I. SOLIDARISMO Y SOLIDARIDAD 1. Origen de la palabra: Solidarismo viene de la palabra solidaridad. primeramente, qué se entiende por solidaridad. Debe definirse, entonces, SOLIDARIDAD da idea de cohesión compacta o sólida, de unidad, de integración. Por lo tanto, solidaridad no es egoísmo, ni imposición, ni odio, ni lucha o conflictos, sino unión de varias partes, colaboración de diversas personas, para lograr un objetivo común. Entendida así la solidaridad, esta supone la libertad del hombre, por cuanto esta unión o integración de personas debe ser libre, voluntaria. Una unión de seres humanos obligada o por temor; es esclavitud, no solidaridad humana. 2. La solidaridad como hecho y como deber: La solidaridad se puede analizar o contemplar como un hecho natural o social y también como un deber. Como un hecho natural o social, se observa en todas partes: en nuestro cuerpo (los miembros del cuerpo, aunque son diferentes forman una unidad, de la que depende la vida del hombre), en un equipo de fútbol y en todos los deportes colectivos (el triunfo depende básicamente de la colaboración de todos los jugadores), en el universo (las estrellas y planetas que pueblan el universo se mueven como un reloj, en forma armoniosa; si así no fuera, se destruiría todo), en la familia (cuando se pierde la unión familiar, la familia se desintegra), en la cultura humana (lo que hoy posee el hombre es el producto del trabajo de generaciones pasadas, en diversos países y épocas). La unidad de todos los hombres se palpa, asimismo en su relación con Dios. Todos somos hijos de Dios. El nos dio la vida, todo lo que nos rodea. Como hijos de Dios, todos tenemos un padre común. Este es el fundamento de la dignidad del hombre. Podrían citarse numerosos ejemplos para demostrar que la existencia humana, así como la del mundo del universo, es fruto de la unidad, de la solidaridad. Por el contrario, la división y el odio desintegran o estancan a la humanidad y a cada uno de los seres humanos. Pero, la solidaridad no es sólo un hecho que todos percibimos en la vida del hombre y en la naturaleza, sino también un deber, ya que el fundamento de la solidaridad es el amor, la fraternidad, y es nuestra obligación actuar siempre con base en estos principios, a fin de contribuir al desarrollo de la humanidad, así como de cada uno de nosotros, de la familia y del país, según se explica en el siguiente punto. 3. ¿Qué nos une?: Todos lo hombres tenemos la misma naturaleza. Tenemos así una unidad de origen. Por lo tanto, todo lo que le preocupa o interesa al hombre, a todo hombre, debe interesarnos a nosotros, pues nos une el hecho de que todos somos seres humanos. Vivimos en el mundo, no en planetas diferentes. Por consiguiente, no podemos cerrar los ojos ante lo que nos afecta o nos eleva, aunque no nos demos cuenta. Habitamos el mismo país. Luego, su desarrollo y progreso depende de nosotros, así como su atraso o estancamiento nos perjudica. Un acto bueno, de una sola persona, nos eleva a todos, pero una acción mala o incorrecta también nos afecta a todos. Vivimos también en una familia y trabajamos en una empresa. De nosotros depende, pues que esa familia y esa empresa progresen o se arruinen. No podemos exclamar: “a mí qué me importa”, pues cada uno de nosotros, como seres humanos, como ciudadanos de un país, como trabajadores, como padres o hijos, tenemos un deber fundamental hacia los demás. Este sentido de unidad, de integración, esta sensación de que no podemos “arreglámoslas” solos, de que necesitamos de todos, así como ellos necesitan de nosotros, forman la solidaridad. Por lo tanto, todos tenemos el deber de ser solidarios. Si no lo somos, faltamos a uno de los deberes fundamentales del hombre. En ese punto reside la perversidad del comunismo o de cualquier doctrina que predica el odio y la lucha de clases. Son, por ello, doctrinas inhumanas. Atacan un factor vital para la convivencia del hombre y para el progreso, como son la solidaridad, el amor, la fraternidad. II. EL CRISTIANISMO: LIDER DE LA SOLIDARIDAD 1. El mandamiento del amor: La solidaridad expresa la idea de que todos los hombres, forman un todo, dependiendo recíprocamente los unos de los otros, así como las partes del organismo dependen recíprocamente unas de otras. Es, pues, nuestro deber de seres humanos entregarnos al bien de los demás, esto es, estimular y enriquecer la solidaridad, fieles al mandato supremo de Jesús: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”, fundamento de la solidaridad. San Pablo, en la epístola o carta a los romanos (XIII, 4 y 5), nos brinda una comparación exacta que nos explica qué es la solidaridad: “Porque así como tenemos varios miembros en un solo cuerpo y todos los miembros no cumplen la misma función, así también nosotros, aunque seamos varios, formamos un solo cuerpo en Cristo y cada uno en particular somos miembros los unos de los otros”. El cristianismo ha sido, desde sus orígenes, el gran impulsador de la solidaridad humana, al defender cuatro principios fundamentales: el amor, la igualdad, la libertad y la justicia, frente al odio, la esclavitud y la opresión. Por ello, el cristianismo, como heredero del judaísmo y purificador de la filosofía griega y del derecho romano, se presenta como el gran defensor del hombre. Cristo proclamó el mandato supremo: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado”, que ha de regir toda conducta humana y que es la condición de la paz y del progreso auténtico. Pero, no sólo enunció Jesús este mandamiento supremo, sino que dio su vida por los seres humanos. Demostró así con hechos la grandeza del amor que anunciaba al mundo. Además, por ser todos hijos de Dios, de un mismo Padre, todos los hombres somos hermanos y, por consiguiente, todos somos iguales (principio de igualdad). Y, como hijos de Dios, suprema Verdad, los hombre somos libres. Nada ni nadie puede obligarnos a proceder en contra de la dignidad humana. Como tal, el hombre es anterior y superior al Estado, a cualquier partido político, a cualquier ideología. El hombre es libre de elegir y decidir por sí solo, conforme a principios universales y cuanto más se aproxime al bien, a la verdad, mejor uso hará de su libertad. Por otra parte, es deber del hombre dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde, en la familia, en el trabajo, en las relaciones sociales. Esta es una exigencia de la justicia. La solidaridad se alimenta, pues, de estos cuatro principios: El amor La igualdad La libertad La justicia Desde este punto de vista, la solidaridad tiene dos fuentes: la natural y sobrenatural, es decir, la que proviene de la condición humana y la que deriva de Dios. Los Papas, fieles a estos grandes principios del cristianismo, han plasmado en las encíclicas su pensamiento sobre la solidaridad. Así, la Doctrina Social de la Iglesia, cuyas fuentes son el Evangelio y la ley natural, constituye la principal fuente doctrinaria del solidarismo. 2. La solidaridad en la Doctrina Social de la Iglesia: Veamos algunos ejemplos: Pío XII que quien formuló desde 1939, la doctrina fundamental de la solidaridad, primero frente al totalitarismo y luego, ante el problema del desarrollo de los países del llamado tercer mundo o países pobres. Dice así Pío XII: ”El primero de estos dos errores, en la actualidad, enormemente extendido por desgracia, consiste en el olvido de la mutua solidaridad y caridad humana impuesta por el origen común y por la igualdad de la naturaleza racional en todas los hombres, sea cual fuere el pueblo a que pertenecen y por el sacrificio de la redención, ofrecido por Jesucristo en el ara de la cruz a su Padre Celestial en favor de la humanidad pecadora” (“Summi Pontificatus 28”). a. ¿Por qué debemos ser solidarios?: A continuación, el Papa Pío XII expone estos dos fundamentos de la solidaridad: la creación y la redención, ambas como actos de amor de Dios al hombre. Dios no sólo lo creó al hombre (creación), sino que, habiendo este pecado contra Él, le envió a su propio hijo, Jesús, quien dio su vida por el hombre para salvarlo (redención). El texto habla de la unidad del género humano, fundamento máximo, de la solidaridad de los hombres y de los pueblos. El Papa se refiere luego a seis tipos de expresión o manifestación de la solidaridad: 1- A la unidad de origen del género humano, por haber sido creados por Dios; 2- A la unidad de naturaleza, pues todos los hombres constan de una alma inmortal y espiritual y de un cuerpo material; 3- A la unidad por el fin, ya que todos una misión que realizar en esta vida presente; 4- A la unidad de habitación, porque todos habitamos la tierra, de cuyos bienes podemos disfrutar por derecho propio; 5- A la unidad del fin supremo, que es Dios mismo, al cual todos debemos tender; 6- Así como, a la unidad por los medios, ya que nos unen los mismos medios para conseguir este fin supremo; (“Summi Pontificatus, 29-30”). “Este es mi precepto: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado” (Juan 15-12) ”Padre Santo…para que sean uno como tú y yo somos uno” (Juan 17, --12). b. La solidaridad y la cuestión social: Para Pío XII, como para la Iglesia, la solidaridad es requisito clave para la solución adecuada de la cuestión social en su nivel nacional e internacional. A este respecto, dice el Papa: “También uno de los hechos heroicos de la época presente es el que acentúa el sentimiento de la dependencia mutua entre los miembros del cuerpo social y los lleva a reconocer de antemano que la persona humana no alcanza sus verdaderas dimensiones más que a condición de reconocer sus responsabilidades personales y sociales, y que muchos de los problemas humanos o simplemente económicos no encontrarán su solución más que mediante un esfuerzo de comprensión y amor mutuo sincero (“A l´ occasione 7”). Por otra parte, la solidaridad bien entendida y, sobre todo bien aplicada exige el máximo respeto de todos a la persona humana; ya que, como dice el Papa Pío XII, “la sociedad humana no es una máquina y no se la puede convertir en tal ni siquiera en el campo económico. Por el contrario, deberá apoyarse incesantemente sobre la aportación de la persona humana y de la individualidad de los pueblos como sobre el quicio natural y primordial, del que se deberá partir siempre para tender al fin de la economía pública, es decir, para asegurar la permanente satisfacción en bienes y servicios materiales…” (Levate capita 28). Luego, exhorta a la solidaridad: “La culpa de las estrecheces actuales…deriva de la falta de solidaridad de los hombres y de los pueblos entres sí”. (Levate capita 33). c. La solidaridad entre países: Juan XXIII planteó el problema de la solidaridad entres los países ricos y los países pobres en la encíclica Mater et Magistra (157). Afirma que la falta de solidaridad entre las naciones proviene del egoísmo y en última instancia, del olvido de Dios, causado por el materialismo de la vida contemporánea. ch. Solidaridad: signo de nuestros tiempos: El Concilio Vaticano II sostiene que la conciencia de la solidaridad universal constituye uno de los más destacados signos de nuestros tiempos, pero denuncia, al mismo tiempo, el contraste que se da ente esta conciencia y la falta de solidaridad. (Apostolicam actuositatem 14 y Gaudium et Spes 4). Tanto el Concilio Vaticano II, como el Papa Paulo VI insisten en el deber de la solidaridad para todo el hombre, por razones sociológicas y económicas (Gaudium et Spes 90). Por otra parte, el Concilio Vaticano señala algunos enemigos de la solidaridad: “Las pretensiones de lucro excesivo, las ambiciones nacionalistas, el afán de dominación política, los cálculos de carácter militarista y las maquinaciones para difundir e imponer las ideologías”. (Gaudium et Spes 85). d. Solidaridad, fraternidad, igualdad: Paulo VI repite la relación íntima entre fraternidad y solidaridad humana. Dice así: “El deber de solidaridad en la ayuda que las naciones ricas deben aportar a los países en vías de desarrollo” es un aspecto de “las obligaciones que hunden sus raíces en la fraternidad humana y sobrenatural” (Populorum Progressio 44). En general, buena parte de la encíclica “Populorum Progressio” se refiere al tema de la solidaridad entre los hombres. Sobre la relación entre igualdad y solidaridad dice el Papa Paulo VI: “sin una educación renovada de la solidaridad, la afirmación de la igualdad puede dar lugar a un individualismo, por virtud del cual cada uno reivindique sus derechos sin querer hacerse responsable del bien común”. (Octogésima adveniens 23). Y agrega: “las solidaridades sociales constituyen el fin y el motivo primario del valor de la organización social” (Octogésima adveniens 26). e. Solidaridad de los hombres del trabajo: En la encíclica “Laborem Exercens”, el Papa Juan Pablo II proclama la solidaridad entre los hombres del trabajo: “Por ejemplo, hay que seguir preguntándose sobre el sujeto del trabajo y las condiciones en las que vive. Para realizar la justicia social en las diversas partes del mundo, en los distintos países y en las relaciones entre ellos, son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de los hombres del trabajo y de solidaridad con los hombres de trabajo”. (Juan Pablo II, Encíclica Laborem Exercens 8). A este respecto, conviene aclarar que el pensamiento del Papa Juan Pablo II y en el concepto de la Iglesia, el trabajo no se refiere sólo al manual, sino que tiene un alcance más amplio: el trabajo “como proceso mediante el cual el hombre y el género humano someten la tierra, debe dominarla, porque como imagen de Dios es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programable y racional” (encíclica citada 6). Desde este punto de vista, lo primordial no es “el tipo de trabajo que se realiza, sino el hecho de que quien lo ejecuta es una persona”. (Ibidem). 3. La solidaridad en la Constitución Política: Nuestra Constitución Política plantea con precisión inigualable, con visión y con honradez intelectual e histórica el tema de la solidaridad, vinculado directamente con la Doctrina Social de la Iglesia. El Título V de la Constitución Política se denomina: ”Derechos y garantías sociales”. Así, del artículo 50 al 74 la Constitución estructura el fundamento doctrinario de la política social del país, a la que los gobiernos deben adecuar cumplidamente las leyes y toda acción en este campo. Puede afirmarse que este es el capítulo de la paz social de que ha disfrutado Costa Rica en estas décadas. Este conjunto de derechos y garantías sociales culmina con el artículo 74 del mismo Título V, que dice así: “Artículo 74: Los derechos y beneficios a que este capítulo se refiere son irrenunciables. Su enumeración no excluye otros que se deriven del principio cristiano de justicia social y que indique la ley; serán aplicables por igual a todos los factores concurrentes al proceso de producción y reglamentados en una legislación social y de trabajo, a fin de procurar una política permanente de solidaridad nacional”. Es decir, la finalidad suprema de la legislación social y de trabajo, así como de la aplicación de los derechos y garantías sociales, es la solidaridad de todos los costarricenses, la cual debe ser “una política permanente” del Estado. Este artículo es el origen jurídico y doctrinarios del solidarismo, junto con los artículos referentes a la libertad de asociación y otros. 4. La solidaridad en el Código de Trabajo: El código de Trabajo tiene como finalidad armonizar las relaciones entre los patronos y los trabajadores. Es, por ello, un instrumento jurídico de solidaridad, no de lucha de clases; de la humanización del capitalismo, no de subversión o de violencia; de dignificación de la empresa, no de destrucción. Es el primer artículo se anuncia con claridad el principio rector del Código de Trabajo. Dice dicho artículo: “El presente Código regula los derechos y obligaciones de patronos y trabajadores con ocasión del trabajo, de acuerdo con los PRINCIPIOS CRISTIANOS DE JUSTICIA SOCIAL”. Uno de los principios básicos del cristianismo es el amor, la fraternidad, fundamento de la solidaridad. En Papa León XIII, en la Encíclica “Renum Novarum” concreta en forma excelente la solidaridad en la empresa: “Hay en la cuestión que tratamos un mal capital y es el de figurarse y pensar que unas clases de la sociedad son por su naturaleza enemigas de las otras como si a los ricos u a los proletarios los hubiera hecho la naturaleza para estar peleando los unos con los otros en perpetua guerra, lo cual es tan opuesto a la razón y a la verdad, que por el contrario, es ciertísimo que así como en el cuerpo se unen los miembros entre sí diversos y de su unión resulta esa disposición de todo el ser, que bien podríamos llamar simetría; así en la sociedad civil ha ordenado la naturaleza que aquellas dos clases se junten concordes entre sí y se adapten la una a la otra, de modo que se equilibren. La una tiene absoluta necesidad de la otra, porque sin trabajo no puede haber capital, ni sin capital trabajo. La concordancia engendra en las cosas hermosura y orden y al contrario, de una perpetua lucha no puede menos de resultar la confusión con una salvaje ferocidad”. 5. La solidaridad en la Ley Solidarista: El artículo 1º de la Ley Solidarista nos brinda una preciosa definición de solidaridad. Dice este artículo 1º: “Las asociaciones solidaristas son organizaciones sociales que inspiran en una actitud humana, por medio de la cual el hombre se identifica con las necesidades y aspiraciones de sus semejantes, comprometiendo el aporte de sus esfuerzos y recursos para satisfacer esas necesidades y aspiraciones de manera justa y pacífica. Su gobierno y administración son de competencia exclusiva de los trabajadores afiliados a ellas”. Este artículo comprende dos partes: introduce el concepto de las asociaciones solidaristas que, luego amplia en los artículos siguientes y define la solidaridad. Conviene para ello reparar en las frases subrayadas. Se trata en primer lugar de una actitud humana, es decir, de una decisión interna permanente, no pasajera, de un verdadero cambio o transformación espiritual del ser humano hacia el bien de sus semejantes. En segundo lugar, esta actitud debe manifestarse en una identificación con los demás, es decir, en hacerse uno, una sola cosa con nuestros hermanos compañeros, con todos los seres humanos. En tercer lugar, esta identificación tiene dos objetivos concretos: las necesidades y aspiraciones de los semejantes. No se trata sólo de acudir en ayuda del prójimo ante sus necesidades de orden material, económico o moral, sino también con sus aspiraciones, las cuales constituyen una primordial dimensión del ser humano. Este tiene necesidades, sufrimientos, congojas, pero estas no son el ser humano únicamente, por lo que un concepto claro de solidaridad exige no sólo correr en ayuda del prójimo cuando sufre, material o moralmente, sino también ayuda del prójimo cuando sufre, material o moralmente, sino también brindarle nuestro concurso para que realice plenamente sus aspiraciones. Una solidaridad que sólo repare en las necesidades o sólo en las aspiraciones sería trunca. La solidaridad tiene dos dimensiones. Ahora bien, ¿cómo se instrumentaliza esta sociedad esta solidaridad frente a las necesidades y aspiraciones de los semejantes? El artículo 1° nos lo indica: ”comprometiendo el aporte de los esfuerzos y de los recursos”. También aquí es preciso trazar una distinción: no es suficiente, para realizar la solidaridad, la ayuda económica-los recursos. Es preciso colaborar con el prójimo mediante el esfuerzo personal. No se trata, pues sólo de ayudar con el dinero, sino con un medio quizá más valioso y que complementa la acción del dinero: el esfuerzo personal, que implica una participación más profunda, más amorosa, más fraternal, más humana. De este modo, dice el citado artículo 1º, se satisfacen las necesidades y aspiraciones del hombre “de manera justa y pacífica”, esto es, con base en el principio supremo de justicia, que significa dar a cada uno lo suyo, y el amor o fraternidad, que en sí son pacíficos y producen la paz social. La solidaridad excluye, pues de principio la injusticia y la violencia. 6. Conclusión: Queda, pues, claro el sentido de la solidaridad, que es un hecho en la naturaleza y en la sociedad, pero que también es un deber dictado por el amor, la igualdad, la libertad y la justicia. Asimismo, conviene recordar que la solidaridad es natural y también sobrenatural, es decir, se observa en el mundo y en la sociedad, pero también tiene su origen en Dios, Padre común, como quedó explicado. También se aclaró que la solidaridad es un deber entre los hombres, pero también entre las naciones. Se trata, pues, de un concepto amplio y de muy rico contenido. La solidaridad es la causa del progreso y la supervivencia del hombre sobre la tierra. III. EL SOLIDARISMO Y LA SOLIDARIDAD EN LA EMPRESA El concepto de solidaridad, suficientemente explicado antes, es el que inspira al solidarismo. Debe distinguirse, pues, entre solidaridad y solidarismo. La solidaridad como hecho social y natural, y como deber es el concepto central, inspirador. El solidarismo es el movimiento o método que intenta aplicar la solidaridad en el campo económico, concretamente en la vida de la empresa. El solidarismo es, pues la solidaridad aplicada en la empresa, más concretamente, en las relaciones entre trabajadores y patronos, entre trabajadores y empresarios. 1. La paz social: El tema de las relaciones obrero-patronales o de la solidaridad en la empresa es permanente en las encíclicas papales y, en general, en la doctrina social de la iglesia, que, a su vez, se inspira en la ley natural y en la Biblia. La armonía en las relaciones obrero-patronales conduce a la paz social. La paz social es la paz en el interior de cada nación. Esta paz social está basada en buena parte en la solidaridad en la empresa y en los cuatro principios citados anteriormente: el amor, la libertad, la igualdad y la justicia. Contra la paz social conspira la desigualdad en las relaciones de producción, en las formas de la relación política, en el desenvolvimiento de la libertad. 2. Lucha de clases: Entre diversas clases de una sociedad se presentan oposiciones; ya que, a veces, sus intereses son contrapuestos. En estos casos, si no se recurre a soluciones justas, aparece la lucha de clases. La lucha de clases plantea dos formas de conflicto: el conflicto total, que pretende cambiar por la violencia toda la organización social, lo que desemboca en un estado de servidumbre peor que el anterior, y el conflicto parcial, limitado a modificaciones más o menos importantes, dentro de la organización social, lo que desemboca en un estado de servidumbre peor que el anterior, y el conflicto parcial, limitado a modificaciones más o menos importantes, dentro de la organización social existente. Hay, asimismo, formas de lucha violentas y formas de lucha no violentas. En las no violentas prevalece el diálogo, la negociación, que exigen un espíritu de confianza mutua y el deseo de encontrar soluciones equitativas. Entre las formas violentas aparecen la revolución y la huelga ilegal. Para el comunismo la lucha de clases es necesaria, por lo cual, en vez de reducirlas, las intensifica, con grave perjuicio para los trabajadores y beneficio para los dirigentes. 3. La Iglesia y la lucha de clases: La Doctrina Social de la iglesia reconoce la existencia de los conflictos. Pero condena la lucha de clases, por cuanto esta conduce a la negociación de la libertad y con ello a la imposibilidad de alcanzar la justicia. La Iglesia propone, por ello, caminos de negociación, de conciliación, de diálogo y defiende las asociaciones y los sindicatos, así como el derecho de huelga, cuando esta es legal y proclama la integración social. Para ello la Iglesia propone la empresa al servicio del hombre, es decir, la empresa como comunidad humana y no de explotación o de injusticia, inspirada sólo en el deseo de hacer dinero. El fin de lucro es necesario, pues estimula la acción al empresario, más no debe prevalecer sobre el aspecto humano. 4. La empresa en la Doctrina Social de la Iglesia: Para la Doctrina Social de la Iglesia: 1. La empresa tiene que ser un instrumento de dignificación humana y nunca un obstáculo para que este objetivo sea conseguido. De lo contrario, se haría realidad aquella lamentación de Pío XI: “de la fábrica sale ennoblecida la materia inerte, mientras en aquella se corrompen y envilecen los hombres”. (Quadragesimo Anno, 24). 2. El hombre debe ser el valor supremo dentro de la empresa. La recta concepción de esta debe basarse en la dignidad humana de cuantos trabajan en ella, sin olvidar jamás que la economía debe estar al servicio del hombre. El hombre debe tener siempre dentro de la empresa el primado sobre los factores puramente instrumentales y sobre los bienes producidos. 3. La empresa es la cédula básica de la vida económica. Si esta célula no funciona bien, toda la sociedad se resiente de este mal funcionamiento. 4. La empresa debe ser la prolongación de la familia. En ella pasa el trabajador la mayor parte del día. El Papa Juan XXIII dice así: “Esto exige las relaciones entre los empresarios y dirigentes, por una parte y los dadores de obra por la otra, lleven el sello del respeto, la estima, la comprensión, la leal y activa colaboración e interés como en una obra común” (Mater et Magistra, 92). La solidaridad en la empresa, pues, incrementa la productividad, como ha quedado demostrado en las empresas y países donde las buenas relaciones presiden el trabajo. Por otra parte, la solidaridad implica la existencia no sólo de derechos, sino también de deberes de ambas partes. Un concepto correcto de solidaridad o de solidarismo engloba ambas ideas. 5. Un pensamiento de Abraham Lincoln: Abraham Lincoln enunció, en 1848, el mismo año en que Marx enunció su doctrina de odio, algunos principios que hoy más que nunca siguen en pie: “La propiedad es fruto del trabajo, la propiedad es deseable, es un bien positivo del mundo. Que alguien sea rico muestra que otros también pueden hacerse ricos y por esto, es un estímulo para la industria y la empresa”. “No dejéis que aquel que no posee una casa destruya la casa de otro, sino-dejadlo que trabaje con diligencia y que construya una propia, asegurando así, como un ejemplo, que la suya no esté expuesta a la violencia cuando sea construida”. “No se puede ayudar al asalariado, restringiendo al patrono. No se puede llevar adelante la hermandad del hombre, alimentando el odio de clases”. “No se puede ayudar a los pobres, destruyendo a los ricos. No se puede evitar una calamidad gastando más de los que se gana. No se puede forjar carácter y valentía, quitando al hombre su iniciativa y su independencia. No se puede ayudar permanentemente al hombre, haciendo por él lo que él pudiera y debiera hacer por él mismo”. He aquí un hermoso resumen de los que son la solidaridad y la iniciativa propia. IV. FUNDAMENTO Y ORIENTACIÓN DEL SOLIDARISMO COSTARRICENSE El solidarismo costarricense se sustenta en los principios cristianos, expresados en la Doctrina Social de la Iglesia, tal como lo india la propia Constitución Política, así como en conceptos filosóficos expuestos por diversos pensadores en Alemania y Francia principalmente, como León Bourgeois, Heinrich Pesh y Charles Gide, quienes se esforzaron por encontrar una vía intermedia entre el capitalismo prevaleciente en su época y el marxismo. Con todo, el fundamento principal del solidarismo costarricense se encuentra en el concepto de solidaridad magníficamente expuesto por la Doctrina Social de la Iglesia. El solidarismo es una manifestación inequívoca de los principios cristianos. El fundador del solidarismo costarricense fue el Lic. Alberto Martén en 1947. Su mérito principal reside en haber ideado un método práctico, una fórmula para la solidaridad pudiese encontrar una vía de realización dentro de la empresa. 1. Cuatro principios y cinco direcciones: El solidarismo costarricense, tal como se expuso anteriormente, se funda en el concepto de solidaridad cristiana, cuyos principios básicos son: - EL AMOR LA LIBERTAD - LA IGUALDAD Y LA JUSTICIA Estos principios, a la vez, se concretan en cinco direcciones: - LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA. LA EMPRESA COMO COMUNIDAD HUMANA EL TRABAJO COMO DIMENSIÓN ÉTICA DEL HOMBRE. LA FAMILIA, COMO CÉLULA DE LA SOCIEDAD Y EL BIEN COMÚN, COMO OBJETIVO DE LA SOLIDARIDAD HUMANA. a. La persona humana: La dignidad de la persona es el principio y fundamento de toda la Doctrina Social de la Iglesia, en forma inequívoca y solidaria, han presentado al hombre como centro y culminación de todas las cosas creadas de la tierra como fundamento, causa y fin de todas las instituciones sociales. El hombre, tal como se expresó anteriormente, es digno por su origen, digno por su fin. El hombre es digno por su origen, como criatura hecha a imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, la dignidad del hombre no se funda sobre el poder económico, político o intelectual, sino por ser hijo de Dios. Los dos elementos esenciales del hombre-el cuerpo y el alma-son obra de Dios. El hombre es digno por su naturaleza, por cuanto tiene un alma espiritual e inmortal. Su naturaleza se compone de cuerpo y de alma. Esta es espiritual e inmortal, y está dotada de unas facultades que le permiten operar en colaboración con el cuerpo. Estas facultades son la inteligencia y la voluntad. El hombre es digno por su destino, por cuanto su fin es Dios. El hombre ha sido creado para que, viviendo en sociedad y bajo una autoridad cultive y desarrolle plenamente sus facultades a gloria y alabanza de su Creador, quien es su recompensa final. b. La empresa como comunidad humana: Este concepto se explicó anteriormente y se resumió en cuatro principios: 1. La Empresa tiene que ser un instrumento de dignificación humana y nunca un obstáculo para que este objetivo sea conseguido. De lo contrario, se haría realidad aquella lamentación de Pío XI “de la fábrica sale ennoblecida la materia inerte, mientras en aquella (la fábrica) se corrompen y envilecen los hombre”. (Quidragesimo Anno 54)”. 2. El hombre debe ser el valor supremo dentro de la empresa. La recta concepción de esta debe basarse en la dignidad humana de cuantos trabajan en ella, sin olvidar jamás que la economía debe estar al servicio del hombre. El hombre debe tener siempre el primado sobre los factores puramente instrumentales y sobre los bienes producidos. 3. La Empresa es la célula básica de la vida económica. Si esta célula no funciona bien, toda la sociedad se resiente de este mal funcionamiento. Sirviendo al bien común de la empresa sirve así a los hombres que integran la sociedad. 4. La Empresa debe ser la prolongación de la familia. En ella pasa el trabajador la mayor parte del día. A este respecto, dice el Papa León XIII: “No puede existir capital sin trabajo ni trabajo sin capital” (Rerum Novarum). “Es el dominio económico hay una comunidad de actividades y de intereses entre los jefes de empresa y obrero. Desconocer este vínculo recíproco, trabajar por romperlo, no puede ser más que índice de una pretensión de despotismo ciego e irracional. Empresarios y obreros no son antagonistas inconciliables; son cooperadores en una obra común...” (Pío XII, Discurso a la U.N.I.A.P.A.C.). “Para nosotros la empresa es algo más que un simple medio de ganarse la vida y de mantener la legítima dignidad del propio estado, la independencia de la propia persona y de la propia familia...Es más que un factor importante de la vida económica...Y si no fuera más que esto, sería todavía insuficiente par establecer y promover el orden completo, porque el orden no es tal hasta que se apoye en toda la vida y en toda la actividad material, económica, social y sobre todo, cristiana, fuera de la cual el hombre queda siempre incompleto”(Pío XII, Discurso a la U.C.I.D.). “Este oficio, este ideal, os hemos dicho, es el ejercicio pleno elevado, cristiano, de vuestra empresa, penetrado por sentimientos humanos en las más amplia y más alta aceptación de la palabra. Es necesario que este sentido humano penetre, como la gota de aceite en el engranaje, todos los miembros, todos los órganos de la empresa. Los jefes, los colaboradores, los empleados, los trabajadores de todos los grados, desde el artesano y desde el obrero especialista hasta el más modesto peón. Si se multiplican, uniéndose a vosotros, una después de otra, las empresas efectivamente penetradas del verdadero sentido humano; si se convirtieran en otras tantas grandes familias, y si no contentas de su vida privada, como en vaso cerrado, se unieran entre sí, todas juntas tenderían a formar una sociedad fuerte y feliz (Pío XII, Discurso a la U.C.I.D.). “Cuando la verdadera dignidad humana y el destino trascendente de todos los hombres se viven realmente día por día, la empresa se convierte también en aquella comunidad de trabajo que la Rerum Novarum desea. Entonces los unos tratan a los otros con respeto en sus palabras y en sus hechos; le facilitarán el trabajo y lo estimarán, por muy pequeño que sea, a su capacidad y al sentido de responsabilidad de cada uno. Se ve así que ya antes de nuestros tiempos León XIII y la Iglesia habían señalado la gran importancia del cultivo de las relaciones humanas en la empresa” (Pío XII, Discurso a la A.C.L.I.). c. El trabajo como dimensión ética del hombre: Además de los conceptos del Papa Juan Pablo II, consignados en el capítulo III, se agregan los siguientes: El trabajo es una actividad exclusiva del hombre y está por encima de cualquier valor económico. Su dignidad se puede considerar en el plano natural y en el sobrenatural. En el plano natural, se proyecta en la dirección del mundo exterior, de la sociedad y del mismo trabajador. Desde el punto de vista sobrenatural, está ligado a Cristo, quien también trabajó durante 30 años en un taller en Nazaret. Y para Él tanto fue trabajo el morir en la cruz como el trabajo en el taller. Por lo tanto, el trabajo es un medio para el propio perfeccionamiento espiritual. El trabajo humano, hecho por Dios, es obra humana que se transforma en divina, no importa el tipo de labor. Su dimensión ética se encuentra, además en que el trabajo beneficia a toda la comunidad, eleva al hombre favorece a la familia. De aquí que el salario sea una obligación sagrada del empresario y el compartir los beneficios sea un acto de solidaridad con el trabajador. Este es el fundamento del aporte patronal en una sociedad solidaria. Considerando el trabajo en su dimensión natural y sobrenatural, así como una exigencia moral del hombre, será estimado no como un deber solamente o un castigo, sino como una fuente de realización personal y social. Entendida la empresa como una comunidad humana y habida cuenta de la dignidad de la persona, se comprenderá cuán distinto es el concepto del trabajo que defiende el solidarismo. No será ya una mercancía o una forma de explotación, sino un acto de elevación personal y de contribución al bien de la sociedad, que al mismo tiempo, el empresario debe apreciar en toda su grandeza y por lo tanto retribuido con generosidad, conforme a las posibilidades económicas de la empresa. ch. La familia, célula de la sociedad: El trabajador no es un ser independiente o aislado. Vive en una familia y debe mantener a su familia. Por lo tanto, la empresa debe ser la prolongación del núcleo familiar no sólo porque se viva en ella un ambiente de familia, sino porque comprende las necesidades del trabajo y de los suyos. Este es el origen de la lealtad del trabajador a la empresa y la causa principal de su rendimiento o productividad. Juan XXIII dice en la encíclica Pacem in Terris: “Por lo que toca a la familia, la cual se funda en el matrimonio libremente contraído, uno e indisoluble, es necesario considerarla como la semilla primera y natural de la sociedad humana” (Pacem in Terris, 16). El Concilio Vaticano II recuerda que “el bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a una favorable situación de la comunidad conyugal y familiar”. (Constitución sobre la Iglesia en el mercado actual, No. 47). En la familia se forma la personalidad del hombre, del buen ciudadano. Mediante la familia sobrevive la humanidad. Por la familia el hombre se integra en la sociedad. Por la familia el hombre se forma y puede luego desenvolverse con responsabilidad en la sociedad. La familia tiene, por ello derechos fundamentales. La doctrina social de la Iglesia exige para la familia: libertad para elegir, fundar una familia, facilidades para la educación de los hijos en todos los niveles, posibilidades de un trabajo suficientemente retribuido, sistema de seguridad social, vivienda en condiciones adecuadas, facilidades para la constitución de un patrimonio familiar, libertad para practicar la religión y para la instrucción religiosa de los hijos, libertad para constituir asociaciones familiares para defender estos y otros derechos. La dignidad de la familia implica dignidad, respeto, amor y diálogo en la vida interna, es decir, entre padres e hijos. d. El bien común, objeto de la solidaridad: “El bien común que consiste y tiende a concentrase en el conjunto de aquellas condiciones sociales que consienten y favorecen a los seres humanos el desarrollo integral de su propia persona...Alcanza a todo el hombre, tanto a las necesidades del cuerpo como a las del espíritu” (Pío XII y Juan XXIII). El bien común abarca cuatro elementos esenciales: 1. Un conjunto de bienes de todas clases (materiales, culturales, morales). 2. Una justa distribución de los bienes, para que estén al alcance de todos. 3. Unas condiciones sociales externas (orden pública, el ejercicio de las libertades cívicas con amplitud y la paz social). 4. Una adecuada organización social (ordenamiento ordenamiento jurídico, sistema educativa, orden político). económico, Como tal, el bien común es el conjunto de los derechos humanos. V. LAS CINCO ETAPAS DEL SOLIDARISMO COSTARRICENSE 1. Origen y primera etapa: El origen doctrinario del solidarismo costarricense se encuentra, como se dijo antes, en la Doctrina Social de la Iglesia, en la que también se basaron los promotores ya citados de un tipo de solidarismo nacido en Europa, como tendencia económica y social, en el siglo pasado y primeras décadas del siglo XX. Impulsó también el solidarismo en Costa Rice la reforma social de 1940 a 1943, a la que contribuyó en forma decisiva el Arzobispo de San José en aquel entonces, Mons. Víctor Sanabria. El Código de Trabajo de Costa Rica (15 de setiembre de 1943) y las garantías sociales incluidas en la Constitución Política de nuestro país (1943) que produjeron una revolución social en Costa Rica, base en buena parte, de la paz social que se ha distribuido en estas décadas, se inspiraron directamente en la Doctrina Social de la Iglesia no sólo teoría, sino que es operante, es decir, que si se aplica produce beneficios extraordinarios. La reforma social de estos años se completó luego, en los gobiernos sucesivos, los cuales la fueron completando poco a poco, la fortalecieron económicamente y la extendieron a todo el país. La Constitución de 1949 consolidó dicha reforma. En 1947 don Alberto Martén, padre del solidarismo costarricense, fundó una oficina de “Coordinación Económica de Costa Rica”, que tenía por objeto: “Trabajar por la armonía y cooperación de patrono y trabajadores, dentro de un espíritu de solidaridad, para lograr el aumento de la producción y si equitativo reparto dentro de normas de eficiencia económica y justicia social”(Martén Marcelo. El Solidarismo Costarricense, pág. 88). Esta oficina se fue convirtiendo poco a poco en una organización más compleja y fue el germen del movimiento solidarista costarricense. Don Alberto Martén, distinguido economista y abogado costarricense, fue miembro de la Junta de Gobierno de 1948 y Ministro de Hacienda. El mismo señala el año de 1947 como el de inicio del movimiento solidarista, cuando “estaba aun fresca la reforma social del Dr. Calderón Guardia”. Tal como él lo expresó: “El solidarismo considera que la persona humana es el valor fundamental, pero que tiene relaciones con los demás miembros del cuerpo social” (Entrevista). Tesis de Grado “Solidarismo”; sus repercusiones en las relaciones obrero-patronales de la Zona Atlántica de Costa Rica, Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, Nov. 1983). Con base en la filosofía del solidarismo, el Lic. Alberto Martén ideó una mecánica para, como él dice, “entrarle al problema directo del Código de Trabajo y de las tales prestaciones...” (Tesis citad, pág. 27). Agrega al Lic. Martén: “El patrón está siempre viendo cómo evitar pagar prestaciones: despedir al que no le gusta sin pagarle. El empleado está viendo cómo cobra prestaciones y a veces se porta mal para que lo despidan y le paguen”. (Ibidem, pág. 28). Por otra parte. “El buen empleado ve pasar los años y nunca coge un cinco...Entonces habría que buscar alguna fórmula. Y dentro de esta filosofía solidarista, sugería que el patrón aportara un 5% del salario como reserva para las eventuales prestaciones, sin límite de 8 años. Y para que el empleado se sintiera comprometido e interesad aportaba él otro tanto, como deducción del sueldo. Entonces, en realidad, le aumentaban el sueldo en un 5% y él ahorraba del sueldo aumentado el 10%. Y eso se iba capitalizando y al cabo de una generación de trabajadores era una fortuna suficiente para un retiro holgado. Se acaba el problema de la lucha por despedir sin prestaciones o de cobrarlas de mala manera, y todo eso era sustituido por un espíritu de cooperación, de mala manera, y todo eso era sustituido por un espíritu de cooperación, de armonía” (Tesis citada, pág. 28). Este es el origen del llamado Plan Martén o Plan Solidarista en las empresas. A fines de la década del 40 y principios de la del 50, aparecen las primeras empresas solidaristas. Trejos Hermanos, ElGallito Comercial y Tienda La Gloria. El 13 de noviembre de 1951 se fundó la Unión Solidarista, que es un ente que reúne a las empresas y asociaciones solidaristas que desean adherirse a él. Sirvió como órgano de consulta a las asociaciones y empresas afiliadas. La Unión se mantuvo inactiva durante varias décadas, hasta que en 1972, por impulso del Pbro, Claudio Solano y de un grupo de empresarios, se creó la Asociación de Empresarios Pro-Justicia Social y Paz con el fin de impulsar el solidarismo, que se había reducido a muy pocas empresas en el país. Este grupo reinició el trabajo de la Unión. En julio de 1961 el Lic. Alberto Martén fundó el partido Acción Solidarista con el fin de fortalecer el movimiento solidarista. Luego, el Lic. Martén desistió de esta idea política. 5. La Escuela Social Juan XXIII: Etapa de desarrollo del solidarismo. En 1961 el P. Eduardo Aguirre fundó en Villa Colón, la Escuela de Capacitación Obrero-Democrática, origen de la Escuela Social Juan XXIII. Esta fue creada luego, el 19 de enero 1963, con base en las labor del P. Aguirre, por Mons. Carlos Humberto Rodríguez, con el fin de enseñar, defender y difundir la Doctrina Social de la Iglesia y capacitar a los trabajadores y a los empresarios. En 1971, fue designado Director de la Escuela Social Juan XXIII el P. Claudio Solano y, a partir de entonces, el movimiento solidarista alcanzó un gran despliegue en Costa Rica, al fundarse centenares de asociaciones solidaristas en todo el país, sobre todo en el campo industrial y comercial. El movimiento pasó así de pocas asociaciones fundadas en el lapso de 1947 a 1971 a numerosas agrupaciones solidaristas que consolidaron definitivamente esta iniciativa fecunda del Lic. Alberto Martén, convertida ya en un despliegue nacional de energías y de armonía obrero-patronal. 3. Etapa de universalización: A partir de 1961, la Escuela Social Juan XXIII llevó el mensaje solidarista a la zona bananera. De esa fecha a hoy se han establecido en dicha región cerca de 100 asociaciones solidaristas que poseen un capital cercano a los 200 millones de colones, propiedad de los trabajadores. Las asociaciones solidaristas manejan, asimismo, expendios, en beneficio de los trabajadores, con un giro de negocios superior a los 100 millones de colones al año. Se han negociado y firmado, además uno 50 arreglos directos entre trabajadores y empresas, que han asentado la paz social en la zona y acarreado beneficios a los trabajadores. Este esfuerzo de universalización del movimiento solidarista se ha reflejado, en esta etapa, en su extensión a la zona norte y sur del país, en las que se han establecido asociaciones en el sector público. De este modo, el solidarismo abarca los campos industrial, comercial, agrícola y de servicios y, desde el punto de vista geográfico, el Valle Central, la zona bananera, el norte y el sur del país. Cubre también el solidarismo el sector privado y el público. Mas no se ha detenido aquí este despliegue solidarista. La Escuela Social Juan XXIII, no contenta con esta amplia difusión nacional, ha sembrado la semilla del solidarismo en México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Panamá y Estados Unidos mediante charlas, seminarios, conferencias y reuniones de trabajo en esos países o con delegados de empresas de esas naciones. Actualmente hay asociaciones solidaristas en Guatemala y Honduras, y se espera que se establezcan en los otros países hasta los cuales la Escuela ha llevado estas enseñanzas. La reestructuración y puesta en marcha de la Unión Solidarista, en 1981, ha contribuido, asimismo, en gran medida, a crear muchas asociaciones solidaristas y a realizar diversas tareas en provecho de este movimiento, mediante la coordinación de empresarios y asociados solidaristas. 4. Etapa de consolidación: El esfuerzo combinado del solidarismo costarricense y la Escuela Social Juan XXIII tuvieron una actuación destacada, logró la promulgación de la Ley de Asociaciones Solidaristas, conocida como Ley Solidarista, vigente desde el 28 de noviembre de 1984, marco legal por el que deben regirse todas las asociaciones del país. 5. Etapa de interiorización: Cumplidas estas etapas básicas, corresponde ahora profundizar en los principios, en la doctrina del solidarismo, de cara a los problemas económicos del país. La doctrina sobre el solidarismo es escasa. Es preciso ahondar en ella y ponerla a disposición de los empresarios y de los trabajadores. Esto implica la necesidad de capacitar, educar, formar a los empresarios y trabajadores en la filosofía moral de solidarismo costarricense, como agente privilegiado de cambio social, de mejoramiento integral del ser humano y de productividad en las empresas. VI. IDEOLOGÍA SOLIDARISTA En diversas ocasiones, el movimiento solidarista costarricense ha enunciado los siguientes objetivos que ahora ofrecemos resumidos y actualizados. a. El objetivo común fundamental de trabajadores y empresarios solidaristas es el aumento de la producción equitativa. b. Los problemas de distribución deben resolverse conjuntamente con los de producción. La producción sin una justa distribución atenta contra la justicia social y la pretensión de distribuir riqueza sin producirla, además de ser un absurdo, significa la ruina de la economía y con ella el fin de la paz social. c. La riqueza debe producirse eficientemente y ya creada, distribuirse equitativamente conforme a normas de conveniencia económica y social ente patrono, obreros y la colectividad que con ellos colabora. Es decir, la producción y la distribución suponen tener en cuenta al trabajador, a su familia, a la empresa y a la nación. d. e. La lucha de clases es irracional y sus primeras víctimas son siempre los trabajadores, así como los únicos beneficiarios son los dirigentes de la violencia. La lucha de clases debe eliminarse y sustituirse por la colaboración y el respeto mutuo. Las huelgas ilegales arruinan la economía nacional y perjudican gravemente a los trabajadores. El auxilio de cesantía debe convertirse en un sistema de ahorro en la empresa, adaptado a cada modalidad de explotación. f. El ser humano tiene derecho a progresar, lo cual supone el esfuerzo propio y la colaboración del empresario y del Estado. g. La iniciativa, el esfuerzo personal y la solidaridad de los demás son el motor del progreso. h. El Estado debe promover al hombre y a la sociedad y no ser un obstáculo o un competidor. Debe estimular la libertad creadora del hombre, no esclavizarlo, y brindar el mayor número de oportunidades para que el ser humano produzca material y espiritualmente. i. La empresa es un concepto ético, económico y una comunidad humana. Es, además una proyección de la familia. j. Todo asalariado tiene el derecho y la obligación de acumular un patrimonio por medio del ahorro y el aporte de la empresa. k. El solidarismo procura el bienestar material del trabajador, pero sobre todo, su formación integral y su capacitación. Es por ello, una filosofía moral. Desde este punto de vista, la Doctrina Social de la Iglesia constituye su principal fuerte doctrinaria. VII. LOS CUATRO FINES DEL SOLIDARISMO Los fines del solidarismo aparecen nítidamente delineados en el artículo 2 de la Ley de Asociación Solidaristas del 7 de noviembre de 1984. “Art. 2: Es finalidad primordial de las asociaciones solidaristas la justicia y la paz social, la armonía obrero-patronal y el desarrollo integral de sus asociados”. Estos cuatro fines configuran una visión global de la sociedad, por cuanto tienen las siguientes tres dimensiones. 1. La justicia y la paz social, como finalidad nacional o colectiva. 2. La armonía obrero-patronal, como finalidad propia del trabajo en la empresa (En el capítulo siguiente preferimos colocar la armonía como un medio o instrumento del solidarismo, y no como un fin, por cuanto el fin es aquello que se pretende alcanzar, mientras que el medio es lo que debe tenerse para lograr el fin). 3. El desarrollo integral del asociado, como finalidad personal y familiar. Como desarrollo integral, el solidarismo debe atender al cuerpo y al alma, a lo económico y a lo espiritual, a lo material y a lo educativo o cultural. VIII. LOS TRES INSTRUMENTOS DEL SOLIDARISMO El solidarismo ha creado tres instrumentos básicos: la armonía obrero-patronal, realización del solidarismo en la empresa; el aporte del trabajador y del patrono, que forman un fondo común, y la educación o formación del trabajador y del empresario. Los resultados materiales del solidarismo son necesarios y deseables, pero si carece de otros valores espirituales deja de ser solidarismo para convertirse en materialismo que aniquila el espíritu de servicio, la unión y la generosidad. El solidarismo es, básicamente, una filosofía moral. Contiene, como se vio anteriormente, una serie de principios, el solidarismo sería no una nueva actitud, sino una simple caja de ahorro. Es decir, no sería solidarismo. De aquí la importancia capital de instruir en dichos principios y conceptos a los trabajadores, así como a los empresarios y en general, que tienen una relación directa con los trabajadores. Esto es, el solidarismo, considerado como una filosofía moral, debe inspirar y movilizar a todos los miembros de esa comunidad humana y de trabajo llamada empresa. Por lo tanto, el trabajador y el empresario deben poseer y, sobre todo, vivir conceptos tan importantes para la vida propia y en sociedad como la solidaridad, el amor, la igualdad, la libertad, la justicia social, el bien común y, como extensión de estos principios, la democracia, los derechos humanos, que a su vez, son la base del Estado, la familia y la empresa. Se trata, pues, de un marco conceptual imprescindible, cuyas grandes líneas deben formar parte del patrimonio espiritual del trabajador y del empresario. Esta concientización y vivienda exigen un proceso son de educación y capacitación permanente. IX. LAS ASOCIACIONES SOLIDARISTAS Las asociaciones solidaristas son el instrumento por medio del cual se pone en práctica el solidarismo. Las asociaciones solidaristas se forman en las empresas privadas o en las instituciones públicas (Art. 3 de la Ley) por decisión de los trabajadores y mediante un acuerdo con el patrono. En una empresa puede haber más de una asociación solidarista, de acuerdo con las distintas profesiones o tipos de actividad. 1. Definición El artículo 1° de la Ley de Asociaciones Solidaristas las define como “organizaciones sociales que se inspiran en una actitud humana por medio de la cual el hombre se identifica con las necesidades y aspiraciones de sus semejantes, comprometiendo el aporte de sus esfuerzos y recursos para satisfacerlas de manera justa y pacífica. Su gobierno y administración son de competencia exclusiva de los trabajadores a ellas afiliadas”. Este artículo nos enseña: 1º que la asociación solidarista se funda para satisfacer las necesidades y aspiraciones de los semejantes. 2º Esta ayuda se brinda mediante el esfuerzo propio y el aporte económico. 3º Este esfuerzo, por lo demás, debe ser pacífico, esto es, no debe estar inspirado en el odio ni en la lucha de clases. 4º Son los trabajadores lo que deben administrar y gobernar las asociaciones, es decir, los trabajadores deben tomar sus propias decisiones, sin manipulaciones políticas ni de otro género. 2. Fines de una asociación. El tema de las asociaciones: Estos aparecen en el artículo 2 de la Ley, según se explicó en el punto referente a los fines del solidarismo. Es finalidad primordial de las asociaciones solidaristas la justicia y la paz social, la armonía obrero-patronal y el desarrollo integral de sus asociaciones. Estos son realmente fines solidarios, pues no sólo toman en cuenta al trabajador, sino también a la empresa y a la sociedad. No son fines egoístas ni individualistas. Tenemos así: la justicia social, para el trabajador. La paz social, como efecto inmediato, par la sociedad costarricense. La armonía obrero-patronal, que favorece al trabajador y a la empresa. El desarrollo integral del trabajador, esto es, no sólo su progreso material, sino también su perfeccionamiento espiritual, por estar el hombre compuesto de cuerpo y de alma como se analizó anteriormente. Estos fines se ajustan perfectamente a los principios de Doctrina Social de la Iglesia enunciados anteriormente y corresponden a dos principios fundamentales de ésta: el desarrollo integral del hombre y la dignidad de la persona humana. Este es el marco conceptual para que la empresa sea en verdad una comunidad humana. 3. Naturaleza jurídica de una asociación solidarista: Su naturaleza jurídica figura en el artículo 4 de la Ley, que dice así: “Las asociaciones solidaristas son entidades de duración indefinida, con personalidad jurídica propia, la que, para lograr sus objetivos, podrán adquirir toda clase de bienes, celebrar contratos de toda índole y realizar toda especie de operaciones lícitas encaminadas al mejoramiento socio-económico de sus afiliados, en procura de dignificar y elevar su nivel de vida. En tal sentido podrán efectuar operaciones de ahorro, de crédito y de inversión, así como cualesquiera otras que sean rentables. Asimismo, podrán desarrollar programas de vivienda, científicos, deportivos, artísticos, educativos y recreativos, culturales, espirituales, sociales, económicos, lo mismo que cualquier otro que lícitamente fomente los vínculos de unión y cooperación entre los trabajadores y entre éstos y sus patronos”. Al decir que son de “duración indefinida” no significa que no pueden extinguirse. Así ocurre, si no se cumplen ciertos requisitos o normas en su funcionamiento, dictadas por la ley respectiva. Mientras estas normas se respeten, la asociación solidarista sigue vigente. “Personalidad jurídica propia” significa que tienen, como cualquier persona física, derechos y deberes y por lo tanto, deben responder por sus actos. No son objetos cualquiera, sino sujetos de derecho que deben respetarse y a los que la ley ampara. Por esta razón, pueden celebrar toda clase de contratos. La personalidad jurídica de la asociación, así como la de sus representantes se adquiere con la inspiración en el Ministerio de Trabajo (Art. 10, parte final, de la Ley). Este artículo muestra: 1. La variedad casi ilimitada de los proyectos que puede realizar una asociación solidarista. 2. Las distintas dimensiones del ser humano, como sujeto necesitado de satisfacciones materiales y económicas, pero también espirituales, culturales, educativos, etc., a tono con uno de los fines expuestos en el artículo 2 de la Ley: el desarrollo integral de los asociados. 3. La necesidad de fomentar los vínculos de unión y cooperación entre los trabajadores, así como entre estas veces se ha dicho, en una comunidad humana y de trabajo. De este modo, si bien la administración y gobierno de la asociación corresponden a los trabajadores, sin injerencias externas, en la realización de los proyectos debe existir una estrecha colaboración entre todos los miembros de la empresa, tanto trabajadores como patrones y mandos medios. FUNCIONAMIENTO BÁSICO DEL SOLIDARISMO EN COSTA RICA 1. ¿Qué es el Solidarismo? Es la unión de personas que se organizan para lograr mutuamente el desarrollo integral, para beneficio de los individuos que la conformen y sus familias. 2. ¿Quién propone la idea solidarista en Costa Rica? Tomando como base ideas europeas, el distinguido costarricense don Alberto Martén Cavaría, propone en 1947 la filosofía solidarista como una herramienta reguladora de las relaciones obrero-patronales y como de desarrollo económico y social. 3. ¿Cómo están reguladas las asociaciones solidaristas? Las asociaciones solidaristas son reguladas y facultadas fundamentalmente para su funcionamiento por la Constitución Política, la Ley 6970, los estatutos y reglamentos de cada asociación; el Código de Comercio en lo referente a las asociaciones solidaristas y el Código de Trabajo. Para que una asociación solidarista ejerza lícitamente los estatutos deberán ser aprobados por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social e inscritos en el Registro de Asociaciones Solidaristas que al efecto lleva ese Ministerio. 4. ¿Qué son las Asociaciones Solidaristas? De acuerdo con el artículo 1 de la Ley de Asociaciones Solidaristas número 6970 “las asociaciones solidaristas son organizaciones sociales que se inspiran en una actitud humana, por aspiraciones de sus semejantes, comprometiendo el aporte de sus recursos y esfuerzos para satisfacer esas necesidades y aspiraciones de manera justa y pacífica. Su gobierno y su administración competen exclusivamente a los trabajadores afiliados a ellas” 5. ¿Cuáles son sus fines? El artículo 2 de la misma ley dice: “Los fines primordiales de las asociaciones solidaristas son procurar la justicia y la paz social, la armonía obrero-patronal y el desarrollo integral de sus asociados”. 6. ¿De cuáles fuentes provienen sus recursos económicos? Según el artículo 18 las asociaciones solidaristas contarán con los siguientes recursos económicos: El ahorro mensual mínimo de los asociados, cuyo porcentaje será fijado por la Asamblea General. El aporte mensual del patrono a favor de sus trabajadores afiliados, el cual será soldiarista. Lo recaudado por este concepto se considerará como parte del fondo económico del auxilio de cesantía en beneficio del trabajador, sin que ello lo exonere de la responsabilidad por el monto de la diferencia entre lo que le corresponde al trabajador como auxilio de cesantía y lo que el patrono hubiera aportado. Los ingresos por donaciones y legados. Cualquier otro ingreso lícito que perciban con ocasión de las actividades que realicen. 7. ¿Cuáles son órganos principales? La Asamblea General, legalmente convocada es el órgano máximo de la asociación. Este será administrada y dirigida por una junta directiva compuesta por al menos cinco miembros. La vigilancia de la asociación estará a cargo de uno o varios fiscales asociados o no. 8. ¿Cómo se disponen los ahorros personales y el aporte patronal? El artículo 20 dice: “Los ahorros personales podrán ser utilizados por la asociación para el desarrollo de sus fines, pero deberán ser devueltos a los asociados en caso de renuncia o retiro de lo mismo por cualquier causa. El artículo 21 establece: “Las cuotas patronales utilizarán para el desarrollo y cumplimiento de los fines de la asociación y se destinarán prioritariamente a constituir un fondo para el pago del auxilio de cesantía”. Este fondo se dispondrá de la siguiente manera: a) Cuando un afiliado renuncie a la asociación pero no a la empresa, el aporte patronal quedará en custodia y administración de la asociación para ser usado en un eventual pago del auxilio de cesantía e ese empleado, según lo dispuesto en los incisos siguiente: b) Si un asociado renunciare a la empresa y por lo tanto a la asociación, recibirá el aporte patronal, su ahorro personal y cualquier otro ahorro o suma a que tuviese derecho, más los rendimiento correspondiente. c) Si un afiliado fuere despedido por justa causa, tendrá derecho a recibir el aporte patronal acumulado, sus ahorros, más los rendimientos d) Si un afiliado fuere despedido sin justa causa, tendrá derecho a recibir sus ahorros, el aporte patronal y los rendimientos correspondientes. Si el aporte patronal fuere superior a lo que corresponde por derecho a auxilio de cesantía, lo retirará en su totalidad. Si el aporte patronal fuere inferior a lo que le corresponde, el patrono tendrá obligación de cubrir la diferencia. e) En caso de retiro de un trabajador por invalidez o vejez, el pago total de lo que le corresponda se hará en forma directa e inmediata. Si fuese por muerte, se hará la devolución de sus fondos conforme con los trámites establecidos en el artículo 85 del Código de Trabajo. SOLIDARISMO: UN PRODUCTO TICO “El solidarismo le ofrece un medio idóneo a los costarricenses para verificar la hazaña por que lo mismo que otros pueblos, el nuestro tiene que labrar su destino con el cincel de sus propios concepciones intelectuales, y realizaciones materiales midiendo sus capacidades y desenvolviendo sus potencialidades. El solidarismo es un producto tico profundamente nacional y criollo, como una carreta de Sarchí o un poema de Aquileo. El solidarismo es fibra y sangre costarricense; es pensamiento nacional. Lo amasaron callosas manos de peones de Turrialba y Alajuela, lo soñaron maestras de San Cristóbal Norte, lo pregonaron universitarios de San José, lo perfumaron con su femineidad obreras y empleados de Guadalupe y Barrio México, lo encumbraron hasta las nubes pilotos nacionales y dondequiera pusieron en él su sello de fe, de su esperanza y de su amor, los hijos de Costa Rica. “Nosotros hemos desarrollado un sistema social y económico autóctono. ¿Lo veremos crecer como un Guanacaste gigantesco de nuestras llanuras?”