Autor: Di Nardo Olivia. EPSFRos (Escuela de Psicoanálisis Sigmund Freud. Rosario. Argentina.) El niña y La niño. ¿Transexualidad infantil? “Ella será sabia y sabrá sonreír cuando le griten niño costurera dirá que nada importa si estamos enteros niño costurera y niña carpintero”. Gabo Ferro Sexualidad e Infancia es una articulación que se renueva y relanza cada vez, refiriéndome con cada vez a la singularidad con que es discursivamente mencionada, dicha, soslayada o dada a ver. Sexualidad e infancia conducen a 1905 cuando Freud ensaya con tres el modo de “ampliación del concepto de sexualidad” y presenta las escandalosamente ruidosas aberraciones sexuales, la polimorfa sexualidad infantil y el hallazgo en la metamorfosis puberal. Freud interpela el pensamiento de su época y provoca el surgimiento - en ese momento y para el resto de los días - de una relación otra entre Infancia y sexualidad. Tanto remueve y conmueve ayer que hoy, 110 años más tarde nos vemos comprometidos en la tarea de poder y deber volver a pensar el entrecruzamiento entre sexualidad e infancia a la luz de lo que hoy estamos llamados a escuchar, a acompañar, a aliviar. A lo que hoy golpea en nuestros consultorios y hace que abollemos la teoría una y otra vez, ya que los analistas nos disponemos a poder hacer y poder hacer saber con la infancia y la sexualidad, es decir con eso con lo que cuesta saber hacer. Problemas y problemáticas de la clínica que interrogan y hacen estallar a la teoría. Sostenemos que por hacerle lugar al sujeto dividido, el discurso analítico produjo y produce un impacto en la cultura y por lo tanto en la subjetividad, desde sus orígenes y hasta hoy el psicoanálisis propone que es el deseo inconsciente el corazón de lo que en el discurso común y corriente llamamos “vida”; ahora bien, lo que llamamos “vida” se enlaza, se tuerce o retuerce con la muerte, y muestra en ese cruce eso que no anda. Si afirmamos que el psicoanálisis como discurso afecta e interroga la subjetividad en esta misma línea propongo que debemos reconocer que la cultura, es decir el modo de lazo social actual y las leyes interrogan al discurso del psicoanálisis y lo hacen trabajar. Reside en esta afirmación el interés de volver a pensar la articulación Sexualidad e Infancia, esta vez a la luz de un material clínico poniéndolo en diálogo con las nuevas leyes de la época, me refiero específicamente a la ley sancionada en Argentina en mayo del 2012: “Ley de Identidad de Género n° 26.743” y particularmente a los artículos 4 y 5 que habilitan a la rectificación registral del sexo, el cambio de nombre de pila e imagen, y la modificación del acta de nacimiento en niños y niñas; haciendo historia sabemos que la aprobación de esta ley y su aplicación fue acompañada e impulsada por diferentes organismos y sectores sociales que históricamente luchan por el reconocimiento de sus derechos de “minoría” y marcada especialmente por el caso “Luana” la primera niña trans. Material Clínico. Los padres de M, una niñita de 5 años, consultan por una situación que dicen, se les ha vuelto insostenible. Hace más de un año comenzaron las manifestaciones que al principio no parecían serías y ahora los son. M, siendo una niña, juega como un nene, pide juguetes de varón, quiere vestirse como un varón, rechaza las prendas y los colores típicamente femeninos, tampoco mira los dibujitos que les gustan a las nenas, quiere su dormitorio pintado de azul. No tiene amigas, ella se junta con los nenes. La situación que termina en la decisión de consultar es que estando en un cumpleaños de un compañerito del colegio, al finalizar, recibe naturalmente la sorpresita para niña; y ella sin poder pedir la otra, produce un ataque de ira y tirándose al piso y llorando reclama “quiero la de varón, quiero la de varón”. - ¿Qué significaba querer la de varón?, ¿qué decía M con esto?, - ¿Cómo era significado por los padres el decir de su hija? -. De este modo se enfrenta todo el tiempo a los padres y hace que los padres se enfrenten entre si dado que no coinciden en sus respuestas hacia la hija. Ambos sienten que su hija sufre, y por lo tanto se angustian pero mientras el padre teme a la homosexualidad o al travestismo, a la madre no le preocupa, supone que se le va a pasar, que no tiene nada de malo que niñas jueguen con objetos de niños, que es su elección y que ella no va a ir en contra de lo que la hija le pida. Esto último suponía ir en contra del padre por una doble vía articulada. En contra del padre. A qué nos queremos referir. Veamos. Quién le compraba todos los juguetes de varón, quién le dejaba ver dibujitos de nenes a escondidas y en secreto, con quién fabricaba pistas de autos y lavaderos, y naves y ring de luchas era con su abuelo materno, un viejito bueno bienintencionado que le daba todo lo que la nieta le pidiera aunque eso significara desautorizar absolutamente al padre de su nieta, al marido de su hija. EN CONTRA del padre se hacía escuchar, escucho, leo: en contra, ENCONTRAR. Se trataba entonces de, sin ir en contra de nadie ni de nada, sin ir en contra de lo que la niña decía y sentía, ni en contra de lo que el abuelo hacía, ni en contra del deseo que claramente manifestaba M por las “cosas de varón”, la dirección de la cura era encontrar. Ir en contra hubiera sido ir por la prohibición, oposición que reforzaría el padecimiento que M traía. Ir en contra es reforzar el síntoma, es prohibir, reeducar, es lo que haría cualquier psicólogo con eso que se presenta como lo que no anda. Puestos a buscar en ese “quiero la de varón” lo que podíamos encontrar era un enigma, sin embargo se dejaba escuchar cuál era en principio la maniobra a realizar, que el padre se encontrara con lo que él decía y en lo que decía, de ese modo iba a poder ubicarse en otro lugar, encontrar el lugar del padre ya que el padre no había encontrado su lugar y se quejaba por esto. El padre de M era desoído, él mismo se sentía desautorizado no sólo por su mujer, la madre de su hija, sino por el padre de la madre, el abuelo de M. La madre le concedía a su propio padre el poder de que fuera él quién consintiera a su hija, descartando al padre de su lugar. “No pude conquistarla”, decía el padre de la niña. ¿A quién?, hablaba de su hija, pero a la vez de su mujer que continuaba en la posición de hija amando detrás de las justificaciones a su propio padre, hasta el punto de entregarle una niña varón. “El endoso de ligazones afectivas del objeto madre al objeto padre constituye en efecto el contenido principal del desarrollo que lleva hasta la feminidad” 1 . No hay posibilidad que una niña encuentre el camino hacia el padre si la madre no se lo permite, si el camino al Edipo está obstaculizado la niñita amada predilecta del padre no conocerá la luz con los brillitos esos que hacen decir a los papás es la luz de mis ojos. M, sin lucir brillitos venía a jugar una pregunta que solo ella podía atravesar. Después de mucho tiempo de carreras de autos, de hombre araña, de torneos de blade blade, un día trae en su mochila ropita de bebé, me anuncia que se trata de ropita de un bebé varón, pero que de ninguna manera va a jugar a la mamá conmigo; - no había pensado en eso, le respondo y se sorprende al no encontrar en mi ningún tipo de insistencia, en esa misma sesión elije un juego de mesa que llama: “Decime quién soy yo”. Comenzaba articularse una pregunta acerca de quién era y quién era para quién. En cada partida con el Otro se jugaba a la pregunta sobre Quién era y no sobre Qué era; diferencia que nos hace pensar en que algo del sentido había sido perdido en esta niña, su pregunta no apuntaba a lo que era que, señalaría al objeto, al soy ahí dónde no pienso; sino que, al preguntarse por el quién, ya apuntaba al sujeto, ya había alguna articulación inconsciente, dato que hacía pensar en la pérdida del sentido. El quién señala al que habla: decime quién soy yo. 1 Freud, S. “Sobre la sexualidad femenina”, Pag,230. A medida que esta pregunta no tenía respuesta, el vacío con el que M se encontraba hacía lugar al duelo por el “ser” por el que todo niño transita en momentos de constitución subjetiva. Una pregunta sin respuesta ya que nadie más que ella podía escribirla, M jugaba a decirse quién era, decime quién soy yo, cuestión identificatoria que volvía a poner en la partida su tránsito edípico y su amor al padre. El sufrimiento declinaba a la vez que M se encontraba con sus preguntas y con el vacío que el quién soy producía. En una ocasión llega a su sesión con el abuelo, al terminar me dice delante de la niña que quiere hacerme una pregunta; se lanza: Señorita Olivia, puedo comprarle a M un auto que vimos y que ella quiere y que le gustó mucho? - Hago silencio, pienso 2 segundos y digo: no soy yo la que puedo decir que si o que no; M miraba atenta, dirige la mirada a su abuelo y le dice: Le quiero preguntar a mi papá, abuelo. Marco a partir de este momento un giro en el tratamiento dado que la niña con esa afirmación dirigía su mirada y su pregunta al padre. Que la hija pudiera dirigir su pregunta al padre hacía saber que su padre había encontrado un lugar que la sacaba a su hija del secreto cómplice con su abuelo, era el padre quién poseía a partir de ahora las palabras, los no o los si con los que M podía contar y hacer cuentas, encontrar una respuesta del padre es tal vez re escribir un “quien soy yo” y hasta dónde ese “quien soy yo” podía tener que ver con comprar un auto o una perlas para hacer pulseras. ENCONTRAR Y CONTAR al y con el padre marcaban un camino diferente al trazado hasta el momento. Al tiempo M llega muy contenta con un vestido de flores, me lo muestra “mirá lo que me puse” y lo luce con alegría, en la misma sesión jugando al “decime quién soy yo” me dice que quiere contarme algo, que ya no piensa tanto en cosas de varón y que está pensando en tirar los juguetes de nene, y que ella tiene ganas de jugar con otros juguetes, salir con la bici o hacer pulseras. Andar y andar enhebrando otras cuentas; se había abierto la cuenta en otras vueltas que ella daría haciendo equilibrio. En encontrar se deja escuchar en contar, contar cuentas que después de varias vueltas por el “decime quién soy yo” se abrían. Nuevas cuentas en tanto ahora contaba con haber encontrado “algo” del padre, que la ponía en otra cuenta, cuentas que podían ser perlitas, brillitos. Entre esas vueltas contaba con las identificaciones que el camino edípico le proveía, además de otro equilibrio del que podía tomarse para salir y andar en otras cuentas y vueltas. Como la estructura no está cerrada, y muy lejos estamos de la “elección de sexo” este paso es recién un comienzo para M, comienzo en el que el principio es mirar al padre, y a su vez que el padre pudiera sostener una mirada para conquistarla con “la luz de los ojos”. Lacan, en “Dos notas sobre el niño” dice que “el síntoma del niño está en posición de responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar… puede representar la verdad de la pareja familiar”. En el desarrollo del tratamiento se deja ver qué del padecimiento de M estaba articulado a la pareja parental, y la posición titubeante del padre dicha en “no pude conquistarla” habla de su posición respecto de su hija; es por eso que la hija hace un llamado al padre, y el padre responde que no le da lo mismo, despierta y conquista esa posición no conquistada, a mí no me da lo mismo, yo la quiero nena. Creo que es a partir del llamado que M le hace al padre que puede comenzar a conquistar un lugar, la conquista del lugar dónde su hija podía encontrar unos ojos iluminados que la miraran y produjeran brillitos. Lo que el tratamiento produjo en M fue el vacío a la pregunta sobre el “quién soy”, a partir de ese vacío la niña llama al padre como aquel que puede “darle” el sí o el no, la madre ya no le había dado “la” de varón y el padre no había podido hacerle la promesa porque no había conquistado ese lugar al que la niña mirara y quedara esperando. El tratamiento hace que la niña llame y con esto contornea, afirma y reafirma ciertos lugares que en su Edipo habían quedado tambaleantes, de ahí que la identificación secundaria pueda dar alguna vueltita más, sobre ruedas. Pero lo esencial que quisiera destacar es que el tratamiento que duro hasta entrada M en la latencia produjo marcas, marcas sobre la fantasía, que se pondrán a jugar en el segundo despertar sexual; el trabajo analítico abrió un tiempo de espera y deja suspendida la elección de niña o niño para más adelante, cuando M ya no esté en tiempos de la niñez. Los movimientos que la cura produjo me hacen suponer que, más allá de la elección que M realice en su adolescencia, las marcas que hicieron que el padre la mirara con otros ojos contarán de otra manera para su elección. Y lo primordial, lo esencial que invito nos pongamos a pensar renovando la articulación sexualidad e infancia es, en qué medida puede un niño elegir quién es o quién ser?, desde qué lugar un niño requeriría el cambio de sexo? Y qué consecuencias esto traería? qué lo llevaría a un niño a pedir que le cambien su nombre?. Para terminar, y recomenzar a compartir estos interrogantes quiero mencionar que la primera niña Trans de Argentina y del mundo fue Manuel hasta los 6 años que obtuvo su DNI y su nuevo nombre Luana junto con su cambio de sexo, acorde a “su identidad de género autopercibida”. La madre de Luana sostiene “nadie te va a decir quién es tu hijo más que tu hijo mismo”. Reunión Lacanoamericana. Montevideo. 28, 29,30, y 31 de Octubre 2015.