CLASE N° 5 Aplicación de las reglas escolares teniendo como eje el Interés Superior del niñx: Definición de Interés Superior. Plexo Normativo: concepto y uso. Jerarquía normativa. La Gestión escolar es una actividad reglada, esto quiere decir que es una actividad que está sujeta a normativas precisas, regulada por una extensa cantidad de normas (resoluciones y disposiciones ministeriales, decretos reglamentarios, leyes provinciales y nacionales) de las cuales se desprenden atribuciones y obligaciones que establecen la competencia específica del personal directivo y docente. La gestión escolar, entonces, debe respetar en el accionar cotidiano ese principio de legalidad de todo el ordenamiento administrativo que, junto al principio de jerarquía, le da sostén y fundamento. Sin embargo, muchas veces, nos encontramos frente a una (propia realidad del normativa Derecho Administrativo) que se nos presenta como caótica. En efecto, existe una profusa normativa a aplicar en el sistema educativo que nos desorienta, a veces complementaria, otras, hasta contradictoria; otras tantas, vemos cómo muchas de las reglamentaciones que debemos aplicar han quedado en desuso, aunque siguen vigentes y, por ende, la situación que se genera es harto compleja, porque, por un lado, se deben resolver cuestiones y conflictos a diario y la respuesta que demos a ellos debe ser absolutamente respetuosa de la normativa (principio de legalidad de la administración), pero, por otro, en muchas ocasiones nos encontramos aplicando normativa que, si bien tiene vigencia, de manera evidente, contradice otra normativa de mayor jerarquía. El Derecho Administrativo, que es la rama del Derecho que regula la actividad ejecutiva del Estado (a su interior y en su relación con los ciudadanos) tiene esta característica, esto es, es un conjunto muy amplio de normas y reglamentos que se van modificando constantemente, puesto que tienen que ir adaptándose a una realidad y una sociedad que están en permanente cambio. De ahí que se nos presente como un conjunto inabarcable y desordenado de reglas. Para contrarrestar esta problemática, muchas veces, recurrimos a aplicar normas y reglas que conocemos a la perfección, como los reglamentos que regulan el nivel educativo al que pertenecemos, pero que su uso cotidiano no siempre nos asegura estar actuando dentro de la legalidad y, entonces, por costumbre, por movernos con comodidad en un terreno normativo conocido, incumplimos normas superiores, incluso constitucionales, y viciamos de nulidad nuestro actuar. ¿Qué hacer?; ¿cómo proceder para que nuestra gestión escolar sea legal y, sobre todo, respetuosa de los Derechos de lxs niñxs y adolescentes? Plexo Normativo. Concepto y uso. Dos autores españoles, Villar Palassi y Villar Ezcurra1, para contrarrestar esta situación de dispersión normativa han propuesto una técnica o método que han denominado “fusión normativa” que consiste en agrupar las disposiciones que están relacionadas al caso concreto que intentamos resolver, desde disposiciones de menor rango (resoluciones ministeriales) hasta las que se encuentran en la cúspide de la pirámide jurídica (constitución), pasando por reglas intermedias (decretos y leyes), todas conjugadas e integradas para dar fundamento a la toma de la decisión. A este conjunto de reglas así reunido, se lo denomina grupo o plexo normativo, el que es definido, siguiendo a los autores citados, como el conjunto de normas jerárquicamente ordenadas y completas que contemplan un mismo supuesto y persiguen una misma finalidad. La técnica que los mismos autores proponen para su conformación consiste en ordenar las normas desde el caso concreto y particular que intentamos resolver, identificando la norma de menor jerarquía que se aplicaría al mismo, para luego ir ascendiendo en la pirámide, 1 Villar Palassi, Villar Ezcurra: “Principios del Derecho Administrativo”, Editorial Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Derecho, 1987. respetando así el principio de jerarquía que vimos en clases anteriores, en la búsqueda de normas superiores. Así podremos partir de una disposición o resolución del cuerpo directivo, pasando por resoluciones ministeriales y llegar luego a decretos y/o leyes, e incluso acceder a principios de raigambre constitucional. Para facilitar la tarea de la conformación del cuerpo o plexo normativo que dé fundamento jurídico a nuestra decisión, debemos seguir tres requisitos: a) Isomorfia, esto quiere decir que las normas que agrupemos deben poseer la misma finalidad o razón de ser; b) Adherencia, esto quiere decir que debemos respetar el orden jerárquico existente (estructuración vertical del sistema legal) que hace que la validez de una norma inferior descanse en la de rango superior; c) Relación de dependencia, aquí se trata de brindar al cuerpo normativo una estructuración horizontal, esto es, incorporar a él preceptos que pertenecen a otros grupos normativos, pero que en el caso concreto nos permiten completar elementos faltantes para arribar a una solución. Para esta tarea de integración de diversas normas es fundamental tener en cuenta un elemento, sin el cual dicha tarea sería no sólo más difícil de realizar, sino que, incluso, podría derivar en un ordenamiento que falte a los principios de jerarquía y legalidad, que son la base y fundamento del sistema del Estado de Derecho. Principios jurídicos y constitucionales Los principios jurídicos son las fuentes primarias de las normas jurídicas, ya que en ellos las normas encuentran su legitimación y justificación. Lo principios responden a las convicciones más profundas de una sociedad y, a diferencia de las normas, trascienden el tiempo y los fenómenos sociales coyunturales. Son los valores éticos, sociales, legales e ideológicos que una sociedad sostiene y, a su vez, es sostenida por ellos, ya que, al dar el marco general para la redacción de las leyes, poseen fuerza vinculante, esto es, ninguna disposición o normativa inferior puede contradecirlos, muy por el contrario, deben contenerlos, respetarlos, ser su esencia fundamental. Algunos ejemplos de principios constitucionales son, el principio de Legalidad (art. 18 de la Constitución Nacional) que indica, por un lado, que todo el accionar del Estado debe fundarse en una norma y, por el otro, que ningún habitante puede ser penado sin juicio previo fundado en ley; el principio de Supremacía Constitucional (art. 31) que sostiene que la C.N. es Ley Suprema de la Nación y de ella derivan todas las demás normas; el principio de Reserva (art. 19) que establece que las acciones privadas de los hombres que no afecten a terceros quedan exentas del accionar e intervención del Estado; el principio de Igualdad (art. 16) que estipula que no habrá ningún tipo de prerrogativas frente a la Ley y que todos los hombres son iguales frente a ella. Los principios, por lo que venimos diciendo, son la columna vertebral que sostiene todo el edificio jurídico y, por su característica, de atemporalidad y fundamento, cumplen una serie de funciones, entre las que se destacan: Una función interpretativa: ante la posibilidad de una diversa lectura de la normativa nos permiten atribuir un significado preciso, delimitando el sentido de la norma, marcando sus alcances y conexiones con el resto del sistema normativo. Una función integradora: frente a casos de lagunas en el ordenamiento jurídico, los principios suplen la falta o ausencia de reglas para resolver el conflicto planteado en el caso concreto. Una función de garantía: las garantías son mecanismos y protecciones para asegurar el respeto por los derechos y libertades de las personas, por lo que los principios se constituyen en un límite a los poderes públicos, por lo que sólo pueden colmar las lagunas jurídicas existentes de una manera favorable al sujeto titular de derechos, nunca en su detrimento. Una función limitadora: como corolario de la función anterior, constituyen un límite claro al accionar del Estado, a fin de proteger y resguardar los derechos y libertades de los ciudadanos. Una función informadora y articuladora: son la fuente de la que se nutren todas las normas del ordenamiento jurídico, son la idea organizadora de todas las instituciones jurídicas, son la conexión material del sistema en su conjunto, dándole así unidad de sentido e identidad. Sin esa unidad el edificio jurídico colapsaría. Para concluir, como afirma Cillero Bruñol “Los principios, en el marco de un sistema jurídico basado en el reconocimiento de derechos, puede decirse que son derechos que permiten ejercer otros derechos y resolver conflictos entre derechos igualmente reconocidos … la teoría supone que ellos se imponen a las autoridades, esto es, son obligatorios especialmente para las autoridades públicas y van dirigidos precisamente hacia (o contra) ellos.”2 La Convención Internacional de los Derechos del Niño y sus principios. El Interés Superior del Niño como principio rector. Como ya hemos afirmado a lo largo de clases anteriores la CIDN tiene rango constitucional en nuestro país, por lo que si seguimos el Principio de Supremacía, ninguna normativa inferior puede contradecir sus preceptos. La CIDN no sólo consiste en el reconocimiento de una serie de derechos a la persona niñx, sino que también otorga, por un lado, un marco regulatorio de las relaciones entre el/la niñx, el Estado y la familia y, por otro y fundamentalmente, proporciona una serie de principios jurídicos, en nuestro caso principios constitucionales. Los principios contenidos en la CIDN son cuatro, a saber: el principio de la no discriminación (art. 2); el principio del interés superior del niño (art. 3); el principio del derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo (art. 6) y el principio de la participación infantil (art. 12). Estos cuatro principios son en nuestro ordenamiento jurídico, como ya afirmamos, principios constitucionales y cumplen con las funciones señaladas anteriormente, es por ello que deben ser tenidos en cuenta en toda actividad pública y privada dirigida a lxs niñxs. El cuarto de los principios mencionados hace referencia al derecho a ser oído del que son titulares 2 Cillero Bruñol, Miguel: “EL INTERÉS SUPERIOR DEL NIÑO EN EL MARCO DE LA CONVENCIÓN INTERNACIONAL SOBRE LOS DERECHOS DEL NIÑO”, Instituto Interamericano del Niño, Organización de Estados Americanos. (enlace disponible en la Bibliografía de la clase) lxs niñxs y adolescentes y a que su opinión sea tenida en cuenta. Nuestro nuevo Código Civil ha receptado este principio y ha incorporado el concepto de autonomía o capacidad progresiva. Al referirse a la persona niñx y su capacidad para adquirir y ejercer derechos, el Código la define como toda persona que no ha cumplido 18 años de edad, pero distingue entre “menor de edad” y “adolescente”, siendo éste toda persona menor de edad que ha cumplido 13 años. Y cuando se refiere a la capacidad para ejercer sus derechos (recordemos que anteriormente los menores de edad eran considerados incapaces), incorpora esta nueva noción de capacidad progresiva que hace referencia a la capacidad de los menores de edad y adolescentes para ejercer por sí mismos sus derechos estipulando lo siguiente: “Art. 26: Ejercicio de los derechos por la persona menor de edad. La persona menor de edad ejerce sus derechos a través de sus representantes legales. No obstante, la que cuenta con edad y grado de madurez suficiente puede ejercer por sí los actos que le son permitidos por el ordenamiento jurídico. En situaciones de conflicto de intereses con sus representantes legales, puede intervenir con asistencia letrada. La persona menor de edad tiene derecho a ser oída en todo proceso judicial que le concierne así como a participar en las decisiones sobre su persona. Se presume que el adolescente entre trece y dieciséis años tiene aptitud para decidir por sí respecto de aquellos trámites que no resultan invasivos, ni comprometen su estado de salud o provocan un riesgo grave en su vida o integridad física. Si se trata de tratamientos invasivos que comprometen su estado de salud o está en riesgo la integridad o la vida, el adolescente debe prestar su consentimiento con la asistencia de sus progenitores; el conflicto entre ambos se resuelve teniendo en cuenta su interés superior, sobre la base de la opinión médica respecto a las consecuencias de la realización o no del acto médico. A partir de los dieciséis años el adolescente es considerado como un adulto para las decisiones atinentes al cuidado de su propio cuerpo.” La extensa cita se justifica para dejar bien en claro cómo nuestro Código Civil incorpora el principio de la participación y el del interés superior, marcando así, no sólo directrices para las autoridades ejecutivas y legislativas, sino también límites concretos a fin de salvaguardar los derechos de lxs niñxs y adolescentes. Este nuevo precepto jurídico de la autonomía y/o capacidad progresiva obliga también a modificar sustancialmente las prácticas que se vienen implementando a través de las políticas y las acciones institucionales tanto públicas como privadas, como así también al interior de los grupos familiares o de convivencia de lxs chicxs. Esto es un verdadero parteaguas con respecto a la posición anterior que hacía que los adultos actuáramos en nombre de lxs chicxs, asumiendo una postura paternalista y asistencialista, suponiendo que por el sólo hecho de ser adultos contamos con la plena certeza de saber qué es lo mejor para ellos. Hoy, el principio de Interés Superior, junto al de Participación, nos marcan un límite muy preciso: como adultos, no podemos hacer nada que vaya en contra de sus intereses y sin tener en cuenta su opinión, menos aún si somos parte de una institución o ejecutores de una política pública dirigida a la infancia. Pero, ¿cómo definir el Interés Superior?. Mucho se ha discutido sobre este principio, sin embargo, la Ley Nacional de Promoción y Protección Integral de los DDNN en su artículo 3 lo define claramente: “A los efectos de la presente ley se entiende por interés superior de la niña, niño y adolescente la máxima satisfacción, integral y simultánea de los derechos y garantías reconocidos en esta ley”. Por lo tanto, y para concluir, el principio de interés superior nos marca un límite y una obligación. Un límite, en tanto no podemos seguir pensando y actuando por ellxs; lxs niñxs y adolescentes deben participar activamente en todas las decisiones que hacen a su persona y el ejercicio de sus derechos. Una obligación, en tanto que debemos actuar de manera tal que sus derechos sean garantizados de manera integral, evitando toda acción u omisión que los vulnere y/o impida su ejercicio pleno; en este sentido el principio actúa como una garantía, esto es un mecanismo para asegurar el pleno goce y ejercicio de los derechos y libertades reconocidos. Por todo lo expuesto, tenemos la obligación de revisar toda nuestra actividad cotidiana al interior de las escuelas, las prácticas áulicas, la organización administrativa y pedagógica del establecimiento, el trato hacia lxs chicxs, los mecanismos de participación y, fundamentalmente, la aplicación de la normativa escolar vigente. Esta última debe ser interpretada y aplicada a partir del principio rector del Interés Superior, de lo contrario nos convertiremos o seguiremos siendo meros recitadores de derechos y sostenedores y perpetuadores de prácticas vulneratorias y conculcatorias. Bibliografía -Cillero Bruñol, Miguel: “EL INTERÉS SUPERIOR DEL NIÑO EN EL MARCO DE LA CONVENCIÓN INTERNACIONAL SOBRE LOS DERECHOS DEL NIÑO”, Instituto Interamericano del Niño, Organización de Estados Americanos. http://www.iin.oea.org/IIN/cad/Participacion/pdf/el_interes_superior.pdf -Los principios generales de la Convención Internacional de los Derechos del Niño en las Leyes y Códigos de Infancia. Revista Dato Destacado N° 3, Sistema de Información sobre la Primera Infancia en América Latina. IIPE-UNESCO, UNICEF. http://www.sipi.siteal.iipe.unesco.org/sites/default/files/sipi_publicacion/dd_2_sipi_principios _generales.pdf -Lora, Laura N.: “Discurso jurídico sobre El interés superior del niño”. En: Avances de Investigación en Derecho y Ciencias Sociales, X Jornadas de Investigadores y Becarios. Ediciones Suarez, Mar del Plata, 2006, pp. 479-488. http://www.derecho.uba.ar/investigacion/investigadores/publicaciones/lora-discrursojuridico-sobre-el-interes-superior-del-nino.pdf