FUNDAMENTOS DE ÉTICA Por Francisco Javier Serrano Tal y como nos señala Aristóteles, toda actividad persigue siempre un fin, un objetivo que es el bien de la misma: el fin de la medicina es la salud, el fin de la arquitectura es la edificación,… Cada uno de estos fines o bienes orienta y da sentido último al conjunto deacciones y operaciones propias de cada arte o ciencia. Entonces, ¿Hay tantos fines últimos como actividades? O más bien, ¿Más allá de toda esa multiplicidad y diversidad de fines destacará por encima de todos ellos uno que sea auténticamente último y radical, que podamos concebir como el bien absolutamente supremo? que éstos se cumplan. Es decir, todos tenemos deseos que de un modo u otro intentamos orientar a través de ideales de realización. Es aquí donde empiezan a aparecer algunas importantes dificultades: ¿Cómo estar seguros de la pertinencia y validez de esos sueños? ¿Cuál es el camino que debemos seguir para saber cuál es nuestro bien superior? ¿Cómo podemos alcanzarlos? Pero casi más importante ¿Qué papel ocupan los demás? Aristóteles ya nos advierte de nuestra naturaleza gregaria cuando define al ser humano como zoom politikon. Tal y cómo nos señala Fernando Savater, el ser humano tiene un doble nacimiento, «Nacemos fisiológicamente del útero materno y luego humanamente, social-mente volvemos a nacer de ese útero que forma la comunidad humana en la que aprendemos el lenguaje, en la que vemos los rastros de nuestros semejantes; ése es nuestro segundo nacimiento»1. Y es ahí, en medio de la sociedad, y produciendo sociedad, cómo nos realizamos, dónde intentamos alcanzar una vida íntegra, dar cuenta de nuestro bien superior. Pero, tal y como el ser humano ha constatado a lo largo de toda su historia, y Kant plasma perfectamente en su “insociable sociabilidad”, la convivencia en sociedad es, a pesar de su necesidad, sumamente compleja ¿A qué se debe ello? Cada vez que se plantea esta pregunta no hay que dejar pasar mucho tiempo para que alguien plantee la eterna pregunta ¿Es que el hombre es bueno o malo por naturaleza? De esta cuestión daremos cumplida cuenta en próximas páginas, por ahora es suficiente con constatar que todos nosotros en algunos Para Aristóteles existe un orden y jerarquización de fines. No todos “valen” lo mismo, sino que unos parecen, en principio, ser más valiosos e importantes que otros. Pues bien, al filósofo moral le interesa el fin absolutamente supremo y último, el bien perfecto causa de la bondad y perfección de todo otro bien o fin. Aristóteles, evidentemente, nos dice cuál considera él que es ese fin primero y perfecto, cúspide de toda aspiración y anhelo humano, descrito como lo bueno y lo mejor. Sin embargo, por tratarse de una tarea que debemos realizar cada uno de nosotros, vamos a dejar pendiente su respuesta. Sobre todo porque, aunque parezca una obviedad, es pertinente recordar que todos, cada uno de nosotros tenemos sueños, deseos, anhelos de una vida plena que de una manera u otra podría venir a coincidir con ese que consideramos nuestro bien absolutamente supremo. Una vez que tenemos una idea aproximada de cuál puede ser ese fin último que queremos alcanzar, constatamos que no sólo tenemos sueños, no nos basta con que estos, y sobre todo el que respecta al fin supremo, se cumplan de cualquier manera, sino que también tenemos sueños de cómo queremos o deseamos 1 Savater, F. Los caminos para la libertad. Cuadernos de la Cátedra Alfonso Reyes. México. Ariel-Tecnológico de Monterrey. 2000. (p.23) 40 momentos tenemos tendencias egoístas, codiciosas, interesadas. Pero igualmente cierto es que en muchas otras ocasiones somos realmente solidarios, benévolos. Pues bien, si tenemos que vivir en sociedad, tendremos que hacerlo teniendo muy presente que en todos y cada unos de nosotros se dan ambas tendencias. Por consiguiente, el ser humano ha de dar respuesta a estas dos cuestiones: humana” lleve consigo pareja la condición moral, el hecho moral como un elemento constitutivo de su propia naturaleza. Siguiendo a Xavier Etxberria y Gertz, podemos decir que la cultura no aparece de forma ajena, como algo extra que se añade a la naturaleza humana. Es por el contrario algo que desempeñó y que desempeña un papel central en la evolución de la especie: «entre las estructuras culturales, el cuerpo y el cerebro, se creó un sistema de realimentación positiva en el cual cada parte modelaba el progreso de la otra». De ahí, que la «cultura, más que agregarse a un animal terminado o virtualmente terminado, fue un elemento constitutivo y un elemento central en la producción de ese animal mismo»3. 1. Cómo organizar nuestra convivencia teniendo en cuenta tanto las tendencias egoístas como solidarias que todos tenemos. 2. Cómo debemos orientar nuestros sueños, nuestros deseos a través de ideales de realización Pero aún hay que concretizar más. Somos animales terminados por culturas particulares, no por la Cultura: no aprendemos a hablar, sino a hablar una lengua particular; no se nos muestra el ideal de bien, sino un determinado ideal de bien. Eso hace que no nos relacionemos con el mundo que nos rodea simplemente como “seres humanos”, sino como “seres humanos que pertenecemos a una determinada cultura”; no “conocemos el mundo”, tenemos “una determinada manera de conocer el mundo”; no “hacemos ciencia”, hacemos una “determinada ciencia”. Y esto es sumamente importante, ya que sin caer en el extremo del relativismo y el subjetivismo, nos permite empezar a vislumbrar algunos de los problemas básicos que la reflexión ética lleva consigo, como los del pluralismo y la tolerancia Esta tarea sería muy fácil si nuestra conducta viniera dada a priori de forma natural, a través de los instintos. Sin embargo, el ser humano, al contrario de lo que le ocurre a otras muchas especies animales, es un ser que no dispone de fuertes instintos que condicionen enteramente su conducta. Geertz, en un ya clásico e interesante estudio antropológico nos viene a decir que «el hombre es precisamente el animal que más depende de esos mecanismos de control extragenéticos, que están fuera de su piel, de esos programas culturales para ordenar su conducta»2. Es por ello, que podemos considerar al ser humano como un “ser inacabado”, “arrojado al mundo”, forzado a ponerse fines y deberes, pero sin saber en principio muy bien cómo hacerlo. El hombre ha intentado dar respuesta a estas cuestiones a través de sus creaciones culturales por medio de complejos normativos, entre ellos, la moral. Por esa razón, podemos decir que por su naturaleza inacabada, el ser humano es un ser “forzado” a ponerse fines y deberes, y de ahí, que la “condición Por ahora, quedémonos con resaltar que al final lo decisivo, lo determinante en nuestra conducta es lo cultural. Esto introduce simultáneamente márgenes de inseguridad y de grandes posibilidades: tenemos un equipamiento natural para vivir miles de vidas posibles, si bien, cada colectivo cultural y cada individuo en última 2 Geertz, C., La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1988, 51. El estudio al que nos referimos, del que hemos extractado esta cita, es “El impacto del concepto de cultura en el concepto de hombre”. 3 41 ibid. 54 instancia, las va concretando en una de ellas. Al concretar los objetivos de adecuada relación y convivencia, el ser humano no lo hace ni desde la individualidad ni desde el colectivo total de la especie: lo hace desde una determinada comunidad cultural. Pues bien, la ética es precisamente aquella disciplina que nos permite buscar, discernir cuáles de esas posibilidades son aceptables y plenificantes, pero sobre todo, nos va a permitir, como diría Nietzsche, poner en duda la moral como ese conjunto de normas, de principios y de valores de una determinada cultura o sociedad. Al colocar a la moral como problema, como diría el autor de La Gaya Ciencia4, es decir, al llevar a cabo una reflexión seria y profunda de la moral, tenemos que hacerlo atendiendo a las dos dimensiones que todo proyecto ético ha de recoger y que, tal como vimos anteriormente, se podrían concretar así: ♦ ♦ Ética como horizonte de plenitud Referenciada a cómo debemos orientar los deseos través de ideales de realización. Ética como ideal de convivencia Referenciada a cómo organizar en la convivencia las de egoísmo y solidaridad. complejas tendencias De estas dos formas de aproximación a la ética, una esta más enfocada a la dimensión de la persona y la otra a la dimensión social. Ambas perspectivas se influyen mutuamente por lo que han de tomarse en cuenta al analizar, ponderar y diseñar el tipo de sociedad que deseamos como personas y como ciudadanos. 4 F. Nietzsche Bibliografía: Aristóteles. Ética a Nicómaco Etxeberria, Xavier (2002), Temas básicos de ética, Bilbao, Desclée De Bower. Geertz, C. (1988), La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa. Nietzsche, Friedrich. "El Gay Saber" en "El eterno retorno. Edit. Aguilar. Barcelona. 1949. Savater, Fernando (2004), Los caminos para la libertad. Fondo de Cultura Económica/Tecnológico de Monterrey, Madrid. Cuadernos de la Cátedra Alfonso Reyes. (Obras póstumas (1871-1888)".