os buceadores avanzan por un mundo silencioso y de visibilidad limitada. Tras descender ocho metros por las aguas de la bahía de Abukir, van apareciendo los primeros restos de la ciudad de Heraclion. Cabezas de dioses, enormes estatuas de faraones, lamparillas de aceite... el suelo se muestra sembrado de objetos de piedra y metal que en su día adornaban o se utilizaban en uno de los principales puertos del Egipto antiguo. Tras tomar notas sobre su posición, los buceadores los recogen del fondo marino para subirlos hasta la superficie. Los objetos más pesados, como las estatuas, requieren de un esfuerzo muy superior. Una vez enrollada por varias cinchas, una potente grúa se encarga de hacer emerger una efigie de granito de cuatro metros que ha permanecido doce siglos bajo las aguas. Los serenos rasgos de un faraón, con su corona del Alto y Bajo Egipto, brillan al recibir los rayos del sol antes de que la enorme pieza termine apoyada en la cubierta del navío que la llevará a tierra. Esta escena se repite con cierta frecuencia en la bahía, donde, desde hace catorce años, trabaja el equipo del Instituto Europeo de Arqueología Submarina (IEASM), fundado por el francés Franck Goddio. Este economista de formación y arqueólogo submarino por vocación recuperó para la historia de la humanidad dos ciudades que se consideraban míticas, ya que durante 1.200 años habían desaparecido bajo las aguas L 3 4 zazpika del mar Mediterráneo tras tener un papel destacado en el antiguo Egipto. Thonis-Heraclion (denominaciones egipcia y griega de la misma ciudad) fue fundada en el siglo VIII antes de Cristo y se convirtió en el principal puerto de Egipto. Su importancia era tal que, antes de la fundación de Alejandría, era un centro de comercio internacional y por ese motivo habría llegado hasta allí Heracles (Hércules), el famoso héroe griego, que habría terminado dándole su nombre al lugar. Incluso Helena y Paris habrían pasado por allí antes de que estallara la guerra de Troya. Al margen de la leyenda, la importancia de este puerto la evidencia el hecho de que se han encontrado más de 700 anclas antiguas de barcos hundidos en la zona entre los siglos VI y II antes de Cristo. Además, Heraclion tenía un relevante papel religioso, ya que albergaba el gran templo de Amón y su hijo Khonsou. En este lugar destacaba asimismo el culto a Osiris, deidad que vinculaba a la urbe con Canopus, ya que en esta segunda ciudad también existía un santuario al que viajaba la figura del dios en una barca desde Heraclion a través de un canal de 3,5 kilómetros para, posteriormente, ser sumergida y entrar en el más allá. Esta circunstancia hacía que Canopus fuera un lugar muy visitado por peregrinos que querían conocer el templo del dios que era hermano de su esposa Isis y padre de Horus.