PUCE-SI COMITÉ PARA EL DESARROLLO DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA Y TECNOLÓGICA DE LA PUSE-SI 1 Créditos PUBLICADO Y EDITADO Pontificia Universidad Católica del Ecuador Sede Ibarra (PUCE-SI) Comité para el Desarrollo de la Investigación Científica y Tecnológica (CODICYT) http://www.pucei.edu.ec BORDANDO EL IMBABURA Mónica Polanco Docente de la Escuela de Diseño Derecho de autor: 032528 ISBN: 978-9978-375-08-2 Diagramación: Lenin Calderón / Israel Mendoza Ilustración: Vinicio Echeverría Corrección de estilo: Marta Jáurequi Bordado: Teresa Casa Primera Edición: Enero 2010 3 4 Dedicatoria A Fernando Polanco Alarcón, que me enseñó el valor de la cultura de los pueblos ancestrales. A Guillermo, Belén, Margarita y Malena, con quienes comparto este aprendizaje. San Miguel de Ibarra, Ecuador, 2010 5 6 Agradecimiento Adela Carrascal, Aida Buitrón, Anita Cañarejo, Antonio Maldonado, Asociación Sara Huarmi, Carmelina Jaramillo, Comunidad de Pesillo, Comunidad de Pijal Bajo, Comunidad de San Clemente, Dra. Estelina Quinatoa, Elvia Toledo de Jáuregui, Enlace Travel, Grupo de Turismo Comunitario Sumak Pacha, Guadalupe Tortosa, Hna. Aida Benítez, Isabel Quilumbaquín, Lucía Gonza, Luzmila Echeverría, María del Pilar Merlo, María Elena Ulcuango, María Elena y Barbarita Alba, María Farinango, María Gertrudis Chachalo, María Patricia Morales, Marta Jáuregui, Olga Pupiales, Organización de bordadoras de Zuleta, Osvaldo Echeverría, Rosa Hinojosa, Rosa Tocagón, Sabina, Teresa Casa, Tránsito Amaguaña, Tránsito Serrano, Victoria Flores, y a todos los miembros de las comunidades que apoyaron este proyecto. Mónica Polanco 1 Prólogo En estos momentos de transición en que vivimos, donde la tecnología y sus avances supone mejorar las condiciones vivenciales de las personas, cada vez somos más consientes que nuestras vidas se desarrollan en sociedades que manifiestan estados económicos y tecnológicos demenciales, con una consecuente hecatombe ecológica y en los hombres un desmembramiento y desintegración psíquica que produce un clima de existencia muy particular. Compartimos por estas horas el fracaso de la sociología y las corrientes filosóficas contemporáneas para encontrar posibles mecanismos que puedan modificar este triste paisaje de nuestra contemporaneidad. El amor, la alegría, la creatividad, la belleza, la dicha, la imaginación, la autorrealización humana no son temas de preocupación científica, son solo problemáticas para los diseñadores, artistas, los profetas, los místicos, los poetas. La ciencia sigue siendo más 2 un peligro para la humanidad, más un instrumento para la muerte que para la vida. Interpretandoestetiempo,reconociendo que somos ciudadanos de un mismo mundo en graves dificultades que ya no soportan más fragmentaciones, en los hombres y mujeres que creemos en la cultura andina, anida la esperanza para el reencuentro con la sabiduría perdida, no nos queda otra posibilidad que generar y apoyar iniciativas de personas como Mónica Polanco que realizan en parte competencias de agentes culturales, que asumen la urgente tarea de ponerle vida a este mundo que se ha acostumbrado a honrar la muerte. Los profesionales que entiendan esta imperiosa necesidad y compromiso de trasmitir nuestros valores culturales proponiendo una concepción integral en la que la Ciencia, el Diseño, el Arte y la Filosofía, totalmente trascendidos entre sí, aporten los elementos que entendemos indispensables para los que desde el Diseño y otras competencias, decidan como misión y destino animar al mundo. Es por esto que el presente trabajo propone animar los mecanismos hasta ahora olvidados empleados en el campo de la capacitación de Agentes Culturales. La obra nos invita a recorrer por un sendero de colores texturas, y experiencias claramente graficadas, de fácil y amena lectura donde se puede leer el alma de las protagonistas y nos acerca a una de nuestras tantas realidades. Damián Almeida Director de la Escuela de Diseño 3 La provincia de Imbabura, ubicada en la serranía norte de Ecuador, es conocida como la “Provincia de los Lagos”, por encontrarse dentro de su geografía los mayores lagos del país como el lago San Pablo, las lagunas de Cuicocha y Yahuarcocha. Tiene como capital a la ciudad de Ibarra, y sus ciudades principales son Cotacachi, Otavalo y Atuntaqui, las cuales son destino obligado para turistas nacionales y extranjeros. Introducción Cuenta con un amplio territorio en donde se encuentran asentadas comunidades rurales de origen indígena, afro descendiente y mestiza, algunas de las cuales ofertan servicios de Turismo Comunitario. Este consiste en mostrar y revalorizar los recursos culturales y naturales locales. Se lo considera una modalidad de Turismo Vivencial pues se caracteriza por la autenticidad de las actividades turísticas, posibilitando al visitante compartir y descubrir a profundidad las tradiciones, costumbres y hábitos de las comunidades. El Turismo Comunitario surge como una alternativa económica de las comunidades 4 propias de un país, para generar ingresos complementarios a las actividades económicas diarias y revalorizar los recursos culturales ancestrales. El bordado en las comunidades imbabureñas se conoce como una práctica ancestral, y, su importancia dentro del marco turístico-cultural ha comenzado a tomar protagonismo a partir del Plan Nacional de Turismo Comunitario. Este viene actuando estratégicamente con el Gobierno Provincial de Imbabura a través de la Comisión de la Mujer y la Familia y la operadora de turismo Enlace Travel. Las organizaciones sociales representadas por los pueblos Caranqui, Otavalo, Cayambi y Afros conforman la red para la implementación de rutas turísticas que recorran las comunidades, enmarcadas dentro de los ejes de: música y danza, gastronómico, ecológico, cultural, etc. Se busca por medio de estas rutas turísticas el crecimiento de las pequeñas economías de la zona, especialmente en lo que hace a la relación de las mujeres con la labor artesanal. La ruta de los bordados, que recorre varias comunidades de la provincia se presenta como potencial campo de desarrollo turístico, razón por la cual el estudio de esta temática se ha enfocado para aportar al conocimiento de esta actividad artesanal en la región. Intenta difundir y promover la artesanía del bordado en la zona norte de Imbabura a través de la recopilación gráfica de distintas piezas artesanales, indicando su manufactura. Este trabajo tiene la característica de una recopilación referencial a través del diseño editorial, no es su objetivo ahondar en procesos investigativos de carácter historiográfico profundo. 5 Está destinado a quienes se interesen por conocer características del desarrollo artesanal del bordado en la provincia, teniendo en cuenta su protagonismo cultural dentro de las comunidades y su esencia prehispánica a partir de la riqueza de la industria textil de los pueblos ancestrales. El tema de estudio se ha desarrollado en 3 ejes: Antecedentes de bordados en textiles de la época prehispánica, cuenta la presencia de esta actividad anteriormente a la llegada de los conquistadores. Territorio y comunidades en donde se observa el desarrollo del bordado y sus características de producción y uso, exponiendo su riqueza en las comunidades de la provincia. Conclusiones y recomendaciones, expone las posibles áreas de intervención de Diseño para futuros proyectos de gestión con las comunidades involucradas. 6 Considerando la inmensa riqueza textil en la época prehispánica del Ecuador, se hace necesario enumerar algunos antecedentes registrados en esta investigación: Antecedentes de bordados en textiles de la época prehispánica La existencia de una momia encontrada en una cueva en la provincia del Cañar, con una antigüedad de 900 años, la misma que corresponde a una joven de dieciséis años, evidencia a través de su vestuario, que en esa época los habitantes anteriores al incario confeccionaban textiles en telar y además los adornaban con bordados. Otra fuente de información como son las crónicas, da cuenta de los tejidos del Tahuantinsuyo y la presencia de bordados sobre ellos, realizados en distintos materiales, incluso en hilo de plata y oro. También se utilizaban lentejuelas de metales preciosos y apliques de plumas de colores, de aves exóticas de la Amazonía y de la costa. Los incas lograron producir una gran variedad de prendas de vestir y elementos de uso cotidiano. 7 8 En la mayoría de regiones del incario la fabricación de textiles constituyó una labor permanente y alcanzó un importante desarrollo tanto de tejidos de algodón, cuya materia prima era traída desde la costa, como de lana de alpaca y de llama, producida en la sierra. Murra ilustra que: “una de las obligaciones del individuo y la unidad doméstica en la sociedad inca consistía en confeccionar tejidos para el estado y el culto, lo que garantizaba a obtener la materia prima de los depósitos comunales para la elaboración de su propio vestido” (1) Con respecto a la calidad de tejido, el cronista Cieza de León, señala y compara con la de Flandes la calidad de los tejidos (2). Ilustración de bordados en la vestimenta del Inca. Guamán Poma de Ayala. 9 10 Francisco de Jérez (3), menciona también que: “la ropa de Indias es la mejor que he visto, la mayor parte de ellas es de lana muy delgada y prima, y otra de algodón de diversos colores y bien matizados”. Es conveniente aclarar que el algodón, según la definición que proporciona el Diccionario Hispánico Universal “fue cultivado y tejido en la India tres milenios antes de Cristo”, por lo cual habría llegado a América con los conquistadores españoles. Sin embargo, la presencia de esa fibra en América y su uso textil se conoce en épocas muy tempranas. Se lo encuentra en algunas capas arqueológicas más antiguas. Según Bennet y Bird (4), esta especie americana posee un copo más pequeño, su longitud y calidad es mediana y es denominado algodoncillo. Huasipichay(Celebración) 11 En cuanto al teñido, la utilización de colores como el escarlata, azul, amarillo y negro, eran empleados con gran conocimiento. El negro se lo obtenía de la savia de un árbol. Conocían también la cochinillla, empleada en el teñido de las mantas. Esta práctica se da en toda la América Andina, específicamente en la zona de Mascarilla, donde se cultiva para la exportación. La cochinilla es una larva que se cultiva en la tuna de donde luego se la extrae para secarla y producir un pigmento rojizo llamado carmín muy apreciado por la industria textil. En una referencia que hace Juan de Betanzos (5) sobre el “inga” relata que estando éste comiendo, manchó su ropa y muy disgustado fue a cambiarse, volviendo con una capa esplendorosa, con un brillo muy especial. Al ser interrogado sobre este tejido específico refirió que fue elaborado por “los pueblos de la costa”. Se trataba de un tejido realizado con pelo de murciélago, lo que nos indica el grado de tecnología empleada por los pueblos ancestrales. 12 Recogiendo la cochinilla del nopal, Crónicas Mexicanas Según relata la Dra. Estelina Quinatoa, Directora Cultural del Banco Central, “en el Ecuador hay poquísimos restos textiles a pesar de que se inician hace 6000 años. Las técnicas de telar de cintura, los brocados, la gasa, etc., se hallan en piezas guardadas en el (museo) Smithsonian, en Washington”. El Museo del Banco Central conserva en una de sus salas la Pacarina, la ya anteriormente mencionada momia cañarí con una antigüedad de 900 años, es decir, 400 años antes de la llegada de los incas a esta zona. En sus prendas, elaboradas con pelo de camélido (posiblemente alpaca o llama), se aprecia la presencia del bordado en los bordes del anaco. Los motivos son geométricos, se nota claramente su manifestación cultural de lo andino a través del bordado de la Chakana (representación de la cruz andina, presente en la cosmovisión de los pueblos de sur y norte de América). Podemos ver actualmente este diseño en la falda de una niña de la comunidad bordadora de San Clemente, lo que indica una continuidad de la tipología de motivos en la vestimenta. La Pacarina. 13 La especialización técnica del tejido, se puede apreciar en la reproducción de dos valores de uso: la ahuasca, de carácter doméstico, realizada en todos los hogares, a partir de fibras vegetales como el algodón, producían tejidos toscos; y el cumbi, tejido fino hecho de telar más grande y vertical, cuya materia prima se sacaba de la llama y la alpaca para uso preferencial de la nobleza inca. El tejido fue un elemento de especial importancia y valoración en la época inca, y, por lo tanto, esencial para la reciprocidad. El estado inca necesitaba contar con una gran cantidad de ellos para satisfacer la demanda y, por esto, creó los aclla huasi u obrajes femeninos, lugares donde las mamaconas se dedicaban a confeccionar tanto prendas finas (cumbis) como burdas (ahuascas), y a preparar las bebidas para las celebraciones y ceremonias oficiales. Una de las prendas más finas que produjeron los incas fueron los uncus o camisetas, las cuales se caracterizaban por estar adornadas con figuras bordadas de 14 Presencia de la chakana en la vestimenta andina. carácter geométrico llamadas tocapu. Los textiles incas siempre se han distinguido por su fina hilatura y armonía de sus diseños. La decoración de ellos obedecía a un orden geométrico, la disposición espacial, los colores y forma, unidos al uso de una determinada técnica se estructuran de manera tal que el resultado visual varía de una zona a otra. Posteriormente, con la presencia hispana en el continente se produjo la influencia de los motivos orgánicos, preferentemente de flores que hoy se observan en los bordados de todo el territorio, especialmente en la zona norte (Imbabura) y sur (Azogues). Tocapu Inca 1200-1500 15 El atuendo indígena La vestimenta de los pueblos andinos ecuatorianos ha sido objeto de varias transformaciones, según las necesidades e influencias tecnológicas y de materia prima. Las mantas fueron la base de su atuendo y nos remiten a la cultura material autóctona. Encontramos como materia prima la lana de camélidos trabajada, según relata Cieza de León (6)”Había en los términos desta ciudad de Quito gran cantidad deste ganado que nosotros llamamos ovejas que más propiamente tiran a camellos”. Si bien en un principio primó la lana de camélidos, con la llegada de los conquistadores se introdujo el ganado ovino, cuyos rebaños se fueron reproduciendo constituyéndose en la materia prima que se utilizaron en los obrajes coloniales. Uno de esos obrajes, San Joseph de Peguchi, en Otavalo funcionó como unidad productiva del sector textil norteño durante la época colonial. Según Santiesteban (7), las condiciones favorables existentes en Hispanoamérica como fueron la abundancia de materia prima, la facilidad de la adquisición de mano de 16 obra, el sistema de repartimiento de indios y la baja retribución al trabajo indígena, se constituyeron en factores determinantes para la instalación de los obrajes, los cuales servían para tributar a la corona y para el consumo interno de los indígenas. Antes de los españoles, los pobladores tenían el compromiso de proporcionar la mano de obra para el tejido, una de las obligaciones básicas de los pueblos sujetos al estado inca, el cual proporcionaba el insumo necesario, constituido en ese tiempo en lana de camélidos. En el tributo al estado inca existía una reciprocidad generada por esta obligación, el derecho a utilizar la lana o algodón de los depósitos comunales para hacer su propio vestido. De la misma forma tenían la obligación de trabajar las tierras del estado y del culto, con lo cual adquirían el derecho de seguir sembrando y cosechando sus propios cultivos en tierras del ayllu. La ropa que vestían los distintos grupos étnicos sujetos a los incas era tejida en muchos casos con materia prima proporcionada por el estado inca, que no uniformó a los diferentes Utensillo para el cardado de los paños. 17 pueblos. Mantuvo su diferenciación como un fenómeno con implicaciones políticas que fue hábilmente explotado por los incas: la reafirmación de la identidad étnica de cada grupo a través de su vestimenta, lo que permitía un mejor control. Sabemos que de acuerdo a un mandato inca las diversas etnias debían mantenerse separadas unas entre otras y diferenciadas por su vestimenta, relacionándose ésta con su lugar de origen mítico. Las prendas que se utilizaban eran en el caso de los hombres, una camiseta (aproximadamente de un metro de alto) que les servía de túnica, y luego, a modo de poncho, se cubrían con una manta. Las mujeres llevaban el anaco, que en ese entonces era una prenda similar a una túnica, sujeto con prendedores (tupus) sobre los hombros, y por encima, como chal, la lliquida. “Ceñían la manta con una faja de algodón que les daba seis o siete vueltas al cuerpo. Sobre esta manta traían otra cuadrada más pequeña con otro prendedor” (8) 18 Actualmente, en los pueblos más tradicionales de la región de San Rafael de la Laguna, existe aún una prenda llamada manta, en vías de extinción, que algunas mujeres mayores la llevan a la antigua usanza, sujetada con tupus, por lo que se la conoce con el nombre de tupuchina. Por otro lado, el sentido de anaco ha evolucionado, se lleva una blusa de algodón, y el anaco cumple las veces de una falda. La comunidad de Pijal Bajo, en la zona del lago San Pablo, (según estudios etnográficos, el asentamiento más antiguo de Otavalo, llamado Sarance), guarda un museo de sitio, en donde se puede apreciar polleras antiguas llamadas centros, confeccionadas con paños de lana ovina, hilada a mano y tejida en telares artesanales. Estos centros están elaborados con cuatro piezas tejidas (cada pieza corresponde al ancho del telar), cosidas a mano. La cintura está encarrujada y en el borde inferior se observa un motivo bordado muy rústico. Antonio Maldonado, líder de la comunidad, relata que ha visto centros con siete 19 “paños” (piezas), lo que resultaría ser una falda sumamente amplia y encarrujada. Según la cantidad de paños que tenía un centro, se consideraba más solvente la persona que lo vestía. Tenemos referencias en la comunidad de Angochagua, que las mujeres de allí utilizaban centros de hasta 12 paños, lo que indica que los habitantes de esta zona han sido más acomodados con respecto a otros de la provincia. Actualmente, las mujeres de las comunidades han cambiado su tradición del anaco por nuevas prendas, incorporadas con el fin de establecer “mejoras” en su vestimenta propias de la occidentalización. Podemos inferir que las influencias europeas han incidido permanentemente en el mundo andino, más aún desde la globalización. Lo que nos queda claro en esta investigación es la riqueza de los textiles en cuanto a diseño y tecnología de nuestros antepasados prehispánicos. 20 Centro antiguo, se observa el bordado en el orillo en forma de greca, Pijal Bajo. Territorio y comunidades Bordando el Imbabura El bordado en Imbabura se ha constituido en una artesanía, que, dentro del Plan Nacional de Turismo Comunitario se establece como un hilo conductor para la implementación de rutas de interés turístico, que incidirán en el desarrollo de las distintas comunidades. Si bien en el territorio de la provincia encontramos comunidades en donde la artesanía de los bordados está más claramente difundida, no en todas ellas hay una conciencia clara del potencial turístico que representa. Todas las comunidades imbabureñas de una forma u otra ejercen la tradición del bordado, diferenciándose por la calidad de sus productos, por los insumos que emplean, sean estos hilos o lienzos, y por el destino que dan a su producción, en algunos casos para comercializar, en otros para consumo propio. Dentro de las organizaciones comunales bordadoras contempladas en el Plan de Turismo Comunitario se distinguen los 21 pueblos Caranqui, Otavalo y Cayambi, establecidos en las parroquias de La Esperanza, Angochagua y González Suárez. IBARRA Caranqui HDA. LA COMPAÑÍA La Esperanza CUARTEL YAHUACHI San Clemente Rumipamba La Rinconada HDA. EL CUNRRO Angochagua San Pablo del Lago Zuleta HDA. SANTA ROSA HDA. ZULETA Si nos ubicamos en la geografía del lugar, es notorio reconocer un rodeo del volcán Imbabura en la ruta que recorrería las comunidades bordadoras estudiadas en esta investigación. Vale decir que por cualquier punto geográfico que se inicie el recorrido, se vuelve al mismo lugar, pero para los fines de organización, iniciaremos el mismo en la ciudad de Ibarra, respetando su categoría de capital de la provincia. Pijal Bajo Llano de Alba Pesillo HDA. LA CHIMBA San Pablo Urco Límite Interprovincial CAJAS Muyurcu Santa Ana 22 La ruta comienza en la plazoleta de Caranqui, en la ciudad de San Miguel de Ibarra, y recorre los barrios de la parroquia de La Esperanza hasta la parroquia de Angochagua, pasa por Llanos de Alba y Pesillo, donde se encuentran las comunidades de los pueblos Cayambis y concluye en la Comunidad de Pijal Bajo, ubicada en la zona sur del lago San Pablo, un referente del antiguo asentamiento del pueblo Sarance, que luego pasó a llamarse Otavalo, distinto al que actualmente se conoce como capital regional turística. El pueblo Sarance sería luego desbaratado, pasando su población a otro asentamiento colonial, el de San Pablo de la Laguna. (9) PRIMER TRAMO DE LA RUTA Caranqui - Pesillo Se inicia el camino desde Caranqui, subiendo por la avenida Atahualpa hasta la calle principal Galo Plaza Lasso que recorre los barrios de San Francisco, San Pedro, Santa Marianita, hasta el Hostal Casa Aída, próximo al Destacamento Militar Yaguachi. En este sector se encuentra mayoritariamente bordadoras mestizas que ejercen el comercio de sus artesanías especialmente los fines de semana. Sus casas están a la vera del camino y es común verlas por las tardes sentadas en las veredas realizando estas labores. Los fines de semana se instala la feria artesanal de bordados pasando el puente de la “quebrada seca” en donde se bifurca el camino hacia el cerro Cubilche. 23 24 El centro urbano es de población mestiza, producto de la fusión de los españoles hacendados y sus sirvientes indígenas, que formaban parte de la “propiedad” cuando ésta cambiaba de dueño. Hasta el siglo pasado (alrededor de 1950), se acostumbraba a “heredar” la población indígena junto a las tierras, un sistema feudal instalado en la memoria colectiva que hasta ahora mantiene vestigios en el campesinado indígena. La idea que predomina en los habitantes de esta zona sobre el origen del bordado, se remonta a épocas recientes en que los mestizos comenzaron a comercializar camisas bordadas por ellos a los indígenas de los alrededores. La memoria conservada sobre el origen de esta actividad se percibe en los testimonios dados. Según cuenta la señora Carmelina Jaramillo, nativa de La Esperanza y fundadora de la organización Sara Huarmi, que busca potencializar los bordados de la zona a través de la unión cooperativa de sus integrantes: Feria de bordados, La Esperanza 25 “El bordado esperanceño se inició con la Sra. Regina Arroyo que vivía en un chaquiñán, como para entrar a la hacienda San Clemente. Ahí había una piedrita plana, en donde se sentaba a bordar, en la calle. Bordaba las camisas para las indígenas y las que pasaban se paraban a ver. Se pasaba bordando, en puntada cruzada, y la puntada para aplicaciones. Le ponía la tela dibujada, la hilvanaba para que no se corriera y le seguía bordando con telas de colores, eso se llamaba la puntada picada. Significaba que cuando estaba cogido todo el filo en la tela, después lo recortaban y quedaba la tela de color sobre la camisa. Así hacían las hombreras de las camisas, esa vestimenta usaba la gente de Yuracruz.” “Esto data desde 1925 más o menos, yo aprendí a bordar a través de mi hermana, ella aprendió de la señora Regina, ella era muy buena para bordar”. “Las indígenas no bordaban al principio, sino que las mestizas bordaban para ellas. Luego aprendieron. Ellas eran dedicadas al hilado, tenían una manada de borregos, 26 cada vez que trasquilaban, hilaban y los maridos tejían en los telares. Propiamente la vida en esa época en sí no se compraba nada, porque cosechaban la lana, tenían la carne para consumir, los esposos tejían y teñían las telas para los anacos, los anacos eran unos centros anchísimos, tenían 12, 15 varas, aquí, en la cintura. No tenían bordado abajo. Luego comenzaron a ribetear abajo con las primeras máquinas Singer de mano. Resultaron las primeras domésticas (máquinas) para ribetear al filo. Así fue como vestían antes. Se amarraban a la cintura. En la parte de arriba, las camisas picadas o bordadas. Quedaban bonitas”. Este testimonio respecto al inicio del bordado por parte de mestizas coincide con el registrado a la señora Victoria Flores, de La Esperanza, quien expresa: “Esto es de muchísimos años, mi mamá, mi abuelita bordaba las camisas para las compañeras en donde se hacía el trueque, y cuando iba a la comunidad se la cambiaba con borrego, con lo que ellas tenían, ellas no tenían cómo hacer este bordado, porque 27 Hombrera (así llaman a la pechera, por cubrir gran parte de los hombros en la prenda) que perteneció a una camisa antigua de Zuleta. Colección de la Hacienda Zuleta. 28 ellas se dedicaban a la agricultura, entonces el bordado nace en la gente mestiza, el indígena después aprende. El indígena usaba bordado, pero más hacía la gente mestiza para ir a hacer el trueque”. Esta afirmación de parte de la señora Victoria Flores no se corresponde con los datos que arrojó la investigación, puesto que como se ha manifestado anteriormente, el bordado estuvo presente en la región mucho antes. Los mestizos establecieron una relación de comercio con los indígenas. El saber que las camisas eran un producto valorado por los indígenas dio lugar a una producción masiva de las mismas que fueron intercambiadas por productos como maíz, papas, animales, etc., en el ejercicio del trueque, utilizado ancestralmente por las comunidades. En el barrio San Francisco, la señora Inés Torres, indica su comienzo en el bordado alrededor de los 18 años. Actualmente no sólo borda, sino que da de bordar. La mayoría de sus trabajos se venden en la Plaza de Ponchos de Otavalo. Reconoce que su 29 producto no alcanza un precio digno (por cada camisa que le encargan comerciantes otavaleños recibe un dólar, con lo cual ella subcontrata los servicios de otras bordadoras a las que les paga setenta centavos). Similar testimonio se obtuvo de las señoras Carmen Moreno, Elvia Castello y Rosa Cancán, quienes manifiestan una larga trayectoria en el ramo de los bordados (más de 40 años). Las dos últimas, hija y madre comentan que Luis Castello (padre), también borda aportando a los ingresos de la familia. La vida familiar ha girado en torno a esta artesanía por generaciones, sin embargo son conscientes que han disminuido sus ingresos pues la paga sigue siendo la misma. También contaron su preocupación por la desorganización de la comunidad que al no unirse permite ser manipulada en el precio de su trabajo. Explican que un comerciante otavaleño encarga el trabajo de 1500 piezas semanalmente, las cuales son exportadas o vendidas en Otavalo, dejando un margen de ganancia considerable 30 que no se redistribuye equitativamente en los hacedores de la artesanía. Cuentan que a ellas les toma la realización del bordado de una camisa unas tres horas. Debemos destacar que este tipo de bordado no es tan minucioso como otros que toman más tiempo. Tomando en cuenta que ellas bordan tres camisas al día, estas artesanas dedican más de ocho horas a esta tarea por la que reciben una paga diaria menor a tres dólares, a la cual tienen que restarle los insumos para su trabajo como son hilos y agujas. Cabe resaltar que la marca que utilizan es una de la más económica y por ende de menor calidad del mercado Barrio San Pedro Subiendo la calle Galo Plaza Lasso, llegamos al barrio San Pedro en donde se encuentra la casa de la Hna. de la Providencia Aída Benítez, la que nos convoca a conversar con la señora Tránsito Serrano, encargada del cuidado de la propiedad y bordadora 31 experimentada en el arte del dibujo (el dibujo es una especialidad que no todas las bordadoras ejercen). Comenta que borda desde pequeña. En los últimos años en la zona se ha incursionado en el bordado a máquina, esto ha conducido a que: “…las blusas hechas a máquina se venden al mismo precio que las bordadas a mano, se tarda un mes a mano, tres días a máquina, claro que son mejores las hechas a mano… la gente no ve la diferencia, se intentó vender en la zona, pero otras bordadoras hacen mala competencia, venden barato…“. Con respecto a los hilos nos comenta que las marcas Cruz y Ancla, usados antiguamente, eran más finos que los actuales. Santa Marianita En el barrio Santa Marianita la señora Olga Morejón también se encarga de tercerizar el trabajo como muchas de sus vecinas. Violeta Simbaña y Ana Lucía Pupiales, jóvenes bordadoras piensan que el bordado es una herencia. Ellas aprendieron de su mamá y ésta de su abuelita. Comentan que 32 Detalle camisa bordada, La Esperanza. los trabajos realizados en sus familias son destinados al exterior, (EEUU, España) por comerciantes otavaleños. Rosita Hinojosa, experimentada bordadora y dibujante y también excelente anfitriona, se muestra entusiasta por la visita y nos dice: “Nosotros vivimos sólo del bordado, entonces el problema es esto de que ya estamos cansados de ir a Otavalo, porque, lo primero es, cogen, los indígenas y dicen: Déjenme las prendas, déjenme, pero deme a tanto, a eso, les dejamos, dicen vendrá tarde, regresamos, nos dicen no se ha vendido nada, si quiere llévele, sino déjeme fiado para un mes…” “… yo organicé el grupo de mujeres hace 2 años (muestra un periódico en donde se lee “40 mujeres tras un sueño. “ 15/7/2007 La Verdad y 22/7/2007 El Norte). “Verá, yo, soy madre soltera, yo, tengo a mi mamá que tiene 77 años, yo vi hacer a mi mamá de soltera, desde mi abuelita, que, ella me enseñó a bordar, porque esta es una tradición, desde la edad de unos siete años comencé a bordar, no ve que nosotros, Detalle de bordado en blusa, La Esperanza. 33 hacíamos las vestimentas de los indígenas, nosotros, después ya los indígenas se dieron a bordar, porque en las fiestas de San Juan, nosotros nos amanecíamos bordando porque necesitábamos venderles las camisas a las indígenas, después ya fueron ellas ya aprendiendo ya, entonces nosotras como ya no había mucha venta… nos fuimos donde Doña Miche, Miche Flores, que en Dios descanse, ella vivía en Zuleta, entonces, ella, en Zuleta igual, ella era la primera que hizo bordado, ella entonces de ver que nosotros, ya, se murió la señora y nosotros nos pusimos a hacer poquito, poquito, poquito, nos íbamos a entregar en Otavalo, porque nosotros entregábamos desde que era tierra Otavalo, eran en unos banquitos “desos”, “desos” bancos, que ponían así, dobladitos, ahí vendían y nos esperaban a nosotros, y llevábamos los primeros vestidos, se llamaban 05, porque… le pusieron así, pero lo más que le conocen es ‘vestido esperanzeño’, entonces de ver que ya después ya, vamos vendiendo, y después la gente se dañó, se dañó la gente de Otavalo porque cogen todo fiado, mi nuera vivió aquí yo le enseñé a ella también 34 Detalle de terminación en toalla, flecos anudados. a bordar, entonces vinieron unos señores a entrevistarle del Comercio y ella les dijo la verdad, que es así el trabajo de ella, entonces nosotros nos vamos a Otavalo y le coge un indígena y le dice: “ vea señora yo quiero hablar con usted, ¿por qué nos hace quedar mal a los otavaleños?, yo no les hago quedar mal, sino que a mí me entrevistaron y yo hablé la franqueza, que nos dan los cheques, nos dan, a veces no hay ni fondos, eso pasa, entonces viendo eso, yo digo no, organicémonos, y, llamemos a las indígenas también aquí hay mestizas, mestizas y indígenas, entonces la gente no le gusta luchar, porque no son luchadoras…” La comercialización de sus piezas, ha resultado muy dificultosa para estas comunidades, según lo que también afirma Aída Buitrón, dueña del famoso hostal “Casa Aída”: “Yo vivo 34 años aquí, pero antes tuve un almacén de bordados dentro de la Embajada Americana, yo era guía turística, me iba a Guano, a ver las alfombras, a Baños, a Ambato, a distintos lados, y ya vi 35 aqui que la gente bordaba… en el 68 ya había en el hotel Quito los bordados zuletanos, las meseras eran indígenas de la hacienda Zuleta vestidas con el traje típico. Años atrás han venido grupos de norteamericanos, y de ver que no había nada aquí en el pueblo, que nadie sabía nada, ellos son los que les dijeron que borden, que hagan manteles, caminos de mesa y yo inclusive mandé a bordar… les doy ideas porque yo quiero hacer un montón de cositas pequeñas que yo puedo vender aquí, le voy a enseñar un mantel que bordé hace 30 años (nos muestra el mantel y sus toallas bordadas) Cuando yo vine acá pensando en el turismo, la gente decía: ‘¿turismo acá, quién va psss a venir acá?’ Yo dije, no, yo sí tengo la idea. Cuando compré la casa yo vi el Imbabura… y la gente vino, la gente llegó”. A Casa Aída llega innumerable cantidad de europeos, norteamericanos y latinoamericanos desde hace más de dos generaciones. La cordialidad de su dueña, que recibe gustosa a sus huéspedes sin privilegiar a ninguno (a pesar de contar con 36 visitantes ilustres), le permitió granjearse el cariño de sus huéspedes. Es así como doña Aída es la gestora del floreciente turismo internacional que llega a la Esperanza. San Clemente Más adelante, subiendo el Imbabura, se encuentra a un lado del camino un lugar muy pintoresco en la comunidad de San Clemente, dedicada al turismo comunitario. El letrero “Bordados Sabina” resalta llamando la atención. Nos atiende una niña de 9 años, con uniforme de escuela. Sabina, que así se llama, se presta a contestar nuestras preguntas. Ella sabe bordar desde los seis años, su madre entrega los bordados en la Asociación de Bordadoras Sara Huarmi. Su abuelita Ercilia también borda. Hacen caminos, paneras, toallas, manteles, blusas, venden en la casa y en la asociación. Le pedimos tomarle una foto y acepta gustosa. Para ello se quita el saco del uniforme luciendo orgullosa su blusa bordada. Pongo atención en el filo de su falda, bordado con el motivo de la chakana, el mismo que luce Diablo Huma bordado en servilleta. 37 “la Pacarina” en el Museo del Banco Central de Quito desde hace más de 900 años… Es evidente el orgullo que Sabina manifestó por su vestimenta y cultura, una cualidad que caracteriza a la comunidad de San Clemente de manera especial, ya que ellos llevan un camino recorrido en el turismo comunitario. Sabina nos indica que más arriba podemos visitar “donde reciben a los turistas” (se refiere al Centro Comunal) allá están Manuel Guatemal, Rosa Pupiales, Olga Pupiales, Marta Pupiales, Antuca Pupiales, Raúl Guatemal… La comunidad de San Clemente es una de las pioneras en turismo comunitario en la zona. Tienen bien organizada la recepción a turistas y ofrecen cabañas y habitaciones como alojamiento degustando la comida típica y los paseos al Imbabura y demás cerros de la zona. Olga Pupiales nos recibe y se muestra sorprendida por el interés en los bordados, nos supone turistas. 38 Sabina, San Clemente Ella dibuja y borda, nos cuenta que cose las blusas, y las borda para uso personal, para su familia, al momento está encargada de la pequeña tienda del Centro Comunal. Veo bordada una paloma en la blusa de Olga, es el Espíritu Santo. Nos dice que ella hacía los dibujos hasta que empezaron a salir los dibujos en computadora. “Yo misma hago, de ocho años bordo, mi mami sabía vivir igual bordando, así manteles, daba bordando…Mis abuelitos no bordaban, ellos hacían con lana de borrego, hacían hilo, lavando, de ahí hacían hilo con lana de borrego. Yo ya seguí bordando… Mi marido borda… Luis Pupiales, cuando no tiene trabajo borda igual, lo que no puede él es el relleno, hace cordones, cadenas, pero esta temporada ya no, como ya tiene como un trabajito seguro… Vendo cuando viene el turista… yo poco vendo, yo hago más para las señoras de Caranqui, sólo camisas como pone el gobierno, 4 con 50 me saben pagar. En esas no dibujo. La señora que me hace bordar Olga Pupiales, San Clemente 39 40 me manda ella misma dibujando … lo que tiene más salida con el turismo es servilletas, caminos de mesa, portavasos, individuales, cosas pequeñas salen más. Los motivos son bailarinas, chismosas, lo que piden yo hago. Mi abuelita era con faldas de esos hilos de lana, era destas telas, pero ya no era plisado. Ella ponía adentro otras faldas. Cuando yo tenía 10 años ya salieron las faldas plisadas”. Tiene 38 años. La Comunidad de Chiriguasi, también es parte de la Parroquia de La Esperanza, María Juana Farinango es nativa de esa zona, y la encuentro. Ella relata: “Cuando tenía 15 años trabajé con la Sra. Teresita Casa (Teresa Casa es zuleteña, gran bordadora y conocedora de este arte). Comencé a bordar cuando era niña, solita aprendí a bordar, mirando a personas que bordaban, yo veía que algunas dibujaban y bordaban, yo comencé con una telita, yo no viví con mi mamá, a los 8 años comencé a bordar sola. Dibujaba hojitas, florcitas, luego comencé el cordón y luego el relleno, Detalle en blusa, el Espíritu Santo. 41 42 cuando estaba aprendiendo bordaba de La Esperanza… en el bordado de Zuleta las hojas son más anchas, en La Esperanza son más delgaditas. Mi abuelita bordaba, la mamá de mi abuelita también.” Zuleta Subiendo por el camino principal, se llega a Zuleta, comunidad que debe su nombre a la famosa Hacienda de Galo Plaza Lasso, gran personaje ecuatoriano, quien fue Presidente del Ecuador y Secretario General de la OEA. La historia de esta comunidad se divide en un antes y un después de Galo Plaza. Con él llegó la educación, el trabajo y el comercio internacional de los bordados. Teresita Casa, bordadora y gestora de las camisas del presidente Correa El relato de Teresita merece ser transcrito en su totalidad por los novedosos detalles que revela: “El comercio de los bordados es una actividad que se inició en Zuleta desde 43 44 el siglo pasado, cuando llegó a Zuleta Dña. Avelina Lasso, madre de Galo Plaza, heredera de la propiedad. Se conoce que era de origen español. Cuando llegó a Zuleta vio que los hombres tenían su camisa bordada y las mujeres llevaban la camisa adornada con otra técnica, llamada picada, que consistía en retazos de telas de colores aplicadas a mano en el fondo de la tela blanca. Cuando ella vio eso se le ocurrió que podían llegar a quedar mejor esas camisas si eran bordadas. Como ella tenía la oportunidad de traer hilos de calidad y también conocía algo de su pueblo natal en Cataluña, algo de bordado, entonces en uno de esos viajes trajo hilos de marca DMC, que es de patente francesa, en eso hasta ahora se ha conservado, ahora se obtienen en Colombia. Entonces la Sra. Avelina reunió a las mujeres mestizas, no a las indígenas, sino a las mestizas que se radicaron en lo que se dice, los realengos de la carretera empedrado que conduce de Ibarra a Olmedo. Ella despertó el interés en estas mujeres para que se dediquen a esta actividad porque El proceso del bordado en el taller de Teresa Casa 45 podría ser a futuro una actividad que les permita ayudarse en la economía de sus hogares y así en el transcurso de los años, eso se ha cumplido. Entonces estas mujeres le pusieron todo el gusto, hubo una persona que igual apareció muy hábil para el dibujo... hicieron sus primeros diseños y comenzaron a salir los primeros productos que se hicieron bordados, fueron las camisas de las zuleteñas. En ese entonces se conoce que la capacidad económica de los zuleteños, como en toda época, era, así, marcada, había indígenas de condición económica media, alta y baja; entonces las camisas eran tan lindas y tan costosas, que no estaban al alcance de la clase económica baja, sino de los indígenas que tenían dinero, empezaron a negociar ellos, no con dinero, sino con trueque. Empezaban a cambiar las camisas por ganado, por un chancho, por un ternero, hasta con productos vegetales, por ejemplo con guachos de maíz, de papas… Entonces estas mestizas tuvieron entonces su bonanza porque tuvieron para mejorar sus condiciones de vida y así fueron como pasaron muchos años, quizá unos 10, 20 años de esta manera, y al año 38 llega a 46 Zuleta una ilustre maestra, que fue mi maestra y también maestra de mis hermanas y de mi mamá también. Es un caso especial porque ella se encariñó tanto con aquél que fue su primer y único trabajo, ahí empezó a trabajar y ahí se jubiló, entonces ella hizo obra en Zuleta. Dña. Adela Carrascal fue una visionaria. Cuando llegó a Zuleta vio que estas mujeres estaban bordando, se interesó y pidió que le enseñen a bordar, aprendió y después dijo ´esto tengo que enseñar yo a mis alumnas´. Es ahí donde ella empieza a hacer escuela del bordado y yo allí también me incluyo en eso, porque la situación económica en ese entonces de los hogares era precaria y como ella disponía de su sueldo, ella inclusive compraba con su dinero la tela, los hilos y nos iba como clasificando, quién tenía aptitudes, quién era hábil para el bordado. En mi caso como tenía aptitudes para el dibujo, entonces desde muy pequeña me tenía ya dibujando, desde un tercer, cuarto grado, parada en una ventana me decía `dibuje esta florcita` y yo hacía, después le gustaba y me decía siga nomás dibujando. Y seguía dando a mis compañeras para que borden, entonces yo 47 desde allí es que yo viví hasta ahora, del proceso del bordado, lo que más me gusta es el dibujo, me encanta esta parte. Es así como sigue progresando el bordado, es ahí donde las niñas, las mestizas y las indígenas aprendemos en la escuela esta técnica del bordado. Cuando la Srta. Carrascal considera que ya hemos hecho algo que valga la pena, es que tiene la grandiosa idea de hacer una exposición de nuestros trabajos, y como invitado principal en ese entonces, nuestro querido patrón Galito. El va con su esposa Dña. Rosario a la primera exposición de bordados, y queda fascinado. Se dice que Dña. Rosario va en compañía de la Sra. Esposa del administrador de ese entonces, Dña. Odila Rivadeneira. En la hacienda no trabajaba el bordado en ese entonces pero si, en la elaboración de telas porque había un obraje, que procesaban ahí para las prendas de los indígenas. La Srta. Carrascal comentó que en esa ocasión la Sra. Rosario le dijo a la Sra. Odila: ‘Mira esto, esto, esto es lo que tienes que hacer Odila. Tienes las telas y tienes que hacer’. 48 Entonces se prendió esta idea y a partir de entonces se instaló ya a partir de allí en la hacienda un taller de bordados que estuvo en ese inicio administrado por la familia Plaza y se unieron otros recursos favorables como el hecho de que el patrón Galo estuvo como Secretario General de la OEA, entonces él llevó hasta ese nivel la mantelería. Desde un inicio los bordados de Zuleta se ubicaron al más alto nivel y es por eso que tiene el prestigio bien ganado hasta ahora, que Zuleta es sinónimo de calidad y de importancia que ayuda mucho a desarrollar la comercialización de sus productos. Esto fue en los 60s. cuando él regresó cumpliendo sus funciones de Secretario de la OEA. Yo era niña aún. Tenía unos 8 años. Tengo en mi mente el primer programa de recibimiento a su regreso, participé en una comparsa. Luego en ese taller se fueron desarrollando los productos artesanales del bordado. Se aprovechó que también venían turistas y se fue impulsando, fue creciendo. En ese taller iban a trabajar muchachas zuleteñas, en ese caso, una de mis hermanas, la mayor 49 de mis hermanas trabajó allí. Todas las que ingresaban iban aprendiendo el proceso, las medidas, de productos que para nosotros en nuestra casa eran desconocidos, pero que en la clase social económica alta son productos que se los usa mucho, como hasta ahora: los individuales, los manteles, etc. Entonces ellas iban aprendiendo y luego ya tenían sus ahorros, y cada cual se independizaba y seguía haciendo sus propios productos y así ha ido dándose hasta que ahora todas esas personas y otras que no han trabajado directamente ahí, pero han aprendido de su familia, son ahora micro empresarias, me incluyo yo. Mi hermana también aprendió, mi mamá aprendió a bordar ahí, mi abuelita también. Ha sido una semilla fecunda considero yo personalmente. En mi caso un mantel que fue trabajo práctico, que hice en 2 años, una vez que alguien llegó a la casa, le gustó el mantel y lo compró. Adonde nació el bordado fue en Zuleta, y de ahí, como en la creación de este taller, ha habido momentos en los que se ha demandado de mano de obra y la de 50 Zuleta no fue suficiente, entonces en algún momento también las personas responsables iban y dejaban los bordados en otras zonas, aledañas a Olmedo y también acá, en la Esperanza, es ahí donde se expande esta cuestión del bordado, y yo considero que ahora no es Zuleta, no es Ibarra, es la provincia de Imbabura, podríamos hablar de que Imbabura es una provincia bordadora. Ahora sé que en Intag también, en la zona de Cotacachi, no se diga Otavalo, pero la raíz está en Zuleta.” Es pertinente aclarar que este último criterio de Teresa Casa no es coincidente con los datos de esta investigación, ya que hay una presencia bordadora en toda la provincia puesta de manifiesto en los registros de comunidades apartadas muy anteriores a Zuleta. Lo que sí es claro es que esta actividad tomó protagonismo a raíz de la actividad comercializadora de la Hacienda Zuleta. Coincide con ello Dña. Adela Carrascal, la muy querida maestra que formó en este arte a las zuleteñas. 51 52 La señorita Carrascal Adela Carrascal, llamada cariñosamente por sus alumnos “señorita Adela”, nos recibe en su casa en Quito para compartir su experiencia de vida en la comunidad zuleteña. “Le voy a contar cómo comenzó mi vida en Zuleta. Fue en el año 38, la Dirección de Educación me mandó a Zuleta, era una escuela rural subvencionada por el dueño… por los dueños las rurales, después las fiscalizan. Ahí estuve por espacio de un año seis meses como rural y durante ese año, yo trabajé dentro de la hacienda, donde decían el obraje, al lado de la Sra. Delia, que le recuerdo tanto porque con ella empecé los bordados, yo sabía los bordados pero otros, otra clase de bordados, porque a mí me ha gustado mucho las labores, yo seguí un curso de labores, tanto bordado a máquina y empecé con 18 alumnos y terminé con 500. Le voy a conversar cómo empezaron los bordados: Yo vivía al lado de la peona… de una señora, de una empleada ¿no?, la mujercita, la Delia Velazco era muy hábil, yo le veía que Los niños de la escuelita de Zuleta, las hijas de Galo Plaza, la Srta. Carrascal y Galo Plaza en una presentación en Quito (Archivo Adela Carrascal). 53 en una tabla hacía dibujos, pasaba a la tela a las telas las camisas de las indígenas y bordaba, yo me sentaba al lado y veía, me dice parece que a usted le gusta, mucho le digo mucho me gusta, tome empiece. Yo le veía y seguía, ahí aprendí yo el bordado, ya cuando llegué a la escuela, dije yo bueno, vamos a dar, había necesidad de aprender a coser ¿no?, se seguí costuras, dije bueno, las indígenas me traían para que haga las camisas, pero yo ya tenía patrones, yo saqué de doña Delia, saqué patrones para poder pasarles a las camisas, pasó eso un tiempito, y cuando ya me fiscalizaron, ya don Galo me ayudó a conseguir un local propio porque ya la fiscal pasaba a un local propio, en el lugar donde era el rollo, ahí se formó la escuelita, ya iba creciendo, después 80, después 100, 120, las aulas tenía necesidad de construir, don Galo me daba haciendo una, el consejo otra, porque muy activa había que ser, también las profesoras, ahí me vino como una ayudante, Inés Perugachi, me subvencionaba don Galo porque tenía mucho alumno, y no avanzaba, era imposible , entonces en una ocasión vino, en una exposición que hicimos, porque ahí 54 Adela Carrascal. había exámenes públicos, no como ahora, solo escritos y nada más, había que hacer la exposición de los trabajos, durante el año, había exámenes públicos orales, y… en una de esos años vino la Sra. Rosario de Plaza, con la mujer del administrador, con la Odila Rivadeneira a ver la exposición, entonces: ´¡Odila! Fíjese aquí nos da la idea la Adelita, fíjese los bordados de los indígenas aplicados a delantales, a tapetitos a mantelitos, a fundas de almohadas…` yo les apliqué esos bordados. Y vamos a formar un taller, vamos a formar un taller en la hacienda, al Galo le decimos que nos ayude para dar trabajos a todas las ex alumnas que había ya aprendiendo a bordar, así se formó el taller de Zuleta. Yo inventé eso de los uniformes con aplicación de bordados (muestra la fotografía en donde se ve a Galo Plaza con el grupo en una presentación artística con los uniformes, las niñas con el típico traje de blusa y falda, no la plisada, sino la de paño (el centro) y a los varones con camisas bordadas en el frente). 55 56 ¿Cómo se inició el bordado? Cuando yo fui en el treinta y ocho todas las indígenas tenían ya esos bordados. Eran más tupidos, más llenos… yo les puse unas ramas, le simplifiqué. Esos bordados no son de España, esto es autóctono de aquí. Yo soy de Quito, pero viví en Ibarra, ahí me casé. Cuando acabábamos el trabajo nos quedábamos en Zuleta, en un departamentito, porque era lejos, a Ibarra eran seis horas, no había carretera, era camino de herradura. A mi Don Galo como una preferencia me dio un caballo, las demás, pobres, a pie… Ya cuando hubo la carretera, faltando dos o tres años para jubilarme, entonces contrataron un carro. No quiero darme méritos, pero les di una profesión.” Feria de Zuleta Cada quince días el Centro Comunal de Zuleta se engalana con los bordados que se exponen para su comercialización. En la feria un grupo de mujeres bordadoras nos ilustra sobre su quehacer. María Gertrudis En la Hacienda Zuleta, una presentación de los niños de la escuelita con la Srta. Carrascal 57 58 Chachalo es la presidente del grupo de mujeres bordadoras. Ella nos comenta: “Yo aprendí a bordar con mi mamá, mi mamá trabajaba así como yo trabajo en esto, yo de ahí cogí y me fui vinculando más y más al bordado y cuando nos organizamos… ya estamos aquí 13 años. Exponiendo nuestros productos. Desde unos 15 años ayudaba a mi mamá. Desde los 9 años comencé. Unas pautas aprendí con la Srta. Carrascal otras con mi mamá que aprendió de unas monjitas, en la Hacienda. Mi primer bordado fue una camisa que me hice con fuccia y cardenillo, entonces me hice una de esas cuando estaba en la escuela en 5to grado, tenía unos 11 años. Hecha a mi manera. De ahí ya en 6to. Grado, y hasta ahora que me hago yo misma. Primerito fue la Hacienda que recogió las bordadoras para que vayan bordando ellas, darles trabajo, hubo una señora que se llamaba Mercedes Flores, estaba mi mamá, que también bordaba, se llamaba Avelina Alvear, y ahí también estaba la mamá de Teresita, Laura Ponce, la Sra. Ermelinda Feria de bordados, Zuleta 59 Albán, entre ellas, de ahí ya venimos la otra generación, las que quedamos. Mis hijas también trabajan en esto, la mayor más, la otra alguna que otra cosa, mi nuera también, interviene en el bordado. Todas nosotras utilizamos las camisas bordadas, para nosotras y para vender, antes más. Había en época de mi mamá, por el alto (se refiere a los cerros) había personas que no podían pagar, entonces nos encargaban, las señoras decían que nos va a pagar con borrego, con gallinas, con granos, entonces había que valorar el precio y llegar a un acuerdo. Se tenía para sobrevivir. Todo se ha hecho de acuerdo a la ocasión, a la necesidad, al tiempo. Mi marido es sastre, debe haber hombres bordadores que se dedican cuando no hay que trabajar en el campo. Ahora yo ocupo a 15 bordadoras. No tenemos muchas bordadoras, hay mucha competencia, los turistas no ven la calidad, de calidad tenemos nosotros, tenemos costureras propias, nosotras controlamos la calidad por eso se tarda en el bordado. 60 María Gertrudis Chachalo, feria de bordados, Zuleta Una blusa a mano tarda uno y medio mes, trabajando cuatro horas por lo menos, cuesta 150 a 180 dólares. Usamos el (hilo) DMC, otras (camisas) de Otavalo va con otra calidad de hilo. Ellos (los otavalos) están haciendo tejer industrialmente. Nosotros aplicamos el bordado en la tela Zuleta también (se refiere a la producción de telar que se confeccionaba en la hacienda Zuleta y ahora se ha industrializado).” Guadalupe Zarsoza “Los bordados aquí en Zuleta es una técnica que se viene desarrollando muchos años atrás, esto he aprendido de mi madre y hemos transmitido a nuestras hijas. Yo no sé cómo ha aprendido mi abuelita. Yo trabajo en el magisterio y de tarde me dedico a esta labor. Yo dibujo y bordo y también doy a bordar a personas que trabajan. Las personas son de la zona, de acá arriba, uno les indica al gusto a la manera de cómo quiere que le hagan el bordado. Es inspiración del momento, lo único que se tiene como patrones es las 61 rositas, que son de acá, diferentes rositas, tamaños, lo demás hacemos nosotros a nuestra creatividad, hay la flor estrella. Mi hija también borda. Como asociación nos han invitado a exponer, hemos ido a Quito, a Ibarra, a Guayaquil… Nuestra mayor ilusión es llegar a la exportación. Nos interesaría llegar a tener una capacitación para exportar. Trabajar todas en conjunto para exportar. No hemos conseguido nada hasta ahora.” Cuando se le pregunta a Guadalupe sobre la posibilidad de integrarse a una red de asociaciones, por ejemplo a Sara Huarmi, la organización de origen esperanceño, ella responde: “Con Sara Huarmi no hemos hecho nada. Parece que hay una relación de ellas con el Municipio, entonces las invitan a esos eventos. Ellas tienen un bordado diferente, aquí es diferente. Los acabados son más finos. 62 Las señoras de Pesillo trabajaban para la Fundación y para nosotros también trabajaban, ellas aportaban su mano de obra, ganaban bordando, mas no se ponen a elaborar, ellas sólo bordan”, no venden. Sobre las faldas de lana (centros) nos comenta que las indígenas utilizaban faldas de lana, tejidas, con los bordados al filo igual a la mano, más o menos hace unos 45 años. “Eran unas rositas, unas hojitas, unos churitos, eran unos bordados chiquitos…Antes había la técnica del piquetado en las camisas, hacían con piquitos. En el cuello también. El piquetado se hace con cuadritos de tela sobrepuesta, entonces era geométrico. Todo geométrico. Mi mamá nos hacía cuando era niña. Me ponía. Todo era piquetado. Con el pasar del tiempo ha ido evolucionando, se ha perdido lo geométrico, ha vuelto lo geométrico con las camisas del Presidente.” 63 64 Luzmila Echeverría “En los bordados nos hemos iniciado muy pequeñitas, yo por ejemplo desde la edad de siete años, bordé las prendas de la Hacienda de Zuleta. Nosotras éramos obreras de ahí. Así aprendimos nosotras el bordado, aprendí a dibujar porque una tía mía dibujaba en la hacienda todos los productos, entonces yo ahí seguía cogiendo las telas y seguía dibujando al revés, hasta aprender y una vez que aprendí a dibujar y bordar ya recogí un poco de dinero, compré las telas, me puse a hacer vestidos para Otavalo, con lana. Quise dejar de vender a Otavalo, porque me llamaban a cobrar pasados 6 días, 10 días y eso no me gustó, luego, por medio de una amiga, ella me dijo “no Luzmila, no haga vestidos, haga toallas y paneras y suba a Quito, yo conozco y le voy a presentar a unas señoras de unos almacenes” ahí yo me hice en ese tiempo como 20 sucres, me hice 6 paneras, 6 toallas en tela dril, luego, ya estaban listas, lavadas y planchadas, porque yo sabía dibujar dibujaba yo misma, y poner los colores. Luzmila Echeverría, feria de bordados, Zuleta 65 Nosotras nos reunimos aquí por medio de una señora gringuita del Cuerpo de Paz, llamada Pamela y la señorita Cristhy, que hasta ahora vive aquí. Ellas nos organizaron, nos ayudaron muchísimo, entonces ya comenzamos a agruparnos, a organizarnos más y más, y a quedarnos aquí (en la feria), se acabó el almacén de entregada allá, nos interesa muchísimo que venga el turista para acá y venderle directamente, porque nosotras nos ponemos a hacer las prendas con qué sacrificio, con el tiempo, todo eso tiene que ser recuperado en la prenda, porque nosotras al ir a vender a Quito, hemos trabajado duro y la prenda no llega a valer lo que debe costar, porque les gusta que les entreguemos muy barato y Ud. sabe para qué para que el comerciante sólo saque de la funda, exhiba y venda a qué precio, entonces eso no nos conviene, porque las que nos sacrificamos somos nosotras, ahora vendemos aquí. Yo cuando era pequeña, en la Hacienda, ahí era un tipo de colores diferentes, pero en el dibujo era bien, bien cargado, por ejemplo las blusas eran bordadas así (señala 66 pechera y parte de debajo de la prenda) unos lindos bordados, bien cargados, habían muchas lindas cosas. Mi tia dibujaba para ese taller, cuando mi tía me enseñaba y no me salía bonito, me daba en las manos ´no se hace así, se va a zafar´, cuando hacía las borlitas de los tapetes, me decía. Y aprendí. Las propias zuleteñas con borlitas… éstas son. En un día y medio se hacen las toallitas, pero por ejemplo en un mantel no se acaba ni en 2 meses. Yo fui alumna de la Srta. Carrascal, Adela y Beatriz, su hermana, nos enseñó muchísimo el bordado pero en puntada limeña, yo aprendí con la Srta., es una puntada cruzada, se le llena solo cruzada, cruzada esta puntada se llama rellena. La puntada limeña ocupan en la Rinconada, en las camisas. Yo con ellas aprendí, pero con mi tía Domitila Quishpe aprendí mucho mejor. No conozco cómo aprendió mi tía. Ella bordaba camisas para la venta, para la gente indígena, ella es zuleteña, yo también soy zuleteña. Así aprendimos y así trabajamos.” 67 Los testimonios de las bordadoras de Zuleta expresan un profundo orgullo e identidad con la región, sobre todo por la fuerte relación que se dio con la familia Plaza y su maestra Adela, a quien recuerdan con cariño y respeto. Según lo registrado en las crónicas primero y en los testimonios recogidos después, el bordado estuvo presente en la región mucho tiempo antes a la llegada de la familia Plaza. Lo que sí se ha comprobado a través de estos relatos es que su uso en artículos hogareños como tapetes, sábanas, almohadones, etc. y su comercialización sí se dio con la presencia en Zuleta de la familia Plaza a través de la enseñanza de Adela Carrascal. Sin desmerecer estos testimonios, y siguiendo con el hilo de la investigación, se quiso establecer una comparación con el grupo de bordadoras esperanzeñas Sara Huarmi, a través de la voz de su presidenta, la señora Victoria Flores, quien relató el camino recorrido por parte de la Asociación. 68 Ibarra, plazoleta Calderón La Asociación Sara Huarmi, Esperanza Flores Con fines que hacen a la organización de los testimonios, se hace necesario intervenir en un espacio en el que converge un grupo de bordadoras establecidas en la ciudad de Ibarra. En la plazoleta Francisco Calderón, en pleno centro de la ciudad de, se encuentra la sede de la Asociación de bordadoras Sara Huarmi. Fundada en el año 2003 la empresa ha implementado la producción y comercialización de bordados a mano, recibiendo capacitación en aspectos que hacen a la socio organización, liderazgo y crecimiento personal. Después de seis años de labor, este grupo de bordadoras está planificando salir al mercado internacional, a una feria en Milán para ofrecer sus productos. Esperanza Flores, presidenta de Sara Huarmi compartió su experiencia en el relato: 69 70 “Estamos aquí trabajando desde algunos años y capacitándonos a través de ONGs que nos han dado capacitación para seguir adelante en la producción, es así que nos ha apoyado el FEPP (Fondo Ecuatoriano Popularum Progressio), y bueno, hoy estamos trabajando ya solas y bueno, ahora con esto del turismo desde Quito, desde MIPRO (Ministerio de Industria y Productividad), también vamos a recibir otras capacitaciones, en donde las compañeras entrarán a la confección en tallaje y varios cursos más, eso estará dándose por el lapso de un año, serán 30 mujeres las que se capacitarán. Son 6 comunidades las que estamos ahorita, están: San Clemente, El Abra, La Florida, La Cadena, La Esperanza y La Magdalena. Estamos liderando la asociación Sara Huarmi. Hemos hecho todo este trámite para ser beneficiadas todos los sectores sociales, también está Urcuquí, también son bordadoras. La diferencia entre La Esperanza y Zuleta, Zuleta tiene colores más fuertes, y las compañeritas de los sectores rurales ya se han capacitado en colores, Detalle de bordado en toalla. Asociación Sara Huarmi, Ibarra. 71 hemos buscado quien nos capacite sobre terminados y colores, el hilo DMC es el mejor, utilizamos ese hilo. Aquí ya se ha dado el dar una mejor presentación en todo sentido. Nosotras dibujamos en la tela nuestros dibujos, a mano alzada, repetimos en varias prendas, es por eso que ahora estamos haciendo las camisas de nuestro Presidente, utilizamos motivos precolombinos, son un poco demorosos, pero vale la pena, que prevalezca el bordado a mano. En La Esperanza se ha dado esto que la gente de Otavalo se llevase nuestros productos a la venta. Ahora estamos trabajando directamente, vendiendo nuestros productos para dar el producto a un precio módico pero justo, la asociación no trata de enriquecerse, sino de dar la posibilidad de una mejor ganancia para las compañeras, se ha dado eso y ahorita se está reemplazando de punta con el bordado a máquina en Otavalo. Mucha gente que no se da cuenta, opta por lo más barato, pero no le está dando el valor. Nosotras debemos darnos 72 nuestro puesto como bordadoras a mano, por eso estamos ahorita con Hatun, Cinchi, Sara Huarmi, son señoras que confeccionan en Alpachaca, en una red, organizadamente. La red nos ha beneficiado. La Sra. Carmelina Jaramillo es nuestro pilar en la Asociación Sara Huarmi, nos viene dando empuje desde mucho tiempo atrás. Ella sí puede dar razón. Ella fue amiga de Galo Plaza Lasso, ella iba a Zuleta a ver esto de los bordados y cómo se creó esos almacenes. Desde Imbabura, lo que es nuestro. Mi afán es que sigan adelante, seguir adelante conjuntamente con ellas y ser beneficiadas entre las dos partes, trabajando conjuntamente entre mestizas y las compañeras.” Carmelina Jaramillo y su relato de “cómo se inició el bordado esperanzeño” La señora Carmelina nos recibe en su casa, en el centro de La Esperanza. En su sala se aprecia un gran cuadro en el que se ve tres muchachas bordadoras, el resto de las paredes está tapizada de recuerdos: diplomas, reconocimientos, y fotos, inclusive Detalle del cuadro de Rosero, propiedad de la Sra. Carmelina Jaramillo. 73 una condecoración del Municipio de Ibarra por sus aportes a la comunidad. Como relataba Victoria Flores, Doña Carmelina ha sido el pilar de la Asociación de Bordadoras esperanzeñas y lo expresa en su relato: “El bordado se inició con la señora Regina Arroyo. Ella vivía en un chaquiñán, como para entrar a la hacienda San Clemente, ahí había una piedrita plana, en donde se sentaba a bordar, en la calle. Bordaba las camisas para las indígenas y las que pasaban se paraban a ver. Se pasaba bordando, en puntada cruzada, y la puntada para aplicaciones. Le ponía la tela dibujada, la hilvanaba para que no se corriera y le seguía bordando con telas de colores, eso se llamaba la puntada picada. Significaba que cuando estaba cogido todo el filo en la tela, después lo recortaban y quedaba la tela de color sobre la camisa. Así hacían las hombreras (término que se refiere a la pechera y parte de los hombros, formando un sector muy destacado en el frente y 74 dorso de la prenda) de las camisas, esa vestimenta usaba la gente de Yuracruz. Ella indicaba la puntada al pasado, que es la que se enseña actualmente. La ambateña, la puntada cruzada no es fácil, ni siquiera para abrir. Esto data desde 1925 más o menos, yo aprendí a bordar a través de mi hermana, ella era muy buena para bordar. Las indígenas no bordaban al principio, sino que las mestizas bordaban para ellas. Ellas eran dedicadas al hilado, tenían una manada de borregos, cada vez que trasquilaban, hilaban y los maridos tejían en los telares. Propiamente la vida en esa época en sí no se compraba nada, porque cosechaban la lana, tenían la carne para consumir, los esposos tejían y tenían las telas para los anacos, los anacos eran unos centros anchísimos, tenían 12, 15 varas aquí en la cintura. No tenían bordado abajo, luego comenzaron a ribetear abajo con las primeras máquinas Singer de mano. Resultó las primeras domésticas para ribetear al filo, Así fue como vestían antes. Se amarraban a la cintura. En la parte de arriba, las camisas picadas o bordadas. Quedaban bonitas. 75 76 Yo formo parte de Sara Huarmi. A las indígenas se les ha enseñado bastante, para que ellas tengan un medio de ayuda para vivir, nos propusimos a formar con ellas Sara Huarmi, porque entonces, el lugar, la forma de pensar nuestra es que ellas se cultiven, se abran al conocimiento y puedan ser una ayuda para sus familias.” Llano de Alba, Pesillo Pasando la Hacienda Zuleta, subiendo hacia Pesillo se encuentra la comunidad Llano de Alba, la cual hace honor a su nombre. La campiña se muestra en una llanura abierta y acogedora. La población en esta zona está dispersa en caseríos aislados que por tener esta característica ha conservado sus tradiciones mucho más que sus vecinos de La Esperanza y Zuleta. María Elena Ulcuango, María Nieves y Barbarita Alba, todas ellas bordadoras se prestaron gustosas a ser entrevistadas. María Elena Ulcuango “Mi historia de mi bordado es que yo bordaba desde mis 15 años. Mi mamá Subiendo a Llano de Alba 77 sabía bordar obras de Zuleta, entonces por ayudarle a ella, es que nosotras hemos aprendido. No le puedo dar razón de cómo aprendió mi mamá. La mayoría hacemos eso nosotros aquí. Nosotros bordábamos aquí camisas como para vestirnos nosotros, entonces viendo la necesidad de que nosotros necesitamos… Todo a mano, a mano se dibujaba y se bordaba. Los dibujos compramos en Ibarra o vienen a vender por aquí, antes a mano se dibujaba y se bordaba, por ejemplo, yo sabía dibujar también. Si dibujo a lo que piden, pero ahora ya vienen bastante cambiados los dibujos, ya no, ya casi no podemos al mismo dibujo de la máquina. En bordar se hace 8 dias para una camisa, bien sentada, pero “diay”, demora un mes. Aquí los hombres nos ayudan a hacer unos churitos, ellos nos ayudan, porque, nosotros por la necesidad hacemos obra. De esas obras tenemos que terminar, entregamos en Ibarra, en Zuleta, en Cayambe, de todo lados bordamos, Yo bordo camisas, centros, en máquina o a mano.” 78 María Elena y Barbarita Alba “Desde 15 años para arriba que bordo, mi mamá me enseñó.” Barbarita Alba aporta un detalle muy significativo cuando relata sobre el “bordado picado” o “picadillo” un estilo que aparentemente precedió al conocido actualmente y que consistía en coser sobre la hombrera (pechera) de la prenda retazos de telas de distintos colores con motivos geométricos, conformando un diseño muy particular. En el testimonio de Carmelina Jaramillo también se menciona esta técnica. “Desde chiquitica que aprendí a bordar, a coser. En La Esperanza me daba comprando mi mamá las camisas de bordado picado, hay que “debujar” en la tela, se le va cortando y se le va pegando en la máquina, en la máquina, si… esas de pedal, hay que “debujar deseños antiguas”, entonces se le va pegando. Yo tenía de pequeñita con esos bordados con puntadita de tuna. Los hombres usaban camisas bordadas con puntadita de tuna, eso sabía hacer, y otras… no se qué, que dibujos mas sabria hacer, María Elena, Llano de Alba. 79 pero no me acuerdo, pero había como tuna, si eran lindas, se amarraba así con telitas, lo mas era con telitas, si, bien bonito era, Mi abuelita usaba esas camisas.” María Elena se apura a intervenir: “Yo era la que traía como comisionada de ellas, de la hacienda de Zuleta, traía, yo para reunir a la gente y entregar para que borden, ahí bordaban y yo llevaba para allá. Pero se terminó, se terminó la hacienda Zuleta, ya no dan a bordar, ya la hacienda se terminó ya. Ahora bordan así, en otro lado, de la calle y entran ahí ,… unas trabajadoras que estaban trabajando, pero son como 9 o como 10 trabajadoras que trabajaban en la oficina y ahí se hicieron cargo, en la oficina por la liquidación, se hicieron cargo de la oficina de allá de Quito, ahora ellas trabajan dando de bordar, yo trabajo con una señorita Francisca, ella era la que nos daba en la oficina los bordados, ahora tiene ella igual directo, ella manda de su propia cuenta ella, de ahí también bordo yo de donde la señorita Francisca, ella vive de la Hacienda Zuleta de abajo, de Cocha, de 80 un lado arriiiiba, vive ella. De ahí yo me voy y traigo así para bordar. Sí nos pagan bien, pero hay algunas partes que pagan bien barato, en La Esperanza sí, hay otra señora que viene a dejar aquí, de Angochagua viene, ella paga bien baratísimo, pero asimismo es todo el pecho y la falda de aquí, paga un dólar cincuenta. “ Preguntamos sobre el precio de los manteles “Por un mantel de 8 puestos, creo que está 25 creo me dijo la Francisca, porque yo casi un año me he retirado “della”, porque de ella, ya toca traer de la casa, de aquí me toca coger el bus y me toca ir unas, sí ha de ser unas 5 cuadras arriba, toca subir, entonces… yo por eso no me he ido a traer, me fui la otra semana y me dijo que estaba el de 6 a 20, el de 8 estaba a 25, y el otro estaba a 27.” Se pregunta sobre la conveniencia de organizarse como las bordadoras de la feria de Zuleta. “Sí sería bueno, yo por mí… El grupo que yo tenía, tenía de 18, 18 personas que bordaban, pero… así recogiendo, tenía de Isabel, San Pablo Urco. 81 82 aquí, de Llanos de Alba, de Pesillo, de San Pablo Urco, también hay así mismo compañeras que éramos de la misma organización que bordábamos en la hacienda Zuleta, así entre ellas así organizando, yo por mí si quisiera, porque.. bastante nos perjudica a nosotros, es que el trabajo que hacemos nosotros es más duro, en cambio ellos solamente nos da la tela y los hilos y nada más, el trabajo de nosotros es bastante duro.” Preguntamos sobre el proceso, si saben bien cómo hacer la preparación, el planchado. “Sí, claro, todo eso sabemos, de ahí como para coser los filos… todo eso, mi jovencita (hija) que está ya es costurera.” María Elena se compromete a conseguir una entrevista con “mayorcitas” para mostrar camisas antiguas con la técnica del picado. A la semana iniciamos el recorrido por San Pablo Urco a la búsqueda del “eslabón perdido” con Wilson, marido de María. Nos toca caminar bastante, hasta que damos con “la mayor”. Isabel, en San Pablo Camisa antigua, San Pablo Urco 83 Urco, nos cuenta que aprendió a bordar desde niña. Trae una camisa antigua bordada con lanilla de lana de borrego. También nos muestra un centro, éste en vez de tener varios paños es de uno sólo, es el primero que vemos con estas características. En este caso se aprovechó el ancho del telar y se tejió de una sola vez todo el material, por ello el centro tiene una sola costura. Lo más importante es que en el filo se puede observar la técnica del picado. Este consiste como nos habían relatado en un aplique de tela sobre el paño del centro, el aplique rodea todo la terminación del centro a manera de una greca encimada y cosida. La costura está elaborada a máquina. Cuando preguntamos qué tipo de máquina se utilizaba nos refiere que era manual (de las que tenían una manivela con la cual se impulsaba el engranaje para coser) Isabel nos da el nombre de las puntadas: estrella y palma. Cada nombre corresponde a la tipología de su forma. La cintura, cosida a mano, está fruncida, con intención de plisado muy bien terminada. Nos comenta que la confeccionó Don Luis, un sastre de la zona que también bordaba y enseñaba a bordar. 84 Detalle del “bordado picado” en centro antiguo, San Pablo Urco. La Chimba y Mama Tránsito El camino desde Llano de Alba pasa por Pesillo, Olmedo, San Pablo Urco, El Chaupi, Santa Rosa y Ayora hasta desembocar en la Panamericana Norte que conduce por el sur hacia Cayambe y por el norte hacia San Pablo del Lago, la última parada de nuestra ruta. La intención es dar un rodeo al Imbabura para abarcar las comunidades bordadoras imbabureñas. Los caminos están interconectados de manera tal que por varios sitios se puede acceder a un destino determinado. Estando en Pesillo, me parece Indispensable acceder a La Chimba, comunidad de la parroquia (ahora Olmedo). Sede de los pueblos Caranquis y Cayambis, que, oprimidos por el sistema de huasipungo durante años, encontró en la indígena Tránsito Amaguaña y otros líderes una reivindicación de sus derechos. “Mama Tránsito”, como le dicen, vivió en la Chimba hasta su muerte, en mayo de este año. Tuvimos el honor de conocer su obra y compartir con ella una tarde maravillosa, en donde relató sus viajes a la capital para defender los derechos de su pueblo. Tránsito Amaguaña, La Chimba, Pesillo. 85 86 LA RUTA HACIA SAN PABLO La comunidad de Pijal Bajo Bajando hacia la Panamericana, en el tramo que va de Cayambe a San Luis de Cajas, el límite interprovincial entre Pichincha e Imbabura, se accede a una vista majestuosa del Lago San Pablo y el Imbabura. Es la parroquia de González Suárez. En la zona se asientan comunidades indígenas, todas ellas mantienen su tradición bordadora. Una de ellas es Pijal Bajo que junto a Pijal Alto formó parte del antiguo asentamiento del pueblo Sarance como se menciona en el capítulo anterior. La comunidad de Pijal forma parte de la Red de Turismo Comunitario “Sumak Pacha”. Antonio Maldonado es el coordinador y explica los servicios que se brinda al turista: tienen una oferta de hospedaje y comida, con recorridos adecuados de acuerdo a los intereses de los huéspedes. Brindan un menú típico y muestran las costumbres de la comunidad. Reciben huéspedes nacionales y extranjeros, mayoritariamente europeos y Rosa Tocagón, hilando la lana de borrego. Pijal Bajo. 87 88 asiáticos. Entre los oficios que muestran a sus visitantes, está el de textiles bordados. Rosa Tocagón, Isabel Quilumbaquín, Anita Cañarejo y Lucía Gonza, bordadoras de Pijal, explican el hilado en lana de borrego. Cuentan cómo tejían en telar: “La gente muy antigua como tenía hartos hijos, tenía que hacer harta ropa para todos. Hacía para hombres y para mujeres, pantalón blanco, calzones era para los hombres, de algodón, hecho en telar, mi papá sabía hacer eso. Había telares.” Las camisas muestran un bordado minucioso, no así sus costuras, están cosidas a máquina con diferentes puntadas y algunas piezas de las prendas tienen diferentes calidades de telas. Me llama la atención el bordado. Recuerdo que en la visita a Adelina Carrascal mostré fotos de bordados de Pijal y las confundió con zuleteñas. 89 En Pijal viven 400 familias entusiasmadas por mejorar su calidad de vida a través del proyecto de turismo comunitario. Orgullosos de su cultura ancestral, ponen empeño en lograrlo. El resto de la ruta, nos regresa al inicio, la ciudad de San Miguel de Ibarra, en donde, privilegiando su jerarquía de capital de la provincia comenzamos el recorrido del desarrollo del bordado y sus características dentro de las comunidades imbabureñas. Cerramos de esta manera “la puntada bordada” alrededor del Imbabura, ícono de la cultura de sus pueblos. 90 Conclusiones y recomendaciones La presencia de bordado prehispánico en la región ecuatoriana y su influencia en el diseño contemporáneo de los pueblos originarios ha quedado demostrada teniendo en cuenta la aproximación de tipologías entre la momia cañarí y el diseño existente en las piezas de indumentaria estudiadas. La artesanía del bordado ha obedecido desde sus inicios a una necesidad básica como es la vestimenta, pero también con un gran componente simbólico, ya que el adorno a través del diseño se presenta como un bagaje cultural ancestral. El bordado toma características representativas de los pueblos con los cuales convive. Su importancia comercial actual surge a partir de la producción que se da en Zuleta con la presencia de Galo Plaza Lasso y su familia, quienes hacen esfuerzos para instalarlo en el mercado internacional con muy buenos resultados. Es allí donde trasciende. Anteriormente a esto, el bordado era ejercido para el adorno de la vestimenta de los indígenas, mas no como un comercio. 91 Este surge primeramente con el trueque que luego prospera en su comercialización, en el cual su principal exponente es Zuleta. En lo que hace al turismo comunitario se puede afirmar que: La Ruta de los Bordados se presenta como un referente atractivo dentro del desarrollo del turismo comunitario en la provincia de Imbabura. El bordado imbabureño está ampliamente extendido en todas las comunidades, conservando sus características de acuerdo al contexto en que cada una de ellas se encuentra inmersa. Se distinguen grupos que están avanzados en la valorización del potencial humano y en el desarrollo de las capacidades organizacionales y empresariales como Sara Huarmi, el cual cuenta con un enfoque participativo y 92 una preocupación por la formación y capacitación de sus asociadas, fruto de la intervención de agentes de desarrollo. A pesar de ello, sus productos aún no alcanzan la factura e innovación en diseño esperadas. Otro polo de atención es Zuleta, una comunidad que tuvo prosperidad en tiempos en que la familia Plaza Lasso se involucró en beneficio de sus comuneros aportando en educación e impulsando su desarrollo. Actualmente con un bordado de características impecables en cuanto a factura, excelente control de calidad, pero con ciertas repeticiones muy notorias en cuanto a diseño. La Hacienda Zuleta ha cerrado su almacén de bordados, el cual quedó en manos de sus empleadas más antiguas. Esta autonomía ha llevado a sus artesanas a buscar canales de comercialización más adecuados (actualmente cuentan con el almacén de Quito y la feria de bordados en el Centro Comunal cada 15 días) Están seguros de la necesidad de llevar sus productos al mercado internacional, puesto que sus precios podrían ser muy competitivos en este escenario. Necesitan realizar alianzas estratégicas con organismos que les proporcionen las herramientas necesarias para alcanzar este objetivo. El bordado de Pijal se distingue por sus características minuciosas en la puntada y también en cuanto a morfología de sus diseños. Es variado, tiene poca repetición, pero las piezas en cuanto a costura y soporte (tela) son deficientes. No hay una sistematización en cuanto a control de calidad y proceso. Por otro lado, su comunidad está muy comprometida en el turismo comunitario a partir de la red “Sumak Pacha”, sus miembros están convencidos de la necesidad de contar con asesorías en el área de diseño y producción, como también en cuanto a hotelería y turismo. En esta comunidad se observa una gran disposición y disciplina para aprender. En este estudio se han tomado como referentes estas tres comunidades, sin desestimar las muchas otras alrededor de este recorrido que no han sido tratadas. De acuerdo a las conclusiones expresadas precedentemente surge la recomendación pertinente para cada una de ellas. • Grupo Sara Huarmi: Se sugiere la asesoría en diseño de motivos y la inclusión de otras comunidades en la red. • Comunidad de Zuleta: Se recomienda una intervención de Diseño en cuanto a creatividad y también se hace necesaria la inclusión de comunidades que forman parte del bordado zuleteño sin pertenecer a Zuleta, ya que la mayor parte de bordadoras provienen de comunidades como Llano de Alba, Pesillo, San Clemente, etc. Este grupo 93 debe potencializarse, fortalecerse y capacitarse para emprender la exportación de sus productos. • Comunidad de Pijal: Necesita urgentemente un proyecto de gestión no sólo en el campo del Diseño sino de Hotelería y Turismo. Este grupo forma parte de la Red Sumak Pacha, cuenta con el aval de organizaciones como el Municipio de Otavalo, el BID y otros. Se recomienda considerar una alianza estratégica para lograr capacitarlo. 94 Glosario Aclla huasi: donde vivían las mujeres elegidas aisladas para servir al Inca bajo la vigilancia de las Mamaconas. Ahuasca: tejido tosco, burdo Anaco: Camisa de mujer Ayllu: agrupación de familias organizadas. El imperio inca estuvo conformado por ayllus. Cañarí: Pueblo que habita la zona sur ecuatoriana. Cochinillla: Insecto que parasita las hojas del nopal o tunera. Tiene forma de grano rojizonegro cubierto por un polvo blanco. Son colocados en las pencas en trapos que se sujetan a los picos de las hojas de las tuneras. Cuando han alcanzado su desarrollo (unos 8 milímetros), se recogen con un cepillo y se colocan al sol o se secan en hornos. El producto final se utiliza para teñir tejidos de grana y carmín. Chakana: cruz andina, símbolo de la cosmovisión de los pueblos ancestrales. Su forma es la de una cruz cuadrada y escalonada, con 12 puntas, representa la Cruz del Sur. Cumbi: tejido fino. 95 Cumbicamayos: tejedores varones que, al igual que otros artesanos especializados en el estado inca quedaban exentos de tributo. Lliquida: especie de chal que se usa sobre los hombros. Mamaconas: mujeres que vigilaban y formaban a las elegidas para el inca. Tocapu: diseño geométrico presente en los textiles incas. Tupus: prendedores que servían para sostener el anaco y la tupuchina. Uncu: Precedente del poncho, su decoración variaba según el estamento social de su propietario. 96 (1) John V. Murra, La Organización Económica del Estado Inca, México, Siglo XXI, 1980, p.113. CITAS (2) Pedro Cieza de León, Primera parte de la Crónica del Perú, Biblioteca de Autores españoles, Tomo 26, Madrid, 1974, p. 439. (3) Francisco de Jérez, “Relato de Francisco de Jérez de la prisión de Atahualpa…” en Cronistas Coloniales, Colonia y República, Primera Parte, Biblioteca Ecuatoriana Mínima, Editorial J. Ml Cajica, Jr.,S.A. Puebla, México 1960, p. 100. (4) Wendell Bennet y Junnius Bird, Andrean Culture History, New York , 1949, p. 258, citado por John V. Murra, Formaciones Económicas y Políticas …,p. 147. (5) Juan de Betanzos, “Suma y Narración de los Incas”, edición de María del Carmen Martín, Madrid, 1987. (6) Pedro Cieza de León, Primera parte de la Crónica del Perú, Biblioteca de Autores españoles, Tomo 26, Madrid, 1974, p.392. (7) Fernando Silva Santiesteban, Los Obrajes en el Virreynato del Perú, Lima, Publicaciones del Museo Nacional,1964, p. 16. (8) Jiménez de la Espada, 1965 T. 184:237 (9) Chantal Caillavet, Etnias del Norte, p.397 97 BERTONIO, P. Ludovico (1612) Vocabulario de la lengua aymara. BIBLIOGRAFÍA BETANZOS, Juan de (1551) Suma y Narración de los Incas. Edición de María del Carmen Martín Rubio, Madrid, 1987. CAILLAVET, Chantal, Etnias del Norte, Abya Yala, Ecuador, 2004. CARRERA DAMAS, CURIEL Carole, Mitos Políticos en las Sociedades Andinas, orígenes, invenciones y ficciones, Ed. 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