La Unión de Comuneros Emiliano Zapata (u c e z ), sus acciones y percepciones (1988-1993) Margarita Zárate Vidal U A M -I “Cuando el antropólogo intenta describir un sistema social, necesa­ riamente sólo describe un modelo de la realidad social. Este mode­ lo representa, en efecto, la hipótesis del antropólogo sobre “cómo funciona el sistema social”. Por tanto, las distintas partes del siste­ ma constituyen necesariamente un todo coherente: es un sistema en equilibrio. Pero ésto no implica que la realidad social constituya un todo coherente; por el contrario, en la mayor parte de los casos la situación real está llena de inconsistencias: y son precisamente estas inconsistencias las que pueden proporcionamos la compren­ sión de los procesos del cambio social”, (Edmund Leach. Sistemas Políticos de la Alta Birmania, p. 30). Introducción En este trabajo me propongo utilizar como punto de partida las pro­ puestas metodológicas elaboradas por Tutino (1986) para el análisis de las causas de la emergencia de movimientos y rebeliones rurales, y en general de procesos de cambio social. Este autor sugiere que el análisis de las condiciones materiales de los pobres no es suficiente para enten­ der sus cambios y los orígenes de una rebelión. La pobreza extrema no conduce necesariamente a la insurrección. A partir de estas considera­ ciones formula tres variables para entender el impacto de las relaciones de poder en las vidas de los pobres rurales. Estas son la autonomía, seguridad y movilidad de las familias agrarias. Estas variables son definidas de la siguiente manera: Autonomía. Refleja las habilidades de la gente para producir inde­ pendientemente. Los campesinos son los más autónomos de los pue­ blos agrarios, porque por definición producen la mayoría de sus bienes de subsistencia. Sin embargo, -abunda- esta autonomía es relativa, varía entre campesinos en situaciones diversas. Seguridad. Es la habilidad para obtener la subsistencia de manera consistente para lograr un estándar mínimo aceptable de vida para el futuro. La seguridad de subsistencia es el derecho moral clave deman­ dado por los campesinos. Movilidad. Es la habilidad para escoger entre múltiples medios de obtener la subsistencia. Muy frecuentemente movilidad se refiere a las opciones que la gente tiene dentro de un modo de vida prevaleciente. Así, como punto metodológico central, el análisis de la interacción de condiciones materiales, autonomía, seguridad y movilidad ayuda a describir complejos cambios agrarios y los orígenes de insurrecciones. Si partimos del hecho de que la u c e z se ha caracterizado por ser esencialmente un movimiento rural, integrado en su mayoría por cam­ pesinos, es pertinente utilizar los instrumentos analíticos elaborados por Tutino. Este ejercicio nos servirá en primera instancia para conocer quiénes son los que se unen a la u c e z y en una segunda instancia los porqués de su pertenencia a dicha organización. Consideremos la autonomía como primer punto, partiendo de la propuesta genérica de que los integrantes de la u c e z son campesinos,1 como ellos en general se autodefinen. En la investigación llevada a cabo en tres “comunidades”,2pocos (si no es que ninguno) de estos autonombrados campesinos producen de manera independiente y total sus necesidades de subsistencia. Es decir, la generalidad no produce la mayoría de sus bienes de subsistencia. Los que producen, como es el caso de los ejidatarios o los miembros de las comunidades, obtienen producto necesario para cubrir sus necesidades por un tiempo mínimo (alrededor de 3 meses como promedio). Su autonomía es relativa, dependiendo de esta manera de otras circunstancias. Es entonces que cuando esta falta relativa de autonomía se presenta, la seguridad se con­ vierte en una preocupación central. A continuación veamos como interactúan estas tres variables en las “comunidades” estudiadas: Zirahuén. Los miembros de la comunidad indígena de Zirahuén tie­ nen como actividades principales la agrícola y las relacionadas con la explotación del bosque, como la extracción de resina. Sin embargo, habría que mencionar dos problemas (al menos) que limitan dicha acti­ vidad. Las tierras de la comunidad revisten dos características, por un lado son terrenos cubiertos todavía por bosques, y por otro, se viene dando un grave proceso de deforestación. En consecuencia, la cantidad y calidad de las tierras deja mucho que desear para el trabajo agrícola. La deforestación ha traído también consecuencias sumamente desfavo­ rables para la ecología en general del lugar, especialmente para el lago de Zirahuén. Por ende, estas actividades son necesariamente complementadas y combinadas con otras estrategias: pesca (en menor grado), trabajo agrí­ cola asalariado (jornal) u otro tipo de trabajo asalariado ya sea dentro de Michoacán o en Estados Unidos. Así, la autonomía de los campesinos de Zirahuén es reducida en función de diversos factores: el tamaño, tipo y calidad de las tierras y su estrecha dependencia de los factores climáticos. La seguridad para ellos está reducida en dos aspectos: primero, con referencia al área, calidad y condiciones de acceso a la tierra. Segundo, ya que su estrate­ gia de sobrevivencia contempla el trabajo asalariado, ésto también res­ tringe su seguridad, dependiendo de la disponibilidad de trabajadores, sus habilidades, su organización y las posibilidades de movilidad (es decir si pueden escoger si viven como jornaleros o campesinos, y si son jornaleros, a las posibilidades de empleo existentes). Es decir, esta gente no tiene asegurado de manera consistente un ingreso de manera cotidiana, mucho menos para el futuro. La variedad en oportunidades de empleo se han vuelto “válvulas de seguridad” que compensan las pérdidas de autonomía y seguridad (en términos de Scott, citado por Tutino, 1986: 29). Habría que preguntarse empero, si en este caso exis­ ten tales válvulas de seguridad, siendo el estado de Michoacán uno de los mayores expulsores de fuerza de trabajo y la reiterada queja de la gente michoacana acerca de la falta de opciones de trabajo. Iztaro. En este lugar la proporción de gente que tiene su principal ingreso y/o producto de actividades agrícolas es grande. No obstante, es necesario hacer las siguientes distinciones al seno de los campesinos de Iztaro: a) el grupo que parece ser mayoritario, el de los sin tierra, los jor­ naleros. b) el de los ejidatarios, que en un ejido poseen 2 has promedio por familia, en el otro ejido (con menor número de ejidatarios) poseen de 7 a 8 has cada uno. c) el de los miembros de la comunidad indígena (que son los miem­ bros de la u c e z en la localidad), que si bien se dedican -al decir de ellos- exclusivamente a trabajar la tierra en común, deben pagar crédi­ to, venden parte de la cosecha y por tanto no tienen asegurada su sub­ sistencia por todo el año. El producto, principalmente maíz y frijol, cubre sus necesidades de tres a ocho meses, en el mejor de los casos. Los miembros de la comunidad indígena gozan de relativa autono­ mía, debido a los siguientes factores: Tienen tierra donde trabajar, aunque prevalece entre algunos de los comuneros un sentimiento de incertidumbre dadas las circunstancias en que obtuvieron la tierra (tomas). Es decir, hay un amplio margen de inseguridad en cuanto a la tenencia de la tierra. Por otro lado habría que mencionar que aunque pudiera decirse que estos comuneros son campesinos de tiempo completo (que de facto no lo son), la apropiación del producto de su trabajo tampoco está asegu­ rada. Esto porque al igual que los ejidatarios, su producción es gene­ ralmente vendida para cumplir con el pago de los créditos. Por ejemplo durante 1992-1993 vendieron todo el maíz y la gente sintió que trabajó a cambio de nada -se quejaron algunos amargamente-. A pesar de esto, algunos comuneros y comuneras (las menos) continúan dentro de la comunidad. Igualmente, dada su dependencia de factores tales como trabajar en tierras de temporal, la gente se ve en la necesidad de buscar trabajo (jornal) en épocas de cosecha. Aún más, otras circunstancias, tales como un liderazgo no confiable, envidias internas, y otros hechos complican más su situación. Este panorama complejo quizá explique el controvertido desarrollo de la “comunidad indígena” de Iztaro, al borde (por lo menos hasta marzo de 1994) de la disolución. Pareciera entonces que la vida de estos campesinos en general es bastante insegura. Habría que mencionar que en este ciclo de cosecha (fines de febrero) sí hubo reparto de maíz y frijol, si bien las comune­ ras (os) no estaban completamente satisfechos, tuvieron al menos algo a cambio de su trabajo. Colonia Comunal Emiliano Zapata. Los miembros de esta Colonia se dedican esencialmente al trabajo asalariado, si bien gran parte trabaja en labores agrícolas (generalmente como asalariados), encon­ tramos entrevistados trabajando en aserraderos (como empleados,vigi­ lantes, veladores, etc.) y otras actividades relacionadas con la explota­ ción silvícola, un ingeniero trabajando como empleado en la presiden­ cia municipal en Santa Clara o un artesano del cobre con parte de su taller en su lote. La mayoría de los entrevistados se podrían ubicar como trabajado­ res asalariados. Aquí las válvulas de seguridad (oportunidades variadas de empleo) que mencionaba Scott no son muchas. Si hay trabajo el pago es muy bajo (50 pesos por semana, en el mejor de los casos 20 pesos al día, 100 pesos por semana). Estos trabajadores tienen poca autonomía y un nivel bastante alto de inseguridad. La seguridad se incrementa de manera relativa cuando pueden ir hacia tierra caliente (en épocas de cosecha) y encontrar tra­ bajo en la pizca. (ccez) Notas sobre el m odelo propuesto p o r Tutino Las variables propuestas por este autor en su trabajo son diseñadas para considerar de una manera más estricta los factores político-económicos que condicionan la participación de estos campesinos en un movimien­ to rural. Sin embargo, habría que mencionar que una aplicación no me­ cánica de su modelo requeriría por un lado ampliar el contenido de las variables y por otro profundizar en elementos que enriquecerían dicha aplicación. A saber, por un lado se debería tomar en consideración otra suge­ rencia metodológica elaborada por el mismo Tutino al respecto de que la explicación de cambios agrarios debe ser “histórica, centrada en los desarrollos de una sociedad dada” (ibid: 29). De igual manera, la relación entre condiciones materiales, autono­ mía, seguridad y movilidad es compleja. Por ejemplo, un campesino muy autónomo puede disfrutar bienestar material o encarar hambre. Un jornalero excepcionalmente móvil puede ganar un salario bueno o una miseria. Entonces, es predecible que sea casi imposible que los pobres alcancen niveles altos de autonomía, seguridad y movilidad al mismo tiempo. Así, por ejemplo, los campesinos de autosubsistencia típicamen­ te disfrutan gran autonomía, aunque tienen seguridad limitada por la incertidumbre climática y movilidad mínima por recursos de tierra es­ casos. Por su parte, los jornaleros tienen poca autonomía, niveles am­ pliamente variables de seguridad, y frecuentemente gran movilidad, a menos que esclavitud u otra coerción elimine esa movilidad, aunque quizá incremente su seguridad. En consecuencia, la mayoría de los po­ bres rurales logran niveles altos de sólo una condición entre autonomía, seguridad y movilidad. Finalmente, aunque las tres condiciones son vistas como deseables, son raramente consideradas con el mismo grado de importancia. Esta última consideración pone de relieve un punto cen­ tral para entender las diferencias y similitudes entre estas tres comunida­ des: por ejemplo, si el hecho de la toma de tierras parece mostrar -por lo menos en los casos de Iztaro y la Colonia Comunal- y en efecto es explicitado en las opiniones de las (os) comuneras (os), la necesidad y el deseo de lograr una relativa autonomía en ambos casos, sin embargo, existen diferencias, en el primer caso poder sembrar maíz y frijol para comer y no tener que comprar, en el segundo para “tener un pie de casa”. Veremos también que entre ellos mismos las opiniones divergen al respecto de esa anhelada autonomía. Es claro en el caso de Iztaro, y especialmente entre los ex comuneros (as) que la opción vislumbrada por ellos o ellas difiere substancialmente, unos (as) anhelan un “pedacito” en contraposición a la empresa “comunal”. Otros, y más especial­ mente las mujeres, consideraban mejor que el esposo o compañero obtuviera un jornal seguro cada ocho días. En la Colonia Comunal, la aspiración al parecer es la seguridad de encontrar un trabajo, ya no digamos permanente, pero que permita ir “so­ breviviendo”. Por otro lado ahí lograron una relativa seguridad al obte­ ner su lote. En el caso de Zirahuén, las aspiraciones también son encontradas, aun cuando se defiende el anhelo de la autonomía de cultivar su propio maíz y frijol “en común”, algunas opinion.es -como en el caso de Iztaro- divergen en cuanto a la mejor forma de lograr dicha autonomía y defienden la añeja tradición de cultivar “mejor el pedacito propio”. Es evidente que para enriquecer y profundizar la propuesta de Tutino se podrían incorporar otros importantes matices, tales como la historia de recientes cambios sociodemográficos en el municipio y la historia de los conflictos agrarios, con referencia especial a la Hacien­ da. Merecerían también atención otras estrategias de sobrevivencia que permean las prácticas de estas tres “comunidades”, a saber la centralidad del grupo doméstico y las redes de reciprocidad y apoyo. Las “com unidades” de la UCEZ. Una comparación prelim inar En esta comparación veremos en qué y cómo son semejantes y/o dife­ rentes las localidades estudiadas. Los rubros en comparación son: ubi­ cación, tamaño de la localidad, ocupación, situación jurídica en cuanto a la tenencia de la tierra, adscripción étnica y de clase, liderazgo (legi­ timidad de los líderes, consenso, disenso y faccionalismo), motivos de “la lucha”, los “enemigos”, pautas de organización.3Los tres lugares en que he llevado a cabo entrevistas pertenecen al municipio de Salvador escalante. Tamaño de la localidad. Las tres localidades son similares en cuan­ to a número de habitantes, un promedio de 2 000 habitantes. Patrones de asentamiento. Distribución espacial: Zirahuén-pueblo; Iztaro-ranchería, unidades dom ésticas dispersas; ccEZ-población agru­ pada en lotes de carácter urbano. Accesibilidad. A Zirahuén y a la c c e z se llega por camino pavi­ mentado; a Iztaro por camino de terracería (brecha). Ubicación. Zirahuén está ubicado en una desviación de la carretera Morelia-Uruapan. Iztaro es un rancho ubicado al sureste de Santa Clara del Cobre, a unos 20 km. Se entra por una brecha de la carretera Pátzcuaro-Ario de Rosales. La Colonia Comunal Emiliano Zapata está ubicada en terrenos que fueron un cementerio a las orillas de Santa Clara del Cobre, a unos 2 km aproximadamente al norte del centro, sobre la carretera rumbo a Pátzcuaro. La Colonia Com unal Em iliano Zapata Esta colonia tiene una población de aproximadamente 2 000 habitantes. La gente llegó ahí como “paracaidistas” (incluso la colonia es conoci­ da en Santa Clara mejor como Kuwait que como Emiliano Zapata, debido a que la ocupación del terreno fue hecha durante los meses en que Irak invadió a Kuwait, la gente entonces le puso nombre). Al prin­ cipio hubo un organizador del Partido del Frente Cardenista ( p f c r n ), un maestro de Santa Clara. Pero casi inmediatamente, se iniciaron los pedidos exagerados de cuotas e incluso se les quería vender los lotes. A la gente tampoco le gustó que el apoyo iba condicionado a dar votos para el p f c r n . Fue entonces cuando J. Alfredo Ramírez y la u c e z entra­ ron a organizar la ocupación del terreno y la nombraron Emiliano Zapata, con estatus de colonia urbana, pero “comunal”, porque intenta­ ban trabajar, construir y compartir en común. La mayoría de los entrevistados (as) se “animaron” a llegar ahí por la necesidad de “un pie de casa”, antes de ello vivían compartiendo es­ pacio en un hogar extenso, con sus suegros o padres. La falta de espa­ cio, los problemas familiares, ya fuera con padres, suegros, cuñados, hermanos, etc. los presionó. Zirahuén Tiene alrededor de 4 600 hectáreas divididas entre el ejido que fue dota­ do en 1934, con 1 200 y la comunidad indígena que detenta alrededor de 2 600. Casi todas ellas ocupadas por bosques. El resto es detentado por la pequeña propiedad. La comunidad indígena tiene títulos virrei­ nales que datan de 1731 y 1733. Según el censo de 1993 hay 2 134 ha­ bitantes. Los miembros de la Comunidad Indígena se definen como comuneros en relación con la posesión de la tierra en común, pastos y bosques. Iztaro Es una Tenencia (rancho). La extensión territorial del centro poblacional es de 60 hectáreas, su número de habitantes es de 2 483. Cuenta con dos ejidos (Iztaro y Santa Rosa) y una comunidad indígena. La comu­ nidad indígena a decir de los comuneros existe “desde tiempo inme­ morial”. La solicitud de reconocimiento y titulación de bienes comuna­ les fue hecha en 1989. En ella se hace constar que “sin haber localiza­ do los títulos comunales escritos, pero guardando el estado comunal de hecho o por derecho...” Las tierras comunales tienen una superficie aproximada de 1 755 hectáreas. Subsistencia y economía En Zirahuén los que trabajan “en común” se ocupan en prácticas agrí­ colas: cultivo de maíz y frijol esencialmente, usado para consumo fami­ liar, y labores relacionadas con la explotación forestal. Habría que hacer notar que la práctica agrícola es combinada ampliamente con actividades laborales asalariadas (jornal) y en pocos casos con la pesca. En Iztaro los que trabajan “en común” se ocupan en prácticas agrí­ colas: cultivo de maíz, frijol, aguacate, trigo. Si bien el principal incen­ tivo de los “comuneros” para entrar a la comunidad era “tener maicito y frijol”, esto casi no ha sido concedido, puesto que una vez recogida la cosecha generalmente se ha vendido. El nutrido número de ex comuneros se dedican por exclusión al jornal, trabajan en las huertas de aguacate y jitomate de los pequeños propietarios de los alrededores o se van hacia tierra caliente (principal­ mente Apatzingán) al corte de melón, por ejemplo. Otra alternativa de trabajo son los trapiches. Finalmente, los integrantes de la c c e z se dedican al jornal, como ellos dicen “a lo que encuentre”, normalmente en los aserraderos o en las huertas de aguacate. Algunos pocos más establecidos trabajan como artesanos del cobre. Sólo dos de las tres localidades se dedican al tra­ bajo agrícola (así sea parcialmente). En la otra las actividades asalaria­ das predominan. Tenencia de la tierra Zirahuén aún disputa terrenos comunales, sin embargo de las tres loca­ lidades, es la única que tiene “a salvo” sus derechos. Tanto la c c e z como la ci de Iztaro fueron creadas entre 1989-1991, es decir son expe­ riencias muy noveles. La ci de Iztaro está en vías de confirmación y en e l c a s o d e la ccez t a m b ié n s e h a p r o c e d id o p o r la v ía d e l r e c o n o c i ­ m i e n t o c o m u n a l. Pertenencia étnica y de clase Ninguna de las tres localidades podría definirse como indígena en sen­ tido formal y estricto, y efectivamente, yo argüiría, es necesario problematizar la definición “formal”. Es decir la disparidad encontrada entre procesos de autoadscripción a una categoría étnica y procesos de categorización por parte de otros. Es indicativo en las tres comunidades el escaso número de gente que declara haber tenido ascendencia tarasco-purépecha. Criterio este último que podría ser argumentado de manera formal para categorizarlos como indios. Otra dimensión es la obtenida con las declaraciones de la gente en tomo a su identidad, en las cuales no se privilegian necesariamente criterios tales como la len­ gua, o los antepasados, etcétera.4 Ahora bien, a nivel de la autocategorización y adscripción, casi todos los miembros de las tres comunidades se autodefinen y son defi­ nidos por otros como indios y/o indígenas. A este respecto, entre los entrevistados existe consenso en considerarse indios y mexicanos: “todos los mexicanos son indios”. A esta caracterización añaden una amplia categoría de clase: “somos pobres”, comuneros, jornaleros y/o campesinos pobres. A esto se podrían añadir algunas distinciones y diferenciaciones al seno de las “comunidades”. A ello se refieren en el caso de la c c e z a los “ricos” que tienen casa en Santa Clara y un lote en la Colonia. Liderazgo El papel del líder local es controvertido (al menos) en dos de las loca­ lidades: Iztaro y Zirahuén. Donde no todos los habitantes pertenecen a las comunidades. El caso de Iztaro se complica más debido al compor­ tamiento arbitrario y deshonesto del líder local. La colonia comunal aparece más cohesionada y su líder con mayor legitimidad. En comen­ tarios fuera de asambleas y aún de desafectos a la colonia (ex miem­ bros, que iniciaron y después dejaron “la lucha”), se encuentra un apo­ yo tácito a las acciones realizadas por el líder local y la u c e z . E s de suma importancia apuntar la gran estimación y agradecimiento que les merece el Lic. Capiz. No obstante es de hacerse notar que hay quejas de los miembros más participativos de la colonia acerca del desinterés hacia la asistencia a las asambleas, o a la participación en faenas o fa­ llas en dar cooperación. Aunque a veces esto último es justificado con un “bueno, si la gente no tiene trabajo, pues no puede dar la coopera­ ción”. En Zirahuén, el escenario es similar, entre los miembros de la co­ munidad indígena entrevistados existe amplio apoyo si no al represen­ tante actual de bienes comunales sí a “su equipo”, del cual forma parte el anterior representante don Marcos Paz, al cual consideran mucho más capaz, y el que defacto lleva la batuta de los problemas a resolver. De todas formas, la gente los considera los legítimos depositarios, representantes y defensores de los viejos títulos comunales. La “otra comunidad” denuesta en todo lo logrado por los actuales representantes. Merece mención otro suceso que pone de relieve los problemas de liderazgo y consenso en Iztaro. En 1992, a raíz de un juicio en que uno de los propietarios de tierras tomadas por la comunidad indígena per­ dió con motivo del sonado fraude fabianista (él era parte del grupo de­ fraudador) en el estado, ofreció pagar con tierra a los ahorradores defraudados. He aquí que un grupo de ahorradores llegaron a las tierras tomadas por la comunidad, prometiendo además a gente de la locali­ dad, entre ellos a algunos que habían sido comuneros, un pedazo de tie­ rra, lo cual tuvo como resultado un fuerte conflicto. Sin embargo, los ahorradores se fueron y hasta la fecha no han regresado. Empero, uno de los iniciadores de la comunidad indígena y ahora ex comunero, ha tratado de erigirse en líder de una facción constituida por ex comune­ ros para negociar con los ahorradores. Unas palabras acerca de los líderes Dos de ellos, el de Zirahuén y el de Iztaro tienen casi la misma edad, 52 el primero y 55 el de Iztaro. Los dos nacieron en esos lugares y se han dedicado a las labores agrícolas. En el caso del líder de Zirahuén, su trabajo se ha configurado más como “un profesional” de la organi­ zación; él asiste con regularidad a las asambleas en el local de la u c e z en Morelia, a los plantones, a las audiencias en Pátzcuaro, Morelia o México. De hecho, se considera él mismo uno de los más capacitados en “la escuela de la u c e z ” para defender trámites agrarios. En el caso del líder de la Emiliano Zapata, que es más joven (40 años), originario de Santa Clara del Cobre, a muy temprana edad se fue a México donde trabajó en oficios industriales tales como maestro tor­ nero. En México vivió cerca de 25 años, se fogueó en luchas obreras en “la Pascual”, “la Favorita”. Se relacionó con grupos de teatro universi­ tario popular como “Cleta”. En Iztaro un grupo de hombres decidió hace seis años tomar unas tierras que los “patrones”, habían dejado sin trabajar y, al decir de los comuneros, “habiendo tierra sin sembrar y nosotros necesitando maicito, nos decidimos a metemos en la tierra”. Y de ahí comenzó todo. No obstante, ahí la situación es compleja y desfavorable en mucho para la u c e z . Esto porque existe un proceso de disolución de la comu­ nidad indígena. De un total de más de 120 comuneros censados en 1989, a la fecha se habla de 18 “en activo”. Aquí entra un viejo pro­ blema, los ex comuneros entrevistados coinciden en afirmar la desho­ nestidad de su líder local D. Luis Torres, quien parece haber aprove­ chado el membrete de la comunidad e incluso sus firmas para lograr sus propios fines y los de sus pocos adeptos, a saber, conseguir créditos, etc. Entonces aquí ni remotamente hay asambleas, ni decisiones demo­ cráticas, etc. No hay proceso de rendir cuentas en ningún sentido. Inclusive una ex comunera demandó al líder por falsificación de firmas para obtener créditos. Aún así la gente entrevistada ex comuneros (as) reconoce amplia­ mente la labor de Capiz y la u c e z , aunque se pregunta, ¿qué no sabrá el licenciado lo qué pasa aquí? Efectivamente, algo habla de su enten­ der político algunas respuestas dadas a la pregunta de cómo resolver el principal problema de la comunidad, o sea, el líder - “bueno, tendría que venir el Lic. y quitarlo ¿no?”-. Mientras tanto, el líder local se defiende ante la pregunta de cuál es la razón por la que se salieron casi todos los comuneros, responde: “es que no les gusta trabajar y la lucha es dura”. ¿ Cuál y cómo ha sido el trabajo organizativo de la u c e z en estas tres localidades? Una de las vertientes principales del trabajo de la u c e z es sin duda la lucha por la tierra, incluyendo en ella restitución y confirmación, esen­ cialmente de bienes comunales. En los casos de las tres localidades estudiadas se ha requerido, en primer lugar, esa vertiente de la labor de la u c e z . Una de ellas solamente tendría a salvo sus derechos comuna­ les en términos de la legislación nacional: Zirahuén. Es lo que el mismo líder y/o coordinador de la organización (Lic.Efrén Capiz) llama una comunidad de derecho. La comunidad indígena de Zirahuén ha luchado por la defensa de sus tierras, recursos y contra grupos empresariales que han pretendido construir un emporio turístico en sus bienes. Este ha sido uno de los con­ flictos más relevantes en que la u c e z ha intervenido durante los ochen­ ta. En 1978 se logró que se hicieran los trabajos técnicos para el recono­ cimiento y titulación de la tierra, pero en 1981 se perdió el expediente en la Secretaría de la Reforma Agraria. Más tarde, en 1984, cuando Luis Martínez Villicaña era titular de la s r a autorizó el cambio de des­ tino de 67 hectáreas para que Guillermo Arreóla construyera un centro turístico en tierras de la comunidad. En septiembre de 1986 el entonces gobernador de Michoacán, Cuauhtémoc Cárdenas dio permiso a Arreóla para construir un fraccionamiento en vez de centro turístico. En el mes de octubre de ese año, la comunidad tomó las cabañas construidas por Arreóla. A raíz de esto la policía judicial se llevó a 150 comuneros y comuneras de los que finalmente sólo cuatro quedaron consignados, y salieron más tarde bajo fianza. El conflicto siguió con otra incursión de la judicial. Esto llevó a los dirigentes de Zirahuén a unirse a la huelga de hambre que en febrero de 1987 realizaron 13 indí­ genas veracruzanos de la c n p i en el Zócalo de la Ciudad de México. El trabajo de la u c e z en Zirahuén ha seguido asesorándolos con res­ pecto a la lucha que sostienen para la defensa del lago de Zirahuén, evi­ tando por ejemplo, que más aguas negras lleguen a desembocar en él. Ahora bien, en Zirahuén se libra una lucha de los miembros de la comunidad indígena que “sí tiene fundamento” (al decir de uno de los entrevistados al referirse a la posesión por parte de la comunidad de tí­ tulos virreinales) con otro grupo que se separó de la misma y que se autonombra comunidad también. Es decir que Zirahuén como totalidad no está representada en la u c e z . Las otras dos comunidades datan de poco tiempo atrás, Iztaro 1989, y Emiliano Zapata 1990/1991. Las dos se hallan en vías de confirma­ ción. Ambas serían comunidades de hecho. Habría que aclarar también que sólo Emiliano Zapata como totalidad es una “comun[dad” pertene­ ciente a la u c e z . La Colonia Comunal Emiliano Zapata se asienta en un predio en lo que fue un panteón en la época de la Colonia, al decir de la gente, ahí enterraban a los muertos por la peste. Este predio aparentemente era o es propiedad de Guillermo Arreóla, un viejo conocido de la comunidad de Zirahuén. Aquí la Unión ha gestionado el reconocimiento legal del predio y asesorado con respecto a la obtención de servicios tales como luz eléctrica, agua potable y últimamente materiales para vivienda de parte de P r o n a s o l . De igual manera, muy recientemente se logró para la colonia la aprobación de la instalación de una escuela primaria con dos grupos y un jardín de niños con un grupo. Refiriéndonos a Iztaro, está en una situación parecida a la de Zirahuén pues no está representada como totalidad en la u c e z , ahí sólo los miembros de la comunidad indígena pertenecen a ella (recordemos que hay dos ejidos y pequeña propiedad). La UCEZ y otras organizaciones rurales Desde su creación en 1979 la u c e z ha privilegiado la lucha por la tie­ rra, es decir una añeja tradición agrarista. Aún ahora con las reformas al artículo 27, sigue defendiendo no sólo la confirmación y restitución de tierras, sino también el reparto en los espacios dejados por los nue­ vos ordenamientos legales con respecto al rezago en el campo. La Unión siempre ha enfatizado su independencia de los partidos políticos y una fuerte oposición (quizás a la fecha más matizada) a la puesta en práctica de nuevos frentes de lucha tales como el control del proceso productivo. Siguiendo esta línea, en 1985, la u c e z se separa de la c n p a debido a diferencias acerca de la participación del Partido Revolucionario de los Trabajadores ( p r t ) en su seno. La u c e z ha hecho patente su rechazo a las reformas al artículo 27 por medio de sus boletines, “atentan contra la propiedad de la tierra de las comunidades indígenas, de los pueblos indios y de los ejidos [...] propiciando el éxodo del campo”. Señalan además que “ahora no esta­ mos dispuestos a esperar 30 años para sacudimos la opresión y la anti­ democracia de que somos víctimas, ha llegado el momento de actuar” (La Voz de Michoacán, 3 de diciembre de 1991, p. 3C). Pareciera evidente que su marco de acción ha sido reducido no sólo debido al contexto impuesto por los programas económicos neolibera­ les, sino por las reformas mencionadas anteriormente. Pero a este con­ texto de por sí ya complejo habría que añadir el “terremoto político” que significó la irrupción a principios de 1994 del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (otra vez Zapata), con reivindicaciones y deman­ das que trascendían el nivel local y meramente agrario, si bien este tipo de demandas constituyen el centro de sus propuestas. Además, es imprescindible dar cuenta de un problema ya reseñado por otros autores en localidades de Michoacán involucradas en la u c e z , tales como Santa Fe de la Laguna (cfr. Zárate A., 1989; Vázquez L., 1992), San Felipe de los Alzati (Zárate A., 1992) o el caso de Iztaro analizado aquí, a saber el proverbial faccionalismo y los liderazgos controvertidos e impugnados. Estos trabajos consideran las dinámicas locales en las cuales la Unión de Comuneros se inserta. En un esfuerzo de reflexión general y comparativo sobre las características de esta Unión y otras organizaciones rurales de Michoacán encontramos -entre otros- los trabajos de Vázquez (1987, 1992); Cervera (1992) y Espín (1986). Vázquez (1987) compara la acción de la u c e z con la del Comité de Productores Purhépechas, y encuentra que esta organización tiene verdaderos representantes de las comunidades y no sólo facciones de ellas. Para este autor las comunidades que representan al comité a nivel regional son “entidades reales más que proyectos de recorporativismo”. En consecuencia, la u c e z es solamente un grupo de interés movido por la idea legal de una comunidad agraria que implica una relación políti­ ca en el control patrimonial sobre tierra, agua o bosques. En el plante­ amiento de Espin, la u c e z es vista de manera sustancialmente diferen­ te: como una opción efectiva para las demandas de la población rural de Michoacán. Para él, la cuestión legal es el factor integrador de todos los otros aspectos relacionados con la organización de la producción y el control de la comercialización, retomando los aspectos comunales tradicionales con el fin de superar la “conciencia de la propiedad pri­ vada”. Ambos enfoques parecen dar una explicación parcial del problema. Quizá una de las dificultades centrales en el análisis de movimientos sociales es la tendencia -que por otro lado es inevitable-de juzgar sus objetivos y acciones con nuestras propias preocupaciones políticas. En este sentido, estos enfoques parecen ser restringidos porque tratan de definir cuáles movimientos podrían ser los más eficientes y exitosos políticamente. El énfasis, unos argumentarían, sería la importancia de la utopía de la comunidad y otros se centrarían en los “verdaderos” poseedores de la representación. Como alternativa y complemento a estas dos posturas, podríamos elaborar una especie de tipología que podría ser usada para clasificar la diversidad de organizaciones de acuerdo con sus fines y logros obteni­ dos en el proceso negociador con el Estado. Esta es una importante labor. La otra forma de análisis es desplazar el énfasis de la mera decla­ ración de fines y beneficios ganados hacia los mecanismos utilizados para construir estos fines, especialmente el rol jugado por los diversos procesos de identidad: sean éstos étnicos o de género, por ejemplo, en la perspectiva de los integrantes de estos movimientos. Es evidente que desde mediados de los ochenta, ha habido un giro importante en el carácter de los movimientos agrarios. Digamos que la creación de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas ( u n o r c a ) en 1985 constituyó un parteaguas a partir del cual los problemas inmediatos de producción y mercado se volvieron prioritarios.5 Mientras tanto, la Coordinadora Nacional Plan de Ayala ( c n p a )6 entró en declive después de su rápido crecimiento entre 1979 y 1982. Uno de los muchos factores causales de su declive fue precisamente la incapacidad de hacer suyas demandas más allá de la tierra. Estos cambios en el movimiento agrario han tenido su correspon­ dencia en las políticas gubernamentales, por un lado el gobierno ha apoyado relativamente a las organizaciones que de una u otra manera han despolitizado sus demandas. Por el otro lado las recientes reformas a la Constitución dejan fuera de la discusión a las organizaciones que demandaban tierra. Aunado a ello va la creación del p r o n a s o l y más recientemente p r o c a m p o y de los diferentes programas y organismos para solucionar el rezago agrario: la Procuraduría Agraria y el p r o c e ­ d e . Es interesante entonces preguntarse acerca del “viejo” tipo de orga­ nizaciones, ¿qué ha pasado con ellas? Por un lado han reivindicado su independencia del Estado y de los partidos políticos. Sin embargo, sus demandas han parecido querer reproducir un Estado corporativista (que según los ideólogos salinistas había muerto) el cual soluciona o da algo a cambio de apoyos sociales. Ahora bien, incluso no desistiendo de la demanda por la tierra, se han “modernizado” haciendo proyectos pro­ ductivos, solicitando créditos, etc. También han utilizado de manera muy pragmática por lo demás los “apoyos” del Estado, a saber P r o n a s o l , por ejemplo. A este respecto es importante notar que en las tres “comunidades” los líderes han sabido canalizar los “apoyos” de este proyecto: despensas, molinos manuales de maíz, láminas de asbes­ to para viviendas, leche, etc. Es necesario apuntar que estos “apoyos” han sido dados en algunos casos en medio de controversias, nos pode­ mos referir al papel de los líderes locales en ello. En el caso de Iztaro, se solicitó un pago por la entrega de las láminas de asbesto, siendo que estas eran gratuitas, asimismo se dio el caso de personas que no fueron “apuntadas”, es decir tomadas en cuenta para recibir también esos apo­ yos. Estas personas argüían que no habían sido tomadas en cuenta por­ que no tenían buena relación con el líder, por ser ex comuneros. Si bien estas experiencias locales de la u c e z apuntan a una “utili­ zación” pragmática de los recursos estatales, está todavía por verse un cambio en su perspectiva de lucha. Me parece que el espacio que ahora es reivindicado por los llamados “nuevos sujetos rurales” como seria el caso de la experiencia referida por Gabriela Cervera (1992) o los tra­ bajos del volumen compilado por Moguel, Botey y Hernández, no es el espacio de la u c e z . Sin embargo, resta interrogar de nuevo a los “comu­ neros y comuneras” que han intervenido en los procesos relatados arri­ ba acerca de los cambios que efectivamente han tenido en su vida como consecuencia de su participación en la u c e z . Y o argumentaría que muchos y muchas consideran que sus logros no han sido mínimos. A pesar de todos los pesares. En la caracterización de las organizaciones rurales no habría que perder de vista otras cualidades: la autonomía política de las organiza­ ciones, su capacidad de negociación sin perder identidad y la legitimi­ dad del gobierno.7 A este panorama habría que agregar los sucesos de Chiapas que vuelven a poner el dedo sobre las reivindicaciones agrarias indígenas, pero no sólo en ellas, sino en demandas tan sentidas a nivel nacional como la democracia electoral. La Iglesia también ha jugado un papel central en estos últimos acontecimientos. Más correcto es hablar de un sector de ésta que ha hecho de su pastoral un diálogo con los grupos rurales más pobres. Tan importante ha sido su rol que un representante de esa pastoral se ha eri­ gido como un intermediario entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el gobierno salinista. La com unidad como eje organizativo El término comunidad tiene un amplio rango de significados en antro­ pología, sociología e historia. Un diccionario de antropología (MacMi­ llan Dictionary of Anthropology, Londres, 1986) considera que comu­ nidad en su más amplio sentido puede referirse a cualquier grupo de personas unidas por “una comunidad de intereses”. En este sentido un grupo profesional, una unidad residencial, tal como un pueblo o ciudad, un sector dentro de una unidad, o un club o asociación voluntaria pue­ den todos ser referidos como comunidades. Igualmente la emergencia del concepto de comunidad como un elemento importante en las ideo­ logías políticas modernas debe mucho a la influencia de las ciencias sociales y a las perspectivas sociológica y antropológica. En un más limitado sentido antropológico y sociológico, el término es restringido para significar una comunidad local, generalmente de pequeña escala y con frecuencia descrita como “tradicional” o “cerrada”. Desde otra perspectiva es necesario incluir en esta serie de acep­ ciones a la comunidad gestada por la Corona Española. La propiedad comunal nació jurídicamente como resultado del otorgamiento de tie­ rras en el sitio que estaba asentada la población de la época prehispánica, pero también por medios coercitivos creando nuevos centros poblacionales. Esta última comunidad sería generalmente a la que aluden las demandas agrarias en términos jurídicos. En el contexto de mi investigación la comunidad tiene una relevan­ cia singular. Comunidad o comunal es el concepto unificador de miem­ bros de ejidos, “comunidades” y de los sin tierra en la u c e z . El con­ cepto de comunidad los unifica a pesar de sus diferencias. A decir de Arturo Warman en un texto de 1985: “identidad como comuneros es transformada en una alternativa de unidad en contra de la atomización y división que es derivada de las categorías formales en las cuales el campesinado es fragmentado” (p. 10). No obstante habría que decir que el término comunidad parece tener varios significados dependiendo de quién hable de ella o el contexto en que se habla. Preliminarmente, yo diría que el significado de estos términos es articulado de manera más clara por el coordinador y para algunos del grupo de profesionales y organizadores, sin embargo, el significado de comunidad y comunal está matizado por la concepción que el coordinador tiene de lo que una comunidad debe ser. A saber, en su discurso y propuestas varios signi­ ficados están mezclados: comunidad como un término legal refiriéndo­ se a una forma específica de tenencia de la tierra, esto es, la comunidad agraria. Comunidad como vida comunal, significando compartir tierra, intereses, cultura, preocupaciones y vida en general. Comunidad como comunidad indígena, significando la visión del consenso de las peque­ ñas “comunidades” (tan discutida por otro lado) agregaría, con cierta nostalgia indigenista. Está pjesente también en su discurso la comuni­ dad como la vieja utopía socialista. Añadiríamos dos comunidades adjetivadas: la comunidad de derecho y la de hecho. Merece ser analizada con mayor profundidad, la comunidad como un recurso, una táctica para lograr objetivos políticos. Es decir, pre­ guntamos si estamos frente a una organización y un líder cuyos intere­ ses son meramente pragmáticos, donde la figura legal es racionalmen­ te utilizada para lograr determinados fines políticos, o efectivamente hay un consenso sociocultural compartido de significados en cuanto a lo que es una comunidad más allá del mero instrumento político. Para los comuneros entrevistados en un primer nivel de análisis, el significado de comunidad se refiere a hacer cosas en común, trabajar en los campos, hacer faena, ir a la casa comunal, ayudar a reparar calles, protestar juntos, apoyar a otras comunidades. Lo étnico Este tema merece también un amplio espacio, aquí apuntaremos sólo algunas consideraciones. La u c e z ha sido caracterizada como un movi­ miento campesino indígena por algunos autores. Quizá sería mejor en este momento hablar de un movimiento rural como punto de partida. Pero en este sentido es necesario hablar del contenido étnico en la u c e z . La sugerencia metodológica de Stem (1987) nos puede ser útil, a saber, en estudios campesinos, aún cuando los poblemas étnicos no sean obviamente relevantes, el análisis que no considere el fenómeno étnico debería ser justificado en vez de ser usado como punto de partida. Es decir las variables étnicas pueden no tener importancia para la com­ prensión de una rebelión, pero esto necesita ser demostrado explícita­ mente. En el caso de la Unión de Comuneros podríamos adelantar dos pun­ tos: primero, existe en su seno una práctica discursiva en la cual la refe­ rencia a los orígenes étnicos es enfatizada y utilizada (esto último -la utilización política- como problema de investigación a resolver). Se­ gundo, es innegable la existencia de una problemática indígena a la cual ha aludido la u c e z y en la cual ha intervenido erigiéndose como defen­ sora de los derechos indígenas a la tierra, recursos y cultura. Otros tres puntos metodológicos para el análisis de las rebeliones campesinas son sugeridos por Stem: 1) el análisis de patrones preexis­ tentes de “adaptación en resistencia”, 2) incorporar marcos de referen­ cia de larga duración, explícitamente dentro del análisis, 3) estos estu­ dios deberían tratar la conciencia campesina como problemática en vez de predictible, deberían prestar atención particular a la historia cultural del área bajo estudio, y deberían desechar nociones del parroquialismo y actitud defensiva inherente de los campesinos. Bibliografía Gabriela, “Intermediansmo político y movimiento social. El caso del Comité de Productores Purépechas”, en: Jesús Tapia S. (coord.) Intermediación Social y procesos políticos en Michoacán, Zamora, México, El Colegio de Michoacán, 1992. C ervera, J., Tierra fría, tierra de conflictos en Michoacán, Zamora, México, E l Colegio de Michoacán, 1986. 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Aunque la categoría de campesino es problemática, tomo como punto de partida la tipología elaborada por Eric Wolf (1966). Sin embargo, creo que la discusión sugerida por Tutino (1986) complementa y hace mucho más específica la propuesta de Wolf. El término comunidad ocupará parte de nuestra discusión adelante. Otro nivel más específico de análisis es el de los actores, que no estamos tratando aquí. En él incluiríamos algunos de los rubros mencionados arri­ ba, más aspectos tales como: el ser indio, el ser comunero, qué se entien­ de por comunidad, el porqué, cómo y cuándo se unieron a la u c e z , el cono­ cimiento y opinión que tienen de ésta, la opinión sobre Capiz y su desem­ peño, el conocimiento y manejo de símbolos e iconos agraristas, a saber Zapata, la Revolución Mexicana, la Constitución, el Artículo 27, el cono­ cimiento de los cambios a la Constitución, conocimiento sobre el t l c , opi­ nión sobre partidos políticos, sobre el gobierno y la situación actual (incluido Chiapas). Cabe resaltar otra dimensión que surgió en nuestro análisis y que tampoco tratamos aquí, la centralidad de la participación de las mujeres. Es evidente en el caso de la u c e z la politización de lo étnico. Habría pues que deslindar áreas de análisis con respecto a la autocategorización y autoadscripción de los actores. Empero es necesario decir que los antecedentes de este tipo de organiza­ ciones venían de tiempo atrás, entre otros, por ejemplo, con los proyectos llevados a cabo por la Coalición de Ejidos Colectivos del Valle del Yaqui y Mayo a principios de los ochenta. Al respecto véase el trabajo de Luis Hernández “Las convulsiones rurales” en el volumen Autonomía y nuevos sujetos sociales en el desarrollo rural. Coordinado por Julio Moguel, Carlota Botey y Luis Hernández, México, Siglo x x i -c e h a m , 1992. La Coordinadora Nacional Plan de Ayala nace en Octubre de 1979 con 11 organizaciones miembros, siendo entonces el centro de sus actividades la defensa de tierras y recursos naturales de los grupos indígenas, el reco­ nocimiento de las uniones rurales y la implementación de la Reforma Agraria. Aunque bien lo nota Neil Harvey (en The new agrarian Movement in México, p. 15 University of London i l a s , 1990) su slogan original de “Hoy luchamos por la tierra, mañana por el poder” sugiere que la c n f a no estaba limitada solamente a intereses sectoriales, su principal preocupación ha sido siempre buscar soluciones al problema concreto de falta de tierra. Harvey reconoce que en años más recientes la cn p a ha pres­ tado atención a nuevos asuntos que habían sido dejados de lado, incluyen­ do la necesidad de mejorar la producción campesina a través de un mayor acceso al crédito e incremento en el control sobre comercialización de sus productos. 7. Es importante resaltar el hecho de los vertiginosos cambios que se han dado en el país desde que se escribió esta versión del documento (junio 1994). A la fecha, marzo 1995, la situación en el país, y en el medio rural es grave. Los sueños del neoliberalismo se han desvanecido y, como ya es costumbre, a la gran mayoría de desposeídos les toca pagar la factura. ¿Qué se estará gestando en esos pequeños ejidos, en esas “comunidades inventadas”, en esos ranchos de Michoacán y de todo el país?