Isabel Oyarzábal de Palencia (18781974) La escritora y diplomática Isabel Oyarzábal Smith nació en Málaga el 12 de junio de 1878, en el seno de una familia de clase acomodada, donde la madre, escocesa, influyó definitivamente en la trayectoria cosmopolita de la que llegaría a ser la primera mujer embajadora de un gobierno español. En su obra autobiográfica I Must Have Liberty (1940), Isabel declara que comenzó a escribir «para pasar el tiempo». Sin embargo, fueron sus inquietudes acerca de la escasa educación lectora en las mujeres las que la impulsaron a crear, con la ayuda de su hermana Anita, la revista La Dama, cuyo primer número salió en diciembre de 1907. Esta primera revista, que Isabel editaba y redactaba semanalmente atendiendo a diferentes secciones, pasó a ser mensual—con el nombre de La dama y la vida ilustrada—desde 1908 y hasta 1911, año en que concluyó su trayectoria editorial. Isabel contrajo matrimonio en 1909 con Ceferino Palencia, con quien tuvo dos hijos y tras esa fecha pasó a firmar sus colaboraciones en diversos periódicos madrileños—El Sol, El Imparcial, Cosmópolis, Blanco y Negro, entre otros— con el seudónimo de “Beatriz Galindo”, y con su nombre de casada, Isabel de Palencia. Era una de las “mujeres modernas” de Madrid, así que fue requerida en 1915 para formar parte del grupo intelectual femenino que luchó por el derecho al sufragio en España; si bien no aceptó en ese momento, porque se sentía presionada por sus problemas familiares, más tarde, en 1926, se asoció al Lyceum Club donde ocupó el cargo de vicepresidenta de esta asociación feminista. Isabel fue abriéndose a las inquietudes sociales y políticas promovidas desde la izquierda republicana española y a finales de 1920 su participación en la vida política es plena. En 1929 preside la Liga Femenina Española por la Paz y la Libertad y se especializa en Derecho Internacional. Fue la única mujer que formó parte de la Comisión Permanente de la Esclavitud en las Naciones Unidas. En 1930, consiguió entrar en la cárcel de Carabanchel y fotografiar al Comité Revolucionario Republicano. Sus fotografías se publicaron en el Daily Herald de Londres. En 1931 es nombrada Consejera Gubernamental de la XV Conferencia Internacional del Trabajo y Vocal del Consejo del Patronato del Instituto de Reeducación Profesional y Delegada en la Sociedad de Naciones. Actuó como ministra plenipotenciaria (hecho insólito para una mujer) en nombre de la República, en el seno de las Naciones Unidas y, asimismo, se implicó en el Comité Mundial de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo. En 1935 asistió en Ginebra, como representante de los trabajadores, a la Conferencia Internacional del Trabajo. Declarada la guerra en 1936, pasó a formar parte de la Comisión de Auxilio Femenino. Sin duda alguna, el hecho de hablar perfectamente inglés le abrió las puertas de la política internacional y así uno de los días más amargos y complicados de su trabajo es el 18 de julio de 1936, cuando los acontecimientos la convierten en corresponsal de guerra en Europa, pero también en portavoz de la España republicana en diferentes foros internacionales: entre octubre y diciembre de 1936 recorrió los Estados Unidos con el fin de pronunciar distintas conferencias y mítines para recabar fondos en nombre de la República. El colofón a su carrera política culmina en octubre de 1936, cuando el Gobierno la nombra embajadora con destino en la legación de España en Estocolmo. En el país nórdico permaneció hasta el inicio de 1939, fecha en que salió rumbo a América, con su familia, para instalarse como exiliada en México. Paralelamente a su actividad política, sobresale su actividad literaria. Escribió y representó en el Madrid de los años veinte diversas obras de teatro, que fueron publicadas en México entre 1940 y 1944 por la editorial Leyenda bajo el título Diálogos con el dolor. Son nueve dramas breves y un cuento titulado Alcayata, que complementa el sentido de la publicación, de acuerdo al prólogo de la autora. Estas obras dramáticas son interesantes en dos sentidos: de un lado nos dan jugosa información sobre la intensa atmósfera teatral en Madrid en los años veinte y, de otro lado, son una muestra de un motivo recurrente en la obra de Isabel: el pensamiento cristiano, que implica la caridad hacia el prójimo y la entrega solidaria a los oprimidos, entre los que destacan las mujeres y los afectados por algún tipo de enfermedad. Durante su largo exilio mexicano, Isabel Oyarzábal vivió de sus colaboraciones periodísticas en publicaciones mexicanas y en las fundadas por los republicanos españoles, entre ellas: España Peregrina, Romance y Las Españas. Realizó numerosas traducciones del inglés de autores como Jane Austen, George Elliot y Sir Arthur Conan Doyle, entre otros. Además, se refugió en la escritura de la memoria, como tantos refugiados de la España dividida por la guerra. La autobiografía de Isabel Oyarzábal, I Must have Liberty aparece en 1940, en lengua inglesa. El segundo tomo de memorias Smouldering Freedom (The Story of the Spanish Republicans in Exile), publicado en 1945, relata la tragedia de los perdedores republicanos, tanto de los que se exiliaron en Europa y América como de los que se quedaron en España. Por fin, en 1947, publica Alexandra Kollontay. Ambassadress from Russia una obra en la que evoca sus años como diplomática en la embajada de Estocolmo al tiempo que pergeña la biografía de la insigne revolucionaria rusa con la que mantuvo una sólida amistad durante los años en los que compartieron tareas diplomáticas en la capital sueca. El recuento de las experiencias vividas por Isabel durante la Guerra Civil es la novela En mi hambre mando yo (1959), en la que se relatan trágicos episodios acontecidos en Madrid y en Málaga. Todavía queda mucho por decir de esta malagueña que vivió 96 años; casi un siglo de existencia marcado por terribles acontecimientos, de los cuales supo sobreponerse con dignidad por medio del trabajo, hasta el punto de ser considerada, hoy día, como un ejemplo admirable de entereza, entrega, solidaridad y compañerismo. Su vida y su obra estuvieron dedicadas al compromiso político, a la defensa de los oprimidos y marginados, a la lucha por las libertades, mientras supo combinar, con gran inteligencia, su mentalidad liberal y su fe católica. Concepción Bados Ciria