EL GOZO ESPIRITUAL DE SER PUEBLO CARTA PASTORAL AL PRESBITERIO, FIELES CRISTIANOS LAICOS, RELIGIOSAS Y PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD DE LA DIOCESIS DE SAN CRISTOBAL: “La Paz y el Amor de Dios les acompañe siempre”. I. INTRODUCCION 1. Hemos sido convocados por el Papa Francisco para celebrar un tiempo de gracia muy especial: EL AÑO SANTO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA. Durante él nos unimos en comunión fraterna por el amor para mostrar el rostro misericordioso del Padre Dios. Nos corresponde hacerlo con decisión y sentido de compromiso evangelizador para anunciar la Buena Noticia de Jesús y edificar el reino de Dios en medio de nosotros. 2. Nos corresponde vivir este “tiempo de gracia y reconciliación” en los momentos actuales, cuando Venezuela (y, en ella, nuestra región) atraviesa una crisis social, económica y política, agravada por la descomposición moral, el relativismo ético y una sub-cultura de la muerte. Para nosotros en el Táchira, la situación creada desde agosto de 2015 con el cierre de la frontera presenta otras características que profundizan la crisis. 3. Los cristianos sufrimos y compartimos con todos los hermanos sus angustias y problemas, así como sus alegrías y esperanzas (cf. G.S.1). No queremos ver a la gente desde la “otra acera”, sino desde dentro del pueblo al cual pertenecemos. Por ello, con ojos de fe y esperanza, a la vez movidos por la fuerza del amor que todo lo puede (cf. 1 Cor 13), reconocemos “el paso del Señor” en medio de nosotros; es decir, su acción pascual capaz de hacer nuevas todas las cosas. Así podremos contemplar la acción del Espíritu en nuestra patria, quien hace posible en Venezuela la Pascua de Jesús. Desde esta perspectiva, iluminados por la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia, presentamos las siguientes reflexiones y algunas propuestas para afinar nuestro compromiso en la renovación moral y recuperación integral de nuestra sociedad. II. DESDE LA OSCURIDAD, LA LUZ. 4. El deterioro continuo de la situación, marcado por la inflación, la inseguridad y el desabastecimiento, ha venido creando una peligrosa atmósfera de confusión y desesperanza en la población. La falta de encuentro y diálogo entre los factores políticos agudiza el problema, a lo cual se unen la indiferencia y conformismo de amplios sectores y la apuesta de algunos grupos a formas de violencia para sembrar caos como si con eso se consiguiera la superación de la crisis. La gente siente desesperanza y confusión porque lejos de verse una luz, el panorama se ve oscuro. 5. La primera página de la Biblia nos enseña cómo Dios hizo brotar la luz de la creación para romper con el caos y la oscuridad (cf. Gen, 1-3). A lo largo de sus páginas, la Biblia nos permite comprobar la presencia de Dios en la historia humana, siempre en términos de salvación, libertad y justicia. Luego de la irrupción del pecado en el mundo que oscureció la dignidad del ser humano, el mismo Creador prometió un Salvador, el cual fue anunciado por los profetas; así el pueblo que andaba en oscuridad pudo ver una luz de 1 salvación. En la plenitud de los tiempos, la luz volvió a rasgar la oscuridad: Jesús, el Hijo de Dios, se hizo presente y cumplió la promesa hecha a los primeros padres. “Yo soy la luz del mundo” nos enseña Jesús (Jn 8,12). Si bien ésta apunta a la definitiva y eterna, al vencer el pecado del mundo, resplandece en el camino continuo de la humanidad. La Iglesia recibe la misión de ser “Luz de los pueblos” (cf. L.G.1) y los seguidores de Jesús hemos recibido la tarea de ser testigos de la luz (cf. Rom 13,12; 1 Tes. 5,5). Como tales, los cristianos debemos hacerla brillar en todos los ámbitos de la sociedad para vencer la oscuridad y la estructura social de pecado creadas por el egoísmo y el mal. 6. Los cristianos hemos de cumplir el deseo del Papa Francisco: involucrarnos en la situación donde vivimos y acompañar a todos los hermanos (Cf. Ev.G. 24). Esto significa reafirmar el gozo espiritual de ser pueblo (cf. Ev.G. 268-274). Los sacerdotes, laicos, religiosos, religiosas, conscientes de nuestra vocación de “ser luz en el Señor” (cf. Efes 5,8) debemos meternos a fondo en el tejido social y desde él ayudar a vencer la oscuridad, sin miedo y con total decisión. Para ello contamos con la Doctrina Social de la Iglesia, la enseñanza del Concilio Vaticano II, los documentos de Medellín, Puebla y Aparecida y del Concilio Plenario de Venezuela. En nuestra Iglesia local de San Cristóbal lo hemos venido haciendo con la ayuda de nuestro Plan Diocesano de Pastoral y de la experiencia de camino sinodal emprendido hace varios años. Así podremos vencer el individualismo y la mediocridad conformista, el odio y la venganza y demostrar nuestra cercanía solidaria, incluso con aquellos alejados y quienes apuestan al caos. Desde nuestras parroquias, con sus comunidades eclesiales de base y variados servicios, podemos, sin duda, romper las tinieblas para hacer brillar la luz del amor y de la verdad. Al hacer esto, podremos crear y sostener espacios dirigidos hacia la práctica de la solidaridad cristiana y el bien común, donde se evidencien el encuentro con nuestros hermanos, el diálogo amoroso con quienes tenemos diferencias y la mutua ayuda, especialmente los más pobres. 7. Conscientes de nuestra responsabilidad histórica y con la luz del Espíritu Santo, pedimos a las Parroquias y Rectorías con sus Comunidades Eclesiales de Base, así como a todas las Instancias Eclesiales (Seminarios, UCAT, IUESTA, Colegios Católicos, CODILAI, Medios eclesiales de comunicación social, grupos apostólicos…) que asuman el “padrinazgo” de comunidades pobres, lejanas, de periferia (barrios, aldeas, grupos en situación de vulnerabilidad…) o instituciones donde se palpe el dolor, el abandono, la necesidad, el menosprecio (hospitales, cárceles, ancianatos…). Con ello, se mostrará el compromiso de iluminar con la luz del Evangelio a todos, exigir a quienes propician y se mantienen en la oscuridad un cambio o conversión y desarrollar el protagonismo cierto y decidido del sujeto popular para hacer posible la transformación que requiere nuestra sociedad. Contamos con el Espíritu Santo: Éste no hace cosas nuevas, sino más bien hace nuevas todas las cosas (cf. Apoc 21,5). Este, además, será un fruto del Año de la Misericordia convocado por el Papa Francisco. La Vicaría de Pastoral elaborará, junto con las instancias comprometidas, un programa para la aplicación de esta propuesta a partir del Domingo de Resurrección. III. EL PASO DEL SEÑOR. 8. Dentro de esa situación de oscuridad antes mencionada, vuelven a sentirse algunas formas de opresión y surgen otras nuevas que atentan contra el pueblo. Las podemos tipificar en cuatro grandes grupos: 2 a) De tipo político: la imposición de modelos políticos sin diálogo ni resonancia en las bases populares; la reafirmación del personalismo político, mediante el continuo recurso a una deformada imagen de “mesías” o caudillos, de tiempos pasados o de nuevo cuño, quienes serían siempre los salvadores; el afán por la toma o conservación del poder, el populismo, la polarización y los intereses particulares de unos pocos. El producto de estas opresiones es claro: se cercena, se prescinde y elimina el protagonismo del verdadero sujeto del quehacer social y titular del poder soberano en la República, como lo es el pueblo, el cual incluye a todos los que le conforman. b) De tipo económico: el modelo rentista y clientelar de la economía, el deseo del dinero fácil y un inadecuado enfoque en la política de subsidios, el ansia desmedida por poseer, el énfasis de unos pocos en una cultura del bienestar en perjuicio del bien común, el aprovechamiento de unos cuantos que incluso elevan los costos de los productos, el empobrecimiento de las mayorías,… El efecto de estas opresiones también es claro: se prescinde del sujeto “pueblo” quien, en comunión con todos los sectores del país, puede y debe hacer posible una economía de solidaridad, predicada por la Iglesia y propuesta en la Constitución Nacional, donde todos participan equitativamente de los bienes de la tierra. c) De tipo ético: nacen del menosprecio declarado hacia la dignidad de la persona humana. Son creadas y sostenidas por quienes apuestan por una estructura social de pecado caracterizada por la muerte y la violencia: el narcotráfico, creciente y vinculado a carteles internacionales; el alto índice de consumo de estupefacientes y otras substancias narcóticas; delincuencia organizada, con sus azotes de inseguridad, sicarios, bandas armadas, grupos irregulares, comerciantes de la maldad y promotores de la vida fácil; la proliferación de juegos de azar y de apuestas ilegales; el hedonismo; la promiscuidad sexual; la pornografía; el tráfico de personas; la trata de blancas; el contrabando; la corrupción; el aborto y la destrucción del matrimonio y la familia. Todo esto lleva a desvalorizar al sujeto “pueblo”, pues se desprecia e impide la centralidad y dignidad de la persona humana. d) De tipo religioso: el recurso a espiritualismos y expresiones piadosas con falsas esperanzas centradas sólo en intervenciones “milagrosas” de Dios, la Virgen y los santos; el llamado a la oración sin compromiso personal, testimonial y evangelizador; el fundamentalismo, el fanatismo, el divorcio entre la fe y la vida, el recurso a la resignación fatalista, el olvido y desconocimiento del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia; la inconsciencia de quienes se valen de la religión y aparentan ser buenos cristianos delante de la gente pero son socios de prostíbulos y bares, pertenecen a mafias y promueven el aborto; la manipulación que se pretende hacer de la Iglesia al quererla asociar a opciones partidistas de cualquier tipo; la falta de compromiso de muchos católicos y la pérdida del sentido de pertenencia a la Iglesia…Como producto de estas opresiones nos encontramos con el desconocimiento de la presencia del Espíritu y del Señor Jesús quien pasa como liberador en el sujeto “pueblo”, llamado a construir la paz y ser instrumento activo en cuanto colaborador de la obra redentora de Cristo. 9. La historia de la salvación nos habla del “paso liberador” de Dios en la historia de la humanidad. Luego de oír el clamor de su pueblo, Dios “pasa” y siembra la vida en medio de su pueblo (cf. Ex. 12-15), con quien hace una alianza luego de liberarlo de la esclavitud de Egipto (cf. Ex. 19-24). Durante el Antiguo Testamento, los profetas anuncian la proximidad de un Mesías liberador, quien se hace presente en la historia con Jesús de Nazaret (Cf. Mt 1, 18-24; Jn 1,14). El asume la misión de cumplir la voluntad de Dios 3 Padre. Es ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres, dar vista a los ciegos, liberar a los cautivos e inaugurar el tiempo de salvación y gracia (Cf. Lc 4,18). Con su muerte y resurrección, Jesús hace que su “paso pascual” sea efectivo: la nueva creación (Cf. Gal 6,15; 2 Cor 5,17) con la cual todo ser humano se convierte en “hombre nuevo” (Cf. Col. 3,10). El efecto maravilloso de esa pascua se muestra en cada uno al recibir la posibilidad de ser hijos del Padre Dios (Cf, Jn 1,12). Como tales, entonces los creyentes se asocian a Jesús y comienzan a ser “testigos del Resucitado”; es decir a cooperar con el Señor en su obra liberadora. La humanidad recibe la vocación a convertirse en el pueblo de la nueva alianza. De modo personal y comunitario, todo creyente es sujeto activo, en comunión con el Señor, para manifestar la fuerza de la Pascua y edificar en la sociedad el Reino de justicia, paz y amor. 10. Nuestra Iglesia Local de San Cristóbal debe ser para cada cristiano el lugar donde aprenden a vivir la fe experimentándola y descubriéndola encarnada en otros. Del modo más urgente, debería ser la escuela donde se eduquen hombres capaces de hacer historia, para impulsar eficazmente con Cristo la historia de nuestros pueblos hacia el Reino (Documento de Puebla, n.274). Una de las dimensiones de la misión evangelizadora es la promoción humana, con la cual se educan hombres y mujeres capaces de forjar la historia según la “praxis” de Jesús de Nazaret (cf. Documento de Puebla 279). Ella implica actividades que ayudan a despertar la conciencia del hombre en todas sus dimensiones y a valerse por sí mismo para ser protagonista de su propio desarrollo humano y cristiano. Educa para la convivencia, da impulso a la organización, fomenta la comunicación cristiana de bienes, ayuda de modo eficaz a la comunión y a la participación (Documento de Puebla, 477). Por eso, en la línea de la Nueva Evangelización asumimos el compromiso de hacer del pueblo el verdadero sujeto del desarrollo y auténtica transformación que requiere el país y la región. 11. En este sentido, con la ayuda del Presbiterio, Vicaría de Pastoral, CODILAI, UCAT y CARITAS DIOCESANA contraemos el compromiso de motivar, educar y animar a que la gente, en sus diversas comunidades cristianas, aprenda y se convierta en sujeto activo según los criterios del evangelio para fortalecimiento del bien común. Durante el tiempo de la Pascua y los meses subsiguientes, se tendrán las reuniones en las comunidades eclesiales de base y otras instancias eclesiales para asumir decididamente esta tarea y estudiar esta Carta Pastoral. Junto a esto, nos proponemos realizar en torno a Pentecostés un primer encuentro con factores sociales, políticos, económicos, comunales, religiosos, culturales y populares, a fin de delinear las formas más adecuadas, dentro del marco de la paz social, del protagonismo del sujeto “pueblo” en nuestra región. IV. Y NADIE PASABA NECESIDAD. 11. En medio de la crisis social, económica y política del país, se ocultan formas terribles de individualismo y egoísmo, que antes de propiciar el bien común, aúpan el bienestar sólo desde una perspectiva materialista. El consumismo y el ansia de poseer dinero fácil atacan el tejido social y la vida digna de las familias y comunidades. El bachaqueo, el contrabando, el matraqueo, la corrupción, el consumismo, la usura y otras formas de opresión están haciendo que la pobreza –tanto la material como la moral- crezca. La proverbial solidaridad de los venezolanos así como la cordialidad y hospitalidad de los tachirenses comienzan a ocultarse y, lamentablemente hay quienes se valen de la necesidad para su propio aprovechamiento. La escasez de productos alimenticios de primera necesidad así como de medicinas e insumos importantes para la vida golpea de manera brutal a todos, particularmente a los más necesitados. El Estado no da respuestas 4 efectivas y ha venido acostumbrando a la gente a dádivas que ahora no se pueden recibir. La desesperanza y el desaliento ante la escasez y la falta de respuesta y atención se apoderan de muchos y se va teniendo la impresión de indefensión y abandono. 12. En los inicios del cristianismo, el modelo de la comunidad cristiana se centró en el amor fraterno. Este fue presentado como la mejor carta de identidad de los discípulos de Jesús (cf. Jn 13,35). Poco a poco, los creyentes fueron entendiendo que ser hijos de Dios los convertía en hermanos. Por eso, aprendieron a poner todo en común y así nadie pasaba necesidad (Cf. Hech 2,42ss). El amor no es un acto de filantropía, sino una virtud propia de quien ha recibido el bautismo. El mensaje de las Sagradas Escrituras y el de los Padres de la Iglesia han profundizado esta enseñanza. La Iglesia, mediante su Doctrina Social y el Magisterio de los Papas también ha arrojado luces para promover y hacer realidad la solidaridad efectiva. Como lo señalara San Juan Pablo II, la solidaridad es propia de todo discípulo de Jesús. Esta no es, pues, un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. Esta determinación se funda en la firme convicción de que lo que frena el pleno desarrollo es aquel afán de ganancia y aquella sed de poder de que ya se ha hablado (Sollicitudo Rei Socialis, n. 38). 13. Aún en medio de las dificultades, son más los cristianos y personas de buena voluntad que demuestran tanto su fraternidad como su solidaridad. Nos encontramos tantos actores sociales que actúan con honestidad con un ejemplo quizás ensombrecido por el pecado social del mundo; tantos trabajadores que prefieren ser protagonistas en vez de aprovechadores; tantos padres y madres de familia, verdaderos artesanos de humanidad, que se esfuerzan por hacer crecer integralmente a sus hijos; tantos educadores con verdadera vocación, constructores de la paz y del encuentro; tantos dirigentes que no se prestan a las componendas de la maldad y de la corrupción… A esto se unen los esfuerzos de las parroquias, comunidades y otras instituciones dedicadas a atender a los más necesitados y a dedicarles esfuerzos, iniciativas y acompañamiento con la misericordia y la ternura del amor de Dios. Una forma muy común entre nosotros es el así denominado “kilo de amor” para compartir alimentos y medicinas con quienes lo requieran. No podemos dejar de mencionar la acción decidida y desinteresada de los sacerdotes y laicos, de las parroquias y comunidades de base, instancias eclesiales y grupos de apostolado de las zonas de la frontera con la hermana Colombia: gracias a ellos, quienes sufrieron y siguen sufriendo los embates del cierre de la frontera no se han sentido solos ante el olvido de las autoridades y del resto del país. 14. Para reafirmar el compromiso de solidaridad y decirle al mundo que entre nosotros nadie debe pasar necesidad pues todo lo ponemos en común, nos comprometemos a seguir acompañando a los más pobres y necesitados. La opción preferencial por los pobres, los excluidos y pequeños nace de nuestra fe en Jesucristo. Sabedores de la invitación del Maestro de ser sus cooperadores en la liberación integral de nuestros hermanos, en nuestra Iglesia local de San Cristóbal nos hemos propuesto que para el final del Año de la MISERICORDIA toda parroquia y Rectoría deberá tener CARITAS PARROQUIAL, según las directrices diocesanas. De igual modo, cada comunidad eclesial deberá organizar el grupo de los denominados “SERVIDORES DE LA MISERICORDIA”, según el plan de pastoral y los Estatutos Sinodales. 5 V. MI PAZ LES DEJO. 15. En una situación como la que vivimos se suelen suscitar protestas. Pero nunca se debe apelar a la violencia que rompa con la paz ciudadana y atente contra el bien común. Las protestas violentas impiden la sana convivencia en fraternidad. Hay grupos de todos los signos políticos que se empeñan en desestabilizar la paz: con descalificaciones y ofensas, con calumnias y difamaciones, con actos violentos. Lamentablemente ha crecido una especie de sub-cultura de la desconfianza, de la rabia reprimida, de la insatisfacción, de la división, del odio, del rencor y de la retaliación. Es fácil caer en el insulto. Existe el peligro de fomentar enfrentamientos y agudizar las brechas existentes. Todo esto pone en dificultad la realización de una cultura de vida, solidaridad y sana convivencia fraterna. Como nos lo recuerda San Juan XXIII, puede ocurrir que surjan divergencias aún entre católicos de sincera intención. Cuando esto suceda, procuren todos observar y testimoniar la mutua estima y el respeto recíproco, y, al mismo tiempo, examinen los puntos de coincidencia a que pueden llegar todos, a fin de realizar oportunamente lo que las necesidades pidan. Deben tener, además, sumo cuidado en no derrochar sus energías en discusiones interminables, y, so pretexto de lo mejor, no se descuiden de realizar el bien que les es posible y, por tanto, obligatorio (Mater et Magistra, n 238). 16. La enseñanza del Maestro es precisa: “Mi paz les dejo…No es como la paz del mundo” (Jn 14, 27). Esta paz supera los acuerdos y las componendas. Está basada en el amor, cuya máxima expresión la encontramos en la entrega pascual del Señor Jesús. San Pablo nos indica que “Cristo es nuestra Paz” (Ef 2,14). Por tanto, va mucho más allá de cualquier condicionamiento humano. El mismo Apóstol nos enseña cómo Jesús ha destruido todo muro de división en la humanidad para hacer posible la aparición del verdadero “hombre nuevo” (Cf. Ef. 2, 14-15). Éste no es producto de una ideología, sino la creación del amor de Dios. En Puebla se nos advierte sobre la tarea de formar al “hombre nuevo”: Es necesario crear en el hombre latinoamericano una sana conciencia moral, sentido evangélico crítico frente a la realidad, espíritu comunitario y compromiso social. Todo ello hará posible una participación libre y responsable, en comunión fraterna y dialogante para la construcción de la nueva sociedad verdaderamente humana y penetrada de valores evangélicos (n. 1308). 17. Nuestra Iglesia local de San Cristóbal está empeñada, por su fidelidad al Evangelio, en ser constructora de la Paz. Para ello sale al encuentro de los demás en sus lugares de convivencia y trabajo, incluso en las periferias existenciales, según nos pide el Papa Francisco, para construir, motivar y alentar soluciones viables y positivas. De nada vale quedarnos como creyentes en los “lamentos”. Por eso, queremos seguir siendo una Iglesia misionera que anuncia gozosamente al hombre de hoy que es hijo de Dios en Cristo; se compromete en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres (el servicio de la paz y de la justicia es un ministerio esencial de la Iglesia) y se inserta solidaria en la actividad apostólica de la Iglesia Universal, en íntima comunión con el sucesor de Pedro. Ser misionero y apóstol es condición del cristiano (Documento de Puebla 1304). 18. Desde este horizonte pedimos a todos nuestros presbíteros, profesores, maestros y catequistas ser “promotores de la paz” en nuestras comunidades. Las homilías de los sacerdotes, las enseñanzas de los maestros y catequistas, los programas de radio y los mensajes en todos los medios de comunicación han de dirigirse a una toma de conciencia del desafío propuesto por el evangelio: “ser constructores de la paz” (Mt 5 9), 6 con justicia, fraternidad y solidaridad. Con esa paz, buscamos la reconciliación nacional, el encuentro de todos y cada uno de los venezolanos, la superación de la polarización que nos desconecta y hasta divide. La verdad que nos hace libres (cf. Jn 8,32), fiel reflejo del Evangelio, hace posible la caridad. Esto nos lleva a exigirle de frente a los violentos, a los corruptos, a quienes promueven la cultura de la muerte con el aborto, el narcotráfico y el tráfico de personas, a los que propician los anti-valores y el relativismo ético, a quienes componen grupos irregulares y bandas delicuenciales, a quienes se dedican al bachaqueo, matraqueo y contrabando,… en fin, a quienes se han decidido por la maldad, a que se conviertan y se dejen reconciliar con Dios y la sociedad (Cf. 2 Cor 5, 20). Les invitamos a unirse a nosotros, los seguidores y embajadores de Cristo, pues nos hemos decidido a optar por la auténtica libertad: la de la solidaridad, la fraternidad y el amor. Se trata de hacer también realidad lo cantado en nuestro himno regional: “Que en el Táchira ondule por siempre, como enseña de honor regional, con la unión y altivez de sus hijos, el trabajo, la paz, la igualdad”. VI. CONCLUSION. 19. Las variadas tareas propuestas, así como el compromiso de una Iglesia evangelizada y evangelizadora, es posible vivirlo en el Táchira, pues contamos con la protección e intercesión de María de la Consolación. María nos ayuda a ser constructores de la paz de su Hijo, agentes del diálogo y el encuentro de los venezolanos para vivir el amor, la reconciliación y el perdón que viene de Jesús. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios (Evangelii Gaudium, n 286). 20. En ella aprendemos a reconocer la presencia actuante del Espíritu en medio de nosotros y cómo el Señor realiza sus prodigios desde la pequeñez de quien se dedica a su servicio. Además de Madre, es Maestra desde su experiencia de primera discípula de Jesús, su Hijo: Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia… Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo. Es el Resucitado quien nos dice, con una potencia que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5). Con María avanzamos confiados hacia esta promesa (Evangelii Gaudium n. 288). Con mi cariñosa bendición de Servidor y Testigo, +Mario, Obispo de San Cristóbal. San Cristóbal, 19 de marzo de 2016, Solemnidad de San José. 7