Trastornos Alimentarios y Depresión. 7 Trastorno 3. Trastornos de Conducta Alimentaria: Diagnóstico, Epidemiología y Características. Los trastornos de conducta alimentaria (TCA) son patologías que como su nombre lo indica, se relacionan con las formas de interacción de la persona hacia la comida y aspectos relacionados con la misma, principalmente el sobrepeso. Son entidades de difícil diagnóstico y tratamiento. Cabe mencionar que la obesidad es considerada como un trastorno alimentario, incluso en el manual del Sistema de Clasificación Internacional de Enfermedades, décima edición (CIE-10) aparece como enfermedad clínica diagnosticable. Desde los trabajos de Van Itallie y Margie (1981; citado en Perpiñá, 1995), ésta se define como una acumulación excesiva de tejido adiposo en el cuerpo, con un contenido graso mayor del 35% en mujeres y del 30% en hombres, aunque este porcentaje puede variar dependiendo de la raza, edad y estatura. Por otro lado, el DSM-IV-R no lo considera dentro de la clasificación, ya que no existen pruebas definitivas del papel de factores psicológicos en la etiología y curso de la obesidad, aunque, tal y como lo afirman Castillo et al., (2004), el rechazo social por el aspecto del paciente obeso suele desencadenar problemas familiares, laborales, sociales y personales. Una de las formas más utilizadas para determinar si existe obesidad o bien, si se está por debajo del peso normal es el cálculo del Índice de Masa Corporal (IMC). La forma de calcular el IMC es dividir el peso en kilogramos entre la estatura en metros elevada al cuadrado. Existe una clasificación del IMC de la Asociación Americana de Cirugía Bariátrica (Castillo et al., 2004), la cual tiene rangos más específicos: sobrepeso (IMC entre 25-27), obesidad leve (IMC entre 27-30), obesidad moderada (IMC entre 30-35) y obesidad severa (IMC entre 35-40), sin embargo, su uso se recomienda en el caso de la evaluación para planear cirugía en los casos de obesidad extrema. Otro modelo es el que estableció Garrow, (1990; citado en Heysmfield et al., 2004), principalmente utilizado en población no clínica (Tabla 1). Trastornos Alimentarios y Depresión. 8 Trastorno Tabla 1.- Clasificación del peso según el Índice de masa corporal (Garrow, 1990; citado en Heysmfield et al., 2004). ÍNDICE DE MASA CORPORAL NIVEL DEPESO 10-15 Bajo peso severo 15-20 Bajo peso 20-25 Peso normal 25-30 Sobrepeso 30-35 Obesidad moderada 35 o más Obesidad mórbida. Un IMC mayor de 18 en un adolescente nos obliga a descartar la existencia de un cuadro de anorexia nerviosa; en el caso de la bulimia, el IMC puede ser normal o incluso puede tener sobrepeso (Montón et al., 2004). Antes de describir los criterios de diagnóstico de los TCA, hemos de tomar en cuenta que existen factores que influyen en el curso de los mismos. Además de los factores de riesgo particulares de cada tipo de trastorno, se mencionan los factores predisponentes – que son los que hacen que una persona sea más vulnerable a presentar una enfermedad-, los desencadenantes – los que sumados a los anteriores elicitan el inicio de la patología- y los de mantenimiento – los que permiten que el trastorno siga manifestándose-. Los estudios demuestran que el fenómeno de los TCA es multivariable. Gáfaro (2001) afirma que no existe una regla que permita excluir a una persona que pudiera estar en riesgo y que ni siquiera son suficientes los criterios de clasificación. Según Mancilla et al., (2006), se ha de diferenciar entre una persona con factor de riesgo de TCA y otra con diagnóstico del mismo, ya que si se encuentra en riesgo, sólo se ven manifestaciones o síntomas aislados, sin que cubran criterios especificados por los sistemas de diagnóstico. Los factores de riesgo son condiciones que afectan el estado de salud y que contribuyen al desajuste del mismo o que aumentan la probabilidad de enfermedad o trastorno. Pueden ser cualquier estímulo, conducta, características de la personalidad o de historia personal que incrementan la probabilidad de que la persona desarrolle alguna patología. Trastornos Alimentarios y Depresión. 9 Trastorno Para investigación, los factores de riesgo de los TCA se dividen en cuatro grupos: 1) los asociados con imagen corporal y el grado de satisfacción con la misma, como son la alteración en la percepción del peso, preocupación por la comida, introyección de una figura ideal delgada y percepción del atractivo ligado a ello; 2) los relacionados con la conducta alimentaria, como son la dieta restrictiva, ingesta compulsiva, ayunos, omisión de comidas principales, disminución o evitación de alimentos con alto contenido calórico o bien, el consumo de diuréticos o productos light; 3) los relacionados con el cuerpo, como es el peso, IMC, madurez sexual, talla o estatura; 4) prácticas compensatorias como ejercicio – más de 10 hrs. o más a la semanay uso de productos inhibidores del hambre, laxantes, diuréticos, el consumo excesivo de agua – más de dos litros al día- y grandes cantidades de fibra (Gómez-Peresmitré et al., 2001). Turón (2005) menciona los factores que participan en el curso de los TCA: 1.Factores de riesgo: Edad, (adolescentes o pubertad), sexo femenino, menarquía, IMC bajo, familia y cultura; 2.- Factores Predisponentes: predisposición genética, actitudes y cultura familiar, depresión, rasgos de personalidad, enfermedades o problemas físicos y dieta restrictiva; 3.- Factores precipitantes: pérdidas familiares, problemas de maduración de la esfera sexual, aumento de peso, acontecimientos vitales adversos y actividad física de gran exigencia, pérdida real o subjetiva de alguna fuente de apoyo; 4.- Factores de mantenimiento: inanición, crisis familiar por causa o no de la enfermedad, interacciones sociales anómalas y pensamientos erróneos al respecto. En cuanto a la epidemiología de los TCA de manera general, se han hecho estudios a nivel nacional sobre incidencia y la prevalencia de riesgo de TCA en población comunitaria, determinando que ésta se encuentra entre el 18.9 y el 26% (Mateo, 2002; citado en Mancilla et al., 2006; Álvarez et al., 2003). De acuerdo a González (2008; citado por Meza, 2008), actualmente en Sonora se estima que la proporción de incidencia de TCA en población clínica –diagnosticada y en tratamientoes de 1 por cada 100 habitantes. Entre estos estudios, las ciudades cercanas a la frontera con Estados Unidos son las que presentan porcentajes mayores (Vázquez et al., 2000; Álvarez et al., 2003; Vázquez et al., 2004; citado en Mancilla et al., 2006). Según el género, la mayoría de los estudios previos que se han hecho con mujeres han establecido Trastornos Alimentarios y Depresión. 10 Trastorno una prevalencia de riesgo entre el 8.3 y el 26%, en el caso de los hombres, oscila entre el 2 y el 12.7% (Mateo, 2002; citado en Mancilla et al., 2006; Álvarez et al., 2003). En el género masculino, la presencia de TCA se ha relacionado con problemas de identidad sexual, dado a que los varones homosexuales tendrían mayor preocupación por el esquema corporal (Quintanilla et al., 2008). A continuación realizaremos una revisión de los criterios empleados para la detección de estos trastornos según el Manual Diagnóstico y Estadístico para los Desórdenes Mentales, cuarta versión revisada (2002) – DSM-IV-R- y el Sistema de Clasificación Internacional de Enfermedades, décima edición (1998) – CIE-10-, aspectos epidemiológicos de cada trastorno, así como una breve discusión sobre las dificultades en el momento de diagnóstico. 3.1 Anorexia nerviosa. La anorexia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria que puede provocar la muerte por los efectos secundarios a nivel orgánico por la descompensación nutricional. El término anorexia es hasta cierto punto inadecuado por las características propias del trastorno, pues su significado literal es la ausencia o pérdida del apetito, sin embargo, las personas que la padecen no dejan de sentir hambre, sino que la controlan hasta el punto de dejar de ingerir cualquier alimento. Es por ello que desde las primeras denominaciones se veía como un punto a discutir el llamarlo anorexia, ya que poco a poco se fue haciendo evidente la presencia de un miedo a ganar peso. 3.1.1 Definición y criterios diagnósticos según el DSM-IV-R y CIE-10. La principal característica que se menciona para la anorexia nerviosa dentro de los manuales de clasificación es sin duda, el rechazo a mantener el peso aún en niveles normales, miedo intenso a ganar peso y la distorsión de la imagen corporal, principalmente del tamaño real del cuerpo, por lo que se someten al control rígido del alimento que ingieren. Según el DSM-IV-R (2002), la anorexia nerviosa [307.1] es un trastorno de la conducta alimentaria que se define y se diagnostica en base a los siguientes criterios: A. Rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal considerando la edad y la talla, dando como resultado un peso corporal inferior al 85 % del peso esperable. Trastornos Alimentarios y Depresión. 11 Trastorno B. Miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso, incluso estando por debajo del peso normal. C. Alteración de la percepción del peso o la silueta corporales, exageración de su importancia en la autoevaluación o negación del peligro que comporta el bajo peso corporal. D. En las mujeres pospuberales, presencia de amenorrea. A si mismo, en este manual se especifican dos tipos de anorexia nerviosa: 1) Tipo restrictivo, que describe cuadros clínicos en los que la pérdida de peso se consigue haciendo dieta, ayunando o realizando ejercicio intensos, estos individuos no recurren a atracones ni a purgas; y 2) Tipo compulsivo-purgativo, en el que el individuo recurre regularmente a atracones o purgas (p. ej., provocación del vómito o uso excesivo de laxantes, diuréticos o enemas). De acuerdo con el CIE-10 (1998), todos los TCA se encuentran en la clasificación [F50-59] Trastornos del comportamiento asociados a disfunciones fisiológicas y a factores somáticos. Se considera que para diagnosticar anorexia nerviosa [F50.0], deben estar presentes todas las alteraciones siguientes: a) Pérdida significativa de peso (IMC de menos de 17.5). Los jóvenes que están en la pubertad pueden no experimentar la ganancia de peso propia del período de crecimiento; b) pérdida de peso intencional a través de la evitación de consumo de "alimentos que engordan" y por uno o más de uno de los síntomas siguientes: vómitos autoprovocados, purgas intestinales autoprovocadas, ejercicio excesivo y consumo de fármacos anorexígenos o diuréticos; c) Distorsión de la imagen corporal y/o pavor ante la gordura o la flacidez de las formas corporales; d) Trastorno endocrino generalizado, que afecta al eje hipotálamohipofisario-gonadal, manifestándose en la mujer como amenorrea y en el varón como una pérdida del interés y de la potencia sexuales. También pueden presentarse concentraciones altas de hormona del crecimiento y de cortisol, alteraciones del metabolismo periférico de la hormona tiroidea y anomalías en la secreción de insulina. Si el inicio es anterior a la pubertad, se retrasa la secuencia de las manifestaciones de la misma, o incluso ésta se detiene (persisten los genitales y características infantiles). Trastornos Alimentarios y Depresión. 12 Trastorno 3.1.2 Epidemiología de la Anorexia. Estimaciones de la frecuencia de este trastorno van de un mínimo de 0.5 por ciento a un máximo de 3.7% en mujeres del total de los casos (Halgin y Krauss, 2004). Antes de 1995, alrededor de 95% de mujeres entre 10 a 30 años de edad padecían anorexia nerviosa, con una edad de inicio más frecuente entre los 13 y los 18 años (Perpiñá, 1995). Esto quiere decir que es en la adolescencia donde existe mayor prevalencia de anorexia nerviosa, aunque se puede presentar en niños y ancianos pero de manera esporádica, tal y como lo demuestra el estudio de Rizvi et al., (1999; citado por Halgin y Krauss, 2004), en el que encontraron que las preocupaciones por la imagen corporal persisten no sólo hasta la edad adulta, sino incluso hasta la ancianidad. En Estados Unidos y Europa la incidencia es de 0.5 a 3.7 % de la población. En EE.UU. es igualmente frecuente en chicas hispánicas y caucásicas y menos frecuente en raza negra y asiáticas (García y Rocha, 2004). Es más común en mujeres que en hombres, por lo que muchos consideran que es un padecimiento casi femenino, pero no por ello ha de afirmarse que sea el género el único determinante en sí, ya que van implicados otros procesos. Uno de ellos puede ser el prototipo de rol tradicional atribuido a las mujeres, en el cual, la preocupación por la apariencia y el peso pueden ser considerados propios del género, por lo que en el caso de los hombres se puede esperar que no tengan conductas relacionadas con la dieta (Quintanilla, 2008). Estadísticamente, en los varones se presenta 10 veces menos que en las mujeres, lo que se traduce en que uno de cada diez pacientes es hombre. Datos registrados en el hospital de Massachussets entre 1980 y 1994, muestran que de un grupo de 135 varones hospitalizados, 22% padecían anorexia nerviosa y curiosamente encontraron que la orientación sexual podría ser una variable considerable, ya que un 58% de estos anoréxicos se consideraban asexuales (Halgin y Krauss, 2004). Un estudio de Velilla pone de manifiesto un aumento progresivo del número de varones afectados con algún TCA; de 78 adolescentes enfermos de TCA, un 60.6% eran anoréxicos, el 24.1% eran cuadros atípicos y solo el 15.2% eran bulímicos. Un 82% practicaban deportes de competición donde la llamada “ligereza corporal” era un factor de mejor rendimiento (Turón, 2005). Este trastorno también se encuentra muy extendido entre ciertas profesiones tales Trastornos Alimentarios y Depresión. 13 Trastorno como gimnastas, atletas y modelos, de ahí que algunos estudios se hayan concentrado en estos grupos como poblaciones de riesgo, dado a que en estas disciplinas utilizan al cuerpo como principal herramienta, además que es en estos ambientes donde los valores estéticos de delgadez son sobrevaluados y asociados al éxito y mejor desempeño (Toro y Vilardell, 1987; Vázquez et al.,2000; Hernández-Alcántara y Gómez-Peresmitré, 2004). En el caso de México, la mayoría de los trabajos sobre la prevalencia de TCA que se han realizado se enfocan a poblaciones estudiantiles. En un estudio realizado con 524 universitarias, los resultados tuvieron similitud con referencias internacionales al obtener un 8.3% de estudiantes con sintomatología de TCA. En población comunitaria, en el 2001 se realizó un estudio con mujeres entre 19 y 25 años, no se encontraron casos de anorexia nerviosa (Mancilla et al., 2006). En Sonora se realizó un estudio en población igualmente universitaria, pero exclusivamente de la licenciatura en artes; los resultados que se obtuvieron en este estudio fue que, de acuerdo a los criterios del DSM-IV-R, en una muestra de 236 alumnos ninguno se considera un caso de anorexia nerviosa (González, 2005). En cuanto a los índices de mortalidad, se estima que muere alrededor del 5 % de los pacientes anoréxicos y que otro 25% avanza a una recuperación mas o menos significativa (Davison y Neale, 2000), pero los índices de casos de muerte por las consecuencias de este padecimiento varían, sobre todo cuando la adherencia al tratamiento es mínima. En un estudio longitudinal realizado por Zipfel et al., (2000; citado por García y Rocha, 2004) demuestra que el 15.6% de las pacientes anoréxicas fallecieron, – en un seguimiento de 21 años a partir de su primera hospitalización- cuatro murieron por neumonía, tres por deshidratación o desequilibrio electrolítico, dos por suicidio, dos por desnutrición extrema y un caso por peritonitis después de un período largo de estreñimiento. 3.1.3 Factores de riesgo. Las variables de riesgo de este trastorno son: 1)Género, aunque también se presenta en hombres, las mujeres pertenecen a un grupo de riesgo mayor; b) Edad, la población adolescente tiene mayor riesgo de incidencia, aunque se pueden presentar casos incluso hasta los 30 años o más; c) Antecedente o estado actual de sobrepeso; d) Factores de Trastornos Alimentarios y Depresión. 14 Trastorno personalidad, en ellos se incluyen aquellas personas que tengan rasgos de dependencia emocional y/o parental, obsesión–compulsión, escrupulosidad y perfeccionismo elevados, pensamiento polarizado, tienden al aislamiento social, necesidad de aprobación externa, etc.; e) Factores familiares, antecedente de patología familiar en la que existe nula resolución de problemas, padres exigentes e impositivos, con reglas de disciplina rígidas; f) Trastorno afectivo o de personalidad previo; g) Etapa de transición o cambio difícil, situaciones de estrés; h) Adicciones; i) ser víctima de violencia intrafamiliar, sexual o rechazo social; j) Dieta; k) Práctica de actividades relacionadas con las artes escénicas, modelaje, atletismo, gimnasia, cualquiera en la que se exija un cierto nivel de peso o características corporales como agilidad o flexibilidad, o bien, cumplir con estereotipos ante medios específicos; l) Amistades, principalmente aquellas que padezcan un TCA, por la influencia de pares. 3.1.4 Características del paciente anoréxico. Como hemos visto en esta revisión, la principal característica es el miedo a engordar o mantener el peso normal, lo que las lleva al control extremo de la ingesta de alimentos hasta llegar a no comer en absoluto. Otra característica es la distorsión de la imagen corporal, en la cual, a pesar de estar en niveles inferiores de su peso normal, aún se percibe como “obesa”. También se asocia con la desconfianza interpersonal y perfeccionismo (Álvarez et al., 2000). De acuerdo con Hilde Bruch (1978; citado en Belloch, Sandin y Ramos, 1995), la persona no reconoce el proceso de su delgadez, tiene una visión distorsionada de los estímulos propioceptivos y un sentido de ineficacia personal. A nivel conductual, hacen lo posible por evitar alimentos altos en calorías y carbohidratos, otras pueden desarrollar rituales a la hora de preparar y/o consumir la comida, por ejemplo, fraccionar una ración en muchas partes o durar demasiado tiempo para ingerir una porción pequeña de alimento. Pueden aislarse, hacer tiempo y evitar situaciones sociales que impliquen el consumo de cualquier alimento. En cuanto al aspecto físico, cuando se hace evidente la delgadez extrema, pueden utilizar prendas holgadas y hacer lo posible por esconder sus ritos a la hora de la comida. Como se vio en los criterios del DSM-IV-R y CIE-10, no solo se restringen la cantidad de alimento sino que pueden recurrir a métodos purgativos o rutinas de Trastornos Alimentarios y Depresión. 15 Trastorno ejercicio excesivo para bajar de peso. Algunos médicos han identificado un movimiento particular de estos pacientes: la persona rodea con el pulgar y el dedo medio la parte baja del antebrazo, subiendo la mano para determinar en qué momento se pierde el contacto entre los dos dedos como si midiera el grosor, a este movimiento se le denomina Signo del calibrador (Anyan, 1982). Paradójicamente a lo que se pudiera esperar de alguien que no ha consumido alimento en un largo período de tiempo, la mayoría de los que padecen este trastorno se muestran activos y atentos, en las primeras etapas del padecimiento su estado de ánimo puede parecer normal frente a los demás. Una explicación de este fenómeno es que en los períodos de ayuno y de ejercicio constantes, hay un aumento de secreción de adrenalina, que puede explicar el estado de excitación o actividad, por lo que pudiera considerarse que experimentan una sensación similar al de cualquier adicción (Durker y Slade, 1999). El perfil de personalidad puede ser de una persona extremadamente autoexigente, perfeccionista y escrupulosa. A nivel cognitivo, son individuos cuyo pensamiento tiende a ser autoreferencial, dicotómico o concreto. Otras características que son atribuibles a los pacientes anoréxicos son locus de control externo y un déficit de la identidad personal que los lleva a la búsqueda de control exagerada. En lo que se refiere al ámbito familiar, antes de presentarse el trastorno, son hijos que están sometidos a una dinámica familiar exigente, controladora y con relaciones caóticas pero que a pesar de ello, se muestran como hijos modelo, sobre todo las mujeres, esto posiblemente por temprana maduración física, acompañada de los problemas psicológicos que surgen ante la presión familiar, la separación de los padres o bien, la negativa consecuente de tener que asumir un papel de adulto (Anyan, 1982). En los varones se encuentran más alteraciones de la actividad física, ya que la hiperactividad es el mecanismo compensador de la posible ganancia de peso. Se han descrito incluso síndromes consistentes en ejercicio patológico (Quintanilla et al., 2008). Según Cordella (2002; citado en Aguirre et al., 2006), los TCA, y en particular la anorexia, pueden presentar fases de desarrollo como enfermedad por las que el adolescente cursa que se pueden resumir en lo siguiente: a) Fase 1 Baja de peso o Trastornos Alimentarios y Depresión. 16 Trastorno construyendo la identidad, el paciente intenta reconstruir su imagen corporal, rectificarla de acuerdo a lo valorado socialmente, no se considera patológica sino predisponente. Aquí se inician las dietas, rutinas de ejercicio, etc.; b) Fase 2 El reconocimiento o búsqueda de individuación, baja de peso conseguida en la fase 1 produce sensaciones de éxito y liviandad, los demás reconocen el aspecto e incluso pueden elogiarlo, por lo que se refuerza la conducta y este reconocimiento se convierte en regulador de la propia autoestima, por lo que bajar de peso es motivada por el efecto en los demás; c) Fase 3 Protesta en la relación familiar, puede generar oposición a comer, los jóvenes más vulnerables son los que se encuentran sobreinvolucrados emocionalmente respecto de los padres; d) Fase 4 Protesta del cuerpo o minimización fisiológica, los efectos o cambios fisiológicos se hacen evidentes, aquí el adolescente ya cumple con todos los criterios diagnósticos tradicionales del trastorno; e) Fase 5 Protesta psíquica o alteración psicológica grave, el peso y los alimentos se convierten en un tema delirante, hay dificultad para relacionarse con los demás. De acuerdo con Toro y Vilardell (1987), son varias las repercusiones en el organismo encontradas en la mayoría de los pacientes anoréxicos, a causa de la inanición: 1) Pérdida de peso hasta llegar a menos del 85% normal esperado y emaciación; 2) Amenorrea en mujeres; en hombres disminución del impulso y potencia sexuales; 3) Pérdida de cabello excesiva; 4) Fatiga y debilidad en casos de delgadez considerable; 5) Desarrollo de más vello, incluyendo la cara, que puede conformar una especie de pelusa para mantener la temperatura corporal, debido a la disminución de tejido adiposo (keratosis pilaris); 6) Disminución de los electrolitos sanguíneos; 7) Retraso del vaciado gástrico por la inanición; 8) Estreñimiento; 9) Disminución de la frecuencia cardiaca; 10) Retención de líquidos; 11) Disminución de los niveles de glucosa en sangre; 12) En casos graves, osteoporosis y osteopenia por la disminución de calcio y estrógenos; 13) Anemia; 14) Aumento del nivel de hormonas de estrés como cortisol, prolactina y catecolaminas; 15) Muerte en casos crónicos. 3. 2. Bulimia Nerviosa. Consiste en episodios de atracón, independientemente del hambre que sientan, seguidos por conductas compensatorias como vómito inducido, uso de laxantes y/o ejercicio excesivo, etc. A diferencia del paciente anoréxico, puede mantener un peso Trastornos Alimentarios y Depresión. 17 Trastorno normal. Como se mencionó anteriormente, hasta hace poco se consideró como un trastorno independiente de la anorexia, aunque parece haber una diferencia poco delimitada. 3.2.1. Definición y criterios diagnósticos según el DSM-IV-R y CIE-10. Los criterios de diagnóstico de Bulimia nerviosa según el DSM-IV-R (2002) son: A. Presencia de atracones recurrentes. Un atracón se caracteriza por: (1) ingesta de alimento en un corto espacio de tiempo (p. ej., en un período de 2 horas) en cantidad superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en un período de tiempo similar y en las mismas circunstancias (2) sensación de pérdida de control sobre la ingesta del alimento (p. ej., sensación de no poder parar de comer o no poder controlar el tipo o la cantidad de comida que se está ingiriendo) B. Conductas compensatorias inapropiadas, de manera repetida, con el fin de no ganar peso, como son provocación del vómito; uso excesivo de laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos; ayuno, y ejercicio excesivo. C. Los atracones y las conductas compensatorias inapropiadas tienen lugar, como promedio, al menos dos veces a la semana durante un período de 3 meses. D. La autoevaluación está exageradamente influida por el peso y la silueta corporales. E. La alteración no aparece exclusivamente en el transcurso de la anorexia nerviosa. Al igual que en la anorexia nerviosa, se clasifica en dos subtipos: 1) Tipo purgativo, en el cual, el individuo se provoca regularmente el vómito o usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso; y 2) Tipo no purgativo, en el que el individuo emplea otras conductas compensatorias inapropiadas, como el ayuno o el ejercicio intenso, pero no recurre regularmente a provocarse el vómito ni usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso. En el CIE-10 (1998) se considera que este término debería restringirse a las formas del trastorno que estén relacionadas con la anorexia nerviosa, por el hecho de compartir la misma psicopatología, o bien, que pueda ser considerado como una secuela de la anorexia nerviosa persistente (aunque también puede darse la secuencia contraria). Trastornos Alimentarios y Depresión. 18 Trastorno Los criterios de clasificación para la bulimia nerviosa [F50.2] de este manual incluyen los siguientes: a) preocupación continua por la comida, con deseos irresistibles de comer, de modo que el enfermo termina por sucumbir a ellos, presentándose episodios de polifagia, durante los cuales consume grandes cantidades de comida en períodos cortos de tiempo; b) intento por contrarrestar el aumento de peso mediante uno o más de uno de los siguientes métodos: vómitos autoprovocados, abuso de laxantes, períodos intervalares de ayuno, consumo de fármacos supresores del apetito o diuréticos. Cuando la bulimia se presenta en un enfermo diabético, éste puede abandonar su tratamiento con insulina; c) miedo morboso a engordar, y el enfermo se fija de forma estricta un nivel de peso muy inferior al que tenía antes de la enfermedad, o al de su peso óptimo. Con frecuencia, pero no siempre, existen antecedentes previos de anorexia nerviosa, con un intervalo entre ambos trastornos de varios meses o años. 3.2.2 Epidemiología de la Bulimia. Al igual que en la anorexia nerviosa, son pocas las investigaciones recientes que aportan datos epidemiológicos de la bulimia nerviosa. Los casos diagnosticables de bulimia nerviosa son poco comunes, dado a las características propias del comportamiento de estas pacientes. En EE.UU. y Europa, la incidencia de este trastorno es de 1.1% a 4.2 % en población femenil, siendo más frecuente en las mujeres adultas que la anorexia, –la cual es más frecuente en la adolescencia- con una incidencia de 2 a 3% entre las mujeres mayores de edad. También es un dato importante el hecho de que para 1999 en E.E.U.U., entre el 40 y 50% de los casos de anoréxicas desarrollaron bulimia nerviosa (French, 1999). Según Carlat y Camargo (1991; citado por Halgin y Krauss, 2004), del 5% al 15% de las jóvenes adolescentes y adultas jóvenes tiene síntomas de este trastorno, mientras que Stice et al., (2006) encontraron que la edad de mayor riesgo es entre los 16 y los 18 años, siendo la ingesta voraz el comportamiento inicial de esta patología. Lewinsohn et al., (2000; citado por Stice et al., 2006) afirman que una de cada diez mujeres adolescentes padece bulimia nerviosa. En el caso de los hombres, como en todos los TCA, se ha encontrado poca incidencia en comparación con las mujeres, aunque también ha sido poca la Trastornos Alimentarios y Depresión. 19 Trastorno investigación que se ha efectuado sobre ello. Datos registrados en el hospital de Massachussets entre 1980 y 1994 muestran que de un grupo de 135 varones hospitalizados, 46% padecían de bulimia nerviosa (Halgin y Krauss, 2004). En México, en una investigación hecha por Gómez-Peresmitré et al., (2004; citado en Mancilla et al., 2006) encontraron que 0.3% varones presentaban bulimia y el 1% trastorno alimentario no especificado, lo que da una proporción de un caso masculino por cada 9 o 10 mujeres, semejante a lo encontrado en otros países. En Sonora, la incidencia de bulimia nerviosa es alrededor de un 20%, mayor que el porcentaje encontrado por Vázquez et al., (2000) que encontraron sólo un 4% (González, 2005). 3.2.3 Factores de riesgo. Basados en los trabajos de French (1999), las personas que tienen mayor riesgo de padecer esta patología son aquellas que tienen alguna o varias de las siguientes características: 1) Período considerable de dieta; 2) Ser mujer, aunque exista también en hombres; 3) Tener entre 18 y 25 años, aunque pueda ocurrir a los 16 y en casos raros en la adultez tardía; 4) Antecedentes de conducta pasiva en la infancia y adolescencia, considerados como intachables, cumplidos y obedientes que buscan satisfacer a los padres; 5) Depresión y ansiedad, o tendencias a las mismas; 6) Predisposición biológica a la obesidad; 7) Antecedente de sobrepeso; 8) Adicciones; 9) Insatisfacción por el propio cuerpo; 10) Oscilaciones en el estado de ánimo; 11) Pérdida real o percibida de un estímulo significativo; 12) Rasgo de personalidad dependiente. 3.2.4 Características del paciente bulímico. La característica principal de la bulimia nerviosa es la ocurrencia de episodios de sobreingesta con falta del control del mismo, conocido comúnmente como atracón, lo que conlleva a un sentimiento de culpa y frustración por el temor a engordar. Es precisamente este malestar el que las orilla a efectuar cualquier conducta que elimine la posibilidad de subir de peso, siendo la inducción del vómito la más frecuente. En realidad, el término bulimia hace referencia a un hambre voraz, sin embargo, la cantidad de comida que ingiere no depende directamente del hambre que sientan, sino del poco control al ingerir durante el episodio. Trastornos Alimentarios y Depresión. 20 Trastorno Algunos durante el atracón, prefieren seleccionar alimentos altos en calorías y carbohidratos, ya que son más fáciles de consumir y vomitar; otros pueden ingerir comidas de un color particular para que al momento del vómito, sea más fácil asegurarse de que han desechado cualquier resto basándose en la coloración de lo que expulsan (French, 1999). Las personas que padecen este trastorno, en su mayoría presentan un antecedente de conducta caracterizado por pasividad en la toma de decisiones y enfrentamiento de los problemas. Se considera que son niños que buscan satisfacer a los demás, sobre todo a sus padres, haciendo todo lo que se les pide e incluso más, con el fin de mostrarse “maduros” e independientes. Esto perdura incluso en la adolescencia, ya que también quieren cumplir un estatus ante su grupo de pares, tendiendo a ser perfeccionistas en cualquier actividad que desempeñen con tal de ser populares o exitosos (Gáfaro, 2001). Aparentemente son individuos carismáticos, risueños, inteligentes, e incluso aparentan ser muy seguros de sí mismos, pero en realidad, su autoconcepto dista mucho de lo que exteriorizan, ya que son sensibles a la crítica y autodespreciativos, son inseguros en cuanto a su atractivo físico y necesitan constantemente la aprobación externa, lo que hace que su estado de ánimo fluctúe de ira a tristeza frecuentemente. Tienen patrones de conducta como mirarse al espejo varias veces al día, probarse vestuario hasta estar seguros de que lucen bien, pesarse, preparar comidas y recetas extrañas, etc. Por ello también se considera que presentan un rasgo obsesivo compulsivo (French, 1999). Físicamente son difíciles de reconocer entre la población sin TCA, dado a que su índice de masa corporal y peso pueden mantenerse en niveles normales, de hecho, hay personas con sobrepeso que son bulímicas. Una vez que el cuadro de bulimia nerviosa inicia, se retraen cada vez más ante la vergüenza que sienten por su conducta, lo que aumenta el aislamiento y genera mayor trastorno emocional. Sus relaciones interpersonales tienden a ser caóticas a causa de sus “cambios de humor”. Algunas mujeres desean la admiración del sexo opuesto pero temen mantener una relación formal, y en las pocas que logren iniciar una, el vínculo tiende a ser altamente estrecho. Es por ello que la bulimia se le ha relacionado con trastornos de la personalidad límite y dependiente, así como la depresión y ansiedad (Duker y Slade, Trastornos Alimentarios y Depresión. 21 Trastorno 1999). En los hombres bulímicos se encuentran más rasgos obsesivos y esquizoides psicopáticos que en los que no tienen TCA. La relación entre abusos y trastornos de alimentación está presente en ambos sexos. Se han relacionado experiencias de abuso físico y de abuso sexual con conductas de tipo bulímico, como el atracón y vómito inducido (Quintanilla, et al., 2008). Las consecuencias de la conducta compensatoria, principalmente el vómito, por lo general son: 1) Miocardiopatía, si se consume algún medicamento para inducir el vómito; 2) Disminución de potasio, cloro y sodio; 3) Alteraciones menstruales; 4) Afecciones del riñón y vías urinarias; 5) Aumento del tamaño de las glándulas parótidas; 6) Erosión del esmalte dental; 7) Inflamación del esófago y dilatación gástrica aguda; 8) Úlceras y laceraciones en el esófago por los ácidos expulsados por el vómito frecuente. 3.3. Trastorno de conducta alimentaria no especificado (TCANE). Como ya se mencionó en puntos anteriores, el hablar de TCA se liga específicamente a anorexia y bulimia nerviosas, sin embargo, en muchas ocasiones no se cumplen todos los criterios. Entonces se clasifican como Trastornos de la conducta alimentaria no especificado (TCANE). Dentro de ellos, se enfatiza la diferencia entre la bulimia y el trastorno compulsivo de la conducta alimentaria o trastorno por atracón, dado a que en este último no se presenta la conducta compensatoria, aunque se discute si éste pueda clasificarse de forma independiente, esto lo retomaremos en apartados posteriores. Además del trastorno por atracón, según el DSM-IV-R (2002) se consideran como criterios para los TCANE los siguientes puntos: 1. En mujeres se cumplen todos los criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa, pero las menstruaciones son regulares. 2. Se cumplen todos los criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa excepto que, a pesar de existir una pérdida de peso significativa, el peso del individuo se encuentra dentro de los límites de la normalidad. 3. Se cumplen todos los criterios diagnósticos para la bulimia nerviosa, con la excepción de que los atracones y las conductas compensatorias inapropiadas aparecen menos de 2 veces por semana o durante menos de 3 meses. Trastornos Alimentarios y Depresión. 22 Trastorno 4. Empleo regular de conductas compensatorias inapropiadas después de ingerir pequeñas cantidades de comida por parte de un individuo de peso normal (p. ej., provocación del vómito después de haber comido dos galletas). 5. Masticar y expulsar, cantidades importantes de comida. En el sistema de clasificación del CIE-10 (1998), a estos trastornos se les clasifica con códigos diferentes, no como subclasificaciones de anorexia o bulimia nerviosa. (R63.0) La Anorexia nerviosa atípica [F50.1], análoga al sin especificación del DSM-IV-R, también incluye a enfermos que tengan todos los síntomas importantes de la anorexia nerviosa pero en grado leve, por ejemplo, una persona puede realizar dietas extremas, ayuno, episodios de sobreingesta o ambos, además de alguna preocupación por el peso y la figura, percepción alterada del peso y de la imagen corporal pero con menor intensidad (Raich, 1994; citado en Farrera, 2001). También se encuentra el diagnóstico de Bulimia nerviosa atípica [F50.3], el cual debe ser utilizado para los casos en los que faltan una o más de las características principales de la bulimia nerviosa, pero que por lo demás presentan un cuadro clínico bastante típico. Se diferencia del Trastorno de Vómitos en otras alteraciones psicológicas (F50.5), ya que pueden presentarse vómitos repetidos en los trastornos disociativos (de conversión) (F44) y en la hipocondría (F45.2). Los TCANE constituyen un problema de importancia creciente, al afectar entre un 5-10% de los adolescentes (Santonastaso et al., 1999; citado en García, 2004). Varios estudios epidemiológicos como los de Dancyger et al., (1995), Kishchunk et al., (1992) y Bunnell et al., (1990), concluyeron que los individuos con un síndrome parcial suelen ser mujeres jóvenes de peso normal que quieren perder peso y que sufren considerables alteraciones psicopatológicas como depresión y/o ansiedad, además difieren de los casos con un síndrome completo únicamente en la frecuencia de comportamientos compensatorios (Toner et al., 1988). Dancyger y Garfinkel (1995; citado en García 2004a) encontraron en un estudio con chicas entre 13 y 21 años, que del 15,4% que puntuaban por encima del punto de corte, 1% tenían un síndrome completo, 5% tenían un síndrome parcial, y entre éstos, un 0,83% TCANE; posteriormente también se evaluaron a las jóvenes que no participaron en las fases previas, identificando 4 casos de TCANE. En nuestro país, en el 2001 se Trastornos Alimentarios y Depresión. 23 Trastorno encontró una prevalencia de TCANE en un 0.91% en mujeres entre 19 y 25 años; por otro lado, al igual que en estudios recientes a nivel internacional, las estadísticas demuestran que estos padecimientos son más frecuentes en población masculina (Mancilla et al., 2006). 3.4. Trastorno por Atracón o de Ingesta Compulsiva. (TA). Es un tipo de TCA que aun se encuentra en revisión y sin embargo, ha sido motivo de análisis. La característica de éste son los episodios frecuentes de ingestión descontrolada de grandes cantidades de alimento en un período corto de tiempo (atracones), los cuales generan sentimientos de culpa y tristeza. Lo que lo diferencia de los otros TCA, es que no presenta conductas compensatorias, como el vómito o el ejercicio. Se le dio nombre gracias a trabajos de Spitzer, quien en 1993 mencionó que lo padecían más sujetos con sobrepeso (Sánchez y Fernández, 2002). Cabe decir que ya se habían hecho observaciones de casos con estas características, sobre todo en estudios relacionados con bulimia nerviosa y podían ser considerados como un tipo de TCANE, sin embargo se le dio el nombre de Síndrome de ingesta patológica, hasta que se le cambió por el que conserva actualmente (DSM IV-R, 2002). También se les denominó Comedores compulsivos, y quizá se encuentren en una distribución mayor que los bulímicos (Fairburn, 1995; citado en Suárez et al., 2005). La importancia de distinguir a este grupo de pacientes se relaciona con la obesidad, pues se ha encontrado la presencia de este trastorno hasta en 30% de los pacientes obesos que buscan atención, frente a un 2 % en sujetos con peso normal (Stern, 1985; citado en Suárez et al, 2005; Saldaña, 2002), aunque también se han detectado en personas sin obesidad en estudios recientes (Farrera, 2001). 3.4.1. Definición y criterios diagnósticos según el DSM IV-R y el CIE-10. Cabe hacer énfasis en que el Trastorno por atracón (TA) no es un TCA oficialmente reconocido. En el DSM-IV-R aparece como un ejemplo dentro del cuadro diagnóstico, pero se propone que tenga una clasificación independiente y no como parte del TCANE. En el CIE-10 no aparece equivalente. Los criterios a considerar para su diagnóstico según el DSM-IV-R (2002), basados en los trabajos de Spitzer son: Trastornos Alimentarios y Depresión. 24 Trastorno A. Episodios recurrentes de atracones. Un episodio de atracón se caracteriza por las dos condiciones siguientes: (1) Ingesta, en un corto período de tiempo (p. ej., en 2 horas), de una cantidad de comida definitivamente superior a la que la mayoría de gente podría con-sumir en el mismo tiempo y bajo circunstancias similares (2) sensación de pérdida del control sobre la ingesta durante el episodio (p. ej., sensación de que uno no puede parar de comer o controlar qué o cuánto está comiendo) B. Los episodios de atracón se asocian a tres (o más) de los siguientes síntomas: (1) Ingesta mucho más rápida de lo normal (2) comer hasta sentirse desagradablemente lleno (3) ingesta de grandes cantidades de comida a pesar de no tener hambre (4) comer a solas para esconder su voracidad (5) sentirse a disgusto con uno mismo, depresión, o gran culpabilidad después del atracón C. Profundo malestar al recordar los atracones. D. Los atracones tienen lugar, como media, al menos 2 días a la semana durante 6 meses. Difiere del indicador usado en el diagnóstico de la bulimia nerviosa, aunque no se aclara aun si debe basarse en la cuantificación de los días en que hay atracones o en la cuantificación de su número. E. El atracón no se asocia a estrategias compensatorias inadecuadas (p. ej., purgas, ayuno, ejercicio físico excesivo) y no aparecen exclusivamente en el transcurso de una anorexia nerviosa o una bulimia nerviosa. Es importante aclarar que diagnosticar el TA de manera aislada, será sólo cuando la persona manifieste culpa y pérdida de control subjetiva, acompañado de tres de los síntomas del criterio B, ya que muchos pueden sentir malestar a causa de ingesta que no es considerada como atracón, como suele ocurrir en algunos trastornos como el depresivo mayor. 3.4.2. Epidemiología del Trastorno por Atracón. Son pocos los estudios realizados sobre TA. Los que se han realizado se incluyen dentro de los estudios de prevalencia de TCA. Hay et al., (1998) realizaron un estudio en el que encontraron que 3.2% de los sujetos presentaban TA, mientras que el 0.3% padecían bulimia nerviosa (Farrera, 2001). En lo que respecta a estudios en población no clínica, en su estudio inicial, Trastornos Alimentarios y Depresión. 25 Trastorno Spitzer (1993) señaló una prevalencia en población general del 3.7%, en tanto que en un estudio posterior, el mismo autor redujo la cifra al 2%, mientras que otros estudios realizados en población general femenina de diversos países han señalado cifras entre el 1% y el 0.7% (Sánchez y Fernández, 2002). En México, un estudio realizado por López et al., (2004; citado por Mancilla et al., 2006), en un grupo de 128 personas con obesidad, encontraron que el 25.8% presentó TA. Otro estudio realizado con mujeres de un grupo de Comedores Compulsivos Anónimos, mostró que la gran mayoría no practicaba conductas compensatorias y eran obesas, (80% tenía un IMC entre 31 y 127). Según Barriguete (2008; citado en Márquez, 2008), en nuestro país el 30% de los que padecen sobrepeso y obesidad, tienen factores asociados al trastorno por atracón, en Sonora corresponde al 8%. La edad de inicio se sitúa típicamente al final de la adolescencia, esto es, entre los 17 y 19 años (Perpiñá, 1995). El TA se da con mayor frecuencia en mujeres que en hombres, a pesar de que en estudios realizados con muestras de comunidades se han encontrado tasas semejantes entre ambos sexos (Spitzer, Devlin, Walsh et al., 1992; Spitzer, Yanoski, Wadden et al., 1993; citados en Saldaña, 2002). 3.4.3. Factores de riesgo. La investigación sobre la etiopatogenia del TA es muy limitada. La mayoría de los estudios se han centrado en los aspectos causales del atracón, sin desarrollar un modelo biopsicosocial integrativo similar al postulado para anorexia y bulimia nerviosas. Fairburn et al., (1998; citado en Sánchez y Fernández, 2002) realizaron una investigación, en la cual, obtuvieron datos que refieren a los principales factores de riesgo del TA. Se mencionan los siguientes: 1) Experiencias adversas en la infancia; 2) Depresión en alguno de los padres; 3) Tendencia al sobrepeso u obesidad presente; 4) Exposición constante a comentarios negativos sobre la silueta y el peso; 5) Dieta previa; 6) Fracaso en dietas anteriores. 3.4.4. Características del paciente con Trastorno por Atracón. Dentro de las principales características, el estado de ánimo disfórico y ansiedad constantes son los que se presentan con mayor frecuencia. Estos estados emocionales se pueden presentar también como desencadenantes, no sólo como resultado del atracón, Trastornos Alimentarios y Depresión. 26 Trastorno principalmente la ansiedad, que tiende a disminuir durante la sobreingesta. Fairburn (1995; citado en Farrera, 2001) menciona las características principales del atracón: 1) Sentimientos placenteros durante la ingesta, que son de poca duración y se centran en las características del alimento, como lo es el sabor y la textura, pero poco a poco se transforma en sentimientos de disgusto por la falta de control en la ingesta; 2) Falta de control y rapidez, muchas veces ocurre de manera mecánica y engullen casi sin masticar; 3) Agitación; 4) Sentimientos de alteración de la conciencia, realizan conductas tan automáticas que sienten que no son ellos mismos quienes están comiendo, y 5) Aislamiento, ya que tienden a ocultar su conducta. 3.5. Dificultades en el diagnóstico diferencial de los trastornos de conducta alimentaria. Hasta el momento podemos decir que lo que los TCA tienen en común es la idea sobrevalorada por adelgazar, lo que distorsiona todo aquello que tenga que ver con el propio cuerpo y con el alimento. Según Enríquez et al., (2001) la dificultad para reconocer o diferenciar los criterios diagnósticos puede ser por: a) ocultación del padecimiento por parte de las personas afectadas; b) negación, falseamiento de la información durante la entrevista; c) sobreprotección, sobre todo en las personas jóvenes, ya que son los mismos padres quienes adoptan estas posturas, más cuando hay problemas familiares. Según Schuldnt y Johnson (1990; citado en Perpiñá, 1995), todas las alteraciones se dan en un deseo de adelgazar que se distribuye a lo largo del continuo de gravedad, con implicaciones fisiológicas y psicológicas, relacionadas con la incapacidad de conseguir o mantener el peso ideal. Ellos plantean un modelo explicativo del diagnóstico y tratamiento de los TCA (Véase figura 1). Figura 1.- Modelo de diagnóstico y tratamiento de TCA de Schuldn & Johnson, (1990). PESO CORPORAL CONTROL CONDUCTUAL INTENSIDAD PREOCUPACIÓN POR EL PESO Ansiedad / miedo obesidad DEMACRACIÓNOBESIDAD CONFLICTO Acercamiento-Evitación Ayuno-Atracones Control de conducta alimentaria Trastornos Alimentarios y Depresión. 27 Trastorno En dicho modelo se integran los tres factores principales para evaluar y detectar un TCA, aunque el problema radica en los puntos intermedios. Dichos factores son el peso, cuyo continuo va desde la demacración a la obesidad, el control de la conducta que va de la evitación y/o ayuno hasta el acercamiento a la comida y el atracón. Finalmente, se analiza la intensidad del miedo al sobrepeso, que es lo que lleva al individuo al control de la conducta alimentaria. Siguiendo este modelo, el clínico habrá de identificar en qué punto del continuo se encuentra la persona evaluada, para determinar la presencia del TCA. Por otro lado, los criterios que se utilizan para clasificar a los trastornos de la conducta alimentaria no son del todo claros o bien, no se pueden generalizar. Algunos autores sugieren que ambos son reflejo de una misma patología, como Guiora, que en 1967 acuñó el término disorexia; también se ha utilizado el título de bulimarexia como una forma de conjuntar ambas alteraciones (Perpiñá, 1995). La problemática para diagnosticar se complicó después de que las investigaciones mostraban que la preocupación por el peso, los atracones y las distorsiones en la imagen corporal estaban presentes en todos los TCA en mayor o menor medida. Williamson (1990; citado en Perpiñá, 1995) hace una comparación de esto, tal como lo presentamos en la tabla 2. Tabla 2.- Similitudes y diferencias entre TCA según Williamson (1990; citado en Perpiñá, 1995). Tópico OBESIDAD TRASTORNO POR ATRACÓN ANOREXIA NERVIOSA BULIMIA NERVIOSA Nivel de peso 20% o más de sobrepeso Normal a obesa 15% o menos del peso normal Normal a 10% por encima o debajo del peso normal Atracón Ocasional Frecuente Episódico o nulo Frecuente Método de control de peso Frecuentes dietas Frecuentes dietas Ayuno severo Purgantes Distorsión de imagen corporal No No Sí Sí Alimentos prohibidos - Ingeridos en el atracón Evitados Ingeridos en el atracón y se purgan Ansiedad después de comer No Sí Sí Sí Relación Edo. De ánimo-atracón Sí Sí Sí Sí Trastornos Alimentarios y Depresión. 28 Trastorno El diagnóstico diferencial de trastorno por atracón y bulimia nerviosa de tipo no purgativo implica ciertas dificultades, ya que en ambos problemas existe atracón en ausencia de una conducta compensatoria purgativa. De acuerdo con Waish y Garner (1997; citado en Farrera, 2001), las diferencias más notorias son la duración del atracón, ya que en el TA son de mayor duración, así como la falta de definición del inicio y el término del mismo. En el TA tampoco se muestra tendencia a la dieta u otro medio de control de peso después del episodio, además que afecta casi a la par a varones, mujeres y sujetos con mayor edad que los que padecen bulimia nerviosa de cualquier tipo. Sin embargo, aún quedan algunos huecos para definir cómo separar ambas patologías. En el caso del trastorno por atracón, existe gran debate en cuanto a su diagnóstico como patología independiente. Las conductas compensatorias no purgativas pueden ser muy engañosas, pues la medida de ejercicio físico en cantidad, intensidad y tiempo, puede esconder tras de si la preocupación intensa por compensar la previa ingesta excesiva. De cualquier manera, existen ciertos datos que permiten hacer una separación entre una y otra, que no son considerados como criterios oficiales, pero que sirven a lo largo de su estudio, como lo son rasgos de personalidad, alteraciones médicas y el control alimentario, siendo éste el objetivo de la conducta restrictiva de la anoréxica y la ausencia del mismo es el precursor de las conductas compensatorias de la bulimia nerviosa. De acuerdo con Wilfley et al., (2007) se podrían añadir componentes dimensionales pero eliminando subtipos de anorexia y bulimia nerviosas, así como el establecimiento del trastorno por atracón como un TCA oficial. A pesar de dichas recomendaciones, y tal como lo menciona Suárez et al., (2005), la distinción entre estas entidades continuará descansando sobre la habilidad del clínico para diferenciar las psicopatologías relacionadas al peso y a la silueta, con especial énfasis en las cogniciones del paciente a este respecto.