Otras declaraciones Apócrifas En un documento titulado “Una copia de la visión que Elena G. de White tuvo en Oswego, New York”, 11 de enero de 1850, aparece una declaración inusual concerniente a los apócrifos, también conocidos como “el libro oculto”: “Entonces vi la Palabra de Dios, pura y sin adulterar, y que debíamos responder por la forma que recibimos la verdad proclamada por esa Palabra. Vi que había sido un martillo para quebrar el corazón duro en pedazos, y un fuego para consumir la escoria y el estaño, para que el corazón pueda ser puro y santo. Vi que los Apócrifos eran el libro escondido, y que los sabios de estos últimos días deberían comprenderlo. Vi que la Biblia era el Libro normativo, que nos juzgaría en el último día. Vi que el cielo era lo suficientemente barato, y que nada era de tanto valor como para no sacrificarlo por Jesús, y que debemos dar todo para entrar al reino” (Manuscript Releases [Manuscritos liberados], vol. 16, p. 34). Si lo que tenemos es una copia correcta de lo que ella escribió, el sentido y el significado de esta declaración no son claros. En ningún otro momento posterior Elena G. de White hizo referencia a los apócrifos, instó a los adventistas a estudiarlos o los urgió a leerlos. Ni siquiera incluyó esta declaración en alguna de sus publicaciones. Sin importar lo que uno haga de esta declaración, debe observarse que los apócrifos no se describen como inspirados, sino que son contrastados con las Escrituras, las cuales son llamadas “el Libro normativo, que nos juzgaría en el último día”. Descripciones extra bíblicas La cuestión es si los escritores inspirados posteriores pueden agregar detalles sobre personas y eventos descriptos en la Biblia. Las adiciones en términos de detalles, de alguien privilegiado por ver en visión escenas de la historia bíblica, no es más sorprendente que el hecho de que uno encuentre detalles mencionados por un escritor del evangelio que es omitido por otro que describe el mismo evento. Pablo identifica los magos egipcios por nombre (2 Tim. 3:8), mientras que en el libro de Éxodo no tienen nombre. Judas describe una profecía de Enoc (Judas 14, 15) que no se registra en ningún lugar del Génesis. Discernimientos similares de Elena G. de White complementan el registro bíblico, que permanece como la revelación de la voluntad de Dios única y autoritativa. El amor de Dios por los hijos errantes Algunos pocos se han preguntado en cuanto a ciertas expresiones que Elena G. de White usó en algunas cartas a sus hijos a comienzos de la década de 1860. En su tierno amor, apeló al alma de ellos de muchas maneras. En 1860 ella estaba hablando a niños entre 5 y 13 años de edad. Al tratar de explicar claramente y en un lenguaje sencillo los principios básicos de la experiencia cristiana, esta madre de 33 años usó a veces un lenguaje que se parecía más a taquigrafía teológica, especialmente cuando escribió que el Seños ama a los niños “que tratan de hacer lo correcto”, pero que “Dios no ama a los niños malos”.1 Así como algunos textos bíblicos difíciles debemos considerarlos dentro del contexto bíblico total, lo mismo debemos hacer con Elena G. de White. Por ejemplo, en Deuteronomio 7:10-11 notamos que Dios “da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago. Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas”. En sí mismo este pasaje suena como muy duro, pero cuando se lo coloca en el contexto de toda la Biblia (junto a pasajes como Isa. 1:18-20; Jer. 31:3; Juan 3:16-17; Juan 1417), su verdadero significado se vuelve claro. Notemos el contexto más amplio del consejo de Elena de White a los padres (1892): “Jesús querría que los padres y madres les enseñasen a sus hijos… que Dios los ama, que su naturaleza puede ser cambiada y puesta en armonía con Dios. No enseñéis a vuestros hijos que Dios no los ama cuando hacen algo malo; enseñadles que él los ama tanto que su tierno Espíritu se aflige cuando ve que cometen una transgresión porque sabe que están perjudicando sus almas. No aterroricéis a vuestros hijos hablándoles de la ira de Dios, sino más bien procurad impresionarlos con su inexpresable amor y bondad, y de ese modo permitid que la gloria del Señor sea revelada ante ellos”.2 En otras circunstancias, ella estableció claramente una diferencia entre el hecho de que Dios ame a una persona y que apruebe lo que esa persona pueda estar haciendo.3 En términos teológicos claros ella expuso el hecho de que el carácter determina el destino. Aun un Dios amante no modificará el carácter de las personas después de su muerte a fin de redimirlas.4 Sin embargo, ¿cuánta teología puede entender un niño de seis años? Dios tuvo el mismo desafío cuando instruyó a los israelitas recientemente liberados después de su éxodo de Egipto. Usó lenguaje y métodos de un jardín de infantes –incluyendo las ilustraciones de una “caja de arena”: el servicio del santuario en el desierto- porque ése era el único nivel de lenguaje que ellos podían entender. A veces la amenaza de desaprobación y castigo puede atraer la atención de niños de seis años y de israelitas recientemente liberados, cuando el “lenguaje del amor” no tendría ningún impacto. Elena de White usó ambos métodos al tratar con sus hijos, aparentemente con buenos resultados. Los registros contienen numerosos casos en los cuales ella habló a sus hijos acerca de un Dios amigable, y en muchas ocasiones oró con ellos sobre su crecimiento espiritual. Si la joven Elena tuviese que hacer frente a un posible malentendido de sus palabras, ella rápidamente diría lo que, en esencia, expresó más tarde por escrito en forma más completa: “Lo que quise decir –y creo que los muchachos lo entendieronfue que Dios no tolera la desobediencia, aunque siempre ama a los niños y niñas, buenos o malos. La desobediencia tiene consecuencias duras, y Dios, en su amor, no quiere que ellos sufran el precio de la desobediencia.”5 Elena G. de White no siempre expresó sus pensamientos en forma perfecta en su primer intento, y sus declaraciones posteriores indican que halló una forma mejor de presentar el desagrado de Dios y su amor. [Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G. de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho: Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 2000), pp. 59, 60]. Referencias 1 Un ejemplo de las cartas de Elena G. de White a su hijo Willie, que entonces tenía seis años, revela sus esfuerzos maternales para que cultivase perseverantemente una actitud de obediencia alegre: “Debes ser un niñito bueno, dulce, y amar y obedecer a Jenny [Fraser] y a Lucinda [Hall]. Renuncia a tu voluntad y cuando tienes muchos deseos de hacer algo, pregúntate: ¿No es algo egoísta? Debes aprender a renuncia a tu voluntad y a tus preferencias. Esta será una lección difícil para que la aprenda mi pequeño niño, pero al fin será para él más valiosa que el oro”.* “Aprende, mi querido Willie, a ser paciente, a tener en cuenta el tiempo y la conveniencia de otros; entonces no te impacientarás ni irritarás. El Señor ama a esos niñitos que tratan de hacer lo correcto y ha prometido que estarán en su reino. Pero Dios no ama a los niños malos. No los llevará a la hermosa Ciudad, porque sólo acepta allí a los niños buenos, obedientes y pacientes. Un niño irritable y desobediente, echaría a perder toda la armonía del cielo. Cuando te sientas tentado a hablar en forma impaciente y con descontento, recuerda que el Señor te ve, y no te amará si haces lo malo. Cuando te portas bien y vences sentimientos indebidos, el Señor te sonríe. “Aunque él está en el cielo y tú no puedes verlo, sin embargo él te ama cuando haces algo bueno; y cuando haces algo malo, coloca una marca negra contra ti. Ahora, querido Willie, trata de portarte bien siempre, y entonces no se registrará ninguna marca negra contra ti; y cuando Jesús venga, él llamará a ese buen niño Willie White y colocará en tu cabeza una corona de oro y pondrá en tu mano una pequeña arpa para que puedas tocar con ella, y emitirá hermosa música, y jamás estarás enfermo, jamás serás tentado a hacer lo malo, sino que estarás siempre feliz, y comerás de rica fruta y arrancarás hermosas flores. Trata, trata, querido niño, de ser bueno. Con cariño tu madre.” [*Por la bendición de Dios y las instrucciones de su madre, Willie ha vencido el espíritu impaciente que a veces se manifestaba cuando era bien pequeño, y ahora posee una disposición afectuosa, amable y obediente”.- A.P.P.] –Elena G. de White, An Appeal, pp. 62-63. Una mirada cuidadosa a toda la carta (y a todos sus escritos sobre la conducción del niño) sugiere fuertemente que cuando Elena G. de White escribió que “Dios no ama a los niños malos”, ella quiso decir que finalmente los niños que continúan siendo “malos” no serán llevados al cielo. 2 Signs of the Times, 15 de febrero de 1892; “Su corazón [el de Jesús] se siente atraído, no sólo a los niños que mejor se conduce, sino a aquellos que han heredado rasgos criticables de carácter. Muchos padres no comprenden cuánta responsabilidad tienen ellos por estos rasgos de sus niños… Jesús considera a estos niños con compasión. Él puede seguir de la causa al efecto” (El Deseado de todas las gentes, p. 476). 3 Ver Testimonies for the Church, t. 2, pp. 558-565, donde figura una carta sensible a una adolescente mimada. 4 Palabras de vida del gran Maestro, pp. 52, 62, 93-94; Testimonies for the Church, t. 2, pp. 355-356. 5 Ver referencias previas, citando Signs, 15 de febrero, 1892, y El Deseado de todas las gentes, p. 476. La mano de Dios cubre el error de un diagrama de 1843 En 1850 Elena G. de White escribió que había visto “que el diagrama de 1843 fue dirigido por la mano del Señor, y que no debe ser alterado; que las cifras eran como él las quería; que su mano cubrió y ocultó una equivocación en algunas de las cifras, para que nadie pudiese verla, hasta que la mano de Dios se apartase”.1 A primera vista, uno podría preguntarse por qué Dios querría ocultar un error. Esta referencia de Elena G. de White es ridiculizada por aquellos que comienzan con la presuposición de que Jesús no inició en 1844 la fase final de su obra mediadora. Pero aquellos que han encontrado significado en estos eventos, ya sea en la tierra o en el cielo, también comprenden que los caminos de Dios son a menudo inexplicables. Además, sus caminos son expresados a menudo en lenguaje humano en el que las circunstancias que Dios permite son descritas como eventos que Dios causa. Cuando el autor del Éxodo escribió en cuanto a la conversación de Dios con Moisés, representó a Dios como el Agente que “endureció” el corazón de Faraón (Éxo. 10:1). Sin embargo, el mismo autor también escribió sobre la responsabilidad de Faraón por endurecer su propio corazón (Éxo. 8:15, 32; 9:34). Pensamos en situaciones bíblicas en las que les fue “retenido” el conocimiento a hombres y mujeres consagrados. En el camino a Emaús, Jesús se unió a dos discípulos abrumados por la tristeza pero que no lo reconocieron porque “los ojos de ellos estaban velados” (Luc. 24:16). Pocas horas más tarde, mientras comían con su Compañero de viaje, “les fueron abiertos los ojos” (Luc. 24:31). Si sus ojos hubiesen sido “abiertos” prematuramente mientras caminaban hacia Emaús, se habrían perdido una gran experiencia que Dios deseaba que ellos compartiesen. Por razones que sólo Dios puede explicar mejor, los estudiantes de la Biblia en 1843 necesitaban la experiencia de 1843-1844. Obviamente Dios podría haber “intervenido” y garantizado cada fecha, cada línea de razonamiento, cuando Fitch y Hale prepararon su diagrama. Pero a lo largo de la historia esa clase de intervención divina ha sido rara. Parece que el plan general de Dios ha sido permitir que los seres humanos se abran paso en medio de sus problemas, aprendiendo lecciones especiales que de otro modo no habrían experimentado.2 ¿Qué habría ocurrido si Guillermo Miller hubiera predicado el verdadero significado de 1844? ¿Qué clase de respuesta pública habría recibido si hubiese proclamado la verdad acerca de un cambio en el ministerio de Cristo en el santuario celestial, en vez de recalcar su regreso inminente? Nadie lo habría escuchado; nadie se habría sentido estimulado a leer la Biblia. Después del Chasco del 22 de octubre, un grupo de sus seguidores volvieron a estudiar sus Biblias a fin de descubrir el verdadero significado de 1844, un interés que nunca se habría desarrollado si Miller no hubiera concentrado su atención en la Biblia y sus profecías antes de 1844. [Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G. de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho: Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 2000), p. 490]. Referencias 1 Primeros escritos, p. 74. Este diagrama, diseñado en 1842 por Charles Fitch, pastor congregacional, y Apollos Hale, predicador metodista, fue aprobado por los milleritas en su Asociación General en Boston, en mayo de 1842. Los símbolos gráficos del diagrama y los períodos de tiempo se convirtieron en una marca registrada bien conocida de la predicación millerita cuando trataban de simplificar en una manera atractiva las profecías de tiempo que se concentraban en 1843.- Ver Froom, The Prophetic Faith of Our Fathers, t. 4, pp. 538, 616. 2 Ver Mat. 11:25; Mar. 4:33; Juan 16:12; 1 Cor. 3:2; Heb. 5:11-14. Algunos esclavos no resucitarán En 1858 Elena G. de White escribió que “el que es dueño de un esclavo tendrá que responder por el alma de ese esclavo a quien mantuvo en la ignorancia… Dios no puede llevar al cielo al esclavo que fue mantenido en la ignorancia y la degradación, sin saber nada de Dios ni de la Biblia, temiendo tan sólo el látigo de su amo, y ocupando un puesto inferior al de los brutos. Pero hace con él lo mejor que puede hacer un Dios compasivo. Le permite ser como si nunca hubiera sido”.1 Sin embargo, unas poca páginas más adelante ella informó que vio “que los piadosos esclavos se alzaban [en la resurrección] triunfantes y victoriosos”.2 En muchos lugares se refirió a las condiciones terribles que se les imponían a los esclavos en el Sur, quienes eran tratados “como si fueran bestias”.3 No obstante, ella fue igualmente enfática al decir que “muchos de los esclavos tenían mentes nobles”.4 En estas declaraciones Elena G. de White estaba distinguiendo entre el esclavo “piadoso” y el “ignorante” que no sabe “nada de Dios”. Con discernimiento profético ella declaró que el acto más compasivo de un Dios justo sería permitir que los esclavos permaneciesen en sus tumbas, y no ser resucitados para enfrentar el juicio. Algunos objetan esta declaración porque la Biblia dice que “todos los que están en los sepulcros… saldrán” (Juan 5:28-29). Unos pocos capítulos más adelante, Juan citó a Jesús: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). Aquí tenemos dos ejemplos, entre muchos, en los que los escritores bíblicos usaron un lenguaje que abarca a todos, pero con restricciones muy definidas. Nadie sino los universalistas arguyen que todos, tarde o temprano, serán redimidos, independientemente del carácter y el deseo. ¡No todos serán atraídos a Jesús porque no todos están dispuestos a ser atraídos! Otro ejemplo de una declaración general, que abarca a todos, es la descripción de Juan el Revelador del segundo advenimiento: “…todo esclavo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes, y decían a los montes y a las peñas: ‘Caed sobre nosotros y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono’” (Apoc. 6:15-16). Obviamente, no todos los esclavos ni todos los hombres libres van a perderse. Los profetas, al igual que todos los demás, usan a veces un lenguaje que abarca a todos, y la mayoría de las personas entienden las restricciones implicadas. La siguiente pregunta es, ¿Cómo trata Dios a aquellos que no están ni entre “los que hicieron lo bueno” ni entre “los que hicieron lo malo” (Juan 5:29)? Lo mejor que podemos hacer es unirnos a Abrahán, el padre de los fieles, y creer confiadamente: “El Juez de toda la tierra, ¡no ha de hacer lo que es justo?” (Gén. 18:25). Referencias [Adaptado de Herbert E. Douglas, Mensajera del Señor, El ministerio profético de Elena G. de White (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana; Nampa, Idaho: Pacific Press Publishing Association; Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 2000), pp. 489, 490]. 1 Primeros escritos, p. 276. 2 Primeros escritos, p. 286. 3 Review and Herald, 17 de diciembre de 1895. 4 Ibid.