http://www.elcultural.com/revista/letras/1936-Fraude-y-violencia-en-las-elecciones-del-Frente-Popular/39530 1936: Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García Espasa. Madrid, 2017. 623 páginas, 23,66 € JUAN AVILÉS | 21/04/2017 | Las últimas elecciones republicanas se celebraron año y medio después de la Revolución de 1934 En los últimos años ha cobrado fuerza, en ámbitos de izquierda, la tendencia a devaluar el significado de la Transición, que habría representado la renuncia a una genuina ruptura democrática, y a revalorizar en cambio la experiencia de la República. El significado político que ello tiene es evidente: un relato que sitúa el origen de nuestra democracia en la Transición favorecerá la disposición al consenso entre todos los partidos, mientras que si se enfatiza su filiación respecto a una República truncada por un alzamiento militar reaccionario se propiciará una actitud de confrontación entre izquierda y derecha. La opción entre un relato y otro es una cuestión política y los historiadores no tienen por qué participar. Su misión es examinar la documentación para construir una imagen lo más fiel posible del pasado, y eso es lo que hacen Manuel Álvarez Tardío (1972) y Roberto Villa García (1978) en su libro sobre las últimas elecciones de la República. La imagen de una joven democracia, basada en un fuerte impulso reformista y una gran movilización popular, cuyo fracaso se debió exclusivamente a un alzamiento militar apoyado por las potencias fascistas, tiene sin duda su atractivo y resulta consoladora para una mentalidad progresista, pues implica que fueron factores externos los que interrumpieron el avance democrático de nuestra sociedad. Su defecto es que resulta muy poco matizada respecto a la realidad histórica, tal como han demostrado múltiples investigaciones. En los años treinta, España se situaba en un nivel de desarrollo en que no es frecuente que una democracia se consolide, tenía una ominosa tradición de recurso a las armas con fines políticos y además recibía la influencia de una Europa enloquecida por el fascismo y el estalinismo. La voluntad de consenso democrático era casi nula y los partidos más importantes, la CEDA en la derecha y el PSOE en la izquierda, consideraban la democracia parlamentaria establecida en 1931 como algo transitorio, que habría de ser sustituido por algún régimen autoritario o por una dictadura del proletariado más o menos cercana al modelo soviético. Con todo, hay una diferencia esencial: la CEDA nunca se alzó en armas contra las instituciones de la República y el PSOE lo hizo en octubre de 1934. Año y medio después se celebraron elecciones. Como destacan los autores, el momento no podía ser menos oportuno, porque el recuerdo de la insurrección de octubre estaba muy vivo y las elecciones se convirtieron en “un inquietante plebiscito entre sus partidarios y sus detractores, con la amnistía como bandera sentimental de los primeros”. Los republicanos de izquierda, que se integraron con socialistas y comunistas en la coalición del Frente Popular, pretendían “pasar página”, pero sus aliados marxistas no estaban dispuestos a “abjurar” de su intentona revolucionaria. Las elecciones de 1936 fueron objeto de un estudio pionero publicado por Javier Tusell en 1971, en el que esclarecieron los resultados, basándose sobre todo en informes de prensa, y realizaron un primer análisis del fraude electoral, basándose en los debates de la Comisión de actas de las Cortes, acerca de la cual concluyeron que “había actuado con sentido absolutamente partidista en la determinación de las actas válidas e inválidas”. Casi medio siglo después, Álvarez Tardío y Villa han podido consultar documentación entonces inaccesible y han reconstruido lo ocurrido de forma muy minuciosa, poniendo el énfasis en el impacto del fraude electoral y de la violencia. Respecto a los resultados, apenas hay diferencia con los establecidos por Tusell. Haciendo la media de los sufragios obtenidos por los candidatos más votados de cada lista, Tusell concluyó que el Frente Popular había obtenido 4.555.401 y la derecha 4.503.205, mientras que Álvarez Tardío y Villa, haciendo la media de los sufragios obtenidos por todos los candidatos de cada lista, concluyen que el Frente Popular obtuvo 4.434.381 y la coalición de derechas 4.402.811. El Frente Popular ganó por una mínima ventaja, pero esa ventaja fue mucho mayor en las grandes circunscripciones urbanas, en donde la ley electoral primaba más a la lista mayoritaria, con lo cual su triunfo fue mucho más nítido en escaños obtenidos. En la primera vuelta, el Frente Popular obtuvo 259 escaños, por encima ya de la mayoría absoluta, y las candidaturas antirrevolucionarias obtuvieron 189, mientras que las candidaturas centristas apoyadas por el gobierno de Portela Valladares, que habían obtenido 324.276 votos, se quedaron sin escaños. A partir de ahí surgen varias preguntas ¿Fue limpia la jornada electoral del 16 de febrero? ¿Fue limpio el recuento? ¿Influyó en ello la precipitada dimisión del gobierno Portela? ¿Fue esa dimisión forzada por la coacción ejercida por las izquierdas en la calle? ¿Cómo logró el Frente Popular ampliar el número inicial de escaños? A todo ello responden los autores con un amplio despliegue de hechos documentados, tan amplio que el lector puede en ocasiones sentirse perdido entre árboles que le ocultan el bosque. Sin embargo, las respuestas quedan, al final, claras. La votación fue en general limpia, a pesar de algunos incidentes, en parte porque la ley electoral daba muchas garantías de que así fuera, en parte porque el gobierno, en vista de los casos de violencia que se habían producido durante la campaña, hizo un gran despliegue de fuerzas del orden, y en parte también porque las fuerzas centristas que apoyaba el gobierno eran tan débiles que no había margen para darles la victoria mediante el fraude. El recuento no fue tan limpio, entre otras cosas por la presión del Frente Popular en la calle, que condujo a una sustitución de las autoridades locales, sobre todo desde el momento en que Portela dejó la jefatura del gobierno, impelido por esa presión. Los autores reconocen que es imposible establecer los resultados reales, pero estiman que la manipulación del recuento en algunas provincias pudo dar al Frente Popular una treintena de escaños indebidos. En cuanto a la actuación de la Comisión de actas de las Cortes, encargada de verificar su validez, fue muy sectaria, como siempre se ha sabido, y le dio otros 23 escaños. Por último, la repetición de elecciones de Cuenca y Granada en mayo se caracterizó por la fuerte coacción que sufrieron los candidatos de la oposición. El resultado es que el Frente Popular sumó 278 escaños, muy por encima de la mayoría absoluta. https://www.elespanol.com/cultura/historia/20170313/200480526_0.html Celebraciones por la victoria del Frente Popular en 1936. Historia Entrevista a los historiadores Las Elecciones de 1936 "no fueron un pucherazo", sino un "fraude localizado” Los historiadores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa encuentran actas manipuladas que determinaron el número de escaños en los comicios ganados por el Frente Popular. Reconocen que el número de votos fueron pocos, pero determinantes. 14 marzo, 2017 02:38 Peio H. Riaño @peiohr Aquel 16 de febrero se prolongó durante cuatro días. Los españoles consideraron las Elecciones Generales que determinaron la victoria del Frente Popular como unos comicios a vida o muerte. A los pocos meses, las dos Españas que se habían enfrentado en las urnas, lo hicieron en las trincheras. El Golpe de Estado de Franco acabó con la legitimidad de las urnas, que no es cuestionada por la investigación de los historiadores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa, titulada 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular (Espasa). El propio Manuel Álvarez Tardío explica a EL ESPAÑOL que no pretenden discutir sobre la legitimidad de lo que pasa después de las Elecciones, ni del Golpe de Estado posterior. “Sólo queríamos contar lo que no se había contado, no vamos más allá del momento que estudiamos. No podemos viciar el análisis de lo que pasa en las Elecciones: incluso con todo lo que nosotros contamos, no significa que eso fuera a cambiar los acontecimientos. Podíamos haber optado por la militancia basada en la especulación, pero no especulamos”. Dicen que uno de los méritos de su trabajo es la reconstrucción, “minuto a minuto”, de lo que pasó aquellos cuatro días, entre la votación y el recuento. Ambos responden al cuestionario sobre su investigación: Son unos acontecimientos que deciden la historia moderna de este país, ¿cómo influye el impacto en su trabajo? Nosotros trabajamos con la misma dinámica académica de siempre. Pero el pasado como elemento de identidad ideológica tiene más presencia de lo que pensábamos. Aparentemente, hay mucha bibliografía de la Segunda República y la Guerra Civil, pero te sorprende que haya tantos autores que repitan fuentes secundarias con hechos no contrastados. ¿Qué aporta su estudio al de Javier Tusell (a finales de los sesenta)? Tussell estuvo muy condicionado por su contexto, por las limitaciones de consulta. Nosotros hemos tenido acceso a datos digitalizados. Explotaron las hemerotecas, pero les faltaron fuentes. No tuvieron acceso al archivo del Congreso, ni al archivo de la Fundación Pablo Iglesias, ni al Archivo de Salamanca. Lo hicieron con prensa y el diario de sesiones de las Cortes. El nuestro es más rico. ¿A qué conclusiones llegan? Reflejamos el clima de radicalización política durante la campaña, los diferentes tipos de discursos de campaña y cómo las candidaturas acaban formándose (incluimos las negociaciones internas). Abordamos las antiguas encuestas de una manera más precisa y, sobre todo, reconstruimos la votación y el escrutinio. El dietario de Alcalá Zamora también es importante, así como el de Portela. Hemos reconstruido de una forma más precisa aquel periodo. Javier Tusell reconoce que sus recuentos son incompletos, pero con el Archivo del Congreso los reconstruimos al completo. Los resultados oficiales a nivel nacional no se conocían hasta ahora. ¿Por qué se decidieron a investigar el desarrollo de las Elecciones? Cuando se publicó el dietario de Alcalá Zamora hace unos años leímos la parte del fraude. El propio presidente de la República es el que habla de fraude. Sin ese diatario no nos habríamos metido en la investigación. Antes éramos muy escéptico, siempre he dicho que ganaban las izquierdas. Hasta que encontramos las pruebas y documentos cotejados. Veíamos claro el fraude en A Coruña y Cáceres, pero sólo con estos votos la mayoría no cambiaba. Y aparecieron los casos de Tenerife, Las Palmas, Lugo, Pontevedra, Valencia, Jaén, Murcia y hasta Málaga (donde ganan indudablemente las izquierdas, pero el escaño de las minorías debería haber pertenecido a la CEDA y no al PSOE). ¿Prefieren hablar de fraude que de pucherazo? Sí, el pucherazo generalizado se dejó de hacer en los años treinta. En este caso hablamos de una falsificación postelectoral, sobre la documentación hecha sobre las mesas. Hay una falsificación electoral urdida la noche anterior a la reunión de la Junta Provincial en algunas provincias. Un fraude localizado. ¿Son capaces de determinar el número de votos fraudulentos? No a nivel nacional. Pero sí a nivel provincial en Valencia, Jaén y Las Palmas. En cuatro provincias, la madrugada del 19, se arrebata el poder a las derechas (A Coruña, Lugo, Tenerife y Cáceres). Y lo importante no es el número de votos, sino el reparto de escaños. No podemos saber cuántos votos fueron fraudulentos a nivel nacional, quizá más de 150.000 votos, sobre más de 8.000.000 de votos. Los que fueran bastaron para determinar el reparto, porque el resultado estaba muy apretado. El fraude en Cáceres fue de 10.000 votos. En Jaén, si ganabas te llevabas 10 y si perdías, 3. Se jugaban la mayoría. ¿Fue un movimiento orquestado o espontáneo? Está orquestado desde las provincias. Es una dinámica que se repitió en muchos sitios: empezaron celebrando y acabaron asaltando gobernación civil. Son las 36 primeras horas de Azaña antes de la reunión de la Junta del Censo. La iniciativa la llevan las autoridades provinciales. El día 19, cuando Manuel Azaña accede al poder, el Frente Popular y las derechas no tienen mayoría parlamentaria, la cosa está muy abierta. Si el Frente Popular consigue la mayoría final fue gracias a la manipulación. Proclamación de la II República en Madrid, el 14 de abril de 1931. ¿Qué importancia tuvo la dimisión del presidente del Consejo de Ministrios Manuel Portela, líder liberal? Absoluta. Portela se marcha durante el proceso de recuento por la fuerte movilización en la calle. Portela se va porque está muy tocado moralmente, sus candidatos no parece que estén obteniendo los resultados que esperaban y se marcha sin saber cómo queda. Además, la violencia en la calle le asusta. Manuel Azaña preside el final del recuento y no aplaza los ánimos de la movilización instrumentada por los sectores extremistas, con los que luego tendría que negociar para gobernar. La última fase del recuento es muy importante. ¿Cuestionan el papel de Azaña? No hay orden de Azaña para alterar el recuento. En Madrid hubo pasividad y connivencia con las movilizaciones. El propio Azaña se refiere a los resultados de A Coruña y en Cáceres como la “resurrección de candidatos”. Demostramos un fraude local. Tachones, raspados, manipulaciones. La campaña no fue sucia, ni siquiera el día de las Elecciones. De hecho, hubo un gran despliegue de fuerzas del orden para evitar problemas. Sin embargo, Portela no pudo declarar el Estado de Guerra durante el recuento, porque Alcalá Zamora no le deja, pero Azaña sí lo hace en algunas partes. ¿Qué ocurre en la segunda vuelta? La segunda vuelta está muy condicionado por la falta de seguridad jurídica, pero ahí no hemos hecho especulaciones. No fue un fraude total, pero sí introduce elementos de fraude en algunas provincias. Son pequeñas diferencias de votos que afectaban al recuento de escaños. Es un fraude en determinados lugares que han hecho bailar escaños. Cuando Azaña acude a la sede de Gobernación se desespera al ver que los gobernadores han huido y están en manos de los poderes locales, que intimidaron. Hay sitios en los que la intimidación y la coacción fue muy potente. La calle interpreta la salida de Portela como una victoria y van a impedir una victoria por fraude de los conservadores. ¿No hubo intimidación por parte de los conservadores? No hay rastro de una ocupación del poder ni de los conservadores, ni de los portelistas. La CEDA no hizo llamamiento a la violencia para hacerse con el recuento. En el libro insisten en que las marchas de aquellos días no eran festivas, sino intimidatorias. La documentación y las fuentes demuestran que la avalancha hacia los centros de poder no fueron celebratorias, ni festivas, sino para hacerse con el control. Pero, ¿hay documentación de las protestas? Las protestas que hubo en estas provincias fueron tumultuarias. El Frente Popular no estaba dispuesto a dejar perder ni una sola provincia. Tal y como aparece en el archivo de Pablo Iglesias, Prieto dice de las actas de A Coruña que son “indefendibles”. Cuestionó anular Granada [resultado a favor de la derecha, con denuncia de la izquierda], si no se hacía antes con A Coruña y Cáceres. En Granada se denunció que miembros de la escopeteros y guardas impedían el voto en pueblos. Ganó la derecha, pero se anuló. ¿En Granada, quién hizo más trampas? En Granada, el Frente Popular protestó un fraude de 8.000 votos pero no aportaron datos, a pesar de que la diferencia con las derechas era de 50.000. No era un fraude acreditado. https://ctxt.es/es/20170503/Firmas/12537/II-republica-frente-popular-golpe-de-estado-alvarez-tardio-roberto-villa.htm Lo que la ‘verdad’ esconde. A propósito de fraudes y violencias en 1936 Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa utilizan abundantes fuentes primarias, pero desprecian buena parte de las aportaciones de la historiografía local y rehúyen las investigaciones que les son contrarias en su libro sobre la victoria del Frente Popular Ángel Luis López Villaverde Proclamación de la II República en la Plaça Sant Jaume, en Barcelona. José María Sagarra 3 de Mayo de 2017 Hace tres años, cuando agotaba su último año de vida Ricardo de la Cierva, otros historiadores, Stanley Payne y Jesús Palacios, publicaron Franco. Una biografía personal y política (Madrid, Espasa, 2014), una obra que se anunciaba como “definitiva” y seguía la línea blanqueadora de la figura del dictador realizada antaño por el exministro de Cultura. En su labor de reactualizar tópicos de la publicística antirrepublicana, Payne y Palacios cuestionaban la legitimidad de la victoria del Frente Popular (en adelante, FP) e insistían en el carácter revolucionario y conflictivo de su gestión. Esta obra mereció, al año siguiente, la dura contestación de un grupo de historiadores, coordinado por Ángel Viñas, en el número extraordinario de una revista digital de Historia Contemporánea (‘Sin respeto por la historia. Una biografía de Franco manipuladora’, Hispania Nova, núm 1. 2015). Contrariamente a los anteriores, la tesis de estos últimos defendía el proyecto del FP como coherente con el modelo de democracia de masas de aquellos años treinta, negaba el fraude masivo y explicaba el golpe en respuesta a la amenaza del orden social. La misma editorial Espasa acaba de editar una monografía que viene a mediar en ese debate. Desde hacía meses, el propio Payne venía anunciando esa novedad bibliográfica y vanagloriándose de que avalaba su tesis de manera empírica, quebrando así el “último de los grandes mitos políticos del siglo XX”. Así lo ha escrito el historiador de origen tejano en la faja de la cubierta del libro firmado por dos jóvenes historiadores, Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García (1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular. Madrid, Espasa, 2017). La estrategia comercial de la monografía de estos profesores de la Universidad Rey Juan Carlos ha sido agresiva y exitosa, al incidir en que “cambiará nuestra perspectiva de las elecciones de febrero de 1936, que dieron la victoria al FP, describiendo y demostrando la existencia de fraude electoral y el ambiente de extrema violencia que imperó en los meses anteriores y posteriores”. Un argumento muy goloso. Sin embargo, Álvarez Tardío y Villa (en lo sucesivo, MAT y RV) afirman que su único horizonte es la Historia, sin entrar en interpretaciones políticas, y que sus datos no sólo son novedosos sino también incuestionables. Aseguran que, a diferencia de otros historiadores y escritores, no interpretan la República mirando desde atrás, desde la Guerra Civil, sino desde la propia realidad de los hechos históricos. En definitiva, hacen gala de objetividad frente a cualquier interpretación ideologizada, de la que reniegan. Álvarez Tardío y Villa afirman que su único horizonte es la Historia y que sus datos no sólo son novedosos sino también incuestionables Pese a la declaración de intenciones de los autores, han proliferado en redes sociales alusiones al “pucherazo del 36”, contribuyendo a alimentar la tesis neofranquista de que el verdadero golpe a la República lo dio la izquierda, descargando de responsabilidad a la sublevación militar del 18 de julio. Un columnista de ABC, Hermann Tertsch, ha llegado a acusar de “miedo a la verdad” a los supuestos “guardianes del mito de la Santa República de Inmaculada Democracia” quienes, a su juicio, “tienen miedo a saber que no quedaba democracia tras los golpes de 1934 y el fraude de 1936”. En una entrevista radiofónica a MAT y RV en es.Radio, en la que participó el propio Tertsch, y difundida por LibertadDigital, Federico Jiménez Losantos cree probado así el totalitarismo del FP, una interpretación de la que sus autores se apartan en dicha entrevista, pero no desmienten. Hasta la Fundación Francisco Francoha publicado un manifiesto, a partir del libro para, en un alarde de cinismo casi surrealista, pedir al Congreso de los Diputados que declare golpistas a los partidos y sindicatos históricos (PSOE, ERC, PNV, PCE, UGT y CNT) constitucionales. A partir de aquí, cabe preguntarse: 1) si es cierto o no que queda avalada la tesis de Payne; 2) si es verdad que los autores han descubierto una novedad que ningún otro historiador había descifrado; 3) si queda demostrado que MAT y RV no tienen más objetivo que la ciencia histórica; y 4) si sus datos son definitivos. Veamos: Expectación y recelo Más allá de la versión interesada de la derecha mediática, la novedad editorial ha sido recibida con expectación en los ambientes historiográficos especializados, no exenta de cierta desconfianza, para comprobar si se confirma la solvencia de una investigación que se supone desmonta la visión idealizada que aún conserva la memoria de la República. La lectura de sus primeras doscientas páginas (los tres capítulos iniciales) podría ser prescindible. Es más relevante el capítulo cuarto, donde se cuenta con tino cómo se llevó a cabo “la operación de centro”. El quinto (campaña) y el sexto (la violencia electoral) no aportan nada especialmente relevante. Es en los siguientes, a partir de la mitad del libro, donde los autores basan su argumentación más poderosa. Mediante una investigación casi detectivesca, se hace un rastreo sistemático de la prensa y de varios archivos –en especial, aunque no sólo, el del Congreso de los Diputados— para detectar numerosas irregularidades en el recuento de voto, a raíz del precipitado cambio de gobierno, tras la dimisión del presidente Portela, en un contexto de desórdenes y “maniobras para modificar el reparto de escaños o, al menos, la interrupción del recuento en las circunscripciones con un resultado ajustado”, que pudo hinchar el número de diputados frentepopulistas, aunque no se puede cuantificar (pág. 380). Y aquí viene lo más relevante. A diferencia de lo pregonado en ciertos medios, los propios autores niegan que se pueda cuestionar la legitimidad de la victoria de la coalición de izquierdas, pese a que titulan el capítulo octavo, entre interrogaciones, ‘¿Una victoria del Frente Popular?’. En este sentido, MAT y RV descartan que “los resultados del Frente Popular fueran un mero subproducto del fraude, como proclamarían sus adversarios comenzada ya la Guerra Civil” y dan por sentado que obtuvo más escaños que sus oponentes, aunque la incógnita está en saber cuántos, por las manipulaciones de los días siguientes a la celebración de las elecciones en las circunscripciones con el resultado más apretado (págs. 371 y 381). En una entrevista en El Español, los autores proporcionan el titular de que “no fue un pucherazo, sino un fraude localizado”. Este argumento desmonta, sin duda, el primero de los interrogantes planteados, pues el nivel de fraude, por alto que fuera, no deslegitima su triunfo de la candidatura frentepopulista. Efectivamente, cae un mito, pero no el que se anuncia en la cubierta del libro, sino el de la ilegitimidad del FP. Curioso. Por otra parte, resulta muy didáctica su descripción de la complejidad del recuento y del procedimiento electoral. La dinámica electoral de la República parece un verdadero galimatías, en comparación con los procesos electorales actuales, pues, además de las listas abiertas, la composición de las candidaturas variaba de una provincia a otra y los electores podían repartir sus votos. Respondamos a la segunda cuestión. ¿Es tan novedosa esta investigación? Santos Juliá, en ‘Las cuentas galanas de 1936’ (El País, Babelia, 1-4-2017), ha negado la mayor. Aunque no resta importancia a su “trabajo ímprobo” con las actas, advierte una obviedad, que la obra ha sido recibida con “fanfarria” por la “derecha más rancia”. En su opinión, ni hay tal tabú sobre el fraude (era conocido, se había hablado en su momento en las Cortes y hubo estudios pioneros, como el de Tusell en Cuadernos para el Diálogo en 1971) ni sobre la violencia del 36 (pues hay excelentes estudios de Rafael Cruz y Eduardo González Calleja). Y acusa a los autores de usar “una vía engañosa para denunciar el supuesto fraude que dio la victoria al Frente Popular en los comicios de ese año”. A diferencia de lo pregonado en ciertos medios, los propios autores niegan que se pueda cuestionar la legitimidad de la victoria de la coalición de izquierdas La respuesta de MAT y RV a una crítica tan demoledora no ha sido menos contundente. En su ‘Santos Juliá y sus ‘cuentos galanos’, se han vuelto a desmarcar de posicionamiento ideológico o político alguno, culpan al catedrático de Historia Social y del Pensamiento político de la UNED de no haber leído bien su libro y le descubren no pocas contradicciones en su columna de Babelia. En un sentido más genérico, sin citar nombres de contradictores, han vuelto a defender su trabajo como riguroso en una columna de El Mundo titulada ‘El pucherazo de la discordia’. Precisamente, esa actitud de “no si no, nosotros no decimos, pero decimos, pero no compartimos, pero oiga damos la razón” ha sido calificada como “burdo juego de prestidigitación por José Luis Martín Ramos (en EspaiMarx, 20-4-2017). Este catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona ha subrayado las carencias de esta obra en una extensa reseña, en la que reprocha a sus autores el empleo de “argumentaciones falaces”, “escamoteo de datos”, “interpretaciones insidiosas y juicios de intenciones”. Resumiendo mucho, viene a decir que: 1. MAT y RV ofrecen una visión edulcorada de la CEDA y responsabilizan de la polarización política y la violencia a las izquierdas. Exoneran sistemáticamente los comportamientos de las fuerzas policiales y ponen bajo sospecha las movilizaciones del FP, como una amenaza para la democracia. 2. Los autores comparan las elecciones de febrero de 1936 sólo con las de noviembre de 1933, como referente de limpieza electoral, pero no con las anteriores, lo que, a su juicio, resulta una mala praxis historiográfica. Y manipulan las estadísticas, al comparar campañas con diferente duración y mezclar actos de violencia política con movilizaciones sociolaborales. 3. Conceden más fiabilidad a las memorias de Gil Robles o a las opiniones del embajador portugués que a las memorias de Martínez Barrio o del embajador británico, porque concuerdan mejor con su argumentario. 4. Consideran “normal”, y no una extralimitación, que Gil Robles pidiera a Portela que solicitase a AlcaláZamora el estado de guerra. 5. Nadie negaba la presencia de fraude, sino que fuera de tal calibre que volcara el resultado en beneficio del FP. Los autores vienen a confirmarlo. 6. Para Martín Ramos, las Cortes que analizaron los resultados electorales eran legítimas y el partidismo de la comisión de Actas no era monopolio de la izquierda, sino fruto del marco electoral. En definitiva, que la segunda cuestión también queda en entredicho, ya que MAT y RV no han conseguido probar ningún “vuelco” respecto de lo sabido hasta ahora. ¿Y la tercera? ¿Son MAT y RV investigadores carentes de posicionamiento ideológico o político, que sólo hacen Historia? Afirmaba el historiador Eric Hobsbawm, en su estudio sobre ‘Pierre Bourdieu (Sociología crítica e historia social’, New Left review, 101, 2016, pp. 41-52), que la comprensión de la realidad “pasa inevitablemente a través del bosque denso y oscuro de las suposiciones y deseos que el investigador porta consigo. No nos acercamos a nuestro trabajo como mentes puras sino como hombres y mujeres educados en un contexto particular… y en un momento concreto en la historia”. Los autores habían firmado con anterioridad (en 2010), de manera conjunta y desde una perspectiva exclusivamente política, como un objeto de estudio autónomo, una interpretación global del periodo republicano (El precio de la exclusión: la política durante la Segunda República) en una editorial católica (Encuentros). Subrayaban entonces el déficit de legitimidad y el fiasco del proyecto democratizador. El libro reseñado, sobre el fraude del FP, está en sintonía con esa línea argumental. La mayor diferencia ahora es el impacto de la editorial que lo publica y la repercusión mediática. El politólogo Manuel Álvarez Tardío tiene una extensa obra publicada en solitario. En su tesis doctoral, editada por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales en 2002 (Anticlericalismo y libertad de conciencia. Política y religión en la Segunda República Española, 1931-1936), destacó la centralidad de la “revolución religiosa” en el diseño del discurso y la acción de gobierno de la coalición republicanosocialista, que supuso una merma en la libertad de conciencia respecto a la monarquía constitucional. Su siguiente obra (El camino a la democracia en España, 1931 y 1978), publicada en 2005 por la editorial Gota a gota, de la Fundación FAES, contrapuso a los errores de la etapa republicana la exitosa Transición. En la misma editorial salió el pasado año una biografía sobre la contribución del líder de la CEDA a la democratización de la política conservadora (Gil-Robles. Un conservador en la República). El libro que nos ocupa sería la culminación de este proceso. La República, además de excluyente y revolucionaria, habría terminado su fase constitucional con un fraude electoral. Por su parte, el historiador Roberto Villa García, un experto en procesos electorales, se ha mostrado indulgente con el nivel de fraude y corrupción de los comicios a diputado en 1879, antes de institucionalizarse el turno, y defendido que las elecciones de 1933 (La República en las urnas. El despertar de la democracia en España, Madrid, Marcial Pons, 2013) fueron las primeras verdaderamente libres. Con la obra que nos ocupa, en coautoría, cerraría el círculo: las derechas habrían ganado limpiamente en 1933 pero las izquierdas no lo hicieron así en 1936. El fraude que minusvalora a inicios de la Restauración, lo subraya al final de la República. Difícilmente se puede colegir, a partir de su trayectoria, que son “mentes puras”. Ricardo Robledo ha advertido en ‘La Segunda República no fue Caperucita Roja’ (Ctxt, 114, 26-4-2017) que el empeño de la llamada “historia objetiva” en “desidealizar la República”, cargando las tintas sobre quienes la defendieron, puede provocar un desenfoque que dé lugar “a lecturas erróneas si no perversas” y que el libro de MAT y RV forma parte de la “batalla historiográfica por la memoria que ha de quedar”. Quedan, por tanto, dudas razonables del cumplimiento de la tercera cuestión planteada. Las ausencias también importan El título del libro induce a equívocos, pues no fueron las elecciones “del” Frente Popular, sino las que ganó esta coalición de izquierdas. Y un análisis pormenorizado de la metodología seguida descubre carencias que no concuerdan con la supuesta “verdad” que parecen demostrar. Además de lo que dicen, interesa comprobar también lo que esconden. Rastreando la notable extensión de páginas dedicadas a las notas, las bibliográficas son mínimas, en relación a las hemerográficas Resulta decepcionante su uso del aparato bibliográfico. Cuantitativamente, es bastante magro, dada la abundante literatura sobre la República. Rastreando la notable extensión de páginas dedicadas a las notas, las bibliográficas son mínimas, en relación a las hemerográficas. Y el recurso a la suma de citas diversas en la misma nota dificulta saber de dónde procede cada uno de los datos y revelaciones de las presuntas irregularidades y actos violentos, dificultando su verificación. Desde el punto de vista cualitativo, sorprenden algunas ausencias. En contraste con las autocitas, los demás historiadores suelen ser mencionados a modo de inventario o para contradecirlos. Remito para ello a la reseña que ha escrito Ángel Viñas en La aventura de la Historia. No menos preocupante es el uso interesado y limitado de los estudios locales sobre las elecciones de 1936. Interesado porque sólo cuando reiteran una conclusión compartida recurren a ellos. Limitado porque hay vacíos notables. Más tarde, retomaré esta cuestión. Resulta impecable que los autores decidan partir de las fuentes primarias, principalmente libros de memorias, prensa y actas electorales, en vez de limitarse a repetir, como suele ser habitual, hechos no contrastados. Es una excelente manera de analizar las elecciones sin apriorismos. Pero una vez conseguido esto, no se entiende el escaso recurso a las fuentes secundarias, para contrastar y, llegado el caso, complementar los datos obtenidos. Desdeñar buena parte de la investigación historiográfica disponible para privilegiar las fuentes primarias o los resultados de investigaciones propias y de algunos colegas cercanos no parece compatible con el rigor científico. Abundando en las carencias metodológicas, MAT y RV reducen el enfrentamiento electoral a una pugna entre las dos Españas, de manera que los votos que se detraen a una alimentan a la otra. Un buen ejemplo es su Tabla XIV (pág. 420-421), en la que engloban en el mismo recuento a la derecha y el centro-derecha. La realidad fuera más compleja. La pretensión de presentar dichas elecciones como la pugna entre dos bloques monolíticos y antagónicos, de modo que los votos presuntamente usurpados a los unos se asignan a los otros, carece de fundamento, pese a ser el argumento más socorrido –junto al caos de la primavera del 36— para el revisionismo historiográfico. Desde el punto de vista formal, predomina el estilo narrativo y la historia política. Los autores no se interesan tanto por los factores de la movilización social como por sus consecuencias. No obstante, renunciar a las herramientas de la historia social para explicar un proceso que trasciende el mero cotejo de actas electorales implica asumir el riesgo de obtener una visión parcial de los hechos. Abundando en las carencias metodológicas, reducen el enfrentamiento electoral a una pugna entre las dos Españas, de manera que los votos que se detraen a una alimentan a la otra Su relato muestra otras debilidades. MAT y RV responsabilizan a Portela y a Alcalá-Zamora de no frenar los conatos violentos iniciales y de haberse echado en manos de Azaña. Consideran, sin embargo, más lógico que el presidente de la República hubiera confiado en la propuesta de Gil-Robles y el general Franco para declarar el estado de guerra, lo que, a su juicio, no sería un “golpe legal”, sino una medida de orden público. Es uno de los “contrafactuales” (que hubiera pasado si…), tan fáciles de manipular, que Santos Juliá les ha reprochado. Porque creer en la bondad de la propuesta (que venía de un ministro de Guerra cuyo lema de campaña había sido “Estos son mis poderes” y del general que había enviado la Legión para reprimir la revolución de Asturias y se convertiría, meses más tarde, en el generalísimo de los sublevados) para garantizar un recuento más limpio, no deja de ser una ingenuidad que sólo desde un acto de fe puede hacerse. Y, por cierto, de la trama golpista, tejida antes de las elecciones, nada se habla. Una buena muestra de su proceder –que en términos vulgares, se podría calificar de “ley del embudo”—, es cómo los autores valoran más creíbles las protestas de las derechas, tras el cambio de Gobierno, que las denuncias previas de los interventores del FP (pág. 358) contra el aparato gubernativo portelista y los ayuntamientos de derechas. En esta línea cabe también situar su crítica a la reposición de los concejales izquierdistas tras las elecciones (en un epígrafe titulado “a por los ayuntamientos”) sin contextualizar que las derechas habían hecho lo propio tiempo atrás, tras octubre del 34. ¿España se ha vuelto Cuenca? Tampoco los datos que proporcionan son definitivos. La razón es el escaso uso de la bibliografía especializada de ámbito local. Valga un ejemplo. Quien suscribe esta reseña investigó dichas elecciones en su tesis doctoral (Cuenca durante la II República. Elecciones, partidos y vida política, 1931-1936, UCLM, 1997), publicada hace dos décadas, y las sospechas de fraude en la circunscripción de Cuenca recayeron en las autoridades convocantes. Sólo se conservan los resultados de una treintena de municipios (incluida la capital) y los totales de la provincia. Imposible rastrear las actas. Las denuncias vinieron de parte de los interventores de izquierdas y recaían en la presión municipal y los manejos gubernativos. Esta es una de las ausencias del libro de MAT y RV, la evaluación de la incidencia del control de los gobiernos municipales, en manos del centro y la derecha, en los resultados. Aunque, de haberlo hecho, su principal argumento se hubiera resentido: ¿cómo explicar las irregularidades y coacciones de las derechas en una provincia en que las principales víctimas fueron los candidatos del FP? Vayamos a los números. Los procedimientos habituales para cuantificar los resultados electorales, con una legislación tan complicada, son dos: a) los votos expresados, que suma todas las papeletas por candidaturas (su recuento prima porcentualmente a las mayorías, que es el procedimiento que usó, por ejemplo, Tusell); y b) la media de votos, donde la suma de cada lista se divide entre el número de miembros (recuento que favorece a las minorías y su porcentaje da superior a cien). Pues bien, MAT y RV siguen un procedimiento particular, al realizar la media de votos dividiendo cada lista (incluso los candidatos en solitario) entre el mismo número miembros (cuatro en el caso de Cuenca, que eran los candidatos por las mayorías). Este sistema no es mejor ni peor que otros, pero perjudica el recuento de las minorías. Si ese ha sido su proceder en otras provincias, sus cuentas habría que interpretarlas con cuidado. Compárense los resultados en la circunscripción de Cuenca, en las elecciones de 19 de febrero de 1936, según uno u otro procedimiento, teniendo en cuenta que el centro presentaba sólo dos candidatos y los monárquicos independientes (otros), sólo uno: F. PopularCentro DerechasOtros Media MAT y RV 32.279 13.48678.128 4.645 Votos expresados 129.116 53.945312.512 18.578 Votos del candidato más votado del:34.753 31.28956.415 1.615 Media 32.279 26.97278.128 18.578 Fuente: Álvarez Tardío, M. y Villa, R. Fraude y violencia… (pág. 415); López Villaverde, A. L. Cuenca durante la II República… (pág. 273) Con esos cálculos, la tabla que compara los resultados de 1933 y 1936 sale distorsionada si una lista incluye diferente número de candidatos en una u otra elección: ParticipaciónF. PopularCentro Derechas ATV + 8.427 + 16.269 - 16.337+ 9.395 ALLV + 8.427 + 16.29 - 2.900 + 4.766 Votos del candidato más votado del: + 17.668 - 1.875 - 21.890 Fuente: Álvarez Tardío, M. y Villa, R. Fraude y violencia… (pág. 434); López Villaverde, A. L. Cuenca durante la II República… (págs. 255 y 273) En el caso de Cuenca, significa que los datos que proporcionan MAT y RV minusvaloran los votos del centro y sobrerrepresentan los de las derechas, que fueron al copo y dividieron sus sufragios entre seis candidatos, en lugar de entre cuatro. Aunque el cálculo usado no tiene traslación al número de escaños, no es una cuestión banal. Supone poder tener en cuenta o no el “panachage” (es decir, la distribución del voto a candidatos de varias listas) y considerar una mayor pérdida o ganancia de votos a la hora de interpretar el resultado electoral por circunscripciones o candidaturas. Vayamos a la interpretación. Sin un mínimo análisis de la campaña ni de los candidatos, MAT y RV explican escuetamente el triunfo de las derechas en Cuenca, en febrero de 1936, con esta frase: “Aquí, las derechas habían logrado copar todos los escaños en febrero, dado que sus adversarios eran notoriamente débiles”. Si ese es el nivel de análisis de los autores en otras circunscripciones, no se entiende nada. Conviene recordar que: a) la candidatura del FP hizo una campaña más activa en esta circunscripción; b) las derechas tuvieron el problema de que su candidato estrella, el general Fanjul, no pudo pisar la provincia, porque se encontraba destinado en Canarias y fue destituido al presentar su candidatura; y c) la candidatura de centro, portelista, encabezada por José María Álvarez Mendizábal, ministro de Agricultura y viejo conocido de los electores conquenses, atacó en sus actos de campaña más a las derechas, por ir al copo, lo que interpretaba como un “grito de guerra civil y un agravio al cuerpo electoral”. Los resultados oficiales otorgaron el triunfo a las derechas, que consiguieron los cuatro diputados de las mayorías y los dos de las minorías. Como no se conservan las actas, no se puede evaluar correctamente el posible fraude. Obviamente, un resultado tan contundente de las derechas, que consiguieron el copo, descarta manejos de las nuevas autoridades frentepopulistas. Podría ser fruto de la voluntad soberana de los votantes, por supuesto. Pero hay sospechas de irregularidades electorales. Que fuera destituido, tres días antes de la jornada electoral, el gobernador civil, que llevaba dos años en el cargo, el radical José Andreu de Castro, por no seguir las indicaciones del gobierno de Portela, produce suspicacias. También, la estrecha relación de Andreu con unos ayuntamientos que él mismo había configurado, tras expulsar en octubre de 1934 a los concejales izquierdistas y conformar consistorios formados por cedistas, radicales y agrarios. Y las derechas jugaban con fuego, pues pretender sacar los seis candidatos cuando los electores sólo disponían de cuatro votos, podría suponer que fueran superados por la candidatura rival, que no debía repartir entre tantos aspirantes. Que las cifras cuadraran de tal manera hace sospechar de listas confeccionadas previamente, de presiones de las autoridades municipales o de un amaño del recuento. De hecho, hay una tendencia a votar a cuatro o, a lo sumo, cinco candidatos derechistas en los escasos municipios cuyos resultados publicó el Boletín Oficial de la Provincia. El semanario republicano de izquierdas Heraldo de Cuenca (18 y 24 de febrero de 1936) habló de coacciones y pucherazos, presiones (caciquiles) y atropellos” en los llamados “burgos podridos”. A las Cortes llegaron escritos de protesta no sólo de los candidatos izquierdistas sino, incluso, del ex ministro de Agricultura, José María Álvarez Mendizábal, candidato portelista. También denuncias de un retraso excesivo en la entrega de las actas a Correos o la firma de actas distintas por la misma pluma. Son sospechas semejantes a las que MAT y RV dan credibilidad en otras circunscripciones. Aunque no responden al patrón que tanto se recalca en el libro reseñado, pues no pueden ser achacables al Frente Popular, en este caso perjudicado. Y era un caso conocido. Quedarse en las reacciones de los diarios de Madrid y los debates en las Cortes, entre el socialista Rufilanchas y el derechista Sierra Rustarazo, más preocupados en defender sus propios intereses electorales que en averiguar la verdad (cuya lectura, por otra parte, es imposible por la desaparición de las actas), resulta parcial. De ahí la necesidad de consultar la historiografía local a la hora de interpretar los resultados. Y la de Cuenca no resultó, precisamente, una circunscripción más. La provincia conocida en medios derechistas de la época como “La Covadonga del resurgimiento derechista español”, vio cómo se repetían las elecciones el 3 de mayo, como en Granada. Que tal cosa ocurriera en Cuenca y no en Coruña tiene difícil explicación, pero pasó. No quedaba claro si era repetición (por fraude) o segunda vuelta (por no superar ningún candidato el cuarenta por ciento que establecía el mínimo legal). En la comisión de Actas de las Cortes se tendió a impugnar un puñado de mesas para rebajar el porcentaje de los votos y volver a convocar a los electores. La desaparición de actas facilitó la maniobra. En este contexto, aprovecharon para remar en aguas turbulentas, aunque sin éxito, el general Franco y José Antonio Primo de Rivera. Este episodio es mencionado por MAT y RV pero se conforman con relatar una serie de fraudes y presiones denunciadas, sin ir a las actas de mayo. La diferencia es que, en este caso, se conservan incluso las remitidas por los presidentes de las mesas a la Junta Provincial del Censo, que poseen una información muy completa. Las pude analizar en su día pormenorizadamente. Si los autores se hubieran molestado en consultar el libro sobre las elecciones en Cuenca, hubieran visto que, en este caso, hubo evidencias de fraude en algunas mesas, achacables ahora al FP, pero que, tras mirar acta por acta y descontar las papeletas fraudulentas, la victoria de la izquierda seguía siendo incuestionable. Por su parte, la candidatura de Primo de Rivera, aunque fue anulada por la Junta Provincial del Censo, por ser una segunda vuelta, siguió adelante porque la derecha no lo sustituyó por otro candidato y, por tanto, lo pudieron votar sus electores. Y no sólo obtuvo el candidato falangista los 44.857 sufragios reconocidos oficialmente, sino otros 2.426 en las mesas donde no se contabilizaron, pero figuraron como protesta en el acta. Aunque, en ningún caso, hubiera bastado para conseguir su escaño y salir de prisión. Candidatos (3-5-1936) por la circunscripción de CuencaResultados totales Resultados descontado fraude Aurelio López-Malo (FP) Albino Lasso (FP) Luis García Cubertoret (FP) J. M. Álvarez Mendizábal (FP) Modesto Gosálvez (derechas) Manuel Casanova (derechas) J. Primo de Rivera (derechas) Antonio Goicoechea (derechas) (votos expresados) 69.407 60.838 66.091 57.530 63.843 55.289 63.634 55.322 48.573 46.996 48.334 46.768 44.857 45.828 46.077 44.517 López Villaverde, A. L. Cuenca durante la II República…(pág. 302, 310) MAT y RV relacionan la baja participación y la victoria frentepopulista en mayo en Cuenca como fruto del pucherazo. Sin más. No tienen en cuenta la fatiga de un electorado que había acudido a las urnas por tercera vez en cuatro meses (entre ambas elecciones, mediaron las de compromisarios) o que no se jugaba ya ningún cambio de mayorías en las Cortes. Tampoco que en mayo se introdujo en la lista del FP el republicano Álvarez Mendizábal, dejándole hueco el socialista Almagro. Es decir, a diferencia de la imagen de radicalismo, la candidatura de izquierdas en Cuenca se moderó. En su manifiesto electoral, Mendizábal decía: “El programa del Frente Popular, que el actual Gobierno tiene en realización, significa la dignificación material y moral del ciudadano español, y su contenido, no rebasa ni la doctrina ni la táctica de ningún partido republicano, ni aun de aquellos no republicanos, pero que tienen su raíz y su fundamento en los principios netamente democráticos”. ¿Por qué entonces, en febrero, los votos de Mendizábal, de la candidatura centrista, los suman a las derechas? ¿No estaba más cerca a la izquierda, que no parecía tan radical? ¿En cuántas otras circunscripciones había más sintonía de los centristas con la izquierda que con la derecha? Como moderado fue el discurso del socialista Indalecio Prieto, que irrumpió en esta campaña. Pero lo único que preocupa a MAT y RV es la violencia política y religiosa que vivió Cuenca en los días previos. No comparan periódicos de uno y otro signo para intentar confrontar versiones. Así, todo sale según lo previsto. Y como, a la hora de citar, mezclan en la misma nota varias fuentes, resulta imposible comprobar su procedencia. También resultó un acierto para la candidatura frentepopulista la presencia del socialista Luis García Cubertoret. MAT y RV descartan el peso del voto cenetista en el resultado electoral en España. Se apoyan en aquellos estudios locales que lo avalan y contradicen a quienes sostienen lo contrario. Sin embargo, el análisis de los resultados de mayo en Cuenca parecen indicar que sí tuvo peso en la capital el voto anarcosindicalista. Hay que tener en cuenta que aquí se dio la singularidad de que la Casa del Pueblo estaba controlada por la CNT desde 1931. No en vano, sus barrios obreros recuperaron en mayo de 1936 prácticamente el voto izquierdista de 1931 y el candidato más votado en la ciudad de Cuenca fue Cubertoret, quizás premiado por haber defendido, meses antes, como abogado, a unos anarquistas conquenses acusados de conspiración. Por consiguiente, que hubo un cierto nivel de fraude en varias provincias, también en Cuenca, era ya conocido. No es extraño, dada la tradición electoral española y la supervivencia de redes caciquiles, readaptadas al nuevo marco político. Pero, a diferencia de lo que escriben MAT y RV, en Cuenca las hubo no sólo en mayo, también en febrero, y beneficiaron entonces a las derechas. Por otra parte, las sospechas y denuncias no fueron unidireccionales en el conjunto del país y pudieron neutralizarse bastante entre sí las que favorecieron, en unos casos, a las derechas, al centro o las izquierdas, en otros. Pero no bastan para cuestionar la ilegitimidad del triunfo del FP. Ni siquiera MAT y RV lo hacen. Y si estos autores apelan a la frase de Alcalá-Zamora de que “España se ha vuelto Coruña”, para defender su argumento sobre recuentos irregulares en los días siguientes a la votación, también podría haberse vuelto “Cuenca”, si consideramos las irregularidades anteriores al cambio de gobierno y con el FP como perjudicado. Es un ejemplo más de que no se pueden establecer conclusiones definitivas sin contextualizar cada caso en clave de relaciones de poder ni contar con los estudios locales. Un libro sobrevalorado La lectura del libro resulta útil para conocer los entresijos de un proceso electoral tan complejo como el de 1936. Pero un trabajo tan exhaustivo hubiera requerido un planteamiento más plural y no restringido a una óptica exclusivamente política. Si los autores hubieran aprovechado las aportaciones de los especialistas en historia social y de las investigaciones electorales de ámbito local el resultado hubiera sido menos mediático pero, desde luego, más solvente. En conclusión, se trata de un libro sobrevalorado. En primer lugar porque ninguna de las principales aportaciones que, supuestamente, proporciona se cumplen realmente: 1) no queda avalada verdaderamente la tesis de Payne; 2) los autores no vienen a desmontar más mito que el de la ilegitimidad del último gobierno constitucional republicano; 3) no se demuestra que estos queden al margen de cualquier contaminación ideológica, ni que ello sea una ventaja real a la hora de ejercer el oficio de historiador; 4) los datos que proporcionan no son definitivos. Y, por último, porque tan importante como la información que se ofrece es la que se esconde y no concuerda con el hilo argumental. ------------------------------------------Ángel Luis López Villaverde. Profesor titular de Historia Contemporánea y decano de la Facultad de Periodismo de la UCLM. Acaba de publicar La Segunda República (1931-1936). Las claves de la primera democracia española del siglo XX. Madrid, Sílex, 2017 Autor Ángel Luis López Villaverde 6 comentario(s) ¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario 1. Jokin A mí me parece que no hay más ciego que quien no quiere ver. Pero cualquiera dice ahora que el Frente Popular no ganó las elecciones de febrero de 1936, cuando en todos los libros de texto se dice que sí. Mejor y menos problemático seguir contando la fabulilla marxista de toda la vida. Hace 7 meses 21 días 2. manubue Buena reseña, demuestra las carencias metodológicas del libro y el interés manipulador que en ellas subyace, por mucho que MAT y RV pretendan disimularlo. Saludos Hace 8 meses 21 días 3. Ajander Desde luego más detallado y clarificador es difícil. Buen y serio artículo. Hace 8 meses 22 días 4. Paqui Pérez Fons Pues en mi opinión los dos artículos publicados sobre el libro son bastante clarificadores. Hay cosas que no se pueden explicar en un tweet y requieren rigor y detalle. Me alegro de que Contexto incluya este tipo de artículos . Saludos. Hace 8 meses 25 días 5. Esteban Igual me pasa a mí. Salvo que los autores del libro sobre el Fraude no son creíbles porque son de derechas, el resto de la argumentación de Villaverde es abstrusa, confusa y difusa. Y ya cuando este hombre se mete en Cuenca, no he podido seguir. En periódico sería de agradecer más capacidad de síntesis. Hace 8 meses 26 días 6. Liz Por experiencia sé que el gran académico y el buen profesor no siempre se fusionan en una misma persona. Los grandes especialistas no siempre son buenos ensayistas, ni buenos divulgadores de su materia. De los dos últimos artículos sobre la II República publicados por CTXT: no se os etiende un carajo. Me considero un lector acostumbrado a tochos de cierta dificultad, y no me he quedado ni con la décima parte de lo que se pretendía explicar. Buenos días. Hace 8 meses 26 días