El Liverpool no caminó solo y obtuvo la sexta Con goles de Salah al minuto 1 y Origi al minuto 86, los Reds se coronaron campeones en el Wanda Metropolitano de la 64ma edición de la Champions League. Las clasificaciones épicas que lograron ambas escuadras en las semifinales; el estilo de juego de los 2 equipos, los entrenadores de ambos conjuntos y la calidad en la individualidad de cada plantilla, eran los ingredientes para que en la previa nos imagináramos un partido épico, de aquellos de Premier League. Donde el vértigo y las transiciones rápidas son las características principales. Pero en el papel fue todo lo contrario, el contexto consumió a los protagonistas, dándonos un juego muy estratégico, casi de ajedrez, donde las fichas se movían con mucha cautela. El Liverpool saldría con su clásico 4-3-3 con Roberto Firmino de delantero centro regresando de la lesión. Mientras el Tottenham eligió el 4-2-3-1, con la vuelta de Harry Winks como volante central y Harry Kane como centro delantero. Al segundo 25, se veía la intención principal de los dirigidos por Klopp. Buscar ese espacio entre los laterales y centrales filtrando pases aéreos, para que Salah, Mané y Firmino recibieran con ventaja y pudieran rematar al arco. Esta primera acción terminaría en una mano de Sissoko que el árbitro esloveno Damir Skomina iría a revisarla en el VAR, para luego sentenciar una pena máxima. Que minutos más tarde transformaría en gol Mohamed Salah. El 1-0 tan tempranero en el marcador fue como un somnífero para el conjunto blanco. Esto le permitió ejecutar al Liverpool su arma mortal. La presión adelantada en bloque alto. Los Reds en muchos pasajes del encuentro, posicionaban todas sus líneas en campo rival, donde armaban un bloque muy estrecho y compacto, ahí daban inicio a la presión hombre a hombre, orientando el juego del Tottenham hacia las bandas, donde el Liverpool generaba las superioridades tanto posicionales como numéricas para recuperar el balón y contratacar los más rápido posible. El Tottenham no le encontró la vuelta a esta presión, trataba de iniciar el juego posicional desde campo propio. Los centrales dando amplitud y con Sissoko y Winks más centralizado, formando un cuadrado. El problema empezaba con la posición de Sissoko, el francés se situaba muy en paralelo con Winks, y no ofrecía una opción de pase para desarticular la presión. Esto lo detecto muy rápido el Liverpool, que empezó a enjaular a Winks, lo que creaba una brecha muy grande entre los 5 jugadores ofensivos y la defensa. Los centrales Toby Alderweireld y Jan Vertonghen dieron 123 pases, los cuales muchos eran laterales y la mayoría entre ellos mismos. Las leves ocasiones de peligro se creaban cuando Heung-Ming Son realizaba un desmarqué de ruptura en diagonal, pero de resto vimos a un Dele Alli muy errático y un Kane fuera de ritmo. La parsimonia del Tottenham para iniciar sus ataques era un alivio para el Liverpool, que con su buena posición defensiva anulo los circuitos de juego del conjunto blanco. Con un equipo que no sabía cómo ni por donde proponer y uno que sabía esperar, tuvimos un partido muy lento, donde de momentos el Tottenham parecía no tener problemas en pasarse el balón de un lado al otro y el Liverpool en esperar. Quedando 10 minutos, con Lucas Moura y Fernando Llorente en cancha, el Tottenham se animó a buscar el juego, 3 llegadas de peligro, que Allison pudo controlar de buena manera. Al minuto 86 Divock Origi sentenció el partido con un zurdazo que supero a Hugo Lloris. El árbitro haría sonar su silbato, indicando el final del partido. Los aficionados Reds empezaron a entonar el “You Never Walk Alone”, el final feliz de película se hizo realidad, el Liverpool tuvo otra oportunidad y se consagró campeón.