Subido por Katherine Argudo González

El derecho a la resistencia

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EL DERECHO A LA RESISTENCIA: UNA EMANCIPACIÓN CONTRA LA
AUTORIDAD PÚBLICA
Katherine Argudo González
Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales y Políticas
Universidad de Guayaquil
katherine.argudog@ug.edu.ec
Si se quiere captar los mecanismos de poder en su complejidad y en detalle, no se puede
uno limitar al análisis de los aparatos de Estado.
(Foucault, 1992)
Resumen
El derecho a la resistencia tuvo que pasar por varios acontecimientos en la historia de las
luchas sociales para ser reconocido como tal. Actualmente no se contempla como un derecho
humano de forma explícita dentro de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
pero si lo hace de forma implícita en su preámbulo. Esto ha conllevado a que los Estados lo
adopten dentro de sus normativas constitucionales para justificar su existencia, tal es el caso
de Ecuador que lo reconoce como derecho fundamental en el artículo 98. La resistencia se
vuelve válida siempre y cuando esta se presente como acto de oposición a los actos de tiranía
de las relaciones de poder institucionales. Existen distintas vías para expresar la resistencia,
desde las impugnaciones, la desobediencia civil y la misma protesta social.
Palabras clave: Derecho a la resistencia; poder público; autoridad pública; protesta social.
Antecedentes históricos. - Los pueblos, a lo largo de la historia, se han consolidado a través
de sus luchas en oposición a la tiranía del poder. Estos episodios de rebelión contra las
decisiones del poder público demuestran una conciencia colectiva sobre la legitimidad de los
actos de la autoridad. Estas ideas sobre a la resistencia surgen fundamentalmente desde la
doctrina cristiana con Santo Tomás de Aquino, cuando hablaba del poder tirano, y
recomendaba que “mientras la tiranía no sea insoportable, se sobrelleve con resignación, para
evitar males mayores. No obstante, si la tiranía se vuelve intolerable, la mayoría del pueblo
se puede alzar.” (Salazar, 2016). Aquino articulaba sobre el bien común, y del poder del rey
para atentar contra este, por lo tanto, argumentaba que “en tal concepto de bien común, tiene
el derecho de resistencia su justificación” (Salazar, 2016), esto siempre y cuando, las leyes
ordenen actos que vulneren la promulgación de la ley natural impuesta por Dios. Otra
demostración en la historia de la resistencia desde el iusnaturalismo se muestra durante el
reinado de la Casa de Hagsburgo, donde se mantiene activa la noción del rey sujeto al derecho
natural, el cual debe cumplir con estos mandatos divinos y naturales delegados a la
monarquía, de esta forma, “el quebrantamiento de cualquiera de estas normas constituye una
violación del vínculo que une al príncipe con la comunidad y da a ésta el derecho de
resistencia” (Salazar, 2016). Aunque a la llegada de la edad moderna, los autores mantienen
doctrinalmente las posturas de Santo Tomás tan solo incorporándole el sentir popular, se
genera una ruptura ante estas dos concepciones. Es aquí donde el pueblo empieza a
cuestionarse el nombramiento del rey como gobernante delegado del poder divino, y
comienza a arraigarse en ellos la idea de que el poder no radica en los reyes, sino en la
comunidad misma, por lo que ejercen su sentir en una serie de derrocamientos de monarquías
en la Europa Occidental exteriorizándose también a la América colonizada, tomando la
postura de que el pueblo se subroga al lugar del poder monárquico. En este sentido, tomando
como categorías normativas el derecho natural y el sentido de justicia, en donde se evidencia
que cuando se corrompe el sistema político se llega a un proceso de ilegitimidad devenido en
tiranía, el bien común se somete a un grave daño que conlleva a un desorden político, por lo
tanto, “el derecho de resistencia opera aquí como una norma que procura la restauración del
orden alterado” (Carvajal, 2010), de esto se desprende que, la vigencia del derecho a la
resistencia no es una acción exclusiva en defensa de las libertades y principios, sino depende
de la validez del régimen constitucional. La resistencia como Derecho Humano. –
El argumento de los derechos humanos es parte de la narrativa jurídico-política de
la sociedad actual. Engloba gran parte de las dimensiones de la extensión de existencia de las
sociedades actuales y el acato y garantía que representan, al presente, la única justificación
de la presencia del ejercicio del poder político otorgado a los Estados. Los primeros vestigios
de positivización del Derecho a la Resistencia se evidencia en la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos de 1776 que declara: “(…) que cuando quiera que una
forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a
reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios.”
(Cámara Estatal de Pensilvania, 1776) encontrándose de forma implícita el poder soberano
de los pueblos a resistirse a todo acto de poder público, enfrentarse a él e incluso derrocarlo,
con el fin de mantener el mandato de los principios ahí señalados. Ya una vez dada la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano luego de la Revolución Francesa,
el Derecho a la Resistencia se manifiesta de forma explícita en el artículo 33 que indica “La
resistencia a la opresión es la consecuencia de los demás derechos del hombre.” (Asamblea
Nacional Constituyente francesa, 1789) y en el artículo 35 “Cuando el gobierno viola los
derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada una de sus porciones, el
más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes” (Asamblea Nacional
Constituyente francesa, 1789). Estas primeras evocaciones de la resistencia como derecho
permitieron marcar un precedente a lo que sería actualmente la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, que en su preámbulo declara “Considerando esencial que los derechos
humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea
compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión” (Asamblea
General de las Naciones Unidas, 1948). Esta enunciación no menciona de forma explícita el
reconocimiento a un derecho a la resistencia, dado que no se refiere a este dentro del
articulado de la declaración, sino que se hace referencia a la rebelión o resistencia como un
recurso de los pueblos ante la tiranía de la autoridad que pretende vulnerar los derechos
humanos. Por lo tanto, ¿debe considerarse a la resistencia como un derecho humano? La
respuesta a esta pregunta se encuentra dentro del mismo documento cuando indica que la
declaración debe tomarse como “un ideal común por el que todos los pueblos y naciones
deben esforzarse” (Asamblea General de las Naciones Unidas, 1948), se es permitido
interpretar que las naciones tienen una obligación de reconocer la acción de los gobernados
de levantarse, protestar y resistirse ante la vulneración de los derechos que provengan desde
las funciones públicas del Estado, en consecuencia, para reconocer el ejercicio de la
resistencia, es necesario enmarcarlo como un derecho humano reconocido. En conclusión, la
resistencia a nivel internacional se funda en los derechos humanos, aquellos que constan en
los tratados y convenios internacionales. Los estados no pueden restringir esos derechos, así
como tampoco pueden reprimir la resistencia que los ciudadanos nacionales o extranjeros
lleguen a presentar, es decir, deben respetar y proteger las relaciones de resistencia, siempre
y cuando estas respeten los derechos ajenos. La validez de la resistencia. – Para Foucault,
cuando hablaba de la genealogía del poder, indicaba que:
La resistencia no es reactiva ni negativa, es un proceso de creación y de
transformación permanente; desempeña, en las relaciones de poder, el papel de
adversario, de blanco, de apoyo, de saliente para una aprehensión. Los puntos de
resistencia están presentes en todas partes dentro de la red de poder, es decir, donde
hay poder hay resistencia. (Díaz, 2006)
Por lo tanto, la existencia de la resistencia se valida con la misma existencia del poder, dado
que este por sí mismo generará condiciones para que surjan procesos transformadores de
rebelión del pueblo, que no deben ser considerados negativos, más bien son una expresión
popular manifestada en participación por medio de la protesta social como forma de
emanciparse de las relaciones de poder existentes entre el gobierno y los gobernados y ante
sus arbitrariedades contra los derechos. El derecho a la resistencia se justifica a sí mismo
cuando: 1. La decisión pública pudiera afectar derechos, 2. La decisión esté expedida por una
autoridad no competente, 3. La decisión o normativa elimine o restrinja derechos que se
constituyen en conquistas logradas a través de las luchas de los movimientos dadas por
razones de conciencia, 4. La resistencia sea el único camino no violento que conduzca a
manifestar su desacuerdo con las decisión de la autoridad pública, 5. No exista otro medio
adecuado y eficaz para enfrentar una decisión de la autoridad, 6. En la resistencia se proponga
la modificación normativa. De modo que, la validez de la resistencia cabe dentro de las
formas de expresión de la inconformidad social, siempre y cuando estas se sustenten en
defensa contra del abuso que pueda acontecerse en las relaciones de poder entre gobierno y
gobernados. La justificación del derecho a la resistencia en el Estado Constitucional de
Derechos. – Puede afirmarse que muchas de las constituciones forjadas a partir del calor de
las revoluciones y la democracia, ratifican entre sus líneas los compromisos con la protección
de los derechos fundamentales y la soberanía del pueblo para exigirlos. Este tipo de
reconocimientos es quizás el mayor homenaje que puede darse a la histórica lucha del ser
humano contra los gobiernos tiránicos y los abusos de la autoridad. Sin embargo, claramente
puede evidenciarse una contradicción en la existencia constitucional de este derecho, dado
que, significa admitir por parte del Estado que el soberano en algún momento deberá
someterse a sus injusticias, o resistirse a ello. Otro problema que sale a relucir con el
reconocimiento al derecho a la resistencia es el tema del principio de legalidad. Es decir, si
un Estado valida la existencia de la ley, a través de los mismos mecanismos constitucionales,
por lo tanto, no puede existir un desacato a la norma, entonces no habría lugar para la
desobediencia (Magoja, 2016). Así mismo lo indica (Zaffaroni, 2010) “puede afirmarse que
es una aspiración de todo Estado de Derecho lograr que sus instituciones sean tan perfectas
que no sea necesario a nadie acudir a vías no institucionales para obtener satisfacción a sus
reclamos”. La salida a este conflicto puede darse desde la misma norma constitucional.
Ecuador al ser un Estado Constitucional de Derechos y Justicia, dentro del texto de la carta
magna menciona en el artículo 98:
Los individuos y los colectivos podrán ejercer el derecho a la resistencia frente a
acciones u omisiones del poder público o de las personas naturales o jurídicas no
estatales que vulneren o puedan vulnerar sus derechos constitucionales, y demandar
el reconocimiento de nuevos derechos. (Asamblea Nacional Constituyente, 2008)
Es decir, que constitucionalmente, el derecho a la resistencia es un derecho fundamental, que
rebasa la línea de los actos del poder público abarcando de igual forma al accionar de otros
sectores no estatales, con el fin de proteger y exigir los derechos, teniendo su titularidad los
individuos y colectivos, gozando de los principios de protección estatal establecidos en el
artículo 11. Además, al indicar en el artículo 426 que “Todas las personas, autoridades e
instituciones están sujetas a la Constitución” manifiesta claramente las intenciones de evitar
cualquier tipo de abuso en contra de los derechos desde el mismo poder público. Esta
sistematización del articulado constitucional permite dar una solución al conflicto que
presenta el reconocimiento del derecho a la resistencia, puesto que, a pesar de la presunción
de legalidad de los actos estatales, la constitución acepta la realidad objetiva de la memoria
histórica respecto a los actos ilegítimos del poder y violentadores de derechos. Por ello,
reconocer de forma constitucional, en este Estado, el derecho a la resistencia, significa
agregarlo dentro de un paquete de derechos estructurados de manera sistemática de forma tal
que la vulneración de uno de ellos conlleva a la vulneración de otro en forma de efecto
dominó. Es decir que, para el ejercicio de los derechos constitucionales, es necesario el
reconocimiento del derecho a la resistencia, debido que, si este llegase a violentarse, se lo
haría de igual forma, por ejemplo, con los derechos de participación. Es necesario agregar
también que el derecho a la resistencia en el Ecuador también se enlaza con el principio de
la progresividad de los derechos, “la resistencia puede servir también para ‘demandar el
reconocimiento de nuevos derechos’, esto es, lo que algunos teóricos llaman la ‘acción
directa’, es decir, fuera de los canales institucionales, e incluso fuera y en contra de ellos”
(Corral, 2012), tomando en cuenta que este recurso puede ser utilizado para la exigencia de
nuevos derechos que aún no están constitucionalmente reconocidos. La materialización de
la resistencia. – Existen diversas formas de expresar el derecho a la resistencia. La más
conocida es la protesta social, para la cual se dedicará un epígrafe propio más adelante. Otro
mecanismo es, por ejemplo, la impugnación a las decisiones por la vía judicial enmarcadas
en el artículo 173 de la Constitución de la República del Ecuador: “Los actos administrativos
de cualquier autoridad del Estado podrán ser impugnados, tanto en la vía administrativa como
ante los correspondientes órganos de la Función Judicial.” (Asamblea Nacional
Constituyente, 2008), es decir, manifestarse interponiendo un recurso procesal contra una
resolución judicial es un claro acto de resistencia a las decisiones públicas. Esta impugnación
puede darse también desde la vía constitucional y la internacional, así mismo sobre los fallos
emitidos por las respectivas cortes. La impugnación puede darse también por la vía
institucional, por ejemplo, en los casos de concursos de méritos y oposición que tienen una
fase de impugnación de los resultados para aquellos postulantes que no se encuentren
conformes con las decisiones de la institución a cargo del proceso. Otro mecanismo, en este
caso de resistencia colectiva, se manifiesta en torno de la desobediencia civil, donde “los
protagonistas enfrentan al Estado desobedeciendo y por lo general aceptan las consecuencias,
porque estas se convierten en bandera y publicidad de las injusticias que padecen” (Zaffaroni,
2010). Los más notables representantes en la historia de la desobediencia civil son Thoreau,
Ghandi y Martin Luther King Jr. (Falcón & Tella, 2000). Un ejemplo del uso de la
desobediencia civil fue negación de Rosa Parks, activista por los derechos de los
afroamericanos, de levantarse de su asiento de autobús, designado para blancos, y decidió
permanecer inmóvil pese al pedido del conductor de ceder su asiento. Parks fue arrestada por
tal acto ilegal en la época. Las grandes olas de migración pueden ser vistas también como
actos de resistencias hacia los Estados que dejan de cumplir con sus obligaciones protectoras.
Actualmente, miles de centroamericanos han formado una caravana dirigida hacia los
Estados Unidos con el fin de obtener asilo en dicho país dada las malas administraciones de
sus naciones originarias, como una acción de oposición a dichos regímenes. La resistencia
debe ser vista en sí misma como una emancipación a través de la participación ciudadana,
que pretende modificar o eliminar las decisiones que afecten a los derechos provenientes de
la autoridad pública. El derecho a la protesta como instrumento de resistencia. – “No es
posible concebir la democracia sin el derecho a manifestar libremente las opiniones” (Salazar
D. , 2010). El derecho a la resistencia debe concebirse como un articulador de otros derechos:
los derechos de participación, el derecho a la libre expresión, el derecho protesta, etc. Es
decir, que al ejercer el derecho a la resistencia se ejercen otros derechos al mismo tiempo.
Uno de estos derechos es el derecho a la protesta. La protesta social tiene dos dimensiones:
la individual y la colectiva. La dimensión individual se refiere a que cualquier ciudadano
puede mantener un comportamiento de desaprobación frente al poder, mientras que la
dimensión colectiva se presenta gracias a la suma de voluntades individuales con un rechazo
en común, “El carácter colectivo de la protesta social toma fuerza con el propósito de normar
un cambio en el sistema político y adecuarlo a las exigencias sociales y ciudadanas.” (Asanza,
2016), de aquí la incorporación de los actores de la protesta social vistos no desde su
individualidad, sino desde la perspectiva colectiva que le otorga una pluralidad de
pensamiento a los ideales de la protesta a través de los distintos agentes sociales involucrados.
Cuando el pueblo, depositario de soberanía, tiene presente los daños que pueda infligir o se
encuentre infringiendo el poder, y “si el poder los tiene captados y concentrados, entonces y
como última ratio el ius resistendi constituye una respuesta: traducido en la protesta social”
(López, 2017). Criminalización de la protesta social. – La protesta social como forma de
expresión del derecho a la resistencia se ve limitada por su propio accionar. “Ciertamente, la
libertad de expresión y de reunión no son derechos absolutos, y no es posible justificar actos
violentos o delictivos simplemente porque han sido cometidos en el marco de una
demostración pública” (Salazar D. , 2010), por lo tanto, el Estado está llamado a asegurar la
protesta pacífica. Sin embargo, a pesar de la existencia de aquella calma dentro de la protesta
y de la protección constitucional que esta tiene, se interpone el derecho penal para “restringir
estos derechos a través de la iniciación de juicios penales y la imposición de penas privativas
de libertad para las personas que utilizan la protesta como medio de expresión” (Salazar D. ,
2010) aplicando graves tipos penales como el terrorismo y el sabotaje a pequeñas acciones
cometidas dentro del marco de la protesta, pero ante esto, ¿puede un acto de violencia de la
fuerza pública responderse de la misma manera por parte de los ciudadanos? ¿puede ser
considerado este una manera de expresar su resistencia a la violación de derechos? La norma
es clara al no permitir actos de violencia provenientes de la protesta, sin embargo, el mismo
pueblo legitima sus actos como mecanismo de defensa de sus derechos. Reflexiones finales.
– Dada la naturaleza del derecho a la resistencia y su evolución histórica, es necesario agregar
reflexiones sobre el estado actual del ejercicio del derecho. El evidente que el simple hecho
que el pueblo soberano sienta la necesidad de recurrir a la resistencia para hacer valer sus
derechos, es una muestra de la deficiencia del Estado de Derecho que, a pesar de sus esfuerzos
de dar protección, no lo consigue dentro del marco de la objetividad, siendo incluso las
mismas relaciones de poder dadas entre el Estado, el gobernante y el gobernado, las que
producen las expresiones de emancipación reflejadas en la resistencia.
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