Esther Tusquets Las mujeres, la literatura y la peligrosidad ¿ V iven peligrosamente las mujeres que rige tanto para los varones como para las mujeres. escriben? ¿Viven más peligrosamente Sólo que, en el caso de los hombres, las normas es- que los hombres que escriben? ¿Viven más peli- tablecidas han sido siempre tan amplias, que ellos grosamente que las mujeres que se dedican a han podido permitírselo casi todo sin tener que otras profesiones que podríamos calificar tam- violarlas. Las nuestras han sido, por el contrario, bién «de riesgo»? ¿Vivieron peligrosamente en estrictas y asfixiantes. Lo son todavía, aunque en otros tiempos o esto se mantiene hasta hoy? ¿Co- una medida mucho menor, en la actualidad. rren las mujeres escritoras el mismo peligro en las distintas partes del mundo? 8 ¿Por qué aumenta la violencia de género, por qué es tan alto el número de mujeres asesinadas El mayor atractivo de los libros de Stefan por sus maridos, sus ex maridos, sus amantes, sus Bollmann, lo que los hace tan estimulantes, es que, ex amantes? ¿Se han vuelto los miembros mascu- más que proponer una tesis que suscite nuestra linos de la comunidad humana más salvajes, más aprobación total y sin reservas, ponen sobre el ta- violentos y criminales? Pienso que no. Somos no- pete un puñado de cuestiones sobre las que refle- sotras las que hemos cambiado. Hemos aprendido xionar y discutir, son una invitación al diálogo. a decir no, a abandonarles, a sustituirles: nos he- De hecho, vive peligrosamente todo aquel que mos liberado de normas que tienen siglos o mile- intenta escapar a las normas establecidas, y esto nios de antigüedad que las avalan. Mientras la mujer seguía allí, al lado de su pareja, de su due- de la mujer en la literatura –George Eliot, Jane ño, era quizá maltratada, humillada, violada, Austen y las hermanas Emily y Charlotte Bron- pero no solía ser asesinada. No era necesario re- të– tuviera hijos, o que Santa Teresa, una de las currir a aquello que desde el comienzo de los escritoras más notables en lengua castellana, fue- tiempos ha determinado el predominio del va- ra una religiosa. rón: su mayor fuerza física. Sólo cuando las familias empezaron a limitar Las normas que han regido –durante siglos, el número de hijos, debido en gran parte a que los durante milenios– las vidas de las mujeres las progresos de la medicina habían reducido la mor- han reducido al ámbito asfixiante del hogar y la talidad infantil, pudieron las mujeres entrever maternidad. Y cuando –desde la prehistoria has- posibilidades ajenas a la maternidad y las tareas ta fechas muy recientes– las mujeres parían doce, del hogar. Y todavía hoy, en los albores del siglo trece, veinte hijos, de los que sobrevivían a veces XXI, muy pocos, no les quedaba, aparte de lo que esta- viable para una mujerhacer compatible la ma- blecieran las normas, tiempo ni espacio para ternidad con una vida profesional de cierta rele- nada más. No debe de ser casual que ninguna de vancia. Bollmann nos cuenta que Florence Mon- las cuatro grandes novelistas inglesas del siglo treynaud ha elegido como divisa «et liberi et libri» XIX, (niños y libros), oponiéndose al viejo axioma «aut que marcan el ingreso por la puerta grande sigue vigente el dilema de hasta qué punto es 9 George Sand Fotografía de Félix Nadar (1820 – 1910 ), 1864 10 liberi aut libri» (niños o libros), y que Toni Morri- universidad, o de lo limitado de unas experien- son aseguraba que ocuparse de sus hijos le había cias que las constriñen a la novela psicológica y permitido desembarazarse de un montón de co- la novela de costumbres (difícilmente podría sas que eran un estorbo en su vida, pero también una mujer haber escrito Guerra y paz), estos ele- es cierto que abundan las mujeres, tanto ciuda- mentos son desde luego favorables e importan- danas de a pie, como intelectuales y escritoras, tes, pero no «imprescindibles». Para escribir no que consideran imposible compaginar materni- se requiere un título académico, ni otro dinero dad y profesión, sin grave menoscabo de una de que el necesario para adquirir papel y tinta, y ni las dos actividades. siquiera un lugar especial de trabajo o un tiem- Sin embargo, sea o no cierto que las mujeres po a salvo de interrupciones. («Ninguna ocupa- que se dedican a la escritura viven de forma es- ción femenina es lo bastante importante para no pecialmente peligrosa, fue en ese campo donde poder ser interrumpida en cualquier momento», pudieron hacerse antes un lugar, y donde han te- se dice en este libro, y las mujeres sabemos has- nido mayores posibilidades. Aunque Virginia ta qué punto es cierto.) Woolf se lamente con razón de que las mujeres Hay todavía algo más, que debió de tener en el escritoras carezcan de «una habitación propia» siglo XIX una importancia primordial: la escritura (título de uno de sus libros), de medios econó- puede practicarse en secreto y ampararse en un micos independientes, de haber pasado por la pseudónimo, que será siempre, claro, masculino. Las novelas de Jane Austen llevarán como refe- bro. En cualquier caso, a uno no le hubiera aver- rencia «By a Lady»; las tres hermanas Brontë se gonzado que le sorprendieran escribiéndolo. No cambiarán el nombre; George Eliot es el que toma obstante, Jane Austen se alegraba de que chirriara de su amante Mary Ann Evans. Pero los casos son el gozne de la puerta para poder esconder su ma- infinitos y se dan en todo tiempo y lugar: la fran- nuscrito antes de que entrara nadie. A los ojos de cesa Aurore Dupin firmará como George Sand; la Jane Austen había algo vergonzoso en el hecho de española Cecilia Böhl de Faber, como Fernán Ca- escribir Orgullo y prejuicio. Y me pregunto, ¿hubie- ballero; la catalana Caterina Albert, como Víctor ra sido Orgullo y prejuicio una novela mejor si a Jane Català. La propia Colette publica sus primeras no- Austen no le hubiera parecido necesario esconder velas bajo el nombre de su marido. su manuscrito para que no lo vieran las visitas?» Cuenta uno de sus sobrinos que Jane Austen, Así pues, respecto al siglo XIX no cabe duda. Es- que escribió la mayor parte de sus obras en la sala cribir era una profesión considerada impropia de de estar, sujeta a todo tipo de interrupciones, «tuvo la mujer, una transgresión a las normas, algo siempre buen cuidado de que no sospecharan sus de lo cual, lejos de envanecerse, había que aver- actividades los criados, ni las visitas, ni nadie ajeno gonzarse, y que hacía la vida más difícil y le aña- a su círculo familiar». Y comenta Virginia Woolf: día un suplemento de riesgo. Las novelistas del si- «Sin alardear ni tratar de herir al sexo opuesto, glo XIX no escribían con ánimos de triunfar ni de puede decirse que Orgullo y prejuicio es un buen li- hacerse famosas: escribían por la misma razón 11 Retrato de la joven Cecilia Bölh de Faber que publicó sus escritos bajo el pseudónimo de Fernán Caballero, grabado de la época que los escritores de cualquier sexo y de cual- mitieron adquirir una enorme popularidad, quier época: porque no podían dejar de hacerlo, mantener una postura combativa ante escritores porque escribir era una necesidad ineludible. Ha- coetáneos, y tratar en sus novelas temas insóli- bían sido desde siempre grandes receptoras de tos en la literatura española de entonces, sobre historias, magníficas narradoras orales, les había todo en la femenina. Así, en La tribuna aparece llegado el momento de, aun con limitaciones y una imagen nueva de la clase obrera; en El cisne dificultades, poder escribirlas, y no iban a perder de Vilamorta intenta analizar problemas eróticos la oportunidad de hacerlo. frecuentemente eludidos, y en La piedra angular Curiosamente la novelista española más destacada del siglo 12 aboga por la abolición de la pena de muerte. Fue Emilia nombrada catedrática de Literaturas Románicas Pardo Bazán (más próxima por su actitud a de la Universidad de Madrid y se planteó la po- George Sand que a las cuatro grandes novelistas sibilidad de que fuera elegida para la Real Aca- inglesas), no encaja en el tipo de escritora que demia de la Lengua. XIX y comienzos del XX , vive peligrosamente. Perteneciente a una familia A lo largo del siglo XX aumenta sin cesar el nú- aristocrática, pudo disponer de los medios que mero de mujeres que escriben, y la profesión deja de Woolf revindica para las mujeres escritoras –re- considerarse impropia de nuestro sexo. Creo que en cursos económicos, amplia cultura, viajes por ningún otro campo estamos tan cerca de alcanzar Europa–, que, unidos a su fuerte carácter, le per- la paridad con el varón. Hay muchas mujeres es- Retrato de la autora gallega Emilia Pardo Bazán. Sin fecha critoras, algunas muy famosas, y algunas consiguen Centrémonos en las europeas y americanas, que espectaculares éxitos de venta, e incluso de crítica. constituyen el objeto principal del presente libro. El hecho de ser mujer no constituye un obstáculo Cierto que muchas han conseguido fama, dinero y para encontrar editor, y ninguna autora se aver- prestigio, pero esto no permite hablar todavía de güenza de haber escrito una buena novela o un igualdad. Como en muchas otras profesiones, las buen poemario. En España contamos, entre otras, mujeres han invadido el campo, ocupan un lugar, con novelistas tan excelentes como Rosa Chacel, un enorme lugar en los espacios medios, pero no al- Ana María Matute o Carmen Martín Gaite. canzan, en un mundo regido por hombres, los ¿Sigue viviendo, sin embargo, peligrosamente puestos más altos. Para comprobarlo, basta echar la mujer escritora? Reconoce el propio Bollmann una ojeada a la lista de los premios Nobel, o al nú- que, si una alemana o una americana decide hoy mero de mujeres que figuran en la Academia Fran- ser escritora independiente, vive peligrosamente, cesa o en nuestra Real Academia de la Lengua. A pero esta peligrosidad consiste en un problema nivel «oficial» apenas existimos. de subsistencia y de una experiencia que podría- Esto nos remite al centro de la cuestión: la lite- mos llamar el abismo existencial de la escritura, ratura femenina no se considera una parte inte- mientras que, por el contrario, cuando una iraní grante de la literatura en general, al igual que la o una paquistaní decide escribir, pone en peligro masculina. Si, según la teoría citada a menudo por su cuerpo, su alma y su vida. el poeta catalán Gabriel Ferrater, la literatura es 13 Colette Pintura de Emilie Charmy (1877 – 1974 ), 1921 Colección particular 14 una especie de cadena en la que cada obra concre- grosidad. En otras profesiones basta alcanzar cier- ta es un eslabón que parte de otra obra y conduce ta corrección, que requiere un esfuerzo determi- a una tercera, las obras escritas por mujeres no se nado y con la que hemos cubierto el objetivo. La insertarían en esta cadena, sino que formarían una apuesta del artista es mucho más ambiciosa: apun- cadena aparte. La obra de un escritor se lee y se juz- ta, si no directamente a lo genial, sí a cierto grado ga sin tener en cuenta su sexo; la obra de una mu- de excepcionalidad. Quiero decir que si eres, por jer se lee y se juzga teniendo presente su condición ejemplo, uno de los doscientos mejores médicos de de mujer. Decía Marguerite Yourcenar que en de- tu ciudad puedes darte por satisfecho, pero, si eres terminado momento de su vida dejó de ser una sólo uno de sus doscientos mejores escritores, y te mujer que escribía para convertirse en un escritor, das cuenta de ello (si eres consciente tú mismo de que ocasionalmente era también una mujer. Pero que no logras realizar lo que con toda tu alma te este paso que ella dio era individual y personal, y propones), tienes que abandonar o pegarte un tiro. no rige en el mundo literario en que estaba y esta- La ambición, y por consiguiente la frustración que mos inmersos. supone el fracaso (insisto: no tanto ante los demás Ser escritor, como dedicarse a cualquier activi- como ante uno mismo), son extremas. Puedes reci- dad artística, entraña un riesgo adicional al riesgo bir las críticas más duras, las invalidaciones más de vivir. Escribir es una actividad de riesgo, y los rotundas. Y todo el proceso tiene lugar a plena luz, hombres y mujeres que la eligen conocen su peli- en presencia de un público. Marguerite Yourcenar Fotografía de los años ochenta Es posible que las mujeres, situadas en una po- grosamente. En este libro figuran muchos casos de sición desventajosa, las mujeres, a las que todo sue- frustración, enfermedad, soledad y suicidio, que lo le exigirnos un esfuerzo mayor, obligadas casi ilustran. siempre a compaginar nuestro trabajo con la ma- Pero, si disponemos una sola vida en este mun- ternidad y el hogar, tentadas a menudo a renunciar do, ¿acaso no será lo mejor vivirla peligrosamente, a él, sujetas, aún hoy, a todo tipo de interrupciones, arriesgándola por algo, en este caso la escritura, vivamos la condición de escritoras, nos enfrente- que de veras importe y nos importe? No se me ocu- mos al «abismo existencial de la escritura», con rre ninguna opción mejor. mayores riesgos, es posible que vivamos más peli- 15