pausa de ternura en la vida áspera de hoy

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PAUSA DE TERNURA EN LA VIDA
ÁSPERA DE HOY
Como un refugio contra lo vida turbulento de hoy,
como un contraste con todo lo que hoy d e intenso y de
inquieto en «t ritmo pfecipitodo de los días actuales,
es grato volver los ojos a estampos como ésto, remanso
de serenidad, escena en que hollon romántico expresión todas las ternuras y todos los sentimentalismos.
Aún en tos jardines de hoy, ante tos pájaros que son
«bohemios del arroyo», pasa la sombra buena del
p t ^ r e d t o d e Asís...
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Ui cxriíalni los tiiTvio^. Los niños, a ciuicncs lt)s
nurdieos s<r lo proliibían tr:rniinimt<iiiieiite. El
papú, í|u<- por su í i f t t t i í ' m curtliyctt ( i i m b i r n lo
tenia p r o h i b i d o . . . Todos siiborctin. ahorH, tlcspu<rs de las 4:4>inidas, y ui'ni nioincnfos aiiífs de
acostnrsc, riquisiniiis l;tzii^ de calt". Y es qi»? f l
cnfr ((ur lonian rth<n«i rs r l sitiudiiblr Cuítr Hítfi.
cxí-nlo (If <:<iít'iii¡i y r r o i i i i r r u l i i d o |>or los ¡ m i píos ilfuturcs. pi>r£|urr no íifrtíi) al c o n i í r t n ni
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F.l ("afé H M H , selección dt- los iiiejon-s iimcricanos, n o quitfi r l siierio, n i perjudica el orftanisnio. \.s lórsico y «-slmuilaíilr. Tíídos. síinos o
cnlennos, pii('4lcn fío/ar <-\ plitctT d r su aroma
firln;ioso V .su soboi ('xt:e|n:¡oi>al. Además, los
botes al vttrio «vaciiuin s ^ l r r u " en *\v\v se exprníle, innpidtn m i r los aijrnics ¿ilniosféricos
iiUertii sus ¡iropieiladrs. Ciial()UÍL-r<) que sea el
lienipo 4|iie se tenUti r i i CÍISÍI, el (lafé hlafí es
siempre i ! m i s m o en eolidad, pureza y a r o m a .
Onitcjl<>Mí.rU>: l-KI>HliH'<) IM)NET Ai>«rtuil<. sui. - M*i.nrn.
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MUHdO
AñoXXXV|ll.-21 Noviembre I931.-Núm. 1.967
El Dr. Goyanes y su destitución de director del Instituto del Cáncer
Lo que iba o ser el Primer Congreso Internacíonol del Cáncer, que se celebraría en Madrid
el año próximo y que sería presidido, seguramente, por el ilustre médico hoy destituido
S
u voz es, como su figura, sobria, ceñida. Reposo, ponderación,
justeza. Todo en este médico insigne, cuyo nombre ha pasado
estos días por los diarios entre un revuelo de escaramuza política, es concisión y energía, línea precisa y fuerte. Su rostro, anguloso
y duro, es un Índice de voluntad. Rostro anguloso y duro; i>ero en él,
la mirada clara, leal, y la noble sonrisa frecuente dan a la expresión
una procer cordialidad, una sencilla y señorial efusión.
Goyanes es entre nosotros el capitán de la más difícil y la más áspera cruzada de la Medicina actual: la lucha contra el cáncer, la labor
de arrancar a la muerte los miles de vidas que cada año trunca esa
enfermedad, el esfuerzo de liallar un porqué a la más dríunática y enigmática dolencia de hoy... El nombre de este médico de España tiene
ecos universales, sobre todo en la cirugfa. y, más modernamente, en la
zona de la especialidad de las enfermedades cancerosas. La lucha contra el cáncer es hoy un empeño mundial. Y en esa cruzada de las
naciones de todo el mundo figura, a la cabecera, con la capacidad y el
entusiasmo mejores, este don José Goyanes, hoy destituido de su cargo de director del Instituto del Cáncer,,.
—... Realmente, sobre la destitución está ya dicho UKW.: primero,
en mi conferencia del Colegio de Médicos; despué-s, en las cartius publicadas en la Prensa. Pronto habrá una Junta Reneral en el Colegio de
Médicos para tratar de este asunto. Yo, por mi parte, he expresado ya
que no volveré en la Prensa sobre el tema. Hay algo, sí, que queíla,
con mi destitución, en el aire.. Es el Congreso Internacional del Cáncer, que iba a celebrar.se en Madrid, en el inmediato año de 1932.
Ha habido Congresos nacionales en Londres, en Bruselas. Pero
éste era el primero de carácter internacional. En un Congreso celebrado en 1928 Se acordó organizar uno internacional. Los italianos
querían que fuese en Roma; los franceses, en París... Y yo logré que
fuera aquí, en Madrid. Yo, director de esc Instituto español del Cáncer, era el presidente del Comité organizadoi'. Y hubiera sido, .s^uramente, por una deferencia habitual en esta clase de asambleas, el presidente del Congreso... Esto queda, como es natural, tnmcado.al cesar yo en ese puesto. Todos los trabajos estaban adelantadísimos.
Médicos ilustres de varios países trabajaban en ponencias de alto valor
científico. Tenía este Congreso, además, el interés de ser internacional
y de presentar los aspectos sociales en ia lucha contra el cáncer.
Habría de comprender das partes: una que puíliéramos llamar científica, y otra social. I-a primera tendría estas cuatro secciones: Investigaciones experimentales sobre el cáncer. Estudios métiicos acerca
de esta enfermedad. Tratamiento quirúrgico y Tratamiento por cl
radium y los Rayos X. 1 ^ parte que llamaríamos social tenía estas
otras cuatro secciones: Propaganda, entre la gente y aun entre los
mismos médicos, de los modos de combatir el cáncer; Legislación sanitaria para las industrias cancerúgenas, para las fábricas en que es
frecuente la aparición del cáncer; Organización internacional de todos
los trabajos en torno a esta dolencia y Estadística del avance o el retroceso de la enfermedad un los distintos países... El Congreso tendría
también una Exposición aneja, con una sección científica y otra industrial. En esa Exposición, entre otras muchas cosas, habría películas—a alguna de ellas contribuyó Espafia—de propaganda de los
medios de lucha contra cl cáncer...
d a d í a más. Los nuevos rumbos de la vida.sexual irán arrinconando esa
dolencia. Las mismas enfermedades infecciosas no son hoy temibles.
La guerra lo ha demostrado asi. Apenas surgía un foco infeccioso,
se coitaba rápidamente. Las epidemias se combaten, se reducen.
La misma lepra no es tan de temer. Un leproso vive con su enfermedad
veinte, treinta años... Un canceroso vive dos o tres... La gran dificultad en esto del cáncer es que no se sabe, en realidad, lo que es.
El cáncer, enigma de la vida de hoy. ¿Cómo nace, por qué nace, cuál
es su proceso antes de que llegue a manifestar-íe? Hasta que no se logre una respuesta a este porqué, la curación del cáncer no podrá hacerse científicamente, y será uno de los grandes problemas—el gran
problema, mejor dicho—de la Medicina actual. No se trata, como en
otras enfermedades, de un microbio. Es una degeneración de los tejidos, una conversión de las células del organismo en parásitos. ¿Por
qué? ¿Cómo nace el cáncer? That is the guestion. Este desconocimiento
de la causa del cáncer es lo que hace que haya de ser tratado empíricamente y no científicamente.
—¿Qxté naciones van a la cabeza en los trabajos sobre el cáncer?
—Francia, en cuanto ai tratamiento por el radio; Alemania y los
Estados Unido.s, en cuanto a la investigación...
— ¿Qué mortalidad es la de e.sta dolencia?
—El uno por mi!.
—¿Hay paí.ses que acusan una mayor mortalidad?
—Sí. Entre ellos, Inglaterra y Suiza.
—¿Causa de ello?
—Seguramente el clima, aunque las causas nn pueílen afirmarse
aún de un nioílo firme... En los climas tropicales el cáncer no se da. Un ejemplo dp ello
lo tenemos aquí, entre nosotros; las CaJiarias
no dan cancerosos. ¿Y sabe usted la provincia
que da mayor contingente de ellos? Valladolid.
Se ignora la causa, pero el hecho es ése...
—Una cosa, doctor: fuera usted ahora del
Instituto del Cáncer, ¿tiene algún propó,sito
relacionado con lo que era su labor en ese
organismo?
—Quicio crear aquí, t n mi
casa, una consulta gratuita para mis enfermos no pudientes.
Por<iue allí, al Instituto, iban
muchos pobres, y de ellos más
de un sesenta por ciento asistían
a la consulta por mí. para que
yo les viese... Yo no los puedo
dejar ahora desamparados.,.
JOSÉ MONTERO ALONSO
POT. CJlHAlA
o
o
—... La política—me dice ahora—debiera estar separada de estas
cosas. Un cambio de Gobierno no puede ser un cambio de lo que está
por encima de toda política. Está bien que haya cargíjs e instituciones vinculadas a los rumlxis políticos. Pero en otros Et doctor O o y a n « i , uno d »
l o i m d i oHoi praiHgibs d »
cargos y en otr^s inítituciones esto no es explicable...
nueitra Uadicína, uno d « los
— ¿ Desde cuándo era ustetl d irector del I nstitu to del Cáncer? nombra^que hocan a Es|xiño r e i p v t a d a y a d m i r a d a
—i>csde 1922.
• n «I «Klraníaro, ha l i d o
—¿Ha sido usted el liníco director?
d«tliluído da tv corgo d a
d o f d * l Inslíluto dal
—En reahdad, sí. Porque Eulogio Ccrvera, que fué el pri- d i r eCAnoir...
mero, murió cuando no se habla acabado aún el Instituto...
—Durante los años de la Dictadura, ¿tuvo usted algún
choque desde ese cargo con el Gobierno?
—No. A pesar de mis ideas republican:is, no me molestaron nunca...
—En el plano de las enfermedades que hoy constituyen la
preocupación del mundo, ¿qué lugar ocupa el cáncer?
—El primero. Es la dolencia que hoy se estudia en todas
partes con más ahinco. La que tiene caracteres más dramáticos. La más importante.
—¿Más que la tuberculosis?
—-Más. El barómetro médico mundial señala estos dos hechos: un descenso en la tuberculosis y un aumento en el cáncer. A la tuberculosis se la va dominando.
—¿Y la avariosis?
—Puede decirse de ella que está dominada ya. Y lo cstaxáca-
YmÁSDhCXXD
Novela o r i g i n a l de
UNO DE LOS DOS
ANTONIO
PRIMEROS PREMIOS DE
ORTEGA
NUESTRO CONCURSO
ILUSTRACIONeS DE
EMILIO
FERRER
DE NOVELAS CORTAS
I
ON ese afán pedagógico que me caracteriza, le expliqué;
—¿Ves esta hoja de eucalipto?
—Sí—afirmó, después de contemplarla con cierto detenimiento,
—Pues bien; no es una hoja: es un filodio.
—¡Dios mío, un filodio!—gimid alarmada.
—Sí; .un filodio. Para que lo comprendas mejor, un pecíolo convenientemente ensanchado. Recordarás que los haces liberianos..Hacfa cinco meses que vivíamos juntos. Era necesario instruirla. Ignorábalas cosas más elementales; la rotación de la Tierra^ la
multiplicación de quebrados, la muerte de Felipe II.
—¿Me quieres?—acostumbraba a preguntarle con bastante frecuencia—¡Oh, sí; te quieio, Amallo! ¿Por qué no quererte?
Si estañamos en el cine, oprimía con dulzura mi mano derecha. Si estábamos en casa, se limitaba a contemplarcon afectuosa atención mis pupilas. Tanto en un caso como en otro, yo me sentía rebosar de dicha. Suspiraba ¡Cosas de enamoradot Luego suspiraba
ella bizcando los ojos. Eramos felices.
Más tarde comencé a aburrirme de hacer siempre la misma pregunta para oír siempre, automáticamente, la misma respuesta. No
en vano el hombre es un ser repugnante y descontentadizo.
Por huir de la monotonía, modifiqué mí pregunta:
—PaJmira, ¿me quieres mucho?
Y eUa:
'
'
—Bien lo sabes, Amalio; te quiero mucho.
Pero al cabo de quince días aquella mi pregunta se me antojó estúpida, y esta su respuesta, insoportable.
¡Ay, corazón, quisiera tomar todo esto en bromal Hoy—¿poi qué no?—me f>ermito sonreírme un poquito de todo aquello que
perdí para siempre. Ya el pasado ha madurado en recuerdos. La vida gastada no ha de volver a nuestros bolsillos. Además, yo ahora
C
soy otro. Amalio Felechosa murió. Bien
muerto eslá. Llevaba consigo una pena demás,adu grande para poder caminar con el'a a cucsta-s. El, tan pequeñiio: su pt^a, tan enorme... Tenía quf
stueder así. Y Felechosa murió. Y con
<^I, su pena, Poj esa yo—el otro, aunque utilice su nomV;re—me permito
sonreírme ík aquel pobre Amalio que
fué capaz de amar durante dos anos a
aquella mujer sin importancia que .se
llamó Palmira Gutiérrez. Desde lejos,
ciertas cosas..
Pero bien sabes tú, mi Dios, que entonces, cuando aquello, mi corazón se
llenó de pena y cKilló de dolor. Tú lo
sabes. Y yo también.
[Bahl No era esto lo que quería decir.
Quería decir — hay que ser sinceros—que al amor exclusivo de los primeros días siguió una perezosa desgana. No era desamor. Yo la quería porque soy un hombre afectuoso. Me encariño de un libro, de un caballo, de una
colchoneta... ¡Cómo no encariñarme de
Palmiraf A fin de cuentas, no era mala. Recuerdo que cuando por las noches
ella tardaba en llegar a casa, sentía
abrirse en mí un pocito de angustia.
Yo la quería. Llegaba ella y me daba
un Jieso. Olía a frío, a viento limpio.
Fué entonces cuando llevé a cabo
el primer soneto. Cinco días después,
el númeio exacto de sonetos era de
diez y ocho.
Si, esto es ridículo; lo reconozco.
Pero no me avergüenzo de ello. Al fin
y al cabo, tan idiota es el coleccionar
sellos, o el pintar acuarelas, o el estudiar Química inorgánica. Siempre tuve
la debilidad de hacer tersos. Ella se
reía de mí.
^ ¿ P a r a qué hacas eso?
—Son versos, mujer. Suenan bien.
—^[Bah] Me gustan más las yemas
de coco.
Era verdad; le gastaban muchísimo
más las yemas de coco. El porquó de
esa predilección es algo en lo que nunca pude penetrar. Le gustaban las yemas de coco, los caramelos de limón y
los calamares Y no le gustaban las angulas, ni las patatas fritas, ni el chocolate. Era apasionada en sus gustos.
Le gustaban las cosas porque sí, suprema razón para ella-
—Los golondrinas Henon rabito do sardina, ^no?
—Los calamares huelen a muerto. Palmita. ¿Cómo pueden gustarte?
No discutía, no razonaba. Contestaba:
~ Y a ti, ¿por qué te gustan las angulas? Parecen cerillas fritas,
A veces decía cosas extraordinarias:
—Las golondrinas tienen rabito de sardina, ¿no?
—Bueno, Palmita.
' I
_j, _
Otras veces me hacía pregunta.s inquietantes.
—Oye: tú, que lo sabes torto> dimeJ ¿por qué los perros tienen cuatro patas y los gorrbnes tan sólo dos'
—Pahnira, debes ir acostumbrándote a diferenciar un ave de un mamífero. Ya te dije muchas vecw...
Pero no me hacía caso. Ella hubiera deseado que le explicara esto de la siguiente forma:
—^¿Cnántas ruedas tienen los aeroplanos?
Y ella me contestaría.
—Dos.
Y yo contiraiaría:
—¿Vuelan los perros?
Y ena:
,
—No
—¿Vuelan los gorriones.
Y eUa:
—Sí.
—Lu^o...
"
Y ella, viéndoto todo c!arOr terminaria raí razonamíeato:
—.. Los gorriones tienen tania^ patiiu^ coiuu lus aeíopianos; es üecir, aosNunca pude llegar a conocerla del todo. Palmira siempre tuvo para mí una parte en sombra, como la luna.
Era dócil, era dócil conmigo; de una docilidad silenciosa y resignada. Para las demás personas era terca, de una terquedad agresiva
y chillona
—Te voy a llamar Dócil, Palmira. Es un bonito nombre de mujer.
Se reía. Pero no, aquello no era docilidad Era, sencillamente, que me ignoraba, que me desconocía. Respetaba mis decisiones sin
comprenderlas nunca, sin ni tan siquiera intentar comprenderlas. Me miraba con los ojos muy abiertos, quieta, inexpresiva, y me contestaba indefectiblemente:
—Se hará como dices, Amalio.
¿Por qaé me odiaba?
Cuando ahora recuerdo todo aqueüo^—un poquitín borrosos los detalles—, lamento no encontrarme en el estado de ánimo en que
me encontraba entonces. Me explicaría mejor. Estaría más cerca de vosotros, de vuestra comprensión. Pero aliora.... ahora ni vx» mismo
sé explicarme cómo y por qué sucedieron ciertas cosas. Y cs que yo soy otro. Y desde este sitio de ahora—regalarmeÁte cómodo—no
puedo comprender a a(]uel Amalio de cütonces, de allá lejos. ¿Qué queda en mi del Amalio Felechosa de hace unos meses, unos meses tan sólo? Sinceramente, creo que nada. Aquel Felechosa era un hombre impulsivo, violento, tozudo y apasionado. El Felechosa
de hoy... Pero bueno; dejemos al Fdechosa de hoy.
Yo quise deciros, yo quiero deciros, para justificarme, que amé a Palmtra. ¡Hubiera podido perdonarla si no, Dios míoí En mi vida
ella fue todo. Yo no lo supe entonces. Pero lo sé hoy. Haceros cai^o de que yo estaba solo. Yo era un ser indócil y afectuoso, esquinado y frío por fuera, mollar y tibio por dentro. Yo precisaba acurnicarme en el cariño de alguien para poder vivir. Conocí a Palmira. Ella no era una chica decente, ni mucho menos. (No quiero con esto ofender su memoria; pero era así) Cuando los señoritos de
Ablanedo querían divertirse, llamaban a Palmi.a. Tomaban un coche. Iban a «La Venta del Río». Allí bebían, bailaban y cantabanElla tenía una bella voz, una dulce voz grave y convincente- (Después yo nunca quise que cantara para mí.) Nos hicimos amigos. Juntos vivimos cinco meses. Por entonces me destinaron a Candamin. Fui al pueblo a tomar posesión de mi plaza de maestro. Candamjn no me gustó. Era un pueblo triste y sucio. Tenía demasiadas montañas. Al pie del pueblo patinaba su camino un río flaco, negro y fiío. Los habitantes de Candamin eran como su río: sucios, enjutos, helados. Al atardi'Cer se llenaban las carreteras de bicicletas. Bajaban Ios-obreros de las minas, negros y sudorosos. Daba risa verles los ojos tan blancos.
Candamin tenía casino (dominó, coñac, billar), una plaza (un farol y cuatro tilos) y ima banda de música, una banda minúscula y
desafinada.
Durante la semana se trabajaba intensamente en las minas. Desde las seis de la tarde del sábado hasta las doc^ de la noche del
domingo los habitantes de Candamin concentraban todas .sus actividades en una sola: la ingestión de sidra. Se mataban a tiros o a
puñaladas. Gritaban por la carretera embarrada. Lunes, vuelta a llenarse de ciclistas los caminos en los amaneceres. Hacia frío. Llevaban una mano en el bolsillo y otra en el guía. No conseguí enterarme por qué no llevaban guantes de lana. Al atardecer retomaban sucios, cansados
Volví a Ablanedo.
—¿Quieres venirte a vivir conmigo, Palmira?
—Sí; ¿por qué no?
—Tendremos que casarnos.
—¿Para qué?
•—Ya sabes lo que son los pueblos. Murmuraián...
—Bueno
Y nos casamos. Me cosía la ropa. Me ponía las zapatillas al pie de la cama. Me buscaba el calcador cuando yo no lo encontraba.
Me obligaba a poneime ¡a bufanda cuando la mañana era fría. Me besaba en la boca cuando volvía de clase.
¿Por qué Juan Scndín no comprendió todo esto?
Palmira no era guapa. Era pequeña y tenía los ojos de un color indefinible, de ese color indefinible que suelen tomar las ropas
obscuras que estuvieron muy expuestas al sol. Su |)elo era negro, rizado y áspero. Al sonreír se le aniñaban los ojos, oblicuos y húmedos. Tenía las piernas demasiado gordas. La naricilla, descarada, llena fie espinas camales.
Realmente, Sendín, no valía la pena. Para ti, ella no valía la pena. Pero... para mí lo era todo.
jAy, si Sendín hubiera comprendido esto!
1 bis
Yo, Juan Sendín, me creo obligado a contaros todo aquello. Deseo justificarme. Sé que lo interpretaron mal. Sé que llegaron a insultarme. «¡Pobre Felechosa!», sé que dijeron- Y de mí: *¿Sendín? Un conquistador profesional.» Y no; yo os digo que esto no es verdad. Aquella fué mi prími;ia aventura. Me aburría en el pueblo, y un hombre^ cuando se aburre, es capaz de cualquier cosa. Unos juegan a los bolos, otros pasean a la orilla del río, los demás montan en bicicleta...
Amalio Felechosa era un buen hombre; pero... jyo qué iba a hacer! No me gustaba jugar a los bolos, ni pasear a la orilla del río,
ni montar en bicicleta. Mi ^'ida de señoriío provinciano era demasiado afluente y demasiado fácil. líusqué esa complicación como pude
haber buscado otra cualquiera. Pero sin maldad preconcebida, sin que se me ocurriera pararme a pensar que pudiera hacer daño a alguien. Yo os lo digo,
He de reconocer que por ahora me encuentro—me siento—sano. Mi cerebro funciona admirablemente; mi hígado se porta bien;
poseo unos ca|)acLS pulmones conscientes de su función respiratoria; mi corazón ni retrasa ni adelanta. Soy un hombre normal, perfectamente normal; i>eio. ., ¿quién no tiene un pero? Yo tengo un presentimiento, un presentimiento añalejo al que deben de tener
las manzanas sobre la oiuga que ignoran tener en sus entrañas. Ellas tienen su oruguita, pero no lo saben. A lo sumo, la presienten,
como en mi caso. La oruga construye sus galerías, se alimenta, evoluciona. Un día cualquiera sale una mariposita. Inesperada. Y vuela.
Bien; quedamos en que yo tengo un presentimiento. A ciencia cierta, no sé de qué. Pero está aquí dentro; me ronda los sesos como
una mosca bajo un vaso: lo noto. Construye sus galerías, se alimenta, evoluciona. A veces siento como una angustia pequeñita, aquí,
en el corazón Muy pequeñita, como un grano de alpiste. *¿Qué me va a pasar? ¿De qué tenía que acordarme. Dios mío? ¿Qué cosas desagradables me sucedieron hoy?» No, ninguna. El grano de alpiste crece y crece. Ya no cabe en el corazón; es mayor que un
puño. Me inunda. Y todo sin ningún motivo. Es el presentimiento.
Pues bien; he llegado a conocerlo casi Veréis: Yo me encuentro lleno de cosas menudas, sin importancia. Esta mimíbcula canalladita que a nadie dije; aquella ridicula acción que sólo ella supo: esta otra humillación de la que ya casi no me acuerdo. Sí; todo esto
no tiene importancia; yo os juro que carece de importancia. A veces, por casualidad, pienso en ellas. Entonces pretenden importunarme. Pero les puedo siempre, ^Quietas ahí. Total, ¿qué?» Y se callan, arrunchándose, miedosas. Pero siguen allí, aquí, verbeneando
•en la cabeza por dentro, esperando no sé qué, pequeñitas como parásitos.
Pero yo tengo el presentimiento de que un día cualquiera han de asomarse todas de golpe a mi caoeza, a cualquier sitio de mi
cabeza. Vendrán todas de pronto, en bandada. Esta y aquella otra y la de más allá... ¿Cuándo? ¿Lo sé yo acaso? Pero presiento que
han de venir, que tienen que venir. Y sé que entonces he de concederles mucha importancia. [Tanta!. Una sola de ellas sería capaz
de matarme. No podré con ellas. Entonces saldrá de mí una mariposita. Y volará. EJste es mi horrible presentimiento.
Pero no me expresé bien. En fin. ., [Mr eso hoy escribo estas cosas.
Palmira. Su rostro tenía esa expresión de pato—nariz respingada, ojos tímidos, veloces, pequefios e inquietos—^tan corriente en
a l o n a s mujeres. Al hablar accionaba con los ojos más que con las manos, porque sus ojos tenían unas pestañas combas y gruesas,
en tanto que sus manos <,ran regordetas y coloradas. Su voz era fresca y limpia, como sus dientes. Al reír echaba la cabeza hacia
atrás. Era hierte, redonda y pequeña como un diessel. Tenía las piernas gordas y los pechos pequeños. Declaraba veintidós años. No
se precisaba de una íjran imaginación para creerlo: los tenía. Se fiaba demasiado en sus ojos, cuando su voz era lo más bello que poseía- Cuando hablaba apetecía cerrar los ojos para saborear mejor su voz. Detrás de sus palabras jamás se £^azapaba una segunda
intención- Kra feliz por eso: porque tenia veintidós aík)s» porque no le dolían las muelas, porque.-- si.
Bailé con día.
—Con tu permiso, Fekchosa.
—Sí, hombre.
Era en la romería de Palacios, pueblo próximo a Candamin. Una pradera en cue.^ta- Dos organillos melancólicos, gritones y desaunados- Trescientas personas. Por el suelo, papeles pringados de grasa y latas de sardinas vacias. De vez en cuando una vendedora
Un beso. Sus lobioi estoban fríos como gusanos
de avellanas. Junto al río, los tricornios de la Guardia civil. Se estaba acabando la tarde, De las montañas vecinas bajaba la noche
al valle.
—Palmira...
-¿Qué?
A través de la falda le notaba la liga y la media áspera de seda chardonet. De ella fluía un libio y agrio olor JI sudor. Se le habían encendido las mcjill'as. Había echado la melena por detrás de las orejas. Era un pasodoble. Sólo se bailar el pasodoblc. Lo recordaré siempre.
Hacia el sur, y al tacto^mi majio sohic la espalda de ella—, se percibían los tirantes de la camisa—un pocjuitín caído el izquierdo—y la carne dura, cálida y continua.
—¿Nunca csluvo us!ed enamorada, Palmira?
No sé por qué le pregunté esto. Era una impertinencia. Cosas de tímido, ¡líah! Ya estaoa dicho.
Levantó liasía mi su mirada. Me la anunciaron sus jx'staüas. Me miró fija, severamente. Me arrejjentí de lo que acababa de decir. Pero antes de bajar mis j-Kirpadn^ note que los ojos de ella se encendían en sonrisas. Me apretü contra sí.
—No, Jtian; nunca estuve enamorada.
Pasríbamos junto a l''e]i>cliosa. Le miré iniciando un saludo.
—¿Qué? ¿El pasodoble,..?--nos gritó, mirando cariñosamente a Palmira.
—Sí, sí...—dije, por decir algo.
Perdimos a Felechosa de vista- Palmira, entre mis brazos, apenas si era un amable bultito de carne La estreché contra mi pecho,
—¡Palmira!..,
Se acababa el pasodoble. Apenas si nos alumbraba el mechero de acetileno del chigre. Aprovechando las últimas migajas del pasodoble, íirrastró a Palmira hasta un rincón. Un roble, una gran mancha de sombra.
—¡Palniira!...
|
Agaché la cabeza. Me esjíeraba la liiiya. Un beso. Sus labios estaban fríos como •gusanos.
}
( Coniinmmi en el próximo número)
LOS
HECHOS
DE
LA
ACTUALIDAD
los atracadores y los delincuentes profesionales. Si eso no se hace
antes, el decreto del Gobierno sólo habrá logrado dar a los ladrones
y los asesinos la seguridad de que ios hombres honrados, sus posibles
víctimas, están indefensos y a su merced,..
Crimen en Valencia
E
N la vida picaresca de un famoso estafador, Jesús Alcaraz, ha
intervenido la Fatalidad de un modo trágico. El ingenioso
enemigo de la propiedad ajena era al par una especie de Lovelace conquistador. Hace poco más de un mea. Jesús Alcaraz robó
en Zaragoza un automóvil y se trasladó a Madrid. En Madrid, el
estafador raptó a una linda muchacha, Carmen Jorge Avila, y se
trasladó con ella a Valencia, En Valencia vivía feliz la pareja, disfrutando del automóvil y de las delicias de su luna de miel pecadora.
Una tarde, yendo de paseo, un tranvía atropello a Carmen Jorge.
La infeliz muchacha quedó destrozada entre las ruedas del vehículo.
Justo es consignar que Alcaraz hizo lo posible por salvar a su
amante, y resultó levemente lesionado. Su amorosa abnegación no
le libró, sin embargo, de tener que comparecer ante la Policía y ser
identificado por ésta. El amor y la muerte complicaron la trama del
suceso, que lleva a Alcaraz al presidio, como un héroe de folletín
popular, víctima de la í-'atalidad, mientras a la puerta de! Depósito
Judicial de Valencia los corros de comadres esperan la salida del
ataúd que llevará el cuerpo de la víctima al reposo definitivo.
Armas en la iglesia de la Concepción
Verdaderamente, los montes paren ratones con más frecuencia
de lo que se cree.
Duríintc una seniana la Policía ha trabajado tenazmente siguiendo la pista de un misterioso complot de extensas ramificaciones, que
han resultado más imaginativas que reales.
Uno de los episodios de esa gestión policíaca fué el descubrimiento
en la parroquia de la Concepción, de Madrid, de unas reuniones nocturnas y un diminuto arsenal. La noticia produjo la natural sensación: conspiradores de madrugada, escopetas y cartuchos en un recinto sagrado... El folletín era bonito; pero, a la postre, parece que
todo ha quedado reducido a eso: a un folletín.
Los misteriosos reunidos han venido a quedar reducidos a pacíficos
cofrades que desde la quema de los conventos montaban guardia,
con conocimiento de la autoridad, para custodiar los templos. Y el
alijo tremebundo, a dos rifles y cuatro escopetas de caza, propiedad
de unos devotos que usufructuaban las respectivas licencias de armas.
Sería aconsejable un poco de menos nerviosidad por parte de todos, para evitar el alarmismo que estas exageraciones producen, con
daño principalmente de lo que más se desea defender.
Recogida de armas
La Gacela publicó un decreto en la mañana del día í^ última
declarando caducadas todas las licencias de armas, y concediendo
cinco días para íiu presentación a Jas autoridades.
Varios centenares de ciudadanos en Madrid, y suponemos (jue varios millares de ellos en toda España, se han apresurado a cumplir
los mandatos de la autoridad y han entregado las armas que poseían
a las autoridades.
Quiere decir esto, pues, que todos los ciudadanos honrados y respetuosos con la ley se han desposeído de sus armíis. Ahora bien; ¿ha
ocurrido lo mismo con los ciudadanos delincuentes y habituados a
burlar la ley? Seguramente, no. La sancióu penal que establece el
decreto para los ocultadores es bastante para perturbar la vida de
un hombre honrado y solvente. Pero una multa y unos meses de
arresto no significan nada para los profesionales del delito.
Desarmar a los ciudadanos es una medida prudente digna de
aplauso. Pero hemos de recordar la ira.se de! célebre polemista francos al opinar sobre la supresión de la pena de muerte: «¡Que.empiecen los señores asesinos!»
Igual decimos nosotros: que empiece el desarme por los pistoleros.
Bujolance
Con motivo de la huelga agraria planteada en el pueblo cordobés
de Bujalance, dos gitanos sostuvieron una reyerta a la puerta de un
café. Uno hirió a su contendiente, y cuando la Guardia civil se disponía a detener al agresor, fué acometida a pedradas por un grupo
de vecinos.
La Benemérita repelió el ataque e intentó sostener el orden. Pero
como el motín adquiriera caracteres graves y los guardias se vieran
seriamente amenazados, tuvo que hacer uso de las armas, y resultaron un vecino muerto y cuatro heridos de mucha gravedad.
Después de estos sucesos, la huelga persiste, y se nota una gran
efervescencia entre los elementos obreros y campesinos, aunque las
prevenciones adoptadas por las autoridades han conseguido hasta
ahora que el orden público no vuelva a turbarse.
Hocia una nueva organización de la vida penal
Las interesantes conclusiones aprobadas en la Asamblea Penitenciaria
que se ha c e l e b r a d o en M a d r i d
Victoria Kent, directoro general d e
Prisiones y alma de la Asamblea
Penitencioría, cuya sesión de oper.
- tura presidió FOT. ALPONSO
Don Félix Antigás, w b d i faclor-odminislTador d *
lo PrÍM¿n Provinckil d »
Logroño, p r « i i d * n t a d *
la A t a m b l a a P«nÍT«nciarío qu« a c a b o d * c«l«b r a r i * brillant«m«nl« •n
• I Palocio de la Diputación da M a d r i d
Dan Antonio F«rn¿ndoi
M a r t l n n , swbdiraclor-adminíttrodor d e I cuerpo
d « Prisión**, cuya nt9vonta figura l e ha d * t l a cadono(Bbl«m*nt«on la>
i M i o n M d « )o r*ei*nl«
A t a m b l « a P«nir«n<iaria
csFebrada «n M a d r i d
D o n Anaitasio Martín
Nidto, «x director d « la
Príji6n Central d • BurgoSj inspector centro! d « l
Cuerpo d o Priiíonai y
miembro d
„.
- -o l. a- A i a m b l * a . El instruyó el «xpe-
S!::i/cr':ít'ÍJ^'r;^
ruga do Rada
Don Femondo d e los Ríos, que
presidió lo sesión de clausura de
"° Asatnbleo Pemtenciono y pronunciD un admtrabie discurso
se guardan las cenizas de la insigne pensadora, la Asamblea de que
RESIDIDA por el ministro de Justicia, y con ¡Lsistencia ílc la senos ocupamos suspendió un punto el hilo de sus debates, trasladánñorita Kcnt, acaba de tener efecto la sesión de clausura de la
dose una mañana a la necrópolis de la Almudena para depositar dos
Asamblea Penitenciaria, que ha celebrado sus sesiones en el
coronas de flores en la tumba del fundador de la Escuela de Crimisalón de actos de la Diputación de Madrid.
nología, don Rafael Salillas.
Desde que los componentes de la colectividad penitenciaria ceEn representación del profesorado del inolvidable Centro, y por
lebraron su último Congreso, en 1919, hasta que, oficialmente conla imposibilidad de jKxier realizarlo don Manuel B. Cossío, se puso
vcxrados, han vuelto a reunirse ahora bajo la presidencia de la direcal frente de lo.s asambleístas el diputado a Cortes y catedrático de la
tora general del ramo, la sociedad española, por una serie de aconteUniversidad Central don Manuel
cimientos políticos no del todo exHilario Ayuso.
plicables, y como una natural reI'ué un acto sumamente simacción contra los atropellos de la
páticíí, profundamente conmoveDictadura, socavó los cimientos
dor. Ante la tumba del penalista
de nuestra monarquía secular, y
eminentísimo, j u n t o a lascpultura
sobre los pedestales donde se asen-.-_
del que supo estructurar y revotaba el régimen caído levantó la
lucionar j>edagógicamente nuestro
obra transcendental de la Repúsistema penal-carcelario, aJ par
blica, que por segunda vez impeque unas monumentales coronas
ra en nuestra patria.
de flores, sincera ofrenda de sus
El Cuerpo de Prisiones, colecdiscípulos los asambleístas y de la
tividad viva, la corporación ofidirectora gcneraJ^lc Prisiones, docial que por razón de sus deberes
ña Victoria Kent, luego de un safuncionales más en contacto ha
ludo del presidente de la Asamblea
permanecido con los que un día
y de unas frases preliminareü del
I>erseguidos y encarcelados en la
destacado asambleísta don Nicoactualidad ocupan las preeminenlás Navas, cayeron sobre la losa
cias del Poder, acorde con las cirfuneral las frases justas y apasiocunstancias, para evidenciar en
nadas del señor Ayuso, que, tras
este momento histórico su profununa profunda e interesante perodo abolengo liberal y democrátiración, resumió sus palabras en
co, ganoso de demostrar a la naeste pensamiento: «Salillas no mución que en esta, hora de Intensa
rió en 1923. porque, al marchar
renovación Sücial se halla capacise de la vida, espirituaJmente contado para desempeñar a la satistinuó aientantlo desde las aulas
facción de todos el delicado comede la Escuela de Criminologfa.
tido que la sociedad le encomendaEl insigne ptmalista falleció en
ra, recabó de los Poderes públicos
1926, cuando Ja Escuela íué sula convoca,toria de este Congreso,
primida,..*
de cuya celebración fueron princiEn la Asamblea Penitenciaria,
pales animadores el ministro de
bajo la presidencia del subdirecJusticia y la señorita Kent.
tor-administrador de la prisión
Todos los periódicos de España,
provincial de Logroño, don Félix
sin excepción de ideas ni de matiAntigás, qu« ha dirigido los deces, han tenido elogios parael desbates con toda cordura y discrearrollo de este torneo penitenciación, se han discutido temas que
rio, manifestación científica y culdemuestran la elevación espiritual
tural de un Cuerpo que para la iny los profundos conocimientos
mensa mayoría de los españole-s
penitenciEirios de los reunidos.
ha constituido una revelación.
Fundamento de una época que
Iniciadas las sesiones; recorse inicia bajo las mejores auspidando, sin duda, lo realizado en
cios ha sido este torneo que ha
igig por el anterior Congreso, cusentado el principio correccional
yos componentes fueron en perey pedagógicu como la base fungrinación espiritual hasta el cedamental para lograr que sean las
menterio de Vigo para tributar un
pri.'iiones, en lugar de antros dé
homenaje a Concepción Arenal anUn patio de ta prisión celular de Valencia, A l f o n d o , la copilla de los
seguridad regidos por el castigo.
te el monumento funerario donde
reos de muerte
P
píritu de mutua consideración que inspiró en
todo momento sus deliberaciones.
La Escuela de Criminología es, pues, a juicio de nuestros intelectuales, de doña Victoria
Kent y de don Fernando de los Ríos—que con
claridad meridiana lo hizo destacar en su discurso elocucntísimt.)—, el centro experimental
y i>etlagóg¡co, la cátedra de ciencia penal que
en un mañana próximo abrirá sus puertas para que el espíritu de Salillas, Olóriz, Aramburo
y Dorado Montero, recogido con un gran sentido de humanidad pwjr Jiménez de Asúa, Severino Aznar. Manuel B. Cossfo, Hilario Ayuso
y Quintiliano Saldaña, puedan continuar adiestrando a la colectividad penitenciaria en la difícil ciencia de la regeneración del preso.
Fachada del Reformotorío de Adultos de Ocaño
Cüntros pt^laííógicos y educativos donde, como una consecuencia natuTEil d<! la labor que alK s<; practitjuc, se consiga plenamente la total
rcgcneríiciún del delincuente.
La voz de doña Victoria Kent dejó esparcir sus autorizados acentos en la scsiún de apertura: *Este acto—dijo—tiene una extraordinaria sif;nifÍc!LCÍón, porque hace ya doce años que no se celebraba
una reunión de esta clase, lo que demuestra cómo ha vivido el Cuerpo de Prisiones, y cómo, a lo largo de este lapso de tiempo, ha sido
atendido en sus nccesidadírs y aspiraciones. Reconozco que la lalwtr
a realizar es muy complicada y muy ardua; pero confío en que todos
pondrán sus energías al servicio de la obra que ahora emprenden con
miras a realizar los ideales del Cuerpo.
Vo dije hace pocos días que mientras permaneciese en la Dirección que desempeño no
había de cejar en mi propósito de transíormar
el Cuerpo de Prisiones en un órgano vivo; porque la República, para vivir, necesita un buen
Gobierno, y éste no se loRra con órganos viejos.
El Cuerpo a que pertenecéis es uno de los
que España espera mAs; y como, afortunadamente, poseemos una bella tradición peniten^"'^J
ciaria, no es mucho que confíe en que no hemos de defraudar al país.
No ifínoro—dice — las dificultades con que
ha de luchar el Cuerpo hasta su radical trans•f -floS
formación; pero fío plenamente en los elementos utilizabtes que hay, por fortuna, en el personal. De todos modos, yo no me acobardo,
porque aunque no existieran esos elementos a
que aludo, est(»y segura de que lograría lo que
me propongo, pues me consta que si no habéis
realizado una labor penitenciaria antes de ahoUna
ra no ha sido por vuestra culpa. ¿Qué ibais
a hacer si os imponían la política que debíais obedecer ciegamente?
He estudiado con detenimiento los temas que han de ser discutiílos. poniendo especial atención en aquel que trata del restablecimiento de la Escuela de Criminología. Esta Escuela — añade —se restablecerá, yo os lo fío, y a ella irán las capacidades más destacadas del país.»
En la sesión de clausura, a la que asistieron, como -bemos consignado en un principio, el ministro de Justicia y la directora general de Prisiones, don Femando de los Ríos hizo resaltar la enorme
transcendencia que tiene la oi^anización penitenciaria, que ha de ser
en un todo problema pedagógico y no de venganza social, y elogió sin
reservas la labor realizada por los asambleístas, así como el altt) es-
'"
Las conclusiones aprobadas en la Asamblea
son como siguen:
1.* El tratamiento de los penados debe tener como punto de
partida la iníormación penal, social y antropológica. La libertad condicional debe tener como raíz la conducta del penado. Se establecerán
gabinetes antropológicos y anexos psiquiátricos.
2." Que en las prisiones, sin perjuicio de la necesaria autoridad,
se practique un trato de extremada delicadeza con el mayor respeto
posible a la persona del recluso,
3." La enseñanza primaria en las prisiones será obligatoria y
graduada, teniendo por base los métodos de la pedagogía correccional.
4.* El trabajo se entiende obligatorio para loa penados, y voluntario para los reclusos preventivos.
1
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Una peripsctivo de fa Colonia Penitenciaría deJ Oueso, en Sontoño
(Santander)
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m-fE^vn
ivH^I
conferencia en el Reformatorio de Adultos de Alicante
5.* Que se intensifique la creación de los Patronatos, tendiendo
a hacer efectivo el funcionamiento de los mismos.
6.* En la cuestión sexual de los reclusos se distinguen tres aspectos: unt}, mitigar la necesidad por la acción de los factores educativos;
otio, modificar el sistema actual de internamiento en las prisiones de
tipo fjuniliar, y, finalmente, que se intensifique en la vida libre la acción profiláctica y la educación sexual.
7.* Se reconoce la especíalización de médicos psiquiatras afectos
a las prisiones.
8.* Que se restablezca !a Escuela de Criminología con ei carácter que tuvo y que la imprimió don Rafael Saiillas.
<>.• Que se realicen por funcionarios técnicos y facultativos todos los ¡servicios de la Dirección General de Prisiones.
10. Que la representación de España en los Congresos y Conferencias internacionales penitenciarios recaiga en un funcionario de
Prisiones.
11. Que las prisiones de la Zona del Protectorado de Marruecos
y de los territorios de Guinea estén desempeñadas por funcionarios
de Prisiones.
12. Ei Cuerpo de Prisiones estará integrado por dos Secciones,
Técnica y Facultativa, y un Cuerpo subalterno independiente para realizar los servicios de vigilancia y mecánicos.
13. Que se constituya un Sindicato profesional, que tienda al
mejoramiento corporativo dentro de las normas que la Constitución
de la República señale para los funcionarios.
14. Que se creen Juntas de gobierno, en sustitución de las de
disciplina, formando parte de ellas los jefes de servicios y los oficiales,
15. Derogamiento del reglamento orgánico vigente de 14 de Noviembre de 1930. Se declara la conveniencia de que se promulgue
una ley de Prisiones.
JOSÉ RICO DE ESTASEN
Las
figuras del momento
Otra vez ¡a atención de Francia
es requerida hacia Córcega, la
abrupta isla mediterránea.
Pero
en esta ocasión no es un corso genial, rayo de la guerra,
quien
despierta la inquietud
francesa.
Los tiempos han cambiado, y con
ellos, los hombres. Al
guerrero
edestinado a la gloria ha suce'do el bandido. El Napoleón corque preocupa a la Francia de
Nr
K
Í
Hay hombres predestinados
a los enredos
ruidosos. Así ocurre a Lázaro Bloch. empingoroíado figurante de lodo «a/faire* turbio. Lázaro Bloch es utt ciudadano
francés,
esposo divorciado
de la célebre madame
Hannau, la experta directora de «La Gaceta
del Franco*. M. Bloch. aunque esposo divorciado de la célebre estafadora, seguía y
sigue siendo asociado y colaborador de su
ex esposa. Lazare Bloch cayó el mes pasado sobre Barcelona, y ayudado por su audacia consiguió entrevistarse con cimspicuos
políticos, a los ífue proponía
vastas combinaciones
financieras. Y aunque ninguno tomó en
serio esos proyectos, ha bastado
la presencia de éste en Barcelona para promover un revuelo
enorme, del que es hasta ahora
la más grave consecue^ncia la
dimisión que el señor Comptinys ha hecho
de la jefatura
de ¡a minoría parlamen tarta ca talana.
•^"«^1,
^foy
se llama Spada. Spada es el
^Mipo representativo
del
bandido
'fpioderno, que ya ha perdido su
ijíiarrogancia
personal para converfíS lirse en el director de una vasta organización comercial qtte cobra tributos y perturba toda la vida social de Córcega. Para acabar con
í'l, Francia ha organizado
toda
una expedición de guerra. Mil soldados franceses,
con
cañones,
ametralladoras, tanques y aeroplanos, han desembarcado
en
Córcega para
exterminar
,*J.^1
ese último retoño del tia¡i^ '
Existe «« hombre, muy simpático
v
muy inteligente, prestigio máximo de
nuestro deporte, don José Marín Mateos, que está encargado de ¡a misión
de observar cómo veintidós
hombres
dan patadas a una pelota de cuero.
José María
Mateos es un
hombre
sonriente y silencioso que hace largos viajes con una misión
misteriosa.
Le veréis tan pronto en Madrid como
en Barcelona, en La ComÜa o en Sevilla, enfocando
sus gruesos
lentes
sobre los partidos de balompié.
Mateos
es como el termómetro, encargado de
registrar las alias y bajas de la tetnperaíura deportiva—le'ase
agilidad
y
destreja—de nuestros futbolistas.
No
es fácil la misión del
seleccionador
nacional de fútbol. Centenares de miles
de aficionados están pendienifs
de él,
y cada vez que elige un equipo sabe
que pone en juego la sagacidad
áe
su pii¡-:ia. Ahora, con la elección del
equipo nacional español que ha de
luchar contra Inglaterra, la figura
de
José María Mateos vuelve a ser el
punto áe mira de toda la afición balompedisia.
Y que Dios ponga ¿ienío •
en sus manos
pecadoras...
Ha muerto en Madrid don Mario Roso de Luna, escritor insigne, astrónomo eminente, prestigio verdadero en la especulación científica que
se refiere a las fuerzas del espíritu. Don Mario Lioso de Luna, el mago
de Logrosán, tenía en el mundo de las ciencias una sólida
reputación;
aus trabajos de investigación
astronómica le habían llevado a incorporar nuevos nombres de estrellas a la complicada geografía celeste. Descubridor de astros y filósofo profundo, don Mario Roso de Luna había
dedicado sus mejores actividades espirituales a la Teosofía y a ¡as investigaciones propias de las llamadas ciencias ocultas. Entre los devotos
de estos estudios. Roso de Luna era una autoridad indiscutible y un
escritor brÜlantísimo.
Y para cuantos le conocieron y trataron, un hombre inteligente y bcmdadoso y un ciudadano ejemplar por su conducta.
dolerismo clásicoque
anida
en stts
iiwníañas.
i^Si^^
Pueden considerarse compensados
todas las inquietudes y trastornos materiales que ocasionan los cambios políticos. Por las esperanzas que despiertan
al permitir
la irrupción
de valores
nuevos en la vida pública. Una de las
características de la República ha sido
la preocupación demostrada por procurarse la asistencia de los elementos
intelectuales de España; el desdén por
ellos fué uno de los más grandes errores de la Dictadura y el punto de origen de su desprestigio. La
República,
en cambio, se honra buscando la colaboración de los escritores, los catedrálicos y periodistas.
Un gran escritor
y periodista, colaborador nuestro y entrañable camarada,
Braulio
Solsona,
acaba áe ser nombrado gobernador de
Burgos. Con ese nombramiento,
el Gobierno premia no sólo la adhesión y
el republicanismo
de Braulio
Solsona,
sino que hace jusiiria a ¡os méritos de
un periodista insigne, habituado en sus
brillantes reportajes a estudiar los problemas y acertar con las inquietudes del
pueblo. Felicitamos al ilustre compañero barcelonés, cuyo futuro éxito como
gobernador
consideramos
indudable.
\-- . < $ 6 ^
Loss iiiiiois
lirefiereii
I» E N 8
La lección más agradable para un niño es, quizás, la de higiene
bucal, siempre que se emplee un buen dentífrico como la
P a s t a D e n s para enseñarle a limpiarse los dientes a diario.
Los niños prefieren D e n s porque es s u a v e , refrescante
e inofensivo, y p o r q u e sabe a menta dulce.
Los maestros, conscientes de la importancia
de estas enseñanzas higiénicos, por los podecimientos que las omisiones o la negligencia
suelen a c a r r e a r , colaboran hoy en la t a r e a
educadora de los padres y cuidan de que los
alumnos practiquen en las clases de Gimnasia
ejercicios diarios de l i m p i e z a d e dientes.
La boca sana tiene que ser, en primer término,
boca limpia y bien desinfectada; una boca
como los que cuido la P a s t a D e n s .
iUsiestros:
Facsímile del c a r t e l
pedagógico editado
para las escuelas p o r
P E R F U M E R Í A
Isaac Peral, 10.
O A L
Madrid
Hemos editado un cartel pedagógico sobre higiene bucal, de
un metro de alto y 7 0 cms. de ancho, montado sobre tela y
con dos molduras de madera. Los maestros directores que
deseen explicarlo a los alumnos para que éstos hagan en la
clase de Gimnasia prácticas diarias de limpieza de dientes,
deben índicómoslo por escrito, sirviéndose de papel con
membrete y sello del Colegio que dirijan. Seguidamente les
serón remitidos, a título de obsequio, el cartel y una docena
^^ muestras de P a s t a Dens o de P a s t a D e n t í f r i c a G a l .
El p l a z o p a r a pedirnos el cartel y las muestras caduca
el 31 de Diciembre de 1 9 3 1 .
Lo que nos cuenta el gobernador
civil
de S e v i l l a , señor
Sol
LA FERMENTACIÓN SOCIAL EN ANDALUCÍA, LAS PROPAGANDAS EXTREMISTAS Y LOS CONFLICTOS SOCIALES EN LA CIUDAD Y EN EL CAMPO
D
ESDE la proclamación de la República esto hierro candente íle
Andalucía ha quemado las manos de los gobernadoren, que al
poco tiempo de pisar el agro andaluz salían de afufa, dolidos
y fracasados, a su punto de origen. Muchos no tenían tiempo ni de
abrir sus equipajes. El estado de inquietud social, de penuria y rebeldía de las masas, iba triturando nombres, El fuerte vaho campesino
los ahogaba. V el Gobierno ensayaba la capacidad de sus más conspicuos correligionarios en estas provincias andaluzas—principalmente
Sevilla—con escasa fortuna.
El Guadalquivir—en cuyas riberas crece el olivo y el romance—era
nefasto para los gobernadores. Huelgas, íitcntados, conflictos... A la
guitarra, la pistola; a la copla, la confidencia; al chiste sucedió la imprecación. Los rojos geranios que fesi:oneaban (as azoteas tenían coágulos sangrientos. Y en los tejados, junto a los floridas macetas, ios negros tricornios.
En esta situación de perfil tan dramático se encargó del Gobierno
Civil de Sevilla don Vicente Sol, a cuya actuación acertada se debe
el estado de tranquilidad que goza la provincia después de unas meses
de terrible angustia.
El conflicto del cierre de las fábricas de orujo se ha solucionado
El señor Sol ha pasado unas horas en Madrid. El reportero lo ha
visitado en su ca.sa de la calle de Tomás Bretón, allá junto al puente de
la Princesa—baches, trincheras de adoquines, zanjas—. Son las dos
de la tarde y el gobernador, con su esposa, van a tomar el avión que
les llevará a Sevilla. Yo le hago una-s preguntas para NUKVO MUNDO
sobre el estado actual de los conflictos sociales en Sevilla y en el campo. El señor Sol se disculpa. No le queda tiempo. Unos minutos nada
más. Y aquí, en el rellano de la estrecha escalerilla, me habla precipitadamente:
—Por fortuna, en estos momentos no tenemos ningún conflicto
pendiente—m? dice el gobernador—. La huelga de tranvías se ha
arreglado. No ha habido actos de sabotaje ni <lespido3 de obreros. En
toda la provincia se está recogiendo la aceituna. Últimamente hemos
estado abocados al cierre de las fábricas de orujo, que muelen 70.000
vagones de aceituna al año, por valor de unos treinta millones de peS3tas. Este conflicto se ha arreglado también.
La propaganda prerrevolucíonaria y la exacerbación de
las masas proletarias
—La Confederación Nacional del Trabajo—agrega—tiene en la
provincia 350.000 afiliados, y yo puedo decirle a usted, con la natural
satisfacción por parte mía, que actualmente no tengo clausurado ningún centro obrero, ni un detenido gubernativo.
—Ha pasado uste<l momentos difíciles.
—He solucionado cerca de trescientos conflictos sociales. De aquí
y íle allí surgían las huelgas, de una manera vertiginosa, sin darme punto de reposo, La de la Cartuja, la de la Sevillana de Electricidad, la
de la fábrica de cervezas de la Cruz del Campo, la de los sombrereros,
la de los panaderos, la de ferrocarriles, las de ÍTU-CC fábricas de arte
textil... íQué aé yo! Unas veces cedían los patnmos y frtras los obreros.
—¿Y a qué ha obedecido esta fermentación social?
—.\ la propaganda prerrevolucionarin, que exacerbó en las masas
proletarias sevillanas—campesiníLS e industriales—el afán de mejora.
Esta propaganda había llevado al elemento trabajador a la creencia
deque con la Repi'ibtica llegaría—rápidamente—una época mejor para
ellos. Este justo afán tropezaba en el ordon d:: trabiijo con los intereses creados, con la resistencia de viejas costumbres, con toda una
organización que se resistía a los nuevo.s empujes so:;ictario.s.
Ha reaccionado el espíritu público
—Después del aplanamiento pasado, la rca-^ción ciudadana es grande. Sevilla ha vuelto a recobrar su habitual alegría y optimismo, y
todas las clases sociales confían en el espíritu de rectitud y de justicia
que orienta los esfuerzas del Gobierno en la resolución de los problemas
candentes que trae aparejado el espíritu de los nuevos tiempos. Yo
espero que el día que las cla-ses productoras no miren hostilmente a
los hombres que gobiernan al país y se pongan decididamente de parte
de la República, el problema desaparecerá. Y creo que esto ha de ocurrir en plazo no muy largo.
£1 señor Sol monta en su automóvil. En señal de despedida me
deja estas palabras:
—£1 valor de la aceituna en Andalucía alcanza a la enorme cifra
de mil millones de pesetas.
JULIO ROMANO
^«•prpomiv
EL ANIVERSARIO DEL ARMISTICIO QUE PUSO FIN A LA GRAN GUERRA
El Presidente de la República francesa, M. Doumer; el ¡efe del Gobierno, M, Laval, y algunos ministros, en el acto conmemorativo
del 11 de Noviembre, ante la tumba del Soldado Desconocido
nos admirablemente cuidadas
podrá us^ed tener, a pesar de todos los trabajos domésticos
y de andar confinuamenfe con agua ^'a y caliente, con la
CHEMA NIVEA
Profese perlectamente el rosiro y las manos todas las nodws con ella
y también por el día a discreción. Sin dejar brillo, la Crema Nivea
penetra completamente e;n la piel y le da aquel aspecto suave como
el terciopelo y aquella lozanía que con tanto gusto «uJmiramos en
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UN MAL QUE HAY QUE ATAJAR EN SU ORIGEN
¿ V o l v e r á el t e r r o r i s m o a
a p o d e r a r s e de
Barcelona?
L
A Subcomisión de Terrorismo de la Comisión parlamentaria de
Responsabilidades fué a Barcelona dispuesta a abrir iníorma'
ción sobre las cau:ias y los autores de aquella larga tragedia
que durante más de cinco años llenó de ignominia las calles de la capital de Cataluña.
Dilatado y sombrio periodo, durante el cna) la vida de un hombre
teofa en Barcelona «precio de guerra». Era así. Como en una turbia
guerra, un hombre no era más que un combatiente, que desaparece
sin producir emoción. Y aun peor, porque ni siquiera ese valor sagrado
de la vida humana se sacrificaba a un ideal de patria o de honor, ni
representaba un fecundo sacrificio en holocausto a las ideas políticas.
No. Se trataba del crimen más repugnante, en sus caracteristicas,
porque cuando no la venganza traidora, era el móvil del interés el
que armaba las manos homicidas. Se mataba por dinero y por prurito
de atemmzar.
Para ímpcmer el terror a nna ciudad y para justificar malditas
soldadas.
Barcelona llegó a ser un pequeño Chicago, con sus bandas de pís^
toleros enemigas y sus Al Capone, que establecían bolsín de vidas.
Lo que en la metrópoli yanqui es el negocio del contrabando tenía
en Barcelona: primero, el móvil -áñ la lucha social; luego, el franco
pülaie de los atracadores.
E\ Grafat, íos hermanos Alvarado, Torrens, Buch, ei Pamplonés.
Rodena y Viñals, Sales, Vera, Torres y Cinca. eran en el marco barcelonés reyezuelos de la «ntar», tan importantes, inmunes y respetados
como los 0*BanioD, los Tornos y los Al Capone en Chicago.
Esta especie de gangsters eran los dueños de Barcelona. Y su organización, sus figuras, sus crimenes eran tan conocidos, que en Barcelona se sabía de antemano quiéiies iban a ser victimas de atentados,
y el precio del crimen y c) nombre de sus «jecntores...
Sin embargo, la Comisión parlamentaria que ha ido a fijar-las responsabilidades de la época terrorista en Barcelona tropieza con dificultades. Ha de proceder más por indicios que por pruebas, con el convencimiento moral, antes que con el auxilio material de quienes están obligados a
prestárselo.
Choca la Comisión parlamentaria con el mismo obstáculo que siempre dificultó la dilucidación de este tenebroso asunto en Barcelona. La falta de asistencia púbhca, la crisis del espíritu cívico, el decaimiento de la
moral ciudadana y la incomprensible indiferencia y el vei^onzoso temor que
sobrecoge a los que pudieran ayudar a la Justicia.
En Barcelona eran y son conocidos los pistoleros; hay a centenares
testigos de sus crímenes; se sabe quiénes eran sus inspiradores y sus empresarios, sus protectores y sus cómplices... Pero todo eso que se dice en conversaciones particulares y circula de boca en boca se vuelve silencio e ignorancia en cuanto se trata de una acción pública y legal, Y en Barcelona
siguen libres, y muchos opulentos y hasta respetados, los autores materiales
y los inductores de cientos de hechos delictivos, que constituyen un padrón
de ignominia y motivo de horror para España entera. Es,
pues, una especie de miedo colectivo, de suicida indiferencia, la que impide el saneamiento de esos bajos fondos de la vida barcelonesa donde se incuban los atentados y los crimenes. Es un silencio y una tolerancia que se
convierte en colectiva complicidad. Y a su amparo el
terrorismo medra; cuenta con esa tolerancia miedosa, con
esa crisis del espíritu ciudadano...
Y así se explica qiie, coincidiendo con la presencia en
Barcelona de los comisionados parlamentarios, se haya
B pistotarOf (a «star». Uno
mono que empuña una
pistola, el tableteo seco
de hit tiros, sangre sobre
l a i colles de lo ciudad.
Trógíca actualidad d e l
a ñ o veintidós y el oño
veintitrés e n Barcelona,
cuando apenas pasobo
día sin que ef písti^ero
onadiese eslabones
nuevos o lo cadena d e
sus víctimas-.
recrudecido, en una resurrección indignante, el fenómeno terrorista...
Desde hace dos semanas no pasan veinticuatro horas sin que la crónica roja barcelonesa se vea obligada a registrar un hecho criminoso:
atracos, asaltos a mono armada, agresiones a comerciantes e industriales, asesinatos en cuadrilla...
Han reaparecido los pistoleros, que al ser dísueltas las bandas que
intervenían en las cuestiones sociaies, empexaivHi a trabajar por sn
cuenta en el asalto de Bancos y de establecimientos públicos... E]
pistolero, cuando le faltó el salario de las oi^ganizaciones mas o menas oficiales, se hizo condoUtero... La pistola, tantas veces usada
con impunidad, siguió siendo su cberramienta d e tratmjo»... Y a falta de empresario, se dedicó a la trágica «cb^Miza* individua] o en
cuadrilla...
Asf se 11^6 a la inmensa descomposición, al estado d e trágica
ruina de la Barcelona de 1922 y 1925.
iQaé va a pasar ahoraP Si en 1918 d ptstolerismo surge al dispersarse las bandas del barón de Koening, que actuaron durante la guerra como una triste consecuencia de las luchas sociales, ahora estamos
asistiendo a la resurrección de aquel criminalísmo urbano.
Conocida la idionsicrasia de Barcelona, la facilidad—bien conocida por los terroristas—con que el espíritu ciudadaiK> se eclipsa, atemorizado, estos sucesos de ahora no pueden ser considerados como
cosa esporádica y circunstancial... Es el mismo síntoma del antiguo y terrible mal.
Los atentados contra la propiedad y las personas se repiten
en un mismo día y con idéntica imj>ui)idad... Yie eso a soportar
otra vez el pistolerismo dueño de la ciudad, no hay más que un
paso...
Hay que cortar de raíz el cáncer que retoña; aunque aJ hacerlo
se descuajen doloro.samcntc adherencias aun no contaminadas. Si
ahora, en su principio, no se ataja el mal, otra vez Barcelona va a
ta ruina. Y no sólo Barcelona. Con Estatuto y sin Estatuto, Barcelona es España, y el daño que ella sufra en descrédito, en alarma y en desmoralización, es daño que en definitíva, en su crédito,
en su tranquilidad y en su moral, sufre toda España.
JUAN FERllAGUT
l"-ííír,<***^'
Borcelono, s\» plazo d e Cotahino, sus calles
mds céntrícof. Piedras, muchos veces manchodas de sangre, en aquel dilatado y sombtfo período durante el cual la vida d e un
hombre tenía cprecio de suerra». ¿Retoñarán ahora aquellos rojas tomadas, que lodo
España recuerda con horrof?—
VOTOOMFIAS
T1DEA. OA3PA*
r
HKtLSm
^^i
Una de l a i reuniones que la Comisión d e
Responsabilidades por Política Sodal celebró recientemenle en Barcelona. Senlodosr
de izquierda a derecha, los diputodos señores Uuhf Vallefcó, d e la Izquierda catalono;
Guerra del Río, rodíoil; Abeytúa, r o d k a l sodalísto, y Teodomiro Menéndez, «ociafísNi
Al I K A II O K
IIKIVeKSAL
Un ciclón musical
I
MGKNiJos y solitaricw avirtnowis^ del cornetín,
«pífenlas tardes do siesta ensayáis connplicadas /ioriiurus; consecnontcs inúsicns espcciali^ados un inttirminíibles sardanas, «juc durante
las no::hes estivales toinjáis de estridentes sonidosel Paralelo liarceloncs; impacientes choferes,
que no toleráis im solo sejíunclo de retraso en
la.s paradíis obligatorias y oprimís eon un furor
heroico los c/fl^ow.í y b<jc¡níispf>rese leve atentado a vuestros imperiales derechos s<)bre la vía
piihlica; matinal o ntKharniejío público de Uus becerradas matritenses, especialistas en clamores
de toda índole...: nada significáis junto a es<js
varios centenares de trombonista'-- que han tlado un concierto al aire Ubre en el laistgarten de
Berlín. Apacible silencio, sutil armonía, reunÍ4m
de cartujos o «delicada caricia del céfiro sobre
las aguiLS del murmurador arroyuelo»,—cumo
decía un orador del antif-uo régimen—serían cualestjuicra de afpiellds estruendos, comparados con
ese ciclón musical lanzado por millares de pulmcnes. No se nos alcanza bien la finalidad ile este
alarde, aun en nuestra época, en que el cine sonoro, los amplificadores de la radio y las or(¡uestas de negros han acostumlirado nuestro
tíinpant) a tos más agresivos ata*iues.
Concierfo d e insIrumenlos de viento en Berlín, ol que
concurrieron más
d e seiscientos locadores d e trombón y de cornelin.
Ha sido uno de los
más sortodos de
estos últimos tiempos
Ni siquiera tienen los esforzadíis soplones
berlineses !a razón-iMÍlica *le los tromix-teros bíblicos, a cuyo esfuerzo pulmonar ceílieron las
murallas de Jericó. r.,a fotografía nos \Í;S niuestra de varias edatles. Adf)lescentes de cabellos rubios y valeítidinarios <ie blancas guetlejas a lo
Listz; ventrudos cuarentones rapados al cero y jóvenes con traxa tle
niicionalista hitlerianri, con su moíio en lo alto ilel cráneo, sin duda
para tpie no les moleste el cíisco de acero,
Y todos i'liíjs, inflados los carrillos iM)r el afán de sobresalir en el
huracán melíUico, absortíjs en la rotunda arrogancia de producir el
ruido {xir e! ruido mism<:,
[Tocar pf»r tiK^arf Al fin y aJ cabo, el mismo afán que consume a
ciertos intiividu'is en l;is apreturas de Icxs tranvt.is, tlel «Metros y de las
festividades callejeras... .\unque éstos lo hacen a la chita callando.
La e d a d de alambre
Kn París—y de París se extenderá p<ir el mundo—se ha hecho
popular e! fetiche Kragouli creado por rl dibujante Kach.
I
Kragouli es una expresiva caricatura de yuernro negro que se
hubiera escapado de alguna de las tribus de la Exposición Colonial.
Tiene una comicidad feroz en su actitud y una arbitraria gracia en
romo se han estructurado—según ahora se dice—los materiales de
(]ue se conijMine.
Pero este Kragottli es algo más que un simple muñeco de esos
<[ue las mmliis sucesivas traen y se llevan a los escaparates de las
tiendas y las ventanillas trjLseras de los *autos>.
Ks, con su carácter de fetiche de negros miembros alámbricos,
el símboU> ílc nuestra épot^a.
V'ivimos la edad <le alambre. Remotas la de piedra, la de bronce;
extinguida, ¡ay!, para siempre la de oro, el alambre nos envuelve y nos
ditniina. AUunbratlas punzantes en la guerra, alambres que ciñen las
(.isamentas de madera de los grandes edificios m(wlernr)s, telarañas de
alambre de íLzoteas y rascacielos para apresar la mo.sea del sonido,
nunca como en los días actuales el al.imtire ni)S rej>resonta y define.
Los escultores se han dado cuenta Ue ello, y empiezan a destlcñar
el mármol y el bronce para crear estatuas alegóricas y retratos naturalistas. Si acaso, admiten aún las recortadunis de hojalata y de hierro. Pero el alambre es niíis dúctil, más sutil, se
presta a mayores fantasías. Una nueva estética
Acto de ser consur'
de la plástica va a nacer de este arte de los
rado miembro del
alambristas. La silueta humanase pareceráalas
lub C o v e r n a r t o
ingrávidas de los insectos que persiguen los en- d e l cDlnosouris
tomólogos de estampa romántica, con su sombreBlood», el general
ro de paja, SUR gafas redondas, susmelenEis raSmedly D. Bulter
g
*v?/^'"iiwnim>-' ^ t e _ ^m
ji'
las, IEL red tlt? cazar
mariposas, la lupa y
líLciijita cilíndric-a o
cuatiríuia <'ol>í;ula en
hiindiiluTíL... "S' tonilrcniost'l hombrc-liIxJliila, la scfiorita-ciniít; y el polftico-saltamontcB.
c] cocos micania. semejante a una palmera dentada y cubierta de ht)jas como remos; c! zamia lekmanni. gigantesca pina de Indias, prodigioso pan de Chester erizado en la punta de \'enablos dentadcís y
saK'MJes saetas; el ciiodnni spectahüe, destacándose vesánico entríj sus
congéneres, come.» un reto al ensueño...»
;.>
V para asustarnos más, podrían dejarles las etiquetas del precio
a que se compren esos horrores. Porque si una simple penca de chumbera cuesta hi.'V en una florería ocht) y diez pesetas, imaginad lo que
costará el día ÍW mañana el rvpripedium o el nepevithes, que en cuestión de extravagancia estúpida es lo más elegante que se conoce.
El caverna club
Los reformistas ingleses
No se alarme el amigo Melquíades. Estos reformistas no son po'J';iml)ién las pinlíticos. Son sencillamente reformadores de la indumentaria ma.scuturas rupestres oírelina, (]ue han celebrado un concurso para elegir el modelo más cómodo
cen nij pRcasonúntero
y más atractivo.
de estilizaciones par;-.
el pintar con hus seYo no sé si el Jurado habrá sido femenino, en justa reciprocidad
r i e s de cazadores,
de serlos ma.sculinos todos los que dictaminan sobre la liclleza de la
danzEiriiies }" "tínerre- mujer vestida o desnuda. Pero me inclino a suponer que sí habrán
ros que el hombre
sido mujeres las que han fallado, por cuanto parece ser que quien
preíiist*^rico creaba,
ha obtenido más sufragios ha sido el doctor A. C. Jordán, cuya túnica
no "(, su iinageu y seáurea y cuyo manto escarlata es el que menos se parece a la ropa femejanza precisamenmenina de hoy, y además busca el conticto con trajes ma.scutinos de
te, s i n o ahilándole
otros siglíis en que los hombres tenían un concepto más serio y más
brazos y piernas, rejusto de su apariencia civil.
torciéndole el torso y
«Kragouli^ el nuevo fetiche parisién, hrjo d e lo
Porque los demás refavmers. no se han distinguido realmente por
estirándole el cráneo,
Exposición Colonial y del dibujante Rach
su fantasía- O presentan el aspecto de ün Utreador de film americano,
ni más ni menos ijue
o no les falta más que el sombrero a lo cow-boy o a lo cargador de los
los alambristas iiltramodernos. Así como así, la caverna e.s ya consimerca<los parisienses, para ser—por fuera, al menos—como una de
derada por algunos como el Chib ideal. Se refugian en ella contra el
las muchacbtiS veraniegas que pa.sean su descaro en pijama de pantacon/orí ct)nripl¡ca<l(i y mecanizado de los grandes casinos n los peque^ Iones de elefante y guayabera abierta por las playas del mundo, y...
ños círculos contemporáneos. Sustituyen el smokinf; por l;i piel sin
hasta piir las mismísimas Oxford Street, de Londres, y Pi y Margall,
curtir (iel felino f.;ifíante o del íLSListadií^o lepárrdo; la cíJtelcra, por el
avenida de Madrid.
vaso de asta o c! cuenco de leño; el junquillo, por lamazaliereuliana;
KFE
y los qne pueden, se ílííjan crecer los cabellos como las damas románticas del pregarsonisnio.
/^í^
^^^^^^^^^""^^
El f,'eneral Smedley D. Butler ha ingresado recientemente en uno
de esos Clul>s cavernarios que la fantasía—un poco infantil—de los
yanquis aspira a propagar por el mundo. Bebió la sanífre de dinosaurio, que da nombre a la pintoresca Asociación — DíHnsatiri.',
Blood-—: cumplió con las otras fórmulas rituales y quedó atlmitidu
en el grupo de hombres hastiados de la civilización..., al parecer.
Porque .seguramente luego comerían y se emborracharían con I;i
misma y c<)mplicada suma íle platos y bebidas que colman las mesas
de los nhúmedos» nr)rteamericanos del siglo xx. y se enternecerían a ]ÍIS
postres con los gramófonos bien surti^dos de empalagosas melodías
hawaianas, como:
ka halia ko alaka fiui hiki mai
ke hoiie a} nei ttti'ii mu'iuuvn,
que cantan los tenorinos gangtisos de Hollywood y que no conocieron el pHitecanthropas erecius de Me Gregor, ni el. paleoanlkropus de
Heidelbcrg.
La penco, flor de elegancia
Las gitaníis del Sacromonte se hacen cruces de ¡usombro; las humildes vendedoras de higos chunilHJs pií'nsan en protestar ante lf>-v
Poderes públicos antes de añadir nuevas cifras a la e.stadística oficial de los «sin trabajoi». •
El caso no es para menos. De los aledaños granadinos desaparecen
las pencas de las chumberas y pasan a los escaparates de las floristas
y los salones de los hoteles. Cuidadosamente limpias de polvo, pero
no de pinchos, (Kupaii el sitio c]ue antes los ramos de rosas, de claveles
y de azucenas. Junto a las pencas de chimibera y de pita, otros %'egctales híspidos de líneas feas, de hirientes pi'ias, se entronizan con
ese aspecto ofensivo de !a gente grosera cuando usurpa el sitio de l:is
personas distinguidas.
Perdón: el cactus es hoy la planta distinguida; el clavel rojo, incluso la menuda rosita de Pitiminí o el suave jazmín, han pasado a ser
cosa ordinaria, grata solamente a la plebe.
De.spiiés del negro y su música y sus danzas, nos llega la aberración estética tle las monstruosidades vegetales de África y de América. Ninguna señora que se estime deja de tener Imy en su salón n
en su alcoba uno de esos espantosos productos dc'l mal gusto de la
Naturaleza: en miniatura o en tamaños enormes; pero cuanto más
feos y más punzantes, mejor.
Si viviera Huysmans, se regocijaría viendo cómo su famosa creación de Des Esseíntes, el degenerado y neurótico personaje de
A Rcbours y La Bas, había hecho tantos prosélitos.
Dentro de poco, en el invierno próximo, si Dios no lo remedia c
los comunistas no lo echan a perder, las casas de buen tono, los hoteles elegantes serán como sucursales de aquella colección de pesadillas
vegetativas que Des Esseintes había logrado reunir, y, como él, nos
estremeceremos «oyendo los nombres tremebundos de líis plantas
verdes: «el encephalartüs horridus, colosal alcachofa de hierro mohoso,
como las que ponen a las puertas de los castillos contra los escalos;
El guardia d e O x ford-Streeh—¡Poso
al pijama f e m e ninol
Concurso de trajes masculinos celebrado en
Londres por el grupo de los cReformers».—
Algunos d e los modelos q u e más llamaron
lo atención
SEAIAKAKIO
DEPORTIVO
La conclusión de
los abre-
viados compeonotos regionales. — Ciclismo paro niños y
pora campeones
L
AS peleas centrales Madrid-Athletic se sobreviven a beneficio
del recuerdo, y los oi^anizadcK
res quieren aprovecharse de tales recuerdos para esquilmar a los últimos
incautos aficionados.
El modesto corral con que los athléticos pretenden cumplir la obligación
de disponer de un terreno de juegOj
ofrecía en Vallecas el más desconsola-
Las graciosas nenas aue U
campeonato infantil de <C
to c d e n del fulbolisto Ric
vertido en juez
tan a menudo nos obligan ;
trario que en esta gratísim
El entusiasmo de los pí
táculo para que atendieran
dicaciones que les fueron I
íi jurados, controles y sian
natorias con un orden peri
cronometrar llegadas con '
de una gran prueba nacii
veces carecen ellas.
Los vencedores de las d:
Un momento cosi emociononle de la prueba femenina infantil, en el que la pequeña Angelito
nes fueron: Mariano de Láz;
Í O T S . VIDBA
Cano, vencedora—en el centro—, se desloco ya vatíenlemenle
jandro Crespo y Jerónimo S
ba de niñas de cinco a ocl
dor aspecto el domingo íiltimo, incapaz para sobre ó\ practicar gelita Cano, seguida de Rosario Marcos y
juego alguno.
En la de niños de siete a nueve años venci¿
El recambio de los madridistas permitió a los athléticos, gundo, Rafael Alvarez, y tercero, Félix Mar
salvo los cinco primeros minutos, dominar francamente y diri- niñas de ocho a once años resultó vencedor:
gir las operaciones áe guerra. Pero en aquellos cinco minutos los no, y de las de once a trece años, Mercedes 1
merengues se apuntaron dos goals, que con un tercero de penal- Angelita Ruilópez y María liosa Aragón. P
ty, fueron los tres tantos que a costa de tremendo esfuerzo ba de niños de nueve a once años registró en
llegaron a nivelar los futbolistas acolchonados en el último ins- de Tomás Carretero, seguido de Luisito Co
tante.
y Jorge Vilardebot. Y aun falta la carrera c
Les faltó tiempo para más, y, en realidad, al público le so- des, que por el número extraordinario de ^
braron minutos para aburrirse. TJn partido más de eternos aplazarse hasta pasado mañana. Pero con eU
rivales viviendo del recuerdo.
queños aficionados tendrán oca.'^ión de preí
Casi todos los campeonatos regionales han terminado ya, biíHante manifestación verdaderamente depo
y, por cierto, sin sorpresas de bulto. Las Clubs que pa.sado mañana comienzan a disputar el torneo de Liga en primera división son los mismos que aspirarán luego al campeonato nacional; y los que figuran en la división segunda, salvo alguna
Concluyó la semana de la Vuelta a Lev
ausencia casual, los subcampeones y terceros regionales. Los prueba nacional de la temporada, con el tri
otros, todos los que no forman parte de la primera ni de ia se- del vizcaíno Federico Ezquerra, héroe de es
gunda Liga, tienen nombres que figurarán en tercera di'VTsión, fícilísimo tour erizado de escollos, que este i
ese grupo que va a prolongar el futbolismo local, porque... no han aumentado, sobre todo durante las jori
puede hacer otra cosa, ni debe hacerla. Son los auténticos mi?El campeón de España. Mariano Cañard<í
destos, aunque ellos realicen, inadaptados^ esfuerzos desespera- en su poder de recuperación, y cuando se pi
dos para dejar el furgón de cola.
terreno perdido, era ya tarde: muchos min
escasos kilómetros por delante; y como ya e
talán no es precisamente un sprinter, la victo
El cast«Ílano Arifta,
campsón nacional
tuvo ya dificultades.
d » l o i motcot, sará
Por parcos que debamos ser en el elogio,
Así concluyó la levantina vuelta y la t<
wno d » loi pugilistas
d • m o l rópida y
no
podemos
silenciar
que
las
pruebas
celebraLa
baraja de «ases», de la que Mariano Cañait
bríllanl» c o r r a r o t
das del primer campeonato infantil, que ha todo, siendo el triunfo indiscutible, descansa!
v«nc*dor «n Parla
d « l campaón f r a n organizado nuestro fraternal colega Crónica, vemada, reponiendo fuerzas en espera de loS
cét A n g c f M o n n i hn~
con la cooperación de la Casa Coppel, consti- mientos del año próximo.
tm pocaí dFa> d«rro16 a l «X €omp»ón
tuyen, más que un triunfo, una lección. Una
mundiol Fronfci*
admirable lección para ios organizadores que
SERC
Madrid.—Un momento del partido de rugby celebrado en Cho'
mortín, en el que el equipo de lo F. U. E., de Modñd, venció ol de
Volendo por 18 tontos o 3
Modríd.—Del compeonato de tennis del Club Podilla. Grupo de
participantes durante el reparto de premios celebrado en el chalet, ot terminar et concurso
rOT, tlOKTIE
FOT. ALPOKSD
Modrid.—Una solida del gtfordamela otlético en el encuentro entre los rivales Madrid y Athletic, del torneo regional, que concluyó
con empate a tres <goals>
Volencio.—Federico Ezouerro, el vizcaíno vencedor de lo vuelto
ciclista a Levante, o su llegado o lo meta en (a Alameda, en V a lencia, después d e las siete etapas del duro recorrícío
FOT. VIDBA
TOT. SIGQBNZA
Bilbao.—Uno fose ocuórico del partido de tos rivales vascos, en lo
laguna d e Lasesorre, donde el Athletic venció al Arenas por cuatro tantos o dos, sin que ni siquiera los incondicionales presenciaron lo lucho
IIOT. «PUIIAL
Zaragoza.—Uno pruebo de las violencias que se reptberon eofls'
tonlemente duronte el partido Iberia-Nocional, es esta de nuestro
grabado. Los nocionolístas—vencedores por 2-T—intentan o todo
costo salvar al portero
POT. ALOSA
ron parle en el
ico», esperando
3 Zamora, coníneto
cir todo lo con-asión.
ños no fué obscilmente Jaa inas, permitiendo
levar las elimih dar salidas y
* las garantías
••• de las que a
itaa clasificacioseguido de Ale^ez. En la pnieloa venció Anría Sol Cabezo.
Ho Aragón; se5onseca. De las
raiencita More-no. seguida d e
'Itimo, la prueHiial un triunfo
I. Pedro Nieva
's pequcs-granptos tuvo que
•fónica y los pe'ar lina nueva y
a.
* última gran
^ merecidisimo
^ueño pero dilos temporalea
is primeras,
flíió demasiado
'8o alcanzar el
* de retraso y
oido que el calel vizcaíno no
orada ciclista.
gue. a pesar de
itientras la inJides acontcci-
VALDES
EL AUTOMÓVIL Y LOS «CIUDADANOS DE TERCERA»
Como el monopolio no gano más que 170 millones
de pesetas, se sube el p r e c i o de la gasolina
E
L vehículo de motor ha divíflido a la Humanidad en ávs porcio- que sirven a mangíi la
gasolina, el automóvil
nes desiguales: ciudadanos (nio primera», que s(ín í-is que poseen
c|ue llega se consideraun automóvil, y ciud.-MianoH «de tercera*, «pie son los peatones.
ría deshonrado si no
Existe una catcj^'orfa internie<lia. un l-í(>o «de segunda», que es el chauffeur, es decir, el que sin poseer un automóvil tiene autorizaci<)n para b e b i e r a de una vez
f i a r l o . La lucha de clases más terrible y de más dramática estaíh's- quince, veinte, cintica es la entablada entre estos tres tipfis de ciudadanos. Las colisio- cuenta litros...
nes entre estos tres tipos humanos son tan frecuentes, que los grandes
Vicio de hidrópirotativo.s les otorj^an el honor de dedicarles una sección íija con el títu- co, tantít más sugestivo cuanto que es a
lo de Accidentes, de la circulación.
Menos mal que, como decía un reportero famoso, en estos sucesos, costa ajena... K) auto
«afortunadamente, todas las víctimas son de tercera». ¿Quiere decir bcix; y su propietario
esto que propietario y ckauffeitrs actúan de verdujíos del pobre peatón? paga...
¡Magnífico negocif)
Ni muchí) menos. Cada día se pniuha en todos los Juzgados qne
de los accidentes de la circulación tienen la culpa los peatones, <]ue el de esas ttabcrnas»
por una inclinaetón suicida se lanzan contra kfs pobres automóviles gasolineras! No h a y
.sino decir que el Mopara atropellarlos.
Y tienen tal ra?.ón los ciínductorcs y ckuuffettrs en estos atropellos, nopolio de I^etróleo.'í
que la Justicia [os protege y las míis respetables Compañías de Segu- que his controla obturos les otorgan su ampanj. El peatón, sin cmbargtj, también goza de vo durante el año úlpreferencias. La ley, tolerante, no se decide a castigarlo, y hasta hace timfi un beneficio !i#la vista gorda», permitiéndole impunemente morir aplastado o cu- quiflo de 170 millones
de pesetas...
... Esos ortefoctos de hierro y cristal, rojos y
rarse de tal cual grave herida...
blancoS/ son las tabernas de esos grandes
o
o
Pero como en lo humano no hay cosa perfecta y sí, por el contrario,
viciosos que son los motores.,.
Y todavía el M o
una especie de justicia inmanente y distributiva, el pobre ciudadano
nopolio, a u t o r i z a d o
que posee uno o <ios automóviles y el que se limita a guiarlos también
tienen su sanción o castigo.
por una reciente dispwición ministerial, ha aumentado en cinco cénComo el mundo no se compone sólo de ciudades, la pena del auto- timos el precio del litri) de gasolina.
movilista está en las carreteras. En ellas no abundan los ciudadanos
Cinco céntimos no es, realmente, una cantidad aprcciabk'. Ya ni
que se precipitan bajo las ruedas de un auto; las víctimas imprudentes siquiera los mendigfis aceptan tan exigua limosna. Pero multiplicados esos «cinquitos» p[)r el número de litros de gasolina que se consuen los caminos suelen ser las curvas, que inexplicablemente se tuercen
sobre los barrancos, y loH árboles ijue vienen a ponerse delante del men en España, se redondea la bonita cifra de 27 millones de pesetas,
De ellos corresponden al Estado, por su intervención en el Monopolio,
«capots, y unos terribles *pa.sos a nivel», por los que lo.s trenes tienen
8 millones, y al Montípolio, los 19 restantes, para sumarlos a sus ya
la absurda pretensión de circular...
pingües beneficios...
o
o
El automovilista, pues, tiene su castigo en su propio automóvil...
¿Por qué se hace esto? ¿P()rque la gasolina, producto exótico, ha
La máquina es la enemiga ílel hombre. No m'Ait en un alartle de inde- encarecido en los centros exportadores? No, al contrario, La ga.solina
pendencia se dedica a funcionar por su cuenta y arrojarse por una ba- •><: ha abaratado. Su precio, en puerto esp;uiol, ha experimentado una
rrancada o estrellarse contra un poste, sino que, de continuo, sangra .sensible baja. ¡Por qué, pues, se sube?
Ks por una va^ón económica, de orden interior, El Estado, con sus
y debilita su bolsillo. .
presupuestos en déficit, necesita aumentar sus ingresos. Y aumentanEl automóvil sería el compañero ideal riel hombre si no tuviera el
vicio de beber gasolina. Esos artefactos de hierro y cristal, rojos y blan- do en cincí) céntimos el precio de la ga.solina obtiene ocho milloncejos...
Ante esta necesidad del Estado, la Cámara del Automóvil ha tenicos, situados estratégicamente en las calles y en los caminos, y a los
que para disimular se llaman «surtidores», son las tabernas de esos do un gesto patri<')tico. «Como españoles—dicen los representantes
de la Cámara—, estamos dispuestos a sacrificarnos en estos momentos
grandes viciosos que .son los motores.
]Y cómo beben los cuitadosl En cada uno de esos esbeltos «bares» en que todos se sacrifican. Y no sólo estamos conformes en darle al
Estado esos ocho millones, sino que queremos
darle 11 millones. ¿Cómo? Muy sencillo. No subiendo el precio de la gasolina más que en dos
céntimos el litro. Pero <pie esos dos céntimos
sean solamente para el Estado. Como es el Estado, es decir, España la que necesita dinero,
nuestro sacrificio, al pagar dos céntimos más
por litro, debe ser para el Estado y no para el
Monopolio, (]ue ya gana 170 millones, E.sos dos
céntimos representan 11 millones para el Estado; los cinco céntimos sólo significan 8 millones. . ¿Por qué, pues, vamos a regalar ig millones más al Monopolio?...»
o
o
Y, mientras, los propietarios de iaxis de Madrid se aprestan a declarar el lockotil, negándose, en primer término, a presentar sus coches a
la revista municipal. Con esta decisión, los dueños de iaxis logran salvar esos montones de ruidosa chatarra, que son la mayoría de los coches
de servicio público, de una merecida jubilación,
Y al mismo tiempo, con el pretexto de lasubida
de la ga-solina, pretenden una nueva elevación
de tarifas: cobrar a sesenta céntimos la bajada
de bandera, que ahora .se marca a cuarenta...
... Y, mientroj, loi propietarios de ttaxix> de Madrid se aprestan o declorar el «lock-out»,
negándote, en primer término, o presentar sus coches a (a revista municipal. Sólo unos
cuantos han acudido a lo celebrada recientemente...
Naturalmente que, como ya es tradición, los
dueños de iaxis ganarán su pleito. Con lo que
una ve?, más saldrá perdiendo el «ciudadano de
tercera», es decir, el peatón que se atreva a permitirse el lujo o la necesidad de subirse a un automóvil...
ALVARO REAL
NUESTRO LLAMAMIENTO A LA PAZ Y A LA CONCORDIA
Los estudiantes del Magisterio de la F. U. E.,
los católicos y la protesta d e los cursillistas
La giraldilta informativa
E
L periodista quisiera mantenerse en e9a zona templada
donde no llega el vaho caliginoso del sectarismo político.
El l á p i z del reportero es como
huida lanceta que va hurgando en
la viva realidad española sin afiliarse a ninguna faccitín ni mesnada. Puesta al viento de todas
las ideolagfa.'i, la giraldilla informativa se mueve al empuje de la
imparcialidad, oyendo IEIS opiniones más diapares y los juicioB míls
Potíllof d» la Normal d« Maestros. Grupos d« muchachas y.
fflucliachoa qua maflana ll«vorún ki lux de la primera enseñanza a k>i puebtos eipaAoies. Discusionei^ tHillício, comentarios. La Poiftica vence a
la Pedaoogfa, y algunos olumn08« en tos bonco* de los positlos, leen ávidamente tai 61»
limos noriclas del gran temo
apasionante...
encontrados, sin torcerlos ni mixtificarlos. Que entre el acontecimiento—social o iHilítico—no debe interponerse, para envenenarlo o «hacerlo de su hit'rro», como dice la vieja Celestina, el hombre que
•relata».
Estos días, con motivo de las protestas habidas contra los cursillos
de selección de maestros, se han suscitado incidentes y revueltas entre los estudiantes del Magisterio de la F. U. E. y los católicos.
El vocablo «intransigencia* hace crispar las manos de los jóvenes
estudiantes, y el aula—n'poso, convivencia y estudio—se toma en rebullicio de mitin, en vivero imprecatorio.
Es frecuente en la Normal el choque de las diversas tendencias, y el
estado de hipersensibilidad política de nuestro país pone en pie de
guerra a lo.s jóvenes estudiantes. Nosotros quisiéramos que estos futuros educadores de la niñez emplearan el razonamiento, el alegato culto, el mutuo respeto en sus convivencias escolares. Refrenar el ímpetu
y la fogosidad propia de los años mozos y comprimir las naturales vehemencias en pro de la alta misión que tienen que cumplir, serenamente, en el porvenir. los futuros maestros.
de paz y de concordia. Quisiera ir podando del espíritu de los estudiantes det Magisterio la mala planta de la intransigencia.
Y les digo:
•—Quisiera oír también a los católicos.
Unos cuantíJs muchachos de los que me rodean se ofrecen a acompañarme a H Residencia del Divino Maestro, en la calle de San Vicente.
Lo esencial es que empiecen las clases
Cuando llegamos vemos en las esíjuinas los capotes de los guardi:LS.
Las puertas y ventanas de la Residencia católica están cerradas. Semeja el edificio una fortaleza sitiada.
Se ha limitodo la cantidad de plazas
Cuando llegamos a la Normal de Maestros, los jóvenes, en grupos,
hablan excitados. En un aula está reunida la Junta general de la
F. TJ. E. Yo quiero hablar sobre el sconílicto de los cursillistas» con
Alrededores de la
Normal. Primera
hora de la mañana.
Ha pasado la hora
de los obreros y em •
pieza lo de los estudiantes. Los muchachas q u e mañana
s e r á n maestros se
acercan — I í b r os y
apuntes bojodel brazo—al viejo caserón
de la calle del Barco
el director de la Normal, sei"n)r ]>oporto, *iue elude hábilmente las
preguntas del reportero. El estrépito es enorme en el ancho corredor
de este caserón ruinoso, al que le quieren tapar sus alifafes con
emplastos de ladrillas.
Los muchachos discuten, bracean, gritan... Un joven, amablemente,
avisa al presidente de la F. U E., don Emilio Pozas. Es alto, espigado,
de hablar franco. Ataca a loa estudiantes católicos de la Institución
del Divino Maestro, a los qne achaca tnrbios manejos políticos para
producir perturbaciones.
—¿Cuál es la opinión de la F. U. E. sobre los cursillos de selección
de los maestros que han producido las protestas actuales?
—Nosotros, en lo que respecta a ese problema, nos mantenemos
en una actitud de espectadores neutrales. Hste es un nuevo sistema de
oposición para ingresar en el Magisterio Nacional. Las protestas se
han producido porque la cantidad de plazas se han limitado.
Y añade:
—Si existe un número mayor de cinco mil cursillistas que tienen
aptitudes para la enseñanza, ¿por qué no han de ejercer?
El joven presidente de la F. U E. vuelve al tema político, el cual
trata de rehuir el reportero.
—Hemos pedido—me dice—la disolución de la Residencia <le
Estudiantes del Magisterio (Institución del Divino Maestro).
Yo dejo en el grupo de los jóvenes que me lodean unas palabras
Aquí, en uno de lus despachos, hablo con
el director de la Institución, don Manuel del
Jesús Moreno.
—Vengo de la Normal—digo—, y el presidente de la F. U. E. achaca a los manejos políticos de los católicos las revueltas de estos
días.
—No, señor. No hay níitla de sugestiones
políticas, ni manejos de ninguna clase. Existen, como es natural, entre los jóvenes estudiantes las rivalidades propias de las distintas ideologías. Esto produce choques entre
ellos. Le afirmo a usted que nosotros no hemos
intervenido para nada absolutamente en la cuestión de los cursillos.
Añade el señor Moreno:
—Había un fuerte descontento entre los alumnos porque no empezaban las clases en la fecha que debían comenzar. Desde primero
de Noviembre, en que iban a dar comienzo, hasta hoy pasan los días,
y los estudiantes están mano sobre mano. Los profesores de la Normal
están ocupados en los cursillos del Magisterio, y otros examinando las
asignaturas. El estudiante pierde el tiempo de una manera lamentable, y los alumnos jóvenes de familias modestas ven con tristeza que
pasa el tiempo y no se hace nada. Este estado de obligada ociosidad
es el germen de esta inquietud. Yo creo que como no hagan nada, la
cosa termina mal. En cuanto el joven estudi:mte esté obsesionado con
el estudio y preocupado con la tarea de la asistencia a las clases, no
surgirán estos conflictos.
No tienen ni libros de texto, ni listas oficiales, y han estado sin director, pues el .señor Doporto es gobernador de provincia. Por esto creo
que lo esencial es que empiecen las cla.ses...
El Señor Moreno me señala las puertas herméticamente cerradas.
Hace pocosdías hicieron añicos unas ventanasque dan al jardín. Salgo.
Grupos de estudiantes católicos hablan en las salas y en Jos pasillos.
Los guardias, en las es^-piinas, oxe-cji a los curiosos y papanatas que
miran a los halcones como si vieran saJir al hombre mosca.
R.
VISITA
DE
MUSEOS
Al Museo Arqueológico Nocional se le ha trot-odo por los ministros de Instrucción Pública como
a la Cenicienta de la pedagogía españolo
""^:
Don Francisco Alvorez-Ossorio
D
ON Franciíic3 Alvirez-Ossorio me ha recibido con la íina
y sobria elegancia de un viejo hidalgo español. El señor
j_
AJvarez-Ossorio es el actual director del Museo Arqueológico Nacional, Enamorado de su profesión, i>oiie en Servirla
todo su gran talento y el caudal de su ancha y profunda cultura. Un mjse ' para el señor Alvarez-Ossorio en algo más que
una oficina 4e infecunda y sórdida labor cotidiana; es un templo p^lagógic-), un crisol de nuevas y ricas generaciones espirituales.
Un poco de historio
El Muse-) Arqueológico Nacional se creó por Real decreto el
l8 de Marzo de 1867, siendo instalado en el antiguo Real Sitio
del Casino, lugar conocido antes por la huerta del clérigo Bayo.
Don Amadeo de Sdboya lo inauguró oficialmente el 9 de Julio de 1871. Terminadas las obras del Palacio de Bibliotecas y
Mjseos Nacionales, se trasladó el Museo Arqueológico a dicho
edifici i, ocupando desde entonces las plantas entresuelo y principal, con fachada a la calle de Seirano.
f rincipoles colecciones con que se ha formado el
Museo
—Los objetos que existían en la Biblioteca Nacional—me
instruye amablemente el señor Alvarez-Ossoric—, y entre ellos
los que poseyó Carlos I I I y trajo de Italia, siendo muchos procedentes de las excavaciones de Pompeya y Herculano; los que
donó Van Kees, liallados en el templo indio de Boro-Bodo, en
la provincia, de Kadu, y el monetario que formó el infante don
Gabriel; los que se conservaban en el-Museo de Historia Natural, cuyos nácleos más interesantes eran de la colección de don
Pedro Franco Dávila, regalo que hizo al rey en 1771; la de los
señores Ruiz Pavón, Córdova, Malaspina, y la de los vasos peruanos o huacJS recogidos por el obispo de Trujillo, don Baltasar Jaime; las ¡Jequeñas colecciones de la Escuela Supierior de
Diplomacia y de la Real Acadeinia de Arqueología y las interesantes de los señores Miró, Asensi, Toda, Vives, Salamanca,
Abatgues, Góngora y otras muclias que unidas a las donaciones y al gran cintingente que dieron los viajes científicos que
los empleados facultativos hicieron por varias provincias durante los años 1869 al 75 y la Comisión a Oriente en la fragata Arapilis, que presidió don Juan de Dios de la Rada y Delgado, de felicísimo recuerdo, comisicnes y viajes que, \>or desgracia, no Se han repetido, forman la base del material científico del Museo Arqueológico Nacional, tesoro que aumenta constantemente pnr los ingresos a que dan lugar la ley de Excavaciones de 7 de Julio de 1911 y el decreto ley de 9 de Agosto
de 1926 en defensa de la riquei'-a monumental y artística de
España,
Organización
—El Muse3 Arqueológico—responde concretamente a otra
de mis preguntas mi interlocutor—se lialJa organizado científicamente en secciones, cuya distribución obedece a un orden
cronológico para que la visita al Museo, emjjczando por los
tiempos prehistóricos y Edad Antigua y terminando en la Edad
Moderna, sea una lección continuada de Historia por medio de
los monumentos y objetos arquecl^iccs.
Las secciones en que se divide el Museo, son: i.*. Prehistoria y Edad Antigua; i.\ Edades Media y Moderna; 3.», Numi.smdtica, y .).", Civilisaciones americanas y del EHremo Oriente.
El Oriente pone;
también su nota'
graciosa y «KÓH-
ca en estos tolas
d e l M u s e o Arqueológico Na
....^
cÍonal_
La vergüenza de unas cifras
—Para atender a todos los gastos de este magnífico y cuJturaJ tesoro—se lamenta ahora el seilor Alvarez-Ossorio—,
coma son la compra de antigüedades, reforma de vitrinas y
cJnstruixión de otras, instaJación y sostenimiento de talleres
para la conservación de los objetos de hierro, limpieza del ampl¡i> ioca], uniformes de los empleados subalternes y otras necesidades de menos importancia algunas, pero todas de ineludible aplicación, se con5Íf;na en los del Estado la suma anual
de 22.000 pesetas, cifra que hasta el año 1930 inclusive ha sido
de
12,000,
Para la publicación de Catálogos y Memorias, 3,000 pesetas
anuales, y 2.000 para las atenciones de la Biblioteca. Total,
27.000 pesetas.
Palobras dolorosas
Se ha r«ínstalado en «I Museo el Monetorio, la soja «n que muestran su oro, su
plato y su cobre los monedas que sirvieron poro lo vida comercial d e los díoa
lejanos.»
— ¿Y cree usted—me interroga desesfieranzado el director
del Musec—que con tan exigua ayuda oficial puede vivir dignamente una institución pedagógica de la importancia de ésta?
Por falta de celadores o porteros y no por otra causa, la verdad hay que decirla, por vergonzosa que sea, no se pueden
abrir al piiblic^ diariamente todas las salas del Museo. Los lunes, miércoles y viernes se abren las plantas entresuelo y principal de la derecha, y los martes, jueces y sábados, las de la izquierda. Con doce celadores, ¿cómo vigilar a un tiempo con eficacia y responsabilidad las treinta salas que hoy integran el
Museo y atender con solicitud a los restantes servicios subalternos de cínserje, portería y ordenanzas? ¡Y esto en un Muse;> que se adjetiva Nacional! Techumbres sin cristales, como
las de los patios romano y árabe, que iJermiten que la lluvia
los convierta en charcos. Ausencia de grandes almacenes dond:; conservarlos objetos que se consideran sobrantes, y que servirían en su día para formar series y nutrir con ellas los Museos ArqueoíógicJsi)rovinciaIes. Muchas salas cuyas paredes necesitan una urgente reparación en su pintura. Mfsera calefacción en invierno... ]Qué sé yo!...—acaba diciendo el señor Alvarez-Oisoric—, Una lista interrainable... Un verdadero dolor.
Dinero y local
De mi conversación con el idóneo director del Museo Ar<ÍUeológico he sacado consecuencias muy amargas y desconsolad-ras. Pero que, de querer el ministro de Instrucción pública, obtendrían fácil y rápida solución favorable. Al Museo Arqueológico Nacional, uno de nuestros más ilustres y prcvechos-JB centros de cultura, se le lia tratado siempre como a la
cenicienta de la pedagogía española. Injusticia inexplicable.
Oinero y local; he aquí la panacea con que remediar tamaña
sinrazón. Con 27.000 pesetas anuales de subsidio oficial, cantidad que parece una burla de quien la da y una ofensa para
quien la recibe, no es posible el desenvolvimiento normal y decoroso de una institución didáctica de la transcendencia de
nuestro Museo Central Arqueológico, Y luego el local. Amplio
a los ojos del visitante ineXj>erto, mas de parva e incondicionada cabida para el acoplamiento adecuado de la numerosa riqueza arqueológica en él acumulada. JM del dinero depende de la
buena voluntad y comprensión del ministro de Instrucción pública, Y lo del local, lo mismo. El Musco de Arte Moderno no
debo estar donde está. Ni la sala de Exposiciones de Los Amigos del Arte, El hermoso Palacio de la Biblioteca debe ser sólo
para ésta, su anejo Archivos Nacionales y para el Museo Arqueológico. Al Museo de Arte Moderno debe dotársele de un
edificio propio. Todos muy buenos amigos; mas cuanto más separados, mejor. Hable a este respecto de los locales el ministro de Instrucción pública con los directivos de la Biblioteca y
el MuSeo Arqueológico y se convencerá de que mis palabras
reflejan fielmente el unánime sentir de cUos, Muchos museos,
muchas; pero con la protección oficial suficiente para que su
vida no Sea un vegetar lánguido, sin flores ni frutos, como la
de las plantas sin sol y sin riego.
En esta solo se ha hecho la nueva
instalación d e los valiosos marfiles
del Museo. Cotección magnífico,
sobre l o d o en marfiles á r a l w s y
románicos. Entre los objetos d e
esta sola figuran las orquetas fomosos d e Zamora y Palencio
FOTS. COKTáS Y VIDBA
FERNANDO LÓPEZ MARTIN
Q U I Z Á USTED
NO SEPA QUE...
DINAMARCA ES UN PAÍS FELIZ EN DONDE
LOS HOMBRES ALCANZAN LA MÁXIMA VEJEZ
C
UANDO se ha recorrido Alemania, sacudida por una crisis de múltiples
causas, y se ha viajado iwr Berlín,
Hannóver, Hamburgo, Baviera y Lubeck,
asf coniti por otras pequeñas ciudades, Dinamarca aparece bajo el aspecto de un pueblo tranf|uilo al abrigo de la tormenta. Feliz
y curioso reinado en donde la vida se desliza tranquila, romo lo era en tcxlas partes
antes de la f""<^'^íii o donde el empleado
gana iin mínimo ílc 500 coronan al mes (o sea
algo más de 1.500 ¡>esetas mensuales); en
donde el obrero gana 600 (1.800 (H^sctEis); en
donde -se trabaja sin gastarsfí prematuramente; donde no se diente la repercusión d é l a
crisis niundiiil, y en donde las cifras de las
exportaciones de grasa,'pescado, leche y huevos aumenta todos los años. La inílucncia
delavidainglesasií acusa en to<ia Dinamarca,
desde las Traite-Union a hast:i los uniformes
mih'^ares, como lo demuestran los músicos
de los horse-guards. con los uniíctrmes color
de escarlata y dorados hasta en las costuras;
pero en su imitación, Dinamíifca, afortunadamente para ella, no ha ido más lejos...
En Dinamarca no se ven mendigos ni gen-
te mal vestida, ni en las ciudades ni el campo.
En Copenhague reina en todas partea un aspecto de prosperidad, y compactas muchedumbres llenan todos los lugares de diversión,
desde el Tivoli, enorme panjue de atracciones gratuitas en pleno centro de la ciudad; los
bares, las cervecerías, los grandes restaurantes, los cafes, los teatros, los cinemas, los velódromos; hasta los hij)ódromossc ven constantemente llenos. J£[ oro, o mejor dicho las
coronas, circulan con un ritmo impresionante
en todo el reinado de Cristian X. Dinamarca
bebe con una perseverancia <]ue asombra al
visitante, pero que mantiene sólidamente de
pie a los ciudadanos daneses. En Dinamarca
Se consumen al día cuatro millones de botellas de cerveza, sin hablar del whisky y del
coñac, tjue el danés consume en enormes cantidades.
El almirante jefe de la Marina danesa ha
declarado <lur;inte un baníjuetc oficial, al Ix;ber su iKtava copa de whisky, que el alcohol
bebiíio por una iiaturaleiía s:ma, (|iie haga
mucho ejercicio, no producía ningún perjuicio. Y el pr(nt;ipe Harold, hermano del Rey
de Dinamarca y ilel
una prima y se gasta lo demás. Y a vivir
bien...
La ley que reglamenta el sistema de seguros en Dinamarca establece los seguros facultativos contra la enfermedad, con el apoyo ílel Instado y de los Municipios, y el seguro obligatorio contra la invalidez. En toflo
el reinado existe una ley de retiro fijo desde
Rey í h i a k o n de No-
:;;x:;:;>;;:,¿::¡ FABRICA DE IMPERMEABLES
vaciar también su
vaso, con un enérgico skol (*a vuestra
saludt).
El almirante tenia razón. Las últimas estadísticas demuestríin ([ue Lívid a en Dinamarca
ha tenido un aiimentíideocho años
aproximadamente
desde los últimcts
veinticinco años.
*La vida, por térnnnn ]ii e d i o — dice
Gastón lienac—, es
de s e s e n t a años
aproximadamente
para el hombre, y
4\V'
ilN'
de sesenta y d<>s
k»''
^í^^^
.^^í^ypara la mujer.» I,a
disminución d e l a
mortaiidaíl se ha
s e n t i d o especiíilmentcen l(js fallecimientos por enfermedades contagiosas y del estómago.
Hay poí|uísimoscasos de locura, y jamás se ha conocido
e n Dinamarca u n
solo caso de hidrofobia. Dinamarca
está orgullosade ser
el país del mundo
con el porcentaje de
mortalidad más ba(España)
jo. Y, sin embargo,
no es un país seco,,.
^^_^^_.^_^^_^^__
Otra observación
los sesenta años. Así es que la primera forcuriosa se desprende de las estadísticas y
malidad que hay que llenar antes del casade los hechos: no hay un solo analfabeto miento es la del seguro.
en Dinamarca. L a instrucción es obligaCuando un padre anuncia que su hijo va
toria desde los siete años hasta los catorce,
a contraer un seguro «la semana próxima», ya
y esta ley se ha aplicado siempre muy .seve- se sabe la consiguiente pregunta: «¿Qué d(a
ramente. Entre las principales diversiones del
es el casamiento?»
empicado y del obrero, además de la música
LEO MERELO
y los deportes, está la lectura. En todos los
hogares, hasta en la más modesta casa, de
una limpieza que solamente se encuentra en
estos países del Norte, existe una biblioteca, a laque los daneses ,se refieren siempre en
sus conversaciones con orgullo.
D. Antonio MarMncz. dcsd* mitchoa aHoa peluquero de ESarcdonii, ha podido comprobar por sí misma
Asombra ver en los establecimientos de
y en varias aplicaciones a sus cllenles, las sorCopenhague, en el Tivoli o en el Lorry, y en
prendentes cualidades de la slRUlente recela que
pueúv prepararse íáclimcnle en su casd, con la que
ios inmensos caiés de la capital, siempre arse loRra de modo efectivo Obscurecer los cebclloii
chillenos, correr ríos de cerveza y conCBnosoit o uescoIoHdos, volviéndolos s u a v e s y
brillantes.
templar hss millares de coronas que van a
«Gn un frasco de ZSO grs. se echan SO gn. de «sua
llenar los bolsillos de los dueños de las cerda Colonia (S cucharadaa de las de topa). 7 gn. ét
f Ifccrlna (una curharadlta de las de café), el contevecería-s.
nido de una calila de -Orlex" y se termina de llen«r
El danés vive así. Gasta casi todo lo que
el frasco con agua"
gana. No economiza. No st; preocupa tle su
Los productos para la preparación de dicha l a clan pueden comprarse en Cualquier farmacia, perveje?., ni de una enfermedad, ni de la muerfumería o peluquería, a precio módico. Apliqúese
te del paílre de familia. ¿Por qué ha de
dicha mécela sobre los cabellos dos veces por s t m n M tiaaia que se óblenla la tonalidad apcIecUlir.
ocuparse?
Tfo tine el cuero cabelludo, no es lampoco graslenli
La base de la existencia está ea el seguro.
Til pc|;a|osB y perdura indc^nldamente. Est* medio
rcluveoecerá • (oda persona canosa.
Todos los daneses están asegurados. Se paya
EL BÚFALO
^tRMEABl^
JBUFAl^
(Primera marca Española)
SAN SEBASTIAN
ÜN PELUqUEHO SERVICIAL
PROTEJA LA I N D U S T R I A
NACIONAL COMPRANDO
rK«fiiC*0*»
ESTAS HOJAS.
Gran bazar céntrico. Especie de Arca de Noé infanMI, donde l e arraciman todas las clases de mercancías conocidas: desde los muebles de
salón, de estilo y precio, al tubo de posta dentífrica; desde el ctrousseau» paro la novio al ¡uguete poro el niño...
La nueva fruta prohibida
G
solicitadíLS. Un buen zapato,
por ejemplo, no valía menoí
de cincuenta pesetas, y no paraban en los esc ap arates..
Ahora los tiene usted de aceptable calidad, de buena construcción, por diez y ocbo pesetas, y &e pasan horas, y a
Veces hasta días enteros, sin que entre un comprador.
—¿No consiste, pues, en la carestía la gran crisis que atravisa el
comercio?
—No, señor. AI contrario: para estimular a los compradores retraídos, nosotros, y como nosotros todos los comerciantes, rara es la
semana que no anunciamos una nueva rebaja. Exponemos los géneros
con precios de •realización'», Jiniitaudo la ganancia a un porcentaje
irrisorio; a veces reduciéndonos a cambiar el dinero en muchos artículos.
—¿Y ni aun así acuden los compradores?
—Ni aun a.-^!. En cualquier otra época, el anuncio de una realización obligaba ;d comerciante a solicitar el auxilio de una pareja de
guardias para contener a los «colistast. Hoy puede decirse que el comercio todo de Madrid está en plan de realización, y ya ve usted
aun aquí, donde por la multiplicidad y la variedad infinita de los artfcidos acude más clientela, mire...
En e.fLTto. Liis galerías están casi desiertas. Las dependientas se
aburren tras Jos mostradores y al pie de los escaparates. En momentos
puede contarse mayor número de empleados que de clientes..,
LA P A V O R O S A CRISIS DEL C O M E R C I O E N M A D R I D
¡Gastad vuestro dinero! ¡Comprad
lo n e c e s a r i o y lo s u p e r f l u o !
RAN büzar céntrico. Especie citi Arca ele Noé
mercantil. ílotule se
arraciman todas las clases de
mercancías conocidas: desde
los muebles de salón, de estilo y precio, al tubfj de pasta dentrífica;
desde el írousseatt—ensueño de gasas y setlas—para la novia, a las
raquetas de tennis y los zapatos recios del proletario; el cacharro de cocina y el juguete; el traje para el niño y ei aparato de radio; la escopeta de caza y el palustre ¡jara el albañil,..
Arca de Noé mercantil, cuyas galerías parecen montadas al aire;
en los petjueños, inniímeros mostradores, todo es fácilmente asequible; está tan a la mano, que parece ofrecerse como un regalo... Diríase
que todo está allí dispuesto para el capricho del paseante que sólo tuviera que alargar su mano para apoderarse de ello...
En este paraíso de mármol, caoba y cristal, la serpiente de la tentación, sobre todo para las mujeres, dice sus más bellas canciones...
Pero cada objeto, como el árbol del bien y del mal. tiene su manzana
prohibida. Los tiempos cambian, y con ellos los signos del pecaílo.
Para hacer prohibidos los fruto.s de este paraíso no hizo falta una
admonición divina. B istó con mucho menos; con un trocito de cartón,
etiqueta bUniüi y azul, tjiie dice et precio de cada objeto...
Es la espada de fuego del Arcángel puesta en el umbral de cada
escaparate tentador. Una cifra basta para mantener la virtud de los
posibles p,2cadores, jEI precio! Terrible advertencia, penitencia que
va encerrada en el pL'cado de po-seer. Ya no se pierde el alma por caer
en la tentación suntuaria. El moderno Satanás pide precio de dinero...
jEI preciol ¿Ks tan elevado, tan inasequible para los honibres y las
mujeres de ahora, que pasan resignado,s, ctmleniendo deseos, ante el
heterogéneo paraíso del gran bazar?
En Madrid se vende barato... cuando se vende
Un empleado amable, jefe de ventas, discreto y cauto, responde a
nupstra demanda, diciéndonos:
—No lo crea usted. Hub4) una épr>ca, la de los años de la guerra
europea, en ijue los objetos de uso necesario, y desde luego los (|ue
podemos llamar de lujo, alcanzaron precios altísimos... Y, sin embargo, se vendía mucho. Tanto, que .se agotaban rápidamente los artículos más caros y se llegaba a carecer en los comercios tie las clases más
¿Pero es que aquí no se cosa nadie?
—¿En qué clase do ventas se notan más los tfcctos de la crisis?
—Naturalmente, t-n los artículos de precio más elevado... En
joyería, objetos de adornos, cacharros artísticos, lámparas, bibelols,
relojería, gramófonos, bisutería de calidad... Hay d í a s e n q u e las secciones no se estrenan. Pero lo más chocante es lo que ocurre con los
muebles. Claro que no me refiero al mobiliario de lujo, al de estilo y
t.illa, ni a los metálicfjs con ornamentos artístico, que son realmente
carcís... Pero aquí los tenemtjs también de los precios más modestos:
camas, comedores, sillerías, sólidos y baratos... Pues bien; no se vende
nada. Ni nosotros, ni uíidie. ¿Es que ya no se casa la gente en Madrid,
que no SIÍ fundan nuevos hogares? Antes era constante el desfile de parejitas que venían eligiendo muebles para el futuro nido. Ahora esta
clase de clientes ha desaparecido. La crisi.s ya es larga. Y, como con-
aecuencía, se está arruinando una industria...
Todas las semanaa se cierran fábricas de muébles, reducen su trabajo, y sobre todo los despachos de lujo están en trance de quiebra...
La moda deportiva
—¿otros objetos cuya venta haya disminuído de un modo notable?
—En sombreros y corbatas el bajón ha sido
catastrófico. El «sin sombrerismo» por higiene,
y sobre todo por economía, tiene cada día más
prosélitos. Y esa misma moda ha hecho tolerable, en nombre de la comodidad, cierta deskabiÜé; ha convertido en elegante el descuido induntentario... Singularmente en los muchachos
jóvenes la moda de las camisas de spori, los cuellos bajos, que llevan desabrochados, hacen la
corbata innecesaria... Sin contar con que para
llevarla, Cii:-;: desanudada, cualquiera es buena...
—Pero—interrumpo—, de todos modos, la
abstención de compradores no es tan completa.
La gente no va desnuda por ahí. Necesita, ya
que no sombrero, al menos trajes, camisas, zapatos...
—Sí, sí, los necesita... Pero procura tardar
lo más posible en necesitarlos. Desde que la
•trinchera» hizo tolerable la suciedad en las
prendas de vestir, todo el mundo parece contagiado de desaliño... Gentes que antes se consideraban en evidencia con un traje de almacén,
ahora compran por diez duros uno de esostcom- Nadie ont« los escaparates de los joyerias. los objetos voliosos están oJU, horas y horas, en
la espera desesperado det comprador que no llego^.
pletos» deportivos de los bazares, y van tan contentos. La supresión casi definitiva de los chalecos en los trajes de verano, y aun en los de invierno/ es otro golpe que está bien visto ir a todas partes, se venden a / dos pesetas noventa
a la industria.-.
céntimos? la clase corriente, y a cinco pesetas las mejoies... Con estos
precios, ¿qué margen remunerador de ganancia puede quedar al com'erciante?
Ni siquiera camisas.»
—Pero, en cambio, se necesitan más ceimisas; porque siendo más
visibles, se ensucian y estropean antes...
—Sí, por ahí podría haber una compensación. Pero no existe
tampoco. La camisa cara, de .seda o de buen hilo, la que tiene un precio remunerador, apenas se vende. El sentido deportivo de la moda
h a re.suelto también ese problema por el lado más económico para el
cliente... La-S camisas de tipo sport hay que venderlas baratísimas,
si no queremos quedamos con ellas... Y por si esto era poco, ha surgido la novedad de las camisas de malla en verano, de franela ahora,
con media manga, que hacen también las veces de camiseta... Han
hecho furor. ¿Por comodidad? ¿Por gusto? No. Por economía. Esas
camisas que la moda admite que sean «camisas de vestir», con las
Una solución a lo yanqui
Y estos informes, estas queja?, son unánimes en el comercio madrileño. Las oiréis lo mismo en el gran bazar que en la tienda modesta,
en el establecimiento de lujo y en la zapatería de barrio...
¿No hay dinero, pues, en Madrid? Es verdad que las clases modesta-s sufren también grave crisis. Pero es verdad también que hay mucha gente que teniendo dinero—en más o en menos cantidad—se
retrae de gastarlo. Por miedo a la crisis dicen. Porque «todo está muy
malo», .se quejan.
Y no entienden que si no compran porque «todo está muy malo», el
abstenerse de hacer gasto es precisamente el medio de que todo vaya
a peor. Los norteameiicarios, en una reciente época de crisis de su comercio, cuando las quiebras
de Bancos y los millones de obreros parados eran
un grave conflicto, tuvieron un gesto de magnífica audacia salvadora. Comerciantes e industriales se lanzaron a una propaganda deíjaiorada. Pa-squines, altavoces, afiches luminosos, todos los medios de publicidad fueron empleados
para gritar: «¡Ciudadanos: para remediar la crisis
que a todos afecta, gastad vuestro dinero! |Comprad lo necesario y lo superfluot jSacad vuestros abortos y convertirlos en mercancías! |Ca~
dacompra vuestra animará el comercio, estimulará a la industria, nutrirá los Bancos, moverá
las máquinas de las fábricas y dará trabajo a
los parados!*
N a d i e , tompoco, ante los escaporoles de los peleterías. Los lujosas abrigos, las pieles expuestos a precios cosí de liquidación, no logran detener y hacer entrar al transeúnte que
posa, indiferente, resignado a no poder gastar sino to estrictamente indispensable paro
vivir„.
La crisis de! comercio y de la industria nuestros está en trance de emplear remedios heroicos... Hay que hacer una propaganda semejante. Hay que convencer a los que lo tienen que
retener el dinero es una actitud suicida. Hay que
(Xjmprar, hay que gastar, para que adquiera impulsa la gran máquina del vivir ciudadano...
Nadie puede ser ajeno a esa crisis. El dinero paralizado no está defendido. Cuando la industria
y el comercio y el trabajo están en crisis, el dinero no se salva por su egoísta abstención. Pierde valor a medida que la crisis es más grave...
Por patriotismo, por egoísmo y hasta por instinto de conservación, el dinero de quien lo tenga
debe lanzarse a la circulación, ir a las cajas de
los comerciantes, para desde ellas saltar alas fábricas y a ios talleres y llegar a los hogares
trabajadores, para volver a crear, con el humano
esfuerzo, nuevas riquezas...
SEMAKA
TEATRAL
"EL EMBRUJADO".-DOS OBRAS CÓMICAS
V
ALLE-Inclán es, como autor dramático, una paradoja viviente.
Dotado de admirables condiciones para escribir dramas y tragedias, ha intentado muchas veces el empeflo, y no ha Iterado
aún escribir au obra teatral definitiva, porque, por temperamento
también, parece huir de las líneas rígidamente matemáticas de la
perspectiva escénica y alejarse de un camino perfectamente señalado
por sus cualidades propias y que había de darle seguramente el tiiunfo
indiscutible.
Pintor de realidades—de realidades vividas o imaginadas, porque
también la imaginación, cuando es fuertemente genésica, engendra
realidad artística—, traza con fuerte pincelada velazqneña tipo-s y
figuras vivientes que respiran y palpitan, y las planta en ambientes
moría, otra representación, la
teatralidad se pierde, tal vez
por excesivamente buscada, en
un fondo sombrío de superstición, muy verdadera quizás en
ambientes tales como los mostrados por Valle-Inclán, pero
que parece deshumanízar
a las figuras, por ser demasiado intensa en su escenificación, para otros
puntos de vista tan plena
Don Ramón del Valle-lnclón, cuyo droma «El
Embrujado» es oploudidísímo en el escena*
rio del Muñoz Seca
CAIICATUSA DB AIUO
(le arte vigoroso y dominador. Posiblemente
es esa deshumanización a que aludo ta causa
de que no llegue a producirse la honda emoción trágica: los personajes de la tragedia
nos resultan, finalmente, tan desemejantes a
nosotros mismos, tan extraños a nuestras
maneras de sentir y de pensar, que sus angustias, sus dolores, sus dramas íntimos no
pueden impresionarnos con la fuerza intensísima de angustias, dolores y dramas íntimos de que nos creamos susceptibles.
Sin buscarla tanto, dejándose llevar confiadamente por sus condiciones de dramaturgo, encontraría fácilmente Valle-Inclán
Uno de los más bellos momentos de lo tragedia de don Ramón del Volle-lnclán, «El Embrujado», cuyo estreno en el Teatro Muñoz Seco ha constituido un verdadero gran éxito para su
la culminación trágica que persigue, capaz
ilustra autor y para lox intérpretes, entre los que se destacan» de modo muy especial, Irene
de producir la sensación escalofriante a los
López Heredio y Maríono Asq4Mrim>
dor. DBL B I O
espectadores. Con hacer todos los actos de
sus obras dramáticas como hace los primevivos también y propicios, por tanto, a la acción de los personajes.
hallaría la tragedia que vive oculta en la vida real y haría definiAsí construye admirables primeros actos como antaño aquel de Eí
tívjmente la obra maestra teatral que todos esperamos de él.
marqués de Bradomin y ahora este de Et Embrujado^ y después pone
empeño en escamotear la realidad, que le daría el mejor éxito: y como
si pretendiera ser también estilista de la acción, esfuma sobre un fondo,
voluntariamente, desvaído también, las figuras a quienes supo dar
El repertorio cómico se h a enriquecido, numéricamente al menos,
tan fuerte consistencia.
con dos obras de primeras firmas: una, de Muñoz Seca, El drama de
A veces podría parecer que el admirable estilista, perfwtuo y Adán, estrenada en el María Isabel, y otra de Arniches, Vivir de iluardiente enamorado de la forma, tiene en ese amor la máxima razón siones, estrenada en Lara.
Iguales en calidades, si no totalmente en intensidad de defi^ctos.
tle incompatibilidad para ser tan gran dramaturgo como novelista;
pero precisamente sus posibilidades de estifización sa- '.V " jf]
"jT
biamente artística de los más ' ' '
diferentes léxicts y de las
más diversas sintaxis, podrían darle el instrumento
mejor para cincelar sus dramas y sur. tragedias sin que
perdieran el aroma-de realidad que suele ser la más
apropiada fragancia de las
obras escénicas. Esa fuerza
estilizadora del lenguaje que
deben hablar las figuras de
su teatro es, precisamente,
lo que hace a esas figuras
consistentes y vivas.
En esta tragedia E\ Embrujado, que ahora representan en el Teatro Muñoz Seca,
En a i T*atraMaria bobe^ Mumtz Seca ha estrenado MXW nuevo comedia, «Et dromo d e Adón», cuyos escenosj
y de que antes habíamos vis- llviios d e eso coimcidod «sur ginerb» del popular autor, son o diorio celebrados por el público del antiguo
l-n 9.1 no me entraña la meInfonto
poT. viDu
Celia Gómez, la bellísima "vedette",
ho obtenido un verdadero gran
triunfo personal en su interpretación de <Las Leandros», la nueva y
afortunado obra de los señores
González del Castillo, Muñoz Romón y Alonso
Cada estreno del maestro Alonso
es un nuevo gran éxito pora el populorísimo compositor. Ahora, el
triunfo rotundo obtenido con «Los
Leandros> en el eicenano de Pavón, ha señalado una de las mefores jornadas de Alonso, cuya partitura para la nueva obra es repetida íntegramente todas las noches
FOT. PÉBEZ DE LEÓN
nn han tenido la, misma suerte.
I,a de Muñnz Seca pasó difícilmente, con más pena que f^loria; la de Arniches fué aplaudida con calor, y no motivó en
iiiiifíün momento señaie.s de inipacienciei.
Las dos, sin embargo, repito, se parecen en el defecto capital de revelar igualmente ta
fatiga con que han si*in esctritas,
tini cuntraria a la espontaneidad verdadera o figurada, y a
mi juicio ven I adera, de otras
obras de los mismos autores, <|uc
tienen enorme superiori<iad sobre las estrenadas ahora y fuer()n mucho mejor acogidas por
el pi'iblico.
Se ve igualmente en El drama de Adán y en Vivir de ilusioites el trabajo lento y penoso
de elaboración de escenas y diálogos (]ue ni brotan naturalmente del asunto ni le sirven con fidelidad. Las escenas y los chistes, aun estando bien ajustadtis
a veces, parecen constantemente como piezas sueltas constnitdas aisladamente y sin tener el
asunto de la obra como finalidad. La diferencia entre las dos
obras, que dio por resultado el
éxito mejor de la de Arniclies,
está en que esas piezas funda-
mentalmente independientes tienen, en general, más gracia que sus homologas en la obra de Muñoz Seca.
Ambas también hubiesea ganado mucho si sus autores hubiesen
Froncisco Serrano Anguita, el gran periodista, uno de los meioreí valores nuevos de nuestra escena, acobo de estrenaren el nuevo Teatro
Fígoro su comedía cJuan d e las Viñas»
FOT. DHL BIO
Celia Gómez, con las segundas tiples, en uno de los mós afortunados
números musicales de «Los Leandros>
F O T , PIOBTIZ
sido menos pródigos de su literatura; en cl teatro tiene aplicación el
refrán que dice: «Lo que abunda no daña*, y en las dos comedias de
que hablo la abundancia es casi siempre sinónimo de repetición, y
por serio es perniciosa,
Pur citar un ejemplo, señalare las primeras escenas de la comedia
de Arniches, que fueron un peligro por la vetustez y la ineficacia de
su seudocomicidad, y que pn<.lrfan ser suprimidas de raíz sin que se
notara su falta en el desarrollo ulterior de la obra. Como ese ejemplo
que señalo, por ser el más patente, pcKlrían elegirse varios en Vivir
de ilusiones, y más aún en El drama de Adán.
La comedia de Arniches, además, tuvo a su favor una interpretación
admirable, a que quizás no se prestaba tanto la de Muñoz Seca. La
Compañía de Lara es un modelo de Compañía, y en esta ocasión Leocadia Alba, Concha Cátala, la Domínguez, la Custodio, Gaspar Campos, Manuel González y Manuel Dicenta demostraron una vez más
que merecen los puestos prcíeminentes que tienen en ella.
Las Leandras es una magnífica revista... para los que tengan el
paladar artístico a prueba de bomba; pero, por lo visto, es necesario
que haya manjares para todos, y los autores de Las Leandras, Castillo
y Muñoz Román, han derramado a manos lleníLf las especias, juntamente con el ingenio y la gracia. La música, que amansa las fieras,
dulcifica también los manjares más fuertemente condimentados, y la
música de Las Leandras es un acierto completo y definitivo del maestro Alonso, eterno triunfador, que esta vez con su partitura de Las
Leandras ha batido su propio record de compositor mimado por el
éxito. Celia Gámez, la hermosa vedette de Pavón, ha obtenido también
con Las Leandras uno de sus triunfos más destacados y más justos,
no sólo como mujer bellísima—y lo está más que nunca—, sino como
figura cimera del género frivolo.
ALEJANDRO M i g U I S
Cortos Arniches, e( odmiroble comediógrafo, acaba de estrenar
en el Teatro Lora su nueva comedia cVivir de ilusiones»
LA INAUGURACrON DEL CURSO EN LA ASOCIACIÓN DE LA PRENSA
l a semono anterior se celebró Ici inauguración de las clases Francés, Ingles, íaquigrafia, Corte y Confección, etc. que tiene estüblecidaí
en su local social la Asociación de la Prensa de M o d r i d . El acto tuvo uno g r o n sencillez y uno gran cordialidctd. Ved en nuestra fotografía
o la Junta directivo de la enlidod con los alumnos y los alumnos que osistieron a la Inauguración d e l curso
HOT. V l n H A
MELODÍA FLORAL
^^
ASI como un experto compositor logro lo moyor expresión
y í ^ ^ f , de ormonía musicol medíanle lo ocerloda combinación de
'*,^ j í í ' los ñolas, de lo mismo monero el experto perfumisío- encuentro en una gomo de ríeos perfumes la exquisito combinación que es nota de feminidod y refinamiento.
En lo nuevo loción y exirocío Gemey, el arte dei gran perfumísto
Richord HudnuT ha logrodo un Triunfo jomós ¡guolado.
El nuevo "bouquet" es un verdadero poema tejido con los perfumes
más delicodos. Use la loción como un estimulante después del baño,
paro íriccionor el cobello antes de peinarse y después de los deportes.
Unos gotas de exTrocto en el pañuelo o el vestido, lo envolverán en
un'oiré de juventud y feminidad. Es el perfume de moda de la mujer
elegante que puede hoy odquirir en los buenos perlumerías.
EXTRACTO Y LOCIÓN
Gemey
R
I
C
H
A
R
HUDNUT
OTRAS CREACIONES
Gemey
CREMA PURIFICADORA
CREMA VOLÁTIL
POLVOS - TALCO
BRIlLANTIN/i
LOS POEMAS DE LA LUZ EN LA CIUDAD COMERCIAL
E
STli siglo es el de la luz, y no el xix. Porque si la pasada centuria consiguió el prodigio de convertir la energía en expresión
luminosa, el siglo XX ha aprendido a jugar con la luz, a dominarla, a manejarla como instrumento dócil a todos los caprichos
de la fantasía del hombre.
Los grandes prodigios de la luminotecnia, tales como las lámparas de millares de vatios, los reflectores potentes, las cascadas maravillosas, los edificios transparentes, como palacios de cristal en pleno incendio; los escaparates deslumbradores, las fachada? bañadas
en ritmo de rayos e irisaciones de claridad, los almacenes de cuyos
techos desciende una luz blanca y poderosa que se esparce con la
armonía de la del sol, los rótulos cambiantes y casi vivientes de las
tiendas, los balcones y las azoteas; los gritos de luz, de lámparas,
tubos y transparentes, en blanco, azul, rojo, verde y amarillo, fijos,
titilantes, movibles, alternativos, con la expresión de letras, palabras y frases o con el ritmo de líneas en armonías arquitectónicas;
las vibraciones lumínicas con que llaman al público los teatros y cinemas, los cafés, bares, restaurantes, hoteles y cabarets de moda;
esos prodigios que dan color, sabor y carácter, novimiento y vida a
las noches urbanas, mezcla de estridencia y sinfonía, de grito comercial y de palpitación del tiempo, son producto geouino del siglo en
que vivimos, y especialmente de los últimos veinte años.
La superabundancia de luz ha sido combatida en nombre de la
higiene ocular, de la seguridad en la circulación y de la estética urbana.
Es evidente que tras de la publicidad luminosa, en sus primeros
lustros de vida, falta de reglamentación y control, y en momentos
precarios del desarrollo de la luminotecnia, se han cometido graves
atentados a la salud de la vista de los ciudadanos, a la seguridad de
la circulación y a los mandatos del buen gusto. Mas los perfeccionamientos a que la luminotecnia ha llegado hoy en materia de iluminación higiénica y concentrada a sus objetivos, con logro absoluto de
efectividad o armonía, según los casos, evitando deslumbramientos
cegadores, señalan tan considerable progreso, que bien puede decirse
que todas aquellas objeciones han perdido su virtualidad.
Alemania es el país domte ha llegado a más alto gra<lo de florecimiento 1 a colaboración armoniosa de
luminotecnia y la arquitectura.
Cierto q u e en España, l a Exposición
de Barcelona, con sus
cascadas, mostró al
mundo una de las más
grandes fantasías armoniosas de luz a que
C o ü e s ae Berlín.
Loí onvjnciOE i u mmosOi d o n ol
s u e i o briMor.iec e i rojoii, azul e s , moradas.,.
Noches d e Porís, d e Berlín, d e Londres, d e N u e v a York.
La iluminación d e los grondes edificios r o m p e o l e g r e mente las sombros d e la h o r a
puede llegar el ingenio humano. Sin embargo, en el conjunto de la
iluminación comercial, y sobre todo de la publicidad luminosa, nos
falta bastante para llegar a los resultados de efecto urbanístico conseguido en las grandes ciudades alemanas. Pero contamos con elementos técnicos suficientes para llegar al desiderátum.
Ahora bien: después de haber hecho el elogio de la publicidad luminosa desde el punto de vista de su valor como sinfonía de la vida
moderna, cabe que examinemos un poco su estricto valor publicitario, teniendo en cuenta su coste, su acción y su rendimiento. Conviene que hagamos este examen, aunque sea ligeramente, sin dejamos
cegar por la luz.
£1 punto de referencia varia según que la luz sea utilizada como
medio de atracción, con o sin combinaciones que formen palabras o
frases, en Jos mismos lugares donde se pretenda hacer un intenso
acto de presencia y atraer al público (escaparates, almacenes, cinemas, etc.), y, según se emplee como cartel en la noche, para recordar
UD nombre o una marca.
En el primer caso es primordialmente una publicidad de acción
directa y de rendimiento probable, en proporción a la centricidad
del lugar, si su costo no guarda desproporción con el margen que permite la explotación de la empresa. Su rendimiento se controla con
facilidad.
En el segundo ca-so se trata de publicidad de acción indirecta, de
efecto nemotécuico. Es un estímulo de la atención, como un cartel,
como un anuncio de valla, aunque con la mayor viveza que la presta
la luz, el contraste y eventualmcnte el movimiento. Pero esa publicidad, no debe ídvidarse. carece por sí sola de estímulo sobre el
deseo.
No documenta. Recuerda. Si no fuese pasible asociar este recuer-
tío a iinn experiencia previa en In
mt-ntc íic! traiisei'intí.", su eücncin HI-IÍ.I
ptkco iiiL'nns que inila.
Pur ejempki: si cu L'I niniiu-iito il.
laiií^ar iiiia marca, iifscí)!if«:ida pr)r r¡
públioo, liniitÚHeinoy la piibticidail (!•
la misma a la coiot:ación de iinns j^rari
des rúUilos IiiiniiKí.sns (ÍH la J'ucrLi
del Sol y en la Pla/a de Cataluñ.i
ííb.scrvan'ainns iin movimiento insi^
nific;uitc t-n la venta. No solí) en r.i
?.ón a la ;^r.in cantidaíl <le roelanio
lunmaiisos «pie en dichas plazas (ii>
putarfan la ati'ni:i6n a l(is niiestrns
—circiinstaruia muy <iifína de tener
en c u e n t a como influencia ne;íati
Va—, sino a l,i falta de punto iJc api*y o e n i[ u c (lejaríamos al pnljiicD
para aS'>ciar la iinpresión de núes
tros rútidns luminosos con experiencias previas — coit()eÍHiiento e información—respecto a la m a r c a anunciada.
La pnlíiicidad Itimínosa, en sí, es
nnt) de los buenos niedi<)s cumplementarías d e reclamo p.ira
Jas marcas de venta ííeneral. No HiE)Staiite,
t e n i e n d o en
c u e n t a el
costo de
las instalacio-
tmmmvmn*
ANISDEJ MONO.
£&:-•
•r-v
•v;
^m-^
tí
Ofo^dai calle* ccrrtefcioles ie Eufopa, faenadas a«ide
\aí que Mama a l
caiieúnia «) grllo
lu nti no vo de lo*
anuncia*...
Nueiuo Puerta daJ
Sal, e>i las fto 'os primera* ae la noche,
cuando la gran plazo oi un dsibardamiento de ruidas y
da lucet
^^w£¿i
^^±z
bición de la misma en escaparates, por los repartos de muestras, las
degustaciones, etc., según lo que aconseje en cada caso un estudio
a fondo ile la campaña, líl manejo de estos medios directos, que consideramos de primer orden, es de elevado costo en nuestra época.
Cabe destinar, por lo tanto, sumas mas o menos modestas, pero modestas en suma, a los medios de reclamo indirecto, de acción
complementaria, que tienden sólo al fortalecimiento del recuerdo.
De ahí se infiere t]uu la publicidad luminosa de
yrandes rótulos sólo sea aconsejable en las
camparlas de marcas cuando se disponga
de presupuestos elevados.
Y aun en este caso, es obligación de
los técnicos encargados de las campañas controlar de algún modo
el rendimiento tte. las sumas
invertidas v-n unos y otros medios, con aplicación a cada
caso especial.
De esta forma se podrá llegar a un eficaz y sintético
coniro! en los presupuestos
para iluminaciones comerciales.
P. PRAT G.\BALLT
'I üm.
atiin
lU
jÉJiJl^
nes,
alq u i I e r <1 e
los cmplazamientns,
conservación, eneigía eléctrica, impuestos
y arbitrios, y previendo la falta
de control efecti\'o que tienen los medios de pu[>!ic¡dad complementaria, nn
siempre es recomendable. En todas las
campañas de publicidad de marcas, lo
nnportante como acción primaria y permanente es ilustrar al público, diwumentarle bien sobre las características del
producto, educarle en relación con sus
usos y las necesidades o comodidades (jue
satisface, crear una atmósfera de simpatía y deseo fundada en el conocimiento
íntimo de lo que se ofrece. Ksto se consigue (inicamente por una buena organización de venta y mediante una publicidad
de acción directa y sugestiva: el anuncio
en los diarios y revistas, los folletos, los
prospectos y la famiiiarización del püblicocon la mercEincfa por medio de la exhi-
En las grandes ciudades de hoy,
la luz es uno in&usnrujble coiaborodoro ae ios efectos a.-quiracro-
l'Olí l<:Nltl«HII<: MAKIK
••AKA PASAK ílh KATO
Núm. 1
¡Tiene un genio terribií!
Nüm. b
CORRESPONDENCIA:
¿Para quién son esos diis durn^ii*
L. R. T . , de Valencia; Sí. era otici.it de Correos u de
Telcgraftis en Barcelona, í<i mi mcniori.i nn nic es intiel.
S. M-r de L.1 Coriiñ.i; Recibí dos c.irt.is segiiidas en el mismo sentido, qviednndo conlcstjd.is !.>s dfis en im.».—
P. P. de H.. de Alicinte: ^Le gustó? Hs un truco complcl.1mente nuevo. Grjcias, y a sus órdune";.—F. G., de M.Tdrid; Vea que son tres interpretaciones del niisit;o s i g n o . ^
M. [., de Madrid; Ya lo vi. con la nacural contraried.^d; es
verdaderamente lamentable la parcialidad que r e v e l a . D, ].., de Madrid: Se ve que esta cansado, y a mi nie
consta que está enfermo.—T. S., de Vall.idolid; Me dijo
que era hermano de usted, y que compartían gustos y tendencias. Les lelicito, pues demuestran depuración y Cultura.—L. B-, de Madrid: Si de mi dependiera, encantado de
complacerle; pero espero que se hará enseguida, acaso
dentro de una s e m a n a . ^ R . G-, de Melill.i: No nie gusta
ese procedimiento; preliero lo malo conocido, etc.. cl>.'.
B. M.
NOm. '\
¿No son creyentes
Soluciones de los pasatiempos publicados en el número anterior:
Núm. 1. En la " H i i a Oikial del L u n e s " . - I d . í. Pilar, m á s . Id. 3. Un cura con un parajiiiayo. —!d, 4. Manolo "Bienvenida".—Id. 5. Con casco, un real más.—
Id. 6, ¡Tecla, vete!—Id. 7. Se rió de nosotras dos.—
Id. fi. Ilegal.—Id. 9. Banco de arena.
Núm. 2.
Núm. 7
¿Cuál de las siete lienc meior papel?
¡Q'Jé inspiración tiene!
TORERO-B
101
Núm. 8
{Qué hace tu doméstica?
B
¿Dónde te aplaudieron mas?
Nuestro
embajador
en Méjico
Clausuro de lo Exposición de Artistas Postales
Don Julio Alvarez de) Voyo, embojodor d e España en Méjico, lee el mensaje de salutación que los obreros mejicanos le dedican en un octo oficíoj
El ilustre arltsto don Juan Espino, ocodémico de Beltos Artes, lee su conferencio «Sensibilidod, Afición v Entusiosmo>, en et reciente octo de clausuro
de la Exposición de Artistas Postales,
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I'espuís de siglos de investigaciones, sin éxito, se ha descubierto un
ícii cdio para la curación de la Tisis, aun en los periodos avanzados de
!a enfermedad. Xadic puede dudar (|ue la Tisis tiene remedio una vez
que haya Icido los testimonio^ de centenares de casos curados medíanle este notable descubrimifiito—alguncs de ellos cuando un cambio de
clima y todo& los demás remedios habían sido probadc^ sin éxito, y
sus casos se consideraban como incurables— Este remedio Qoevo is
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e n f e r m o t e n g a u n a voluntad
de hierro para atacarlas con
la ralsma t e n a c i d a d que ellas
a t a c a n y d e s p u é s un b u e n producto, de&de b a c e aflo9 c o n o cido, c o m o el
Grandes existencias de toatodores y refrigoadores en todos los tanoifos. desde los
m&B sencilloü h^ota los wáK
pQrfecciona%ios Todas las
miqulnas para la Induciría
del calé. Pida V. catiloeo á
la primera caaa del país en
- esta especialidad
MATTH8. ORUBER
Apartado 18S, BILBAO
APTHRI-SEU
que resulta inmejorable para toda
clase de doiorea, reamáttco, articular, inflamatorio, etc.
•rtrltlsmo y sus consecuencias.
t i u j i ion an Inlunleirto d« !D diu o yn mtt. (a vende e« \u príneiNl» f«m>du r
Cnlrot da Ecptclllcoi a B Pl». Da no encanlnrlDcn tu locilldad, se le icHitiii vería
Mri« de *• impartí al Ubaralorín flamdn Stli, C. Paiii, 1T4-hicaltu. UaicuMnte
o — lit 4e e«ara te «twUrt maotin, rtmitleodo 875 Ptu. «• HUM.
TELÉFONOS
PRENSA GRÁFICA
REDACCIÓN;
KOKEM o BEYA
coniBivarán el miima aipedo del diá
que lot comprú,
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