Esa es la frase típica de los padres. “Mi hijo no obedece”. Claro que los padres suelen tomarlo cómo algo a corregir en el niño. Mi reflexión suele ser… ¿Te interesa realmente un hijo obediente? Veamos… Si mi hijo me obedece a todo lo que le digo, estupendo. Pero… ¿Y si obedece al que le ofrece droga? ¿Y si obedece al qué le dice que robe? ¿Y si…? Supongo que cómo padres necesitamos saber que nuestros hijos sabrán obedecer a las personas adecuadas. Pero eso ya indica tener sentido crítico. Cuestionarse qué cosas me convienen y cuáles no. Desde éste punto de vista, ya no está tan claro que queramos hijos obedientes, sino más bien hijos que cuestionen. En este punto suele plantearse el “problema”. Es que yo necesito salir cada mañana a trabajar. ¿Cómo hago? En este punto, casi todos los padres son conscientes de un conflicto de intereses. La necesidad adulta de trabajar, y la necesidad infantil de jugar. Y encontrar un modo de compatibilizar ambas necesidades no parece tarea fácil. Sobre todo porque la mayoría de nosotros fuimos educados a base de castigos. Nos vemos en más de una ocasión repitiendo patrones de nuestros padres. A veces justo aquellos que más nos fastidiaban de pequeños. La comunicación es infinita. Igual que las matemáticas. Usando herramientas adecuadas, la relación familiar mejora. Y lo que es más, ayudamos a los niños a cuestionar qué obedecer, y qué no.