HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA ITALIA. — De vuelta de la pe.-^ca. T . V I , (PRIMERA SERIE . — T . I I . SEGUNDA S É R I E ) . — 9 . 66 EL MUNDO ILUSTRADO. V I A J E P I N T O R E S C O DE LOS A L P E S AL ETNA, POR C. S T I E L E R , E. P A U L U S Y W. KADEN. LIBRO PRIMERO. DE LOS ALPES AL A R N O. CAPÍTULO IX. LA R I B E R A DE G E N O V A . (CONTINUACIÓN). III. RIBEEA DE LEVANTE. Más arriba de Genova la cordillera de los Apeninos ofrece una depresión, la g-arganta de Giovi, recorrida por la sola vía férrea que enlaza directamente el gran puerto li^urio á la llanura del Po. Desde este punto la masa principal de los montes se desvía perceptiblemente del mar, desvío que se extiende á lo menos por espacio de diez leguas hasta el punto donde empieza el Apenino toscano, en dirección de Pontremoli; en cambio de la gran mole se destacan montes secundarios que van en derechura á la playa y proyectan al terminar cierto número de promontorios de importancia diversa, pero todos admirables por su aspecto y su fertilidad. A esta irradiación de contrafuertes débese el carácter original de esta sección del litoral genovés que, en contraposición al que acabamos de describir, llámase ribera de Levante. El ferro-carril de Genova á Pisa, al igual del que conduce á Niza, está formado de una pintoresca línea de puentes, de viaductos, de zanjas, de túneles, con deliciosas vistas panorámicas del mar y de los montes: la misma sucesión de cañadas y de torrentes, la misma serie de entumescencias peñascosas y de suaves pendientes cubiertas de vegetación semi-tropical; la misma profusión de villas y de pueblecillos que desde las puertas de Genova se dilatan por espacio de veinte ó veinte y cinco leguas y constituyen un verdadero arrabal marítimo de la gran población. Bastará citar Albaro, Sturla, Quinto, Nervi. Esta última población, que cuenta 5,200 habitantes, es la que goza de mejor clima: en verano acuden á ella gran número de bañistas, aunque la playa deja bastante que desear, y en invierno no pocos tísicos en busca de salud. Las colinas inmediatas á Nervi están pobladas de quintas y cubiertas de jardines y de bosques de olivos y naranjos. Desde la iglesia dedicada á San Hilario, la vista abarca una bellísima perspectiva de las dos orillas del mar. Para veranear los capitanes y armadores genoveses suelen, no obstante, dar la preferencia á Recco, situada nueve kilómetros más abajo, en el fondo de un golfo cuya margen oriental fórmala el promontorio de Portofino, de 558 metros de elevación, y cuya ascensión puede emprenderse en Ruta. A cierta distancia de este punto levántase el convento inhabitado de la Cenara, donde se albergó Francisco I después de la batalla de Pavía, aguardando el buque que debía conducirle á España. La locomotora atraviesa uno de los mayores túneles de la costa, y al cabo de un cuarto de hora, después de haber dejado atrás á Santa Margarita, población donde es bastante floreciente la industria de los encajes, se llega á Rapallo, que tiene 10,500 habitantes, dedicados en su mayoría á la pesca del atún, del esquino, de las esponjas y del coral. Tal es, en efecto, el cuádruple elemento de recolección marina en la concha mediterránea, y la pesca del atún, entre otras, ofrece curiosas particularidades. «Estos peces, nadadores consumados, dice M. Elíseo Reclus, penetran durante la primavera por el estrecho de Gibraltar, remontan todo el Mediterráneo, dan la vuelta al mar Negro y vuelven en otoño al Atlántico, después de haber llevado á cabo su emigración de nueve mil kilómetros. Los pescadores creen que los atunes recorren el mar en tres grandes cuadrillas y que la del centro, errante en las costas del mar Tirreno, compónese de los individuos más grandes y vigorosos. Sea de ello lo que fuere, lo que hay de positivo es que cada destacamento parece compuesto de individuos de una misma edad, nadando de conserva en inmensos rebaños, sin pastor marino que les proteja contra sus numerosos enemigos. Los delfines y demás peces de rapiña persígnenles con encarnizamiento; pero el gran destructor de ellos es el hombre. Durante el verano establécense en las costas innumerables almadrabas ó tonnare, enorme círculo de redes de varios kilómetros en extensión y que paulatina- En la ribera liguria. mente van dejando sin salida á los animales capturados: éstos pasan de una á otra red, acabando por penetrar en la cámara de la muerte, cuyo movible suelo se levanta y los arrastra á morir. Las masas de carne que los pescadores obtienen en sus mataderos flotantes pesan millones de kilogramos, y sin embargo los atunes viajeros vuelven anualmente en gran número á los mismos sitios.» El tipo arquitectónico dominante en Rapallo, así como en otras poblaciones de la costa, es esencialmente ligurío, ó por mejor decir genovés: casas altas fabricadas con piedra blanca; callejas con escalinatas y azoteas. Aunque la ocupación ordinaria de los ribereños es la pesca ó la construcción naval, en Rapallo está en buen pié la agricultura, produciéndose toda clase de legumbres y la aceituna. Siguiendo la bahía de Rapallo por una serie de túneles y de viaductos, el ferro-carril se dirige á CMavari, ciudad con 12,000 habitantes, asentada pintorescamente en una pequeña llanura contorneada en hemiciclo por los montes. Muchas de las angostas calles de Chiavari ostentan arcadas. En esta población se fabrican encajes muy apreciados, así como sillas de madera blanca y negra, que por su elegancia, solidez y ligereza han adquirido fama universal, gracias á lo cual la exportación es bastante considerable. Asimismo comercia Chiavari en aceite y en vino. A dos kilómetros está situada Lavagna (7,000 almas), EL MUNDO ILUSTRADO. &T cuyo nomlDre ha tomado de los depósitos de pizarra desapercibidas al pasajero de un tren, lo cual no sucede {lavagna en italiano) que contienen sus inmediaciones cuando se recorre la carretera. Ésta se separa de la y de que están cubiertos los techos de las casas. La cé- playa y dando rodeos g-ana las laderas de los montes, lebre familia Fieschi, que tanta parte tomó en la historia pobres de vegetación, apareciendo en el fondo del cuadro de Genova, cuenta entre sus miembros á Sinibaldo, pro- el lecho de algún torrente en seco. Pocas en número son clamado pontífice bajo el nombre de Inocencio IV, uno las poblaciones que salen al paso al viajero, y su mísera de los más terribles adversarios de Federico II, al papa condición indica bien á las claras la pobreza de los que Adriano V, y á las habitan. El Juan Luis Fiesprimer p u e b l o chi, infortunado que se encuentra autor de la cones Moneglia, dojuración contra minada por una Andrés Doria, infortaleza ruinosa mortalizado por que antes defenuna de las tradía la entrada del g-edias de Schildesfiladero trans1er. La ig-lesia de versal que desSan Salvador de emboca en SesLavag-na fué funtri. El paisaje vá dada en 1250 por siendo más agresel papa Inocente , la carretera cio IV. más desierta y Un promontoa p a r t a d a del rio que se intromar. Estamos á duce en el mar unos 700 metros s e p a r a Lavagna sobre su nivel, de Sestri Levany no tardaremos te, pequeña ciumucho en llegar dad de pescadoá una solitaria res que encierhostería llamada ra 8,000 almas y Baracoa, nombre está situada en del valle que el punto de enlanuevamente emce del promontopieza á descenrio, que aquí forder hacia la plama una seg-unda ya. Por grados ensenada. Al exla vegetación vá tremo de esta pesiendo más exunínsula se levanberante, las tierta una roca corras están mejor tada á pico nomcultivadas; atrabrada Isola. De viésanse Pogliaspaso se divisa, ca y Borghelío en hacia la izquierel valle del Vara, da, la ancha boca impetuoso conde un desfiladero ñuente del Macon el pedreg'oso gra, en cuyo punlecho de un torto están situadas rente ; enfrente las cavernas de la población desCassana, célebres plieg-a sus edifipor los objetos cios sobre la líprehistóricos hanea de una linda cala orillada de llados recientepinos, de olivos, mente en ellas. de cipreses, de El camino sigue castaños y de pipor un buen tretas. . Lerici cho el lecho del rio, penetra en A partir de Sesuna región cutri la vía férrea describe una dilatada curva para salvar bierta de bosques de castaños, y después de bordear uno de los eslabones de los Apeninos; la centellante una pequeña colina, de repente domínase el golfo de sábana del Mediterráneo se vá alejando más y más, la Spezia con sus riberas pobladas de ciudades y de acabando por desaparecer, no encontrándose después poblaciones menores, apareciendo en el fondo las monhasta la Spezia. tañas de Carrara. Es esta una perspectiva grandiosa. Sin embarg-o, el viajero aficionado á emociones que Conocida es la importancia geográfica de la admirable quiera salvar el trayecto de Sestri Levante á la Spezia bahía de laSpezia, reunión de siete puertos perfectamente instalado en un vehículo ó montado en una buena caba- á cubierto de los vientos y donde caben cómodamente llería, de seg-uro que no se arrepentirá del cambio, pues las más poderosas escuadras. Lo que en primer término muchas bellezas naturales, muchas perspectivas pasan llama la atención del viajero que visita la Spezia, es el 68 EL MUNDO ILUSTRADO. gran número de fuertes, de arsenales, de astilleros que orillan el golfo. Insiguiendo el plan de Napoleón I, el gobierno italiano quiere convertir aquel puerto en la gran abra militar de la Península. La Naturaleza ha contribuido liberalmente, por su parte, á esta obra, colocando como primer muro enfrente tes, mientras que el hombre ha añadido como segunda linea de defensa las baterías del espléndido promontorio de Porio Venere, que libra al abra de los vientos del Oeste, y en la misma dirección, en la rada, tres fuertes colocados delante de Lerici. La ciudad no ha perdido del todo su aspecto impode la babía, la elevada isla .Palmaria j otros doí? islo^ nente, pero diariamente se levantan nuevos y sun- Península de Sestri Levante. tuosos edificios que encuadran admirablemente en los bosques de olivos. En la playa, al lado del Jlóiel de la Croce di Malta, donde en otro tiempo crecían los juncos y otras plantas de los pantanos, aparece un jardín {Bosclietto) cubierto de magníficos naranjos. La palmera, la pita, la higuera índica prosperan á maravilla en esta costa, que en ciertos sitios ofrece las tintas y el aspecto de un paisaje africano. La señora Dora d'Istria ha descrito muy poética y exactamente el encanto que tiene la Spezia en los momentos en que el astro de la noche la ilumina. «Antes de que la luna derrame su luz, dice la elegante escritora, la cresta de la montaña corónase con una misteriosa aureola cuyo brillo aumenta á cada minuto. Cuando ha aparecido del todo el astro nocturno, diríase que en lo alto de la cordillera oriental acaban de producir una llama los wZíM de los cantos populares servios, quienes en las noches serenas y tranquilas, al igual de las vír- EL MUNDO ILUSTRADO. 69 Isla Palmaria. g-enes del Balkan, bailan el kolo sobre las laderas de la «vieja montaña» (el Hémus), cantada por Virg-ilio y por los poetas eslavos. Apenas Diana, que para el caso puede llamarse la hermana de Apolo, ha arrojado las «flechas» de su divino arco sobre los grandes álamos, refug-io de los gorriones, que dominan el jardin público, y sobre la superficie del lago, cuando las azuladas aguas se trasforman en luminosa sábana, cuyas centelleantes ondas acarician mansamente la playa. Aquellos que sólo han visto las orillas de la Mancha ó del mar del Norte ignoran el encanto de una serena noche de agosto en la ribera del Mediterráneo.» La Spezia tiene 26,000 habitantes, y al igual de otras localidades de la costa que estamos describiendo, en estío vese frecuentada por gran número de bañistas y en invierno por no pocos forasteros que acuden allí á respirar aires sanos. Los alrededores de la ciudad tienen fama por su belleza, siendo digno de especial mención Por^o Venere, antiguo Portus Veneris, nombre que al parecer deriva de un templo dedicado á la diosa de la Hermosura, y sobre cuyas ruinas los písanos levantaron una iglesia bajo la advocación de San Pedro, iglesia que también ha desaparecido. El panorama que abarca la vista desde este sitio, es admirable: á la derecha la ribera de Levante; enfrente el mar, y en lontananza un punto negro, la isla de Córcega. No lejos de la isla Palmaria, que tiene cinco Idlóme- La playa cerca de Quinto. 70 EL MUNDO ILUSTRADO. tros de circunferencia y cuyos mármoles negros gozaban de gran fama en la antigüedad,-levántase el islote rocoso de Pino, con las ruinas de un convento, é inmediato á él está el llamado Pinetto. Parece que las islas inmediatas á la Spezia desempeñaron cierto papel en la historia monástica de los primeros siglos cristianos: la sangre de los mártires enrojeció en más de una ocasión el precioso mármol negro vetado de oro llamado portor; los emperadores romanos llevaron á cabo en aquellos parajes gigantescas matanzas de discípulos de Cristo; después arríanos y ortodoxos.se exterminaron mutuamente con más ferocidad aun; y si boy reina la calma en el que fué teatro de tantos borrores, ¿débese por ventura á la falta de hombres dispuestos á guerrear? La costa occidental del golfo de la Spezia ofrece, arriba de la pequeña y pintoresca abra de Peizano, un fenómeno curioso que ha llamado poderosamente la atención de los sabios, la Pola (ó vena de agua) de Cádinare, consistente en un manantial de agua dulce que brota del seno del mar á quince metros de profundidad, distando unos mil seiscientos de la playa y estando situado enfrente del cabo San Gerolamo. En el litoral situado al otro lado de la bahía hállase emplazada la localidad más importante de aquel territorio, después de la Spezia, la ciudad y el puerto de Lerici (5,000 almas), cuyo origen se hace remontar á la época pelásgica. Es tradición que en las numerosas cavernas del golfo albergáronse durante la edad de piedra los primeros habitantes de Italia. De este lado de la concha la proyección peninsular termina en una masa de rocas negras y volcánicas, el Capo del Corvo, cuyo extraño nombre de promontorio de la Luna débelo al recuerdo de la ciudad tirrena Luna ó Luni, situada antiguamente en la izquierda margen y á la embocadura del Magra, rio que separa la Liguria de la Etruria y que hasta la época de Augusto formó el límite político de Italia. No hace todavía muchos años que el viajero recorría en esta costa, de una sola etapa, tres territorios, tres Estados diferentes, viéndose obligado á enseñar su pasaporte en otras tantas aduanas: en la de Luca, perteneciente á la Toscana, en la de MassarGarrara, dominio del duque de Parma, y en la de la Spezia y Sarzana, tierra genovesa. Por aquí pasaba también la gran carretera que de Boma conducía á las Galias, á la ciudad de Arles: la vía Aurelia. Las hordas bárbaras tomaron, como es natural, este camino para invadir la opulenta y templada región que tanto codiciaban, lo cual fué una calamidad para la pobre Luna. Destruida primero por él enemigo del Sur, el romano, después que éste tuvo sometidos á los pueblos etruscos, fuélo nuevamente hasta sus cimientos por el enemigo del Norte, sin más motivo que haberse hallado . al paso del invasor. • La catisa que en otro tiempo hizo lá fortuna de esta pequefiSk'poblacion, subsiste aun al presente. AntiguaBíente ©rft-íH'^HiitQ de depósito de los mármoles que los romanos exfeiá¿i|Hi^kts-rica» canteras del país: en las montañas que ía rodete hay las mismas canteras que el hombre explota-con BD^emffeñ'ó que nunca; empero lo :que ha matado defínitiVaiaeiite á Luna, lo que la ha privado dé renacer de sus cenizas, como otras ciudades aJgun dia prósperas de la Península, es un hecho físico: la^embocadura del Magra ha sido cegada por la arena. ¿D^se.semejante obstrucción á un levantamiento de la costa,ó á los aluviones del rio? No intentamos averiguarlo ; mas, lo cierto es que hoy existe entre la antigua ciudad y el mar una playa de 1,200 metros en extensión, y una barrera completa de morrillos. Sólo algunas ruinas, entre otras un resto de anfiteatro, dan testimonio material de la ciudad desaparecida. Verdad que ésta revive más idealmente en el nombre de Lunigiana que en memoria suya lleva la parte inferior del valle del Magra. Arriba de este desfiladero se encuentra Pontremoli con la boca de los Apeninos;.abajo, en situación encantadora, la pequeña ciudad de ilS'«?•^«í^« (10,000 habitantes), dominada por la pintoresca fortaleza de Sarzanello, construida por orden de Castruccio Castracani y tomada á los genoveses en 1467 por Lorenzo de Médicis. En 1398 nació en Sarzana Tomás Parentucelli, elegido papa bajo el nombre de Nicolás V, habiendo sido este pontífice el fundador de la Biblioteca Vaticana. Entre los gibelinos fugitivos de Florencia refugióse en Sarzana, en 1260, un notario llamado Buona Parte; en 1512 un sucesor de éste, empleado de la república genovesa, pasó á Ajaccio, Córcega, y de este individuo desciende la gran familia de los Bonapartes. La catedral de Sarzana tiene una linda fachada en mármol de Carrara, con la estatua del papa Nicolás V. En la capilla*de Santo Tomás vese el mausoleo de Andreola dei Calandrini, madre del docto pontífice: Este templo contiene algunos cuadros de mérito, entre ellos la Degollación de los Inocentes, obra de Fiasella, llamado el Sarzana, excelente pintor hijo de esta ciudad. No lejos de Sarzana álzase el castillo di Fósdinow, donde Dante terminó su Infierno en 1308, habiéndose inspirado también allí para escribir varias de las descripciones que figuran en su Paraíso. Tampoco dista mucho de Sarzana la pequeña ciudad de Averna, la cual tiene un puertecito donde se embarcan los mármoles extraídos de Carrara y un corto ramal de ferro-carril que la enlaza con esta ciudad. Penetrando hacia el Sur y siguiendo la muralla costanera de los Alpes, penetrase en la región italiana llamada Emilia, que vamos á recorrer. Traducido y adicionado por MARIANO BLANCH. (Continuará). HISTORIA NATURAL DEL HOMBRE, D. JUAN MONTSERRAT Y ARCHS. LOS POLINESIOS. Mitología 7 usos religiosos. (CONCLUSIÓN). De éste modo empiezan todas las versiones de la cosmogonía polinesia con la idea de una noche primitiva en que se confunde el espacio y el tiempo, y que llaman po. De ella nacen los mundos y las divinidades creadoras, las «te/««ma ^o, es decir, las engendradas de la noche, e|L oposición 4 los dioses inferiores que se encarnan "én los cuerpos dé los héroes. En medio de aquellas y áe éstos hay divinidades, genios ó espíritus que gobiernan los elementos. La noche primitiva encierra, pues, en esta cosínogonía religiosa, el todo, así como los gérmenes y leyes de la creación; es cabalmente la «causa absoluta primitiva» de Spínoza. En casi todas las islas polinesias se encuentran ídolos fabricados de algún trozo de madera con fisonomías que pretenden imitar caras humanas. Estos se llaman tól¿' EL MUNDO ILUSTRADO. y representan deidades creadoras ó atuas, pero entre ellas hay tantas categorías que muchos de dichos ídolos sirven de ludibrio á los isleños. La imaginación de los polinesios, hijos mimados de un clima voluptuoso con horizontes de incomparable belleza, se complace en adornar la vida en el otro mundo, á la cual empero sólo podían pretender en la relig-ion antigua los nobles, ya que sólo ellos, según la misma, tenían un alma individual superior, mientras que el pueblo bajo no se diferenciaba en este punto mucho del mundo animal. Esta era la creencia en un período más remoto; posteriormente se admitió para todos los hombres, una vida perdurable, y se consideraba ya el alma como la esencia etérea del cuerpo. A pesar de esto no conocían ni castigos ni recompensas eú el otro mundo, y su cielo é infierno no son más que sitios de una felicidad mayor ó menor. En el cielo habitan la aristocracia dé entre las divinidades, las mujeres que mueren parteras, los suicidas y los caciques. En las mesas siempre dispuestas de este paraíso celestial abundan el popoi, la carne de cerdo y el pescado, hasta la indiscreción, y mujeres como apenas la imaginación, más exaltada puede soñarlas. No hay tanta abundancia en el infierno, á donde van á parar las almas de los plebeyos: allí la vida es más frugal, pero sus habitantes pueden en cambio visitar el mundo superior, aparecerse á los hombres bajo formas varias aunque en general como animales, y ejercer gran influencia en los destinos.. Estas creencias son resultado natural del terror pueril que causa la oscuridad á los polinesios y en general á todos los semi-salvajes, como á los niños y personas de inteligencia limitada de todos los países. En un principio se creía que sólo los dioses habitaban el cielo y las almas de los hombres el infierno, pero más tarde lograron la vanidad y ambición humanas, allí como en otras partes, confundirlas ideas y adquirir para ciertas almas un lugar entre los dioses. La muerte es para los polinesios ún cambio en la existencia,.en el cual salen siempre gananciosos, y sólo enturbia los últimos momentos de su vida el dolor de separarse de las personas que aman. Éstas en cambio rodean su lecho y consuelan al moribundo asegurándole que no tardará en morir; y en prueba de ello yapara •que no dude arreglan á su vista la mortaja. El inori-bundo, por su parte, da con perfecta sangre fria sus últimas disposiciones, designando entre otras cosas las personas que han de encargarse de la penosa preparación del cadáver, y cuando finalmente se aproxima el último combate entre la vida y la muerte, uno de los asistentes le da la última prueba de amor' cerrándole con fuerza boca y nariz á fin de que el alma no se escape demasiado pronto; de modo que todos los que mueren de muerte mtwal mueren en realidad ahogados. Los parientes y amigos llevan más ó menos luto por el difunto, según la categoría que tuvo en vida. Ala muerte de un rey el luto era grande y general; untaban el cadáver con aceite y le enterraban envuelto en paños finos, ó bien lo embalsamaban con un amor que, manifestado de aquel modo nos produciría náuseas. A los pobres se les sepultaba en un hoyo y á los ricos en un ataúd en forma de lancha ó en una verdadera canoa •vieja, cerca de.su vivienda, con la cabeza hacia levante; después amontonaban piedras sobre la tumba y alrededor plantaban por lo común árboles. Tristísima se figuraban la suerte de aquellos que, muertos bajo los golpes de la maza del enemigo, habían sido abandonados en el campo con la cabeza cortada, que el vencedor llevaba como trofeo consigo. La sombra de estos infelices no cesaba de visitar á sus parientes, quienes al menor ruido, al agitar el viento una rama en.el bosque ó al hacer susur- 71 rar el follaje, creían oír sus quejas y las palabras: «¡Estoy frío, estoy frió!» En Sámoa ayunaban las gentes de la casa donde había fallecido una persona y durante cierto tiempo sólo se alimentaban de noche y fuera de la habitación. Cuidaban mucho de no tocar el cadáver, puesto que si lo hacían habían de purificarse durante cinco días lavándose cara y manos con agua muy caliente, y no podían tocar con sus manos ningún alimento, de suerte que otros se los habían de meter en la boca, porqué temían que les caerían los cabellos y los dientes si tocaban algún artículo comestible. Una manifestación de la primitiva y antigua religión polinesia es el tadu ó tapu, tantas veces mencionado en el curso de esta obra, una de las instituciones sociales mas útiles en la Oceanía, que si perdiera su autoridad no podría reemplazarse. Decir que tabú equivale á inviolable, es sólo presentar la cosa bajo un punto de vista especial;- en el fondo significa un lugar sagrado, temporal ó accidentalmente, ó siempre, bajo la égida especial de la'esencia divina; respetado y venerado por esta razón, y por ende inviolable. Mariner y Meinicke dicen que. la voz taM significa santo, sagrado; pero según Federico Mueller quiere decir seMl, entendiendo que señala la cosa como estando en poder y al amparo Á.e.AtfJi'Ci, y por lo mismo vedada á los hombres. De este modo se explica que puede aplicarse siempre ó accidentalmente á cualquiera cosa, á los comestibles, bebidas, árboles, sitios, templos, personas, anímales y circunstancias. Como veda equivale á prohibición. El que falta al tabú es considerado infame, kaMni, y su castigo es la muerte. Cuando no se descubría al criminal creían que las divinidades le castigaban con la muerte ó con graves enfermedades. La ignorancia de esta ley ha sido en infinidad de casos causa de las desgracias que muchos europeos han sufrido en aquellos países, y el asesinato del capitán Gook no fué más que en castigo de haber este grande hombre invadido y profanado inconscientemente una cosa declarada tabú. Claro está que extendiendo la calidad de sagrado á objetos tan diversos, resulta que para los polinesios antiguos todo lo. creado se dividía en dos clases, que todos los idiomas de su raza designan por moa, sagrado, y noa, no sagrado, vulgar. La primera clase comprendía todo lo que ea propiedad perdifrable de los dioses ó de hombres privilegiados, y la segunda todo aquello que los hombres podían aprovechar, cuando no se les vedaba temporalmente. Siendo considerados los nobles como seres superiores, abusaban á veces de su privilegio de vedar ó quitar con el tabú al pueblo tal ó cual beneficio. Bastaba que el rey entrara en la choza de un hombre del pueblo para que aquella quedara para siempre vedada á su propietario y de consiguiente propiedad del rey; bastábale declarar una cosa talm, para que ya no perteneciese á nadie más que á él. Sin embargo estos abusos eran raros, y el hombre del pueblo, que podía también declarar vedados ciertos objetos de su propiedad, sacaba más utilidad que perjuicio de esta institución, como cuando quería poner fuera del alcance de ladrones sus árboles del pan ú otras cosechas. A fin de que todo el mundo conociera lo que le estaba vedado y lo que no, se representaba cada clase de tabú por una señal especial y visible: los árboles del pan eran sagrados, colgando de los mismos una hoja de cocotero arreglada de mianera que representase la forma de un tiburón, especie de maldición que venia á decir que el hombre que robara sus frutos seria comido por ios tiburones cuando iría á pescar, etc. Para juzgar del uso qué,se hacía y que aun . se hace del tabú, bastará decir ¡que 3&#* 4o(lamente cosas, sucesos, animales y personas ptildén ser declarados EL MUNDO ILUSTRADO. 72 inviolables y sagrados, sino aun partes sueltas ó miem­ bros del cuerpo humano. Como el rey, el sacerdote pagano y todo lo suyo son ante todo tabú ó sagrados, pudiendo éstos declarar tabú todo lo que se les antoja, claro es que en todas las islas eran y son aun en el dia muy temidos, á pesar del cri-stianismo. Distíng-uense dos clases de clero, los ver­ daderos sacerdotes ó taimas, que practican las ceremo­ nias religiosas y médicas, y sus fámulos ó taJmnas, especie de criados legos que tocan el tamtam y asisten en los sacrificios al sacerdote. LOS MAORIS. Maori en el idioma de los naturales de la Nueva Zelan­ dia significa indígena. Esta gente desciende indudable­ mente de los polinesios, conforme lo prueban su idioma y costumbres, debiendo haber inmigrado á su actual patria de las islas más septentrionales, traslación que recuer­ dan aun antiguas canciones y leyendas; y parece que á su inmigración encontraron ya habitada la isla por una raza que quizás exterminaron. Keane ve en ellos un tipo especial, pero muchos otros observadores, entre ellos Shortland, Hochstetter y Wallace, convienen en que son una raza cruzada, en apoyo de lo cual dice Hochs­ tetter que entre 100 individuos hay 87 de color pardo con pelo negro y recio que representan el tipo polinesio puro, 10 son de color pardo rojizo y tienen pelo ya corto y rizado, ya largo y recio con matiz pardo rojizo, y 3 por ciento son de tez negruzca y cabello rizado pero no lanudo. La mezcla que más resalta es la malaya y micronesia. Por lo general presentan los caciques el tipo polinesio más puro. Sorprendente es la gran variedad de fisonomías y entre estas las judías, muy frecuentes en los distritos de Rotorua, Taravera y en la tribu ITALIA.—Fezzano. de los ngativacam. De ahí que no concuerdan las relaciones de los viajeros respecto al exterior de los maoris, bien que en general son los salvajes física­ mente mejor desarrollados y más vigorosos que se co­ nocen. Arturo Saunders Thomson los encontró por término medio sólo unos 4 milímetros más bajos que los soldados del regimiento inglés estacionado en su isla; el peso medio era igual, lo mismo que la anchura del pecho, pero su fuerza muscular era menor. Por la forma del cráneo son mesocéfalos, oscilando el índice de la longitud por la anchura entre 76 y 77, y la capacidad craneana entre 1,420 y 1,440. Carlos Darwin dice que los maoris no pueden soste­ ner comparación con los demás polinesios; y Zoeller, corresponsal de la Gaceta de Colonia, no encontró fun­ dada la opinión de muchos, juzgando por los individuos que vio que los maoris cuentan entre los oceanios mejor formados: «Convengo, dice, en que ambos sexos son robustos, poro de formas groseras y mucho menos bellas, lo que no quita que sean guerreros esforzados. Su color es pardo oscuro, y el cabello negro, al igual de los naturales de las islas Sandwich ó Hawaii, sólo qué éstos tienen formas más elegantes; pero de ningún modo pueden compararse á los samoanos ó tonganos esbeltos, de tez amarillo clara, pelo pardo ó rubio, y á menudo realmente guapos. Hermosos sólo podían llamarse al­ gunos individuos mestizos que vi en un arrabal de Auckiand.» Respecto á la estatura dice este viajero que poco más ó menos eran iguales á la población alemana media todos los habitantes de la Oceanía, sólo que los maoris tenían formas más toscas que los demás. En ningún punto de la Oceanía ha llegado el arte de pin­ tarse el cuerpo y especialmente la cara, ni es tan apasio­ nadamente cultivado como entre los maoris, conforme el lector verá por los grabados de la página 73. Sobre esto observa Darwin: «No hay duda que la manera singular con que trazan dibujos en su piel y los impregnan de colores, da á sus caras un aspecto por demás desagra­ dable , no sólo porque las figuras simétricas y muy complicadas que las cubren confunden y distraen la vista del europeo aun no acostumbrado á estas fisono­ mías, sino porque estas últimas adquieren realmente EL MUNDO ILUSTRADO. 1^ una inmovilidad dura y repugnante, porque las profun- á principios de 1880, amenazaba á éstos un levantadas incisiones producen lueg-o cicatrices que destruyen miento general de los maoris de Taranaki. En el centro septentrional de la isla gemela viven é imposibilitan el juego variado de los músculos de la cara, á lo cual y acaso como consecuencia de esta inmo- todavía unos 10,000 maoris en una superficie de 4,050 kilómetros cuadravilidad se agrega dos (igual á la de su mirada positiva• • las dos Baleares mamente ladina y salvaje. Los cuerpos yores ) , completason altos y fornidos, mente independienpero les falta la eletes del gobierno ingancia que distinglés, circunstancia gue á las clases traque los mapas de bajadoras de Tahití.» aquel país se callan. Cuarenta años más El europeo que petarde escribió el cénetra en aquel relebre Max Buchner: cinto ya no sale, y «Lo que iiiás choca asi ha tenido que desde el primer moabandonarse tammento son los dibubién forzosamente jos , verdaderos y el plan de cruzar la complicados arabesmitad de la isla con cos de indisputable un ferro-carril. mérito artístico, que Cuando Cook y graban en la piel de Tasman visitaron la la cara hasta no deisla, encontraron á jar punto sin aprolos naturales muy vechar y que dan feroces, pero quedaá esta última, de ron sorprendidos de lejos, un tinte unisu inteligencia y forme azul, y desde adelantos, muchícerca una expresión simo más grandes dura y en extremo que los que hablan feroz. Los vi que observado en las detenían cierto aire más islas del Pacíimponente y majesM iijer maori. fico, y como no los tuoso en su porte, esperaban en un y en general presentaban el carácter de hombres do- pueblo salvaje. Desde que los ingleses se han apoderado tados de una inteligencia noble y grande , bien que del país, que ahora es una de sus colonias más impordegenerada.» Su idioma es en extremo armonioso, tantes, ha desaparecido en su mayor parte el antiguo y como hombres fáciles de excitar acompañan sus color local; pero á pesar de estar la población maori acosconversaciones de mucha mímica y gesticulaciones. Cabeza ¡jintada ile un maori y preparada. Tipo (le los diljiíjos con que los maoris adornan sus caras. Entre los colonos europeos es tan proverbial su genio iracundo, que dicen, hablando de otras personas: tiene un genio maori. Siendo tan pendencieros, belicosos y vengativos, no es extraño que hayan provocado tantas guerras sangrientas con los invasores blancos; y aun recientemente, T . V I . ( F K I M E H A SÉltlE). - T . n . (SEUUNDA SÉIilE,. - 10. tumbrada al continuo roce é influencia de la civilización europea, que no pueden menos de adoptar en parte, hay quien juzga incapaz á la raza maori de identificarse completamente con ella. Para las personas que deseen conocer el estado anterior de este pueblo, recomendamos la EL MUNDO ILUSTRADO. 74 obra escrita én inglés por un maori pakeha, según los relatos de otro paisano suyo de la tribu de Nyapuhi (1). En esta obra vemos el retrato de un pueblo y de una organización social que han desaparecido para siempre. Ahora, como ya puede suponerse por la obra citada, los maoris saben leer y escribir, y algunos admiran por sus conocimientos extraordinarios en historia y geografía. En unas oposiciones verificadas en Otago en 1879 entre cinco niños indígenas y otros tantos blancos, ganaron en la redacción los ingleses, pero en la aritmética los maoris que, de treinta ejemplos resolvieron bien veinte y dos, mientras que sus competidores blancos sólo llegaron á catorce. En geografía superaban también los maoris, aunque la diferencia era poca. En la escritura ganaron igualmente los últimos. JUAN MONTSERRAT Y ARCHS. (Continuará!. CONSTANTINOPLA, EDMUNDO DE AMICIS. JANGHEN VAR. (CONCLUSIÓN). Al otro dia ofrecía Pera un aspecto menos espantoso; pero no menos triste que durante el furor del incendio. Por donde había pasado el fuego no existia más que un desierto, distinguiéndose las formas desnudas y escuetas de las grandes colinas, nuevos puntos de vista, una luz completamente distinta, espacios vastísimos cubiertos de ceniza, en medio de los cuales, semejantes á monumentos funerarios, distinguíanse aisladas y erguidas, las ahumadas torrecillas de las chimeneas; barrios enteros sin una sola habitación, cual campamentos de beduinos arrebatados por el huracán; calles y encrucijadas de que no quedaban más sobre la tierra, que débiles señales negras y humeantes, y errando por ellas, centenares de desventurados, andrajosos y despavoridos, que pedían limosna en medio de un hormiguero de soldados, médicos, hermanas de la Caridad, sacerdotes de todas las religiones, y empleados de todos los centros administrativos que distribuían pan y dinero, y guiaban, largas hileras de carros llenos de colchones y cobertores, enviados por el gobierno á las familias que habían quedado sin casa ni hogar y completamente desprovistas de todo. Además el gobierno había dispuesto también que se distribuyeran las tiendas del ejército. Las alturas de Tataola y del gran cementerio armenio estaban cubiertas de campa,mentos, en los cuales rebullía inmensa muchedumbre. Do quiera se veían restos y montones de muebles, sobre los cuales permanecían indiferentes y atontadas familias enteras, en cuyos rostros se veían pintados los rasgos del más terrible sufrimiento. En el vasto cementerio de Galata hallábanse esparcidos sin orden ni concierto, y formando montones semejantes á los de un bazar que se hubiese revuelto de arriba abajo, á lo largo de los .senderos y en medio de los sepulcros, divanes, lechos, cojines, píanos, cuadros, libros, carruajes desvencijados y maltrechos, (1) oíd New Zealand, á tale of the good oíd times; and a history of the w a r i n theNorth against the Chief Heke in the year 1845, told b y a n oíd Chief of the Nyapuhi Tribe. By a Pakeha Maori. With an introduction by the Ear¡ ofPembroke. Loudon, 1876. caballos heridos arrendados á los cipreses, doradas sillas de mano pertenecientes á las embajadas, lujosas jaulas de los papagayos de los harems, custodiados por un enjambre de siervos y faquines, ennegrecidos por el humo y rendidos de sueño. Una pobretería innúmera, hedionda, nunca vista, pululaba por las calles, revolviendo las ardientes cenizas en busca de clavos y fragmentos de hierro, sin curarse de los soldados y de los bomberos, que rendidos de las fatigas de la noche, yacían dormidos en el suelo: por todas partes veíanse gentes ocupadas en levantar barracones sobre las ruinas que restaban de lo que fueron sus casas, echando mano para ello de telas y empalizadas; familias puestas de hinojos entre los ahumados muros de templos destechados, y delante de altares que el fuego devoró; grupos de hombres y mujeres qué con la cabeza inclinada y presa del más horrible afán recorrían las filas de cadáveres carbonizados y deformes, y reconocimientos , gritos de desesperación, arrebatos de dolor, gente que caía como herida por el rayo, en medio de una procesión interminable de féretros y literas, de una polvareda densísima, de un ambiente abrasador, de un tufo nauseabundo de carné abrasada, de nubes de chispas que se levantaban de improviso á cada golpe 'que con los picos y azadones daban en las ruinas los exploradores, y volvían á caer sobre una muchedumbre densa, inmóvil, silenciosa, atontada, procedente de todos los puntos de Constantinopla, entre la cual se descubrían los semblantes pálidos y desencajados de los cónsules y embajadores, que detenían sus caballos en las encrucijadas, y miraban en derredor, espantados por la inmensidad del desastre. Y sin embargo, cual acontece siempre en los países orientales, aquel desastre inmenso dióse presto al olvido. Al cabo de cuatro años no vi de él huella ninguna, si se esceptuan ciertas porciones de terreno en el extremo de Pera, frente á la altura de Tataola. Lo que es del incendió hablábase como de un acontecimiento ocurrido hacia luengos años. Durante algún tiempo, y en tanto se mantuvieron calientes las cenizas, los periódicos reclamaron del gobierno que tomara precauciones para evitar en adelante desastres parecidos, tales como reorganizar el cuerpo de bomberos, cambiar las bombas, procurarse mayor cantidad de agua, reglamentar la construcción de las casas; pero el gobierno puso oidos de mercader, y los europeos, restablecida en el corazón la calma, han continuado- viviendo .un poco á la turca, es decir, fiando una parte en .Dios y otra parte en la buenaventura. • // ; ^••'^>^'"-Por consiguiem|^¿íénclo náHaJ^áluy poco lo que ha cambiado, puede "míi.y;''bteii asegurarse que el de 1870 no ha sido el último de íósliBce^ádíos de los cuales «está escrito» que de cuando .en -eííando ha de resultar desolada la ciudad de los ^ultaáes, .Es vejdad que al presente casi todas las casas (|e Pera tienen 'paredes de ladrillo; .pero construidas de inata, manera,'por arquitectos sin ciencia ni éxperiénci-ayvi^^í^re los cualeá .:no ejerce el gobierno ínspeccioü alguna,ly nO sólo; por arquitectos, sino por el primgr advenedizo, dCrSiiüííe que no son pocas las que se vienen abajo-ántósáunde,concluidas; y las que se maiitienen en pié no pueden oponer iii^stencia alguna á la invasión de las llamas. El agtíár%mgularment& en Pera, es escasa y está sujeta á un monopolio escandaloso; y como procede de los depósitos existentes en la aldea de Belgrado, cuya construcción remonta al tiempo de los romanos, falta completamente en los años en los cuales no ha llovido jabundantemente en las estaciones de otoño y primavera; de donde resulta que los que EL MUNDO ILUSTRADO. tienen dinero, lian de pag-arla á precio de oro, y los que no lo tienen deben contentarse con beber lodo. En cuanto á los bomberos, más bien que un cuerpo disciplinado de operarios intelig-entes, son una banda de malhechores, compuesta de g-ente de todos los países, dependientes, más bien de dicho que de hecho, del Serasquierato, del cual no reciben más, por otra parte, que una ración de pan; inexpertos, indisciplinados, más ladrones que Caco, odiados y temidos por lo mismo que las g-entes presumen, y no sin fundamento, que si no saben exting-uir un incendio, en cambio se pintan solos para atizar el fueg-o, como medio socorrido para garbear y hacer su agosto. Por lo que dice relación á las bombas, es verdad que no escasean; y los turcos se muestran de ellas muy satisfechos, como si tuvieran máquinas maravillosas; pero no son más que insignificantes juguetillos, capaces para una docena de litros de líquido, que dan 75 un chorro como el dedo, más apropiadas para regar jardines caseros, que para extinguir incendios públicos. Pero todo esto con no ser poco, seria tortas y pan pintado si no existiesen otros inconvenientes de mayor bulto. Por supuesto que no es creíble, como dicen algunos, y no sólo lo dicen, sino que lo creen á piéjuntillas, que el gobierno, cuando quiere ensanchar una calle, no encuentra medio más socorrido que suscitar un incendio, y decimos que no es creíble, pues los inconvenientes serian mayores que las ventajas que de ello resultaran. Ni debe creerse tampoco que acontezca hoy lo que en otros tiempos, esto es, que «el partido de oposición.» para amedrentar al sultán incendie un barrio de Constantinopla, ni que los soldados hagan lo propio sin más objeto que alcanzar un aumento en sus pagas. Mas aun así, la sospecha de que los incendios no son casuales, sino producidos por aquellos á quienes de ello puede re- . Fuente de Toplianú. sultar provecho, es muy general, y se expliéa, pues los hechos han demostrado que nada tiene de infundada, y por consiguiente la población tiene siempre el alma pendiente de un hilo. Dicho se está, pues, que desconfia de los aguadores, de los faquines, de los arquitectos, de los comerciantes de madera y de cal, y sobre todo y especialmente de los criados, que son la plaga más terrible de Constantinopla; pues mantienen inteligencias con los ladrones, que están asociados y reglamentados en grupos y compañías, y cuentan con el apoyo de otras gentes que les encubren y les facilitan los medios para la más segura comisión del delito, de cuyo resultado se aprovechan, adquiriendo y vendiendo luego lo que en virtud del mismo se han podido aquellos proporcionar. En cuanto á la policía local, guarda respecto de tales gentes, tal suavidad, por no decir indulgencia, que casi reviste el carácter de verdadera complicidad. No existe memoria de que se haya castigado á un incendiario: es caso excepcional el de la captura de un ladrón después de los incendios, y más excepcional aun que sean devueltos á sus legítimos dueños los objetos rescatados por la policía. Además de lo dicho, como en Constantinopla se encuentra la canalla de peor especie de todos los países, la acción de la justicia no puede desenvolverse, pues son obstáculo para ello los tratados internacionales: los consulados reclaman los malhechores de sus respectivas naciones; los procesos se eternizan; la mayor parte de los delincuentes encuentran manera de evadirse; el temor del castigo no sirve de freno á los malvados, que miran el saqueo, con ocasión de los incendios, casi como un privilegio tácitamente reconocido por la autoridad, como lo era en otro tiempo para los ejércitos, el meter á saco mano las ciudades invadidas. De aquí que la palabra «fuego» signifique todavía para Constantinopla algo semejante á «todas las desventuras,» y el Jcmghen nar sea siempre un grito tremendo, solemne, aterrador, ante el cual la ciudad entera se extremece hasta lo más profundo de sus entrañas, como al anuncio de un azote de Dios. Y ¡quién sabe cuantas veces aun la inmensa metrópoli deberá verse reducida á cenizas, y ser reconstruida sobre las ruinas causadas por el incendio, antes de que la civilización europea 7(i EL MUNDO ILUSTRADO. haya conseg-uido enarbolar su estandarte sobre el palacio imperial de Dolma-Bag-cé! En otro tiempo, cuando estallaba un incendio en Constantinopla, si el sultán se hallaba casualmente en el harem , era mensajera de la desgracia una odalisca, completamente vestida de color de púrpura, desde el turbante hasta los pantuflos, la cual tenia obligación de presentarse al gran señor, donde quiera que se encon- trara, aun cuando fuese entre los brazos de la más predilecta de sus favoritas. Su deber se reduela á presentarse en el umbral: el color de fuego de su vestimenta era mudo anuncio del inmenso desastre. Ahora bien: entre las innumerables imágenes á cual más g-randiosa y terrible que asaltan mi fantasía al recordar los incendios de Constantinopla, ninguna conmueve más profundamente mis fibras de artista, que la figura de aquella En las Aguas Dulces de Asín. odalisca. Si supiera pintar, de fijo haria de ello un cuadro, y ya que no me es posible, suplicaré á todos los pintores que lo pinten, y no cejaré en mi propósito en tanto no haya encontrado uno que lo pong-a por obra, quedándole por ello agradecido en lo más íntimo de mi corazón, mientras me dure la existencia. En una estancia del harem imperial, tapizada de raso, é iluminada por una luz suavísima, sobre un espacioso diván, y junto á una bellísima circasiana de quinces años, rubia como el oro, y cubierta de perlas, veríase á Selim I, el sultán terrible, que se ha desprendido brusca y violentamente de los brazos de su favorita, fija la mirada, en la cual se lee la más profunda impresión de terror, en la odalisca purpúrea, que muda, siniestra, erg-uida como una estatua, con demudado semblante que revela al par el horror y el respeto, parece decirle: —¡Rey de los reyes, Alá te llama, y tu pueblo desolado te espera!— en tanto que sosteniendo con una mano el recio tapiz de la puerta, muestra con la otra al lado allá de la azotea, en azulada lontananza, la inmensa ciudad envuelta en el humo del incendio. Traducido del italiano por (JAYF.TANO V H M L de (Continuará). VALENCIANO. <ii|iiiiiiiMiiiiiimiMiii|iiiiimiii|iiiii iiiiiLiililll lililí ilim{| lili |iiril li ili|iil 11 llii iliilif Hll lillilillli I I lililí::! , iaiiii¡ii:i«iMiimiiiniiiiHlllll EL MUNDO ILUSTRADO. 78 EL SECRETO DE J O S É . LUCIANO Bl ART. CAPITULO III. Vagabundo.—Indios y mestizos.—José.—La cabra-raton.—Ametl. —Un hechicero en campaña.-Lahacienda de laHalconera.-Don Ambrosio.— En busca del señor Pinson. —¿Estás herido, Pablo? preguntó con ansiedad Amalia, mientras su primo se levantaba del suelo. —Creo que no, primita, contestó el joven cuando estuvo en pié; pero una bala ha atravesado el cuello de mi cabalgadura. Pronto veremos, añadió apoderándose del revólver que llevaba en la pistolera del arzón, si yo tengo más buena puntería que el malvado que acaba de disparar sobré mí. Dicho esto agachóse y penetró en la espesura, mientras que Amalia empuñaba instintivamente su fusil. Apenas hubo andado diez pasos cuando embarazado Pablo por las lianas y enredados sus pies en las plantas trepadoras, vióse precisado á valerse de su machete para abrirse paso. —Hé aquí una imprudencia y tiempo perdido inútilmente, dijo Amalia á su primo. Es de suponer que ó bien el individuo que ha disparado sobre tí te está acechando para apuntarte mejor, ó que se ha alejado. Vamonos. — ¡No, no! vociferó el joven, irritado á causa del enmarañamiento que le cortaba el paso. Los criados, que se hablan quedado atrás, corrían á todo escape; pero al ver el caballo de su amo tendido en tierra y agitándose, se detuvieron estupefactos. —¿Habéis visto á alguno? preguntóles Pablo. —A nadie,.señor; al oir el tiro creímos que Usted ó la señorita habían disparado sobre alguna pieza de caza. —La pieza de caza soy yo, profirió el joven retrocediendo. Dame tu caballo, Pepe, pues á pesar de los esfuerzos que hace el mío por levantarse, no vivirá mucho tiempo: ved cómo se está desangrando. ¡ A galope, prima! Vamos á flanquear esta espesura para saber quién es el bribón que ha querido asesinarme. Pablo se disponía á montar, pero se detuvo al oír un auIHdo. En el acto apareció al extremo del sendero un perro-tobo, detrás del cual marchaba un hombre de elevada estatura con un fusil al hombro. —¡ Ven acá, Vagabundo ! gritó el cazador, pues cazador era el personaje que acababa de presentarse en escena. El perro refunfuñó, pero fué á colocarse al lado de su amo. El individuo en cuestión parecía tener cincuenta años; su tez era bronceada y la barba gris. Cubría '«u cabeza una gorra de píeles, componiendo lo restante del traje chaqueta de tela azul, camiseta de lana, pantalón de cuero ajustado á la pierna por medio de correas y metido debajo de las caña^de sus borceguíes con lazos. Una bolsa de juncos le servia de cacerina; pendiente de la cintura Uevabia un sable corto, el indispensable machete de los habitantes de la Tierra Caliente. Aunque su avío traía á la memoria el de los ín^tios vaqueros, el cazador era un mestizo de facciones regulares y nobles, de mirada viva y. penetrante. .Apenas hubo aparecido, cuando Pablo se precipitó sobre él revólver en mano, —¿Eres tú quien disparó, píqaro redomado? preguntó colérico. —Tenga usted cuidado, don Pablo, replicó el cazador con acento varonil y sin perturbarse; usted sabe muy bien que Vagabundo no se entiende de razones cuando se amenaza á su amo. Deje usted de apuntar, joven, y esplíquese. Amalia también se había adelantado. —¿Quién ha dado muerte á mi caballo? dijo Pablo señalando su cabalgadura que estaba espirando. -^¿Es verdad, Amalia, que han disparado contra tu primo? preguntó el cazador apoyando una de sus manos en el pomo de la silla de la joven. > —¡Abajo el revólver,. Pablo! dijo ésta con voz imperiosa , ¡ yo lo mando! Pablo obedeció, aunque de mala gana. Entonces Amalia se volvió hacia el cazador y le dijo: —Sí, mi buen José, y la bala ha salido de esta espesura. Sin embargo, á pesar de no opinar como yo mi primo, creo que la cosa' no llevaba malicia: al oir ruido un indio puede haberse equivocado y hecho un disparo. José movió la cabeza en señal de duda. —Los indios tienen el oído muy sutil, replicó, y ninguno de ellos confunde el trote de un caballo con el de un gamo. Tu primo es un joven fogoso, Amalia, y probablemente habrá ofendido á alguien en el pueblo. —¿Ofender á alguien? repuso Pablo. ¿Acaso tienes por alguien á los brutos de tu raza? —Yo no soy indio, señor, contestó tranquilamente el cazador, aunque alguna sangre de los -que usted llama brutos corre por mis venas, lo mismo que por las suyas; de todos modos ni á usted ni á mí toca despreciar la raza india. 'A pesar de ser los mejicanos descendientes de los colonos españoles y de los aztecas, rechazan tan enérgicamente el parentesco con estos últimos, que el llamarles indios.constituye á sus ojos una verdadera injuria. No se extrañará, pues, que las palabras del cazador hicieran salir d« sus casillas á Pablo, quien levantando el machete se abalanzó hacia José. — ¡Miserable hechicero! exclamó, ¿quién me asegura que no. fuiste tú el que disparó ? —Si da usted un paso más, señor, es hombre muerto, dijo José mirando sombríamente al joven y preparando su fusil. — i Pablo! gritó Amalia haciendo dar una vuelta á su cabalgadura é interponiéndose entre su primo y el /cazador. —Te obedezco, prima mía, dijo el joven; mas este holgazán puede darte las gracias, pues á no estar tú aquí le hubiera despachado para los dominios dé sú digno amo Satanás. —¡Cómo! profirió José sonriendo con ironía, ¿usted también cree, como los indios, que soy hechicero? —Ni una palabra más, querido José, te lo suplico, dijo la joven apoyando una mano sobre.el hombro del cazador: en este momento la cólera ciega á Pablo, el cual no es dueño de sus palabras, y repite conceptos á que no puede dar asentimiento ninguna persona dotada de mediano sentido común. —Esto es una falta; los hombres han de decir únicamente lo que piensan: con todo, se cnmplirán tus deseos, Amalia. Excusado es decirte que el.título de hechicero con í[iB,e me favorecen lo6 igtiorantes ó los imbéciles ño me cowesponde. ¿Vas camino de la hacienda de la Halconera, hija mía? -< —Sí; acompañaba á ella ¿ na huésped, y ha desaparecido. —El francés, como hombre prudente, se ha apresurado á huir, dijo Pablo en tono de mofa. —La cobardía es una rareza entre los franceses, pro- EL MüNÍ)0 ILUSTRADO. firió Amalia, y hasta sus mismos enemigos más bien les tienen por temerarios. Me temo que nuestro compañero haya sido arrastrado por su cabalgadura, y por lo tanto creo que seria conveniente buscarle. —Yo te acompañaré, dijo José á la joven. —Dentro de cinco minutos habremos dejado la selva, repuso Amalia. Hace poco oí decir á mi padre que de veinte años acá no se ha cometido ningún asesinato en sus dominios; de consiguiente, creo que lo sucedido no es un acto criminal sino más bien accidental. José volvió á mover la cabeza en señal de duda, al paso que Pablo montaba, colocándose á la grupa de su caballo el criado que se lo habia prestado. —Hasta más ver, José, dijo la joven alargando una mano al cazador: mi padre se queja de que apenas vas á la hacienda de la Halconera. El cazador besó la diminuta mano que se le alargaba. Pablo cruzó delante de él erguido y taciturno, mientras que los dos criados, descubierta la cabeza, se inclinaban con respeto y terror á un tiempo. En un abrir y cerrar de ojos desapareció la pequeña caravana. —¿Qué baria yo en la hacienda de la Halconera? murmuró el cazador cuando los jinetes se hubieron alejado. Gracias á esa bondadosa niña, en todos los dominios de su padre no hay un ser desgraciado. El altivo joven que la acompaña, añadió refiriéndose á Pablo, necesita una lección é indudablemente la recibirá, pues tiene el talento de hacerse aborrecer. ¿Será verdad que querían matarle? El mestizo permaneció un momento pensativo, y cual si hubiese sido impulsado por súbita idea se metió en la espesura. Durante un cuarto de hora derribó, con ayuda de su machete, las lianas y las ramas que le cortaban el paso, encontrándose finalmente en, sitio descubierto: entonces empezó á estudiar atentamente el terreno, no tardando en descubrir una huella casi imperceptible. —Las huellas de una sandalia, dijo para sí; es un indio. Ven acá. Vagabundo. El perro olfateó el rastro, aulló, clavó los ojos en su amo y movió la cola. —Busca, profirió el cazador. ' ' Inmediatamente se adelantó Vagabundo, las narices pegadas al suelo. • • José siguió á su perro, quien de vez en Cuando se volvía y lanzaba al viento un h^gubre ladrido. —Sí', sí, decía el cazador, estamos sobre la pista, Vagabundo; me lo prueban estas hojas pisoteadas-. ¿Tardaremos mucho en llegar al término de nuestra excursión? Vagabundo tenia el pelo erizado y acababa de pararse. José .preparó su fusil y avanzó con cautela, divisando á cosa de veinte pasos de él una bestia, roja con el pescuezo manchado-de blanco. Sentado sobre sus patas traseras, el animal de las selvas se entretenía en mascar unas raíces que tenia asidas con las patas delanteras, bastantes parecidas á manázas y provistas de uñas desmesuradas. Del tamaño de una liebre, por la forma de su cabeza y el modo de atiesar las orejas el cuadrúpedo en cuestión semejaba un toro en miniatura. Era un caprómice ó Taton-cáhva (caprom^/s de los sabios), género de roedor originario de Cuba, cuya blanca carne es muy apetecida de los negros. —¡ Ah, pobrecito! murmuró José; hoy sí que has tenido un mal encuentro: ni Vagabundo ni yo hemos probado bocado. ¡A él, amigo, á él! Vagabundo dio un salto y al cabo de un minuto traía á su amo, quien lo metió en su cacerina de junco, el cadáver del pobre capromys. ' 79 En seguida el perro volvió á emprender la marcha sin dejar de rastrear; trascurrida media hora se paró junto á una ceiba, revolviendo las hojas secas amontonadas al pié del árbol. —¿Qué has descubierto, mi buen compañero? profirió José acercándose al árbol con presteza. Y agachándose para ayudar al perro á separar las hojas, sacó de jiebajo de éstas el cañón de un fusil enmohecido. —Hé aquí explicada la torpeza del infeliz que ha disparado sobre el altivo habitante de la hacienda de la Halconera, dijo para su sayo el cazador; sí, esta arma incompleta ha sido descargada recientemente. José volvió á colocar el cañón de fusil debajo de las hojas, azuzó al perro y prosiguió su camino. Al cabo de diez minutos dejaban el bosque y atravesaban un claro, dirigiéndose hacia una mísera choza fabricada con bambús. En el dintel de la puerta, vestido como todos los hombres de su raza, es decir, con una especie de chaqueta sin mangas y unos calzoncillos de algodón blanco, habia un indio. Como estaba sentado en el suelo, los codos "apoyados en sus rodillas y completamente inmóvil , parecía una de las estatuas egipcias que adornan los museos de Londres y París, parecido harto común para inducir á los sabios á creer que existe secreto parentesco entre los aztecas y los antiguos adoradores de Anubis. Al ver al cazador, el indio se levantó, su cuerpo fué presa de un ligero estremecimiento, en sus facciones retratóse el temor, y maquinalmente se quitó el sombrero de hoja de palmera que cubría su cabeza. , —¿Estás solo, Ametf? preguntó el cazador cuando pudo ser oído del indio. —¡Solo, señor! contestó el interpelado. —Hasta ahora habia creído que eres un hombre honrado, Amelt, repuso José con severidad, y sin embargo veo que hace poco intentaste matar á don Pablo. Ametl se volvió lívido; levantando los ojos hacia su interlocutor encontróse con la tranquila mirada de éste y bajó la cabeza. —Don Pablo, dijo con acento concentrado, me ha tratado como á un perro; ha levantado la mano sobre mí. —Estoy seguro de que no te ha pegado sin motivo. —Porque interpreté mal una de sus órdenes. —¿Por nada más? —Por nada más, lo juro... • - E r e s cristiano, Ametl; así pues, ¿cómo es que en vez de quejarte á don Ambrosio has pensado en cometer un crimen prohibido por nuestra religión? —Desde hace un mes mis ojos sólo ven sangre cuándo estoy delante dé la persona qu« me ha pegado. —Debías despedirte, contratarte en otra hacienda. —He intentado hacerlo; mas son demasiado fuertes los lazos que aquí me retienen^ y no puedo romperlos. —¿A cuáles lazos te refieres? —Al morir mi padre debia doscientos pesos á la hacienda, y por mi parte adeudo más de cien: Para contratarme en otra parte \ seria preciso reembolsar al aiáo trescientos veinte pesos, más de lo que yo puedo ganar trabajando diez años seguidos-: de consiguiente, aunque me fuese de aquí, me conducirían á la Halconera á viva fuerza. . —Es cierto lo que dice este muchacho, profirió José hablando copsigo mismo, costumbre que parecía habitual en él. Los mejicanos pretenden haber abolido la esclavitud; proclámanse hombres libres, y sin embargo toleran tales abusos! Obraste mal, Ametl, repuso en voz alta; la vida és un bien que nadie puede legalmente arrebatar á su semejante. És preciso que vuelvas so EL MUNDO ILUSTRADO. C O N T E M P L A C I Ó N . — CUADRO (Vrnse la página Wi. DE EDUARDO BISSON. 81 EL MUNDO ítüSÍftAt»0 EL GENIO HERIDO. — ESCULTUEA EN BARRO, ORIGINAL DE BAFAEL ATCHE. (Véase la página 87). T. VI. (PRIMERA SÉWE).-T. II. (SEGUNDA SÉRIE).-U. ^ i • 82 EL MUNDO ILUSTRADO. á trabajar como antes y que perdones á, don Pablo. —¡Nunca! dijo el indio con viveza. A decir verdad, me aleg-ro de no haberle acertado; mañana atacaré frente á frente á mi ofensor, cual debe hacer todo hombre valiente. —Piensas muy mal, amig-o mió: ¿y tu mujer y tus hijos? ¿quién cuidará de su sustento cuando te veas metido en una cárcel? —Todavía me escuece y me escocerá mientras aliente el latig-azo que me ha cruzado el rostro, dijo Ametl con resolución. Don Pablo morirá. José reflexionó durante largo rato, y finalmente dijo: —Escucha: mañana, al rayar el alba, irás al pié del pitadamente. Ametl, en cuyo rostro estaban retratados á un tiempo la sorpresa y el terror, viole desaparecer en la selva en sentido contrario del en que había venido. Apenas oculto detrás de la espesura, José dio un brusco rodeo y se encontró al pié del árbol donde había hallado el cañón de fusil; entonces sacó de su cacerina de junco una bolsa fabricada con fibras de áloe y tomando de ella veinte onzas en oro, las depositó cerca del fusil inservible, cubriéndolo todo con hojas. — ¡Ah! ¡vil y poderoso metal! exclamó dejando caer con desprecio la bolsa en el zurrón, ¡gracias á tí vá á salvarse otra alma! Fijos los ojos en las copas de los árboles, hubíérase. dicho que el cazador tomaba la altura al sol; luego llamó á su perro y volvió á meterse en la espesura. - Mientras José estudiaba las huellas que dejara Ametl y seguía su pista, Amalia y su primo se alejaban del bosque y llegaban á una colina cubierta de caobas, de guayabos y de gomeros. Aunque la cuesta era bastante rápida y accidentada, los jóvenes la subieron á galope sin proferir una sola palabra, y llegados á la cúspide sus miradas descansaron sobre un valle inmenso orillado de montes arbolados. Enfrente de ellos, sobre un fondo de verdura, perfilábase la hacienda de la Halconera, vasto edificio en forma de paralelógramo construido sobre una pequeña prominencia y rodeado de blancas paredes. Esta hacienda parecía una construcción nueva ó cuando menos recien restaurada. Gracias á su posición, unas cuatro leguas de terreno aparecían á los ojos de los espectadores. A la derecha un bosque de naranjos; más lejos cafetales, plantaciones de cacao y de algodón; á la izquierda, en lontananza, un lindo lago de aguas azules y centelleantes. Un riachuelo orillado de palmeras dividía el llano en dos secciones casi iguales, Y encima de este dilatado horizonte cerníanse grandes águilas, buitres y acolchís; más abajo bandadas de cotorras cubrían literalmente los matorrales querellándose con verdaderas nubes de gorriones azules. De vez en cuando algunos huacamayas, esos enormes papagayos multicoles propios de América, recorrían el espacio lanzando roncos gritos, que eran contestados por las espátulas, los flamencos y las garzas reales establecidos á orillas del rio: de las últimas había tomado sin duda nombre la hacienda de la Halconera. En el acto en que Amalia y su compañero se acercaban á ella, vieron salir un jinete seguido de numerosa esHace poco i n t e n t a s t e m a t a r á ilon Hablo, dijo Jost'. colta. Era el padre de la joven, el dueño de la finca, esto es, don Ambrosio Lerdo. Al divisar á su hija don Amárbol donde dejaste el arma de que te serviste para brosio espoleó el caballo. Era el señor Lerdo un hombre de mediana estatura, enjuto de carnes, todo nervios, disparar sobre tu rival. con frente ancha y tez cobriza: llevaba el rico traje de —¿Quién te ha dicho?... —A mí nada se me oculta, Ametl, bien lo sabes. Enca- los hacendados de la Tierra Caliente, chaqueta de lienzo, mínate allí, y al pié de la ceiba que harto conoces, en- chaleco blanco, camisa con pechera bordada, y á pesar contrarás los trescientos veinte pesos que te hacen falta del calor que hacia iba embozado en una especie de capa de terciopelo nombrada manga. para despedirte de don Ambrosio. — ¡Por fin estáis aquí! dijo deteniendo la cabalgadura —¿Por ventura pretendes pedirme mi alma en cambio de este servicio? preguntó el indio visiblemente atemo- junto á .su hija y tendiéndola una mano. Acabo de pasar, querida Amalia, uno de los ratos más penosos de mi rizado. —No; lo que te pido, lo que de tí exijo es que partas existencia, sin pérdida de momento, que renuncies á la criminal —¿Cómo es eso, padre mío? venganza que abriga tu pecho. Esto vas á jurarlo por tu —Un vaquero,—¡que Dios le dé el premio que meeterna salvación, rece!—ha venido á decirme que una docena de bandidos — ¡Lo juro! dijo el indio, quien después de titubear os habían rodeado en el bosque, que el caballo de Pabloj un instante levantó una mano hacia el cielo y se per- había sido muerto, que... —Todo se reduce, querido padre, á un tiro disparado signó. —Bien, Ametl, confio en tu palabra; sé que eres hom- por un cazador torpe, tiro que efectivamente y por desgracia ha dejado tendido el caballo de mi primo. ""' bre formal. — ¡Un cazador torpe! exclamó don Ambrosio; esto sí El cazador volvió la espalda al indio y alejóse preci- '^l.oitt'ilTiA OcoiaentiJ a . e f M p r i ' t l a a o 3» Maftpig.? 3 / Vierge, d^ L\?3'-3 7..'ICIP %!!:•; • VÍ>ÓVJ: -A i if^rabo EL MUNDO ILUSTRADO. 83 año, y el suelo por circunstancias que luego veremos, no está saneado, reinan en ella enfermedades mortíferas, especialmente el vómito, ó fiebre amarilla, que tiene carácter endémico, siendo esto causa de que sucumban á sus rigores muchos 'de los europeos que se trasladan allí, y que á duras penas logran aclimatarse. Atraviésala en toda su extensión una dilatada cordillera que forma dos vertientes generales con inclinación al Norte y al Sur, que cruzan y fertilizan unas 160 corrientes de corta extensión y de casi continuo si no abundante caudal. Sus costas, sumamente accidentadas, forman grandes y cómodos puertos. La vegetación es abundante, lozana y gigantesca, y prodúcelos frutos propios de las regiones intertropicales, tales como pinas, plátanos, guayabas, chirimoyas, jengibre, pimienta y demás especias: prodúcese también el algodón y el cacao; pero su riqueza principal estriba en el tabaco, el café y especialmente la caña de azúcar, cuya cosecha es algunos años tan abundante, que basta á surtir los más ricos mercados europeos. También existen minas de cobre y de hierro, pero se explotan poco y mal. Sus maderas finas son de una variedad asombrosa; las más estimadas y abundantes son la caoba, el cedro, el ébano y el roble. Hoy dia, no obstante la guerra que durante seis años ha sembrado en sus feraces vegas la muerte, la desolación y la ruina, se halla en estado próspero y floreciente, siendo de esperar queden virtud de la libertad de que goza, y desapareciendo las rivalidades que entre sus naturales y pobladores existen, llegará á ser una de las provincias más importantes de la nación española. • Traducido del francés por La administración y gobierno de Cuba están conMAKIANO HLANCH. fiados al capitán general, del cual dependen inmediata(Continuará). mente las demás autoridades superiores de la isla. Hay Audiencia, Universidad, y es sede de un arzobispado. Para el régimen administrativo se halla dividida en dos departamentos, el Oriental y el Occidental, y cada uno MAPA DE LA ISLA DE CUBA. • de ellos en tres provincias que llevan los nombres de Habana y Santiago, cabezas de los departamentos respecDe aquel vasto y riquísimo imperio que poseyó un día tivos, Santa Clara, Matanzas, Pinar del Rio, y Trinidad España en las regiones del Nuevo Mundo, róstanle hoy ó Cienfuegos. únicamente las islas de Cuba y Puerto-Rico, verdaderas La capital dé la isla es la ciudad de la Habana, situaperlas de las Antillas, especialmente la primera, cuyo, da en la costa y parte septentrional de la misma, con mapa repartimos hoy á nuestros suscritores, como parte puerto magnífico, perfectamente defendido, concurrido del Atl£|.s que les ofrecimos al anunciar esta segunda como pocos, y provisto de todas las condiciones neceserie de EL MUNDO ILUSTRADO . sarias, arsenal, apostadero, etc., etc., cual corresponde á La isla de Cuba se halla situada en el interior del una población principalmente mercantil. Sus calles son inmenso seno que se conoce con el nombre de golfo.de rectas, sus edificios espaciosos; tiene magníficos paseos, Méjico entre la Florida y la península del Yucatán, com- teatros que no desdicen de' los mejores del continente, prendiendo una superficie de 128,133 kilómetros cuadra- vastos templos, abundantes cafés y sitios de recreo, dos ó sean 4,126 leguas. Su población, según los últimos siendo su población de 200,000 almas. censos, pasa de un millón y medio de habitantes, de los Sigue á ésta en importancia SanUago de Cuba, en la cuales la mitad próximamente pertenecen, á la raza costa meridional, con puerto seguro y de bastante blanca, siendo los demás, negros procedentes en su comercio, realizado especialmente por buques de la origen de las regiones de África, chinos que,, como es Península, que por él y el de la Habana introducen los sabido, pertenecen á la ra^a amarilla ó mongólica, é indi- artículos naturales y elaborados de esta región. En ella viduos procedentes de la mezcla y fusión de dichas se halla establecida la sede metropolitana. Su población razas. Hasta hace poco tiempo existia en ella la escla- pasa de 36,000 habitantes. Luego vienen Puerto Prinvitud: hoy vá desapareciendo, y dentro un breve período djpe, con 30,000; Matamos, sobre la bahía de su nompertenecerá afortunadamente á la historia este hecho bre, con 36,000; Trinidad con 15,000, y otros centros de qUe si un tiempo tuvo su razón de ser, constituye al pre- población que no podemos detenernos en nombrar. sente una verdadera ignominia para todo pueblo crisPara terminar estos ligerísimos apuntes consignaretiano verdaderamente civilizado. mos que la isla de Cuba fué descubierta el dia 28 de Hállase comprendida entre los 69* y los 82° longitud O. octubre del año 1492, por el célebre Cristóbal Colon. . .del"Meridiano de Madrid,,y los 20° y 24° latitud N., bas- Sabido es que. el insigne marino genovés al emprender "tando esto para que se comprenda cuáles son las condi- su viaje á las r e g i ó n ^ d© pccii««te, se proponía enconciones de su clima. Éste, sin ser ardiente, es por demás trar un camino más COEÍ^ para llegar á las Indias oriencálido, y como además es muy húniedo, gracias alo fre- tales, al antiguo y legen<Ís^yi,Q^ reino de Ofir; pues bien. cuentes que sbn las lluvias en determinada época del Colon murió en la creeft<^ de que sus carabelas al que me "sorprende. Pero,, ¿estás herida, querida? ¿verdad que no? —No, padre mío. . •^No veo á nuestro huésped, repuso don Ambrosio. ¿Por ventura le ha sucedido alguna desg-racia? • —Al caer su Gahallo, don Pablo, dijo uno de los criados que formaban parte de la comitiva, vi que el-señor francés era desmontado. Probablemente est& herido. Puedo jurar que sólo resonó un tiro, objetó Pablo. Si el. francés ha sido desmontado,, débese indudablemente á lo poco práctico que es en equitación. El caballo habrá tomado el galope y nuestro huésped.caerla hacia atrás. — ¡ E s bien extraño ese disparo! dijo el hacendado con aire pensativo. Será preciso esclarecer esto; mas lo primero que debe hacerse es pensar en nuestro huésped. Vete á casa, Amalia; nosotros;tal vez erremos p e r l a éampina parte de la noche... No importa,;padre mió; la suerte de nuestro huésped me interesa tanto como á usted. El pobre hombre ha : debido ser desarzonado, y probablemente yace en medio ": de la sabana. Si usted me lo permite les acompañaré en ' s u excursión. Los jinetes espolearon sus respectivas cabalgaduras, y Amalia, que iba al lado de su padre, empezó á relatarle todos los incidentes del viaje que acababa de terminar. Al cabo de una hora, habiendo llegado la comitiva al sitio donde estaba tendido examine el caballo de Pablo, don Ambrosio mandó seguir á cuantos le acompañaban la dirección que tomara la cabalgadura del señorPinson. UNA PUERTA DEL LOüVRE EN EL DÍA DK 8AX BARTOLOMÉ. — CUADRO DE E. DEBAT-PONSAN. ,V<'a.-¡e la pá^-iim Sfi,. EL MUNDO ILUSTRADO. tocar á la isla habían aportado á la punta oriental mas saliente del continente antiguo. Semejante creencia, de la cual otros participaron, no fué desvanecida hasta el año de 1508, en que Sebastian de Ocampo, haciendo un viaje de circunnavegación, tuvo la evidencia de que la tierra descubierta por el almirante de los Reyes Católicos no era más que una isla como la de Santo Domingo. En 1511, Diego Colon encargó á Diego Velazquez la conquista de la isla, que se llevó á cabo con poco esfuerzo , pues los naturales no opusieron grave resistencia. Dicho Velazquez distribuyó la isla entre algunos aventureros-españoles, proclamóse capitán general, y favoreció en cuanto pudo la prosperidad de la naciente colonia, edificando algunas poblaciones y estableciendo medios de comunicación entre unas y otras. Durante la mayor parte del siglo xvii, fué casi toda ella objeto de las depredaciones de lo?, forianíes, filibusteros ó piratas, logrando únicamente escapar de sus rebatos la capital, que se hallaba perfectamente fortificada. En el siglo anterior (1762), á causa de la guerra en que estaban España é Inglaterra, entró en el puerto de la Habana una escuadra de esta nación, viéndose la ciudad obligada á rendirse después de un mes de vigorosa resistencia. Pasado un año se hizo la paz, que costó á los españoles el tener que ceder la Florida. A consecuencia de e^te hecho el gobierno español se vio obligado á conceder á, dicha colonia la libertad de comercio que los ingleses hablan establecido apenas realizada su conquista, pudiendo decirse que á semejante medida se debió la riqueza y prosperidad que desde entonces y posteriormente ha disfrutado la isla dé Cuba. Esta libertad sin embargo se ha modificado después, siendo hoy la renta de las Aduanas una de las más importantes y saneadas de la isla.—V. UNA PUERTA DEL LOUVRE EN EL DÍA DE SAN BARTOLOMÉ. CUADRO DE E. DÉBAT-PONSAN.. (Véase el grabado de las páginas 84 y 85). A comienzos del siglo xvi apareció la pretendida Reforma, iniciada en Alemania por Lutero y Melanchton y continuada fervorosamente por Calvino y otros. Largas y encarnizadas luchas promovieron las diferencias de religión en Flandes, Alemania y Francia, especialmente en la primera y la última, alimentadas en Flandes por el odio á la dominación española que se confundió con el de la religión romana, y en Francia por las frecuentes minorías de los reyes de aquel siglo que produciaii entre la nobleza celos y rivalidades por la regencia. Ya en 1535 el rey Francisco I hubo de tomar rigorosas medidas para contener la invasión cada dia más formidable de las doctrinas ealvinístais en Francia; pero logró pocos resultados, pues á la verdad el clero católico no era en general dignq de la sublime religión que profesaba y había dudas y vacilaciones sobre algunos puntos del dogma, que servían de arma»' i^n<eetas á los que predicaban la reforma. Duró esté esíaido de cosas hasta el concilio de Trento, celebrado en 1564, que resolvió todas las ambigüedades y proclamó un cuerpo de doctrina concreto y preciso. \ Pero después de la muerte de Francisco I; vieron sus sucesores aumentar el número de los calvinistas, presentándose él conflicto ya claro en 1560 con la conjuración de Amboise, durante el reinado de Francisco II. Este débil monarca estaba gobernado por los Guisas: Francisco, duque de Guisa, y Carlos, cardenal de Lorena. Tenían éstos por enemigos personales á los Chatillones, jefes declarados de los calvinistas. El mayor de los Chatillon era el almirante Coligny, que tanto figura en todas las luchas de aquel siglo. Tenia por objeto la conjuración sac^r al rey de la tutela de los Guisas, y ponerse los jefes descontentos en su lugar; pero la tentativa fracasó. Entretanto el calvinismo tomaba incremento, y una gran parte de la nobleza francesa estaba ya afiliada á la nueva secta. Poco después de la fracasada conspiración y ocupando el trono Carlos IX, de edad de diez años y medio, se levantaron partidas de hugonotes,—así se les llamaba,—pidiendo el libre ejercicio de su culto. Fueron disueltas y hubieron pronto de someterse; pero la señal estaba dada y en 1562 empezó una guerra civil que tuvo por ambas partes un carácter cruel. El ejército calvinista se formó á la sombra de las murallas de Orleans, que estaba en su poder, mandado por el príncipe de Conde y por Coligny; en él figuraba la ñor y nata de la nobleza francesa. La Rochefoucauld, Roban, Genlís, Grammont, y otros muchos señores. El ejército realista ó católico estaba dirigido por lo que se llamó el triunvirato, formado por el rey de Navarra, el duque de Guisa y el condestable de Montmorency. Tanta crueldad se desplegó en aquella guerra que el cronista protestante La Noue, dice entre otras cosas, que los soldados hugonotes se portaron en el asalto de Beaugency como si hubiese de darse un premio al quecausara más daño. Los católicos dieron también rienda suelta á sus instintos destructores, y pasaron á cuchillo á guarniciones enteras rendidas con promesa de salvarles la vida. Un año después era el duque de Guisa alevosamente asesinado por un noble hugonote, llamado Juan Poltroc de Mere, quien en el tormento declaró ser instigado por el almirante de Coligny. Al saberlo el hijo mayor del duque, Enrique, juró vengarse y conservó vivo su odio hasta lograr su venganza con la muerte violenta del presunto asesino de su padre. Sin cultivo los campos y cansados los combatientes, se firmó la paz con algunas concesiones á los reformados, que no se cumplieron, por lo que la guerra volvió á encenderse muy pronto. Aquella lucha, que al principio había sido efecto de rivalidades para la dirección del Estado, lo fué después de firme convicción que se convirtió en fanatismo por ambas partes. Los calvinistas llegaron á ahorcar álog adúlteros, y en la corte eran despedidas violentamente y sin remisión las damas que habían faltado al precepto pascual. La guerra había de resentirse del estado febril de los combatientes, y en efecto, en ella menudeaban,las matanzas , los saqueos y toda suerte de martirios para los vencidos. Después de un corto período de paz continuó la lucha en 1567. Los calvinistas eran cada dia más potentes. Muerto su generalísimo, el príncipe de Conde, tenían á su frente al hijo de la reina viuda de Navarra, que reinó ' después en Francia con el nombre de Enrique 1 Y, y al hijo del difunto príncipe, junto con el ancjano Goligny, que-era el alma de la secta. La fortúna"iio favoreció predilectamente á ninguna de las partes beligerantes, y al cabo de tres años de lucha, dejaron ambas las armas. Los calvinistas alcanzaron coneesiones muy favorables y la libertad de ejercer el culto de su secta, mientras no fuera en terrenos eclesiásticos y no turba,ran el ejercicio de la religión católica. 87 EL MUNDO ILUSTRADO. ¿Pensaba ya el rey al hacer estas concesiones en el sangriento proyecto que se realizó el dia de san Bartolomé? ps casi seguro que no y luego lo probaremos. A favor de la pa2 y sin la menor desconfianza los nobles calvinistas depusieron las armas ó se retiraron á las plazas fuertes que se les babian concedido. A instancias de la reina madre Catalina de Médicis y del rey, la reina de Navarra con su hijo el príncipe de Conde, el almirante y los principales jefes hugonotes se presentaron en la corte, donde fueron muy agasajados. Para afirmar la paz, se concertó el matrimonio del príncipe de Bearne, hijo de la reina de Navarra, con la hermana del rey, Margarita de Valois, matrimonio que se celebró con todo el esplendor de las cortes de aquella época. Pero dada la excitación fanática que reinaba en todos los espíritus, la duración de la paz era muy problemática. El joven .rey daba las mayores pruebas de amistad y benevolencia á los señores calvinistas de la corte, cuando el 22 de agosto, cuatro dias después del casamiento del príncipe de Bearne, fué herido gravemente el almirante Coligny en la calle, por un emisario del duque de Guisa-, quien quiso de este modo vengar la muerte de su padre. LoS calvinistas no necesitaron más para volver de nuevo á sus proyectos guerreros contra un rey que, según decían, no quería hacerles justicia pronta y enérgica colgando inmediatamente al duque y su parentela causantes de la desgracia del almirante. La agitación de los calvinistas, contraria esta vez abiertamente al rey, sembró la alarma en la corte y entonces fué cuando éste tomó la determinación, instigado por la reina madre, de dar muerte á los jefes reformados. Que esta determinación fué tomada después de la herida del almirante y se referia únicamente á los jefes, se desprende de la lectura de las memorias de aquel tiempo, escritas por las personas que mejor informadas podían estar, como Brantóme, la reina Margarita, Cheverny, Tilleroy, Castelnau y Tavannes. Los preparativos que se efectuaban lentamente, hicieron desconfiar á algunos principales hugonotes de la buena disposición de la corte para con ellos, y esto aumentó la agitación. La reina madre tuvo noticia de la exacerbación de los religionarios, lo que hizo apresurar la ejecución, que se fijó para el 24 de agosto, dia de san Bartolomé. Tomóse esta resolución en el palacio de las Tullerías entre la reina, el duque de Anjóu, el de Nevers, Enrique de Angulema, Renato dé Biragtie, el mariscal de Tavannes y Alberto de Gondy. Tavannes presentó al rey el preboste de los mercaderes Juan Charron y su predecesor Marcelo, que gozaban de mucha popularidad; dióseles orden de armar las compañías urbanas y tenerlas prontas para media noche. Prometieron obedecer, pero cuando se les dijo el objeto del armamento quisieron excusarse con su conciencia. Tavannes les amenazó con la indignación del rey y entonces accedieron. «Hé aquí, dice á este propósito Brantóme, como una resolución tomada por fuerza y llevada á cabo por la violencia, llega á encarnizar el pueblo cual nunca se ha visto.» Recibieron en seguida las instrucciones, á saber: que la señal seria dada por la campana del reloj de palacio; que se establecerían cuerpos de guardia en . todas las plazas y encrucijadas, y que para distinguirse llevarían los católicos un lienzo en el brazo izquierdo y una cruz blanca en el sombrero. ' Todo se dispuso según estas instrucciones, en medio del silencio más espantoso. Triste y taciturno esperaba el rey la hora acordada para la ejecución. Su inadre, creyendo que vacilaba, le anima y le arranca la orden para la señal. Debia ser al rayar el alba por la campana de palacio, pero impaciente Catalina por poner en movimiento los actores de la sangrienta tragedia, hace tocar á rebato en San Germán l'Auxerrois. A los gritos y alaridos que por todas partes se oyeron así que sonó la fatal campana, salieron los-calvinistas de sus casas medio desnudos y sin armas. Los que se dirigían á la morada del almirante eran degollados por las compañías de guardias apostadas cerca de ella. Si intentaban refugiarse en el Louvre eran recibidos á tiros y lanzadas; si huían iban á caer en manos de las tropas del duque de Guisa y de las patrullas urbanas que hicieron una horrible carnicería. El duque de Guisa en persona se dirigió al palacio de Coligny y le hizo asesinar por tres de sus soldados; su cadáver, echado por la ventana á la calle, fué arrastrado, metido en el rio, sacado después y arrojado á una hoguera. Las pasiones desenfrenadas del populacho se saciaban en la matanza, que no se limitó á los protestantes sino que también muchos católicos perecieron violentamente; las enemistades personales se mezclaron con el pretexto de la diferencia de religión. Tres dias duró aquella sangrienta hecatombe, que sembró la desolación y el luto en la capital de Francia. Apenas hay familia distinguida de aquella época que no cuente alguno de sus miembros entre las víctimas. La Rochefoucauld, Juan de Crussol, Teligny, Pluviaut, Clermont, Pardaillan y otros bravos capitanes fueron asesinados. Las calles estaban llenas de cadáveres mutilados, y en algunas formaban verdaderos montones. Cerca de las puertas del Louvre, especialmente, la matanza fué espantosa. Cuéntase que el dia siguiente la reina Catalina salió con sus damas á dar un paseo por los alrededores de palacio, para gozarse en su obra. En las páginas 84 y 85 reproducimos un cuadro de M. Debat-Ponsan, representando una puerta del Louvre en el momento en que la reina-con sus damas la atraviesa. Los lívidos cadáveres de los hugonotes asesinados, en la misma actitud violenta en que la muerte les sorprendió, están desparramados por el suelo, formando un montón confuso en primer término y á la izquierda. Un capitán católico, con el lienzo blanco en el brazo izquierdo, la cruz en el sombrero y la espada tinta en sangre, se inclina ante la reina que se adelanta majestuosamente, seguida de sus damas, viéndose en el fondo las robustas almenas del palacio real. Este cuadro figuró en la Exposición de bellas artes de París de 1880, donde llamó mucho la atención. En él hay trozos de una verdad aterradora y en general el asunto está tratado con grandiosidad.—J. M. F. EL GENIO HERIDO. ESCULTURA EN BARRO, ORIGINAL DE RAFAEL ATCHÉ. (Véase el grabado de la página 81;. Atc"hé es uno de nuestros jóvenes escultores que se distingue por su fantasía vigorosa, más inclinada á los asuntos trágicos y sombríos que á los risueños y graciosos: eso no implica que consagre sus notables aptitudes á toda clase -de temas y las más de las veces con éxito no escaso; pero su genialidad no se encierra dentro de las reglas y campea libre y espontánea en todas sus obras, en las que en ocasiones la sulbjetívidad tal vez perjudique á la realización artística. El &enio herido es uno de sus últimos trabajosT el' 88 EL MUNDO ILÜSTBADO. artista personifica en él á. esos mártires de la ciencia ó del arte, cuya brillante carrera detiene de improviso la muerte. ¡Fugaces meteoros que en las esferas de la inteligencia surgen y se desvanecen de improviso entre las sombras! Esta figura es por cierto inspirada; y prescindiendo de su musculatura, que no podia ser la de un atleta, la mirada se detiene ante esa cabeza llena de expresión y de melancolía, en cuyas correctas líneas se dibuja un sentimiento de delicadísima poesía, y trata luego de contar en ese pecho las palpitaciones de una vida que espira!... Tal es la impresión que en su conjunto produce esta figura. Como puede juzgarse por esta obra, Atché no trata de buscar sus moldes en el arte clásico, del cual nuestra época cuenta algunas frias imitaciones. Pero ¿quién puede,dudar que su genialidad se robustecería profundizando el secreto de las divinas inspiraciones en aquellos eternos modelos de belleza? En ellos están sin duda alguna en su grado más alto la proporción, la elegancia y la divina sencillez que se imponen poderosamente al ánimo. En el momento actual, en Cataluña puede decirse que florece una escuela artística, si bien no del todo caracterizada. El nombre de sus escultores es famoso ya en España. Pero á los artistas de verdadera fama con que contamos, debemos añadir una generación joven que á su vez promete muchísimo. Por lo que á ésta atañe, no dejaremos de consignar que todo lo que vale la espontaneidad, vale el estudio, sobre todo el estudio de los modelos antiguos. Y buena prueba de ello nos la dan los escultores alemanes, en cuyas composiciones brillan la originalidad del pensamiento hermanada á una admirable proporción y estudio de la forma. Mas como la inspiración ha de ser la condición primera, no podemos dudar que la perseverancia y el estudio de estos jóvenes artistas, entre los que dignamente figura el señor Atché, les procurarán preferente y honroso lugar en los anales del arte patrio.—F. B. CONTEMPLACIÓN. arena en su eterno ir y venir, ó por el grito de ligera gaviota que en raudo vuelo cruza el espacio, producen en el alma profundo arrobamiento; olvidamos nuestra existencia, prescindimos de cuantos objetos nos rodean, y como ha dicho el poeta: Escuchamos sin oir, miramos y no vemos. Tal es el asunto que reproduce el grabado que se halla en la página 80. ¿Qué contempla la joven que sentada en la silla con cierto abandono permanece con la mirada clavada en el espacio? Preguntádselo y os dirá que lo ignora: decidle que la espuma de las olas llega á besar sus plantas y os dirá que no lo ha advertido. Y es que no vive en el mundo terrestre, es que vive en el mundo que ha engendrado en su fantasía, es que sueña despierta, es que arrebatada en éxtasis, vuela por los espacios de lo infinito, completamente desprendida de toda ligadura material.—V. jpj^^ai Tiende lo noche el vaporoso manto y el ostro reina en la argentada altura. Embellecida por celeste encanto, recalada y fantástica figura recorre, de alba túnica cubierta, una calle larguísima y desierta. A coda puerta llama; y al abrirse con movimiento cauteloso y blando, algo que ya no puede distinguirse, una tras otra, en ellas vá dejando. Suena dentro una voz agradecida; sigue el duende su marcha misteriosa; y la puerta ú su vez favorecida, al impulso de mano sigilosa, recobra la quietud interrumpida. Junto al palacio de un magnate altivo ocúltase la puerta vergonzante de alguien que llora, del dolor cautivo, y sin verla el fantasma compasivo ¡oh fatal distracción I sigue adelante. Al cerrarse después la última puerta brilla en el aire claridad incierta; ' el sol como uñ penacho rutilante ' • las altas cumbres d&los montes dora y el duende con la noche se evapora. CUADRO DF EDUARDO BISSON. (Véase el grabado de la página 80). ¿Quién no ha soñado una vez siquiera en este mundo? ¿Quién no ha sido poeta una vez en la vida? ¿Quién desprendiéndose un instante de las ligaduras materiales y terrenas, dejando que la imaginación corriera sin trabas por los espacios de lo infinito, no ha fantaseado un. mundo más bello? Llega una edad en la vida en que la tierra en que vivimos parece angosta para la satisfacción de nuestros deseos, mezquinos los horizontes que la rodean, impuro el aire que se respira. Deseamos subir á las alturas porque abrigamos la convicción de descubrir desde ellas espacios más vastos; gustamos de sentarnos en medio dé playa solitaria, porque el espectáculo que de esta suerte disfrutamos está más en armonía con las aspiraciones de nuestro corazón. Lá inmensa llanura que ante nuestras miradas se extiende, cuya tersa superficie rizan apenas jugetonas oleadas, el silencio solemne, la calma que doquier reina interrumpida sólo por el ruido que las aguas producen al lamer la Desde entonces la turba afortunada, de la calle del MUNDO moradores, . a gozar comenzaron los favores de aquella aparición inesperada. Éste sintió su amor correspohdido, una familia y un hogar formando; satisfecha vio aquél su sed de mando; de otro las pen^s endulzó el olvido; quien de verde laurel ciñe las sienes; quien su fortuna cuenta por millones; quien , fingiendo venganzas .ó desdenes, goza en atormentar los corazones; y el rey y él ambicioso y la coqueta y el sabio y el humilde y eí altivo, todos hallan uh lazo, un atractivo que á la vida su espíritu sujeta. Sólo de aquella noche de alegría aun el recuerdo me atormenta y pasma: ' FELICIDAD llamábase el fantasma y la puerta olvidada... jera la mió! JOAN ToiiXs SALTAMV. Madrid, 1882. Reservados todos los derechos de propiedad artística y literaria, — Queda hecho el depósito que marca la ley.