TALLER 2: LA MORAL CRISTIANA PARTE 1: “EL BUEN SAMARITANO” Lee Lc 10-25-37 a) b) c) d) e) f) Realiza un resumen en forma de comic del texto En el texto, ¿cuál crees que es el valor y el antivalor que más se resalta?, justifica tu respuesta ¿Por qué crees que el sacerdote y los que pasaron de largo se portaron así?, relaciona su actuación a la actualidad ¿Para qué crees qué Jesús dijo esa parábola?, justifica A nivel moral, ¿quién actuó bien y por qué? Justifica Relata un caso de la vida real que hayas vivido o que te hayan contado que pueda relacionarse con la historia del buen samaritano. PARTE 2 1. Según la teología cristiana, ¿cuáles son las tres fuentes de moralidad?. explica cada una de ellas. 2. ¿por qué se dice que: "El cristianismo, en muchos sentidos y como cualquier otro sistema de creencias y de valores, se comprende sólo desde el interior entre aquellos que comparten la creencia y se esfuerzan por vivir de acuerdo con esos valores”? 3. dentro De los mandamientos más importantes en el mensaje ético de Jesús están los valores de... 4. saca las características del amor al prójimo según el texto 5. Teniendo en cuenta el texto define según lo que entendiste sobre: amistad, justicia social, el diálogo y el ecumenismo, la tolerancia y el respeto y la democracia Las religiones con fuente de valores. La mayoría de las religiones por naturaleza contienen valores positivos en sus doctrinas y enseñanzas para sus fieles, por lo tanto, en nuestro contexto la religión cristiana es la mayor fuente de enseñanza y propagación de valores. Conciencia moral, la propia conciencia de libertad que tiene el ser humano determina que sus actos sean susceptibles de recibir una calificación moral, es decir, que puedan ser juzgados como buenos o malos. De acuerdo con la práctica tradicional en la teología cristiana son tres las fuentes de la moralidad: el objeto elegido, el fin perseguido y las circunstancias. Aunque éstas no puedan cambiar por sí mismas la calidad moral de un acto, sí pueden aumentar o disminuir la bondad o malicia de este. Todas las religiones han desarrollado, de un modo u otro, un código de comportamiento respecto a sus fieles. Ello no impide que en la actualidad se reconozca de forma genérica que existe una autonomía de la moral, elemento que establece qué valores concretos, como la dignidad del individuo, su igualdad ante la ley o la igualdad de los sexos, no requieran una sanción especial por un precepto de naturaleza religiosa. El cristianismo, religión monoteísta basada en las enseñanzas de Jesucristo según se recogen en los Evangelios, que ha marcado profundamente la cultura occidental y es actualmente la más extendida del mundo. Está ampliamente presente en todos los continentes del globo y la profesan más de 1.700 millones de personas. El cristianismo, en muchos sentidos y como cualquier otro sistema de creencias y de valores, se comprende sólo desde “el interior” entre aquellos que comparten la creencia y se esfuerzan por vivir de acuerdo con esos valores. Cualquier descripción de la religión que ignorara estas concepciones internas, no sería fiel en el orden histórico. Sin embargo, un aspecto que los que profesan esta fe no reconocen por regla general es que semejante sistema de creencias y de valores también puede ser descrito de una forma que tenga sentido para un observador interesado, aunque no comparta, o no pueda compartir, su punto de vista. Jesucristo. Ese protagonismo es, de uno u otro modo, el rasgo distintivo de todas las variantes históricas de la creencia y práctica del cristianismo. Los cristianos no han logrado llegar a un acuerdo sobre la comprensión ni sobre la definición de qué es lo que hace que Cristo sea tan característico y único. Desde luego, todos coinciden en que su vida y su ejemplo deberían ser seguidos y que sus enseñanzas referentes al amor y a la fraternidad deberían sentar las bases de todas las relaciones humanas. Gran parte de sus enseñanzas encuentran su equivalencia en la predicación de los rabinos, después de todo Jesús era uno de ellos, o en las enseñanzas de Sócrates y de Confucio. En las enseñanzas del cristianismo, Jesús no puede ser menos que el supremo predicador y ejemplo de vida moral, pero, para la mayoría de los cristianos, eso, por sí mismo, no hace justicia al significado de su vida y obra. Vida cristiana.- El mandato y la exhortación de la predicación y las enseñanzas cristianas abarcan todos los temas referentes a la doctrina y a la moral. Los dos mandamientos más importantes del mensaje ético de Jesús (Mt. 22,34-40) son el amor a Dios y el amor al prójimo. La aplicación de estos mandamientos a situaciones concretas de la vida, ya sea en el orden personal o en el social, no genera uniformidad en el comportamiento moral ni en el social. Por ejemplo, hay cristianos que consideran pecaminosas las bebidas alcohólicas, pero los hay que no opinan igual. Existen cristianos que adoptan diferentes posturas sobre temas de actualidad, ya sea desde puntos de vista de extrema derecha, de extrema izquierda o de centro. A pesar de ello, es posible hablar de un modo de vida cristiano, aquel que participa de la llamada al servicio y a convertirse en discípulo de Cristo. El valor inherente a cada persona creada a la imagen de Dios, la santidad de la vida humana, así como el matrimonio y la familia, el esfuerzo por alcanzar la justicia, aunque sea en un mundo caído en la desgracia, son compromisos morales dinámicos que los cristianos deberían aceptar; sin embargo, sus conductas pueden no conseguir las metas que imponen estas normas. Ya desde las páginas del Nuevo Testamento se hace patente que siempre ha sido difícil la tarea de desarrollar las implicaciones o el alcance que puede tener una ética del amor, bajo las condiciones de la existencia cotidiana, y que en realidad nunca ha existido una ‘época dorada’ en la que haya sucedido lo contrario. En la vida social el individuo, como parte integrante de la sociedad, debe compartir con los demás valores, normas, modelos y símbolos establecidos. Sin embargo, no todos los individuos presentan la misma adhesión a esas normas y valores. La adaptación al medio social implica diferentes grados de conformidad dependiendo de la sumisión o libertad de decisión del individuo y de la rigidez o tolerancia de la sociedad. Por ello, adaptación social no implica necesariamente conformidad, sino que puede conllevar la innovación o modificación de los elementos que integran una determinada cultura o sociedad. El amor al prójimo.- En la antigüedad griega y en la filosofía hindú, el amor representa el principio del cosmos, como en Hesíodo, Empédocles o en los Veda. El amor a sí mismo es, según Aristóteles, requisito indispensable para poder amar a otra persona, aunque no debe confundirse con el egoísmo. En el cristianismo, Dios ama a los hombres compadeciéndose de ellos; sin embargo, el amor de los cristianos hacia Dios está caracterizado por el respeto y la adoración. La disposición de ayudar a los demás se denomina amor al prójimo. Y la Biblia del mandamiento de Jesús que dice: El primero de todos los mandamientos, es éste: Escucha ¡oh Israel! el Señor Dios tuyo, es el solo Dios: y así amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Este es el mandamiento primero. El segundo semejante al primero, es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento que sea mayor que éstos. La amistad.- Para Aristóteles, la amistad crea el vínculo social, y la más auténtica es la que se funda en la igualdad. Se considera al amigo como otro uno-mismo y es porque nos amamos a nosotros mismos por lo que podemos hacer el bien a nuestro alrededor identificándonos con el prójimo. Si la virtud lleva a la acción, el placer la consuma: Aristóteles consigue así conciliar en la acción las virtudes y el placer. Sin embargo, la felicidad de los sabios se halla en otro lugar: en el placer puro que ofrece la contemplación de lo divino y en la búsqueda de la inmortalidad. Los demás se limitarán a la política para vivir bien en la ciudad. La justicia social.- Justicia, constante y perpetúa voluntad de dar a cada uno lo que le corresponde. Esta idea tan genérica cobra expresión en dos tipos de justicia reconocidos: la conmutativa, trasunto del principio de reciprocidad, que exige dar en contraprestación otro tanto de aquello que se ha recibido como prestación de forma proporcional, y la distributiva, concepto más amplio, que hace referencia a la solidaridad con los más débiles de la sociedad, a cuyo fin se procurará una cierta redistribución de cargas y ventajas de acuerdo a sus necesidades con el objeto de paliar y suprimir las desigualdades que son independientes de los méritos y el esfuerzo personal o su contribución social. Estas ideas adquieren expresión concreta en el Derecho positivo, primero a través de las constituciones que reconocen el valor de la justicia como fundamental del ordenamiento jurídico, junto a la libertad, la igualdad y el pluralismo político. Se señala este orden ya que los tres últimos valores indicados son expresiones manifiestas de la justicia. Sin embargo, no es posible el disfrute de tales valores sin la provisión de los medios necesarios para el pleno desarrollo de la personalidad individual, familiar y social. A tal fin, suelen las constituciones reconocer de forma ordinaria la propiedad y con ella otros derechos reales limitados, siempre que respondan a una función social, entendida como feliz combinación de los intereses individuales y colectivos, de forma que en un justo equilibrio, pueda generarse una progresiva evolución de la calidad de vida, traducible en un derecho al trabajo, a una vivienda digna, al disfrute del medio ambiente, a la cultura y la educación entre otros. El dialogo y el ecumenismo.- Diálogo (del latín, dialogus), capacidad de hablar con otro. Elemento esencial para los grupos sociales, pues les permite darse a conocer y enriquecerse con ideas y posturas nuevas. Pasar de la imposición y el enfrentamiento al diálogo y la mutua comprensión, ha sido y es aún, un largo y difícil proceso. Desde el punto de vista religioso también se ha producido un avance importante. La Iglesia católica apostólica romana en la 92 constitución de Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II señala tres diálogos que ella misma debe fomentar: el diálogo con el mundo, siendo conciencia crítica, pero también impulsora de todo lo humano y positivo; el diálogo con otras religiones, y el diálogo entre las diversas confesiones cristianas o movimiento ecuménico. Dialogar no debe entenderse como una renuncia a las propias creencias, sino como un factor que contribuya al mejo entendimiento mutuo en un orden universal. Movimiento ecuménico, movimiento cuyo objetivo básico es promover la cooperación y la unidad mundial entre las Iglesias vinculadas al cristianismo. El término ecuménico proviene etimológicamente del griego oikoumen ('habitado'); de esta manera, los concilios ecuménicos de la Iglesia (el primero de los cuales se celebró en Nicea en el 325) fueron así llamados porque los participantes representaban a las confesiones de todo el mundo conocido. En el siglo XIX, el término ecuménico vino a significar para la Iglesia católica apostólica romana la preocupación por la unidad y la renovación de la Iglesia. Para los protestantes, que encabezaron e hicieron avanzar el movimiento ecuménico desde principios del siglo XX, la expresión se ha aplicado no sólo a la unidad cristiana sino, en un sentido más amplio, a la expansión mundial del cristianismo a través de actividades misioneras. La tolerancia y respeto.- En principio, tolerancia es un concepto muy relacionado con el de libertad. Es por ello que las ideologías más vinculadas a él históricamente hayan sido el liberalismo, garante de todas las libertades individuales, y, en general, todos los movimientos y partidos políticos cuya máxima apuesta es el respeto hacia las ideas o actuaciones no compartidas. Los sistemas políticos más vinculados a la tolerancia son aquellos que regulan el ordenamiento del Estado en torno a la democracia como principio básico y esencial de su funcionamiento social y político. En cambio, la antítesis de la tolerancia estaría representada por los sistemas políticos teñidos por el totalitarismo o por actitudes personales o sociales relacionadas con el racismo, la xenofobia o el terrorismo. Tolerancia, actitud y comportamiento, individual, social o institucional, caracterizado por la consciente permisividad hacia los pensamientos y acciones de otros individuos, sociedades o instituciones, pese a que los valores morales o éticos de aquéllos no coincidan, o incluso desaprueben, los de éstos. La tolerancia se puede manifestar prácticamente en todas las actividades humanas, pero muy especialmente en los aspectos religiosos, culturales, políticos y en las relaciones de género. Los principales actores y receptores de la tolerancia (en su recíproca esencia, tolerar y ser tolerado) son el individuo y el Estado. El articulo 26 de los derechos humanos dice: La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz. La democracia.- (del griego, demos, ‘pueblo’ y kratein, ‘gobernar’), sistema político por el que el pueblo de un Estado ejerce su soberanía mediante cualquier forma de gobierno que haya decidido establecer. En las democracias modernas, la autoridad suprema la ejercen en su mayor parte los representantes elegidos por sufragio popular en reconocimiento de la soberanía nacional. Dichos representantes pueden ser sustituidos por el electorado de acuerdo con los procedimientos legales de destitución y referéndum y son, al menos en principio, responsables de su gestión de los asuntos públicos ante el electorado. En muchos sistemas democráticos, éste elige tanto al jefe del poder ejecutivo como al cuerpo responsable del legislativo. En las monarquías constitucionales típicas, como puede ser el caso de Gran Bretaña, España y Noruega, sólo se eligen a los parlamentarios, de cuyas filas saldrá el primer ministro, quien a su vez nombrará un gabinete. La esencia del sistema democrático supone, pues, la participación de la población en el nombramiento de representantes para el ejercicio de los poderes ejecutivo y legislativo del Estado, independientemente de que éste se rija por un régimen monárquico o republicano.