Junto a Sandino Gregorio Urbano Gilbert nació el 25 de mayo de 1899 en Puerto Plata, República Dominicana. Muy joven se trasladó a San Pedro de Macorís donde a los 17 años protagonizó un valiente episodio en el muelle de la ciudad al enfrentar solo y armado de un pequeño revolver a los invasores, hiriendo mortalmente a un oficial del Cuerpo de Infantería de la Marina de Estados Unidos de América. Recorrió el país unido a la guerrilla contra los invasores, finalmente fue apresado en Monte Cristi y condenado a muerte hasta su indulto en la Fortaleza Ozama, el 2 de octubre de 1922. Después de viajar por Curazao y Cuba regresó a Santo Domingo en 1927; para esa época acompañó a su amigo Pedro Albizu Campos por toda la región del este en campaña por la independencia de Puerto Rico. En 1928 marchó a Nicaragua para unirse al Ejército Libertador de Augusto César Sandino, donde llegó a ocupar el rango de Segundo Ayudante del Comando Supremo en Campaña. A su regreso a la patria en 1929, se inicia la tiranía trujillista a la cual no se plegó. Para subsistir desempeñó los más humildes oficios, fue vendedor ambulante de cigarrillos y caramelos, linotipista y cajista en varias imprentas, dependiente de panadería y así estudió en la Universidad de Santo Domingo (hoy Autónoma) en la que obtuvo el título de licenciado en filosofía y letras en 1956. Murió el 20 de noviembre de 1970. En esta obra este humilde hijo del pueblo narra su gloriosa lucha junto al ejercito de Sandino en las gestas por las selvas de Las Segovias combatiendo a los invasores yanquis. La Universidad Autónoma de Santo Domingo y su Editora publicaron en 1975 otra obra de Gregorio Urbano Gilbert con el título de Mi lucha contra el invasor yanqui de 1916 que junto a esta nueva publicación llenan de orgullo y honra la bibliografía de la Universidad. Junto a Sandino Gregorio Urbano Gilbert Santo Domingo, República Dominicana 2016 Junto a Sandino Foto en portada: Augusto César Sandino y su estado mayor, junto a Gregorio Urbano Gilbert © Gregorio Urbano Gilbert © Fundación Juan Bosch Edición y diagramación: Daniel García Santos Ediciones Fundación Juan Bosch Fundación Juan Bosch Calle Nicolás Ureña de Mendoza No. 54 Esq. Font Bernard, Local 2a, Los Prados Santo Domingo, República Dominicana Teléfono: 809 472 1920 www.juanbosch.org ÍNDICE Palabras de presentación a la edición de 1979 / 13 CAPÍTULO I. En camino / 15 Carta a La Opinión / 16 Fue un pretexto / 18 En Santiago de Cuba / 20 En tierras de Honduras / 22 Tegucigalpa / 23 A través de las montañas-Malos compañeros tropezando con la plata / 28 Un alcalde amigo de Sandino / 31 En Nicaragua / 34 Muestra del modo de civilizar al estilo de los yanquisLas ruinas de Murra / 36 Ante el Héroe / 46 CAPÍTULO II. El asalto a El Chupón / 49 La pauta / 50 El Chupón / 56 Elecciones generales. Ideas de los comandos combatientes / 57 En acción / 59 7 8 Gregorio Urbano Gilbert CAPÍTULO III. En El Refugio / 71 El Refugio / 71 Constantino Tenorio / 74 Rubén Ardila Gómez / 76 Urbano, teniente, ayudante de la Secretaría General / 77 Conversaciones / 78 La traición del general José María Moncada / 79 El Chipote / 80 Batalla de El Bramadero / 81 Combate de Telpaneca / 82 Combate de Las Cruces / 83 ¡Salgan los muchachos del machete! / 84 El ataque al Ocotal / 85 La voladura de la mina de oro La Luz y los Ángeles / 87 La Chula / 92 El combate de río Coco / 93 CAPÍTULO IV. Ataque en El Refugio / 97 ¡El avión! / 97 El enemigo solicita la paz / 100 La respuesta del Libertador / 101 Ataque aéreo / 103 El teniente Urbano ascendido a capitán, nombrado Cuarto Ayudante del Comando Supremo / 106 Nuevo ataque aéreo. Evacuación de El Refugio, El Naranjal / 107 Revista general / 111 El capitán José de Paredes, envuelto en un bombardeo aéreo, asciende a El Refugio portando la bandera que la benemérita dama santiaguesa, señorita Ercilia Pepín, de la República Dominicana, enviara al Libertador general Augusto César Sandino / 111 Junto a Sandino 9 Carta que acompañaba a la bandera y contestación del Libertador / 113 Ataque general a El Refugio, el que se evacua definitivamente / 117 CAPÍTULO V. Sucesos importantes / 123 Celebración de un consejo / 123 Nuevos ideales / 131 Desacuerdo entre Sandino y Turcios. Ruptura entre estos / 134 Traición de Mairena / 138 El traidor Domingo A. Mairena / 139 Sandino solicita hospitalidad al gobierno mexicano / 140 El fin de un europeo / 142 CAPÍTULO VI. La sorpresa de Juana Castilla / 145 Escaramuzas / 145 Aspecto del nuevo campamento / 145 El espía / 147 La sorpresa / 149 CPÍTULO VII. ¡Mujeres! / 155 Una coralillo / 157 De los peligros de Teresa Villatoro / 161 Teresa en camino de Honduras / 164 El capitán Urbano de regreso en Tegucigalpa / 180 Propuesta de conferencia en Buenos Aires, República Argentina. Confianza y honor para Rubén Ardila Gómez / 183 Teresa Villatoro en Tegucigalpa / 187 Arriba a Tegucigalpa el capitán José de Paredes / 187 Tres jóvenes mejicanos / 187 10 Gregorio Urbano Gilbert CAPÍTULO VIII. ¡Viva el cura! / 189 Felonía del clero nicaragüense. Nobleza del papa Pío XI / 192 El Renco / 194 ¡Viva el cura! / 195 El arder de los pinos. Un jaguar hambriento y cobarde / 196 Cómo se ganan los honores / 197 Por si acaso… / 199 El capitán José de Paredes en el campamento general / 199 CAPÍTULO IX. En la cúspide de El Malacate. A diez mil pies sobre el nivel del mar / 201 Encuentro en El Malacate. Derrota del capitán Urbano / 205 El ataque del puma / 207 Hallazgo de compañeros en la montaña / 212 CAPÍTULO X. La salida del héroe / 217 La salida del Héroe / 217 El Héroe en Honduras / 219 En El Salvador / 222 En Guatemala / 226 En México. Malos tratamientos de las autoridades fronterizas / 227 Sandino se devuelve. Actitud del capitán De Paredes / 229 En Tapachula / 230 De Paredes convence a Sandino, quien retorna a México / 232 La apoteosis de Veracruz / 234 Mérida / 238 Nuevos disgustos sufridos por Sandino / 242 El doctor Cepeda en Mérida. Zanjadas las dificultades / 244 Retorna a su patria el capitán Urbano / 245 Apuntes biográficos y anecdóticos del Libertador general Augusto César Sandino / 272 Junto a Sandino APÉNDICE Cartas inéditas / 295 Con Sandino en el corazón de la montaña / 309 La hora de asesinar a Sandino / 328 Aterrizando / 348 Lección de Sandino / 349 En el aniversario de un muchacho / 351 Sandino / 354 Cuadro / 359 11 Presentación a la edición de 1979 Para mí es un gran honor presentar este libro sobre Augusto César Sandino, a quien el gran escritor francés Henri Barbusse llamó «general de hombres libres». La divina Gabriela Mistral, la gran poetisa chilena ganadora del Premio Nobel de Literatura, dijo que «los hispanizantes políticos que ayudan a Nicaragua desde su escritorio o desde un club de estudiantes, harían cosa más honesta yendo a ayudar al hombre heroico, héroe legítimo, como tal vez no les toque ver otro, haciéndose sus soldados rasos […] para dar testimonio visible de que les importa la suerte de ese pequeño ejército loco de voluntad de sacrificio». Un dominicano, sin miedo y sin tacha, héroe legítimo también, recogió el guante que arrojó la divina Gabriela. Gregorio Urbano Gilbert, quien combatió contra la intervención norteamericana de 1916 en la República Dominicana, se alejó un día de su querencia y llegó a Nicaragua para pelear como soldado raso en el pequeño ejército loco del general de hombres libres. El soldado raso Gilbert llegó a capitán del pequeño ejército loco. Tomó notas. Escribió un libro que tiene todo el encanto y la fuerza de lo vivido. Sus derrotas, sus trabajos, las victorias, los problemas, las discusiones de hombre a hombre con Sandino, 13 14 Gregorio Urbano Gilbert esos momentos decisivos en que cada uno vale por toda una vida, se relatan en un estilo vigoroso y directo, con la fuerza de quien corrió todas esas aventuras. Es un verdadero trozo de vida. Un testimonio admirable y fiel. No el libro de un erudito escrito en una biblioteca. Gilbert estuvo en el ojo de la tormenta. En eso nadie podrá sustituirlo. En este pedazo de historia del pequeño ejército loco se nota la nobleza del general de hombres libres, la admiración que el patriota dominicano le tenía. En este momento, cuando gime Nicaragua, nada como el libro de Gilbert para aclararnos esta tragedia dolorosa de un pueblo tiranizado. Con su publicación la Universidad Autónoma de Santo Domingo rinde tributo a la memoria de Augusto César Sandino, rinde tributo a la memoria de Gregorio Urbano Gilbert y expresa sus sentimientos de solidaridad con el heroico pueblo de Nicaragua, pedazo de la gran patria latinoamericana, que lucha por su liberación y por reivindicar su derecho a vivir en libertad y con dignidad. Doctor Antonio Rosario Rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo 5 de febrero de 1979 CAPÍTULO I EN CAMINO Carta a La Opinión / Fue un pretexto / En Santiago de Cuba / En tierras de Honduras / Tegucigalpa / A través de las montañas-Malos compañeros tropezando con la plata / Un alcalde amigo de Sandino / En Nicaragua / Muestra del modo de civilizar al estilo de los yanquis-Las ruinas de Murra / Ante el Héroe. Tarde de calor del mes de agosto en San Pedro de Macorís. Un rato de ocio, Urbano se encontraba tendido sobre su cama y meditaba acerca de los sucesos de su vida pasada y se empeñaba en querer sondear los del porvenir. Y le vino el recuerdo de años pasados en que quiso ir a Nicaragua para juntarse con el general Augusto César Sandino y con este hombre combatir en defensa de la patria, que le es tan querida a tan glorioso guerrillero, sojuzgada por el poder militar de los Estados Unidos de Norte América, no pudiendo entonces realizar tan bello propósito, porque carecía de los fondos necesarios para costearse el viaje hasta los campos rebeldes de esa república centroamericana. Pero pudiendo ahora darle solución a su deseo, incorporándose de su lecho, se dirige a una mesa y escribió lo siguiente: 15 16 Gregorio Urbano Gilbert CARTA A LA OPINIÓN San Pedro de Macorís 24 de agosto de 1928 Señor Director de La Opinión Santo Domingo Estimado señor director: Al salir del hospital San Antonio de esta ciudad, donde fuera con motivo de heridas sufridas en el mes de diciembre del año próximo pasado, el amigo Julio V. Arzeno en unión de otros amigos míos personales, concibieron la idea de dotarme de una imprenta, pero como ellos no tienen capital para llenar este fin, resolvieron emitir bonos para con su producido lograr el objetivo perseguido. Cuando se me puso en conocimiento la idea de mis amigos, me opuse en principio a ella, por temor a que no fuese viable, así como por la crítica adversa que pudieran tejer los malintencionados. Al fin me convencieron y se inició el esfuerzo empezándose por esa ciudad capital, que respondió suficientemente. Los demás lugares donde se ha trabajado con el fin enunciado, los resultados han sido mediocres, limitándose las personas a ofrecer y a desear éxito. En tanto el tiempo pasa y como consecuencia disminuye el capital recogido. Por esa razón señor director, considero fracasado el propósito de dotárseme de una imprenta, aunque no participan de esa opinión los auspiciadores de la idea, pero como estoy resuelto a que ellos no sigan tocando más puertas que podrían permanecer cerradas e indiferentes, resolví pedirles la suspensión de las diligen- Junto a Sandino 17 cias, y que me entregaran el total colectado. No puedo con ello emprender aquí negocio alguno y ¡tampoco deberé sentarme a comérmelo…! En un rincón de los países de América Central, hay un grupo de varones encabezados por el admirado general Augusto César Sandino luchando por una causa tan grande y noble como es la liberación de su tierra y yo he resuelto contribuir a esa causa con la suma recolectada para mí, dando además a Nicaragua la contribución de mi esfuerzo personal que me asignará sitio entre HOMBRES y no entre los EUNUCOS que alimenta nuestra Patria. Al hacer la declaración que antecede, no me mueve el afán de pueril exhibicionismo puesto que todos han de saber que no soy a él aficionado sino al deseo de poner al buen entendimiento de los señores que de una u otra manera han contribuido a la realización del propósito original, que el dinero dado por ellos contribuirá al triunfo de la causa más santa y brava de que se tenga noticia en la historia contemporánea. Y por eso, señor director, suplico cabida para estas líneas en las columnas de su leído diario, mientras queda de usted, su obsecuente, seguro servidor y amigo, G. U. Gilbert. NOTA DE LA OPINIÓN:- Considerando nuestra alta sagrada devoción por la causa de la libertad de Nicaragua, el heroico G. U. Gilbert nos dirigió esta carta desde San Pedro de Macorís, cuando resolvió partir para Nicaragua. Más tarde, a invitación de agente nuestro vino a nuestras oficinas, y le entregamos entonces dos cartas de recomendación, una para el señor Froilán Turcios y otra para el general Augusto César Sandino, con quienes sostenemos habitual correspondencia en favor de la causa nicaragüense. Además, hicimos al héroe alguna ayuda material para su viaje y le obviamos dificultades. 18 Gregorio Urbano Gilbert No queríamos revelar nada de esto al público para no crearle al héroe dificultades en su viaje, con las autoridades que encontrare en su ruta, parcializadas a favor de los invasores de Nicaragua, pero hemos tenido que romper nuestra consigna de silencio, debido a que toda la prensa de la ciudad ha publicado la noticia del viaje y el objeto que persigue el joven héroe. Si Gilbert logra incorporarse a las tropas de Sandino, la República Dominicana tendrá al fin su representación en aquellas gloriosas huestes libertadoras y, de acuerdo con cartas nuestras que lleva actuará además como corresponsal especial de La Opinión para enviarnos frecuentes notas de la campaña. ¡Roguemos a Dios por el triunfo de nuestro joven héroe y por la santa causa de Nicaragua que con tanto ardor y patriotismo defiende el glorioso Sandino! FUE UN PRETEXTO Por lo que se puede apreciar en los párrafos que anteceden a la carta dirigida al director del diario La Opinión, así como en los párrafos de la misma carta, se deja ver claramente que lo que Urbano llamó fracaso de la colecta no fue más que un escape con miras a realizar el propósito que de viejo tenía en mente. Estimando que con el producto de los bonos hasta entonces colectado le alcanzaría para cubrir los gastos requeridos hasta alcanzar los campos de gloria de Nicaragua, y sin detenerse a meditar que ese dinero no era suyo sino que tenía que devolverlo al año después de haberlo recibido lo solicita de los depositarios, obteniéndolo seguido. ¡Tal era su determinación de ir a descargar tan siquiera una mínima parte de su enorme carga de deseos que tiene de combatir a favor del sagrado de la Libertad! Algunos, sujetos de por ahí, de esos que en ninguna parte faltan, al saber de la determinación de Urbano, se dieron a la tarea Junto a Sandino 19 de decir y propagar que su acto no era otra cosa más que hijo de la desesperación, como con igual tenor, fueron comentadas sus acciones anteriores. ¡Allá ellos, con sus sentires baratos…! No puede ser la desesperación lo que anima a Urbano a realizar esos actos porque los suyos han sido en sus mejores épocas de bienestar moral, espiritual y material si se quiere…, si no es que por la voz de desesperación se quiere decir, desesperación por realizarlos para aumentar él así su haber espiritual, porque entonces es en ellos que se encuentra en su pleno verdadero gozo, olvidado de todo lo que sea interés personal y de las calamidades que en consecuencia le acarrean. Cuando Urbano se disponía a partir para Nicaragua, era viable la realización de la imprenta, ya que la ciudad capital, en donde únicamente se activó la venta de los bonos, contribuyó con mil pesos, aparte de doscientos pesos que sin admitir bonos, de motu proprio, el poeta y abogado Enrique Henríquez, con suma complacencia regaló. El Ayuntamiento de San Pedro de Macorís, también espontáneamente donó para el fin señalado cien pesos, y de la misma manera algunos petromacorisanos contribuyeron con cantidades menores. En la ciudad de Santiago de los Caballeros y en la ciudad de La Romana, con solo tantearse el negocio se evidenció la buena disposición que había para contribuir a la realización del propósito ideado. Ningún otro punto se tocó. Pero hay más: el Partido Nacionalista, bastante floreciente entonces, en su asamblea general, verificada en el mes de julio del año 1928 en la ciudad de San Felipe de Puerto Plata, también sin solicitárselo votó la suma de mil pesos para favorecer el caso de que nos estamos ocupando. Igualmente el Ayuntamiento de La Romana dispuso para ese fin cien pesos. Al ser presentado el interesado a don Juan Alejandro Ibarra por el profesor y poeta Rafael Emilio Sanabia con motivo de asunto de la imprenta, el señor Ibarra le ofreció regalarle la parte que como socio le pertenecía 20 Gregorio Urbano Gilbert de las maquinarias y demás útiles tipográficos, o en efecto, su equivalente en efectivo, de la empresa editora en liquidación El Siglo. Y, el gobierno le hacía las más limpias ofertas, no realizándose ninguna de estas proposiciones que figuran en este párrafo, por causa de la premura con que el interesado se fue a cumplir con sus deseos. Ello es que teniendo en sus manos el dinero, seguidamente partió para la ciudad capital provisto de dos cartas que lo recomendaban con el general Sandino y el poeta Froilán Turcios, representante que era este último en América de la causa libertadora de Nicaragua, cartas libradas por el presidente de la Junta del Partido Nacionalista de Puerto Rico en San Pedro de Macorís, don Félix Barbosa, puertorriqueño y patriota cabal. En la capital, reforzado Urbano con otras dos cartas de las mismas intenciones que las de Barbosa, libradas estas por el director del diario La Opinión, don Álvaro Álvarez, al día siguiente, 25 del mes de agosto del año 1928, embarcó rumbo a Santiago de Cuba tomando pasaje en el vapor Guantánamo de la Naviera Cubana. EN SANTIAGO DE CUBA En la capital de Oriente, la más extensa de las provincias cubanas, tropieza Urbano con la dificultad de no querérsele vender pasaje para la República de Honduras, punto este el de más fácil arribo al norte de Nicaragua, sitio por donde operaba el general Sandino. El mismo obstáculo encontró al querer ir a Costa Rica, a El Salvador, a Guatemala, y al averiguar la causa de las dificultades, se le dijo que las leyes de esas naciones cierran sus puertas a las personas de color, y al decir del gobierno mejicano de Obregón y de Calles, «porque llevan la degeneración social y racial», aunque los comandantes de armas de los pueblos de las costas hondureñas tiene la facultad de otorgar permisos especiales a las personas de color que ellos creyeren conveniente dejar entrar en Honduras. Junto a Sandino 21 Por esta razón, se pidió por cable permiso de entrada para Urbano en la patria de le Lempira, y el permiso fue negado. Escarbando ideas el viajero, ya que está resuelto a ir en cualquier forma a combatir al yanqui en Nicaragua, se le ocurrió preguntarle a la agencia de la United Fruit Co., empresa bananera y naviera norteamericana con establecimientos en las Antillas, Centro y Suramérica, que si los criados negros podían acompañar a sus amos blancos en sus viajes por América Central. La ocurrencia obedeció a que como su amigo don Manuel María Morillo, blanco como un alemán, atrevido en extremo y contrario a la política de abusos de los Estados Unidos contra los pueblos que le quedan al sur de su frontera, casos demostrados por este señor en el año 1916 cuando en ocasión de ser encargado de negocios de la República Dominicana ante el gobierno de La Habana, al saber de la ocupación de su país por las fuerzas militares de los Estados Unidos, observó una actitud que lo colocó al nivel de los más grandes patriotas, quien tiempo después protegido por el presidente de México, general Álvaro Obregón, y junto con Pierre Hundicourt, de la República de Haití, se dirigió a Santiago de Chile en ocasión de celebrarse la V Conferencia Panamericana en esa capital, y denunció los atropellos cometidos por los Estados Unidos en los países bañados por el mar Caribe. Pues bien, encontrándose Morillo en Santiago de Cuba por este tiempo por causa de sus desacuerdos políticos con el gobierno dominicano del general Horacio Vázquez y, siendo simpatizador de la causa de Sandino y también de la idea de Urbano, dedicando su buen tiempo tratando de que este la realizara, por eso fue que se le ocurrió a Urbano, que de ser posible, Morillo sacara pasaje para Honduras y él lo acompañaría de criado, pero la idea fracasó: «Los criados negros no pueden acompañar a sus amos en sus viajes de inmigración a Centroamérica», dijeron en la agencia de la United Fruit Co. en Santiago de Cuba. Nuevos cálculos de Urbano y nuevas preguntas en las que indaga si alrededor de esos países no hay una piedra, un rincón 22 Gregorio Urbano Gilbert o un basurero donde no se tenga escrúpulos por el negro y por lo tanto lo admitan y los navieros le responden que únicamente está el país británico de Honduras, donde son admitidos los hombres de color. Con este informe y con el de que los barcos de la United Fruit Co. o Flota Blanca, en su ruta tocan primeramente en Honduras antes que en Honduras británica, pensando que poniendo en juego alguna astucia, acción que considera justificada dado el caso que se persigue, podría llegar a Honduras, a pesar de los obstáculos que se le presentan. Y confiado en su estrella en lo que resultare, Urbano tomó pasaje para Belice, la capital del país británico de Honduras en el vapor Tivives de la Flota Blanca el día 7 del mes de septiembre, recibiendo por último de Morillo sendas cartas de presentación por ante los señores don Joaquín Bonilla y don Alfredo Guillermo Zelaya, residentes en Tegucigalpa, la capital de Honduras. Al día siguiente atracaba la nave en uno de los muelles del puerto de Kingston, capital de la isla británica de Jamaica, y desde ahí, con dos días más de marcha, al atardecer, arriba el Tivives a Puerto Castilla, en el departamento de Colón. Era domingo y poco el movimiento en el poblado, el que se anima por los trabajadores de sus extensas plantaciones bananeras. EN TIERRAs DE HONDURAS Desde a bordo, el aventurero atisba la posición del pueblo y de sus movimientos, y cuando creyó que había bien calculado su plan, va a su cámara, llena sus bolsillos de los papeles más importantes para su caso, sin importársele un comino el equipaje que dejaba a bordo, bajó la escalera del barco, penetró en la población, y como si se hubiera tratado de un viejo poblador del lugar, recorría sus calles y ya se encaminaba a pie por una vía férrea hacia la capital del departamento que ya se divisa el otro Junto a Sandino 23 lado del puerto, cuando tuvo que volver, pero en la comandancia de armas, entendiéndose con el comandante, obtuvo el permiso de permanecer en el país. Volvió Urbano al Tivives en procura de su equipaje y al regresar se alojó en una posada en la que no le fue posible dormir porque encontrándose los setos que encerraban la habitación incompletos por sus partes de arriba sin un cielo raso que completara el encierro, un sujeto se pasó una parte de la noche encaramado en uno de ellos, tal vez acechándole el sueño con intención de robarle, y no queriendo el forastero dar alarma alguna, pasó en vigilia toda la noche. Al otro día temprano se dirigió por ferrocarril a la ciudad cabecera del departamento. De aquí por la noche embarcó en una lancha gasolinera rumbo a La Ceiba. Al siguiente día siendo martes, continuó su destino en ferrocarril hasta Tela, siguiendo a San Pedro Sula. Remontó en un bote la corriente del río Ulúa, siguió en ferrocarril hasta Potrerillo del Norte en donde subió en un automóvil que lo condujo al lago Yojoa, el que navegó en toda su extensión a bordo de una lancha movida a motor. Recorrido el Yojoa, vuelve a trepar en un automóvil que lo condujo por sobre empinadas montañas, todas pobladas de interminables pinares, y a través de varias ciudades como Ciguatepeque, Comayagua, la antigua capital de la República, y Comayagüela, llegando por fin en la madrugada del día 15 del mes de septiembre del año 1928 a la ciudad capital, la pintoresca Tegucigalpa, la orlada por siete colinas, y se alojó en el hotel Roma. TEGUCIGALPA La capital tiene un amanecer bello y festivo. Las calles están engalanadas y también los parques. En éstos, la población urbana y rural siendo la más de ésta, la autóctona, es enorme, y es el Morazán de los parques el más favorecido, y su nombre lo lleva para honrar la memoria del héroe Francisco Morazán, el político 24 Gregorio Urbano Gilbert idealista y general de Honduras, que fue el último presidente de la Confederación Centroamericana. Se debió el desbarajuste de esta unión y por lo mismo la muerte de Morazán a un gobierno equivocado en el sentir de casi la totalidad de los pobladores de los llamados países indolatinoamericanos. Fue liberal en su más alta escala. Por eso estos pueblos, impuestos desde más de cuatrotantos y medio siglos a sentir lo que ellos consideran la cosa más natural, los puntapiés sonando en sus traseros, y al no sentirlos por casualidad en un tiempo de quien los guíe se creen que es por cobardía y no por conciencia y altruismo de quien sabe respetar, y entonces se le rebelan y se convierten en sus puntapieseros. Así la idiosincrasia de ese conglomerado, al no sentirse abusado, abusa. A juzgar por los sicólogos, varían los caracteres de un individuo a otro. Pero no en la materia de que tratamos. Todos casi la tienen idéntica, y por eso los comentarios a la decencia, encabezados por Rafael Carrera, protestan y lo derrocan del poder, y para más, para barrer de Centroamérica la pureza y que impere solamente la inmundicia al alcanzar a Morazán en San José de Costa Rica lo fusilaron. La fiesta que celebraba Tegucigalpa en este día 15 del mes de septiembre era la conmemoración del CVII aniversario de haber alcanzado la independencia política la nación. Envuelto en el alborozo de la ciudad que festeja su día patrio, Urbano se dedicó a localizar al poeta Froilán Turcios, representante general de la causa libertadora de Nicaragua en América, localizándolo por teléfono, por lo que al momento fue a visitarlo, recibiéndolo el representante con simpatías y disposición de ayudarlo en sus aspiraciones de enrolarse en las filas comandadas por el general Sandino. Turcios era en el entonces, la única puerta por donde podían entrar los que querían, venidos de afuera, a los campos de la libertad de Nicaragua. Hubo quienes la desecharon y peligraron. Al decir del poeta, él ya conocía de antes a su visitante por vía de lecturas de sus casos anteriores, y en su revista Ariel había Junto a Sandino 25 tenido oportunidad de referirlos, por lo que lo consideró no solo como un amigo en el ideal que sustentaran sino como a individuo de su complacencia. Cambiadas las impresiones de los primeros momentos, el poeta enteró a Urbano de que el día anterior él había despachado el correo ordinario para donde Sandino y que por lo tanto, salvo en caso imprevisto, tendrá que aguardar quince días más para poderlo despachar con el siguiente correo, ya que ese servicio entre Sandino y Turcios era quincenal. Mientras corría el tiempo, el representante mostró la ciudad a Urbano, a la vez que lo ayudaba a equipar convenientemente para los fines de la campaña bélica de Nicaragua, del lado de la libertad, conociendo el futuro soldado a la ciudad más fresca que hasta entonces había visitado y saludable también por su aire impregnado de las emanaciones que fluyen de los pinares que la rodean. Tan fresca es Tegucigalpa, a una altura de 3.000 pies por sobre el nivel del mar, que en pleno estío, entre los meses que llevan por nombres los de los dos parientes, tío y sobrino, y grandes jefes, dictador y emperador, heredero el último del primero de la poderosa y vieja Roma, las mujeres se cubre con sus abrigos y mantos , y los hombres pudientes se encierran en sus trajes de lana sin prescindir, luciendo en el ojal de la solapa, casi todos, un rojo y perfumado clavel, por lo que reciben gran lucimiento. En proporción a su tamaño, la capital de Honduras es de las ciudades que más parques tiene, siendo notorio de éstos el Bonilla. Instalado sobre una elevada meseta, para escalarlo se tiene que ir por un camino zigzagueante. Desde el Bonilla se domina toda la ciudad, asiento del gobierno nacional, y también la ciudad de Comayagüela, separada de la capital solo por el río Choluteca, enlazándolas un puente de piedras. Hermoso panorama. La vista se dilata por los campos lejanos, por los lados que lo permite la ausencia de cerros. Por el poniente 26 Gregorio Urbano Gilbert se levanta El Berrinche, empinado cerro, roído constantemente en sus cimientos por la corriente del Choluteca, y todo él, enrojecido por los torrentes de sangre que le vertían. Por su cercanía a la ciudad, era ocupado militarmente en los tiempos de las guerras civiles por uno de los bandos contendientes, y el contrario, en interés de conquistarlo para sus fines estratégicos, lo atacaba con bravura, sucediéndose en consecuencia desesperados combates. En estos últimos años, por la paz en sus alrededores ha cambiado la suerte de El Berrinche. Ya no lo utilizan como campo de destrucción de la humanidad hondureña sino para beneficio de ella aunque por eso lo estén desfigurando. Contiene en su interior un material bueno para la construcción de casas, muros, calles, caminos, etcétera, por lo que le han convertido en una gran cantera, cuyos cantos bellos, de varios colores, livianos y fuertes, eficacia que le hacen tener buena demanda. Entre las distintas cosas propias de Tegucigalpa, aparte de sus pobladores, valientes, bondadosos y simpáticos, son de señalarse, la mansión presidencial, edificada sobre una fortaleza vieja de la época de la colonia, a orillas del Choluteca, la catedral, el Banco Nacional, la plaza del mercado, rebosante de artículos de mantenimiento en venta y de compradores de los mismos, la casa de la Secretaría de Sanidad, sus tantos y bellos parques, de los que dos se encuentran cerca del río. A orillas de éste se encuentran el Teatro Nacional y los campos de deportes. Desde el parque La Leona, entre contemplación del panorama y cambios de impresiones entre Turcios y Urbano, éste fija frecuentemente sus ojos en una estatua de bronce que se encuentra levantada en el centro del paseo. Por su contextura parece ser de un hombre como el férreo Hindenburg de Alemania, pero por sus facciones se deduce que pertenece a la persona de un negro. Intrigado por el monumento, Urbano le pregunta a Turcios por el hecho que mereciera el homenaje a un hombre negro, color escaso en los individuos de su país. Junto a Sandino 27 El poeta le respondió a Urbano que ese negro fue don Manuel Bonilla, el presidente más recto, fuerte y patriota que haya tenido Honduras. Entre los méritos del poeta a su amigo sobre los méritos que adornaban a don Manuel, el que más recuerda y que mucho le gustó fue el de la vez en que por una diferencia habida entre el gobierno hondureño y una compañía formada por ciudadanos norteamericanos que explotaban los negocios del muelle y faro de uno de los puertos del país, un crucero de guerra norteamericano desembarcó una fuerza de militares de su dotación. Las autoridades hondureñas agotaron todos los medios persuasivos para que los marineros extranjeros se reembarcaran y al no lograrlo, el presidente Bonilla, para hacer respetar los derechos de la nación, envió al lugar de los acontecimientos una fuerza militar compuesta de varios militares de hombres con intenciones de exterminar a los yanquis si a su llegada todavía se encontraban en tierra hondureña los atrevidos, lo que hizo innecesario el empleo de las armas, porque cuando los nacionales se acercaban los norteamericanos precipitadamente se refugiaron en su barco y, a exigencias, tuvieron que dar satisfacciones por su ofensa a la patria. Don Froilán Turcios se honró en formar parte de los sobresalientes del gobierno que presidió don Manuel, desempeñando en su gabinete la cartera de ministro de Gobernación… Pasaron unos días en tanto el aspirante a soldado de la liberación de Nicaragua se preparaba en lo necesario para entrar en la contienda. Para mejor llevar a cabo estas diligencias, Turcios le aconsejó, como discreción, que se mudara del hotel Roma, propiedad de italianos, al hotel Unión, por ser su dueño el señor Antonio Lacayo, coronel del ejército libertador de Nicaragua y nativo de este país. Por las circunstancias, Urbano se mudó. Si bien hubo de notar la desventaja del confort en el nuevo establecimiento, al menos quedaba esto recompensado en razón al sitio en donde estaba instalado, uno de los más pintorescos de la ciudad, 28 Gregorio Urbano Gilbert al poniente de ella, frente al Teatro Nacional, frente al parque de Las Palmeras, frente al pie casi, de El Berrinche, a treinta pasos del Choluteca. El avío de guerra del que se preparaba para ser soldado de la liberación de Nicaragua consistió en un sombrero igual al que usaba el ejército de su país. De igual clase fueron dos camisas y dos pantalones, corbata color rojo y negro, como son los colores de la divisa de la revolución libertadora, polainas de piel y zapatos claveteados, medias de lana, una pluma fuente, lápices, un reloj suizo de bolsillo, una linterna eléctrica con varias pilas de repuesto, una frazada de lana, un capote de agua, una plaquita de identificación, que por yerro fue de oro, una hamaca, una mochila, una corre cartuchera, una cana, 150 cápsula, un revólver Smith & Wetson, etcétera. A TRAVÉS DE LAS MONTAÑAS-MALOS COMPAÑEROS TROPEZANDO CON LA PLATA Contrario a lo normal, el correo de Sandino se presentó con cuatro días de anticipación, llegando el 26 de septiembre a Tegucigalpa. Con los preparativos ya terminados de Urbano, resolvió Turcios despacharlo con el correo dos días después de este haber llegado, para lo cual se salieron a las afueras de la ciudad en la noche anterior a una casa amiga, para de allí, al otro día, iniciar la marcha a los campos rebeldes. En esta casa se ocultaba mientras se reponía de unos quebrantos tomados en campaña el capitán José de Paredes, primer soldado activo de la causa conocido y tratado por Urbano. Tres horas escasas tenía el día 28 de septiembre de haberse iniciado, y ya se estaba efectuando lo dispuesto por don Froilán Turcios. Urbano guiado por el correo, se encaminaba hacia la presencia del Libertador general Augusto César Sandino. Al poco rato de estarse en marcha estos dos servidores de la libertad, se les agregó un sujeto entrado en años, acompañado Junto a Sandino 29 de un hijo hombre, una hija mujer, una nieta niña hija de la hija y dos caballos cargados al máximo. Seguido quiso hacer de jefe o director del grupo y hacía alardes de su saber. Decía además, ser sargento mayor1 del ejército libertador no siendo más que un vampiro de la causa que alentaba Sandino. Su apellido es el de Flores y sus animales iban cargados de mercancías malas y baratas compradas en Honduras para revenderlas en los campos rebeldes con ganancias de usura. Seguido Flores demostró su desamor a la causa considerando el correo que un saco lleno de medicinas que mandaba Turcios para atacar las enfermedades que se presentaban en la zona rebelde era demasiado pesado para sus fuerzas, se negó a llevarlo, tal vez con razón, dado el trayecto largo que había de recorrerse. Se le pidió al «sargento mayor» que se llevara la medicina sobre el lomo de una de sus bestias y respondió que si no le daban diez córdobas2 como paga no lo consentiría, teniendo Urbano que pagarle el dinero exigido. Además, en varias ocasiones, Flores intentó, en complicidad con el correo, dejar botado a Urbano en las monterías pobladas de interminables pinares, quien una vez se vio forzado a usar su revólver haciendo una descarga al aíre para poder conectarse con ellos. La mala intención de Flores obedecía al pánico que se le apoderó al enterarse de los propósitos que guiaban al enviado de Turcios y más al verle su indumentaria que por su apariencia tan a lo guerrero creyó que se podría comprometer. En previsión Urbano de no quedarse perdido en las montañas y no morirse de hambre tanto entre los pinos como en compañía de esta gente que le negaban los alimentos que portaban en sus alforjas, determinó con riesgos para todos y sin hacerle caso a las voces de protestas de los otros, entrar a una población que 1 2 Sargento mayor: Grado militar que en Centroamérica equivale al de mayor en otros países. Córdoba: Unidad monetaria nicaragüense de valor a la par con el dólar norteamericano. 30 Gregorio Urbano Gilbert se divisó a poca distancia, y al llegar, vio en sus calles mucha plata y con ella, tropezando o pateándola los transeúntes. Esto se debe a que el poblado San Rafael está edificado al pie de una loma compuesta de este valioso metal, y como en una época explotaban la mina, son abundantes las piedras que ruedan por sus alrededores y por sus calles con un buen porcentaje de la riqueza mineral, conservando los vecinos, como adorno en sus casas, trozos de los más ricos en plata. Aquí se hizo Urbano de un chane3 y de un caballo y de mucha comida, contratando los servicios del hombre y la bestia, hasta la frontera por el lado en que se explotaba la mina de oro Agua Fría, para el cual dijo el viajero que iba. El chane, buen conocedor de las llanuras y montañas de su país, husmeando los rastros de los desleales compañeros de Urbano, apurando la marcha a la capacidad del trote de la montura. Al atardecer del día siguiente le dio alcance al correo, a Flores y a sus parientes. Estos se indignaron en grande por el alcance que se les dio, por figurar un sujeto más en el grupo y por perder las esperanzas de dejar botado a quien tanto les molestaba, ya que se apareció protegido del chane y de la fuerte bestia. Flores, no era más que un entrometido en los negocios de esta jornada, era el que más protestaba y tanta cobardía mostraba, que en todas las paradas que se hacían sacaba de entre unos paquetes una cuantas imágenes de santos en estampas y estatuitas y unas cuantas candelas,4 partiéndolas ante las imágenes, a las que les hacía largas oraciones y torturantes promesas si del apuro que se imaginaba encontrar le sacaban con bien. El correo se limitaba a murmurar continuamente que por la insignificancia de los veinticinco córdobas que le daban por su comisión no debían arriesgarlo tanto y que a esa clase de gente, refiriéndose a Urbano con su porte tan marcial, debían mandarlo con otra persona y nunca con él. 3 4 Chane: Baquiano o práctico o guía. Candela: Vela (la de cebo u otras grasas usadas para el alumbrado). Junto a Sandino 31 Si malos eran los juicios que hacían los nicaragüenses contra Urbano, malos también eran los de este contra ellos, considerándolos ser unos miserables explotadores de la causa libertadora de su patria y abusadores de un extranjero confiado a sus cuidados que le servía a esa patria desinteresadamente. UN ALCALDE AMIGO DE SANDINO Al cabo de algunos días de caminata y estándose cerca de la frontera, no se sabe por qué razón, el correo y sus compañeros determinaron al atardecer de un día sábado, pernoctar, y no reanudar la marcha hasta el lunes siguiente, en una pequeña población que dijeron se llamaba Potrerillo del Sur. A Urbano le indicaron que debía hospedarse en la casa de un señor que los otros llamaban tío, haciéndolo así el indicado. La noche se pasó bien y lo mismo las primeras horas después del amanecer del domingo. Pero como a las dos de la tarde, después de haber pasado el dueño de la casa un largo rato en la comandancia de armas, este le preguntó a su huésped por su nacionalidad y por los propósitos que lo guiaban por esos campos. El huésped le contestó que era hondureño, de la costa norte y se dirigía a la mina de oro Agua Fría. Mostrándose inconforme el dueño de la casa por la respuesta recibida, le dice a su huésped que el acento de su voz, sus modales y demás peculiaridades observadas en él lo acusaban ser de cualquier otra nacionalidad pero no hondureño, instándole a la vez a que le hablara la verdad. Urbano sostiene su alegato de ser hondureño y le explica a su protector que su color y demás modales raros que le notaba obedecían a la mezcla de razas que se está efectuando en la costa norte, que por esto y por los tantos viajes efectuados al extranjero es por lo que tiene rasgos distintos a los de sus paisanos. El señor de la casa aunque sosteniendo su inconformidad calló. Se fue nuevamente a la comandancia en donde al habla con 32 Gregorio Urbano Gilbert algunos hombres con apariencias de ser autoridades, de allí regresó como a las cuatro y dirigiéndose a Urbano y en tono de molesto le dijo: —Usted ha hecho mal en no confiar en mí. Usted tiene que saber que no hay hombre sin amigos, y yo he querido ser uno de los amigos de usted y usted me ha rechazado al no quererme hablar la verdad. En la comandancia hay un telegrama venido de la capital en el que se ordena lo detengan. Por más que usted haya querido fingir, no ha podido evitar que lo descubrieran. Todas las indicaciones del individuo a detener en el telegrama coinciden con las de usted, y para que no insista en negar le diré que ese chane y esa montura que lo acompañan los contrató usted en San Rafael. Al creer Urbano de que no debía de hablarle más embustes a su amigo y también notándole a este indicios más bien de ayudarlo que de perjudicarlo, se le descubrió por completo y se le disculpó, ya que su reserva no obedecía a su desconfianza hacia él sino a que tenía que ser así por las exigencias de su misión para todo el que no estuviera relacionado con ella y además teniéndose en cuenta la recomendación de Turcios a su conductor del correo, como quía que es, de que desechara lo más posible los encuentros con los moradores del derrotero a seguirse. Las autoridades hondureñas por presión de los norteamericanos, perseguían a los miembros de la causa libertadora de Nicaragua. A Turcios le habían suspendido la publicación de su revista Ariel y a su persona la vigilaban constantemente los agentes del servicio secreto del gobierno. Por esto Urbano no se explicaba la actitud del correo y de sus compañeros de no seguir durmiéndose en el bosque cuando llegaba la noche sino que esta vez tuvo que ser un poblado con categoría de cabecera de municipio, haciéndose larga la demora en el lugar. —¿Sabe usted del porqué no se le ha detenido? —continúa hablándole el dueño de la casa a Urbano—, porque el telegrama está dirigido al comandante de armas, pero como él ha bebido Junto a Sandino 33 muchísimo guaro,5 está tan bolo6 que no se puede valer. Yo soy el alcalde constitucional de la municipalidad, pero simpatizo mucho con Sandino y además soy del Partido Liberal.7 El secretario del comandante, aunque desempeña una función del Ejecutivo, es también amigo de la causa de Sandino y, en consejo conmigo y mis amigos, hemos resuelto desentendernos del negocio de su devolución, para que siga usted su ruta con el menor contratiempo posible. Después de protestarle gratitud al alcalde por sus buenos servicios para con él como para la causa de Nicaragua, Urbano hubo de consultarle sobre la mejor manera de salir de la población y seguir la vía que sea la menos fácil de ser perseguido. Llamados por el alcalde los compañeros de Urbano, compareciendo, los amonestó por la imprudencia de exponer tan peligrosamente al hombre que les confiaron. Les indicó que debían de encontrarse preparados para abandonar la población tan pronto sus moradores se entregaran al descanso, y el mejor camino que debían seguir, y que se guardaran bien de las autoridades militares ante las cuales nada podría hacer él en beneficio de ellos. A la una de la mañana del lunes se reanudó la marcha de la que quedaba poco por recorrerse de la tierra hondureña, parándose solo cuando se llegó a la última vivienda de los hondureños fronterizos por el lado de la montaña El Malacate, común de las 5 6 7 Guaro: Aguardiente. Bolo: Borracho Liberal: En cada uno de los estados centroamericanos, los partidos políticos de iguales denominaciones, tienen iguales ideologías. Como sus respectivos ciudadanos, al encontrarse en uno que otro de esos estados, adquieren por ese solo hecho la ciudadanía del país en que se encuentren, siguen en ese país la filiación del partido político de igual nombre al que pertenecen en sus países de nacimiento. Por esa razón, como Sandino fue a luchar a Nicaragua originalmente a favor del Partido Liberal, el alcalde se basaba en su afiliación política hondureña para considerarse correligionario del héroe de Nicaragua y de sus adeptos, y en el deber de ayudarlos. 34 Gregorio Urbano Gilbert repúblicas de Honduras y Nicaragua, en donde se hicieron de provisiones de boca y de otros menesteres. Aquí el extranjero despidió a su chane con el caballo. Ya Flores y sus compañeros habían dejado de serles hostiles al considerar el buen trato de que fue objeto por parte del alcalde de San Rafael, pero siempre estaban poseídos de temor y Flores daba indicios de quererse enfermar. EN NICARAGUA Temprano en la mañana del otro día, se despidieron los viajeros de sus amigos los fronterizos y caminaban un tanto recelosos al considerar que dentro de pocas horas estarían dando los pasos más atrevidos de todos los andados al atravesar la línea guardada por los militares de Nicaragua y por los de los violadores de su soberanía como lo eran los intrusos yanquis, que a la vista de todo sospechoso disparaban a matar. Al acercarnos al punto peligroso, se nos agregaron unos cuantos nativos nicaragüenses y hondureños aventureros vividores de los contornos para con ellos pasar a Nicaragua y ver en el norte de ella, abandonado o como tierra de nadie, qué encontraban de coger que tuviera algún valor, pudiendo ser ese qué ganado, café y cualesquiera otros artículos valiosos, ya que esa región se encontraba sin ley ni control alguno, solo expuestos los atrevidos del merodeo a verse envueltos entre las balas de los yanquis y de las de sus colegas los nativos traidores. Por ser un poco crecido el número que ya formaban los que pasaban a Nicaragua, quince personas en total, se organizaron en orden de guerrilla, caminándose en fila india, yendo el mejor conocedor de la montaña haciendo de franqueador, dando por consigna para si se percataba del peligro de los enemigos un grito semejante al rugido del puma, al oído del cual todos tendrían que disponerse para la defensa o para el desbalance según lo aconsejaran las circunstancias. Cuatro más de los agregados Junto a Sandino 35 hicieron de vanguardia y los otros cuatro restantes de retaguardia, formando el centro los primitivos seis viajeros. Y caminándose con la mayor cautela, se iba perdiendo paso a paso el límite hondureño, y alcanzando el nicaragüense, se iban dejando atrás varios kilómetros de tierra sin haberse encontrado peligro alguno. Habiendo alcanzado ya sus objetivos codiciados, los aventureros que se habían agregado al grupo se desparramaron para posesionarse de ellos, siguiendo adelante en su misión los hombres al servicio de Sandino, hasta que al hacerse alto en un punto, Flores se sintió enfermo de tal manera mal que se negó a dar un paso más. Se levantó una mala champa,8 en la que se guarecía no muy bien, cubriéndose con su cobija,9 con la que trataba de disminuir el frío que le causaba fuertes convulsiones. Le atacaron también vómitos y males intestinales. Sus compañeros hacían cuanto podían por aliviarle sus dolencias, pero él prefería a las medicinas formar un altar en el que exponía muchas imágenes de los santos de su devoción a las que le prendía una docena de candelas, entregándose a la oración con sus hijos, con su nieta y con el que hacía de correo, porque esperaba por ese medio curarse con más rapidez. En estas condiciones se pasan dos días, y al correo no le agradaba el sitio por considerarlo expuesto al peligro y alegando que tenía que ponerse seguro por causa de la correspondencia, se marchó, prometiendo que enviaría un chane desde el primer puesto movible de los que el general Sandino tenía escalonados desde su campamento general de la frontera. Menos mal que el correo cumplió su promesa, pues vino al otro día en la tarde un hombre joven dándose a conocer como de los de la causa, enviado por el comandante del puesto próximo para guiarlo hasta allí. 8 9 Champa: Choza construida rústicamente, solo con varas delgadas y hojas de los árboles, preferentemente con las de pacaya. Cobija: Frazada o cualquiera tela o cosa para cubrirse mientras se encuentre uno en la cama para resguardarse del frío. 36 Gregorio Urbano Gilbert Al amanecer del día siguiente Flores se alivió y se determinó continuar la marcha, y en precaución el devoto contra cualquier asechanza del enemigo o contra cualquier otro mal que le pudiera atacar, se colocó una imagen en el pecho, otra en las espaldas y una en cada costado, y, con una candela prendida aunque lloviera o soplara el viento, iba rezando en alta voz. Se caminó hasta llegarse al río Concepción, en el que Urbano se quedó absorto al ver acumuladas en sus márgenes grandes cantidades de una materia menuda, reluciente y amarilla, creyéndola ser del más fino y abundante polvo de oro que seres humanos hayan visto en estado virgen, desengañándose al coger en sus manos una cantidad de la materia y sentirla liviana y observaba las burlas que le hacían sus compañeros por confundir las bellas laminitas pero de escaso valor que es la mica, con uno de los más costosos y codiciados de los minerales. Al otro lado y a poca distancia del río estaba el puesto de los libertadores, en el cual se encontraba el correo aguardando a sus compañeros. MUESTRA DEL MODO DE CIVILIZAR AL ESTILO DE LOS YANQUIS-LAS RUINAS DE MURRA Bien fuere por los milagros de sus santos o por los cuidados y medicamentos tomados, Flores se sentía bastante aliviado de sus males por lo que se empeñaba en llegar cuanto antes a su casa y por eso era poco el tiempo que se perdía en la marcha, llegándose a una altura, el 11 de octubre, desde la cual se divisa a su pie, la población de Murra, o mejor dicho, lo que fue la población de Murra, porque ahora solamente se ven sus ruinas. Los Estados Unidos de Norteamérica le achacan a los países que le quedan del otro lado de su frontera el dicterio de salvajes por razón de entregarse estos frecuentemente a sangrientos conflictos internos, no pudiendo de ningún modo llamarse al orden Junto a Sandino 37 y constituirse un gobierno respetado por el pueblo, o un pueblo respetado por el gobierno. Todo esto es una pura verdad. Pero, también los yanquis, como esos mismos pueblos, deben tener en cuenta que por lo regular son los Estados Unidos los animadores de estos desórdenes en los pueblos del sur de su frontera, para de esta manera aprovecharse, según se dice, de pescar en río revuelto, pesca que les resulta sumamente provechosa tanto en lo material como en lo político. Para colmo de males, después que la poderosa nación del Norte encuentra sujetos indolatinoamericanos que se presten al logro de sus malas intenciones, toman de pretexto el desorden fomentado por ellos para constituirse por la fuerza en policía de las pequeñas naciones del continente y se creen con derecho de intervenirlas diplomática o militarmente cuando esto último ocurre, entonces es que estas desdichadas naciones conocen el salvajismo verdadero en su forma más cruda, despiadada. Toda aquella persona que vivió en República Dominicana y con mayor razón, en la región oriental, en los años que duró la intervención militar de los norteamericanos, no le puede ser extraño este decir, porque conoce a cabalidad los hechos de esos soldados que no son salvajes sino más que vandálicos, como son las cacerías de hombres, mujeres y niños indefensos, en los caminos selvas y praderas, cruzándose a veces apuestas entre los oficiales cazadores sobre el que mejor puntería hiciere en los cuerpos de los infelices, los incendios de los bohíos con todos sus vividores dentro, rodeándose con fuerzas armadas para que si alguna de las víctimas lograra salir de entre las llamas, no pudiera escapar por efecto de los disparos que se le hacían, el tormento del agua, a veces caliente, a veces fría, el tormento de la soga, el tormento del hierro candente, el arrastre del anciano a la cola de un caballo, los estupros de doncellas y señoras, la destrucción de la propiedad, el robo de los bienes privados y públicos, el sacrificio de los hombres en la hoguera, habiendo previamente las víctimas cargado la leña, la inicua ley de fuga, etcétera. 38 Gregorio Urbano Gilbert El soldado norteamericano en Nicaragua, cometía su bandolerismo con más soltura que en la República Dominicana, en razón de que en Nicaragua había un gobierno nacional que asumía las responsabilidades de los abusos de los interventores, mientras que en la República Dominicana, no hubo ningún testaferro que quisiera cargar con las responsabilidades de los norteamericanos, cooperando con ellos, por lo que tuvieron los intrusos que cargarlas íntegras al hacerse cargo del gobierno de la república con su gobernador militar a manera de ejecutivo y sus secretarios de estado, todos oficiales norteamericanos, por todo el tiempo que esta situación anómala duró. Pero si no es solo en Santo Domingo, Haití, Nicaragua, Colombia, México, éstas las más directamente perjudicadas, en donde la nación norteamericana ha mostrado el estado de barbarie en que se encuentra. Es también dentro de los límites de sus fronteras. Por imparcial que sea una persona, o aun más, por apasionada que sea por los Estados Unidos, no podría negar que en esa nación se cometen desórdenes que no se ven en ninguna otra parte del mundo, y con la agravante de que muchos son a sabiendas y con complicidad de las autoridades. De estas cosas se anotan a la ligera, los de los grupos expoliadores de sus conciudadanos de la siguiente manera: —Secuestrando niños y adultos. —Pasando de contrabando inmigrantes indeseables, sufriendo las agrupaciones que no estén en convivencia con las autoridades, que a sus clientes se los asesinen impunemente en las costas, esas mismas autoridades. —Igualmente sucedía con los contrabandistas de licores. A Al Capone solo lo condenaron por no haber pagado impuestos por las ganancias que obtuvo por la venta de los licores que introdujo de contrabando. ¡Buena moral! No se castiga por los crímenes cometidos, sino por no contribuir a favor del estado con las ganancias obtenidas de la comisión de esos crímenes, los que fueron tantos los habidos en ese ejercicio, que se pierden las cuentas Junto a Sandino 39 de los asesinatos habidos por ello. ¡Absurdo parece, y es la pura verdad! —Para explotar negocios determinados, y todo aquel que tenga o quiera tener uno similar, tiene que asociarse con ellos, porque de lo contrario bandas organizadas de criminales se encargarán de trastornar el negocio y hasta de matar al dueño. —Para que todos los negociantes les asignen una cantidad de dinero, como si fuera una iguala por no hacer nada, dizque para garantizarle sus negocios, y de no hacerlo así no hay que contar que el negocio marchará bien ni tampoco el dueño. El rackett es de los medios el mejor para llevarse una vida holgada en muchos de los ciudadanos de los Estados Unidos. Y, las autoridades nada saben… —Se imaginan minas o industrias en los que infelices que tienen sus ahorros o sus pequeñas propiedades los realizan e invierten los fondos en ellos, por lo que quedan en la más completa miseria, gracias a esta manera de estafar, como tantas otras más. —Otros, que teniendo la mina o la industria, la dirigen con el intríngulis de que a los pocos años de haberse colocado los bonos no produzcan dividendos, viéndose forzados los tenedores de ellos a venderlos por casi nada a agentes secretos de los estafadores. —El gansterismo es una de las ocupaciones de más lucro y respetadas. Abundan tanto los ladrones y son tan poco molestados que a la vista de todo el mundo y a plena luz del sol asaltan en las calles desde el más insignificante en asuntos monetarios, hasta el más opulento, y se llevan de los bancos sumas tan grandes que llegan a veces al millón de dólares, Chicago tiene, esa sola ciudad de Estados Unidos, más criminales que los que tiene todo el Reino Unido de la Gran Bretaña, según el decir de un crítico de los propios Estados Unidos. El pueblo norteamericano es tan dado a la estafa que son frecuentes los escándalos que se suceden en razón a esa causa 40 Gregorio Urbano Gilbert endémica que le asiste al figurar lo más granado de esa sociedad, como se evidenció en los casos de Sinclair, Doheny, National City Company, National City Bank y Morgan, conforme publicó y comentó la prensa mundial en el tiempo de unos pocos años después de haberse iniciado la tercera década del siglo en que vivimos. El escándalo de Morgan fue de tal magnitud que trajo a relucir como complicados a personajes de la talla de Calvin Coolidge, que siendo presidente de esa república federal, declaró BANDIDO al patriota Libertador general Augusto César Sandino, a John W. Davis, ex candidato a la presidencia de los Estados Unidos, al general John J. Pershing, el militar que guió a los soldados de su patria en los campos de guerra de Europa en el año 1918, contribuyendo poderosamente al triunfo de la causa de los aliados. Anteriormente el guerrillero y también declarado bandido, el mejicano Pancho Villa, puso en ridículo a Pershing cuando al mando de una numerosa fuerza invadió la patria azteca, dizque en acción punitiva contra lo que consideraba desorden de los nativos. Más tarde el litigio por Tacna y Arica entre Chile y Perú lo hizo volver a Washington con un fuerte dolor de muelas, y no resolvió el conflicto entre las dos repúblicas del continente sur. También estaban complicados William H. Woodin, secretario de Hacienda de los Estados Unidos; Charles Augusto Limbergh, aviador, rompedor de la incógnita de atravesar en vuelo aéreo al mar Atlántico sin escala, por lo que alcanzó se le declaró héroe nacional, y medio mundo le rindió homenaje, y además otros grandes personajes de la política y de los negocios de los Estados Unidos de América del Norte. No es nación de conciencia, culta, la que le da tanta cabida en sus entrañas al resabio racial. Una persona de color, por moral y sabida que sea, no se le aprecia para nada. A un perro sí, y en mucho. Esta persona no puede viajar, hospedarse, ni pasear, ni comer, ni entrar en iglesias, ni penetrar en centros de enseñanza, etcétera, como lo hacen los perros acompañados de sus amos blancos. Con la bestia no se ofenden ni se desprestigian. Con el ilustrado personaje negro sí se consideran Junto a Sandino 41 ofendidos y desprestigiados esos blancos norteamericanos. ¡Vaya con el concepto, con el espíritu del estadounidense! La persona que comete un delito, sea blanca o negra, debe ser juzgada y condenada, si cabe, por jueces competentes. Pero no; son frecuentes los casos en los Estados Unidos que toda una ciudad se convierte en criminal con tolerancia de las autoridades al sacar de la cárcel un presunto delincuente, las más de las veces de color, y asesinarlo en una plaza pública, acribillándolo a balazos después de colgarlo de un árbol conforme a la inspiración del magistrado carolinés, míster Lynch, de quien toma nombre el bárbaro suplicio. Una persona blanca que vea en otra de sexo y raza opuestos a los suyos mejores cualidades que en una blanca, y se casa con ella, forma una unión desgraciada, por lo que tiene que emigrar porque si no se le aplica la doctrina del magistrado Lynch, por causa de la acertada ocurrencia de Cupido. Pero con todo no ha de ignorarse, si es que por el hecho de ser persona de color está deshonrada, que los Estados Unidos fuera la nación soberana de la tierra en que la cuenta de sus negros se elevara a mayor número, no siéndolo, porque tres países que hasta ayer fueron coloniales, radicados en el continente originario de la raza negra, se han declarado independientes a última hora, los que le superan con poco margen en esos pobladores, los que son Nigeria, Congo Belga, África Occidental Francesa, y una república de la América del Sur la sigue a distancia considerable. La «liberal», la «democrática» y «moralista» república de los Estados Unidos, la de América del Norte, una vez, para robarse unas islas situadas en los mares del Caribe y Pacífico, que fueron de una nación europea gastada por sus tantas desafortunadas guerras internacionales y coloniales, cometió el espantoso crimen de asesinar a toda una dotación de uno de sus propios acorazados, a excepción de la oficialidad, volándola con el navío en la bahía de La Habana, calumniando a la nación posesora de las 42 Gregorio Urbano Gilbert islas, la España de las tantas leyendas y de los tantos hidalgos de ser la autora del crimen. También, por el tiempo de los primeros años corridos de la tercera década en que vivimos, trajeron los cables telegráficos la noticia de la huelga que comenzó en la planta eléctrica de Toledo, Ohio, y se propagó por varios estados de la Unión, en la que intervino el ejército «usando para amedrentar a los huelguistas, de todo su material de combate» como si se tratara de una guerra internacional, «disparando al aire contra los revoltosos, matando e hiriendo a miles» de los infieles que reclamaban un mejor bienestar a cambio de sus trabajos rendidos a las empresas que los ocupaban. Como afirmación a lo que se ha anotado en párrafos anteriores sobre la culpabilidad de los Estados Unidos de los desórdenes revolucionarios que se desarrollan en Latinoamérica, por el tiempo en que ya hemos señalado, la International Aeronews Service expandió por el mundo por medio de sus diarios asociados la sensacional noticia de que el senador por el estado de Louisiana, Huey P. Long, acusó por ante el Senado de la confederación a la Standard Oil Company, compañía petrolera, de ser causante, por animarlas, de las revoluciones y guerras que se desarrollan al sur de sus fronteras, señalando particularmente la del Chaco entre Paraguay y Bolivia, para aprovecharse del petróleo que enriquece a esos países, y acusó también a la Liga de Naciones de parcializarse a favor de Bolivia por la influencia de los millones de la Standard Oil Company. Pero si escandalosa fue su denuncia, más escandaloso fue el hecho de que a los pocos días del senador Long hacerla fue asesinado a balazos en horas de la noche, no sabiéndose nada importante del móvil del crimen, porque el joven asesino fue inmediatamente liquidado a balazos por los amigos y guardaespaldas del senador asesinado. Se decía de Long, que en su estado ejercía una dictadura tan fuerte y completa como la más que practican los totalitarios de Asia y Europa. Junto a Sandino 43 Y a propósito de los hechos de los grandes funcionarios norteamericanos, y siendo la alcaldía de New York el cargo político más ambicionado de todos los Estados Unidos, después del de la Presidencia de la República, cabe aquí señalar la piedra de escándalo en que se convirtió Willima O´Dwyner. Cuando desempeñaba esa alta función, dijeron sus opositores que protegía al hampa, de la que recibía por mediación de su jefe, Frank Costello, buenos beneficios. También la policía en su tiempo se beneficiaba con un millón de dólares al año que le suministraba un tal Gros por su protección como jugador de bolita. Dejada la Alcaldía por O´Dwyner, fue nombrado embajador de los Estados Unidos en la República de Méjico, y por eso y por sus actuaciones sucias en la Alcaldía, hubo muchas protestas periodísticas y políticas contra William y demandaban que renunciara al cargo o lo dejaran cesante, pero el presidente de la República, Harry S. Truman, contra todos los deseos de los disgustados, lo sostuvo en su cargo de embajador, exhibiendo en el extranjero a ese hombre inmoral. Muchos estadounidenses a fuerza de estafas y otros crímenes en que figuran los asesinatos ejecutados por los gánsteres a su servicio se hacen millonarios. Entonces, de esos beneficios ilícitos, hacen lujosas regalías a instituciones benéficas, las que no tienen escrúpulos de recibir dádivas tan manchadas y de otorgarles el honroso dictado de filántropos, como tampoco la nación tiene el escrúpulo de recibir como contribución a su tesoro dinero tan apestado, aunque alguien en la antigua Roma dijera que el dinero no tiene olor, al imponerle un impuesto fiscal a ciertos servicios familiares… Pero nos estamos alejando mucho de los motivos que nos guían a trazar estas líneas por ocuparnos de las cosas yanquis dentro de sus fronteras. Nos paramos de enumerarlas porque son demasiadas para anotarlas todas en este pequeño volumen. Volvamos a los malos hechos que cometen contra los pueblos indolatinos, que es por lo que escribimos. Volvamos a Murra, mejor dicho, a lo que fuera Murra, a las ruinas de ella. 44 Gregorio Urbano Gilbert En los alrededores de la población en ruinas de Murra, vivía con su familia y con algunos de sus amigos, refugiados en rusticas champas fabricadas debajo de los arboles, un señor de nombre Juan Colindres. Era uno de los más ricos del lugar, hacendado y minero. Con su grupo formaba una especie de avanzada del campamento general de la libertad, aunque bastante retirada, y aquí el correo entregó a Colindres todo lo que para Sandino trajo de Honduras, incluso a Urbano. Nada ni nadie que viniera de afuera podía penetrar más allá en dirección al campamento general. Colindres era el último filtro por donde debían pasar los que a Sandino se dirigían. Dejando a Urbano con él, Colindres le despacha al Libertador la correspondencia y demás encomiendas recibidas y mientras esperaba sus instrucciones respecto al que quiere ser soldado de su causa, Colindres le refería al voluntario los horrores que causaban los machos10 en Las Segovias. —¿Usted ve cómo tenemos que vivir debajo de estos árboles, cubriéndonos de la intemperie con estas miserables champas hechas desde sus ramas? —habla don Juan Colindres—. Tiene que ser así, porque a los que no nos queremos entregar no nos queda otro medio mejor de vivienda. Los machos han dispuesto la destrucción de la región, por el hecho de haberla declarado zona rebelde, y en consecuencia, nada que tenga vida o que pueda facilitarla tiene derecho a subsistir a juicio de ellos, siendo su principal ensañamiento con la gente. Si en este momento unos cuantos campesinos pacíficos fueran sorprendidos por los machos, o por sus secuaces nativos, sin ningún aviso o intimidación para que se rindan, les abren fuego con sus armas y mientras no quedaran muertos o desbandados no cesarían de dispararles. Solo le retienen la vida a aquel que hecho prisionero, lo necesitan para que les sirva de chane, y después de servidos por él, con buenos o malos resultados, entonces lo liquidan. 10 Macho: Mulo. Por causa de la manera brutal con que se portaban en Nicaragua los soldados gringos eran comparados con esta recia bestia. Junto a Sandino 45 Como una demostración de lo que Colindres refería a Urbano, desde la altura de un barranco cercano le señaló el montón de escombros que allá abajo se divisa, y que ya rato antes había visto cuando con el correo caminaba, y le dijo: —Aquello fue la población de Murra. No cometió ningún otro delito más que el que fuera fundada en esta región para que se le condenara a lo que usted está viendo. A sus moradores no se les avisó con palabras ni con ningún otro medio que no fueran las bombas de los aeroplanos para que abandonaran sus viviendas para destruírselas, dándose cuenta de ello cuando caían sobre sus lomos, causándoles una espantosa como inicua carnicería humana. Así como Murra, corrieron igual suerte todas las otras poblaciones que se encontraban edificadas dentro del radio declarado zona rebelde y lo peor de todo es que ocurre con la complaciente aprobación de ese sujeto que se impuso, o mejor dicho, lo impusieron los yanquis, como presidente de nuestra república, y es quien tiene por nombre el de Adolfo Díaz. De los pobladores de Murra que no murieron cuando se les bombardeaban, unos viven errantes como bestias por las montañas, otros defienden la patria al lado de Sandino, unos cuantos emigraron a Honduras y los más cobardes se acogieron a las garantías que les ofrecieron los machos y viven en los centros en que las fuerzas libertadoras no han penetrado. Colindres le habla a Urbano de la riqueza de Mura y le señala la lozanía de los árboles de los bosques cercanos, y lo abundante, fácil y bueno que se dan los frutos de cultivos en los campos a medio talar para ocultarlos de las miradas de los soldados de tierra y del aire de los invasores. Luego le muestra la riqueza del bajo suelo. «Todos vivíamos relativamente cómodos», afirma don Juan, quien lo conduce por unos despeñaderos y unos matorrales, deteniéndolo al llegarse a un sitio en que hay una quebrada y en la roca de una de sus márgenes, junto de por donde corren sus aguas de manera que éstas le entren fácil en el manipuleo, hay hecho una concavidad en forma de taza estando a su lado una piedra en 46 Gregorio Urbano Gilbert forma de media esfera, que hace justo macho con el hoyo, los dos con una medida como de catorce o más pulgadas de diámetro y de un color blanco y sumamente duros los materiales de la roca en que y de lo que están hechos objetos que Colindres extrajo de entre una pequeña cueva que está en el barranco, con un zapapico, una mandarria y una cuña, con los que dio unos cuantos golpes en el barranco, del que al instante saltaron varios pedazos de piedra, de los que tomó Colindres unos cuantos y le mostró a Urbano la riqueza de oro que contiene la barranca mina, explicándole el procedimiento para extraérselo después de molidas las materias rocosas con la semiesfera, con la concavidad, con el agua y el azogue. Y así se ve a una región rica en minerales del rico metal, rica agricultura y rica en ganado bovino, convertida en una total ruina gracias a los hechos de los más grandes bárbaros que haya dado el mundo, los que pretenden ser lo policías de unos pueblos honrados y trabajadores con el capricho de entregarse de cuando en cuando a alegres entretenciones bélicas. ANTE EL HÉROE Al otro día llegó de retorno el correo que Colindres envió al campamento general, trayendo la orden del Libertado en la que requiere la conducencia inmediata por ante su presencia del voluntario Urbano. Como fue en horas últimas del día en que llegó el correo, se determinó que saliera al siguiente tan pronto clareara. Y caminándose continuamente por el tiempo de nueve horas y media horas, envueltos Urbano y el chane en un aguacero de toda la ruta, llegaron a un punto de la selva en que el último le dijo al primero: —Estamos cerca del campamento. Usted me entregará sus armas y se quedará aquí esperando a que una comisión venga a buscarlo. Usted no puede penetrar armado en el campamento sin ser previamente anunciado. Junto a Sandino 47 Obedeciendo Urbano, el chane siguió su camino y como al tiempo de cuarenta minutos, oyó el que esperaba voces alegres de hombres que venían a su encuentro. Eran los coroneles Francisco Estrada, nicaragüense, y Porfirio Sánchez, hondureño, primero y segundo ayudantes, respectivamente, del comando supremo del ejército libertador de Nicaragua, comisionados por el general Sandino para recibirlo y conducirlo a su presencia. —Es un haitiano. Fue la última frase que Urbano oyó de la conversación que traían los dos oficiales, porque eso le pasa a la República Dominicana y a sus naturales, que con mucha frecuencia los confunden en el extranjero con la otra república hermana del occidente de la isla, y con los de sus naturales. Juntos los dos soldados de la libertad de Nicaragua con el pretendiente a ello, cambiadas las salutaciones ceremoniales, los coroneles invitaron al llegado a pasar adelante y al poco rato se encontraban en presencia del general Augusto César Sandino, siendo el tiempo el oscurecer del día 13 del mes de octubre del año 1928, y llovía torrencialmente, por lo que las ceremonias de la recepción al recién llegado se celebraron en extremo sencillas y cortas, por tenerse que efectuar dentro de la estrecha champa del héroe. Rodeaban a Sandino además de los coroneles Estrada y Sánchez, el general Manuel María Girón Ruano, guatemalteco, jefe del estado mayor, el coronel Agustín Farabundo Martí, salvadoreño, secretario general, y otros oficiales de graduaciones menores. CAPÍTULO II EL ASALTO A EL CHUPÓN La pauta / El Chupón / Elecciones generales. Ideas de los comandos combatientes / En acción. Encontrándose en interesante charla el general Sandino y Urbano sobre asuntos relacionados con la campaña militar llevada a cabo por el primero y la caminata realizada por el último para incorporársele eran a cada momento interrumpidos por hombres de aspecto extraño para el recién llegado, tanto en lo físico como en sus indumentos y armas, y por las impresiones que reflejaban, por lo que el general Sandino se vio precisado a suspender la conversación para ponerle la debida atención a lo que movía a estos hombres. Eran espías y correos que desde distintas direcciones venían a informar lo observado en sus misiones, y a traer correspondencia a los jefes de las columnas en operaciones contra el enemigo. Era tarde y obscuro, y no obstante, había mucha actividad en el campamento, y un poco de inquietud en el general Sandino, a quien oyó exclamar: —¡Son tantos, renovados y descansados los hombres del enemigo, y los nuestros pocos y cansados! 49 50 Gregorio Urbano Gilbert LA PAUTA Cuando amaneció el día 14, el Libertador le ordenó a Urbano que se armara, señalándole su revólver que a solo una cuantas pulgadas de distancia de él se encontraba, y a su alcance cuando se encontraba en su lecho la noche anterior, en el que durmió. Seguidamente le dio a leer la pauta por la que se regía el ejército de la libertad de Nicaragua, para que cuando acabara y si se encontraba de acuerdo con sus términos, la firmara. Urbano se disponía a firmarla, pero Sandino lo detuvo instándole a leerla primeramente. Pero Urbano le rogó que lo dejara firmar primero y después leerla, ya que firmaba en el buen acierto que se debió tener para redactarse y que también esperaba que en ninguna de sus cláusulas se le prohibiera ejecutar el único propósito que lo había movido hacia su lado, como es el de combatir al yanqui con la mayor efectividad que tuviera a su alcance. Ante la obstinación de Urbano, Sandino lo dejó hacer, mientras le decía que si era tenedor de algún grado militar, lo hiciera constar para reconocérselo, pero al no tener ninguno Urbano firmó la pauta como soldado raso, pero el héroe, satisfecho con las referencias que trajo de su país, lo incorporó seguidamente a su estado mayor, siendo el único soldado raso que gozara de ese especial privilegio. Vista por Sandino la trazada pauta firmada del nuevo soldado de la libertad de Nicaragua, insistió en que este leyera el instrumento por el que tendría que regirse, el que copiado conforme al original dice así: PAUTA La pauta de la organización de las fuerzas defensoras del derecho nacional de Nicaragua queda establecida de la manera siguiente: Junto a Sandino 51 1.- La Institución militar de los defensores del Derecho Nacional de Nicaragua se compone de liberales voluntarios nicaragüenses y de latinoamericanos que deseen unirse al ejército, dispuestos a defender con su sangre la Libertad de Nicaragua; y por lo mismo sólo reconocen como jefe supremo al patriota general Augusto César Sandino, quien leal y sinceramente ha sabido defender con toda abnegación el decoro de la nación, como legítimo nicaragüense y en tal concepto ajusta sus actos al más alto espíritu de disciplina, sujetándose y reconociendo el código militar de la república. 2.- La Institución militar de los defensores del derecho nacional de Nicaragua, desconoce en absoluto todo acto, orden o disposición que emane del traidor y usurpador Adolfo Díaz así como de los invasores de la patria que con cinismo de grandeza están hollando nuestra soberanía, pues se entiende que la política de nuestro país no debe emanar de una nación extraña sino que debe estar basada en el más absoluto espíritu nacional. 3.- Los defensores del derecho nacional de Nicaragua no forman una facción partidarista que con su actitud trate de la división del Partido Liberal, antes al contrario, es el alma y nervio de la patria y de la raza y por lo mismo se concreta a la defensa de nuestra soberanía y al mantenimiento de los derechos del Partido Liberal, los cuales fueron violados por el tránsfuga y traidor José María Moncada, quien con su desenfrenada ambición no meditó las graves consecuencias en que lo hundió su cobardía, traicionando a su Patria, a su jefe y su partido. En tal concepto, comprendiendo que Nicaragua no debe ser patrimonio de determinado grupo o partido, juramos ante el símbolo de la patria morir antes que vendernos o rendirnos a las propuestas de los invasores, oligarcas y traidores que por tantos años han traficado con la honra de la nación. 4.- Todo guerrillero que con posterioridad se levantare en armas uniéndose a los defensores del derecho nacional de Nicaragua, está obligado a participárserlo al jefe supremo, quien lo 52 Gregorio Urbano Gilbert organizará con las formalidades debidas eligiéndole la zona en que debe operar. 5.- El departamento de Nueva Segovia, en el cual se ha mantenido latente el patriotismo nicaragüense, se divide en las cuatro zonas siguientes: Pueblo Nuevo, Somoto, Quilalí y Ocotal; en cada una de las cuales permanecerá un jefe de operaciones, que oficialmente será nombrado por el jefe supremo de la Revolución. 6.- A todo jefe de operaciones le está prohibido estrictamente hostilizar a los pacíficos campesinos, así como lanzar préstamos forzados a menos que sea autorizado por el jefe supremo, y en tal caso deberá comprobar fundamentalmente las cantidades que emplee en proveer las fuerzas a su mando, pues el desacato a esta disposición dará lugar al procedimiento conforme al código militar. 7.- A todo jefe perteneciente a las fuerzas defensoras del derecho nacional de Nicaragua le está prohibido estrictamente celebrar pactos secretos con el enemigo y aceptar convenio que vengan en detrimento de la honra de la patria y el partido. Quien quebrantare esta disposición será juzgado en consejo de guerra. 8.- Los poderes de la revolución están constituidos en el campamento general del cerro del Chipote, baluarte de los defensores del derecho nacional de Nicaragua que seguiremos sosteniendo con lealtad el símbolo de la patria y del Partido Liberal. 9.- Toda orden que emane del jefe supremo de la revolución, será acatada con el más alto espíritu de disciplina y por lo mismo todo jefe perteneciente al ejército defensor del derecho nacional de Nicaragua, está obligado a cumplirla y hacerla cumplir con el deber que impone el honor y el patriotismo. 10.- El ejército defensor del derecho nacional de Nicaragua, compuesto de abnegados patriotas no admite sueldo diario, pues tal acto sería juzgado por el mundo civilizado con la más acre censura, supuesto que todo nicaragüense verdaderamente patriota está obligado a defender voluntariamente el decoro de la nación, pero el jefe supremo de la revolución se compromete a proveer al ejército de todo lo indispensable en equipo y en vestuario. Junto a Sandino 53 11.- Toda comunicación oficial que emane del cuartel general, así como de jefes y oficiales, deberá ir suscrita al final con la palabra “patria y libertad”, las cuales se reconocen como oficiales en todo el ejército. 12.- El ejército defensor del derecho nacional de Nicaragua está en comunicación activa con las demás naciones indohispanas del continente y por lo mismo tiene ya nombrados sus representantes que trabajan en beneficio de nuestra causa, por lo que nuestro triunfo tendrá que ser un hecho, el cual llenará de gloria a los que haciendo a un lado toda ambición personal supieron aceptar el sacrificio que exige la defensa de la honra de nuestra patria. 13.- Los grados expedidos por el comando general serán reconocidos al triunfo de nuestra causa, extendiéndose a cada individuo su despacho correspondiente. 14.- El jefe supremo de la revolución jura ante la patria y el ejército defensor de la derecho nacional de Nicaragua, no tener compromiso político con nadie y por lo mismo sus actos se ajustan al más elevado patriotismo, asumiendo la responsabilidad de ellos ante la patria y la historia, y en virtud de lo expuesto todos los jefes y oficiales la ratificamos. En el Chipote, Nicaragua, C.A., a los días del mes de septiembre de mil novecientos veinte y siete Patria y Libertad Se siguen las firmas de todos los jefes y oficiales del ejército defensor de la soberanía de Nicaragua, encabezadas por la del héroe máximo de la revolución, el general Augusto César Sandino, pisada por el sello del ejército libertador, en el que figura un indio rematando a filo de machete a un soldado norteamericano mientras se va tendiendo en tierra. 54 Gregorio Urbano Gilbert Al terminar Urbano de leer el documento arriba transcrito, se lo devolvió a su jefe sin poder evitar que se le escapara cierto rictus que Sandino lo tomó como una crítica a la pauta, porque lo que le observó que si le notaba algo malo, contestándole el soldado que por lo que a él le toca no tenía nada que objetarle, toda vez que, como ya antes le había dicho, no lo movía en el negocio de la revolución otra cosa más que el combatir al Yanqui lo más eficazmente posible sin ninguna mira de ventaja personal y que tampoco tenía la pretensión de ser reformador y ni siquiera critico de estatuto de institución alguna, pero que no dejó de notar en los artículos de la pauta de una manera bien marcadas notas en que solo se componen las filas de la revolución, a cuanto a individuos nicaragüenses, de los de uno solo de los partidos políticos del país, como es el Liberal y que siendo una causa nacional la que se defiende con la revolución, creía que esa exclusividad política la perjudicaba al alejar de sus filas a los hombres de buenos sentimientos que hay en otros partidos políticos y a los apolíticos también, al dársele entender de esa manera que se les rechaza en ella, pudiendo los tales hombres hasta asegurar que la causa de la revolución no es nacional sino partidista. También le señaló el soldado a su jefe lo que se dispone en el artículo 1 en cuanto a solo reconocerlo a él como jefe supremo de la revolución. Esto al entendimiento del soldado, no se debió redactar en la pauta, deslizarlo hasta el punto de decirse sólo, porque sí por una de esas voluntades del destino, Sandino se inutiliza para dirigir la revolución, ésta, de conformidad con la pauta, tendríase que disolver aunque en sus filas haya hombre capacitados para dirigirla. Que hubiera quedado bien dispuesto el reconocerlo como jefe supremo, pero dejándose descansado en el tintero el material necesario del trazo del amenazante adverbio sólo, vocablo que también puede dejar entender que la causa que se defiende es partidaria, por lo que al destino se le antojare. Y por último Urbano reparó en el artículo 12 íntegro, por no comprender que tiene eso que ver con lo que a la organización de la causa Junto a Sandino 55 se refiere, al igual que otros distintos asuntos que en la pauta en general se anotan. Estas observaciones, hechas por un desconocido y recién llegado provocó un movimiento remolinante de los demás jefes alrededor de los dos hombres, extremos opuestos componentes de tan hazañosa causa como era la que se propuso arrancar a Nicaragua de las tan potentes garras como son las del águila del norte de América, o lo que es lo mismo, alrededor de esa eminencia que fue Augusto César Sandino, y del bisoño soldado raso venido de lejana tierra, ignorante de los achaques que envuelven a tan recia campaña bélica que se libraba, por lo que quisieron suscitar la discusión. Pero Urbano, conteniéndola, expuso: —No he venido tampoco a discutir, sino a obedecer en todo lo que me sea ordenado que sea razonable y a aportar en lo más que pueda mi capacidad en esta lucha. Si expuse mi parecer acerca de la redacción de la pauta, fue simplemente porque el general me lo pidió y no porque me interesa o afecta en algo. Pero como Urbano no estaba enterado de ciertos detalles relacionados con la política de Nicaragua y de muchos otros asuntos de la revolución, consintió en que se le ilustrara sobre ellos, accediendo entonces un algo en sus apreciaciones de la pauta. Se sucedió un día más y otro también, por lo que se contaba el 16 del mes de octubre del año 1928. En tanto los pies de Urbano se habían alterado mucho y le dolían por razón de la larga caminata que había tenido que realizar a pie para poder llegar al campamento general de los libertadores, por lo que caminaba con dificultad teniendo para ello que apoyarse en un rústico báculo. Los aeroplanos del enemigo, único de los bandos contendientes que los poseía, mostraban sus actividades. Desde los distintos puntos que señala la rosa de los vientos, volaban encentrándose al campamento general, siendo notado que cuando pasaban por encima del verdadero pero abandonado Chipote, el que se encuentra 56 Gregorio Urbano Gilbert a poca distancia del cerro ocupado entonces por el campamento general de la revolución, le hacían descargas de ametralladoras y de bomba aéreas. El enemigo utilizaba los aeroplanos tanto para atacar los campamentos de los patriotas y sus columnas en operaciones, como para simplemente espiarlos y también guiar a sus fuerzas a donde se encontraban los alzados, como estos solamente utilizaban para estas dos últimas actividades contra sus enemigos, a débiles indios o hambreados mestizos. Al general Sandino se le acrecentaba su inquietud, despachaba para algunos de los jefes subalternos en operaciones correos a los que les encargaba hacer sus diligencias lo más rápidamente posible. Todo indicaba que algo serio se aproximaba. EL CHUPÓN Un altiplano defendido al frente por profundos barrancos, ante los cuales el suelo en profundas ondulaciones, cual monstruosas olas de un mar en tempestad, se dilata hasta la margen norte del Segovia o Coco, río de los más caudalosos de Centroamérica, que en semejanza a una descomunal serpiente se extiende por el continente, atravesándolo casi, en dirección corrida de oeste a este hasta arrojarse en el mar Caribe, así es El Chupón, teniendo a sus flancos y a retaguardia, las cortaduras del suelo más pronunciadas todavía y en ascenso, presentándose varios cerros de alturas apreciables, entre los que se distingue el célebre Chipote. De un vistazo que girara a sus alrededores al menos versado guerrillero, habría de comprender que si el lugar es apropiado para encenderle el numen a un poeta o a un pintor, no lo es así para resistirles en batalla a enemigos superiores. Si estos se aventuraran únicamente a atacar por el sur, por el Segovia, entonces sí que habría probabilidad de éxito en la lucha por parte de los Junto a Sandino 57 ocupantes de El Chupón. Los cerros que se levantan por los demás lados resultarían ventajosos no para los defensores sino para los atacantes que los podrían ocupar como puntos de apoyo para luego caer sobre El Chupón, ya que sus defensores no podrían ocuparlos por razón a sus pocas fuerzas y por lo diseminados que se encuentran esos puntos. ELECCIONES GENERALES IDEAS DE LOS COMANDOS COMBATIENTES Como se dijo, se estaba a dieciséis del mes de octubre del año 1928. Para el día cuatro del mes siguiente, diecinueve días más tarde, estaban señaladas las celebraciones de las elecciones generales en Nicaragua. El general Sandino, con intenciones de obstaculizarlas en los departamentos norteños y con especialidad en el de Nueva Segovia, había enviado contra ellos casi el total de sus fuerzas, encargándoles a los jefes de columnas que influyeran con todas sus energías para dejar cumplidos los propósitos encomendados. De los jefes de guerrillas, el que más se señaló en las operaciones fue el general Pedro Altamirano (Pedrón), nicaragüense, por emplear métodos tan terríficos que causaron escándalos en la región de sus operaciones. Altamirano era cruel de verdad, pero no era el enemigo quien tuviera fuerza moral para juzgarlo. Pedro Altamirano, sanguinario de los de las filas libertadoras, es el autor del célebre corte de chaleco, el que consiste en la mutilación de las extremidades de todo enemigo que cayera en su poder, aún fuere ya un cadáver. Por causa de haber Sandino despachado casi todas sus fuerzas a operar por esos campos, el campamento general solamente estaba ocupado por veinticinco hombres, aparte de los que tenía en el hospital el doctor coronel Domingo A. Mairena, nicaragüense, que llegaban a la cantidad de veintitrés, combatientes todos, porque además de los sanos de los servicios, los heridos y demás 58 Gregorio Urbano Gilbert enfermeros se encontraban lo suficientemente fuertes para poder entrar a la faena de las armas. Es decir, a Sandino lo rodeaban en esos días cuarenta y ocho hombres en total. En tanto el comando de los interventores que se había propuesto entregarle al general José María Moncada la presidencia de la república libre del estorbo de la revolución de los patriotas, presidencia adquirida mediante esas elecciones señaladas, amañadas por los yaquis, al localizar el campamento general de la libertad en esa posición y con tan escasos defensores, se propuso coparlo soltándole una fuerza de 1,500 hombres. Ese número, informaron los que pertenecían al vasto cuerpo de espionaje, había comenzado la marcha hacia el campamento libertador en diez columnas, compuesta cada una de 150 hombres, 100 yanquis y 50 nativos de los traidores siervos de los interventores, las que marchaban procedentes de diez puntos a la redonda, al igual que diez radios partiendo de la circunferencia en todos sus lados, convergiendo al cubo o centro. Sandino, con su pequeño grupo de hombres, estaba copado en la teoría. El héroe puso a sus hombres en conocimiento del peligro que los amenazaba. El raso Urbano, llenándose de espíritu combativo, se siente sanado de sus males que le aquejaban al saber que pronto se vería realizando su sueño de tanto tiempo acariciado como es el de combatir al gringo con las armas de batallas, y por eso se le ve botar el báculo que le servía de apoyo. El Libertador, para reforzar sus fuerzas, despachó un expreso para ante el mayor Carlos Manuel Aponte, venezolano, de los jefes de operaciones, el que más cerca se encontraba del campamento general, ordenándole que se reconcentrara. Si bien como se dijo, El Chupón no es punto adecuado para resistirle en batalla a enemigos superiores, también es lo cierto que por razón a esas cortaduras señaladas, los cerros y el río Segovia, el enemigo no podría llevar a cabalidad su objetivo por no poder hacer converger sus líneas hacia el centro libertador con el Junto a Sandino 59 orden y precisión que requería el caso para poder efectuar su tan deseado copo, por razón de tener que romper su orden de marcha y como consecuencia, sus líneas en varios puntos de sus rutas, y más ahora, con el refuerzo traído por el mayor Aponte que acrecentó las esperanzas de escapar de los autonomistas. Otra de las esperanzas de escape de los Libertadores la fundaban en la lentitud con que se movían los yanquis en sus operaciones guerreras, los soldados yanquis, como si hubieran sido jornaleros, rendían una jornada por el salario que devengaban, con desventajas para sus operaciones, pues se rodeaban además de las comodidades de las gentes de buen vivir. Así si se encontraban al alcance del enemigo a la hora de la comida, se dejaba el combate porque había que satisfacer los gustos del estómago, como también si había que dormir o bañarse, en tanto el astuto guerrillero alzado se aprovechaba de lo que le era más conveniente para sus operaciones. Por todas estas cosas, se dejaba entrever que los machos envolverían y ocuparían a El Chupón, pero no coparían a sus ocupantes. EN ACCION Las medidas dispuestas por el general Sandino para romper el cerco que le había tendido el enemigo fueron: Enviar al general Manuel María Girón Ruano con quince hombres al otro lado del río para que distrajera allá al yanqui con el buen sistema de emboscada que se practicaba, y para que protegiera lo más que pudiera a Teresa Villatoro, salvadoreña, la mujer que más amó el Libertador, la que se ocultaba por esos parajes con su hijo Santiaguito, niño de cinco años de edad, su sobrina Amalia, de 13 años, y su escolta, compuesta de cinco hombres. Por el oeste, marchó el doctor coronel Mairena con solo veinticinco hombres a enfrentársele a un torrente humano que representaba el mayor peligro por ser por donde avanzaba el mayor 60 Gregorio Urbano Gilbert contingente de fuerzas enemigas por haber tenido algunas de sus columnas en marcha que correrse por ese lado a causa de los obstáculos de los terrenos cortados y del río Segovia. Por el este, sin perder la distancia del río, marchó el general Sandino con los diez hombres restantes, entre los que figuraron sus ayudantes Estrada y Sánchez, y el coronel Coronado Madariaga, el mejor chane de los libertadores, gran conocedor de las selvas espesas de las montañas y de las llanuras por donde se operaba. Con todo su frente norte descubierto pero poco peligroso, se le dejó confiado el centro al mayor Carlos Manuel Aponte, quien acudió con su fuerza de treinta y cinco hombres, con los cuales tenía que sostener a El Chupón todo el mayor tiempo aconsejable para poder Sandino tener tiempo necesario de ponerse en buen seguro, labor a la que tenían por igual que contribuir los demás hombres dejados por los alrededores para darle dilatoria al avance de los machos. Entre los hombres confiados al mando del coronel Mairena, figuraban el raso Rubén Ardila Gómez, colombiano; el señor Constantino Tenorio, nicaragüense, y el raso Urbano. Y al ir este último soldado a unírsele, desde el campamento general, al hospital de Mairena, sintiéndose cansado en su caminar, determinó descansar, sentándose sobre de un tronco no muy grande y viejo que estaba tendido en tierra, y al sentarse, el madero se balanceó, molestando a dos seres que debajo de él estaban en muy buena y sana tranquilidad, por lo que salieron a indagar la causa de la molestia, saliendo por cada uno de los lados del madero y por el extremo en que estaba sentado el soldado, por lo que lo rodearon en total, pareciendo ellos ser dos tiras de un largo como de una yarda cada uno, tiras negras, relucientes como lo es el terciopelo, adornados en sus comienzos con dos preciosos rubíes. Cimbreándose en sus arrastres y ladeando las cabezas para la mejor visión con sus rubíes al intruso, lo reconocen y juntando sus boquitas, como que se secretean su deliberación y sentencia, la que fue de descargo, al parecer, al no encontrarle culpabilidad Junto a Sandino 61 alguna al molestoso, porque seguidamente después volvieron a entrar a su guarida de debajo del tronco, por los lados respectivos de por donde cada uno salió a investigar porque así tienen de sindéresis unos reptiles pobladores de la selva espesa, lo que le falta a quienes les corresponde tenerla, como le sucede a muchos honorables magistrados de las cortes judiciales. Aunque por la descripción se deja entender que estos dos hermosos seres de la fauna centroamericana de que se hace referencia son dos buenas serpientes, y al nosotros confirmarlo, réstanos decir que son de la variedad de la terciopelo, de ponzoña terrible, rápida en matar cuando es necesario, al morder el bello ofidio. El resto del tiempo sobrante del día 16 después que Sandino dispuso lo que estimó conveniente para la defensa ante la arrolladora fuerza del enemigo, lo pasó el doctor Mairena apostado con sus hombres en la altura de un cerro lo bastantemente protegido, esperando al gringo. Vino la noche y también el día siguiente pero no se presentaba el choque esperado. A distancia, por distintos lados, se oía el tronar de las descargas de fusilería, el tableteo de las ametralladoras y el retumbo de las bombas explotando, todos aumentados considerablemente por los ecos de las montañas que parecía se regocijaban con el hecho que se libraba y al beberse la sangre que se derramaba por la causa de la justicia y por la de la injusticia, en sus respectivos lados. Mairena, hombre poco entendido en operaciones de guerra, opinó que no había tan grande peligro como el anunciado por los espías, corroborando con su parecer los demás hombres bajo su mando. Al día le vino su noche y tampoco hubo el duelo con los machos. Como ya se oían en la lejanía las descargas hechas en la batalla que se libraba en la extensión de los campos, el médico se distrajo tanto que hasta descuidó el servicio centinela y dispuso prender fuego para tratar de cocer algunas semillas de ojoche1 para comérselas y disipar Ojoche: Fruta pequeña que produce un árbol corpulento, la que s muy gustada por los monos, cuya semilla hervida tiene sabor semejante a la del pan de frutas. 1 62 Gregorio Urbano Gilbert algo el hambre que sentían de dos días de tormento. Amaneció, y los ojoches no ablandaron pero siempre se comieron algunos de estos granos. En la falda del cerro ocupado por Mairena, se extiende un pequeño terreno llano de una extensión como de 150 metros y seguido al cual va levantando la loma El Rempujón, de considerable altura. Siendo como las siete de la mañana del día 18, sin que nadie se diera cuenta de su aproximación, se encontró en el pequeño campamento de Mairena un hombre demostrando mucha extrañeza al encontrar a esas gentes en el lugar. Interrogado por Mairena, declaró ser uno de los tantos hombres que Sandino tenía diseminados por la selva para que observaran e informaran de los movimientos de los americanos. En cuanto a las operaciones de los yanquis y de la situación de Mairena, el hombre declaró que por causa del sitio del cerro que ocupaba fue por lo que las fuerzas enemigas que se esperaban chocara con él no chocaron porque marcharon por otro lado ignorantes tal vez de su presencia. Pero ya las cosas le van a resultar diferentes a la calma que llevaban, porque una columna rezagada de los machos había pasado la noche anterior en El Rempujón y que como Mairena imprudentemente había prendido fuego esa misma noche, fuego que lo atrajo al lugar, de seguro que había sido descubierto por el enemigo y que lo atacará dentro de muy poco, cuya lucha será estéril por parte de Mairena, ya que la oportunidad que tuvo de presentarle batalla al yanqui para demorar su avance sobre El Chupón la había perdido por haber escogido un punto inadecuado, y habiendo caído ya en manos del enemigo el sito en donde se asentaba el campamento general. Que lo que tendría que tratar ahora el médico era el de salir con suerte del cerco en que se encontraba, pues según el espía, los americanos habían ocupado todos esos alrededores, incluso el firme del cerro en que se encontraba. Al tomar en serio el coronel Mairena lo declarado por el espía, le pidió consejos y que lo guiara para tratar de salir del apuro en Junto a Sandino 63 que se encontraba metido, pero el espía le dijo que no lo podía acompañar porque tenía que emplear el tiempo en la misión de observar que se le había encomendado, que con todo el peligro en que se encontraba había todavía una única esperanza de salvación, la cual consistía en que bajaran al pequeño llano de frente y llegaran a la quebrada que corre por mitad de su trecho antes que el macho que está en El Rempujón la cercara. Llegados a la quebrada, tendrían que seguir su curso con la satisfacción de que el yanqui no los perseguirá por ahí, pero que tampoco se pusieran a considerar las caídas que da la quebrada. Tendrán que caer con ellas porque mejor les era que se magullaran o perdieran alguna costilla con los golpes que recibieran por causa de caer con las cascadas, y no que cayeran en manos del enemigo. El espía terminó diciendo que tenía que irse pero que esperaría a Mairena con los suyos a cierta distancia de la quebrada abajo para desde allí conducirlos a donde esconde a su familia. Habiendo el hombre acabado de hablar, desapareció entre la espesura de la selva. El doctor inició el descenso de la ladera del cerro en que se encontraba, pero más bien parecía con sus soldados un padre de familia o un niñero que un guerrillero. Al poco rato se oyó a espaldas de la columna un tronar de disparos de ametralladoras y fusiles, entre los que resaltaban algunos de bombas. Excitados por las detonaciones, unos cuantos de los autonomistas se volvieron para combatir mientras que otros aterrorizados huyeron despavoridos, y el empacho que se le presentó a Mairena que era apurado, pero logrando imponerse, amenazando con fuertes castigos o con dejarlos abandonados a los que querían combatir, logró organizar su grupo y seguir adelante. En el llano fue entonces atacado de frente por los norteamericanos que bajaban de El Rempujón, y en previsión de que ellos no llegaran primero a la quebrada, Mairena ordenó a sus hombres correr rápido hacia la corriente de la esperanza. El grupo que venía de frente, de los del enemigo, se arrojó de barriga al suelo arreciando su fuego, por lo que los patriotas ganaron la quebrada y seguido, por su cau- 64 Gregorio Urbano Gilbert ce rocoso y en precipicio, corriente abajo, se lanzan en desorden unos cuantos de estos hombres que cuando están en ausencia del peligro hacen alardes de sus valentías, pero que cuando el peligro se les presenta no hay liebre que les gane en timidez. Otros que tenían más en cuenta sus deseos de combatir que el peligro de encontrarse entro dos fuegos, traspasan la quebrada y se forman en línea de combate y contestan con bravura, con sus débiles armas, al intenso fuego que les hacían los yanquis, sin hacerle caso a las voces razonadas del doctor, que trataba de hacerles desistir de sus empeños y hacerlos volverá a la quebrada para que siguieran su corriente. El médico se mostraba admirable. Sumamente sereno entre las detonaciones y silbidos del aire al partirlo las balas, y al oído de los chop-chop de los proyectiles hiriendo los árboles de la floresta, no se preocupaban por su persona sino por los muchachos y por el cometido que bajo su responsabilidad estaban. Al igual que el profesor le habla en cátedra a sus alumnos, con su voz reposada y medida para hacerles entender, así se las dirigía Mairena a sus subordinados para tratar de convencerlos de que debían de abandonar una lucha tan peligrosa como inútil, y de que se pusieran en salvo, no recibiendo atención alguna de sus soldados. Tenorio, Ardila Gómez y Urbano avanzaron tanto, que a pesar de la espesa arboleda que los cubría divisaban claramente a sus enemigos tendidos en tierra y con quienes cambiaban directamente los disparos. Tan entusiasmados estaban los del grupo combatiente de los autonomistas, compuesto de nueve hombres, que al contrario de la manera de ellos combatir, prorrumpieron en gritos de «¡Viva la libertad!». Y de «¡Mueran los yanquis y traidores!» En el corto espacio de tiempo, solo de minutos, en que llevaban la lucha de empeñada, a Rubén Ardila le habían arrancado de un balazo la canana de su revólver de la correa de donde pendía. Tenorio había quemado el último cartucho. Un compañero se revolcaba en tierra y otro sangraba de un brazo. Junto a Sandino 65 El doctor coronel se impuso. Se llegó al árbol tras el cual se parapetaba Urbano y agarrándolo por un brazo lo arrastro a lugar más seguro y le habló en los siguientes términos: —¡Usted como es nuevo entre nosotros, por eso no sabe lo que está haciendo! ¡Los otros dos que estaban junto a usted son sospechosos y supongo que al acercarse de esa manera al enemigo es con la intención de pasarse a él! ¡Si usted no quiere perder la confianza de nuestro jefe, haga el favor de llegarse a la quebrada y seguir la corriente! Mientras se disponía a obedecer el soldado, le dijo al doctor en defensa de Tenorio y Ardila Gómez que si ellos quisieran pasar al enemigo no estarían combatiéndolos tan bravamente sino que bajarían las armas y sacarían algún pañuelo y otro trapo de color blanco y se allegarían a los yanquis. El doctor le respondió a Urbano que ya tendrá oportunidad de oírle referir cosas por las que justifican tenerle sospechas a esos dos hombres, y dirigiéndose a ellos con voces gruesas, imponentes y amenazadoras que tan grandes contrastes hicieron con las que a principio de la lucha les dirigía, los hizo entrar a la obediencia, por lo que efectúan todos el peligroso movimiento de la retirada. Cuando los hombres de Mairena habían llegado a la quebrada tropezaron con la dificultad de que el enemigo que los venía atacando por las espaldas estaba al llegar a la corriente, distando para ello solamente a unas cincuenta yardas. Se efectuó nuevamente la maniobra de las carreras por parte de los libertadores con tan feliz resultado que al verla el gringo se arrojó de barriga al suelo dando lugar a que los patriotas llegaran al cause bienhechor oportunamente, aunque por efecto del fuego que les abrieron tuvieron que sufrir dos nuevas bajas, uno muerto y otro herido menos grave. Y tal como se les indicó con anterioridad, siguieron los fugitivos la corriente debajo de la quebrada en tan loco desbande que no reparaban para despeñarse por los altos precipicios que su lecho ofrece. 66 Gregorio Urbano Gilbert ¡Y suerte grande que ninguno de los frentes yanquis se movió, los que solo se complacieron con dispararles por largo tiempo aún después que desaparecieran de sus vistas los desbandados guerrilleros! Mojados, estropeados y encogidos de frío, se llegó a un lugar en donde otra quebrada viene a verter su caudal a la que se le seguía su corriente. Conforme a la previa indicación del espía, se siguió agua arriba la nueva corriente hasta que se llegó al pie de una cascada que cae verticalmente, encontrándose aquí con el espía que impacientemente los esperaba con siete de los que primeramente huyeron y emprendieron todos la marcha por entre la espesura del bosque tratando de lastimar lo menos posible a las plantas y de no dejar otras posibles huellas delatoras de su ruta, hasta internarse en un sitio en que ni el espíritu del mal iría a molestarlos a no ser en la manera del hambre que padecían molestosamente. Estándose en lugar seguro, Mairena revisa a su gente, comprobándose las bajas de dos muertos, tres heridos: uno grave, otro, menos grave y el otro leve, los que sanaron; tres desaparecidos de los que primero huyeron, y encontrándose todos los demás magullados y rasguñados por causa de las caídas con los saltos de la quebrada, como por los resbalones que sufrieron en su lecho de lajas y rocas semejantes a la loza de China. Total: una acción librada a destiempo, cuando ya no tenía objetivo alguno, con mal resultado por causa de un jefe incapacitado para dirigir acciones de armas, que no supo posesionarse convenientemente para presentar la batalla cuando fue de lugar, con unos subalternos peores todavía e indisciplinados, cobardes unos hasta el pánico, y los otros petulantes y sin prudencia extremadamente, sin que se causara baja a los contrarios, aunque los que le encuentran siempre casos favorables a sus lados aseguran que las tuvieron dizque porque luego se encontraron rastros de sangre por los lados de ellos. También, si el espía chane hubiera guiado desde un principio al grupo de los guerrilleros, tal vez ni siquiera un solo cartucho Junto a Sandino 67 se hubiera disparado por parte de éstos y no hubieran sufrido bajas porque todos, al igual que las ovejas detrás del pastor, lo hubieran seguido, sabiéndose luego de que la única causa de que no los guiara fue la de no querer corre el albur con el grupo. Menos mal que los condujo a escondite seguro, junto con sus familiares y los trató bien. Ahí se podía apreciar el grande amor que los segovianos le tienen a su lugar. Grupos compuestos de cuatro familias o más cada uno, se conformaban con sufrir de todo lo necesario para la vida, pudiéndole atacar la muerte en el momento menos esperado. Mal cubrían sus cuerpos con harapos y se guarnecían en la intemperie con lo que llamaban champas, débilmente construidas para no causarle claros a la selva donde se ocultaban y porque tenían que moverse frecuentemente de lugar conforme lo aconsejan las operaciones bélicas cuando los patriotas marchaban a tomar posiciones para enfrentársele al enemigo o les huían, tropezaban con numerosas familias en desastrosas condiciones que huyéndoles llevaban consigo lo poco que tenían como eran los trapos viejos, las ollas de barro, una que otra gallina, la piedra de moler el maíz y cualquier otro utensilio insignificante pero de gran aprecio para quien lo poseyera. Según se supuso luego, los otros jefes de guerrillas tuvieron sus encuentros con los yanquis obteniendo buenos resultados. El general Girón Ruano, del otro lado del río Coco, logró atraer al enemigo a una emboscada que le preparó, causándole algunas bajas, y mejor todavía, sin darse cuenta de ello, libró a Teresa Villatoro de caer en manos del enemigo, el que le perseguía de cerca cuando cayó en la trampa que le preparó, oportunidad que aprovechó Teresa para escapar. Aponte, resguardado por el parapeto natural de El Chupón, resistió valientemente el furioso ataque combinado de las fuerzas opresoras. Por distintos lados afluían hacia El Chupón masas cerradas de soldados yanquis y nativos, proporcionándole oportunidad de causarles varios muertos y heridos. 68 Gregorio Urbano Gilbert Algunas de las columnas en marcha hacia el campamento general se desviaron del punto objetivo y otras se retrasaron, por lo que le dejaron lados descubiertos al soldado venezolano, escapando por uno de ellos al grito «¡Raspa pa’tra!», grito consigna escogido de antemano para cuando llegara el momento de la retirada, dejándole al yanqui unos cuantos compañeros vivos en condición de prisioneros, y otros muertos para que los enterraran o le sirvieran de alimento a los zopilotes o auras tiñosas. EL general Sandino en su escapatoria pudo acogerse a la protección de una montaña que le puso por nombre el de El Refugio. Mientras tanto el coronel Domingo A. Mairena, desde la guarida que lo había conducido el espía chane, por los servicios de éste seguía los movimientos del enemigo, el que por su estancia en los alrededores hacía que el hambre atormentara a los patriotas. A los cuatro días de estarse en esta agonía, además de los dos anteriores al del combate, el chane se apareció cargado de guineos maduros anunciando también que el campo estaba despejado de yanquis y demás enemigos, por lo que se pudo salir al claro, y caminándose un tiempo como de hora y media, se llegó al sitio donde el chane tuvo su casa y su huerta, encontrándolas destruidas por el fuego y el machete del enemigo. Para seguirse aplacando el hambre se sacrificaron unos cuantos monos y con los restos de las cañas de azúcar y guineos que se escaparon al destrozo de la huerta, se comió satisfactoriamente. Después mejoró la cosa porque aparecieron en el sitio unas cuantas reses propiedad del dueño de la casa y se sacrificó un bonito novillo. Al cabo de unos cuantos días se apareció un hombre portador de una carta enviada por el general Sandino en la que ordenaba al coronel Mairena que marchara hacia el nuevo campamento general y que se dejara guiar por el mensajero. Por la mañana del día siguiente se emprendió la marcha y al anochecer del mismo se llegó a la avanzada comandada por el general González, hondureño, en la que se pasó la noche y se racionó a los llegados con Junto a Sandino 69 solamente una espalda de buey y un racimo de guineos verdes para todos, comiéndose asados los alimentos. Al amanecer, el general González no permitió el paso hacia delante de la columna de Mairena. Pedido el permiso correspondiente al campamento general lo que llegó fue la orden de que Mairena, Constantino Tenorio y Urbano, pasaran al campamento general y que los demás hombres del médico se quedaran bajo el mando de González. Por desechar obstáculos naturales, dado lo cortado del terreno, tres hombres soldados y el chane dieron un pequeño rodeo y cayeron en un campo de extensión de alrededor de quince o veinte mil metros cuadrados, en la falda de un cerro, apretadamente cubierto de plantas de amaranto tan lujuriantes que al más alto hombre sobrepasaban en muchas pulgadas, dándole con su floridez en corimbo, roja, brillante de pana, la apariencia de un lago de sangre, rielante, ondulante al soplo de la brisa mañanera sus ramilletes tan crecidos que uno solo superaba en tamaño a la más grande cabeza humana, creyendo Urbano que tantas flores, por su vivo color, flores que envidiarían los más ricos jardines, serían un grave peligro para las fuerzas libertadoras acampadas en sus alrededores, porque bien podrían servir de guía a los aviadores que continuamente escudriñaban los campos que los cubrían. Eran también para Urbano una incógnita esas flores en el claro del bosque espeso del lugar, no explicándose cómo pudieron fructificar ya que había que convenirse en que nadie las cultivó. Que lo que más cabía suponerse era que sus plantas habían nacido y crecido de por sí en campo que había sido cultivado de frutos y abandonado posteriormente, pero quedaba el misterio de las simientes de cómo llegaron y de cómo en tan grande cantidad, salvo que fuera esto último por reproducción ya que son muy sementinas las plantas del amaranto. Después que Mairena y sus acompañantes pasaron por el campo de amaranto, cayeron en la avanzada que comandaba el general Manuel María Girón Ruano, quien al igual que el general 70 Gregorio Urbano Gilbert González, no les permitió el paso adelante, sin haber recibido de Sandino la licencia correspondiente, pero dejando en su campamento al chane que los guiaba y poniéndole en tal oficio a uno de sus soldados. Y por eso, en recorrida de corta distancia del día, por causa de los obstáculos del terreno y los de los jefes de las avanzadas del campamento general que se les oponían a los pasos de esos tres soldados de la libertad de Nicaragua, no pudieron llegar a su destino hasta el tiempo de las dos de la tarde de un día comprendido entre los últimos del mes de octubre a los primeros de noviembre del año 1928. CAPÍTULO III EN EL REFUGIO El Refugio / Constantino Tenorio / Rubén Ardila Gómez / Urbano, teniente, ayudante de la Secretaría General / Conversaciones: «La traición del general José María Moncada», «El Chipote», «Batalla de El Bramadero», «Combate de Telpaneca», «Combate de Las Cruces», «¡Salgan los muchachos del machete!», «El ataque al Ocotal», «La voladura de la mina de oro La Luz y los Ángeles», «La Chula», «El combate de río Coco». EL REFUGIO Una grandísima e inculta montaña cuyo pico principal alcanza considerable altura fue el sitio escogido por el general Sandino para librarse del torrente humano que le soltó el comando enemigo en las operaciones para los fines que trató de realizar, descritos en el capítulo anterior. La montaña es tan agreste que la vida del hombre se hacía en extremo difícil el llevarla y hasta parece medio impropio para que la habiten las bestias. Apartada de todo centro activo y de comunicación es sumamente penoso el llegarse a ella, y más ascenderla. Es húmeda y fría a causa de las tantas lluvias que la riegan. Las plagas en El Refugio son numerosas y variadas: los petacones, las chatas 71 72 Gregorio Urbano Gilbert y el pinolillo1 atacan al hombre en tan grande cantidad, que a veces hay que pasarse largo rato para quitárselos de encima, expuesto uno a que se le quede la cabeza del parásito dentro de la piel al quitárselo, por lo que le proviene una peligrosa infección, como por igual la causa el bicho colorado o coloradilla. Hay abundancia de víboras. Los cochochos2 se multiplican tanto que para matarlos se necesita de un instrumento cilíndrico, preferentemente una botella, el que pasado con fuerza por encima de la ropa tendida sobre un cuerpo duro y plano, estallan con la presión. Por los bajos de la montaña, las sompomperas3 son tan grandes que alcanzan a varios metros de altura con un diámetro en sus bases de mayor cantidad de metros, semejando pequeños cerros volcánicos apagados, y los sompompos que los habitan alcanzan un largo de más de una pulgada y son tan abundantes y fieros que los de una sola nidada o sompompera dejan cuando se les presenta la oportunidad, en un día o menos tiempo, un cadáver por grande que sea, hombre, caballo, buey, limpio de toda materia carnosa, sin tratar los tigres, leones y auras tiñosas de disputárselos por no exponerse a quedar ellos también convertidos en esqueletos, y un poquito más allá de El Refugio, en las orillas del río Coco, están los mosquitos que al picarle al hombre le dejan dentro de la piel unos gusanos devoradores teniendo a las víctimas que andarse con cuidados de librarse de los efectos de tan peligrosos bichos. Al decir del chane el coronel Coronado Madariaga, ni siquiera los huleros4 habían puesto sus plantas en El Refugio antes que Sandino con los suyos, siendo por los mismos, éstos, los únicos violadores de sus secretos salvajes. 1 2 3 4 Patacones, chatas y pinolillos: Garrapatas de distintas variedades y tamaños, hasta disminuir al del piojillo. Cochochos: Caránganas o piojos que se alojan en la ropa sucia que cubre al individuo, de donde salen para mortificar al hombre con sus irritantes punzadas. En otros términos: son los pedículos corporis. Sompomperas: Hormigueos. Huleros: Los que recolectan por los bosques el hule o caucho. Junto a Sandino 73 Los primeros días en El Refugio, el héroe los pasó comunicándose con sus dispersas fuerzas, las que poco a poco fue localizándolas y reconcentrándolas, y cuando Urbano llegó al nuevo campamento general encontró una buena cantidad de compañeros y al campamento reguardado por avanzadas situadas estratégicamente. La vida en El Refugio se hacía tan ingrata, que nadie quería permanecer en él, queriendo todos los hombres salir en las columnas de operaciones para en los poblados pasarlo mejor, en contacto con las familias, evitando las enfermedades y comiendo mejor. En la montaña, el abastecimiento de boca era escaso principalmente para los que estaban trepados en los altos, en el campamento general. Se pasaban los días y no se llevaba nada de comer y cuando se conseguía algo era por lo regular tortilla de maíz. También llevaban maíz seco, el que se comía tostado, cocinándose en ollas de barro. Era día de fiesta en El Refugio en el que se llevara un trozo de buey, cuya carne se secaba al humo, por lo que adquiría un grato sabor, reemplazando así la sal que también era escasa. Si en verdad la vida en El Refugio era ingrata, no tanto lo era así para los amantes de la naturaleza. La montaña es rica en flores, tiene cerros que aparte de los árboles gigantes que los cubren, todas las plantas menores que los adornan, son bellísimas begonias en tan grande cantidad que dan la impresión de que son cultivadas, defendiéndolas de los calores del sol los mismo árboles que las cubren, como igualmente pasa con otros cerros que las plantas menores que los cubren son sedosos helechos. Las begonias florecen con la esplendidez que uno solo de sus ramilletes en corimbo sería lo suficiente para florear la sala más exigente y para adornarlo están los suavísimos helechos. La pacaya, la flor de tierra y las plantas parásitas son otros de los bellos adornos de El Refugio. Las parásitas dan variadísimas hermosas flores semejando insectos y otras figuras. La de tierra se levanta del suelo en figura de pipa con sus pétalos rosas y rojos y es fluorescente y su luz en 74 Gregorio Urbano Gilbert la noche semejante a la del cocuyo en belleza y crece a la altura de alrededor cuatro pulgadas en el suelo del altiplano. La pacaya abunda y es de utilidad. Semeja una palma que crece a la altura de tres metros a manera de caña con muchos tallos emanantes de un solo tronco y son delgados, resistentes, con los que se construían las tarimas para dormir y con ellos y las ramas se techaban las champas. Con sus yaguacilitos en estado de nuevos, se aplaca el hambre como con cualquier otra legumbre. El platanito y el parásito tabaco son también buenas hojas para techarse las champas. Entre los insectos voladores raros de la montaña, hay uno que en sus alas y vuelo se asemeja al helicóptero. El canto del turpial y el solfeo del jilguero resuenan por toda la extensión de la altura y tropas de millares de monos pasan a diario marchando por las copas de los árboles. CONSTANTINO TENORIO Por ser dependiente en la librería del poeta Froilán Turcios y auxiliar de este señor en la campaña de propaganda que hacía a favor de la liberación de Nicaragua, el joven nicaragüense Constantino Tenorio estaba bien enterado desde Tegucigalpa, Honduras, del estado de cosas que sufría su patria y de las tenaces luchas que sostenía Sandino contra los invasores yanquis. Deseoso de que terminara esa anomalía, concibió una idea y creyendo que si la ponía en práctica podría lograr sus deseos, sin pérdida de tiempo le dio principio. Sin consultarlo con nadie ni solicitar de Turcios el salvoconducto para poder penetrar en los campos de los rebeldes, un día calladamente abandonó Tegucigalpa y apareció en los campo del Norte de Nicaragua, pasando sus peripecias hasta que unos soldados de la libertad se lo presentaron en condición de prisionero al Libertador Sandino. El efecto que causó el plan de paz de Tenorio le fue tan malo al sentir de los patriotas, que todos los que rodeaban a Sandino rom- Junto a Sandino 75 pieron a gritar de que muriera fusilado el autor por considerarlo uno de los peores traidores a la causa de la libertad. Lo más principal del propuesto proyecto de paz de Tenorio consistía en que Sandino disolviera sus tropas y que los yanquis quedaran en el país libremente sin que nadie los molestara. Si Sandino aceptaba el plan iría seguido a sometérselo a los norteamericanos, los que si estos a su vez lo aceptaban quedaba asegurada la paz en el país, y Tenorio satisfecho de su meritoria obra de pacificador. Sandino era extremadamente opuesto a verter sangre, salvo en los casos inevitables, por lo que ni aún a los prisioneros de guerra, bien fueran yanquis o nativos los ejecutaba, sino que los tenía un tiempo en uno u otro campamento hasta que al fin los libertaba, por lo que los jefes en reunión resolvieron no entregarle al héroe un prisionero más que hicieran sino juzgarlo ellos y condenarlo a lo que consideraban ser su mejor parecer. Pero por la razón de ser Sandino y teniendo en sus manos a Tenorio, desestimó el clamor de sus ayudantes militares y de los miembros de su estado mayor, por considerar a Tenorio ser más bien un simplón que un mal intencionado, y por eso, no tan solo no fue ofendido Tenorio en su zona sino que hasta se le permitió portar su pistola y se le destinó como ayudante de Mairena en el hospital donde atendía los enfermos y también a los sanos tan solícitamente que será difícil encontrar entre los médicos, o entre los practicantes o entre los enfermeros, a uno que le iguale. Tenorio participó de varios combates y ya se le vio en el del asalto a El Chupón, en donde por su arrojo el doctor Mairena creyó que se quería pasar al enemigo. Pero, no estimando Sandino tampoco esta vez el parecer de Mairena, descargó a Tenorio de toda culpabilidad en contra del ejército libertador y lo despachó con una misión a Tegucigalpa a favor de la causa nacional, la que desempeño junto con Turcios con actividad y desinterés merecedores del mejor elogio. 76 Gregorio Urbano Gilbert RUBEN ARDILA GÓMEZ De Zapatoca, estado de Santander, república de Colombia, es el joven Rubén Ardila Gómez. Huérfano de un rico hacendado, fue internado en el colegio de los religiosos de la orden de Jesús en Bogotá, la capital de su patria. Ardiendo en deseos por cooperar con una causa de la nobleza como la que libraban los patriotas nicaragüenses, abandonó posición, estudios y familia, encaminándose a los campos rebeldes de Nicaragua. Mientras tanto, habíase propagado en las filas libertadoras el rumor de que de un pueblo de la América del Sur había salido un joven al servicio de los yanquis con el firme propósito de matar al general Sandino, alma de la guerra libertadora de Nicaragua. Y en tan mala atmósfera fue sorprendido vagando en la mañana de un día por los alrededores del campamento general Libertador un joven de color blanco. Se le detuvo, se le registró encontrándosele un revólver con muchas cápsulas, un permiso para portar el arma y un salvoconducto firmado por las autoridades de la intervención yanqui. Impresionados como estaban los libertadores por causa de los rumores circulados de la probable venida de un asesino, y al haberse sorprendido a este sujeto con semejantes arma y documentos, habiendo declarado además de que procedía de la América del Sur, los ánimos se exaltaron, y al igual que para Tenorio pidieron los hombres de Sandino la pena de muerte para Rubén Ardila Gómez pues no era otro el individuo capturado. Ardila Gómez hace protestas de su amor a la causa libertadora, pero todo se mostraba en su contra: ni siquiera trajo una letra de alguien que lo recomendara de ser un fiel autonomista. No obstante el Libertador resolvió que no se matara al joven sino que se sometiera a pruebas en base de lo que alegó en su defensa, y para las mismas fue entregado a distintos jefes de columnas en distintas oportunidades para que lo expusieran y observaran, y en contra a sus deseos los informes que tenían que rendir eran Junto a Sandino 77 a favor de Ardila por su valor, entusiasmo y resignación. Así se portaba Rubén Ardila Gómez en los combates y peligros a que lo exponían, ganándose por ello la simpatía y la confianza de quienes lo querían extinguir, llegando a ser entre ellos lo que más adelante de estas narraciones se verá. URBANO, TENIENTE, AYUDANTE DE LA SECRETARÍA GENERAL El general Sandino, que se había detenido en sus actividades para contemplar la buena disposición y el placer con que acogió Urbano la noticia de que había que aprestarse a pelear contra un enemigo fuerte, en marcha para copar a El Chupón, que había oído los buenos informes que de este soldado le suministró el coronel Mairena sobre su comportamiento, en cuanto a ánimo, en la lucha librada frente a El Rempujón, que lo veía siembre dispuesto y listo cuando se oía hablar de combates sin demostrar inconvenientes para nada, determinó ascenderlo a teniente, y creyendo que le podría ser de utilidad en la secretaría general, lo nombró ayudante de ese departamento, cargo que aceptó Urbano sin ninguna voluntad por lo pesado que se le hace tener que escribir, y mucha más poca voluntad tenía para continuarlo, así como el general Sandino para dejárselo, porque como decía el héroe las letras del teniente no son lo suficientemente claras para entenderlas quienes tenían que leerlas, o sea las personas del interior. Las del exterior estaban a cargo del secretario general, coronel Agustín Farabundo Martí. Otro de los inconvenientes con los que tropezó el teniente en la secretaría del ejército fue el desconocimiento de muchas voces del lenguaje de los centroamericanos y en mayor cantidad entre los campesinos, voces desconocidas en su país, como por ejemplo: por recoger o levantar, hay que decir pepenar; por matar, palmar; por yerba, sacate. Le dicen a la soga, mecate; al amarre, 78 Gregorio Urbano Gilbert ensoque; al cerdo, chancho; al mulo, macho; a los muchachos, chigüín, patojo, zipote, güirro, chavalo, según el estado de desarrollo en que se encuentre. Le llaman al sembrado de maíz, milpa; al pavo, guajolote o chompipe; al pino, acote; al aguardiente, guaro; al borracho, bolo, y a la cantina, estanco. Por decir miel, hay que decir jicote; chilote, elote y celote, al maíz verde, según lo tierno que esté; al algarrobo, guapinol; al jobo, jicote, y así, a miles de palabras más, muchas nativas y otras castellanas. Pero lo que más disgustaba a Sandino de las letras del teniente eran las letras de (T) mayúscula y la cu (q) minúscula, las que no pudo o no quiso modificar aún dándosele un diseño que para el caso se le trazó, hasta que una mañana temprano fue sustituido el teniente de su cargo de la secretaría por el general Manuel Colindes, pasando el teniente a formar parte del cuerpo de artillería ligera, entregándosele, previa la instrucción para su manejo, una ametralladora Thompson calibre 45, con un solo hombre para ayudante, lo que resulta insuficiente tan siquiera para cargar los discos y los peines o dulzainas cuando se libra un combate de alguna duración. CONVERSACIONES En la oscuridad de El Refugio, para aturdir la aspereza de la vida y el hambre en la montaña, se promovían largas conversaciones, siendo las de más interés las que hacían recordar los hechos pasados de la campaña que se libraba. Los generales Sandino y Estrada y el coronel Mairena eran los principales promovedores y sostenedores de estas narraciones. Mairena además hubiera sido el mejor historiador de la campaña libertadora por haber sido el único que tomaba apuntes de los sucesos mientras ocurrían y los tenía desde el día en que comenzó y de los antecedentes a ella. Poseía el doctor también para los fines de la historia la ventaja de su ilustración, por lo que empleaba en sus Junto a Sandino 79 descripciones un lenguaje rico y explícito e ilustraba sus apuntes con unos perfectos croquis de los campos en que se desarrollaban los sucesos. Pero desgraciadamente tal vez Mairena no publique sus impresiones de la campaña libertadora, y de publicarlas no serán desfavorables a la causa como las anotadas durante la campaña, por razón a lo que de Mairena se dirá más delante de estas notas. De las conversaciones habidas sobre los hechos de la campaña de antes de Urbano haber sentado plaza en las filas libertadoras, se recuerdan, descritas a la ligera, las siguientes: La traición del general José María Moncada Desencadenada la revolución liberal en el año 1927 por el doctor Juan Bautista Sacasa en contra del gobierno usurpado por el traidor Adolfo Díaz, iba esta en rápidos triunfos ocupando el territorio de la república. El presidente Díaz presintiendo su segura y pronta derrota de no acogerse a la protección de su potencia amiga, le solicitó a ella la intervención de sus soldados para con sus apoyos sostener el poder. Y conforme al pedido de Díaz, los Estados Unidos intervinieron y sus soldados por lo mismo declaran zona neutral a todos los puntos que ocupaban los revolucionarios, inutilizándoles sus esfuerzos. El general José María Moncada, jefe superior de las operaciones militares revolucionarias, ambicioso y sin escrúpulos, al ver fallar sus aspiraciones de ser ministro de la guerra al triunfo de la revolución, a causa de las medidas tomadas por el presidente Díaz, resolvió entrar en transacciones con sus enemigos, importándosele un ojoche su nombre, su jefe, y lo que es más, su patria, por lo que al doctor Sacasa se le frustró su intento de apoderarse del poder que por derecho le pertenecía, quien no lo ejercía por habérselo arrebatado Chamorro Díaz y otros 80 Gregorio Urbano Gilbert maliciosos corrompidos de la política nicaragüense, conforme se entenderá en descripciones que en adelante se harán. Moncada, con su deshonrosa transacción, adquirió los siguientes beneficios materiales: —La presidencia de la República al término del tiempo por el que la ejercía Adolfo Díaz. —Diez pesos por cada rifle que entregó de los de la revolución. —Diez pesos por cada bestia que entregó, también de la revolución. —Y todo el apoyo material del gobierno de los Estados Unidos. De los generales que operaban con la revolución solamente Sandino no se plegó a la disposición de Moncada. Y de los hombres que comandaba Sandino, solamente veinticinco se determinaron a seguirlo en su resolución de seguir peleando por los derechos pisoteados de la patria y por los derechos del doctor Sacasa del Partido Liberal. Todos los demás jefes, oficiales y soldados juzgaron que era descabellado combatir contra fuerzas tan superiores como las de los Estados Unidos, y las nativas conservadoras, entonces en el poder, y las fuerzas liberales que seguían al general Moncada, equivalentes estas dos últimas fuerzas a casi todo el pueblo político de Nicaragua. El Chipote Una volcánica loma de figura de cono y con buena altura sobre el nivel del mar fue el baluarte escogido por el entonces desconocido del mundo general Augusto César Sandino para defender sus ideales. Así como ese hombre no se detuvo a meditar si podría resistir o vencer a fuerzas tan poderosas como las que se echaban de enemigas tampoco perdió el tiempo en buscarle los nombres geográficos a los sitios que ocupó para desarrollar sus operaciones Junto a Sandino 81 bélicas, si es que esos sitios tienen realmente nombres geográficos. Por eso al ocupar la loma volcánica y de figura de cono, se le ocurrió bautizarla con el nombre de El Chipote. Mientras el Baluarte de la libertad de Nicaragua tuvo su asiento en El Chipote, sus filas fueron creciendo al reforzarlas hombres de El Salvador, de Guatemala, de Costa Rica, de la misma Nicaragua, de los que recapacitaron, y principalmente por los vecinos de los alrededores de El Chipote, y por los hombres de Honduras, que siendo entonces conservador su gobierno, los liberales creyeron que le prestaban un buen servicio a su partido político combatiendo junto a las filas de los libertadores de Nicaragua, por ser éstas formadas por una fracción del Partido Liberal de su vecina república. Con todos estos refuerzos, ya podían salir y salían los patriotas a operar en los campos y poblados segovianos y de los de más allá de las Segovias, y salir al alcance del norteamericano cuando marchaba sobre El Chipote. Dirigidos desde este cerro fortaleza, de los nuevos combates librados contra el enemigo se pueden citar los siguientes. Batalla de El Bramadero Habiéndose preparado una emboscada a una fuerza compuesta de soldados norteamericanos, hábilmente se le hizo caer en la trampa. El campo era un sembrado de caña de azúcar y al abrir los fuegos hubo fatalidad para los invasores que por casualidad o por intención se prendieran en llamas las cañas. Al estallido de los disparos de las armas, se une el de las hojarascas del cañaveral al consumirse por el incendio. Era desesperante lo que al enemigo le sucedía. El olor de carne y de los dulces tallos de la gramínea quemados impregnaba desagradablemente el aire. A los patriotas se les reflejaba la alegría en el rostro. Estaban alegres por el grande triunfo alcanzado y por el impresionante, 82 Gregorio Urbano Gilbert por el terrífico espectáculo que presenciaban, en que consumidos por las llamas serían vueltos carbones varios centenares de enemigos; pero no por los sentimientos de Sandino, en los que entraban el de llevar la guerra humanitariamente, no vieron satisfechos sus deseos. Con gran disgusto de los soldados, Sandino les ordenó que apagaran el fuego y se lanzaran aún dentro de las candelas en salvación de los militares enemigos, teniendo que cumplir las órdenes del jefe Libertador. Los hombres que acompañaban a Sandino trataban en vano de hacerle comprender la necesidad que había de no darle cuartel a los interventores ni a sus aliados los nativos porque a ellos no se lo concedían esos enemigos que eran los que ultrajaban a la patria, les robaban cuanto tenían, les violaban a sus mujeres y les destruían sus propiedades, pero el héroe les alegaba que si los vandalismos de los enemigos eran acremente criticados también los libertadores se expondrían a la misma critica si los cometieran ellos por igual aun fuera en represalia a los de los yanquis, caso que se tenía que evitar a todo trance. Combate de Telpaneca Como los yanquis habían derrotado a Sandino en las acciones bélicas que se habían desarrollado en Las Flores y San Fernando en días casi seguidos, causó mucha sorpresa al enemigo el atrevimiento del guerrillero, que a pocos días después de sufridas ellas, asaltara a la población de Telpaneca en la que, encontrándose sus defensores sumamente distraídos, una noche penetraron los patriotas y destrozaron la parte de la guarnición que pretendió contenerlos, mientras la otra parte se desbandaba sin freno alguno que la sujetara. Los asaltantes sostuvieron la ciudad en su poder por tiempo de varios días, hasta que fuerzas superiores enemigas con apoyo de la aviación fueron enviadas en auxilio y la reconquistaron, Junto a Sandino 83 evacuándola los rebeldes en orden y sin soltar el botín que habían capturado. Combate de Las Cruces De recordación duradera será para todo el soldado de la libertad de Nicaragua el combate librado en Las Cruces. Tiene la particularidad, además del triunfo alcanzado por las tropas redentoras, de que el capitán americano apellidado Bruce, comandante de las fuerzas atacantes, estaba tan seguro de alcanzar el triunfo en su jornada y de que pacificaría a Nicaragua así como que le daría muerte a Sandino, que el día 24 de diciembre del año 1927, antes de salir para la campaña, le puso un telegrama a su señora madre que se encontraba en los Estados Unidos, concebido en los siguientes términos: «Para el día primero del año entrante le habremos cortado la cabeza del bandido Sandino». Y precisamente, el día primero de enero del año 1928 se traban en combate en el lugar denominado Las Cruces las fuerzas libertadoras comandadas personalmente por el general Sandino y las fuerzas comandadas por el capitán Bruce. Experimentándose las peripecias de la lucha, al fin fueron derrotadas las fuerzas de los yanquis y quedó, como más que un grosero adefesio del campo, el cuerpo del capitán Bruce, con la cabeza arrancada del tronco y puesta sobre de su barriga, en la boca sosteniendo a manera de fuma su órgano genital. ¡Barbaridad de los soldados! Como recuerdo y trofeo de la victoriosa acción, Sandino reservó para su uso personal los anteojos del capitán Bruce, los que le sirvieron eficazmente en su campaña de la libertad de Nicaragua. 84 Gregorio Urbano Gilbert ¡Salgan los muchachos del machete! En un lugar (que no recordamos su nombre) el general Francisco Estrada, con una guerrilla a su mando, libró un combate con otra guerrilla norteamericana. Considerándose Estrada perdido, se vio en la necesidad de retirarse, para lo cual dio la consigna consiguiente, la que fue al grito de: «¡Salgan los muchachos del machete!». Cuando el yanqui oyó el grito de Estrada, creyó que se le iba una carga al machete, y no queriendo enfrentársele al filo de las armas blancas, prorrumpió a gritar: «¡Machete no! ¡Mejor plática para no más combate!».5 Aprovechándose Estrada de la debilidad del enemigo, en vez de retirarse, lo presionó y obtuvo una victoria de lo que poco antes era una derrota. De esa manera el Chipote resistía los asaltos del enemigo en combates a veces favorables y a veces contrarios para su causa, hasta que después de un tiempo de nueve meses fue preciso evacuarlo por causa de la superioridad de fuerza que le metió el enemigo sometiéndolo a un continuo bombardeo aéreo, resultando entre sus víctimas la señora Teresa Villatoro, la amante del Libertador, que fue alcanzada en la frente por un casco de bomba. Al evacuarse en buen orden El Chipote, fueron colocados algunos muñecos en línea de fuego a guisa de soldados, y los muñecos infundían respeto a los soldados enemigos, a quienes contuvieron por dos días en su lento avance para apoderarse de El Chipote y cuando al fin llegaron al baluarte defensor vieron que lo que creían eran soldados no eran más que imitaciones, esos militares se enfurecieron contra los pobres muñecos a quienes destruyeron al fuego. 5 Plática: Corruptela yanqui de plática o platicar, conversar o hablar, o mejor dicho, parlamentar. Junto a Sandino 85 El ataque al Ocotal Después de haber sido desalojado Sandino de El Chipote, reunió un crecido número de sus seguidores y poniéndole el frente al Ocotal, la ciudad capital del departamento de Nueva Segovia, la atacó por asalto y fue fuerte la resistencia encontrada a su paso, pero más fuerte todavía la del empuje del héroe, el que arrollando a los defensores los hace encerrar en sus cuarteles por no haberle dado lugar a que se salieran de la ciudad, habiendo quedado los rebeldes dueños de la ciudad y se paseaban por sus calles. Mientras tanto, no queriendo el enemigo responder a las provocaciones de los rebeldes para que salieran a decidir la suerte de los bandos en una final contienda, se dispusieron los alzados a recoger del comercio unas cuantas latas de petróleo y otros objetos fáciles de inflamar con intenciones de quemar los cuarteles de los soldados enemigos y también las casas de todos sus colaboradores. Puesto el pueblo en conocimiento de las maniobras de los patriotas, se reunió un crecido número de ciudadanos y envió ante el héroe una comisión de damas en súplica de que no permitiera el incendio de los cuarteles de los soldados y de las casas de los tenidos porque de ocurrir tal cosa el incendio se propagaría por toda la ciudad y la destruiría con sus pobladores en donde hay tantos niños y tantas mujeres. Accediendo Sandino a lo solicitado por la comisión de damas que se le envió, dispuso la suspensión de los preparativos del fuego y considerando que nada le restaba por hacer en la ciudad, ordenó la retirada hasta la selva. En el ínterin, creyendo las fuerzas de Ocotal que se encontraban sitiadas, habían enviado de urgencia el pedido de socorro y la noticia del asalto y toma de la ciudad por sus enemigos a las poblaciones vecinas, y llegándole el auxilio pedido con abundante refuerzo, emprendieron seguidamente la persecución de los 86 Gregorio Urbano Gilbert libertadores que se retiraban y los alcanzaron en pleno camino al descubierto y les causaron la más espantosa carnicería que sufriera en todo el tiempo de su campaña libertadora en que tan eficazmente cooperó la aviación que con sus fuegos de ametralladoras y de bombas por el caso de encontrarse operando en lo claro y sin ser contrarrestada se lucía en su obra exterminadora. Si grandes fueron las bajas sufridas por los libertadores por efecto de los ataques a que se vieron sometidos por sus enemigos, mucho más grandes fueron las bajas sufridas en sus filas por causa de las deserciones de sus soldados que por el pánico de que sufrieron, unos se presentaron a las autoridades invasoras y otros se fueron para Honduras, quedando nuevamente los alzados reducidos a un escaso número de hombres. Ante la magnitud del desastre sufrido en Ocotal, por la que la casualidad fue la que determinó que no se cerrara definitivamente la tarea de libertarse a Nicaragua del poder de los Estados Unidos, los principales hombres del movimiento libertador, de los sobrevivientes del Ocotal, reuniéndose y deliberando, concluyeron por considerar que a la guerra de la clase que se libraba no se puede entrar con un Jesucristo que remienda la oreja que Pedro hiere en defensa, ni con un Mahatma Gandhi, abstenido de emplear la fuerza contra sus fuertes enemigos, en alusión a la política de Sandino de humanizar la guerra que tan mal resultado le estaba dando, resolvieron pedirle a su jefe superior que no participara más de los combates, que estaría bien que él los planeara pero que la acción fuera exclusivamente de ellos. Como Sandino consintió en parte a lo pedido por sus subordinados se vieron estos con más libertad para causarle a sus contrarios los daños en la forma que creyeron mejor. Junto a Sandino 87 La voladura de la mina de oro La Luz y los Ángeles La mina de oro La Luz y los Ángeles sufrió el castigo de ser volada por razón a la justa condena que se le aplicó motivada por las graves faltas que en su seno se cometieron. Para conocerse a cabalidad este detalle, hay que retroceder hasta el año 1909 y desde allí venir haciendo historia: Por aquel tiempo, era presidente de la república un hombre de Nicaragua que si bien es cierto que su gobierno era un tanto duro no más cierto es que no admitía en su nación injerencia de ninguna otra, fuere la potencia que fuere, llegándole a poner el frente a la propia Inglaterra del entonces arrebatándole la Mosquitia, de expansión casi a la mitad de Nicaragua de ese tiempo, territorio que detentaba la poderosa Albión pretextando un pacto de protectorado convenido entre ella y un cacique aborigen, lugar al que al ser redimido le dieron por nombre el de Zelaya, conociéndosele hoy por el de Bluefields, ocupando la casi totalidad de la costa con que el mar Caribe besa a esa bella patria. Este férreo presidente, don José Santos Zelaya, estaba mal mirado por el gobierno imperialista de los Estados Unidos, por el hecho de ser un hombre de vergüenza, principal atributo del valiente, y por eso nunca quiso permitirle a los yanquis el tutelaje que quisieron imponerle. Por esta razón, fueron a Nicaragua dos aventureros norteamericanos a fomentar desórdenes y a capitanearlos para intranquilizar con sus desmanes las instituciones particulares y oficiales, pero en sus operaciones fueron apresados por los agentes del presidente Zelaya y fusilados sin contemplación ninguna, matando así lo que los aventureros llamaban revolución de liberación. Por la muerte de estos aventureros apellidados Groce y Cannon, motivó muchos escándalos en los Estados Unidos y protestas y amenazas de esa poderosa nación contra la pequeña Nicaragua, de las que entendía y rechazaba con entereza varonil el presidente Zelaya. 88 Gregorio Urbano Gilbert (Un paréntesis, permítasenos: La aventura de Groce y Cannon, fomentando desórdenes revolucionarios, no fue la primera de esa índole llevada a cabo por ciudadanos norteamericanos en Nicaragua. En los primeros años de la segunda mitad del siglo diecinueve, el aventurero William Walker, desembarcó también en Nicaragua ayudando a una revolución que existía allí y en poco tiempo tomó a la capital y puso en la presidencia de la república a un sujeto de nombre Patricio Rivas, pero más tarde se constituyó a sí mismo, Walker, en presidente de Nicaragua. Por razón a esta osadía y por los tantos crímenes cometidos por el déspota intruso, se unieron las repúblicas centroamericanas y reuniendo un poderoso ejército invadieron Nicaragua por lo que liberaron varias sangrientas batallas entre las fuerzas libertadoras y las del intruso norteamericano, siendo éste derrotado en las acciones de Rivas y de Granada por el héroe Joaquín Mora, quien en persecución del perverso lo hizo evacuar el país. Entrando luego Mora a la capital, apresó a Patricio Rivas y como traidor y pelele que era lo trató conforme a su merecido. Siete años después de haberse iniciado este filibusterismo y tres de haber sido expulsado Walker de Nicaragua, el individuo volvió a aparecer en La Unión, departamento de la república de Honduras, en el año de 1860. Trabado en batalla con las fuerzas del general Álvarez, fue vergonzosamente derrotado, y en su huída, cayó en manos de los ingleses, quienes teniendo en consideración lo peligroso que era el sujeto se lo entregaron a las autoridades hondureñas, y éstas, al igual que los ingleses, también lo consideraron peligroso, y desinquieto además, por lo que debíasele poner en quietud con unas cuantas perforaciones a su anatomía aposentadora de una síquica corrompida al máximo, acotejándosele después debajo de siete pies de tierra en donde yace descansadamente). En el territorio que cuando era posesión británica se llamaba Mosquitia, extenso y poblado en su mayoría por los indios mosquitos, que luego se llamó Zelaya y después Bluefields, se explotaba una rica mina de oro que llaman La Luz y los Ángeles. Junto a Sandino 89 Era administrador de la mina un señor sobrino del secretario de Estado de los Estados Unidos, míster Knox, y tenedor de libros un señor de nombre Adolfo Díaz, el que por causa de su espíritu de esclavo y el amor a su sueldo de sesenta pesos mensuales, se doblegaba tanto ante su jefe y era tanto lo que le lamía que se le llegó a juzgar de ser el hombre más servil de Nicaragua. El secretario de Estado, Míster Knox, le escribe a su sobrino, administrador de la mina, pidiéndole le recomendara a un nicaragüense capaz de aceptar las pretensiones de los Estados Unidos en ese país. El sobrino, en contestación a la carta del tío, le señaló a Adolfo Díaz, indicándole, que si bien es verdad que cumpliría a cabalidad lo que se le indicara, teníasele que preparar por ser su personalidad nula en el país. Y para el efecto, Juan Estrada encabezó una revolución financiada por Adolfo Díaz, ya que es capitalista en razón de seiscientos mil pesos oro americanos que los yanquis le prestaron. Por la fortaleza de los revolucionarios y la presión de los yanquis a Zelaya, el presidente se vio en la necesidad de abandonar el Poder. Se sucedieron dos presidentes más pero como no llenaban a satisfacción las aspiraciones de los Estados Unidos, tuvieron que abandonar el mando, hasta que ya prestigiado convenientemente Adolfo Díaz asumió en el año 1911 la presidencia de la República de Nicaragua. Entre sus tantas concesiones a su potencia protectora se señalan las siguientes: —Las islas del Grande y del Pequeño Maíz, sin tomar en cuenta el prejuicio que le causó por ello a Costa Rica. —La zona del proyectado canal de Nicaragua, no importándole para nada su vecina Costa Rica que tan grandemente se ve afectada en sus intereses por causa de esta concesión. —El golfo de Fonseca, sin tener en cuenta a Honduras y a El Salvador, que son los otros condueños de esa abrigada porción del mar centroamericano del inmenso Pacífico. 90 Gregorio Urbano Gilbert —Empeña a la Nación con un empréstito de más de quinientos mil pesos. Y para seguir complaciendo la voluntad del amo, concede a este además: —El Banco Nacional. —Los ferrocarriles. —Y las aduanas. Habiendo cumplido Adolfo Díaz el resto del período de Zelaya y el propio por el que fuera electo, y como el intermediario entre Díaz y la Cancillería norteamericana pera cumplirse los tratados arriba apuntados fue Emiliano Chamorro, ministro de Nicaragua en Washington, nadie más apropiado que este para sustituir a Díaz, y sucediendo así, cumplió sus cuatro años a plena satisfacción de los Estados Unidos. Se siguen en Nicaragua dos nuevos gobiernos los que fueron de la complacencia de los Estados Unidos, viniendo luego al poder don Carlos Solórzano, con vicepresidente el doctor Juan Bautista Sacasa en el año 1925. Si los gobiernos posteriores a Díaz y Chamorro no fueron del agrado de los yanquis, mucho menos lo fue el de Solórzano. Por lo que, con instrumentos como Adolfo Díaz, Chamorro y Gabriel Rivas, apoyados por un grupo de militares, los yanquis le quitaron toda autoridad al presidente Solórzano y lo arrestan y lo ultrajan tanto que resolvió abandonara el país y lo dejó todo en manos de estos descuartizadores de la patria. Los conspiradores, para llenar las apariencias, le ofrecen al vicepresidente Sacasa la legación de Nicaragua en Washington a cambio de sus pretendidos derechos a la presidencia de la república, y al no aceptarla se vio obligado a embarcarse para el extranjero, diciéndole antes a los usurpadores que ya él determinará. Adolfo Díaz asumió nuevamente la presidencia de la república el año 1926. Y Sacasa, antes que aceptar la legación en Washington, con paga adelantada por cuatro años, dizque en demostración de la Junto a Sandino 91 buena fe de los que lo derribaron del poder, se fue a México y con ayuda de Álvaro Obregón, el bravo general mexicano que no transigía para nada con la potencia que son los Estados Unidos de la América del Norte, organizó la revolución que ya se ha dado a conocer con fines de conquistar sus derechos arrebatados por Díaz, y estando a punto de conseguirlos, se lo frustraron por causa de la desfachatez de Adolfo Díaz, al llamar a los yanquis a que vinieran a Nicaragua a intervenir a como ellos quisieran hacer, y también a la bajeza del general José María Moncada al traicionarle a Sacasa, vendiéndole la revolución. Meditando sobre estos asuntos el héroe Sandino, consideró que la mina de oro La Luz y Los Ángeles por el hecho de haber empollado a un monstruo como lo es Adolfo Díaz, el que tantos daños le causa a la patria, era merecedora a un castigo y para el efecto marchó hacia la mina y llegando, después de una caminata penosísima por causa de la distancia recorrida y sus correspondientes obstáculos vencidos, fue requisado todo cuanto podía tener alguna utilidad para el ejército libertador, como fueron los explosivos, armas, máquinas fotográficas, papeles, sobres, ropa, etcétera, y hecho prisionero el subadministrador y no el primer administrador, porque se encontraba ausente con el oro de la última producción, y desalojados los vividores del contorno, el general Manuel María Girón Ruano colocó en los puntos convenientes los cartuchos necesarios de la dinamita que era de la empresa minera, y prendiendo las mechas al poco rato solamente quedó un grande montón de escombros. El retorno a Las Segovias fue todavía más dificultoso que la ida a la mina, habiendo sido los soldados atormentados del hambre, y estas gentes que por hábito comen mono, armadillo, ardilla, danta o tapir y cuantos otros animales y animalejos produce Centroamérica, se negaron a comer un caballo que Sandino les ofreció de almuerzo. Al subadministrador le atacó poco tiempo después de encontrarse en el campamento general de Las Segovias un decaimiento 92 Gregorio Urbano Gilbert de espíritu, por lo que se negó a comer y a medicarse, hasta que al fin murió de agotamiento. La Chula Desde el comienzo de las luchas en Nicaragua, conociendo el bando de la opresión que los libertadores carecían de los elementos con que repeler los ataques de sus aeroplanos, cuando los efectuaban, o ejecutaban alguna correría de reconocimiento por los campos de los patriotas, volaban tan bajo y hacían tantas cabriolas que más daban la impresión de ser una exhibición que ser en realidad un ataque aéreo. Los disparos de fusiles y de ametralladoras sin potencia no daban contra los aeroplanos los resultados apetecidos por los libertadores. Mirando esto desde su escondite el anciano don Claudio Blandón en un momento en que el campamento general libertador era fuertemente bombardeado y ametrallado, y pensando seriamente en ello creyó que podría encontrar la manera de vengar tan grande abuso. Y don Claudio, hombre contrahecho, de cabeza hundida entre los hombros, de pecho saliente, de barriga y posaderas ahuecadas y de andar de pato, ideó y fabricó unos cohetes voladores dinamiteros que el general Sandino bautizó con el nombre de flores del Chipote. Una vez un aeroplano impuesto en su confianza, era tanto el atrevimiento que hacía sobre el campamento libertador que don Claudio hubo de exclamar: «¡Es demasiado aguantar, y este pagará sus abusos y por los de sus compañeros!», y cogiendo una de las flores, le prendió la mecha y la soltó hacia el aeroplano, con tan buena suerte que el cohete explotó en la hélice del aparato el que cayó al momento a tierra. El posesionarse del aeroplano le costó a los libertadores la pérdida de tres hombres, porque el oficial que lo dirigía se parapetó Junto a Sandino 93 tras de los árboles cercanos a su máquina voladora y con bravura heroica se defendió hasta recibir la muerte. La ametralladora del aparato abatido le fue a los libertadores de tanta utilidad para combatir a los aeroplanos enemigos y con ella y las flores del Chipote hacer respetar un poco a las fuerzas libertadoras, que Sandino la bautizó con el nombre de La Chula. Los americanos anunciaron en su parte oficial que el aeroplano fue derribado por efecto de haber chocado su hélice con un buitre. Pero es de todo el mundo sabido que en Nicaragua no existen buitres ni tampoco sus semejantes de la especie más crecida como son los cóndores andinos sino el pequeño de la familia cuyo nombre centroamericano es el de zopilote. El combate de río Coco A Sandino se le informó por miembros del excelente cuerpo de espionaje que disponía de que, dejándose llevar por la corriente del río Coco y navegante en unos cuantos pipantes y batoes6 avanzaba una fuerza de soldados americanos. Sandino estimó oportuna la ocasión para al enemigo tenderle una emboscada, y para el efecto, sitúa a sus hombres en los puntos que consideró ventajosos y cuando los enemigos quedaron encerrados dentro de la red que se les tendió, se abrieron los fuegos sin misericordia, sin siquiera repararse en los indios infelices que guiaban las embarcaciones. Por lo inesperado del ataque, el enemigo se desconcertó en el comienzo. Se hundían los barcos por causa de los movimientos que hacían sus ocupantes al tratar de defenderse. Otros barcos eran desocupados al arrojarse los soldados al agua y ser llevados por la corriente. Mientras unos disparaban al acaso, otros vociferaban semejando a las fieras en sus rugidos cuando se encuentran en peligro. 6 Pipantes y batoes: Embarcaciones en el río Coco manejadas por indios zambos, pobladores de las márgenes del río. 94 Gregorio Urbano Gilbert El capitán Lowe de los norteamericanos, hombre valiente pero falto en prevención, poniendo el orden en su gente, resueltamente hace dirigir sus barcos hacia tierra por el lugar de donde emboscados le disparaban los rebeldes, pero fatalmente para él, al llegar a la orilla, recibe muerte acribillado a balazos junto con algunos de sus hombres. Casi al momento aparecieron los otros barcos cargados de soldados yanquis, los que abrieron el fuego desde a bordo en dirección de donde murió Lowe, pero se abstienen de intentar el desembarco. Mientras tanto, Sandino quiere actuar terciando personalmente en la contienda pero sus hombres se le impusieron impidiéndole su deseo. Temieron se condoliera de los que se ahogaban, principalmente los pobres indios, que morían inocentemente y a quienes Sandino había prometido protección. Mientras sostenían a distancia los fuegos atronadores los soldados norteamericanos desde los pipantes y batoes, otra fuerza había desembarcado un poco más arriba del lugar de las operaciones por el lado del oeste y sorprendiendo a los libertadores por su flanco derecho y por su retaguardia los desbandaron, quedándose los norteamericanos dueños del campo de la lucha, pero logrando los patriotas arrastrar con ellos el cuerpo del capitán Lowe y en su campamento, sosteniéndolo con una cuerda ayudada de un árbol, lo retrataron. Días después, al anunciar el comando yanqui en su parte oficial alusivo al combate descrito de que el soldado de mayor graduación de los norteamericanos que en él había muerto era un sargento, el comando libertador le envío a Froilán Turcios la fotografía del capitán Lowe para que la hiciera publicar en los periódicos extranjeros que fueran amigos de su causa para que sirviera de testimonio a la verdad sostenida por los patriotas y quedara patentizada la mentira de los yanquis. Pero la fotografía con gran disgusto de Sandino no se publicó por oposición de Turcios, quien alegó para ello que causaría, antes que buena, mala impresión y mala reputación en contra de la causa libertadora por Junto a Sandino 95 razón del repugnante aspecto que presentaba el cadáver, mientras que Sandino sostenía que lo que interesaba por el momento era dársele a conocer al mundo que en su poder había quedado el cuerpo muerto del capitán Lowe, sin tenerse en cuenta de cómo o de qué manera su gente había tratado ese cuerpo inútil. De esa manera se pasaban los días en el campamento general de la montaña El Refugio, narrándose las acciones pasadas de la campaña y recibiéndose los partes de los jefes de columnas en operaciones en los que daban cuentas de sus actuaciones variadas, favorables las unas y contrarias las otras… CAPÍTULO IV ATAQUE EN EL REFUGIO ¡El avión! / El enemigo solicita la paz / La respuesta del Libertador / Ataque aéreo / El teniente Urbano ascendido a Capitán, nombrado Cuarto Ayudante del Comando Supremo / Nuevo ataque aéreo. Evacuación de El Refugio. El Naranjal / Revista general / El capitán José de Paredes, envuelto en un bombardeo aéreo, asciende a El Refugio portando la bandera que la benemérita dama santiaguesa, señorita Ercilia Pepín, de la República Dominicana, enviara a El Libertador general Augusto César Sandino / Carta que acompañaba a la bandera y contestación del Libertador / Ataque general a El Refugio, el que se evacua definitivamente. ¡EL AVIÓN! En la monotonía de El Refugio, nada indicaba que la suerte del campamento cambiaría y mucho menos la del teniente Urbano al no dejarlo el general Sandino ir por esos días en las columnas que salían en operaciones contra el enemigo. Pero al transcurso de unos cuanto días más, en una mañana a mitad del mes de diciembre del año 1928, encontrándose el teniente Urbano en el puesto de centinela1 fue interrumpido en su 1 En el campamento general de la libertad de Nicaragua todos sus hombres, exceptuando los generales Sandino y Girón Ruano, tenían que prestar el servicio de centinela. En los campamentos de jefes de operaciones, solo estos estaban libres de prestar semejante servicio. 97 98 Gregorio Urbano Gilbert divagación por el canto del turpial y con las notas de la escala del sinsonte por un ruido que al principio creyó provenían de un zunzún o colibrí, pero luego convencido de que era un aeroplano el que lo causaba sin esperar a tenerlo a la vista, dio el grito de: «¡El avión!». Al grito de alarma del centinela, y el eco multiplicarlo por toda la extensión de la montaña, seguido se oyen en el campamento las voces del jefe superior ordenando lo pertinente a lo que el caso requiera a la vista de la máquina aérea: «¡Esos trapos que se quiten de la vista! ¡Apáguese ese tizón que aún humea! ¡Cada uno a ocupar su puesto! ¡Atención los de las ametralladoras y los de los automáticos!». Y en el campamento es un correr, preparación para la probable lucha, y los que por razón de sus armas u ocupaciones nada tendrían que ver con la refriega, se les ve buscando los árboles más gruesos para esconderse en sus troncos, ramas y frondas protectoras. Cual un enorme gavilán, ave rapaz, se llegó a ver el aeroplano a la distancia rozando casi con los árboles, como escudriñando a su presa. Se le vio hacer algunas maniobras por los alrededores de los picos abandonados El Chipote y El Chupón y después se retiró perdiéndose en el horizonte sur orillado por la inmensa selva verde de valles y montañas y por el turquí del cielo nicaragüense. Al otro día y también temprano en la montaña, le tocó dar el grito de: ¡el avión! al ya general Francisco Estrada, primer ayudante militar del comando supremo del ejército libertador de Nicaragua. Esta vez aparecieron dos aeroplanos los que, como el del día anterior, se mostraban interesados en localizar algo, no siendo ese algo otra cosa más que el campamento general libertador, como quedó evidenciado por los sucesos que se desarrollaron en el transcurso de los días siguientes. Los aviones se acercaban y alejaban del campamento y hasta llegaban a pasarle por encima, pero nada indicó que lo habían Junto a Sandino 99 descubierto, estándose un rato en esas maniobras hasta que al fin se retiraron. Mientras tanto, correos provenientes de los sitios cercanos y todavía de otros más lejanos traían volantes que enviaban los jefes de guerrillas y los amigos de la causa libertadora, que por aviones el enemigo se dedicaba en cubrir los campos de sus actividades. En los volantes los norteamericanos invitaban a los rebeldes a deponer las armas y acoger las garantías que ellos y el pelele gobierno nativo les ofrecían, y les anunciaban también el triunfo en las elecciones generales que recientemente habían pasado del general José María Moncada como presidente de la república cuya toma de posesión estaba señalada para el día primero del mes de enero del año siguiente de 1929. Otros correos anunciaban que en una comisión compuesta de militares norteamericanos y civiles nativos habían ido al poblado de San Rafael del Norte y habiendo procurado a doña Blanca Aura de Sandino, la esposa del Libertador, le entregaron unas correspondencias de parte del jefe norteamericano de mar y tierra de servicio en Centroamérica, para que personalmente se las hiciera llegar a su esposo. Ni el servicio de espionaje ni los correos anunciaban por esos días actividad bélica alguna por parte del enemigo. Al contrario, todos afirmaban que la tranquilidad era completa en los campos rebeldes. Por el tenor de las hojas sueltas dejadas caer por los aeroplanos y por las noticias de las correspondencias de los yanquis dejadas en San Rafael del Norte, el estado mayor de los libertadores dedujo que al igual que aquellos la misión de los aeroplanos que los quieren descubrir no es de guerra sino de paz, y se resolvió a esperar los acontecimientos a como vinieran. Mientras tanto se siguieron dos días y en ellos el interés de los aeroplanos por encontrar el campamento, lo que lograron a mediados del tercero, viéndoseles por tal causa alejar tan satisfechos que en su ruta efectuaban piruetas al igual que si hubieran sido acróbatas. 100 Gregorio Urbano Gilbert Al otro día por la mañana, se oyeron los mismos ruidos anunciadores de la aproximación de las máquinas voladoras. Se oyó el mismo grito anunciándolas y las mismas voces de mando anunciándolas para lo que fuere del caso, y al fin llegaron los aeroplanos, paseándose señorialmente por sobre los árboles que cubrían a los libertadores del campamento general, y pasado un corto tiempo en el que imitaban a las aves de garras se dedicaron a cubrir la montaña con los volantes, cual de confetis a una reina de juego de un festejo carnavalesco. Los volantes fueron los mismos a los conocidos de antes, sirviéndoles a los hombres de la montaña para otros fines que no fueran para ayudar a prender el fuego, y para otros usos. EL ENEMIGO SOLICITA LA PAZ Después de pasados tres días del paseo hecho por los aeroplanos sobre la montaña El Refugio, fueron puestas en las manos del general Sandino las correspondencias que le envió por mediación de su esposa doña Blanca el señor de mar y tierra del poderío norteamericano en Centroamérica, el almirante Seller. Al romper el general Sandino los sobres que cubrían los pliegos y comenzar a leer estos, soltó una irónica carcajada adornándola con un juramento a lo mejicano. En los pliegos, el almirante Seller le comunicaba al general Sandino el propósito que tenían los norteamericanos de evacuar Nicaragua para el día primero del mes de enero del año 1929 y que como ellos deseaban dejar al país completamente pacificado, lo invitaban al establecimiento de una tregua y a celebrar una conferencia para tratar mediante un entendido de las dos partes en el arreglo necesario para el fin propuesto. De celebrarse la conferencia propuesta, los norteamericanos dejaban a Sandino la elección del pueblo para ella, así como el día, pero tendría que señalarles a los yanquis la ruta a recorrer hasta el pueblo que sea y el número Junto a Sandino 101 de hombres que lo acompañaría. El almirante Seller le aseguraba a Sandino que lo dejaría plenamente satisfecho en lo que pidiera para él y para sus hombres y los resguardaría con la más completa garantía. Esta propuesta de los norteamericanos a los patriotas nicaragüenses es semejante en la letra a la que ellos le propusieron a José María Moncada cuando este general entró en Nicaragua a la cabeza de la revolución liberal acaudillada por el doctor Juan Bautista Sacasa con el propósito de derrocar al presidente traidor Adolfo Díaz, y la que aceptó el materialista Moncada en el lugar llamado Espino Negro de Tipitapa, la que le proporcionó a Moncada la presidencia de la República y una fortuna a cambio de los elementos de la revolución. Pero al tratarse del idealista Sandino, las cosas resultaros de muy distinta manera. LA RESPUESTA DEL LIBERTADOR Reunido en consejo con sus ayudantes militares y oficiales de alta graduación de su estado mayor, el jefe supremo, general Augusto César Sandino para considerar la concertación de la paz hecha por los invasores de la patria, Sandino expuso su parecer del caso y se oyó el de cada uno de los componentes del consejo, resolviéndose en consecuencia contestárseles a los norteamericanos y se les contestó más o menos en los términos siguientes, preñados de la indignación que le causó a Sandino lo que él consideró ser una altanería del enemigo sin ofrecerle garantías y solicitarlo a conferenciar con él. 1. Los hombres libres defensores del sagrado derecho de la libertad de la Patria no toman en cuenta ninguna garantía que les ofrecen los violadores de sus derechos. 2. Por ningún caso entrarán en conferencia con ningún yanqui. En caso de conferenciarse, se haría con el general José María Moncada, ya que siendo de Nicaragua y del Partido 102 Gregorio Urbano Gilbert Liberal, a los que traicionó, podría reparar los males que le causó a la patria y al partido. 3. En caso de conferenciarse con el presidente de la república general Moncada, solamente se convendría con este la firma de la paz, mediante las siguientes condiciones: • Evacuación total e inmediata de la república por los soldados norteamericanos, bien fuere por la razón o por la fuerza. • Nicaragua no reconocerá los gastos hechos por los invasores en su campaña en el país. Nicaragua no tiene por qué pagar el costo de los experimentos que los intrusos hayan hecho de sus elementos bélicos modernos en los pechos de los patriotas, así como asesinando a infelices e indefensas familias. • No se aceptará ningún empréstito leonino de los norteamericanos. • Se declaran nulos todos los tratados o pactos indecorosos para la patria que firmaron Chamorro, Díaz y otros sujetos de malos sentimientos. • Se rechazará con entereza cualquier intento de intromisión de los yanquis en las elecciones de Nicaragua o en cualquiera de sus asuntos internos. También se anotaron en los pliegos contestación a otros puntos de menor importancia, tales como la del libre cultivo del tabaco, pues ese producto se encuentra monopolizado en Nicaragua; redacción de leyes que favorecieran al obrero, etcétera. Terminaban los puntos señalando que si para cumplirse estas Moncada tuviere que emplear la fuerza, la del ejército libertador estaba dispuesta a unírsele en cooperación para lograrlos, y que logrados, cada uno de los soldados libertadores, desde el jefe supremo hasta el más inferior en la escala jerárquica, se retirará a su casa a vivir de su trabajo, no queriendo recompensa alguna de la patria. Se despachó la correspondencia y se esperó el resultado de lo que ella provocara en su destinatario, provocándole, como se esperaba, terrible cólera. Junto a Sandino 103 ATAQUE AÉREO En los campamentos de campañas bélicas, aparte del orden militar se asocian los individuos formando grupos de cuatro, seis, diez o más, con fines de mejor soportar el peso de la azarosa vida que llevan y se unen hermanadamente, que si un miembro de una agrupación encuentra algo de comer fuera de la ración ordinaria, aquello como está, como cualquier otra cosa útil, se consume o se utiliza en comunidad. Al llegarse a un punto con fines de ocuparse por pocos o muchos días, seguido se ven a los asociados disponiéndose para la fabricación de las champas; según aptos que sean estos cortan las varas y las hojas, esos la cargan y aquellos fabrican. Lo mismo es con todo. En la comida, unos cocinan, otros ayudan, este busca leña y aquel busca agua. Entre los grupos o asociaciones que habían en El Refugio uno se formaba con los siguientes individuos: coronel Agustín Farabundo Martí, secretario general, coronel Domingo A. Mairena, médico, el ya teniente Carlos Manuel Aponte, tercer ayudante del comando supremo y el teniente Urbano. En el reparto de los trabajos de este grupo, entre los que le tocaban a Urbano uno fue el de aguador, a su elección, por ser buen bebedor del preciado líquido como es el agua, de la que tenía siempre en la carpa una buena reserva… Y fue el amanecer de un día, nublado, húmedo y frío… El congo, el más gigantesco de los monos de América y el animal más bullanguero que puebla sus selvas, con su ronco rugir «anunciaba» la proximidad de la lluvia. El amanecer fue el del día 23 del mes de diciembre del año 1928. Como se esperaba de un momento a otro que el enemigo jugara una mala partida, por la seguridad que se tenía de la ingrata impresión que le causarían las notas contestación del comando libertador a las notas de propuesta de paz del comando opresor, todo era precaución en el campamento de la montaña. Por eso, el teniente 104 Gregorio Urbano Gilbert Urbano había ido temprano a la quebrada a surtirse de agua y no había el teniente acabado de sumergir las jícaras en la poza de la fuente, cuando toda la montaña se cubrió con la voz sonora del teniente José Dolores Pupiro, indio nicaragüense, de Masalla, asistente del general Sandino y de centinela esa mañana, dando el grito de: «¡El avión!». Al llegarle el grito del centinela al aguador, llenando apresuradamente las jícaras, corrió al campamento. Tan dispuestos y enseñados los aviones vinieron, que al muy poco rato después de haber sido anunciados estaban volando con ruido ensordecedor por sobre los campos de El Refugio. Y habiendo recorrido el teniente solo un tercio del camino de la fuente al campamento, el enemigo había abierto fuego desde sus aviones de ametralladoras y bombas. El que desde los altos de la montaña sin encontrarse en el campamento oía el fuego del ataque, se imaginaba que también fuerzas de tierra marchaban por los bajos de El Refugio. El fenómeno se debía a que los aeroplanos descendían tanto para ametrallar a las avanzadas que daban esa impresión. Cuando llegó con su agua a su puesto el teniente, encontró a sus compañeros resguardados de los proyectiles enemigos con los árboles frondosos de gruesos troncos que cubren a la montaña. Había orden de no corresponderle al yanqui sus envíos de balas. Y por eso, encontrándose los soldados de El Refugio libres de la faena de la batalla, atentos al espectáculo del ataque yanqui podrían apreciar la belleza impresionante de un bombardeo aéreo. Las máquinas parecidas a gigantescas aves en su figura y vuelo planeado, majestuosamente se pasean sobre el campo objetivo, en el que después de bien recorrido, a la señal de su comandante, las oblicuan de nariz hacia tierra y rompen sus fuegos con las ametralladoras. Después que cada uno de los aeroplanos ha hechos una ráfaga completa con su máquina de tan rápidos disparos, lo enderezan para seguidamente volverlo a oblicuar de cola y entonces las descargas las hace con bombas, yendo de esa manera Junto a Sandino 105 intercalando cargas de una y otra arma, dándoles a las atronadoras detonaciones el acompasado sonido de una música satánica. Pero no obstante ser las detonaciones música infernal parece que las endemoniadas máquinas aéreas que ofrecieron tan interesante escena en El Refugio trajeron órdenes de arrasar la montaña protectora. Así fue de elevado el número de bombas que le arrojaron por lo que los pequeños árboles volaban por el espacio arrancados de cuajo al recibir al comienzo de sus troncos uno que otro endiablado artefacto destructor, dejando hoyos semejantes a pequeños cráteres volcánicos. Los monos cesaron en sus continuos chillidos y banquete de frutas, como los pájaros en sus cantos por el espanto recibido. Al volver de la fuente con su carga de agua el teniente, y el querer ocupar su sitio cercano al del general Sandino, se arriesgó en un trecho claro en la selva y cuando a mitad de la senda se encontraba vio que por sobre su cabeza volaba un aeroplano, al tiempo que Sandino le gritaba que se escondiera, mandato que el oficial no obedeció porque no quiso huir y porque vio que una bomba soltada desde el avión venía en su dirección. La mejor defensa contra una bomba de aeroplano que en un claro le venga encima a uno es arrojarse a tierra poco tiempo antes de ser alcanzado por el proyectil porque, de quedarse de pie, parado o corriendo se expone que al estallar la máquina de muerte sea alcanzado por sus cascos y además por las piedras, tierra y demás materiales del suelo que levante, sufriéndose de las consecuencias de sus impactos. Conocedor el teniente del ardid, para tratar de rechazar el peligro que lo amenazaba, se dejó caer en tierra en el tiempo de pocos segundos antes de que la tocara la bomba. Quien así atacado, aturdido y como enajenado por la detonación y trepidación de la tierra, se siente como dentro de un cortinaje de fuego, metralla, cascos, tierra, humo, mientras a distancia se observa el espectáculo como si fuera una fuente en el momento de vomitar el endemoniado chorro. 106 Gregorio Urbano Gilbert Pasada la acción de la bomba y haber recuperado el teniente su domino, se levantó y procedió a sacudirse la tierra y demás basura que recibió, mientras otro aeroplano se aprovechaba abriendo su fuego de ametralladora sobre el hombre traqueado, por lo que el general Sandino le volvió a gritar: —¡Escóndase! En vez de obedecer el mandato de su jefe, el teniente preparó su ametralladora y tomando puntería con disposición de mandarle al avión toda la carga de sus 300 tiros, le replicó: —¡Déjeme derribar a este maldito aparato que tan sañudamente me persigue! Ante el peligro que acarrearía la inútil temeridad del oficial el general Sandino, hablándole en términos sumamente agriados, le dijo: —¡Si disparas, todos estaremos perdidos, y el que se crea que tiene más… [hombría] que los demás, será fusilado! Entendiendo al fin el teniente su majadería y situación aseguró su ametralladora y se retiró, corriendo del lado contrario de donde estaba su jefe superior con los oficiales de su escolta, y asegurándose con el tronco grueso de un árbol, dejó pasar tranquilamente el furor de los aeroplanos, los que después de haber agotado sus provisiones bélicas, se retiraron con demostraciones de satisfacción, al parecer por el juguetear con que conducían sus máquinas al retorno de su base, por creer que habían destrozado al campamento general de la libertad de Nicaragua, pero ni uno de sus soldados ni ninguna otra persona de las que lo poblaban fue tocado en la acción aérea de ese día, por causa de la protección a que se acogieron de la vegetación virgen y exuberante de la montaña. EL TENIENTE URBANO ASCENDIDO A CAPITÁN, NOMBRADO CUARTO AYUDANTE DEL COMANDO SUPREMO Después que en el campamento general reinó la tranquilidad aunque el olor de la pólvora quemada imperaba, todavía en imposi- Junto a Sandino 107 ción al perfume de las flores, los soldados de El Refugio al reunirse comentaban el ataque sufrido. En lo que tocaba al teniente aguador, muchos opinaban que se le sometería a un consejo de guerra o por lo menos, llevaría una ruda represión por parte del general Sandino, merecida por su comportamiento desacertado durante el ataque de los aeroplanos. Como por lo regular el general Sandino antes o después de tomar cualquier resolución se entregaba a una larga meditación, esta vez se le vio entrar a su champa poniéndose en actitud meditativa. Cuando termine, decían los soldados, de seguro que se decidirá la suerte del teniente. Pasado un corto rato, Sandino llamó al coronel Martí, secretario general, y le dictó una resolución. Después llamó al general Francisco Estrada y le ordenó formar a la gente. En formación las tropas, están pendientes de lo que pueda ser el motivo cuando con gran asombro, a la lectura de un pliego, se hace saber que el teniente Urbano ha sido ascendido a capitán y nombrado cuarto ayudante del comando supremo, ordenándose a reconocérsele y obedecerle en todo lo que ordenare en ejercicio de su nuevo rango. Dado a conocer en la orden del día, salió el bando a pregonarlo por todos los campamentos de la revolución. NUEVO ATAQUE AÉREO. EVACUACIÓN DE EL REFUGIO. EL NARANJAL Al otro día también temprano como en los anteriores, se presentó el grupo de los aeroplanos con el mismo aspaviento y con la misma «furia», acabando con los árboles pequeños y ramas y hojas de los árboles grandes, interrumpiendo a los monos en sus comidas y voces y a los pájaros en sus cantos, aunque sí sirviendo la tanta bulla para diversión de los soldados libertadores, ya que llevaban una vida en extremo monótona en El Refugio y para la celebración del MCMXXVIII aniversario del nacimiento del 108 Gregorio Urbano Gilbert hombre dios que ha logrado reunir el mayor número de adoradores de todos los que han tenido las otras divinidades que ha habido sobre el planeta que habitamos, como lo es Jesús de Galilea. El día 25 se pasó en calma completa, no anotándose ningún suceso bélico, sino el hecho de haber don Claudio Blandón dado caza a un tapir danta, animal gigante, del orden de los paquidermos, habiendo la carne de semejante animal servido para el banquete con que se celebró el aniversario de la Natividad del Señor. Y débese de recordar que fue don Claudio Blandón, el fabricante de las flores de El Chipote o «buitres», como dijeran los yanquis ridículamente, quienes no reparan en incurrir en semejantes absurdos como en el que incurrieron también tiempo después al penetrar una guerrilla de los alzados en el poblado de Puerto Cabeza, en el que murieron en consecuencia algunos de los pobladores civiles norteamericanos, declarando por ello el Departamento de Estado que los Estados Unidos de Norteamérica no cuentan con fuerzas suficientes para garantizar sus intereses en Nicaragua ante el peligro que presentan los alzados, declaración que se expandió a la redondez del mundo por medio de la prensa, servida de sus agencias informativas. Si la nación que cuenta con los mayores recursos de la tierra y en población era el entonces de más de ciento veinte millones de seres humanos se expresó así ante la amenaza de un pequeño grupo que carecía de todo, ¿se quiere así esperar mayor ridículo decir de los Estados Unidos, la nación que años después venció a la que se creía una potencia invencible como lo es Japón y siendo también la principal aportadora de los recursos que fueron necesarios para lograrse la derrota de la gran Alemania de Hitler e Italia de Mussolini, y que años antes también fue la principal causante de la derrota de esa misma Alemania por Guillermo II, y de las demás potencias que la secundaban? Pero lo peor del caso era que conociendo las naciones de la América indolatina aquella declaración no la tomaron en cuen- Junto a Sandino 109 ta para aun siendo engañadas no hicieron ningún esfuerzo para zafársele de las garras al verdadero buitre que las roía y las roe en parte todavía. Permanecía de rodillas recibiendo las zarpadas de la bestia alada sin siquiera protestar en lo más mínimo. No se ilusionaron con ese decir que les fue bello y creyeron que si un pequeño grupo era invencible ante las fuerzas yanquis una nación unida o muchas naciones unidas tendrían que resultar mucho más respetadas para la potencia del Norte, asistiéndole además la poderosa fuerza de la razón. ¡Pero no, el ciego servilismo de los eunucos dirigentes de estos pueblos no le dejaban ver tan grande y bella fantasía! ¡Nada más empleaban sus energías en intrigas y en tiranizar a sus subordinados, empleándolas estos en exterminarse mutuamente en pos de torcidos sentimientos, redundando todo solamente en provecho del yanqui! ¡Raza fatal, que si no se tuviera la esperanza de que surgirá un regenerador fuera preferible a vivir con ella perecer violentamente profiriendo una maldición…! ¡Oh destino, infla de espíritu de coraje y conciencia a un hombre! Al amanecer del día 2, Sandino resolvió abandonar El Refugio. Se dirigió a El Naranjal, en donde se llegó después de una marcha continua de diez horas en la que no hubo novedad de interés que reseñar, oyéndose mientras se marchaba las detonaciones de un furioso ataque por parte de los aeroplanos enemigos al abandonar El Refugio. El Naranjal es un lugar que gustó a todos los soldados porque es un pequeño valle casi llano, rodeándolo a poca distancia las lomas. Además de lo bueno del terreno para caminarse, no así para defenderse fuera de inferior potencia a la de su enemigo, había la ventaja de la abundancia de comida, teniéndose siempre en el campamento novillos gruesos, todos en turno para convertirse en rancho de unión de frijoles, tortillas de maíz, raspaduras, sal, miel de palo, legumbres, cañas de azúcar, etcétera, no teniéndose 110 Gregorio Urbano Gilbert como en El Refugio que comerse sabandijas inmundas sin sal, como las comen los salvajes, indios del lugar, que no conocen esa sustancia ni el azúcar, a no ser de las que contienen los alimentos de la naturaleza. Otra de las ventajas de que se disfrutaba en el nuevo lugar era la de que el frío y la humedad no se sentían con la rudeza que se sentían en el anterior, recibiéndose aquí con más frecuencia bienhechores rayos del sol. Y no importando las tantas ventajas de El Naranjal, cayeron en el sitio muchos soldados enfermos del estómago. Unos acusaron al agua de ser la causante del mal al ser cañada de pobre aforo y agua estancada, y otros, al parecer con más acierto, acusaron a la comida de ser la del daño, ya que anteriormente se tenía tan escasa, teniéndose ahora en abundancia y comiéndose a desmedida. Con todo, con comida abundante y males de estómago, los rebeldes tuvieron que dejar el lugar porque una grande fuerza enemiga lo acechaba y no tiene punto de apoyo posible ante un empuje de superior enemigo. Al sitio hacia donde se encaminó nuevamente la fuerza libertadora fue a El Refugio, en el que, al abandonarlo en días atrás Sandino dejó, en la parte más intrincada a Teresa con su pequeña escolta. Por lo ingrato de El Refugio, los soldados quedamente protestaban y decían que por causa de esa mujer era que se dirigían a tan ingrato lugar, en donde no había necesidad de irse ni posibilidad de sostenerse por lo bien conocido que estaba del enemigo, que por lo visto, estaban más para cuidar un… [sexo] que para defender a Nicaragua. Como se llegó tarde, ya de noche por los alrededores de la una, los soldados para dormir se recostaron en su falda y al despertar la mañana del día siguiente, 31 de diciembre, escalaron la altura. Junto a Sandino 111 REVISTA GENERAL Desde días anteriores, Sandino había convocado a sus hombres al lugar Los Bonetes para el día primero de enero de 1929, con el fin de pasarles revista. Llegado el día y reunida la gente, desde el primer vistazo que se les dirigió, desoje ver las desastrosas condiciones en que se encontraban. Al pase de lista, solamente trescientos hombres en condiciones de batalla respondieron. Todos los demás, en mayoría, carecían de lo indispensable para poder ser miembro de una fuerza armada y en campaña, no dejando los otros de tener escasez de municiones, y todos, de ropa, alimentos y medicinas. EL CAPITÁN JOSÉ DE PAREDES, ENVUELTO EN UN BOMBARDEO AÉREO, ASCIENDE a EL REFUGIO PORTANDO LA BANDERA QUE LA BENEMéRITA SANTIAGUESA, SEÑORITA ERCILIA PEPÍN, DE LA REPÚBLICA DOMINICANA, ENVIARA AL LIBERTADOR GENERAL AUGUSTO CÉSAR SANDINO Llega el día dos del mes de enero de 1929, viniendo en este día a El Refugio los aeroplanos que sabedores los enemigos de que el lugar había sido nuevamente ocupado por el comando supremo libertador, resolvieron hostilizarlo sin tregua y rompiendo como de costumbre sus fuegos de ametralladoras y de bombas los libertadores se resguardan con los troncos gruesos de los árboles. El centinela, desde su posición, advierte que envuelto en el humo y fuego a causa de las bombas al estallar, un grupo avanza hacia el campamento y lo anuncia con su potente voz al oficial del día para fines de su reconocimiento, mientras igualmente detiene a los ascendentes con un grito de: «¡Alto! ¡Quién vive!». 112 Gregorio Urbano Gilbert Con la consiguiente impresión, los patriotas se preparan para la emergencia que el caso pudiera requerir. Cambiados el santo y seña de rigor, es reconocido el capitán José de Paredes, el bravo mejicano que en su retorno de México, donde fue en misión de la causa libertadora después de haber recuperado su salud en Tegucigalpa, no quiso esperar a que pasara el fuego del ataque para presentarse al campamento y dar cuenta de las encomiendas que trajo, resolviendo solidariamente con sus compañeros escalar El Refugio, desafiando el peligro de las bombas y de las balas de ametralladoras de los aeroplanos enemigos. Cesó el fuego por el agotamiento de los pertrechos de guerra de las aeronaves, reinando momentáneamente la paz en El Refugio. Al entregar el capitán De Paredes sus encomiendas, entre las tantas traídas, puso en manos del Libertador la bandera que la benemérita dama santiaguesa profesora señorita Ercilia Pepín, directora de la escuela México de Santiago de los Caballeros, República Dominicana, hiciera a sus alumnos bordar, enviándosela al general Augusto César Sandino. Mientras se desenvolvía el bulto, todos esperaban ver la bandera de guerra de la Libertad o Muerte, con sus simbólicas tibias cruzadas y encajada en el ángulo superior de éstas calaveras a manera de escudo. Pero no, ésa no fue la bandera enviada por la noble dama señorita Pepín sino la oficial de la república de Nicaragua, azul, blanco y azul, en bandas horizontales de iguales tamaños y anchos y su escudo de cinco volcanes tras los cuales asoma el sol naciente, y en el de en medio, montado sobre una pica, un gorro frigio se levanta. Pero no disminuyó por eso el entusiasmo y la admiración por la bandera sino que aumentó más y fue grande la alegría entre todos los rebeldes y consideraron que los aeroplanos con intención de causarles daños al campamento del honor de Nicaragua, inconscientemente saludaban con un cerrado bombardeo a la más pura bandera nicaragüense. Junto a Sandino 113 CARTA QUE ACOMPAÑABA A LA BANDERA Y CONTESTACIÓN DEL LIBERTADOR Santiago de los Caballeros, República Dominicana, mayo 15 de 1928. Campos de Nicaragua. Al general Augusto César Sandino Invicto paladín: Las alumnas del Colegio de Señoritas México de esta ciudad heroica, han bordado con núbiles manos que la patriótica fiebre ha ennoblecido una réplica exacta de la magnífica enseña que con denuedo espartano habéis enarbolado sobre el campo en que se libra el duelo sin cuartel a que estáis apercibido por la épica redención de vuestra patria, ¡Nicaragua! Y después de haber depositado en cada uno de sus pliegues una plegaria enderezada al Dios de las naciones libres en interés de que la escude y favorezca siempre con su divina protección, os la ofrendan en testimonio cordial de solidaria confraternidad a fin de que las huestes reivindicatorias que invictamente comandáis ante la asombrada admiración mundial recorran, de cumbre en cumbre con ella desplegada a los simbólicos vientos incoercibles, esta etapa inicial de la épica jornada con que todos los hombres libres se verán constreñidos a fundar y mantener en el continente colombino, a sangre y fuego —si las vías persuasivas no fueren ya posibles—, la irrelegable paz de la libre determinación de las naciones. En manos del ejército libertador que estáis próceramente comandando, esta bandera que venimos a ofrendaros palpitante el corazón de patriótica unción seguirá teniendo la misma signifi- 114 Gregorio Urbano Gilbert cación concreta que ha ostentado hasta el presente tan solo como símbolo de la soberanía nacional de uno de los estados libres que pueblan las Américas pero, desdoblando fronteras naturales, esta enseña acabará por conquistar una cimera significación abstracta o trascendentalmente genérica cuando el humo de los combates desiguales en que ella está siendo gloriosamente empurpurada levante en armas los hogares de todas las Américas —la anglosajona inclusive— en un soberbio conjuro de repudiación común, enfrentando por obra de la razón o por obra de la fuerza los alardes del patibulario liberticidio con que el imperialismo yanqui está llenando de oprobio el sentido moral de la especie humana. ¡Que inflamada por vuestro aliento redentor esta bandera logre conquistar en los campos de Nicaragua la primera etapa de la paz en la libertad a que aspiran todos los pueblos dignos del continente colombino! Dios, Patria y Libertad. Ercilia Pepín Directora del Colegio de Señoritas México. La sensibilidad del héroe se manifestó de manera, al recibo de la bandera y la lectura de la carta, que hubo de declarar que por ellas había experimentado la mayor y grata conmoción de toda su vida, contestándole a la señorita Pepín su carta de la manera siguiente. 115 Junto a Sandino Las Segovias2, El Chipotón3 Nicaragua, C. A., Abril 15 de 1929 Cuartel general del ejército defensor de la soberanía nacional de Nicaragua Señorita Ercilia Pepín Directora del Colegio de Señoritas México. Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Distinguida señorita: Cábeme la honra de hacer de su conocimiento que el 2 de enero del año en curso tuvimos el honor de recibir en nuestro cuartel general, por conducto del “Comité Manos fuera de Nicaragua”, 2 3 Las Segovias: Así llamaban los nicaragüenses al departamento que tiene por nombre el de Nueva Segovia. El Chipote: Al operar Sandino por sobre montañas salvajes, olvidadas por la geografía, él las bautizaba con los nombre que a su mente y capricho acudían. Le puso por nombre El Chipote al primer cerro que ocupó al iniciar sus operaciones libertadoras. Expulsado por los norteamericanos de este, ocupó otro, el que nombró El Chipotón. Empujado también de este otro baluarte, el siguiente en que se acogió, lo iba a llamar El Chipotazo, pero después determinó que otro sitio en donde sentara el campamento general fuera llamado El Chipotón con el propósito de trastornar en los cálculos al enemigo, aunque sí se le ponía a estos cerros nombres especiales para solamente ser mencionados entre los hombres de la libertad, como se hizo con las alturas que llevaron por nombre locales El Refugio, El Chupón, l Cuaresma, Por Si Acaso y otros. 116 Gregorio Urbano Gilbert con sede en México D. F., la apreciable y conceptuosa carta de usted, fechada en esa histórica y por mil títulos heroica ciudad, el 15 de mayo del año próximo pasado, y con ella la réplica exacta de nuestra Bandera Nacional, finamente elaborada, que por digno medio de usted ofrendan a nuestro ejército libertador las nobles alumnas del Colegio de Señoritas México de esa propia ciudad y del cual es usted sabia directora. Apreciamos en el alto valor que tiene de solidaridad con nuestra causa reivindicadora la elaboración de nuestra enseña patria por las distinguidas alumnas de ese ilustre colegio y con la misma honda emoción con que recibimos nuestra bandera inmortal, en cuyos pliegues los vientos libres de nuestras montañas beben el aliento patriótico con que la perfumaron de plegaria para enviárnosla, con esa misma honda emoción va hoy para usted y para ellas nuestra más rendida gratitud. De igual modo que en estos tres meses, la gloriosa ofrenda continuará haciendo retroceder a las hordas yanquis invasoras de nuestro suelo patrio. Quiera el Dios de las naciones libres que nuestra enseña alcance la significación abstracta que usted le asegura para que sea ella la que enarbole el pueblo de las Américas y pueda dar cima a la tarea que a nuestras generaciones le tocó realizar en esta etapa de la evolución humana que establecerá los principios de fraternidad universal y condenación absoluta de toda conquista y dominación de un pueblo por otro pueblo. Será motivo de profunda satisfacción para nuestro ejército que esa significación sea alcanzada, porque siempre hemos comprendido que nuestra acción libertadora en Nicaragua solamente es un episodio en la acción que habrá de emprender el pueblo de este continente contra el imperialismo yanqui. Signos alentadores de que hay unidad de pensamiento en el pueblo de las Américas contra el imperialismo yanqui son los valiosos contingentes latinoamericanos que forman en las filas 117 Junto a Sandino de nuestro ejército libertador y continuamente es condenada la política yanqui en la América Latina, continental y antillana. No podía ser otra la actitud del pueblo de este continente. Fue uno el sentimiento de libre determinación el que dio vida a las nacionalidades de las Américas y es también una la gran comprensión de la amenaza en que está su libertad ante el imperialismo nórdico. Que sea siempre con nosotros la solidaria confraternidad de usted y de sus distinguidas alumnas para que nuestros anhelos de libertad continental sean realizados pronto y reciba usted y por su digno medio, ellas y el pueblo dominicano, la expresión de nuestra alta consideración. Patria y Libertad A. C. SANDINO. ATAQUE GENERAL A EL REFUGIO, EL QUE SE EVACUA DEFINITIVAMENTE Pocos días después de sucedidas estas cosas, el bombardeo aéreo y recibidas la bandera y la carta que enviara la señorita Ercilia Pepín, espías al servicio de los hombres de la redención muestran sus actividades observando los campos e informando de la marcha de dos fuertes columnas yanquis con dirección al campamento general. Al mismo tiempo correos enviados por los jefes de las guerrillas en operaciones traían correspondencias en las que estos daban cuenta de escaramuzas habidas entre ellos y las fuerzas yanquis, a la vez que señalaban lo que ellos creían era el objetivo del enemigo, como era el ataque a El Refugio. Basados en estos informes, el estado mayor de las fuerzas rebeldes comprende que tiene que prepararse contra un ataque del enemigo y aunque se previó la imposibilidad de rechazarlo, se 118 Gregorio Urbano Gilbert determinó esperarlo y resistirle mientras las defensas naturales de la montaña lo permitieran sin riesgos importantes para los defensores. Al efecto, todo se dispuso para el recibimiento del choque esperado y a su debido día, el enemigo se encontró trepando en unos cerros que con otros y El Refugio encierran el valle de Oconguás, en el que, en su lado norte y recostadas de la falda de El Refugio se encontraban las avanzadas de las fuerzas libertadoras en la forma y mandos ya descritos anteriormente, mirando de frente hacia el sur, a las poderosas fuerzas del enemigo. Por ser tarde, obscureciendo, la hora del arribo de los enemigos en los cerros de enfrente a los ocupados por los alzados, no emprendieron contra éstos ninguna acción. Como a las ocho de la mañana del día siguiente cubierto el valle de una muy densa neblina que lo mojaba, el yanqui moviéndose lentamente y abriéndose paso a medida que se lo facilitaba el terreno, alcanzó a los patriotas de las avanzadas, de los que recibe los primeros disparos, seguidos los cuales se inicia la batalla, recia, atronadoramente y breve; los unos por mantener sus posiciones, los otros por conquistárselas. Los yanquis con sus descargas cerradas hechas al acaso. Los libertadores con sus disparos graneados y certeros. Los yanquis avanzan lentamente porque en sus buenos trechos lo hacen arrastrándose semejándose a las serpientes. El patriota, con la agilidad del mono o de la ardilla, salta de un tronco a otro de los gruesos árboles o de una roca a otra, tratando de columbrar por entre algún claro de la neblina o de las plantas al yanqui tendido en tierra, de que no se pare más por voluntad de alguno de sus disparos, admirándole al mismo tiempo por su valor y disciplina, el que al sentirse herido, con suma serenidad le entrega las armas al compañero que tenga más cercano. Se acentúa el combate. El Oconguás, con su neblina en disolución al avance del día y las detonaciones de las armas de fuego, ofrecía el aspecto de una gran olla en ebullición. Junto a Sandino 119 Al rato de comenzados los fuegos por tierra, se presentaron los aeroplanos arrojando desde el cielo las bombas al campamento general haciéndoles a sus hombres apurada la situación, porque si bien es fácil la defensa de un ataque aéreo en la selva cuando solamente ellos son los que atacan no resulta así cuando se es atacado por aire y por tierra a la vez y más cuando el comando supremo tiene que estar en la perspectiva del desarrollo de los acontecimientos en los distintos lugares en que se suceden para poderlos dirigir lo más acertadamente posible. Mientras el duelo se libra, poniendo el general Sandino en movimiento a sus ayudantes para trasmitirle sus órdenes a los jefes de las operaciones, el héroe fija su atención y estudia las buenas posibilidades que le podría dar para preparar una emboscada, una quebrada con poco caudal de agua que descendiendo de la montaña, formaba su lecho ora algo así como una escalinata, ya en suaves pendientes o bien con pequeños charcos en remanso y de caprichosas sinuosidades, pobladas sus márgenes con una buena vegetación de árboles y matorrales. Bien estudiado el plan por Sandino, resolvió ponerlo en ejecución y para el efecto le trasmitió órdenes por medio de sus ayudantes Sánchez y Aponte a los generales Ruano y González, jefes de las avanzadas a que se replegaran al centro, dirigiéndose por el lecho de la quebrada, en tanto apostaba una fuerza al mando del ayudante general Estrada en las márgenes de la corriente de agua con los propósitos de defender a sus hombres en la retirada y de sorprender a los enemigos que los persiguieran, y tratar de exterminarlos en el peligroso encierro de una de las varias curvas, aunque si bien le sería peligrosa para el yanqui la operación lo sería también para los patriotas por el riesgo que correrían al aglomerarse en uno de sus vericuetos. Mientras tanto, al serle imposible a Ruano sostenerse en su línea de fuego le había mandado a decir a Sandino que se estaba retirando apresuradamente de la lucha para tratar de salvar a sus hombres del aniquilamiento y que dejaba a González desamparado por su lado derecho. 120 Gregorio Urbano Gilbert El general González, que se encuentra combatiendo de espaldas a El Refugio y en dificultad de zafársele al enemigo para ganar la quebrada con mucho esfuerzo, por razón de lo abierta que tiene su línea, logra poner a sus hombres en disposición de cumplir el mandato recibido, y menos mal para él, que habiendo agotado los aviones sus cargas de guerra y que también llegaron a hostigarle se habían ido momentáneamente. Con esto y con la retirada de Ruano, había disminuido bastante el fragor de la lucha. En retirada González por entre el cañón que se le indicó, al principio no se mostraba el yanqui dispuesto a perseguirlo, pero después de un tiempo se resolvió a ello abandonando todo recelo. La alegría de los emboscados era apenas contenida al figurarse que dentro de poco diezmarían al enemigo, lo que tal vez hubiera resultado así de no ser por la exaltación de uno de los patriotas de la emboscada, porque mientras sus compañeros retrocedían unos cuantos resbalaron y cayeron al lecho de la quebrada, aprovechando la ocasión unos cuantos yanquis que se habían adelantado en persecución de los que se retiraban, para abrir sus fuegos, por lo que creyó el patriota a sus compañeros perdidos, y sin tener ninguna cuenta que no se había gritado consigna alguna, abre a su vez los fuegos sobre el yanqui mientras vociferaba alarmantemente, por lo que comprendido el enemigo el peligro en que lo estaban metiendo, emprende la retirada al extremo opuesto del valle y del valle hacia las lomas de enfrente. Un tiempo de poco más de cien minutos sería el gastado en esta lucha, en la que ambos bandos sufrieron unas cuantas bajas, pero quedando el de los libertadores más maltratado y amenazado de un nuevo asalto ya que había de convenirse en que la calma gozada solo era una tregua habida como se demostró al tiempo de una hora en que volviendo las máquinas voladoras y zumbadoras y portadoras de artefactos detonantes los dejaron caer en tierra para crear la intranquilidad de sus defensores, y otras de las minas, por medio de señales se comunicaban con los del campo Junto a Sandino 121 enemigo y dejaban caer algunos bultos, que tal vez fueran de pertrechos de boca y de guerra. No gustándole a Sandino ser vecino de individuos tan poderosos y tan malintencionados como los que se habían mudado a su frente, y mucho menos queriendo tener con ellos pendencia alguna por el momento resolvió mudarse, para lo que esperó la obscuridad de la noche para protegido por ella evacuar la montaña que lo había protegido por largos días después de haber sido desalojado por unos inconformes de la altura de El Chupón. Mientras se ejecutaba la evacuación, se quedaron en el campamento tres hombres conocedores del lugar sosteniendo fogatas con el propósito de aparentarle al enemigo que se permanecía en El Refugio y no que se estaba evacuando. CAPÍTULO V SUCESOS IMPORTANTES Celebración de un consejo / Nuevos ideales / Desacuerdo entre Sandino y Turcios. Ruptura entre estos / Traición de Mairena / Sandino solicita hospitalidad del gobierno mexicano / El fin de un europeo. CELEBRACIÓN DE UN CONSEJO En conjunto con los sucesos bélicos enumerados en el capítulo anterior, se sucedían los del presente, los que son de causas políticas. En precaución el general Sandino de que los soldados norteamericanos se retiraran de Nicaragua para el día primero de enero del año 1929 de conformidad a como ellos se lo habían anunciado a la toma por el general José María Moncada de posesión de la presidencia de la república, convocó un consejo en el que figuraron los ayudantes militares y los altos jefes del ejército libertador para deliberarse sobre la conducta a seguirse en caso de que se efectuara la anunciada desocupación de la patria por los soldados que la pisoteaban. El primer punto fue el eventual de la retirada de los yanquis de Nicaragua para la fecha ya anunciada, y como el jefe supremo fue el primero en opinar, opinando de que si se irían para el día primero 123 124 Gregorio Urbano Gilbert de enero, todos los subalternos a excepción de uno opinaron de igual manera sin siquiera dedicarle un segundo de meditación al asunto. Guerra cruel a muerte es la que hipocresía e irresponsabilidad han llevado a la sinceridad y al valor con tan brillantes triunfos que no aparece quien quiera servir a las virtudes. Los vicios se muestran deslumbrantes envueltos en mantos de lujos, que la humanidad se ha lanzado atropelladamente a ellos, ciega de su engañosa victoria. Por eso, el hombre máquina sin principios, que piensa con el pensar del jefe y opina con su opinión, que por brillante que sea su concepción no la exterioriza si la del superior no se le asemeja tan siquiera, porque está en su ánimo solo aceptar y acatar y hacer acatar la de éste sin miramiento alguno por desacertada que sea, es un producto de abundancia tanta en este infortunada Indoaméricalatina. El lamedor, que no tiene en cuenta del mal que causa al emular al perro, con lástima que no sea coludo como este, y bien lanudo para mejor lucimiento en desempeño de su misión, no tiene en cuenta del mal que causa. Silencia, anula a los escasos bien intencionados que como un aborto suelen aparecer aún en el peligro que los rodea. Dos especies hay del hombre máquina: El incondicional que desechando todo contacto con la moralidad solamente admite su grosero bienestar material, siempre a expensas del débil que admite tan babosos halagos de la causa que se sustente, y puede ser hasta a costa del pueblo. Ente de estos sentimientos, su fin postrero es traicionar o desentenderse en la adversidad de su jefe baboseado. El otro es por cobardía. Tan peligroso el uno como el otro. Pero también el jefe borracho de tantos falsos halagos, abrillantado de viscosidad salivar como falso barniz de cooperación que recibe de estos corrompidos cooperadores, cierra sus ojos y oídos a las sanas indicaciones de los hombres abnegados, que se arriesgan al sostener sus sanos principios con intenciones del Junto a Sandino 125 triunfo sólido de la causa y del jefe. A estos bien intencionados se les posterga o se les hace víctimas por intrigas de los otros. Y así, dejándose arrastrar al precipicio de la ceguedad y sordera a causa de estos ruines, el jefe no se percata del mal, hasta cuando ya no hay lugar para remediarlo por encontrarse yacente ya en el fondo del tenebroso abismo en que lo han conducido, no quedándole entonces nada más que el triste recurso de sus lamentaciones y la memoria de los viles que le contagiaron de envilecimiento, si tal recurso le han dejado. Sucumbe el jefe por causa de sus falsos asesores, como muere el árbol atacado por la liana, como muere la mosca por la araña, como muere el insecto atraído por el rayo de luz. Al exteriorizar su opinión el ayudante en contradicción con las de los otros, fue atacado enconadamente, como atacado había sido en otros consejos celebrados anteriormente y también fuera de ellos por disentir de sus pareceres. Se le acusó de ser un sistemático contradictor de las proposiciones y disposiciones de Sandino y de los consejos, y pidieron que como en casi ninguno de los consejos celebrados había estado de acuerdo con lo tratado no concurriera más a ellos y así se evitarían molestias y disgustos. El oficial tenido por disidente, aunque de carácter un poco iracundo, acopiando serenidad ante sus compañeros, hablándoles, se defendió de la siguiente manera: —Si no se me quiere aceptar en los consejos por causa de opinar de conformidad a mi sentir y no al de ustedes, no concurriré a los que en adelante se celebren. En mis ideas podré estar equivocado como lo pueden estar ustedes en las suyas, como el general Sandino en las de él, pero jamás hablaré como la cotorra repitiendo a tontas y sin sentido lo que dice el amo por el hecho de ser el amo, o como en el caso de nosotros por ser quien más manda. »Si somos convocados para oír y exponer ideas y discutirlas, a eso vengo y a nada más y las digo y expongo, como discuto las 126 Gregorio Urbano Gilbert de los otros como me lo indica mi parecer, sin intenciones de que sean las mías las que prevalezcan. Si es desacertado mi parecer, está bien que se le rechace, como en el mismo caso se deben rechazar los del general Sandino, asintiéndoles únicamente los que consideremos acertados, porque para eso somos sus ayudantes y jefes subalternos que con él compartimos la responsabilidad en la dirección de la campaña libertadora, y no que se me rechace y mal acuse por no poder opinar de la manera que no siento sino de la manera que lo siente… —¡Vos lo que sos un indisciplinado! —Estalla irrumpiendo al capitán, el general Porfirio Sánchez. —¡Lo que no soy yo es un hipócrita y vil adulador! —Le soltó Sánchez en tono violento el oficial interrumpido. ¡Humillarme ante persona alguna o adularla no está en mis sentimientos! ¡Ser adulado y ser adulador no es propio más que de las almas mezquinas! ¡Para adular no hubiera necesitado venir hasta aquí! He dejado atrás muchos campos fértiles en esas indignidades! ¡Solo he sido atraído a éste por la nobleza, por lo justo y por lo valiente de la causa que se defiende! »¡Por eso y por nada más! »No le concedo derecho a nadie para que me acuse cuando lo que le guía a ello es el interés, o la cobardía, o la ignorancia, pero nunca la convicción. »¡Y pueden hacer de mí lo que quieran, si es que no gusto por mi manera libre de ser! A una iban a estallar contra el oficial aquellos a quienes fueron dirigidas las agrias palabras, cuando el general Sandino, deseando poner fin a lo que tal vez hubiera terminado en un escándalo si se hubiera prolongado un rato más, intervino pidiendo silencio, y dirigiéndose después al oficial disidente, con buena calma y demostrando complacencia, le preguntó el porqué de su opinión contraria a la anunciada salida de los norteamericanos de suelo de Nicaragua para la fecha por ellos fijada Junto a Sandino 127 Sandino fue contestado del modo siguiente: —Usted sabe, general, que yo no tengo contacto de ningún género con el enemigo salvo en los casos de cuando nos encontramos y nos intercambiamos algunos buenos plomazos, no pudiendo por tanto conocer sus interioridades. Que todo lo que concerniente a ellos hablamos, es por lo que de ellos observamos y por conjetura en consecuencia y de ahí mi parecer de que no se irán para el día primero del entrante enero, aún habiéndolo ellos anunciado. Lo que deduzco de ese anuncio es que ellos tratan de engañar al mundo y muy especialmente a usted con fines de aflojarle su obstinada resistencia y ver si así consiguen la paz en el país y lucirse a la vez con alguna perfidia. El yanqui cuando invade a un país, no lo desaloja tan pronto ni tan fácilmente. —Del suyo, ¿no se fueron? —inquirió Sandino del oficial. —Sí, señor, se fueron —fue contestado Sandino—. Se fueron después de ocho años de haberlo tenido ocupado, en cuyo lapso fue bien grande la campaña que hicieron los dominicanos en los propios Estados Unidos y en muchas otras república americanas en contra de ese abuso, mientras que aparte de la que usted está haciendo con las armas, nada se está haciendo a favor de Nicaragua, sino todo lo contrario a ello, y le añado, aunque sea doloroso decírselo que en mi país, aunque sean bien canallas los políticos, no apareció de entre ellos, como tampoco de entro otros ciudadanos, quien quisiera prestarse de maniquí sirviendo la presidencia de la república dirigida por los interventores, por lo que tuvieron ellos que asumir todo el peso del gobierno con sus secuela de responsabilidades. En el caso dominicano, fue el pueblo en masa quien se opuso a la intromisión del yanqui. Pero, para más calamidades para Nicaragua, aquí intervinieron los yanquis por voluntad expresa del gobierno nacional, solicitándolos Adolfo Díaz, presidente de la república de Nicaragua, apoyándolos después la otra mitad de la Nicaragua política, que con la del presidente Díaz, hace la totalidad de la Nicaragua política que admite 128 Gregorio Urbano Gilbert el ultraje extranjero, lo que le atenúa grandemente el acto de ocupación, como igual los actos vandálicos que por ella cometen. En la República Dominicana los yanquis intervinieron de su propia voluntad, con el repudio unánime del pueblo, que los expulsó con civismo al fin, ribeteando de algunos plomos zumbadores en asociación con el aire. Con estas razones y con las de los demás jefes reunidos, prevaleció la opinión de que los yanquis se irían de Nicaragua para la fecha por ellos señalada, todo porque Sandino siguió sosteniendo ese parecer. Pasado el primer punto de lo que se trataba, seguido se pasó a conocerse del segundo mediante la siguiente consideración: Libre la patria de la afrenta de los norteamericanos, ¿cuál debe ser la actitud del ejército defensor de la soberanía nacional de Nicaragua? —Continuar la guerra —opina Sandino. —Continuar la guerra —repiten todos a una, como si así opinaran. Solo el tenido por rebelde permaneció en silencio completo, el que notado por sus compañeros e interrogado por ello, contestó simplemente: —Yo no opino nada. —¿Por qué no opinas? —inquieren los otros. —Porque al salir por un lado de Nicaragua el último yanqui, por el otro lado seguidamente me iré para mi país. —¡Usted no tiene ideales! —le vociferó el general Sandino a Urbano. —Pudiera ser verdad, general, que yo no tenga ideales en razón de lo claro que está la causa a que le estoy sirviendo. Tal vez sea a la del invasor de Nicaragua o a la de sus serviles nativos, tan ricas en bienes materiales, y no a ésta, la de sus defensores o sostenedores de su pueblo, tan estéril en aquellos bienes. Como también me incliné en mi país a la causa de estos mismos invasores, y al igual me acogí a las brillantes ofertas y limpias que mi gobierno me ofrecía cuando mi pensamiento solamente estaba Junto a Sandino 129 en estos campos, en donde parece que todavía no he llegado por haberme acogido a aquellos cómodos bienes. —Fue de la manera con que contestó el oficial a su acusador y jefe supremo. Aparentando serenarse notablemente, el héroe dijo: —Está bien, continuemos con la deliberación. Y deliberándose al estilo de los jefes allí reunidos, se pasó al segundo punto tratado al igual de cómo se pasó al primero. Pasándose al tercero relativo a la orientación a que se encaminaría la campaña del ejército libertador, a la que se le daría una organización civil, Sandino expuso que el doctor Pedro de J. Cepeda, nicaragüense, con residencia en ciudad de México, es un hombre prestigioso en la república azteca por lo que le fue fácil conseguir del gobierno de ese país las armas con que la revolución de 1927 combatió al gobierno de Adolfo Díaz, y fue también el doctor Cepeda quien formó y presidió la junta revolucionaria nicaragüense que reconocía al doctor Juan Bautista Sacasa como presidente de jure de Nicaragua. Por estas razones y siendo el doctor Cepeda un reconocido patriota y capacitado política e intelectualmente proponía que se le invitara a pasar al campamento general del ejército libertador para que se le proclamara presidente de la Nicaragua insurrecta y la organizara y tratara de conseguir de las naciones del mundo el reconocimiento de beligerancia. La propuesta de Sandino, o sea el tercer punto del orden, fue aprobado. Otros puntos de menor interés se trataron pero ni la conjetura es capaz de hacer que la memoria los reconstruya por habérsenos olvidado por completo los detalles. Se necesitaba de un oficial que fuera en comisión por ante Cepeda a México a hacérsele entrega de la invitación a pasar al campamento de la soberanía nacional de Nicaragua, así como también de las demás correspondencias relativas a los propósitos de los soldados patriotas. La selección del comisionado se dificultaba porque escaseaban los capacitados disponibles. El general Ruano, los coroneles 130 Gregorio Urbano Gilbert Martí y Mairena, el médico, se consideraban indispensables en el campamento; el capitán Paredes estaba señalado para otra importante y más delicada misión. Estrada estaba ocupado en asuntos bélicos. Ardila Gómez no gozaba todavía de suficiente confianza en la revolución y era además raso, y por una u otra causa los otros no podían ir. Hasta se pensó en el capitán Urbano pero alguien señaló que no lo dejarían entrar en territorio mejicano por razón a la ley que por raza le cierra las puertas. Otro señaló que encontrándose ya en Centroamérica no tendría dificultad alguna para penetrar en México. Y por la necesidad de comisionado, entraron en la barajadura de candidatos el doctor coronel Domingo A. Mairena y el capitán Urbano, y siendo Mairena un sandinista que nunca objetaba las ideas de Sandino, por ser de más largo servicio en las fuerzas libertadoras y poseer buena preparación cultural, don del que carecía Urbano, triunfó la candidatura del doctor Mairena a quien se le alistó de la mejor manera que se pudo, para lo cual contribuyó el candidato derrotado, el capitán Urbano, con una morocota que le quedaba del dinero que trajo de su país, sobrante de los gastos en que incurrió hasta llegar a los campos de las luchas de la libertad en Las Segovias. Provisto de todas las documentaciones pertinentes, incluso las que tenía que presentarle a Turcios en Tegucigalpa, Honduras, representante general de la causa libertadora, en participación de lo resuelto para que le facilitara a Mairena los mejores medios para poder seguir en ruta a México, fue despachado junto con el coronel Ledesma, nicaragüense. El coronel Ledesma había venido al campamento de la libertad desde Managua por la vía de Honduras, por la vía del mar Pacífico, por el golfo de Fonseca, a participarle al general Sandino que en la capital se estaba organizando un grupo compuesto en su mayoría por obreros con el propósito de realizar un movimiento a favor de la causa libertadora y que a él lo habían seleccionado como miembro de enlace entre los alzados y el grupo del entendimiento correspondiente, lo que robustecía con las credenciales Junto a Sandino 131 que presentó, por lo que esperaba recibir instrucciones para las actuaciones del grupo capitaleño. Sandino acogió con un poco de calor el negocio traído por Ledesma al campamento, quien después de unos cuantos días en él fue despachado juntamente con el doctor Mairena. Como el héroe era un hombre sumamente desprendido de las cosas materiales, tanto que casi nunca tenía un centavo de qué disponer, esa fue la causa por la que Urbano tuvo que desprenderse de su morocota, la que tenía inactiva, perdida entre uno de sus bolsillos, para que Sandino, comprendiendo que los dos coroneles despachados necesitarían para satisfacer sus primeras necesidades en el trayecto de algún recurso, se la diera. Según se supo después, por el camino peleaban los dos hombres porque Ledesma, queriendo su parte de la moneda y no habiendo por el trayecto recorrido cómo cambiarla, llegó hasta proponerle al doctor que la partieran en dos partes iguales con un machete para posesionarse de lo que le pertenecía del dinero. Después, Mairena llegó felizmente a Tegucigalpa, y de Ledesma y de su comisión no se supo nada más de ellos. NUEVOS IDEALES Pasado el tiempo empleado en la celebración del consejo referido y sosegados sus hombres, Sandino llamó a su presencia al capitán ayudante Urbano y hablándole sobre la frase que le dirigió, la de los ideales, que mucho lo lastimó, con el propósito de curarle ese mal, le hace público reconocimiento, delante de sus principales hombres, de sus méritos en términos tan encomiásticos, que equivalían a más de una satisfacción. Seguía Sandino hablándole al capitán, le dice que en el acaloramiento de la discusión que se suscitó lo que le quiso decir fue que se encontraba ignorante de los ideales que se perseguían. 132 Gregorio Urbano Gilbert El oficial le replica a su jefe que creía que se combatía por la libertad de Nicaragua de conformidad con la pauta del ejército, lo cual hacía y observaba cabalmente. En contrarréplica el general le dice a su subordinado que en eso tiene razón, pero que además se tiene el propósito de llevar la paz después de triunfada en Nicaragua, bien sea cívica o belicosamente, a todos los países de la América Latina con el fin de hacer de todos ellos una sola nación sin fronteras que la dividan, con una sola bandera, fuerte y respetada. Es decir, Sandino soñaba con una unión latinoamericana, más estrecha que la ideada por el libertador Bolívar, planeada por este héroe en Panamá en su célebre Congreso efectuado en la tierra ístmica en el tiempo de veintidós del mes de junio de 1826, proyecto el de Sandino, que denominaríase indohispanoamericanismo. En acabando de hablar Sandino, el oficial contradictor arguyó que para quienes le guste la idea estará todo lo buena que se quiera esté, pero que para él no estaba buena y que para los que la consideraban buena, estimaba que no pasaba de ser para ellos más que una de las tantas utopías que engendran los cerebros de algunos soñadores, ya que la consideraba irrealizable bajo todos los puntos, y mucho más por los hombres segovianos en armas rebeldes, los que se encuentran tan escasos de recursos que ni siquiera podrán realizar el punto básico a que se aspira como es de expulsar al yanqui del país. Y que si todavía se consiguiera este justo y bello propósito no conocía de ninguna nación latinoamericana que aún teniendo la ínfima población de un millón o menos de habitantes, esa, como las otras mayores, se pueda organizar para guiarse por la ruta del orden o del bien, por lo que mucho menos se podría realizar ese milagro entre las veinte repúblicas latinas de América, con sus ochenta o cien millones de humanos que las pueblan, extendidos desde el río Grande del Norte, hasta el Cabo de Hornos, compuestos de naturales y negros salvajes, y de esa inmigración aventurera europea sin más sentimientos que la guíe que el de Junto a Sandino 133 enriquecerse a toda costa o sin ningún escrúpulo, por lo que se ha formado en tan extenso territorio la amalgama humana más sin principios que habita continente alguno. Y en apoyo a lo que dice, Urbano le señala a Sandino la obra del libertador Bolívar, quien tuvo la pena de ver derrumbársele en sus mismas narices sin más espera a su Gran Colombia, que aspiraba fuera en potencia pareja a la de los Estados Unidos, derrumbamiento que fue a los pocos años después de haberla hecho, y le señala también la Unión Centroamericana, modelo de democracia regida por Francisco Morazán, desbaratada por el bárbaro Rafael Cabrera, tipo perfecto del repulsivo tirano. Y para terminar, Urbano le dice a Sandino que no consideraría buena la idea de la unión indohispanoamericana de la manera soñada por él, Sandino; es porque considera que cada cual tiene sus ideales a su sentir y, por lo mismo, todos hermosos, y por lo tanto, no puede ser ideal aquel pensar o hecho que trate de eliminarlo y mucho menos por medio de la fuerza. Si un individuo, si una aglomeración de individuos, si un estado soberano considera que la independencia nacional de que goza es su ideal en el orden político mundial, estado sin aglutinante con ningún otro, eso es respetable, y quien por la fuerza se lo estorbe e imponga su parecer porque eso es lo que considera ideal, está en el error y no en el idealismo, sino en el materialismo, o lo que es lo mismo, la contraposición al idealismo. Que se unan los que quieran, si es que hay quienes quieran unirse, y de unirse, que sea la espontaneidad y nunca por la fuerza, porque el idealismo es bello, por eso solo se asienta en la mente de los que piensan bien. Es más bello que el arte mismo, es sublimidad, por lo que son los idealistas superiores a los artistas. El idealismo linda con lo divino, por lo que no puede ser idealista quien incendiando campos, viviendas, ciudades, matando, si no es por defensa sino por ofensas, realiza un deseo. Es un criminal de la peor especie como lo han sido todos, sin excepción, los conquistadores y los colonizadores, aunque sus efigies luzcan en plazas y salones y aparezcan en millones de escrituras con admiración 134 Gregorio Urbano Gilbert para los carentes de conciencia, la mayoría de la humanidad, así es de pobre su sindéresis. La fuerza en el ideal solamente débese admitir cuando sea para defensa del ideal, a lo que el caso equivale a la razón, al derecho, a la conciencia y nunca a lo contrario como es el sojuzgamiento. Y que de sostenerse ese deseo funesto, unir naciones por el civismo o por la fuerza, a todas las americanas desde el río Grande al Cabo de Hornos, tendríasele que modificar la denominación, ya que hay repúblicas americanas latinas que nada tienen que ver con el hispanismo. Y a este decir del capitán, se siguió prolongadamente la discusión sobre la misma tesis, no cediendo en nada el persistente oficial. DESACUERDO ENTRE SANDINO Y TURCIOS. RUPTURA ENTRE ESTOS Otro producto cáncer de los hombres directores es el intrigante, pero el intrigante es más peligroso todavía que esta úlcera maligna. Solo destruye a quien la padece sucumbiendo al cabo con él. El intrigante acaba con todos los que lo rodean y con el cuerpo del director a quien cree servirle, creyéndose este servido a la vez, continuando luego con su obra maldita al quedar indemne en su lucha. Bien sucedido le está al hombre director ser víctima de tan feo actuar como es el intrigante. ¡Porque los cultivan! Si desde que advirtiera en los hombres que lo rodean los primeros síntomas de sus males como son los de indisponer a los fieles servidores, calumniándolos gratuitamente con inquina, apocándolos en sus meritorias obras, si desde ese primer momento los desarraigaran y aventaran al estiércol, su merecido lugar, con buenos aciertos, airosamente podrían dirigir los asuntos a su cargo. Junto a Sandino 135 Y resultó que por la acción destructora de estos roedores del buen orden, de las bellas obras edificadas sobre los más firmes sentimientos, el poeta Turcios y el general Sandino quebraron. Don Froilán Turcios, con residencia en Tegucigalpa, Honduras, su patria, que desde el comienzo del movimiento por la liberación de Nicaragua, dirigido por el general Sandino, se sintió tan ligado a ese sublime sentimiento que seguidamente le envió un propio a su héroe dirigente con cartas acreditatorias y en las que se adhería a la causa de la manera a como el Libertador mejor estimara disponer, prefiriendo el poeta servir con el rifle en la mano a cualquier otra manera. Pero el héroe, teniendo en cuenta los méritos intelectuales, políticos y sociales del vate voluntario, acerca de lo que consideró sobre el mejor modo que podría servirle a la causa libertadora, lo hizo su representante general, y como de tal, se le enviaron sus credenciales correspondientes. Antes de la causa por la libertad de Nicaragua contar con el descollante servicio del poeta Turcios, lo poco que el mundo conocía de ella era como si se tratara de una partida de bandoleros porque eso era lo que propagaban los yanquis y los traidores nicaragüenses. Turcios, con su pluma brillante y vigorosa, le limpió la mácula fea que le echaban los verdaderamente manchados que tiene Nicaragua y apestan, y la hizo conocer en su verdadera nobleza de causa por lo que el mundo la admiró sobremanera. Y tanto se apegó Turcios a ella que hubiera sido difícil, sino imposible, determinar cuál la sentía más, si Sandino el guerrillero o Turcios el poeta, y tanto lo comprendía así el héroe que el tratamiento que le llegó a otorgar al letrado fue el de maestro. Y tanta confianza ganó el poeta en el ánimo del Libertador que todos sus consejos le eran ley, y a quien Turcios le cerraba sus puertas, quedaban igualmente cerradas las del campamento rebelde. Pero la bella armonía que coronaba a estas dos cumbres, aunadas para la concepción y la acción en el titánico esfuerzo encami- 136 Gregorio Urbano Gilbert nado en las montañas segovianas, fue atacada por el corrosivo microbio de la intriga triunfando cabalmente. Su obra roedora comenzó así: Turcios, hombre de buen gusto, llevaba una vida de la mejor que podía darse al alcance de sus recursos, y por eso, el elemento comunista que daba sus servicios en Nueva Segovia lo tildaba de burgués y, por burla, de aristócrata, y en consecuencia, lo acusaban de no atender debidamente el elemento humilde que se le ofrecía para luchar por la causa libertadora. Los enemigos del poeta en Tegucigalpa lo acusaron de disponer en su beneficio de los fondos que se le enviaban, producto de las colectas que se hacían a favor del movimiento autonomista. El coronel Antonio Lacayo, también en Tegucigalpa, llegó hasta afirmar que Turcios estaba en transacciones con los norteamericanos con fines de traicionar a la revolución por la cantidad de cien mil pesos. De todos estos cúmulos, Sandino los descartó por absurdos. Pero no satisfechos los que se habían propuesto dañar al poeta por los grandes y desinteresados servicios que prestaba a un movimiento que no le pertenecía ya que era extranjero con respecto al país a que le servía, por cuya causa se perjudicaba materialmente ya que su revista Ariel se la habían clausurado por haberla dedicado a ser el primer vocero de la causa libertadora de Nicaragua, y su persona era constantemente amenazada y vigilada. Esos disconformes le abrieron tan grande oposición que Sandino, encontrándola injustificada, con ánimo de sacudirla para siempre, hubo de decir: «Le tengo tan grande confianza a Turcios que si me invitara a pasar a un privado donde yo presumiera que se esconde un asesino con intención de matarme, yo entraría al privado porque consideraría mi presunción injustificada. Y, si llegare a desconfiar de Turcios por alguna razón, no le tendría confianza en lo adelante a ninguna otra persona que me rodeara». Esta declaración, antes que apagar o aliviar las voces de encono contra el poeta, las animaron mucho más, y al arreciar sus Junto a Sandino 137 enemigos sus ataques, llegaron al punto de cavar los cimientos en que descansaba su confianza en el ánimo del jefe de los libertadores de Nicaragua, y lograron su derrumbe, como se verá por lo que se sigue más adelante. Tan pronto el literato se enteró de los propósitos a que se encaminaba el doctor Domingo A. Mairena a la capital de México, le retuvo en Tegucigalpa y equipando a un expreso lo envió a Sandino manifestándole su disentimiento al proyecto, a la vez que le daba su parecer o manera de cómo debía de proceder después de evacuada la patria por las fuerzas extranjeras que la ocupaban. Turcios opinaba que teniendo Sandino al yanqui por de frente para combatirlo, no debía de enfrentársele a sus hermanos con esos propósitos sino que debía cesar de sus luchas bélicas, licenciando a sus soldados y retirarse él a donde mejor le apareciera, ya que su obra de patriota habría culminado a la ida para su país de los soldados norteamericanos. El representante continuaba diciéndole a Sandino que de continuar la guerra fratricida, sus glorias se le empañarían y que como él, Turcios, tenía que cuidar de ellas, le rogaba desistiera de ese propósito. Al responder Sandino a las razones de su representante, entre los principios que le alegó para sostener sus propósitos, fueron los mismos del indohispanoamericanista, y el de que con solo la evacuación de Nicaragua por los soldados yanquis no se conseguía la libertad de la Patria por razón de que quedaban sus influencias malignas y los viejos e indecentes tratados hechos con los norteamericanos por Díaz, Chamorro y otros traidores, y había que limpiarla. Se prolonga la polémica entre Sandino y Turcios, y aprovechándose los enemigos del poeta, lo atacaron despiadadamente y subiéndole los ánimos a Sandino, le dijo al poeta que:«Los hombres que combaten en Las Segovias tienen ideas propias. Los títeres se encuentran en los teatros y los muñecos en los bazares». 138 Gregorio Urbano Gilbert Disgustado Turcios por la manera violenta con que le salió Sandino por causa del parecer opuesto que sostenían los dos de los fines a seguirse en el caso de la evacuación de Nicaragua por los soldados extraños que la ocupaban, le dijo al héroe que como no podían entenderse en el punto de que trataban y por la manera agria con que lo estaba tratando, que lo mejor que podían hacer era separarse al igual que dos buenos hermanos que por largo tiempo han trabajado juntos en un mismo ideal hasta llegar a un caso en que no han podido entenderse, por lo que la separación se ha hecho indispensable. Y la separación se realizó, perdiendo la causa libertadora su más grande personaje después del general Sandino. TRAICIÓN DE MAIRENA En tanto pasan los días, el doctor Domingo A. Mairena espera en Tegucigalpa a que llegaran a definirse los pareceres entre Sandino y Turcios para saber si continuaba su ruta hacia México o regresar al campamento de Las Segovias, pero, encontrándose carente de algunas necesidades principalmente la del licor, materia más necesaria para él que el propio alimento, fue tocado por la tentación y lo condujo a ir un día, como si se tratara de la cosa más natural, a la Legación de los Estados Unidos de Norteamérica, proponiéndole al ministro revelarle importantes secretos del comando de las fuerzas libertadoras de Nicaragua a cambio de que le brindara unos cuantos tragos. Accediendo el ministro solicitado por Mairena, este lo puso al corriente de muchos de los secretos de la causa libertadora y le puso en sus manos los pliegos que llevaba para el doctor Cepeda en México Conocida la acción del traidor Mairena en Managua, desde la Presidencia de esa capital y en premio a su obra, se le nombró, según se rumoreó en el campamento libertador, oficial mayor de la Secretaría de Gobernación. Junto a Sandino 139 En resumen: se perdió a Turcios y se perdió a Mairena, quien se perdió moralmente a la vez, y se consuela el héroe en la siguiente ocurrente exclamación: «¡Bien merecido lo tengo por haberme confiado de un tuerto y un borracho!».1 El traidor Domingo A. Mairena Meses después en Tegucigalpa, Constantino Tenorio, Antonio Lacayo y un señor de apellido Solón, hablando con Urbano, de los alzados, en misión en esos días de la causa libertadora en la capital hondureña, le describieron algunos de los signos característicos del traidor Domingo A. Mairena: «Mire usted como son las cosas: ese tuerto de Mairena que fue de los que más pidieron a gritos que me fusilaran cuando fui a Las Segovias con la más sana intención a proponerle a Sandino la forma de paz que concebía y prefiere Tenorio, cómo vino al cabo a cometer la más grande puercada. ¡Tan cerca que me vi del fusilamiento! »Ese Mairena nunca le tuvo afecto a la causa. Fue a Las Segovias por igual razón a que fue a la Legión de los Estados Unidos, por causa de un vicio que es su perdición, vicio que lo ha alejado de poseer su título de doctor en medicina porque habiendo cursado los siete años requeridos para ellos, por causa de los males que le causa el guaro, no ha podido examinarse al final ni llevar los demás requisitos para ello. »Nosotros, los que aquí trabajamos por la libertad de Nicaragua, sabemos que cuando Mairena se encontraba bolo, se mostraba más autoritario que el propio Sandino, lamentándose de no encontrarse en esos campos para prestarle sus servicios médicos a los heridos y enfermos que los necesitaban, pero después que se le pasaba la goma,2 se tornaba más indiferente a la causa que lo que se muestran los chinos. Tuerto: Mairena solo tenía un ojo. Goma: Malestar que se experimenta después de sufrirse una borrachera. Resaca en Santo Domingo. 1 2 140 Gregorio Urbano Gilbert »Así fue como encontrándose una vez chupado en extremo, en ocasión de despacharse un correo para Las Segovias, le dio con querer ir para allá con nosotros, comprendiendo lo verdaderamente útil que le sería a los segovianos. Lo despachamos, y en previsión de que no se arrepintiera en mitad del camino y se volviera al pasársele el efecto del licor, compramos varias botellas de la bebida y se la entregamos al correo para que se las fuera suministrando por dosis convenientes a sostenerlo bolo por todo el camino mientras se caminara de este lado de la frontera. Y del otro lado, en Nicaragua, no le quedaría y no le quedó más remedio que seguir tranquilamente su camino hasta llegar al campamento, le sirvió a los necesitados de su profesión con aparente buena voluntad, pero guardándome sus odios –volvió Tenorio a individualizarse- como los mostró al aparecerme yo en el campamento general, empeñándose tanto en que me ejecutaran». SANDINO SOLICITA HOSPITALIDAD AL GOBIERNO MEXICANO Al efectuarse la revista general el día primero de enero, se comprobó el desastroso estado en que se encontraban las fuerzas de los libertadores, y Sandino en interés de mejorarlas para que pudieran continuar su obra redentora, resolvió salir al extranjero, siendo México el país de su decisión. Y para el efecto, en un pañuelo blanco de seda que era de Teresa Villatoro, le dirigió al primer magistrado de la república azteca la siguiente esquela trazada con tinta indeleble: Junto a Sandino 141 El Chipotón, Nicaragua, C. A. Enero 6 de 1929 Señor Licenciado Emilio Portes Gil, Presidente provisional de los Estados Unidos Mexicanos, México, D. F. Muy señor mío: En la confianza de que es usted representante del heroico y viril pueblo mexicano, no vacilo en solicitar de su Gobierno la protección necesaria para lograr y tener el alto honor de ser aceptado con mi Estado Mayor en el seno de su ejemplar pueblo. No es posible manifestar por escrito los trascendentales proyectos que en mi imaginación llevo, para garantizar el futuro de nuestra Gran América Latina. El capitán José de Paredes, portador de la presente, expondrá verbalmente, en parte, a usted, la actual situación política de Nicaragua y nuestros cálculos. El mismo joven capitán sabrá explicar a usted en qué forma deseamos el apoyo de su Gobierno. En la esperanza de saludarle personalmente, mediante su valiosa cooperación, y anticipándole mi gratitud, tengo el honor de suscribirme de usted atento y seguro servidor. Patria y Libertad, A. C. Sandino. Y quien le coja sentido al tenor de esta carta, comprenderá lo que procuraba Sandino del presidente de la república de México, no siendo otra cosa que su soñado indohispanoamericanismo. Resguardado el pañuelo esquela con un impermeable, se lo entregó al capitán José Paredes para que le cupiera la honra de poner 142 Gregorio Urbano Gilbert en manos del presidente de la república mexicana tan delicado mensaje. Se despachó el mensajero sin protección ninguna, y a pie hasta la capital de Honduras, sin recursos, sin un solo centavo en sus bolsillos, sin haber comido tan siquiera en el día, y por lo mismo, no pudo llevar alforjas para el camino. EL FIN DE UN EUROPEO Cuando el general Sandino determinó evacuar El Naranjal e ir nuevamente a El Refugio, despachó desde el primer campamento mensajeros a dos guerrillas para que operaran, hostilizando lo más que pudieran algo que encontraran en sus recorridos. A una de las guerrillas se le confió el mando al segundo ayudante, general Porfirio Sánchez, subcomandándola el tercer ayudante, teniente coronel Carlos Manuel Aponte. Las guerrillas entraron en varias pequeñas poblaciones. Tuvieron sus escaramuzas con los enemigos, hasta que la guerrilla de Sánchez penetró en una hacienda y se le antojó reducir a prisión a su administrador, un joven nativo de una gran potencia europea, cometiendo además la imprudencia de conducirlo al propio campamento general de El Refugio. Se le reprochó al general Sánchez la detención de ese hombre y todavía su conducción al campamento general, pero Sánchez alegó en justificación a su acto la resolución del general Sandino dictada en fecha anterior, en la cual se declaraban enemigos de la causa libertadora de Nicaragua a todos los naturales de las naciones europeas residentes en el país como venganza por la tolerancia o por la indiferencia con que esas potencias miraban el abuso que los yanquis cometían con Nicaragua. El prisionero era un problema en el campamento general. Si quedaba en libertad, por satisfecho que se sintiera, no debía ser lo suficiente para no indicarle a los yanquis lo por él observado que le pudiera interesar a los invasores en perjuicio de los patriotas, Junto a Sandino 143 y de no hacerlo por propia determinación lo haría por fuerza que contra él emplearía el enemigo. Si se dejaba en el campamento, era más que un estorbo, teniéndose en cuenta los acontecimientos bélicos que se libraban. Por eso ningún jefe de los distintos destacamentos quería tenerlo, ni aun el mismo Sánchez, pero uno de esos hombres, de los que le ven solución a todos los problemas, el capitán José Pérez, nicaragüense, comandante de Oconguás, con naturalidad pidió que se lo entregaran, y le entregaron al reo, y lo trataba de la mejor manera que en el caso se podía hacer, haciéndose el extranjero también merecedor al buen trato por lo bien que se portaba. Al fin se presentó el enemigo. Se peleó como se pudo observar en el capitulo anterior. Fue evacuada por los patriotas la montaña y cada uno de los jefes de sectores se vio enredado en sus conflictos. Después, en la calma del nuevo lugar en que asentó sus lares el campamento general, recibió el general Sandino el parte que dice: Al verme acosado por el enemigo y no pudiendo defender al prisionero… de que no cayera en sus manos, me vi precisado a ejecutarlo Patria y Libertad, Capitán Pérez, Comandante militar de Ocunguás. CAPÍTULO VI LA SORPRESA DE JUANA CASTILLA Escaramuzas / Aspecto del nuevo campamento / El espía / La sorpresa. ESCARAMUZAS Después de la evacuación final de la montaña El Refugio por el ejército autonomista, anduvo este por un tiempo de varios días errante y fraccionado en pequeñas guerrillas, las que sostenían de cuando en cuando refriegas con el enemigo, ante el cual tenían que huir las más de las veces, hasta que al fin unidos estos dispersos grupos del citado ejército autonomista, hicieron alto en un punto que era rico en agua y aparecían algunos ojoches, chicles,1 monos y guajolotes o sompipes.2 ASPECTO DEL NUEVO CAMPAMENTO Como si fuera un fondo de botella, con su bajo interior levantado y rodeado por la pared circular del envase, es la figura que ofrece un terreno de los campos segovianos. 1 2 Chicles: Frutas del árbol que produce la goma de mascar, los tres, árbol, fruta, frutas y goma, de igual nombre. Es la fruta de color, figura, olor y sabor, idénticos a los del níspero. Guajolotes: Variedades de pavos o sompipes domesticados o silvestres. 145 146 Gregorio Urbano Gilbert Acampados en ese altibajo, encerrados por las montañas de los alrededores, los soldados de la libertad pasaban los días no muy a gusto por el excesivo frío y por lo oscuro del lugar. Los frutos y animales silvestres anotados no eran de la abundancia requerida para llenarles cumplidamente a los libertadores sus necesidades alimenticias, únicas con que se contaba por el momento. Por eso, por el hambre, por el frío y por la inactividad, los soldados pasaban el tiempo, unos, tendidos en el húmedo suelo al igual que las bestias, otros se disputaban con suaves empujones, los puntos en que asentaban los rayos del sol que de cuando en cuando se filtraban a través del tupido follaje de la selva, y otros, más resignados o más fuertes, pasaban el tiempo sentados en un tosco banco formado por seis estacas fijadas en tierra en los dos extremos y centro, rematadas en horquillas y encajadas en estas dos travesaños, los que soportaban cuatro largueros. El héroe máximo de la causa libertadora, general Augusto César Sandino, demasiado grande para ser orlado con la vanidad de los adjetivos a veces medita, a veces se entretiene oyendo cantar a su asistente el teniente José Dolores Pupiro, a veces se entrega a paseos frente al banco, oyendo referir chistes a los animosos sentados en el tosco asiento, enriqueciendo él la charla con sus propios chistes y con sus ocurrencias. De estas es la siguiente: Habiendo llegado desde la capital de Honduras donde fueron en misión de la causa unos cuantos soldados, los que por causa de las dificultades que les presentaron los enemigos, habían empleado en el retorno el tiempo de treinta días, el campamento aumentó su crecido número de hambrientos, y pasándose el día sin alimentos como otros tantos, cuando oscurecía, dirigiéndose Sandino a los venidos de Tegucigalpa, les dijo: —Bueno, yo creo que ustedes no tiene mucha hambre porque algo comieron en Tegucigalpa antes de salir para acá. Junto a Sandino 147 EL ESPÍA Si bien es verdad que la fuerza de los libertadores de Nicaragua por este tiempo se componía de escaso número de hombres y por añadidura se encontraban mal equipados y mal alimentados y medicados y peor en la indumentaria, se encontraba al menos bastante resguardada, ventaja que le ofrecían el terreno salvaje de montañas y bosques en que operaba, y el crecido cuerpo de espionaje que le servía. El individuo más apropiado para esa tarea de espiar es el indio o el mestizo de buen porcentaje de sangre india. El indio es paciente como un burro o tal vez más. El jumento no le gana en sufrir malos tratos, largas caminatas, bichos, parásitos, cargas pesadas y hambre, contentándose con alimentarse con solo pocas y malas tortillas de maíz. El indio es corto en el hablar y la mayor parte del tiempo lo pasa en una aparente larga y profunda meditación. Los indios varían de físico y costumbres, conforme sean variadas las tribus a que pertenezcan. Entre los indios que prestaban sus servicios a la causa noble de su patria, figuraba un buen número de zambos, tribu que puebla las márgenes del Coco Segovia, por los lados de El Chipotón; es bajo, regordete, patizambo o patojo, de pómulos salientes, con unos cuantos pelos por barba y bozo de abundante, negra y lacia cabellera. El espía libertador de Nicaragua vestía por regla general al estilo indio, con un manto que se envolvía de la cintura a las rodillas y nada más, y los que no eran indios, se cubrían con un pantalón en que su color primitivo había desaparecido, por la suciedad que lo cubría y por el número de remedios aplicados, pantalón que arrollado hasta la rodilla también constituía todo su atuendo, mostrando el espía en el resto de su cuerpo desnudo los rasguños que le causaban las plantas espinosas y las que no lo eran, los piojos, las garrapatas, los colorados y los mosquitos y sus uñas al rascarse. Cuando andaba el espía en su misión 148 Gregorio Urbano Gilbert se armaba de un chopo3 o de un machete y, a manera de alforja, cargaba una funda al hombro tan sucia y remendada como sucio y remendado estaba el pantalón o manto que mal lo cubría, funda en la que guardaba su alimento cuando lo encontraba y si le sobraba después de haber comido. En su misión, el espía andaba errante por los campos cercanos a los campamentos de los alzados cuando no tenía un objetivo especial. Por los días de este caso que referimos, los patriotas de Nicaragua tenían instrucciones de no resistirle en combate al yanqui si este lograba reponerse de la sorpresa de una emboscada que se le tendiera y se formaba en línea de batalla, por razón de la pobreza que sufría de elementos de guerra, teniéndolo el contrario en tan grande abundancia. Los lugares más apropiados para la preparación de una emboscada son las laderas de las montañas, cuanto más ondulantes, más mejores, los pasos de los ríos de altas márgenes, en los cañones o desfiladeros, las hondonadas formadas por las quebradas y ríos, por las cuales es necesario marchar. La emboscada en la campaña que narramos la abría un granadero que tenía que ir contando a los soldados enemigos conforme iban entrando en la trampa tendida y cuando de conformidad al número dado por el espía todos habían entrado, anunciarlo por medio de una granada que hacía estallar en la cabeza del yanqui que más a su alcance se encontrara. Cerraban la emboscada los artilleros servidores de una ametralladora. Al anunciar el de la granada que todos los enemigos de la columna habían entrado en la trampa, cada uno de los soldados rifleros a tiro apuntando trataba de causarles el mayor número posible de bajas. Sorprendida así la columna enemiga, sintiéndose fusilar sin saber de dónde le disparaban, trata de forzar la marcha hacia adelante donde le cierran el paso los de la ametralladora. Entonces, 3 Chopo: Escopeta. Junto a Sandino 149 cual una ola que al encontrar el acantilado retrocede en precipitado desorden, igual a la columna en su apuro contramarcha, volviendo a sonar sobre ella la granada, mientras prosigue el graneado y certero tiroteo de fusiles y pistolas. Si la victoria está de parte de los de la emboscada, termina el combate con el exterminio o desbande del enemigo, ocupándole los otros el botín abandonado. Si por el contrario, la suerte se coloca de parte del enemigo, fuere porque los de la emboscada fallaran en el cálculo de su preparación o porque el oficial comandante enemigo lograra por su moral y valor imponerse y organizar a su gente formándola en línea de batalla, entonces los de la emboscada por fuerza tendrían que dar el grito consigna de retirarse e irse al sitio previamente seleccionado. LA SORPRESA Era un atardecer triste, triste, por lo obscuro del día y por el hambre reinante en el campamento, por el intenso frío. El invierno estaba en todo su rigor. Era el día 9 de enero del año 1929 y se estaba a una altura de más de 5.000 pies sobre el nivel del mar. Las espesas nubes amontonadas sobre el campamento y las lomas que lo rodeaban le proyectaban una sombra semejante a la de la noche a pesar de lo temprano del día: las tres. Los pájaros habían cesado en sus cantos y pocos eran los que se veían posados en las ramas, siendo de los principales el solfeador y el sargento, el primero con su canto de las siete notas de la escala musical y el segundo, el sargento, o mejor, el turpial, de sonoro canto, gratamente apreciado por los soldados de la libertad, por su plumaje rojo y negro, idénticos matices que los de su bandera de combate. En ese día estaban los soldados poco dispuestos para la charla, pasándolo la mayoría envueltos en sus frazadas y otros sen- 150 Gregorio Urbano Gilbert tados. Ante los últimos, con las manos puestas en la parte delantera de su cintura, perdidas dentro de los pantalones, sujetas por el cinturón, el general Sandino, con su camisa desabrochada, abierta, luciendo a manera de bufanda un pañuelo de seda con los colores rojo y negro, se paseaba y meditaba. Tan frecuente en él era el ejercicio del paseo, que en los pocos días que llevaba de practicarlo, era notorio el desnivel causado al suelo en lo largo de su recorrido, el que se adornaba con las impresiones de las suelas de sus botas claveteadas. A poca distancia, por entre una hondonada cubierta de matorrales, se oía el perenne y monótono lloro de la quebrada al caer de la altura y estrellarse su chorro contra el rocoso suelo. Teresa Villatoro, la amada de Sandino, había logrado de un visitante dos mazorcas de maíz y se entretenía en convertirlas en pinol4 para ofrecérselo a su hijo Santiaguito. En tal día, con tal hora de frío, hambre y obscuridad, con murmullo de quebrada llorosa, con olores húmedos de tierra y matorrales y selva, momento triste de escasez de aves y de sus cantos, se notó un movimiento por la dirección del punto de uno de los centinelas y al poco rato llegó al campamento un hombre que vino tan cansado que al llegar donde Sandino se arrojó a tierra sin poder pronunciar una sola palabra. Era un espía y por lo tan a prisa con que llegó, dejaba comprender que algo de importancia lo movía. El general Sandino, sentado en el banco, pacientemente esperó a que se repusiera el hombre, el que cuando pudo hablar, balbuceando, dijo que a poca distancia, como a unas pocas leguas, marchaba una columna enemiga compuesta de treinta y cinco hombres, que por la dirección que llevaba bien podríase esperar que pasara por el lugar más cercano todavía de Juana Castilla y que en dado caso 4 Pinol: Maíz tostado y molido. Se come en polvo o con agua caliente, y en lugares de menos escasez que en los campos de las libertades de Nicaragua. Se cuece también con leche, azúcar y especies, agregándosele al maíz una porción de cacao. Junto a Sandino 151 se podría preparar una emboscada por las ventajas que ofrece el terreno, siempre que se procediera con rapidez para ocuparlo antes que el enemigo lo pasara, y que el armamento a llevarse debía consistir en machetes, por lo concentrada que sería la pelea, como también serían buenos los revólveres y los cuchillos, dadas las condiciones del terreno. Seguidamente en el campamento se seleccionaron veinticinco voluntarios armados convenientemente, los que arengados por Sandino fueron despachados al mando del general Ramón Ortiz, nicaragüense, joven guerrero de unos veinticinco años de edad que a fuerza de pericia y bravura ganó tan alta graduación. Los muchachos partieron del campamento como si fueran tigres hambrientos en busca del ciervo y rodándose lomas abajo, trepándose lomas arriba en su precipitada marcha, cayéndose y parándose, llegaron entrada la noche al sitio indicado con el temor del fracaso por si el enemigo ya lo había pasado. Aunque ningún rastro así lo verificaba, se despachó a un espía a que lo verificara y regresara. Informó que a una distancia de poco más de un kilómetro el enemigo había hecho un campamento por lo que quedaron contentos los muchachos al saber que sus esfuerzos habían sido satisfechos en su primer evento, a la vez que esperanzados del resultado final. Momentos después fue servido a la tropa libertadora por dos mujeres vividoras de los alrededores un brebaje hecho de maíz, a guisa de café, mientras se organizaba la emboscada, en la que se pasó el resto de la noche en la mayor atención y mojados y fríos por el rigor de la estación y por la lluvia que caía. Un accidente desagradable sucedió esa noche y fue que mientras el teniente Adán González, salvadoreño, estiraba una pierna para tratar de desentumirla molestó a una barbamarilla que cerca se encontraba y lo mordió. El teniente hubiera muerto a los pocos minutos al no haber tenido uno de los soldados en su cartuchera un trozo de palo llamado arú, gran antídoto contra las ponzoñas que inoculan estas serpientes al morder e igualmente contra las 152 Gregorio Urbano Gilbert de las tantas variedades de víboras y demás culebras venenosas que se arrastran por los campos del continente centroamericano. Hay muchos otros buenos preservativos contra los venenos de las serpientes, pero el más eficaz de los que usan los indios y campesinos nicaragüenses es el propio veneno del reptil, al que se le arranca la cabeza con la precaución de que la ampolla conteniente del veneno venga con ella, la que se calienta a fuego lento y hecho lo cual, se pulveriza y se echa adentro de una botella con aguardiente, y, listo: a cambio de una mordida de víbora se toma del preparado, quedando la cosa como si nada hubiera pasado. A los indios no les agrada el tratamiento de quemarse la herida o de abrírsela, sino el de los medicamentos farmacéuticos. Cuando amaneció se envió a un hombre a espiar los movimientos del enemigo, y regresando el hombre rato después informó favorablemente de sus movimientos a punto de reanudar su marcha con probabilidades de entrar en la emboscada que se le tenía preparada. Sería la hora de algo menos que las nueve cuando ya se oían claramente sus movimientos en la marcha, entrando después todos en la trampa. Al anuncio del granadero con el estallido de su bomba, señal para que el resto de los emboscados, con cuchillos, revólveres y machetes en sus manos se lanzaran al ataque de sus enemigos, lo que hicieron como si hubieran sido demonios incontenibles. Tan inesperada fue la carga para el yanqui, rápida y sañuda, que este quedó paralizado, estupefacto, no atinando a defenderse ni dándosele lugar para ello. Refiere el capitán Urbano que toda la furia con que entró al ataque se le disipó casi al instante después de haberle disparado con su revólver en el pecho al primer yanqui que encontró a su paso, al no sentir en ellos resistencia alguna, y se limitó a cruzarse de brazos sosteniendo en la diestra el arma y a presenciar la matanza al igual que si hubiera sido un simple espectador de un inofensivo acto. Junto a Sandino 153 Como si se sintieran unos cuantos conejos acorralados por otros tantos perros, así se sentían en su pánico los soldados enemigos. Unos no acertaban a otra cosa más que a exclamar por sus madres y por Jesucristo (¡My mother!, ¡Jesuschrist!), otros a blasfemar (¡Goddamnit!). La obra era cruel, repugnante, pero de necesidad. Se veía como de un solo golpe de machete volaba una cabeza enemiga la que caía en tierra haciendo gestos y mordisqueando la yerba mientras que el resto del cuerpo permanecía en pie, dando algunos pasos con apariencia de que nada le hubiera pasado, desprendiéndosele del cuello un algo como tenue vapor, figura de gas condensado por concomitancia con el frío reinante en el campo, hasta que al segundo más de tiempo después, al venir la afluencia de sangre, ese resto perdía el equilibrio y se iba de hombros contra la tierra semejando en su movimiento a un cohete volador después de estallar en el espacio y en el suelo eran las contorsiones. Otros, en actitud de defender la cabeza con el ejercicio del rifle cogido con ambas manos y a través de la altura conveniente de los tajos con que los agredían, les eran cercenadas unas o las dos manos y al caérseles el arma, creían que se le caía por otra razón, por lo que se inclinaban y trataban de recogerla ignorando que lo que tenían por mano o manos era el o los muñones, e inclinados, aprovechaban el momento los alzados para asegurarlos con los golpes finales y dejarlos tendidos en tierra hasta que los zopilotes5 dispusieran de ellos en sus banquetes de las más costosas de las carnes. Y otros que no sucumbieron prontamente a los repetidos golpes del arma blanca, imitaban los balidos de los carneros. Y así entre gritos, lamentos, gemidos, voces maldicientes, voces y vivas, rojos chorros de materia viscosa y olor a pólvora Zopilote: Fea y repugnante ave de las consideradas rapaces. Solo se alimenta de cadáveres putrefactos. Abunda en Cuba con el nombre de aura tiñosa; en Colombia, con el de gallinazo y en Venezuela con el de zamuro. 5 154 Gregorio Urbano Gilbert quemada en unión con el de cueros humanos descuartizados, nauseabundo, en pocos minutos terminó la lucha. Unos soldados de los rebeldes hacen montones de carnes de los cuerpos palpitantes enemigos y los cuentan. Eran treinta y cinco soldados de ellos, de los que hay treinta y tres cuerpos descuartizados en el campo ensangrentado. ¿Los otros dos cuerpos? ¡Misterio! CAPÍTULO VII ¡MUJERES! Una coralillo1/ De los peligros de Teresa Villatoro / Teresa en camino de Honduras / El capitán Urbano de regreso en Tegucigalpa / Propuesta de conferencia en Buenos Aires, República Argentina. Confianza y honor para Rubén Ardila Gómez / Teresa Villatoro en Tegucigalpa / Arriba a Tegucigalpa el capitán José de Paredes / Tres jóvenes mexicanos. Pasada la acción de Juana Castilla, el comando libertador consideró necesaria la evacuación del cerro que ocupaba aunque nada por el momento indicaba amenazarlo, y evacuado, se recorrieron varios sitios de los campos vecinos hasta que el coronel y chane Madariaga le indicó a Sandino un lugar de gran belleza y comodidad. Tiene al igual que el anterior lugar una quebrada de abundante agua limpia, la que también cae y en mitad de su precipitación, por la causa de una roca saliente que la molesta, forma su cristalino caudal un reguero que se utilizaba para el baño como si se tratara de la mejor de las duchas. Y se instaló definitivamente el campamento general en tan acogedor paraje, 1 Coralillo: Pequeña serpiente de veneno activo, de colores en cerquillos rojo, amarillo y negro, como de a media pulgada cada uno, intercalados a todo lo largo de su cuerpo. 155 156 Gregorio Urbano Gilbert el que es una altiplanicie tan elevada que de la vegetación que la corona el liquidámbar y el maquengue cuentan en abundancia, árboles que no se conforman con terrenos que no sean fríos, elevados y fecundos; árboles útiles, gigante el primero, de tronco recto, elevándose en el espacio setenta y cinco o más metros con varios de diámetro, continente de venas que al recibo de la herida del hierro, segregan en tan grande abundancia un aceite que ha habido ejemplares dadores de más de tres barricas en una sola recolecta. Tiene el color el aceite de un amarillo claro y de grato olor. Lo utilizan en Centroamérica para lustrar, fortificar y hacer crecer el cabello, para curar los males del pecho, de la piel, del estómago e intestinos y, por sus propiedades detersivas, hay quienes aseguran que a las mujeres estériles las fecundan haciéndolas concebir cuando con tal fin se lo toman. Verdad o no esto último, verdad es que habiendo en Tegucigalpa un matrimonio que después de diez años de unión con deseos de tener hijos y no lograrlos, le escribió al general Sandino una carta demostrándole su pesar por no haber logrado su anhelo, por lo que le rogaban le enviara con uno de sus correos una botella del aceite maravilloso. Gentil el héroe comisionó en expreso a don Claudio Blandón para que extrajera del árbol el medicamento solicitado y se lo llevara desde el campamento de los rebeldes en Las Segovias, Nicaragua, a Tegucigalpa, Honduras, a la dama apenada. Y ya fuere por la casualidad, o por la fe de la señora, o bien por las propiedades valiosas del liquidámbar, ello es que a la mujer beber del aceite se sintió concebida pocos meses después por lo que se siente satisfecha y agradecida del árbol gigante. El maquengue es una palmera semejante a la de la yagua dominicana teniendo, entre las diferencias a esta, la delgadez de su tronco por lo que es fácil de derribar para utilizarse el palmito como comida de la tropa libertadora, siempre en escasez de alimentos. Junto a Sandino 157 UNA CORALILLO Después de arreglado el servicio de la noche del día en que se ocupó el nuevo campamento, lo que fue al anochecer del miércoles de ceniza del año 1929, por lo que Sandino lo bautizó con el nombre de La Cuaresma, los soldados cansados se arrojaron al suelo para descansar al estilo de las bestias. Los más diligentes habían cortado algunas ramas de pacaya y con ellas formaron su cama. Los otros, negligentes, se tendieron en tierra en condición de cómo la encontraron preparada por natura, acolchada por las hojas secas desprendidas de los árboles desde los días del génesis. De los hombres que hicieron sus servicios de prima esa noche, uno fue Urbano, el que al rendirlo, se acostó al igual que muchos de sus compañeros, en su cama de tierra hecha de colchón de hojas, envuelto con la fría y continua llovizna que caía, manera esta de acostarse a dormir muchas de las veces de los soldados libertadores, porque si bien algunos tenían frazada o capote o hamaca, no todas las veces se podían usar porque había que dejar los líos conforme estaban para poderse encontrar listo en caso de cualquier contingencia que se presentare, o bien porque los tenedores de los utensilios consideraban más provechoso no usarlo por el tiempo que se perdía acotejándolos, tenida en cuenta lo cansado que se encontraban, como de cansados estaban en la noche de la ocupación de La Cuaresma. Serían como las dos de la mañana cuando Urbano soñó que se encontraba acostado en el mismo punto en que se había tendido a dormir y que a distancia como de diez pasos divisaba una coralillo que se movía en dirección a él y en llegando la víbora a su lado esta se confundió con las hojas secas del suelo, sin que se preocupara en nada por el peligro que corría, o mejor, como que ignoraba él tal peligro… Amaneció… Varios de los soldados continuaban dormidos, otros se encontraban despiertos y levantados, pero los más permanecían acostados, semejando el campamento más bien dormitorio 158 Gregorio Urbano Gilbert de ganado silvestre en plena libertad, que dormitorio de hombres sujetos a disciplina. El Libertador para hacer levantar a los acostados, y sabiendo que en el campamento no se tenía nada de comer en este amanecer, los incitó con voces que en su buen humor se le antojaba emplear como al igual que en otras ocasiones semejantes, voceando: «¡Muchachos, a levantarse! ¡A freír los huevos y los jamones! ¡Cada cual ase su tira de cecina! ¡Repartan los panes!». Ocurrencias como estas y otras del héroe que poca gracia encontraban en los hombres hambrientos del campamento. Al levantarse Urbano, vio que en el suelo donde se encontraba tendido, por el lado donde le quedaba el pecho, en su lado izquierdo, estaba enroscada en sí misma una coralillo de alrededor de dieciocho pulgadas de largo. La víbora para nada tocó al oficial, solo pretendió buscar en su cuerpo protección contra la inclemencia del tiempo y contra la molestia que le causaron los intrusos soldados libertadores a su causa, tal vez el mismo capitán, al invadirle su guarida, protección que no le fue posible conseguir, porque más inclemente que el tiempo son los seres humanos en donde quiera que sea que pongan sus plantas. El ser más maligno de todos los de la creación es el hombre. El hombre, entre sus tantas maldades, se señala por su hábito de matar y mata por placer, mata por ambición, mata por egoísmo, como también mata por envidia y, cuando no puede causar la muerte por medios directos, entonces calumnia, intriga, falsea o delata para matar aunque sea por medios indirectos. Si al hombre se le imposibilitara la manera de matar, aparte de los casos considerados por necesidad, como es en los casos de algunos animales en procura de su manutención, estallaría de coraje, como estalla la cigarra en el momento de su monótono chirrido. Parece estar el hombre tan ligado con el matar, que podríase decir que es una necesidad de su vida como cualquiera de las Junto a Sandino 159 funciones de sus órganos, como si la infamia le fuera congénita, por lo que no ha podido ni podrá separársela jamás. Los leones, las serpientes, los tiburones, las águilas y demás fieras de la tierra, del mar y del aire, solo matan por necesidad de alimento y por la necesidad de defenderse, es decir, matan por lo regular por la necesidad de vivir, y al matar, matan a otra criatura fuera de su especie, que es precisamente en esto en lo que más se diferencian del hombre porque este es a su congénere al que más le gusta matar. Una bestia cualquiera que sea o un humano, que se encuentre descansando en un campo infestado de víboras, puede estar en la seguridad de que no será atacado por ellas, si la bestia o el hombre, con intención o no, las molesta primero. El hombre en su empeño de enseñarles males a otros seres, causa a los del género gato de ser los bichos más sangrientos de cuantos existen. Tan horrorosos los describen que el solo mencionárseles sus nombres causan escalofríos de miedo a quienes no los conocen, y dígase tan siquiera ¡león!, ¡tigre! y se oye decir: pan (todo) tera (fiera), o sea, pantera (todo fiera), da deseos de correr alocadamente por el terror que causa la mención de ese félido, los que como ya se ha dicho, esos bellos animales solamente atacan a los animales de su manutención cuando tienen hambre y al hombre en muy contadas circunstanciales razones. Cuando se encuentran hartos, son inofensivos. Cuando hay guerras de bestias, no son entre las de sus especies, a excepción de la del gallo, que es el animal que por eso más se asemeja al hombre. El hombre, además de matar por necesidad o por placer a todos los animales que están a su alcance, se extermina entre sí, de la manera más cruel y estúpidamente conocida, bien sea individual o colectivamente. Jamás a los leones, a las panteras y a los tigres, se les ha ocurrido organizarse por millones y emprenderla a dentelladas y a zarpazos entre sí, como ocurre entre los hombres que se atacan 160 Gregorio Urbano Gilbert con sus armas desde que surgieron sobre la faz de la tierra, y con más escándalos entre los años 1914-1918 y 1939-1945 del presente siglo, en que por la ambición de unos cuantos hombres de Europa, de la América norteña y del Asia Oriental reunieron en su redor millonadas innúmeras de hombres de sus terruños, más estúpidos que ellos todavía al ir satisfechos a que los mataran o a matar a su prójimo y a destruir, vitoreando a esos deslamados que obligadamente los empujaron al exterminio aunque fueran los menos y aquellos los más y más fuertes manejando las armas destructoras, con las que le restaron al mundo millones de seres humanos e inutilizaron muchos tantos más y no encontrándose hartos todavía de tantos desastres estos políticos, todos los días idean nuevas armas, habiendo en las actuales que con una sola la ciudad más grande sería poca cosa para sus efectos destructores, viniéndole directa desde el país agresor aún encontrándose de lejos a millares de millas, cruzando los océanos, y con todo, estos dirigentes piensan en nuevas guerras con bombas más poderosas que para el entonces habrán inventado. ¡Oh, tú, ser hipócrita! ¡Dizque amante y obediente de un bueno y pacífico Dios, del que pretendes ser hecho a su figura y semejanza, cuántos horrendos crímenes cometes, pésele al «No matarás» de ese tu Dios! La coralillo, de hermosos colores alternados en anillos rojos, amarillos y negros, estaba tan confiada, que ni siquiera al sentirse desabrigada, ni cuando la molestaron, intentó estirarse. La algarabía que le armaron los soldados al bello reptil fue como si inesperadamente se hubiera presentado en el campamento, el yanqui violador de Nicaragua, y por el solo hecho de poseer el animalito por virtud de naturaleza una ampolla contentiva de una sustancia que segrega el conducto de unos dientes huecos a manera de inyectadores cuando en necesidad de ellos se ve para su defensa, veneno del cual los sabios están sacando buena utilidad para bien del género humano en combate contra sus enfermedades, fue atacado a palos por varios soldados, a la cabeza el coronel Madariaga, Junto a Sandino 161 y lo machacaron hasta dejarlo muerto. No se atrevieron a atacarla a filo porque así, el bicho, por su valor y venganza, aun después de trozado, se hubiera defendido acometiéndole aunque con solo la cabeza a uno de sus verdugos, matándolo al instante de una mordida. ¡Oh cobarde humanidad! ¡Cómo te ensañas contra la sencillez de otro y tan satisfecha que te sientes de tus perversidades! DE LOS PELIGROS DE TERESA villatoro Teresa Villatoro, la valiente mujer que tantas veces desafió la muerte por seguir el amor que le brindaba el hombre de tan recio denuedo y puros principios como los que adornaban al general Augusto César Sandino, es salvadoreña por nacimiento, de rutinaria educación, contaba en el año de 1929 con 28 años de edad. Fuera blanca si no tuviera una ligera ligadura con indio, de pelo largo y no enteramente negro porque tira a castaño, de una estatura de cinco pies y cinco pulgadas, con un peso de 125 libras. A no ser por una cicatriz que luce en la frente, de la cual se hablará en su oportunidad, y de tener una dentadura totalmente postiza, podríase decir que su conjunto físico es hermoso. Aunque el general Sandino fue casado con doña Blanca Aráu, no le profesó amor alguno a esta señora. Se casó con ella únicamente para acallar las murmuraciones de las vecinas del poblado de San Rafael del Norte, lugar de nacimiento y residencia, donde desempeñaba el cargo de telegrafista. Al comienzo de la revuelta del doctor Sacasa en contra del gobierno de Adolfo Díaz, el poblado fue ocupado por los revolucionarios entre los que se encontraba el general Sandino. La señorita telegrafista Aráu y el general simpatizaron, pasando el guerrillero largas horas de la noche acompañando a la dama en su puesto telegráfico, por lo que las comadres soltaron las lenguas, y el caballero, para hacérselas recoger, se unió en matrimonio con la telegrafista. 162 Gregorio Urbano Gilbert Sandino reservaba todo su amor para Teresa, la que lo acompañó hasta México después de haber pasado en su compañía todo el tiempo transcurrido en los dos primeros períodos de la campaña bélica de Las Segovias. Entre las ocasiones en que por asistir a esas campañas ha peligrado la vida de Teresa, se señalan dos las consideradas de mayor interés. La primera fue en El Chipote, que encontrándose esa defensa bajo el fuego de las bombas de los aeroplanos norteamericanos, salió a un claro para socorrer a una de sus compañeras la que habiéndole sorprendido afuera el ataque le acometió un mal de nervios, oportunidad que aprovechó uno de los aviadores para con toda su sangre fría dejarle caer como si fuera una galantería rendida a las dos mujeres, una bomba de veinticinco libras de peso. Se vio a Teresa elevarse en el espacio envuelta en fuego, humo y fango cual una visión, y luego desplomarse en tierra y cubrirse de sangre al estallido del artefacto bélico. ¡Muerta! Fue el grito que al unísono salió de las bocas de los autonomistas que miraban el espectáculo, mientras unos cuantos salían del escondite en que se encontraban con fines de auxiliarla, tarea difícil, porque con sumo placer en los aviadores las ametralladoras de sus máquinas aéreas los acribillaban a balazos. Recuperada Teresa al fin, una sola grande herida se le encontró recibida en la frente por efecto de un casco de la bomba que la alcanzó, la que manaba sangre en abundancia. Conducida a seguro refugio y prodigándosele los cuidados requeridos recuperó su conocimiento y después de unos cuantos días de atenciones y curas, sanó Teresa y luce, por causa de la herida, una cicatriz en figura de estrella, cicatriz que en el campamento era la envidia de muchos, viéndose como un alto galardón recibido por su dueña, mientras que esta trataba de ocultarla con un mechón de sus cabellos que dejaba correr a su frente. La otra ocasión en que Teresa corrió su riesgo de muerte, de apariencia inevitable en su primer punto de vista, fue en un Junto a Sandino 163 episodio de la gran ofensiva que los soldados yanquis abrieron contra los soldados libertadores en el mes de octubre del año 1928, en que encontrándose ella del otro lado, en la margen sur del Segovia, no fue posible prestarle ayuda directa teniendo que habérsela con la muchedumbre de soldados norteamericanos que por allí operaban, sola con su pequeña escolta de unos cuantos hombres y con el inconveniente de su hijo Santiaguito y su sobrina Amalia, niños de 5 y 13 años respectivamente en las edades, a los que arrastraba ella en su lucha al lado de los patriotas. En ese entonces, sin vislumbre alguno de salvación sino ante el dilema de dejarse hacer presa o morir, armada de su revólver, se lanzó con sus acompañantes ante el enemigo resuelta a morir matando. El momento difícil se le presentó siendo ya la tarde del día del acontecimiento en que a espaldas y a los lados tenía al enemigo y al frente el caudaloso río en que ya se encontraba pisándole su margen sur en la que estaba no distante, tendido, como indiferente a todo lo que le rodeaba un lagarto2 fenomenal. Pocos minutos le faltaban a Teresa para encontrarse a la vista de los soldados yanquis y verse encañonada con sus armas, cuando sin saber de dónde, oyó una voz juvenil que le gritó: «¡No tengas apuros, Teresa, que yo te salvaré!». Fue la voz de un traidor, de un degenerado, paradójicamente con un resto de nobleza, la que repercutió inesperadamente, esperanzadoramente en los oídos de Teresa y sus acompañantes. Fue la voz de un sujeto que habiendo pertenecido al ejército libertador, lo traicionó pasándose al bando de la opresión y del deshonor, a quien le entregó además un depósito de armas que Sandino escondía en lugar que consideraba seguro, y ahora venía prestándole al enemigo su servicio de franqueador pero que, pésele a ser buen baquiano, se había extraviado ligeramente de la ruta que debía seguir. 2 Lagarto: Un saurio semejante al cocodrilo. 164 Gregorio Urbano Gilbert Reconociendo este sujeto a Teresa y comprendiendo el peligro que corría, se compadeció de ella, por lo que se olvidó de sus deberes para con sus nuevos superiores y cogiendo una embarcación de los indios zambos que en un caño estaba oculta, la embarca y la pasa con sus muchachos a la ribera norte de la grande corriente de agua como lo es el Segovia o Coco, importándosele el riesgo a que se exponía con los dos bandos de las luchas y cuando hubo dejado a sus protegidos en lugar menos peligroso le dio a Teresa para Sandino el recado siguiente que «Aunque me volví machista no por eso dejo de serle útil». Al poco rato se oyó por el otro lado del río, por el lado del sur, el estallido de una granada, seguido de disparos sueltos, y tras estos una retahíla de juramentos en inglés y un hervidero de las armas norteamericanas. El combate se debió a que habiendo ido a operar por esos lados el general Girón Ruano le preparó una emboscada a una de las columnas enemigas en marcha, y habiendo caído en la trampa, la atacó al estilo de las emboscadas, pero vuelto de su sorpresa el yanqui le respondió con todos los elementos bélicos de que disponía, retirándose Ruano previa la voz consigna para ello, sin haber sufrido una sola baja en sus filas, mientras el enemigo quedaba haciendo derroche de disparos. TERESA EN CAMINO DE HONDURAS Los días que pasaban en La Cuaresma eran de agonía para los rebeldes por el hambre que los atormentaba. El maquengue ya escaseaba o se había acabado; los monos para evitar continuamente ser convertidos en asados o en cocidos para satisfacer el apetito de los alzados, desechaban en sus correrías al lugar. El acarreo de tortillas, reses y otras provisiones de boca se dificultaba en razón a lo apartado en que se encontraba el nuevo campamento y porque todavía no era bien conocido de los nuevos vecinos de los alrededores. Junto a Sandino 165 Una mañana de tormentosa hambre en La Cuaresma, un oficial gritó: «¡Doy diez córdobas por una tortilla de maíz!». Y el oficial, dispuesto a comprarla por ese valor, no la consiguió. Sandino celebraba continuamente entrevistas con los altos oficiales que le rodeaban. Se tenía puesta la esperanza en el buen resultado de la misión encomendada al capitán José de Paredes por ante el presidente de México, licenciado Emilio Portes Gil, la que de resultar buena se le aliviarían a los patriotas las tantas calamidades que padecían. Al atardecer de un día llevaron al campamento dos novillos y una cantidad de tortillas, por lo que el libertador aprovechó la oportunidad para despachar a Teresa para Honduras ya que se disponía por el momento de suficiente alimento para prepararse la alforja que se necesitaría para el camino, y para el efecto, se dispuso la marcha para el amanecer del día siguiente, mientras que la noche del día de la llegada de las provisiones se emplearía para ahumar la carne que se llevaría en tan larga caminata. Llegada la hora de la partida, los hombres escogidos por Sandino para que le condujeran a Teresa fueron los generales Porfirio Sánchez y Simón el Indio, el coronel Ferdinando Quintero, los mayores Santana y Escalante, el capitán Urbano, el teniente José Dolores Cupiro y otros hombres más en condiciones de asistentes y peones. Se les agregaron a los viajeros otras mujeres y niños, familiares de los hombres que salían y de otros de los que se quedaban, formando el conjunto treinta y cinco personas. Sandino le entregó a Teresa un frasco lleno de veneno para que lo bebiera a preferencia de caer presa del enemigo, dado el caso. La principal recomendación dada por Sandino a Simón y a Sánchez para la ruta que debían seguir fue la de que no pisaran en tierras que otras personas hayan pisado, hasta que no traspasaran la frontera y todavía en tierra de Honduras siguieran esa precaución hasta que no llegaran a sitio bien adentro de ese país, libre del peligro de la persecución de los yanquis o de cualesquiera otros que pidieran hacerles daño. 166 Gregorio Urbano Gilbert Como Urbano tenía buenas armas, Sandino le encomendó que defendiera a Teresa de todo peligro que la pudiera amenazar, que no se apartara de ella ni un solo instante, que fueran siempre juntos, porque en la confianza de que ella estaría bien protegida en esa larga y peligrosa jornada él iba menos preocupado por la suerte que se jugaba. Despidiéndose al fin Teresa y sus acompañantes de cuantos dejaban en el campamento, emprendieron la marcha para Honduras, precedidos en la ruta por cinco picadores, armados de machetes Collins, los que iban abriéndola desde el mismo campamento hasta el lugar de destino para darle cumplimiento al deseo de Sandino de no pisarse tierra hollada anteriormente por ninguna otra persona, ruta señalada al momento e inteligentemente por el general Simón, hombre que aunque completamente analfabeto, posee una inigualable inteligencia, así como un valor de igual calificativo. En el orden de la marcha, Teresa con todas las otras mujeres, los niños y los hombres que les eran necesarios, ocupaban el centro de la columna. A la vanguardia iban Simón con sus macheteros y otros hombres indicándoles por donde debían picar, y el coronel Quintero iba a cargo de la retaguardia. Se rindió la primera jornada y al iniciarse la segunda al día siguiente, el general Sánchez, porque considerara que la misión encomendada al capitán Urbano acerca de Teresa sería de alguna ventaja para el oficial o bien por simple capricho, o porque tuviera en realidad alguna razón para ello, el caso es que se le acercó al capitán y le dijo con la mayor sequedad que Sandino se había equivocado en señalarle por sitio el de junto a Teresa, que el sitio que le correspondía por el hecho de tener buenas armas era el del último de la cola de toda la columna porque de sufrirse alguna molestia por parte del enemigo sería por las espaldas, ya que por las huellas que iban dejando era por lo que pueden ser descubiertos y por lo mismo ese enemigo resolverse a seguirlos y atacarlos, y que nadie más apropiado que él para defenderlos por retaguardia. Junto a Sandino 167 Y a Urbano, aunque habiendo en la fila hombres mejor armados y mejor entendidos que él en los achaques que se padecían, no le quedó más suerte que la de ir a ocupar el puesto último de la tropa desde el cual, cuando se ponía en marcha, podía apreciar mejor que nadie los engorros de las jornadas que se rendían. Llegábale a sus oídos como un murmullo de musiquilla lejana y muy monótona el continuo vibrar de los machetes empleados en la faena de irse picando la ruta, en la que en cada trozo abierto, despejado lo suficientemente necesario de malezas y ramas entrelazadas de los árboles, atrevidamente se filtraban en lo desconocido los animosos expedicionarios. La marcha era lenta, muy lenta. Teníase que ir al paso de lo que rendían en su labor de senda los macheteros y también era lento el continuo ascenso y descenso que teníasele que hacer a la serie continua de nudos que se levantaban en el terreno montañoso por donde se caminaba, camino siempre mojado por los largos aguaceros que lo riegan, por lo que se cubre de espeja y lujuriante vegetación. Esa marcha tan pausada en la que muchos, después de que ganaban a duras penas un corto trecho, lo perdían y perdían otros muchos trechos a causa de un resbalón, o por mal agarrarse de una rama o una piedra que consideraban que los sostendría resultándoles todo falso, o cuando a veces la rama de la confianza era más gruesa por la adición de una víbora y teníasele que soltar rápidamente por lo que se iban loma abajo cual alud en los montes alpinos. En esa marcha con el cuerpo encorvado y de vista al suelo, que las personas iban por fuerza haciendo caracoleos y movimientos de coyunturas y a los niños les tapaban las bocas hasta casi ahogarlos para que no gritaran cuando recibían algún golpe o tenían hambre o gritaban por puro placer, daba la sensación de que se estaba en un suplicio del cual uno nunca se redimiría, de cómo que se sufría una condena de andarse vagando perpetuamente despacio, por más esfuerzos que se hicieran para lograrse lo contrario, 168 Gregorio Urbano Gilbert por entre ese completo país selvoso, plagado de salvajina de los que el zorro pedorro3 era el más mostrado y las serpientes. Se rinde la segunda jornada y le siguió la tercera y vino la cuarta, en las que se agotaron todas las provisiones alimenticias que se sacaron del campamento general. Simón el Indio declaró que no se había recorrido ni la octava parte total de la distancia a recorrerse desde el punto de partida a la frontera con Honduras. Pero con todo, no había desaliento en las personas adultas, conservaban el ánimo y el valor, pero para la charla muy pocos se mostraban dispuestos y cuando alguno de estos la ensayaba no encontraba eco fuera del pequeño círculo de los humoristas y charlatanes. Hasta Amalia, la sobrinita de Teresa estaba fuerte. Santiaguito era a veces cargado en hombros por su primo y lo mismo hacían con otros niños sus madres o sus otros parientes. Una mañana ascendiéndose y descendiéndose lomas en la caminata, en un espacio estrecho de entre dos de estas alturas, tan estrecho que solamente la insignificante anchura de una quebrada que corre entre sus bases es lo que las separa, viéndose los caminantes dentro de esa abertura o mejor hendedura, por lo estrecha, honda y semioscura, encontraron diseminadas, arrastradas por la corriente de las aguas, unas cuantas semillas semejantes a las del mamey, de las que se recogieron y partieron algunas, resultando su pulpa una masa parecida en color y figura a la de la manteca congelada. Al probar, el sabor que se le encontró fue algo dulzón y como graso, y, a falta de otra cosa, sirvieron de almuerzo, bebiéndose agua de la misma quebrada, sintiéndose al momento todas las personas indispuestas, unas afectadas de mareo y otras de mareos y vómitos, y las que de esto último sufrieron devolvieron el agua con un color completamente azul, cual el que se emplea con añil en el lavado de la ropa. Se hizo un alto para esperarse los resultados finales que causaran las semillas, creyendo muchos que serían fatales, pero para Zorro pedorro: La mofeta o mapurite o zorrillo, mamífero que al espantarse lanza por el trasero un liquido pestilente. 3 Junto a Sandino 169 consuelo de todos no hubo peores consecuencias a las ya sufridas, y repuestos al cabo los aturdidos sin esfuerzo alguno, se prosiguió la marcha, siempre lenta y dificultosa, y grandemente aburrible, y acompañada con los golpes secos o con el vibrar de los Collins abriendo la ruta, expandiendo por entre los árboles salvajes sus sonidos como ecos desesperados tras los cuales era forzoso seguir, y con el que tenía que ir haciéndose cadencia quisiérase o no por causa de las condiciones del terreno y la lentitud del caminar. Un día con suerte se escaló un extenso altiplano en el que abundaba el maquengue y se derribaron muchos de estos árboles y se comió en abundancia el palmito que contienen. Nuevo movimiento tendente a ganar terreno hacia la frontera de Honduras, hacia la que se avanza con ánimo resuelto. Por causa de las vueltas y caracoleos que se daban, necesidad de desecharse los picos inaccesibles y precipicios insondables, muchos se desorientaron por completo por lo que desconfiaban del general Simón, el responsable de guiarlos. Para los desorientados, en ocasión de uno que otro rato de algún día de un trecho claro del cielo, el sol les corría por cualquiera de los puntos distintos de la bóveda celeste, menos por los del este-oeste, siendo de los que sufrieran de la alucinación el general Sánchez, quien se le quiso imponer a Simón en la guía de la gente y por más que Simón trataba de convencerlo de su error indicándole que sufría de un mal trastorno y por lo mismo no podía guiar a nadie y que el único resultado sería el de que todos se quedaran en las montañas perdidos para siempre, Sánchez no entraba en razón. Y encontrándose la columna parada, no atreviéndose a mover para ningún lado, Simón hubo de decir mientras se ponía en marcha: «¡A mí, esto me es…! ¡El que quiera seguirme que me siga, y el que quiera seguir a Sánchez que lo siga porque esa será su razón!». En razón al conflicto entre los jefes, hubo una vacilación de corto momento, pero viendo los que más confiaban en Simón el alejamiento de este, corrieron a su alcance para seguirlo, siendo 170 Gregorio Urbano Gilbert al poco rato imitados por los demás, no quedándole a Sánchez otro recurso que hacer lo mismo. Se caminaba, pero con el tormento del hambre, y todos extrañaban que siendo los campos nicaragüenses tan ricos en aves y cuadrúpedos de cacería no apareciera algún pavo o tan siquiera conejo que casar, mientras sí se veía a la molestosa mofeta expidiendo su líquido pestilente al encontrarse con los alzados en marcha. Caminándose un día temprano por el firme de una gran montaña, se llegó a un paraje en que por el juego que hacían unos árboles de troncos, ramas y follajes lujuriantes, entrelazando sus ramas sin el estorbo de otras plantas menores, formaban un algo semejante a un enorme ventanal y arrimándose los hombre a las gruesas ramas que imitaban al arquitectónico marco, una brisa paliatoria a sus fatigas recibieron, brisa refrescante y aromada por la floresta arrobadora que cubre allá abajo a una inmensa llanura. Salidos luego los soldados del éxtasis producido a la vista de valle de tanta maravilla, pero siempre escudriñando desde el elevado mirador, descubrieron que a no mucha distancia el inmenso esmeralda de su fronda matizada de topacios y rubíes de sus flores, era manchado por el oscuro lunar de una tela pequeña. Esperanzados los viajeros por lo que veían al considerar lo que podríales ser de utilidad, se resolvió hacerse alto, apartándose la gente un trecho de la ruta picada, y yéndose Simón con los hombres macheteros a explorar aquel claro del bosque, regresando poco después cargados de trozos de caña de azúcar y mazorcas secas de maíz, porque no era otra cosa el salvador lunar del bosque más que un huerto abandonado. Después de comidas las provisiones se siguió adelante hasta que al atardecer del día y encontrándose la gente disponiéndose para descansar y pasar la noche cada cual en el sitio de su conveniencia, el coronel Quintero descubrió en un pequeño trecho claro, que parece fue de un fundo, un árbol extraño el que desde su nacimiento hasta el remate no era más que un grueso tronco con Junto a Sandino 171 la parte de arriba más abultada que el resto del cuerpo. Carecía en absoluto de ramas y hojas. Podría tener un diámetro como de cuatro pies y una altura de doce. Su figura semejaba a la de una mano de león o a un gigantesco ñame, teniendo una masa semejante a la de esta dioscórea, aunque más babosa y no tan blanca como la de esta. Se cortaron algunos trozos de la parte más tierna, de la parte de arriba del vegetal, en el que se trepó con la ayuda de un palo viejo que sirvió de escala y al quererse comer crudos los dientes no pudieron apresarlos por lo mucho que resbalaban. Se corrían de los dientes como correría en demostración un trozo de hielo sobre un plano de cristal. Ante la dificultad, se resolvió hervirse unos cuantos pedazos de la masa y así perdieron la viscosidad y conservando cierta aspereza, se comieron algunos trozos. Al amanecer del día siguiente, se continúo la marcha de nunca acabarse, en la que se subía tanto a veces que se subía a más allá de la altura de las grandes nubes cúmulos, por lo que a veces, habiendo lluvia en los bajos, los caminantes se encontraban en lo seco, más arriba de donde se desprendía el agua de las nubes, y otras veces se bajaba hasta caerse uno que descendía a más del nivel del mar. Cuando no, teníase que seguir en sus lechos en declive desde las alturas, las corrientes de las quebradas sin pararse a meditar en las mojadas y en los saltos que dan. Había que mojarse y caer con las quebradas sin tomarse en cuenta los resultados. Por mucho que se esforzara cualquiera para hacer que por escrito se sienta en todo su valor lo verdaderamente osada, peligrosa y emocionante que fue esta recorrida, osada y peligrosa y, bella como la conquista en amores de una bella ajena, no le sería posible lograrlo, por la poca capacidad para describirla. Solo habiéndose tomado parte en ella es como se puede apreciar tal como fue porque es de los que la soportaron. Recuérdese de lo que se ha dicho, de cómo subían y bajaban estas gentes las lomas agarrándose de las piedras y ramas y creyéndose seguras en sus aferramientos, tenerse que soltar 172 Gregorio Urbano Gilbert y rodar y caer por encontrarse en las ramas una que otra víbora enroscada, o la piedra falseada, aunque a cambio de estas fatigas, riesgos y malos ratos, al ganarse la cumbre o cuchilla de la altura en ascenso, eran recompensados con el deslumbrante panorama que sus ojos recibían, y eran recompensados por la belleza de los árboles del monte, adornados de cuantas raras flores parasitarias pueda tener la flora tropical y también están adornados estos árboles de vicioso desarrollo por variedades de las especies más bellas de orquídeas inigualables. Como a los nueve o más días de encontrarse caminando la columna, malolientes, hambrientos y fatigados sus componentes, cerca de la orilla de un río, en terreno de poca altura, de vegetación poco espesa y de crecimiento poco, se encontró una vaca en el momento en que se entregaba al alumbramiento de un ternero, por lo que se creyó, por las condiciones del terreno y la presencia de la vaca, que no se estaba distante de sitio poblado por humano, o que lo tuvo en no distante tiempo; esta aprensión y mucho menos por el asco del parto de la res no fueron óbice fuera sacrificado y sus carnes ligeramente ahumadas de la que se dieron tamaña hartazón los hambrientos viajeros y cargaron la sobrante en sus alforjas. Un poco animados por la provisión comida y por la cargada prosiguen su avance con mejores bríos y con más facilidad porque a medida que avanzaban se hacía más despejada la selva y los picos eran de menos elevación, por lo que se rendía más en las marchas y no se necesitaba ya el servicio de los machetes. Dejándose bien atrás el sitio del encuentro de la vaca y el río que más allá estaba y en caminata como de dos días más, se pisaba por unos campos que tenían por única arboleda la del pino aromático y susurrante y por yerba a una gramínea de crecidas briznas propia de los terrenos de tal naturaleza. Y en tal día el tiempo era de la mañana temprano y en tales circunstancias, Urbano se quedó rezagado de la caravana por un rato y cuando se dispuso a ir al alcance de sus compañeros, por un destello que lo deslumbró, Junto a Sandino 173 se volvió a detener para averiguar la causa de la luz ya que le vino del lado contrario de donde se levantaba el sol mañanero, descubriendo que lo producía una piedra grande que sobresale del suelo un tanto como de treinta pulgadas, piedra mohosa por causa de la intemperie a que está expuesta por el tiempo de los milenios que han transcurrido desde los días del génesis. El capitán que ya se había curado de las impresiones engañosas que a principio recibía de la tanta mica que cubre muchos lugares de Honduras y Nicaragua, y de las rocas micáceas que abundan en sus ríos, arroyos y montañas, no se maravilló tanto de esa nueva piedra por creerla una más en igualdad a las tantas que ya había visto. Pero quería averiguar el por qué tan cubierta del hongo y por añadidura ella y el moho de un color pardo obscuro, podían los rayos solares reflejarse de manera tan brillante, se acercó a la piedra, la examinó y rasguñó, descubriendo que tiene unas incrustaciones no como esas laminitas delgadas y livianas como es la mica, la que lo ilusionó tanto el primer día que la vio, sino que las incrustaciones son de una materia fuerte y fuertemente arraigada a ella. Con unas pequeñas piedras que alrededor de la grande estaban asestó a esta varios golpes con intención de arrancarle un pedazo, logrando únicamente darle limpieza y mayor brillantez en donde en la grande dio los golpes, mirándose más a las claras sus incrustaciones metálicas amarillas, sin lograr el pedazo deseado por causa de su dureza. El tiempo corría, la caravana se distanciaba por lo que tuvo el capitán que desistir de su empeño de llevarle a sus compañeros un trozo de piedra para que lo hubieran examinado y opinaran de su valor, y abandonado su descubrimiento, corrió a darles alcance, lo que de no lograrlo se hubiera quedado perdido entre los inmensos pinares, alcanzándolos con algún trabajo y voceándoles imprudentemente ya que se caminaba por un sitio que se requería el mayor silencio posible, y al decirle a sus compañeros su retraso, fue severamente reprendido por sus superiores, los que le dijeron 174 Gregorio Urbano Gilbert entre otras razones que él no andaba en comisión de minas sino en la que sabía que tenía que andar, que aunque se encontraran cerca de la frontera no por eso se encontraban en menos peligros que antes, que muy al contrario los peligros eran mayores por razón de la vigilancia que tiene puesta el enemigo sobre la frontera, a lo que se le agregaba la claridad de la selva y el sacrificio de la vaca, por lo que no había razón para cometerse la más ligera imprudencia, sino que se debía de avanzar rápidamente, callar, estarse vigilante. La razón de los jefes quedó al poco rato claramente palpada pues casi a una todos los alzados dieron el grito de «¡El avión!» al oírse el ruido de un motor, viéndose casi al instante a un aeroplano volando a poca distancia y por sobre los pinos, el que se dedicaba a soltar de cuando en cuando, al acaso, una que otra bomba alternada con una carga de ametralladora. El aeroplano recorría los contornos. Se acercaba a la caravana haciendo que sus componentes se ocultaran debajo de los árboles o trataran de confundirse con los pajonales. En una de las idas y venidas, la nave aérea dejo caer una bomba tan peligrosamente cercana al grupo que se temió haber sido descubierto, temor no por el peligro en sí del aeroplano, porque como ya se ha dicho son inofensivos sus ataques en las selvas (al menos para sus ataques de la época) a no ser que cometan imprudencias los atacados, sino por el informe que pudiera darle a las fuerzas de tierra del descubrimiento y guiarlas hacia el sitio de los rebeldes. Y como se sintiera una bestia acosada por un tábano, así se sentía la columna molesta por el continuo zurriar y pesquisa del avión, sintiéndose aliviada cuando a veces se desaparecía por tiempo hasta de casi dos horas, lo que hacía suponer que se iba a reponer de pertrechos de guerra y combustible. Al amanecer en el decimotercer día de la salida del campamento general y proseguirse la peregrinación, como al término de tres horas se descubrieron cajas y latas vacías de las conservas que usaban los yanquis para su alimentación en campaña, las que por Junto a Sandino 175 el estado de nuevas en que se encontraban y por algunas huellas de calzados vistos, se entendía que no era largo el tiempo en que el enemigo había estado ahí. Un poco más tarde ese día, se volvió a ver al aeroplano ejecutando las mismas maniobras del día anterior, dejando caer sus bombas y disparando su ametralladora a ciegas y escudriñando el campo. Después de un corto rato de estar en sus operaciones, se alejó el avión en línea recta en dirección suroeste, retornando al poco rato en la misma forma, repitiendo la operación por unas cuantas veces, maniobra bien conocida por los guerrilleros pues sabían de sobra que cuando un aeroplano la ejecutaba en sus campos era para guiar a una columna hacia determinado sitio, sitio en el que muchas de las veces eran ellos, los guerrilleros, los que lo ocupaban, por lo que hizo conjeturar a los jefes de la columna de los patriotas que si no habían sido descubiertos al menos sospechaban los yanquis de que ellos andaban por algún lugar, aunque algunos opinaron que podía ser esa maniobra por caso ajeno al de ellos, previniéndose a la tropa estarse lista para cualquier contingencia que se presentara, pero ya por la tarde habían disminuidos los temores del encuentro al notarse que el recorrido que hacía el aparato volador iba siendo cada vez más fuera del alcance de los patriotas, hasta que al fin no se volvió a ver, aunque no por eso se dejó de andar siempre vigilante, principalmente al hacerse campo en la noche. Así con el temor de librarse un encuentro de armas que no se deseaba con las de las fuerzas enemigas, caminándose por sitios que el enemigo caminaba y sintiéndose de cuando en cuando sorprendidos por el ruido del avión y por las detonaciones de sus descargas, se pasaron el decimocuarto y el decimoquinto días haciéndose alto al anochecer del último en la orilla de un río que Simón dijo era El Limón, regador de tierra hondureña fronteriza con la de Nicaragua. No obstante, no se estaba a salvo del peligro del enemigo, por este tener por gracia la de perseguir a los patriotas nicaragüenses en tierra aún fuere neutral como la de Honduras. Por eso y por ser el campo de no muy densa vegetación, 176 Gregorio Urbano Gilbert el precavido Simón escogió al sitio más incomodo que encontró por los alrededores para echar a su gente a dormir, en la esperanza de que al enemigo no se le antojaría pensar que en sitio tan inadecuado pudiera estar, el que fue un atascadero que alfombró tendiéndole ramas de los árboles. En la madrugada del decimosexto día se reanudó la marcha con ánimo los peregrinos de encontrar pronto a los pobladores del país para tratar con ellos de librarse de las tantas necesidades que sufrían, dándose como a las nueve de la mañana con un trillo y después con una vereda más ancha y más transitada conforme lo indicaba el suelo bien pisado, la que siguiéndose, se llegó al poco rato a una casa en que habían un asta en la que ondeando en el tope estaba la bandera de Honduras. Esperaban los patriotas tener en la casa una cordial acogida, de lo que se desengañaron al dar los buenos días porque fueron de dentro de la casa contestados por una voz brusca con la intimidación de: —¡Entreguen las armas! Formándose rápidamente la guerrilla en línea de combate al oírse la atrevida frase, el general Sánchez, con voz más áspera todavía respondió: —¡Por cuál razón pretende usted que entreguemos las armas! —¡Porque soy la autoridad del lugar —dice el hombre de la casa hablando en un tono menos duro— y porque me hice responsable con los americanos de detenerlos a ustedes! Hace dos días que ellos vinieron aquí y me dijeron que unos fugitivos de Las Segovias habían de salir por este lado y me recomendaron bajo amenaza de detenerlos o de avisarles a ellos cuando ustedes salieran, y como estropearon a unas cuantas familias llevaron de rehenes a otros tantos jóvenes, tengo que cumplir con la recomendación que me impusieron. Las razones tan pueriles y estúpidas expuestas por el jefezuelo fronterizo no hicieron en el ánimo de los expedicionarios otro efecto que el de desatar risa, pésele a lo tan indignados que estaban por ellas. Junto a Sandino 177 Simón y Sánchez le razona al jefecito de la necesidad que tienen de no dejarse detener por los yanquis ni por él tampoco y de la imposibilidad en que se encontraba para él poder llevar a cabo esa empresa en razón de los pocos hombres que lo acompañaban. Pero el hombre, acobardado por las amenazas recibidas de los soldados norteamericanos, que hasta llegaron a agarrarlo por el cuello y traquetearlo fuertemente, no entendía de otra cosa que no fuera que los guerrilleros se rindieran, y lo que no alegó con los gringos lo alegó con sus hermanos centroamericanos, o sea la neutralidad de Honduras y la violación de su frontera por los guerrilleros segovianos. Como el tiempo corría peligrosamente para la seguridad de los patriotas y como bien hubiera podido ser que los yanquis volvieran por sus propios pasos o determinación o porque el hombre los mandara a buscar con uno de sus subalternos en lo que los entretenía, Simón y Sánchez, en términos concluyentes le hablaron al jefe hondureño, figurando además en el grupo varios hondureños siendo Sánchez mayor del ejército de Honduras, que por todas esas razones no cabía argumentar violación alguna de neutralidad y de frontera por ellos y que por eso mismo y porque necesitaban ponerse en seguro lugar la única intervención que le admitían en sus asuntos era que enviara un correo delante de ellos al comandante de armas de la población cabecera del municipio que se dirigían, y les avisara de su próximo arribo a dicha población. El jefe hondureño se opuso a la sugerencia de los jefes nicaragüenses y les dijo que admitía solo el enviar el correo al comandante pero que por fuerza tendría que esperar en su puesto lo que determinara aquella autoridad. Cortando por lo redondo los guerrilleros, con sus generales a la cabeza, marchan de frente, armas en condición de zafarrancho. Los hondureños se alinean en iguales condiciones delante de los de Nicaragua. Cualquiera viendo las actitudes de los dos bandos y conociendo la insuperable bravura del soldado hondureño, habría supuesto 178 Gregorio Urbano Gilbert que el lance era inevitable, pero al avance de los libertadores del país vecino, los hondureños abrieron paso sin molestarlos, por lo que pudieron continuar su marcha hacia la población cabecera del municipio, pasándole al poco rato a todo correr un hombre enviado al comandante por el jefe del lugar dándole cuanta de lo sucedido con los guerrilleros del país del sur. Llevaban más de dos horas de caminata los patriotas cuando alcanzaron a ver formadas a los dos lados del camino dos columnas de soldados hondureños y cuando entraron entre ellos los nativos cerraron el cerco, cubriéndoles fuertemente la vanguardia y la retaguardia. Mandaba esta fuerza el comandante de armas del municipio. Montaba a caballo, e inspiró confianza a los nicaragüenses por su porte y por su gentileza. Correspondió cortésmente a los saludos de los llegados, descubriéndose al corresponder a los de las mujeres. Después de los ceremoniales anotados, envueltos los nicaragüenses por sus cuatro lados pero conservando sus armas, el comandante ordenó marchar y al llegarse a la comandancia de la población el comandante le dijo a los nicaragüenses que él les ofrecía la completa protección pero que mientras permanecieran en el poblado debían de entregarle las armas las que les serían devueltas cuando continuaran su ruta hacia el interior. Obedientes los hombres de Las Segovias, al mandato de los generales Simón y Sánchez, entregaron al comandante las armas requeridas, mediante recibo detallado, después de lo cual fueron alojados en una casa cómodamente conforme a la capacidad del lugar. En este poblado se pasaron tres días en los que se descansó y comió suficientemente y se extrajeron de los cuerpos de los rebeldes los parásitos que los cubrían, porque fueron muchas las garrapatas, petacos y pinolillos, bichos colorados y cochochos que les invadieron en el vivir salvaje que llevaban en las selvas segovianas. Así una de las demostraciones de cómo lo pasaban estos voluntarios y desinteresados defensores del honor de su patria, y también se bañaron. Y después de recuperar sus armas Junto a Sandino 179 y conseguir en alquiler unas cuantas monturas, y de manifestarle gratitud al comandante por las buenas intenciones de él recibidas, la gente procedente de Nicaragua se retiró; llegando a Danlí en el tiempo de dos días en el que no se sufrió caso alguno de importancia. En Danlí se instaló la mayor parte del grupo que entró procedente de los campos rebeldes de Nicaragua, y Teresa Villatoro, aunque su destino final era Tegucigalpa, se quedó a pasar un tiempo en Danlí en lo que se proveía de algún recurso con don Juan Colindres, que ya residía en dicha ciudad, quedándose acompañándola el teniente José Dolores Pupiro. El capitán Urbano se encaminó a pie hacia la capital, pero tuvo la suerte de no tener que hacerlo todo el recorrido en esa condición porque ya en la tarde del primer día de su caminar, con la intensión de reposar un rato, se tendió boca arriba sobre la yerba gramínea que crece bajo la sombra de los pinares y mientras se deleitaba al oído de la musiquilla de silbidos de las hojas filiformes de las corpulentas coníferas al ser tocadas por la brisa vespertina, contemplaba a los zopilotes volando ufanamente altos, tanto que a veces, en su ascensión en el espacio con sus alas tendidas e inmóviles, se le perdían de la vista, sintió las pisadas de un caballo al trote que se acercaba. Al distraer el capitán la mirada que tenía sobre las grandes aves y fijarla en la cabalgadura, se encuentra con que era su jinete un hombre de buen aspecto, el que al llegar donde él estaba y saludarlo, le preguntó por la causa de encontrarse tendido sobre la yerba en sitio tan solitario. Al responderle Urbano al caballero, le refirió la causa de su echada bajo de los pinos, por lo que le dice el jinete que él es el dueño de la recua que más adelante se encontraba y que si quería, se llegara donde iba y le dijera al arriero principal, que él, Victoriano López, le ordenaba facilitarle una de las bestias y atenderlo hasta su llegada a Tegucigalpa, lo que hecho así por Urbano, el caporal, en obediencia al mandato de su patrón, lo acomodó en el 180 Gregorio Urbano Gilbert lomo de un mulo, por lo que le resultó placentero el viaje tanto por la compañía con esos recueros buenos y honrados como por lo cómodo, jinete sobre tan fuerte animal, llegándose a la capital al atardecer del cuarto día de su salida de Danlí. EL CAPITÁN URBANO DE REGRESO EN TEGUCIGALPA Al volver Urbano a Tegucigalpa, se hospedó nuevamente en el hotel Unión. Al otro día, en cumplimiento de uno de los encargos que le hizo el general Sandino, se encaminó a la dirección del diario El Sol y le hizo a su director algunas declaraciones acerca de la campaña autonomista de Nicaragua. Como Urbano carecía por ese entonces de recursos y en cambio sufría de quebrantos en su salud, necesitando por consiguiente de algún trabajo para proporcionárselos, se puso a buscar ocupación para ello, y procurar a las personas para las cuales don Manuel María Morillo, desde Santiago de Cuba, le había dado cartas de recomendación. A don Joaquín Bonilla no lo encontró por hallarse este señor en la ciudad de New Orleans, Estados Unidos, pero sí se vio con don Alfonso Guillén Zelaya, subsecretario de Estado del gobierno del señor Mejía Colindres, y director de uno de los periódicos diarios que por esa época se publicaban en Tegucigalpa. También entregó Urbano unas cuantas cartas que el coronel Farabundo Martí le había dado para unos cuantos amigos que tenía en Tegucigalpa, los cuales se portaron bien con el recomendado. Las primeras atenciones recibidas por Urbano al llegar a Tegucigalpa fueron las de don Froilán Turcios quien le proporcionó médico y medicina, y cuando el capitán visitaba al poeta, cambiaban los dos impresiones acerca de la campaña libertadora, manifestándole el último al primero el disgusto que sufrió de Sandino Junto a Sandino 181 por la forma violenta con que el héroe rompió con él los lazos que tan estrechamente los ligaban en el ideal de la libertad. En una de esas manifestaciones de protesta, el poeta se corrió un poco del cauce de la serenidad diciendo palabras duras en contra del Libertador, que Urbano consideró injustas por lo que interviniendo a favor de su jefe, le dijo al literato que si bien comprendía de su dolor y de la sinrazón de Sandino para proceder de la manera como procedió con él no dejaba de comprender que aquel era el superior de una campaña de la que él, Urbano, era parte y como su jefe que es, y también su amigo, cualquier asunto que se diga del caudillo que tienda a ensombrecerlo, tendría de por fuerza que ensombrecerlo a él también, y que por lo tanto le pedía no continuara en sus expresiones violentas en contra del héroe. El poeta comprendiendo las razones del amigo intermediario, suspendió con este sus pláticas virulentas contra el general Sandino, y sí continuó favoreciendo a Urbano con su amistad y con su ayuda. El subsecretario Guillén Zelaya en su deseo de servirle a Urbano se le franqueo ampliamente, por lo que este le dijo que como por el momento no podía retornar a la campaña por causa de los quebrantos que sufría, pero que como estos no eran de la gravedad para impedirle trabajar, deseaba conseguir alguna ocupación para con lo que ganara poder sostenerse durante el tiempo que permaneciera en la capital. Don Alonso le preguntó por el trabajo que deseaba hacer, a lo que el interesado le respondió que su oficio era el de tipógrafo, pero que estaba dispuesto a falta de trabajo de imprenta a emplearse en cualquier otra ocupación que estuviera dentro de su capacidad física o intelectual. Al oír lo dicho por Urbano, el señor Guillén le dijo que siguiera en el hotel donde se encontraba hospedado y que no se preocupara por el trabajo, y levantándose acto seguido del asiento en que descansaba entró a una habitación contigua a la sala de su casa, volviendo al poco rato con un pequeño rollo de billetes de banco y se lo ofreció a Urbano, quien le protestó y no lo quiso 182 Gregorio Urbano Gilbert aceptar alegando que lo que él quería era ganarlo trabajando, porque se encontraba capacitado para ello, y no conseguirlo de manera tan cómoda, lo que ningún bien le proporcionaría a su espíritu. Se estableció una serie de razonamientos entre don Alfonso y Urbano en los que cada cual trataba de convencer al otro sobre las razones de sí y no aceptar el dinero, terminándose por acceder Urbano a los deseos de Guillé, pero bajo la promesa de este de que le proporcionaría prontamente un trabajo. Al transcurrir unos días desde su primera visita, Urbano volvió nuevamente donde Alfonso para saber qué había del trabajo prometido, recibiéndolo su protector con las mayores muestras de simpatías, y al tocarse el tema del trabajo, le aseguró que ya se lo tenía conseguido. Cambiándose impresiones muy amenas, por la finesa de don Alfonso, pasaron al jardín, donde el dueño le muestra a Urbano las diversas variedades de flores y aves canoras indígenas y exóticas que posee, cuando con un gran sigilo Guillén le puso en la mano a Urbano otro rollito de billetes de banco semejante al anterior. En vano fue el esfuerzo hecho por Urbano para rechazar la dádiva, la que tuvo que aceptar por las palabras persuasivas que empleó el dadivoso para que la retuviera, y para mayor fuerza, le entregó una tarjeta diciéndole que fuera con ella donde el ministro de Sanidad, para que ese alto funcionario le proporcionara trabajo. Al leer la tarjeta el ministro le dijo a Urbano que ellos estaban construyendo en Armenia, lugar montañoso, freso, distante 35 millas de Tegucigalpa un sanatorio para tuberculosos. Que se fuera para allá y mirara los trabajos de obra, por lo que le fijarán un sueldo. Al inquirir del ministro el día de la partida, el funcionario le dijo a Urbano que al instante o cuando quisiera hacerlo, porque el automóvil estaba siempre listo a partir a su indicación. Junto a Sandino 183 Pero Urbano no pudo irse por querer enterarse primero con el médico que lo asistía cuál era el estado real de sus quebrantos, por lo que el ministro al saber la causa de su demora dispuso que el laboratorio nacional le hiciera los análisis requeridos al caso, los que acusaron negativos, por lo que se consideró al individuo en buen estado de salud, lo que sabido por el ministro lo alentó para que se fuera para Armenia a ocupar su puesto, pero el interesado le replicó que ya él no irá a ese lugar, dicho que le causó extrañeza al alto funcionario, quien le preguntó que para dónde entonces deseaba ir o qué otra ocupación le gustaba mejor, siendo contestado por Urbano: —Como me encuentro con salud buena, me vuelvo a Las Segovias. Allí es mi puesto mientras subsista la campaña libertadora de Nicaragua y me encuentre en condiciones de servir… PROPUESTA DE CONFERENCIA EN BUENOS AIRES, REPÚBLICA ARGENTINA CONFIANZA Y HONOR PARA RUBÉN ARDILA GÓMEZ Tras despachar el general Sandino a Teresa para Honduras, resolvió proponerle a los gobiernos de las Américas, incluyendo al gobierno colonial de la isla de Puerto Rico la celebración de una conferencia por la unidad en Buenos Aires, República Argentina, con el propósito de que se tratara lo relativo al proyectado canal interoceánico a través del territorio de Nicaragua, sobre las ventajas que la apertura de dicho canal por el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica podría traerle a los pueblos indohispanoamericanos. Redactada la circular de invitación a la propuesta de conferencia se necesitaba de un joven oficial entendido, para que se trasladara a Tegucigalpa y la pusiera en las manos del señor secretario de estado de Relaciones Exteriores de esa capital, y en las de cada uno de los ministros plenipotenciarios, y a falta de estos en las de 184 Gregorio Urbano Gilbert los cónsules de las Américas acreditados en Honduras, incluso el de Estados Unidos… Rubén Ardila Gómez, que como se ha dicho, estaba sometido a duras pruebas por razón de la manera de cómo se apareció en los campos rebeldes, sin documento alguno que lo favoreciera e irrumpiendo del lado del país, atravesando por todas las ciudades y campamentos enemigos de la ruta, y pero todavía para él, con salvoconducto y permiso para portar armas librados por las autoridades norteamericanas de ocupación, salió tan airosamente de las pruebas que se ganó la simpatía y la confianza del jefe del movimiento libertador de Nicaragua. Deliberaba el comando libertador de quién podría ser el oficial que serviría de embajador por ante la Cancillería hondureña y ante los representantes de los demás gobiernos americanos, y no se acertaba a resolver el problema, hasta que repentinamente dijo Sandino: «Ardila Gómez es el designado para desempeñar la comisión». Por lo que le objetaron sus ayudantes, que Gómez no era oficial, contraobjetándoles Sandino que Gómez es teniente porque nada se opone a que lo sea, ya que es valiente, abnegado en sus servicios prestados a la causa y como desagravio por los erróneos conceptos tenidos contra él. Por todas esas cosas y por su cultura, merece ser teniente y lo es del ejército libertador de Nicaragua. Investido de su nuevo rango el joven Rubén Ardila Gómez, comisionado en uno de los asuntos de importancia de la causa autonomista, provisto de todas sus documentaciones, se le despachó para la capital hondureña a rendir su misión, recomendándosele que si a su arribo a esa ciudad encontraba en ella algún oficial compañero lo solicitara de ayudante en sus asuntos ante los diplomáticos americanos. Y llegado Ardila a la ciudad bañada por el Choluteca en los primeros días del mes de abril del año 1929 encontró en ella al capitán Urbano, a quien solicitó para que lo acompañara en su misión, aceptando complacido su compañero de ideales y de armas. Junto a Sandino 185 Por la circunstancia de tener Ardila Gómez que entregarle personalmente a los diplomáticos americanos acreditados en Tegucigalpa la carta circular de la propuesta conferencia, y para los países que ni siquiera tenían representaciones consulares tener que enviárselos por correo a sus respectivas cancillerías, le ocupó un tiempo de varios días cumplir con su cometido en razón de su desconocimiento de la ciudad y por lo tan sigilosamente que tenían que hacerlo, y como según sus instrucciones para ellos dadas por Sandino tuvo que dejar para último al ministro de los Estados Unidos de la América del Norte como medida de precaución, a Urbano no le fue posible acompañarlo en su visita a tan interesante personaje porque le faltó tiempo para ello. La carta de que nos venimos refiriendo, fechada en El Chipotón el día 20 del mes de marzo del año 1929, fue redactada del siguiente tenor: Cábeme la honra de hacer de su conocimiento, en nombre del ejército defensor de la soberanía nacional de Nicaragua y en el mío propio, que nuestro ejército tendrá el honor algún día de proponer a los gobiernos de la América Latina, continental y antillana, y al de los Estados Unidos de Norte América, la celebración de una conferencia en Buenos Aires entre representantes de pueblos y gobiernos de las Américas. Planeamos un proyecto sobre el derecho que tienen a externar su opinión los pueblos indohispanos sobre la libertad e independencia de nuestras repúblicas, hoy intervenidas casi todas ellas, unas militarmente y otras desde el punto de vista económico por los Estados Unidos de Norteamérica, y así como de los bellos privilegios naturales con que Dios ha dado a estos países y que vienen siendo la causa para el dominio que se ejerce o pretende ejercer. De los gobiernos que recibieron la carta arriba transcrita solo el de El Salvador contestó, encontrándose Sandino en México. Del tenor de la contestación de esta república centroamericana, 186 Gregorio Urbano Gilbert fechada el día 30 de julio del año 1929, firmada por su presidente, doctor Pío Romero Bosque, es así: Me he enterado de su atenta carta fechada en Las Segovias, El Chipotón, Nicaragua, a 20 de marzo último, en la que en nombre del ejército defensor de la soberanía de Nicaragua, y en el suyo propio, se sirve comunicar que dicho ejército propondrá a los gobiernos de la América Latina continental y antillana y al de los Estados Unidos de Norteamérica, la celebración de una conferencia en la ciudad capital de la República Argentina, con la concurrencia de representantes del ejército autonomista, e invítame para que nombre representantes de El Salvador a la conferencia referida. Por haber llegado recientemente a mis manos su apreciable carta, hasta hoy me permito referirme a ella, manifestándole que he tomado nota de que el objeto de la conferencia es el de exponer un proyecto original del ejército autonomista, tendiente a afianzar la soberanía e independencia de las veintiuna repúblicas indohispanoamericanas y la amistad de nuestra América racial con los Estados Unidos de Norteamérica sobre bases de equidad. Su proyecto lo juzgo de muy altos alcances para el bienestar de la América Latina y de los Estados Unidos de América y, por tanto, pienso que todos, ciudadanos y gobiernos de estos países, debemos estar lo mejor dispuestos para su posible realización. Compláceme rendirle sinceros agradecimientos por la invitación de que he hecho mérito, y aprovecho la oportunidad para suscribirme de usted, con todo aprecio, muy atento, seguro servidor, P. Romero Bosque. Junto a Sandino 187 TERESA VILLATORO EN TEGUCIGALPA Días después de la llegada del teniente Ardila Gómez a Tegucigalpa, arribó también a esta ciudad Teresa Villatoro, la que ya había despachado con don Juan Colindres los asuntos que la retuvieron por un corto tiempo en la ciudad de Danlí. A lo primero que puso atención Teresa a su llegar a Tegucigalpa fue al arreglo de su dentadura por causa de encontrarse esta un poco maltratada. ARRIBA A TEGUCIGALPA EL Capitán JOSÉ DE PAREDES Tras la llegada de Teresa a Tegucigalpa, se siguió la del capitán José Paredes, de su regreso de México, a donde había ido en solicitud al gobierno de esa bella nación de hospitalidad para Sandino, trayendo muy buenas impresiones de su comisión. Como el capitán De Paredes al venir de México trajo algún recurso que favorecía a la causa, conforme lo esperaba Sandino, en obediencia de órdenes de este, le facilitó a los oficiales Urbano y Ardila Gómez sendas pistolas alemanas Máuser, excelente arma, de las de mayor poder de fuego existentes, calibre nueve, con su adición de doscientos cartuchos y correa y funda, adquiridos en Tegucigalpa. TRES JÓVENES MEXICANOS Por esos días primeros a los mediados del mes de abril del año en que habían arribado a la capital hondureña los alzados nicaragüenses teniente Ardila Gómez, Teresa Villatoro con sus muchachos, el teniente José Dolores Pupiro, el capitán José Paredes, y estaba de antes el capitán Urbano, siguieron a estos en la invasión de la hospitalaria ciudad tres jóvenes mexicanos que procedentes 188 Gregorio Urbano Gilbert de la ciudad capital de su patria en marcha a pie se dirigían a Las Segovias para ofrecerle sus servicios de armas a la causa libertadora de Nicaragua. Como todas estas personas se hospedaban en el hotel Unión, este establecimiento ofrecía la sensación de ser un cuartel de avanzada de los soldados de la libertad de Nicaragua, con la singularidad de que ninguno de estos huéspedes era nicaragüense a excepción den Pupiro, y también era nicaragüense el dueño del hotel, el coronel Lacayo, individuo único que se beneficiaba materialmente, cobrando caro sus servicios mientras que los otros los ofrecían gratuitamente y contribuían además con cuantos medios podían a sus alcances para tratar de conseguir el buen éxito de la causa libertadora. Para esta época, los patriotas de Nicaragua contaban en Honduras con una gran ventaja, y era que ya no tenían que andarse escondiendo tanto como si fueran malhechores, sino que se mostraban públicamente y de igual manera hacían sus diligencias sin temor de ser molestados por autoridad alguna. CAPÍTULO VIII ¡VIVA EL CURA! Felonía del clero nicaragüense. Nobleza del Papa Pío XI / El Renco / ¡Viva el Cura! / El arder de los pinos. Un jaguar hambriento y cobarde / Cómo se ganan los honores / Por si acaso… / El capitán José de Paredes en el campamento general Al capitán Urbano nada lo retiene en Honduras al encontrarse gozando de perfecta salud. Los muchachos mexicanos que desde su patria habían venido a pie han seguido su ruta hacia el campamento libertador. Quedan en el hotel Unión Teresa Villatoro y su grupo, el capitán José de Paredes, que tiene que ultimar algunos asuntos que lo llevaron a Honduras, y el teniente Rubén Ardila Gómez, que le daba fin a los propósitos que lo condujeron a Tegucigalpa. Resuelto Urbano a integrarse cuanto antes a sus actividades de armas, se despide del subsecretario Guillén Zelaya; de Turcios, que estaba en preparación de su viaje a Francia a hacerse cargo del consulado general de Honduras, en la ciudad de la Luz; del secretario de Sanidad y de sus otros relacionados, quienes, en especial Guillén, le brindaros recursos con qué pagar sus cuentas del hotel, de hacerse de nuevo avío de campaña, excepto el arma de fuego, y de sus gastos de viaje. Y una 189 190 Gregorio Urbano Gilbert mañana, de las últimas del mes de abril, acompañado hasta las afueras de la ciudad por Teresa y Lacayo, parte para las selvas de Las Segovias. Sin contratiempo alguno llegó Urbano a Danlí, ciudad perla del sur, en donde Colindres le proporcionó un chane y dos hombres más para que lo ayudaran con la mucha correspondencia y carga a llevarle a Sandino, y le regaló una olla esmaltada, utensilio este de mucho aprecio en la campaña para hacerse la comida, ya que en lo único que se cocinaba era en las burdas ollas de barro cuando aparecían o si no directo en las brasas o las llamas de los leños. De Danlí se prosiguió la marcha y cuando se encontraban pisando los últimos trechos de tierra hondureña por el lado sur, dándose los primeros pasos por la Nicaragua del Norte, nuestros hombres encontraron un grupo de vividores fronterizos el que se les agregó para pasar La Picada de Quintero.1 Si bien esta unión fortaleció al grupo del capitán Urbano, no por lo mismo fue aceptada por este con cierto desagrado por las condiciones de pillos de sus aliados. La vida de ellos consistía en hacer frecuentes incursiones al lado norte de Nicaragua, el que por lo abandonado que se encontraba ofrecía asidero para hurtos y asechanzas. Como casi todos estos fronterizos estaban armados, se organizó una pequeña guerrilla para en caso de ser atacados por los yanquis o por sus esclavos, los nativos a las órdenes de Moncada, presentar una fuerte defensa tanto de los hombres como de la correspondencia, la que iba con los hombres a su cargo en el centro de la columna. Se escaló El Malacate, se siguió la trilla en el firme, se bajó montaña y nada aconteció que mereciera atención, desparramándose por el territorio, o intereses de nadie, los hombres agregados a los guerrilleros apoderándose de todo lo de valor que encontraban. 1 Picada de Quintero: Ruta por donde con más frecuencia se colaban de Nicaragua a Honduras o viceversa, los patriotas nicaragüenses. Tiene por nombre el del individuo que la trazó y picó. Es por la parte más escabrosa de la montaña fronteriza El Malacate, salvándose en el trayecto siete altos picos. Junto a Sandino 191 Los libertadores prosiguen su marcha. Atraviesan el Concepción sin tropezar con causa alguna, y mucho más allá del río, cuando iban llegando a la champa del jefe de la zona, una de las tantas jefaturas que Sandino tenía escalonadas desde su campamento general hasta la frontera con Honduras, zonas movibles, y oculto su personal entre los barrancos y las selvas, el jefe les sale corriendo al encuentro y le previene al capitán de que los yanquis se acercaban acompañados de un cura y que El Renco y el general simón les tenían preparada una emboscada a poca distancia de allí. El capitán solicitó del jefe de zona lo condujera a la emboscada, pero el jefe se negó, alegando para lo cual los peligros que se corren al acercarse a las emboscadas grupos aunque sean de los compañeros si los emboscados no los están esperando, y del riesgo de echarla a perder por si el enemigo observa los movimientos de la gente. Además, en el caso de que se trataba, según el jefe, se estaba expuesto a ser uno cogido entre los fuegos de los dos contendientes, dadas sus posiciones respectivas por donde debía de irse a la de los patriotas. También alegó el hombre de la champa que como era correo este no debía exponerse sino resguardársele lo más posible. Urbano desestimó todas las razones del champero y lo forzó a que lo guiara a la emboscada de El Renco y al llegarse a ella después de hechas las peripecias de lugar, El Renco lo reconvino agriamente por su imprudencia de arriesgar el buen resultado que se esperaba del combate en perspectiva y de arriesgar la correspondencia. El capitán alegó a su favor que él no era ningún correo sino un oficial en servicio activo y que como se le presentaba la oportunidad la aprovechaba; que él no iba a estarse escondiendo como las ratas ante el gato o como la liebre ante el cazador, al estarse preparando una acción bélica en la que podía tomar parte, porque semejante proceder sin dificultad sería feo y cobarde. El Renco, considerando que el tiempo que gastaba en la polémica con Urbano le era muy preciso para los fines que se espera- 192 Gregorio Urbano Gilbert ban, la rompió y ordenó poner en lugar seguro la correspondencia bajo el cuidado de los hombres que acompañaban al capitán y dejó a este a su lado con otro hombre. FELONÍA DEL CLERO NICARAGUENSE NOBLEZA DEL PAPA PÍO XI El clero de Nicaragua que a la par con el resto del pueblo político de esa nación se mostraba tan servil para con los yanquis, traidor y degenerado, que los escándalos de la iglesia repercutieron hasta en los propios oídos del Papa Pío XI. Los púlpitos ya no eran las tribunas sagradas para inculcar en los feligreses las palabras santas sino que los habían convertido los sacerdotes en centros de propaganda a favor de la causa interventora, dándole al pueblo ideas tan execrables, como era la de admitir con gratitud la intervención de los norteamericanos en los asuntos nacionales, porque al decir de los sacerdotes, era un favor de Dios recibido por Nicaragua para su salvación. La Iglesia de Nicaragua le tenía tan grande encono a la causa al no «acogerse a los propósitos salvadores de los soldados norteamericanos» que monseñor Tigerín, obispo de León, ciudad la más grande de todas las de Nicaragua, solicitó y obtuvo la «gracia» de bendecir las armas de los interventores cuando estos salían a campaña para que atacaran a los «bandidos, obtuvieran el triunfo sobre sus enemigos y limpiaran la república de tan fea mácula como son esos degenerados que la infestan». Y no satisfecho el clero de tanta deslealtad para con la patria, abusaba de la confianza y respeto que se le guarda al sacerdote, principalmente por el elemento campesino. Prestábanse muchas veces estos a salir con las columnas de los yanquis cuando tan odiados militares iban de campaña, para persuadir a los parientes de los patriotas a que sedujeran a estos a deponer todo encono contra las fuerzas intrusas y contra los viles de Moncada que los Junto a Sandino 193 acompañaban, así como también para que los mismos alzados, por respeto a ellos, los sacerdotes, no se atrevieran a disparar contra los yanquis. Pero de esa manera, bendiciendo a los enemigos de la patria y ensalzándolos, y maldiciendo a los que la defendían y pretendiendo denigrarlos, llorando por los norteamericanos caídos en la campaña y apenados por sus viudas y huérfanos, pidiéndoles a Dios acoja a los difuntos salvadores en lo mejor de su Gloria como premio a sus sacrificios por luchar y morir por la «paz y la libertad de Nicaragua», mientras vociferan clamando para que Satanás se comiera crudos a los muertos rebeldes no sea que se les escaparan de la sartén al perder tiempo friéndolos, y que Dios exterminara pronto a los vivos, no tomaban en cuenta los sacerdotes de los tantos sacrilegios que cometían sus bendecidos y defendidos militares rubios invasores, sacrilegios no solo cometidos en las aldeas y en los campos sin o hasta en las misma Managua, en donde los cementerios eran sus centros favoritos para celebrar sus bacanales y cuando el espíritu de Baco se les encendía rompían panteones, rompían imágenes sagradas y cruces, disparaban sus armas de fuego, derramaban el aguardiente por las tumbas y las utilizaban de lechos al satisfacer sus más groseros apetitos amorosos con las más depravadas de las mujeres, llegándose a tomar para lo mismo al propio panteón de San Pedro en el mismo cementerio que lleva el sagrado nombre del apóstol que fue la piedra sobre la cual Jesús de Galilea edificó su iglesia, iglesia tan poderosa que las puertas del infierno no pueden prevalecer contra ella. De ese Simón Pedro a quien Jesús confió las llaves del reino de los cielos y le otorgó el poder de atar y desatar en la tierra siendo lo atado y lo desatado en la tierra, atado y desatado en los cielos, o lo que es lo mismo que lo que hiciere y deshiciere el apóstol Pedro es aprobado por Dios en el reino de los cielos. Todas las iglesias en las ciudades y ermitas en las aldeas y campos que incendiaron los soldados norteamericanos, todas las 194 Gregorio Urbano Gilbert familias católicas, apostólicas y romanas de los campos norteños nicaragüenses que fueron ultimadas inmisericordemente por las espaldas a tiros de ametralladoras por los soldados rubios del norte, sin que cometieran esas familias ninguna falta a no ser falta que vivieran en lugares declarados zonas rebeldes por los intrusos de su patria, todas esas cosas no tomaban en cuenta los levitas de Nicaragua, porque así era la ceguera que sufrían delante de los tantos hechos criminosos que cometían los políticos nativos y los soldados interventores, a favor de los cuales estaban incondicionalmente parcializados. Por lo que tanto indignó el sumo pontífice al enterarse de tan grave falta del Clero de Nicaragua que hubo de dirigirle una epístola en la que le reprendió con severidad semejante proceder, prohibiéndole lo siguiera practicando. EL RENCO Hay apodos que se pegan tanto en las personas que los llevan que les arropan por completos sus verdaderos nombres, siendo difícil conocerlas por ellos. Hay apodos que se adueñan tanto del sujeto como hay árboles parásitos que se adueñan de los árboles en que se protegen, los ahogan y matan tan completos que solo quedan ellos luciéndose en los aires como si hubieran sido los originarios del suelo que ocupan. Así ocurrió al general que en estas notas se señala con el mote de El Renco, que por mucho que hemos hecho para recortar su verdadero nombre porque en las filas de la libertad solamente se le mencionaba por el apode de El Renco. La pérdida de su nombre le provino de tener que renguear o cojear de manera muy señalada. La pérdida de su andar le vino en la batalla de Las Cruces, en que siendo ayudante del general Sandino este jefe necesitó enviarle un mensaje al entonces coronel Francisco Estrada, que operaba en el lado opuesto al del héroe y lanzó al ayudante a que atravesara el campo Junto a Sandino 195 de batalla para que llevara el mensaje, recibiendo en el recorrido del trecho el balazo que le partió la pierna, haciéndole cambiar su nombre por el apodo de El Renco. Sandino se vio precisado enviar a otro de sus ayudantes para que cumpliera el cometido que el otro por causa de su herida no pudo cumplir. ¡VIVA EL CURA! El Renco, que andaba con su guerrilla por los alrededores de la frontera norte en busca de pendencia con el enemigo, fue informado mientras acampaba a unos cuantos kilómetros al sur del Concepción, de que una columna enemiga, a la que acompañaba un sacerdote, marchaba en dirección al lugar en que se encontraba. EL general Simón, el indio, que retornaba a sus actividades de Nicaragua después de su viaje a Honduras a donde fuera guiando a Teresa Villatoro hacia dicho país, se encontró con EL Renco en sus actividades fronterizas, y juntos, al saberse del acercamiento del enemigo con el sacerdote, resolvieron tenderle una emboscada, la que organizada se cogió como consigna para el caso de tenerse que efectuar retirada, la del grito: «¡Viva el cura!». En tal disposición los encontró Urbano cuando a ellos se unió después de haber atravesado el río Concepción en su caminata hacia el campamento general. Comenzaba el mes de mayo y, no obstante, el día estaba seco y despejado. La hora pasaba de la meridiana con un calor de sofocar. Ni una sola ave amenizaba con su canto el momento de ansiedad que se vivía, precursora de la tragedia que se avecinaba. Solo la cigarra con su estridente y monótono chirrido cortaba el silencio de los campos y con su destilación menuda en forma de llovizna, regaba a los agazapados soldados de la libertad. 196 Gregorio Urbano Gilbert EL ARDER DE LOS PINOS. UN JAGUAR HAMBRIENTO Y COBARDE La abatida fuerza de EL Renco en su retirada hacia el interior del país, ya tarde en la noche, hizo campo en el más alto cerro del contorno. Su vegetación era de roble del de la clase de grandes y duras hojas. Como se estaba en la época de los árboles mudarlas, con ellas se cubría toda la altura por lo que al pisar el suelo los soldados en su ascensión al cerro, resbalaban y recibían algunos golpes al caer al suelo. La dificultad se alivió haciéndose el trabajo de mal limpiar con ayuda de palos la ruta hasta ganarse el firme. Desde la altura del cerro, se divisaba allá lejana la obra incendiaria del yanqui , el que, en donde le presentaban combate y se quedaba dueño del campo por ensañamiento destruía todo lo que tuviera a su alcance que le fuera de utilidad al patriota, pero esta vez, por lo escaso de recursos en el lugar, el ensañamiento fue hasta contra los pinares que coronaban las alturas de los sitios, los cuales incendiaron, viéndose el fuego de los árboles desde el nuevo campamento de El Renco como si fuera un terrífico infierno lejano y muy intenso con su rojo y negro de las llamas devoradoras y el humo que proporcionaban esos pinos de grandes riquezas por sus maderas, por sus resinas, por sus emanaciones balsámicas con las que muchos recuperan la salud perdida, todo destruido por la sola razón de causar daño. Pero, ¿qué hacerse? Es la obra de los bienintencionados de Latinoamérica. ¡Es la obra de sus civilizadores…! La noche se pasó sin sobresalto en el cerro de los robles y se inició un nuevo día, encontrándose de centinela el capitán Urbano. El puesto era en el extremos saliente de la altura con vista al oriente, por donde caía casi vertical con el pequeño llano a su pie, con vista hacia donde tenía puesta el centinela toda su atención, por donde podía venir el enemigo, por donde ardían los pinos desde la noche anterior. Concentrada su atención en su deber de Junto a Sandino 197 soldado, no advertía el peligro que lo acechaba pero sí sentía el onomatopéyico chap, chap de unas pisadas sobre las hojas caídas de los robles, pero no se preocupaba pues las creía causadas por algunos de sus compañeros, como las del general Simón, que vendría como su relevo. Cesaron los pasos y seguidamente una irresistible fuerza de atracción se apoderó en el guerrillero centinela, quien no teniendo más remedio que obedecerla, se volvió, chocando su mirada con la de un jaguar en el preciso momento en que la fiera agachada se preparaba con un salto a darle el zarpazo fatal. Rápido el centinela, palanqueando el mango del fusil en el que poco antes se apoyaba, y no bien se había llevado el arma a la cara para apuntarle a la fiera, cuando el tigre cobarde, como todos los seres cobardes y alevosos y traidores sean estos humanos o bestias, ha dado media vuelta y más bien rodándose que corriendo, desapareció por el precipicio, tan ligero que ni siquiera tuvo tiempo el oficial de oprimir el disparador contentándose con solo oír el ruido del jaguar en su fuga loma abajo. Era una bestia de tamaño grande y notablemente flaca. CóMO SE GANAN LOS HONORES Con mentiras, engaños, adulaciones e intrigas, es como en la mayoría de las veces logran los hombres que rodean a los caudillos abrirse paso y llegar a la meta de sus deseos, conquistando honores. Y por el contrario cuando aparece un hombre amigo de la verdad, de la honradez en todas sus manifestaciones y por consiguiente enemigo de todas las indignidades, sus pasos son tan lentos, o nulos en la senda de su vida, que no llega a parte alguna en razón del vallado que le tiende la camarilla corrupta la que para colmo, además, trata de escarnecerlo con dichos semejantes a de que «está chiflado» o de que «nada contra la corriente». 198 Gregorio Urbano Gilbert Dos días después de la frustración del jaguar de desayunarse con la humanidad de Urbano, El Renco revistó su fuerza, si fuerza se pudiera llamar los pocos hombres que todavía le quedaban porque los que no murieron en la acción de los días atrás, casi todo el resto se había ido para sus respectivas viviendas de debajo de los árboles en los tupidos bosques de Las Segovias y también se habían ido para la vecina Honduras. Después de la revista, El Renco despachó a los tres hombres que acompañaban a Urbano para su país de procedencia, poniéndole al oficial dos de sus soldados para que lo acompañaran hasta la primera avanzada del campamento general, pero antes de salir lo invitó a que escribiera el parte para el general Sandino dándole cuenta del combate de ¡Viva el cura! El capitán ante la invitación de El Renco hizo un guiño de disgusto por causa de la invitación porque con más gusto avenía a hacer cualquier tarea pesada que escribir una sola línea, y teniendo en sus manos los útiles de escritura le pregunta al general que si escribía el parte de conformidad se había desarrollado la acción. A lo que El Renco le replicó que no, que se escribiría de conformidad él le vaya dictando. Y el dictado fue muy contrario a la verdad. Según el mensaje los triunfadores fueron los patriotas, los que les causaron a los yanquis o machos grandes bajas y los desmoralizaron en la acción, recibiendo los libertadores solo las bajas de un muerto y de un herido. Cuando Urbano llegó donde Sandino y puso en sus manos el parte del general El Renco y las muchas otras correspondencias que trajo de Honduras, al leer el mensaje primero y comunicarlo a sus hombres hubo grande alegría en el campamento por el gran triunfo del valiente general El Renco sobre las fuerzas norteamericanas. También hubo alegría por saberse por medio de las demás cartas del buen éxito obtenido por el capitán José de Paredes en su misión a México, y alegría por el feliz arribo de Teresa Villatoro a la capital de Honduras. Junto a Sandino 199 Tan engañado quedó el héroe por el mensaje de El Renco que cuando días después recibió la prensa de Managua en la que vio insertado el parte de los yanquis en el que relataban el suceso de la manera real en que sucedió, profirió un fuerte juramento, agregándole: «¡Esos malditos tergiversan todos sus bochornosos actos!». POR SI ACASO… Aunque el campamento general de La Cuaresma no había sido molestado en nada por el enemigo ni tampoco los aviones de este habían dado señales de haberlo encontrado, pero como ya era relativamente largo el tiempo de su ocupación y además muchas personas de las que andaban por fuera lo conocían, el Libertador determinó, como buena medida de precaución, trasladarse a otro lado de la extensa altura que ocupaba, bautizando el sitio escogido con el nombre de Por si Acaso…, el que era más pintoresco que el anterior, aunque la quebrada aquí no saltaba, por lo que el baño carecía de la bonanza de que se disfrutaba en el del abandonado campo. EL CAPITÁN JOSÉ DE PAREDES EN EL CAMPAMENTO GENERAL Pocos días después de la llegada del capitán Urbano al campamento general, también llegó a este el también capitán José de Paredes quien enteró al general Sandino del resultado de su misión a México. El presidente de la república mexicana, honorable licenciado Emilio Portes Gil, accedía gustoso a la petición de Sandino. Para ponerla en práctica solo restaba ultimar unos pequeños detalles con los gobiernos de Honduras, El Salvador y Guatemala, naciones por las cuales se tenía que pasar para arribarse al hospitalario México, partiendo para los fines del caso, casi seguido, el diligente e infatigable capitán José de Paredes. CAPÍTULO IX EN LA CÚSPIDE DE EL MALACATE A DIEZ MIL PIES SOBRE EL NIVEL DEL MAR Encuentro en El Malacate. Derrota del capitán Urbano / El ataque del puma / Hallazgo de compañeros en la montaña. La calma imperaba en el campamento general de la libertad de Nicaragua. Los soldados daban la impresión de hombres que se encontraban disfrutando placenteramente de un paseo selvático. En el transcurrir del tiempo, los días se turnaban unos tras otros y un rojo claror en el oriente señaló el acercamiento de otro más… Y… cantó la góngola, ave centroamericana que, al igual que nuestro búcaro, canta las horas. La hora cantada fue la del amanecer del día 20 de mayo de 1929, día alegre y con cielo todo azul. El hombre más admirado del mundo a la sazón, general Augusto César Sandino, encontrándose dentro de su champa, sentado en su tapesco1 meditaba… Desde su altura lo rodeaba el más espléndido panorama, incapaz el pincel de copiarlo y de la pluma narrarlo. Era el borde Tapesco: Cama o asiento hecho de tallos delgados montados en palos transversales sostenidos por horquillas de árbol, encajadas en tierra. 1 201 202 Gregorio Urbano Gilbert abrupto de una meseta de El Chipotón, al que, cual un cortinado oriental, cubría una salvaje yedra en flor de la que un enjambre libaba el zumo para convertirlo en miel, único azúcar usado por los soldados sostenedores del horno de un pueblo, de un continente, de toda una raza. Muy cerca corría murmurante el arroyo como protestando por la transformación de sus aguas, de cristalinas, a armiño burbujeante, a causa de su precipitación por su cauce rocoso y en declive. La lejanía infinita corriéndose hacia el sur toda poblada de vegetación verde como la esperanza que sostenía a ese hombre en el triunfo de su noble causa con la derrota del más ruin imperialismo. El sinsonte, y el solfeador, el sargento o turpial y otras aves a millares saludaban la mañana con su divina orquestación. Las flores de la selva abundantes al favor de la estación embriagaban al campamento y muchos de los árboles cargados de graciosos monos cedían sin disgustos a sus moradores la carga de sus frutos. Un tanto apartado del héroe, un grupo de hombres de los de sus ayudantes militares se entretenían en apagar los tizones los que después de haber brindado por toda la noche su fuego bienhechor y su lumbre no podían bajo ningún concepto permanecer encendidos durante el día. Levantándose de su asiento, el héroe llamó a su presencia a su cuarto ayudante, el capitán Urbano, a quien teniéndolo delante le dice: —Ya estás bien enterado, capitán, de nuestro plan a seguir con motivo de nuestra salida a México causada por la estrechez de recursos con que nos encontramos. Nuestros hombres carecen de armas, de ropa, de alimentos y de medicinas. En México podremos conseguir todas esas cosas. Al salir, no quiero dejar en estas selvas a los muchachos mexicanos, colombianos, y como le quedé tan satisfecho en la comisión que con los generales Simón y Sánchez desempeñó al sacarme a Teresa de Honduras, le confiaré la responsabilidad de sacármelos a ese mismo país. Junto a Sandino 203 Con su habitual laconismo, el ayudante le contestó a su jefe que trataría de dejarlo satisfecho del servicio que le encomendaba. Sandino le entregó a Urbano los pliegos requeridos para el cumplimiento de su misión, entre los que figuraba una orden para que a su paso por la avanzada de la derecha el comandante, el coronel Blandón, le hiciera entrega de los muchachos mexicanos y parte de los colombianos que bajo su mando estaban. Otra orden por si se encontraba con el teniente Rubén Ardila Gómez por los alrededores de la frontera, para que este oficial se le incorporara en su marcha a Honduras para que llenara posteriormente un fin que se le encomendaría. Gómez se había pasado a territorio nicaragüense a enfriar se le pasaran los ánimos al ministro de los Estados Unidos en Tegucigalpa al habérsele encendido por causa del atrevimiento de Gómez al ponerle en sus manos y en las de los demás ministros y cónsules de las Américas acreditados en la capital de Honduras el pliego en que el héroe de Las Segovias invitaba a sus respectivos gobiernos a una entrevista a celebrarse en Argentina, con fines a tratarse el asunto de la proyectada apertura del canal entre los dos principales océanos a través del territorio y de los beneficios que pos su causa podrían acarrearle a los pueblos y gobiernos indohispanoamericanos. Listo para la marcha Urbano hacia Honduras al frente de sus muchachos procedió a despedirse de sus compañeros que quedaban en las montañas, con un significativo abrazo dado al coronel secretario general, Augusto Farabundo Martí. Entre sus últimas instrucciones, el Libertador le dice a su ayudante: —Usted y el teniente Ardila Gómez permanecerán en Tegucigalpa hasta que regrese a esa ciudad el capitán José de Paredes procedente de México, para recibir definitivas instrucciones sobre los nuevos papeles que han de desempeñar. 204 Gregorio Urbano Gilbert Abandonando Urbano en esa hermosa mañana El Chipotón, llevando el ánimo de traspasar en poco tiempo el más peligroso paso de su ruta como es el de la Picada de Quintero en la montaña enorme de El Malacate en la frontera, por lo que marchando con pasos forzados por entre mesetas y algunos pequeños altiplanos, vadeando ríos, mojándose con ellos y con los continuos aguaceros torrenciales que ya se habían desatado y sufriendo hambre, al cuarto día de su salida del lugar de partida y a los veinticuatro días del mes de mayo, los hombres de la pequeña tropa habían ascendido uno de los cerros escalones de El Malacate, en donde por diligencias desarrolladas por el chane se localizó al teniente Ardila Gómez, por lo que se incorporó a la columna de la libertad y se pasó la noche en el lugar arropados por el aguacero que caía. Al amanecer del día siguiente se notó la ausencia del chane, a lo que no se atribuyó mayor importancia, salvo la de la deserción, porque el capitán creía conocer la ruta que pisaba y así poder salir al punto de destino, pero notando Urbano en sus muchachos signos de desconfianza a la pérdida del guía, para alentarlos, le habló por el tenor siguiente: —Compañeros, solo nos resta una marcha de unas cuantas horas en territorio nicaragüense, lo que es decir, el tiempo y el espacio que nos separan de la cúspide de la montaña en que nos encontramos, traspasada la cual habremos alcanzado el territorio hondureño en el que no tendremos contratiempo alguno, lo que tampoco hemos tenido de este lado nicaragüense al no encontrarnos entre enemigos, por lo que no debemos de temer de nada ya que hemos sorteado los peligros que nos pudieron amenazar. Así es que por tan pequeño espacio y tiempo que nos falta por recorrer, no debemos desanimarnos por la pérdida del chane que nos guiaba, porque la trilla a recorrerse es directa y la he caminado en toda su extensión por dos veces. Junto a Sandino 205 ENCUENTRO EN EL MALACATE DERROTA DEL CAPITÁN URBANO Con los ánimos más levantados pero completamente hechos sopa por lo mojados que estaban a consecuencia del grande temporal que los azotaba, los muchachos reanudan la marcha montaña arriba pero con dificultad por lo empinado de la ruta y porque estaba resbalosa y porque convertido en arroyuelo por la mucha agua de la lluvia que por ella corría. También los rayos con sus chispas y retumbos cegaban y ensordecían. Por todas estas dificultades que por delante tenían no se apercibían del peligro que los amenazaba, como paradójicamente también por causa de la tempestad no les fue peor la amenaza que los acechaba. Así fue que en la ascensión del inmenso monte con la altura de diez mil pies sobre el nivel del mar, a la vuelta de una curva de la estrecha picada, al pisarse en un pequeño plano, se encontraron juntos, con el asombro consiguiente, los pocos hombres del capitán, con todos los hombres componentes de un campamento de soldados norteamericanos, pareciendo que por causa de la tormenta habían retirado los servicios de centinelas o que ellos por propia determinación se habían reunido al centro para mejor defenderse de la furia del tiempo. De los guerreros, el primero en reponerse de la sorpresa lo fue el teniente Ardila Gómez quien con su valor y bríos de sus veinte años, y su pericia de vaquero en la hacienda de su difunto padre, en tiempo corto de segundos, desenfundó su Máuser, pistola alemana, y a ropa quemante le disparó a los yanquis su carga de diez tiros, siguiéndole a los cuales el tronar de los disparos de los enemigos. Algunos de los libertadores rabiosos de coraje al no poder hacer nada por encontrarse desarmados pero todo el grupo supo saltar a tiempo al campo boscoso para evitar ser fácilmente exterminado o copado, ya que a los primeros disparos los norteamericanos al formarse en línea y abrir sus fuegos con sus potentes armamentos, los que atronaban a El Malacate 206 Gregorio Urbano Gilbert más de lo que los atronaba la tempestad con sus fuegos eléctricos, iniciaron el movimiento envolvente. En la lucha de un lado, unos cuantos hombres combatían pobremente armados mientras que del otro sus hombres disponen de recursos potentes ilimitados, los defensores de la soberanía de Nicaragua desde atrás de los árboles soportan el fuego de sus contrarios hasta el momento de darse cuenta el capitán Urbano del movimiento de copo que efectuaba el yanqui por lo que con signo de desesperación gritó la consigna de retirada, que fue la de «¡Adentro los legionarios!», grito engañoso con intención de hacerle creer al enemigo lo contrario de lo que en realidad de replegarse para poder llevar a cabo más fácilmente la zafada mientras ellos se aprestarían contra el choque que habría de soportarse. La retirada fue precipitada pero en orden y cuando se vieron los legionarios fuera del alcance de las balas yanquis y haber perdido a lo lejos la noción del sitio en que se encontraban se dieron cuenta de la situación apurada en que se encontraban. Estaban desorientados, perdidos un una salvaje y grandemente espesa vegetación de montaña. El día era oscuro por la densidad de las nubes que ocultaban al sol, las que de cuando en cuando descargaban sus porciones de agua, las que los entumecían mucho y en compañía del frío, los hacían tiritar continuamente. Estaban carentes de alimento y con la carga de dos de sus compañeros heridos, aunque levemente. La montaña es un refugio de pumas, de víboras de venenos de rápidas acciones, tales son la coralillo, la toboba, la barbamarilla y la terciopelo, y refugio de otras plagas y alimañas. Y dando vueltas sin rumbear por dirección alguna, la noche vino a resguardar en total a los muchachos patriotas, los que pésele a la triste situación en que se encontraban se sentían serenos y un poco satisfechos porque creían que durante el corto encuentro habido alguno de los soldados invasores había caído. Junto a Sandino 207 EL ATAQUE DEL PUMA Las fieras carecen de la acometividad con que son descritas en las historias, en las novelas y en los cuentos. Temen al hombre como lo teme cualquier perro o gato callejero y en teniendo campo abierto le huyen más que estos domésticos animales cuando frente a frente se encuentran con él. Sí, se han dado casos de hombres que se han visto atacados y devorados por las fieras, pero son casos raros y cuando atacan las fieras al hombre, no lo atacan de frente sino armándole asechanzas y solo lo hacen por la causa del hambre y nunca por el simple placer de atacar y dañar, porque no son las fieras tan tontas, que habiendo en los campos que habitan cacería a su gusto en abundancia, para habérselas con un ser tan peligroso como lo es el hombre, antes de habérselas en lo que al Nuevo Mundo se refiere con el inofensivo y sabroso venado, como con el conejo, o el tapir, y así el chancho y el pavo y el mono y mucho animales todos de extraordinaria abundancia en Nicaragua por lo que se podrá comprender la rareza del ataque al hombre por la fiera y de las circunstancias habidas para ello. Por eso, los desbandados muchachos no se preocupaban de los tigres, pumas y víboras que con ellos convivían. Cuando los encontraban, espantaban a los félidos con ademanes para ahorrarse los ruidos que hubieran podido hacer para no atraer al enemigo, al oído de los disparos de sus armas, lo único de temor verdadero que tenían de cerca. Pero al segundo día del extravío en El Malacate, en la tarde, el asunto de las fieras varió de consideración: una grande y hermosa puma, brava, atrevidamente, con gestos amenazantes, le cierra el paso a los libertadores. La mente de estos trabajó rápidamente ante el dilema del peligro de la fiera presente, y el peligro de los norteamericanos, problemático, y la fiera además se encaminaba al encuentro de los muchachos por lo que era de fuerza librarse de ella, resonando nuevamente en las alturas de El Malacate las pistolas de Urbano 208 Gregorio Urbano Gilbert y Ardila Gómez, dejando por las heridas recibidas tendido en el suelo al precioso animal. Al principio causó extrañeza el ataque de la leona y se creyó que venía atraída por el olor de la carne herida de los abaleados, pero al poco rato vino el desengaño. La verdadera causa de la bravura de la puma fue que los muchachos marchan en dirección a la guarida del animal, en donde criaba un par de lindos cachorros y ello en condición de madre amorosa y heroica trató de resguardarlos a costa de su vida, gesto inútil al considerar de los soldados que más sufrían con vida y huérfanos que muriendo al fin o al instante, matándolos piadosamente a palos. Al tercer día del encuentro con los yanquis, persistía la desorientación de los expedicionarios. Vueltas y más vueltas daban alrededor de un punto volviendo en sus andadas a encontrar las huellas de sus pisadas anteriores y muchas veces a encontrar rastros de los soldados yanquis y sentir sobre sus cabezas los ruidos de los aeroplanos y las detonaciones de las descargas de bombas y ametralladoras hechas al acaso. En tanto el capitán se despojó de su capote y de su frazada, que había cedido a los heridos y les curaba las heridas con raspadura de la corteza de kerosene2 y se las cubría con sus pañuelos y tiras de sus prendas de vestir, los que sanaban satisfactoriamente. El hambre, el frío, el cansancio y sobre todo la incertidumbre tenían a los muchachos tan impacientes, que ya murmuraban en contra de la manera que los dirigía su capitán, quien los sorprendió en sus murmuraciones en la tarde del tercer día, después de haber regresado de explorar el pico con buenos resultados. Murmuraban ellos que en vez de haberse puesto a disparar de detrás de los árboles para después huir, mejor hubiera sido que hubieran tratado de forzar el paso y así hubiéramos muerto o hubiéramos 2 Kerosene: Árbol fácil de inflamar, como lo es el acote o pino de cuaba, con olor a kerosene o petróleo refinado, cuya corteza hecha polvo o machacada resulta ser buen cicatrizante. Junto a Sandino 209 salido adelante y estuviéramos en Honduras y no en este purgatorio del que parece que nunca saldremos, sin saber de qué vamos a morir al cabo, si de hambre o de bomba, de leones o víboras o de cuantos diablos hay en esta montaña, que por lo grande que es parece que no tiene fin. Al oírlos hablar de esa manera, Urbano con ideas de calmarlos les dijo: —Ustedes se expresan de esa manera porque ignoran las instrucciones que tengo, e igualmente las tienen todos los jefes de columnas de no resistirle al enemigo, no porque nos falte ánimo para ello sino porque nos faltan armas y personal, y en el caso presente, todavía es más restringida la orden que tengo de pelear porque no se me ha mandado en misión de pendencia con el enemigo, sino a la obligación de dirigirnos sanos y salvos a Honduras. Si no fuera por la disciplina que le debo a mi superior, tal vez ese decir de ustedes, imprudente desde todo punto de vista, el de haber tratado de forzar el paso, yo lo hubiera hecho realidad porque mi carácter no tiene nada de reflexivo y mucho menos de calculador, pero sí les aseguro que el resultado de la operación no hubiera sido bajo ningún concepto el de que nos encontráramos a estas horas en Honduras, sino en la disyuntiva conforme a sus pareceres, hubiera sido que ya fuéramos todos manjares de los zopilotes, pero para evitarse catástrofes inútiles porque estamos sujetos a la cordura de nuestro jefe, el general Augusto César Sandino. »Pero en este momento de desesperación que los embarga —continuó diciéndoles Urbano—, ustedes hasta se atreverán a acusarme de cobarde y caerían en el más grave error, del que para desengañarlos bastaría con hacerles saber que cuando se celebró el consejo que determinó el asunto que por ahora ustedes tienen que ignorar pero que como consecuencia a él estamos realizando esta salida a Honduras, mi opinión fue contraria a dicho asunto. Mi opinión fue la de que se nos alistara a los que más preparados estábamos en el equipo y se nos enviara a través 210 Gregorio Urbano Gilbert de la república en gira de destrucción con todos los elementos a nuestro alcance como son las dinamitas, las balas, las teas, los machetes y demás cosas, asegurando que a la propia Managua se le hubiera hecho sentir los efectos terriblemente, en razón del coraje con que hubiéramos cumplido los propósitos a nosotros encomendados. Pero el general Sandino, aunque le simpatizó la idea, dijo muy cuerdamente que no la pondría en práctica porque el negocio de su lucha no está en sacrificar inútilmente la flor de su ejército en un exhibicionismo de valor y triunfo a lo Pirro para después tener que suspenderla definitivamente, que el negocio de su lucha descansa en alargarla y tratar de conseguir al fin la oportunidad del triunfo. Y además en cuanto a los padecimientos que soportamos en esta montaña, ¿no los sufrimos todos por igual, acaso cargando yo con el mayor peso? ¿Cuando encontramos algunas frutas, no las compartimos con igualdad? ¿En el servicio nocturno, quién de ustedes lo ha hecho por noches enteras como lo venimos haciendo el teniente Ardila Gómez y yo? Así es que, por lo que les digo, creo que ustedes han debido de comprender lo injusto de sus quejas. »Y para que no sigan desesperando más —termina hablándoles Urbano—, tengo la satisfacción de anunciarles que ya nos queda poco tiempo en la montaña, porque desde aquel pico del que acabo de venir —habla señalándoles el cerro de donde poco antes había descendido— he descubierto nuestra posición, la que es muy al contrario de la que creíamos tener, porque todas esas confusiones que padecíamos quedan eliminadas en razón de la orientación cierta que he conseguido ahora, y no antes por la carencia de una simple brújula que nos guiara. Hay más: en una amplia hoya que hay al pie del pico hay una huerta abandonada y una champa en ruina. En la huerta divisé muchas matas de plátanos bananeros. Ocuparemos seguidamente la altura e irá al mando del teniente Ardila Gómez una comisión para explorar la huerta y se en la cual encuentra frutos, o como si no los encontrara, nos iremos al amanecer de mañana. Junto a Sandino 211 De conformidad a lo dispuesto por el jefe guerrillero, todo se realizó regresando Ardila Gómez al poco rato al campamento con sus compañeros cargados de racimos de guineos, unos maduros y otros pintos, viéndose de ellos poco rato después solo las cáscaras y los pezones. Todo el fruto se lo habían comido crudo los muchachos: ¡Tan grande era el hambre de esa fracción del ejército libertador de Nicaragua! Se cargaron más racimos y los guineos fueron asados para que sirvieran de cena del día como para almuerzo del siguiente y alforjas a llevar. También se cargó buena cantidad de hojas verdes y secas de guineos y algunas varas. Las hojas verdes y las varas para el arreglo de la techumbre de la champa, y con las hojas secas se hico una grande y buena cama común en la champa y cama en las que se guarecieron y durmieron los bravos que tantas penalidades habían pasado por unos cuantos días, haciéndose notar que todos los cortes a los bananeros, a sus racimos y hojas y a las varas se hicieron solamente con frágiles hojitas de navajas de afeitar que usaba el capitán para sus afeitadas, pues se dio la casualidad que ninguno de los del grupo portaba arma blanca, ni siquiera un corta plumas. Les amaneció a los expedicionarios su cuarto día en El Malacate sin novedad alguna que reseñar. Los primeros ratos de ese 28 de mayo los pasó el capitán Urbano contemplando la cambiante y extraordinariamente bella visión que le brindaba la naturaleza. Una densa neblina se desarrollaba desde unas cuantas decenas de metros más abajo del punto en que se encontraba, hasta perder de vista la inmensidad del continente por su lado sur. El aspecto que ofrecía era como el de una grande llanura polar o el de un enorme lago nevado. A medida que avanzaba el día, la neblina se encrespaba y tomaba la apariencia de un mar de leche embravecido y más tarde, disolviéndose, dejaba entrever los picos más salientes de las innumerables montañas de Las Segovias. Después, totalmente 212 Gregorio Urbano Gilbert esfumada la niebla, se tenía ante sí un infinito campo esmeralda, esperanza como para alentar a los muchachos, como para entusiasmarlos en su marcha a Honduras y aliviarlos de sus pesares de cuatro días salvajes en El Malacate, aunque sí hermosa y grande montaña fronteriza de Nicaragua. Aquel campo puramente verde, de virginidad salvaje, ofrecía el panorama más curioso en razón a las ondulaciones de su suelo. Es toda una serie de montañas altas dominadas por el majestuoso Malacate, desde donde se figuran como si en una grande superficie se apiñaran todos los cuerpos simétricos, sobresaliendo preferentemente los conos y las pirámides. Después que el capitán acabó de llenar su espíritu con la contemplación del bello cuadro con que la naturaleza regaló a Nicaragua, se dispuso a ordenar lo necesario para la salida. Los obstáculos para ello era evidentes, por lo accidentado de la montaña, extensa y boscosa, en la que caminándose a buen paso por la Picada de Quintero se gasta el tiempo de seis a siete horas atravesarse, y en el caso de tenerse que hacer esta operación rumbeando como se pensaba, era suficiente para causarle desaliento a cualquiera y más a los hombres inexperimentados en esas tareas como eran los que se proponían intentarla. Como medida de ensayo, Urbano con uno de sus muchachos se fue a explorar el rumbo que pensaba seguir y cuando volvió al campamento cargado con la duda del éxito de la jornada a efectuarse, ya era tarde para iniciarla por el temor de que le sorprendiera la noche en punto inadecuado de la campiña, y se hizo tarde también por haberse esperado a que se disipara la nube que envolvía a la montaña, estorbo a la visibilidad, por lo que se resolvió a esperarse el día siguiente para intentarse la salida. HALLAZGO DE COMPAÑEROS EN LA MONTAÑA Al venir la tarde del cuarto día en El Malacate, la mayoría de los muchachos se dieron a la tarea de cargar la mayor cantidad Junto a Sandino 213 posible de hojas secas de guineo para reponer la cama estropeada por causa del uso que sufrió la noche anterior. En esta operación se descubrió una mata de guapinol3 con muchas frutas maduras, las que recolectadas sirvieron para enriquecer la mesa de los extraviados. Después de la cena, Ardila Gómez se quedó en la champa con los heridos y el capitán se fue a uno de los puntos de observación a hacer de centinela y al poco rato de encontrarse en su oficio oyó el vibrar del Collins al picar una ruta, y seguido, semidescubierto por el follaje y troncos de los árboles, vio el zigzaguear de una pequeña columna en ascensión, desenfundando su pistola el capitán, le gritó el consabido: —¡Alto! ¿Quién vive? Desplegándose la columna, y sus hombres apostándose detrás de los gruesos troncos de los árboles, una arrogante voz contestó: —¡Nicaragua…! —¿Gente? –volvió a vociferar el capitán. —¡No vende patria! —correspondió con igual vocerío el de la columna llegada. Reconocidos los dos grupos gracias al santo y seña combinados, le correspondía al de la montaña dictar la última formalidad que el caso requería para que se efectuara la fraternidad entre los dos grupos de compañeros, por lo que le gritó al de los llegados: —¡Alto el grupo y avance el jefe para ser reconocido! Mientras tanto, el teniente Rubén Ardila Gómez, oyendo las voces de su capitán, había acudido y formado en línea de fuego a los hombres que había disponibles, para lo que el caso ameritara. Y fue que el coronel Liranzo, de los libertadores, en uso de licencia se dirigía a Honduras en compañía de varios de sus amigos y compañeros de armas, a los que se les unían algunas mujeres y niños. 3 Guapinol: Algarroba. 214 Gregorio Urbano Gilbert Al enterarse los muchachos extraviados del feliz hallazgo de soldados compañeros en la montaña, dieron saltos de alegría, cantaron y bailaron. En reposo los de la fuerza llegada, cambian sus impresiones los de la pérdida en la montaña, narrándole el capitán al coronel su aventura en El Malacate, refiriéndole el coronel la preocupación que se tuvo en el campamento general por la suerte que pudo haber corrido. Que la ocupación de la trilla de El Malacate por el enemigo se supo allá un día después que él, el capitán, había salido del campamento, por lo que no hubo manera de advertírselo, que por eso él, el coronel, se había hecho de un chane conocedor de la montaña para que lo guiara, el que lo había desviado buen trecho más al este de la Picada de Quintero. Los recién llegados comparten con sus otros compañeros sus provisiones alimenticias, consistentes en tortillas de maíz, carne ahumada y miel silvestre. Y así en buena y alegre camaradería pasaron todos la noche narrándose graciosos cuentos mientras oían divertidos y a la distancia el continuo silbar de las serpientes, los lamentos de los perezosos y el rugido de los pumas y jaguares. Esperaban ansiosos la luz del día 30 para abandonar la montaña que tantas penalidades les había causado. Y cuando la aurora comenzó a teñir el cielo de colores púrpura y naranja, se cantó una diana, disponiéndose seguido la marcha, la que después de tomado el acuerdo de la nueva consigna de retirada en previsión de cualquier eventualidad que se presentara, «¡Cubre Malacate!», se inició el siguiente orden: vanguardia, capitán Urbano, ayudante, teniente Rubén Ardila; centro, coronel Liranzo, ayudante, uno de sus hombres; retaguardia teniente Duarte y su ayudante, ambos de los del coronel Liranzo, y marchándose en ese orden, guiados por el chane de Liranzo, quien inteligentemente supo efectuar un rodeo pudiendo alcanzar adelante la Picada de Quintero, en la que caminándose por el tiempo de alrededor de diez horas hasta su final de la vertiente norte de la altura, en Honduras, teniendo Urbano y sus muchachos oportunidad de apreciar las tremendas Junto a Sandino 215 habilidades de orientación de esos hombres rústicos, completamente analfabetos como son los chanes, al éste guiarlos a través del terrible espinazo de El Malacate, del cual sin el guía jamás hubieran podido salir a punto determinado del enmarañamiento de la enorme montaña, en la que con toda seguridad, sin esa ayuda, hubieran dejado sus huesos si no por las fieras, al menos por los zopilotes. En contacto con los hondureños, la gente del coronel comenzó a dispersarse y este siguió hasta Danlí, la ciudad perla del sur, cabecera del departamento El Paraíso. En Danlí se separaron el coronel y el capitán, continuando este con sus muchachos a pie hacia Tegucigalpa a la que arribó después de unos cuantos días más tarde y en donde licenció a sus compañeros, racionándolos previamente con efectivo de conformidad a las instrucciones que para ello le diera el general Sandino, consiguiéndose el dinero de manos de don Juan Colindres en Danlí, hospedándose Urbano y Ardila Gómez en el hotel Unión mientras esperaban las nuevas órdenes del jefe supremo del ejército libertador de Nicaragua, general Augusto César Sandino. CAPÍTULO X LA SALIDA DEL HÉROE La salida del Héroe /El Héroe en Honduras / En El Salvador / En Guatemala / En México. Malos tratamientos de las autoridades fronterizas / Sandino se vuelve. Actitud del capitán De Paredes / En Tapachula / De Paredes convence a Sandino, quien retorna a México / La apoteosis de Veracruz / Mérida / Nuevos disgustos sufridos por Sandino / El doctor Cepeda en Mérida. Zanjadas las dificultades / Retorna a su patria el capitán Urbano / Apuntes biográficos y anecdóticos del Libertador general Augusto César Sandino LA SALIDA DEL HÉROE Libremente sin molestias ninguna, gracias a las condescendencias liberales del gobierno del honorable Mejía Colindres, se paseaban por las calles de Tegucigalpa el capitán Urbano y el teniente Ardila Gómez, partes del ejército libertador de Nicaragua. Y transcurriéndose así los días, a los pocos fueron sorprendidos por el pronto regreso del capitán De Paredes portador de la noticia de que todas las diligencias a él encomendadas las había efectuado, casos realizados en el tiempo comprendido entre los últimos días de la primera decena, a los primeros de la segunda del mes de junio del año 1929. 217 218 Gregorio Urbano Gilbert Seguidamente el activo capitán De Paredes sin darse el reposo de que bien necesitado estaba, siguió ruta al campamento general de Las Segovias para rendirle cuentas al general Sandino de los felices resultados obtenidos de su misión. Con la misma rapidez con que se dirigió a México y regresó, así fue a El Chipotón y volvió, acompañándolo ahora el secretario general del ejército libertador, coronel Agustín Farabundo Martí, para entre ambos resolver con las autoridades hondureñas los puntos finales relativos a la salida de Sandino a ese país. Martí trajo además la misión de observar el ambiente imperante fuera de Nicaragua relacionado con su salida para que si notaba algo de sospechoso peligro partir a carrera «mata caballo» para el campamento a participárselo a Sandino para que este considerara su conveniencia o no de su ida a México, pero muy al contrario de una mala impresión, fue todo lo que obtuvo del medio ambiente hondureño y del resto de los países centroamericanos que no pudo columbrar el coronel Martí, quedando por lo mismo plenamente satisfecho. Entre otras encomiendas traídas por Martí, estaba además la de participarles a Urbano y Ardila Gómez que el Libertador los designaba junto con él y De Paredes como los oficiales que los acompañarían en su salida de Nicaragua y en su estancia en México. Dispuesto todo lo concerniente a la salida de Sandino a Honduras, recibieron los oficiales del héroe una carta oficial del general Maximiliano Vázquez, jefe del cuerpo de ayudantes militares del presidente de la república, en el que los citaba al cuartel general de la policía nacional a las tres de la mañana del día siguiente en condiciones de listos para marchar. Concurridos al lugar citado, los oficiales junto con una fuerza hondureña compuesta de caballería y artillería ligera bajo el mando personal del general Vázquez, partieron hacia la frontera con Nicaragua y al llegarse a Danlí la fuerza fue reforzada con una columna de infantería que marchaba con tanta rapidez que dejaba rezagada a la de caballería y a la de artillería. Junto a Sandino 219 Al fin, un día como a las siete de la mañana se hizo alto en la orilla del río Guallambre, límite de los dos estados en esos lugares, en donde acantonaron las tropas hondureñas, y los oficiales de la libertad de Nicaragua acompañados de su guía cruzaron el río y frontera y penetraron en los terrenos de sus luchas confundiéndose con sus selvas. Serían cerca de las once de la mañana de ese mismo día cuando ya estaban en contacto Sandino y sus acompañantes con los oficiales de su cuerpo de ayudantes que iban a su encuentro desde Honduras. Este hecho, en medio de una selva puramente virgen, de dos grupos que se buscan en marcha convergente, débase de considerar admirable por la precisión con que la cumplieron los guías, hombres completamente desconocedores de las letras pero de talento asombroso en cuanto a orientarse y guiar por las selvas aunque nunca antes las hubieran visto. Juntos los dos grupos que se buscaban, Sandino les ordenó a los que con él venían que se devolvieran, reteniendo a su lado al teniente Tranquillo Jarquino, nicaragüense, que utilizaba en condición de asistente, y continuó su ruta hacia Honduras y a unas cuantas horas más de marcha llegó a orillas del río fronterizo a la vista de las tropas hondureñas que se aproximaban. EL HÉROE EN HONDURAS Tan pronto los soldados hondureños alcanzaron a ver la figura del héroe, desenvolviéndose de entre el follaje de los bosques segovianos, se descubrían, prorrumpieron en estruendosa aclamación en su honor, dando vivas al Libertador centroamericano, mientras algunos indicaban por donde era fácil vadear el Guallambre, el que se encontraba bastante crecido y formando peligrosos torrentes, y al cruzarse el río, en el campamento del general Vázquez fueron las presentaciones, mientras un amigo de la causa venido con los soldados desde Danlí le cambiaba el sombrero al Liber- 220 Gregorio Urbano Gilbert tador por otro nuevo traído de Tegucigalpa y se apropiaba del viejo con el que había hecho Sandino dos años de campaña libertadora. Seguidamente se emprendió el camino hacia el interior del país protector, dejándose oír los gruñidos de algunos de los infantes hondureños por no habérseles presentado la oportunidad de medir sus armas con las de los soldados norteamericanos en caso de habérsele ocurrido a estos tan siquiera asomarse a la frontera en persecución del héroe, como eran sus deseos, sin tener en cuenta los graves conflictos que hubieran acarreado para su patria Honduras y para Sandino. ¡Pero es que así son los valientes, irreflexivos por lo regular, peligrosamente imprudentes! Y cuando de nuevo se llegó a Danlí, se dejó en la población la columna de infantería prosiguiéndose con la de artillería y con la de caballería, y con cuatro días de caminata en total se llegó a un pequeño poblado en donde se venera una imagen de la virgen que al decir de los hondureños es grandemente milagrosa. El poblado está a unos pocos kilómetros de la capital y como se llegó al lugar en horas tempranas de la tarde y al no querer Sandino mostrarse a nadie porque pretendía hacer su recorrido del modo más incógnito posible, se determinó esperarse aquí la noche para cubierto con su obscuridad penetrar en la capital y en hora que por avanzada se tuviera la seguridad de que sus pobladores se encontraban entregados al sueño. Mientras tanto se designó al capitán De Paredes a que fuera a la capital a participarle al ministro plenipotenciario de México ante el gobierno de Honduras de la cercanía a la ciudad en que se encontraba Sandino y del propósito de entrar en ella a las tres de la mañana del día siguiente. Cumpliendo su misión De Paredes, aprovechó la oportunidad para ir al hotel Unión a cambiarse de ropa, luciendo por lo mismo, un elegante uniforme, siendo el único de los soldados de los libertadores que cubrió vestido de limpio la ruta hasta México pues los uniformes de los otros, Junto a Sandino 221 incluso el del héroe, bien que necesitaban de una grande cantidad de jabón y de fuerza muscular. Desde el poblado de las peregrinaciones de los devotos de la virgen fueron despachadas la mayor parte de las fuerzas del general Vázquez. Mucho después de las doce de la noche llegaron procedentes de la capital varios automóviles en los que acomodaron poco después a Sandino y sus acompañantes y penetraron al fin en Tegucigalpa en momentos en que casi todos sus habitantes dormían. En esa madrugada, con todo el peso de las horas transcurridas de la noche, el ministro mexicano aguardaba de pie al héroe en el corredor interior del edificio de la legación y al encontrarse estos dos hombres fueron momentos emocionantes los ratos que gastaban exteriorizando sus sentimientos patrios y de puros ideales. Después el ministro invitó a sus visitantes a pasar al comedor donde les tenía preparado un esplendido ambigú sin que faltara el famoso efervescente vino hecho del mosto combinado de las más finas uvas de la provincia francesa, de la cual tomaba su nombre la champaña. Agotados todos los cumplidos, los generales Sandino y Vázquez con los suyos, volvieron a ocupar los automóviles y partieron hacia San Lorenzo, ciudad edificada en un recodo de la costa del golfo de Fonseca, en el Océano Pacífico, siendo ya los hombres del general Vázquez solo diez con sus respectivas ametralladoras. En San Lorenzo se tomó la lancha Lempira con dirección a Amapala. Es interesante la navegación en el golfo. En los primeros momentos se navega por entre laberintos de enormes manglares de los que el que no es práctico se figura no podría salir nunca de allí si le dejaran abandonado. Se recorren canales y más canales bordeados de verdes mangles, en los que uno a veces se figura encontrarse encerrado por no verle a la distancia corta formas de continuidad, cuando con un poco más de avance se le abren a derecha e izquierda nuevos senderos que terminan por conducirlos al golfo adentro, amplio, sereno, admirablemente bello. 222 Gregorio Urbano Gilbert Ahora el paisaje se transforma por completo. Se encuentra uno como si estuviera encerrado en un extensísimo mar en cuyo centro se levantan millares de islotes todos de apreciable altura configura cónica destacándose a la distancia el Tigre, en el que a un lado de su orilla se acurruca Amapala, ciudad hondureña. Guiándose a la vista en derredor, como vagas siluetas se divisan las tierras de Nicaragua al sur, las de Honduras al este y las de El Salvador al norte, las más notables por el humear de sus montañas constantemente en actividad volcánica. Se arribó a Amapala, ciudad bañada de agua y luz, dotada de ensoñador panorama, en donde los hombres de la libertad de Nicaragua y sus protectores, los bravos y nobles hondureños almorzaron satisfactoriamente en un restaurante montado sobre el mar y sostenido por gruesas estacas que lo separan de las aguas. Por los alrededores del establecimiento y hasta debajo de su piso a través de sus hendijas, causa de la apacibilidad y transparencia de las aguas del golfo, se divisan los peces nadando y comiendo confiadamente de lo que los clientes del restaurante les arrojan. Los islotes que circulan al Tigre, muchos tan altos como este, se asemejan por el verdor de su vegetación enormes esmeraldas caídas de lo alto. Al terminarse el almuerzo, los hombres reanudan su navegar hacia El Salvador, entreteniéndose en el trayecto con la belleza del lugar y en el ejercicio del tiro al blanco, siendo víctimas del deporte los pelícanos inocentes y simbólicos. A su tiempo el Lempira atracó al muelle de La Unión, ciudad salvadoreña. EN EL SALVADOR Al arribarse a La Unión, vino una comisión de las autoridades civiles y militares de la ciudad al recibir al Libertador. El general Maximiliano Vázquez, después de las formalidades de las Junto a Sandino 223 presentaciones al caso se despidió de sus protegidos y de los salvadoreños, volviéndose con sus hombres a su patria, Honduras, satisfecho de su labor para con los patriotas nicaragüenses cumplida desde la frontera de Nicaragua, hasta dejarlos bajo la protección de la república de El Salvador y haberlos colmado de atenciones. En el primer momento del arribo en esa tarde, el pueblo de La Unión se mostraba indiferente al ignorar quién era la persona que lo visitaba. Así fue que al recorrerse el trecho que separa al muelle del hotel a que lo condujo la comisión salvadoreña que lo recibió, todos los individuos que veían a Sandino a su paso no le mostraban interés alguno. Lo miraban con la indiferencia que se mira a uno del lugar. Pero pasado un corto rato, al difundirse la noticia del arribo del héroe, una enorme multitud invadió al hotel y sus alrededores ensordeciéndolo todo con sus gritos vitoreando al Libertador mientras la música dejaba oír sus gratos sonidos en ejecución de continuas y variadas piezas. Al venir la noche, el entusiasmo del pueblo en vez de disminuir aumentó al delirio y se sucedían las bandas de música, notándose entre sus instrumentos la marimba, típica mexicocentroamericana. Los hombres segovianos no podían disponer ni de un segundo de tiempo para satisfacer sus atenciones personales. No pudieron lavarse ni comer ni tenderse a descansar de la tanta fatiga que los agobiaba por razón a la tan larga marcha como la que habían realizado. Todo el tiempo lo emplearon en atención a sus admiradores, quienes atropellándose unos a los otros les solicitaban autógrafos, los que al recibirlos se mostraban tan complacidos como si hubieran recibido la más valiosa reliquia hasta las doce fue el tiempo que en esa noche el pueblo de La Unión testimonió a Sandino su admiración. No más allá, porque entonces fue cuando vino una comisión ante el héroe informándole que el tren ferroviario lo esperaba, y lo acompañó a la estación bajo un diluvio, porque así era de fuerte el aguacero que caía lo que le daba mayor belleza y brillantez al San Miguel el volcán cercano a la ciudad. 224 Gregorio Urbano Gilbert En el expreso en marcha hacia el interior del país iban cómodos y bien atendidos los viajeros. Todo un vagón lujosamente amueblado fue ocupado por Sandino y sus hombres y sus cuatro oficiales salvadoreños que asignaron de ayudantes militares y estos eran tan solícitos con los nicaragüenses que a veces se les adelantaban a los hombres de la servidumbre que iba al más leve movimiento que hicieran para satisfacerlos en sus deseos. Como a las dos horas y media de la mañana entró el tren en un trayecto que daba la impresión de que todo el ambiente ardía en fuego por el efecto de la luz intensa y coloreada que lo envolvía causada por un volcán lejano de línea férrea en que se rodaba, que se encontraba en activa emisión iluminando por millas a su alrededor con su fuego entre terrorífico y admirable. Le amanece al expreso en su carrera y los paisajes que se ofrecen a los ojos de los viajeros son pasmosamente bellos como corresponde al lugar montañoso como es el en que se viajaba y formado por pequeños valles llenos de cultivos cercados por serranías. A ratos recibía uno la apariencia de que el tren chocaría contra una montaña, pero este, como si esquivara el golpe, se hacía en su carrera a un lado, o la montaña, como en venganza de la furia con que le viene la férrea máquina, cual si fuera un descomunal monstruo, abre una boca y repentinamente se traga con todo su tren, evacuándola rato después por el orificio de atrás, sucediendo en una ocasión que por tres veces consecutivas se entrara a un túnel y se saliera para enseguida penetrarse a otro. Tan cercanas están de unas a otras las lomas. De esa manera, penetrándose por entre las entrañas de las montañas, desorillándolas, salvándolas por puentes que las unen, recorriéndose por fértiles y estrechos valles en cultivo y recibiéndose las demostraciones de simpatía que al pasarse por las ciudades y villas sus moradores mostraban de muchas distintas maneras a los soldados de la libertad. Pocas horas después de haber salido el sol, se detuvo el expreso. Invitados los viajeros a descender del tren, se encontraron con un grupo de individuos que los esperaba. Junto a Sandino 225 Al estrecharse las manos entre los que esperaban y los esperados en las formalidades de presentaciones, se dejaron oír de entre los primeros los nombres de los señores que desempeñaban las funciones respectivas de secretario de la Guerra, de secretario de Gobernación, de secretario de Estado, y el de ministro plenipotenciario de México en El Salvador, este acompañado de su esposa y de su hija pequeña. Hubo el caso de que cuando entre los segundos se oyó el nombre de Augusto César Sandino, el secretario de la Guerra de El Salvador simuló irse de espaldas en demostración de la grande y grata sorpresa que recibía, exclamando a la vez: «¡Estas manos no me las lavaré en toda una semana!», todo por el hecho de haber estrechado esas manos con las manos del héroe, y explicó a renglón seguido que el presidente de la república los había comisionado para que vinieran a recibir a unas gentes, pero que no les había dicho de las gentes que se trataba y de ahí la honda emoción que experimentaba al saber que allí a quienes recibían era al jefe, con sus ayudantes militares, de la libertad de Nicaragua. Después de agotados los cumplidos requeridos entre estas altas autoridades del gobierno salvadoreño y del ministro de México para con los del grupo de Las Segovias, y después que los reporteros de los periódicos nacionales y extranjeros tomaron los apuntes y fotografías del caso para sus informaciones, los comisionados del presidente invitaron a los alzados segovianos a entrar a unos automóviles que aguardaban, y entrados se partió, penetrándose rato después en la capital, ciudad que por lo que se pudo apreciar al paso de los automóviles por sus calles se puede juzgar de ser San Salvador una ciudad de importancia, porque así son sus monumentos, sus jardines, sus avenidas y las edificaciones que presenta. Al llegarse a la estación del ferrocarril, los personajes del gobierno salvadoreño y el ministro mexicano con su familia, se despidieron de los patriotas nicaragüenses, dejándolos instalados y en marcha, dentro de una autovía. Al rato corto después de haberse 226 Gregorio Urbano Gilbert salido de la capital hondureña, se viajaba por una llanura extensa en la que ni un árbol, ni un arbusto, ni una hierba, ni siquiera una sola brizna, o una rama y hoja de planta alguna se veían en su suelo. Todo el está cubierto de un natural color negruzco -rojo- marrón razón de unos materiales muy pesados que semejan tramos de hierro quemados. Y es así, porque fue cubierto por gruesa capa de materias abrasadas que vomitó el volcán San Salvador en su furiosa erupción de varios siglos atrás, que al dejar correr sus torrentes de fuego líquido con el mucho hierro que guarda en sus entrañas, todo lo destruyó en extenso, incluso la antigua capital de El Salvador y convirtió el lugar en el más pesado desierto, y menos mal, que los vecinos de los sitios que alcanzaron la furia del hiero y de las piedras ígneas destructoras de la vida en el valle aprovechan los trozos del material volcánico para construir sus cercas, las que se sujetan con solamente acotejarlas una encima de otras sin necesidad de argamasa alguna, por lo pesados que son. EN GUATEMALA El día terminaba y los carros de los salvadoreños paraban en el límite este de El Salvador, en donde comienza el de Guatemala por el oeste. La comisión oficial de Guatemala esperaba ya con sus automóviles a los libertadores. Los salvadoreños se los tropezaron en ceremonia simpática. Y al recibirlos los del país del quetzal, los acogieron testimoniándoles admiración, partiéndose al instante en los carros de los guatemaltecos, y al igual que en El Salvador, en Guatemala se mostraban sus habitantes acogedores con Sandino y sus hombres; colmándoles con cuantos agasajos podían improvisarles, en donde con más frecuencia se dejaban oír los acordes de la marimba. Luego, al hacerse tarde, todo fue tranquilidad, a excepción de los traqueteos de las máquinas rodantes por la carretera y el fuerte Junto a Sandino 227 aguacero que caía azotándolas, pasándose toda la noche en esa condición. Al amanecer del día siguiente se arribaba a la más grande ciudad de toda Centroamérica, la hermosa Guatemala, capital de la república del mismo nombre. la oficialidad nativa, ayudantes militares del héroe facilitados por Guatemala, guió los carros hacia un restaurante en el que se desayunaron todos los viajeros. En el ínterin, se fue llenando la calle frente al establecimiento de gentes ansiosas por conocer al general Sandino, el que al salir para volver a su carro de viaje delirantemente se le ovacionó. De nuevo en camino, se sucedían las manifestaciones por todos los poblados que se pasaba a favor de los segovianos, los que ya las recibían casi insensibles por ser tantas y por encontrarse a quienes se las tributaban grandemente estropeados y soñolientos por razón de los días que sin reposo llevaban viajando y sin dormir. Y así siempre adelante, se llegó a una estación ferrocarrilera, en la que se cambia el tren automovilístico por un vagón del tren ferroviario en el que se parte a todo vapor con rumbo oeste, y después que repartieron autógrafos sin número en todas las paradas que se hicieron y fueron hartados los patriotas de atenciones de los guatemaltecos, hizo parada el tren a las seis de la tarde a la misma orilla del río Suchiate, marcador del límite de Guatemala con México por sus lados respectivos suroeste y sureste. EN MÉXICO. MALOS TRATAMIENTOS DE LAS AUTORIDADES FRONTERIZAS Habiéndose recorrido el suelo guatemalteco desde su frontera con El Salvador a la de México en el tiempo de veinticuatro horas, pésele a una larga parada obligatoria durante la noche en la carretera causada por un derrumbe de la loma sobre la vía que la rasguñó por su ladera, efecto de las fuertes lluvias que caían, se penetró inmediatamente en suelo mexicano, el que para el caso, siendo el suelo del Suchiate cenagoso y bajo por la parte de Guatemala, 228 Gregorio Urbano Gilbert para atravesarse, primeramente se embarcan los pasajeros en carretas tiradas por bueyes y pasado este trecho, vienen al encuentro de los viajeros unas cuantas canoas a las que son trasladados y conducidos a tierra mexicana, en donde Sandino creyó encontrar los recursos necesarios con qué expulsar con honor para Nicaragua a las fuerzas extrañas que la ocupaban y borrar de pasada los males que le engendraron, los que la afean y deshonran desde hace cuatro años. En Mariscal, pequeño poblado del estado de Chiapas, a orillas del Achiate, las autoridades se portaron lo suficientemente ásperas para disgustar a los libertadores. La aduana les abrió y registró los pocos y sin importancia paquetes que llevaban de equipajes. La inmigración los molestaba con preguntas de mal tono y fuera de lugar como si se tratara de gente sospechosa de grave fechoría o por lo menos de inmigrantes indeseables, faltando poco para que les pidieran los pasaportes y demás documentos indispensables para los viajeros ordinarios, para que al no tenerlos, como en realidad no los tenían, les negaran la entrada al país. El comportamiento de los mexicanos, o los celos de las autoridades fronterizas, hicieron notable contraste con el comportamiento de las autoridades de los países anteriormente recorridos, Honduras, El Salvador, Guatemala, los que recibieron y trataron a Sandino y acompañantes con la distinción que se puede apreciar en las descripciones anteriormente anotadas. Con tan desagradable impresión recibida en el primer punto llegado de México, sin comisión o persona alguna que los recibiera, abandonados en el país en que buscaban protección, los segovianos se alojaron por cuenta propia en una casa de huéspedes de pésimo servicio en donde pasaron la noche con muchos disgustos. Al amanecer y transcurrir las horas sin que tampoco atendieran en nado los mexicanos a los libertadores, Sandino se creyó burlado de México. Para colmo de males, ellos no tenían dinero, salvo una insignificante cantidad con la que no podían hacerle Junto a Sandino 229 frente a gasto alguno que no fuera de igual condición. Todo lo gastado en sus recorridos desde la frontera de Nicaragua hasta la de México fue cubierto por los gobiernos de Honduras, El Salvador y Guatemala en lo que a cada uno de ellos correspondía. SANDINO SE deVUELVE. ACTITUD DEL CAPITÁN DE PAREDES Ya en la tarde de este segundo día en México, ante la indiferencia de sus autoridades para con Sandino y sus hombres, el héroe resolvió volverse a Las Segovias para lo cual solo esperaba la noche para cubriéndose con su obscuridad, burlar la vigilancia que se tiene en la frontera. El capitán Urbano quiso acompañarlo en su retorno pero él se opuso resueltamente, determinando que únicamente lo siguiera su asistente, el teniente Tranquilino Jarquino. A sus otros hombres les dio libertad de acción para que sus asuntos los resolvieran como mejor creyeran conveniente. El capitán De Paredes tenía que revestirse extraordinariamente de paciencia para poder soportar las acusaciones de que fue objeto por parte de sus compañeros, no faltando entre las que se señaló, la de traidor y si hubieran tenido poder sus compañeros, le habrían castigado con la muerte. Y sucedió como lo determinó Sandino, quien anocheció y no amaneció en Mariscal. En ese tercer día en este lugar, al quedar los ayudantes militares del Libertador sin la dirección y la presencia de su jefe por causa de la actitud de México para con él y para con ellos, no se podía apreciar qué los embargaba más, si la tristeza o la rabia. El que mostraba su mortificación era De Paredes, no tanto por el abandono sufrido de parte de México y de Sandino, pues de todos modos se encontraba en su patria, sino por los malos juicios que sus compañeros hacían de esa su gran patria, el México abrillantado por sus tantos héroes y sus tantas noblezas, así como por 230 Gregorio Urbano Gilbert los malos juicios que hacían de su propia persona, diciéndosele además que había servido de instrumento para atraer a Sandino a la trampa que suponían le había tendido. De Paredes impaciente iba y venía a la estación telegráfica queriendo comunicarse con el presidente de la república para enterarlo del incidente en la frontera, y con fines de justificar a su patria y justificarse a sí mismo del desagradable suceso, hasta que en uno de sus pasos vino con un papel formulario de asentar mensajes telegráficos que leyó que el presidente decía que estaba enterado de lo sucedido y lo hacía responsable de ello. Le ordenaba a que partiera a darle excusas al general Sandino y suficientes satisfacciones para convencerlo de que retornara, y que de no lograr estos fines que se reportara en calidad de arresto por ante el general jefe de las fuerzas militares de Tapachula. El capitán al mismo tiempo que leía el telegrama, invitaba a los compañeros a que lo leyeran también, pero nadie, en la indignación que le embargaba, le hizo caso. Pero no desalentándose De Paredes, pronuncio voces de aliento y esperanza, cruzó el Suchiate y se internó en tierra de Guatemala… En tanto el coronel Martí, del grupo el de mayor jerarquía y conocedor de México a la vez y con sus relaciones en el país, haciéndose cargo de la situación, llamó a sus compañeros restantes y les sugirió que reunieran en común los contados centavos de que disponían a ver si alcanzaban a cubrir el costo de los pasajes de ellos en tren hasta Tapachula, la ciudad de importancia más cercana de Mariscal, y que en llegando allí, podría hacer algo a favor de todos por medio de sus relaciones en la política comunista. EN TAPACHULA Resuelto lo ideado por Martí, los centavos de todos unidos se convirtieron en los pesos necesarios para comprarse los pasajes, y ya en Tapachula, esos tres soldados de la libertad de Nicaragua no Junto a Sandino 231 disponían ni de un solo centavo con qué desenvolverse en sus necesidades. Martí sin desanimarse se hospedó con sus compañeros en una casa de huéspedes humilde. La casa es de madera lo suficientemente vieja para encontrarse carcomida y en la oquedad del maderamen causa del pequeño coleóptero, la carcoma, anidan las lagartijas, las cucarachas, los ciempiés y otras sabandijas. En su comienzo, la casa sirvió de salón de cine, y son los que fueron sus palcos en la época de ocuparlos los alzados segovianos viviendas con ligeras modificaciones. Martí se fue después a verse con sus compañeros de ideas políticas, los que le aseguraron conseguirle la comida, pobre desde luego, dejándole el caso del hospedaje para resolvérselo más luego. Comiendo poco y malo, y muy preocupados porque no sabían cómo pagarían el valor de la posada, transcurrieron tres días, viniendo en la noche del último un oficial del ejército mexicano requiriendo a sus colegas segovianos de parte del general jefe de las fuerzas militares a que se reportaran inmediatamente ante él, sita en el cuartel de los militares a su mando. Llegados Martí, Urbano y Ardila Gómez ante el general, entre complaciente y serio, este los recibió y les preguntó por la causa de que callaran sus necesidades y preferían agonizar de hambre y acogerse como los bichos entre palos podridos. Como estos oficiales conservaban sus resentimientos contra México en razón del trato que había recibido en él, Martí nada en concreto le respondió al general, sino que usando palabras entrecortadas e incoherentes y monosílabos, evadió las respuestas a la pregunta del alto oficial mexicano, quien no obstante esta actitud de los extranjeros, continuó diciéndoles que él supo de las condiciones de necesitados en que se encontraban por rumores que se corrieron en la ciudad, de que oficiales del ejército de Sandino vagaban por las calles en la mayor penuria. El general terminó reprochándoles la conducta de silencio que observaban y les puso en las manos de cada uno la cantidad de cincuenta pesos, dinero 232 Gregorio Urbano Gilbert que extrajo de una talega en la que lo guardaba, la que se encontraba puesta sobre su escritorio, y al despedirlos les dijo: —Se darán frecuentemente sus vueltas por aquí, mientras veremos cómo resolverles sus asuntos. DE PAREDES CONVENCE A SANDINO, QUIEN RETORNA A MÉXICO Al día siguiente siendo como las ocho de la mañana, bien desayunados y menos preocupados, se encontraban el capitán Urbano y el teniente Rubén Ardila Gómez sentados en uno de los bancos del parque central mientras les lustraban sus botas, cuando un oficial del ejército mexicano grito al pasarles por delante con apresurados pasos y después de cambiar saludos de cortesía, el mexicano les voceó mientras se alejaba: —¡Viene Sandino! Al pronunciar la lacónica frase el oficial con un acento tan marcadamente mexicano que al oído de Urbano le pareció que preguntaba que si Sandino venía, por lo que le contestó: —¡No lo sabemos! Pero Ardila Gómez, mejor conocedor que su compañero de la pronunciación particular de los mexicanos, así como la de los demás pobladores de los países del continente indohispanoamericano, ya que Urbano es natural de una de las islas adyacentes a ese continente, le aclaró que el mexicano no había preguntado si Sandino venía sino que dijo convincentemente que Sandino viene, y no bien terminaba Ardila de hacer su aclaración cuando sonó a la distancia el silbato de la locomotora en su aproximación a la ciudad arrastrando su tren, repletos sus vagones de entusiastas pasajeros, por lo que a la carrera se fueron a la estación los dos ayudantes de Sandino, adonde llegaron al mismo tiempo que el tren. Por el movimiento grande de la gente que estaba esperando la llegada del ferrocarrilero artefacto, se comprendía que algo Junto a Sandino 233 notable en él venía y en el vagón que más llamaba la atención, donde precipitadamente la gente trepaba, en ese también treparon Urbano y Ardila, tropezándose en la puerta con su glorioso jefe que estaba saliendo acompañado, entre otras personas, de Martí y José de Paredes. Abrazos, saludos y alegría se sucedieron, gritando a todo pulmón la población de Tapachula a la vista del héroe: «¡Viva Sandino!». Una ocurrencia notable de un tapachulense fue que cuando Sandino se disponía a marchar para adentro de la ciudad acompañado del gentío que lo recibió, el hombre nativo se quedaba en la línea férrea con la vista fija hacia donde vino el tren, y al gritarle un amigo que viniera para que se fueran todos en la comitiva y no se quedara en la línea, él le contestó: —¡Estoy esperando la llegada del otro tren que viene! —¿Qué tren? —inquirió el amigo. Y contestándole en término mexicano, al igual que en los países centroamericanos, y en número plural para designar al órgano a referirse, dijo: —¡El que trae los G… (el falo) de ese hombre, que es tan grande que necesita de un tren especial para poderse transportar! Y dicha su agudeza, corrió lo más ufano a incorporarse a los demás el ocurrente tapachulense. El capitán José de Paredes se mostraba muy alegre, satisfecho y orgulloso por razón a sus grandes triunfos alcanzados, como fueron los de encontrar a Sandino sin saber en dónde se encontraba, convencerlo de que debía regresar a México, así como de justificar a su patria y justificarse a sí mismo, demostrándose que eran inocentes de los yerros sufridos en Mariscal, con la evidencia manifestada en Tapachula al hacérsele tan soberbio recibimiento por parte de la ciudadanía, como por las autoridades civiles y militares. Esta vez, al igual de cómo lo habían hecho los gobiernos centroamericanos, el gobierno de mexicano envió a la estación una 234 Gregorio Urbano Gilbert comisión a recibir a Sandino y lo condujo con sus ayudantes militares al hotel Imperial, en donde lo dejaron instalado y se le prestó además un grupo de oficiales mexicanos para que fueran también sus ayudantes. Instalados en el Imperial, poco rato después, Martí Urbano y Ardila Gómez fueron y pagaron sus cuentas y se despidieron del dueño del viejo caserón carcomido, vivienda de lagartijas y otras sabandijas, donde primeramente se habían hospedado. Y al rato, por orden del general jefe de las fuerzas militares de Tapachula, se le entregó a Sandino la cantidad de 2.000 pesos, quien se los pasó a Urbano para que los administrara en calidad de tesorero general del ejército libertador de Nicaragua. Las veinticuatro horas pasadas en Tapachula fue tiempo corto para que ese pueblo vaciara las simpatías que sintió por el héroe, y el dueño del Imperial, el mejor hotel de la ciudad, se consideró tan prestigiado con sus huéspedes que le suplicó a Sandino, y fue complacido, que le extendiera un certificado en el que constara que él y sus ayudantes habían sido huéspedes de su establecimiento. LA APOTEOSIS DE VERACRUZ Al día siguiente de su arribo a Tapachula, Sandino con sus ayudantes militares mexicanos y nicaragüenses se dirigió por ferrocarril hacia Veracruz, y recibiendo las aclamaciones que le rendían los pueblos de la ruta, llegó a la ciudad del golfo a las tres y media de la tarde del viernes día veinte y del mes de junio del año 1929. La vista y el entendimiento eran insuficientes para poder abarcar el conjunto de tan colosal recibimiento dado por Veracruz al héroe Sandino. Parecía como que la población en masa se había dado cita a la estación, en la que en interés de ocupar un sitio cercano a la parada para tratar de ver al héroe cuando llegara, se apretujaba Junto a Sandino 235 de manera que daba la apariencia de haberse fundido formando un solo cuerpo viviente e inmenso. Cuando el tren llegaba e iba disminuyendo la velocidad, los más osados admiradores asaltaron el vagón donde viajaban los guerrilleros y se apoderaban de Sandino de tan determinada manera que no le dejaron acción para nada, y que cuando cargado lo bajaron a tierra eran tantos los gritos que daba esa masa humana que rodeaba a la estación, de vivas a Sandino, «mueran los gringos», que producían un ruido que aturdía, que agobiaba aun satisfaciéndole a uno, y al conducir a Sandino al hotel, la muchedumbre era tan dueña de sí, no admitiendo control de nadie para acercársele y se empujaban y golpeaban unos a los otros, y a él lo llevaba en alto una multitud, de manera como un hormiguero hambriento cargara con una mosca para fines de almuerzo. Sus ayudantes tuvieron que conformarse con perder el contacto con el jefe, quedándose rezagados en interés de no disgustar a tantos delirantes admiradores. Difícil se le hacía a los fotógrafos y a los cameramen de distintos periódicos y de las distintas empresas cinematográficas de Hollywood impresionar vistas del héroe por causa de la baraúnda que lo circundaba. Ya en el hotel Diligencias, el pueblo aclamaba desde la plaza de frente al Libertador y le pedía que se mostrara desde el balcón y al complacerlos Sandino, los aplausos en su honor resonaban estruendosa y largamente acompañados de los vivas, con más fuerza todavía cuando le habló diciéndole que la lucha por la libertad de Nicaragua y contra el imperialismo norteamericano no había terminado ni tampoco se les había dado tregua porque el general Francisco Estrada sostenía en su ausencia, con las armas, la campaña en Las Segovias, combatiendo contra la tiranía de los invasores. Que él, Sandino, tan pronto arreglara los asuntos por los cuales salió temporalmente, volverá a Nicaragua para dirigir personalmente la campaña libertadora hasta alcanzar la victoria o hasta alcanzar la muerte. 236 Gregorio Urbano Gilbert Entre las personas que vinieron desde la ciudad de México a Veracruz a recibir al general Sandino figuraron el doctor Pedro de J. Cepeda y el hermano del héroe, Sócrates Sandino. Después de que los muchos admiradores del Libertador, los fotógrafos y los reporteros de los periódicos mexicanos y extranjeros, los operadores de las casas cinematográficas, distinguiéndose los de la Paramount, lo dejaron respirar de sus atenciones a él, de la tan grande fatiga que por eso y por el largo viaje hecho sin reposo alguno lo agobiaba, por lo que era ya su sonrisa solo una mueca grotesca, organizó a sus ayudantes para la marcha del servicio, en la forma siguiente: Coronel Agustín Farabundo Martí, secretario general; Sócrates Sandino, secretario privado; capitán José de Paredes, primer ayudante, capitán Urbano, segundo ayudante y tesorero general; teniente Rubén Ardila Gómez, tercer ayudante; y el teniente Tranquilino, asistente. El doctor Pedro de L. Cepada fue nombrado representante general de la causa libertadora con residencia en la ciudad de México. En la misma tarde que Sandino arribó a la ciudad de Veracruz, supo de una señorita que en Colombia le dan por nombre el de la Niña Roja, a causa del grande amor que le profesa al comunismo, la que había sido sorprendida por un charlatán, que en un tiempo le regaló un machete diciéndole que el arma era de Sandino, el que lo había usado en la campaña de Las Segovias, por lo que la falsa reliquia era adorada en extremo por la revolucionaria señorita. Inmediatamente Sandino se despojó de su machetín de campaña y acompañado de una esquela se lo envió a la Niña Roja. Al otro día un señor, funcionario civil, trajo en nombre del gobierno de México y a disposición de Sandino, la cantidad de 5.000 pesos en billetes certificados oro, dinero que pasó de las manos del que lo trajo a manos del tesorero general, capitán Urbano. La salida primera hecha por Sandino en la ciudad fue para dirigirse al monumento levantado en honor de los héroes, jóvenes Junto a Sandino 237 cadetes de la Academia Naval, monumento guardián además de los restos de los que cayeron víctimas de las balas de los soldados norteamericanos al defender la patria mexicana al atacar los intrusos la ciudad de Veracruz en el año 1914. Después, en la noche del mismo día visitó la referida Academia Naval Militar, en donde fue objeto de las mejores atenciones por el personal dirigente y docente y por el alumnado. Muchas eran las invitaciones que las asociaciones culturales, recreativas, benéficas, obreras, le hacían a Sandino para que las visitaran, pero se tenía poco lugar para poderlas complacer. Una noche, visitándose el Centro de los Carretilleros, en razón de ser cortos y torpes en la expresión en público los ayudantes del héroe quisieron no hablar en dicho centro, como ya lo habían hecho en otras asociaciones a exigencias de los asociados, sino que se quisieron escudar, unos en Martí y otros en Sócrates para que fueran ellos los que se expresaran en sus nombres cuando el turno les llegara, por ser estos dos señores, Martí y Sócrates, bastante aventajados en la oratoria. Y se inició el acto con la presentación de Sandino, siguiéndose con la de Martí y Sócrates, quienes les expusieron a esos del tan grande número de asistentes, todos antimperialistas a rabiar, sus sentimientos contra el imperialismo norteamericano y de sus luchas a favor de la libertad americana. Al llegarle el turno a los otros oficiales, se limitaban a corresponder a las aclamaciones de los concurrentes al acto, con una simple venia, mientras Martí y Sócrates, en sus respectivas oportunidades intentaron hablar por ellos, pero el público no los admitió, sino que con palmadas y voces demandaban las palabras de los remisos soldados, hasta que al fin no tuvieron más que satisfacer a los carretilleros, desempeñándose cada cual de la mejor manera a su alcance de hablar. Luego tocándole el turno a Urbano, que era el menos dispuesto a hacerlo y que creído estaba de que no lo haría por lo que se había abstenido de la taza de café que en otros casos similares la tomaba para que le despertara el numen a cambio del que perdía 238 Gregorio Urbano Gilbert por ello, con todo el disgusto que experimentaba por verse obligado a actuar en un caso fuera de su entendimiento, aunado con la indignación que le causaban los tantos abusos cometidos por esa potencia que es Estados Unidos de Norteamérica contra algunos de los pueblos débiles hispanoamericanos, se levanta envuelto en todo el coraje que le asistía y fueron tantas las barbaridades que a borbotones vomitó en contra de los norteamericanos que el público creyó ver en el oficial guerrillero a la representación de una de las furias, y muy al contrario de lo que esperaba el que hablaba, fue de todos el que más larga y estruendosa aclamación recibió. Ocho en total fueron los días que pasaron en Veracruz los guerrilleros nicaragüenses, tiempo que fue corto para ellos recibir los homenajes que el pueblo les brindaba, embarcándose al fin para Yucatán a bordo del vapor nacional mercante Superior, desembarcándose en Progreso el día 11 del mes de julio en horas de la mañana, no permitiendo ese pueblo que siguieran su ruta hacia la capital del estado, la ciudad de Mérida, hasta la tarde que quiso significarle como le significó el aprecio que por ellos sentía y satisfechos, en automóviles, por una carretera completamente recta a no ser por una casi imperceptible curva en mitad de su trecho, un total de cuarenta kilómetros, paralela con una vía ferrocarrilera de tres carriles, partieron para Mérida, y al llegarse se apearon en las puertas del Gran Hotel, hospedándose en tan lujoso establecimiento. MÉRIDA Lo mismo que en las anteriores ciudades llegadas, Mérida también se desbordó para ir a recibir al gran patriota, el que como en Veracruz tuvo que asomarse al balcón del hotel para hablarle, recibiendo en cambio cuando acabó ensordecedora ovación. Mérida, ciudad completamente llana, de calles rectas, anchas, con zonas de 100 por 100 metros cada una, tiene una población de 100.000 habitantes y aparenta por su extensión tener mucho más, Junto a Sandino 239 debido a que escasean las casas de más de una sola planta y por eso son sus calles largas que en el centro de la ciudad, al situarse una persona en medio de la calle o en el cruce de calles y dirige su vista en sus dos o cuatro direcciones, la o las ve caer y perderse en el horizonte incluso con sus guirnaldas encendidas del alumbrado público si la observación se hace de noche. Mérida no tiene una sola calle con nombre. Todas son numeradas, por lo que se facilita sumamente ubicar una dirección. Todo el estado de Yucatán es completamente llano, tanto, que trepada una persona sobre cualquier altura y desde la cual dirija su vista en todas las direcciones, no alcanza a ver montaña o colina o simple pendiente alguna sintiéndose como aprisionada bajo una inmensa comba azul. Por ser formado todo su suelo de una sola piedra, su producto agrícola es casi únicamente el henequén, una de las grandes riquezas mexicanas. Por razón a esa piedra, debíasele llamar al estado Piedra Llana, como se le llama, lo que es por ligereza de uno de los soldados de Juan de Grijalba, exploradores de la patria de los mayas, conquistada luego por Francisco de Montijo, lugarteniente de Cortés, que al acercársele a uno de indígenas que los observaba, le preguntó en castellano por el nombre del país, y no entendiéndolo el nativo le respondió en maya su idioma: meyiní catán, lo que traducido es: yo no entiendo tu lengua, pero ni corto ni perezoso el preguntón, corrió a sus compañeros soldados y les dijo que el nativo le dijo que el lugar se llama Yucatán. Y Yucatán, por lo que se vienen diciendo de su inmensa llanura y seco suelo, no posee río alguno ni arroyo, a no ser los zenotes1 por lo que Mérida carece de acueducto, teniendo que surtiese de tan indispensable líquido como es el agua, del que producen pozos y las lluvias, reservándose las de estas en grandes tanques, Zenotes: Ríos y arroyos subterráneos que se descubren en algunas grutas bajo nivel del suelo, las que acondicionadas convenientemente ofrecen excelentes baños de recreo. (En la capital de la República Dominicana, se tienen como algo semejante los Tres Ojos de Agua). 1 240 Gregorio Urbano Gilbert y son las bombas que las mueven las que funcionan por la fuerza del viento, encontrándose en cada casa uno de sus artefactos, pudiéndose llamar muy propiamente la ciudad de los Molinos de Viento. Una de las cosas curiosas de Yucatán es cómo se cultiva una huerta. Se cría el vivero a plantarse, en vasijas de latas o de cualquier otra materia y ya las plantas en condiciones de trasplantarse, se abren en el rocoso suelo los hoyos necesarios, a fuerza de barretas o de picoletas con mandarrias y allí se colocan las plantas y es de admiración en la forma rápida que crecen. El maíz, los frijoles y demás plantas pequeñas se echan directamente sus semillas al hoyo y se cubren con poca tierra. Y hasta el henequén, agujereándose la roca es como se planta, y todo se produce de manera tan lozana y de abundante rendimiento. Mérida ciudad rica por la producción de su henequén y cuidad de grande población, es sumamente pacífica, donde no se ve un arma ni tan siquiera portándola los policías que cuidan su orden, ni los militares a no ser cuando por los casos de sus servicios las requieran. Por eso, causaba en muchos de sus pobladores cierta repugnancia ver pendiente de la cintura de los soldados de la libertad de Nicaragua temibles y grandes máquinas de muerte. Por tiempo indefinido instalados los patriotas nicaragüenses en Mérida, comenzaron por empaparse de sus cosas y a gustarles más, dándose cuenta que por donde pasaban las atenciones merideñas las absorbían ellos. Las invitaciones a fiestas les llovían y aunque al general Sandino no le gustaba concurrir a ningún acto recreativo, porque según su propio decir no podía estar de fiestas mientras sus soldados recibían la muerte en los campos de combates de Las Segovias causadas por los soldados invasores de la patria, al menos le consentía a sus ayudantes a que concurrieran a algunas. Al principio el patriota aceptó las invitaciones que los empresarios cinematográficos le hicieron para que concurriera a sus Junto a Sandino 241 espectáculos, pero prontamente se dio cuenta de que las invitaciones no eran más que hechas con fines especulativos con su presencia en los salones cinematográficos, que recibían un lleno al colmo al más simple anuncio de su asistencia, por lo que resolvió no concurrir más a ellos. Las atenciones a los ayudantes del héroe no se limitaban únicamente al radio de la ciudad de Mérida sino que traspasaban sus límites, extendiéndose por todo el estado y por toda la península, teniendo que viajar al estado de Campeche y al territorio de Quintana Roo a recibirlas de los pobladores de los lugares. Una de las logias masónicas de Mérida le concedió a cada uno de los soldados nicaragüenses la gracia especial en interés de que figuraran en el rol de sus asociados, ingresando a ello únicamente Sandino, Martí y De Paredes, no interesándose por ello los otros. Seguido al ingreso de estos tres hombres a ser miembros de la logia, Sandino adquirió el grado tercero, pasando del grado blanco al grado de maestro, y en esta logia depositó Sandino mediante acto notarial el archivo del ejército de la libertad de Nicaragua. Después de algunos días de la llegada a Mérida, el tesorero de los revolucionarios nicaragüenses aumentó su haber con dos mil pesos más, recibidos del gobierno nacional para los fines que sean necesarios. Pasando sus días satisfechos los segovianos en Mérida, en uno de esos el héroe le comunicó a sus hombres que una casa europea le ofrecía desde Belice, Honduras Británica, un crédito de 200.000 pesos en materiales de guerra en el que incluyen un barco pequeño para que volviera cuanto antes a reanudar su lucha en contra de los yanquis invasores de Nicaragua. Al no mostrar ninguna disposición en aceptar la oferta, sus hombres le inquirieron el porqué a su jefe, diciéndole este que no, porque quienes se la hacían eran otros imperialistas iguales o peores que los yanquis, siguiendo únicamente con ellos aprovecharse de él tomándolo de instrumento en sus fines egoístas. 242 Gregorio Urbano Gilbert Disintiendo del parecer de su jefe, algunos de sus subordinados alegaron que cuando tan beneficiado queda moral y materialmente el instrumento como el que lo maneja en sus asuntos y aun siendo lo contrario en este no se debía de tener repugnancias en servir a semejante causa. NUEVOS DISGUSTOS SUFRIDOS POR SANDINO Tras los días de satisfacción vividos en México, se sucedieron otros de disgustos. Algunos sujetos observadores de la vida espléndida que llevaban los soldados rebeldes de Nicaragua en México se dieron a la tarea de propagar que Sandino se había vendido a los norteamericanos por la cantidad de un millón de pesos para que cesara su lucha en Nicaragua. Tanto corrió el rumor que llegó hasta a penetrar en el apartamiento que ocupaba el héroe en el hotel, llevado por los pidepesetas, los que creían que por ese medio fatal se hacían más merecedores de las miserables dádivas, resultando que por tan desagradable rumor se viera el capitán Urbano al borde de la desgracia por haber querido castigar a uno de los autores de tan repugnante como falsa propaganda, delatado por uno de esos peseteros. Y como si no fueran suficientes estas heridas sufridas por los segovianos, se les presentó otro ingrato asunto, y fue que, a mediados de agosto del año 1929, encontrándose Sandino en espera de que el honorable presidente de la república lo recibiera en la audiencia esperada en la que le trataría de los puntos que por prudencia no le pudo detallar en la misiva que le envío trazada en el pañuelo desde el campo general de El Chipotón, puntos observados en la referida misiva, se allegó al héroe el señor Manuel M. Arriaga, representante del ejecutivo federal ante la cooperativa henequera de Yucatán, y le manifestó que él tenía instrucciones del señor presidente de la república de entregarle mensualmente la suma de 2.000 pesos Junto a Sandino 243 al REFUGIADO de Las Segovias para que sufragara los gastos personales y los de sus ayudantes. Sandino, que notando en Mérida el aislamiento en que lo iban teniendo y no teniendo ya conexión alguna con el elemento oficial, bien el federal o el estatal, y ahora con lo que le comunicó el señor Arriaga en términos poco corteses y un tanto brusco, fue lo suficiente para que, dejando de lado los dos mil pesos, determinara abandonar inmediatamente México e internarse en las montañas boscosas de Las Segovias y reiniciar personalmente sus luchas contra la dominación de los yanquis en Nicaragua. Urbano y Ardila Gómez le observaron que si en México no podía o quería encontrarse con fines de proseguir sus esfuerzos a mejorar la situación de la causa libertadora que mejor sería irse a otra parte del mundo con esos propósitos porque no se haría gran cosa, por no decirse nada, volverse a Las Segovias en las condiciones tan deficientes en que se encontraban y con el agravante de encontrarse gran parte de la gente licenciada y desperdigada por países extranjeros, pero de nada le valieron a Sandino las observaciones de sus dos oficiales. Poniéndole Sandino al doctor Pedro de J. Cepeda un telegrama a la ciudad de México en el que le comunicó que aguardara sus órdenes desde El Chipotón, tomando el tren de la mañana siguiente, se alejó para Tizimín y desde aquí, en lomo de caballo, siguió para Cuyo, desde donde pensaba iba a seguir hasta alcanzar la frontera de Honduras británica para después tratar de llegar a los campos de Nicaragua, a través de Guatemala y Honduras. Ya en Cuyo, acordó Sandino de unos asuntos que tenía que poner a conocimiento a unos de sus amigos, residentes de la ciudad de Progreso y de Mérida respectivamente, y para no dejarlos ignorantes de tan importantes cosas, comisionó a Urbano y a Ardila Gómez para cumplirlos, previas instrucciones de cómo podrían volverse a encontrar con él. 244 Gregorio Urbano Gilbert EL DOCTOR CEPEDA EN MÉRIDA. ZANJADAS LAS DIFICULTADES Encontrándose en Mérida cumpliendo sus encargos Urbano y Ardila Gómez, fueron sorprendidos con la presencia en esta ciudad del doctor Cepeda, quien había sido enviado por la vía aérea por el doctor Portes Gil para que alcanzara a Sandino y arreglara con él la dificultad surgida, habiendo el doctor Cepeda corrido el riesgo de su vida en este viaje porque el aeroplano en que viajó sufrió unos desperfectos que lo amenazaron de caer en la mar en la bahía de Campeche. Reunidos los oficiales con el doctor, este quedó enterado de los pormenores por los cuales determinó Sandino volverse a Las Segovias, diciendo el doctor que el teniente Ardila Gómez partiera inmediatamente para darle alcance y lo pusiera en conocimiento de sus pasos, reteniendo al capitán Urbano para después ir los dos al encuentro del héroe, resolviéndose todo con una facilidad, rapidez y precisión, como si se hubiera tratado de una obra mecánica, ya que de vuelta hacia Mérida, en Tizimín, Sandino, Cepeda y sus ayudantes de nuevo se reunían. Cepeda informó a Sandino que el presidente estaba ajeno de los motivos de los trastornos que se sucedía pero que el presidente prometía ponerles término, que el gobierno había dispuesto de la suma de 200.000 pesos para que se comenzara la ayuda por la libertad de Nicaragua al tiempo que lo invitaba a que fuera a Espita para que viera una finca henequenera que se compraría con un avance de 50.000 pesos, la que trabajaría con su gente hasta el momento de la hora del retorno a los campos de la rebeldía. Terminaba Cepeda diciéndole al Libertador que la audiencia que le concedería el presidente se efectuaría en una fecha cercana. Satisfecho Sandino por lo manifestado por Cepeda, parten todos de Tizimín rumbo a Mérida y llegándose se alojan en el Gran Hotel. Junto a Sandino 245 Se fue a Espita. Se vio la hacienda Santa Cruz ofrecida en venta por el señor Alfonso Peniche, y la hacienda no fue del gusto del general Sandino. RETORNA A SU PATRIA EL CAPITÁN URBANO Notando el capitán Urbano cómo se desarrollaban en México los asuntos de la libertad de Nicaragua, pareciéndole que la reanudación de las hostilidades bélicas sería cosa de esperar tiempo largo, determinó separarse de sus compañeros de ideales por el tiempo que estuvieran haciendo vida de civil, prometiéndoles volver a ellos cuando volvieran a retumbar los fuegos de las armas en las montañas de Las Segovias, siempre que le fuera posible hacerlo aunque por esta determinación perdía la oportunidad de visitar como lo tenía en proyecto el grupo de los segovianos los centros considerados de atracción turística por la riqueza arqueológica que encierra, los que son Chichen Itza, Izamal, Uxmal y otros en donde se aturde el visitante al contemplar los grandes templos, las grandes pirámides, las grandes casas de hasta cien metros de largo, y además grandes obras artísticas productos de los mayas antiguos. La determinación de Urbano causó pesar entre sus compañeros porque en verdad era apreciado de ellos y le rogaron que desistiera de su propósito. Sandino, para tratar de retenerlo a su lado un tiempo más, le recomendó que por esos momentos el tesoro de la revolución se encontraba empobrecido, por lo que le insinuó a que esperara la llegada de los fondos en perspectiva para poderlo por eso despachar en buena condición de ropa y metálico. Pero Urbano, a pesar de lo bien que vivía materialmente en México, quería regresar a su patria, y como a pesar de todo se encontraba bastante disgustado por causa de los trastornos habidos, y más todavía por el maldito rumor aún resonando, el de que Sandino había vendido su revolución a los norteamericanos 246 Gregorio Urbano Gilbert por la cantidad del millón de pesos, fijado por los calumniadores y lengüilargas, terminantemente les dijo que se iría en las condiciones en que estaba en la primera oportunidad que se le presentara. En tanto, los fondos de la revolución mermaban peligrosamente, por lo que no se podía vivir por el momento en el lujoso Gran Hotel hasta que llegaran los recursos prometidos, y conocedor del caso el caudillo de los obreros de Mérida, señor Anacleto Solís, con su vivienda a las afueras de la ciudad, oportuno, le ofreció a Sandino su casa con el fin de librarle del aprieto que se le avecinaba. Aceptada la oferta del señor Solís, los soldados segovianos pudieron vivir en su casa de campo, en medio de la huerta, haciendo vida nativa, durmiendo en cama colgante, tejida de hilos de pita entintados de muchos colores, comiendo tortilla de maíz, el pinol, el chile, el frijol, el pozole y el elote. Y llegó el momento de Urbano partir rumbo a la República Dominicana. Ante lo inevitable, el general Sandino le ordenó entregarle el tesoro al teniente Rubén Ardila Gómez. Revisadas las cuentas, se demostró su limpia administración, por lo que el coronel Martí y el nuevo tesorero no vacilaron en respaldar con su visto bueno. Unos cuantos cientos de pesos era el total restante de los fondos recibidos, de los cuales Sandino le entregó a Urbano cincuenta pesos y le consiguió con el gobernador del estado el pasaje en primera clase hasta el puerto de La Habana, capital cubana. Listo el dominicano para su ida, se despidió de sus compañeros en el tiempo de uno de los últimos días del mes de agosto y año 1929, embarcó en el puerto de Progreso, en uno de los barcos de la Ward Line, arribando los pocos días después a La Habana, en el que, al ser visitada la nave por las autoridades de inmigración, ordenaron estas que el pasajero Urbano fuera internado en Triscornia, campamento destinado a los viajeros que a La Habana arriben sin que hubieran llenado suficientemente los requisitos Junto a Sandino 247 que la ley exige, encontrándose en violación a la misma el navegante Urbano, al no tener documento alguno que lo amparara para gozar del derecho de que lo dejaran libre en la gran Habana. En Triscornia, los viajeros que en ella internan si no encuentran persona alguno que los favorezcan, son reembarcados para el puerto de providencia en el mismo barco que los trajo, a su vuelta por La Habana, cargándosele a la compañía a que pertenezca veinte centavos por cada día que permanezca en Triscornia el pasajero indeseable como compensación de gastos que tengan para con él en atenciones de comida y otras necesidades. Triscornia es un excelente establecimiento en su clase. Abarca una gran extensión de terreno en la parte alta al otro lado de la bahía de La Habana, entre los poblados de Regla y Casa Blanca. Encierra dentro del recinto modernos y grandes pabellones de dos plantas destinados a los dormitorios, comedores, hospital, y una celda para reclusión de los desordenados, de esos guapos que en ninguna parte faltan. Más allá, hacia el este, separado por un débil seto muerto y por otro seto fuerte vivo así como de una serie de árboles grandes, hay un campo de veraneo escolar, en donde los escolares, en sus vacaciones, son atendidos en todos sus menesteres para la vida, tales son las ropas, las comidas, casa, medicinas, aseo, ejercicios físicos, etcétera. Los jardines y cobertizos para tomarse el fresco en Triscornia son grandes como corresponde a un lugar en donde tantas personas, por miles, son atendidas frecuentemente, las que pese a ser de tan diversas nacionalidades: polacas, españolas, austríacas, alemanas y otras, permanece el más completo estado de limpieza. Encontrándose Urbano en el tercer día de su encierro en Triscornia en horas de la mañana y en espera del regreso desde Nueva York del barco que lo trajo a La Habana para ser devuelto a México, se encontraba paseando por los jardines del establecimiento contemplando la belleza de las flores y admirándole el arte a los cubanos y sus conocimientos de la floricultura, acertó a pasar por 248 Gregorio Urbano Gilbert el lugar del jefe de Triscornia, señor Jaime Roldós, capitán que había sido del ejército nacional de Cuba, deteniéndolo frente a Urbano un inmigrante jamaicano hablándole en inglés y no entendiéndole en nada el señor Roldós, fijándose Urbano, que por sus facciones y color se parece a un angloafricanoantillano, y tomándolo por tal le pidió que le preguntara su deseo al internado jamaiquino. El requerido no entendiendo nada del habla inglesa y encontrándose de mal humor aún gozándose de la belleza de las flores, se dirigió al británicoantillano en claro castellano, diciéndole: —Dice el jefe que qué desea usted. Al oír el señor Roldós el lenguaje empleado por el que creyó era su intérprete, le dijo que para hablarle castellano al hombre no lo hubiera ocupado, a lo que el aludido, siempre de mal humor y con la congoja de su apurada situación de detenido y en perspectiva de ser devuelto de un momento a otro al país que no deseaba volver, le replicó a Roldós que bien hubiera podido ahorrarse el molestarlo porque él no hablaba otro idioma que no sea el castellano. Ante la aspereza de Urbano, el capitán Roldós, un tanto ofendido y agriado, le pregunta: —¡Y usted, entonces! ¿De dónde es? —¡De la República Dominicana! Fue la respuesta oída por el señor cubano, al que al igual que si hubiera sido una frase sagrada para él, pasando por alto la insolencia del dominicano, emocionado exclamó: —¡Dominicanos! ¡De la tierra de nuestro libertador, el generalísimo Máximo Gómez! Y acercándose a Urbano, le requiere le cuente su caso, para ver la mejor manera de remediárselo, y al enterarse el capitán cubano de su trance, seguidamente se dirigió por medio del teléfono al cónsul dominicano comunicándole la suerte de su compatriota y que para más se lo iba a mandar para que tratara de arreglársela. Y en acción Roldós dispuso que uno de los policías guardianes del establecimiento condujera al dominicano por ante su cónsul, Junto a Sandino 249 y llegando por ante el funcionario de sus esperanzas que lo era el señor Francisco Ricart Pou, éste, después de las dificultades consiguientes para poderlo identificar o como para creerle ser uno de sus compatriotas, terminó por decirle que las diligencias que habría que hacerle a su favor no eran de su competencia sino del ministro plenipotenciario. Desde una de las casas de enfrente al malecón en que estaban instaladas las oficinas del consulado, el policía condujo al detenido por ante su ministro, que lo era el licenciado y general Enrique Jiménez. Grandemente afectuosa fue la acogida dispensada por el ministro a Urbano, prometiendo interesarse por su asunto, y después de las atenciones oficiales que le dispensó en su despacho, lo introdujo en la sala de su casa morada y lo presentó a su familia compuesta de su elegante e ilustre esposa, doña Gloria Moya, y de sus simpáticos e inteligentes hijos los jovencitos Mariana Amalia y Enriquito.2 2 Enriquito: Cinco meses con diecisiete días después de haber estado Urbano en la Legación dominicana en La Habana, el gobierno del general Horacio Vásquez, de la República Dominicana, fue derrocado por el general que era el comandante del ejército nacional. Se impuso este comandante como presidente de la república, o se imponía a veces, como jefe de ella con presidentes muñecos y que la dirigió así por un tiempo de más de treinta y un años. A comienzos de estas cosas, la familia Jiménez Moya vino a la República Dominicana, pero no pudiendo transigir con el régimen implantado por el militar usurpador tuvo la familia Jiménez Moya que abandonar la patria, por ser amiga de la decencia. Enriquito, al correr de los años, alcanzó la edad adulta no gustándole la manera de llevarse las cosas dominicanas por voluntad del impostor, comenzó a conspirar en el extranjero en contra de ellas con miras de encauzarlas por la senda del bien, porque ya habiendo alcanzado el poder el doctor Fidel castro y demás compañeros de ideales, y bajo los mandos de Enriquito y del doctor José Horacio Rodríguez, descendieron del aeroplano que los trajo 250 Gregorio Urbano Gilbert El enlace Jiménez Moya, formado de dos de las más linajudas familias dominicanas, atencionó a su visitante de tan fina manera que al despedirse de esa honorable familia el policía que lo custodiaba y que debía tratarlo como a un cualquier violador de las leyes de la isla y por eso vigilarlo estrechamente lo trató luego como a un individuo que había que guardarle alguna consideración, por lo que en vez de vigilante le sirvió de amigo y cicerone por lo que lo invitó a pasear por los principales puestos de interés turístico que tiene La Habana, sin dejar de llevarlo al jardín de La Tropical, extenso, en cuyo centro, con quiosco y asientos, se levanta una fuente cuyo líquido fluyente es cerveza de la fábrica de La Tropical, a distancia, sirviéndole del brebaje por un cuerpo de empleados a todo visitante que por allí llegare… y… son muchos estos, y de todas las capas sociales. Después de pasadas más de dos horas paseándose por entre lo mejor de La Habana, en las que hasta el chofer del automóvil en que lo hacían se mostró desinteresado con sus pasajeros, cobrándoles una insignificancia por su trabajo, vigilante y vigilado llegan al muelle para embarcarse para Triscornia, y al sentarse Urbano en el puesto que ocupó cuando iban para la en las montañas de Constanza, República Dominicana, el día 14 del mes de junio del año 1959, y porque no recibieron refuerzos desde Cuba, y porque el pueblo dominicano no los respaldó, y porque las montañas escogidas para sus operaciones bélicas son inhospitalarias, sin vegetación fructuosa y sin agua, porque las fuerzas de la tiranía fueron fuertes y fueron los invasores exterminados más por el asesinato que sufrieron que por las bajas experimentadas en los combates librados. Pero para que no fuera radical el exterminio, sobrevivieron el desastre los guerrilleros Poncio Pou, Mayobanex Vargas y Medardo Guzmán, como ocurrió en los casos similares de diez años atrás en la insurrección marítima de Luperón emprendida desde Cuba también, en que solo se salvaron Tulio Arvelo, Horacio Ornes Coiscou, Rolando Martínez Bonilla y Miguel Feliú, muriendo este último después en las acciones de Constanza. Y para nada hablar de los infelices de Estero Hondo y de Maimón. Junto a Sandino 251 ciudad, que fue en la parte trasera, junto al motor, con asiento sucio, graso, lugar de calor y sentina, el policía le protesta y le indica que su puesto no es ese sino en la parte delantera, de seco piso, luciendo la pana en las asientos y los espejos en las paredes, con bronces relucientes, y con cortinas y cristales y campana. Al llegarse a Triscornia, por la simpatía del capitán Jaime Roldós, y por informes que el policía le dio de la buena acogida de que fueron objeto por parte del ministro Jiménez, dispuso que toda una sala de la planta alta de uno de los pabellones fuera destinada para dormitorio exclusivo de Urbano, quien no llegó a disfrutar de la señalada distinción, ya que en la tarde del mismo día vino la orden de despacharlo por virtud de rápidas diligencias eficaces hachas para ello por el activo diplomático dominicano don Enrique Jiménez. Seguidamente y en su condición de libertado, volvió Urbano a la legación y el ministro dispuso alojarlo en un hotel hasta que se presentara la oportunidad de embarcarlo para su patria, para cuyas diligencias encargó al policía a sus servicios, señor Diego Mavia, hombre activo y simpatizador de Urbano, por lo que fueron buenos amigos. Temprano una mañana en el hotel, cuando Urbano todavía en su lecho, oyó unos golpes de llamadas dados en la puerta de su habitación que al franquearla encontró de pie en el umbral nada menos que a su viejo amigo don Manuel María Morillo adornando con su peculiar sonrisa su rostro sonrosado, quien había venido a La Habana desde su residencia de Santiago de Cuba en diligencia periodísticas, y enterado por los Jiménez de la presencia de su amigo en la ciudad, se dispuso a buscarlo, y encontrándolo, hizo que se vistiera sin pérdida de tiempo y de seguida le condujo haciendo que llevara una fotografía de Sandino junto a su cuerpo de comandantes militares hecha en Veracruz, México, a la dirección del diario Excélsior-El País, y lo presentó a sus amigos del cuerpo de redacción del importante periódico. 252 Gregorio Urbano Gilbert Caso excepcional el de Urbano a juicio de los hombres de Excélsior que lo entrevistaron, y con la fotografía llevada publicaron la entrevista en sus dos ediciones del día, 6 de septiembre del año 1929. En La Habana bella, rica y divertida, pasó Urbano un total de ocho días después de haber sido libertado de Triscornia, no siéndole de extrañeza las maravillas de esa grande y pujante ciudad, por razón de haber sido ella lugar de su residencia y domicilio en un tiempo de varios años atrás, extrañeza, aún mostrando la diferencia La Habana de ahora a la de antes, con su escrupulosa limpieza, transformación del campo de Marte en plaza de la Fraternidad, antes sucio y plagado de vagos ociosos, convertido ahora en uno de los más hermosos y extensos parques de las Antillas, con sus nuevas avenidas y la principal es la de Los Mártires, y la del Malecón hasta orillas del puerto, el Centro Asturiano nuevo, la construcción del Centro Gallego, el que ostenta ser la segunda edificación en importancia en Cuba, y por sobre todas la del imponente Capitolio, comparable solo con las mejores en su clase, a las de las capitales de las naciones más avanzadas. El día penúltimo de los pasados por Urbano en La Habana, el ministro Jiménez lo envió donde el fotógrafo a que le hicieran los retratos necesarios al pasaporte que se le libraría para su franca entrada en su patria el que con el pasaje valedero al vapor Presidente Machado de nacionalidad cubana, al otro día se le entregó y se embarcó. Entre los amigos que a despedir a Urbano fueron en esa tarde a bordo del Presidente Machado, uno lo fue el general Francisco Loynaz del Castillo, donde por primera vez se conocieron estos dos hombres, por la gentileza de Morillo, quien condujo al general al barco, presentándoselo al viajero. En conversación los nuevos amigos, el general Loinaz del Castillo, sin ambages con el capitán guerrillero, le propuso que no regresara a Santo Domingo sino que se quedara en Cuba en donde lo tratarían mucho mejor a como lo tratarían en su país, parecer Junto a Sandino 253 corroborado por Morillo y le dice que la razón básica de visitarlo en el barco no era otra más que sacarlo del mismo y llevárselo a tierra y proporcionarle una buena ocupación con la que podría vivir cómodamente. Aunque Urbano no se hacía ilusiones del trato que recibiría en su patria al llegar, agradecido al general por sus buenas intenciones le declinó la oferta, pero él, sosteniéndosela, le dijo que si cuando estuviera en Santo Domingo no le fuera tan bien de cómo le iría en Cuba, ya él, Loynaz del Castillo, se encontraría en Lisboa, Portugal, desempeñando las funciones de ministro plenipotenciario de Cuba por ante aquel gobierno, pero que todavía allá podría escribirle sobre el particular, desde donde lo haría volver a Cuba y proporcionarle aquí medio de vida digna, porque todavía tendría los medios que para ello son necesarios. Morillo, con pesar de que Urbano no aceptara el ofrecimiento de Loinaz del Castillo, se despidió de sus amigos, y tomando un automóvil esa misma tarde partió para su residencia de Santiago de Cuba. Desde a bordo del navío cubano amarrado a uno de los muelles del puerto encerrado por uno de sus lados por la punta que sostiene al castillo de El Morro, tuvo Urbano la oportunidad y satisfacción de ver y sentir cómo es que los grandes pueblos, de alma elevada, como lo es el de Cuba, saben apreciar a sus hombres distinguidos. Se trataba del recibimiento tributado por Cuba a Kid Chocolate, el joven boxeador negro cubano, que cargado de laureles y dinero regresaba de los Estados Unidos, en donde los ganó en luchas triunfales contra sus más recios adversarios de profesión de aquel colosal país. Todos los barcos, grandes y pequeños, nacionales y extranjeros, embanderados, presentaban un lúcido pintoresco a la bahía, y en el momento de acuatizar en ella el hidroavión que condujo al victorioso pugilista, todos los movidos por vapor ensordecieron con la estridencia de sus sirenas los espacios del puerto, 254 Gregorio Urbano Gilbert de la ciudad y los de más allá de los campos lejanos a los que se unieron las bocinas de los automóviles hacinados alrededor del puerto, y se unieron las detonaciones de los fuegos de artificio quemados y tan grande fue su cantidad que todo lo sacudían con la fuerza de sus gases, empujando a la masa de aire que los envolvían al ser quemados. La concurrencia a recibir a su amado compatriota, mareaba por el numero de habaneros y provincianos que se apiñaba para darle la bienvenida a Kid Chocolate y gozarse con él por sus triunfos en el extranjero, figurando a la cabeza de tan imponente como espontánea manifestación la primera autoridad municipal de La Habana, el alcalde, el funcionario más envidiado de todos los que Cuba, después del presidente de la república, pudiéndose dar cualquiera una idea, por lo que de primera intención se vio, de los agasajos idolátricos que después le tributaron al campeón mundial de los pesos ligeros al ser conducido al sitio para los fines… Al fin zarpó el Presidente Machado del puerto de La Habana, tomando rumbo este, pudiéndose admirar desde a bordo la cambiante hermosura de la costa norte como muestra de lo que es esa paradisiaca isla del trópico americano, la bien llamada Perla de las Antillas. Y atracó el barco en el puerto de Guantánamo, en el fondo de la bahía de igual nombre, inmensa, abrigada y apacible, arribando después al puerto de Santiago de Cuba, en donde tiró sus amarras a uno de sus muelles y donde Manuel María Morillo, con sus incansables demostraciones de afecto con uno de sus pasajeros firmemente lo esperaba, y como cuando desembarcó antes que nada lo condujo a los diarios La Región, La Independencia y Diario de Cuba, en los que se publicaron al día siguiente las entrevistas que celebraron con el capitán Urbano. En tanto permaneció el barco atracado al muelle del puerto de la capital de Oriente, la que fue en un tiempo lejano capital de toda la Cuba Colonial, la ciudad más vieja de la isla; Oriente, Junto a Sandino 255 la provincia que dio los más notables y bravos soldados de la guerra de la independencia, los Maceos por demostración, doce hermanos héroes y mártires de la causa, con Antonio, el resplandeciente sobre todos, caído en Punta Brava, holocausto rendido en bravas batallas libradas contra los tiranos de la patria; Oriente, provincia rica por contener los más variados depósitos mineros en explotación y los más variados cultivos agrícolas y es la segunda más productora de azúcar, la primera riqueza industrial nacional, y es la nación la primera productora mundial del dulce artículo; Santiago de Cuba, ciudad conocida de viejo por Urbano, en donde también vivió por el tiempo de varios años en la época de su primer viaje al hospitalario y progresista país. En el entretanto, Morillo se ocupaba de relacionar a Urbano con sus amistades de Santiago de Cuba, en donde son bien conocidos los dominicanos y estimados, y se ocupaba también Morillo de avisar a Santo Domingo de la próxima llegada de su paisano a esa república. Y habiendo terminado el movimiento de descargar la mercancía que trajo para la ciudad y de tomar la que conduciría a los dominicanos, y los pasajeros y la correspondencia para el país de ellos y los puertorriqueños, la nave se despachó de Santiago de Cuba, y en recorrido sin contratiempos, siendo buenos compañeros los viajeros, arribó al puerto de Santo Domingo el día 16 del mes de septiembre del año 1929, y saltando a tierra los pasajeros que trajo, figuró entre los tales Urbano, el que por causa de la campaña libertadora de Nicaragua que encabezó el valiente idealista general Augusto César Sandino, había estado ausente de su patria por el tiempo de un año y veintiún días. Y en el muelle de la ciudad capital estaban esperándolo por parte del presidente de la república, general Horacio Vázquez, para atencionarlo y procurarle alojamiento, los hermanos Blanco y Negro, los mellizos Hernández, los que lo condujeron al hotel de doña María Donis de García. 256 Gregorio Urbano Gilbert Volviendo a Sandino, bien pudiera ser que como los Manos Fuera de Nicaragua y los antimperialistas tuvieron sus disgustos con Sandino desde cuando este operaba en los campos de Nicaragua, se propusieran por eso perjudicarlo de toda forma, por lo que se dieron a la tarea de hacer tan feas como falsas acusaciones contra tan grande y puro hombre. Esas agrupaciones se disgustaron con Sandino, porque habiéndose ellos arrimado a la causa libertadora de Nicaragua, Sandino solicitó al doctor Pedro de J. Cepeda que se trasladara al campamento general con el fin de que se le proclamara presidente de la Nicaragua insurrecta por voluntad de los ciudadanos y de los soldados de los campos rebeldes para que entre otros asuntos políticos a favor de la causa, intentarse conseguir el reconocimiento de beligerancia por las naciones del mundo. El propósito básico del Libertador no fue lo que disgustó a los antimperialistas y a los MFN sino que fuera el doctor Cepeda el señalado para desempeñar la presidencia de Nicaragua insurrecta. La malquerencia de los antimperialistas y de sus socios contra el doctor Cepeda data desde tiempo muy atrás, desde la época en que el doctor consiguió del gobierno mexicano las armas con que el doctor Bautista Sacasa combatió con su revolución liberal al gobierno conservador de Adolfo Díaz en Nicaragua. El doctor Gustavo Machado, venezolano, principal miembro de los antimperialistas, le pidió a Cepeda que compartiera con él las armas de la revolución nicaragüense para con ellas ir a derrocar al gobierno tirano del general Juan Vicente Gómez, de Venezuela, en donde se establecería un régimen comunista. Como el doctor Cepeda no accedió a lo solicitado por el comunista doctor Gustavo Machado, éste, con los de su asociación del mismo principio ideológico, lo tildaron de burgués y lo declararon enemigo. Por todas estas cosas, y por haber declarado Sandino cuando estaba en México, procedente de sus campos bélicos, que su Junto a Sandino 257 lucha no era de clase sino de puro nacionalismo, aquellas gentes extremaron sus odios contra el Libertador y lo rodearon de las falsas acusaciones de que ya se han señalado. Los Manos Fuera de Nicaragua y los antimperialistas, con el propósito de darles más fuerza a sus acusaciones en contra de Sandino, sostienen que ellos contribuyeron con fondos suficientes para ponerlo en condición de resistir a los soldados norteamericanos por tiempo indefinido en la ocupada Nicaragua. Estas armas presentadas contra el más puro y desinteresado caudillo de las más nobles causas de estos tiempos, fueron las más cobardes de los que lo atacaron. Los fondos que tanto cacarearon haberle enviado a Sandino esas instituciones, no pasaron de ser promesas, y las insignificancias de ellos y de otras instituciones y de particulares que recibía eran tan mezquinas que no debían de tomarse en consideración toda vez que con ellos no se resolvía ningún problema por insignificante que fuera. Los antimperialistas sí que recabaron en nombre de la causa libertadora de Nicaragua grandes cantidades de dinero pero todas las emplearon en provecho propio y en la fracasada revolución que levantó Urbina en Venezuela, iniciándola en Curazao, isla holandesa frente a Venezuela, a fines de 1929. El doctor Machado se presentó al principio de la lucha por la libertad de Nicaragua en el campamento general y le participó a Sandino que él, por propia determinación y responsabilidad, se había dado a la tarea de recabar fondos a favor de la revolución. Que lo que había recabado por el momento, alcanzaba a mil pesos americanos, los que había gastado en la realización del viaje hasta el campamento rebelde para participárselo. Le dijo además Machado a Sandino que si no había inconveniente alguno se le proveyera de las credenciales necesarias con el fin de continuar recabando fondos a beneficio de la causa de la libertad de Nicaragua. Sandino, hombre sano, leal, de los que por fuerza a veces tienen que pasar por cándidos ante tantos zorros astutos que andan 258 Gregorio Urbano Gilbert en el mundo en busca de oportunidades, y logradas aprovecharse, satisfaciendo sus intenciones le aprobó a Machado su primera actuación y el gasto de mil pesos y le libró las credenciales solicitadas. Como es innegable que el doctor Gustavo Machado recabó buenas cantidades en nombre de la causa libertadora de Nicaragua y no las entregó para eso sino para lo que ya se ha señalado, y como Sandino tuvo que dar tregua a su lucha por falta de recursos, es lógico colegir que los únicos beneficiados de la causa, sus explotadores, no teniendo ninguna justificación que presentarles a los inocentes contribuyentes explotados, se dieron a propagar que Sandino había abandonado la lucha en Nicaragua por haberse vendido a los norteamericanos. Entre los tantos defensores del buen nombre del inmaculado héroe general Augusto César Sandino y de su causa que se brindaron por distintas partes del mundo uno fue Urbano, quien desde su retiro en su pueblo natal, Puerto Plata, la pintoresca, le dirigió al director del diario La Opinión, don Álvaro Álvarez, una carta, la que publicó en el periódico de su dirección, en la cual aclaró todo lo de obscuro que quisieron echarle a Sandino sus mal intencionados enemigos. Esa defensa le valió a Urbano de que el héroe lo nombrara corresponsal del ejército defensor de la soberanía de Nicaragua en República Dominicana. Y fueron tantos otros los defensores de Sandino y tantas las actuaciones que se hicieron a su favor que quedó plenamente evidenciada la falsía y mala intención de sus contrarios. Por otra parte, Sandino se vio en la necesidad de tener que aceptar los dos mil pesos mensuales que el señor Manuel M. Arriaga, representante del ejecutivo federal ante la cooperativa henequera de Yucatán le ofreció por instrucciones del presidente de la República, don Emilio Portes Gil. Con los dos mil pesos, Sandino tenía que sufragar todos sus gastos y los de los veinticinco hombres que ya le acompañaban. Junto a Sandino 259 Después, el presidente de la república le concedió a Sandino la entrevista tanto tiempo esperada, recibiéndolo en el histórico y hermoso palacio de Chapultepec, pero don Emilio le manifestó a Sandino que México no había estado en intención de ayudarlo para la guerra, que solamente le había proporcionado hospitalidad. Por ese mismo tiempo el coronel Farabundo Martí, secretario general de Sandino y otros de sus hombres fueron encarcelados en México por el hecho de dedicarse a propagar la doctrina comunista.3 Así fue que no contando Sandino con la ayuda del gobierno del licenciado Emilio Portes Gil para los fines bélicos que necesitaba aunque sí refugiado, y mucho menos esperar esa ayuda del presidente electo el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, con quien se había disgustado cuando en Veracruz fue el ingeniero en su propaganda electoral, se dispuso Sandino a las selvas segovianas para reanudar con las pocas fuerzas que le quedaban en la lucha por la libertad de Nicaragua. Y se leían en los periódicos, en sus informes cablegráficos, las intenciones de Sandino. Los amigos de afuera no lograban comunicación de ninguna forma con el héroe. Urbano, en sus empeños por querer saber qué era de los rumores circulados, nada consiguió, salvo una carta de su compañero y amigo teniente Rubén Ardila Gómez, fechada en La Habana, Cuba, el día 11 del mes de abril del año 1930, en la que entre otras cosas le decía: «Te participo que voy para Colombia llevando la representación del ejército, pues aquí entre nos, te participo que México nos… desde luego esto te lo participo con reservas. Voy a ver qué hago o consigo en mi país por la causa. Espero recibir 3 Martí: Después de haber sido libertado y expulsado de México viajó Martí como penitente a bordo de un barco del que en ninguna parte que tocaba lo dejaban desembarcar. Burlando la vigilancia que le tenían, logró introducirse en El Salvador, su patria, en donde organizó y dirigió a principios del año 1932 una revolución comunista, la que sofocada prontamente por el gobierno, y hecho prisionero Martí, fue pasado por las armas. 260 Gregorio Urbano Gilbert noticas tuyas en la dirección que te di, es decir, Zapatoca, por si ya se te olvidó, mañana continuaré mi viaje». Pero diez días antes de la fecha de la carta del teniente Ardila Gómez, el día primero del mencionado mes de abril, el general Sandino había despachado para los campos nicaragüenses a los hombres que lo acompañaban en México, quedándose él oculto con cuatro de sus ayudantes hasta el día veinticinco del mismo mes de abril cuando escapó de Veracruz y llegó a Las Segovias los primeros días del mes de mayo. El diez de junio del año 1930, en el cerro de Tamaleque, en Jinotega, le rindió al ejército libertador informes de sus diligencias. Poco tiempo después, los periódicos en sus informaciones cablegráficas volvieron a hablar de Sandino y de sus operaciones guerreras en los campos rebeldes de Nicaragua, de los que anunciaban sus triunfos y reveses experimentados en los combates librados con sus enemigos, los norteamericanos y sus sucios nativos traidores, por la liberación de su patria. Dos años y medio duró esta segunda jornada por la libertad de Nicaragua que animó ese espíritu inquebrantable que fue Augusto César Sandino, en la que le causó al gobierno de Washington el mayor quebradero de cabeza por ese tiempo en su política exterior, mientras el héroe causaba las mayores y más gratas sensaciones del mundo y se cubría de las más brillantes glorias, haciéndose el hombre más admirado de su época. Entre los tantos combates librados en esta última jornada, puede mencionarse por su interés, el de Saraguasca, duradero en muchas horas en total y bajo el continuo bombardeo aéreo, con triunfo para los libertadores en que el Libertador resultó herido, y el librado en el Puerto Cabeza, en la costa del mar Caribe, causándosele tantos daños a los enemigos que el propio secretario de Estado de los Estados Unidos, señor Henry Stimson, del gobierno que presidía míster Heberto Carlos Hoover, sin empacho alguno declaró públicamente, publicándolo la prensa mundial, que «los Estados Unidos cuentan con fuerzas suficientes para garantizar Junto a Sandino 261 las vidas y los intereses de los ciudadanos norteamericanos en Nicaragua». Así andan las cosas en uno de los países de la América tropical en que la naturaleza le dispensó hermosura y riquezas muchas, como la de sus lagos azules, sus llanuras y montañas cubiertas de selvas siempre verdes y en flor y cuajadas de frutas, y de árboles de preciosas maderas, albergue del guacamayo y del zopilote, del turpial, del sinsonte y otras de las familias del pavo y mochos otros pájaros cantores y aves de cacería y de bello plumaje. Selvas albergue del puma, del jaguar y del coyote, del venado y del tapir, del chancho y de los conejos, y guardan y sustentan la boa majestuosa, a las víboras de bellas pieles, a los inquietos monos y a las ardillas en eternos movimientos con sus colas sobre de sus lomos y a los mapurites de los gases asfixiantes, del perezoso y del armadillo y del oso hormiguero y de muchos otros animales. Y en sus ríos de orillas doradas hay cocodrilos en abundancia y peces, y caracoles en sus quebradas y en esta el oro en pepitas se arrastra parejo con los guijarros, con las arenas y las aguas, y las rocas, desde ras de tierra a sus profundidades, se les une el precioso amarillo metal en gran porcentaje y hay otros en abundancia buenos metales. País que con tantas facilidades para la vida próspera e independiente, se encuentra sumido por desgracia en la mayor deshonra por causa de la estúpida ambición de algunos de sus dirigentes. Y así andaban las cosas en uno de los países de la América tropical…, hasta que a comienzos del mes de noviembre del año 1932, se celebraron elecciones generales en los Estados Unidos de Norteamérica, y en la república de Nicaragua también. El presidente norteamericano, señor Herberto Carlos Hoover, aspirante a la reelección había declarado que para el día primero del mes de enero del año 1933, retiraría las fuerzas de soldados de su país que ocupaban Nicaragua. Como su antecesor, míster Calvin Coolidge, había hecho igual promesa para el año 1929 y no la cumplió, la de Hoover se tomó con escepticismo. En las 262 Gregorio Urbano Gilbert elecciones celebradas fue derrotado por su contrario, Franklin Delano Roosevelt, y en Nicaragua ganó el poder el doctor Juan Bautista Sacasa. Este señor Sacasa es aquel que habiendo sido vicepresidente de la república de Nicaragua por el Partido Liberal en el poder en el año 1925, debió ser el presidente al renunciar el cargo don Carlos Solórzano por presión que le hiciera Adolfo Díaz y sus asociados del Partido Conservador, pero como Díaz no hizo su trabajo revolucionario a favor de nadie que no fuera al de su propia persona, Sacasa tuvo que coger el camino del destierro, pero ayudado por El Manco, el gran caudillo general Álvaro Obregón y por el nicaragüense doctor Pedro de L. Cepeda, organizó en México una contrarrevolución, la que al estallar en Nicaragua, no triunfó por la rápida intervención de los militares norteamericanos a petición de Adolfo Díaz y por la traición del jefe de las operaciones militares de la revolución, general Manuel María Moncada, actitud que le valió a este buena cantidad de dinero y la presidencia de la república al término del tiempo por la que desempeñaba Adolfo Díaz, aceptándole el doctor Sacasa al traidor el cargo de ministro plenipotenciario de Nicaragua ante el gobierno de Washington. Y Sandino fue el único de los jefes que llevó a Sacasa a la revolución que siguió peleando y peleó bravamente por sostener los derechos de la patria intervenida y por los derechos del Partido Liberal. Se inició al fin el año 1933 y se iniciaron también los gobiernos de Roosevelt en Washington y el de Sacasa en Managua, y el presidente norteamericano retiró de Nicaragua a sus soldados que la ocupaban. Mientras tanto, algunos de esos que se lucran con los males ajenos, viendo que la paz reinaría en Nicaragua, con fines a que no resultara le propusieron a Sandino por medio de sus agentes las compañías norteamericanas en las costas del mar Caribe de Nicaragua, suministrarle elementos bélicos, barcos y dinero para que a partir del mes de enero del año 1933 combatiera contra el gobierno que surgiría para el entonces. Junto a Sandino 263 Por otro lado, el Congreso de Nicaragua trataba de aprobar un empréstito para que el nuevo gobierno que dirigía Sacasa tuviera recursos con qué poder combatir contra Sandino si este lo atacara, pero careciendo Sandino de la marrullería que guía los sentimientos de los políticos y estar solo adornado de los más puros sentimientos del idealismo, trató de muchas maneras de poner al gobierno al tanto del peligro que para la patria tramaban los que les gustan aprovecharse de las desgracias nacionales y también de las de sus individuos, logrando al fin el héroe su propósito, venciendo las dificultades que le tendían los mal intencionados. Ayudándole en ello el coronel Agustín Sánchez Salinas y el capitán Alfonso Alexander, de los patriotas, que al poner en marcha sus propósitos, fueron encargados por el gobierno, e igual propósito y suerte tuvieron en Jinotega doña Blanca Arau de Sandino, don Fernando Valle Quintero con un grupo de universitarios. Se mejoró la situación al intervenir el ministro de Agricultura, don Sofonías Salvatierra, y por último intervino personalmente el propio Sandino. De la entrevista celebrada por Sandino con el presidente de Nicaragua resultó la concertación de la paz, lo que para el efecto fueron nombrados los representantes Salvador Calderón Ramírez, Pedro de J. Cepeda, Horacio Portocarrero y Escolástico Lara, por los patriotas alzados, David Stadthagen, por el Partido Conservador, y Crisanto Sacasa por el Partido Liberal Nacionalista. Se convino lo siguiente: 1. Los representantes del general Augusto César Sandino declaran ante todo que la cruzada en que han estado empeñados él y su ejército ha propendido a la libertad de la patria, y por consiguiente, en el momento actual, en consignar de ese modo a nombre de su representado, su absoluto desinterés personal y de su irrevocable resolución de no exigir ni aceptar nada que pudiera menoscabar los móviles y motivos de su conducta pública. Quiere él, pues, asentar como principio inamovible que a ningún lucro o ventaja material aspira o piensa conseguir. En vista de las precedentes ma- 264 Gregorio Urbano Gilbert nifestaciones de elevado desinterés, los representantes de los partidos Conservador y Liberal Nacionalista rinden homenaje a la noble y patriótica actitud del referido general Sandino. 2. El general Augusto César Sandino por medio de sus delegados y los representantes de ambos partidos declaran que en virtud de la desocupación del territorio patrio por las fuerzas extrañas, se abre indudablemente una era de renovación fundamental en nuestra existencia pública; que este suceso es de vital trascendencia en nuestros destinos nacionales, y que disciplinados por una dolorosa experiencia consideran como deber imperativo fortalecer el sentimiento colectivo de autonomía que con unánime entusiasmo conmueve a los nicaragüenses. A fin de acrecentar tan nobilísima tendencia, los que suscriben el presente pacto convienen en señalar como punto capital de sus respectivos programas públicos el respeto a la constitución y las leyes fundamentales de la república y mantener por todos los medios racionales, adecuados y jurídicos el restablecimiento en toda su plenitud de la soberanía e independencia política y económica de Nicaragua. 3. Los delegados del general Sandino y de los partidos reconocen la conveniencia de cimentar prácticamente la paz en el territorio de la República, mediante la dedicación fructífera al trabajo de los hombres que militan al mando del general Augusto César Sandino y asimismo mediante el abandono gradual de sus armas para conseguir de manera segura la normalización de la vida de esos hombres en las actividades del trabajo al amparo de la leyes y las autoridades constituidas, se adoptarán las siguientes medidas: a) El ejecutivo presentará al Congreso nacional la iniciativa del indulto amplio por delitos políticos y comunes conexos cometidos en el periodo que comprende del 4 de mayo de 1927 hasta la fecha de hoy y de lo cual gozarán todos los Junto a Sandino 265 individuos del ejército del general Sandino que dentro de 15 días de la promulgación del tal decreto depusieran las armas e igualmente todos los que con autorización del propio general Sandino prometieren deponerlas dentro de los tres meses, incluyéndose en los beneficios de la amnistía así en personas del mencionado ejército que podrían conservar sus armas temporalmente para el resguardo de la zona de terreno baldío en que tengan derecho de fincarse y labrar todos los que hubieren pertenecido a dicho ejército. b) Para representar la autoridad administrativa y militar del gobierno de la República en los departamentos del septentrión comprendiendo especialmente la zona destinada a labores de los individuos del ejército del general Sandino y también para recibir paulatinamente las armas de estos, el ejecutivo nombrará como delegado suyo a don Sofonías Salvatierra, a quien le entregará el general Sandino dentro de veinte días de esta fecha no menos del 25 por ciento de las armas de cualquier clase que tenga su ejército. c) La zona de terreno baldío destinada para las labores y a que se refiere el inciso (a) de este acuerdo habrá de localizarse con suficiente amplitud en la cuenca del río Coco o Segovia, o en la región en que convinieren el gobierno y el general Sandino debiendo quedar esa zona distante no menos de diez leguas de las poblaciones en que actualmente hay régimen municipal. d) Los jefes del resguardo de los 100 hombres armados que se permitirá conservar serán nombrados por el gobierno como auxiliares de emergencia, escogiéndoles de acuerdo con el general Sandino entre los miembros capacitados del ejército de este, pero si después de un año de la promulgación del decreto de amnistía fuese conveniente a juicio del gobierno mantener el ante dicho resguardo de 100 hombres armados 266 Gregorio Urbano Gilbert o de menor número de nombramiento de los respectivos jefes será al arbitrio del presidente de la República. e) El gobierno mantendrá en toda la República y especialmente en los departamentos norte, por el término mínimo de un año, trabajos de obras públicas en los cuales dará colocación preferente a los individuos del ejército del general Sandino que lo solicitaran y se sometieran al régimen ordinario establecido en esos. f) Por el mismo hecho de suscribirse este convenio cesará toda forma de hostilidades entre las fuerzas de una y otra parte, o sea, del gobierno constitucional que preside el doctor Juan Bautista Sacasa y las del general Augusto César Sandino, para la inmediata mayor garantía de las vidas y propiedades de los nicaragüenses, y una vez que sea firme en definitiva el presente pacto por la aprobación del general Sandino y por la aceptación del presidente de la República, quedará toda la gente del general Sandino bajo el amparo de las autoridades constituidas y en consecuencia obligada a cooperar en la conservación del orden público. 4. Para facilitar el desarme de parte de las fuerzas del general Sandino y dar abrigo provisional a estos se designa la población de san Rafael del Norte, encargándose al mismo general Sandino el mantenimiento del orden durante el tiempo que el gobierno juzgue conveniente. 5. En fe de lo pactado se firman dos tantos de igual tenor, en la ciudad de Managua, el día dos de febrero de 1933. (Firmas) S. CALDERÓN R.; PEDRO JOSÉ CEPEDA; E. LARA; H. PORTOCARRERO; D. STADTHAGEN; CRISANTO SACASA. Junto a Sandino 267 Aprobado y ratificado en todas sus partes, Managua, D. N., 2 de febrero de 1933. Patria y Libertad. C. SANDINO. (Aquí un sello alegórico) (El sello es el del ejército defensor de la soberanía nacional de Nicaragua, y representa a un indio alzado rematando a filo de machete al soldado norteamericano que ya está casi tendido en tierra). Aprobado en todas sus partes, Managua, D.N., 2 de febrero de 1933 JUAN B. SACASA La paz se restableció en Nicaragua de conformidad al pacto arriba transcrito y Sandino con sus hombres estableció una colonia agrícola en Wivilí, a orillas del río Coco o Segovia, lugar que fue de sus operaciones bélicas, trocando sus componentes ahora el manejo de sus armas de guerra por el manejo de sus instrumentos agrícolas. Un año de duro y prometedor trabajo transcurrió. Si admiradas fueron por los hombres conscientes del mundo las labores bélicas de los valientes patriotas, más admiradas aún fueron sus labores de cultivo del campo. Las selvas vírgenes de árboles gigantes de las márgenes del Segovia cayeron derribadas a los golpes filosos del hacha y del machete. Donde antes fue escondrijo de fieras, alimañas y otros animales montaraces, y refugio de los patriotas, ahora surgía el fruto alimenticio ennoblecido por las manos de quienes lo cultivaban. 268 Gregorio Urbano Gilbert Pero tanta grandeza de alma, tanta pureza de sentimientos y de amor patrio, era demasiada decencia y belleza para poderla soportar los políticos y militares de sentimientos podridos como son los que rigen ahora las cosas de Nicaragua. Y por eso, al cumplirse el primer año del tratado de paz, Sandino se dirigió a Managua en diligencias relacionadas con el pacto celebrado y se hospedó en la casa del secretario de Agricultura, don Sofonías Salvatierra, en donde también lo acompañaron sus ayudantes el general Francisco Estrada y el general Umanzor y el coronel Sócrates Sandino, hermano del Libertador. Por la noche el presidente de la República le ofreció a Sandino una cena en la mansión presidencial, asistiendo además a la cena los familiares del presidente, el ministro Salvatierra, los generales Estrada y Umanzor, el coronel Sandino y don Gregorio Sandino, padre del héroe. Durante el tiempo transcurrido desde que llegaron los invitados al palacio presidencial, hasta su despedida, todo parecía indicar que reinaba la mayor buena fe entre el gobierno y sus colaboradores y Sandino, y este creyéndolo así, se despidió del doctor Sacasa satisfecho de sus atenciones y esperanzado en un futuro venturoso para Nicaragua, su patria, que tanto amó. Pero, ¡oh, infamia! Un individuo que todavía no había sido en el rol de los de estas notas, ni tampoco en ninguna otra de interés por sus pocos méritos para ello, que anida en sus podridas entrañas de vil criminal, traidor a la patria, servidor de los yanquis en contra de los patriotas alzados, esa alimaña concibe las más repugnantes acciones si han de reportarle algún bien material, forjó otra de las de sus especialidades, la más monstruosa de todas, como fue la de extirpar a lo que había de mayor mérito, lo refulgurante entre el elemento público de Nicaragua. ¡Anastasio Somoza! General jefe de la guardia nacional de Nicaragua, sujeto hechura de los soldados norteamericanos de la ocupación y la guardia otra hechura de ellos, de los que, Somoza Junto a Sandino 269 y guardia, se valían los intrusos para matar y asesinar y robar y difamar a los patriotas opositores y forzarles las mujeres e incendiarles sus intereses. ¡Anastasio Somoza! Este monstruo que ahora se comienza a mencionar ayudado por los soldados de su corrompida guardia, en la noche del 21 de febrero del año 1934, al despedirse el héroe de la casa del presidente y agradecerle las atenciones que tuvo para con él, al pasar los automóviles que lo conducían con sus compañeros y amigos por delante del cuartel general de la guardia de Somoza fueron detenidos por algunos de esos militares, los que extrajeron de entre los vehículos al ministro Salvatierra y a don Gregorio Sandino, y conducido los restantes, generales Sandino, Estrada y Umanzor, y el coronel Sandino, a las afueras de la ciudad donde fueron asesinados a tiros de ametralladoras. Pocos días después, encontrándose los hombres de Wivilí ajenos a las infamias de Managua, fueron sorprendidos por una fuerza de 500 guardias que contaba entre su armamento con 125 ametralladoras y, rodeándolos sin darles tiempo para nada y sin intimarlos a la rendición, abrieron contra ellos con el mortífero fuego de sus armas, exterminándolos a todos, de muchos de los cuales se veían los cadáveres flotar y ser arrastrados por las corrientes del Segovia, arrojados allí por los sanguinarios asesinos de Somoza desde el altísimo barranco de una de sus márgenes. Seguido a esta matanza y para que alcanzara a ella todo soldado que fue de los de la libertad, el general Somoza expidió una orden en la que sus subalternos tenían que ejecutar al instante a todo sandinista que encontrare con cualquier clase de arma y que se le diera cuartel y comida a los que espontáneamente se presentaren. Pero no. A ninguno de esos hombres se les dio cuartel ni mucho menos comida. La matanza se llevó a cabo sin piedad alguna contra toda persona que hubiera tenido relaciones con Sandino, y tan completa fue la carnicería, que la prensa de Centroamérica 270 Gregorio Urbano Gilbert aseguró en sus noticias dadas que la huerfanita de madre y ya también de padre, la niña de solamente un año de edad, Blanquita Segovia, hija del héroe Sandino y de su esposa, Blanca Arau, también fue asesinada a balazos por los soldados de Anastasio Somoza, y menos mal que últimamente se nos ha dicho que esto no es verdad, que Blanquita se encuentra viva. Exterminado de esa manera lo de más honor que había en Nicaragua, el gobierno del doctor Juan Bautista Sacasa le concedió al general Anastasio Somoza el ascenso de brigadier general a mayor general, añadiendo la prensa centroamericana que también le otorgó el título de héroe de Las Segovias. ¡Cuánto sarcasmo! Ese gobierno le concedió además amnistía a oficiales de la guardia, capataces de tan canallesco crimen, y les premió con metálico y les concedió licencia, por lo que se fueron de paseo a Nueva York en donde sufrieron detención por parte de las autoridades de inmigración, las que preguntaron a Managua si esos sujetos que se jactaban de ser los matadores de Sandino y sus amigos se encontraban libres de la acción judicial, contestándoles Managua, desvergonzadamente, que sí gozaban de libertad. Y en la inmundicia que han hecho de Nicaragua el sanguinario Somoza y el débil pelele Sacasa, imperan las nauseabundas larvas salpicando mortíferamente al resto de las Américas, por las culpas que les caben por haber aceptado con tan fría indiferencia el tan cobarde asesinato de un hombre de la grandeza serena e inmaculada de Augusto César Sandino. ¡Somoza! Hombre maldito como lo sea todo aquel que intente contra la vida de los grandes hombres. Para esos deshonradores de sus patrias como lo es Somoza de Nicaragua, por lo que si el altísimo no le hizo vomitar fuego y lava al Momotombo, al Consegüina y al Mombacho hasta totalmente cubrir a seres tan despreciables por perversos como lo son Anastasio Somoza y sus seguidores, entonces los hombres de vergüenza de las Américas debieron de haberla invadido, y apresando a tan abominables sujetos, reducirlos a polvo por el Junto a Sandino 271 calor purificador, para de esa manera librar a Nicaragua de tan ascosa y contagiosa purulencia. Y si estas cosas no se quisieron hacer por no exponerse a las náuseas que hubieran experimentado al ponerse en contacto con Somoza, entonces debieron los gobiernos retirarle sus representaciones diplomáticas y cerrar con él todos los tratos de amistad y comercio, dejándolo en el más completo aislamiento. ¡Por maldito! Y Anastasio Somoza, después de 27 meses de haber asesinado al Libertador Augusto César Sandino, sintiéndose ya lo suficientemente fuerte en su preparación tras la cortina desde la que manejaba los hilos para mover al pelele doctor Juan Bautista Sacasa, haciéndolo actuar a su completa voluntad, se dispuso a cerrar y cerró su cuadrilátero de infames traiciones. No satisfecho con haber traicionado antes a la patria, la más deshonrosa de las acciones que pueda cometer un ser humano, sirviendo con las armas en apoyo de los soldados extranjeros que la invadieron y haber asesinado a todos los patriotas que la defendían, esta vez le traicionó a su gobierno y le traicionó a su tío que lo dirigía, el presidente Sacasa. Serían los últimos días del mes de mayo o de los primeros del mes de junio del año 1936, cuando ejecutó su cuartelazo derribando a su tío y presidente de la silla presidencial e hizo nombrar en su lugar a uno de sus incondicionales, presentándose luego Somoza como candidato único de las elecciones para presidente de la República, resultando electo apoyado por el filo de la bayoneta, sosteniéndose de la misma manera en el gobierno de Nicaragua, hecho amo y señor de esa triste nación, la que despotizó a su gusto, con toda su crueldad de salteador del Estado, con sentimientos de maleante, hasta el día 21 del mes de septiembre del año 1956, en que el valiente héroe señor Rigoberto López Pérez, en la ciudad de León, lo rellenó de plomos mortales a resultado de los cuales, ocho días después, en la ciudad de Panamá, República de Panamá, al diablo le entregó su alma maldita. 272 Gregorio Urbano Gilbert APUNTES BIOGRÁFICOS Y ANECDÓTICOS DEL LIBERTADOR GENERAL AUGUSTO CÉSAR SANDINO En el poblado de Nquinohomo, del departamento de Masaya, Nicaragua, Centroamérica, nació Augusto Calderón el día 18 del mes de mayo del año 1894. Fueron sus padres don Gregorio Sandino y doña Margarita Calderón. En los primeros años de su vida como suele acontecer en casi todos los niños, nada notorio se revelaba en Augusto hasta que al alcanzar la adolescencia, el padre vislumbró en su hijo un elegido del destino para posarlo en el pedestal de la grandeza, aunque no acertaba a comprender por cuál de sus sendas debía de encaminarlo. Así fue que, desechando el camino imperecedero de lo heroico, lo guió por el camino efímero de la riqueza material, iniciándolo en el comercio, abriéndole un crédito por la cantidad de 45.000 pesos. Don Gregorio Sandino, rico hacendado de Nicaragua, era indio, y doña Margarita era blanca, heredando el hijo las facciones del padre y el color de la madre, y cuando el Augusto alcanzó la edad adulta, su estatura se elevó a 63 pulgadas y su peo a 113 libras. Poniendo sus progenitores cuidadosa atención en aquel hijo en el que cifraban sus esperanzas, lo legitimaron, viéndose por esto al futuro héroe, firmar el apellido paterno aunque posponiéndolo siempre al de la madre, usando de este ahora solo la letra inicial. El comercio no era la vocación del joven por lo que al poco tiempo el negocio se convirtió en una completa ruina. Grande fue el desaliento apoderado de las almas de sus padres, que desesperanzados, lo abandonaron a su propia suerte. Augusto no se desanimó y como primer recurso acudió a la mecánica, siendo sus primeros quehaceres en esta rama el de motorista de lancha gasolinera y de automóviles. Ya algo preparado Junto a Sandino 273 para luchar por la vida se dirigió a Honduras, y en las enormes plantaciones bananeras de la United Fruit Company de ese país encontró trabajo de volteador de campos, viéndose allí recorrer las plantaciones cabalgando en su mula color rucio en la que se le tomó una fotografía y esta, publicada tiempo después en los periódicos, fue admirada por los millones de sus simpatizadores por creerla tomada en los campos de sus heroísmos en Nicaragua. Desde Honduras pasó Sandino a los Estados Unidos de la América del Norte, en donde se ocupó en las empresas petroleras y por las condiciones de sus trabajos, tenía que pasar frecuentemente a México en donde el negocio del petróleo es grandemente explotado. Por causa de su espíritu justiciero fueron muchos los disgustos que tuvo que soportar con los principales de las compañías por no querer servirles a estos de instrumento en sus tendencias de perjudicar los intereses de los que invertían en estos negocios en el país de los aztecas, resistiéndose siempre a favorecer a las empresas por medios fraudulentos no obstante las brillantes ofertas con que lo tentaban. Un vez encontrándose Sandino en México, se entusiasmó tanto con la campaña que sostenía Pancho Villa contra los soldados invasores norteamericanos en el suelo mexicano, que le prestó a este guerrillero mexicano el servicio de combatiente, guerreando por primera vez contra las fuerzas norteamericanas comandadas por el más destacado militar de los Estados Unidos, a la sazón el general Juan José Pershing. Después de un tiempo de quince años pasándolo en sus ocupaciones de los Estados Unidos y México, se organizó en este último país la revolución que tuvo por miras derrocar al gobierno ilegal de Adolfo Díaz en Nicaragua, un gobierno sostenido con el apoyo del gobierno de Washington. Conociendo Sandino de la justicia que animaba a la revolución se unió a ella, y marchándose a Nicaragua, ya se sabe de las 274 Gregorio Urbano Gilbert peripecia experimentadas por esa revolución hasta terminar de manera tan brillante para las armas de Sandino al transformarla este en causa puramente patriótica en tan desigual como larga campaña sostenida en contra del poderío militar de los Estados Unidos norteamericanos. Un soldado salvó el honor de su madre Como demostración del grado de moralidad que Sandino impuso a sus tropas, se anota lo siguiente: Todo soldado que se enamorara de una menor en los campos dominados por los libertadores y que quisiera hacer vida en común con ella, tenía que casarse con ella de conformidad lo dispone el Código Militar de Nicaragua. Todo soldado que matare a un compañero, salvo los casos justificables, se le aplicaría la pena de muerte… Pero lo que motiva este comentario trasciende la regla: un joven soldado, como de dieciocho años de edad, de estatura pequeña, bajo las órdenes inmediatas del bravo hondureño general Manuel González, una vez al entrar a su champa sorprendió a su jefe en funciones de amor con la autora de sus días. Revólver en mano, el joven invitó a González a que saliera con él al campo y, en saliendo, le dijo siempre apuntándole al pecho: «Usted sabe, general, que mi madre es una mujer honesta, viuda de mi padre, único hombre que conoció antes, y ahora a usted. En tal fuerza de razón, yo no puedo tolerar el acto que acabo de sorprender sin ser debidamente reparado y si usted no lo repara inmediatamente para así lavar a mi madre del descrédito de entre estas gentes de Las Segovias, yo lo pongo a usted en la alternativa de matarme o de que yo lo mate a usted en este mismo momento y punto en que nos encontramos». El general González, ante la alternativa planteada por su subalterno, muchacho ofendido, se determinó por el matrimonio y llamándose al general Porfirio Sánchez, que por esos alrededores se encontraba, unió en legítimo matrimonio a González y a la viuda, Junto a Sandino 275 registrándose luego el acta levantada al efecto en la oficina correspondiente de Tegucigalpa, Honduras. Comentándose el episodio en el campamento general, al preguntársele a Sandino la sanción que se hubiera aplicado en caso de ocurrir una tragedia, el Libertador respondió: «Si González hubiera matado al muchacho, González hubiera sido ejecutado. Si el muchacho hubiera matado a González, el muchacho hubiera resultado sin culpa». Emigran como las aves Con el cambio de gobierno de Honduras, del de Paz Barahona, conservador, al liberal Mejía Colindres, muchos de los hombres hondureños liberales, militantes en las filas libertadoras de Nicaragua, las abandonaron para irse a su país a ver qué de bueno encontraban en el gobierno de su partido. Ante la merma muy notable por tal razón de las filas libertadoras, Sandino hubo de decir con cierto dejo de pena: «Hacen como las aves: emigran conforme las favorezcan los climas de los lugares de su conveniencia». Muerte de la viuda Flores Ya se ha dicho de lo rigurosamente prohibido que estaba por el comando libertador hacer candela durante el día en la zona rebelde, pero pésele a esto, una familia encabezada por la viuda Flores, madre del sargento mayor Flores y suegra de don Juan Colindres, para nada obedecía la ordenanza todo porque ciegamente confiaba en la protección que decía le ofrecían los santos, con imágenes de los cuales en estampas, tenía la casa forrada por dentro para que la libraran de las bombas de los aeroplanos enemigos y de las tropas de estos cuando salían en campaña. 276 Gregorio Urbano Gilbert Para ser mayor el mal de la familia Flores, tenía ella edificada la casa en el firme de un cerro completamente despojado de vegetación que la ocultara, por lo que quedaba a la vista de todos los que por el lugar pasaban. Cuando se aproximaba alguna columna enemiga o alguno de sus aeroplanos, alguien que se encontrara en la casa y que ignorara la fe de la familia puesta en sus santos, le advertía que debía acogerse a lugar seguro y apagar el fuego. Desde el más pequeño de la familia hasta la viuda, le respondían que a ellos ni a la casa les pasa nada porque gozan de la protección de los santos, y, como para demostrarlo, metían nuevos leños al fuego para que provocaran más y espeso humo, sucediéndose esto por el tiempo de varios años de los de la guerra y los soldados americanos y sus aeroplanos pasaban sin molestarla para nada. Pero en la mañana de un día de los del mes de mayo del año 1929, parece que los moradores de la casa descuidaran la fe puesta en sus santos porque un aeroplano que parece fue enviado ex profeso a su obra asesina, llegó, planeó por un rato sobre la casa de los Flores, dejándole caer encima una bomba de gran potencia y abriéndole seguidamente sus fuegos de ametralladoras. La casa voló hecha astillas y volaron también las estampas sagradas y sus adoradores, muriendo la viuda y una de sus hijas, resultando heridas tres personas de las de sus familiares. Es hondamente dolorosa esta desgracia pero al menos podrá servir de escarmiento a los demás desobedientes, fue lo comentado por Sandino al tener conocimiento de la desgracia. La coralillo es terrible hembra Después de unos días de haberse librado el cruento combate de Juana Castilla con resultados victoriosos para los mucha- Junto a Sandino 277 chos de la libertad, estos soldados en la tarde de un día de la cuaresma, como si fueran bestias cansadas, se arrojaron al suelo a descansar. El capitán Urbano, después de rendir su servicio de prima, se arrojó también al suelo, quedándose dormido. Al amanecer, a las voces alegres de Sandino, todos los guerreros despiertan, y cuando el capitán se levantó del suelo, en la parte en que descansaba su pecho, enroscada en sí misma una preciosa coralillo que se calentaba al calor del cuerpo del oficial. Al ver Sandino el ofidio y sabiendo lo mortífero que es la mordedura de esta víbora, le dijo: «Con hermosa hembra has dormido, pero si te hubiera besado, a estas horas estuvieras llegando al otro mundo». Justiciero Por los alrededores de una de las avanzadas de El Refugio, una tarde fueron sorprendidos tres sujetos vagando. El jefe de la avanzada, general Manuel María Girón Ruano, no los conocía. Ellos alegaron que rondaban por el campamento en busca de unos amigos que tenían allí y los señalaban al encontrarse presentes y a otros más de ser sus conocidos, pero todos sus alegados amigos y conocidos negaron a los pobres hombres, incluso el capitán Pérez, comandante de la sección, por lo que fueron acusados de espionaje. Noticiado Sandino del caso, ordenó que a las tres de la mañana del día siguiente fueran ejecutados. Poco rato después de dar su terrible orden, se veía a Sandino sumido en honda meditación y daba de cuando en cuando unos ligeros pasos en frente a su champa y ya alrededor de las ocho de la noche, con toda la obscuridad y lluvia que todo lo envolvían y dificultaban, llamó a sus ayudantes Estrada y Sánchez y con ellos se dirigió a la avanzada, a la que llegó mojado y estropeado por los revolcones 278 Gregorio Urbano Gilbert sufridos al resbalar y tropezar, bajando la montaña, y no quedando sus compañeros mejor parados que él al sufrir las mismas consecuencias. Teniendo delante de sí a los prisioneros e interrogados, Sandino los consideró inocentes e interrogando a los que los habían negado, respondieron que sí los conocían y eran amigos de ellos, pero que ante la actitud severa observada contra ellos por el general Girón Ruano, temían asumir alguna responsabilidad. Por esa debilidad de ellos, fueron acremente reprendidos por Sandino por irresponsables, y quedaron en libertad los detenidos. Sequeira, asesino y traidor Prófugo de la justicia el nicaragüense general Sequeira por haber cometido un asesinato en el mismo palacio presidencial de Managua, se incorporó a las filas libertadoras. Seguidamente reveló su mala intención: le propuso a Sandino que lo hiciera su segundo en el mando supremo para sustituirlo en caso de ocurrirle la muerte en algún combate que se librara o de cualquier otra manera. Una vez Sandino lo sorprendió disparando a sus espaldas mientras se libraba un combate. En una ocasión se vio precisado el héroe a usar la fuerza para obligarlo a batirse a su lado o delante de él. En otra oportunidad Sequeira fue sorprendido revólver en mano apostado entre unos matorrales en donde por un rato y por necesidad había entrado el Libertador. Por última vez y para su perdición al fin, tuvo la flaqueza de hacerse de un confidente a quien le confió su parecer de que si mataba a Sandino ganaba su indulto. Se arrestó a Sequeira al ser delatado por su confidente. Se fugó. Girón Ruano salió en su persecución. Se encuentran y se traban en combate, cayendo Sequeira acribillado a balazos y por ellos murió. Junto a Sandino 279 Confiado y guasón Para sus condiciones de caudillo en guerra y alzado en las montañas, Sandino era confiado hasta la imprudencia. A su presencia llegaba todo el que tenía interés para ello. Dormía entre sus soldados como otro cualquiera y con afecto y consideración trataba al más humilde, haciéndose tratar a la vez con sencillez y confianza. Como demostración a lo que venimos diciendo, se apunta el siguiente episodio: Necesitando ir Sandino donde el coronel Madariaga, distante a más de dos kilómetros de su campamento, a través de la espesa selva en que se encontraba, invitó a Urbano a que lo acompañara, pero el oficial se encontraba desarmado por haberle prestado momentáneamente a un compañero la pistola, y al saberlo el general y no queriendo que lo acompañara otro de sus ayudantes ni ningún otro de sus tantos soldados que lo rodeaban en ese momento, le señaló a Urbano un duro leño que en el suelo se encontraba y le dijo: «Ármese con esa estaca y vámonos y si nos encontramos con el enemigo esfuércese en acercársele a uno y aturdirlo con un golpe del garrote y desármelo, armándose usted con sus armas». Es verdad que por esos momentos no se encontraba ni un solo soldado enemigo por los alrededores del campamento general de la libertad. Se exponía a los rigores de la intemperie Sandino tenía la costumbre de exponerse a la intemperie, cuya razón sus hombres no se explicaban. Ya se sabe de lo raquítico de su físico, no pesando más de 113 libras, por lo que muchos de los que lo conocieron se dieron a decir que sufría tuberculosis. No obstante, trepado sobre las altas montañas boscosas y húmedas durante nueve meses del año, mientras sus soldados más robustos se cubrían con frazadas o con cualquier otro abrigo 280 Gregorio Urbano Gilbert que tuvieran a su alcance y se calentaban al fuego, él permanecía con la cabeza, brazos y pecho descubiertos en todo tiempo, fuere bueno o malo. Confiaba en su invencibilidad El cuerpo de ayudantes militares del héroe comentaba en una oportunidad el poderío del enemigo con el que tenía que habérselas, con sus recursos inagotables de todas las materias y lo débil que eran las fuerzas de los libertadores, señalándose la posibilidad que tenía el enemigo de vencerlos. Terciando Sandino en la conversación, expuso su parecer diciendo: «De la única manera que nos vencería el enemigo sería si alistara a muchos millones de hombres y desde los extremos de las dos fronteras de la república los lanzara hachos cadenas en oleadas sucesivas hasta en algún punto del país alcanzarnos, en donde nos coparían. De lo contrario, no nos vencerá nunca». Bomba animal Al atardecer de un día de hambre de los muchos que se padecían en El Refugio, fue llevado allí un buey grande. Seguidamente se sacrificó y repartió en trozos entre los soldados. El capitán ayudante se dirigió al pie de un gigantesco matapalo o jagüey, y también lo hay con el nombre de higo, y de un arbusto que estaba por allí cortó una ramita para convertirla en un asador. Del matapalo se desprendió un perezoso que hizo grande estrépito al golpear las ramas del árbol y el suelo al caer. El capitán, aunque no había oído ruido de aeroplano ni cosa parecida, creyó en su atortojamiento que el ruido lo producía una bomba aérea que caía y atolondrado, rápidamente, se arrojó a tierra de la manera que se tiene que hacer en interés de defenderse de los daños que pueda causar el peligroso artefacto. Junto a Sandino 281 Al momento oyó el oficial las burlonas carcajadas de sus compañeros y la voz del Libertador que le gritaba: «¡No le temas a esa bomba que no estallará porque es una bomba animal!». La causa por la que han venido Una prima noche en El Refugio, el general Porfirio Sánchez y el coronel Carlos Manuel Aponte sostuvieron un altercado y en el arrebato de sus intercambios de ásperas palabras una de ellas de Aponte para Sánchez fue la de p…, cobarde. Terciando Sandino en la pendencia, se inclinó del lado de Sánchez e increpó agriamente al coronel por haber usado contra Sánchez el vocablo de marras, porque según su sentir en sus filas no existían hombres que se les pudiera aplicar tan ruin adjetivo. Aponte se sintió tan perturbado por la rudeza con que lo trató su superior que se fue a la fuente de donde se surtía de agua el campamento, a distancia como de quinientos metros y allí con todo el frío del tiempo y solamente envuelto en su frazada pasó toda la noche, teniéndosele que ir a buscar por mandato de Sandino al amanecer del día siguiente. Conmovido Sandino por los sentimientos de Aponte y queriendo imprimirle a su gente el sello de la armonía y comprensión recíproca por la causa que defendían, convocó a su presencia a los hombres de su estado mayor y ayudantes militares, y teniéndolos, los amonestó y concilió a los oficiales en desavenencia, y preguntándole a cada hombre por los motivos que le han traído a luchar por la libertad de Nicaragua, alguien respondió que su amor a la libertad; otro que su admiración por Sandino; este que su deber de nicaragüense; aquel que su odio al gringo abusador, y así cada cual expresó la razón de encontrarse en las filas libertadoras de Nicaragua. Entonces Sandino les dijo que por sus respuestas quedaba demostrado que cada uno había ido impulsado por el principio compendiado en darle libertad a Nicaragua, pero que para realizar tan bello ideal, era indispensable que reinara el amor entre ellos 282 Gregorio Urbano Gilbert pero que si en vez de ello para la buena comprensión de compañeros imperaba la discordia no alcanzarían sus fines sino que el enemigo sería el ganancioso, echándose a perder el propósito noble que los animaba. Después del sermón de Sandino a sus subordinados, los invito a protestarse mutuamente simpatías en razón del principio que perseguían, teniéndose que deponer todo encono que pudieran abrigarse los unos a los otros, y a hacer sentencia de fe en el triunfo de la causa perseguida. Y haciéndolo así todos, aparentaron encontrarse en una completa armonía y más entusiasmados y esperanzados en la realización del triunfo final de sus propósitos. Simón es mejor perito Se encontraba en conversación el estado mayor del ejército libertador en relación a la pericia militar de los soldados norteamericanos y los de otras grandes potencias, comparándose con el estado de inferioridad que en ese orden se encontraban los soldados de la libertad, señalándose que nada más contaban con dos militares propiamente dichos, que son el general Manuel María Girón Ruano y el teniente José Adán González. Sumándose a los de la conversación, el Libertador dijo: «Para nuestro modo de combatir hay que mandar a guardar todas las tácticas y estrategias que puedan haber. Para demostrarlo está el indio Simón, analfabeto completo, y quien antes de entrar a formar parte de nuestro ejército no sabía manejar otra arma que el hacha en el desempeño de su oficio de leñador, y en el tiempo que lleva comandando guerrillas, en combates contra los soldados norteamericanos y contra los traidores nativos, no ha sufrido una sola derrota y sí se ha anotado muchas victorias, burlándose de muchos militares de academia». Junto a Sandino 283 Sánchez y Aponte siempre opuestos Por el disgusto sufrido anteriormente entre Sánchez y Aponte, la animosidad entre estos dos hombres crecía. El general Sánchez se había dado a la poca decoroso misión de intrigar, de delatar y a la de adular, creyendo que con semejantes procederes se ganaría algún favor en el ánimo de Sandino. Así fue como una vez Sánchez sorprendió una murmuración sostenida entre el coronel Aponte y el mayor Blandón (hijo de don Claudio Blandón, el fabricante de «Las Flores de El Chipote»), relacionada al hambre y desnudez que sufrían ellos con sus mujeres en El Refugio y culpaban a Teresa Villatoro, la compañera del héroe, de ser la causante de los males padecidos. Delatados por Sánchez, emponzoñado más que una coralillo, Sandino hubo de decirles a los quejosos un torrente de acritudes, terminando por señalarles que «¡Los que no se encuentren con ánimo suficiente para soportar hambre, desnudez y demás privaciones no serán considerados como buenos soldados de la causa libertadora». Tan imposible les fue a Sánchez y a Aponte y a su compañera de verse frente a frente en actitud pasiva después de esta delación sufrida, por lo que los dos últimos tuvieron que abandonar las filas del heroísmo nicaragüense. No era César Como bien se sabe, el nombre del Libertador de Nicaragua era el de Augusto y sus apellidos los de Sandino y Calderón. Primero era el del padre y el segundo el de la madre, pero como antes de ser legitimado por sus padres solo usaba el de la madre, seguido de su nombre, al suceder la legitimación no quiso cambiar el sitio que le tenía al apellido de la madre en su firma, aunque nada más lo señalaba con la letra inicial, firmando del modo siguiente: A. C. Sandino. 284 Gregorio Urbano Gilbert Los que leían esa firma, confundidos, la interpretaban como si dijera Augusto César Sandino. La prensa de Managua que era conservadora en su mayoría y empeñada en atacar a Sandino y a su obra patria, en uno de sus ataque al Libertador le atribuyó que usaba de un nombre que no le pertenecía, solo por el prurito de que lo consideraran como a cualquier de los dos principales Césares romanos que fueron Augusto César y Julio. Al ser llevado uno de esos periódicos al campamento libertador con la inserción de uno de esos ataques, al comentarse, Sandino dijo: «Nunca he pretendido que me llamen César. Que los amigos de mi causa y míos en particular quieran atribuirme el nombre de César es cosa de lo que yo no he tenido que ver para nada, ni mucho menos me interesa ni he pretendido parangonarme con celebridad alguna». Esta acción de la prensa enemiga antes de enturbiar la admiración de los hombres libres hacia Sandino lo que hizo fue encenderla más de lo que la sentían y sucedió que todos de intento le acentuaran más el nombre de César. Lempira, si no fue vencedor, tampoco fue vencido Muchos de los que rodeaban a Sandino, carentes de la visión del triunfo final de la causa libertadora que se vislumbraba a la distancia, se negaban a participar del optimismo que alentaba a Sandino y a otro de sus seguidores. Aquellos tales descartaban toda posibilidad de victoria considerando inminente la derrota. Pero Sandino apoyado en su voluntad inquebrantable le decía a los pesimistas: «A mí no me vencerán. Si me veo sin fuerzas para atacar y resistir al enemigo y por eso no lograr el triunfo, haré como hizo Lempira, que si no fue vencedor, tampoco fue vencido». En Centroamérica hay quienes aseguran que Lempira, el indio cacique de Honduras en sus luchas contra los conquistadores es- Junto a Sandino 285 pañoles, al verse imposibilitado para seguirles combatiendo, antes de rendirse, se alzó en las montañas aislándose en ellas hasta el término de sus días, que aunque inactivo, respiraba el aire sin contaminación de las miasmas de la opresión. Pero desgraciadamente, las historias nos aseguran que el nombre guerrero murió asesinado de la manera más vil por el ardid ideado por el conquistador Alonso de Cáceres, quien al verse flaquear ante el valor e inteligencia del héroe, y también derrotado en la diplomacia que empleaba para arrancarle una paz de su conveniencia, por último le mandó como parlamentarios a dos hombres. El uno, mientras le hablaba, el otro con sus armas ocultas le dispararía en la cabeza y, así resultó, muriendo el bravo héroe inmediatamente en sus dominios de Cerquín. También aquí entre los dominicanos, hay quienes nos quieren consolar, diciéndonos que nuestro gran Caonabó, el primero de los héroes que hubo en la América colonial, no tuvo el triste fin que sufrió en la travesía de la mar océano, sino que al tocar el barco que lo conducía a España, en la isla de la Martinica, su patria natal, se fugó ayudado de algunos de sus compatriotas, por lo que se libró de una muerte injusta, sino que la recibió a su justo tiempo, gozando de libertad. ¡Ojalá hubiera sido así! Pedro Altamirano El general Pedro Altamirano (Pedrón), como era conocido en las filas libertadoras por causa de sus grandes fuerzas y corpulencia, era un perseguido de la ley de su país, Nicaragua. Se le acusaba del delito de contrabandista de tabaco (este producto está monopolizado por el gobierno de allí, por lo que tiene un alto valor). Se le acusaba también del crimen de homicidio en las personas de varios de las guardias que salían en su persecución con sus deseos de capturarlo. 286 Gregorio Urbano Gilbert Cuando Sandino ocupó el pico El Chipote para iniciar la guerra contra los invasores yanquis, Altamirano se le presentó ofreciéndole sus servicios con los de sus doce hijos, hombres todos, procreados y criados en las montañas que le servían de guarida. La prensa de Managua, en su afán de combatir la causa libertadora, enrostró a Sandino que se aprovechaba de los sucios servicios que le prestaba un criminal de la calaña de Pedro Altamirano, teniéndolo en sus filas y concediéndole el grado militar de general. Sandino en defensa de su subordinado dijo: «Pedrón, con todo lo criminal que es, le está prestando a la patria muchos buenos servicios, mientras que todos sus acusadores juntos lo único que hacen es mancillarla». Y para mejor defender a Altamirano, Sandino le envió a su representante en Honduras unos apuntes para que los hiciera publicar en la prensa mundial, y se publicaron. En ellos se anotaban los buenos servicios prestados por Altamirano a la causa de la libertad de Nicaragua. Pedrón, por ser de los soldados de Sandino que mejor conocía el terreno en que se operaba y por causa de su fortaleza física y por su bravura y por ser despiadadamente cruel, le causaba a los enemigos muchos grandes males, por lo que se hizo muy temido de los invasores y de los naturales traidores. Pero es leal y valiente Por el hecho de que una gran parte de los hombres que rodeaban a Sandino cometían la debilidad cuando él los ponía a deliberar en consejos de aprobarle sus exposiciones con un rotundo: «¡Este es mejor!», o con «¡No hay de otra!», sin siquiera tomarse un minuto ni un segundo de tiempo para analizarlas, y como el capitán ayudante se atrevía, con todo de ser el de más inferior graduación de ese cuerpo, y también del estado mayor, Junto a Sandino 287 a contradecirlas y discutirlas cuando creía tener razón para ello, sus compañeros se levantaron en su contra formándole un aire viciado en los consejos pretendiendo contaminar a Sandino en ello y achacándole a ellos su atrevimiento, a sus modos de sentir, de disentir las ideas del jefe, al de su pesimismo con que veía el desenvolvimiento que llevaba la causa, por el que no esperaba que se alcanzara la victoria, quisieron que no asistiera más a los consejos que se celebraran. Una vez, en hora temprana de la noche, el coronel secretario Agustín Farabundo Martí y el capitán ayudante, sin desearlo, oyeron desde el lado afuera de la champa de Sandino una murmuración que se desarrollaba del lado de adentro desfavorable al capitán ayudante, pero grande fue la satisfacción sentida por los dos oficiales cuando oyeron la voz del héroe que dijo: «Todo es verdad cuanto se diga de sus oposiciones y pesimismo y, si se quiere, de sus demás defectos, pero con todo, siempre lo tendré en gran estima porque es leal y valiente». Los monos son nuestros compañeros De los animales de alguna importancia que pueblan las selvas de Nicaragua, los monos en sus muchas variedades son de los más abundantes, o tal vez no de los más sino los más abundantes. A diario pasan por cualquier sitio tropas tras tropas compuestas de muchos miles y más miles de cuadrumanos, especie de la que por evolución se manifestó el hombre, al decir del que así creyó que fue. Pero pese a tal abundancia y a que nuestros predecesores son aceptados en Centroamérica como buen manjar, eran de los animales los más difíciles de conseguir para fines de alimentación dentro de los límites del campamento general. Era necesario que transcurrieran algunos días de ayuno para que Sandino consintiera en la caza de algunos cuadrumanos para 288 Gregorio Urbano Gilbert la preparación del almuerzo de almuerzo, y la caza tenía que hacerse en terrenos fuera del campamento. A Sandino no le tenía cuenta que se mataran todas otras clases de cacerías como son los guajolotes, chanchos, dantas, venados, iguanas, armadillos y hasta la inquieta ardilla, pero con los monos guardaba deferencia. Cierto día de ayuno en el campamento, el general Manuel Girón Ruano miraba pasar con los ojos de hambriento, como si fuese un desfile, a una grande caterva de codiciados monos, y dirigiéndose a Sandino, le dijo: «General, ¿por qué hemos de guardarle tanta consideración al mono, pudiéndose cazar para saciarnos el hambre que padecemos?». A lo que Sandino replicó: «¿Al matar usted a unos seres semejantes a nosotros por el solo hecho de no soportar un rato de hambre, saciándosela con ellos, no le da ninguna pena? ¿No ve usted que esos animalitos en sus cabriolas al pasar parecen ser niños que tratan de divertirnos y todavía más con sus travesuras cuando nos arrojan frutas, hojas, ramas y demás cosas de los árboles? ¿Y no le tiene usted cargado en su buena cuenta el gran servicio que nos prestan al anunciarnos con sus desesperados chillidos al enemigo cuando se acerca? Por todas estas cosas es por lo que no quiero que los maten, porque ellos, los monos, son nuestros buenos compañeros». Ellos cargarán con la responsabilidad Cuando el general Sandino propuso a las naciones americanas para fines del mes de mayo del año 1929 la celebración de una conferencia a celebrarse en la ciudad de Buenos Aires, República Argentina, con el propósito de tratarse en ella de la proyectada apertura del canal de Nicaragua por el gobierno de Washington, el capitán ayudante le observó que de llegarse a efectuar la conferencia los Estados Unidos se impondrían si es que están interesados en el canal Junto a Sandino 289 ateniéndose a su mejor conveniencia aun en perjuicio de las naciones situadas al sur de la potencia norteña. Sandino le respondió a su ayudante diciéndole: «Entonces ellas, las naciones del continente, cargarán con la responsabilidad». Cabe significar aquí que el general Sandino no se oponía a la apertura del canal, siempre que no fuera para beneficio exclusivo de los Estados Unidos y con el perjuicio para la otra raza que con ellos se divide el dominio del continente colombino, sino que los beneficios cubrieran a todos. Sánchez, que se pegue un tiro El general Porfirio Sánchez, que se había dado a la tarea de intrigar contra sus compañeros y de traer cuentos a Sandino, fue con el general Simón designado para sacar a Teresa Villatoro a Honduras. Al cumplir con su misión, en vez de regresar a sus actividades bélicas de Las Segovias, como lo hizo el resto de la escolta, se quedó en Honduras y desde allí al no disponer de medios de vida, solicitaba continuamente auxilios monetarios del Libertador. En el sentir de Sandino, Sánchez no le había prodigado a Teresa las atenciones que ella merecía. Por esto y por las demandas continuas que hacía de ayuda fuera de las posibilidades de atenderlas, Sandino, encendido de cólera, una vez exclamó: «Sánchez, que se pegue un tiro». Era seco Sandino era enemigo de la bebida alcohólica como vicio. Solamente consideraba necesario el alcohol en sus fines medicinales; su vicio lo constituía el tabaco. Tanto le desagradaba un borracho que encontrándose en Mérida, Yucatán, México, a Sócrates 290 Gregorio Urbano Gilbert su hermano, que se le había unido desde Veracruz, por el hecho de entregarse al vicio del alcohol lo despachó para la ciudad de México diciéndole: «¡Vete de mi lado y del de los muchachos que me los vas a echar a perder como te encuentras tú de perdido a causa de tu desgraciado vicio!». El destino lo salvó del crimen Cuando Sandino con la revolución pretendió derrocar al gobierno de Adolfo Díaz, llegó a Las Segovias y encontró a Teresa Villatoro viviendo maritalmente con un hombre del lugar. Sandino y Teresa se gustaron de manera tan grande que ella prefirió abandonar a su marido para seguir al guerrillero en sus andanzas bélicas. Convivían y él la amaba apasionadamente. Algún tiempo después, Sandino sorprendió por las cercanías del campamento a Teresa en animada conversación con el hombre que había sido su marido. Con toda la furia de que era capaz de acometer un hombre picado por el mal de los celos, al ver a la mujer de sus quereres en placentero coloquio con su hombre rival, usó de su revólver calibre 44 e injuriándola con los más groseros vocablos que el enojo pueda hacer proferir, mientras el otro hombre huía rastrilló repetidas veces el instrumento de la muerte, el que no detonó uno solo de sus cartuchos, cuyos plomos pretendía Sandino alojarlos en el cuerpo de Teresa. Al fallar el revólver Sandino reaccionó y arrepentido se reconcilió con Teresa y para comprobar si su revólver realmente era malo, volvió a rastrillarlo y con los mismos seis cartuchos mancados y todos estos detonaron como tenía que suceder en una arma de la calidad que correspondía a las operaciones bélicas apropiadas a las condiciones del general Augusto César Sandino. Y fue que el destino, interponiéndose entre la gloria pura y el crimen impidió con la magia de su poder que el héroe se asociara con tan execrable monstruo como lo es el asesinato, evitándole esa indeleble mancha, más fea todavía cometida en la persona de una infeliz e indefensa mujer. Junto a Sandino 291 Grande hombre de Centroamérica El general Manuel Girón Ruano era el hombre más ilustrado de todos los componentes del ejército libertador de Nicaragua. Educado en el Instituto Politécnico de su país, Guatemala, abrazó la carrera que creyó más bella, la militar, en la que alcanzó el grado de coronel. Refinado en sumo, hablaba a perfección el inglés y el francés. Entusiasmado por la nobleza de la causa que animaba a Sandino, abandonó su posesión y familia, de la buena Guatemala, y se incorporó a las filas de la libertad de Nicaragua. Por su valentía desarrollada en los combates librados por estas, se le confirió el grado de general de división. Largo fue el tiempo que sirvió en tan noble ideal hasta que cayó prisionero en manos de los soldados norteamericanos. Encadenado, le piden que los guíe al campamento general. Y Girón Ruano, militar pundonoroso, no se prestaba a la traición, por lo que atándosele a un árbol en el lugar denominado Quebrada de Oro, fue ejecutado con fusilamiento, muriendo con la dignidad que corresponde a un hombre de sus elevadas condiciones. Y les vomitó a sus enemigos instantes antes de recibir la descarga que le privó de la vida, la frase de: «¡En la jugada he salido ganancioso. Ustedes con fusilarme solo matan a un hombre y en condiciones indefensas, yo en cambio, en desiguales combates, he matado a cientos de ustedes!». Al conocer Sandino la fatal suerte de Girón Ruano, comentó: «No solamente la causa libertadora de Nicaragua sino Centroamérica ha perdido un gran hombre». Luego, encontrándose el héroe en Mérida, Yucatán, México, dispuso que su capitán ayudante buscara en el archivo del ejército toda la correspondencia que se tuviera del general Girón Ruano, la que hecha un paquete se la envió a su viuda para que la conservara como recuerdo de su glorioso compañero, héroe y mártir, que se regaló de alma y cuerpo a la causa de la libertad de América. APÉNDICE Cartas inéditas Se incluyen varias cartas relacionadas con el general Sandino: La primera, una carta de amor a su novia en Niquinohomo, escrita desde La Ceiba, Honduras, en 1922; las otras, varias a su hermano Sócrates Sandino (coronel del ejército libertador, y muerto junto con él la trágica noche de febrero en Managua); y finalmente una de su padre, don Gregorio Sandino, donde relata la llegada del héroe a su pueblo natal. 295 296 Gregorio Urbano Gilbert HONDURAS SUGAR & DISTILLING CO. Capital Pagado 250,000.00 oro Propietarios de Gran Central «Abeja» y destilación Situados en Dutuville Haciendas, Palmyra, Montecristo, Corinto y Victoria La Ceiba y Dutuville, Honduras, 3 de junio de 1922 Sta. Mariíta S. Sandino La Victoria Amor mío: estoy cumpliendo un año de estar ausente de ti vida mía; pero ese año de dura ausencia ni veinte más podrían ser suficientes para que en mí pueda disminuir el invariable amor que te profeso. Este año de triste ausencia no ha sido más que un año de remordimientos para mí, ha sido un año de innumerables aventuras; no puedes tú, ni quien no ha aventurado, comprender lo duro que es aventurar. No tomes por el lado desfavorable para mí la palabra de aventurero, pues eso puede llegarlo a ser cualquier hombre que las circunstancias se lo obliguen. También debes tener presente que el que ha cruzado por tales caminos, es cuatro veces más hombre que los que si alguna vez han salido han sido respaldados por la opulencia, y por eso es que todo aquel que ha cruzado por caminos tan difíciles se cree cuando está junto a esos pajaritos que aún no saben lo que es mundo, como con el orgullo que se pueda sentir un billete de a 100 dólares ante unos centavitos de cobre. Mariíta: yo me siento muy apenado cuando recuerdo de las cartas que te he mandado y que no me las contestaste, y tu silencio me ha obligado a que yo me forme una porción de conjeturas. Junto a Sandino 297 Yo soy muy malicioso, y cuando tengo mis horas de meditación me he logrado el imaginarme cuánto Uds. pueden pensar de mí. Voy a referirte cuanto me supongo que dicen. Por ejemplo tú piensas esto: Este ha sido mi dolor de cabeza, es un embustero; también puede ser que me quiera, pues ya han transcurrido algunos años y no me olvida, pero mi mayor tuerce es que aún no lo quiero mucho, pues yo creo que no volverá y es mejor que no le honre con el contestarle porque de lo contrario él seguirá de necio y… tal vez yo pierda, sí si no sí, no sí… es mejor que lo olvide; ¡hay Dios concédeme lo que te pido! no, no, este ya no, ¡me pesa! me arrepiento hasta… Otra cosa, ¿y de qué me he enamorado yo? él, no es un tipo, él no es rico y, sobre todo, se fue… pero ¡es mejor, es mejor! ¿y si vuelve? pues no le haré caso, sí, sí, estoy resuelta y qué me importa que se quiebre la cabeza pensando en mí este tonto. Lo que dice entre sí, tu apreciable papá: Ese no sirve para mi hija, ella no me estorba y para qué la voy a sacrificar con ese vago que ya no le gusta estar en su lugar y es seguro que la locura que hizo fue intencional para irse, no, no, no hay modo que yo consienta el que le contesten a ese vago, perverso, engañador. Lo que dice tu abuelita: Yo no digo nada, lo único que digo es que él no es malo y que si se hubiese casado, él pues fuera un espléndido marido, pero la tuerce lo persiguió. Lo que dice tu mamá: Ese no vuelve, ya le gustó la vagancia y comprendí que era un mentiroso. Lo que dice tu tiíta Mariíta: Yo no creí que se casaran pues siempre a él lo miré muy informal. Meteíto y Zoilita, estoy seguro que no estiran ni jalan, cuando mucho en veces dirán que se alegran y en veces que pobre yo. Esto es cuanto me imagino de Uds. A ti te ruego que me perdones si mis malignas conjeturas te ofenden y deseo que sepas que mientras yo viva no te olvidaré. Saludes a quienes miento en mi maliciosa carta. 298 Gregorio Urbano Gilbert Tú vida mía, tu ángel mío, recibe un sin fin de besos y abrazos de tu AUGUSTO Maya mía, si me quieres saluda a mi papá en mi nombre, lo mismo que a mi mamá y por eso te doy un beso más. Adiós. Tuyo. 299 Junto a Sandino PRESO EN HONDURAS El Salvador, La Unión, 21 de octubre de 1930. Sr. Dn. Gregorio Sandino, Niquinohomo, Nicaragua. Mi adorado papá: De Tegucigalpa, le escribí a mi mamá participándole que me encuentro en la referida ciudad en comisión de nuestro Ejército. Hoy lo hago contigo para manifestarte el resultado de mi misión que fue un ligero fracaso, debido al detectivismo yanqui, como al que la Legación nicaragüense tiene es este país, pues bien: en esa ciudad fui capturado el día 19 del corriente mes por el propio jefe de la Policía, Cnel. Marcos Gutiérrez, quien me expresó su pena por el ultraje de que era víctima, excusándose que él no tenía nada que hacer en mi asunto sino que cumplir órdenes del presidente de la República, por quejas que este tenía de la Legación de Nicaragua y gringa, contra mí, manifestándome a continuación, que tendría que ser deportado para lo cual ya tenía todo listo. Efectivamente esa misma noche salí escoltado por un pelotón de policías hasta San Lorenzo, de aquí a Amapala, de este a La Unión, donde me encuentro sin un centavo. Yo pienso escribirles de Costa Rica, que es donde me quiero dirigir para que a este lugar me manden dinero y en la forma que yo les indicaré, pues estoy completamente sin un quinto y sin ropa, pues toda me la robaron en Honduras. Con recuerdos a toda la familia me firmo de Ud. y de mi mamá, su hijo que no los olvida nunca. SÓCRATES 300 Gregorio Urbano Gilbert VIAJE FORZADO DE GUATEMALA HASTA SANTA FE San Salvador, 10 de febrero de 1931. Sr. Don Gregorio Sandino Niquinohomo, Nicaragua. Mi querido papá: Hasta hoy me doy gusto de escribirles después de largo silencio debido a mi situación un poco desfavorable por los múltiples incidentes de que he sido víctima, después de mi paso por tierra nicaragüense. Como les participé en vez pasada, salí de este país con rumbo a México, pues la vida en esta se hacía difícil dada la situación política por que atravesaba con la agitación electoral y la crisis que pesa hoy en día sobre el mundo entero; lo que me convenció que se me hacía difícil un campo para cualquiera de mis actividades, dando por resultado mi partida ya expresada. De Guatemala las escribí poniéndoles al tanto de mi permanencia en ese país hermano. Estando, como les dije, en Guatemala y casi de incógnito para evitar molestias, pues también aquí la política caminaba quizás peor que en El Salvador, a pesar de que todo estaba en calma pero por debajo todo olía mal, según los rumores que corrían y que más tarde fueron comprobados. En ese estado de cosas caminaba todo el tiempo, hasta el día 9 de diciembre por la noche del pasado año, como a las 10 y media, hora en que regresaba a mi domicilio y al momento de abrir la puerta de mi pieza fui sorprendido por dos gendarmes quienes en términos corteses me insinuaban que les acompañara a la 3ra. demarcación de Policía. Ya en este lugar fui registrado de los pies a la cabeza, siendo despojado de todo lo que en mis bolsillos poseía, enterándome asimismo, de que era preso por orden directa del director general Herlindo Solórza- Junto a Sandino 301 no. Al día siguiente 10, y como a las nueve y media de la mañana, fui llevado a la Dirección General en presencia del subdirector Archila, quien me interrogó de una manera tirana y hostil. A continuación fui conducido en un auto a mi habitación, la que fue cateada minuciosamente y registrada hasta la última gaveta de las mesas que ocupa de sala, tocador, dormir y de mi máquina de escribir, volviendo nuevamente a mi bartolina de preso. El día 11 como a las cinco de la mañana fui nuevamente sacado, me entregaron la poca ropa que tenía en mi valija, pues la demás estaba donde el sastre que me la limpiaba y la lavandera que hacía el mismo oficio, cinco dólares del dinero que me quitaron, mi reloj y mi máquina de escribir, haciéndome firmar recibo de lo entregado pues no quisieron darme constancia de 60 dólares que se robaron. Me pusieron esposas y me sacaron como un criminal, a pie, un comandante y cinco gendarmes, destino a una estación donde tomamos el tren que nos condujo a Zacapa, de aquí en el tren de las 8 de la noche salí a Chiquimbula, donde permanecí en la cárcel cuatro días, el 13, de mi prisión pude darme cuenta que el gobierno de Chacón había sido sustituido por el de Palma. Seguí mi camino a pie pues me sacaban desterrado por la frontera de Honduras, lugar montañoso y poco traficado, cruzando grandes montañas, pasé por Esquipulas, donde con el dolor de mi alma vendí mi reloj en 16 pesos plata, para poder comer y seguir a mi destierro por tan terrible y peligroso lugar (reloj que en New York me costó 35 dólares). En Esquipulas me concedieron visitar la basílica y adorar al santo milagroso, la fiesta se aproximaba, por tal motivo principiaban a llegar los romeros. De aquí fui sacado por un resguardo que me botó en el corazón de la montaña, en la mera frontera de Honduras y Guatemala, en el centro de la cordillera del Merendón. Aquí me encontré con unos contrabandistas que regresaban de Guatemala, quienes me facilitaron bestia y me dieron comida hasta llegar a Sata Fe, primer pueblo hondureño en el departamento de Ocotepeque. Era el 12 cuando llegué aquí, vi la bandera a media asta, me informaron que era el centenario 302 Gregorio Urbano Gilbert de la muerte de Bolívar, ¡y me sentí, a pesar de mi gran agobio, y lo maltratado de mi cuerpo, feliz! ¡Qué paradójico! En Ocotepeque permanecí un día, vendí unas cuantas chucherías para seguir mi camino. Llegué a La Reina, pueblo de El Salvador en el departamento de Chalatenango, aquí supe que Palma había caído del poder de Guatemala, que el director de la Policía, Solórzano, había llegado antes que yo, emigrado a territorio salvadoreño, ¡se encontraba en Santa Ana y que Archila, el subdirector, había sido muerto en las calles de Guatemala! ¡Qué efímeros los poderes humanos! El 24 en la mañana llegué a esta ciudad completamente en lipidia. Lo primero que hice fue empeñar mi máquina de escribir para ponerme un poco decentón, pues mi estado era simpático, me encontré con un buen amigo, me bridó hospitalidad (él está actualmente en Guatemala pues era emigrado del antiguo régimen), por la noche salimos juntos y tomamos unas copas por nuestros seres más queridos y por el muchacho que nacería una hora más tarde para redimir a la humanidad… Papá, como les he hablado anteriormente, no quería escribir sino cuando me encontrara en una situación favorable cosa que se me ha hecho imposible dado los motivos en que se encuentra este país, no he podido encontrar nada que hacer, a pesar de mis grandes esfuerzos, por lo cual le suplico que me giren inmediatamente dinero a José Gilberto Amaya, 2da. Calle Oriente No. 33, San Salvador, que esto sea lo más pronto posible telegráficamente. Amaya es amigo mío, quizás el único que aquí tengo, este acompañó a Augusto cuando pasó por aquí rumbo a Las Segovias. Cuando manden el dinero que sea girado de Managua y por medio de otra persona que no sea ninguno de ustedes. Con recuerdos a todos los de esa mi casa y amigos que me recuerden. Me firmo de usted y mi mamá con todo el corazón de su hijo, SÓCRATES Junto a Sandino 303 SANDINO HERIDO San Salvador, 9 de marzo de 1931. Señora doña América de Sandino Niquinohomo, Nicaragua. Mi adorada y querida mamita: Hasta hoy me doy el gusto de contestar su apreciable y distinguida cartita, lo que no había hecho antes debido a mi mal estado de salud e indecisión en que me encuentro dado a mis múltiples contratiempos con que he tropezado desde mi salida de México, y que en carta anterior les manifesté en síntesis y de la manera más espontánea sin omitir detalles. Recibí los cincuenta dólares, que por medio del compañero José Gilberto Amaya me enviaron y que me han sido muy útiles, pues con ellos he podido cancelar un poco mis deudas. De Augusto he estado siempre al corriente de los correos que han llegado del campamento, he tenido las mejores y más halagadoras noticias, una de ellas es que de la herida que recibió en Saraguasco ya está completamente restablecido, pues camina con toda firmeza, esto es satisfactorio pues temíamos que quedara impedido por toda la vida, dados los informes recibidos y de la proporción de esta herida. Teresa Villatoro, mujer de Augusto, se encuentra en esta. Al recibirles me siento muy triste, muy triste, siento la nostalgia de todo lo que es mío en esa, el cariño de ustedes y todo lo que forma ese mundo ideal que es mío también, me llena el alma de profundas meditaciones que al martillar constantemente sobre el yunque de mi sensibilidad me vuelve más triste aún, sintiendo el verdadero deseo de volar hacia ustedes para convivir juntos aunque sean unas horas de felicidad. Usted y mi papá reciban el corazón de su hijo. SOCRATES SANDINO 304 Gregorio Urbano Gilbert CON SANDINO EN LAS MONTAÑAS El Chipotón, 23 de julio de 1931. Señor don Gregorio Sandino Niquinohomo, Nicaragua Mi adorado y querido papá: Te escribo del centro de estas montañas segovianas, donde está representado el honor nacional y el de la raza en general. Estoy feliz al encontrarme al lado de Augusto y de sus bravos soldados, así como en la grata compañía de Blanquita, quien después de tantos sacrificios ha venido a correr la suerte de su marido y a poner su contingente en esta lucha libertadora. Todos estamos buenos y contentos y abrazamos a todos los de esa nuestra casa con el corazón en nuestras manos. Aquí en el campamento general se han recibido más halagadoras y buenas noticias, nuestro ejército ha triunfado en todos los sectores de lucha, lamentando únicamente la muerte de nuestros hermanos de lucha generales Pedro Blandón y Miguel Ángel Ortez y Guillen, después de haber infringido fuertes derrotas a los invasores. Yo estoy aquí desde el martes 21 del corriente mes después de haber dilatado un mes de camino de El Salvador acá. Salí de San Salvador el día 19 del pasado mes, por tierra hasta llegar a Tegucigalpa, donde permanecí veinte días escondido porque la policía hondureña me perseguía, hasta que venciendo mil dificultades puede llegar a Danlí, casi en la lipidia. Alfredo Zambrana me dio prestado veinte y cinco dólares, lo que les suplico que los paguen inmediatamente o tan luego puedan, girados a Danlí (Honduras), cosa esta que agradeceré infinitamente. Junto a Sandino 305 Aquí estamos encantados de la vida como generalmente acostumbra a decir Augusto, y que ha hecho de esta frase un refrán en el ejército, algo así como un término oficial. Cuando nos escriban que sea a Madalina Berríos, recomendado a J. Francisco Berríos, San Rafael del norte, de la misma manera que siempre lo han hecho, de sobre sobre sobre. Con recuerdos y abrazos a todos los de esa casa, en especial a mamá de parte de Augusto y de Blanquita, quienes los recuerdan con cariño en las horas más intimas. Usted y mi mamá reciban el corazón. SÓCRATES SANDINO 306 Gregorio Urbano Gilbert ANUNCIA EL VIAJE DE SANDINO A MANAGUA Santa Cruz, 13 de mayo de 1933. Sra. Doña América de Sandino Niquinohomo, Nicaragua. Mi adorada mamita: Te escribo desde este apartado lugar del río Coco, con el fin de mandarles a través de estas líneas todo mi cariño al par de mi recuerdo siempre fijo en ustedes. Por de pronto, me encuentro sin novedad y asimismo son mis deseos para ustedes. Próximamente llegará Augusto a Managua y probablemente llegará a esa. El viaje lo hará de incógnito y de la manera más rápida, como él sabe hacerlo, se lo participo para que estén listos y lo esperen como él se merece; irá en compañía de dos ayudantes de su plena confianza y oficiales de nuestro ejército. Con el general Peralta que quizás llegue a esa, espero me manden dos libros que pueden comprar en Managua o Granada, ellos son: “Doña Bárbara” y “La Vorágine”. Con mis recuerdos sinceros para todos los amigos de ese pueblo, con especialidad para Rosita Noriri, Anita, Tona, así como para Graciela, Migdalia y Sara María. Para los niñitos Orlandito y Zoilitamérica, muchos besos. Para usted y mi papá todo mi cariño. Su hijo. PATRIA Y LIBERTAD Sócrates Sandino PD: Si encuentran el libro «Plan Quinquenal», de José Stalin, se lo agradecería me lo manden que es un plan económico al cual se ha sometido la Unión Ruso Soviética, y que me será de gran importancia conocer. Vale. Junto a Sandino 307 Carta de don Gregorio LA LLEGADA DE SANDINO A SU PUEBLO Señor don Sócrates Sandino Santa Cruz Río Coco. Querido hijo: Con gran placer te escribo participándote que toda nuestra familia está buena y así espero Dios mediante te encuentres en unión de tus compañeros para bien de nuestra amada Nicaragua. Como la prensa y el público empezó a decir que Augusto iba a revolucionar a Nicaragua vine a Managua y le dije al señor presidente que no diera crédito a lo que se decía y que si él quería conferenciar con Augusto yo lo vendría a llevar a San Rafael, él me dijo que aceptaba el ofrecimiento y a los cuatro días después me llamó. Inmediatamente vine a San Rafael y el siguiente día nos fuimos a Managua y fuimos recibidos cordialmente por todos los familiares y el propio presidente. El propósito de Augusto era que si no se ponían de acuerdo salir para Panamá y la Argentina, pero todo lo que dijo Augusto el señor presidente dijo que sí, es decir enteramente de acuerdo y hasta recalcó que la presencia de Augusto era necesaria en Las Segovias para sostener el gobierno, así es, una cajeta. Nos puso a nuestra órdenes el carro presidencial para irnos a Niquinohomo y llegamos a las nueve de la noche pero de antemano había yo avisado a tu mamá que no dijera a nadie de nuestra llegada pues así lo quería Augusto, sorprender a los habitantes para apreciar mejor y gozar de la impresión después de 12 años de no verlos y así fue. América alistó la casa y comida, diciendo que Lola de Salvatierra y sus amigas llegarían. Cuando el carro se paró corrieron todo los que esperaban en cuenta a Lolita Espinoza, quien 308 Gregorio Urbano Gilbert está de paseo, al encuentro de nosotros, salieron todos y oh sorpresa, todos prorrumpieron en brincos y gritos de alegría, todo fue oírse las exclamaciones y todo el pueblo se desbordó en manifestaciones de alegría, pitazos del trillo de Briceño, repiques de campanas, disparos de bombas, cohetes y de armas de fuego. A continuación llegó un auto, con los estudiantes de la huelga de hambre y los corresponsales de los periódicos y el padre Kiene. Este tomó la palabra y después los estudiantes y periodistas haciendo grandes elogios de Augusto y su campaña. Ahora sé que el doctor Espinoza en un banquete que el ministro americano le dio a Espinoza, dijo doctor yo sé que el pueblo nicaragüense lo quiere y es necesario que usted aproveche ese cariño, también la guardia nacional apoya a Espinoza y esa es la zozobra en Managua, pero Augusto ha manifestado que cualquier movimiento que haya en contra del Presidente él lo repelerá y suponiendo secuestraran o expatriaran al señor Presidente él lucharía hasta restaurar la paz, entonces llamaría y colocaría al señor Sacasa en la presidencia hasta que concluyera su período. Te pongo al corriente de lo que se dice para que estés entendido. Tu papá que siempre está pendiente de ti, GREGORIO SANDINO Junto a Sandino 309 CON SANDINO EN EL CORAZÓN DE LA MONTAÑA Carleton Beals es el único corresponsal americano que ha logrado entrevistar a Sandino. Enviado por The Nation al campo de operaciones, Beals logró atravesar la frontera de Honduras, burlando a las tropas de esa nación encargadas de impedir la comunicación por ese lado con el defensor de la autonomía de Nicaragua. En un lenguaje pintoresco y sencillo, como debe ser el del periodismo moderno, Mr. Beals refiere las pericias que tuvo que pasar antes de llegar a la presencia del rebelde más famoso de los últimos tiempos. «Sandino —dice The Nation— podrá estar fuera de la ley, pero es indudable que pertenece a la raza de los George Washington y de otros grandes rebeldes de la historia. Es posible que muera asesinado en su propio territorio por los marinos de los Estados Unidos; pero entonces habrá de volverse figura legendaria para los latinoamericanos». La presente entrevista no es sino una parte de la interesante colección de Mr. Carleton Beals. 310 Gregorio Urbano Gilbert EL UNIVERSAL ILUSTRADO Tomo I, Núm. 569 Pág. 23. Col. 1. 5 de abril de 1928. San José de Costa Rica, marzo 4 (vía Tropical Radio Telegraph Company) No obstante que el viento soplaba con fuerza sobre Remango (una de las avanzadas principales de Sandino, desde el principio de las hostilidades), nosotros dormimos confortablemente esa noche en uno de los cuarteles. Los soldados estaban tan despreocupados como si el enemigo se hallase a mil leguas. Los cuarteles eran altos, cubiertos con techos de paja y sostenidos por grandes postes. En un extremo se veían varias mesas de cocina hechas de troncos partidos por la mitad o de una piedra montada sobre pieles crudas clavadas que protegían contra el viento. Las soldaderas habían levantado en un rincón un altar a San Antonio, el cual se hallaba decorado con papel de seda y estaba alumbrado por una lámpara de carburo. Un bebé chillaba dentro de una hamaca de sisal. Los soldados, sin abandonar su rifle, se reunían en grupos, relatando el ataque a Ocotal, la sorpresa a los gringos y en Las Cruces, el incendio de la hacienda de El Hule, y la violación de mujeres por los odiados yanquis. Sin embargo, aquí, en medio del cuartel, se hallaba uno de esos gringos odiados viviendo con toda comodidad. Otros, sentados en troncos de madera aserrados, leían. A la luz de los hachones de ocote, novelas, el último número de Ariel o periódicos extraviados. Un hombre con tipo negro hacía el amor a una soldadera que mostraba una peineta sembrada de diamantes. Otro, vestido de manta, sucia por el uso, asaba carne, usando su banqueta como asador. Una guitarra acompañaba una canción de sabor whitmanesco, dedicada a Sandino con música de La Casita mexicana. Casi toda la noche bailamos Junto a Sandino 311 al son de aquella música, en una atmósfera babelesca en que se confundían los olores de la música, el humo, la llama y el color. Sandino había sacado casi todas sus mulas y caballos de Remango, pero el capitán Altamirano se arregló de manera para conseguirnos tres cabalgaduras para Sequeira, Colindres y yo. El mío era un caballote blanco, asmático y sarnoso. Era más tranquilo que una vaca y las espuelas y látigos le tenían sin cuidado. La bestia se cayó dos veces al resbalar sobre el camino fangoso de Remango y estuvo a punto de arrojarme por una ladera. En vista de ello dispuse hacerme el camino a pie, con el lodo hasta los tobillos. Gradualmente fuimos bajando el camino lodoso y difícil de la serranía que conduce hasta los valles tributarios del Coco Segovia en donde el clima frío de las alturas se torna cálido. Para poder evadir Quilali, que por entonces estaba siendo arrasado por los americanos hasta hacerlo desaparecer del mapa, dimos una gran vuelta por detrás de unas colinas desprovistas de vegetación, en medio de un calor infernal. La primera noche de viaje, nos hospedamos, antes de llegar a las márgenes del Coco Segovia, en la casa de una señora cuyo hijo había sido muerto por una bomba de un aeroplano. La pobre mujer decía: «Le hicimos un ataúd muy pequeño, señor, porque la explosión le cortó las dos piernas». A la mañana siguiente subimos por el río, desayunamos y nos detuvimos en el retén del coronel Guadalupe Rivera, un hacendado rico que había convertido su propiedad, Santa Cruz, en una de las avanzadas de Sandino. El bosque espeso, húmedo, goteante. Un soldado arranca un ramo de orquídeas rojas que al precio de Nueva York valdría veinte dólares cuando menos y lo coloca en su sombrero. Verdaderos ejércitos de monos pasan chillando a nuestro lado y haciéndonos muecas. Del fondo de la selva obscura surgen los rugidos de los leones. Las guacamayas tiñen el cielo de carmesí entre gritos salvajes. Subimos y subimos por el río hasta Yalí, 312 Gregorio Urbano Gilbert y por fin después de una noche de viaje a caballo por un camino en donde las bestias se hunden hasta el pecho en el lodo, llegamos cerca de Jinotega. A pocas millas de Jinotega, en donde hay un puesto de marinos, nuestro grupo de treinta hombres armados se lanza audazmente en pleno día y recorre las haciendas ricas en ganados y caballos salvajes, cuidando de explorar ocasionalmente el cielo por temor a los aeroplanos. Aquí los soldados señalan las casas de los cachurecos (conservadores) y confiscan sus caballos y sillas. En todo mi viaje, fue la única requisición violenta que observé. En una casa de campo marcada por los proyectiles durante la primera fase de la lucha, Sandino tenía su cuartel general. Habíamos sabido que acababa de llegar a San Rafael del Norte y despachamos un correo. A las ocho de la noche, el coronel R., enviado por Sandino, llegó hasta nosotros con un mensaje envuelto alrededor de su lámpara de bolsillo y nos dijo que podríamos llegar a San Rafael en dos horas de viaje rápido. Inmediatamente nos pusimos a ensillar nuestras cabalgaduras y salimos en medio de un fuerte viento, el correo de Sandino, Colindres, Sequeira y yo. El coronel R., con la cabeza agachada, me cuenta a gritos que hace unas cuantas semanas llegó a San Rafael una misión de cuáqueros, encabezada por Sayre y Jones, la cual no pudo ver a Sandino. «Sandino —declara— no quiere recibir a ninguno que venga del lado americano». En una vuelta del camino aparece ante nuestros ojos, por el lado de la montaña, una hoguera. Pronto nos hallamos frente al primer centinela. —¿Quién vive? —Nicaragua. —De la contraseña. —No vender la patria. —Avancen uno por uno y dense a reconocer. Junto a Sandino 313 Un soldado joven, bajo, vestido de gris y con anteojos ahumados me toma del brazo y me dice en buen inglés: «You are the American. A warn welcome, sir». Pocos minutos después cruzábamos por la calle principal. En cada esquina, el mismo ¡quién vive!, ilustrado por negros cañones de rifle que se atraviesan en nuestro camino y luego la intimidación final: «Avancen uno por uno, pegándose a la pared». Cada vez que cruzamos por un cuartel, los soldados se ponen de pie, a la voz de ¡firmes!, y se echan el rifle al hombro a nuestro paso. Después de ser detenidos varias veces, llegamos al cuartel general. Los cornetas tocan silencio. Indudablemente las tropas de Sandino están bien disciplinadas. El coronel Estrada, del Estado Mayor de Sandino, nos informa que el general no puede vernos sino en la mañana. Nos sentamos en medio de una sala amplia, desprovista de muebles, entre oficiales del Estado Mayor de Sandino y otros jefes que se hallan a sus órdenes. A mi lado está el general Girón, ex comandante del departamento de Petén, en Guatemala. Es un hombre de unos cincuenta años, que tiene una cara ancha, movible, en medio de la cual lucen dos ojos grises. Al lado de Sequeira está sentado el general Montoya con el cuello envuelto en una bufanda, pues tiene fiebre. Entran dos soldados y nos registran. A mí me quitan mi cámara y a Sequeira su pistola, cosa inexplicable. Pero el coronel Estrada ordena que se nos devuelvan, con mil excusas. Después de las formalidades acostumbradas se nos lleva a cenar a la once y media. El coronel sugiere que mandemos una nota a Sandino diciéndole que estamos a su disposición, y preguntándole si no tiene inconveniente en recibirnos la misma noche. El general manda a decir que tiene catarro y ruega lo veamos… a las cuatro de la mañana. Por fin, se retiran los oficiales. El coronel R., y su bella esposa, para entretenernos sacan un álbum familiar y nos lo muestran. Lo hojeamos, entre bostezos. Es una serie muy interesante de fotografías en que está el bombardeo de Chinandega por los 314 Gregorio Urbano Gilbert pilotos americanos. ¡Horribles escenas, en verdad! Una calle entera convertida en ruinas y sembrada de cadáveres. Un hospital destruido, mostrando los cuerpos hechos trizas de los enfermos. Un banco con su caja volada por la dinamita. Después de dos horas de sueño, me despierta el clarín; busco apresuradamente mis fósforos y mis zapatos. Es la hora de la cita. En menos de media hora estoy en la oficina de Sandino, situada en uno de los cuarteles principales y alumbrada por una lámpara. Sandino nació el 19 de mayo de 1893 en el pueblo de Niquinohomo. Es bajo, de unos cinco pies de estatura. Cuando lo vi estaba vestido con un uniforme café oscuro. En su cuello, anudado, llevaba un pañuelo de seda negro y rojo y en la cabeza un sombrero tejano de anchas alas, echado sobre la frente. Ocasionalmente, mientras conversábamos, se echaba el sombrero hacia atrás, y arrastraba la silla hacia mí. Su cabello negro, su frente amplia. Su cara forma una línea recta desde las sienes hasta la mandíbula. Su mandíbula forma ángulo agudo con el resto de su cara. Sus cejas arqueadas por encima de los ojos negros, sin pupilas visibles. Sus ojos tienen una extraña movilidad. Carece de vicios, tiene un sentido inequívoco de la justicia y compadece a los soldados humildes. Uno de sus dichos más comunes es: «Tantas batallas nos han hecho duro el corazón, pero han fortalecido nuestro espíritu». Es indiscutible la primera parte del epigrama, porque todos los soldados y oficiales con quienes hablé están inspirados por una franca afección y una ciega lealtad. Sandino les ha contagiado con su odio mortal a los invasores. «La muerte no es más que un momento de disgusto y no vale la pena tomarlo seriamente», repite a cada rato a sus soldados. O bien: «El que teme a la muerte se muere más pronto». Hay algo de religioso en la ideología de este hombre. Muy a menudo Dios figura en sus frases. «Dios es el que dispone de nuestras vidas», o bien, «Ganaremos, Dios mediante», o «Dios y las montañas son aliados nuestros». Sus soldados repiten muy a menudo estos dichos. Junto a Sandino 315 En nuestra entrevista, Sandino habló de algunas batallas libradas cerca de El Chipote. Sostuvo que habían muerto allí alrededor de 400 marinos. Esto, desde luego, es una exageración. El general Feland insistía en que solo habían muerto 17, pero estoy convencido, después de hablar con muchos oficiales de marina, de que las bajas de los americanos fueron entre 40 y 60. Después de referir en qué forma habían sido bajados algunos aeroplanos, Sandino me presentó sus demandas en la lucha presente. «Primero: evacuación del territorio de Nicaragua por los marinos; segundo: el nombramiento de un presidente civil, que sea imparcial para los partidos y que sea escogido por los representantes de todos ellos; tercero: elecciones vigiladas por Latinoamérica». «El día en que se cumplan esas condiciones —declara Sandino— cesaré inmediatamente en las hostilidades y desbandaré mis fuerzas. Por lo demás estoy resuelto a no aceptar ningún puesto en el gobierno ya sea o no de elección popular. Tampoco aceptaré pensiones o sueldos, lo juro. No aceptaré regalos de nadie, ni hoy ni mañana, ni pasado mañana, ni nunca». Se levantó y anduvo paseando por la sala, mientras repetía estas palabras. Con vehemencia: «Nunca, nunca aceptaré un puesto público. Sé ganarme la vida, modestamente para mí y para mi mujer. Mi oficio es mecánico, y si es necesario volveré a él. No volveré a tomar las armas contra los liberales ni contra los conservadores, ni tampoco en luchas civiles. Solo en caso de invasión por el extranjero. Hemos tenido que pelear porque los demás líderes nos traicionaron, se vendieron al enemigo o doblaron el cuello por cobardía. Estamos peleando en nuestra propia patria por nuestros derechos, que son inalienables. ¿Qué derecho tienen las tropas extranjeras de llamarnos bandidos y de decir que nosotros somos los agresores? Estamos en nuestra casa. No nos resolveremos a vivir cobardemente en paz mientras haya un gobierno puesto por las naciones extranjeras. ¿Se llama esto patriotismo, o no? Cuando 316 Gregorio Urbano Gilbert el invasor sea vencido como tiene que serlo, mis hombres se contentarán con sus pedazos de tierra, con sus herramientas, con sus mulas y sus familias». San Rafael del Norte es una pequeña ciudad con casas de adobe, cubiertas con tejas, situada en el flanco derecho del camino de Yalí, departamento de Nueva Segovia. Se encuentra en una cañada angosta por en medio de la cual pasa un riachuelo que baja de la montaña. Al otro lado de la vertiente, cruzando la alta cumbre de la montaña de Yucapuca y un pequeño valle populoso, está Jinotega, capital del departamento. Hacia el sur se hallan los departamentos de Estelí y León. Toda esta región es propicia para la guerra de guerrillas y de origen liberal. No se necesita más que un pequeño éxito de Sandino para que encienda toda en rebelión. Aquí y allá, aisladas en medio de este vasto territorio, andan las partidas de Sandino y más allá hacia la frontera de Honduras, cerca de Chinandega, la guardia local no hace un mes que huyó, uniéndose a Sandino. De ese modo, San Rafael es un punto de partida ya sea para el oeste, que es donde estamos o hacia el sur, en donde se hallan Jinotega, Matagalpa y el disputado Muymuy, en donde las fuerzas combinadas de Díaz y los marinos no pudieron contener al ejército liberal, antes del arreglo Stimpson-Moncada. Sandino ha escogido la segunda ruta por conocerla mejor, como que es la tercera vez que se lanza por ella. Cerca de San Rafael se ven aún las zanjas cavadas por las fueras liberales en previos combates y cerca de Yucapuca hay trincheras de piedra a lo largo de toda la montaña. El mismo San Rafael está de parte de Sandino y le conoce desde hace mucho tiempo, fue aquí en donde, hace un año, contrajo matrimonio con la telegrafista local Blanca Aráuz, en la pequeña iglesia blanca que se halla en la plaza. Como he dicho antes, llegué a presencia de Sandino a las cuatro de la mañana. Mientras hablábamos, su gesto más frecuente era el del movimiento del dedo índice; invariablemente se inclinaba, hacia adelante mientras hablaba; uno o dos veces se puso Junto a Sandino 317 de pie dando más fuerza a sus palabras con un movimiento entero de su cuerpo. Su expresión es fluida, precisa, modulada; su voz es clara. Durante las cuatro horas y media que estuvimos conversando no le vi una sola vez titubear en busca de una palabra. Sus ideas están epigramáticamente ordenadas. No había lado del problema nicaragüense que eludiera tratar. En cuestiones militares le encontré seguro, aunque un poco fanfarrón y exagerado en cuanto a sus éxitos. Sin embargo, es excesivamente astuto, conoce bien el país y considero difícil sacarlo de allí. Con guardar a su espalda la parte montañosa del norte y del este, no puede ser cortado por dos mil quinientos marinos, ni por cinco mil. En cambio, se halla capacitado para moverse libremente hacia adelante y hacia atrás a lo largo del área en que se unen estas montañas, desde Muymuy hasta la frontera con Honduras; es decir, más de la mitad del camino a través de Nicaragua, con suficientes elementos de vida, por ser un lugar muy cultivado. Mientras, las tropas americanas, para cubrir la misma región y mantener intacta su línea de comunicación con Managua y León, necesitan moverse sobre un arco media vez más grande. Los soldados de Sandino, acostumbrados a toda clase de fatigas y a comer lo que encuentran, tendrán muchas ventajas durante la futura estación de las aguas. Las tropas americanas, teniendo que operar bajo un clima desfavorable a su temperamento, quedarán completamente aisladas de Managua, León y las ciudades de la costa, pues los caminos se cubren entonces con dos pies de lodo y se vuelven intransitables; no se pueden pasar ni las carreteras de bueyes. La ruta de movilización de los marinos, o sea el largo arco que parte de Matagalpa y rodea Estelí y Ocotal, se volverá cada vez más difícil que ahora, en tanto que Sandino gozará de la estación seca de las montañas, conocidas por él y sus hombres pulgada a pulgada. Como él me dijo: «Esperé en Chipote. Los marinos se concentraron, pidieron elementos, formaron grandes planes para derrotarme y rodearon mi posición. Ahí están todavía. Ahora yo estoy cerca de Jinotega, 318 Gregorio Urbano Gilbert a medio camino del centro del país. Iré más lejos. Cuando ellos se hayan movido acá y traído más tropas, yo ya estaré en el norte, o quién sabe dónde». Indudablemente los marinos se han puesto en ridículo con toda su maquinaria de guerra, su ciencia, sus aeroplanos, mientras Sandino marcha a las regiones populosas del centro, atraviesa dos departamentos, penetra a las fincas de café y se hace de nuevos elementos. El sistema de espionaje de Sandino es excelente. Cuando nos acercamos a Jinotega, el coronel Colindres ordenó a dos soldados que se quitaran sus divisas rojinegras y sus polainas, las envolvieran y se dirigieran a la ciudad de Jinotega para saber lo que estaban haciendo los marinos. No había nada que pudiera identificarlos como soldados de Sandino. En cambio, cualquier extraño tiene que justificar su presencia en el campamento de Sandino. La táctica actual de los americanos para sofocar a Sandino será ineficaz. Las tropas conocen las costumbres de los aeroplanos. Viajan temprano en la mañana y muy tarde, o por la noche, o bien a través de la selva, en donde son invisibles desde arriba. Tanto el general Emiliano Chamorro como el presidente Adolfo Díaz, a quienes entrevisté hoy, son pesimistas respecto a la captura de Sandino, y dicen que solo puede ser vencido por tropas del país, que operen en las montañas sobre el mismo terreno que Sandino, sin las enormes impedimentas y equipos del ejército americano. Hasta hoy, los Estados Unidos han armado seiscientos hombres nativos. Esta fuerza se emplea para guarniciones y está desparramada en pequeños destacamentos por toda la República. Pero los Estados Unidos, que aparentemente favorecen ahora al candidato liberal, Moncada, temen armar a la gente del país que quedará controlada por el partido conservador. La alternativa, según me dijo el presidente Díaz, consiste en mandar tres o cuatro veces más marinos que los que hay actualmente. Así Junto a Sandino 319 la manera apropiada de combatir a Sandino consistiría en organizar pequeñas columnas volantes capaces de exponerse a todo, pues Sandino es muy listo y sabe tenderles emboscadas. Esto quiere decir que Sandino se sostendrá hasta que venga la estación de las lluvias, haciendo imposibles las elecciones y echando a perder todo el programa americano en Nicaragua. «Hemos aprendido muchas cosas del invasor —me decía Sandino—, al principio acostumbrábamos acampar en los sitios abiertos pero vimos que nuestro enemigo ocupaba las casas de los ciudadanos nicaragüenses, y arrojaba a los dueños a la calle. Nosotros dispusimos hacer lo mismo, nada más que para ello teníamos el cuidado de seleccionar las casas de los enemigos de la causa. Sin embargo, no hay necesidad de eso porque el pueblo nos ofrece alojamiento, sabiendo que estamos luchando por la independencia de Nicaragua». «Sí, todo se lo debemos al enemigo. Si no nos hubiesen atacado nuestra condición sería miserable. Pero hemos tomado de ellos todo lo que tenemos. Si no hubiéramos sido atacados, no tendríamos ropa ni munición y habríamos perecido, pero no sabemos vivir como bandidos. No hemos quitado nada a los campesinos. En El Chipote, los campesinos nos llevaban hasta nuestras trincheras ganado y alimento para nuestros hombres. No nos ha faltado nada. ¿Cree usted que si fuéramos unos bandoleros podríamos haber resistido medio año en un puesto fortificado como ese en contra del poder inmenso de los Estados Unidos? En ese caso nadie nos protegería. El enemigo dice: “debe acabar pronto, no tiene municiones, ni armas, ni alimentos” Pero el enemigo olvida que las municiones y las armas nos las da él». Al decir eso, Sandino mandó que me trajeran diferentes clases de armas con la marca reglamentaria del ejército americano: rifles Browning, Lewis, Thompson, ametralladoras. «¿Cree usted que un bandido puede viajar con treinta ametralladoras de equipaje, como no sea en Chicago? En la batalla de Ocotal 320 Gregorio Urbano Gilbert sostuvimos quince horas de combate. En la batalla de Las Cruces disparamos veinte mil cartuchos. No está del todo mal para un bandido». La primera orden de Sandino a su llegada a San Rafael fue que cualquier soldado que tocase algo que no le perteneciera sería pasado por las armas. En mis conversaciones con los tenderos de la ciudad, llegué a la convicción de que las tropas de Sandino están perfectamente bien disciplinadas y tienen todo lo que necesitan. Sandino mismo me dijo: «Un tal coronel Porfirio Sánchez llegó antes que yo a Yalí y levantó contribuciones entre los habitantes de la ciudad. Le di de baja en el ejército de la defensa de la soberanía de Nicaragua, y si lo vuelvo a encontrar en mi camino lo fusilo. El dinero que quitó ha sido restituido. Vea usted este recibo por 2,000 pesos, firmado por Elvira Rodríguez y que yo pagué». «Mi actitud es muy clara. Cualquiera puede seguirme los pasos uno por uno. Nunca sabrán que Sandino ha tomado nunca lo que no le pertenece por derecho propio, que ha faltado a una promesa, que ha marchado de alguna parte debiendo algo. Mis padres eran dueños de tierras. Cuando aún era niño manejé de 15 a 20 mil dólares y nunca toque un solo centavo que no fuera mío. He trabajado honestamente para vivir en muchos lugares, en Bluefields, en Honduras, en Guatemala, en México, en las minas de San Albino y en algunas ocasiones en puestos de responsabilidad». Me mostró el libro de los gastos del ejército. «Todo lo que gastamos figura aquí. Hoy, por ejemplo, le di al coronel Colindres quince dólares, todo lo que tenía por el momento, para que comprara ropa para cinco de sus soldados que le escoltaron a usted desde El Remanso y que llegaron semidesnudos. Le he sugerido que diga al tendero que estamos muy pobres y que nos de la mayor cantidad de artículos por ese dinero, pues de lo contrario tendré que mandar la cuenta al presidente Coolidge, quien ha ordenado la invasión en nuestro territorio». Junto a Sandino 321 DE LA MANIGUA NICARAGUENSA ¿BANDIDO O PATRIOTA? Todo aquel que ingresa al ejército de la defensa de la soberanía de Nicaragua está obligado a firmar una especie de compromiso o pauta redactado por Sandino mismo en El Chipote en septiembre de 1927 y que contiene entre otras condiciones las siguientes: 1.- Defender la soberanía de Nicaragua y obedecer su código militar. 2.- Negarse a obedecer las órdenes de Adolfo Díaz y de los extranjeros, procurando siempre obrar con nobleza. 3.- Defender no solo los liberales sino a todos los nicaragüenses traicionados por el actual gobierno. 4.- Obedecer sin discusión las órdenes del supremo jefe del ejército. 5.- Respetar todos los derechos de los ciudadanos. 6.- No celebrar pactos secretos con el enemigo. 7.- Mantener la disciplina. 8.- No esperar sueldo, únicamente equipo necesario, como ropa, municiones y alimento. 9.- En cambio de todo eso, el jefe supremo del ejército a no contraer compromisos con nadie ni con ningún grupo político. Después de leerme esto, Sandino dijo: —Como usted ve, estamos trabajando para todos los nicaragüenses, conservadores y liberales. El coronel X, por ejemplo, es conservador, pero está convencido de la razón de nuestra causa. Nosotros no queremos más que arrojar al invasor extranjero. —Pero siendo ustedes lo suficientemente fuertes, resulta peor, porque su oposición hace que aumente el número de marinos y que se intensifique la intervención —le dije. —Nosotros —repuso— no protestamos contra la magnitud de la invasión, sino sencillamente contra la invasión. Los Estados Unidos se han metido en los asuntos de Nicaragua durante mucho tiempo. No podemos atenernos a su promesa de que algún 322 Gregorio Urbano Gilbert día saldrán de aquí. Cada día es más pronunciada la intervención. Los Estados Unidos prometieron a Filipinas darle su independencia, pero las tropas americanas siguen en Filipinas y este sigue siendo un pueblo avasallado. Dice usted que los gobiernos de Honduras y de El Salvador me son hostiles. Peor para ellos. Mañana se arrepentirán de su actitud. Todo Centroamérica está obligado moralmente a ayudarnos en esta lucha. Mañana cada país de estos tendrá que sostener la misma lucha. Centroamérica debería unirse contra el invasor en lugar de aliarse con el extranjero. —¿Es cierto —le pregunté—, como se ha dicho, que la mayor parte de su ejército está formado por aventureros de México y de otros países de la América Central? —No. Tengo oficiales de Costa Rica, de Guatemala, de El Salvador, de Honduras, y aun dos o tres de México, que llegaron atraídos por la justicia de mi causa, pero también en minoría. La médula de mi ejército es nicaragüense. He recibido muchos oficiales de afuera, pero en la mayoría de los casos los he despedido. —Nuestro ejército —dijo Sandino— es fiel y experimentado. Se compone de trabajadores y campesinos que aman a su país. Los intelectuales nos han traicionado y a causa de ello hemos tenido que empuñar las armas. Todo lo que hemos hecho se debe a nuestro propio esfuerzo. —¿Y qué hay sobre eso de que dos marinos capturados le enseñaron a usted a hacer bombas? —Mentira de los marinos para disimular su derrota. Es satisfactorio para el orgullo de los Estados Unidos pensar que lo que sabemos nos ha sido enseñado por los marinos… Mire, haga el favor de llamar a nuestro fabricante de bombas —le dice a un ayudante. Poco rato después apareció un hombre joven, quien me explicó que las bombas se hacían envolviendo fuertemente una cantidad de dinamita con cuero crudo y poniendo adentro piedras, Junto a Sandino 323 clavos, pedazos de acero, vidrios, etc. Se me trajo, para que lo viera, una cosa pesada, envuelta en la piel de un animal. Estaba atada con correas de cuero y más que una bomba parecía un osito de esos con que juegan los niños (teddy-bear). Pero se me dijo que sabiéndola arrojar podía destrozar gran parte de una compañía. El fabricante de bombas me explicó también la técnica de los cohetes de dinamita usados para bajar aeroplanos. Sandino me proporcionó una lista de las batallas libradas en los alrededores de El Chipote durante los seis meses anteriores. Sus conclusiones eran exageradas, como lo son las de los marinos y posiblemente más. 1.- El Chipote: veinte norteamericanos muertos. 2.- El Ocotal: ochenta norteamericanos muertos. 3.- San Fernando: derrota de los sandinistas. 4.- Santa Clara: derrota de los sandinistas. 5.- Murra, dieciocho norteamericanos muertos; un soldado se suicidó, dos heridos; se capturó una ametralladora Thompson y once rifles. 6.- Telpaneca: se capturaron muchas armas y muchas municiones. 7.- Las Cruces (cinco combates): de 250 a 300 americanos muertos; se capturó una bandera de Estados Unidos en uno de los encuentros. El abanderado rehusó entregarla y hubo que cortarle las manos con un machete. Era un valiente y merece elogio. 8.- San Pedro de Susucuyan: quince americanos muertos; se capturaron cuatro rifles automáticos. 9.- Zapotillal: fue bajado un aeroplano. 10.- La Conchita: de 60 a 80 marinos muertos. 11.- San Pedro de Hule: no hay datos. 12.- Plan Grande: no hay datos. 13.- Buenavista: derrota de los sandinistas. 14.- Las Delicias: derrota de los sandinistas. 15.- Amucayan: sin datos. 324 Gregorio Urbano Gilbert 16.- Barellal: sin datos. 17.- Santa Rosa: 36 americanos muertos. 18.- El Mantiado: sin datos. Pregunté a Sandino sus razones para dejar El Chipote. —Salimos de El Chipote sin disparar un tiro, sin perder un soldado, ni un rifle ni un cartucho. Los marinos bombardearon la plaza un día después de nuestra partida. Salimos porque los marinos estaban devastando la región y destruyendo las casas de nuestros amigos. Nos estaban perjudicando, no porque nos atacaran directamente, sino porque aterrorizaban a los campesinos que nos proveían de alimentos. Se necesitan muchas provisiones para mantener a un ejército de hombre estacionado en un sitio durante un año. Determinamos llevar la guerra al territorio de nuestros enemigos. La batalla que los marinos ganaron en El Chipote fue falsa. Llamé a mis soldados y les dije que debíamos marchar al interior de Nicaragua para que el mundo civilizado viera cómo se procedía en contra de una nación libre e independiente. Les dije que debíamos arriesgarlo todo y que nuestro lema sería: «Victoria o muerte». Hasta ese momento el éxito había estado de nuestra parte. Después de pasar muchos meses tratando de tomar El Chipote, después concentrar hombres, municiones y elementos de vida en Ocotal, Nueva Segovia, con objeto de lanzar un ataque general, los marinos reciben la noticia de que ahora me encuentro en Jinotega, en el centro de Nicaragua. Ahora ya pueden traer marinos y más marinos a Jinotega, provisiones y más provisiones. Cuando hayan establecido su base y estén listos para el ataque me dirigiré a Matagalpa o Trinidad, o regresaré a Nueva Segovia, o a Muymuy o a León, o a cualquier otra parte. —¿Qué motivo cree usted que tenga el gobierno americano? —El gobierno americano —dijo con una sonrisa picaresca— desea proteger la vida de los americanos y sus propiedades. Pero les aseguro que jamás he tocado un alfiler perteneciente a un americano. He respetado las propiedades extranjeras y ningún Junto a Sandino 325 yanqui que haya llegado a Nicaragua sin armas en las manos puede quejarse de nosotros. —¿Entonces usted cree que eso de la protección de los ciudadanos americanos y la propiedad no es más que un pretexto? —La verdad es que el gobierno americano ha hecho una serie de arreglos muy ventajosos con el régimen que se halla en el poder actualmente y que teme otro gobierno. Pero si yo formara parte del gobierno americano y hubiera forzado al presente régimen a vender los derechos del pueblo nicaragüense, luego que hubiera visto de qué lado estaba la justicia hubiera cedido. Hubiera vuelto sobre mis pasos antes que ensangrentar a un país. —¿A qué clase de arreglos usted se refiere? Entonces tomó la palabra uno de los oficiales de Sandino. —Hay una concesión a una cierta casa bancaria de Nueva York para construir un ferrocarril en la costa norte. La concesión tiene una cláusula que mataría el tráfico del río San Juan. Ahora Greytown es un lugar desierto de donde han huido los habitantes como ratas de un barco que se está hundiendo. Esta concesión y el previo manejo del ferrocarril también arruinaron a muchos cosecheros del centro de Nicaragua, quienes durante todos estos años se han visto obligados a embarcar sus productos en el Pacífico y luego enviarles vía Panamá a fin de que esta casa aprovechara de los fletes sobre el ferrocarril construido. Los costos de transporte se volvieron prohibitivos, de modo de que esta casa y sus socios quedaron en condición de comprar las propiedades de los cafetales arruinados. Además, se daba preferencia en el ferrocarril al café proveniente de las fincas conectadas con dicha casa, haciendo que el otro se pudriera o hubiera necesidad de sobornar a los que controlan la línea para darle salida. Los cosecheros independientes tuvieron que entregar sus fincas por lo que les quisieron dar. El régimen de esta casa bancaria y de aquellos que estaban relacionados con ella arruinaron al país y colocaron las cadenas de una enorme deuda sobre su cuello, impidiendo que durante mucho tiempo progrese. Esta expoliación 326 Gregorio Urbano Gilbert económica sucesiva de nuestro país no puede beneficiar de una manera igual los intereses comerciales de los Estados Unidos. La presencia de los marinos en Nicaragua para apoyar semejantes inquietudes es una traición al pueblo de los Estados Unidos. —¿Y el canal? Sandino dijo: —Se nos han robado nuestros derechos sobre el canal. Teóricamente se nos pagaron tres millones de dólares. Nicaragua, o más bien los bandidos que controlaban el gobierno por esa época, con ayuda de Washington, recibieron unos cuantos millones de pesos que repartidos entre todos los ciudadanos nicaragüenses no hubiese bastado para comprar una galleta de soda y una sardina para cada uno. Por medio de ese contrato que firmaron cuatro traidores, perdimos nuestros derechos sobre el canal. Las discusiones acerca de esta venta se llevaron a cabo dentro de un Congreso espurio, a puerta cerrada, que guardaban soldados conservadores ayudados por las bayonetas yanquis. Mi propio padre fue encarcelado porque protestó contra el tratado Bryan-Chamorro y porque se concedieron a los Estados Unidos derechos navales y militares. Mejor hubiera sido que cada nicaragüense recibiera una galleta y una sardina. Personalmente, yo desearía que el canal fuese construido por una compañía privada, reteniendo el gobierno nicaragüense parte de las acciones en cambio de los derechos heridos, a fin de que tuviéramos una entrada en vez de los préstamos hechos por banqueros en condiciones ruinosas, con lo que se pudiera construir ferrocarriles, escuelas y mejorar de una manera general la condición económica del país. De otro modo los dieciocho años de intervención americana en Nicaragua no han hecho más que hundir al país más dentro de la miseria económica. Nosotros —dijo el general— no somos más bandidos de lo que fue Washington. Si el pueblo americano no se hubiera embotado para la justicia y los elementales derechos de la humanidad, no olvidaría tan fácilmente su pasado cuando un puñado de soldados harapientos marchó a través de Junto a Sandino 327 la nieve, dejando huellas sangrientas tras de sí, para ganar la libertar y la independencia. Si sus conciencias no se hubieran endurecido por el enriquecimiento material, los americanos no olvidarían tan fácilmente que una nación, tarde o temprano por débil que sea obtiene su libertad y cada abuso del poder apresura la destrucción del mismo que lo dirige. CARLETON BEALS EL UNIVERSAL ILUSTRADO AÑO XI. NÚM. 571 PÁG. 17. COL. 1, 2 y 3 12 de abril de 1928. 328 Gregorio Urbano Gilbert LA HORA DE ASESINAR A SANDINO El teniente Abelardo Cuadra, participó en la conjura para asesinar a Sandino en febrero de 1934; en estas cuatro cartas no publicadas hasta hoy, dirigidas a su hermano Luciano desde las cárceles de la XXI cuando cayó preso por rebelarse contra Somoza, cuenta los pormenores del crimen. Son tomadas de su libro de memorias Hombres del Caribe que se publicará este año. Cárcel de la XXI León, 10 Octubre 1935 Querido hermano: No había podido escribirte por lo difícil que me había sido sacar la carta, pero aquí va la narración de la muerte de Sandino con todo lo que yo vi, hice, y oí esa noche: El día 21 de Febrero de 1934, como a las cuatro y media de la tarde, mientras yo dirigía el training de unos boxeadores en el ring del Campo de Marte, se me acercó el subteniente César Sánchez y me dijo: «Dice el general Somoza que te espera en su oficina a la seis de la tarde», y añadió: «se trata de un asunto de mucha importancia que el general quiere tratar con algunos oficiales». Y se marchó. Junto a Sandino 329 Con reloj en mano, cinco minutos antes de las seis, llegué a la oficina delgeneral Somoza en el Campo de Marte, donde encontré reunidos a los siguientes oficiales: General Gustavo Abaunza, jefe del Estado Mayor, dado de baja mes y mediodespués y hoy director del periódico El Centroamericano, órgano somocistaen León. Coronel Samuel Santos, jefe de Operaciones e Inteligencia. Mayor Alfonso González Cervantes, jefe de la Pagaduría Capitán Lizandro Delgadillo, jefe de la 15a Compañía. Capitán Francisco Mendieta, jefe de Abastos. Capitán Policarpo Gutierrez, de servicio temporal en Managua. Capitán Carlos Tellería, oficial ayudante (y hoy casado con una hija dela Justa Vivas de Masaya). Capitán Diego López Roig, nacido en Costa Rica pero residente y confamilia en Nicaragua, jefe de la 17a Compañía. Teniente Federico Davison Blanco, oficial ejecutivo de la 17a Compañía. Teniente José A. López, jefe de la Policía de Managua. Teniente Ernesto Díaz, segundo jefe de la Policía de Managua. Subteniente César Sánchez, oficial ejecutivo de la 17a. Compañía. Y Camilo González Cervantes, empleado civil del Campo de Marte. Total: catorce asesinos y conmigo quince. Continúo, pues, mi narración. Llegué completamente ajeno de lo que iba a tratarse, pero en cuanto escuché las primeras palabras y opiniones que salían de los corrillos formados en la oficina me di cuenta que se trataba de solucionar las dificultades existentes entre Sandino y la Guardia Nacional. El General Somoza no llegó sino hasta las 6:45. A su llegada hicimos silencio y nos sentamos en semicírculo; Somoza, detrás de su escritorio, nos habló poco más o menso así: «Los he mandado citar por ser ustedes oficiales de mi entera confianza, y para someterles a su consideración la solución que debe darse a las dificultades que 330 Gregorio Urbano Gilbert existen entre la vida del General Sandino y la vida de la Guardia. Yo vengo ahora mismo de la Legación Americana y he presentado al Ministro Bliss Lane este mismo problema, y él me ha prometido su apoyo incondicional. La actuación de Sandino en la vida pública nicaragüense, tomando en cuenta las últimas declaraciones dadas por él a la prensa, son una prueba evidente de su ambición y esto indica que nosotros, en representación del ejército y por lapaz futura de Nicaragua, debemos tomar una resolución contundentepero necesaria». (Te acordarás que Sandino había declarado días antes a la prensa que en Nicaragua existían tres poderes: él, la Guardia Nacional y el Presidente de la República; debes comprender también, hermano, que ha pasado de esto más de un año y medio y que mis apuntes andan confundidos entre los papeles y libros que dejé en mi casa). Todos comenzaron a tomar la palabra y a emitir su opinión con respecto a la medida o resolución, y claro está, no hubo uno solo que no señalara como única alternativa matar a Sandino aprovechando la estadía de él ese día en Managua. Si yo te hablo en tercera persona, no quiere decir que esté eludiendo responsabilidades. No. yo formé parte de esa reunión, yo llevo sobre mi frente la mancha de ese crimen, pero si fui tan cobarde para oponerme a la votación, tengo siquiera un poco de valor para confesar arrepentido ahora mi delito y cuando mi fracasada conspiración posterior contra Somoza incluí entre los puntos de mi programa la entronización del héroe. Como medida previsora para impedir que mañana alguno de los asistentes quisiera negar su participación, Somoza pidió que se redactara un acta en que constaría la resolución motu propio adoptada por cada uno de los firmantes. La primera acta se rompió debido a una observación hecho por el general Abaunza, pues dijo que allí no quedaba deslindada la responsabilidad, ya que parecía que era el ejecutivo el que autorizaba. Entonces se redactó una segunda, sirviendo siempre de mecanógrafo el capitán Mendieta. Junto a Sandino 331 La objeción de Abaunza se había debido sin duda a que él había sido colocado en la Guardia por Sacasa, para vigilar a Somoza y refrenarlo; después, como castigo personal y sanción aplicada al ejército por la muerte de Sandino, el presidente le dio baja a Abaunza. El acta firmada por todos, sospecho que Somoza se la entregó al presidente o al ministro americano; uno de ellos tres es el poseedor y será un documento histórico muy valioso. Concluida la firma, se estuvo discutiendo la manera de llevar a efecto la consumación del asesinato; se propuso envenenarlo, incendiar el avión en el que regresaría a Wiwilí, ponerle una emboscada en la montaña, etc., etc., hasta que se resolvió matarlo en la casa donde se hospedaba en Managua, que era la de don Sofonías Salvatierra. Convenido esto último Somoza escogió para la ejecución del crimen a los capitanes Lizardo Delgadillo y Policarpo Gutiérrez, apodado El Coto; y a los tenientes José A. López y Federico Davidson Blanco. Junto con Somoza se retiraron a un cuartito que había contiguo a la oficina y allí arreglaron la forma y los más pequeños detalles del plan; después de conferenciar, los cuatro oficiales salieron a cumplir lo acordado. Somoza permaneció con nosotros y todos quedamos esperando nuevas noticias; debo decirte que Somoza ya venía desde antes meditando la manera de matar a Sandino y como especie de coartada habían invitado a Zoila Rosa Cárdenas a dar un recital en el Campo de Marte, frente a la cuadra de los cañones, al que él asistiría tranquilamente mientras liquidaban a Sandino. Como te digo, pues, todos quedamos en la oficina de Somoza y el recital señalado para las ocho de la noche hubo de retrasarse. 17 minutos antes de las 10 de la noche llegó casi al trote el capitán Delgadillo, que dijo: «General Somoza, ya lo agarramos, lo tenemos en el Hormiguero junto con don Gregorio Salvatierra y los generales Estrada y Umanzor». Entonces Somoza nos preguntó si no sería mejor dejar presos a Sandino, Estrada y Umanzor para toda la vida. (Para ser exactos te cuento esto; yo no sé si Somoza 332 Gregorio Urbano Gilbert sintió miedo a la responsabilidad consiguiente, o si vibraría una cuerda noble en su alma, o fue refinamiento de crueldad). Todos dijimos que se cumpliera lo acordado y Delgadillo regresó en carrera a la fortaleza del Hormiguero en donde estaba detenido Sandino. Ahora déjame hacerte una recapitulación de lo acontecido, desde que habían salido los cuatro oficiales a cumplir la resolución: todos se fueron en automóvil al cuartel del campo de aviación (que queda bastante cerca de la casa de Salvatierra) y allí recogieron los informes de unos policías secretos que desde a mediodía estaban apostados frente a la casa con la consigna de espiar todos los pasos de Sandino y de los suyos; por los informes de estos policías se supo que Sandino, con los generales Estrada y Umanzor, y el coronel Santos López estaban en casa de Salvatierra y que el capitán Juan Ferreti (condiscípulo suyo donde los salesianos) andaba paseando por las calles. Delgadillo regresó entonces al Campo de Marte y tomó diez guardias de la 15ª. y la 17ª. compañías, mientras el Coto Gutiérrez y Davidson Blanco, con diez o catorce guardias de la 15ª compañía y de la policía o 1ª compañía, cercaban la casa de Salvatierra para matar a los de adentro. Delgadillo con sus hombres le puso emboscada a Sandino en un predio vacío que hay entre la fortaleza Hormiguero y la Imprenta Nacional; y convino con el Coto Gutiérrez que cuando este oyera tiros del lado que él le mandaría indicar con un correo, debía atacar la casa de Salvatierra. Delgadillo apostó a sus guardias en el predio, atravesó el forcito GN-5 en la calle y puso al sargento Juan Emilio Canales para que fingiera estar inflando una llanta, pero con una ametralladora en el guardafango; sus instrucciones eran las de parar, para ser registrado, todo carro que viniera de la casa presidencial. «Entre el tiempo que permanecí emboscado y el sonido de la sirena del carro de Sandino, apenas medió el instante que un hombre necesita para orinar», me dijo después Delgadillo, contándome los sucesos. Junto a Sandino 333 La continuación te llegará en otra carta. Pasa esto a máquina y en buen papel. ¿Te parece que de carta en carta te mande las fotos? Tu hermano. Cárcel de la XXI León, 23 octubre 1935 Querido hermano: Sigo con mi relato en el punto que habíamos quedado. La detención del carro del general Sandino fue así: El sargento Juan Emilio Canales, junto al forcito GN-5, vio acercarse las luces de dos carros que bajaban de la presidencia, prevenido ya por la sirena; a poco se sintió enfocado por el primero y poniéndose el antebrazo izquierdo en la cara a manera de pantalla ordenó: «Alto ese carro». El chofer frenó como a cuatro varas de distancia. Los generales y Umanzor desenfundaron sus pistolas cal. 45 pero Sandino dijo: «Un momento, muchachos, ¿qué pasa?». En ese instante salieron los guardias del predio donde estaban emboscados, los fusiles bala en boca, y Delgadillo dijo: «Es orden superior. Todos quedan detenidos, entreguen sus armas». Dentro del carro venían además don Gregorio Sandino y el ministro Salvatierra, quienes entregaron las suyas; Estrada y Umanzor quisieron disparar pero Sandino los calmó: «No se opongan, nada malo puede ser. Yo voy a arreglarlo todo». Entonces entregaron también las pistolas y todos juntos pasaron prisioneros a la fortaleza Hormiguero, que quedaba enfrente. Los pusieron de espaldas a la muralla oriental, custodiados por tres ametralladoras; Sandino, 334 Gregorio Urbano Gilbert que iba y venía en marcha y contramarcha en un espacio de cuatro varas, pedía explicaciones; tenía los brazos cruzados sobre el pecho y se mostraba irritado. El oficial de guardia esa noche en el Hormiguero era el subteniente Alfredo López (uno de los que cayeron presos conmigo cuando mi primer complot) y en el momento en que Delgadillo andaba informándole a Somoza lo sucedido, Sandino preguntó: «¿Quién es el jefe aquí? Quiero hablar con él». López de acercó y Sandino le dijo: «Hágame el favor de prestarme el teléfono, quiero hablar con el presidente de la república». «No se puede», le contestó López. «Entonces —dijo Sandino— quiero hablar con el general Somoza». (Como mis apuntes no los tengo aquí, no recuerdo si esta comunicación se la dieron o no a Sandino, pero más bien creo que no). Sí sé que López concedió lo que podía hacerse era transmitirle al general Somoza lo que deseaba decirle, y lo transmitido fue esto: «Dígale al general Somoza que me extraña lo que está haciendo con nosotros. Que nos tiene detenidos como a malhechores, cuando hace apenas un año firmé con el presidente Sacasa un acuerdo de paz. El general Somoza hace apenas tres días me dio un retrato suyo en prueba de amistad. Todos somos hermanos nicaragüenses, y yo no he luchado contra el guardia sino contra los yanquis; y no creo que vayan a aprovecharse de la ocasión para hacer ahora con nosotros lo que no pudieron hacer en la montaña. Dígale que yo quiero que me explique lo que quiere hacer con nosotros». El subteniente López se presentó con el recado delante de Somoza y al poco rato llegó otra vuelta Delgadillo (quien recordarás se había presentado a informar la captura de Sandino donde estábamos nosotros reunidos) con un mensaje igual, y el coronel Samuel Santos lo increpó duramente diciéndole: «¡Deje de estar viniendo con razones! Usted es militar y ya tiene órdenes. ¡Proceda inmediatamente!». Somoza intervino entonces enseguida: «¡Tire a ese bandido donde ya le dije!, pero separe antes a don Gregorio y Salvatierra». Desde ese momento quedó todo resuelto. Somoza tomó el teléfono y ordenó al garaje de la Guardia el envío del camión Junto a Sandino 335 GN-1 a la fortaleza del Hormiguero, para salir en una comisión con el capitán Delgadillo. Mientras tanto el Coto Gutiérrez y el teniente Davidson Blanco tenían rodeada la casa del ministro Salvatierra; allí están Sócrates Sandino, que al momento leía; el coronel Santos López, dormido, y aquel pariente nuestro, yerno de Salvatierra, Rolando Murillo. La sesión se suspendió en la oficina del general Somoza y me invitó a mí y creo que a dos más, para que lo acompañáramos al recital de Zoila Rosa Cárdenas, que estaba preparado para tener lugar en el Campo de Marte, como ya te había contado. La muchacha peruana esta recita bien y es agraciada; sin embargo, Somoza no parecía prestarle atención y era fácil descubrirle en el rostro la grave preocupación. Yo estaba sentado a su izquierda hombro con hombro. «¿No has oído las descargas?», me preguntó dos veces. Yo le contesté negativamente. Mientras tanto, Delgadillo separó a don Gregorio y a Salvatierra de Sandino y sus dos generales Estrada y Umanzor. No se despidieron unos de otros. Sandino y los suyos fueron obligados a montarse en el camión GN-1. Junto con el chofer en la cabina se montaron Delgadillo y el subteniente Carlos Eddie Monterrey. Atrás en la plataforma, sentados a plan y de espaldas a la cabina iban Estrada, que ocupó el lado izquierdo y fue el primero en subir; y a Umanzor a la derecha. Sandino quedó en el medio y Estrada, que había encontrado un cajón de Kerosene, se lo ofreció diciéndole: «Siéntese aquí, general». Nadie habló nada más al subir y durante todo el trayecto hubo un profundo silencio, solo el rodar de las llantas se oía. Tres guardias armados de ametralladoras y siete con rifles, cuidaban a los prisioneros. El sargento Rigoberto Somarriba, quien portaba un rifleametralladora Browning, me cuenta así: «Estrada y Umanzor iban sentados en las esquinas delanteras del camión; el general Sandino, sentado en medio, llevaba las manos sobre las piernas, el torso y un poco inclinado hacia adelante. Había una luna que 336 Gregorio Urbano Gilbert hacía parecer la noche como el día. Pude distinguir que llevaba hecha las cruces con ambas manos, pero no rezaba; o si lo hizo fue solo un padre nuestro, pues todo el tiempo se dedicó a observarnos a todos, pero de un modo extraño… uno por uno nos fue estudiando y cuando llegó el turno a mí, sentí que su mirada me penetraba hasta adentro. Entonces me pareció que Sandino era un hombre raro». ¿Buscaba acaso entre los guardias algún conocido que le hiciera un signo de inteligencia para facilitarle la fuga? ¿Estaría su espíritu conturbado por aquella manera imprevista en que se disolvía su vida? ¿Pensaba tal vez que era solo un sueño y quería despertar? ¡Quién sabe! Llegados al lugar en que debían ser ejecutados (esto me lo cuenta el subteniente Carlos Eddie Monterrey), Sandino le pidió a Delgadillo un poco de agua y enseguida le preguntó si en realidad se trataba de matarlos, pues él todavía se resistía a creer que se fuera a cometer semejante atrocidad. Delgadillo le contestó que iba a enviar un correo al Campo de Marte, preguntándole a Somoza si los debía matar o no. Luego Delgadillo llamó aparte a Monterrey, diciéndole: «Yo me voy a retirar a unas 30 varas fuera del camino y cuando oiga usted un disparo de revólver que yo voy a hacer, ordene la ejecución de estos tres hombres». Monterrey regresó a donde estaba el grupo y ordenó un registro personal de los prisioneros. Sandino habló unas pocas palabras a sus compañeros, pero tan bajo que Monterrey, el más próximo a ellos, no las pudo oír. Umanzor y Estrada movieron la cabeza en señal de aprobación y Sandino le dijo a Monterrey: «Teniente, deme permiso para ir a orinar». «Orínese aquí nomás rejodido», lo increpó entonces un guardia apuntándole con el rifle. Hasta ese momento, me dice Monterrey, se convenció Sandino que su muerte era ineluctable, porque lanzó un hondo suspiro, movió la cabeza en signo negativo, y no volvió a hablar, solo entonces Estrada habló. «No les pida nada a estos jodidos, general, deje que nos maten», fue lo que dijo. Junto a Sandino 337 Hasta ese momento Sandino no había desesperado de salvar su vida y la de sus compañeros, habituado como estaba a salir siempre avante de las dificultades y los peligros; se le había escabullido al gran general Lejeune, héroe de Chateau-Tierry en la guerra mundial, después de presentarle tres días de combate en El Chipote y burlándose de él al dejarle muñecos de zacate en las trincheras, en lugar de soldados, contra los cuales disparaban los yanquis mientras él iba ya lejos; se había burlado también del general Calvin B. Mathews, del general Logan Feland, orgullosos académicos; se defendió con bombas hechas de las latas de conservas vacías botadas por los marinos, amarradas con bejucos para darles mayor presión, a machete extrajeron sus hombres el plomo de las balas del tronco de los árboles al terminar los combates, para volverlas a utilizar, engañando y luchando, sacándole ventaja al enemigo con astucia sin desmayar nunca. Y esa noche de febrero, creo quizás que pidiendo agua, o permiso de ir a orinar, iba a presentársele la ocasión propicia, huir, retardar la orden de ejecución unos instantes mientras llegaba acaso la orden salvadora. Pero al ver que un guardita cualquiera lo encañona con el rifle, lo insulta, se le corta toda esperanza y solo puede ya mover la cabeza desalentado y lanzar un suspiro. Un guardia ordenó que se dejara registrar. Estrada, adelantándose, se sacó un pañuelo rojinegro de la bolsa. «Solo tengo esto. Guárdelo, se lo regalo», le dijo. Umanzor le obsequió al subteniente Monterrey un paquete de cigarros marca Esfinge. Sandino no se dejó registrar. Tocándose la cintura dijo: «Si tuviera pistola, ya hubiera disparado», y comenzó a pasearse. La señal de Delgadillo todavía no llegaba. Estrada y Umanzor se sentaron en un cangilón de tierra, de esos que dejan los caminos las ruedas de las carretas. «Jodido, mis líderes políticos me embrocaron», dijo Sandino y, sin que nadie le respondiera nada, se sentó junto a los suyos en el mismo cangilón. Contados de izquierda a derecha quedaban 338 Gregorio Urbano Gilbert Estrada, luego Umanzor, por último Sandino. Los diez guardias parados a 3 varas de distancia, una ametralladora frente al pecho de cada uno de los que iban a morir. Pasaron unos minutos y después, en un instante como cualquier otra fracción de tiempo, Delgadillo disparó tras un matorral su balazo al aire. El subteniente Monterrey, que ya había aleccionado a sus hombres, fue el primero en dispara su pistola sobre Sandino, colocándole el tiro media pulgada arriba de la tetilla derecha. Sandino se sacudió y emitió un rugido sordo. Al tiempo de sacudirse, otra bala penetró en la sien izquierda, saliéndole exactamente por la derecha; una tercera bala le entró en la mitad del plexo y el ombligo, saliendo al lado izquierdo de la columna vertebral. Murió instantáneamente. A Umanzor le penetraron dos o tres balas detrás del temporal derecho, que al salirle por el tímpano izquierdo le abrieron un boquete con diámetro de tres pulgadas y media, igual o más grande que el círculo que te pinto aquí. Tenía más balazos pero no recuerdo dónde. Estrada recibió cuatro tiros en el pecho y uno en la mano derecha; cuando cayó herido hizo el impulso de incorporarse, logrando hacerlo hasta la mitad, pero volvió a doblarse. Todos los guardias se lanzaron sobre los cadáveres buscándoles dinero y joyas (me refiero a los soldados y no al oficial). Les encontraron dinero en efectivo, aunque escasa cantidad, juntos los tres no rindieron 100 córdobas. El sargento Rigoberto Somarriba le arrancó a Sandino un anillo de brillantes que al siguiente día vendió en 70 córdobas, lo menos que valía era 200. Su reloj de oro no sé en poder de quién quedó; anillos de oro, baratos y muy gruesos, que les quitaron a Estrada y Umanzor, tampoco sé en poder de quién quedaron. Nada de papeles importantes. No he sabido si profanaron los cadáveres y te digo esto último por lo que más adelante te contaré acerca del cadáver del general Sandino. Junto a Sandino 339 No puedo seguirte escribiendo, hasta aquí me despido. Veré de apurar de alguna forma el envío de esta. Tu hermano. Cárcel de la XXI León, 3 de noviembre 1935 Querido hermano: Creo que ya con esta acabo de hacerte relación del asesinato. Bueno, mientras sucedía que la gente de Delgadillo ultimaba a balazos a Sandino y sus dos generales, la gente de Coto Gutiérrez atacaba la casa de Salvatierra; Sócrates se defendió a balazos y el coronel Santos López —que como en campaña estaba durmiendo vestido— no hizo más que levantarse de un salto, tomar una ametralladora y dispararla, empeñándose un vivo tiroteo. Comprendió, sin embargo, que no podría resistirle a la Guardia, así que, aprovechando que la casa de Salvatierra (como la de nosotros allá en Masaya) tiene una tapia baja de madera que da a otros patios y estos patios a la calle, saltó con su ametralladora Thompson por arriba de la cerca, pasando en medio de una lluvia de balas y recibiendo solo una herida en la pierna; así herido caminó desde Managua hasta las montañas segovianas a juntarse con el general Pedrón Altamirano, con quien todavía vive enmontado. También Sócrates Sandino se defendió como un hombre y por el número de cartuchos que le faltaba a su faja de tiros que 340 Gregorio Urbano Gilbert vi junto con su pistola luego, deduzco que la cargó dos veces; herido en diversas partes del cuerpo quiso huir igual que Santos López, pero cayó acribillado, impedido por los balazos que ya tenía. En ese mismo asalto murió Rolando Murillo, el yerno de Salvatierra, quien habiendo recibido cinco o siete balazos en la región hepática resistió por 8 días más. Murió también un chavalito de 8 años de edad; solo tenía un balazo en la parte superior de la cabeza. Este chavalo tuvo el honor de ser enterrado junto con Sandino y su hermano Sócrates y los generales Estrada y Umanzor. La balacera contra la casa duró un cuarto de hora, poco más o menos; terminada esta hizo irrupción en las habitaciones Camilo González Cervantes, quien se llevó todos los papeles del general Sandino, y se dice que también unas tantas libras de oro en polvo que estaban en la caja de hierro de Salvatierra, oro que motivó el viaje de Camilo a New York para su realización, de acuerdo con Somoza todo esto. En pleno Campo de Marte, entre tanto, al oírse los primeros disparos, los que sabíamos su causa fingimos ignorancia; se dieron, sin embargo, órdenes precipitadas y la situación de la fortaleza fue la de un reducto que espera ser asaltado. Cada uno ocupó su lugar, para repeler lo que no existía. No sé si antes te dije que Somoza me había nombrado director general de comunicaciones para esa noche. «¿Qué instrucciones llevo?», le pregunté. Y él me contestó: «Solo a mí me puedes dar comunicación». Cuando tomé posesión de este puesto en la oficina y le pregunté al telegrafista: «¿Cuándo este aparato está para recibir y cuándo para transmitir?». «Pues conectando este switch de este lado, se recibe, y de este otro lado se transmite», me dijo. «Sargento», llamé entonces al jefe de cuadra que me seguía, «¿oyó usted la respuesta de este hombre?», «Sí, señor», me respondió. «Pues bien», agregué, «si este hombre pone el switch en posición de transmitir un mensaje que no lleve mi visto bueno, tírelo sobre Junto a Sandino 341 su mesa de trabajo», y le dejé cuatro guardias al sargento. Igual cosa hice con el telefonista; y le dejé un cabo con otros cuatro guardias. Terminando estaba de impartir mis instrucciones, cuando noté que la placa No. 1 del tablero telefónico, o sea la correspondiente a la casa presidencial, repicaba con furia. «Teniente», me dijo el telefonista, «llama el presidente de la república en persona». El pobre hombre temblaba. Yo tomé el escuchador y oí la voz indignada del presidente Sacasa que decía: «¿Quién es el atrevido que a mí no me da la comunicación? Soy el presidente de la república. Quiero hablar con el general Somoza». Yo desconecté el switch. Otras llamadas del presidente rechacé, lo mismo que de otros funcionarios, entre ellas una del general Gustavo Abaunza, que desde adentro, quería hablar con León. Como ya te había referido antes, Abaunza había sido colocado por Sacasa para espiar los movimientos de Tacho, de modo que su afán de hablar por teléfono tenía significación, ya que además, a la inversa de los otros, fue el único que quiso comunicarse de adentro hacia afuera. Cuando recibió mi negativa, disgustado mandó sustituirme, a pesar de saber perfectamente que yo cumplía órdenes superiores recibidas en su presencia; llegó a quitarme el mando y regañarme en público el capitán Carlos Tellería, quien no es oficial académico. Me reprendió y me dijo que estaba sustituido. No le dije nada en el momento, pues era de graduación superior y tenía que respetarlo; pero saliéndome al patio, lo llamé y le dije: «Usted ha hecho mal en llamarme la atención delante de unos subalternos, cosa prohibida por nuestra ética militar. Yo he venido aquí nombrado por un primer jefe del que obedezco instrucciones, y usted por un segundo jefe. De teniente a capitán lo he respetado, pero como hombre, el asunto es distinto». Él se portó muy comprensivo y me dio la mano; yo volví a quedar como jefe de comunicaciones. Ahora, yo que deseaba saber y ver en detalles de lo acontecido afuera, me dirigí al general Somoza y le referí lo que había pasado, 342 Gregorio Urbano Gilbert pidiéndole que me relevara de allí y me enviara mejor al sitio donde estaban los cadáveres para inspeccionar el entierro. Así lo hizo y yo partí a toda prisa hacia el sitio. Los generales muertos estaban en el campo de aterrizaje. Sandino, Umanzor y Estrada yacían a unos tres metros de la parte oriental del hospicio Zacarías Guerra, que estaba deshabitado. Sócrates yacía bocarriba. Sólo Sandino tenía el rostro lleno todo de sangre. A pesar de que eran las 2:15 de la mañana del día 22 de febrero, había ya algunas moscas sobre los cadáveres. Yo contemplé a los generales abatidos y pensé: los van a enterrar en una fosa cualquiera, sin ataúd, ni siquiera una cruz con un nombre mal escrito y la fecha de su muerte les pondrán sobre sus tumbas. ¡Y cuántos hay, no se diga solo en Centroamérica, sino en el continente y tal vez, en el mundo, que quisieran contemplar por última vez esos rostros! La noticia de que asesinaron a ese hombre pequeño de estatura, con esos pies gorditos y blanco, como de chinita, van a gritarla los voceadores en las calles asfaltadas y concurridas; y meterá bulla e indignación la clase de muerte que se les dio. Hombres famosos y anónimos, en las grandes ciudades del mundo y en los pueblos más pequeños, hablarán de ellos, los que yo estoy mirando tendidos aquí. Sandino tenía rota la camisa y la camisola, quedando su pecho al descubierto; también su pantalón aterciopelado de color café, estaba roto en la parte delantera. Tenía recogido el pene y una gota de semen se veía en la punta. Los testículos muy desollados, o inflamados por algún golpe. Los otros tres cadáveres estaban desnudos del pecho, pero no tenían las camisas rotas, sino desabotonadas. Sus partes nobles estaban golpeadas. Me acuerdo que Sócrates Sandino me dio un susto ya muerto. Fue así: me acerqué para examinarle las heridas, y un guardia de apellido Portillo lo tomó del cabello y lo sentó. El cadáver arrojó entonces un poco de sangre por la boca y abrió los ojos; no tenés idea del susto que nos llevamos. Cuando Junto a Sandino 343 el guardia lo soltó, el cuerpo cayó otra vez bocarriba y cerró los ojos. Me dio curiosidad y ordené al soldado que volviera a sentar el cadáver y así lo hizo por cuatro o cinco veces, cerrando y abriendo los ojos en todas las ocasiones, pero sin arrojar ya sangre. Sus balazos en partes vitales del cuerpo habían sido siete. Allí estaban pues, el general Francisco Estrada, natural de Managua, de familia de artesanos, hombre de toda la confianza de Sandino, al único al que nunca le achacaron ningún acto de crueldad. El general Juan Pablo Umanzor, con su cara de perro bravo, audaz entre los audaces, analfabeto quizás pero maestro de las guerrillas, cruel, muy cruel. El fue el primero quien jugó con dados hechos de las mandíbulas de los marinos americanos muertos en las emboscadas. El general Sócrates Sandino, de poca actuación en las montañas, pero no carente de méritos. Y por último, Augusto César Sandino, con sus cinco pies tres pulgadas de estatura; unas 130 o 135 libras de peso, ojos negros y pequeños, encapotados. Unos pies tan chiquitos, finos y blancos, como cualquier estrella de Hollywood hubiera querido para sí. Su rostro estaba surcado de arrugas que lo hacían parecer más viejo de lo que en realidad era; y ahora muerto, en esas arrugas se había coagulado la sangre, dándoles apariencia de heridas. El pelo liso y fino como de indio, de unas tres pulgadas de largo, echado hacia atrás. El cuerpo, musculoso. Estrada y Umanzor eran altos de estatura, el primero tendría tal vez unos seis pies y pulgadas de estatura. Ambos color canela, color de indios. Estrada había sido un buen jugador de fútbol. Cuando los ocho presidiarios terminaron de cavar la inmensa fosa, no menos de siete guardias arrancaron pedazos de tela del vestido de Sandino para guardárselos; también oí a algunos pocos que maldecía su memoria. Un guardia de apellido Ruiz se guardó un calcetín. Yo le corté un mechón de pelo y el guardia que me prestó su navaja me pidió un poco y se lo di. Después se procedió a enterrarlos. 344 Gregorio Urbano Gilbert Al general Sandino fue al primero que se echó al hoyo, cogiéndolo dos presos por las manos y por los pies; lo balancearon y lo tiraron al fondo como un fardo. Hizo un ruido sordo al caer, pues la fosa era muy profunda. Yo me acerqué, regañé a los presos y dispuse que se introdujeran dos de ellos para recibir los cuerpos. Cosa curiosa, el general Sandino quedó con una mano bajo la espalda y la otra en alto como la levantan los boxeadores cuando obtienen la victoria, en eso se puede reconocer el cadáver. A su lado, cabeza con cabeza, está su hermano Sócrates. Encima, pies con cabeza, están Estrada y Umanzor. Se les puede distinguir, pues Umanzor tiene desecha la parte izquierda del cráneo. Todo el enterramiento se hizo a la luz de lámparas tubulares, pues la luna brillaba ya muy opaca. ¿Ya te describí el lugar en donde quedaron enterrados en el campo de aterrizaje? El propio sitio de sus tumbas se localiza así: se camina 15 ó 18 pasos desde la parte oriental del Hospicio Zacarías Guerra, siempre hacia el oriente, y a unos 10 de costado norte, siempre hacia el norte de una casa de madera que sirvió de campamento a las tropas yanquis. Allí está Sandino. Encima de todos está enterrado el chavalito de unos 10 años que te conté, que era un criadito de Sofonías Salvatierra. Sobre la tumba hay monte y unas flores de jalacate. Cuando se ponía la luna echaban las últimas paladas de tierra; la misma luna que los había alumbrado bajo los pinos de las incomparables noches segovianas. Hasta aquí las muertes, pero falta algo todavía que te irá en próxima carta. Tu hermano. Junto a Sandino 345 Cárcel de la XXI León, 14 de noviembre de 1935 Querido hermano: La narración que te he hecho adolece de toda clase de defectos, una veces te hablo en primera persona y otras en segunda y hasta en tercera; tampoco hay orden, pues inserto pasajes o detalles en lugares que no son los indicados. Jamás había escrito nada, pero te aseguro que podría hacerlo mejor si no fuera por las condiciones en que te escribo, espiado como el más famoso criminal. Figúrate que escribo unas cuatro líneas y escondo el lápiz al menor ruido, o tengo que echarle encima la almohada al papel; cuando he terminado una hoja la escondo debajo de un ladrillo y no la vuelvo a sacar para nada sino hasta la hora de enviarte la carta. Así es pues que tiene todo defecto, pero sí una cualidad, la verdad. También me quedó un pesar, te pinté muy mal la muerte del general Sandino. Pero no pierdo tiempo, sigo con lo último que quería contarte. Una tarde del mes de febrero de 1934, algo así como a las 2, y unos ocho días después de la muerte de Sandino, entré al Campo de Marte y me fui directamente a la casa de habitación del general Somoza; allí, tenía también una especie de oficina. En momentos en que yo entraba se despedía del general Somoza el ministro americano Arthur Bliss Lane; sea por el calor de la hora o porque se haya echado algunos tragos de licor con el general Somoza, me llamó la atención su rosto bastante rojo; recuerdo que llevaba sombrero de pita (Panama-hat) y vestido de blanco de lino, muy arrugado, por lo que deduzco que había estado sentado bastante tiempo sin cuidarse de la postura. Lo saludé con inclinación de cabeza cuando el atravesó el dintel de la puerta y avancé a platicar con el general Somoza. Este estaba sudando como un demonio, por su gordura y por el calor que a esas horas hace en Managua. Tenía un cigarrillo en la boca 346 Gregorio Urbano Gilbert y fumaba con aquel gesto suyo tan peculiar, que se generalizó entre todos los «cometierras» del ejército; este estilo consiste en no volver a tocar el cigarrillo con la mano después de encendido y puesto en la boca; el general descubrió que el cigarrillo podía permanecer adherido al labio inferior, mediante la capilaridad de una leve humedad de saliva, sin necesidad de llevarlo a los dedos. Somoza tiene entre sus virtudes la de una gran capacidad de trabajo, de manera que este estilo de fumar es hijo de la necesidad de no perder tiempo, mientras que entre los «cometierras», nada más que una imitación simiesca. Sentado en su hamaca como te he dicho, Somoza tenía a su lado un montón de papeles, como de unos 40 cms de altura. «¿Cómo va el proceso?», me preguntó. Se refería a la Junta de Investigación sobre la muerte del general Sandino y compañeros, del cual era yo fiscal militar. «Pues… muy bien, general», le contesté. Él guardó un pequeño silencio y haciendo después un gesto característico de disgusto con la boca y la cabeza, añadió: «¡Jodido! Nunca creí que hubiera hecho tanta bulla la cosa esa de Sandino, pero mira», continuó diciéndome, ya cambiando de tono, «encontramos el archivo de Sandino (no recuerdo si me dijo que en Masatepe, Niquinohomo o Catarina, pero nombró uno de esos tres lugares), lo tenía su cuñado Bismark Alvarado escondido entre unos sacos de tabaco y maíz». Yo le pregunté si eran bastantes los documentos y él me contestó que un saco lleno y la tercera parte de otro, sacos de bramante. Acto seguido le dio fuego al montón que tenía hecho a su lado, todos documentos de Sandino; allí vi arder papeles con su firma y su sello inconfundibles. «Cuidado se le quema el piso», le dije por hacer algún comentario. Todas las casas del Campo de Marte son de madera. «No, la llama no calienta la base», me contestó. Te refiero en detalle esto porque es una lástima que la historia ya no llegará a saber qué es lo que Somoza quemó en esos días, ¿y lo que yo no vi quemar? Otra tarde, quizás unos dos meses Junto a Sandino 347 después, al entrar yo a la oficina del oficial del día para reportarme, encontré que el subteniente Domingo Ibarra y el teniente primero Guillermo Cuadra estaban dedicados a mutilar, tijera en mano, otra gran cantidad de documentos también firmados por Sandino y sellados con su sello. Esto lo hacían a la vista de cualquier oficial que allí entrara. Sabedores los dos de que yo guardaba escritos originales, de que había tomado muchas fotografías durante la campaña y que además conocía muchas anécdotas, me pidieron les diera alguna ayuda para un libro sobre Sandino que estaba en preparación; yo les di prestadas, y nunca me fueron devueltas, la foto original del general Miguel Ángel Ortez (regalo que me hizo su padre don Salvador Ortez cuando yo lo entrevisté en Ocotal, siendo cadete de la Escuela Militar); otra foto de Sandino al dirigirse a México en compañía de su estado mayor (en esa foto Sandino luce un suéter a cuadros); y fotos tomadas durante los días de la pacificación. De esos trabajos de mutilación con tijeras de que te hablo, no hay mejores testigos que los propios oficiales Ibarra y Cuadra. Como más tarde las circunstancias hicieron que el subteniente Ibarra fuera militar del Cuerpo de Guerra que me condenó a muerte por rebelión, algunos podrían pensar que quiera yo ponerlo en mal, levantándole una calumnia; pero esas mismas circunstancias hicieron que el teniente Guillermo Cuadra, mi pariente, fuera mi defensor en el mismo juicio, por lo cual le guardo agradecimiento. Luego, he dicho aquí la verdad. Alguna vez estos dos oficiales podrán decir cosas muy interesantes para la historia, acerca del desaparecido archivo del general Sandino. Esto me faltaba por contarte y aquí acabo. Tu hermano. 348 Gregorio Urbano Gilbert ATERRIZANDO Por Rafael Alberti Nicaragua desde el cielo Los yanquis, por los caminos. Martí se fue a las Segovias con el general Sandino. Managua desde las nubes. Sangre por los levantados pueblos de San Salvador. Martí cayó fusilado. Managua desde Managua. Se fueron ya los marinos. Los yanquis firman la paz… Pero matando a Sandino. 349 Junto a Sandino LECCIÓN DE SANDINO Ernesto Mejía Sánchez Decir que Sandino fue un héroe es decir poco, porque no solo fue héroe sino mártir. Subrayó con su propia sangre la buena fe de su lucha a la hora de la paz de mala fe. Repetir los hechos de su vida es innecesario; todo el mundo fue testigo de su vida heroica y de su muerte traidora. Su buena estrella fue buena hasta el final, ya que no le permitió el riesgo del poder político sino el martirio consagratorio. A la luz del martirio, como dicen que se va la vida al punto de la muerte, se verá su vida y su lucha ya para siempre. En el aspecto nacional, su muerte, su martirio, su asesinato, nos indica que nada bueno puede nacer del crimen y de la violencia. Nicaragua entera ha pagado en carne viva la culpa del asesinato y el propio asesino cosechó a lo largo de los años una lluvia de balas justicieras. Pero la sangre de Sandino no se orea aún, así como ilumina su gesta histórica, así mancha al país ingrato que produjo a su verdugo. Que podamos lavar esa mancha es el deseo fervoroso, impaciente, imperativo, de todos los nicaragüenses honrados que no olvidamos la fecha de la muerte, porque esa fecha también significa resurrección de la patria. En el terreno internacional Sandino deja una lección no ponderada por 350 Gregorio Urbano Gilbert biógrafos y panegiristas. Luchó contra el imperialismo más poderoso de la tierra en ese momento, aceptó la concurrencia en su bandera de los hispanoamericanos de todos los países, pero rechazó la ayuda de potencias y partidos extranjeros que hubieran tomado su nombre para una pugna internacional a la que Nicaragua no estaba invitada. Digno hasta ese punto, su gesta mientras más se analiza es más nacional y personal. Es la dignidad de la nación hecha persona humana, consciente de su derecho, responsable de su lucha, heroico en la defensa, mártir anta la perversidad. No pasarán los años vanamente al lado de su historia y quizá alguna vez la América hispánica conozca su lugar en el universo, el lugar que le dio Sandino en el campo de la dignidad, la libertad y la justicia. 351 Junto a Sandino EN EL ANIVERSARIO DE UN MUCHACHO A. Guerra Trigueros Un periodista centroamericano, de reciente notoriedad en asunto que traspasó los límites de su patria, ha dicho en un artículo publicado hace poco en Nicaragua, y refiriéndose despectivamente a la ingenuidad demostrada por Sandino en la firma de la paz, un año antes de su muerte, que tal documento «redujo al Libertador a las proporciones de un muchacho». ¡Un muchacho! Supremo insulto en boca de los que se consideran «grandes». De los que todo lo saben, y todo lo miden, y todo lo calculan. «¿Un muchacho? Pues claro que sí: ¡Y a mucha honra!». Contestaría yo a nombre de Sandino. Como que Sandino fue siempre un muchacho. Con toda esa generosa sencillez, todo ese incomparable espíritu de aventura, de desprendimiento y de grandeza, que solo puede caber en el alma ilímite y fresca de un muchacho. Porque solo un muchacho —uno de esos revoltosos muchachos que se arrojan a la vida, en cada mañana del mundo, como quien «se capea» de la escuela—, solo un muchacho desconocedor de las serias y egoístas «realidades de la vida»: solo un muchacho a lo Peter Pan, que nunca quiso crecer; solo un muchacho de alma, 352 Gregorio Urbano Gilbert de fondo y de eternidad; solo un muchacho totalmente falto de razón y pletórico de sentimiento pudo pretender hacer lo que él hizo: lo que él contra todos los cálculos y las más razonables previsiones logró realizar en Centroamérica y hacer realizar a otros. ¿Quién, no un muchacho, iba a enfrentarse durante más de cinco años, carente de recursos, de armas, de apoyo moral y material en su propia patria, no solo al tremendo poderío guerrero y económico de los Estados Unidos sino a las adversas circunstancias en que le tocara combatir? ¿Quién, sino un muchacho, iba a enfrentarse a la selva, al pantano, a la serpiente y al mosquito y ello totalmente falto de medios con qué combatirlos? ¿Quién, sino un muchacho, iba a enfrentarse al mismo tiempo a Norteamérica… y a Nicaragua: la Nicaragua de los hombres-fieras, la Nicaragua de la naturaleza indómita y feroz?... ¿Quién, sino un muchacho, con toda probabilidad de ser vencido, iba a afrontar la derrota; y, por encima y en contra de los más sabios cálculos de probabilidad, iba a triunfar a pesar de todo? Porque, dígase lo que se diga, Sandino ha triunfado. Ha triunfado en su vida, puesto que por él, y no por otra cosa, salieron los norteamericanos de Nicaragua. Y ha triunfado en su muerte, en su paradójica y simbólica muerte, porque no fueron los yanquis quienes lo mataron, frente a frente, sino sus propios compatriotas, y a traición. Y porque, en él, sus compatriotas cometieron suicidio. Un suicidio que no se borrara en los siglos de los siglos; porque es el suicidio el pecado por excelencia, el pecado «que clama venganza al cielo». Y Nicaragua, en una forma u otra, deberá pagar. Deberá pagar por haberse suicidado en la persona heroica del muchacho Sandino, como ha pagado el pueblo hebreo, a través de los siglos, por haberse suicidado en la sublime figura de otro muchacho: Jesús de Galilea. Junto a Sandino 353 Y por esto ha triunfado ya en el espíritu como triunfará algún día en la materia, ese niño terrible que supo ser, para Centroamérica, Sandino. Sandino, el adolescente. Sandino, el muchacho. Sandino, el niño generoso. Sandino, el recién nacido ahora, por la muerte, a una vida más honda y perdurable. Y el que no sea como un niño, no entrará al reino de los cielos. 354 Gregorio Urbano Gilbert SANDINO Gabriela Mistral Me pregunta usted, amigo D´Ambrosis, lo que pienso sobre la resistencia del general Sandino a las fuerzas norteamericanas. Me pone usted en apuros: yo oigo hablar de política la mitad del año —el tiempo que paso en París— pero yo no querría saber nada de eso. Sin embargo, voy convenciéndome de que caminan sobre la América vertiginosamente tiempos en que ya no digo las mujeres sino los niños también han de tener que hablar de política, porque la política vendrá a ser (perversa política) la entrega de la riqueza de nuestros pueblos; el latifundio de puños cerrados que impiden una decorosa y salvadora división del suelo; la escuela vieja que no da oficios al niño pobre y da al profesional a medidas de su especialidad; el jacobinismo avinagrado, de puro añejo, que niega la libertad de cultos que conocen los países limpios; las influencias extranjeras —que ya se desnudan con un absoluto impudor, sobre nuestros gobernantes. Van, por servirlo, estas líneas que contienen, más que observaciones mías, comentarios oídos en París a sudamericanos dirigentes. Son ciertas las palabras con que Froilán Turcios ha hablado del general Sandino: «Los ojos del mundo (yo diría del mundo español, Junto a Sandino 355 porque al resto les importa bien poco) están puestos en Sandino. Sin esperanza alguna de que él venza, por un destino de David hondero, que ya no aparece, con la esperanza únicamente de que alargue lo más posible la resistencia y postergue la entrega del territorio rebelde, a fin de que se vea hasta dónde llega la crueldad norteamericana, hija de la lujuria de poseer». La prensa francesa y la inglesa demuestran —y hasta de ello hacen alarde— estimación y estímulo hacia el Partido Liberal de Nicaragua, así como de repugnancia por la extorsión de Estados Unidos. Si los norteamericanos no poseyeran esa impermeabilidad de diorita para la opinión del mundo y sus expresiones de simpatía o de repulsa, tomarían en cuenta ese coro reprobatorio de los grandes cotidianos europeos. Pero su insensibilidad, que hace parte de su fuerza, los deja sordos a semejante réplica que ningún otro pueblo desentendería. Algunos esperan que una resistencia de un año alcance a desentumir la conciencia de los demás países nuestros y a decidirlos a una acción diplomática de conjunto, semejante a la que provocó la conferencia de Niágara Falls en la cuestión con México. Otros desean que Sandino y su gente vayan semana a semana elevando el tono de su hazaña, para que los Estados Unidos, midiendo las dificultades de la dominación en un país pequeño, no emprendan la de los grandes… Tal pensamiento, que he sorprendido en más de uno, me parece malicioso, un poco ruin. Los hispanizantes políticos que ayudan a Nicaragua desde su escritorio o desde un club de estudiantes harían cosa más honesta yendo a ayudar al hombre heroico, héroe legítimo, como tal vez no les toque ver otro, haciéndose sus soldados rasos. (Al cabo tiene Nicaragua dos fronteras no demasiado pequeñas y que es posible burlar). Cuando menos, si a pesar de sus arrestos verbales, no quieren hacerle el préstamo de sí mismo, deberían ir haciendo una colecta continental para dar testimonio visible de que les importa la suerte de ese pequeño 356 Gregorio Urbano Gilbert ejército loco de voluntad de sacrificio. Nunca los dólares, los sucres y los bolívares suramericanos, que se gastan tan fluvialmente en sensualidades capitalinas, estarían mejor donados. Francia vio en la guerra aumentar día por día la llamada Legión Extranjera, formada por jóvenes que de los pueblos amagados por el peligro, venían a ofrecerle lo mejor que puede cederse, que es la sangre joven. Según parece, no ha visto llegar hasta hoy los mozos argentinos, chilenos, ecuatorianos, que son su misma carne, y que le deben una lealtad temeraria y perfecta que solo la juventud puede dar. ¿Dónde está la naturalísima, la lógica Legión hispanoamericana de Nicaragua? Sí, Froilán Turcios dice también verdad escueta asegurando que la lucha en que se ha echado como en una marejada mortal el general Sandino, alcanza y supera a las Troyas clásicas que los bachilleres aprenden de memoria para sus exámenes. Solo que aquella época que ellos celebran en sus tesis no tenían como ésta el concepto espectacular de un choque de razas, sino que griegos y troyanos precipitaron la flor de su generación en el infierno de la lucha, porque la justicia entonces era cosa más viva, más caliente e inmediata, un salto recto de flecha hacia al objeto angustiador. En nuestro tiempo, a esta hora en que escribo, y con el derecho internacional que jiba al mundo, se está «discutiendo en La Habana el derecho a discutir la cuestión de Nicaragua» y se oye con una paciencia que yo llamaría de otra manera el discurso, con inflexiones a lo Marco Aurelio o a lo cuáquero, de Mr. Coolidge. Su discurso de apertura de la Conferencia Panamericana será el ejemplar mejor de la literatura política del sepulcro blanqueado, que suelen enseñarnos las razas anglosajonas. La aseveración más grave que yo he oído es la de que «en Nicaragua los norteamericanos tienen razón porque apoyan a un gobierno aceptado y querido por una mayoría a la cual la intervención yanqui da complacencia a causa de las ventajas y el logro material que lleva consigo». Junto a Sandino 357 Son palabras de un joven nicaragüense, y no le han quemado la boca ni siquiera alterado el rostro cuando me las repetía: «El derecho, si por tal hemos de entender la voluntad expresa de la mayoría, está con el señor Díaz». Y yo le he contestado el argumento, porque ya he aprendido en muchas fealdades semejantes de los políticos, a distinguir entre «derecho» y «justicia», es decir, entre forma y espíritu, entre el hueso muerto y el tuétano vivo, entre papel sellado y honestidad. Le dije solamente que, a creerle, sería verdad lo que se ha dicho por un español: que la traición es la mitad del temperamento mestizo, una especie de aliento nuestro que nos envenena y una aventura cotidiana en cuya trampa hemos de perecer. Es muy difícil a esta distancia formarse juicio cristalino de lo que allá ocurre. Pero aún ignorando detalles y con un puñado de datos, las líneas grandes de la situación ya rojean y hasta llamean de verdad: el general Sandino carga sobre sus hombros vigorosos de hombre rústico, sobre su espalda viril de herrero o forjador, con la honra de todos nosotros. Gracias a él la derrota nicaragüense será un duelo y no una vergüenza; gracias a él, cuando la zancada de botas de siete leguas que es la norteamericana vaya bajando hacia el sur, los del sur se acordarán de “los dos mil de Sandino” para hacer lo mismo. Gracias a él, los nicaragüenses que ayudan al establecimiento del protectorado, ellos mismos, serán menos desdeñados que el protector que les concederá cierta honra porque son, al cabo, el hermano o el pariente de «aquel Sandino». Suelo arrebatado pulgada a pulgada, como es el de la zona rebelde, y no entregado como una pieza de lienzo, suelo mordido por la garganta de los aeroplanos, por el precio infinito de la hazaña y centuplica los fusiles y las máquinas infernales, cobra el valor de sus poblaciones: como que se vuelve la carne viva de la historia. Echa este rectángulo de suelo un aroma de santidad que purifica el resto deshonrado y hace bajar la cara a los que 358 Gregorio Urbano Gilbert malamente llegan a dominar semejante lote de gentes y de naturaleza. Ya se ve -¿por qué no decirlo aunque los burlones se rían con su fácil sonrisa? –ya se ve un culebreo de resplandor eléctrico sobre esas sierras que dan escondite al pobre y heroico Sandino, y se mira hacia esa uña geográfica de su quebrada con un angustioso amor que pide día a día mensajes para saber si el caudillo vive. El Ángel de los oficios no le dio en vano el de herrero: iba a necesitar el hacha más ligera para alzarla y más pesada para dejarla caer. Se le oye el resuello fatigoso y dan ganas de enderezarle el viento para que ayude sus pulmones. El señor Sacasa decepcionó a muchos que esperaban en él. Sandino endereza, hasta ahora, los entusiasmos que el otro dejó caer. París, 1928. 359 Junto a Sandino CUADRO Por Alfonso Alexander1 Siete flores blancas de helicóptero en un vaso sobre una humilde mesa de madera; en el suelo, racimos de bananos, calderas y un pedazo de pala casi junto a una albarda de cuero. Siete tapescos largos, una toalla, un pañuelo, colgados a una vara, y en amoroso abrazo, una ametralladora, un salveque, un retazo de cordón, y sobre ellos un obscuro sombrero. Siete hombres: unos sueñan, otros juegan la taba, sentado a mi derecha el general Estrada lee a Flammarion —afuera se oye batir guabul. El río corre frente; ancho, grave, y obscuro mientras Justo cocina, fumándome yo un puro y el cielo cambia en plomo sutil su traje azul. Alfonso Alexander, colombiano, perteneció a las brigadas internacionales del ejército libertador, y peleó al lado del general Francisco Estrada. 1 360 Gregorio Urbano Gilbert Campo de operaciones militares de la Columna Expedicionaria No. 3 bajo el mando del general Francisco Estrada. Las Seg. Nic-C-A. Junio 25-32. PATRIA Y LIBERTAD (f) Alfonso Alexander.