Corriente de conciencia Habitualmente no es un pensamiento ordenado, que razone solo sobre un tema y sus causas y efectos . Lo que realmente hacemos cuando pensamos es divagar y pasar de una idea a otra , sin un hilo conductor muy claro. • El monólogo interior o corriente de la conciencia consiste en un relato en primera persona, discurso interior que emite el personaje y cuyo énfasis está puesto en su intimidad (es el propio personaje el que narra). • El monólogo interior o corriente de la conciencia corresponde a la sensación de un mundo ilógico y desorganizado. • El monólogo interior es una técnica literaria con la que se reproduce en primera persona los pensamientos de un personaje, tal como brotarían de su conciencia. Se puede decir que el lector se encuentra instalado en el pensamiento del personaje “El monólogo interior es [...] el discurso sin oyente y no pronunciado, mediante el cual un personaje expresa su pensamiento más íntimo, el más cercano posible del inconsciente, anteriormente a toda organización lógica…”. Su objetivo es “evocar el flujo ininterrumpido de pensamientos que atraviesan el alma del personaje a medida que surgen y en el orden que surgen, sin explicar el encadenamiento lógico”. • EL MONÓLOGO O LENGUAJE INTERIOR ES EL PENSAMIENTO. • El monólogo interior es una técnica literaria que intenta plasmar en el papel el flujo de presión del mundo real y el mundo interior, imaginado por alguno de los protagonistas. Con frecuencia, en este tipo de literatura, resulta complicado descifrar lo que ocurre. Normalmente, los escritores utilizan largas oraciones que se mueven de un pensamiento hacia otro. En algunas ocasiones, evitan utilizar signos de puntuación para no romper el flujo de ideas. También es característica una sintaxis menos desarrollada, omisión de verbos u otros elementos conectores, cambios radicales del foco del pensamiento, interrupciones repentinas o repeticiones dubitativas. ambién llamado “Monólogo Interior” o “Flujo de la Conciencia”. La Corriente de la conciencia es una técnica narrativa por medio de la cual los pensamientos de los personajes son revelados de manera que parecen no estar controlados por el autor. El propósito del monólogo interior es el de revelar lo más íntimo del personaje. Esta técnica narrativa es capaz de enmarcar las experiencias emocionales mientras están ocurriendo, a nivel consciente e inconsciente. En ella, el autor opta por no distinguir entre niveles de conciencia; maneja complejos patrones de memoria, imágenes y fantasías para representar sensaciones y emociones “en bruto”. Se trata, pues, de la representación del “discurso” interior de un personaje. El monólogo se distingue del soliloquio en cuanto que ocurre antes de cualquier verbalización, a un nivel pre-discursivo; intenta representar la naturaleza fragmentaria del pensamiento antes de ser organizado, con intenciones comunicativas, por quien lo piensa. Este nivel prediscursivo da a la narrativa un sentido mucho mayor de realismo psicológico, de intimidad con el personaje. El lector se siente testigo presencial, no mero receptor, de sus pensamientos. Pues el monólogo interior es un flujo de la conciencia, que se encarga de presentar al lector el curso de la misma precisamente como está ocurriendo en la mente del personaje. Mediante esta técnica, el personaje parece estar (valga la redundancia) pensando sus pensamientos, más que explicándolos a alguien. Así pues, los términos flujo de la conciencia y monólogo interior se usan, muchas veces, indistintamente, sobre todo en la tradición anglosajona. Algunos autores, no obstante, distinguen el flujo de la conciencia — el fenómeno psíquico propiamente dicho—, del monólogo interior —la formulación verbal de este fenómeno. El término monólogo interior fue usado por primera vez por el filósofo y psicólogo estadounidense William James en su libro Principios de la psicología (1890), y poco después el término se utilizó literariamente. Quizás, quien le da el máximo desarrollo al concepto de monólogo interior sea el escritor irlandés James Joyce. Éste dice haberlo descubierto en el libro Les Lauriers sont coupés del novelista francés Édouard Dujardin, quien, hablando a su vez de Joyce, define el monólogo interior como “el discurso sin auditor y no pronunciado, mediante el cual un personaje expresa sus pensamientos más íntimos, más cercanos al inconsciente, anteriores a cualquier organización lógica, es decir, en embrión, y para ello se vale de frases directas reducidas sintácticamente a lo indispensable, para dar así la impresión de ‘lo magmático’”. Joyce explora en Ulysses monólogos interiores, con los que contrasta claramente tres personajes de diferente racionamiento y clase social. Hay otros exponentes de monólogo interior o flujo de la conciencia. La escritora inglesa Virginia Woolf, cuyas novelas Al faro y Las olas, en particular, exploran la interioridad de los personajes conservando, sin embargo, el orden gramatical y sintáctico que el monólogo joyceano desprecia. El escritor estadounidense William Faulkner, en cambio, recibió directamente la influencia del Ulysses. En El ruido y la furia y en ciertos pasajes de ¡Absalón, Absalón!,Faulkner se vale de la técnica para construir la identidad del personaje. En aquella novela, por ejemplo, el monólogo de Benjy revela su condición de retrasado mental sin jamás mencionarla directamente. Así, la narración gana en autonomía y en verosimilitud. PSICONARRACIÓN, CORRIENTE DE CONCIENCIA Publicado el 02/02/2018 a 19:02 por Escuela de Escritura / TEORÍA LITERARIA / 2 Comments La psiconarración es una técnica literaria que se emplea para reflejar el mundo interior de los personajes de una narración. Junto con el monólogo interior directo, el monólogo interior indirecto y el soliloquio, es una de las técnicas de corriente de conciencia que podemos encontrar sobre todo en la novela, aunque no es exclusiva de ella. A diferencia del monólogo interior que utiliza la primera persona, la psiconarración es una técnica que se sirve de la forma personal en tercera persona, a través de un narrador omnisciente (focalización cero), para reflejar la psicología o la vida psíquica del protagonista o protagonistas. En el monólogo interior, se disimula totalmente la presencia del narrador para acceder a la reproducción directa del proceso mental del personaje y, por eso, el discurso aparece desordenado y caótico. Es casi como una reproducción textualmente de la cháchara mental de protagonista, todo lo que le pasa por la cabeza, tal y como le viene, sin filtros. En la psiconarración, por el contrario, el discurso es ordenado y se mantiene dentro de la reglas de la gramática, si bien, sí puede aparecer diseminado, disperso, insertado dentro del discurso narrativo de las acciones del personaje. Se trata, pues, de una variedad monológica de reproducción del pensamiento en forma indirecta en la que, desde una focalización omnisciente, el narrador relata con su propia voz la vida psíquica de los personajes. A veces a este tipo de narración se le conoce como descripción omnisciente. Como veis, en este caso, es el narrador el encargado de mostrarnos los pensamientos y sentimientos de Florentino Ariza, uno de los protagonistas. Este es un buen ejemplo de psiconarración, porque con frecuencia, esta se centra en reflejar, más que los pensamientos, las emociones y estados de ánimo de los personajes. Otra de las diferencias, y ventajas, de la psiconarración, es que tiene mayor flexibilidad temporal. En el monólogo interior, los pensamientos se limitan a un breve periodo de tiempo, momento en el que el tiempo narrativo y tiempo de la acción coinciden. En la psiconarración es posible resumir estados de ánimo del presente e incluso del pasado, lo que hace de la psiconarración una buena técnica para lograr un retrato psicológico de nuestros personajes de ficción. Bibliografía: Álamo Felices, Francisco. “El monólogo como modalidad del discurso del personaje en la narración”. De Juan Bolufer, Amparo. La técnica narrativa en Valle Inclán. Humphrey, Robert. La corriente de la conciencia en la novela. as vanguardias literarias del siglo XX sacaron mucho partido a una gran idea, la que tuvo el psicólogo y filósofo norteamericano William James a la hora de intentar definir la conciencia como un flujo o corriente continua. James hablaba de una especie de río en el que siguiendo la irreversible flecha del tiempo se van sucediendo ideas, sentimientos, sensaciones, imágenes, y demás contenidos mentales de forma encadenada fluyendo hacia adelante. Me parece una de las más acertadas metáforas de la mente y, creo recordar, que otro filósofo norteamericano, Ralph Waldo Emerson, coincidía conmigo cuando iba más allá, definiendo al individuo de la siguiente manera: “Eres lo que piensas a lo largo de un día”. Siguiendo esta máxima, James Joyce, escribía la novela más importante del siglo pasado, Ulysses, en la que, fundamentalmente, se narraba la vida mental del protagonista, Leopold Bloom, durante un único día, el 16 de junio de 1904. Veamos un fragmento del comienzo del capítulo 18, el célebre monologo interior de Molly Bloom: Sí porque él no había hecho nunca una cosa así antes como pedir que le lleven el desayuno a la cama con un par de huevos desde los tiempos del hotel City Arms cuando se hacía el malo y se metía en la cama con voz de enfermo haciendo su santísima para hacerse el interesante ante la vieja regruñona de Mrs Riordan que él creía que la tenía enchochada y no nos dejó ni un céntimo todo para misas para ella solita y su alma tacaña tan grande no la hubo jamás de hecho la espantaba tener que gastarse 4 peniques en su alcohol metílico contándome todos sus achaques mucha labia que tenía para la política y los terremotos y el fin del mundo tengamos antes un poco de diversión que Dios nos ampare si todas las mujeres fueran de su calaña le disgustaban los bañadores y los escotes por supuesto nadie quería verla con ellos supongo que era piadosa porque no había hombre que se fijara en ella dos veces espero que nunca me parezca a ella milagro que no nos pidiera que nos cubríeramos la cara pero era una mujer muy educada desde luego y su cháchara sobre Mr Riordan para aquí y Mr Riordan para allá supongo que se alegraría de deshacerse de ella y su perro olisqueándome las pieles y siempre mañoseando para metérseme debajo de las enaguas sobre todo aún así me gusta eso de él tan atento con las viejas ya ves y con los camareros y mendigos también no es orgulloso por nada pero no siempre si es que alguna vez tuviera algo serio es mucho mejor que los lleven a un hospital donde todo está limpio pero supongo que tendría que repetírselo durante un mes sí y entonces tendríamos una enfermera del hospital tener que aguantar el rapapolvo y él allí hasta que lo echen o una monja a lo mejor como la de esa foto guarra que tiene es tan monja como yo no sí porque son tan débiles y quejicas cuando están malos necesitan una mujer para ponerse buenos si echan sangre por la nariz te imaginarías que era O algo trágico y esa carademuerto una vez por la ronda sur cuando se torció el pie en la fiesta del coro en la Montaña de pandeazúcar el día que yo llevaba aquel vestido de Miss Stack trayéndole flores las más secas que pudo encontrar en el fondo del cesto cualquier cosa por meterse en el cuarto de un hombre su voz de solterona queriendo imaginar que se moría por sus huesos para nunca verte la jeta otra vez […]. Como vemos, ni puntos ni comas, la conciencia fluye y las ideas se yuxtaponen agolpadas de forma más o menos abrupta. Molly comienza pensando en su marido (suponemos que es en él) haciéndose pasar por enfermo para que la señora Mrs Riordan le lleve el desayuno a la cama y lo cuide. Después pasa a hablar de Mrs Riordan, de su tacañería y mojigatería, de Mr Riordan, de su perro, de los hospitales y el cuidado femenino de los hombres, para terminar criticando a Miss Stack y sus coqueteos florales. Es muy instructivo como pasa, de un salto brusco, del perro metiéndose debajo de sus enaguas a su marido muy atento con los mendigos y los camareros. A la conciencia le basta cualquier mínima asociación para saltar de un contenido a otro. Siguiendo mi propio chorro de la conciencia, esta forma de entender la mente me ha hecho pensar en el divertido juego que nos proponía el psicólogo Daniel Wegner: intenta hacer todo lo posible para no pensar en un oso blanco. Es imposible, más tarde o más temprano, acabaremos pensando en él. Esta misma mañana le he propuesto el juego a mi novia y ya van unas cuantas veces que el oso blanco ha aparecido en su conciencia. Entonces la cuestión es: ¿eres libre de elegir tus propios contenidos mentales? Y suponiendo que nuestros contenidos mentales son la causa de nuestra conducta (yo pienso lo que quiero hacer y lo hago), ¿somos realmente libres de hacer lo que hacemos? La respuesta parece muy clara: No, yo no elijo como los pensamientos aparecen y se conectan entre sí en el flujo de la conciencia. La prueba más contundente estaría en pensar en las obsesiones: una idea se repite una y otra vez en la cabeza sin que podamos hacer nada por evitarlo. ¿Elige libremente Molly Bloom pasar de pensar en el perro de Mrs Riordan a hacerlo sobre el orgullo de su marido? Supongamos que, después de todo el monólogo interior en el que acaba pensando en Mrs Stack dando flores para coquetear su esposo, Molly decide no hablar más con ella. Esa decisión no se hubiera dado si antes Molly no hubiera pensado en Mrs Riordan y en todos los demás elementos de su monólogo interior previos a pensar en Mrs Stack. ¿Sería entonces libre la decisión de Molly o más bien fruto de un aparentemente caótico fluir de ideas?