El tema racial en José Vasconcelos: entre la ‘raza cósmica’ y el nazismo La raza cósmica, Indología, la campaña presidencial de 1929 y la revista Timón Joren van Schie, s1691155 2014 (enero) Prof. dr. H.L.M. Hermans Departamento de Lenguas & Culturas Romances Facultad de Letras Universidad de Groninga 1 CONTENIDO. 0. Introducción 3 0.1. Tema y objetivo 3 0.2. Marco teórico 4 0.3. Estructura 8 1. Biografía de José Vasconcelos 11 1.1. De niño a estudiante 11 1.2. Los años revolucionarios 13 1.3. Los méritos en la educación 15 1.4. Los últimos decenios 17 2. Trasfondo histórico: el espíritu de tiempo 21 2.1. Independencia y bolivarismo 21 2.2. El Porfiriato y el positivismo 23 3. La formación filosófica de José Vasconcelos y su manera de pensar 28 3.1. El Ateneo de la Juventud 28 3.2. Inspiración filosófica 30 3.3. El arielismo 33 3.4. El complejo de inferioridad 36 4. La teoría de la ‘raza cósmica’ 41 4.1. José Vasconcelos y el tema racial 41 4.2. El prólogo a La raza cósmica 43 4.3. La tesis de La raza cósmica 45 4.4. El prólogo a Indología 53 4.5. La teoría de Indología 54 5. José Vasconcelos y el nazismo 65 5.1. La campaña presidencial de 1929 65 5.2. Derrotas y desorientación 69 5.3. La revista Timón 73 5.4. La (in)utilidad de relacionar la ‘raza cósmica’ con el nazismo 79 6. Conclusión 83 7. Bibliografía 87 2 0. INTRODUCCIÓN. 0.1. TEMA Y OBJETIVO. La aportación de José Vasconcelos al tema racial mexicano es impactante y grandiosa, pero a la vez conflictiva. Lanzó la idea futurística, o mejor dicho, el ideal utópico, de una ‘raza cósmica’, que provendría del encuentro de las cuatro razas humanas principales en el trópico del continente latinoamericano. Lejos de la controversia que ha surgido en torno a los caprichos literarios del escritor, la ‘raza cósmica’ sigue ocupando un lugar único e imprescindible en el debate racial de Latinoamérica, puesto que implica una unión universal, o ‘cósmica’, de todos los hombres en el suelo del continente. José Vasconcelos se distingue por sus méritos titánicos, en varios campos intelectuales, que varían de la educación y la política a la filosofía y la literatura, pero después de haber perdido las elecciones presidenciales de 1929, su compromiso político como izquierdista democrático dio un viraje brusco a la extrema derecha y al nazismo, con graves consecuencias para su personalidad pública. Con espíritu renovador, Vasconcelos se atrevió a brindarle mesiánicamente a su propia raza mestiza un papel pionero con respecto a la síntesis de todas las razas del mundo en una nueva raza universal, que será superior a todas las anteriores. La superioridad racial de la ‘raza cósmica’ latinoamericana ha sido una tesis audaz ya desde que fue lanzada, a mediados de los años ‘20 del siglo pasado, y se hizo aún más controvertida cuando un decenio después los nazis empezaron a aprovechar la idea de la superioridad racial para sus fines tenebrosos. La colaboración de Vasconcelos con los nazis en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, facilitó la revaloración de su teoría racial como una teoría con características nazistas. A pesar de la lógica aparente en relacionar la ‘raza cósmica’, escrita por alguien que posteriormente se convertiría en colaboracionista nazi, con las ideas de la superioridad racial explotadas por el nazismo alemán, se mantiene en esta tesis que tal acusación parece precipitada y exagerada. Aquí se sugiere estudiar la teoría racial de Vasconcelos desvinculándola completamente de la aproximación posterior al nazismo. Esto no implica que no fuera simpatizante del nazismo, puesto que, al contrario, colaboraba abiertamente con los nazis, ni menos que está justificada su colaboración fugaz con los nazis, pero su decisión de pasar por una etapa nazista en su vida profesional es perfectamente explicable con otra argumentación, sin incluir en ella la presuposición de que en el nazismo hubiera encontrado un nuevo lugar para reanimar su ‘raza cósmica’. 3 Al mismo tiempo, la superioridad racial en la teoría de la ‘raza cósmica’ es perfectamente entendible sin tomar en cuenta el nazismo en que Vasconcelos se metió unos quince años después. Es el objetivo triple de esta tesis presentar, primero, el espíritu de tiempo en que creció Vasconcelos y exponer las correspondientes influencias filosóficas que le inspiraron a escribir su avanzada teoría racial, para llegar a una mejor comprensión de los pensamientos utópicos del escritor acerca de su propia raza; explicar, segundo, el acercamiento al nazismo como una evolución aberrante de su anterior orientación política, que tomó a consecuencia de la desilusión provocada por la derrota fraudulenta de las elecciones presidenciales de 1929; y, tercero, despojar la teoría de la ‘raza cósmica’ de la sugerida vinculación con la ideología nazista, aduciendo otros argumentos para el lanzamiento de esa teoría. En otras palabras, es la hipótesis central de esta tesis que el nazismo de Vasconcelos no se debe relacionar con su teoría de la ‘raza cósmica’, mientras que haya explicaciones independientes para ambas aventuras vasconcelianas. 0.2. MARCO TEÓRICO. No hay una respuesta sencilla y unívoca a la pregunta de por qué Vasconcelos lanzó una nueva teoría racial. Para evaluar la argumentación del escritor, es necesario considerar todo el abanico de influencias que le llevó a lanzar su teoría, influencias que varían de experiencias históricas y personales a ambiciones políticas y filosóficas, evoluciones ideológicas, posturas sociales y éticas, etcétera. Es difícil captar la persona polifacética que es José Vasconcelos dentro de una sola disciplina, pero el análisis de esta tesis se aproxima a la metodología de los estudios culturales, una disciplina que tiene la ventaja de ser inherentemente interdisciplinario. Hace falta definir el campo de los estudios culturales de antemano, visto que se trata de un término ambiguo, para después aclarar la manera en que se aplica su metodología en la presente tesis. Los estudios culturales aparecieron en el mundo académico de Gran Bretaña en los años sesenta del siglo anterior, y poco a poco han ganado más prestigio en otros países de Europa occidental y en los Estados Unidos. El objetivo de este campo académico es el de analizar la cultura en el sentido más amplio de la palabra, desmitificando el estrechamiento de la cultura como concepción elitista, o en otras palabras, rechazando la diferenciación entre la ‘cultura alta’ o la Cultura (así, con mayúsculo) y la ‘cultura baja’, o la cultura popular. De este modo, ya no son sólo las piezas de Arte, Literatura, 4 Música u otras ramas de Cultura los objetos de la investigación, sino todo lo que posiblemente pertenece al ‘estilo de vida’ de la gente puede convertirse en objeto, simultáneamente convirtiendo a todo tipo de gente en sujeto de investigación. La eliminación de la frontera entre las dos definiciones de cultura, con y sin mayúscula, tiene dos consecuencias relevantes para la metodología de esta tesis. Primero, dado que hasta las más divergentes expresiones culturales pueden ser examinadas como objeto de investigación, hay una preferencia en los estudios culturales por trabajar con ‘estudios de caso’. En los análisis de estos estudios de caso, no se parte de una estructura fija, inmutable y predeterminada, sino que el punto de partida es el objeto de investigación mismo, para el cual se busca un marco teórico adecuado, prestando teorías y enfoques de varios campos académicos con los que el objeto tiene puntos de contacto. Este método de analizar declara el carácter intrínsecamente interdisciplinario de los estudios culturales. Segundo, la inclusión de las expresiones de la ‘cultura baja’ como posibles objetos de estudio legitima prestar oído a la voz de los grupos que el marxista italiano Antonio Gramsci ha definido como ‘subalternos’. En su ideario de la ‘hegemonía cultural’, Gramsci sugiere que son las instituciones dirigidas por la clase dominante o elitista que imponen en gran medida una identidad cultural al sujeto humano, de modo que se llega a interpretar la ‘cultura’ en términos de poder y dominancia: las instancias que han adquirido una posición ‘hegemónica’ son las que determinan las expresiones y los valores culturales de la mayoría. 1 Esto no significa que la cultura es rígida y que no cambie sin la intervención de dichas instituciones. Al contrario, hay una interacción constante entre la clase dominante y la clase dominada, que se caracteriza como una lucha por el poder cultural, y siempre hay maneras desde ‘abajo’, esto es, desde los grupos subalternos, de resistirse a los valores culturales impuestos por los poderes fácticos de ‘arriba’, hasta que los grupos de ‘abajo’ son capaces de formar una ‘contrahegemonía’ que reemplaza la hegemonía de antes. 2 La primera consecuencia, la de la preferencia por trabajar con estudios de caso y la perteneciente interdisciplinaridad, tiene relevancia para la presente tesis, porque el tema racial y el nazismo de Vasconcelos, así como la (in)utilidad de relacionarlos, se han analizado de la misma manera, prestando teorías de varios campos académicos. La 1 2 Jackson Lears, 1985. En inglés: counter-hegemony. 5 lógica de optar por esta metodología reside en el hecho de que la argumentación de la teoría racial vasconceliana se entienda mejor si se considera el espíritu de tiempo en que el escritor se maduró, y si se sigue en grandes líneas la formación filosófica que ha gozado. Enseguida se detalla cómo se ha elaborado dichas influencias en la tesis. La segunda consecuencia, el espacio que los estudios culturales brindan a los grupos subalternos, y a su resistencia a la fuerza hegemónica, es crucial en el análisis de la teoría racial de Vasconcelos, puesto que en ella, el protagonista es el mestizo, la raza que ciertamente ya representó la mayoría de la población mexicana cuando Vasconcelos lanzó su teoría, pero que no obstante fue un grupo subalterno por lo que respecta al poder continental, que residía en las manos de los estadounidenses. Mejor dicho, Vasconcelos identifica el problema de que los norteamericanos blancos impongan sus valores culturales sobre la cultura latinoamericana mestiza e indígena, y advierte al lector del peligro de la hegemonía estadounidense en ‘las Américas’, que no sólo tiene consecuencias culturales, sino también sociales, económicas y políticas. Traduciendo esta idea a un lenguaje contemporáneo, Latinoamérica sería la víctima de una nueva relación de poderes, un nuevo colonialismo, llamado neo- o postcolonialismo, en que Norteamérica es el colonizador y los países del Sur son los colonizados. La crítica al postcolonialismo y la subsiguiente problemática étnica y racial son temas que han recibido mucha atención en los estudios culturales de los últimos decenios. Partiendo de la teoría gramsciana de la zona de tensión entre la élite hegemónica y los grupos subalternos, capaces de formar una contrahegemonía, los postcolonialistas han desarrollado un debate nuevo acerca de las cuestiones de la identidad o la ‘otredad’ del sujeto subalterno, con el fin de llamar la atención del mundo académico sobre el reconocimiento de las minorías. El postcolonialista canadiense Charles Taylor (1994) escribió un ensayo sobre lo que bautizó la ‘política de reconocimiento’, utilizada por los subalternos o minorías a fin de ser reconocidos en su ‘otredad’ del grupo hegemónico. Su reivindicación es ser tratado con dignidad igualitaria, pero la respuesta paradójicamente depende del mismo grupo hegemónico. Este problema del reconocimiento de la identidad subalterna se hace visible también en la literatura postcolonial de América Latina. Diana Palaversich (1995) define la literatura postcolonial latinoamericana como aquella literatura escrita por los subalternos que responden al centro del poder hegemónico, euroamericano y blanco, presentando la 6 concreta realidad política, histórica y cultural del continente. En el reconocimiento de la ‘otredad’ de la raza iberoamericana, el problema central es el del mestizaje. El mestizaje es el producto de la fusión entre españoles e indígenas tras la llegada de los primeros a la tierra de los últimos. La identidad mestiza es un ejemplo clásico del ‘hibridizaje’ cultural identificado por el postcolonialista Homi K. Bhabha, en que el sujeto híbrido ocupa inicialmente un ‘tercer espacio’ en la sociedad, balanceando entre ganar y perder influencia social.3 El ‘tercer espacio’ que el mestizo ocupó en México durante la época colonial, fue el resultado de su diferencia tanto del colonizador español y blanco, que ejercía el poder y lo reservaba para sí mismo, como de los indígenas y negros colonizados, cuya autonomía fue prácticamente nula. Desde aquel ‘tercer espacio’, el mestizo ha ganado, en un principio lento, pero con aceleración en las luchas por la independencia, más terreno y prestigio en la nación, hasta llegar a ser símbolo de nacionalidad ya en los años ‘20 en que Vasconcelos lanzó su teoría. Mas la nueva amenaza para el mestizo en esa época ya no fue un asunto nacional, sino continental: el sometimiento postcolonial a sobredicha dominancia hegemónica de los Estados Unidos en el hemisferio del Nuevo Mundo. Es frecuente en los estudios postcoloniales la crítica al fenómeno que Edward Said ha denominado ‘orientalismo’, que se deja definir como una dominancia de enfoques y metodologías occidentales en el estudio de las culturas orientales, con el resultado de que se distorsiona la percepción del Oriente. En la actualidad, como explica Quentin Kayne (2004: 2-3) en un artículo sobre el postcolonialismo en Canadá, la parte ‘oriental’ de la palabra ‘orientalismo’ podría ser ampliada a ‘no occidental’ que incluye el Nuevo Mundo, dado que el fenómeno ya no se restringe al mundo oriental, sino que es aplicable a todas las culturas no occidentales. Edward Said abogaba por estudiar las culturas no occidentales con enfoques no occidentales, para socavar la hegemonía de los métodos occidentales y evitar que se distorsione la imagen de la cultura en cuestión. En la prolongación a la crítica de Said al ‘orientalismo’ se encuentra el trabajo de otra postcolonialista, Gayatri Chakravorty Spivak. En su ensayo Can the subaltern speak? de 1988, ella propone analizar los grupos subalternos de una manera en que se reconoce su otredad, esto es, por la voz del subalterno mismo. Vasconcelos escribe, desde la perspectiva del propio mestizo, cómo el mestizaje ha sido el catalizador de una cultura latinoamericana y reprocha a los Estados Unidos por 3 En inglés: third space. 7 su omnipresencia en los asuntos latinoamericanos. Por analogía con las propuestas de Said y Spivak, la teoría vasconceliana marca un paso más allá en dirección al reconocimiento de la ‘otredad’ de la raza mestiza, de sus virtudes y de su capacidad para escribir su propia historia, hasta que el mestizo jugaría un papel clave en la formación de una ‘raza cósmica’, término clave de la tesis al que se aborda más a fondo en los capítulos que siguen. Sin embargo, debido a su formación positivista, corriente heredada del occidente, el autor tiene dificultad de escapar del enfoque ‘orientalista’ en su descripción de la cultura iberoamericana. La situación postcolonial latinoamericana es un asunto ambiguo, sobre en todo en México. Por un lado, hay una resistencia a la metrópoli, pero con la dificultad de que las raíces españolas forman parte íntegra de la identidad mestiza. Por otro lado, la influencia hegemónica de la metrópoli se ha disminuido después de las luchas por la independencia, pero el mestizo tiene que defenderse del poder hegemónico de un nuevo invasor, que es el vecino del norte del propio continente. En las obras de Vasconcelos aquí tratadas, tanto la ambigüedad de la identidad latinoamericana postcolonial, como la defensa de la hegemonía de los Estados Unidos están presentes. Dentro del marco teórico, los aspectos más importantes de su manera de pensar son la interacción entre el positivismo del Porfiriato y el antipositivismo del Ateneo de la Juventud; la incorporación de la antítesis Ariel-Calibán, o bien, del arielismo; la rectificación del ‘complejo de inferioridad’ del mestizo frente al norteamericano; sus críticas anticoloniales, antiimperiales y antimonroístas; y su deseo de instalar una nueva unión bolivariana en el continente latinoamericano a base del concepto de la ‘raza cósmica’. 0.3. ESTRUCTURA. Para realizar el objetivo triple expuesto al final del primer apartado, sin desviar de la hipótesis central, la tesis se ha dividido en cinco capítulos. El primer capítulo es la sinopsis biográfica de Vasconcelos, que contiene toda la información necesaria para seguir los pasos desde la inocencia de la niñez hasta sus años nazistas. En cada período de su vida hay experiencias significativas que dejan rastros en la formación de su posterior filosofía: la infancia y la vida en la frontera; los años estudiantiles, con especial atención al positivismo y al Ateneo de la Juventud; los años revolucionarios y la colaboración con Francisco I. Madero; la profesionalización en el terreno de la educación; la campaña presidencial de 1929 y la subsiguiente amargura a causa de las 8 derrotas; la tendencia a la derecha extrema y al nazismo; y la madurez de su filosofía en sus últimas decenias. La información biográfica sirve para responder concisamente a la pregunta de quién era José Vasconcelos y para introducir el transcurso de la vida del escritor, filósofo, político y educador, para que causa y efecto ayuden a explicar los sucesos y decisiones más importantes. El segundo capítulo describe la influencia del espíritu de tiempo en Vasconcelos, y contiene una perspectiva historiográfica sobre las luchas por la independencia y el bolivarismo y la relación íntima entre el Porfiriato y el positivismo. El tercer capítulo trata la formación filosófico-literaria de Vasconcelos, así como las corrientes intelectuales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, que le servían de inspiración para introducir su teoría de la ‘raza cósmica’. Empieza con la importancia del Ateneo de la Juventud para el mundo intelectual mexicano en que José Vasconcelos juega un papel activo. Segundo, se mencionan brevemente las tendencias filosóficas que han influido el pensamiento de Vasconcelos, las que se extienden desde los clásicos grecorromanos y el mundo exótico del Oriente, hasta los contemporáneos filósofos occidentales y latinoamericanos, y el espiritualismo, el catolicismo, el misticismo y el esoterismo. Especial atención es prestada a los ideales del arielismo, y se da una nota crítica a los pensamientos utópicos de los pensadores latinoamericanos, Vasconcelos incluido, a base de la teoría del complejo de la inferioridad de Samuel Ramos. El cuarto capítulo constituye en los análisis de La raza cósmica (1925) e Indología (1926). Se ha seleccionado específicamente la combinación inseparable de este ensayo y este libro de Vasconcelos, porque en el ensayo lanzó por primera vez su teoría racial y en el libro la ampifica y elabora más detalladamente. Primero, se introduce la teoría de la ‘raza cósmica’ en general. Después, se analiza profundamente el contenido de ambas obras, a base de la metodología y las teorías expuestas arriba. Se han separado los prólogos a las obras en apartados independientes, porque merecen especial atención que sirve de buena entrada a la materia principal. En el quinto capítulo se pone en duda, en cuatro pasos, la relación entre la teoría racial de Vasconcelos y el nazismo. El primer apartado describe el transcurso de la campaña presidencial de 1929, que fracasó. El segundo paso es la desorientación provocada por la derrota, que le hizo desviar a Vasconcelos hacia la derecha extrema y al nazismo. Tercero, se discute la crítica a la culminación del colaboracionismo nazi de Vasconcelos en la edición de la revista Timón, patrocinada por la embajada nazi9 alemana, que es sólo escasamente expresada y contiene muchos errores y malentendidos, los cuáles se intenta rectificar. Como se tratará de demostrar, el error más grande es el de relacionar el nazismo de Vasconcelos con su teoría de la ‘raza cósmica’, una vinculación que se rechaza argumentadamente en el cuarto apartado. 10 1. BIOGRAFÍA DE JOSÉ VASCONCELOS. 1.1. DE NIÑO A ESTUDIANTE. José Vasconcelos, completamente José María Albino Vasconcelos Calderón, nació en Oaxaca el 27 de febrero de 1882. A pesar de haber nacido en Oaxaca, no tenía la oportunidad de crecer en su ciudad natal e identificarse como oaxaqueño, debido a que el trabajo de su padre como agente aduanal le colocó en la frontera norteña con los Estados Unidos.4 Su padre es Ignacio Vasconcelos Varela quien, con Carmen Calderón Conde, tenía diez hijos, de los que José fue el segundo. Después de vivir un rato en Sásabe, pequeña aldea sonorense frecuentemente amenazada por los indios yaqui, la familia Vasconcelos se trasladó a Piedras Negras, ciudad fronteriza de Coahuila. 5 Viviendo en la parte mexicana de la ciudad y cruzando diariamente el puente sobre el Río Bravo del Norte hacia su escuela en la parte estadounidense, que se conoce como Eagle Pass, el joven José Vasconcelos cruzaba a la vez un puente cultural metafórico. Aprende ya desde sus años escolares a defenderse contra los prejuicios y la discriminación de los niños norteamericanos respecto a los mexicanos. Alejandra Sánchez Valencia (2009) señala que el reconocimiento de su otredad y su crisis de identidad ya en edad temprana, provocada en gran parte por aquella discriminación de los norteamericanos, se cristalizó en una postura antiyanqui en sus escrituras maduras, en que ataca también al ‘pochismo’ de los norteños, o sea, la pretensión de los mexicanos del norte de ‘agringarse’, dispuestos a entregar su latinoamericanidad por la tecnología y el ‘status’ de los Estados Unidos. Paradójicamente, José Vasconcelos vivía en el último rincón de su propio país y hasta gozaba la educación primaria en otro, mientras más que nadie se conciencia de lo que significa su identidad mexicana, y tal vez más importante, iberoamericana, justo por las diferencias culturales que se le hacen tan marcadas. Esta experiencia de conocer los dos mundos caracterizaría señaladamente su posterior labor filosófica. Acerca de la vida en la frontera, Betzabé Arreola Martínez (2009: 4-5) observa: “Este hecho sería definitivo en la formación de su personalidad, al haber vivido la contradicción entre el Norte violento y criollo, y el Sur indígena (...). Para él y desde su niñez, la nacionalidad era algo imaginario e idealizado, extremadamente frágil y siempre a punto de verse asaltado por indios y norteamericanos.” 4 5 Sánchez Valencia, 2009, pp. 66-7. Bobadilla, 2000, p. 26. 11 La infancia nómada no se termina con su experiencia en Piedras Negras, puesto que la familia se muda a Toluca y más tarde a Campeche, donde Vasconcelos entra al Instituto Científico de Toluca y la Universidad de Campeche, respectivamente. 6 José Vasconcelos tenía una afición por la lectura y el conocimiento, lo que le llevó a la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), viviendo solo desde 1897 en la capital del país. En aquel entonces, recibe la noticia de que su madre se murió, lo que le aflige gravemente. A su madre debe la educación en la tradición católica y el perteneciente conocimiento bíblico, pues siendo fervorosamente cristiana, Carmen Calderón quería proteger su hijo de la ‘yanquización’, la influencia bárbara del protestantismo ‘hereje’ norteamericano. La cristianidad y la espiritualidad inculcadas por su madre, iban a desarrollarse como eje central en la obra vasconceliana.7/8 El estudiante Vasconcelos seguía residiendo en la Ciudad de México después de la preparatoria para comenzar su carrera en Jurisprudencia. Aunque su formación estaba fundada en la ciencia positivista, la corriente filosófica que marca la época del Porfiriato y que se caracteriza por afirmar únicamente el conocimiento empírico adquirido a base de métodos científicos, Vasconcelos y los postivistas se divergían de opinión en algunas líneas. La educación en el dogma católico del hogar paterno chocaba con el rechazo de la metafísica y de la intuición por los Científicos, y la necesidad de maniobrar defensivamente la situación discriminatoria como niño mexicano en la frontera con los Estados Unidos, se oponía a la xenofilia porfirista respecto del vecino del norte. Vasconcelos pronto se desconformaría con el sistema y se junta con algunos estudiantes coetáneos de la misma opinión, para buscar una manera de expresarse en contra de las normas imperantes, lo que resultaría en la fundación del Ateneo de la Juventud Mexicana en 1909.9 Inesperadamente apoyados por Justo Sierra, uno de los Científicos más renombrados, quien, no obstante, estimulaba la creatividad de los jóvenes y abogaba en favor del rejuvenecimiento del mundo intelectual, Antonio Caso, Pablo Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y el propio José Vasconcelos, entre otros, eran los principales fundadores del Ateneo. Fue un espacio que siguió existiendo hasta 1914, en donde la discusión y la crítica filosóficas de la nueva generación podía hacer frente al pensamiento positivista. Sánchez Valencia, op. cit., p. 70. Estrella González, 2009, p. 19. 8 Rosado Zacarías, 2010, pp. 4-5. 9 Ibid., pp. 5-8. 6 7 12 Vasconcelos descollaba sobre los demás ateneístas por vincular la filosofía con la política. El Ateneo fue un órgano de suma importancia para el desarrollo intelectual de Vasconcelos, y un primer paso hacia su compromiso político. 1.2. LOS AÑOS REVOLUCIONARIOS. En su ansiedad de leer, Vasconcelos adquirió conocimientos, pensamientos e ideas de la civilización grecolatina de Europa antigua, y descubrió en el movimiento de Francisco I. Madero una manera de democratizar el país y liberarlo del sistema oligárquico del Porfiriato. Se esfuerza para redactar publicaciones críticas en el semanario del partido antirreeleccionista, cuyo nombre El Antirreeleccionista es de cajón, pero pronto se ve obligado a refrenar su actitud rebelde a causa del descontento del lado del régimen oficial.10 Madero le invita a Vasconcelos a formar parte de su comisión en la lucha armada contra Díaz, y ése lo acepta gustoso, aseverando que el caos violento fue necesario para efectuar una transformación de la nación. Es en esta época que se encuentra con la revolucionaria, maderista y feminista Elena Arizmendi Mejía, su primer amor significativo, llamada Adriana por él. 11 Cuando en 1911, Madero subió a la presidencia, Vasconcelos presentó su candidatura como diputado de Oaxaca, pero no fue seleccionado. Se retiró a profesar la abogacía, alejándose un rato de la política. La presidencia de Madero no iba a durar mucho tiempo, pues durante la llamada ‘decena trágica’ de 1913, el presidente democrático fue asesinado por una conspiración contra él. Un año después, Vasconcelos se posiciona al lado de Venustiano Carranza, pero tuvo que exiliarse al extranjero por los peligros políticos. Carranza lo contrata como agente confidencial en Estados Unidos y Europa, o bien, como representante del gobierno carrancista encargado de buscar aprobación internacional.12 En lugar de sumergirse enteramente en su misión política, Vasconcelos se decepciona rápidamente de Carranza y aprovecha la oportunidad para pasar su tiempo viajando con Adriana y conocer el mundo. De regreso en México, Vasconcelos ya no extiende sus lazos con Carranza, sino se aproxima a Pancho Villa y Emiliano Zapata, con el fin de asistir a la Convención de Aguascalientes.13 En las conferencias, opina positivamente sobre el maderismo y su Bobadilla, op. cit., p. 30. Betzabé Arreola Martínez, 2009, p. 9. 12 Hiroko Ito Sugiyama, 2006, pp. 91-2. 13 Arreola Martínez, op. cit., pp. 6-7. 10 11 13 atribución principal es, de alguna manera mística, el mensaje que lo primordial de la revolución es la redención espiritual de México y de sus habitantes, quienes valen más que el mero asunto revolucionario. El régimen convencionista, bajo Eulalio Gutiérrez, le nombró a Vasconcelos Secretario de Instrucción Pública y, con ello, le brinda su primera perspectiva en establecerse como figura importante para la educación nacional, el ámbito del servicio público en que tal vez los más honorables méritos vasconcelianos se revelarían posteriormente. No desempeñó ese cargo prolongadamente, pues su disconformidad con el régimen nuevamente le da el golpe de gracia, lo que le llevó a otro exilio en 1915. En los Estados Unidos, vuelve a alimentar su mente leyendo los clásicos griegos en la biblioteca de Nueva York, como lo había sugerido su consejero Justo Sierra, hasta que revaloró la ética y estética griegas de manera significante. Publica en 1916 su primer libro Pitágoras. Una teoría del ritmo. La influencia irrefutable de los clásicos sigue siendo presente hasta en las últimas escrituras de Vasconcelos. Se reencontró también con la antigua moral católica enseñada por su madre. Su renovada comprensión de los valores axiológicos es el resultado de la lectura del filósofo neoplatón Plotino, cuyos pensamientos acerca del universalismo y ascetismo son adoptados por Vasconcelos de tal modo que se había convencido de que el alma está encarcelado en el cuerpo y que se tiene que redimir de ello para poder ascender a una esfera superior. Es evidente también la inspiración que Vasconcelos encontró en el arielismo de José Enrique Rodó, pues por la reinterpretada voz del personaje-espíritu Ariel de la obra La tempestad de Shakespeare, Rodó proclamaba en su Ariel una estética a base de sentimientos espirituales, que debería caracterizar el nuevo paradigma de América Latina, resistente al utilitarismo norteamericano. La semejanza entre Rodó y Vasconcelos se hace completa al considerar la importancia que los dos conceden a la pedagogía moral de la nueva generación de jóvenes. Vasconcelos puso a la práctica una versión suya del nuevo concepto de educación y años más tarde recapituló su magnánima labor en el campo de la educación mexicana en De Robinsón a Odiseo (1935).14 Otra influencia en la filosofía vasconceliana procede del mundo oriental. Visto que la materia filosófica de esa parte del mundo sobresale por su abundancia, Vasconcelos no El el tercer apartado de capítulo 3 se discute la influencia del arielismo en Vasconcelos con más precisión. 14 14 ha sido capaz de profundizarse en todas las filosofías orientales, pero en sus Estudios Indóstanicos (1920) da muestras de un amplio conocimiento, digno de llamarlo significativo para su desarrollo como pensador universal. La influencia de los clásicos griegos, de filosofías latinoamericanas como el arielismo, y de algunas filosofías occidentales y orientales en la manera de pensar de Vasconcelos se trata más adelante en el tercer capítulo de esta tesis. Por su estancada situación económica, Vasconcelos acepta una invitación espontánea desde Perú de dirigir el Instituto de Capacitación Tecnológica en Lima y marcha a aquel país con Adriana. Después de poco tiempo, ella optó por regresar a Nueva York y separarse de Vasconcelos, lo que en él resucita su sueño plotiniano de domar los impulsos apasionados del cuerpo por medio de la moral y el intelecto. Su libro Divagaciones literarias (1919) comprende estas ideas libertadoras, así como su lírica en La sonata mágica (1933).15 Adriana mientras tanto, entró en una relación con Martín Luis Guzmán, viejo ateneísta y amigo de Vasconcelos. Cuando éste, de regreso en Nueva York, encontró a su vieja amante en los brazos de su amigo, se desilusionó aún más del amor por esta mujer y volvió nuevamente a la política, otro viejo amor suyo. 1.3. LOS MÉRITOS EN LA EDUCACIÓN. En 1920, Álvaro Obregón asume a la presidencia en México, y se dedica a reconstruir la economía nacional después del colapso económico de la Revolución. En la década de los 20, México experimenta un crecimiento económico gracias al modelo exportador de las materias primas agrícolas, industriales y pecuarios. Obregón también hace subir los presupuestos de la educación y no sólo le abre a Vasconcelos el paso al país, sino incluso lo invita a ocupar unos puestos muy altos en el terreno educativo, allanando así el camino hacia la mayor proeza en la historia de la educación mexicana que Vasconcelos, ‘apóstol de la educación’, llevaría a cabo.16 Primero, Vasconcelos se convierte en Rector de la Universidad Nacional y desde esa posición se veía autorizado a proponer una reforma constitucional con la que más tarde podía crear su propio ministerio. No era una idea al azar, sino más bien fue la extensión a nivel nacional de su obsesión personal por la liberación del alma, pues el papel que su ministerio tendría que jugar era facilitar la transformación espiritual de la población para llegar a la redención nacional. 15 16 Rosado Zacarías, op. cit., pp. 44-5. Lazarín Miranda, 2009, p. 11. 15 Esto dicho, el nuevo rector se compromete con su labor educativa de manera misionera y casi profética; obtiene más autonomía para la Universidad Nacional e inventa un nuevo lema y un nuevo logo para su escudo, desarrollos que siguen vigentes hasta la fecha.17 Además, lanza una campaña en gran escala contra el analfabetismo, con resultado exitoso. En gratitud a su dedicación en el oficio educativo, Obregón le otorga los recursos económicos para realizar la creación de su anhelada Secretaría de Educación Pública (SEP) a finales de 1921. El recién instalado ministro se evidencia contentísimo y fanático en su trabajo, y sus logros son diversos. Reanuda su plan de alfabetizar la población entera, complementado por la difusión de libros y la instalación de bibliotecas, establece el desayuno escolar para evitar que el hambre sea un impedimento para los pobres de visitar la escuela, y funda la revista El Maestro (1921-3) con el fin de animar a los que tienen empleo en el magisterio. Su amiga Gabriela Mistral, poetisa chilena galardonada con el Premio Nobel en 1945, con quien Vasconcelos mantenía el contacto toda su vida presentándola sus teorías, preparó la antología Lectura para mujeres, publicada por la SEP en 1924.18 Vasconcelos consideraba que la presencia de una destacada cultura nacional daba muestras de un pueblo civilizado y que las manifestaciones culturales por lo tanto eran imprescindibles para una educación fructífera de la población. Utilizaba buena parte de los presupuestos de la SEP para estimular la cultura mexicana en todos sitios, por lo que la arquitectura y el arte conocieron en los años posrevolucionarios una verdadera transformación. La difusión del muralismo del ilustre triunvirato formado por Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siquieros, fue estimulada inicialmente con el patrocinio de Vasconcelos desde su ministerio. 19 Algunos de los espléndidos murales pintados por ese trío en los edificios públicos y gubernamentales, incluyendo el edificio de la misma SEP y la ENP, quedan visibles hasta en la actualidad como verdaderas obras maestras del arte mexicano. Los esfuerzos del secretario Vasconcelos en la propagación de expresiones culturales no se limitan al muralismo, sino que se extienden por todas las categorías de la cultura. Durante su ejercicio del cargo ministerial entre 1921 y 1924, florecieron el baile folclórico y la música, tanto la clásica europea como la moderna mexicana, a la vez que Hoy en día, gracias a la iniciativa de Vasconcelos, la ahora Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) cuenta con autonomía completa. En lo concerniente al escudo de la UNAM, más adelante en la tesis se discute la alusión a la teoría vasconceliana de la ‘raza cósmica’ en el lema y el logo. 18 Zaïtzeff, 2009, pp. 29-44. 19 Wood, 2011, pp. 369-374. 17 16 se presentó una revaloración de la artesanía indígena y del arte colonial. Además, la SEP financió actividades culturales y festividades tradicionales, procurando a menudo actuaciones con entrada gratuita y al aire libre en los parques municipales, con objeto de que los más pobres pudieran frecuentarlas.20 Vasconcelos desmitificó así, que la cultura era algo exclusivo y elitista, a pesar de que, contradictoriamente, se autoidentificaba como aristócrata intelectual, por haber provocado una transformación cultural que ninguno de sus colegas ateneístas podía emular. Lo que para unos constituía la mejor contribución a la transformación cultural de la nación, era para otros puro despilfarro, como para el nuevo presidente, Plutarco Elías Calles, y sus seguidores. Vasconcelos sigue trabajando como secretario hasta 1923, y después vuelve a su sueño de hacer carrera en la política nacional probando su suerte una vez más en la candidatura para el gobierno de Oaxaca, pero fue rechazado de nuevo. Más tarde, está en disconformidad con Calles por haber acusado al callista Lombardo Toledano, a la sazón director de la ENP, de abusar la institución como plataforma política callista.21 El ciclo se repite, pues Vasconcelos es exiliado a Europa y los Estados Unidos por mucho tiempo. Trabaja un rato de periodista haciendo críticas del régimen callista en publicaciones para el periódico El Universal, y se hace visible en conferencias y círculos universitarios. En 1926, Calles adaptó la ley para permitir la reelección presidencial. Álvaro Obregón se enganchó a esta reforma presentándose nuevamente como candidato presidencial en 1928. Aunque ganó las elecciones, poco tiempo después le fue quitado el acceso a su segundo plazo de una manera horrenda, pues fue asesinado súbitamente por el extremista católico José de León Toral. Emilio Portes Gil, miembro del gabinete callista, fue nombrado presidente interino desde el asesinato de Obregón hacia 1930. Con impotencia y esmero, José Vasconcelos se mantenía informado de los desarrollos políticos en México desde el extranjero, para lo cual tenía un objetivo muy claro: prepararse para su empresa política más aventurada. 1.4. LOS ÚLTIMOS DECENIOS. De regreso en México en noviembre de 1928, se presenta como candidato en las elecciones presidenciales. Rivaliza con el candidato oficial, Pascual Ortiz Rubio. A lo 20 21 Hiroko Ito Sugiyama, op. cit., p. 96. Estrella González, op. cit., p. 21. 17 largo de su campaña, atrae la atención de muchos obreros, estudiantes y otros grupos descontentos con el gobierno de Calles, pese a que su programa era algo improvisador. Sobre todo del apoyo que recibe de parte de los estudiantes resulta su carisma, porque lo apodan ‘El Maestro de América’, aludiendo así no sólo a sus éxitos en el mejoramiento de la educación nacional, sino a la vez a su teoría de una futurística unión latinoamericana en que la raza mestiza tendría un papel primordial, que había publicado un par de años antes. El apoyo que recibía en número de cabezas contrastaba con el escaso apoyo económico que tenía. La campaña entera fue financiada mediante donativos y aportaciones de amigos u ocasionales personas afortunadas, dispuestas a invertir en el futuro prometedor que les visualizaba Vasconcelos. Una de estas personas acaudaladas fue Antonieta Rivas Mercado, que pronto sería el segundo gran amante de Vasconcelos.22 El episodio turbulento en que Vasconcelos intenta asumir la presidencia, se concluyó de una manera muy insatisfactoria y abrupta, porque el régimen callista, que en cierto modo se sostenía en pie durante los años interinos de Portes Gil, probó tener otros planes que la presidencia de Vasconcelos. El candidato percibe su derrota un día antes de que oficialmente se cerrarían las casillas electorales en un artículo periodístico neoyorquino. El periódico comunica el triunfo de Ortiz Rubio, con lo cual Vasconcelos se da cuenta del fraude electoral. Los vasconcelistas se sintieron traicionados y Vasconcelos intenta recuperar la situación en el Plan de Guaymas (1929) en que se declaró a sí mismo el único presidente legítimo. En el cuarto capítulo, se tratará con más detalle la campaña presidencial de Vasconcelos y la derrota que sufrió luego, con el fin de aclarar en qué sentido su derrota le incitó a tenderse hacia ideologías más extremas. Finalizado su sueño político, Vasconcelos una vez más emprende un exilio largo, a los Estados Unidos, los Andes, Centroamérica y Europa. En su estado de exiliado, no tiene ninguna manera para desmentir los rumores que iban circulando de que ‘traicionó a sus seguidores’. La realidad del fraude electoral fue desdibujada astutamente por el gobierno y cualquier esfuerzo de Vasconcelos de revertir la situación fue en vano. Encima de la derrota profesional de las elecciones presidenciales, perdió en aquel entonces su amor Antonieta, que se suicidó. A partir de aquel momento, el acercamiento 22 Arreola Martínez, op. cit., p. 9. 18 al poder político, que había llegado a su clímax durante la campaña presidencial, se disipó completamente.23 Vasconcelos optó por retirarse físicamente de la política comprometida, pero no dejó de publicar su pensamiento personal, ni sus críticas a la política internacional. En cuanto a su filosofía, la madurez le hizo más productivo que nunca. Al lado de una autobiografía llamada Ulises criollo (1935), Vasconcelos escribió en la segunda mitad de la década de los ‘30 varias obras filosóficas y espirituales, entre las que destacan Estética (1936) y Ética (1939), con reminiscencias a su predilección por los filósofos griegos. En lo que concierne a sus críticas políticas, se nota una desorientación total. Dió una vuelta de 180 grados hacia una preferencia por las dictaduras, y se refugió en el nazismo. En 1939, publicó para la revista nazi Timón. Cuando la revista fue prohibida por el régimen de Lázaro Cárdenas, después de una circulación de nomás cuatro meses, Vasconcelos ya no tenía ningún asidero ideológico-político. Durante el tiempo restante de la Segunda Guerra Mundial y después de esta guerra, Vasconcelos sólo esporádicamente escribió textos críticos sobre la política internacional, pero eran mayoritariamente textos destinados a la prensa en los que adopta una posición mucho más distanciada de sus anteriores objetivos. A la edad de 63, Vasconcelos entra en matrimonio con la pianista Esperanza Cruz, con quien tuvo un hijo, Hector Vasconcelos. Sirvió un período como director de la Biblioteca Nacional y se conformaba con ese puesto. Sus días como director y periodista ya no eran tan movedizos como antes, sino constantes y rutinarios. Tomás Bernal Alanís (2002) da una sinopsis casi exhaustiva de la obra vasconceliana y concluye que balanceaba toda su vida entre el periodismo y la pasión literaria a un lado, y la función política al otro, pero que sus anhelos políticos culminaron en desilusión y luego en una inclinación a la derecha, mientras que su pasión por la escritura periodística y literaria seguía siendo constante. En los años ‘50, se dedicó únicamente a redactar su propia filosofía, que tenía de baluarte el espiritualismo místico, fundamentado en el catolicismo materno y en los clásicos grecorromanos. Parece que el espiritualismo, el catolicismo y el clasicismo siguen en pie como verdades invariables para el amargado Vasconcelos. Eran sus principales estimulantes para seguir trasladando sus pensamientos al papel. En 1952 publica Todología, el exponente máximo de los pensamientos vasconcelianos, donde lo filosófico, espiritual, redentorista, místico, ético y estético se encontraron en un sólo 23 Este asunto se detalla en el segundo apartado del capítulo 5. 19 libro.24 José Vasconcelos murió el 30 de junio de 1959, a la edad de 77. Murió solo en su despacho en Tacubaya, Ciudad de México, a causa de problemas cardíacos, trabajando en su último libro, Letanías del atardecer (1959), que de inmediato fue publicado póstumamente, mientras que todavía estaba inconcluso. 25 24 25 Frondizi & Gracia, 1975, pp. 79-88. Arreola Martínez, op. cit., p. 10. 20 2. TRASFONDO HISTÓRICO: EL ESPÍRITU DE TIEMPO. 2.1. INDEPENDENCIA Y BOLIVARISMO. A finales del siglo XVIII, surgió en Haití un movimiento revolucionario, influido por las ideas de la Ilustración e inspirado directamente por la Revolución francesa de 1789. Al haber luchado por más de una década por su independencia, Haití finalmente alcanzó su objetivo en 1804. El cumplimiento del sueño haitiano de independizarse produjo un efecto de bola de nieve en los demás países latinoamericanos, y en las primeras décadas del siglo XIX, las luchas por la independencia estallaron en todo el continente. Así, también los países hispanoamericanos vieron una oportunidad de liberarse de la autoridad ultramarina de la metrópoli. En México, fue el sacerdote criollo Miguel Hidalgo que en 1810 incitó la rebelión por la independencia, invocando el Virgen de Guadalupe y declarando la muerte a los españoles, pero sus fuerzas eran desorientadas y caóticas. Luego el mestizo José María Morelos siguió su ejemplo, profesionalizando el movimiento independentista. En la Ciudad de México, otro dúo de criollo y mestizo, respectivamente Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, combinaron sus fuerzas en la lucha por la independencia, de las que salieron exitosos en 1821. En otra parte de la región hispanohablante, Simón Bolívar había empezado a luchar por la independencia, triunfando desde 1817 cuando cruzó las llanuras del Orinoco y luego escaló los Andes para sorprender a los españoles. En 1822 tomó Caracas y Quito, con las que ganó el control sobre una importantísima parte de América del Sur. Dos años más tarde, conquistó Bolivia, que lleva su nombre, y Ayacucho, lo que ahora es Perú. Con esas victorias concluyó la lucha por la independencia en la primera mitad del siglo XIX. Sólo algunos países del Caribe retrasaron en independizarse.26 Las ganancias impresionantes obtenidas por Bolívar a favor de la autonomía de la América latina, le otorgaron un estado de ídolo. El sueño bolivariano y el de su adyudante Antonio José de Sucre, fue la unión de todos los districtos de América del Sur bajo un sola administración céntrica. Los latinoamericanos más fervorosamente orientados a la unión de la región hispanohablante del continente, siguen rendir culto a estos dos luchadores independentistas. El heroísmo de Bolívar y sus ideas de independencia y autonomía han inspirado también a Vasconcelos. De hecho es bolivarista de primer orden, dado que su teoría de la ‘raza cósmica’ es en cierta medida 26 Chasteen, 2006, pp. 90-112. 21 un nuevo intento hacia la unión de los pueblos hispánicos de América Latina. Claro está que la teoría vasconceliana no anima tanto a la idea bolivariana de una unión política por medio de la centralización del poder en una administración estatal, sino que apela a la unión basada en la raza y la tradición de la estirpe compartida. La instalación de las primeras repúblicas constitucionales después de las luchas por la independencia acarreó un nuevo honor para la gente de raza mixta, puesto que los mestizos estaban en gran medida, y a veces protagónicamente presentes en estas luchas. La revaloración del mestizo provocó a su vez un nuevo sentido de unidad entre las diferentes razas y clases de las recién independientes poblaciones latinoamericanas. Por lo tanto, era necesaria una nueva imaginación del nacionalismo, y los patriotas buscaban los ideales de soberanía, libertad e igualdad. Si bien la igualdad de razas nunca había estado tan cercana como durante el período relativamente autónomo, que fue el resultado inmediato de las luchas por la independencia, aún se encontraba lejos de la realidad. Las nuevas repúblicas liberales querían reemplazar las viejas jerarquías sociales, pero no eran capaces de llevarlo a cabo. Aunque las clasificaciones del sistema de castas fueron oficialmente rechazadas, en la práctica, las viejas diferencias raciales todavía estaban marcadas. Además, el sueño de la prosperidad y el progreso cedió el sitio a la cruda desilusión de problemas económicos resultantes de las luchas independentistas; México sufrió un atraso económico por la recesión minera y por la falta de vías de transportación modernas, como una red ferroviaria. La promesa de democracia fue destrozada por la corrupción y la violencia políticas, que llevó al caudillismo neocolonial. En breve resumen, la búsqueda de los liberales por un nuevo sentimiento de nacionalismo igualitario fue interrumpida por los problemas económicos acuciantes, a los que sólo el caudillismo ofrecía la solución. En los años ‘30 y ‘40 del siglo XIX, el caudillo más famoso de México fue Antontio López de Santa Anna. Era una persona controversial y oportunista, que vacilaba entre varios intereses y no sólo ejercía influencia como presidente, sino también sobre otros presidentes manejándolos como títeres.27 Dos importantes victorias mexicanas, o más bien defensas a invasiones, son suyas. En 1829, pudo rechazar los intentos españoles de reconquistar México y en 1838, salió victorioso de la Guerra de los Pasteles contra Francia y su intromisión en asuntos económicos. Por sus éxitos bélicos que garantizaron 27 Hernández Chávez, 2006, p. 135. 22 la soberanía mexicana, el caudillo ganó mucha popularidad entre sus paisanos. En la segunda mitad del mismo siglo, otro caudillo, motivado por el santanismo, adquirió mucha fama por sus logros: Porfirio Díaz. 2.2. EL PORFIRIATO Y EL POSITIVISMO. Gracias a las intervenciones bélicas de Santa Anna y sus subsiguientes años de caudillismo, prolongados por Díaz a partir de 1876, la nación recuperó su estabilidad, fundamento necesario para el desarrollo económico. Cuanto más estable era la nación, tanto más interesante para los inversionistas extranjeros, y cuanto más interés en México había desde el extranjero, tanto más podía crecer el país en términos económicos. Importantes bienes mexicanos todavía eran la plata, las fibras, el café, el azúcar y otros productos agrarios. Las tierras, minas y fábricas donde estos productos eran obtenidos, estaban en manos de grandes latifundistas, y la nueva atención a la exportación reforzó una vez más su posición en la cúspide de la pirámide social. El clima político del Porfiriato era un sistema oligárquico en que las familias más afortunadas se enriquecieron aún más debido al crecimiento de la exportación. El flujo de dinero que entró a México en la segunda mitad del siglo XIX fue invertido en la construcción de nuevos medios de transportación y comunicación, como la red ferroviaria y el telégrafo, que hicieron subir aún más el valor de las grandes propiedades. La prosperidad de las familias latifundistas les hizo desplazarse a las ciudades, donde sus hijos podían gozar la mejor educación. Por medio de reformas burocráticas, Díaz creó empleos para las clases medias, que también se trasladaron a las ciudades. Las clases medias eran mayoritariamente mestizas, y la élite era casi exclusivamente blanca, pero el contacto entre estas dos clases sociales y raciales estimuló la mezcla entre ellos. Los mestizos ganaron así más prestigio, pero la clase rural, que era en gran medida analfabética y que por lo tanto no tenía acceso a los nuevos empleos en el ámbito administrativo, fue repelida de las ciudades. Hubo en la época rebeliones de indígenas descontentos con los desarrollos desiguales, por lo que Díaz y los suyos modernizaron el ejército y las fuerzas policiales, con la idea de que podían garantizar el orden y reprimir dichas rebeliones, favoreciendo así el clima para los inversionistas. Era una política de ‘pan o palo’. El lema ‘Orden y Progreso’ sonó por todos lados, pero el orden, que trajo estabilidad para inversores extranjeros, benefició a las minorías oligárquicas solamente y el progreso tiene que ser 23 interpretado en términos económicos, de ninguna manera en términos sociales, pues la desigualdad social se hizo cada vez más marcada. La gran mayoría rural y pobre no sólo fue físicamente ahuyentada de las ciudades y, en el campo, robada de las pocas tierras que aún poseía, y mantenida bajo control por la policía rural, sino para colmo su voz no fue escuchada en absoluto, mientras su nivel de vida se empeoró sustancialmente. La influencia política fue determinada a base de los ingresos que uno tenía, y el sistema administrativo de los centros urbanos era frágil y corrupto. Elecciones fueron fácilmente manipuladas en favor de los más ricos, quienes, cabildeando, se hicieron cada vez más ricos aún, y de ese modo siempre eran los porfiristas en ganar las elecciones. El ideal democrático fue prácticamente anulado. James Monroe introdujo en 1823 su famosa doctrina, con la que garantizó un continente americano para los pueblos americanos, en que los Estados Unidos prometieron un apoyo incondicional en el caso de futuros ataques europeos, fuera la que fuera la parte de América en cuestión. Más allá de una manifestación de hermandad estadounidense, presentada así la doctrina al mundo exterior, fue una jugada táctica para expulsar a Gran Bretaña del continente y explotar las riquezas en el patio trasero que era la América latina. A lo largo del siglo XIX, la influencia británica, antes dominante, disminuyó paso a paso, y los Estados Unidos asumieron una posición hegemonial en el continente.28 A finales del siglo, el monroísmo daba frutos para Tío Sam. Mientras las poblaciones rurales de la América latina empobrecían, los trusts norteamericanos como United Fruit Company obtuvieron ganancias gigantescas. 29 Porfirio Díaz, exclamando ‘pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos’, se veía puesto en un apuro. El Porfiriato era una dictadura neocolonial, que no tenía otra oportunidad que obedecer al poder norteamericano y conchabarse con aquel país.30 El inversionismo extranjerizante daba muestras de xenofilia por parte de las familias olgárquicas, pero la xenofilia porfiriana no fue compartida por todos. Desde ciertos círculos intelectuales sonaban palabras críticas a la rendición de la autonomía latinoamericana a favor de los intereses de las corporaciones norteamericanas. Esos intelectuales, como Rubén Darío, José Martí, José Enrique Rodó y muchos otros, inculpaban la situación empeorada de las poblaciones rurales latinoamericanas a los motivos imperialistas de la presencia de los Estados Unidos en la parte sur del Chasteen, op. cit., pp. 200-203. Galeano, 2004, pp. 144-5. 30 Ibid., pp. 158-9. 28 29 24 continente americano y a su intromisión aumentada en asuntos latinoamericanos. Más tarde, José Vasconcelos se inspiraría en estas palabras antiyanquis, antiimperialistas y anticoloniales. Antes de entrar en más detalle sobre dichas influencias en Vasconcelos, hace falta profundizar en la vinculación entre el positivismo y el Porfiriato. En su artículo sobre el espiritualismo latinoamericano, Bernardo Astigueta (2005) contrapone esta corriente al positivismo que la precedía. El positivismo fue fundado por Augusto Comte durante la industrialización y la Iluminación europeas, pero pese a que surgió como movimiento europeo, tuvo un fuerte arraigo en el continente latinoamericano del siglo XIX. Tanto la creencia positivista de que el conocimiento se obtiene por excelencia mediante los métodos científicos, como la consiguiente idea de que la ciencia era capaz de solucionar los problemas humanos, ganaron mucho prestigio según que se desarrollara la industrialización. Las ciencias más representativas en la organización del positivismo de Comte eran las matemáticas, la astronomía, la química, la biología, la sociología y la psicología, las cuales deberían de ser practizadas por medio del empirismo. Los positivistas se dejaban dictar por las leyes naturales y operaban con los métodos de la inducción y la deducción, y el valor de las investigaciones fue medida a base de la importancia que tenían para la sociedad humana. El positivismo se deja caracterizar, en resumen, por el enfoque en las ciencias exactas con una implicación utilitaria frente a la sociedad, por el empirismo y el experimentalismo, la observación objetiva a base de métodos científicos, la fenomenología, y una actitud en contra de la metafísica. Las teorías de evolución desarrolladas por Darwin y Spencer caben perfectamente dentro del marco positivista, y no es de sorprender que muchos positivistas latinoamericanos eran darwinistas o espencerianistas. Lo que es más, Herbert Spencer, inventor del darwinismo social, podría ser nombrado el máximo representante del positivismo en América Latina. El darwinismo social ejercía una atracción especial sobre los liberales del continente, porque la injusticia social entre las diferentes clases o razas de la sociedad podía ser justificada con la idea de la lucha por la vida y la supervivencia del más fuerte en esta lucha. La dialética de diferenciación en términos de superior versus inferior fue acompañada por una idea de integración forzada al estado (o en algunos casos incluso el exterminio) del más débil, anulando su libertad individual a favor de la orden estatal. 25 A Porfirio Díaz, tal discurso darwinista social, dentro del marco positivista, le servía de excelente apoyo para la justificación de la desigualdad en su propio régimen oligárquico. De hecho, México durante el Porfiriato ha sido más vinculado con el positivismo que ningún otro estado latinoamericano. Los más renombrados representantes políticos e intelectuales de la dictadura porfiriana eran positivistas, llamados Ciéntificos, quienes fomentaban la posición de la ciencia positivista dentro del aparato estatal. Gracias a los Científicos, el positivismo adquirió un alcance nacional, de forma casi análoga a una religión. Entre los más destacados Científicos se encontraban José Yves Limantour, fundador del grupo; Ramón Corral, el designado sucesor de Díaz en la presidencia en 1910, candidato oficial que perdió del demócrata Francisco I. Madero; Enrique Creel, hombre apto en los negocios e imprescindible en el comercio mexicano durante el Porfiriato, porque hizo prosperar la actividad económica; y Justo Sierra Méndez, alto dignatario que gestionó entusiásticamente en favor de la fundación del Ateneo de la Juventud, con el fin de estimular la creatividad de la nueva generación de jóvenes.31 La incorporación del positivismo en Latinoamérica para algunos equivalía la deslatinización o la sajonización del continente, puesto que aquella filosofía fue prestada del Norte sajón. Mientras el régimen porfiriano colaboraba con la Doctrina Monroe y utilizaba la filosofía positivista xenófilamente para llenar los bolsillos con el dinero de las inversiones extranjeras, la crítica a este modo de operar aumentó hacia finales del siglo XIX y al principio del siglo XX. Sobre todo cuando el monroísmo fue elevado a un plano superior con la promulgación del corolario de Theodore Roosevelt a la doctrina, que ya no garantizaba solamente la defensa compartida contra agresiones europeas bajo la hegemonía de los Estados Unidos, sino que facilitaba abiertamente la extensión de intereses comerciales de aquel país en la parte latinoamericana del hemisferio. A la medida de que las circunstancias se desarrollaron cada vez más proestadounidenses, mientras que la desigualdad social no dejaba de ahondarse, Díaz empezó a perder su popularidad. Para muchos intelectuales y antiporfirianos, se ha colmado la medida con la tolerancia de Díaz por los pasos recientes de los norteamericanos hacia el imperialismo, de los cuales el corolario de Roosevelt fue sólo uno. Otros acontecimientos políticos recientes exhibieron claramente los motivos expansionistas de los estadounidenses. El 31 Hernández Chávez, 2006, p. 193-5. 26 anexionismo del país hegemónico, que empezó en los años ‘40 del siglo XIX con el robo de la mitad del territorio mexicano, fue reanudado con la intromisión en las tardías luchas por la independencia en Cuba y Puerto Rico a finales del siglo, y que terminó en la transformación de esos países en protectorados norteamericanos. Además, Hawái y las Filipinas fueron anexados, regiones militarmente estratégicas para la posición hegemónica de los Estados Unidos. Tercer ejemplo es la injerencia de Roosevelt en la separación de Panamá y Colombia, acelerando el proceso hacia la construcción del canal transoceánico, que convenía al comercio ‘gringo’.32 El éxito estadounidense de la política imperialista de Roosevelt tuvo como resultado una propagación de ideas de supremacía blanca en el terreno cultural y racial. Se hizo conocida la llamada ‘carga del hombre blanco’, que consistía en la responsabilidad de los blancos de civilizar a las gentes de ‘razas inferiores’, como los indígenas, los mestizos y los negros en América Latina.33 Eduardo Galeano escribe cómo el filibustero William Walker a finales del siglo XIX ganó terreno guerreando en América Central con respaldo del gobierno estadounidense, y que, en sucesión a tales ganancias, los presidentes Roosevelt y su sucesor William H. Taft orgullosamente exclamaron ideas de la supremacía blanca.34 La visión norteamericana de un panamericanismo era muy diferente a la de Bolívar y Sucre; los Estados Unidos veían la unión americana como ideal estratégico para garantizar su propio liderazgo en el continente. Algunos latinoamericanos recibían el mensaje del supremacismo blanco como verdad, que llevó al desarrollo de un complejo de inferioridad, mientras que otros intentaban a hacer frente a este mensaje. Famosos por sus expresiones antiyanquis y antiimperialistas eran Rubén Darío en Nicaragua, José Martí en Cuba, que presentó un continente americano, ‘Nuestra América’, como concepto de unidad entre las poblaciones latinas, que excluía a los yanquis, y José Enrique Rodó con la publicación de su Ariel, que se discute más adelante en esta tesis. En la prolongación de sus ideas, se encuentra la tesis de José Vasconcelos. Chasteen, op. cit., pp. 203-9. Ibid., pp. 205-6. 34 Galeano, op. cit., pp. 142. 32 33 27 3. LA FORMACIÓN FILOSÓFICA DE JOSÉ VASCONCELOS Y SU MANERA DE PENSAR. 3.1. EL ATENEO DE LA JUVENTUD. En su adolescencia, Vasconcelos fue criado con el positivismo. La Escuela Nacional Preparatoria (ENP) a que asistía antes de entrar a sus estudios, fue creada por Gabino Barreda en 1868, que era un discípulo de Augusto Comte. La ENP era un órgano que utilizaba al positivismo como instrumento ideológico en la educación de la futura generación, con un enfoque unilateral en las doctrinas científicas. La intromisión de Justo Sierra en el programa de la ENP hizo restaurar el equilibrio entre las ciencias y las humanidades, que fue un primer paso hacia el movimiento antipositivista por parte de la nueva generación.35 Esta nueva generación contaba con algunos alumnos bien motivados y autodidácticos, que deseaban sobrepasar los límites del positivismo doctrinario. Uno de éstos fue Vasconcelos, que luego entró a la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Su sueño de llegar a ser filósofo empezó en esa época, pero la educación comtiana de cierta manera le obstruía el camino hacia una filosofía personal, libre de las convenciones positivistas. Para profundizarse en la filosofía y desarrollar sus cualidades de escritor, tenía que buscar otros canales, como revistas intelectuales. Junto con Vasconcelos, muchos estudiantes intelectuales publicaron en Savia Moderna, la Revista Moderna y la Revista Moderna de México. Fue nuevamente Justo Sierra en buscar el equilibrio, esta vez entre la didáctica del estado y la autodidáctica, cuando fundó la Secretaría de Instrucción Pública en 1905. Este órgano ha sido un plataforma utilizado por los futuros ateneístas para educarse en corrientes filosóficas universales. Es ahí donde Vasconcelos se familiariza con Platón, Kant, Nietzsche, Bergson, y muchos otros. Además, es ahí donde lee Ariel de Rodó, que da origen a la vocación latinoamericanista y antiimperialista de Vasconcelos.36/37 José Vasconcelos, en su adolescencia, creció intelectualmente bajo el marco del positivismo, pero pronto se rebelaría más vehemente que casi nadie. Fue uno de los adolescentes de la nueva generación que de modo creativo comenzaron una reacción antipositivista dentro de la armazón del Ateneo de la Juventud, que sobre todo se puso en contra del materialismo y del utilitarianismo que la doctrina positivista defiende. El Ateneo de la Juventud, que más tarde cambió su nombre a El Ateneo de México, fue, de Rosado Zacarías, op. cit., pp. 4-5. Ibid., pp. 6-7. 37 El arielismo se trata más adelante, en el tercer apartado de este capítulo. 35 36 28 1909 a 1914, un plataforma vanguardista en que estudiantes elitarios, descontentos con la demoralización experimentada durante el Porfiriato, se reunieron con el fin de rejuvenecer la atmósfera intelectual, instalar una nueva filosofía de concienciación nacional como fundamento de la educación, y renovar y elevar los valores espirituales, culturales y morales. La concienciación nacional fue una búsqueda por la propia identidad mexicana, la mexicanidad, que los miembros del Ateneo encontraron en su ambigüedad, esto es, entre lo europeo y lo autóctono, y entre lo criollo y lo mestizo, o bien, como describe Roberto Con Davis-Undiano (2000: 120-1): “They defined mexicanidad, or ‘Mexicanness,’ as a set of tensions between the ‘autocthonous cultures’ of Mexico and the European culture that came in the Conquest. Ateneo de México argued that after the Conquest a class of criollos (of Spanish origin) was controlling a nation of mestizos and fairly consistently had kept money, literacy, and political power to itself.” Con Davis-Undiano menciona Vasconcelos como actor decisivo en la búsqueda de la mexicanidad, porque dedica mucha atención al problema fundamental en ella, que es el mestizaje, ofreciendo soluciones en la forma de la necesidad de combatir la separación de razas y la fragmentación de la cultura latinoamericana. La totalidad de las ideas ateneístas acerca de la mexicanidad en muchos aspectos desafía el Porfiriato, por lo que la censura y los insultos eran frecuentes. Acerca del impacto del Ateneo en el Porfiriato, escribe Alejandro Estrella González (2009: 16-7) que el Porfiriato tenía dos polos, uno hegemónico donde domina el capital económico, personificado por Yves Limantour, y otro subordinado, reformista e intelectual, representado por Justo Sierra, y que el segundo polo reformista quería “(...) insuflar nuevos bríos creativos a la red oficial, de manera que sus líderes apreciaron en las posiciones críticas de los jóvenes ateneístas la fuerza innovadora (...)”, pero no sabía en aquel entonces que el Ateneo provocaría una ruptura generacional. En efecto, el ‘binomio porfirismo-positivismo’ fue corroído por el ‘binomio Ateneo-revolución’, porque el Ateneo produjo toda una revolución intelectual antipositivista, que se puede considerar como uno de los precursores a la Revolución Mexicana de 1910, que hizo derrocar el Porfiriato. Paradójicamente, la carga política interrumpió al nivel nacional el proceso intelectual con que el Ateneo había instigado la revolución. El objetivo de la reforma intelectual fue alcanzado más bien al nivel individual, porque muchos jóvenes 29 miembros del Ateneo se manifestarían como escritores y educadores importantes y refrescantes en años posteriores. José Vasconcelos era uno de estos individuos exitosos de la generación del Ateneo. Para él, el levantamiento espiritual de la nación fue alcanzable con el catolicismo. La religión siempre ha tomado una posición central en la cultura mexicana, y hasta los líderes de las luchas por la independencia eran curas y sacerdotes, pero fue en la época del Porfiriato que la antirreligiosidad aumentó, pues a los positivistas les importaba más el razonamiento científico que la mística espiritual. Como reacción a la inversa, Vasconcelos inventó un concepto de vida místico en el cual el dogma católico del amor incondicional, de la emoción y de la sensibilidad estética era el factor primordial. Su idea de la ‘raza cósmica’ es una de las representaciones de este concepto. La renovada atención a la religión en la filosofía antipositivista de Vasconcelos, que había sido inculcado con el catolicismo desde niño, fue una reacción diametralmente opuesta a la pérdida de los valores católicos durante el Porfiriato, pero al mismo tiempo que propugnaba el antipositivismo, le era díficil escapar completamente del paradigma doctrinario del positivismo. Grijalva & Grijalba (2004: 336) constatan que si bien es cierto que Vasconcelos se declara antipositivista, su ensayo sobre la ‘raza cósmica’ no está libre de afirmaciones positivistas, y que en él recurre frecuentemente al paradigma de las ciencias empíricas para fundar su argumentación. Dicho de otro modo, Vasconcelos había quedado atrapado con un pie en el positivismo, mientras con el otro marchaba hacia el antipositivismo. Expresó su discordia con el aparato oficial de modo intelectual, si bien vacilante, durante los años del Ateneo, y más bien de modo comprometido en términos políticos, en los años de la Revolución. Es innecesario repetir aquí la participación de Vasconcelos en la Revolución, puesto que ya está descrita en el capítulo anterior. 3.2. INSPIRACIÓN FILOSÓFICA. La más importante influencia filosófica en Vasconcelos viene de los clásicos griegos y romanos, omnipresentes en su herencia literaria. El escritor conocía La Odisea de Homero, que le inspiró a autonombrarse ‘Ulises criollo’ en su homónima autobiografía de 1935, una de sus obras más famosas. Conocía también las teorías de Pitágoras y empezó su exposición literaria con Pitágoras, una teoría del ritmo en 1916. La ética y la estética de Aristóteles, Platón y Socrates, los tres más grandes, fueron elaborados por 30 Vasconcelos en toda su obra, destacan El monismo estético de 1917, Ética de 1931 y Estética de 1935. Uno de sus últimas escrituras fue el libro Todología, mencionado en el primer capítulo, en que se dejó influenciar por los pensamientos del filósofo neoplatón Plotino. Aparte de su afición por los clásicos grecorromanos, Vasconcelos también se dejó inspirar por las filosofías del Oriente. En su artículo de 2007, Hernán G. H. Taboada analiza la presencia del Oriente y del mundo clásico en el pensamiento vasconceliano, enumerando las numerosas obras que había leído Vasconcelos y que aquí se repiten brevemente. Afirma que Vasconcelos sufrió cambios notables durante su vida, y que también sus pensamientos sobre el mundo clásico y el Oriente experimentaron cambios. A pesar de sus cambiantes ideas alrededor de las filosofías clásicas mundiales, Vasconcelos se distinguió de sus colegas ateneístas por haberse dejado inspirar por la estética y la moral de la India, al lado de los clásicos europeos. En 1920, publicó Estudios Indostánicos (1920) en que la influencia oriental llegó a un máximo. Estas ideas le incitaron medio decenio después a escribir su teoría de la ‘raza cósmica’. Algunas de las ideas orientales que inspiraron Vasconcelos eran el yoga ---que brevemente practicó después de que su amor Adriana partió para Nueva York mientras él se había quedado en Perú---, el pacifismo hindú, el ascetismo, el vegetarianismo y las ideas políticas de Mahatma Gandhi. En lo que se concierne a la literatura oriental, se puede afirmar que Vasconcelos conocía las líricas del poeta Rabindranath Tagore, los épicos mitológicos y religiosos del Mahábharata y de la Bhagavad-guitá, y las historias de Turquía, Babilonia y Persia. Bien podría ser que su afición por la India fue el resultado de la admiración por Madero, quien también había leído los clásicos orientales. Tal como su ejemplo revolucionario y democrático, Vasconcelos participó en sesiones espiritistas y esotéricas: asistió a ritos masónicos y ocultistas y se dedicó a leer libros esotéricos, como algunos de los sobredichos. En exilio, Vasconcelos no dejó escapar la oportunidad de visitar las bibliotecas ilustres, como en Nueva York, Berkeley y París, donde nunca fallaba en observar las colecciones de la India y de otros países asiáticos. Si bien invirtió muchas horas en su interés por la Asia y hasta dedicó un libro entero a sus estudios indostánicos, Vasconcelos fue lejos de un experto y la influencia de los clásicos del Imperio Romano y Grecia como Homero, Pitágoras, Platón y Plotino han sido mucho más crucial en su pensamiento, aunque debe la revaloración de éstos parcialmente a su investigación de 31 las filosofías orientales. Toda la generación de Vasconcelos leía los clásicos griegos, hasta que algunos de los intelectuales mexicanos posrrevolucionarios sabían más de la Grecia que de la propia cultura e historia, pero el Oriente careció de un interés general. En cuanto a la propia historia, Vasconcelos se dejó seducir por la mitología romantizada. Cuando Vasconcelos trabajaba para la Secretaría de Educación Pública, el Oriente, el mundo clásico y la mitología indígena estaban presentes en la arquitectura del edificio, pues el patio representaba el crisol de las cuatro culturas con estatuas de Buda, Platón, Las Casas y Quetzalcóatl. En menor grado que sobredichos intereses, Vasconcelos mostraba un interés por Japón, por el mundo árabe e incluso por los judíos, como está constatado por Taboada (2007: 114): “(...) durante su viaje a Sudamérica, el que sería antisemita desde los años treinta envió desde Buenos Aires (1922) un mensaje a la comunidad isrealita e hizo amistad con un periodista chileno judío.” Sólo en años posteriores se desilusionó de sus propias aseveraciones acerca del papel de los árabes y judíos en el proceso de mestizaje, criticando la plutocracia judía y la barbarie musulmana. Su aversión por esas razas le hace restringirse a su catolicismo materno, al espiritualismo y a la idea de la redención. En lo que se concierne a los filósofos contemporáneos occidentales y latinoamericanos, aparte de los positivistas ya mencionados, Vasconcelos debe su idea del espíritu como energía vital de Henri Bergson; se interesaba por las interpretaciones éticas y estéticas y el ‘superhombre’ de Friedrich Nietzsche; admiraba la renovación de la educación por Sarmiento en Argentina; conocía los discursos sobre la libertad y los valores axiológicos de Alejandro Korn, paisano de Sarmiento; se familiarizaba con los pensamientos metafísicos de Arthur Schopenhauer, la ontología de Nicolai Hartmann, y el existencialismo de Søren Kierkegaard; y hasta algunos de los nuevos conceptos derivados de la botánica, por ejemplo la herencia genética de Gregor Mendel y la idea de la simbiosis de Albert Mathieu Leclerc du Sablon, influían su filosofía. En fin, no vale la pena proporcionar aquí un índice exhaustivo de todos los filósofos y científicos reformistas que leía, pero con estos nombres ya se puede formar una impresión de la erudición de don José Vasconcelos. Entre todas estas filosofías, destaca la influencia de una en especial, el ‘arielismo’ del arriba mencionado José Enrique Rodó, lo que merece un apartado de particular. 32 3.3. EL ARIELISMO. Ariel fue publicada en 1900 por el uruguayo José Enrique Rodó, que ha dedicado su libro ‘a la juventud de América’, con el intento de despertar el interés por la propia cultura y la creencia en las propias capacidades en la próxima generación de jóvenes latinoamericanos. El escritor uruguayo retoma en Ariel los personajes de La Tempestad de William Shakespeare, adaptando los caracteres a la situación del continente americano: el duque Próspero, amo de Ariel y Calibán, que posee conocimiento y magia en Shakespeare, ahora es el sabio maestro en la versión de Rodó, pero cede su papel de protagonista simbólicamente a su alumno idealista y espiritualista de nombre Ariel, que es el espíritu del aire en Shakespeare. Calibán es el salvaje primitivo en la versión original, que en Rodó representa la torpeza, el utilitarismo, el pragmatismo y el materialismo del poderoso vecino del norte. La aplicación de los personajes de la obra shakespiriana a la situación latinoamericana no es una invención de Rodó, sino más bien la inversión de una aplicación anterior de La Tempestad a Latinoamérica. Esta interpretación precursora es de carácter darwinista y espenceriana, y en favor de la raza blanca, puesto que el espíritu Ariel representa la mente lúcida del blanco, que produce la civilización, mientras que Calibán, anagrama de ‘caníbal’, encarna el salvajismo o la barbarie de los pueblos indígenas. Próspero es el colonizador que por su sabiduría y ardides sagaces es capaz de domar las fuerzas binarias representadas por Ariel y Calibán, por lo que la interpretación previa a Rodó es, aparte de darwinista, también colonialista. Ya había críticas prerodonianas a las interpretaciones de la antítesis Ariel-Calibán, por ejemplo en las obras del poeta nicaragüense Rubén Darío y en las escrituras del francoargentino Paul Groussac, que criticó la imagen ensalzada de la civilización estadounidense, hasta llamándola ‘calibanesca’, cuyas palabras palabras seguramente han inspirado a Rodó.38 El escritor uruguayo tenía bastantes motivos para invertir esta interpretación y asignarle a Ariel el papel de protagonista en Ameríca Latina. Expone en su prólogo (1900/67: 22) las cualidades de Ariel en la obra shakespiriana, con el cual hace claro su motivación de convertirlo en protagonista de su propio libro: “Ariel, genio del aire, representa, en el simbolismo de la obra de Shakespeare, la parte noble y alada del espíritu. Ariel es el imperio de la razón y el sentimiento sobre los bajos estímulos de la irracionalidad; es el entusiasmo generoso, el móvil alto y desinteresado en la acción, la 38 Reid, 1978, pp. 346-7. 33 espiritualidad de la cultura, la vivacidad y la gracia de la inteligencia, - el término ideal a que asciende la selección humana, rectificando en el hombre superior los tenaces vestigios de Calibán, símbolo de sensualidad y de torpeza, con el cincel perseverante de la vida.” Concluye (1900/67: 100-2) su Ariel con palabras semejantes, por la voz del mismo maestro Próspero, que en cierto sentido prometéico dice primero que Ariel es ‘la razón y el sentimiento superior’, un ‘sublime instinto de perfectibilidad’ y ‘la arcilla humana a la que vive vinculada su luz’. Sigue con la afirmación de que Ariel vence la rebelión de Calibán y rompe los lazos materiales, recobrando así su hermosura y juventud. Ariel es un proceso de ascensión espiritual, en formas organizadores que dan orden en la vida. La inspiración de Ariel reside en su pensamiento ideal, el buen gusto, el heroísmo y la delicadeza. Atribuyéndole a su protagonista todas estas cualidades, aconseja la juventud de América Latina a tomar a Ariel como ejemplo en la arquitectura de su propio futuro. Rodó (1900/67: 23) explica claramente que los jóvenes latinoamericanos deberían de concienciarse de su potencia y responsabilidad, y una manera para alcanzar esto es que capten el significado de su numen: “Invoco a ‘Ariel’ como mi numen. Quisiera ahora para mi palabra la más suave y persuasiva unción que ella haya tenido jamás. Pienso que hablar a la juventud sobre nobles y elevados motivos, cualesquiera que sean, es un género de oratoria sagrada. Pienso también que el espíritu de la juventud es un terreno generoso donde la simiente de una palabra oportuna suele rendir, en corto tiempo, los frutos de una inmortal vegetación.” Su razonamiento para señalar a las cualidades de Ariel es profundo; hace falta que la juventud haga frente al pragmatismo, utilitarismo y materialismo de Calibán, al mismo tiempo que recupere su autoconfianza y que reconozca la superioridad y la originalidad del genio, en lugar de incorporarse a la mediocridad sin reflexionar, sucumbiéndose así a la nivelación del consumismo. François Bourricaud (1972: 123) compara la índole esotérica de la forma en que Rodó comunica su mensaje con el ‘seminario’ socrático en que los discípulos se reúnen con el maestro ‘pensador’ para escuchar su sabiduría profunda. Vasconcelos es uno de los jóvenes que se da por aludido con las palabras de Rodó y que realmente ha captado el mensaje que transmite la obra rodoniana. La ‘arielización’ de la teoría vasconceliana acerca de la raza latinoamericana, es obviamente 34 presente. El escritor uruguayo no sólo despliegue las cualidades de Ariel, sino también advierte la juventud de dos peligros esenciales. El primero es el empequeñecimiento del espíritu a causa de sobredichos ‘ismos’ encarnados por Calibán. Estos ‘ismos’ suelen presenciarse en Estados democráticos, para los cuales la igualdad es uno de los pilares. La igualdad democrática, según opina Rodó, es un buen punto de partida, pero sólo si el Estado ofrece los medios necesarios para que se puedan desarrollar los que están dispuestos a hacerlo. Si bien es cierto que el efecto de esta libre interpretación de los principios democráticos será justo una desigualdad jerárquica, que la democracia pretende minimalizar, serán los más inteligentes y más aptos quienes descuellan sobre la muchedumbre, empujando la nación adelante. El peligro de mantener la igualdad en todos los sentidos y a toda costa, resultaría en lo contrario, o sea el poder de la muchedumbre y el dominio subsiguiente del ‘número’ sobre la ‘calidad’. El segundo peligro es el proceso que Rodó bautiza ‘nordomanía’. Al fin del siglo XIX, la época en que habla Rodó mediante la voz de Próspero, las naciones latinoamericanas todavía se encontraron en plena formación y modelación. En lugar de concentrarse en el proceso de eclosión de sí mismo y enfrentar las dificultades iniciales, fue fácil eludir al exterior para encontrar en el otro un modelo a seguir. El poder, la libertad, el bienestar y la prosperidad de los Estados Unidos son ciertamente valores respetables y atractivos para otras naciones, hasta que el mismo Rodó muestra su admiración por los logros de los americanos del norte, pero la América sajona y la América hispánica son sencillamente dos mundos distintos. Rodó se preocupa de la posible ‘deslatinización’ del propio continente que será el resultado de la ‘nordomanía’ de los latinoamericanos, si éstos se ceñirían a la imitación de los norteamericanos, olvidándose del desarrollo de sí mismo. El engaño de la reproducción de lo exterior lo compara Rodó con “(...) la ilusión de los principiantes candorosos que se imaginan haberse apoderado del genio del maestro cuando han copiado las formas de su estilo o sus procedimientos de composición.” En su artículo sobre la antítesis de Ariel-Calibán, John T. Reid (1978) explora los orígenes y la evolución del arielismo, así como la utilidad del discurso arielista para la generación de jóvenes del principio del siglo anterior. Mantiene que les sirvió de arma tanto en la lucha política en contra del imperialismo norteamericano, como en la lucha doctrinaria en contra de las frecuentes tesis raciales cuyas conclusiones hablaban 35 abiertamente en detrimento de las razas de color. Reid observa una interesantísima evolución del arielismo: la imagen pintada de los Estados Unidos fue inicialmente idílica, porque los latinoamericanos admiraban el progreso material y la estrucutra política del vecino del norte, pero a medida que el expansionismo de los Estados Unidos empezó a amenazar la integridad de los países latinoamericanos hacia finales del siglo XIX, la admiración se convirtió en antipatía, siendo el mismo materialismo el factor principal de aversión, y la espiritualidad antes considerada factor de atraso, llegó a ser el orgullo compartido. Es ahí donde Rodó ocupa el lugar clave: acentúa que si bien los norteamericanos tenían una civilización superior en cuanto al materialismo, la raza latinoamericana se destacaba por la cultura espiritual, que es una cualidad digna de apreción que no debería de sumergirse por la creciente influencia hegemónica de los Estados Unidos. La ‘nordomanía’ bien puede ser un síntoma del complejo de inferioridad de los latinoamericanos, pero Rodó los avisa que el enfoque en la imitación del vecino del norte puede tener consecuencias peligrosas para la autoimagen. Este complejo de inferioridad fue descrito por Samuel Ramos en 1952 y guarda relación tanto con Rodó, aunque es de origen uruguayo, como con Vasconcelos, quienes no padecen directamente de este síndrome de la raza latinoamericana, sino que estando consciente de la falta de aplomo de su raza, intentan a rebatirlo y rectificar la importancia del mestizo mediante sus teorías prolatinoamericanas. Para explicar mejor este punto, se profundiza primero en el complejo de inferioridad presentado por Samuel Ramos. 3.4. EL COMPLEJO DE INFERIORIDAD. La publicación en cuestión es El perfil del hombre y la cultura en México (Ramos, 1952). Como el título sugiere, Ramos da un intento de esbozar las características de la cultura mexicana en conjunto con una sinopsis psicoanalítica del mexicano. La inclusión de la teoría de Ramos en el análisis de la filosofía de Vasconcelos no es aleatoria. De hecho, Ramos menciona la participación de Vasconcelos, en combinación con Antonio Caso y Alfonso Reyes, en la formación del Ateneo de la Juventud, como un ladrillo en la construcción de la disciplina cultural. Interrumpido por la Revolución, que dió la puntilla al Ateneo en 1914, el camino hacia la disciplina cultural de Vasconcelos continúa en 1919 con la fundación de la Secretaría de Educación Pública. Por sus méritos en el 36 ámbito cultural, intelectual y educativo, Vasconcelos es una de las figuras más importantes en cuanto a la concienciación de la identidad nacional mexicana. En este apartado, el objetivo no es de describir las influencias filosóficas ajenas que han llegado a inspirar y caracterizar la propia filosofía de Vasconcelos, como en los apartados anteriores del capítulo. Más bien, con visión retrospectiva, se analiza aquí la ‘mexicanidad’ de la propia filosofía vasconceliana colocándola en la teoría de Ramos, para poder entender mejor la influencia subconsciente de la cultura mexicana y del carácter del mexicano en la teoría de la ‘raza cósmica’, como introducción al análisis de la teoría en el capítulo que sigue. Vasconcelos con su ‘raza cósmica’ ocupa en el piscoanálisis de Ramos un lugar bastante especial. El escritor prometéico, que ataca el materialismo y el imperialismo sajón con la intención de sustituirlos por una renovada espiritualidad y una unión bolivariana de los países latinoamericanos, representada por una nueva raza fuerte e integrada, puede ser visto como una de las inspiraciones principales de la teoría de Samuel Ramos, pues como escribe Andrés Donoso Romo (2010: 53): “Para Vasconcelos, quizá lo más perjudicial de las filosofías materialistas era el menoscabo que inflingían a la autoestima y capacidad creadora de nuestros pueblos. Poco a poco fue cimentando una reflexión que años más tarde sería retomada por Octavio Paz, la idea de que el mexicano se escondía tras sentimientos de inferioridad que lo sumían en caminos conducentes, en último término, a la desunión política, favorable sólo a los invasores.” Donde Donoso Romo menciona Octavio Paz, sin problemas se puede leer Samuel Ramos, puesto que Octavio Paz, a partir de la segunda edición revisada de El laberinto de la soledad de 1959 (1ª ed.:1950), incluso cita al libro de Samuel Ramos en cuestión, para fundamentar su propia idea sobre los sentimientos de inferioridad del mexicano, esto es, el ‘laberinto de soledad’ que el mexicano ha creado a causa de su alienación nacional. Ahora bien, el eje central en la teoría de Ramos es este complejo de inferioridad. El mexicano se siente inferior a otras culturas, principalmente a la europea, por lo que el mexicano denigra su propia cultura e imita la cultura ajena para sustituir la suya. Esta imitación por gran parte tiene lugar inconscientemente. Una razón plausible para aclarar el fenómeno autodenigratorio del mexicano, es la escisión que marca su cultura. Con la llegada del español, que impuso su lengua y cultura sobre la población autóctona, el mexicano ya no es indígena. La españolización tampoco no se ha completado al cien por cien; el ser mexicano no equivale el ser español. La herencia indígena es una 37 herencia americana, la española es europea. Por lo tanto, el mexicano no es indígena, ni español, y no es americano, ni europeo. El mexicano se encuentra en una crisis de identidad, por la facilidad de autodescribirse en tales términos negativos y la dificultad de aplicarse términos afirmativos. Sobre todo la afirmación de la herencia indígena es problemática, porque el indígena por muchos siglos ha sido discriminado. Una de las causas del complejo de inferioridad es la imagen del indígena creada desde el mundo exterior en la época de la conquista, que tiene repercusión hasta en la actualidad. Al indígena le fue atribuída la primitividad, a pesar de su herencia histórica de las grandes civilizaciones precursores a los imperios maya e inca. La civilización del antepasado indígena fue escamoteada a favor de la nueva medida de civilización que le impuso el blanco desde Europa. Aunque la falsa idea del indígena como raza inferior no fuera compartida por todos, sólo esporádicamente fue desafiada por individuos radicales. El indígena ha aprendido a quedarse pasivo, a servir, y a ser útil para su propio grupo social, enfocándose en la colectividad. A consecuencia de su pasividad, el indígena se ha conformado en cierto modo con la imagen establecida desde el exterior. Para el mexicano, es difícil enorgullecerse de su herencia indígena, porque así reta individualmente la imagen negativa que de siglos había sido impuesta en la raza indígena. A causa de la imagen distorsionada del exterior, la sangre indígena le da vergüenza al mexicano, en vez de orgullo, pero al mismo tiempo, el mexicano sencillamente no puede negar la herencia indígena en su sangre. Cuando México se independizó, más que nunca fue necesario construir una nueva y sana identidad nacional. No es de sorprender que el líder en este proceso no fue el indígena, sino el mestizo. La sangre indígena no llegó a ser producto de orgullo nacional, sino justamente la mezcla de esa sangre indígena con la sangre española. El mexicano tenía que reconocer sus dos estirpes y buscar una manera de enorgullecerse de su ambigüedad, y la solución no la encontró en celebrar una pronunciación de la diferenciación étnica, sino en una mayor integración del indígena en una identidad nacional compartida, pero en principio construida y dominada por los mestizos. La teoría de Vasconcelos es, tal vez, el paroxismo de este proceso. Pero extraer autoestima de una fuente ambigua y moldearla en una matriz híbrida no era una faena sencilla. Ramos, más adelante en su libro, dedicando espacio al psicoanálisis del mexicano, introduce personajes arquetípicos de la sociedad mexicana 38 para explicar la dificultad que experimenta la mente mexicana al reconocer su ambigüedad. El pelado, que se siente un nadie por la poca importancia económica que tiene, es, casi siempre, aquel indígena pasivo, habitante del campo, que compensa su vacío insignificativo con una exagerada presencia masculina, pero esa masculinidad es una apariencia falsa con la que camufla su debilidad. Está en una lucha interna, escondiendo su personalidad real bajo el escudo de la personalidad ficticia, su arma defensiva contra los sentimientos de inferioridad y autodesconfianza. Aunque la raza indígena es pasiva, sirve de catalizador de la actividad del mestizo y del blanco en las ciudades, ubicados en la clase media y la clase alta de la sociedad. Ellos también sufren el problema de compensar su autodesconfianza e inseguridad con una representación exagerada de lo que quieren ser, y hasta con violencia imponen la imagen de su ser ideal al otro. Ramos atribuye al mexicano de la clase media los valores de inteligencia y culto, y la clase media no quiere ser comparada con los pelados que carecen estos valores. En negar su conexión con los pelados, el mexicano culto debe de tener cuidado con la pedantería, su deseo de mostrar el orgullo del talento, de la sabiduría y de la erudición, puesto que fácilmente es entendido como un sabelotodo, a pesar de sus buenas intenciones colectivas. Tal como el pelado, olvidándose de los aspectos que le dan vergüenza, crea un ‘ego ficticio’ con el que cubre su verdadera personalidad. En lugar de huirse de sí mismo, el mexicano necesita concienciarse de sus propias cualidades, así como de sus carencias, para aprender equilibradamente a automejorarse. En el camino de conocerse, el mexicano balancea entre el fracaso de imitar estilos de vida ajenos y la dificultad de formular su propia cultura y propio destino nacionales. Cuando el positivismo disminuyó en fuerza después de la Revolución, el acento en la búsqueda por la identidad mexicana se desplazó, desde la imitación de lo europeo, a la expresión de nuevos sentimientos de nacionalismo, que no obstante aislaron al país y crearon una falsa y estereotipada imagen de la nacionalidad mexicana, que sólo poco tiempo después sería retada por la influencia de la cultura norteamericana en el continente latinoamericano. El mexicano debe de aprender que está formado de todas estas partes y tendría que integrarlas en su propia nacionalidad, sin menospreciar o sobrevalorar cualquier pedazo del mosaico. Puede hacerlo por medio de la educación, enseñando a los paisanos a no ser esclavos de intereses extranjeros y a evitar la mecanización de la sociedad, pero enseñando a la vez a no producir utopías surreales. 39 Para lograrlo, la educación tendrá que ser motivada por la pasión, cualidad humana común del mexicano, como factor general que determinará lo realmente importante en la vida y el conocimiento nacional. La filosofía vasconceliana enlaza perfectamente con este psicoanálisis de Ramos, si bien el peligro al que advierte Ramos también se aplica a Vasconcelos. Era uno de los mexicanos de la clase media que salvaguardaban su inteligenca y culto como bienes valiosos, y de hecho sobresale en muchos aspectos por su erudición, pero no ha sido capaz de escapar la creación de una utopía que vela la realidad. Vasconcelos era muy motivado por la pasión, y hasta la instituía como fundamento de su programa educativo, pero su pasión literaria le llevó a un terreno donde dominaban contradicciones y romanticismos, o bien, como observa Oscar Mata (2007: 149) algo exageradamente: “(...) llenaba las cuartillas con pasión más que con inteligencia”. Súmmum de la utopía vasconceliana es su teoría de la ‘raza cósmica’, que tampoco no está libre de contradicciones, ni menos de romanticismos, pero que a la vez rinde cuentas sobre algunos de los más íntimos deseos de Vasconcelos por el futuro de su continente y raza. La teoría se analiza detalladamente en el capítulo que sigue. 40 4. LA TEORÍA DE LA ‘RAZA CÓSMICA’. 4.1. JOSÉ VASCONCELOS Y EL TEMA RACIAL. En 1925, Vasconcelos publica La raza cósmica, subtitulado Misión de la raza iberoamericana. La tesis central, en las palabras del escritor, es que “(...) las distintas razas del mundo tienden a mezclarse cada vez más, hasta formar un nuevo tipo humano, compuesto con la selección de cada uno de los pueblos existentes.” Esta teoría es una agregación bastante original al debate racial latinoamericano. La tesis vasconceliana supone que las regiones tropicales del continente latinoamericano constituyen el suelo fructífero para la creación sintetizante de una nueva raza. Es una raza ‘cósmica’, una quinta raza que se eclosiona cuando las cuatro razas antiguas del mundo se encuentran. En otras palabras, es América Latina el crisol de todas las razas del mundo y la cuna de la formación de una quinta raza síntesis procediente de ese encuentro. Antes de pasar al análisis, vale la pena mencionar dos observaciones previas acerca de la teoría. Primero, en las palabras de Ignacio Sánchez Prado (2009: 385): “(...) resulta esencial recordar que las ideas del mestizaje y la raza cósmica operativas en Vasconcelos no están pensadas como descriptores de la realidad continental, sino como articulaciones de un futuro posible.” O bien, en palabras semejantes de Arnaud Bobadilla (2000: 33) sobre La raza cósmica: “Aunque no lo diga abiertamente, puede entreverse en Vasconcelos una suerte de deseo por crear un paraíso terrenal donde se dieran cita las virtudes humanas y las bellezas de la naturaleza. Solamente que parece estar cegado por ese fin, por lo que no toma en consideración otros factores reales que se interpondrían para alcanzar su meta y que, de hecho, hasta hoy, no han permitido siquiera vislumbrar un rayo de luz sobre la teoría vasconceliana, la cual está destinada a fracasar en la realidad por no carecer de fundamentos científicos.” Un juicio severo con palabras claras, aunque Bobadilla no menciona, o tal vez no sabe, que en el prólogo a Indología, Vasconcelos abiertamente expresa dudas sobre su propia teoría. Segundo, la posición que Vasconcelos ocupa en el tema racial, con su teoría elaborada en sobredichas obras, es ambivalente y controversial. Por un lado, es una teoría eugenética respecto de la propia raza mestiza. La valoración del mestizo como raza integral de las cuatro razas antiguas del mundo corta las alas del complejo de inferioridad arriba mencionado, recompensándolo con un ideal utópico en que la propia gente desempeña un papel decisivo en la evolución de la humanidad. Por otro lado, es fácil dejarse seducir por la idea de un mejoramiento de la especie en que la finalidad de 41 la ‘raza cósmica’ será alcanzar la superioridad a las demás razas. De este modo, la tesis paradójicamente no escaparía del discurso racista, e incluso algunas aseveraciones en la teoría son plenamente racistas, dando fuerza a la consideración racista de la tesis. Por supuesto, presuponer la superioridad de una sola raza equivale invocar cierto tipo de racismo. Mientras la eugenesia es benéfica para la autoconfianza y el orgullo racial, a la vez provoca sentimientos de inferioridad en las personas de otra raza. Además, ya desde que el ‘superhombre’ de Nietzsche fue generalmente aplicado al debate sobre la superioridad racial, hasta que Gobineau publicó su teoría inherentemente eugenética del ario puro, la eugenesia ha sido un tema frágil y causa de violencia innecesaria, no tanto por la naturaleza de estas mismas teorías, sino más bien por las posteriores reinterpretaciones racistas y nazistas. Ya que Vasconcelos pasaba por una etapa nazista en su vida cuando trabajaba para la revista Timón, algunos críticos de Vasconcelos, que se discuten más adelante en la tesis, notaron que esta colaboración podría ser un paso en falso para encontrar un espacio con el cual podía dar nuevo aliento a su anterior teoría de la ‘raza cósmica’. La ubicación de la ‘raza cósmica’ en la ideología nazista no es de sorprender a la luz de la superioridad racial y la posterior alianza entre el escritor y el eje nazista. Sin embargo, en esta tesis se mantiene que la vinculación entre la ‘raza cósmica’ y el nazismo está basada en un malentendido, pese a que sobredichos aspectos del discurso faciliten la conexión. Primero, si bien el escritor en algunas expresiones toca el borde del racismo, la intención de Vasconcelos de ninguna manera era la de imponer la supremacía de una sola raza en detrimento de las demás, sino justo de proponer la fuerza simbiótica de las razas cuando estén totalmente fusionadas. Segundo, en los años 1925-6, Vasconcelos se encontró en la fase inicial de su campaña presidencial y tenía su mente fijada en otros asuntos. Tercero, la comparación entre el ‘superhombre’ de Nietzsche y la ‘raza cósmica’ o el ‘Totinem’ de Vasconcelos, es apropiada, pero la interpretación nazista del primer término no valida automáticamente una interpretación nazista de los otros dos términos. En este capítulo, se discute sólo el primero de los tres puntos, para volver argumentadamente a los otros dos en el capítulo que sigue. Como la refutación del primer punto de arriba comienza en forma negativa, o sea que indica que Vasconcelos no tenía la intención de ser racista, cabe preguntar más sobre lo afirmativo de la segunda parte de la refutación. ¿Cuáles eran las intenciones de Vasconcelos de lanzar su 42 teoría? El análisis del presente capítulo no pretende dar una respuesta elaborada al ‘por qué’ de la ‘raza cósmica’, por la imposibilidad de calar todos los pensamientos de Vasconcelos y la consiguiente falta de espacio. Sirve más bien para mostrar las pautas principales de la teoría, expuestas primero en el ensayo y luego más extendidamente en el libro, de tal manera que el lector pueda formar una opinión objetiva sobre las ideas aducidas por Vasconcelos, y las influencias que le inspiraron a tales ideas. 4.2. EL PRÓLOGO A LA RAZA CÓSMICA. Ya en el primerísimo párrafo del prólogo, Vasconcelos hace alusión a la doctrina darwinista de la selección natural, posteriormente aplicada a la teoría social por el francés Joseph Arthur de Gobineau, que “(...) dio origen a la teoría del ario puro, defendida por los ingleses, llevada a imposición aberrante por el nazismo.” Al haber mencionado estas doctrinas, seguidas por una reprobación de la interpretación nazista de éstas, Vasconcelos muestra que está consciente a priori de que su tesis se dirigirá a una zona de tensión y procura distanciarse en ella de la ideología nazista. Empieza el prólogo de su tesis con Darwin y Gobineau, por ser éstos los primeros en suponer un tipo de evolución de la especie con la superación de sí mismo o del otro. Mientras que Darwin dedujo de sus observaciones de la naturaleza su famosísima idea del origen de las especies por medio de la selección natural, publicada en el homónimo libro de 1859, limitándose en sus métodos a la ciencia natural, Gobineau observó un par de años antes a la publicación del libro de Darwin una conexión entre raza y cultura, aplicando inconscientemente la doctrina darwiniana a las diferencias entre las razas humanas. La idea expresada en el subtítulo del libro de Darwin, que sugiere la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida, también le sirvió de hilo rojo a Gobineau un par de años antes, en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853/55). La raza favorecida de Gobineau fue la blanca caucasiana, o bien el ario europeo, que según él consideraba, era una raza superior a la negra o a la amarilla mongólica en términos de desarrollo y cultura. Gobineau advertió a su lector de la pérdida de la superioridad del ario y asimismo del caos que resultaría de la mezcla de razas. Según la conclusión de Gobineau, los árabes y judíos eran los culpables a la degeneración de los pueblos nórdicos. 43 No podía saber Gobineau que, medio siglo después de su muerte en 1882, la teoría suya de que el purismo racial convendría al ario llegó a ser explotada por el nazismo alemán y que tendría efectos desastrosos en la sociedad. Mas ni siquiera fue Gobineau, sino Herbert Spencer quien trasladó el darwinismo al nivel social y lanzó la idea de la supervivencia del más fuerte. Por la contraposición de las razas humanas en una dialéctica de fuerte versus débil, el darwinismo social era muy susceptible de distorsiones racistas en términos de civilización versus barbarie. Pronto, las razas de color y las razas mestizas fueron vistas como razas bárbaras inferiores a las razas puras civilizadas, como la raza blanca. Había, claro está, también voces en contra de esta dialéctica darwinista y espencerianista, entre las cuales se encuentra la de Vasconcelos. Como queda constatado en el capítulo anterior, Vasconcelos se había acostumbrado con la doctrina científica del positivismo, lo que le complicaba posicionarse puramente antipositivista. En el prólogo a la tesis de la ‘raza cósmica’, el autor se expresa en contra de la idea discriminatoria derivada del darwinismo social de que las razas mestizas sean inferiores a las razas puras, con la aseveración de que las civilizaciones más impactantes de la historia florecieron en épocas de mestizaje. Su primer ejemplo es el imperio de Egipto antiguo, que comenzó como una civilización bastante blanca y relativamente homogénea, y cuya cultura, tras la penetración negra, cayó en decadencia, pero que merced a la formación de la nueva raza mestiza se convirtió en un segundo imperio más avanzado y floreciente que el primero. Es la etapa mestiza que lleva al Egipto a su apogeo cultural. El segundo ejemplo es la cultura helénica de la Grecia antigua. Allá no ha sido una mezcla de razas blancas con razas de color, sino una mezcla de los diferentes tipos de europeos entre sí, en producir la edad avanzada de la Grecia clásica. Dice Vasconcelos que cuando el Imperio de Alejandro decaía, esta decadencia facilitó la conquista romana, que produjo mestizajes entre griegos y romanos, pero también entre ellos y galos, españoles, británicos, germanos, celtas y toscanos. La invasión de los bárbaros y las mezclas resultantes han sido la fuente de la cultura moderna en Europa. Esta visión vasconceliana, aunque suene a paradoja, brinda a los bárbaros un papel íntegro en el proceso de la civilización, e intenta desmentir así el pensamiento maniqueo en que la barbarie y la civilización son polos opuestos. Los Estados Unidos y Argentina son el tercer ejemplo, tomado del Nuevo Mundo, de que el mestizaje ha producido naciones poderosas. El primero es crisol de razas 44 europeas que ha experimentado un desarrollo en la música, el baile y la sensualidad por la penetración del negro, el segundo es amalgama de razas inmigrantes europeas que ha igualado el bienestar europeo en poco tiempo. En los países hispanoamericanos, se han mezclado preponderantemente españoles e indígenas autóctonos, que a pesar de ser tipos de humanos muy distantes, han engendrado al mestizo que en la actualidad representa la mayoría de la población hispanoamericana. La conclusión que Vasconcelos (1925: 4) deriva de los ejemplos dados del Egipto antiguo, la Grecia clásica y las naciones poderosas del continente americano es que “(...) aun los mestizajes más contradictorios pueden resolverse benéficamente siempre que el factor espiritual contribuya a levantarlos (...)”, y ese factor espiritual es la religión cristiana, que ha ayudado a avanzar a los indios americanos desde el canibalismo hasta la relativa civilización; los pueblos asiáticos al otro lado, que no han sido cristianizados, deben la decadencia de su cultura a su aislamiento. 4.3. LA TESIS DE LA RAZA CÓSMICA. La primera parte de la tesis de la ‘raza cósmica’ habla del tema de mestizaje. Vasconcelos comienza con una descripción socialgeográfica de América Latina, constatando que el continente tiene tierra y población vieja. Testimonian de su punto la masa de los Andes y las ruinas arquitectónicas de las poblaciones indígenas. Estas ruinas son indicaciones de una civilización avanzada en edad temprana, ya fundada anteriormente a los establecimientos europeos y orientales. Recurriendo a la mitología, uno de sus temas favoritos, Vasconcelos aclara la curiosidad de la antigüedad de América por medio de la afirmación de la hipótesis de la Atlántida. Esta civilización misteriosamente desaparecida ha sido, según esa hipótesis, la cuna de la civilización americana de los hombres rojos. Acompaña esa leyenda con otra de la civilización lemuriana, que dio origen a la raza negra en la África, y que precedía a la civilización atlántida. Sólo después aparecieron los hombres amarillos en la Asia y subsiguientemente la civilización blanca en Europa. Se observa una herencia de la teoría de Gobineau en la organización de las razas en color de piel y continente de origen, pues a la raza negra africana, la raza amarilla asiática y la raza blanca caucasiana está agregada por Vasconcelos la raza roja americana. Pero más importante que complementar la teoría de Gobineau, Vasconcelos la invierte diametralmente. Él no cree que haya superioridad de una raza sobre la otra, ni que la 45 mezcla de razas provoque degeneración o caos, sino que del mestizaje de las cuatro razas resultará precisamente la superioridad de una quinta raza, compuesta de todas las estirpes. Vasconcelos parte de la idea de Alfred Wegener de la deriva continental, que sostiene que los continentes estaban unidos, formando un solo continente, antes de irse disgregando hacia las posiciones que ocupan en la actualidad. La civilización en la parte atlántica de este supercontinente dispersado era más vieja que la civilización europea. Las excavaciones de, por ejemplo, Chichén Itzá y Palenque, dan testimonio de esa idea, que implica que el término ‘Nuevo Mundo’ es una invención errónea de los invasores europeos. Después de su grandeza, la civilización de la Atlántida decayó en los imperios azteca e inca, marcando así el principio de la formación de las posteriores civilizaciones indígenas en América que hoy conocemos. En las otras partes del mundo florecieron las civilizaciones de Egipto, India y Grecia, entre otras. Como ya se ha señalado arriba, Vasconcelos dividía las razas en cuatro troncos: el negro, el indio, el mogol y el blanco. Este último, así afirma, se ha convertido en el invasor del mundo. Vasconcelos no liquida este papel del blanco como un asunto malo. Por el contrario, al penetrar todas partes del mundo, el blanco podrá servir de puente para que los cuatro troncos puedan fundirse en formar una quinta raza universal. La invasión del mundo rojo de América ha sido ejecutado por dos ramas del blanco en particular, luchando entre sí por el poder del continente: el español y el inglés. Su predominio en América será, sin embargo, sólo temporal, pues la ‘raza cósmica’ desempeñará el papel principal en el futuro del continente. En línea con el pronóstico de Vasconcelos, la colonización del continente americano por los blancos ingleses y españoles, rivalizando entre sí, ha sido un paso importante hacia el establecimiento de una transformación racial. En la fase inicial de la conquista del blanco, los dos tipos de este tronco racial han sido culpables de mucho derramamiento de sangre del lado de los indígenas autóctonos. Hay una diferencia en la solución posterior al problema racial entre los ingleses del Norte y los españoles del Sur. En 1830, los sajones declararon la Acta de Remoción de los Indios, con la que borraron todas las huellas de la civilización roja del territorio de los Estados Unidos, restringiendo el territorio original del indio a un par de reservas únicamente. El español ha efectuado una lucha cruel en el principio de la conquista del continente, expuesta con sublimidad desde la perspectiva del indio por Miguel León-Portilla (2010) 46 en su Visión de los vencidos. No obstante este principio atroz y las injusticias sociales que perjudicaban el indio durante siglos, el español a fin de cuentas ha buscado maneras para incorporar a la raza indígena a la nación, en lugar de eliminarla físicamente de la superficie. El español se ha demostrado dispuesto a sucumbir a la tentación de cruzarse con otras razas, mientras que el sajón sólo se ha acercado a las otras razas con el fin de consolidar su propia posición, económica y políticamente. La expresión de Vasconcelos de que los ingleses sólo se cruzaban con otros ingleses, mientras que los españoles se habían mezclado con los indios y negros a base del amor, es algo exagerado, pero contiene un fondo de verdad. Explican Patrick J. Carroll & Jeffrey N. Lamb (1995) que la importación de esclavos africanos, principalmente vía el puerto de Veracruz, ha provocado la penetración de negros por toda la república y que, contrariamente a lo popularmente dicho, no se restringían a las zonas costeras por donde entraban, pero que trabajaban también en la agricultura azucarera y tabacalera de la tierra adentro, donde se mezclaban con la población indígena; y, lo que es más, que las castas de descendencia africana, los mestizos y los híbridos raciales entre estas castas, son los grupos raciales que mostraban la más alta frecuencia de matrimonios interraciales, teniendo así un papel de ‘puente’ étnico hacia los demás grupos sociales, blancos e indios, un papel proactivo en la creación de la ‘raza cósmica’. La esclavitud impuesta a los afroveracruzanos importados por los españoles en principio tiene poco que ver con el amor que Vasconcelos pretende observar, pero al otro lado, la importancia de los negros, mestizos y castas híbridas entre estos grupos raciales en propagar el mestizaje es muy digna de estar subrayada. Para regresar a los blancos, asevera Vasconcelos que la diferencia entre los dos tipos de blancos presentes en América ha tenido consecuencias ambivalentes. Remonta frecuentemente a Trafalgar para explicar uno de los aspectos de su punto. En 1805, los ingleses ganaron la Batalla de Trafalgar a los franceses, estos últimos aliados a los españoles. El triunfo de los primeros les permitió a ampliar y fomentar su imperio mundial, que tenía extensión hacia en la India, Canadá y Australia. El mundo anglófono siempre ha sido una unión bajo la metrópoli de Londres, capital financiera, a partir de esta batalla decisiva en la historia, mientras la unión bolivariana no llegó a ser más que una promesa vaga, una utopía bondadosa. En cierto sentido, el resultado de la batalla tenía su repercusión en el continente americano, donde los británicos ejercían cada vez más influencia que el eje francoespañol. Otro ejemplo de la derrota de Francia en 47 América es la entrega de Luisiana a los norteamericanos, lo que facilitó su expansión territorial hacia el suroeste del continente, es decir la conquista de Tejas y California, territorios anteriormente españoles. Como se ha constatado en el capítulo anterior, los sajones americanos reemplazaron la posición dominante de los británicos en Latinoamérica en el período del Porfiriato. Los norteamericanos, una vez independientes de Londres, crearon un nuevo internacionalismo con leyes desfavorables para Gran Bretaña, que servirían a sus intereses y que garantizaban su posición hegemonial. Los mexicanos que establecían su nacionalismo durante el Porfiriato se aliaban algo inintencionadamente y bajo mucha presión con el sajón. Mientras el sajón estaba limpiando su propio territorio de indios, mogoles y negros con el fin de mantener pura la propia raza blanca, ha sido el español, derrotado por el sajón en términos territoriales e imperiales, que se acercó a las otras razas para asimilarlas y formar así una nueva unión latinoamericana en términos raciales. Vasconcelos escribe que los latinos ni siquiera han sido capaces de unir los cinco pueblos centroamericanos, a causa de la intromisión de los Estados Unidos en los conflictos en esa parte del continente latino, para mostrar la debilidad imperial del español frente al sajón. La fuerza del español no fue entonces su imperialismo, pero la derrota imperialista del español se recompensó con el papel muy importante en la mezcla de razas. El español ha sido el puente entre los blancos y las otras razas presentes en el continente, españolizando al indio e incorporando también al negro y al asiático, en lugar de rechazarlos, e instalando así lentamente una mayoría mestiza. Mediante este papel intermediario, el español ha establecido las bases para un nuevo período de fusión entre todos los pueblos, que últimamente llevaría a una raza síntesis. Esa idea de la ‘raza cósmica’ fue una reinterpretación de Vasconcelos de la federación bolivariana, en la forma de una raza que últimamente llegaría a ser superior, más fuerte y omnipresente en América. De ahí la ambivalencia en la diferencia entre los sajones y los españoles: mientras los primeros han podido superar, en el sentido imperialista y económico, a las otras razas, destruyéndolas todas sin vergüenza y bajo la excusa de que fueran sencillamente inferiores, el español al otro lado, al fundirse completamente con las otras razas, ha establecido las bases para una transformación gigantesca hacia la creación de una nueva raza síntesis que será a largo plazo superior a todas las razas anteriores. 48 Para Vasconcelos, no es una coincidencia que la transformación racial tendrá lugar en el territorio latinoamericano. Según su hipótesis, la tierra latina tiene todas las cualidades y es suficientemente fértil para la producción de la futura raza síntesis, y lo primordial de la geografía de América Latina es su clima tropical, pues las grandes civilizaciones procedían del trópico y la nueva raza regresará al trópico. América Latina se caracteriza por su abundancia en riquezas naturales del trópico y además por el espacio vasto en que éstas prosperan, así que convendría explotar los productos tropicales por medio de los recursos científicos para garantizar el bienestar de la nueva raza. Para alcanzar la mayor finalidad en este proceso, es útil aprovechar de las capacidades diferentes de cada raza integrándolas en un poder científico combinado. De este modo, la quinta raza será el fruto de potencias superiores, sin exlcuir a ninguna de las razas anteriores. La idea de la región tropical latinoamericana como cuna de la ‘raza cósmica’ no se le ocurrió al escritor de repente en un momento arbitrario. Como parte de su intento de extender los lazos entre México y los países de América del Sur, el presidente Álvaro Obregón manda a José Vasconcelos a Brasil en un viaje diplomático en 1922. Regina Aída Crespo (2003) analiza tanto aquel viaje diplomático de Vasconcelos, como el de Alfonso Reyes en 1938, otro viejo ateneísta encargado de intimar México con Brasil, para llegar a la conclusión, en el caso de Vasconcelos, de que la estancia en Brasil fue de suma importancia para su teoría racial. Aída Crespo (2003: 190) señala a este hecho, diciendo que: “(...) o ministro anunciava que a quinta raça --- a raça cósmica --- surgiria como uma civilização refinada, que responderia aos esplendores da uma natureza generosa e cheia de potencialidades. Conquistado o trópico pela ciência, a terra da promissão --- Brasil inteiro, Colômbia, Venezuela, Equador, parte do Peru e da Bolívia e a região superior da Argentina --- seria uma realidade.”, y más adelante, que Brasil le estimuló a escribir su libro: “Nao deixa de ser interessante conhecer, passados quase oitenta anos, as magníficas impressões que o ministro mexicano levou de sua viagem oficial ao Brasil e que o estimularam a escrever o seu famoso livro.” La imagen que Vasconcelos pinta de Brasil, mediante dichas impresiones incluídas en los informes de su viaje, es idílica y poco realista. Por ejemplo, Vasconcelos aplauda la política armónica de los presidentes brasileños contemporáneos Passoa y Bernardes, dejando de lado los problemas del país. Abrumado por el esplendor de Brasil, Vasconcelos casi no tiene atención por su tarea de poner México en la agenda política de 49 Brasil. En cambio, se cerciora de que el trópico del continente podría ocupar una posición crucial en el futuro del continente. En algunos discursos integracionistas, sugiere una unión latinoamericana como solución ideal al expansionismo norteamericano. Aída Crespo (2003: 196-7) cree que Vasconcelos lo hizo porque preveía un papel importante para sí mismo en tal unión, y que la publicación de esta idea en La raza cósmica es una idea eufórica y ficticia de un escritor filosófico, que no ha sido capaz de realizarla como político. Agregan Grijalba & Grijalba (2004: 335) sobre el viaje de Vasconcelos a Brasil: “Las crónicas de viajero de Vasconcelos (...) pueden ser releídas como una encarnación presente de esa utopía americana futura sobre la que él discurre en la primera parte de su obra”, y más adelante: “(...) Vasconcelos ‘mitologiza’ su propia experiencia de viaje: no descubre ni conoce nada nuevo sino que, como Colón, comprueba y reconoce lo que ya sabía: América es una geografía de mestizajes y utopías.” La integración de todas las razas en la formación de una raza íntegra y la colaboración de todos en el trópico del continente americano es la idea principal de la ‘raza cósmica’. Al expresar esta idea, Vasconcelos no excluye a ninguna de las razas, a pesar de que les otorga a cada quien sus cualidades a proporción. Si bien Vasconcelos distingue diferencias marcadas entre los cuatro troncos ordenándolos fácilmente por su color de piel, no tiene el ánimo de perjudicar u ofenderlos, sino contrariamente presupone una superioridad que resultaría de la mezcla total de todas las razas, que identifica como un proceso casi espiritual en que cada quien contribuye sus cualidades. Dicho de otro modo, cada raza tiene cualidades y deficiencias, pero juntando lo mejor de cada quien, la nueva raza podrá superar los defectos. En la mitología y la esoteria, se encuentran divisiones paralelas, que muy probablemente han servido a Vasconcelos de modelo. La semejanza con la mitología autóctona es obvia al considerar la leyenda cosmogónica azteca, cuya Piedra de Sol divide la historia del mundo en cinco soles, en que el Quinto Sol sería un período de transformación.39 El proceso que lanza Vasconcelos en que divide cuatro troncos ya existientes en la tierra, que, sólo juntados, evolucionarían hacia un quinto tronco cósmico, muestra semejanza también con el quinto elemento del ‘eter’, o bien la quintaesencia, que según las escuelas de Aristóteles y Platón, se difiere de los cuatro elementos terrenales aire, fuego, tierra y agua, por su incorruptibilidad. La división en 39 Sánchez Prado, op. cit., pp. 391-2. 50 colores de piel, o sea, blanco, rojo, amarillo y negro, cada cual con sus propias cualidades, incluso hace pensar en los cuatro humores de Hipócrates, respectivamente la flema (blanca), el sangre (rojo), la bilis amarilla y la bilis negra, fluidos que cada cual provocan algún temperamento correspondiente. Tal como Hipócrates creía que el equilibrio de los cuatro humores garantizaba el mejoramiento de la salud, así Vasconcelos pensaba que el cruce equilibrado de las cuatro sangres garantizaba la superación hacia la ‘raza cósmica’. El cruce de sangres eventualmente será un proceso espontáneo, súbdito a la ley del gusto. Serán la curiosidad por el otro y el amor interracial los motivos espirituales en la elección de una persona entre la multitud. La ‘ley del gusto’ es una idea con reminiscencias nietzscheanas, por la típica división de la estética en tres etapas. 40 En la unión espiritual que lleva a la formación de la nueva raza mediante la ley de gusto, primero pasamos por un estado material o guerrero. El bienestar material está a la base de cohesión en cada tríbu, y la fuerza material del grupo se defiende con una actitud guerrera, repeliendo agresiones ajenas o haciendo pactos con grupos vecinos. Tal como José Enrique Rodó, en su Ariel, asevera que el bienestar material sólo ha de servir como fundamento necesario para dar a la vida un sentido espiritual que va más allá del materialismo, el estado guerrero de Vasconcelos da sólo un principio a posteriores conexiones entre los seres humanos a base de la ley del gusto, y sirve así de fundamento para garantizar el camino hacia los siguientes dos estados. Cuando toda agresión está contenida, los pactos están firmados, las fronteras definidas y el bienestar material garantizado, el segundo estado sale a escena, que es el intelectual o político. Cada grupo se organiza intelectual y políticamente, y establece relaciones diplomáticas con los demás, por medio de leyes recíprocamente benéficas. Aunque el segundo estado es un paso en adelante hacia el último estado espiritual, sigue siendo un paso intermedio en que no todo es pintado color de rosa. Por el contrario, en la descripción de Vasconcelos del segundo estado, es evidentísima su crítica tajante al positivismo. Dice que estamos presos a la ley del segundo período y que por lo tanto es menester salir de la fórmula en que presta su fe, esto es, la combinación de regla, norma y tiranía. Vasconcelos esboza este estado como un período en que la mezcla de razas y las ligas matrimoniales son estrictamente controladas por las reglas de la norma social, Lo material o guerrero, lo intelectual o político y lo espiriual o estético en la ‘ley del gusto’ de Vasconcelos, estados que se detallan directamente después, son comparables con lo apolíneo, lo dionisiaco y lo místico, etapas en la estética de Nietzsche. Véase: Rosado Zacarías, op. cit., p. 31. 40 51 en que la libertad individual es restringida dogmáticamente por una política tiránica, que hace hincapié en la razón y la lógica superficial, y en que, además, esa tiranía se funda en datos científicos incompletos y falsos, con resultados inválidos. 41 El segundo período, que tiene un parecido extraordinario con el positivismo del Porfiriato, es degenerado conscientemente como paso intermedio entre el primer estado guerrero o material y el tercer estado espiritual o estético. Así, Vasconcelos astutamente desvaloriza el positivismo e impone sus propios valores antipositivistas como objetivo final del tercer estado. La humanidad alcanzará el último estado cuando hace regir las leyes de la emoción, el sentimiento, la belleza, la fantasía, la alegría, la gentileza, el buen gusto en la elección de parejas y la fusión de razas. Entrando en terrenos más valorativos, Vasconcelos identifica como resultado de este proceso, en que el buen gusto por la belleza es la cualidad predominante, un tipo de especie humana superior en términos de temperamento, hermosura, simpatía y felicidad, porque la fealdad no encontrará posibilidad de procrear. El tercer estado de Vasconcelos pretende ir más allá del darwinismo inglés de los primeros dos estados. La teoría inglesa, por ejemplo, define al negro como el tipo de humano que más cerca está al mono, y que necesita ser borrado de la superficie de la tierra para no ensuciar la estirpe blanca, que es vista como la superior por su dominación ecónomica y moral. Es una teoría discriminatoria que presupone una supremacía racial, conveniente para justificar el imperialismo y la exterminación del rival, pero por el enfoque en tal dualidad irrazonable nunca llegará al tercer estado y efectivamente verá su ocaso. No será una raza sola que triunfa en el tercer estado, sino la humanidad en su totalidad. El mestizaje en tres estados, regido por la ley del buen gusto, tendrá efecto en la tierra latinoamericana por excelencia. Dicho esto, Vasconcelos no considera al mestizo inferior ni superior al blanco o a los demás razas. La supuesta inferioridad de la raza mestiza es sencillamente impuesta en ella por la explotación inglesa de la teoría darwiniana. La raza mestiza tampoco no ha de perseguir una falsa ambición de conquistar a las demás razas violentamente para evolucionarse hasta llegar a ser una raza superior a las demás, porque así se restringiría a las leyes del segundo estado. El próposito de la raza mestiza es ascender al tercer estado mediante el esfuerzo de producir en América los fundamentos para la quinta raza ‘cósmica’, que sustituirá los antiguos dogmas dualistas por el solo dogma del amor 41 Vasconcelos, op. cit., p. 24. 52 incondicional por todos los hombres. Vasconcelos cree que los iberoamericanos son especialmente potentes en realizar esa tarea, porque por naturaleza mantienen el amor por la belleza y la sensibilidad estética como razones mayores de toda cosa. He aquí, a propósito, en la tarea que le espera al mestizo en el porvenir, la influencia católica en Vasconcelos, instalando el dogma de amor al prójimo y la estética católica como pilares para la realización de la ‘raza cósmica’. Como conclusión y resumen, la idea central de La raza cósmica es que la parte latina del continente americano posee todas las cualidades para cumplir dicha tarea, esto es, cuenta con un territorio fecundo con abundantes recursos naturales y la presencia de todas las cuatro razas, o sea la blanca, la roja, la negra y la amarilla, que darán su contribución proporcional a la fusión hacia una quinta raza universal, una ‘raza cósmica’, cuya formación se realizará por medio de ejercer la triple ley del gusto, partiendo desde el estado material, pasando por el estado intelectual y llegando finalmente al estado estético, siempre que el amor incondicional estimule el proceso. 4.4. EL PRÓLOGO A INDOLOGÍA. Como se ha indicado arriba, Indología es la prolongación de La raza cósmica. El escritor mismo lo explica al final del prólogo. Peculiar es que el prólogo a Indología es desproporcionadamente largo, ya que ocupa una quinta parte del libro. En él, Vasconcelos se queja del hecho de que los libros con temas fundamentales para América Latina no se encuentren jamás en las librerías, mientras la destinación de los latinoamericanos es formar una colección de los libros herméticos y canónicos. Honestamente, el autor advierte al lector que tiene dudas acerca de lo que había escrito y que no está contento al cien por cien. Por lo tanto, recomienda al lector no leerlo con mucha insistencia y le pide que se realice de que el autor se había dejado guiar por la ambición, más que por la modestia. Eso testifica que Vasconcelos tenía un sano conocimiento de sí mismo y además que estaba muy consciente de la crítica ajena. 42 Hay más cosas del prólogo que llaman la atención. Primero, cuenta que en la edición de la revista La Antorcha, se puso en contra de los trusts norteamericanos, haciéndose enemigos con muchos interesados en la cooperación con los norteamericanos. Dejó la revista a causa del clima paranoico lleno de espionaje, traición y riesgos. Segundo, relata de sus viajes a algunos lugares caribeños, europeos y norteamericanos. En digresiones a 42 Vasconcelos, 1926. 53 menudo poco necesarias, explica que en Cuba se ponía en contacto con los amigos de Unamuno, que las bibliotecas de Italia le inspiraban a construir una biblioteca pública en México, que viajando por Europa se había convencido del atraso mexicano y que la ciudad de Nueva York le fascinaba por la arquitectura. Más interesante es la indicación de que escribió Indología por encargo de Lester Wilson, representante de la Universidad de Puerto Rico. Los portorriqueños veían su tierra lentamente absorbida por el yanqui imperial, que imponía su ciudadanía. Vasconcelos compara el yanqui con negocios en Puerto Rico con un ave de paso, que saca beneficios del país para sus propios trusts, mientras que sólo esporádicamente aterriza en la isla. Debido a su popularidad repentina en todo el mundo iberoamericano tras la publicación de La raza cósmica, los portorriqueños veían en la teoría panamericanista de Vasconcelos una apertura hacia la impugnación del invasor Calibán y estaban interesados en una prolongación a la teoría. Después de Puerto Rico, Vasconcelos viajó a la adyacente República Dominicana, donde fue acogido con el mismo entusiasmo. Se sorprendió de su propia popularidad, pero relativiza inmediatamente la importancia de su teoría racial, aseverando que es algo arbitraria e igual de frágil como la teoría de la superioridad de los blancos. Consciente pues, de que su teoría racial y la prolongación de ésta en Indología es cuestionable y permeable a la crítica, no se repara en publicarla una vez más, en un libro mucho más elaborado. Indología está dividida en siete capítulos: ‘El Asunto’, ‘La Tierra’, ‘El Hombre’, ‘El Pensamiento Iberoamericano’, ‘La Educación Pública’, ‘El Conflicto’, y ‘El Ideal’. El término ‘indología’ es una referencia al Oriente y a los estudios de Vasconcelos de las filosofías indostánicas, pero a la vez refiere a las Indias, o sea, el Nuevo Mundo. 4.5. LA TEORÍA DE INDOLOGÍA. Vasconcelos abre su Indología con una discusión sobre la ciencia. Esta discusión de una vez expone el desacuerdo de él con la universalidad científica como instrumento imperialista. En lugar de intentar a realizar una universalidad imperialista, hace falta la unión entre los hombres respetando y exaltando las características de cada pueblo. Por ende, cada pueblo necesita definir lo suyo, así también el pueblo latinoamericano. En la visión de Vasconcelos, América Latina todavía se caracterizaba por una ‘incultura’, o bien una inferioridad a la civilización de la antigua metrópoli. Este pensamiento refleja que Vasconcelos es incapaz de escapar del complejo de inferioridad, descrito por Samuel 54 Ramos, pese al ensalzamiento del papel de la propia raza en la transformación cósmica de esta. Análogo al modo de analizar de Ramos, este exagerado papel central cedido a la propia raza mestiza equivaldría el escudo de protección bajo el cual se esconde la verdadera raza mestiza que tiene poca confianza en sí mismo. Como primera característica que comparten el Nuevo Mundo y la metrópoli, Vasconcelos menciona la religión cristiana. Ya se ha observado que la cristianidad es un invariable en el pensamiento del escritor, y también en Indología es un pilar principalísimo, dado que propugna la ‘hermandad de todas las estirpes’. Problemática para el fomento de esta hermandad es el aislamiento físico que Vasconcelos identifica en el continente. Considerando las propiedades geográficas, Vasconcelos se da cuenta de que las diferencias de condiciones físicas acentúan el fraccionamiento en nacionalidades, mas las diferencias entre las particularidades de cada grupo étnico en América Latina son menores a la diferencia entre la América hispánica del Sur, en su totalidad, frente a la América sajona del Norte. Aclara su punto en forma dialéctica de yanqui contra latino, con clara reminiscencia arielista. En cuanto al yanqui, es un ser pragmático y utilitario, que necesita el trabajo para vivir y que goza de los resultados inmediatos de su producción, pero es así víctima esclavizada de su propio maquinismo y su deseo de trabajar. He ahí la comparación con Rodó que, citando al físico francés Blaise Pascal, observa el círculo vicioso de ‘la anhelante persecución del bienestar, cuando él no tiene su fin fuera de sí mismo’, denotando con estas palabras el ritmo de trabajo de la vida norteamericana. 43 Vasconcelos sigue el ejemplo de Rodó en denunciar el utilitarismo sajón, pero a diferencia de estimular la juventud positivamente a no hundirse en ese ritmo norteamericano, como hace Rodó, Vasconcelos pinta una realidad algo penosa de su propio pueblo, pues según su observación, el latino es el típico bon vivant que perezosamente evita el trabajo para invertir el tiempo en sí mismo. Cabe preguntar en qué medida su observación será una subordinación sumisa justo a la imagen estereotípica impuesta al latinoamericano por los mismos sajones. Además, el prejuicio de que no hay utilidad en desistir del trabajo para gozar la buena vida, proviene precisamente de la filosofía utilitaria, y la sumisión a esta visión será un acto de inferioridad por parte de Vasconcelos. 43 Rodó, op. cit., p. 78. 55 Aparte de la descripción un tanto negativa de su propia raza, Vasconcelos apunta a la incoherencia espiritual de ésta, que hace necesaria una reafirmación del continente. De ahí su llamamiento del prólogo a la creación de un canon de la literatura fundamental latinoamericana, que podría servir de lazo espiritual entre los pueblos latinoamericanos. Si no es el utilitarismo sajón y la persecución vana del bienestar material, ni tampoco la pereza que hace evitar todo tipo de trabajo y desaprovechar el tiempo que sobre, entonces es la espiritualidad latinoamericana, representada por Ariel, que puede vincular la raza y establecer una personalidad colectiva, a pesar de las diferencias entre los países. La reafirmación espiritual de la raza latina es un asunto de parentesco de sangre y comunidad de cultura, pero aún así los yanquis no están excluídos de participar en el progreso. De hecho, las dos culturas del Nuevo Mundo tendrían que convertir las diferencias, la rivalidad y el conflicto entre sí en factores de progreso para un mejoramiento recíproco. Tal unidad espiritual panamericana y bolivariana, establecida en la parte latina del hemisferio, en que todos los pueblos y razas tienen un lugar parejo es, nuevamente, la esencia, el leitmotiv de la ‘raza cósmica’, tanto en el ensayo homónimo, como en la extensión de ése, que es Indología. La raza iberoamericana, que siempre ha resolvido sus conflictos interhispanoamericanos de manera diplomática, ha de recobrar la concienca de su unidad, con la que es capaz de poner en efecto la fusión espiritual de una raza mixta total en una confederación política, que puede presidir el camino hacia un nuevo ciclo en la historia del mundo. El escritor de Indología deplora que América Latina cayera en las manos de unos caudillos ignorantes, bárbaros y despóticos, que propagan una falsa idea de un nacionalismo patriótico, importada de Europa, que produce aislamento y censura, y que obstaculiza dicha colaboración interhispanoamericana hacia un nuevo sistema político continental. Será sólo después de su propia derrota política que Vasconcelos empezó a simpatizar con los mismos dictadores que reprende en Indología. Por decirlo a la inversa, al escribir Indología un par de años antes de lanzar su propia campaña presidencial, Vasconcelos todavía no quería tener nada que ver con las dictaduras, pero será a partir de la derrota de las elecciones, que se acerca a los dictadores latinoamericanos y, finalmente, al régimen dictatorial nazista de Hitler. Tal como en La raza cósmica escribe que la tierra latinoamericana es el suelo ideal para la creación de la nueva raza, en Indología prosigue desde el mismo punto de 56 partida, y da una descripción más elaborada de las cualidades del continente. Designa a México, por ejemplo, la cualidad del papel céntrico que puede jugar en la creación arquitectónica del nuevo continente, por la ambivalencia de su arquitectura, que está inspirada en la arquitectura europea y completada con elementos típicamente mexicanos. Además, confirma una vez más la necesidad de extraer los recursos naturales de la selva tropical para el bienestar de las gentes del continente, a condición de que sea por una industria sostenible, pues de la forma en que un pueblo cultiva su argicultura, se puede indicar su grado de civilización. A la idea de Bergson, Vasconcelos mantiene que los frutos de la tierra dan las energías vitales al hombre, que debe de utilizarlas como energías místicas para la exaltación de su personalidad. Sería un error antieconómico y una mera injusticia social dejar que se exploten la abundancia de América Latina y el esfuerzo de sus braceros para las ganancias acaparadas de los trusts norteamericanos en posición de monopolio. La colaboración bolivariana de los países latinoamericanos puede ayudar a combatir los excesos del materialismo y resistir el imperialismo norteamericano fomentado por las corporaciones estadounidenses. Constante en la teoría de Vasconcelos es la idea de que “la civilización nació en el trópico y ha de volver al trópico.” 44 Los monumentos más grandes de la humanidad se encuentran en el trópico y prueban el nacimiento de altas civilizaciones; sitios como Chichén Itzá, Palenque y Uxmal hablan por sí solos. Vasconcelos cree que la llegada de las razas germánicas al trópico de América Latina es una indicación de su deseo subconsciente de retornar a las zonas cálidas del mundo donde nació su civilización, dado que estas razas fueron estimuladas por motivos imperialistas a emigrarse hacia el Nuevo Mundo, mientras que la raza americana que allá se econtraba, se había quedado pasivamente en su propio territorio sin pensar en exploraciones ultramarinas. Alimenta su argumento con la decadencia más reciente que se ha presentado en Europa durante y después de la Gran (Primera) Guerra Mundial, como resultado del nacionalismo, o bien, la perduración del hombre blanco en el mismo estado, tanto en el sentido figurado como literal. Mejor obra para el progreso humano es la del mestizaje. América Latina está destinada a abrigar a todas las razas, pues ya conoce todo tipo de combinaciones de mestizajes entre indígenas, negros, europeos e inmigrantes asiáticos. El sajón no está excluído del proceso, pero la imitación ideológica del imperialismo, de la supremacía racial y del desdén de cruces interraciales con razas vistas como inferiores 44 Vasconcelos, op. cit., p. 65. 57 no ha de imponerse en América Latina, porque será contraproducente a su destino. Vasconcelos encuentra soluciones a esos términos de desunión en la forma del mejoramiento de la educación. Por medio de una educación moral hay que eliminar los prejuicios raciales y los sentimientos nacionalistas y patrióticos, y enseñar en la igualdad de razas para facilitar la reunión de todas. En otras palabras, habrá que corregir en la escuela los viejos conceptos de raza, los cuales serán ideas trasnochadas en cuanto todas las razas estén reunidas en una sola raza universal. Problema adicional a la integración planetaria de las razas es cómo sobrepasar el motivo de Babel de la diversificación de los idiomas. El inglés y el español son idiomas candidatos para evolucionarse en linguas francas universales, y dominarlos es indispensable para el futuro ‘hombre cósmico’. El español de América es más coherente que el español de la propia metrópoli, y es además enriquecido por criollismos e indigenismos. Para que el español llegue a ser puente de razas futuras, es necesario estandarizar el sistema lingüístico del castellano por medio de, nuevamente, la educación. El enfásis de Vasconcelos en el mejoramiento de la educación es un vestigio de sus grandes méritos en la transformación educativa de la nación con la creación de la Secretaría de Educación Pública. En cuanto al debate sobre el pensamiento iberoamericano, Vasconcelos arguye sorprendentemente en contra de una filosofía regional, y en cambio aboga por una filosofía mundial en que cada raza aporta lo suyo después de haber revaluado los valores impuestos en sí. La gran aportación de América Latina al conjunto filosófico entonces podría ser una filosofía que ofrece perspectivas distintas y renovaciones acerca de las tradiciones antiguas, debido a la concienciación nacional que sólo empezó después de las luchas por la independencia de la primera mitad del siglo XIX, alterando después de siglos la filosofía de la época colonial. Al otro lado, la civilización autóctona de América, gracias a sus herencias atlántidas, posee una tradición cultural antigua y un avanzado desarrollo espiritual, que ha conservado su esencia a través de los siglos. La filosofía iberoamericana es una creación sincrética, pues, que por un lado ha sido creado con la conquista, el colonialismo y la teología cristiana, pero que ha renovado estas tendencias mayoritariamente occidentales después de las independencias, y que al otro lado ha heredado el espiritualismo, la mística y las religiones indígenas como invariables de la historia. 58 Cuando la independencia hizo disminuir la influencia del mediterráneo, la filosofía francoinglesa penetró el continente americano, introduciendo en las numerosas universidades latinoamericanas las ideas de Rousseau sobre la razón y el dogmatismo, las teorías de la evolución y la selección natural de Darwin y Spencer, y los métodos científicos del positivismo comtiano. Sacada de éstas ideas fue la suposición de que el mestizo, como producto híbrido, fuera una raza inferior a las de sangre pura, como el blanco europeo. Había dos salidas del positivismo para los propios mestizos, la de restituirse a las anteriores teorías poco satisfactorias, y la de sucumbir a la creciente influencia norteamericana que difundió una filosofía utilitaria de materialismo social. Para Vasconcelos, que había crecido como adolescente en el Porfiriato positivista y que en el Ateneo de la Juventud había encontrado la oportunidad de rebelarse contra el positivismo y propugnar un renovado espiritualismo, fue una enfermedad del espíritu el materialismo ateísta y consumista que provenía de Calibán del norte. Evoca en Indología una vez más a la memoria ese peligro de los Estados Unidos, con el mismo tono arielista. Repite la solución que ofrece en La raza cósmica, y es un movimiento filosófico fundado en decisiones emotivas, porque la raza iberoamericana, si motivada por la ley de la emoción, será capaz de hacer frente al materialismo con el enfoque en el juicio estético de la belleza. No fue el materialismo pues, sino la ley del buen gusto que se tenía que enseñar en las escuelas públicas. Vasconcelos ingeniosamente recurre al culto indígena de los dioses Huitzilopochtli y Quetzalcóatl para aclarar la dialéctica entre el materialismo y el espiritualismo. El primer dios era el dios sanguinario de los guerreros aztecas y el segundo era el dios educador que representa la sabiduría y la virtud. El primero corresponde con el primer estado de Vasconcelos, el estado guerrero o material, mientras que el segundo corresponde con la educación hacia el tercer estado espiritual o estético, por medio de la ley emotiva del buen gusto. América Latina debe un gran paso al frente en la organización sistemática de la educación pública a la labor de los misioneros. Donde ellos por un lado, al imponer en los indígenas el idioma castellano y la fe católica, destruyeron las creencias y tradiciones autóctonas, por otro lado trataron de conservarlas por escrito, e hicieron subir el nivel de alfabetismo, enseñando a los indígenas a leer y escribir, en tanto que erigieron escuelas de religión, lengua y arte. Por haber emprendido el camino hacia el mejoramiento de la educación, los misioneros contribuyeron al entendimiento mútuo y 59 así a la homogeneización de la población latinoamericana, mientras que en los Estados Unidos el territorio indígena fue aislado en reservaciones restringidas, dificultando el contacto interracial y agudizando literalmente las fronteras entre las razas. En contraste con los conquistadores, que no trajeron más que violencia, explotación y exterminio, agravando las diferencias raciales, los misioneros tenían un papel asimilador expresado en su labor educativa. La inclusión en Indología de los méritos educativos de los misioneros es una alusión a la misión que el propio escritor quería cumplir en elevar el nivel de la educación en el continente. Enumera y aplauda otros avances en el sistema escolar, entre los cuáles el trabajo ejemplar de Sarmiento en Argentina, que ha reformado la escuela básica al modelo europeo, con énfasis en la moral; la enseñanza secundaria en Brasil, que ha elevado el nivel de sus gobernadores y políticos; la lucha costarricense en contra del analfabetismo, que ha resultado exitoso en extirparlo casi completamente; y el alto nivel de los gramáticos y poetas colombianos. Estos avances en el progreso de la educación contrastan con el estancamiento que se ha presentado en las tiranías oligárquicas de otros países, México incluido. El santanismo de México, resucitado durante el Porfiriato, dejó a las masas en ignorancia acerca de su verdadera historia nacional, porque favoreció la penetración sajona en México, mientras que celebraba hipócritamente el heroísmo de sus déspotas. 45 La renovación del santanismo durante el Porfiriato, le causó sentimientos de dolor y vergüenza a Vasconcelos, porque la educación debería de ajustarse a los verdaderos intereses nacionales. Solamente apruebe el esfuerzo del porfiriano Justo Sierra en modernizar la enseñanza primaria, a pesar de que su ministerio tenía limitados fondos a su disposición. Como Sierra le había ayudado a Vasconcelos en fundar el Ateneo de la Juventud, cabe reconsiderar la parcialidad del juicio del último sobre el primero. Además, Vasconcelos aplauda Madero y Pino Suárez, otros ejemplos suyos, por subir los presupuestos destinados a la educación pública, logros desgraciadamente revertidos por Carranza. Terminado el carrancismo, fue bajo el mandato de Álvaro Obregón que los presupuestos para la educación, tras un tajo inicial, nuevamente aumentaron. Es en aquel entonces que José Vasconcelos pudo efectuar su obra titánica de crear el Instituto de Indios y la SEP. 45 Sánchez Valencia, op. cit., p. 68. 60 Vasconcelos dedica bastante espacio de Indología a la estructura de dichas instituciones por él creadas, probablemente como preludio a lo que la población podía esperar en los futuros años de su presidencia, hipotéticamente hablando, porque nunca llegarían a efectuarse. El Instituto de Indios tenía como objetivo la integración de los indígenas a la sociedad mexicana, proyecto que fue apoyado tácticamente por el gobierno, al que convenía una población más coherente. La integración del indio en el sistema nacional favoreció a la vez la mezcla de sangres entre el indio, el mestizo, el blanco y el negro. La SEP fue una institución dividida en tres departamentos: uno Escolar, para la organización de las escuelas, uno de Bibliotecas, y otro de Bellas Artes. La importancia de la SEP fue enorme para la propagación de la cultura nacional: mejoró la educación y el magisterio, hizo circular los libros clásicos y aumentar la cantidad de bibliotecas, y subvencionó conciertos al aire libre, decoraciones muralistas, obras de teatro y música, canto popular, baile nacional, etcétera. Además, la SEP se esforzó por combatir la pobreza ayudando a los más necesitados. 46 Para regresar al tema racial, Vasconcelos descubre en Indología un conflicto doctrinario de ideas entre la América sajónica y la América hispánica respecto del encuentro de las razas. La primera doctrina, defendida por los sajones, es la espenceriana del predominio del más fuerte, que está opuesta a la otra, la hispánica, que defiende una cooperación de razas y culturas. Como causa del conflicto, el autor sugiere el desequilibrio de fuerzas en el continente entre la raza blanca y la raza mestiza e indígena. Su previa incitación de explorar el vasto territorio latinoamericano y explotar sus recursos naturales con inteligencia y justicia no es sólo una manera de hacer elevar el bienestar de la futura ‘raza cósmica’, sino también una defensa al poder egocéntrico y hegemónico de los Estados Unidos, que había usurpado Tejas, California, Cuba y Puerto Rico, y que además se había entrometido rigurosamente en asuntos de Centroamérica, por ejemplo en Nicaragua y Panamá. Debido a la situación sofocante del caudillaje y el atraso económico que sufren las masas, muchos mexicanos y venezolanos, entre otros latinoamericanos, optaron por mudarse a los Estados Unidos en expectación de más libertad de movimiento y fortuna económica, pero la respuesta de los Estados Unidos fue la de cerrar sus puertas a los inmigrantes indeseados. Ni siquiera los caudillos son enteramente culpables de engañar a las propias poblaciones, porque la victoria de armas, en lugar de una victoria de la 46 Lazarín Miranda, op. cit., p. 12. 61 justicia, hace que los líderes de estados latinoamericanos se vean forzados a cooperar paranoicamente con los Estados Unidos, para no tener que encontrar la oposición de aquel gigante hegemónico. Como reacción a esta cuestión complicadísima, Vasconcelos se pregunta si es mejor dejarse dominar y venderse, o en otras palabras, ‘prostituir el interés patriótico’, para la mera satisfacción de otro país, que encima había provocado la rivalidad, en lugar de reunirse en una unión latinoamericana, que puede hacer frente a la amenaza de los Estados Unidos. De nuevo, Vasconcelos tiende a apelar al fenómeno autodenigratorio del latinoamericano, definido como complejo de inferioridad por Samuel Ramos, para después inmediatamente rectificarlo en un contexto más positivo de relativización. Cuando escribe que la situación en que se encuentra Latinoamérica es precaria, en contraste con el ‘éxito’ imperialista de los Estados Unidos, enseguida afirma que la cuestión del desequilibrio y de la injusticia es un problema compartido. Dicho de otro modo y con las propias palabras del escritor, “(...) la situación es grave: Grave para nosostros, que en estos instantes somos los débiles; pero en realidad no menos grave para los más fuertes de hoy, porque la decadencia de los más grandes imperios siempre se inicia con la injusticia que se comete contra los vecinos.” 47 De la misma manera en que ya aclaró en el prólogo de La raza cósmica por medio de algunos ejemplos históricos del destino de grandes imperios de la antigüedad, Vasconcelos supone que tales imperios decaen irrevocablemente siempre que no abriguen a todas las gentes con equivalencia. Como ya está analizado, la solución que Vasconcelos ofrece al problema es el mejoramiento de la educación. Como el problema es compartido, el mejoramiento de la educacion también debería de efectuarse a ambos lados del continente. La iluminación acerca del valor de la propia raza y la persuasión de que sea capaz de realizar grandes cosas, así como el error del carácter dócil y tolerante frente a las dictaduras y los caudillos asesinatos, es una lección necesaria para los latinos, al mismo tiempo que los norteamericanos en su enseñanza deberían de ser convencidos de la virtud de la justicia. Según los ideales de Vasconcelos, hay que denunciar todo lo que va en contra de los intereses humanos, como el odio entre las razas y los abusos injustos, y por el contrario hay que enfocarse en la lealtad y la hermandad. 47 Vasconcelos, op. cit., pp. 198-9. 62 Hablando de los ideales de Vasconcelos, éstos se lee en las reflexiones finales de Indología. El escritor está muy consciente de que no todo lo que escribe es aceptado por las corrientes principales en los pensamientos iberoamericanos, y actúa además con prudencia, porque en su libro ha entrado frecuentemente a un discurso peligroso en que los poderes fácticos están asediados críticamente. Invita al lector a utilizar acá y acullá un tanto de fantasía e ilusión, que están a la base de todo tipo de creación, para poder seguir, o incluso aceptar, los ideales utópicos de la teoría, y para luego interpretarlos individualmente, pues cada afirmación admite múltiples interpretaciones. El ideal vasconceliano es la formulación de un nuevo credo continental con una doctrina racial correspondiente que posibilita el progreso. Sin mencionarlo explícitamente, es obvio que hace alusión a su propio aporte a la doctrina racial como escalón en dirección a tal formulación. Su aporte en la forma de la hipótesis de que surgirá una ‘raza cósmica’ está sustentado por la ley de los tres estados, lanzada en La raza cósmica, y extendida en Indología con una subley de cinco períodos. El resultado es una ley de tres estados, el primer estado guerrero o material, el segundo intelectual y el tercero estético, que equivalen, respectivamente, al período militar, al período de los acuerdos, del intercambio, de la organización, y de la concepción emotiva de la belleza de la vida. La subdivisión quinaria en períodos que apontocan el transcurso de los tres estados, que a propósito hace pensar otra vez en la leyenda cosmogónica de los cinco soles, está aclarada por medio de una caracterización estereotipada de las profesiones más representativas de cada período. Estas son el soldado, que representa el estado guerrero y el caudillaje; el abogado, que redacta y defiende las reglas jurídicas y los acuerdos; el economista, que tiene que cuidar el bienestar económico de la población; el ingeniero, cuya tarea es de garantizar un mundo habitable y duradero; y últimamente el filósofo, que hace asequible los conocimientos necesarios para la elevación del espíritu. Al momento de escribir su Indología, Vasconcelos supuso que la humanidad había llegado lejos ya en los períodos del segundo estado intelectual, pero que se encontraba con dificultad de escapar de algunos de los rasgos del estado materialista o guerrero, y que por lo tanto no estaba al cien por cien preparada todavía para ascender al tercer estado espiritual y estético. La ley de tres estados, subdividida en cinco períodos, sólo funciona bajo la condición de que se fusionen las razas y culturas de tal manera equilibrada que ya no se puede 63 hablar de superioridad versus inferioridad. Vasconcelos propone muchos cambios fundamentales para realizar la metamorfosis al tercer estado. Ha de acabar el imperialismo, con sus implicaciones oprobiosas para los pueblos oprimidos, antes de que se decaiga, y hay que sustituirlo por un sistema de conexiones entrelazadas con beneficio mútuo. Han de acabar el acaparamiento y la corrupción, y hay que dejar la vía libre a la inteligencia, la justicia y la moral, que son necesarias para un aprovechamiento abundante, igualitario y humano de los recursos naturales. Ha de ser evitado, además, el sistema corporatocrático, los monopolios de los trusts, el latifundismo y el caudillaje que los soporta, y hay que instalar una industria que está al servicio de todos, para que eche una mano a la civilización entera, que luego podrá invertir su energía colectiva en las cuestiones trascedentales de la vida y la superación espiritual. Ningún tipo étnico está excluído del destino de Latinoamérica, al mismo tiempo que el porvenir del continente no pertenece a ningún tipo étnico exclusivo. La creencia del ‘pueblo elegido’ es una idea anticuada, y no es más que un reflejo del atraso de aquel pueblo. Es el destino del continente que todas las razas se crucen, tanto indígenas y blancos, como negros, mestizos, asiáticos, mulatos, etcétera. Vasconcelos considera el proceso de mestizaje como una fusión biológica contraria al darwinismo, y aclara su punto por medio de una digresión a la botánica. La estrategia de supervivencia no es la lucha por la vida, sino la simbiosis, y son la sensibilidad, la simpatía, el instinto y la belleza, como valores dominantes de la espiritualidad, los principios que promueven la elección de los genes hereditarios. Los que aumentan su potencia espiritual son los que convierten su superación individual en un factor de servicio general. Son ellos que se caracterizan por su tendencia al sincretismo, a la eugenesia, a la incorporación de concepciones religiosas y morales en su vida, y a la revelación de su energía divina. Son ellos los paladines del nuevo ciclo mundial en que la América latina tiene un papel primordial. Un ciclo, en resumen, en que la humanidad conocerá la universalidad de todos los valores combinada con la síntesis de todas las razas. 64 5. JOSÉ VASCONCELOS Y EL NAZISMO. 5.1. LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL DE 1929. Desde su campaña racial de la ‘raza cósmica’ en 1925-6, Vasconcelos se preparó para su campaña política más atrevida y avanzada: la de las elecciones presidenciales de 1929. Elevó su mensaje mesiánico del tema racial al plano político en sus discursos de la campaña presidencial. En contra del candidato oficial Pascual Ortiz Rubio, apoyado por el régimen pseudodemocrático de Calles, Vasconcelos se presentó como un reformador y prometió el público la vuelta a la independencia, al estado libre, democrático y honesto, con especial atención a la soberanía del propio pueblo. Hay una semejanza entre su campaña presidencial y la de su ejemplo en los años de la revolución Francisco I. Madero, como describe Oscar Mata (2007: 151), y es que en la fase inicial las dos campañas fueron vistas con burla en círculos oficiales: “Lo llamaron ‘el loco Vasconcelos’, como antaño habían llamado loco a Madero.” La campaña de los vasconcelistas no transcurría sin problemas ni peligros. Teniendo los ojos cada vez más puestos en su propio acceso al poder, Vasconcelos desdeñaba la aportación de sus partidarios. Incluso ignoraba la voz de los que lo habían prestado apoyo económico. Aún así, los vasconcelistas mantenían confianza en su líder y no dudaban de sus competencias, pero en cuanto a su meta de dominar la presidencia bajo Vasconcelos, tal vez no eran muy realistas, pues la dura y peligrosa realidad se manifestó en una conferencia de vasconcelistas cuando un joven de la preparatoria fue matado a balazos. Aunque Vasconcelos tuvo que pagar su candidatura presidencial con la vida de un estudiante suyo, el incidente no hizo desvíar la gran mayoría de la población de un provasconcelismo comprometido, y el líder del partido quiso seguir a toda costa. De hecho, en algún aspecto lúgubre, Vasconcelos estaba acostumbrado a los asesinatos políticos. Pertenecía a la comisión revolucionaria de Madero, el ‘apóstol de la democracia’ que fue asesinado en la Decena Trágica, junto con su mano derecha José María Pino Suárez, y además vivió el asesinato de Álvaro Obregón en 1928, ya mencionado en el primer capítulo, el presidente que ocho años antes le había dejado el paso hacia la profesionalización en las instituciones educativas gubernamentales. Mientras los asesinatos de Álvaro Obregón y del estudiante vasconceliano tuvieron lugar en vísperas de las elecciones, el candidato no se dejó desconcertar, y continuó su campaña a pesar de otros peligros que acechaban. 65 Para alcanzar su objetivo, el Ulises criollo tenía que pasar por el estrecho de Escila y Caribdis: a un lado se encontraba la probabilidad de más asesinatos en el caso de que la campaña vasconceliana se presentaría más rebelde, hasta que arriesgaría su propia vida; al otro lado Vasconcelos no podía ser dócil, pues tenía que vencer la oposición del aparato oficial, que no le tomaba en serio y que fácilmente era capaz de obstruirle el paso hacia la victoria. El segundo monstruo causó últimamente la derrota de los vasconcelistas.48 Como en esta tesis se presenta la derrota de las elecciones presidenciales en 1929 como causa principal para el giro brusco de Vasconcelos hacia la derecha extrema, hace falta tratar con más detalle el transcurso de su campaña para entender la situación precaria en que se encontraba el jefe del partido, antes de volver al tema del fraude electoral. El candidato empezó su campaña estando en exilio en los Estados Unidos. Su primer discurso tuvo lugar en Tucson, Tejas y su segundo discurso, el primero en suelo mexicano, el 10 de noviembre de 1928 en Nogales. 49 El Ulises criollo tenía ya muchos compañeros en la fase inicial y una sólida base de apoyo del pueblo y de los cristeros. La gente del pueblo le daba los recursos financieros necesarios para posibilitar la campaña, los segundos eran miembros del Ejército Cristero, que le servía tácticamente a Vasconcelos para intensificar la presión sobre el gobierno callista, es que un par de años antes a las campañas presidenciales, en 1926, había estallado la Guerra Cristera, en que religiosos fervosoros abogaron por más influencia de la Iglesia Católica en asuntos nacionales y políticos. Cuando el régimen oficial de Plutarco Elías Calles no prestó oídos a los deseos de los cristeros, ésos se reunieron junto a Vasconcelos para combatir el callismo. Por presión internacional desde los Estados Unidos, el conflicto cristero llegó a su fin justo poco tiempo antes de la vuelta de elecciones, una gran decepción para Vasconcelos y los suyos. La historia se repite; de la misma manera en que Madero entró a la Ciudad de México, recibido por el pueblo como apóstol de la democracia, así Vasconcelos entró a la capital agasajado por el pueblo, y tal como Madero fue avisado por el embajador estadounidense Henry Lane Wilson que no se arriesgara a comportarse demasiado débil con tantos intereses nortamericanos en el negocio mexicano, Vasconcelos tuvo una cita A mitades de los 30, Vasconcelos se autollamaría ‘Ulises criollo’, haciendo alusión al protagonista de La Odisea de Homero, comparación que se elabora más adelante en este capítulo. La metáfora del estrecho de Escila y Caribdis, préstamo de aquella historia griega, ya se utiliza aquí para aclarar la situación apretada en que se encontraba el candidato presidencial. 49 Mata, op. cit., p. 152. 48 66 en la Embajada de los Estados Unidos con el embajador Dwight Morrow, que le comunicó que la campaña vasconceliana no podía contar con el apoyo norteamericano por haber retado demasiado los poderes fácticos. Además, Morrow le anunció que el camino hacia la democracia encomendado por Vasconcelos era ciertamente una buena causa, pero que, a pesar de su popularidad inmensa, no tuvo la más mínima posibilidad de triunfar de la maquinaria oficial, y aún menos si optaría por rebelarse en contra del sistema oficial.50 En la semana antes de las elecciones, la tensión llegó a más. Había desfiles de partidarios vasconcelistas en las grandes ciudades, que se pusieron cada vez más inquietos, a lo que la polícia intervino utilizando violencia. En un par de ocasiones, el propio Vasconcelos estaba al borde de ser decapitado por el monstruo de Escila, si no fuera que bajo las ordenes del embajador norteamericano su vida fue salvado, es que Morrow había guardado en mente que el involucramiento en el asesinato de Madero le ha salido caro al entonces embajador Henry Lane Wilson, y en vistas de la reputación de los Estados Unidos, Morrow no quería cometer el mismo error de su predecesor de ser involucrado en una matanza injusta. Nadie sale indemne del estrecho de Escila y Caribdis, y salvado de Escila, el segundo monstruo impuso su autoridad sobre el Ulises criollo. Él mismo aclara los sucesos del fraude electoral en su Plan de Guaymas, redactado el 10 de diciembre de 1929, que fue un intento desesperado de autodeclararse presidente en contra de la declaración oficial que había ganado Ortiz Rubio.51 Leyendo un artículo de prensa internacional de Nueva York, Vasconcelos ya se percata asombrosamente de su derrota tiempo antes de la cierre de los locales electorales. Aprende de este modo del fraude electoral por parte de la maquinaria oficial, que se había apoderado de las casillas. Se ha convertido en realidad el incidente al que ya le había avisado el embajador Morrow, que sabía del fraude de antemano, porque cooperaba tanto con el gobierno mexicano como con los norteamericanos interesados en las elecciones. Morrow respaldó el artículo de prensa con comentarios en favor de Ortiz Rubio.52 Ibid., pp. 156-8. Vasconcelos, 1929. 52 En el Plan de Guaymas se lee: “Es de señalarse a la atención del público que los diarios de la ciudad de Nueva York dieron la noticia del triunfo de Ortiz Rubio, respaldada con los comentarios del Embajador Americano, muchas horas antes de que cerrase la votación en México, es decir, cuando no se podía tener noticia cierta del resultado de la elección, cosa que entre nosotros requiere varios días por la imperfección de nuestro método de registro.” 50 51 67 Como reacción al fraude, los vasconcelistas se sintieron traicionados. La multitud agitada ya salió a la calle para protestar, y se hubiera rebelado con violencia si no fue por el consejo de Vasconcelos de que una nueva rebelión no tenía sentido. Ha aprendido, de las palabras de Morrow de que una rebelión tendría un efecto contraproducente, y además, de los sucesos que había sufrido el México revolucionario con los asesinatos de Madero y Obregón, que era mejor controlarse y evitar la rebeldía. La decisión del retiro fue tomada en detrimento de la confianza que en él tenían sus seguidores, que no entendieron la convocatoria repentina al retiro de las acciones de protesta. Para calmar sus secuaces y seguir protestando pacíficamente, Vasconcelos publicó el Plan de Guaymas. En el plan, Vasconcelos empieza con amonestar el presidente Calles por su deslealtad. Calles había prometido elecciones abiertas y honestas, pero la realidad fue muy diferente. Vasconcelos deplora el hecho de que las elecciones fueran tan antidemocráticas, ya que la democracia era uno de los valores más civiles de su partido. Agrega que su partido tenía el aplauso de la mayoría de la nación, y que fue financiado por el pueblo, acontecimiento único en Latinoamérica. Llama la atención que Vasconcelos de golpe carga contra los hacendados, nombrándolos bolcheviques, echándoles a ellos la culpa de haber manipulado las elecciones y de haber hecho circular propaganda en contra de su partido. Este reproche hacia los bolcheviques podría ser una primera muestra del odio que Vasconcelos tenía al eje judeocomunista por haberle impedido el acceso a la presidencia, aunque aquí todavía no menciona el judaísmo explícitamente. La relación entre el comunismo y el judaísmo la establecerá Vasconcelos más tarde. Inmediatamente después de publicar su Plan de Guaymas, Vasconcelos optó por autoexiliarse al extranjero, porque se encontraba rodeado constantemente por las fuerzas oficiales de la policía y del ejército. Estas fuerzas armadas, que pretendían defenderle, en realidad lo encerraron en su propio país, y Vasconcelos no podía aguantar esta presión. Se remonta a los ejemplos de Madero y Obregón que también tuvieron que exiliarse o esconderse, pese a que habían ganado las elecciones. Para los vasconcelistas, la huida de Vasconcelos del país sentía como otro abandono débil. Aparte de la manipulación de las elecciones en favor de Ortiz Rubio, la salida del líder del partido al 68 extranjero, y su renuncia de la rebelión, había otra consecuencia dura y paranoica para los partidarios de Vasconcelos, pues muchos fueron detenidos en ataques policíacos. 53 Para colmo, a todos les fue impuesto el silencio, quedáronse así los vasoncelistas sin voz. La versión ‘oficial’ de la derrota, inventada completamente por los callistas, fue propagada para que nadie se enterara de la verdad, y las quejas de Vasconcelos sobre el procedimiento injusto después del Plan de Guaymas no fueron escuchadas ni leídas. El Plan de Guaymas fue un fracaso total. En cinco puntos Vasconcelos se declaró presidente y advirtió que regresaría a México para asumir su presidencia merecida y para tomar medidas en contra de los usurpadores, pero de manera quijotesca luchaba contra molinos de viento. Al haberse agotado su papel de líder de partido, el sueño político de Vasconcelos se vino al suelo. No podía hacer otra cosa que distanciarse físicamente de su compromiso político y desahogarse en sus escrituras. 5.2. DERROTAS Y DESORIENTACIÓN. Después del fraude electoral de 1929, Vasconcelos viaja a los Estados Unidos, y al año siguiente pasa por Colombia, Ecuador y Centroamérica, para llegar a Europa en 1931. Ese período anuncia el comienzo de una nueva etapa en la vida de Vasconcelos, marcada por la amargura y la desorientación política. Seguro de que el gobierno había cometido fraude, pero reacio a la relebión por la incapacidad de llevarla a cabo eficazmente, Vasconcelos decidió a luchar con pluma para tener la razón de su parte, y escribió en contra de todos tipos de poderes fácticos, que juntos constituían una plutocracia que tenía el poder en las manos: denunciaba el callismo del gobierno mexicano; atacaba el imperialismo y el monroísmo de los yanquis; hablaba mal del comunismo y del judaísmo, que consideraba entrelazados; y advertía a las consecuencias del ‘poinsettismo’ de la primera mitad del siglo XIX, tendencia conspirativa que establecía una supuesta relación entre las primeras logias masónicas instaladas en México por Joel Roberts Poinsett y el paulatino sometimiento de México al control norteamericano. El periplo de aquel destierro es descrito detalladamente por Pablo Yankelevich, quien observa (2003: 57): “Después de un fugaz viaje a Nueva York, Vasconcelos terminó convencido que el gobierno de los Estados Unidos influido por los poderosos intereses de Wall Street, habían decidido la suerte de México”, y más adelante que “(...) la vieja imagen de un Calibán sajón, amenazando a toda una civilización hispanoamericana 53 Mata, op. cit., pp. 159-60. 69 comenzará a adquirir tonalidades cada vez más conservadoras: una recuperación hispana y católica del pasado americano, empezó a contraponerse a la mirada de lo estadounidense como un territorio gobernado por herejes: protestantes, masones y judíos.” Con un antiimperialismo retomado, Vasconcelos iba, pues, en busca de los culpables de su derrota, una búsqueda que le hace marchar a la deriva. Por haber escrito contra el gobierno de los Estados Unidos, le fue difícil encontrar trabajo en ese país. Se fue a Panamá y Costa Rica para dictar una serie de conferencias en círculos intelectuales, en que denunciaba el monroísmo de Dwight Morrow y el imperialismo sajón. Cuando le fue rechazado el paso a Guatemala, se fue a Colombia, pero su posición antiyanqui no fue del todo apreciado. Típico de sus ideales, Vasconcelos siguió la ruta de Bolívar por los Andes, y llegó a Ecuador, donde denunció de nuevo el callismo y los yanquis. Desde Ecuador embarcó a Cuba, donde encontró a Fernando Ortiz, que posteriormente escribiría un famosísimo libro en contra de la explotación tabacalera y azucarera.54 De Cuba al trópico de Honduras, se reafirmó una vez más que la civilización triunfaría en aquel clima latinoamericano. En una última etapa por El Salvador, la República Dominicana y Colombia, regresó a Nueva York, y con el patrocinio de Argentina podía trasladarse a Europa; a París, Madrid y otras partes de España. 55 Durante su viaje, el candidato defraudado encontraba consuelo en su amor por Antonieta y ella sirve de gran ayuda en mantenerlo alejado de la desesperación. El plan de Vasconcelos en Europa era defender la moral latinoamericana en la nueva edición de su revista La Antorcha, que a la par le brindó espacio para reavivar el fraude que llevó a su derrota, pero sus quejas en papel de víctima no fueron recogidas por las masas. 56 Antonieta le ayudó en el diseño y el contenido de la revista, pero no duró mucho tiempo su colaboración. Mientras que había dado un nuevo impulso a la labor comprometida de su amante, ella ya no podía aguantar la presión de los bajos fondos económicos y padecía irónicamente la misma desesperación de la que había hecho desistir a Vasconcelos. Se suicidó el 11 de febrero de 1931 en la Nuestra Señora de París, con la Ortiz, 1940. Como está mencionado, el vagabundeo de Vasconcelos entre 1930 a 1933, después de su estancia en los Estados Unidos, es descrito por Yankelevich, op. cit., pp. 58-61. 56 La Antorcha fue editada ya en 1924-5, y la última edición fue de 1931. La palabra ‘antorcha’ refiere claramente a la historia de Prometeo, prestada del ideario griego. También el diseño de la cubierta muestra una antorcha, reminiscente de Prometeo. Podría ser una referencia a la formación de la nueva raza humana, la cósmica, proceso en que Vasconcelos se hubiera autoadscrito el papel prometéico de ‘portador de la antorcha’, si hubiera ganado las elecciones presidenciales. 54 55 70 propia pistola que siempre traía consigo Vasconcelos. 57 En tanto que se evaporizaba poco a poco el sueño del poder político, con el suicidio de Antonieta, de pronto perdió su otro gran amor. Así, a principios de los años treinta, Vasconcelos quedó con las manos vacías y la mente desilusionada. A pesar de la muerte de Antonieta, Vasconcelos sigue publicando, sea brevemente, algunos números de La Antorcha en solitario. Viaja después a Buenos Aires en 1934 y a los Estados Unidos en 1935. Por los recién sufridos contratiempos, se muestra desorientado y resentido en sus escritos. Esboza una imagen de México sometido a los intereses bursátiles norteamericanos. Ataca el monstruo de Mammon. Desde los ideales izquierdistas y democráticos en lo más florido de sus años, tiende a un inesperado aplauso de gobiernos autoritarios y dictatoriales de la región hispanohablante en las décadas de los 30 y 40. Aplauda el gobierno guatemalteco de Augusto Cesár Sandino, visita Fulgencio Batista en Cuba, recomendándole a ser duro y no seguir por el mismo camino democrático y débil que Madero, es recibido por el dictador argentino Juan Perón, alaba al dictador dominicano Rafael Trujillo, y expresa su aprecio por el falange creado por José Antonio Primo de Rivera. Este giro a la derecha está violentamente en contraste con la posición antidictatorial que antes tomaba en su escalada pacífica hacia el poder político. Publica a mitad de la década de los 30 su autobiografía Ulises criollo, uno de sus libros más famosos en que la semejanza, que el título sugiere, entre su vida y la del Odiseo de Homero, ni siquiera es tan rebuscada que parezca. Tal como Odiseo regresa finalmente a Ítaca con la ayuda de la sabiduría de Palas Atenea, después de 20 años de vagabundeo que le fue impuesto por la venganza de Poseidón, deidad del anchuroso e impetuoso mar, sólo para encontrar en su morada a su anhelada esposa Penélope rodeada de pretendientes, así el Ulises criollo regresa a México después de sus múltiples y tumultuosos exilios en los Estados Unidos y Europa a sabiendas de que en el entretanto su tan deseada influencia política se ha agotado, y encuentra al poder en manos de una plutocracía codiciosa y extranjera.58 La gran diferencia es que el Ulises criollo nunca sería capaz de vengarse de los pretendientes de la presidencia a la misma manera que Odiseo de Ítaca sabía expulsar a los intrusos de su morada. 57 58 Arreola Martínez, op. cit., p. 6. Inspirada en la comparación de Hiroko Ito Sugiyama, op. cit., pp. 79-81. 71 En 1938, le fue abierto la entrada al país por el presidente Lázaro Cárdenas, pero de regreso en la Ciudad de México, la Ítaca mexicana, la impotencia política del Ulises criollo lo convirtió en un hombre amargo. Hacia finales de los años ‘30, su orientación política, si bien pasiva, había pasado de un extremo a otro. Empezó a simpatizar con el fascismo, porque veía en el fascismo y en el nazismo una manera de expresar su descontento con el orden establecido y de desahogarse de las injusticias sociales resultantes del sistema capitalista judeomasónico. Tal como siguió a los dictadores hispanoamericanos con gran interés, Vasconcelos se interesó de repente por Hitler y Mussolini, se dejó convencer de que el comunismo, creado por el judaísmo, era el enemigo para el occidente. El ya citado artículo de Estrella González (2009: 21), resume la situación desde la derrota presidencial hacia la derecha, de la siguiente manera elocuente: “Ante este fracaso, la autoestima del pensador oaxaqueño sufre un severo revés que le obliga a revisar uno de los fundamentos más arraigados en su habitus: la disposición a identificar redención colectiva y personal; véase: la subordinación del éxito de salvar a México al reconocimiento de su función extraordinaria como guía espiritual. Roto este vínculo, Vasconcelos se ve entonces obligado a eligir entre una revolución que no requiere de sus servicios y conculcar su función profética, o mantenerse aferrado a dicha función, a la espera de nuevas empresas de salvación. Vasconcelos finalmente, incapaz de renegar de sí, renegará de la revolución y emprenderá una progresiva derechización que lo llevará a defender al fascismo italiano, al franquismo español y al nazismo alemán.” La más extrema tendencia hacia la derecha fue la colaboración en la revista Timón, cuya distribución fue estimulada y pagada por la embajada alemana en México. La redacción de los 17 números de esta revista habló con enconada crítica sobre las fuerzas aliadas e increparon al judaísmo internacional, a la vez que elogió los recién crecidos régimenes del eje nazista. Vasconcelos encontró en Timón la perfecta ocasión de agredir de palabra contra los usurpadores de su anhelado poder presidencial. 59 Después de su colaboración en Timón, se retiró de redactar abiertamente artículos nazistas, pero tal vez su más notable escritura antialiada después de la guerra, es el prólogo, añadido a partir de la segunda edición de 1955, al libro Derrota Mundial de Salvador Borrego, en En cuanto a la etimología de Timón, la palabra refiere por un lado al misántropo griego Timón de Atenas, y por otro lado, como observa Orestes Aguilar (2007: 151-2): “La palabra ‘timón’ podía asociarse lo mismo a la conducción, al dominio, al liderazgo o al líder, que al puesto de mando en un navío.” en: Orestes Aguilar, 2007, pp. 151-2. 59 72 que éste, antisemita y negacionista de Holocausto, echa la culpa a la Unión Soviética, ayudada por una conspiración judía internacional, de haber empezado la Segunda Guerra Mundial, con el fin de instalar un sistema capitalista controlado por el judaísmo y los países aliados. El prólogo en aquel libro, escrito por Vasconcelos, es sorprendente, incómodo y controversial, lo que demuestran sentencias como “La obra de Salvador Borrego E., que hoy alcanza su segunda edición, es una de las más importantes que se hayan publicado en América.”; “Colocados nosotros del lado de los enemigos del poderío alemán, es natural que todas nuestras ideas se encuentren teñidas con el color de la propaganda aliada.”; y “La difusión del libro de Borrego es del más alto interés patriótico en todos los pueblos de habla española.” 60 Aquí, sin embargo, se restringe a las declaraciones nazistas de Vasconcelos en la revista Timón. 5.3. LA REVISTA TIMÓN. El primero en investigar la colaboración de José Vasconcelos con los nazis en la revista Timón ha sido Itzhak Bar-Lewaw. Hasta la fecha, el trabajo hecho por él en los años ‘60 y ‘70 no ha sido superado ni ampliado. Hector Orestes Aguilar es el único que en 2007 ha escrito un artículo sobre el colaboracionismo de Vasconcelos en Timón, pero a través de la investigación de Itzhak Bar-Lewaw, e indica (2007: 157) que: “A excepción de Itzhak Bar-Lewaw, nadie ha vuelto a explorar con rigor las páginas incendiarias y perturbadoras de esta revista.” 61 En 1971, Bar-Lewaw publicó un libro sobre la revista Timón y la participación en ella por Vasconcelos. 62 El prólogo, las notas y los comentarios son de Bar-Lewaw. El libro está compuesto de una selección de artículos tomados de Timón, ordenados categóricamente en cinco partes: los editoriales de la revista, los artículos firmados por José Vasconcelos, artículos antialiados, artículos antisemitas y artículos netamente nazi-alemanes.63 Orestes Aguilar (2007: 151) afirma lo siguiente acerca del libro: “Puede suponerse que, hacia finales de los 1960, BarLewaw debe de haber encontrado ---acaso en alguna hemeroteca o fondo reservado canadiense, pues para entonces daba clases en la Universidad de York, en Toronto--algunos números de Timón. La humillación, la vergüenza y el rencor que su hallazgo sin duda le produjeron lo llevaron a concebir un volumen editado en condiciones Borrego, op. cit., pp. 3-4. En el internet circula una cantidad de weblogs sobre el tema, pero carecen de valor académico y de referencias, por lo que aquí no se consideran fuentes viables. 62 Bar-Lewaw, 1971. 63 Ibid., p. 69. 60 61 73 sumamente precarias, hoy inasequible, fetiche de unas cuantas bibliotecas privadas y señalado como si fuese un libro maldito: La revista ‘Timón’ y José Vasconcelos”. Como la información crítica acerca de la vinculación de Vasconcelos al nazismo es, pues, escasa, es imprescindible analizar detalladamente la crítica de Bar-Lewaw, pero por la inasequibilidad de su libro en México y la restricción de su circulación en bibliotecas privadas, así como por razones de espacio, aquí se limita a discutir el artículo mencionado, puesto que enumera brevemente los comentarios del prólogo al libro. El investigador fue invitado al IV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas en agosto del año en que publicó su libro, y las actas de su aporte al congreso fueron publicadas once años después por Eugenio de Bustos Tovar. Bar-Lewaw emite en ese artículo un juicio implacable sobre Vasconcelos. Citando a Vasconcelos, que había dicho que ‘la verdad hay que decirla, aunque sea motivo de escándalo’, Bar-Lewaw comunica que tiene que decir la verdad sobre Vasconcelos, que en su modo de ver es, pues, escandalosa. Así de obligado a expresar la verdad se siente, justo porque él mismo escribió en 1965 y 1966, esto es, un par de años antes, un libro sobre José Vasoncelos, llamado Introducción crítico-biográfica a José Vasconcelos, 18821959, sin saber en aquel entonces de la etapa nazista de Vasconcelos. En sus propias palabras: “Mas tengo que confesar lo siguiente: Al publicar mi libro en 1965 y 1966 no sabía que José Vasconcelos ---el tan llamado Maestro de la Juventud Latinoamericana, aunque nunca haya tenido cátedra en América Latina, sólo en los Estados Unidos, que soi-disant tanto odiaba--- durante la Segunda Guerra Mundial, en 1940, entre los meses de febrero y junio de aquel año, nuestro don José era un agente de la propaganda nazihitleriana de la peor especie.”64 Aparte de la inexactitud factual de que Vasconcelos no tuviera cátedra en América Latina, una inexactitud muy sorprente, puesto que en la página siguiente menciona el nombramiento de Vasconcelos como rector de la Universidad de México en 1920 --¡vaya cátedra!---, la manera en que Bar-Lewaw pretende sacar a la luz la verdad sobre Vasconcelos, utilizando palabras reprobatorias como ‘de la peor especie’, no sólo es poco profesional, sino incluso característico de su razonar, a la par que da muestras de un juicio parcial e inherentemente de una verdad sujetiva sobre Vasconcelos. Que la inexactitud y la ofensa son recurrentes en la argumentación de Bar-Lewaw, es fácil de mostrar. Por ejemplo, abre su artículo como sigue: “Aun muy pocos especialistas 64 Bar-Lewaw, op. cit., p. 151. 74 de la literatura hispanoamericana, en general, y de la literatura mexicana, en particular, saben de la existencia de la revista Timón y lo que ella tiene que ver con José Vasconcelos (…)”, para observar en la página siguiente que “(…) hay que adimitir que muchos mexicanos no sabían de esa bochornosa revista de Vasconcelos.” 65 Se refiere, en el primer caso, tal vez a los especialistas coétanos y, en el segundo caso, a muchos mexicanos en la época de Vasconcelos, pero no indica cómo solucionar esta contradicción. En el mismo párrafo, tras mencionar que no ha recibido apoyo de la UNAM ni de hombres de letras en sus indagaciones sobre la colaboración de Vasconcelos con los nazis, explica Bar-Lewaw (1971: 152) que sus “(…) búsquedas en la Embajada alemana de México entre 1956 y 1961 no eran fructuosas, puesto que me he encontrado con un muro de silencio por parte de los empleados y diplomáticos. Me explico la actitud de los mexicanos como deseo de olvidar el pasado de Vasconcelos, ya que tenían vergüenza a causa de esa revista. Otra explicación no hay, o por lo menos, no la encuentro yo.” Como indica el investigador mismo, es una mera suposición que el escamoteo de la revista Timón en la UNAM y en la Embajada alemana fuera por vergüenza, pero aquí pasa algo diferente que llama la atención. Sorprendentemente, al admitir que entre 1956 y 1961 estaba indagando la implicación de Vasconcelos con el nazismo hasta en la Embajada alemana, parece que el crítico ya se ha olvidado por completo de su confesión de la página anterior de que en los años posteriores 1965 y 1966, en que publicó su libro biográfico sobre Vasconcelos, no sabía de su etapa nazista. O bien, se equivoca en la determinación de los años, y en tal caso sus búsquedas en la Embajada alemana tuvieron lugar después de 1966, o bien se contradice gravemente anulando su propia ‘confesión’. Sin dar pruebas, Bar-Lewaw asevera que Vaconcelos era en su juventud un comunistoïde, o sea, un pseudocomunista, y que en años posteriores volvió al catolicismo. También menciona el cambio en la actitud de Vasconcelos hacia las dictaduras latinoamericanas, pues primero combate la dictadura de Juan Vicente Gómez en Venezuela, para simpatizar años más tarde con Perón y otros dictadores de la región hispanohablante, pero otra vez falta la explicación de esta inconstancia en la actitud de Vasconcelos. Dicho esto, de ninguna manera es justificada que Vasconcelos colaboraba con los nazis y con dictadores; al contrario, es reprensible, efectivamente. Pero al mismo tiempo que es reprensible, debería de ser también explicable, sobre todo al considerar 65 Ibid., pp. 151-2. 75 detalladamente el transcurso de la vida de Vasconcelos, procedimiento habitual de biógrafos. En lugar de anunciar una verdad objetiva acompañada por un intento de explicar el traspié de Vasconcelos por lo menos, Bar-Lewaw no pasa de imponer su juicio parcial y de expresar su incomprensión y lamentación. Aunque procede prejuiciada y negligentemente, será incorrecto deducir de ello que Bar-Lewaw no tenga conocimiento de la causa. Al contrario, algunas de sus observaciones son muy plausibles. Por ejemplo su punto que Vasconcelos en la época carecía de los recursos económicos para fundar la revista, y que por lo tanto la redacción fue financiada por la Embajada nazi, que buscaba personas con influencia para propagar la ideología nazista en América Latina, continente estratégico para el mapa nazi. México, como puente entre América del Norte y América del Sur, podría ser un aliado interesante para Hitler en vísperas de la guerra. México no sólo fue estratégico por su posición, sino también por la abundancia en petróleo y además, porque varias firmas alemanas ya habían instalado sucursales con intereses económicos en México durante el Porfiriato xenófilo. Era una cooperación fructífera con dignidad mútua, sin motivos imperiales del lado de Alemania, a diferencia de los otros países europeos. En la Primera Guerra Mundial, Alemania casi logró establecer una alianza bélica con México, si no hubiera sido interceptado en 1917 el famoso telegrama Zimmermann, en que Alemania propuso a México tal alianza, en contra de los Estados Unidos, lo que incitó el odio norteamericano a Alemania. Un segundo intento de aliarse con México en la fase inicial de la Segunda Guerra Mundial parecía inocente, pero cuanto más presión de Alemania, tanto menos propenso era México para aliarse, y en efecto, la revista Timón fue prohibida por el propio régimen mexicano después de haber estado en circulación sólo un par de meses. Más adelante en su artículo, Bar-Lewaw (1971: 152) menciona que Vasconcelos era el director del primer número de Timón, que apareció el 22 de febrero de 1940. Constata lo siguiente: “De esta bochornosa revista editaron 17 números. Al ser nombrado rector de la Universidad de México en 1920, Vasconcelos proclamaba como lema: “Por mi raza hablará el espíritu”; y en la revista Timón, por la gargante [sic] de Vasconcelos habla la voz de Hitler y Goebbels, y sus secuaces.” La inserción repentina del lema, que Vasconcelos inventó cuando ocupaba el rectorado, en medio de observaciones sobre la revista Timón, estaría muy fuera del contexto, si no fuera que Bar-Lewaw presume 76 observar una conexión entre el lema y la revista; ¿acaso supone que por el lema universitario, en 1920, hubo hablado ya la voz de Hitler y Goebbels? La conexión entre el lema de Vasconcelos y el nazismo será, en primer lugar, un ataque columniosa a la integridad de la UNAM, y para más, un error absurdo, dado que en ese año Vasconcelos todavía no se preocupaba por la ideología nazista. Como está expuesto arriba, el lema universitario no tiene nada que ver con la teoría racial propagado por Hitler y Goebbels, sino fue un anuncio de Vasconcelos a su propia teoría de la ‘raza cósmica’, que en aquel entonces ocupaba su mente, y que cristalizó en la publicación de La raza cósmica en 1925 y de Indología en el año siguiente. El único lugar en Indología donde se podría relacionar el lema universitario con el nazismo es al final del tercer capítulo, pero de ninguna manera será una relación lógica. Vasconcelos revela ahí el contenido de su lema: que la mayor esperanza para Latinoamérica es la creación de un nuevo tipo de mestizaje, puente de razas futuras, o bien, de un nuevo hombre universal o cósmico, realizable con la elevación del espíritu. También menciona en aquel lugar algunos de los obstáculos para la llegada de la nueva raza. Por ejemplo, deplora la avaricia de la aristocracia, representada simbólicamente por Mammon, el ídolo bíblico, y lamenta que el dinero sea factor principal del desarrollo, en lugar del intelecto y la colectividad. Un poquito más adelante, hace un cumplido simpático a los judíos por su mayor competencia comercial y bancaria que los norteamericanos. Esto implica que en la visión de Vasconcelos, no son los judíos, sino los yanquis la aristocracia que obstaculiza la creación de la ‘raza cósmica’. Accidentalmente, el escritor cierra el capítulo declarando que propugna el espacio vital para todos. Muy diferente al expansionismo territorial alemán de la ‘voz de Hitler y Goebbels’, sin embargo, la voz de Vasconcelos es inspirada por los ideas de Bergson y alude sencillamente al derecho a la comida y al techo para todos. 66 Bar-Lewaw cree que la intención de Vasconcelos de pasarse al bando del nazismo era la de probar su suerte de nuevo en la presidencia, pues tras mencionar (1971: 152-3) las ‘locuras’ de Vasconcelos, o sea, “(…) sus escándalos, sus pleitos, sus querellas, amoríos baratos y más serios (…)”, que poco tienen que ver con el asunto, Bar Lewaw asevera: “(…) la locura de la revista Timón, a mi modo de ver, no tiene otra explicación sino la siguiente: Vasconcelos pensaba seriamente que Hitler ganaría la guerra en Europa, y uq (sic) en México habría un régimen pro nazi bajo la presidencia… --- ustedes adivinan ya-66 Vasconcelos, op. cit., pp. 105-7. 77 -… de José Vasconcelos.” Al haber sufrido muchos percances durante y después de su campaña presidencial, al haber dado toda una vuelta a la derecha extrema, y al haber dedicado bastante tiempo a descifrar los poderes fácticos y coquetear con las dictaduras, parece poco probable que Vasconcelos intentaría de nuevo a ser presidente, como representante de muy otro polo de la orientación política. Es más lógico que en Timón había encontrado un lugar para descargar su ira en el sistema imperante. En su artículo de 1971, Bar-Lewaw sigue impartiendo su juicio despiadado, y descuidado, al colaboracionismo nazista de Timón. Los colaboradores son ‘todos gente mediocre o de pésima fama periodística en México’ y la temática de la revista ‘busca complacer al vulgo a quien está destinado’. Hablando de los mapas incluídos en la revista Timón, se contradice en constatar que “(…) la redacción del Timón ni siquiera se molestaba en traducirlos al español”, y más adelante en la mismísima página que “Los colaboradores del Timón traducen aún del alemán términos nazis, verbigracia: espacio vital (Lebennsraum en la lengua alemana)”. Aparte de tales errores de Bar-Lewaw y sus ataques a Timón, hay algunas observaciones más en su artículo acerca del contenido de la revista y del involucramiento de Vasconcelos en ella que valen la atención. Por ejemplo, Vasconcelos se preocupa por los llamados Protocolos de los sabios de Sión, en los que se supone que el judaísmo expone su conspiración contra la humanidad, con el fin de lograr unilateralmente el poder mundial. En otros lugares en la revista, Vasconcelos alaba Hitler y su ejército, habla de la perfidia de los países aliados, dispara expresiones casi racistas sobre los ingleses y su omnipresencia en los negocios, y expresa su deseo de que Alemania vaya a constituirse en campeón de Latinoamérica. Bar-Lewaw (1971: 156) se hace la pregunta pertinente de por qué lo hizo Vasconcelos: “¿Por dinero? ¿Por haber sido simplemente agente nazi? ¿Por venganza en contra de las autoridades mexicanas que, según él, le impidieron la presidencia en 1929? ¿Por odio a los norteamericanos en particular, y a los judíos y anglosajones en general? ¿Pensaba Vasconcelos de veras llegar a ser sátrapa de México después de la ‘victoria final’ de Hitler?”, para luego concluir que la colaboración con los nazis en la revista Timón constituye “(…) una mancha muy grave en la vida de este escritor mexicano.” Vale la pena repetir que en esta tesis se mantiene que después de la derrota de las elecciones presidenciales, Vasconcelos perdió por completo su anterior orientación política. Los artículos de Timón de la mano de Vasconcelos, son desenfrenos y desahogos de un hombre que perdió todo, y que, en busca de los culpables de su derrota, simpatiza 78 con la derecha extrema y despotrica contra el poder fáctico, que encuentra en una conspiración aliada y judía. La tercera pregunta de Bar-Lewaw parece la más acertada entonces, Vasconcelos lo hizo por venganza, descontento y desorientación. El José Vasconcelos de los años ‘20, que en su paroxismo del amor a su propia raza y continente querido escribió apasionadamente La raza cósmica e Indología, ya no se reconoce en Timón. La otra sugerencia, mencionada por otros críticos, de que Vasconcelos encontrara en el nazismo un nuevo espacio para avivar su teoría de la ‘raza cósmica’, y que por eso optara por colaborar con los nazis, parece muy ilógico. Hace falta dedicar algunas palabras más a la refutación de la presunta relación entre la ‘raza cósmica’ y el nazismo. 5.4. LA (IN)UTILIDAD DE RELACIONAR LA ‘RAZA CÓSMICA’ CON EL NAZISMO. Es fácil, pero falso, sucumbir a la tentación de tomar la teoría de la ‘raza cósmica’ como una teoría racista a la idea de la interpretación nazista del superhombre de Nietzsche. Lo fácil es ver que tal como los nazis utilizaban la teoría de Nietzsche para legitimar un superhombre ario, Vasconcelos con su ‘raza cósmica’ pretende crear un tipo de ser humano superior a los tipos anteriores, esto es, un tipo de superhombre nietzscheano. Los dos partidos, el nazismo y Vasconcelos, se dejaban inspirar por la misma fuente, la idea del superhombre de Nietzsche. Lo falso es la conclusión precipitada y carente de fundamento de que Vasconcelos lanzó una teoría nazista por reinterpretar el superhombre de Nietzsche de modo semejante que los nazis. En su artículo sobre la estética mexicana, Ana María Alonso (2004: 465) incluye algunas reflexiones sobre la teoría de la ‘raza cósmica’. Dice que la obra vasconceliana, que rechaza el darwinismo social y el espencerianismo, es valiosa para la comprensión del México postcolonial, pese a “(...) the presence of a disturbing Nietzschian undertone celebrating the mestizo ‘superman’”, como si fuera algo negativo, e inmediatamente después asevera que Vasconcelos en La raza cósmica a menudo se contradice, rechazando la misma cosa que afirma, y que por esta característica caprichosa no la sorprende nada que en 1940 llegó a ser editor de la revista Timón. Sin embargo, teniendo razón en que Vasconcelos se contradice en algunos instantes, si bien faltando en aclarar su punto para el lector, Alonso no tendría por qué estar perturbada por la comparación entre Nietzsche y Vasconcelos, ni menos relacionar indirectamente la influencia nietzscheana con las contradicciones de Vasconcelos y su colaboracionismo 79 con el nazismo, si hubiera tomado en cuenta que no era Nietzsche mismo en cargar su ideal del ‘superhombre’ con una interpretación nazista, y que además la aproximación al nazismo por Vasconcelos no está motivada por una continuación bajo esta ideología de su ‘raza cósmica’. La falsedad de la relación entre Nietzsche, Vasconcelos y el nazismo se manifiesta, pues, por medio de un silogismo equivocado: la primera premisa es que los nazis utilizaban el superhombre de Nietzsche a su favor, reinterpretando la teoría nietzscheana en términos de superioridad racial, siendo el ario puro, con cuna en Alemania, superior a las demás razas; la segunda premisa es que Vasconcelos lanza una teoría semejante, también con rasgos nietzscheanos, en la que crea, a su favor y con cuna en Latinoamérica, una ‘raza cósmica’ superior a las demás razas; y la conclusión es que Vasconcelos lanzó una teoría nazista. La conclusión establece una conexión errónea entre el nazismo y la teoría de la ‘raza cósmica’, pues el hecho de que los dos partidos se hayan dejado inspirar por la misma teoría no necesariamente significa que tienen el mismo motivo con sus reinterpretaciones de esa teoría. Semejante cosa pasa con la influencia de Gobineau en La raza cósmica, donde Vasconcelos adopta el modo de obrar de Gobineau, a la vez que lo invierte. El resultado es muy diferente, pues Vasconcelos no aboga por la depuración de alguna de las razas en especial, tal como la idea del ario puro de Gobineau, ni tampoco expecta una degeneración cultural que resultaría del mestizaje, sino justamente concluye que el mestizaje lleva a la superioridad. Donde Gobineau les echa la culpa de la degeneración y el caos del mestizaje a los judíos y árabes, Vasconcelos los menciona solamente una vez en el contexto de la mezcla de razas y de ninguna manera es en forma negativa, hasta aplauda los árabes por su sensualidad. Señala sencillamente a la presencia de los judíos y árabes en el territorio español y la frecuente mezcla de sangre entre esas razas y el blanco español en la época antes de la Reconquista, para mostrar que un mestizaje entre muchas razas puede producir una riqueza interracial. Es una clara muestra cuantitativa, a la vez que cualitativa, que la teoría de la ‘raza cósmica’ de ningún modo es antisemita. Tal como los nazis interpretaban la teoría de Nietzsche a favor de su causa, así aprovecharon de la teoría de Gobineau, pero ambas interpretaciones nazistas son diferentes a la influencia de esas teorías en Vasconcelos. En el análisis de Indología del capítulo anterior, se ha saltado a propósito un aspecto importante de la teoría, puesto que cabe perfectamente en el discurso abordado en este 80 apartado. Esto es, que Vasconcelos ha inventado una palabra para denominar el producto de la mezcla de razas del nuevo ciclo, el ‘totinem’, compuesta de ‘todo’ (tot-) y ‘hombre’ (-inem).67 Esa denominación igual de enigmática como la ‘raza cósmica’ tiene quizá aún más puntos de contacto con la filosofía del ‘superhombre’ de Nietzsche. Por la semejanza entre el ‘totinem’ y el ‘superhombre’, la prolongación de la interpretación nazista del segundo término hacia el primero es fácilmente hecha, aunque sigue siendo errónea. El ‘totinem’ es sencillamente el producto de la ‘raza cósmica’, es “(...) el hombre todo, el hombre síntesis, el prototipo y tipo final de la especie.” 68 José Vasconcelos mismo pone en claro que el ‘totinem’ difiere del ‘superhombre’ de Nietzsche. Su deseo de diferenciarse de Nietzsche proviene de su creencia de que el ‘superhombre’ equivale el hombre selecto por la ley darwiniana de la lucha por la vida, y no se pone tanto en contra de Nietzsche, sino más bien en contra de Darwin. Aparentemente, Vasconcelos no sabía que el propio filósofo alemán desafiaba el darwinismo, y que la relación que establece entre el ‘superhombre’ de Nietzsche y la lucha por la vida de Darwin es un error. Como explica Stefan Lorenz Sorgner (2010: 2), uno de los más distinguidos filósofos del transhumanismo, corriente filosófica moderna a la que enseguida se dedica algunas palabras más, Nietzsche, seguidor del evolucionismo, se opuso a la idea de la lucha por la vida como principal propulsor de la evolución, o bien, en las palabras de Sorgner, Nietzsche “(...) criticized him (i.e.: Darwin, JvS) for a specific reason: not for putting forward a theory of evolution, but for putting forward a theory of evolution based on the assumption that the fundamental goal of human beings is their struggle for survival. According to Nietzsche, the world is will to power, and hence the fundamental goal of human beings is power, too.” A pesar de este error evaluativo de Vasconcelos acerca del pensamiento de Nietzsche sobre Darwin y su subsiguiente reclamación a la diferenciación entre el ‘superhombre’ y el ‘totinem’, la influencia nietzscheana en Vasconcelos no se niega, y los dos términos de hecho tienen bastante en común. En la novela de 1883 de Nietzsche, Así habló Zaratustra, el protagonista homónimo revela la invención del autor del ‘super’- o ‘transhombre’. Zaratustra sabe que si se supera a sí mismo, podría llegar a ser ‘superhombre’, un ser humano futurístico con potenciales, capacidades y cualidades superiores al ser humano contemporáneo. Así, Derivativos del latín: tot- es la raíz del pronombre totus, ‘todo’, e –inem es la terminación sacada de hominem, el acusativo de homo, ‘hombre’. 68 Vasconcelos, op. cit., p. 93. 67 81 también los conceptos vasconcelianos de la ‘raza cósmica’ y el ‘totinem’ prometen la evolución a un nuevo tipo humano que supera sus predecesores. Los conceptos de Vasconcelos podrían ser potencialmente interesantes para el transhumanismo, que ya se ha mencionado arriba, visto que es una rama de la filosofía moderna que especula sobre el futuro de la humanidad y sobre cómo romper los límites de la especie para evolucionarnos, interesándose especialmente por ideas atrevidas como el ‘superhombre’ de Nietzsche que ofrecen visiones espectaculares y útopicas, a la vez que prometedoras, al debate sobre el futuro humano. Dentro de los estudios culturales hay mucha atención por los avances tecnológicos y el impacto de ellos en el hombre y la sociedad, y el interés por la evolución de nuestra especie al post- o transhumano cabe perfectamente en la disciplina, pero no habrá aquí una mayor digresión al transhumanismo, porque el tema en sí no tiene tanta relevancia con los puntos centrales de esta tesis. Aún así, en dos aspectos la visión transhumanista de Sorgner sobre Nietzsche y su ‘superhombre’ hace una buena contribución final a la argumentación de arriba. Primero, retoma la idea nietzscheana sin dejarse engañar por los resabios de la interpretación del nazismo, para aplicarla neutralmente a la filosofía sobre el futuro de la humanidad. Así, revalúa el lanzamiento de Nietzsche del ‘superhombre’ de la misma manera neutral en que la invención de Vasconcelos de ‘la raza cósmica’ o el ‘totinem’ debería de ser revaluada. Segundo, de manera casi graciosa, Sorgner (2010: 14-16) explica la absurdez de considerar los resabios del nazismo en Nietzsche como algo que viene del filósofo alemán mismo, puesto que “Nazis are people who supported Hitler as political leader. Nietzsche was definitely no Nazi, because he was dead when Hitler was a political leader.”, y además porque Nietzsche “(...) regularly expressed that he was an anti-anti-Semite, and that he did not want to have anything to do with anti-Semites.” 82 6. CONCLUSIÓN. El superhombre latinoamericano que José Vasconcelos ha creado en la figura del ‘totinem’, representante de la ‘raza cósmica’, difiere substancialmente de la distorsión nazista del superhombre de Nietzsche, quien a su vez se declaró ‘antiantisemita’ y de ninguna manera tenía la intención de lanzar una teoría de supremacía racial. 69 La comparación entre el ‘totinem’ de Vasconcelos y el ‘superhombre’ de Nietzsche se hace menos distorsionada, pues, al rechazar posibles interpretaciones nazistas. Esto dicho, José Vasconcelos era abiertamente simpatizante del nazismo en los años ‘30 y ‘40, y tenía unos pruritos antialiados hasta en los años ‘50, pero cuando lanzó su teoría racial a mitades de los 20, tuvo su mente fijada en asumir la presidencia algunos años más tarde, en 1929. La raza cósmica e Indología eran más bien anuncios de los pensamientos utópicos de Vasconcelos sobre su continente y raza, o bien una sinopsis de las ideas progresistas acerca de la transformación de Latinoameríca hacia una unión continental, pero el fracaso de su campaña presidencial le hizo desviar de esta orientación política, buscando bruscamente direcciones radicales en la derecha extrema y coqueteando con el nazismo. En la crítica literaria de Vasconcelos, frecuentemente se señala a su volubilidad de opiniones. Mejor dicho, Vasconcelos mantiene un equilibrio entre la inteligencia, la erudición, y el razonamiento científico a un lado, con los que reivindica su credibilidad, y la pasión, la emoción y la estética al otro lado, que a veces lo llevan a aducir ideas controversiales, bizantinas, caprichosas y enigmáticas. Este equilibrio está muy obviamente presente en la teoría de la ‘raza cósmica’. Al haberla escrito con mucha pasión, y apelando en ella tanto a la emoción de la estética, como a su inteligencia y cultivación, el escritor ha llegado muy lejos en desenmascarar eugenéticamente las cualidades de su propio grupo racial y lo importante que éstas pueden ser en el proceso de mestizaje entre todas las razas, pues atribuye al mestizo la función de ladrillo en la creación de la quinta raza universal. Además, la ambigüedad del mexicano, que según la teoría de Ramos le provoca mucha confusión en formar su identidad nacional, ha sido convertido por Vasconcelos en un rasgo muy valioso en el futuro proceso de mestizaje mundial. El funambulismo de Vasconcelos entre la pasión y la inteligencia, es la consecuencia de haber quedado atrapado en el espíritu de su tiempo. Creció como niño en la frontera Nietzsche adoptó una postura en contra del antisemitismo y haciendo alusión a la palabra misma, se declaró ‘antiantisemita’. 69 83 con los Estados Unidos, donde experimentaba discriminación que alimentó su antisajonismo, y en sus años estudiantiles fue sumergido en las doctrinas positivistas, que conocía a fondo sin que le satisficieran, por lo que se agrupó con otros intelectuales universitarios en el Ateneo de la Juventud con el propósito de reformar la conciencia cultural de la nación. Participó luego en la Revolución bajo el bando maderista, y se dedicó a la obra titánica de reformar la educación nacional. Decisivo para la manera de pensar de Vasconcelos en aquel entonces es el arielismo, que le inspiró a revalorar el espiritualismo latinoamericano y rechazar el materialismo y el utilitarismo de los Estados Unidos. Sin embargo, su intento de crear toda una filosofía propia, estilo antiimperialista y bolivariano, resultó utópico. Tanto, que para escapar del paradigma positivista, Vasconcelos tenía que recurrir a la mística y a la mitología, pese a que estas corrientes filosóficas y esotéricas se caracterizan por la imaginación y el misterio, que sólo débilmente compiten con el método empírico positivista. Con la inserción del mito de la Atlántida en la historia de América, observan Grijalva & Grijalba (2004: 333): “José Vasconcelos no sólo extiende la historia del mestizaje americano a un tiempo originario y prestigioso de características míticas, sino que también concibe al mismo espacio, a la geografía física de América, como un continente de utopías, una tierra de ‘antecedentes misteriosos’ que estaría predestinada a ser el lugar de un mestizaje universal futuro de la humanidad.” A pesar de sus buenas intenciones, Vasconcelos sólo difícilmente ha podido distanciarse de otro paradigma, el complejo de inferioridad expuesto en el psicoanálisis de Ramos. En su teoría de la ‘raza cósmica’, desplaza el papel importante del mestizo a un proceso que tendría lugar en un porvenir incierto, lanzando así un mestizo ficticio, catalizador de un mestizaje futurístico. Padece así los mismos síntomas que Ramos atribuye al estereotipo mexicano, el deseo de crear un ‘ego ficticio’ debajo del cual se esconde la realidad, pero al mismo tiempo que evoca este ideal optimista, Vasconcelos frecuentemente saca a la luz la misma realidad escondida, pues con un renovado arielismo muestra su antipatía por el imperialismo norteamericano, diciendo que esa fuerza domina hegemónicamente sobre el hemisferio americano. Es en la mitología donde Vasconcelos contribuye a la concienciación eugenética del valor de la propia raza mestiza con la creación de un nuevo producto de orgullo continental, en la forma de una historia ancestral que se remonta a los orígenes de la civilización de la Atlántida, compartida por todos los pueblos del continente. La raza latinoamericana no tiene por 84 qué sentirse inferior a las otras civilizaciones, porque su propio continente ha sido cuna de una de las civilizaciones más grandes, si no la más grande, que el mundo jamás ha conocido. Intenta de este modo a recuperar la autoconfianza latina, o dicho de otro modo, de combatir el complejo de inferioridad del latino. Andrés Donoso Romo (2010: 58) resume la intención del lanzamiento de la teoría de la ‘raza cósmica’ por Vasconcelos de manera siguiente: “Vasconcelos, al reflexionar sobre la raza cósmica, sabía que se inscribía en una lucha ideológica que no se ganaba precisamente en la lógica racional, sino en la capacidad para convocar simpatías y movilizar acciones libertadoras. Sosteniendo que la liberación advendría sólo cuando el sentimiento de inferioridad inyectado por los dominadores fuera neutralizado. Así, su misión moral, su mesianismo mestizo, era aportar a la construcción de una raza cósmica que fuera el imperio de la integración, la creación y el amor.” Afirma también que Vasconcelos creía que el mejoramiento de la educación procuraría la panoplia con la que sería posible combatir la ignorancia, el imperialismo y el neocolonialismo, y que por lo tanto se esforzó tanto en efectuar un mejoramiento en gran escala de la educación, opinión que en esta tesis se ha compartido. Pese a que la teoría vasconceliana de la ‘raza cósmica’ fue bien leída en los años ‘20, la popularidad del escritor sólo fue tranistoria. Después de los años ‘30, ya no está de moda su contribución al debate racial latinoamericano. Alejandro Estrella González (2009: 156) declara que el impacto relativamente pobre sobre la evolución posterior del pensamiento mexicano no se debe a la calidad de Vasconcelos mismo, sino al mercado intelectual mexicano, en que los jóvenes filósofos mexicanos se dejan inspirar por nuevas corrientes filosóficas, como la fenomenología, el marxismo y el neokantismo, y que “tampoco su utopía ideológica de la raza cósmica (...) encuentra, pese a los primeros éxitos, un sustrado adecuado en un mercado filosófico cuya reflexión sobre la esencia de México iba a tomar la senda del análisis historicista, existencial o marxista.” Concluye Estrella González más adelante (2009: 22) que Vasconcelos influyó a muchos de su generación y a sus discípulos de la generacion de después “(... ) abriéndoles las puertas de puestos académicos y administrativos e imprimiendo a través del magisterio ejemplar y carismático una predisposición a entender su labor en términos de acción apostólica.” Aunque su ambición política no terminara con la institucionalización de un aparato educativo mejorado, sino más bien residía en obtener el poder presidencial, la tentativa 85 a la presidencia en 1929 no tuvo el resultado deseado: se le escurrió en aquel año el control sobre todo lo que había construido. Perdió el poder político y la perspectiva al cumplimiento de dicha ambición, perdió por muchos años el acceso al país, perdió su popularidad como escritor mesiánico, y por último, perdió su amor Antonieta a causa de su suicidio. El año 1929 marca en la vida de Vasconcelos la escisión entre todo el esfuerzo que había tomado para realizar sus deseos políticos, y la pérdida de toda esperanza a tal realización. La raza cósmica de 1925, e Indología de 1926, son productos finales del período anterior a la escisión de 1929. La aproximación al nazismo en los años ‘30 del hombre amargo, derrotado y desorientado, es un capricho controversial posterior a la escisión de 1929, concentrado en descargar su desilusión respecto de los poderes fácticos y en atacar una conspiración plutocrática, judeomasónica, sajona y capitalista, que consideraba culpable a impedirle la presidencia. Aunque su teoría de la ‘raza cósmica’ parece dirigirse a la supremacía mestiza en algunos instantes, la eugenesia positivista que adoptó, sólo sirve de escalón hacia la propagación de una fusión de todas las razas en el continente latinoamericano, un mestizaje que producirá la superioridad ‘cósmica’ justo cuando todas las razas combinarían igualitariamente sus cualidades. La escisión de 1929 podría aclarar el enigma de que el nombre de José Vasconcelos, el escritor, filósofo, educador, político, místico e inventor de la ‘raza cósmica’, apareció sorprendentemente como editor de la revista Timón. 86 7. BIBLIOGRAFÍA. Aída Crespo, Regina, 2003: “Cultura e política: José Vasconcelos e Alfonso Reyes no Brasil (1922-1938)” en Revista Brasileira de História, Vol. 23, No. 45 (2003), São Paolo, pp. 187-208. 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