ALPHA N° 20 - 2004 Diciembre 2004 ISSN 0716-4254 www.ulagos.cl/alpha/Index.html UNIVERSIDAD DE LOS LAGOS Departamento de Humanidades y Arte REPRESENTANTE LEGAL RECTOR RAÚL AGUILAR GATICA Director responsable y Editor EDUARDO BARRAZA JARA Consejo de Redacción PILAR ALVAREZ-SANTULLANO BUSCH NELSON VERGARA MUÑOZ RAÚL AGUILAR GATICA Secretario de Redacción y Editor SERGIO MANSILLA TORRES Consultores externos JORGE ACEVEDO, Universidad de Chile, Santiago de Chile FERNANDO BURGOS, Memphis State University, Memphis, U.S.A. MANFRED ENGELBERT, Georg-August Universität, Göttingen, Alemania DANIEL LAGOS ALTAMIRANO, Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile. PEDRO LASTRA, Universidad de Nueva York, en Stony Brook, U.S.A. AMADEO LÓPEZ, Universidad de Paris XNanterre, Francia OSVALDO RODRÍGUEZ PÉREZ, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España HERNAN URRUTIA, Universidad de Deusto, España Portada Traducción y revisión de abstracts Supervisión de impresión Colaboración procesamiento de textos JORGE ZEPEDA GREGORY LAGOS MONTOYA DIANA KISS DE ALEJANDRO RICARDO ORTEGA Alpha está indexada en The MLA International Bibliography, en LATINDEX y aparece en The Directory of Periodicals (U.S.A.) Para petición de ejemplares, información, envío de originales y suscripciones, dirigirse al Secretario de Redacción, Dr. Sergio Mansilla T., Avda. Fuschlocher s/n Casilla 933, Osorno, Chile. Teléfono: (56-64)205385 ó 205222 - Fax (56-64)239517. E-mail: smansill@ulagos.cl. Para canje, dirigirse a Teresa Mancilla, encargada del Servicio de Hemeroteca de la Universidad de Los Lagos, Campus Chuyaca, Casilla 933, Osorno, Chile. E-mail: mtmancil@ulagos.cl Suscripción anual $5000, nacional; U$ 15, internacional. Costo incluye envío por correo ordinario www. ulagos.cl/alpha/Index.html 1 2 ALPHA N° 20 - 2004 Diciembre 2004 ISSN 0716-4254 www.ulagos.cl/alpha/Index.html INDICE PRESENTACIÓN 5 ARTICULOS FERNANDO AÍNSA. Del yo al nosotros. El desdoblamiento de la identidad en la obra de Juan Carlos Onetti. 11 EMILIO R. BÁEZ RIBERA. Inversión e invención de imágenes y espejos: el “poeticismo” romántico de Julio Cortázar en su narrativa breve a la luz de Imagen de John Keats. 29 SERGIO MANSILLA. Delia Domínguez: palabras para la misa en el universo. 53 BÉATRICE MÉNARD. Las figuras el deseo en los sonetos de Jorge Cuesta. 69 CAROLINA ANDREA NAVARRETE GONZÁLEZ. Analogía demencial en el modo de representación de El Fin de la Locura de Jorge Volpi. 91 SILVIA CASINI. Luis Sepúlveda: un viaje express al corazón de la Patagonia. 103 ALFREDO MARTÍNEZ EXPÓSITO. Julio Medem y la poética del compromiso. 121 TERESA GONZÁLEZ ARCE. El texto migratorio. Nota sobre la adaptación cinematográfica de tres cuentos de Manuel Rivas. 135 HUMBERTO ORTEGA VILLASEÑOR. Árbol de la vida: en los orígenes de la escritura. 151 CRISTINA GUZZO. Luisa Capetillo y Salvadora Medina Onrubia de Botana: dos íconos anarquistas. Una comparación. 165 3 ALPHA N° 20 - 2004 Diciembre 2004 ISSN 0716-4254 www.ulagos.cl/alpha/Index.html AMADO LÁSCAR. ¿La teoría zapatista: una huella en la selva o un camino en la resistencia anti-neoliberal? 181 EGON MONTECINOS. Democracia y Multiculturalismo: ¿son compatibles los derechos de las minorías con los principios orientadores de la democracia liberal? 201 PABLO MARTÍNEZ FERNÁNDEZ. Acoplamiento e hibridación en el clima cultural de la posmodernidad 213 DOCUMENTOS ENRIQUE CIRULES. El iceberg de Ernest Hemingway en la cayería de Romano. 227 JOSÉ BLANCO. Diálogos en una novella del Decamerón castellano (siglo XV). Alcances morfosintácticos. 243 NOTAS. CECILIA EUDAVE. El llano en llamas: Universo en extensión y clausura. 267 MIGUEL GOMES. Trabajos de la escritura doble: la poesía de Piedad Bonnett. 273 MARÍA JESÚS ZAMORA CALVO. Madrid, cuna de embrujos, hechizos y represiones en el Siglo de Oro. 279 RESEÑAS Beatriz Sarlo. El imperio de los sentimientos. (Vania Barraza Toledo). 295 Patricio Manns. Cantología (Pedro Lastra). 297 José Panettieri y María Minellono. Argentina: propósitos y frustraciones de un país periférico. (Amelia Royo). 300 4 ALPHA N° 20 - 2004 Diciembre 2004 ISSN 0716-4254 www.ulagos.cl/alpha/Index.html Ernesto Cardenal. Cátulo / Marcial. (Kurt Folch). 305 Mario Vargas Llosa. El paraíso en la otra esquina. ( Rita Gnutzmann y Ewald Weitzdörfer). 307 Alberto Méndez. Los girasoles ciegos. (Ewald Weitzdörfer). 311 Poli Délano. Este banco del parque. (Lucía Guerra) 312 Información para los autores 315 5 6 ALPHA N° 20 - 2004 Diciembre 2004 ISSN 0716-4254 www.ulagos.cl/alpha/Index.html PRESENTACION Alpha N° 20 da cuenta no sólo del tiempo transcurrido durante estas dos décadas de publicación sino, también, de las variaciones teóricas y temáticas que se advierten en las tesis presentadas por los numerosos colaboradores que han participado en las sucesivas ediciones de esta revista. La ocasión es propicia, por tanto, para agradecer a todos los articulistas de Alpha y para invitar cordialmente a que nuevos colaboradores se integren a sus páginas. Los artículos que ahora se presentan manifiestan que Onetti y Cortázar incitan siempre a renovadas lecturas como las que plantean Fernando Aínsa y Emilio Báez, quienes ponen énfasis en los procesos discursivos e intertextuales de ambos narradores. Luis Sepúlveda y Jorge Volpi son estudiados conforme a la re-escritura de la Patagonia y a las representaciones metatextuales, según proceden Silvia Casini y Carolina Navarrete. Por su parte, Sergio Mansilla ofrece algunas de las claves necesarias para valorar la singularidad de la poética de Delia Domínguez, en tanto que Béatrice Ménard describe el modo en que las figuras del deseo se inscriben en los sonetos de Jorge Cuesta. Los procesos de transdiscursividad entre la literatura y el cine son estudiados por Alfredo Martínez y Teresa González quienes analizan la estética del compromiso en la cinematografía de Julio Meden y la semiosis de la guerra civil española en el cine a partir de algunos cuentos de Manuel Rivas, semiosis que Humberto Ortega aplica a los orígenes de la escritura, considerando la iconografía del árbol. Cristina Guzzo, Amado Lascar y Egon Montecinos efectúan un análisis del discurso sociocultural, considerando los vínculos entre feminismo y anarquismo en las producciones textuales de Luisa Capetillo y Salvadora Medina, el zapatismo como signo de una resistencia antineoliberal y las compatibilidades posibles entre democracia liberal y multiculturalismo, respectivamente. A su vez, Enrique Cirules y José Blanco aportan sendos documentos sobre las experiencias que permitieron a Hemingway escribir Islas en el golfo y una versión de una novella de Boccacio que circuló en castellano durante el siglo XV. 7 Entre las notas, destacan las de Cecilia Eudave sobre El llano en llamas; de Miguel Gomes, sobre la poesía de Piedad Bonnett y la de María J. Zamora sobre la represión institucionalizada en el Madrid del Siglo de Oro. La sección reseñas ofrece valoraciones y motivaciones para leer a Beatriz Sarlo (El imperio de los sentidos), Patricio Manns (Cantología), José Panettieri y María Minellono (Argentina: propósitos y frustraciones de un país periférico), Ernesto Cardenal. (Cátulo / Marcial), Mario Vargas Llosa (El paraíso en la otra esquina), Poli Délano (Este banco del parque) y Alberto Méndez (Los girasoles ciegos). 8 ALPHA N° 20 - 2004 Diciembre 2004 ISSN 0716-4254 www.ulagos.cl/alpha/Index.html ARTÍCULOS 9 10 ALPHA Nº 20 - 2004 (11-28) DEL YO AL NOSOTROS: EL DESDOBLAMIENTO DE LA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI Fernando Aínsa Resumen La obra de Juan Carlos Onetti se caracteriza por plantear a partir de un complejo manejo de las voces del narrador ficticio —hablante en primera, tercera persona o un colectivo “nosotros”— la crisis y el desdoblamiento de la identidad del hombre contemporáneo, encarnado en los personajes marginales o marginalizados que pueblan su narrativa. Centrado en sus novelas cortas, este ensayo analiza como Onetti esfumina los límites de la tipología tradicional del narrador y traza nuevas y sinuosas fronteras. Palabras claves: Onetti, literatura uruguaya, narrador novelesco, procedimientos narrativos, novela uruguaya Abstract: From the individual to the collective first person: The unfolding of identity in Juan Carlos Onetti´s work. Juan Carlos Onetti´s work is characterized by setting forth a crisis and an unfolding of the identity of today´s man, from an elaborate use of the fictitious narrator´s voices, in the first person, third person, and a collective first person plural. Today´s man is represented by impoverished and subjected characters that fill up the author´s novel. Mainly focused on the author´s short stories, this essay attempts to analyze how Onetti extends the boundaries of the narrator´s traditional typology, and builds up new sinuous borders. Key words: Onetti, Uruguay literature/novel, novel´s narrator, novel proceedings. La enunciación, en tanto instancia organizativa del relato y expresión de la composición donde se manifiesta la voluntad de construcción narrativa del hablante implícito, se matiza, cuando no se subvierte, en la obra de Juan Carlos Onetti. A través de las diferentes voces del narrador ficticio, los papeles asignados a uno y otro, se alteran o intercambian en el seno del propio relato o se revierten en narraciones subjetivas o testimoniales, donde el narrador está presente o ausente, sea cual sea la persona en que se expresa: primera, tercera o el ambiguo "nosotros" colectivo. 11 Fernando Aínsa El análisis —objeto de este ensayo— de cómo la tipología tradicional del narrador, representado o no en el relato, hablante en primera o tercera persona, esfumina sus límites y traza nuevas y sinuosas fronteras en las novelas cortas del autor de El pozo (1939), necesita, sin embargo, de algunas precisiones previas. LA MEDIATIZACIÓN DEL NARRADOR EN TERCERA PERSONA Todo relato novelesco supone en principio tres personas: dos reales, el autor que cuenta la historia (el “yo” del lenguaje coloquial”) y el lector al que se la cuenta (el “tú” al que se dirige); y una persona ficticia —el héroe—, aquél de quien se cuenta la historia (tercera persona, “él”). Este distingo permite también diferenciar con nitidez las narraciones en primera (narrador ficticio representado) o en tercera persona (narrador ficticio no representado). El relato en tercera persona se sitúa, en general, en un pasado sin relación con el presente y está estabilizado en una dimensión temporal distanciada y fijada cronológicamente. Se reviste de cierta objetividad y una cierta discreción impide intervenir en la esfera privada o íntima del personaje, pese al carácter omnisciente con que el narrador interviene en el relato. Por el contrario, la narración en primera persona es una modalidad (real o ficcional) de la narración autobiográfica y, por lo tanto, permite los comentarios personales y las intervenciones del narrador en un mayor grado. El "yo" del autor se proyecta en el mundo ficticio por medio del "yo" del narrador; el presente de éste va a proyectarse en el recuerdo y establece una distancia para contar su historia, un tiempo para ordenar los recuerdos, una memoria serenada para contar las peripecias y hacerlas revivir del mejor modo posible. El grado de subjetividad es mayor; lo “vivido” se trasciende y marca la rememoración. En buena parte, esta graduación es temporal. Los grados de la distancia temporal entre lo narrado y la narración que establece el narrador en primera persona van desde “la corriente de la conciencia”, al monólogo interior, al diario (que va desarrollando su relato en el propio devenir, con impresiones inmediatas, como hace Carr en Cuando ya no importe, 1993), a la crónica (cuando quién escribe interviene en el curso de la aventura narrada) y el testimonio, a las memorias y los anales. A la excepción de la primera —la corriente o fluir de la conciencia, donde la sensación de simultaneidad entre acción y narración es total— en el resto de las modalidades existe una distancia que permite un momento de reflexión, de pausa entre el acto y su narración, de evaluación y comparación. 13 Del yo al nosotros Lejos de las narraciones en tercera persona tradicionales, donde se asegura una presencia decisiva y “autorial”, el narrador ficticio no representado de la obra de Juan Carlos Onetti, si bien no puede dejar de juzgar y valorar o de participar, en mayor o menor grado, con intrusiones y comentarios, lo hace no tanto para influir, sino para neutralizar acotaciones valorativas y mediaciones de toda suerte. La que podría ser narración en tercera persona objetiva se convierte así en “narración retórica” —al modo como la define Wayne C.Booth en The rethoric of fiction, 1961— donde el narrador “dramatiza” como “agente” involucrado en la narración, aunque no lo esté del mismo modo con lo narrado. En algún caso, esta inserción dramática la transforma en narración subjetiva, donde el discurso se contamina con variantes y fragmentos, puntos de vista que restan toda legitimidad a la pretensión de objetividad. Lo narrado se “tiñe” de la subjetividad del narrador ficticio que, aunque no esté presente en el relato, se “presiente”. A través del relato-testimonio sobre lo sucedido a otro, la información transmitida y los diferentes papeles (roles) puestos en juego en la acción sirven para caracterizar al narrador como personaje. En efecto, como estamos ante un informante que es, al mismo tiempo, hablante y cuyo papel se confunde con el del propio narrador, el discurso aparece estructurado en función de su punto de vista y de su subjetividad. El procedimiento es notorio en Tan triste como ella (1963), donde una atmósfera peculiar se instala en un relato escrito en tercera persona. Lo real está relativizado a través de una visión ambigua y llena de significaciones equívocas. El lector tiene la sensación de que una presencia invisible circula como un testigo que mira, opina, proporciona datos y escamotea otros deliberadamente, pero al que nunca se ve, ni se sabe quién es realmente. “Nadie, nadie puede saber cómo ni por qué empezó esta historia —se dice al principio— Lo que tratamos de contar se inició una tarde quieta de otoño…” (1963: 16) Más adelante se precisa la imprecisión, valga el juego de palabras, al manejarse la posibilidad de que: Tal vez toda la historia haya nacido de esto, tan sencillo y terrible: depende, la opción, de que uno quiera pensarlo o se distraiga; el hombre sólo creía en la desgracia y en la fortuna, en la buena o en la mala suerte, en todo lo triste y alegre que puede caernos encima, lo merezcamos o no. Ella creía saber algo más; pensaba en el destino, en errores y misterios, aceptaba la culpa y —al final— terminó admitiendo que vivir es culpa suficiente para que aceptemos el pago, recompensa o castigo. La misma cosa, al fin y al cabo (1963: 20). El pretendido libre albedrío de la protagonista en manos del narrador 14 Fernando Aínsa no deja de ser ambiguo. Por ello, no puede renunciar a la desconfianza y no logra convencerse que es “ella quien estaba eligiendo”, ya que piensa que “alguien, otros o algo había decidido por ella” (1963, 33). Cuando todo indica que esa libertad se ha ganado, se anota entre paréntesis que: (En cuanto al narrador, sólo está autorizado a intentar cálculos en el tiempo. Puede reiterar en las madrugadas, en vano, un nombre prohibido de mujer. Puede rogar explicaciones, le está permitido fracasar y limpiarse al despertar lágrimas, mocos y blasfemias). (1963, 36) El procedimiento se ahonda en otros textos, como en La muerte y la niña (1973). Más cercana, en apariencia, a la narración en tercera persona objetiva, voz que registra los hechos y acota el actuar con breves comentarios, proceso verbal de conductas, desprovisto de comentarios, esta novela corta es, en definitiva, engañosa. Detrás del narrador invisible hay un “nosotros” que observa y juzga y, de vez en cuando, se delata en el texto, al decir, por ejemplo, “nuestra Flor de Mayo”, “lo habíamos olvidado”; “supimos que estaba entre nosotros” (1973: 92). La utilización del plural, encarnando una especie de personajecolectivo que recoge rumores y expresa el sentimiento chato de la comunidad, es también una forma de fragmentar el punto de vista en un cambiante caleidoscopio y de relativizar aún más toda posible verdad. Las líneas iniciales de Para una tumba sin nombre (1959) son, en este sentido, definitorias de toda una atmósfera: “Todos nosotros, los notables, los que tenemos derecho a jugar al póker en el Club Progreso y a dibujar iniciales con entumecida vanidad al pie de las cuentas por copas y comidas en el Plaza”. Gracias a la oscilación de los pronombres —el “todos nosotros” que sabe o cree saber lo que sucede en Santa María, se introduce la ambigüedad que Onetti desarrolla en obras posteriores como Juntacadáveres (1966) y El astillero (1961). “Los pobladores antiguos podíamos evocar entonces” —se anota en Juntacadáveres— donde en los tres capítulos claves de la novela es la colectividad la que enjuicia y llega a dividirse en dos grupos separados por el hecho de que van o no al prostíbulo. Por un lado, están, “nosotros, los que bajábamos el camino” y, por el otro, “los que no lo bajábamos”. Unos son los que “íbamos a llamar en la gruesa puerta de la casa de la costa” y los otros son “los que no descendíamos el camino sinuoso y polvoriento”. Pero, en cualquiera de los casos, es siempre una primera persona del plural la que narra, porque “todos aceptamos, indiferentes o no, que se quedaran (las prostitutas) para siempre”. Un "nosotros" cuya subjetividad, lindante con la arbitrariedad, plantea la 15 Del yo al nosotros ambivalente alternativa del final de El astillero: la huida o la muerte de Larsen. LA DISTANCIA DEL NARRADOR EN PRIMERA PERSONA La retórica, o la subjetividad en el manejo de la tercera persona, no supone que la narración en primera persona ahonde automáticamente en la dirección introspectiva o de involucramiento en lo narrado. Por el contrario, en Onetti, el manejo de la primera persona del singular, que en la novela tradicional supone un compromiso del protagonista con la acción que se desarrolla, le permite recordar que el “yo” es siempre otro, lejos del testimonio o de la connotación autobiográfica y más cerca de lo que Proust practicaba como un lema: escribir en primera persona es siempre “una novela”. En Onetti, el "yo" del narrador no habla de sí mismo, sino de los demás, distancia que teóricamente permitiría una cierta objetividad pero que, en realidad, imprime al relato un sesgo que puede llegar a ser una deformación. La primera persona no es titular de un rol protagónico, sino la de un testigo secundario que observa, cuando no imagina, versiones contradictorias sobre lo que ocurre a su alrededor y, por lo tanto, subjetiviza indirectamente el relato. El sesgo específico que le imprime esa mirada indirecta, muchas veces oblicua, le da un tono de aparente indiferencia, pero no de imparcialidad. Siguiendo el distingo clásico de Gerard Genette (1972), con Onetti estaríamos ante obras compuestas en un estilo indirecto libre, donde el narrador asume el discurso del personaje o en el que el personaje habla a través de la voz del narrador, confundiéndose los dos niveles. De allí la importancia de la caracterización del agente-hablante. Sin embargo, aunque el narrador “cede la palabra” al personaje no es para convertirlo en protagonista o en un yo-héroe. Lejos del monólogo inmediato o del monólogo interior, donde las peripecias del acontecimiento se viven en el momento mismo cuando suceden, al ritmo palpitante y plagado de dudas de un actor que debe ir decidiendo y reflexionando en el curso mismo de un fluir del pensamiento (corriente de la conciencia o stream of consciousness como la definiera Robert Humphrey, 1954), donde se superponen interpretaciones sucesivas y se da una simultaneidad total entre acción y narración, Onetti prefiere una primera persona “distanciada” temporal y “afectivamente” de lo narrado, el discurso contado más que el discurso inmediato. El desorden, tumultuoso y contradictorio, tal como está dado en el “fluir de la conciencia”, al límite del inconsciente y sin que la acción haya sido filtrada por una reflexión o se haya “enfriado” en el lapso 16 Fernando Aínsa temporal que permite comparaciones o comprobaciones de lo que se narra, cede, con Onetti, a un pausado “rumiar” plagado de “subconversaciones”, es decir, comentarios, saltos hacia atrás, rememoraciones que van acotando la narración, dándole un espesor y densidad reflexiva que ha sido tildada de lucidez paralizante. Todo impulso de participación activa es negado a partir de un desmenuzado análisis introspectivo. Hay una claudicación decretada de antemano; una negación de todo lo que pueda ser alborozado entusiasmo vitalista, llevada al extremo de hombres que reflexionan demasiado para gozar abiertamente de la vida. En los sucesivos mecanismos con que se proyecta al narrador fuera del contexto de una realidad hostil y agresiva, todo parece conducirlo a callejones sin salida. El yo protagónico desemboca en el aburrimiento o la tristeza, formas de la resignación y de un fatalismo visceral, nunca en la angustia o la desesperación. Más que actuar, hay que “mirarse envejecer parsimonioso, ecuánimes, sin sacar conclusiones” o, tal vez, “aburrirse sonriendo”, como se propone filosóficamente Díaz Grey. Protagonistas encerrados en sus habitaciones como Linacero; observadores no comprometidos del quehacer ajeno como Jorge Malabia o el propio Díaz Grey; empresarios derrotados de antemano como Larsen; eternos diseñadores de proyectos que no se ejecutan como Aranzuru, todos parecen haber llegado a la conclusión de que no vale la pena esforzarse por luchar por “algo”, ya que “un hombre evolucionado no debe hacer nada”. En Onetti es notorio que la primera persona no es el autor. Es el narrador quién representa al autor y, en cierto modo, al lector, ya que es ése el punto de vista en el cual lo invita a situarse para conocer su historia. Es una situación privilegiada, pero también forzada. El lector está obligado a situarse en ese punto de vista. No se trata de una simple diversidad de formas gramaticales, donde las funciones pronominales permiten una comunicación horizontal entre estas partes en el interior mismo del texto, estructuras que en el curso del relato podrían evolucionar, permutarse, simplificarse o complicarse, ampliarse o reducirse, sino, además, de dos actitudes narrativas: contar la historia por un narrador extranjero a la historia o por uno de sus personajes (agente narrativo). Siguiendo, una vez más el distingo de Genette, entre narración autodiegética (narrador héroe, protagonista), homodiegética (narrador espectador, testigo, personaje secundario) o narración heterodiegética en primera persona, es posible comprobar como Onetti maneja con preferencia la segunda persona —la narración homodiegética— donde el yo no sólo es testigo de la acción de otros, sino que abandona toda vocación decisoria o rotunda para encarnar un yo dubitativo. Las elipsis explícitas e implícitas, 17 Del yo al nosotros así como las hipotéticas, funcionan como alusiones a los mecanismos que rigen la vigencia de esas estructuras, es decir, todo lo que puede imaginarse subyaciendo en las sucesivas locuciones modalizantes como “puede ser, sin duda, parece, tal vez.” La creación de esta arquitectura pronominal permite introducir en el texto luces y penumbras y esa ambigüedad relativa que regula las informaciones que se transmiten. La mediatización por parte del narrador, por mucho que se esfuerce en describir (showing) más que en contar (telling), según el distingo ya clásico elaborado por Henry James, Percy Lubbock (1968) y Wayne C.Booth (1961), se apoya en la sugerencia de lo no dicho, más que en lo enunciado. La mímesis es una ilusión, la diégesis se integra al comentario implícito, a la insinuación y al sobreentendido, procedimiento elíptico sobre el cual se montan los diálogos sobre el destino de Magda entre Lamas y el protagonista de Cuando entonces (1988) todo bajo un lema de aparente pasividad: “Dele; escucho, obedezco” (1988: 18). El narrador le “cede la palabra”, no para ser el narrador protagónico o el “yo—héroe” de las novelas tradicionales escritas en primera persona, sino para introducir un punto de vista con el cual se incorpora a la narrativa no sólo la “relatividad”, sino la propia “ignorancia” de lo que sucede en otros lugares donde no está el narrador; “fragmentación” de la información y “lagunas” que pueden llevarlo a ser un personaje secundario, un narrador testigo (el yo-testigo). Si se cuenta “más o menos”, como en Para una tumba sin nombre, difícilmente se puede agotar lo que se cuenta por muchos detalles que se den. Dentro de la clasificación de los roles narrativos principales que propone Claude Bremond (1973), el narrador de Para una tumba sin nombre (1959) aparece como el típico “informador voluntario de la actividad de otro”. En tanto que agente que informa e influye sobre el “paciente”, revela aspectos de la historia narrada pero filtrados a través de su conciencia. En este papel de informador que puede ser voluntario o involuntario, sobre “sí mismo" o sobre otros, el relato de Díaz Grey se ofrece como un testimonio. Sin embargo, el relato como testimonio se funda en la presunta ignorancia del paciente de todo lo relativo a la información transmitida. Un paciente que —en esta novela corta— puede ser el propio lector, es decir, alguien que no sólo desconoce la acción propiamente dicha, sino también los contextos alusivos a la realidad de Santa María. Por ello el informante cuenta no sólo lo sucedido (acontecimientos), sino que intercala en su narración pausas descriptivas donde se explican, para un lector lego, las características de ese microcosmos. Para darle una mayor fuerza de convicción utiliza en esos casos la primera persona del plural, esas primeras líneas del relato a las que 18 Fernando Aínsa hicimos referencia más arriba. La postura del testigo es, asimismo, esencial como procedimiento narrativo en Para una tumba sin nombre. Díaz Grey, el testigo privilegiado, también recoge distintas versiones (o mentiras) de una historia que, además, no le interesa mucho. La diversidad de estas historias permiten imaginar una posible felicidad basada en el hecho de que no hay una sola verdad sino varias. Así puede reflexionar sobre: La historia que podría ser contada de manera distinta otras mil veces y lo hace para decirse “lo único que cuenta es que al terminar de escribirla me sentía en paz, seguro de haber logrado lo más importante que puede esperarse de esta clase de tarea: había aceptado un desafío, había convertido en victoria por lo menos una de las derrotas cotidianas (1959: 82). Pero esta recopilación de versiones, aunque contradictorias, no es, ni pretende ser, asépticamente objetiva. Desde el principio, a través del espectáculo del entierro de Rita, una prostituta, en el cementerio de Santa María, hay una peculiar sensibilidad trabajando en lacerante hondura. El testigo que observa, aunque no esté comprometido con el suceso, transmite un creciente desasosiego. Díaz Grey empieza por confesar que “cuando vi o empecé a ver con desconfianza, casi con odio.” La atmósfera apacible del cementerio en esa calurosa tarde de verano se tiñe de inmediato por esta mirada con las notas de incertidumbre y extraños presagios que caracterizan toda la obra. Díaz Grey transforma la realidad: “Miré hacia la izquierda y fui haciendo la mueca del odio y la desconfianza”. Esa misma mirada mide “la enfermiza aproximación” del cortejo fúnebre, mirada sesgada que como ha dicho Colin Wilson del outsider tipo: “una vez que ha dirigido su mirada, nunca más el mundo puede ser ya el mismo lugar franco que era”, El manejo del punto de vista para convertir lo real en novelesco, le permite a Onetti borrar el final probable. Resuelto con eficacia en La cara de la desgracia (1963) el procedimiento es explicado en Para una tumba sin nombre (1959), cuando el personaje-testigo Díaz Grey confiesa: Esto era todo lo que tenía después de las vacaciones. Es decir, nada; una confusión sin esperanza, un relato sin final posible, de sentido dudoso, desmentido por los mismos elementos de que yo disponía para formarlo. Personalmente, sólo había sabido del último capítulo, de la tarde calurosa en el cementerio. Ignoraba el significado de lo que había visto, me era repugnante la idea de averiguar y cerciorarme (1959: 84). 19 Del yo al nosotros En la mayoría de las obras del ciclo de Santa María, esa primera persona es la del Doctor Díaz Grey o la de Jorge Malabia. En otros casos, esa primera persona está matizada con puntos de vista de terceros, también ajenos a la historia contada, lo que permite revelar o contradecir claves que el testigo privilegiado ha escamoteado o desconoce. El procedimiento se perfecciona en Jacob y el otro —integrado a Tan triste como ella— donde los más sólidos efectos del relato están estructurados a partir de las diferentes versiones de una misma historia de la que se han omitido datos esenciales que sólo se revelan parcialmente en las últimas líneas. La relación del autor con la historia que cuenta —al decir de Percy Lubbock, 1968— tiene otras variantes en Onetti. El narrador se implica o mantiene una distancia con lo narrado y proyecta una perspectiva, entendida como modo de regulación de la información (foco de la narración). Un carácter deliberadamente retrospectivo, distanciado en el tiempo, enfriado por un personaje focal (Henry James lo llama el “reflector”, el que ilumina) que en lugar de ampliar el campo focal, lo delimita y restringe, cuando no lo oscurece. Este procedimiento permite que Los adioses (1954), cuya anécdota contada por un autor omnisciente carecería de interés o se transformaría en un folletín sentimentaloide, se proyecte en una insospechada dimensión. El narrador está situado detrás del “mostrador de un almacén y bar” y encarna el típico narrador-testigo totalmente pasivo y ajeno a la acción. Desde esa postura recoge chismes de médicos y enfermeras, variantes de terceros y les añade su propia maledicencia personal. El narrador puede imaginar algo que sucede, pero que no puede percibir directamente. En otros casos, el mismo procedimiento narrativo se perfecciona. Es el propio narrador el que imagina al protagonista, como sucede en Los adioses, una novela llena de ambiguas variantes. Yo lo imaginaba solitario y perezoso, mirando la iglesia como miraba la sierra, desde el almacén, sin aceptarles un significado, casi para eliminarlos, empeñado en deformar piedras y columnas, la escalinata oscurecida (1954:12) La realidad ha pasado por dos filtros. El lector recibe una interpretación subjetiva de lo que puede haber sucedido, porque el narrador está empeñado en negar “el significado de lo que ve” y está “empeñado en deformar.” Es más, está: Aplicado con la dulce y vieja tenacidad a persuadir y sobornar lo que estaba mirando, para que interpretara el sentido de la leve desesperación que me había mostrado en el almacén, el desconsuelo 20 Fernando Aínsa que exhibía sin saberlo o sin posibilidad de disimulo en caso de haberlo sabido (1954: 13). Las elipsis explícitas e implícitas, así como las hipotéticas, funcionan como alusiones a los mecanismos que rigen la vigencia de esas estructuras, es decir, todo lo que puede imaginarse subyaciendo en las sucesivas condicionantes e hipótesis con que se separan los diferentes segmentos narrativos. El procedimiento —un narrador aparentemente desinteresado— se repite en "Historia del caballero de la rosa y de la virgen encinta que vino de Liliput" —perteneciente a Tan Triste como ella— donde el narradortestigo es colectivo, en Esbjerg en la costa y en Cuando entonces (1988) donde la historia es narrada por un testigo implicado ambiguamente en lo narrado y en relaciones huidizas y esquivas con los otros personajes. Esta relativización por la marginalidad y el aparente desinterés del protagonista en contarla, hace que “una historia sea conocida, sin entenderla bien”, o que parta de una vaga creencia que se desmiente en el transcurso de la obra. Es decir, se rechaza la certidumbre como posibilidad de conocimiento y hay una dignificación de la marginalidad en que está situado el testigo. El desinterés aparece justificado en nombre de una especie de pudor por todo lo que pudiera ser participación afectiva en la historia narrada. El procedimiento de contar la historia a través de la versión de terceros, pasivos espectadores de las acciones de los protagonistas principales, permite entonces amortiguar lo explícito de toda emoción pero, sobre todo, elimina todo juicio absoluto. La duda que provoca es metódica y forma parte de una verdadera filosofía existencial que va más allá de la hábil utilización de una técnica literaria. La realidad-real parece disolverse hábilmente en un territorio de hipótesis nebulosas y variables. El narrador es un observador que la integra y reconstruye con distintas versiones; lo que ha sucedido o cree que ha sucedido. El buen novelista “toma lo que quiere y deja el resto”, le escribió Norman Douglas en cierta ocasión a D.H. Lawrence, y es evidente que Onetti, bajo la apariencia de alguien que aparenta prestar poca atención a técnicas y procedimientos narrativos, los utiliza con un profundo conocimiento de causa. Su rigurosa arquitectura literaria apenas puede ser disimulada. El propósito de deformación de lo real es deliberado y explícito. El contorno no se reconocerá en su relación con el mundo visible, pero sí en función de un universo propio y cerrado sobre sí mismo. Las imágenes anecdóticas pasan a ser símbolos temáticos, episodios que podían parecer indiferentes se significan y cobran importancia como imágenes-símbolo. En el mundo de Onetti, la selección y la deformación operada en el 21 Del yo al nosotros proceso de creación no importan tanto en función de la liberación de la fantasía, sino de la conciencia —el punto de vista del personaje y del autor— a través de los cuales se percibe el contorno. Esta visión subjetiva es la que otorga el sesgo específico que permite hablar de una originalidad diferente en cada una de sus obras, aunque todas ellas constituyan un universo coherente e interdependiente, especialmente entre los cuentos y novelas del ciclo de Santa María. Porque, en el análisis de esta summa literaria —compuesta por nueve novelas, tres de las cuales son novelas cortas, cuatro nouvelles y una veintena de cuentos recogidos en su mayoría en libros— resulta claro que Onetti, como su reconocido maestro William Faulkner, ha comprendido que, no sólo cada obra debe tener un diseño, sino que la totalidad debe obedecer a las leyes precisas de un “cosmos de mi propiedad”, como llamaba el autor de Absalón, Absalón al condado de su creación —Yoknapatwpha— y como podría haber repetido el autor de La muerte y la niña (1973) respecto del “reino” de Santa María. Onetti trabaja sus temas en la dirección de su significación. La versión que ofrece de la realidad de los personajes busca, directamente, el código de sobreentendidos y super-significaciones del lector, sin la mediación de una realidad chata o simplemente verosímil. Aún limitado a un pequeño territorio (confinado en buena parte en Santa María a partir de La vida breve, 1950) y a una temática monocorde y algo unilateral, su mérito es la fuerza y la intensidad de la concentración de temas e imágenes que obtiene. Una intensidad que es, por un lado, emocional y, por el otro, retórica. La crítica ha llegado a decir que la proyección universal de los simples materiales cotidianos con los que trabaja Onetti, permite hablar, para algunos de sus relatos cortos, de auténticas “fábulas morales”. Utilizando la terminología de Ingarden, se podría repetir que en la literatura de Onetti “el estrato de los objetos representados nos sacude en nuestra experiencia de lectores, provocándonos una súbita inmersión en las cualidades metafísicas inherentes al relato”. El paso de los objetos representados a las cualidades metafísicas —como lo ha estudiado Angel Núñez (1968) en el caso de la narrativa de Roberto Arlt— significa un cambio de naturaleza esencial, pero fundamental en obras como La cara de la desgracia (1963), donde la anécdota contada pierde su importancia al disolverse en el tema tratado. Los acontecimientos no interesan como argumento, sino como proyección de la dimensión existencial del hombre. EL DESDOBLAMIENTO DEL YO PROTAGÓNICO EN EL POZO Sin embargo, aunque proyectado metafísicamente, el yo protagónico 22 Fernando Aínsa de Onetti no deja de reflejar la crisis de la identidad de la sociedad moderna; frágil, quebradiza y dividida, cuya borrosa y conflictiva condición ha sido la obsesiva temática de la novelística del siglo XX. El “yo cerrado” de que había hablado Henry James para definir la psicología de los caracteres tipos de la novela tradicional al estallar en el hombre autodividido, escindido, desgarrado, rozando en algún caso la esquizofrenia, enfrentado siempre a la otredad, se convirtió en el sujeto especular de las novelas que van desde las Memorias del subsuelo de Dostoievsky al más reciente No soy Stiller de Max Frisch, pasando por Los sonámbulos de Hermann Broch, muchos personajes de Barbusse, Sartre, El extranjero de Camus y el famoso K. de la obra de Franz Kafka. Una crisis y pérdida del yo narrativo que ha sido objeto de numerosos críticos. Basta citar Loss of the self in modern literature and art de Wylie Sypher (1962). En el Río de la Plata, Los siete locos y Los lanzallamas de Roberto Arlt recogieron el legado para insertarlo en lo mejor de una tradición de marginalidad y marginamiento, de fragmentación y desamparo de la cual la obra de Onetti es paradigmática expresión. Como individuo problemático que protagoniza la novela contemporánea, el héroe de Onetti pertenece a la categoría que Erich Fromm ha tipificado como aquél que es libre únicamente en el sentido de que ha conseguido quedarse solo, aislado, y que por eso se siente abrumado por una difusa inquietud y un insoportable sentimiento de dudas contradictorias. Su consuelo es la relación conflictiva que alimenta compulsivamente con el mundo exterior, sea a través de la proyección agresiva de su yo profundo en el mundo exterior, visión que tiñe la realidad a la que recrea, según su perspectiva o desdoblando su identidad, para ajustar sus fragmentos a esa realidad; o sea a través del recurso de fabricarse otras identidades, inventándose seudónimos, mintiéndose a sí mismo, imaginando otros seres a través de los cuales se pueda escapar de la realidad. En Onetti esta fragmentación asume formas diversas. Hay siempre un momento en que los antihéroes —desde Eladio Linacero en El pozo a los “narradores-testigo” Jorge Malabia y Díaz Grey del ciclo narrativo de Santa María, pasando por Brausen y su alter ego Arce— se despiertan a la evidencia de no ser lo que creían ser. El yo se proyecta en otro como forma de resolver las tensiones existentes con la realidad y se refugia en la fantasía del personaje que quisiera ser y no es. Eladio Linacero, el protagonista de El pozo, funda la tradición onettiana del yo desdoblado en otro. A lo largo de una calurosa y húmeda noche de verano, al final de un día de fiesta y en la víspera de cumplir cuarenta años, un hombre fuma y se pasea sin parar en la desordenada 23 Del yo al nosotros habitación de un inquilinato. Está aburrido de estar echado en la cama y oliéndose alternativamente las axilas con una mueca de asco, hace el inventario de su vida: no tiene trabajo ni amigos, se acaba de divorciar, sus vecinos le resultan “más repugnantes que nunca”. Hace más de veinte años que ha perdido sus ideales y no se inquieta cuando “según la radio del restaurant, Italia movilizó medio millón de hombres hacia la frontera con Yugoslavia; parece que habrá guerra”(1939: 22), Cualquier hombre confrontado a una similar circunstancia vital no podría evitar las reflexiones más sombrías. Sin embargo, Eladio Linacero logra evadirse de su triste realidad. Le ha bastado empezar a escribir un sueño (“el sueño de la cabaña de troncos”), aunque para ello se haya visto obligado a “contar un suceso como prólogo” y a reconocer que “yo soy un hombre solitario que fuma en un sitio cualquiera de la ciudad” con el que termina su monólogo (1939: 56). En cincuenta y seis páginas, narradas en primera persona a lo largo de esa noche de insomnio, se libera no sólo de los fantasmas más tenaces de su soledad, sino que funda otra realidad, gracias a la simple fórmula de aceptar que “yo soy un hombre que se vuelve por las noches hacia la sombra de la pared para pensar cosas disparatadas y fantásticas” (1939: 54). De allí la importancia de la caracterización del agente-hablante en el monólogo de El pozo, verdadero focus of narration del relato, al decir de Robert Penn Warren (1943). Su papel (rol) debe ser analizado en detalle, en la medida en que se propone ser otro al término de su reflexión. Linacero resuelve su dificultad de relación con la realidad gracias a las proyecciones que realiza de sus deseos, porque estas proyecciones de recuerdos, sueños o simples lecturas de libros de la adolescencia son controladas por él, a diferencia de lo que sucede con la realidad exterior sobre cuyo devenir no tiene ningún ascendiente. La contrapartida de este control que se ejerce sobre lo que se imagina es una restricción paralizante de toda acción. Echado en la cama o paseando por la habitación, Linacero obvia las consecuencias de su traumático divorcio de Cecilia proyectando en uno de los términos de su divalencia (disociación de la ambivalencia que le era inherente) en la figura de Ana María, una muchacha que conoció cuando tenía quince años y que murió poco después, muerte que le garantiza la preservación incontaminada del recuerdo fijado en la belleza de su juventud. Ana María se integra a su proyección al correr en los sueños nocturnos para acostarse desnuda en una cama de hojas en una cabaña de troncos en Alaska, donde Linacero se imagina trabajando en un aserradero. De este modo, “El sueño de la cabaña de troncos” se integra con el suceso (la existencia real de Ana María) que le sirve de prólogo. El mismo Linacero asume en otros casos la regresión como conducta 24 Fernando Aínsa defensiva típica, es decir: La que tiene lugar siempre que aparece un conflicto actual que el sujeto no puede resolver y entonces reactiva y actualiza conductas que han sido exitosas en otro momento de su vida, pero que corresponden a un nivel de vida anterior, infantil (1939: 32). En efecto, para intentar salvar su pareja con Cecilia, Linacero decide reconstruir “una imagen ya lejana que se repetía tercamente debajo de sus párpados”: la de Ceci vestida de blanco, con un sombrero caído sobre una oreja, bajando por una calle hacia la rambla una noche ventosa de verano. Entonces se amaban y eran felices. No hay, pues, más que intentar una regresión en el tiempo y recuperar aquella felicidad. “Había una esperanza, una posibilidad de tender redes y atrapar el pasado y la Ceci de entonces”, se plantea durante una velada insomne en que “no vino ninguna aventura para recompensarme del día”, es decir, cuando no había podido evadirse con una proyección. Como no puede perder tiempo, porque “la hora del milagro era aquélla, en seguida”, despierta a Cecilia en la madrugada, la hace vestirse de blanco “como entonces” y la arrastra hacia la esquina del recuerdo agradable. Intenta, entonces, reconstruir la escena del pasado hasta en sus mínimos detalles. Varias veces subió la calle y vino hacia mí con el vestido blanco donde el viento golpeaba haciéndola inclinarse. Pero allá arriba, en la calle empinada, su paso era distinto, reposado y cauteloso, y la cara que se acercaba al atravesar la rambla debajo del farol era seria y amarga. No había nada que hacer y nos volvimos (1939: 33). En el juicio que sigue a este frustrado intento de recuperación del pasado, el episodio aparece transformado por el frío lenguaje jurídico. No estamos frente a una voluntad deliberada de salvar el amor de la pareja, sino a un hombre que en la madrugada despierta a su mujer, la hace vestir y salir a la calle y la somete a “actos propios de un anormal, obligándola a alejarse y venir caminando varias veces” y repetir “frases sin sentido”. La verdadera “alma de los hechos”, como reflexiona Linacero en la habitación donde recapitula su regresión, ha desaparecido en la mentira de haber dicho “toda la verdad” (1939: 34). El yo desdoblado, esa primera persona conjugada bajo diferentes nombres, escamoteándose bajo el disfraz de identidades que, más que diferentes, son fragmentarias, reaparece como una constante en la obra de Onetti. En algún caso, como una forma de salvación física. Cuando Ossorio en el curso de su fuga en Para esta noche (1943) asume la identidad de 25 Del yo al nosotros Santana, lo único que quiere evitar es que lo maten. Evitar la muerte violenta, pero también la muerte lenta de la vejez como Elena Sala reencarnando los encantos de la juventud perdida de Gertrudis en La vida breve (1950); Nora para ser alternativamente María Bonita en Tierra de nadie y en Juntacadáveres. El juego de sustitución de identidades puede asumir el dramatismo de Jorge Malabia quien acepta representar a su hermano muerto Federico frente a su cuñada Julia en Juntacadáveres, o desdoblarse, como la prostituta Rita transformada en Higinia en Para una tumba sin nombre (1959). Pero nadie como Juan María Brausen, protagonista de La vida breve (1950) llega a poder manejarse alternativamente en los tres yo en que su identidad se fragmenta: el de Brausen, el de Arce y el de Díaz Grey. A diferencia de Linacero, a quién le bastó “contar un sueño” con el suceso que lo precedía, Brausen emprende una doble fuga simultánea. —Por un lado, se desdobla en Arce, un improvisado macró que irrumpe en el apartamento de su vecina, una prostituta cuyos ecos ha escuchado a través de los delgados tabiques que separan los dormitorios, como si las camas se prolongaran. —Por otro, asume la identidad de un personaje que ha creado, Díaz Grey, en una ciudad imaginada con tanta perfección —como es Santa María— que al final de la novela puede fugarse hasta allá sin forzar la ambigua realidad de la ficción inventada. A partir de La vida breve, Santa María se convierte en el escenario natural de la obra de Onetti. Brausen, su fundador, tendrá un monumento en la plaza principal y formará parte de la memoria colectiva de su pueblo. Un héroe reflejado en la nomenclatura urbana, pero también un Brausen-Dios, al que Díaz Grey invoca en La muerte y la niña: “Padre Brausen que estás en la nada”. Onetti revierte, así, la imagen del autor omnisciente, dios creador y gran manipulador de sus personajes de la novela clásica, transfiriéndola a la caricatura del escritor convertido en bronce erigido en la plaza de un pueblo de provincia y a la de una divinidad invocada en los momentos de sequía. Con esa pirueta definitiva, Onetti cierra un cosmos donde la primera y la tercera persona se confunden en los desencuentros de un yo fragmentado y desdoblado y donde el narrador se disimula entre sus propios personajes. Se ha dicho —Louis Dudek (1967), entre otros— que la historia de la literatura es un gran movimiento que va desde lo impersonal y universal, el gran relato cosmogónico y épico, hacia la subjetividad; desde la voz de un dios enunciando verdades eternas a la de un hombre solitario, cada vez más lejos de las verdades absolutas y más cerca del desamparo y la duda. La primera persona no tiene la autoría del pasado; está, por el contrario, atrapada en el dilema de sus propias fobias y aversiones, medias verdades y 26 Fernando Aínsa penumbras. Los héroes de Onetti, conjugados en la primera o tercera persona del singular o en la colectiva de la primera del plural, encarnan esta trágica realidad contemporánea, pero lo hacen con la discreción necesaria para hacernos creer que es apenas una comedia. Fernando Aínsa Apartado Postal 10316 50006 Zaragoza fainsa@terra.es/ fainsa@able.es BIBLIOGRAFÍA BOOTH, Wayne C. 1961. The rethoric of fiction. Chicago: The University of Chicago Press. BREMOND, Claude. 1973. Logique du récit. París: Seuil. DUDEK, Louis. 1967. The first person in literatur. Toronto: Canadian Broadcasting Corporation. GENETTE, Gérard. 1972. Figures III. París: Seuil. HUMPHREY, Robert. 1954. Stream of consciousnessin the Modern Novel. Berkeley: University of California. JARA, René y MORENO, Fernando. 1972. Anatomía de la novela. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso. LESSER, Simon. 1957. Fiction and the Unconscious, New York: A Vintage Book. LUBBOCK, Percy. 1968. The craft of fiction. London: Viking Press. NÚÑEZ, Angel. 1968. La obra narrativa de Roberto Arlt. Buenos Aires: Minor Nova. ONETTI, Juan Carlos Onetti. (1939): 1968. El pozo (Novelas cortas). Caracas: Monte Ávila. 1950: La vida breve. Buenos Aires: Sudamericana 1954: Los adioses. Buenos Aires: Sur. 1959: Una tumba sin nombre (en sucesivas ediciones llamada Para una tumba sin nombre). Montevideo: Marcha. 27 Del yo al nosotros 1961. El astillero. Buenos Aires: Fabril. 1963: Tan triste como ella, La cara de la desgracia. Montevideo: Alfa. 1966: Juntacadáveres. Montevideo: Alfa, 2ª. Ed. 1966: Para esta noche (1942). Montevideo: Arca. 1973: La muerte y la niña. Buenos Aires: Ediciones Corregidor. 1982: Tan triste como ella y otros cuentos de Juan Carlos Onetti. Barcelona: Lumen, 3ª. Ed. 1988: Cuando entonces. 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John Keats, “Carta a Richard Woodhouse” (Cortázar 1996: 494) “Tal vez me llegue el día en que acuda, con una muchedumbre, a sufrir la mirada de un iluminado; tal vez mi camino termine en un encuentro, en una oneness (…)” Julio Cortázar, “Carta a Fredi Guthman” (Cortázar 2000: 254 Resumen: La poética romántico-ontológica de John Keats contribuye a la fijación de un armazón literario que posibilita a Julio Cortázar la re-creación de personajes y de circunstancias insólitas en toda su narrativa. En la obra literaria y epistolar del poeta inglés, el cuentista argentino rastrea los conceptos que vertebran ese ideario estético con el fin de imprimir un nuevo giro a los textos fantásticos que conforman su cuentística desde la etapa inicial de La otra orilla. El denso y extenso estudio de Imagen de John Keats se impone como testimonio irrefutable de la adquisición instrumental de una poética puesta al servicio de un proyecto literario ambicioso y efectivo: reclamar su espacio entre las nuevas voces de la narrativa hispanoamericana. Palabras clave: romanticismo poético, oneness, camaleonismo poético, unidad de lo múltiple, creatividad onírico-ontológica, modelo literario. Abstract: Inversion and Invention of Images and Mirrors: The Romantic “Poeticism” of Julio Cortázar in His Short Stories Through the Light of “Imagen de John Keat”. John Keats’ poetic concept of oneness helps to forge a literary framework, which enables Julio Cortázar to re-make several characters and unusual circumstances in his narrative works. The Argentinean writer traces the main theoretical concepts in the works and letters of this English poet in order to give an 29 Emilio Báez innovative turn to his incipient way of conceiving short stories from the very beginning, those posthumously published in the collection called La otra orilla. Then, Cortázar’s dense and lengthy Imagen de John Keats is the unanswerable proof of his outstanding acquisition of this Romantic poetics, essentially as an instrument to reach his literary ambitious goal: the rise among the new ones in Latin American prestigious writer listings. Key words: poetic romanticism, oneness, poetic chamaleonism, unit of multiple, oneiric-ontological creativity, literary canon. DESCRIPCIÓN DE IMAGEN DE JOHN KEATS En este texto de juventud, Julio Cortázar vierte al castellano gran parte de la obra poética (tanto sonetos como fragmentos de los poemas mayores) y dramática (fragmentos de las únicas dos obras teatrales) de John Keats con el propósito de revalorarla a la luz de los datos más significativos de su vida, registrados en su epistolario y comentados por la crítica anglosajona más autorizada. Valiéndose de las cartas y de los poemas, principalmente, traza un boceto biográfico y dialoga continuamente con el poeta inglés para rastrear y formular su poética camaleónica, de la que se aprovecharía mismo Cortázar en la creación de su narrativa breve desde sus comienzos. De otra parte, el cronopio y el fama cortazarianos se turnan en el tono impulsivo y, a la vez, solemne, en la metodología confusa e impecable de estas seiscientas páginas salpicadas de digresiones parentéticas de la vida de su autor y de un sinfín de teorías y movimientos estéticos durante el proceso mismo de redacción. Una libertad romántica y una imponente erudición a su antojo gobiernan a Cortázar cuando redefine el romanticismo inglés; pone en su sitio a cada exponente del parnaso insular; contextualiza a Keats con voces pasadas y futuras, por cuanto fue capaz de cantar con voz homérica a una urna griega y de anticiparse al credo simbolista a un tiempo. Además, traza inevitables paralelos biográficos (un viaje de Keats al norte en el verano de 1818 le detona el recuerdo de una andanza suya en Chile por Osorno, Valdivia, Valparaíso) y le toma el pulso a la madurez instantánea y mística de esa poética que le sirvió de molde al “poeticismo” romántico de toda su narrativa. Sólo un escaso margen de seis años faltó para que Imagen de John Keats celebrara sus bodas de oro con el silencio. La colección Biblioteca Cortázar de la editorial Alfaguara asumió el deber de malograrlas en 1996, cuando lo publicó in memoriam poco más de una década después. Obra de juventud, Imagen de John Keats muestra no sólo la pasmosa erudición y agudeza de su autor —a sus treinta y cinco años, ya podía optar para una 30 Inversión e invención de imágenes y espejos cátedra de poesía inglesa en Oxford—, sino la admirable poética de avanzada de Keats, la cual había sido, por un lado, su objeto de reivindicación en un estudio crítico de 1946 y, por otro, su catecismo difundido sobre ruedas en numerosos cuentos desde la misma etapa inicial de su narrativa breve. LA GÉNESIS DE UNA OBSESIÓN El interés de Cortázar por Keats se retrotrae a una carta de 1940, dirigida a Mercedes Arias, en la que no puede reprimir el asombro —“Leo a Keats. ¡Qué poeta!”— y le pide a su destinataria que le vuelque al castellano el soneto “On the Elgin Marbles”, que le resulta “oscuro, casi ininteligible” (2000: 101-2). Al año siguiente, le escribe de nuevo a Arias para lamentar el posible extravío de la solicitada traducción, a la vez que persevera y se maravilla de Keats hasta el paroxismo: “Jamás se había escrito antes de él, en un inglés tan límpido, tan musical” o “Milton y Byron se tornan ásperos —¡ellos!— a su lado” (108-9). En una tercera carta a Arias, le reitera que está leyendo las obras completas de Keats; además, le agradece la versión castellana del soneto con elogiosas palabras (112). En tanto, sigue traduciendo a Keats. Arias le exulta la oda “A una urna griega”: sin duda, uno de sus mayores logros del cual Cortázar se enorgullecerá hasta sus últimos días 1 . Todavía el 29 de julio de 1944, le ruega a Arias por las cartas de Keats a Fanny Brawne; por cualquier libro especializado de “crítica concerniente a Keats o Shelley” (165): algo con qué entretenerse el resto del año. Al cabo de un mes de haberse trasladado a Mendoza para impartir cursos de Literatura Francesa y de Europa Septentrional en la Universidad de Cuyo, le confiesa a Lucienne C. de Duprat su pletórica felicidad de “entrar a un curso superior y pronunciar el nombre de Baudelaire, citar una frase de John Keats, ofrecer una traducción de Rilke”, puesto que ha seleccionado a sus predilectos de entre “temas preferidos y largamente estudiados” (167-8). Al mes siguiente, le asegura a Arias haber concluido de leer Byron and Shelley; A Tragic Friendship de Isabel Clarke, para insistir en la vulgaridad de Byron, aunque Shelley sea punto y aparte. Tampoco se desentiende del Keats de Betty Askwith 2 . 1 Así lo expresó en breve nota antes del comienzo de Imagen: “Con excepción de dos poemas (“A una urna griega” y “La melancolía”), el autor considera provisionales todas sus traducciones, y sujetas a revisión total” (1996: 14). 2 Carmen de Mora presenta el catálogo de fuentes intelectuales correspondiente al lustro de la docencia preuniversitaria: Heine, Hölderlin, Valery, Mallarmé, Alberti, García Lorca, Molinari, Neruda, Rimbaud, Lautréamont, Ellery Queen, Salinas, León Felipe, John Addington Symonds, gramáticas alemanas y Defoe, entre otras (2002: 48). 31 Emilio Báez Restan dos rápidas alusiones más al poeta inglés, que se suceden en noviembre de 1944 (177) y en mayo de 1946 (203), para arribar, precisamente, a este segundo año como el de composición de “La urna griega en la poesía de John Keats”. Este extenso ensayo de investigación literaria apareció en la Revista de Estudios Clásicos del Instituto de Lenguas y Literaturas Clásicas de la Universidad Nacional de Cuyo (1996: 264) y fue rescatado por Jaime Alazraki —bajo el sello Alfaguara— con las siguientes palabras liminares: “continuará siendo el documento más importante para el estudio de la deuda de Cortázar con el romanticismo y con la mitología clásica” (1994: 11). Alazraki lleva razón. Este ensayo de Cortázar excede los límites de una minuciosa exégesis filológica y de una extraordinaria traducción al castellano de la oda incluida en el título. Es, sin duda, un excepcional periplo en la poesía de Keats —sonetos, odas, poemas narrativo-mitológicos, etc. — con el tono solemne y el estilo pulcro del profesor universitario, a fin de revalorar su poética incomprendida en tanto que “contemporáneamente” romántica a la luz de su actitud estética ante el tema helénico. Conviene, entonces, acercarse a sus planteamientos en detalle. Aduciendo que la época moderna bifurcó el acceso “a los órdenes espirituales de la antigüedad grecolatina” para intentar incorporarlos y recrearlos en su expresión artística, Cortázar opone —y avala— la visión romántica, que aprehende “el genio helénico en su total presentación estética”, a la visión racional y científica del clasicismo, que “imita una supuesta técnica artística clásica fundada en módulos, paradigmas donantes de eternidad”, aunque al margen de lo helénico por su interés “perfectamente técnico e instrumental” (1994: 27-31). De paso, Cortázar subraya la irrelevancia de que Keats no tuviera una cultura helénica sistematizada en Oxford o en Cambridge, cuando el clima del romanticismo inglés estaba saturado de helenismo que la antropología difundía en manuales y textos de divulgación general o ubicaba en las modestas galerías del British Museum. En este contexto, surgen los sonetos “A Homero”, que testimonia la revelación de Keats ante la epopeya griega, y “Al ver por vez primera los mármoles de Elgin”, que apunta a una “coexistencia espiritual con formas tras las cuales su aguda intuición le hace ver palpitante la realidad —románticamente exaltada— de lo griego” (33-7). Otros poemas no explícitamente griegos denotan una sensibilidad helenizada en subterfugios como lo es una estación del año, o el caso de “Oda al Otoño”. De ello se desprende que la poética de Keats privilegia más las formas que las palabras griegas, valorándolas más por su carácter poético que por su significado mitológico. O mejor, Keats asume la mitología griega para cantarla con su impronta indeleblemente lírica de 32 Inversión e invención de imágenes y espejos poeta romántico. He aquí, pues, un imponente muestrario: de una parte, “Endimión” e “Hyperion”, poemas que ilustran la subordinación total al tema mitológico; de otra, “Sueño y Poesía” y “Oda a un ruiseñor” que, excluidos de filiación mitológica alguna, ejemplifican la delectación de la poesía por un tema que permita continuar lo esencialmente griego como “un bien propio y natural” (39-42). Cortázar lo destaca con el término natural sympathy (‘empatía natural’) —citando el Keats de Sydney Colvin (1906) — aquello que capacita al joven poeta para “concitar con precisión de testigo el ambiente medieval” de “La Belle Dame sans Merci” o de “Isabella”, procurando aproximarse “a lo helénico o a lo isabelino y sorprender, al margen de la circunstancia histórica, las fuerzas espirituales que la determinan” (44-5). La clave de la poesía de Keats se muestra en la preferencia por la imagen de un poema en perjuicio del objeto que la suscita, sin disolver, paradójicamente, la identificación con su sustentáculo sensible; de modo que, lejos de realizar la hermenéutica poética del mito codificado en las imágenes de un vaso griego, el verso keatsiano invita al “goce inocente y total del objeto bello” (46). En este punto, Cortázar devela la condición sine qua non con la cual Keats hubiera logrado su cometido poético: estar dotado de “la admirable —y angustiosa— característica de todo poeta: la de ser otro, estar siempre en y desde otra cosa”. Y cita extensamente una carta crucial a Woodhouse para comprender la poética de Keats: En cuanto al carácter poético en sí (…), no es él mismo; no tiene ser; es todo y nada, carece de carácter, goza con la luz y la sombra, vive en el mero gusto, sea falso a recto, alto o bajo, rico o pobre, mezquino o elevado… y tiene tanta delicia en imaginar a un Yago como a una Imogena. Aquello que choca al filósofo virtuoso, deleita al poeta camaleónico. No causa daño por su complacencia en el lado sombrío de las cosas, ni por su gusto hacia el lado en luz, ya que ambos concluyen en especulación. Un poeta es lo menos poético de cuanto existe, porque carece de identidad; continuamente está yendo hacia —y llenando— algún otro cuerpo. El sol, la luna, el mar, así como hombres y mujeres, que son criaturas de impulso, son poéticos y tienen en torno suyo atributo inmutable; el poeta no, carece de identidad. Ciertamente es la menos poética de las criaturas de Dios. (…) Parece mezquino confesarlo, pero es un hecho que ninguna palabra de las que pronuncio puede ser aceptada y creída como una opinión nacida de mi naturaleza propia. ¿Cómo podría ser así si no tengo naturaleza? Cuando me encuentro en un salón con otras gentes, y si no estoy meditando las creaciones de mi cerebro, ocurre que no soy yo mismo quien halla refugio en mi ser, sino que la identidad de todos cuantos se encuentran en el salón empieza a presionar sobre mí, 33 Emilio Báez (de modo que) en poco tiempo quedo aniquilado; y no sólo entre hombres, lo mismo me ocurriría en un cuarto de niños… Poeta camaleónico, Keats se autorretrata, aquí, de manera insuperable. Así lo confirma Cortázar en la “Carta del camaleón”, sección que dedica en Imagen al anuncio del monumental hallazgo de la insistente intuición keatsiana que comporta, como poco, “una de las llaves maestras de la poesía contemporánea” (1996: 490). La proteica ipseidad del sujeto poético es lo que, de hecho, lo capacita para la creación literaria. Se trata de un “camaleonismo” poético que le permite “penetrar metafísicamente en las formas ajenas e incorporárselas por vía del canto, ahondando en ellas hasta ese límite donde las posibilidades del verso ceden al balbuceo, a la admiración y al silencio” (494-5). Con sobrada razón Keats es el “místico” de la segunda generación de románticos ingleses. Igual que los místicos, Keats renuncia al sujeto cognoscente en su experiencia numinosa para zambullirse en el objeto contemplado y ser eso que ya deja de señalarse como ajeno en la otra orilla, por estar en el interior del hombre, en comunión connatural con el misterio fascinante. El lector con lupa que hay en Cortázar lo admite sin reservas: Anonadarse parece, pues, privilegio de los místicos y de cierta especie de poetas. No hemos de ocuparnos aquí del particular e unilateral anonadamiento del místico, aunque no es inútil señalar que ese rasgo es el que más alcanza a emparentarlo con el poeta, en la medida en que ambos renuncian a su ser limitado para irrumpir en (o ser irrumpidos por) dimensiones ontológicas trascendentes (496). Este camaleonismo, espinazo de la poética keatsiana, formó parte del decálogo de la cuentística cortazariana durante toda su producción literaria. Todavía más: en los setenta, aún no puede dejar de homenajear a Keats en confeso reconocimiento de su deuda. PASEANDO POR IMAGEN DE LA MANO DE CORTÁZAR, QUE NO SUELTA LA DE KEATS Después de la alusión relampagueante a Keats en una carta a Sergio Sergi, hay un paréntesis silente de cuatro años, que se cierra con la misiva —de inesperada atmósfera trascendental— del 3 de enero de 1951 a Fredi 34 Inversión e invención de imágenes y espejos Guthmann, el primero en recibir noticias de Imagen 3 . Cortázar reacciona perplejo y desprovisto de conocimiento ante la experiencia que su destinatario le había narrado a Susana en una carta, de cuya autenticidad no duda, porque “transmite una impresión de serenidad como sólo lo dan los textos místicos extremos, ésos donde el lenguaje es como el suyo, ya casi no es lenguaje sino voz en estado de pureza, transmisión directa del balbuceo” (2000: 151). Después de estos párrafos de felicidad en los cuales lamenta no poder ser más solidario con Guthmann por la notable ventaja espiritual que éste le lleva, le revela su agenda de trabajo para el verano de 1951: “he reunido el mucho material que había juntado en varios años atrás sobre Keats, y estoy haciendo de eso un libro. No quiero que sea cosa de scholar; lo escribo sueltamente, con toda clase de diversiones y digresiones, con relatos marginales y analogías. Será un libro escandalosamente antiuniversitario; por eso, espero les gustará a los buenos lectores de Keats” (253). Nada más cierto, porque es en Imagen donde Cortázar engancha la toga, lanza al aire el birrete y le da un buen estirón a aquel valioso estudio almidonado de 1946, revigorizándolo con el “frugal” bagaje de un lustro de lecturas y aliñándolo con un tono anti-solemne, descaradamente creativo. Pero hay más, mucho más. En este “libro romántico”, el autor oscila entre la inspiración jocosamente parodiada y el pensamiento crítico. Ésta es la “Declaración jurada” que sirve de antesala al texto; un espacio de absoluta diversión donde se demuele la actitud encopetada del scholar: “Escribir salpicando citas es pedantería (…)”; aunque el erudito no acabe, en 3 Cortázar salpica esporádicamente datos que certifican la temprana composición de Imagen. En un paréntesis comenta que, mientras escribe, oye “Los pinos de Roma” por Radio del Estado, a las 23:15 horas “del 24 de enero de 1951” (1996: 180), con lo cual, para haber alcanzado 180 páginas de su Imagen a finales de enero, tuvo que haber comenzado en, o poco antes de haberse dirigido a Guthmann a principios de mes. Un segundo paréntesis corrobora su escritura sobre la marcha el 22 de febrero: va por la página 207 y abandona la máquina de escribir —según dice ese día— para beber agua y contemplar las boyas del canal; pero lo cierto es que igual lee textos “de riguroso anti-clímax” (2000: 255). A este ritmo —casi un mes para mecanografiar 27 páginas—, no parece improcedente retrotraer el comienzo de la escritura de Imagen a abril de 1950, en cuyo mes de febrero el autor había viajado a Italia. De hecho, a Fredi Guthmann le narra su itinerario (253) y, en Imagen, recalca la “religiosa” visita a la tumba de Keats (1996: 209). Una segunda referencia que apunta a 1950 es otra misiva a Guthmann (26 de julio de 1951) en la que traza su agenda de trabajo, con este texto en especial: “Todo lo que había trabajado en este año pasado y lo que va del ’51, sobre todo la tarea abrumadora de escribir el libro sobre Keats (…)” (2000: 256). Con todo, a pesar de que Ana María Hernández del Castillo opina —sin citar documentos— que en 1950 Cortázar estaba “hafway through his book on Keats (‘a medio camino en su libro sobre Keats’)” (1981: 3), Steve Boldy se ciñe a las fechas del texto mismo, que “porte les dates: Buenos Aires, 19 juin-Paris, mai 1952 (‘anota las fechas: Buenos Aires, 19 de junio-París, mayo de 1952’)” (2002: 13). Las versiones castellanas entre comillas simples me pertenecen; en adelante, citaré por nombre las de otros traductores. 35 Emilio Báez definitiva, de abandonar la sala: “Si cito porque me da la gana, es que la gana me da las citas” (17-8). En su “Metodología”, parte del hecho de que va “del brazo de Keats, actitud más natural para conocerlo”, y justifica su no procurado pero tampoco evitado desorden por causa de la heterogeneidad de las fuentes (ficheros, cuadernos, folios sueltos, un batallón de libros y un torrente de cartas, de hechos…); también, por su imperiosa voluntad: “me divierte más escribir cuando me dan ganas de hacerlo” (19-20). Es así como Cortázar reformula el “romanticismo”, habitualmente asociado a la proclividad plañidera de Zorrilla, de Espronceda, del duque de Rivas, de Musset, de Chopin, de George Sand, de Goethe y de José Mármol, entre otros “sauces llorones”, cultivadores de género del Niágara nasal “que poco o nada tienen de vivo en estos tiempos de un romanticismo más original (de “origen”) como, por ejemplo, el surrealismo” (28). Sin lugar a dudas, corazón y mente han pactado en Imagen, quizá porque Keats es el poeta que guarda no pocos paralelos con Cortázar en este sentido. EL ESCRITOR Y SU ALTER EGO : HACIA LA ADOPCIÓN DE UN MODELO LITERARIO La predilección de Cortázar por Keats, el “poeta camaleónico”, no es fortuita. Su vínculo con grandes maestros de la narrativa argentina, particularmente obsesionados por la fantasía, la metafísica o la mística natural —i.e., Adolfo Bioy Casares, Macedonio Fernández y Jorge Luis Borges, respectivamente— 4 , está fuera de discusión, aunque él y Roberto Arlt le dieran su vuelta de tuerca a la inquietud existencial con la estupenda llave inglesa del humorismo (Shaw 1999: 100). Por eso, Keats, “el más exigente y delicado” del segundo triunvirato de poetas románticos —anota Pujals (1988: 334-5)— “más puro aún que su amigo Shelley”; Keats, el apasionado por amar lo bello y cuya vida no fue otra cosa sino un “continuo ascenso para llegar a la unión con la belleza absoluta”; Keats, el “místico de la poesía”, le es tan familiar a Cortázar. No obstante, Keats también fue muy capaz de reírse en poesía. He ahí “El gorro y los cascabeles”, del que Cortázar especula: “es grato pensar que a Keats le divertía escribir estas estrofas, acumular expresiones extravagantes o intencionadas”, mas inconclusas por sus peores accesos de tos a partir de la 4 Gabriela de Sola ha demostrado que existe una indiscutible tendencia hacia el misticismo en la literatura argentina de los cuarenta y cincuenta (1967: 56-85). En cuanto a Borges, se trata de experiencias que no vaciló en calificar de místicas a Willis Barnstone en Indiana University (1982: 10-11), dimensión de su obra literaria de la cual me he ocupado en un algunos trabajos (1999: 93-102; 2003: 98-117; 2004: 71-88). 36 Inversión e invención de imágenes y espejos crisis de noviembre de 1819 y de febrero de 1820 (1996: 589-91). Esto, en sentido estricto, lo hace muscular y no epidérmico o de bolsillo para Cortázar. De otra parte, el autodidactismo de Keats lo aproxima mucho más a Cortázar, de igual formación libresca. Si bien su nacimiento y las circunstancias de su adolescencia le levantaron un muro infranqueable hacia la cultura académica, Keats fue un lector voraz de todas “las voces paralelas” (32-7). ¡En qué tremendo espejo se contempla Cortázar! Otro hecho no menos interesante, que humanamente hermana a Cortázar con Keats, es la primogenitura. Les tocó ser “el hombre de la casa”. Y Cortázar lo expresa de Keats —más bien pensando en sí— como si esta bendición fuera “una penetrante conciencia de obligación, de responsabilidad. Era ‘el hermano mayor’. ¡Qué lástima!” (154) A estos datos de estratégica exposición biográfica —casi asistimos a una autobiografía cortazariana—, el narrador argentino no se inhibe de incrustar en su prosa espontánea, otro aluvión de intuiciones poéticamente sentidas sobre su predilecto, al estilo de la siguiente: “Del Keats de los dieciocho a los veintitrés años hay una sola diferencia que va de la manzana verde a la madura; no necesitó de eternidad para ser él mismo. Era una criatura solar, de las que no requieren una moral para articular su conducta” (45). Tampoco se abstiene de agregar anécdotas suyas en las que deja caer frases que borboritan en sus cuentos a la vez que son excusa para justificar el uso de fuentes, como el epistolario de Keats, en el afán de una certera apreciación de su poética. Veamos, por ejemplo, su visita a Siena: Venía de pasar largo tiempo junto a la Fonte Branda, después subí una calle, pero en realidad la calle me subía, yo me dejaba estar poniendo apenas el movimiento. Así que llegué a la casa donde habitó Santa Catalina de Siena, y me senté en el umbral a descansar, a imaginarme, a comparar. Había un sol de diez de la mañana, que en Siena-la-que-sombras es más amarillo y azul, rompiendo el suelo en franjas brillantes como segundas calles puras, franjas por donde quizá solo Caterina Bernincasa había tenido el derecho de pasar. Siena es callada (…) y me placía incorporarme a esa luz silenciosa, mirando por entre mis rodillas la casa de la santa, oyendo todavía en la memoria el cloqueo de Fonte Branda. Entonces, por encima de mí, desde una ventana, la voz de una muchacha empezó a dibujar (decirlo de otro modo sería cobarde) una canzonetta a la vez tierna y viva, donde la palabra primavera brincaba como un conejo. En la calle vacía, la voz era de pronto parte del sol y de la santa, Siena cantaba su presente como para probarme un contacto con lo ido, con eso que yo perseguía casi desesperado por la Toscana. Inmóvil, temiendo mirar a lo alto y romper la voz con mi gesto, oí el canto limpio que se iba por el aire. Cuando cesó, la calle era distinta, 37 Emilio Báez la privación de esa voz la volvía de golpe a su opacidad de piedra y formas; me pareció que el pasado se cerraba otra vez en torno como una mano sobre un fruto; celoso, inquieto, necesario. Entonces, extraña cosa, pensé en Keats. Lo que había sentido un momento antes, la estructura total de ese sentir, el presente que abarcaba tanto más que el instante mismo, era el universo perfecto de la Oda al otoño, de la Urna griega, de La víspera de Santa Inés. Y supe que Keats había matado la noche, y que su obra era el rescate de lo diurno, la proclamación más alta de la vida matinal; esa calle de Siena era absolutamente Keats, como sólo puede identificarse el mundo con el hombre cuando hay verdad en los dos, cuando hay un día octavo (48-49). En primer lugar, salta a la vista el eco de un pasaje de “Distante espejo” (1943) —relato incluido en La otra orilla (1937-1945— cuando el protagonista expresa que: Algo más fuerte que yo me puso el sombrero en la mano, y por primera vez en mucho tiempo abandoné mi cuarto y salí a pasearme (…) proyectaba yo amablemente seguir hacia la plaza, bella y espaciosa plaza de Chivilcoy, cuando la rara atracción (…) me proyectó, irresistible, por la calle Rivadavia que se alejaba sin remedio de la plaza. (…) Por un momento me negué pero la fuerza aniquilaba toda defensa; (…) y me dejé llevar (1998: 83). De este modo misterioso, el personaje cortazariano llega —sin proponérselo— a la casa de doña Emilia; igual que su autor llega a la casa de la santa italiana, cuyo carismático temple hizo regresar a Gregorio XI, el padre “pródigo”, Gregorio XI. La santidad de la dominica se reconoce en la bella descripción de la luz solar, dotada de galerías por donde transita su espiritualidad también lumínica; es el momento cuando Cortázar se proyecta hacia la luz para participar de ella, como lo hubiera hecho Keats en semejante ocasión de pura sensibilidad, de pleno goce estético. En esta sintonía o transposición de identidades, las categorías temporales se trastocan y el presente se preteritiza —si se me permite el neologismo— o, igual, el pasado se actualiza dilatándose en la conciencia del ensayista argentino, que disfruta de un efímero portal hacia la eternidad. La belleza inefable de esta experiencia numinosa le detona el recuerdo de Keats, el “místico” del romanticismo inglés 5 , el cantor de: “A thing of beauty is a joy 5 No parece gratuita la comparación acerca de los más altos estados de la poesía keatsiana con los de la lírica juancrucista que Cortázar realiza taxativamente. A propósito de la “Oda al ruiseñor”, un insuperable pasaje de Imagen muestra al ensayista dominado por el asombro del lector afásico, sitiado por la belleza del texto: 38 Inversión e invención de imágenes y espejos forever” 6 (Keats 2000: 30). De ahí que, al día siguiente y en la escalinata de Santa Trinità dei Monti, Julio conciba la idea más original del libro: (…) nada podía ser más injusto hacia él que mantener una separación entre sus cartas y sus poemas, y supe que su obra es una, en cuanto su sentido no diverge al pasar del verso a la prosa, del canto a la narración. (…) Pensé (…) en una edición keatseana que mostrara poemas y cartas en su orden de creación, devolviendo la obra al decurso de la vida (1996: 49). Y así es. Cartas y poemas dialogan en Imagen, de cuyas páginas emergen la figura humana y el ángel del poeta de “una lírica solar, una afirmación vigilante del vivir humano, un romanticismo de visión directa”. Porque Keats es el poeta que, desde muy joven, descubre que la palabra ve. Así lo demuestra en la minuciosa descripción del paisaje avasallador que sus ojos perplejos tienen delante en “De puntillas estuve…”, con todas las deficiencias que pueda arrastrar un texto primerizo (58-66). Todo ello concuerda, además, con lo que Alazraki ha observado sobre el volumen y la calidad artística de la correspondencia cortazariana: “Su afición a la comunicación epistolar alcanzaría la magnitud de un verdadero género literario, no solamente por el altísimo número de cartas que escribió, sino por el gran valor estético y biográfico que contienen…” (Cortázar, 2000a: 1831) Por si fuera poco, el mismo autor ha concluido en y de su Imagen: “También este libro es una larga carta” (1996: 255). No sé de otro poema de John que —si preciso fuera señalar uno solo— nos acerque más a su desvelada ansiedad de ser, a su entrega por irrupción, a su ingreso enajenado. Éste es el delirio lúcido del lírico, el lenguaje que no espera al pensamiento, que vuela por imágenes y accede por incantación. Realmente ya no se puede hablar. Pienso en John cara arriba, yéndose al canto; pienso en San Juan de la Cruz: Que me quedé balbuciendo Toda ciencia trascendiendo (321). Esta filiación de Keats con el místico carmelita demuestra, una vez más, la intuición particular de Cortázar para identificar, bajo las coordenadas de una poética avant la lettre (‘anticipada, de avanzada’), a poetas de culturas y estilos muy disímiles, puesto que San Juan de la Cruz también ha sido leído por Carlos Bousoño como un poeta “visionario”, allende su vida mística, en su inteligentísimo ensayo “San Juan de la Cruz: poeta ‘contemporáneo’ ”, donde comenta la fascinante enumeración de símbolos o “imágenes visionarias” de las dos estrofas que dedica la voz lírica a la descripción del Amado en el celebrado “Cántico espiritual” (1985: 361-87). 6 Traduzco al castellano: “Un objeto de belleza es un júbilo perenne”. 39 Emilio Báez MÁS HUELLAS DE POEMAS Y DE CARTAS DEL POETA EN LA NARRATIO BREVIS DEL CUENTISTA Cuando comenta “Sueño y Poesía”, Cortázar hace hincapié en que la originalidad es el único rasgo común que Keats guarda con los románticos, porque “no es elegíaco,/sublima la habitual nostalgia del pasado, de la edad de oro, y sustituye la lamentación por la recreación,/ignora el exotismo a la Byron y aún a la Shelley (…)” y desdeña lo confesional: “(el ciclo de poemas a Fanny no estaba destinado a publicarse)” (1996: 72). Ello lo insta a incurrir en un paréntesis que contiene una hermosa definición del poeta, que ya había ensayado en su primera narrativa y proyectado en su etapa de madurez: “(…) El poeta es ese hombre que escribe nuestros poemas. Descubrirlos, entre tantos que no nos tocan, es hallar nuestra verdad, dicha por alguien que es nuestro doble, el doble del aire, el doble sin nombre ni impedimentos ni renuncias.)” (73-4) Otra vez en “Distante espejo"— otro de los cuentos de La otra orilla— el protagonista desdoblado se ve a sí en la habitación de su propia casa, realizando ininterrumpidamente su lectura bíblica “con la indiferencia con la que se soslaya la propia imagen al pasar frente a un espejo” (1998: 85). Por otro lado, en el cuento “La noche boca arriba” —que forma parte de Final del juego— el moteca y el motociclista llevan vidas anacrónicamente paralelas, simultáneas, en prodigiosa ubicuidad. Todo esto resulta congruente con el principio poético keatsiano —visto arriba— en torno a la identidad compartida con el objeto bello, cuya contemplación le proporciona un goce estético de instantes sempiternos o —para ser más preciso— de presente preteritizado. El comentario textual de “Sueño y Poesía” parece responder a un irrenunciable interés de Cortázar en lo onírico, taller del fenómeno poético donde se fraguan la imaginación y la intuición en el crisol de la plena libertad creadora 7 . Conviene citar algunos versos, como los que dicen: “A drainless shower/Of light is poesy; ’tis the supreme of power;/‘Tis might half slumb’ring on its own right arm” 8 (Keats 2000: 16); o, éstos, en los que el "sueño" es un espacio de creación de la belleza principalmente al cuidado de la sensibilidad, no de la razón: 7 En este particular, es muy valioso el citado estudio de Hernández del Castillo (4-5) sobre la teoría junguiana de los arquetipos actuantes en la inspiración, aplicable a Keats, según el conocimiento de conceptos de la psicología profunda por parte de Cortázar, adquiridos en la biblioteca de Daniel Devoto. 8 En la traducción de Martínez Luciano et al.: “Incesante aguacero / de luz es la Poesía; es ella el poder más supremo; / el poder que dormita apoyado en su hombro” (Keats, 1997: 97). 40 Inversión e invención de imágenes y espejos The hearty grasp that sends a pleasant sonnet Into the brain ere one can think upon it; The silence when some rhymes are coming out; And when they’re come, the very plesant rout: The message certain to be done to-morrow (18) 9 . En suma, en tanto espacio de creación, Keats le atribuye al "sueño" el valor estético de sus versos: “For what there may be worthy in these rimes/I partly owe to him (…)” (19) 10 mientras que Cortázar lo explotará con todas sus variantes —el entresueño, la duermevela— en sus cuentos de La otra orilla para pergeñar situaciones insólitas y de exquisita ironía literaria. En la narrativa madura, los ejemplos proliferan con asombrosa naturalidad. Esta primacía del sueño como espacio idóneo de la creación artística es un lugar común del verso keatsiano. Así lo está, nuevamente, en “Endimión”, poema que, según Cortázar, propina al lector “un knockout esplendoroso” (1996: 80). En otras palabras: es el poema que le concede cerca de cuatro mil versos a la palabra vidente y panegírica de la espontánea alegría de saberse ante lo bello del mito, no por el mito en sí 11 . Es la denominada “obra de visión” que da paso a la “obra de corazón” —a tenor con los postulados poéticos de Rilke, citados por Cortázar—: “John mira, y es Endimión” (81). Dado que mirar no es actividad pasiva, sino “lo más terrible que se puede hacer con el silencio, la luz y el espacio”, Cortázar pone énfasis en esta cualidad de artista plástico que Keats emplea 9 Cito de nuevo de Martínez Luciano et al: El puño en el corazón que envía un bello soneto hasta la mente sin que nos dé tiempo a pensarlo; el silencio del que surge la aparición de las rimas, y cuando llegan, el feliz alboroto que organizan: aunque el mensaje quede por hacer para mañana. (Keats, 1997: 103). 10 De Martínez Luciano et al.: “pues cuanto hubiere de valor en estas rimas / se lo debo en parte a él” (Keats, 1997: 105). 11 Keats toma el mito como excusa literaria para cantarle a la belleza del pastor tendido en la gruta de Latmos y —ojos indeciblemente hermosos, bien abiertos por regalo de Hipno— en espera perpetua de su amada Selene. ¿Love Story de la Hélade? Más, mucho más que eso: gustosa expansión del tiempo a fin de gozar de la verdadera belleza, siempre eterna. En el cuento “Breve curso de Oceanografía” (1942), la mención del mito se da con deliberada ironía por el misterio que supone el lado oscuro de Selene, su “espalda de azúcar”, que Endimión nunca pudo ver por razón de su inmovilidad perenne y de que Selene se le presentaba siempre de frente, mostrándole sólo su rostro al besarlo. Invocada por el narrador con el nombre de Astarté (o Íshtar, la diosa de la fertilidad y del amor en el panteón fenicio), queda de relieve el erotismo que hace del satélite un objeto de culto con el propósito de parodiar discursos literarios al estilo de Hesíodo o de Lautréamont. 41 Emilio Báez en descripciones de insospechada avanzada respecto al verso de todo un Baudelaire modernísimo. Más aún, en carta a Shelley, y con un pie casi en la fosa, Keats define al poeta como un ser yoísta en buena parte: “Un artista debe servir a Mammón; debe ‘concentrarse en sí mismo’, quizá ser egoísta” (97). Esto representa —según Cortázar— una magnífica explicación de “Endimión” y de toda la obra keatsiana posterior. EL CREDO DE KEATS EN LA PROFESIÓN ESTÉTICA DE CORTÁZAR Con el subtítulo “Carta de poesía”, Cortázar expone los axiomas de la poética keatsiana tomando como referente la misiva del 22 de noviembre de 1817, que Keats dirigió a Bailey: 1º) el poeta es un camaleón, dada su capacidad de ser por participación en la fundición y enlace unitivo con el objeto bello en el instante mismo del cumplimiento estético; 2º) existe una certeza de “lo sagrado de los afectos del Corazón y de la verdad de la imaginación”, que se resume en que “(eso) que la Imaginación aprehende como Belleza tiene que ser verdad”, o mejor: “‘Beauty is Truth, Truth is Beauty,’—that is all/Ye know on earth, and all ye need to know” (Keats 2000:216) 12 . Y Cortázar lo explana en sencillas palabras: “Al Cogito (‘pienso’) del clasicismo responde otra vez la intuición romántica de que la verdad es antes un acuerdo con la sensibilidad que con la razón”, reformulado en un nuevo axioma: “Siento, luego soy”. Sin pasos intermedios u operaciones “consecutivas” —así las calificó Keats—, la Imaginación abre los ojos y ve la Verdad, al modo de una revelación del corazón que Cortázar no vacila en ejemplificar con los luminosos versos de san Juan de la Cruz: “sin otra luz ni guía/sino la que en el corazón ardía” (Cortázar 1996: 100-1). Por otro lado, en carta para sus hermanos George y Tom (21 de diciembre de 1817), Keats establece la intensidad como el rasgo de excelencia del arte, por cuanto posee la capacidad “de disipar todo lo que sea desagradable, poniéndolo en relación estrecha con la Belleza y la Verdad…” Esta concepción del arte comporta un gran preludio con relación al poeta maldito y a los derroteros de la poesía contemporánea. Además, Keats apunta en esta misma carta hacia un hallazgo de resonancia trascendental que marcará la nomenclatura de la crítica literaria posterior: (…) de golpe advertí cuál era la cualidad que hace a un hombre plenamente realizado, sobre todo en literatura, y que Shakespeare poseía tan enormemente: quiero decir la capacidad negativa, o sea, la 12 Traduzco: “‘La Belleza es Verdad, Verdad es la Belleza’ —eso es todo lo que vosotros conocéis en la tierra y todo lo que vosotros necesitáis conocer”. 42 Inversión e invención de imágenes y espejos del hombre capaz de existir entre incertidumbres, misterios, dudas, sin encarnizarse en alcanzar el hecho y la razón… (…) Esto, estudiado en muchos volúmenes, tal vez no nos llevaría más allá de lo siguiente: que en un gran poeta, el sentido de la Belleza supera toda otra consideración, o más bien anula toda consideración (…) y, desde aquí, Keats complementará su “poética in nuce (‘en la nuez’)”, que apenas alcanzó un mes entre las cartas citadas para encapsular el germen “de toda su selva futura” (109). Retengamos un par de ideas. A saber: la palabra vidente keatsiana y la “obra de visión” rilkeniana para volver sobre la concepción de Cortázar en torno al mirar, actividad nunca pasiva, y a la identidad con el objeto contemplado —la oneness de Keats—, lograda en un presente preteritizado que le sirve de espacio vivencial al observador y lo hace intensamente testigo, partícipe del contexto a-temporal de la Belleza 13 . Efectivamente, en los cuentos de madurez, Julio Denis lleva a feliz término este credo romántico con el que Keats se refirió al ser humano cumplido en su famosa frase negative capability (‘capacidad negativa’). Los protagonistas cortazarianos son capaces de cumplirse en lo movedizo y lo arcano de su propia existencia, cuando renuncian a comprender racionalmente sus angustias, sus fatalidades. De vuelta a Imagen, no queda más que ejemplificar las congruencias de la cuentística cortazariana con la obra epistolar y literaria de Keats. En “La víspera de Santa Inés”, Keats no se propone un texto autobiográfico, sino el canto soterrado de campanas a rebato en su corazón, puesto que fue escrito “inmediatamente después de conocer a Fanny Brawne”, su adorado tormento. Poetización de otra balada medieval donde prima la creencia de la doncella que habrá de conocer el nombre de su príncipe azul si ayuna durante la noche de esa víspera, en tanto la aportación de Keats está en la introducción de “(todo el poema es un juego de espejos) un sueño en otro” (1996: 216-7). Caja china puesta en práctica en el verso, resurge la fijación cortazariana por los espejos y el espacio onírico. En “La víspera…” predomina un estilo directo, “agitadamente plástico” que Cortázar no cesa de asociar con algunas características diferenciadoras de la poesía moderna: “Este torear ceñido de John, su apretarse deliberado contra la sustancia del poema, es lo que mejor nos lo acerca a partir de La víspera. Si algún rasgo común tiene la poesía moderna desde el simbolismo, es el avance continuo 13 En carta a Bailey, Keats coloca “su universo poético esencial” sobre el tapete en tácito reconocimiento de que ha descifrado —ilustra Cortázar— “le lieu et la formule” (‘el lugar y la fórmula’) en unas palabras estremecedoramente reveladoras: “Y si un gorrión viene a mi ventana, tomo parte en su existencia y picoteo en la grava” (1996: 105). 43 Emilio Báez hacia lo concreto (…)” (223). La lectura cortazariana sobre la poética avant la lettre de Keats cobra vigor en cuanto avanza sobre la obra de su admirado poeta. A propósito de “La Belle Dame sans Merci”, Cortázar reincide en subrayar las repercusiones del sueño como elemento recurrente en la poesía de Keats. En “La Belle Dame…”, Keats elabora poéticamente la historia del caballero que se enamora de —y se lleva consigo a— una frágil y desconsolada doncella, desamparada a la orilla de un camino. Por efecto de la magia —en las ancas de la cabalgadura, la doncella canta y encanta al jinete—, arriban a una gruta donde le acaece al caballero una horrible pesadilla en la que el testimonio de reyes, princesas y guerreros empalidecidos por la muerte le hacen descubrir la identidad de la doncella despiadada, que “es la dominación y la degradación del amante bajo los filtros de la maga” (243). Tanta fascinación causó en Cortázar este poema, que llevó a cabo una conversión a la narrativa bajo el título de “Circe”, haciendo honor y camuflando a la vez a la belle fatale de la leyenda medieval, recuperada en verso romántico inglés con la eufemística frase a fairy’s child (‘doncella de cuento de hadas’), que el autor argentino tornó en el nombre ordinario de Delia Mañara. Diáfanas son las demás correspondencias. Desde el knight-at-arms (‘caballero andante’) en “La Belle Dame…” y Mario en “Circe”, se suceden otras, como la de her elfin grot (‘su gruta de duendes’), actualizada en la casa de los Mañara. Los pale kings and princess too,/Pale warriors (‘pálidos reyes y princesas también,/pálidos guerreros’) cobran el verosímil giro de sus pasados novios (Héctor y Rolo). La fairy’s song (‘canción encantada’) prospera en piezas al piano… y en bombones. La garland for her head (‘corona para su cabeza’), los brazalets (‘brazaletes’) y el fragant zone (‘espacio fragante’) del amante medieval se metamorfosean en esencias y sustancias para la repostería afrodisíaca de Delia, así como en la sala de su hogar. Las roots of relish sweet,/and honey wild, and manna dew (‘raíces de dulce sabor,/y miel silvestre, y rocío de maná’) se derivan en bombones de alquímicos rellenos de licor —y de organismos (nice eufemismo)—, bañados de chocolate o moka… Y mientras el instante de descubrimiento de la verdadera identidad de la belle dame se desarrolla en el sueño del caballero, para Mario acaece en la penumbra de la sala donde Delia, “anhelosa la respiración como si todo dependiera de eso”, le ha ofrecido un bombón cuyo contenido fue revelado por “la luna que cayó de plano” (1998: 154). Sin ánimo de subestimar los valores literarios de “Circe”, mucho más que un simple cuento de inspiración romántica, su trenzado belle dame-Delia Mañara con el personaje mitológico acentúa los vínculos de estas protagonistas en un auténtico entrecruce de paralelismos acomodados a la 44 Inversión e invención de imágenes y espejos mejor conveniencia por los autores de estas historias. Advirtamos que la raigambre de las roots of relish sweet de la leyenda “a lo Keats” ha sido identificada por Cortázar como el “molu” o raíz mágica que el dios Hermes dio a Odiseo para hacerse inmune a los hechizos de Circe, “una maga con poderes para transformar a los hombres a su antojo y con capacidad para purificar a los asesinos” (Alvar Ezquerra 2000: 197-8). El efecto de los bombones constata la imposibilidad del asesinato —“Igual que Héctor y Rolo se iba y se las dejaba” (Corryrytázar 1998: 154) —; lo que se contradice en el destino aciago que se cumple en los novios desengañados. DE POEMA A POEMA: LA REVELACIÓN DEL POETA Y DE SUS NOMBRES EN EL TIEMPO Suscribiéndose a la crítica unánime en el aplauso a las odas, Cortázar certifica que éste es el mejor Keats, al que juzga como de espíritu más asequible a la lengua y a lo mejor del verso lírico castellanos 14 . Este género de la poesía es el más dúctil para que el autor inglés realice “el acto poético puro donde queda anulado el poeta como persona, como ‘hacedor’ del poema” (1996: 254). Cuando comenta la “Oda a Psique”, a caballo entre el sueño y la vigilia creativa: “Surely I dreamt to-day, or did I see/The wingled Psyche with awaken’d eyes?” (Keats 2000: 210) 15 , Cortázar visualiza en Keats a un “poeta rabdomante” cuya sensibilidad lo familiariza naturalmente con la tierra y “las comunicaciones oscuras de la especie”, con el “lado ‘primitivo’, inmediato de las cosas y los recuerdos” en versos como: “‘Touch has a memory…’ (El tacto tiene memoria)” (1996: 295). Esta lucha de contrarios tan keatsiana —vigilia/sueño; pasión humana/libertad artística— es lo que Cortázar pretende explicar con su reinterpretación del sadismo psicológico en sadismo poético: Entendemos aquí por sadismo un alto plano de situación poética, donde los pares dialécticos que la inteligencia descubre y sitúa (…), no son datos últimos e irreductibles, sino estados que trascender. Hay negro y blanco, placer y dolor; si dialécticamente no se alcanza a superarlos —tarea a la que se consagra toda metafísica e incluso toda ciencia— el poeta busca entonces el producto de la fusión de los contrarios (…) (300; cursivas suyas). 14 En materia de traducción, hay excepciones. Cortázar descarga el mandoble sobre dos versiones españolas de “A una urna griega” (267-8), por entender que son “una mala faena que le han hecho a Keats en España”. Sin embargo, concede que la poesía de Keats comporta una genuina obra de traducción al cuidado del ángel de Luis Cernuda. 15 Traduzco: “¿Seguramente soñé hasta hoy, o vi/con los ojos despiertos a la alada Psique?” 45 Emilio Báez Por eso declara que el sadismo poético “es un método; y tiene por objeto una posesión ontológica” de la multiplicidad del mundo en la unidad de cada cosa que lo conforma, de modo que la miel es en tanto que el acíbar le sirve de sustentáculo, y a la inversa. Como el color negro no es peor que el blanco ni el acíbar peor que la miel, el método consiste en que “la mejor manera de asegurar poéticamente (luego diremos: ónticamente) la miel, es buscarla en, desde, por el acíbar”. En este plano, Cortázar ha precisado un lugar común en la obra de Keats y en la de los místicos: la obsesión por los contrarios en perfecta coincidencia o, mejor aún, la belleza de la noche sin cuyo contraste la luz desaparecería en su pureza misma. Importa subrayar que el cuentista argentino no sólo se asombra del poeta de avanzada que es Keats: “(…) está viendo ya lo que ocho lustros después va a ver —y practicar— Baudelaire” (303), sino que no le importa apropiarse del método para ponerlo en marcha desde su primera narrativa breve. Evitando ser prolijo, en La otra orilla el cuento “Los limpiadores de estrellas” (1942) es de paradigmática ilustración. Concluida la limpieza de la única estrella que quedaba por limpiar, el resultado fue absolutamente desastroso: La noche quedó instantáneamente abolida. Todo fue blanco, el espacio blanco, el vacío blanco, los cielos como un lecho que muestra las sábanas, y no hubo más que una blancura total, suma de todas las estrellas limpias… Antes de morir, uno de los directores de la Sociedad alcanzó a separar un poco los dedos y mirar por entre ellos: vio el cielo enteramente blanco y las estrellas, todas las estrellas, formando puntos negros. Estaban las constelaciones y las nebulosas: las constelaciones, puntos negros; y las nebulosas, nubes de tormenta. Y después el cielo, enteramente blanco. (1998: 95-6) En la narrativa posterior, sírvannos de muestra la tensión psicológica que el protagonista asume en la seductora del chico en “Las babas del diablo” —relato de Las armas secretas—: “Podía ser así, podía muy bien ser así; aquella mujer no buscaba un amante en el chico, y a la vez se lo adueña para un fin imposible de entender si no lo imaginaba como un juego cruel, deseo de desear sin satisfacción, de excitarse para algún otro, alguien que de ninguna manera podía ser ese chico” (Cortázar 1998: 219; cursivas mías); o el desdén del amante engañado, que arde en celos en “Continuidad de los parques” —cuento de Final del juego—: “Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta (…)” (291; cursivas mías). 46 Inversión e invención de imágenes y espejos En lo profundo, parece que emerge el conflicto Keats-Fanny, que Cortázar ya había estudiado en la correspondencia del poeta traducida en Imagen: “John descubre que Fanny lo ha separado de sí mismo y que sólo está en contacto con el hombre de fuera, el habitante; ése que no es digno de admiración” (355). La temible batalla keatsiana entre los opuestos ‘pasión humana/libertad artística’, el enamoramiento de Fanny —sin estarlo finalmente— resulta ser el humus donde sus odas crecieron como espléndidos paraguas abiertos. Por último y anticipándose a la muerte, Keats dejará, en “El gorro y los escabeles”, unos “versos atroces que Fanny no conoció”, pero que le sirvieron a Cortázar de trampolín para iniciarse en los saltos mortales de la narrativa breve: This living hand, now warm and capable Of earnest grasping, would, if it were cold And in the icy silence of the tomb, So haunt thy days and chill thy dreaming nights That thou wouldst wish thine own herat dry of blood So in my veins red life might stream again, And thou be conscience —calm’d— see here it is— I hold it towards you (367)16. No ofrece dificultad advertir el motivo de la mano como alter ego volente del poeta fallecido, también presente, por un lado, en el cuento “Estación de la mano” (1943) —perteneciente a La otra orilla— a la cual se atribuye —en el espacio onírico— un instinto de agresión posesiva; por otro, en “El hijo del vampiro”, cuyo protagonista —de nuevo en sueño— toma sexualmente la sangre codiciada de Lady Vanda. Hasta aquí, sírvanos esta trayectoria de ejemplificaciones del diálogo constante entre la obra keatsiana y la cortazariana para apreciar en Imagen el proyecto de asimilación de la poética de John Keats como modelo literario de la cuentística —extensivo a la novelística, no contemplada en estas páginas— de Julio Florencio Cortázar y, a la vez, aproximar las conclusiones. EL “POETICISMO” DE CORTÁZAR Y SU INDELEBLE R.I.P. SOBRE IMAGEN 16 Cito de Imagen la traducción de Cortázar (367): “(Esta viviente mano, tibia ahora y capaz / de oprimir con fuerza, si estuviera fría / en el glacial silencio de la tumba, / se te aparecería de día, y tus sueños nocturnos helaría / hasta que desearas tener el corazón exangüe / para que en mis venas la roja vida corriera otra vez / y tu conciencia se calmara… Mírala, aquí está. / La extiendo hacia ti)”. 47 Emilio Báez Queda claro que Imagen de John Keats (escrito entre 1950-1952) es el proyecto literario que, paralelo a otro millar de inquietudes, Cortázar llevó a cabo por espacio de doce años de intensivo estudio, avalado por el gobierno francés con una beca de diez meses (octubre-julio de 1952) en vista de su novedoso plan de trabajo, según le informó a Guthmann (2000: 257). Y la raíz del poeticismo cortazariano se hunde en su cátedra de Literaturas Septentrionales, donde asimiló las poéticas de Shelley, Keats y Rilke, específicamente. De la autocondena de Imagen a las mazmorras del silencio, hay una clave en la carta a Damián Bayón del 10 de agosto de 1954 (308). No descarta la versión inglesa; pero exige respeto al orden de las cosas. Acaso sea algo más que una cuestión de orgullo por lo vernáculo, por el sentido original de las ideas en su lecho de concepción. Cortázar ha refrenado la iniciativa editorial de su Imagen por razones previsibles, entre las que priman: 1º su hispanidad y el homenaje que rinde a poetas españoles y argentinos, principalmente; 2º el prestigio de ser el primer escritor hispano en abordar la obra de Keats como merece 17 , es decir, con el regalo de la trama y de la poética que afluyen en su epistolario. En cualquier caso, este libro genial no parece haber salido totalmente de la sombra a ocho años de su publicación. Al margen de las asperezas que tuviera que limar, su autor, probablemente, lo protegía resguardándose a la vez de la embestida demoledora de una crítica implacable. “Golpe a golpe”, carta a carta y poema a poema, ningún encuentro personal requirió Julio Cortázar para comprender mejor a John Keats. Sin embargo, algunas páginas de Imagen hallaron cauce editorial en el séptimo número de la revista La Torre de la Universidad de Puerto Rico (2000: 339), como afirma en la citada misiva a Bayón: “Me hablas de La Torre. Pues, señor, la conozco bien, y un ensayo mío debe andar por salir en uno de los próximos números. Se trata justamente de uno de los capítulos del Keats, donde se habla de la poesía y la magia y se hace un poco de antropología poética (…). Si lo lees (debe estar en alguna gaveta de la Editorial) dime qué te parece. A mí me gusta una barbaridad” (308). 17 Cortázar era consciente de la indiscutible contribución de su misceláneo Keats; tanto que, aún en 1973, se ufanaba en los siguientes términos: “Hacia los años cuarenta habité largamente en uno de esos mundos que les parecen cursis y trasnochados a los jóvenes y que no es de buen tono evocar hic et nunc (‘aquí y ahora’); hablo del universo poético de Keats. Incluso escribí seiscientas páginas que eran entonces y quizá siguen siendo el único estudio completo en español sobre el poeta” (169; énfasis suyo). Nada más cierto. Imagen es una travesía por toda la obra de Keats, dado que pudo haber concluido con el capítulo “La vida póstuma”; pero Julio, en cambio, se apresuró a incluir unos apéndices con comentarios a Otón y El rey Esteban, únicas obras de teatro keatsianas, y al poema paródico “El gorro y los cascabeles” (1996: 577-95). 48 Inversión e invención de imágenes y espejos Todavía un año después —y a tres de haberlo escrito—, le afirma a Bayón que podrá continuar limando asperezas de Imagen con una proyectada estancia en la patria de Keats (319). Y, finalmente, a Paul Blackburn le testimonia la existencia amordazada del texto, ya resuelto a no dejarlo ver la luz (380). Hasta 1996, nada más quedó dicho ni escrito de Imagen de John Keats. Fuera de discusión queda que las consideraciones de Cortázar sobre el cuento y su homologación estructural con la poesía son útiles para validar la adopción deliberada de poéticas —la de Keats en este caso— a fin de lograr un armazón literario que le garantizara relatos efectivos, en tanto que compuestos al estilo motzartiano, como lúdicas cuentas ensartadas en un patrón estético dúctil a variaciones temáticas e intuiciones intensamente trasferidas al folio. En buen espejo se miró Cortázar; espejo de palabras que le invirtió su imagen por la de Keats, y la de éste por la de Cernuda o la de Devoto o la del místico carmelita en voluntaria confrontación de palabras que, por mirarse, cumplen la inexorable profecía de inventarse, en proyección indefinida, hacia el hondón espiritual de quien se asoma al texto como a sabiendas de un no sé qué, pacta con él durante la lectura y se despide no siendo el mismo, sino la imagen de Cortázar, que no es la de Cortázar. P.O. Box 7845 Caguas, Puerto Rico (U.S.A.) 00726-7845 Ericardo2@aol.com Universidad de Sevilla BIBLIOGRAFÍA ALAZRAKI, Jaime (ed.). 1994. “Prólogo”, en Julio Cortázar. Obra crítica / 2. Madrid: Alfaguara. 9-14 ALVAR ESQUERA, Jaime (dir.). 2000. Diccionario Espasa Mitológico Universal. Madrid: Espasa. BÁEZ RIVERA, Emilio R. 1999. “Del éxtasis a la palabra: retórica y hermetismo del discurso místico literario”, en Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. San Juan: Plaza Mayor (: 75-116) 49 Emilio Báez -------2003. “Jorge Luis Borges o el (re)negado místico: hacia el rescate de sus dos encuentros con la eternidad”. Departamento de Filologías Integradas, Área de Literatura Hispanoamericana: Universidad de Sevilla. -------2004. “Swedenborg and Borges: from the Mystric of the North to the Mystic in puribus”, en Stephen McNeilly (ed.), In Search of the Absolute—Essays on Swedenborg and Literature. London: Journal of the Swedenborg Society. 71-88. 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Palabras claves: Delia Domínguez, poesía chilena femenina, poética de la ruralidad, poesía y religiosidad Abstract: Delia Domínguez: Words for the Mass of the Universe. In this article key aspects on the poetic world of Chilean writer Delia Domínguez are discussed: transcended rurality, memoirs on German ancestors, natives and Spaniards, intercultural, feminist, peasant effects pertaining to Delia Domínguez´s poetry. Within this framework, historical and sociological references are analyzed. These references have to do with Chile´s southern farming setting where the poet was born, raised and lived up to her teenage years. All of this is crucial when analyzing Delia Domínguez´s poetics in accordance with the author of this article. Al referirse a la poesía de Delia Domínguez, Gonzalo Rojas (1995:79) la describe como “una ruralidad siempre trascendida, con mucha agua honda en el seso de la alumbrada, sin que deje de hablar el aire ahí, la 1 Delia Domínguez (entrevistada por Sonia Quintana). El Mercurio, domingo 13 de agosto de 2000. Disponible también en http://www.letras.s5.com/archivodominguez.htm. 53 Sergio Masilla tierra, el fuego” (2). En efecto, si hay una poetisa chilena actual cuya poética, en su referencialidad de base, se construye a partir de una relación profundamente vital con los elementos de la tierra y de la naturaleza y con la memoria que guarda y suscita lo rural, ésa es Delia Domínguez Mohr. Descendiente de colonos alemanes llegados a Chile en la segunda parte del siglo XIX, nacida y criada (“crecida”, dirían en el sur rural de Chile) en los campos cercanos a la ciudad de Osorno, concretamente en el sector de Santa Amelia de Tacamó, Delia ha hecho de su experiencia campesina el soporte esencial de su mundo poético, algo que se evidencia —a nivel de estilo— en el uso reiterado del léxico popular campesino y —a nivel de mundo representado— en recurrentes referencias a una naturaleza reconocible como propia de las praderas, bosques y cordilleras de la provincia de Osorno. 1 Naturaleza que es concebida como “morada vital” de la hablante, no como simple paisaje disponible para el usufructo de un cierto “turismo ecopoético” de mirada descomprometida para con lo estrictamente humano. De ahí que las referencias a la naturaleza se combinen con alusiones a costumbres y objetos domésticos que nos retrotraen a una época —digamos, años 30 al 50 del siglo XX— en que los descendientes de inmigrantes alemanes de la zona de Osorno, al menos, mantenían un estilo de vida a medio camino entre la lealtad a las raíces europeas, en particular a la ética protestante del trabajo y al recuerdo — idealizado desde la distancia— de una Alemania ambivalentemente decimonónica y moderna, recuerdo sentido como fundamento de su diferencia identitaria (y, en algunos sectores germanófilos radicales, fundamento de una presunta superioridad identitaria sobre los chilenohispánicos y, en especial, sobre los indígenas) 2 Digo, estilo de vida a medio 1 Delia Domínguez ha publicado de manera persistente desde 1955. Simbólico retorno, Santiago: Universitaria, 1955; La tierra nace el canto, Santiago: Ediciones del Grupo Fuego de Poesía, 1958; Obertura siglo XX, Santiago: Editorial del Pacífico, 1960; Parlamentos del hombre claro, Santiago: Universitaria, 1963; Contracanto, Santiago: Nascimento, 1968; El sol mira para atrás, Santiago: Lord Cochrane 1977; Pido que vuelva mi angel, Santiago: Universitaria, 1982; La gallina castellana y otros huevos: Santiago, Tacamó Ediciones, 1995 (contiene poemas nuevos y una selección antológica de la mayoría de los libros anteriores); Huevos revueltos, Santiago: Tacamó Ediciones, 2000. Al momento de redactar estas notas se halla en etapa de publicación en España su libro de prosa Clavo de olor. Para información biográfica sobre la autora remito a “Delia Domínguez Mohr”, en Perfiles culturales. Personajes y hechos culturales en la provincia de Osorno (vivencias de seis décadas) de Albertina Marambio Vidal. Santiago: Argé, 1998. En el presente trabajo, me referiré a la autora por su nombre de pila, que es la manera en que habitualmente se la nombra en el medio literario chileno. 2 En el sur de Chile es conocida la simpatía que muchos de los descendientes de colonos alemanes manifestaron a favor del nacional socialismo hitleriano entre 1933 y 1945. Pero las simpatías pro nazis no se circunscriben al sur de Chile de entonces. Recordemos que en la década del 30 existió en Chile el partido nacional socialista, encabezado por Jorge 54 Delia Domínguez: palabras para la misa del universo camino entre la lealtad a las raíces europeas de sus abuelos inmigrantes y la lealtad al compromiso de integración a la nación chilena asumido por estos mismos inmigrantes de primera generación, quienes, en su momento, llegaron al país dispuestos a formar parte, en plenitud, de una nación mestiza que los trajo, precisamente, para que, como nuevos chilenos, sean agentes de “progreso” (cf.. al respecto Recuerdos del pasado, en particular, el capítulo vigésimo tercero). Pero estas referencias a lo rural alemán del Sur no son sino la punta del iceberg de algo mucho mayor y completamente ajeno a efectismos criollistas o naturalistas de ciertas literaturas que privilegian el cultivo de exotismos agrarios. Ajeno, también, a la representación idílica de los campos, a menudo, imaginados en la tradición poética occidental como el “lugar feliz” en oposición a las deshumanizadas ciudades siempre hostiles. La ruralidad de Delia, en cambio, está construida como el “lugar” en el que ocurren la vida y la muerte en un voluptuoso revoltijo (léase “revoltura” en el idiolecto de Delia) de nacimientos y de “desnacimientos” (Gonzalo Rojas dixit), ante lo cual la palabra poética se vuelve testimonio “alumbrado” por el revoltijo y, a la vez, alumbrador de ese mismo revoltijo. Se escribe para comprender y sobrellevar, aunque sea de manera precaria y parcial, el misterio de estar vivo en este mundo, igualmente vivo, a sabiendas de que vivir, de algún modo misterioso, es también morir — nacer y “desnacer” a un mismo coro— y que ese misterio es legible/ descifrable sólo a retazos, a través de algunas cosas-signos que la poetisa está llamada a descifrar, digamos, a poner en valor de poesía. Leer, por ejemplo, el pasado y el futuro, el tiempo del vivir y del soñar, sea en el comportamiento de las yeguas, en los frascos azules que llegaron, tal vez, de Hamburgo con los primeros colonos; en el olor de la murta silvestre, en los ciervos en celo, en el piano que tocaba la abuela, en los cuentos de la infancia, en la música en días de escarcha invernal (sobre todo la música de Malher, Strauss y Beethoven), en la vieja casa señorial de madera de Tacamó (construida en los años 20 del siglo pasado y a la que Neruda solía acudir cada vez que visitaba a su amiga Delia en el sur). En fin, cada nombramiento de cosas y materias equivale, en verdad, a una tentativa por registrar la otra realidad, profunda y primaria, de aquella realidad percibida y/o percibible con los sentidos; la otra cara de lo que se nos presenta como González von Marées (1900 - 1962) y que llegó a elegir tres diputados en las elecciones de 1937. El accionar político de este partido, cuya base partidaria estaba radicada en Santiago, desembocó en los trágicos sucesos de la matanza del Seguro Obrero de septiembre de 1938. En todo caso, la poesía de Delia está muy lejos de cualquier sintonía ideológica con sensibilidades pro nazis de ciertos sectores de la oligarquía terrateniente del sur de Chile de los años 30 y 40 del siglo pasado. 55 Sergio Masilla simple externalidad disponible para la percepción común y corriente. La tesis de Pessoa de que “el mundo externo es como un actor en escena; lo vemos, pero lo que vemos no es lo que vemos” (1984: 344, fragmento 447) bien podría ser aplicable a la poética de Delia Domínguez: poesía que hace ver lo que no vemos en lo que vemos. Me parece que ésta es la manera en que deberíamos entender la afirmación de Gonzalo Rojas citada al inicio de estas reflexiones: “ruralidad trascendida”, o sea, ejercicio de hacer sentido sobre las más genuinas experiencias de ser mujer campesina en los campos de Osorno, creyente no sólo en Dios sino en todos los seres cuyos destinos y naturaleza hablan del misterio del ser y del no ser. La fe de Delia poco o nada tiene que ver con ortodoxias de iglesia pechoña ni con sesudas teologías que buscan, con argumentos, se supone, desentrañar, si no la deidad misma, sí nuestra relación con ella. Inútil trabajo, desde la perspectiva poética de Delia, si los argumentos lógico-filosóficos, que pueden ser muy impecables y asépticos por añadidura, no están contaminados con la materia “sucia” de la vida. A Delia le gusta sentir el olor de la hierbabuena, el ruido de la lluvia sobre las calaminas del techo de la casa de Tacamó, pero, sobre todo, el golpeteo de la lluvia sureña sobre el techo de la memoria que inevitablemente la conduce a evocaciones de la infancia. Ésta tan suya sensualidad de animal-humano rumiante, pensante y sintiente para con la naturaleza, es lo que da paso a una poesía rigurosamente leal con lo que aquí llamaremos la misa del universo, es decir, con esa ceremonia de consagración metafísica de las cosas en la que la palabra cotidiana se hace carne y sangre en el registro mayor de la poesía. Y esto, precisamente, porque Delia concibe la poesía como un intento superlativo de hacer sentido en el revoltijo de huevos distintos y distantes, reunidos todos en el mismo nido de la vida, o en la misma paila de la muerte, reconociendo, por ejemplo, al tacto o a trasluz los huevos hueros de los que no lo son, o descifrando los mensajes de futuro y del pasado contenidos en el relincho de las yeguas. Ana María Cuneo distingue cinco tópicos (“ejes”, los denomina) que, a su entender, permean toda la poesía de Delia Domínguez: 1. La poesía surge de experiencias ancestrales, reminiscencias de la infancia, de la etapa fetal de sus ascendientes próximos y de toda la historia del hombre sobre la tierra. 2. La palabra poética tiene como misión decir lo esencial, la identidad única de los seres: carbón, río, llanto, niño, etc. Para ello es condición previa la experiencia vivencial del objeto cantado. 3. Salvar del olvido las voces perdidas. El poeta dará voz a los que no la tienen. 56 Delia Domínguez: palabras para la misa del universo 4. Para salvar del olvido, la poesía puede tomar un hecho simple y destemporalizarlo, instalándolo en lo eterno. 5. El origen del canto es algo dado por la naturaleza y por situaciones humanas (...) Sobre este material primario el poeta producirá las transformaciones que lo convertirán en poesía (texto en línea). 3 Estando, en general, de acuerdo con la descripción esquemática que propone Cuneo de la poética de Delia Domínguez, estimo, sin embargo, que la descripción debería afinarse por lo menos en algunos puntos. La “ruralidad trascendida” de la que habla Rojas ocurre como consecuencia del hecho de que el yo poético de Delia se construye unificando en la identidad “yo” una serie de características que lo dibujan como un sujeto hablante coral, en la medida en que su “canto” se despliega como el canto (y contracanto) de muchos, incluyendo el de las materias y elementos de la naturaleza. Pero no es la voz profética de perfil nerudiano, aquélla que era interpelada por los elementos para que el yo poético ponga en movimiento su dimensión profética y se convierta en el vate, en el guía iluminado de la historia (una historia, en el caso de Neruda, informada por la utopía comunista). Delia Domínguez, en cambio, está lejos de imaginarse como un yo monolítico en condiciones de abarcar de una mirada y “con tan buena acústica” lo que Lihn describía como “el pastel entero de la historia” (1995:239). En realidad, la voz lírica de Delia es un coro de múltiples voces aglutinadas en torno a una imagen rectora del yo: la de mujer-madre, católica, mestiza sobre todo, movida por la necesidad de atestiguar —no de presidir— la misa del universo, teniendo como referencias de base las experiencias vitales de la autora en su condición de habitante/ viviente de los campos de Osorno. Yo católica mestiza minimalista y campesina. Yo perrera y caballera la telúrica nunca acabar. de ombligo amarrado a madrecita tierna de Yo de sesenta para arriba y para bajo me sé de corrido los Diez Mandamientos, 3 El lector interesado podrá indagar más sobre la poesía de Delia, desde la perspectiva de Ana María Cuneo, en “Delia Domínguez; de la angustia a la esperanza” (Anales de Literatura Chilena). En este artículo, Cuneo analiza “dos matrices de sentido complementarias”: a) “el nacimiento a una vida que desde los inicios se configura como nacer para morir”; b) “El intento de exorcizar la muerte en la esperanza de un modo de existir en un lugar otro” (2000:139). 57 Sergio Masilla el Ojo (o-j-o) y la Pastoral de L. van Beethoven (“Papel de antecedentes”. La gallina castellana y otros huevos, 19) Antecedentes que hablan de las varias leches que han alimentado su poesía: la religión católica y las raíces judaicas de ésta, su origen y naturaleza campesinos, sus ancestros alemanes, su hispanidad castellana materializada en su español democrático, su amor por la música sinfónica (la de Beethoven, Mahler, Strauss y la de las esferas celestes, también). Delia, como casi todos los poetas modernos desde Rimbaud para acá, se autorrefiere como vidente: ve la visión iluminada e iluminadora de los laberintos de la vida y de la muerte. De hecho, la alusión a “Ojo (o-j-o)” habla doblemente de la videncia de lo presente y de la memoria de lo ausente, que en Delia son una misma cosa, objetivada, esta última, en el recuerdo infantil del silabario de Claudio Matte que sirvió para que decenas de generaciones de chilenos en el siglo XX aprendieran a leer la lengua de Cervantes. 4 Sólo que esta visión se construye a partir de la observación directa del entorno campestre y del recuerdo de situaciones humanas vividas en la infancia o en la juventud: las yeguas, por ejemplo, o la vez que conversó con Hilda May, “alumbrada de rojo-negro / cual paloma Picasso”; o el viento huracanado de los largos inviernos sureños o la escarcha que congela el arroyo, o aquella misa de cierto domingo cuando una feligresa loca pregunta a gritos en mitad del templo: “¿Quién es humilde aquííí?”, y todos, incluyendo a la propia Delia, se quedan mudos sin saber qué responder a la pregunta esencial. En suma, cualquier detalle que de pronto traiga a presencia el misterio del ser y del no ser de este mundo, y en este mundo, en el contexto de una cotidianidad fulgurante de naturaleza. Ya en 1968, en el poema "Canto y contracanto", Delia formula una poética a la que ha sido fiel hasta ahora: De vez en cuando hay que ponerle el hombro a los grandes silencios. Uno no puede ser siempre el ombligo del canto. DESDOBLATE —dice una voz. NO ERES EL OMBLIGO DE NADA —agrega la voz. CUANDO MENOS PIENSAS TU VIDITA CUELGA DE UN HILO —termina la voz. Pero si quieres, 4 La primera lección de este silabario era precisamente la lección “Ojo”, de ahí que este libro popularmente se le conociera también como “silabario ojo”. 58 Delia Domínguez: palabras para la misa del universo le hago empeño para sacar un Do de pecho y afinamos. Después de todo, estos papeles sobreviven entintados en mi corazón. O si tienes ganas, canta tú, yo contrapunteo en la sombra y guardo mis cuatro versos para mañana o para el Día del Juicio. (de “Canto y contracanto”. La gallina castellana y otros huevos 41). 5 “Contracanto —nos dice Cuneo— no es la rebeldía de la antipoesía contra la poesía tradicional, sino que es la lucha de la conciencia estructurante en crisis, porque no es el ‘ombligo’ del canto” (texto en línea). Delia, en efecto, es muy consciente de que la poesía es, a la vez, canto y contracanto: un proferimiento sublime de belleza y solemne en su ritualidad; pero, al mismo tiempo, prosaico y que, como tal, rinde tributo a los prosaísmos de la vida corriente, los cuales, precisamente por ser de la vida corriente, son poéticos porque constituyen, al fin, la genuina voz del pueblo en su vivir diario. De ahí que la poesía de Delia sea, por un lado, fiel y leal a la magnificencia sublime de Gustav Mahler o de Beethoven, o a la palabra metafísica de Rilke y de Hermann Hesse (leídos en su momento en alemán). Por otro lado, fiel y leal al habla popular campesina y a las bellas obras que la naturaleza pone ante sus ojos contemplativos, a las tradiciones de los inmigrantes alemanes y a las tradiciones indígenas (porque de ambas participa en su calidad de sujeto mestizo). Fiel y leal, sobre todo, a las voces femeninas de la memoria: Usted, que es afuerino, debe aprender el decálogo de las abuelas huilliches orilleras durante 300 años, de las vegas pastosas que no se salvaron del diluvio. Usted, que es afuerino, ¿tendría pulmones para remontar el mismo río en que su madre abrió las piernas para darle vida? (de “Salmón de río”. Huevos revueltos, 25) 5 El fragmento forma parte del poema “Canto y contracanto” originalmente publicado en un libro homónimo de 1968 (Santiago: Nascimento). El poema fue recogido en La gallina castellana y otros huevos, de 1995. 59 Sergio Masilla Por momentos, la poesía de Delia Domínguez nos pone en sintonía con la poética de los lares (con la de Jorge Teillier y Rolando Cárdenas especialmente), por la evocación de escenas de la infancia y las remembranzas de cosas y objetos que le acompañaron en su juventud y/o que todavía le acompañan después de “sus sesenta para arriba y para abajo”, en su casa en Santa Amelia de Tacamó (el piano, por ejemplo; los frascos azules para guardar conservas caseras, las viejas cerraduras hechas de fierro martillado de las puertas interiores de la casa), así como la evocación de paisajes sureños lluviosos y verdes y volcánicos cada vez que se mira hacia el este. Pero en realidad, la conexión con la poesía lárica no pasa de ser una coincidencia en aspectos puntuales. Lo que podríamos llamar el “efecto lárico” de la poesía de Delia Domínguez es, en rigor, la consecuencia de la concreción textual de la poética de la “ruralidad trascendida” que se manifiesta a través de una escritura concebida como registro-testimonio de cosas efectivamente vividas y recordadas con el fin de sacarle, a través de la observación y contemplación de tales vivencias, la suerte a la realidad misma, cual nigromante buscador de palabras y lector de destinos. Pero, ya se sabe que lo que se predica de una cosa en particular no es necesariamente aplicable al conjunto al que esa particularidad pertenece. Delia sabe, muy bien, que ningún poeta accede a la verdad última de las cosas: sólo vislumbra retazos, fragmentos de una “esencialidad” inaprehensible. La poetisa, entonces, tiene que aprender a escuchar las voces todas y ser, de un modo u otro, fiel a ellas, y no dejarse arrastrar por la soberbia de creer que la escritura poética, por más perfecta que parezca, traduce la gran escritura del mundo. Se comprende, pues, que Delia se autoproclame una “cristiana expuesta vulnerable a toda arremetida”. “La vida entera —nos dice— es una estimulación permanente. Por ejemplo, el silencio de los grandes espacios, las movidas de los niños, la fuerza aplastante de la naturaleza, el dolor, los ojos despedidos de los viejos” (Domínguez, entrevistada por Sonia Quintana 2002:). Aunque lea y escriba el animal que hay en mi guarda me enseña a interpretar la maldición del búho más allá de todas las palabras. Me enseña a tener visiones que no son visiones sino anunciamientos tocados en la sombra para ordenar los huesos de su alma me enseña. 60 Delia Domínguez: palabras para la misa del universo Aunque lea y escriba veo en las nubes del poniente un teatro fantasma en el escenario mítico de Wuenteyao, el que ordena quién parece y desaparece entre los alerzales de San Juan de la Costa. Aunque lea y escriba y pase por letrada, no puedo denegar la ubre que espesa las natas de los presentimientos sin más agarradura que las señas secretas, palpadas en la muda matriz del universo. (“Aunque lea y escriba”. Huevos revueltos, 23) Poesía atenta al mundo, en diálogo ininterrumpido con otras escrituras, empezando por la bíblica, siguiendo con las de muchos poetas y prosistas (Santa Teresa de Ávila, Sor Juana Inés de la Cruz, Walt Whitman, Alain Fournier, entre otras y otros) 6 y terminando (o empezando, según se mire) con la escritura de las cosas mismas que se materializa en los hablares ágrafos de aquéllos que están vivos por un rato en este mundo y que no escriben ni escribirán nada que no sea el respiro diario de sus propios cuerpos y almas sometidos al imperio natural de la vida y de la muerte. Poesía atenta al mundo, sí, pero no simplemente en el sentido de registrar con la objetividad aséptica de una cámara, que no tiene sentimientos, las superficies de lo real. Delia apuesta a develar los recovecos de la “marcha del regreso”, que es como ella imagina el tiempo que nos es dado desde la cuna a la sepultura. Y en este develamiento, “la mudez necesaria en su rigor interno / es lo que más importa, solas / caen las máscaras” (“Se pasa llave a la chapa de 1931”. Huevos revueltos, 65). La imaginación poética de Delia concibe el nacer como un “desnacer”, en el sentido de que al nacer se clausura la puerta del existir total: “se pasa llave a la chapa de 1931”, precisamente el año de nacimiento de la autora. Es como si al nacer, por el hecho mismo de comenzar a ser cuerpo mortal, se clausurara una posibilidad de ser en plenitud, por sobre las limitaciones de la materia, de la temporalidad y de la muerte. Así, vivir será una travesía hacia una búsqueda de la llave con que se cerró la chapa 6 Cf. la sección “Despedimiento” de Huevos revueltos en la que Delia transcribe citas de varios de sus autores predilectos: “homenaje a quienes me soltaron los tornillos para subir y bajar libremente por las pasiones del sentimiento humano” (70). 61 Sergio Masilla en 1931 para abrir con ella —con la llave de la poesía— una cierta otredad del existir y del ser que nos es vedada por nuestra condición de humanos vivientes. Pero, para esa otredad no hay conciencia ni lenguaje que lo pueda comprender y comunicar en plenitud. Sólo se tiene la poesía para transitar, a retazos, por las profundidades esenciales del ser y del no ser; esto porque la poesía es lenguaje hecho de memorias, sueños y vivencias en un amasijo (“revoltura”, diría Delia) inextricable, hecho que lo torna registro verdadero aunque, como siempre, incompleto del vivir nuestro entre este mundo y el otro. Todo flota nadie puede pararse sobre sus propios pies, nadie cierra los ojos porque están llenos de agua y hasta los más juiciosos amanecen con la pupila rebalsada en este pueblo donde la lluvia se quedó a cuajar las yemas para siempre donde los vivos y los muertos son una mancha sin mucha diferencia ( “Unos arriba y otros abajo”. La gallina castellana y otros huevos 31) Y en otro texto, de un claro sesgo autobiográfico, Delia reflexiona sobre la vida (su vida) imaginándola como una marcha hacia los orígenes, hacia la esencialidad atemporal del ser: Y comienza la marcha del regreso. La mudez necesaria en su rigor interno es lo que más importa, solas caen las máscaras. La dimensión de origen no se altera: Dios quiso que respires tu metro cúbico de aire y que un día... no fuera. Por eso hay una hora en que llega la hora de pasar cerrojo a la chapa de infancia (un fierro martillado de los mil novecientos). Decir adiós con las luces encendidas podría ser una oración valiente. 62 Delia Domínguez: palabras para la misa del universo (de “Se pasa la llave a la chapa de 1931”. Huevos revueltos, 65) Consignemos que en la década del 60, Ricardo Latcham aventuró un visionario juicio sobre la poesía que Delia Domínguez había publicado hasta entonces, pero que bien podría extenderse a toda su obra posterior: Delia Domínguez refleja en su poesía una justa combinación entre lo popular y refinado a la vez, que no rehúye la presencia de lo conflictivo en el hombre (y en la mujer habría, sin duda, que agregar) en su desesperada búsqueda de verdad (solapa 1 de La gallina castellana y otros huevos). Neruda, por su lado, en el prólogo con que originalmente se publicó El sol mira para atrás, de 1977 (el prólogo fue escrito en 1973), emite juicios que van en la misma dirección expresada por Latcham: Su comunicación es aguda como herramienta recta y sonora. (...) Es grande (...) su delicado canto humano, sobreviviente victorioso de los grandes espacios que ordenan aquel silencio. Sus composiciones como “Tos de perro”, “Los cómplices” y muchísimas otras de sus líneas nos imponen una alegría silvestre, la salud de una estirpe campesina y su desacomodo arterial hacia las indignas ciudades (reproducido en la contraportada de Huevos revueltos). En esto último, insistimos, Delia coincide con Teillier, sobre todo en su aversión fundamental a la modernidad urbana, construida —se le figura a Teillier— contra natura, contra el orden cósmico de las estaciones y ciclos naturales de la vida y de la muerte. 7 La poesía de Delia, sin embargo —como ya se adelantó—, no es la representación idílica del mundo natural de los campos de la provincia de Osorno. Lejos de eso, su escritura, en cierto modo, se nos propone como una gran elegía doble y entrelazada: elegía por la muerte violenta de su novio de juventud que la dejó, entonces, en el descampado de una feminidad mutilada que debió recomponerse a partir de decisiones que la condujeron a la condición de sacerdotisa-testigo de la misa del universo a la que me he referido más arriba: decisión de casarse con el universo y ser madre y madrina de la palabra mayor con que las materias y las cosas de su mundo campesino son evocadas, para que éstas pervivan, por la poesía, como un regalo para la memoria colectiva de 7 Cf. Jorge Teillier, “Sobre el mundo donde verdaderamente habito”. En especial la sección II. 63 Sergio Masilla Chile. Su poesía, en ese sentido, es una “desesperada búsqueda de verdad”: verdad de la memoria campesina cotidiana, registro de las “mesmas aguas de la vida” vividas como alegrías pero también como tragedias. 8 Así, su poesía, informada por la experiencia de la pérdida, se vuelve una implacable reflexión sobre las “revolturas” del ser y del no ser en el contexto de una naturaleza en que nacer, respirar y morir ocurren como acontecimientos cotidianos necesarios para la continuidad de la vida y, a la vez, en el contexto de la historia de varias vidas (la suya y la de los suyos) que, en última instancia, no son sino expresiones humanas de la inescrutable trama del universo. En otra dimensión, la poesía de Delia es una elegía por la inevitable muerte de una época y de una cultura: aquélla fundada por los colonos alemanes en el sur de Chile tal y como Delia la vivió en su infancia y juventud. Una cultura otrora pujante y aguerrida, que fundó la moderna industria de la agricultura y ganadería en las provincias del sur, al precio, eso sí, de tener que talar bosques y convertirlos en praderas, de desplazar a los indígenas de sus tierras ancestrales sea por la fuerza de las armas y/o del uso mañoso de la legalidad del estado chileno, legalidad que, por otro lado, no estaba hecha en absoluto para el resguardo de los derechos de comunidades ágrafas organizadas a partir de paradigmas culturales no occidentales. Es la misma “cultura alemana” que construyó escuelas, hospitales, molinos, puertos lacustres en la zona de los lagos sureños (Puerto Varas, Puerto Octay, por ejemplo), grandes casas patronales de madera cuyas líneas arquitectónicas recordaban la modernidad europea de fines del siglo XIX y comienzos del XX. En fin, una completa infraestructura propia de un género de vida que combinaba la modernidad agroindustrial avanzada con un auténtico amor a la tierra y que tuvo la virtud de generar condiciones materiales que le permitieron, a la mayoría de las familias de los descendientes de los colonos alemanes, llevar una vida económicamente solvente, manteniendo rasgos y costumbres hogareñas típicamente alemanas (de la Alemania del siglo XIX, eso sí), sobre todo, a través del trabajo casero de las mujeres (e. g., el mantenimiento de la lengua germana como lengua familiar, la gastronomía 8 En 1955, cuando la poetisa tenía 24 años, su novio de entonces murió en un desgraciado incidente: “(Delia) estaba en el Hotel Carillón, de paso por la capital, cuando la camarera entró a su pieza y le alargó el diario diciéndole: ‘Qué mala es la gente de su tierra’. La razón del comentario estaba en grandes titulares: ‘Habían acribillado a mi novio de cuatro balazos por venganzas personales’, cuenta con resignación, aunque no puede evitar que, por un segundo, se le quiebre la voz” (Grisar Martínez). “Esa muerte —nos dice Delia— unida a la de mi madre me marcó para toda la vida. Nunca pude volver a enamorarme. Sin embargo, esos dolores no me secaron. Por el contrario, me transformé en una vertiente” (Marambio, 93). 64 Delia Domínguez: palabras para la misa del universo y, en general, el cultivo de imágenes de una Alemania de ensueño). 9 Ese mundo, que tuvo su época de gloria entre 1910 y 1960, está hoy en retirada, crecientemente adelgazado en su espesor cultural “alemán” por la irrupción de medios y relaciones de producción cada vez menos ligados a la tierra en el sentido que Hördelin le da a la expresión: la tierra como “morada” del Hombre. 10 Las nuevas elites agrícolas y ganaderas, en parte como respuesta a los desafíos de una economía globalizada, están, de hecho, menos ligadas a la tierra en el sentido metafísico de Hördelin, y más proclives a hacer de los campos un instrumento de especulación y de negocios desterritorializados. Los de entonces ya no son los mismos, aunque la nostalgia por el “pasado alemán” no haya desaparecido del todo e, incluso, se haya agudizado en ciertos casos. En rigor, la colonización dio origen a un hibridismo cultural entre lo germano —recordado por los chileno-germanos con nostalgia y progresivamente convertido en recuerdos ruinosos a medida que se suceden las generaciones de descendientes de alemanes—, lo indígena (mapuchehuilliche en el caso de Osorno) y lo hispano con su sello de catolicidad solemne. Tal “hibridismo”, sin embargo, y a diferencia de lo que hallamos en la poesía de Delia, no suele ser siempre reconocido ni aceptado por los descendientes de inmigrantes alemanes. En su lugar, suelen a veces aferrarse a la raíz cultural germana como marca privilegiada de diferencia “etnosocial”; raíz germana, no obstante, cada vez más congelada en el origen “inventado” que la memoria ha podido construir. Si bien Delia se instala en este filón “germano” de nostalgia y memoria, su imaginación poética se abre a sus genealogías indias e hispanas en una búsqueda del 9 El mantenimiento de la cultura alemana trasplantada, sin embargo, no se limitó sólo al ámbito familiar y doméstico; la temprana creación de colegios alemanes (p.e., el Instituto Alemán de Osorno data de 1854) evidencia el hecho de que la comunidad de inmigrantes sintió, desde el comienzo, la necesidad de crear sistemas institucionalizados que aseguren la continuidad cultural germana y, por añadidura, que aseguren una educación de calidad de acuerdo con los propósitos de tomar la delantera en el proceso de modernización agroindustrial del sur. A poco andar, los descendientes de alemanes dedicados a la agricultura en el sur de Chile se convirtieron en una oligarquía terrateniente cuyo poder político y económico fue incontrarrestable hasta la década del 60. La reforma agraria de los gobiernos de Frei Montalva y de Allende (1964-1970-1973) contribuyó a minar su poder político; pero el mayor golpe económico y político provino de la apertura masiva de la economía chilena a los mercados internacionales en la década del 80 —y que continúa hasta hoy— propiciada por un gobierno, el de Pinochet, al que, paradójicamente, muchos habían apoyado con entusiasmo, al comienzo. 10 Para lector interesado en este planteamiento, remito al trabajo de Martin Heidegger, Hördelin y la esencia de la poesía. Barcelona: Antropos, 1989, trad. de Juan David García Bacca. Una versión fragmentaria de este texto fue publicada en La escritura y sus tatuajes. Testimonios de hombres de palabras. Jorge Torres, ed. Valdivia: Barba de Palo, 1996: 89107. 65 Sergio Masilla origen y de la verdad. En el contexto de esta búsqueda, la poesía de Delia Domínguez representa un deseo de anacronismo: Hördelin y Rilke hablan en ella, poetas alemanes ambos anteriores a la moderna revuelta vanguardista de los años 20 del siglo pasado, pero, a la vez, inspiradores de una poesía moderna enfocada hacia la metafísica de las materias. Un deseo de anacronismo que se inscribe en el rechazo a aquella modernidad que vuelve la espalda a la naturaleza y que halla su lugar en aquellos momentos de la historia rural del sur de Chile y de la vida personal de la autora cuando los estilos familiares y comunitarios de vida estaban todavía esencialmente ligados a la tierra. ¿Pero, qué auténtica poesía no es, en un sentido u otro, un deseo de anacronismo? Esto, porque lo que se busca con la poesía es retrotraer el proceso de pensar y de sentir el mundo a las bases mismas de ese pensar y de ese sentir, desde y con la referencialidad —necesaria referencialidad— a los mundos efectivamente vividos, grabados indeleblemente en la memoria y en los sueños. La poesía se vuelve, entonces, una incitación a romper con la contingencia avasallante, urgente y desmemoriada, y, en su lugar, ver y “transver” (Rojas) la urdimbre genealógica de la realidad presente, no para hacer arqueología de ruinas, sino para hacerse cargo de los verdaderos sueños y vivencias de quienes nos antecedieron. Estas son “las sustancias infinitamente fragantes que —al decir de Neruda— (Delia) nos trae desde tan lejos” (Prólogo). Y no son sólo los olores de la tierra desconectados de su sentido humano: son las fragancias sureñas que traen los ecos de las voces de quienes viven y han vivido haciendo de la tierra su morada esencial. Y en esto no hay diferencia entre madre alemana, indígena o hispana; todo es un solo murmullo de viento, de lluvia y cielo sobre los verdes bosques y las cadenciosas praderas del sur de Chile. “¿No es ése el destino del pan y de la poesía?” (Neruda, prólogo). Lo es, en efecto: destino de trascender por la palabra. Destino de buscar, con desesperación o con serenidad, la palabra que atestigüe las profundidades metafísicas de nuestra relación con las cosas y materias del universo y comunicarla a todos quienes tengan algo que decir o algo que, sabiamente, callar ante la pregunta esencial: “¿Quién es humilde aquííí?”. Por los que compartieron nuestra cena, probaron el pan y la sopa de la felicidad cuando aún ninguna muerte tomaba asiento a nuestro lado y creíamos ser los héroes de una juventud eterna: pido que vuelva mi ángel. (de “Pido que vuelva mi ángel”. La gallina castellana y otros huevos, 119). 66 Delia Domínguez: palabras para la misa del universo En eso radica la escritura: pedir, buscar, rogar. Y, al final, una oración de despedida (“Despedimiento” en terminología de Delia) hecha con las palabras de otros o con las no-palabras de las cosas amadas: “un estado de invención de magia / para fijar a fuego la música heredada / en las cajas del canto: /una sonata de aguas el piano / sin necesidad de las palabras” (de “Mi abuela tocaba el piano con sombrero”. Huevos revueltos, 67-68). “Mi tema principal alude al ser humano relacionado con la naturaleza”, dice Delia. 11 Pero entendamos “naturaleza” en el más vasto y complejo sentido del término: una indagación en lo que somos y no somos, en nuestra naturaleza humana, perecedera y trascendente, a la vez, que necesita de las palabras pero que, también, necesita del silencio contemplativo; que necesita de la memoria para atestiguar los orígenes históricos y vegetales y dar cuenta, así, de todas las leches genealógicas del ser, lo que, de paso, pone en evidencia, la propia fragilidad de éste: el ser es como una planta que debe cultivarse con el agua y la tierra de la poesía y resistir, con tan precarios recursos, el tiempo y la muerte mientras eso sea posible. Departamento de Humanidades y Artes Centro de Estudios Regionales Universidad de Los Lagos Casilla 933, Osorno, CHILE smansill@ulagos.cl OBRAS CITADAS ANÓNIMO. “La poetisa”. URL: http://www.escritores.cl/base.php?f1=semblanzas/texto/dominguez.htm. CUNEO, Ana María. “La poética de Delia Domínguez: primeras indagaciones”. URL: http://www.uchile.cl/facultades/filosofia/publicaciones/cyber/cyber14/tx10a mcuneo.html. CUNEO, Ana María. 2000. “Delia Domínguez: de la angustia a la esperanza”. Anales de Literatura Chilena 1, año 1:135 - 148. 11 Citada en el texto “La poetisa”, sin datos de autor. El texto es una breve semblanza sobre la vida y obra de Delia Domínguez disponible en internet. URL: http://www.escritores.cl/base.php?f1=semblanzas/texto/dominguez.htm. 67 Sergio Masilla DOMÍNGUEZ, Delia. 2000. Huevos revueltos. Santiago: Tacamó Ediciones. DOMÍNGUEZ, Delia.1995. La Gallina Castellana y otros huevos. Santiago: Tacamó Ediciones. GRISAR Martínez, Angela. “Poetisa por olfato”. Santiago. Diario El Mercurio, sábado 4 de noviembre de 2000. Disponible también en internet, URL: http://letras.s5/dominguez 78.htm. LINH, Enrique.1995. “Canto general”. Porque escribí. Eduardo Llanos Melussa, ed. Santiago: Fondo de Cultura Económica: 237-241. MARAMBIO Vidal, Albertina. 1998. “Delia Domínguez Mohr”. Perfiles culturales. Personajes y hechos culturales en la provincia de Osorno (vivencias de seis décadas). Santiago: Argé. 85-100. PÉREZ Rosales, Vicente.1970. Recuerdos del pasado. Santiago: Francisco de Aguirre. PESSOA, Fernando. 1984. Libro del desasosiego de Bernardo Soares. Barcelona: Seix Barral. Trad. Angel Crespo. QUINTANA, Sonia. “La poesía esencial de Delia Domínguez” (entrevista). Santiago. Diario El Mercurio, domingo 13 de agosto de 2000. Disponible también en internet, URL: http://www.letras.s5.com/archivodominguez.htm. ROJAS, Gonzalo.1995. “Algo más sobre Delia Domínguez”. La gallina castellana y otros huevos. Santiago: Tacamó Ediciones. 7 - 9. TEILLIER, Jorge. 1971. “Sobre el mundo donde verdaderamente habito”. Muertes y maravillas. Santiago: Universitaria. 10-19. 68 ALPHA Nº 20 - 2004 (69-89) LAS FIGURAS DEL DESEO EN LOS SONETOS DE JORGE CUESTA Béatrice Ménard Resumen Este trabajo analiza algunas de las figuras del deseo en los sonetos del poeta mexicano Jorge Cuesta (1903-1942), bajo una perspectiva a la vez literaria, psicoanalítica y filosófica. Se trata de mostrar que, dentro del universo poético de Cuesta, “en el juego del deseo los dados están cargados y las cartas marcadas”, como dice Françoise Dolto. Se ponen de manifiesto las figuras más relevantes del deseo y las formas poéticas en que se expresan. Observamos cómo el sujeto poético persigue un escurridizo y, por ende, inalcanzable objeto del deseo, que se esfuma en el mismo instante en que pretende asirlo. La construcción de los sonetos y la red de imágenes poéticas que los componen reflejan la tensión entre el deseo y su realización y revelan el drama existencial del locutor, drama en el que se puede reconocer la trágica experiencia del poeta Jorge Cuesta. Palabras claves: deseo, lenguaje, gozo, fantasía, falta, el otro. Abstract: The figures of desire in Jorge Cuesta’s sonnets This study will examine some of the figures of desire in the sonnets by the mexican poet Jorge Cuesta (1903-1942) from a literary, psycho-analitical and philosophical angle. The purpose is to bring to prominence that, in Cuesta’s poetical world, “at the game of desire the dice are loaded and the cards are fixed”, as Françoise Dolto says. We will bring out the poetical forms expressing the most significant figures of desire. We will observe how the poetic voice is pursuing an unattainable and elusive object of desire which vanishes at the very moment when it seems within reach. The construction of the sonnets, whit its framework of poetical images, shows the tension between desire and fulfilment and thus reveals the existential drama the speaker goes through. A similar situation to Jorge Cuesta’s own tragedy. Key words: desire, language, enjoyment, fantasy, deprivation, the other one. La mayoría de los treinta y cuatro sonetos publicados por Jorge Cuesta en diversas revistas literarias mexicanas entre 1927 y 1942 consiste en la honda introspección de un sujeto poético que no deja de examinarse, en pos del conocimiento de sí mismo. El título de Sonetos morales —que 69 Béatrice Ménard Cuesta pensaba dar a la recopilación de los sonetos que no llegó a publicarse nunca— subraya el carácter intelectual y ético de los sonetos, fruto de la extrema disciplina de un poeta que rechaza la emoción como fuente de inspiración y privilegia la inteligencia sobre el sentimiento. ¿Cuál es, entonces, la parte del deseo en una poesía de procesos secundarios tan desarrollados que los procesos primarios no parecen tener lugar en ella? ¿Dónde interviene el inconsciente, que “nunca obedece a la razón” 1 , en un universo poético donde, precisamente, nada parece escapar al control de la razón? Buscaremos la huella del deseo en los sonetos de Cuesta, centrando el análisis en esta “persona figurada” 2 en la que se convierte el poeta dentro del ámbito de su obra. Mostraremos cómo el deseo se inscribe en el texto de los sonetos, haciendo hincapié en la estrecha relación que se teje entre deseo y lenguaje. Nos interrogaremos sobre la posibilidad de cumplimiento del deseo, inseparable de la noción de falta en la poesía de Cuesta, lo que nos llevará a analizar las relaciones que el sujeto poético sostiene con el objeto del deseo, trátese del otro o de su propia persona. DESEO Y LENGUAJE Pocas veces se nombra directamente el deseo en estos sonetos. Encontramos sólo dos ocurrencias del sustantivo “deseo”: una en el último terceto de “Cómo esquiva el amor la sed remota” 3 y otra en el primer cuarteto de “Oh, vida – existe” (102). El verbo “desear” aparece una sola vez, en el primer cuarteto de “Al gozo en que el instante se convierte”(59). El vocablo está también presente en la primera estrofa del "Canto a un dios mineral" que echa una luz particular sobre el papel desempeñado por el deseo en la obra poética de este autor. La mayoría de las veces, Cuesta designa metafóricamente el deseo por medio del término “sed”, con el cual da realidad física a este concepto. Al relacionar en varias ocasiones la sed con el campo léxico-semántico del fuego, Cuesta traduce el ardor que la caracteriza. En “Anatomía de la mano", la “sed en llamas” (68) metaforiza la voracidad del deseo en cuanto pulsión irreprimible, voracidad que se expresa, también, en el verso “la 1 Françoise Dolto. 1981. En el juego del deseo (traducido por Oscar Barahona y Uxoa Doyhamboure). México: Siglo XXI: 309. 2 Jorge Cuesta. 1994. “Un poema de León Felipe”, en Obras. Recopilación de Miguel Capistrán y Luis Mario Schneider, Edición de Miguel Capistrán, Jesús R. Martínez Malo, Víctor Peláez Cuesta y Luis Mario Schneider. México: Ediciones del Equilibrista. Tomo I: 245. 3 Jorge Cuesta. 2003. Obras reunidas I, Poesía. Edición a cargo de Jesús Martínez Malo y Víctor Peláez Cuesta, con la colaboración de Francisco Segovia. México: Fondo de Cultura Económica. 100. Citaremos por esta edición. 70 Las figuras del deseo en los sonetos de Jorge Cuesta vida que a su sed se precipita” (67). Otras imágenes ponen el acento en el inmenso poder de consunción del deseo, presentado en “Cómo esquiva el amor la sed remota” como un activo fuego que consume su “instantánea presa [...] efímero pasto de su lumbre” (100). En “Fundido me soñé al placer que aflora”, este mismo fuego devorador absorbe la “vida escasa” (65) del sujeto poético. La palabra “sed” coincide en “Al gozo en que el instante se convierte” con el verbo “desear”, y en “Oh, vida – existe”, se corresponde con el vocablo “deseo”, lo que pone de manifiesto el lazo que une estas voces, no sólo al nivel del significado sino del significante. En efecto, las tres primeras letras del sustantivo “deseo” y del verbo “desear” forman el reflejo del vocablo “sed”, lo que lleva a considerar la sed como parte integrante del deseo. En el primer cuarteto de “Oh, vida – existe” es donde resaltan mejor los vínculos que se tejen entre los significantes de “sed” y de “deseo”, en un soneto que trata de la lucha entre la vida y la muerte. El inciso que se desarrolla en la casi totalidad de esta estrofa aparece como un auténtico concentrado de deseo. Con una serie de cuatro férvidos imperativos, el poeta exhorta a la vida para que sea, en vez de estar, y para que resista, por su existencia misma, a la muerte al acecho: Oh, vida – existe; después desgrana deseos, mana sed; ya no asiste –, Lo que no fuiste tu muerte gana. (102) El significante de “sed” invade el inciso ya que el reflejo de este término surge al inicio de tres palabras seguidas, antes de que él mismo aparezca, lo que es puesto de relieve por el encabalgamiento al principio del cuarto verso. La aliteración de la [s] y la asonancia de la [e] refuerzan la impresión de circulación del deseo dentro del ámbito del inciso, expresión del afán de una vida cuya energía vital se manifiesta en una plétora de deseo. En asociación con el plural “deseos”, el verbo “desgranar”, lejos de tener una connotación negativa, sugiere la abundancia de una rica cosecha; en tanto que “manar” subraya el carácter inagotable de la sed, que brota como agua para vivificar la vida y hacer obstáculo a la aridez de la muerte. El primer cuarteto de “Oh, vida – existe” es ilustración de la “conciencia dinámica de la sed” 4 , definida por Louis Panabière como “tender hacia”, 4 Louis Panabière. 1983. Itinerario de una disidencia, Jorge Cuesta (1903-1942).Traducción de Adolfo Castañón. México: Fondo de Cultura Económica. 97. 71 Béatrice Ménard ya que en él se manifiesta el deseo del poeta de instaurar una relación vital con la realidad. “Avidez” entabla, también, relaciones privilegiadas con el “deseo” y con la “sed”, en particular en sonetos como “Al gozo en que el instante se convierte”, “Nada te apartará de mí, que paso” y “De otro fue la palabra, antes que mía”. Además de compartir, desde el punto de vista semántico, su ansia con el deseo y la sed, la avidez tiene en común con estos dos vocablos una sorprendente similitud formal. En efecto, la última sílaba de la palabra “avidez” es el reflejo del significante de “sed”, ya que en el sistema fonético americano la interdental se pronuncia como la sibilante. En la medida en que las cuatro primeras letras del sustantivo “avidez” llegan a formar la palabra “vida”, parece lícito definir la avidez como sed de vida. De manera más general, “deseo”, “sed”, “avidez”, “pasión”, “placer” y “gozo”, cuyos significantes se cruzan y entrelazan, reflejándose unos en otros a modo de eco, sostienen una relación caleidoscópica en los sonetos, al mismo tiempo que surge de un complejo juego de significaciones. La sibilante [s] crea un fuerte vínculo sonoro entre los significantes de estos vocablos, como si, por medio de ellos, el fonema central de la palabra “deseo” se propagara al nivel de la cadena acústica, revelando la indestructibilidad del deseo, que contrasta en los sonetos con la instantaneidad del placer. EL IMPOSIBLE GOZO En el universo poético de Jorge Cuesta, la distancia entre el placer buscado y el placer obtenido es infranqueable, lo que sin cesar alimenta el deseo, cuya tensión acuciante sólo se aplaca fugitivamente, tal como lo revela “Sufro de no gozar como debiera” (96), el primer verso de “Signo fenecido”. El sujeto poético “[se consume] voluntariamente por un placer esperado en que vivir cobra sabor de morir”, para retomar una frase de Françoise Dolto (310). El deseo frustrado de un placer duradero no deja de expresarse en un universo poético donde la dificultad de cumplimiento del deseo se ve reforzada por el cambio perpetuo que reina en su ámbito. La problemática del deseo entronca con la reflexión sobre el tiempo que está en el centro de los sonetos. Cuesta comparte la misma “intuición” del tiempo que la de Gaston Bachelard, la de un tiempo atomizado. El universo de los sonetos se caracteriza por el “carácter absolutamente discontinuo del tiempo” 5 que en ellos reina, como diría Bachelard. El instante “se suspende entre dos nadas” (Bachelard 1992:13) entre el instante que acaba de 5 Gaston Bachelard. 1992. L’intuition de l’instant (1931). Paris: Éditions Stock, Le Livre de Poche. Biblio Essais 4197. 38. La traducción de las citas de Bachelard es nuestra. 72 Las figuras del deseo en los sonetos de Jorge Cuesta desaparecer y el que no ha aparecido todavía. Se define, por lo tanto, como una “soledad” (Bachelard 1992: 13) que aísla al sujeto de la enunciación no sólo de los demás sino de sí mismo al separarlo de su pasado. El yo poético, que vive el tiempo como una desgarradora “ruptura del ser” ( Bachelard 1992:15) no accede a una conciencia unificada de sí mismo, lo que se comprueba por ejemplo en “Fue la dicha de nadie ésta que huye”, poema que ilustra la exclusión de la voz de primera persona del ámbito del placer como consecuencia del constante flujo temporal: Una pérdida a otra sustituye si sucede al que fui nuevo respiro, y si encuentro al que fui cuando me miro una dicha presente se destruye. (86) Cuesta figura la inaccesibilidad del gozo, extraño al sujeto, por imágenes de disociación que expresan el desgarramiento de la voz poética cortada de su propio placer. En “No aquél que goza, frágil y ligero”, la voz poética se ve apartada de la realización del deseo, ya que es el acto — distanciado del yo por el demostrativo— el que goza y no el sujeto de la acción: No aquél que goza, frágil y ligero, ni el que contengo es acto que perdura, (57) En “Al gozo en que el instante se convierte”, se produce, también, un divorcio entre el ser y el placer donde la “sed” designa por metonimia al sujeto deseante. Esta vez es el instante mismo el que se convierte en gozo, mientras que el ser se ve desunido del placer por la huida del tiempo que, al robarle su pasado, alimenta el deseo: Al gozo en que el instante se convierte sobrevive la sed que lo desea. (59) El ejemplo más significativo del vano deseo de la voz poética de hacerse una con el placer se encuentra en “Soñaba hallarme en el placer que aflora” y en “Fundido me soñé al placer que aflora”. La experiencia soñada del placer viene enteramente contenida en el primer verso de ambos sonetos: Soñaba hallarme en el placer que aflora; pero vive sin mí, pues pronto pasa. (64) 73 Béatrice Ménard Fundido me soñé al placer que aflora, pero vive sin mí, pues brilla y pasa: (65) La puntuación y la conjunción adversativa producen un efecto de ruptura, haciendo irremediable la separación entre el ser y el placer. La realización del deseo sólo se logra en el espacio del sueño, es decir, en el pasado cuando el “placer” o “gozo” al que aspira el sujeto poético, consistiría en disfrutar esta “hora completa” de la que habla Bachelard: La hora en que todos los instantes del tiempo serían utilizados por la materia, la hora en que todos los instantes de la materia serían utilizados por la vida, la hora en que todos los instantes vivos serían sentidos, amados, pensados. La hora por consecuencia en que la relatividad de la conciencia estaría borrada ya que la conciencia estaría a la medida exacta del tiempo completo. (1992: 48) Hora utópica, alcanzable tan sólo en el ámbito de la fantasía, exteriorización del inconsciente que da una existencia imaginaria al deseo. DESEO Y FANTASÍA El soneto “Paraíso encontrado” se organiza en torno a la dicotomía entre el “ser” —asociado a la “nada”— y el “placer” —identificado con el “gozo”—, instancias que evolucionan en dos cuartetos formalmente independientes, que representan respectivamente la esfera del intelecto y la de los sentidos; dos mundos inconciliables que se oponen por un juego de antítesis entre muerte y vida, sombra y luz. La defensa, “Piedad no pide”, anula cualquier esperanza en el primer cuarteto, recalca la impotencia del locutor frente a la inexorable realidad y contrasta con la formulación del deseo que inicia el segundo cuarteto, abriendo la estrofa a la potencialidad: En el otro orbe en que el placer gravita, dicha tenga la vida y que la enlace, y de ella enamorada que rehace el sueño en que la muerte azul medita. (89) El presente de indicativo que, fuera de cualquier lógica gramatical, sucede a los dos verbos en subjuntivo, actualiza el sueño de la vida al depararle la seguridad del modo indicativo, revelando el ansia de realización del deseo, al tiempo que el verbo “rehacer” es señal de transformación y de creación. Como en las formaciones del inconsciente, los vocablos pueden asociarse de diversas maneras: el adjetivo “azul” 74 Las figuras del deseo en los sonetos de Jorge Cuesta puede calificar tanto al sustantivo “muerte” —así transfigurada dentro del oxímoron— como el sustantivo “sueño”. Al contrario del primer cuarteto, regido por el principio de realidad, el segundo cuarteto es regido por el principio del placer, en el espacio de la fantasía, donde la muerte, metamorfoseada por el deseo, se contamina de las cualidades de la vida. Esta fantasía prosigue en el cuarteto funcional, donde al sueño azul de la vida sucede el sueño blanco de la muerte: Sólo la sombra sueña, y su desierto, que los hielos recubren y protejan, es el edén que acoge al cuerpo muerto después de que las águilas lo dejan. (89) El “edén” evocado forma un ámbito depurado al extremo, caracterizado por el frío puro del hielo que reina en sus alturas y por la soledad de su extensión vacía. Este paraíso acendrado de la inteligencia es el espacio mítico de una “muerte sin fin”, que realiza el anhelo de acceso a la permanencia. Como en la segunda estrofa, el presente de subjuntivo abre una brecha hacia un deseado porvenir. La distorsión gramatical en la elección del tiempo verbal, corte en la cadena discursiva, aparece como el indicio revelador de la fantasía. La expresión del deseo culmina en el dístico final del soneto: Que ambos tienen la vida sustentada, el ser en gozo, y el placer, en nada. (89) La doble hipálage “El ser en gozo, y el placer, en nada”, que Annick Allaigre Duny puso magistralmente de realce en su análisis de la escritura poética de Cuesta 6 , devela el deseo del locutor de fusionar con el gozo, invirtiendo la relación que, en la realidad, une el ser a la nada y el placer al gozo. Por otra parte, el hecho de usar, en las estrofas precedentes, el modo indicativo cuando se esperaba, según la lógica gramatical, el modo subjuntivo, y viceversa, incita a atribuir al presente del indicativo del verbo “tener” el valor de un subjuntivo en el segundo terceto, lo que convierte el dístico final en la expresión de otro deseo. Tal como lo plantea Freud, si la fantasía, corolario del deseo, tiende a reproducir un modo primero de satisfacción perdido para siempre, “Paraíso perdido” y la Coda de “El viaje soy sin sentido” ilustran bien este concepto. Los dos poemas evocan con nostalgia el tiempo irrecuperable de 6 Annick Allaigre-Duny. 1996. L’écriture poétique de Jorge Cuesta: les sonnets. Pau: Codevi-CDRLV.118. 75 Béatrice Ménard los orígenes. El título “Paraíso perdido” evoca el añorado mundo de la infancia, recreado por la única frase nominal de que se componen los tercetos, en los que se anula la temporalidad, dejando fuera de cualquier espacio identificable: El sabor embriagado y misterioso claro al oído (el mundo silencioso y encantados los ruidos de la vida) vivo el color en ojos reposados, el tacto cálido, aires perfumados y en la sangre una llama inextinguida.(88) El primer movimiento de la Coda de “El viaje soy sin sentido” se sitúa también en un locus amœnus imposible de localizar y en un tiempo antes del tiempo hecho remoto por el pretérito indefinido y el pretérito imperfecto. Como en “Paraíso perdido”, la plenitud de la sensación, expresada en términos de calor y de luz, es completa en los 18 primeros versos de la Coda: Hasta el aire se hacía como tenaza a las cordiales brasas escondidas. [...] La Creación toda entera, vuelta luz, se recreó en las pupilas un instante, abrió luego los poros delirantes transformando las venas en lucero. (94-95) “Paraíso perdido” y la Coda de “El viaje soy sin sentido” son poemas excepcionales ya que, en ellos, el sujeto poético llega a un perfecto estado de armonía sin que se exprese el menor sentimiento de falta. El locutor se hace uno con el placer, accediendo a la totalidad del ser: El hombre, vuelto nada, lo fue todo. (95) La conquista de la presencia, puesta de manifiesto en la primera parte de la Coda mediante la repetición del verso inicial —“La presencia fue aquí”— en el verso 5, equivale a un encuentro con el otro, que transfigura el mundo circundante, hecho caricia y alegría: La feliz circunstancia de un abrazo hizo el aire delgado como brisa. 76 Las figuras del deseo en los sonetos de Jorge Cuesta El mundo se reía penetrado de gracia y de fe pía. (95) “Paraíso perdido” y la primera parte de la Coda parecen corresponder a esta búsqueda de “una parte [del ser] siempre perdida” 7 de la que habla Lacan, búsqueda reveladora del deseo del sujeto de volver a fusionar con el objeto primordial. Lo que se añora es el tiempo anterior a la separación con la madre. Pero el segundo movimiento de la Coda marca el regreso a la realidad, mostrando que la unión con la Cosa, objeto perdido por excelencia, sólo es realizable en el universo del mito. La inversión, figurada por la llegada del crepúsculo, que se produce en el verso 19 de la Coda, muestra que no hay retorno posible a la unidad primordial. En oposición con la primera, la segunda parte de la Coda expresa un fuerte sentimiento de incompletud. El presente de indicativo es, ahora, el tiempo de la separación que desgarra la subjetividad del yo, subrayando la imposibilidad de reencuentro con la parte perdida: El cuerpo se hizo sombra; nuevamente ocupó el viejo lugar. Y al cabalgar las horas nuevos tedios lo agobian. La mirada se perdió en el recodo donde volteó el reflejo. (95) La siguiente reflexión de Frida Saal aclara tanto la lectura de “Paraíso perdido” como la de la Coda: Entre el yo constituido por la imagen marcada por el significante y el mundo a cuya representación se accede por efecto de lo simbólico abriendo así las posibilidades de objetivación, se instaura una hiancia, una fisura, un hueco o agujero incolmable, espacio donde se construyen los paraísos perdidos y, en general, todos los edificios de lo imaginario, flotantes sobre un abismo, pues abismo es, precisamente, todo espacio sin fondo. Los paraísos perdidos son los únicos que existen porque nunca existieron y se constituyen a partir de su pérdida. Son objetos y espacios a recuperar, tarea objetivamente imposible, pero que coloca al sujeto en el campo del deseo, en la busca donde hallará y producirá las sustituciones metonímicas, siempre incompletas. (1983:259) 7 Frida Saal. 1983. "El amor y la sexualidad de Lacan a Freud, conceptos de Lacan en la obra de Freud, op. cit., 286. en La re-flexión de los 77 Béatrice Ménard La imposibilidad de recuperación de la parte perdida condena al ser a un eterno “errar” de objeto en objeto sin que ninguno sea satisfactorio para el deseo. DESEO Y SUEÑO Si en “Paraíso perdido” el sujeto poético, considerando que “más tuvo que quiso”(88) suspende “al sueño sus imágenes”(88), como si no quisiera saber nada del saber inconsciente que contiene, Cuesta construye dos de sus sonetos —“La mano explora en la frente” y “Su obra furtiva”— en torno al tema del sueño. Por la poca densidad que los pentasílabos y los octosílabos les deparan, la forma de estos poemas se adapta perfectamente a la temática que en ellos se desarrolla: la de la desaparición de las imágenes del sueño en el momento de despertar. Esta concentración formal hace pensar en el mecanismo de condensación que comprime los materiales del sueño hasta convertir su contenido latente, inconsciente y censurado, en contenido manifiesto. El adjetivo “furtivo” subraya la naturaleza evanescente de la “obra” del sueño: Su obra furtiva el sueño extiende, mas no la aprehende ni la cautiva. En vano activa la nada, enciende sombras y asciende libre, alta y viva. (103) El hecho de designar el contenido del sueño como “obra” sugiere la existencia de un trabajo de elaboración del sueño, tal como lo propone Freud en La interpretación de los sueños, al mismo tiempo que subraya el carácter imaginario del sueño. El sonetillo “Su obra furtiva” describe, en términos de Sartre, el paso de la “actividad imaginante” del soñante a la “conciencia reflexiva” del hombre que despierta y vuelve a encontrar su “ser-en-el-mundo” (1940:309 y 329): Aun más perdida que para el sueño de nada dueño, vaga en la vida del alma incierta que se despierta. (103) 78 Las figuras del deseo en los sonetos de Jorge Cuesta A lo largo de este poema, asistimos a un doble proceso de desposeimiento. En primer lugar, el sueño adquiere una total autonomía con respecto al soñante, cuya presencia se borra por completo hasta los dos últimos versos, donde aparece por fin, en el momento preciso en que accede a la vigilia, pero desmaterializado en sumo grado. El soñante es caracterizado por su ausencia durante el desarrollo del sueño, como una manera de sugerir que el contenido del sueño queda fuera de alcance del yo. En segundo lugar, destaca la independencia de la “obra” del sueño. Éste no controla su creación, lo que lo señala como vehículo del deseo inconsciente, que no se deja atrapar físicamente y no se puede concebir intelectualmente. Por su libertad, su vitalidad y su luminosidad, la “obra” del sueño se asimila a una llama que figura un saber inconsciente. La comparación enfática “Aun más perdida que para el sueño” pone de manifiesto la imposibilidad de apresar los deseos reprimidos realizados por el sueño. El final del poema coincide con la extinción del sueño. El deseo inconsciente se pierde en la nada del blanco tipográfico, equivalente del olvido que sustrae al sujeto poético el contenido del sueño, cuyo jeroglífico queda indescifrable. En “La mano explora en la frente”, Cuesta utiliza procedimientos poéticos propios de los mecanismos del sueño, que disfraza sus contenidos para poder manifestarse, esquivando la censura: La mano explora en la frente, del sueño el rastro perdido mas no su forma, su ruido latir contra el tacto siente. Un muro tan transparente poco recluye el olvido, si renace su sentido y está a la mano presente. (85) La asociación de la metáfora que asimila la frente a “un muro tan transparente” y del lapsus que sustituye al vocablo “memoria” el de “olvido”, pone de realce la vanidad de cualquier intento de rememoración del sueño. Por añadidura, la sinestesia “mas no su forma, su ruido/latir contra el tacto siente” favorece la expresión de las impresiones superpuestas propias del sueño, cuyos elementos entran en estrecha relación por efecto de la condensación. Esta sinestesia manifiesta el carácter etéreo del sueño ya que la tangible solidez, propia del tacto, se sustituye por una impalpable sensación auditiva. Asimismo, se superponen en la imagen “tacto ciego y frío” una metonimia (“tacto frío”), que al 79 Béatrice Ménard prestar al tacto la cualidad del objeto que se toca subraya la intangibilidad de este objeto, y una sinestesia (“tacto ciego”), que al privar el tacto personificado de la capacidad de ver acaba por caracterizar la materia deleznable del sueño. DESEO Y FALTA “Su obra furtiva” y “La mano explora en la frente” son sonetos característicos del universo poético de Cuesta puesto que, en ellos, se trata de asir algo por esencia inasible, ya que los contornos de la realidad se borran hasta desembocar en el vacío. Domina en estos textos un fuerte y constante sentimiento de falta, concepto inseparable del de deseo, según la etimología de este último término. La primera acepción de la voz latina desiderium es la de “deseo de algo que fue poseído, conocido, y que hace falta” 8 . Se desea lo que está a lo lejos, ausente y distante. En el psicoanálisis, la relación con el objeto del deseo está marcada por una falta estructural, ya que nada de lo que el otro puede entregar colmará nunca la falta originaria. La aguda conciencia del vacío, en un mundo donde todo está condenado a desaparecer, da su máxima resonancia a la problemática del deseo en la poesía de Cuesta. Numerosos sonetos son la expresión de la carencia-en-ser que caracteriza al yo poético. El campo léxico-semántico del vacío es muy abundante, con las siguientes ocurrencias: 6 del adjetivo “vacío” y 3 del correspondiente sustantivo; 7 del vocablo “hueco”, 6 del adjetivo “ausente” y 4 del sustantivo ausencia”. El adjetivo “vano” aparece 8 veces, en el sentido de vacío o de inútil, sin contar las 5 ocurrencias de la locución adverbial “en vano”. El sustantivo “nada” se reitera 5 veces. Los verbos que expresan con mayor frecuencia la hemorragia de la conciencia son “perder(se), “agotar (se)” y “despojar(se). Estas palabras, junto con los sustantivos “desierto”, “oquedad”, “soledad” y “pérdida”, agujerean el universo de los sonetos. Las negaciones y los elementos privativos invaden también los poemas para subrayar la poca realidad del mundo donde evoluciona el locutor, o para restar existencia al yo, varias veces asimilado a la nada y cuya existencia se define en términos de falta. El sujeto poético se vacía de su sustancia en cada instante hasta convertirse en “la huella exhausta de lo que antes era” (58). El yo se define como ausencia, como “el defecto que soy de lo que he sido” (64). En “No para el tiempo, sino pasa; muere”, la muerte sólo toma posesión de la envoltura vacía del ser: 8 Felix Gaffiot. 1980. Dictionnaire illustré latin-français (1934). Paris: Hachette. 504. 80 Las figuras del deseo en los sonetos de Jorge Cuesta El lugar de que el alma se retira es el que el hueco de la muerte adquiere. (66) La realización del deseo se ve dificultada por el carácter evanescente del objeto del deseo: “Ninguna forma fija [lo] contiene” (83), “ningún contorno durable [lo] aprisiona” (83); es “ausencia viva” (84). La primera estrofa del "Canto a un dios mineral" ilustra el vano intento de agarrar al objeto del deseo, que se desvanece en el momento mismo cuando el locutor pretende asirlo: Capto la señal de una mano, y veo que hay una libertad en mi deseo; ni dura ni reposa; las nubes de su objeto el tiempo altera como el agua la espuma prisionera de la masa ondulosa. (74) La metáfora por atribución -“las nubes de su objeto”- hace intangible al objeto del deseo acometido por el tiempo. Por la materia evaporable de la espuma, la comparación que dobla la metáfora acentúa la fragilidad del pasivo objeto del deseo. Al mismo tiempo, la puesta en factor común del verbo “alterar” subraya la acción corrosiva ejercida por el tiempo, situado en posición de sujeto soberano, tal como el agua que le sirve de comparante. Destaca también en los sonetos el carácter falaz de la imagen mental, considerada como mero espejismo en la medida en que, como lo explica Sartre en Lo imaginario, ella da su objeto como “no estando”, y por lo tanto se caracteriza por su “ausencia en el seno mismo de su presencia”, (2002: 34 y 37) acercándose, así, a la nada: No para el tiempo sino pasa; muere la imagen sí, que a lo que pasa aspira a conservar igual a su mentira. (66) Por su “pobreza existencial” (Sartre 2002: 34) la imagen, simulacro de realidad, siempre a punto de desvanecerse, es incapaz de satisfacer el deseo, es decir de presentificar el objeto perdido. En los sonetos de Cuesta, tal como lo desarrolla Sartre en Lo imaginario, la constitución de la imagen “es una manera de burlar un instante los deseos para exasperarlos, después, un poco como el agua de mar lo hace de la sed” (2002: 241). El segundo cuarteto de “Al gozo en que el instante se convierte” ilustra el proceso mediante el que, tal como lo explica Sartre, “el deseo, en el acto 81 Béatrice Ménard imaginante, se nutre de sí mismo” (2002:241), limitándose y exasperándose a la vez: Cava en ella la tumba en que se vierte, la vana forma que el amor rodea y ella misma se nutre y se recrea, voraz y sola, con su propia muerte. (59) EL DESEO DEL OTRO Las relaciones con el otro son también regidas por la falta en el universo poético de Cuesta. Los escasos sonetos de temática amorosa narran la historia de un encuentro fallido. “No aquél que goza, frágil y ligero” dedica el amor a la nada antes de que haya nacido, anticipando así el desencanto debido a la imposibilidad de sustituir al objeto, causa del deseo, otro objeto satisfactorio: Y es en vano el amor rosa futura que fascina a cultivo pasajero. (57) El título “Signo fenecido” lleva, en sí, la destrucción del amor ya que el “signo” al que se alude es el “gesto del abrazo” (96) que se interrumpe brutalmente. Una serie de dicotomías pone de manifiesto la radical alteridad entre el sujeto poético y el objeto de su deseo en los sonetos de Cuesta. En “Amor en sombra”, el “yo” es corporeidad y sombra mientras que el “tú” es espiritualidad y luz. En “Signo fenecido”, la figura femenina es de esencia aérea mientras que la voz de primera persona es de naturaleza terrestre. La imagen del cuerpo femenino apenas se dibuja en los sonetos. El objeto del deseo es un objeto parcial, caracterizado en particular por su voz, privilegiada vía de comunicación con el otro. En el primer cuarteto de “Amor en sombra”, el yo poético se impone al objeto femenino con la fuerza de su deseo, como lo indica la sistemática posición de objeto del “tú” y el uso del verbo “invadir”, que traduce el violento acto de posesión del locutor: Abro de amor a ti mi sangre rota, para invadirte sin saberte amada. El íntimo sollozo es negra espada que en la dureza de su luz se embota. (97) La imagen “mi sangre rota” figura la turbación que sumerge al hablante poético bajo el imperio del deseo, turbación a la que alude Sartre 82 Las figuras del deseo en los sonetos de Jorge Cuesta en El ser y la nada (2000: 427) 9 . Tanto en “Amor en sombra” como en “Signo fenecido”, los obstáculos que se interponen entre el sujeto y el objeto exacerban el deseo. En “Amor en sombra”, el aguijón del deseo es la diferencia entre el “yo” y el “tú”, mientras que en “Signo fenecido” son los celos los que avivan el deseo. Se observa en estos sonetos un movimiento circular de uniónseparación característica de las relaciones objetales. En “Amor en sombra” la dualidad entre el “yo” y el “tú” se reduce en los cuartetos, donde se logra una paradójica asociación de los contrarios; pero la distancia se restablece en el primer terceto, donde la presencia del objeto del deseo ya no se percibe como fuente de protección sino que despierta la angustia: Tu luz es lo que más me apesadumbra y si enciendes mis ojos con tu vida el corazón me dobla la penumbra. (97) Los cuartetos de “Signo fenecido” son, también, el lugar de la conjunción del “yo” y del “tú” en un movimiento de reciprocidad que anula la distancia entre los espacios respectivos de las dos instancias: el cielo y la tierra. La mirada del yo poético se eleva primero hacia el objeto del deseo, en un movimiento ascendente que cambia la percepción de la realidad, invirtiendo los signos del paisaje, lo que se traduce por una imagen de renacimiento. En un segundo tiempo, la figura femenina desciende al nivel de la tierra, poniéndose al alcance del locutor, al mismo tiempo que conserva su carácter aéreo: Junto a mi pecho te hace más ligera la enhiesta flama que alza tu desvelo. Tus plantas de aire se aman en mi suelo y te me vuelves casi compañera. (96) La distancia entre el “tú” y el “yo” se cambia en proximidad en el octavo endecasílabo, donde los complementos de primera y de segunda persona están uno al lado del otro, lo que confirma el contacto físico enunciado al principio del primer cuarteto. Sin embargo, la diferencia no se reduce por completo. El adverbio “casi” expresa la distancia que sigue separando al sujeto poético del objeto del deseo. Un espacio blanco aleja el pronombre de segunda persona del pronombre de primera persona, 9 Jean-Paul Sartre. 2000. L’être et le néant. Essai d’ontologie phénoménologique (1943). Paris: Gallimard, Col. Tel.427. 83 Béatrice Ménard impidiendo su reunión, la cual formaría el imperativo del verbo “temer”, en una amenazadora advertencia que se inscribe en el significante. No obstante, la osmosis entre el “yo” y el “tú” —continente y contenido— se realiza al principio del primer terceto, figurada por la transformación del objeto del deseo en elemento acuático, cuya forma ciñe a la perfección los contornos del vaso que metaforiza al sujeto poético. El encuentro del “yo” y del “tú” equivale a una auténtica incorporación, que corresponde al modo de unión más radical al que alude Lacan, (1983:262), es decir, el de la “absorción” 10 : Estás dentro de mí cómoda y viva —linfa obediente que se ajusta al vaso—. (96) La transgresión de los límites entre sujeto y objeto genera la angustia, signo de un violento conflicto psíquico que lleva al locutor a reprimir sus deseos sexuales. Una imagen de caída traduce la brutal disyunción entre sujeto y objeto: Mas la angustia de ti se me derriba, se me aniquila el gesto del abrazo. (96) La estructura gramatical del verso “mas la angustia de ti se me derriba” expresa la impotencia del yo poético, actuado por la angustia. Es menester la separación para que persista el “deseo de un deseo” ya que, tal como lo enseña Lacan, la plena satisfacción del deseo lo liquidaría como deseo. En “Amor en sombra”, la angustia provocada por el acercamiento del “yo” y del “tú” desemboca en la destrucción del objeto del deseo. En el último terceto, el sustantivo “soledad”, revelador del movimiento de retiro del sujeto poético, genera una oscuridad que oculta por completo al “tú”, dando su plena significación al título del soneto: Mi soledad tu nombre dilapida a la sombra del aire que te encumbra y apaga el lujo de tu voz vencida. (97) El objeto del deseo desaparece en la oscura soledad del locutor, cuyo poder de destrucción se manifiesta en los verbos “dilapidar” y “apagar”, que afectan los principales atributos del objeto del deseo, su “nombre” y su “voz”. La aniquilación del “nombre” equivale a un acto de anonadamiento, 10 Jacques Lacan, El seminario, Libro I, in La re-flexión de los conceptos de Lacan en la obra de Freud, op. cit, p. 262. 84 Las figuras del deseo en los sonetos de Jorge Cuesta ya que sólo existen las realidades que se pueden designar por un nombre. El participio “vencido”, que califica la voz al final del soneto, expresa el completo asolamiento del objeto femenino que pierde su órgano de expresión y, por lo tanto, se ve privado de su esencia. DESEO Y NARCISISMO La tentativa fracasada de encuentro con el otro hace surgir en el locutor de los sonetos la tentación de la contemplación narcisista. En vez de ir hacia un objeto de amor exterior, o de proyectar su imagen sobre el otro, el yo poético inviste su libido en su propia persona, con una fascinación que, a semejanza de la que habla Gérard Genette en su análisis del “tema de Narciso”, es “de orden intelectual, no erótica” 11 . El sujeto poético se repliega sobre sí mismo, excluyendo al otro del ámbito del poema, e interroga con ansia su propia imagen, aguijoneado por el deseo de saber quién es. En los dos primeros versos de los sonetos “Un errar soy sin sentido” y de “El viaje soy sin sentido”, el sujeto poético se define como “pura acechanza de sí mismo” 12 , para retomar la expresión de Cristina Múgica. El “viaje” o el “errar” con los cuales se identifica el locutor figuran la indagación emprendida por el yo en busca de sí mismo. La similitud del punto de partida y de llegada del recorrido, que anula el movimiento implicado por el verbo “transladarse”, ilustra el mundo cerrado y circular de la identificación narcisista: Un errar soy sin sentido, y de mí a mí me traslada; una pasión extraviada, y un fin no diferido. (93) El viaje soy sin sentido —que de mí a mí me traslada— de una pasión extraviada, mas a un fin no diferido. (94) La puntuación acentúa el ensimismamiento del sujeto poético, prisionero del estático tránsito que lo lleva a este “fin no diferido” que es la muerte. Cuesta procede, aquí, a una recreación del mito de Narciso en el que plasma sus propias interrogantes identitarias. El sustantivo “rostro”, 11 Gérard Genette. 1976. Figures I (1966). Paris: du Seuil. Col. Points Essais 74. 28. La traducción de las citas de Genette es nuestra. 12 Jorge Cuesta. 1987. Sonetos. Edición preparada por Cristina Múgica.México: Universidad Nacional Autónoma de México, p. 7. 85 Béatrice Ménard asociado al adjetivo posesivo de la primera persona, en “Un errar soy sin sentido”; la palabra “imagen”, que designa en “El viaje soy sin sentido”, con mayor grado de abstracción, el reflejo del rostro; el verbo reflexivo “verse” así como los ecos sonoros —manifestación formal del reflejo— permiten asimilar la figura del locutor a la de un nuevo Narciso: Entre la sombra y la sombra mi rostro se ve y se nombra y se responde seguro. (93) Entre la sombra y la sombra ¿qué imagen se ve y se nombra la misma que se aventura? (94) El primer terceto de estos dos sonetos revela el deseo del yo poético de encontrar, en este solitario enfrentamiento consigo mismo, una realidad firme e indestructible. En “Un errar soy sin sentido”, la triple afirmación “mi rostro se ve y se nombra / y se responde seguro”, da por cierto el acto de reconocimiento del locutor en la imagen reflejada por la sombra que, aquí, se sustituye por el agua del mito, lleva a su extremo la inmaterialidad y opacidad de la superficie reflejante. La coincidencia entre el yo y su reflejo parece así certificada. El hecho de “nombrarse” adquiere particular relieve ya que, por este acto, el locutor se inscribe en el orden simbólico que le otorga una identidad particular. Pero, el segundo terceto crea un fuerte efecto de ruptura, que echa abajo la ilusión de identificación. La engañosa seguridad de hacer uno con su imagen se esfuma cuando el yo se desdobla, desintegrándose su unidad en el flujo temporal donde pierde la conciencia de su ser: Cuando en medio del abismo que se abre entre yo y yo mismo, me olvido y cambio y no duro. (93) A los tres verbos que afirmaban en el primer terceto la correspondencia del rostro y de la imagen, suceden tres verbos en primera persona que revelan la contingencia y la inconstancia del yo atrapado en la corriente del tiempo. El paso de un terceto a otro materializa el abismo que se abre, en un movimiento de caída que traduce el desengaño del sujeto poético al tomar conciencia de la imposibilidad de hacerse uno con su imagen especular y, por ende, de acceder a una identidad absoluta. La pregunta del primer terceto de “El viaje soy sin sentido” —¿qué imagen se ve y se nombra / la misma que se aventura?”— da a entender la 86 Las figuras del deseo en los sonetos de Jorge Cuesta falta de identidad entre el locutor y su reflejo, sugiriendo, tal como lo formula Annick Allaigre Duny, que “reconocerse en un espejo no es conocerse” (47) Alteridad confirmada en el segundo terceto, donde la escisión del yo poético —dividido en el objeto que es mirado y en el sujeto que está mirando— se traduce mediante una violenta distorsión gramatical: Sólo el azar es el abismo que se abre entre mí y yo mismo. El azar cambia y no dura. (94) En el soneto “Deja atrás a mi ceguera”, el sujeto poético también escruta el espejo, buscando la verdad de su ser. El insistente campo léxicosemántico de la vista traduce el anhelo del yo de inmovilizar en el espejo una imagen duradera de sí mismo. Pero este deseo se ve frustrado, ya que aquí tampoco el sujeto que se mira coincide con su escurridiza imagen. El tema de la ceguera remite a la insustancialidad del ser, que trata en vano de verse en el espejo, encarando sólo la sombra. La primera estrofa de “Deja atrás a mi ceguera” hace pensar que el locutor está hecho de la misma materia que la sombra: Deja atrás a mi ceguera la imagen que se retira. Obscuridad es quien mira si no, a mí entonces me viera. (104) Al desaparecer el señuelo de la imagen en el espejo, sólo subsisten las tinieblas de la conciencia inesencial. El último terceto marca una etapa más en el esfumarse del sujeto poético, puesto que ni siquiera se plantea ya una equivalencia entre el yo y la sombra. El locutor se convierte en mera ausencia, como lo subraya la triple negación que lo anonada: Y cuando desaparece [la imagen] queda la sombra tras ella, no yo ni ninguna huella. (104) La experiencia vivida por el sujeto poético es la de Narciso tal como lo evoca Gérard Genette: “[…] se proyecta y se aliena en un reflejo que le revela, pero robándosela […] su ilusoria y fugaz existencia: toda su verdad en un fantasma, una sombra, un sueño” (1966:25). El saber al que llega el yo poético, cuando se disipa la ilusión especular, es el espantoso conocimiento de su inconsistencia. 87 Béatrice Ménard En síntesis, en el vacío abierto por el sentimiento de falta, encuentra su lugar la poesía. “Una palabra obscura” y “De otro fue la palabra, antes que mía” manifiestan el deseo Cuesta de colmar el hoyo de lo real por la palabra poética, en un intento aún y aún repetido que asegura la eternidad del discurso, fruto de la vitalidad del deseo insatisfecho. La “llama inextinguida” (88) que brilla al final de “Paraíso perdido” figura la inalterada llama del deseo que arde en el poeta. El neologismo “inextinguido” subraya la persistencia del deseo, que en los sonetos de Cuesta desempeña el papel de “lo que acicatea, indomeñado, siempre hacia adelante” para retomar la imagen citada por Freud en Más allá del principio de placer para caracterizar las pulsiones (1990). En una sociedad donde el deseo es canalizado, prohibido, por “esa conciencia “moral” que, como lo denunció el propio autor de los sonetos en pleno escándalo de Examen, no “tolera al arte su libertad de pensamiento, [...] no tolera al espíritu ninguna originalidad en ningún orden” (201), Cuesta no renunció a la libertad que encontró en su deseo —libertad proclamada en la primera estrofa del "Canto a un Dios mineral"— por más que ello lo convirtiera en réprobo y le costara la vida. Es la potencia subversiva del deseo, inadaptable al orden social y al poder instituido, que hace de la obra de Cuesta una creación libre, dentro del rigor que se impuso como instrumento de esta libertad. Béatrice Ménard Universidad de Paris X-Nanterre Dirección postal: 46 rue Etienne Dolet 95100 ARGENTEUIL/ FRANCE b.menard@free.fr BIBLIOGRAFIA ALLAIGRE-DUNY, Annick. 1996. L’écriture poétique de Jorge Cuesta: les sonnets. Pau: Codevi-CDRLV. BACHELARD, Gaston. 1992. L’intuition de l’instant (1931).Paris: Éditions Stock. Le Livre de Poche, Biblio Essais N° 4197. BRAUSTEIN, Néstor.1983. (Ed.). La re-flexión de los conceptos de Lacan en la obra de Freud. México: Siglo XXI. Coloquios de la Fundación 3. CUESTA, Jorge. 1987. Sonetos. Edición preparada por Cristina Múgica. México: Universidad Nacional Autónoma de México. 88 Las figuras del deseo en los sonetos de Jorge Cuesta CUESTA, Jorge. 1994. Obras. Recopilación de Miguel Capistrán y Luis Mario Schneider. Edición de Miguel Capistrán, Jesús R. Martínez Malo, Víctor Peláez Cuesta y Luis Mario Schneider, México: Ediciones del Equilibrista. CUESTA, Jorge. 2003. Obras reunidas I. Poesía. 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En este texto, los elementos paródicos y carnavalescos entramados en una compleja multiplicidad de voces, contribuyen a la propuesta de un principio demencial, organizador de la novela. Cada una de estas voces (Lacan, Althusser, Foucault y Barthes), contribuyen a la configuración de un universo narrativo donde impera la incoherencia, el poder y la ambigüedad junto con una apropiación paródica del mundo intelectual y de la condición del pensamiento contemporáneo. Abstract: Dementia Analogy as a Way of Interpreting ´El fin de la locura´ by Jorge Volpi. This article will analyze the unusual way Jorge Volpi´s El fin de la locura has to present its representative constructions. Parody and carnival elements — intertwined in a complex multiplicity of voices— make up a proposal based on a dementia principle. Each voice (that of Lacan, Althusser, Foucault and Barthes´ ) help make up the configuration of narrative universe where incoherence, power and ambiguity prevail together with a parodic take-over of an intellectual world and that of the conditioning of contemporary thought. Key Words: parody, carnival, dementia novel, Faucault, Barthes text, incoherence power, ambiguity. Mi propósito radica en el análisis de las voces de Lacan y Foucault como articuladoras de la propuesta demencial de Volpi. Me ocuparé de estas dos voces porque, a mi modo de ver, ayudan a iluminar efectivamente las dimensiones de la novela confiriéndole un interés particular. El fin de la locura propone un singular modo de representación del cual se despliegan diversas construcciones, que son corroboradas por las líneas temáticas propuestas. Entre éstas sobresalen: la problemática del lenguaje, la dialéctica de la identificación con el otro, la locura y el poder y la misión 91 Carolina Navarrete del arte contemporáneo, tópicos atravesados por la línea argumental de la caída de la izquierda revolucionaria. El modo de representación fundamental de esta novela lo constituye la demencia manifestada en diversas instancias y, en primer lugar, en el campo del lenguaje. Por intermedio de Lacan se manifiesta el quiebre entre significante y significado. Recordemos que para Saussure el signo lingüístico se compone por la unión arbitraria entre la imagen acústica y el concepto, proponiendo una relación indisociable entre ambos. En cambio, Lacan alude a una ruptura total donde el significante no significa nada, es decir, propone un significado vacío. Esta propuesta abre el camino hacia un complejo modo de construcción representativa de la novela, donde uno de los ejes temáticos será la problemática del lenguaje: “¡Basta de ruido!” sentencia el narrador atisbando, más adelante, ciertos ecos de esta molestia inicial. La presencia de un lenguaje impuesto que provoca fatiga en el narrador, nos es comunicada desde la perspectiva crítica de quien vuelve a conocer el mundo: “Aquí estoy de nuevo, lampiño e indefenso, recién nacido. No comprendo las palabras (…) desde el instante de mi nacimiento estoy obligado a lidiar con un lenguaje que me precede. Así de simple y así de trágico. (…) El lenguaje me envuelve (me devora), idéntico a un pez que se revuelca en una red de palabras. Sólo los ruidos parecen importarle a los adultos” (50). Esta actitud conduce a la pregunta que va a rondar la novela y a este trabajo en particular, la cual hace referencia al sentido que tienen las palabras, si es que lo tienen, y en qué contexto sería posible verificarlo. Pero la cuestión es todavía más compleja puesto que el narrador nos remite a un cuestionamiento que recorre tanto el ámbito lingüístico como el sociopolítico, lo cual es verificable en afirmaciones tales como: “La maldición suprema, el mayor absurdo, radica en que las palabras nunca conducen a la realidad; (…) son puentes en el mar del sinsentido” (51). Comprendemos, entonces, que el modo de representación propuesto obedece a una desacralización del lenguaje, alusivo, según el punto de vista del mismo autor, al empleado por quienes están inmersos en el poder político: “Son las palabras de los políticos las que constituyen esa maldición, la literatura, por el contrario, constituye el antídoto: frente a la irrealidad del mundo, la ficción contribuye a que nos acerquemos un poco más a esa verdad que siempre se nos escapa” 1 . Por lo tanto sería factible proponer una dicotomía del lenguaje: mientras las palabras de los políticos constituyen un lenguaje “maldito” conducente a la irrealidad del mundo, los literatos contribuirían al acercamiento a esa verdad huidiza y a la configuración de un sentido, haciendo frente a la ceguera y a la locura de los sistemas políticos. 1 Unai Ugarte. Entrevista a Jorge Volpi: “Cualquier novela tiene algo de utopía” Pérgola 11. 92 Analogía demencial Como podemos apreciar, la propuesta de Lacan articulará el principio demencial de la novela, encontrando una correspondencia entre su propuesta referida a que el significante carece de significado y la temática principal de la novela. En otras palabras, si el significante corresponde a la ideología revolucionaria podríamos apreciar su correspondiente ausencia de significado en lo referente al vacío ideológico que ha acarreado la utopía de la izquierda. Sin lugar a dudas, esta proposición conlleva una enorme complejidad, la cual se irá disipando a medida que descubramos como se articula el trenzado de los acontecimientos junto con las líneas teóricas visibles en la novela. Es importante hacer notar que la problemática recién expuesta sobre el lenguaje guarda una importante relación con el tema que Lacan denomina como la ‘dialéctica de la identificación con el otro’, la cual corresponde a la instancia donde el sujeto experimenta un proceso de reconocimiento de sí mismo y del mundo. En la novela podemos apreciar esta situación cuando Aníbal Quevedo, el protagonista, desde una perspectiva infantil se enfrenta a un espejo vivenciando una pugna entre la imagen representada y el ‘sí mismo’, es decir, experimenta un proceso de escisión, distancia y de violencia autodestructiva: “Vislumbro mi imagen y al reconocerme, me siento perdido ¿La causa’... comprendo que él también quisiera liquidar a ese otro que lo mira, desde mi lado del espejo” (33). Esta experiencia del espejo nos remite a una compleja instancia de identificación del sujeto con el mundo tal como lo afirma Lacan en sus Escritos 1: “La función del estadio del espejo se nos revela entonces como un caso particular de la función de la imago, que es establecer una relación del organismo con su realidad” 2 . Este postulado nos ayuda a entender la problemática que experimenta el protagonista, quien se reconoce, al inicio, como un sujeto eminentemente perdido, en consonancia con sus devaneos de teoría en teoría a lo largo del relato. Así su autodestrucción- él y su doble quieren liquidarse- se traducirá en la aniquilación de los sistemas de poder a través de su lucha en pos de la revolución con su amiga Claire en las manifestaciones en Francia del ’68, como también a través de su accionar en la revista Tal cual con la mexicana Josefa Ponce. Desemboca, así, paradójicamente en la destrucción de la figura del revolucionario cuando acepta dinero del gobierno y se abandera, según lo confirman los testimonios de diversos personajes en las páginas finales, en el poder político. Por lo mismo, es posible identificar una antinomia tanto del sujeto como del lenguaje ya que primero reconocemos en la postura de Aníbal Quevedo una firme crítica a los sistemas políticos que sustentan el poder. Sin embargo, el mismo Quevedo, acepta, finalmente, esa condición, 2 Jacques Lacan. Escritos 1. 1984. México D. F.: Siglo Veintiuno. 84 93 Carolina Navarrete presentando una sumisión ante el poder. Asimismo, las palabras, de las que tanto se había ocupado al tratar de mostrar su simpatía frente a la ideología de la izquierda revolucionaria, desembocan en una suerte de vacío ideológico, manifestación de la caída de la utopía. De esta manera, podemos inferir, también, el carácter imprevisible del protagonista, lo cual permite catalogarlo, a la luz de los postulados de Forster (1927), como un personaje redondo 3 . Su ambivalencia le permite sorprender al lector revelando su enorme complejidad, todo ello matizado por las plurales manifestaciones de su yo: psiquiatra, escritor, enamorado, revolucionario, crítico de arte, investigador y vendido al sistema, le confiere un dinamismo propio a este personaje que atrapa al lector más avezado. Cabe señalar que esta pluralidad de manifestaciones del protagonista se corresponde con la multiplicidad de convicciones que aparecen en la novela. A los ya mencionados Lacan, Foucault, se suman Claire, Josefa Ponce, su incondicional detractor, Pérez Avella y el sicoanalizado Fidel Castro, quienes, entre otros, representan convicciones o puntos de vista sobre el mundo que revelan el carácter polifacético de la vida, lo cual estaría en consonancia con lo que Mijail Bajtin señala como características de la novela polifónica, especialmente en lo que guarda relación con el contrapunto. El contrapunto en la novela (1993:66) 4 se refiere a la contraposición dialógica propia de una vida que es diálogo. En otras palabras, señala, “si la novela se basa en el contrapunto artístico, entonces, se vuelve posible relacionar las diferentes narraciones incluidas en la novela, los diversos argumentos y planos” (1993:68). De esta manera, la combinación de tantas visiones como voces hay en la novela de Volpi remite a un horizonte interpretativo muy amplio donde el tema del poder y de la locura es representado a través de un cruce de múltiples voces que, como microdiálogos, configuran la totalidad de la obra. Un papel relevante lo constituye Michel Foucault quien, al igual que Lacan, comparte vivencias que serán de gran relieve tanto para Aníbal Quevedo como, también, para el modo de representación de la novela. En su Microfísica del poder (nombre que utiliza Volpi para titular el capítulo IV de la segunda parte), Foucault señala la dicotomía entre poder y saber: “Se admite, es una tradición del humanismo, que desde que se toca al poder se cesa de saber, el poder vuelve loco, los que gobiernan son ciegos” 5 . Se 3 Forster, Edward Morgan. 1990. “Flat and round”, en Aspectos de la novela (1927), trad. G. Lorenzo. Madrid: Debate. ‘Round’ se ha traducido como ‘completo’ y, en ocasiones, en los términos de “bidimensional” y “tridimensional”. 4 Mijail Bajtin. 1993. Problemas de la poética de Dostoievsky. Colombia: Fondo de Cultura Económica. 66. 5 Michel Foucault. Microfísica del poder. 1992. Madrid: La Piquita.99 94 Analogía demencial aprecia, así, que Foucault establece un vínculo entre locura y poder, lo cual está en correspondencia con el gran tema de la novela: la caída de la utopía. A la ya observada instancia crítica hacia los sistemas políticos, porque conducen a la irrealidad del mundo, se le agrega una suerte de condicionantes en la esfera del poder y de su consecuente insanía: ¿Qué es exactamente la locura?, se preguntaba Foucault. Y se contestaba una calidad infamante otorgada por los sanos o los poderosos a quienes no son como ellos, a quienes no se someten a sus reglas y castigos. (...) Todo está organizado para que el loco se reconozca en un mundo judicial que lo rodea por todas partes; se sabe vigilado, juzgado y condenado (143). En efecto, el poder asume una relevancia significativa en el sujeto y específicamente en la figura de Aníbal Quevedo puesto que en la instancia carcelaria, tras visitar a Santiago Lorenzo inculpado por el asesinato de su hermano Tomás Lorenzo, el protagonista sufre un cambio importante revelándose posteriormente su sumisión al poder luego de recibir dinero del gobierno. Esto hace pensar que cualquier antecedente que él tuviese del caso tuvo un precio pagado por el estado. Así, los acontecimientos se enlazan en una suerte de trenzado donde el freno del saber vendría antecedido por la sumisión al poder, lo cual desembocaría en la locura de quien se sabe vigilado, enjuiciado y condenado. Afirmar que Aníbal Quevedo constituye la imagen de la represión de una sociedad que ansía el mantenimiento del poder, parece no estar tan alejada de la realidad del protagonista, que se convierte en objeto de las habladurías y discursos testimoniales de diversos personajes que aportan algún dato sobre su vida y su relación con el resto. Carlos Monsivais (ficcionalizado) confiesa: “¡Desde luego! Quevedo era mi amigo y poseía una integridad sin límites. No tenía por qué dudar de su palabra. Al salir de la celda de Santiago se le veía descompuesto. Desde luego, debieron torturarlo...” (445). Testimonios como éste junto con los de Josefa Ponce obedecen a lo que Barthes denomina la función de escucha provocando un vuelco en la novela. Si antes habíamos conocido los acontecimientos gracias a un narrador intrahomodiegético, constituido por el mismo Quevedo, a partir de la función testimonial se despliegan las voces de un narrador extra-homodiegético constituido principalmente por Josefa Ponce, quien no escatima su lenguaje a la hora de expresar su malestar: Lo que el poder hizo con él fue, con su perdón, una chingadera. A raíz de sus opiniones sobre el caso de los hermanos Lorenzo publicadas en Tal cual, el gobierno priísta desató una brutal cacería en su contra y no tuvo empacho en acabar con su prestigio. Las 95 Carolina Navarrete instituciones represivas del Estado lo hostigaron hasta desquiciarlo.... ¿Y sabe usted cómo reaccionaron sus colegas? En vez de defenderlo, se dedicaron a injuriarlo, plegándose a los designios del poder. (435) Sin duda, Josefa Ponce deja de manifiesto que el protagonista cayó en las tentadoras redes del poder convirtiéndose en un sujeto vigilado y castigado por los círculos de escritores y las esferas culturales que desencadenan su desprestigio y su muerte. Además, a través del testimonio de la principal camarada de su revista, es posible observar el encono que siente hacia Claire, mujer que ejerce una enorme influencia en la vida de Quevedo: “Por si fuera poco, esa mujer acabó de trastornarlo. La fascinación que Aníbal sentía por ella era enfermiza. ¡Si al menos lo hubiese sostenido cuando todo empezó a derrumbarse! Pero no, la infeliz no confió en él” (436). Esta visión degradada y paródica 6 de Claire hace vislumbrar la complejidad de su personaje. Quevedo junto con divagar de teoría en teoría, corría tras Claire, muchacha provista de coraje y de una violencia inusitada que la hacía luchar en pos de una auténtica revolución como también debatirse entre distintos hombres llegando a límites extremos como el masoquismo. Podríamos decir que los actos de Claire obedecerían, utilizando la terminología de Lacan, a una privación fálica: “el falo no es un órgano ni una marca sexual, sino el nombre que Lacan le da a la ausencia” (75). Observamos que esa ausencia está presente en la vida de Claire y que funciona como motor de sus experiencias, teniendo primacía aquella vivenciada con el propio Lacan: El psicoanalista comenzó a acariciarla; luego le hizo alzar las piernas, una tras otra (...) Mientras ella se esforzaba por mantener el equilibrio, el psicoanalista procedió a arrancarle las medias y la falda; con las piernas abiertas y el pubis semejante a una súbita intrusión de la noche, Claire se dejó caer sobre su cama. El viejo acercó el rostro a su sexo; nunca dejaba de perturbarlo esa imagen brutal y primigenia, esa piel lustrosa y suave, tenuemente enrojecida: su origen del mundo. (...) Incapaz de contenerse, Claire se incorporó y, con la misma ansiedad que él, le arrancó el cinturón y le bajó los pantalones para encontrarse con su sexo. El psicoanalista impidió que ella lo tocase y, arrebatándole el falo (vaya ironía) prefirió introducirlo entre sus piernas (77). 6 Se emplea este término a la luz de los postulados de Bajtin. Para este autor, al discurso paródico le es análoga toda utilización irónica y, en general, ambivalente de la palabra ajena, pues en estos casos la voz original es también usada o aprovechada para transmitir al lector propósitos que le son hostiles. 96 Analogía demencial Este episodio colmado de erotismo y de una ironía manifiesta, desencadena la incesante carrera de la muchacha tras los hombres en busca de colmar aquella ausencia producida por la condición de su propio sexo. Al respecto cabe señalar el postulado de Lacan en Escritos 2: “La niña es considerada castrada, privada de falo” 7 . Esta situación perfectamente aplicable a Claire envuelve en una atmósfera tortuosa, y muchas veces trágica, el amor de Quevedo por ella, conduciéndolos a estados delirantes. Sin embargo, esta violencia exasperada de Claire se convierte en una suerte de amor idealizado por el protagonista quien, incapaz de asirlo, se contenta con vislumbrarlo a ratos con la esperanza de que su lucha en pos de la revolución siga el mismo camino de su amada. Lo interesante es que esta problemática dialoga, también, con la mencionada crítica al significante y su escisión respecto al significado, articulándose como la disyuntiva del protagonista cuando se dirige a Claire: “Eres incapaz de pronunciar la palabra amor. Como si proferir ese significante te quemase la lengua. O, peor aún, como si te resistieses a emplearlo por temor a experimentarlo de verdad” (284). Este juego de apariencias, tan propio de nuestro mundo contemporáneo, es parodiado por el autor al mostrarnos la falta de correspondencia entre lo que se dice y la relación que pueda tener con lo que significa. Somos hijos de un fracaso ideológico, de una laxa lucha contra los sistemas de poder, a fin de cuentas, el protagonista muestra que todo desemboca en el mismo círculo trágico de un amor carente de un eco significativo, que se subyuga al igual que los ideales revolucionarios, ante las instancias del poder. El último tema escogido para el presente análisis corresponde a la misión del arte contemporáneo en una atmósfera truncada por la deflación ideológica de la izquierda revolucionaria. Es importante hace notar que Aníbal Quevedo encuentra una salida frente a esta situación en el arte plástico: “Es como descubrir un nuevo mundo o, mejor, como descubrir el mundo de nuevo: la mirada del arte se instala en mi mirada. Como en ninguna otra disciplina –la literatura no es más que un remedo-, el artista plástico dispone de una voluntad de riesgo superior a cualquier acción política”. (260) La fortaleza del arte para Quevedo radica en la recuperación de una visión primigenia que le permita, al igual que al niño, convertirse en un recreador del mundo. Incluso, sitúa a la literatura en un nivel subordinado al arte cumpliendo una simple función imitativa, en otras palabras, el arte 7 Jacques Lacan. 1984. Escritos 2. México D. F.: Siglo Veintiuno. 666 97 Carolina Navarrete se acercaría a una auténtica revolución: “Como Barthes, yo también me siento profundamente desencantado hacia la revolución pero, a diferencia suya, me parece que su desafío se ha trasladado al arte contemporáneo”.(259) Esta afirmación lo lleva a retomar la teoría lacaniana sobre la filiación del inconsciente y el lenguaje. Para Quevedo, esta unión entre el lado “oscuro” del hombre y la estructura del lenguaje, cuyos significados y significantes se unen por casualidad, presentaría una rearticulación del espíritu revolucionario: “Si el inconsciente está estructurado como un lenguaje, el arte contemporáneo lleva esta filiación hasta las últimas consecuencias”(260), entonces, el arte sería la instancia que cubriría de sentido tantas ausencias. Un Universo vacío, donde las ideologías caen por el sesgo de los sistemas de poder, recobran un espacio significativo en la obra artística. Importa hacer notar la proposición de elementos carnavalescos originados tras la apreciación artística. Girard, uno de los artistas plásticos seguidos por Quevedo, a quien admira por la calidad de sus obras y, luego, por su enigmática relación con Claire, será objeto de una de las escenas más escandalosas en la que participa el protagonista, cuando asiste a una de sus exposiciones y comprueba con pavor que la muchacha está desperdigada en sus obras: Fuera de mí, me presento en la galería del Marais donde Girard exhibe su serie la virgen de las pieles, 20 (1975). Reconozco tu cuerpo en cada muro: aquí tus antebrazos, allá tu pubis, en aquel extremo tu ombligo, tus muslos, tus nalgas, tu nuca, tus pezones, tu clítoris... El artista te ha descuartizado (ahora se dice: deconstruido) y luego te expone públicamente, sin pudor, como si fueses una res en un matadero. (...) Antes de que alguien lo impida me abalanzo sobre una de las piezas y la desgajo con las manos. Furioso destruyo una imagen tras otra, las rompo a jirones y luego las arrojo al suelo imperturbable... (309) Esta situación responde a ciertos criterios carnavalescos distinguidos por Bajtin, tales como la presencia de escenas de escándalos como expresión de una violación de las reglas establecidas. Igualmente lo es la combinación de un elemento místico, como es el cuerpo de Claire para Quevedo, con un “naturalismo de bajos fondos sumamente extremo y grosero”. Se suma, a esto, la creación de una situación excepcional para cuestionar y poner a prueba la verdad, como se aprecia en el episodio que sigue a la destrucción de todo el material artístico de Girard, quien reacciona de una manera inesperada que conduce, incluso, al simbolismo concreto y visible: 98 Analogía demencial En vez de detenerme Girard comienza a aplaudir. (...) Consultado al día siguiente por un reportero de Art Press, Girard declara que, al romper sus fotografías yo he llevado hasta sus últimas consecuencias su deseo de atomizar el mundo y de fragmentar la realidad. Mi performance le ha parecido una metáfora perfecta de lo que él siempre ha perseguido: el fin del arte. (310) De esta manera, la apreciación que conlleva al fin del arte, o al fin de la locura, dialoga con el carácter autorreferencial que asumirá la novela, lo que está plenamente presente en los comentarios metanarrativos. A saber, tenemos a un minucioso crítico, como es Pérez Avella, “Crítico Ejemplar” de Quevedo quien se ocupa con fruición en aniquilar el prestigio del protagonista rebajando sus obras, con dramática periodicidad, a las más penosas evaluaciones como lo es el juicio de “El peor libro del año”. Particularmente importante resulta el discurso metanarrativo constituido por la referencia al libro que nos ocupa, donde la parodia se lleva a límites insospechados: El fin de la locura, de Aníbal Quevedo (edición a cargo de Jorge Volpi, Seix Barral, 2003). Lo que nos faltaba: un Quevedo póstumo. Como si no tuviésemos bastante con los libros que publicó a lo largo de cuatro décadas, ahora el doctor Volpi nos entrega este remiendo. Sólo a un escritor tan mediocre podía interesarle recopilar y anotar los textos inéditos del psicoanalista mexicano fallecido en 1989. No cabe duda de que el mercado sigue dominando nuestra pobre vida intelectual, sobre todo en estos tiempos de intensa —y estéril— globalización.(452) El hecho de admitir semejante burla para Quevedo, para Volpi y para el propio mundo intelectual responde al postulado de Alberto Pérez cuando se refiere a que la parodia sería metanarración. Es decir, una ficción B que comenta una ficción A, un texto que comenta deformadamente otro texto “trayendo a primer plano el tema de la representación” 8 . Así, para Genette todo texto que transforma, o imita a otro, es un género de segundo grado. Pérez define la parodia como “una composición que imita, cómica o satíricamente, una obra seria” (280). De esta manera, la parodia en el segmento metanarrativo recién expuesto recae tanto sobre un autor (Volpi/Quevedo) como sobre una obra (El fin de la locura) y, al igual que la caricatura, se basa en la distorsión y exageración de los elementos constitutivos de la obra misma y de su contexto de producción, enfatizando 8 Alberto J. Pérez. “Los procedimientos de segundo grado literario” en Poética de la prosa de Jorge Luis Borges: Hacia una crítica bakhtiniana de la literatura. Editorial Gredos, Madrid. 274 99 Carolina Navarrete paródicamente el carácter paupérrimo de la vida intelectual contemporánea, factor preponderante en el trazado del modo de representación de la novela. En suma, las diversas formas de construcción representativa de esta obra de Volpi contribuyen notablemente a la narrativa actual. Resulta muy interesante como el principio demencial establece vínculos de semejanza con las teorías de notables pensadores (Lacan y Foucault), impulsando la articulación de ejes temáticos tales como la problemática con el lenguaje, la identificación con el otro, la caracterización del poder y la importancia del arte, con lo cual se ayuda a una autorreflexión sobre el medio literario y artístico de nuestro mundo. Sería interesante situarse desde el principio de lo demencial y comprobar si, efectivamente, constituye el sentido figurado de la limitación que impulsan los sistemas de poder o bien, remite a un horizonte esperanzador donde se puede dirigir la atención libremente hacia el encuentro con la verdad. Pontificia Universidad Católica de Chile Facultad de Letras Programa de Investigación y Posgrado Avda. Vicuña Mackenna 4860, Santiago canavarr@úc.cl BIBLIOGRAFÍA BAJTIN, Miguel.1993. Problemas de la poética de Dostoievsky. Colombia: Fondo de Cultura Económica. BARTHES, Roland . 1982. 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Tesis para optar al grado de Magíster en Letras mención Literatura. Santiago de Chile: Universidad Católica de Chile. SULLÀ, Eric (Ed.) 1996. Teoría de la novela. Antología de textos del siglo XX. Barcelona: Crítica. Grijalbo Mondadori. VOLPI, Jorge. 2003. El fin de la locura. Barcelona: Seix Barral. 101 102 ALPHA Nº 20 - 2004 (103-120) LUIS SEPÚLVEDA: UN VIAJE EXPRESS AL CORAZÓN DE LA PATAGONIA Silvia Casini. Resumen: En este artículo se analizan las formas de representación de la Patagonia en la novela Patagonia Express de Luis Sepúlveda. Con mucho de intertextualidad y algo de novela sentimental, los relatos de viaje del escritor chileno en los que aparece la Patagonia están armados como narraciones por espacios de la imaginación destinados a seducir al lector para instalarlo en un espacio misterioso, mitad legendario, mitad histórico, trazando un recorrido apasionado con el que logra un vínculo empático muy fuerte con el lector. Nuestra hipótesis es que el de Patagonia Express no es un espacio aferrado al referente sino que lo que interesa es re-visitar y revitalizar una matriz legendaria y textual ya existente sobre la Patagonia. Por ese apego a lo construido literariamente, al describir el referente, el relato se deja influir por los estereotipos del texto fundador. Abstract: Luis Sepúlveda: an express travel to Patagonia’s heart This article will analyze forms of representation of the Patagonia in the novel Patagonia Express by the Chilean author Luis Sepulveda. Characterized by intertextuality as well as aspects of the sentimental novel, these travel tales of the Patagonia are structured as narratives by spaces of the imagination. These spaces are designed to seduce the reader, installing him in a mysterious space, both legendary and historical; whose passionate exploration will create a strong bond between text and reader. Our hypothesis is that the Patagonia of Patagonia Express is not a space established by its referent; rather, the emphasis is upon revisiting and revitalizing originative legends and texts. Because of this attachment to literary constructions, descriptions of the referent allow the reader to be influenced by stereotypes of the foundational text. INTRODUCCIÓN. Se analizan, aquí, las formas de representación de la Patagonia en la novela Patagonia Express de Luis Sepúlveda. Con mucho de intertextualidad y algo de novela sentimental, los relatos de viaje del 103 Silvia Casini escritor chileno en los que aparece la Patagonia 1 están armados como narraciones por espacios de la imaginación destinados a seducir al lector para instalarlo en un espacio misterioso, mitad legendario, mitad histórico, en un recorrido apasionado con el que logra un vínculo empático muy fuerte con el lector. Sepúlveda es uno de los escritores jóvenes más leídos de la narrativa chilena actual. Sus textos, escritos con pasión, reenvían al lector a un viaje de ida y vuelta desde la literatura al centro del corazón. En Un viejo que leía historias de amor (1993), Mundo del fin del mundo (1994), Patagonia Express (1995) e Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar (1996) aparece un mensaje de corte ecológico y humanitario. En entrevista hecha por Bernard Magnier, Sepúlveda dijo que su objetivo era darle a los lectores “food for thought, thus helping them to discover the rules governing relationships with the others, the rules of respect for others, with their culture and their traditions, and to sharpen their awareness of others, which is, incidentally, a tradition in adventure-story writing” (47).2 Sus novelas ponen el foco en el avasallamiento del planeta por parte de un capitalismo que sólo piensa en beneficios económicos. Así como en Historia de una gaviota… aparece el tema del empetrolamiento del mar que lleva a la gaviota madre a la muerte, en Mundo del fin del mundo el eje está puesto en los buques factorías japoneses que depredan la riqueza ictícola del Océano Pacífico, y en Un viejo que leía historias de amor se habla de la tribu shuar en el Ecuador que necesita ir moviéndose amazonía adentro para salvar su cultura del avance de colonos blancos que no saben convivir con la selva 3 . En Patagonia Express aparece la tala indiscriminada de árboles en los bosques de la cordillera de los Andes, y también se alude a la depredación de la fauna marina en el sur del continente. Clara Camplani hablando sobre Mundo del fin del mundo y Un viejo que leía novelas de amor dice que en Sepúlveda "ci troviamo di fronte all'antico binomio civiltà/barbarie, dove è però il concetto di barbarie, agganciato all'ideadi selvaggio, di incontaminato, di puro, ad essere caricato di sginificati positivi, 1 El autor se refiere a Patagonia Express y a Mundo del fin del mundo “Alimento para pensar, para ayudarlos a descubrir las reglas que gobiernan las relaciones con los otros, las reglas respecto de los otros, con sus culturas y sus tradiciones, y para agudizar su conciencia de los otros, lo que es, de manera incidental, una tradición en los relatos de aventuras”. La traducción es nuestra. 3 La denuncia del colono que invade la selva es semejante a la que más de sesenta años antes hiciera José Eustasio Rivera en La vorágine (1924) y, también, tiene muchas similitudes con la novela El Hablador (1987) de Mario Vargas Llosa. 2 104 Luis Sepúlveda: Un viaje express mentre l'urbanizzazione, la mercificazone, la disumanizzazione rivestono di connotazioni negative el termine 'civiltà'" (43). La conflictiva relación Norte-Sur tampoco escapa a la mirada del protagonista de Patagonia Express, quien recorre los espacios hacia el sur y es testigo de la pobreza en que se encuentran. Consultado por Bernard Magnier sobre si la geografía está tomando su vengaza sobre la historia, Sepúlveda respondió: A revenge that is all the more necessary now that the new world order, although it has done away with the East-West confrontation, is constantly and increasingly exacerbating the North-South confrontation. Latin America is part of the South. We are alone, but it is better to be alone than to keep bad company. (46) 4 La presencia del autor aparece en equivalencia histórica, ideológica y estilística con el protagonista narrador de Patagonia Express y es bastante evidente en las reiteradas referencias al acto de escribir, a algunas situaciones de prisión y de exilio sufridas por ambos y, también, a algunas amistades, como la que mantiene con Bruce Chatwin, por ejemplo, una amistad que el autor comparte con el narrador. Pero, aunque haya un nexo muy grande entre uno y otro, no trata, aquí, de analizar qué tan ajustada es la descripción textual a un espacio geográfico concreto sino "qué significa la Patagonia en el texto", ya que "la aceptabilidad de un enunciado en una obra de ficción no depende de la exactitud de las referencias sino del principio de verosimilitud" (Bruner 1991:20). El realismo es más una convención literaria que una referencia concreta y en las narraciones interesa la verosimilitud y no la verificabilidad de lo que se describe. Lo que importa para este trabajo, entonces, no es lo que se describe sino los porqués de las elecciones espaciales. A pesar de que la narrativa de Sepúlveda ha ganado en los últimos años un reconocimiento mundial, no hay, hasta el momento, ensayos que analicen sus novelas en relación con la construcción del espacio patagónico. Por los datos extraídos de entrevistas y reportajes hechos al autor, sabemos que es difícil separar historia y ficción en la mayoría de sus 4 “Esa venganza es muy necesaria ahora que el nuevo orden mundial, aunque lejos ya de la confrontación Este-Oeste, está constante e incesantemente exacerbando la confrontación Norte-Sur. Latinoamérica es parte del sur. Estamos solos, pero es mejor estar solos que con malas compañías. Un proyecto político no puede ser construido en un día. Nuestra concepción del tiempo debe ser inevitablemente diferente de la concepción del norte, pero nosotros tenemos tiempo”. La traducción es nuestra. 105 Silvia Casini obras y, mucho más, en Patagonia Express donde la carga de datos autobiográficos es muy significativa. 5 Interesa registrar, entonces, la posición estratégica desde donde el narrador describe el espacio (voz y postura narrativa, estructura, forma de construcción de los espacios, estereotipos ligados al texto fundador, marcas ideológicas), funciones del espacio y relaciones entre esta obra y la red intertextual previa que es la que lo motiva y le brinda el modelo para la representación. Nuestra hipótesis es que la Patagonia de Sepúlveda es un espacio construido a partir de registros legendarios y de materiales literarios previos ya que lo que interesa no es la descripción de un espacio aferrado al referente, sino re-visitar y revitalizar una matriz legendaria y textual ya existente. Por ese apego a lo construido literariamente, al describir el referente se deja influir por los estereotipos del texto fundador. Patagonia Express tiene las características formales de la escritura de viaje. Sabemos que el libro de viajes es un género híbrido y muy difícil de clasificar pero que, en general, tiene algunas características que Sepúlveda utiliza para su provecho como, por ejemplo, el apego a las historias raras, la unión de elementos ficcionales y no ficcionales, la descripción de lugares exóticos, los vínculos entre literatura y viaje, la ida y el regreso como búsqueda de algo. La excursión a un territorio que no le es del todo familiar posibilita un viaje de ida (a América) y un regreso (a Europa), generando una forma de autoconocimiento y de crecimiento intelectual. A pesar de la aceptación actual del libro de viajes con un estatuto ficcional, éste es un género que sigue siendo apreciado más por ser el relato de experiencias vividas y hechos empíricos que por su caudal imaginativo. Pero lo cierto es que el mismo viaje genera una propensión a la divagación y a las divagaciones recurre constantemente el protagonista de Patagonia Express, recuperando zonas privilegiadas de la memoria. LAS MOTIVACIONES: EXILIO Y REGRESO El protagonista de Patagonia Express es un ser escindido (ha nacido en Chile pero vive en Hamburgo). Regresa a su país después de muchos años de exilio forzado, buscando encontrar lo que ha dejado atrás veintiocho años antes. El viaje de Europa a América ha sido pactado con 5 En la entrevista con Bernard Magnier, por ejemplo, habla de su abuelo anarquista español, de su recorrido por América Latina al salir de la cárcel pinochetista, de su amor por la literatura, de sus años de exilio en Hamburgo que sirven para equiparar al protagonista de Patagonia Express con el autor del libro. 106 Luis Sepúlveda: Un viaje express otro escritor lo que genera un apretado lazo entre las novelas de uno y de otro. El objeto de deseo (viajar juntos) no puede cumplirse porque uno de los involucrados ha muerto, pero los paralelismos entre lo que uno de ellos ha escrito antes y lo que el viajero va escribiendo en el presente de la diégesis, son constantes y configuran la base estructural del relato en su deambular por la Patagonia. Por lo mismo, la trama narrativa de Patagonia Express no es sencilla. En realidad, de acuerdo con el nombre que le da el autor en una especie de prólogo donde aclara que estos "apuntes son compañeros de un largo camino" (9) a los que nunca supo cómo llamar, más que de novela, tendríamos que hablar de apuntes. En la primera parte, el protagonista cuenta algunas anécdotas de su infancia en Santiago de Chile y, en particular, narra algunas situaciones vividas junto a su abuelo, andaluz y anarquista, quien le ha regalado un pasaje para un viaje a "ninguna parte"(15), una forma simbólica de referirse a las cárceles pinochetistas donde ha sufrido el encierro y la tortura. Este abuelo es, también, quien le ha hecho prometer que iría a Martos, su pueblo natal. En la segunda parte se cuentan algunas anécdotas ocurridas en un recorrido por varios países latinoamericanos que incluye Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Colombia. En la tercera parte el protagonista, que ha estado residiendo durante muchos años como exiliado en Hamburgo, regresa a la Patagonia chilena. Mientras espera el barco que lo llevará rumbo al sur, desde un puerto de Chiloé, donde se encuentra, rememora los años de exilio en Europa y, especialmente, el encuentro con el escritor Bruce Chatwin 6 que ha motivado este regreso. Unos años atrás habían planeado ir juntos a la Patagonia para tratar de encontrar la hacienda donde vivieron Butch Cassidy y Sundance Kid, dos famosos bandoleros estadounidenses. El viaje sólo se podría realizar cuando el narrador protagonista consiguiera permiso para volver a su país. Durante muchos años visita el consulado chileno en Hamburgo recibiendo la misma respuesta: "su nombre no está entre los que pueden volver" (93). Cuando consigue el permiso para regresar, Chatwin ha muerto y el narrador siente que debe cumplir el compromiso asumido. De esta manera, el recorrido por distintos pueblos y parajes del sur se mezcla con los recuerdos del encuentro con el escritor inglés complejizando la trama. En la última parte, en una especie de epílogo, se narra el viaje de regreso a Europa y el encuentro en Martos con el hermano de su abuelo. 6 Bruce Chatwin publicó su libro de viaje En Patagonia en 1977 y apenas publicado tuvo un éxito comercial y crítico sin precedentes. 107 Silvia Casini Hacer que el protagonista no regrese sólo a Chile sino a un espacio más concreto, a la Patagonia chilena y argentina, no es casual, sino que tiene como antecedente algunas experiencias personales de Sepúlveda, quien se encuentra unido muy afectivamente a la región. La atracción por la Patagonia y el regreso al mundo de la infancia, se vincula, precisamente, con la lectura En Patagonia, el libro de Chatwin. En Mundo del fin del mundo el narrador dice que después de vagar muchos años sin rumbo fijo tuvo deseos de detenerse en un pequeño puerto de pescadores de Creta o en una ciudad asturiana, pero que un libro de Chatwin que cayó en sus manos lo devolvió “a un mundo que creyó olvidado y que (lo) estaba esperando: el mundo del fin del mundo” (1994:14). Dice, también, que luego de leer el libro le entró “la desesperación por volver" (1994:14), pero que "la Patagonia está más allá de las simples intenciones del viajero, y la distancia se nos muestra en su real envergadura cuando los recuerdos emergen como boyas en el agitado mar de los años más intensos" (1994:14). Esto lleva a pensar que el exilio ha hecho que Sepúlveda (y quizás también el protagonista de Patagonia Express, aunque esto no es algo que se haga explícito en la novela) se replantee sus propias señas de identidad. Si bien reconoce que no se siente chileno 7 , hay algunos datos que muestran sentimientos contradictorios. La valoración de Hamburgo, por ejemplo, está dada por su parecido con Valparaíso: “I also have a strong emotional rapport with Hamburg: it has links with Valparaiso that go back to the heroic days of sail" (Magnier 1998: 45). Además, en todos los reportajes muestra un fuerte compromiso con los latinoamericanos marginados, lo que lo obliga a pensar constantemente en las problemáticas del "allá" latinoamericano, a pesar de que se re-conoce como un ciudadano de Europa. ESTRUCTURA Patagonia Express está estructurada en cinco partes: Una introducción, un cuerpo dividido en tres partes, y una parte final. En la introducción, titulada "Apuntes sobre estos apuntes", el narrador explica que Patagonia Express es el nombre de un ferrocarril patagónico extinto pero que, sin embargo, "continúa viajando en la memoria de los hombres y mujeres de la Patagonia" (11). El nombre del tren es un símbolo (una mise 7 En una entrevista, Miguel Ángel Quemain le preguntó si es "un absurdo que se le llame a la novela latinoamericana de hoy novela chilena, novela argentina" (21), a lo que Sepúlveda respondió: "—Yo creo que la novela es una, pero hay particularidades, por ejemplo, Paco Ignacio Taibo II escribe novelas evidentemene mexicanas. El caso mío es diferente porque yo no soy un escritor chileno, es una de las cosas que no me perdonan en Chile" (21). 108 Luis Sepúlveda: Un viaje express en abyme) del relato, lo que hoy es tan sólo una leyenda (legenda: lo que se lee), ha tenido una existencia real. El libro que leemos (la legenda) y el tren nos llevan por un paisaje adonde se mezclan historia e imaginación. Patagonia Express es una invitación al viaje por partida doble: es un recorrido espacial por el sur del continente americano, a través de la memoria de sus habitantes (en tanto se registran historias, anécdotas y relatos orales de los pobladores), y un viaje por la literatura y las leyendas recogidas en una red intertextual previa. La descripción de la Patagonia, entonces, adquiere valor en un nivel estructural y tiene, además, un valor simbólico. En el nivel estructural, responde a la necesidad de que esos apuntes tengan un referente misterioso y lejano (pero asentado en los mapas) que justifique la importancia del viaje y la descripción de lugares y gentes. En el nivel simbólico, el paisaje vale por lo que se ha dicho antes sobre él, por lo que se puede reactualizar con la leyenda. Eso es lo que importa y lo que debe ser preservado. Todo es fragmentario en Patagonia Express. En una serie de idas, venidas, regresos y llegadas, el texto se abre, como se ha dicho, con una doble invitación al viaje. No hay ningún tipo de seguridades. Lo que se quiere registrar son algunas miradas (y escrituras) previas, como la de Chatwin, que pueden (¿deben?) ser atesoradas. Dos niveles, uno literario y uno histórico, se dan cita para que el protagonista vuelva a la Patagonia y escriba esos apuntes que irán siendo anotados en una libreta sin ningún tipo de orden ni de estructura. El viajero, como el relato, se va a mover siempre en dos planos que se entrecruzan y confunden: un espacio imaginario y un espacio físico. Todas las partes están armadas con fragmentos que producen una lectura ambigua. Hay una valoración del nomadismo -semejante a la de Chatwin- en este narrador que transita por el mundo con un sentido de peregrinaje doble, en tanto el viaje se conforma como un viaje literario (por diferentes textos) y empírico (por diferentes ciudades de la Patagonia). Un peregrinaje que se carga de emotividad si pensamos que el protagonista, como muchos latinoamericanos, tiene un origen -y una identidad- dividida (fragmentada) entre dos continentes. El abuelo ha nacido en España y lo recrea a la búsqueda de ese espacio, que está en el origen. Martos, el pueblo español que abre y cierra la novela, es un espacio arquetípico, un "lugar" en el mundo "que está, paradójicamente fuera de toda experiencia cartográfica porque está en el corazón de cada hombre: -¿Martos? ¿Dónde queda Martos? -Aquí- dijo (el abuelo) golpeándose el pecho con una mano"(19). 109 Silvia Casini Por eso, en el momento del cierre de la novela, los espacios (exteriores e interiores) y los tiempos (pasado, presente, futuro) se mezclan en un recorrido simbólico que se expande desde el espacio Martos: Entonces la mirada del anciano traspasó mi piel, recorrió cada uno de mis huesos, salió al portón, a la calle, subió y bajó lomas, visitó cada árbol, cada gota de aceite, cada sombra de vino, cada huella borrada, cada ronda cantada, cada toro sacrificado a la hora fatídica, cada puesta de sol, cada tricornio que se plantó insolente frente a la heredad, cada noticia venida de tan lejos, cada carta que dejó de llegar porque así es la vida carajo, cada silencio que se fue prolongando hasta hacer certidumbre el absoluto de la lejanía. (176) De esta manera, con la imaginación, el protagonista llega a re-unir los espacios originales perdidos (y ahora encontrados) en el pasado de su estirpe. Martos es Europa pero también es América y la Patagonia, porque es un lugar simbólico, íntimo, elegido, ese lugar al que siempre, de alguna manera, se está regresando. El protagonista sabe que ha llegado, "que por fin se había cerrado el círculo, pues me encontraba en el punto de partida del viaje iniciado por mi abuelo" (178). EL REGRESO A LA PATAGONIA La Patagonia es el lugar al que el protagonista regresa. En el presente de la enunciación, el narrador está instalado en el puerto de Chonchi, en la Patagonia Norte, esperando el barco que lo llevará a la Patagonia Sur. Desde este punto focalizador (el aquí corresponde al espacio patagónico y el ahora al presente de la enunciación), a manera de flash back, recuerda el encuentro con Bruce Chatwin, unos años antes, en el Bar Zurich, de Barcelona. El protagonista, utilizando aquí el mismo recurso que le procuraba alivio en la cárcel, se evade de la realidad circundante gracias al recuerdo del pasado. Estas remembranzas generan una particular técnica narrativa usada de manera reiterativa en el texto con la cual superpone la realidad exterior y el espacio imaginativo. En el ahora de la diégesis, el protagonista está solo y mitiga la soledad acumulando recuerdos y espacios que se vuelven ambiguos. El referente sur sólo cobra importancia cuando se le anexa el plus que le da el haber sido descrito por Chatwin. La leyenda del inglés y la de los bandoleros norteamericanos que han sido los promotores del viaje, eso es lo que cuenta. El diálogo con el inglés, ocurrido en Barcelona tres años antes, es la matriz legendaria que da relieve a su propia narración y, a la vez, le sirve para hablar de la saga de los escritos europeos sobre la Patagonia. 110 Luis Sepúlveda: Un viaje express En su libro sobre la Patagonia 8 , escrito más de un siglo antes, el inglés George Musters (1969) hizo una generalización de corte etnocéntrico afirmando que todos los meridionales eran afectos a la mentira. En el bar Zurich, Chatwin, otro inglés, le pregunta al narrador si es de la Patagonia y ante la respuesta negativa de éste dice: “—Mejor. No se puede confiar ni en la cuarta parte de lo que dicen los patagones. Son los mentirosos más grandes de la Tierra—” (87), a lo que el narrador responde diciendo: “—Es que aprendieron a mentir de los ingleses. ¿Conoces las mentiras que Fitz Roy le inventó al pobre Jemmy Button?" (87). Si George Musters durante su recorrido por la Patagonia contrastó el apego a la verdad en los habitantes del norte del planeta con la afición a la mentira en los meridionales y si Chatwin sigue pensando que esa generalización puede tener algún asidero en la realidad, el discurso del protagonista viene a cuestionar dicha aseveración. La versión que el capitán del Beagle Robert Fitz Roy “le inventó al pobre Jemmy Button”, es muy conocida hoy y ha dado lugar a muchas novelas contemporáneas. Fitz Roy secuestró a cuatro nativos de la Patagonia Sur y los llevó cautivos a Inglaterra. Sin embargo, en su narración de viaje dice, por ejemplo, que Jemmy Button le fue vendido por su madre por un botón de nácar y que de ese intercambio le quedó el nombre. Antropólogos, etnólogos y escritores como Lucas Bridges 9 , un inglés que convivió con los nativos, aseguran que el intercambio mencionado por Fitz Roy no es creíble porque un hijo es lo más valioso para los indígenas fueguinos y porque una madre selk’nam jamás aceptaría un trato semejante. LOS ESTEREOTIPOS DEL TEXTO FUNDADOR En el momento de embarcarse rumbo al sur el narrador describe el puerto patagónico: "Oficialmente es verano en el sur del mundo, pero el viento gélido del Pacífico no le concede la menor importancia a este detalle; sopla en ráfagas que entumecen hasta los huesos y obligan a buscar el calor de los recuerdos" (87). El paisaje patagónico aparece descrito con algunas de las notas de tipicidad que lo caracterizan a partir del texto fundador, a partir de la insistencia en los semas de desierto, frío y vastedad. El protagonista está en el puerto de Chonchi, “sentado sobre un barril de vino, frente al mar” (88), y percibe ese espacio abierto como un sitio que sólo puede ser soportado yendo en busca de los recuerdos. En este 8 Me refiero al texto de George Chaworth Musters Vida entre los patagones. Buenos Aires: Hachette, 1969. (1ª. Edic. London: John Murray, 1871). 9 En su libro El último confín de la tierra. Buenos Aires: Marymar, 1978. (1ª Edic. Londres: Hodder & Stoughton, 1947) 111 Silvia Casini momento, la memoria lo lleva desde el frío de la intemperie patagónica hacia otro espacio también concreto —la libreta marca Moleskín que tiene en sus manos— que lo obliga a dar el salto hacia el espacio imaginario del encuentro con Chatwin que está empeñado en rememorar. Chatwin escribió sus obras usando esas libretas y la que el narrador está usando se la ha regalado el escritor en ese encuentro. La descripción de la libreta reenvía a otro espacio simbólico, y resalta la importancia de la palabra escrita. No se trata de una libreta cualquiera: "Es una pieza de museo, una auténtica Moleskín, tan apreciada por escritores como Céline o Hemingway” (88), dice el protagonista. Así como En la Patagonia Chatwin comienza con el descubrimiento de una pieza de museo (un trozo de piel de brontosaurio), situado en el comedor de su abuela, el relato de Sepúlveda sobre la Patagonia comienza con la descripción de una pieza de museo, la libreta Moleskín que, además, le sirve para referirse, otra vez, al imperialismo inglés. Chatwin le ha recomendado anotar en la contratapa “dos direcciones en el mundo” (89) y ofrecer una recompensa para quien devuelva la libreta en caso de pérdida. Ante la protesta del chileno de que esto le “parecía demasiado inglés” (89), Chatwin le dice que: Justamente gracias a esa clase de medidas de precaución, los ingleses conservan la ilusión de ser un imperio; en cada colonia grabaron a sangre y fuego la idea de la pertenencia a Inglaterra y, cuando las perdieron, a cambio de una pequeña recompensa económica, las recuperaron bajo el eufemismo de la Comunidad Británica de Naciones. (89) La firma en la libreta, en palabras de Chatwin, simboliza la firma — la escritura, las narraciones— que han servido para la apropiación territorial de tierras en nombre del imperio británico y también para la recuperación —cuando las colonias se independizaron— de los espacios coloniales. El párrafo que cierra el capítulo reúne varios clichés sobre la Patagonia, que el protagonista genera a partir de ese texto fundador que tiene siempre presente. La descripción es, a la vez, romántica y desacralizadora: Cuando a la luz de la Cruz del Sur brinde a la salud del condenado inglés que se largó primero, tal vez el viento me entregue el eco de dos caballos montados por dos viejos gringos galopando sobre la línea incierta del litoral, en una región tan vasta y colmada de aventuras que no puede ser truncada por la mezquina frontera que separa la vida de la muerte. (95) 112 Luis Sepúlveda: Un viaje express Chatwin es aquí el "condenado inglés" que se ha muerto sin acompañarlo en su aventura patagónica. La descripción de la Patagonia incluye la consabida Cruz del Sur, la alusión al viento, a la vastedad del espacio y al ambiente proclive a la aventura, semas con los que se ha venido armando el imaginario estereotípico de la región y que Sepúlveda, tal vez de manera inconsciente, está ayudando a fijar en el imaginario del lector foráneo. Pero, es importante señalar que las descripciones de Sepúlveda se separan del texto fundador, por cuanto, si bien aluden a las mismas circunstancias estereotipadas: la lejanía, la vastedad, el viento y la Cruz del Sur como señal y límite del último confín, esas características no están teñidas por el matiz negativo que tienen en los escritores precedentes. En contraste con la negatividad siempre presente en el estereotipo, el narrador repara en que el viento no está instalado en la Patagonia en forma permanente y, muchas veces, logra disfrutar del paisaje que lo rodea y por momentos anota: "Es un amanecer sin vientos, apenas una leve brisa advierte que dejamos el Pacífico para adentrarnos en las mansas aguas del gran fiordo. La superficie se ve como una placa metálica, a la que el sol naciente arranca reflejos plateados" (96). Pero lo que importa no es la descripción del paisaje sino su matriz intertextual. La tipicidad patagónica que aparece reiteradamente en Patagonia Express está vinculada con el misterio y lo legendario. El espacio que recorre a bordo el barco que lo lleva hacia el sur se mezcla con el espacio textual previo que lo ha fijado como un espacio para la aventura y, también, a veces, como un espacio utópico de enriquecimiento rápido: “Navegamos con rumbo al suroeste, y si hay suerte podremos atracar en un lugar llamado Trapananda” (97), dice el protagonista y explica (pensando en un lector foráneo) que Trapananda o Trapalanda es “un misterioso reino” (98) de ciudades “adoquinadas con lingotes de oro” que ha vivido por siglos en el imaginario colectivo de la región. Y agrega: “Tralalanda o Trapananda no era otra cosa que la mítica Ciudad Perdida de los Césares, una suerte de El Dorado austral” (99). Las leyendas de la ciudad áurea y una alusión a algunas actas del adelantado Arias Pardo Maldonado que el narrador transcribe entrecomilladas, como si se tratara de una cita textual aunque no ofrece referencias bibliográficas, sirven para vincular el relato de viaje con lo mítico y también con el documento histórico. Como en un palimpsesto leemos en el relato de Sepúlveda, el de Don García Hurtado de Mendoza que habría dicho: “Los habitantes de Trapananda son altos, monstruosos y peludos. Tienen los pies tan grandes y descomunales que su andar es lento y torpe, siendo por ello fácil presa de los arcabuceros” (99). El texto del 113 Silvia Casini español que fuera Gobernador de Chile en el siglo XVI amontona las hipérboles y describe a los hombres de Trapalanda con orejas tan grandes que no necesitan mantas porque se tapan los cuerpos con ellas y con tan mal olor que no se soportan entre ellos, por lo que ni se aparean ni tienen descendencia. Aquí también, con un matiz irónico, el texto del narrador juega con el mito y los estereotipos del texto fundador, lleno de calibanes monstruosos, pero, a la vez, se aparta de él al dar pistas que nos obligan a pensar que estamos pisando un espacio metaliterario cosido e interpolado con fragmentos. Precisamente, el narrador asegura que no importa si Maldonado realmente estuvo o no en la Patagonia, lo que realmente importa es que, si es cierto que alguna vez estuvo en la Patagonia, tal vez, "seducido por los paisajes" inventó "aquellas historias de seres monstruosos para alejar a otros posibles expedicionarios" y dice también que "(s)i esa fue su intención, entonces podemos asegurar que lo consiguió porque la Patagonia, en territorio chileno, se mantuvo virgen hasta comienzos de nuestro siglo que es cuando empezó su colonización”(100). Nos preguntamos de qué tipo de virginidad del espacio americano habla aquí. Suponemos que la palabra virgen no se utiliza aquí como sinónimo de espacio desierto o deshabitado, ya que las etnias mapuches han vivido en la Patagonia desde mucho antes. Más bien, suponemos que "conservarse virgen" alude a un territorio no corrompido por los blancos y que el narrador está pensando que la llegada del colonizador blanco ha hecho que la Patagonia pierda su carácter virginal. El narrador habla de las cualidades de orden humano que caracterizan a los habitantes del sur. Realza su carácter primitivo sin darle un matiz peyorativo sino uniéndolo a un rico folklore tradicional que llega a homologarse con el carácter virginal del paisaje. No hay una denuncia social explícita acerca de los males del progreso pero, sí, vemos una idealización de la vida rural. Esta parte del relato se aparta del texto fundador que viene siempre prejuiciado por una ideología civilizadora que une lo urbano con lo moralmente aceptable y reniega de los espacios rurales. Por el contrario, el protagonista de Patagonia Express socializa con los lugareños con los que se encuentra, muchos de ellos gente que ha conocido en otros viajes y saca sus conclusiones, a partir de testimonios fragmentarios. Si bien hay deseos de confraternizar, el narrador registra las anécdotas que le cuentan sin involucrarse, manteniéndose como un observador distante. Sin embargo, de manera un poco imprecisa, las tierras del sur del continente van despertando sus sentimientos filiales y, en muchos momentos, parece sentirse en casa. Estar en la Patagonia lo moviliza y lo obliga a hablar de su situación personal y literaria. "La 114 Luis Sepúlveda: Un viaje express Patagonia te enseña a conocer a la gente por su forma de mirar" (151), le dice un amigo. Llega, entonces, a descifrar algunas ambigüedades identitarias que le hacen reconocer, por ejemplo, que no hay espacios benditos o malditos, centros o periferias sino que “uno es de donde mejor se siente” (150). El espacio que muestra el lugar que se elige con el corazón opera como una epifanía liberadora, y el carácter cíclico del recorrido muestra que todo puede seguir cambiando, que nada está fijo, que en todo final está siempre el principio. La crítica al progreso aparece unida a la idea de un espacio virginal que los colonizadores europeos vinieron a corromper. Una idea semejante a la enunciada en la La vorágine de José Eustasio Rivera, en donde la selva es violada por los caucheros y las caucherías. El narrador suma al planteamiento ecológico, la leyenda y la literatura, y los mezcla en un plano de ambigüedad. Sus descripciones abundan en elementos de tipicidad que colaboran en el armado de una Patagonia como un espacio exótico y lejano, proclive a las aventuras pero, también, un espacio virginal y primigenio que debe ser resguardado del avance indiscriminado del capitalismo. A esta atracción por las tierras del sur se le suma el deseo de ponerse de parte de los desposeídos de cualquier parte del mundo. Aunque la posición estratégica desde donde el protagonista describe el espacio está constantemente relacionada con su situación de europeo, y con una intertextualidad previa que da cohesión a lo narrado en la novela, también es cierto que la postura del protagonista, se separa del texto fundador en los momentos en los que se acerca a una postura de defensa del territorio acusando las marcas devastadoras del progreso de la colonización blanca. Esta experiencia, y el contacto con descendientes de las etnias indígenas, lleva al narrador a querer demitificar la imagen idílica de la colonización blanca. Hay una constante tensión entre el discurso “oficial” escrito (el discurso historiográfico, los libros de Darwin) y la voz del lugareño (nativo/aquerenciado) en el discurso de este narrador que insiste en recuperar la voz de los que –por vivir fuera del progreso— no la tienen. De esta manera, el texto triunfa sobre el silencio y sirve de testimonio sobre la situación de los habitantes del sur del continente. CONCLUSIONES En la base a las motivaciones autoriales de Sepúlveda, al escribir Patagonia Express está muy presente su pasión por la Patagonia y su admiración por Bruce Chatwin. Como resultado de tales motivaciones surge un relato de viaje como un espacio vivido pero matizado por infinidad de leyendas y referencias intertextuales. Tomamos como base teórica algunas 115 Silvia Casini postulaciones de Edward Said respecto de la relación Oriente y Orientalismo que son de utilidad para nuestro enfoque del tema del espacio patagónico. Said en el ensayo titulado Orientalism dice que con esta palabra se refiere a una disciplina académica que engloba a cualquiera que enseñe, escriba o reseñe el Oriente, ya se trate de antropólogos, sociólogos, historiadores o filólogos. Pensamos que en el caso de la Patagonia —al menos de la Patagonia argentina—se puede hablar de un Patagonialismo que debe ser revisado. El Patagonialismo surgió, como el Orientalismo, a partir de la mirada etnocentrista europea que creó un imaginario falso sobre la región. El Patagonialismo —y la carga de estereotipos y lugares comunes a los que ha dado lugar— debe ser puesto en cuestión para despojar a la cultura de la región de algunos maleficios que parece que le han caído encima como por arte de magia, o a causa de un determinismo implacable, cuando, en realidad, han sido arteros disparos de distintas visiones imperialistas. Patagonia Express está montado no sólo En Patagonia, el famoso libro de Chatwin, sino, también, sobre el de otros escritores foráneos que han hablado sobre esa región, reeditando un Patagonialismo de antigua estirpe. Estos textos recaen en descripciones que abundan en elementos de tipicidad que colaboran en el armado de una Patagonia como un espacio desmesurado y lejano, proclive a las aventuras, lo que hace que el viajero se transforme en el héroe que recorre ese espacio ganando así autoridad para narrar lo que ha visto sin que nadie dude de la verosimilitud de lo narrado. De este manera se perpetúa el Patagonialismo. El juego con el texto anterior famoso es el que recorre su novela y le provee, además, un buen recurso de éxito editorial. En el prólogo, situado en Europa, y con sus credenciales autoriales a la vista, Sepúlveda invita a sus lectores a acompañarlo "en un viaje sin itinerario fijo, junto a todas esas personas estupendas que aparecen con sus nombres y de las que tanto aprendí y sigo aprendiendo” (11). Patagonia Express reúne muchos de los rasgos típicos de la novela de viaje (aventura y exotismo como ingredientes esenciales) pero, también, muestra una Patagonia distinta, hecha con fragmentos textuales de la memoria popular, que son, de esta manera, recuperados y resguardados. A pesar del vínculo con el texto fundador patagonialista y estereotipizador, el sentido de peregrinaje del narrador muestra un proceso anti-colonialista. Si el imperialismo centró sus objetivos en la apropiación territorial, la posición de vagabundeo del narrador marca una distancia respecto de ese deseo de posesión. La producción de un texto fragmentario, hecho de citas y fragmentos (de textos orales y escritos) muestra una desterritorialización geográfica que se corresponde con una identidad que no es fija, sino que 116 Luis Sepúlveda: Un viaje express puede ir cambiando, y que tiene que ver no con un ser sino con un estar en el mundo. Por eso, el protagonista, instalado en el espacio patagónico, llega a la conclusión de que cada uno es del lugar donde mejor se siente. Si bien la novela reitera algunas aseveraciones que persisten en marcar una imagen distorsionada de la Patagonia, también cuestiona el texto historiográfico oficial y marca las depredaciones hechas en nombre del progreso. Por eso, también, a diferencia de otros textos de escritores foráneos (usando este término respecto del nacimiento y de la radicación del autor fuera de la Patagonia), los estereotipos, en Patagonia Express no tienen un matiz negativo. El espacio cartográfico cumple varias funciones en la novela: es un escenario que le sirve al foráneo para materializar su deambular; un objeto a describir, femenino, silente y pasivo, como las mujeres que, con escasas excepciones, son objetos silenciados en el texto analizado y se utiliza para denunciar los estragos hechos en nombre del progreso como una forma de repudio del colonialismo y sus secuelas. Esta triple funcionalidad hace que, si bien, por un lado la novela persiste en algunas caracterizaciones que remiten al texto patagonialista fundador, por otro lado se revisen y se superen algunas consideraciones (armadas desde los centros de poder) respecto de la desolación y de la supuesta monstruosidad de los habitantes. El estereotipo en el que más se insiste es en la imagen de la Patagonia como último confín y como fin del mundo. Esta insistencia en remarcar la lejanía muestra que a quienes viven en espacios considerados centrales les cuesta trabajo tomar conciencia de que el mundo no es un planisferio con arribas y abajos, sino un planeta que gira sin centros ni confines predeterminados y que siempre que se marca una periferia es porque alguien ha decidido ubicarse en el centro. Pero, mientras se persista en ver el sur como lo que está abajo, se seguirán produciendo imágenes que unen el sur con lo infernal, y lo lejano se seguirá leyendo como primitivo y descentrado. De ahí nuestra insistencia en afirmar que lo lejano, al igual que lo descentrado, es siempre distante respecto de un centro desde donde me ubico para predicarlo. En Patagonia Express se habla de la Patagonia como último confín con lo que se logran dos objetivos previstos por el texto. Por un lado, la novela se acerca al texto modélico de Chatwin y, por otro, esa vastedad infinita y desolada ubicada en el extremo del mundo habitable es lo que los lectores europeos están esperando conocer. En forma paradójica, Sepúlveda que se declara en contra de un “progreso” que margina a los hombres por considerarlos primitivos, actúa desde un registro centralista al ubicar a la Patagonia en el espacio excéntrico y marginal de “último confín”. Si por una parte condena la expropiación territorial ejercida sobre el indígena y 117 Silvia Casini denuncia la imagen distorsionada generada por el texto europeo (al ironizar sobre la descripción de los monstruos del adelantado español, por ejemplo), por otra parte utiliza reiteradamente el estereotipo del “mundo del fin del mundo” e insiste no sólo en generar imágenes de lejanía sino, también, de nostalgia de quienes, según él, viven en un espacio que no puede ser aceptado y deseado. El lugar inhóspito, sin embargo, se contrasta, al final del relato con el descubrimiento de que uno es del lugar "donde uno mejor se siente". El narrador se ubica aquí en una práctica del espacio en relación con el bienestar a partir de una simbolización montada sobre el principio del placer que no tiene nada que ver con los estereotipos fundantes. En Patagonia Express —y ése es el gran logro— no hay seguridades porque nada está fijado de antemano. Los lugares se construyen a partir de fragmentos de historias pasadas que se hacen presente y se re-crean con lenguaje. El relato del protagonista es capaz de reunir los fragmentos que muestran lo que estaba ausente (callado, silenciado). El texto valora lo legendario "local", tal vez, porque piensa que las leyendas, tal como las entiende de Certeau, (1996) son espacios múltiples que generan entradas y salidas: Es por la posibilidad que ofrecen de embodegar ricos silencios y de entrojar historias sin palabras o, más bien, por su capacidad de crear por todos los lados bodegas y graneros, como las leyendas locales (legenda: lo que debe leerse, pero también lo que uno puede leer) permiten salidas, medios para salir y volver a entrar y, por lo tanto, espacios de habitabilidad. (119) Patagonia Express es un itinerario de recorridos múltiples. El exilio (lo que no está) es el que permite el ingreso y el arraigo pero, también, la salida, el regreso y el desarraigo. En este ir y venir, el espacio textual construye puentes con fragmentos. En Patagonia Express lo legendario se conecta a partir de una caracterización doble, como sustituto de lo que fue y como generador de lo porvenir. En tanto re-unión de pasado, presente y futuro, el texto es el signo que está allí —como otro Martos— ofreciéndose como sustituto a la leyenda. Clarín 946, Comodoro Rivadavia 9000 Chubut / Argentina silviestcas@hotmail.com 118 Luis Sepúlveda: Un viaje express BIBLIOGRAFIA BATTEN, Charles. 1978. Pleasurable Instruction: Form and Convention in Eighteenth-Centur Travel Literature. Berkeley: University of California Press. BRIDGES, Lucas. 1978. El último confín de la tierra. Buenos Aires: Marymar. 1ª Edic. Londres: Hodder & Stoughton (1947). BRUNER, Jerome. 1991."The narrative construction of reality". Critical Inquiry XVIII: 1-21. CAMPLANI, Clara. 1998. "Il 'fenomeno' Luis Sepúlveda". Rassegna iberistica. 63: 43-45. CASINI, Silvia. 2001. Los “bárbaros” de la Patagonia. San Juan, Argentina: EFFA. CHATWIN, Bruce. 1992. En la Patagonia.Trad. E.Goligorsky. Barcelona: Muchnik. DE CERTEAU, Michel.1996. La invención de lo cotidiano. 1 Artes del hacer. 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Un análisis de motivos temáticos e ideológicos en Los amantes del Círculo Polar (1998) desde una doble perspectiva estética y sociológica nos lleva a postular que el cine Medem no responde a la tradicional separación entre arte culto y popular, sino que propone una poética del compromiso basada precisamente en la superación de esa dualidad. Palabras clave: compromiso, esteticismo, cine de autor, cine vasco, ideología Abstract: Julio Medem and the Poetics of Commitment Basque film director Julio Medem combines in his films the highbrow aesthetics most commonly associated with the cinéma d’auteur and a commmitment to the uneasy expression of a constantly reinterpreted historical subjectivity. Through an analysis of thematic and ideological motives in Los amantes del Círculo Polar (Lovers of the Artic Circle, 1998), using a combination of aesthetic and sociological viewpoints, it is posited that Medem’s oeuvre, rather than conforming to the traditional separation of high and low art, suggests a poetics of commitment which is predicated precisely on the overcoming of that duality. Keywords: commitment, aestheticism, authorship in film, Basque film, ideology Desde que consiguiera con Vacas el Goya al Mejor Director Novel en 1993, Julio Medem se ha granjeado el reconocimiento internacional como uno de los más personales e interesantes autores europeos. Todos sus largometrajes han sido premiados tanto en España como en el extranjero. Vacas (1991), además del mencionado Goya, recibió una distinción especial en el Festival de Montreal y otros premios en los de Tokio y Turín; La ardilla roja (1993), aparte de un Goya a la mejor música, recibió premios en los festivales de Bogotá, Cannes y Gérardmer; Tierra (1995) obtuvo de nuevo el Goya a la mejor música y una mención de honor en Sao Paulo; Los amantes del Círculo Polar (1998) consiguió en Gramado dos 121 Alfredo Martínez Goyas (montaje y música original) y premios en varias categorías; Lucía y el sexo (2001), por último, ha conseguido hasta la fecha dos nuevos Goyas (mejor actriz revelación y mejor música original), y un premio en el festival de Seattle. La repetida fortuna de este cineasta en el circuito internacional lo señala como uno de los valores más interesantes del cine de autor contemporáneo, que no sólo dirige sus películas con una indiscutible conciencia autorial, sino que controla, en la mayoría de los casos, el proceso de composición del guión. Sólo en Vacas encontramos una mano diferente en la figura del co-guionista Michel Gaztambide. La estatura autorial de Medem ha sido insistentemente establecida tanto por la crítica académica (Santaolalla 1999; Smith 1999; White 1999) como por los abundantes comentarios periodísticos que su obra ha suscitado dentro y fuera de España. La dificultad inherente al paradigma en el que Medem parece querer explicarse sus propias películas – el denominado “cine de autor” – se percibe en las esforzadas definiciones propuestas por algunos comentaristas, que basculan por lo general entre el denuesto por sus excesos visuales y loas por su capacidad poética. Carlos Heredero, refiriéndose a Tierra, califica a Medem de “cineasta de poesía (qué diría Pasolini)” (Heredero 1999:251). En perfecta consonancia con la poética autorial, encontramos en las películas de Medem, por encima de las marcadas diferencias entre personajes y localizaciones, ciertas constantes que otorgan una fuerte unidad a su obra. Así, en el nivel de la historia, en todas ellas encontramos la narración de una huida o de un peregrinaje: de Euskadi a América o a Francia en Vacas; de Donosti a La Rioja en La ardilla roja; del cosmos infinito a algún lugar del planeta azul en Tierra; de algún lugar en España a cierto lugar en Finlandia en Los amantes del Círculo Polar; de Madrid a una isla perdida en el Mediterráneo en Lucía y el sexo. Como era de esperar, todas estas historias de desplazamiento y de descolocación exhiben una filosofía fragmentaria y desasosegante de la identidad a través de personajes patológicamente privados de ella. Los personajes masculinos de Vacas parecen compartir una común identidad trans-histórica basada en el parentesco, en el clan familiar. En La ardilla roja y en Tierra encontramos respectivamente a una amnésica y a un esquizofrénico; en Los amantes del Círculo Polar reaparece la identidad de clan junto con una paulatina disolución de cualquier rasgo de identidad personal. En el nivel del discurso, todas estas películas presentan un montaje descoyuntado, cuyos planos sueltos, escenas de sueños y visiones y abundante uso de cámara subjetiva, contribuyen a crear un efecto surrealista. Entre otros efectos visuales dignos de mención, uno de los motivos recurrentes en todos los filmes de Medem es el ojo o, más exactamente, el ojo que ve, un ojo a 122 Julio Medem y la poética del compromiso través del cual sospechamos la existencia de una sofisticada noción de placer visual. Además de estos elementos narrativos, se ha señalado con frecuencia que las películas de Medem, verdaderos ensayos de psicología, están dotadas de una sorprendente conciencia metafísica: “Metaphysical and psychological questions run parallel to – and inseparable from – material realities in Medem’s films: inner landscapes are inextricably linked to outer ones, and thought processes take place not at the expense of, but, rather, from and through earthy substance. Even the titles of the films highlight this telluric approach, as do the stories themselves, and a visual style which delights alternatively in the physicality of ground-level, earthbound shots of grass or lice underneath the earth, and in abstraction, allowing the camera to soar up into the sky, or to record characters’ daydreams and visions” (Santaolalla 1999: 313). 1 Los Amantes del Círculo Polar presenta varias dificultades al comentarista. Un crítico norteamericano ha calificado la película como “a stylish European art film that has fragmented its story into a thousand pieces, thrown them up in the air and fed it all back to us” 2 (Turan 1999). En primer lugar, la historia es profundamente auto-consciente y ofrece numerosos elementos metanarrativos; en segundo lugar, los hechos están narrados desde dos perspectivas diferentes, a través de los ojos de cada uno de los amantes, Otto y Ana, alternativamente – lo cual hace que algunos episodios aparezcan narrados dos veces con diferencias notables; en tercer lugar, la historia atenta contra el principio de verosimilitud mediante el recurso a la casualidad increíble, pero lo hace en perfecta consonancia con la suspensión del mimetismo de la realidad, principio éste al que la película apela desde su incuestionable renuncia a la estética realista desde el comienzo mismo. Por último, el estilo narrativo empleado es, por poético, antirrealista y perspectivista, rico en ambigüedades, en sugerencias no del todo aclaradas, en guiños y medias palabras, que cada espectador puede terminar por entender a su manera. 1 En las películas de Medem, los temas metafísicos y psicológicos corren paralelos a las realidades materiales y son inseparables de ellas: los paisajes interiores están inextricablemente ligados a los exteriores, y los procesos de pensamiento tienen lugar no a expensas de la sustancia terrena sino, más bien, desde ella y mediante ella. Este enfoque telúrico se ve realzado, incluso, por los títulos de las películas, lo mismo que las historias, y por un estilo visual que se complace alternativamente en lo físico del ras del suelo, con brotes de hierba o insectos subterráneos, y en lo abstracto, haciendo que la cámara ascienda al cielo o registre las visiones y ensoñaciones de los personajes. (Traducción mía). 2 Una elegante película europea de arte que ha fragmentado su historia en mil pedazos, los ha lanzado al aire y así nos los ha devuelto. (Traducción mía). 123 Alfredo Martínez Si tratamos de recomponer el rompecabezas narrativo, el argumento se puede resumir como sigue: Otto (Peru Medem) y Ana (Sara Valiente) se encuentran por vez primera, de niños, corriendo; Otto tras un balón a la salida de la escuela, Ana tratando de huir de la noticia de que su padre acaba de morir. Tras tropezar se miran en silencio, fascinados, y se alejan sin pronunciar palabra. Ésta es la primera casualidad. Los padres de Otto se divorcian. Otto, más próximo a su madre (Beate Jensen), se obsesiona con la naturaleza del amor y se dedica a escribir notas amorosas en su cuaderno escolar – notas que, plegadas en forma de avión, lanza al patio para regocijo de todos. Ana muestra una de las notas a Olga, su madre (Maru Valdivielso) y, en busca de un adulto como verosímil autor de la misma, ella señala al primero que ve, que, he aquí la segunda casualidad, resulta ser Álvaro el padre de Otto (Nancho Novo). Otto, fascinado con Ana, encuentra una tercera casualidad: los nombres de ambos son capicúas. Olga y Álvaro inician una relación que, de alguna manera, convierte a los niños en hermanastros y tiñe su fascinación mutua de un tono ligeramente incestuoso. Una cuarta casualidad, que sólo Ana percibe, la convence de que el alma de su padre, fallecido, se transparenta en los ojos de Otto. Varios comentaristas de la película coinciden en señalar la relación entre la historia infantil de Otto y Ana con ciertas películas de Krystof Kieslowski, especialmente con La double vie de Véronique (1991) y Trois couleurs: Rouge (1994). Un comentarista especialmente sensible al componente metafísico de la película ha notado: “In Kieslowski … the seeming coincidences beg the question of a divine motivator, albeit veiled, calling the shots. Lovers of the Arctic Circle, typical of Medem’s films, does not strongly imply a divine motivator behind coincidence, nor does it leave all to chance. Paradoxically, Medem… create(s) breathtakingly physical films through inspired cinematography and soundtrack, but through their intense physicality, metaphysical elements begin to take form” (Plate 1999). 3 El despertar sexual del Otto adolescente (Víctor Hugo Oliveira) ocurre durante un accidente de coche. Le atormenta no poder ver a Ana (Kristel Díaz) tanto como le gustaría. Simultáneamente, Ana comienza a 3 En Kieslowski… las aparentes coincidencias hacen pensar en un motivador divino, aunque velado, que toma las decisiones. Los amantes del Círculo Polar, prototipo del cine de Medem, no sugiere un motivador divino tras las casualidades, ni lo deja todo al azar. Paradójicamente, Medem … crea películas increíblemente físicas mediante una inspirada cinematografía y sonido, pero a través de su intenso sentido de lo físico, comienzan a tomar forma elementos metafísicos. (Traducción mía.) 124 Julio Medem y la poética del compromiso ver a Otto no como un reflejo del alma de su padre, sino como el muchacho enamorado que es. Otto decide abandonar a su madre para irse a vivir con Ana a la casa de Álvaro y Olga. Los cuatro forman una familia casi convencional, salvando el hecho de que Ana y Otto, naturalmente, no son hermanos. Otto y Ana descubren el sexo juntos y comienzan una relación clandestina, cómplice y silenciosa bajo el techo familiar, relación que, en cierto modo, reduplica la de los padres. La primera parte de la historia en flashback de Otto, el piloto alemán, es narrada por el Otto adolescente. Ante un reportaje televisivo sobre el episodio de Guernica, Otto cuenta la historia de su nombre, que viene a ser la historia de su familia. Su voz en off se superpone a las imágenes de lo narrado: “Durante el bombardeo de Guernica (por la aviación nazi el 26 de abril de 1937), mi abuelo fue a esconderse en un bosque. Allí se encontró con un piloto alemán que tuvo que saltar en paracaídas porque se le había estropeado el avión. El alemán estaba enganchado entre las ramas de un árbol. Mi abuelo le dijo que si tiraba la pistola le ayudaría a bajar. El piloto obedeció, así que mi abuelo cumplió su promesa. Luego sacó el último cigarro que le quedaba y se lo fumaron a medias. El alemán le dijo que le estaría eternamente agradecido. Mi abuelo le devolvió la pistola y, a cambio, el piloto alemán le pasó el cigarro. Aún le quedaba una calada. Mi madre es alemana; cuando mi abuelo la conoció le dijo a mi padre que era un regalo de aquel piloto alemán al que salvó la vida. Así que cuando nací yo, me pusieron su nombre: Otto.” (Medem 1998. La aclaración histórica es mía). Pocos años después ocurre una nueva casualidad, quizá la más artificiosa de la película: un hombre que dice llamarse Álvaro (con apellido y acento alemanes) aborda a Olga en plena calle y le ofrece un trabajo de locutora en televisión. Olga terminará abandonando al Álvaro, padre de Otto, para iniciar una relación con este segundo Álvaro. Será la propia Olga quien dé por televisión la noticia de la petición de perdón del presidente alemán ante el pueblo vasco por el bombardeo de Guernica durante la guerra civil. La madre de Otto (ahora Fele Martínez) muere. Las resonancias edípicas del episodio reverberan inesperadamente en la estructura familiar establecida entre Otto y su padre y Ana y su madre: Otto se culpa por la muerte de su madre. Se trastorna superponiendo la figura de Ana (ahora Najwa Nimri) con la de su propia madre, e introduce una nota de disfunción psicológica en la vida familiar. Otto huye. Otto y Ana nunca volverán a encontrarse. Pero no dejarán de intentarlo. En varias ocasiones están a punto de encontrarse. La escena en la que coinciden, a pocos metros, sin llegar a verse en la Plaza Mayor de 125 Alfredo Martínez Madrid puede calificarse de verdadera casualidad, o del reverso de una casualidad. En esa escena, mientras Ana, por casualidad, conoce al compañero de su antigua maestra de escuela, Otto, también casualmente, encuentra el anuncio de una plaza de piloto comercial aéreo (ruta de Finlandia) en el periódico. Los cuatro miembros de la antigua “familia” viven vidas separadas, con escaso contacto entre sí. La comprensión entre ellos es escasa y, así, las distancias entre Ana y su madre, por ejemplo, crecen hasta el punto de que cuando Olga decide hacer un viaje a Australia, Ana busca el punto opuesto, y se va a una cabaña en un bosque de Finlandia, en pleno Círculo Polar. Las casualidades se encadenan. Ana escribe una carta a Otto, que éste recibe por pura casualidad: “Fin-Landia”, “la casualidad que estábamos esperando.” A través de esta carta nos enteramos de la segunda parte de la historia de Otto, el piloto alemán: “He conocido al auténtico Otto, aquel piloto alemán al que tu abuelo salvó la vida. Fue una buena idea salvarle la vida, y lo de compartir con él un cigarro porque el Otto se fugó a Finlandia con una española, ¿ves?, dejó la guerra. Luego tuvo un hijo al que llamó Álvaro, que es el novio de mi madre. Qué te parece. Pues aún hay algo más, lo mejor. Después de despedirse de tu abuelo, Otto caminó por el bosque y llegó a un caserío bombardeado. Allí encontró a un hombre; estaba muerto. Su hija le lloraba desconsolada. Él era todo lo que le quedaba en el mundo. La chica al ver al piloto salió corriendo. Otto la persiguió por el bosque. Se llamaba Cristina. Sólo tenía diecisiete años y corrió muchísimo. Hasta que se cayó. Otto se quedó de pie mirándola de tal forma que ella sintió que le pedía perdón por todo. Y así era, porque Otto se prometió en silencio que si ella le perdonaba la llevaría a un país en paz para cuidarla toda la vida”. (Medem 1998). Sorprendentemente, todos los personajes resultan estar emparentados, de una u otra forma, mediante lazos sólo comprensibles a través de la historia de ese piloto alemán y del abuelo de Otto. El ahora anciano expiloto alemán, reduplica, refleja y reproduce muchos de los motivos que hasta este momento han ido apareciendo en la historia de Ana y Otto. Como no podía ser de otro modo, la cabaña en la que Ana decide recluirse está atravesada por el Círculo Polar. En esa cabaña habitaron tiempo atrás Cristina y Otto. La historia se desliza lentamente, entre casualidades de vario tipo, hacia su culminación. La noche de San Juan, solsticio de verano, no se pone el sol en el Círculo Polar. Ese día, Otto, decidido a encontrar a Ana, determina que la historia debe repetirse y se lanza en paracaídas desde su avión sobre el bosque finlandés. Ana y Otto se buscan; se intuyen. Ana 126 Julio Medem y la poética del compromiso se entera de que una avioneta se ha estrellado y sospecha que Otto puede haber muerto. Desesperada, corre a la ciudad más próxima. Otto, una vez rescatado del árbol donde quedó enganchado con su paracaídas, localiza la pista de Ana y se apresura también a la ciudad más próxima, tras ella. La escena final, titulada “Los ojos de Ana” es una narración puramente visual en la que vemos dos finales posibles y alternativos: por una parte, el encuentro de los amantes en casa de Otto, el anciano ex-piloto; por otra, la muerte de Ana, atropellada por un autobús cuando se dirigía, ofuscada, a la casa de Otto. La tragedia final, la muerte que separa a los amantes en forma gratuita, casual, inesperada, segundos antes de su trascendental reencuentro, se acompaña por la música de fondo de una alegre canción popular finlandesa. Esta enrevesada e inverosímil historia está narrada con técnicas antirealistas. La narración contiene, además, una fuerte dosis intertextual, variaciones narrativas sobre un tema, identidades anti-convencionales, montaje no lineal, densa metaforización, simbolismo, elementos, en suma, que exigen del espectador un ejercicio de lectura activo y relativamente sofisticado. Por usar el clásico concepto barthesiano, estas películas son textos escribibles: el espectador debe completar los huecos, reordenar los acontecimientos, arreglárselas con la retórica fílmica, y olvidarse de cualquier idea simplista de lo que es una historia y cómo debe ser contada. Ortega y Gasset, ochenta años atrás, en La deshumanización del arte había definido el moderno arte de vanguardia en términos muy parecidos. Para Ortega, el arte nuevo era fundamentalmente anti-humano porque no se ocupaba de las pasiones humanas, o de historias humanas, o de preocupaciones humanas; lo humano había sido el terreno de los románticos, y desde entonces se había convertido en el tópico favorito del arte popular. El arte moderno, ocupado con la materialidad semiótica del arte en sí, era esencialmente formalista y, por lo tanto frío, cerebral, abstracto y elitista. No sólo no era popular, sino que era, decididamente, antipopular. La superioridad del arte moderno sobre el arte popular se cifraba en su ámbito minoritario: era un arte para minorías educadas, autoexcluidas del populacho. “(E)l arte nuevo tiene a la masa en contra suya, y la tendrá siempre. Es impopular por esencia: más aún: es antipopular… De aquí la irritación que despierta en la masa… El arte joven, con sólo presentarse, obliga al buen burgués a sentirse tal y como es: buen burgués, ente incapaz de sacramentos artísticos, ciego y sordo a toda belleza pura. Ahora bien: esto no puede hacerse impunemente después de cien años de halago omnímodo a la masa y apoteosis del pueblo” (Ortega y Gasset 1983: 354-55). 127 Alfredo Martínez La estética moderna de Ortega, como forma de elitismo, prefigura y se hace eco de algunos de los más polémicos textos fascistas sobre el arte y la educación de las masas. Era probablemente inimaginable en aquel momento que menos de un siglo más tarde las masas se entregarían con tanta pasión al arte moderno hasta convertirlo en una de las mercancías más significativas del estilo de vida consumista; difícil de imaginar que la retórica visual desarrollada por Buñuel y otros surrealistas podría parecer tan atractiva en manos de directores de entresiglos como Medem. Los amantes del Círculo Polar, con todo su estilizado formalismo, intelectualismo, rechazo de fáciles estereotipos y preferencia por modos de referencia más intertextuales que miméticos, puede ser conceptualizada según la interpretación social del arte culto inaugurada por Ortega. Pierre Bourdieu, en su análisis sociológico del uso de los artefactos culturales (Bourdieu 1979), establece que cada clase prefiere un tipo diferente de arte, y que la preferencia de las clases altas por el arte culto está íntimamente conectada a su deseo o necesidad de distinción. De acuerdo con Bourdieu, el placer que se deriva de la lectura o uso del arte culto no está relacionado inmediatamente con la calidad intrínseca del trabajo en cuestión, sino con la diferenciación que la mera existencia de ese trabajo opera en el continuo social. Bourdieu, en resumen, teoriza la experiencia estética como práctica social. El campo del arte, como la sociedad misma, está según él estructurado de forma piramidal, con individuos menos numerosos pero más valiosos en las secciones superiores. Bourdieu explora analogías entre el sistema de clases y el campo artístico. Así, el público trabajador y de clase media sería hostil al arte formalista, auto-consciente, al igual que los más privilegiados que serían hostiles a la cultura mimética y complaciente con los estereotipos. Según Bourdieu, el arte culto y el popular reproducen en el terreno de lo simbólico las mismas oposiciones observables en la vida socio-económica. A pesar de la fuerza de las pasiones que sus personajes muestran, la atmósfera extremadamente fría de Los amantes del Círculo Polar transmite una fuerte noción de distanciamiento intelectual y desapasionado: paisajes agrestes, sobrias interpretaciones a cargo de Najwa Nimri, Kristel Díaz y Sara Valiente en el papel de Ana, y de Fele Martínez, Víctor Hugo Oliveira y Peru Medem en el papel de Otto, el gélido sol de la medianoche en Finlandia (en dramática oposición al benéfico calor de Australia), y una fotografía dominada por los tonos azulados. De hecho, una disociación similar de tema y tono se puede observar en todos los aspectos de la película pero, sobre todo, en la aparente incongruencia entre la trivialidad de la historia de amor que narra y la sofisticada elaboración de su 128 Julio Medem y la poética del compromiso tratamiento visual. Nada menos que seis actores se emplean para dar vida a los dos protagonistas; por el contrario, un solo actor, Nancho Novo, hace los papeles del padre y el abuelo de Otto, y otro actor, Fele Martínez, da vida a Otto y también al piloto alemán, y otra actriz, Najwa Nimri, es Ana y es Cristina. La retórica visual de la película es rica en efectos anti-realistas, como imágenes congeladas, flashbacks, primerísimos planos, escenas a cámara lenta y a cámara rápida, animación de fotografías estáticas, etc. Además, se consigue una rotunda afirmación del cerebralismo mediante la insistencia en la geometría. El Círculo Ártico es, obviamente, una metáfora de la circularidad, pero en su representación gráfica en el piso de la cabaña finlandesa de Ana es, también, un límite o un borde que parece demarcar la zona de la posibilidad: la posibilidad no sólo de que Ana y Otto se reencuentren, sino de que su historia misma logre respetar alguna de las normas clásicas de la retórica narrativa. En oposición geométrica al Círculo Ártico, la madre de Ana consigue una especie de superación, cierre o coronación de su propia historia sentimental en las antípodas. La negativa de Ana a acompañarla en ese viaje se justifica con otra observación geométrica o geográfica: la lejanía de Australia. Y aún otro hecho geométrico gobierna la historia de Ana y Otto: sus nombres son capicúas, palíndromos que se leen igual en ambas direcciones. Literalmente, son nombres que corren hacia atrás (de dramein, correr) de nuevo (palin). La naturaleza palindrómica de su relación aflora a la superficie narrativa a través de sus nombres, pero está presente también a otros niveles del discurso. La historia de amor comienza y termina con los dos amantes corriendo con, o hacia, o tras el otro. El efecto de circularidad se amplía por el desorden cronológico y por el uso de flashbacks. Así, la película comienza con Ana leyendo la noticia del accidente aéreo del avión de Otto en un periódico finlandés, e inmediatamente retrocedemos diecisiete años, al momento cuando Ana y Otto se encuentran por primera vez corriendo a la salida del colegio. Los sucesivos desencuentros de Ana y Otto puntúan su solitario periplo de amor no saciado y de añoranza del otro. Ese periplo, sugiere la película, puede ser leído, como un palíndromo, en cualquier dirección: hacia delante, hacia atrás, desde el punto de vista de Otto, desde los ojos de Ana. Un efecto geométrico de mayor transcendencia narrativa es el logrado mediante el uso del perspectivismo. Los diferentes episodios de la película son narrados bien desde la perspectiva de Otto, bien desde la de Ana; algunos, desde ambas. La sección final, sin embargo, presenta una circularidad visual que ya había aparecido en otras películas de Medem: mientras muere, la imagen de Otto es reflejada en los ojos de Ana. El dinámico efecto palindrómico de esta imagen excede sin embargo su 129 Alfredo Martínez retoricismo visual porque establece el acto de ver o mirar como el lugar privilegiado de la formación de la identidad. Es en esta escena final donde lo escópico consigue pre-eminencia sobre lo meramente geométrico. Mediante la reciprocidad palindrómica de la mirada de los amantes nos damos cuenta de que su soledad y falta de realización personal se debe no a su silencio sino a su recíproca invisibilidad. Inferimos que no es el videocarta que su madre le envía desde Australia lo que Ana desea ver. Igualmente, sabemos que el deseo que Otto siente por Ana está relacionado con los inquietantes ojos de ella desde que aquel día de la infancia, a la salida del colegio, cuando ella se le quedó mirando fijamente, creyendo ver en él a su padre muerto, y él se preguntara el porqué de aquella intensa mirada. El perspectivismo, por lo tanto, se erige en el mecanismo retórico por el que ambos amantes adquieren cierto tipo de identidad distinguible. Cualquier noción de identidad resulta, sin embargo, muy precaria en el film, aunque abundan las preguntas acerca de la identidad verdadera de cada uno. La obvia asimetría entre actores y personajes contribuye a diluir las líneas que podrían ayudar al espectador a establecer cómodas identificaciones. Una serie de coincidencias poco plausibles en el tiempo y en el espacio produce una sensación añadida de inestabilidad y volatilidad en la construcción de los personajes. Y la insistencia de la narración en el carácter circular de los acontecimientos, en la repetición intemporal de las historias personales, generación tras generación, nos devuelve a la idea establecida en Vacas de que la identidad es un atributo del clan familiar que se establece a un nivel superior al del individuo. La declaración en off de Otto que abre la película y que se repite, idéntica, al comienzo de su secuencia final, adquiere así pleno sentido: “Es bueno que las vidas tengan varios círculos; pero la mía, mi vida, sólo ha dado la vuelta una vez, y no del todo: falta lo más importante.” La metafísica cósmica, establecida ya en Tierra, reaparece en la imagen que acompaña a estas palabras de Otto: una proyección acelerada del recorrido parabólico –descendente y luego ascendente– del sol dentro del Círculo Polar la noche del solsticio de verano. Se puede argumentar que, en esta película, la voz autorial de Medem tiene una presencia más definida que ninguno de los personajes de la ficción. La presencia de esta voz puede no resultar clara a primera vista, dada la exuberancia del aparato visual. Pero se pueden encontrar, esporádicamente, pistas que ayudan a su reconstrucción. Por ejemplo, la conversación de Ana y Otto sobre los nombres capicúas puede llevar al espectador a percatarse de que también Medem tiene un apellido capicúa. Además de las obvias referencias intertextuales a Vacas, La ardilla roja y a Tierra, las huellas autoriales están codificadas en la narración misma de 130 Julio Medem y la poética del compromiso modo que sólo resultan legibles al final, por medio de una anónima dedicatoria personal que aparece sobreimpresa en la pantalla sin firma alguna: “A la memoria de mi padre.” Esta dedicatoria hace partícipe al filme de una subjetividad que pone sobre el tapete directamente la cuestión de la autoría. Cuestionarnos la identidad de la persona a cuyo padre se dirige la dedicatoria, o, la autoridad de que tal dedicatoria viene investida equivale a plantear abiertamente la cuestión teórica del “cine de autor.” Medem parece usar sus dedicatorias cinematográficas como firmas personales. Como si no fuera suficiente insertar en los títulos de crédito declaraciones autoriales como “Un film de Julio Medem,” marcando a la vez la autoría y la propiedad, Medem va aún más allá y fuerza una interpretación personal, casi biográfica de la película en relación con su propia historia familiar. Lucía y el sexo termina con un “A Montse.” La ardilla roja estaba dedicada a “Alicia, nuestra hija”; Tierra, “A mi hijo Peru.” Peru era, también, un personaje de Vacas y el Peru Medem real interpreta al Otto niño en Los amantes del Círculo Polar. La propia inscripción autobiográfica de Julio Medem como el vínculo de unión entre su padre y su hijo resulta la más evidente declaración de autoría. En Los amantes del Círculo Polar “Sucede, por ejemplo, que tanto Otto como Ana son nombres capicúas (igual que el apellido Medem), que la madre de Otto es alemana (igual que lo eran el abuelo y el padre del cineasta) y que el protagonista se llama así en recuerdo de un piloto alemán llamado Otto que, cuando vino a bombardear el pueblo de su abuelo durante la Guerra civil española, fue salvado por éste al caer sobre un árbol en medio del bosque. Y ocurre, también, que Otto es el nombre de un tío del director (hermano de su padre) que fue piloto de la División Azul, que un hermano del cineasta se llama Álvaro Otto Medem, que Álvaro se llama, precisamente, el padre de Otto en la película y que Ana se llama, igualmente, la hermana del realizador” (Heredero 1999: 269-70). Insospechados aspectos históricos y relativos a la identidad nacional salen a la superficie a través de estos lazos familiares. La histórica petición de perdón del presidente alemán Roman Herzog (el 27 de marzo de 1997) a los vascos por la destrucción de Guernica es recontextualizada ahora en el ámbito de las tensiones familiares de la propia familia de Medem; tensiones que, a su vez, reflejan los conflictos europeos en torno a la colaboración de nazis y falangistas en la Guerra Civil española y en la Segunda Guerra Mundial. En la película, un anarquista vasco ayuda a un piloto militar alemán y un piloto comercial español recibe ayuda de un transeúnte finlandés. Asimismo, en la película, Julio Medem honra la memoria de su 131 Alfredo Martínez padre muchos años después de que las profundas diferencias políticas entre ambos le llevaran a abandonar el hogar familiar. Poca duda puede caber sobre la dimensión personal, autobiográfica, de esta película que de algún modo parece ser un acto privado de reconciliación familiar que el espectador sólo es invitado a espiar furtivamente. Los amantes del Círculo Polar es una película de autor perfectamente coherente con la tradición española de cine artístico, y como tal está más próxima a la poética de su autor que a cualquier género tradicional (Evans 1999). La postura de Medem ante los géneros cinematográficos se podría comparar a las de otros autores como Erice, Bigas Luna o Icíar Bollaín que están, sin duda, más interesados en crear sus propios cauces expresivos que en renovar los ya acuñados (en la línea de Álex de la Iglesia, Amenábar o Almodóvar). Así, Los amantes del Círculo Polar se presenta como una película sin género por el procedimiento de cortar cualquier vínculo con tres géneros mayores con los que el argumento podría ser fácilmente relacionado. Se evita el thriller renunciando al suspense; se evita la comedia romántica renunciando al final feliz; y se evita el melodrama renunciando al exceso emocional. En lugar de suspense, la película ofrece una relajada fijación en un hacer progresivo e intemporal. En lugar de un estudio de comportamientos de pareja, los amantes pasan más de la mitad de la película fuera del campo visual del otro, para nunca volver a estar juntos. En lugar de la cálida emotividad melodramática, el filme sume al espectador en un profundo y frío azul de intelectualismo descreído y distanciado. El filme evita acatar las nociones habituales de la legibilidad genérica; en su lugar, se inscribe en el exclusivo y limitado grupo intertextual de los textos que llevan la firma de Medem. El cine de Medem cuestiona de manera radical la estricta estamentación que Ortega y Bourdieu observan en el dominio artístico. Los Amantes del Círculo Polar no sólo no disimula su intelectualismo, sino que lo exagera mediante los ostentosos recursos formales que hemos comentado. Pero, al mismo tiempo, inserta en su trama, de manera gratuita y casi casual, la referencia a Guernica y al histórico acto de perdón de Herzog. Esta referencia no puede pasar desapercibida al espectador, especialmente en España y concretamente en Euskadi, donde Guernica es un símbolo y donde el perdón de Herzog, dirigido al pueblo vasco, se interpreta, antes que ninguna otra cosa, como un acto de interlocución con el pueblo vasco, es decir, como una legitimación del derecho del pueblo vasco a la propia expresión. Las referencias al pueblo vasco, a la transmisión de lo vasco generación tras generación y a la inserción de los vascos en un mundo fluido donde viajar y vivir en Australia o en Finlandia ya no está reñido con el mantenimiento de la identidad grupal o individual, 132 Julio Medem y la poética del compromiso suponen auténticos anclajes de la película en el terreno de lo popular. No se trata, pues, de definir Los Amantes del Círculo Polar en términos de arte culto o de arte popular, según los variados razonamientos de Ortega y de Bourdieu. Lo que Medem parece estar subrayando es la posibilidad de superar la concepción opositiva del dominio artístico, y la inutilidad de mantener una distinción de clase (artística, ergo social) que sólo beneficia, a la postre, a quienes no participan de estos debates, es decir, a los mercaderes del arte. El logro de Medem no es menor. Haber conseguido situarse entre los autores más respetados del nuevo cine europeo y haberse forjado un nombre tanto en Euskadi como en los circuitos cinematográficos internacionales, representa toda una hazaña para un director de apenas media docena de películas. Pero haberlo conseguido sin dejar de ser el poeta visual que es, resulta sorprendente y alentador. Alfredo Martínez School of Languages and Comparative Cultural Studies University of Queensland Brisbane, 4072 Australia a.martinez@uq.edu.au BIBLIOGRAFIA BOURDIEU, Pierre. 1979. La Distinction: Critique Sociale Du Jugement. Paris: Editions de Minuit. EVANS, Peter William. 1999.(Ed.) Spanish Cinema: The Auteurist Tradition. Oxford: Oxford University Press. HEREDERO, Carlos. 1999. 20 Nuevos Directores Del Cine Español. Madrid: Alianza Editorial. El Libro De Bolsillo 7006. MEDEM, Julio. 1998. Los Amantes Del Círculo Polar. Sogetel, Canal Plus (España). Sogepaq. Le Studio Canal Plus. España/Francia. ORTEGA Y GASSET, José. (1925). "La deshumanización del arte e ideas sobre la novela." Obras Completas. Ed. Paulino Garagorri. 1983. Vol. III. Madrid: Alianza Editorial y Revista de Occidente. 353-419. PLATE, S. Brent. 1999. "Film Review: Lovers of the Arctic Circle (Los amantes del Círculo Polar)." Journal of Religion & Film 3.2. 133 Alfredo Martínez SANTAOLALLA, Isabel C. 1999. "Julio Medem's Vacas. (1991): Historicizing the Forest". Spanish Cinema: The Auteurist Tradition. Ed. Peter William Evans. Oxford: Oxford University Press. 310-24. SMITH, Paul J. "Between. 1999. "Heaven and Earth: Grounding Julio Medem's Tierra." Bulletin of Hispanic Studies LXXVI.1: 11-26. 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La integración, en una sola lectura, de tres cuentos del libro de Rivas, así como las citas, referencias y aclaraciones introducidas en la película por José Luis Cuerda y por el guionista Rafael Azcona, dan cuenta de un diálogo que Manuel Rivas ha comparado con una transmigración, y que nos habla de cierta manera de interpretar la historia reciente de España. Palabras claves: Manuel Rivas, narrativa española, cine español, José Luis Cuerda, relación cine-literatura Abstract: Migrant Text completar. This article —based on the premise that a film adaptation is the result of the reading, interpreting and understanding of a literary text— is a study of the relationship between the short story entitled ¿Qué me quieres amor?, by Spanish writer Manuel Rivas, and the film, La lengua de las mariposas, directed by José Luis Cuerda. Thus, the integration of three short stories by Rivas, the quotations, the references and the clarifications introduced in the movie by José Luis Cuerda, and the script writer, Rafael Azcona, into one reading, present a dialogue — compared by Manuel Rivas with a transmigration— which speaks of a certain way of interpreting Spain´s recent history. Key Words: Manuel Rivas, Spanish Peninsular Narrative, Spanish cinema, José Luis Cuerda, Cinema-Literature relationships. 135 Tereza González En 1999 se estrenó en las salas cinematográficas españolas La lengua de las mariposas, película basada en un libro de cuentos del escritor gallego Manuel Rivas. 1 Como lo explica el director José Luis Cuerda en una entrevista, el punto de partida de dicha experiencia cinematográfica fue el entusiasmo que tanto él como el guionista Rafael Azcona sentían hacia la obra de Rivas, y el choque “fuerte y profundo” que produjo en ellos “La lengua de las mariposas”, uno de los cuentos reunidos en ¿Qué me quieres, amor? (1995). 2 A esta impresión primera seguiría más tarde una especie de relectura activa, ya inseparable de la expresión cinematográfica: el proceso de selección y redistribución de los componentes del texto literario que supone la escritura de un guión, y el ejercicio de traducción por el que las imágenes lingüísticas buscan su equivalencia en un lenguaje visual, constituyen dos formas de acercamiento, dos intentos de comprensión de un texto —los cuentos de Rivas, en este caso— por medio de un quehacer artístico materializado en otro texto —la película hecha por José Luis Cuerda y Rafael Azcona. Desde este punto de vista, la adaptación cinematográfica se asemeja al trabajo de traducción tal y como es abordado por Hans-Georg Gadamer, esto es: más como la huella del diálogo que se establece entre el texto y su intérprete que como un esfuerzo de imitación o, incluso, de enajenación del lector a la intención del autor del texto interpretado. Toda traducción, explica Gadamer, lleva en sí las marcas de ese traslado sin el cual es imposible comprender la palabra del otro en toda su complejidad. Sin embargo, el trabajo de traducción implica también un regreso a la posición propia del intérprete, que buscará esclarecer el sentido de las palabras extranjeras en el horizonte, marcado no sólo por su propio contexto lingüístico sino también por su perspectiva particular 3 . Considerar el doble 1 Manuel Rivas. 2000. La lengua de las mariposas, traducido del gallego por Dolores Vilavedra. (edición príncipe: 1995), Punto de Lectura. José Luis Cuerda.1999. La lengua de las mariposas. España. Guión: Rafael Azcona, basado en ¿Qué me quieres, amor?, de Manuel Rivas. Música: Alejandro Amenábar. Intérpretes: Fernando Fernán Gómez, Manuel Lozano, Uxía Blanco, Gonzalo Uriarte, Alexis de los Santos, Guillermo Toledo. Sogetel, Las producciones del escorpión, sogepaq video. En lo sucesivo, todas las citas se referirán a estas ediciones. 2 “Leí ¿Qué me quieres, amor? como consecuencia de las conversaciones con Rafael Azcona en las que los dos hablábamos bien de Rivas. Y cuando me leí el libro la verdad es que me produjo un choque fuerte y profundo ‘La lengua de las mariposas’, ese cuento...” Cuerda. 1999b. min. 00:17-01:35. 3 Así como en la conversación cada interlocutor sopesa las opiniones del otro al mismo tiempo que sostiene las propias razones hasta llegar a un punto de vista común, el traductor “tiene que mantener a su vez el derecho de la lengua a la que traduce y sin embargo dejar valer en sí lo extraño e incluso adverso del texto y su expresión.” Gadamer. 1961. Verdad y método: 465. 136 El texto migratorio sentido del traslado que se opera en la traducción significa, pues, presuponer que entre el original y la traducción existirá siempre una distancia insalvable y renunciar a buscar entre ambos textos —el original y su traducción— una adecuación total. Desde una postura teórica diferente, Monique Carcaud-Macaire y Jeanne-Marie Clerc afirman que, en razón del cambio eventual de contexto socio histórico y del paso de un medio de expresión a otro, la adaptación cinematográfica explota ciertas potencialidades latentes del texto literario y olvida, al mismo tiempo, algunas de las actualizaciones que dicho texto propone. Este proceso de selección, que corresponde a lo que Gadamer llama “ceguera parcial” del traductor, 4 confiere a la adaptación un interés particular en la medida que permite observar el proceso de lectura implícito en dicho trabajo. Tanto para Carcaud-Macaire y Clerc como para Edmond Cros, la carga de significado de la adaptación reside precisamente en la distancia que existe entre ella y el texto literario, esto es: en las diferencias más que en las semejanzas, en ese nuevo orden que los elementos del texto original adquieren en la lectura materializada por el texto cinematográfico. 5 A partir de lo anterior, consideraré la adaptación cinematográfica de ¿Qué me quieres, amor? como un trabajo interpretativo suscitado por el deseo de comprender y de enunciar en una lengua propia lo que se dice en el texto de Rivas. Para ello, tomaré en cuenta, principalmente, aquellos elementos del texto original que fueron redistribuidos en la película, por una parte y, por otra, aquellas escenas de la película que no proceden directamente del volumen de cuentos. Más que determinar el valor de la adaptación cinematográfica a partir de una comparación detallada con su “materia prima”, me interesa descubrir qué aspectos del texto literario lograron interpelar a sus lectores —es decir, a José Luis Cuerda y a Rafael Azcona— y de qué manera estos últimos “respondieron” al llamado del texto. Dicho de otra manera, en las líneas que siguen intentaré observar de cerca ese proceso de transformación operado entre la obra de Rivas y el trabajo conjunto de Azcona y José Cuerda, que el autor de ¿Qué me quieres, amor? ha comparado con una transmigración, es decir, con un 4 “La exigencia de fidelidad que se plantea a una traducción no puede neutralizar la diferencia fundamental entre las lenguas (...). Como toda interpretación, la traducción implica cierto cegamiento; el que traduce tiene que asumir la responsabilidad de este cegamiento parcial.” Gadamer. 1961: 465. 5 “Si admitimos el aporte creador de toda lectura”, escribe Edmond Cros en el prefacio al trabajo de Monique Carcaud-Macaire y Jeanne-Marie Clerc, “debemos considerar de manera diferente la naturaleza del texto, y trasladar la problemática propia de la adaptación. Esta última se caracteriza por su cualidad ‘diferencial’: las diferencias, más que las semejanzas, hacen sentido, y son ellas las que requieren ser analizadas”. Carcaud-Macaire, 1994: 13. (La traducción es mía.) 137 Tereza González desplazamiento del “alma” de su libro hacia las imágenes que componen la película. 6 1. LOS ROSTROS DE LA REPÚBLICA Un primer trabajo de reescritura lo constituye la selección del material que compone el libro de Rivas. De los dieciséis cuentos de ¿Qué me quieres, amor?, tres fueron recuperados para armar el cuerpo de la película: “La lengua de las mariposas”, “Un saxo en la niebla” y “Carmiña”. Concebidos como textos independientes sin ninguna relación específica —como no sea el hecho de pertenecer al mismo libro—, los tres cuentos se revelaron ante los ojos de los cineastas como “hechos con los mismos mimbres”, para decirlo con los términos del propio Cuerda. (Cuerda 1999b. min. 00:17-01:35) Si bien los vasos comunicantes instaurados por Azcona entre los tres cuentos obedecen a la exigencia evidente de los usos cinematográficos —el cuento que da nombre a la película ocupa tan sólo diecisiete páginas del libro, lo cual resulta demasiado breve para la duración de un largometraje—, los criterios de selección dan cuenta del sentido predominante en la lectura efectuada por el guionista. De manera general, la trama de “La lengua de las mariposas” corresponde a lo que podríamos llamar la historia principal de la película: en un lugar de Galicia, unos meses antes del golpe militar encabezado por Franco, un niño llamado Moncho descubre el mundo gracias a un maestro republicano que será capturado por los militares al inicio de la guerra. Incitado por la madre, y después por el padre, Moncho gritará injurias a su maestro para evitar que los franquistas se lleven a su padre (un sastre que, llegado el momento decisivo, no asume sus filiaciones republicanas) entre los enemigos del nuevo régimen. “Un saxo en la niebla” y “Carmiña”, por su parte, son dos ejemplos claros de uno de los tópicos literarios más frecuentados por Rivas: la transmigración de las almas. Mientras que en “Un saxo en la niebla” un adolescente aprende a tocar el saxofón cuando descubre el sentimiento amoroso, en “Carmiña” una mujer deja de responder a los juegos sexuales de su compañero cuando éste mata al perro de la muchacha. El amor, sinónimo del alma en ¿Qué me quieres, amor?, se muestra en ambas historias a través de una relación triangular en la que 6 Según explica Rivas en la conferencia de prensa ofrecida en el festival de San Sebastián, el novelista y guionista Rafael Azcona hizo un trabajo de alquimia, una especie de “función clorofílica” gracias a la cual una materia orgánica es transformada en algo mágico y diferente por medio de la luz. “En este caso”, dice Rivas, “yo creo que se puede hablar de una especie de transmigración de almas”. Cuerda. 1999c. min. 31:44-32:35 y 41:00-41:15. 138 El texto migratorio un instrumento musical o un animal doméstico se convierten en mediadores entre los amantes. “Nos preguntamos a veces cuál es el lugar del alma”, explica el cuentista; “creo que a veces la depositamos en las cosas para que alguien la recoja”. (Cuerda 1999b: min. 07:52-08:04) Esta relación triangular, fundamental en la obra de Rivas, aparece en el cuento “La lengua de las mariposas”, ya que para el autor la amistad entre el alumno y el maestro “se establece a través de una tercera cosa, que es la naturaleza”. (Cuerda 1999b: min. 07:30-07-39) El tema de las cosas como depositarias del alma, que aparece de manera bastante explícita en ¿Qué me quieres, amor?, no es el principal punto de unión entre los tres cuentos seleccionados por Cuerda. Desde mi punto de vista, tanto “Un saxo en la niebla” como “Carmiña” permiten a la película insistir en un aspecto que aparece en el texto de Rivas sin ser el tema principal del conjunto. Como trataré de mostrarlo, los dos cuentos vinculados a “La lengua de las mariposas” en la cinta del mismo nombre proporcionan imágenes altamente simbólicas que refuerzan lo que hasta el momento parece ser una de las preocupaciones centrales del novelista y guionista Azcona (Logroño, 1926): la indagación sobre el fracaso de ese paisaje idílico del imaginario español que es la segunda República. En “Un saxo en la niebla”, un muchacho que empieza a tocar el saxofón viaja con la orquesta de su pueblo a un lugar de difícil acceso llamado Santa Marta de Lombás. La frase “irás y no volverás”, que los personajes añaden divertidos al nombre del pueblo cada vez que lo mencionan, remite al cuento español “El castillo de irás y no volverás”, cuyo tema principal es un castillo encantado del que nadie puede salir. Como sucede en muchos relatos populares, el protagonista desencanta a una princesa que se encuentra encerrada en el castillo y se casa con ella tras vencer obstáculos y adversarios tales como una serpiente de siete cabezas, una bruja que convierte a los hombres en piedra e incluso un impostor que intenta usurpar el trono que él ha ganado al matar al monstruo. Convocada por el nombre del pueblo, esta trama actúa en el cuento de Rivas como un segundo plano que acaba dotando de sentido a la acción de los personajes. En el texto de Rivas, en efecto, el joven músico es albergado por Boal, un hombre rico y rudo que tiene por esposa a una muchacha muy joven. La mudez y los rasgos orientales de la chica enamoran inmediatamente al protagonista, quien desde su llegada a Santa Marta sueña con rescatar a la muchacha de las “garras” de su esposo. Además de la referencia al "castillo de irás y no volverás", el tema de la princesa rescatada de la custodia de un monstruo es puesto de relieve gracias al relato que hace Boal sobre cómo los lobos se llevaron a su esposa siendo niña, dejándola marcada y muda: 139 Tereza González —Fue una conjura. Estábamos en un prado que lindaba con el bosque. Uno de los cabrones se dejó ver en el claro y huyó hacia el monte bajo. Los perros corrieron rabiosos detrás de él. Y yo fui detrás de los perros. La dejé ahí, sentadita encima de un saco. Fue cosa de minutos. Cuando volví, ya no estaba. ¡Cómo me la jugaron los cabrones! (Rivas 2000: 59) Este relato, así como la descripción que el protagonista-narrador hace de Boal, como un ser rústico y sin modales, preparan el final del cuento. El muchacho, que antes de ir a Santa Marta sólo fingía tocar su instrumento para no desafinar en el conjunto, comienza a tocar “como un negro” al descubrir a la muchacha entre la gente de la fiesta. El músico ve también a Boal, vigilando entre la niebla “como un inquieto pastor de ganado” y, mientras las notas salen de su pecho, imagina que él y la Chinita huyen dejando atrás a Boal, que “aúlla” sosteniendo el chal de la muchacha “entre las pezuñas”. “Carmiña”, el otro cuento incorporado a la película, puede leerse como una variante de la trama de “Un saxo en la niebla” en la medida que el amor de Carmiña —que como la Chinita del cuento anterior vive en una zona alejada del pueblo 7 — es disputado entre O’Lis de Sésamo y Tarzán, el perro de la chica. Cansado de tener al perro ladrando enloquecido cuando hacen el amor, O’Lis de Sésamo mata al perro metiéndole una vara de aguijón en el hocico. A partir de ese momento, Carmiña deja de interesarse sexualmente por O’Lis. A diferencia de lo que ocurre en “Un saxo en la niebla”, el enfrentamiento con el animal no acaba con la posesión, ni siquiera imaginaria de la muchacha: al matar al perro, O’Lis de Sésamo se convierte él mismo en un animal, cuyas huellas en el aserrín son comparadas por el narrador con “las huellas de un animal solitario”. (Rivas 2000: 106) Ahora bien, en la película, ambos relatos funcionan como una doble metáfora de la República española instituida en 1931 y tomada por los franquistas en 1936, fecha en que se sitúa la acción principal. Tal metáfora opera en la película gracias a una serie de analogías que no provienen del texto de Rivas pero que preparan el sentido que Cuerda y Azcona dan a los dos cuentos que vincula a “La lengua de las mariposas”. En una de las escenas, la República es representada como una muchacha que, envuelta con la bandera republicana, posa junto con los asistentes en una verbena campestre organizada el día de la fiesta nacional. La imagen forma parte de 7 “Brezos, cuatro cabras, gallinas peladas y una casa de mampostería con una higuera medio desnuda. Eso era todo lo que era Sarandón. En aquella casa vivía Carmiña”. Rivas 2000: 101. 140 El texto migratorio una secuencia particularmente interesante en la que el régimen republicano aparece en toda su dimensión de paraíso terrenal: bajo una bandera en donde se lee “14 de abril de 1936 ¡Viva la República!”, un grupo de personas se divierte en un claro del bosque. Cuadros sucesivos muestran parejas bailando, gente comiendo y niños jugando en la orilla de un riachuelo. Enseguida, la banda se acerca a la mesa donde se encuentran los padres de Moncho, el maestro de escuela y tres personas más quienes, luego de brindar por la República, cantan una canción popular sobre el final de la monarquía: El rey no tiene corona, que la tiene de papel, que la que tenía de oro se la quitó Berenguer. El rey no tiene corona, que la tiene de cartón, que la corona de España no la lleva ningún ladrón. (Cuerda 1999a: min. 54:11-55:54) Este ambiente bucólico es ensombrecido por la llegada de dos guardias a caballo que se detienen justo en las lindes del bosque donde se desarrolla la fiesta. El rostro preocupado de la madre de Moncho, que percibe antes que los demás la presencia de la Guardia Civil, anticipa el clima de tensión desarrollado en las escenas finales. En este sentido, no es un azar que las escenas relativas a “Un saxo en la niebla” se introduzcan justamente después de esta secuencia: la imagen del saxofonista —que en la película es el hermano mayor de Moncho— llorando desconsolado ante la imagen de la Chinita que, en lugar de irse con él, le es “arrebatada” por su esposo, puede interpretarse como una figura de la España usurpada por Franco ante la impotencia del gobierno republicano. En palabras de Cuerda, la historia de “Un saxo en la niebla”, que se vuelve ácida y triste al intervenir el esposo de la Chinita, tiene “algunos elementos premonitorios de que las cosas no van a andar excesivamente bien”. (Cuerda 1999b: min. 19:28) Es interesante observar, por otra parte, que ese cambio de tono en la historia corresponde a la idea que el director tiene del golpe militar franquista. Según Cuerda, en efecto, “La lengua de las mariposas” muestra cómo transcurre la convivencia “en un núcleo de población mediano, entre gente normal, de clase media, y cómo eso al final de la historia queda roto (...) por decreto, porque alguien decide que la normalidad de la vida no tiene que existir”. (Cuerda 1999b: min. 19:53) Así, entre el hombre rudo 141 Tereza González que desposa a una niña indefensa, y se interpone entre el amor que surge entre ella y el músico, por una parte, y entre los franquistas, que ven en el golpe militar la solución para terminar con el idilio republicano, por otra parte, se establece una especie de resonancia semántica que no dejará de tener consecuencias en el desarrollo del relato cinematográfico. Esta lectura será confirmada por la asociación recurrente de los personajes pro-franquistas con animales o con lobos: “En el otoño de mi vida yo debería ser un escéptico, y en cierto modo lo soy”, dice el maestro en un discurso que no procede del texto de Rivas. “El lobo”, añade dirigiendo su mirada hacia uno de los opositores explícitos del gobierno republicano, “nunca dormirá en la misma cama con el cordero” (Cuerda 1999a: minutos 01:09:08-01:10:30). Al escuchar al maestro, que habla sobre la importancia de educar a los hombres en la libertad, el hombre aludido sale del salón muy enojado. Llama la atención que la indumentaria negra, el rostro turbio y los gestos bruscos de este personaje son similares a los de Boal, el esposo de la Chinita de Santa Marta de Lombás. El aspecto físico de los “lobos” franquistas será, también, el del padre de Moncho al final de la película cuando, incitado por su piadosa mujer, reniega públicamente de sus convicciones republicanas. El triángulo formado por Carmiña de Sarandón, O’Lis de Sésamo y el perro Tarzán puede, a su vez, interpretarse como una reflexión semántica de la situación política representada. No es casualidad que se muestre, en una misma escena, el momento cuando la crisis política que vive la República se anuncia en la radio del bar y el instante cuando O’Lis de Sésamo, embrutecido por los celos y el alcohol, decide matar al perro aunque eso signifique el final de su relación con Carmiña. De alguna manera, el odio que se apodera de O’Lis de Sésamo hace eco al discurso en que, según se escucha en la radio, José María Gil-Robles decreta los “funerales” de la democracia: Recordemos que en su intervención, que provocó airadas protestas en la Cámara, el Sr. Gil-Robles dijo que un país puede vivir en monarquía o en República, en sistema parlamentario o en sistema presidencial, en sovietismo o en fascismo, pero que no puede vivir en anarquía. Y afirmó que hoy España asiste a los funerales de la democracia (...). (Cuerda 1999a: min. 01:14:36-01:15) Mientras los demás hombres escuchan con atención, O’Lis de Sésamo entra al bar con una estaca en la mano y, tras romper una botella, va a Sarandón y mata al perro de Carmiña. Los niños, que han seguido al hombre, ven cómo la muchacha llora junto al cadáver de Tarzán sin ver a 142 El texto migratorio O’Lis de Sésamo, que huye entre las sombras. Inmediatamente después de esta escena, se anuncia en la película el inicio de la guerra. Es interesante observar, por otra parte, que la historia de Carmiña permite introducir en la película una valoración crítica del personaje del padre mediante la invención de un componente que no figura en el relato de Rivas. La tía con la que vive Carmiña, en el cuento, se transforma en la película en una madre enferma que nadie ha visto nunca, y que resulta ser una antigua amante del padre de Moncho. Además de favorecer un vínculo estrecho entre los personajes de ambos relatos, la relación secreta entre el sastre republicano y la madre de Carmiña prefigura la traición que dicho personaje comete hacia sus ideales republicanos. Desde este punto de vista, el entierro de la madre de Carmiña, antiguo amor que el sastre ocultó para convertirse en un padre de familia respetable, coincide de manera significativa con los “funerales de la democracia” a los que alude el jefe de la oposición parlamentaria. 2. LA HERENCIA REPUBLICANA Con respecto al texto de Rivas, la película introduce un elemento que completa el sistema de reflexiones semánticas relativas a la caída de la República, al tiempo que introduce lo que para mí es su segunda base estructural: el papel de la educación en la construcción de un país libre. La historia de amor atribuida al maestro de escuela lo muestra como una especie de viudo melancólico que no consigue superar la pérdida de su esposa, muerta a los veintidós años. Ahora bien, resulta interesante que al hablar de ella con el niño —que ha ido a casa de su maestro a llevarle el traje que su padre le ha confeccionado — don Gregorio cita unos versos de Antonio Machado: Mi pobre mujer. Se fue, con veintidós años. Y como dijo el poeta, dejó “desierta cama, y turbio espejo y corazón vacío”. “Desierta cama, y turbio espejo y corazón vacío” (repite lentamente mirando al niño). Quiere decir que me quedé más solo que la una. (Cuerda 1999a: min. 45:41) 8 8 El maestro cita, sin aclararlo, este soneto: “Huye del triste amor, amor pacato,/ sin peligro, sin venda ni aventura,/ que espera del amor prenda segura,/ porque en amor locura es lo sensato.// Ése que el pecho esquiva al niño ciego/ y blasfemó del fuego y de la vida,/ de una brasa pensada, y no encendida,/ quiere ceniza que le guarde el fuego.// Y ceniza hallará, no de su llama,/ cuando descubra el torpe desvarío/ que pedía, sin flor, fruto en la rama.// Con negra llave el aposento frío/ de su tiempo abrirá./ ¡Desierta cama, y turbio espejo y corazón vacío!”. Machado. 1971: 226. 143 Tereza González Aunque la autoría de estos versos no es mencionada, la presencia del poeta como emblema del espíritu cultural y educativo de la intelectualidad vinculada al proyecto de la segunda República se instala de manera explícita cuando uno de los alumnos lee ante la clase dos estrofas de un poema titulado “Recuerdo infantil”: Una tarde parda y fría de invierno. Los colegiales estudian. Monotonía de lluvia tras los cristales. Es la clase. En un cartel se representa a Caín fugitivo, y muerto Abel, junto a una mancha carmín. (Cuerda 1999a: min. 11:25-12:11; Rivas, 2000:29) 9 Además de introducir el tema de la lucha fratricida a través de la referencia a Caín y Abel, los versos de Machado funcionan como un homenaje a uno de los poetas españoles más comprometidos con el ideal educativo impulsado durante la segunda República y, por ende, una de las principales y primeras víctimas del franquismo. Tanto en Rivas como Cuerda, la referencia al autor de Campos de Castilla se inscribe en una reflexión profunda sobre lo que muchos consideran la principal herencia de la segunda República y de la generación de intelectuales que participó de manera activa en ella: su proyecto educativo. Anclada en una tradición laica y liberal representada por la Institución Libre de Enseñanza, en efecto, la idea que sobre la educación predominaba entre los intelectuales republicanos promovía una enseñanza integral, profundamente humanística, enfocada en la formación de hombres y mujeres lúcidos y éticos, capaces de transformar la sociedad en todos sus aspectos. El contacto con la naturaleza, la apuesta por una pedagogía basada en la reflexión y el diálogo (antes que en la memorización y la disciplina férrea y, a menudo, violenta que prevalecía en las instituciones educativas dirigidas por la iglesia), la libertad de culto y de pensamiento y un código moral enfocado a la participación ciudadana, eran algunas de las características de la educación favorecida por la segunda República y 9 La continuación del poema es la siguiente: “Con timbre sonoro y hueco / truena el maestro, un anciano/ mal vestido, enjuto y seco,/ que lleva un libro en la mano.// Y todo un coro infantil / va cantando la lección:/ ‘mil veces cien, cien mil;/ mil veces mil, un millón’.// Una tarde parda y fría / de invierno. Los colegiales / estudian. Monotonía / de la lluvia en los cristales.” Machado. 1971: 26. 144 El texto migratorio ejercida en las aulas por gente como Antonio Machado quien, como se sabe, dedicó gran parte de su vida a la docencia. En el relato de Rivas, las virtudes de la educación inspirada en la Institución Libre de Enseñanza, fundada en 1876 por Francisco Giner de los Ríos y Gumersindo de Azcárate, son encarnadas por don Gregorio. Paciente y amistosa, la actitud de este maestro de escuela frente a su clase desdice todos los lugares comunes que se escuchan en el pueblo sobre el sistema escolar. En la localidad gallega donde se desarrolla la historia, en efecto, todos saben que en la escuela los maestros golpean a los niños para que aprendan mejor, y que la instrucción escolar implica cortar por lo sano con defectos tan terribles como pronunciar el castellano con acento gallego. Por supuesto, estas historias transmitidas de padres a hijos producen en Moncho, el narrador-protagonista “La lengua de las mariposas”, un miedo comparable al que siente al oír el cuento de “El hombre del saco”: “¡Ya verás cuando vayas a la escuela!” Mi padre contaba como un tormento, como si le arrancaran las amígdalas con la mano, la forma en que el maestro les arrancaba la jeada del habla, para que no dijesen ajua ni jato ni jracias. “Todas las mañanas teníamos que decir la frase “Los pájaros de Guadalajara tienen la garganta llena de trigo. ¡Muchos palos llevamos por culpa de Juadalagara!” Si de verdad me quería meter miedo, lo consiguió. (Rivas 2000: 24-25) 10 Sin embargo, lo que Moncho encuentra en su primer día de clases es un hombre amable y generoso, que le hace descubrir el mundo con ojos nuevos. Sus palabras, aunadas a las excursiones que organiza para que los niños tengan un verdadero contacto con la naturaleza, actúan como ese microscopio que don Gregorio ha pedido al Ministerio de Instrucción Pública para observar los minúsculos insectos que él y sus alumnos capturan en el bosque. “Tanto nos hablaba de cómo se agrandaban las cosas menudas e invisibles por aquel aparato que los niños llegábamos a verlas de verdad, como si sus palabras entusiastas tuviesen el efecto de poderosas lentes”, dice el protagonista, dándonos así la clave de la postura de Rivas sobre el papel de la literatura en la formación del hombre libre. Como el microscopio de don Gregorio, la literatura permite ver las cosas invisibles a simple vista, revelando nuevos aspectos de la realidad al tiempo que la despoja de sus mitos más dañinos. El poder revelador de la palabra convierte, por ende, a la literatura en un acto transgresor, en una experiencia de la que nadie sale ileso. Tal 10 Para la referencia a “El hombre del saco”, ver Rivas. 2000: 26 y Guelbenzu. 1997: 27. 145 Tereza González parece ser la tesis que, a partir de la escritura de Rivas, propone esa instancia de interpretación y diálogo que es la narración cinematográfica. En la película, el tema de la educación aparece agrandado con respecto al relato de Rivas, como para demostrar el efecto amplificador de la lectura como ejercicio de comprensión. Apoyada en un esquema iniciático, en el que el niño va descubriendo el mundo de los adultos con ayuda del maestro, la película muestra el lado cruel del conocimiento, que abre los ojos tanto para lo bueno como para lo terrible de la vida. Ciertamente, Moncho aprende que las mariposas tienen lengua y que el tilonorrinco colorea su nido con pigmentos vegetales; pero descubre, también, que los adultos mienten y que el infierno no está en el más allá, como dice su madre, sino en este mundo. El tema del lado oscuro del conocimiento es desarrollado en la película a partir de dos mitos que se encuentran en estado latente en el texto de Rivas, a saber: los mitos del paraíso perdido y del ángel caído. Evocado en el cuento tan sólo por la referencia a Caín y Abel, el paraíso perdido es recreado en una escena en la que el niño, que vuelve del entierro de la madre de Carmiña, dialoga con su maestro en un huerto de manzanos. Don Gregorio ofrece al niño una de las manzanas que acaba de cortar y entabla con él una conversación sobre el infierno: (Moncho) —Cuando uno se muere, ¿se muere o no se muere? (Don Gregorio) — ¿En su casa qué dicen? (Moncho) —Mi madre dice que los buenos van al cielo y los malos al infierno. (Don Gregorio) — ¿Y su padre? (Moncho) — Mi padre dice que de haber juicio final, los ricos se irían con sus abogados. Pero a mi madre no le hace gracia. (Don Gregorio) — ¿Y usted qué piensa? (Moncho) — Yo tengo miedo. (Don Gregorio) — ¿Es usted capaz de guardar un secreto? (Moncho asiente con la cabeza. (Don Gregorio) —Pues, en secreto, ese infierno del más allá no existe. El odio, la crueldad: eso es el infierno. A veces el infierno somos nosotros mismos. (Cuerda 1999a: min. 11:25-12:11) Acto seguido, el niño muerde la manzana que le ha dado el maestro, como un símil entre las enseñanzas de don Gregorio y el fruto del árbol del bien y del mal que Dios había prohibido tocar a Adán y Eva. El descubrimiento de la maldad, el odio y la cobardía en su comunidad, en su familia y en él mismo, significa para Moncho un abandono definitivo de ese paraíso que es la infancia. Más adelante, cuando su madre, temerosa de que su marido sea apresado por los nacionales, ordene a la familia que 146 El texto migratorio muestre su odio —así sea fingido— hacia los republicanos detenidos, Moncho habrá perdido la inocencia que lo caracterizaba al inicio de la película. Por su parte, la transformación operada en el rostro de los protagonistas en la escena final se relaciona con otro de los mitos que emergen en el cuento: el relato del ángel caído. “El demonio era un ángel, pero se hizo malo”, explica a Moncho su madre en el texto de Rivas. (Rivas 2000: 30) En la película, la frase anterior aparece de la manera siguiente: (Moncho) — ¿Y el demonio? (La madre) — ¿El demonio qué? (Moncho) — Que si existe. (La madre)— Pues, claro que existe. Era un ángel pero se hizo malo. Se rebeló contra Dios. Camino del infierno se iba poniendo pálido. Por eso le llaman el Ángel de la Muerte. (Moncho) — ¿Y si era tan malo, por qué no lo mató Dios? (La madre) — Dios no mata, Moncho. (Cuerda, 1999a: min. 16:3517:03) A través de este mito, la traición del padre de Moncho a sus compañeros republicanos —traición emblemática si se piensa en todos los que al estallar la guerra callaron sus preferencias políticas para quedarse en España—, y la transformación súbita del niño que injuria a su maestro a petición de su madre — aunque en el cuento es el mismo padre quien ordena al niño que insulte a don Gregorio—, se ordenan en una interpretación posible: el infierno, verdaderamente, se manifiesta en la caída hacia las sombras de uno mismo. De ahí que la escena final —un plano fijo del niño que mira cómo se aleja el camión con los presos, luego de haber insultado a su maestro y de haberle arrojado piedras—, pase gradualmente del color al blanco y negro: camino al infierno, el ángel caído, hemos oído minutos antes, “se iba poniendo pálido”. 3. EL REFUGIO DE LOS SUEÑOS Resulta difícil no ver en esta película la puesta en práctica del ideal que emerge en el sutil entramado que se teje entre las palabras, las imágenes y la música compuesta Alejandro Amenábar, también director de cine. La adaptación cinematográfica, en tanto forma de interpretación y comprensión de un texto que la precede, explica con sus propios instrumentos en qué consiste el quehacer que le da origen. En este orden de ideas, me parece que es posible entender la escena final, ya referida, como una metáfora de la confusión o, si se quiere, de la incomprensión que 147 Tereza González despierta el esfuerzo hermenéutico de varias generaciones de artistas en España. Al ver a su maestro salir de la comisaría con las manos atadas y el rostro descompuesto, el protagonista lo mira aún como a un amigo en apuros. Sin embargo, la insistencia de su madre lo lleva a insultarlo con las palabras que usan los adultos, primero, y, después, con aquéllas que el mismo maestro le enseñó y que, lejos de ser un insulto, designan aspectos antes desconocidos del reino animal: “¡tilonorrinco! ¡espiritrompa!”. Como la distancia que, a medida que el camión se aleja del pueblo, separa a Moncho de don Gregorio, así los años transcurridos desde el golpe militar son, tal vez, aún insuficientes para comprender la complejidad y la profundidad de esa herida que se abrió durante la guerra civil. Sin embargo, la dimensión del esfuerzo educativo realizado por la tradición democráticoliberal no ha terminado de dar frutos. Como las palabras “tilonorrinco” y “espiritrompa”, el trabajo intelectual consignado en la historia, y en la mejor literatura sobre la guerra, sigue interpelando a las generaciones actuales. Ése es, a mi juicio, el sentido de una de las escenas añadidas por Cuerda y Azcona al texto de Rivas a que me he referido líneas arriba. Después de hablar de su esposa muerta muy joven —apenas un poco menos joven que la esposa de Antonio Machado, Leonor, muerta a los dieciocho años—, y de haber recitado para el niño un soneto de Nuevas canciones, don Gregorio trata de introducir a su alumno en los placeres de la lectura: (...) Los libros son como un hogar (saca del estante un ejemplar de La conquista del pan, de P. Kropotkine y se arrepiente enseguida). En los libros podemos refugiar nuestros sueños para que no se mueran de frío. Tome, se lo presto. (Le entrega un ejemplar de La isla del tesoro, de Robert L. Stevenson). Estoy seguro de que le va a gustar. (Cuerda 1999a: min. 52:33-54:11) Más adelante, en la película, don Gregorio se despide del magisterio con el discurso referido al inicio de estas páginas, y en el que encontramos resonancias del diálogo anterior: En el otoño de mi vida yo debería ser un escéptico, y en cierto modo lo soy. El lobo nunca dormirá en la misma cama con el cordero. Pero de algo estoy seguro: si conseguimos que una generación, una sola generación, crezca libre en España, ya nadie les podrá arrancar nunca la libertad. Nadie les podrá arrancar ese tesoro. (Cuerda 1999a: min. 01:09:08-01:10:30) 11 11 La cursiva es mía. 148 El texto migratorio Entre el libro que don Gregorio ofrece al niño para que sus sueños no se mueran de frío y el “tesoro de la libertad” que representa el sueño del maestro de escuela se encuentra, desde mi punto de vista, la respuesta que la película aporta a la pregunta lanzada por el texto Rivas. ¿Fue de verdad tan contundente la victoria del fascismo? No, mientras quienes se interrogan por el pasado puedan volver a la palabra de sus maestros —en este caso de los intelectuales que, como Machado, unieron sus preocupaciones estéticas a una reflexión auténtica sobre el ser humano—; es decir, mientras los herederos de la tradición ilustrada de España —sean éstos españoles o no, poco importa— se sientan interpelados por ella y se hagan merecedores de esa libertad con la que soñaron quienes los precedieron. A manera de conclusión: la relación entre ¿Qué me quieres, amor? y su adaptación cinematográfica es, a fin de cuentas, similar a todo acto de lectura. Este acto de lectura, acto interpretativo por excelencia, se asemeja a la amistad entre el maestro y el niño de “La lengua de las mariposas” tal como la define Rivas, es decir, como un intercambio que se da gracias a un tercer elemento, a un tercer objeto, donde un autor deposita su alma para que otros la recojan y, me atrevo a añadir, la merezcan. Teresa González Arce Departamento de Estudios Literarios Universidad de Guadalajara Vidrio 1970 A-3 Colonia Barrera 44150 Guadalajara, México liboria_maple@yahoo.com.mx BIBLIOGRAFIA CARCAUD-MACAIRE, Monique, y Clerc, Jeanne-Marie. 1994. Pour une lecture sociocritique de l’adaptation cinématographique: propositions métodologiques. Montpellier: CERS. GADAMER, Hans-Georg. 1961. Verdad y método I. Salamanca: Sígueme. GUELBENZU, José María: 1997. Cuentos populares españoles, Madrid:, Siruela. MACHADO, Antonio. 1971. Poesías completas. Madrid: Espasa-Calpe. RIVAS, Manuel. 2000. ¿Qué me quieres, amor? Traducido del gallego por Dolores Vilavedra. Punto de Lectura (Edición príncipe: 1995). 149 Tereza González FILMOGRAFÍA CUERDA, José Luis. 1999ª. La lengua de las mariposa.s (DVD). España. Guión: Rafael Azcona, a partir de ¿Qué me quieres, amor?, de Manuel Rivas. Música: Alejandro Amenábar. Intérpretes: Fernando Fernán Gómez, Manuel Lozano, Uxía Blanco, Gonzalo Uriarte, Alexis de los Santos, Guillermo Toledo. Sogetel, Las producciones del Escorpión / Canal +, Sogepaq video. CUERDA, José Luis. 1999b. La lengua de las mariposas. (DVD). “Rueda de prensa del festival de San Sebastián”. Sección “Extras / Festival de San Sebastián / Rueda de prensa”, título 1, capítulo 3, minutos 31:44-32:35 y 41:00-41:15. CUERDA, José Luis. 1999c. La lengua de las mariposas. (DVD). “Cuadernos de rodaje”. Realización: Pite Piñas, Guión: Mateo Gil y Pite Piñas, Producción: Pilar Pérez y Carmen Sara Salvador. La lengua de las mariposas. (DVD). Sección “Extras / Cómo se hizo”, título 3, capítulo 1, minutos 00:02-24:36. 150 ALPHA Nº 20 - 2004 (151-164) ÁRBOL DE LA VIDA: EN LOS ORÍGENES DE LA ESCRITURA Humberto Ortega Villaseñor 1 Las letras son las apariencias del Verbo en sí; son los atributos inseparables de su esencia, tan indestructibles como la verdad suprema. Al igual que la persona divina, son inmanentes en todas las cosas. Son misericordiosas, nobles y eternas. Cada una es invisible (está escondida) en la esencia divina. Jean Chevalier y Alain Gheerbran 2 Resumen Se trata de un acercamiento al planteamiento filosófico y epistemológico de Karl R.Popper, (filósofo de la ciencia), como andamiaje teórico para estudiar los vínculos de la creatividad plástica y literaria. Se revisa brevemente su propuesta metodológica y la forma en que sus categorías epistemológicas están ligadas al proceso creativo, enriqueciéndolo como instrumento cognitivo. Luego se exploran los alcances de dicho instrumento como aparato de validez probatoria y prospectiva al aplicarlo a un caso en particular: el proceso creativo que llevó a la creación de 18 obras plásticas originales empeñadas en reflejar los sonidos primigenios de consonantes y vocales. Palabras claves: Arte, Ciencia, categorías epistemológicas, proceso creativo, imagen y palabra, origen de los alfabetos. Abstract: Tree of Life: in the Origins of Writing This paper examines an approach to Karl R. Popper’s philosophical and epistemological proposition (philosophy of science), as a theoretical framework to analyze the links between literary and visual creativity. Popper´s methodological proposal is briefly reviewed, as well as the way his epistemological categories are linked to the creative process, enriching it as a cognitive instrument. Then the 1 Buena parte de este artículo fue presentado como ponencia en el panel sobre Arte y Creatividad del Tercer Congreso Europeo de la Sociedad de Literatura y Ciencia organizado por la Universidad de la Sorbona (París) y la Universidad de París 8 del 23 al 26 de junio, 2004 en la Cité-Universitarie, París. El texto ha sido mejorado gracias a las sugerencias hechas por el Consejo Editorial de la revista Alpha. 2 Jean Chevalier/Alain Gheerbrant (coords.). 1991 (1969). Diccionario de símbolos, (3ª ed.,) trs. Manuel Silvar y Arturo Rodríguez (Trad.) Barcelona: Herder, Barcelona. 640. 151 Humberto Ortega scope of this instrument as a tool for proving and predicting validity, is explored by applying it to a particular case: the creative process that led to the creation of 18 original visual works that attempt to reflect the original sounds of vowels and consonants. Key words: Art, Science, epistemological categories, creative process, image and word, origin of alphabets. Después de 50 años de investigación, la comprensión de las habilidades y procesos cognitivos básicos implicados en la creatividad se ha ampliado significativamente sobre todo en áreas de la psicología y de la gnoseología. Sin embargo, gracias, al pensamiento crítico de Karl Popper, pilar de la filosofía de la ciencia en el siglo XX, el campo de estudio ha evolucionado y se ha afincado sobre bases filosóficas mas sólidas, expandiendo sus posibilidades de aplicación y su trascendencia 1 . Las críticas de Popper hacia el psicologismo ortodoxo permitieron superar la aparente dicotomía que divorció, por siglos, la ciencia del arte, en detrimento de esta última, reduciéndola a un conjunto de sucesos psíquicos personalísimos relevantes sólo para los psicólogos, los historiadores del arte y especialistas en análisis estético. Popper piensa que aquéllos que sostienen una noción de arte como la simple manifestación o expresión de emociones del artista suelen tener una interpretación errónea y superficial sobre la creatividad, limitando de esa manera sus resultados. El proceso creativo en el quehacer del hombre de ciencia es análogo al del artista. Según él, no hay diferencia alguna. Ambos sujetos hacen lectura de la realidad, ambos utilizan un proceso comprobatorio análogo, ambos producen conocimiento objetivo nuevo. La diferencia, en todo caso, es de inserción o trascendencia cultural del aporte innovador y, ésta, siempre se inclina en favor de la creatividad artística al reconocerle a la obra de arte un impacto anticipatorio crucial para comprender los cambios que, luego, la ciencia desea comprobar. Ambos procesos creativos son comunes y poseen una estatura y un efecto comprobatorio equidistantes. Ellos, sostiene Popper (refiriéndose a los psicólogos ortodoxos) concentran su atención en observaciones triviales e ignoran lo que es importante. Su visión acerca de la creatividad los lleva a pensar que, gracias a ella, el talento se revela, permitiendo al sujeto expresar en un 1 Consultar principalmente las reflexiones de Karl R. Popper contenidas en Consultations and Refutations. The Growth of Scientific Knowledge. London: Routledge & Kegan, 3a. Ed. 1969; Unended Quest. An intellectual Autobiography. Glasgow: Fontana/Collins, Glasgow. 1976 y The Myth of Framework. In Defense of Science and Rationality. London: Routledge. 1994. 152 Árbol de la vida: en los orígenes de la escritura trabajo artístico su estadio interior, sus emociones y experiencias... pasando por alto, en consecuencia, lo que es verdaderamente significativo en el arte. El punto nodal reside en el hecho de que, a fuerza de crear su trabajo, el artista —al igual que el científico— dan lectura a un mundo externo. De ese modo, la obra de arte no únicamente traduce el estado interior de su creador a lenguaje artístico 2 . OBJETIVO E HIPÓTESIS CENTRAL El propósito de este trabajo es aplicar los postulados de Popper en la exploración de los vínculos generativos que puedan suscitarse al poner a dialogar imagen y palabra 3 , es decir, dilucidar en torno a los nexos que ligan y diferencian ambos medios expresivos para anudar sus posibles consecuencias en otros campos disciplinares. El lenguaje poético y el lenguaje de la plástica han atendido dimensiones creativas y regenerativas distintas del quehacer humano 4 , que tradicionalmente han sido acotadas por sus distintos medios de expresión 5 . Sin embargo, si se asume que dichos vínculos pueden estudiarse como procesos creativos en comunicación recíproca bajo los postulados popperianos, es factible franquear los límites de ese aparente condicionamiento. La posibilidad de llevar a cabo esta hipótesis es un reto, por demás, interesante a nivel científico y creativo, dado el potencial que representa su 2 Cfr. Elzbieta Pietruska-Madej. 2001. “Creativity, Art and Science”, en Dialogue & Universalism”, Vol.11, N°1/2: 37-38. 3 Las razones personales para acercarnos al campo literario obedecieron al tinte interdisciplinario que fue adquiriendo nuestro pensamiento y focos de interés en la tentativa por comprender el mundo en que vivimos. También, al propio peso y circunstancias evolutivas de nuestro quehacer artístico en la plástica y, a la necesidad de aprovechar la faceta creativa de poetas, escritores y pensadores vivos muy valiosos de nuestro tiempo. 4 Ver el trabajo de Andre B.Newberg y Eugene G.d’Aaquili, “The Creative Brain/The Creative Mind”, en Zygon, vol.35.N°1, Marzo 2000:53 a 68. Allí se apunta a la necesidad de explorar la base de las emociones, inteligencia y creatividad en los ámbitos de la estética y la religiosidad, precisamente, por mediar suficientes tests neuropsicológicos, mediciones fisiológicas y resultados de estudio de resonancia magnética del cerebro que posibilitan interpretaciones bien fundadas. 5 A. Moles arriba a la conclusión de que existe una clara diferenciación en el tipo de información que es objeto de percepción en ambos: La información semántica, tal como lo muestran algunos estudios contemporáneos, se encuentra expresada en símbolos, está lógicamente determinada y resulta transferible; su percepción es llevada a cabo por el hemisferio izquierdo. Por otro lado, la información estética, es determinada por el estado interior de los participantes en el proceso creativo (y perceptual) y este estado no es transferible. Su percepción es intuitiva, verificada por el hemisferio derecho. Theorie de l’information et perception esthetique, Paris, 1958, citado por Valeri Dinev, “Evolution, the Brain and 2th Arts”, en Mankind Quarterly, Winter 95, Vol.36, Issue 2. 8. 153 Humberto Ortega ejecución y sus alcances 6 . Permite, por una parte, esclarecer las relaciones en el proceso creativo que tienen que ver no sólo con el objetivo acotado, es decir, con los efectos producidos por dichos vínculos en la dimensión específica de la creatividad en las dos formas de expresión (relevante para el ámbito literario y de la plástica). Abre la puerta, además, a redimensionar este objetivo en la necesidad de averiguar el impacto que dichos vínculos pudiesen desencadenar en otras áreas de la actividad humana, que puede ser motivo de preocupación para científicos, tecnólogos y educadores de diversos campos (por ejemplo, lo mediático, lo informativo, lo educativo, etc.). Pensamos que los descubrimientos más recientes de la neurología, los avances de la fisiología y su importancia para la filosofía han expandido las potencialidades de la creatividad como campo combinatorio de investigación. Los estudios sobre creatividad, como el que se propone aquí, podrían enriquecer y dar respuesta concreta no sólo a algunas interrogantes que, por separado, se hacen hoy las ciencias duras, las ciencias administrativas, sociales y las humanidades, sino también de aquéllas que han sido el foco de interés de filósofos de la ciencia ante la tentativa por superar los resabios del positivismo reduccionista, unificar criterios de aproximación y dar explicación congruente, polivalente e integral a lo que ocurre. METODOLOGÍA Y CASO En tanto que el aparato crítico que se aplicará se afinca en el modelo clásico de creatividad y las categorías epistémicas popperianas de Primer, Segundo y Tercer Mundos(ver Anexo 1), la metodología de estudio ha de ser ha de ser experimental. Se asume que el sujeto-objeto (figura y campo) de experimentación es el propio creador (plástico y/o literario) en su trabajo artístico hacia el medio expresivo contrario o en comunicación con creadores del otro medio. Obviamente, los procesos creativos que se generen, así como los resultados de esos procesos (sus obras) constituyen también parte del objeto de análisis. Para el caso específico, nos concentramos en el análisis individual de las formas o signos gráficos de alfabetos remotos empleados como puntos de referencia. Este campo de análisis acotado sería la base para generar la serie de cuadros que presentamos como resultado del primer experimento 6 Para ahondar en precisiones conceptuales, alcances demostrativos y prospectivos al respecto, Cf. el ensayo de Humberto Ortega. “Andamiaje teórico para el estudio de la creatividad; el pensamiento popperiano en el arte y la ciencia”, en Alpha N° 19, 2003: 244250. 154 Árbol de la vida: en los orígenes de la escritura realizado bajo el encuadre. Con ello creemos constatar no sólo la aplicabilidad del instrumento teórico popperiano, sino la susceptibilidad de profundizar en los alcances cognitivos y de interconexión entre ambos medios expresivos, en tanto que obra creada y separada del artista. La muestra está conformada por 18 piezas ejecutadas en técnica mixta sobre papel amate (hecho a mano de corteza de árboles), de formato pequeño (60x40 cms. aproximadamente). Estas obras parecen evocar formas arbóreas de distintas especies que emergen de un bosque. Los materiales utilizados, básicamente, son óleo y pigmentos naturales trabajados con mortero y aplicados con espátula sin disolventes. A continuación explico brevemente en primera persona, la concepción de la serie y las hipótesis específicas manejadas. Intercalo algunas precisiones ligadas, todas, al proceso creativo y a sus resultados, procurando seguir los vectores epistémicos de Popper y la secuencia de las etapas de preparación, incubación, iluminación y verificación resumidas en el recuadro. CONCEPCIÓN, PREPARACIÓN, SEGUNDA ETAPAS) INCUBACIÓN (PRIMERA Y En el trayecto investigativo de las fuentes, me encontré con un buen número de alfabetos de lenguas remotas que variaban en número de rasgos en razón de su origen pictográfico, ideográfico o cuneiforme. Jeroglíficos, signos y letras que representaban cauces fascinantes por los que podía uno iniciar y orientar este estudio, dado su tiempo, la significación y profundidad simbólica que tenían, unas veces ligada a su forma, otras veces, al número, otras más al sonido 7 . Me encontré, también, con una multiplicidad de investigaciones histórico-comparativas sobre las formas de las letras, que presentaban retos muy interesantes a la imaginación. Según W.F. Albright, la primera letra de la mayor parte de los alfabetos antiguos aleph (a) representaba una cabeza de toro; la segunda beth (b) una casa; la heth (h) un hombre en oración; la mem (m) el agua; la nun (n) una serpiente, etc. La mayor parte de las letras serían en su origen el dibujo de un animal, un gesto humano o la representación de una realidad concreta 8 . 7 Ver, por ejemplo, el desarrollo de la escritura de A. C. Moorhouse. 1982. (1953). Historia del alfabeto. Trad. Carlos Villegas. México: Breviarios del FCE. 8 Sin embargo, la Kabbalah (por ejemplo) ha descifrado en la forma de las letras innumerables especulaciones cosmogónicas y místicas. El aleph (por ejemplo), evoca la corona suprema… El aleph reúne el origen y el fin de toda vida superior y, por ello, esta letra que es, también, la primera del alfabeto, simboliza la espiritualidad. Beth, la letra siguiente, es la casa de la sabiduría que se manifiesta de numerosas formas, siguiendo 155 Humberto Ortega Sin embargo, cuando me topé con el alfabeto de árboles Beth-LuisNion (ogygia de Roderick O’Flauberty) analizado magistralmente por Robert Graves en La Diosa Blanca 9 me quedé sorprendido. Supe que había encontrado una piedra firme de inspiración que de algún modo estaba desprovista de toda referencia o antecedente visual, lo que para mí resultaba muy importante, pues me permitiría escudriñar y ensayar, con relativa libertad, en la generación de formas originales que pudiesen evocar el origen gráfico de los abecedarios. El alfabeto Beth-Luis-Nion es una reliquia auténtica del druidismo transmitido a lo largo de los siglos. Se le utilizaba oralmente para la adivinación y se componía de 5 vocales y 13 consonantes.Las consonantes de este alfabeto forman un calendario de magia arbolaria estacional (...) permitiendo la aplicación de la teoría de las correspondencias cósmicas que prescribe que cada componente de una serie debe corresponder a otro componente dado de una serie paralela 10 . ¿Por qué me decidí por este referente exploratorio y no por otros? Por varias razones, además de la apuntada. No quería realizar una caligrafía que fuese únicamente resultado de un estudio comparativo de registros escritos de los más antiguos sistemas lingüísticos (pictográficos o ideográficos); ni un ejercicio gráfico de combinaciones de consonantes y de vocales pertenecientes a distintas escrituras ancestrales. Buscaba de algún modo trascender esas limitaciones y, sin embargo, encontrar la manera de reflejar artística y simbólicamente aquellos rasgos o componentes que parecían estar presentes como constantes universales de múltiples alfabetos. Por otra parte, me percaté que el nombre de cada consonante del alfabeto druídico derivaba del sonido producido por la primera letra con que era nombrado un árbol específico que existía en la naturaleza, es decir, con características, formas y funciones ligadas a leyes y ciclos naturales11. Árboles que crecen, florecen y cumplen su ciclo en una época determinada del año terrestre (dividido en 13 meses ligados al ciclo lunar y, obviamente, cercano a la razón del número 13 en calendarios mesoamericanos como el numerosas vías y senderos... Se podrán multiplicar indefinidamente semejantes ejemplos, que proceden de una exégesis fundada en la lógica de las metáforas, las homonimias y las analogías, pero no siempre en la lógica de los símbolos. La imaginación, aunque rica, no es siempre simbólica”. Jean Chevalier/Alain Gheerbrant, op.cit. 641-642. 9 Robert Graves.1970. (1961). La Diosa Blanca, historia comparada del mito poético. Buenos Aires: Losada. 237 y 238. 10 J.E.Cirlot.1971. (1962). A Dictionary of Symbols. New York: Philosophical Library. 182. 11 “Las letras del antiguo alfabeto irlandés u ogam... constituyen un alfabeto vegetal en el que cada letra lleva el nombre de un árbol... Simboliza la parte mágica y sombría de la tradición céltica. Jean Chevalier/Alain Gheerbrant, op.cit. 641. 156 Árbol de la vida: en los orígenes de la escritura maya 12). Por su parte, las cinco vocales estaban también relacionadas con el sonido producido por los nombres de árboles con una significación simbólica especial sujeta a cada estación del año 13. Consideré, entonces, que podía acotarse una hipótesis plástica original bajo ciertas condiciones: -si se deslindaban las especies de árboles irlandeses, griegos o israelitas de los nombres del alfabeto druídico a que estaban referidos en lo particular; -si se trabajaba con cierta distancia de la propia diversidad numérica, morfológica y evolutiva de los signos existentes en los diferentes alfabetos y silabarios de la antigüedad; y, -si se actuaba con suficiente independencia de las formas de las letras semíticas tal y como las conocemos ahora. De ese modo, cada letra podría ser recreada o ser trasladada a lenguaje pictórico como símbolo esencial, a la vez figurativo y abstracto, sin que ello restara su pulsión asociativa ni creativa en el experimento plástico. Esto permitiría manejar criterios, combinar signos o grafos de lenguajes remotos, hacer asociaciones e interpretar correspondencias, todas ellas desplegadas en las fichas descriptivas que acompañan a cada obra que se presenta ahora 14 . 12 “La Luna, gemela del Sol, fue considerada por los aborígenes como hermana o esposa de éste. Mide el año solar por trecenas: las trece revoluciones siderales anuales. El 13 resultaba canónico, puesto que así mide la gemela del Dios-Sol. El hombre lo adoptó. Así se comprende el punto de partida del 13 calendárico. Este fue un canon, intocable por ser divino (...) Astronómicamente, no pudo haber sido tomado de ningún otro astro, puesto que sólo lo hallamos en la luna y, después, matemáticamente, como múltiplo menor del ciclo sagrado de 260 días”. José Díaz-Bolio. 1980. “Origen de la cronología maya”, en Revista de la Universidad de Yucatán, N°121 y 122: 115 y 117. 13 Advierte Mircea Elíade, “... es a partir de una analogía que el árbol llega a ser la manifestación arquetípica de la Potencia, y que su símbolo, desplegándose, termina por recubrir el cosmos entero. El árbol no es sólo de este mundo, ya que posa en el más acá y sube hasta el más allá”. Jean Chevalier/Alain Gheerbrant, op.cit., 119. El mismo Elíade comenta “el árbol Ashvahtta representa aquí con toda su claridad la manifestación del Brahmán en el cosmos, es decir, (ELIT, 239-241) la creación como movimiento descendiente”. Ibid. 124. 14 La letra aparece entonces como símbolo del misterio del ser, con su unidad fundamental proveniente del Verbo divino y su diversidad innumerable, resultado de sus combinaciones virtualmente indefinidas; es la imagen de la multitud de las criaturas, incluso de la propia sustancia de los seres nombrados. Ibid., 641. 157 Humberto Ortega PLANTEAMIENTO CUARTA ETAPAS) ESTÉTICO Y EJECUCIÓN (TERCERA Y Volví nuevamente sobre la explicación que nos ofrece Graves. Releí esas líneas que en secreto me hablaban de un bosque mítico compuesto de árboles diversos que, en un tiempo y espacio inmemoriales, posiblemente había susurrado al oído del hombre primitivo las consonantes y vocales. No me fue difícil asumir el eventual origen natural de todos los lenguajes, ni menos mi necesidad cognitiva, sensitiva y espiritual por transitar pictóricamente ese bosque para aprehender y escuchar esa música. El roce del follaje con el viento, la lluvia y los cielos; el murmullo de los troncos en perpetuo diálogo con sus cortezas, círculos y líquidos ascendentes; el crispar de las raíces hundiéndose en la tierra, en la piedra, en las cuevas y los mares de fuego trajeron a mis papeles amate los susurros de cada consonante y la sonoridad de las vocales. En efecto, el sonido era el elemento que posiblemente explicara una raigambre común de las dos formas de expresión. Razón atada evidentemente al carácter ritual y oracular de la forma hablada de cada consonante y de cada vocal y a la tradición oral al transmitir el conocimiento en épocas míticas15. Sólo posteriormente, ocurriría el revestimiento en la forma, esfuerzo que daría lugar a una multiplicidad de grafos al llegar la etapa escrita de los lenguajes, ya sea a través de ideogramas, jeroglíficos, pictogramas, ya sea mediante conceptos abstractos 16 . Así fue como me di a la tarea de tratar de extraer y representar sonidos de las consonantes y vocales que yo mismo repetía audiblemente al momento de pintar. Voces que forman palabras que al ungir o nombrar las cosas, condensan ese universo poético y variado de sonidos armónicos e imágenes del mundo, cargadas de un conocimiento y de un sentido últimos. Al ser cantados, pronunciados o nombrados esos sonidos o vibraciones 15 En realidad, el Sonido y la Luz son uno. Las vibraciones hasta cierto punto producen sonido, pero si se aumenta su frecuencia varias veces, se transformarán en Luz. El Sonido Espiritual es la auténtica y fundamental fuerza vital que sustenta el universo entero. Es ésta, la luz que ilumina nuestros oscuros hogares o cuerpos, sin embargo, no la pueden percibir los ojos físicos. Huzur Maharaj Sawan Singh, Filosofía de los Maestros (abreviado). Málaga. c1973. 1982: Radhasoami Satsang Beas. 172. 16 Pensar en esa secuencia me hizo ver con claridad que el puente entre los dos lenguajes (plástico y literario) residía en la velocidad y capacidad misma de transformación de un ente que había evolucionado en un momento dado como ser humano y que se vio obligado a emular con su voz sonidos de alta significación cognitiva y afectiva por su relación holística con otros como él y con el entorno. Ser capaz de copiar y reproducir las vibraciones emitidas por esos árboles o por ese juego de correspondencias entre los elementos naturales e incorporarlos con toda conciencia a letras que, luego, configurarían palabras o imágenes con un sentido poético, totalmente integradoras de las partes y de la totalidad. 158 Árbol de la vida: en los orígenes de la escritura siempre me remontaban a un paraje diferente pero esencial del ser en evolución, haciendo resonar las distintas expresiones poético-musicales que sintonizaban con el momentum lumínico 17 anterior a la forma misma de las letras. Los criterios que se pudieron trabajar, y luego ajustarse armónicamente (vía el doloroso camino de prueba-error), fueron color, forma, espacio, tiempo, luz, sonido y proporción. En diversas ocasiones, hubo descarte y correcciones de forma, intensidad tonal, línea o mancha, etc. Al usar en forma abstracta esos criterios, pudieron explayarse formas arbóreas libres, aunque referidas a una base formal con aspecto de I mayúscula (que resume follaje, tronco y raíces), inspirada en la propuesta temática de Robert Graves, el plano aéreo del juego de pelota mesoamericano y la propia expresión gráfica del número de oro fi (los cuales, guardan gran afinidad). RESULTADOS En suma, cada cuadro supone: - reflejar un paraje distinto (en que figura y campo se entrelazan), evocando un tiempo y un espacios míticos, así como un sistema complejo de relaciones. - ser un árbol-eje cuyo tronco separa el espacio simétricamente enlazando lo macro y lo micro: tierra y cielo, raíces y follaje, así como otros elementos naturales (tierra, agua, aire, fuego, rocas, madera, metales, animales, semillas, nubes, grutas, etc.). -tener un doble valor cíclico en cuanto al movimiento de rotación y de traslación, esto es, aludir a un fragmento del día o de la noche y, simultáneamente, a un mes lunar (al que parece estar ligada la frecuencia vibracional de cada consonante). Asimismo, el valor estacional al que se refiere la composición de las vocales. -haberse resuelto en sección áurea o número de oro, siendo el eje articulador de criterios que armonizan las tonalidades del espectro cromático, la disposición simétrica y las particiones del plano 18. 17 “Para los hurufis es una fuerza que se traduce por un verbo, es decir, un fonema, una voz; se expresa por las 32 letras del alfabeto arábigo-pérsico, de las que 28 han servido para componer el Corán, que es el Verbo de Dios, y el sonido articulado por medio de ellas es la esencia de Dios”. Jean Chevalier/Alain Gheerbrant, op.cit., 640. 18 La sección áurea, número fi o divina proporción (I) es una bella y elegante relación geométrico-matemática capaz de sintetizar las leyes que rigen los aspectos de 159 Humberto Ortega Ahora bien, cabe decir que la serie completa de los cuadros intenta reflejar el movimiento evolutivo del ser en su desplazamiento traslativo y estacional por la vida. En otras palabras, el movimiento centrífugo, eléctrico, caótico o de transformación del espíritu a través del tiempo (la expiración del aliento), mientras que cada cuadro en lo individual, manifiesta la condensación del magnetismo, el movimiento rotativo o centrípeto, el retorno a la unidad, a la simetría o a la aspiración de lo creado 19 Por esa razón, la propuesta de exhibición de la serie de cuadros que aquí se despliega (Ver Anexo 2), coloca a las consonantes en un círculo impreso que circunda en 360 grados el plano cartesiano, así como las vocales que pretenden rodearla en disposición pentagonal20. Esta disposición permite al espectador conjugar la trama completa de orden natural de la serie y deducir las posibles correlaciones fonético-visuales que ligan nombre, tiempo, espacio, color, proporción y valor relativo de la forma arbórea de cada pintura. 21 proporcionalidad, ritmo e invarianza que manifiestan todos los seres de la Naturaleza (animados e inanimados) en su crecimiento por igual, es decir, toda la materia en evolución. La fórmula matemática se expresa así: I = (1+ 5) = 1.618 y su aplicación en el arte define las relaciones que deben existir entre las partes y el todo para que éstas reflejen proporcionalidad o ritmo. “Aunque el ritmo se desarrolló más en las artes que trabajan con la dimensión tiempo, como la danza o la música (a través de la teoría musical, la teoría de sistemas dinámicos y los conceptos de armonía, intervalos y escalas), también se reflejó sobre todo en la antigüedad y el medioevo- en las artes espaciales, como pintura, escultura y arquitectura (a través de la teoría de la composición, las proporciones y el color)”. Las correspondencias entre la octava musical y el espectro cromático completo son múltiples, sin embargo, las básicas se despliegan así: Do (blanco, amarillo), Do# (amarillo), Re (azules), Re# (azules claros) Mi (naranjas), Fa (rojos), Fa# (rojos), Sol (violetas), Sol# (morados-violeta) La (verdes), La# (verdes), Si (cafés, grises y negro). Ver Julyan Cartwright, Diego L. González, Oreste Piro & Domenico Stanzial, “Aesthetics, Dynamics, and Musical Scales: A Golden Connection", en Journal of New Music Research, Vol.31, N°1:51, 52 y 57. 19 Los campos de fuerza eléctrica difieren de sus análogos, los magnéticos, en dos aspectos: los electrodos pueden ser alineados en el espacio de forma diferente a sus contrapartes magnéticas (sus grados de libertad de la simetría), pero en contraste a ellos, su fuerza no es fija (E(1) grados de libertad de la simetría), dado que esto depende de la distancia entre cargas opuestas. Dürr Hans-Peter “Sheldrake’s Ideas from the Perspective of Modern Physics", en Frontier Perspectives, Vol. 12, N° 1, spring 2003.19. 20 El cinco representaba el color y la variedad que la naturaleza da al espacio tridimensional y que son percibidos por los cinco sentidos, llamados técnicamente “el bosque”: un tresbolillo de cinco árboles; se sostenía que este mundo coloreado y variado se componía de cinco elementos: la tierra, el aire, el fuego, el agua y la quintaesencia o alma; y estos elementos correspondían también a las estaciones”. Robert Graves, op.cit. 237 y 238. 21 El desarrollo de las fuerzas creativas del macrocosmos, al igual a las que realiza el hombre, está sujeta a la ley del equilibrio (expresada por un semicírculo basado sobre su 160 Árbol de la vida: en los orígenes de la escritura No resta decir otra cosa sino lo siguiente: la tarea de analizar el impacto de los resultados en su reinserción a la categoría popperiana de tercer mundo será más compleja, en la medida en que las modalidades de exhibición de las imágenes varíen, es decir, permitan suscitar sensaciones distintas entre imágenes y sonido. Creemos que, al imprimir movimiento, velocidad, recursos auditivos y holográficos a la proyección de estas imágenes en espacios múltiples, las significaciones e impactos pueden cambiar, de modo que, la calibración de la serie como aporte cognitivo (de tercer mundo) dependerá de la versatilidad de los medios que se utilicen y de las combinaciones creativas que se gesten entre los espectadores. Casa de la Palabra y las Imágenes, Departamento de Estudios Literarios, Universidad de Guadalajara, México Lerdo de Tejada 2172,Guadalajara, Jalisco hortega@udgserv.cencar.udg.mx BIBLIOGRAFÍA ARNOLD, P. 1983. El libro maya de los muertos. Mexico: Diana. (1978). CARTWRIGHT, J.H., et. al. 2002, Aesthetics, Dynamics, and Musical Scales: A Golden Connection”, en Journal of New Music Research,. Vol.31, N°1. CHEVALIER, J.& GHEERBRANT, A. (coords.), 1991. Diccionario de símbolos, (3ª ed. Trads. Manuel Silvar y Arturo Rodríguez. Barcelona: Herder (1969). CIRLOT, J.E. 1971. A Dictionary of Symbols. New York: Philosophical Library (1962). DIAZ-BOLIO, J. 1987. The Geometry of the Maya and their Rattlesnake Art.Mérida: Mayan Area. --------1980. “Origen de la cronología maya”, en Revista de la Universidad de Yucatán: N°121 y 122. -------1988 Why the Rattlesnake in Mayan Civilization?. Mérida: Mayan diámetro). Hay dos aspectos de este equilibrio: 1) el balance preciso de las escalas a través de 180 grados; 2) la trayectoria diaria del sol cruzando el firmamento de este a oeste —el alfa y omega de San Juan— representado por el ave del día (el águila) y el ave de la noche (el búho), que corresponden respectivamente a vida y muerte, amanecer y atardecer, etc. J. E. Cirlot, op.cit.183. 161 Humberto Ortega Area . GRAVES, R.1970. La Diosa Blanca, historia comparada del mito poético. Buenos Aires: Losada (1961). LEÓN-PORTILLA, M.1990. Los glifos toponímicos en la Historia de Mesoamérica. Guadalajara: SEC. MOORHOUSE, A.C. 1982. Historia del alfabeto, (Trad. Carlos Villegas). México: Breviarios del FCE ( c1953). POPPER, K.R.1969. Consultations and Refutations. The Growth of Scientific Knowledge. London: Routledge & Kegan, 3a. Ed. ------- 1972 . Objective Knowledge. An Evolutionary Approach. Oxford: Clarendon. ------- 1976. Unended Fontana/Collins. Quest. An intellectual Autobiography. 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Etapa 1 Preparación Objetiva Etapa 2 Incubación Objetivosubjetiva Lectura del Ligaduras Tercer Mundo entre Tercero por parte del y Segundo sujeto Mundos que expuesto a él realiza el al momento de sujeto, al definir el revisar y problema a ponderar las resolver ideas que pueden expresar y dar solución integral al problema Concepción Etapa 3 Iluminación Subjetivoobjetiva Experiencias de Segundo Mundo que vive el sujeto al detectar que guía o da solución integral al problema en términos de expresividad y medios. Interpretación Concepción de la obra Etapa 4 Verificación SubjetivoObjetiva Procedimiento de análisis, comprobación constante de pasos (vía pruebaerrorcorrección) que realiza el sujeto al manejar el material (Primer Mundo) durante la ejecución y hasta terminar la obra Ejecución de la obra Resultado Objetivo Reinserción de la obra al Tercer Mundo y susceptibilidad de su valoración como innovación o avance (separación de la obra y su creador). Análisis de consecuencias. Aportación final Fuente. Humberto Ortega Villaseñor. 2003. "Andamiaje teórico para el estudio de la creatividad: el pensamiento popperiano en el arte y la ciencia". Alpha 19:244 163 Humberto Ortega 164 ALPHA Nº 20 - 2004 (165-180) LUISA CAPETILLO Y SALVADORA MEDINA ONRUBIA DE BOTANA: DOS ÍCONOS ANARQUISTAS. UNA COMPARACIÓN. Cristina Guzzo Resumen: Luisa Capetillo y Salvadora Onrubia de Botana fueron dos militantes anarquistas de principios del siglo XX, de Puerto Rico y Argentina respectivamente, que comparten una serie de características comunes. Ambas son un verdadero ícono del anarco-feminismo que se desarrolla conjuntamente con otras manifestaciones de la vanguardia de los años 20. Fueron periodistas, escritoras y militantes. Asimismo, son las primeras dramaturgas de Latinoamérica, desarrollando un teatro feminista auténticamente revolucionario. La unidad temática que se encuentra en sus obras revela la existencia de una intertextualidad anarco-feminista entre las Américas. Abstract: Luisa Capetillo and Salvadora Onrubia de Botana, two anarchist icons. Luisa Capetillo and Salvadora Onrubia de Botana were anarchist militants in the early 20th century, from Puerto Rico and Argentina respectively. They have a series of common characteristics. Both of them are a real anarcho feminism icon developed along with other manifestations of the 1920 vanguard. They were journalists, writers, and militants. Also, they were the first women play writers in Latin America producing a feminist theater truly revolutionary. The unity of their themes shows the existence of an anarcho feminist intertextuality between the Americas. Key Words: anarchist, militants, feminism, vanguard, intertextuality. Luisa Capetillo (1875-1922) de Puerto Rico, y Salvadora Medina Onrubia de Botana (1894-1972) de Argentina, comparten una serie de características personales y de época notables, teniendo en cuenta que se trata de dos mujeres muy especiales. Ambas militaron en el anarquismo durante las primeras décadas del siglo veinte, cuando el movimiento estaba en el pico de su popularidad y cuando la emergencia de las demandas feministas, ligadas a las organizaciones obreras, caracterizaban al período. Las vanguardias revolucionarias de la época se distinguen por acentuar un 165 Cristina Guzzo discurso que unifica los problemas de clase con los de género, una tendencia que se inicia en Francia y en los Estados Unidos durante el siglo XIX con el protagonismo de Luisa Michel y Emma Goldman, respectivamente. En Latinoamérica, la gran inmigración europea del turn of century, los ideales socialistas que preceden a la revolución mexicana y a la revolución rusa, y la presencia de líderes anarco-comunistas exiliados de Europa, son factores que influyen en la activación de las organizaciones políticas y laborales que se propagan, coincidentemente, con el desarrollo preindustrial de la época. Los primeros años de vida de Luisa Capetillo y de Salvadora Medina transcurren, así, bajo las motivaciones de una sociedad cambiante que parece abrir un nuevo horizonte para la mujer. Ellas se constituyen en emergentes vanguardistas de ese discurso portador de libertades y reclamos de justicia social. Angel J. Cappelletti en el prólogo a su libro El anarquismo en América Latina (1990), escrito conjuntamente con Carlos Rama, sitúa a Salvadora Medina Onrubia Buela como una escritora anarquista que fuera iniciadora de un feminismo radical para la época (XLVIII). Dos articulaciones distinguen la mediación de Medina Onrubia y de Capetillo en esa coyuntura histórica. Son: la unión de la demanda genérica integrada a la social y la respuesta “desde la mujer” al discurso finisecular que trata la cuestión del feminismo desde una perspectiva paternalista (Guzzo 2003: 13). El movimiento producido por el anarco feminismo en el sentido de hacer análoga la subordinación femenina al estatuto de toda relación de poder es claro. La dialéctica de la lucha entre el poder y la subordinación, aplicada al género, es una extensión que se produce dentro del seno del anarco- feminismo, que no había sido desarrollada más allá de una enunciación por el marxismo o por el feminismo socialista, ni atendida por el feminismo burgués al cual el anarco- feminismo se opone (Barrancos 1990: 265). La actividad política y la obra escrita de Capetillo y de Salvadora muestran la tensión producida en ese campo de lucha. Ambas mujeres enfrentan el desideratum establecido por la sociedad oficial a través de su conducta, de actos políticos, presentaciones teatrales y publicaciones, con lo cual construyen un modelo de vida nuevo que va abriendo puertas a la mujer. Debe tenerse en cuenta que, para la época, la vida cotidiana en las ciudades de América Latina muestra poca tolerancia hacia una independencia de la mujer en los hechos. Sobre ello, Victoria Ocampo escribió: En aquellos años la actitud de la “sociedad” argentina frente a una mujer escritora no era precisamente indulgente. Lo que decía Jane 166 Luisa Capetillo y Salvadora Medina Austen a mediados del siglo XIX seguía en vigencia: “Una mujer, si tiene la desventura de saber algo, deberá ocultarlo tan cuidadosamente como pueda”. Era escandaloso, tanto como manejar un auto por las calles de Buenos Aires. (1979: 105) El anarco-feminismo es una manifestación revolucionaria que se inicia prácticamente con la labor política de la oradora y escritora rusaestadounidense Emma Goldman (1869-1940). A partir de 1889, ella se convirtió en una activa militante del anarquismo desde cuya filosofía Goldman desarrolló parámetros de liberación sexual relacionados con la defensa del amor libre y la crítica del matrimonio. Las ideas de Goldman respecto a educación —siguiendo la preceptiva liberadora de la Escuela Nueva del español Francisco Ferrer— incluyen la educación sexual. La necesidad social de tener en cuenta la anticoncepción, la maternidad responsable y la condición económica de la mujer fueron hechas públicas de un modo combativo en la revista Mother Earth que Emma Goldman fundara en 1906 junto al anarquista Alexander Berkman 1 . Es interesante vislumbrar que existe un contacto discursivo entre las mujeres latinoamericanas y las sajonas, al extremo que puede hablarse de una verdadera intertextualidad del anarco-feminismo entre las Américas, aunque no haya existido una vinculación personal de ellas entre sí. Sin embargo, por la propia naturaleza internacionalista del anarquismo, la comunicación a través del envío permanente de revistas ácratas a ultramar y el uso de diferentes idiomas europeos durante el período 1880-1930, se garantiza el conocimiento de Goldman, una figura que se hace célebre desde los Estados Unidos por el ardor de su oratoria y por su desafiante inteligencia en la lucha social. Recordemos, al respecto, que Capetillo se traslada a Nueva York en el año 1912, donde vive entre la comunidad portorriqueña “writing for anarchist newspapers and organizing meetings and study groups” (Kadison Berson 1994: 64). Luego se va a Tampa, Florida, donde trabajar como lectora en las fábricas tabacaleras. Durante 1919 retorna a Nueva York y pone una casa de pensión. Por lo tanto, no es improbable que allí Capetillo haya mantenido contacto con las centrales anarquistas de Nueva York donde proliferaban inmigrantes de origen latino. 1 Alezander Berkman (1870-1936). Militante anarquista ruso que emigró a los Estados Unidos en 1880. Vivió con Emma Goldman. Participó en el proyecto de Mother Earth y en el grupo de Greenwich. Estuvo preso en los Estados Unidos y fue deportado a Rusia junto a Goldman. Autor de Prison Memoirs of an Anarchist (1912). Murió en Francia. 167 Cristina Guzzo En Argentina, aunque la obra de Goldman es traducida y circula después de 1820, ya en 1896 aparece una mención a ella en la sección de Correo de la revista anarco feminista La Voz de la Mujer 2 . También se publica alguno de sus artículos en La Protesta, en tanto que el periódico Nuestra Tribuna, fundado en 1922 por la anarquista hispano-argentina Juana Rouco Buela (1889-1970) en la ciudad bonaerense de Necochea, es enviado a Nueva York regularmente donde el compañero Marinero, “bien conocido por su actuación en el proceso de Sacco y Vanzetti, recibía mil quinientos ejemplares y se encargaba de la distribución” (Rouco Buela 1964: 82). Tales datos, aportados por Rouco Buela en su autobiografía, prueban la existencia de una red de lectores anarquistas en lengua española a través de las Américas y de una lectora hispana con quien las anarcofeministas sudamericanas han mantenido comunicación. Si comparamos el objetivo central de las historias de vida de Salvadora Medina y Luisa Capetillo —así como el de Goldman— coincidimos en que, básicamente, se destaca el esfuerzo realizado por estas mujeres para obtener un reconocimiento personal, como sujetos. La discriminación genérica es desafiada por ellas como la barrera que, en principio, les impide constituirse como seres libres, una realidad común para el género femenino. Ellas buscan desnaturalizar los condicionamientos estructurales que han impedido a la mujer tener acceso al ‘ser’; una aspiración iniciada a partir del romanticismo pero que se desarrolla en el marco del anarco-feminismo como una articulación moderna, en realidad, absolutamente vanguardista. Donde el marxismo había fracasado en tomar en cuenta otras fuentes autónomas de poder paralelas a la lucha de clases, el anarquismo, en cambio, abrió el camino para una crítica de otras formas, no económicas del poder. Como afirma Saul Newman: Anarchism has freed political power from the economic, and this makes it important for political theory. However, anarchism is more than just a critique of Marxism is a philosophical system that incorporated theories of power, subjectivity. History, freedom, ethics, and society. ( 2001: 37) Tanto Luisa Capetillo como Salvadora Medina Onrubia provienen de la clase trabajadora y pasaron por una extrema modestia ¿Podría pensarse que esta realidad común las llevará a construir una ascendencia mítica por reacción? Pero también, vemos como desde el anarquismo van a ligar en su militancia la problemática de clase con la de género. Hay algo curioso. El 2 La Voz de la Mujer (1896-1897). Periódico anarco-comunista que aparece en Buenos Aires, de edición clandestina. 168 Luisa Capetillo y Salvadora Medina hogar en que crece Capetillo, igual que el de Salvadora, es humilde, pero constituido por inmigrantes europeos. En ambos casos, la situación de la familia se desarrolla alrededor de una madre que está presionada por la necesidad económica en un medio casi campesino (Botana 1977: 32; Valle Ferrer 1990: 44). También, ambas comparten una cotidianeidad marcada por la añoranza de una cultura europea que parecen haber quedado atrás y que es necesario atesorar dentro del espacio doméstico. En esta situación, típica del inmigrante “pobre pero culto”, que resulta no pocas veces en la aparición de intelectuales notables en América, se da en el caso de Capetillo y Medina. Pero lo excepcional en ellas es el hecho de que son unas de las primeras mujeres que se destacan en el espacio público en el marco de la cultura latinoamericana. En los años juveniles transcurridos junto a la madre, ambas autoras tienen, en efecto, una vida difícil. La ausencia de un padre proveedor determina que la estructura hogareña dependa del trabajo de la madre, aunque la ausencia paterna se deba a diferentes motivos en cada familia: se entiende que el padre español de Luisa Capetillo sin muchas explicaciones desaparece de la vida familiar en la localidad de Arecibo, Puerto Rico. Salvadora Medina menciona la muerte de su padre ocurrida en la ciudad de La Plata, donde ella había nacido, y la inmediata mudanza de su madre con las dos hijas al campo de Entre Ríos. Pero no hay muchos más detalles. La ausencia de información deja un vacío que va a ser llenado de algún modo por la leyenda, una leyenda que en el caso de Salvadora, su hijo Helvio Botana trata enérgicamente de desterrar (Botana 1977: 27). De Margarita Perón, la madre de Luisa Capetillo, sólo parece incuestionable que trabajaba en casas particulares, para ganar un sustento. Era planchadora, y de origen francés, según apuntan las diferentes versiones biográficas existentes. Pero, mientras la biografía escrita por Valle Ferrer habla de un pasado contexto parisino, donde probablemente el libre pensamiento revolucionario y la obra de George Sand influyeron en la inmigrante (1990: 41-43), Julio Ramos preferencia la idea de que la mujer provenía de las islas francesas caribeñas (17). En síntesis, que no haya una última palabra ayuda al misterio, sobre todo, porque Luisa Capetillo no ofrece en sus escritos datos concretos sobre el origen biográfico de su madre. Sí aparece documentado que la madre de Salvadora Medina era española de una región andaluza, que había trabajado en un circo y que llegó al Plata con su marido (Botana 1977: 21, 51). Luego de la viudez, el trabajo que obtiene la señora Onrubia de Medina como maestra en la 169 Cristina Guzzo pequeña escuela rural de Carbó en la provincia de Entre Ríos 3 , no resulta suficientemente explícito, a menos que atendamos a la comprensión de los no infrecuentes favores prestados por políticos y funcionarios en la escena local. Las notas biográficas de la propia Salvadora 4 dicen que su madre había obtenido ese puesto gracias a la amistad que la unía, justamente, con el comisario Ramón Falcón, quien fuera asesinado por el célebre militante anarquista Simón Radowitzky en 1909 (Barrandeguy 1997:123). Lo que no se informa son las credenciales que tuviera o no tuviera la señora Medina para acceder a un cargo dependiente del Ministerio de Educación, aunque para la fecha, a principios de siglo, es posible que la ausencia de maestras en el país creara una necesidad para la que una española muy bien podría haber garantizado cierta ayuda. Pero, como ocurre muy a menudo, lo incierto crea lo cierto y, en este caso, permanecerá como real en el imaginario de Salvadora —tanto como en el de Capetillo—un halo de leyenda sobre el pasado “feminista” de la madre (de ecuyere a maestra rural/ de planchadora a revolucionaria), lo que termina por cumplir básicamente con el ideal europeo de educación que, sin duda, marcan la infancia de las autoras. Es claro que ambas van a cumplir con la misión intelectual y de lucha de clase que parece habérseles impuesto desde la — confusa— historia familiar de inmigrantes. Pero, hay algo que es veraz y queda documentado. Respecto al carácter de estas dos inmigrantes europeas, Helvio I. Botana describe así a su abuela: Tuve una abuelita como la de los cuentos de hadas: pelo gris, tranquila, graciosa y cariñosa. (…) A pesar de su aparente placidez, era la mandamás del pueblo. Nos obligaba a andar descalzos porque la mayoría de los pibes del pueblo no tenían zapatos. ( 1977:32) Valle Ferrer por su parte, documenta cómo Luisa Capetillo reconoce la influencia de su madre: “A ti madre mía, que jamás me impusistes, ni obligastes a pensar de acuerdo con la tradición. Y me dejastes indagar libremente, reprochando, solamente, lo que tú suponías exageraciones, sin violentarme” (1990: 44). Respecto a la figura paterna, como se ha dicho, no deja de intrigar la poca o ninguna información ofrecida directamente por ambas autoras, 3 Helvio Botana en Memorias. Tras los dientes del perro, afirma: (la abuela) “Era directora de una escuelita rural sistema Láinez, en Enrique Carbó, Entre Ríos, donde creó una huerta modelo, manejada por los chicos, quienes a fin de cada día volvían a sus casas con verduras y huevos” (32). 4 Salvadora O. de Botana, en Salvadora, una mujer de ‘Crítica’. Ema Barrandeguy. 1997: 123. 170 Luisa Capetillo y Salvadora Medina aunque en Valle Ferrer se encuentra que Luis Capetillo trabajó como “promotor de una feria de diversiones”, y “como obrero en los muelles, en la construcción, o en la agricultura” (44) y además Valle Ferrer relata que Luis Capetillo “en tertulias familiares o en el café decía que él era un ‘conde’ trabajando de obrero” (1990:44-45)5. Este aspecto de su biografía, que veremos más adelante como incidirá en la vida adulta de Luisa Capetillo, surge de la creencia, no verificada, del origen “noble” de la familia Capetillo, quienes, se decía entre ellos, provenían de los ‘Capetos’ franceses (Valle Ferrer 1990: 40). Lo que ha sido investigado por Valle Ferrer nos da, más bien, la información de que los abuelos de Luisa Capetillo, originarios de la región vasca de España, emigran a Santurce, Puerto Rico, donde viviría otra rama de la familia. De hecho, los bienes de los Capetillo al morir Rafaela, tía soltera de Luisa Capetillo, fueron heredados por don Pablo Ubarri Capetillo, Conde de Santurce.6 Otro paralelo singular puede establecerse con Salvadora. Helvio Botana deconstruye no sin sarcasmo y resentimiento en sus Memorias este aspecto mitológico de la vida de su madre: (Salvadora) “Afirmaba que entre sus antepasados directos se contaba una princesa, Flores de Labernie, y de allí para arriba cualquier cosa” (1977: 27). Más adelante, acerca del viaje a España realizado por los Botana en 1932, Helvio dice con el mismo tono: “Viajamos por Andalucía para visitar a los parientes de mi madre sobre quienes se habían creado mitologías aristocráticas. No eran tales sino ejemplos de una pujante burguesía intelectual y guerrera…” (1977: 51). Este anecdotario sirve evidentemente y en ambos casos, también, para llenar un vacío. Si las familias tienen un origen español con trazas de alcurnia, la falta del padre es sustituida por un valor simbólico, la familia se inscribe en la ley de la ‘nobleza’ con ambos significados para el término. Esta inscripción simbólica actúa como elipsis ante la falta de información real, desde el momento que tanto la desaparición del padre de Luisa como la muerte del de Salvadora, son hechos apenas registrados. Sólo un dato objetivo que se traduce finalmente en la muestra de una realidad en que no hay padre, aunque ninguna de las autoras se extiende en detallar las circunstancias, consecuencias o emociones sufridas en torno a la pérdida. Este silencio, que ayuda a incrementar la versión legendaria del origen familiar no es gratuito, pues acentúa, además, el imaginario de la extranjera sola en tierras extrañas, lo cual permitirá construir la estructura matriarcal como núcleo de origen, un dato que marca eventualmente el futuro 5 Citado por Valle Ferrer como testimonio de José Rosa, yerno de Luisa Capetillo, en una grabación de 1974. 6 Testimonio de Julia Capetillo de Fair, sobrina de Luisa, en grabación realizada por Norma Valle Ferrer en 1976. 171 Cristina Guzzo feminismo de esta autoras. La madre sola y extranjera marca la percepción de la hija. Helvio Botana deja testimonio de lo que su otra abuela, Nicolasa Millares de Botana pensaba de su nuera: No entendió a Salvadora, quien por ser hija de una española recién llegada, era considerada “extranjera”, un concepto compartido por todos sus nuevos parientes. El orgullo americano es muy difícil de entender. Es atrabiliario e irracional. (1977:21) En realidad, Botana está refiriéndose, aquí, a la diferencia y discriminación que existe entre la vieja aristocracia criolla que se liga a los héroes de la Independencia y los nuevos contingentes de inmigrantes, aun españoles, que van a formar la nueva clase media en los países sudamericanos. Es natural, por lo tanto, que ambas mujeres apelaran a una cierta posesión de linaje como defensa y compensación de la discriminación de que fueron objeto. Queda claro, además, que el aporte hispano inscribe a las hijas en una tradición, en una especial concepción de la familia, de la autoridad y de la clase social, un espectro al que tanto Luisa Capetillo como Salvadora Medina Onrubia vuelven de manera ambigua en su vida adulta. Por una parte, desafían al patriarcado y al autoritarismo desde la militancia anarquista, por otra parte retornan, de alguna manera, a ese modelo en la elección de pareja. Es notable la relación de amor-odio de ambas mujeres hacia la estructura monogámica, la crítica del matrimonio y la familia tradicional aunque, también, se advierte la fascinación que ha ejercido sobre ellas el poder del patriarcado: ambas madres solteras, por convicción ideológica, escogen hombres —Manuel Ledesma y Natalio Botana— pertenecientes a familias locales tradicionales, que provienen de una clase social más alta que ellas, con quienes mantienen una relación sentimental que se desenvuelve como una práctica utópica para la cual se sienten destinadas. Existe, sin embargo, una sutil diferencia entre ambas autoras que conviene no pasar por alto. Mientras Capetillo nunca se casó y convivió con más de una pareja, Salvadora accedió finalmente a la presión de Botana de legalizar el matrimonio como algo necesario. Anecdóticamente, el hecho es explicado en las Memorias de su hijo Helvio quien revela que, después de nacer el tercer y último vástago de la pareja —la hija Georgina— Botana, ya un riquísimo director del popular diario Crítica de Buenos Aires, exigió concretar el enlace civil pues “los varones podían romper con las convenciones y proclamarse hijos naturales, pero las mujeres no” (Botana 1977:30). Pero la legalización matrimonial no fue un hecho más en la vida de Salvadora, sino que con ella se negociaron subjetividades que 172 Luisa Capetillo y Salvadora Medina habrían de pesar como ventajas y desventajas críticas en su tortuosa y excitante vida privada. Además, se hace evidente que la práctica anarcofeminista de Salvadora tanto como la de Luisa Capetillo, fue censurada por sus parejas y hubo allí una batalla que librar. La crítica del matrimonio burgués y la defensa del amor libre sustentados por ellas no fueron realmente compartidos ni interpretados por sus parejas y, en esta crisis, ellas se sintieron sometidas autoritariamente de un modo u otro por sus compañeros quienes habrían ejercido, además, cierto tipo de chantaje a través de los hijos. Botana obliga a Salvadora a legalizar la unión y en el caso de Capetillo su ex pareja, Manuel Ledesma, marqués de Arecibo, y padre de sus hijos Manuela y Gregorio, buscó separar a éstos del contacto con la madre, pues, la consideraba un mal ejemplo para ellos e internó a la hija en una escuela católica (Valle Ferrer 1990:32). Para Salvadora, la relación con los hijos tampoco fue fácil y es evidente que el padre hizo causa común con los hijos contra algunas ideas o actitudes de Salvadora que ellos consideraron, por lo menos, extravagantes. Pero, ni Luisa Capetillo ni Salvadora Medina escribieron demasiado sobre sus vidas privadas lo cual nos priva, en cierto modo, de una fuente primera de información para comprender las contradicciones que atravesaron. Las notas autobiográficas de ambas corresponden a un discurso secundario, hibridizado por elementos doctrinarios —un ejemplo claro es la carta de Capetillo a su hija Manuela Ledesma (Ramos 1992:96), donde los consejos maternos son, en realidad, un manifiesto anarcofeminista. Conocemos, entonces, con claridad el pensamiento de Capetillo, pero esta misma carta nos impide, a la vez, conocer gran parte de las razones que, desde la intimidad, la llevaran a tomar algunas decisiones importantes de su vida, como lo fue aceptar la virtual separación de la hija. Lo mismo puede decirse de Medina Onrubia de Botana. Conocemos más acerca de las circunstancias de la vida matrimonial de Salvadora por las Memorias de su hijo Helvio que por su propia prosa. En ambos casos, pues, necesitamos recurrir a los biógrafos para descubrir los enigmas de la vida privada de estas mujeres. Curiosamente, además, ambas tiñen con frecuencia sus escritos con elementos místicos, espiritualistas, derivados de la filosofía oriental y ello obliga a leer esos escritos en el contexto del modernismo hispanoamericano. La incorporación del espiritismo en esas obras —que Capetillo se empeña en demostrar como no contradictorio con la ortodoxia anarquista (EL, VI, 19-20) Ramos 1992:104) — ponen esa escritura en riesgo de dañar la ortodoxia teórica libertaria de la época. De hecho, la filosofía anarco-comunista, siendo atea y racionalista, no concuerda con las creencias ocultistas, aunque es verdad que no sólo Capetillo y Medina 173 Cristina Guzzo incurren en esa contradicción al ser atraídas por las ciencias ocultas. Por el contrario, están de moda entre cierta élite intelectual del turn of century como parte del interés modernista por lo oriental, lo exótico y, sobre todo, por lo prohibido. Y encontramos no escasos estudios que muestran la relación entre modernismo y anarquismo: limitándonos a ciertos autores de peso, sobresale la fascinación que profesara Leopoldo Lugones por las ciencias ocultas, registrada en sus excepcionales Cuentos fantásticos7. Escribió Luisa Capetillo: …soy creyente de la diversidad de existencias y, por lo tanto, de la inmortalidad del alma. Pero dicen muchos que los espiritualistas y anarquistas son distintos. Y muchos no quieren aceptar que la anarquía y el espiritismo sean idénticos en el fin que persiguen. (Ramos 99) Y en su carta a su hija, Capetillo utiliza como acápite una frase de Bouchet (Ramos 1990:95) sobre la pluralidad de los mundos habitados, una teoría que como la de su contemporáneo Camille Flammarion (1842-1925), juega con el espiritualismo en boga, sobre todo, en Francia. Por su parte, Salvadora Medina bajo la influencia de la teoría de la reencarnación, se expresa del siguiente modo al referirse a Simón Radowitzky8: En un libro dedicado exclusivamente a él, explicaré el por qué de mi divino anarquismo. (…) Mi veneración por Radowitzky enraíza en el tiempo de las Pirámides de Egipto. En mi novela lo llamaré Aglanoé. (Barrandeguy 1997: 123) La pasión por el ocultismo que ambas profesan dan cuenta, además, en esa mezcla de lo emotivo y lo mágico con la política, de algunas de las características peculiares que hicieron populares a estas mujeres transformadas en íconos ante un público menos intelectual, más motivado, en general, por lo nuevo y enigmático. Esas especiales características, podemos afirmar, finalmente, perfilan el tipo de anarquista latina: emocional, religiosa, supersticiosa, muy diferente, por lo tanto, a la anarcofeminista sajona. 7 Leopoldo Lugones (1874-1938), escritor argentino.1987. Cuentos fantásticos. Madrid: Castalia. 8 Simón Radowitzky, joven emigrado polaco. Mató a Ramón Falcón, jefe de policía de Buenos Aires, en un atentado en 1907 para vengar la represión policial que había tenido lugar para el 1° de mayo. Encarcelado en la prisión de la Austral Usuahia, por veinte años, llegó a ser una figura mítica para el anarquismo. 174 Luisa Capetillo y Salvadora Medina Por ejemplo, con respecto a la maternidad la militante latinoamericana tiene una actitud muy diferente a la americana sajona; mientras ésta rechaza conscientemente la maternidad compulsiva como lo enfatizan Emma Goldman y la estadounidense Voltairine de Cleyre (18661912)9, la anarco-feminista hispanoamericana cumple y no reniega de la función materna, aunque en su ejercicio recorra una serie de situaciones conflictivas y hasta trágicas como se desprende de las biografías de las mismas autoras que tratamos10 (Ramos 1992:96; Abós 2001:18; Helvio Botana 1977:22). Sin embargo, Salvadora, no sabemos si a causa de los conflictos reales que surgieron en la familia —primero con relación a la muerte de Pitón, después con la muerte de Natalio y el destino de Crítica— o, si había en ella conocimiento y sentimientos contra la maternidad compulsiva (una bandera del anarco-feminismo norteamericano) ya que ella se expresó de sí misma respecto a su rol de madre del siguiente modo: “¿Fui una mala madre? No lo dudo ahora, pero tampoco intento ninguna disculpa, ninguna justificación” (Barrandeguy 1997:183). En cuanto a la creación de nuevos espacios de discusión para la concientización y consecuente dignificación de la mujer, el anarcofeminismo hispanoamericano siguió el patrón general originado en modelos internacionales como se ha dicho, inspirándose en Luisa Michel (18601905), Emma Goldman y la feminista franco-peruana Flora Tristán (18031884). Es decir, un modelo revolucionario, radical. Uno de los canales de acción optimizados en la época fue la prensa contestataria. Como los periódicos anarquistas ofrecían un espacio dedicado a la publicación de artículos escritos por compañeras, esto permite a algunas militantes iniciarse con cierto profesionalismo en la actividad periodística, una práctica en la que Capetillo y Medina son pioneras en sus respectivos países. Salvadora es la primera mujer empleada como colaboradora permanente en la legendaria revista anarco-comunista La Protesta11 en 1914, en la que ya colaboraba desde antes; en tanto que Capetillo funda, en 1910, La Mujer, la primera revista femenina anarquista en el Caribe. La 9 Emma Goldman. Living my Life. 1934. New York: Alfred A. Knopf. Voltairine de Cleyre. 1914. "Mother Herat", The Selected Works of Voltairine de Cleyre. New York 10 El padre del primer hijo de Salvadora Medina, apodado Pitón, había sido un abogado de la provincia de Entre Ríos. Reconocido por Botana, el joven desconocía este hecho hasta que le fue revelado por Salvadora a los 21 años. Inmediatamente después, Pitón muere en un confuso episodio en compañía de sus hermanos, lo que fue caratulado como suicidio. Familiares y críticos coinciden en que Salvadora Medina nunca se recuperó del hecho En Helvio Botana. Memorias; E. Barrandeguy. Salvadora, una mujer de Critica. 11 La Protesta. Órgano de prensa del movimiento anarquista en Buenos Aires dirigida por el poeta Alberto Ghilardo. Se funda en 1904, como continuación de la Protesta Humana (1897-1904). 175 Cristina Guzzo prensa escrita era la vía inicial de publicación y de propaganda política, pero, muy pronto, ellas siguieron, también, el ejemplo de numerosos autores de obras de teatro anarquistas que fueron muy populares como instrumento de lucha ideológica. Ellas pasan, así, a la producción dramática, constituyéndose en las únicas escritoras de teatro anarquista y unas de las primeras dramaturgas latinoamericanas. Luisa y Salvadora se acercan a la actividad teatral por vocación artística y por interés en la actividad política y feminista. El teatro libertario tuvo una inmensa producción y popularidad bajo la influencia del teatro social europeo de fines del siglo XIX que era representado como un medio de propaganda permanente durante las reuniones del movimiento, especialmente a partir del éxito social del teatro de Henrik Ibsen. En la antología sobre teatro anarquista rioplatense publicada por Eva Colluccio (1995), entre las muchas piezas rescatadas del material editado en revistas obreras de principios del 900, no aparece ninguna obra teatral escrita por una mujer. Habría que esperar a l913 para que se diera a conocer en la región, Alma fuerte de Salvadora Medina. En Puerto Rico, Luisa Capetillo se adelanta y en 1907 produce Influencias de las ideas modernas. Lara Walker sintetiza muy bien la función de Capetillo como autora teatral: “Capetillo uses traditional conventios of drama to introduce her themes and ideologies, only then to break with tradition and convention. It is this rupture which creates an impact on her public and demostrates how to make necessary changes in society to attain equality and freedom” (96). Salvadora desarrolla con posterioridad, en Buenos Aires, una verdadera carrera como autora teatral y es en este género, justamente, donde más se destacará12. Las descentradas (1928), estrenada en el Odeón, prestigioso teatro porteño, es una obra clave del anarco- feminismo y fue un verdadero éxito para la crítica. Si comparamos Las descentradas con Influencias de las ideas modernas de Luisa Capetillo, se nos revela un idéntico repertorio ideológico anarco-feminista centrado en la resistencia de las protagonistas a ser consideradas como objeto. Pero, también, observamos en estas obras el paso del tiempo dentro del movimiento anarquista: en Capetillo es notorio el marco de la lucha obrera de 1907, período cuando las huelgas anarquistas se hacen sentir internacionalmente durante el auge de efectividad libertario. En 1928, la obra de Medina 12 Las obras de teatro escritas por Salvadora Medina Onrubia son Almafuerte (1913), La solución (1921), Las descentradas (1929), Lo que estaba escrito y Un hombre y su vida (1934). Publicó, además, la novela Akasha (1924), los libros de poesía El misal de mi yoga y La rueca milagrosa; los libros de cuentos El libro humilde y doliente y El vaso intacto. Su último libro fue Crítica y su verdad (1958), un ensayo y relato de la lucha por el famoso diario. 176 Luisa Capetillo y Salvadora Medina muestra, en cambio, otro contexto que coincide con la decadencia del accionar anarquista, aunque la tesis anarco-feminista es planteada aquí con mayor profundidad que en los períodos previos. Influencias de las ideas modernas incorpora una huelga en una fábrica de cigarros que puede vincularse con las luchas anarquistas internacionales del período 1904-1907 relacionadas con la lucha por las condiciones de trabajo, el bajo salario y con la represión de los anarquistas y socialistas, en general, que no disminuía, sumado a que en los países latinoamericanos no se cumplía aun con la disminución de horas de trabajo, una conquista ya casi lograda en Europa y en los Estados Unidos. Las descentradas, ubicada a fines de la década del veinte, refleja la etapa cuando el movimiento ya ha decaído, pero la ideología libertaria se mantiene no sólo entre los militantes históricos sino, también, entre intelectuales y ha ganado un cierto espacio entre miembros más progresistas de la pequeña burguesía. Es éste, un factor de cambio que típicamente va a definir la “vida moderna”, un tiempo llamado también “los años locos”, el de los 20 y 30 cuando Buenos Aires, cosmopolita y próspera, se transforma en “la Reina del Plata”. Pero, ambas obras discuten la problemática de la relación de la mujer consigo misma y con su cuerpo, donde ella está expuesta a un contexto social mediatizado por el dinero. En las dos obras, la solución se propone desde la ideología anarco-comunista que es la base de la vanguardia anarco-feminista. Capetillo y Medina deconstruyen la alienación existente entre clase y género como resultado de las presiones en que se desenvuelve el poder. Así, Angelina, la heroína de Influencias de las ideas modernas, renuncia a su rol de niña rica y solidariza con la práctica política proletaria, como una forma, además, de mejorarse a sí misma y liberar su identidad. Como puntualiza L. Walker, “Capetillo’s feminism proposes places of contact, alliances between women of heterogeneous background, which in turn are corollary to her attentive watch to the flux of social difference” (2002:99). Elvira, la protagonista de Las descentradas, también corporiza una alianza entre mujeres de diferente origen, pero ya no necesita involucrarse en los conflictos obreros para cuestionar su propia identidad, que surge ahora como necesidad personal, como movimiento subjetivo que la lleva a replantearse el valor de su matrimonio (que rompe), del amor (que experimenta con un amante) y de su relación con las demás mujeres. Este planteo establece definitivamente una vanguardia. Vemos, por lo tanto, que en la historia del feminismo anarquista el avance de Capetillo consiste en que relacionó género y clase como un conflicto que debía ser resuelto por la mujer militante dentro de la utopía 177 Cristina Guzzo libertaria, pero cuando Salvadora profundiza este modelo, dos décadas más tarde, lo desarticula analizando a la mujer en su doble faz, como sujeto social e individual. Ambas insisten, así, en lo paradigmático del anarcofeminismo que consiste en sustentar el desarrollo de la mujer dentro de la sociedad como un agente de transformación, de mejora social. El paso del tiempo que se va mostrando respecto del movimiento anarquista en sus sucesivas tendencias, también se hace evidente en las obras mencionadas. Si bien, Elvira, en Las descentradas y Angelina, en Influencias de las ideas modernas, critican del mismo modo la hipocresía de las costumbres y la institución matrimonial, pero hacia 1900, para Angelina la única salida posible se halla a través de la revolución y el amor libre, mientras que para Elvira, hacia los años 30, el futuro se vislumbra con una mayor complejidad e, incluso, pesimismo. Elvira se ha dado cuenta de que su identidad (de género, sexual, rol) depende finalmente de sí misma, de lo que construya por sí misma, ya que hay “infinitas gradaciones” de tipos de mujer entre los dos tipos convencionalmente reconocidos (“las del hogar y los marimachos”), sin que nadie se dé cuenta de la existencia de las innumerables categorías que existen entre ellas (Las descentradas. Acto III s/p). Al deconstruir los estereotipos convencionales y abrirse a “infinitas” posibilidades de identidad genérica, Salvadora se constituye en un testimonio del arribo del anarco feminismo a la posmodernidad. Mientras en Capetillo la ortodoxia de la doctrina ocupa gran parte de los diálogos y sustenta la teoría del amor libre, en Salvadora ya no se discute la doctrina sino que ésta se transforma en práctica liberadora e individual. En la evidente continuidad entre una y otra obra se descubre no sólo la continuidad estructural ácrata sino, también, la existencia de un discurso anarco-feminista latinoamericano coincidentemente relacionado, que es síntoma del modo como opera una intertextualidad en el campo de las luchas de género producida por la escritura femenina en Latino América. Por lo tanto, Luisa Capetillo y Salvadora Medina son un ícono porque en el seguimiento del desarrollo histórico del movimiento anarquista en sus respectivos países, son las iniciadoras de la deconstrucción de género en relación a la clase, tanto desde la escena, al fundar una tradición para el teatro femenino, como desde sus numerosos escritos. La contemporaneidad no las comprendió cabalmente, lo cual muestra el grado de vanguardia en que ellas desarrollaron sus vidas y su prédica. Fueron objetalizadas por el entorno burgués, justamente aquello contra lo que lucharon, para evitar que fuera ésa la función de la mujer. Luisa Capetillo sufrió una acción reduccionista por parte de la burguesía de su país, sindicada especialmente por el hecho de que usara pantalones, prenda que utilizaba para marcar una diferencia, desde un gesto 178 Luisa Capetillo y Salvadora Medina iconoclasta; del mismo modo, Salvadora llamaba la atención porque manejaba un automóvil. Estos gestos, no sólo anecdóticos sino evidentemente funcionales en ellas, no eran muy diferentes, sin embargo, a los gestos que se vieran en no pocas mujeres de la clase alta de entonces. Pero, lo que las hacía únicas, y no se les perdonó —como luego sucedería con Evita— era que ellas no provenían de la clase dirigente sino de la emergente clase media de Hispanoamérica. En esa emergencia, la mujer comenzaba a profesionalizarse, lentamente, pero acarreaba todavía un sinnúmero de tabúes más represivos cuanto más bajo el nivel de clase. La diferencia en la ruptura provocada por Luisa Capetillo y Salvadora Medina fue el grado de conciencia y de coherencia ideológica en que sustentaban sus actos. Pero ni las “damas de sociedad” ni el consenso contemporáneo vieron el contexto y se las negó y borró de la historia desde la cultura oficial. Muchas décadas después, sin embargo, son redescubiertas y sus textos resultan asombrosamente vigentes e iluminan la crítica femenina actual. Ball State University College of Sciences and Humanities, Department of Modern Languages and Classics Muncie, IN 47306-0465 cguzzo99@hotmail.com OBRAS CITADAS ABÓS, Alvaro. 2001. “La Venus roja”, en Todo es Historia. 408. Julio 6-29. BARRANCOS, Dora.1990. Anarquismo, educación y costumbres en la Argentina de principios de siglo. Buenos Aires: Contrapunto. BARRANDEGUY, Emma. 1997. Salvadora, una mujer de Crítica. Buenos Aires: Vinciguerra. BOTANA, Helvio I. 1977. Memorias. Tras los dientes del perro. Buenos Aires: A. Peña Lillo Editor. CAPETILLO, Luisa. 1992. "Influencias de las ideas moderna", en Julio Ramos. Amor y anarquía. Los escritos de Luisa Capetillo. San Juan, Puerto Rico: Huracán. COLLUCIO de Montoya, Eva. 1995. Teatro y folletines libertarios rioplatenses. Notario. Canadá: Girol Books. 179 Cristina Guzzo GUZZO, Cristina. 2003. Las anarquistas rioplatenses: 1880-1990. Phoenix, AZ: Orbis Press. KADISON Berson, Robin. 1994. Marching to a Different Drummer. Unreconized Heroes of American History. Westport: Greenwood Press. MEDINA O. de Botana, Salvadora. 1929. “Las descentradas”, en La Escena. 12.564. Abril 18. NEWMAN, Saul. 2001. From Bakunin to Lacan. Anti-Authoritarism and the Dislocation of Power. New York: Lexington Books. OCAMPO, Victoria.1979. Autobiografía. T.III. Buenos Aires: Ediciones Revista Sur. RAMA, Carlos M. y Angel J. Cappelletti. 1990. El anarquismo en América Latina. Caracas: Biblioteca Ayacucho. RAMOS, Julio. 1992. Amor y anarquía. Los escritos de Luisa Capetillo. Río Piedras, Puerto Rico: Editorial Huracán. ROUCO Buela, Juana. 1964. Historia de un ideal vivido por una mujer. Buenos Aires: Talleres Gráficos Julio Kaufman. VALLE FERRER, Norma. 1990. Luisa Capetillo. Historia de una mujer proscrita. San José de Puerto Rico: Editorial Cultural. WALKER, Lara A. “Luisa Capetillo: Beyond Border Feminism and Class Struggle”. www.coh.arizona.edu/spanish/symposium/AnnualProceedings/2002actas/co ntents. 180 ALPHA Nº 20 - 2004 (181-200) ¿LA TEORÍA ZAPATISTA: UNA HUELLA EN LA SELVA O UN CAMINO EN LA RESISTENCIA ANTI-NEOLIBERAL? Dr. Amado J. Láscar Las respuestas a las preguntas sobre el zapatismo no están en nuestras reflexiones y análisis teóricos, sino en nuestra práctica. Y, en nuestro caso, la práctica tiene una fuerte carga moral, ética. Es decir, intentamos (no siempre con fortuna, es cierto) una acción no sólo de acuerdo a un análisis teórico, sino también, y sobre todo, de acuerdo a lo que consideramos es nuestro deber. Tratamos de ser consecuentes, siempre. Tal vez por eso no somos pragmáticos (otra forma de decir "una práctica sin teoría y sin principios"). Subcomandante Marcos, revista Rebeldía No 7, junio 2003. Resumen: Las estrategias teóricas del movimiento zapatista de Chiapas expresan simultáneamente la auto inscripción del zapatismo en el pensamiento occidental y su notoria conceptualización no occidental en términos de liberación y crítica (epistemológica) estructural. Esta investigación examina cómo el rol de la experiencia comunitaria en la teoría y praxis zapatista le permite al zapatismo sobrepasar el “pluralismo” y el relativismo posmoderno de la actual era de capitalismo global y establecer un paradigma para la lucha anticapitalista y antineoliberal a través del mundo. Abstract: Zapatista Theory: A Path in the Jungle or a Path in Anti-Neoliberal Resistance. The theoretical strategies of the zapatista movement in Chiapas, express zapatismo’s simultaneous self-determined inscription in Western thought, and its markedly non-Western conceptualization of liberation and structural [epistemological] criticism. This investigation examines how the role of community experience in zapatista theory and praxis, allows zapatismo to overcome the “pluralism” of the current era of global capitalism and postmodern relativism and establish a paradigm for anti-capitalist and anti-neoliberal struggles throughout the world. Key Words: zapatista theory, anti-neoliberal resistance, liberation, structural criticism, community experience. 181 Amado Láscar I. ZAPATISMO Y RELATIVISMO Debido a la carencia y fragmentación de una teoría explícita del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y a la necesidad intelectual de ver el hilo invisible que articula el quehacer zapatista, el libro de John Halloway Cambiar el mundo sin tomar el poder (2002), ha acarreado la connotación de ser un texto explicativo, teórico y hasta oficial del zapatismo. La afirmación: “Nuestro no-saber es también el no-saber de aquéllos que comprenden que el no-saber es parte del proceso revolucionario. Hemos perdido toda certeza, pero la apertura de la incertidumbre es central para la revolución”, ha hecho sugerir a muchos críticos y observadores del movimiento armado de Chiapas que el zapatismo no sólo es antifundacional sino que, además, es radicalmente constructivista. Frente a esta declaración de relativismo epistemológico, tan caro al postmodernismo, Sergio Rodríguez Lazcano (director de la Revista Rebeldía), hablando a nombre de los zapatistas y utilizando oficialmente el nosotros, (Rebeldía, No 8, junio 2003), señala que el zapatismo efectivamente parte de una certeza: “Pero resulta que los zapatistas poseen un saber, y éste es fundamental para el proceso de auto-emancipación de la sociedad y ha sido formulado de la manera siguiente (por el Subcomandante Marcos, Rebeldía No 7, mayo 2003): “Podrán caer muchas estatuas, pero si la decisión de las generaciones se mantiene y alimenta, el triunfo de la resistencia es posible. (...) Vamos a vencer, no porque sea nuestro destino o porque así esté escrito en nuestras respectivas Biblias rebeldes o revolucionarias, sino porque estamos trabajando y luchando para eso”. A continuación, agrega Rodríguez: “Vamos a ganar no por la claridad científica de nuestra propuesta teórica y programática, sino porque no estamos dispuestos a desmayar en nuestro esfuerzo de luchar, de caminar. Y esa voluntad de luchar es lo único atemporal y no espacial dentro del pensamiento zapatista. Es nuestra única certeza, pero no se trata de cualquier certeza.” La lectura que hace Rodríguez Lascano de la cita de Marcos (que la transforma en declaración de principios), establece la existencia de una verdad básica “atemporal y no espacial” en el pensamiento del movimiento zapatista y que respondiendo al relativismo de Halloway debe tomarse seriamente como plataforma epistemológica, tal vez, la primera que nos señala explícitamente la adscripción filosófica del zapatismo. El subcomandante Marcos, y otros comandantes, han señalado poética y metafóricamente su postura y las acciones prácticas desde el 94, mostrado su flexibilidad, creatividad y decisión de largo plazo. La declaración dialógica de Rodríguez, en contraposición al libro de Halloway, aparte de 182 ¿La teoría zapatista…? corroborar la postura de Bajtin en relación al entendimiento de las ciencias humanas vis-á-vis al conocimiento producto de las ciencias naturales, ayuda a identificar con bastante claridad uno de los cimientos básicos de la postura filosófica del neozapatismo: no es relativista. Este no relativismo, por un lado implica, descartar la agenda postmoderna que en la práctica paraliza la lucha revolucionaria y, por otro, plantear nuevos problemas teóricos tanto para la lucha revolucionaria directa como para la filosofía contra-hegemónica. Si releemos el epígrafe de Marcos que hemos citado al comienzo de nuestras notas: 1. que la teoría zapatista nace de la práctica y no de teorías y reflexiones teóricas, 2. que la práctica tiene una fuerte carga moral y ética (sustentada en un deber), 3. que hay un intento permanente de ser consecuentes para ejercer el deber a través de la práctica y 4. que este deber los aleja del pragmatismo, vemos con mayor claridad aún que el relativismo y, en principio, el no fundacionalismo está en el centro del quehacer y de la cosmovisión zapatista. Podemos observar que tanto Rodríguez Lascano como el Subcomandante Marcos coinciden en cuanto a que hay un sustrato ideal (una verdad), es decir un elemento no relativista en la lucha zapatista; sin embargo, también podemos ver como el objeto de esa verdad es diferente para ambos. Para Rodríguez lo atemporal y no espacial es la “voluntad de lucha”, para Marcos lo es “el deber” que es una función de la ética. La refutación que Rodríguez hace del relativismo de Halloway mediante la atemporalidad y no espacialidad de la “voluntad de lucha” es eficaz en cuanto a manifestar el deseo de trascendencia que posiciona al zapatismo más allá de un mero accidente histórico e, incluso, podría funcionar a nivel de imagen como salvavidas contra la institucionalización. Sin embargo, articulada de esta manera, no alcanza a definir el objeto sobre el cual esa voluntad es sustentada. En rigor, la voluntad es un medio no un fin. 1 Así como la conciencia es conciencia de algo, la voluntad es también voluntad de algo. En la refutación de Rodríguez hay una carencia de objeto hacia el cual la voluntad se dirige. La voluntad de lucha, por sí misma, es simplemente un río sin lecho que sólo puede desbordarse o ser canalizado por cualquier patrón que tenga los medios para escarbarle un camino, como el hijo de Andrés Aparicio, soldado enrabiado en el cuento de Carlos 1 La voluntad tomó importancia filosófica a través de la filosofía idealista de Schopenhahuer en el siglo XIX en oposición a la razón del siglo XVIII. Tiene bases metafísicas análogas a la cosa-en-sí de Kant. En la actualidad este concepto es utilizado diariamente como herramienta terapéutica por más de una escuela sicológica basada en la fenomenología que hace al sujeto identificar sus emociones no deseadas a través del pensamiento que las ha originado. 183 Amado Láscar Fuentes. Esta crítica de Rodríguez, sin embargo, no invalida el espíritu de su letra; sencillamente la deja sin aterrizaje, en el aire. Peligrosamente a la deriva, ya que si es sólo un problema de “voluntad de lucha” como la que describen las novelas trágicamente deterministas de la Revolución Mexicana (que siendo decisivo no es suficiente para una guerra que intente erradicar toda forma de opresión) ¿Cuál es el resorte trascendente que anima al zapatismo? ¿Cuál es entonces la diferencia de fondo con el relativismo? En este sentido su argumento no es mejor que lo que está criticando en Halloway. El Subcomandante Marcos, por su parte, define el objeto del zapatismo más allá de la práctica zapatista que, aclara, no es pragmatismo (es decir, tiene consecuencia). La práctica zapatista tiene teoría y principios que la legitiman, y esos principios teóricos que no son sencillamente la voluntad vacía de lucha, están fundamentados en el deber, es decir, en una ética. La ética y la moral son los objetos donde descansa la voluntad zapatista, pero siguen siendo conceptos aparentemente relativos o situacionales. El problema, en términos gnoseológicos, de la fundamentación de la lucha a través de conceptos atemporales y no espaciales, ya sea por medio de la “voluntad de lucha” o de valores éticos (o estéticos), es que debido a su a-historicidad y a-espacialidad (y consiguiente falta de materialidad) se incluyan en el ámbito de lo metafísico. Este universo de pertenencia los define dentro de lo relativo, situación que los hace quedar anclados en el ámbito de la simple preferencia, el gusto, la mera opinión (doxa), afectando directamente la magnitud y la legitimidad de su análisis y su postura. Desde esta perspectiva filosófica, por ejemplo, ¿de qué manera podría establecerse en términos absolutos (¿cuál sería la verdad?) si la posición del EZLN o de los neoliberales que impulsan el Plan Puebla Panamá? La respuesta relativista diría que depende de la perspectiva de cada uno. La respuesta relativista no entrega ninguna herramienta teórica para elegir entre una y otra alternativa y, por lo tanto, la alternativa es elegida por quién tenga más poder (militar y retórico). ¿Cuál sería el mecanismo para establecer parámetros donde medir ambas posiciones y establecer objetivamente un criterio que sea capaz de decidir cuál es verdaderamente la mejor? ¿De qué manera poder encontrar una teoría que nos permita escapar del relativismo axiológico para poder hablar de: “verdad”, de “mejor”, de “justo” o incluso de “bello”, sin comillas (como dice Derrida), sin recurrir a la metafísica, al idealismo y, por tanto, ser presas del relativismo posmoderno. Filosofía que le asigna al “bien y al mal” un mismo peso específico porque (según esta cosmovisión) el propio concepto de peso es definido por la cultura? 184 ¿La teoría zapatista…? Para intentar alcanzar una respuesta satisfactoria a esta crucial interrogante es necesario, primeramente, revisar el otro lado del problema del relativismo que nos ofrece la discusión zapatista, como es el universalismo. II. ZAPATISMO Y UNIVERSALISMO Entre la versión de Rodríguez y de Marcos hay coincidencia en cuanto a la existencia de elementos trascendentales en el quehacer y en la teorización zapatista. Rodríguez, como he intentado demostrar, articula la a-temporalidad y a-espacialidad estableciendo —insuficientemente— (incluso en término sicológicos / sociológicos) la voluntad de lucha como principio maestro. Marcos, por su parte pone énfasis en la ética y en el deber como piedra angular y aglutinadora de la lucha. Ambas posiciones, sin embargo, como hemos visto, no proponen una nueva forma de alejar al zapatismo del relativismo epistemológico y por lo tanto no establecen la posibilidad de un conocimiento trascendente que no sea a partir de una verdad (metafísica) en la lucha. De estas conclusiones surgen algunas preguntas ¿Estos paradigmas atemporales y no espaciales propuestos como principios zapatistas implicarían el peligro que en el largo plazo el EZLN pudiera caer en una suerte de congelamiento ideológico, de estalinismo? ¿Se está diciendo, entonces, que el reconocimiento de una verdad trascendente por el zapatismo, implica que están postulando una fórmula de lucha válida y aplicable universalmente, en cualquier lugar y en cualquier tiempo? ¿En el fondo, es el zapatismo es una forma de rehabilitación de las Grandes Narrativas y, por lo tanto, un “anacronismo” desde el punto de vista de la tradición humanista occidental (que, por cierto, incluye al marxismo, lo que no tiene problemas en aceptar la autora maorí Linda Tuhiwai Smith en su popular libro Decolonizing Methodologies, 1999)? ¿Va, en verdad, la práctica zapatista delante de su propia teoría, pero su reflexión se encuentra lo suficientemente madura para ser articulada? ¿Existen importantes pistas en la estética zapatista como una colección de textos cuajados de teoría consciente e inconscientemente codificada? ¿Se puede analizar la teoría zapatista con las categorías occidentales de análisis, o es una manifestación política encapsulada en una teorización no occidental? Escuchemos lo que dice Marcos a través de su personaje Durito 2 en esta editorial de la Revista Rebeldía: 2 Durito es un escarabajo que actúa como alter ego del zapatismo. Cumple la función de un interlocutor sencillo e inocente en los diálogos con su autor el Subcomandante Marcos. 185 Amado Láscar Donde hay muchos caminos y se nos presenta la posibilidad de elegir se olvida algo fundamental: todos esos caminos llevan a lo mismo. Así, la libertad no consiste en elegir el destino, el paso, el ritmo, la velocidad y la compañía, sino en sólo elegir el camino. Y más aún, la libertad que ofrece el Poderoso es sólo la libertad para elegir quién caminará en nuestra representación. (Rebeldía N°5, marzo, 2003). En este extracto de "Durito y unas falsas opciones", Marcos señala que la presencia de múltiples opciones es engañosa, que en el fondo están allí para perpetuar la dominación. Habla, en un primer nivel simbólico, de la democracia liberal y de la elección de “representantes” que en realidad se representan a sí mismos y, por consiguiente, al status quo. En un segundo nivel podemos leer sobre las opciones ideológicas disponibles. Marcos sugiere que, en realidad, solamente hay un camino y que la manera de andarlo no es lo importante sino por dónde —y, por lo tanto, hacia dónde— se anda. La fábula continúa en estos mismos términos describiendo el neoliberalismo y que todas, en realidad, son opciones de muerte: “Y dice Durito que, en realidad, el Poder no oferta más libertad que la de elegir entre múltiples opciones de muerte” (Ibid). La historia de Durito, claramente, no nos está ofreciendo relativismo contra el neoliberalismo, sino que es completamente clara y no tiene ambigüedades respecto a su carácter, lo que nos hace pensar en que el zapatismo es una doctrina. Veamos otro ejemplo en “Durito y unas Grietas... y Graffitis”: Dice Durito que los poderosos han hecho plano el mundo. Que a fuerza de guerras, de muerte y destrucción, lo han ido achatando hasta quitarle su redondez. “Y no sólo”—, dice Durito, “ya achatado, los poderosos han colocado el mundo como si fuera una pared que divide a unos de otros. Pero no es una pared así como la conocemos, no. Es una pared acostada. O sea que no sólo hay un lado y otro lado, sino que hay un arriba y un abajo.” Dice Durito que al lado de arriba del muro, viven los poderosos en impresionantes palacios, con autos lujosos, grandes jardines, piscinas, altos edificios. Dice Durito que allá arriba hay mucho espacio y poca gente. Pocos muy pocos. (Rebeldía N° 6, abril, 2003) Durito, sin duda, es un testigo que da cuenta del estado del mundo desde la perspectiva de los que viven debajo y sostienen el muro. Marcos es taxativo en la descripción de la opresión que muestra la injusticia; se pone, 186 ¿La teoría zapatista…? desde un punto de vista ético, radicalmente del lado de los oprimidos. Cuando habla de los políticos (no de la política) dice lo siguiente: “Dice Durito que el muro y lo que está arriba pesan mucho, y que, entonces, los que están abajo se inconforman, murmuran, conspiran. Dice Durito que, además, el gran peso ha provocado que se haga una gran grieta en el muro. Dice Durito que el Neoliberalismo trata de resanar el muro y que la pasta que usa es la clase política (Ibid). Como se ve, el “perspectivismo” de Durito no es tal en términos éticos. Una minoría de poderosos utiliza a la clase política (vendidos) para esconder la dimensión de la bárbara explotación humana y planetaria. Marcos no intenta flexibilizar esta visión, maquillarla o insinuar que, tal vez, desde otros ángulos los Poderosos pudieran ser redimidos. Los Poderosos, sencillamente, son servidores de la muerte. En esta idea no sólo hay una clara posición con relación a los poderosos sino que, también, con relación al poder. ¿Podemos concluir, entonces, que el neozapatismo es un universalismo o, al menos, que tiene pretensiones universalistas? ¿Es ésta suficiente evidencia: la de la atemporalidad de Rodríguez, la de la ética y el deber de Marcos, la de los caminos y los muros de Durito para que lleguemos a esa conclusión? Veamos lo que ocurre en “Durito y una de trenes y peatones”: Dice Durito (que alguna vez fue ferrocarrilero) que la política del Poder en el neoliberalismo (“escríbelo completo —me dice y ordena—porque no es una verdad para siempre, sino algo para ahora”), es como un tren. Dice Durito que el tren de la política neoliberal, los vagones de adelante son disputados neciamente por quienes suponen pueden conducir mejor, olvidando que la locomotora es la que lleva los vagones y no al revés. (Rebeldía N° 3, enero 2003) Durito insiste en señalar que la mera existencia del ferrocarril (con toda su carga simbólica de colonización, modernidad, rigidez, velocidad, etc.) es algo transitorio: no es una verdad para siempre. Luego agrega que la locomotora es la que lleva los vagones (por la línea férrea —la estructura sistémica neoliberal, impersonal) y que las elites (al menos, la clase política) supone que está conduciendo el tren, pero son llevados al despeñadero. Lo material comanda lo humano, el objeto al sujeto. El tren simboliza, además, la supresión de la subjetividad. En estas líneas hay manifiestamente una ambigüedad: entre un determinismo producido por la movilización ciega del sistema neoliberal y la certeza de que este determinismo es producto de la historia. En la fábula 187 Amado Láscar del tren, Marcos establece bases para una epistemología que tiene raíces marxistas por una parte (el determinismo, el reflejo superestructural producto de la historia) y por otra parte un indeterminismo que queda abierto, no solucionado y que es explicado por el primer punto del epígrafe que he analizado anteriormente: la teoría zapatista nace de la práctica y no de teorías y reflexiones teóricas. Es decir, se hace teoría al andar, en contraste con la imagen del tren, cuyo camino ya está hecho. Marcos reafirma esta idea cuando dice en “Durito y una de estatuas y pájaros”: Dice Durito que el Poder crea estatuas pero no para escribir o recrear su historia, sino para prometerse a sí mismo la eternidad y la omnipotencia. (...) “Hay quienes hacen de nuestras palabras una estatua (o un dogma, pero es lo mismo). Unos hacen piedra nuestro pensamiento, para luego derribarlo delante de muchos reflectores, en mesas redondas, revistas, columnas periodísticas, discusiones de café. Otros convierten en dogma nuestra idea, le ponen incienso y luego la cambian por otro dogma, más de moda, más a la medida, más ad hoc.” Dice Durito que unos ignoran que el zapatismo no es ni un dogma ni estatua; el zapatismo, como la rebeldía, es apenas uno entre miles de pájaros que vuelan. “Como cualquier ave, el zapatismo nace, crece, se reproduce con otro y en otro, muere y, como es ley que hagan los pájaros, se caga en las estatuas”, dice Durito mientras vuela y trata de adoptar, inútilmente, un “aire entre tierno y duro, como un gorrión.” (Rebeldía N° 7, mayo 2003) Pareciera, entonces, que hemos hecho un recorrido en círculos que verdaderamente el zapatismo es un movimiento que utiliza la palabra ambigua y retóricamente. Se dice y se desdice como las palomas salen del sombrero de un prestidigitador. Ésta sería verdaderamente una acusación muy grave para el zapatismo ya que basa su quehacer en la recuperación de la palabra. La palabra del zapatismo pretende ser transparente. Eso significa luchar contra los políticos y su demagogia. La dignidad y el respeto que son dos ejes del pensamiento zapatista se basan en la veracidad de la palabra. Sin embargo, cuando creemos tenerlo se nos escapa. Pensamos que es esencialista porque parte de principios ahistóricos —un solo camino— pero, luego nos plantea que el zapatismo no pretende ser estatua ¿Dónde entonces se encuentra la roca madre del zapatismo? ¿Se deshace la manzana en la mera contingencia? 188 ¿La teoría zapatista…? Dice Durito que la vida es como una manzana. Dice Durito que los pueblos indios se ven obligados a comer la manzana podrida y que a los jóvenes les imponen la digestión de la manzana verde, que a los niños les prometen una hermosa manzana mientras se las envenenan con los gusanos de la mentira, y a las mujeres les dicen que les dan una manzana y les dan media naranja. (...) Dice Durito que el problema de los zapatistas es ése, sembrar las semillas y velar su crecimiento. Dice Durito que el problema de los demás seres humanos es luchar para ser libres de luchar como se comen la manzana que vendrá. Dice Durito que aquí está la diferencia entre los zapatistas y el resto de los seres humanos: Donde todos ven una manzana, el zapatista ve una semilla, va y prepara la tierra, siembra la semilla y la cuida. (Rebeldía N° 1, noviembre, 2002). El largo plazo, la paciencia derivada de una historia y de una práctica agraria milenaria en oposición a la velocidad y al utilitarismo del mundo industrializado o en función de ese mundo, hace del zapatismo un movimiento en donde la tradición de resistencia moderna, a partir del materialismo histórico, se fusiona con el conocimiento indígena del sureste mexicano. Esta peculiaridad le da el carácter único al zapatismo. Sin embargo, esta especificidad, no implica renunciar a comprender sus aparentes inconsistencias lógicas. Por el contrario, su comprensión debiera contribuir a fortalecer otros movimientos de resistencia que miran al zapatismo como un sintagma (incluso exótico) sin posibilidad de la enunciación de su paradigma. Desde el punto de vista de los movimientos de resistencia, el problema del zapatismo consiste en si es un fenómeno específicamente del sureste mexicano, facilitado por la especificidad de su geografía y su historia o que, escuchando las condiciones particulares de otros ámbitos históricos y geográficos, es posible la articulación de movimientos de resistencia capaces de crear espacios de autonomía e independencia fuera del alcance de las garras del neoliberalismo y del estado-nación. III. RECUPERACIÓN Y REIVINDICACIÓN DE LAS IDENTIDADES “No es posible efectivamente reposicionarnos moral o políticamente mientras no hayamos reconstruido nuestra identidad colectiva, reexaminado nuestros muertos y nuestros olvidados.” Satya Mohanty. 1997. Literary Theory and the Claims of History. Cornell University Press. 189 Amado Láscar Hasta el momento he analizado el problema de la teoría zapatista desde el punto de vista del universalismo, idealismo o fundacionalismo y desde el punto de vista del relativismo, constructivismo o particularismo. Hemos visto como el problema central del particularismo para el movimiento zapatista, como para cualquier auténtico movimiento revolucionario, consiste en que transforma su lucha en algo relativo. El particularismo no cuenta con las herramientas teóricas para emitir un juicio entre los valores de un bando y el otro, en este caso por ejemplo, entre el gobierno mexicano y el EZLN. El universalismo, por otra parte, tiende a la congelación y generalización del conocimiento. Establece verdades absolutas (metafísicas) obtenidas independientemente de la historia, y aplica sus conceptos sobre otras historias y realidades. Cualquier conocimiento transformado en dogma cae en la categoría de lo universalista incluido el discurso de la ciencia. El universalismo, a diferencia del relativismo, tiene la ventaja de establecer bases sólidas (y aparentemente trascendentes) sobre las cuales construir una plataforma de lucha, pero tiene la desventaja de petrificarse ante los cambios de escenario y ser presa de su autodisecación. La otra forma de teorización, la que el zapatismo chiapaneco ha ido constituyendo en su praxis, aunque a veces se haga difícil de aprehender en su discurso, es una especie de camino intermedio. Esta teoría o metateoría, como prefiere llamarla Marcos, encuentra su espacio en conceptos como “la voluntad de lucha” de Rodríguez Lazcano o el “deber dado por la consecuencia ética” articulada por el Subcomandante Marcos. Ya hemos visto en las historias del escarabajo cómo Durito hace énfasis en la educación contra el neoliberalismo y en las estrategias de engaño y opresión del Poder (así con mayúsculas). Por otra parte, el mismo Durito y otros escritos de ficción como los Relatos del viejo Antonio del Subcomandante Marcos (1998), y también en discursos y declaraciones zapatistas, se enfatiza que la teoría se hace al andar y que “las estatuas están hechas para que se caguen los pájaros”. Este aparente doble mensaje del discurso zapatista es el que me interesa decodificar, ahora, como una manera de poder establecer con razonable claridad que no hay, necesariamente, una contradicción entre estas dos posiciones y que el zapatismo, si bien es una particularidad rebelde o revolucionaria surgida en Chiapas, también es una experiencia paradigmática enmarcada que refleja a todos los pueblos afectados por la retórica y la violencia de la globalización. Que no sólo entrega lecciones simbólicas sino que, también, algunas teóricas y prácticas para las luchas de liberación, en general, como 190 ¿La teoría zapatista…? dice Marcos “las tres primeras de todas las palabras y de todas las lenguas son democracia, libertad y justicia” (1998). A continuación no pretendo, ni siquiera remotamente, abarcar toda la complejidad que requiere en términos filosóficos el tratamiento de este problema, sin embargo, busco señalar otras opciones teóricas que permitan rearticular el paradigma universalismo/ particularismo de una manera tal que los integre en un todo armónico. Tal vez, se podrá alegar que se están utilizando parámetros occidentales para discutir un asunto donde se mezclan dos maneras (irreductibles) de ver el mundo: la indígena y la occidental, haciendo caso omiso o privilegiando uno solo de los términos. Mi respuesta a esta importante observación tiene dos partes: 1. que esta herramienta de análisis, producto de la tradición filosófica de occidente, toma como uno de sus puntos de partida la articulación epistémica de los grupos colonizados y 2. que la lucha zapatista, por ser una lucha descolonizadora, se inscribe dentro de un marco epistémico de hegemonía occidental que en los últimos años ha tomado el nombre de globalización 3 . El realismo pospositivista ofrece una alternativa que me parece muy interesante para alcanzar una solución en el impasse entre relativismo y esencialismo que hemos estado analizando. El concepto “realismo” apunta a la idea de que la realidad que experimentamos corresponde, más o menos, adecuadamente a lo que percibimos (el significado) de ella, es decir podemos tener un cierto nivel de confianza en nuestras percepciones. En otras palabras, la realidad puede servir como base para desarrollar teorías y medir esas teorías. No es una fenomenología en el sentido que no se sospecha que esa realidad llega fragmentada a nuestra cabeza y que la mente las unifica a través de las esencias que portan esas palabras-objetos, ni un psicologismo en el sentido que la realidad es un constructo total de nuestras mentes y que funciona, más o menos, independientemente del mundo exterior. Es pospositivista porque niega la teoría Dragnet del positivismo, donde lo único que cuentan son los “hechos” para el análisis científico (sin mediación explícita de una teoría articulada) pero, al igual que el positivismo, piensa que es posible el conocimiento objetivo no sólo en la naturaleza sino también en la cultura. Para el realismo pospositivista, la experiencia es central en el desarrollo de su epistemología. Sin embargo, la experiencia pierde su relativismo dado por la percepción y el lenguaje (ambos argumentos posmodernos) debido a que la experiencia requiere de una reafirmación comunitaria para ser validada como tal, es decir, debe ser teorizada para ser 3 Lo que sigue de este artículo utiliza como argumentación en gran parte el libro de Satya Mohanty. 1997. Literary Theory and the Claims of History. Cornell University Press, texto enmarcado bajo la rúbrica de realismo pospositivista. 191 Amado Láscar internalizada como experiencia y no como producto de una “mera emoción subjetiva y discutible”. En este sentido la experiencia no es algo arbitrario / relativo, sino que se transforma en conocimiento. Mohanty cita la historia de Alice 4 para ilustrar el efecto de la emoción (producto de la experiencia personal directa) y la comprensión de esta emoción (transformada en experiencia). Alice, una mujer criada en una cultura individualista, se siente enrabiada y no sabe, exactamente, de donde proviene este sentimiento. Se acerca a un grupo de mujeres con quienes puede dialogar y, a través de este contacto, se da cuenta que otras mujeres comparten ese sentimiento con ella. En vez de continuar sintiéndose deprimida por la rabia, Alice logra articular que su ira ha sido una emoción que ha surgido producto de la opresión que ha sufrido. Además, se da cuenta con la ayuda del colectivo de mujeres, que hay una explicación (una teoría) para ese malestar y que hay modos de poder actuar contra su opresión y, por lo tanto, contra el sentimiento original. Lo que se produce con Alice, entonces, a partir de su sentimiento de rabia, es un incremento de su conciencia debido a la teoría adquirida a través del grupo. En palabras de Mohanty: (La) “experiencia personal” se construye social y “teóricamente” y es, precisamente, en esta forma mediatizada como entrega conocimiento” (206) 5 Podríamos sintetizar estos conceptos de la siguiente manera: La experiencia directa que lleva a las emociones personales cumple la función de materia prima. Si estos sentimientos no se comunican, no se discuten con personas que pudieran haber vivido situaciones similares (mujeres de clase media, en este caso) pero que pudieran ser indígenas, campesinos, jóvenes del barrio, etc., No es posible llegar a una comprensión profunda del problema y, por lo tanto, no es posible articular una solución adecuada contra la opresión. Como en el caso del pongo en las sociedades andinas, debido a su aislamiento de otros indígenas, no puede procesar su experiencia de sirviente doméstico con su comunidad y, por lo tanto, la estructura evita que llegue a articular una teoría para su propia liberación. La comprensión implica la verdadera experiencia con reafirmación comunitaria; por eso Mohanty dice que la experiencia se construye (no es esencialista) social y teóricamente. Para hacer inteligible el punto de la legitimidad de la evaluación teórica del problema de Alice entre el grupo de mujeres en relación, por ejemplo, a diferencia de la interpretación que pudiera dar el padre o el 4 Esta historia está citada del artículo de Naomi Scheman, “Anger and the politics of Naming”, en Women and Language in Literature and Society. ( eds). Sally McConnellGinet, Ruth Borker y Nelly Furman. 1980. New York: Praeger. 5 Desde aquí en adelante, todas las citas del libro de Mohanty son mías. 192 ¿La teoría zapatista…? hermano de ella con relación a la opresión como causa de su rabia, es necesario atender al concepto de objetividad que maneja el realismo ospositivista: La objetividad está intrínsecamente ligada a las condiciones históricas y sociales, y el conocimiento objetivo es el producto no de una investigación teórica desinteresada sino, más bien, de un tipo particular de práctica social. En el caso de fenómenos sociales tales como el sexismo y el racismo, cuya distorsionada representación beneficia al poderoso y a los grupos e instituciones establecidas, el intento de una explicación objetiva es necesariamente continua con las luchas políticas opositoras. (1999: 213) Por lo tanto, la definición pospositivita está intrínsecamente relacionada con los intereses sociales que se mal distribuyen en una sociedad explotadora y jerarquizada de distintas formas (raza, clase, sexo, preferencia sexual, edad, etc.). Alice, por lo tanto, tiene un “privilegio epistemológico” respecto a su padre o a su hermano (blancos) por estar ellos más beneficiados que ella debido a la estructura patriarcal que organiza la sociedad donde viven. En palabras de Marcos: “(El) problema de la teoría es también el problema de quién produce esa teoría”. (“El mundo: Siete pensamientos en mayo 2003”. Rebeldía N° 7, mayo 2003). De esta manera, Alicia no sólo encuentra una explicación de su rabia transformándola en experiencia personal y teorizándola al mismo tiempo, sino que encuentra una identidad social. Reconoce que pertenece a un grupo, con elementos en común, que sufren de una opresión similar y que deben pensar en una estrategia común para enfrentar efectivamente ese problema. Como se comprenderá, alcanzar el nivel de conciencia del problema que causa la rabia es una cosa y establecer una estrategia adecuada (objetiva) es otra. La creación de estrategias, de acuerdo al pospositivismo, pasa por la creación de hipótesis que deben ser confrontadas con la realidad en sus dimensiones de presente y de pasado. Para comprender un poco mejor el concepto de la elección frente a diferentes posibles estrategias de lucha, es necesario analizar el concepto de falibilidad. La idea de falibilidad en la teoría pospositivista se basa en la oposición objetividad /error en lugar de la oposición certeza /error. Veámoslo en palabras de Mohanty: Esta concepción de falibilidad se basa, por lo tanto, en la oposición dialéctica entre objetividad y error. Debido a que el concepto de error, desde este punto de vista, no se opone al concepto de certeza sino al de objetividad, que es dependiente de una teoría, de objetivos 193 Amado Láscar conocidos socialmente, la posibilidad de error no valida el escepticismo acerca de la posibilidad de conocimiento. Tal escepticismo (posmodernista o de otra fuente) es normalmente el otro lado de la búsqueda de la certeza. (1999:215) El alcance de esta visión de la falibilidad de una postura o juicio que constituye la articulación de una experiencia comunitaria tiene profundas repercusiones. La experiencia comunitaria valida y articula teóricamente la vivencia (y la correspondiente emoción causada por esta vivencia). Esta teoría (la del oprimido) tiene un privilegio epistemológico sobre la teoría del opresor (que encarna la ideología dominante). Sin embargo, este privilegio no le da un carácter absoluto o universal porque, también, puede haber, y hay, distintas teorías que explican la situación del oprimido. ¿Cuál de las teorías es la que mejor define el problema y crea, a su vez, una conceptualización más adecuada para salir de él? La respuesta no puede darse en el vacío. De acuerdo con el realismo pospositivista, se debe recurrir a lo concreto, a la materialidad: en este caso a la historia. El oprimido debe reconstruir su propia memoria que implica, en primer lugar, la reconstrucción de la memoria colectiva. El oprimido no intenta establecer una verdad absoluta, y válida para el opresor y el oprimido, debido a que los parámetros de conciencia del oprimido (del otro) no coinciden con los del opresor aunque, claro está, el opresor a través de sus instituciones y discursos intenta (con bastante éxito, mientras no haya madurado la conciencia comunitaria e histórica del oprimido) que el oprimido participe de sus propios parámetros ideológicos, lo que Gramsci ha denominado como ideología hegemónica. El oprimido, entonces se encuentra en la situación de que debe comprender su posición y articular su propia experiencia (lo que le hace construir su identidad). Lo que viene luego es establecer una hipótesis que se debe probar en la práctica para salir de la opresión y reforzar su identidad. Por otro lado, debe ser capaz de esquivar la ideología hegemónica, como dice Durito “(l)as opciones múltiples que el Poder ofrece, esconden una trampa” (“Durito y unas falsas opciones”. Rebeldía N° 5, marzo 2003) y, finalmente, encontrar un camino auténticamente liberador que no sólo le dé soberanía y dignidad sino que al, mismo tiempo, amenace la estabilidad del sistema opresor, lo que naturalmente fortalece la gestión y la autoconciencia del oprimido y no se limita al ejercicio de manifestaciones de agencia limitada adentro de las estructuras opresoras. A través de la práctica, como dice el EZLN, el zapatismo hace su teoría. Esta práctica incluye innumerables elementos que no son visibles al escrutinio de la prensa ni de la opinión pública fuera de los municipios autónomos. La práctica implica la comunicación horizontal y la evaluación 194 ¿La teoría zapatista…? de las acciones pasadas y la planeación de las acciones y políticas futuras. En las discusiones se analiza la relación objetividad / error de las prácticas y conceptualizaciones anteriores. Si se hace un buen análisis, se aprende de los errores y se emprende una nueva práctica. Es un procedimiento que tiene la forma de una espiral que no sólo envuelve la práctica y la teoría sino que el incremento de la conciencia. Este aumento de la conciencia, luego de numerosas experiencias que lo confirman, sirve para decir, por ejemplo, que el neoliberalismo es una maldad absoluta y que todas sus propuestas son engañosas. El EZLN, de este modo, como parte del movimiento indígena y derivado también del ELN y su práctica, ha descubierto un camino entre otros caminos que pueden “elegirse”: Puedes elegir el modelo nostálgico, es decir, el del olvido. Éste es el que se ofrece, por ejemplo, a los indígenas mexicanos como más adecuado para su idiosincrasia. O, también, puedes elegir el modelo modernizador, es decir, el de la explotación frenética. Este es el que se le ofrece, por ejemplo, a las clases medias en América Latina como más adecuado a sus patrones de consumo. (“Durito y unas falsas opciones” Rebeldía N° 5, marzo 2003) La historia es la memoria colectiva y tiene que enfrentarse a la mistificación de la historiografía que narra desde el punto de vista del opresor y de sus intereses y privilegios. La conciencia histórica es un proceso que va decantando, también, una ética, una moral que se traduce en la práctica revolucionaria como el deber y la consecuencia a que se refiere Marcos. La voluntad de lucha de la que habla Rodríguez Lascano echa raíces en esta historia y es la conciencia activa de esta historia, de esta objetividad, la que es producto de la acción y evaluación comunitaria de la opresión sistemática contra los habitantes originales de Chiapas. El reconocimiento y evaluación de la propia historia es la fuente de la identidad, sea del oprimido sea del opresor. Esta evaluación, sin embargo, puede ser el producto tanto de la objetividad 6 como de la mistificación. Por eso, la corroboración con la realidad es central para establecerla. 6 Por eso, por ejemplo, es perturbador ver la extrañeza que le produce al gobierno de los Estados Unidos el ataque del 11 de Septiembre del 2001 sin tomar en cuenta la sistemática intervención económica, diplomática y militar que ha hecho en el mundo desde su independencia comenzando por la Constitución (1776) escrita por el propietario de esclavos Jefferson acerca de la igualdad de los derechos del hombre; siguiendo por la Doctrina del Destino Manifiesto de Monroe (1824), la expropiación del oeste de los pueblos nativos, continuando hacia el sur expropiando la mitad de México, siguiendo hacia Puerto Rico Filipinas y Cuba, en 1898; el Platt Amendment, el Corolario de Roosvelt, etc. 195 Amado Láscar La recuperación de la memoria colectiva del oprimido, de su propia historia, es un proceso eminentemente no jerárquico, horizontal. Es una operación comunitaria que, además, de involucrar la confianza en cuanto al juicio del otro, del interlocutor, implica la suspensión de los juicios y prejuicios adquiridos a través de la cultura dominante. Recuperar la propia historia es ir borrando, poco a poco, las capas de imágenes acumuladas verticalmente en el cuadro (palimpsesto) que ha pintado el opresor, el Poder como lo llaman los zapatistas, en sus distintas estirpes: colonia, república, neocolonia, hasta llegar a transformar la representación en una imagen fidedigna, en pos de alcanzar, en el fondo de la tela, la autorepresentación. Este proceso implica contender con una de las cargas más pesadas que ha dejado el Poder sobre la conciencia de los oprimidos y que queda perfectamente ejemplificada en el caso de América Latina con la institución de la Iglesia Católica 7 como poder religioso o con el Estado como poder secular. El problema de la formación de la ética y la ley es el último aspecto en que deseo enfocar. Este tema llega a ser crucial en la construcción de la fuerza moral para la lucha, ya que intercede con la legitimidad rebelde emotiva básica. Ese pilar invisible (en sí mismo) es horadado sistemáticamente por la ideología hegemónica mediante su definición normativa del bien y de mal. La ideología hegemónica (paternalista) establece parámetros sobre la moral, la belleza, el sistema de gobierno, la educación, en términos autoritarios y absolutos (aunque este absolutismo sancione un radicalismo radical como es la posmodernidad). Respecto a la ética, que particularmente desde la discusión filosófica moderna-secular es situada en el terreno de lo relativo, el realismo pospositivista sostiene que, al ser sancionado por la cultura, también opera dentro de los parámetros de la objetividad (no de la certeza, como hemos visto cuando analizábamos el concepto de error) 8 . Esta objetividad, y no el mero constructivismo o hedonismo, que ha hecho de la ética posmoderna su razón de ser, la explica Mohanty a través de la obra Beloved (Amada) de Tony Morrison. En este drama, ambientado entre el sur esclavista y la ciudad de Cincinatti en Ohio (estado limítrofe sur / norte del siglo XIX), la madre esclava degüella a su hijita, Beloved, para evitar que se sigan reproduciendo esclavos y, a su vez, eliminar la posibilidad de que Beloved 7 No de ciertos sacerdotes específicos ni con doctrinas marginales (respecto al Vaticano) de la Teología de la Liberación. 8 Aunque la ética occidental, especialmente la posmoderna, hace dependiente sus juicios de valores de funciones prácticas y pragmáticas como, por ejemplo, la persecución de la mayor felicidad y el rechazo al dolor, como piensa Bentham, y no pretende estar fundada en verdades absolutas como los Diez Mandamientos del Viejo Testamento 196 ¿La teoría zapatista…? sufra la inenarrable humillación de la esclavitud. La lectura de Mohanty implica que la intención central en términos éticos de la obra de Morrison es plantear el problema entre la relatividad y la universalidad de los valores éticos. Ante la pregunta ¿El infanticidio es un límite que nadie puede cruzar? Tony Morrison desarrolla una teoría (implícita en el desarrollo de la historia) basada en la dependencia de la comprensión de los acontecimientos en la experiencia profunda de la esclavitud que, como insistimos, es una “epifanía” de la interacción comunitaria histórica. Sethe, la madre asesina, es interpelada y juzgada por Paul D., su amante, por haber cruzado los límites que ningún humano puede cruzar. La respuesta de la madre es larga e involucra necesariamente a la totalidad de la comunidad esclava africana. Incluye el presente y el pasado: los barcos negreros, los mercados de esclavos; las violaciones decididas por el amo para incrementar el stock de esclavos, los cepos, las marcas de hierro ardiente, la separación y venta de padres e hijos, los homicidios, la prohibición de venerar a sus propios dioses, la prohibición de tocar tambores y de bailar, etc. Se comprende, entonces, que la ley general que pretende regular desde afuera la realidad esclava, ya sea religiosa en la forma de pecado o secular en la forma de delito, es simplemente una abstracción aberrante. La conexión emocional de Sethe con su comunidad es, a su vez, una conexión gnoseológica. La empatía tridimensional con su presente y con su historia, la articulación de su experiencia individual que se inserta en la experiencia colectiva, es significativa y portadora de conocimiento: tiene espesor epistemológico. La verdad, que Sethe conoce por ser una mujer esclava, única sobreviviente de varios otros hermanos tirados por la borda del barco negrero por su propia madre, no es una mera raya en la conciencia de Sethe. Tampoco es una verdad simplemente individual. Sethe es dueña de un conocimiento que la une a su comunidad y a la historia de su comunidad y, por lo tanto, construye su identidad con su experiencia tanto con la identidad de su comunidad. La ley general deja de ser significativa y, por lo tanto, aplicable éticamente frente a la comprensión de los motivos profundos de Sethe. La ley se transforma en un fetiche. Mohanty lo dice de la siguiente manera: “Para establecer la pregunta (de la ética) adecuadamente, necesitamos el contexto cognitivo que solamente la comunidad de los colonizados —vivos y muertos, esclavos y no esclavos— pueda proveer” (199:225). La ética, por lo tanto, no viene, ni puede venir ahistórica ni autoritariamente “desde arriba” ya sea de la Iglesia o del Estado por medio de la amenaza del castigo divino o de la cárcel. Es el resultado de la historia, de la experiencia y de la toma de conciencia de la comunidad mediante la reivindicación de su dignidad humana. Por lo tanto, 197 Amado Láscar no es otra que la comunidad quién puede juzgar lo que es bueno y lo que es malo. Ése es el privilegio epistemológico y axiológico que tiene la comunidad oprimida frente a la fuerza del opresor. IV COMENTARIO FINAL La aparente contradicción que hemos venido analizando entre el relativismo y el universalismo en el discurso y la práctica zapatista pareciera que puede encontrar una reconciliación satisfactoria al introducirse el concepto de comunidad y de identidad que provee el realismo pospositivista, por medio de la construcción de la identidad basada en la experiencia comunitaria del oprimido. La experiencia zapatista producto de la fusión de la lucha indígena de liberación desde los tiempos de la entrada de los españoles en Chiapas alrededor de 1520 9 y de la lucha por un estado socialista del ELN, ha permitido la multiplicación exponencial del conocimiento antihegemónico, al entrar en contacto dos tradiciones rebeldes y revolucionarias. La experiencia emanada de esta profundidad histórica y de lucha —la experiencia de la pobreza, la sangre, las lágrimas de los indígenas, abusados de mil maneras cada día, de cada año por esos 512 años que duelen como un millón, como la vida entera— ha creado una visión de la guerra de liberación sintética y creativa que no sólo aporta un conocimiento válido para Chiapas sino, también, debido a la globalización y a la infiltración del neoliberalismo en el planeta, aporta juicios que son verdaderos para la lucha contra la hegemonía en el mundo entero. Por otra parte el zapatismo ejerce una práctica que se relaciona con su propia historia, con la profundidad de su lucha y de su identidad, con su espacio y con su tiempo. Estas características hacen, a nivel particular, que el zapatismo sea dueño de una práctica y de una teoría, netamente válida, en ciertos aspectos, dentro de su propio contexto e identidad. Los diferentes idiomas de origen maya de Chiapas, las estructuras culturales de estos pueblos y las características propias de su invasión y resistencia (Bartolomé de las Casas fue obispo de Ciudad Real), hacen única esta experiencia encarnada espacial, temporal y míticamente. De la fusión de la peculiaridad local, unida con la opresión global neoliberal nace la respuesta y la palabra zapatista, que entrega a la resistencia de los oprimidos una lección en dos órdenes distintos: 1) que el enemigo principal en el siglo XXI es el 9 Sin desconocer la sumisión que los pueblos de Chiapas tenían del imperio Mexica de Tenochtitlán, con anterioridad a la llegada de los españoles, pero que tenía un carácter no hegemónico. 198 ¿La teoría zapatista…? neoliberalismo y la globalización y 2) que las tácticas y estrategias de lucha nacen de la experiencia y de la historia de cada comunidad. Amado Lascar Modern Languages Department Ohio University, Athens, 45701, USA lascar@oak.cats.ohiou.edu BIBLIOGRAFÍA BONFIL BATALLA, Guillermo. 1989. México Profundo, una civilización negada. México D.F.: Grijalbo. DE VOS, Jan.1997. Vivir en frontera. La experiencia de los indios de Chiapas. Tlalpán: Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social. 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London, New York: Verso. 200 ALPHA Nº 20 - 2004 (201-212) DEMOCRACIA Y MULTICULTURALISMO: ¿SON COMPATIBLES LOS DERECHOS DE LAS MINORÍAS CON LOS PRINCIPIOS ORIENTADORES DE LA DEMOCRACIA LIBERAL? Egon Montecinos Resumen Con posterioridad a la caída de las repúblicas ex-comunistas del Este de Europa y al análisis realizado respecto de sus motivos, el debate en la filosofía política, asociado a los derechos de las minorías étnicas en las democracias liberales, ha tomado una mayor intensidad. En este ensayo se aborda el tema desde la perspectiva liberal y comunitarista, orientando la reflexión mediante la pregunta ¿son los derechos de las minorías étnicas compatibles con los principios orientadores de la democracia "liberal"? Palabras Claves: Liberalismo, Comunitarismo, Minorías Nacionales, Multiculturalidad, Estado-Nación Abstract: Democracy and Multiculturalism: Are Minorities´ rights compatible with Liberal Democracy´s principles? After the fall of former Communist countries in Eastern Europe, and according to the analysis on its causes, debate on the political philosophy related to ethnic minorities in liberal democracies has been more intense. This essay deals with the subject matter from a liberal and communal perspective, focusing on the reflection about the following question: Are minorities´ rights compatible with Liberal Democracy´s principles? Key Words: Liberalism, Communitarianism, Natioanl minorities, multiculturalness, State-Nation. 201 Egon Montecinos 1.- ALGUNAS IDEAS BÁSICAS SOBRE LA DEMOCRACIA Y EL MULTICULTURALISMO 1 El concepto de democracia entendido como "gobierno del pueblo" asume una noción de demos que resalta algunos aspectos: a) hace alusión a "un" solo demos-pueblo previamente definido sin la posibilidad de construirse y re-construirse; b) hace más énfasis a la unidad que a la heterogeneidad territorial, y c) los conceptos de libertad, igualdad y ciudadanía se entienden de manera universal y homogénea. Como consecuencia, la democracia liberal se supone constituida de individuos que comparten una única identidad nacional, considerada en términos homogéneos, y determina que quienes la asumen y aceptan se transforman en “ciudadanos” y pueden obligar a aquéllos que no la comparten a cumplir decisiones, leyes y normas que rigen al demos mayoritario. Otro de los aspectos diferenciadores de la democracia son los derechos que se producen a partir de la calidad de ciudadano, derechos formales que, igualmente, son universales, uniformes e individuales (Wolf 2001: 108109). ¿Cómo podemos entender, entonces, la multiculturalidad o multiculturalismo? Un primer acercamiento indica que se trata de un conjunto de "culturas" que interactúan en un mismo territorio. Dada la complejidad del concepto de cultura, y a lo amplio que puede resultar el concepto de multiculturalismo, nos remitiremos a la tipología utilizada por Requejo y Zapata (2002) quienes señalan que en el mundo moderno podemos identificar la existencia de 4 fenómenos generales de multiculturalismo: el indigenismo o pueblos autóctonos, el feminismo e igualdad de derechos sexuales, la inmigración y, por último, los pluralismos nacionales. Sin desconocer la importancia de cada uno de ellos, para este caso lo que representa interés es el “pluralismo nacional” (el cual de alguna manera se relaciona también con el indigenismo). Éste se encuentra asociado a la presencia en una misma democracia de distintos grupos territorialmente concentrados y que comparten rasgos, ya sean étnicos o lingüísticos que los autoidentifican. Estos grupos, que también podemos llamar “minorías nacionales”, son grupos que constituían sociedades completas antes de ser incorporadas a un Estado-Nación mayor. Este proceso de incorporación, que fue normalmente involuntario, se debió a la colonización, conquista o la “cesión” de territorio que en la mayoría de los casos fue violenta (Caminal 2002: 105). Estos grupos los podemos distinguir en los Vascos y 1 Multiculturalismo y multiculturalidad serán usados como sinónimos, en este artículo, y se entienden como la coexistencia de una pluralidad de culturas bajo un mismo marco político. 202 Democracia y multiculturalismo Catalanes en España, Quebequeses en Canadá, Flandes en Bélgica, Mapuches en Chile, entre muchos otros. En el pasado, muchos de estos pueblos, tuvieron posesión de la tierra y un poder político independiente, los que posteriormente fueron anexionados a territorios más extensos. Este proceso de acomodación cultural 2 ha provocado diversas demandas asociadas a no discriminación, derechos colectivos v/s derechos individuales, mayor autonomía y, en algunos casos, separatismos (lo sucedido en Europa del Este y el conflicto actual de los Vascos y Catalanes). Las respuestas entregadas por los Estado-Nación, en la mayoría de los casos, no satisfacen sus demandas lo cual provoca una cierta marginación y exclusión de la vida nacional (Mellón 2002: 94-95). Esto se debería, en parte, a que las minorías nacionales son tratadas bajo la misma racionalidad instrumental liberal con la que se trata al demos mayoritario de los respectivos estados nacionales (Fossas 2002: 72). En este contexto, el problema gira en torno al reconocimiento constitucional y político de sus derechos, el derecho al autogobierno y, en algunos casos, respecto de la forma como se proveen ciertos bienes y servicios básicos, como la salud y la educación. Otras de las causas de esta exclusión de la vida nacional se relaciona con los principios legitimadores fundamentales en torno a los cuales se ha construido la democracia, llámese derechos individuales y universales, igualdad de derechos civiles y políticos, igualdad de oportunidades, representación y participación política, los cuales al verse enfrentados a realidades plurinacionales demuestran ciertos problemas y deficiencias que se traducen en un trato discriminatorio hacia las minorías nacionales (Bermeo 1999:104; Stepan 1999:21). Por ejemplo, el año 1992 el gobierno de la Concertación en Chile, como parte de su política social inspirada en los principios de crecimiento con equidad comenzó a conceder viviendas 3 a las familias que presentaban escasos recursos y/o carecían de dicho bien. El diseño de la vivienda fue el mismo para todos los ciudadanos, preservando por sobre cualquier otro factor, el derecho a que cada chileno pudiera contar con una vivienda digna. Una de las consecuencias de estos beneficios fue que en las comunidades mapuches, un porcentaje importante de viviendas no fueron usadas para los fines que fueron entregadas, ya que muchas familias prefirieron seguir viviendo en sus viviendas llamadas 2 Concepto que se refiere al proceso que intenta explicar el fenómeno de encuentro y asimilación entre diferentes culturas que interactúan al interior de un mismo Estado-Nación. Vid. Nancy Bermeo. 2002. “The Import of Institutions”, Journal of Democracy, Volumen 13, Número 2: 98-110. 3 Fundamentalmente, a través de la modalidad de subsidios a la población con menos recursos. 203 Egon Montecinos "rucas" 4 . Por su parte, las nuevas casas entregadas por el Estado fueron usadas como mediaguas para guardar trigo u otros productos de la tierra 5 . ¿Cómo entender entonces el vínculo moderno entre ciudadanía, identidad, libertad y asignación de bienes en una democracia multicultural 6 ? 2. CIUDADANÍA, IDENTIDAD, LIBERTAD, ASIGNACIÓN DE BIENES EN DEMOCRACIAS MULTICULTURALES: LA VISIÓN LIBERAL Y COMUNITARISTA La visión liberal respecto a la ciudadanía nos indica que ésta tiene un carácter instrumental y los individuos harán uso de ella para ejercer sus derechos como personas privadas, tradición que deviene del derecho natural desde Locke en adelante (Avaro 2003:243). En este contexto, son las instituciones y organizaciones guiadas por principios de justicia, en un contexto democrático, las que sirven de medios a los individuos para que realicen los valores de igualdad y libertad dentro de la sociedad. (Rawls 1971:61) "La ciudadanía sería entonces la capacidad de las personas de hacer uso de sus derechos para perseguir su interés propio en un marco de respeto del derecho de otros" (Acquarone 2003:16). De esta definición podemos deducir que la ciudadanía igualitaria correspondiente a una sociedad democrática liberal considera a los individuos independientemente de sus concepciones y fines, cosmovisión, raza, etnia o religión, por lo que su "ciudadanía", y el ejercicio pleno de sus derechos en la esfera “pública”, no debe ser afectada por éstas. (Wolf 2001:142-150). La raza, al igual que su religión, debe ser llevada al plano de lo “privado” donde el individuo tiene pleno derecho a ejercer esta condición. Por su parte, la tradición comunitarista señala que la ciudadanía de los sujetos se concreta en el horizonte colectivo y no antes, como un proceso de autodeterminación en el que influyen valores, normas y formas de entender la sociedad. Los individuos forman parte de una comunidad y no son externos a ella; la ciudadanía se relaciona con la identidad que, a su vez, está mediatizada por la participación del individuo en esta práctica de vida en común. Para esta posición, el ciudadano se constituye en el espacio de la participación política, es decir, en el reconocimiento recíproco que exige tomar la perspectiva de participante en la comunidad en función de 4 "Ruca" es el nombre que se le da en Chile a la vivienda en el pueblo mapuche, especialmente en el sector rural, la cual es construida por ellos mismos. Fundamentalmente, tiene un significado simbólico en su forma y en el material usado para dicha construcción. 5 Este hecho forma parte de la vivencia del autor como censista del año 1992 en la comunidad de Trobolhue, Novena Región de la Araucanía. 6 Con esta pregunta no estoy señalando que Chile sea una Nación Multicultural. Más bien, el ejemplo anterior se utiliza para graficar una situación que ilustra la problemática planteada. 204 Democracia y multiculturalismo un "nosotros", el “individuo se desarrolla en la comunidad” (Etzioni 1999: 33). El ciudadano se configura en el plano de la relación con el otro, en las posibilidades de integración social, en un diálogo abierto en el espacio político. Surge aquí la configuración de la ciudadanía que se relaciona, en primera instancia, con la "pertenencia a un determinado grupo o comunidad". Esta ciudadanía no es automática ya que, aún siendo “ciudadanos”, podemos no estar formando parte de aquéllos que cumplen y hacen cumplir sus derechos políticos en el demos mayoritario; podemos estar formando parte de la población sin necesidad de contar con derechos civiles, políticos y sociales, como la asignación de bienes básicos, para garantizar la sobrevivencia. Según Walzer (1992) es, justamente, con respecto a la justicia de la atribución de ciudadanía cuando comienza la discusión de los criterios de distribución y la provisión de bienes, pues la distribución de la renta, de la propiedad, de los derechos laborales y del poder político, entre otros, depende de la solución que se le otorgue a la cuestión de la ciudadanía. Walzer (1992) cita como ejemplo la polis griega y las comunidades judías medievales, casos éstos donde la provisión común era asegurada por la comunidad. Cuando los bienes considerados de primera necesidad dejaron de serlo, fueron sustituidos por otros, con diferentes criterios asignativos. Por ello, concluye Walter que la justicia es relativa respecto de los significados sociales. Ella es una construcción humana, limitada a comunidades concretas que participan de una misma cultura (1993: 18,21). Walzer reconoce, además, la existencia de ciertos derechos como la vida y la libertad que son comunes a nuestra humanidad y que deben ser garantizados a todos por igual. Pero, igualmente, señala que el ser humano cuenta con otros derechos, aparte de la vida y la libertad, que no derivan de nuestra común humanidad sino de una noción común de bienes sociales, los cuales son locales y particulares en el sentido que dan cuenta de una vida en común 7 . La vida y la libertad, así como los derechos naturales, serían atribuidos a cada ser humano independientemente de consideraciones comunitarias. No obstante, la posterior asignación de otros bienes como la salud, educación, vivienda, entre otros, dependería de criterios y consideraciones históricas internas a cada comunidad o a una minoría nacional, lo cual nos acerca al reconocimiento de derechos colectivos a minorías étnicas. El reconocimiento de derechos colectivos, en un espacio abierto y con el otro, se puede replantear en las sociedades modernas como una 7 Esto puede llevar al plano de la relatividad de la justicia social, aspecto importante pero que no es abordado en este ensayo. 205 Egon Montecinos instancia pública y política que considera la "igualdad" como un aspecto esencial de la vida democrática pero que, a su vez, toma en cuenta las particularidades históricas y culturales de las comunidades, lo que hace de esa igualdad una instancia compleja y diferenciada. Esto, por ejemplo, nos lleva a pensar en una distribución de los bienes y servicios condicionados por el significado e interpretación que las comunidades les otorgan. Esto requiere un mutuo reconocimiento de la diferencia, a partir de la cual, distintas identidades deberían tener el mismo valor; pero no es tan sólo esto, sino que también se necesita compartir las normas, valores y principios, mediante las cuales estas identidades y ciudadanos se muestran y se hacen sentir implícita o explícitamente como iguales. (Kymlicka 2002:41) Hasta aquí hemos discutido la temática relacionada con la ciudadanía y la identidad, pero ¿qué sucede con la libertad individual en el contexto de las sociedades multiculturales? La visión liberal postula que el individuo debe ser libre para que tome decisiones sobre lo que es mejor para él. También supone un individuo racional, a-social, donde las normas morales pueden ser únicamente las que cada individuo crea o acepta para sí mismo, basado en sus personales opciones acerca de cómo ha de vivir y de cuáles son sus bienes propios. (Sabine 1989:552-553). La acción en comunidad, entonces, pasa a un segundo plano y podría convertirse hasta en una limitante de la libertad individual. Más allá de las opciones del sujeto, no existen bienes morales ni modos de vida éticamente mejores que otros. Desde este supuesto, es evidente que cualquier pretensión de la autoridad política de imponer o prohibir, a través de su legislación, determinadas conductas en el ámbito de la moralidad, no puede consistir sino en la imposición de una particular opción moral —creada o aceptada por ciertos sujetos— a otro grupo de sujetos que no necesariamente la comparten. El liberalismo en la democracia, es un conjunto de creencias básicas, de valores y de actitudes organizadas en torno a la convicción de que a mayores cuotas de libertad individual se corresponden mayores índices de prosperidad y felicidad colectivas. De este modo, la comunidad deviene en un conjunto de agregaciones de preferencias individuales que no tiene otro sentido sino servir como medio para alcanzar sus objetivos. El liberalismo es un modo de entender la naturaleza humana y una propuesta para conseguir que las personas alcancen el más alto nivel de prosperidad potencial que posean de acuerdo con los valores, actitudes y conocimientos que tengan, pero junto al mayor grado de libertad individual posible. (Rawls 1971:2002). A su vez, se basa en varias premisas básicas, simples y claras: el Estado ha sido concebido para el individuo y no a la inversa. 206 Democracia y multiculturalismo Valora el ejercicio de la libertad individual como algo intrínsecamente bueno y como una condición insustituible para lograr los mayores niveles de progreso (Rawls 1971:433). No se acepta, pues, que para alcanzar el desarrollo haya que sacrificar las libertades y, entre ellas, la de poseer bienes y el derecho a la propiedad privada, puesto que sin ella el individuo estaría perpetuamente a merced del Estado. Los individuos son (o deben ser) responsables de sus actos y deben tener en cuenta las consecuencias de sus decisiones y los derechos de los demás, es decir, debe existir una sociedad regulada por leyes neutrales que no le den ventaja a persona, partido o grupo alguno y que eviten enérgicamente los privilegios. Esta neutralidad debe ser entendida en todos los aspectos, religiosos, sexuales y étnicos y debe tener un representante: el Estado pero, ojalá, en un grado mínimo. De esto se puede deducir que la comunidad se entiende como un medio para alcanzar objetivos racionales e instrumentales. Por lo tanto, el individuo es moralmente anterior a la comunidad y si los individuos dejan de considerar que vale la pena mantener las prácticas culturales existentes, entonces, la comunidad no tiene ningún sentido y no debería tener interés alguno en preservar esas prácticas ni ningún derecho de impedir que los individuos las modifiquen o las rechacen (Kymlicka 2002:31). Por su parte, los comunitaristas critican esta idea del individuo racional, a-social, egoísta, maximizador y autónomo en las democracias liberales. Señalan que el individuo se construye en el espacio de las relaciones y prácticas sociales, ya que éstos se encuentran arraigados en roles y normas que le configuran su visión de sociedad. (Mulhall y Swift 1992:81) Por ello, las prácticas grupales, y la comunidad, no serían el producto de agregaciones y elecciones individuales sino que, por el contrario, el individuo tiende a ser el producto de estas prácticas. De esto se desprende un aspecto de relevancia. Al criticar el hecho de que los intereses de las comunidades y de las minorías nacionales puedan ser reducidos a los intereses particulares, los intereses de las comunidades estarían antes que los del individuo; serían el producto de una construcción socioterritorial histórica que se sustenta en valores, costumbres, normas y formas políticas que se superponen a los intereses individuales. (Etzioni 1999: 41). Privilegiar la autonomía individual sería algo destructivo para la comunidad, sus tradiciones y los significados tanto para el colectivo como para cada miembro de ella, pues, lo que se busca es encontrar un equilibrio entre la elección individual y las formas de vida en común.(Breña 1995:281). Esto hace que muchas formas de enfrentar la prestación y distribución de bienes y servicios en las democracias liberales entren en contradicción con minorías étnicas que no entienden el significado de 207 Egon Montecinos actos, formas o normas asociadas a bienes básicos como la construcción de represas en territorios sagrados, el acceso a la salud en un idioma que no entienden, la enseñanza de una historia que es ajena, entre muchos otros ejemplos. Por otra parte —afirman los comunitaristas— los liberales traicionan su apego a la neutralidad etnocultural del Estado, toda vez que sus políticas están suponiendo subrepticiamente una visión o modelo de hombre perfectamente delimitada: individualista, universalista, a-social, hedonista, subjetivista y economicista. Por lo tanto, el “Estado neutral” que los liberales defienden no es tal, porque los liberales ya se han mirado al espejo y han definido el tipo de hombre que debe constituir la sociedad, ya que se inclinan decididamente por la promoción de aquel modelo particular de hombre, tratando con “desigual consideración y respeto” a todos aquéllos que no participan de él, entre ellos, las minorías en su acepción más amplia. Este análisis podría estar llevando al lector a la interpretación de que las minorías etnoculturales existentes en las democracias liberales están demandando vivir de una manera democrática pero no liberal y enteramente comunitaria. Esta suposición en parte es errónea ya que las minorías nacionales en su mayoría, quieren ser participantes plenos e iguales de las sociedades liberales. Siguiendo a Kymlicka, "puede que persigan la secesión de una democracia liberal, pero si éste es el caso, no será para crear una sociedad comunitarista no liberal sino, más bien, para crear su propia sociedad liberal democrática moderna" (Kymlicka 2002: 35). Cierto o no, los estudios realizados por este investigador así lo demuestran. Entonces, el debate ya no se debería centrar en la pertinencia de los principios liberales democráticos, sino en la aplicabilidad de estos principios en sociedades multiétnicas, en su aplicabilidad en materia de lengua, salud, educación, nacionalidad y de identidades y del papel que juega la ciudadanía en estas sociedades. De acuerdo con la anterior premisa, se pueden reconocer algunos aportes del comunitarismo en este debate. Esta visión recupera la importancia de los derechos de las minorías en sociedades democráticas liberales, más aún si constatamos que estas minorías, en parte, comparten los principios liberales de las democracias occidentales. Lo que parece suceder es que probablemente en los diseños institucionales, así como en la oferta de servicios públicos y privados, sigue predominando una racionalidad económica e instrumental que no reconoce diferencias sustantivas al interior de un Estado-Nación, fundamentalmente, porque los diseños institucionales de las democracias liberales se han cimentado bajo estas ideas. Como señala Requejo " hemos heredado un conjunto de suposiciones sobre lo que los principios liberales exigen, suposiciones que 208 Democracia y multiculturalismo surgieron en los Estados Unidos del siglo XVIII y en la Inglaterra del siglo XIX, donde existía muy poca heterogeneidad etnocultural, los ciudadanos compartían la misma lengua, descendencia étnica, identidad nacional y se compartía la fe cristiana" (1999:54). No obstante, estos fundamentos requieren por lo menos que se cuestione la interpretación que se hizo del liberalismo en sus orígenes y que se tomen las reflexiones y cuestionamientos que se originan a partir del surgimiento de los derechos de las minorías en nuestra época. Como señala Charles Taylor "las personas exigen reconocimiento de sus diferencias, no como sustituto de su libertad individual, sino más bien como apoyo y precondición de esa libertad" (Taylor 1993:67). Esto indica que hay intereses que están mediatizados por las costumbres, normas y valores de una determinada cultura, donde el individuo que pertenece a ella puede contar con intereses individuales que se reflejan en un interés colectivo que son totalmente compatibles con los principios liberales de la democracia, como la libertad e igualdad, y esto vendría a justificar, por lo menos en teoría, que se garanticen derechos especiales a las minorías nacionales. Sin embargo, el debate se puede volver estéril si se plantea en los términos entre liberales y comunitaristas proponiendo sociedades democráticas con principios sustantivos diferentes. Más bien, es necesario avanzar hacia la construcción de un paradigma que entienda al Estado democrático como un espacio donde pueden convivir ciudadanos iguales pero con interpretaciones y concepciones diferentes del mundo democrático. Esto implica esfuerzos sustantivos para interactuar armónicamente con las diferentes minorías nacionales, es decir, es necesario considerar que el tipo de sociedad donde viven las personas se construye por la manera como se ven a sí mismas tanto como por el modo en que —consideran— deben vivir sus vidas y que se provean sus principales bienes de carácter público. La provisión actual de bienes básicos por parte del Estado-Nación se orienta y se sustenta, bajo una racionalidad homogeneizadora y universalista que implica una misma salud y educación para el norte y para el sur, independientemente, de quien viva ahí. Interpretando a Walzer, esto puede ser perjudicial inclusive bajo supuestos distributivos ya que, buscar la unidad, sostiene, equivale a no comprender lo que entendemos por justicia distributiva. Su tesis — fundamentada en una teoría de los bienes sociales objeto de las distribuciones— defiende que los propios principios de justicia son pluralísticos en su forma: "diferentes bienes sociales deben ser distribuidos por diferentes razones, de acuerdo con diferentes procedimientos, por agentes diferentes, y todas esas diferencias derivan de las diferentes 209 Egon Montecinos comprensiones de los propios bienes sociales que hacen las comunidades". (1993:19). Todos los bienes de los cuales la justicia se preocupa son bienes sociales. Son bienes en la consideración de una mayoría y se basan en la unanimidad de un demos. Hasta el alimento entra en esta categoría. Algunos pueblos ven en las vacas un depósito ambulante de hamburguesas y bifes; otros las consideran sagradas. Considerar algo como "alimento" es atribuirle el criterio de necesidad en su distribución. Las comprensiones e interpretaciones comunitarias respecto de ciertos bienes y servicios son históricas, así también las distribuciones que se hacen de ellas, las que no son inmodificables sino que, también, pueden cambiar con los tiempos, pero como una evolución de carácter colectivo. Una observación final es que significados e interpretaciones distintas crean distribuciones autónomas, cada bien social o conjunto de bienes sociales constituye una esfera distributiva dentro de la cual apenas algunos criterios y acuerdos son apropiados. Finalmente ¿qué significa convivir en una comunidad de comunidades democrática? Etzioni (1999:62) señala que esto requiere una construcción intercomunitaria adecuada a una sociedad que se puede graficar con la idea de un mosaico. El mosaico se enriquece con una variedad de elementos de diferentes formas y colores, pero lo que mantiene su unidad es el pegamento y el marco. Este mosaico simboliza la sociedad en la cual diversas comunidades mantienen sus particularidades culturales, sean religiosas, lingüísticas, entre otras. Pero, al mismo tiempo, esas comunidades reconocen que son partes iguales de un todo más extenso, con el cual —en teoría— mantienen un firme compromiso con un marco compartido... "llegamos en buques diferentes, pero ahora estamos en el mismo bote". Egon Montecinos Universidad de Los Lagos Centrios de Estudios del Desarrollo Regional (CEDER) Casilla 933 Osorno CHILE emontecinos@ulagos.cl 210 Democracia y multiculturalismo BIBLIOGRAFÍA ACQUARONE, Alicia. 2003. "Ciudadanía e Identidad", Revista Trama de la Comunicación, Volumen 7. 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Para revisar una instalación socio-cultural se expondrá el ejemplo del “pololeo” como una posible manifestación del acoplamiento que se produce en los lenguajes que hablan del modo de vida de las sociedades contemporáneas. A partir del acoplamiento se llegará a la hibridización como la condición social de las sociedades que se constituyen en los movimientos de estructuración y desestructuración en un capitalismo cuya dinámica opera de manera global y fluida. Palabras claves: acoplamiento, hibridación, afinidad, posmodernidad. ABSTRACT: Coupling and Hybridization in the Cultural Setting of Post-modernity This paper discusses the possibility of multiple affinities related to the realexisting. A social analysis on coupling and hybridization is set forth. This allows to clearly see how this affinity is achieved through contemporary semiotic material. It is stated that coupling and hybridization are two possible manifestations out of post-modernism. To review this socio-cultural setting, an instance of pololeo will be presented as a feasible manifestation about coupling that is found in a discourse related to contemporary society. From coupling, hybridization comes up as a social conditioning, which is made up by structure and de-structure movements within capitalism, which dynamics operates in a functional and global fashion. Key words: coupling, hybridization, affinity, post-modernity. 213 Pablo Martínez ACOPLAMIENTO E HIBRIDACIÓN EN EL CLIMA CULTURAL DE POSMODERNIDAD. El concepto de acoplamiento —estructural— se puede encontrar, sobre todo, en los postulados que acerca de los seres vivos realizan Maturana y Varela 1 . Lo hacen para referirse a los sistemas autopoiéticos cuando definen a éstos como sistemas que se auto-organizan a partir de su distinción con respecto a un entorno, situación que los hace mantener su organización interna a partir de un proceso constante de acoplamiento estructural a él. Dichos acoplamientos se constituyen en un sinnúmero de posibilidades de enlaces entre lo real-existente —en sus distintas manifestaciones— entre sí, sólo hace falta la compatibilidad necesaria entre sus componentes para que ello ocurra. Por ello, todo lo real deviene acoplado en un sinnúmero de enlaces y conexiones posibles debido a la afinidad que se produce en el contacto entre dos entes cualesquiera. Cuando un acoplamiento no se produce significa que no existe compatibilidad o afinidad, de ahí que no todos los acoplamientos sean posibles; por así decirlo, cada ente particular no es compatible con cualquier otro ente particular, entre ellos debe haber una afinidad y/o compatibilidad, que no es, por cierto, ontológica. Ahora, en lo que se refiere a los seres vivos, como sistemas autopoiéticos, el acoplamiento estructural es lo que permite tanto la propia organización de dicho sistema, como la relación de lo autopoiético con el entorno; si el ser autopoiético existe es debido a que su estructura interna es, también, un conjunto de acoplamientos estructurales, los cuales se despliegan desde las estructuras intracelulares al conjunto del sistema autopoiético y viceversa. De la misma manera, dicho sistema, en sí mismo acoplado, establece otro conjunto de acoplamientos con el entorno, proceso por el cual se produce tanto un aumento como una reducción de la complejidad, en la relación que entre el sistema y el entorno se establece. Si en la constitución del ser vivo, y más en general, en lo vivo, es posible el acoplamiento, es debido a que existe evidentemente “algo” que acoplar. Siendo la materia y la energía la base componente de lo realexistente es posible postular que los seres vivos están condicionados en su existencia a las propias limitaciones de lo real, en cuanto a materia y energía se refiere. O sea, como lo real-existente tiende a lo entrópico, al desorden, es necesario gastar u ocupar un conjunto de la energía circulante para mantener un equilibrio dinámico en lo real y, con ello, lograr que no devenga el caos, con lo cual dicho equilibrio dinámico se despliega en un devenir fluido pero a la vez armónico. La percepción de lo estático en lo 1 Cfr. Maturana H.; Varela F. 1994. El árbol del conocimiento. Santiago de Chile: Universitaria. 214 Acoplamiento e hibridación real-existente se logra, como “simulacro”, con la seguridad que proporcionan, sobre todo, los objetos. Para realizar dicho proceso los sistemas autopoiéticos deben aumentar la complejidad para la mantención de su organización, sobre todo en lo que se refiere a su propia capacidad autopoiética. Son, a partir de esto, complejos procesos físicos, químicos y biológicos los que permiten la posibilidad de equilibrio en la autoorganización de los seres vivos. En los individuos se agrega, además, la posibilidad del lenguaje y la capacidad socio-analítica que de él se despliega, como un elemento más a considerar en la complejización de la relación con el entorno 2 ; al mismo tiempo, en la afinidad que los sistemas autopoiéticos establecen con lo “externo”, se tiende a la reducción de la complejidad en dicha relación. Sabido es que lo que en definitiva se reconoce como lo real-existente es la posibilidad reducida de percepción que cada ser vivo posee, en la medida que sus sistemas de reconocimiento y registro —los sentidos— son capaces de percibir sólo una parte de dicha realidad. De ahí que existe lo que podemos llamar una reducción de la complejidad en la relación que se establece entre los seres vivos y el entorno, lo cual evidentemente es válido para los individuos en su constitución básica como ser vivo autopoiético. Es la propia mantención del equilibrio dinámico de los sistemas autopoiéticos, con su pérdida de energía, lo que termina por producir el desgaste inevitable de éste, con ello se despliega la interrupción definitiva de su funcionamiento autopoiético, lo cual lleva a que el ser vivo muera. Sabemos que dicha muerte tiene que ver más con el ser y no tanto con el devenir. Uñas y cabellos seguirán creciendo mientras una micro-fauna da cuenta de el cuerpo de dicho ser autopoiético. Materia y energía en constante circulación, de múltiples formas y en diversas manifestaciones. Un sistema autopoiético es en definitiva, para Maturana y Varela, el resultado de la operación de distinción entre sistema y entorno, a partir de la cual el sistema es capaz de mantenerse mediante una serie consecutiva de acoplamientos —estructurales— con dicho entorno. El sistema se mantiene mientras tenga éxito en mantener su organización interna a través de la evolución del acoplamiento al entorno, a pesar o en virtud de sus cambios estructurales. Todo acoplamiento exitoso, por así decirlo, es el que permite mantener la autopoiésis funcionando, con lo cual se mantienen la organización estructural y funcional de los seres vivos. Pero ocurre una paradoja en este evento, en la medida que el entorno —el sistema—, para Maturana y Varela, no es accesible ni directa ni 2 Cuando se usa el término ‘entorno’ lo hacemos sólo para diferenciar lo que se ubica fuera de la barrera semi-permeable que delimitan a los seres vivos en su relación con el medio en donde desenvuelven su existencia. 215 Pablo Martínez indirectamente al individuo, el cual no tiene manera de saber cómo es realmente el mundo o la realidad externa —es decir, el entorno— que además funciona como un sistema. Esta situación constituye, para los autores, una de las más interesantes paradojas del conocimiento. El conocimiento es necesario e imprescindible para el sistema y, sobre todo, para los sistemas que operan en el lenguaje, porque su reproducción como sistema autopoiético depende de su continuo y permanentemente exitoso acoplamiento a su entorno. La paradoja consiste, entonces, en cómo poder hablar de algo de lo cual no se sabe prácticamente nada y lo que se sabe es sólo la apariencia de lo que en realidad es el sistema en su devenir en sí. Por ello, los autores postulan que el conocimiento verdadero es imposible. Las operaciones llevadas a cabo por el sistema como reacción a lo que percibe como estímulo de su entorno, depende de su organización interna y no de las características de dicho entorno. El sistema es ciego a su entorno, aunque debe acoplarse continuamente a él para seguir existiendo. El hecho que siga evolucionando es evidencia de que su relación es exitosa, es decir que conoce su entorno en la medida que realiza distinciones con él, a pesar de que, por así decirlo, no conoce lo que conoce. Se desprende de lo anterior, entonces, que la verdad no es ni puede ser la realidad del mundo revelada como representación. Tampoco se trata de la adecuación del pensamiento, o de la teoría, a la realidad, si por realidad se entiende el mundo exterior al individuo. Y tampoco se trata de una adecuación o acoplamiento particularmente exitoso a su entorno ya que, para Maturana y Varela, no hay acoplamientos más exitosos que otros, en la medida que existe como sistema está acoplado —como dirían los propios autores—, en la evolución no hay sobrevivencia del más apto, sino simplemente del apto. La posibilidad que resta es sólo el plantear que el conocimiento y, más en general, el saber, es la posibilidad del conocer como si lo real-existente fuera de una manera determinada, con lo cual el conjunto de supuestos articuladores del saber que encuentran su base en certidumbres y fundamentos estables se muestra como insuficiente para dar cuenta, sobre todo, de la realidad fluida de lo social-contemporáneo. Ahora, si dicho acoplamiento está en la base de la mantención de los sistemas autopiéticos y en la relación que éstos establecen con el entorno, es pensable entonces que en la constitución de los individuos como seres vivos que se realizan en el lenguaje, se pueda encontrar también la posibilidad de despliegue de particulares y diversas posibilidades de acoplamientos. Se postula a partir de lo anterior que el acoplamiento se puede encontrar también en un conjunto de manifestaciones socio-culturales. Es éste acoplamiento lo que permite la actual manifestación y despliegue de la 216 Acoplamiento e hibridación hibridación 3 en el actual clima cultural de posmodernidad. Pero este acoplamiento tiene, a lo menos, una afinidad y una diferencia con postulada por Maturana y Varela. La afinidad básica está dada en que ambos acoplamientos se producen por enlaces que no están determinados, en las distintas manifestaciones de lo real-existente, por fundamentos ontológicos. La diferencia es que, para Maturana y Varela, el ser vivo autopoiético, que se constituye de estos acoplamientos, es ciego al entorno, al sistema. En los acoplamientos que se consideran posmodernos esto no es así pues la distinción que Maturana y Varela proponen opera siempre sobre una totalidad incognoscible, con lo cual el individuo seguiría estando limitado a un pensamiento puramente constructivista-representacional, debido a que la posibilidad de acceso al sistema no existiría. Pero la realidad del individuo no es solamente una totalidad sistémica de la cual produce distinciones como observador, ni tiene una pre-determinación que lo condicione de manera puramente alienada. Por otra parte, la distinción —que Luhmann trae a las ciencias sociales— va a producir una escisión entre el individuo y el sistema. Dicho supuesto considera que lo real-existente puede escindirse en dos partes, lo ideal-categorial, que para ellos es el lenguaje, con una específica función de coordinación, y lo material-vivencial, el ser vivo autopoiético ciego ante el sistema-entorno. Con ello se vuelve a señalar distinciones metafísico-binarias con respecto a lo real-existente, en la medida que el lenguaje operaría de una forma paradójica al constituir el conocimiento, el que es un conocimiento que conoce pero que no sabe en sí lo que conoce, si esto es así, el conocimiento sería una especie de representación de una pura percepción neuro-sináptica frente a un sistema siempre desconocido y en permanente flujo sistémico, completamente ajeno al individuo, salvo en la forma de distinción. Quizás por ello, para Luhmann, el sistema sea tan determinante en lo social-contemporáneo. La diferencia en cambio, se ubica siempre dentro del lenguaje, que aunque acoplado con un sinnúmero de otras máquinas que constituyen el ser autopoiético siempre opera desplazado y no produce disyunciones taxativas sino, más bien, envolturas con respecto a lo real-existente. El acoplamiento posmoderno entonces no es una función que el “ser autopoiético” realiza al producir “distinciones” con el entorno, sino que, más bien, es una operación de acoplamiento y diferencia que se establece en el código lingüístico, la cual permite que se constituya lo híbrido como una manifestación de lo diverso desde un punto de vista socio-cultural. Precisemos esto con un ejemplo. En Chile, es el pueblo mapuche el grupo cultural local mayoritario entre los considerados pueblos 3 En biología, hibridación designa a aquel proceso de cruce de dos especies diferentes pero compatibles genéticamente, con lo cual generan descendencia. 217 Pablo Martínez “autóctonos” del país, aunque la composición socio-cultural de todo el territorio nacional actual corresponde también al aporte de un sinnúmero de otras culturas locales pre-hispánicas asentadas en dicho espacio territorial. El encuentro de todas ellas con occidente se produjo, aproximadamente, desde 1524 en adelante. Occidente, en parte, se “acopló”, o sea, produjo agrupaciones por reconocimiento y afinidades con múltiples posibilidades socio-culturales existentes en los grupos locales, constituyendo lo que luego llegó a concebirse, en ese espacio, como “lo chileno”, pero que en términos más plurales podemos enunciar como lo “híbrido” en la constitución de los diversos países que constituyen América latina 4 . Dicho acoplamiento tiene diversas manifestaciones socio-analíticas, pero son precisamente las menos evidentes, las que viven como una “huella” de dicho acoplamiento, las que dan cuenta de él. Es en el lenguaje que se ha “naturalizado” e “invisibilizado”, por lo sistemático y común de su uso, el lugar donde podemos encontrar sus evidencias más interesantes. En Chile existe el término de “pololeo” para referirse a la relación sentimental que une a dos individuos, la cual se ubica, para situarla de alguna manera, entre la relación ocasional, la cual no implica ningún compromiso más que la relación en sí misma, hasta el “noviazgo”, en el cual los individuos se comprometen en matrimonio. Lo importante que se destaca en este caso específico, es que el pololeo funciona como una categoría extendida que se despliega como un particular tipo de relación social-sentimental en Chile. Esto permite que dicha práctica circule por la “sociedad” chilena como una diferencia con el resto de otros países de habla castellana, que no tiene el mismo término para designar un tipo de vínculo similar, se dé éste o no. La práctica del pololeo consiste básicamente en el establecimiento de una relación de pareja que aunque no es “ocasional”, tampoco se considera de tanta importancia como el “estar de novios”. Pololeo tiene su raíz etimológica en pululeo. Dicho término es parte del lenguaje oral que hablaban —y hablan— las comunidades mapuches al momento de la llegada del “hombre occidental” a sus territorios, dicho lenguaje denominado mapudungún 5 , no poseía una escritura del tipo gramatológico 6 , era oral, sin embargo, fue capaz de acoplarse a otros códigos, tanto lingüísticos como sociales, para perdurar como una huella y 4 Evidentemente dicho encuentro produjo un sinnúmero de situaciones de negación y exterminio de culturas locales, todo lo cual está muy documentado en diversas investigaciones socio-históricas. 5 El término significa ‘el habla de la tierra’ (mapa: tierra; dùngun: hablar) 6 Actualmente dicha lengua posee una escritura de este tipo, la cual se despliega, sobre todo, de la ‘castellanización’ de su fonética. 218 Acoplamiento e hibridación como una categoría que se asocia a una práctica sentimental específica de los chilenos en el ámbito socio-cultural. Se produce, de esta manera, el acoplamiento de un código fonético que se obtiene básicamente del lenguaje oral del pueblo mapuche con el gramatológico castellano; con ello logra, dicho elemento del código fonético, circular por un nuevo código. Luego, entonces, se castellaniza y logra desplegarse como “pololeo”, término que permite designar una categoría acoplada a un tipo de relación social específica que, en la sociedad chilena, es masiva y habitual sobre todo entre adolescentes y jóvenes. De ahí que el encuentro de occidente con los pueblos que encontraron a su paso produjo movimientos múltiples, lo más evidente es mostrar la “hegemonía” lograda por Europa en todos esos pueblos, como también las resistencias y sincretismos logrados en el encuentro de las diversas culturas locales con él. Es lo que generalmente se ha llamado el “mestizaje cultural” de lo latinoamericano. La hibridación que promueve este tipo de acoplamiento es algo distinto pues se despliega en lo menos evidente, en lo “naturalizado”, en lo “invisivilizado”, en la “huella”, que se constituye en una práctica social particular. Es precisamente la capacidad de acoplamiento de lo real-existente lo que ha permitido que pululeo pueda perdurar. Pululeo en mapudungún significa el lugar de los secretos, designaba en esa cultura local la unión de un hombre con una mujer, los cuales al hacer esto pasaban a formar un cúpol 7 . En Chile, el pololeo es, sin duda, el lugar de los secretos para todos aquéllos que lo practican. Con ello el pueblo mapuche no sólo vive entre los chilenos de manera evidente en sus comunidades o “integrado” a lo chileno, sino que también habita en la huella constituyente de los relatos y las prácticas sentimentales de dicho país. El acoplamiento producido entre dos espacios culturales diversos constituye la hibridez, la cual se ha desplegado hasta lo social-contemporáneo. El pololeo habita el lugar de los secretos, es una “prueba” de la hibridación de lo cultural y del acoplamiento de los relatos constituyentes de lo social provenientes de espacios socio-culturales diversos. Lo real-existente deviene acoplado, esto se ve en la multiplicidad de “enlaces” que se dan en la estructura atómica y microatómica constituyente de la materia, o en el código genético de los sistemas autopoiéticos. La posibilidad de “reconocimiento” entre dos entes se produce porque entre ellos es posible el acoplamiento. Pensemos en un virus que se acopla al organismo humano, el reconocimiento se produce en la medida que el código genético de dicho virus se acopla al código humano, desencadenando un conjunto de efectos en la organización del individuo, el virus, de alguna manera, pasa a formar parte de la autopoiésis humana, 7 Cúpol significa familia en lengua mapuche. 219 Pablo Martínez independientemente de que esto afecte su estado de equilibrio dinámico al punto de poder producir la muerte del individuo que es “infectado”. En lo social y lo cultura, siendo partes de lo real-existente ocurre algo similar, en cuanto a la diversidad de acoplamientos posibles del “código”, éste aunque múltiple tiene una limitación que está dada por la afinidad de los enlaces, a todo nivel. Dicho acoplamiento produce una hibridización de las culturas, no la negación de una de ellas por la otra pues el acoplamiento se da siempre en la posibilidad de la compatibilidad y la afinidad del código, sin importar necesariamente las consecuencias posteriores. El código genético es compatible, se encuentre en virus o humanos; el lenguaje de las diversas comunidades socio-culturales, al mostrar sus acoplamientos, muestra lo mismo. El acoplamiento posmoderno es una operación socio-cultural que funciona por reconocimiento de múltiples códigos —múltiples lenguajes— que se enlazan y producen la hibridación por afinidad socio-cultural. Pero en la fluidez de lo posmoderno, con el aumento de la velocidad de circulación de los diversos lenguajes en el mundo global de la tercera fase de expansión del capitalismo, se puede apreciar que la hibridez despliega de modo más evidente constituyendo una de las características posibles del actual clima cultural de la posmodernidad. La hibridez representa un movimiento nómada de problemáticas culturales con respecto al otro y a la otredad, es un movimiento recodificador e innovador entre dos componentes socio-culturales que se encuentran y se acoplan separándose de las prácticas anteriores por la recombinación fluida del código. Lo híbrido como característica socioanalítica de lo social-contemporáneo se constituye, sobre todo, a partir del despliegue “(…) de fuerzas centrípetas y centrífugas resultantes de la catastrófica acción de la modernización económica y tecnológica sin que ésta llegue a ser apocalíptica” 8 , en la medida que el capitalismo multinacional se constituye en hegemónico a nivel planetario aumenta la posibilidad de los encuentros de diversos espacios socio-culturales entre sí, con lo cual la hibridación, como operación social, se vuelve, a su vez, recurrente. La hibridación y lo híbrido, al ser conceptos que se han recepcionado de la biología provocan cierto resquemor, de ahí que algunos prefieran seguir hablando de “(…) sincretismo en cuestiones religiosas, de mestizaje en historia y antropología, de fusión en música” 9 (García c. 1990: III). Pero la evidencia del acoplamiento y de lo posmoderno da la posibilidad de desplegar nuevas posibilidades socio-analíticas, con lo cual se designa como hibridación a todos los procesos socio-culturales en los que estructuras o prácticas discretas, que existían en forma separada, se 8 9 García Clanclini N. 1990. Culturas híbridas. México: Grijalbo. 46. Ibíd., página III. 220 Acoplamiento e hibridación acoplan y se combinan para desplegar nuevas operaciones socio-culturales, teniendo siempre presente que si existen operaciones llamadas discretas éstas fueron, a su vez, el resultado de acoplamientos anteriores que produjeron hibridaciones circunscritas a culturas locales, por lo cual no pueden ser consideradas fuentes “puras”. De esta manera la pretensión de un origen es puesto en duda de la misma manera que el simulacro 10 de lo social-contemporáneo pone en duda la representación de lo real en base a un original, el que eventualmente nunca ha existido. Lo socio-cultural deviene acoplado, con ello la posibilidad de la diferencia, de lo híbrido, como posibilidad de desplegar un particular lenguaje sobre lo que en sí se acopla, se constituye en enlaces de afinidad y compatibilidad del código lingüístico. Con ello se elude lo original de un lenguaje que pueda o pretenda establecerse como “modelo” para los restantes, como una especie de base estable y genuina de lo socio-cultural. El énfasis en la hibridación no sólo clausura la pretensión de establecer identidades “puras” o “auténticas”, sean éstas hegemónicas o no, además pone en evidencia el riesgo de delimitar identidades locales autocontenidas o que intenten afirmarse como radicalmente opuestas a la sociedad nacional o la globalización. Cuando se define, señala García Canclini, “(…) una identidad mediante un proceso de abstracción de rasgos (lengua, tradiciones, conductas estereotipadas) a menudo se tiende a desprender esas prácticas de la historia de mezclas en que se formaron (…)” (1990:VI) 11 . Como consecuencia, se absolutiza un modo de extender la identidad y se rechazan maneras plurales de hablar la lengua, hacer música, interpretar las tradiciones o habitar lo social-contemporáneo. Si esto fuera así se acabaría, en suma, obturando la posibilidad de modificar la cultura, la política y el saber, estableciendo, con ello, una permanente falta de capacidades socio-analíticas desde donde comprender y actuar sobre los constituyentes del actual despliegue del capitalismo, como de su particular clima cultural. Ya no basta, enuncia nuevamente García Canclini “(…) con decir que no hay identidades caracterizadas por esencias autocontenidas y ahistóricas, ni entenderlas como las maneras en que las comunidades se imaginan y construyen relatos sobre su origen y desarrollo” (1990:VII) 12 . En un mundo tan fluidamente interconectado, las sedimentaciones identitarias organizadas en conjuntos históricos más o menos estables (etnias, naciones, clases) se reestructuran en medio de grupos interétnicos, transclasistas y transnacionales, con lo cual los acoplamientos se vuelven cada vez más relevantes para eludir las categorías auto-centradas de la 10 Cfr. Baudrillard, J. 2002. Cultura y simulacro. Barcelona: Kairós. García Canclini N.: Culturas…/ Op.Cit., página VI. 12 Ibíd., página VII. 11 221 Pablo Martínez modernidad, tales como la identidad o el sujeto. Los conceptos de acoplamiento y la hibridación aparecen más dúctiles para nombrar no sólo las combinaciones de elementos étnicos o religiosos, o inclusive biológicos, sino también la de productos de tecnologías avanzadas y procesos sociales posmodernos, como la producción de conocimiento, los cuales se despliegan también desde la afinidad, por acoplamiento e hibridación. Lo atractivo de tratar del acoplamiento y la hibridación como un concepto afín al mestizaje, sincretismo, fusión y los otros vocablos empleados para designar mezclas particulares, tiene que ver con la posibilidad que éste se despliega como una posible lectura socio-analítica de lo social-contemporáneo. Tal vez la cuestión decisiva que el acoplamiento y la hibridación permiten en relación a los otros conceptos que designan la “mezcla” de lo social-contemporáneo, no es convenir cual de esos conceptos abarca más y es más fecundo, sino como seguir construyendo principios teóricos y procedimientos metodológicos que ayuden a volver al mundo de la fluidez social más traducible, comprensible y convivible en medio de sus diferencias. De esta manera se pueden reconstruir mapas socio-analíticos y socio-cognitivos que permitan una lectura en lo social-contemporáneo desde el acoplamiento y la hibridación en sus componentes societales y existenciales. El actual despliegue del capitalismo multinacional implica movimientos de estructuración y desestructuración de las sociedades pensadas anteriormente desde lo nacional y lo estatal, con ello la hibridación permite no sólo la homogenización de ciertos componentes y funciones sociales sino también la permanente y posible resignificación de lo que se acopla e hibridiza. Si existe algo como una “cultura global” es tan sólo para designar un particular clima cultural que deviene hegemónico, pero dicho clima cultural no es, ni mucho menos, una determinante unívoca e inmodificable de habitar lo social-contemporáneo, sino más bien un collage con posibles afinidades desplegado desde el acoplamiento y la hibridación. En este contexto, hay que considerar tanto las hegemonías culturales, como también las especificidades de cada acoplamiento en su producción de afinidades múltiples en lo híbrido, lo cual no consiste en proponer totalidades, sino en destacar la contingencia de toda producción semióticamaterial. Esto implica un ejercicio de desnaturalización, en tanto que las categorías socio-analíticas no surgen de hecho, ni de la naturaleza de las cosas, sino de las luchas semiótico-materiales concretas, con lo cual el despliegue del acoplamiento y la hibridación, en lo que de condicionamiento y determinación socio-cultural poseen, no es un movimiento determinista sino, por el contrario, es una “política de desnaturalización” de lo social-contemporáneo. Se trata precisamente de 222 Acoplamiento e hibridación complejizar lo dado como evidente, sea éste el capitalismo multinacional o una específica forma de concebir el saber. El acoplamiento y la hibridación, en lugar de considerar una diferencia como pura alteridad radical que se enfrenta a una identidad desde una postura dialéctica, se propone una que se deslice produciendo afinidades por acoplamiento dentro de otras diferencias. El acoplamiento permite que se conjuguen, por afinidad, heterogeneidades diversas donde lo híbrido no es un dato suplementario, sino la posibilidad de desterrar las maneras binarias de pensar la diferencia, en la medida que ésta no se piensa sólo como límite o separación entre dos entes o configuraciones socio-culturales específicas, sino como un entre, es decir como una especie de bisagra que fluye entre las fronteras produciendo afinidades por acoplamiento. El entre es el nuevo territorio producido por el acoplamiento y el despliegue de la hibridación y busca conjurar las propuesta de la identidad como unidad. Se busca eludir la posibilidad de constituir cualquier tipo de identidades esencializadas y naturalizadas, y producir afinidades por acoplamiento, móviles, pluritonales, desplegadas desde la posibilidad del cambio permanentemente, en la medida que la fluidez de lo social-contemporáneo promueve la movilidad de lo sociocultural al establecer como su territorio todo el entramado semióticomaterial de lo real-existente. En el actual clima cultural de posmodernidad el acoplamiento y la hibridación pueden constituir posibilidades socioanalíticas de registro de lo fluido y lo móvil, el pululeo es un relato de ello. Pablo Martínez Fernández Angol 22, Concepción,Chile astrolabio26@hotmail.com 223 Pablo Martínez BIBLIOGRAFÍA. BAUDRILLARD, J. 2002. Cultura y Simulacro. Barcelona: Kairós. BAUMAN, Z. 2003. Modernidad líquida. México: F.C.E. CONNOR, S. 2002. Cultura postmoderna. Introducción a las teorías de la contemporaneidad. Madrid: Akal. DELEUZE, G.1994. Lógica del sentido. Barcelona: Paidós. 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Buenos Aires: Amorrortu. 224 ALPHA N° 20 - 2004 Diciembre 2004 ISSN 0716-4254 www.ulagos.cl/alpha/Index.html DOCUMENTOS 225 226 ALPHA Nº 20 – 2004 (227-241.) EL ICEBERG DE ERNEST HEMINGWAY EN LA CAYERIA DE ROMANO Enrique Cirules En octubre de 1970 la casa Scribner's de Nueva York publicó una novela que Ernest Hemingway había escrito hacía más de veinte años. El viejo manuscrito conocido como The Sea Book aparecía ahora con el título de Islands in the Stream, libro estructurado como una trilogía de historias que se complementan, que se enriquecen y se modifican y que constituyen una de sus más apasionantes novelas. En la primera parte de —Islas en el golfo— los personajes están situados en una pequeña isla del grupo Bimini, al Este de La Florida. El segundo cuerpo de la novela transcurre en La Habana: Thomas Hudson ha regresado de una de las navegaciones que solía realizar y se encuentra en la Finca Vigía, poco menos que destrozado, con su gato, y sus recuerdos que se deslizan entre evocaciones, tristezas, y algunas disquisiciones, poco antes de dirigirse en un viejo auto hacia la ciudad. Se ha repetido que Hemingway se estuvo acercando al archipiélago cubano, con Joe Rusell y el yate Anita, desde 1929 1 . Su ánimo era recorrer la costa Norte de Cuba para dedicarse a la pesca mayor, y a tráficos y contrabandos de rones y alcoholes, pero, atraído por los esplendores de La Habana, comenzó a gustar de esa ciudad. En realidad, se aficionó hasta la desmesura por la capital cubana gracias a los continuados, permanentes y enloquecedores viajes que realizaba con el fin de encontrarse con una de las más imprevisibles y hermosas mujeres de esa época: Jane Mason. Jane era la esposa de Grant Mason, el gerente general de la Pan American para todo el Caribe. Los esposos Mason tenían una preciosa mansión en la ribera del Jaimanitas, a veinticinco minutos al Oeste de La Habana; casa de playa, en el alto ribazo, entre arenales; casa con grandes portalones desde donde se podía observar toda la caleta, a la vista de cantinas y hospedajes y de un pequeño embarcadero, en la misma desembocadura del río Jaimanitas. Quienes conocieron a Jane Mason aseguran que poseía una maravillosa figura. Era alta, sorprendente, elegante, con una abundante 1 Mc'Iver, Stuart B. 1995. Hemingway's Key West. Sarasota, Florida: Pineapple Press, Inc. 54. 227 Enrique Cirules cabellera de color fresa que, en ocasiones, solía caer como al descuido sobre su frente, sobre todo, cuando mostraba una apariencia mansa, sosegada, algo que no se correspondía con la realidad. Comenzaban, así, para el escritor, sus estancias en La Habana, antes de instalarse definitivamente en Cuba. Es en los primeros años de la década del 30, con la esplendorosa Jane Mason, cuando se inicia el mito que tanta raigambre alcanzaría entre los cubanos, como si, poco a poco, Hemingway se fuera adueñando de plazas, de embarcaderos, de calles y bares, cantinas y restaurantes, de hoteles y sitios costeros 1 . Hemingway también conoció, por entonces, a Mayito Menocal, un joven cubano, hijo de un ex presidente al que todos le decían El Mayoral. Mayito tenía acceso a una formidable embarcación: al yate de los Menocal, llamado Las Delicias, embarcación de casi treinta metros de eslora, excelente para navegar en la mar gruesa. Las noticias de que Hemingway se encuentra realizando navegaciones hacia la cayería de Romano se remontan a 1930. Estas expediciones, unas veces en el yate Anita, con Carlos Gutiérrez o Joe Rusell, y, después, en la goleta Las Delicias, en compañía de Jane Mason, llegarían a alcanzar incluso la altura de Punta Lucrecia. Es por esa época cuando se produce el primer arribo de Hemingway y Mayito Menocal a la ensenada de El Guincho, en San Fernando de Nuevitas; y entre los personajes que hicieron contacto con Hemingway en la cayería de Romano se encontraba un hombre al que todos conocían por Caciano. Este hombre solía afirmar que con Hemingway había recorrido cayo Romano varias veces. Hemingway montado y Caciano a pie. Hemingway con una escopeta del calibre doce y Caciano con la jauría, en busca de una buena pieza. Los pescadores y tortugueros ya tenían conocimiento de que un norteamericano estaba recorriendo aquella costanera, desde cayo Guillermo a Sabinal; pero pensaban que sólo se trataba de un aventurero, y no de un escritor ya famoso. Eran tantos los rumores que, en 1934, algunos personajes radicados en la villa de Caibarién trataron de negociar con Hemingway el derrotero de un entierro pirata 2 . Hemingway había regresado de África. Había dejado a Pauline Pfeiffer en Key West y con el recién construido yate Pilar, iniciaba un magnífico estreno, navegando por la costanera Norte del Camagüey, y no precisamente en busca de agujas. Hizo este viaje en compañía de la 1 Cirules, Enrique. 1999. Hemingway en la cayería de Romano. La Habana: Mención Casa de Las Américas 2 Pernas, Naftalí. 1997. "Ponencia" presentada al II Encuentro Internacional Ernest Hemingway. La Habana 228 El iceberg de Ernest Hemigway esplendorosa Jane Mason, viaje que se extendió a lo largo de cuatro meses, entre julio y octubre de 1934. En un primer momento recorrieron toda la cayería y fueron a echar ancla sobre la ensenada de El Guincho, en el mítico embarcadero de San Fernando de Nuevitas. Se sabe que estuvieron alojados en el hospedaje de la Colombiana y que luego abordaron el tren que los condujo a la ciudad de Camagüey; ciudad de calles torcidas, adoquinadas; con muchas plazas, iglesias y conventos. Ciudad de sabia y exquisita cultura, de afamados guerreros y célebres poetas. Después, continuaron hacia el central Santa Marta, para instalarse en la casa solariega del batey. En los días de mar gruesa, cuando sobrevenían los duros vientos del Este, o las ráfagas huracanadas del Norte, era normal que Hemingway permaneciera varios días al reparo de alguna caleta de Romano. Entonces, bajaba a tierra para conocer de los pantanos y tremedales y podía admirar los espacios arbolados del cayo y sus bajas colinas, y el ganado cimarrón que se espantaba al paso del pie humano, y las manadas de puercos salvajes; y los perros jíbaros, aullando, ladrando, enfurecidos, y ese paisaje rojizo que se divisaba contra la costa, cuando alzaban vuelo miles de flamencos. Allí, los caballos enanos crearon una verdadera leyenda. Se les podía observar en los pastizales. Estos caballos llegaron a cayo Romano a finales del siglo XIX, a causa del naufragio de un vapor que navegaba hacia Venezuela, conduciendo a un circo gitano. Hemingway también asistió a esa otra leyenda que arrastraba la fundación de una villa al Este de cayo Romano. Se trataba de una pequeña ciudad fundada por emigrantes franceses, con un embarcadero y dos o tres almacenes de piedra caliza en el alto ribazo y algunas tabernas y cantinas que extendían sus balcones y terrazas hacia la mar 3 . Pero, cuando Hemingway arribó por primera vez a la antigua ciudad de los franceses, en los años iniciales del 30, sólo observó chozas ocupadas por pescadores, restos de solitarios tocones a la orilla del mar, y ruinas de paredes y cimientos roídos por la lluvia, el aire salino y la resaca. Lo que sí encontró Hemingway en la cayería de Romano fueron pescadores y tortugueros con una extraordinaria cultura marina. Por esa época, Hemingway también inició sus expediciones hacia tierra adentro, hacia la comarca camagüeyana. Fueron visitas furtivas, gracias a las iniciativas de Mayito Menocal, cuya familia regenteaba intereses azucareros en el sur de Camagüey. Fue después de concluir Por quién doblan las campanas que Hemingway realizó una de las más extensas visitas que hiciera al 3 Cirules, Enrique. Hemingway en la cayería de Romano, op. cit. 229 Enrique Cirules Camagüey; y entre sus papeles, traía el original de The Great Crusede, novela del alemán Gustav Regler. Regler le había pedido que revisara su novela, pero lo que no estaba previsto era que Hemingway pasara más allá de una lectura y de hacerle algunas recomendaciones; o quizá darle alguna ayuda para que la novela fuera publicada. Lo que nadie esperaba era que se pusiera a trabajar en el prólogo de esa novela, primero en la casa solariega del batey de Santa Marta, después en el cuarto piso del Gran Hotel de Camagüey y, finalmente, en una habitación con grandes ventanales, en un restaurante y hospedaje conocido como El Gato Negro, en el afamado embarcadero de El Guincho. En San Fernando de Nuevitas confluían por entonces los más insólitos personajes y circunstancias. Unos de paso y otros radicados en las pequeñas ciudades de norteamericanos y europeos fundadas a principio del siglo en el extenso valle de Cubitas. Por esto, era usual que Hemingway se encontrara en el puerto con aventureros, jugadores, borrachos, pistoleros frustrados, truhanes que pasaban una noche en el embarcadero y salían al otro día en el tren del alba, para visitar algún pariente o amigo en alguna de las pequeñas villas radicadas en la llanura camagüeyana. En La Gloria City (la mayor de las ciudades de norteamericanos en Cuba) se podía observar todavía un cierto hálito de grandeza, sobre todo en el empaque que solía mostrar el hotel de Mrs. Neustel 4 . Pero de todas esas ciudades de emigrantes, la que siempre despertó el mayor interés en Hemingway fue una villa que habían edificado los alemanes. La mítica Palm City, a ocho millas al Oeste de La Gloria City. Los alemanes habían desplegado en Palm City toda su creatividad. Esa pequeña ciudad poseía escuelas, iglesias y comercios, y sus calles fueron trazadas en perfecto orden, con un toque de buen gusto, de una belleza excepcional. Era una ciudad de agricultores que poseía hasta una breve torre con su reloj, y un parque, y calles sombreadas por almendros y flamboyanes, además de varios aserraderos y la buena cerveza que solían destilar en las bodegas caseras. Hemingway nunca resistió la tentación de acoderar su barco en el embarcadero de El Guincho. En el mismo ribazo, a un costado del muelle de los Carreras, se encontraba la taberna de Agustín; y del otro lado, a sotavento, esa especie de hospedaje y cantina, con espaciosos corredores, terrazas y balcones, regentado por una mujer a la que todos conocían como la Colombiana. Luego venía una calle de piedras y los grandes almacenes coloniales, construidos con cales y piedras coralinas, cubiertos con 4 Cirules, Enrique. 1988. Conversación con el último norteamericano. La Habana: Letras Cubanas. 230 El iceberg de Ernest Hemigway techumbres de tejas. La pequeña ciudad ascendía por la colina, con sus calles adoquinadas y sus aleros rojizos, entre los verdores de la vegetación, hasta coronar aquella elevación donde comenzaba el parque de San Fernando de Nuevitas, con su antigua iglesia amarilla. Esta era (y es) mi villa, mi puerto, mi cayería. La zona donde nací y están presentes mis recuerdos de infancia, adolescencia y juventud. Nací en un barrio de pescadores y conocí a varios de los personajes que entraron en contacto con Ernest Hemingway antes de la Segunda Guerra Mundial. Sabía de Antoñico el Isleño; de los recuerdos del viejo Antonio; de lo que narraba un legendario montero, al que todos conocían por Caciano; y las evocaciones que solían hacer los pescadores, aventureros y emigrantes que concurrían a las tabernas del Guincho 5 . El embarcadero que Hemingway comenzó a visitar era sitio de experimentados pescadores, tortugueros y navegantes, en un puerto donde, tan pronto como se inició la guerra mundial, resultaba normal la presencia de numerosos cargueros, buques de la armada, veleros de altura, goletas y bergantines. Era usual que en las tabernas, o en el hotel de los Filgueras, o en el esplendor que mostraba el restaurante El Gato Negro, uno pudiera encontrarse con capitanes de buques mercantes, jugadores, comerciantes, funcionarios de compañías internacionales, emisarios de bancos, alemanas de Palm City, aventureros y estafadores, burgueses locales, dueños de fincas, terratenientes y colonos. Había gente ilustre del Camagüey; y viejos marinos de cualquier rincón del mundo y, sobre todo, muchos viajeros: europeos y norteamericanos de las ciudades fundadas en el valle de Cubitas y hacendados, ganaderos y azucareros, llegados en el tren del amanecer, para regresar a la ciudad en el expreso de la tarde. De todos los testimonios que sobre Ernest Hemingway ofreció el embarcadero de San Fernando de Nuevitas, el que más sentimiento de admiración poseía fue el que siempre trasmitió Agustín el Tuerto. Su taberna, como ya se dijo, se encontraba a barlovento de aquel enorme muelle de madera, testigo de pasados esplendores. Del otro lado, a sotavento, estaba el hospedaje de la Colombiana. Eran dos edificaciones casi gemelas, que se extendían hacia el mar sobre tocones, con cantina, restaurante, hospedaje, y amplias terrazas de madera cruda asomadas a los rumores de la mar. El hospedaje de la Colombiana era el de mayor esplendor y siempre resultó para mí el sitio más escabroso. Aquella mujer silenciosa, hermética, regentadora de una edificación construida con robles, cedros y caobas, un gran salón y la barra, y ocho o diez mesas con sus sillas, redes, un ancla 5 Cirules, Enrique. 1997. "Artículos: Hemingway". La Habana. Revista Cuba Internacional. Octubre-diciembre. 231 Enrique Cirules adosada a la pared, entre otras futilezas marinas, y una treintena de amplias habitaciones, de pisos muy pulidos, y ventanales que daban a los rigores de la brisa, lluvias y sales. Era este sitio el que poseía un mayor encanto. Además de un toque de misterio, por los célebres festines que solía ofrecer la Colombiana en los años de la guerra mundial, y por el hecho de que su establecimiento fuera visitado en varias ocasiones por el Hemingway. Sin embargo, debió transcurrir un cierto tiempo para que yo pudiera investigar algo que tuviera el valor de la certeza. Tuve que esperar a que todo aquello comenzara a resentirse, a desmoronarse, y a que la Colombiana diera muestras de una creciente indolencia. Empezó por engordar hasta la desmesura; se pasaba las mañanas y las tardes sobre un balance, en el extremo oriental de la terraza, mirando hacia la mar como si ya estuviera ausente. Hablar con ella fue un gran desafío. Sus respuestas (respuestas veladas por su imaginación) eran la terca manera de afirmar que ella nunca había tenido pasado. Resultó muy difícil sacarla de su negativa, como si ya todo lo hubiera olvidado, excepto esa estancia suya en tierra continental, en uno de esos caseríos a la orilla del Magdalena, a las mismas puertas de Barranquilla. De inicio, a la Colombiana sólo pude arrancarle una frase. Y eso bastó. Una única frase con la que dio por concluida la entrevista: "en los negocios, sepa usted, jovencito, nunca suelo hablar de mis clientes". Luego, quizás por los mismos azares de la existencia, la Colombiana empezó a entremezclar sus recuerdos y, entre ellos, se vislumbró un primer arribo de Hemingway en su barco: "aunque por entonces, cada vez que llegaba, lo que hacía era instalarse en la taberna de Agustín" (y la Colombiana mencionó algunos de los pescadores que se encontraban en el muelle), "y que anduviera con armas, no parecía". Y suspiró y se pasó una de sus manos por el rostro. "Volvería muchas veces más, como si fuera un navegante solitario, siempre con paso ágil, vestido a lo marino, igual que la vez que entró en el puerto para emborracharse en La taberna del Tuerto. Excepto en una memorable recalada, cuando fue hacia el mostrador y pidió la mejor habitación, con amplios ventanales que dieran a brisa marina." La Colombiana evocó a Hemingway, esa noche, en los días de la Segunda Guerra Mundial, en una espera interminable, y no fue sino hasta el otro día cuando apareció la estrella de cine que el escritor esperaba. Llegó muy temprano. Llegó en un auto de alquiler, desde el aeropuerto camagüeyano. La descripción (tanto la que hizo la Colombiana como la que hicieron más tarde algunos pescadores) era la de "una mujer alta, rubia, espléndida, 232 El iceberg de Ernest Hemigway con el rostro muy bonito, y dos grandes tetas". Nadie esperaba (y en esto tanto la Colombiana como Agustín siempre coincidieron) que Hemingway se mantuviera dos días en la habitación del hospedaje, pidiendo rones y hielos. Y pidió fundas y sábanas limpias; y ordenó abundante comida, en las mañanas y en las tardes. Y rones y botellas de vinos, siempre con las ventanas de la habitación abiertas a la brisa. Fue ya de noche cuando salieron a la terraza, para dejar el hospedaje y encaminarse hacia el restaurante El Gato Negro, el más exquisito sitio de toda la comarca. El Gato Negro se encontraba en un recodo del ribazo. Pero no era ni su hermosa barra, ni la gracia y elegancia que poseía el salón, lo que más le agradaba a Hemingway. Según Agustín, lo que más lo excitaba, era ese aroma irresistible que siempre brotaba de la cocina. Allí, en El Gato Negro, Hemingway pidió ostiones. Pedía mejillones. Pedía cangrejos moros. Masas de cherna, pulpos y camarones. Estofado de carey. Ruedas de peto en salsa, y escabeche de sierra, con una sazón de tres meses, con aceite, ajo y cebolla, pimientos y una hojita de laurel. Agustín solía afirmar que había conocido al "americano, ése" en 1930. Lo recordaba porque dos años más tarde un gran huracán azotó la costanera. Afirmaba, también, que era un hombre que casi siempre andaba contrariado, con muchos deseos de beber. Los submarinos alemanes aparecieron en la cayería de Romano a principios de 1942 y en una sola noche hundieron al tanquero Texan y al carguero Olga. Los hundieron en una zona conocida como "la estrechez", entre Faro Lobo y cayo Confites. En un lugar donde la Canal sólo alcanza doce millas de ancho. Justo en ese paraje, los submarinos iniciaron sus cacerías el 12 de marzo de 1942 6 . Hacía varios meses que Hemingway ya se encontraba preparando el yate Pilar para una de las más insólitas aventuras que escritor alguno emprendiera durante este siglo: sorprender a un submarino navegando sobre la superficie, atraerlo hacia el yate y, a golpes de granadas y fuego de fusiles y ametralladoras, someter a la tripulación y adueñarse de la valiosa información que de seguro traían. Tan pronto como se supo que los submarinos habían hundido a dos mercantes frente a los cantiles de Romano, Hemingway, con su yate (y los furibundos tripulantes del Pilar, armados con fusiles antitanques, explosivos, granadas de manos, ametralladoras y pistolas) dejó el extremo occidental de Cuba y se internó una vez más por aquellos parajes que tanto había explorado desde principios de los años 30, en compañía de Jane Mason y Carlos Gutiérrez. 6 Instituto del Libro. 1970. Indice Histórico de la provincia de Camagüey. La Habana. 261. 233 Enrique Cirules Esta vez, al llegar a la cayería de Romano, Hemingway conoció en detalle todo lo que había ocurrido: los barcos iban navegando de noche y fueron sorprendidos por los golpes de los torpedos. Los submarinos ya se encontraban allí, en la zona. No se trataba de un rumor, ni de la imaginería de viejos pescadores de la comarca. La noticia fue casi paralizante ¿cómo era eso de que los submarinos alemanes estaban hundiendo barcos tan cerca de las costas camagüeyanas? Sin embargo, la navegación que realizó el Pilar hacia estos parajes resultó muy tranquila. El escritor navegó con la nostalgia de encontrarse de nuevo con esa hermosa, agreste y fiera costanera, desde cayo Francés a la entrada de la bahía de Nuevitas. Entre mayo de 1942 y finales de 1943, el escritor volvería, una y otra vez, para permanecer recorriendo aquellos parajes durante varios meses. Según Agustín el Tuerto, las expediciones que Hemingway realizó por entonces nunca fueron propiciadoras de inquietudes ni de sobresaltos. Era cierto que los submarinos alemanes merodeaban por la zona; pero para Hemingway todo resultaba casi una fiesta. Era volver a observar esa línea de la costa y a penetrar de nuevo por los canalizos y quebrados, de Guillermo a Punta de Práctico; pero sobre todo, era navegar hacia ese enorme y misterioso cayo Romano, que siempre aparecía como algo difuso, en una costa llena de misterios. El viejo Fals (que, entonces, era casi un adolescente) ya se había acercado al yate en varias ocasiones. Había estado, incluso, sobre la cubierta y pensaba que el norteamericano perdía su tiempo y su dinero recorriendo aquellos sitios, sin resultado alguno. Pensaba, además, que se trataba sólo de un pescador y de un cazador. Debieron transcurrir casi veinte años: el escopetazo fatal, y los cambios que se produjeron en la cultura cubana (para la mayoría de los cubanos el Premio Nobel fue algo que sólo tuvo resonancia en la revista Bohemia), con la creación de editoriales cubanas que iniciaron la publicación sistemática de lo mejor de la literatura universal (y, por supuesto, las novelas y cuentos de Ernest Hemingway) para que el norteamericano que solía cazar y pescar en la cayería de Romano, empezara a ser conocido también como el extraordinario escritor que había marcado con su fuerza expresiva espacios sustanciales de la literatura contemporánea. En días muy especiales, en su taberna, Agustín aseguraba en sus conversaciones que de toda la guerra, lo que más había impresionado a Hemingway, eran esos campesinos alemanes que había conocido en Palm City: personas emprendedoras y discretas, dedicadas por completo a su trabajo, ahora perseguidos, detenidos y encerrados en campos de concentración. En Palm City sólo habían dejado a las mujeres y a los niños. 234 El iceberg de Ernest Hemigway Pero en agosto de 1942 estalló la guerra submarinista a la entrada del golfo, en la gran corriente que cruza entre La Florida y La Habana. Allí, los submarinos hundieron a varios barcos que se dirigían hacia Cuba 7 y los furibundos personajes del Pilar abandonaron la cayería de Romano y se dirigieron hacia el occidente cubano. Entre noviembre de 1942 y abril de 1943, Hemingway se mantuvo en zonas cercanas a La Habana. Pero, el 13 de marzo de 1943 los submarinos alemanes volvieron a realizar un ataque en la zona de Nuevitas. Interceptaron a un pequeño convoy que había abandonado la bahía. Eran dos buques mercantes, con varios barcos de protección: el tanquero norteamericano Nikeline y el carguero cubano El Mambí. El convoy fue sorprendido a pocas millas del faro de Maternillo( Congo Leiva 1984:215220). Hemingway volvió a la cayería de Romano a principios de junio de 1943, cuando ya sólo quedaba el mal recuerdo de la noche en que fueron hundidos en la Canal los dos últimos cargueros, para navegar, esta vez, con suma cautela. Navegaban durante todo el día y, al atardecer, penetraban en los fondeaderos, a la altura de cayo Coco y Paredón Grande, o al reparo de faro Maternillo. Fue en 1977, siete años después de haber sido publicada Islas en el golfo, que la Paramounth emprendió la filmación. Pero, en el cine, la novela de Hemingway perdió su autenticidad. Se convirtió en la difusa evocación de un pintor, en una casa de playa, en una isla del Pacífico, con varios bengalazos contra un embarcadero; y una mujer, y un avión que cruza por encima de un poblado de la costa; y unos niños, en una alcoba, en pelea con su padre; pelea donde se utilizaron almohadas de plumas, pasaje que quizá sea el más dramático de los agregados y suplantaciones, no presentes en la obra del escritor 8 . En el film se suprimió todo lo que tuviera que ver con la fabulosa Habana. Fue castrado, además, el esplendor del Floridita, con sus aventureros y mujeres de época. Sobre todo, se suprimió la cayería de Romano; se suplantaron los paisajes marinos más deslumbrantes del mundo: sus lagunas internas, arrecifes, y los extensos y paradisíacos arenales, y esa mancha rojiza de los flamencos sobre la costanera, a la vista de los más preciosos fondos coralinos, llenos de matices y encantos. La tercera parte de la novela —que Hemingway subtituló En alta mar— tampoco fue respetada. En la película está ausente la persecución de los submarinistas alemanes por los desconocidos parajes del Norte de 7 Chongo Leiva, Juan. 1984. La muerte viaja con pasaporte nazi. La Habana: UNEAC. 165188. 8 Schaffner, Franklin J. (Director). 1972. Island in the Stream. PARAMOUNT (105 minutos). Productores: Peters Bat y Max Paleusky. Guionistas: Denne Bart y Petit Clerc. 235 Enrique Cirules Camagüey. El antifascismo de Thomas Hudson (el antifascismo hemingwayano) se convirtió en las peripecias de un contrabandista de emigrantes judíos, que huye con su yate por un impreciso canalizo rodeado de mangles, perseguido por una lancha de la marina de guerra, entre ráfagas de ametralladoras, bombazos, y fuegos de artificios. La más autobiográfica de las novelas de Hemingway resultó en el cine algo frustrante. Gracias a la reconstrucción que Hemingway realizó en Islas en el golfo uno puede recorrer con exactitud sus sitios y parajes preferidos. Sobre todo, se puede navegar por la cayería de Romano como si la novela fuera una verdadera carta náutica, desde el Este de Faro Lobo a los cantiles de Romano, para arribar a los alrededores del cayo de Media Luna, y entrar en ese laberinto de bajos, canalizos, retingas, manglares, pantanos y confusos islotes (por los que Hemingway nos conduce), antes de entablar combate con los submarinistas alemanes. En esta extensa novela sólo hay un instante en que el lector informado puede sentir una inquietante interrogación ¿de dónde extrajo Hemingway esa historia de un submarino alemán que averiado fue a perderse sobre el Banco de las Bahamas, a la altura de San Fernando de Nuevitas, y a cuyos submarinistas Thomas Hudson comenzó a perseguir después que los alemanes realizaron una masacre en un cayo, y se apoderaron de dos botes tortugueros? Las memorias de la Segunda Guerra Mundial sólo registran en América el hundimiento de dos submarinos alemanes. El que ocurrió en los arrecifes cercanos a cayo Mégano Chico, sobre el borde del Canal de San Nicolás, muy al Oeste del archipiélago camagüeyano, acontecimiento que, en todos sus detalles, fue difundido por la prensa de la época. Conociendo los métodos que solía utilizar Hemingway a la hora de construir sus historias novelescas, es imposible que se inspirara en un hecho más que conocido. No tenía sentido escribir una novela con una historia que había recorrido el mundo y en la cual, ni remotamente podía admitirse la posibilidad de que los submarinistas pudieran haber salido a flote y menos alcanzar el Banco de Las Bahamas. El segundo hundimiento de un submarino alemán ocurrió frente a las costas del Brasil ¿es que acaso el submarino de Islas en el golfo es sólo y únicamente una ficción hemingwayana? ¿Se trata de un submarino que Hemingway creó en su imaginación? Sin embargo, en la novela, Hemingway nos desliza una clave, un código, un cierto rastro, cuando —no lejos de la playa donde los alemanes se apoderaron de los botes tortugueros— Thomas Hudson dice: - ¿Dónde crees que perdieron su propio barco, Tom? -preguntó Ara. 236 El iceberg de Ernest Hemigway - Se apoderaron aquí de estos botes y liquidaron a esta gente hace una semana, digamos. Así que debe ser el que se atribuyó Camagüey. Pero llegaron hasta las inmediaciones de aquí antes de perderlo. Con este viento no echaron al agua botes de goma 9 . Hemingway asegura, aquí, la existencia de un tercer submarino, hundido o averiado por la base de Camagüey: "el que se atribuyó Camagüey". Y, a pesar de los años transcurridos, cuando uno comienza a registrar en la memoria histórica, en los hechos y acontecimientos que se produjeron en la cayería de Romano durante la Segunda Guerra Mundial, entre los rumores, mitos y realidades que confluyeron por entonces en el embarcadero del Guincho, enseguida se hace presente la historia de un tercer submarino que protagonizó un célebre combate a tres millas de faro Maternillo. Fue un combate entre un submarino y un buque mercante, el carguero Dominous. Pero esa acción fue silenciada de manera oficial, quizás por eso de que ¿cómo era posible que un mercante pudiera hundir a un submarino tan cerca de las costas del Camagüey? La noticia no circuló en la prensa de la época. Aquella acción de guerra se convirtió en un rumor. En algo que nunca las autoridades navales llegaron a confirmar, aunque los marinos y pescadores vieran cómo al otro día el Dominous penetraba en el puerto y echaba ancla frente a la ensenada del Guincho con las mamparas y el puente de mando acribillados por la metralla. Fueron días de mucha inquietud. Y, también, de grandes festejos para celebrar un acontecimiento que pasaría con rapidez a la memoria colectiva. Los festejos se organizaron en la casa de mis parientes, los Cruz, una casa de bajo puntal y techo de tejas. La fiesta se inició por la sala y recorrió toda esa largura de la casa, de los cuartos a la cocina; del bajo comedor hacia el patio. Se extendió por debajo de los árboles y cocoteros. Se derribaron cercas y se trajeron mesas y sillas. Y el viejo Cruz, con Perico, el mayor de sus muchachos. Y el Chino y Andresito, el Habanero, asaron dos lechones debajo de un tamarindo con brasas de yana y hojas de guayaba, sazonado con un mojo de ajo y toques de lima y limón. Y tío Pedro se encargó de fiscalizar el suculento punto del asado, en tanto que aparecían las guitarras y comenzaban las canciones, y alguien traía varias cajas de cerveza Hatuey y algunas botellas de caña, y volaba el aviso para que los amigos y compinches de los Cruz se instalaran en la casa. Fue una gran parranda, con bebidas, comidas y canciones; y el estallar de los voladores y cohetes rastreros que fabricaban los chinos de la 9 Hemingway, Ernest. 1972. Islas en el golfo. Madrid: Alianza Editorial. 349. 237 Enrique Cirules comarca. La noticia se extendió como la pólvora, tan pronto como los tripulantes del carguero desembarcaron por el muelle de Carreras. Los primeros brindis se ofrecieron en la taberna de Agustín. Luego, el capitán y el primer piloto, y el sobrecargo, y el jefe de máquina, se trasladaron hacia el hospedaje de la Colombiana donde comenzaron a descorcharse vinos y champanes y algunas botellas del mejor coñac español. De allí, en hombros, los condujeron hacia las marquesinas del hotel de Filgueras, mientras los marinos ofrecían diversas historias y abrían los brazos hasta la desmesura para graficar la presencia de aquel submarino. Después se despidieron de uno y otro sitio, de toda la gente que se había reunido en los portales del hotel Pasaje, de la multitud que se congregó frente al Baturro. Y salieron como en una turba hacia la casa de los Cruz donde se empezó a beber, a comer, y a rumbear; y se cantó de todo lo bueno y maravilloso de esa época. Algunos casi observando, en la imaginación, cómo aquel submarino se deslizaba por entre la niebla, para mostrar su enorme torreta desde donde abrieron fuego con una ametralladora 50, que el artillero del carguero se encargó de silenciar. Sin embargo, nadie pudo borrar el recuerdo de aquel carguero. Se trataba de un mercante muy conocido entre los pescadores y tortugueros de la comarca, que solía arribar casi todos los meses a puerto Tarafa. Y era comprensible que su capitán conociera las corrientes y el influjo de las mareas, por lo que esa vez decidió penetrar en puerto sin pedir ni esperar práctico en las afueras de Maternillo. El resto del convoy ya se encontraba anclado en los fondeaderos. Y el capitán, sabiendo que su barco arribaría a Punta de Práctico a la medianoche, se dejó rodar con la corriente, seguro de que si aprovechaba el llenante, podía entrar sin novedad en el puerto. Era algo más que conocida la presencia de los submarinos en zona, así que, tan pronto como el carguero llegó a la altura de faro Maternillo, el capitán ordenó apagar las máquinas, justo cuando ya uno de los submarinos había escuchado en el sonar la propela del mercante. Los alemanes comenzaron a rastrearlo. Mas, al rato todo ruido cesó y eso introdujo lo imprevisible en la cacería que el submarino se había propuesto. Eso, y una nueva circunstancia, vino a complicarlo todo: ni el submarino ni el mercante esperaban que esa noche se desatara una intensa niebla, cosa que trastocó los planes de ambos: ahora ni el mercante podía entrar a puerto ni el submarino localizarlo. Aunque el Dominous se encontraba a la vista de faro Maternillo, al submarino no le quedó otra alternativa que rastrearlo. Los alemanes estuvieron observando. Poseían la información precisa: aquel mercante se presentaría en la boca del canal antes del amanecer; pero con esa niebla y 238 El iceberg de Ernest Hemigway aquella corriente, y la impresión que resultaba de la ausencia del rumor de alguna propela sobre el mar, en un gesto de impaciencia, optaron por salir a flote. Emergieron destilando agua, espumas y sales, en medio de la niebla, para encontrarse que estaban casi sobre la misma proa del carguero. Todo ocurrió con suma rapidez. Desde el submarino, mientras realizaban las maniobras con las que se iban a sumergir de nuevo, abrieron fuego con ametralladoras del calibre 50. Las mamparas de proa y las planchas del puente de mando del mercante resultaron acribilladas; y, en medio de la balacera, el oficial artillero encargado de accionar la pieza que traía el buque en la proa, corriendo bajo las balas, subió por la escalerilla y disparó el cañón de tres pulgadas cuando el submarino estaba a medio sumergirse. Esta es la historia real. Historia no conocida, pero fijada en el memoria, en el mito, en la leyenda de la comarca, del submarino que averiado pudo atravesar el Viejo Canal de Las Bahamas, para situarse sobre uno de los bancos de arena, a la altura del faro de Maternillo. Una buena historia para Ernest Hemingway. Es así como, guiados ya por la mano firme del escritor, los tripulantes abandonan el submarino en algún bajo fondo y se desplazan hasta el ribazo de un cayo arenoso, donde se encontraba el pequeño caserío en el que asesinaron a los tortugueros y se adueñaron de los botes que Thomas Hudson comenzó a perseguir, con la certeza de que se dirigían hacia la cayería de Romano. Tal y como andaban las cosas, todo estaba ya dispuesto para que Ernest Hemingway (Thomas Hudson) iniciara la persecución de los submarinistas alemanes. El primer cayo al que Hudson arriba con su yate, sobre la costanera cubana, es cayo Confites. Desde antes, en la profundidad de la Canal, ha tenido la fantástica visión de observar tierra en el amanecer. Y lo que ve de Romano, en un instante "es un borrón bajo y cuadrado, como si el pulgar de un hombre hubiera pasado tinta aguada contra el cielo que se iluminaba" (Islas en el golfo 356). En la novela, el escritor nos conduce por toda la cayería hacia el Oeste. Dejan por detrás cayo Cruz y cayo Mégano, presintiendo la proximidad de cayo Coco y de los tortugueros de cayo Antón, a la vista de esa larga y quebrada línea de Romano, con sus numerosos cayos intermedios y las extensas lagunas, cerradas por una fiera barrena coralina. Uno puede observar el intenso verdor de cayo Guillermo, en busca de la gran bahía de Buenavista y navegar hasta la misma cabecera del cayo de Media Luna, con el pecio en el extremo occidental. Navegan lentamente, presintiendo toda suerte de peligros, con la idea de echar el ancla a la altura de cayo Contrabando; o a sotavento del propio 239 Enrique Cirules Contrabando, en ese rumbo donde el canalizo se hace cada vez más estrecho. Thomas Hudson es ahora quien se encuentra dominado por la incertidumbre ¿por cuál de los dos canalizos pretendían los alemanes salir a esa enorme bahía de Buenavista? ¿por el Canalizo de Baliza Nueva o por el Viejo Canalizo de las Balizas? Han pasado más de cincuenta años y estos canalizos ya no son los mismos, en estas costas de grandes huracanes, de grandes corrientes, de fuertes y permanentes tormentas locales, capaces de barrer con bajos, de cambiar de sitios los bancos de arena, desde los lejanos tiempos, cuando Hemingway comenzó a navegar por la zona de Romano en compañía de la fascinante Jane Mason y el experimentado Carlos Gutiérrez. Ahora es difícil precisar si durante la Segunda Guerra Mundial el Canalizo de Baliza Vieja era capaz de dar paso a un yate como el Pilar; pero, no hay dudas de que Hemingway conocía muy bien estos parajes. Las descripciones de la persecución de los submarinistas alemanes en Islas en el golfo nos conducen irremediablemente al Canalizo de Baliza Vieja. Un canalizo estrecho, tortuoso, asediado por mangles, con muy poca o ninguna visibilidad a cincuenta metros por delante. El sitio ideal para una emboscada. Hemingway conocía a la perfección este canalizo. Tuvo que haberlo navegado con el Pilar en alguna ocasión. Lo recorrió muchas veces con el bote auxiliar, cada vez que se dirigía hacia el poblado costero de Punta Alegre o a la isla de Turiguanó, lugares que tanto conocía. No sería extraño tampoco (no sería la primera vez) que cambiara o deslizara una y otra acción hacia un preciso marco geográfico, de acuerdo con las exigencias del relato. El hecho es que, a diez minutos de iniciada la persecución, ya el Pilar se encontraba varado. Al subir la marea el yate comenzó a moverse y Thomas Hudson se dispone a continuar con aquella insólita persecución. Ahora en busca de lo desconocido (con el chinchorro por delante) marcando, sondeando el Canalizo de Baliza Vieja. El chinchorro con Ara y Guillermito, tan excitados; sobre todo Guillermito, con ese ojo de vidrio que en ocasiones parecía como si transpirara. Al entrar el Pilar por el angosto y desconocido Canalizo de Baliza Vieja, Thomas Hudson (y el resto de la tripulación) ya se encuentran dominados por esa tensión que siempre se instala antes de producirse un combate, aunque ahora nada pueda impedir que sean los alemanes los que abran fuego contra el yate. 240 El iceberg de Ernest Hemigway Se generaliza el combate a orillas del Canalizo de Baliza Vieja y como es demasiado el poder de fuego del yate de Thomas Hudson, todos los alemanes resultan muertos. Pero Thomas Hudson, el Hemingway pintor, ha sido gravemente herido desde un primer instante y, cuando ya todo está por concluir, experimenta la cercana presencia de la muerte. Por fin el yate logra salir a la gran bahía de Buenavista, dejando por detrás ese enjambre de cayos y el célebre Canalizo de Baliza Vieja. A lo lejos se divisan las sierras, aquéllas que se encuentran detrás de la isla de Turiguanó pero, ahora sólo tienen dos sitios a donde dirigirse: al central Punta Alegre o continuar navegando por esa inmensa laguna, en busca del cayo Francés, donde se encontraba por entonces una base de la marina de guerra. Así es como, después de tantos años, ahora volvemos con el mito de los submarinos alemanes. Volvemos con los olores de las flores silvestres. Cada vez que uno se llegaba con el viejo Antonio al canalizo de cayo Guillermo se podían observar las aguas de un verde claro, matizadas con distintos tonos del azul, y en el horizonte las manchas rojizas de los flamencos. Los lirios silvestres crecían en los ribazos del cayo de Media Luna. Y había hicacales y cocoteros y una flora exuberante, exótica. Y también se podían distinguir los altos pinos que marcaban las cacimbas y un perfume de flores que se deslizaba hacia la mar. Luego volvíamos al puerto, a encontrarnos con los míticos pescadores que resguardaban sus barcas en el embarcadero del Guincho. Volvíamos con un montón de historias y Agustín era quien nos recibía en la barra de su taberna. Todo eso muy de mañana, con las manchas de los peces que aparecían antes del amanecer. Las manchas de sardinas eran enormes y se desplazaban perseguidas por las giguaguas y detrás, a dentelladas, algunos tiburones. Resultaba un gran festín, entre esos dos grandes muelles de madera, y la pequeña ciudad que ascendía por la baja colina, con sus calles de piedras y sus tejados rojizos y el verdor de los cocoteros. Y podían oírse los chillidos de las gaviotas y los pelícanos. Y el ruidoso aleteo de peces tan cerca del ribazo. Enrique Cirules. Calle F, N° 22 apartamento 105, E/1 n y 3 au Vedado Habana C. P. 10-400 Cuba cirules@cubarte.cult.cul 241 242 ALPHA Nº 20 – 2004 (243-263) DIÁLOGOS EN UNA NOVELLA DEL “DECAMERÓN” CASTELLANO (SIGLO XV): ALCANCES MORFOSINTÁCTICOS José Blanco J El Cod. J.ij.21 de la Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial constituye el único manuscrito conocido de un texto castellano del s. XV del Decameron de Giovanni Boccaccio. Elaboré un estudio al respecto, publicando incluso una parte anotada del texto (Blanco 1977a), y sigue siendo mi intención llegar algún día a proponer una edición crítica completa. En todo caso, el principal error filológico por mucho tiempo fue considerar el texto del Decameron como único. En efecto, la mayoría de los que se ocuparon del tema consideraron que éste correspondía al publicado por Fanfani, que copiaba el Cod. Mannelli, considerado como Ottimo. Fue Vittore Branca quien, cotejando otros códices (Branca 1950) propuso una nueva edición y —sobre todo— Charles S. Singleton (Singleton1955) quien llegó a proponer varias redacciones, clasificando los manuscritos disponibles. El tema es apasionante y forma parte de una investigación acerca de los autógrafos boccacescos, que algún día espero terminar. Con todo, yo también pensé en un principio que las variantes de la traducción castellana del s. XV eran el producto de adaptaciones del traductor (Blanco 1977), pero ya no me cabe duda que éstas estaban presentes en el original desde el que se traducía que, sin duda, pertenecía a un ramo secundario de la tradición. El descubrimiento de la autografía del Cod. Hamilton 90, por Alberto Chiari (Chiari 1948; 1955; 1961; 1979), y la demostración de la misma, por Pier Giorgio Ricci (Ricci 1962a; 1962e; 1985), ya ha sido tratada por mí en un artículo que considero resolutivo (Blanco 1994). En el caso del texto escurialense, lo que falta es —precisamente— encontrar el antígrafo (o, por lo menos, la rama) del texto traducido. Y ésa es una tarea ímproba por su extensión, a pesar de que la actual tecnología y el olfato codicológico pueden prestar una gran ayuda. De hecho, el primer paso consiste en buscar las variantes que ya han sido encontradas por los que siguen estudiando el problema. Y ése es un trabajo que requiere de un análisis novella por novella. 243 José Blanco Por ello, he querido aprovechar la ocasión de este ejercicio de puntuación, morfosintaxis y el establecimiento de los diálogos de los personajes para revisar una de estas novellas entregando un texto crítico definitivo. Escogí una de las historias de Calandrino, porque permite reconstruir la técnica del diálogo boccacesco, que se encuadra en el estilo de las beffe comunales. De la preñez del pyntor Calandrino (reproducción diplomática del texto): asaz es ya de suso mostrado claramente quien fue el pintor calandriano e los otros de quien en la presente nouella se cuenta e por ende syn les mas especificar por nonbres digo que asi fue que una su tya de calandriano que murio e dexole en su testamento dozientas libras de moneda / menuda de las quales calandriano que era ome liuiano e de mal sentido començo a fazer segunt muestra e dezia que queria de aquellos conprar una posesion e tentaua e llamaua a conpras quantos solares auia en florençia asi como si touiera ciento mill florines de oro bruno e bulfamaco e los otros dos pintores que asaz maliçiosos e burladores eran que auian sabido esto e por pieça de vezes le avian dicho quel faria mejor seso en darse de buen tienpo con aquellos dineros e folgarse con sus amigos que non conprar tierras nin heredades pero no podieron tanto fazer que a ello lo troxiesen por ninguna arte nin engaño nin solamente que una vez les quisiese conbidar de lo qual ellos mucho se doliendo acaesçio que veno un su conpañero asi en el ofiçio como en la maliçia llamado aello con aquellos acordaron como aferrarian las uñas en los dineros de calandriano e auida la ynuinçion dello determinando lo que auian de fazer otro dia en la mañana aguardando quando calandriano salio de casa bello se fizo al encuentro e saluandolo le dixo buenos dias calandriano e bello parandose un poco e como marauillado e atentolo e començole a mirar el rostro e calandriano le dixo que guardas dyme dixo bello has auido esta noche algunt mal que non me paresçe que tienes buen gesto calandriano que muy auisado non era començo a dubdar e dixo ay de mi e que te paresçe a ty que yo tenga paresçeme dixo aquel que estas muy demudado de qual sueles pero por ventura non seria nada e dicho esto pasose e dexolo de lo qual calandriano quedo muy themeroso pero fue camino e como ya entre ellos estaua ordenado bulfamate lo encontro e despues que un poco fablo con el preguntole como se sentya yo non siento nada dixo el es verdad que agora poco ha que vello me dixo que yo le paresçia demudado puede ser que yo 244 Diálogos en una novella de “Decamerón” tenga algo por çierto dixo bufalmeto mas que algo devria ser lo que tienes ca verdaderamente tu me paresçes medio muerto calandriano oyendo esto tomo tanto miedo que el se creya tener una grande fiebre e bruno / el terçero pintor antes que oyese lo que ellos dezian dixo calandriano e que gesto es ese que tu tienes e por çierto tu no has color de ome biuo o que es lo que sientes aquel sinple ome veyendo todos aquellos concordar en una razon dando mas fe a lo que ellos dezian qua a lo quel sentya creyo syn otra dubda quel estaua muy mal e como fuera de si les pregunto que les paresçia que deuia fazer a mi paresçe dixo bruno quel remedio es este que tu luego te tornes a casa e te eches en tu cama e faste muy bien cobryr e enbia las aguas a maestro symon e el te dira lo que deues fazer ca las dolençias sy con tienpo non son remediadas por ventura despues son graues e aun ynposybles de curar por ende tu deues fazerlo asi e nosotros yremos contigo porque si nuestro trabajo te sera nesçesario nosotros lo faremos de grado e asi todos juntos con el que sobre veno se fueron con calandriano a su casa e el se entro a su camara e se echo en su cama e diziendo a su muger cubreme bien que syn dubda yo esto muy mal e despues que echado e bien cubierto fue enbio sus aguas al fisyco el qual entonçes estaua al mercado viejo e bruno como vido leuar las aguas dixo a los otros dos quedad vosotros aqui e yo le yre ver lo quel fisico dize e yo le enformare del fecho e por ventura lo fare venir aqui e calandriano le dixo por dios conpañero e amigo mio que tu vaias luego e dime como el fecho esta ca verdaderamente yo me siento bullyr non se que cosa en el cuerpo dentro bruno que era maliçioso de aquella palabra tomo avisamiento para lo que deuia fazer e ynformar al fisyco e andando quanto pudo llego a maestro symon a quien la moça auia ydo con el orinal e ynformole de todo el negoçio por lo qual como la moça vino el miro las aguas e dixole vete ca yo soy luego alla e di a calandriano que este bien cobierto ca como alla sea le dire lo que deue fazer e dende a poca de ora el fisico e bruno llegaron a casa de calandriano / e entrando en la camara el fisico se asento ala cabeçera de la cama e dixo que le queria ver asi el pulso como el aspecto del e desque bien lo ouo visto estando ally la muger de calandriano que auia nonbre thesa maestro symon estouo una grande pieça pensando e faziendo senblante e muestra que el estaua muy marauillado e de otra parte como que avia vergueña de lo dezir pero a la fyn faziendo muestra que contra su voluntad lo dezia dixo verdaderamente calandriano yo non esto dubdando de dezir lo que desta enfermedad yo siento ca ello a mi nin otro medico non es nueuo nin estraño ca en muchos libros de la medeçina es escripto asi la enfermedad como las cabsas de que viene e los remedios dello pero asi por la estrañeza e nouedad desta tu dolençia que muy pocas vezes contesçe como porque la gente comun e 245 José Blanco ygnorante non lo creeria e muchas vezes dexa ome de dezir la verdad por themor de non ser creydo pero asi es que la amistad perfecta lança fuera el amor e quanto quier que yo me tenga de ser auido por mentyroso lo qual a todo ome es graue de sofryr espeçial e mayormente al sabio pero por que tu que tanto eres mi amigo ayas remedio a tu enfermedad yo me diporrne a qualquier cosa que de mi se diga e aquesta enfermedad dixo el segunt que nuestros doctores lo asignan viene de çiertas cabsas e porque tu eres cansado cuydo que a ty deue venir de una cabsa en que tu de ligero podrias caer e por ende yo dezir te he la enfermedat e tu pensa en ty como usas con tu muger en tu cama e por ventura sera lo que yo pienso e si asi es plazera a dios que seas curado ca non es pequeña esperança de ser curado el enfermo quando el fisyco ha conosçimiento de la enfermedad dixo el yo te digo calandriano que segunt yo puedo sentyr tu estas preñado como calandriano aquesto oyo subitamente començo a dar bozes e reguardando a su muger con gesto todo / turbado le dixo o tesa o mala muger esto has fecho tu e has sabido fazer con tu maldad e artor quantas vezes te lo yo he dicho que non caualgases ençima de mi e dexases a mi fazer e tu porfiando fazias de mi a tu guisa ploguiese a dios que con la sola desonrra escapara e non estouiera en tal peligro e la buena dueña que asaz honesta era toda colorada e vergonçoso abaxando la cabeça se salio de la camara pero calandriano contynuando sus querellas ay de mi maestro symon e como fare o como podre paryr nin por ende saldra la criatura syn otra falta yo soy muerto e todo esto por el ardor e la rauia de aquella mala muger ploguiese a dios que yo estouiese en tal disposyçion que yo les pudiese pagar sus caualgadas como quier que en mi es bien enpleado ca si yo por mal touiera non la deuiera consentyr sobyr sobre mi mas por çierto si yo escapo yo laa adobare asi que ella jamas non torrne al juego aun que la vea moryr de aquella rauiosa e canina fanbre bruno e vilfamato e bello que aquello auian fabricado e con ellos maestro symon auian tan grande voluntad de reyr que apenas se podian tener pero calandriano con grande aflecçion suplicaua al fisyco que ouiese conpasyon del e le pusiese algunt remedio yo non quiero dixo el maestro que tu calandriano asi te atormentes con themor que como ya te dixe pues es sabyda non erarra la cura e con la ayuda de dios en breue seras guarido pero es nescçesario que cueste algo maestro mio dixo el por dios non fagades mençion de aquello ca yo he aqui dozientas libras de moneda que mi tya me dexo de las quales yo queria conprar una heredad pero mas me prescio mi vida que todo lo al por ende sy todas son menestr todas las tomad solamente que yo non aya de paryr e quando yo me recuerdo que veo a las mugeres estan en tan grande peligro en el parto e aun peligrar muchas auiendo ellas asy espaçiosos logares para aquel acto que seria de 246 Diálogos en una novella de “Decamerón” mi si aquel punto vengo no ayas miedo dixo el fisico ca yo fare fazer una agua destillada syn dolor con la qual todo aquello se dissoluera e desfara syn dolor e syn apeligro asi que tu quedaras sano e limpio mas que un peçe del agua pero yo te ruego que asi cuerdamente te proueas para adelante que non caygas en otra tal locura agora para esta obra son menester tres pares de capones gruesos y para otras cosas a la confiçion daras a uno destos cinco libras de moneda y lieuenlo todo a mi botica e dixo en el nonbre de dios lo fare e bien de mañana te enbiare una anpolla de aquella agua destellada e tres mañanas beueras della cada vezuna buena quantydad maestro mio dixo calandriano esta carga sea a vos e dando a bruno los capones e las çinco libras regole quepor seruiçio de dios o por amor suyo del se trabajase en conprar aquellas cosas e partyendose de elli todos el fisico mando fazer una poca de clarea e en tanto los pintores e el conpraron los capones e buen vino e las otras cosas a la fiesta nesçesarias e dieronse de buen tienpo reyendo e burlando de la preñez de calandriano el qual despues que tres mañanas beuio su clarea veno a el el fisyco con los otros burladores e maestro symon tocandole el pulso loo mucho la virtud de aquella agua e dixole calandriano tu eres guarido ca esta agua ha reparado todo el daño que tnias de oy mas leuantate e trabaja en tu ofiçio ca por esto non es nesçesario de estar mas en la cama el sabio e auisado calandriano leuantose e a su paresçer asaz de buena dispusyçion e fue a ver sus negoçios loando mucho la gran çiençia de maestro symon e la marauillosa cura que en el auia fecho afirmando por çierto que despues de dios por el auia la vida e secretamente aconsejaua a algunos de sus amigos que se guardasen de consentyr a sus mugeres que los caualgasen ca era una cosa muy peligrosa e que desto non les podia mas dezir pero que fuesen çietos quel non lo dezia de balde falmaco e bello e bruno quedaron muy alegres de aver engañado la synpleza e avariçia de calandriano como quier que la su buena dueña tesa quedo reniendo en el sobre ello. Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial, cod. j.ij.21, ff. 42-45 El Decameron es un texto literario que, en algún momento, fue considerado como revolucionario y prerrenacentista para ser más tarde reevaluado como un producto típicamente medioeval. Colocado cronológicamente a mediados del siglo XIV (el núcleo temático es la peste negra de 1348), viene a ser una antología de relatos basados en hechos reales o en tradiciones orales de variados orígenes (sobre todo orientales). Pero es el “marco” el que lo diferencia de otras colecciones de la época del autor. Novedoso en la literatura del tiempo, pero no para Boccaccio, que ya había experimentado el esquema de los narradores que se cuentan historias 247 José Blanco en sus obras juveniles (Filocolo, Comedia delle ninfe fiorentine). No es, por lo tanto, un recurso nuevo en su juego creativo. Sin embargo, en Las cien nouellas hay que destacar su mayor manejo de la psicología de los personajes sobre todo en la caracterización del que cuenta la historia. Este último es un elemento que no siempre ha sido tomado en cuenta por los estudiosos de la literatura (y menos aún por los lingüistas). En efecto, Giovanni Boccaccio es particularmente agudo en remarcar la perspectiva de quien presenta el argumento. No es lo mismo cuando quien habla es Pampinea o Dioneo, Elissa o Neyfile. De allí que, en las nouellas más “audaces”, la figura del narrador es fundamental. Estos jóvenes están por encima de los argumentos que relatan, se ríen de las debilidades humanas y de las clases sociales (desde la burguesa, que representan, a la aristocrática, ya que la de bajos recursos prácticamente no figura en ellos). En el cuento que he elegido, el narrador es Filóstrato (“el amante triste”) y su perspectiva es, claramente, masculina. El tema del hombre embarazado es antiquísimo: tiene raíces en las civilizaciones primitivas y llega hasta las literaturas clásicas y romances. Pero lo interesante, en este caso, es su presentación en un ambiente comunal y con un personaje ya conocido. Calandrino y los otros protagonistas aparecen también en las nouellas VIII 3, 6, 9 y IX 5. Debo acotar que una de las características de este texto es que el copista cambia los nombres de los personajes, tal vez porque no entiende lo que lee o por simple descuido. No está demás, por lo tanto, entregar las equivalencias: Bufalmaco (Bufalmate, Bufalmeto, Vilfamato, Falmaco), Bello (Aello, Vello, Veno), Tesa (Thesa). De la preñez del pyntor Calandrino (propuesta de puntuación) Asaz es ya de suso mostrado claramente quien fue el pintor Calandriano e los otros de quien en la presente nouella se cuenta. E, por ende, syn les mas especificar por nonbres, digo que asi fue que una su tya de calandriano, que murio e dexole en su testamento dozientas libras de moneda / menuda, de las quales Calandriano, que era ome liuiano e de mal sentido, començo a fazer segunt muestra. E dezia que queria de aquellos conprar una posesion e tentaua e llamaua a conpras quantos solares auia en florençia, asi como si touiera ciento mill florines de oro. 248 Diálogos en una novella de “Decamerón” Bruno e Bulfamaco e los otros dos pintores, que asaz maliçiosos e burladores eran, que auian sabido esto, e por pieça de vezes le avian dicho quel faria mejor seso en darse de buen tienpo con aquellos dineros e folgarse con sus amigos, que non conprar tierras nin heredades. Pero no podieron tanto fazer que a ello lo troxiesen por ninguna arte nin engaño nin solamente que una vez les quisiese conbidar, de lo qual ellos mucho se doliendo. Acaesçio que veno un su conpañero, asi en el ofiçio como en la maliçia, llamado Aello. Con aquellos acordaron como aferrarian las uñas en los dineros de calandriano e, auida la ynuinçion dello determinando lo que auian de fazer, otro dia en la mañana, aguardando quando Calandriano salio de casa, Bello se fizo al encuentro e saluandolo le dixo: “¡Buenos dias, Calandriano!” E Bello, parandose un poco e como marauillado, e atentolo e començole a mirar el rostro. E Calandriano le dixo: “¿Que guardas, dyme?” Dixo Bello: “Has auido esta noche algunt mal, que non me paresçe que tienes buen gesto”. Calandriano, que muy auisado non era, començo a dubdar e dixo: “¡Ay de mi! ¿E que te paresçe a ty que yo tenga?” “Paresçeme” —dixo aquel— “que estas muy demudado de qual sueles, pero por ventura non seria nada”. E dicho esto pasose e dexolo, de lo qual Calandriano quedo muy themeroso. Pero fue camino e, como ya entre ellos estaua ordenado, Bulfamate lo encontro e, despues que un poco fablo con el, preguntole como se sentya. “Yo non siento nada” - dixo el. “Es verdad que agora poco ha que Vello me dixo que yo le paresçia demudado. Puede ser que yo tenga algo”. “Por çierto” - dixo Bufalmeto “Mas que algo devria ser lo que tienes, ca verdaderamente tu me paresçes medio muerto”. Calandriano oyendo esto tomo tanto miedo, que el se creya tener una grande fiebre e Bruno, / el terçero pintor antes que oyese lo que ellos dezian, dixo: “Calandriano, ¿e que gesto es ese que tu tienes? E por çierto tu no has color de ome biuo. O, ¿que es lo que sientes?” Aquel sinple ome veyendo todos aquellos concordar en una razon, dando mas fe a lo que ellos dezian qua a lo quel sentya, creyo syn otra dubda quel estaua muy mal e como fuera de si les pregunto que les paresçia que deuia fazer. “A mi paresçe” —dixo Bruno— “quel remedio es este: que tu luego te tornes a casa e te eches en tu cama. E faste muy bien cobryr e enbia las aguas a Maestro Symon. E el te dira lo que deues fazer, ca las dolençias sy con tienpo non son remediadas, por ventura despues son 249 José Blanco graues e aun ynposybles de curar. Por ende, tu deues fazerlo asi. E nosotros yremos contigo porque, si nuestro trabajo te sera nesçesario, nosotros lo faremos de grado”. E asi todos juntos con el que sobre Veno se fueron con Calandriano a su casa e el se entro a su camara. E se echo en su cama, e diziendo a su muger: “Cubreme bien, que syn dubda yo esto muy mal”. E, despues que echado e bien cubierto fue, enbio sus aguas al fisyco, el qual entonçes estaua al Mercado Viejo. E Bruno, como vido leuar las aguas, dixo a los otros dos: “Quedad vosotros aqui e yo le yre ver lo quel fisico dize, e yo le enformare del fecho e por ventura lo fare venir aqui”. E Calandriano le dixo: “Por Dios, conpañero e amigo mio, que tu vaias luego e dime como el fecho esta ca verdaderamente. Yo me siento bullyr non se que cosa en el cuerpo dentro”. Bruno, que era maliçioso, de aquella palabra tomo avisamiento para lo que deuia fazer e ynformar al fisyco. E andando quanto pudo, llego a Maestro Symon, a quien la moça auia ydo con el orinal e ynformole de todo el negoçio. Por lo qual, como la moça vino, el miro las aguas e dixole: “Vete ca yo soy luego alla. E di a Calandriano que este bien cobierto, ca como alla sea le dire lo que deue fazer”. E dende, a poca de ora, el fisico e Bruno llegaron a casa de Calandriano / E, entrando en la camara, el fisico se asento ala cabeçera de la cama e dixo que le queria ver asi el pulso, como el aspecto del. E desque bien lo ouo visto, estando ally la muger de Calandriano, que auia nonbre Thesa, Maestro Symon estouo una grande pieça pensando e faziendo senblante, e muestra que el estaua muy marauillado, e de otra parte como que avia vergueña de lo dezir. Pero a la fyn, faziendo muestra que contra su voluntad lo dezia, dixo: “Verdaderamente Calandriano, yo non esto dubdando de dezir lo que desta enfermedad yo siento, ca ello a mi nin otro medico non es nueuo nin estraño, ca en muchos libros de la medeçina es escripto, asi la enfermedad como las cabsas de que viene e los remedios dello. Pero asi por la estrañeza e nouedad desta tu dolençia, que muy pocas vezes contesçe, como porque la gente comun e ygnorante non lo creeria e muchas vezes dexa ome de dezir la verdad por themor de non ser creydo. Pero asi es que la amistad perfecta lança fuera el amor e, quanto quier que yo me tenga de ser auido por mentyroso —lo qual a todo ome es graue de sofryr espeçial e mayormente al sabio— pero, por que tu que tanto eres mi amigo ayas remedio a tu enfermedad, yo me diporrne a qualquier cosa que de mi se diga”. “E aquesta enfermedad” —dixo— “el segunt que nuestros doctores lo asignan viene de çiertas cabsas e, porque tu eres cansado, cuydo que a 250 Diálogos en una novella de “Decamerón” ty deue venir de una cabsa en que tu de ligero podrias caer. E, por ende, yo dezir te he la enfermedat e tu pensa en ty como usas con tu muger en tu cama e por ventura sera lo que yo pienso. E, si asi es plazera a Dios, que seas curado ca non es pequeña esperança de ser curado el enfermo, quando el fisyco ha conosçimiento de la enfermedad”. Dixo el: “Yo te digo, Calandriano que segunt yo puedo sentyr tu estas preñado”. Como Calandriano aquesto oyo subitamente començo a dar bozes e, reguardando a su muger con gesto todo / turbado, le dixo: “¡O, Tesa!¡O, mala muger, esto has fecho tu e has sabido fazer con tu maldad e artor! ¿Quantas vezes te lo yo he dicho que non caualgases ençima de mi e dexases a mi fazer, e tu porfiando fazias de mi a tu guisa ploguiese a Dios, que con la sola desonrra escapara e non estouiera en tal peligro”. E la buena dueña, que asaz honesta era, toda colorada e vergonçoso abaxando la cabeça se salio de la camara, pero Calandriano, contynuando sus querellas: “¡Ay de mi, Maestro Symon! ¿E como fare, o como podre paryr? ¡Nin, por ende, saldra la criatura syn otra falta! ¡Yo soy muerto e todo esto por el ardor e la rauia de aquella mala muger! ¡Ploguiese a Dios que yo estouiese en tal disposyçion que yo les pudiese pagar sus caualgadas como quier que en mi es bien enpleado, ca si yo por mal touiera non la deuiera consentyr sobyr sobre mi! ¡Mas —por çierto — si yo escapo, yo la adobare asi que ella jamas non torrne al juego, aun que la vea moryr de aquella rauiosa e canina fanbre!” Bruno e Vilfamato e Bello, que aquello auian fabricado, e con ellos Maestro Symon auian tan grande voluntad de reyr, que apenas se podian tener. Pero Calandriano, con grande aflecçion, suplicaua al fisyco que ouiese conpasyon del e le pusiese algunt remedio. “Yo non quiero” —dixo el maestro— “que tu Calandriano asi te atormentes con themor que, como ya te dixe, pues es sabyda non erarra la cura. E, con la ayuda de Dios, en breue seras guarido, pero es nesçesario que cueste algo”. “Maestro mio” —dixo el— “por Dios non fagades mençion de aquello, ca yo he aqui dozientas libras de moneda, que mi tya me dexo, de las quales yo queria conprar una heredad, pero mas me prescio mi vida que todo lo al. Por ende, sy todas son menester, todas las tomad. Solamente que yo non aya de paryr. E, quando yo me recuerdo que veo a las mugeres estan en tan grande peligro en el parto e aun peligrar muchas auiendo ellas asy espaçiosos logares para aquel acto, ¿que seria de mi si aquel punto vengo?” “No ayas / miedo” —dixo el fisico— “ca yo fare fazer una agua destillada syn dolor, con la qual todo aquello se dissoluera e desfara syn 251 José Blanco dolor e syn apeligro, asi que tu quedaras sano e limpio mas que un peçe del agua. Pero yo te ruego que asi cuerdamente te proueas para adelante que non caygas en otra tal locura. Agora, para esta obra, son menester tres pares de capones gruesos y, para otras cosas, a la confiçion daras a uno destos cinco libras de moneda y lieuenlo todo a mi botica”. E dixo: “En el nonbre de Dios lo fare. E bien de mañana te enbiare una anpolla de aquella agua destellada e tres mañanas beueras della, cada vezuna buena quantydad.” “Maestro mio” dixo Calandriano “esta carga sea a vos”. E dando a Bruno los capones e las çinco libras, regole que —por seruiçio de Dios o por amor suyo del— se trabajase en conprar aquellas cosas. E partyendose de elli todos, el fisico mando fazer una poca de clarea e, en tanto, los pintores e el conpraron los capones e buen vino, e las otras cosas a la fiesta nesçesarias, e dieronse de buen tienpo reyendo e burlando de la preñez de Calandriano, el qual, despues que tres mañanas beuio su clarea, veno a el. El fisyco con los otros burladores e Maestro Symon, tocandole el pulso, loo mucho la virtud de aquella agua e dixole: “Calandriano, tu eres guarido, ca esta agua ha reparado todo el daño que tenias. De oy mas leuantate e trabaja en tu ofiçio, ca por esto non es nesçesario de estar mas en la cama”. El sabio e auisado Calandriano leuantose e, a su paresçer, asaz de buena dispusyçion. E fue a ver sus negoçios, loando mucho la gran çiençia de Maestro Symon e la marauillosa cura que / en el auia fecho, afirmando por çierto que, despues de Dios, por el auia la vida. E secretamente aconsejaua a algunos de sus amigos que se guardasen de consentyr a sus mugeres que los caualgasen, ca era una cosa muy peligrosa. E que desto non les podia mas dezir, pero que fuesen çiertos quel non lo dezia de balde. Falmaco e Bello e Bruno quedaron muy alegres de aver engañado la synpleza e avariçia de Calandriano, como quier que la su buena dueña Tesa quedo reniendo en el sobre ello. La idea principal del cuento es cómo los confabulados convencen a Calandrino de que está encinta para quitarle el dinero que había recibido como herencia y que no había querido compartir. Las ideas secundarias son los pasos que siguen para alcanzar la meta y ello es presentado por el autor a través de parágrafos sucesivos claramente identificables. Visto desde el plano fonológico-prosodemático, el texto pertenece al sistema gráfico del castellano del siglo XV y se relaciona claramente con el sistema fonológico correspondiente (calcado del original toscano, correspondiente a una variedad sincrónica —lenguaje del s. XIV—, 252 Diálogos en una novella de “Decamerón” sintópica —lenguaje florentino—, sinstrática —lenguaje del artesano culto —y sinfásico— estilo informal). Los elementos suprasegmentales —acento y entonación— corresponden a la irónica perspectiva del narrador, que se ríe de la ingenuidad del burlado Calandrino. El cuento está articulado sobre la base de los diálogos, puesto que es posible imaginar como el narrador los va encadenando con rápidos márgenes que dan agilidad al argumento y suscitan la evidente risa de los auditores. A este punto es posible separar diálogos. Me remito al texto relativo, eliminando todo el margen introductivo: Diálogo 1: Bello-Calandriano En el margen se expone el propósito del engaño y, con su estilo rápido y conciso, Boccaccio va de inmediato al grano. Acaesçio que veno un su conpañero, asi en el ofiçio como en la maliçia, llamado Aello. Con aquellos acordaron como aferrarian las uñas en los dineros de calandriano e, auida la ynuinçion dello determinando lo que auian de fazer, otro dia en la mañana, aguardando quando Calandriano salio de casa, Bello se fizo al encuentro e saluandolo le dixo: “¡Buenos dias, Calandriano!” Una simple interjección “impropia”, de uso normal, absolutamente asumida en la relaciones sociales, que incluso ha perdido su connotación augural. Pero aquí va acompañada de un evidente pragmatismo, que se manifiesta en la actitud asumida por Bello: E Bello, parandose un poco e como marauillado, e atentolo e començole a mirar el rostro. Calandrino entra de inmediato en el juego. E Calandriano le dixo: “¿Que guardas, dyme?” La oración interrogativa expresa una duda parcial que busca ser satisfecha y es, en realidad, una invitación a empezar la burla y Bello la aprovecha de inmediato. Dixo Bello: “Has auido esta noche algunt mal, que non me paresçe que tienes buen gesto”. 253 José Blanco La insinuación basta para que Calandrino dude de su salud. La pregunta es una petición para que le “prescriban” una enfermedad. Calandriano, que muy auisado non era, començo a dubdar e dixo: “¡Ay de mi! ¿E que te paresçe a ty que yo tenga?” Y Bello sabe como convencerlo: dándole a entender que tal vez no le ocurre nada. “Paresçeme” —dixo aquel— “que estas muy demudado de qual sueles, pero por ventura non seria nada”. El primer paso está dado. Los siguientes encuentros programados servirán para confirmar la duda de Calandrino, que se transforma en certeza. Diálogo 2: Calandriano-Bufalmaco Sigue la estructura margen-diálogo: E dicho esto pasose e dexolo, de lo qual Calandriano quedo muy themeroso. Pero fue camino e, como ya entre ellos estaua ordenado, Bulfamate lo encontro e, despues que un poco fablo con el, preguntole como se sentya. Es el segundo encuentro programado por los burladores. La pregunta es la misma y basta para que Calandrino siga dudando de su salud. “Yo non siento nada” - dixo el. “Es verdad que agora poco ha que Vello me dixo que yo le paresçia demudado. Puede ser que yo tenga algo”. Bufalmaco lo confirma de manera categórica: “Por çierto” - dixo Bufalmeto “Mas que algo devria ser lo que tienes, ca verdaderamente tu me paresçes medio muerto”. Calandrino ha pasado de estar demudado a medio muerto, lo que para él no deja de ser significativo. Bruno irá mucho más allá. Diálogo 3: Bruno-Calandriano 254 Diálogos en una novella de “Decamerón” Calandriano oyendo esto tomo tanto miedo, que el se creya tener una grande fiebre e Bruno, / el terçero pintor antes que oyese lo que ellos dezian, dixo: “Calandriano, ¿e que gesto es ese que tu tienes? E por çierto tu no has color de ome biuo. O, ¿que es lo que sientes?” Lo que Calandrino necesitaba era una segunda y una tercera opinión para estar absolutamente convencido de su enfermedad. Y hasta el momento se trata sólo de eso: opiniones. Va a ser necesario el diagnóstico de un especialista y éste también va a estar coludido en la conjura. Aquel sinple ome veyendo todos aquellos concordar en una razon, dando mas fe a lo que ellos dezian qua a lo quel sentya, creyo syn otra dubda quel estaua muy mal e como fuera de si les pregunto que les paresçia que deuia fazer. Y el consejo no se hace esperar: “A mi paresçe” —dixo Bruno— “quel remedio es este: que tu luego te tornes a casa e te eches en tu cama. E faste muy bien cobryr e enbia las aguas a Maestro Symon. E el te dira lo que deues fazer, ca las dolençias sy con tienpo non son remediadas, por ventura despues son graues e aun ynposybles de curar. Por ende, tu deues fazerlo asi. E nosotros yremos contigo porque, si nuestro trabajo te sera nesçesario, nosotros lo faremos de grado”. Diálogo 4: Calandriano-Tesa Viendo sólo “pareceres” y apoyo “desinteresado”, Calandrino se dirigirá a su esposa (que no habla en todo el cuento) para informarla de lo ocurrido y pedirle que lo cuide. Tessa es un personaje que también aparece en otros relatos del Decameron y que, de alguna manera, representa el buen sentido común y la sabiduría popular. Ella siempre ve lo que su marido no es capaz de colegir, pero no puede intervenir. E asi todos juntos con el que sobre Veno se fueron con Calandriano a su casa e el se entro a su camara. E se echo en su cama, e diziendo a su muger: “Cubreme bien, que syn dubda yo esto muy mal”. Diálogo 5: Calandriano-Bruno La primera medida que se le sugiere a Calandrino es la de “enviar las aguas al físico”, lo que dará un fundamento “científico a toda la burla. 255 José Blanco E, despues que echado e bien cubierto fue, enbio sus aguas al fisyco, el qual entonçes estaua al Mercado Viejo. E Bruno, como vido leuar las aguas, dixo a los otros dos: “Quedad vosotros aqui e yo le yre ver lo quel fisico dize, e yo le enformare del fecho e por ventura lo fare venir aqui”. Llegado a este punto, Calandrino no tiene dudas acerca de su estado de salud y ya tiene los primeros síntomas. E Calandriano le dixo: “Por Dios, conpañero e amigo mio, que tu vaias luego e dime como el fecho esta ca verdaderamente. Yo me siento bullyr non se que cosa en el cuerpo dentro”. Diálogo 6: Maestro Symon-Bruno Bruno, que era maliçioso, de aquella palabra tomo avisamiento para lo que deuia fazer e ynformar al fisyco. E andando quanto pudo, llego a Maestro Symon, a quien la moça auia ydo con el orinal e ynformole de todo el negoçio. Por lo qual, como la moça vino, el miro las aguas e dixole: “Vete ca yo soy luego alla. E di a Calandriano que este bien cobierto, ca como alla sea le dire lo que deue fazer”. Maestro Simone ya es parte decisiva en la burla y no tiene problema en fingir que la presunta enfermedad es más grave de lo que podría pensarse. E dende, a poca de ora, el fisico e Bruno llegaron a casa de Calandriano / E, entrando en la camara, el fisico se asento ala cabeçera de la cama e dixo que le queria ver asi el pulso, como el aspecto del. E desque bien lo ouo visto, estando ally la muger de Calandriano, que auia nonbre Thesa, Maestro Symon estouo una grande pieça pensando e faziendo senblante, e muestra que el estaua muy marauillado, e de otra parte como que avia vergueña de lo dezir. Diálogo 7: Maestro Symon-Calandriano No se trata de una hacer sentir una enfermedad simple, sino que debe ser también avergonzante para que no se difunda (y proteger así a los complotados acerca de una posible denuncia o de que el hecho pueda trascender al círculo social del burlado. 256 Diálogos en una novella de “Decamerón” Pero a la fyn, faziendo muestra que contra su voluntad lo dezia, dixo: “Verdaderamente Calandriano, yo non esto dubdando de dezir lo que desta enfermedad yo siento, ca ello a mi nin otro medico non es nueuo nin estraño, ca en muchos libros de la medeçina es escripto, asi la enfermedad como las cabsas de que viene e los remedios dello. Pero asi por la estrañeza e nouedad desta tu dolençia, que muy pocas vezes contesçe, como porque la gente comun e ygnorante non lo creeria e muchas vezes dexa ome de dezir la verdad por themor de non ser creydo. Pero asi es que la amistad perfecta lança fuera el amor e, quanto quier que yo me tenga de ser auido por mentyroso — lo qual a todo ome es graue de sofryr espeçial e mayormente al sabio— pero, por que tu que tanto eres mi amigo ayas remedio a tu enfermedad, yo me diporrne a qualquier cosa que de mi se diga”. “E aquesta enfermedad” —dixo— “el segunt que nuestros doctores lo asignan viene de çiertas cabsas e, porque tu eres cansado, cuydo que a ty deue venir de una cabsa en que tu de ligero podrias caer. E, por ende, yo dezir te he la enfermedat e tu pensa en ty como usas con tu muger en tu cama e por ventura sera lo que yo pienso. E, si asi es plazera a Dios, que seas curado ca non es pequeña esperança de ser curado el enfermo, quando el fisyco ha conosçimiento de la enfermedad”. La extensa argumentación trata de ser lo más académica posible para darle solidez, por un lado, y para convencer a Calandrino, por el otro. Y remata en la “terrible” noticia final: Dixo el: “Yo te digo, Calandriano que segunt yo puedo sentyr tu estas preñado”. Diálogo 8: Calandriano-Tesa Como Calandriano aquesto oyo subitamente començo a dar bozes e, reguardando a su muger con gesto todo / turbado, le dixo: “¡O, Tesa!¡O, mala muger, esto has fecho tu e has sabido fazer con tu maldad e artor! ¿Quantas vezes te lo yo he dicho que non caualgases ençima de mi e dexases a mi fazer, e tu porfiando fazias de mi a tu guisa ploguiese a Dios, que con la sola desonrra escapara e non estouiera en tal peligro”. La reacción está de acuerdo con el personaje, que toma como chivo expiatorio a su mujer. Dentro de su escasa inteligencia no se detiene a pensar que es absurdo su embarazo, sino que tiene un origen bien preciso: la forma en que a su esposa le gusta copular. Por otro lado, al denunciar 257 José Blanco este hecho hace público un aspecto de su vida íntima, que no debería haber traído a colación. Diálogo 9: Calandriano-Maestro Symon E la buena dueña, que asaz honesta era, toda colorada e vergonçoso abaxando la cabeça se salio de la camara, pero Calandriano, contynuando sus querellas: “¡Ay de mi, Maestro Symon! ¿E como fare, o como podre paryr? ¡Nin, por ende, saldra la criatura syn otra falta! ¡Yo soy muerto e todo esto por el ardor e la rauia de aquella mala muger! ¡Ploguiese a Dios que yo estouiese en tal disposyçion que yo les pudiese pagar sus caualgadas como quier que en mi es bien enpleado, ca si yo por mal touiera non la deuiera consentyr sobyr sobre mi! ¡Mas — por çierto — si yo escapo, yo la adobare asi que ella jamas non torrne al juego, aun que la vea moryr de aquella rauiosa e canina fanbre!” El embarazo nunca ha sido una enfermedad, pero el temor de Calandrino es cómo va a parir y el dolor que ello le va a ocasionar. Por eso sólo busca salir del problema e este “euautopatómenos” (perjudicador de sí mismo que cree de hacerse un bien) no va a dudar en pagar lo que sea para salir del problema. Y ésa es labor que se apresta a hacer el médico llevando a término la estafa. Bruno e Vilfamato e Bello, que aquello auian fabricado, e con ellos Maestro Symon auian tan grande voluntad de reyr, que apenas se podian tener. Pero Calandriano, con grande aflecçion, suplicaua al fisyco que ouiese conpasyon del e le pusiese algunt remedio. “yo non quiero” —dixo el maestro— “que tu calandriano asi te atormentes con themor que, como ya te dixe, pues es sabyda non erarra la cura. e, con la ayuda de dios, en breue seras guarido, pero es nesçesario que cueste algo”. “Maestro mio” —dixo el— “por Dios non fagades mençion de aquello, ca yo he aqui dozientas libras de moneda, que mi tya me dexo, de las quales yo queria conprar una heredad, pero mas me prescio mi vida que todo lo al. Por ende, sy todas son menester, todas las tomad. Solamente que yo non aya de paryr. E, quando yo me recuerdo que veo a las mugeres estan en tan grande peligro en el parto e aun peligrar muchas auiendo ellas asy espaçiosos logares para aquel acto, ¿que seria de mi si aquel punto vengo?” 258 Diálogos en una novella de “Decamerón” Todo parece calzar de maravillas. El remedio es caro, pero Calandrino “casualmente” tiene el dinero para pagarlo. Y no falta la recomendación del médico en el sentido de que no vuelva a hacer una locura similar. “No ayas / miedo” —dixo el fisico— “ca yo fare fazer una agua destillada syn dolor, con la qual todo aquello se dissoluera e desfara syn dolor e syn apeligro, asi que tu quedaras sano e limpio mas que un peçe del agua. Pero yo te ruego que asi cuerdamente te proueas para adelante que non caygas en otra tal locura. Agora, para esta obra, son menester tres pares de capones gruesos y, para otras cosas, a la confiçion daras a uno destos cinco libras de moneda y lieuenlo todo a mi botica”. E dixo: “En el nonbre de Dios lo fare. E bien de mañana te enbiare una anpolla de aquella agua destellada e tres mañanas beueras della, cada vezuna buena quantydad.” “Maestro mio” dixo Calandriano “esta carga sea a vos”. E dando a Bruno los capones e las çinco libras, regole que —por seruiçio de Dios o por amor suyo del— se trabajase en conprar aquellas cosas. Diálogo 10: Maestro Symon-Calandriano Se llega, así, al final de la historia que —como hemos visto— se basa sobre todo en los diálogos. Es el estilo directo el que permite darle mayor vivacidad, sobre todo por la fina psicología de Boccacio al delinear los rasgos de los burladores y del burlado. E partyendose de elli todos, el fisico mando fazer una poca de clarea e, en tanto, los pintores e el conpraron los capones e buen vino, e las otras cosas a la fiesta nesçesarias, e dieronse de buen tienpo reyendo e burlando de la preñez de Calandriano, el qual, despues que tres mañanas beuio su clarea, veno a el. El fisyco con los otros burladores e Maestro Symon, tocandole el pulso, loo mucho la virtud de aquella agua e dixole: “Calandriano, tu eres guarido, ca esta agua ha reparado todo el daño que tenias. De oy mas leuantate e trabaja en tu ofiçio, ca por esto non es nesçesario de estar mas en la cama”. El sabio e auisado Calandriano leuantose e, a su paresçer, asaz de buena dispusyçion. E fue a ver sus negoçios, loando mucho la gran çiençia de Maestro Symon e la marauillosa cura que / en el auia fecho, afirmando por çierto que, despues de Dios, por el auia la vida. E secretamente aconsejaua a algunos de sus amigos que se guardasen 259 José Blanco de consentyr a sus mugeres que los caualgasen, ca era una cosa muy peligrosa. E que desto non les podia mas dezir, pero que fuesen çiertos quel non lo dezia de balde. Falmaco e Bello e Bruno quedaron muy alegres de aver engañado la synpleza e avariçia de Calandriano, como quier que la su buena dueña Tesa quedo reniendo en el sobre ello. Universidad de Las Américas Escuela de Comunicaciones Avda. Manuel Montt 948 Santiago de Chile joblan@gmail.com BIBLIOGRAFÍA BARBI, M. 1927. "Sul testo del Decameron". Studi di Filologia Italiana, I. 9-68. Ahora en Barbi. 1938.35-85. -------1938. La nuova filologia e l’edizione dei nostri scrittori da Dante a Manzoni. Firenze: Sansoni. BLANCO J., J. 1977. "Le opere di Giovanni Boccaccio in Spagna nel ‘400 e ‘500: una prima valutazione bibliografica", Miscellanea storica della Valdelsa, LXXXIII (gennaio-aprile).36-53. -------. 1977a. 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Si bien, el universo de los personajes rulfianos podría situarse en un punto periférico de nuestro espectro cultural, aquél que denominamos rural, simultáneamente, se le localiza en el centro de las preocupaciones del hombre contemporáneo. ¿Cuáles son las ideas y cuestionamientos que en esas historias propician esta amplitud y movilidad? ¿Qué imágenes porta el texto para atraernos hacia una realidad rural, la cual pareciera tan alejada de los conceptos de modernidad y vida urbana, en las que nos vemos envueltos? ¿Cómo explicar la convergencia de lectores provenientes de culturas y de formaciones múltiples? Las respuestas podrían empezar a conformarse desde una de las instancias más elementales y simbólicas del quehacer literario de Rulfo: el espacio. En el tejido textual de El llano en llamas, un elemento estratégico en la conformación espacial es el que se vincula a la representación de la tierra. El presente acercamiento a este escritor jalisciense intenta evidenciar la dialéctica fundadora de un universo que se abre y se cierra, que se expande y se retrae, para hacer circular las nociones de liberación y de clausura, de pasado y de presente, de soledad y de vida comunitaria. Son estas nociones las que podemos comenzar a definir como algunas de las responsables del impacto de la obra rulfiana en nuestro tiempo. Así, la tierra que se nos ofrece en los textos de Rulfo trae consigo variadas connotaciones: modalidades que se entrelazan y contraponen, para fundirse profundamente en el tejido textual. La tierra es punto de partida y de vuelta, es búsqueda y extravío; es madre y su descendencia, lo fértil y lo estéril, redención y condena. Es espacio desde donde emanan los personajes y concreción de una propuesta literaria, fundada en las raíces primarias de una sociedad. La tierra, entonces, no es sólo el origen del ser sino que, también, cumple la función de desencadenar los conflictos diegéticos: necesidad de recuperar el orden perdido; obsesión de un pueblo ultrajado, el cual se muestra reacio a la transición; pasado que se resiste al futuro. Porque la tierra primordial es sinónimo de tiempo, sustancia que permanece siempre 267 Cecilia Eudave la misma en el cambiar constante de sus modalidades. Así, el orden lógico de la dialéctica vida vs muerte se pervierte para indiferenciarse: morir, es esperanza de vida, una forma de existir. Ya desde su título, estos cuentos de Rulfo enfatizan una serie de deconstrucciones operadas en esta tierra primordial. El "llano", el lugar propio para la siembra, para la fertilidad, para la abundancia, se manifiesta como un espacio inservible, estéril e inhabitable. La tierra, entonces, es tomada por la catástrofe, incendiaria y maldita, que deviene en un espacio condenado, un lugar de expulsión: “nos habíamos levantado de la tierra como huizapoles maduros aventados por el viento para llenar de terror todos los alrededores del Llano. Hubo un tiempo en que así fue. Y ahora parecía volver” 1 . La tierra que debería acoger a sus hijos, los rechaza. Se les impone como un “comal caliente”, analogía infernal bíblica, saturada de vacío y de desesperanza. Ese calor seca las palabras de los personajes, seca sus ideas y acentúa la tragedia. Rulfo construye la riqueza de su universo desde este paisaje desolador. No extraña, que el primer cuento del conjunto sea, “Nos han dado la tierra”, y en ellos ya se prefigura otra analogía religiosa: aquélla de “La tierra prometida”. Tierra que se vislumbra como una esperanza para constituirse como un espacio ritual, en el fin de una búsqueda que traerá consigo el orden espiritual y material. Tierra pura, de los bienaventurados. Tierra terminal, vuelta de los orígenes. Sin embargo, la tierra de estos textos está muy lejos de ser un fin; lejos de ser el resultado positivo de una lucha revolucionaria, propiciada por el reparto agrario. El llano se convierte en espacio de simulación: en dádiva gubernamental. Símbolo de la derrota y de la imposición: se da, se reparte, sin que importe lo que se ofrece. El desacuerdo se resuelve de manera totalitaria, según se infiere de esta cita: “Eso manifiéstenlo por escrito. Y ahora váyanse. Es al latifundio al que tienen que atacar, no al Gobierno que les da la tierra” (13). Los personajes de Rulfo se percatan del fracaso ineludible de su lucha, por ello, la tristeza se trasluce en el resto de los cuentos. “Nos han dado la tierra” se instituye como una puerta, como un preámbulo para mostrarnos a los sobrevivientes de una época lejana que no ha de regresar. El llano se transforma, una vez más, de “tierra prometida” en “paraíso perdido”. El ir y venir revolucionario no hace sino perpetuar el orden del pasado inmediato. La lucha y el llano se volvieron estériles. Es en la figura del Estado donde se ha deconstruido el mito bíblico. La deidad 1 Rulfo, Juan. 1990. El llano en llamas. México: Colección Popular. F.C.E., 13° reimpresión. 88. Las citas serán tomadas de esta edición. 268 El llano en llamas: Universo en extensión… gubernamental propone un nuevo Edén aquí en la tierra: el de la modernidad industrial. El mundo rural no se reconoce en este nuevo proyecto. Porque la tierra ya no representa el valor que alguna vez tuvo: el de madre que se cuida porque da la vida, porque asegura la subsistencia de la familia y de la comunidad. Tierra que genera identidad y sentido de pertenencia. Este modelo es sustituido por otro, más moderno, el cual se finca sobre nuevos valores: la tierra es, ahora, un recurso económico, una mercancía y un espacio de especulación. La disputa por la tierra, con los bienes que se desprenden de ella, determina a los personajes; los somete a su voluntad, destacándose, así, el discurso de lo económico como una presencia reiterativa e implícita en los relatos de este volumen. Por ejemplo, en el cuento “El llano en llamas” todo se relaciona con las pertenencias que dan poder y prestigio frente a los otros, según se afirma en esta cita: “Y aunque no tengamos por ahorita ninguna bandera porque pelear, debemos apurarnos a amontonar dinero, para cuando vengan las tropas del gobierno vean que somos poderosos” (89). Las voces que convoca Rulfo en sus textos hacen evidentes los resabios de las luchas pasadas. Nos encontramos ante relatos que dan cuenta de la descomposición del movimiento reivindicatorio por la tierra, donde los protagonistas sobrevivientes han pasado a convertirse en ladrones y perseguidos. Esta transición señala el triunfo de la estrategia gubernamental que logra insertar el germen de la división en aquéllos sobre los que pretende ejercer su dominio, como se observa en la siguiente cita de “El llano en llamas”: “Hubiéramos ido de buena gana a decirle a alguien que ya no éramos gente de pleito y que nos dejaran estar en paz; pero de tanto daño que hicimos por un lado y otro, la gente se había vuelto matrera y lo único que habíamos logrado era agenciarnos enemigos. Hasta los indios de acá arriba ya no nos querían. Dijeron que habíamos matado a sus animalitos. Y ahora cargaban armas que les dio el gobierno y nos han mandado decir que nos matarán...” (98) Así, dado que el sentido comunitario fundador se pierde, se inicia una transhumancia solitaria, nueva búsqueda de una identidad que ha sido expropiada y que no se reconoce en el naciente e impositivo proyecto de modernidad, como se afirma en esta cita: “De este modo se nos fue acabando la tierra. Casi no nos quedaba ya ni el pedazo que pudiéramos necesitar para que nos enterraran. Por eso decidimos separarnos los últimos, cada quien arrendando por distinto rumbo.”(98) 269 Cecilia Eudave ¿Cuáles son esos diferentes caminos que se convierten en las nuevas moradas de los expulsados y, por lo tanto, signos de su nueva identidad forzada? ¿Cuáles son las nuevas formas de subsistencia que sustituyen a las prácticas propias del campo? En el cuento, “Paso del Norte”, se narra cómo el hijo le plantea a su padre la decisión de dejar el pueblo. Y ¿qué diablos vas hacer al Norte? Pos a ganar dinero. Ya ve usté, el Carmelo volvió rico, trajo hasta un gramófono y cobra la música a cinco centavos. (131) Los intereses del hijo dejan, ya, de centrarse en las actividades rurales, que en el pasado fueron su forma de subsistencia, porque resultan insuficientes para su manutención. De esta manera se ve obligado a buscar otras vías que le permitan solventar su precaria situación económica, aun ante la negativa del padre. Estas dos posturas, representadas en el núcleo familiar, dan cuenta de las nuevas escisiones que vehicula el texto. El enfrentamiento entre estos personajes se convierte en claro signo del momento de transición que se vive en el contexto social: la noción de pasado, articulada por la influencia de lo estático, la continuidad y la preservación de lo mismo, se opone a un presente cargado de movilidad, ruptura y de integración hacia lo otro. La pluralidad de las nuevas actividades laborales se acrecienta con la movilidad imperiosa de los personajes jóvenes y confirma la fragmentación de los grupos rurales y su incorporación a nuevas formas de conceptualizar a la sociedad. Esta división entre los personajes, que se manifiesta a nivel estructural en la obra de Rulfo, se establece como representación, mediatizada por el discurso literario, de la división ideológica que sufrió el campo mexicano. Por una parte, los grupos de campesinos que continuaban obsesionados con la concepción del feudo, del cacicazgo y las viejas formas de producción; y, en sentido contrario, un grupo que apoyó las ideas propuestas por la clase política mexicana, interesada en el desarrollo industrializado de la tierra, entre otros rubros, para obtener mayores ganancias económicas. El estado apuesta, como lo apunta Edmond Cros, en “beneficio de la agricultura capitalista y la proletarización del campesinado debida al fracaso de la reforma agraria” 2 2 Cros, Edmond. 1998."Desde la epopeya villista al sinarquismo: Análisis sociocrítico de El llano en llamas". Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, vol. XXII, 2. Invierno: 211. 270 El llano en llamas: Universo en extensión… La focalización de los personajes rulfianos hacia la nueva situación socio-económica que se les impone está engendrada por la noción de ese fracaso, que se sintetiza en la siguiente expresión: “Aquí todo va de mal en peor” (28). Así, en El llano en llamas, la noción de cambio no sólo prolonga la precariedad de los personajes, sino que la incrementa, problematizando de manera extrema la identidad, ya que su definición se articula, solamente, con base en sus efímeras o ilusorias posesiones materiales: quienes no cuenten con ellas, o no las conserven, quedan en la periferia de los cambios, condenados al abismo. Es éste el caso del cuento, “¡Díles que no me maten!”. Aquí, los lazos de compadrazgo y de amistad no impiden que Juvencio mate a Don Lupe para preservar su ganado, lo único que le importa. Ni que ponga en riesgo la vida de su hijo Justino, al enviarlo a pedir misericordia por él. Porque, ahora, el único bien que tiene para preservar es su propia vida: “Ya lo único que le quedaba para cuidar era la vida, y ésta la conservaría a como diera lugar. No podía dejar que lo mataran. No podía. Mucho menos ahora.”(105) Los bienes, en este relato, como en algunos otros de El llano en llamas, están marcadamente ligados a la problemática económica, hasta el punto de intentar sacar provecho de la desgracia ajena. “Se atuvieron a que yo andaba exhortado y enjuiciado para asustarme y seguir robándome” (104), es la queja de Juvencio. Otra frase que se localiza en este mismo cuento, “Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta.”(109), ahonda y confirma la problemática que se vincula al origen, a la descendencia y a la continuidad. Y, simultáneamente, reafirma, en el espacio vacío que dejan las ausencias, los discursos de la violencia y de la venganza, como formas de concretar el desorden y la orfandad de los personajes. Así, nos encontramos ante un universo sistemático de despojados. Seres periféricos, representantes de una profunda extrañeza, desestabilizados en su identidad y condenados en su existencia textual. En esta obra de Rulfo se plantea una sentencia reiterada: si no se posee algo, se está marcado con las categorías de lo diferenciado. Es el caso de Macario, quien, en el cuento del mismo nombre, se convierte en un personaje insaciable, portador de la locura que lo enclaustra, mental y físicamente. O como el Pichón, personaje del cuento “El llano en llamas” que robaba mujeres mientras formaba parte de las tropas de Pedro Zamora,. Éste, al final del texto, asume su malicia que en el presente se ve reflejada en los ojos de su hijo, producto de una de sus tantas violaciones. O como en los hermanos Torrico, personajes de “La cuesta de las comadres”, quienes en su avaricia extrema no se conforman con ser los dueños de la cuesta sino que necesitan más, convirtiéndose en asesinos y perpetradores de lo ajeno. 271 Cecilia Eudave Un último ejemplo. El profesor que va a Luvina, con la esperanza de labrarse un futuro allá, regresará más pobre y sin ilusiones ante la negativa al cambio de los pobladores, en ese espacio lleno de vacío y recuerdos. En El llano en llamas, la tierra se instaura como el núcleo generador de los conflictos. Perdida, recuperada, robada u otorgada no deja de ser una condena. Es el recuerdo, la reminiscencia de la expulsión de un pasado edénico. La tierra, producto de estos enfrentamientos, es, en su omnipresencia, el elemento unificador y desestabilizador de un pueblo, que no logra asumir una transición de valores: desde un espacio arcaico (la madre tierra, espacio unificador), hacia un espacio de naciente modernidad (la tierra como espacio de industrialización e individualidad). Es verdad, quizá —como lo apunta Roger Bartra, en su Jaula de la melancolía, (1987)— que ese pasado nostálgico y melancólico no sea otra cosa sino una invención de la sociedad industrial capitalista, cuyo fin es el de conformar una idea cohesionadora de orden y nación. En juego estaría la definición de una identidad nacional renovada y la búsqueda de una integración al orden social y económico internacional. Sin embargo, la propuesta que se plantea en este acercamiento a la obra de Rulfo, señala que la dialéctica entre la extensión y la clausura se impone como una noción fundadora de los textos. Es decir, para esta propuesta lo que interesa es la representación de esas dos formas de conceptualizar la identidad nacional: ya sea desde un pasado inmóvil o continuo, basado en la mitología popular, muy cercana a los valores fundadores de la tierra, o desde la irrupción impositiva de un presente que apuesta a un futuro, cargado de modernidad e integración global. Juan Rulfo logra con insuperable certeza evidenciar un momento histórico de cambios y transiciones, trayendo al texto las voces de los desposeídos, logrando crear una empatía y atemporalidad poco común en una obra literaria. Esas voces trágicas y desarraigadas del pasado seducen porque son un eco poderoso en el presente: estos personajes rulfianos, como nosotros, viven en un mundo que, más que nunca, engendra desposeídos. El espejismo de la modernidad convirtió al mundo en un llano en extensión y clausura que, cada vez, se incendia más. Universidad de Guadalajara Calle Edgard Allan Poe 107 Jardiens Villarta C. P. 45027 Zapopán, Jalisco/ México ceudave@yahoo.com 272 ALPHA Nº 20 - 2004 (273-278) TRABAJOS DE LA ESCRITURA DOBLE: LA POESÍA DE PIEDAD BONNETT Miguel Gomes Si se hacen las salvedades que exige la lógica divergente de las historias literarias nacionales, Piedad Bonnett ocupa en Colombia una posición similar a la de Jorge Teillier en Chile. En el país de la antipoesía y en pleno apogeo de ésta, a Teillier le tocó la misión —acaso nunca consciente, como convenía a su discreción tonal— de conciliar la estridencia de lo prosaico, en la que con demasiada frecuencia ha recaído Nicanor Parra, y la riqueza expresiva que la “prosa” de la vida material puede aportar una vez que se conjuga con el lirismo. De Bonnett cabría decir algo semejante: en su poesía se produce un comercio casi secreto entre los extremos de violencia colectiva y de íntima nocturnidad que han caracterizado la poesía y, en muchos sentidos, toda la cultura de su país. Lo demás es silencio, título de la selección más reciente de su obra (Madrid: Hiperión, 2003), desprendido de la fuente shakesperiana y de uno de los poemas antologados, resulta certeramente explícito: si el silencio se menciona, su opuesto se acalla, convertido en referencia tácita. Después de No es más que la vida (Bogotá: Arango Editores, 1998) y Antología poética (Caracas: Pequeña Venecia, 1998), Lo demás es silencio es la tercera muestra general de la poesía de Bonnett y la segunda que aparece fuera de Colombia, lo que permite observar su aceptación cada vez mayor en el ámbito de la lengua. Como en No es más que la vida, también en esta ocasión la “muestra” se convierte en volumen autónomo gracias a la sintaxis no necesariamente cronológica con que las piezas se reagrupan. La inclinación a establecer un marco narrativo o argumentativo implícito por medios que Gérard Genette llamaría “paratextuales” no es reciente en la autora: en una carta prologal a su primer poemario Ramón de Zubiría ya se refería a esa práctica. En el caso de Lo demás es silencio las cuatro secciones, aunque redistribuyan el material temático de las tres que componían la antología previa, debido a la mayor precisión del deslinde anuncian una cosmovisión en que la madurez se manifiesta en pormenores y matices reveladores. Las dimensiones simbólicas del cuerpo, el espacio anímico de lo familiar y los avatares del erotismo desembocan en una cuarta materia en la que se escenifica el conflicto (irresuelto, y no podría 273 Miguel Gómes ser de otra manera) entre lo que pertenece a la historia, sus hábitos ya formalizados y públicos, y lo que se inscribe en la memoria tanto personal como de la comunidad, cuyos reclamos apuntan a un cuestionamiento de las versiones fosilizadas del pasado y del vivir más inmediato. Todo ello se hace patente en “Soledades”, el poema que da título a la última sección de Lo demás es silencio. Por encabezar la serie con que concluye el libro y, además, figurar en todas las antologías de la autora en posiciones igualmente estratégicas, podemos sospechar que esta composición condensa las claves del proyecto poético de Bonnett y merece una relectura detenida. Los dos adjetivos iniciales desdoblan la referencialidad, que apunta al mundo exterior y, a la vez, a la propia verbalidad del poema —realzada sin duda por el título— que afianza la presencia constante de una tradición literaria, sea por la reminiscencia gongorina o por el arcaísmo léxico: Exacto y cotidiano el cielo se derrama como un oscuro vino, se agazapa a dormir en los zaguanes, endurece los patios, los postigos, enciende las pupilas de los gatos. La exactitud y la cotidianidad, en efecto, explican que la voz lírica a continuación concrete en una lista de personajes de la ciudad moderna esa remota soledad plural que, en otras épocas, era la del paisaje rural idealizado. Del contraste que se establece entre él y la precariedad del aquí y ahora surge una carga crítica que sabiamente evita las torpezas de la “denuncia”, al menos tal como la ejercieron los compromisos poéticos del siglo XX: En las mezquinas calles minuciosos golpean los pasos de la frágil solterona que sabe que no hay luz en su ventana. En el aire hay olor a col hervida y detrás de la ropa que aporrea la piedra un canto de mujer abre la noche. Es la hora en que el joven travesti se acomoda los senos frente al espejo roto de la cómoda, y una muchacha ensaya otro peinado y echa esmalte en el hueco de sus medias de seda. Abre la viuda el closet y llora con urgencia entre trajes marrón y olor a naftalina, y un pubis fresco y unos muslos blancos salen del maletín del agente viajero. 274 Trabajos de la escritura doble El heptasílabo inaugural seguido casi siempre por alejandrinos y endecasílabos no se aparta demasiado del viejo molde métrico de la silva; atrapa y reelabora, más bien, sus resonancias, añadiéndole a su relativa libertad un aire de otredad enrarecida. El alejandrino gráficamente fracturado —“Un canto de mujer abre la noche. / Es la hora”— capta la fragmentación y descomposición general del mundo, constituye un “espejo roto”, como se dirá de inmediato, para la tristeza que todo lo traspasa. Pero, con la misma sutileza con que este poema pone a dialogar lo misterioso con seres y gestos ordinarios, el final esboza una solución a la ominosa soledad urbana; se trata de una síntesis que opera como el claroscuro en la pintura o las antítesis y los oxímoros en la poesía del Barroco, haciendo imprescindible un desplazamiento por el reino de los valores desencontrados: Un alboroto de ollas revuelca la cocina del restaurante donde un viejo duerme contra el sucio papel de mariposas, mientras como una red sin agujeros nos envuelve la noche por los cuatro costados. La degradación del escenario social, cuya única entrevisión de lo sublime es “sucia” y cursi, presagia, aunque no pudiera anticiparse, la iluminación: la obscuridad opresiva se llena de sentido al permitir que aparezca, como desenlace, una identidad que abarque las soledades particulares de los individuos disgregados. El “nosotros” del último verso reúne al hablante con la más auténtica totalidad —“los cuatro costados”— a la que puede aspirar: la de una radical humanidad. El “otro” literario que se presiente en cada rincón del poema (Góngora, el pasado de la lengua) allana el camino para que salgamos al encuentro de un “otro” situado en un plano de experiencias menos letradas e infinitamente más tangibles. En muchas oportunidades Bonnett mantiene esa preferencia por una escritura doble, consciente de sí misma sin renunciar a modalidades usuales de comunicación. En “Las palabras y las cosas”, por ejemplo, se repite el recurso de “Soledades” a una remisión titular libresca y, como en aquel poema, hay indicios internos que lo reiteran: El sol sobre la piel, su dicha humilde, y esta lucha obstinada, la derrota que me lleva a escribir el sol sobre la piel, su dicha humilde, me justifican. 275 Miguel Gómes Pero puede apreciarse que tampoco aquí se desecha un horizonte de vivencias compartidas más allá del ”oficio”. El lenguaje de la poeta, por ello, roza con cierta frecuencia un irracionalismo de imaginerías violentas, casi neoexpresionistas e imposibles de reducir a hábitos intelectuales: “Mi noche es como un valle reluciente de huesos. / La piel, arena, sílice. Los labios, agrietados. / Una cruz de ceniza sobre el vientre desnudo” (“Nocturno”); “Ya he comido mi sopa de clavos, mi pan de munición, / pan con zarazas, / ya tragué mi ración de raíces y venenos” (“Proceso digestivo”); “Mi miedo se bebía el aire de la alcoba con los ojos abiertos / y el monstruo que me habita / sofocaba mi voz con su cola de escamas / (...) / Tenso animal carnívoro, / el ruido de su boca que mastica / es música en mi insomne madrugada” (“Ración diaria”). Precisamente, como se percibe por la difícil cercanía de lo conmovedor y del somatismo crudo, en sus momentos de mayor intensidad la poesía de Bonnett rinde homenaje a la de Blanca Varela y amplía su legado. En Lo demás es silencio contamos, de hecho, con numerosos poemas que, tal como los de la peruana, reifican la mirada: “esa hora en que el sol coagula su gran ojo”, como dice la inquietante “Cita vespertina”; o “Revelación”, pieza menos pesadillesca, pero con una brevedad apotegmática y sin duda “villana”: De niña me fue dado mirar por un instante los ojos implacables de la bestia. El resto de la vida se me ha ido tratando inútilmente de olvidarlos. Bonnett no oculta su diálogo con ninguna forma de arte: trabaja en la estrecha región donde la obra propia hace de la ajena un instrumento de hallazgo y registro de creencias o afectos personales. La pintura de Frida Kahlo es uno de los terrenos más memorables donde se llevan a cabo esos encuentros. “La venadita”, poema dedicado a Kahlo y central en Lo demás es silencio, demuestra que la violencia del decir no es incompatible con una comunión a través del arte y lo poco (pero esencial) que éste pueda tener de confidencia: De pura lástima y puro amor yo te regalaría mi cuerpo, venadita. ¡Yo, que envidio el relámpago nocturno de tus cejas, tus manos con anillos, la voz india, y tu cuello altanero de mestiza! A ti que te dio Dios todo a montones, incluido el dolor y ante todo el dolor yo te daría, si fuera Dios, un cofre con huesitos de plata mexicana y un pie de oro. Y limpiaría, con mi mano eterna 276 Trabajos de la escritura doble las llagas de tu alma, venadita. Te pediría a cambio todo el amor que te sobró en el cuerpo, y un retrato vibrante de colores. Otros poemas, como “Alter ego”, “Cita vespertina” o “Reporte policial”, son vinculables a las incitaciones visuales de Kahlo —sin excluir segundas y terceras referencias a García Lorca, Belli, Kant o Sor Juana, en un sistema de alusiones complejo y no exento de humor—, pero “La venadita” ofrece una de las encrucijadas en que una poética se define con nitidez y, sobre todo, sin rubor ante las restricciones que dictaminan el intelectualismo o lo antipoético, dos camisas de fuerza, con numerosas variantes, que han dominado la poesía hispánica de la postvanguardia. Bonnett, creo, es uno de los autores que más tesonera y talentosamente han sabido franquear esos obstáculos. Aparte de las antologías que he mencionado, su obra poética consta de los siguientes títulos: De círculo y ceniza (1989), Nadie en casa (1994), El hilo de los días (1995), Ese animal triste (1996) y Todos los amantes son guerreros (1997). Cualquiera de ellos bastaría para probar la independencia, la solidez de su lenguaje, así como para entender el lugar de privilegio que ha ido ganándose en las letras de Hispanoamérica. 40 Brian Rd. South Windsor - Connecticut 06074 magomessilva@hotmail.com 277 278 ALPHA Nº 20 - 2004 (279-292) MADRID: CUNA DE EMBRUJOS, HECHIZOS Y REPRESIONES EN EL SIGLO DE ORO María Jesús Zamora Calvo La magia se funde con la razón en un Madrid donde la superstición cohabita con la ortodoxia católica. La Iglesia se siente en la obligación de erradicar unas creencias que hunden sus raíces en tradiciones arcaicas, a las que ni religiosos, ni aristócratas, ni villanos se muestran ajenos (Maravall 1972; Eliade 1992). Brujas y hechiceras pueblan el subconsciente colectivo de una sociedad que empieza a observar con mirada renovada la realidad que le circunda, pero que ante la incapacidad que siente a la hora de dar respuesta a determinados interrogantes, pide consejo a hombres y mujeres dotados de ciertas facultades extraordinarias (Trevor-Roper 1967). Esta mentalidad que une dos concepciones en apariencia antagónicas también se halla potenciada por las catástrofes naturales que en estos años se sufren: la peste y las cosechas paupérrimas originan el hambre y la enfermedad (Biraben 1975; Pérez Moreda 1980). Frente a estos males, el pensamiento ocultista cree que puede forzar los poderes sobrenaturales mediante el conjuro. De ahí que se tome la adivinación, el maleficio y el sortilegio como algo consentido por Dios, que emana de la fuerza del mismo diablo (Vickers 1990; Briggs 1996). En la memoria del madrileño de esta época aun sigue vigente el recuerdo de Martín Perdomes, un campesino que en el siglo XIV asegura haber vencido la tentación del demonio. A partir de entonces obtiene una gran fama en su villa natal, Navalcarnero, y en la de Madrid. Tanto es así que cuando baja a los mercados la gente acude a él para que les diga cómo expulsar a Satanás de su cuerpo o de su casa. Paulatinamente va adquiriendo una cierta fortuna gracias al dinero que le dan sus clientes, por lo que abandona el campo y monta un consultorio en la Ribera de Curtidores. Tal es su reputación que incluso es llamado a las oficinas del Consejo y luego al Alcázar por los propios reyes. Afirma que cada noche recibe la visita del diablo y que gracias a la resistencia y la obstinación con que se defiende consigue la fortaleza interna que luego transmite a las personas que se le acercan (Río 1997:295-296). El ambiente de los siglos XVI y XVII se va tiñendo de rumores sobre acontecimientos prodigiosos (Bouistau 1586; Lycosthenes 2001; Paré 1993; Vega 2002). Las lenguas se desatan y la imaginación del pueblo crea 279 María J. Zamora una atmósfera donde imperan los sucesos macabros y los hechos excepcionales. Se comenta que en un pueblo leonés llovió cera que se trajo a la Corte para que el rey la viese; también que dos niños recién nacidos habían hablado diciendo uno “mortandad” y el otro “grandes trabajos”; que incluso una imagen de una tendera madrileña llegó a sudar siendo este caso conocido y difundido en los mentideros de la villa 1 . Una niña de ocho años parió en Castilla; en Barcelona se vio en el cielo una batalla entre pájaros negros, símbolo desde la Antigüedad de mal agüero (Cirlot 1997: 358; Biedermann 1999: 139-140); e incluso en la iglesia de Santa Cruz en Madrid, a media noche, apareció algo incorpóreo, de gran tamaño, que dijo ser de otro mundo, se subió a la torre y proclamó la destrucción de España, dejando como muestra de su presencia el badajo de la campana torcido 2 . En el reinado de Felipe II la capital del Imperio se convierte en uno de los centros de mayor actividad mágica (Caro Baroja 1992; Villarín 1993; Imirizaldu 1977). Adivinos, nigromantes y saludadores pueblan las calles de esta villa, destacando entre ellos la famosa Lucrecia de León, una madrileña, nacida en el seno de una familia modesta, que llega a vaticinar hechos tan importantes como: el desastre de la Armada Invencible, la muerte de Felipe II por culpa de un mal gobierno y el final de toda su dinastía 3 . Tiene que retractarse de lo que ha profetizado por miedo a ser torturada; sin embargo y pese a su abjuración, es condenada a cien azotes y recluida durante dos años en un hospital para prestar servicio a los enfermos. A partir de ahí se desconoce cómo discurre y termina la vida de esta mujer (Kagan 1990; Blázquez Miguel 1987:37-98). Otro de los videntes más conocidos en esta ciudad es Juan Piquer, especializado en descubrir hurtos, quien da con el paradero de un jarro sustraído en la calle Mayor, siendo encontrado en los alrededores de Platerías (Villarín 1993: 20). En esta atmósfera donde cada vez se percibe con mayor nitidez la presencia de santones, brujas y curanderos, la Iglesia reacciona persiguiendo y reprobando este tipo de prácticas tenidas por demoniacas. Justamente de este delito es acusado el brujo de la villa Amador de Velasco, vecino de la calle de la Cruz, que es denunciado por un alumno 1 Este caso es recogido en la carta que fray Lucas de Allende dirige a don Alonso de Mendoza, fechada el 29 de mayo de 1588. 2 Testimonio de J. Ocio de Salazar y de J. Ortiz de Salvatierra, comisario del Santo Oficio en Madrid, el 3 de mayo de 1590. 3 En 1587, Lucrecia conoce a fray Lucas de Allende —guardián del convento franciscano de Madrid—hombre de gran fortuna y cultura, a quien le gusta rodearse de videntes y adivinos, a través de los que pretende saber el futuro y llegar a cambiarlo si este no le es propicio 280 Madrid: Cuna de embrujos, hechizos y presiones suyo, Juan de Contreras (Villarín 1993:17). El converso madrileño Antonio Pérez es condenado a la hoguera y quemado en efigie al hallarse involucrado en diversas conspiraciones palaciegas que se consideran instigadas por el mismo Satanás (Pérez Villanueva 1980). Y el 19 de octubre de 1621 —en el cambio del reinado de Felipe III a Felipe IV— se da muerte en la Plaza Mayor a Rodrigo Calderón, "a quien le habían sido arrancadas las declaraciones en medio de dilatados y horribles suplicios", hasta "doscientos cuarenta y cuatro cargos, faltas y abusos", entre los que contaría haber hecho uso de la nigromancia y tomar parte "en todos los asesinatos que de algún tiempo a atrás se habían cometido en Madrid". (Ríos III 1863: 281-283) No debemos olvidar la importancia que tiene en esta época Josefa Carranza, una de las brujas más reputadas de la capital. Muchos de sus vecinos afirman conocer las actividades de esta extraña mujer, pero la mayoría coincide en que más que hechicera es una santa o cuando menos una curandera, con poderes divinos para sanar enfermedades y aliviar dolores. Sin embargo alguno de estos parroquianos la delata y la prenden. Esto ocurre en 1622, descubriendo en la casa de Josefa una despensa repleta de figurillas de cera con piernas, brazos y cabezas, alfileres clavados, tierra de cementerio y de cárcel, una calavera humana, corazones desecados de cerdo, ranas vivas y muertas, velas verdes, agua bendita robada de la iglesia de la villa, cabello de un muerto y de un recién nacido, trapos manchados de sangre menstrual, etc. (Río 1997: 287-288). Este no es el único taller de pócimas encontrado, sino que también se destapa el de Isabel López y el de Catalina Márquez de Avalos quien lo tiene en la calle de los Jardines. En el Madrid barroco se producen todo tipo de prodigios en cuya sombra siempre se encuentra el poder del demonio (Kappler 1986; Lafuente y Moscoso 2000). Así, pues, en la jornada del 7 de mayo de 1641, Domingo Sánchez, hortelano del monasterio de Doña María de Aragón, denuncia que en la noche del 13 de abril un diablo lo saca de la cama, arrastrándolo por la habitación al mismo tiempo que le propina gran cantidad de golpes. Este suceso de violencia y agresividad satánica es muy comentado por los mercados matritenses, como contrarréplica a él se difunden los milagros atribuidos a Nuestra Señora de Atocha que "muda la color del rostro cuando se le miente" (Pellicer 1965: 104-105). En junio de este mismo año el pueblo sale a la calle con "el cuerpo de San Isidoro" y la imagen de Nuestra Señora del Milagro para pedir lluvias al cielo. Ningún estamento social queda libre de los hechizos, sortilegios y encantamientos. Su mano llega a envenenar la mente de personajes políticamente tan poderosos como el conde duque de Olivares, primer 281 María J. Zamora ministro de Felipe IV y favorito del monarca, quien tras protagonizar innumerables maquinaciones cortesanas, cae en desgracia, llegándose a decir de él que mantiene relación estrecha con una bruja de víboras y escorpiones de San Martín de Valdeiglesias, a quien realiza consultas tanto personales como profesionales, siendo realmente ella quien mueve los hilos de España en los primeros meses del año 1643 (Deleito y Piñuela 1963). El diablo se convierte en la imagen donde materializar los acontecimientos que golpean y desorientan a la sociedad del Siglo de Oro 4 . Se percibe el mal en todos los niveles de la vida: tanto en el ámbito personal (incertidumbre, pecado, desengaño, sufrimiento, melancolía, posesión, locura, etc.), como en la esfera socio-política (principio de desmoronamiento de las instituciones básicas) y en su dimensión cultural (la pintura, el teatro y la escultura muestran numerosas imágenes de Lucifer: unas burlonas, otras irónicas y algunas dramáticas, presentándonoslo como un ser cotidiano y muy cercano). (Cilveti 1977; Russell 1995; Link 2002). La maldad, como fruto de la incuestionable existencia del demonio, se erige en pieza clave a la hora de interpretar este periodo histórico marcado por la crisis y la confusión. La mentalidad mágica aparece también inserta en la cristiana a través de la figura de Satanás. Se cree que solo a través de la religión se puede combatir con eficacia al demonio. Al frente de lo mágico aparece siempre el maligno; en consecuencia, solo Dios y sus representantes cualificados en la tierra pueden vencerle, dando lugar a un gran número de tratados en los que se aborda el tema de la magia desde los más diversos prismas, en un intento que aparentemente busca erradicar estas vanas supersticiones en el estamento social más bajo, pero que en realidad consiguen subyugar la voluntad, la conciencia y la libertad del individuo en aras de una cultura que potencia el miedo, la represión y el castigo con su particular “caza de brujas”(Caro Baroja 1995; Bonomo 1985; Pastore 1997; Romanello 1978; Ginzburg 1985). El 30 de agosto de 1644 la Inquisición detiene en Madrid a don Gerónimo de Villanueva (Plaidy 1967:132-140), secretario de Estado y consejero de Indias, al que se le relaciona con el escándalo que tiene lugar en el convento de San Plácido (Moncó Rebollo), donde las treinta monjas que lo habitan parecen estar encantadas o endemoniadas, incluida la madre superiora, Teresa de la Cerda, quien confiesa haber sido poseída por un 4 Durante el Siglo de Oro, se considera que parte de la sociedad está endemoniada, que el mal, en sus múltiples manifestaciones (guerras, pestes, hambres, motines, impotencia real, hechizos, desgobierno, etc.), la preside y la gobierna (Nola 1990; Lisón Tolosana 1992; Maggi 2001). 282 Madrid: Cuna de embrujos, hechizos y presiones secuaz del diablo 5 . Justamente cuando el inquisidor general Diego Arce de Reynoso dicta el auto de prisión contra Villanueva, una mujer madrileña denuncia a su marido por cometer el llamado pecado nefando, acusación por la cual él muere en la hoguera y a ella se la exculpa por estar embarazada. Por su parte, Jerónimo de Barrionuevo, en la relación que hace de tormentos y muertes crueles, recoge el caso de don Francisco Guillén del Águila, alcalde de Corte, al que le sacan del cuerpo 990.850 legiones de demonios. "Cada legión tenía su capitán y se componía de 6.666 soldados" (Barrionuevo I 1968: 127). Y en la jornada del 27 de febrero de 1656 escribe que: Fue a oír misa al Buen Suceso un criado de los mayores del duque de Alba. Púsose al lado de una dama muy hermosa. Volvió muchas veces a mirarla y, al acabar la misa, con mayor cuidado, hallaría junto a sí la figura de la Muerte. Desmayóse: trajéronle a su casa, en un coche, y murió a las veinticuatro horas (1968: 250). Hacia 1659 en el Prado de San Jerónimo de Madrid vive Pedro Milanés, un astrólogo ducho en prácticas brujeriles, que es denunciado a la Inquisición por un padre dominico con domicilio en la plaza de la Cebada. Se le acusa de tener un amplio conocimiento de alquimia y de utilizar pócimas mediante las que desata el deseo sexual a una determinada persona (Culianu 1999; Koning 1977). En el sumario que se le instruye queda constancia de que pasa largo tiempo buscando tesoros tanto en Villaverde como en Colmenar de Oreja, hecho por el cual se le vincula con María García, natural de El Escorial, y con un hortelano del convento de las Descalzas. Pero sin duda alguna el suceso que más marca la represión contra cualquier práctica relacionada con la magia, la brujería o la demonología es el Auto General de Fe que tiene lugar en la Plaza Mayor de Madrid allá por el año 1680, al que asiste el rey Carlos II, su madre Mariana de Austria y su esposa María Luisa de Borbón, en honor a la cual se celebra tal acto (Bennassar 1981; Hroch & Skýbová 1988; Caro Baroja 1983; Gil del Río 1992). Todo el proceso es descrito por José Vicente del Olmo en su Relación histórica (1680). A través de ella conocemos la estructura arquitectónica que se erige para acoger dicho Auto, la composición y 5 Lo que realmente está encubriendo esta persecución y condena contra don Gerónimo de Villanueva son las frecuentes incursiones nocturnas que el monarca Felipe IV realiza al convento de San Plácido, requiriendo de amores a alguna de las jóvenes novicias que allí están enclaustradas (Moncó Rebollo) 283 María J. Zamora recorrido de las distintas procesiones e incluso los ropajes de algún Grande de España que asiste a las mismas. Se cubre la plaza con toldos para evitar el calor del verano madrileño. Se adornan las gradas y los balcones con colgaduras y almohadas para los pies, alfombras y tapices para las mesas donde se depositan las arquillas en las que se guardan las sentencias. En la altura central de los altares de la plaza se coloca la cruz verde, cubierta con un velo negro, escoltada por maceros y candeleros de plata. Doscientos cincuenta soldados cuidan de la defensa de la representación, con el capitán Francisco Salcedo al frente. Las bocacalles y los accesos son cerrados con tablados agujereados a través de los cuales el vulgo pueda seguir el Auto de Fe. El clima que se respira está marcado por el silencio y la solemnidad, rotos tan sólo por la voz del predicador, mientras que los reos sentados en una de las tribunas esperan el momento en el que se les lea públicamente los cargos y la sentencia a la que son condenados. Entre los culpables figuran: Leonor Díaz, de treinta y cuatro años, «con coroza e insignia de hechicera supersticiosa»; María Hernández Salazar, de treinta y un años, "con coroza e insignia de casada dos veces"; Inés Caldera; y la madrileña Lorenza de Montalván, condenada a prisión perpetua. También hay encausados "por pertinaces en la secta de Mahoma". Esta ceremonia dura un día entero. Comienza a primera hora de la mañana, cuando los reos son llevados a la casa del inquisidor don Diego Sarmiento de Valladares. Se forma una procesión que discurre hasta la Plaza Mayor de Madrid. Seguidamente se leen los cargos contra los acusados y las sentencias, comenzando por las más leves. Al concluir la ceremonia se conduce a los que van a ser quemados hacia otro lugar, que se llama brasero, donde se ha preparado con antelación una pira y allí es donde se consuma la sentencia. En un principio los Autos de Fe comienzan siendo actos religiosos de penitencia y justicia a través de los que se pretende instruir al pueblo llano en la verdadera fe y a la vez dar ejemplo del rigor con el que se castigan las herejías. Sin embargo, no tardan mucho en convertirse en verdaderas fiestas populares, semejantes a las corridas de toros o a los fuegos artificiales, que se celebran en las plazas mayores o en los lugares más espaciosos de la ciudad 6 . 6 Hay tesis que atribuyen el origen del Tribunal del Santo Oficio no sólo a una mera organización del Estado que actúa en interés de la Iglesia Católica sino, también, a razones más pragmáticas como la normalización de una práctica extendida en la sociedad feudal como son los linchamientos populares, sobre todo, con los practicantes de la usura y en los que la población se toma la justicia por su mano. El Santo Oficio da, así, un corpus legal a estas prácticas (Pérez Villanueva 1980; Coronas Tejeda 1981). 284 Madrid: Cuna de embrujos, hechizos y presiones Cada tribunal tiene por costumbre realizar estos actos una vez al año, pero progresivamente se van haciendo más costosos, por lo que se opta por organizar a la vez los Autos Particulares de Fe, caracterizados por su discreción y por la ausencia de público, teniendo lugar casi siempre en iglesias con la asistencia de los reos, los miembros del tribunal y demás personal relacionado con el proceso. Por ello se espacian en el tiempo los Autos Generales de Fe, reservándolos para momentos más oportunos en los que esta reunión tenga un impacto social mayor (García Ivars 1991; Puerta Castellanos 1672). El calvario que sufre un reo condenado por el Santo Oficio empieza con su reclusión en las cárceles secretas de la Inquisición 7 y la incautación de sus bienes; y todo ello a causa de ser acusado por un testigo o incluso por la propia confesión voluntaria de las faltas —método preferido por los inquisidores, ya que les ahorra mucho tiempo en el desarrollo del proceso—. La manera de incentivar dichas confesiones es muy simple: se hace pública la voluntad del tribunal competente de convertir a la fe a aquellos ciudadanos de su jurisdicción que se han apartado de ella cometiendo delitos considerados como graves, al mismo tiempo que muestra un signo de indulgencia, como difundir que aquellos que se arrepientan motu proprio de sus pecados y que además denuncien a sus correligionarios recibirán el perdón tras cumplir penitencias reducidas, pero aquellos que sean acusados directamente por algún testigo sin haber confesado previamente se les aplicará con rigor las penas pertinentes (Fernández Nieto 1989; Martín Soto 2000). Una vez encarcelado el preso es amonestado tres veces durante varias semanas, pero nunca se hace referencia a la razón concreta por la que se le ha privado de libertad, ni los testigos ni pruebas que existen en su contra. Solo se le insta a confesar las faltas que contra la fe ha cometido. Si estos avisos no surten efecto, el fiscal lee las acusaciones concretas que se le imputan y el acusado debe responder entonces a cada una de ellas. Una vez resuelto este último trámite se permite al preso preparar su defensa junto con su abogado. Pero si la suerte, la memoria y la imaginación del recluso no da con la respuesta correcta, el tribunal puede suponer que trata de ocultar o negar el delito, pudiendo entonces hacer uso de la tortura para conseguir una confesión final (Lea 1907; Kamen 1972). A partir de este momento tan solo queda dictar sentencia, para lo que se emplaza una “Consulta de Fe” formada por los inquisidores, un representante del obispo y algunos licenciados en leyes o en teología. Un 7 En el caso del Auto de Fe celebrado en Madrid, en 1680, estas cárceles secretas están localizadas en la calle de Isabel la Católica, según refiere en sus memorias el periodista madrileño Julio Nombela (Nombela 1976). 285 María J. Zamora fallo de culpabilidad significa invariablemente la comparecencia en un Auto de Fe, en la que el acusado escucha el veredicto y el castigo que el tribunal le impone. En el caso de que el reo haya fallecido en la prisión o bien esté huido de la justicia, es representado por una efigie vestida con los atuendos y símbolos que corresponden a los delitos y penitencias a las que ha sido imputado el sujeto en cuestión 8 . Además los condenados a muerte se diferencian de los que no lo son en que éstos últimos llevan una vela y un rosario, signo de su arrepentimiento y salvación. Este mundo de encantamientos, ensueños y visiones reprimidos por la mano de una Iglesia, que percibe esta libertad de pensamiento con mucha inseguridad y temor por la desestabilización que pueda imprimir a su sistema, este entorno marcado por la superstición y la magia heredada de prácticas que se creían olvidadas, tiene su claro reflejo en la literatura que se escribe durante este Siglo de Oro. Así los escritores comienzan a proyectar lo real en lo imaginario (Pérez Villanueva 115-130). Los personajes de Cervantes, Lope, Tirso, Zabaleta y Moreto establecen pactos con el demonio, sus brujas y sus lechuzas; son espejos de la sociedad de su época y, a su vez, esconden bajo sus actos y pensamientos un mundo suprarreal de ideales y sueños. Estos autores parten de la existencia objetiva para desrealizarla en un juego de caracteres sutil e intelectual. Calderón de la Barca, por ejemplo, en sus obras nos muestra una atmósfera de transfiguración y de fantasía. Temas básicos en sus autos son la vida como sueño, la deficiente interpretación humana de la realidad al enredarse en las apariencias y el theatrum mundi. Llena el escenario de La dama duende de súcubos y conjuros, hechiceras y encantadoras; y el de El astrólogo fingido de magos y nigromantes, para arremeter en La vida es sueño contra el influjo de las estrellas en el destino de los hombres (Frutos 1952; García-Bacca 1964). El problema teológico-jurídico del libre albedrío es llevado a los escenarios por Tirso de Molina en El condenado por desconfiado. El valor personal, el poder de la voluntad y la libertad a la hora de construir día a día la realidad que les ha tocado vivir se confirma en estos escritos. Sus autores se sienten responsables del desarrollo de una conciencia positiva para planear acontecimientos y participar activamente en su presente histórico, en un intento por solventar la crisis profunda y la decadencia de entre siglos. Góngora, por su parte, literaturiza la vida, transfigura lo que toca, elevando, purificando e irrealizando. Las cosas son para él ideas; lo humano lo concibe como una representación estética y trascendental. La 8 Tengamos en cuenta que el objetivo de la Inquisición es la salvación de las almas y no el mero castigo corporal de los pecadores, por lo que sustituir un cuerpo por una estatua no es más que salvar el obstáculo de la ausencia del reo. 286 Madrid: Cuna de embrujos, hechizos y presiones realidad gongorina no reside en los objetos sino en el espíritu. A veces tizna sus versos con un pesimismo final que invita a gozar de la vida en plenitud antes de que nos disolvamos (Iventosch 1974: 35-40). Gracián, por su parte, en su Criticón examina detalladamente la vida a partir de un cuestionamiento de la propia existencia humana: "¿Qué es esto, dezía, soy o no soy? Pero, pues vivo, pues conozco y advierto, ser tengo. Mas, si soy ¿quién soy yo?, ¿quién me ha dado este ser y para qué me lo ha dado?; para estar aquí metido, grande infelizidad sería" (Gracián 1984: 71). A Gracián, que sabe que las cosas no pasan por lo que son sino por lo que parecen, le atrae el símbolo, el emblema, el inacabable juego verbal. Considera que en este mundo todo es engaño, humo, desilusión y vulgaridad, por un lado, o alegoría, imagen y concepto, por otro; empobrece lo temporal y encarece lo eterno. Cree que la vida es un peregrinaje al otro mundo (Egido 1996). Quevedo, por su parte, retuerce todo lo que toca, reemplaza los sentidos por una representación deformadora y maligna de la realidad. Pesimista y decadente, degrada lo bello y sublima la grosería, tal y como ocurre en sus obras El mundo por dentro y El alguacil alguacilado. Busca sentido detrás de la ambigüedad y el equívoco de la vida 9 . Pero el que acaba siempre desmaterializando su inicial y consistente realismo terrenal es, sin lugar a dudas, Cervantes. Sólo Quijote podría explicar, "¡Porque vean vuestras mercedes clara y manifiestamente el error en que está este buen escudero, pues llama bacía a lo que fue, es y será yelmo de Mambrino!" (Cervantes I 1989: 528). Y en La cueva de Salamanca pone en boca de uno de sus personajes, el estudiante Carraolano, una queja contra la represión del Santo Oficio, ya que para él la magia podría llegar a ser su ciencia "si se le dejara usar sin miedo a la Inquisición". Esta amalgama de ensueños ambiguos y racionalismos despuntados va moldeando una ciudad que cada vez se muestra más interesada por todo aquello que resuene a magia. Su realidad se impregna de creencias paganas heredadas de antiguos pasados, de inseguridades humanas ante el nuevo mundo que comienza a atisbar, de fantasías creativas con las que intenta dar respuesta a los interrogantes que su presente no puede solucionar. Ante el inicio de una mentalidad nueva, basada en la razón, el madrileño de estos siglos se fija en su interior, recurriendo al mundo mágico para interpretar la existencia que le circunda. Infinidad de pócimas, ungüentos, raptos, posesiones, vuelos nocturnos, cónclaves, pactos, filtros, brujas, magos y demás demonios constituyen un universo indefinido, irreal, pero palpable y 9 Rodrigo Fernández de Ribera (1579–1631) crea en los Anteojos de mejor vista al licenciado Desengaños quien, desde lo alto de la Giralda, es capaz de ver a los hombres como son en realidad (Cuevas I 1979: 357–376). 287 María J. Zamora evidente, con el que se inicia la Modernidad, pese a la sombra enlutada de la fría Inquisición. María Jesús Zamora Calvo Universidad Autónoma de Madrid (España) Facultad de Filosofía y Letras Departamento de Filología Española Campus de Cantoblanco Ctra. de Colmenar, km. 15 E-28049 Madrid (España) e-mail: mariajesus.zamora@uam.es BIBLIOGRAFÍA BARRIONUEVO, Jerónimo de. 1968. Avisos. 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Buenos Aires: Norma. 232 pp. En El imperio de los sentimientos, Beatriz Sarlo estudia el fenómeno de producción, distribución y consumo de aquellas narraciones semanales difundidas en Argentina entre 1917 y 1925. Se trata de ficciones casi contemporáneas a la vanguardia literaria organizadas, sin embargo, en temáticas y motivos de interés más popular que vanguardista. Son las conocidas historias del corazón de tipo folletinesco, publicadas ya sea como largos cuentos de amor o en formato de novelas en serie, por episodios o capítulos. En el primer capítulo Sarlo define este tipo de relatos "semanales" como textos de la felicidad caracterizados por lo que llama un conformismo y que son asistidos por el tema del amor como materia narrativa primordial. La falta de conflicto estético e ideológico y el referente sentimental —tema hegemónico de esta literatura— sitúa estos folletines en lo que la autora clasifica como narraciones regionales. A nivel de la trama de estos textos, la felicidad se fundamenta tanto en el desenlace del matrimonio y la familia "feliz", así como en un mundo lo suficientemente inamovible para ser cambiado. En el plano de la recepción, dicha felicidad está dada por la condición de que son narraciones claras y económicas que demandan muy poco de una naciente masa popular de lectores pero que le brinda el gran placer de la lectura sobre matrices conocidas. El común denominador de los ‘cuentos’ de estos magazines como La Novela Argentina, La Novela Femenina o La Novela Semanal —llamados así por el mayor prestigio del género novelesco— responden a la necesidad de una ficción vinculada a referentes alejados de la vida cotidiana. En el segundo y tercer capítulos, el trabajo de Sarlo apunta asertivamente al proceso de urbanización y alfabetización como algunos de los factores que producen las condiciones sociales del nuevo público lector. Asimismo, examina el nuevo estatus de un escritor profesionalizado e inmerso en un auge editorial que —en el caso de La Novela Semanal— ya declara tener 400.000 lectores hacia fines de 1922. Sin embargo, y a pesar de dicho fenómeno editorial, no existió un discurso crítico sobre estas narraciones, excepto cuando se trató de condenarlas como literatura despreciable y menor, sea por la representación del amor que aparece en 295 ellas —según se explica en el capítulo IV— o por las soluciones imaginarias y utópicas dadas a la búsqueda de la felicidad, como se expone en el capítulo V. Al respecto, un interesante aporte de Sarlo es lo relativo a los códigos del cuerpo y de la mirada y su pertinencia comunicativa en medio de las convenciones sociales de la época, tal como aparece en el capítulo VI. Tal vez, más que juzgar la calidad estética de este tipo de escritura, sería valioso estudiar las características fenoménicas de su recepción. Es decir, además de leer un relato por lo que dice o cómo lo dice, habría que considerar las condiciones comunicativas en que se produce dicha lectura. Según esta perspectiva, entonces, es posible advertir que el folletín pareciera una forma de entretención a crédito, una manera de conocer la realidad según un tipo de pensamiento burgués. Por lo tanto, de acuerdo con este criterio, el relato en serie bien puede ser evaluado como un modo de legitimar o de legalizar un modo de producción textual de la sociedad moderna. Por este mismo motivo, lo interesante de El imperio de los sentimientos es que la autora analiza cómo el ideal y la representación del amor responden a determinadas condiciones ideológicas de producción narrativa. Vale decir, se fundamenta que la felicidad sólo es posible mediante una adecuación de los deseos en el marco de una legalidad general de la época. Por eso, los relatos semanales se corresponden con una estética sin problemas, antirrupturista, que permite reflexionar sobre el horizonte de lectura de las primeras décadas del siglo XX y la "trivialidad de la belleza", como concluye Sarlo en el capítulo VII. En consecuencia, esta primera edición de bolsillo —de un trabajo que data de 1985— permite renovar y ampliar la discusión sobre fenómenos de consumo literario. Sarlo no busca reivindicar este tipo de narrativa sino, más bien, identificar el marco ideológico de elaboración, distribución y recepción de esta literatura popular (la felicidad es posible mediante una adecuación a la normativa del deber ser). En suma, este tipo de investigaciones permite estudiar las letras de una manera más comprensiva y menos contenidista (o elitista). Sin duda, ésta es una valiosa reedición que permite actualizar el quehacer de los estudios culturales, en especial en lo relativo a las primeras manifestaciones populares, en la Argentina, de la hoy conocida cultura de masas. Vania Barraza Toledo Universidad de Arizona vbarraza@email.arizona.edu 296 ALPHA Nº 20 – 2004 (297-299) Patricio MANNS. 2004. Cantalogía. Santiago de Chile: Catalonia Las canciones de Patricio Manns le han deparado desde hace décadas una fama tan justa como extendida. Pocos habrán dejado de oírlas en Chile y en el extranjero y, quienes las han oído y vivido, seguirán recordándolas. No es necesario ninguna encuesta para comprobarlo cualquier referencia al tema de la canción en Chile atrae de inmediato su nombre y los títulos de algunas de sus más exitosas composiciones. Es algo semejante a lo que ocurre con Violeta Parra, ambos figuras eminentes de una modalidad creadora que ha dejado huellas profundas en la memoria colectiva. En el caso de Patricio Manns, son muchas las razones que explicarían esa pervivencia, pero es casi seguro que su público destacaría en primer término el aprecio por sus consumados dones de compositor y de cantante. En el ámbito hispanoamericano se habla de cantautores y en esa línea se ha situado este aspecto de su variado e incesante quehacer. También se le reconoce con plenitud su talento de narrador y de ensayista, pero no siempre como se debiera su condición de poeta. Yo creo, sin embargo, que esa condición suya es la otra base fundamental de la trascendencia de su obra. Diccionarios de literatura y antologías poéticas no suelen registrar su nombre o incluir textos suyos en ese orden. Después de una detenida y fervorosa lectura de sus poemas, me parece necesario averiguar la causa de estas omisiones. El distinguido estudioso inglés Robert Pring-Mill prologó, en 1995, el extenso poema épico-lírico publicado por Patricio Manns con el título de Memorial de Bonampak (1995. Santiago de Chile: Cuarto Propio). En un párrafo muy pertinente de ese prólogo —de consulta indispensable para acercarse al Manns, poeta— dice Pring-Mill: “Cualquiera que haya escuchado las grandes canciones de Patricio atentamente no podrá dudar de su calidad de poeta: sus letras de canción son las más poéticas de toda la Nueva Canción Chilena, y están entre las mejores de todo el continente en dicho género”. En una nota al calce, Pring- Mill agrega que, a menudo, los críticos literarios no lo entienden así, y estima esa desatención como “un serio error”. Pienso que el acierto de Pring-Mill se debe al hecho de que su mejor lectura de las piezas poético-musicales de Patricio Manns, tan difundidas desde los años sesenta, ocurre en un espacio no contaminado por los 297 prejuicios críticos que hacen inmodificable la consideración del canon que — establecido en un momento del proceso literario— se supone fijado de una vez para siempre, ignorándose las muchas veces en que la historia y los lectores han corregido esas pretensiones. Las “grandes canciones” a las cuales alude Pring-Mill han estado ahí desde hace muchos años, pero sus seguidores más devotos eran quienes las oían, con frecuencia distanciados o ajenos a la meditada recepción que permite la letra impresa. Omisión culpable de la crítica, es cierto, pero es preciso reconocer que en esta intelección sesgada de una obra poética tan valiosa y provocativa le cabe también alguna responsabilidad al propio autor, quien sólo ahoracon el título de ha decidido reunir —al modo de variaciones sobre sus temas— con el título de Cantología los poemas, musicalizados o no, que empezó a escribir hacia 1956, aunque en este volumen no se incluye el Memorial de Bonampak. Cantología es, en sí mismo, un todo unitario e independiente que ilustra una distinta exploración de asuntos y de formas expresivas, abierto a intertextualidades histórico-culturales asumidas y procesadas en el póemario con notable eficacia. Contrariando, felizmente, la costumbre —más o menos general— de disponer en orden cronológico la suma poética que da cuenta de una vida consagrada a la creación artística, Patricio Manns ha optado ahora por la recurrencia, no poco original, al orden alfabético de los títulos, anotando al final de cada texto el año de su escritura. El lector advertirá pronto que semejante despliegue textual no es nada caprichoso: subyace en él la idea y la convicción de un trabajo entendido como el todo que constituye la voz poética: un diálogo de textos que se enriquece y profundiza en la vecindad y el contrapunto, como lo sugieren las variaciones, término que —en efecto— es una de las palabras claves para tratar productivamente con esta poesía. En la felicidad de esa práctica reside una de sus mayores virtudes que es, al mismo tiempo, una lección de exigencia para escritores desaprensivos. Los asuntos de que habla esta poesía son muy variados y tocan desde los muchos conflictos personales, en que hay una vivencia de lo erótico, a los grandes dramas colectivos. Pero, de manera central, sobresalen los que distingue Pring-Mill en el prólogo al Memorial…, a menudo puntualizados también en las conversaciones del autor con Osvaldo Rodríguez Musso y con Juan Armando Epple: la vocación por lo chileno e hispanoamericano, la búsqueda de la justicia social, la lucha por la sobrevivencia, la identificación con la vida de los otros, la denuncia de los desastres provocados por la injusticia y por ese desorden mayor que fue la dictadura chilena, con la consiguiente irrupción de la barbarie. La mención de dos poemas extraordinarios bastará aquí para ilustrar ese vasto registro: "En 298 Lota la noche es brava", de 1965, y “Muerte y resurrección de Víctor Jara”, de 1973. La lectura del primero suscita de inmediato una relación iluminadora con uno de los libros fundacionales de la tradición literaria nacional: los cuentos de Sub-terra: cuadros mineros, publicados por Baldomero Lillo en 1904; el segundo —que conjuga la dimensión trágica con la denuncia— habrá de inscribirse en la reducida serie de las elegías memorables de nuestra poesía. La facultad constructiva que se manifiesta de manera tan saliente en los textos poéticos de Patricio Manns, sean o no sean letras para canciones, es una de las singularidades de su escritura que más llamará la atención de sus nuevos lectores. Su repertorio de formas estróficas y métricas es de una amplitud considerable y su concreción poética es siempre afortunada: esa conciencia de los valores legados por la poesía tradicional —en sus vertientes populares y cultas— es hoy, más que nunca, una importante lección de rigor, algo sin duda implícito en aquella incisiva nota de Borges en la que observa que “la literatura actual se complace en las facilidades del caos y de la azarosa improvisación". La poesía de Patricio Manns ilustra, desde sus comienzos, la otra dirección. El admirable dominio que el poeta tiene de esas formas eslo que permite al compositor —que hay en él— alterarlas, recombinarlas o romperlas cada vez que el ritmo musical sobre el cual trabaje en un determinado momento se lo exige o se lo impone. La poesía de Patricio Manns ha esperado mucho tiempo para ir al encuentro con su público, pero aquí está por fin, y yo tengo el privilegio de invitar a los lectores a compartir la viva y enriquecedora experiencia de su compañía. Pedro Lastra Universitad de Nueva York, Stony Brook pedrolastra@webtv.net 299 ALPHA N° 20 - 2004 (300-304) José PANETTIERI y María MINELLONO. 2002. Argentina: propósitos y frustraciones de un país periférico. La Plata: Ediciones al Margen. 239 pp. En la misma línea que muchas publicaciones de la última década surge este libro como producto de la sana confluencia pensante entre un historiador y una mujer de letras. El libro ostenta el subtítulo de Cruces y préstamos entre la Literatura y la Historia, por eso la caracterización preliminar de que se adscribe a numerosos ejemplos de la serie dedicada a analizar la alianza disciplinar, ya sea en el plano teórico o en la ocurrencia concreta de ficción histórica. Los autores anticipan en las consideraciones metodológicas que buscan “reinterpretar ideas-imágenes, arquetipos y cuerpos teóricos incipientes que se instalaron en las primeras horas, donde podrían hallarse más que informaciones desinteresadas (…) los reclamos urgentes de los que no deberíamos prescindir” (12). Y, efectivamente, hacia el final del libro persisten en el reconocimiento de recientes arquetipos sociales, sobre los cuales —dicen— cabría iniciar el debate (239). En esta circunstancia, Panettieri y Minellono —docentesinvestigadores de la Universidad de la Plata— se propusieron, más que la selección de un corpus temático, un recorrido diacrónico por la evolución de ideas en la historia nacional, no sin antes plantear la visión de América como categoría previa a las identidades poscoloniales. Se ilustra literariamente este período con textos como La Argentina de Martín del Barco Centenera y la de Ruy Díaz de Guzmán, en torno al tópico de la antropofagia. Lo que sigue es una ida y vuelta entre textos coloniales rioplatenses y de diverso anclaje geográfico en el mapa del territorio continental. La estrategia de revisar literaturas de otras cronologías permite reconocer motivos recurrentes como el hambre, la ambición de conquista o la percepción de América como vacío. El primer capítulo “—La idea-imagen de América—” abarca toda la llamada literatura colonial hasta la poesía payadoresca partidaria — como la de Hilario Ascasubi y Luis Pérez— que precede a la gauchesca canónica. Las referencias al neoclasicismo, a través de un actor social como Belgrano, se concretan merced a la contextualización de un estudio económico: "Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio en un país agricultor". 300 De este análisis se desprende la red de influencias de la ilustración europea y se pone en evidencia el grado de intercambio disciplinar que operan los autores. Otra muestra de transdisciplinariedad es la remisión alternativa tanto a los historiadores —Halperín Donghi y José Chiaramonte— como a los referentes de la crítica literaria —David Viñas— y aún de la escritura cuando se menta a Borges y Cortázar, con cualquier excusa. Bueno es anticipar que la periodización que propone el texto de Panettieri y Minellono, a través de sus nueve capítulos, responde fundamentalmente a un criterio de historia política y económica antes que a la ya convencional demarcación de ciclos culturales, con excepción del capítulo 4 —que optaron por nombrarlo como “La generación romántica” (103-121)—y los dos capítulos (7 y 8) relativos al ´80, que comentaré posteriormente. Así, el capítulo llamado “Expansión económica, mercantilismo y fisiocracia” (47-61) aporta un panorama en el que predomina la historia económica de los países centrales antes de dar entrada a la realidad americana resultante de la vigencia de teorías como el mercantilismo y del auge de los fisiócratas con Quesnay en su rol de fundador. La referencia a este notable antecedente del liberalismo económico constituye el pórtico al tratamiento que aquí importa: el cambio rioplatense desde el nomadismo de la “civilización del cuero” hacia un incipiente capitalismo. Este sobrevendría al impulsarse la agricultura como lo propusieran Vieytes y Belgrano, a cuyo testimonio se recurre. Es válido señalar al lector que en este capítulo es tal la dominancia conceptual relativa a aspectos económicos y de la historia constitucional que se percibe una ausencia de cuánto de este panorama se proyecta en lo literario. En el capítulo sobre el movimiento de Mayo aparecen citas de ensayistas del siglo XIX (Sarmiento) y del siglo XX (José Ingenieros) a propósito de la evolución republicana, mientras que se ilustra la participación de Juan José Castelli y B. de Monteagudo, como actores de esa construcción, a través de la novela que Andrés Rivera —ya en el siglo XX— dedicara a la revolución. La Asamblea del año XIII, como estación de avance del proceso revolucionario de Mayo, es objeto de un minucioso examen que motiva el contrapunto de ideas entre Sarmiento en Facundo y José Ingenieros. Tanto la palabra evocada de historiadores —Mitre, Saldías, Weinberg, Romero— y de ensayistas, como las reflexiones actuales sobre estas citas motivan a coincidir con algunas afirmaciones en sordina. 301 Quizás pueda decirse, en cierto sentido, que la revolución emancipadora fue una revolución política y, acaso, por ser antes una revolución social, originó un complejo y difícil problema político cuya solución se dilató a lo largo de medio siglo. (92). Por contraste, en “La generación romántica” (103-121) se apela a la literatura como correlato del rosismo y el recorrido se realiza a través de los textos clásicos: El matadero, Amalia, Facundo y algunos cuentos de Juana Manuela Gorriti. Si bien la remisión al bagaje crítico sobre estos textos resulta muy conocido (Carilla, Ghiano, Jitrik) cabe reconocer que el ingreso de trabajos más recientes como los de Jorge Mayer, M. Svampa y Francine Masiello agregan actualidad a la conocida antítesis civilización /barbarie. Es indudable la puesta en diálogo de los clásicos de la generación romántica con otras expresiones de su propia producción. Si en las menciones a Sarmiento el eje es Facundo, se logra mayor competencia en su pensamiento gracias a la refracción del autor detectada en Recuerdos de provincia, en Mi defensa y en Campaña en el Ejército Grande, con lo cual se abarca un lapso que va de 1843 a 1851 en la sistemática estrategia ideológica sarmientina. Algo similar se trabaja con respecto a Echeverría. El matadero configura el centro a partir del cual se convocan visiones de país que ya se aportan en el Dogma socialista, Los consuelos e, incluso, La cautiva. Tales ideas-imágenes parecerían marcar el comienzo de una serie de repeticiones y recurrencias de nuestra historia cultural, caracterizadas por el desencuentro entre los intelectuales y las grandes mayorías, reunidas emocionalmente tras la figura carismática del hombre fuerte, generalmente imbuido de una actitud paternalista y/o demagógica para conducirlas.(114). Otra derivación digna de encomio, aunque nada original, es el paralelo entre la generación de intelectuales del ´37 con el grupo Sur como antagónico al gobierno peronista. No se profundiza acerca de la notable producción literaria inspirada en esa coyuntura. Sólo se nombran algunos escritores de uno y otro sector, siendo notoria la ausencia de Martínez Estrada quien, como se sabe, fue uno de los más enconados polemistas al comparar rosismo y peronismo. Los autores hacen la salvedad de que el libro no incluye la “reelaboración sesentista”, exclusión lógica si se advierte que la intertextualidad está, más bien, encaminada a evidenciar la coherencia generacional, por ello las conexiones de Sarmiento y Echeverría se establecen con Alberdi, Moreno y Juan María Gutiérrez, en cuanto sujetos de una actitud programática. A modo de evaluación paulatina arriesgaría que este libro de Panettieri y Minellono es bastante obvio para historiadores —en lo que se refiere a esa disciplina— pero es muy útil para gente de letras por la 302 claridad y abundancia con que se arriman líneas de interpretación de corrientes de pensamiento (proteccionismo, librecambio, en el Cap. 5), y de procesos (relación Iglesia-Estado, en el Cap. 6) que delinearon el EstadoNación. Asimismo, en menor dosis, el raconto de cómo esos procesos se plasman en la literatura pueden ser bien aprovechados por las ciencias sociales, en general, ya que no siempre se traza una periodización de la economía, por ejemplo, con apoyo en el discurso literario. De hecho, los autores acuden bibliográficamente a voces muy en coherencia con la perspectiva aludida: las de Weinberg, José Luis Romero, H. Donghi, son visiones historicistas que nunca desecharon la literatura como fuente. A juzgar por el contenido de los capítulos que faltan comentar, este libro que prometía concretar la tantas veces buscada articulación interdisciplinaria, se cae inexorablemente. Lo afirmo —a riesgo de contradecir impresiones vertidas con anterioridad— al comprobar que los autores no entraman al interior de cada problemática o período. Muy por el contrario, cada quien hace gala de aquellos saberes ya convencionalizados en sus respectivas trayectorias. No intentan los cruces, sino que éstos ocurren merced a la mayor o menor destreza del lector en deslizarse por un corredor que opere la mezcla. Así, por ejemplo, el abordaje de las polémicas entre Sarmiento y Alberdi desemboca en el tema del indio, ilustrado con una perspectiva de la Excursión… de Mansilla y con algunas opiniones sobre el Martín Fierro, pero, lejos de mostrar cómo el libro textualiza la identidad del indio, se da un esquema de la recepción de Hernández en, ésta, su obra capital. Se habla de la circunstancia de producción de la segunda parte en relación con la primera, hasta recalar en cómo ocurre el desplazamiento desde el significado inicial del Martín Fierro a la valoración posterior cuando el arquetipo gaucho cobra valor ideológico para el nacionalismo de Gálvez y de Rojas, e instancias posteriores. Promediando el siglo XX —y a partir de fenómenos como el peronismo y las “correcciones“ a la historiografía liberal realizadas por el revisionismo histórico que exaltaron las figuras de Facundo, Rosas y Perón y todos los excluidos del proyecto “civilizador”— volvió la figura del Martín Fierro a ser motivo de consideraciones especiales.(183). Si bien, la omisión del Martín Fierro hubiese sido inconveniente, el tratamiento superficial del "indio" como actor social —cuando lo que se pretendía era desarrollarlo como tema— me suscita la siguiente crítica: pudo haber sido más novedoso y enriquecedor referirse al corpus de los textos apenas mencionados, producciones que apuntaran hacia “las historias regionales de los pueblos del interior de la provincia de Buenos Aires”. (183). Títulos como El último malón, Los cantos de la patria chica, 303 El hombre olvidado, evocan a Azul y a Tapalqué como escenarios de la sobrevivencia en la frontera entre los blancos y el indio. Por último, y con miras a demostrar la andadura despareja del texto reseñado, insistiré en la crítica sobre la especificidad literaria del capítulo 8 —“En torno al ´80”:185 a 203— versus la homogeneidad científica del capítulo siguiente. En este tramo del libro se palpa con mayor certeza lo que ya objetara más arriba en cuanto a la autonomía de los conocimientos que opera en contraposición a lo que propone el enunciado “Cruces y préstamos entre la Literatura y la Historia”. La historia del movimiento obrero —área en la que Panettieri tiene publicaciones previas de mucho prestigio— está exhaustivamente desarrollada, en conceptos y hasta en datos estadísticos. Aspectos institucionales, gremiales, cronologías y remisión documental completan este capítulo que es un repaso para cientistas sociales pero que, en cierta forma, deja fuera a los literatos. “En torno al ´80”, en cambio, se revela como un trabajo autónomo al plantear que la densidad metacrítica puede suscitar “dificultades de lectura”. En efecto, las notas finales —todas del campo literario— crecieron abrumadoramente respecto de otros capítulos, lo que estaría dando cuenta de la especificidad disciplinar. Para ser justa, importa rescatar que el enfoque de la literatura del ´80 se acompasa con el capítulo 9 en el hecho de que éste toma muy en cuenta que el proletariado conformado por aquellos años se nutre de la inmigración. Por su parte la literatura absorbe representaciones del conventillo, la fábrica, la lucha de clases, la contaminación lingüística, etc., todo lo cual está considerado en esa coordenada de las ideas-imágenes que constituyen tópicos. Amelia Royo Universidad Nacional de Salta Facultad de Humanidades Buenos Aires 177 4400 Salta, Argentina 304 ALPHA Nº 20 – 2004 (305-307) Ernesto CARDENAL. 2003. CATULO / MARCIAL. Ancud: Ediciones Tácitas. El epigrama, por norma general, luce claridad, sencillez, brevedad, protocolo que revela una mirada al mundo teñida de sentido común, de sensatez, a pesar de todo. Los epigramas son textos (observaciones) de tipo práctico; lo suyo es, casi siempre, la lucidez. Por lo general, los mejores epigramas tocan el tema que sea, desde una perspectiva en que el sentimentalismo es controlado a través de la ironía final o mediante un brusco giro de contenido. Incluso, en aquéllos que son esencialmente, emotivos, dramáticos, elegíacos o didácticos. Sin desdeñar lo grosero o lo ordinario, hacen gala de una fina y elegante ironía para enfrentar lo doméstico. La literatura occidental ha incluido a los epigramas dentro del universo de lo clásico: expresión de criaturas de la luz (mediterránea), de su lenguaje. Serían manifestación —en términos teóricos— de un espíritu saludable que, sin histerias, asume el mundo, como sea que éste se muestre: fútil, espiritual, enamorado. Los poetas epigramáticos respetan la belleza, la admiran y desean pero, al mismo tiempo, no hacen un problema de ella, no la transforman en un enigma en sí misma sino que, simplemente, procuran administrarla razonablemente. Y es el lenguaje la herramienta precisa con que llevar a cabo su trabajo, irrealizable por cualquier otro medio. La lección es ésta: el lenguaje siempre es claro cuando lo que intenta decir existe, es real, sucede, es un patrón (lección que hizo suya tanto el imaginismo, como, posteriormente, el objetivismo americano). Y es esta misma claridad la que hace posible la medida justa con que el lenguaje expresa lo dicho. De allí, también, la aparente autoridad, severidad que deja al epigrama en una semi-frialdad (distanciamiento) con que habla/dice sus temas (lo que le evita caer en el rango de literatura de auto-ayuda u oracular, esotérica.). En los epigramas de Catulo y Marcial hay rastros de una mentalidad, en el fondo y a pesar de sí misma; irremediablemente solitaria y sentimental. De ahí esa tensión (que Catulo amenaza con romper a cada minuto, exponiéndola al máximo), la ironía (que puede llegar, con mayor frecuencia en Marcial, a la crueldad) y la lucidez. Incluso, en sus insultos. Los más flojos epigramas, los de cualquier autor (incluido Cardenal), fallan precisamente por ese error elemental de no medir o equilibrar, la 305 sentimentalidad —o de no poder resolver el problema de la sentimentalidad— que ya el tema, si es el caso, se impone a esos textos. Cardenal es un hombre que desearía ser el autor de los versos que hay en este libro, depositario de un tipo de sabiduría humana articulada, para muchos, de la manera más perfecta. Cardenal, de veras, ama lo que aquí dicen estos dos ciudadanos de la República Romana, hombres de entereza que es como quiere verse a sí mismo o a quien busca. Personalmente, creo que no hay que olvidar que el nicaragüense suscribe una fe oriental: es un cristiano (hombre con una misión sagrada) y un cristiano estudioso, de aquéllos que se preguntan, aunque sea de forma inofensiva, que es lo que de verdad desea. Y descubre, en estos hombres de Roma, por ejemplo, formas o pequeños rasgos del Cristo humano (un dios más o menos sensato, a fin de cuentas). Su sacerdocio le da al revolucionario un toque épico, clásico y, seguramente para él, heleno (es un hijo espiritual de Pound y de su catecismo, recordémoslo, también). El revolucionario se levanta como figura, como la del hombre que lucha pero nunca es un bárbaro, es un hombre que se aprecia de distinguir lo cierto de lo falso, lo real de lo aparente, el bien y el mal, la verdad y la mentira y — como no puede asumirlo cínicamente— toma partido activo contra la oscuridad, no espera a que ésta se agote o muera o cambie. Pues bien, Cardenal pretende el lenguaje y la tradición que representan los dos romanos (el lenguaje de lo clásico, de lo real, ni más ni menos) para hablar los temas propios de un hombre noble: bondad, belleza, armonía, igualdad, justicia, Dios (y así, sucesivamente, hasta la hoz y el martillo). Todo esto dicho para insinuar, al menos, que los epigramas pueden tener un efecto imposible de imaginar en la vida de quienes los leen cada día. Llevar la vida que Cardenal llevó podría deberse, en parte, a la lectura de este tipo de literatura junto con los Evangelios. Si su visión demostró ser errada, o no, es harina de otro costal. Interesa saber sólo eso para estar seguros de la dedicación que debe haber puesto Cardenal al trabajar en este libro. El mismo impulso de Pound con su Cathay, y esto dicho no como crítica. Cierto es que libros como éste deberían, de forma dramáticamente urgente, ser leídos y releídos por el máximo de personas posibles; evitarían mucho sufrimiento, acciones absurdas, innecesarias; decisiones inexistentes. La traducción, ya que uno no sabe latín, sólo puede ser comparada con otras traducciones y apenas puede reprochársele el uso de algunas acepciones, un cierto ritmo raro (a veces), ordenes de diverso tipo —pero nada dramático— giros particulares del habla de Nicaragua (¿managüense?). 306 De paso: el epigrama —como otras formas literarias— expone las contradicciones pero no está en él resolverlas. La contradicción existe, está ahí, pero es ahí donde el hombre nunca podrá ver, nunca tendrá esa luz. Ellas son síntomas inequívocos de que todo el sistema falla; el plan maestro, original, cósmico —lo que sea— falla: no es realmente coherente; todo es caótico y, en fin, más vale entender lo que sucede, al menos, alrededor de nosotros, aunque en su seno esta lógica también lleva la validación del suicidio como acto razonable. Morir simplemente, pues nada vale la pena en realidad. Celebremos entonces, no está mal emborracharse. El epigrama lleva eso que también tiene Khayyam —¿otro que leyó a los epigramáticos tanto cuanto pudo?—: el culto al vino, a lo mediterráneo, la celebración, el trozo de pan, las aceitunas, el tabaco, el libro, la amistad. _art Folch Santiago de Chile Mario VARGAS LLOSA. 2003. El paraíso en la otra esquina. Madrid. Alfaguara, 485 pp. La última novela del autor peruano gira en torno a dos vidas, la de Flora Tristán (1801-1844) y la de su nieto, el pintor Paul Gauguin (18481903). Pero, más que por su genealogía, los personajes están relacionados por sus sueños y objetivos: la primera por instalar un "paraíso" socialista en la tierra; el segundo por liberarse de todos los academicismos (y ataduras sociales) y el afán de pintar la totalidad del ser humano y no sólo su parte física y racional. Es decir, ambos son idealistas y utopistas: una a favor del colectivo, el otro en busca de lo personal. Desde hace años era conocido el proyecto vargasllosiano de retratar a la socialista y feminista (cf. el Diálogo con R. A. Setti de 1989), pero el resultado ha sido, una vez más, la alternancia de dos tramas, en este caso, separadas por medio siglo y miles de kilómetros. Las principales fuentes de inspiración son obvias: los escritos de la "temeraria y justiciera" mujer (en palabras del propio escritor) y los cuadros, diarios y biografías del pintor. Además, resultaría muy atractivo, el hecho de que ambos tuvieran ascendencia peruana y pasaran alguna época de su vida en el Perú. Flora, incluso, en Arequipa, su ciudad natal. Es sabido que el siglo XIX no sólo fue el de las teorías nacionalistas (romanticismo) y positivistas (naturalismo) sino, también, el de los utopistas. El novelista menciona en su texto a los más conocidos: Saint Simon, Fourier, Bakunin, el empresario escocés Robert Owen y el fundador del marxismocomunismo, Karl Marx. Algunos de ellos influyeron en la Tristán y, también, alguno de ellos (Marx) podría haber retomado ideas de aquélla. Para Flora, la 307 experiencia fundamental fue su viaje al Perú, cuyo resultado sería su libro Peregrinaciones de una paria (1838). Emprendió el viaje en busca de la legitimidad y la herencia que, como ella pensaba, le correspondía, aunque el matrimonio eclesiástico entre su madre francesa y su padre hispano-peruano (Perú, entonces, aún era una colonia) no fuera reconocido. Si al salir buscaba su identidad y legitimación personales, volvió con ideas más claras acerca de los problemas y las injusticias de las clases y las razas, la esclavitud, la marginalidad, la subalternidad de la mujer y conceptos como "civilización" y "barbarie". Había visto la situación de los esclavos en un ingenio azucarero cerca de Lima; la guerra civil en Arequipa; la relativa libertad de las mujeres limeñas (las "tapadas") y admiraba a "la Mariscala" (la esposa del mariscal Gamarra, 311). A su vuelta en París —sin haber conseguido sus objetivos personales en el Perú— comienza sus estudios acerca de los sansimonianos y fourieristas y su preocupación por la situación de la mujer y la de los obreros, que había observado de cerca en su viaje por Inglaterra, primer país europeo industrializado que florecía económicamente mientras que sus obreros (hombres, mujeres y niños) sufrían las condiciones de trabajo más abyectas. Convencida de que las mujeres no podrían liberarse solas de ese yugo, quiere unir la lucha de ellas con la de los obreros en L'Union Ouvrière. Con este objetivo emprende una gran gira por Francia en 1844 y describe todos sus problemas, fracasos, persecuciones y dolores físicos en su Diario (publicado en 1973). Este texto sirve como base para los capítulos de la Tristán, ya que la gira terminaría en noviembre del mismo año con su muerte en Burdeos. Por el contrario, la historia de Gauguin se centra en el amplio período de once años vividos en su paraíso (Tahití y las islas Marquesas) para terminar, igualmente, con su muerte —pobre, enfermo (sifilítico) y casi ciego— en mayo de 1903. Gran parte de estos capítulos están dedicados a la descripción de sus cuadros. Esta afición pictórica de Vargas Llosa ya se comprobaba en novelas anteriores como Elogio de la madrastra y Los cuadernos de don Rigoberto y en el drama Ojos bonitos, cuadros feos. Aunque para la Tristán sólo se registre su última batalla por llegar al "paraíso" socialista (el juego infantil al "paraíso" forma parte de su vida, igual que de la vida de Gauguin, 18, 466), mediante los recuerdos se evocan épocas pasadas como la infancia, el matrimonio, el viaje al Perú, sus experiencias eróticas con mujeres ("elemento añadido" por el autor), etc. Todos los capítulos de su trama llevan fechas y lugares concretos; sin embargo, éstos se abren a escenarios y épocas muy lejanos, p.e. el cap. XI se titula "Arequipa. Marsella, julio 1844" y se ocupa, efectivamente, de su llegada al Perú en 1833. Igualmente, los once años presentados de la vida de Gauguin se amplían hasta incluir su infancia (en Lima), su adolescencia y su vida exitosa como corredor de bolsa, matrimonio, viajes y huida de la Europa "civilizada" 308 en busca del paraíso primitivo, después de haber fracasado en la utopía artística con van Gogh en Arles. Si, en el presente de la acción, la novela desarrolla dos historias paralelas en forma cronológica, éstas, sin embargo, están fragmentadas y dislocadas en el interior de cada uno de los capítulos. Lo que llama la atención en el texto son las "mudas" del narrador, que pasa de la tercera a la segunda persona tanto para la trama de la Tristán como para la de Gauguin (aunque en menor grado). Esta forma de narrar que ya se podía apreciar en una novela anterior como La fiesta del Chivo, aparece, en concreto, para la trama de Urania, donde mediante las interrogaciones ("¿Empezaste ahí Florita...? ¿contento con esos progresos, Paul?") el lector penetra en el pensamiento y en las dudas de los personajes. El uso de la segunda persona hace difícil decidir si se trata de un narrador extradiegético (o alguien parecido a los Inconquistables de La casa verde para don Anselmo) que instiga al personaje a revelar su interioridad, o si se trata de las preguntas que el propio personaje se plantea como si de un auto-interrogatorio se tratara. A menudo, este procedimiento está unido al diminutivo "Florita" o a los apodos "Andaluza" para ella y "Koke" para el pintor. Esta ambigüedad del narrador ya fue mencionada por el escritor en su estudio poetológico que titula Cartas a un novelista: "En las novelas narradas por un narrador que habla desde la segunda persona, no hay manera de saber (en qué parte se encuentra el narrador) con certeza" (1997: 54-55). En fin, si los dos personajes se oponen (frugalidad, abnegación, espíritu luchador, horror al sexo de la mujer frente a lo estrafalario, egocéntrico y a la desbordada sexualidad del hombre) también tienen rasgos en común: la búsqueda de un ideal, el aborrecimiento de la sociedad contemporánea ("la mugre humana", 289) aparte de pequeños detalles como el chocolate espeso, el juego de niños al "paraíso". Esta nueva novela permite al autor criticar a la sociedad peruana de comienzos de su independencia (y a los historiadores que idealizaron algunos aspectos de ella como el de las guerras civiles, 303) pero, también critica el colonialismo francés; la mediocridad, el egoísmo y el conservadurismo no sólo de la burguesía sino, también, de muchos obreros. Rita Gnutzmann Universidad de Vitoria Facultad de Filología Departamento de Filología Española 01006, Vitoria, España fepgnxxr@vc.ehu.es 309 ALPHA Nº 20 – 2004 (310-311) Mario VARGAS LLOSA. 2003. El Paraíso en la otra esquina. Lima: Alfaguara. 485 pp. ¿Una sorpresa formal la última novela del autor de "La conversación en la catedral" o de "La casa verde"? Seguramente que no. El principio del siglo XXI por cierto no es un tiempo de experiencias formales como lo eran los años 60 del siglo pasado. Hoy obviamente se escriben novelas de buena lectura, como la presente obra del maestro peruano. Por cierto, la estructura del libro tiene sus aspectos interesantes: dos historias que se cuentan en una misma novela, la de Flora Tristán en los capítulos impares y la de Paul Gauguin, el nieto de Flora Tristán en los pares, se constata un frecuente cambio de las perspectivas narrativas, la de la tercera persona y la de la segunda (a menudo el narrador habla con sus protagonistas), se observan muchos cambios en el tiempo narrado, que, en el caso de Flora Tristán parte siempre de los aconticimientos durante su último viaje propagandístico en favor del movimiento revolucionario "La Unión Obrera" a través del sur de Francia en el año 1844 y en el caso de Paul Gauguin de sus últimos años en la Polinesia desde 1892 hasta su muerte en 1903. Son las retrospectivas en los capítulos correspondientes que hacen surgir delante del lector dos personajes extraordinarios, que Vargas Llosa obviamente admira mucho: Flora Tristán, aquella mujer atrevida, que luchó por los derechos de las mujeres en un tiempo, en que nadie pensó en los movimientos feministas de nuestros días y contra la explotación de los obreros antes de las actividades revolucionarios de Carlos Marx y de los otros fundadores del comunismo universal, que se opuso a la influencia poderosa de la iglesia en la vida social pidiendo por ejemplo comunidades libres entre hombres y mujeres en vez del matrimonio institucional (que para ella era la base de la esclavitud de la mujer) y Paul Gauguin, que se liberó de la vida burguesa, que había llevado durante mucho tiempo como empleado en la Bolsa de Paris, casado con una mujer protestante de Copenhague y padre de varios hijos, que se hizo pintor de un día al otro dejando a su familia y buscando la verdad artística en las culturas primitivas y salvajes, primero en la Bretaña francesa (Pont Aven) y luego en las islas de la Polinesia (Papeete, Las islas Marquesas), quien se entusiasmó por el amor libre de los indígenas e incluso por sus prácticas de canibalismo. Dos personajes en búsqueda del Paraíso terrestre. Sin embargo, como en el juego de niños, que da el título a la novela, y en el que un niño con los ojos vendados busca el Paraíso sin encontrarlo, porque cada 310 compañero de juego le dice que está en la otra esquina, los dos protagonistas terminan mal, mueren miserablemente sin haber encontrado sus paraísos. Una novela que hace reflexionar y fascina por su mensaje. Ewald Weitzdörfer Fachhochschule Kempten Immenstädter Str. 69 87435 Kempten, Alemania Weitzd@web.de Alberto MENDEZ. 2004. Los girasoles ciegos. Barcelona: Anagrama. 105 pp. La memoria, la memoria... y otra vez la memoria. En estos días la narrativa española parece encontrarse en un callejón sin salida. Como a las vacas se les sube a los escritores españoles cada vez más otro bocado, otra memoria de la guerra civil, que tienen que rumar públicamente en su obra. Obviamente, siguiendo un impulso interno Alberto Méndez (1941) se decidió a publicar su primera obra narrativa, su contribución a la memoria colectiva de España. Sin embargo, no se pone en la fila de autores como Javier Cercas, que se concentran en el proceso de hallar la información histórica y de novelarla convirtiendo, así, el trabajo de escribir en el argumento de la novela. Méndez ofrece al lector cuatro relatos — cuatro derrotas— que tienen en común el fondo histórico: los años más duros de la posguerra española, los desde 1939 a 1942. La primera derrota es la del capitán Alegría, que se rinde a los republicanos el día de la victoria de Franco, que es procesado y fusilado, pero se encuentra vivo entre los cadáveres de una tumba común. El sobreviviente toma el camino hacia su pueblo natal, donde tiene que rendirse una segunda vez y será fusilado en el tercer relato (la única relación directa que existe entre los cuatro textos). La segunda derrota, para mí la más lograda y la más emocionante —narración que quedó finalista del Premio Internacional de Cuentos Max Aub en 2002— es la historia de un poeta joven, quien con su amiga embarazada, había huido de los vencedores a las zonas más altas de los Montes Cantábricos. Allí presenciamos el parto y la muerte de la joven madre. A través de las páginas de un diario íntimo podemos luego seguir de cerca la vana lucha por la vida del joven padre y de su hijo. La tercera derrota es una versión moderna de las famosas Mil y una noches, desgraciadamente sin el 311 desenlace feliz de los textos árabes. El papel de Sherezade lo juega Juan Senra Sama, "masón, organizador del presidio popular, comunista, soltero y criminal de guerra" (63). Cada vez que tiene que aparecer delante del tribunal presidido por un coronel, le cuenta algo de su hijo que había conocido antes de que fuera ajusticiado por los republicanos. Así consigue un desplazamiento de su ejecución y puede escribir una larga carta a su hermano. La cuarta derrota, que da título al libro, es un texto formalmente muy interesante. En tres ramas narrativas, que se distinguen por sus tipos de imprenta (en cursiva, en negrilla y normal) y por su carácter formal (carta al confesor, narración en primera y en tercera persona de singular) se cuenta la historia de un diácono profesor en una escuela de la Iglesia, que se enamora de la madre de un alumno. El padre del alumno está siendo buscado por los vencedores y, por eso, se esconde en un armario de su casa. Como su familia le declara muerto, el profesor se hace esperanzas y llega a la casa de esta familia. El encuentro entre el marido y el profesor termina con el suicidio del esposo, quien se arroja desde el tercer piso al patio de la casa. Los girasoles ciegos representa una lectura fascinadora. Es la obra de un absoluto profesional, que conoce todas las técnicas narrativas. Pero es, también, la obra de un típico español, para quien las palabras "reconciliación" y "paz" todavía hoy, después de tantos años, parecen difíciles de aceptar. Ewald Weitzdörfer Fachhochschule Kempten Immenstädter Str. 69 87435 Kempten, Alemania Weitzd@web.de Poli DELANO. 2002. Este banco del parque. México: Mondadori. 144 pp. En el contexto cultural chileno, Poli Délano se destaca como un escritor prolífico y polifacético que infunde en nuestra literatura un dinamismo peculiar. En su narrativa, las fronteras impuestas por “lo nacional” se movilizan creando aperturas significativas, tanto a nivel del lenguaje como de la ficción misma. Manteniendo como centro y horizonte ese Chile que debió abandonar para exiliarse en México, durante once años, en sus cuentos y novelas el espacio nativo se procesa a partir de otra mirada, desde una perspectiva en la cual los estancos impuestos por la 312 construcción cultural de “lo nacional” se tiñe con visos de lo multicultural, de ese otro flujo intertextual que en esta última década se ha incrementado por el fenómeno de la globalización. Este banco en el parque se inserta en aquella tendencia de la narrativa latinoamericana que, tachando tanto las mistificaciones del llamado realismo mágico como los cultos de un hermetismo de élite, reprocesa el formato popular de la novela detectivesca, o de suspenso, incorporando en ella los avatares del Deseo y de un devenir histórico signado por la violencia. Es más, en esta novela Poli Délano entreteje, con una habilidad extraordinaria, no sólo las diversas historias de amor, el pasado y el presente de un Chile post-dictatorial sino, también, los diferentes niveles de la ficción poniendo en entredicho la noción de la verdad y postulando la escritura misma como una praxis que germina en el ámbito de las preguntas y de lo no resuelto. El encuentro de León Vásquez (sobreviviente de una de las tantas matanzas del golpe militar) y Deborah (turista americana de paso por Santiago) engendra una espera que asume dos significados distintos. Para ella, implica la expectativa de la pasión que insólitamente surge en la vejez, mientras para él representa la posibilidad de realizar su venganza imponiendo la justicia sobre lo que ha quedado impune. Sin embargo, en el pasado de ambos, y como dos espejos enfrentados, persiste una historia de amor semejante y que fue tronchada por las fuerzas del poder político. Gary, el muchacho que inútilmente muere en la guerra de Vietnam y Magdalena, sacrificada en la tortura, son las víctimas de ese poder ajeno y voluntarioso que destruye la armonía del amor pleno. El encuentro de León y Deborah es, también, el entrecruce de perspectivas y espacios que fermentan en Santiago, la ciudad neoliberal que, en el rito narcotizante de la celebración de un partido de fútbol y su aura patriotera, oculta la pobreza y la injusticia. La experiencia del exilio en el caso de León y la condición extranjera de Deborah le otorgan al espacio urbano y a la sociedad chilena un espesor que se nutre de la mirada desde otro sitio. Y esta mirada teñida por las experiencias en México y Estados Unidos infunden en la escritura de Este banco en el parque un carácter híbrido que desborda y da una tónica innovadora a la narrativa chilena. Entrecruces de historias personales y de sucesos violentos en el devenir histórico fluyen a través del suspenso de esta otra historia que no sabemos si se resolverá a nivel del Deseo o de la venganza. En Este banco en el parque, Poli Délano elabora, aún, otra tensión y suspenso en el ámbito de la ficción misma. La inserción de la ficción dentro de la ficción —la de una novela en el proceso de ser escrita por León— otorga a la escritura una dualidad de discursos y la posibilidad de contar los sucesos en 313 modos alternativos que se complementan. Las experiencias del prisionero político y del exilio y la de aquella cita de los amantes que no se cumplió, revierten, en su contrapunto, a la persistencia de la memoria como una praxis que exige la reevaluación de la historia oficial. Contrapunto que, también, desestabiliza los límites entre “lo real” y “lo ficticio”; de allí que el suceso que provoca León en el plano de “lo real” sirva para suplir el desenlace tanto de novela que escribe como de la novela Este banco en el parque, que leemos. La alta comercialización de la literatura light en Latinoamérica ha creado una escisión tajante con esa otra producción que la crítica elogia, ya sea por sus valores estéticos o por la complejidad de los conceptos elaborados. Poli Délano, en esta novela, borra los senderos diversos de esta encrucijada para hacer de Este banco en el parque un texto en el cual, tras el suspenso y la sucesión ágil de la acción, fluye una visión compleja de Chile y de las fuerzas latentes de su memoria histórica. Lucía Guerra Universidad de California, Irvine lcunning@uci.edu 314 ALPHA N° 20 - 2004 Diciembre 2004 ISSN 0716-4254 www.ulagos.cl/alpha/Index.html INFORMACION PARA LOS AUTORES La revista ALPHA acoge artículos, notas, documentos y reseñas. 1. Los temas deben ser inéditos y apropiados para una revista de humanidades (literatura, lingüística, filosofía, artes, estudios culturales, teoría crítica) o temas que, sin pertenecer exclusivamente a alguna de estas zonas del conocimiento, constituyen puntos de encuentro de las mismas. 2. El tipo de trabajo puede ser en la modalidad de estudio, ensayo, documento, nota o reseña, escrito en español. 3. Extensión recomendable de los artículos: 12 a 20 carillas mecanografiadas a doble espacio incluyendo bibliografía. Para las notas y documentos se recomienda entre 5 a 10 páginas. 4. Todos los trabajos, exceptuando las reseñas y documentos, deberán enviarse con un resumen (abstract) en castellano y en inglés, de una extensión de entre 5 a 10 líneas. Incluir traducción del título del artículo y entre cuatro a seis palabras claves, en español e inglés. Los resúmenes deberán aparecer inmediatamente después del título del artículo. Asimismo, al final del artículo deberá escribirse la dirección postal y electrónica del autor, indicando la institución a la que pertenece (si corresponde). 5. Los trabajos se publican sólo sin son aprobados por unanimidad por el Comité de Redacción de la Revista. En los casos que corresponda será decisiva la evaluación de los Consultores Externos. 6. Los trabajos deben enviarse a la Secretaría de Redacción o a la Dirección de la Revista, considerando una copia en papel y otra en disquete usando procesadores de texto (para IBM o compatible o Macintosh); la copia computacional deberá grabarse usando el formato RTF. También se pueden enviar por correo electrónico a través del sistema de archivo adjunto (attached file), igualmente en formato RTF. Si se opta por esta forma de envío, es igualmente recomendable enviar copia de respaldo en papel por correo ordinario, sobre todo, para el caso de trabajos que incluyan esquemas, tablas, gráficos. 7. Para el número 21, correspondiente al año 2005, se recibirán 315 colaboraciones hasta el 31 de julio de 2005 y su aceptación será comunicada a los autores en el mes de octubre. La Revista aparece en el transcurso del último trimestre de cada año. 8. El aspecto formal de uso de citas y referencias debe ceñirse en lo esencial al estilo MLA (Modern Language Association). Las especificaciones básicas requeridas son las siguientes: 8.1. Citas de libros o revistas académicas en papel. Las citas directas breves deben ir entre comillas en el cuerpo del texto. Si son extensas (cuatro líneas o más), en renglón aparte, haciendo doble retorno a inicio y final de cita, con margen adentrado y sin comillas. En ambos casos, al fin de la cita, en paréntesis se indica el apellido del autor y la (s) página (s) desde donde se extrajo la cita. Si se está trabajando con más de una obra del mismo autor, se indica el apellido del autor, el título abreviado de la obra citada escrito en itálica y la (s) página(s) desde donde se extrajo la cita. Si en el cuerpo del texto se anuncia la cita indicando el apellido (o nombre y apellido) del autor, al fin de cita en paréntesis sólo se indica la página (o el título abreviado de la obra y la página si se está trabajando con más de una obra del mismo autor); no se menciona el apellido del autor, pues, ya fue mencionado en el encabezamiento de la cita. Ejemplos (sólo se ejemplifica con citas breves): a) Según Nelly Richard, “los textos de crítica cultural serían textos intermedios que no quieren dejarse localizar según los parámetros institucionales que definen los saberes ortodoxos” (144). b) Se ha dicho también que “los textos de crítica cultural serían textos intermedios que no quieren dejarse localizar según los parámetros institucionales que definen los saberes ortodoxos” (Richard 144). c) “La sacralización del texto corresponde a la problemática de la concepción del texto como absoluto” (Carrasco, Nicanor Parra 95). d) “Para el antipoeta no sólo la escritura está en crisis; la sociedad entera lo está” (Carrasco, Para leer 88). Se procede exactamente de la misma manera si la fuente citada es de un autor institucional o corporativo (Naciones Unidas, Consejo de Libro y la Lectura). 8.2. Citas de fuentes en internet. En lo fundamental, se procede de la misma manera que con fuentes tomadas de publicaciones en papel. La diferencia es que, en lugar de indicar página, se escribe la expresión “en línea”. Ejemplo: “La necesidad de preservar la biodiversidad se hace cada día más urgente, especialmente por los graves cambios climáticos y, también, 316 por la profunda saturación existencial a la que nos está llevando una modernidad contraria al orden natural del mundo” (Poland, en línea). 8.3. Citas tomadas de comunicaciones electrónicas (e-mails). Al fin de cita, en paréntesis, se indica el autor y se escribe “correo electrónico” y la fecha que corresponda. 8.4. Cita tomada de entrevista inédita realizada por el autor del artículo. Al fin de la cita, en paréntesis, se indica el apellido del autor, y luego se escribe “entrevista personal”. 8.5. Cita tomada de un programa de televisión. Al fin de cita, en paréntesis, se indica el apellido del autor (si procede), el título del programa y la estación que lo emitió. 8.6. Cita tomada de un film. Al fin de cita, en paréntesis indicar el apellido del director y título de la película. 9. Lista de obras citadas (o bibliografía citada). Al final del artículo se hace la lista de las obras de hecho citadas cuyas referencias básicas se han dado parentéticamente en el texto del artículo. Se ordena por orden alfabético tomando como base el apellido de los autores (excepto en los autores institucionales). Si se ha trabajado con más de una obra de un mismo autor, ordenar sus obras desde la más reciente a la más antigua. Se utiliza sangría francesa. Carrasco, Iván. Para leer a Nicanor Parra. Santiago: Cuarto Propio / Universidad Nacional Andrés Bello, 1999. ------. Nicanor Parra. La escritura antipoética. Santiago: Universitaria, 1990. Barrera, Andrés. “Re: Literatura modernista.” Correo electrónico enviado al autor. 15 Nov. 2000. (En este caso, se trata de una comunicación electrónica. Se indica el autor, título del mensaje si procede, indicación de que es un correo electrónico enviado a —puede ser al autor o a otra persona, indicar el nombre si es a otra persona—, fecha del correo). Matus, Alberto. Entrevista personal. 13 de octubre de 2004. (En este caso se trata de una entrevista inédita hecha por el autor del artículo a Alberto Matus). Mogrovejo, Norma. "Homofobia en América Latina". L`Ordinaire Latino Americain 194 (2003): 109-115. (Correspopnde este caso a un artículo aparecido en una publicación periódica). Paulsen, Fernando. “Toleranciacero”. Canal Chilevisión. Domingo 17 de octubre de 2004. (La fuente en este caso es un programa de televisión). 317 Poland, Dave. “Defensa de la biodiversidad.” Roughcut. 26 Oct. 1998. Turner Network Television. 28 Oct. 1998 <http://www.roughcut.com>. (En este caso, se indica el nombre del artículo, la fecha de publicación dado que es un artículo noticioso, el medio por el que se publicó el artículo, fecha en que la fuente de internet fue consultada, dirección URL). Richard, Nelly. “Antidisciplina, transdisciplina y disciplinamiento del saber”. Residuos y metáforas (Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la transición). Santiago: Cuarto Propio, 2001. 141-160. (En este caso, se trata de un artículo independiente que forma parte del libro mencionado). Wood, Andrés, dir. Machuca. A. Wood Producciones / Tornasol Film, 2004. (La abreviatura “dir.” corresponde a director del film citado). Para conocer más sobre el estilo MLA, se puede adquirir el manual correspondiente, editado por Modern Language Association de los Estados Unidos, o revisar también sitios de internet que publican instrucciones precisas al respecto. Buscar por google u otro buscador digitando MLA style o simplemente MLA. 10. Se recomienda se usen las notas al pie exclusivamente para agregar información o hacer comentarios cuyo texto no es conveniente que vaya en el cuerpo del artículo. Para mayor información, dirigirse al Secretario de Redacción de ALPHA, Dr. Sergio Mansilla. Universidad de Los Lagos, Casilla 933, Osorno, Chile. Fax: (56)-(64) 239517. Correo electrónico: smansill@ulagos.cl 318