u América Latina RUMBO AL POSNEOLIBERALISMO* Por una agenda política que haga avanzar el consenso progresista en el Cono Sur IOLE ILIADA LOPES El panorama político del llamado Cono Sur, en este inicio del siglo XXI, en el que llegaron a los gobiernos de los diversos países fuerzas identificadas con el ideario progresista y de izquierda, introduce, tal vez con énfasis inédito, la discusión sobre las necesidades y las posibilidades de llevar a cabo un proyecto de integración regional en nuevos formatos, no ya basado en los intereses exclusivos del mercado sino orientado a potencializar el desarrollo, la democracia y la reducción de las desigualdades sociales en esta porción del continente. La construcción de ese proyecto de integración, sin embargo, no es una tarea simple, como lo demuestran, por ejemplo, las difíciles negociaciones en torno del Mercosur, o los potenciales conflictos que se manifiestan cuando los intereses nacionales parecen contraponerse con aquellos de los países vecinos. De ahí, la importancia de la construcción de una agenda política común, basada en la producción de consensos que puedan ofrecer un plano de intervención política articulada para los distintos gobiernos, partidos y fuerzas sociales progresistas de la región. *Traducción de Patricia West. 39 IOLE ILIADA LOPES Una mirada más atenta a la realidad sudamericana, no obstante, puede hacernos desconfiar de las posibilidades de éxito de esa iniciativa política. Finalmente, cuando hablamos del Cono Sur, nos referimos a un mosaico bastante diversificado de realidades históricas, económicas y culturales. Nuestros países difieren en tamaño, situación geográfica, características demográficas, indicadores sociales y económicos, y niveles de institucionalidad política. Como consecuencia, son también muy distintas las fuerzas sociales que ascendieron a los gobiernos de la región, a pesar de que todas pueden ser caracterizadas, en líneas generales, con el rótulo de “progresistas”. La primera pregunta, pues, que debemos ser capaces de responder es si de hecho es posible, en medio de tantas diferencias, establecer consensos políticos entre las fuerzas progresistas del Cono Sur, con vistas a asfaltar un camino para la integración que deseamos. Nuestra respuesta a esta pregunta es afirmativa, y se basa en el hecho de que establecer consensos no significa ignorar las diferencias sino buscar los denominadores comunes que pueden ser encontrados en la historia de la región. Particularidades históricas, destinos comunes La historia de América Latina, en general y del Cono Sur, en particular, todavía marcada por singularidades locales y regionales, posee rasgos generales distintivos que nos permiten identificar ciclos económicos y sociales que estuvieron presentes en gran parte de los países de la región, aunque con manifestaciones específicas y duración diferenciada. Así, es posible hablar, por ejemplo, de un ciclo de colonización, un ciclo de independencias, un ciclo de consolidación del modelo económico agroexportador, un ciclo de industrialización, un ciclo desarrollista, un ciclo de dictaduras... Esos ciclos históricos comunes reflejan los procesos de ocupación y exploración económica de la región, que confieren a esta porción del globo algunas características estructurales generales: una gran dependencia externa y una frágil soberanía, un proceso 40 umbrales n° 7 RUMBO AL POSNEOLIBERALISMO Rodrigo, autorretrato. Fotografía Estenopeica. Quilpue, Región de Valparaíso - 2007 conservador (no revolucionario) de desarrollo del capitalismo, una gran desigualdad social, instituciones políticas frágiles y una democracia débil. En las últimas décadas del siglo pasado, el ciclo vivido por la región fue marcado por gobiernos neoliberales que implementaron su recetario, con nefastas consecuencias económicas, políticas y sociales. En este inicio del siglo XXI, estaríamos viviendo, pues, un nuevo ciclo histórico, caracterizado por la ascensión de lo que convinimos en llamar “gobiernos de izquierda y progresistas”. ¿Qué hay en común entre esas fuerzas políticas y sociales que llegaron a los gobiernos de gran parte de los países sudamericanos? Podríamos decir, en líneas generales, que esas fuerzas cuestionan el modelo económico neoliberal aplicado en las décadas anteriores. Contraponiéndose a las tesis del llamado Consenso de Washington, aunque con distintos grados y matices, defienden la necesidad de un modelo que combine crecimiento económico vigoroso con una mejor distribución de la renta y de la riqueza. En ese América Latina 41 IOLE ILIADA LOPES modelo, el Estado debe jugar un importante papel inductor, y el desarrollo humano y social (y no solamente económico) debe ser considerado un elemento estructurante. Al mismo tiempo, y de forma articulada con esa discrepancia económica, esas fuerzas cuestionan el orden internacional vigente, a partir de una visión que busca combinar la preservación de las soberanías nacionales (incluso sobre sus recursos naturales e infraestructurales) con un internacionalismo que tiende a valorizar, sobre todo, las relaciones entre los países menos desarrollados, con especial énfasis en las posibilidades abiertas para la integración regional. “La construcción de una agenda política común, basada en la producción de consensos que puedan ofrecer un plano de intervención política articulada para los distintos gobiernos, partidos y fuerzas sociales progresistas de la región es de vital importancia”. Asimismo, esas fuerzas que ascienden a los gobiernos sudamericanos cuestionan el modelo político. Son fuerzas democráticas que actúan en la institucionalidad, pero que que no se conforman con el solo ejercicio de la democracia representativa. Pretenden expandir las formas de democracia directa por intermedio de la institucionalización de canales de participación de la sociedad en la toma de decisiones presupuestarias, administrativas y políticas. Paralelamente, saben que la democracia política sólo puede ser ejercida teniendo por base la democracia económica, la justicia social y la extensión de los derechos básicos a todos. En algunos países, se busca inclusive un nuevo marco legal para el ejercicio de la democracia, por medio de la convocatoria de asambleas constituyentes. Pero la identidad entre esas fuerzas también puede ser encontrada en los obstáculos y desafíos que enfrentan, comunes a los países de la región: la situación económica heredada de los gobiernos pasados y de siglos de historia, la desigualdad social 42 umbrales n° 7 RUMBO AL POSNEOLIBERALISMO –producto del pasado colonial y del desarrollismo conservador, y agravada por el neoliberalismo–, el conservadurismo político y la concentración de poder. Para superar tales desafíos, cada gobierno busca actuar a partir de sus condiciones históricas y políticas, así como cada fuerza política dirigente elige una estrategia propia, teniendo por base una determinada interpretación de la realidad. De eso, resultan, obviamente, diferencias y discordancias importantes en el modo de conducción política de los diversos gobiernos y fuerzas progresistas que actúan hoy en América del Sur. Algunos gobiernos, partidos y movimientos tienen como objetivo la construcción del socialismo (aunque interpreten de diferentes maneras la idea de una sociedad socialista). Otros trabajan por la constitución de sociedades con altas dosis de bienestar social, democracia política y soberanía nacional, aunque en los marcos del capitalismo. Hay también diferencias estratégicas acerca de las formas de lucha, de la participación en procesos electorales, sobre el papel de los gobiernos electos, sobre la relación con las clases dominantes de cada país, etc. A nuestro modo de ver, sería un grave error querer ocultar tales diferencias. Es saludable, para la construcción de consensos efectivos, que éstas sean explicitadas y debatidas libremente. Otro error, tal vez más grave aún, sería aceptar aquellas interpretaciones que, de forma simplificadora, buscan dividir a los gobiernos de la izquierda sudamericana en dos bloques. Las clasificaciones varían y los signos se invierten, según si provienen del Departamento de Estado de los Estados Unidos o de grupos ultraizquierdistas (buenos vs. malos, revolucionarios vs. reformistas, izquierda “carnívora” vs. izquierda “vegetariana”, etc.), pero el resultado es siempre el mismo: el debilitamiento de la posibilidad de construcción de una acción unitaria por parte de las fuerzas progresistas en la región. El tercer error que no podemos cometer, a nuestro juicio, es convertir esas diferencias en obstáculos infranqueables para la construcción de consensos, unidades y convergencias políticas. Eso porque, a pesar de los importantes cambios y mejoras producidos América Latina 43 IOLE ILIADA LOPES en la vida de la población de los países ahora gobernados por la izquierda en América del Sur, aún estamos lejos de haber superado efectivamente el neoliberalismo y sus secuelas. Y para quienes aseguran que ese modelo de acumulación tiene los días contados –en razón de la crisis económica, con epicentro en los Estados Unidos, que eclosionó de forma violenta recientemente–, es bueno no olvidarnos que el “posneoliberalismo”, dependiendo de las opciones que hagamos ahora, podrá significar una profundización aun mayor de la concentración económica, de la pobreza y de la desigualdad social a nivel mundial. Por lo tanto, más que nunca, para atravesar la crisis, superar la herencia neoliberal y fortalecer un modelo progresista de desarrollo, se hace necesario apostar a la integración regional. Es preciso avanzar en esa dirección, para lo cual es fundamental la construcción de una agenda política común de transformaciones estructurales. “Sería un error aceptar aquellas interpretaciones que, de forma simplificadora, buscan dividir a los gobiernos de la izquierda sudamericana en dos bloques para debilitar la posibilidad de construcción de una acción unitaria por parte de las fuerzas progresistas en la región”. Un programa regional que oriente la acción política Ciertamente, habrá diferencias entre las fuerzas progresistas sobre el ritmo, las formas y las tácticas para alcanzar tales transformaciones. Pero nos parece perfectamente viable la construcción de un programa común que pueda ofrecer las bases para la acción de las fuerzas sociales progresistas en los diversos países. Ese programa debe apuntar a un proyecto político de largo plazo, que oriente la actuación no sólo de los gobiernos sino también de los movimientos sociales identificados con los objetivos propuestos. Para eso, juegan un papel fundamental los partidos políticos progresistas de la región, que deben buscar retomar su capacidad de ofrecer un norte estratégico para las luchas sociales. 44 umbrales n° 7 RUMBO AL POSNEOLIBERALISMO Los ejes centrales de ese programa regional de transformaciones estructurales tendrán que ser definidos a través de un intenso diálogo entre las fuerzas políticas de los países. Pero, en nuestra opinión, hay algunos temas fundamentales que deben ser incorporados: Mi Hermana por Sara. Fotografía Estenopeica. Quilpue, Región de Valparaíso - 2007 1) La lucha por la democratización profunda de las sociedades sudamericanas, ampliando las formas de participación de la población y eliminando las distorsiones producidas por los sistemas políticos, por el poder económico y por la manipulación de los medios de comunicación. 2) La ampliación del alcance y de la calidad de las políticas sociales públicas, inclusive con la creación de nuevos derechos sociales (como el acceso a la electricidad, a las telecomunicaciones, al saneamiento básico, a la cultura y al ocio). 3) La realización de reformas estructurales, que alteren la matriz social y económica de nuestras sociedades, tales como la reforma agraria, la reforma urbana, la reforma tributaria, etc. 4) La creación de un modelo económico alternativo, que combine capacidad de crecimiento, innovación, generación de empleo, creación y redistribución de renta y riqueza. Debemos fortalecer el mercado regional, garantizando la existencia de soberanía alimentaria y energética, de una política industrial y de ciencia y tecAmérica Latina 45 IOLE ILIADA LOPES nología, así como la protección de la cultura, la educación y la comunicación de cada país y de la región. 5) La articulación de la lucha por soberanía nacional con los proyectos de cooperación regional. Esa integración exige, además de programas de infraestructura y compatibilización legislativa, la integración de políticas económicas y de un sistema de financiamiento y de crédito alternativo al que hoy es dominante. 6) El enfrentamiento a las desigualdades de género, a la desigualdad racial, a la homofobia y a todas las formas de prejuicio y discriminación. Es preciso trabajar estratégicamente con una dimensión universal de los derechos humanos y con la promoción de políticas públicas que afirmen el respeto a la diversidad y el combate a las discriminaciones y exclusiones, incluso aquellas que afectan a las personas con capacidades diferentes y a la población joven. Esta última debe merecer especial atención, por ser tal vez la principal víctima de la exclusión social asociada a la creciente y permanente difusión del individualismo, del consumismo, de la frivolidad y del autoritarismo, tan presentes en los tiempos neoliberales. 7) La detención de los procesos de destrucción ambiental, comenzando por los recursos no renovables. Por esto, las fuentes fundamentales de energía y materias primas deben estar bajo control directo o indirecto de los Estados y naciones, y no al servicio de las empresas multinacionales. Por cierto, las dificultades para alcanzar tales objetivos son muchas. Por eso mismo, tendremos tantas más condiciones de obtener éxito cuanto mayores sean las posibilidades de actuar en la región de forma integrada y complementaria. Es tarea fundamental de las fuerzas políticas identificadas con el ideario de la izquierda, por lo tanto, trabajar por una agenda política común, que haga avanzar efectivamente el consenso progresista en el Cono Sur. u 46 umbrales n° 7