VENEZUELA, 19 DE ABRIL DE 1810 Conferencia1 Luis R. Peñalver Bermúdez Resumen El presente documento, titulado Venezuela, 19 de abril de 1810, tiene como propósito analizar los acontecimientos y esfuerzos preliminares que llevaron a la concreción republicana del año 11. En el contexto del Bicentenario de la Independencia, el estudio de los acontecimientos históricos siguen siendo un tema siempre en retorno, no solo porque tienen actualidad permanente, sino porque seguimos reafirmando la historia, desde el pasado, para construir nuestro presente y definir nuestro futuro. Descriptores: Venezuela, independencia, república, 19 de abril de 1810. La versión preliminar de esta conferencia fue leída el 26 de mayo de 2011, con motivo de la inauguración del XXII Coloquio de Historia, Geografía y Cultura Sucrense, realizado en los espacios de la Universidad de Oriente, en la ciudad de Cumaná. 1 1 El Contexto El siglo XVIII fue escenario de acontecimientos y transformaciones diversas que estremecieron a algunos países europeos. La Revolución Industrial, no solo impactó en los ámbitos sociales y económicos. Nuevas doctrinas, de Smith y Ricardo, por ejemplo; la vinculación del trabajo con la prosperidad de las naciones, el papel del Estado como ente regulador, la fractura del “Derecho Divino de los Reyes” y por ende del absolutismo, son algunos datos presentes en la escena para renovar las agendas político-sociales que estaban por construirse. Jhon Locke, Jean-Jacques Rousseau y CharlesLouis de Secondat (Barón de Montesquieu), son los propiciadores fundamentales en la efervescencia de las ideas, que se torna ahora ricamente nutrida por una gramática in crescendo, donde convergen voces como: soberanía popular, libertad, derecho a la felicidad, parlamento, derechos humanos; voluntad general, pueblo soberano, Estado republicano, bien común, ciudadano, democracia directa; separación de poderes y libertad política, entre otras. La derrota de los británicos en Yorktown (1781) y la firma del Tratado de París (1783), entre Gran Bretaña y los Estados Unidos de Norteamérica, sellaron formalmente la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, proceso que se había iniciado con la sublevación de las trece colonias, en 1775. En esta lucha fueron decisivos los apoyos y suministros por parte de Francia y de España. Se logró, luego de superar las dificultades propias de los momentos iniciales, una Constitución, donde se definió un gobierno de tipo federal, con un presidente, y las cámaras de representantes y del senado. La inspiración desde el pensamiento ilustrado, tuvo una importancia vital. 2 En Francia, el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte en 1799, marcó el final de la Revolución Francesa, dando al traste definitivo con los rasgos absolutistas, dejando paso a la burguesía como referente político de primer orden, a veces con presencia de las masas populares. Diez años antes, y por efectos de múltiples procesos, batallas de ideas y cosmovisiones políticas, y enfrentamientos entre liderazgos de concepciones sobre la sociedad, se promovieron efectos de transformación. La Asamblea Nacional, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la nueva Constitución, la conformación de la Asamblea Nacional Constituyente, la Toma de la Bastilla, la abolición de las servidumbres personales, los diezmos y las justicias señoriales; la eliminación de los privilegios de la iglesia, la abolición de la monarquía y el reconocimiento del sufragio universal, culminaron, a la larga, en acciones frustradas por el 18 Brumario del año VIII, luego del retorno de la campaña en Egipto de Napoleón Bonaparte, quien terminó titulándose Emperador de Francia en 1804. Muñoz Maldonado (1833), en su Historia de la Guerra de Independencia de España, inicia el Prólogo de la obra con las siguientes palabras: “La gloriosa revolución de España desde 1808 a 1814 ocupa uno de los más distinguidos lugares en la historia de los últimos tiempos, y no solo a la España, sino a la Europa entera interesada en conocerla bajo su verdadero punto de vista. “Veinte y cuatro años han transcurrido desde que nuestra Nación heroica lanzó el primer grito de independencia, y desde que se cometió el horroroso atentado de Bayona. Entonces se vio que la Familia Real de España fue arrancada con violencia de su Patria; que el Príncipe idolatrado de la Nación descendió del trono de San Fernando, en el que se sentó impíamente un vil usurpador; que la España resistió su dominio, se armó, combatió en siete gloriosas campañas, y que triunfó”. (p. 6) Así estaban las cosas. Por el año de 1808, Carlos IV, padre de Fernando VII, a quien éste destronó en el conocido Motín de Aranjuez, a cambio de asilo 3 en Francia, había cedido sus derechos al trono, por tanto la corona de España quedó en manos de Napoleón, quien la cedió a su hermano José Bonaparte. Estos cambios y recambios, legitimaciones y deslegitimaciones, reconocimientos y desconocimientos, es lo que identifica Muñoz Maldonado como “horroroso atentado de Bayona” Hasta 1814, cuando Fernando regresó a España, éste vivía en la localidad rural francesa de Valençay, en “extremas” condiciones de “cautiverio” que incluían clases de música y danza, organización de banquetes y bailes, paseos a caballo y pesca. Gómez de Liaño (2008), en Recuperar la democracia, se atreve a señalar que: “El cuadro más impresionante de la indignidad de Carlos IV está en las cartas de sumisión que enviara a Napoleón. El de Fernando VII se haya en la entrega que hace a éste de la espada de Francisco I que Carlos V ganase en la batalla de Pavía en 1525, o, tal vez, en el que el propio Napoleón traza en su destierro de Santa Elena: “No cesaba Fernando de pedirme una esposa de mi elección: me escribía espontáneamente para cumplimentarme siempre que yo conseguía una victoria; expidió proclamas a los españoles para que se sometiesen, y reconoció a José [Bonaparte], lo que quizás se habrá considerado hijo de la fuerza, sin serlo; pero además me pidió su gran banda, me ofreció a su hermano don Carlos para mandar los regimientos españoles que iban a Rusia, cosas todas que de ningún modo tenía precisión de hacer. En fin, me instó vivamente para que le dejase ir a mi Corte de París, y si yo no me presté a un espectáculo que hubiera llamado la atención de Europa, probando de esta manera toda la estabilidad de mi poder, fue porque la gravedad de las circunstancias me llamaban fuera del Imperio, y mis frecuentes ausencias de la capital no me proporcionaban una ocasión”. (pp. 88-89) Cuando en el Jueves Santo del 19 de abril de 1810, la oligarquía criolla de Caracas (como sus similares de Ecuador, Argentina, Colombia, Chile) toma partido para resguardar los derechos de Fernando VII, y tal como reza el Acta del 19 de abril de 1810: “no solo por el cautiverio del señor don 4 Fernando VII, sino por haberse disuelto la Junta que amplia su ausencia en todo lo tocante a la seguridad y defensa de sus dominios invadidos por el emperador de los franceses”; este lisonjeado como “nuestro legítimo soberano”, “nuestro rey Fernando VII”, “nuestro muy amado rey”, “nuestro rey”, a quienes los conservadores de Hispanoamérica dieron su entrega en los momentos previos a las guerras nacionales de independencia, había organizado una lujosa y escandalosa fiesta, Te Deum incluido, con motivo del casamiento de Napoleón Bonaparte con María Luisa de Austria, que se había celebrado el 2 de abril de 1810. Las luchas en Venezuela La tradición historiográfica venezolana coincide con la idea de establecer la mayúscula significación que hubo en determinados movimientos de grupos étnico-sociales diversos, en una especie de lucha por la libertad. Preindependentista ha sido la categoría que identifica un conjunto de acciones, marcadas temporalmente antes del 1810, pero que, en sí, no todas constituyeron acciones que tuvieran la determinación de la independencia. Juan Andrés López del Rosario, en el Valle de Yaracuy (1730-1733), propició el levantamiento en contra de la Real Compañía Guipuzcuana, que había sido establecida en 1728. En San Felipe, entre 1740 y 1741, se desarrolla la rebelión contra la institucionalidad imperial y las acciones emprendidas por la Guipuzcuana. Eventos similares se desarrollaron en El Tocuyo (1744) y en el Valle de Caracas (1749-1752), por Juan Francisco de León, contra los privilegios que ostentaba la Compañía Guipuzcuana y el monopolio comercial que había instaurado. 5 Entre 1781-1787, se desarrolla la Rebelión de los Comuneros de Mérida, por la expansión e incremento de los impuestos de armada, alcabala, estanco del tabaco, aguardiente, entre otros. En el pueblo de Curimagua, por el 1795, en la serranía de Coro, se inicia la insurrección del zambo José Leonardo Chirinos. José Leonardo, fracasada la acción, fue apresado por Juan Manuel de Agüero y trasladado a Coro. Llevado luego a Caracas, la Real Audiencia, institución cancerbera del orden colonial, hízole juicio, siendo sentenciado el 10 de diciembre de 1796. La condena fue “a muerte de horca que se ejecutará en la plaza principal de esta capital a donde será arrastrado desde la Cárcel Real y verificada su muerte, se le cortará la cabeza y las manos y se pondrá aquella en una jaula de fierro sobre un palo de veinte pies de largo en el camino que sale de esta misma ciudad para Coro y para los valles de Aragua, y las manos serán remitidas a esa misma ciudad de Coro para que una de ellas se clave en un palo de la propia altura, y se fije en la inmediación de la aduana llamada Caujarao, y la otra con los propios términos en la altura de la sierra donde fue muerto don José Tellería”. (en Magallanes, 1990, p. 131) Hay aquí una demostración de lo que pudiera venir para todos aquellos que, desde ópticas distintas, abrazaran algún tipo de lucha que pusiera en peligro la reproducción y permanencia del orden colonial. Otro movimiento, con mayor definición política y con una clara noción de poder y del Estado autónomo, fue el de Gual, España, Picornel y Simón Rodríguez, en 1797. Sin embargo, la indefinición de estrategias, la ausencia de un apoyo militar efectivo y la eterna delación, hicieron que este gran proyecto libertario fuera abortado. El procedimiento fue el mismo: apresamientos, juicios, destierros para unos, cárcel para otros y muerte a los cabecillas. González Guinán, señala que Manuel Gual y 6 José María España, escaparon de la persecución yéndose a la isla de Curazao, “pero algunos otros comprometidos en el plan revolucionario fueron capturados, como lo fue también más tarde España, y juzgado 90 de ellos, fueron sentenciados en los meses de mayo y junio de 1799, unos a la muerte en la horca; otros, a presidio con cadena o grillete, y otros, a deportación”. (González Guinán, 1954, p. 12) Durante el siglo XVIII, en tierras orientales, se desarrolló el alzamiento de Cariaco en 1798. Este movimiento realizado por esclavos, estaba preparado para estallar en la madrugada del domingo 1º de enero. De antemano se venían realizando reuniones secretas en diferentes haciendas de la región y se habían enviado emisarios a Carúpano, Río Caribe y Cumaná. Develada la conspiración, desde Caracas es enviado el capitán Luis Mejías, quien se trasladó a Carúpano para abrir las investigaciones correspondientes. Todos aquellos esclavos que resultaron implicados, sin fórmula de juicio, fueron pasados por las armas. El brigadier Manuel Guevara y Vasconcelos echaba la culpa de este movimiento a los agentes británicos, especialmente al coronel Thomas Picton, gobernador de la cercana isla de Trinidad. En plan de estar alerta, llega a señalar: “no creo que tengan los ingleses partido alguno de consideración en Tierra Firme, ni los adquirirán aunque desembarquen los un mil negros en cualquiera punto de nuestra costa, como pueden hacerlo con la mayor facilidad, porque tienen sobradas fuerzas de mar y a nosotros nos faltan todas” (en Troconis, 1969, p. 130) Así las cosas, en el país venía gestándose otra conciencia: la anticolonialista. Estos movimientos eran muestra de ello. La lucha por la libertad tenía varios rumbos, dependiendo del grupo étnico-social que tocara. Las libertades individuales, políticas y económicas, pesaban en unos proyectos más que en otros. 7 Otro ambicioso plan de libertades fue el que mantuvo Francisco de Miranda con sus invasiones por las costas venezolanas, apoyadas claramente por potencias extranjeras como los Estados Unidos de Norteamérica y el gobierno inglés. En marzo de 1806, la primera expedición de Miranda arriba a los puertos de Ocumare y Cata. Un día después de la invasión, luego de un combate con bergantines españoles, tienen que dar retirada las naves expedicionarias. En el mes de agosto, reponiéndose de la derrota, Miranda se presenta en las costas de Coro, pero la excitación independentista no había surtido los efectos esperados y él, su proclama, su plan de gobierno, y su bandera, tuvieron que seguir esperando nuevos y más promisorios tiempos de libertades y de autonomía. Cuatro años después de los intentos independentistas frustrados de Francisco de Miranda, héroe de la Revolución Francesa, las invasiones de las tropas francesas a la España imperial, desatan el desarrollo de una acción política aun dispersa y lejos de las consideraciones republicanas o semejantes. En medio de temores e indecisiones, los monarquistas de las provincias venezolanas precipitan la formación de la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII que, el 19 de abril de 1810, se convierte en la Junta Suprema de Caracas. La oligarquía criolla, en tejido de alianza táctica con el pueblo, inicia ahora un camino de muchos años para zafarse del yugo colonial. La toma, control y usufructo del poder político social, es la nueva preocupación. La creación de una organización de fomento agrícola e industrial, llamada Sociedad Patriótica, las medidas y decisiones sobre hacienda 8 pública y administración, gobierno y organización militar, fueron las acciones inaugurales de la otra realidad que empezaba a forjarse. Los mantuanos son, ahora, los que tienen la posibilidad de tener su país. La fractura del cordón umbilical tendido por España y el propiciamiento autonómico, fueron factores in crescendo en la formación de las mentalidades protorrepublicanas, que alcanzaron trecho de definiciones el 5 de julio de 1811. En pleno desarrollo de confusiones, marchas y contramarchas, indefiniciones que pugnan entre la república y la monarquía, “la Junta Suprema convoca a elecciones de los representantes de las provincias con fecha 11 de junio de 1810, con el fin de unificar el gobierno, que en la práctica conservaban las provincias con entera libertad. De la decisión electoral surgieron los siguientes representantes: 24 de Caracas, 9 de Barinas, 4 de Cumaná, 3 de Barcelona, 2 de Mérida, 1 de Trujillo y 1 de Margarita. Estas provincias votarán por la independencia; mientras que Maracaibo, Coro y Guayana, se mantienen fieles a la Regencia. El grupo de diputados es heterogéneo ideológicamente, hay partidarios de la Independencia y de la Monarquía”. (Bernal, 1993, p. 18) El proceso político iniciado en 1810, junto a los debates permanentes de los diputados en el Congreso, llevan -necesariamente- a la declaración definitiva de independencia el 5 de julio de 1811. Estaba hecho: la quiebra del orden colonial se perfilaba como una realidad que ahora tocaría defender. La nueva entidad política nacional nació bajo el nombre de “Estados Unidos de Venezuela”, hasta que en 1830, vinculado con los anhelos republicanos del año 11, se convirtió en la “República de Venezuela”· 9 El frágil equilibrio republicano no logra marchar hacia procesos más fuertes de consolidación; los enfrentamientos y sucesos militares abrieron otra fase en el tiempo histórico republicano en formación. Refiriendo los primigenios momentos del proyecto de país, Josefina Bernal señala acertadamente, que: “Es efímera la euforia del triunfo de la independencia. La represalia de quienes han conservado varios siglos de dominación no se hace esperar. A escasos meses de aprobar la Constitución (21 de diciembre de 1811), se produce la reacción realista. Se pierde la Primera República. Se ponen en evidencia los conflictos de la sociedad venezolana.” (Ibid, p. 25) Republicanos y monárquicos pugnan por el poder; los primeros para conquistarlo, los segundos para retenerlo aprovechando el control que mantenían sobre las provincias realistas de Coro, Guayana y Maracaibo. De aquí en adelante, dos sistemas, dos concepciones, se enfrentarían bélicamente. En la ciudad de Cumaná, el 5 de marzo de 1811, un movimiento de españoles adversos a la independencia de Venezuela, tomó el Castillo de San Antonio de la Eminencia para atrincherarse y provocar la ganancia de adeptos a la reacción, pero fracasaron en su intentona. Sus bienes fueron confiscados y los monárquicos sufrieron el destierro como pena por ir contra los sueños republicanos (ver Mena Moreno, 1969, p. 122). La dimensión que adquirió la guerra nacional de independencia se identificó con una doble lucha: social y étnica. Brito Figueroa, agudo en el análisis de la historia colonial y republicana, señala que el enfrentamiento bélico por la autonomía, fue una “lucha social de amos contra esclavos, terratenientes contra población rural enfeudada, y de lucha étnica definida por las pugnas igualmente violentas de negros, 10 mulatos y zambos contra blancos”. (Brito Figueroa, 1993, Tomo I, pp. 269-270) La efervescencia de las ideas La circulación, recirculación y transformación de ideas con contenidos filosófico-político y modelos socio-económicos que resultaban de nóveles experiencias en pleno desarrollo o de efectos creativos que ocurrían, tal como se explicó, principalmente en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos de Norteamérica, impulsaron esperanzas de libertades, expresadas como otra manera de vivir y de ser en las estructuras ideo-políticas del mantuanaje criollo y el de origen ibérico, atropellados por la dominación imperial borbónica. Conspiradores por el amor a la libertad, como Gual, España, Picornell y Simón Rodríguez; invasores con ansias de libertad e independencia, como Francisco de Miranda; propiciadores del continuismo, como los diputados del Ayuntamiento del 19 de abril de 1810; defensores, con sus propias vidas, de la libertad, la soberanía y la independencia, como los representantes de las Provincias Unidas que declararon la Confederación Americana de Venezuela, el 5 de julio de 1811; visionarios de largo aliento como Simón Bolívar en su analítico-crítico Manifiesto de Cartagena (1812), constituyen, por así decirlo, con excepción del documento de año 10, expresiones monumentales de otra historia: la historia de la libertad, la soberanía y la independencia que inició su zigzagueante y largo movimiento, en los finales del siglo XVIII. En opinión de José Luis Romero (1985), “Esas corrientes de ideas no forman parte del habitual repertorio de concepciones políticas a que apelaron los dirigentes del movimiento emancipador, sobre todo cuando fijaron por escrito 11 sus opiniones políticas o enunciaron formalmente sus proyectos concretos, constitucionales o legislativos. En esos casos, recurrieron a un conjunto de modelos ideológicos ya constituidos en Europa o en Estados Unidos” (p. X) El Acta del 19 de abril de 1810, de acuerdo con el criterio de Pedro Graces y Manuel Pérez Vila (1962), “constituye un primer paso firme e irrevocable hacia la Independencia, que el Congreso proclamará el 5 de julio de 1811” (p. 3). Su expreso llamado “de atender a la salud pública de este pueblo que se halla en total orfandad”, no hace más que dejar claro que la orfandad se debía a que no tenían rey y se proponen ejercer “los derechos de la soberanía”. Pasado el acto del cabildo extraordinario para formar “este nuevo gobierno” se procede con la publicación del Acta del Ayuntamiento. Textualmente señala el brevísimo texto: “En el mismo día, por disposición de lo que se manda en el acuerdo que antecede, se hizo publicación de éste en los parajes más públicos de esta ciudad, con general aplauso y aclamaciones del pueblo, diciendo: ¡Viva nuestro Rey Fernando VII, nuevo Gobierno, muy ilustre Ayuntamiento y diputados del pueblo que lo representan! Lo que ponemos por diligencia, que firmamos los infrascritos escribanos de que damos fe”. Otros documentos posteriores, en distintas provincias, se van haciendo eco del espíritu de “fidelidad a nuestro desgraciado monarca”, tal como queda expresado en el Manifiesto de la Junta de Caracas a los Cabildos de América, fechado el 27 de abril. El Acta de Cumaná, con la misma fecha de de Caracas y la de Barinas, del 5 de mayo, son resultado de movimientos estratégicos donde los factores de poder se re-posicionan en atención a las cosas que pudieran suceder. Milicias, alcaldes, sacerdotes, cabildantes, gobernadores, labradores y hacendados habían iniciado un reacomodamiento de soberanía e independencia que aun no cesa en la historia de Venezuela. 12 FUENTES Acta del 19 de abril de 1810, en Miranda Bastidas, Haydeé y Becerra, Hasdrúbal. (2005). La independencia de Hispanoamérica. Declaraciones y actas. Caracas: Biblioteca Ayacucho, pp. 6-11. Bernal, Josefina. (1993). Independencia. En: Enciclopedia Temática de Venezuela. Tomo III. Caracas: Grupo Editorial Venelibros. Brito Figueroa, Federico. (1993). Historia económica y social de Venezuela. Tomo I. Caracas: Universidad Central de Venezuela. González Guinán, Francisco. (1954). Historia contemporánea de Venezuela. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República. Gómez de Liaño, Ignacio. (2009). Recuperar la democracia. Madrid: Ediciones Siruela. Graces, Pedro y Pérez Vila, Manuel. (1962). 1810-1813, en Presidencia de la República. (1962). Documentos que hicieron historia. Tomo I. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República. Magallanes, M.V. (1990). Historia política de Venezuela. Caracas: Ediciones de la UCV. Mena Moreno, J. A. (1969). Diario histórico. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Muñoz Maldonado, José. (1833). Historia de la Guerra de Independencia de España, Tomo I. Madrid: Imprenta de José Palacios. Romero, José Luis. (1985). Prólogo, en Romero, José Luis y Romero, Luis Alberto (1985). (Comp.). Pensamiento político de la emancipación. Tomo I. Caracas: Biblioteca Ayacucho. Troconis, E. (1969). Documentos para el estudio de los esclavos negros en Venezuela. Caracas: Academia Nacional de la Historia. 13