otra amplia tendencia, que algunos han llamado teatro social, se ocupa de realidades del momento (el paro,
la violencia, la droga y otras modalidades de marginación social) por medio de técnicas renovadas del sainete y la farsa
y el esperpento, de la comedia costumbrista e incluso de un realismo poético y fantástico. Es el caso de José Luis
Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas, Bajarse al moro) y Fermín Cabal (Desde Tú estás loco, Briones, farsa
ambientada en la transición, hasta Castillos en el aire, que aborda el tema de la corrupción política).
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El teatro español posterior a 1936: Tendencias, rasgos principales y
autores significativos.
Como se puede apreciar, parece que predomina en estos últimos tiempos una vuelta a la estética realista (como
también ocurría en la novela), aunque ese realismo vaya desde las fórmulas más convencionales hasta las que
introducen elementos novedosos.
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