LOS DESAFÍOS QUE ENFRENTA EL CONSEJO DE LA JUDICATURA FEDERAL DE CARA A LA MODERNIDAD Israel ALVARADO MARTÍNEZ «Aquel que decide un caso sin escuchar la declaración de otro, aunque la decisión sea justa no puede considerarse justa». Séneca SUMARIO: a. Mis antecedentes académicos y profesionales; b. Mi visión del Consejo de la Judicatura Federal (CJF), 1. La falta de profesionalización, 2. Endogamia, 3. Falta de autonomía, 4. Corrupción, 5. Ausencia de políticas y planeación, 6. Ausencia de una visión de género en la designación y adscripción de juzgadores, 7. Controles de calidad y protección de personas; c. Los retos que debe enfrentar el CJF. a. Mis antecedentes académicos y profesionales Soy Israel Alvarado Martínez, abogado, actualmente Consejero de la Judicatura del Distrito Federal, responsable de implementar el sistema integral de justicia para adolescentes (tanto el modelo oral como el escrito) y el de juzgados de ejecución de sentencias (primera fase del sistema procesal penal acusatorio — SPA—) con los que cuenta esta Ciudad de México actualmente. En el caso de la justicia minoril, el modelo que a mi cargo se implementó en el DF equivale por sus dimensiones a todo el modelo de justicia en general de algunos tribunales locales completos (en todas sus materias). He sido servidor público prácticamente desde el momento en que inicié mi vida laboral y he contado con la fortuna de prestar mis servicios a la sociedad desde los tres Poderes de la Unión, tanto en el ámbito federal como en el local. Cuento con una formación académica consistente en 16 estudios de posgrado: (i) nueve diplomados, (ii) una especialidad, (iii) tres maestrías y (iv) tres doctorados. Estudios realizados tanto en instituciones públicas, como privadas, lo mismo nacionales que extranjeras; todos ellos referidos al amparo, el Derecho Ambiental, la Justicia para Adolescentes, las Ciencias Penales, el SPA y las administraciones pública y de justicia, así como la administración y gobierno del Poder Judicial. Suman ya más de 30 libros y poco más de un centenar de artículos nacionales e internacionales en mi haber, todos ellos de nivel científico de calidad, reconocidos por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología: (CONACYT). He conjuntado siempre la función pública con la docencia, la investigación y el litigio (siempre que no he tenido impedimento para ello). Como pueden ver, amalgamo la experiencia práctica y los conocimientos académicos, conozco la realidad lo mismo que me encuentro al tanto de las tendencias teóricas que en torno al Estado en general y, al sistema de administración de justicia (procuración e impartición) en particular, existen; conozco y entiendo a las instituciones desde dentro y con una óptica panorámica, interinstitucional, global. Sé de la relevancia de asumirse en este contexto como parte del Estado, como un engrane más en esa maquinaria compleja, así como de contar con la inteligencia de no hacerlo en detrimento de la autonomía de los Poderes y de la independencia que debe existir entre ellos. Página 1 de 10 Actualmente, desde mi función de Consejero de la Judicatura del DF, administro y vigilo a casi 12 mil empleados y 300 órganos judiciales, lo que representa administrar casi el 41% del Poder Judicial de la Federación, claro, con tan solo una octava parte de su presupuesto. Soy el titular de la Unidad Especial para la Implementación de las Reformas Constitucionales en Materia Penal del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura, ambos del Distrito Federal (UNESIRP), misma que integra un grupo de profesionales de forma interdisciplinar que tiene a su cargo implementar el SPA, y soy miembro del Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia Penal en el Distrito Federal. b. Mi visión del Consejo de la Judicatura Federal (CJF) A menos de un mes de cumplir con mi mandato de cinco años como Consejero, cuento con una visión muy clara de lo que un Consejo de la Judicatura (CJ) es, de sus fortalezas y de sus debilidades, de sus oportunidades y de las amenazas. La visión que tuvo el Constituyente de dotar a los Poderes Judiciales de un órgano técnico encargado de la administración, vigilancia y disciplina, autónomo, independiente y profesionalizado que permitiera a los órganos jurisdiccionales dedicarse a su labor fundamental: juzgar, no se ha podido concretizar a casi 20 años. Los Consejos de la Judicatura actuales en los estados tienen una composición muy disímbola, pero fundamentalmente constituyen cuerpos colegiados conformados por abogados que intentan cumplir con esas tres funciones constitucionales. Sin embargo, administran deficientemente, vigilan sin un orden y disciplinan con gran variedad de criterios y modelos procedimentales. 1. La falta de profesionalización Una de las grandes aportaciones que el SPA ha dado al sistema judicial radica en sus modelos de gestión judicial diferenciados. Se debe reconocer que los abogados somos malos administradores —por regla general—, pues en nuestra formación académica proveniente de las universidades no se contemplan asignaturas al respecto. Debe tenerse presente que la función judicial es primordialmente (a caso exclusivamente) la de juzgar, no la de administrar, por ello se crearon stands de juzgadores que se encargan de las funciones jurisdiccionales y, administraciones judiciales, conformadas por administradores de carrera que se encargan de la función de administrar. De este modelo debemos abrevar y adoptar lo que resulta conveniente. Si bien en cierta medida las funciones de los Consejos contemplan aspectos jurisdiccionales —son juzgadores administrativos de todos los funcionarios judiciales—, quizá el 80% de las funciones de estos órganos colegiados consiste en administrar, ya sean recursos materiales o financieros o el factor humano. En la práctica, el CJF se integra por una serie de abogados que en el mejor de los casos tienen cierta experiencia en la administración de recursos ( como máximo tres de siete) y, mayoritariamente se trata de buenos, en ocasiones hasta excelentes abogados —juzgadores—, pero pésimos administradores (por lo menos cuatro de siete). Página 2 de 10 Mientras quienes son nombrados por los órganos legislativos o ejecutivos suelen ser abogados con cierta experiencia en la administración pública, los «Consejeros internos» (el Presidente y las demás juzgadoras y juzgadores) suelen ser neófitos en el conocimiento de la administración de recursos a grandes escalas, pues no es lo mismo administrar (con la ayuda de una oficina de administración) un órgano jurisdiccional, que a todo el Poder Judicial. 2. Endogamia Sí, es verdad que en las labores de disciplina que implican enjuiciar mediante el derecho administrativo sancionador a los funcionarios, el papel de los juzgadores (Ministro Presidente, Magistrados de circuito o Jueces de Distrito) es relevante, pues mediante una revisión ex ante podría sostenerse (no sin encontrar muchos casos de excepción) que se encuentran más capacitados para estas funciones que quienes son nombrados «desde fuera» pero, ¿resulta relevante que cuatro de siete integrantes sean juzgadores cuando menos del 20% de las labores del CJF son jurisdiccionales? Y, por otro lado, no puede dejarse pasar por alto el hecho notorio de que la estabilidad (por demás deseada y conveniente) de los juzgadores, implica que se conduzcan entre ellos con mucha familiaridad, que se creen lazos de amistad, de hermandad y hasta de complicidad que impide una verdadera aplicación de la disciplina interna. Sin duda que el conocimiento que los juzgadores que se integran al CJF desde dentro del propio Poder Judicial de la Federación es muy relevante, pues no podría yo imaginar la elaboración de planes estratégicos de planeación y elaboración de políticas judiciales sin contar con estas visiones, pero no en las proporciones que actualmente se conforma el Consejo, no con una mayoría de juzgadores que con una visión endógena tratan de proyectar a un Poder del Estado inserto en un complejo estatal de poder sobre la base de su experiencia al frente de un juzgado o un tribunal, con una visión profunda de su quehacer jurisdiccional, pero pobre de los equilibrios de poder, de las fuerzas internas y externas que presionan y en ocasiones moldean a las instituciones, de la complejísima tarea de administrar a un Poder del Estado, que dominan el árbol, pero desconocen el bosque. Basta con ver las comparecencias que para efectos del nombramiento de Consejeros de la Judicatura realiza la Suprema Corte, en donde la mayoría abrumadora de las preguntas de las y los Ministros y las propuestas de las y los juzgadores se encaminan a aspectos de disciplina judicial (juzgamiento) y dejan de lado u olvidan los aspectos de la administración de recursos. Una expresión de esta endogamia se presenta no por un defecto estructural (como el señalado por la propia Constitución que prevé que cuatro juzgadores integren al CJF), sino por un defecto meramente fáctico, y este consiste en que, no obstante que el Constituyente ya prevé la inclusión de cuatro Juzgadores (con visión de juzgadores) en el Consejo, no han faltado los Consejos (federal o locales) que integren a sus filas a Juzgadoras o Juzgadores nombrados desde los Poderes Legislativo o Ejecutivo, no obstante que el espíritu que impregnó la reforma constitucional de 1994 con la creación de los Consejos de la Judicatura Federal y del Distrito Federal fue la de prever un equilibrio de poderes, dando Página 3 de 10 intervención a los otros dos Poderes del Estado Mexicano, lo que se violenta con este tipo de nombramientos. Otra de estas expresiones endogámicas que tiene su génesis en esa visión restringida y solo interna de los operadores judiciales se refiere a su falta de vinculación con otros actores políticos, jurídicos y sociales. En gran medida parte de los problemas que se presentan hacia el interior del CJF tienen que ver con la poca o nula vinculación que se tienen con actores de otros Poderes del Estado. No existe —solo por poner un par de ejemplos— un área de enlace legislativo que permita una comunicación constante con el Congreso de la Unión que permita interactuar para retroalimentar el quehacer de los legisladores y hacerles partícipes de las necesidades del Poder Judicial, como tampoco existe un área de vinculación con la PGR que permita afinar criterios y recabar información para después ser procesada por un área de planeación estratégica que permita definir políticas judiciales sólidas desde el interior de la institución. Mientras todos lo Poderes Judiciales de los Estados cuentan con facultades de iniciativa de ley, el Poder Judicial de la Federación carece de esta facultad. Uno de los problemas más agudos que han presentado y/o presentan por igual los 12 estados del país que han implementado ya el SPA es el de la poca o nula comprensión por parte de las y los juzgadores federales de las reglas nuevas y diversas de este modelo de enjuiciamiento criminal. He tenido la oportunidad de visitar ocho países de América y Europa y los 12 estados de la República que cuentan con procesos penales acusatorios y la experiencia nacional ha sido la misma: el Poder Judicial de la Federación no acude a los cursos de capacitación que les ofrecemos, no acuden a reuniones de discusión normativa y desconocen la mecánica procesal del sistema; la consecuencia: una serie de criterios derivados del juicio de amparo que contravienen la lógica del SPA, provocando sismas en la operación del nuevo sistema. Mientras las Conferencias de Procuradores, Seguridad Pública y Reclusorios se encuentran integradas por los titulares de la federación y las entidades federativas, la Comisión Nacional de Tribunales de los Estados Unidos Mexicanos (CONATRIB) echa de menos la presencia del Poder Judicial de la Federación dentro de sus filas. 3. Falta de autonomía La falta de autonomía del CJF se presenta en dos vertientes: (i) la presupuestal y (ii) la orgánica. La exposición de motivos de la celebérrima reforma de 1994 a la Constitución General de la República que modificara la composición de los Poderes Judiciales de la Federación y del Distrito Federal, argumentó el cambio institucional para «avanzar en la consolidación de un Poder Judicial fortalecido en sus atribuciones y poderes, más autónomo y con mayores instrumentos para ejercer sus funciones…». Sin embargo, la visión del Constituyente no consideró a la autonomía financiera, que en gran medida es el sustento de los otros aspectos de la autonomía judicial: la política y la administrativa. Página 4 de 10 Así, los art. 100, párrafo segundo; 17, párrafo quinto; 100, párrafo séptimo; 116, párrafo segundo, fracción III y 122, párrafo sexto, apartado C, BASE CUARTA establecen la posibilidad de que los Poderes Judiciales elaboren sus presupuestos, pero no garantizan su independencia, pues si bien se refieren a esta figura, tan solo lo hacen bajo la perspectiva de la resolución y la ejecución de la carrera judicial y el ingreso, formación y permanencia de quienes sirvan a los Poderes Judiciales. En México ya existen algunos avances en materia de independencia financiera de los poderes judiciales. Las Constituciones Políticas de los estados de Guerrero y Tamaulipas ya prevén un piso presupuestal mínimo que permite garantizar esta independencia. Existen ya antecedentes en América Latina. Algunas Constituciones nacionales prevén la independencia de sus Poderes Judiciales. Tal es el caso de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay y Venezuela. PAÍS Costa Rica El Salvador Guatemala Honduras Nicaragua Panamá Paraguay Venezuela NOMBRE DE LA CONSTITUCIÓN Constitución Política de la República de Costa Rica Constitución Política de la República de El Salvador Constitución Política de la República de Guatemala Constitución Política de la República de Honduras Constitución Política de Nicaragua Constitución Política de la República de Panamá Constitución de la República de Paraguay Constitución de la República Bolivariana de Venezuela FIGURA 6% Suficiencia 2% 3% 4% 2% 3% 2% Un diseño como el actual, en el que al finalizar cada año el Poder Judicial de la Federación, a través del CJF debe «cabildear» la aprobación de su presupuesto ante los otros dos poderes, colocándose en una situación de subordinación tanto fáctica como formal o normativa resulta inaceptable. Subordinar a un Poder frente a los otros dos de esta manera, resulta no solo anacrónico, sino infuncional, pues en la medida en que uno de los poderes, el que sea, no se presenta con fortaleza ante los otros, el Estado mismo se ve demeritado en el diseño de equilibrios que deberían estar presentes en cada una de las actividades estaduales. Urge dignificar a los Poderes Judiciales que, en gran medida, son los garantes de la paz social, de la certidumbre ciudadana, incluso de la estabilidad de los otros dos poderes, pues ante un conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo, es el Judicial el que tiene la última palabra. Respecto a la segunda, la orgánica, no resulta creíble la independencia del CJF respecto del Poder Judicial y viceversa, cuando el diseño institucional implica un círculo vicioso (como las falacias de petición de principio) en el que el Página 5 de 10 Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es a la vez el Presidente del Consejo de la Judicatura Federal y viceversa. Se es «juez y parte» en un proceso así ya diseñado, que no depende de quienes en él operan, pues así ha sido dado, pero mal dado. Podrá argumentarse en contra el hecho de que el CJF no tiene injerencia en la Corte, pues esta se regula a sí misma, es autoreferenciada, sin embargo, por un lado en términos jurisdiccionales, existe una preeminencia de esta sobre los demás órganos jurisdiccionales, fundamentalmente los Tribunales de circuito y los Juzgados de distrito y, por otro lado, es el CJF quien administra, vigila y disciplina a estos mismos. 4. Corrupción Soy consciente de la existencia de un debate muy serio alrededor del concepto de corrupción —y por consiguiente acerca de la concepción de la «corrupción judicial»—, para efectos prácticos adopto la que propone la Due Process of Law Foundation (DPLF), que entiende a la corrupción judicial como «la conducta en la que un funcionario judicial (juez o empleado), vulnera el principio de imparcialidad en un proceso judicial, con la finalidad de obtener un beneficio indebido e ilegal para sí mismo o para un tercero», basada en las definiciones que al respecto proponen Transparency International, el World Bank Institute, el Centro de Estudios sobre la Justicia de las Américas, el Latinobarómetro y Global Integrity. Dicho beneficio al que se refiere el concepto referido, puede ser «tanto material o financiero como inmaterial y, en ese sentido, son manifestaciones de corrupción judicial la acción del funcionario judicial que recibe dinero para agilizar un trámite, la del que pierde el expediente por un precio, como la actuación del juez que no toma en cuenta evidencia con el afán de justificar la absolución de un inculpado de alto perfil político o poder económico», y derivado de ello pueden existir distintos niveles de corrupción: (i) Corrupción Tradicional, (ii) Corrupción Sistémica, (iii) Captura del Estado (CdE), y (iv) Reconfiguración Cooptada del Estado (RcdE). El problema que se presenta en estos dos últimos niveles, implica que la criminalidad organizada (derivada principalmente del narcotráfico en México) se ha «convertido en procesos que agrupan conductas catalizadoras y dinamizadoras de otras conductas criminales, que no sólo aprovechan sino que agudizan debilidades estructurales en las instituciones democráticas de estados a nivel local, regional y nacional», lo que ocasiona que ante una mayor infiltración del Estado lograda por las redes de criminalidad organizada y mayores niveles de corrupción tradicional, de CdE o de RCdE, «puede suponerse entonces una menor capacidad para controlar, perseguir, juzgar y sancionar los delitos y, a su vez, puede suponerse un círculo causal perverso entre mayores alcances de las redes criminales y mayores niveles de debilidad institucional». Pero no debemos entender el problema de manera aislado, como endémico del Poder Judicial, pues como refiere BINDER, «el problema de la corrupción del sistema judicial no sólo se refiere a su situación interna sino que también tiene que ver con el modo como reaccionan las instituciones judiciales frente a la corrupción en otras áreas del Estado», y sobre esto, VARGAS indica que el problema no radica en tener la mala suerte de no poseer buenos jueces, sino en: Página 6 de 10 Aspectos centrales de la estructura y funcionamiento de los sistemas judiciales en nuestro continente, lo que genera un entorno de incentivos negativos para las personas que se desempeñan en ellos. Tales incentivos distan mucho de fortalecer y premiar las conductas socialmente beneficiosas de los funcionarios judiciales sino, muchas veces, hacen exactamente lo contrario. Tras lo afirmado está la idea de que cualquier sistema para la obtención de sus metas —y no se divisa razón alguna para que el Poder Judicial sea una excepción— no puede descansar exclusivamente en que sus integrantes sean excepcionales, sino debe ser estructurado para conducir a personas con habilidades y valores normales de forma tal que maximicen sus potencialidades. Los jueces no son dioses —ni podemos pretender que lo sean—, ellos reaccionan, como cualquier otro profesional, al contexto en el que se desempeñan. Los jueces no son más que abogados que optan, dentro de un conjunto de alternativas profesionales, por la de la judicatura. No cuentan, en la generalidad de los casos, ni con una escala de valores distinta a la del promedio de los abogados, ni con una formación diferente, ni con otros intereses o expectativas. Los problemas de corrupción en los Poderes Judiciales del Continente, entonces, no deben ser vistos como problemas puntuales, circunscritos a malos funcionarios, sino como lo que realmente son: problemas generalizados, enraizados en la lógica misma en que ellos funcionan. Me resulta tan claro que existe un aumento en los índices de corrupción dentro del Poder Judicial de la Federación, como que el problema está muy vinculado con los altos índices de violencia y con problemas similares en las demás instituciones del Estado. Un Informe de la Relatora Especial de NACIONES UNIDAS sobre la independencia de magistrados y abogados (de 2011), señala que: México confronta una situación de incremento de violencia principalmente por parte de grupos vinculados a la criminalidad organizada, por lo que «es aún más importante que exista una Judicatura sólida, independiente y efectiva en sus actuaciones». Subraya la necesidad de «proteger a los operadores de justicia frente a las amenazas e intimidaciones» y de combatir la impunidad, vinculada en México no sólo a una debilidad estructural en la investigación de los delitos, sino también a la corrupción, difundida en todos los niveles pero particularmente en los ámbitos estatales y municipales. 5. Ausencia de políticas y planeación Todo lo dicho hasta el momento me lleva a un punto nodal: no existe una verdadera política de planeación a largo plazo, que trascienda los periodos de los mandatos y que permee transversal y verticalmente el quehacer del CJF. Una buena práctica de estas políticas la podemos encontrar en el Poder Judicial del Distrito Federal, el que cuenta con un área de Planeación que define políticas de corto, mediano y largo plazo vinculadas no solo con la visión política que quienes integran al Consejo de la Judicatura local, sino derivada de las obligaciones y visión que han tenido los órganos legislativos que nos obligan a adoptar cambios normativos, estructurales, institucionales, etc. Muestra clara y preocupante de la ausencia de políticas de planeación lo constituye lo referente a la carrera judicial, especialmente al sistema de designación de las y los Juzgadores. En mis cinco años como Consejero local, he participado en procesos de designación de más de 200 plazas para ocupar el cargo de juezas y jueces, y como observador externo he estado muy pendiente de cómo es que se llevan a cabo esos procesos desde el CJF y puedo hablar con solidez de los problemas Página 7 de 10 con los que se enfrenta éste último: una visión endógena que privilegia los concursos en los que solo participen funcionarios judiciales de la federación, ausencia absoluta de perfiles que mediante un sistema de habilidades y destrezas delimite nítidamente las características que se buscan de un juzgador, visiones tan variadas como conformaciones de jurados para seleccionar Jueces y Magistrados hayan, ausencia de verdaderas políticas con perspectiva de género en la designación de juzgadores y en la adscripción de los mismos y un casi interminable etcétera. En términos generales, el CJF es más reactivo que preventivo en la planeación de proyectos que deben atenderse. Véase la ausencia de Tribunales Especializados en el Sistema Integral de Justicia para Adolescentes en la federación, que si bien se deben en cierta medida a la ausencia de ley en la materia, no puede desconocerse que su poca o nula vinculación con el Congreso de la Unión les impide caminar conjuntamente hacia la consecución de objetivos que, ni más ni menos, marca y ordena la Constitución Federal. 6. Ausencia de una visión de género en la designación y adscripción de juzgadores Actualmente el ingreso y ascenso de las mujeres en la carrera judicial se ve obstaculizado de facto por la existencia de normas que asignan puntos, a menudo decisivos para la selección final, respecto a la participación en cursos de actualización y especialización dictados mayoritariamente por las tardes o noches, lo que dificulta la participación de funcionarias que son madres. Otro elemento de preocupación es la obligatoriedad de cambiar de adscripción al adquirir una nueva responsabilidad como juzgadoras, lo que limita su participación en los concursos de oposición (sobre ambos rubros, es coincidente el citado Informe de NACIONES UNIDAS). 7. Controles de calidad y protección de personas Un tema nodal, vinculado prácticamente con todos los rubros hasta aquí citados, se refiere a cómo hacer para garantizar los mejores funcionarios judiciales y cómo hacer para protegerlos de amenazas internas y externas (corrupción, extorsión, amenazas y daños en sus bienes, persona y familias). Al no existir una planeación estratégica adecuada, no pueden sentarse políticas integradoras que permitan crear las mejores estrategias para garantizar contar con los mejores individuos, no exponerlos, protegerlos y depurar a quienes no se ajusten a dichas políticas. Debería establecerse plenamente una carrera judicial con base en criterios objetivos de admisión, ascenso y remoción, que abarque todo el personal judicial, no solo a juzgadoras y juzgadores, que implique no solo cursos, sino concursos abiertos de oposición que permitan reclutar a las y los mejores profesionales mediante criterios objetivos y transparentes, que incluyan una perspectiva de género. Actualmente los cuerpos de la Policía, los servicios periciales, los agentes del Ministerio Público y quienes prestan sus servicios en el sistema penitenciario, deben someterse a controles toxicológicos, de control de confianza, psicológicos, de situación patrimonial y entorno social, así como a exámenes de conocimientos, Página 8 de 10 mientras que los juzgadores federales y su personal, que tienen la delicada tarea de resolver sobre lo que todos los demás les hacen de su conocimiento, ya no son sometidos al examen psicológico, y tan solo se les somete al examen de conocimientos. Es hora de homologar criterios y definir políticas internas para realizar una mejor selección y evaluación de la gente. Una mala política interna es la de solo privilegiar las adscripciones según antigüedad, experiencia y buen comportamiento. Una vez que un juzgador cuenta con estos elementos, se le puede «premiar» dándole una adscripción donde más le convenga, lo cual es loable, pero la otra cara de la moneda es darles las adscripciones «más peligrosas» a las y los nuevos juzgadores. Esta política implica mandar a lugares de alta peligrosidad (como Almoloya) a nóveles juzgadores con poca experiencia y proclives a dejarse presionar por las situaciones. Y si a esto sumamos que la seguridad institucional que actualmente se les otorga es una protección más bien inmobiliaria, no de personas, ya podemos imaginar los problemas. c. Los retos que debe enfrentar el CJF Señoras y Señores Senadores de la República, ustedes están muy conscientes de los retos que enfrenta el CJF, muestra clara de ello es el listado de temas que han decidido abordad en las entrevistas y que nos han solicitado desarrollar en este documento. Estarán de acuerdo que se trata de una tarea ingente que requiere de un gran compromiso, pero tan solo éste no basta, quien quiera afrontar el reto no solo debe comprometerse con él, debe tener convicciones, sólidos conocimientos, vehemencia al luchar por esas convicciones, amar lo que hace y saber hacia dónde debe dirigirse el Consejo de la Judicatura Federal para consolidarlo como una institución no solo garante de la legalidad en el quehacer de sus tareas constitucionales, sino moderna, transparente, innovadora y líder en sus funciones, que arrastre a los demás órganos locales homólogos por una convicción de que se están haciendo bien las cosas. Quiero resumir lo que hasta el momento he manifestado en una serie de puntos muy concretos respecto de cuáles son los retos que el CJF tiene frente a sí y qué es lo que debe hacerse al respecto. Puntos que de resultar yo electo, defendería e implementaría desde el primero de los días de mi mandato: 1. Se debe reestructurar la integración del Consejo a fin de: (i) Incorporar a otros profesionales que tienen mucho que aportar, como administradores públicos y privados o ingenieros industriales; (ii) luchar por la autonomía orgánica, desincorporando al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para permitirle a su vez, dedicarse a la gran tarea constitucional que tiene encomendada, sin distraerlo con asuntos meramente administrativos, y (iii) regulando la imposibilidad de que el Senado de la República, así como el Presidente de la República puedan nombrar Consejeros de la Judicatura Federal de entre los Juzgadores locales o federales en activo; 2. La creación de áreas de enlace parlamentario, y de vinculación con las áreas y dependencias del ejecutivo federal, así como con lo Poderes Judiciales locales que le permitan conocer mejor las necesidades mutuas, tener un mejor desempeño y delinear mejores políticas internas; 3. Impulsar la creación de una Conferencia Nacional de Poderes Judiciales; Página 9 de 10 4. Buscar las reformas que permitan una autonomía financiera del Poder Judicial de la Federación, en aras de una mayor autonomía interinstitucional; 5. Conseguir que el Poder Judicial de la Federación, tanto la Suprema Corte, como el Consejo de la Judicatura, cuenten con facultades de presentar leyes en los ámbitos de su competencia; 6. Desarrollar políticas claras de selección de personal, perfiles de puestos, protección de funcionarios judiciales, planeación estratégica, vinculación interinstitucional, equidad de género y de criterios de disciplina judicial con perspectiva de género y aplicación de un modelo acusatorio y oral; 7. La creación de verdaderos controles de confianza para todo el personal que integra el Poder Judicial de la Federación; 8. Crear jueces especializados en Delincuencia Organizada, lo que resulta más económico financieramente hablando, más conveniente al momento de la capacitación, selección y evaluación y más controlable al momento de dar protección a las personas; 9. Crear un Comité de Modernización del Poder Judicial que incluya todas las áreas involucradas con una visión de conjunto que haga uso adecuado de las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC); 10. Desincorporar al Instituto Federal de Defensoría Pública del Poder Judicial, pues rompe con el equilibrio procesal y la imparcialidad institucional y en cambio, incorporar un Instituto Federal de Justicia Alternativa, y 11. Aprovechar la gran coyuntura social, política, mediática, económica, jurídica y normativa que entorno al Sistema Procesal Penal Acusatorio existe e implementar nuevas formas de capacitación, selección y evaluación del personal (con perspectivas de género y que tomen en cuenta habilidades y destrezas, así como controles estrictos de confianza), nuevas formas de vincular al Poder Judicial con todos los actores sociales, políticos y jurídicos que intervienen, diseñar un modelo jurídico acorde a las reformas constitucionales en materia de acciones colectivas, derechos humanos, control de convencionalidad y amparo (desde las mismas normas procesales penales) y modernizar a este Poder del Estado, haciéndolo eficiente y eficaz, pero sobre todo, muy transparente. El gran momento es ahora, cuando estamos a escasos tres años y medio de tener que «reinventar» un nuevo Poder Judicial de la Federación que esté acorde a las expectativas de los ciudadanos, que lo perciban como altamente confiable y honesto, moderno y a la altura de las exigencias internacionales. Un Poder Judicial que sea punta de lanza en esta reforma y no como hasta el momento, un gigante aletargado que se deja llevar por los vaivenes de las dediciones políticas y que no asume el papel protagónico que se le tiene encomendado. Demos la oportunidad al CJF para asumirse como el rector de este cambio desde el Poder Judicial y permitamos que todas estas reformas constitucionales lleguen a buen puerto siendo inteligentes y creativos, pero sobre todo, siendo conscientes del elevado papel que se debe asumir, como actores del y para el Estado y la sociedad mexicanos. ¡Muchas gracias! Otoño de 2012 Página 10 de 10