El significado de las campañas Juan Poom Medina*

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El significado de las campañas
Juan Poom Medina*
El 23 de marzo de 2004, en los pasillos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (Flacso), en la Ciudad de México, cuando inició el receso de 10 minutos del
seminario sobre políticas públicas que entonces cursaba con don Luis F. Aguilar
Villanueva, abordé al profesor para preguntarle por el libro que en esas fechas Héctor
Aguilar Camín había publicado sobre Luis Donaldo Colosio: La tragedia de Colosio,
publicado por la editorial Alfaguara. De esa pregunta surgió una conversación amena
entre un grupo de estudiantes de Gobierno y Ciencia Política con don Luis F. Aguilar,
un intelectual mexicano a quien se le considera como referencia inmediata sobre el tema
de políticas públicas, y quien también como sabíamos fue un académico muy cercano a
Luis Donaldo.
Hablamos de las ideas de Colosio, pero especialmente de la campaña presidencial y del
discurso de ruptura entre el entonces candidato el presidente Salinas aquel poco
memorable año 1994. Por ser una charla de pocos minutos no pude completar un ciclo
de preguntas que yo tenía sobre el tema. Pero esa conversación me dejó una tarea que
intentó realizar durante cada proceso electoral: la búsqueda de la congruencia entre lo
que dicen los candidatos durante las campañas y sus hechos cuando llegan al puesto de
representación. Como sabemos, sobran las hipótesis, especulaciones y comentarios
generales sobre las causas de la muerte de Colosio. En mi caso, desde aquellos años
siempre coincidí con la especulación (que no hipótesis) de que el famoso discurso del 6
de marzo fue un elemento que pudo propiciar su asesinato.
No lo sé y nadie ha aclarado o probado nada, sin embargo, siempre que escucho ese
discurso le encuentro sentido porque nos habla de un proceso de cambio, de una visión
de fondo sobre los problemas del País, y de una gran intencionalidad de romper con las
viejas inercias del sistema político mexicano. Por supuesto, se trataba de un discurso
que retaba al entonces presidente en funciones Carlos Salinas.
Para mí ése ha sido el discurso honesto, el discurso ideal, el discurso que todo mexicano
quisiera escuchar. Y justo es ideal porque no se llevó a cabo, porque no pudo celebrarse
su inicio y nunca conocimos sus resultados. A lo largo de estos últimos años, cuando
veo las propuestas de campaña de quies aspiran a un cargo de elección, siempre busco
poner atención en lo que prometen. Si nos fijamos un poquito, nos damos cuenta de que
todos los aspirantes se vuelven demócratas, participativos, les preocupa el bienestar de
la gente, los problemas del desarrollo, las ciudades, los niños, los adultos mayores, las
personas con capacidades diferentes, las mujeres, la equidad, la democracia, los
estudiantes, las colonias… es decir, durante las campañas se vuelven “preocupones”
hasta el cansancio. Dicen que buscan cambiar el statu quo de la política, de la sociedad,
de la economía. Que cumplirán con lo que prometen firmando ante un notario el
documento compromiso. En otras palabras, buscan darle significado a las campañas
porque son tiempos de promesas.
A veces me pregunto por qué la Ciencia Política como disciplina científica no ha podido
proponer mecanismos para que los electores realmente hagan que los candidatos cuando
alcancen el estatus de representantes cumplan lo que vienen diciendo durante las
semanas de campaña. En la realidad sucede todo lo contrario y por lo mismo
encontramos demócratas sólo en tiempos de campañas y no durante el ejercicio de
Gobierno.
Hace unos días me comentaba uno de mis alumnos que cursa su doctorado que cuando
realizó su tesis de maestría hizo todo lo posible para que algunos funcionarios
municipales como Luis Serrato y Susana Saldaña le apoyaran con alguna información
para su trabajo. Me dijo: –Nunca me dieron ni la oportunidad de plantearles mi
investigación– y –sus secretarios particulares nunca me resolvieron nada. De una cartera
de funcionarios, el único con el que puede hablar fue con Miguel Sesma –remató. –¿Tú
crees que yo quiera votar por ellos en alguna otra ocasión?
Por otro lado, muchos otros hemos coincidido en que las promesas que hicieron los
diputados de la actual Legislatura se diluyeron tanto que por su bajo desempeño
sabemos que da pena su labor legislativa. También coincidimos en que han sufrido una
transformación a demócratas ahora que algunos buscan otro escaño. Me pregunto:
¿Algunos querrán votar por ellos nuevamente? Como ciudadanos nos queda siempre la
esperanza de que los que vienen se conviertan en jugadores reales, personajes clave del
cambio político que requiere la entidad. Que el tema del interesante foro “Una nueva
forma de hacer política” celebrado la semana pasada se haga realidad en los hechos, en
las acciones, en los trabajos de los representantes y funcionarios, porque así se
enriquecería el contexto político de la entidad y los únicos ganadores serían los
ciudadanos.
En resumen, si ya algunos han elegido la política como su actividad profesional,
entonces deberían buscar dignificarla a través de cumplir lo que prometen en las
campañas. Mecanismo no hay para hacer cumplir eso, pero nuestros políticos, ésos que
quieren una oportunidad y que la merecen, deben considerar que en algún momento los
ciudadanos despertarán de su largo sueño para evaluar mejor lo que hacen los
representantes y los funcionarios. Yo espero que ese despertar se dé antes del 5 de julio
del presente año. Justo cuando las campañas estén en su punto máximo para así hacer la
elección del representante de manera más racional. Me parece que no sólo en las
campañas podemos encontrar demócratas y gente que quiere hacer las cosas bien,
también los podemos encontrar cuando asumen los puestos. Es cuestión de convicción.
*Profesor-investigador del Programa de Estudios Políticos y Gestión Pública de El
Colegio de Sonora, jpoom@colson.edu.mx
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