conferencia internacional La Ruta Occidental de la Seda The Silk is alive in Valencia Multaqa de las tres culturas 19-20 y 21 de Junio de 2015 2 3 COMITÉ DE HONOR EXCMO. SR. D. JOSÉ MANUEL GARCÍA-MARGALLO Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación EXCMO. SR. D. JOSÉ IGNACIO WERT Ministro de Educación, Cultura y Deporte EXCMO. SR. D. JOSÉ MANUEL SORIA Ministro de Industria, Energía y Turismo EXCMO. SR. D. TALEB RIFAI Secretario General de la Organización Mundial del Turismo (UNWTO) EXCMO. SR. D. ALFREDO PÉREZ DE ARMIÑÁN Subdirector General de Cultura UNESCO EXCMO. SR. D. FEDERICO MAYOR ZARAGOZA Presidente de la Fundación Cultura de Paz Director General de la UNESCO de 1987 a 1999 EXCMO. SR. D. LUIS RAMALLO MASSANET Presidente de la Comisión Nacional Española de Cooperación con la UNESCO EXCMO. SR. D. JUAN MANUEL DE BARANDICA Y LUXÁN Embajador de España ante la UNESCO EXCMO. SR. D. DOUDOU DIÈNE Project Manager of the “Integral Study of the Silk Road” EXCMO. SR. D. PETER TEMPEL Embajador de la República Federal de Alemania EXCMO. SR. D. AVET ADONS Embajador de la República de Armenia EXCMO. SR. D. ALTAI VASIFOGLU EFENDIEV Embajador de la República de Azerbaiyán EXCMO. SR. D. PAULO CESAR DE OLIVEIRA CAMPOS Embajador de la República Federativa de Brasil 4 EXCMO. SR. D. KOSTADIN KODZHABASHEV Embajador de la República de Bulgaria EXCMO. SR. D. FRANCISCO MARAMBIO Embajador de la República de Chile EXCMO. SR. D. LYU FAN Embajador de la República Popular de China EXCMO. SR. D. PARK HEE-KWON Embajador de la República de Corea del Sur EXCMO. SR. D. NEVEN PELICARIC Embajador de la República de Croacia EXCMO. SR. D. CARLOS C. SALINAS Embajador de la República de Filipinas EXCMO. SR. D. JERÔME BONNAFONT Embajador de la República de Francia EXCMO. SR. D. FRANCISCO VERROS Embajador de la República de Grecia EXCMO. SR. D. PIETRO SEBASTIANI Embajador de la República de Italia EXCMO. SR. D. KAZUHIKO KOSHIKAWA Embajador de Japón EXCMO. SR. D. BAKYT DYUSSENBAYEV Embajador de la República de Kazajstán EXCMO. SR. D. MARK ANTHONY MICALLEF Embajador de la República de Malta EXMO. SR. D. JOSÉ TADEU DA COSATA SOUSA SOARES Embajador de la República de Portugal COMITÉ DE HONOR EXCMO. SR. D. YURI P. KORCHAGIN Embajador de la Federación de Rusia EXCMO. SR. D. ÖMER ÖNHON Embajador de la República de Turquía EXCMA. SRA. DÑA. SUSANA DÍAZ PACHECO Presidenta de Andalucía EXCMA. SRA. DÑA. LUISA FERNANDA RUDÍ ÚBEDA Presidenta de Aragón EXCMO. SR. D. JUAN IGNACIO DIEGO PALACIOS Presidente de Cantabria EXCMA. SRA. DÑA. MARÍA DOLORES DE COSPEDAL GARCÍA Presidenta de Castilla-La Mancha MOLT HONORABLE SR. D. ARTUR MÁS I GAVARRÓ President de Catalunya MOLT HONORABLE SR. D. ALBERTO FABRA PART President de la Comunitat Valenciana EXCMO. SR. D. JOSÉ RAMÓN BAUZA DÍAZ Presidente de las Islas Baleares EXCMA. SRA. DÑA. YOLANDA BARCINA ANGULO Presidenta de la Comunidad Foral de Navarra EXCMO. SR. D. ALBERTO GARRE LÓPEZ Presidente de la Región de Murcia MGNFCA. SRA. DÑA. ROSA MARÍA VISIEDO CLAVEROL Rectora de la Universidad Cardenal Herrera-CEU MAGNFCO. SR. D. JOSÉ ALFREDO PERIS CANCIO Rector de la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir MAGNFCO. SR. D. FRANCISCO J. MORA MÁS Rector de la Universitat Politécnica de València MAGNFCO. SR. D. MANUEL PALOMAR SANZ Rector de la Universitat d’Alacant MAGNFCO. SR. D. ESTEBAN MORCILLO SÁNCHEZ Rector de la Universitat de València MAGNFCO. SR. D. VICENT CLIMENT JORDÀ Rector de la Universitat Jaume I de Castelló MAGNFCO. SR. D. JESÚS TADEO PASTOR CLURANA Rector de la Universitat Miguel Hernández d’ Elx MAGNFCO. SR. D. DÍDAC RAMÍREZ I SARRIÓ Rector de la Universidad de Barcelona MAGNFCO. SR. D. JOSÉ CARLOS GÓMEZ VILLAMANDOS Rector de la Universidad de Córdoba MAGNFCO. SR. D. FRANCISCO GONZÁLEZ LODEIRO Rector de la Universidad de Granada MAGNFCO. SR. D. JOSÉ ORIHUELA CALATAYUD Rector de la Universidad de Murcia MAGNFCO. SR. D. MANUEL JOSÉ LÓPEZ PÉREZ Rector de la Universidad de Zaragoza MAGNFCO.SR. D. ANTONIO RAMÍREZ DE ARELLANO LÓPEZ Rector de la Universidad de Sevilla MAGNFCO. SR. D. JOSÉ CARRILLO MENÉNDEZ Rector de la Universidad Complutense de Madrid MAGNFCO. SR. D. DANIEL HERNÁNDEZ RUIPÉREZ Rector de la Universidad de Salamanca MAGNFCO. SR. D. JUAN VIAÑO REY Rector de la Universidad de Santiago de Compostela MAGNFCO. SR.D.SALVATO TRIGO Rector de la Universidad Fernando Pessoa de Oporto NOTA: Las adhesiones al Comité de Honor fueron recibidas con anterioridad al 24 de mayo del 2015. 5 COMITÉ INSTITUCIONAL ILMO. SR. D. CARLOS ESPINOSA DE LOS MONTEROS Y BERNALDO DE QUIRÓS Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España ILMO. SR. D. FEDERICO PALOMERA GÜEZ Secretario General de la Comisión Española de Cooperación con la UNESCO ILMO. SR. D. ALI MOUSSA-IYÉ Jefe de la Sección de Historia y Memoria para el Diálogo del Sector de Cultura de UNESCO ILMA. SRA. DÑA. TANIA FERNÁNDEZ DE TOLEDO Coordinadora de Arte y Eventos de UNESCO-Fontenoy HBLE. SR. D. MÁXIMO BUCH TORRALVA Conseller de Economía, Industria y Comercio de la Generalitat Valenciana HBLE. SRA. DÑA. MARÍA JOSÉ CATALÁ VERDET Consellera de Educación, Cultura y Deporte de la Generalitat Valenciana ILMA. SRA. DÑA. ISABEL BORREGO Secretaria de Estado de Turismo ILMA. SRA. DÑA. ALLA PERESOLOVA Programme Manager UNWTO Silk Road ILMA. SRA. DÑA. ITZIAR TABOADA Directora de Relaciones Culturales y Científicas de AECID ILMO. SR. D. JOAN LERMA BLASCO Senador y M.H. President de la Comunitat Valenciana de 1983 a 1995 ILMO. SR. D. JOSÉ MARÍA CHIQUILLO BARBER Senador y Coordinador de España en UNESCO Ruta de la Seda ILMA. SRA. DÑA. ANNICK THÉBIA MELSAN Consultora Internacional para el Diálogo de Civilizaciones 6 ILMA. SRA. DÑA. ISABEL GARAÑA Directora Regional para Europa de la Organización Mundial del Turismo ILMA. SRA. DÑA. PILAR BARRACA DE RAMOS Jefe de la Unidad de Análisis de Itinerarios Culturales Europeos. SEC ILMA. SRA. DÑA. EMMA NARDI Presidenta de Ceca/ ICOM/ UNESCO ILMO. SR. D. CARLOS VOGELER Secretario Ejecutivo de Relaciones con los Miembros de la OMT ILMO. SR. D. FERNANDO JIMÉNEZ ALBERTOS Proyectos Fundación Hortensia Herrero ILMA. SRA. DÑA. TERESA UDAONDO GASCÓN Consejera Técnica de Cooperación Internacional MECD ILMO. SR. D. MIQUEL DOMÉNECH PASTOR Presidente de FUNDACODE ILMO. SR. D. JOSEP RICOU BARCELO Presidente de APIP ACAM ILMO. SR. D. ABDELAZIZ HAMMAOUI Presidente del Centro Islámico de Valencia ILMO. SR. D.ISAAC SANANES Presidente de la Comunidad Israelita de Valencia ILMO. SR. D.VICENTE ROS PÉREZ Director de música y liturgia en La Compañía, IHS RVDO. D. ANTONIO ANDRÉS FERRANDIS Canónigo-Organista de la Santa Iglesia Catedral de Valencia ILMA. SRA.DÑA. RAFAELA SORIANO Técnico Responsable de la Lonja de Valencia COMITÉ CIENTÍFICO ILMO. SR. D. JOSÉ MANUEL GIRONÉS Presidente del Centro UNESCO Valencia/Mediterráneo ILMO. SR. D. DANIEL MARCO Secretario Autonómico de Turismo y Comercio de la Comunitat Valenciana ILMO SR. D. RAMÓN Mª MORENO Director General de Casa Asia ILMO. SR. ALEJANDRO NOGUERA Presidente de la Fundación Libertas 7 ILMA. SRA. DÑA. CLARA MARTÍNEZ Vicerrectora de la Universitat de València ILMA. SRA. DÑA. PAZ OLMOS Directora del Museo de Bellas Artes de Valencia ILMO. SR. D. GERMÁN NAVARRO ESPINACH Profesor Titular de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza ILMA. SRA. DÑA. EULALIA DEL MORRAL Directora del Museu Textil de Tarrassa ILMA. SRA. DÑA. ISABEL ALONSO PIÑAR Subdirectora General de Cooperación y Competitividad Turística ILMO. SR. D. ROMÁN DE LA CALLE Catedrático de Estética y de la Teoría de las Artes de la Universitat de València ILMO. SR. D. RICARD HUERTA Director del Institut de Creativitat i Innovacions Educatives de la Universitat de València ILMO. SR. D. FELIPE GARÍN Gerente del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana ILMO. SR. D. RICARD FRANCH Catedrático de Historia Moderna de la Univerisitat de València ILMO. SR. D. VICENTE GENOVÉS DEL OLMO Presidente del Colegio del Arte Mayor de la Seda de Valencia ILMO. SR. D. ANTONIO OLIVER MARTÍ Socio Director de Corporate Diplomacy Network ILMO. SR. D. JESÚS DE SALVADOR Director del Instituto de Estudios Estratégicas Internacionales U.C.V. ILMO. SR. D.GUILLERMO VANSTEENBERGHE Coordinador del G. V. Club de Roma y Profesor de la Universitat d’Alacant ILMO. SR. D. FERNANDO MOLINA PONS Director de Proyectos de Inteligencia Turística ILMA. SRA. DÑA. AURORA DE PEDRO Vicepresidenta Comité Miembros Afiliados UNWTO. Universitat de València ILMA. SRA. DÑA. Mª ÁNGELES MARTÍNEZ MINGUEZA Jefa Área Relaciones Internacionales de la Secretaria de Estado de Turismo ILMO. SR. D. JOSEPH PHARES Vicepresidente de ICOMOS del Líbano y Consultor Internacional sobre la Cultura y el Patrimonio 7 a Multaqa de las Tres Culturas de nuevo nos invita a compartir una reflexión abierta en torno a la realidad actual de los pueblos mediterráneos, a su pasado y a su futuro, y lo hace una vez más en un espacio emblemático de nuestra tierra, en un enclave en el que la historia parece unida al presente más que en ningún otro lugar, en el Real Monasterio de Santa María de la Valldigna o la Lonja de Valencia. L Estatuto de Autonomía de la Comunitat Valenciana 5/1982 de 1 de Julio Reform. 1/2006 de 10 de abril Ley del Patrimonio Cultural Valenciano 4/1998 de 11 de Junio Ley de Reconocimiento, Protección y Promoción de las Señas de Identidad del Pueblo Valenciano 6/2015 de 2 de abril 8 Tuvimos la oportunidad en años anteriores de conocer a través de la Multaqa aspectos de un enorme interés relativos a algunas de las múltiples dimensiones que convergen en el Mediterráneo. En esta edición el mundo de la seda tendrá un especial protagonismo, y con ese hilo conductor podremos acercarnos en profundidad a cuestiones tan interesantes como los intercambios comerciales y culturales que propició el comercio con oriente durante la edad media o las implicaciones económicas, sociales, artísticas y tecnológicas de una actividad como la sedera, de tanto arraigo en nuestra tierra. a Multaqa de les Tres Cultures de nou ens invita a compartir una reflexió oberta al voltant de la realitat actual dels pobles mediterranis, del seu passat i del seu futur, i ho fa una vegada més en un espai emblemàtic de la nostra terra, en un enclavament on la història pareix unida al present més que en cap altre lloc, en el Real Monestir de Santa Maria de la Valldigna o la Llotja de València. L Vam tindre l'oportunitat en anys anteriors de conéixer a través de la Multaqa aspectes d'un enorme interés relatius a algunes de les múltiples dimensions que convergixen en el Mediterrani. En esta edició el món de la seda tindrà un especial protagonisme, i amb eixe fil conductor podrem acostar-nos en profunditat a qüestions tan interessants com els intercanvis comercials i culturals que va propiciar el comerç amb orient durant l'edat mitjana o les implicacions econòmiques, socials, artístiques i tecnològiques d'una activitat com la sedera, de tant arrelament en la nostra terra. Alberto Fabra Part De nuevo los debates, las experiencias De nou els debats, les experiències i els President de la Generalitat Valenciana y los conocimientos serán objeto de inconeixements seran objecte d'intertercambio en este gran foro, y una vez canvi en este gran fòrum, i una vegada (2011-2015) más todos nos enriqueceremos al parmés tots ens enriquirem al participar en ticipar en él. Espero que esta nueva Multaqa de 2015 supere todas ell. Espere que esta nova Multaqa de 2015 supere totes les expectalas expectativas y contribuya a ese gran objetivo común que nos tives i contribuïsca a eixe gran objectiu comú que ens unix, el de une, el de luchar por la paz y el diálogo con las armas del conocilluitar per la pau i el diàleg amb les armes del coneixement i de la miento y de la cultura, de la mano de aquellas personas que han cultura, de la mà d'aquelles persones que han dedicat la seua vida dedicado su vida al estudio, a la reflexión y a la transmisión de las a l'estudi, a la reflexió i a la transmissió de les idees. ideas. Des d'esta tribuna, i junt amb els meus millors desitjos per a tots Desde esta tribuna, y junto con mis mejores deseos para todos los els participants en esta edició de la Multaqa de les Tres Cultures de participantes en esta edición de la Multaqa de las Tres Culturas de 2015, envie la meua més afectuosa salutació a tots els que amb el 2015, envío mi más afectuoso saludo a todos los que con su esfuerzo seu esforç i dedicació fan possible que esta esplèndida iniciativa sey dedicación hacen posible que esta espléndida iniciativa siga adeguisca avant i cresca cada any en interés i prestigi. lante y crezca cada año en interés y prestigio. 9 Yumuaa del islam Shabbat hebreo Dominica cristiana M u l t a q a La Multaqa (que en árabe significa encuentro amistoso) es una experiencia iniciada por la UNESCO (1998, en Agrigento, Sicilia) para el fomento de la diversidad cultural. En ella celebran las tres grandes religiones monoteístas (las llamadas “religiones del Libro”, porque se fundan en el Antiguo Testamento) tras una respetuosa referencia mutua al día sagrado de su fe común: la Yumuaa o viernes del Islam, el Shabbat o sábado de los judíos y la Dominica o domingo de los cristianos, el encuentro amistoso y abierto de sus diferencias y peculiaridades culturales y tradiciones. Sorprende la pertinaz resistencia e incomprensión de los dogmatismos rezumando por siglos sobre las espaldas de los humildes, los débiles y los desamparados, por no mencionar los terroríficos ramalazos de sectarismo intransigente que inundaron de sangre y sufrimiento trozos del mapa de Europa en el pasado, como de África y del Oriente Medio hasta el día de hoy. ¿Cómo interpretar la complejidad articulada de las similitudes y las diferencias? Proponemos para ello acudir de nuevo a la belleza sugerente de las matemáticas de los sólidos platónicos con superficies irisadas con tonalidades propias de las membranas de seda. Para alcanzar el núcleo de la complejidad de lo humano, nada como como retornar a las enseñanzas sabias de Edgar Morín maestro directo en Santa María de la Valldigna y en Valencia- también contenidas en el libro esencial “El paradigma perdido”. Porque la condición humana -de hombre a mujer, de negro a blanco, de lejano a vecino- precisa una inversión no solo de paradigmas, sino del suelo mismo que pisamos como espacio natural de nuestras circunstancias (el Da Sein, que diría Ortega) y que en términos topológicos formuló August Ferdinand Möbius (Moebius) a mediados del siglo XIX con la hoy popularísima cinta de Moebius. Si extendiéramos por encima del mundo una cinta cerrada jamás se encontrarían quienes caminaran por cada una de esas dos caras. Pero bastaría un corte y una inversión mínima para que las dos superficies (cara A y cara B) se conviertan en una sola cara. Imposible no encontrarse a partir de ese momento a cada vuelta con quienes vengan en dirección contraria, porque la cinta se ha vuelto ¡¡ una sola cara!!. Esa inversión implica filosóficamente el descubrimiento y práctica de la ALTERIDAD. ¿Quiénes son los otros? Fue el gran suceso desde el momento en que Cristóbal Colón presentó a los Reyes Católicos a los indios que trajo de América ¿Quiénes eran esos seres? ¿Les correspondía tener alma y ser proclamados hijos de Dios? Al menos sí era segura su condición súbditos de la Reina de Castilla, y por lo tanto nadie podría hacerlos esclavos. Condición que, sin embargo, otros soberanos no reconocieron a los negros de África cuya raza fue extendida a hierro y sangre sobre el extenso Brasil, todo el Caribe y la confederación de estados esclavistas en los Estados Unidos de Norteamérica. 11 Multaqa Pocas veces, quizás ninguna, se ha producido un encuentro entre la naturaleza y el hombre tan feliz como el descubrimiento del apareamiento de las mariposas creadoras del gusano de seda (bombyx mori) y de las propiedades de trasformación del capullo en el tejido más sutil y hermoso de cuantos existen. Ni está el mañana, ni el ayer escrito -afirmó el poeta- y bien pudo referirse al fenómeno de la seda que los chinos dicen se remonta por unos cinco o seis mil años, pero que, si no como actividad industrial o artesanal reglada, al menos como observación natural y tentativa, bien podría remontarse (arqueológica o etnográficamente) por varios milenios a tenor de las pruebas pictóricas que demuestran en Oriente (los tasai manubos en Filipinas) y en Occidente (las cuevas de “La Araña” en Bicorp, Valencia y declaradas en 1998 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO) la recolección manual de la miel de las abejas en vertiginosos acantilados a los que se descendía mediante cuerdas. Este “milagro” del aprovechamiento de la naturaleza por el hombre nos remonta al epipaleolítico entre los 30.000 y 40.000 años de antigüedad. Hagamos una abstracción, imaginemos la Seda representada como una superficie de Boy, que como una tridimensional cinta de Moebius o una botella de Klein, aparezca en el firmamento más allá de nuestra atmósfera. Si aparte de los peces del mar y de los 19 marineros que trajo de vuelta Juan Sebastián El Cano (de los 234 que había enviado Carlos V “Plvs Vltra”, para que dieran la vuelta al mundo) ningún otro “objeto” puede disputarle a la Seda la seguridad de haber viajado por todos los continentes y países, cabe preguntarse: ¿Ha viajado ya la Seda hacia el espacio exterior?. ¿Alguno de los numerosos cosmonautas que se han ido relevando en la ISS (Estación Espacial Internacional o International Space Station) llevó un pañuelo o ropa interior de seda?. No está el mañana, ni el ayer escrito. Pero es hacia delante, y no hacia el retrovisor, como nos toca escribir la historia del presente. 13 Objetivos 4 Estimular la conciencia social y la participación ciudadana. 4 Garantizar el desarrollo armónico de todas las actividades relacionadas con la Ruta de la Seda, así como la difusión social de su conocimiento. 4 Difundir en la sociedad todos los bienes patrimoniales, documentación, bibliografía e investigaciones relacionadas con la Ruta de la Seda. 4 Promover una actividad de interés social y económico de importancia para un desarrollo estable y continuado en el tiempo. 4 Poner en valor instituciones sederas tan emblemáticas en Valencia como son el Colegio del Arte Mayor de la Seda y la Lonja de los Mercaderes de la Seda. 4 Conseguir gestionar la inciativa de la sociedad civil que tras solicitar al Gobierno de España el trámite de adhesión formal de nuestro país al proyecto UNESCO/UNWTO Corredores del Patrimonio de la Ruta de la Seda y que Valencia sea el vértice de referencia tanto en la Ruta Terrestre en la Península como en la Rutas Marítimas del Mediterráneo, y habiéndose alcanzado ambos objetivos, poner rumbo ahora hacia la debida visibilidad internacional de España en las Rutas de la Seda. 4 Internacionalizar Valencia como lugar del mundo que con mayor visibilidad agrupa a la sociedad actual, con miles de representantes de la fiesta de las Fallas, con su singular desfile de ofrenda ante la Virgen. Con miles de mujeres que han inspirando sus trajes desde los espolines bordados con oro hasta las más humildes telas de seda, todas ellas reflejo y continuidad del tesoro inmaterial del patrimonio del arte de la seda en el que perdurán en el tiempo. 14 15 Yumuaa Conferencia Internacional Mediterránea International Mediterranean Conference Viernes 19 de Junio – Museo de Bellas Artes de Valencia 09:00 h ENTREGA DE CREDENCIALES/DELIVERY OF CREDENTIALS. 09:30 h SESIÓN DE APERTURA POR PARTE DE LAS AUTORIDADES. Sra. Paz Olmos, Directora del Museo de Bellas Artes de Valencia Sr. D. Manuel Muñoz, Presidente de la Real Academia de San Carlos Sr. D. José Manuel Gironés, Presidente Centro UNESCO Valencia/Mediterráneo Sr. D. Federico Palomera, Sec General Comisión Nacional de Cooperación con la UNESCO Sr. D. Luis Ramallo, Presidente Comisión Nacional de Cooperación con la UNESCO Representante de la Presidencia de la Generalitat Valenciana SALUDOS EMBAJADORES Y REPRESENTANTES DE LOS PAÍSES PARTICIPANTES EN LA RUTA DE LA SEDA GRETTINGS TO THE AMBASSADORS AND REPRESENTATIVES OF THE COUNTRIES PARTICIPATING IN THE SILK ROAD Albania, Arábia Saudí, Argelia, Armenia, Azerbaiyán, Bangladesh, Bulgaria, China, Croacia, RDP Corea, Rep. Corea, Egipto, Francia, Georgia, Grecia, Indonesia, Irán, Irak, Israel, Italia, Japón, Kazajstán, Kirguistán, Marruecos, Mongolia, Pakistán, Portugal, Rusia, San Marino, Siria, Tayikistán, Túnez, Turquía, Turkmenistán, Ucrania, Uzbekistán, España, Líbano, Francia y Portugal. 10:15 h LECTIO UNESCO: LA RUTA DE LA SEDA ENTRE ASIA, EUROPA Y AMÉRICA/ THE SILK ROAD AMONG ASIA, EUROPE, AND AMERICA impartida por D. Germán Navarro Espinach, Profesor Titular de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza. 10:45 h PAUSA DE LA YUMUAA DEL ISLAM, ANUNCIO DEL SHABBAT HEBRERO, Y ANUNCIO DE LA DOMINICA CRISTIANA EN LA CÚPULA DEL MUSEO DE BBAA. - YUMUAA DEL ISLAM- Abdelaziz Hammaoui, Presidente Centro Islámico de Valencia. - SHABBAT HEBREO-Isaac Sananes, Presidente de la Comunidad Israelita de Valencia. - DOMINICA CRISTIANA-Rvdo. D. Antonio Andrés Ferrandis, Canónigo-Organista de la Santa Iglesia Catedral de Valencia. 11:15 h Coffee-Break 16 17 Conferencia Internacional Mediterránea Conferencia Internacional Mediterránea International Mediterranean Conference International Mediterranean Conference 11:45 h 1ª Sesión: Mesa redonda 15:30 h 2ª Sesión: Mesa redonda “LA RUTA DE LA SEDA COMO PATRIMONIO MIGRANTE” / “THE SILK ROAD AS HERITAGE MIGRANT” Modera: Román de la Calle, Catedrático de Estética y de la Teoría de las Artes de la U.V. Ponentes: Ricard Huerta - Director del Institut de Creativitat i Innovacions Educatives de la Universitat de València: La puesta en valor del concepto de patrimonio migrante. Felipe Garín - Gerente del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana: Los museos textiles de la Comunitat Valenciana. Ricardo Franch - Catedrático de Historia Moderna de la Universitat de València: El patrimonio documental histórico de la sedería valenciana: El Archivo del Colegio del Arte Mayor de la Seda. Vicente Genovés - Presidente del Colegio del Arte Mayor de la Seda de Valencia: El proyecto en ejecución del Museo de la Seda de Valencia. 14:00 h Cierre sesión mañana. “EL TURISMO PASARELA DE LA PAZ: DESAFÍO MUNDIAL DE LAS NUEVAS RUTAS DE LA SEDA” ”TOURISM AS A GATEWAY TO PEACE: THE NEW CHALLENGES OF THE SILK ROUTES” Modera: José María Chiquillo – Senador y Coordinador de España en UNESCO Ruta de la Seda. Ponentes: Ali Moussa-Iyé – Jefe de la Sección de Historia y Memoria para el Diálogo del Sector de Cultura de UNESCO. Isabel Garaña – Directora Regional para Europa de la Organización Mundial del Turismo. Representante de la Subdirección General de Cooperación y Competitividad Turística. Ramón Mª Moreno – Director General Casa Asia. Altai Vasifoglu Efendieud -Embajador de Azerbaiyán. Bakyt Dyussenbayev- Embajador de Kazajstán. Ömer Önhon - Embajador de Turquía. 17:00 h 3ª Sesión: Mesa redonda “LAS CIUDADES DE LA SEDA EN ESPAÑA Y EUROPA: EXPERIENCIAS DE GESTIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL” ”CITIES OF SILK IN SPAIN AND EUROPE: SOME INSPIRING EXPERIENCES IN CULTURAL HERITAGE MANAGEMENT ” Modera: Annick Thébia Melsan - Consultora Internacional para el Diálogo de Civilizaciones. Ponentes: Alejandro Noguera Borel- Presidente de la Fundación Libertas 7. Joseph Phares – Vicepresidente de ICOMOS del Líbano y Consultor Internacional sobre la Cultura y el Patrimonio. Pilar Barraca de Ramos – Jefa de la U.A. de Itinerarios Culturales Europeos. SEC. Antonio Oliver Martí - Socio Director de Corporate Diplomacy Network. Guillermo Vansteenberghe – Coordinador del G.V. Club Roma y Profesor de la Universitat d´Alacant. Celia Romero – Investigadora Adscrita Instituto Ingenio, CSIC-UPV. Jesús de Salvador – Director Instituto Estudios Estratégicos Internacionales. Universidad Católica de Valencia. 19:00 h Finalización de la Jornada. 18 19 JORNADA UNESCO DE LA CIENCIA JOVEN UNESCO SEMINARI OF YOUNG SCIENCE Sábado 20 de Junio – Lonja de Mercaderes / Barri de Velluters /Colegio Arte Mayor de la Seda: Con la colaboración de la Fundación Hortensia Herrero 10:00 h LECTIO UNESCO: didáctica sobre “VALENCIA EN LAS RUTAS DE LA SEDA” ”VALENCIA ON THE SILK ROUTES” Con la participación de los alumnos/as de diferentes colegios de la Comunitat Valenciana y de los niños/as del Programa Caixa-Pro Infancia de la Obra Social La Caixa, desarrollado por Fundación APIP-ACAM. Los participantes podrán aprender: 1. El proceso de elaboración de la seda 2. Las rutas de la seda 3. La importancia económica de la época 4. La llegada de la seda a Valencia 5. La construcción de la Lonja de la Seda en Valencia Shabbat 20 6. Museo de la Seda en Valencia 10:30 h Itinerario de las Rutas de la Seda de los Omeyas a Marco Polo: desde la Lonja de Mercaderes por el Barri de Velluters hasta el Colegio del Arte Mayor de la Seda. Los niños podrán conocer la obra maestra del gótico civil valenciano y luego visitar el museo de la seda donde verán cómo se sigue tejiendo en directo. 21 JORNADA UNESCO DE LA CIENCIA JOVEN UNESCO SEMINARI OF YOUNG SCIENCE 11:30 h. TALLERES / WORKSHOPS dirigidos por animadores y educadores de Passatemps Projectes Educatius. 3 CONFECCIÓN DE PULSERAS DE SEDA / MAKING SILK BRACELETS Los niños podrán apreciar el tacto de la seda, y diferenciarlo de otras telas. Podrán apreciar su calidad pasando un rato divertido y didáctico a la par. Aprenderán porque es la seda un tejido tan especial y valorado pudiendo llevarse un recuerdo en sus muñecas de esta experiencia. 3 REALIZACIÓN DE UN MURAL / PAINTING A MURAL Aprender jugando. Los niños plasmaran en un gran mural lo que han aprendido de la Ruta de la Seda. Gusanos de seda, camellos, telares, hilos, capullos, todos estos elementos formaran parte del Mural. Posteriormente se llevaran de recuerdo una gran foto de familia, recordatorio de su actividad. 3 VISITA AL COLEGIO DEL ARTE MAYOR DE LA SEDA / VISIT TO THE MAJOR COLLEGE OF SILK ART El maestro artesano Vicente Enguídanos llevará a cabo una demostración de como se teje de forma artesanal tal como se hacia en el S. II a.C. en China. Los niños podrán comprobar la dificultad y la pericia que hay que tener para llevar a cabo este arduo trabajo. Buscamos transmitir que la seda además de ser un bello producto esconde importante valores como la constancia, la paciencia y el amor por el trabajo. 12:30 h Degustación de orxata i fartons. Con la colaboración de los alumnos de la Fundación APIP-ACAM del Proyecto “IF”: Itinerarios con Futuro “Hostelería y Turismo” de la Fundación Obra Social La Caixa. 13:00 h Danzas tradicionales del folclore valenciano. Con la colaboración del Grup de Danses de L’Antiga de Campanar y la Colla tabals i dolçaines de la S.C. El Micalet. Participación del Grup de Percussió “Els Cucs de Velluters”. 14:00 h Finalización de la jornada. 22 23 Dominica ENTREGA DE PREMIOS UNESCO-VALENCIA 2015 UNESCO -VALENCIA 2015 AWARDS, SOLEMN DELIVERY Domingo 21 de Junio – Lonja de Mercaderes 11:30 h SESIÓN DE CLAUSURA DE LA XI MULTAQA DE LAS TRES CULTURAS. Saludo de las autoridades presentes Lectura de las conclusiones de la Conferencia Internacional “SERICUM OCCIDENTALI VIAM”: La Ruta Occidental de la Seda. 12:00 h SOLEMNE ENTREGA DE LOS PREMIOS UNESCO-VALENCIA 2015 – D. Vicente Enguídanos Grancha Mestre velluter del Colegio del Arte Mayor de la Seda – D. Federico Mayor Zaragoza Director General de la UNESCO 1987-1999 El acto estará amenizado por: Fistulatores et tubicinatores valentini Director: Ramón Ramírez Beneyto – Tocatas para ministriles (inéditas) Anónimo (Catedral de Valencia) – Batalla Imperial Juan Bta. Cabanilles (1644-1712) 13:00 h 24 Finalización del acto. 25 PREMIOS UNESCO-VALENCIA 2015 26 El logo de la UNESCO tuvo como referencia simbólica fundacional un templo dórico griego, en concreto, éste llamado Templo de la Concordia, situado en Agrigento, Sicilia. 27 Se cumplen 25 años de la creación del programa de la UNESCO de las Rutas de la Seda. Grandioso proyecto que consiste en recorrer y estudiar esas vías terrestres y marítimas que durante milenios jugaron el papel de arterias de unión entre Oriente y Occidente. Nacido a orillas del Mediterráneo, este grandísimo poeta, biólogo, pensador, ciudadano del mundo, resistió impasible las presiones que azotaron el llamado Informe MacBride de la UNESCO y fue el gran continuador del proyecto de Julian Huxley de reescribir entre todos (incluidos los adversarios) una nueva historia del mundo, con realizaciones tan significativas para la Humanidad como la salvación de los templos de Abu Simbel o la reconstrucción de la Biblioteca de Alejandría. El contrato global “Un Monde Nouveau” (con Jérôme Bindé) al término de su mandato, sentó las bases para definir los llamados Objetivos del Milenio, a la vez que la Asamblea General de la ONU aprobaba las asíntotas del Plan de Acción sobre una Cultura de Paz, la Alianza de Civilizaciones y el Diálogo Intercultural. FEDERICO MAYOR ZARAGOZA 28 29 Nace en Valencia el 30 de noviembre de 1931. A la temprana edad de 12 años empieza a sentir la inquietud por el traqueteo de los telares manuales que su padre tenía en su taller artesanal. Pasa su juventud entre libros de estudios e hilos de seda. El deseo de sus padres fue que hubiese estudiado una carrera, pero su vocación era muy distinta, la seda ya corría por sus venas en esa temprana edad. Sus abuelos fueron trabajadores de la seda, su padre fundó en 1925 la empresa con los telares que D. Vicente años más tarde heredó, y con los que consiguió hacer realidad su sueño en la vida. Ser Maestro Artesano Sedero. Trabajó con gran maestría el “vellut” artesanalmente, siendo a su jubilación el último velluter vivo con esa ancestral técnica de tejer el vellut a mano. Con sus tellerolas y demás artilugios, mantuvo vivo el espíritu de velluter llegando a crear verdaderas obras de arte y que hoy podemos ver en una pequeña muestra de su dilatada vida profesional en el Colegio del Arte Mayor de la Seda. Los Espolines, Damascos, Brocados, Tissús y terciopelos no han tenido secretos para él. Con su gran maestría y sus privilegiadas manos artesanas consiguió hacer de una profesión un arte, como los antiguos velluters. Todo un gran Maestro de la Seda. VICENTE ENGUIDANOS GRANCHA 30 31 Federico Mayor Zaragoza Valencia Silk road 2016 UNESCO General Director (1987-1999) Great Multaqa (Agrigento 1998) 10th editions: Multaqa of three cultures 2005 La alegría colectiva, nota común de la fiesta mediterránea 32 2006 Familia y Solidaridad mediterráneas 2007 La Valldigna y el mar: la deuda olvidada de Occidente 2008 Los Derechos Humanos en las Tres Culturas 2009 La Dieta Mediterránea Patrimonio de la Humanidad 2010 El Mar y los caminos de la Paz 2011 Ciencia, Deporte, Juventud y Paz 2012 Mujer, Mediterráneo y Paz 11th edition 19th 20th 21th June 2015: “Valencia in the Silk Roads” 2013 UNESCO Voz del Mundo 2014 Conferencia Internacional FACTUM MARIS The silk is alive in Valencia El milagro del gusano de seda y la morera La vida del Bombyx mori empieza tras el apareamiento de dos mariposas a principios de verano. La hembra pone unos 500 huevos pequeños, redondos aunque ligeramente achatados, de color amarillo pálido y del grosor de la cabeza de un alfiler, denominados labores. Exhausta tras la puesta, la hembra, cuyo aparato digestivo está atrofiado, es incapaz de alimentarse y suele morir una semana después del apareamiento. Los capullos se colocan sobre ramas de brezo para la eclosión del gusano. La vida del gusano de seda es muy corta apenas 6 semanas durante las cuales se alimenta de tres a cinco veces diarias de hojas de morera sueltas. Hispania Argantonio (670 a. C. - 550 a. C.) fue el último rey tartésico, único del que se tienen referencias históricas. Aparece en fuentes griegas por su relación militar y comercial con otros. Argantonio es el primer monarca histórico peninsular citado por las fuentes de la Antigüedad. Su reinado supone el apogeo de la cultura tartésica. El nombre de Argantonio (Hombre de plata), que revela su origen indoeuropeo, aparece en las fuentes griegas ligado a la riqueza minera de su reino (bronce y plata), con la cual prestó ayuda a los focenses para financiar la fortificación de Focea (ciudad griega de Asia Menor) contra la amenaza persa. Alejandro Magno y Argantonio, mitos de la antigüedad entre Oriente y Occidente Argantonio como precedente de la Cultura Ibérica, los tesoros de Huelva y Villena, los rituales con música y danzas femeninas, y los enterramientos de la Dama de Baza o la Dama de Elche permiten suponer que Hispania debió conocer la seda por los intercambios del comercio marítimo tanto de los fenicios, como de los griego-focenses tan directamente afectados por el imperio persa. Séneca da testimonio temprano del uso de la seda, (e incluso de sus excesos entre la gente adinerada) y los gobernadores como Cornelio Nigrino Nepote, oriundo de Edeta (hoy Líria) y sus coetáneos Trajano y Adriano como más tarde Marco Aurelio que envía embajadores a China para fijar una relación comercial estable, tenían conocimiento cabal de este magnífico y sorprendente producto, comprado en Oriente con el entonces abundantísimo oro de las minas de Hispania. San Isidoro lo ratifica en su monumental obra de Las Etimologías, y Homero casi mil años antes la describe inequívocamente cuando dice en la Odisea que “vestía una camisa fina y brillante como la piel de una cebolla seca”. 36 37 Al-Ándalus, los Omeyas y Córdoba Uno de los hechos más sorprendentes de la historia universal es la rápida formación del imperio árabe. Las conquistas que hicieron a velocidad vertiginosa y la extensión de éstas es asombrosa. En 80 años se extendió el imperio desde las bocas del Tajo en el Atlántico hasta las del Indo en Asia. En una sola batalla –Guadalete (711)- desmontaron un reino visigótico de tres siglos de historia. Tarik, en el primer impulso, conquista Ecija, Córdoba y Toledo. Luego llega Muza (712) proclama soberano de Hispania al califa de Damasco y Abderramán el Gafeki invade la Galia, hasta que los árabes son frenados en Poitiers (732) casi ya a las puertas de París. Cuando los Omeyas (Umayyas) después de reinar un siglo en Damasco son abatidos por el fanatismo de los abasidas o abasíes en Damasco uno de los pocos supervivientes Abderramán Benmoavia, con sólo 20 años consigue desembarcar en Almuñecar acogido por partidarios de su familia y entra triunfante en Córdoba (755) declarándose emir independiente, iniciando la gran mezquita y sentando las bases para que -tras un turbulento período- su descendiente Abderramán III (912-961) establece el Califato Independiente gobernando por medio siglo la corte más ilustre y suntuosa de oriente y de occidente. La vida de palacio, la gran mezquita y los jardínes de la Ruzafa (como antes Kairouán o Damasco y como después Murcia, Xàtiva o Valencia) conocerán las ciencias, la sabiduría, la medicina (Averroes, Maimonides, Avicena) el refinamiento y sobre todo la poesía. 1 2 La ruta occidental de la Seda llegó con los Omeyas de Siria al Magreb: El Cairo(1), Kairouán(2) y Córdoba(3y4), después a Xarq Al-Ándalus (Balansiya =Valencia), y desde la Corona de Aragón a la Europa cristiana, subiendo por Marsella y el Ródano, hasta Lyon y París. 38 3 4 No es que la seda prospera en este emporio, sino que su producción arraiga en la población de los reinos y los paseos de las moreras de esos jardínes-ruzafas guardarán hasta el día de hoy la inolvidable herencia del arte de la seda. 39 Xarq-Al-Ándalus Reinosde Taifas 40 Abolido el califato (1031) el Estado musulmán se fracciona en numerosos llamados “reinos de taifas”, de pequeños territorios, de tribus o banderías. En número llegan a ser 23. Estos reinos ofrecen contrastes notables, políticamente son débiles, pero su adelanto intelectual y material es maravilloso. Viven en constante rivalidad por el deseo de predominio y sus guerras constantes fueron aprovechadas por los cristianos que hicieron avanzar grandemente la reconquista. Destacaron Sevilla, Zaragoza, Toledo, Valencia, Tortosa, Dénia, Baleares, Albarracín, Badajoz, Málaga y Almería. Córdoba se organizó en república y Granada consolidó el reino de los Nazaríes que resistieron a los cristianos hasta el año 1492. El arte alcanzó gran refinamiento en todas sus facetas. La agricultura estableció regímenes muy estables de justicia para los regadíos –como el Tribunal de las Aguas de la Vega de Valencia o el de los Hombres Justos de la Vega de Murcia, ambos declarados patrimonio inmaterial UNESCO de la Humanidad (2009) - y el cultivo de la morera para la producción de la Seda desbordó su origen palaciego para abrirse camino a la exportación marítima desde los puertos de Almería, Dénia y Valencia. En las ciudades, con modelo de gran homogeneidad con un recinto amurallado que encierra la medina cuyo centro vital es la mezquita mayor a la que solía unirse el palacio del califa y en torno a él los zocos o mercados especializados por gremios en los que también prosperarán los bazares judíos –como la Alcaná de Toledo y el Coch de Valencia. Los baños y las hosterías –llamadas fonduks o alfandechs como en Valldigna- junto con las puertas de las murallas y las que a veces separan barrios especializados, determinará la vida de la ciudad fuera de cuyo recinto quedan los arrabales que eran abandonados en caso de guerra. Entre los bazares se especializaron las sederías que se llamaban alcaicerías y fueron célebres los de Sevilla, Granada y Valencia. 41 Reinos cristianos Fernando I el Grande ( o el Mayor, 1035-1065) en León y Jaime I el Conquistador en Aragón (1213-1276) consolidan la hegemonía cristiana en el proceso de la reconquista y a la vez complican con la partición hereditaria de sus reinos la continuidad sucesoria. La relación ultrapirenáica de las dos coronas y las respectivas salidas al mar marcarán los ejes de su expansión . Los scriptoriums y las grandes crónicas alimentan el minucioso relato de casi ocho siglos de Reconquista que fueron, más que un proceso lineal, un tejer y destejer al modo de Penélope, de un tapiz de la historia (781 años desde el 711 hasta el 1492) en el que el período más significativo es el descrito en la Gran Crónica de Ramón Muntaner (siglos XIII y XIV) en el que la apertura a Oriente viene a coincidir con escenarios y acontecimientos de la historia de Marco Polo. Muntaner nacido en Perelada (Ampurdan) se declara ciudadano valenciano por propia voluntad (había llegado con su padre cuando todavía era un niño) y muere como Batlle (hoy alcalde) de Ibiza; habla y lee el griego (la lengua oficial de Constantinopla) y es “trujimán” reconocido ( es decir intérprete de las distintas modalidades de la lengua árabe). En la compleja partida que los Paleólogos (o emperadores de Bizancio) están jugando contra los turcos y a la vez contra las repúblicas “marinaras” italianas (Génova, Venecia, Amalfi y Pisa) y sobre el mismo convulso Mediterráneo, Marco Polo y Ramón Muntaner son hechos prisioneros, el primero por una nave genovesa y el segundo por una nave veneciana. La historia mundialmente famosa de los viajes de Marco Polo será escrita por su compañero de cárcel, el llamado “Rusticello de Pisa” y la historia panorámica y autobiográfica de Ramón Muntaner será escrita mucho después de su liberación, cuando cumple ya 60 años en su alquería de Chirivella (Xilvel.la) en la huerta de Valencia. La Crónica de Ramón Muntaner y el llamado Mapamundi de Cresques y Jefuda Abraham (pintado en Palma de Mallorca en 1375) y custodiado en la Biblioteca Nacional de Francia, constituyen sin duda, los dos esenciales documentos históricos que permiten encajar en significado de La Ruta de la Seda en el contexto histórico de su tiempo, más allá de las divertidas y delirantes descripciones que hace Rusticello de Pisa en “El libro de las maravillas del mundo” (también llamado “Il Milione”) “de las cosas que el Señor Marco Polo no vió pero las Miniatura de triunfal entrada de un caballero portando regalos, supo por haberlas oído a hombres dignos de ser creídos”. como pudo Muntaner traer seda de Gerba a Catania. Muntaner y Marco Polo 42 La Ruta de la Seda fue, por siglos, la pasarela entre dos mundos. Los mercaderes de la familia Polo, apodados Emilione, abrieron el camino en 1260 y entre 1279 y 1295 el joven Marco Polo, en un segundo viaje, recorrió las tierras de Asia y la China profunda, bajo la protección del Gran Khan. El relato de su vida, escrito por su compañero de prisión, Rusticello de Pisa, titulado “El libro de las maravillas del mundo” (Il Milione) fue un suceso en Europa, como reflejan las miniaturas (der) de riquezas y animales nunca vistos. 43 La Ruta de Oriente en el Atlas Cresques Cresques Abraham (Mallorca, siglo XIV - 1387) fue un geógrafo y cartógrafo judío mallorquín del siglo XIV. Padre del también cartógrafo Jehuda Cresques, ambos figuras señeras de la Escuela Cartográfica Mallorquina. Cresques Abraham, protegido por los reyes Pedro IV de Aragón, Juan I de Aragón y Martín I de Aragón, dejó una nutrida documentación sobre cartas náuticas realizadas por él y su hijo, actualmente perdidas, aunque se le atribuyen algunos mapas anónimos, como el Atlas catalán (de 1375), siendo esta obra, guardada en la Bibliothèque National de París, considerada como la pieza que alcanzó el punto más alto del conocimiento cartográfico medieval. 44 45 Fernando el Católico y el Gremio de Velluters El liderazgo de Valencia como centro principal de las sederías españolas es indiscutible. Su potencial productor y el alto nivel de organización industrial no tuvieron parangón en otras ciudades. Más bien Valencia sirvió de modelo a Toledo, Murcia o Barcelona, y en todo caso superó con creces en el mercado internacional a la tradicional industria musulmana de Granada forzosamente reconvertida tras la conquista de los Reyes Católicos. Los antecedentes de El Colegio del Arte Mayor de la Seda se gestan el día 28 de octubre de 1477 cuando 56 Maestros reunidos en la casa de Lázaro Negro, en la calle de las Barcas de Valencia, ante el notario D.Bernat de San Feliú firmaban el Acta de Fundación de la “Lloable Cofraria o Almoina de L’Ofici de Velluters, sota la protecció de Sant Jerònim”. La honradez de su función resplandece y el Colegio siempre mereció confianza de reyes, nobles y ministros convirtiéndose en un órgano consultivo y en un velador a ultranza de la calidad de las sedas valencianas que bajo su tutela y dirección destacaron entre todas las de la península, tanto por la calidad de su materia prima como por el primor de sus manufacturas y tuvieron reconocimiento europeo y gran proyección internacional, lo que se tradujo en una gran actividad comercial con Europa y posteriormente con América. Viajeros ilustrados que vienen a Valencia a lo largo de varias centurias cuentan en los escritos de sus viajes la impresión que les produce el colorido y abundancia de las sedas, así como su gran calidad; les sorprende también la gran cantidad de personas que se dedican a esta industria. Tal es el caso del viajero alemán Jeronimo Münzer, del cardenal de Retz en 1654, de la condesa D`Aulnoy en 1679, del danés Hans Christian Andersen en 1862 y de Gustavo Doré entre otros muchos. El Colegio guarda una rica colección de tejidos de sedas trabajadas artesanalmente que son muestra de una gran calidad de fábrica y de diseños de gran riqueza y dificultad de ejecución. Terciopelos, damascos, brocados, brocateles y sobre todo sedas brochadas o espolinadas, consideradas actualmente como reinas de los tejidos sederos, conforman dicha colección. Este gremio, nacido de la especialización técnica se instalará en la Casa-Colegio, con una necesidad clara de racionalizar y dirigir una enseñanza y oficio. Según datos obrantes en su propio archivo, la escritura otorgada ante el notario D. Luís Gaset un 24 de septiembre de 1494, esta casa fue adquirida por la cantidad de 9.600 Sueldos y 80 Libras de Moneda Real de Valencia y está ubicada en la calle del Hospital donde siempre fue un referente para toda la ciudad. En la actualidad, tras décadas de incomprensible estolidez o incuria municipal, es objeto de un amplio proyecto de restauración a cargo de la iniciativa privada por parte de la Fundación Hortensia Herrero. Numerosos estudios científicos y divulgativos desde diferentes disciplinas han analizado el pasado y presente de la sedería valenciana, destacando siempre la contribución del antiguo gremio después colegio, a lo largo de su existencia a velar por las sedas valencianas. Es admirable la fuerza, persistencia y constante categoría con que ha actuado siempre haciendo frente con toda eficacia a las sucesivas dificultades que se han presentado. Se cimentó en su honradez profesional y maestría técnica. 46 Fernando II de Aragón (talla en la Catedral de Granada) 47 La Ruta Terrestre Desde Asia hasta Europa tras la huella de aventureros y comerciantes La Ruta de Oriente La Ruta de la Seda fue una red de rutas comerciales organizadas a partir del negocio de la seda china desde el siglo I a.C., que se extendió por todo el continente asiático, conectando a China, con Mongolia, el subcontinente indio, Persia, Arabia, Siria, Turquía, Europa y África. Sus diversas rutas, comenzaban en la ciudad de Chang'an (actualmente Xi'an) en China, pasando entre otras por Karakorum (Mongolia), el Paso de Khunjerab (China/Pakistán), Susa(Persia), el Valle de Fergana(Tayikistán), Samarcanda(Uzbekistán), Taxila (Pakistán), hasta los puertos de Antioquía (Siria), Alejandría (Egipto), Kazán (Rusia), Constantinopla y Esmirna (Turquía) a las puertas de Europa, llegando hasta los reinos hispánicos en el siglo XV, en los confines de Europa y a Somalia y Etiopía en África oriental. El término "Ruta de la Seda" fue creado por el geógrafo alemán Ferdinand Freiherr von Richthofen, quien lo introdujo en su obra “Viejas y nuevas aproximaciones a la Ruta de la Seda”, en 1877. 48 49 Las Rutas del Mar Llibre del Consolat Sala y derechos de navegación 50 El Consulado del Mar era una institución jurídico-mercantil medieval formada por un Prior y varios Cónsules cuya jurisdicción era similar a los actuales tribunales mercantiles. El origen de la institución es mediterráneo, siendo el primero el de Trani (Italia), de 1063, extendiéndose la institución rápidamente a Pisa, Mesina, Chipre, Constantinopla, Venecia, Montpellier, Valencia (1283), Mallorca (1326), Barcelona (1347), Burgos (1447), Perpiñán y Malta (siglo XVII). Actualmente existe un Consulado del Mar de Barcelona que es parte de la Cámara de Comercio, cuya misión es arbitrar en conflictos de carácter mercantil: Aunque las rutas eran varias, las cinco principales eran: 3 La ruta del norte de África (Túnez, Argel, Trípoli), con el transporte de oro y esclavos. 3 La ruta de las islas (Mallorca, Sicilia, Cerdeña...), con el transporte de sal y trigo. 3 La ruta de Bizancio (hasta Constantinopla), con el transporte del algodón, especias y esclavos. 3 La ruta de Ultramar (Chipre, Tiro, Damasco, Alejandría), era la gran ruta de las especias. 3 La ruta de Occidente (hasta Brujas), desde donde se distribuían los productos orientales a toda Europa. 51 La Lonja La Lonja de la Seda de Valencia o Lonja de los Mercaderes (en valenciano Llotja de la Seda o Llotja de Mercaders) es una obra maestra del gótico civil valenciano situada en el centro histórico de la ciudad de Valencia (España). Declarada, en 1996, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, fue construida entre 1482 y 1548. Su primer constructor fue Pere Compte, entre los años 1483 y 1497 continuó el modelo de la Lonja de Palma de Mallorca, constituyéndose en un edificio emblemático de la riqueza del siglo de oro valenciano (siglo XV) y muestra de la revolución comercial durante la Baja Edad Media, del desarrollo social y del prestigio conseguido por la burguesía valenciana. El nombre que recibe el edificio de Lonja de la Seda deriva del hecho que el tejido de seda era desde el siglo XIV al siglo XVIII la industria más potente de la ciudad. En el siglo XIV ya había sederos locales, mayoritariamente judíos, y más tarde conversos, agrupados en 1465 en la «cofradía de la Virgen de la Misericordia», bajo cuya advocación hay una capilla en la Lonja construida entre 1484 y 1486. Cuando se estaba edificando la Lonja de la Seda, la industria sedera de Valencia tuvo un gran auge, traducido en los 293 maestros sederos censados en la ciudad en 1487. Al final del siglo XVII, tan importante era la seda en las transacciones comerciales que la Lonja de Mercaderes pasó a ser conocida como de la Seda. Durante la segunda mitad del XVIII fue el momento de máximo esplendor: veinte cinco mil personas se dedicaban a la industria de la seda en la ciudad, que contaba con más de tres mil telares. Así mismo, a partir de 1790 empezó el ocaso de la industria sedera en Valencia, que nunca más volvió a remontar. No obstante, la lonja ha mantenido su nombre tradicional hasta nuestro días, en homenaje a la que fue pionera industria valenciana durante tantos siglos. 52 Gárgolas procaces de la Lonja. (Fotos de Ricard Pla, cortesia de Triangle-Postals, Jaime Millás) 53 Los ángeles de la catedral El esplendor de Valencia alcanza en el siglo XV a convertir la ciudad en un referente principal para todo el Mediterráneo. La visita del cardenal Rodrigo de Borja, futuro papa Alejandro VI, acompañado por los pintores Francesco Pagano y Paolo de San Leocadio, dejará en la Catedral de Valencia el testimonio del primer gran renacimiento pictórico fuera de Italia, con unos ángeles cuya apoteósis musical, será a la vez el más rico testimonio de las vestimentas de seda para los ángeles de aquel histórico momento. Ocultos durante más de tres siglos por el recubrimiento de la catedral al gusto neoclásico, el fortuito "redescubrimiento" y la feliz restauración a partir del año 2003, brindan a la creciente marea de turistas entre ellos cada vez mayor número de asiáticos- en un mismo monumento el "unicum" mundial del Santo Grial (o Santo Cáliz de la Cena de Jesucristo con los Apóstoles) y el "focal point" de la Seda, que como la Cerámica y la Música de Valencia, eran ya célebres en todas las cortes europeas hace más de quinientos años. 54 55 España y Portugal en Asia El ascenso de la Monarquía Hispánica y la revolucionaria trasformación que el Descubrimiento de América supuso para las aventuras marítimas, dieron el relevo, en la Ruta de la Seda al tiempo que había sido denominado de “los mercaderes terrestres y las caravanas” a dos nuevas fases, ambas surgidas en la Península Ibérica, donde Portugal y España forman un único país desde 1580 hasta 1640. Primera la llamada fase “de los misioneros” en la que, la cristianización del mundo seguía siendo –como en América- el objetivo y coartada para la penetración del continente asiático. La segunda, que pasó a denominarse “de los navegantes” se originó con los galeones de Portobello (Atlántico) y Manila (Pacífico) y las llamadas “Compañías de Indias”. 56 Los Misioneros Los Jesuitas serían el gran emblema de esta etapa tanto en su penetración hacia América del Sur como hacia el Asia continental y Japón, donde la huella de San Francisco Javier todavía hoy resulta perceptible en Nagasaki o Kumamoto. (La hoy mundialmente famosa “tempura” o fritura rápida de marisco o verdura, tiene su origen en la litúrgica “tempora ad quadragesimae” o tiempo hacia la cuaresma, que los jesuitas enseñaban a practicar a sus seguidores). El mejor relato del período de los misioneros (por cierto tan lúcido como desconocido) es el del “Nuevo Descubrimiento del Gran Cathayo, por el padre Antonio de Andrade, de la Compañía de IESVS en el año 1624” que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Sus tres partes o CARTAS corroboran las partes ciertas del relato atribuido a Marco Polo y rectifican los desaciertos y en el Mapa o Tábula Geodoborica (o sea, con longitud y latitud calculadas) se identifican el camino mayor de los Persas, la ruta de la conquista de Alejandro Magno, el itinerario de Santo Tomás Apóstol hasta el golfo de Bengala, los de Marco Polo, el de Benedicti Goes, el de Henrici Roth, las propias de Antonio de Andrade y las rutas marítimas de los portugueses a Goa Macao y Diu. 57 Austrias y Borbones Felipe V de Borbón Alcanzada la Corona de España y sus dominios en 1700, la Casa de Borbón trae en mente la idea de españolizarse para lo cuál ordena a la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, como primer encargo, una amplia serie con las más célebres escenas de Don Quijote. Aquí le vemos en el episodio del encuentro de las damas del Vizcaíno. Carlos II de Ausburgo El día 3 de octubre de 1686, la “Lloable Cofraria de L’Ofici de Velluters” recibía del Rey Carlos II, el título del Colegio del Arte Mayor de la Seda, cuyos precedentes remontan a las Ordenanzas del Rey Fernando el Católico en 1479. Pero que ahora pasa a los productores y tejedores de seda o velluters de la condición de Oficio a la de Arte Mayor, lo que significa elevar sus exigencias a un riguroso examen de calidad y cinco años de práctica de aprendiz a oficial y de aquí a Maestro. 58 Carlos III Establece la Cátedra de Pintura de flores para la seda en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Ejemplo “Floreal” de J. Pinazo 1915 (página derecha). 59 LA SEDERÍA VALENCIANA EN EL S. XVIII LA “ESCUELA DE FLORES Y ORNATOS” Y EL ARTE DE LA SEDA EN VALENCIANA El siglo XVIII constituyó el período de mayor esplendor de la sedería valenciana. La intensa decadencia que experimentaron entonces los tradicionales centros sederos castellanos y andaluces y la existencia en sus inmediaciones de una abundante producción de materia prima, fueron los factores fundamentales que determinaron que Valencia se convirtiese en el núcleo manufacturero más importante de la sedería española dieciochesca. La expansión se vio favorecida, además, por las medidas proteccionistas adoptadas por la monarquía a principios de la centuria. La “Escuela de Flores y Ornatos” fue el organismo oficial, dentro de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia que, desde su fundación en el siglo XVIII, hasta su lenta y agónica desaparición ya bien entrado el siglo XIX, encauzó las dispersas voluntades de un nutrido grupo de artistas que, en su actividad, lograron creaciones dignas de mérito. La “Escuela de Flores y Ornatos aplicados a los dibujos” no fue nunca un círculo cerrado a las posibles innovaciones estéticas, pues si bien se fundamentó en el espíritu artístico vigente, el compás de los tiempos fue recibiendo influencias nuevas que, a su debida hora, hacen apuntar en aquella un ligero prerromanticismo que se hace franco y decidido romanticismo en el siglo XIX. La misma conclusión se obtiene si se examina la evolución de los telares anchos existentes en la ciudad. Sin embargo, habiendo alcanzado hacia mediados del siglo XVIII unas dimensiones muy considerables, la sedería valenciana no logra posteriormente superar las deficiencias que impedían su definitiva modernización. Ricardo Franch Benavent 60 LA PINTURA VALENCIANA DE FLORES Estrechamente ligado a la actividad de las manufacturas sederas está un sector personalísimo de la pintura europea: la especialidad de flores, exquisita y refinada actividad, surgida muchas veces de modo subsidiario para proporcionar modelos que pudiesen ser aprovechados luego en la decoración de las suntuosas telas de las manufacturas. Aunque para ser utilizados en los talleres de tejido, los modelos habían de ser sometidos a una obligada simplificación y a un tratamiento rítmico y repetitivo para el cual era necesario el uso de la raqueta, los pintores y modelistas partían siempre del estudio del natural y su repertorio de modelos florales era enormemente rico, así como su conocimiento de las distintas especies, observados en la minuciosidad y el rigor que -por otro lado, y al servicios de otros intereses bien distintos-, mostraban los estudiosos de la historia natural, que por los mismos años nos dejaron soberbias ilustraciones de los tratados botánicos, en que tan pródigo fue el siglo XVIII. Salvador Aldana Fernández Alfredo E. Pérez Sánchez 61 Mosaico de la Fama EUROPA ÁFRICA ASIA AMÉRICA El Colegio del Arte Mayor de la Seda de Valencia conserva como suelo de la sala noble el 'Gran pavimento de la Fama´ una de las piezas más significativas de España en el arte cerámico rococó que representa el prestigio del trabajo bien hecho, alcanzando aquí la fama de la Seda de Valencia, a todos los continentes del mundo. La Fama, diosa griega hija de Afrodita, se encargaba de extender los rumores y los hechos de los hombres, y también los cotilleos, sin importarle si éstos eran ciertos o no o si eran justos o negativos. Habitaba esquivamente entre las nubes provocando desórdenes y malentendidos entre los mortales que solo consideraban, como mensajera de Zeus a la Buena Fama. 62 63 Joaquín Manuel Fos Joaquín Manuel Fos fue hijo de un comerciante en sedas. Nació en Valencia en 1730, siguiendo la estela familiar sus primeros años los vivió intensamente inbuído en el mundo de las telas de seda y su comercio, circunstancia que inexorablemente marcaría el rumbo de su vida. Su carácter inquieto y aventurado, su ambición por igualar las producciones extranjeras y librar a España del gravamen que tenía su importación, hizo que en marzo de 1752 urdiera toda una pantomima para así viajar de incógnito hacia los lugares dónde, bajo secreto de fabricación, se estaba tejiendo el moaré. A caballo se dirigió desde la ciudad a Montolivete llegando a internarse en la Dehesa y allí, entre pinos, fingió su propia muerte. Se despojó de su ropa, la manchó con sangre de gallo, no dudó en herir a su propio caballo y dirigiéndose a la playa se embarcó en una lancha que le condujo a un laúd con destino Barcelona. En todo momento utilizó un nombre falso: José del Castillo. En Valencia ya había llegado noticia de su muerte ante el rumor de que había sido provocada por una banda de roders que querían robarle y hay quien dijo que su cuerpo se hallaba enterrado en El Saler. Así comenzó la inquietante y apasionante aventura de este valenciano ilustrado, en pos de conseguir los secretos de fabricación del moaré. Fábricas de Francia, Italia e Inglaterra fueron destino en los que Fos llegó a trabajar, sobornando, espiando y tomando apuntes sobre la producción de la seda de moda. Lyon, Génova, Florencia, Nápoles, Roma, Londres, e, incluso, ciudades orientales como Constantinopla, Damasco, Alepo o Candía, completarían su currículum viajero. Fernando VI emitió, en junio de 1756, dos Órdenes Reales, una concediéndole diversas franquicias para la fabricación, y la otra, reconociéndole su labor y ofreciéndole los honores de la Real Junta de Comercio y Moneda, nombrándole prensador de la Real Casa y, posteriormente, marqués de San Joaquín, lo que le proporcionó distinción, notabilidad y respeto. Rafael Solaz Albert, Bibliófilo 65 Batallas de Amor La familia de Jean Le Viste –al igual que la seda- llegó desde Lyon a París tras la guerra de los Cien Años y Jean Le Viste, para dar prestigio a su valimiento ante el rey Carlos VIII por el esplendor de su palacio –junto a Cluny- encargó una serie de tapices de batallas con su escudo de armas sobre las distintas escenas. Pero su esposa Genevière (“Mon seul desir”) y su hija Claude (Le Viste) se conjuraron para cambiar las escenas de sangre y muerte por la de las batallas de amor que no usa otras armas que las de nuestros cinco sentidos. Así, enamorando al joven pintor y con riesgo de su vida, crearon la serie que mantenía la enseña heráldica de la familia para que la seducción del amor sustituyera la dureza de la sangre. La sorpresa del comitente (por un carísimo esfuerzo cuya producción en Brujas llevó más de diez años de trabajo) la resolvió el Rey que le hizo ministro, y en el siglo XIX fue la tenaz George Sand célebre compañera de Chopin- quien salvó los tapices y los hizo mundialmente célebres al lograr la creación del Museo de Cluny o de la Moyen Age de la France. 66 67 Lyon : del motin al mural Valencia: del motín al mural velluters, 21 de enero de 1856 9 de abril de 1834 C’est nous les canuts Nous sommes tout nus «Vivre libre en travaillant, ou mourir en combattant» 68 69 Patrimonio en peligro El vacío de “la uniformidad” que rechaza Irina Bokova: No hay testimonio más sangrante para la historia de la cultura de la humanidad que ver vacía la hornacina que un día lucia la imagen de Buda con los pliegues de la seda de su vestido batidos al viento del valle de Bamiyan. 70 El problema en Palmira es que alberga las ruinas monumentales de una gran ciudad que fue uno de los centros culturales más importantes de la Antigüedad y que por ejemplo “su gran columnata, que es un ejemplo característico de un tipo de estructura que representa un logro artístico mayor” no pueden ser trasladadas. La importancia de Palmira para el desarrollo de la guerra en Siria es crucial, ya que une el gran desierto del este del país con Damasco. Pero más aún es su importancia para la humanidad ya que según Irina Bokova “el esplendor de las ruinas de Palmira da testimonio de la realización estética única de un oasis próspero de caravanas que entre los siglos I y III de nuestra era fue en ocasiones independiente y en otras parte del imperio romano”. 71 Años Europa Cronología de la seda h. 1100 a.C. Fundación Cádiz (Hispania) h. 600 a.C. Argantonio, Rey de Tártesos h. 270 a.C. Roma domina Italia h. 219 a.C. Saguntum: II guerra púnica h. 50 a.C. Aparición de la seda en Roma h. 9 a. C Augusto: Pax Romana 16 Primer decreto del Senado contra el uso de la seda 140 Geografía de Ptolomeo 162-180 Reinado de Marco Aurelio 313 El cristianismo se convierte en la religión oficial 395 Invasión de los hunos, que atraviesan el Volga y el Don 434 Advenimiento de Atila 476 Fin del Imperio romano de Occidente 622 Etimologías de S. Isidoro 72 Años Oriente, Egipto, Persia 330 a.C. Alejandro Magno en India 150-224 a.C. Dinastía parta arsácida 124 a.C.-91 Mitrídates II aumenta el Imperio parto hasta el Éufrates y Armenia 64 a.C. Conquista de Siria por los romanos 4-1 a C Nacimiento de Cristo 33 Crucifixion 70 Tito destruye Jerusalen 97 Viaje de Gan Ying, enviado chino hasta el golfo Pérsico 115-117 Guerra entre los romanos y los partos 224 Fin del Imperio parto 242 Principio de la predicación de Mani 270 Zenobia, reina de Palmira 325 El Concilio de Nicea condena a los partidarios de Arriano 330 Constantinopla, capital del Imperio Años Asia Central, India y Suereste 174 a.C. Los Yuezhi o indoescitas abandonan China por Asia Central 165 a.C. Los Yuezhi se instalan en Bactriane 48 los Yuezhi invaden Uzbekistán 100 Embajada india hacia Roma 157 Monedas romanas en Madrás 163 El Imperio parto controla las vías comerciales del Occidente hacia las Indias y el Extremo Oriente 381 Los reinos de Asia Central continúan enviando un tributo a China 550 El secreto de la seda es difundido en el reino de Khotan 563 Se excavan la grutas de Bamiyan 567 Viaje de Sogdian Maniak a la corte de Justino II 606-660 Regresión del budismo en la India Años Años China, Corea, Japón 221-210 a.C. Quin Shi Huangdi, primer emperador de China 206-8 a.C. Dinastía de los Han occidentales 100 a.C. Los reinos del Asia Central presentan tributos a la corte de China 65 Primera mención de una comunidad budista 58-75 El emperador Ming envía una embajada china a la India 87 Embajada parta en China 166 Mercaderes “romanos” en China 516-519 Introducción del mazdeísmo en China 552 Introducción del budismo en Japón 618-907 Dinastía de los Tang en China 635 El Evangelio, introducido en China por los nestorianos 710-794 Época de Nara en Japón Europa 697 Elección del primer dux de Venecia 711 Invasión árabe de España 752 Ruptura religiosa entre Roma y Bizancio 800 Coronación de Carlomagno 858 Fundación de Vazelay 921 Viaje de Ibn Fadlaw de Bagdad a la bocas del Volga 1031 Fin de los Omeya en España 1096-1099 Primera cruzada 1102 Oficina veneciana en Tiro y Sidón 1165 Carta apócrifadel padre Juan 1226 1260-1269 Reinado de san Luis Primer viaje de los Polo Octava cruzada. 1270 Muerte de san Luis 1271-1272 Novena cruzada Segundo viaje de los Polo 1271-1295 (con Marc 1285 Rabban Sauma visita Italia y Francia Años Oriente, Egipto, Persia 350 Creación de industria textil en el Imperio sasánida 431 El Concilio de Éfeso, condena el nestorianismo 484 Difusión del nestorianismo en Asia 537-565 Reinado de Justiniano 622 Mahoma huye a Medina (hégira) 632 Muerte de Mahoma 634-642 Los árabes conquistan Siria del Norte, la India y Egipto 661-750 Los Omeyas en Oriente 717 Sitio de Constantinopla por los árabes 750-1258 Califato de los Abásidas descendientes de Abbas, tío de Mahoma 762 Fundación de Bagadad por Al-Mansur 910 Abou de Siraf continúa la Relación de China y la India 950 Redacción de Las mil y una noche 1009 Destrucción del Santo Sepulcro por Al-Hakim Años Asia Central, India y Suereste 629-645 Viaje de Xuanzang a Asia Central y a la India 652 Conquista árabe de Bactriana 730-1273 Los musulmanes penetran en la India 751 Victoria de los árabes sobre los chinos en Talas, en el sur del lago Balkhash Años China, Corea, Japón 758 Saqueo de Cantón por los árabes 785-805 Compilación del geógrafo Jia Dan sobre los itinerarios entre Cantón y el golfo Pérsico 794 Período Heian (Kyoto) en Japón 763-821 Guerra chino-tibetana 845 Medidas tomadas contra el budismo en China 802-850 Jayavaman II crea el imperio Khmer 879 Saqueo de Cantón por Huang Chao 851 Los tibetanos expulsados por los chinos, vuelven a ser dueños de Gansu 868 Sutra budista, primer libro xilografiado conocido descubierto en Dunhuang 916 Dificultad para emprender las rutas de Asia Central, ocupadas por los tibetanos y los árabes 960 Los turcos karakanidas se convierten al Islam 966-976 Última gran peregrinación de los chinos a la India 1021 El sultan turco de Ghazni invade Cachemira 907-960 Período de las cinco dinastías en China 916-1125 Dinastía de los Liao en Pekín 960-1127 Dinastía de los Songo del norte en China 1004 Paz entre los Song y los Kitai en China. Los Song deben pagar un tributo anual en sederías y en dinero 1090 Uso de la brújula marina 1127 Los Song se refugian en el sur de Yangzi 1132 Hangzhou se convierte en capital de los Song del sur de China 73 Años Europa 1298 El libro de las maravillas 1337-1433 Guerra de los Cien Años 1371 Redacción de los Viajes de Jean Mandeville 1427 Los portugueses en las Azores 1487-1488 Dias atraviesa el cabo de Buena Esperanza Años Oriente, Egipto, Persia 1099 Toma de Antioquía y de Jerusalén por los cruzados 1100 Creación del reino latino de Oriente de Jerusalén 1110-1166 Al Idrsi, geógrafo árabe 1144 Conquista de Egipto por Saladino, sultán ayubita 1187 Saladino reconquista Jerusalén 1490 Jean La Viste encarga los tapices de Dama y Unicornio 1192 Tratado entre Saladino y los cruzados 1492 Partida de Cristobal Colón hacia el Nuevo Mundo 1204 Saqueo de Constantinopla por los cruzados 1498 Vasco de Gama en Calcuta 1291 Cae el reino latino de Oriente. Fin de las cruzadas 1540 Creación de la orden de los Jesuitas 1537-1557 Peregrinación de Ferâo Mendes Pinto 1700 Los Borbones en España 1721 Peste en Marsella 1790 Fos publica su Instruccion Metódica de la Seda 1843 Creación del Musee de Cluny 1834 Motines de la seda en Lyon 74 1314-1377 Ibn Batuta, viajero del Islam 1453 Los turcos toman Constantinopla 1461 Los turcos toman Trebizonda. Fin de Bizancio 1517 Los turcos toman el Cairo por los turcos. 1820-1850 Persia bajo influencia ruso-británica 1869 Apertura del Canal de Suez Años Asia Central, India y Suereste 1040-1090 Conquista de Anatolia por los turcos seljecidas, desde Turquestán hasta el mar Egeo 1112-1152 Construcción de Anghor-Vat principal lugar de Asia patrimonio de la Humanidad 1128-1133 Reino de los Karakitan en el sur del Balkhash, el Kashgar y Samarkanda. 1206 Temujin, dueño de Mongolia, se hace proclamar Gengis Khan 1221 Gengis Khan se apropia de Khorezm, del Turquestán, de Persia y saquea Samarkanda 1227 Muere Gengis Khan. Reparto de su Imperio 1245 Embajada de Jean Plan Carpin a los mongoles 1251-1265 Hulagu, nieto de Gengis Khan 1253-1255 Embajada de Guillermo de Rubrouck a los mongoles Años China, Corea, Japón 1192 Instauracion del Shogunato en Japón (aislamiento) 1215 Toma de Pekín por Gengis Khan 1225 Descripción de los pueblos bárbaros por Zhao Rugua 1260 Kublai Khan en el trono mogol 1271-1368 Dinastía de los Yuan en China 1276 Kublai, Khan emperador de China 1342 Llega a China de Jean de Montecorvino Años Europa 1852 La “pebrina” arrasa la seda en Francia Y España 1856 Motines de la seda Valencia 1865 Pasteur descubre la causa de la “pebrina” 1884 Chardonet patenta en Lyon la seda artificial. 1914-1945 I y II Guerras mundiales 1945 Creación de Naciones Unidas y de la UNESCO 1949 Nace la Union Europea 1969 El hombre en La Luna 1368-1398 Hongwn funda la disnastía los Ming 1972 UNESCO crea la lista “Patrimonio de la Humanidad” 1517-1524 Embajada trágica de Tome Pires en China 1987 UNESCO crea el programa “Rutas de la Seda” 1549 Francisco Javier en Japón 1553 Los portugueses en Macao 1601-1610 Matteo Ricci en Pekín 1602-1607 Viaje jesuita Bento de Goes 1369 La Transaxiana, conquistada por Tamerlán. 1644-1912 Los Quing última dinastía en China 1370 Samarkanda capital 1839-1860 Guerras del opio en China 1989 Cae el muro de Berlin (y se desintegra la URSS) 1996 La Lonja de Valencia “patrimonio de la Humanidad” 2007 La UNESCO crea la lista de “patrimonio en peligro” 2015 Atentados por Mahoma en Paris y Dinamarca Años Oriente, Egipto, Persia 1917 Declaracion Balfour sobre Palestina 1914 -1920 Reparticion francobritanica de Oriente Medio 1925 Iran, Reza Pahlevi 1936 Faruk I: independencia de Egipto 1948 Partición y primera guerra arabe-israelí 1952 Nasser une Egipto y Siria 1953 Iran: Expulsión de Mosaddeq 1979 Expulsión al Sha, Jomeini dueño de Irán 1956-1967- Guerras de Israel 1973-1982 Guerras de Israel 1988 Guerra Irán-Irak 1990 Kuwait: I guerra del Golfo 2003 II guerra del Golfo muere Sadam Husein 2011 Carrera nuclear iraní Primavera árabe 2015 SIS implanta el Califato entre Siria e Irak Años Asia Central, India y Suereste 1398 Tamerlan invade Pundjab 1498 Vasco de Gama en Calcuta 1501 Ismail, jefe de los chiítas safávidas, toma el título de Sha de Persia 1510 Los portugueses en Goa 1511 Alburquerque se apodera de Malaca 1521 Magallanes en Filipinas 1550 Los portugueses describen en templo de Brijadiswarar 1845 La totalidad de la India bajo control de la Compañia Británica de la Indias Orientales 1857 El “motín cipayo” primera guerra de independencia india. India cae bajo control directo Británico 1920-1940 Mahadma Gandhi moviliza millores de personas con la desobediencia civil 1947 Independencia de la India y partición de Pakistán 2001 Afganistán: destrucción de los Budas de Bamiyan 2004 Gran sunami en Indonesia y Tailandia Años China, Corea, Japón 1854 El Comodoro Perry entra en Japón 1866 Japón autoriza la exportacion de gusanos 1868 Japon comienza la era Meijí (apertura) 1905 Guerra ruso-japonesa 1941 Ataque a Pearl Harbour 1945 Bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki 1949 Larga marcha de Mao conquista China 1950-53 Guerra de las dos Coreas 1966 Revolucion Cultural en China 1976 Muerte de Mao Zedong 1996 China primer productor de seda del mundo 1999 Devolución a China de Macao y Honh Kong 2008 Juegos Olimpicos de Pekin 2015 El presidente chino Xi Jinping anuncia su proyecto mundial para las RUTAS DE LA SEDA como caminos de paz y prosperidad 75 Azerbaiyán, ubicado entre Europa y Asia, se encuentra en la cruce de civilizaciones, culturas y religiones. Estamos entre Europa y Asia. Por supuesto esta posición geográfica jugó un papel importante en la diversidad cultural de Azerbaiyán. Los representantes de diferentes culturas, religiones y grupos étnicos durante siglos vivían en Azerbaiyán en paz y dignas condiciones como una familia. Estamos orgullosos de que en los años de independencia estas tendencias positivas se hayan fortalecido. Basta con fijarse en los monumentos históricos para ver claramente la diversidad cultural de Azerbaiyán. Estamos orgullosos de nuestro legado cultural e histórico. Una de las mezquitas más antiguas del mundo, construida en el año 743, está ubicada en la antigua ciudad azerbaiyana de Shemaja. Una de las más antiguas iglesias, la iglesia de los habitantes de Albania Caucásica, se encuentra cerca de otra ciudad antigua azerbaiyana - Shekí. Las iglesias ortodoxas y católicas, las sinagogas, el templo de los adoradores del fuego - nuestro legado cultural- forman parte de nuestro legado cultural y estamos orgullosos de ello. Hoy en Azerbaiyán viven los representantes de todas las religiones y grupos étnicos que hacen su aportación en los avances de nuestro país. Creo que es uno de nuestros mayores legados. Estamos orgullosos de este hecho y celebramos diversos eventos culturales para promover los valores de diversidad cultural, paz, cooperación y entendimiento mutuo. Pienso que para el fortalecimiento de las tendencias positivas en el mundo hay necesidad en la celebración de estos eventos, discusiones abiertas e intercambio de opiniones. Lamentablemente los acontecimientos que tienen lugar en las diferentes partes del mundo son preocupantes. Somos testigos de unas tendencias negativas. Por esta razón nosotros debemos abiertamente y sinceramente definir las medidas para el acercamiento de los países, civilizaciones y religiones. Aliviar la tensión y la hostilidad es una de las cuestiones más importantes del orden del día internacional. En nuestro país las tradiciones de multiculturalismo siempre han sido muy fuertes y, desde este punto de vista, la creación del Centro Internacional del Multiculturalismo es un paso más de nuestro gobierno, encaminado para la promoción de estos valores. No hay alternativas al multiculturalismo. Opino que la responsabilidad de los políticos, personas públicas, instituciones internacionales, ONG y mas media en esta cuestión crece de día en día. Por esta razón debemos promover unánimemente los valores del multiculturalismo. Sé que existen varios puntos de vista sobre este asunto, a veces, incluso pesimistas. Pero el multiculturalismo da también muy buenos ejemplos, uno de los cuales es Azerbaiyán. Opino que presentar el multiculturalismo como un concepto sin futuro es peligroso. Al contrario, si nosotros dejamos de unir nuestros esfuerzos, la situación se empeorará en el mundo. Por esta razón el ejemplo de los países como Azerbaiyán que es conocido mundialmente como uno de los centros del multiculturalismo es un buen indicador de que el multiculturalismo está vivo y nosotros debemos estimular las tendencias positivas. ¿Cuál es la alternativa? Las tendencias tan peligrosas como marginación, discriminación, xenofobia, islamofobia, antisemitismo ya han llevado a las civilizaciones y pueblos hacia la catástrofe. Siendo un país donde el multiculturalismo ya ha puesto sus raíces, intentamos jugar un papel adecuado en el escenario mundial para promover los valores positivos. Azerbaiyán es un país que pertenece al mundo musulmán y tiene relaciones duraderas con Europa. La primera república democrática en el Oriente musulmán fue establecida en el año 1918 en Azerbaiyán, a las mujeres inmediatamente se les concedió el derecho a voto. Incluso mucho antes que en alguno países europeos. De esta manera la particularidad étnica y cultural, así como la influencia europea han creado en común una atmósfera particular. Durante los siglos hemos conseguido preservar nuestros valores. 76 Hoy Azerbaiyán es un digno miembro de la comunidad internacional, juega un papel positivo en la región. Nuestras iniciativas están encaminadas al fortalecimiento de la colaboración regional. Se presta una atención especial a las cuestiones políticas y económicas relacionadas con la seguridad energética. Nuestras iniciativas y proyectos ya han salido del marco regional, unen los países y continentes. Analizando las cuestiones de la seguridad energética, se observa que Azerbaiyán ya está jugando un papel importante en la seguridad energética de Europa. En lo que concierne a la infraestructura de transporte hoy nosotros reestablecimos la histórica Ruta de Seda. Creamos un nuevo ferrocarril entre Asia y Europa. Nosotros invertimos no solo en el desarrollo económico y la infraestructura de transporte perfeccionada sino también en los contactos internacionales. La Ruta de la Seda históricamente pasaba por Azerbaiyán. Hoy estamos restableciendo esta ruta con la aplicación de las tecnologías modernas y ayuda de los estados vecinos. Todos nuestros proyectos relacionados con el desarrollo económico y social fortalecen la cooperación regional, el entendimiento mutuo entre los pueblos y los países. Junto a todo eso el papel que juega Azerbaiyán en el escenario internacional es altamente valorado por la comunidad internacional. Estamos orgullosos de que un corto periodo de tiempo, tras el restablecimiento de la independencia, Azerbaiyán con apoyo de 155 países fue elegido miembro no permanente de la estructura más influyente internacional - el Consejo de la Seguridad de la ONU. Eso significa que nos ha apoyado la gran mayoría de la comunidad internacional. Voy a ser sincero: nosotros no tenemos relaciones activas con cada uno de estos 155 países. Pero pienso que en un corto periodo de tiempo, tras el restablecimiento de la independencia, nuestra actitud como un buen socio, valores comunes y postura independiente, basada en los intereses nacionales han formado una opinión positiva sobre nuestro país. Anualmente, en Bakú, organizamos el Foro Humanitario Internacional, la Cumbre Internacional de los Líderes Religiosos. El Foro actual se organiza ya la tercera vez. Tras tres semanas Azerbaiyán será anfitrión de los primeros Juegos Europeos. La decisión tomada a finales del 2012 fue muy sabia. La organización de los Juegos Europeos a la escala de los Juegos Olímpicos de verano ha sido un gran desafío. La decisión del Comité Europeo sobre la celebración de los primeros Juegos Europeos con población musulmana es una de las decisiones más sabias tomadas en los últimos años. Nosotros acogeremos 6000 deportistas europeos. Ya estamos ultimando los preparativos. No se trata solo de un evento deportivo, sino un evento de amistad y colaboración. Para nosotros será una buena oportunidad de dar a conocer nuestro país y nuestra hospitalidad. Tras pasar dos años, vamos a acoger los Juegos de la Solidaridad Islámica. Durante dos años en el mismo país, en la misma ciudad, se van a celebrar los Juegos Europeos y los Juegos de la Solidaridad Islámica. La celebración de estos dos eventos durante dos años consecutivos, en el mismo país, será un evento único en la historia deportiva europea. H.E. ILHAM ALIYEV Presidente de la República de Azerbaiyán En 2008, por nuestra iniciativa se puso en marcha “el proceso de Bakú”: reunir a los ministros de cultura del Consejo de Europa y a los ministros de la Organización para la Cooperación Islámica. Azerbaiyán es uno de los pocos países-miembros de las dos organizaciones. Más tarde, en 2009, en la reunión de los ministros de cultura de la Organización para la Cooperación Islámica fueron invitados los ministros de cultura del Consejo de Europa. Todas nuestras iniciativas ya han sido denominadas “proceso de Bakú”. Hoy el “proceso de Bakú” incluye las cuestiones de diálogo intercultural, el diálogo entre civilizaciones y el multiculturalismo. Nosotros vamos a seguir uniendo nuestros esfuerzos. Nos inspira el optimismo que los representantes de más de 100 países hayan venido a Bakú para discutir las cuestiones muy importantes. Intentaremos contribuir en la solución de las cuestiones de paz, amistad y la diversidad cultural. 77 En la región esteparia de Asia Central en los primeros siglos del I milenio de nuestra era prosperaba la civilización nómada de escritos y el pueblo saka, los monumentos de cultura que se han conservado hasta la actualidad. Especialmente impresionan los objetos de uso corriente y los adornos, realizados de bronce y oro en “estilo animal”, extraídos desde montículos de diferentes regiones de Kazajstán. La tumba de un guerrero sako de Oro sajoneses la más famosa por su integridad, belleza y elegancia, fue encontrada en ruinas de la ciudad de Issyk situada cerca de Almaty. En los siglos posteriores en la estepa de Kazajstán moderno se formó fuerte el estado de los hunos que ha tenido una gran influencia sobre el mapa geopolítico de este período. Estando bajo la amenaza de ataque de los soldados de los hunos de Atilla cae el Gran Imperio Romano. Junto con las conquistas, los hunos han llevado a Europa los logros culturales, los que han ejercido papel importante en la formación de la persona culta en el aspecto moderno. Las tribus túrquicas en los años posteriores han sido los sucesores de los hunos. Estas han creado varias grandes formaciones estatales – kaganates – extendidas desde el mar Amarillo en Oriente, hasta el mar Negro en Occidente. Estos estados se diferenciaban por su avanzada cultura para aquellos tiempos y se fundaban no solamente con el tipo de administración nómada sino también han creado una original cultura de ciudad con su gran tradición comercial y artesana. En los oasis de Asia Central (territorio del sur de Kazajstán) se han formado las ciudades y caravaneras por donde pasaba la famosa ruta de comercio, conocido como el Gran camino de Seda y que era el punto de unión entre Bizancio y China. La ruta de las caravanas a lo largo de río Syr-Daria, que llegaba hasta la Región del Mar de Aral y al Sur de Ural, también tenía la gran importancia. Asimismo, “la ruta de la martacebellina” pasando por el Centro de Kazajstán y Altai hasta las zonas del sur y del oeste de Siberia. Gracias a esta ruta todo el Oriente Próximo y Europa recibía estas pieles de alto precio. En estas rutas se creaban grandes ciudades y centros comerciales, entre ellos los más famosos son Otrar (Farab), Taraz, Kulan, Yassy (Turkestan), Sauran y Balasagun. 78 La Gran ruta de la Seda no sólo estimulaba el desarrollo del comercio sino también ha servido como transformador de las ideas progresivas en el ámbito de la ciencia y la cultura. La actividad de filosofo Al-Farabi (870-959), nacido en el distrito de Farab, también pertenece a este período. En el Oriente lo llaman el Segundo Profesor, después de Aristóteles, por sus profundas investigaciones en el campo de la filosofía, la astronomía, la teoría de música y la matemática. En el siglo XI vivía aquí el famoso filólogo de lengua túrquica, Majmud Kashgari, autor del “Diccionario de los adverbios turcos” en tres volúmenes, en el que esta presentada la síntesis de toda la experiencia literaria y folklórica de los pueblos túrquicos. Aquí mismo ha nacido “Kutadgu Bilig” del famoso poeta y filósofo Yusup Balasaguni, que estaba en los orígenes de las ideas sociales, políticas y éticas modernas. Al siglo XII pertenece la actividad de un poeta-sufia Jodja Ahmad Yasavi, famoso en todo el mundo musulmán. Él es el autor de ideas poéticas “Divan-i-Jikmet” (“El libro de la sabiduría”). Especialmente hay que señalar el hecho de las búsquedas religiosas intensivas y multifacéticas en la región. Cabe señalar la existencia pacífica de un gran número de confesiones religiosas a lo largo de los siglos. Entre ellos se encuentran los monasterios budistas, las comunidades zoroástricas y la corriente cristiana de orientación nestoriana, las mezquitas musulmanas y las órdenes de sufís. De una forma fuera de lo común, todos ellos combinaban sus predicamentos con las ideas tradicionales de los pueblos túrquicos – el Tengrianstvo (culto del Cielo y otros elementos naturales). Posteriormente esta amalgama de ideas ha ejercido una gran influencia sobre el aspecto de la concepción de mundo de los kazajos. BAKYT DYUSSENBAYEV Embajador de Kazajstán La arquitectura de ciudad ha sido el patrimonio más relevante en aquellos tiempos. Los monumentos de la arquitectura – el mausoleo de Aristan Bab, de gran sufia Jodja Ahmad Yasaví (Turkestán) y Aisha Bibí (Taraz) se han conservado hasta la actualidad. Junto a ello los más antiguos nómadas de la región han sido los inventores de la yurta (tienda de campaña en forma de cúpula, ligera y transportable, construida de rejas de madera y fieltro). Este tipo de vivienda ha sido perfecto para su modo de vida cotidiana y para su percepción del mundo. 79 Turquía es uno de los países más importantes por los que pasa la Ruta de la Seda, que es el camino más largo y antiguo de la Historia, y fue utilizado de manera activa desde el siglo II hasta el XVIII. El hecho de que cerca de 20.000 kilómetros del camino pasaran por una geografía donde vivía gente de origen turco es otro factor por el que los turcos conceden gran importancia a la ruta. Un ejemplo de esto es la expresión: “En el universo hay dos grandes vías: una es la vía Láctea en el cielo, la otra es la Ruta de la Seda en la tierra”. A lo largo de la Historia, la Ruta de la Seda sirvió para comunicar este y oeste, norte y sur. Asimismo, unió las geografías donde vivían diferentes civilizaciones, culturas y pueblos de diversas razas, lenguas y religiones, y sirvió de puente para acercarlos y reunirlos alrededor de actividades principalmente políticas, comerciales, económicas, sociales y culturales. Turquía apoya las iniciativas que se toman para reactivar la histórica Ruta, y está convencido de que los proyectos como “la Cinta Económica de la Ruta de la Seda” y “la Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI” la convertirán en una vía comercial moderna y un espacio de cooperación económica, que realizará una considerable aportación económica a todos los países que atraviesa, y que producirá un acercamiento aún más estrecho entre economías, países y pueblos. 80 Ömer ÖNHON Embajador de Turquía en Madrid Por otro lado, otros factores que también contribuirán a ello son la inauguración en 2013 de Marmaray, que une el continente de Asia con Europa por debajo del estrecho de Bósforo; la puesta en marcha en breve de la línea ferroviaria Baku-Tbilisi-Kars, cuya construcción está a punto de acabar; y la construcción de 14.000 kilómetros de vías férreas, 10.000 de los cuales serán de alta velocidad, que la República de Turquía planea llevar a cabo hasta el año 2023, cuando se conmemorará el centenario de la fundación del país. Aprovecho la ocasión para expresar mi deseo de que la actividad titulada “Multaqa 2015”, llevada a cabo por la Oficina de Valencia de UNESCO con el tema de la Ruta de la Seda, contribuya a una mayor difusión del significado que tiene dicha Ruta para los pueblos de Asia y Europa. También me gustaría agradecer a todos los que han hecho un gran esfuerzo para realizar dicha actividad, en especial, al Sr. D. José Manuel Gironés, Presidente de UNESCO Valencia, y al Sr. D. José María Chiquillo, Senador y Coordinador de España de la Ruta de la Seda de UNESCO. 81 Fistulatores et Tubicinatores Valentini Primer Meeting of the UNESCO Silk Road Online Platform Focal Points en Xi’an (China) - 22-25 mayo 2015 Francisco L. Barrios, Sesión de inauguración Foto de familia con IRINA BOKOVA, Directora General de UNESCO John Wang, Ali Moussa y José Mª Chiquillo Piccolo Marina Comes, Flauta Ana Mª. Madolell, Flauta Laura Almonacid, Oboe Regina Llobell, Corno Inglés Aitor Aleixandre, Fagot Rosa García, Fagot Omar Escobar, Trompeta Càndid Sancho, Trompeta Salvador Juan, Trompa Manuel Gómez, Trombón Director: Ramón Ramírez Programa Tocatas para ministriles (inéditas) Anónimo (Catedral de Valencia) Batalla Imperial Juan Bta. Cabanilles (1644-1712) El Presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev en la sesión de apertura 1ª fila Presidencia 2ª fila Koichiro Matsuura 3ª fila Delegación de Valencia José Mª Chiquillo, Annick Thébia y Doudou Diène Ramón Ramírez Beneyto Es Doctor en Musicología y Master en Estética y Creatividad Musical por la Universitat de València. Realizó sus estudios en los Conservatorios Superiores de Música de Valencia y Alicante y bajo la tutela de los maestros Eduardo Cifre, José Ferríz y Manuel Galduf obtuvo los títulos Superiores de Profesor de Solfeo Teoría y Transposición, Percusión, Canto Lírico, Clarinete y Dirección de Coros. Es Diplomado en Pedagogía Musical Kodály por la Universidad Dunakanyar de Eztergom (Hungría). Estudió Canto gregoriano en la Abadía benedictina de Santo Domingo de Silos e interpretación de música antigua con Esperion XX en la Seu d’Urgell. Como director ha estado al frente de diversos coros y orquestas vocacionales de la Comunidad Valenciana y fue Director Titular del grupo profesional de solistas Pro Musica instrumentali ensemble con el que dirigió más de noventa conciertos por toda España- de la Sociedad Musical “La Primitiva Setabense” de Xàtiva y de la Banda y Orquesta del Ateneo Musical y de Enseñanza “Banda Primitiva de Llíria”. Tiene grabados diversos Cds con las compañías World Wind Music, Gadinet y Dial Discos entre otros. Ha grabado también para RNE, RTVE, C9 Radio, Radio Netherland, RAI, Radio Televisión francesa, etc. Desde 1984 es Profesor de Orquesta y Coro del Conservatorio Superior de Música de Valencia donde ha estado al frente musicalmente durante diez años del “Taller de Ópera. Ha sido profesor de Orquesta y Coro en el Conservatorio Superior de Castelló y de Dirección Coral e Instrumental en el Conservatori Superior de Música de les Illes Balears. Desde 2005 es profesor de Didáctica de la Expresión musical en la Facultad de Psicología, Magisterio y CC. de la Educación de la Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir”. 83 Seda Palabras como de seda: Estas páginas son un homenaje al gran escritor Alessandro Baricco. Nos deja, como afirma, no una novela sino mucho más y por ello creemos que merece perdurar y llegar a todos los corazones y mentes que quieren emprender el viaje por sus páginas. Con agradecimiento así mismo a Ediciones Anagrama por su difusión. 85 1 Aunque su padre había imaginado para él un brillante porvenir en el ejército, Hervé Joncour había acabado ganándose la vida con una insólita ocupación, tan amable que, por singular ironía, traslucía un vago aire femenino. Para vivir, Hervé Joncour compraba y vendía gusanos de seda. Era 1861. Flaubert estaba escribiendo Salammbô, la luz eléctrica era todavía una hipótesis y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, estaba combatiendo en una guerra cuyo final no vería. Hervé Joncour tenía treinta y dos años. Compraba y vendía. Gusanos de seda. 2 86 Para ser más precisos, Hervé Joncour compraba y vendía los gusanos de seda cuando ser gusanos de seda consistía en ser minúsculos huevos, de color amarillo o gris, inmóviles y aparentemente muertos. Sólo en la palma de la mano se podían sostener millares. “Es lo que se dice tener una fortuna al alcance de la mano.” A principios de mayo los huevos se abrían, liberando una larva que, tras treinta días de enloquecida alimentación a base de hojas de morera, procedía a recluirse nuevamente en un capullo, para evadirse luego del mismo definitivamente dos semanas más tarde, dejando tras de sí un patrimonio que, en seda, se podía calcular en mil metros de hilo en crudo y, en dinero, en una buena cantidad de francos franceses; siempre y cuando todo ello acaeciera según las reglas y, como en el caso de Hervé Joncour, en alguna región de la Francia meridional. Lavilledieu era el nombre del pueblo en que Hervé Joncour vivía. Hélène, el de su mujer. No tenían hijos. 3 4 Para evitar los daños de las epidemias que cada vez más a menudo sufrían los viveros europeos, Hervé Joncour se lanzaba a comprar los huevos de gusano de seda más allá del Mediterráneo, en Siria y en Egipto. En esto consistía la parte más exquisitamente aventurada de su trabajo. Cada año, a principios de enero, partía. Atravesaba mil seiscientas millas de mar y ochocientos kilómetros de tierra. Seleccionaba los huevos, discutía el precio, los compraba. Después, retornaba, atravesaba ochocientos kilómetros de tierra y mil seiscientas millas de mar y volvía a Lavilledieu, generalmente el primer domingo de abril, generalmente a tiempo para la misa mayor. Trabajaba todavía dos semanas más para preparar los huevos y venderlos. Durante el resto del año, descansaba. -¿Cómo es África?- le preguntaban. -Cansa. Tenía una gran casa en las afueras del pueblo y un pequeño taller en el centro, justo frente a la casa abandonada de Jean Berbeck. Jean Berbeck había decidido un día que no hablaría nunca más. Mantuvo su promesa. Su mujer y sus dos hijas lo abandonaron. Él murió. Nadie quiso su casa, así que ahora era una casa abandonada. Comprando y vendiendo gusanos de seda, las ganancias de Hervé Joncour ascendían cada año lo suficiente como para procurarse a sí mismo y a su mujer esas comodidades que en provincias se tiende a considerar lujos. Gozaba discretamente de sus posesiones y la perspectiva, verosímil, de acabar siendo realmente rico le dejaba completamente indiferente. Era, por lo demás, uno de esos hombres que prefieren asistir a su propia vida y consideran improcedente cualquier aspiración a vivirla. Habrán observado que son personas que contemplan su destino de la misma forma en que la mayoría acostumbra contemplar un día de lluvia. 87 6 5 88 Si se lo hubieran preguntado, Hervé Joncour habría respondido que su vida continuaría de ese modo para siempre. A inicios de los años sesenta, sin embargo, la epidemia de pebrina que había destruido los huevos de los cultivos europeos se extendió a través del mar, alcanzando a África y, según algunos, incluso a la India. Hervé Joncour volvió de su habitual viaje, en 1861, con un cargamento de huevos que se reveló, dos meses después, casi completamente infectado. Para Lavilledieu, como para muchas otras ciudades que basaban su riqueza en la producción de seda, aquel año parecía representar el principio del fin. La ciencia se mostraba incapaz de comprender las causas de la epidemia. Y todo el mundo, hasta en las regiones más alejadas, parecía prisionero de aquel sortilegio sin explicación. -Casi todo el mundo –dijo en voz baja Baldabiou–. Casi –vertiendo dos dedos de agua en su Pernod. Baldabiou era el hombre que veinte años atrás había llegado al pueblo, se había encaminado directamente al despacho del alcalde, había entrado allí sin hacerse anunciar, había depositado sobre su mesa una bufanda de seda de color dorado y le había preguntado -¿Sabéis qué es esto? -Cosas de mujeres. -Error. Cosas de hombres: dinero. El alcalde hizo que lo echaran a la calle. Él construyó una hilandería junto al río, una cabaña para la cría de los gusanos de seda al abrigo del bosque y una pequeña iglesia consagrada a Santa Inés en el cruce con la carretera de Vivier. Contrató a una treintena de trabajadores, hizo llegar desde Italia una misteriosa máquina de madera, llena de ruedas y engranajes, y no dijo nada más durante siete meses. Después volvió a ver al alcalde, depositando sobre su mesa, bien ordenados, treinta mil francos en billetes grandes. -¿Sabéis qué es esto? -Dinero. -Error. Es la prueba de que sois un idiota. Después los recogió, se los metió en la bolsa y se dispuso a marcharse. El alcalde lo detuvo. -¿Qué demonios tengo que hacer? -Nada y seréis el alcalde de un pueblo rico. Cinco años después Lavilledieu tenía siete hilanderías y se había convertido en uno de los principales centro europeos de cría de gusanos y de producción de seda. No todo era propiedad de Baldabiou. Otros notables y terratenientes de la zona le habían seguido en aquella curiosa aventura empresarial. A cada uno de ellos, Baldabiou le había revelado, sin más problemas, los secretos del oficio. Eso lo divertía mucho más que ganar dinero a espuertas. Enseñar. Y tener secretos que contar. Así era aquel hombre. 89 7 90 Baldabiou era, también, el hombre que ocho años antes había cambiado la vida de Hervé Joncour. Eran los tiempos en que las primeras epidemias habían empezado a afectar a la producción europea de huevos de gusanos de seda. Sin alterarse, Baldabiou había estudiado la situación y había llegado a la conclusión de que el problema no podía ser resuelto, sino que debía ser evitado. Tenía una idea, sólo le faltaba el hombre adecuado. Se dio cuenta de que lo había encontrado cuando vio a Hervé Joncour pasar por delante del café de Verdun, tan elegante con su uniforme de alférez de infantería y orgulloso de su porte de militar de permiso. Tenía veinticuatro años en aquel entonces. Baldabiou lo invitó a su casa, abrió delante de él un atlas repleto de nombres exóticos y le dijo -Felicidades. Por fin has encontrado un trabajo serio, muchacho. Hervé Joncour estuvo escuchando toda una historia que hablaba de gusanos de seda, de huevos, de pirámides y de viajes en barco. Luego dijo -No puedo. -¿Por qué? -Dentro de dos días se me acaba el permiso, tengo que volver a París. -¿Carrera militar? -Sí. Así lo ha decidido mi padre. -Eso no es ningún problema. Cogió a Hervé Joncour y lo llevó hasta su padre. -¿Sabéis quién es éste? –le preguntó tras haber entrado en su despacho sin hacerse anunciar. -Mi hijo. -Fijaos bien. El alcalde se recostó contra el respaldo de sillón de piel, mientras empezaba a sudar. -Mi hijo Hervé, que dentro de dos días volverá a París, donde le espera una brillante carrera en nuestro ejército, si Dios y Santa Inés lo quieren. 8 -Exacto. Sólo que Dios está ocupado en otra parte y Santa Inés detesta a los militares. Un mes después, Hervé Joncour partió hacia Egipto. Viajó en un barco que se llamaba Adel. Hasta los camarotes llegaba el olor de la cocina, había un inglés que decía que había combatido en Waterloo, la noche del tercer día vieron delfines que brillaban en el horizonte como olas embriagadas, en la ruleta salía siempre el número dieciséis. Volvió dos meses después –el primer domingo de abril, a tiempo para la misa mayor- con millares de huevos conservados entre algodones en dos grandes cajas de madera. Tenía un montón de cosas que contar. Pero lo que le dijo Baldabiou, cuando quedaron solos, fue -Háblame de los delfines. -¿De los delfines? Así era Baldabiou. Nadie sabía cuántos años tenía. -Casi todo el mundo –dijo en voz baja Baldabiou-. Casi –vertiendo dos dedos de agua en su Pernod. Noche de agosto, después de medianoche. A aquella hora, normalmente, Verdun ya habría cerrado desde hacía rato. Las sillas estaban colocadas boca abajo, en orden, sobre las mesas. Había limpiado la barra y todo lo demás. No faltaba más que apagar la luz y cerrar. Pero Verdun esperaba: Baldabiou estaba hablando. Sentado frente a él, Hervé Joncour, con un cigarrillo apagado entre los labios, escuchaba, inmóvil. Como ocho años antes, dejaba que aquel hombre reescribiera ordenadamente su destino. La voz le llegaba débil y nítida, escandida por periódicos sorbos de Pernod. No se detuvo durante minutos y minutos. La última cosa que le dijo fue -No hay elección. Si queremos sobrevivir, tenemos que llegar hasta allí. Silencio. Verdun, apoyado en la barra, levantó la mirada hacia los dos. Baldabiou se empeñó en encontrar todavía un sorbo más de Pernod en el fondo del vaso. Hervé Joncour dejó el cigarrillo en el borde de la mesa antes de decir -¿Y dónde quedaría, exactamente, ese Japón? Baldabiou levantó el extremo de su bastón, apuntando con él más allá de los tejados de Saint-August. -Siempre recto. Dijo. -Hasta el fin del mundo. 91 9 En aquellos tiempos, Japón estaba, en efecto, en la otra punta del mundo. Era una isla compuesta por islas, y durante doscientos años había vivido completamente separada del resto de la humanidad, rechazando cualquier contacto con el continente y prohibiendo el acceso a todo extranjero. La costa china distaba de casi doscientas millas, pero un decreto imperial se había encargado de mantenerla todavía más alejada, prohibiendo en toda la isla la construcción de barcos con más de un mástil. Según una lógica, a su manera, ilustrada, la ley no prohibía, sin embargo, la expatriación, pero condenaba a muerte a los que intentaban regresar. Los mercaderes chinos, holandeses e ingleses habían intentado repetidas veces romper con aquel absurdo aislamiento, pero sólo habían logrado crear una frágil y peligrosa red de contrabando. Habían ganado poco dinero, muchos problemas y algunas leyendas, buenas para contar en los puertos por las noches. Donde ellos habían fracasado, tuvieron éxito, gracias a la fuerza de las armas, los americanos. En julio de 1853 el almirante Matthew C. Perry entró en la bahía de Yokohama con una moderna flota de buques de vapor y entregó a los japoneses un ultimátum en el que se “auspiciaba” la apertura de la isla a los extranjeros. Nunca antes habían visto los japoneses una embarcación capaz de surcar el mar con el viento en contra. Cuando, siete meses después, Perry volvió para recibir la respuesta a su ultimátum, el gobierno militar de la isla se avino a firmar un acuerdo que sancionaba la apertura a los extranjeros de dos puertos en el norte del país y el establecimiento de las primeras, mesuradas, relaciones comerciales. El mar que rodea esta isla -declaró el almirante con cierta solemnidad- es desde hoy mucho menos profundo. 92 93 11 10 94 Baldabiou conocía todas esas historias. Sobre todo conocía una leyenda que se oía repetidas veces entre quienes habían estado tan lejos. Decía que en aquella isla se producía la seda más bella del mundo. Lo hacían desde hacía más de mil años, según ritos y secretos que habían alcanzado una mística exactitud. Lo que Baldabiou pensaba es que no se trataba de una leyenda, sino de la pura y simple verdad. Una vez había tenido entre sus dedos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener la nada entre los dedos. Así, cuando parecía que todo se iba al diablo por aquella historia de la pebrina y de los huevos enfermos, lo que pensó fue: “Esa isla está llena de gusanos de seda. Y una isla a la que en doscientos años no han conseguido llegar ni un comerciante chino ni un asegurador inglés es una isla a la que no llegará nunca ninguna enfermedad”. No se limitó a pensarlo: se lo dijo a todos los productores de seda de Lavilledieu, después de haberlos convocado en el café de Verdun. Ninguno de ellos había oído jamás hablar del Japón. -¿Tendremos que atravesar el mundo para ir a comprar unos huevos como Dios manda a un lugar donde si ven a un extranjero lo ahorcan? -Lo ahorcaban –puntualizó Baldabiou. No sabían qué pensar. A alguno se le ocurrió una objeción. -Habrá algún motivo por el cual a nadie en el mundo se le ha ocurrido ir hasta allí a comprar los huevos. Baldabiou podía haberse pavoneado recordando que en el resto del mundo no había ningún otro Baldabiou. Pero prefirió presentar las cosas tal como eran. -Los japoneses se han resignado a vender su seda. Pero los huevos, ésa es otra historia. Los huevos no los sueltan. Y si intentas sacarlos de la isla estás cometiendo un crimen. Los productores de seda de Lavilledieu eran, quien más quien menos, gente de bien, y nunca habrían pensado en infringir ninguna de las leyes de su país. La hipótesis de hacerlo en la otra punta del mundo, sin embargo, les pareció razonablemente sensata. Era 1861. Flaubert estaba acabando Salammbô, la luz eléctrica era todavía una hipótesis y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, estaba combatiendo en una guerra cuyo final no vería. Los criadores de gusanos de seda de Lavilledieu se unieron en consorcio y recogieron la cantidad, considerable, necesaria para la expedición. A todos les pareció lógico confiarla a Hervé Joncour. Cuando Baldabiou le pidió que aceptara, él respondió con una pregunta. -¿Y dónde quedaría, exactamente, ese Japón? Siempre recto. Hasta el fin del mundo. Partió el seis de octubre. Solo. A las puertas de Lavilledieu abrazó a su mujer Hélène y le dijo simplemente -No debes tener miedo de nada. Era una mujer alta, se movía con lentitud, tenía un largo cabello negro que nunca recogía en la cabeza. Tenía una voz bellísima. 12 Hervé Joncour partió con ochenta mil francos de oro y los nombres de tres hombres que le proporcionó Baldabiou: un chino, un holandés y un japonés. Cruzó la frontera cerca de Metz, atravesó Württemberg y Baviera, entró en Austria, llegó en tren a Viena y Budapest, para proseguir después hasta Kiev. Recorrió a caballo dos mil kilómetros de estepa rusa, superó los Urales, entró en Siberia, viajó durante cuarenta días hasta llegar al lago Baikal, al que la gente del lugar llamaba mar. Descendió por el curso del río Amur, bordeando la frontera china hasta el océano, y cuando llegó al océano se detuvo en el puerto de Sabirk durante once días, hasta que un barco de contrabandistas holandeses le llevó a Cabo Teraya, en la costa oeste del Japón. A pie, viajando por caminos, atravesó las provincias de Ishikawa, Toyama, Niigata, entró en la de Fukushima y llegó a la ciudad de Shirakawa, la rodeó por el lado este, esperó durante dos días a un hombre vestido de negro que le vendó los ojos y lo llevó hasta una aldea en las colinas, donde permaneció una noche, y a la mañana siguiente negoció la compra de los huevos con un hombre que no hablaba y que llevaba la cara cubierta con un velo de seda. Negra. Al anochecer escondió los huevos entre sus maletas, dio la espalda al Japón y se dispuso a emprender el camino de vuelta. Apenas había dejado atrás las últimas casas del pueblo cuando un hombre lo alcanzó, corriendo, y lo detuvo. Le dijo algo en tono excitado y perentorio, después lo acompañó de vuelta, con cortés firmeza. Hervé Joncour no hablaba japonés, ni era capaz de entenderlo. Pero comprendió que Hara Kei quería verlo. 95 13 96 Se descorrió un panel de papel de arroz y Hervé Joncour entró. Hara Kei estaba sentado con las piernas cruzadas en el suelo, en la esquina más alejada de la habitación. Vestía una túnica oscura, no llevaba joyas. El único signo visible de su poder era una mujer tendida junto a él, inmóvil, con la cabeza apoyada en su regazo, los ojos cerrados, los brazos escondidos bajo el amplio vestido rojo que se extendía a su alrededor, como una llama, sobre la estera color ceniza. Él le pasaba lentamente una mano por los cabellos: parecía acariciar el pelaje de un animal precioso y adormecido. Hervé Joncour atravesó la habitación, esperó una señal del anfitrión, y se sentó frente a él. Permanecieron en silencio, mirándose a los ojos. Entró un sirviente, imperceptible, y dejó frente a ellos dos tazas de té. Después desapareció en la nada. Entonces Hara Kei empezó a hablar, en su lengua, con una voz cantarina que se diluía en una especie de falsete fastidiosamente artificioso. Hervé Joncour escuchaba. Mantenía sus ojos fijos en los de Hara Kei y sólo por un instante, casi sin darse cuenta, los bajó hasta el rostro de la mujer. Era el rostro de una muchacha joven. Volvió a levantarlos. Hara Kei se detuvo, levanto una de las tazas de té, la llevó a los labios, dejó pasar unos instantes y dijo -Intentad explicarme quién sois. Lo dijo en francés, arrastrando un poco las vocales, con una voz ronca, veraz. 14 98 Al hombre más inexpugnable del Japón, al amo de todo lo que el mundo conseguía arrancar de aquella isla, Hervé Joncour intentó explicarle quién era. Lo hizo en su lengua, hablando lentamente, sin saber con precisión si Hara Kei era capaz de entenderlo. Instintivamente renunció a cualquier clase de prudencia, refiriendo simplemente, sin invenciones y sin omisiones, todo aquello que era cierto. Exponía uno tras otro pequeños detalles y cruciales acontecimientos con la misma voz y con gestos apenas esbozados, imitando el hipnótico discurrir, melancólico y neutral, de un catálogo de objetos salvados de un incendio. Hara Kei escuchaba, sin que la sombra de un gesto descompusiera los rasgos de su rostro. Mantenía los ojos fijos en los labios de Hervé Joncour como si fueran las últimas líneas de una carta de despedida. En la habitación todo estaba tan silencioso e inmóvil que pareció un hecho desmesurado lo que acaeció inesperadamente, y que sin embargo no fue nada. De pronto, sin moverse lo más mínimo, aquella muchacha abrió los ojos. Hervé Joncour no dejó de hablar, pero bajó la mirada instintivamente hacia ella y lo que vio, sin dejar de hablar, fue que aquellos ojos no tenían sesgo oriental, y que se hallaban dirigidos, con una intensidad desconcertante, hacia él: como si desde el inicio no hubieran hecho otra cosa, por debajo de los párpados. Hervé Joncour dirigió la mirada a otra parte con toda la naturalidad de que fue capaz, intentando continuar su relato sin que nada en su voz pareciera diferente. Se interrumpió sólo cuando sus ojos repararon en la taza de té posada en el suelo frente a él. La cogió de una mano, la llevó hasta los labios y bebió lentamente. Reemprendió su relato, mientras la posaba de nuevo frente a sí. 15 Francia, sus viajes por mar, el perfume de las moreras en Lavilledieu, los trenes de vapor, la voz de Hélène Joncour continuó contando su vida como nunca en su vida lo había hecho. Aquella muchacha continuaba mirándolo con una violencia que imponía a cada una de sus palabras la obligación de sonar memorables. La habitación parecía ahora haber caído en una inmovilidad sin retorno cuando de improviso, y de forma absolutamente silenciosa, la joven se sacó una mano de debajo del vestido, deslizándola sobre la estera ante ella. Hervé Joncour vio aparecer aquella mancha pálida en los límites de su campo visual, la vio rozar la taza de té de Hara Kei y después, absurdamente, continuar deslizándose hasta asir sin titubeos la otra taza, que era inexorablemente la taza en que él había bebido, alzarla ligeramente y llevarla hacia ella. Hara Kei no había dejado ni un instante de mirar inexpresivamente los labios de Hervé Joncour. La muchacha levantó ligeramente la cabeza. Por primera vez apartó los ojos de Hervé Joncour y los posó sobre la taza. Lentamente, le dio la vuelta hasta tener sobre los labios el punto exacto en el que él había bebido. Entrecerrado los ojos, bebió un sorbo de té. Alejó la taza de los labios. La deslizó hasta el lugar donde la había cogido. Hizo desaparecer la mano bajo el vestido. Volvió a apoyar la cabeza en el regazo de Hara Kei. Los ojos abiertos, fijos en los de Hervé Joncour. 99 16 Hervé Joncour todavía habló largo rato. Se detuvo sólo cuando Hara Kei dejó de posar sus ojos sobre él y esbozó una inclinación con la cabeza. Silencio. En francés, arrastrando un poco las vocales, con voz ronca y veraz, Hara Kei dijo -Si así lo deseáis, me gustaría veros de nuevo. Sonrió por vez primera. -Los huevos que os lleváis son huevos de pescado, no valen casi nada. Hervé Joncour bajó la mirada. Su taza de té estaba allí, frente a él. La cogió y empezó a darle la vuelta y a observarla, como si estuviera buscando algo en la arista coloreada del borde. Cuando encontró lo que buscaba, apoyó los labios y bebió hasta el fondo. Después dejó la taza frente a sí y dijo -Lo sé. Hara Kei rió divertido. -¿Por eso habéis pagado con oro falso? -He pagado lo que he comprado. Hara Kei se puso serio. -Cuando salgáis de aquí, tendréis lo que deseáis. -Cuando salga de esta isla vivo, recibiréis el oro que os pertenece. Tenéis mi palabra. Hervé Joncour ni siquiera esperó la respuesta. Se levantó, dio unos pasos hacia atrás, después se inclinó. La última cosa que vio, antes de salir, fueron los ojos de ella, fijos en los suyos, completamente mudos. 100 17 Seis días después Hervé Joncour se embarcó, en Takaoka, en un barco de contrabandistas holandeses que lo llevó hasta Sabirk. Desde allí ascendió por la frontera china hasta el lago Baikal, atravesó cuatro mil kilómetros de tierra siberiana, superó los Urales, llegó hasta Kiev y recorrió en tren toda Europa, de este a oeste, hasta entrar, después de tres meses de viaje, en Francia. El primer domingo de abril –justo a tiempo para la misa mayor- llegó a las puertas de Lavilledieu. Se detuvo, dio gracias al Señor, y entró en el pueblo a pie, contando sus pasos, para que cada uno tuviera un nombre, y para no olvidarlos nunca más. -¿Cómo es el fin del mundo? –le preguntó Baldabiou. -Invisible. A su mujer, Hélène, le trajo de regalo una túnica de seda que ella, por pudor, nunca se puso. Si se sostenía entre los dedos, era como coger la nada. 101 18 Los huevos que Hervé Joncour había traído del Japón – pegados a centenares sobre pequeñas láminas de corteza de morera- se revelaron completamente sanos. La producción de seda, en la zona de Lavilledieu, fue aquel año extraordinaria, tanto en cantidad como en calidad. Se decidió la apertura de dos nuevas hilanderías, y Baldabiou hizo construir un claustro junto a la pequeña iglesia de Santa Inés. No está claro por qué, pero se lo había imaginado redondo, por lo que confió el proyecto a un arquitecto español que se llamaba Juan Benítez y que gozaba de cierta reputación en el ramo de las plazas de toros. -Naturalmente, nada de arena en el centro, sino un jardín. Y si es posible cabezas de delfín, en vez de las de toro, en la entrada. -¿Delfín, señor? -¿Sabéis lo que es el pescado, Benítez? Hervé Joncour se puso a echar cuentas y se descubrió rico. Adquirió treinta acres de tierra, al sur de sus propiedades, y ocupó los meses del verano en diseñar un parque donde sería leve, y silencioso, pasear. Lo imaginaba invisible como el fin del mundo. Cada mañana se dejaba caer por el café de Verdun, donde escuchaba las historias del pueblo y hojeaba las revistas llegadas de París. Por la tarde permanecía largo rato, bajo el pórtico de su casa, sentado junto a su esposa Hélène. Ella leía un libro en voz alta y eso le hacía feliz porque pensaba que no había otra voz tan bella como aquélla en el mundo. Cumplió treinta y tres años el cuatro de septiembre de 1862. Llovía su vida, frente a sus ojos, espectáculo quieto. 102 19 -No debes tener miedo de nada. Ya que Baldabiou así lo había decidido, Hervé Joncour volvió a partir hacia Japón el primer día de octubre. Curzó la frontera cerca de Metz, atravesó Württemberg y Baviera, entró en Austria, llegó en tren a Viena y Budapest, para proseguir después hasta Kiev. Recorrió a caballo dos mil kilómetros de estepa rusa, superó los Urales, entró en Siberia, viajó durante cuarenta días hasta llegar al lago Baikal, al que la gente del lugar llamaba el demonio. Descendió por el curso del río Amur, bordeando la frontera china hasta el océano, y cuando llegó al océano se detuvo en el puerto de Sabirk durante once días, hasta que un barco de contrabandistas holandeses lo llevó a Cabo Teraya, en la costa oeste de Japón. A pie, viajando por caminos, atravesó las provincias de Ishikawa, Toyama, Niigata, entró en la de Fukushima y llegó a la ciudad de Shirakawa, la rodeó por el lado este, esperó durante dos días a un hombre vestido de negro que le vendó los ojos y lo llevó hasta la aldea de Hara Kei. Cuando pudo volver a abrir los ojos se encontró frente a dos sirvientes que cogieron sus maletas y lo condujeron hasta los límites de un bosque donde le mostraron un sendero y lo dejaron solo. Hervé Joncour se puso a caminar entre las sombras que los árboles, a su alrededor y por encima de él, recortaban a la luz del día. Se detuvo solamente cuando, de improviso, la vegetación se abrió por un instante, como una ventana, al borde del sendero. Se veía un lago una treintena de metros más abajo. Y en la orilla del lago, tendidos en el suelo, de espaldas, Hara Kei y una mujer con un vestido de color naranja, el pelo suelto sobre los hombros. En el instante en que Hervé Joncour la vio, ella se dio la vuelta lentamente y por un momento, justo el tiempo de entrecruzar sus miradas. Sus ojos no tenían sesgo oriental, y su cara era la cara de una muchacha joven. Hervé Joncour reemprendió el camino en la espesura del bosque, y cuando salió del mismo se encontró al borde del lago. A pocos pasos delante de él, Hara Kei, solo, de espaldas, permanecía sentado inmóvil, vestido de negro. A su lado había un vestido de color naranja, abandonado en el suelo, y dos sandalias de paja. Hervé Joncour se acercó. Minúsculas olas circulares depositaban el agua del lago en la orilla, como enviadas allí desde lejos. -Mi amigo francés –murmuró Hara Kei, sin darse la vuelta. Pasaron horas, sentados uno junto a otro, hablando y callando. Después Hara Kei se levantó y Hervé Joncour lo imitó. Con un gesto imperceptible, antes de enfilar el sendero, dejó caer uno de sus guantes junto al vestido de color naranja, abandonado en la orilla. Llegaron al pueblo cuando ya anochecía. 103 21 20 104 Hervé Joncour fue huésped de Hara Kei durante cuatro días. Era como habitar en la corte de un rey. Todo el pueblo vivía para aquel hombre y casi no había gesto, en aquella colinas, que no fuera hecho en su defensa y para su placer. La vida discurría en voz baja, se movía con una lentitud astuta, como un animal acorralado en su madriguera. El mundo parecía estar a siglos de distancia. Hervé Joncour tenía una casa para él solo, y cinco sirvientes que lo seguían a todas partes. Comía en soledad, a la sombra de un árbol con flores de colores que nunca había visto. Dos veces al día le servían con cierta solemnidad el té. Por la noche, lo acompañaban a la sala más grande de la casa, en la que el suelo era de piedra, y donde se consumaba el ritual del baño. Tres mujeres, ancianas, con la cara embadurnada con una especie de cera blanca, vertían agua sobre su cuerpo y lo secaban con paños de seda tibios. Tenían las manos leñosas pero ligerísimas. La mañana del segundo día, Hervé Joncour vio llegar al pueblo a un blanco, acompañado por dos carros llenos de grandes cajas de madera. Era un inglés. No estaba allí para comprar. Estaba allí para vender. -Armas, monsieur. ¿Y vos? -Yo compro. Gusanos de seda. Cenaron juntos. El inglés tenía muchas historias que contar: hacía ocho años que iba de un lado a otro, desde Europa hasta Japón. Hervé Joncour lo estuvo escuchando y sólo al final le preguntó -¿Conocéis a una mujer joven, creo que europea, blanca, que vive aquí? El inglés continuó comiendo, impasible. -No existen mujeres blancas en Japón. No hay ni una sola mujer blanca en Japón. Partió al día siguiente cargado de oro. Hervé Joncour volvió a ver a Hara Kei solo la mañana del tercer día. Se dio cuenta de que sus cinco sirvientes habían desaparecido de repente, como por arte de magia, y después de algunos instantes lo vio llegar. Aquel hombre para el que todos en aquel pueblo vivían, se movía siempre en una burbuja de vacío. Como si un precepto tácito ordenara al mundo que lo dejaran vivir solo. Subieron juntos la falda de la colina, hasta llegar a un claro donde el cielo era surcado por el vuelo de decenas de pájaros con grandes alas azules. -La gente de aquí mira cómo vuelan y en su vuelo lee el futuro. Dijo Hara Kei. -Cuando era niño, mi padre me llevó a un lugar como éste, me puso en la mano su arco y me ordenó tirarle a uno. Lo hice y un gran pájaro de alas azules se precipitó al suelo, como una piedra muerta. Lee el vuelo de tu flecha si quieres saber tu futuro, me dijo mi padre. Volaban lentamente, subiendo y bajando en el cielo, como si quisiera borrarlo, meticulosamente, con sus alas. Regresaron al pueblo caminando bajo la luz extraña de una tarde que parecía una noche. Llegados a la casa de Hervé Joncour, se despidieron. Hara Kei se volvió y se puso a caminar lentamente, bajando por el sendero que bordeaba el río. Hervé Joncour permaneció de pie, en el umbral, contemplándolo; esperó a que estuviera a una veintena de pasos, después dijo -¿Cuándo me diréis quién es aquella muchacha? Hara Kei siguió caminando, con un paso lento, ajeno a cualquier forma de cansancio. A su alrededor reinaba el más absoluto silencio, y el vacío. Como cumpliendo un extraño precepto, a dondequiera que fuese, aquel hombre andaba en una soledad sin condiciones, y absoluta. 22 La mañana del último día, Hervé Joncour salió de su casa y comenzó a vagar por la aldea. Se cruzaba con hombres que se inclinaban a su paso y mujeres que, bajando la mirada, le sonreían. Comprendió que se hallaba en las inmediaciones de la residencia de Hara Kei cuando vio una gigantesca jaula que guardaba un increíble número de pájaros de todo tipo: un espectáculo. Hara Kei le había contado que se los había hecho traer de todas las partes del mundo. Había algunos que valían más que toda la seda de Lavilledieu podía producir en un año. Hervé Joncour se paró a contemplar aquella magnífica locura. Se acordó de haber leído en un libro que los hombres orientales, para honrar la fidelidad de sus amantes, no solían regalarles joyas, sino pájaros refinados y bellísimos. La residencia de Hara Kei parecía sumergida en un lago de silencio. Hervé Joncour se acercó y se detuvo a pocos metros de la entrada. No había puertas, y sobre las paredes de papel aparecían y desaparecían sombras que no emitían ruido alguno. No parecía vida: si había un nombre para todo aquello, era teatro. Sin saber qué hacer, Hervé Joncour permaneció esperando: inmóvil, de pie, a pocos metros de la casa. Durante todo el tiempo que le concedió al destino, únicamente sombras y silencio fue lo que se filtró de aquel singular escenario. De modo que, al final, Hervé Joncour se dio la vuelta y reemprendió su camino, veloz, hacia su casa. Con la cabeza inclinada, miraba sus propios pasos ya que eso lo ayudaba a no pensar. 106 23 Por la noche Hervé Joncour preparó las maletas. Después se dejó llevar a la habitación pavimentada de piedra, para el ritual del baño. Se recostó, cerró los ojos, y pensó en la gran pajarera, loca prenda de amor. Le pusieron sobre los ojos un paño húmedo. No lo habían hecho nunca antes. Instintivamente intentó quitárselo pero una mano cogió la suya y la detuvo. No era la mano vieja de una vieja. Hervé Joncour sintió resbalar el agua por su cuerpo, primero sobre las piernas, y después a lo largo de los brazos, y sobre el pecho. Agua como aceite. Y un silencio extraño a su alrededor. Sintió la ligereza de un velo de seda que descendía sobre él. Y la mano de una mujer –de una mujer- que lo secaba acariciando su piel por todas partes: aquellas manos y aquel paño tejido de nada. Él no se movió en ningún momento, ni siquiera cuando sintió que las manos subían por los hombros hasta el cuello y los dedos –la seda y los dedos-, subían hasta sus labios, y los rozaban, una vez, lentamente, y desaparecían. Hervé Joncour sintió todavía que el velo de seda se levantaba y se separaba de él. La última cosa fue una mano que abría la suya y que dejaba algo en la palma. Esperó largamente, en el silencio, si moverse. Después, con lentitud, se quitó el paño mojado de los ojos. No había ya luz apenas en la habitación. No había nadie a su lado. Se levantó, cogió la túnica que yacía doblada en el suelo, se la echó por los hombros, salió de la habitación, atravesó la casa, llegó ante su estera y se acostó. Se puso a observar la luz que temblaba, borrosa, en la lámpara. Y, con cuidado, detuvo el Tiempo durante todo el tiempo que lo deseó. No fue nada, después, abrir la mano y ver aquella hoja de papel. Pequeña. Unos pocos ideogramas dibujados uno debajo del otro. Tinta negra. 107 24 Al día siguiente, temprano por la mañana Hervé Joncour partió. Escondidos entre su equipaje, llevaba consigo millares de huevos de gusanos de seda, es decir, el futuro de Lavilledieu, y el trabajo para centenares de personas y la riqueza para una decena de ellas. Donde el camino giraba a la izquierda, escondiendo para siempre, tras el perfil de la colina, la vista de la aldea, se detuvo, sin tener en cuenta a los dos hombres que lo acompañaban. Bajó del caballo y permaneció un rato al borde del camino con la mirada fija en aquellas casas encaramadas sobre la ladera de la colina. Seis días después Hervé Joncour se embarcó, en Takaoka, en un barco de contrabandistas holandeses que lo llevó hasta Sabirk. Desde allí ascendió por la frontera china hasta el lago Baikal, atravesó cuatro mil kilómetros de tierra siberiana, superó los Urales, llegó hasta Kiev y recorrió en tren toda Europa, de este a oeste, hasta entrar, después de tres meses de viaje, en Francia. El primer domingo de abril –justo a tiempo para la misa mayorllegó a las puertas de Lavilledieu. Vio a su mujer que corría a su encuentro, y notó el perfume de su piel cuando la abrazó, y el terciopelo de su voz cuando le dijo -Has vuelto. Dulcemente. -Has vuelto. 108 25 En Lavilledieu la vida transcurría apaciblemente, regida por una metódica normalidad. Hervé Joncour dejó que le resbalara por encima durante cuarenta y un días. El cuadragésimo segundo se rindió, abrió un cajón de su baúl de viaje, sacó un mapa de Japón, lo abrió y cogió la hojita de papel que había escondido dentro meses antes. Unos pocos ideogramas dibujados uno debajo del otro. Tinta negra. Se sentó ante su escritorio y permaneció observándolo largo tiempo. Encontró a Baldabiou en el café de Verdun, en el billar. Siempre jugaba solo, contra sí mismo. Extrañas partidas. El sano contra el manco, las llamaba. Tiraba un golpe normalmente y el siguiente con una sola mano. El día que gane el manco -decía-, me marcharé de esta ciudad. Desde hacía años, el manco perdía. decía-Baldabiou, tengo que encontrar a alguien aquí que sepa leer japonés. El manco lanzó un tiro a dos bandas con efecto de retroceso. -Pregúntale a Hervé Joncour, él lo sabe todo. -Yo no entiendo nada. -Aquí, tú eres el japonés. -Pero de todas formas no entiendo nada. El sano se inclinó sobre el taco y tiró un golpe perpendicular de seis puntos. -Entonces sólo queda Madame Blanche. Tiene una tienda de tejidos en Nîmes. Encima de la tienda hay un burdel. También es cosa suya. Es rica. Y es japonesa. -¿ Japonesa? ¿Y cómo llegó hasta aquí? -No se lo preguntes si quieres sacarle algo. Mierda. El manco acababa de fallar un tiro de tres bandas de catorce puntos. 109 26 A su mujer Hélène, Hervé Joncour le dijo que tenía que ir a Nîmes por asuntos de trabajo. Y que volvería el mismo día. Subió al primer piso, sobre la tienda de tejidos, en el número doce de la rue Moscat, y preguntó por Madame Blanche. Le hicieron esperar largo rato. El salón estaba decorado como una fiesta que se hubiera iniciado años atrás y que nunca hubiera acabado. Las chicas eran todas jóvenes y francesas. Había un pianista que tocaba, en sordina, motivos que tenían un aire ruso. Al final de cada pieza se pasaba la mano derecha entre los cabellos y murmuraba en voz baja -Voilà. 110 27 Hervé Joncour esperó durante un par de horas. Después lo acompañaron por un largo pasillo hasta la última puerta. La abrió y entró. Madame Blanche estaba sentada en una gran butaca, junto a la ventana. Vestía un kimono de tela ligera completamente blanco. En los dedos, como si fueran anillos, llevaba unas pequeñas flores de color azul intenso. El cabello negro, reluciente; el rostro oriental, perfecto. -¿Qué os hace pensar que sois lo suficientemente rico como para acostaros conmigo? Hervé Joncour permaneció de pie, frente a ella, con el sombrero en la mano. -Necesito que me hagáis un favor. No me importa el precio. Después sacó del bolsillo interior de la chaqueta una pequeña hoja de papel, doblada en cuatro, y se lo tendió. -Tengo que saber qué es lo que hay escrito. Mándame Blanche no se movió ni un milímetro. Tenía los labios entrecerrados, parecían la prehistoria de una sonrisa. -Os lo ruego, madame. No había ningún motivo en el mundo para que lo hiciera. Sin embargo, cogió la hoja de papel, la abrió, la miró. Levantó los ojos hacia Hervé Joncour, volvió a bajarlos. Dobló de nuevo la hoja, lentamente. Cuando se adelantó para devolvérselo, el kimono se le entreabrió apenas, a la altura del pecho. Hervé Joncour vio que no llevaba nada debajo, y que su piel era joven y de un blanco inmaculado. -Regresad o moriré. Lo dijo con voz fría, mirando a Hervé Joncour a los ojos y sin dejar escapar el menos gesto. Regresad o moriré. Hervé Joncour volvió a meter el papel en el bolsillo interior de la chaqueta. -Gracias. Esbozó una pequeña reverencia, después se dio la vuelta, se dirigió hacia la puerta y quiso dejar algunos billetes en la mesa. -Dejadlo estar. Hervé Joncour dudó un instante. -No hablo del dinero. Hablo de esa mujer. Dejadlo estar. No morirá y vos lo sabéis. Sin volverse, Hervé Joncour depositó los billetes en la mesa, abrió la puerta y se marchó. 111 28 29 Decía Baldabiu que a veces venían desde París para hacer el amor con Madame Blanche. Al regresar a la capital, lucían en la solapa de sus trajes de etiqueta pequeñas flores azules, las que ella llevaba siempre entre los dedos, como si fueran anillos. 30 Por primera vez en su vida, Hervé Joncour llevó a su mujer aquel verano a la Riviera. Se instalaron durante dos semanas en un hotel de Niza, frecuentado sobre todo por los ingleses y famoso por las veladas musicales que ofrecía a sus clientes. Hélène se había convencido de que en un lugar como aquél lograrían concebir el hijo que, en vano, habían esperado durante años. Juntos decidieron que sería un niño. Y que se llamaría Philippe. Participaban con discreción en la vida mundana del balneario, para divertirse después, encerrados en su habitación, burlándose de los tipos extraños que habían conocido. Una noche, durante un concierto, conocieron a un comerciante de pieles polaco: decía que había estado en Japón. La noche antes de partir, Hervé Joncour se despertó cuando todavía era de noche, y se levantó y se acercó a la cama de Hélène. Cuando ella abrió los ojos, él oyó su propia voz que decía suavemente: -Te amaré siempre. 31 112 A principios de septiembre, los criadores de gusanos de seda de Lavilledieu se reunieron para decidir qué hacer. El gobierno había enviado a Nîmes a un joven biólogo encargado de estudiar la enfermedad que estaba destruyendo los huevos producidos en Francia. Se llamaba Louis Pasteur: trabajaba con microscopios capaces de ver lo invisible, se decía que había obtenido ya resultados extraordinarios. Desde Japón llegaban noticias sobre una inminente guerra civil, fomentada por las fuerzas que se oponían a la entrada de extranjeros en el país. El consulado francés, instalado en Yokohama desde hacía poco tiempo, enviaba despachos que desaconsejaban por el momento emprender relaciones comerciales con la isla, invitando a esperar tiempos mejores. Inclinados a la prudencia y sensibles a los enormes costos que comportaba cada expedición clandestina al Japón, muchos de los notables de Lavilledieu aventuraron la posibilidad de suspender los viajes de Hervé Joncour y confiar por aquel año en las partidas de huevos, escasamente fiables, que llegaba de los grandes importadores de Oriente Medio. Baldabiou estuvo escuchándolos a todos sin decir ni una palabra. Cuando por fin le tocó hablar a él, lo que hizo fue dejar su bastón de caña sobre la mesa y dirigir su mirada hacia el hombre que se sentaba frente a él. Y esperar. Hervé Joncour sabía de las investigaciones de Pasteur y había leído noticias que llegaban del Japón, pero siempre se había negado comentarlas. Prefería emplear su tiempo en retocar el proyecto de parque que quería construir en torno a su casa. En un rincón escondido de su despacho conservaba una hoja de papel doblada en cuatro, con unos poco ideogramas dibujados uno debajo del otro, tinta negra. Tenía una considerable cuenta en el banco, llevaba una vida tranquila y albergaba la razonable ilusión de convertirse pronto en padre. Cuando Baldabiou levantó la mirada hacia él, lo que dijo fue -Decide tú, Baldabiou. Hervé Joncour partió hacia el Japón a primeros de octubre. Cruzó la frontera francesa cerca de Metz, atravesó Württemberg y Baviera, entró en Austria, llegó en tren a Viena y Budapest, para proseguir después hasta Kiev. Recorrió a caballo dos mil kilómetros de estepa rusa, superó los Urales, entró en Siberia, viajó durante cuarenta días hasta llegar al lago Baikal, al que la gente del lugar llamaba el último. Descendió por el curso del río Amur, bordeando la frontera china hasta el océano, y cuando llegó al océano se detuvo en el puerto de Sabirk durante diez días, hasta que un barco de contrabandistas holandeses lo llevó a Cabo Teraya, en la costa oeste del Japón. Lo que halló fue un país en desordenada espera de una guerra que no acababa de estallar. Viajó durante días sin tener que recurrir a la prudencia acostumbrada, ya que a su alrededor el mapa de los poderes y la red de los controles parecían haberse disuelto ante la inminencia de una explosión que los rediseñaría. En Shirakawa se encontró con el hombre que tenía que llevarlo ante Hara Kei. En dos días, a caballo, llegaron a la vista de la aldea. Hervé Joncour entró a pie para que la noticia de su llegada pudiera llegar antes que él. 113 32 114 Lo llevaron hasta una de las últimas casas del pueblo, en lo alto, al abrigo del bosque. Cinco sirvientes los estaban esperando. Les confió su equipaje y salió a la galería. En el extremo opuesto del pueblo se distinguía en parte el palacio de Hara Kei, un poco más grande que el resto de las casas, pero rodeado por enormes cedros que defendían su soledad. Hervé Joncour permaneció observándolo, como si no hubiera nada más desde allí hasta el horizonte. Así pudo ver, al final, de repente, el cielo sobre el palacio tiznarse por el vuelo de cientos de pájaros, como si fuera un estallido de la tierra, pájaros de todo tipo, desorientados, huyendo hacia cualquier parte, enloquecidos, cantando y gritando, pirotécnica explosión de alas y nube de colores disparada en la luz y de sonidos asustados, música en fuga, volando en el cielo. Hervé Joncour sonrió. 33 El pueblo empezó a bullir como un hormiguero enloquecido: todos corrían y gritaban, miraban arriba y perseguían a aquellos pájaros en fuga, durante años orgullo de su señor, y ahora burla alada por el cielo. Hervé Joncour salió de su casa y descendió por la aldea, caminando lentamente y mirando hacia adelante con una calma infinita. Nadie parecía verlo y nada parecía ver él. Era un hilo de oro que corría recto en la trama de una alfombra tejida por un loco. Traspasó el puente sobre el río, bajó hasta los grandes cedros, penetró en su sombra y salió de ella. Frente a sí vio la inmensa pajarera, con las puertas abiertas de par en par, completamente vacía. Y delante de la misma, a una mujer. Hervé Joncour no miró a su alrededor, simplemente continuó caminando, con lentitud, y sólo se paró cuando estuvo frente a ella. Sus ojos no tenían sesgo oriental, y su rostro era el rostro de una muchacha joven. Hervé Joncour dio un paso hacia ella, extendió el brazo y abrió la mano. En la palma había una pequeña hoja de papel, doblada en cuatro. Ella la vió y cada esquina de su rostro sonrió. Apoyó su mano en la de Hervé Joncour, la apretó con dulzura, dudó un instante, después la retiró apretando entre los dedos aquella hoja que había dado la vuelta al mundo. Acababa de esconderla en un pliegue del vestido cuando se escuchó la voz de Hara Kei. -Sed bienvenido, mi amigo francés. Estaba a pocos pasos de allí. El kimono oscuro, el pelo, negro, perfectamente recogido en la nunca. Se acercó. Se puso a observar la pajarera, mirando una a una las puertas abiertas. -Volverán. Es siempre difícil resistir la tentación de volver, ¿no es cierto? Hervé Joncour no respondió. Hara Kei lo miró a los ojos y apaciblemente le dijo -Venid conmigo. Hervé Joncour lo siguió. Dio unos pasos y después se volvió hacia la muchacha y esbozó una inclinación. -Espero volver a veros pronto. Hara Kei siguió caminando. -No conoce vuestra lengua. Dijo. -Venid conmigo. 115 34 116 Aquella noche Hara Kei invitó a Hervé Joncour a su casa. Había algunos hombres de la aldea y mujeres vestidas con gran elegancia, con el rostro pintado de blanco y de colores chillones. Se bebía sake, se fumaba en largas pipas de madera un tabaco de aroma áspero y aturdidor. Aparecieron unos saltimbanquis y un hombre que arrancaba carcajadas imitando a hombres y animales. Tres ancianas mujeres tocaban instrumentos de cuerda, sin dejar nunca de sonreír. Hara Kei estaba sentado en el lugar de honor, vestido de oscuro, con los pies descalzos. Envuelta en un vestido de seda espléndido, la mujer con el rostro de muchacha estaba sentada a su lado. Hervé Joncour se hallaba en el extremo opuesto de la habitación: estaba asediado por el perfume dulzón de las mujeres que tenía alrededor y sonreía con embarazo a los hombres que se divertían contándole historias que él no entendía. Mil veces buscó los ojos de ella y mil veces ella encontró los suyos. Era una especie de triste danza, secreta e impotente. Hervé Joncour la bailó hasta bien entrada la noche, después se levantó, dijo algo en francés para disculparse, se zafó como pudo de una mujer que había decidido acompañarle y, abriéndose paso entre nubes de humo y hombres que le vociferaban en aquella lengua suya incomprensible, se marchó. Antes de salir de la habitación, miró una última vez hacia ella. Le estaba mirando, con ojos completamente mudos, a una distancia de siglos. Hervé Joncour vagabundeó por la aldea respirando el aire fresco de la noche y perdiéndose entre los callejones que recorrían la ladera de la colina. Cuando llegó a su casa vio que un farol encendido oscilaba tras las paredes de papel. Entró y encontró a dos mujeres de pie ante él. Una muchacha oriental, muy joven, vestida con un sencillo kimono blanco. Y ella. Tenía en los ojos una especie de febril alegría. No le dejó tiempo para hacer nada. Se acercó, le cogió una mano, se la llevó a la cara, la rozó con los labios y después, apretándola fuerte, la puso sobre las manos de la muchacha que estaba a su lado, y la mantuvo allí, durante unos instantes, para que no pudiera escapar. Por fin, retiró su mano, dio dos pasos hacia atrás, cogió su farol, miró por un instante a los ojos a Hervé Joncour y salió corriendo. Era un farol anaranjado. Desapareció en la noche, como una pequeña luz que huye. 117 35 36 118 Hervé Joncour no había visto nunca a aquella muchacha ni, en realidad, llegó a verla durante aquella noche. En la habitación sin luces sintió la belleza de su cuerpo, y conoció sus manos y su boca. La amó durante varias horas, con movimientos que nunca había hecho, dejándose enseñar una lentitud que desconocía. En la oscuridad, no importaba amar a aquella joven y no a ella. Poco antes del alba la muchacha se levantó, se puso su kimono blanco y se marchó. Delante de su casa, esperándole, Hervé Joncour encontró a la mañana siguiente a un hombre de Hara Kei. Tenía consigo quince hojas de corteza de morera completamente cubiertas de huevos: minúsculos, de color marfil. Hervé Joncour examinó cada hoja con atención, después discutió el precio y pagó con limaduras de oro. Antes de que el hombre se marchara, le dio a entender que quería ver a Hara Kei. El hombre sacudió la cabeza. Hervé Joncour comprendió por sus gestos que Hara Kei se había marchado aquella mañana temprano con su séquito y que nadie sabía cuándo volvería. Hervé Joncour atravesó la aldea corriendo hasta la residencia de Hara Kei. No encontró más que a unos criados que a todas sus preguntas respondían sacudiendo la cabeza. La casa parecía desierta. Y por mucho que miró a su alrededor, y en las cosas más insignificantes, no vio nada que pareciera un mensaje para él. Abandonó la casa y, mientras volvía hacia la aldea, pasó por delante de la enorme pajarera. Sus puertas estaban cerradas de nuevo. Dentro, centenares de pájaros volaban, resguardados del cielo. 37 38 Hervé Joncour esperó durante dos días más algún tipo de señal. Después partió. Le aconteció que, a poco más de media hora de la aldea, tuvo que pasar junto a un bosque del que llegaba un singular y plateado estrépito. Escondidas entre las hojas se distinguían miles de manchas oscuras de una bandada de pájaros que se había detenido a descansar. Sin dar explicaciones a los dos hombres que le acompañaban, Hervé Joncour detuvo su caballo, sacó el revólver del cinturón y disparó seis veces al aire. La bandada, aterrorizada, se elevó hacia el cielo como una nube de humo liberada por un incendio. Era tan grande que se podía llegar a ver a días y días de camino de allí. Oscura en el cielo, sin otra meta que su propio extravío. Seis días después Hervé Joncour se embarcó, en Takaoka, en un barco de contrabandistas holandeses que lo llevó hasta Sabirk. Desde allí ascendió por la frontera china hasta el lago Baikal, atravesó cuatro mil kilómetros de tierra siberiana, superó los Urales, llego hasta Kiev y recorrió en tren todo Europa de este a oeste, hasta entrar, después de tres meses de viaje, en Francia. El primer domingo de abril –justo a tiempo para la misa mayor- llegó a las puertas de Lavilledieu. Hizo detener la carroza y permaneció sentado durante unos minutos, inmóvil, detrás de las cortinas echadas. Después descendió y continuó a pie, paso a paso, con un cansancio infinito. Baldabiou le preguntó si había visto la guerra. -No la que yo esperaba –respondió. Por la noche entró en el lecho de Hélène y la amó con tanta impaciencia que ella se asustó y no consiguió retener las lágrimas. Cuando él se dio cuenta, ella se esforzó por sonreírle. -Es que soy muy feliz –le dijo en voz baja. 119 39 Hervé Joncour entregó los huevos a los criadores de gusanos de Lavilledieu. Después, durante días, no volvió a aparecer por el pueblo, descuidando incluso la habitual y cotidiana visita al café de Verdun. A primeros de mayo, suscitando el estupor general, compró la casa abandonada de Jean Berbeck, aquel que dejó un día de hablar y no volvió a hablar hasta su muerte. Todos creyeron que pensaba instalar allí su nuevo taller. Él ni siquiera empezó a vaciarla. Iba allí de vez en cuando y permanecía solo en aquellas habitaciones, haciendo nadie sabía qué. Un día se llevó consigo a Baldabiou. -¿Tú sabes por qué Jean Berbeck dejó de hablar? –le preguntó. -Es una de las muchas cosas que no dijo nunca. Habían pasado años, pero todavía estaban los cuadros colgados de las paredes y las ollas en el escurreplatos, el lado del fregadero. No era un espectáculo alegre, y Baldabiou, de haber sido por él, se habría marchado de buena gana. Pero Hervé Joncour seguía mirando fascinado aquellas paredes enmohecidas y muertas. Era evidente: buscaba algo allí dentro. -Tal vez sea que la vida a veces da tales vueltas que no queda ya absolutamente nada que decir. Dijo. -Nada de nada, para siempre. Baldabiou no estaba hecho para las conversaciones serias. Miraba fijamente la cama de Jean Berbeck. -Quizá cualquiera habría enmudecido con una casa tan horrenda. Hervé Joncour siguió llevando durante días una vida retirada, dejándose ver poco en el pueblo y empleando su tiempo en trabajar en el proyecto del parque que antes o después construiría. Llenaba hojas y hojas de dibujos extraños, parecían máquinas. Una noche Hélène le preguntó -¿Qué son? -Es una pajarera. -¿Una pajarera? -Sí. -¿Y para qué sirve? Hervé Joncour mantenía los ojos fijos en aquellos dibujos. -Se llenan de pájaros, todos los que se pueda, y después, un día en el que suceda algo feliz, se abren sus puertas de par en par y se mira cómo vuelan libres. 120 40 A finales de julio Hervé Joncour partió con su mujer hacia Niza. Se establecieron en una pequeña villa a orillas del mar. Así lo había querido Hélène, convencida de que la serenidad de un refugio apartado conseguiría apaciguar el humor melancólico que parecía haberse apoderado de su marido. Tuvo la sagacidad, por otra parte, de hacerlo pasar por un capricho personal suyo, reglando al hombre que la amaba el placer de perdonárselo. Pasaron juntos tres semanas de pequeña, intachable felicidad. Los días en que el calor aflojaba, alquilaban una carroza y se divertían descubriendo pueblos escondidos en las colinas, desde donde el fondo del mar parecía de papel de colores. De vez en cuando se dejaban caer por la ciudad para un concierto o un encuentro mundano. Una noche aceptaron la invitación de un barón italiano que celebraba su sexagésimo cumpleaños con una solemne cena en el Hôtel Suisse. Estaban en los postres cuando Hervé Joncour levantó la vista hacia Héléne. Estaba sentada al otro lado de la mesa, junto a un atractivo caballero inglés que, curiosamente, lucía en la solapa del chaqué una coronita de pequeñas flores azules. Hervé Joncour le vio inclinarse hacia Hélène y susurrarle algo al oído. Hélène se echó a reír, de un modo bellísimo, y, mientras se reía, se desplazó ligeramente hacia el caballero inglés, llegando a rozarle con sus cabellos el hombro, en un gesto que no tenía nada de embarazoso pero que era de una exactitud desconcertante. Hervé Joncour inclinó la vista sobre su plato. No pudo dejar de notar que su mano, que sostenía una cucharilla de plata, estaba indudablemente temblando. Más tarde, en el fumoir, Hervé Joncour se acercó, tambaleándose debido al excesivo alcohol ingerido, a un hombre que, sentado solo ante una mesa, miraba al frente con una vaga expresión de estupidez en el rostro. Se inclinó hacia él y le dijo lentamente -Debo comunicaros una cosa muy importante, monsieur. Damos todos asco. Somos todos maravillosos, y damos todos asco. El hombre procedía de Dresde. Era tratante de ganado y no entendía bien el francés. Estalló en fragorosas carcajadas haciendo gestos afirmativos con la cabeza, repetidamente, como si no pudiera contenerse. Hervé Joncour y su mujer permanecieron en la Riviera hasta principios de septiembre. Abandonaron la pequeña villa con añoranza, puesto que habían llegado a sentir, entre aquellos muros, la suerte de amarse. 121 41 Baldabiou llegó a casa de Hervé Joncour a primera hora de la mañana. Se sentaron bajo el porche. -Como parque no es nada del otro mundo. -Todavía no he empezado a construirlo, Baldabiou. -Ah, por eso. Baldabiou no fumaba nunca por la mañana. Sacó la pipa, la llenó y la encendió. -He conocido al tal Pasteur. Es un hombre muy preparado. Me ha enseñado cómo se hace. Es capaz de distinguir los huevos enfermos de los sanos. No sabe curarlos, claro. Pero puede aislar los sanos. Y dice que probablemente un treinta por ciento de los que producimos lo están. Pausa. -Dicen que en Japón ha estallado la guerra, esta vez de verdad. Los ingleses dan armas al gobierno; los holandeses, a los rebeldes. Parece ser que están de acuerdo. Dejan que se desfoguen entre ellos y después se apoderan de todo y se lo reparten. El consulado francés se limita a mirar, ésos no hacen otra cosa que mirar. Sirven sólo para mandar despachos acerca de masacres y extranjeros degollados como corderos. Pausa. -¿Hay más café? Hervé Joncour le sirvió café. Pausa. -Esos dos italianos, Ferreri y el otro, esos que fueron a China el año pasado…, volvieron con quince mil onzas de huevos, buena mercancía, le han comprado también los de Bollet, dicen que era de primera calidad. Dentro de un mes vuelven a marcharse…, nos han propuesto un buen negocio, sus precios son decentes, once francos la onza, todo cubierto por el seguro. Es gente seria, cuentan con 122 una organización a sus espaldas, venden huevos a media Europa. Gente seria, te repito. Pausa. -No lo sé. Pero quizá lo consigamos. Con nuestros huevos, con el trabajo de Pasteur, y además lo que podamos comprar a los dos italianos… lo podríamos conseguir. En el pueblo los demás dicen que es una locura mandarte otra vez hasta allí… con todo lo que cuesta…, dicen que es demasiado arriesgado, y en este caso tienen razón, las otras veces era distinto, pero ahora…, ahora es difícil volver vivo de allí. Pausa.. -La verdad es que ellos no quieren perder los huevos. Y yo no quiero perderte a ti. Hervé Joncour permaneció unos instantes con la mirada fija en el parque que no existía. Después hizo algo que no había hecho nunca. -Yo voy a ir al Japón, Baldabiou. Dijo. -Voy a comprar esos huevos, y si es necesario, lo haré con mi dinero. Tú debes decidir únicamente si os los venderé a vosotros o a cualquier otro. Baldabiou no se lo esperaba. Era como ver ganar al manco, en la última tacada, a cuatro bandas, una figura imposible 42 Baldabiou comunicó a los criadores de la Lavilledieu que Pasteur no era digno de confianza, que los dos italianos habían estafado ya a media Europa, que en el Japón la guerra acabaría antes del invierno y que Santa Inés, en sueños, le había preguntado si no eran todos un rebaño de acojonados. A la única a quien no pudo mentirle fue a Hélène. -¿De verdad es imprescindible que parta, Baldabiou? -No. -Y, entonces, ¿por qué? -Yo no puedo detenerlo. Y si él quiere ir allí, sólo me queda darle una razón más para que vuelva. Todos los criadores de Lavilledieu pagaron, aun de mala gana, su cuota para financiar la expedición. Hervé Joncour inició los preparativos y a primeros de octubre estaba listo para partir. Hélène, como todos los años, le ayudó, sin preguntar nada, y ocultándole todas sus inquietudes. Sólo la última noche, tras haber apagado la lámpara, halló fuerza para decirle -Prométeme que volverás. Con voz firme, sin dulzura. -Prométeme que volverás. En la oscuridad, Hervé Joncour respondió -Te lo prometo. 43 El 10 de octubre de 1864, Hervé Joncour partió para su cuarto viaje al Japón. Cruzó la frontera cerca de Metz, atravesó Württemberg y Baviera, entró en Austria, llegó en tren a Viena y Budapest, para proseguir después hasta Kiev. Recorrió a caballo dos mil kilómetros de estepa rusa, superó los Urales, entró en Siberia, viajó durante cuarenta días hasta llegar al lago Baikal, al que la gente del lugar llamaba el santo. Descendió por el curso del río Amur, bordeando la frontera china hasta el océano, y cuando llegó al oceáno se detuvo en el puerto de Sabirk durante ocho días, hasta que un barco de contrabandistas holandeses lo llevó a Cabo Teraya, en la costa oeste del Japón. A caballo, viajando por caminos, atravesó las provincias de Ishikawa, Toyama, Niigata, y entró en la de Fukushima. Cuando llegó a Shirakawa halló la ciudad semidestruida y una guarnición de soldados gubernamentales acampados entre las ruinas. Rodeó la ciudad por el lado este y aguardó en vano al emisario de Hara Kei. Al amanecer del sexto día partió hacia las colinas, en dirección norte. Contaba con un par de mapas aproximativos y lo que quedaba de sus recuerdos. Vagó durante días, hasta reconocer un río, y después un bosque, y después un camino. Al final del camino encontró la aldea de Hara Kei: completamente quemada, casa, árboles, todo. No quedaba nada. No quedaba un alma. Hervé Joncour permaneció inmóvil, mirando aquel enorme brasero apagado. Tenía tras de sí un camino de ocho mil kilómetros. Y delante de sí la nada. De repente vio algo que creía invisible. El fin del mundo. 123 Hervé Joncour permaneció durante horas entre las ruinas de la aldea. No era capaz de marcharse aunque supiera que cada hora perdida allí podía significar el desastre para él, y para toda Lavilledieu: no tenía huevos de gusano, y aunque los hubiera encontrado, no le quedaban más que un par de meses para cruzar el mundo antes de que se abrieran, transformándose en un cúmulo de inútiles larvas. Un solo día de retraso podía significar el fin. Lo sabía, y sin embargo no era capaz de marcharse. De modo que permaneció allí hasta que aconteció una cosa sorprendente e irracional: de la nada, de repente, apareció un chico. Vestido con harapos, caminaba con lentitud, mirando fijamente al extranjero con el miedo en los ojos. Hervé Joncour no se movió. El chico dio algunos pasos más hacia adelante y se detuvo. Permanecieron así, contemplándose, a pocos metros uno del otro. Después, el chico sacó algo de debajo de sus harapos y, temblando de miedo, se acercó a Hervé Joncour y se lo dio. Un guante. Hervé Joncour recordó la orilla de un lago, y un vestido anaranjado abandonado en el suelo, y las pequeñas olas que depositaban el agua en la orilla, como enviadas allí, desde lejos. Cogió el guante y sonrió al chico. -Soy yo, el francés…, el hombre de la seda, el francés, ¿me entiendes?…, soy yo. El chico dejó de temblar. -Francés… Tenía los ojos brillantes, pero sonreía. Comenzó a hablar, velozmente, casi gritando, y a correr, haciendo gestos a Hervé Joncour para que le siguiera. Despareció por un sendero que penetraba en el bosque, en dirección a las montañas. Hervé Joncour no se movió. Daba vueltas entre las manos a aquel guante como si fuera la única cosa que le hubiera quedado de un mundo desaparecido. Sabía que era ya demasiado tarde. Y que no le quedaba elección. Se levantó. Lentamente se acercó al caballo. Montó en la silla. Después hizo una cosa extraña. Apretó los talones contra el vientre del animal. Y partió. Hacia el bosque, detrás del chico, más allá del fin del mundo. 44 124 45 46 Viajaron durante días, hacia el norte, por las montañas. Hervé Joncour no sabía adónde se dirigían, pero dejó que el chico le guiara, sin intentar preguntarle nada. Encontraron dos aldeas. La gente se escondía en las casas. Las mujeres escapaban corriendo. El chico se divertía como un loco gritándoles cosas incomprensibles. No tenía más de catorce años. Tocaba constantemente un pequeño instrumento de bambú, con el que reproducía el canto de todos los pájaros del mundo. Tenía el aspecto de estar haciendo la cosa más hermosa de su vida. El quinto día llegaron a la cima de una colina. El chico señaló un punto delante de ellos, en el camino que descendía hasta el valle. Hervé Joncour cogió el catalejo y lo que vio fue una especie de desfile: hombres armados, mujeres y niños, carros, animales. Una aldea entera en marcha. A caballo, vestido de negro, Hervé Joncour vio a Hara Kei. Detrás de él se balanceaba un palanquín cubierto en sus cuatro lados por telas de colores llamativos. El chico descendió del caballo, dijo algo y se marchó corriendo. Antes de desaparecer entre los árboles se dio la vuelta y por un momento permaneció allí, buscando un ademán para decir que había sido un viaje bellísimo. -Ha sido un viaje bellísimo –le gritó Hervé Joncour. Durante todo el día Hervé Joncour siguió, de lejos, a la caravana. Cuando la vio detenerse para pasar la noche, continuó por el camino hasta que le salieron al encuentro dos hombres armados que le cogieron el caballo y el equipaje y le condujeron a una tienda. Esperó largo rato, después llegó Hara Kei. No hizo ningún gesto de saludo. Ni siquiera se sentó. -¿Cómo habéis llegado hasta aquí, francés? Hervé Joncour no contestó. -Os he preguntado quién os ha traído hasta aquí. Silencio. -Aquí no hay nada para vos. Sólo hay guerra. Y no es vuestra guerra. Marchaos. Hervé Joncour sacó una pequeña bolsa de piel, la abrió y la vació en el suelo. Limaduras de oro. -La guerra es un juego caro. Vos tenéis necesidad de mí. Y yo tengo necesidad de vos. Hara Kei no miró siquiera el oro disperso por el suelo. Se dio la vuelta y se marchó. 125 48 47 Hervé Joncour pasó la noche en un extremo del campamento. Nadie le habló, nadie parecía verlo. Todos dormían en el suelo, junto a las hogueras. Sólo había dos tiendas. Junto a una de ellas, Hervé Joncour vio el palanquín, vacío; suspendidas de las cuatros esquinas había unas pequeñas jaulas: pájaros. De los barrotes de las jaulas colgaban minúsculas campanitas de oro. Sonaban, ligeras, en la brisa de la noche. 126 Cuando despertó vio que en torno a él la aldea estaba a punto de ponerse en marcha. Las tiendas ya no estaban. El palanquín permanecía todavía allí, abierto. La gente subía a los carros, silenciosa. Se levantó y miró a su alrededor largo rato, pero los únicos ojos que se cruzaban con los suyos eran de sesgo oriental, y se inclinaban enseguida. Vio hombres armados y niños que no lloraban. Vio los rostros mudos que tiene la gente cuando es gente que huye. Y vio un árbol al borde del camino. Y colgado de una rama, ahorcado, el chico que le había conducido hasta allí. Hervé Joncour se acercó y durante unos instantes permaneció mirándole, como hipnotizado. Después desató la cuerda atada al árbol, recogió el cuerpo del chico, lo depositó en el suelo y se arrodilló a su lado. No conseguía apartar los ojos de aquel rostro. De este modo, no vio que la aldea se ponía en marcha, sino que alcanzó a oír solamente, como lejano, el bullicio de aquella procesión que desfilaba rozándole por el camino. Ni siquiera levantó la vista cuando oyó la voz de Hara Kei, a un paso de él, que decía -El Japón es un país antiguo, ¿sabéis? Sus leyes son antiguas: dicen que hay doce crímenes por los que es lícito condenar a muerte a un hombre. Y uno de ellos es llevar un mensaje de amor de la propia ama. Hervé Joncour no apartó los ojos de aquel chico asesinado. -No llevaba mensajes de amor consigo. -Él era un mensaje de amor. Hervé Joncour notó cómo algo le presionaba la cabeza y le obligaba a inclinarla hacia el suelo. -Es un fusil, francés. No levantéis la vista, os lo ruego. Hervé Joncour tardó en comprender. Después oyó, entre el murmullo de aquella procesión que huía, el sonido dorado de miles de minúsculas campanillas que se acercaba, poco a poco, avanzaba por el camino hacia él, paso a paso, y aunque en sus ojos no hubiera más que aquella tierra oscura, podía imaginar el palanquín, balanceándose como un péndulo, y casi verlo recorrer el camino metro tras metro, acercándose, lenta pero implacablemente, llevado por aquel sonido, que se hacía cada vez más fuerte, intolerablemente fuerte, cada vez más cerca, tan cerca que podía rozarlo, un dorado estruendo, justo delante de él ahora si, exactamente delante de él – en aquel momento- aquella mujer –delante de él. Hervé Joncour levantó la cabeza. Telas maravillosas, seda, todas alrededor del palanquín, miles de colores, naranja, blanco, ocre, plateado, ni una ranura en aquel nido maravilloso, sólo el susurro de aquellos colores ondeando en el aire, impenetrables, más ligeros que la nada. Hervé Joncour no sintió que ninguna explosión deshiciera su vida. Sintió cómo aquel sonido se alejaba, que el cañón del fusil se separaba de él y la voz de Hara Kei que decía despacio -Marchaos, francés. Y no volváis nunca más. 127 49 50 128 Solamente silencio a lo largo del camino. El cuerpo de un chico en el suelo. Un hombre arrodillado. Hasta las últimas luces del día. Hervé Joncour tardó once días en llegar hasta Yokohama. Sobornó a un funcionario japonés y se procuró dieciséis cartones de huevos de gusanos, provenientes del sur de la isla. Los envolvió en paños de seda y los selló en cuatro cajas de madera redondas. Encontró un pasaje para el continente y a primeros de marzo llegó a la costa rusa. Escogió la ruta más septentrional, intentando que el frío protegiera la vida de los huevos y alargara el tiempo que quedaba antes de que se abriesen. Atravesó a marchas forzadas cuatro mil kilómetros de Siberia, cruzó los Urales y llegó a San Petersburgo. Compró a peso de oro quintales de hielo y los embarcó junto a los huevos en la bodega de un barco mercante que se dirigía a Hamburgo. Tardó seis días en llegar. Descargó las cuatro cajas de madera redondas y subió a un tren que se dirigía al sur. Tras once horas de viaje, justo a la salida de un pueblo que se llamaba Eberfeld, el tren se detuvo para repostar agua. Hervé Joncour miró a su alrededor. El sol estival caía a plomo sobre los campos de trigo y sobre el mundo entero. Sentando frente a él había un comerciante ruso: se había quitado los zapatos y se abanicaba con la última página de un periódico escrito en alemán. Hervé Joncour lo miró fijamente. Vio las manchas de sudor en su camisa y las gotas que le perlaban la frente y el cuello. El ruso dijo algo, riendo. Hervé Joncour le sonrió, se levantó, cogió su equipaje y bajó del tren. Lo recorrió hasta el último vagón, un furgón de mercancías que transportaba, conservados en hielo, pescado y carne. De él caía agua como de un cubo acribillado por miles de proyectiles. Abrió la portezuela, subió al vagón y recogió, una tras otra, sus cajas de madera redondas, las sacó fuera y las depositó en el suelo, al lado del andén. Después cerró la portezuela y esperó. Cuando el tren estuvo listo para partir le gritaron que se diera prisa y subiera. Él respondió sacudiendo la cabeza y esbozando un gesto de despedida. Vio cómo se alejaba el tren y a continuación desaparecía. Esperó hasta que no se oyó el más mínimo rumor. Después se inclinó sobre una de las cajas de madera, quitó lo sellos y la abrió. Hizo lo mismo con las otras tres. Lentamente, con cuidado. Millones de larvas. Muertas. Era el 6 de mayo de 1865. 129 51 Hervé Joncour entró en Lavilledieu nueve días más tarde. Su mujer, Hélène, vio desde lejos la carroza que subía por el paseo arbolado de la villa. Se dijo que no debía llorar y que no debía huir. Bajó hasta la puerta de entrada, la abrió y se detuvo en el umbral. Cuando Hervé Joncour llegó hasta ella, sonrió. Él, abrazándola, le dijo en voz baja -Quédate conmigo, te lo ruego. Durante la noche permanecieron despiertos hasta tarde, sentados en el césped de delante de su casa, uno junto a otro. Hélène le habló de Lavilledieu y de todos aquellos meses pasados esperándole, y de los últimos días, horribles. -Tú estabas muerto. Dijo. -Y no quedaba ya nada hermoso en el mundo. 130 52 En las granjas, en Lavilledieu, la gente miraba las moreras, cargadas de flores, y veía su propia ruina. Baldabiou había encontrado algunas partidas de huevos, pero las larvas morían apenas salían a la luz. La tosca seda que se consiguió extraer de las pocas supervivientes apenas llegaba para dar trabajo a dos de las siete hilanderías del pueblo. -¿Tienes alguna idea? –preguntó Baldabiou. -Una –respondió Hervé Joncour. Al día siguiente comunicó que haría construir, durante aquellos meses de verano, el parque de su villa. Contrató a hombres y mujeres del pueblo a decenas. Desboscaron la colina y redondearon su perfil, haciendo más suave la pendiente que conducía al valle. Con árboles y setos diseñaron en la tierra laberintos leves y transparentes. Con flores de todas clases construyeron jardines que se abrían como claros, por sorpresa, en el corazón de pequeños bosques de abedules. Trajeron el agua desde el río y la hicieron descender, de fuente en fuente, hasta el extremo occidental del parque, donde se recogía en un pequeño lago, rodeado de prados. Al sur, en medio de los limoneros y los olivos, construyeron una gran pajarera de madera y hierro: parecía un bordado suspendido en el aire. Trabajaron durante cuatro meses. A finales de septiembre el parque estaba listo. Nadie en Lavilledieu había visto nunca nada semejante. Se decía que Hervé Joncour se había gastado todo su capital. Se decía también que había vuelto distinto, enfermo quizá, del Japón. Se decía que había vendido los huevos a los italianos y ahora poseía un patrimonio de oro que le estaba aguardando en los bancos de París. Se decía que si no hubiera sido por el parque habrían muerto de hambre aquel año. Se decía que era un estafador. Se decía que era un santo. Había quien decía: Tiene algo dentro, una suerte de infelicidad. 131 53 Lo único que Hervé Joncour dijo de su viaje fue que los huevos se habían abierto en un pueblo cercano a Colonia, y que ese pueblo se llamaba Eberfeld. Cuatro meses y trece días después de su regreso, Baldabiou se sentó frente a él, a orillas del lago, en el extremo occidental del parque, y le dijo -Total, a alguien tendrás que contarle, antes o después, la verdad. Lo dijo despacio, con fatiga, porque nunca había creído que la verdad sirviera para nada. Hervé Joncour levantó la vista hacia el parque. A su alrededor campeaba el otoño y una luz falsa. -La primera vez que vi a Hara Kei llevaba una túnica oscura, estaba sentado con las piernas cruzadas, inmóvil, a un lado de la habitación. Reclinada junto a él, con la cabeza apoyada en su regazo, había una mujer. Sus ojos no tenían sesgo oriental, y su rostro era el rostro de una muchacha. Baldabiou siguió escuchando, en silencio, hasta el final, hasta el tren de Eberfeld. No pensaba en nada. Escuchaba. Le hizo daño oír, al final, cómo Hervé Joncour decía en voz baja -Ni siquiera llegué a oír nunca su voz. Y a cabo de un momento: -Es un dolor extraño. En voz baja. -Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca. Recorrieron el parque caminando uno junto al otro. Lo único que Baldabiou dijo, fue -Pero ¿por qué diablos hace este maldito frío? Dijo, una vez. 132 54 55 A principios del nuevo año -1866- el Japón declaró oficialmente lícita la exportación de huevos de gusanos de seda. En el decenio siguiente Francia solo llegaría a importar huevos japoneses por valor de diez millones de francos. A partir de 1869, por lo demás, con la apertura del Canal de Suez, llegar al Japón no comportaría más de veinte días de viaje. Y volver, poco menos de veinte. La seda artificial sería patentada, en 1884, por un francés que se llamaba Chardonnet. Seis meses después de su regreso a Lavilledieu, Hervé Joncour recibió por correo un sobre color mostaza. Cuando lo abrió halló siete hojas de papel cubiertas por una densa y geométrica escritura: tinta negra, ideogramas japoneses. Aparte del nombre y la dirección, en el sobre no había una sola palabra escrita en caracteres occidentales. Por los sellos, la carta parecía provenir de Ostende. Hervé Joncour la hojeó y la observó largo rato. Parecía un catálogo de huellas de pequeños pájaros, compilado con meticulosa locura. Era sorprendente pensar que, por el contrario, eran signos, es decir, cenizas de una voz quemada. 133 56 Durante días y días, Hervé Joncour llevó la carta consigo, doblada por la mitad, metida en el bolsillo. Si se cambiaba de traje, la traspasaba al nuevo. No la abría nunca para mirarla. De vez en cuando la sostenía en la mano, mientras hablaba con un aparcero o esperaba que llegara la hora de cenar sentado en la galería. Una noche empezó a observarla a contraluz en la lámpara de su despacho. En transparencia, las huellas de los minúsculos pájaros hablaban con voz desenfocada. Decían algo absolutamente insignificante o algo capaz de desquiciar una vida: no era posible saberlo, y eso le gustaba a Hervé Joncour. Oyó que Hélène venía. Dejó la carta sobre la mesa. Ella se acercó y, como todas las noches, antes de retirarse a su habitación hizo ademán de besarlo. Cuando se inclinó hacia él, el camisón se le entreabrió apenas, a la altura del pecho. Hervé Joncour vio que no llevaba nada debajo, y que sus senos eran pequeños y blancos como los de una muchacha. Durante cuatro días siguió con su vida habitual, sin alterar en nada los prudentes ritos de sus jornadas. La mañana del quinto día se puso un elegante traje gris y partió hacia Nîmes. Dijo que volvería antes del anochecer. 134 57 En la rue Moscat, en el 12, todo estaba igual que tres años antes. La fiesta no había acabado todavía. Las chicas eran todas jóvenes y francesas. El pianista tocaba, en sordina, motivos que tenían un aire ruso. Tal vez fuera la vejez, tal vez algún cobarde dolor: al final de cada pieza no se pasaba ya la mano derecha por los cabellos ni murmuraba, en voz baja, -Voilá. Permanecía mudo, mirándose desconcertado las manos. 58 Madame Blanche le recibió sin decir una palabra. El cabello negro, reluciente, el rostro oriental, perfecto. Pequeñas flores azules en los dedos, como si fueran anillos. Un vestido largo, blanco, casi transparente. Los pies desnudos. Hervé Joncour se sentó frente a ella. Sacó de un bolsillo la carta. -¿Os acordáis de mí? Madame Blanche asintió con un milimétrico gesto de la cabeza. -Os necesito otra vez. Le tendió la carta. Ella no tenía ninguna razón para hacerlo, pero la cogió y la abrió. Miró las siete hojas, una a una, después levantó la vista hacia Hervé Joncour. -Yo no amo esta lengua, monsieur. Quiero olvidarla, y quiero olvidar aquella tierra, y mi vida allí, y todo. Hervé Joncour permaneció inmóvil, con las manos aferradas a los brazos del sillón. -Voy a leer por vos esta carta. Lo haré. Y no quiero dinero. Pero quiero una promesa: no volváis jamás a pedirme esto. -Os lo prometo, madame. Ella le miró fijamente a los ojos. Después bajó la vista hacia la primera página de la carta, papel de arroz, tinta negra. -Amado señor mío Dijo -no tengas miedo, no te muevas, permanece en silencio, nadie nos verá. 135 59 Sigue así, quiero mirarte, yo te he mirado mucho, pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate donde estás, tenemos una noche para nosotros, y yo quiero mirarte, nunca te he visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos, y acaríciate, te lo ruego, dijo Madame Blanche, Hervé Joncour escuchaba, no abras los ojos si te es posible, y acaríciate, son tan hermosas tus manos, he soñado con ellas tantas veces, ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, te lo ruego, continúa, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate, amado señor mío, acaricia tu sexo, te lo ruego, despacio, ella se detuvo, Continuad, os los ruego, dijo él. es hermosa tu mano en tu sexo, no te detengas, a mí me gusta mirarla y mirarte, amado señor mío, no abras los ojos, todavía no, no debes tener miedo, estoy cerca de ti, ¿me sientes?, estoy aquí, te puedo rozar, esto es la seda, ¿la sientes? es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel, dijo ella, leía despacio, con una voz de mujer niña, tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, de repente sentirás el calor de mis labios sobre ti, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de repente, él escuchaba inmóvil, del bolsillo de su traje gris sobresalía un pañuelo blanco, cándido, tal vez sea tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las pestañas, sentirás entrar el calor en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea en tu sexo, apoyaré mis labios, allá abajo, y los abriré bajando poco a poco, dijo ella, tenía la cabeza reclinada sobre las hojas, y con una mano se rozaba el cuello, lentamente, dejaré que tu sexo entreabra mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva descenderá por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, él escuchaba, mantenía la vista fija en un marco de plata, vacío, colgado de la pared, hasta que al final te bese en el corazón, porque te deseo, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te deseo, y con el corazón entre mis labios tú serás mío de verdad, con mi boca en el corazón tú serás mío para siempre, si no me crees abre los ojos, amado señor mío, y mírame, soy yo, quién podrá borrar este instante que sucede, y este cuerpo mío ya sin seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran, dijo ella, se había inclinado hacia la lámpara, la luz reflejaba en las hojas y pasaba a través de su vestido transparente, tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que te deslizas debajo de mí, aferras mis caderas, me levantas, dejas que me deslice sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote lentamente, tus manos en mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves lentamente pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, él escuchaba, de pronto se volvió a mirarla, la vio, quiso bajar los ojos pero no lo consiguió, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me alza, tus brazos que no dejan que me marche, los golpes dentro de mí, es violencia dulce, veo tus ojos que buscan en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde quieras, amado señor mío, no hay final, no acabará, ¿lo ves?, nadie podrá borrar este instante que sucede, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos separando las lágrimas de mis pestañas, mi voz dentro de la tuya, tu violencia que me tiene aferrada, no queda ya tiempo para huir ni fuerza para resistirse, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, amado señor mío, este instante existirá, de ahora en adelante, existirá, hasta el final, dijo ella, con un hilo de voz, después se detuvo. 136 137 No había más signos en la hoja que tenía en la mano: la última. Pero cuando le dio la vuelta para dejarla vio en el envés unas líneas más, ordenadas, tinta negra en el centro de la página blanca. Alzó la vista hacia Hervé Joncour. Sus ojos la miraban fijamente y ella percibió que eran unos ojos bellísimos. Volvió a bajar la vista hacia la hoja. -No nos veremos más, señor. Dijo. -Lo que era para nosotros, lo hemos hecho, y vos lo sabéis. Creedme: lo hemos hecho para siempre. Preservad vuestra vida resguardada de mí. Y no dudéis un instante, si fuese útil para vuestra felicidad, en olvidar a esta mujer que ahora os dice, sin añoranza, adiós. Permaneció unos instantes mirando la hoja, después la colocó sobre las demás, a su lado, sobre una mesita de madera clara. Hervé Joncour no se movió. Sólo giró la cabeza y bajó la mirada. Se encontró mirando fijamente la raya de los pantalones, apenas esbozada pero perfecta, en la pierna derecha, desde la ingle a la rodilla, imperturbable. Madame Blanche se levantó, se inclinó sobre la lámpara y la apagó. En la habitación quedó la escasa luz que desde el salón, a través de la ventana, llegaba hasta allí. Se acercó a Hervé Joncour, se quitó del dedo un anillo de diminutas flores azules y lo dejó junto a él. Después cruzó la habitación, abrió una pequeña puerta pintada, camuflada en la pared, y desapareció, dejándola entreabierta tras de sí. Hervé Joncour permaneció largo rato en aquella extraña luz, dando vueltas entre los dedos a un anillo de minúsculas flores azules. Del salón llegaban las notas de un piano cansado: disolvían el tiempo, que ya casi no se reconocía. Al final se levantó, se acercó a la mesita de madera clara, recogió las siete hojas de papel de arroz. Cruzó la habitación, pasó sin darse la vuelta ante la pequeña puerta entreabierta, y se marchó. 138 60 Hervé Joncour pasó los años que siguieron escogiendo para sí la vida límpida de un hombre ya sin necesidades. Sus días transcurrían bajo la tutela de una mesurada emoción. En Lavilledieu la gente volvió a admirarle, porque en él les parecía advertir un modo exacto de estar en el mundo. Decían que era así también de joven, antes del Japón. Con su mujer, Hélène, tomó la costumbre de realizar, cada año, un pequeño viaje. Vieron Nápoles, Roma, Madrid, Munich, Londres. Un año llegaron hasta Praga, donde todo parecía teatro. Viajaban sin fechas y sin programas. Todo les sorprendía; en secreto, incluso su propia felicidad. Cuando sentían nostalgia del silencio, volvían a Lavilledieu. Si se lo hubieran preguntado, Hervé Joncour habría respondido que vivirán así para siempre. Tenía consigo la indestructible calma de los hombres que se sienten en su lugar. De vez en cuando, en los días de viento, bajaba a través del parque hasta el lago, y permanecía allí durante horas, en la orilla, mirando cómo la superficie del agua se agitaba, formando figuras imprevisibles que brillaban sin orden en todas direcciones. El viento era uno solo, pero sobre aquel espejo de agua parecían miles los que soplaban. De todas partes. Un espectáculo. Leve e inexplicable. De vez en cuando, en los días de viento, Hervé Joncour bajaba hasta el lago y pasaba horas mirándolo, puesto que, dibujado en el agua, le parecía ver el inexplicable espectáculo, leve, que había sido su vida. 61 El 16 de junio de 1871, en la trastienda del café de Verdun, poco antes del mediodía, el manco acertó un golpe a cuatro bandas imposible, con efecto de retorno. Baldabiou permaneció inclinado sobre la mesa, con una mano detrás de la espalda, la otra aferrada al taco, incrédulo. -Pero bueno. Se levantó, dejó el taco y salió sin despedirse. Tres días más tarde, partió. Regaló sus dos hilanderías a Hervé Joncour. -No quiero saber nada más de la seda, Baldabiou. -Véndelas, idiota. Nadie consiguió sacarle adónde diablos tenía previsto ir. Y a hacer qué, tampoco. Se limitó a decir algo sobre Santa Inés que nadie entendió bien. La mañana en la que partió, Hervé Joncour le acompañó, junto con Hélène, hasta la estación de tren de Avignon. Llevaba consigo una sola maleta, y esto también era relativamente inexplicable. Cuando vio el tren, parado en el andén, depositó la maleta en el suelo. --Una vez conocí a uno que se había hecho construir una vía de ferrocarril sólo para él. Dijo. -Y lo mejor es que se la había hecho construir toda recta, centenares de kilómetros sin una curva. Había incluso un porqué, pero no lo recuerdo. Nunca se recuerdan los porqués. En fin, adiós. No estaba hecho para las conversaciones serias. Y un adiós es una conversación seria. Le vieron alejarse, a él y su maleta, para siempre. Entonces Hélène hizo algo extraño. Se separó de Hervé Joncour y corrió tras él hasta alcanzarle, y le abrazó fuerte, y mientras le abrazaba, rompió a llorar. No lloraba nunca, Hélène. Hervé Joncour vendió a un precio ridículo las dos hilanderías a Michel Lariot, un buen hombre que durante veinte años había jugado al dominó, cada sábado por la noche, con Baldabiou, perdiendo siempre, con granítica coherencia. Tenía tres hijas. Las dos primeras se llamaban Florence y Sylvie. Pero la tercera, Inés. 139 62 Tres años después, en el invierno de 1874, Hélène enfermó de unas fiebre cerebrales que ningún médico consiguió explicar ni curar. Murió a principios de marzo, un día en que llovia. A acompañarla, en silencio, por la alameda del cementerio, acudió toda Lavilledieu: porque era una mujer apacible, que no había sembrado dolor. Hervé Joncour hizo esculpir sobre su tumba una sola palabra. Hélas. Dio gracias a todos, dijo mil veces que no necesitaba nada y volvió a su casa. Jamás ésta le había parecido tan grande; y jamás tan ilógico su destino. Puesto que la desesperación era un exceso que no le pertenecía, se volvió hacia lo que había quedado de su vida y empezó de nuevo a ocuparse de ello, con la inquebrantable tenacidad de un jardinero en su trabajo la mañana siguiente a una tempestad. 140 63 Dos meses y once días después de la muerte de Hélène le aconteció a Hervé Joncour que, al acudir al cementerio, halló, junto a las rosas que cada semana depositaba sobre la tumba de su mujer, una coronita de minúsculas flores azules. Se inclinó para observarlas y permaneció largo rato en aquella postura, que desde lejos no habría dejado de resultar, a los ojos de eventuales testigos, notablemente singular, e incluso ridícula. Al volver a casa, en vez de salir a trabajar al parque, como era su costumbre, permaneció en su despacho, pensando. No hizo otra cosa durante días. Pensar. 64 En la rue Moscat, en el 12, se encontró con el taller de un sastre. Le dijeron que Madame Blanche no vivía allí desde hacía años. Consiguió averiguar que se había mudado a París, donde se había convertido en mantenida de un hombre muy importante, un político, quizá. Hervé Joncour se fue a París. Tardó seis días en descubrir dónde vivía. Le envió una nota, rogándole que le recibiera. Ella le respondió que le esperaba a las cuatro del día siguiente. Con puntualidad, él subió al segundo piso de un elegante edificio en el boulevard des Capucines. Le abrió la puerta una camarera. Lo condujo al salón y le rogó que se acomodara. Madame Blanche apareció vestida con un traje muy elegante y muy francés. Llevaba el pelo suelto sobre los hombros, como exigía la moda parisina. No llevaba anillos de flores en los dedos. Se sentó enfrente de Hervé Joncour sin decir una palabra. Y se quedó esperando. Él la miró a los ojos. Pero como habría podido hacerlo un niño. -Aquella carta la escribisteis vos, ¿verdad? Dijo. -Hélène os pidió que la escribierais y vos lo hicisteis. Madame Blanche permaneció inmóvil, sin bajar la vista, sin revelar el más mínimo estupor. Después, lo que dijo fue -No fui yo quien la escribió. Silencio. -Aquella carta la escribió Hélène. Silencio. -La traía ya escrita cuando vino a verme. Me pidió que la copiara en japonés. Y yo lo hice. Ésa es la verdad. Hervé Joncour comprendió en aquel instante que continuaría oyendo aquellas palabras durante el resto de su vida. Se levantó, pero permaneció quieto, en pie, como si hubiera olvidado, de repente, adónde iba. Le llegó, como de lejos, la voz de Madame Blanche. -Quiso incluso leérmela, aquella carta. Tenía una voz muy hermosa. Y leía aquellas palabras con una emoción que no he conseguido olvidar. Era como si fueran de verdad suyas. Hervé Joncour estaba cruzando la habitación con pasos lentísimos. -¿Sabéis, monsieur?, yo creo que ella hubiera deseado, más que cualquier otra cosa, ser aquella mujer. Vos no podéis comprenderlo. Pero la oí leer aquella carta. Yo sé que es así. Hervé Joncour había llegado a la puerta. Apoyó la mano en el picaporte. Sin darse la vuelta, dijo suavemente -Adiós, madame. No volvieron a verse nunca más. 141 65 142 Hervé Joncour vivió todavía veintitrés años más, la mayor parte de ellos con serenidad y buena salud. No volvió a alejarse de Lavilledieu ni abandonó jamás su casa. Administraba sabiamente sus haberes, y ello le mantuvo para siempre al abrigo de cualquier ocupación que no fuera el cuidado de su parque. Con el tiempo, empezó a concederse un placer que antes se había negado siempre: a quienes venían a visitarle les relataba sus viajes. Escuchándole, la gente de Lavilledieu aprendía el mundo y los niños descubrían lo que era la maravilla. El narraba despacio, mirando en el aire cosas que los demás no veían. El domingo se dejaba caer por el pueblo, para la misa mayor. Una vez al año recorría las hilanderías, para tocar la seda que acababa de nacer. Cuando la soledad le oprimía el corazón, subía hasta el cementerio para hablar con Hélène. El resto de su tiempo lo consumía en una liturgia de costumbres que conseguía preservarle de la infelicidad. De vez en cuando, en los días de viento, bajaba hasta el lago, y pasaba horas mirándolo, puesto que, dibujado en el agua, le parecía ver el inexplicable espectáculo, leve, que había sido su vida. Organiza: Centro UNESCO Valencia/Mediterráneo Textos: Isabel Giner y José Manuel Gironés Concepción y diseño: David Chaqués, José Manuel Gironés y Carmen Mira Fotografías: Francisco Teodoro Oficina Técnica: Saúl Alberola, David Chaqués, José María Chiquillo, Isabel Giner, José Manuel Gironés, Carmen Mira y Ruth Pérez Imprime: Gràfiques Maral- Canals, S.L.U. CENTRO UNESCO VALENCIA/MEDITERRÁNEO agradece la colaboración de la Casa de Su Majestad El Rey, de la Comisión Nacional Española de Cooperación con la UNESCO, de la Organización Mundial de Turismo, del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, de la Generalitat Valenciana, de la Fundación Hortensia Herrero, de la Embajada de Azerbaiyán, de la Embajada de Kazajstán, de la Embajada de Turquía, de la Obra Social “la Caixa”, del Centro Islámico de Valencia, de la Comunidad Israelita de Valencia, del Cabildo de la Catedral metropolitana de Valencia, de Fundacode y de la Fundación Apip Acam. PALAU TAMARIT C/ Roger de Flor, 13. 46001 Valencia – unesco@unescovalencia.org / www.unescovalencia.org