A 76 años del asesinato de León Trotsky Tomar el poder, destruir el Estado, construir la sociedad comunista Hace 76 años era asesinado León Trotsky por el estalinismo, con el fin de silenciar una de las voces más importantes de la continuidad del marxismo-leninismo y entregar al imperialismo un trofeo de uno de los últimos líderes de la Revolución Rusa. De esa manera creyó que sepultaba las ideas revolucionarias, tan temidas por la burguesía internacional. Pero las leyes históricas son más fuertes que cualquier aparato y hoy, ante una de las crisis más importantes de la historia, queda demostrado que seguimos en una época de crisis, guerra y revoluciones; en la que el motor de la historia sigue siendo la lucha de clases. Nuevamente se pone a prueba la teoría marxista, cuya justeza histórica amenaza con convertirse en absolutamente evidente para las masas, y en esta pelea el estalinismo no tiene ya nada que decir. Reivindicamos su legado teórico-político, la Teoría de la Revolución Permanente; sus escritos políticos, el Programa de Transición; y tantos otros textos importantes. A quien fuera uno de los dirigentes, junto a Lenin, de la Revolución Rusa; creador del Ejército Rojo; constructor de la III Internacional y -ante su degeneración- el impulsor de la IV Internacional. Como él mismo escribió: “El marxismo examina la estructura de clase de la sociedad como una forma históricamente condicionada del desarrollo de las fuerzas productivas. El marxismo deduce de las fuerzas productivas de la sociedad las relaciones mutuas entre la sociedad humana y la naturaleza circundante, y éstas, a su vez, quedan determinadas en cada etapa histórica por la tecnología del hombre, por sus instrumentos y armas, por sus capacidades y métodos de lucha con la naturaleza. Precisamente esta aproximación objetiva confiere al marxismo un poder insuperable de previsión marxista”. (El materialismo dialéctico y la ciencia.) En la actualidad comienza a resquebrajarse todo el andamiaje creado en la posguerra, entonces el imperialismo -en su decadencia- intenta descargar la crisis sobre nuestra clase. Es tarea de los revolucionarios poner todos nuestros esfuerzos militantes para derrotar a nuestros enemigos con las armas de la crítica, y con la crítica de las armas. Como planteaba Trotsky, debemos formar nuevos cuadros para viejas tareas. Esta tarea preparatoria debe estar íntimamente ligada a ser parte de nuestra clase; a intervenir en los sindicatos; a lograr más experiencia; estar ligada a sus luchas, a sus triunfos y derrotas. Debemos ser parte de sectores de vanguardia, que podamos sacar lecciones para construir el partido revolucionario como sección nacional de la reconstrucción de la IV internacional. Para intentar saldar la crisis de dirección revolucionaria e intentar avanzar de forma revolucionaria. Queremos poner en pie una nueva generación de revolucionarios, que sea consciente de las grandes tareas que están planteadas, pero que no parta desde cero, sino que retome el método del marxismo. Al contrario de lo que plantean los reformistas y defensores del capitalismo, no es la teoría marxista la que está en crisis, sino los que se llaman a sí mismos marxistas. Ellos contradicen los fundamentos de la teoría y el programa, separan la economía de la política, abandonan la dictadura del proletariado porque “espanta” a las masas, discurren sobre el problema de la “consciencia” como si fuera un problema psicológico, siguen planteando la necesidad de partidos amplios en contra del partido revolucionario. Contra todas estas deformaciones debemos recuperar las herramientas del marxismo, para saldar cuentas con las viejas generaciones de trotskistas que erraron el rumbo y que -por presiones objetivas y subjetivas- perdieron de vista la totalidad e hicieron norma de las particularidades, lo que los llevó a reemplazar el programa revolucionario por amalgamas de demandas. A 76 años del asesinato de Trotsky, seguimos peleando por que las ideas del marxismo sean renovadas al calor de las luchas ideológicas y de clase, somos conscientes de que el marxismo no es un sistema absoluto. Por eso, en esta situación de crisis mundial, los marxistas tenemos mucho que decir y hacer: debemos retomar las tareas revolucionarias para enfrentar a la burguesía y su Estado burgués; tomar en nuestras manos la CORRIENTE OBRERA REVOLUCIONARIA 02-09-16 imperiosa tarea de reconstruir la IV internacional, ya que sus tareas históricas aún siguen intactas; dotar de un programa revolucionario a nuestra clase para vencer. Como planteaba Trotsky, la IV internacional puede resumirse en tres palabras: “por la dictadura del proletariado”. No podemos olvidar la idea permanentista de partido que incorpora Trotsky, ya que no se basa en la construcción en una determinada consciencia actual, sino en las tareas históricas del proletariado. Le da la dictadura del proletariado una dimensión permanentista. Concepto que ha desaparecido del diccionario de izquierda -temerosa de asustar a la opinión pública- o, en todo caso, se usa de forma democrática. Esto es ignorar que Trotsky planteaba que la dictadura en Rusia estaba provisoriamente encerrada dentro de límites nacionales, dándole así un carácter internacionalista y por lo tanto permanente. Trotsky tuvo que discutir la recuperación del método y la mecánica del programa ante la traición de la III Internacional estalinizada. Es por eso que elaboró el Programa de Transición, que -como él decía- nos deja en el umbral de la revolución. Hacía mucho hincapié en mostrar que este programa era un sistema de reivindicaciones que se proponía atacar las bases del régimen burgués. O sea, desarrollar una de las premisas estratégicas de la III Internacional en su fase revolucionaria, que era desorganizar a la burguesía (recordemos que las otras premisas eran organizar la proletariado y por último preparar las etapas de la dictadura de proletariado). Los revolucionarios llegaron a esta síntesis de tareas estratégicas después del triunfo de la Revolución Rusa y su extensión a una situación revolucionaria a nivel mundial. Pero pudieron generalizar las experiencias revolucionarias de la época de crisis, guerras y revoluciones por la construcción de la Internacional y es allí en donde la estrategia tomó la dimensión internacional y colocó a nuestra clase frente a tareas que excedían la base nacional de nuestra lucha. En el desarrollo de la crisis mundial ha aparecido una nueva generación de trabajadores y jóvenes que con confusión de objetivos se está enfrentando a los distintos procesos de la lucha de clases: enfrentando a sus gobiernos en las calles; creando y recuperando las organizaciones de la clase como los sindicatos; formando parte de la aparición de tendencias sindicales transitorias. Es por eso que los revolucionarios debemos actuar en este momento histórico pensando con nuestra propia cabeza. Debemos sacarnos la loza de las direcciones trotskistas de posguerra y desarrollar una nueva generación de revolucionarios, que tome la tarea central de intentar solucionar la crisis de dirección, retomando las tareas del marxismo revolucionario. Nosotros debemos partir de una cuestión crucial: el Estado-nación está superado como “marco” para el desarrollo de las fuerzas productivas, en cuanto “base” para la lucha de clases y, por consiguiente, en cuanto a “forma estatal” de la dictadura del proletariado. Nosotros intentamos avanzar en las discusiones de estrategia revolucionaria, por eso en estos 10 años de existencia de nuestra corriente, debatimos sobre nuestra visión del programa de transición, la teoría de la revolución permanente y sobre la dictadura del proletariado y su extensión internacional. Sostenemos lo importante de discutir la descomposición del imperialismo entendiendo a éste como la superestructura del capital y la descomposición de los Estados burgueses y su sistema de Estados- nación. Y en esta tarea estamos.