La vida guerrillera del viejito Fabio Dieciséis años atrás escuché de labios de Fabio esta misma historia. Me pareció tan interesante, que le sugerí me permitiera tomar apuntes de ella para ponerla por escrito. Ahora volvemos por fin a darle nueva vida a aquel relato. Por Gabriel Ángel Fabio cumplió 68 años este 22 de julio. Avejentado, pequeño, de cabeza gris y amplio rostro colorado, sonríe con satisfacción al recordar y narrar sus años de lucha guerrillera. Al hacerlo, sus arrugas se pronuncian aún más, sus ojos despiden chispas de felicidad y sus palabras adquieren cierto tono cortante, que parece dolerse por el silencio con que vidas como la suya son cubiertas. No ignora que es uno de los tantos hijos de la historia de su patria, ni que su paso por la vida es testimonio fiel de las contradicciones sin resolver que ella anida. Podría pensarse que circunstancias como las suyas pertenecen al pasado, por lo que no volverán a repetirse. En ese caso estaríamos ignorando que la causa última de tales dinámicas permanece latente, y que entonces, con particularidades nuevas, historias parecidas no sólo están iniciándose hoy, sino que seguirán repitiéndose y reproduciéndose, en un interminable círculo de violencias, por cuya terminación vale la pena apostar, trabajar y transformar muchas cosas en Colombia. Primeros años Fabio nació en el campo, en el municipio de Tuluá, en el departamento del Valle del Cauca, y hasta donde recuerda, sus hermanos eran tres varones y dos hembras. Muy temprano, circunstancias políticas de los primeros años cincuenta condujeron a la desmembración de su familia. Su mamá quedó a cargo de las mujeres, mientras su padre marchó con los tres hombrecitos al norte del Tolima, al área rural del Líbano, región en la que había nacido y donde tenía familia. Su abuela paterna se llamaba Filomena y fue ella quien, mientras pudo, cumplió con el papel de madre. Su nombre nunca figuró en una lista de escuela, pues jamás llegó a ser matriculado en una. Pero en cambio recuerda que una buena cuota de sus tíos paternos eran guerrilleros liberales. Entre ellos rememora a Alfredo y Julio. El norte del Tolima era a la sazón un fortín de grupos alzados en armas. Sangrenegra, Tarzán, Desquite fueron nombres familiares para Fabio en sus primeros años. Todos eran jefes de grupos que operaban por El Líbano, Santa Teresa y Santa Isabel. Y que eran su propia gente. De hecho una prima hermana suya, Mariela, era la mujer de Sangrenegra. Y para bien o para mal, una decisión suya terminó por marcar un destino distinto para Fabio. Sucede que Sangrenegra, muy respetado en la región, terminó por recogerlo para las filas de su grupo. Y allí su prima se encargó de protegerlo. Era apenas un niño, quizás de diez o doce años. Las prácticas de aquellos rebeldes no estaban exentas de salvajismo, sobre todo cuando se trataba de sus enemigos. No era extraño que al matarlos, surgiera la orden de beber de su sangre para aumentar el valor de los combatientes. En cierta ocasión, Sangrenegra llamó a Fabio a su lado para 1 iniciarlo en su rito de valentía. Pero Mariela, su prima, se negó categóricamente a que el pequeño bebiera sangre humana. La mujer hizo valer su condición y el incidente se saldó con la decisión de que Fabio abandonara el grupo y se marchara a otra región. Así fue como Fabio fue a dar a la zona rural de Puerto Boyacá, margen derecha del río Magdalena, en donde vivía una de sus tías con algunos de sus primos. Uno de ellos era conductor del campero de línea que entraba a la vereda La Pizarra, en donde Fabio comenzó a trabajar en labores agrícolas. Allí lo cogieron los años sesenta del siglo pasado. La guerrilla de Federico Arango Tiempo después, siendo Fabio un jornalero más, conoció a Federico Arango Fonnegra, un hombre que marcaría nuevamente un rumbo distinto a su vida. Un buen día este hombre apareció por la región, difundiendo un discurso y una propuesta que no tardó en contar con seguidores. Hablaba de política revolucionaria y de conformar un grupo guerrillero de carácter marxista. Su meta era la conquista del poder en Colombia, tal como lo habían conseguido Fidel Castro y el Che en Cuba. Portaba libros y materiales diversos sobre la revolución cubana. Y no se equivocó al elegir el área donde podía captar adeptos. La región de Puerto Boyacá estaba habitada por antiguos guerrilleros liberales, ahora desmovilizados y no del todo resignados a convertirse en simples campesinos trabajadores. Federico llegó por las veredas Agualinda y Palagua. Era médico, inteligente y buen conversador. Decían que estaba emparentado con la familia de Mariano Ospina Pérez. Su primer partidario se llamó Simón, un ex guerrillero liberal que habitaba en Agualinda. En compañía de él arribó a la vereda La Pizarra, donde Fabio lo vio y escuchó por vez primera. Al poco tiempo se le unieron varios ex guerrilleros de distintas veredas, gentes que habían combatido en el pasado en el Tolima y el Valle y que vivían en Pozo 2, El Pescado y La Pizarra. Fabio fue uno de ellos. Se trataba de personajes que cargaban a cuestas sus propias historias. Por ejemplo, el llamado teniente Cortico, quien había sido teniente en las guerrillas de Ramón Rodríguez, por la cuchilla de San Antonio, en Cundinamarca. Entre sus anécdotas se contaba la del asalto a la base aérea de Palanquero, que resultó todo un fiasco. Y todo por culpa del licor. Contaban con apoyo al interior de la base, en donde habían organizado una guardia proclive a ellos. Pero por andar bebiendo llegaron al sitio después de la media noche, cuando los guardias amigos ya habían sido relevados por otros que ni estaban al tanto, ni compartían el asunto. El plan señalaba que una vez penetraran a la base por el sitio acordado, el mando quedaría en manos del ruso. Se trataba supuestamente de un ruso de verdad, quien por ser piloto llevaba la misión de conducir un avión cargado de bombas del que planeaban apoderarse. En la balacera que se originó con el nuevo cuerpo de guardias, el ruso resultó muerto, con lo que quedaron sin mando, confundidos por el fuego inesperado y en medio de un desorden total. Lo que pudo haber salido bien terminó en un fracaso. 2 Otros, que habían sido mandos en las anteriores guerrillas, eran José Caballito, Burragrande, Lucho, Darío, que había sido teniente en Chaparral, Genaro Díaz y José Martínez. Ellos y algunos que habían sido guerrilleros rasos, compusieron el cuerpo de mandos de la nueva guerrilla de Federico Arango. Su número era próximo a las 40 unidades, todos de la región, y su armamento era rústico, escopetas, carabinas de la U, revólveres. Federico había traído una subametralladora Máuser. En general, se comportaban de un modo bastante disciplinado. Su propósito era llegar a convertirse en un ejército, para combatir y vencer al Ejército oficial. Lo cual implicaba conseguir los recursos y el personal suficientes. En esa línea, unos meses después, llevaron a cabo la retención del hacendado Germán Mejía Duque, hermano del gobernador del departamento de Caldas. En realidad se trataba de conseguir el dinero para pagar unas armas que habían negociado con personal de la base de Palanquero. Entregado el dinero les entregarían las armas. El desenlace del episodio resultó absolutamente desafortunado. Se había definido con los familiares del retenido que el precio de su liberación sería 250 millones de pesos. Y se concertó una cita para la entrega del dinero. Federico y Simón marcharon adelante, con la idea de atender personalmente la entrevista. Fabio y otros marchaban un poco atrás, llevando consigo al retenido, con la orientación de entregarlo si el dinero llegaba. Los mensajeros que se entrevistaron con Federico sólo traían 150 millones y la promesa de que el resto lo entregarían más adelante. Federico les expuso que sólo cuando lo trajeran todo, pondría en libertad al retenido. Entonces los familiares respondieron que estaban dispuestos a regresar por la suma faltante. Federico tuvo la desastrosa idea de enviar con ellos una nota a la base militar de Calderón, advirtiéndoles que si ordenaban alguna operación en su búsqueda, el retenido sería muerto. La guerrilla se encontraba por los lados de El Ocal, una finca donde funcionaba un aserrío y que estaba ubicada en una especie de terminal de los distintos caminos que salían de la región de Guaguaquí. A media hora de ella, en la quebrada Las Palomas, en una y otra orilla, existían dos viviendas habitadas. Al volver de la entrevista, Fabio y sus compañeros se acamparon cerca de la que estaba del otro lado de las aguas, la de Benjamín López. Federico y Simón llegaron hasta la vivienda de la otra margen, que pertenecía a un campesino de nombre Ángel, y quizás por lo tarde de la hora, decidieron quedarse allí, en un rancho situado en la parte de atrás de la casa principal. A eso de las cinco de la mañana les cayó el Ejército. Se trataba de tropas especiales, del Batallón Colombia, al mando directo del Coronel José Joaquín Matallana. Fabio y los suyos escucharon la algarabía y pensando que se trataba de un grupo de civiles que había llegado a atacar la casa del frente –por esos años era habitual que civiles organizados por el Ejército operaran contra las guerrillas- , él y otro compañero se cruzaron a toda prisa la quebrada a fin de cerciorarse. Todavía estaba oscuro, pero en la escasa claridad distinguieron la hilera de cañones de las carabinas M-2 que usaba el Ejército, y oyeron voces que gritaban diciendo que por ahí se habían ido. Comprendiendo que se trataba del enemigo, volvieron atrás y en compañía de los otros se fueron saliendo con el retenido, buscando hacia la parte alta. Federico y Simón huyeron aguas arriba. 3 A esa misma hora, el propio coronel Matallana, que venía de los lados del río Guaguaquí, requisaba otra vivienda en compañía de siete soldados. Su propietario se llamaba Joaquín Clavijo. Estaba situada más arriba de las anteriores, sobre una quebrada llamada La Fiebre, a una hora aproximada de El Ocal. Mientras sus hombres esperaban que los campesinos que la habitaban o que trabajaban allí, subieran al zarzo a buscar en sus maletines los papeles de identidad que les exigían presentar, el coronel y uno de sus soldados tomaron puesto tras los troncos de los árboles que crecían en la orilla, quizás atraídos por el ruido de los disparos producidos en el asalto a la casa de abajo. Desde allí observaron dos hombres que ascendían con cautelosa prisa aguas arriba. Al tenerlos a tiro, emprendieron fuego cerrado contra ellos. Con inmensa alegría, descubrirían después que uno de los muertos era el propio Federico Arango. El otro, Simón, el primero de sus seguidores, apenas figuró como un bandido más dado de baja. No había transcurrido un año desde cuando Federico llegó con su prédica de revolución y lucha a la región. Cuando Fabio y los otros escucharon el tiroteo, sintieron el pálpito de que Federico y Simón habían muerto. Y comprendieron que tenían que salir de la zona, pues una operación militar había sido desatada contra ellos. Su campamento central estaba un poco lejos, en las bocas de una quebrada llamada Cristalina, en plena montaña, aunque a su alrededor habitaba uno que otro colono. De camino, oyeron el conocido sonido de helicópteros que se aproximaban. Durante un alto para descansar en el fundo de José Salazar, sintieron los aparatos casi revolotear sobre ellos. Recogieron a toda prisa las cosas regadas y se refugiaron en el rancho, forzando al retenido a entrar con ellos. Un helicóptero giró sobre la vivienda y soltó una ráfaga encima de ella, alcanzando los disparos a dos de los muchachos, uno en el abdomen y el otro en una nalga. Contra todo cálculo, las heridas fueron leves. En medio del pánico, los del grupo se lanzaron fuera. Fabio y tres más encargados del retenido, salieron en carrera con éste y resultaron disgregados del resto. Un helicóptero los seguía disparándoles. Protegiéndose tras los troncos de los árboles, los guerrilleros comenzaron a responder el fuego. Uno de ellos, Miguel Plata, permaneció en su puesto, quemándole a los aparatos mientras sus compañeros se retiraban. Allí lo mataron los soldados que habían desembarcado de algunos helicópteros. Protegida por la alta vegetación, la guerrilla se fue alejando cordillera arriba. Al caer la noche, en el filo donde se habían detenido los primeros, volvió a reunirse todo el grupo. En la mañana, los mandos comunicaron su resolución de liberar al retenido. Tras dialogar con él, habían acordado que lo dejarían marchar, con el compromiso de hacerles llegar después una suma de dinero. Enviaron con él a un guerrillero de piel morena, un muchacho noble y servicial que tenía a su cargo sacarlo hasta el camino real, por el que el liberado podía avanzar seguro hasta encontrarse con el Ejército. Ya en marcha, el retenido, temeroso, le propuso que siguiera con él hasta encontrar la tropa. Le prometió que él mismo lo favorecería con el Ejército y que se aseguraría de recompensarlo a satisfacción. El muchacho terminó por ceder, aunque su determinación le resultó fatal. La tropa no quiso atender razones y lo fusiló allí mismo, a unos cuantos metros del liberado. Retirada y espera 4 El grupo de Fabio continuó su desplazamiento. Los mandos llegaron a la conclusión de que lo mejor era cruzarse el río Guaguaquí y penetrar en territorio de Cundinamarca. Hasta allá los siguieron los aviones con ocasionales bombardeos al azar. Una vez en Patevaca, un sitio conocido, uno de los guerrilleros, Héctor Plata, aseguró que Jorge Municiones, un viejo amigo suyo de la región, podía colaborarles con provisiones. Y propuso enviar allá a su padre, Adolfo Plata, quien también hacía parte del grupo. Efectivamente, el viejo Adolfo conversó con el tal Jorge, quien se mostró solícito y se comprometió a llevarles lo que pedían al sitio que le indicaran. El mismo Adolfo se dirigía a las cuatro de la mañana del día siguiente a relevar a uno de los guardias, cuando se encontró de frente con un soldado, enzarzándose con él en una lucha cuerpo a cuerpo. El soldado rodó al final por una falda, al tiempo que sus compañeros iniciaban el fuego. No hubo más alternativa que retirarse espantados de allí, por lo que terminaron perdiéndolo casi todo. Pasaron más de una semana alimentándose con carne de monos y papayas y plátanos que hallaban creciendo silvestres en las playas del río. Algunos llevaban puñados de sal en los bolsillos. En cuanto tuvieron noticia que el operativo del Ejército había cesado, resolvieron regresar a sus territorios habituales. Por todas partes encontraban rastros de la presencia de la tropa, incluso sobras de alimentos. En uno de sus campamentos viejos descubrieron los restos de dos de sus compañeros, mal enterrados por el Ejército. Se trataba de Lucho y Chepe, cuyos sombreros estaban completamente agujereados por los disparos. Volvieron a El Ocal, estuvieron donde José Salazar, quien les colaboró con algo de comida. La gente que encontraban les contaba las incidencias del operativo, todo lo que habían escuchado de los labios de los mismos soldados. Terminaron por ubicarse en la cordillera de Las Palomas, en donde contaban para abastecerse con Saúl nariz de palo, un campesino de toda su confianza. Por él tuvieron conocimiento de que la base de Palanquero se había convertido en el centro de formación de grupos de civiles que tenían como misión localizarlos y exterminarlos a ellos. Había varios, uno al mando de Rodolfo Peña, antiguo guerrillero liberal, y Arturo Giraldo, el propietario de una finca nombrada El Once, que quedaba cerca al aeropuerto La Velázquez, de Puerto Boyacá. Otros estaban bajo el mando de gentes de la misma región, que habían sido convocadas por el Ejército para armarlas y ponerlas a su servicio. Era el caso de los grupos de Mano Grande, el Negro Terror, Cardozo, el Cabo Morcilla, Urbano Cruz, Ricardo Tornillo y Samuel Vera. Todos estaban en su búsqueda. Un buen día llegó Saúl con la noticia de que José Virgüez, un vecino suyo, había venido a comunicarle que en su finca se hallaban dos hombres desconocidos que averiguaban con insistencia por el grupo de guerrilleros que había estado al mando de Federico Arango. Aunque José les había negado cualquier información, habían quedado de regresar. Se le orientó acordar un encuentro con ellos en un sitio, para lo cual los guerrilleros adoptaron todas las precauciones, incluidas varias emboscadas por si se trataba de una trampa. Los dos hombres se presentaron efectivamente a la cita, portando grandes maletas a su espalda. Eran en realidad sacos de fibra repletos de cosas. Se identificaron ante quienes los entrevistaron como Alfonso Betancur, comandante de las autodefensas comunistas del área de Pozo 2, Puerto Boyacá, y uno de sus compañeros, Rafael bozo de brocha, campesino de Agualinda. Acudían en su apoyo. 5 En el pasado, Federico Arango Fonnegra había tenido varias reuniones con ellos. Y los había convertido en colaboradores habituales. Los dos hombres les llevaban cuanto pudieron cargar para ayudarlos. Y habían corrido gran riesgo, pues los informantes de la tropa eran muchos en la zona. En adelante siguieron produciéndose encuentros parecidos. Alfonso se convirtió en el principal contacto del grupo con el exterior. Fue él quien se encargó de comunicar a los amigos de la base de Palanquero que el negocio de las armas había salido fallido. Y quien realizó contactos para el grupo con gente de La Dorada y Bogotá. Finalmente el grupo terminó por trasladarse a la zona de Dos Quebradas, a seis horas monte adentro de la finca de Alfonso, quien se encargaba de recolectar y llevarles toda la información. Y de aprovisionarlos con lo necesario. Pese a todas las medidas para conservar el secreto, un viejo de nombre Telésforo, tras un mes de exploraciones solitarias, localizó el campamento. Corrieron rumores de que varios grupos se preparaban para asaltarlos. El día que lo hicieron, la gente estaba emboscada a su espera, pero sobre un flanco distinto a aquel por el que se produjo el asalto. En el campamento estaba apenas el ranchero, quien resultó asesinado. Los atacantes destruyeron y quemaron todo lo que encontraron, contando con el tiempo suficiente para escapar antes que volvieran los guerrilleros. Estos, desconcertados, sólo pudieron rescatar unas medicinas que tenían encaletadas y dar sepultura al muerto. Salieron donde Alfonso y luego al Pozo 2, de donde partieron a hacer campamento en Agualinda, apoyándose ahora para todo en Rafael bozo de brocha. Allí entraron desde Bogotá tres estudiantes universitarios a entrevistarse con los mandos. Fabio no sabía de qué hablaban con ellos. Ni qué planeaban u orientaban. Pero el personal se aburría por falta de actividad. Eran muchas las quejas de los campesinos por los malos tratos que recibían de parte de los grupos armados al servicio del Ejército, así que los guerrilleros querían salir a golpearlos. Pero los mandos les aseguraban que eso no era posible. Por el momento, no había condiciones para operar, era necesario esperar. El personal terminó por hartarse. Las armas que portaban eran individuales, así que comenzaron a hablar de venderlas y marcharse de nuevo a sus casas. Al final, los mandos optaron por ofrecérselas en venta a las autodefensas comunistas de Alfonso Betancur. El negocio se realizó en términos favorables para estas y el grupo terminó por disolverse. Cuando el Ejército penetró por fin al último campamento, ya no quedaba nada de la guerrilla fundada por Federico Arango. En 1966 o 67, Alfonso Betancur convocó una Asamblea General de las Autodefensas Comunistas de Puerto Boyacá y en ella se adoptó su transformación en guerrilla. En adelante serían un nuevo destacamento de las FARC, nacidas en Marquetalia unos años atrás. Alfonso Betancur pasaría a llamarse Martín Villa, y a sus 81 años de edad aún milita con grado de Comandante en las FARC-EP. Si Federico Arango Fonnegra tuviera oportunidad de enterarse, seguro que se sentiría satisfecho. Sus sueños, su influencia, sus armas, vencieron la muerte y permanecen vivos en las mentes y brazos de miles de hombres y mujeres alzados en armas. Fabio dejó así de ser Repollito, como lo llamaron en la guerrilla de Federico Arango por el rostro amplio y redondo que coronaba su baja estatura. En las nuevas condiciones no tuvo más remedio que buscar un área donde ponerse a trabajar como jornalero. Pero no olvidaba que había sido 6 guerrillero y que eso podía originarle problemas en cualquier momento. Al disolverse el grupo había quedado desarmado. La pistola que portaba la cambió con Federico Arango aquel día de la negociación. Provisionalmente, mientras volvían. Pero con lo que lo que pasó, terminó por perderla. La Máuser de Federico se la reclamaron los estudiantes que vinieron de Bogotá en los últimos días del grupo. Eran contactos de Federico, él no podía negarse a entregarla. Ahora, ubicado por la vereda Dos Hermanos, en Santander, lo primero que hizo al ganarse los primeros pesos, fue conseguir una pistola para su seguridad personal. Ya oía que la Policía y los bandidos a su servicio preguntaban por él en los caseríos. El Partido Comunista Por aquellos días se oyó mucho en la región acerca de la acción militar cumplida por un nuevo grupo guerrillero que había hecho aparición en la región. Se trataba de las FARC que incursionaron en Pozo 2, jurisdicción de Puerto Boyacá, con el objeto de publicitar su nueva existencia. Aquello terminó por originar un operativo del Ejército en toda la zona. Fabio no pertenecía a ese grupo, apenas había oído de su creación. Para entonces trabajaba en la vereda El Ermitaño, en un aserrío, operando manualmente el serrucho. El operativo lo obligó a dejar ese trabajo. Cuando se disponía a abandonar la región, se enteró de que lo buscaban los carabineros. En las orillas del río Magdalena, en los límites entre Boyacá y Santander, existía un caserío nombrado San Víctor. Al mando de un cabo de apellido López, varios carabineros apostados en él, entraron a capturar a Fabio en la vereda donde se hallaba. Uno de los carabineros murió, mientras el cabo terminó herido en un pie, sin que hubieran logrado echarle mano a su presa. Fabio no tuvo más remedio que apresurar su traslado a otra parte. Así terminó por los lados de La Corcovada, en Santander. Y sus salidas al pueblo tenían lugar en Santa Rosa, a orillas del río Carare. Fue precisamente en una de esas salidas cuando conoció a José Romaña Mena, un verdadero cuadro comunista, militante convencido, educador y organizador del campesinado, que recién había llegado de llegado de recibir un curso en la Unión Soviética. El lenguaje revolucionario, la claridad de las ideas y propuestas del Partido, unidas a la simpatía de José Romaña terminaron por seducir completamente a Fabio. Muy rápidamente se vinculó a una célula política comunista, con cuatro pobladores más del área: Arturo, su hermano, Ángel Patiño y su mujer. De ese modo resultó militando en el Partido Comunista, gracias a lo cual fue adquiriendo la conciencia política y la experiencia primaria en el trabajo de masas. El Partido terminó por hacerse fuerte en la región de Puerto Boyacá y en los municipios vecinos de Cundinamarca, Antioquia, Caldas y Santander. Para entonces, y en la misma región, escuchó hablar con mucha frecuencia de otro grupo guerrillero que operaba por allí, y que se hacía llamar Ejército de Liberación Nacional. Lo comandaba Fabio Vásquez Castaño. Las actividades de esa organización armada daban lugar a la presencia constante de las tropas del gobierno en su búsqueda. Pese a su pasado guerrillero, Fabio 7 no se sintió atraído por esa organización, actitud en la que seguramente influía su militancia en el Partido Comunista. Pero como si el sino de las armas lo persiguiera, también un día hizo presencia en la región de Santa Rosa un comandante de las FARC que se llamaba Franco. No hacía mucho tiempo que esa guerrilla había realizado una emboscada a dos camiones del Ejército, en un sitio denominado Covaplata, entre las localidades de Cimitarra y Puerto Boyacá. Allí le habían quitado quince carabinas a la tropa tras reducir por completo uno de los vehículos. Ahora el grupo quería recoger en la zona los efectos políticos de su acción. Y no podía perderse de vista que aunque las FARC no fueran propiamente el brazo armado del Partido Comunista, sí habían nacido de un sector del Partido Comunista que decidió alzarse en armas como consecuencia de las constantes arremetidas militares, policiales y vandálicas que afectaban ciertas regiones agrarias de colonización habitadas por ellos. Así las cosas, muchos militantes comunistas del campo, sobre todo en regiones teñidas por la violencia, sentían como una obligación moral el respaldo a esa guerrilla, para lo cual resultaba definitivo que existieran grupos de autodefensa campesina. Eso era lo que Franco llegaba a promover en la región. Fabio lo conoció en la vereda Caño Dorada, del otro lado de Santa Rosa. Franco lo impresionó hondamente por su personalidad y estilo. Se presentó como el Comandante del Cuarto Frente de las FARC, al cual pertenecían los guerrilleros que lo acompañaban. De su conversación inicial surgió el propósito de crear un núcleo de autodefensa clandestina en la vereda. Inicialmente hicieron parte de él Fabio y dos campesinos más. Entre sus tareas estaba la de hacerse la más completa idea del terreno y el personal que habitaba la región. Se trataba de identificar la presencia enemiga infiltrada. Un tiempo después volvió Franco a la zona. Les dejó unas instrucciones generales a mediano plazo, pues, según les informó, tenía que trasladarse a Cundinamarca en desarrollo de sus tareas. Presumía que demorarían un buen tiempo para regresar al Carare. Pero también les dejó una misión específica. Las FARC tenían identificados a un teniente y un sargento del Ejército que se encontraban mimetizados dentro de la población, cumpliendo labores de inteligencia. Fabio y los otros debían ubicarlos y darlos de baja. No sin dificultades, el núcleo cumplió con la tarea asignada. Aunque al precio de ser observados por varios testigos. La no presentación de los militares en el tiempo estipulado dio origen a una operación militar en el área. Una de las condiciones existentes para entonces en la región era la de que cada campesino debía portar un documento llamado tránsito libre, que expedía el Ejército, y que debía ser revalidado cada ocho días en el puesto militar de Santa Rosa. Fabio y sus compañeros contaban con el suyo. Pero ahora su situación se complicó. Ya sabían que el Ejército preguntaba por ellos y los estaba buscando, aunque no conociera sus nombres propios. Pese a las advertencias de varios de sus amigos en el sentido de que se cuidara de no salir a Cimitarra o Santa Rosa, pues la tropa cada vez acosaba más la gente con sus indagaciones, Fabio se arriesgó un día a salir al pueblo. Y volvió a hacerlo al día siguiente. Incluso 8 se atrevió a presentarse a la refrendación del tránsito libre el sábado en Santa Rosa. Cuando se lo expidieron, Fabio había declarado que tenía bajo su cargo siete niños pequeños. Ahora, cuando le pasó la cédula al teniente del Ejército que verificaba los datos de cada campesino que se presentaba, el oficial repasaba su nombre y le miraba el rostro una y otra vez, como si tuviera serias sospechas sobre él. Le preguntó con firmeza si la semana pasada había estado en Caño Dorada, pero al final terminó por firmarle el documento y devolvérselo. Ahora sí nervioso, Fabio se fue a dormir en la casa de un amigo que residía en el poblado. En la mañana siguiente, éste se presentó temprano a informarlo de que uno de sus compañeros de la autodefensa, a quien apodaban cariñosamente banano, había sido capturado por el Ejército, y luego de las golpizas y amenazas subsiguientes había conducido la tropa hasta el otro compañero, a quien también habían capturado. Pero no sólo eso, sino que también había conducido los soldados hasta el lugar donde se hallaban sepultados los servicios de inteligencia ejecutados. Furiosos, al encontrar los restos de sus compañeros muertos, los militares juraron que tenían que capturar a Fabio, para ponerlo a cargar esos despojos a la espalda por toda la región. Su amigo lo acompañó hasta el campo, donde otro de sus conocidos aceptó esconderlo provisionalmente en su vivienda. Allí, disimulado entre los bultos en una troja de maíz, Fabio recibió la mañana siguiente en medio de un violento aguacero. No había lugar a esperas, tenía que escapar de la región a toda prisa. Su amigó lo sacó a campo traviesa hasta el río San Juan, en donde según informaciones se encontraba la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional. Fabio se encontró con ella un tiempo después, por los lados de la vivienda de Serafín. Ya los guerrilleros estaban enterados de su presencia, y también tenían conocimiento de que la tropa lo estaba buscando. Por toda la región circularon volantes del Ejército en los que se ofrecía recompensa por su captura. El ELN Muchos de los guerrilleros del ELN eran conocidos por Fabio, pues antes de su ingreso a la guerrilla eran campesinos que trabajaban en la región del Carare y Puerto Boyacá. Conocedores de su situación, le propusieron que ingresara. Si se trataba de regresar a la lucha armada, Fabio hubiera preferido hacerlo a las FARC, con Franco, pero por ahora no había posibilidad de ello. Su situación era desesperada, así que tomó la decisión de vincularse al ELN. Y lo hizo. Una de las primeras acciones en que Fabio tomó parte con su nueva guerrilla fue el ataque al puesto de carabineros de San Juan, en el que se encontraban 14 policías y donde pudieron arrebatarles todo el armamento. Luego participó en una emboscada al Ejército en el río Guayabito, en el cual el ELN obtuvo como trofeos de guerra 27 fusiles G3. En ese entonces el ELN tenía un solo frente, integrado aproximadamente por unos 200 hombres, y entre sus mandos figuraban Fabio Vásquez, Ricardo Lara Parada y Manuel y Antonio, los dos hermanos de Fabio Vásquez. Ya se hablaba de encontrar otros territorios para ubicarse y operar. 9 Tras sucesivas marchas llegaron a las orillas del río Magdalena, frente a la región de La Ganadera, que hacía parte del actual municipio de Yondó, en Antioquia. Allí Fabio fue testigo de un hecho que quedó eternamente grabado en su memoria. Fabio Vásquez se vistió como capitán del Ejército y todos los guerrilleros de camuflado también, a la espera de la nave guardacostas de la Armada Nacional. Cuando esta efectivamente llegó, Fabio Vásquez y otros salieron a hacerle señas para que arrimara a la orilla. Una vez lo hizo, Fabio Vásquez adoptó el tono de un auténtico capitán y convenció a los de la embarcación para que los pasara al otro lado del río. Les aseguró que andaban tras la huella de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional que se había cruzado a la margen opuesta. Y por increíble que pueda parecer, los de la Armada los pasaron gentilmente. Tras muchos días de deambular por aquella zona de bajos, mosquitos y altísimas temperaturas, terminaron ubicándose río Cimitarra abajo, en un área conocida como Jabonal. Allí hubo decisiones importantes.La primera de ellas fue la de realizar tres acciones militares simultáneas contra puestos de policías diferentes. Una, en Remedios, Antioquia, otra en La Loma, por ahí cerca, y la tercera en San Pablo, Bolívar. Los dos hermanos de Fabio Vásquez partieron al frente de unas unidades con rumbo a Remedios. Ricardo Lara Parada tuvo a su cargo dirigir la toma en La Loma. Y el propio Fabio Vásquez Castaño marchó con el personal restante a San Pablo. Nuestro Fabio partió con él. Los tres objetivos se cumplieron. La otra decisión fue adoptada en la asamblea posterior realizada tras las acciones militares. También en Jabonal. Allí se reunió todo el material recuperado en los combates. Y se acordó que se conformarían tres frentes de actividad guerrillera. Uno por los lados del río Caribona, al otro lado de la cordillera central, otro por la zona del río Anorí y un tercero en los límites del sur de Bolívar y Antioquia. Fabio Vásquez partió hacia el Caribona, sus hermanos hacia Anorí y al frente del personal que quedaba en el río Cimitarra quedó un compañero de nombre Rovira. Fabio fue asignado a este último grupo. Tiempo después Fabio se enteró de que su vida había sido puesta en discusión en una asamblea. Y todo por algunos problemas serios de concepción que tenía el ELN en la época. El Che Guevara había sido dado de baja en Bolivia. Y dentro del ELN corrió una especie según la cual la responsabilidad por su muerte era atribuible al Partido Comunista de ese país, que se había negado a colaborar con su proyecto, y a los campesinos que habían terminado por delatarlo. Sectores extremos sacaron la rápida conclusión de que comunistas y campesinos no eran dignos de confianza para una guerrilla revolucionaria, que sólo en la clase obrera y los sectores urbanos se hallaba el material fiable para la insurrección. Eso significaba que lo más conveniente era deshacerse de los comunistas en filas, sobre todo si eran campesinos. Como Fabio. Claro, eso era motivo de discusiones políticas al interior del movimiento. Había quienes sostenían que el campesinado podía y debía ser organizado políticamente, pero había quienes rechazaban de plano esa posibilidad e incluso planteaban que no se podía tener confianza alguna en los campesinos. Fabio Vásquez pertenecía a quienes sostenían esto, por lo que no gustaba en absoluto del trato con ellos. Por fortuna para nuestro Fabio, no fue esta tesis la que prevaleció en el debate sobre su caso, así que se salvó de ser fusilado. Esto sólo lo supo mucho después. 10 Ahora piensa que en parte, eso se debía a cierta tendencia que primó en el ELN, a interpretar de modo mecánico la experiencia de la revolución cubana. Fabio Vásquez estaba tan obsesionado con eso, que pensaba que aquellos que estaban en desacuerdo con su pensamiento, obraban movidos por la intención de sacarlo a él del mando, que eran sus enemigos personales. Muchos en el ELN pensaban que el período de lucha armada hasta el alcance del poder no podía superar los dos años, como en Cuba. Incluso con esa idea reclutaban al personal para la organización, con la propuesta de que la lucha no iba a exceder de un par de años. Fabio recuerda que por ahí en el año 1974 se celebró una asamblea de la organización en Anacoreto, en la zona minera de Antioquia, por las orillas del río Ité. Allí Fabio Vásquez presentó unos documentos, que después se supo que eran falsos, en los que resultaban implicados con el enemigo varios compañeros, entre ellos Víctor Medina Morón, uno de los cuadros fundadores del ELN. Con él fueron fusilados también los hermanos conocidos como los Bertulfos. En adelante se precipitaron los fracasos para la organización. El primero y más grande, la muerte de Manuel y Antonio Vásquez Castaño y casi un centenar de guerrilleros encerrados contra el río Anorí. Después vino el asalto enemigo a la unidad del propio Fabio Vásquez en Villa Uribe, área del río Caribona, en donde se perdieron más de sesenta equipos de dotación, dentro de los cuales el del máximo comandante, que contenía documentos con información valiosa acerca de la organización y sus nexos con los cubanos. Enseguida, la captura de Ricardo Lara Parada en la ciénaga de La Tabretera. En realidad éste último se había convertido en traidor. Como se supo después, tenía tomada la decisión de desertarse del movimiento en la noche, en compañía de dos guerrilleros más. Dentro de su plan figuraba la muerte del relevante, el apoderamiento de su arma y la reducción del posta. Para ello esperaron a que el relevante se acercara a la rancha con el propósito de atizar el fogón. Allí, Ricardo y otro procedieron a propinarle un fuerte golpe en la cabeza con una carabina. Pero el muchacho alcanzó a gritar. La alarma hizo que Gabino disparara su pistola tras sentarse en la hamaca en que dormía, provocando la confusión de los conspiradores que decidieron emprender su huida a toda prisa. Cuando la noticia sobre su captura apareció en las noticias, la conclusión general fue la de que los tres desertores se habían entregado voluntariamente el enemigo. Después Fabio Vásquez convocó a una Asamblea. En ella expuso la necesidad que tenía de viajar a Cuba, en parte para practicarse unos exámenes médicos, y en parte para atender asuntos muy importantes para la organización. También planteó a sus hombres que en caso de que por alguna razón no pudiera regresar, debían continuar con su lucha hasta alcanzar la victoria.Y se llevó un dinero. Lo definitivo fue que no volvió nunca al país. La organización marchaba al desastre. Los frentes del Caribona y el Anorí estaban prácticamente desmantelados. Manuel Pérez, que por entonces se conocía con el nombre de Poliarco, marchó herido y casi solo, desde el Caribona hasta San Pablo, en el sur de Bolívar, en busca de los restos de la organización que quedaban en esa área. Los pocos sobrevivientes de la debacle también 11 procedieron del mismo modo. En el área de Yondó y Remedios, al mando de Rovira, operaba el grupo más grande que quedaba de la organización, el cual era conocido con el apelativo de La Central. Un buen día también Rovira planteó que necesitaba salir a tratamiento médico a Bogotá. Y lo hizo. En adelante sólo llegaban llamados suyos en los que con uno y otro pretexto requería dinero de la organización. De pronto se descubrió que estaba colaborando con el enemigo. Las remesas de dinero le fueron suspendidas. Hacia el año 1976,al interior del ELN, comenzó a escucharse con frecuenciala palabra replanteamiento. Fabio, que en esa guerrilla llevaba el seudónimo de Bernardo desde su ingreso, recuerda las inquietudes que se debatían. Por ejemplo, se decía que en doce años que llevaba existiendo la organización, todo el tiempo había sido dedicado a echar tiros, sin preocuparse por el trabajo político de organización de masas. Y que eso constituía un grave error. Se insistía en que era necesario cambiar la forma en que se desarrollaba la lucha. Para esa época se llevó a cabo una asamblea de la Central. Entre sus decisiones estuvo la integración de una nueva dirección y el nombramiento de un nuevo comandante del Frente tras la traición de Rovira. De primero quedó Alirio, seguido por Nicasio y Javier, Eladio, el tío Urbano y varios suplentes. Además se estuvo discutiendo el papel que desempeñaba la mujer en la lucha, llegándose a la conclusión de que su presencia implicaba muchos más gastos que la de los hombres, por lo que era mejor que se fueran todas para la casa. Y se abrió la posibilidad de que todo aquel que estuviera aburrido también podía abandonar las filas. Como consecuencia de ello, fue mucha la gente que renunció a la organización. El número de los que quedaron se redujo considerablemente. Para esa época, Gabino se encontraba en Córdoba, realizando algunas tareas conjuntas con guerrilleros del EPL, fundamentalmente relacionadas con la consecución de finanzas. Por entonces llegó la notificación de que se pensaba realizar una reunión general de mandos, a manera de asamblea general, en Bogotá, en la que las estructuras sobrevivientes del movimiento se ocuparían de su reorganización y ordenamiento. Por parte del Frente de La Central fueron enviados Javier y Nicasio, dos mandos considerados como intelectuales, que entendían mucho de las cosas políticas y sabían hablar muy bien. El resto de la dirección, incluido Alirio, eran de origen campesino. Su ausencia se prolongó por 7 meses. Durante su ausencia se presentó una novedad importante. Se tuvo noticia en La Central de que en el área rural de San Pablo, Bolívar, había reaparecido Roso, un antiguo militante que se había desertado en los tiempos de la primera Asamblea en Jabonal. Andaba al frente de un grupo armado, identificándose como el Segundo Frente de las FARC. El asunto no pintaba bien, había evidencias de que más bien se trataba de un grupo de la inteligencia militar. El tal Roso había buscado contacto con la gente del frente urbano de Barrancabermeja, entre otros con Francisco Galán, quien usaba el seudónimo de Quico, y ya tenían algún tipo de coordinaciones. Por sus antecedentes como comunista, Fabio o Bernardo, fue designado por la dirección del Frente para que viajara a Puerto Berrío en busca de la dirección del Partido, con el propósito de precisar la naturaleza del grupo de Roso. Allá le aseguraron que por los lados de San Pablo las 12 FARC no tenían ninguna clase de unidades, y lo pusieron en contacto con las estructuras partidarias del río Opón, en donde operaba Robledo, mando conocido de las FARC, que contaba con una importante estructura guerrillera en esa área. El enlace se materializó por intermedio de José Bravo, por entonces estafeta del grupo con Barrancabermeja, quien lo condujo hasta Robledo y Vladimir. Por ellos Fabio obtuvo la confirmación de que el tal Roso era en realidad integrante de una unidad de contraguerrilla que planeaba golpear fuertemente su organización. Lo cual procedió a comunicar inmediatamente a Quico y los demás mandos de Barranca, quienes, alarmados, adoptaron toda clase de medidas de seguridad, entre las que estuvo mudarse de todos sus lugares de habitación. También en el Frente se adoptaron medidas, entre ellas la cancelación de una asamblea programada y que había congregado todas las unidades en un mismo lugar. A los pocos días fue publicada una noticia que hablaba del fracaso de un plan de infiltración al ELN. Además Fabio sirvió para llevar una carta de Robledo a la dirección su Frente. Gracias a ella, se iniciaron los contactos que terminaron en una primera reunión de las direcciones de los dos frentes, en la que se clarificaron muchas cosas y se firmaron acuerdos de cooperación y colaboración. Incluso quedó definida una segunda reunión para más adelante. Esta, sin embargo, no llegó a realizarse. Porque regresaron al Frente Javier y Nicasio, los enviados a la reunión nacional, quienes se negaron a consentir cualquier tipo de aproximación entre las FARC y el ELN. Los acuerdos firmados fueron desautorizados y todo contacto se echó por tierra. Al mismo tiempo dieron cuenta de su misión. Informaron que como nuevo comandante del ELN había sido designado Manuel Pérez o Poliarco, y expusieron por primera vez de manera definida el contenido del llamado replanteamiento. En realidad se trataba de un proceso de cualificación política. En concordancia con lo que se decía, se aseguró que la organización no podía seguir echando tiros sin preparar las cabezas de los comandantes y combatientes. Para ello era necesario dar inicio a una larga serie de cursos y a una ardua tarea de estudio general. El objetivo principal pasaba a ser la organización política de la guerrilla y las masas. Entonces comenzaron a llegar compañeros de afuera, gente preparada que se dedicaba a la tarea pedagógica. Un curso seguía a otro. Y todo lo demás se suspendió. De un extremo se pasó al otro. Las acciones militares que se habían preparado y acordado en la asamblea quedaron canceladas. La determinación de ajusticiar a Carlos Delgado, un asesino de campesinos que operaba desde la hacienda Ité, también fue cancelada. Al igual que todos los planes de naturaleza económica. Al cabo de un tiempo, los guerrilleros comenzaron a manifestar su inconformidad. Ya era tiempo de empezar a poner en práctica tanto estudio, aun cuando fuera comenzando a trabajar en la organización política de las masas. La respuesta era que todo estaba considerado y preparado. En su momento comenzaría la ejecución de esas tareas. La primera manifestación de ello fue la traída de una comisión de salud. Tras determinar quiénes requerían de tratamiento médico, se alistó su envío afuera para practicárselo. También se dijo que los que no tuvieran problemas de salud también serían enviados afuera, pero con el propósito de cumplir con una serie de tareas de naturaleza financiera. Las únicas finanzas que entraban eran las enviadas por Gabino, que permanecía aún con el EPL. 13 Después se dijo que las armas había que concentrarlas todas en un solo lugar. Para lo cual nombraron una comisión de responsables del armamento: Alirio, Javier, Roberto, que era cuñado de Alirio y otro muchacho llamado Eduardo. También se orientó que todos los conocedores de sitios donde estuvieran encaletadas armas, fueran a buscarlas y las condujeran a un lugar, la finca de Gabriel Vargas, en La Raya, donde serían aseguradas en un único sitio. Los cuatro responsables del armamento se encargarían de ello. Algo le decía a Fabio que en todo eso había algo extraño, pero se trataba de determinaciones superiores, incluso del nivel nacional. Pese a ello, decidió por su cuenta que se reservaría la información acerca de una caleta de armas que él conocía y que tenía a su cargo. Simplemente guardó silencio al respecto. Y se negó también a salir a tratamiento médico. Con cuatro más, que comunicaron su intención de permanecer en la zona, mimetizados entre la población, trabajando como jornaleros en las fincas de la zona mientras pasaba todo aquello, sin abandonar en ningún momento la organización ni su condición de combatientes. Así terminarían enterándose un tiempo después, del verdadero contenido de aquella trama urdida por los servicios de inteligencia militar. Los mandos contrataron un camión que hacía las veces de línea de La Raya y por las noches sacaron escondido entre los bultos de maíz el armamento largo. Fusiles y carabinas, de las cuales apenas dejaban las culatas. El único armamento que quedó en el depósito fueron las armas cortas. Por un campesino que se percató de todo y se los comunicó ya demasiado tarde, Fabio y los otros tuvieron conocimiento de que los encargados del armamento lo fueron sacando y reuniendo en un solo lugar, hasta el cual ingresó una noche Alirio, en compañía de aquel Roso de San Pablo, y bajo la escolta de doce soldados, con el objeto de embarcarlo y llevárselo con rumbo desconocido. Así vinieron a comprender que habían sido víctimas de un gran trabajo del Ejército. Los médicos y los profesores que fueron llegando de fuera, eran en realidad ejecutores del plan enemigo. Javier y Nicasio, segundo y tercero al mando del Frente, eran de origen burgués y al parecer se dejaron trabajar en Bogotá por los suyos, con la garantía de que serían amnistiados y beneficiados a cambio de desmantelar al Ejército de Liberación Nacional. En realidad sólo lograron hacerlo con el Frente que mandaban. La gente que sacaron, terminó capturada o dada de baja por el enemigo. Por fortuna, el resto de unidades del ELN se percató de lo que estaba sucediendo y tomó medidas que frustraron el plan general. La experiencia con el M-19 Fabio y los demás que quedaron trabajando en la zona, terminaron haciendo contacto un tiempo después con el Movimiento 19 de Abril, o M-19. Ese movimiento guerrillero había aparecido unos cuantos años atrás en varias ciudades, más como una organización armada de carácter urbano y propagandístico que como una fuerza guerrillera tradicional. Mandos suyos como Carlos Pizarro, Álvaro Fayad y Carlos Toledo Plata se encontraban enel área rural de Yondó, margen izquierda del río Magdalena, con la misión de conformar un frente rural. Y les plantearon abiertamente su intención de que se vincularan con ellos. 14 Los ex guerrilleros, si se les podía llamar así, les manifestaron su idea en el sentido de estar en disposición de colaborarles en todo cuanto estuviera a su alcance, pero sin ingresar a sus filas.Acababan de vivir un rotundo fracaso con su organización, del cual no acababan de reponerse, como para tomar parte en otra que apenas estaba en formación. Los del M-19 les manifestaron entonces que si no ingresaban a sus filas debían abandonar la región. Fabio y los otros todavía mantenían el contacto con Quico en Barrancabermeja. Y decidieron consultar su opinión al respecto. Un chofer llamado César, que hacía la línea a La Raya, les trajo la respuesta. Les orientaban convocar una asamblea general de los campesinos de la región, a la cual debían convidar a los mandos del M-19, y a la que asistirían Quico y el Gordo, otro responsable del ELN, para que fuera la propia comunidad quien decidiera si debían abandonar la región o no. Las cosas así previstas se llevaron efectivamente a cabo. La gente rechazó la imposición del M-19, arguyendo que los del ELN tenían años de estar operando ahí, eran de su confianza, siempre los habían apoyado y se portaban muy bien con ellos. Si alguien tenía que salir, eran precisamente los del M-19, a quienes muy poca gente conocía. El asunto terminó en tablas. Unos y otros se quedaron y terminaron de amigos, eso sí, respetándose mutuamente. Fabio y los otros recibieron la orientación de los compañeros de Barrancabermeja, de permanecer en el área, trabajando con la población civil políticamente, mientras que se presentaba un personal que pensaba enviar Gabino con la intención de fundar un nuevo frente. Entonces sobrevino lo del saqueo de armas al Ejército en el Cantón Norte de Bogotá. En la noche de año nuevo del 78 al 79, los del M-19 sacaron más de cinco mil armas largas de esa instalación militar, mediante un túnel cavado bajo la calle, desde una vivienda ubicada en la acera de enfrente. La acción tuvo efectos espectaculares, llevando la admiración general por ese grupo hasta el tope. Las fuerzas militares tomaron aquello como una afrenta personal, y cumpliendo el decreto denominado Estatuto de Seguridad del Presidente Turbay Ayala, desencadenaron una campaña represiva sin antecedentes en el país. Hubo capturas a granel, asesinatos, desapariciones, torturas y toda clase de arbitrariedades contra los movimientos democráticos de oposición y las guerrillas de cualquier naturaleza. Al área de Yondó llegó una buena parte del armamento sacado aquella noche. Los del M-19, intentando huir de la represión, no encontraron otro medio para ocultar las armas que distribuirlas entre los campesinos. Así que cuando el Ejército entró siguiendo la pista de ellas, sobrevino también una cruel campaña represiva contra la población. La gente amedrentada optó por entregar las armas a la tropa. Mandos y combatientes del M-19 abandonaron la región, tratando de evadir el cerco, cruzándose al otro lado del río Magdalena, una zona ardiente y difícil, más para quienes no la conocían ni tenían trabajo político con la población. Allí fueron perseguidos y golpeados, capturados unos y dados de baja otros. Al final, un fracaso total para el grupo. Una decisión difícil La noticia política que estremecía la juventud revolucionaria latinoamericana por entonces, y a buena parte de la opinión de vanguardia mundial, eran los desarrollos de la revolución sandinista 15 en Nicaragua. Era evidente que aquello estaba a punto de su desenlace. Somoza iba a terminar derrocado por el camino insurgente, en una experiencia semejante a la que había defenestrado a Batista en Cuba dos décadas atrás. El ELN se había encargado de conformar una brigada de apoyo militar para la lucha sandinista. Por lo que Fabio conocía, Quico, y la gente de Barrancabermeja, estaban al frente de ello. Al menos en esa parte del país. Para alguien como él no había posibilidad más atractiva que sumarse a la brigada internacionalista que viajaba a Nicaragua. Y por eso inscribió su nombre y adelantó todas las gestiones que le indicaron los promotores. Su viaje estaba próximo a realizarse. Entonces recibió una información alentadora. El Cuarto Frente de las FARC había recién hecho aparición en Yondó, desde el otro lado del río, por la ciénaga de Barbacoas. Al enterarse Fabio de que Franco seguía siendo su comandante y que se hallaba con el personal del frente por esa área, buscó el modo de enviarle un saludo entusiasmado. Y además, le envió razón de las armas que se había negado a entregar a los mandos traidores a su organización, a lo que añadió su voluntad de revelar a las FARC su paradero con el propósito de que las emplearan para su lucha. Franco le respondió positivamente, haciéndole saber que enviaría una comisión a examinar esas armas. Efectivamente, unos días después se presentaron a la finca de Arnulfo Carvajal, que era el sitio acordado de encuentro, Alpidio, Nelson y otros muchachos, con la orden de apersonarse del asunto. El compañero Arnulfo, emocionado con la ocasión, les propuso celebrarla con un almuerzo. Los muchachos aceptaron. Encontrándose allí, llegó César, el conductor de la línea, con una razón de Quico para Fabio. Había llegado el momento de partir. Debía salir de inmediato a Barrancabermeja, a vincularse a la comisión que viajaba a Nicaragua. El vuelo partía al día siguiente, vía Venezuela. César mismo estaba encargado de llevarlo al punto de reunión. Fabio esperaba contar con unos días más, al menos ahora, con lo que tenía pendiente. Su idea era entregar las armas y entrevistarse con Franco, quien lo había convidado a conversar, y luego sí emprender su misión internacionalista. Aquella razón intempestiva lo trastornaba todo. Si se iba de una vez con César, ni siquiera iba a poder enseñar a Alpidio y los demás el lugar donde estaban enterradas las armas. La cuestión tenía su demora. Pero sí se quedaba a hacer esa diligencia, le iba a ser imposible cumplir con el compromiso de viajar con la brigada. Tras vacilar un buen rato, al fin tomó una decisión. Aquel armamento no podía perderse. Le envió razón a Quico de que no podía viajar, y optó por salir a cumplir su compromiso con Franco. Tras desenterrarlo y verificar su estado, hizo entrega del siguiente material: dos fusiles G3, cuatro perillas, un fusil M-1, la carabina M-2 que había portado Fabio Vásquez, una pistola Browing, un revólver 38, una granada antitanque, 70 granadas de mano, 5000 cartuchos de diferente calibre, quedando pendiente una caleta de droga que él también conocía. Liberado de presiones, acompañó entonces a la comisión hasta la ciénaga de Barbacoas. Allí se entrevistó con Franco, quien salió a hablar con él en la casa del papá de Martín Cotiza, un muchacho recién ingresado. Tras los saludos y entusiasmos de rigor, Franco fue el grano. Quería saber cuánto dinero quería Fabio a cambio del armamento. La respuesta de éste no se hizo esperar. Ese armamento había 16 pertenecido a una organización revolucionaria, ahora pasaba a manos de otra organización revolucionaria, seguiría cumpliendo con el mismo servicio en bien del pueblo. Él no quería un solo centavo. Franco no pudo ocultar su sorpresa, ni su satisfacción. Entonces le preguntó qué pensaba hacer con su vida. Fabio le hizo saber de su frustrado viaje a Nicaragua. Y de su accidentada experiencia en las filas del ELN. Al final, su decisión no podía ser distinta. Muchos años atrás había retardado su ingreso a las FARC. Ahora no iba a sucederle igual, optó por quedarse. Las FARC De sus conversaciones con Franco surgió la idea de que por haber operado con el ELN por los lados de San Pablo, ahora podría ir con una comisión a abrir trabajo de las FARC en esa zona. Y efectivamente así se decidió. Por esos días, el Frente llevó a cabo su primera acción militar en Antioquia, la emboscada a un convoy del Ejército por San Juan de Bedout, frente a Guasimal, área de Puerto Berrío. Como mandos actuaron Fernando Marquetalia, Tabares y Hermes. Lograron hacerse a siete fusiles G3 que le quitaron a la tropa. Pero su alegría se vio marchitada por una noticia funesta. Franco se había accidentado mientras manipulaba una granada en el taller de los armamentos. Estaba muerto. Tabares salió entonces a apersonarse de las cosas. Realmente el segundo al mando en el Frente era Mario Gómez, pero se hallaba en Caldas, en la comisión de Occidente. De allá fue llamado, pero luego se conoció la decisión superior en el sentido de que debía regresarse a materializarla creación del Noveno Frente. Cuando Mario partió de regreso, resultó emboscado por el Ejército en Malavar, donde por vez primera una escuadra completa, 12 hombres de las FARC, caía aniquilada por la tropa sin que se supiera qué había sucedido en realidad. Después se dijo que un militante del Partido lo había traicionado y entregado. Y que el Ejército había permanecido clandestinamente a la espera, sin atacar, esperando el paso de Mario. Aquello ocurrió el 28 de diciembre de 1979.Y sería fundamental para posteriores reflexiones en el movimiento acerca del modo de operar de la guerrilla y el Ejército. La noticia sobre la muerte de Franco la recibió Fabio en la marcha al área de San Pablo. El encargado de la comisión era Vladimir, y lo acompañaban Alpidio, Patricia y Horacio. De camino Fabio los condujo al sitio donde se hallaban encaletadas las medicinas. Entre ellas había 5.000 inyecciones de Glucantime, una droga muy difícil de conseguir, pero imprescindible para el tratamiento de la Leishmaniosis, una enfermedad endémica en todo el Magdalena Medio. Alpidio y Horacio se devolvieron a llevar las ampolletas al campamento, y los demás quedaron esperándolos por la quebrada La Concha, en la casa de un civil de nombre Eustorgio. Cuando volvieron, se conoció la desgraciada noticia sobre Franco. Por la importancia del cuadro, su significación y la situación de crisis que sobrevino en el Frente tras la posterior enfermedad mental que afectó a Tabares, el Secretariado Nacional de las FARC determinó que la muerte de Franco debía permanecer en secreto. Sólo vino informarse de ella en la Octava Conferencia celebrada en el año 1982. Aquél silencio sirvió de pretexto a Javier Delgado para encubrir su traición y fundar al que se conoció como brazo disidente de las FARC, el grupo 17 Ricardo Franco o Delgado, que en consonancia con el servicio de inteligencia militar habría de realizar diverso tipo de horrores con el fin de desprestigiar al movimiento insurgente. Epílogo Lo que se viene después son 34 años de vida guerrillera de Fabio en las FARC-EP, la segunda mitad de su vida. Relatarlos sería una labor dispendiosa y difícil. Porque se liga con el desarrollo y la expansión de la organización a todos los rincones del país. Y desde luego se funde con las distintas experiencias en busca de la paz que se han cumplido en Colombia desde el gobierno de Belisario Betancur. Eso desbordaría el propósito del presente trabajo, con el que simplemente quisimos retratar los pasos reales de un colombiano campesino y pobre desde su primera infancia. De alguna manera, sin que nos hayamos detenido en el entorno histórico de la niñez y la juventud de Fabio hasta su ingreso a las FARC, es posible captar en el rápido relato de su vida, el reflejo de las circunstancias vigentes en el país desde la época de Jorge Eliécer Gaitán, la violencia de los años cincuenta y la creación del llamado Frente Nacional. Ello basta para mostrarnos que no es cierta la doctrina oficial según la cual éste último pacificó por fin a Colombia. Las raíces profundas del conflicto social y armado en que se debate nuestra patria han seguido produciendo conmociones incesantes por encima de todos los ensayos institucionales. Diremos tan solo que el Cuarto Frente de las FARC se constituyó en una especie de generoso vientre materno, de donde brotaron con el tiempo otro importante número de frentes. Primero se desdobló en Noveno, Once y Doce. Y después, mandos y combatientes suyos partieron a fundar con gente de otras partes más y más unidades guerrilleras. Fabio hizo parte del personal que salió del Cuarto a fundar el Frente 37 y luego, tras la Octava Conferencia Nacional de las FARC, regresó al sur de Bolívar a hacer parte de la unidad de guardia del Estado Mayor del Bloque del Magdalena Medio, el cual terminó por destinarlo al área del Catatumbo en el Norte de Santander. Dieciséis años atrás, con ocasión del 33 aniversario de las FARC-EP, escuché de labios de Fabio esta misma historia. Me pareció tan interesante, que le sugerí me permitieratomar apuntes de ella para ponerla por escrito. Después, cuando hubo la ocasión, redacté a manera de crónica lo que me había contado. Tal vez hicimos dos copias de ella en la impresora que usaba el Comandante del Bloque. Fabio recibió una, para su propia satisfacción y el conocimiento de aquellos a quienes quisiera enseñársela. Me sentí bien contribuyendo a un reconocimiento que se merecía. Los agites de la guerra son frecuentes, así que aquel trabajo se perdió con el tiempo. Años después, tras un casual y fugaz encuentro con él, aproveché para pedirle que me repitiera el relato que me hizo en el 97. De este modo, volvemos por fin a darle nueva vida a aquel escrito. Tal vez el primero haya sido mejor. O quizás no. En todo caso aspiro a que si Fabio llega a conocerlo, experimente un orgullo semejante o superior a aquel que lo invadió cuando leyó y mostró a otros el original. Sería mi sincero modo de recompensarlo por todos los esfuerzos cumplidos en bien de la causa durante su honesta y abnegada carrera revolucionaria. 18 Dentro de las confidencias que Fabio me hizo en nuestra última conversación, estuvo la de que había estado unos días en Cuba, cumpliendo alguna labor logística para el equipo de las FARC que dialoga en La Habana con el gobierno de Juan Manuel Santos. El movimiento lo había escogido a él para eso, lo cual le había permitido conocer la isla y la gente que lo inspiraron desde cuando escuchó, de labios de Federico Arango, los elogios a la revolución encabezada por Fidel y el Che. Aquello había sido como su grado de doctorado, la realización de uno de sus más grandes sueños. Un abrazo fraterno para él, y para toda la gente como él que hace parte de las FARC-EP. Montañas de Colombia, 26 de julio de 2013. 19