restauración del sepulcro de don pedro garcía de herrera y doña

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RESTAURACIÓN DEL SEPULCRO DE DON PEDRO GARCÍA DE
HERRERA Y DOÑA MARÍA DE AYALA, DE LA IGLESIA DE SAN
MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
ESTUDIO DEL ESTADO DE CONSERVACIÓN Y PROPUESTA DE
TRATAMIENTO.
CARLOS SANZ VELASCO.
RESTAURADOR.
RESTAURACIÓN DEL SEPULCRO DE PEDRO GARCÍA DE HERRERA Y MARÍA AYALA, DE LA IGLESIA DE SAN
1
MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
1. FICHA DESCRIPTIVA DEL OBJETO.
1.1 Tipo de objeto.
Sepulcro en forma de cama exenta con caras en vertical, tallado en piedra. Se encuentra
desmontado (fotos 1-1 y 1-2) y parte de sus piezas reutilizadas en el pretil de la reja colocada
en el arco abierto, con posterioridad a la obra original, para comunicar la capilla de la epístola y
la cabecera de la iglesia (ft. 1-3).
1-2
1-1
1-3
1.2. Dimensiones generales.
1-4
Las dimensiones totales del
sepulcro cuando se encontraba en su
estado original no se pueden saber, ya
que no queda ningún resto de las
piezas que servirían de grada o plinto
ni del lecho sobre el que apoyaran los
bultos (este lecho podría no existir en
origen). Tampoco se puede definir con
precisión en este momento el ancho,
al no quedar claro cuánto se ha
perdido de las molduras de las piezas
de esquina, aspecto que podría
estudiarse al desmontarlas del pretil.
Pese a todas estas limitaciones se
puede calcular que el original quedase
inscrito
en
un
prisma
de
aproximadamente 155 cm. de altura,
170 cm. de anchura y 215 cm. de
fondo.
1-4. Hipótesis de reconstrucción. Dimensiones aproximadas.
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1.3. Autor o escuela.
No se conoce el autor de esta obra.
1.4. Datación cronológica o estilística.
La obra pertenece al estilo gótico tardío de la segunda mitad del siglo XV. Como referencia
sabemos que D. Pedro García de Herrera muere en 1455.
1.5. Técnicas de ejecución.
Es un trabajo de piedra tallada. Se juega con la
combinación de dos tipos de piedra diferentes, un mármol
o alabastro para la representación de los yacentes y
todos sus atributos (fotos 1-1 y 1-2), y una caliza para las
piezas que forman la cama (ft. 1-3). La inscripción que
aparece en las piezas de cornisa está realizada con una
pasta negra embutida en las letras previamente grabadas
en la piedra.
1.6. Localización.
Los restos del sepulcro se encuentran en la Colegiata de
San Miguel, de la localidad palentina de Ampudia (planta∗
en la figura 1-5). Concretamente las distintas piezas
aparecen dispersas por la que se conoce como Capilla
del Crucifijo, en el lado de la epístola de la cabecera, la
correspondiente a la nave sur. Los dos yacentes y tres de
las piezas de cornisa se encuentran a los pies del retablo
de esta capilla, y el resto de piezas han sido reutilizadas
en el pretil de la reja del arco abierto para comunicar el
altar mayor y esta capilla.
1.7. Propietario y procedencia.
Los restos del sepulcro pertenecen a la propia Colegiata
de San Miguel de Ampudia, y en consecuencia, al
obispado de Palencia. Probablemente su lugar original
fue el centro de lo que hoy es la cabecera de la iglesia,
pero en cualquier caso se trataba de algún lugar
preferente de esta colegiata.
1.
2.
3.
Capilla del Crucifijo.
Capilla Mayor.
Sacristía.
Marcada en rojo la ubicación de los
restos del sepulcro.
1-5. Planta de Iglesia de San Miguel
1-6
1-7
∗
Planta basada en la que aparece en la publicación de Jesús María Parrado del Olmo: “Ampudia Iglesia de San
Miguel”. Se le ha añadido la sacristía, sin forma ni escala reales, y los accesos a la sacristía: el actual en amarillo y
otros tabicados en la actualidad, representados en verde.
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2. DESCRIPCIÓN DEL OBJETO.
2.1. Descripción de los elementos conservados
Se conservan:
- Los bultos que representan a los yacentes, con sus correspondientes atributos.
- Doce piezas con moldura tallada, correspondientes a la cornisa (las que tienen
inscripción) y a la basa.
- Tres piezas de los lienzos de la cama sepulcral.
Esta sepultura fue desmontada y algunas de sus piezas reutilizadas, recolocando las
estatuas tumulares en la capilla mayor junto a la reja abierta en su muro sur, con lo que pasó a
ser una suerte de cenotafio, puesto que ya no tenía nada que ver el monumento con el
auténtico enterramiento. Este traslado se debió hacer como tarde en el siglo XVII, cuando se
reforma la cabecera de la iglesia y fundamentalmente la capilla del Cristo. El resto de piezas se
reutilizaron para construir el pretil de una reja de madera que separa el presbiterio de la capilla
del Cristo. Debido a la diferencia de cota entre estos dos espacios las piezas reutilizadas están
en contacto directo con el material de relleno sobre el que se levanta el presbiterio, lo que
implica un grave problema por aportes de humedad.
A la vista de estos restos se puede afirmar que el original era un sepulcro en forma de
cama exenta, con las caras en vertical y decoradas en sus testeros con escudos portados por
salvajes. Dependiendo del ancho resultante del estudio de las piezas de cornisa se podrá
determinar si en los testeros se veían sólo las piezas de los escudos o si éstas quedaban
enmarcadas por el canto de las piezas laterales, como se representa en la hipótesis de
reconstrucción propuesta bajo estas líneas.
Hipótesis de reconstrucción del sepulcro. Denominación aplicada a sus distintos elementos.
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2.1.1. Representación de Don Pedro García de Herrera.
El atuendo en la representación de un difunto es testimonio de la categoría y estamento
social a que pertenece. En este caso la armadura testimonia no sólo la condición militar de Don
Pedro (mariscal de Castilla), además tiene una dimensión moral al referirse a la guerra de la
reconquista defendiendo y expandiendo el ideal cristiano (reconquistó Jimena de la Frontera en
Cádiz).
Aparece vestido con armadura y capa. La cabeza cubierta con gorro (la celada está a
los pies custodiada por el paje). Lleva coraza con rastrera para la lanza y faldaje compuesto
por faldón de placas articuladas y volante de malla. Guardabrazos con codales y sin
guanteletes. En el fragmento de la pierna que se conserva lleva protección completa
compuesta por quijotes, rodillera y greba.
Sujeta la espada, cuya empuñadura representa una cruz, con la mano derecha,
mientras que la mano izquierda, que se ha perdido, quedaba extendida sobre el pecho, en
ademán de oración y recogimiento.
A sus pies, y a una escala mucho menor, se representa a un paje que se lleva la mano
a la cabeza, en gesto de melancólica tristeza. Aparece apoyado sobre una celada, o casco, sin
visera, y en la mano derecha sujeta un libro (es de suponer que se trata de un libro de
oraciones) guardado en una bolsa.
2.1.2. Representación de Doña María de Ayala.
La figura aparece con la cabeza cubierta y vestidura talar (acorde con el recato que
exige el lugar) que entreabierta por delante deja ver vestidos más ricos, símbolo de la posición
social de la dama.
Sujeta con ambas manos y en actitud de sereno descanso, un libro de oraciones
semienvuelto en un pañuelo.
A sus pies se representa una dueña y un perro de lanas, a una escala mucho menor,
sobre todo en el caso de la dueña, igual que el paje correspondiente a la figura de D. Pedro. La
dueña aparece con las manos en oración, representando la perpetua oración por el alma de los
yacentes. El perro de lanas simboliza la fidelidad.
Así la dama aparece representada en posesión de dos virtudes fundamentales en la
concepción de lo femenino en el momento de la ejecución de estos sepulcros: la piedad
representada por el gesto y el libro de oraciones en sus manos, y la honestidad evidenciada
por el recato en la indumentaria y el perro fiel colocado a sus pies.
La falta de acabado de una parte del lateral derecho de la figura de Doña María, parece
indicar que su figura quedaba a la izquierda de la del marido, que cubriría este hueco con su
brazo izquierdo. Esta disposición es contraria a algunas costumbres que colocaban al hombre
en un lado preeminente desde el punto de vista litúrgico, que en este caso sería el del
evangelio, es decir, el hombre a la izquierda y la mujer a la derecha. No obstante es muy
común que por un criterio igualmente de superioridad, el hombre aparezca representado a la
derecha y la mujer a la izquierda.
2.1.3. Escudos.
Los escudos aparecen portados por salvajes haciendo las veces de tenantes. Éstos
son un elemento muy característico del siglo XV.
Habitualmente los escudos de las mujeres, como ocurre con los de los miembros del
clero, no suelen presentar tenantes (a excepción del empleo de ángeles como sostenes del
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escudo). En este caso el escudo de Doña María de Ayala Sarmiento, en el que aparecen dos
lobos sobre fondo liso y bordura con ocho aspas, es portado por dos salvajes, que en este caso
son mujeres.
El escudo de Don Pedro García de Herrera presenta dos calderos sobre fondo liso y
bordura con el mismo tipo de calderos. Este escudo aparece representado en tres ocasiones,
una en una pieza del lienzo de idéntico tamaño que el del escudo de Doña María, y otras dos
en una misma pieza de lienzo que es exactamente el doble de ancho que la anterior. En todos
los casos el escudo es portado por una pareja de salvajes. Cada pareja aparece ataviada de
forma similar, y diferenciada de las otras parejas: en la pieza que tiene dos escudos, en un
caso los dos tenantes están semicubiertos por una capa, y en el otro aparecen desnudos y
armados con mazas y escudos decorados con máscara; en el caso de la pieza de lienzo en
que aparece un solo escudo los salvajes llevan coraza y casco, y las salvajes van desnudas y
semicubiertas con un velo.
2.1.4. Piezas de moldura.
Se conservan un total de 12 piezas con la misma moldura tallada, una sucesión de
formas cóncavas y convexas que rematan en un filete en su parte más externa. Se pueden
agrupar en dos tipos:
-
Seis tienen inscripción, o restos de ella, en la cara superior, realizada en letra gótica
grabada en la piedra y estucada en negro. Dos de las piezas que conservan inscripción
están debajo de los bultos, por lo que no es posible en este momento documentar el
texto.
-
Las otras seis tienen la moldura de la cara superior lisa.
La suma de los distintos tramos de moldura que se pueden ver en la actualidad es de
781 cm., de los que 428 corresponden a piezas con inscripción y 353 cm. a piezas lisas. Si
consideramos que el perímetro del bulto, juntando las dos esculturas, es de 369 cm., se puede
deducir que las piezas con restos de inscripción corresponden a la cornisa de la cama de la
sepultura, mientras que las piezas lisas son las basas de esa cama.
Las dimensiones reales de la cornisa no se podrán establecer hasta que se desmonten
todas las piezas y, una vez limpias, se compruebe si hay restos de la moldura en las caras no
vistas en la actualidad, ya que no se han podido identificar tres de las piezas que formaron las
esquinas, la única que se conserva a la vista sirve de apoyo a piezas del bulto de Don Pedro
(la M-11). También una correcta limpieza permitirá determinar si la pieza M-2 (de 58 cm. de
largo) tiene restos de inscripción, como parece ser en un principio, o por el contrario las marcas
que conserva no son originales, con lo que se la podría considerar una pieza de la basa y no
de cornisa.
Las piezas reaprovechadas en el pretil han sido talladas en el lado que da al
presbiterio. En la mitad más próxima a la cabecera se intenta reproducir la moldura original,
mientras que en la otra mitad apenas se talló un plano inclinado, ya que estas piezas quedaban
semiocultas por las figuras de los yacentes, que estuvieron colocadas en el suelo del
presbiterio, junto a este lado de la reja.
2.1.5. Otras piezas.
Para apoyar las piezas de los bultos de Don Pedro y Doña María se han empleado
algunos elementos que no tienen nada que ver con el sepulcro. La pieza más destacable es la
que soporta la parte inferior de la figura de Doña María, profusamente labrada y que debió
formar parte de la basa o capitel de una pilastra, no teniendo nada que ver en época ni estilo
con el sepulcro. Estas piezas se podrán depositar en alguna de las estancias que hay en los
pies de la iglesia.
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2.2. Documentación histórica de la Iglesia*.
La razón de ser de este sepulcro está vinculada a la importancia política de D. Pedro
García de Herrera, a quien se hace donación de las villas de Ampudia y Villacidaler en carta de
privilegio otorgada en Segovia el 14 de Septiembre de 1419 por parte del rey Juan II,
vinculando de forma estable el señorío a esta familia. Pedro García de Herrera casó con María
de Ayala. La iglesia de San Miguel gozó de la protección y patronazgo de D. Pedro García de
Herrera y Rojas y su mujer, Dnª María de Ayala, representados en el sepulcro objeto del
presente estudio.
La iglesia de San Miguel pasa a ser Colegiata en 1608, por intercesión del Duque de
Lerma, protagonista de la vida en Ampudia y señor de su castillo desde 1597, al agotarse la
línea primogénita de los Ayala. Es una iglesia de tres naves con capilla mayor octogonal. La
cabecera tiene nervios radiales que apoyan una plementería adaptada a la forma octogonal. Su
plan central podía indicar la idea de un primer destino funerario de la misma. La bóveda de la
nave del evangelio y la de la capilla mayor se reconstruyeron a partir del hundimiento ocurrido
en 1954.
La parte más antigua de la iglesia parece ser la capilla mayor, cuyo sistema de
ventanales y el molduraje de apoyos y nervios la permiten fechar entorno al tercer cuarto del
siglo XV.
En el lado de la epístola de la capilla mayor, se encuentra la Capilla del Crucifijo,
cubierta con cúpula. Ya existiría desde el primer momento de la construcción de la iglesia, pues
se accede a ella a través de arcos apuntados desde la iglesia y desde la nave lateral. En el
siglo XVII se llevan a cabo importantes obras en esta zona de la iglesia. Así en 1635 a 1638,
aparecen interviniendo en la capilla del Cristo el cantero Simón de la Maza y el carpintero
Pedro de Tovar. En 1656 se paga otra importante cantidad al maestro de obras Francisco
Tejerina “por quenta de la que hizo en la capilla del Santo Cristo de la Colegial”. Si se tiene en
cuenta que en 1660 se entrega al tesorero una importante cantidad de dinero”para la obra de la
iglesia”, es posible admitir que la actual Capilla del Cristo date de esos momentos. En esta
Capilla se encuentran los restos de de los sepulcros de los Herrera y Ayala. Ya Cuadrado los
describe arrimados a los lados de la capilla mayor con poco esmero, pues un tabique cargaba
sobre el bulto del caballero.
Hasta aquí los datos extraídos de la publicación de D. Jesús María Parrado del Olmo.
Conviene añadir una serie de datos y consideraciones que afectan a las piezas del sepulcro.
Podemos suponer que el desmantelamiento de la sepultura se realizó en el siglo XVII,
teniendo en cuenta que es entonces cuando la acción protectora sobre la iglesia, y su
conversión en Colegiata recae sobre el Duque de Lerma, y ya no sobre los Herrera y Ayala. Es
probable que las obras realizadas entre los años 1635-38 y entorno a 1656 en la capilla del
Cristo sean las de la apertura del arco que comunica la capilla central con la de la epístola. En
estas obras se construye la reja de madera que separa ambos espacios, para lo cual se
levanta un pretil reaprovechando las piezas que previamente se habían desmontado del
sepulcro. Este sepulcro dejaría de ocupar la zona preferente en la capilla mayor, quedando
como testimonio del mismo las esculturas de D. Pedro García de Herrera y Dñª. María de Ayala
pegadas a uno de los muros laterales del presbiterio.
Según testimonio directo del actual sacristán de San Miguel, los dos bultos de los
yacentes y las piezas de cornisa sobre las que apoyan se trasladaron a su actual ubicación en
1954 o 55, al final de la obra realizada tras el hundimiento de las bóvedas ya referido.
Anteriormente estaban en el presbiterio, pegadas a la reja que separa la capilla central de la de
la epístola, y aproximadamente a la altura de las piezas con escudos que aparecen en el pretil
del lado de la capilla del Cristo. La poca altura a que se encontraban permitía a los monaguillos
sentarse sobre las esculturas durante las celebraciones.
*
La mayor parte de los datos que se aportan en este punto han sido extractados de la obra de Jesús María Parrado del
Olmo: “AMPUDIA. IGLESIA DE SAN MIGUEL”. Editado por la Excma. Diputación de Palencia, dentro de la colección
“Raíces palentinas”.
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La reja de madera tenía dos barrotes más, permitiendo el paso por una puerta. Tanto la
puerta como esos dos barrotes han sido eliminados, lo que ha dejado algunas huellas de corte
sobre las piezas del sepulcro reaprovechadas en el pretil.
Como consta en una inscripción de la propia capilla del Cristo (ft 2-2), se doró su
retablo y pintó la capilla en 1703. Es probable que en esa fecha se decoraran también las
piezas del lienzo del sepulcro en que figuran los escudos de los yacentes, aplicándoles un yeso
sobre el que se fingiera algún tipo de piedra de zócalo acorde con los restos que se conservan
en la base del retablo. Los restos que quedaran de esa decoración han sido eliminados
mediante cepillado, quedando escasos restos de yeso. En algún otro momento se aplicó sobre
estas piezas de pretil un color rojo, tipo almagre, característico del repintado de iglesias a la
altura de los zócalos.
En los años 2001-2002 se picaron los yesos que había en los muros de la capilla del
Cristo, rejuntándose sus fábricas con el mortero que actualmente se ve, y que aparece
ocasionalmente entre las piezas del pretil. No hay constancia cierta de que fuera en esa
intervención cuando se cepilló la superficie de las piedras labradas con los salvajes y escudos.
En las trompas de la capilla del Cristo (ft. 2-1) que quedan a ambos lados de la reja se
pueden ver sendos orificios. El de la trompa de la izquierda (ft 2-3), si miramos desde esta
capilla al altar mayor, servía para hacer pasar la cuerda que permitía bajar la lámpara de aceite
que iluminaba la parte delantera de la nave central. Esto no tiene ninguna repercusión en la
conservación de las piezas del sepulcro, al contrario de lo que ocurre con el orificio de la otra
trompa, la de la derecha (ft 2-4). Por el cilindro hueco de hierro que hay en este caso pasaba la
cuerda de la campana que había en una espadaña que se levantaba sobre esta zona hasta los
años 50 del siglo XX, cuando se hundieron algunas de las bóvedas y cubiertas. La cuerda
empleada para tocar esa campana ha dejado profundas huellas en una de las piezas
reaprovechadas de la cornisa del sepulcro.
2-1
2-2
2-3
2-4
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La actual capilla del Cristo, antes de todas las profundas modificaciones que ha sufrido
a lo largo de la historia, funcionaba como una capilla abierta únicamente a la nave de la
epístola, y no como un espacio de paso entre la sacristía y el altar mayor:
-
El arco que comunica el altar mayor, aunque sea apuntado, se ha abierto con
posterioridad a la obra original, probablemente en el XVII.
El acceso a la sacristía se podía hacer por dos huecos hoy cegados parcialmente, los
marcados con las letras A y B en el la planta de la iglesia (figura 2-5). Con posterioridad
se abrió el actual acceso a la sacristía (marcado en amarillo en la planta).
Por todo ello, y en el caso de que el
sepulcro no se encontrase en el centro de la
capilla mayor (ubicación que parece la más
lógica) pudo haber estado en el centro de lo que
ahora es la capilla del Cristo, ya que no era
como ahora un lugar de paso. Además en las
profundas transformaciones que ha sufrido han
podido desaparecer los escudos de los García
Herrera y Ayala, que tampoco aparecen en la
actualidad en la cabecera de la iglesia, que ha
sufrido también distintas reformas.
Recientemente se ha instalado un
sistema de calefacción que utiliza conducciones
de aire enterradas en el suelo de la iglesia.
Estas conducciones parten de la zona de la
sacristía y pasan por la capilla del Cristo.
Concretamente se ha abierto una zanja de 1 m
de ancho que, saliendo de la puerta de la
sacristía tiene un recorrido de 4,4 m en paralelo
al escalón de piedra donde empieza el piso en
que apoya el retablo, hay una distancia de 0,95
m entre este escalón y el borde más próximo de
la zanja. Luego forma un ángulo recto en
2-5
dirección a la nave, saliendo de capilla. Este
dato se debe tener en cuenta a la hora de
recolocar el sepulcro, que necesitará una losa
de asiento que evite deficiencias en el asiento de sus piezas por las irregularidades del piso.
2.3. Datos de los titulares del sepulcro.
D. Pedro García de Herrera fue Señor de Ampudia, Mariscal de Castilla, Merino Mayor
de Guipúzcoa y Consejero del rey de Castilla. Recibió la Villa de Ampudia de su tío D. Sancho
de Rojas, Obispo de Palencia, consiguiendo del rey Juan II carta de privilegio (otorgada en
Segovia el 14 de Septiembre de 1419) para instituir el mayorazgo de Ampudia y Villacidaler.
Entre sus hechos más destacados figura la reconquista definitiva de Jimena de la Frontera
(Cádiz) el 11 de Marzo de 1431. Casó con Dñª María de Ayala y Sarmiento, Señora de la Casa
de Ayala y del Valle de Ayala.
2.4. El concepto de monumento funerario.
Se recogen a continuación una serie de conceptos a tener en cuenta a la hora de
comprender la concepción y construcción de los monumentos sepulcrales. Este punto se
considera importante para el trabajo de restauración a realizar, ya que hay que recuperar la
sepultura partiendo de los elementos originales diseminados por la Capilla del Cristo y
establecer una nueva ubicación para la misma, todo ello dentro de unos parámetros coherentes
con la posible concepción original de la obra. Se insiste especialmente en una extensa
referencia las características generales y términos más comunes en los epitafios, pues la
recolocación correcta de las piezas que contienen el de este sepulcro será uno de los trabajos
de más difícil definición, por la pérdida o deterioro de muchos de sus caracteres. Estos
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conceptos y datos han sido extraídos de la obra de Dñª María José Redondo Cantera “El
sepulcro en España en el siglo XVI: tipología e iconografía”∗, aprovechando las referencias que
en dicha obra se hacen a épocas anteriores al XVI.
2.4.1. La colocación del sepulcro.
“Ante la acumulación de sepulturas en el interior del templo, se hizo necesario establecer
una serie de principios para la distribución de los lugares que debían ocupar los enterramientos
de los miembros de los distintos estamentos, prolongando de este modo la estratificación de la
sociedad más allá de la muerte. Los emplazamientos de mayor privilegio se reservaron para los
miembros del alto clero, los fundadores del templo que habían costeado su construcción o
aquellos cristianos que se hubieran distinguido por su piedad. Así lo formulaba Guillermo
Durando en su Racional: «Realmente no todos deben enterrarse indistintamente dentro de la
iglesia... así pues, en la iglesia o cerca del altar, donde se consagra el Cuerpo y la Sangre del
Señor, no debe enterrarse ningún otro cuerpo sino los de los santos padres (llamados
patronos, esto es, los defensores que con sus merecimientos defienden a toda la patria), los
obispos, los abades, los presbíteros dignos y los laicos que se han destacado por su alto grado
de santidad». La razón de este reparto del recinto sagrado no era sólo la plasmación de un
orden social y temporal dentro de un ámbito espiritual, sino también el reflejo de una profunda
preocupación escatológica, pues se tenía la creencia de que si las oraciones aplicadas por la
salvación de los difuntos se recitaban en la proximidad de los restos de los santos, las
plegarias aumentaban en eficacia. Así lo expresaron San Agustín y su contemporáneo Máximo
de Turín. La afirmación del santo de Hipona fue recogida en el siglo XIII por el liturgista
Guillermo Durando. Según estos autores, los mártires protegen e interceden por aquellos que
han sido enterrados en la proximidad de sus restos.”
“Tal creencia fue criticada en los círculos humanistas. En el siglo XVI los concilios de la
Contrarreforma se hicieron eco de este espíritu y denunciaron el abuso al que se había llegado
en este punto, ya que la concesión de un lugar privilegiado para la colocación de una sepultura
se había guiado simplemente por criterios de orden social o económico, sin tener en cuenta la
santidad o los méritos del difunto. Así, el concilio de Rouen de 1581 sólo contemplaba tres
grupos de fieles a los que se podía conceder el honor de recibir sepultura en el interior del
templo: los eclesiásticos, por ser su cuerpo templo del Espíritu Santo; los que habían recibido
dignidades espirituales o temporales, por ser instrumentos del Espíritu Santo, o aquellos que se
habían distinguido por su servicio a Dios o a sus semejantes”
“El mayor privilegio que podía alcanzarse en cuanto al emplazamiento del sepulcro era su
colocación en el centro de la capilla mayor. En el caso de que se obtuviera la debida
autorización, no era posible colocar allí más de un sepulcro exento. El medio más dispendioso
de conseguir esta localización privilegiada era la fundación y consiguiente financiación de la
construcción de un convento o templo. La reserva de la capilla mayor para la colocación de los
sepulcros de los fundadores solía ser una de las condiciones establecidas entre las cláusulas
de la dotación. Entre las prerrogativas del fundador figuraba también la de decidir qué clase de
sepulcros se podrían colocar además del suyo, o incluso, la de prohibir la instalación de
cualquier tipo de monumento funerario en el interior del templo. “
“El patronato, según se definía ya en las Partidas, consistía en un derecho honorífico que
disfrutaba una persona en alguna iglesia por haberla construido, fundado o dotado, con
consentimiento del obispo o por haberlo recibido en herencia de sus antepasados, y en virtud
del cual podía, entre otros privilegios, colocar su sepulcro en ella, a cambio de una serie de
deberes económicos.”
“Como ya se ha dicho, la capilla mayor era el lugar de mayor categoría a la hora de recibir
sepultura en un templo. Por ello el emplazamiento de un sepulcro en su centro o en sus muros
era un privilegio que se reservaban los fundadores o benefactores del templo, aunque también
éstos podían ceder el lugar a sus padres en señal de respeto.”
“En la capilla mayor o en cualquier otra capilla, el muro del lado del Evangelio goza de
mayor categoría que el de la Epístola.”
∗
Redondo Cantera, María José: “El sepulcro en España en el siglo XVI”. Ed. Ministerio de Cultura. Dirección General
de Bellas Artes y Archivos. Madrid-1987.
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2.4.2. Desplazamiento de sepulcros en siglos posteriores.
“Frente al auge que durante el siglo XVI conocen las pompas fúnebres, que se
desarrollarán con mayor artificiosidad aún en el siglo XVII, se comienza a registrar un cierto
menosprecio por la escultura funeraria, que en algunos casos ve menguada su importancia
dentro del espacio interior del templo. Hay constancia de que algunas comunidades
conventuales desplazaron ciertos sepulcros de su localización original para instalarlos en
lugares de menor importancia, con objeto de proporcionar una mayor amplitud al espacio
dedicado al culto.”
“A fines de siglo (XVI), sin embargo, la jerarquía eclesiástica se mostró contraria a la
elevación de monumentos sepulcrales en el interior de los templos, por el embarazo e
incomodidad que suponían para el culto. En este sentido destacan, por ejemplo, las
Constituciones Sinodales dadas por el obispo de Pamplona en 1590, en las que se ordenaba
que no se elevaran monumentos funerarios y que se quitaran los que ya había.
Consecuencia de este espíritu fue el traslado del sepulcro del infante don Sancho
desde el centro de la capilla mayor a uno de sus muros en la iglesia de Santa María de
Ledesma (Salamanca) en 1585. En esta línea actuó también el convento de Santa Paula de
Sevilla, cuando en 1592 reformó la capilla mayor de su iglesia e instaló en sendos arcos
sepulcrales, abiertos en los muros del presbiterio, las figuras funerarias de los marqueses de
Montemayor, que hasta entonces se encontraban en el centro de la capilla.
Tal tendencia fue consecuencia del espíritu emanado del concilio de Trento, que
intentaba revalorizar el culto divino y contener lo que se juzgaban excesos en la glorificación
del individuo dentro del recinto sagrado a través del monumento funerario.”
2.4.3. Elementos del sepulcro.
“En un sepulcro exento con figura yacente se distinguen dos elementos fundamentales:
la cama o núcleo en forma de paralelepípedo rectangular y el bulto o representación del
difunto.La cama puede estar decorada por figuras o esculturas de santos o alegorías (...) Los
lados de mayor longitud de la cama se denominan costados, largos o lados. Las partes más
estrechas correspondientes a la cabecera y pies, se llaman testeros, (...) Todo el monumento
puede levantarse sobre el pavimento gracias a una grada, plinto, baseta o faja. Sobre ella o
directamente sobre el suelo, se dispone el embasamento o basa, (...) Por encima el lienzo de
en medio, en costados y testeros, (...) Por encima de los lienzos se disponen una serie de
molduras que sobresalen y sirven de límite superior al bloque formado por la cama. Este
conjunto de molduras recibe varios nombres: cornisa, por sobresalir con respecto a los lienzos,
guardapolvo, por proger las partes situadas por debajo; sotabasa y contrabasa, por
corresponderse en colocación y forma con la basa; o entablamento por ser un elemento
horizontal, corrido y que se se halla en la parte superior de la cama. Este entablamento se
puede terminar por arriba en una nacela que rrecorra el perímetro de la cama, un desván,
donde se inscribe el epitafio. El plano horizontal donde descansa el yacente se llama lecho,
aunque también se encuentra a menudo la palabra cama aplicada al mismo tiempo al bloque y
a esta superficie.”
2.4.4. La representación de los yacentes.
“Cuando tienen lugar en los siglos XI y XII los primeros intentos de representar sobre la
lápida al difunto como yacente, se carece de una tradición anterior. Se acude entonces al
modelo que proporcionaban las losas musivarias norteafricanas, que se traducen a un lenguaje
escultórico. Gradualmente, el relieve adquiere un mayor volumen hasta que la figura llega a
independizarse de la lápida. A su vez, ésta se transforma en un monumento funerario
tridimensional de diversas formas: cama, mesa, etc. De este origen lapidario arranca
precisamente la contradicción que caracteriza a muchas de las figuras sepulcrales yacentes.
Esta antinomia, que está presente desde el principio en el yacente cristiano y se prolonga hasta
los siglos XV y XVI, ya se encontraba siglos atrás en los sarcófagos púnicos: el difunto, tendido
sobre una superficie horizontal (ya sea el lecho o el plano superior del sarcófago), está
concebido y figurado como si estuviera de pie, tal como se le representaba en las lápidas
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norteafricanas. Aunque se introducen cojines bajo su cabeza como si estuviera tumbado, los
pliegues descienden más o menos verticalmente hacia los pies, sin tener en cuenta la
orientación diferente que tendrían los paños en una figura tendida. En íntima conexión con este
problema se halla la disyuntiva de representar al yacente con los ojos abiertos o cerrados, es
decir, en posesión de una capacidad de vida y de actividad, o bien gozando del reposo eterno.
Sobre este último punto se ha establecido un principio generalizador que atribuye a los
sepulcros italianos la utilización de una figura yacente de ojos cerrados, inmóvil e insensible,
enfrentándolos a los realizados en los países trasalpinos, donde se prefiere abrir los ojos de los
yacentes, dotándoles de vida y expresión. En relación con este punto se encuentra también la
forma en que los diversos atributos u objetos son portados por el yacente; si éste es
representado como difunto, no puede sujetarlos de una forma activa con sus manos, sino que
se tiene que dar la impresión de que están depositados sobre él y de que permanecen en su
lugar únicamente por su propio peso, pero, de hecho, pocas veces se respetan estos principios
y hay yacentes con los ojos cerrados que sostienen activamente los objetos que portan.”
“De ordinario se representa al difunto (...) en una edad ideal como se le figuraba en la
Edad Media, de acuerdo con la creencia de que el hombre resucitará con los años que tenía
Cristo al morir.”
“Para el buen cristiano, como se deja bien patente en las inscripciones sepulcrales, la
muerte no es un acontecimiento trágico, sino el paso a la verdadera vida, a la vida eterna, por
lo que rechaza toda representación patética de aquélla sobre el monumento sepulcral. La
impasibilidad del rostro es, pues, norma general.
Para la distribución de las diversas estatuas sepulcrales se siguen unas normas,
basadas en la supremacía del sexo masculino sobre el femenino. Cuando se trata de un
matrimonio yacente incluido en un arcosolio, se coloca a la mujer en el interior del nicho,
dejando al marido en la parte exterior. La misma distribución de lugares se observa también
cuando la pareja está formada por una madre y un hijo. La excepción que se registra en el sepulcro de Juan Ramón Folch de Cardona y Francisca Manríquez de Lara (...) se explica por la
colocación de las figuras en un plano inclinado, de manera que el varón aparece en un nivel
superior al de la mujer. La usual vinculación de la representación sepulcral masculina al lado
del Evangelio, por su mayor categoría frente al de la Epístola, reservado para la femenina,
cuando se trata de la distribución de los lugares destinados a albergar los sepulcros de un
caballero y una dama a los lados de un retablo, o altar, no siempre se respeta cuando el
matrimonio yace junto en un sepulcro situado en el centro de la capilla. Si por razones de
jerarquía el varón debiera ocupar el costado de la izquierda, correspondiente al Evangelio, son
numerosos los casos en que sucede lo contrario. (...). Pero el resto de los sepulcros dobles de
matrimonios con esta misma distribución no se puede justificar a partir de una imitación del
modelo real, sino que responderían probablemente a una costumbre por la cual el marido se
coloca a la derecha de su esposa.”
2.4.5. La disposición de las manos.
“(...) Otros modos de disponer las manos no indican oración, sino sereno descanso,
como la colocación de una mano sobre el pecho, en un gesto que puede ser interpretado como
ademán de oración, recogimiento o, simplemente, elegancia, y que aparece especialmente en
figuras de prelados, pero también en las de caballeros y en las de damas. Otros se llevan la
mano a la cabeza o a la mejilla, en un gesto de melancólica tristeza que se repite en las
figuritas de pajes y dueñas que se sitúan a los pies del difunto.”
“Relacionado con la Cruz por su forma se halla el puño de la espada que algunos
caballeros yacentes colocan sobre su cuerpo, sujetándolo con ambas manos juntas o bien con
una mano en éste y otra más abajo, cogiendo el filo; ... En otras ocasiones la espada está
sobre el caballero y es sostenida sólo con una mano, dejando reposar la otra a lo largo del
cuerpo. Si la espada se encuentra a un lado del cuerpo del yacente, la otra mano se lleva al
pecho.”
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2.4.6. La indumentaria.
“A los caballeros se les representaba armados de punta en blanco, esto es, con
armadura o arnés, con su peto, espaldar y escarcelas en el cuerpo, grebas en las piernas,
espuelas en los pies, manoplas en las manos, y celada, elmete o yelmo para la cabeza, que se
puede adornar con penacho, además del estoque o espada en las manos. Por encima del
arnés se puede llevar una cota o un sayo y una capa o un manto. Para la cabeza se puede
sustituir el yelmo por una gorra. Los caballeros que pertenecían a una orden militar llevaban el
hábito y los emblemas correspondientes: Santiago, Alcántara o Calatrava.”
“Pero, además, la representación del fiel cristiano revestido de su armadura y en
posesión de las armas tiene un contenido religioso. Se trata de la encarnación del Miles Christi,
paradigma de la vida cristiana entendida como una lucha permanente contra el demonio.”
“... la indumentaria femenina ofrece menos variantes que la masculina. Las damas
aparecen vestidas con saya o hábito, propio este último de las viudas por ser vestido de luto, y
se cubren con un manto por encima de los hombros y a veces también, de la cabeza. (...) La
honestidad y el recato de la dama en su existencia terrena y especialmente en el recinto
sagrado a través de su estatua sepulcral se procuraron, sin embargo, armonizar con la riqueza
de la indumentaria propia del estamento del que formó parte en vida.”
2.4.7. La heráldica.
“En los sepulcros exentos, armas y epitafio se solían colocar en los testeros de la cama
sepulcral”
2.4.8. Los Salvajes.
“El tema del salvaje, hombre cubierto de pelo de pies a cabeza, que conoce su
esplendor en el siglo XV y su máxima difusión en el último tercio de éste, está presente aún en
algunos sepulcros del siglo XVI.
Los ejemplos que poseemos de salvajes se encuentran en sepulcros labrados en estilo
gótico o son obra de escultores renacentistas formados en los últimos años del gótico.
El salvaje, tema acorde con el gusto por lo exótico del gótico tardío, se utiliza la mayor parte de
las veces como tenante de escudo. De esta forma se encuentra en la escultura funeraria
española. Se piensa que el origen del salvaje como tenante de emblemas heráldicos se halla
en la costumbre de disfrazar de tal modo a los sirvientes a la entrada de las puertas de los
palacios con motivo de la celebración de las fiestas cortesanas. Del mismo modo, se adjudica
la función de guardianes y de elemento heráldico a los salvajes de la fachada del colegio de
San Gregorio de Valladolid.”
“Dentro del tipo de salvaje se incluirían también dos figuras de aspecto extraño,
vestidos con unas faldillas y armados con unas mazas y escudos, (...)”
2.4.9. Pajes y doncellas.
“Cuando la representación del difunto es yacente, el servidor correspondiente, siempre
de su mismo sexo, se coloca a sus pies. Esculpido en muy diversa escala, pero generalmente
menor a la de su amo adopta diversas posturas: se sienta, se arrodilla, lee un libro de
oraciones, porta algún objeto del señor (yelmo, guantes, sombrero), duerme al igual que su
amo, se lleva la mano a la mejilla en un gesto de tristeza,...”
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2.4.10. El perro.
“El perro, figurado aún con mayor frecuencia que el león (...), ocupa dos de los lugares
donde también aparece éste, en la grada de la cama sepulcral y a los pies del difunto. En este
último emplazamiento se desenvuelve con mayor libertad que el león. Si éste ofrecía su
espalda para ser hollada por los pies del difunto, el perro puede situarse no sólo bajo los pies,
sino también al lado de las piernas del yacente e incluso acurrucado entre los pliegues del
vestido de su dueña.
Por otra parte, el perro parece indicar una relación con la existencia cotidiana del
difunto, frente al carácter casi fantástico del león.
El motivo del perro que acompaña a su dueño después de la muerte fue utilizado ya por
griegos y romanos. Los perros aparecen en las estelas griegas y en la escultura funeraria
romana, el perro se asocia a los yacentes; sobre muchos sarcófagos romanos, los perros
favoritos acompañan a las representaciones tendidas de sus amos. El tema continúa durante la
Edad Media, aunque tratado con una mayor rigidez, y resurge con una mayor naturalidad en el
Renacimiento.
Si el león puede tener una pluralidad de significados cuando se halla a los pies del
difunto, según la condición, estado o estamento de éste, el perro, por el contrario, sólo aporta
un simbolismo fundamental: el de la fidelidad, del caballero hacia su rey o de la esposa a su
marido. El tipo de perro figurado está en consonancia con el personaje al que acompaña. Si se
trata de un caballero, se elegirá un perro de caza por ser este pasatiempo privilegio de la
nobleza y ejercicio preparatorio para la guerra; por su parte, una dama llevará a sus pies un
perrillo de lanas, con el que pudo jugar durante su existencia terrena. (...)
Entre los numerosos significados que atribuye Piero Valeriano al perro en sus Jeroglíficos hay
uno que también puede ser relacionado con el simbolismo sepulcral: el de la memoria o
recuerdo del pasado, intención que persigue y función que cumple el sepulcro, que mantiene
vivo a través de los siglos el recuerdo del difunto.”
2.4.11. El epitafio, técnica de ejecución.
“También interesa el aspecto formal de la inscripción. En el contrato se especifica cómo
se ha de escribir el texto en el sepulcro. Lo más frecuente es que se graben en la piedra los
caracteres del epitafio: «letras gravadas», «cavadas», o «cortado en hondo». Para facilitar la
lectura, el artista también se obliga a cubrir los huecos con betún o a dejarlo «dado de negro»
(...), los caracteres de las inscripciones generalmente se graban en la piedra, aunque no falta
algún ejemplo en que se pintan simplemente. Sin embargo, ambos procedimientos no se
excluyen mutuamente y en algún caso una parte está grabada y otra sólo pintada, lo que
significaría que la segunda se ha añadido posteriormente También son frecuentes los dos
procedimientos consecutivos con objeto de facilitar la lectura, como ya se ha indicado
anteriormente. Pero no sólo se pintan los caracteres de negro o se rellenan con betún o con
estuco negro...”
2.4.12. Partes del epitafio.
2.4.12.1. “Comienzo:
a) Dedicación. -El carácter sagrado que se otorga a la sepultura aparece a veces
expresado mediante ciertas fórmulas que se colocan al principio de la inscripción y separadas
del texto que constituye el epitafio, reservándolas generalmente la primera línea, que es
ocupada exclusivamente por ella. Es una pervivencia de la dedicación a los Dioses Manes o a
otros dioses, fundamentalmente a Júpiter con la que daban comienzo las inscripciones
sepulcrales romanas. La fórmula más frecuente es D(eo) 0(ptirno) M(aximo), a la que puede
añadirse S(acrum). Se encuentran también otras variantes, sustituyendo a Dios por Cristo:
Christo Maximo Sacrum, C(hristus) O(ptimus) M(aximus), o Inmortafi Christo Sacrum. En
alguna ocasión aparece el anagrama IHS o su desarrollo IHESUS.
b) Permanencia en el sepulcro.-A continuación suele ir el nombre del difunto, precedido
por algunas palabras que indican la posesión, la sepultura o el descanso en el sepulcro del
personaje en cuestión. Las inscripciones más simples carecen de esta fórmula y en ellas se lee
simplemente el nombre del difunto, que puede estar precedido por un «de», «es de»,
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«Sepultura de», «sepulcro de» o simplemente «S. de». Esta simplicidad suele ir asociada a una
escasa calidad artística del sepulcro y se registra preferentemente en Galicia y Extremadura.
También expresan la posesión fórmulas como «este enterramiento es de», «esta sepultura es
de» o «esta es la sepultura de».
La fórmula más frecuente para expresar la permanencia en el sepulcro son el
castellano «Aqui yace» o el equivalente latino «Hic iacet» al que le pueden seguir las palabras
«sepultado», «el cuerpo de» , «la buena memoria de», Puede cambiarse el verbo «yacer» por
«estar», «reposar» y el latino «requiescit». Los dos últimos son una clara pervivencia de las
inscripciones sepulcrales romanas, donde se utilizaba esta fórmula del descanso al principio o
al final de los epitafios, como consecuencia de la preocupación que se sentía en época clásica
por el reposo de los muertos y como expresión del deseo de que descansaran en sus tumbas y
no volvieran al mundo de los vivos, aterrorizándolos con sus apariciones. El adverbio de lugar
«aquí» también ser reemplazado por el latino «ecce», o por una referencia al monumento,
como «in hoc tumulo», o «en este arco».
Asimismo se indica que el difunto está enterrado en la parte inferior del sepulcro: «Esta
sepultura de abaxo» «Al pie de este sepulcro», «Debajo de esta altura», y se alude al carácter
de depósito que tiene el sepulcro: «hoc tegitur lapide».”
2.4.12.2. “Nombre e identificación del difunto.
La inscripción sepulcral, que tiene como finalidad la identificación del personaje
enterrado y el ensalzamiento de memoria de éste, utiliza una serie de recursos para conseguir
este último objetivo: el epíteto que acompaña al nombre, la indicación de su pertenencia a un
determinado estamento, generalmente privilegiado, la enumeración de los cargos, dignidades y
honores de que disfrutó y el relato de la forma en que transcurrió su existencia, durante la cual
se destacó en el ejercicio de las virtudes.
Del mismo modo que la elegía funeral en la literatura, el tono de las inscripciones en su
referencia al difunto es, pues, frecuentemente laudatorio, situando a aquél por encima de sus
semejantes e intentando prolongar tras la muerte la elevada consideración de que gozaba en
vida entre la sociedad. Indudablemente también hay casos, los menos frecuentes, en que no se
pretende alcanzar este objetivo de una forma tan clara, pero es evidente que siempre hay un
deseo de destacarse sobre el resto de los mortales y de que perdure su nombre en la
posteridad.
Tras las fórmulas con las que da comienzo la inscripción y que han sido vistas
anteriormente, se escribe el nombre del difunto, que puede ir precedido de epítetos y
sustantivos indicadores de su categoría social o condición moral.
a) Epítetos.-Son muy variados y de aparición irregular. Muchas veces están asociados
a la categoría social del difunto. El que se repite con más frecuencia es «ilustre» con los
superlativos «muy ilustre» e «iIustrísimo». En la misma línea y cuando el brillo de la
personalidad es extraordinario se dice que es «esclarecida», «clarísimo». «Insigne», «muy
alto», «magnífico» y «señalado» responder al mismo deseo de notoriedad. Hay también
epítetos con implicaciones éticas: «buen», «virtuoso»; pero «noble», «honrado» y «honorable»
aluden no tanto a una condición moral como a una apreciación social. El valor es altamente
apreciado, como se refleja a través de «valeroso», «valiente», «esforzado», y su equivalente
latino «strenuus», o «temido y justiciero». La sabiduría forma parte asimismo de los valores
dignos de ser destacados: «sapiens», «discreto». También se alude a la suerte o felicidad:
«aventurado».
Es frecuente la alusión a la religiosidad del difunto: «piadosa», «católicos», «devotos»,
«siervo de Cristo». En ocasiones el uso de los adjetivos está condicionado por razones
protocolarias: a los eclesiásticos se les aplica «venerable» o, más frecuentemente,
«reverendo», que en el caso de cardenales, arzobispos, obispos y abades se transforma en
«reverendísimo», y cuando se pertenece a una familia real, se aplica «serenísimo».
b) Sustantivos. -Tras esta amplia gama de adjetivos y precediendo también al nombre, puede
aún añadirse un sustantivo indicador de la categoría social del difunto: «caballero», «señor», o
simplemente «varón» o «ciudadano».
c) Nombre del difunto y relaciones familiares.-La colocación del nombre y apellido o apellidos
suele ser norma en la inscripción sepulcral, aunque hay algunos casos en que se omite toda
referencia al difunto. Siempre que se menciona a más de una persona se establece con
claridad la relación que existe entre ellos. La más frecuente es el parentesco: esposos, padres
e hijos, sobrinos y tíos, nietos y abuelos.
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d) Filiación, familia y estamento.-Para ayudar a fijar de forma más eficaz la identificación de los
personajes, se alude con frecuencia a los padres, hermanos, e incluso a abuelos y bisabuelos
componiendo en algún caso una auténtica historia familiar, como en el epitafio de Juan García
de Castro [87], donde se deja constancia hasta de ocho generaciones. En los sepulcros de
damas, colocadas o no junto a sus maridos, a menudo se añade, entre los datos familiares, el
nombre del esposo con el que estuvo casada, lo que no es frecuente que ocurra a la inversa.
Igualmente, cuando se trata de un sepulcro doble, en el que reposa el matrimonio y se
identifica al caballero y a la dama, se suele añadir «su mujer» tras el nombre de ésta.
También puede hacerse referencia a los hijos o a la descendencia. (...) En el epitafio de un
personaje, por tanto, pueden incluirse acontecimientos o hechos pertenecientes no sólo a la
vida del difunto, sino también a la de algún familiar.
f) Cargos, honores y dignidades. (...) El haber servido a las órdenes personales del rey, del
Papa o de grandes nobles, se considera, por tanto, mérito digno de figurar entre aquellos datos
que contribuyen a identificar con mayor precisión al personaje y a proporcionar una mayor
gloria a su memoria.
g) Patria, domicilio.-Para situar al personaje en el ámbito especial en el que vivió, se hace
referencia al lugar de su nacimiento o residencia.
h) Datos biográficos personales.- Son muy numerosos los datos que se dan en las
inscripciones sobre la vida de los personajes enterrados. No sólo se da cumplida cuenta del
cargo o cargos que ocuparon en vida, sino que incluso se especifica durante cuánto tiempo se
desempeñó.
i) Testimonios históricos.-A través de los textos de las inscripciones sepulcrales desfilan los
grandes acontecimientos históricos no sólo del siglo XVI, sino también algunos de siglos
anteriores, pues al construirse o rehacerse sepulcros de personajes que vivieron en otro
tiempo, se narran las circunstancias históricas en las que se desenvolvió su existencia. El
hombre de la época se siente orgulloso de participar en la coordenada histórica en la que le ha
correspondido vivir y deja constancia escrita de ello. El tema más frecuente es la guerra contra
los moros por la Reconquista de la península, en la que participaron varias generaciones de
reyes y de caballeros.”
2.4.12.3. “Fallecimiento y seputura.
Son muy variadas las fórmulas utilizadas para expresar el fallecimiento. Las más corrientes son
«falle(s)ció», junto con «murió», su equivalente latino «obiit» y «finó». Las hay simples, como
«difunto», «acabó», «acabó su vida», y algo más complejas, como «dio fin a sus días»,
«fallesció desta presente vida». También se refleja el concepto de muerte como sueño eterno a
través de la fórmula «obdorrnivit». El tránsito se expresa de diversas formas: «traspasó»,
«pasó desta vida» o «pasó desta presente vida», al que se le añade «a la otra», «a la eterna»
o la variante «pasar a mejor vida». Un sentido trágico tiene «malpasaron», «soportaron el día
fatal», «arrebatado por la muerte» o «sucumbió a su destino». Pero son más frecuentes los
términos utilizados para indicar una idea de ascenso o de partida hacia un universo celestial:
«dejo la tierra para ser recibido en el cíelo», «migravit», completado este 'ultimo con «in
coelum», «ad aeterea», «ad dominum», «ad astra», «ab hac luce in a aeternarn», o «partió
desta peregrinación», «su espíritu descansa en los astros», etc. Esta últimas fórmulas son una
pervivencia romana; fueron utilizadas en las incripciones sepulcrales de época clásica como
expresión de la creencia, especialmente difundida por los Neoplatónicos, de que tras la muerte
el alma se elevaba al cielo para vivir allí entre los astros.
En alguna ocasión se omite el fallecimiento y se le sustituye por el entierro: «fueron sepultados
sus huesos».
a) Sepulcro.-Es amplísima la variedad de términos utilizados para referirse al sepulcro,
expresando algunos de ellos conceptos distintos. De acuerdo con la función conmemorativa
que reviste, se le denomina «monumento», pues «mueve a la mente del que lo contempla a
recordar que es ceniza y en ceniza se ha de convertir», según afirma Guillermo de Durando.
«Memoria» indica la pervivencia del término paleocristiano y el recuerdo del difunto. «Túmulo»
se refiere a su condición de monumento conmemorativo de carácter funerario e indica, según el
liturgista medieval, la elevación que produce en la tierra la sepultura de un cadáver. «Enterramiento», «entierro», «sepultura» y «sepulcro» aluden a la inhumación del cadáver; «depósito»,
«urna» y «conclitorium» indican su misión fundamental: el albergue de los restos del difunto. En
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esta misma línea se utilizan «huesa», revelador de la guarda del esqueleto, «sarcófago»,
indicador de la destrucción de la carne, y «carnero», aludiendo a la índole de su contenido.
«Bóvecla», «fosa» y «antrum» dan idea de que este espacio se halla por debajo de la
superficie del pavimento. «Carna» está relacionada con el descanso eterno que se desea para
el difunto. Reveladores del material utilizado en su construcción son «piedra» y «saxum».
Refiriéndose a la forma arquitectónica del conjunto se le llama «arco», o «lucillo». «Obra»
indica que fue preciso realizar un trabajo para su instalación. «Situs» indica la reserva de un
determinado emplazamiento para uso del difunto. «Altura», al igual que «túmulo», alude a la
elevación del monumento por encima del nivel del suelo con objeto de destacarse. En
ocasiones se celebra culto sobre él, por lo que también se le llama «capilla» o «altar».
Finalmente «bulto» y «figura» se refieren a la representación del difunto.
Además de esta amplia variedad de términos utilizados para denominar al sepulcro, en algunas
ocasiones también se hacen referencias a él dentro de la misma inscripción, relativas a su
material, tamaño o función.
b) Reserva y ocupantes del sepulcro.-Los propietarios de un sepulcro tenían muy distintos
pareceres sobre quién debía ocuparlo. (...) La sepultura de los padres acoge en ocasiones
también los restos del hijo, (...)
Las inscripciones sepulcrales también indican si el monumento está ocupado o no por los
restos de¡ difunto.
c) Traslados.-En algunas ocasiones los restos del difunto se depositan en un lugar de forma
provisional y son trasladados después de algún tiempo a su monumento funerario definitivo. De
este hecho se deja constancia en las inscripciones, indicando la fecha en que se realizó o a
cargo de quién estuvo: (...)
d) Fecha de la muerte, colocación y traslado.-Es frecuente la aparición de alguna fecha en las
inscripciones, lo que a veces es decisivo para el establecimiento de la cronología del sepulcro,
al indicar el año en que se mandó colocar o se terminó. Esta última aparece en diferentes
lugares: entre los trabajos decorativos, dentro de una cartela, o en el epitafio; dentro de éste se
escribe generalmente al final, con la fórmula «Acabose ... »
El año de la fecha se expresa indistintamente en letras o en números, romanos o árabes,
independientemente de que el texto de la inscripción esté en latín o en castellano. Muchas
veces aparecen sólo las cifras o letras del año,'pero otras se precisa el carácter cristiano del
cómputo, y así se encuentran formas variadas para inclicarlo. Desde el simple «A. D.», que
también se utiliza desarrollado, «Anno Domini», o su traducción al castellano, «Año del Señor»
o «Año de Nuestro Señor» o bien «Anno Christi», pasando al más complejo «Año de Nuestro
Señor Jesucristo». Se precisa que el comienzo de la era cristiana tuvo lugar con el nacimiento
de Cristo: «anno nativitatis Christi», «anno a nativitate Domini», «anno a Christo nato», o los
castellanos «año del nascimiento de Nuestro Salvador Jesucristo», «año de la encarnación de
Nuestro Salvador Jesucristo»; también se usa la formula del alumbramiento: «a partu virginis»,
«anno a dive partu virgineo», «anno virginei partus». Asimismo se quiere reflejar el carácter
salvífico del nacimiento de Cristo, ya visto en algunos ejemplos anteriores y que se señala con
más notoriedad en fórmulas como «anno salutis» o «anno christianae salutis».
Muy rara vez se utiliza la «era» y en alguno de los casos quizá se deba a que se copia una
inscripción anterior.
La fecha del fallecimiento puede enmarcarse con respecto a los mandatos bajo los que se
encuentra el difunto. (...) Relacionada con la fórmula precedente se encuentra la sustitución del
año por un acontecimiento supuestamente conocido por todos y de amplia repercusión
internacional (...)
f) Lugar y circunstancias de la muerte.-Con relativa frecuencia se señala el lugar donde ocurrió
la muerte: (...)
g) El comitente del sepulcro.-Las inscripciones sepulcrales no sólo identifican al difunto, sino
que también pueden indicar quién ordenó colocar el sepulcro.
h) Adquisición del sepulcro.-La autorización por parte de un cabildo, un claustro conventual o el
clero y feligresía de una parroquia para la colocación de una memoria sepulcral no es un
privilegio que se conceda con gran frecuencia. Para ello, el interesado ha de contribuir a la
construcción, engrandecimiento o embellecimiento del templo o, al menos, haber estado a su
servicio, además de efectuar una contribución económica a las entidades anteriormente
citadas. De ello se da noticia a través de los textos de las inscripciones.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
i) Disposiciones testamentarias. -Como se ha venido viendo, en algunas ocasiones las
inscripciones sepulcrales especifican con gran detalle las mandas testamentarias que se
dedican a obras pías, de suerte que se convierten en auténticos testimonios documentales,
quizá con más valor que los depositados ante notario, pues su colocación en lugares muy
visibles permite una lectura más fácil de su texto, mientras que el soporte sobre el que se
hallan escritas ofrece una mayor garantía de inalterabilidad. La misión de esta parte de los
epitafios consiste, pues, en recordar y hacer mantener ciertas disposiciones del difunto para
que no se abandonen o caigan en el olvido; a ello se une la pretensión de una duración
ilimitada de tales mandas, ya que se estima que la renta, cantidades o propiedades legadas al
efecto son suficientes para ello, y no se piensa que el paso del tiempo o la inflación puedan
intervenir decisivamente en el deterioro de tales bienes o en la total pérdida de su valor. (...)
j) Obras pías.-A la hora de enfrentarse con la muerte y la posterior condenación o salvación del
alma, el fiel cristiano intenta procurarse una serie de medios que puedan garantizar su acceso
a la vida eterna. De ello se deja constancia en numerosas ocasiones en las inscripciones
sepulcrales. (...)”
Hasta aquí la documentación extractada literalmente de la referida obra de Dª María Teresa
Redondo Cantera.
2.5. Nomenclatura de los restos conservados.
Como ya se ha indicado, en la actualidad el sepulcro aparece incompleto y
desmantelado. Para facilitar la identificación los distintos elementos conservados, se les ha
numerado de la manera que se indica en las fotos 2-6, 2-7 y 2-8. Se les ha denominado de la
siguiente manera:
- Con la letra M se identifican las piezas correspondientes a la las molduras que forman
tanto la cornisa o entablamento como la basa o embasamento del sepulcro. Nueve de
estas piezas se encuentran en el pretil de la reja, reaprovechadas como remate del
mismo, y otras tres se han empleado como apoyo de las esculturas.
- La letra L se corresponde a las piezas que formaban parte de los lienzos. Las tres
piezas que se conservan han sido reaprovechadas en el pretil de la reja. Es probable
que las dos piedras empleadas para rematar el extremo izquierdo del pretil, entre el
pilar y la pieza L-1, sean piezas del sepulcro cortadas y retalladas, pero al no poderlo
asegurar en este momento no se les ha asignado ninguna nomenclatura.
- La letra B corresponde a los bultos, denominándose B-1 a la escultura que representa
a Doña María de Ayala y B-2 la escultura de Don Pedro García de Herrera. En el caso
del bulto de Doña María de Ayala (ft 2-7) se conservan las tres piezas que forman la
escultura. Por el contrario del bulto que representa a Don Pedro García de Herrera sólo
se conservan, y con mutilaciones importantes, tres de las cuatro piezas, ya que falta la
pierna derecha, sobre la que reposaría la hoja de la espada. Es de suponer que los
pies formaban un todo con cada una de las piernas. En este caso la pieza superior está
partida, por lo que al fragmento de menor tamaño se le ha denominado B-2a’.
2-6
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2-7
2-8
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2.6. Descripción material por elementos componentes.
Como ya se ha indicado es un sepulcro labrado en piedra. Se emplearon dos tipos de
piedra diferentes:
- Mármol para el bulto, representando a los yacentes y todos sus atributos y
acompañamientos.
- Caliza para las piezas que forman la cama o núcleo del sepulcro.
Al estar desmontado, y con los distintos avatares que ha sufrido la obra, no es posible
identificar posibles morteros originales empleados en la instalación y remate de las piezas.
La combinación de dos tipos de piedra
diferentes permitía resaltar la figura de los
yacentes, al tener un acabado mucho más pulido
y ser una piedra de mayor luminosidad; pero
fundamentalmente abarataba de un modo muy
notable la obra. Los bultos de los yacentes están
realizados en varias piezas, siendo la de mayor
tamaño de 92 cm. de largo (la B-2a). En la figura
de D. Pedro las piernas estaban unidas al tronco
mediante la utilización de espigas, que
lógicamente serían de hierro, y que debían quedar
encajadas en los cajeados que se conservan con
yeso o algún tipo de mortero. En la actualidad
sólo se conservan los cajeados, y el de la pierna
está cegado con mortero (ft.2-9).
2-9
En las piezas labradas en mármol
encontramos gran riqueza de texturas y acabados
de la piedra con empleo de gradinas, punteros, cinceles y acabados pulidos. También las
piezas labradas en caliza encontramos distintos acabados de la piedra, pero con las
limitaciones lógicas de una piedra que no llega a permitir el pulido (ft. 2-11).
2-10
Ft. 2-11, detalle de la pieza L-3, se
observan texturas originales, con
huellas de gradina de distinto grosor y
en direcciones cruzadas en la
superficie del fondo y un acabado
apomazado en la coraza del salvaje.
2-11
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Las letras del epitafio están grabadas en la piedra con una talla a bisel y rellenadas con
estuco negro al que se da un acabado pulido (ft. 2-12). De esta manera las letras se podían
leer perfectamente. El estuco se ha perdido donde las piedras han sufrido daños por erosión o
golpes. En estos casos el grabado previo de los caracteres posibilitará identificar alguna de las
letras perdidas.
2-12
2.7. Analítica.
No se estima necesario realizar ningún tipo de análisis, ya sea de los materiales
originales o de los de neoformación derivados de alteración de la piedra. Esta conclusión se
alcanza por los siguientes motivos:
-
La caracterización analítica de los materiales originales no aportará ninguna
información útil a la hora de seleccionar o aplicar los tratamientos de restauración y
conservación que se estiman necesarios. Los datos que podrían aportar unos análisis
de ese tipo sólo tendrían un valor documental, que no justifica la extracción de
muestras y realización de ensayos destructivos en este momento. (Si se considerara
conveniente caracterizar los dos tipos de material pétreo empleados en este sepulcro,
como una aportación documental al estudio del mismo, la necesaria extracción de
muestras del material se debería hacer en las zonas que permanecerán ocultas, y que
ahora son inaccesibles, aprovechando el momento de su desmontaje)
-
Por otro lado los únicos productos de neoformación resultantes de alteraciones que se
podrían analizar son las sales recristalizadas en superficie, que previsiblemente serán
sulfatos, derivados de los yesos empleados en enlucidos y recibido de piezas. La
caracterización precisa de estas sales no modificaría ni condicionaría los tratamientos a
realizar.
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-
En lo que se refiere a depósitos superficiales sus propias características hacen
innecesarios mayores estudios, puesto que se trata de simple suciedad acumulada en
zonas protegidas, gotas de cera, humo de velas, etc.
-
Los restos de pintura que aparecen se identifican claramente como no originales. En
concreto sólo una pintura ha sido aplicada intencionadamente, y se corresponde con
un temple rojizo con el que se pintó el zócalo de la capilla (sin ningún interés artístico).
El resto son simples goterones de la pintura de la reja de madera.
2.8. Dimensiones detalladas.
2-13
M-1:
Alto: 15 cm.
Ancho: 48 cm.
2-14
M-2:
Alto: 15 cm.
Ancho: 58 cm.
2-15
M-3:
Alto: 15 cm.
Ancho: 68 cm.
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2-16
M-4:
Alto: 15 cm.
Ancho: 31 cm.
2-17
M-5:
Alto: 15 cm.
Ancho: 70 cm.
2-18
M-6:
Alto: 15 cm.
Ancho: 90 cm.
2-19
M-7:
Alto: 15 cm.
Ancho: 50 cm.
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2-20
M-8:
Alto: 15 cm.
Ancho: 65 cm.
2-21
M-9:
Alto: 15 cm.
Ancho: 30 cm.
2-22
2-23
M-10, foto 2-22, vista lateral y 2-23 vista frontal reflejada en un espejo:
Alto: 15 cm.
Ancho: 70 cm.
Fondo: 60 cm.
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2-24
2-25
M-11, foto 2-24, lateral con moldura e inscripción muy perdidos y 2-25 frente en buen estado:
Alto: 15 cm.
Ancho: (foto 2-25) 57 cm.
Fondo: (foto 2-24) 85 cm.
2-26
2-27
M-12, foto 2-26, vista lateral y 2-27 detalle de inscripción normalmente tapada por la B-2a’:
Alto: 15 cm.
Ancho: 59 cm.
Fondo: 51 cm.
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2-28
L-1:
Alto: 60 cm.
Ancho: 120 cm.
2-29
2-30
L-2:
Alto: 60 cm.
Ancho: 60 cm.
L-3:
Alto: 60 cm.
Ancho: 60 cm.
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2-31
B-1:
B-1a:
Alto: 40 cm.
Ancho: 52 cm.
Fondo: 70 cm.
B-1b:
B-1c:
Alto: 40 cm.
Ancho: 52 cm.
Fondo: 82 cm.
Alto: 40 cm.
Ancho: 62 cm.
Fondo: 35 cm.
2-32
B-2:
B-2a:
Alto: 37 cm.
Ancho: 60 cm.
Fondo: 92 cm.
B-2b:
B-2c:
Alto: 16 cm.
Ancho: 15 cm.
Fondo: 52 cm.
Alto: 37 cm.
Ancho: 55 cm.
Fondo: 27 cm.
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3. DESCRIPCIÓN
PROPUESTOS.
DE
PATOLOGÍAS
JUSTIFICATIVAS
DE
LOS
TRATAMIENTOS
3.1. Daños sufridos por el desmontaje y reutilización de diferentes piezas del sepulcro.
El desmontaje, dispersión y en algunos casos reutilización de piezas ha supuesto
graves daños y pérdidas, aparte del hecho fundamental de su desmantelamiento. En lo que se
refiere a pérdidas de diferentes elementos estos daños se pueden resumir en:
- En el bulto de Don Pedro se ha perdido toda la pierna derecha y la hoja de la espada
que debía apoyar en el lateral interior de esta pierna. También se ha perdido por rotura
el pie izquierdo.
- Rotura de un gran fragmento de la pieza principal que forma el bulto de Don Pedro, la
B-2a, que afecta al brazo izquierdo y el tercio izquierdo de los almohadones. Esta
rotura debe datar de cuando se desmontó el sepulcro, puesto que en su momento se
reparó o al menos se intentó, uniendo el fragmento desprendido, el B-2a’, al resto de la
pieza realizando para ello un cajeado para colocar una grapa en la cara inferior. En la
actualidad y por lo que se ha podido ver sin levantar del todo las piezas afectadas, no
se conserva ningún resto de la pieza empleada para unir los dos fragmentos
sirviéndose de ese cajeado. Como consecuencia de esta rotura se ha perdido el
antebrazo y la mano izquierdos.
- Han desaparecido las piezas de los lienzos laterales de la cama o núcleo del sepulcro.
- En las piezas que se conservan de la cornisa o entablamento (las que tienen
inscripción), sólo hay una pieza que conserve, aunque mutilada, la esquina. El resto de
esquinas han sido retalladas y deben corresponder a las piezas reutilizadas en el pretil
de la reja. Hasta que no se desmonten y limpien estas piezas no es posible definir
cuáles son las esquinas, y cuales serían las dimensiones reales del entablamento.
- Las piezas de la basa presentan el mismo problema de pérdida de las esquinas.
- Tanto las piezas de basa como las de cornisa reutilizadas en el pretil de la reja han
sido retalladas, y seguramente cortadas, para ajustar lo que era el fondo o tizón de las
piezas al grosor del pretil.
- No hay ninguna pieza que se pueda corresponder con el lecho, losa estrecha colocada
sobre las cornisa y en la que se apoyarían los dos bultos. Es de suponer que esta
pieza existió.
- Tampoco se conserva ninguna pieza de la grada sobre la que colocaba la basa.
Elementos del sepulcro de los que no se conserva ninguna pieza.
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3.2. Humedad en el edificio.
Es fácil apreciar en todo edificio problemas de humedad de capilaridad. En el caso
concreto de la capilla del Cristo la presencia de esta humedad se evidencia claramente en el
piso donde apoyan los bultos del sepulcro y en el pretil de la reja, condicionado seguramente
por la presencia de relleno en el subsuelo del presbiterio. Esta presencia de humedad se
acentúa cuando los materiales, piedra o madera, están en contacto con morteros de yeso,
como se ve en las fotos 3-1 y 3-2.
3-1
3-2
Esta humedad no llega a afectar a las piezas que componen el bulto de los yacentes,
puesto que no apoyan directamente en el suelo, pero sí afecta a las piezas con moldura sobre
las que apoyan y que quedan en contacto con el suelo, especialmente a las piezas M-10 y M12. Las principales alteraciones por la presencia de la humedad de capilaridad se manifiestan
en las piezas del pretil, con alteraciones de la piedra íntimamente vinculadas a la humedad de
capilaridad. Se ha realizado una medición de humead superficial de la piedra, que da unos
valores muy altos, como se refleja en la foto 3-3. Los valores indicados en la foto son
mediciones relativas expresadas en % medidas por conductividad eléctrica con un aparato
“Propimeter”. Las condiciones ambientales eran de 11,7 ºC y una HR del 67,8 %. El punto que
hay junto a cada valor es el lugar de medición. En los casos de valores extremadamente altos,
superiores al 90%, la presencia de humedad no sólo está motivada por la humedad capilar,
sino que la provoca la presencia de yesos en la superficie de la piedra. La presencia de estos
yesos causa una fuerte retención de humedad debido a su naturaleza higroscópica.
3-3
Valores de humedad superficial en el pretil de la reja, expresados en %.
Observando las mediciones tan dispares obtenidas en una zona reducida como es la
que se puede ver en la esquina superior izquierda de la foto, se entiende el comportamiento
frente a la humedad de diferentes materiales. Se obtiene una medición del 100 % sobre un
volumen rehecho con yeso, y junto a éste solo un 18 % en un pequeño volumen de cemento,
valor que se repite en otra zona de cemento un poco más a la derecha. Midiendo sobre la
piedra, en la cara superior de la moldura se obtiene un 27 % mientras que a la misma altura
pero en la cara inferior que presenta diferentes depósitos superficiales se llega al 68 %. En los
morteros de las juntas se alcanzaban mediciones del 100%.
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Se puede concluir que tanto la presencia de humedad aportada por el terreno como la
existencia de sustancias añadidas, como pueda ser el mortero de yeso, las sales
recristalizadas, restos de pintura o simples depósitos de suciedad, son factores de alteración
que propician el desarrollo de deterioros en la piedra.
Las mediciones de humedad superficial realizadas sobre las esculturas de Don Pedro y
Doña María, que no se encuentran en contacto con el suelo, ni tienen por lo general restos de
morteros en su superficie, han dado valores que oscilan entre el 12,3 % y el 17%.
3.3. Daños debidos al uso e intervención humana.
3.3.1. Marcas de roce en la pieza M-9.
La pieza con moldura que se encuentra en el extremo derecho del pretil de la reja
presenta unas profundas marcas de desgaste. Son el resultado del roce de la cuerda empleada
para tañer la campana de una pequeña espadaña que había en la vertical de este punto. En la
pechina correspondiente todavía se conserva el orificio por el que pasaba la cuerda (foto 2-4).
3.3.2. Daños debidos a la reja.
La utilización de las piezas de moldura como soporte de la reja ha implicado distintos daños:
- Las piezas M-5 y M-6 presentan en la cara superior un cajeado ahora relleno de
mortero (ft. 3-5), y que debió servir para encajar alguna pieza de la puerta de la reja
que había antes de que ampliaran este hueco de paso dejándolo en las dimensiones y
forma actuales.
- En la cara superior de las piezas M-3 y M-6 se pueden ver marcar de corte, provocadas
por la sierra que se empleara al cortar un tramo de la reja de madera, con el fin de
ensanchar el hueco que permite el paso al presbiterio eliminando tres de los barrotes.
- Por lo que se puede ver en la cara superior de las piezas M-3 y M-4, la reja solo va
sobrepuesta en las piezas del pretil, quedando fijada por una pletinas que hay en los
extremos (3-4). Esto puede facilitar su desmontaje.
3-4
3-5
Piezas de moldura reutilizadas en el pretil y reja vistas desde el presbiterio.
3.3.3. Aplicación de enlucidos y pinturas.
Todas las piezas del pretil conservan restos de haberles aplicado en algún momento un
enlucido blanco y una pintura roja.
Es de suponer que en el momento en que se redecoró la capilla del Cristo (año 1703,
ft. 2-2), debió pintarse esta zona tratándola como un zócalo. Los restos de la pintura roja, que
es un temple hidrosoluble, se pueden apreciar en todo el extremo izquierdo del pretil, viéndose
el color muy perdido, como una simple tonalidad rosa, y fundamentalmente en la cara inferior
de las molduras de las piezas reaprovechadas del sepulcro. En esta zona de las molduras, muy
protegida de roces y limpiezas, se conservan restos de la pintura de un fuerte color rojo,
aplicado cubriendo algunas de las fisuras de las piezas rotas, por lo que no cabe duda de que
no es ninguna decoración original. Restos del mismo color rojo aparecen también sobre los
sillares sin decoración labrada o sobre el volumen de yeso que remata el extremo izquierdo de
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la línea de moldura. En las piezas de moldura que no se reutilizaron en el pretil no aparecen
restos de esta pintura roja. Lo que evidencia que se trata de una simple decoración del pretil
como parte integrante del zócalo de la capilla.
Sobre esa pintura roja se aplicó en algún momento un enlucido blanco, muy fino y de
yeso. Aparecen restos de este enlucido tanto en las piezas con moldura como en las
correspondientes al lienzo del sepulcro. Esta aplicación de un enlucido de yeso explica la
presencia de restos de este material sobre todas las superficies del pretil, y más en las zonas
menos expuestas al roce. Como ya se ha referido anteriormente el principal problema de estos
restos de yeso no es el estético, sino que por su naturaleza higroscópica favorece la retención
de humedad. Así en un mismo tramo de moldura se registra una humedad superficial baja en la
cara superior, donde por el roce que sufre ya no queda ningún resto de yeso, mientras que en
la inferior que conserva bastante yeso, se registra una humedad superficial muy alta.
También aparecen algunos restos de yeso en los bultos de los yacentes, pero en estos
casos parece que se trata de manchas accidentales.
3.3.4. Eliminación de las capas de enlucido y pintura.
En alguna intervención no documentada se limpió la superficie de la piedra, es de
suponer que para eliminar los restos de yeso y pintura. En el año 2001-2002 se realizó una
intervención en esta capilla, consistente en la eliminación de enlucidos de yeso en las paredes,
y rejuntado de las fábricas que se descubrieron, empleando un mortero que aparece
ocasionalmente en las juntas del pretil. No se puede precisar si el cepillado del pretil se hizo al
tiempo que la intervención en el resto de la capilla, pero parece lo más probable. Por las
huellas que aparecen en la superficie de la piedra es de suponer que se usaron cepillos de
cerdas metálicas, que al emplearse sobre una piedra ligeramente alterada y húmeda, dejaron
marcas en su superficie, y lógicamente se provocó la pérdida de algunos detalles de la
escultura. En este proceso sufrieron más las zonas que sobresalían del fondo y las que ya
presentaran algún inicio de alteración.
3.3.5. Intervenciones vandálicas.
Al tratarse de piezas de un sepulcro desmantelado, y que por ello ha perdido
prácticamente todo su sentido y consideración, ha sufrido distintas actuaciones de carácter
vandálico. Así ocurre en el caso de la pieza L-1, donde se han grabado unos ojos, nariz y boca
en el plano de rotura de la cabeza de uno de los salvajes que portan los escudos. Igual ocurre
con los agujeros hechos en algunas de las piezas de moldura, grafitos, incisiones, etc.
3.3.6. Erosión superficial.
Hay un importante daño en las superficies debido a roces, tanto en las piezas de los
lienzos como en las figuras de los yacentes. En este último caso el problema se debe tanto a
que las figuras han llegado a servir de asiento para los monaguillos cuando estaban en el
presbiterio, como a tareas de limpieza de la iglesia.
La consecuencia es doble: por un lado se produce un desgaste y finalmente pérdida de
las formas originales, y por otro las superficies presentan arañazos.
3.3.7. Salpicaduras y manchas.
Todas las piezas del sepulcro presentan gotas de cera, tanto en los bultos como en el
pretil. Hay salpicaduras de cera incluso en las caras inferiores de las piezas de moldura.
La cara superior de las piezas de remate del pretil tiene goterones de pintura que se
corresponden con la pintura de la reja.
En la cara inferior de una de las piezas de moldura hay una fuerte mancha provocada
por la llama de una vela.
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3.3.8. Empleo de diferentes tipos de mortero en reparaciones.
Hay por lo menos tres tipos de morteros diferentes empleados para los rejuntados de
las piezas del pretil, el último de ellos se corresponde con el rejuntado aplicado a toda la capilla
del Cristo en el año 2002. Uno de los morteros de rejuntado que parece más antiguo, sobre la
pieza L-3, presenta un tacto untuoso, similar al de uno de los sillares lisos que está junto a esta
piedra y que presenta cierto lustre. Podría tratarse de algún remedio fallido frente a la
humedad, y cuya consecuencia es que al impedir la normal circulación de agua y sales,
provoca en unos casos el desprendimiento del mortero, y en otras ocasiones que ese agua
enriquecida en sales pase a los materiales no tratados de semejante manera (las piezas del
sepulcro) acelerando su alteración.
A esos morteros hay que sumar otro, compuesto casi exclusivamente con cemento
gris, y que se ha utilizado tanto para rellenar alguna junta de las piezas del remate superior del
pretil, como para rehacer volúmenes que se habían perdido en estas piezas. En todo lo que se
ve, este mortero de cemento parece estar poco adherido a la superficie de la piedra.
3.4. Alteraciones de la piedra.
Al contemplar los daños sufridos por la piedra que no se deban a una intervención
explícita del hombre, como las referidas anteriormente, debemos diferenciar entre las piezas
que forman el bulto de los yacentes (con todos sus atributos) y el resto de piezas (las de las
molduras y lienzos) siendo además que entre éstas últimas las que presentan un peor estado
de conservación son las reutilizadas en el pretil.
3.4.1. Las piezas que forman el bulto.
La piedra no presenta graves daños entendiendo como tales los cambios en sus
propiedades, de hecho sólo destacaremos problemas de suciedades, rupturas y erosión (a esta
última ya se ha hecho referencia anteriormente).
La piedra presenta un ensuciamiento diferencial, quedando restos de suciedad en las
zonas menos expuestas o accesibles de las esculturas. No forman una costra negra, siendo
sólo un depósito superficial que en las pruebas realizadas se elimina con un simple lavado con
un tensoactivo neutro.
En algunas superficies con una textura más rugosa presenta pequeños restos de yeso,
poco adherido a la piedra, pero que queda trabado entre sus relieves, por lo que su eliminación
mecánica puede ser laboriosa, aunque se ha comprobado que se desprenden bien.
Pérdidas de volumen por fragmentación accidental, como consecuencia de
manipulaciones de las piezas, golpes, etc., no por una alteración previa de la piedra.
Encontramos numerosos casos de pérdidas por rotura:
- Volúmenes en los bordes de los pliegues de las ropas, al ser zonas muy frágiles.
- Los bordes de las caras de unión entre las distintas piezas que forman los bultos,
sobretodo en el de Doña María, debidos a los desmontajes y traslados de las piezas.
- El hocico del perro de lanas, el brazo derecho de la dama de compañía, las narices de
los dos yacentes, un dedo de Doña María y las últimas falanges de otros tres en la
mano derecha, varios fragmentos en la mano derecha de D. Pedro, y en este mismo
bulto todo el antebrazo izquierdo, el pie izquierdo, la pierna derecha y la hoja de la
espada que apoyaría en ella y la parte inferior de la capa.
Fractura en la pieza B-2a del fragmento B-2a’, conservándose la mayor parte del
fragmento fracturado aunque este accidente es la causa de la pérdida del antebrazo y mano
izquierdos.
Numerosos arañazos en la superficie, que por la forma que tienen permiten suponer
que se trata de una consecuencia de repetidos fregados con estropajos o métodos similares.
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3.4.2. Alteraciones de la piedra en el resto de elementos.
Tanto las piezas con molduras como las pertenecientes al lienzo de la sepultura, que
están labradas en una piedra caliza, presentan un mayor grado de alteración que las piezas del
bulto. Dentro de estas piezas hay una diferencia muy clara entre el estado de conservación de
las piezas reutilizadas en el pretil y las tres empleadas como apoyo actual de las figuras de los
yacentes. Y aún dentro de estas tres últimas el estado de conservación no es uniforme:
-
-
-
-
-
-
Las piezas M-11 y M-12, que sirven de soporte a las distintas partes de la sepultura de
D. Pedro, no apoyan directamente sobre el suelo, sino sobre otra losa de piedra. Sólo
presentan daños por fracturación, debidos a las manipulaciones o traslados de las
piezas y en el caso concreto de un lateral de la pieza M-11 se ha picado
intencionadamente la moldura con la inscripción. La M-12 también ha perdido parte de
la inscripción del epitafio pero parece ser que como resultado de procesos de
alteración previos a su actual ubicación.
La pieza M-10, que sujeta el torso de Doña María apoya directamente en el suelo, por
lo que aunque apenas se puede ver por falta de espacio, parece que se han
desarrollado procesos de arenización superficial perdiéndose parte del epitafio.
Todas las piezas reutilizadas en el pretil de la reja han sufrido procesos de erosión
acentuados al existir una alteración superficial previa de la piedra por su contacto
directo con el terreno.
Las piezas de moldura han sufrido importantes pérdidas por fragmentación,
principalmente las piezas M-3, M-4 y M-5.
En la mayoría de las inscripciones se ha perdido el estuco negro que rellenaba los
huecos labrados en la piedra.
La moldura M-8 tiene una fisura que debe afectar a todo el grosor de la pieza, aunque
no se ha perdido el fragmento.
Presencia generalizada de eflorescencias salinas, y evidencia de alteraciones por la
formación de subeflorescencias.
En la mitad inferior de la M-5 hay procesos de desplacación y limonitización.
El extremo inferior izquierdo de la pieza L-1, sufre un grave proceso alteración por
disyunción, vinculado a la gran presencia de sales. Es probable que la mayor pérdida
de volumen esté asociada además a algún otro factor externo no identificado, puesto
que afecta con igual intensidad, y a la misma altura, a la piedra que queda a su
izquierda.
En el extremo inferior derecho de la pieza L-1 hay una fisura a lo largo de la cual se
han formado eflorescencias salinas. Esto hace presumir que la fisura es la
manifestación de un plano de discontinuidad profundo, que probablemente afecta a
todo el grueso de la pieza. El hecho de que coincida en altura con la parte más alterada
del extremo izquierdo de la pieza, hace suponer que estamos ante un estrato de la
piedra que por sus característica intrínsecas ha sufrido un mayor deterioro, por lo que
habrá que extremar el cuidado al manipular la pieza para evitar su rotura.
Problemas puntuales de pequeñas disyunciones en distintas zonas del pretil, asociadas
a la formación de criptoeflorescencias.
Problemas muy puntuales de pulverización superficial, que se manifiestan por una
mayor sensibilidad a la erosión.
Ensuciamiento generalizado con formación de depósitos poco adheridos.
Formación puntual de costras que pueden estar asociadas a los enlucidos de yeso que
recubrieron la superficie de las piezas.
Pérdida de fragmentos de las distintas figuras labradas en las piezas del lienzo.
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4. TRATAMIENTO PROPUESTO.
La propuesta de tratamiento parte de la necesidad de recuperar la disposición original
del sepulcro, recuperando todas las piezas que se conservan. Se propone para ello colocar el
sepulcro en el centro de la actual capilla del Cristo, como ubicación más próxima a la que debió
ser la original, centrado en la capilla mayor, y que hoy en día es imposible recuperar por el
propio uso de la iglesia.
La justificación de esta intervención se puede resumir en los siguientes puntos:
-
-
La correcta conservación de los elementos originales sólo se podrá garantizar
recuperando y dignificando su sentido unitario.
Es imprescindible desmontar las piezas originales que se han reaprovechado en el
pretil para preservarlas de los mecanismos de alteración que se manifiestan en la
actualidad, debidos al contacto con focos de humedad de capilaridad en su trasdós.
La recuperación del sepulcro servirá para comprender, junto con el oportuno panel
explicativo, la característica forma octogonal de la capilla mayor.
4.1. Definición de los tratamientos.
La intervención propuesta desarrollará las siguientes fases:
4.1.1. Desmontaje y posterior montaje de la reja de madera.
Se considera necesario desmontar la reja de madera colocada sobre el pretil donde
están recolocadas doce de las piezas del sepulcro que se conservan. De esta manera la
extracción de las piezas originales será mucho más segura, tanto para las piezas a manipular,
como para la propia reja.
Según lo que se ha podido observar la reja apoya sobre el pretil, sin estar encastrada
en este, confiándose su sujeción a unas pletinas que la fijan en sus cuatro extremos al pilar y al
muro de la iglesia. La altura de la reja es de aproximadamente 3,75 m desde el presbiterio, y el
ancho 5,20 m. Será necesario instalar un andamiaje sencillo en el lado del presbiterio, que es
hacia donde está anclada la reja. Previamente a su desmontaje se numerarán los barrotes,
para poderlos montar en el mismo orden en que se encuentran.
Una vez que se hayan desmontado las piezas originales reaprovechadas en el pretil y
sustituidas éstas con piezas nuevas, se volverá a montar y a anclar en la misma forma en que
lo está ahora. Se aprovechará a pintar las pequeñas zonas de la parte inferior donde ahora
aparece la madera vista, como resultado de las transformaciones que ha sufrido al aumentar el
tamaño de su hueco practicable.
4.1.2. Desmontaje de las piezas originales reutilizadas en el pretil, y reconstrucción del
pretil, construyendo una escalera de obra para acceso al presbiterio.
Se propone la recuperación de las piezas del sepulcro que se reutilizaron en el pretil
con el doble fin de poder recomponer el sepulcro con sus piezas originales y garantizar su
correcta conservación, inviable en la actualidad ante el problema que supone la humedad que
reciben las piezas desde su trasdós.
Se procederá al desmontaje de las nueve piezas con moldura que rematan el pretil.
Para ello puede empezarse picando el relleno de cemento que hay entre las piezas M-1 y M-2,
para poder desmontar estas dos piezas trabajando desde sus laterales, lo que reduce el riesgo
de dañar alguno de los vivos de la cara frontal. Se procederá del mismo modo en el resto de
piezas, extremando el cuidado para no dañar sus molduras o caras vistas.
Para desmontar las piezas con escudos se deberá empezar por la pieza L-3,
desmontando previamente los sillares que se encuentran a su derecha. Se desmontará
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después la pieza L-2. Antes de acometer el desmontaje de la pieza L-1 se la reforzará
interiormente mediante cosidos con varilla roscada de acero inoxidable embutida en resina
epoxídica, para prevenir una posible rotura por la fisura que tiene en su tercio inferior y que se
manifiesta por una afloración de sales. También se deberán desmontar previamente los dos
pequeños sillares que rematan el extremo izquierdo del pretil.
Una vez desmontadas todas las piezas originales se procederá a la reconstrucción del
pretil, empleando piedra natural similar a la existente en su mitad derecha. Se construirá con
sillares de un tamaño similar al de esa otra mitad, para mantener la altura de las hiladas. Se
reconstrucción afectará a un total de 1,44 m2 de sillar liso. Para la sustitución de las piezas con
moldura se empleará el mismo tipo de piedra que para los sillares planos, con una altura de 15
cm. y el despiece que convenga para completar los 5,20 ml necesarios. Se rematará con una
moldura sencilla tipo cuarto bocel invertido o talón invertido, tanto en su cara superior como en
la inferior. Las piezas se recibirán con mortero de cal hidráulica.
Para eliminar la actual escalera de acceso al presbiterio desde la capilla del Cristo, que
es un elemento de madera de reciente construcción y con unas dimensiones excesivas, se
propone construir una escalera de obra con 1 metro de ancho, centrada en el espacio del
hueco de la reja. Se hará de manera que uno de los peldaños ocupe lo que es el grueso del
pretil, de modo que la nueva escalera ocupe menos espacio en la capilla. En la huella de los
peldaños se empleará la misma piedra que se use en el resto de la recuperación del pretil. Los
laterales se rematarán con mortero, con el fin de que este elemento cobre menos protagonismo
que si se le recubre todo de piedra.
El conjunto del pretil se rematará con un rejuntado de cal y arena de color y textura
apropiados, previo picado de las juntas existentes en las piezas del pretil que no se desmonten,
al objeto de unificar el aspecto de este elemento y ya que las juntas existentes se aplicaron
hace cuatro años. La superficie total a rejuntar es de 5,46 m2.
4.1.3. Limpieza de las piezas originales recuperadas del pretil.
Se procederá a una limpieza exhaustiva de todas las caras de las piezas, eliminando
restos de cualquier tipo de mortero, enlucidos, y la pintura roja. Para ello se eliminarán
mecánicamente todos los depósitos adheridos a las superficies de las piezas, y se eliminará la
pintura con agua desmineralizada (se ha comprobado que es hidrosoluble).
Posteriormente se procederá a una exhaustiva eliminación de sales solubles mediante
la aplicación repetida de papetas de celulosa con agua desmineralizada. Se realizarán
mediciones con un conductivímetro para comprobar la eficacia del proceso de desalación.
Es muy importante que en la eliminación de morteros y desalación se traten con igual
atención las seis caras de cada pieza, aunque no vayan a quedar a la vista, al objeto de
eliminar posibles materiales contaminantes.
Se dejarán secar las piezas durante un periodo de tiempo prolongado, controlando la
posibilidad de que durante este proceso vuelven a aparecer sales solubles, en cuyo caso se
procedería nuevamente a su eliminación.
4.1.4. Limpieza del resto de piezas.
Tras una primera limpieza superficial mediante cepillado suave, se procederá a la
eliminación mecánica de todos los restos y salpicaduras de morteros que haya en las distintas
piezas, tanto del bulto como de la cornisa.
En el caso de manchas más persistentes se eliminarán empleando agua
desmineralizada y si fuera necesario un tensoactivo neutro.
En el caso de la pieza M-10, en contacto directo con el suelo, se comprobará si
contiene o no sales solubles en alguna de sus caras, procediéndose si fuera necesario a su
desalación del mismo modo que se realice con las piezas procedentes del pretil.
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4.1.5. Refuerzo estructural de las piezas que lo necesiten.
Las piezas que presenten fisuras o incluso roturas, se tratarán empleando resina
epoxídica y cosidos con varilla de acero inoxidable. La resina epoxídica se usará únicamente
en aplicaciones que queden confinadas, nunca a la vista, ya que experimenta alteraciones
cromáticas ante la acción de la luz, lo que no afecta en absoluto a su resistencia mecánica.
Para el refuerzo se empleará acero inoxidable ya que nos interesa aportar resistencia y rigidez.
Se prevé que sea necesario este tratamiento en el caso de la pieza L-1, que una vez
desmontada debe ser reforzada interiormente mediante cosidos realizados desde su cara
inferior y alcanzando hasta la mitad de su altura. Una alternativa a valorar en el momento del
desmontaje de la pieza es la realización de estos refuerzos estructurales antes de desmontarla,
taladrando la pieza en toda su altura y desde la cara superior. En cualquier caso se realizará
una limpieza exhaustiva de los orificios practicados y la introducción de varilla roscada de acero
inoxidable de 8 mm ∅, embutida en resina epoxídica de inyección.
En el caso de la pieza M-8, en su extremo derecho presenta una fisura profunda, que
probablemente sea una rotura completa de la pieza, por lo que deberá ser pegada. En este
caso no se estima necesario un refuerzo interior con varilla, siendo bastante el correcto pegado
de las dos partes previa limpieza de las caras a unir. Se empleará para ello resina epoxídica
tixotrópica, evitando en todo momento que la resina quede a la vista.
4.1.6. Consolidación intergranular.
Donde la piedra presente arenizaciones puntuales se aplicará un tratamiento de
consolidación intergranular mediante aplicación de consolidante silicoorgánico, silicato de etilo
tipo Tegosivin o similar, restringiendo su aplicación a las zonas que presenten arenización o
pulverización, y repitiendo las aplicaciones de húmedo en húmedo hasta saturación. En
principio se prevé que este tratamiento sea necesario en la zona más alterada de la parte
inferior izquierda de la pieza L-1, y puntualmente en algunas zonas del resto de piezas del
lienzo y de la pieza M-10.
No se prevé la realización de ningún tipo de ensayo de eficacia del consolidante ya que
lo limitado de la intervención no permite la toma de muestras, y las piezas una vez tratadas van
a estar en unas condiciones muy estables y sin problemas para la óptima conservación de la
piedra. Además por la experiencia en otros casos con piedras similares nos permite considerar
que este tipo de consolidante será el más eficaz.
4.1.7. Reconstrucción del sepulcro.
Una vez tratadas todas las piezas se realizará su montaje, recuperando en todo lo
posible la forma original del sepulcro. El trabajo será muy diferente a la hora de reconstruir la
cama o núcleo del sepulcro, de lo que supondrá recuperar el bulto.
En la reconstrucción del sepulcro se deben tener en cuenta las siguientes premisas:
-
Se recolocarán la totalidad de las piezas originales que se conservan, completándose
el resto de los volúmenes de manera que los elementos necesarios para la sujeción de
los originales se reconstruyan con materiales tipo ladrillo y mortero de cal hidráulica,
que permiten adaptarse a cualquier tamaño y forma requerida, aportando una
capacidad portante suficiente. El acabado superficial de los volúmenes perdidos será
homogéneo y realizado con un mortero de recubrimiento.
-
El sepulcro se colocará en la capilla del Cristo. Una correcta colocación del sepulcro
exige que esté en el centro de la capilla. Para poderle centrar será necesario cambiar
el recorrido de la conducción de aire de la calefacción que recientemente se ha
instalado (fig. 4-1). De este modo se evitarán hundimientos en el suelo y se dejará
registrable esa instalación.
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Fig. 4-1. Propuesta de colocación del sepulcro (en rojo). En gris se marca el recorrido de la conducción de aire de
la calefacción en el suelo de la iglesia. Será necesario cambiar el recorrido de este elemento (que actualmente
forma un ángulo recto, como se ve en la planta de la izquierda) para posibilitar que el sepulcro quede centrado en
la capilla.
-
Se ha descartado la opción de colocar el sepulcro en el centro de otras capillas, al
tratarse de capillas laterales. Esta capilla del Cristo permite que los sepulcros se
mantengan en la cabecera de la iglesia.
-
Al recomponer el sepulcro se deberá colocar de manera que la cabeza de las
esculturas de los yacentes esté orientada hacia los pies del templo. Es la disposición
tradicional. De esta forma las figuras quedan mirando al altar, en gesto de oración, y
por ende a levante, como símbolo de la resurrección representada por el renacer diario
del sol.
-
Una vez limpias todas las piezas de cornisa se deberán buscar indicios de qué piezas
eran las que formaban las esquinas, como punto de partida para determinar la
colocación más apropiada de las piezas. En el caso de las piezas de cornisa, con
restos de la inscripción del epitafio, se intentará reconstruir el texto como elemento de
referencia para colocar las piezas. En este punto puede ser de utilidad lo referido en el
punto 2.4.12. de este informe, sobre las partes del epitafio y su orden habitual. La
recomposición de las cornisas nos dará el ancho final del sepulcro.
4.1.7.1. Reconstrucción de la cama del sepulcro:
-
Cambio del recorrido de la conducción subterránea aire de la calefacción en la capilla.
Para ello se levantará la tarima necesaria (aproximadamente 18,5 m2), se desmontará
la conducción existente y compactará el hueco formado para construirla (aprox. 4,2
m3), formación de una nueva zanja (aprox. 3,3 m3) y colocación de un nuevo conducto
de aire (6 ml), recolocando finalmente la tarima desmontada y reponiendo posibles
piezas deterioradas.
-
Se construirá una grada de aproximadamente 20 cm. de altura. Deberá aislarse
completamente del suelo empleando una lámina impermeable continua tipo neopreno o
plomo (marcada con un 2 en el esquema de la Fig. 4-2). Para lograr un asiento estable
en el piso se construirá una losa de hormigón aligerado y armado empleando plancha
metálica nervada galvanizada, de 0,5 cm. de espesor y con capa de compresión de 10
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cm. que servirá de apoyo a todo el sepulcro (nº 1 en la Fig. 4-2). Las dimensiones
exactas se determinarán una vez comprobado cual debía ser el tamaño de la grada
original, siendo aproximadamente de 170 x 215 cm. La construcción de esta losa in situ
evitará la maniobra de introducir en la iglesia un elemento tan pesado y grande. Sobre
esta losa se construirán el resto de elementos necesarios tanto para completar la grada
como el resto del sepulcro, y sujetar las piezas del bulto, empleándose materiales que
permitan un manejo sencillo y versátil como puede ser el ladrillo (nº 3 en fig. 4-2).
-
Para lograr un soporte seguro tanto para las piezas del bulto como de la cama, se
construirá una estructura de obra, empleándose materiales como ladrillo y mortero de
cal hidráulica, creando una especie de retícula que aporte puntos de poyo suficientes
para poder sustentar las piezas del bulto (detalle nº 5 en la Fig. 4-2).
Fig. 4-2. Detalles del sistema de reconstrucción del sepulcro propuesto. Se formará una losa
armada y aligerada (1) sobre una lámina impermeable continua (2). Sobre esa losa se levantará
la estructura que sirva de soporte de las piezas originales (5) empleando para ello ladrillo (3) y
mortero de cal hidráulica y arena (4).
-
Las piezas originales se irán colocando y recibiendo sobre los elementos nuevos
construidos, de manera que el mismo mortero con que se construye la estructura
portante, garantice la sujeción e las piezas originales. Por ello se propone que esta
construcción nueva se realice con mortero de cal hidráulica y arena, lo que permitirá
evitar el uso de cementos, y la vez que se garantiza un fraguado y resistencias
suficientes (detalle nº 4 en la Fig. 4-2). De este modo la sujeción de las piezas será
suficiente a la vez que reversible. Las piezas de cornisa se colocarán según se
determine una vez que se hayan podido estudiar tras desmontarlas del pretil. En lo que
respecta a las piezas de los testeros se colocará en la cabecera, y a la derecha
mirando al altar desde la nave, la pieza L-3 (bajo la figura de Don Pedro), a su
izquierda la pieza L-2, y a los pies la pieza L-1.
-
Una vez recuperadas las piezas de la cornisa, se colocarán unas piezas que recuperen
la forma y función de la cama (no queda ningún resto de estas piezas). En principio se
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plantea que este elemento tenga un grosor máximo de 5 cm., proponiendo el empleo
de losas de piedra de tamaño manejable colocadas en sentido perpendicular a la
orientación de los bultos y apoyadas en la estructura interior de ladrillo (el nº 5 en la
Fig. 4-2). Serían así losas de aproximadamente 140 cm. de largo y del ancho que se
estime oportuno para su manejo y colocación. En la elección del material primará la
valoración de sus características resistentes, independientemente de su naturaleza y
aspecto, ya que no quedarán a la vista, pues se recubrirían con el mismo mortero
empleado como acabado en la recuperación del resto de las formas perdidas en la
cama.
-
Una vez reconstruida la cama o núcleo de la sepultura, y antes de colocar las piezas
del bulto, se dará un acabado uniforme a todos los volúmenes recuperados. El mismo
mortero que se emplee para este acabado se utilizará en la reintegración de volúmenes
perdidos en las piezas originales. De este modo se evitará la combinación de diferentes
materiales en las reposiciones de volumen, con lo que cobrará mayor protagonismo la
presencia de los elementos originales. La recuperación de los volúmenes y formas
perdidos se realizará dando continuidad a las líneas de las molduras originales, para
facilitar una lectura coherente del conjunto del sepulcro.
-
La reintegración de volúmenes perdidos en las piezas originales de lienzos y molduras
se limitará a lo imprescindible para recuperar la unidad formal del conjunto del
sepulcro. A priori se estima necesario la recuperación de fragmentos de moldura en los
extremos de las piezas M-2 y M-3, y en la pieza del lienzo L-1 para recubrir y proteger
la zona más alterada de su extremo inferior izquierdo. También se reintegrará la
cabeza del salvaje de la derecha de la pieza L-1, para tapar la cara que le han gravado
en el plano de rotura de la cabeza, en este caso se recurrirá a la reintegración del
sólido capaz. En las molduras de las piezas de esquina se reintegrarán los volúmenes
perdidos, para dar sentido y continuidad a la línea de moldura. En la pieza de basa con
moldura M-9, no se prevé la reintegración las pérdidas de volumen debidas al roce de
la cuerda de la campana.
-
El mortero de acabado tanto para la reintegración de volúmenes como para recubrir los
elementos de nueva construcción, deberá tener un color similar al de la piedra, y
admitir un acabado muy uniforme y ligeramente rugoso, tipo fratasado suave. Para ello
se considera conveniente emplear algún tipo de monocapa que garantice la adherencia
a diferentes soportes y tenga unos áridos muy seleccionados y finos.
4.1.7.2. Recuperación del bulto o grupo de los yacentes.
-
Los bultos se colocarán sobre el lecho quedando la escultura de D. Pedro a la derecha
según se mira al altar. A la hora de unir las diferentes piezas que los conforman hay
que tener en cuenta que originalmente las juntas entre las piezas que componen los
bultos se cerraban con la intención de que pasaran lo más desapercibidas posible,
puesto que un bulto de una sola pieza representaba un mayor poder económico.
Acorde con esto las juntas se estucarán con un mortero con base de cal, de acabado
muy liso y ajustado en color al de la piedra, aunque sea necesario dejarlas ligeramente
rehundidas con respecto al nivel original de la escultura, ya que los bordes de las
distintas piezas han sufrido pérdidas de volumen que impiden que casen correctamente
unas con otras. Por ello si se recuperase el nivel original de la junta, el resultado sería
en realidad una reintegración muy extensa que no es necesaria para una correcta
comprensión de las esculturas.
-
En la figura de D. Pedro se deberá pegar la pieza B-2a’ a la pieza B-2a, empleando
resina epoxídica tixotrópica, extremando el cuidado para que la resina no impregne en
ningún momento los bordes visibles de la escultura. Una vez bien pegada se valorará
la conveniencia o no de tapar la unión con mortero de reintegración, lo que en principio
no parece necesario.
-
En la figura de D. Pedro la pierna que se conserva se deberá unir al resto del cuerpo, la
pieza B-2a, aprovechando la caja original, de manera que se garantice su estabilidad.
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Se empleará para ello una espiga de fibra de vidrio/resina embutida en mortero con
base de cal hidráulica.
-
Una vez recolocadas las piezas correspondientes al bulto de D. Pedro, definiendo su
longitud total en función de la del bulto de Doña María (185 cm.), se procederá a la
recuperación de los volúmenes perdidos en la pierna, ya que de lo contrario el conjunto
pierde continuidad en su lectura. El peso de la escultura quedaría descompensado si la
amplitud del volumen del tronco no se contrarresta con las piernas apoyadas sobre el
volumen del paje con el escudo, la celada y el libro. Será necesario reconstruir el
volumen del pie izquierdo, y la pierna derecha completa, incluso la espada sobre la
cara interna de esta pierna. La reintegración reproducirá esquemáticamente las formas
de la pierna izquierda, llegando a insinuar los detalles suficientes para hacer ver que el
caballero va vestido con armadura completa. Por esta razón no se puede hacer una
pierna lisa, ya que una vez recolocadas las piezas en el sepulcro, la pierna rehecha
será la que quede en primer término. También los pies se deben representar dando la
idea de que van recubiertos por placas articuladas. La reconstrucción de la espada,
como elemento consustancial a la representación del Miles Christi, presenta menos
problemas de tratamiento ya que un volumen liso será suficiente. Todos esos
volúmenes reconstruidos deberán ser perfectamente identificables, sin que por ello
dejen de estar integrados en el conjunto del bulto para lograr el objetivo con que se
rehacen. Por ello se propone el empleo de un mortero con base de cal y cargas muy
finas y homogéneas (tipo marmolina), de color similar al de la piedra, que permita un
acabado liso pero perfectamente diferenciable de la piedra ya que no tendrá ni el
veteado ni el aspecto traslúcido del mármol. No se considera conveniente emplear el
mismo mortero de reintegración que se emplee en la cama de la sepultura ya que, visto
el conjunto desde el lateral de D. Pedro, se crearía una confusión en el tratamiento de
los materiales que en origen estaban perfectamente diferenciados entre la cama y el
bulto. Además un material de acabado rugoso como el mortero a emplear en la cama
no crearía una sensación de unidad en el grupo escultórico del bulto.
-
No se considera necesario recuperar los volúmenes perdidos correspondientes a
dedos de las manos de ambos yacentes, el brazo y mano izquierdas de D. Pedro,
brazo izquierdo de la dueña de Dñª María, narices, pliegues de ropajes, etc.
4.1.8. Instalación de elementos expositivos auxiliares.
Para completar la recuperación del sepulcro se prevé la instalación en la capilla de
elementos que sirvan para proteger, dignificar y explicar el sepulcro y su entorno:
-
Sistema de iluminación del sepulcro. Se instalarán de manera que no deslumbren al
contemplar la capilla desde la nave y que interfieran lo menos posible al mirar hacia la
cúpula de esta capilla.
-
Colocación de una barandilla de protección alrededor de todo el perímetro del sepulcro,
formando un espacio de protección que dificulte el contacto directo con las esculturas.
-
Panel explicativo de la disposición original del sepulcro, su desmontaje, traslado y
reutilización, su cronología, personajes representados y la intervención realizada. Este
cartel podría colocarse en el muro sur.
4.1.9. Realización de informe de la intervención.
Se realizará una memoria que recoja todos los estudios previos, los trabajos realizados,
el estado final de la obra y las pautas a seguir para su conservación, de acuerdo con las
exigencias del pliego de condiciones de la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y
León. Deberá contener abundante documentación gráfica y fotográfica del estado inicial de la
obra y sus diferentes elementos, de los procesos de desmontaje y reconstrucción, de todos los
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trabajos realizados y de las piezas que se recuperen documentándolas por todas sus caras,
especialmente las caras, queden o no a la vista.
4.2. RESUMEN DE LAS FASES DE EJECUCIÓN.
La propuesta de intervención para la recuperación del sepulcro de Don Pedro García de
Herrera y Doña María de Ayala se puede resumir en los siguientes puntos:
1. Desmontaje y posterior montaje de la reja de madera.
2. Desmontaje de las piezas originales reutilizadas en el pretil, y posterior reconstrucción
del pretil empleando piezas de cantería nuevas y construyendo una escalera de obra.
3. Limpieza de las piezas originales, tanto las recuperadas del pretil como las que están
exentas.
4. Refuerzo estructural de las piezas que lo necesiten.
5. Tratamiento de consolidación puntual de las zonas descohesionadas.
6. Cambio de recorrido de la conducción subterránea de calefacción.
7. Reconstrucción de la cama del sepulcro con recuperación de las piezas originales.
8. Recuperación del grupo de los yacentes.
9. Instalación de elementos expositivos auxiliares.
10. Realización de informe de la intervención.
4.3. Previsión de plazo de ejecución de los trabajos.
Se estima un plazo de ejecución máximo de cinco meses.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
5. DOCUMENTACIÓN FOTOGRÁFICA.
Al fondo de la nave se ve la capilla del Cristo.
Cúpula de la capilla.
Detrás del reloj antiguo acceso a la sacristía, a la
izquierda pared sur de la capilla del Cristo.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Reja y pretil en el que se han reutilizado
varias piezas del sepulcro.
Capilla del Cristo. A ambos lados del altar se encuentran las
figuras del bulto del sepulcro.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Representación de Don Pedro García de Herrera.
Paje colocado a los pies de Don Pedro.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Detalle de la escultura de Don Pedro.
Detalle de la escultura de Don Pedro.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Representación de Doña María de Ayala.
Detalle de la escultura de Doña María.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Detalle de la escultura de Doña María, sujetando el libro de oraciones.
Dueña y perro de lanas a los pies de Doña María.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Piezas de los testeros y molduras de cornisa y basa reutilizadas en
el pretil de la reja.
Piezas de molduras de cornisa y basa reutilizadas en el pretil de la reja.
Remate superior del pretil con las piezas de cornisa
reutilizadas y retalladas del lado del presbiterio.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Detalle del tipo de suciedad que presentan las piezas del bulto de forma
generalizada.
Pruebas de limpieza realizadas en el bulto de Don Pedro.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Pruebas de limpieza realizada en la misma zona que las fotos anteriores,
eliminando en este caso tanto la suciedad como restos de morteros
adheridos a la piedra.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Salpicaduras de cera en la superficie de las esculturas. Es un
problema muy frecuente, tanto en las piezas que están horizontales
como en las del pretil de la reja
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Detalle de las piezas M-8 y M-9. Se aprecian los restos de una pintura roja al temple que no es original
3-11
3-12
Restos de la pintura roja en piezas del pretil que no pertenecen al sepulcro.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Salpicaduras de la pintura de la reja en las piezas reutilizadas en pretil.
Salpicaduras de la pintura de la reja en las piezas reutilizadas en pretil.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Incisiones dibujando una cara en el plano de rotura de la cabeza de uno
de los salvajes que sujetan los escudos en las piezas del lienzo
reutilizados en pretil.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Superficie de la piedra rallada, probablemente como consecuencia de
limpiezas inadecuadas.
Ralladuras y grafitos en las piezas reutilizadas en pretil.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Erosión provocada por un una intervención de cepillado de las superficies.
En las partes más expuestas y alteradas de la piedra quedan las huellas
del cepillo que se usó (probablemente metálico).
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Otras marcas provocadas por el cepillado. Esta intervención debía buscar la
eliminación de una capa de enlucido de yeso que aparentemente recubría
toda la superficie de las piezas verticales del pretil.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Restos del enlucido de yeso que se debió aplicar en algún momento sobre
estas piezas. Se conservan estos restos en las zonas donde no pudieron
acceder con el cepillado.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Salpicaduras de morteros de yeso sobre diferentes zonas de las figuras del
bulto.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Restos de diferentes tipos de morteros aplicados en
las juntas de las piezas del pretil
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Alteración de uno de los morteros de rejuntado del pretil.
Este rejuntado tiene una superficie untuosa, y parece
tener un comportamiento impermeable, por lo que las
sales disueltas en agua de capilaridad apenas precipitan
sobre el mortero, sino que afectan a la piedra, o al
interior del mortero, como se ve en el fragmento de la
derecha, que corresponde al que se ve semidesprendido
en la foto de arriba a la izquierda y al hueco dejado en la
de la derecha. El interior del mortero aparece
completamente recubierto de sales.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Procesos de alteración de la piedra por limonitización y desplacación,
alteraciones vinculadas a la presencia de humedad y que, en el segundo de
los casos propicia la pérdida de fragmentos de piedra, como se ve que ha
ocurrido en este caso.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Alteración de las piedras del pretil. La piedra de la izquierda no tiene ningún tipo de decoración, salvo un
caveto tallado en el extremo que queda junto a la pieza del testero del sepulcro. Por eso no se la ha
considerado como una pieza del sepulcro, aunque atendiendo al tipo de piedra es posible que tanto esta
como la que está encima, sean piezas reaprovechadas. Este extremo se podrá comprobar al desmontar
esta zona del pretil. Como se puede ver la pintura roja a que ya se ha hecho referencia anteriormente
aparece tanto en las piezas de piedra como en los restos de mortero, lo que en este caso demuestra
que es una decoración del zócalo sin interés.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Alteración preferencial de la piedra en la pieza L-1, asociada a un estrato más alterable, que se llega a
manifestar como una fisura en la que se precipitan las sales del agua que circula con mayor facilidad por esta
discontinuidad (foto superior). Por ello al desmontar la pieza se deberá realizar un refuerzo estructural previo.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Arriba pérdida de fragmentos en la pieza M-3. Abajo fisura en la pieza M-8.
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65
MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Detalles de distintos tipos de erosión. Arriba marcas dejadas en la pieza C-9 por la cuerda de una
campana. Abajo desgaste por roce de las zonas más salientes de los pliegues de Doña María,
perdiéndose las huellas de gradina de la labra original, y en las lanas del perro que hay a sus pies.
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66
MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Pérdidas de volumen por erosión, arriba en la cabeza de una de las salvajes que portan el escudo de
Doña María, y abajo en la cabeza de la dueña colocada a sus pies.
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67
MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Pérdidas de volumen debidas a golpes fortuitos y a los distintos movimientos que han
sufrido las esculturas, que han provocado la rotura de los bordes de unión entre las
distintas piezas de los bultos.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Rotura de un gran fragmento de la figura de Don Pedro, que ha provocado la pérdida de todo
el antebrazo y mano izquierdos.
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69
MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
Pérdida del brazo izquierdo de la dueña de Doña María. Como se puede ver la
rotura a nivel del brazo izquierdo es bastante reciente, en contraste con la rotura
que hay a la altura de la mano izquierda, que por la suciedad que presenta es
antigua.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
6. ESTIMACIÓN DEL PRESUPUESTO DE LA INTERVENCIÓN.
6.1. Desglose del presupuesto por cada una de las fases definidas.
FASE DE INTERVENCIÓN.
(Los precios incluyen la parte proporcional de medios auxiliares,
instalaciones de obra, lona de cerramiento, etc.)
1. Desmontaje y posterior montaje de la reja de madera.
16% G.G. y 6 % B.I.
Total presupuesto de ejecución.
16% I.V.A.
PRECIO TOTAL DE LA FASE 1.
1.154,32 €
253,95 €
1.408,27 €
225,32 €
1.633,59 €
2. Desmontaje de las piezas originales reutilizadas en el pretil, y
posterior reconstrucción del pretil empleando piezas de cantería
nuevas y construyendo una escalera de obra.
16% G.G. y 6 % B.I.
Total presupuesto de ejecución.
16% I.V.A.
PRECIO TOTAL DE LA FASE 2.
5.824,35 €
1.281,36 €
7.105,71 €
1.136,91 €
8.242,62 €
3. Limpieza de las piezas originales, tanto las recuperadas del
pretil como las que están exentas.
16% G.G. y 6 % B.I.
Total presupuesto de ejecución.
16% I.V.A.
PRECIO TOTAL DE LA FASE 3.
5.942,16 €
1.307,27 €
7.249,43 €
1.159,91 €
8.409,34 €
4. Refuerzo estructural de las piezas que lo necesiten.
16% G.G. y 6 % B.I.
Total presupuesto de ejecución.
16% I.V.A.
PRECIO TOTAL DE LA FASE 4.
571,52 €
125,73 €
697,25 €
111,56 €
808,81 €
5. Tratamiento de
descohesionadas.
consolidación
puntual
de
las
zonas
16% G.G. y 6 % B.I.
Total presupuesto de ejecución.
16% I.V.A.
PRECIO TOTAL DE LA FASE 5.
442,88 €.
97,43 €
540,31 €
86,45 €
626,76 €
6. Cambio de recorrido de la conducción subterránea de
calefacción.
16% G.G. y 6 % B.I.
Total presupuesto de ejecución.
16% I.V.A.
PRECIO TOTAL DE LA FASE 6.
2.574,34 €
566,35 €
3.140,69 €
502,51 €
3.643,20 €
7. Reconstrucción de la cama del sepulcro con recuperación de
las piezas originales.
16% G.G. y 6 % B.I.
Total presupuesto de ejecución.
16% I.V.A.
PRECIO TOTAL DE LA FASE 7.
5.613,36 €
1.234,94 €
6.848,30 €
1.095,73 €
7.944,03 €
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
8. Recuperación del grupo de los yacentes.
16% G.G. y 6 % B.I.
Total presupuesto de ejecución.
16% I.V.A.
PRECIO TOTAL DE LA FASE 8.
3.267,16 €
718,77 €
3.985,93 €
637,75 €
4.623,68 €
9. Instalación de elementos expositivos auxiliares (sistema de
iluminación, barandilla de protección, panel explicativo).
16% G.G. y 6 % B.I.
Total presupuesto de ejecución.
16% I.V.A.
PRECIO TOTAL DE LA FASE 9.
2.963.24 €
651,91 €
3.615,15 €
578,42 €
4.193,57 €
10. Realización y edición del informe de la intervención, análisis
petrográfico y de caracterización de sales.
16% G.G. y 6 % B.I.
Total presupuesto de ejecución.
16% I.V.A.
PRECIO TOTAL DE LA FASE 10.
2.607,50 €
573,65 €
3.181,15 €
508,98 €
3.690,13 €
6.2. Presupuesto total de la intervención.
Presupuesto de ejecución material de la intervención.
30.960,83 €
16% G.G. y 6 % B.I.
6.811,38 €
Total presupuesto de ejecución de la intervención.
37.772,21 €
I.V.A. 16% s/ 37.772,21
6.043,55 €
PRECIO TOTAL DE LA INTERVENCIÓN
43.815,76 €
Fdo. Carlos Sanz Velasco.
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
ÍNDICE.
1
1
1
2
2
2
2
2
1. FICHA DESCRIPTIVA DEL OBJETO.
1.1 Tipo de objeto.
1.2. Dimensiones generales.
1.3. Autor o escuela.
1.4. Datación cronológica o estilística.
1.5. Técnicas de ejecución.
1.6. Localización.
1.7. Propietario y procedencia.
2. DESCRIPCIÓN DEL OBJETO.
2.1. Descripción de los elementos conservados
2.1.1. Representación de Don Pedro García de Herrera.
2.1.2. Representación de Doña María de Ayala.
2.1.3. Escudos.
2.1.4. Piezas de moldura.
2.1.5. Otras piezas.
2.2. Documentación histórica de la Iglesia.
2.3. Datos de los titulares del sepulcro.
2.4. El concepto de monumento funerario.
2.4.1. La colocación del sepulcro.
2.4.2. Desplazamiento de sepulcros en siglos posteriores.
2.4.3. Elementos del sepulcro.
2.4.4. La representación de los yacentes.
2.4.5. La disposición de las manos.
2.4.6. La indumentaria.
2.4.7. La heráldica.
2.4.8. Los Salvajes.
2.4.9. Pajes y doncellas.
2.4.10. El perro.
2.4.11. El epitafio, técnica de ejecución.
2.4.12. Partes del epitafio.
2.4.12.1. Comienzo.
2.4.12.2. “Nombre e identificación del difunto.
2.4.12.3. “Fallecimiento y sepultura.
2.5. Nomenclatura de los restos conservados.
2.6. Descripción material por elementos componentes.
2.7. Analítica.
2.8. Dimensiones detalladas.
3
3
4
4
4
5
5
6
8
8
9
10
10
10
11
12
12
12
12
13
13
13
13
14
15
17
19
20
21
3. DESCRIPCIÓN DE PATOLOGÍAS JUSTIFICATIVAS DE LOS TRATAMIENTOS
PROPUESTOS.
27
3.1. Daños sufridos por el desmontaje y reutilización de diferentes piezas del
sepulcro.
27
3.2. Humedad en el edificio.
28
3.3. Daños debidos al uso e intervención humana.
29
3.3.1. Marcas de roce en la pieza M-9.
29
3.3.2. Daños debidos a la reja.
29
3.3.3. Aplicación de enlucidos y pinturas.
29
3.3.4. Eliminación de las capas de enlucido y pintura.
30
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MIGUEL EN AMPUDIA (PALENCIA).
3.3.5. Intervenciones vandálicas.
30
3.3.6. Erosión superficial.
30
3.3.7. Salpicaduras y manchas.
30
3.3.8. Empleo de diferentes tipos de mortero en reparaciones.
31
3.4. Alteraciones de la piedra.
31
3.4.1. Las piezas que forman el bulto.
31
3.4.2. Alteraciones de la piedra en el resto de elementos.
32
33
4. TRATAMIENTO PROPUESTO.
4.1. Definición de los tratamientos.
33
4.1.1. Desmontaje y posterior montaje de la reja de madera.
33
4.1.2. Desmontaje de las piezas originales reutilizadas en el pretil, y
reconstrucción del pretil, construyendo una escalera de obra para acceso
al presbiterio.
33
4.1.3. Limpieza de las piezas originales recuperadas del pretil.
34
4.1.4. Limpieza del resto de piezas.
34
4.1.5. Refuerzo estructural de las piezas que lo necesiten.
35
4.1.6. Consolidación intergranular.
35
4.1.7. Reconstrucción del sepulcro.
35
4.1.7.1. Reconstrucción de la cama del sepulcro:
36
4.1.7.2. Recuperación del bulto o grupo de los yacentes.
38
4.1.8. Instalación de elementos expositivos auxiliares.
39
4.1.9. Realización de informe de la intervención.
40
4.2. Resumen de las fases de ejecución.
40
4.3. Previsión de plazo de ejecución de los trabajos.
40
5. DOCUMENTACIÓN FOTOGRÁFICA.
41
6. ESTIMACIÓN DEL PRESUPUESTO DE LA INTERVENCIÓN.
70
6.1. Desglose del presupuesto por cada una de las fases definidas.
70
6.2. Presupuesto total de la intervención.
71
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