TALLER DE LETRAS N° 50: 197-206, 2012 ISSN 0716-0798 II. EL SUJETO RADICAL: IDENTIDAD Y GÉNERO EN LAS POLÍTICAS CULTURALES Carlos Monsiváis: poética y política de la disidencia sexual Héctor Domínguez Ruvalcaba The University of Texas at Austin Este artículo se propone abordar la prosa crítica de Carlos Monsiváis con respecto a los temas que se engloban bajo el término diversidad sexual. Nos importa investigar las relaciones entre poética y política, destacando las operaciones retóricas que el cronista resalta en otros cronistas, donde encontramos las claves de una escritura que al cumplir su cometido literario tiene un efecto desarticulador de los prejuicios sociales con respecto a las disidencias sexuales. De esta manera, encontramos en su crítica de escritores homosexuales como Salvador Novo y Pedro Lemebel la inscripción de una tradición literaria sustentada en el performance, es decir, en una presencia pública que ejerce la afirmación de la diferencia. Palabras clave: diversidad sexual, crónica, Pedro Lemebel, Salvador Novo, Carlos Monsiváis. The objective of this article is to approach the critical works by Carlos Monsiváis devoted to the topics that are included in the term sexual diversity. My interest is to investigate the relation between: poetics and politics, underlining the rhetoric procedures this: chronicler finds in other chroniclers, where we can find the keys of a writing which while considered litrerature is also a process of dearticulation of social prejudices regarding sexual disidence. Thus, we find in Monsiváis’ criticism of homosexual writers like Salvador Novo and Pedro Lemebel the inscription of a literary tradition rooted in the performance, that is, a public presence which exercise the difference. Keywords: sexual diversity, chronicle, Pedro Lemebel, Salvador Novo, Carlos Monsiváis. 197 Q 28489 TLETRAS 50).indb 197 25-07-12 15:02 TALLER DE LETRAS N° 50: 197-206, 2012 En una conferencia pronunciada en la Universidad de Texas en Austin en noviembre de 2009, Guillermo Sheridan enjuició la obra de Carlos Monsiváis dedicada a los temas de la homosexualidad, la homofobia, y en general las zonas disidentes del género y la sexualidad, como intervenciones panfletarias, sugiriendo una falta de autenticidad estética y equiparándola con la literatura militante que tan arduas polémicas produjo a lo largo del siglo XX. La homosexualidad se habría de entender entonces como una postura política, y como la política se considera ancilar a la literatura desde tiempos del macartismo, hablar de homosexualidad o enfocarse en las penalidades y obsesiones de la diversidad sexual nada tendrían que hacer en la obra del intelectual librepensador. Este tipo de juicio estético decide que los discursos políticos inmersos en la literatura no son de índole literaria y que por lo tanto no deben constituir materia de estudio. En este mismo sentido, frente a la crítica adscrita a la perspectiva queer y de género, a propósito de la obra de Pedro Lemebel, Jorge Ruffinelli en su ensayo “Lemebel después de Lemebel” enuncia una propuesta difícil de asimilar: que la obra literaria se lea desde la literatura (73-74). Objeto de sí misma, autoconciencia de su propia voz, la literatura no debe distraerse en lo que está diciendo (su contenido temático) sino en el cómo de su enunciación. Tenemos, pues, que las falacias profilácticas de una literariedad formalista que entretuvieron a gran parte de la intelectualidad latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX –con el fin de acallar los ruidos políticos que comprometieran a la clase escrituraria con posiciones incómodas para las élites gobernantes– parecen resurgir en las voces de destacados intelectuales como Sheridan y Ruffinelli, ahora para aliviar incomodidades en el plano de las asignaciones de género. Son estos cuidados esteticistas de la crítica que trata de sacudirse las excentricidades de las disidencias sexuales lo que podríamos llamar patriarcado de las letras, por la homofobia que yace al fondo de sus argumentos. Si hacer señalamientos sobre las asimetrías de género y las formas culturales disidentes se juzga como tarea de segundo orden, indebida o al menos ajena a los menesteres literarios, estudiar las obras de Salvador Novo, Pedro Lemebel, José Joaquín Blanco, Néstor Perlongher y Carlos Monsiváis sería entonces una empresa proscrita desde un principio, pues leer esos textos desde los propios textos –tratando de acatar la propuesta de Ruffinelli– no sería sino abundar en problemas y conceptos propios de la perspectiva queer y de género, en tanto que son los asuntos genitales y las intransigencias sociales en cuanto al uso discrecional del cuerpo lo que en ellos encontramos. A pesar de todas las académicas reconvenciones, las crónicas de estos autores parecen no titubear en su labor de poner en el escenario público los traspatios sociales, y hacerlo de la manera más literaria posible, con un estilo que en términos generales se entendería como neobarroco. Los trazos de esta poética no se limitan a la elección de espacios subterráneos, personajes, conflictos de orden moral, político, religioso, ni, en suma, son un mero catálogo de causas y pronunciamientos, sino principalmente un proceso de significación cuyo efecto es la deformación de los órdenes modernos, sus supuestos utópicos, sus ideas sacramentales, sus prejuicios. El dislocamiento de las significaciones sucede conceptualmente a través de construcciones paradójicas: lo marginal en el centro, lo privado en lo público, la verdad de los mundos artificiales, el triunfo del derrotismo, el Q 198 28489 TLETRAS 50).indb 198 25-07-12 15:02 HÉCTOR DOMÍNGUEZ RUVALCABA II. EL SUJETO RADICAL: IDENTIDAD DE GÉNERO… optimismo proveniente de los estados de crisis, la inconmesurable cultura de los incultos, la opresión del hedonismo. No se trata de meros oxímorons que resultan de la gimnasia retórica de un conceptismo de evasión, embebido en la ensoñación de la letra. Se trata de paradojas que responden a la intención de reorganizar las percepciones sobre lo marginal y lo hegemónico, por ello se han de considerar como operaciones retóricas motivadas por una necesidad de intervención política. En este sentido, mi argumento central en este trabajo es que lo estético y lo político en la obra de Carlos Monsiváis son dos impulsos inseparables. Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado han expresado esta correspondencia de la siguiente manera: “…para Monsiváis lo estético es, siempre, un síntoma ideológico, y al mismo tiempo una forma gozosa de transgredir, caotizar, (re)presentar, des-naturalizar el juego de identidades y otredades sociales impuesto por una modernidad que no ha acabado de interrogarse a sí misma sobre sus propias promesas incumplidas…”. (10) La problematización de la modernidad se cifra en un uso y abuso del suceder urbano, donde a cada hora se van redefiniendo identidades y alteridades. El paisajismo urbano que se despliega en la obra de Carlos Monsiváis puede interpretarse como un proyecto costumbrista de toques insidiosos, con sus detalles extraídos del suceder cotidiano, sus normatividades consuetudinarias (válidas en el ámbito de lo alternativo y lo marginal), su ambientación verbal, saturada a cada frase con la audacia de verbos y sustantivos que por sí mismos descubren conceptualizaciones de otra manera impensables. Para Carlos Monsiváis las reflexiones sobre la literatura, la cultura y los avatares de la diversidad sexual son, en todo caso, un ejercicio donde podemos encontrar la confluencia indisoluble de poética, política y erótica de la disidencia sexual. En sus escritos sobre la vida homosexual en México y América Latina, llama la atención cómo Monsiváis hace hincapié en la historicidad de las nomenclaturas1. La homofobia no existe en un contexto en que la exclusión y persecución de homosexuales es parte del sentido común: “cuando todos la comparten no tiene caso especificar” (Salvador Novo 32). Asimismo, los nombres conllevan un contenido cultural que no sería discernible sin su enunciación. Lo gay es una serie amplia de gestos, comportamientos, y sobre todo una estética que aspira al vacío de contenido conceptual (“Pedro Lemebel: ‘Yo no concebía…”. 31, Salvador Novo 81-88). Pero basta con no asumir ni mencionar las palabras que identifiquen al individuo como homosexual o gay, para que las prácticas homoeróticas transcurran sin culpa ni trascendencia: “sólo se registra a fondo un placer si se verbaliza, si las palabras –el público preferencial– atestiguan lo acontecido” (Que se abra 1 El corpus considerado para este ensayo son: el prólogo a La estatua de sal de Salvador Novo (1998), el libro Salvador Novo. Lo marginal en el centro (2000), el prólogo a la segunda edición del libro de Pedro Lemebel La esquina es mi corazón (2001), ampliado en el ensayo “Pedro Lemebel: ‘Yo no concebía cómo se escribía en tu mundo raro’ o del barroco desclosetado” (2010) y los ensayos aparecidos en Debate feminista y recopilados en el libro póstumo Que se abra esa puerta. Crónicas y ensayos sobre la diversidad sexual (2011). 199 Q 28489 TLETRAS 50).indb 199 25-07-12 15:02 TALLER DE LETRAS N° 50: 197-206, 2012 esa puerta 169). Su obra entiende las disidencias sexuales como una formación de identidades y modos de vida que se activan y desactivan en el campo de los signos. Para beneplácito de la crítica literaria que no quiere verse contaminada de elementos externos a las estructuras verbales de los textos, el método elegido por el cronista para introducir el tema de la diversidad sexual se funda en una concepción nominalista de la realidad. La definición de Leibniz sobre el nominalismo nos parece sugestiva para el caso de Monsiváis: “son nominalistas los que creen que, aparte de las sustancias singulares, no existen más que puros nombres y que, por lo tanto, eliminan la realidad de las cosas abstractas y universales” (cit. en Abbagnano 768). En los intersticios de lo que se nombra y lo innombrable, en las refiguraciones constantes de la conciencia del cuerpo a partir de las enunciaciones (sean condenatorias, laudatorias o paródicas), la homosexualidad y la homofobia son un fenómeno social cuya existencia depende de un discurso incierto. Es en este campo de los signos que representan las prácticas corporales, donde la escritura de la crónica cobra sentido político. Se trata ante todo de hablar de la significación de los cuerpos en el orden público. Se trata de la ciudad interpretada como un proceso de enunciación de los cuerpos. Un tópico central a este nominalismo lo constituye la ciudad concebida como escritura. Desde la crónica modernista, este género se ha propuesto registrar las cosas efímeras y así ofrecer una visión subjetiva de la vivencia urbana. Julio Ramos ubica la voz de la crónica en un paseo inquisitivo por las calles de la ciudad (Ramos 113). La urbe no es un lugar, es un trayecto, un perpetuo movimiento donde todo cambia incesantemente. El cronista es un lector de la ciudad que al describirla, la traza, a la manera en que concibe Ángel Rama al quehacer de la clase intelectual en Latinoamérica (Rama 43-60). A propósito de la crónica de Nervo y Nájera, Monsiváis escribe: “La nueva propuesta de una lectura literaria de la ciudad, de preferencia ‘poética’ ... resulta pedagogía urbana, tanto más agradable por inesperada” (Yo te bendigo vida 28). El sujeto cronista dispone para sí la ciudad como un texto. Su mirada fluye sobre ella de un modo poético, lo que se entiende como el ejercicio de la intuición que busca símbolos y ritmos, imágenes e ironías (es constante que en los retratos de los cronistas, Monsiváis destaque su oído literario para referirse a este proceso creativo). Esta intuición se propone como una pedagogía. El cronista aprende –o más bien descubre con el método de aplicar su oído literario– una enseñanza inesperada. Quizás adjudicarle el papel de maestra a la ciudad resulte una personificación equívoca, pues lo que sucede en el acto de escritura (que es la lectura de la ciudad con la intuición poética del cronista) es la producción de una ciudad de palabras que se transmite a los lectores de crónica como un acto pedagógico. ¿Se trata de una función adoctrinadora del cronista y, por tanto, una mera propaganda de ideas y costumbres? Tal sería la forma de entender la pedagogía prescriptiva que Homi Bhabha atribuye a las ideas unitarias o monolíticas de la nación, y en todo caso, Monsiváis presenta a los cronistas del modernismo y a Salvador Novo como voces que reiteran tal pedagogía nacional (Bhabha 294; Monsiváis, Salvador Novo 112). ¿Comparte Monsiváis esta actitud pedagógica? De acuerdo con la crítica de Sheridan referida al principio, sí. Basados en Homi Bhabha, quien ve una operación quiásmica entre lo que él llama temporalidad pedagógica y temporalidad performativa Q 200 28489 TLETRAS 50).indb 200 25-07-12 15:02 HÉCTOR DOMÍNGUEZ RUVALCABA II. EL SUJETO RADICAL: IDENTIDAD DE GÉNERO… –entendiendo la primera como una prescripción de la imagen de la nación y la segunda como su fisura o puesta en crisis–, no es difícil precisar que Monsiváis ejerce una temporalidad performativa, consistente precisamente en la renuncia a la narrativa utópica de la ciudad (que él mismo señala en la Nueva grandeza mexicana de Novo), para escenificar una visión distópica (Monsiváis, Salvador Novo 133). El texto distópico de Monsiváis se sustenta en narrativas, descripciones, aforismos insertados como corolario irónico ante las situaciones desesperanzadas y precarias que nos va presentando con actitud socarrona, soez, sarcástica, y sin perder el control de la risa ingeniosa. Días de guardar, Entrada libre, Los rituales del caos, Apocalipstick, son volúmenes fundamentales que responden con mayor exactitud a este registro distópico. ¿Se puede partir entonces de esta visión distópica para interpretar los ensayos y crónicas referidos a la diversidad sexual, en el mismo sentido en que se leen sus trabajos sobre la nota roja, o sobre las ruinas de la modernidad? Un elemento común entre estos y aquellos textos es que el sujeto de la escritura se mantiene fuera de cuadro. Él mira, describe y califica irónicamente los eventos; escucha, transcribe y comenta demoledoramente las voces públicas (su columna Por mi madre bohemios... fue por décadas una dosis semanal de contrarretórica que con su intención de documentar el optimismo exhibía a la política nacional como un drama de la estulticia). Llama la atención que, salvo el obituario dedicado a la actriz y activista Nancy Cárdenas, Monsiváis se presenta en sus textos sobre la diversidad sexual como una voz extradiegética. De la misma manera en que el cronista actúa el papel de reportero que describe agitadamente la tragedia de la explosión de San Juanico, también reporta los estragos de la pandemia del SIDA y los crímenes por odio homofóbico. Al igual que en las crónicas sobre desastres naturales y derrumbes sociales, en éstas su despliegue performativo consiste en producir una fisura en el discurso nacional utópico (el de la armonía priísta, patriarcal y católica), al señalar la exclusión de minorías que son en verdad mayorías, o por lo menos tan numerosas que no admitirían el calificativo de excepcionales. La escritura de Monsiváis articula una disputa ética a partir de las expresiones culturales. Se trata de interrogar a los signos sobre su conformación, sus modos de transición y el estatuto de valor que los mantiene en el mundo social. Machismo, migración, proletariado, homofobia, VIH, y todas sus reverberaciones en los discursos políticos y morales, serán por lo tanto la materia de discusión que ocupa buena parte de su obra. Se trata, pues, de una intervención ética en las cosas y hábitos que representan síntomas de marginación y discriminación. Ahí donde los objetos culturales se someten a prácticas alienantes se aplicará su comentario que ponga en claro las manías de la colectividad y los gestos que confirman los prejuicios y creencias más inefables. En Escenas de pudor y liviandad, para dar un ejemplo, el gusto por las fotografías de los años veinte pasa a ser interpretado como la confirmación de las posiciones de clase: “la fotografía aprovecha figuras del pueblo para encerrarlas en las tarjetas postales, ‘pequeñas vitrinas’ que le dan a lo captado aire de feria de horrores o de museo de seres cuyo rostro nunca es ‘individual’” (24). Esmerado en la síntesis que conviene al pequeño retrato de la tarjeta postal, Monsiváis hace notar la mirada del burgués que 201 Q 28489 TLETRAS 50).indb 201 25-07-12 15:02 TALLER DE LETRAS N° 50: 197-206, 2012 cosifica la imagen impresa del indígena, a quien de otra manera no se habría detenido a contemplar. Días de guardar, Entrada libre y Los rituales del caos, por su parte, describen acciones colectivas, en lo que podría considerarse una épica subalterna. En su artículo “On the Chronicle in Mexico” al hablar del papel del cronista en los años recientes, Monsiváis esboza lo que podríamos considerar más que su ars poetica y ars politica: plantea que la crónica abre un espacio y da voz a los que no tienen acceso a la esfera pública (34). Sin embargo, las crónicas de Monsiváis toman distancia tanto de las prácticas académicas como de los proyectos ideológicos, para ocupar un lugar de una autoridad que aplica su poder interpretativo de las emergencias sociales más allá de los discursos normativos. El suyo es un lugar desde donde se puede conocer y desconocer, hacer ver y exhibir. Los títulos de sus columnas anuncian mordacidad: “Por mi madre bohemios”, “Para documentar nuestro optimismo”. El optimismo se documenta en el terreno del desastre, paradoja que consiste en advertir los vicios de la inmovilidad fatalista, y de ahí extraer los rudimentos del conocimiento práctico, una especie de ética estoica que saca fortaleza de las debilidades. En el deleite del derrotismo melodramático se expresan las más agudas críticas de la cultura nacional. Pero en dicho melodrama, la expresión del fatalismo recupera paradójicamente un optimismo precario y acaso equívoco: el que resulta del hecho de exhibir la condición de víctima. Se trata de un performance de la querella social. La escritura atestigua y ejecuta un altercado contra los improperios que convierten al texto en una disputa por la significación de los cuerpos violentados. En la crónica sobre la explosión de una planta de gas en el barrio de San Juanico en la Ciudad de México, el 19 de noviembre de 1984, Monsiváis registra una lista de chistes clasistas con que se divertía la clase media mexicana a costa de las víctimas. Se trata de expresiones de vituperio que celebran la discriminación contra lo “naco”, pero como lo observa Monsiváis, al contrario de las minorías norteamericanas que han utilizado los insultos para invalidar su significado excluyente, convirtiéndolo en eje de su resistencia, el “naco” de San Juanico no contesta al chiste insultante, con lo que se perpetúa su marginación (Entrada libre 144-150). El naco, el maricón y la tortillera comparten el hecho de ser objeto de los denuestos públicos. El cronista desempeña una escritura que confronta el escarnio contra los marginados y las minorías sexuales, y con esto nos permite resaltar la necesidad política de la palabra contestataria –el modo de comportarse del activismo por los derechos civiles de las minorías– que la obra de Monsiváis asume desde los años ochenta. En su ensayo “La disimulación y lo postnacional en Carlos Monsiváis”, Evodio Escalante identifica dos periodos en la obra del cronista: el primero infundido por una visión marxista que determina una tendencia a señalar los estragos culturales del capitalismo y el colonialismo (que incluiría las obras entre los años sesenta y principio de los ochenta), y el segundo caracterizado por una narrativa apocalíptica que lejos de aplicar una visión trágica se regocija en la parodia (Escalante 290). En medio de este pathos satírico, la obra de Carlos Monsiváis ejerce una especie de activismo de las minorías o de la sociedad civil llevado a cabo a través de la ironía y sus vecindades retóricas. Q 202 28489 TLETRAS 50).indb 202 25-07-12 15:02 HÉCTOR DOMÍNGUEZ RUVALCABA II. EL SUJETO RADICAL: IDENTIDAD DE GÉNERO… Un indudable precursor de este lenguaje paródicamente contestatario que se profiere a modo de intervención performativa de la identidad homosexual lo es sin duda Salvador Novo. El procedimiento que utiliza es el de la autodenigración con finalidad de neutralizar los ataques de sus denostadores: “Novo va a fondo, si ya le dijeron de todo, es su oportunidad de mostrarse recíproco. Es la hora del multiescarnio, de él y de sus semejantes, de él y de sus jueces, de él y lo que aminore verbal y literariamente la condena” (Salvador Novo 68). Aunque Novo escribe así ya desde medio siglo antes a los motines de Stonewall en Nueva York (1969), que marcan el punto de arranque del movimiento de liberación gay, su procedimiento de afirmación de sí mismo a partir de asumir los términos de la injuria para reconvertir su energía agresiva en posicionamiento crítico probó ser efectivo en el proceso de su aceptación pública al grado de et al. llegar a ocupar un lugar central en la vida intelectual de México. Un yo exquisito, entregado al dandismo y vasto de erudición protagoniza las crónicas de Novo. Su despliegue sibarita y enciclopédico se imponen en las páginas del periódico. Decir que en su incursión peripatética por la calle de su enunciación la voz del cronista ejerce la objetividad es haber sucumbido a su pretensión de registro imparcial. Nueva grandeza mexicana, como casi toda la prosa de Novo, encuentra su hilo conductor en la autorreferencia. Al hablar de la ciudad el cronista está hablando de sí mismo, el yo es un espejo en el que el flujo citadino se refleja. Monsiváis ve en este protagonismo una alquimia por la cual Novo encuentra en la afirmación de su sexualidad la fuente de su escritura: En los albores de la modernidad urbana, Novo va a los extremos y, a contrario sensu, obtiene el espacio de seguridad indispensable en la época en que los prejuicios morales son el único juicio concebible. Lo que su comportamiento le niega, su destreza lo consigue, y por eso Novo desprende de su orientación sexual prácticas estéticas, estratagemas para decir la verdad, desafíos de gesto y escritura. Como en muy pocos casos, en el suyo es perfecta la unidad entre persona y literatura, entre frivolidad y lecciones-de-abismo …por el placer de verse a sí mismo, el expulsado, el agredido, en el rol de gran espejo colectivo… (Salvador Novo 11). Muy por el contrario de las crónicas de Monsiváis –donde el sujeto permanece oculto detrás de una voz que deja a la multitud conglomerarse y ocupar el espacio de la escritura al amparo de una acumulación irónica– en las de Novo el sujeto es autobiográfico, se empeña en ser notorio y en permanecer en el centro. No obstante este contraste de posicionamiento, ambos se proponen un proyecto antihomofóbico cuyo procedimiento central es la desactivación del escarnio. Desde otra zona de la historia, en un período post-Stonewall y postdictadura pinochetista, Pedro Lemebel reitera la fuerza efectiva de este procedimiento. En su prólogo a la segunda edición del libro La esquina es mi corazón del cronista chileno, Monsiváis escribe: “[e]sto es lo que en parte implica salir del clóset, asumir la condena que las palabras encierran (maricón, puto, pájaro, carne de sidario) e ir a su encuentro para desactivarlas…”. (“Pedro 203 Q 28489 TLETRAS 50).indb 203 25-07-12 15:02 TALLER DE LETRAS N° 50: 197-206, 2012 Lemebel: El amargo…”. 14). Desactivar el escarnio es entonces la operación retórica que corresponde a salir del clóset. Este paso político que inscribe al individuo en la identidad minoritaria lo introduce al gueto, y lo posiciona en el campo de la militancia contra el odio, reitera la confluencia de lo poético y lo político que hemos referido antes, en tanto que se hace política a partir de la audacia verbal de desafiar los nombres, desmontando su capacidad ofensiva. No puede negarse el hecho de la militancia monsivaíta a través de la crónica, y por ello, el juicio de Sheridan con el que comenzamos estas líneas no se funda en un error. Elena Poniatowska retrata a Monsiváis como “abogado de las minorías, y conmueve su lucha a favor de las causas perdidas” (174). Las minorías cuya ciudadanía está siendo escatimada desde las instancias de poder, van a encontrar en sus escritos un protagonismo repentino, siempre negociando su reconocimiento en el fuero interno de la nación, y demostrando que mientras más desposeídos se les describa mayor potencial simbólico ofrecen para la sobrevivencia de la patria. Luego, su militancia no es la política de los partidos de izquierda como muchas veces se le quiere leer, o por lo menos no lo es desde las crónicas del terremoto del 85 y la explosión de San Juanico, donde Monsiváis se abre camino en un terreno baldío de proyectos pero lleno de multitudes que prefieren tomar en sus manos los asuntos comunes a admitir las interesadas intervenciones (básicamente retóricas) de los políticos. La obra de Monsiváis se nos presenta como el conglomerado variopinto de voces en disputa. Y de esa manera multitudinaria ensaya su plaza pública. Se trata de una cartografía urbana trazada auditivamente, la ciudad es una sucesión de voces. Si es un abogado de las causas perdidas, su política de la crónica derrotista no ha de pasar de ser una lamentación más en el archivo melodramático de la cultura mexicana. La identidad sexual disidente se construye con una gama de gestos, comportamientos y expresiones entre las que figura el melodrama como una de sus estrategias más efectivas. La descripción de costumbres, fantasías, desafíos, con los que se caracteriza a los sujetos homosexuales, especialmente a artistas y escritores, está llena de escenificaciones, ensayos, salidas a escena, maquillajes y disfraces. Propongo en este sentido entender los aforismos fatalistas y las intervenciones de la lírica del exceso sentimental como uno más de los elementos con que el discurso de Monsiváis pone en escena a los sujetos proscritos. No podremos entonces evitar leer la crónica como un performance. De él dice Juan Villoro: “[n]o estamos ante un ideólogo proselitista, sino ante un dramaturgo de la conciencia que pone en escena un mitin de las ideas cruzadas” (18). El libro dedicado a Salvador Novo y sus comentarios a la obra de Pedro Lemebel destacan el aspecto de la teatralidad como una actitud estética y política. A propósito de las crónicas de Novo que tratan de la vida de las élites mexicanas, Monsiváis escribe: “los puntos de coincidencia entre la élite y el ingenio homosexual de salón son varios, entre ellos tres devociones: a la apariencia, al chisme y al escándalo. A eso añádase la disciplina menos propagada y más tomada en cuenta: el aprendizaje de maneras” (Salvador Novo 139). De Lemebel expresa: “[e]l autor se traviste de gala y se transforma en la Loca en plena galería de espejos” (“Pedro Lemebel: ’Yo no concebía…”. 31). Los gestos teatrales, los disfraces y las apariencias proliferan en los Q 204 28489 TLETRAS 50).indb 204 25-07-12 15:02 HÉCTOR DOMÍNGUEZ RUVALCABA II. EL SUJETO RADICAL: IDENTIDAD DE GÉNERO… retratos que Monsiváis confecciona de los intelectuales homosexuales. A menudo se refiere al ensayo fundacional de Susan Sontag “Notes on Camp” para someter a una comprensión política lo que a simple vista solamente se consideraría banalidad exquisita o extravagancia frívola. Tal proclividad a las veleidades de las máscaras y los espectáculos podría rayar en la cursilería inútil, pero también son recursos verbales para desafiar las estructuras sexogenéricas, que son objeto de parodia, desestabilización y deconstrucción de las representaciones queer. Así, en su prólogo a La esquina es mi corazón, Monsiváis anota: En cada uno de sus textos, Lemebel se arriesga en el filo de navaja entre el exceso gratuito y la cursilería y la genuina prosa poética y en exceso literario. Sale indemne porque su oído literario de primer orden y porque su barroquismo, como en otro orden de cosas el de Perlongher, se desprende orgánicamente del punto de vista de otro, de la sensibilidad que atestigua las realidades sobre las que no le habían permitido opiniones y juicios. (13-14) Y con respecto a Novo comenta: La vida es teatro y el cultor del Camp dispone de los actos y los telones que necesita su esteticismo, y, aunque disminuido, el humor, exaltado por la destreza verbal, es su camino a la identidad positiva, y le permite, casi hasta el final, manejar los temas que le importan con el distanciamiento pertinente... (Salvador Novo 174) Los cronistas preferidos de la crítica de Monsiváis pueden aparecer opuestos entre sí en su posicionamiento político y en la construcción de su imagen pública: Lemebel es insobornable y ejerce implacablemente su voluntad de contrariar y subvertir al establishment; Novo es un intelectual de élite, sátrapa de las letras y árbitro del buen gusto. Al parecer, sólo los identifica su sexualidad y su estatura intelectual ganada a pulso en la profusión de crónicas. Monsiváis, no obstante, nos descubre una afinidad que finalmente importa para hablar del camp y su efecto político: ambos se regodean en las superficies de lo banal, pero ahí mismo inscriben su diferencia, el uno atestiguando “las realidades sobre las que no le habían permitido opiniones y juicios” (“Pedro Lemebel: el amargo…”. 14) y el otro aprovechándose de su destreza verbal para “manejar los temas que le importan con el distanciamiento pertinente” (Salvador Novo 174.) En los dos casos asistimos a un desvanecimiento de la marginalidad por la vía del protagonismo con que la diferencia los ha dotado de tal manera que, recordando la proclama de Perlongher, estos cronistas parecen decirnos: “no queremos... que nos toleren, ni que nos comprendan: lo que queremos es que nos deseen” (Perlongher 34). Con esto quiero concluir que Carlos Monsiváis no aboga redentoramente por las minorías, antes bien nos lleva más allá de la política minoritaria para instalar la única universalidad posible: la proliferación del deseo al amparo de las diferencias. 205 Q 28489 TLETRAS 50).indb 205 25-07-12 15:02 TALLER DE LETRAS N° 50: 197-206, 2012 Obras citadas Abbagnano, Nicola. Diccionario de filosofía. Trad. José Esteban Calderón y Alfredo N. Galleti. México: Fondo de Cultura Económica, 2008 (1960). Print. Bhabha, Homi K. “16. DissemiNation: time, narrative, and the margins of the modern nation”. Nation and Narration. Ed. Homi K. Bhabha. London: Routledge, 1990. 291-322. Print. Escalante, Evodio. “La disimulación y lo postnacional en Carlos Monsiváis”. El arte de la ironía. Carlos Monsiváis ante la crítica. Ed. Moraña y Sánchez Prado. México: UNAM-Era, 2007, 288-299. Print. Monsiváis, Carlos. Entrada libre. Crónicas de una sociedad que se organiza. México: Era, 1987. Print. . Escenas de pudor y liviandad. México: Grijalbo, 1988. Print. . “Pedro Lemebel: el amargo, relamido y brillante frenesí”. Prólogo. La esquina es mi corazón por Pedro Lemebel. Santiago: Seix Barral, 2001, 9-19. Print. . “Pedro Lemebel: ‘Yo no concebía cómo se escribía en tu mundo raro’ o del barroco desclosetado”. Desdén al infortunio. Sujeto, comunicación y público en la narrativa de Pedro Lemebel. Ed. Fernando Blanco y Juan Poblete. Santiago: Cuarto Propio, 2010, 29-44. Print. . “On the Chronicle in Mexico”. The contemporary Mexican chronicle: theoretical perspectives on the liminal genre. Ed. Ignacio Corona, Beth E. Jörgensen. Albany: State University of New York Press, 2002, 25-36. Print. . Que se abra esa puerta: crónicas y ensayos sobre la diversidad sexual. México: Paidós, 2011. Print. . Salvador Novo: lo marginal en el centro. México: Era, 2000. Print. . Yo te bendigo, vida. Amado Nervo: crónica de vida y obra. México: Hoja Casa Editorial-Gobierno del Estado de Nayarit, 2002. Print. Perlongher, Néstor. Prosa plebeya. Ensayos 1980-1992. Buenos Aires: Ediciones Colihue, 1997. Print. Poniatowska, Elena. “Carlos Monsiváis, el Quevedo mexicano”. Acercamientos a Carlos Monsiváis. Ed. José Brú, Dante Medina, Raúl Bañuelos. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2006. Print. Moraña, Mabel e Ignacio Sánchez Prado. “Prólogo”. El arte de la ironía. Carlos Monsiváis ante la crítica. Ed. Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado. México: UNAM-Era, 2007, 9-18. Print. Rama, Ángel. La ciudad Letrada. Montevideo: ARCA, 1998 (1984). Print. Ramos, Julio. Desencuentros de la modernidad en América Latina. Fondo de Cultura Económica, 1989. Print. Ruffinelli, Jorge. “Lemebel después de Lemebel”. Revista Casa de las Américas 246 (enero-marzo 2007), 73-79. Print. Villoro, Juan. “Instantáneas hacia un cronista”. Premio FIL de literatura Carlos Monsiváis 2006. Ed. Jorge Orendáin. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2006, 14-20. Print. Q 206 28489 TLETRAS 50).indb 206 25-07-12 15:02