Sistemas involucrados en la teoría de la compuerta La teoría de la compuerta proporciona una explicación de base fisiológica para el procesamiento del dolor. Para ello, hay que centrarse en el complejo funcionamiento del sistema nervioso, que contiene dos divisiones principales: – El sistema nervioso periférico: que son las fibras nerviosas que existen en nuestro cuerpo, fuera del cerebro y de la médula espinal, e incluye nervios en la columna lumbar, en el torso y las extremidades. Los nervios sensoriales son los que transportan información sobre el calor, frío, presión, vibración y por supuesto, dolor a la médula espinal desde las distintas partes del cuerpo. –sistema nervioso central: que abarca la médula espinal y el cerebro. Según la teoría, la experiencia de dolor va a depender del funcionamiento e interacción de estos dos sistemas. ¿Cómo es el mecanismo de la teoría de la compuerta? La teoría de la compuerta propone que, cuando nos lesionamos o golpeamos alguna parte del cuerpo… – Participan dos tipos de fibras nerviosas en la percepción: las fibras nerviosas finas o de pequeño diámetro, que se encargan de transmitir el dolor (denominándose nociceptivas) y que no están mielinizadas; y las fibras nerviosas grandes o mielinizadas, que participan en la transmisión de información táctil, de presión o vibratoria; y que no son nociceptivas. Aunque si las clasificamos por nociceptivas o no nociceptivas, en el primer grupo entrarían las llamas fibras nerviosas “A-Delta” y las fibras “C”, mientras que las que no transmiten dolor son las “A-Beta”. – Asta dorsal de la médula espinal: la información que llevan estos dos tipos de fibras nerviosas van a llegar a dos lugares del asta dorsal de la médula espinal: las células transmisoras o células T de la espina dorsal, que son las que transmiten señales de dolor al sistema nervioso central; y las interneuronas inhibitorias cuya tarea es bloquear las acciones de las células T (es decir, bloquear la transmisión del dolor). – Cada fibra tiene una función: de esta manera, las fibras nerviosas finas o grandes activan las células transmisoras que van a transportar la información a nuestro cerebro para interpretarla. Sin embargo, cada tipo de fibra nerviosa tiene una función diferente en la percepción: Las fibras nerviosas finas bloquean las células inhibidoras, y por lo tanto al no inhibir, permiten que se propague el dolor; lo que se define como “abrir la puerta”. No obstante, las fibras nerviosas gruesas mielinizadas activan las células inhibidoras, haciendo que la transmisión del dolor se suprima. Esto se denomina “cierre de la compuerta”. En definitiva, cuanta más cantidad de actividad tengan las fibras grandes comparadas con las fibras finas sobre la célula inhibidora, la persona percibirá menos dolor. De forma que la diferente actividad de las fibras nerviosas va a competir por cerrar o abrir la compuerta. En cambio, cuando se alcanza cierto nivel crítico de actividad de las fibras finas o de pequeño diámetro, se activa un sistema de acción complejo que se manifiesta como una experiencia de dolor, con sus patrones de comportamiento típicos como la retirada o alejamiento del estímulo doloroso. Además, el mecanismo de la espina está influido por impulsos nerviosos que llegan del cerebro. De hecho, existe una zona del cerebro que se encarga de disminuir la sensación de dolor, y es la sustancia gris periacueductal o central, que se encuentra alrededor del acueducto cerebral del mesencéfalo. Cuando esta área se activa, el dolor va desapareciendo al tener consecuencias en las vías que bloquean las fibras nerviosas nociceptoras que llegan a la médula espinal. Por otra parte, este mecanismo puede ocurrir por un proceso directo, es decir, desde el lugar donde se ha producido el daño directamente hasta el cerebro. Se produce por un tipo de fibras nerviosas gruesas y mielinizadas, que transmite rápidamente al cerebro información de dolor intenso. Se diferencian de las fibras finas no mielinizadas en que estas últimas transmiten dolor más lentamente y de forma mucho más duradera. Además, también se activan receptores opioides de la médula espinal, asociados con analgesia, sedación y bienestar. Así, poco a poco nuestro cerebro va determinando qué estímulos debe ignorar, regulará el dolor percibido, ajustará su significado, etc. Ya que, gracias a la plasticidad cerebral, la percepción del dolor es algo que puede modelarse y ejercitarse para disminuir sus efectos cuando no son adaptativos para la persona. ¿Por qué nos frotamos la piel después de un golpe? La teoría de la compuerta puede ofrecernos una explicación de por qué nos frotamos una zona del cuerpo después de haber recibido un golpe en ella. Parece que, tras una lesión se desencadenan los mecanismos ya descritos produciéndose una experiencia de dolor; pero cuando se frota la zona afectada se empieza a sentir alivio. Esto se produce porque se activan las fibras nerviosas grandes y rápidas, llamadas A-Beta. Éstas envían información sobre el tacto y la presión, y se encargan de activar las interneuronas que eliminan las señales de dolor transmitidas por las otras fibras nerviosas. Esto sucede porque al activarse la médula espinal los mensajes van directamente a varias áreas cerebrales como el tálamo, el mesencéfalo y la formación reticular. Además, algunas de estas partes involucradas en recibir sensaciones de dolor también participan en la emoción y la percepción. Y, como dijimos, hay áreas como la sustancia gris periacueductal y el núcleo magno del rafe, que se conectan a la médula espinal de nuevo cambiando la información presente y reduciendo por tanto el dolor. Ahora parece tener sentido por qué los masajes, el calor, las compresas frías, la acupuntura o la estimulación eléctrica transcutánea (TENS) pueden ser métodos que alivian el dolor. Este último método está basado en la teoría de la compuerta y es uno de los instrumentos más avanzados para la gestión del dolor. Su función es estimular eléctricamente y de manera selectiva las fibras nerviosas de gran diámetro que anulan o reducen las señales de dolor. Se utiliza ampliamente para paliar el dolor crónico que no mejora con otras técnicas como la fibromialgia, la neuropatía diabética, el dolor por cáncer, etc. Es un método no invasivo, de bajo coste y sin síntomas secundarios como pueden tener los fármacos. No obstante, existen dudas sobre su eficacia a largo plazo y hay casos en los que parece que no es efectivo. Parece ser, entonces, que la teoría de la compuerta no contempla toda la complejidad que representa en realidad los mecanismos subyacentes del dolor. Aunque ha contribuido de forma importante para desarrollar estrategias de manejo del dolor. Actualmente se están publicando nuevas investigaciones que añaden componentes nuevos a esta teoría, refinando su mecanismo. Factores que influyen en la Teoría de la Compuerta Existen ciertos factores que van a determinar la concepción de las señales del dolor en cuanto a la abertura o cierre de la compuerta (que el dolor llegue al cerebro o no). Estos son: – La intensidad de la señal de dolor. Esto tendría una finalidad adaptativa y de supervivencia, pues si el dolor es muy fuerte avisaría de un gran peligro para el organismo del individuo. Entonces este dolor es difícil que sea paliado por la activación de las fibras no-nociceptivas. – La intensidad de otras señales sensoriales como la temperatura, tacto o presión si se dan en el mismo sitio del daño. Es decir, si existen estas señales y son lo suficientemente intensas, el dolor se va a percibir de forma más leve a medida que las otras señales ganan en intensidad. – El mensaje del cerebro por sí mismo (para mandar señales de que se está produciendo un dolor o no). Esto está modulado por la experiencia previa, cogniciones, estado de ánimo, etc.