ESTRUCTURAS POLÍTICAS Y ADMINISTRATIVAS I Notas previas Ley Natural Normas Psíquicas (hombre) Normas Cósmicas (materia) Normas sociales Normas jurídicas Derecho Positivo Privado (personas) Natural Público (Estado...) Derecho Constitucional Diplomatura en Gestión y Administración Pública Derecho Definimos Derecho como el conjunto de normas jurídicas que regulan la vida del hombre en sociedad. Derecho Natural y Derecho Positivo Derecho Natural es el conjunto de los principios fundamentales del Derecho, concebidos por la razón y fundados en la naturaleza del hombre, y que representan la perfecta justicia, o el ideal de lo justo. Por Derecho Positivo entendemos el conjunto de normas que en un determinado momento rigen la vida de una comunidad. Mientras el Derecho Natural rige en todo tiempo y lugar, el Derecho Positivo regula la vida de un pueblo determinado, en un momento histórico concreto, y que, por tanto, puede ser cambiado, a diferencia del Derecho Natural que es inmutable. Derecho Público y Derecho Privado La distinción procede del Derecho Romano «Ius privatum», derecho privado, que regulaba las relaciones de los ciudadanos entre sí y el «Ius publicum», derecho público, que regulaba las relaciones de la ciudadanía con el Estado. Según Garrido Falla el Derecho Privado es el que regula las relaciones entre personas o grupos desprovistos de carácter oficial, bien sean relaciones patrimoniales (Derecho Civil, Mercantil, etc.), bien sean relaciones corporativas (Derecho Social). El Derecho Público surge cuando el estado interviene en la relación jurídica de que se trate, haciendo de la norma jurídica a aplicar una norma obligatoria (Derecho Penal, Constitucional, etc.). Según Ulpiano Derecho Público es el que atañe al Gobierno de la República, Privado es el que vela por los intereses particulares, pues hay cosas de utilidad pública y otras de interés privado. LECCIÓN 1. UNA NOCIÓN PREVIA DEL DERECHO CONSTITUCIONAL 1. El derecho Constitucional como parte del Derecho Público A. Notas diferenciadoras del Derecho Público y el Derecho Privado Vistas las diferencias anteriores vamos a citar algunas notas diferenciadoras. Las normas de Derecho Público son siempre obligatorias (Ius Cogens), no pudiendo los afectados elegir o no su aplicación. Por contra las normas de Derecho Privado (Ius Dispositivum) pueden ser elegidas por los afectados y aplicarlas o no a la razón que les ocupe. Frente al imperio de la norma, propio del Derecho Público, prevalece la autonomía de la voluntad en las relaciones de Derecho Privado. En las relaciones de Derecho Público en las que participan individuos particulares, éstos se encuentran en una posición de desigualdad frente a los poderes públicos. 2 Estructuras Políticas y Administrativas Puede así hablarse de un principio de a favor «Reipublicae», de trato de favor a los poderes públicos en su relación con los particulares, frente al principio de igualdad que caracteriza al Derecho Privado. B. La variación de los ámbitos del Derecho Público y el Derecho Privado Han oscilado bastante según las épocas históricas. Durante la edad media y hasta la consolidación de la Monarquía absoluta (siglos XVI y XVII) se produjo una considerable privatización de la vida jurídica, el poder político se consideraba patrimonio propio de una persona, familia o grupo y, en consecuencia, la relaciones políticas o de poder se configuraban como negociables, u objeto de pactos y contratos (entre Rey, nobleza, Iglesia, ciudades) sometidos a la voluntad de las partes contratantes. La consolidación de las Monarquías absolutas supuso un cambio de orientación: la estructura del poder político no era ya el resultado de pactos o acuerdos entre iguales, sino fruto de la decisión de una instancia superior, el Rey, con atribuciones exorbitantes respecto de otros sujetos. En la época actual, el desarrollo de las organizaciones públicas, y la intervención del Estado en la vida social y económica ha intensificado esta tendencia, y ha llevado a una situación diametralmente opuesta a la existente en la Edad Media. Puede hablarse así de una publificación de la vida jurídica. 2. El surgimiento histórico del Derecho Constitucional Revolución Inglesa (1689) Bill of rights Independencia 1776 Revolución Americana Constitución 1787 Revolución francesa (1789) Declaración Derechos del Hombre y del Ciudadano 1º Constitución Española 19-3-1812 — Limitar los poderes del Rey Finalidad — Acabar con la Monarquía absolutista —Afirmación libertad individuo Principal Característica — Existencia valores irrenunciables en el marco de una comunidad política organizada ( anarquismo marxismo) 3 Diplomatura en Gestión y Administración Pública 3. El contenido del Derecho Constitucional: normas materiales Parte Dogmática — La que reconocen y garantizan los derechos fundamentales Normas que se definen por su objeto (materiales) Parte Orgánica — La que define y organiza los poderes básicos del Estado 4. La definición formal del Derecho Constitucional — Normas de especial rango y fuerza Normas que se definen por su perspectiva formal — Protegidas contra eventuales ataques o vulneraciones – Elaboración y modificación más rígida – Difícil reforma — Características – Carácter supralegal – Normas superiores al resto del ordenamiento que queda sujeto al control constitucional 5. El Derecho Constitucional como conjunto de normas jurídicas y como sistema de conceptos jurídicos A. El Derecho Constitucional como conjunto de normas jurídicas Actualmente, en los países dotados de regímenes constitucionales democráticos, las normas de Derecho Constitucional se definen como auténticas normas jurídicas, traducibles en mandatos concretos cuyo incumplimiento es susceptible de una sanción, determinada por un órgano jurisdiccional. Las Declaraciones de Derechos aparecieron como proclamaciones solemnes, pero usualmente no pretendían crear inmediatamente unos derechos exigibles ante los Tribunales: las Declaraciones se remiten, como técnica general, a la ley, para que sea ésta la que precise el alcance y garantías de los derechos que tan solemnemente se reconocían. En cuanto a la parte organizativa u orgánica del nuevo Derecho Constitucional, estableciendo la 4 Estructuras Políticas y Administrativas organización de los poderes del Estado, su cumplimiento era difícilmente susceptibles de control por los Tribunales. Ello no significa que estas Declaraciones y Constituciones carecieran de eficacia. La aplicación e interpretación del Derecho Constitucional se dejaba en manos de las fuerzas políticas dominantes en cada momento; la efectividad de las normas de Derecho Constitucional dependía en gran manera del acatamiento voluntario y espontáneo por parte de los actores políticos. Esta situación ha cambiado notablemente, debido al menos a dos factores: Primeramente la extensión del concepto de Derecho Constitucional como un Derecho «más fuerte», cuya efectiva supremacía habrá de garantizarse. Por otra parte, la tendencia al desarrollo y perfeccionamiento de la protección de los derechos individuales ha conducido a que, en muchos supuestos, se dote de eficacia directa e inmediata a su reconocimiento en normas de índole constitucional. B. El Derecho Constitucional como sistema de conceptos jurídicos El Derecho Constitucional, pues, se configura como un conjunto de normas con vocación de aplicación efectiva, respaldado por la existencia de unos órganos que velan por su cumplimiento, y que pueden imponer sanciones en caso contrario. El Derecho Constitucional responde a un modelo definido de convivencia: el basado en el reconocimiento de los derechos y la libertad de la persona, en la limitación, la división, y la responsabilidad del poder. Las técnicas y conceptos empleados por las normas de Derecho Constitucional responden pues a unos objetivos y unos valores políticos: son técnicas y conceptos que resultan en muchos casos de largas experiencias históricas. El Derecho Constitucional aparece así como un Derecho cuyos términos, técnicas y conceptos responden a construcciones teóricas y valorativas previas. La peculiaridad de cada ordenamiento constitucional reside, más bien, en la forma en que combina elementos diversos, tomados de la propia historia y experiencia, o de la historia y experiencia de otros países. Finalmente, el lenguaje común del Derecho Constitucional surge también de la labor de instituciones supranacionales e internacionales, cuyas decisiones han de se acatadas por muchos países, y que han de emplear una terminología aplicable y comprensible en todas ellas. LECCIÓN 2. EL ESTADO COMO MARCO DEL DERECHO CONSTITUCIONAL 1. El concepto de Estado como concepto previo al Derecho Constitucional El Derecho Constitucional surge en un momento, el final del siglo XVIII, y en un contexto, la Europa Occidental y Norteamérica, en que se hallaba firmemente consolidado el Estado como forma de organización típica de la comunidad política. El constitucionalismo pretende organizar y reformar el Estado, y no, en modo alguno suprimirlo. Por ello, la regulación que introduce de los poderes públicos se refiere a los poderes del Estado y la garantía buscada de la libertad de los ciudadanos se concebía dentro del Estado, y, al tiempo, frente 5 Diplomatura en Gestión y Administración Pública a los poderes de éste. El Estado aparece así como una realidad sobreentendida por el Derecho Constitucional en sus orígenes, y así ha seguido siendo hasta el momento. Las normas de Derecho Constitucional, prácticamente sin excepción, describen como «Estado» la forma de organización política de la Comunidad. El concepto de Estado, y términos afines («estado nacional», «soberanía estatal», etc.), son pues conceptos «previos» o «sobreentendidos» en el Derecho Constitucional. Se trata de conceptos empleados en ocasiones con significados muy diversos, y no sólo en el lenguaje común. 2. El Estado como forma específica de organización Se emplea en muchas ocasiones el concepto de «Estado» para referirse a cualquier forma de organización de una comunidad cuando ésta alcanza un nivel superior al meramente familiar o de parentesco. Se ha empleado el término Estado para denominar a la polis griega, o a los imperios mesopotámicos, egipcio o romano, o a los reinos estamentales feudales de la Edad Media. El estado equivaldría a cualquier forma de organización política. Maquiavelo consagra en su obra El Príncipe (1513) el término «Estado» para designar unidades políticas independientes, se generaliza a partir del Tratado de Münster o de Westfalia (La paz de Westfalia, 1648). Para comprender la novedad que supuso en su momento la aparición de la organización estatal, así como las características definidoras de ésta, resulta conveniente una breve consideración de las formas políticas anteriores: La comunidad política organizada en forma de polis (ciudades-Estado griegas, Roma) se basaba en la existencia de un conjunto de factores comunes, de carácter personal, que definían a un grupo, usualmente reducido, de individuos, y los diferenciaban de los «extraños». Ello ocurría en la ciudad griega respecto de los extranjeros (periecos) que no se consideraban miembros de la comunidad. En la civitas romana; en que los ciudadanos integraban la república, frente a los peregrini. La unidad religiosa derivada de la extensión del cristianismo romano a toda Europa Occidental, la existencia de una lengua común al mundo letrado, y la sujeción universal a la autoridad de la Iglesia dieron lugar al nacimiento de una conciencia de Comunidad Cristiana, con dos autoridades supremas, el Emperador y el Papa. Pero junto a esta conciencia de comunidad religiosa y cultural, la pluralidad y debilidad de los centros de poder daba lugar a una compleja red de relaciones de sujeción, coexistentes en el mismo territorio. De esta forma, junto a una autoridad sólo teóricamente general –El Rey– se configuraban autoridades paralelas, y de facto muchas veces más poderosas, como la de la Iglesia, las ciudades libres o la nobleza. Frente a tal situación, el Estado que se consolida en el siglo XVII, y que en esencia responde a su concepto actual aparece cuando la comunidad política se define fundamentalmente en virtud de la común sujeción a un poder político, que ejerce su potestad en un ámbito determinado sobre todos aquéllos que se sitúen en él, fuese cual fuese su cualidad personal. Permitía que en un mismo Estado, y bajo un mismo poder, convivieran pacíficamente grupos religiosos muy distintos, pero cuyas diversas creencias no impedían su pertenencia a una misma comunidad política, definida no por la religión (u otro factor subjetivo) sino por la existencia de un poder territorial. Una definición del concepto jurídico del Estado que permita comprender su uso en el Derecho Constitucional ha de ser forzosamente muy genérica: En un sentido amplio la palabra Estado designa una colectividad organizada que tiene como soporte social una nación. Así decimos que España, Francia, etc., son estados. 6 Estructuras Políticas y Administrativas En un sentido más restringido el término Estado sirve para designar a los poderes públicos, a los gobernantes, en contraste con los gobernados. En un sentido muy restringido, la palabra Estado designa, entre los poderes públicos, el elemento central en oposición a los periféricos. Así se habla, por ejemplo, que un Ayuntamiento necesita autorización del Estado para realizar ciertos actos (Andre Hauriou). 3. El Estado como ente territorial El Estado es una organización, y por tanto, sus componentes son los sujetos organizados, las personas que integran esa organización. Se habla figuradamente en muchos casos del territorio como «elemento» del Estado. Pese a que se trate de una expresión aproximativa, resulta útil para mostrar el carácter fundamental que posee la definición del Estado como ente territorial, esto es, como organización asentada en un territorio o espacio concreto, sobre el que ejerce su poder en forma exclusiva. Este carácter fundamental se expresa al menos en tres formas: La definición territorial del Estado le distingue de otras formas anteriores de organización política. El poder del Estado se ejerce sobre todos los que se encuentran en un determinado territorio, y ello independientemente de las cualidades personales del gobernante y de los gobernados y de los vínculos que entre ellos, como personas, puedan existir. Desde la perspectiva del ordenamiento jurídico, el territorio cumple una función esencial: establece los límites dentro de los cuales se impone en exclusiva el poder del Estado y se aplica su ordenamiento. La generalización del fenómeno estatal ha dado lugar a que hoy toda la superficie emergida de la tierra –y gran parte de los mares– esté parcelada entre organizaciones estatales. La delimitación concreta de los límites respectivos de los territorios estatales no deja de plantear difíciles problemas, objeto del Derecho Internacional. El carácter fundamental del territorio como límite (o mejor dicho, definidor de límites) al poder del Estado no excluye que pueda también ser considerado como objeto del poder del Estado: esto es, el Estado ejercería respecto del territorio no sólo el imperium sobre las personas en él localizadas, sino también un dominium, en la forma de un derecho de uso y disposición. 4. Estado y Nación: la población del Estado El Estado es una forma de organización humana. El elemento humano, la población, es, como resulta obvio, el presupuesto imprescindible de la misma existencia estatal. Durante el siglo XIX, el movimiento nacionalista, que ha llegado hasta nuestros días, parte de dos premisas relacionadas entre sí. Primeramente que la Nación se define por la existencia de un conjunto de caracteres, culturales, étnicos, religiosos, y, sobre todo, lingüísticos, comunes a un grupo social determinado, que la individualiza frente a los demás grupos y que generalmente se considera como la base sociológica para la formación del Estado. En segundo lugar, que toda entidad nacional, así definida, tiene derecho a convertirse en Estado, o, si se quiere, a organizarse en forma estatal. La nacionalidad se adquiere por nacimiento y por adopción. En España rigen dos criterios «Ius soli» «Ius sanguinis». 7 Diplomatura en Gestión y Administración Pública Son españoles: Los nacidos en España de padres españoles. El hijo de extranjeros nacido en España si al cumplir los 18 años opta por dicha nacionalidad. El hijo de padres españoles nacido en el extranjero. 5. El Poder del Estado: poder y soberanía La evolución histórica ha venido a definir el poder del Estado con un adjetivo que pretende resumir sus notas esenciales: el poder del Estado sería un poder soberano. La idea de poder soberano, en el sentido de poder supremo e irresistible se va desarrollando históricamente a medida que uno de los poderes medievales, el del Rey, va creciendo, asumiendo un conjunto de facultades públicas en régimen de exclusividad: administración de justicia, acuñación de moneda, levantamiento de ejércitos, que le situaban por encima de todas las demás instancias y organizaciones. El concepto de soberanía aparece definitivamente acuñado por Jean Bodin en su obra «Los seis libros de la República» (1575). Se trata de un concepto comprensible en un momento histórico determinado, en que se producía la afirmación de la monarquía absoluta, como la forma de gobierno capaz de asegurar la paz civil, tanto frente a las guerras civiles de religión como frente a las intromisiones de poderes exteriores, como el Papado de Roma. Por ello la soberanía aparecía como una potestad suprema, tanto frente a instancias interiores como exteriores. Este carácter supremo se ha mantenido como atributo de la potestad estatal, y se ha recogido en los textos constitucionales de 1789, usualmente bajo la fórmula de que la soberanía pertenece a la Nación «...La soberanía nacional reside en el pueblo...» (art. 1 CE 1978). A. Las dimensiones de la soberanía: la dimensión interna La soberanía se afirma respecto de la organización anterior a la Monarquía absoluta, es decir, la supremacía del Monarca frente a las estructuras de poder feudales y estamentales: nobleza, ciudades libres, Iglesia, etc. En el Estado la soberanía estatal se traduce en que ninguna otra organización o persona, en su ámbito territorial, podrá oponerse al poder del Estado, entendido éste como legítimamente irresistible. La atribución al Estado de un poder soberano es compatible con el reparto de competencias entre órganos estatales. La Monarquía absoluta implicaba la identificación del Rey con el poder soberano, como un poder personal con un titular individual. («El Estado soy yo»). Los movimientos revolucionarios de los siglos XVIII y XIX pretenden despojar al Monarca de ese poder soberano. Los textos constitucionales atribuían la soberanía a otros titulares, así, en la Constitución de Cádiz de 1812 se afirmaba que «La nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna persona» (art. 2), «La soberanía reside esencialmente en la Nación...» (art. 3). La confrontación entre las tesis y textos que mantenían la soberanía real, y los que defendían la soberanía nacional y, posteriormente, la soberanía del pueblo, tenía una base política evidente. Durante el desarrollo del constitucionalismo, la proclamación de la soberanía real desapareció, sustituyéndose por la soberanía nacional (España, Francia, etc.) o por la soberanía popular (Grecia y Portugal): en el caso español actual se sigue una fórmula mixta: «La soberanía nacional reside en el pueblo español...». Hoy el poder soberano es ejercido por los órganos del Estado, por lo que no es infrecuente el uso de la expresión «la soberanía del Estado». 8 Estructuras Políticas y Administrativas B. La dimensión externa de la soberanía La soberanía del Monarca en el Estado absolutista tenía una segunda proyección: la dirigida hacia el exterior. La soberanía significaba independencia de cualquier otro poder externo: de otros Reinos, del Imperio, del Papado. La independencia y la soberanía son conceptos estrechamente ligados, ya que el poder soberano es el radicalmente independiente de todo poder o intervención exterior, sin prejuicio de hacerse compatible con el poder o Derecho Internacional en el que el principio de soberanía estatal sigue presidiendo las relaciones internacionales. La soberanía, por tanto, no se configuraba como una cualidad inalterable, más bien ocurre lo contrario. El conjunto de poderes que se atribuían al Estado, como contenido de la soberanía (legislar, ejercer el poder tributario, juzgar, etc.) se va disgregando, y pasando en ocasiones a instituciones exteriores a éste. El concepto actual de soberanía es algo limitado, es un conjunto de poderes históricamente ejercidos por el Estado pero que, en forma expresa y excepcional, pueden transferirse a otras instituciones. 6. El Estado como ordenamiento jurídico El Derecho Constitucional aparece como parte integrante del ordenamiento jurídico estatal. El Estado se concibe así no sólo como un fenómeno político o de poder sino como un fenómeno jurídico: como un ordenamiento jurídico. Éste se integra por un conjunto de normas interrelacionadas, de forma que cada una de ellas cobra sentido en relación con las demás. El ordenamiento jurídico estatal se presenta como un ordenamiento originario, en el sentido de que no necesita ni depende para su existencia y desarrollo, de ningún otro ordenamiento ajeno a él. Ciertamente, el ordenamiento estatal se encuentra inserto en el ordenamiento internacional: pero éste parte, como ya se indicó, del principio de la soberanía de los estados. El ordenamiento estatal aparece como un conjunto o sistema que forma una unidad; sus normas responden a unas líneas comunes que derivan de la misma naturaleza del Estado como comunidad política organizada: En cuanto a su contenido, el ordenamiento estatal es expresión de cada concreta comunidad política estatal, con ello podemos afirmar que forzosamente reflejará la voluntad política de una comunidad en cuanto a sus valores y objetivos esenciales. En cuanto a su forma, la unidad del ordenamiento estatal se traduce en un sistema ordenado de producción de normas jurídicas. Como consecuencia, el ordenamiento jurídico estatal se configura de forma escalonada y su validez se hace depender de su adecuación (formal y material) a una norma fundamental. 9 Diplomatura en Gestión y Administración Pública LECCIÓN 3. LAS FUENTES DEL DERECHO CONSTITUCIONAL (I): LA CONSTITUCIÓN 1. La Constitución como fuente del Derecho Constitucional La Constitución escrita se puede considerar como la fuente por excelencia del Derecho Constitucional: un texto único, con un contenido organizado sistemáticamente, al que se confiere una superior fuerza vinculante, y cuya reforma se hace depender de procedimientos más dificultosos que los exigidos para la alteración del resto de las normas del ordenamiento. La excepción más conocida es la representada por el ordenamiento británico, en el que, si bien existe un Derecho Constitucional, no existe, sin embargo, un texto constitucional, aun cuando periódicamente se propone su redacción. La preferencia por un texto escrito, único y solemne para establecer los principios y reglas del sistema aparece en los mismos principios del constitucionalismo. La revolución norteamericana se plasma definitivamente en el texto constitucional, aún vigente, de 1787. La revolución francesa, en las Constituciones de 1791, de 1793 y de 1795. Se trataba casi siempre de precedentes medievales, pero que eran considerados, siquiera simbólicamente, como exponentes de viejas libertades, aplastadas por la Monarquía absoluta. Pese a la indudable influencia que esta tradición ejerció, debe recordarse en todo caso que los documentos medievales y los textos constitucionales diferían notablemente. Los pactos medievales eran acuerdos parciales, que afectaban a elementos muy reducidos de la comunidad política, y establecían derechos o privilegios para sectores numéricamente minoritarios, sin pretender extender sus efectos a toda la comunidad. Por el contrario las Constituciones escritas se adoptaron desde una perspectiva muy distinta: esto es, desde la convicción común del iusnaturalismo contractualista de que la fuente de la sujeción política sólo puede ser el consentimiento de los gobernados, la teoría de la doctrina del pacto o contrato como fundamento del orden político que se encuentra en las obras de iusnaturalistas como Althusius, Puffendorf o John Locke, y que tiene su más extrema expresión en la teoría rousseauriana del Contrato Social. Esta corriente histórica conducía pues a la aprobación por la comunidad de la Ley Fundamental escrita y solemne, no como un pacto entre sectores parciales de la sociedad, como en el caso de los documentos medievales, sino como acuerdo decisorio, de toda la nación y para toda la nación. 2. El establecimiento de la Constitución: el poder constituyente La atribución a la comunidad política del poder de establecer una constitución supone que ésta deriva de la voluntad popular, y en ella encuentra su legitimación. Este reconocimiento ha conducido a una diferenciación entre poderes constituyentes y poderes constituidos . El análisis de estas situaciones ha dado lugar a la teoría del poder constituyente, expuesta por E. Sieyès en su obra Qué es el Tercer Estado (1789). Este poder aparece como poder originario, es decir, no creado por ninguna norma jurídica anterior, sino expresión de la voluntad nacional. 10 Estructuras Políticas y Administrativas El poder constituyente surge pues como negación del ordenamiento político anterior, para crear un ordenamiento constitucional nuevo: es un poder que crea Derecho, pero que no deriva del Derecho, sino de la voluntad de la comunidad política. La comunidad política (la Nación) tiene el poder de revocar la constitución vigente y crear una nueva, mediante un acto revolucionario: «No solamente la Nación no está sometida a una Constitución, sino que no puede estarlo, no debe estarlo, lo que equivale a decir que no lo está». a) La existencia de un poder constituyente que crea (y no aplica) Derecho Constitucional se ha manifestado en aquellos casos en que, debido a fenómenos revolucionarios, o a la existencia de un vacío institucional se ha debido establecer un nuevo orden constitucional rompiendo con los principios del anteriormente existente. Tal es el caso de las Constituciones revolucionarias que, a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX van sustituyendo los regímenes monárquicos heredados del pasado, o los regímenes dictatoriales, por regímenes constitucionales. En España, asumen ese carácter de fruto del poder constituyente originario las Constituciones revolucionarias de 1812, 1869 y 1931. b) La concepción del poder constituyente como poder extraordinario, de creación de las bases jurídicas del sistema político, ha traído como consecuencia el reforzamiento de su carácter democrático, y la búsqueda de la mayor legitimidad popular posible. Ello coloca al poder constituyente, y su creación, la Constitución, en una posición distinta y superior a los poderes constituidos, y representa uno de los elementos que justifican la supremacía de la Constitución, como veremos más abajo. c) No obstante en algunos casos históricos, su origen ha sido la concesión por parte del Rey de una Carta Constitucional (Constituciones otorgadas) o la formulación de un pacto o acuerdo entre Rey y Parlamento (Constituciones pactadas). Como ejemplo de la primeras podemos citar el Estatuto Real de 1834; como ejemplo de la segundas, la Constitución del 1876 . Tales fórmulas resultan hoy obsoletas e inaplicables, la Constitución Española de 1978 es también un ejemplo de adquisición de una legitimidad democrática, y de manifestación de la voluntad nacional, sin rotura con la continuidad del ordenamiento, sometiéndose la elaboración de una nueva Constitución a procedimientos preestablecidos. Frente a lo que caracteriza al poder constituyente originario, la elaboración de la Constitución Española de 1978 se ha visto legitimada no sólo por la expresión de la voluntad popular, sino también, jurídicamente, por su adecuación a los procedimientos previstos por el ordenamiento preexistente. 3. El contenido de la Constitución Si bien el concepto común de Constitución como ley fundamental es ampliamente compartido, su expresión práctica varía notablemente de país a país. Sobre todo varía notablemente la extensión de los textos constitucionales, y, en concordancia, la amplitud de las materias por ellos reguladas. Algunas Constituciones son breves: la Constitución Norteamericana de 1787 comprendió inicialmente sólo 13 artículos (posteriormente se le añadieron hasta 28 enmiendas). Por el contrario, otras Constituciones son auténticos códigos, así la Constitución de Colombia de 1991 tiene 380 artículos y 60 Disposiciones Transitorias. Pese a esta diversidad, es posible esbozar un concepto de Constitución, generalmente aceptado en la cultura jurídica de nuestra época, como un texto escrito y sistematizado, y con un contendido mínimo común, derivado de su propia naturaleza y función. Como elemento común, tanto en la garantía de la libertad, como a la estructura del ordenamiento, las Constituciones llevan a cabo la organización de los poderes del Estado (parte orgánica) sobre la base del principio de la división de poderes. Ello implica establecer los sujetos competentes para dictar normas, y los procedimientos a que deben ajustarse. La Constitución, de esta forma, se con11 Diplomatura en Gestión y Administración Pública vierte en una fuente de las fuentes del Derecho, o, si se quiere, una norma de normas. 4. La supremacía de la Constitución La ordenación de los poderes del Estado por la Constitución tiene como consecuencia que éstos se encuentren sometidos a los mandatos constitucionales. Si un poder público actúa fuera de los límites fijados por la Constitución, su actuación no puede considerarse legítima, pues carecerá de base o justificación en Derecho. Por lo tanto, la Constitución se configura como norma suprema, e inatacable, con un rango superior al resto del ordenamiento jurídico. La supremacía constitucional se manifiesta, por un lado, en la determinación formal de cómo deben crearse y funcionar los poderes públicos. Ello significa que la Constitución regula los poderes del Estado. Pero además, la supremacía constitucional es una supremacía material: los Poderes Públicos no podrán actuar contra los principios y valores establecidos por la Constitución. La importancia práctica de esta supremacía se traduce en la posibilidad de declarar inconstitucionales y nulas las disposiciones y actos que contradigan la regulación constitucional. 5. La reforma de la Constitución Las Constituciones, como la inmensa mayoría de las normas jurídicas, nacen con vocación de permanencia y estabilidad. Pero ello no ha impedido constatar, que toda regulación, y también las constitucionales, pueden alterarse en el futuro, por el cambio de las circunstancias sociales, o de la voluntad de la comunidad política. No es extraño, por tanto, que las Constituciones escritas contengan, como regla general, previsiones relativas a su modificación. La introducción de estas previsiones y procedimientos responde, por un lado, a un objetivo evidente: hacer posible el cambio, y, al mismo tiempo, la continuidad de la legitimidad jurídica del ordenamiento. El que ese cambio se lleve a cabo mediante procedimientos y con garantías predeterminadas supone notables ventajas: el cambio constitucional se efectuará dentro de unas pautas jurídicas, mediante procedimientos conocidos de antemano, que darán oportunidad a los sectores sociales afectados para ordenar su intervención y participación. En consecuencia, las Constituciones suelen encomendar su eventual reforma, no al poder legislativo ordinario, sino a un poder especial, un poder de reforma o de revisión. A veces se le denomina poder constituyente constituido, aunque esta denominación no es apropiada. Los requisitos para alterar la Constitución son generalmente más estrictos y dificultosos que los necesarios para aprobar otro tipo de disposiciones. a) Suelen consistir en mayores exigencias de apoyo, parlamentario o popular, para la aprobación de la reforma: mayorías reforzadas, celebración de nuevas elecciones que ratifiquen la reforma, o sometimiento de ésta a referéndum. Ello persigue conseguir que la reforma refleje efectivamente, y con la mayor fidelidad, la voluntad de la comunidad. b) La exigencia de mayorías cualificadas, o de pronunciamientos del electorado (por medio del referéndum, o de elecciones generales) viene a ofrecer garantías a las minorías. La Constitución se muestra así como un acuerdo básico, por encima de mayorías coyunturales, y que sólo puede reformarse si se reproduce ese acuerdo, que incluye a mayorías y minorías. 12 Estructuras Políticas y Administrativas 6. La mutación constitucional Es el cambio o alteración de los mandatos constitucionales sin alterar su redacción. La mutación constitucional equivale así a un cambio de sentido de los mandatos de la Constitución. Usualmente se señalan dos vías de mutación constitucional: el desuso (desuetudo) en la aplicación de determinados preceptos y la reinterpretación de su contenido. En cuanto al desuso (desuetudo) como forma de alteración de los mandatos constitucionales, resulta dudosamente, admisible en los supuestos de ordenamiento constitucionales en que se admite la supremacía de la Constitución y se establece un control judicial de constitucionalidad. En efecto, no cabe dudar de que una ley que se opusiera directamente a un mandato constitucional expreso, debería considerarse inconstitucional, aun cuando ese mandato no se hubiera aplicado durante largo tiempo. Otro es el caso de la mutación por reinterpretación de la Constitución. El cambio de significado de un termino constitucional puede representar, como consecuencia, la alteración del mandato constitucional que lo emplea. La garantía de que ese cambio de significado es real y general (y de que no se trata de un capricho u ocurrencia minoritario) sólo puede residir en su admisión de un modo expreso y formal: la vía empleada para ello suele ser la jurisprudencia constitucional, que cobra así una importancia decisiva en la adaptación de la Constitución al cambio de épocas. LECCIÓN 4. LAS FUENTES DEL DERECHO CONSTITUCIONAL (II): LA LEY, LA JURISPRUDENCIA, LA COSTUMBRE 1. Fuentes del Derecho Constitucional distintas de la Constitución En el mundo actual, es sin duda el texto constitucional, la fuente más relevante del Derecho Constitucional. Pero, así, y todo, no es la única fuente del mismo. Primeramente, el desarrollo histórico peculiar de algunos países ha dado lugar a la ausencia de un texto constitucional formal. El caso de Gran Bretaña es el más citado, tiene un régimen y un Derecho Constitucional aun cuando este Derecho se exprese mediante otros medios o instrumentos normativos, legales o consuetudinarios distintos de la Constitución. Pero, incluso en países dotados de una constitución formal, el poder constituyente puede haberse remitido a otras fuentes para establecer elementos fundamentales del sistema. Por otra parte, las normas constitucionales emplean conceptos y se remiten a valores que requiere en ocasiones una labor de interpretación. Finalmente, el creciente desarrollo de las relaciones internacionales está dando lugar al surgimiento de normas de carácter internacional que se revelan como vinculantes respecto de los poderes públicos de los Estados miembros. En el presente capítulo se tratará pues de la ley, la jurisprudencia y la costumbre como posibles fuentes del Derecho Constitucional, sin entrar a examinar las fuentes de carácter ínter o supranacional. 13 Diplomatura en Gestión y Administración Pública 2. La legislación como fuente del Derecho Constitucional Ley y Constitución representan dos tipos de normas formalmente distintas. La Constitución, como obra del poder constituyente, establece un poder legislativo, y fija sus competencias y sus límites. La ley por su parte, aparece como obra del legislador, en virtud de las atribuciones que a éste le confiere la Constitución: por ello, queda subordinada a ésta. Materialmente, la Constitución regula los elementos que se consideran fundamentales del ordenamiento: la configuración del resto del ordenamiento se confía a la ley, como regla general. Ello no significa que la ley «desarrolle» la Constitución. El legislador debe actuar dentro de los límites constitucionales. Pero dentro de esos límites, el legislador dispone de una libertad de configuración y creación propia, sin reducirse a «desarrollar» mandatos constitucionales. A. Leyes formalmente reforzadas: «constitucionales u orgánicas» La Constitución confiere a determinadas leyes unas especiales características formales, crea un tipo especial de leyes, denominadas leyes constitucionales en la Constitución italiana (artículo 138) o leyes orgánicas en la Constitución francesa (artículo 41) y española (artículo 81), que exigen, para su aprobación o modificación un procedimiento de mayor rigidez o dificultad que el requerido para las leyes ordinarias: esa rigidez se hace residir en la exigencia de mayorías cualificadas, más allá de las requeridas para la aprobación de las leyes ordinarias. La razón para ello es obvia: se persigue que las materias así reguladas tengan una cierta estabilidad, y, por otro lado, se pretende que dispongan de una amplia legitimidad, exigiéndose una mayoría reforzada, que puede suponer también una mayor garantía para las minorías (ya que, se prevé, será necesaria para su aprobación la concurrencia de otros partidos, aparte del mayoritario). La contradicción por una ley ordinaria de lo dispuesto en una ley orgánica supone una vulneración de la Constitución . B. Dificultades del uso de leyes constitucionales u orgánicas La remisión por la Constitución a (futuras) leyes constitucionales u orgánicas no deja de plantear serios problemas de interpretación. Dos serias objeciones pueden aducirse a esta técnica. La primera, la exigencia de mayorías reforzadas, en efecto, representa una excepción al principio democrático cuando esa mayoría reforzada es de tal entidad que un grupo reducido de representantes pueden efectivamente bloquear la voluntad mayoritaria del legislador. La segunda objeción consiste en el peligro de que mayorías coyunturales aprovechen su posición para calificar como ley orgánica o ley constitucional determinadas normativas ajenas a lo querido por la Constitución, normativas que una vez aprobadas con ese carácter «orgánico o constitucional» sólo serían reformables mediante la consecución de mayorías difíciles de obtener. C. El «bloque de la constitucionalidad» Se emplea en ocasiones la fórmula bloque de la constitucionalidad para referirse a un conjunto normativo, integrado por la Constitución y las normas orgánicas, con un carácter de «Derecho más fuerte». Debe distinguirse el supuesto de remisión a una ley, constitucional u orgánica, a elaborar por un futuro legislador, de aquellos casos en que la Constitución integra, dentro de sus mandatos, y con el mismo rango que éstos, el contenido de normas ya existentes, que se convierten, por vía indirecta, en parte de la Constitución. Un ejemplo destacado es el representado por la Constitución francesa de 1958. Ésta proclama, en su Preámbulo, la vigencia del Preámbulo de la anterior Constitución de 14 Estructuras Políticas y Administrativas 1946. No son por tanto normas intermedias entre las leyes ordinarias y la Constitución, sino parte de ésta. D. La ley en los casos de ausencia de Constitución escrita Por ultimo, ha de señalarse un supuesto sin duda excepcional: el de aquellos casos en que la ausencia de una Constitución escrita confiere especial relevancia a determinadas normas legales que establecen elementos clave del sistema jurídico. Es (entre otros pocos) el caso del Derecho Constitucional británico, en que determinadas leyes cumplen funciones atribuidas en otros contextos al texto constitucional. 3. La jurisprudencia como fuente del Derecho Constitucional La aplicación por parte de los Tribunales de las normas constitucionales viene a precisar el alcance de éstas: la eficacia del Derecho resulta de su aplicación judicial en cada caso concreto. Cuando un juez aplica e interpreta la Constitución en un caso concreto, ¿puede crear normas constitucionales de alcance general, esto es, normas referentes a la estructura y principios básicos del Estado, que se impongan a los demás poderes de éste, y que serán superiores al resto del ordenamiento? En pura teoría la respuesta debería ser negativa. Los jueces deben limitarse a aplicar normas preexistentes a casos singulares. Cuando la norma general a aplicar es la Constitución debe entenderse que ésta sólo puede ser creada por el poder constituyente, no por el juez. Éste aplica el Derecho, pero no lo crea. Sin embargo, tal conclusión es difícilmente aceptable. Para aplicar a un problema o situación concreta los mandatos constitucionales es necesario previamente definir cuál es el contenido de esos mandatos. Será necesario llevar a cabo las tareas usuales de «integración» del mandato constitucional. Pero, además, al ser los conceptos constitucionales resultado de un proceso de creación intelectual históricamente condicionado, su significado no es inmediatamente evidente, el contenido del término soberanía no es idéntico hoy, tras los procesos de integración supranacionales verificados en Europa, que el que pudo tener el siglo pasado. La jurisprudencia si bien no «innova» o «crea» normas nuevas (en teoría), al precisar el contenido de normas constitucionales preexistentes, viene, de hecho, a establecer mandatos que vinculan a los demás poderes. ¿Cómo es posible que un mandato creado, con pretensión de permanencia, por el poder constituyente, pueda verse sujeto a una cambiante interpretación de un órgano jurisdiccional? La respuesta a esta pregunta sólo puede obtenerse a partir de la forma de actuación de los Tribunales. Éstos deben actuar, no según su propio arbitrio, sino justificando (motivando) sus decisiones, y fijando razonadamente criterios de interpretación, que vinculan también al mismo Tribunal en el futuro. Esta interpretación, precisión, y adaptación paulatina de los preceptos constitucionales es lo que convierte a una Constitución en una «norma viva», y es lo que ha hecho posible que Constituciones ya antiguas, como la norteamericana, puedan seguir en vigor y regular sociedades muy distintas de aquéllas en que surgieron. 4. ¿La costumbre, fuente de Derecho Constitucional? Más difícil es aceptar que la costumbre pueda considerarse una fuente del Derecho Constitucio15 Diplomatura en Gestión y Administración Pública nal. En otras ramas del Derecho se admite la posibilidad de la costumbre como fuente de reglas jurídicas. a) La creación de normas constitucionales por vía consuetudinarias supondría, de hecho, dejar en manos de unos pocos individuos la elaboración de normas fundamentales para la organización de la comunidad. b) La costumbre tampoco tiene cabida dentro del ámbito del Derecho Constitucional. Si una costumbre pudiera derogar una norma de la Constitución, ello significaría que ésta, expresión de la voluntad del poder constituyente dejaría de ser la norma suprema (costumbre contra constitutionem). c) Pero también resulta inaceptable la costumbre no opuesta a la Constitución, sino complementaria de ésta. En efecto, si se diera valor constitucional a la costumbre, ello significaría darle el valor de Derecho «más alto». Como consecuencia, las normas que se opusieran a una costumbre creada al margen de la Constitución, serían también inconstitucionales. LECCIÓN 5. CONSTITUCIONALISMO Y SEPARACIÓN DE PODERES 1. La organización de los poderes del Estado como tarea del Derecho Constitucional La determinación de cuáles sean los poderes del Estado, y cuales sus atribuciones, y de quienes deben ocupar esos poderes, es una de las tareas esenciales del Derecho Constitucional. El Estado no es una persona física, sino un complejo organizativo. Para organizar y regular su actuación al Derecho Constitucional ha empleado técnicas similares a las utilizadas en otras ramas del Derecho: en primer lugar dotándose de una personalidad jurídica, y convirtiéndose en sujeto de derechos y obligaciones. En segundo lugar, la organización jurídica del poder estatal implica establecer los órganos mediante los que el Estado actúa. Los órganos del Estado están integrados por uno o varios individuos. Los actos de unos determinados individuos se convierten así en actos del Estado. Se designan usualmente como «órganos constitucionales» aquellos cuya existencia viene prevista en la Constitución así como cuya composición, procedimiento, y funciones principales son objeto de regulación constitucional. 2. La separación de poderes como principio básico de la Organización Constitucional El artículo 16 de la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano, elaborada en 1789, mantenía que «toda sociedad en donde no estén garantizados los derechos, y establecida la separación del poderes carece de Constitución». Este principio se formuló, en su versión más influyente, en el libro Espíritu de las Leyes de Montesquieu. La doctrina de la separación de poderes parte en todo caso de abundantes antecedentes históri16 Estructuras Políticas y Administrativas cos, si bien le correspondió a Montesquieu definirla en su forma más influyente para el desarrollo del constitucionalismo. Aristóteles, en un párrafo famoso de su Política (Libro IV, 1297 - 1298 ac.) separaba una función deliberante, una ejecutiva y otra judicial. Por su parte, casi dos mil años mas tarde, John Locke distinguía, en su Segundo tratado sobre el Gobierno Civil (capítulo XII) la función legislativa, la ejecutiva, y la de relación exterior, o función federativa. Aún teniendo en cuenta estos antecedentes, la aportación de Montesquieu al constitucionalismo moderno consistió esencialmente en dos tipos de consideraciones: a) Primeramente establecer un principio o criterio de conducta; la garantía de la libertad exige la existencia de varios poderes dentro del Estado. b) En segundo lugar, cada uno de esos poderes deberá llevar a cabo, independientemente de los demás, una de las funciones básicas del Estado. El principio de separación de poderes significaba así que cada una de las tres funciones del Estado (que Montesquieu define como la legislativa, ejecutiva y judicial) debía ser desempeñada por un poder diferente. La fórmula de la separación de poderes ha sido, desde el siglo XVIII, elemento definidor del constitucionalismo. No obstante, hoy reviste muchos matices y variaciones. Hay que comprender el concepto de «poder» como el de «conjunto o agrupación de órganos». Han surgido poderes no previstos en su clasificación (Tribunal Constitucional, Administración electoral, cuerpo electoral). Respecto de los tres poderes clásicos, desde un principio se hizo evidente que no era factible una separación de tipo extremo y radical, en el sentido de que cada poder, en el ejercicio de su función, fuera completamente independiente de los demás poderes: en último término, ello significaría que cada poder sería absoluto en su área, con lo que un poder no podría «frenar a otro». La evolución del constitucionalismo y, la evolución y desarrollo de los partidos políticos ha venido a relativizar en gran media la separación entre los poderes ejecutivos y legislativos. No obstante, el principio de separación de poderes sigue siendo relevante, al menos por dos motivos: a) Al garantizar la diferenciación entre poder legislativo (asamblea) y ejecutivo (gobierno), mantiene también la peculiaridad del procedimiento legislativo, basado en la discusión y publicidad y que permite la participación de las minorías y la función de control del gobierno por parte de éstas. El poder legislativo (Asamblea) se mantiene como foco de control y crítica. b) El principio de separación de poderes supone sobre todo, el mantenimiento de la garantía de la independencia del poder judicial. Estas dos notas se mantienen en todos los sistemas constitucionales. En los apartados que siguen haremos referencia a las formas en que se configuran, con carácter general, los tres poderes clásicos: a las funciones que se atribuyen, y a la manera en que se coordinan, en los dos sistemas-tipo extendidos, es decir, el parlamentario (separación flexible) y el presidencial (separación rígida). 3. El Poder Legislativo. La Asamblea Comúnmente se acepta que, por su peso histórico, ha sido el Parlamento británico el modelo por antonomasia de la evolución de las asambleas medievales hacia los parlamentos modernos. Éstos se configuran hoy, entre otras características, por dos notas: su pretensión de representar a toda la 17 Diplomatura en Gestión y Administración Pública comunidad y su elección mediante el principio democrático. La posición del poder legislativo en los modernos regímenes constitucionales viene definida por dos elementos. Por una parte, por la característica de su organización, por otra parte, por el conjunto de funciones que se le atribuyen: A. La garantía de la independencia del poder legislativo En los regímenes democráticos las asambleas legislativas representan la voluntad popular. Por ello se adoptan una serie de medidas dirigidas a asegurar que esa voluntad se exprese libremente. Estas medidas se refieren, por un lado a los miembros de la asamblea, individualmente considerados: por otro, a la asamblea en cuanto organización. Por lo que se refiere a los parlamentarios individuales, el ordenamiento constitucional les confiere ciertas prerrogativas, a la vez que les impone determinada cargas, para garantizar su independencia, prerrogativas y cargas que componen el status del parlamentario. Como prerrogativas deben contarse la inviolabilidad (irresponsabilidad por las opiniones expresadas en el ejercicio de su función)y la inmunidad (exclusión de la detención gubernativa de los parlamentarios y necesidades de la aprobación de la asamblea para poder lleva a cabo persecuciones judiciales contra ellos). Como cargas o limitaciones inherentes a la función parlamentaria deben considerarse las incompatibilidades, que se establecen en muchos ordenamientos, entre el ejercicio de funciones como miembros de la Cámara y el desempeño de aquellos cargos o empleos que pudieran suponer una posibilidad de influencia indebida de otros poderes. Desde la perspectiva de las asambleas como organizaciones, posiblemente la técnica más efectiva para garantizar su independencia sea su autonomía reglamentaria y de gobierno interno: reglamentos parlamentario aprobados por las Cámaras. Las Asambleas eligen a sus presidentes y otros órganos directivos, seleccionan y dirigen a su personal técnico y administrativo. B. Funciones de las Asambleas 1. LA FUNCIÓN LEGISLATIVA Como función esencial de las asambleas se ha destacado la función legislativa, esto es, la elaboración de normas de carácter general, vinculantes para todos los poderes y ciudadanos y con carácter de normas superiores del ordenamiento, sometidas únicamente a los mandatos constitucionales. El poder legislativo se atribuye formal y específicamente al Parlamento. Debe tenerse sin embargo en cuenta que esta función legislativa ha sido objeto de amplias matizaciones. Primeramente, no significa un monopolio del poder normativo, en determinados supuestos puede el poder ejecutivo dictar normas con rango de ley, en casos de urgencia, o de delegaciones por parte del poder legislativo. Además, otras instancias, además de la asamblea, participan en el procediendo legislativo. Así la iniciativa legislativa tiende a residenciarse (formal o informalmente) en el poder ejecutivo, que dispone de mejores medios técnicos para la elaboración de proyectos de ley; de menor importancia resultan los supuestos de incitativa legislativa por parte de otros sujetos (así iniciativa popular, de regiones, de autonomías, de ayuntamientos, etc.). 2. FUNCIÓN PRESUPUESTARIA La elaboración del Presupuesto, como previsión de ingresos y gastos públicos, corresponde fundamentalmente al poder ejecutivo, se expresa en definitiva en la presentación de un proyecto que ha 18 Estructuras Políticas y Administrativas de ser aprobado por la representación popular. El carácter decisivo de la aprobación del gasto es evidente, ya que de ella depende que pueda llevarse a cabo la financiación de la actividad pública. 3. FUNCIÓN DE CONTROL El término control se utiliza indistintamente para designar tareas de seguimiento, información y debate, así como de exigencia de responsabilidad política, respecto del poder ejecutivo. Supone, por tanto, una excepción o matización del principio rígido de separación de poderes en cuanto el control parlamentario encierra un actuación del poder legislativo sobre el ejecutivo. 4. EL PARLAMENTO COMO FORO DE DEBATE POLÍTICO Por lo común, el mismo partido, o coalición de partidos, integra el gobierno, y, a la vez, ostenta la mayoría parlamentaria. Pero todo ello no obsta a que el Parlamento constituya un elemento esencial en el sistema constitucional. Se trata de un foro público, donde las opiniones de los actores políticos (gobierno, mayoría, oposición) se expresan públicamente, y en donde se examinan a la vista de la opinión pública, los proyectos y contraproyectos de la fuerzas políticas. La publicidad se convierte hoy, así, en característica decisiva del Parlamento frente a la opacidad, cara el público, de la actuación de otros poderes del Estado. 4. El Poder Ejecutivo. (Las funciones del Gobierno) El Poder ejecutivo se identificaba, en el constitucionalismo europeo, con el poder del Rey. El aparato ejecutivo del Estado era de escasa entidad, y se limitaba a materias como defensa, orden público, comunicaciones y sistema penitenciario. Tal situación ha ido evolucionando progresivamente, hoy la proyección de éste –la Administración– interviene en prácticamente todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, y tiene funciones que van mucho más allá de la ejecución de las leyes. A. La función ejecutiva del Gobierno La evolución histórica y los diversos modelos constitucionales han conducido a formas muy distintas de configuración del poder ejecutivo. Desde luego, sigue siendo relevante la puramente ejecutiva, esto es, el cumplimiento de los mandatos contenidos en las leyes: la ejecución de los presupuestos, la recaudación de los tributos, el nombramiento de funcionarios, el mantenimiento del orden público, etc. Elemento esencial en el cumplimiento de esta función es la Administración Pública. Dentro, del poder ejecutivo, como estructura, se distingue un escalón político directivo, seleccionado por la voluntad popular, y un escalón administrativo, que permanece independientemente de los cambios de Gobierno. B. Funciones normativas del Gobierno Junto a la función ejecutiva, se ha destacado cada vez más la existencia de otras funciones del Gobierno, que van más allá de la puesta en aplicación de las leyes. La función normativa del Gobierno se lleva acabo, usualmente, como complemento, mediante disposiciones detallas, de las normas generales emanadas del poder legislativo, bien mediante reglamentos, bien mediante la llamada legislación delegada, en la que el gobierno desarrolla unas bases generales aprobadas por el Parlamento. 19 Diplomatura en Gestión y Administración Pública Pero cabe también que el Gobierno disponga de una habilitación constitucional para regular determinadas materias, sin necesidad de un encargo legislativo: el poder ejecutivo tendría así una potestad normativa, en determinadas materias. Se admite generalmente que, sin habilitación legislativa, el poder ejecutivo tiene capacidad para dictar normas reglamentarias en aquellas materias imprescindibles para su propia organización y funcionamiento. Pero aún más: las normas del poder ejecutivo pueden incluso imponerse frente a las leyes aprobadas por el Parlamento. Se trata de supuestos –constitucionalmente reconocidos– en que situaciones imprevistas hacen necesarias medidas de urgencia, que no pueden llevarse a cabo adecuadamente por el lento procedimiento parlamentario. Ello se suele condicionar, primeramente, a la existencia de una auténtica necesidad y urgencia; y, de otro lado, a una posterior confirmación parlamentaria. C. Función de dirección política La característica, más destacada de la evolución del papel del poder ejecutivo, es su conversión en un órgano de dirección política, dirige la vida política estatal. Dentro de esta función de dirección política general se incluye la potestad de iniciativa conferida al Gobierno en materia de política interior, quizá sea la más importante la iniciativa en relación con la actividad normativa y presupuestaria del Parlamento. La redacción de complejos proyectos de ley, o de los Presupuestos del Estado es sólo posible a partir de la disponibilidad de una infraestructura técnica previa. D. Poderes excepcionales. Remisión Finalmente, no cabe olvidar el papel tradicional del ejecutivo en la adopción de medidas de excepción. Se trata, no ya de situaciones de mera urgencia o necesidad sino de aquéllas que representen un peligro de tal gravedad para la comunidad política que justifican la adopción de medidas restrictivas de derecho y libertades garantizados por la Constitución. Sobre esta cuestión nos remitimos a la Lección 10. 5. El Poder Judicial (y la función jurisdiccional) El principio de separación de poderes, sigue teniendo hoy una proyección relevante, en lo que se refiere a la existencia de un poder judicial, independiente y diferenciado del resto de los poderes del Estado. La configuración del poder judicial varía, en sus peculiaridades, de país a país: pero es posible enumerar algunos elementos comunes que aparecen como imprescindibles para que se pueda hablar de auténtico constitucionalismo: a) Desde el punto de vista orgánico, el poder judicial como conjunto de órganos, se configura como un poder fundamental del Estado en el sentido de situarse en el mismo nivel y rango que los demás órganos constitucionales, y claramente diferenciado de ellos. Su nota esencial: la independencia. b) Desde el punto de vista funcional, se encomienda al poder judicial la potestad jurisdiccional. Cabe señalar algunos elementos definitorios: Es una actividad de declaración del Derecho en casos concretos. Es una aplicación, del Derecho preexistente. Y, sobre todo, es una actividad irrevocable por otros poderes del Estado. Lo decidido jurisdiccionalmente tiene carácter de cosa juzgada, y solo podrá revisarse jurisdiccionalmente. Las deci20 Estructuras Políticas y Administrativas siones jurisdiccionales sólo pueden revisarse dentro del mismo poder judicial, mediante el sistema de recursos. Sólo un Tribunal puede revisar y revocar lo decidido por otro Tribunal. 6. La independencia judicial A. La necesidad de la independencia del poder judicial La nota de independencia aparece como elemento esencial del poder judicial, necesariamente vinculada al cumplimiento de su función. Siendo ésta aplicar la ley a casos –e individuos– concretos, sólo la independencia del juez frente a otros poderes garantizará que se cumpla la voluntad de la ley, y no la voluntad de esos poderes. La seguridad jurídica y la independencia judicial aparecen así inevitablemente unidas. La independencia se define así como un dato objetivo: la ausencia de subordinación a otra autoridad. B. La inamovilidad de los jueces La técnica fundamental para asegurar la independencia de juez es la inamovilidad en su cargo. Ello ha llevado a que, en la gran mayoría de los ordenamiento, se haya descartado la vía electiva para el nombramiento (y remoción) de los jueces. Incluso en los sistemas en que se ha adoptado este procedimiento (jueces estatales en los Estados Unidos) se han arbitrado garantías para evitar que la lucha por los votos conduzca a una subordinación del juez a corrientes populares de opinión. C. Los procedimientos de selección de los jueces Los métodos de selección, y sus agentes, son muy variados. En algunos casos, la selección se realiza por el poder ejecutivo, con el acuerdo del legislativo (Estados Unidos); en otros, la lleva a cabo directamente el poder legislativo (Constituciones de Centro y Sudamérica); en ocasiones, son los Tribunales superiores quienes designan a los jueces inferiores (Centroamérica ). El método mas extendido en el continente europeo consiste en una selección profesional, resultado de un análisis competitivo de méritos y capacidades, por un órgano ad hoc, mediante exámenes y pruebas de los candidatos. Pero en otros supuestos existe una verdadera carrera judicial: los jueces, una vez seleccionados, recorren una escala de Tribunales, que culmina en los Tribunales Superiores. Se plantea así el problema de como compaginar esta situación de empleado del Estado, sometido a un régimen de ascensos y traslados, y a un régimen disciplinario, con la necesaria independencia. Ello se ha tratado de resolver, mediante la creación de unos órganos, distintos y separados del poder ejecutivo, encargados de gobernar administrativamente el poder judicial (Consejo de la Magistratura en Francia, Consejo del Poder Judicial en España). 7. La aplicación del Derecho por los jueces El status de los jueces es el ejercicio de la función jurisdicional, esto es, la declaración del Derecho en casos concretos y respecto de individuos determinados, con carácter no revocable ni revisable por otro poder del Estado. La función jurisdiccional se define como la aplicación (o declaración) del Derecho preexistente: la 21 Diplomatura en Gestión y Administración Pública aplicación a un caso o conflicto concreto de una regla general previa. No sujeto a subordinación ni jerarquía alguna. Tal punto de vista debe sin embargo matizarse. Para empezar, el juez aplica el Derecho. Pero el Derecho se expresa en formas muy diversas. El papel del juez, se centra en la aplicación de esos Códigos. Pero en otros ordenamiento, ámbitos muy amplios de la vida jurídica no han sido sometidos a esa labor de codificación, ni siquiera de normación pura y simple. Como resultado, en esos ordenamientos los Tribunales han debido resolver de acuerdo con criterios propios, elaborando un conjunto de reglas de origen jurisprudencial, (precedentes), que servirían de guía para casos similares posteriores. Tal ha sido el sistema seguido en los países del common law, en que el Derecho a aplicar por los jueces es, él mismo, un Derecho de creación judicial, y, por lo tanto, modificable por los mismos jueces. Esa tarea corresponde usualmente a los más altos Tribunales, que guían y controlan la acción de los demás jueces. Incluso en países como los europeos continentales resulta difícil afirmar tajantemente que el juez es mera boca de la Ley. Pues la norma escrita necesita de interpretación y ajustamiento al caso: desde ese punto de vista, el juez, al seleccionar uno de los muchos posibles sentidos de la norma, al seguir unas reglas de interpretación de la misma, colabora en la creación del Derecho. Ahora bien, esta tarea creativa tiene un límite, la misma ley: el juez podrá interpretar la ley, pero no ignorarla u oponerse a ella. El poder judicial se configura como un complejo orgánico, un conjunto de niveles o instancias, lo que hace posible que, dentro del poder judicial, y mediante el sistema de recursos, los Tribunales superiores revisen las decisiones de los Tribunales inferiores (control intrajudicial). Los Tribunales superiores no pueden, por tanto, dar órdenes o instrucciones expresas a los demás Tribunales sobre cómo deben resolver los caso ante ellos presentadas: pero mediante su labor revisora, sí pueden señalar las líneas o criterios generales a que debe sujetarse la interpretación de la ley. 8. La aplicación del principio de separación de poderes: sistema presidencial y parlamentario El principio de separación de poderes tiene completa vigencia respecto del poder judicial, que en los regímenes constitucionales se configura como radicalmente separado e independiente del resto de los poderes del Estado. Aun cuando ya no puede hablarse de una separación radical de poderes, es posible distinguir niveles distintos de separación, el de separación rígida de poderes (o presidencial) y el de integración de poderes (parlamentario). 9. El sistema presidencial La Constitución que inicia el constitucionalismo moderno es el texto fundamental redactado en 1787 por la Convención de Filadelfia, que sigue siendo la ley básica de los Estado Unidos. Sus autores siguieron el modelo de Montesquieu, si bien con algunas variaciones. En primer lugar, al tratarse de un sistema republicano, se excluyó, un ejecutivo monárquico. En segundo lugar, la separación rígida de poderes defendida por Montesquieu se vio mitigada por mecanismos de coordinación entre el ejecutivo y el legislativo. A. Notas definidoras del sistema presidencial Los órganos legislativos y ejecutivos son seleccionados en forma separada y mutuamente independiente. 22 Estructuras Políticas y Administrativas Los períodos de mandato de legislativo y ejecutivo son fijos, y no pueden verse afectados por la acción de ninguno de esos poderes. El legislativo (Congreso) no pude destituir al Presidente (salvo en el excepcional supuesto de responsabilidad criminal) ni éste puede disolver las Cámaras. Existe radical incompatibilidad entre el desempeño de funciones en un poder y la pertenencia simultánea, al otro. Cada poder desarrolla sus funciones sin interferencia del otro. El presidente, elige libremente a sus colaboradores, vinculados a él individualmente por una relación de confianza: se trata de Secretarios del Presidente, jerárquicamente dependientes de él. B. Mecanismos de coordinación funcional Estas notas conducen, a una rígida separación de poderes y funciones, si bien existen técnicas de coordinación funcional. El Presidente puede participar en la función legislativa mediante el veto de las leyes aprobadas por el Congreso, veto sólo superable por mayorías cualificadas. Por otra parte, corresponde al Presidente elaborar los Presupuestos de la República, sujetos a la aprobación del Congreso. El Congreso tiene cierta participación en la acción del ejecutivo. Los nombramientos de altos cargos del ejecutivo (Secretarios del Presidente, Embajadores) han de verse ratificados por el Senado: éste debe también ratificar los Tratados firmados por el Presidente. En cuanto al poder judicial, los sistemas presidenciales suelen configurar su órgano supremo en forma de un Tribunal Supremo designado, bien por el Presidente con la aprobación del legisaltivo, bien por éste directamente, y con un mandato vitalicio (caso de Estados Unidos) o temporal. El resultado de estos checks and balances (frenos y contrapesos) ha sido muy diverso en los sistemas presidenciales. 10. El sistema de integración de poderes o parlamentario El sistema de organización de los poderes, conocido como régimen parlamentario, deriva de una evolución histórica. Concretamente, de la compleja evolución del sistema constitucional británico entre los siglos XVII, XVIII y XIX. Las notas esenciales del sistema parlamentario pueden resumirse como sigue: a) Existe una separación entre Jefe de Estado (Rey o Presidente de la República) y Jefe del Gobierno (Primer Ministro o Presidente del Gobierno). El primero es el elemento ceremonial, representante del Estado, situado en un nivel suprapartidista, con funciones eminentemente simbólicas, y no sujeto a responsabilidad política, y, en el caso de las Monarquías, tampoco a responsabilidad penal. Los actos del Rey deben contar, para su validez, con la contrafirma o refrendo del Jefe del Gobierno, de un Ministro, o de alguna otra autoridad, que con ello asuma la correspondiente responsabilidad. b) El Jefe del Gobierno es nombrado por el Jefe del Estado. El primero debe contar con el apoyo de una mayoría de representantes. c) El Gobierno se configura como un órgano colegiado, que adopta sus resoluciones tras previa deliberación. Los Ministros son designados a propuesta del Primer Ministro, que asume así una posición jerárquica dentro del Gobierno. 23 Diplomatura en Gestión y Administración Pública d) Por lo común, los miembros del Gobierno, o parte de ellos son también miembros del legislativo. Si no lo son, tienen derecho a participar en las sesiones parlamentarias, con voz pero sin voto. Se busca así una integración de ejecutivo y legislativo: no hay incompatibilidad entre los cargos de representantes y miembro del Gobierno. e) El Gobierno es solidariamente responsable ante el Parlamento. f) El Gobierno interviene en las funciones parlamentarias mediante la iniciativa legislativa, (presentación de proyectos de leyes) la colaboración en la elaboración del orden del día de las Cámaras, y la participación e intervención en las sesiones de las mismas, a propia iniciativa, o a petición del Parlamento. Le corresponde también presentar los proyectos de Presupuestos, para su aprobación parlamentaria. g) El Gobierno puede pedir al Jefe del Estado la disolución de las Cámaras y la convocatoria de nuevas elecciones. h) El Parlamento puede dirigir preguntas al Gobierno y sus componentes, así como interpelaciones que conduzcan a debates sobre la política del Gobierno. También puede requerir la presencia de los miembros de Gobierno, y nombrar comisiones de investigación para asuntos concretos. 11. Sistemas mixtos Fruto del deseo de evitar las desventajas de ambos modelos han sido los ensayos de modelos mixtos, usualmente añadiendo al Gobierno responsable ante el Parlamento la figura de un Presidente elegido por el pueblo (directa o indirectamente) y con poderes propios. Tal sistema fue el seguido en Alemania durante la república de Weimar (1919 - 1933) y actualmente, es el previsto en la Constitución francesa de 1958, y la Constitución portuguesa de 1976, entre otras. Este tipo de sistemas mixtos, junto con algunas ventajas, no deja de plantear algún inconveniente, similar a los presentes en el sistema presidencial. Caso de discordancia entre la orientación política del Presidente y de las Cámaras, deberán coexistir un Jefe de Estado (Presidente) y un Jefe de Gobierno (Primer Ministro) con programas y líneas políticas opuestas(cohabitación). LECCIÓN 6. EL DERECHO CONSTITUCIONAL COMO GARANTÍA DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES 1. Concepción filosófica y concepción jurídica de los derechos fundamentales El Derecho Constitucional surge como forma de garantizar la libertad y, cobra una especial relevancia un aspecto de esa garantía de la libertad: la protección de un conjunto de derechos de la persona, que le aseguran un ámbito propio de autonomía y autodecisión, en que no deben inmiscuirse instancias extrañas a él, y ante la que deben detenerse los poderes del Estado. El pensamiento constitucionalista, que inspiró las primeras revoluciones francesa y norteamericana y la evolución del sistema británico en el siglo XVIII, se apoyaba, en dos principios. Primeramente, que hay determinados derechos de la persona que no dependen de su reconocimiento en contratos o normas jurídicas, sino que son consustanciales a la misma naturaleza humana, y, por lo tanto, previos o anteriores a cualquier pacto o creación de una comunidad política: esta posición 24 Estructuras Políticas y Administrativas resulta particularmente popularizada por las obras filosóficas de John Locke, y encuentra explícito reflejo en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776). Y, en segundo lugar, que tales derechos son predicables, de todos los miembros de la comunidad política. En este aspecto, el constitucionalismo moderno venía a diferir del constitucionalismo medieval. En éste, se reconocía determinadas libertades o privilegios a grupos concretos: burgueses, caballeros, clero, nobleza, que disponía, cada uno de ellos, de su propio estatuto. Frente a este conjunto de regímenes particularizados de libertades estamentales, el constitucionalismo proclamaba un principio general de libertad, en cuanto que los derecho inalienables –derechos del hombre o derechos humanos–, se atribuían a todos los ciudadanos y no a unos sectores o grupos. Por ello, la idea de igualdad resulta inseparable, en el constitucionalismo, de la idea de libertad. No cabe que determinadas categorías de ciudadanos puedan ampliar su libertad a costa de la libertad de los demás. Desde la perspectiva constitucional, pues, los derechos fundamentales aparecen doblemente caracterizados. Por una parte, por tratarse de esferas de libertad garantizadas específicamente en el texto constitucional, disponiendo por ello de una garantía más fuerte que la de otros derechos «no fundamentales». En segundo lugar, porque son expresión de unos valores que inspiran la organización de la comunidad política y que justifican la misma existencia de una Constitución. En otras palabras, los derechos fundamentales, tienen una finalidad individual y una finalidad colectiva. 2. El contenido de los derechos fundamentales: tipos La pluralidad de regulaciones constitucionales, y la diversa extensión de las declaraciones constitucionales de estos derechos, suponen una variedad de los que se entiende –en un momento, o en un país o en otro– por «derechos fundamentales». Junto a un conjunto de derechos presentes en prácticamente todas las Constituciones (inviolabilidad de domicilio, libertad de conciencia, libertad de desplazamiento) no faltan casos en que se reconocen como fundamentales derechos difícilmente calificables como tal en otros contextos. Así el derecho a la tenencia de armas (Constitución de Estados Unidos, enmienda II; Constitución de Guatemala, art. 3.8) o el derecho a dictar libremente testamento (art. 22 de la Constitución de El Salvador), derechos dudosamente concebibles como «fundamentales» desde una perspectiva estrictamente eurocéntrica. Pese a esta variedad, el análisis histórico resulta extremadamente útil para clasificar los derechos fundamentales según su contenido, puesto que es posible distinguir diversas «generaciones» de Constituciones. Una primera generación, correspondiente al Constitucionalismo liberal (s. XVIII y XIX) en que el acento se pone, en los textos constitucionales, en derechos de clara dimensión individual: protección del individuo frente a los poderes del Estado, (derechos de libertad) y participación en la vida pública (derechos políticos). Una segunda generación (constitucionalismo social, a partir de la I Guerra Mundial), en que a los derechos anteriores se añaden otros que tienen en cuenta las relaciones de los individuos con su entorno social (relaciones laborales, económicas, etc.) y que suponen garantías de bienestar, o prestaciones materiales (educación, salud). Finalmente, los problemas que amenazan a la misma pervivencia de la sociedad han dado lugar a la garantía de derechos colectivos, relativos a bienes antes considerados como sobreentendidos, y base de la misma vida, pero que comienzan a ser escasos, y cuya desaparición amenaza a la colectividad como un todo: derecho al medio ambiente, a un entorno sano, al patrimonio cultural, etc. Se denomina a éstos «derechos de la tercera generación». De esta exposición pueden ya derivarse diversos tipos de derechos fundamentales: derechos de libertad, de participación, derechos sociales, derechos colectivos. A ellos habría que añadir un derecho de acceso a los Tribunales. 25 Diplomatura en Gestión y Administración Pública 3. Derechos de libertad La expresión más inmediata de la libertad es la existencia de esferas de actuación en que la persona puede comportase libremente, sin injerencia de otros: es decir, de ámbitos inviolables, inmunes a la acción de los poderes del Estado. La lista de estas esferas, en los comienzos del constitucionalismo, era simple y reducida, y se inspiraba en los términos de «libertad personal y propiedad», la libertad ideológica o de conciencia, la garantía de un ámbito vital inafectable, como el domicilio, la libertad personal, la libertad de expresión y comunicación. a) Por lo que se refiere al círculo más interno de los derechos de libertad, el referido a la misma integridad física, las experiencias históricas, han llevado a numerosos ordenamientos a garantizar la integridad física y la prohibición de la tortura, así como a reconocer el derecho a la vida, expulsando del ordenamiento a la pena de muerte. Ahora bien, tal reconocimiento no deja de plantear complejos problemas, relativos al sujeto del derecho y al momento de iniciarse el derecho, problemas centrados en la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la legislación en cuanto a la interrupción voluntaria del embarazo, y en cuanto a la finalización voluntaria de la vida. b) Particularmente relevante resulta la evolución experimentada en relación con derechos relativos al ámbito de intimidad de la persona. El desarrollo de los medios de comunicación, de las técnicas de observación, y de la informática, convierten en especialmente aguda la necesidad de una protección frente a la intromisión en la vida privada. Ello viene a conectarse con la necesaria protección de una proyección de la personalidad como es la estima social, esto es, el derecho al honor. Las listas de los «derechos de la personalidad» vienen así a crecer cada vez más: derecho a al imagen, al honor, a la intimidad, al conocimiento de los datos sobre uno mismo que obren en poder de la Administración, etc. 4. Derechos de participación o derechos políticos Los derechos de libertad aparecen con una connotación negativa, esto es, como creación de ámbitos frente a los poderes públicos, donde éstos no pueden interferirse en la voluntad individual. Ahora bien, el concepto de libertad tiene también una dimensión positiva: la participación en la adopción de las decisiones de la comunidad. Mediante tal participación, el ciudadano, sujeto a la voluntad del poder es, sin embargo, también, autor (o co-autor) de esa voluntad, y por ello, miembros del poder mismo. La libertad comprende también los derechos a la ciudadanía activa (ius activae civitatis). En palabras de la Declaración de 1789, «La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen el derecho a participar personalmente o por medio de sus representantes en su formación» (art. 6). Los derechos de participación, en todo caso, también han experimentado una notable evolución, paralela a la implantación generalizada del principio democrático. El ejemplo paradigmático del derecho de participación es el derecho al voto. Pero la misma existencia de este derecho supone el reconocimiento de otros, inseparables de su ejercicio. Por un lado, el derecho a ser elector se complementa con el derecho a ser elegido (derecho de sufragio pasivo). La libertad de asociación (formación de partidos y otras entidades) y de reunión, de participación, de petición y manifestación, acceder a funciones o cargos públicos. 26 Estructuras Políticas y Administrativas 5. Derechos sociales El efectivo ejercicio de los derechos de libertad y participación sólo cobra sentido si se dan unas condiciones materiales previas. Difícilmente podrá predicarse el derecho a la inviolabilidad de domicilio del que no tiene casa, o ella derecho a la libertad personal del que depende de otros para su mera subsistencia. Pero no fue difícil percibir, a lo largo de las crisis económicas de los siglos XIX y XX (particularmente la gran crisis de 1929, que dio lugar a la Gran Depresión) que el mero juego de las fuerzas sociales no podía garantizar unas condiciones mínimas, suficientes y estables de vida. La intervención estatal en la vida económica y social se configuraba como un elemento necesario para garantizar un bienestar mínimo a gran parte de la población. El Estado vino así a configurase paulatinamente como un Estado intervencionista, o en otra fórmula más extendida, como un Estado Social, decidido a promover (o a impedir) determinadas formas de relación económica y social. Las formas de intervención estatal han sido la garantía de derechos de prestación o derechos sociales. Se predica frente a sujetos públicos o privados (así, el derecho a vacaciones pagadas), frente a los poderes públicos, en forma de prestaciones en materia de educación, sanidad, o seguridad social, entre otras. La denominación de «derechos sociales» no debe hacer olvidar su carácter de derechos con peculiares características. Al tratarse de derechos de prestación, su existencia depende, no sólo de la voluntad de la Constitución, sino, sobre todo, de la disponibilidad de efectivos recursos económicos para materializar esas prestaciones. Ello plantea dudas sobre la conveniencia de su inclusión en los textos constitucionales. Para evitar la supuesta devaluación de los preceptos constitucionales que contemplan derechos sociales, las Constituciones prefieren separa el reconocimiento de aquellos derechos que son inmediatamente exigibles, de aquellos otros que no son más que principios directrices con carácter más pragmático u orientativo que imperativo. 6. Derechos de solidaridad o de la tercera generación Consecuencia del crecimiento económico y del desarrollo industrial, bienes que se daban por supuestos en otras épocas (agua potable, aire limpio, alimentos sin aditivos y colorantes, etc.), empiezan hoy a escasear, poniendo con ello en peligro el bienestar, incluso la vida. Por ello las Constituciones han ido incrementando la necesidad de reconocer y proteger bienenes comunes, no individualizables, pero que son condición esencial para la calidad de vida de cada individuo. La defensa de estos bienes, de naturaleza colectiva pero de repercusión individual, se traduce en la proclamación de derechos que se caracterizan, por un lado, por el sujeto activo, que se identifican tanto con el individuo como con la colectividad y, por otro, por el obligado a respetarlos, que es, no sólo el Estado, sino todo el resto de los ciudadanos (leer articulo 45 CE). 7. La expresión jurídica de los derechos fundamentales y garantías institucionales La relevancia jurídica de los «Derechos del hombre» resulta de su inclusión en normas viculantes y, en especial, en los textos constitucionales al convertirlos en derechos fundamentales. 27 Diplomatura en Gestión y Administración Pública Veamos a continuación la evolución de la forma vinculante de las normas: A. La remisión al legislador La declaración de derechos con fórmula solemne carece de fuerza vinculante, por ello, suele encomendarse la determinación del alcance y de los límites de los derechos fundamentales, así como su forma de ejercicio, a la regulación legal. Esta técnica resultó necesaria y además implica ya una garantía: ha de ser precisamente el legislador quien desarrolle los Derechos Fundamentales. Pero plantea también problemas, en primer lugar, cual es la libertad del legislador para «desarrollar» esos derechos. En segundo lugar, qué eficacia tienen las declaraciones constitucionales si ese desarrollo legislativo no se lleva a cabo. B. Desarrollo legislativo y contenido esencial El peligro que presenta la remisión al legislador radica en que éste puede, mediante la regulación concreta de un derecho, reducir su contenido, e incluso, hacerlo inexistente en la práctica. Para evitar tal desnaturalización, las Constituciones en muchos casos, proceden a señalar elementos indisponibles de ese derecho, cerrados a la intervención legislativa. Un ejemplo podría ser el art. 19 CE: declara un derecho, el de «entrar y salir libremente de España», pero inmediatamente dispone que ello será «en los términos que la ley establezca». Y, a continuación, precisa un límite a esa ley: «Este derecho no podrá ser limitado por motivos políticos o ideológicos». Una segunda fórmula, consiste en disponer en una cláusula genérica que el legislador, en su labor de desarrollo, no podrá alterar el contenido esencial de los derechos fundamentales. La jurisprudencia constitucional se ha ocupado de establecer cómo llegar a la determinación de ese contenido esencial. La Constitución habrá de interpretarse no sólo a la luz de su contenido literal, sino habida cuenta del contexto en que tiene vigencia, teniendo en cuenta los intereses que se quieren resguardar, y el uso establecido de los conceptos doctrinales. C. La aplicación directa de la Constitución Hay derechos que por su naturaleza y efectos sobre terceros, requieren una interpositio legislatoris, una regulación detallada por el legislador, y éste puede, por tanto impedir su efectividad simplemente no desarrollándolos. Ahora bien, esta posición, se ha visto contradicha mediante la especificación, en los propios textos constitucionales, de que los derechos fundamentales constitucionalmente reconocidos, son aplicables incluso en el supuesto de inacción del legislador; los poderes públicos (Administración y Tribunales) han de considerarlos, en consecuencia, como Derecho inmediatamente aplicable. 8. Los sujetos de los derechos fundamentales La plena nacionalidad aparece como requisito para el entero disfrute de los derechos reconocidos en la Constitución de cada país. La evolución histórica ha ido paulatinamente matizando o eliminando las diferencias, en cuanto al ejercicio de derechos fundamentales, entre nacionales y extranjeros. La extensión de las declaraciones internacionales de derechos, ha dado lugar a que, efectivamente, en la gran mayoría de los ordenamientos no se diferencie entre nacionales y extranjeros respecto de un conjunto de derechos indisolublemente ligados a la dignidad humana: derecho a la vida, a la integridad física, a no ser sometido a tortura, etc. No obstante, la concepción de la comunidad política como comunidad nacional, unida por lazos de cultura y sangre, lleva a que los derechos políticos se reserven a los nacionales (sufragio activo y pasivo, asociación, manifestación). En muchos países se 28 Estructuras Políticas y Administrativas acepta el voto de los no nacionales residentes, bien en elecciones municipales, bien en elecciones nacionales. Cuestión distinta es la referente a los requisitos necesarios para el ejercicio de derechos fundamentales cuya titularidad se reconoce, en principio, a todos. Resulta compatible con ese reconocimiento universal de derechos el establecimiento de condiciones para su ejercicio, derivadas de la misma esencia del derecho. Así, el derecho al voto se hace depender de la edad o de la residencia. Lo mismo ocurre respecto de derechos de prestación, derechos de los pensionista, de los minusválidos, etc. 9. Derechos fundamentales y garantías institucionales Los derechos fundamentales se configuran sobre todo como derechos subjetivos. Ahora bien, en muchas constituciones también se garantiza la existencia y característica esenciales de determinadas instituciones y organizaciones. Ejemplo de ello sería la garantía presente en muchos textos constitucionales de la autonomía local, o de la familia, entre otras muchas. El legislador deberá regular las instituciones protegidas (entidades locales, organización familiar, en los ejemplos dados), pero esa garantía es menor que la correspondiente a aquéllas directamente reguladas, a veces en detalle, en el texto constitucional (Parlamento, Gobierno, Tribunales); pero, al menos, la garantía institucional las configura como elementos indisponibles para el legislador, que no podrá suprimirlas ni desvirtuarlas. 10. Los efectos de la protección de los derechos fundamentales: poderes públicos y terceros particulares Las declaraciones de derechos se formularán frente a la intromisión estatal, y, más específicamente, frente al poder ejecutivo. No obstante, determinados derechos pueden verse afectados también por la acción de los particulares. Ejemplo de ello puede ser el derecho al honor y la intimidad, puestos en muchas ocasiones en peligro por los medios de comunicación. La constatación de estas circunstancias ha llevado a que las leyes hayan ido regulando la garantía de los derechos fundamentales frente a terceros particulares. Pero incluso en ausencia de tal legislación, se ha mantenido en muchos casos la aplicación de los derechos constitucionalmente reconocidos frente a sus violaciones por terceros, y ello de una forma indirecta. Puesto que los poderes del Estado están obligados a respetar los derechos fundamentales, ese respeto debe también traducirse en su protección cuando un ciudadano alega que esos derechos han sido vulnerados por terceros particulares. 11. La garantía de los Derechos Fundamentales Como se indicó, en los orígenes del constitucionalismo, la práctica histórica ha mostrado que la proclamación de los Derechos del Hombre se convertía en irrelevante si no se arbitraban técnicas concretas para su defensa. La más efectiva garantía reside en la práctica democrática arraigada, y por la extensión de una «cultura política» de protección y estima de esos derechos. Ahora bien, aparte de esta garantía difusa, resultan imprescindibles unas garantías jurídicas; pueden distinguirse dos tipos de garantías, por una parte, se trata de la reserva de ley en el desarrollo de esos derechos. En segundo lugar, la 29 Diplomatura en Gestión y Administración Pública previsión de medios de defensa de sus derechos concedidos a los individuos, como derechos de reacción cuanto estimen que sus libertades fundamentales han sido vulneradas. 12. La reserva de ley Muchos derechos requieren forzosamente una regulación complementaria a su reconocimiento constitucional. Pues bien, la remisión a una ley para llevar a cabo tal regulación supone ciertamente una garantía: sólo el Parlamento podrá delimitar el alcance de los derechos plasmados en el texto constitucional, respetando el contenido esencial de esos derechos, que se configura como una garantía añadida. En algunos supuestos se quiere incluso reforzar esa garantía. Como primera fórmula, se exige en ocasiones que la regulación de un derecho ha de ser en todo caso, de tipo general, de manera que no puedan crearse regulaciones ad personam. Otra técnica para evitar posibles abusos por parte de mayorías coyunturales consiste en exigir mayorías reforzadas para la aprobación de leyes de desarrollo de los derechos fundamentales. La Constitución Española de 1978 determina que las leyes relativas al desarrollo de los derechos fundamentales habrán de ser aprobadas por una mayoría absoluta del Congreso de los Diputados (art.81 CE) frente a la regla general que requiere «la mayoría de los miembros presentes» (art. 79.2) para la adopción de acuerdos. 13. Las vías de acción de los ciudadanos en defensa de sus derechos Junto a la reserva de ley, el medio que se ha mostrado más eficaz para asegurar la vigencia real de los derechos fundamentales ha sido el consistente en dar a los mismo ciudadanos medios para reaccionar frente a eventuales vulneraciones de los mismos. A. Las quejas a través de instituciones especializadas. El Ombudsman Una forma inicial de reacción individual es la representada por las quejas dirigidas a una institución encargada de supervisar la acción de los poderes públicos. Este tipo de instituciones tiene su origen en la figura sueca del Ombudsman: el Defensor del Pueblo español. Se configura en gran parte como una magistratura de opinión, y tiene un carácter eminentemente auxiliar, en cuanto sirve para que otras instituciones (el Parlamento, los Tribunales) conozcan y remedien las vulneraciones del derechos fundamentales que los ciudadanos hayan puesto en su conocimiento. B. La garantía judicial De mayor relevancia es la garantía judicial de los derechos fundamentales, consiste en la posibilidad de que los ciudadanos invoquen tales derechos ante los Tribunales y puedan obtener la protección de estos. Por este motivo, el derecho de acceso a los Tribunales se configura en sí mismo como un derecho fundamental. De hecho esta garantía judicial directa se ha ido consolidando muy tardíamente: en el caso de Francia, por ejemplo, la jurisprudencia no llegó a admitir el carácter de derecho positivo de la Declaración de Derechos hasta 1959. Hoy, sin embargo, es la regla en los sistemas constitucionales español, francés, alemán e italiano, entre otros. En el caso español se prevé incluso (art. 53 CE) un procedimiento especial y sumario para su defensa ante los Tribunales. 30 Estructuras Políticas y Administrativas 14. Los límites de los Derechos Fundamentales La manifestación de la libertad que son los derechos fundamentales, ha de hacerse compatible con los requisitos de una sociedad jurídicamente ordenada, e integrada por muchos individuos: la libertad, pues, no puede ser ilimitada. El primer límite es el referido a su propia naturaleza: los derechos constitucionalmente reconocidos responden a conceptos históricamente acuñados que es necesario tener en cuenta para no desvirtuar su contenido. Así, el derecho al trabajo, no significa el derecho a acceder a cualquier puesto de trabajo, ni el derecho a la educación el derecho a cursar cualquier tipo de estudios en cualquier momento. Pero el límite más relevante, es el que deriva de la presencia de los derechos de los demás. La libertad de movimiento de un individuo se ve limitada por el derecho a la inviolabilidad del domicilio de otro; el derecho a la libertad de expresión, por el derecho al honor; y así sucesivamente. Se trata de límites externos de los derechos que obedecen a la presencia de otros derechos individuales que también se han de respetar. Estos límites externos pueden derivar, además, de otro factor: de necesidades sociales, predicables de la sociedad en su conjunto, o de grupos sociales amplios. El orden público, la salud, la estabilidad económica pueden representar limitaciones que afecten a los derechos del individuo. La vida urbana sería imposible sin límites al derecho de propiedad (reglas urbanísticas de edificación, límites de alturas y volúmenes), de libre circulación (restricción del tráfico) o de reunión y manifestación. Pero, aún más allá, la vida social sería imposible sin límites derivados de la protección de la salubridad, o del medio ambiente. LECCIÓN 7. DEMOCRACIA Y ESTADO CONSTITUCIONAL 1. Constitucionalismo y principio democrático La garantía efectiva y extendida de la libertad ciudadana sólo se han conseguido, históricamente, mediante la introducción de un tercer elemento, que se ha revelado como insustituible, y en último término, como definidor del constitucionalismo moderno: el establecimiento de instituciones democráticas, y la consagración del principio democrático como inspirador de toda la estructura del Estado. La realización del principio democrático, supone, la creación de cauces de participación de los ciudadanos en la adopción de las decisiones públicas. Pero supone también algo más: que la misma organización de la comunidad política encuentra su última legitimidad y justificación en que responde a la voluntad popular. Solamente bien entrado el siglo, XX ha podido hablarse de un predominio del constitucionalismo democrático en los países de Europa y América. En realidad, debe hablarse, en este aspecto, de dos perspectivas del constitucionalismo: una, la representada por la, hoy dominante, tradición democrático-igualitaria; una segunda, predominante durante mucho tiempo (y aún visible en ocasiones) que pudiera denominarse «tradición del constitucionalismo elitista». 31 Diplomatura en Gestión y Administración Pública A. La tradición del constitucionalismo democrático Los principios que inspiraron las revoluciones francesa y norteamericana del siglo XVIII suponían, la necesidad de un sistema democrático para su efectiva realización, la admisión de la existencia de unos derechos del hombre comunes a todos representaba forzosamente el reconocimiento de una igualdad esencial entre los hombres. Ello implica una paridad de posiciones entre los ciudadanos: nadie tiene un derecho propio a someter a su voluntad o a sus mandatos a sus iguales. Por ello, siendo necesaria una autoridad, ésta sólo será compatible con la igualdad si proviene, de la libre voluntad de todos, que han decidido someterse voluntariamente a esa autoridad. Esta posición encuentra su expresión inicial, y aún válida, en la aportación de Juan Jacobo Rousseau, hace depender la misma creación de una comunidad, del voto de todos. En efecto, la comunidad se crea mediante el acuerdo de sus (futuros) miembros que pactan someterse a un poder común, de forma que ninguno de ellos tendrá un título propio al poder. Desde esta perspectiva, la democracia supone la equivalencia de las voluntades de todos, de consideración al individuo, (y, en este aspecto, en contradicción con John Stuart Mill, partidario del voto universal pero desigual) tan respetables son los intereses y opiniones que defiende un doctor en Filosofía, como la que defiende una persona que únicamente ha tenido una educación primaria. En los textos constitucionales clásicos, la estrecha relación entre igualdad, derechos del individuo y democracia aparece apuntada en la Declaración de Independencia de los EEUU (1776). Y más explícitamente en la (inaplicada) Constitución francesa de 1793. Los resultados de esta tradición son evidentes: defensa de la forma de gobierno republicana, e implantación, del sufragio universal, igual, directo y secreto. La regla esencial del procedimiento democrático es la regla de la mayoría, que sean los menos y no los más los que vean contrariada su voluntad inicial; esto es, que sean los menos los que se sometan a los más, y no al contrario. B. La tradición elitista del constitucionalismo Los principios democráticos, no encontraron, inmediata aplicación en los regímenes constitucionales. La resistencia a tales cambios se manifestó, en el mantenimiento de poderes tradicionales (Monarquía, nobleza) junto a los nuevos órganos de representación popular (Cámaras Bajas) dando lugar a las Monarquías constitucionales. Pero, incluso dentro de los órganos representativos, el principio democrático, que conducía a una representación universal e igualitario encontró serias resistencias, basadas en una concepción elitista de la comunidad política. Su origen y base técnica puede encontrarse en la influyente obra de Sieyès, Qué es el tercer estado, publicada en 1789. De acuerdo con esta posición, la soberanía pertenece a la Nación. La expresión de la voluntad de la Nación como un colectivo, y la expresión de sus intereses como tal, es una función que debe encomendarse a los más capacitados para ello. El voto aparecía así, no como un derecho de todo individuo, sino como una función (determinar lo más conveniente a la Nación) que sólo podían ejercer los que reunían determinados requisitos, que usualmente se centraban en la capacidad económica (sufragio censatario) y, más adelante, en poseer ciertos títulos académicos o profesionales (sufragio de capacidades). El ejemplo clásico de esta concepción es la Constitución revolucionaria francesa de 1791 que considera ciudadano activo, es decir, con derecho al voto, al francés mayor de veinticinco años, que no fuera empleado doméstico y que pagase una contribución directa al menos igual al valor de tres jornadas de trabajo. Este punto de vista, que dio su base teórica al sufragio limitado, vigente en la mayoría de los países europeos hasta bien entrado el presente siglo, así como (mediante el poll tax, o impuesto electoral) en varios Estados de los Estados Unidos. 32 Estructuras Políticas y Administrativas C. La implantación del constitucionalismo democrático A lo largo de los siglos XIX y XX se ha establecido, como fuerte de legitimidad del régimen constitucional, el principio democrático. No es obstáculo a ello el mantenimiento de algunas instituciones (singulares la Corona, en los regímenes monárquicos) cuyos titulares no dimanan, directa o indirectamente, de la voluntad popular. Se trata de instituciones de carácter esencialmente simbólico, a las que se encomiendan funciones de representación de la identidad colectiva. El principio democrático implica la participación de todos los ciudadanos, mediante el sufragio universal, en la selección de los gobernantes, y directa o indirectamente, en la adopción de las decisiones públicas. Hoy el sufragio universal constituye un elemento común de todos los sistemas constitucionales. Pero el paso de sufragio censitario al sufragio universal, ha sido lento, y se ha conseguido por fases; el sufragio universal masculino se implantó en la segunda mitad del siglo XIX (en España, en 1890) y principios del siglo XX. La admisión de las mujeres al voto se produjo en Alemania en 1919, Inglaterra en 1918 (sólo para las mujeres de más de treinta años) y en España en 1931; en Francia en 1945, en Suiza en 1978. Progresivamente, han ido disminuyendo las exigencias relativas a la edad (en España, en 1890, la edad para votar había de ser igual o superior a 25 años), edad que hoy, en general se centra en los dieciocho años. 2. La democracia directa Es paradigmática la posición del Rousseau en el Contrato Social: «toda ley que el pueblo en persona no ha ratificado es nula, no es una ley. El pueblo inglés piensa ser libre y se engaña: no los es más que durante la elección de los miembros del Parlamento; una vez elegidos es esclavo». No obstante, lo cierto es que hoy el ejercicio de la democracia directa mediante la aprobación de las decisiones públicas por todos los ciudadanos no puede ser sino una excepción, dada la extensión y población de los modernos Estados, y la cantidad y complejidad de las decisiones a adoptar. Todo ello ha dado lugar a que los procedimientos de democracia directa resulten hoy, en la gran mayoría de los países, de importancia secundaria. Pueden señalarse algunas de las fórmulas de democracia directa más extendidos: en primer lugar, el referéndum y, además, otras formas de menor trascendencia (democracia directa local, iniciativa popular). A. El referéndum El referéndum consiste en el sometimiento de una resolución al conjunto de todos los ciudadanos, para que se pronuncien sobre su acuerdo o desacuerdo con ella; representa, pues, una manifestación directa de la voluntad popular. Los modelos utilizados por los textos constitucionales son muy variados, es posible apuntar algunos criterios generales para clasificar las consultas referendarias. En cuanto a la materia, pueden versar sobre la aprobación de textos normativos, (leyes o Constituciones) o sobre decisiones de política general. Por lo que se refiere al referéndum sobre normas, cobra especial relevancia el referéndum constitucional. Mediante esta técnica, el pueblo actúa como órgano de poder constituyente. Los referéndum no normativos, sobre todo si aparecen vinculados a la aprobación de la actuación de un líder político concreto, no dejan de plantear interrogantes respecto a su adecuación al régimen constitucional. En efecto, es innegable a la luz de la experiencia histórica, la tendencia al empleo de estos referéndum para legitimar la concentración del poder en una sola persona: en ocasiones se emplea el término «plebiscito» para designar a estas votaciones populares de tipo 33 Diplomatura en Gestión y Administración Pública aclaratorio. En cuanto a la necesidad del referéndum, cabe distinguir entre referéndums preceptivos y facultativos. En el primer caso, la consulta popular, y su resultado afirmativo, es necesaria para la validez de una decisión; en el segundo caso, el sometimiento a la consulta popular es sólo una posibilidad, y la decisión de que se trate puede adoptarse también sin recurrir al referéndum. Con respecto al momento del referéndum, éste suele celebrarse antes de que la decisión sobre la que versa cobre efectividad. Pero el referéndum puede versar sobre resoluciones, o normas ya en vigor; lo que se decide es, en tales casos, si una norma ya válida, y con todos sus efectos, se mantiene en el ordenamiento o desaparece del mismo. Finalmente, en relación con los efectos del referéndum, se distingue en ocasiones el referéndum vinculante del referéndum consultivo. Un ejemplo de referéndum «consultivo» puede hallarse en el art. 92.1 de la CE: «Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos». B. Otras formas de democracia directa Democracia directa en el ámbito local. En comunidades reducidas, es aún posible tomar decisiones con la participación, en la deliberación y la decisión, de todos los ciudadanos. Muestra de este tipo de instituciones son los town meetings de los Estados de Nueva Inglaterra, los landgemeinde suizos, y, en España, la fórmula de concejo abierto en determinados municipios, prevista en el art. 140 de la Constitución. Iniciativa popular. Una forma atenuada de participación directa de los ciudadanos es la posibilidad de que éstos presenten proyectos de decisiones políticas (normativas o de otro tipo) bien para que sean discutidas, y en su caso adoptadas por las Asambleas legislativas, bien para que sean sometidas a referéndum. ¿El jurado como forma de democracia directa? Algunos ordeanmientos han previsto una forma de participación directa de los ciudadanos en la Administración de Justicia mediante la institución del jurado, órgano compuesto por ciudadanos seleccionados por sorteo, que decide sobre aspectos de hechos en los procedimientos judiciales. Es el juez quien aplica la ley, igual para todos, pero es el jurado quien decide sobre si se ha producido o no una actuación contraria a los términos de la ley. 3. La democracia representativa La imposibilidad de que la comunidad política actué en todos los casos por sí misma, mediante la intervención directa en las decisiones públicas de todos sus miembros implica la necesidad, si se quiere mantener el principio democrático, de que esa intervención se lleve a cabo de una forma indirecta, mediante sujetos que actúen en nombre de la comunidad: esto es, que la representen. A. La evolución de la representación política A partir de la edad Media se generalizaron las asambleas estamentales. Se trataba, en el sistema dualista medieval de la representación del Regnum ante el Rex. Esta técnica (designada como mandato imperativo) suponía que esos representantes en las asambleas no podían ir más allá de las instrucciones recibidas, ni contradecir éstas, so pena de revocación de su mandato o de sanciones más graves: la ejecución. Este sistema se convirtió en impracticable a medida que aumentaban los poderes de las Asam34 Estructuras Políticas y Administrativas bleas, se hacía manifiesto que sus miembros sólo podrían actuar eficazmente en la toma de decisiones si contaban con libertad de acción, sin necesidad de consultar continuamente a sus representados. Ello fue dando lugar a la práctica consistente en dar por supuesto que el representante contaba con un poder general para actuar. B. La doctrina del mandato representativo Tal doctrina del mandato representativo podría resumirse en los siguientes puntos: la soberanía radica en la Nación, como sujeto único e indisoluble; la Nación sólo puede actuar por delegación, que recae en sus representantes; los representantes lo son, pues, de toda la Nación, y no de los electores de su circunscripción; en consecuencia, no están sujetos a instrucciones de los electores, pues es el interés de la Nación quien debe guiarlos; tampoco están sujetos a revocación por sus electores. El representante lo es incluso de aquellos que no han votado, o han votado en contra: si sus electores no están de acuerdo con su actuación no pueden impedirla, ni revocar su mandato. C. Democracia y representación Las particularidades del mandato representativo, y la situación de independencia en que queda el representante respecto de sus electores han conducido a afirmar en ocasiones que, en palabras de Kelsen, «la representación es sólo una ficción». El mecanismo de la representación permite que exista una correlación entre las opiniones de los ciudadanos y la actuación de las asambleas representativas. En todo caso, el principio del mandato representativo se ve corregido por diversos métodos: Yuxtaponiendo, a las técnicas de la democracia representativa otras propias de la democracia directa (referéndum, iniciativa popular). Que los representantes deben, necesariamente, tener en cuenta los intereses de los electores de su distrito, al menos para garantizar en lo posible, su reelección. Los representantes no están sujetos a instrucciones de sus electores, pero si no siguen las instrucciones del partido que les respaldó, corren el riesgo de que éste no les incluya en sus candidaturas, ni las apoye, en las próximas elecciones. En resumen, la democracia representativa ha venido a concretarse, en una situación en que determinados poderes u órganos del Estado son seleccionados mediante elecciones libres de todos los ciudadanos: por lo que se define a tales órganos (normalmente las asambleas legislativas) como representantes del pueblo. Esto es, como reflejo de la voluntad popular, y portavoz de esa voluntad. 4. Elecciones y democracia El régimen democrático representativo, puede centrarse en dos principios. Primeramente, en que determinados órganos del Estado (usualmente las asambleas) actúan en nombre de la comunidad. En segundo lugar, que la voluntad de esos órganos, refleja las opiniones socialmente predominantes, en la sociedad en su conjunto. El problema es cómo conseguir que, los órganos representativos (asambleas) reflejen adecuadamente las opiniones y deseos de la comunidad. La técnica adoptada universalmente en los regímenes constitucionales ha sido simple: representación se hace equivaler a elección. Sólo el órgano cuyos componentes son elegidos por el pueblo sabrá reflejar las opiniones del pueblo. 35 Diplomatura en Gestión y Administración Pública Esta identificación entre elección y representación convierte al mecanismo electoral en elemento clave de la democracia moderna. De hecho las asambleas legislativas son elegidas; el poder ejecutivo, o es electivo (régimen presidencial), o se basa en la confianza del Parlamento; el poder judicial se legitima porque aplica leyes aprobadas por la representación popular: posiblemente, la única excepción sea la institución monárquica. Pero no es infrecuente que sean los mismo textos constitucionales los que establezcan los elementos esenciales del sistema electoral, el número de las circunscripciones o la fórmula electoral, duración del mandato. Varios elementos aparecen como esenciales en el proceso electoral, lo que explica que sean en ocasiones regulados directamente por los textos constitucionales: entre ellos, y cobrando especial relevancia, la definición del electorado, la determinación de las circunscripciones electorales y la fórmula electoral. A. La definición del electorado Como se ha dicho, el principio del sufragio universal se ha ido imponiendo a lo largo del desarrollo del constitucionalismo. Ello responde a una concepción del sufragio como un derecho de todo ciudadano. El objetivo de las elecciones es, en último término, expresar la voluntad popular. Como consecuencia, resulta razonable que se excluya a aquellos individuos que no se encuentran capacitados para colaborar en esa función, esencialmente menores e incapacitados mentales, aquellos a quienes se reputa moralmente incapacitados, como es el caso de los que cumplen condenas penales, que acarrean la inhabilitación política activa y pasiva. Una matización del sufragio universal puede encontrarse en aquellos casos en que se prevé que una asamblea está integrada, total o parcialmente, por miembros no elegidos directamente por los ciudadanos, sino por un colegio electoral más restringido, previéndose así un sufragio indirecto. La definición del electorado presenta también una dimensión instrumental. La fiabilidad del proceso electoral exige que efectivamente puedan votar todos los que tengan derecho a ello: pero también que sólo ellos puedan votar y ciertamente, que puedan votar sólo una vez en cada elección. Ello exige la existencia de un registro electoral (censo electoral) en que consten todos los electores, y en que se haga constar su ejercicio del derecho, para evitar fraudes o usurpaciones. Sólo pueden votar los que figuren en el censo electoral. B. La determinación de las circunscripciones Es posible que en un Estado, las elecciones se lleven a cabo de forma que todos los ciudadanos formen una circunscripción única, y se pronuncien así sobre la elección de todos sus representantes: tal es, por ejemplo, el caso de Israel. Por lo común se divide el territorio en circunscripciones que eligen una parte de los representantes. De esta forma se persigue que exista una mayor cercanía entre electores y elegidos, con una doble ventaja, los candidatos podrán conocer más próximamente las necesidades y opiniones de un sector reducido de ciudadanos y éstos podrán conocer y, por tanto, evaluar críticamente con mayor facilidad, la labor de sus representantes. La manipulación de las circunscripciones, y del número de diputados que les corresponden pueden llevar a falsear el resultado electoral, favoreciendo a unos grupos en detrimentos de otros. Para evitar los peligros para el sistema democrático derivados de estas manipulaciones, en algunos casos, son las mismas Constituciones las que establecen los límites de las circunscripciones. Tal es, por ejemplo, el caso español. La determinación constitucional de las circunscripciones se produce también para crear, en los sistemas federados o descentralizados, una representación territorial. Así, en España, se hace coincidir la circunscripción electoral con la provincia, a la que se asigna una representación mínima inicial en el caso del Congreso (art. 68.2 CE) y una representación igual en el Senado (art. 69.2). 36 Estructuras Políticas y Administrativas Además, la misma Constitución prevé también la representación territorial dentro de las asambleas de las Comunidades Autónomas (art. 152). C. La fórmula electoral El tercer elemento esencial de un sistema electoral es la determinación de cómo se traducen los votos emitidos por los ciudadanos, en el número de representantes elegidos. Dos son las formulas electorales predominantes la mayoritaria y la proporcional. El sistema mayoritario simple, adoptado tradicionalmente en Inglaterra y en la gran mayoría de los países anglosajones. El mandato es adjudicado a aquel candidato que obtiene más votos en una única vuelta. Se trata pues de un sistema que potencia notablemente a las tendencias más fuertes. Las tendencias o partidos minoritarios, se quedarán sin representación. El sistema mayoritario a dos vueltas pretende suavizar los efectos del sistema mayoritario simple. Los electores sólo pueden votar por un candidato, pero para obtener el mandato se requiere una mayoría cualificada (usualmente la mita más uno de los votos emitidos). Si ningún candidato obtiene esa mayoría, se lleva a cabo una segunda vuelta entre los candidatos que más votos hayan obtenido. Ello supone que se reducen las opciones de los electores (normalmente a dos candidatos) de manera que el elegido cuente con la mayoría absoluta. Se trata con este sistema de hacer posible que los electores que se pronunciaron en la primera vuelta por candidatos sin ninguna posibilidad de obtener el mandato, puedan, en la segunda vuelta, optar por otro candidato que, si no fue su primera opción, al menos represente la tendencia menos alejada de sus preferencias. En el sistema proporcional la elección de representantes se lleva acabo en circunscripciones plurinominales, esto es, en las que se eligen vario representes, de acuerdo con la población. No concurren candidatos individuales, sino lista de candidatos. El elector ha de pronunciarse por una lista. Celebrada la elección, se atribuye a cada lista electoral un número de mandatos (escaños) proporcional a los votos que haya obtenido. En un sistema proporcional «puro», la lista que hubiera obtenido la mita de votos obtendría la mitad de los escaños: la que hubiera obtenido una cuarta parte de los votos obtendría un porcentaje similar de escaños, etc. La doble voluntad de conseguir fórmulas que garanticen, por un lado, una representación ajustada a la realidad, y, por otra, una composición de las asambleas que permita una labor legislativa y un gobierno estable, han llevado a la creación de formulas intermedias, o bien de modificaciones que suavicen las rigideces del sistema mayoritario o proporcional puro. Así, en España, en las elecciones para el Senado, se ha adoptado un sistema de elección mayoritaria con representación de las minorías. 5. Partidos políticos, democracia y Constitución En cuanto que los regímenes constitucionales son hoy regímenes democráticos, los partidos se han convertido en pieza clave para la comprensión de cómo se integran y se relacionan entre sí los órganos constitucionales. De hechos, se ha podido designar al estado constitucional democrático como «Estado de Partidos». La progresiva implantación del principio democrático en los regímenes constitucionales convirtió en imprescindible a la acción de los partidos. Sólo organizaciones de cierta amplitud podían llevar al electorado las propuestas y alternativas de los candidatos, así como costear los gastos de una elección. Cuando, además, el sufragio se organizaba de acuerdo con el sistema proporcional, sólo los partidos podían presentar listas homogéneas de candidatos con propuestas y programas comunes. Los partidos se hicieron necesarios también por otros motivos. Sólo los partidos podían crear en 37 Diplomatura en Gestión y Administración Pública las asambleas mayorías estables con unos principios y objetivos comunes, capaces de desarrollar una política legislativa coherente y de apoyar con cierta continuidad al Gobierno. Sólo partidos de amplia implantación podían elaborar programas políticos que se refirieran a la política nacional, yendo más allá de los intereses de cada circunscripción concreta. La relevancia constitucional de los partidos políticos supone que éstos se convierten en un tipo de asociación con un status especial: a) Como tratamiento favorable puede citarse las especiales facilidades para participar en el proceso electoral. La prestación de medios materiales para que los partidos desempeñen sus funciones, las técnicas de financiación pública de los partidos. b) La importancia que reviste la actividad de los partidos. No faltan experiencia histórica en que organizaciones partidistas han colaborado decisivamente en la subversión y derrumbamiento de regímenes constitucionales (se cita como ejemplo clásico la actuación del partido nacional-socialista en la desaparición de la República constitucional alemana en 1933). Para evitar tal peligro, los ordenamientos constitucionales han establecido, exigencias que deben cumplir los partidos para garantizar su adecuación al sistema constitucional. Entre ellas, y fundamentalmente, que su programa, y su actuación, deben ajustase a la Constitución. Un segundo requisito que suele exigirse a las organizaciones partidistas es que se ajusten, en su organización interna, a criterios democráticos: esto es, que los procedimientos de selección de líderes, candidatos etc., se lleven a cabo con la participación de sus miembros, y no por decisión autoritaria de sus dirigentes. El cumplimiento de esta exigencia se asegura mediante el establecimiento de un control jurisdiccional, de forma que sea un órgano independiente quien decida sobre la adecuación al ordenamiento de la actuación de los partidos. Este control judicial puede encomendarse, bien a la jurisdicción ordinaria, bien, en algunos supuestos, a la jurisdicción constitucional, de forma que sea un Tribunal especialmente cualificado quien decida sobre la constitucionalidad de los partidos políticos. (Constitución de Chile, Constitución de Turquía). 6. El concepto de Estado democrático de Derecho El concepto de Estado de Derecho surgió en un contexto determinado, los Estados alemanes de la primera mitad del siglo XIX, para designar y justificar una forma de organización política concreta, la monarquía constitucional. Hoy se hace equivaler a la colectividad política en que se dan las siguientes notas: a) Imperio de la ley. Supone que las decisiones de la autoridad se tomarán en virtud y aplicación de mandatos generales e impersonales. La ley, es la que habilita a las autoridades para actuar, y, al tiempo, limita su ámbito de acción. b) Control de la autoridad. La existencia de diversos centros de poder, en virtud del principio de separación de poderes hace posible que exista un control recíproco. Particularmente destacado es el ejercido por el poder judicial. c) Derechos del individuo. Como nota material del Estado de Derecho se destaca la existencia de unos principios a que la ley se ajusta: tales principios se resumen fundamentalmente en el respecto de unos derechos del individuo que se consideran inalienables. Imperio de la ley, separación de poderes, respeto de la libertad y propiedad se han configurado como notas definidoras del Estado constitucional durante gran parte de su evolución. La implanta38 Estructuras Políticas y Administrativas ción paulatina del principio democrático ha añadido otra nota más: la ley debe ser, no sólo un mandato general, sino también expresión de la voluntad de la comunidad, formulada por representantes libremente elegidos por todos los ciudadanos. Por ello, la calificación de Estado Democrático de Derecho supone un equilibrio entre los principios en constante tensión: por un lado, el carácter determinante de la voluntad popular: por otro, la garantía de unos derechos o situaciones jurídicas fundamentales del individuo, intocables incluso por esa voluntad. Pero el respeto al Estado de Derecho impone determinados límites a la expresión de la voluntad popular: ésta deberá manifestarse de acuerdo con procedimientos que garanticen una efectiva participación, y un suficiente conocimiento por parte de los ciudadanos (límites formales), y, por otro lado, deberá respetar los derechos fundamentales de la persona (límites materiales). La Constitución democrática aparece como el instrumento para hacer compatible el imperio de la voluntad popular y las garantías del Estado de Derecho. La definición de los derechos fundamentales y garantías constitucionales, y la organización de los poderes y la previsión de los procedimientos para que actúen legítimamente establecen el marco en que la voluntad popular debe manifestarse. El Derecho deriva su legitimidad de ser expresión de la voluntad popular, y ésta es legítima si se expresa por los procedimientos establecidos por el Derecho. LECCIÓN 8. LA CONSTITUCIÓN Y LA ORDENACIÓN DE LA VIDA SOCIAL Y ECONÓMICA (NO ENTRA EXAMEN) 1. 2. 3. 4. 5. Constitucionalismo y relaciones económicas. Intervencionismo estatal y autonomía contractual. Constitucionalismo social y derechos de prestación. El tratamiento constitucional del derecho de propiedad. La dirección pública de la economía. LECCIÓN 9. DERECHO CONSTITUCIONAL Y ORGANIZACIÓN TERRITORIAL 1. Centralización constitucionales y descentralización como alternativas Los diversos ordenamientos constitucionales hoy vigentes, en lo que se refiere a la ordenación territorial del poder responden, dentro de su variedad, a dos principio o alternativas, centralización y descentralización. Los elementos definidores del grado de centralización o descentralización de un Estado, elementos a regular por la Constitución, son de diversos tipos: 1) Si en todo el territorio estatal se aplica las mismas leyes y reglamentos, o si, por el contrario, existen ordenamientos territoriales propios en algunas, o en todas las zonas del territorio. 39 Diplomatura en Gestión y Administración Pública 2) Si existe un solo conjunto de instituciones cuya competencia se extiende por todo el territorio o bien existen instituciones con competencia restringida a zonas territoriales limitadas. 3) Si todos los poderes públicos están organizados de forma jerárquica, de manera que, en todo caso, sus actuaciones sean dirigidas por un órgano superior con competencia en todo el Estado, o si, por el contrario, hay poderes territoriales que no dependen de las instancias supremas estatales. 2. El Estado centralizado La forma aparentemente más simple y eficaz de organización de los poderes del Estado es la que responde al Estado centralizado (a veces llamado también «unitario»), el Estado centralizado se definiría por las siguientes notas: a) Existe un solo ordenamiento jurídico en todo el Estado. b) Existe un solo conjunto de instituciones, cuya competencia se extiende a todo el territorio del Estado. Hay un solo poder legislativo, una sola Administración, una sola jerarquía de Tribunales. c) Con la excepción del poder legislativo (único en todo el Estado) los poderes públicos organizan jerárquicamente sus diversas instancias territoriales. A favor y en contra del modelo centralizado se aduce: a) Es más eficaz ya que conoce más directamente los problemas y puede adoptar mejores soluciones. b) Desde el punto de vista de la democracia, la centralización aleja la participación directa de los ciudadanos. c) Desde el punto de vista de las libertades personales y grupos, el modelo centralizado se asocia con la voluntad de lograr una comunidad estatal política, cultural y lingüísticamente homogénea, lo cual cercena la defensa de la diferenciación de aquellos grupos con características históricas y lingüísticas comunes pero diferentes de los de otros grupos de ese mismo Estado. La desconcentración, entendida como delegación de funciones en escalones inferiores de jerarquía administrativa, se recoge en el art. 103.1 CE y suele distinguirse entre descentralización administrativa y descentralización política y, dentro de ésta última se separan los modelos regional y federal. 3. La descentralización administrativa: la autonomía local Una forma limitada de descentralización es la denominada descentralización administrativa que afecta únicamente a uno de los poderes del Estado, el poder ejecutivo. Esta descentralización administrativa se traduce en una Administración del Estado, con una estructura jerarquizada y escalonada, que va del despacho ministerial a las oficinas locales; pero junto a ella, y con competencias administrativas propias, se configuran unos poderes administrativos más reducidos. Esos poderes administrativos autónomos son los constituidos por las entidades locales, y esencialmente, entre ellas, por los Municipios. La autonomía municipal aparece así como el ejemplo clásico de la autonomía administrativa. La autonomía municipal supone que, junto a la administración estatal, existirá un conjunto de administraciones municipales; y que existirá un conjunto de materias que serán competencias de esas 40 Estructuras Políticas y Administrativas Administraciones, que serán quienes ejecuten las leyes parlamentarias al respecto. Esta autonomía se va traduciendo, en la cultura jurídica europea en un conjunto de características: 1) Un mínimo de materias pertenecientes al «interés local» o municipal; 2) la elección popular de todos los miembros del gobierno municipal; 3) la autoadministración y autorregulación reglamentaria en las materias de su competencia; 4) la no sujeción a órdenes o instrucciones de las autoridades administrativas estatales en esas materias propias y 5) la no revisión o revocación de sus decisiones por la Administración estatal. Posiblemente la «democracia municipal» sea hoy una de las vías que permiten un mayor acceso de los ciudadanos a la toma de decisiones públicas que les afectan. Este tipo de autonomía administrativa (siempre sujeta a las leyes del Estado y bajo el control de los Tribunales del Estado, pero no a las órdenes del poder ejecutivo) se ha ampliado a entes territoriales de mayor extensión, como provincial o regional. 4. La descentralización política. Las diversas fórmulas La descentralización administrativa supone sin duda un considerable trasvase de competencias de los poderes estatales a los poderes locales. Pero se trata de un nivel limitado de autonomía. Por el contrario, la descentralización política supone un grado más elevado de autonomía. Existe descentralización política cuando las entidades territoriales integradas en el Estado no sólo pueden ejecutar con su propia Administración las leyes de éste, sino que pueden, también, ellas mismas, elaborar sus propias leyes, con el mismo rango normativo, y fuerza vinculante, que las leyes estatales. Ello supone, por un lado, la existencia de Parlamentos territoriales, junto al Parlamento estatal: por otro, la existencia de un ordenamiento jurídico propio, paralelo al ordenamiento jurídico del Estado. La organización constitucional del Estado políticamente descentralizado implica, por ello, que, en todas o en algunas zonas del territorio estatal coexistan distintas estructuras del poder, cada una de ellas con sus propias competencias, y dotadas de sus propios órganos. Las formas de organización y denominación de los Estados políticamente descentralizados son extremadamente variados. Usualmente se emplean dos términos para definir las modalidades de este tipo de Estados: se habla así de Estado federal y Estado regional. La fórmula federal, iniciada por la Constitución norteamericana de 1787, cuenta con una mayor tradición y se encuentra ampliamente extendida, mientras que el estado regional, de extensión más limitada, constituye una fórmula mucho más reciente, sus orígenes pueden situarse en la Constitución española de 1931. La diferencia entre el modelo federal y el regional, no debe exagerase: en gran parte es una diferencia nominal, debido a circunstancias históricas, que empujaban a los constituyentes del momento. 5. El modelo regional de descentralización política El modelo regional tiene su expresión inicial en la Constitución española de 1931, y es posible atribuir su formulación al profesor D. Luis Jiménez de Asúa. Las fórmulas hasta el momento clásicas (federal y centralizada) resultaban de difícil aplicación. La fórmula federal, porque diferían notable41 Diplomatura en Gestión y Administración Pública mente las aspiraciones autonómicas de las diversas regiones (incluso las correspondientes al País Vasco y Cataluña) y porque el mismo uso de la denominación o término Estado federal era rechazado por sectores políticamente relevantes: la fórmula centralizada, por su parte, no resultaba factible por que se enfrentaba con las pretensiones vascas y catalanas. La solución introducida por la Constitución Republicana fue en parte seguido por la Constitución italiana de 1948, la portuguesa de 1976 y la española de 1978. El modelo denominado «regional» representa una fórmula flexible y por ello con características muy distintas en cada caso, cuyos elementos podrían definirse como sigue: a) La Constitución prevé la formación de entidades territoriales con autonomía política (Regiones, Comunidades autónomas). b) Serán las normas básicas de estas entidades (Estatutos de autonomía) las que determinarán los poderes que asumen, y las materias sobre las que versan esos poderes. c) La Constitución delimita las materias sobre las que las regiones o comunidades podrán asumir competencias. Bien enumerando explícitamente esas materias, bien mediante listas que enumeren los poderes de las regiones y los reservados al Estado. d) Las competencias asumibles no tienen que ser idénticas en todas las Regiones o entidades territoriales autónomas. e) La autonomía regional puede extenderse a todo el territorio, o sólo a partes del mismo. 6. El modelo federal Si la fórmula regional se encuentra prácticamente relegada a algunos países de Europa occidental el modelo federal, se encuentra representado en todas las partes del mundo. Todas ellas tienen elementos comunes que derivan de la Constitución norteamericana de 1787. La fórmula por ellos utilizada, el Estado federal, puede resumirse en las siguientes notas: a) La elaboración, por la Convención de Filadelfia, de una Constitución federal, que se unía a las ya existentes Constituciones de los Estados, como norma suprema del país. Esta Constitución diseñaba un conjunto de poderes de la Unión (legislativo, ejecutivo y judicial), manteniendo cada Estado federado sus instituciones correspondientes propias. b) La Constitución enumeraba los poderes de la Federación, como una lista restringida. Esta técnica supone que las competencias de la Federación serán poderes enumerados, es decir, tasados: todos los poderes no mencionados por la Constitución corresponden a los Estados federados (cláusulas residuales). c) Los Estados verán garantizada su participación en la dirección política de la Federación mediante la creación de una Cámara legislativa integrada por los representantes de los Estados (Senado federal), teniendo todos ellos la misma representación (dos Senadores). d) La Constitución, sólo sería revisable con la intervención de los mismos Estados: se requiere, en efecto, para aprobar enmiendas a la Constitución, su ratificación por tres cuartas partes de los Estados. Finalmente, se atribuía al Tribunal Supremo Federal la resolución de los conflictos que pudieran surgir entre los Estados, o entre éstos y la Federación. 42 Estructuras Políticas y Administrativas 7. Las variaciones del modelo federal El éxito del modelo federal norteamericano, como fórmula para hacer posible la convivencia en una unión política de colectividades dotadas de su propia organización, e incluso con tradiciones de independencia, llevó a una difundida imitación de las técnicas de la Constitución norteamericana. Ahora bien, se han introducido, durante el siglo XIX, y sobre todo, en el siglo actual, profundas innovaciones respecto del modelo norteamericano. a) Las Constituciones federales ponen el acentro en la colaboración entre poderes federales y Estados federados. En Estados Unidos, sigue siendo la regla una clara separación de los ámbitos federal y estatal. El federalismo en Alemania, Austria y Suiza es en gran manera un federalismo de ejecución, siendo muy reducida la Administración Federal. El poder judicial se reserva en exclusiva a la Federación. b) La mayor complejidad de este federalismo de cooperación se traduce también, en el texto de las Constituciones, en una mayor complicación de las técnicas de reparto de competencias. En lugar de llevarse a cabo tal reparto mediante el sistema de lista única, la distribución de competencias se realiza a través de diversas listas, que contiene las competencias exclusivas de la Federación de los Estados miembros y las competencias compartidas, y ello en lo que se refiere a las funciones legislativas y ejecutivas (la judicial, como se dijo, suele considerarse propia de la Federación). c) Un tercer tipo de variaciones es él referente a la composición de la Cámara Federal (Senado). En el caso norteamericano, los Estados están representados en igualdad de condiciones, y los representantes son elegidos directamente por el pueblo. Sin embargo, en el caso de Alemania, los miembros de la Cámara Federal se reparten entre los Estados en forma aproximadamente proporcional a su población. En Austria, los componentes de la Cámara Federal representan también a los Länder según su población, pero son elegidos por el Parlamento de cada Land. 8. Federalismo y soberanía Las circunstancias históricas en que se han formado algunos Estado federales han conducido al planteamiento de la cuestión de si la soberanía pertenecía a cada uno de los Estados miembros, o si era atributo de la Federación. Este problema ha perdido en gran parte su relevancia, debido al menos a dos factores: el debilitamiento práctico del concepto de soberanía, y la consolidación del principio democrático en los regímenes constitucionales. a) En cuanto a lo primero, la Constitución federal que divide y reparte las competencias, no atribuye la soberanía ni a la Federación, ni a los Estados federados. En el plano de las relaciones internacionales, se atribuye, en forma general, la defensa y las relaciones exteriores a la Federación, que ostenta o ejercita la soberanía, en el supuesto de integración en Comunidades supranacionales. b) Así y todo, es evidente que debe existir, dentro de cada Estado, una instancia que adopte las decisiones más trascendentales, referentes a la misma configuración del poder y ante la cuestión de quién decide sobre la Constitución. Desde esta perspectiva, ni la Federación ni los Estado son soberanos: la soberanía residirá en el poder constituyente, que, de acuerdo con el principio democrático, corresponde, en último lugar, al pueblo directamente, o mediante sus representantes. 43 Diplomatura en Gestión y Administración Pública 9. El modelo confederal La Confederación, en sus manifestaciones históricas, aparece así como una manifestación típica del Derecho internacional, más cercana a la alianza entre estados que al estado federal. De la alianza se diferencia en que crea órganos específicos, que no pertenecen en concreto a ningún estado, que tienen competencias propias en materia de defensa y relaciones exteriores. Los órganos de la Confederación son reuniones de representantes de cada estado miembro. Entre los órganos confederales y el pueblo de los estados no existe relación directa ni indirecta, ni, usualmente, las decisiones adoptadas por esos órganos son aplicables inmediatamente a los ciudadanos, ya que deben ser aceptadas y aplicadas por las autoridades de cada Estado confederado. La posibilidad de abandonarlas libremente por parte de cada Estado miembro implica, en la práctica, la necesidad de que las decisiones sean tomadas por unanimidad, lo que limita considerablemente sus posibilidades de actuación. Por ello, la Confederación aparece como una forma política de carácter provisional y efímero, al menos en épocas modernas. LECCIÓN 10. LA DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN 1. Defensa ordinaria y defensa extraordinaria de la Constitución La Constitución es un mandato para ser cumplido. Pero ello exige una garantía, es decir, un mecanismo que asegure una reacción en caso de incumplimiento. Las amenazas a la vigencia efectiva de la Constitución pueden ser de dos tipos. La amenaza más evidente será la negación expresa de la obediencia a la Constitución: se trataría se situaciones de insurrección o de golpes de Estado. Pero es también posible una amenaza igualmente peligrosa consistente en su simple incumplimiento. En el primer caso, se busca la destrucción de la Constitución, por vías antijurídicas, en el segundo, su olvido e irrelevancia. Frente a estas amenazas, las Constituciones han incluido procedimientos para su defensa. Frente a los peligros excepcionales que pueden presentarse, poniendo en cuestión el mismo sistema democrático constitucional, se han previsto técnicas de defensa extraordinaria de la Constitución. Pero aún en épocas de normalidad es necesario defender a la Constitución frente a su olvido o incumplimiento por los poderes públicos, mediante procedimientos de defensa ordinaria de la misma. En cuanto a la defensa extraordinaria de la Constitución, frente a sus enemigos interiores y exteriores, se realiza mediante la concesión de poderes excepcionales a los órganos del Estado. 2. El control de constitucionalidad de las actividades de los poderes públicos Los procedimientos de control de constitucionalidad de la actuación de los poderes públicos persiguen garantizar la supremacía de la Constitución, supremacía que se revela como el elemento básico del sistema constitucional democrático. El principio de supremacía constitucional tiene dos aspectos. Por una lado, significará que la 44 Estructuras Políticas y Administrativas norma constitucional, por su origen y función, no puede verse alterada o modificada por las vías ordinarias de creación de normas jurídicas: se requerirá un procedimiento específico para su alteración. Se trata pues, de una supremacía formal. Pero, por otra parte, la supremacía constitucional se traduce en que las normas constitucionales no podrán ser, no ya sólo formalmente alteradas, sino tampoco materialmente contradichas por las normas ordinarias, ni por ninguna actuación de los poderes públicos. La supremacía constitucional exige el sometimiento de todo el ordenamiento a la Constitución. La historia del constitucionalismo es en gran medida la historia de los intentos de garantizar la supremacía de la Constitución, para asegurar que los poderes del Estado, legislativo, ejecutivo y judicial, actúen dentro del ámbito ordenado por la Constitución, sin ignorar ni contravenir sus preceptos. A. El control de la constitucionalidad de los poderes ejecutivo y judicial En cuanto al poder ejecutivo, su sumisión a la ley, y, consiguientemente, a la Constitución, se encuentra garantizada mediante los procedimientos de control judicial de la Administración. La llamada jurisdicción contencioso–administrativa tiene la potestad de enjuiciar los actos del poder ejecutivo. La Administración se encuentra sujeta al imperio de la Ley, y no puede actuar frente a los mandatos de la ley o la Constitución. Una afirmación similar puede realizarse respecto del poder judicial. Éste se encuentra igualmente sometido a la ley y la Constitución: por ello, sus actos deben también ser controlables, y este control se obtiene mediante el sistema de recursos ante los niveles superiores de la jerarquía judicial. Los órganos superiores (y finalmente, el Tribunal Supremo) pueden revisar, mediante los correspondientes recursos (apelación, casación, revisión) las decisiones de los órganos judiciales inferiores, para asegurar que no vulneran la ley o la Constitución. Los poderes ejecutivo y judicial, pues, se encuentran sujetos a los mandatos constitucionales y sometidos a los correspondientes controles, encomendados a los órganos judiciales, en sus distintos niveles. B. El control de constitucionalidad de la actuación del poder legislativo La cuestión es distinta con respecto al poder legislativo. Éste no está sujeto a la ley, en la forma en que lo están la Administración y los jueces. La función del legislativo es alterar o modificar las leyes existentes, o crear otras nuevas. Por otra parte, el poder legislativo aparece como el representante de la voluntad popular, y, concordantemente, de la soberanía nacional. Desde esta perspectiva, resulta difícilmente justificable que sus actos sean revisados (y eventualmente anulados) por otro poder, ello supone someter a control a la misma soberanía del pueblo, o, lo que es lo mismo, al órgano que la representa. Ciertamente, el poder legislativo no ésta sujeto a la ley, pero si lo está a la Constitución. Por ello, debe actuar, al desarrollar la función legislativa, de conformidad con los mandatos constitucionales, de no ser así, la ley aprobada por el Parlamento resultaría inconstitucional. Las soluciones adoptadas para garantizar la adecuación de las leyes parlamentarias a los mandatos constitucionales han sido muy diversas. En algunos ordenamientos, simplemente, se ha renunciado a todo tipo de control externo sobre el Parlamento: éste representa la voluntad nacional, y es el mejor juez sobre si sus actos están o no en conformidad con la Constitución. Tal fue la fórmula seguida hasta bien entrado el siglo XX. Ciertamente dejar que sea la propia representación popular la que decida sobre si sus actos son o no acordes a los mandatos constitucionales no deja de presentar aspectos positivos. Por un lado, esa representación no se ve sometida a ningún otro poder, manteniéndose así el principio democrático. Por otra parte, el carácter usualmente numeroso de los Parlamentos garantiza la existencia de múltiples opiniones, análisis e intervenciones. Finalmente, la decisión de la representación popular 45 Diplomatura en Gestión y Administración Pública está sometida al pronunciamiento futuro del electorado, que podrá, en su caso, corroborar o denegar, con su voto, la adecuación de su juicio. No obstante, aceptar que sea la misma asamblea quien decida sobre la adecuación a la Constitución de sus decisiones presenta considerables problemas. Es difícil que, una vez que la mayoría de una asamblea haya decidido aprobar una resolución, renuncie a ello por apreciar que esa resolución pudiera ser inconstitucional. Es difícil ser a la vez juez y parte a la hora de adoptar una decisión sobre la constitucionalidad de las propias decisiones. Por ello, los diversos sistemas constitucionales han ido adoptando técnicas de revisión de la constitucionalidad de las leyes por parte de órganos distintos de las mismas asambleas. En algún caso se ha defendido que ese órgano de control sea el Jefe del Estado. Pero, en formal general, se ha encomendado esa función a órganos jurisdiccionales. Esto supone que sean órganos cuyos miembros sean seleccionados de acuerdo con su capacitación jurídica, que actúen sin sometimiento a instrucciones o presiones, sujetos sólo a la Constitución, y cuyas decisiones sean irrevocables. Ahora bien, esta revisión jurisdiccional de la constitucionalidad de las leyes se ha encomendado, en la evolución del constitucionalismo, a dos tipos de órganos: en la tradición jurídica norteamericana, se ha confiado a la judicatura ordinaria. En la tradición jurídica europea, se ha encomendado a un órgano jurisdiccional especializado, el Tribunal Constitucional. Ambos sistemas, el americano y el europeo, partiendo de bases diferentes, sin embargo, confluyen en muchos aspectos, siendo difícil una distinción tajante: de hecho, no faltan países que han adoptado fórmulas mixtas. 3. El modelo norteamericano de control constitucional de las leyes por la jurisdicción ordinaria, o «control difuso» La primera formula consistió en encomendar tal tarea al conjunto del aparato judicial ordinario. Se trata de una fórmula introducida en Estados Unidos y que se ha extendido tanto en los países anglosajones como en otros contextos. En efecto, el origen del sistema norteamericano de control de la constitucionalidad de las leyes no se encuentra en la Constitución, sino en una decisión del Tribunal Supremo, redactada por el Chief Justice John Marshall, en el caso Marbury vs. Madison (1803). En la Sentencia se estimaba que una Ley del Congreso federal, la Judicial Act de 1789, ampliaba los poderes del Tribunal Supremo, en contradicción con lo previsto en el art. III de la Constitución. Ante esta contradicción, el Tribunal debía decidir cuál era la norma aplicable: la ley o la Constitución; y el acuerdo del Tribunal fue aplicar la Constitución, en cuanto era la norma suprema. La resolución del Tribunal consistió, pues, en inaplicar la norma legal, por contraria a la Constitución. A partir de Marbury vs. Madison el sistema del control judicial de la constitucionalidad de las leyes se estableció en los Estados Unidos con una serie de características: a) El control de constitucionalidad de las leyes le corresponde a cualquier juez, cuando estime que la norma que debería aplicar en un proceso es contraria a la Constitución. Se ha denominado por ello a este sistema como «control difuso» de la constitucionalidad. Ahora bien, y aun cuando todo juez aparezca como titular de ese control, el papel predominante en tal función corresponde al Tribunal Supremo, por cuanto en el ordenamiento norteamericano, la doctrina sentada por el Tribunal Supremo aparece como vinculante para el resto de los Tribunales. b) La potestad de jueces y Tribunales se extiende en exclusiva a la resolución de litigios. Ello significa que el pronunciamiento sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad de una ley debe realizarse con ocasión de un litigio. En consecuencia, el pronunciamiento de éste sólo procederá cuando, en un procedimiento ya iniciado, con ocasión de un litigio concreto se plantee la inconstitucionalidad de la ley por alguno de los litigantes. De hecho, no existe un procedimiento especifico de inconstitucionalidad, ya que ésta se decidirá dentro de un proceso. 46 Estructuras Políticas y Administrativas c) El juez se pronuncia exclusivamente sobre el caso concreto. La solución que se dé es pues ad casum y sirve para resolver ese particular supuesto. No hay por lo tanto un pronunciamiento de inconstitucionalidad formal y con efectos generales o erga omnes. El juez se limita a inaplicar la ley que estime inconstitucional, sin derogarla o declararla inexistente, No obstante, una declaración de inconstitucionalidad por el Tribunal Supremo representa, no sólo la inaplicación de la norma en un caso concreto, sino su inaplicación general en el futuro, por el resto de jueces y Tribunales, fundándose en la decisión del Tribunal Supremo. 4. El modelo de control de constitucionalidad por un órgano jurisdiccional especializado, o «control concentrado» El modelo norteamericano de justicia constitucional presenta notables problemas, tanto prácticos como de principio. Aplicando la lógica de Marbury vs. Madison en forma general, cualquier poder o autoridad del Estado, si se hallase ente una (supuesta) contradicción entre Constitución y Ley habría de inaplicar esta última. El orden jurídico quedaría así a merced de la opinión de toda autoridad competente para tomar una decisión. A esas dificultades lógicas se han unido reproches prácticos frente al control judicial de constitucionalidad. Primeramente, se aduce que priva de autoridad a la ley, al dejar su aplicación en manos de cualquier juez. De hecho, ello supone la subordinación del poder legislativo al judicial. La tradición constitucional europea, que ponía el acento en el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular, no era pues compatible con un control sobre las leyes por parte del aparato judicial. Por ello, la introducción en Europa del control de constitucionalidad de las leyes se ha llevado a cabo mediante la creación (basada en las propuestas de Hans Kelsen) de un órgano especializado, encargado de ese control de constitucionalidad, que actuase con todas las garantías de imparcialidad e independencia constitucionalidad, que actuase con todas las garantías de imparcialidad e independencia de los jueces ordinarios, pero que se configurase como un órgano completamente separado de éstos. En suma, mediante la creación de un Tribunal Constitucional, separado e independiente, tanto del poder legislativo como del ejecutivo y judicial. El sometimiento de los poderes públicos a la ley obliga a que esos poderes –judicial y administrativo– no puedan inaplicar la ley, aun cuando la estimen inconstitucional. La inconstitucionalidad de una ley sólo podrá ser declarada por un órgano al que la Constitución expresamente confiera esa competencia. Como notas distintivas de los Tribunales Constitucionales del modelo europeo pueden señalarse, en forma general, las siguientes: a) Independencia y separación de los demás poderes del Estado. b) Monopolio de la potestad de declarar inconstitucionalidad una ley: los jueces ordinarios carecen de esa potestad, si bien pueden colaborar con el Tribunal Constitucional en esa tarea mediante el planteamiento de la cuestión de inconstitucionalidad. La decisión del Tribunal Constitucional se adopta en un procedimiento específico de constitucionalidad. c) Selección de sus miembros de forma distinta a los Magistrados de carrera de la jurisdicción ordinaria. Los jueces constitucionales son usualmente designados por órganos políticos (legislativo, ejecutivo), si bien garantizándose su independencia mediante la concesión de un status especial. d) Auténtico carácter jurisdiccional. Los Tribunales Constitucionales no sólo se configuran como órganos independientes, sino que actúan según procedimientos jurisdiccionales: deciden a iniciativa de otros y no por iniciativa propia; el procedimiento ante ellos es contradictorio, con audiencia de las partes afectadas; su decisión es motivada, y tiene efectos de cosa juzgada y eficacia erga omnes. 47 Diplomatura en Gestión y Administración Pública La técnica ideal por Kelsen elimina algunos de los problemas del control judicial difuso. Mantiene el equilibrio de los poderes, ya que el poder judicial continúa sometido a la ley y no puede inaplicada ni declarar su inconstitucionalidad. Elimina la influencia de las posibles tendencias ideológicas o corporativistas existentes en la carrera judicial. Finalmente, no atenta al principio democrático, por cuanto el Tribunal Constitucional, como órgano separado de los demás poderes, aplica la Constitución, producto de la voluntad del pueblo, y no sustituye al legislador. Su única potestad reside en anular las leyes, siendo pues, en todo caso, un legislador negativo, sin potestad de creación libre, como sí la tiene el legislador parlamentario. 5. Los procedimientos de control de la constitucionalidad de las leyes por los Tribunales Constitucionales Al definirse laos Tribunales constitucionales como órganos separados y distintos de la jurisdicción ordinaria no era ya posible resolver sobre la constitucionalidad de las leyes en el curso de un procedimiento ordinario. Se hacía necesario diseñar procedimientos específicos, destinados expresamente para decidir sobre la constitucionalidad de las leyes con independencia de su aplicación a un caso concreto. Por ello, estos procedimientos se definen a veces como de control abstracto de constitucionalidad. En ella, realmente, se juzga a la ley, con efectos erga omnes. A. La vía de acción o principal La técnica seguida por los ordenamientos europeos ha consistido en conceder legitimación (esto es, capacidad para iniciar el procedimiento) para impugnar las normas con rango legal ante el Tribunal Constitucional a un número limitado de sujetos. Lo que se impugna es el mismo texto legal, no un supuesto de su aplicación. Existe una notable variedad entre los diversos ordenamientos en cuanto a los sujetos legitimados para impugnar las leyes, o plantear recursos de inconstitucionalidad. En Italia la legitimación se reduce a un número muy escaso de sujetos (el Gobierno frente a las leyes regionales, y las regiones frente a ciertas leyes estatales); en España, la legitimación es más amplia (el Gobierno, el Defensor del Pueblo, 50 Diputados, 50 Senadores, los Gobiernos y Parlamentos de las Comunidades Autónomas). Pero se trata en todo caso de una legitimación restringida: la iniciación del procedimiento se considera una función de especial relevancia, que debe limitarse a sujetos determinados, para evitar impugnaciones de leyes por motivos frívolos o de mero interés personal. La impugnación de los textos legales debe llevase a cabo después de su entrada en vigor. Sin embargo, no son infrecuentes los procedimientos de control preventivo, mediante los cuales se impugna la constitucionalidad de un texto legal antes de su entrada en vigor. El caso de Francia es el más destacado, al ser el control preventivo el único existente. B. El control por vía de excepción o incidental Mediante la vía de excepción, cuando en un procedimiento judicial el juez duda de la adecuación a la Constitución de la ley que ha de aplicar, puede plantear su duda de constitucionalidad al Tribunal Constitucional. Esta duda puede surgir, bien de la propia apreciación del juez, bien porque una de las partes la plantee, como una excepción de constitucionalidad. Ahora bien, el juez del caso no decide sobre la constitucionalidad de la ley: tal decisión le corresponderá únicamente al Tribunal Constitucional, quien deberá contestar al juez que le plantea la cuestión (juez a quo) pronunciándose sobre si la ley cuestionada es o no inconstitucional, para que el juez resuelva el caso en consecuencia. Este sistema supone que el juez ordinario sigue sometido al imperio de la ley puesto que no puede inaplicarla: pero ello sin perjuicio de que antes de aplicar una ley que estime inconstitucional, 48 Estructuras Políticas y Administrativas puede pedir un pronunciamiento del Tribunal Constitucional. C. Los efectos de las sentencia constitucionales El objeto del sistema europeo de control de constitucionalidad es que el Tribunal Constitucional efectúe un pronunciamiento formal, y válido erga omnes sobre la adecuación o no de una ley a la Constitución mediante sentencias con fuerza de cosa juzgada. Este pronunciamiento, supone pues, no la inaplicación de la ley en un caso concreto, (como en el modelo norteamericano), sino la declaración solemne de la nulidad de la ley inconstitucional. Esta nulidad implicaría lógicamente que la ley fuera inválida desde su mismo origen, por ser contraria a la Constitución. No obstante, y en aras de la seguridad jurídica, los diversos ordenamientos, y la jurisprudencia de los Tribunales Constitucionales han procurado matizar los efectos de las sentencias de inconstitucionalidad. En primer lugar si una interpretación conforme a la Constitución es posible, no procederá declarar inconstitucional la ley. En segundo lugar, distinguiendo entre las diversas situaciones creadas por la ley en el pasado, manteniendo la validez de aquéllas ya consolidadas, o que han agotado sus efectos. Finalmente, en algunos países (así, Alemania, Austria) para evitar el vació legal creado por una declaración de inconstitucionalidad, se da un plazo al legislador para que sustituya por una norma acorde a la Constitución aquélla que ha sido declarada contraria a la misma, que se aplicará provisional y transitoriamente. D. Otras funciones de los Tribunales Constitucionales En el modelo europeo, es frecuente que se encomienden a los Tribunales Constitucionales otras funciones, aparte de la de juzgar sobre la constitucionalidad de la leyes, encargándoseles también de decidir sobre la adecuación a la Constitución de actuaciones de órganos del Estado o poderes públicos, y no sólo de las actuaciones del poder legislativo. Aunque algunas de estas funciones pueden tener cierta importancia, y traducirse en gran número de sentencias (así el recurso de amparo en España) son adjetivas a la tarea esencial de los Tribunales Constitucionales, ya que, en puridad, pudieran ser ejercidas por cualquier órgano judicial, en cuanto que no suponen un juicio sobre la ley, sino dentro de la ley. 6. La defensa extraordinaria de la excepcionales y estados de excepción Constitución: poderes En el desarrollo del constitucionalismo, pueden distinguirse varias posiciones de los textos constitucionales a la hora de enfrentarse con situaciones extraordinarias de crisis: a) En los comienzos del constitucionalismo, los textos constitucionales, en forma general, dejaban fuera de sus regulaciones las situaciones de peligro extraordinario para la comunidad. Consecuencia de esta posición era que las situaciones de excepción suponían que los poderes públicos asumían poderes extraordinarios sin una base constitucional. La proclamación de la ley marcial o del estado de sitio aparece así como técnica ampliamente empleada, extendiendo en forma analógica a las situaciones excepcionales las previsiones ideadas para un caso concreto, la defensa de una plaza sitiada. Ello suponía un completo traslado de las competencias de los poderes públicos a la autoridad militar: la potestad legislativa, ejercida mediante bandos militares; la ejecutiva, al asumir las autoridades militares todas la potestades administrativas; la judicial, al remitirse la potestad jurisdiccional a los consejos de guerra. Y, concurrentemente, la disminución de las garantía ciudadanas, al quedar los individuos a la discreción de la autoridad ejecutiva. b) La indefinición de los «poderes implícitos» del ejecutivo en caso de necesidad se ha visto susti49 Diplomatura en Gestión y Administración Pública tuida, en el constitucionalismo moderno, previendo habilitaciones a los poderes públicos para que asuman competencias excepcionales, más allá de sus atribuciones ordinarias. Ahora bien, esa habilitación puede realizarse en formas muy diversas. La más amplia es aquella por la que el texto constitucional encarga al poder ejecutivo que adopte las medidas que sean necesarias para salvaguardar el Estado o la Constitución. La Constitución se limita a señalar quién debe asumir poderes extraordinarios, sin precisar la naturaleza y alcance de éstos. c) Esta fórmula, como es evidente, no deja de presentar riesgos, que pueden desembocar en el poder personal mediante la prolongación sine die de los poderes de emergencia del Presidente. Por ello, en muchos textos constitucionales se prefiere seguir otra técnica, consistente en establecer unos estados excepcionales en que los poderes públicos pueden asumir competencias predeterminadas; las situaciones extraordinarias permitirán a las autoridades, no adoptar cualquier medida, sino aquéllas previamente previstas en la Constitución o en la ley. La Constitución, y a veces una ley especial, regulan las características generales de los estados excepcionales, y las autoridades competentes para declararlos; y, cuando se produce la situación de crisis, en aplicación de esas norma generales, se adoptan, en cada caso, las medidas excepcionales necesarias, mediante la oportuna declaración. 7. La suspensión de los derechos fundamentales Parte integrante de las técnicas dirigidas a salvar situaciones excepcionales que complementa la ampliación de los poderes del ejecutivo, es la suspensión temporal de determinados derechos fundamentales. Los ordenamientos constitucionales suelen establecer condiciones muy restrictivas: Determinados derechos, por su intima conexión con la libertad y dignidad mínima de la persona no pueden suspenderse en ningún momento (así, el art. 15 del Convenio Europeo de Protección de los Derechos Humanos excluye de toda suspensión el derecho a la vida, la prohibición de la tortura y de toda esclavitud o servidumbre). Una lista de derechos no suspendibles se enumera también el en Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 (art. 4) y en la Convención Americana de Derechos del Hombre, de 1969. Se habla así de derechos «resistentes a la excepcionalidad». La suspensión ha de ser en todo caso, provisional y por plazo determinado. La suspensión sólo procederá en casos cuya gravedad justifique la medida. Una forma peculiar de suspensión de derechos fundamentales se ha producido en algunas Constituciones posteriores a la II Guerra Mundial (así, Ley Fundamental de Bonn, art. 18: Constitución española de 1978, art. 55). Se trata de una suspensión individual de derechos, sin declaración de estados de excepción, dirigida a aquellas personas, o categoría de personas cuya actuación puede resultar peligrosa para el ordenamiento constitucional, o la misma pervivencia de la comunidad. Por ello, se prefiere no extender a todos los ciudadanos la suspensión e los derecho fundamentales, restringiendo ésta a personas vinculadas a grupos o bandas que representen peligros graves para la convivencia. Debe tenerse en cuenta que no se trata de una suspensión general y provisional, sino particular y –lo que suponen una mayor gravedad– de carácter permanente. La ley puede definir, con la habilitación constitucional, categorías de ciudadanos que ven así recortados sus derechos fundamentales. 50 Estructuras Políticas y Administrativas LECCIÓN 11. CONSTITUCIÓN Y COMUNIDAD INTERNACIONAL (NO ENTRA EXAMEN) 1. 2. 3. Soberanía estatal y comunidad internacional La protección internacional de los Derechos Humanos Constitución e integración en organizaciones supranacionales 51 Diplomatura en Gestión y Administración Pública ÍNDICE Lección 1. UNA NOCIÓN PREVIA DEL DERECHO CONSTITUCIONAL 2 1. El derecho Constitucional como parte del Derecho Público 2 A. Notas diferenciadoras del Derecho Público y el Derecho Privado B. La variación de los ámbitos del Derecho Público y el Derecho Privado 2 3 2. El surgimiento histórico del Derecho Constitucional 3 3. El contenido del Derecho Constitucional: normas materiales 4 4. La definición formal del Derecho Constitucional 4 5. El Derecho Constitucional como conjunto de normas jurídicas y como sistema de conceptos juríd...4 A. El Derecho Constitucional como conjunto de normas jurídicas B. El Derecho Constitucional como sistema de conceptos jurídicos 4 5 Lección 2. EL ESTADO COMO MARCO DEL DERECHO CONSTITUCIONAL 5 1. El concepto de Estado como concepto previo al Derecho Constitucional 5 2. El Estado como forma específica de organización 6 3. El Estado como ente territorial 7 4. Estado y Nación: la población del Estado 7 5. El Poder del Estado: poder y soberanía 8 A. Las dimensiones de la soberanía: la dimensión interna B. La dimensión externa de la soberanía 6. El Estado como ordenamiento jurídico 8 9 9 Lección 3. LAS FUENTES DEL DERECHO CONSTITUCIONAL (I): LA CONSTITUCIÓN 10 1. La Constitución como fuente del Derecho Constitucional 10 2. El establecimiento de la Constitución: el poder constituyente 10 3. El contenido de la Constitución 11 4. La supremacía de la Constitución 12 5. La reforma de la Constitución 12 6. La mutación constitucional 13 Lección 4. LAS FUENTES DEL DERECHO CONSTITUCIONAL (II): LA LEY, LA JUR... 13 52 1. Fuentes del Derecho Constitucional distintas de la Constitución 13 2. La legislación como fuente del Derecho Constitucional 14 A. Leyes formalmente reforzadas: «constitucionales u orgánicas» B. Dificultades del uso de leyes constitucionales u orgánicas C. El «bloque de la constitucionalidad» D. La ley en los casos de ausencia de Constitución escrita 14 14 14 15 3. La jurisprudencia como fuente del Derecho Constitucional 15 4. ¿La costumbre, fuente de Derecho Constitucional? 16 Lección 5. CONSTITUCIONALISMO Y SEPARACIÓN DE PODERES 16 Estructuras Políticas y Administrativas 1. La organización de los poderes del Estado como tarea del Derecho Constitucional 16 2. La separación de poderes como principio básico de la Organización Constitucional 16 3. El Poder Legislativo. La Asamblea 18 A. La garantía de la independencia del poder legislativo B. Funciones de las Asambleas 1. La función legislativa 2. Función presupuestaria 3. Función de control 4. El Parlamento como foro de debate político 18 18 18 19 19 19 4. El Poder Ejecutivo. (Las funciones del Gobierno) 19 A. La función ejecutiva del Gobierno B. Funciones normativas del Gobierno C. Función de dirección política D. Poderes excepcionales. Remisión 19 20 20 20 5. El Poder Judicial (y la función jurisdiccional) 20 6. La independencia judicial 21 A. La necesidad de la independencia del poder judicial B. La inamovilidad de los jueces C. Los procedimientos de selección de los jueces 21 21 21 7. La aplicación del Derecho por los jueces 22 8. La aplicación del principio de separación de poderes: sistema presidencial y parlamentario 22 9. El sistema presidencial 23 A. Notas definidoras del sistema presidencial B. Mecanismos de coordinación funcional 23 23 10. El sistema de integración de poderes o parlamentario 23 11. Sistemas mixtos 24 Lección 6. EL DERECHO CONSTITUCIONAL COMO GARANTÍA DE LOS DERECHOS... 25 1. Concepción filosófica y concepción jurídica de los derechos fundamentales 25 2. El contenido de los derechos fundamentales: tipos 25 3. Derechos de libertad 26 4. Derechos de participación o derechos políticos 27 5. Derechos sociales 27 6. Derechos de solidaridad o de la tercera generación 28 7. La expresión jurídica de los derechos fundamentales y garantías institucionales 28 A. La remisión al legislador B. Desarrollo legislativo y contenido esencial C. La aplicación directa de la Constitución 28 28 29 8. Los sujetos de los derechos fundamentales 29 9. Derechos fundamentales y garantías institucionales 29 10. Los efectos de la protección de los derechos fundamentales: poderes públicos y terceros particu...30 11. La garantía de los Derechos Fundamentales 30 12. La reserva de ley 30 13. Las vías de acción de los ciudadanos en defensa de sus derechos 31 A. Las quejas a través de instituciones especializadas. El Ombudsman B. La garantía judicial 14. Los límites de los Derechos Fundamentales 31 31 31 53 Diplomatura en Gestión y Administración Pública Lección 7. DEMOCRACIA Y ESTADO CONSTITUCIONAL 32 1. Constitucionalismo y principio democrático 32 A. La tradición del constitucionalismo democrático B. La tradición elitista del constitucionalismo C. La implantación del constitucionalismo democrático 2. La democracia directa A. El referéndum B. Otras formas de democracia directa 3. La democracia representativa A. La evolución de la representación política B. La doctrina del mandato representativo C. Democracia y representación 4. Elecciones y democracia A. La definición del electorado B. La determinación de las circunscripciones C. La fórmula electoral 32 33 33 34 34 34 35 35 35 36 36 37 37 37 5. Partidos políticos, democracia y Constitución 38 6. El concepto de Estado democrático de Derecho 39 Lección 8. LA CONSTITUCIÓN Y LA ORDENACIÓN DE LA VIDA SOCIAL...(NO ENTRA EXAMEN) 40 1. Constitucionalismo y relaciones económicas. 40 2. Intervencionismo estatal y autonomía contractual. 40 3. Constitucionalismo social y derechos de prestación. 40 4. El tratamiento constitucional del derecho de propiedad. 40 5. La dirección pública de la economía. 40 Lección 9. DERECHO CONSTITUCIONAL Y ORGANIZACIÓN TERRITORIAL 40 1. Centralización y descentralización como alternativas constitucionales 40 2. El Estado centralizado 40 3. La descentralización administrativa: la autonomía local 41 4. La descentralización política. Las diversas fórmulas 42 5. El modelo regional de descentralización política 42 6. El modelo federal 43 7. Las variaciones del modelo federal 43 8. Federalismo y soberanía 44 9. El modelo confederal 44 Lección 10. LA DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN 45 1. Defensa ordinaria y defensa extraordinaria de la Constitución 45 2. El control de constitucionalidad de las actividades de los poderes públicos 45 A. El control de la constitucionalidad de los poderes ejecutivo y judicial B. El control de constitucionalidad de la actuación del poder legislativo 46 46 3. El modelo norteamericano de control constitucional de las leyes por la jurisdicción ordinaria, o... 47 4. El modelo de control de constitucionalidad por un órgano jurisdiccional especializado, o «control...48 5. Los procedimientos de control de la constitucionalidad de las leyes por los Tribunales Constit... A. La vía de acción o principal B. El control por vía de excepción o incidental 54 49 49 49 Estructuras Políticas y Administrativas C. Los efectos de las sentencia constitucionales D. Otras funciones de los Tribunales Constitucionales 50 50 6. La defensa extraordinaria de la Constitución: poderes excepcionales y estados de excepción 50 7. La suspensión de los derechos fundamentales 51 Lección 11. CONSTITUCIÓN Y COMUNIDAD INTERNACIONAL (NO ENTRA EXAMEN) 52 1. Soberanía estatal y comunidad internacional 52 2. La protección internacional de los Derechos Humanos 52 3. Constitución e integración en organizaciones supranacionales 52 55