TECNOLOGÍAS DE LA CONCIENCIA. Del libro hacia una medicina con alma. Jorge Iván Carvajal Posada Nuestro cuerpo no sólo es una representación de una de las más maravillosas obras de arte de la naturaleza sino también una expresión de leyes aplicadas para la adaptación y la evolución de la conciencia. Esto supone el desarrollo de “tecnologías” apropiadas por parte de los organismos para adecuarse a las exigencias del entorno. Especies y organismo que no logran la adaptación están condenados a la extinción. Cada órgano y sistema está caracterizado por un patrón de vibraciones propio que dialoga con el conjunto para permitir esa unidad dinámica, y en constante proceso de cambio, que es nuestra propia vida. Cada órgano se comunica con todos los otros particularmente y con la totalidad. Se establecen así canales de comunicación o sinapsis virtuales, que permiten a cada instante una comunicación de todos los componentes del sistema entre si , y del conjunto con cada uno de los componentes. Poder interactuar para mejorar la interfase relacional que determina ese proceso dinámico que es la salud, es el objetivo de una terapia no invasiva e integral. El biocampo es también un instrumento terapéutico El primer gran instrumento terapéutico, una preciosa tecnología de la conciencia, es el propio biocampo. Nuestra emisión energética, el aura, tiene efecto sobre todo nuestro entorno. La alineación, la coherencia o resonancia armónica entre nuestros diferentes cuerpos o campos de conciencia, produce un efecto armonizador a nuestro alrededor. “La sombra de Pedro curaba”. El que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija reza el refrán. Un buen terapeuta, un buen servidor, una madre amorosa, tienen un campo energético ordenado y ejercen un influjo ordenante que armoniza las vibraciones del entorno, incluyendo también, claro está, las vibraciones humanas. El biocampo, el aura, es también portador de información concerniente a nuestras emociones y nuestra mente. Emitimos lo que está en nosotros. Cuando no hay ruido en la emisión, es el mismo poder sanador del ser el que irradia y da poder a nuestra relación. Esto implica que la alineación que hace coherentes nuestras distintas facetas de la conciencia, la honestidad, la amistad, la transparencia, la alegría, la ternura, el compromiso, son todos, ingredientes sutiles que, al ser portados por nuestra propia energía, tienen un efecto que armoniza nuestro medio ambiente. No sería insensato decir que si los campos de los seres humanos pudieran resonar con amor desde su diversidad constituyendo un solo cuerpo o unidad armónica, todos los reinos de la naturaleza y la Tierra entera, recibirían ese mismo influjo ordenante. Restaurar el orden, la verdadera salud, empieza en cada uno de nosotros. Tecnologías apropiadas inspiradas en las “tecnologías de la vida” Abrir la puerta de un pesado garaje con una señal infrarroja, hablar telefónicamente con alguien en otro continente, contemplar en directo emisiones por vía satelital, salir sin temor a la ciudad que no conocemos guiados por el GPS, bajar información del ciberespacio: todo esto nos hubiera parecido magia o ciencia ficción hace unas cuantas decenas de años. Esa aparente magia de ayer ha sido conquistada por la ciencia, para convertirse hoy en tecnología, aplicada en casi todos los territorios de nuestra vida cotidiana. De este, tan impredecible como vertiginoso avance, nos da buena cuenta el hecho de que a comienzos de la era cibernética sus creadores pensaban que los clientes para las computadoras podrían ser sólo las grandes empresas, y que a nivel privado nadie estaría interesado en tener más que unos centenares de kilobytes. Sólo unas cuantas décadas después, nuestras posibilidades abarcan niveles de información millones de veces superiores a las predichas por estos precursores y visionarios. En el curso de los millones de años de la evolución se han ido perfeccionando las tecnologías de la vida y de la conciencia. El desarrollo de nuestras tecnologías es un reflejo de un potencial ya implícito en la materia y desplegado en los orbitales superiores de la vida orgánica. Si sólo miramos en las mitocondrias esa extraordinaria tecnología para la producción de la energía, nos daríamos cuenta que le ha tomado a la evolución millones de años de paciente elaboración hasta su estado actual, y que esa experiencia fue realizada y lograda para la gran cadena de la vida por las bacterias. Al mirar por medio del microscopio electrónico el sistema de microtúbulos al interior de nuestras neuronas, obtenemos imágenes que nos recuerdan los chips de las modernas computadoras. Desde los órganos de los sentidos hasta el ADN tenemos complejas tecnologías apropiadas para el análisis de frecuencias. Las membranas celulares disponen de receptores sensibles a moléculas químicas y campos electromagnéticos. Estímulos tan débiles como el de un solo fotón pueden ser amplificados por receptores de membrana, lo cual desencadena una respuesta que genera cascadas de diversas sustancias. La capacidad de adaptación de todas las formas de vida se relaciona con el desarrollo de sistemas que permiten analizar, procesar y responder exitosamente a los cambios, a veces drásticos, que ha sufrido la atmósfera terrestre. La calidad de la existencia de los seres vivos, incluyendo al ser humano, está estrechamente relacionada con esta capacidad de adaptación al cambio, que implica un ancho de banda o multiplicidad de herramientas que permiten regular nuestro ambiente interno, de cuyo estado de equilibrio depende en buena parte nuestra salud. La vida se adapta a la enfermedad, desencadenando mecanismos de regulación para afrontarla y crear niveles superiores de salud. Esto se relaciona con las propiedades adaptativas del ADN, las membranas celulares y las redes de tejidos, órganos y sistemas. Todas ellas se relacionan con sistemas que permiten la resonancia y la comunicación armónica entre los diferentes componentes del organismo. Modelando la aptitud adaptativa de la vida Podríamos ahora preguntarnos cuáles son las características de un sistema que se adapta exitosamente, conservando y recreando su salud, con el fin de crear modelos análogos para ayudar a la vida utilizando su mismo lenguaje, a fin de afrontar la enfermedad y mantener o crear salud. Veamos esas estrategias y tratemos de ver sus implicaciones para la creación de tecnologías terapéuticas apropiadas y no invasivas: la red. Los organismos vivos son una expresión especializada de la misma red entretejida que conforma la gran cadena de la vida. Vista desde su connotación más global, la red constituye el campo de relaciones con uno mismo y con los demás; ya desde una visión más individual, la red está formada por sistemas de conducción de información biológica, los diferentes tipos de tejidos, entretejidos en órganos y sistemas. La enfermedad es con frecuencia una ruptura de esta red. Todo aquello que favorezca el restablecimiento de conexiones densas y sutiles, contribuye así al restablecimiento de la salud. De la misma forma en que el cirujano afronta los bordes de una herida para restaurar la conectividad normal de los tejidos físicos, y el psicólogo contribuye a que el paciente sane sus rupturas afectivas, podemos hoy con nuevas tecnologías de bio-resonancia, explorar las redes biológicas, ubicar los sitios de ruptura y de probables fugas energéticas y corregirlos, por ejemplo, a través de códigos de frecuencias generados por un láser de muy baja intensidad, o a través de resonadores como los equipos RAM que explicaremos más adelante. Autoorganización- La red vibra, se autoorganiza y auto-entretiene sus propias vibraciones al cerrarse sobre si misma sin perder la comunicación con el exterior. Esta vibración se mantiene en un rango de frecuencias que pueden ser detectados por resonancia con vibraciones externas. Llevar al organismo un patrón de información ordenado, ya sea por medio de luz, color, sonido, o filtros conteniendo moléculas o extractos tisulares específicos, puede facilitar la eliminación del ruido y el refuerzo de los patrones de comunicación propios de un órgano o sistema. Capacidad de retroalimentación- Estas oscilaciones auto-entretenidas de la red permiten que la vida se retroalimente de sus propias emisiones sutiles. Esta estrategia de preservar algunas de las emisiones vitales, está representada en la capacidad que tienen los tejidos sanos para retroalimentarse con parte de su propia emisión. Cuando los tejidos vivos han perdido esta capacidad de retroalimentarse, se genera una pérdida de auto-referencia, en cierta forma una pérdida de ese nivel de conciencia representado en la auto-identidad, y se favorecen los procesos degenerativos. Como en todos los circuitos de retroalimentación, una parte de la información de salida regresa y es comparada con la información de entrada. Así, la emisión regula los ingresos y los tejidos mantienen el control de su medio interno. Si el retorno de una parte de la información emitida se pierde, la regulación global se altera. Es como si los tejidos necesitaran mirarse en la reflexión de su propia emisión, que a la manera de espejo le permiten mantener la tendencia al equilibrio por reflexión de su propia imagen. Afortunadamente, existe un nivel de los programas biológicos en el que se mantiene la información de la tendencia al equilibrio fisiológico. Si se pudiera amplificar la emisión del órgano o sistema patológico y reflejarla para hacerla “evidente”, el organismo podría compararla con su propia memoria de la emisión normal, y desencadenar las respuestas adaptativas tendientes a la restauración de la salud. Podemos asimilar este proceso al que nos ocurre cuando reconocemos una mancha en un vestido, evidenciada por su reflejo en el espejo, y eso nos lleva a hacer conciencia de la mancha y a limpiarla. Este es el fundamento de los resonadores de arquetipos mórficos o sistemas RAM: devolver al organismo su propia emisión alterada para que la compare con los programas contenidos en su disco duro y restablezca la emisión normal. Utilizando la analogía anterior, es presentarle un espejo que le devuelve su propia emisión, para que pueda reconocer su patología y desencadenar los mecanismos de adaptación que restauren su armonía. Estos sistemas además de reflejar la información emitida por el organismo, pueden amplificarla, filtrarla y modularla para ayudar a sus sistemas a restaurar el orden interior. Memoria. La experiencia lleva a la adaptación, que es una forma de aprendizaje incorporado. Si la experiencia no se puede almacenar, tanto el aprendizaje como la evolución se pierden. Sanar es en buena parte restaurar la memoria del sistema. Por medio de sistemas como secuencias ordenadas de filtros de sustancias, activados a través de resonadores de arquetipos mórficos, podemos ayudar al organismo a restaurar la memoria de una función “olvidada”. Identidad. Preservar la propia identidad a todos los niveles es otra función de los organismos vivos. La retroalimentación correcta va conformando una memoria de la identidad biológica que se pierde, con la consecuente pérdida de la función, en la enfermedad crónica. Preservar la identidad de cada sistema, favorecer la identidad única e irrepetible de cada quien, su unicidad, es la mejor forma de contribuir a la unidad. Cuando todos los niveles del ser se interconectan armónicamente, tenemos la unidad real, que es una expresión de la integridad de múltiples componentes diversos. En el contexto de estas nuevas tecnologías, la propuesta es la integración de las pantallas reflejas externas, o zonas de reflexoterapia, donde se proyecta la información sumergida en los niveles más profundos. Tal integración se realiza por medio de sistemas de circuitos integrados, que amplifican e interconectan la información de todos los niveles del organismo. A partir de esta red de estímulos sincrónicos, se pueden captar informaciones para activar medicamentos vibracionales. Con estos, mimetizamos el patrón de informaciones que reproduce la conectividad e identidad del sistema como un todo, y reforzamos el estímulo ordenante conseguido durante el acto terapéutico. La resonancia con arquetipos o programas, contenidos en la memoria permanente de células, órganos, tejidos y sistemas orgánicos, permite conservar y desplegar en la vida la información de los arquetipos correspondientes a cada nivel. En este caso los equipos de amplificación y resonancia del campo biológico contienen en su interior patrones de información correspondiente a las estructuras más arquetípicas de la vida como las moléculas ordenantes de la melanina y los ácidos nucleicos, e información relativa a los órganos procesadores de los movimientos básicos de la conciencia, representada en los cinco elementos de la acupuntura. Tal desarrollo es expuesto más detalladamente en los escritos relativos a la sintergética. De esta forma proponemos una terapia integral que pueda conectarse por resonancia con la red de la vida, para favorecer el restablecimiento de los arquetipos o programas normales de sus distintos componentes. Los sistemas RAM, un nuevo desarrollo de la terapia con las propias oscilaciones. El proceso de salud implica un proceso de resonancia armónica entre todos los sistemas al interior del organismo y de éstos con el entorno. Esta resonancia da cuenta de un estado de integridad que conecta con la propia totalidad y la totalidad en que uno está contenido. Si lográramos restaurar la memoria perdida de la red o de su integridad, y rescatar al interior los programas de comunicación por resonancia, podríamos sin duda mejorar nuestros niveles de salud. Este programa implica, como hemos visto, hacer analogías con las estrategias de adaptación de la misma vida, para construir modelos analógicos que las mimeticen, las magnifiquen y se las “recuerden”. Estamos utilizando así la estrategia sistémica de las analogías y los isomorfismos para abordar al individuo como un sistema. Varias décadas de investigación clínica nos han llevado al desarrollo de sistemas que resuenan con la compleja emisión biológica, para magnificarla y favorecer la retroalimentación que permite al organismo, o a un órgano o sistema, restaurar su propia imagen o memoria arquetípica de un estado de relaciones armónicas o saludable. Denominamos a tales sistemas como Resonadores de arquetipos mórficos o sistemas RAM, puesto que, al parecer, permiten la resonancia con esos patrones de organización de información o formas ideales relacionadas con los arquetipos.1 1 Las nociones de arquetipo, campo relacional o campo R y campo M o campo de resonancia mórfico de Rupert Sheldrake son consideradas en otros escritos relativos a la formación en sintergética.