Crecimiento en la Región del Biobío: Del sueño a la realidad ____________________________________________________________________________________ Los últimos datos de la encuesta CASEN 2009 nos volvieron a estrellar contra una triste realidad, la Región del Biobío sigue siendo pobre; la segunda más pobre del país, luego de la Araucanía. Aunque los últimos resultados del INE hablan de una tasa de desempleo que positivamente bajó de los dos dígitos, lo cierto es que hace más de una década que estamos sobre la tasa nacional. Por su parte, los datos que registran el crecimiento de la región en el tiempo tampoco son auspiciosos, dando cuenta de un bajo dinamismo económico. ¿Somos una región industrial que no crece ni genera empleos? Adecuar la imagen a la realidad puede ser el inicio para empezar a ver y a buscar las verdaderas posibilidades de una zona que parece haber agotado su modelo de desarrollo. El escenario es complejo y la ruta a seguir depende del concierto de todos. Todos los que quieran aportar y trabajar por sacar adelante a la región. ____________________________________________________________________________________ Somos una región pobre. Ninguno de los entrevistados de este reportaje lo pone en duda. Los datos son claros. Aun cuando el PIB regional se ha duplicado en los últimos 20 años, la inversión pública se ha incrementado a una tasa promedio de 2,5 % anual entre 1998 y 2008, y el valor de las exportaciones ha crecido en el tiempo, lo cierto es que la evolución del desarrollo económico en la región no es satisfactoria. Se argumenta que la participación de las exportaciones regionales en el nivel nacional ha disminuido por ejemplo de 12,14% en 1998 a 8,81% en 2008, o que en los mismos 20 años en que el PIB se ha duplicado también se observa que las tasas de crecimiento regional son inferiores a la media del país. En síntesis, existe un bajo dinamismo en la capacidad de crecimiento de la región. Este diagnóstico se palpa crudamente con los resultados de la encuesta CASEN 2009, que nos ubica como la segunda región más pobre del país, con un 21% de la población en situación de pobreza, luego de la Araucanía. Lidera el ranking con un 49,1% la comuna de Alto Biobío, mientras que en otras 5 comunas de la región, más del 30% de la población es pobre. Y estos resultados no incluyen los efectos del terremoto. Si miramos los datos del desempleo regional para el 2010, veremos que varias veces estuvo en los dos dígitos, y aunque en los últimos meses del año mejoró notoriamente según las estadísticas del INE, históricamente la tasa de desocupación de la zona supera a la tasa nacional. ¿Qué está pasando desde hace un buen tiempo en la región?, ¿por qué los niveles de pobreza y desempleo son siempre más altos que en el país?, ¿cómo llegamos a este punto?, ¿el actual modelo de desarrollo llegó a un techo y no se puede seguir creciendo?, ¿qué podemos hacer? Abordar estas y otras interrogantes es la motivación de este reportaje. Derribando el mito: Ya no somos lo que éramos “Es un error pensar que hoy en día la región es una potencia industrial. Como región y como ciudadanos tenemos este mito y en realidad tuvimos una historia de productividad y de relevancia económica a nivel nacional pero eso ya no es así, es pasado. La industria pujante fue de más a menos”, afirma Nora Au, vicedecana de la Facultad de Ingeniería de la Universidad del Desarrollo. Claudio Zaror, ingeniero químico de la Universidad de Concepción, coincide en que “hay mucho mito respecto de nuestra realidad”. Explica que en este sentido las inversiones productivas duras, hechas en la última década, están principalmente asociadas al sector forestal, “Nueva Aldea y Santa Fe, más algunas ampliaciones, por ahí alguna termoeléctrica y eso sería todo”. Señala asimismo que, “aunque hubo una inversión más o menos importante por reconversión tecnológica en pesquería, eso no significó un aumento del producto bruto, debido a la reducción de la producción. El resto fueron inversiones pequeñas en rubros como la agroindustria y la industria de alimentos”. No obstante los datos, parece difícil abandonar la imagen de región industrial que aún persiste en el imaginario colectivo y que comenzó a forjarse hace más de 70 años con el proceso de industrialización asumido por el país y la zona. Según Zaror, las apuestas que se hicieron por la siderurgia, las cementeras, la refinería de petróleo, las plantas de celulosa, las industrias petroquímica y química, etc., “sin duda que sentaron las bases de esta sensación ambiente de que somos una región industrial y, de hecho, aún dos tercios de la producción de acero se hace acá, como también el 50% de la refinación de petróleo, el 100% de la producción petroquímica e insumos químicos, y el 50% de las plantaciones forestales del país están acá”. Sin embargo, todo ello debe ser mirado en el contexto que corresponde. Al respecto Nora Au señala: “Para nosotros es muy importante el desarrollo forestal, pero el tema es preguntarnos cuánto pesamos a nivel nacional y mundial al respecto, o cuánto pesa la industria pesquera o la petroquímica. No se trata de ser auto flagelantes, sino de ubicarnos en el contexto global y no quedarnos pegados con visiones erradas”. En esta misma mirada de contexto, pero haciendo el análisis de la realidad local, Zaror comenta que “cuando se observa la estructura del PIB regional, vemos que hay un importante aporte de la industria, más del 30% del total, pero si cruzamos este dato con la generación de empleos de este sector, nos encontramos con que la contribución es bastante menor, mientras que los que más aportan son servicios y comercio”. El análisis de Zaror es certero. En un informe del 2009 del Departamento de Análisis de Políticas Públicas de la División Regional de MIDEPLAN, que examina la evolución del empleo entre 1998 y 2008, se constata que en el sector industrial ha bajado el número total de empleos, mientras que en servicios y comercio ha subido. Para Martín Zilic, médico y director de Relaciones Internacionales de la Facultad de Medicina de la UDEC, esto se debe que “el sector exportador introdujo tecnología de punta para el tratamiento de materias primas que siguieron siendo materias primas. Disminuyeron los costos de producción, porque se sustituyeron personas por máquinas, pero aumentaron los desocupados, la cantidad de pobreza global, y la concentración de la riqueza”, afirma y luego agrega: “Veamos ejemplos claros. ¿Qué ha sucedido en el sector forestal? Tenemos que ha aumentado la superficie plantada y las exportaciones y, sin embargo, no ha aumentado progresivamente la cantidad de mano de obra, ni la calidad, ni las mejoras del trabajo de la gente que está en el sector forestal”. Según Víctor Hernández, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la UDEC: “Este fenómeno se ve potenciado por una ley laboral que hasta cierto punto es restrictiva para las empresas, por ejemplo, en los costos de contratación y de despidos que deben asumir, en la rebaja de las horas de la jornada laboral o en la nueva forma de fijar las horas de trabajo extraordinario”. A juicio de Hernández, a lo anterior se suma lo que él ha llamado “desempleo estructural”, causado por la crisis asiática y los despidos, situación que dejó menos trabajadores en las empresas, asumiendo además las labores de los que se fueron. “Cambió la estructura de producción y de paso aumentó la productividad, entonces la pregunta es, ¿un empresario que logró bajar de 10 a 5 trabajadores y que produjo lo mismo o incluso más, va a estar dispuesto a contratar más gente una vez que pase la crisis? La respuesta es no; a menos que el costo marginal del contratado sea compensado con un fuerte ingreso marginal. En palabras simples, habrá mayor contratación sólo si el costo es 10 y la persona genera 20. Este factor incide de manera importante en que la tasa de desempleo regional no se supere en el tiempo y en que siempre sea mayor que la nacional”. Al respecto y ante los últimos datos que indican que bajó el desempleo en la zona, Hernández señala que “hay que tener mucho cuidado porque hubo un cambio en la metodología del cálculo y las cifras no están sincerando a cabalidad la realidad, pues si una persona percibió ingresos por un ‘pololito’ que hizo en el mes, esto se ha considerado como mano de obra ocupada, de igual forma que los trabajos de emergencia de las municipalidades”. No más de lo mismo Claudio Zaror considera que es tiempo de hacer un cambio. “Exportamos en su gran mayoría commodities, y esto fue estancándose, tanto en términos de la generación de empleo como de valor agregado. No es posible crecer a un 6% anual como se propone, bajo la estructura del PIB actual. Mi postura, y en este punto creo que coincidimos varios, es que el crecimiento de la región no debe seguir haciéndose sobre la base de las actuales actividades productivas, hay que hacer un cambio de switch, sobre todo de aquellas que son muy intensivas en el uso de recursos naturales y de bajo valor agregado. Hay que irlas desechando definitivamente, no digo cerrando, pero ya no más crecimiento ahí, de hecho las que hay ya no dan más, está el caso de la pesca y también la actividad forestal que ya tocó un poco el techo”, asegura. Para Martín Zilic una buena lectura de la realidad pasa por entender que la producción de conocimiento es clave en el mundo actual. “Hoy día la sociedad crece porque tiene capacidad de crear nuevos conocimientos, ese es el desafío a nivel mundial. Los países no son más ricos porque tienen más o menos recursos naturales, sino porque son capaces de crear mayor conocimiento y ponerle mayor valor agregado a ese conocimiento”, asegura. Este académico cree que en este sentido, “hay una cadena de valor que no se ha hecho”, y cita el caso del aceite de pescado: “Se podría extraer el Omega 3 o el DHA. Así, en vez de 2 mil dólares por tonelada obtendríamos 10 mil. Y si en base a esos aceites hiciéramos lo que hoy se conoce como triglicéridos estructurados, con tecnología de punta para una alimentación sofisticada, para hacer nutracéuticos, fitofármacos, etc., para meternos en la empresa farmacológica y de nutrición, la tonelada de aceite de pescado podría llegar a un valor de 100 mil dólares. Esos son los saltos que hay que dar”, afirma convencido y agrega: “El éxito del desarrollo no pasa por seguir haciendo lo mismo y en Chile estamos acostumbrados a hacer lo mismo”. Para Nora Au, no seguir haciendo lo mismo pasa por entender y asumir que querámoslo o no “entramos en una economía global y cuando formas parte de ella la competitividad debe ser parte de tu ADN, lo que implica que si te empieza a ir mal no sirve de nada llorar y quejarse, porque eso sólo desencadena un círculo vicioso que impide producir los cambios”, asegura. Repensando a la región y sus capacidades Según Martín Zilic, la región está capacitada para dar los saltos. “Tenemos una gran cantidad de infraestructura de educación superior, lo dice el informe de la OCDE. Están las distintas universidades, los centros de la madera, etc. Hay chilenos de primer nivel trabajando en el extranjero que estarían dispuestos a venirse. Entonces el tema es otro, el tema es que los que egresan se van porque no tienen trabajo en niveles de alta tecnología”. Al respecto, Nora Au constata cada año la fuga de profesionales, pero también apunta a la autocrítica: “De 40 estudiantes graduados, 38 tienen trabajo al otro día pero no se quedan acá. Es una cuestión terrible, estoy hablando de ingenieros capacitados para hacer el cambio, pero uno también dice, por qué se van a quedar, a qué se van a quedar. No es sólo un tema de plata, sino de que haya algo atractivo. El punto es que no hemos sido capaces de generar un contexto suficientemente atractivo y sustentable”. Por ejemplo, en el caso del aporte de las universidades a la región, Au considera que la existencia de muchos centros de educación superior no garantiza nada cuando persiste el divorcio entre el mundo de la academia y la empresa. “El desarrollo académico ha estado disociado del desarrollo empresarial y del de la economía en general. Las universidades trabajan puertas adentro, y los grandes académicos, científicos e investigadores no están en el mundo de la empresa. Es un vínculo que no está y que es fundamental para el desarrollo”. Según Zaror, los académicos efectivamente no aportan de manera significativa al proceso, pero el tema es complejo. “El capital humano de las universidades en Chile, sobre todo el de las tradicionales, es muy superior al de antaño, pero la función ha cambiado un poquito, hoy es el bussiness, el ganar proyectos, aunque muchos seguimos educando sin pensar en el nivel que tiene la gente. Al año esta universidad publica 500 artículos en revistas internacionales ISI y gana 50 a 60 proyectos Fondecyt. En este momento debe haber unos 200 Fondecyt y unos 30 Fondef; y mi pregunta es ¿cuánto aporte hacemos a la región? Me da mucha pena, pero en general yo no puedo publicar cosas relacionadas con mi región porque nadie me las publicaría afuera. Por supuesto que hay aportes, como lo que ha hecho el EULA en el conocimiento ambiental de la región, pero son excepciones”, aclara. Por otra parte, afirma que en cuanto a generar los vínculos necesarios, “estamos todos comprometidos en esta gran falla. El sector privado tiene que sentirse parte de esto, y estoy hablando del sector privado local, no de las grandes empresas que vienen de afuera”. Además, cree que hay que mirar con mucho respeto a la Pyme como una de las bases esenciales para el desarrollo regional. “El tema es transformar a la pequeña y mediana empresa en una cuestión tecnificada, con muy buen capital humano, con una buena capacidad de gestión, con empoderamiento financiero y eso es un cambio del paradigma a nivel nacional”. Según Zilic, en este sentido urge la fuerte apuesta del Estado, porque “nunca, en ninguna parte del mundo los privados van a invertir en el tema. Son los Estados los que invierten, es el caso de Corea, Singapur, Finlandia, y una vez que lo hacen, comienzan a aparecer los privados para desarrollar sus empresas”. Asimismo, cree que hacer el cruce entre sustentabilidad y capacidades es esencial: “Es cosa de mirar cómo hemos destruido la masa de pesca o lo que pasó más al sur con el salmón, el nuevo ‘oro negro’ que significó eutrofización del mar, pobreza para la gente y un estado catastrófico desde el punto de vista del medio ambiente y de las expectativas de trabajo futuro. Esa no es la forma de crecer. Hay que apostar a las capacidades que tenemos, por ejemplo, en la industria de alimentos, en la extracción de principios activos del maqui, de los berries, etc. El tema es cómo ponemos ciencia y tecnología y cómo el estado se convierte en el regulador, si no, no hay ninguna posibilidad”, afirma y agrega categórico: “Se podrán crear 200 mil empleos de 80 ó 100 mil pesos, pero eso no sirve para dar el salto. Hasta ahora hemos sido mediocres en nuestros aportes al salto”. Para Claudio Zaror, efectivamente se trata de “repensar a la región, en términos de lo que puede ofrecer a futuro, con protección de los recursos naturales y sobre todo con algo que nos falta bastante, la equidad social”. Para ello, “hay que estudiar bien las posibilidades y las desventajas”. Por ejemplo, si se apuesta al turismo, “es incompatible tener servicios turísticos de calidad con un borde costero deteriorado, una región contaminada o descomunicada del país, o sin una adecuada infraestructura hotelera”. Y además, “esto tiene que ser con empoderamiento de la gente, con emprendimiento y con un apoyo estatal enorme, porque el mercado no lo va a resolver. El negocio privado, no incorpora ni el beneficio ni el costo social, por lo tanto si no hay un direccionamiento claro del Estado vamos a tener los típicos ‘pinganillas’ que invierten 7, 10 ó 20 millones de dólares sin importarles si están generando el empobrecimiento o la destrucción de otras actividades”. Por su parte, Nora Au piensa que cualquier posible desarrollo debe basarse en las capacidades reales de la región. “No se puede plantear una estructura para atraer la inversión y el desarrollo que no se sustente a sí misma. No sacamos nada con que haya una regulación para bajar los impuestos o hacer una ley de fomento a la producción, si es que la región no tiene capacidades propias para que esto sea atractivo y eso no va a venir alguien de afuera a dárnoslo”. En este sentido, la académica rescata dos capacidades del recurso humano regional, ambas con desafíos por superar: “Efectivamente hay una masa crítica, intelectual y académica potente, pero debe vincularse con el mundo y la economía regional. En segundo lugar, existe un nivel de entendimiento político empresarial, pero tiene que articularse bien para que participen activamente los distintos actores”. También ve un tercer elemento, no relacionado con las personas, que a su juicio es un punto de inflexión positivo, “tocamos fondo y ya no podemos seguir bajando”. Hay que ponerse a trabajar Hoy, tras un terremoto de proporciones y luego de 10 meses de una nueva administración gubernamental, el Gobierno Regional (GORE) ha elaborado un Plan Maestro 2011-2014, que si bien se basa en la Estrategia Regional de Desarrollo (ERD) 2008-2015, “recoge sobre todo la situación de post terremoto y tsunami que estamos viviendo y, en este sentido, es un plan de gobierno que tiene nuevos énfasis y un particular acento en la provincia de Arauco”, afirma Sergio Giacaman, Seremi de MIDEPLAN. Este plan de acción, al cual ya se le han hecho públicas críticas y alcances, se encuentra en proceso de socialización con distintos sectores, de manera que según lo afirma René Hameau, jefe de la División de Planificación del GORE, “aún no es un documento definitivo, sino que una propuesta para empezar a trabajar y conversar, lo que es resorte directo de la autoridad regional”, puntualiza. A Claudio Zaror le cuesta creer en las estrategias o planes de desarrollo: “Son declaraciones de intenciones muy generales, una imagen bonita de hacia dónde vamos pero sin operativización, sin generar los mecanismos, e incluso sin saber cómo hacerlo”. Al respecto, Nora Au agrega: “Está lleno de estrategias, y la estrategia es importante, pero más importante es hacer la pega y es ahí donde fallamos, pues nos falta capacidad de ejecución. Carecemos de liderazgos operativos, es decir, de un conjunto de líderes con capacidades diversas, y esto es bien complicado”. También sostiene que “falta una visión de largo plazo, aterrizada y con definición de hitos a corto plazo, que al cumplirse impriman fuerza para llegar al objetivo final”. Es esta “mirada cortoplacista” la que impide que haya voluntad política para abordar, por ejemplo, el problema del centralismo, pues “significa perder cuotas de poder a quienes las tienen hoy día”, afirma Zaror. A su vez, argumenta que lo grave es que el centralismo se da a todo nivel, y “ni las empresas se escapan de que las decisiones se tomen en Santiago”. En otro plano del mismo tema señala: “Aquí en la cuenca del Biobío, producimos el 43% de la hidroelectricidad del SIC, y no hay ninguna diferenciación en la tarifa que pagamos. Yo pregunto, ¿cuál es la zona más pobre de la región? Precisamente Alto Biobío. A esta gente le alteramos su sistema, los sacamos de un lado para ponerlos en otro, es cierto que ganaron un caminito que hay hasta Santa Bárbara, pero eso no es para nada suficiente”. La falta de interés político por cambiar el tema del centralismo no es algo que Nora Au cuestiona: “Puede que haya una pose pública de querer hacerlo pero voluntad política real a nivel nacional no existe. Después de 20 años de concertación, más cambio de gobierno no hay ninguna luz. Sin embargo, elegir a los consejeros y al intendente no asegura que vayan a cambiar las cosas, primero hay que tener capacidades suficientes”. Esto quiere decir, “hacernos cargo de la realidad de la región con una variable que existe, y dado eso, trabajar para desarrollar las capacidades de generar el cambio”. “Si hay una estrategia, hay que ser aplicados y ejecutarla. Puede que no sea la mejor, que no nos guste lo suficiente, pero si lo hacemos vamos a avanzar y vamos a generar los contextos de cambio”, afirma Nora Au, quien está convencida que solucionar el tema del desarrollo regional pasa por entender que “es responsabilidad de todos y no echarle la culpa al empedrado, que exista un yo tengo que resolverlo con disciplina y persistencia en el tiempo hasta llegar a acuerdos, porque la mochila es bien grande”, asegura. El camino a seguir no se ve fácil, y aunque Claudio Zaror no es optimista y cree que faltan ideas, emprendimientos, visión política, y un rol más activo del Estado, también tiene claro que la opción para pasar del sueño a la realidad, en cuanto a la región que queremos, es trabajar y crear los instrumentos que lo permitan. “Se necesita debate y poner a la gente a conversar. No es sólo tarea del gobierno de turno. Estamos todos involucrados, la academia, el sector productivo, las organizaciones sociales y el sector público. Aquí se requiere gente que maneje las distintas áreas del saber, capaz de formar vínculos interdisciplinarios y comités de trabajo multisectoriales”. Así también, debe mejorar la educación, pues a su juicio “el desarrollo de la región no se limita sólo a un tema de estructura productiva, sino también al contexto de desarrollo social, económico, ambiental y cultural, en el cual se necesita capital humano educado, ciudadanos capaces de construir una sociedad que se articule en todos lados”. Verónica Morán Cisternas